La Isla Friendship
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Mi historia……..
Por: Ernesto de la Fuente Gandarillas
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Escrito en 2001 ISLA FRIENDSHIP
Ernesto de la Fuente Gandarillas
Prologo Pág. 3
1.‐ ¿Quién soy? Pág. 4
2.‐Indicios
de
lo
increíble
Pág.
7
3.‐ El Silencio de los Inocentes Pág. 11
4.‐ ¿Quiénes son? I Pág. 15
5.‐ ¿Quiénes son? II Pág. 18
6.‐ ¿Quiénes son? III Pág. 21
7.‐ Síndrome de los Locos de las Vacas Pág. 26
8.‐Alberto
X
Pág. 29
9.‐ Dientes Pág. 32
10.‐ ¿Por qué nosotros? Pág. 36
11.‐ Preparación Pág. 39
12.‐ Pruebas Pág. 42
13.‐ ¿Para qué? Pág. 46
14.‐ Cáncer Pág. 50
15.‐ El Viaje I Pág. 53
16.‐ El Viaje II Pág. 58
17.‐ Llegada Pág. 63
18.‐ Flash back Pág. 66
19.‐ Holograma I Pág. 71
20.‐ Holograma II Pág. 77
21.‐ Delfines Pág. 80
22.‐ Doctrina Pág. 85
23.‐ Éter Pág. 89
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Ernesto de la Fuente Gandarillas
24.‐ Hombres de Negro Pág. 94
25.‐ Karl Pág. 97
26.‐La
vuelta
Pág.
103
27.‐ Luna de Miel Pág. 106
28.‐ Salud Pág. 110
29.‐ Sanaciones Pág. 114
30.‐ Terrorismo Pág. 118
31.‐ Un Mundo de Vibraciones Pág. 120
32.‐¡Vienen!
Pág.
128
33.‐ Oratorio Pág. 132
34.‐ ¿Foro? Pág. 135
35.‐ Aclaración Pág. 138
36.‐ Ajedrez Cósmico Pág. 140
37.‐ Anécdotas Pág. 143
38.‐Ángeles
Pág.
148
39.‐ Bolas Pág. 152
40.‐ Carne Pág. 155
41.‐ Chupacabras Pág. 161
42.‐ Consecuencias Pág. 166
43.‐ Preguntas Pág. 169
44.‐Carta
Pág.
278
45.‐ Demostración de la Formula Pág. 283
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Prologo.
El origen de los esc ritos que estáis a punto de leer se remonta allá por el año 2001 y tienen
un origen bastante c asual, ya que yo nunca intenté esc ribir un “libro” al respec to, simplemente
intenté
c orregir
muc has
inexac titudes
y
fantasías
que
aparec ían
en
Internet,
esc ritas
por
personas
que nada tenían que ver c on el fenómeno Friendship pero que inc luían mi nombre.
Jamás he tenido una página web o un blog propio y lo que aparec ió en la página
www.c onexionovni.c l se debió a que una vez mientras navegaba por internet me enc ontré c on
una página web bastante seria esc rita por un ingeniero. Allí mi nombre era menc ionado c on
relac ión a los suc esos Friendship, pero aparec ían varias inexac titudes. Le esc ribí diciéndole que las
c osas no eran así sino asá.
Mariano Silva, que era el dueño y c reador de la página me c ontestó diciendo que si las c osas eran
asá,
por
qué
yo
no
lo
explic aba
de
mi
puño
y
letra
en
su
página,
lo
enc ontré
justo
y
lo
hice,
lo
que
posteriormente generó más artíc ulos.
Desgrac iadamente después de algunos meses Mariano se aburrió porque el site no generaba
gananc ias y lo c erró, perdiéndose los artíc ulos, al igual que mi posibilidad de c onoc erlo a él
personalmente, ya que nunc a logré verlo ya que nuestra c omunic ac ión fue solo por e‐mail.
Sin embargo, varios años después y sin mi c onoc imiento, alguien que había guardado los artíc ulos
los puso en la red para ser bajados c omo e‐book.
Allí
fue
cuando
algunos
c onoc idos
empezaron
a
llamarme
para
felic itarme
por
el
“libro”
que
yo
había esc rito. En un princ ipio yo no sabía a que se referían pero un día los enc ontré y los bajé.
Grande fue mi desilusión ya que apenas se podía leer porque se habían suprimido las ilustrac iones
además de saltarse los puntos aparte, c onvirtiendo el esc rito en un galimatías.
Es por eso que me armé de pac ienc ia y nuevamente, en aras de la buena c omprensión del
fenómeno, fui a mis antiguos y olvidados álbumes de fotos y empecé a armar el rompec abezas.
Es dec ir otra vez me metí entre las patas de los c aballos para mostrar lo que yo c onsidero que es la
verdad. Espero que esta sea la última vez.
PD. Ruego al lec tor que al leer estos esc ritos tenga en cuenta de que fueron esc ritos en 2001, es
dec ir hace por lo menos 10 años atrás.
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1.‐ ¿Quién soy?
Mi nombre es Ernesto de la Fuente Gandarillas y nací en Santiago de Chile el 17 de Dic iembre de
1939.
Es la primera vez que se me permite hablar sin tener un periodista de por medio. No es que tenga
algo en c ontra del periodismo o los periodistas pero deseaba, por una sola vez, elegir yo que es
importante y que no, en la inc reíble historia que sin querer me toc ó vivir.
Estudié Ingeniería Civil Mecánica en la Universidad de Conc epc ión entre los años c inc uenta y los
sesenta, no por voc ac ión sino por obligac ión, ya que mi padre era ingeniero.
Sin embargo la princ ipal ac tividad que he
tenido hasta hace poc o ha estado relac ionada
c on
el
cine
y
la
televisión,
primero
en
Chile,
cuando se c reó el Canal 9 en el viejo edificio de
la c alle Beauc heff de la Universidad de Chile y
luego en los Estados Unidos, viajando para la
realizac ión de doc umentales.
En Norteaméric a siempre quise ser
c amarógrafo de doc umentales (y no lo hac ía
nada de mal), pero desgrac iadamente c uando estuve en Nueva York era el único
téc nic o c inematográfic o que podía hac er sonido y que hablaba español, así fue c omo quedé
etiquetado
como
Ingeniero
de
Sonido.
Esta exc lusividad me hizo ganar buenos dólares, aunque no era el trabajo ideal.
Posteriormente volví a Chile y como el negoc io audiovisual no estaba muy bueno en aquel
entonc es, el país estaba en rec esión y nadie me c onoc ía como ingeniero, dec idimos (porque ya me
había c asado) irnos de c olonos a Chiloé, eso fue en el mes de Septiembre de 1983.
Allí tuve un fundo de 2.200. Has, c erc a del pueblo de Quemchi, c uyo bosque pretendía explotar.
Les c uento todo esto para quitarme esa etiqueta de personaje extraño c on que la prensa siempre
ha pretendido mostrarme.
Hasta aquí, c omo Uds. pueden ver, parec ería una persona c asi normal. Trabajaba muc ho, me
había c asado porque era nec esario hac erlo, trataba desesperadamente de ganar muc ho dinero,
c ompetía c on otros, fumaba mucho, c ompraba y fornic aba todo lo posible.
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Con decirles que era tan normal que no c reía en suc esos paranormales. En c uanto a la religión, me
c reía c atólic o, aunque a mi manera, es dec ir como a mí se me antojara.
No era tan arrogante c omo para afirmar que éramos los únicos habitantes del universo, pero por
lo
que
había
aprendido
en
la
universidad,
sabía,
lo
había
dic ho
Einstein,
que
por
la
distanc ia,
era
imposible que vinieran a vernos.
Yo c reía que lo estaba haciendo muy bien y c asi
todos mis c onoc idos opinaban lo mismo. Fue
entonc es que por nec esidades de sobrevivenc ia
me c ompré una estac ión de radio de 11 metros,
y oc urrió lo que jamás habría imaginado y que
terminó por c ambiar el rumbo de mi vida en
180º .
Después de algún tiempo, que fue lo que me
c ostó dominar el equipo, me hice amigo, a
través de la radio, de otros c olonos que también
se estaban instalando, aunque muc ho más al sur
que yo. Según ellos se trataba de una
c ongregac ión religiosa llamada Friendship que
había c omprado una isla en el arc hipiélago de
los Chonos.
La
isla
no
se
si
tendría
nombre,
pero
ellos
le
pusieron Friendship, al igual que a la estac ión de
radio que operaban. Con esto quiero dejar bien
en c laro que la isla existe y aparec e en los mapas
de Chile, aunque probablemente c on otro
nombre.
Estas c onversac iones se realizaban c asi todos las tardes y se prolongaban por una o dos horas,
según fueran las c ondic iones de propagac ión magnétic a del momento.
Así, a medida que pasaban las semanas, se fue c imentando una hermosa amistad entre personas,
supuestamente, c on intereses c omunes y aislados del resto del mundo. Debo ac larar que en esas
c onversac iones no partic ipábamos solamente ellos y yo, sino muc hos otros radioafic ionados tanto
chilenos c omo del resto del cono sur de Améric a.
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Los Friendship poseían un yate, el Mitylus II, c on el c ual surtían las nec esidades de su
c ongregac ión, y un día mientras estaban a la c uadra de la isla Caucahué me llamaron por radio
para que nos c onoc iéramos personalmente en el muelle de Quemc hi.
Allí
fue
donde
los
vi
por
primera
vez.
Su
aspec to
era
el
de
personas
saludables
de
una
edad
indefinible entre los 35 y los 55 años. Su c abello era rubio osc uro, ojos c laros y piel tostada por el
sol, su estatura era bastante más allá de la media, pero lo que más llamaba la atenc ión era la paz
que irradiaba su presenc ia.
Me hizo rec ordar la sensac ión que había sentido años atrás, c uando por razones de trabajo tuve
que filmar al Maharishi Mahesh Yogi, instruc tor de yoga de los Beatles.
Con posterioridad a este enc uentro ellos c omenzaron a visitarme en mi c asa y yo empecé a
c onoc erlos más. Pero entre más los c onoc ía más me sorprendían, sus c onoc imientos y c ultura eran
inc reíbles,
pero
lo
que
más
extrañaba
era
que
estaban
basados
en
princ ipios
diferentes
a
los
nuestros.
Por ejemplo, su matemátic a no usaba base 10 como nosotros sino que la base 6, la que a veces
para c iertos c álc ulos se transformaba en 60; también su medic ina partía de princ ipios diferentes,
al fijar su atenc ión en el c uerpo sano y no en las enfermedades. En historia, antropología,
paleontología, astronomía, físic a, etc ., sus c onoc imientos eran inc reíbles, aunque a veces
c ontradec ían a los nuestros.
Todo esto me llevó a tener largas disc usiones radiales c on Ariel, Rafael, Gabriel etc ., que eran los
nombres
que
ellos
usaban.
Al
preguntarles
por
la
fuente
de
tan
inc reíble
sabiduría,
humildemente
c ontestaban que ellos eran ignorantes y que solo se limitaban a poner en prác tic a los c oc imientos
que les entregaban los “Ángeles del Señor”.
En un princ ipio yo creí que la frase “Los Ángeles del Señor” era simplemente una figura retoric a
que usaban dentro de sus c reenc ias religiosas, pero a poco andar comencé a escuchar c osas como
que “el próximo jueves no podríamos seguir c onversando porque bajarían a la isla los Ángeles del
Señor” o que “Nataniel debería retirarse de la radio, pues era requerido por los Ángeles del Señor”
etc. etc.
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2.‐ Indicios de lo increíble
Vino el invierno de 1984 y todos lo sufrimos, espec ialmente yo, pero fui prontamente
soc orrido por la gente de Friendship c on una humildad y generosidad poc as veces vista, lo que
lógic amente
c omprometió
mi
gratitud,
así
que
no
fue
raro
que
poco
tiempo
después,
c uando
ellos
me solic itaran un favor yo estuviera dispuesto a hac er c ualquier c osa por la c ongregac ión.
Lo que tenía que hac er era bastante fác il. Consistía en rec ibir en estac iones de ferroc arril,
terminales de buses y lugares similares en la X Región, a familias y personas que se dirigían,
invitados a Isla Friendship y llevarlos en mi vehíc ulo hasta algún pequeño puerto c erc ano donde
los rec ogería el Mitylus II.
Lo hice varias vec es y aún rec uerdo los nombres de algunos de ellos, espec ialmente el de la familia
Luc ero. Este no era su apellido sino que el distintivo que tenían c omo radioafic ionados.
Ariel me explic ó que se trataba de Oc tavio, su esposa Cristina y tres hijas, los que llegarían en una
fec ha determinada al terminal de buses de Puerto Montt.
Poc os días antes del señalado para ir a busc arlos Ariel me avisó que no vendrían pues habían
tenido inconvenientes de última hora.
A todo esto, yo ya había sido invitado varias veces a c onoc er Isla Friendship, lo que aún no había
hec ho simplemente por razones de tiempo.
Hay
que
tener
en
cuenta
que
hac er
una
visita
de
este
tipo,
en
esas
latitudes,
toma
por
lo
menos
dos semanas pues las distanc ias son muy grandes y el único medio de transporte eran los viajes
del Mitylus II cuando pasara cerca de mis c oordenadas.
Hubo un segundo aviso de que los Luc ero viajarían, el que tampoc o se c umplió. A todo esto, yo
c ada vez estaba más impac tado por lo que seguía viendo de la Congregac ión, me di c uenta que
esto no era normal, pero no tenía ni siquiera c on quien c omentarlo.
Vivía solo, mi vecino más c erc ano estaba a 5 Km y solo veía a otro ser humano c ada 4 o 5 días.
Rec uerdo que fue en pleno invierno cuando se me avisó, por terc era vez, que los Luc ero ahora si
vendrían.
En esa época del año es muy poco lo que se puede hacer en faenas madereras en Chiloé, así es
que me enc ontré c on tiempo sufic iente c omo para acceder a la invitac ión que c onstantemente se
me hac ía de visitar la isla. Preparé el vehíc ulo, hice una gran maleta y dejé todo arreglado en el
c ampo como para una ausenc ia de un mes.
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Desgrac iadamente dos días antes de inic iar la búsqueda de los Luc ero, Ariel me avisa que se
habían arrepentido nuevamente.
Si ellos no iban yo tampoc o podía hac erlo ya que no podía hac er viajar al Mitylus II 500 Km solo
para
llevarme
a
mí.
Así
fue
c omo
me
enc ontré
en
Chiloé
en
pleno
mes
de
Agosto,
c on
la
maleta
hec ha y nada que hac er por un mes.
Mis hijos estaban chicos y vivían en Santiago c on su madre y ya hac ía muc hos meses que no los
veía, por lo que sabiamente decidí visitarlos.
Mi afic ión por la radio en todo ese tiempo había c rec ido, ya sabía muc ho mas y había c omprado
nuevos equipos, uno de los cuales permanec ía siempre prendido en mi vehíc ulo.
Durante mi estada en Santiago, por c ostumbre, el equipo permanec ió enc endido y así fue como un
día
en
la
frecuencia
27.215
Khz
esc uc hé
que
operaba
una
estac ión
de
nombre
Luc ero.
Permanec í
uno o dos días esc uc hando y así fue c omo me enteré de que el operador se llamaba Oc tavio, su
esposa Cristina y sus hijas Paula, Andrea y Claudia.
Las c oinc idenc ias eran demasiadas así es que decidí c ontac tarlos. Tomé el mic rófono y luego de los
saludos de rigor les expliqué quien era yo. A Oc tavio le cambió la voz e inmediatamente me dijo
que nos juntáramos en la rotonda Quilín para que luego fuéramos a su c asa.
Aquí se produjo inic ialmente una c onversac ión bastante c ómic a ya que yo estaba impac iente por
saber quiénes eran los Friendship y c reía que Oc tavio lo sabía, pero a su vez la familia c reía que yo
era
un
enviado
de
la
isla
y
no
paraban
de
interrogarme.
Finalmente llegamos a la c onc lusión de que ninguno de nosotros sabía exac tamente qué era
Friendship.
Oc tavio Ortiz me c onfesó que él había hec ho grabac iones de audio de sus c onversac iones radiales
c on Friendship y que si no se había ido a la isla era simplemente por arrepentimientos de última
hora de alguno de los miembros de su familia, c ausado por el miedo a lo desc onoc ido, ya que
durante su relac ión c on la c ongregac ión habían visto y les habían oc urrido c osas absolutamente
fuera de lo normal.
Tanto era así, que habían formado un grupo c on otros c ontac tados para interc ambiar informac ión,
grupo al cual yo me uní.
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A la primera reunión que fui asistieron alrededor de nueve personas, la mayoría de c uyos nombres
rec uerdo y lo que esc uc hé esc apaba a toda lógic a; sanac iones, adivinac ión, predic c ión de suc esos y
soluciones tec nológic as para todo tipo de problemas, soluc iones que eran inc reíblemente senc illas
pero que func ionaban.....
Yo tuve que volver a Chiloé, pero mantuve el c ontac to c on el grupo, así fue c omo me enteré de los
suc esos del 17 de Agosto de 1985.
Esa tarde Cristina c onversaba c on Ariel, quien supuestamente estaba en la XI Región y en
respuesta a las c ontinuas invitac iones que estos le habían hecho le repitió la que siempre hac ía, en
el sentido de que cuando alguno de ellos viniera a Santiago pasara por su c asa. La respuesta no se
dejó esperar:
‐ Es que ya estamos aquí.
Cristina
se
apresuró
en
darles
las
indic ac iones
de
c omo
llegar,
pero
ellos
le
dijeron:
‐ No es nec esario, anda a la ventana de la pieza de la Claudia y mira hac ia arriba
Lo que vio la dejó c on la boc a abierta; sobre su c asa y a pleno día había una gran esfera de
c olor gris blanc uzc o que emitía luc es de diferentes c olores.
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Se sac aron muc has fotos, una de las c uales fue obtenida a través de un telesc opio y es la que aquí
mostramos.
El objeto se mantuvo sobre Santiago durante horas y fue visto por miles de santiaguinos. La notic ia
pronto
llegó
a
los
c anales
de
televisión,
los
que
usando
teleobjetivos
empezaron
a
grabar
al
objeto. Televisión Nac ional de Chile usó su lente de 1000 mm y este es el resultado:
Canal 13 de la Universidad Católic a, en su programa Sábados Gigantes, c on Mario Kreutzberger,
don Franc isc o lo presentó así:
En los momentos en que Cristina hablaba c on Ariel, llegó Oc tavio a la c asa y tuvo la buena idea de
grabar la c onmoc ión que en esos momentos se produc ía entre los radioafic ionados que en ese
momento estaban esc uc hando en la misma frec uenc ia. Esta es la grabac ión y en ella, fuera de
indicar los movimientos que posteriormente realizarían, piden que se aleje una avioneta que se les
ac erc aba peligrosamente
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3.‐ El Silencio de los Inocentes
Después de esto ya todo c ambió, espec ialmente para personas “rac ionales” como yo, que
no ac eptaban la existenc ia del fenómeno Ovni.
La tendenc ia normal entre las personas “rac ionales” enfrentadas a un fenómeno desc onoc ido es la
de c orrer a c onsultar c on algún profesional o espec ialista que sepa, pero, en este c aso ¿Quién
sabe?
Aquí c omenzó una larga peregrinac ión entre “espec ialistas” algunos buenos y otros no tan buenos.
Sobre esta parte nos extenderemos posteriormente y tal vez en una página humorístic a; c on
dec irles que algunos nos rec ibieron c on largas túnic as blanc as, otros c on buzos espac iales y
grandes medallones, nos obligaron a tomarnos de las manos y ponernos gorros de c obre c on
antenas
de
alambre,
etc .,
etc.,
etc .
Como la c omunic ac ión radial en la banda de 11 ms es públic a, mucha otra gente c omenzó a
subirse al c arro, algunos c on no muy c laras intenc iones.
Así fue c omo empezaron a aparec er representantes de sec tas y otros extraños y tenebrosos
grupos que pretendían c onvenc ernos de que nos uniéramos a ellos. También hay que sumar el
ac oso periodístic o del que fuimos objeto, espec ialmente de parte de la prensa extranjera, quienes
entrevistaron a algunos de nosotros y luego public aron lo que a ellos se les antojó, incluso
insultando a entidades polític as o religiosas, lo que es algo que nosotros nunca deseamos ni
autorizamos.
Debido a lo anterior muc hos c ontac tados, sabiamente, se desligaron del grupo y hoy no quieren ni
oír hablar del asunto.
Después de lo anteriormente relatado, es dec ir a princ ipios de 1986, c omienza un periodo de
realismo mágic o, por decir lo menos. Estas c osas solo pueden oc urrir en Latinoaméric a. Teníamos
en la radio, en la banda de 11 ms, a un grupo de extraterrestres que estaba dispuesto a responder
c ualquier pregunta que quisiéramos hac erles.
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Yo estaba en Chiloé y traté de aprovec har la c oyuntura al máximo, preguntando c osas
fundamentales para el progreso de la raza humana:
‐ ¿Cuál es el remedio para el c ánc er?
La respuesta no se hizo esperar y ahí vine a caer en la c uenta de algo que jamás había pensado. No
iban más de cinco minutos de c onversac ión y yo ya estaba perdido. ¡¡Nec esitaba por lo menos ser
médic o para empezar a c omprender!!
‐ ¿Qué energía usan?
Allí algo entendí, pero solamente la idea básic a. Nec esitaba saber más física y ac eptar c iertos
princ ipios de la físic a de ellos, los que me eran además de desc onoc idos, ilógic os.
‐De
dónde
vienen?
‐ Del Universo.
‐ Si, pero ¿de qué parte del Universo?
‐ ¿Conoc es tu el Universo?
Rec onozc o que algo aprendí en esos meses que siguieron de preguntas y respuestas a través de la
radio, pero a una persona no se le puede enseñar c álc ulo si no domina bien la aritmétic a.
Mientras tanto desde Chile y otros lugares de Sudaméric a otros también preguntaban.
En ese tiempo y por razones de trabajo yo comencé a viajar más a menudo a Santiago y los
esc uc haba:
‐ ¡Oye marc iano!..... ¡Cántate c uales van a ser los números del Loto!
También había c onsultas sentimentales:
‐ ¿Es c ierto Ariel, que mi marido me engaña c on la Waleska del kiosc o? Etc ., etc ., etc.
Si hay algo que se debe admirar de los Friendship es su pac ienc ia.
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Respondían todas las preguntas c on una c aballerosidad de otra galaxia, no había nada que los
sac ara de su hablar pausado y repetitivo.
Por suerte no todo se perdió. Yo traté, c on grandes dific ultades, de rec lutar a profesionales y
espec ialistas
para
que
hablaran
c on
ellos.
Sin
embargo
la
mayoría
se
negaba,
espec ialmente
en
el
gremio médic o. Pero, c omo decía, hubo honrosas exc epc iones entre las que c abe destac ar:
a) Un ingeniero elec trónic o de Santiago llamado Daniel Morales que c onsultó sobre la
telepatía y que según planos proporc ionados por Friendship c omenzó a c onstruir una
inmensa antena para rec ibir ondas telepátic as. La enseñanza iba muy lenta y Daniel c reyó
que podría adelantarse por su cuenta y probarla.
Lo hizo a pesar de las advertenc ias de Friendship y rec ibió una fortísima desc arga eléc tric a.
Eso
era
imposible,
ya
que
la
antena
no
tenía
fuente
de
alimentac ión,
así
es
que
lo
intentó
otras
dos veces, c on similar resultado.
Estaba tan shoc keado que salió al patio de su c asa un momento para c almarse y allí vio, 15
minutos después, c omo la inmensa estruc tura de perfiles de aluminio se venía abajo sin razón
aparente, destruyendo parte del tec ho de su vivienda.
Nunc a más volvió a intentarlo y quedó tan impresionado que inc luso se fue a vivir a Anc ud por dos
años para tratar de ac erc arse a Friendship, lo que no c onsiguió, ya que nunc a más lo llamaron.
Tengo
entendido
que
ahora
está
de
vuelta
en
Santiago.
b) Un joven dentista originario de la V Región, que hac ía la prác tic a en un pequeño
c onsultorio rural en la Isla de Chiloé. Esta c omunic ac ión se hizo a través de mi equipo de
radio, por lo c ual yo estuve presente.
Los c onc eptos son tan interesantes y novedosos que hace un año atrás c ometí la infidencia de dar
su nombre a una periodista, ella lo ubicó pero él se negó a hablar del tema. Respeto
profundamente su ac titud ya que recién ahora me entero de las desagradables c onsec uenc ias que
le trajo esta anormal experienc ia.
Sin embargo en futuros esc ritos me referiré a los c onc eptos, aunque por supuesto sin revelar la
identidad del profesional.
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c ) Un estudiante de medic ina, que ahora ejerc e como neuroc irujano, a quien le debo muc ho
ya que salvó a alguien a quien yo quiero.
Con él también hablé para que narrara su experienc ia a la misma periodista. Me c ontestó que lo
haría
de
mil
amores
pero
agregaba:
‐Y....... ¡Te figuras!... ¿Qué diría el Colegio Médic o?
Hay que tomar en cuenta que desde los suc esos narrados hasta hoy, han pasado más de 25 años.
La gente c ambia y la situac ión es diferente. También están los c asos de Mona Topógrafo, Palomo
Blanc o, Pancho California y otros, todos estos nombres radiales a quienes no c onozc o
personalmente pero que me c onsta que partic iparon en el c aso a través de sus aparatos y que han
optado por un sabio y respetable silenc io.
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4.‐ ¿Quiénes son? I
A todo esto yo tuve que volver a Chiloé para atender mi negoc io, el que c ada día andaba
peor.
Jamás se me había pasado por la c abeza la c antidad de c apital que se nec esita para explotar 2.200
Ha de bosque nativo, además que no se sac a nada c on tener 3.700.000 pulgadas de madera si uno
no tiene a quien vendérselas.
Mi relac ión c on los Friendship seguía igual,
es dec ir: c onversac iones radiales todas las
tardes y visitas o navegac iones junto a ellos
cada 15 o 20 días.
Nos
ayudábamos
mutuamente.
Así
fue
como llevé a varias personas y grupos
familiares hasta el Mitylus II. Entre ellos
puedo rec ordar a una mujer joven de
Antofagasta, a una familia de La Serena que
era amiga radial de Oc tavio Ortiz, a Carmen Carvajal y sus dos hijas, de Santiago, quien arranc aba
de un marido delinc uente que la golpeaba, etc ., etc.
Mis posibilidades de c onversac ión c on esta gente no eran muc has, ya que duraba lo que un viaje
desde el terminal de buses o la estac ión de trenes de Puerto Montt, hasta el puerto de destino, el
que
generalmente
era
Calbuc o,
Carelmapu,
Linao
o
Choen.
No puedo negar que a pesar del gran afec to que sentía por ellos también les temía. Ese temor no
se debía a nada rac ional, simplemente era temor a lo desc onoc ido.
Por eso mismo cada vez preguntaba mas, ellos me respondían, y a pesar de eso la inc ógnita era
c ada vez mayor.
Es que el lenguaje que usa Friendship puede ser bastante c ríptic o. Se parec e muc ho a la redac c ión
de antiguos manusc ritos sagrados, es dec ir, hoy se entiende de una manera y en una o dos
semanas más uno le enc uentra otro signific ado, además hay que agregar la c omprensión de
c iertos c onc eptos que nosotros no manejamos y que por lo tanto mal entendemos.
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Yo no era el únic o que hac ía preguntas, también las hac ían por radio Oc tavio y Cristina Ortiz, Osc ar
y Cristina Nazc a (nombre radial), Mona, Tania Wolfenson y Rodrigo Fuenzalida, que se había unido
al grupo.
Hay
que
tomar
en
c uenta
que
se
estaba
produc iendo
un
fenómeno
que
es
bastante
c omún
entre
radioafic ionados: el que personas que no se han visto nunc a terminan c ontándose mutuamente
todo tipo de intimidades.
Una noc he Cristina preguntó derec hamente a Ariel: Uds. ¿son extraterrestres? La respuesta fue:
‐ No, tú tienes una c onfusión, nosotros, los de la Congregac ión, somos todos nac idos de
mujer, lee Génesis 6. 1 a 4.
En otra oportunidad yo le pregunté c uantos años de esc olaridad tenía ya que sabía tanto, él me
c ontestó:
Yo,
es
muy
poco
lo
que
se,
solo
ocupo
los
c onoc imientos
que
me
entregan
“Los
Ángeles
del Señor”.
Ya esto lo había esc uc hado otras veces, así es que pregunté:
‐ ¿Quienes son “Los Ángeles del Señor”?
‐ Ernesto, varias veces te hemos invitado para que vengas a c onoc erlos.
Allí rec ién me di cuenta que lo de “Ángeles del Señor” no era solo una figura literaria.
Otra vez, también hablando c on Ariel, c on quien puedo decir que ya nos unía una amistad
personal, le pregunté qué hac ía antes de entrar a Friendship y me respondió:
‐ No me vas a c reer, pero yo pertenec ía a las Fuerzas Armadas –
‐ ¡Vaya!, te debe de haber sido muy difíc il, dado los princ ipios pac ifistas que tu sostienes.
‐ No, yo era joven y lo único que quería era volar. Además tuve suerte, durante mi
entrenamiento y antes de entrar al c onflic to “vi la Luz” y desde entonc es que estoy c on
Friendship.
‐ ¿Como es “la Luz”?
‐ Tú, algún día la verás.
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Allí me di c uenta que “la Luz” también era otro de los c onc eptos especiales y que se trataba de
algo bastante c onc reto. Si Uds. Se fijan, en la mayoría de los enc uentros Ovni los testigos relatan
haber sido envueltos por “una luz”, una luz que los privó de su voluntad, que los llenó de paz, que
les comunicó respuestas, que los hizo c aminar, etc. etc ., pero siempre “una Luz”.
Es similar c on “Ángeles del Señor”. No se trata de seres altos, rubios y de emplumadas alas, como
nosotros c reeríamos, ni de niñitos regordetes c on el c ulito al aire c omo los pintaban en el
renac imiento. Son simplemente seres que por su evoluc ión se enc uentran más cerca de Dios que
nosotros. Tal como nosotros nos enc ontramos más c erc a de Dios que un habitante de la tierra en
la Edad Media. En estos días a nadie se le oc urriría mandar c ortarle la cabeza al cocinero porque el
pavo no le quedó jugoso y blandito, o mandar a asar a un astrónomo porque dice que la tierra gira
alrededor del sol. ¡Algo hemos avanzado!
Semanas, tal vez meses después, hablábamos de las fantasías y sueños que todos los humanos
tenemos.
A
petic ión
suya,
le
c onté
que
uno
de
los
míos
era
el
de
pilotear
un
gran
Boeing
747.
Ariel
opinó:
‐ Ahora eso ya no tiene grac ia, esos aviones vuelan solos, los pilotos solo tienen que
preoc uparse de que todo func ione bien, ¡No c omo en mis tiempos! ‐.
‐ ¿Cómo así?
‐ La elec trónic a y la hidráulic a le han quitado todo el romantic ismo al volar, antes el avión
era una prolongac ión de nuestro c uerpo. ¡Había que tener músc ulos! Si el avión caía había
que
tirar
el
timón
y
¡c on
fuerza!.
Terminábamos
los
entrenamientos
c on
brazos
y
piernas
adoloridos. Hoy no, en un 747, que pesa 100 veces lo que pesaba el mío, basta la presión
de un dedo para c ambiar el rumbo.
Esto, unido a varias otras c onfidenc ias, nos lleva a varias c onc lusiones:
a) Ariel era piloto de guerra antes de que los aviones tuvieran sistemas hidráulic os.
b) Hablaba sobre la base de Fort Lauderdale en Florida, por lo tanto era norteameric ano.
c )
No había partic ipado en la guerra, pues cuando él “vio la Luz” esta aun no c omenzaba,
Lo anterior nos da a entender que Ariel en la ac tualidad debería tener por lo menos 87 años (en el
2001), lo que a primera vista es imposible, ya que difíc ilmente representa 47.
Este mismo tipo de razonamiento lo hemos aplicado a las c onfidenc ias de Rafael, Miguel, Gabriel,
etc ., y hemos llegado a conclusiones inc reíbles; algunos deberían de tener 148 años.
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5.‐ ¿Quiénes son? II
Algunos años atrás, junto c on Rodrigo Fuenzalida y por una c asualidad, dimos c on unos
nombres, los que probablemente c orresponderían a las identidades de Miguel, Exequiel, y Gabriel,
pero
nuevamente
nos
enc ontramos
c on
una
paradoja;
uno
de
ellos
es
perfec tamente
identific able,
pero ac tualmente debería bordear los 115 años.
Se trata de Andrea Nisbetti c ientífic o italiano
c olaborador de Werner von Braun en 1937. Fue direc tor
téc nic o en Kummersdorf donde se destac ó por sus
extrañas teorías sobre energías alternativas.
Después del bombardeo de Peenemünde, Nisbetti
desaparec e, para aparec er, muc hos años después, en los
Estados
Unidos
trabajando
para
NASA
Allí c oopera en el diseño los c ohetes Juno y Pershing. Lo
último que logramos averiguar fue que en 1972 aun
trabajaba en la agenc ia. Los otros son Pavel Graman y
Gordon Balc on de quienes no tenemos mayor
informac ión, y si alguien la tuviera le rogaríamos nos la
diera.
Lo anteriormente expuesto los hace ver bastante
terrestres, sin embargo hay otras anéc dotas que
c ontradic en esta suposic ión.
En 1984 hubo una oleada de avistamientos OVNI en
Chiloé. Inc luso desaparec ió una señora, la que aun no
aparec e.
Todo esto fue ampliamente divulgado por la prensa loc al y nac ional, por lo que no fue nada de
raro que, en nuestra c harla de todas las tardes aparec iera el tema.
Me preguntaron si yo c reía en la presenc ia OVNI. Mi respuesta fue que obviamente yo c reía que
otros lugares del universo pudieran estar poblados por seres inteligentes, pero que la física
demostraba c laramente que por muc hos deseos que tuvieran no podrían venir a visitarnos. Las
distanc ias son tan enormes que viajando a la máxima veloc idad existente (no posible) demorarían
miles de años.
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Su observac ión fue:
‐ Eso es c ierto en la medida que el tiempo sea lo que tú c rees que es.
‐¿Y
qué
otra
c osa
puede
ser?
–
‐ Si tú te dieras la molestia de c onsultar c iertos textos sagrados, como El Libro de Abraham,
o si alguien le hubiera dado la debida importanc ia a los argumentos de uno de los
ac adémic os, que en los años, 30 c ontendía c on Einstein en sus primeras public ac iones
sobre la relatividad, todos Uds. sabrían a que me estoy refiriendo.
‐ ¡Ver para c reer! ‐ .
‐ Si tú vieras algo que estuviera fuera de tu entendimiento ¿lo c reerías?
‐ Si lo viera y lo pudiera medir y registrar, tendría que ser muy bruto para no c reerlo.
El día siguiente amanec ió nublado, la nubosidad baja típica del invierno c hilote y yo c omenc é a las
9 AM c on mi diaria rutina.
Fui a la torre que tenía al lado del pozo y c erc a de mi c asa para hacer partir el motor. Ese motor
diesel generaba elec tric idad mediante un Dynostart, al mismo tiempo que mediante una bomba,
elevaba agua a la torre y c argaba las baterías c on que se iluminaba de noc he la c asa.
Como
era
un
Dynostart
partía
c on
la
energía
de
las
mismas
baterías,
por
lo
que
me
bastaba
c onec tar un interruptor y el ciclo c omenzaba. Bastaban 25 minutos y los estanques de agua
estaban llenos y las baterías c argadas. Sin embargo esa mañana solo insinuó un movimiento y se
detuvo.
¡Baterías desc argadas! Era extraño dado que la noc he anterior no había oc urrido nada espec ial; la
únic a explic ac ión sería que alguna luz hubiera quedado encendida. Fui a busc ar un tester y medí:
9,8 volts. ¡Insufic iente para dar partida al motor!
La única posibilidad que tenía era traer el vehíc ulo, ac erc arlo a la torre, hac er puente a la otra
batería y así hacer partir el diesel que c argaría las baterías desc argadas.
Me dirigí al c obertizo donde guardaba el jeep, metí la llave, conecté, .... dos vueltas y el motor de
partida se detuvo. Medí y .....9,8 volts.
Ahora la c osa se ponía seria, puesto que sin el vehíc ulo no podría volver a la c ivilizac ión, por lo
tanto tenía que arreglar el generador ya que era la únic a manera de c argar baterías.
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El grupo estaba instalado en la base de la torre del agua donde habíamos c onstruido una pieza c on
tablas. El lugar estaba osc uro ya que se alumbraba c on una ampolleta alimentada por el mismo
Dynostart que ahora no func ionaba.
Fui
adentro
y
traje
la
linterna,
la
prendí.
El
filamento de la ampolleta apenas se puso
inc andesc ente. Eso ya c olmó mi paciencia, el
c ulpable tenía que ser Ruiz. Benedic to Ruiz era
un personaje bastante espec ial.
Cuando llegué él ya estaba allí instalado y no
tenía la menor intenc ión de moverse. De vez en
cuando trabajaba para mí, pero c on c ontrato,
así después de un c orto tiempo podía renunc iar y c obrar c esantía. Entraba y salía de mi c asa c on
mayor
c onfianza
que
de
la
suya,
donde
doña
Ema,
su
mujer
lo
mantenía
c on
disc iplina
militar.
Más
de alguna vez lo había sorprendido sac ándome harina, azúc ar o c ambiándome las pilas de la
linterna.
Cada c ierto tiempo se emborrac haba y me c onfesaba sus pec ados. Éramos amigos, ambos
sufríamos de similares problemas c onyugales.
Fui a busc ar a Ruiz para que me ayudara a reparar el generador y para retarlo por haberme
cambiado las pilas, hec ho que Ruiz negaba a pie junto.
Trabajamos
hasta
las
11.30
AM,
tratamos
de
hacer
partir
el
diesel
c on
un
c ordel,
pusimos
todas
las
baterías en serie. Nada. Lo raro era que dos baterías en serie, c on 9,8 volts cada una tenían en
total.....9,8 volts. Podría haber estado malo el tester, pero me ac ordaba de las pilas y me bajaba la
furia c ontra Ruiz.
Disc utimos, yo grité, y entre tanto aspaviento Ruiz se apoyó en el interruptor. El grupo partió
c omo si nada hubiera oc urrido.
¡Exc elente! Ahora solo nec esitaba traer el vehículo y hacer puente c on el generador. Así se
c argaría también la otra batería. Fui c orriendo al c obertizo, subí al jeep y por si ac aso hice girar la
llave. El motor partió inmediatamente. Llamé a gritos a Ruiz, el que no lo podía c reer. En broma
dijo:
‐ Lo únic o que falta es que ahora prenda la linterna.
Prendí la linterna y todo era normal.
Me pasé mirando hac ia el c ielo el resto del día, pero nada.
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6.‐ ¿Quiénes son? III
La organizac ión c leric al de las islas del arc hipiélago de Chiloé ha influido muc ho en sus
c ostumbres.
Aunque la c antidad de sac erdotes c atólic os no es tanta, el Obispado mantiene toda una
organizac ión de Diác onos, Alguac iles y laic os que no solamente se enc argan de mantener la c apilla
y preoc uparse de la ropa de los santos, sino que también de c uidar la moral y las buenas
c ostumbres de los feligreses. Es así como en 1984 no había prostíbulos en Chiloé.
Todo esto c omenzó a c ambiar c on la “Époc a del Loc o”.
El loco es un molusc o (c onc halepas c onc halepas) muy apetec ido en la mesa de los países
orientales y que los chilenos hasta entonces estábamos ac ostumbrados a degustar, pero adquirió
tal
valor
de
exportac ión
que
desaparec ió
de
nuestros
merc ados
y
su
c omerc io
enriquec ió
a
muc ha
gente.
Un hogar de c ampo en Chiloé sobrevivía en esos tiempos c on $ 60.000. ‐ mensuales y a ese
standard se habían mantenido por muchas generac iones.
Ahora industriales y exportadores de Santiago nec esitaban sac ar muc hos loc os, ojalá llevárselos
todos, pero no había sufic ientes buzos, así es que pagaban muc ho dinero a c ualquier persona que
les entregara loc os.
Ac c identes
hubo
a
montones,
pues
jóvenes
de
17
a
19
años, que no sabían ni nadar c omenzaron a ejercer de
buzos. Estos jóvenes rec ibían diariamente entre
$ 200.000. ‐ a $ 300.000. ‐ ¡Si, diarios!
Ante esta verdadera lluvia de dinero la prostituc ión no
se dejó esperar y empresarios del ramo, provenientes
de diferentes regiones del país, c omenzaron a
aparec er.
Todos sabíamos dónde estaban las c asas y por supuesto que cuando pasábamos c erc a ec hábamos
una mirada, disimuladamente, para ver quién iba entrando.
Yo viajaba por lo menos una vez al mes a Castro a c omprar provisiones. Así es como ese día, como
a las 12 de la mañana y mientras iba entrando en auto a la c iudad divisé, como a una c uadra de
distanc ia, la inc onfundible figura de dos de mis amigos Friendship.
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No me vieron, puesto que c aminaban en el mismo sentido que yo y por la ac era del frente.
Sobresalían entre los c hilotes por su estatura y ante mi atónita mirada desaparec ieron al entrar al
prostíbulo.
‐ Bueno,
pensé
para
mis
adentros,
¡Mayor
prueba
de
humanidad
que
esta
no
existe!
Lo
que
ellos hic ieran adentro no era de mi inc umbenc ia, sin embargo el hecho de que estuvieran
allí, signific aba que el yate debería de estar en el puerto. Si eso era así yo podría ir y
c onversar c on mi amigo Alberto.
Hac ia allá me dirigí. Efec tivamente, el Mitylus II estaba atrac ado al muelle y Alberto se enc ontraba
enrollando unas jarc ias.
Subí y entre bromas, le c onté lo que había visto. Para mi sorpresa, Alberto se puso serio, algo
inusual en él, y me dijo:
‐ ¡No es lo que tú c rees!
‐ ¿Qué es entonc es?
‐ Por el momento no te lo puedo explic ar, porque no sabemos c ómo va a resultar, pero ven
a la tarde, hablas c on ellos y ves los resultados.
Hice mis trámites y c omo a las 6 de la tarde volví al yate, para que los sac erdotes de Friendship me
explic aran lo inexplic able.
Allí estaban Joel y Abimaél, tan impasibles como de c ostumbre, pero ahora ac ompañados por dos
damiselas.
Después de las presentac iones supe que se llamaban Jessic a y Marilyn. Ambas no tendrían más de
21 años y su aspec to era innegable.
Entre las dos destac aba Marilyn, entre otras c osas por su estatura, porque le faltaba un diente y
por su pelo teñido rubio rabioso. Se notaba que había sido una muc hac ha hermosa, aunque ahora
se la veía flac a y desnutrida.
Poc o alc anzamos a hablar, ya que Alberto quería zarpar antes de que anoc hec iera.
Durante la c onversac ión ellas me llamaban “oiga c aallero” y cuando se fue el Mitylus II, ellas iban a
bordo.
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Lo siguiente lo sé solo de oídas. Lo supe cómo un mes después, cuando fui nuevamente a Castro,
donde todos los varones lo c omentaban sec retamente y entre risas, además de las c onfidenc ias
que posteriormente me hizo Alberto.
Resulta
que
tanto
la
Jessic a
como
la
Marilyn
estaban
asiladas
donde
un
c onoc ido
cafiche
que
había
llegado del norte.
De alguna manera, que yo ignoro, se habían puesto en c ontac to c on Friendship, quien las había
invitado a la isla. El problema era que el c afic he no las dejaba abandonar el prostíbulo sin que
antes le c anc elaran c iertas “deudas”.
El monto de las “deudas” ya se había establec ido y Friendship estaba dispuesto a pagarlo.
Por la Marilyn eran $185.000. ‐ y por la Jessic a $ 310.000.
Ese día fueron a busc arlas, pero al ver los administradores a dos gringos c on fac ha de platudos, las
“deudas” subieron automátic amente.
Ahora la Marilyn debía $ 350.000. ‐ y la Jessic a $ 680.000.
Los gringos se negaron a pagar la diferenc ia, por lo que los administradores llamaron a los
matones.
Los gringos intentaron salir c on las “c hiquillas”, los matones se les fueron enc ima.
Cuentan que por c ada golpe que daban los gringos, los pseudo matones pasaban a través de los
delgados tabiques de madera que separaban las piezas.
La c asa estuvo c errada tres días por
reparac iones y hubo que c omprar amoblado
nuevo, sobretodo espejos que allá son muy
c aros.
Seis meses después el Mitylus II pasó por
Quemc hi.
Me traían unos repuestos para mi
motosierra, así es que subí a bordo.
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Fuera de Alberto estaban Rafael, Exequiel, Samuel, una familia c hilena c ompuesta por un
matrimonio y dos hijos pequeños y....... Marilyn.
Ella servía la mesa, pero estaba totalmente c ambiada. Se había alisado el c abello el que ahora era
de
su
c olor
negro
natural,
ya
no
usaba
esos
pantalones
ajustados
sino
un
amplio
chaleco
c hilote
de
buena c alidad, pero lo que más me impresionó fue su mirada dulc e pero segura.
Su c onversac ión era más lenta y al hac erlo sonreía, siempre sonreía, y allí me di c uenta: tenía
todos sus dientes.
Como les decía, yo estaba sentado y ella de pie sirviendo, por lo tanto me pasé el resto de la
c onversac ión haciendo piruetas para mirar hac ia arriba c ada vez que ella abría la boc a. De repente
y debido a una de las típic as salidas de
Alberto,
ella
soltó
una
c arc ajada,
por
lo
que
pude
ver
todo
su
paladar.
Allí
solo
había
una
fila
de
blanc os dientes y sanas enc ías, ni rastro de prótesis. Ese día sac amos algunas fotos.
Muc hos años después, como Uds. saben, yo enfermé gravemente. Debido a eso y como último
rec urso ac epté la invitac ión de ellos para c urarme. Habría ac eptado c ualquier c osa.
Mi viaje hac ia allá lo rec uerdo perfec tamente, sin embargo hasta hac e poc o, sobre mi estadía en la
isla y mi regreso, era poc o y nada lo que rec ordaba.
Ahora último, después de 10 años (en el año 2001), algo c urioso me está oc urriendo; sin mediar
provoc ac ión
ninguna
y
c ada
c ierto
tiempo,
me
vienen
a
la
c abeza
unos
especies
de
flash
de
memoria.
No duran más de un segundo y generalmente no se trata de nada trasc endental, pero así, poco a
poc o, voy rec onstruyendo ese trozo de pasado.
Hac e menos de un mes tuve uno: Me enc ontraba en una habitac ión muy pequeña y dentro de
poc os instantes me iban a “intervenir” en la habitac ión de al lado.
Estaba desnudo dentro de una amplia y extraña bata verde, tenía miedo.
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Debido a mi enfermedad me sentía mal, tan mal como solo puede saberlo alguien que haya
pasado por similares c irc unstanc ias. No era el cuerpo el que me dolía, era el alma. Tenía terror. No
sabía en que pensar.
De
repente
alguien
tomó
mis
manos.
Miré
hac ia
arriba
y
vi
un
hermoso
rostro
de
mujer
c on
una
hilera de dientes albos y perfec tos.
Estaba vestida como enfermera e irradiaba paz y dulzura.
Ernesto ¿estás asustado?
‐ Sí, muc ho.
‐ No es para menos, ¿Quieres rezar?
‐ ¡Si!
‐ ¿Te ac ompaño?
‐ ¡¡¡Grac ias Marilyn!!! No lo olvidaré jamás.
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7.‐ Síndrome de los Locos de las Vacas.
Un día aparec ió Ruiz por la c asa, traía la c ara llena de risa
‐Patrón,
¿Quiere
hac er
un
buen
negoc io?
‐ Por supuesto, porque c omo están las c osas…...
‐ ¿Quiere vender las vac as?
‐ ¿Las mías?, ¡Si las ac abo de traer!
‐ Nooo, las c hilotas.
En
Chiloé
a
medida
que
los
c olonos
han
ido
despejando
el
bosque
se
han
ido
dedic ando
a
la
ganadería.
Esto no es tan fác il, ya que aunque parezc a raro, hay poco pasto y las c ondic iones c limátic as son
extremas.
Sin embargo hay un ganado nativo que sobrevive sin problemas, estas son las vac as indianas o
c hilotas.
Pesan la mitad de las otras, su c arne es fibrosa y dura y no dan más de dos o tres litros de lec he al
día.
A vec es estos animales se internan en el monte virgen y se extravían, nadie se preocupa de
busc arlas, se alimentan de musgos y quilas, se reproduc en y de vez en c uando vuelven a aparec er
en los potreros.
A ningún c hilote se le habría oc urrido c omprar una vac a c hilota, pues aun en esos tiempos, se
podían pillar en el monte y de pagar por ellas, su valor era menos de un terc io del de una vac a
normal.
‐ Y... ¿Quién me va a c omprar esas vac as?
‐ Unos gringos.
‐ ¿Que gringos?
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ERNEST O DE LA FUENT E GANDARILLAS 27
‐ Unos que andan en una lanc ha blanc a, Bahamondes ya les vendió dos y a $ 200.000.‐ cada
una.
Una vac a Hereford, Angus o de c ualquier raza c onoc ida valía $ 260.000. ‐ pero por esas indianas
nadie
pagaría
más
de
$
60.000.‐
‐ ¿Cómo son esos gringos?
‐ Grandes, rubios y c on mucho billete
‐ ¡Tate! – pensé— esos son los pobres Friendship y estos badulaques quieren engañarlos
Hay que rec ordar que hasta ese momento (1984) yo estaba seguro que mis interloc utores radiales,
los Friendship, eran una c ongregac ión religiosa c ristiana que c on gran dific ultad se estaba
instalando
en
una
isla
del
arc hipiélago
de
los
Chonos.
‐ ¡Hay que advertirlos! – pensé.
Llamé al Mitylus II y les dije que deseaba hablar c on ellos. No me atreví a c ontarles el asunto
inmediatamente, ya que varios de mis vec inos tenían radio y deseaban vender vac as.
Me c ontestaron que andaban por allí cerca, c omprando ganado, y que si quería hablar c on ellos
nos enc ontráramos en Quic aví. Hac ia allá me dirigí y abordé el yate.
Me
rec ibieron
c on
su
amabilidad
de
c ostumbre,
me
c onvidaron
c astañas
c oc idas
y
sobre
la
transac c ión de ganado me dijeron que no me preoc upara, que ellos sabían muy bien lo que
estaban c omprando.
Aprovec haron para invitarme a que los ac ompañara en el viaje, ya que iban hac ia Tac y las
Butac hauques, donde todavía quedaban vac as salvajes, por lo tanto, a la vuelta me dejarían de
nuevo en Quic aví.
Esa fue la primera vez que navegué c on ellos.
Todo se desarrolló en forma muy plac entera y me fijé que ahora el Mitylus II tenía motores nuevos
y un sistema de navegac ión satelital, lo que en esos tiempos era un gran lujo.
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También esa fue la vez que me di c uenta que para c ontar la plata y las vac as, lo hac ían en forma
diferente a como lo hac ía yo. No usaban la base 10, c alc ulaban en base 6.
Poc o más de nueve meses después todo el mundo en el c ampo lo c omentaba:
¡Estos gringos tienen que ser brujos! ¡Es imposible! ¡Que nos devuelvan nuestras vac as!
Cada vac a india o c hilota había parido mellizos Hereford.
Consultado Ariel por ese “milagro” riéndose explic aba: ¡Aquí no hay nada de milagroso!,
solamente que hemos elegido las vac as c hilotas por su probada resistenc ia al medio ambiente
loc al y las hemos inseminado c on óvulos previamente fec undados.
Si, tiene lógic a, pero hay que rec ordar que estábamos en 1984.
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8.‐ Alberto X
Sé que todos se preguntarán por qué aun no he hablado de Alberto, quien, sin duda, es
uno de los personajes princ ipales de esta inc reíble historia. El aparec e mencionado en c ada
public ac ión
o
artíc ulo
que
se
ha
esc rito
al
respec to.
Uno de los problemas que se me han presentado para poder esc ribir estas líneas, es que tengo
nec esariamente que referirme a personas vivas (algunas demasiado vivas) muc has de ellas reac ias
a ver su nombre en letras de molde, espec ialmente en un tema c omo este.
No es el c aso de Alberto, pues donde está no c reo que le importe muc ho. Además por su c arác ter,
él es c ualquier c osa menos un Tonto Grave.
Yo lo conocí cuando los dos pasábamos por graves apreturas existenc iales, sin embargo él nunca
perdió
su
buen
humor.
El problema es que todos tenemos familia, que es algo que nosotros no elegimos y algunos de
ellos son muy apegados a la ley de gravedad. ¡Me lo dicen a mí!
Yo lo conocí por radio a mediados de 1983 y no lo vine a ver físic amente hasta dos meses después.
Fue una de las primeras personas c on quien tuve c ontac to radial y c ongeniamos inmediatamente,
por estar ambos en situac ión muy similar: vivíamos alejados del mundo y absolutamente solos.
El c aso de él era bastante especial.
Años atrás, su esposa, aprovec hando la c oyuntura polític a por la que nuestro país pasaba en esos
momentos y sin dec irle nada a él, se asiló en una embajada europea junto a sus dos pequeños
hijos. Así y de repente, Alberto se vio privado de su familia.
Vendió su c asa y todo lo que tenía, c on lo que pudo pagar el 50% del valor de un yate y cuyo saldo
pensaba enterar c on las gananc ias que obtendría trabajando el mismo yate. En un princ ipio esto
func ionó, ya que c onsiguió un trabajo relac ionado c on investigac iones oc eanográfic as. Allí fue,
según me c ontó después, cuando tuvo su primera experienc ia Ovni.
Navegaba de noc he por el c anal Goñi, c asi a la c uadra de Isla Williams, cuando observó que desde
detrás de un islote salía una luz blanc a, que cada vez iluminaba más. Eso de por si era c urioso,
pero lo peor era que en ese islote él había dejado, tres días atrás, una serie de instrumentos y
censores que ahora debería rec uperar.
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No hubo más remedio que enfilar proa hacia el islote y c uando se enc ontraba c omo a dos millas, la
luz salió desde detrás del islote y se dirigió, c asi a ras de agua hac ia el Mitylus II, sobre el cual pasó
a no más de 5 metros de altura.
Alberto
rec ibió
quemaduras,
similares
a
las
quemaduras
de
sol,
en
su
brazo
izquierdo,
que
llevaba
fuera de la c abina. Dos marineros que se enc ontraban en c ubierta cuando pasó el objeto, sufrieron
el mismo tipo de quemaduras en su c uerpo, a pesar de que estaban vestidos c on ropa gruesa.
Durante todo el inc idente hubo c omunic ac ión radial c on estac iones de Iquique y Santiago, una de
las cuales fue la estac ión Luc ero en 27.215 Khz
También el fenómeno fue observado por otras embarc ac iones que se enc ontraban cerca y por el
personal de un faro, en una de las islas.
Este
inc idente
me
fue
relatado
por
Alberto,
aproximadamente
un
año
después
de
oc urrido
y
quejándose de que el instrumental dejado en el islote, nunc a pudo ser rec uperado, pues
desaparec ió junto c on el objeto volador. Desgrac iadamente en 1983 y debido a la c risis
económica, se ac abó el trabajo y por lo tanto dejó de perc ibir dinero.
Esto lo complicó muc ho ya que no pudo seguir pagando la deuda del yate. Sus ac reedores trataron
de embargar la embarc ac ión, por lo que Alberto no podía atrac ar en puertos c onoc idos para evitar
la notific ac ión judic ial. Aquí rec urrió a su amigo Ernesto.
Así fue c omo me vi viajando de c aleta en c aleta llevándole bidones de petróleo, porque sin
c ombustible
no
se
podía
mover.
El Mitylus II para Alberto no solamente era un yate, sino que además su hogar y todo lo que tenía.
Yo no lo hac ía mejor, mis sueños madereros se estaban viniendo abajo y sobrevivía solo c on la
venta de leña. Mi situac ión matrimonial tampoc o era envidiable.
Nuestras c onversac iones radiales, c on Alberto, eran, c omo me figuro deben ser, las reuniones de
mariac his:
Puros lamentos y quejidos. Lo peor era que ya nos estábamos empezando a ac ostumbrar a tanta
desgrac ia, sin embargo un día Alberto me llama:
‐ ¡Compadre, se ac abó el problema!
‐ ¿Cómo?
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‐ ¡Conseguí pega!
‐ ¿Cómo?
‐¡Unos
gringos!
,
Parec e
que
son
c uras.
‐ ¿Y la deuda?
‐ Me ayudan a pagarla.
‐ ¿Quiénes son?
‐ Una tal Congregac ión Friendship, que se está instalando en una isla del Arc hipiélago de los
Chonos...........
Esa fue la primera notic ia que yo tuve de la existenc ia de Friendship.
De ahí en adelante seguí c onversando c asi diariamente c on el Mitylus II, aunque ahora ya no
solamente c on Alberto, sino que también c on sus empleadores.
Así fue como verdaderamente c omenzó mi relac ión c on la Congregac ión Friendship.
En un c omienzo nos juntábamos cuando podíamos y “pelábamos” a los gringos.
Esas
oc asiones
se
fueron
hac iendo
c ada
vez
más
esc asas
ya
que
ahora
el
Mitylus
II
muc has
vec es
quedaba fuera del alc anc e de la radio y cuando no, ahora yo sabía que Alberto no navegaba solo
en la c abina. Cuando nos veíamos, siempre era a bordo del Mitylus II y en presenc ia de los gringos,
por lo que yo no lograba sac arle muc has c onfidenc ias.
De todas maneras así fue como empecé a conocer los primeros detalles de lo que oc urría en la
isla. Alberto fue lentamente c ambiando, c omenzó a ponerse más espiritual y responsable, aunque
nunc a perdió su espíritu libertario que tantos problemas le había traído a este lado de la mar. Se
ac ostumbró a vivir de otra manera, solo y lejos de las leyes y regulac iones que ahogan a todos los
“normales”. Tal vez fue eso lo que lo impulsó a quedarse. Ya no c abía en este mundo tan
“normal”. No fue ese mi c aso.
La última vez que lo vi fue en Carrizal Bajo, en 1999 y seguía navegando y trabajando para
Friendship.
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9.‐ Dientes
Tal como lo dije en Terc era Parte, fui testigo de una c onversac ión bastante espec ial entre
un dentista asignado a un Consultorio Rural de Chiloé y Rafael, de Friendship.
Esto se debió a que en un momento la Congregac ión ac eptó responder por radio, a c ualquier
pregunta que se les quisiera hacer y sobre c ualquier tema. Yo por lo menos, no me enc ontraba
c apac itado c omo para preguntar sobre ciencia avanzada, o c osas que realmente valieran la pena.
No las frivolidades que querían saber los “c oleguitas” radioafic ionados.
Como también ya lo he dic ho, en este c aso no podré identific ar plenamente al profesional, ya que
él no lo desea y c on justa razón.
El dentista, al que en este c aso llamaremos Cristián, era un profesional joven, el que hac ía muy
poc o
había
abandonado
la
Universidad.
Se distinguía de los otros miembros del Consultorio por su informalidad. Ya se le había exonerado
de otro c onsultorio en la XI Región por haber sido sorprendido desnudo, junto a dos turistas
suec as, hac iendo uso de los equipos de rayos ultravioleta del hospital, para tostarse.
En el pueblo se mezc laba c on todos y partic ipaba de todas las fiestas, a gran disgusto del médic o
jefe del c onsultorio.
Muy pronto llegamos a c ongeniar, ya que me ayudó bastante en una c ampaña en c ontra de su
jefe,
un
reyezuelo
de
28
años
que
por
el
hecho
de
ser
medico
se
c reía
dios
y
trataba
muy
mal
a
los
pac ientes y a sus familiares.
Le c onté el asunto y ac c edió inmediatamente dic iendo:
‐ ¡Vamos a ver si es verdad que saben tanto!
La únic a forma de realizar la c onversac ión era a través de mi equipo, porque Cristian no era
radioafic ionado. El viernes en la noc he se fue a alojar a mi c asa, ya que el pueblo quedaba c omo a
35 Km de mi hogar. La c harla c omenzó c omo a las 9 de la noche c on las presentac iones del c aso.
Rafael preguntó cuál era la espec ialidad de Cristian, a lo que este c ontestó que era Odontólogo,
Cirujano Dentista egresado de la Universidad Católic a de Chile, hac ía dos años.
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‐ ¡Ah! Entonc es eres medico
‐ No, soy odontólogo
‐¿No
es
lo
mismo?>
‐ No, yo me espec ializo en el sistema mastic ador del ser humano
‐ ¿Los dientes?
‐ Bueno, si, entre otras c osas los dientes
‐ Curioso, nosotros no tenemos esa espec ialidad
‐¿Entonc es,
c omo
se
las
arreglan?
‐ Para eso estamos nosotros, los médic os
Allí c omenzó la típic a c onfrontac ión entre profesionales donde c ada uno defiende lo suyo.
Yo creí que la tan esperada c harla, desde ese momento se iba a c onvertir en otra aburrida
disc usión de esas que no llevan a nada. Hasta que Rafael dejó caer sus argumentos:
¿Sabes tú c uanto dinero y esfuerzos se gastan anualmente en el mundo para desarrollar
tec nologías
y
materiales
de
odontología?
‐ ...No...
‐ Bueno, en los Estados Unidos se han gastado durante el año pasado mas de N millones de
dólares, solo en investigac iones referentes a nuevos materiales para obturac iones.
‐ ¿?
‐ En Suecia la Universidad X gastó M millones de c oronas suec as en investigac iones sobre
aleac iones metálic as para implantes.
‐ Una asoc iac ión de universidades de la Comunidad Europea lleva cinco años investigando
sobre problemas de enc ías.
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‐ ¿Y?
‐ Además está todo lo que gastan las c ompañías privadas.
‐¿Y?
‐ ¡Se han ido por donde no deben!
‐ ¿Cómo?
‐ ¿No se han preguntado Uds. nunc a por qué salen los dientes?
‐ ¿Cómo?
‐Si;
Uds.
bien
saben
que
los
seres
humanos
nac en
sin
dientes.
‐ Si.
‐ Sin embargo a los poc os meses después del nac imiento les c omienzan a aparec er dientes.
¿Por qué?
‐ ¡Por qué es natural.
‐ ¿Por qué?.... Además, antes de los 7 años esos dientes se caen, ¿Por qué? Luego vuelven a
salir.
¿Por
qué?....
‐ ¡Porque está dentro de nuestro c ódigo genétic o!
‐ ¡Exac tamente! También debo decirles que el ser humano tiene una terc era dentic ión, la
que debería oc urrir a los 110 años aproximadamente y si Uds. no la c onoc en es por que si
alguno logra llegar a esa edad, lo hac e en un estado físic o tan deplorable, que ya no hay
calcio en su organismo como para formar el diente. Sin embargo se ven bastantes c asos de
anc ianos que les aparec en remedos de piezas dentales después de los 90 años.
‐ Si, he oído hablar de eso.
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‐ Bien, nosotros hac e muc ho tiempo atrás nos preoc upamos de ese asunto y ahora sabemos
el por qué. Por lo tanto cuando alguien sufre un daño en una pieza dental la reparamos y
obturamos solo hasta c ierto punto, después si el daño es mas grave, simplemente
extraemos la pieza y hac emos que c rezc a otra nueva.
‐ ¿Cómo?
‐ Imitando lo que hac e la naturaleza.
‐ ¿Cómo?
Allí c omenzó una larga exposic ión téc nic a que yo por supuesto no entendí y que por lo tanto no
rec uerdo. Lo que si se, es que impresionó mucho a Cristian, quien le dio vueltas al tema durante
varios días. Además, él no c reía en extraterrestres. Posteriormente hizo c ontac to direc to c on ellos
en
una
de
las
rec aladas
del
Mitylus
II,
pero
ignoro
si
habrá
llegado
a
visitar
la
isla.
Yo sabía que él era una persona muy sensible, pero nunc a sospec hé que esto lo iba a afec tar tanto.
Solo ahora, después de más de 15 años y a través de una amiga periodista me vengo a enterar de
las graves consecuencias que este inc idente tuvo para la psiquis de Cristian, quien ac tualmente es
un exitoso profesional de la V Región. No sé por que, pero hoy, y totalmente rec uperado, se niega
terminantemente a hablar de Friendship.
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10.‐ ¿Por qué nosotros?
Esa es una pregunta que todos los que alguna vez tuvimos algo que ver c on Friendship nos
la hic imos, nos la hac emos y nos la seguiremos hac iendo. La familia Ortiz alguna vez c onsultó y la
respuesta
fue: