Historia de La Felicidad

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  La historia de la Felicidad Por Peter N. Stearns, © 2012 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Syndicate. Idea en breve Hoy día el mundo occidental está atrapado en una cultura de la felicidad, pero no siempre fue así. Fue apenas en el siglo XVIII que los valores de la Ilustración condujeron a la noción de que la felicidad era la consecución de una vida que valía la pena. Desde entonces, la búsqueda de la felicidad ha tomado fuerza y se ha extendido a cada aspecto del comportamiento, desde la religión y la política hasta el trabajo y la paternidad. Es importante rastrear este abuso constante del imperativo de la felicidad porque nos recuerda que los valores de hoy no son factores de la condición humana. La cultura refleja las decisiones, y las decisiones pueden cambiarla. También es importante reconocer que cualquier decisión social tiene consecuencias positivas y negativas. Cuando la meta se convierte en felicidad, se anima la idea de que hay que evitar la infelicidad en nosotros, nuestras familias y nuestros lugares de trabajo. Los estados emocionales que no llegan a producir alegría se convierten en fuentes de ansiedad e incluso son diagnosticados como patologías. Eso puede llevar a decisiones que no son las mejores y, paradójicamente, hacer a mucha gente infeliz. Un adagio ruso moderno dice que “una persona que sonríe mucho o es un tonto o es un americano”. Es verdad que cuando McDonald’s llegó a Rusia, en 1990, una de sus primeras tareas consistió en entrenar a los empleados para que lucieran contentos. Desde entonces, he pasado algún tiempo con amigos rusos, debatiendo sobre las reglas culturales para mostrar alegría, y la conclusión ha sido que continúan las diferencias. El punto aquí no es menospreciar a los rusos. La mayoría de las culturas del este de Asia también tienen expectativas menore s con respecto a la felicidad que a las que están acostumbrados los americanos. Algunas culturas latinoamericanas tienden hacia la otra dirección. El punto es que las variaciones culturales sobre la felicidad son considerables, reforzando los hallazgos de sondeos internacionales sobre felicidad que despuntan sobre el panorama de opinión del público contemporáneo. Es más, las actitudes hacia la felicidad no sólo varían, sino que también cambian. Explorar la naturaleza de tales cambios no sólo ilumina nuestro propio contexto para la felicidad sino que además nos permite analizar sus ventajas e inconveniente s. Hasta el siglo XVIII, las normas occidentales más bien estimulaban un enfoque ligeramente triste de la vida, con expresiones faciales que lo confirmaran. Como dijo un adusto protestante, Dios animaría a una persona que “no se permitiera alegría ni placer, sino una especie de conducta melancólica y austera”. Eso no significa que la gente fuera realmente infeliz, pero no hay duda de que muchas personas se sentían obligadas a disculparse por los momentos de felicidad con los que se topaban. Esto cambió drásticamente con el siglo XVIII y los valores de la Ilustración. Por un lado, ahora es perfectamente legítimo buscar la felicidad; por el otro, no ser feliz, o por lo menos no parecerlo, era un problema que había que evitar. La lista de historiadores que trabajan en el terreno de la felicidad no es larga, pero los que han abordado algún aspecto del tema por lo general coinciden: a nivel d e retórica, al menos, ha ocurrido un cambio significativo en la cultura occidental desde hace unos 250 años. La pregunta obvia es por qué, y aunque algunas causas están bastante claras, probablemente todavía nos quedemos cortos al dar una explicación satisfactoria. Los componentes incluyen, ciertamente, el cambio intelectual hacia una valoración más alta de los asuntos de este mundo y un compromiso menor con consideraciones tradicionales cristianas tales como el pecado original, todo ello parte del ambiente cultural creado por la Ilustración. Es importante destacar que ese surgimiento de felicidad no fue antirreligiosa; un componente clave fue la idea de que estar contento complacía a Dios. El siglo XVIII también vio algunos avances considerables en el confort humano para las clases medias y altas. Un historiador también señaló al siglo XVIII como el tiempo en que mejoró la atención dental, pues la gente comenzó a estar más dispuesta a sonreír. Los diversos cambios que condujeron al resurgimiento de la felicidad fueron lo suficientemente poderosos como para introducirla en la política de finales de siglo, con el compromiso de la revolución americana de buscarla. Efectivamente , tal parece que hubo un giro con acento americano en todo esto, incluso desde el principio. En 1792 un periodista británico se sorprendió con “el buen

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  • La historia de la Felicidad Por Peter N. Stearns, 2012 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Syndicate.

    Idea en breve Hoy da el mundo occidental est atrapado en una cultura de la felicidad, pero no siempre fue as. Fue

    apenas en el siglo XVIII que los valores de la Ilustracin condujeron a la nocin de que la felicidad era la consecucin de una vida que

    vala la pena. Desde entonces, la bsqueda de la

    felicidad ha tomado fuerza y se ha extendido a cada aspecto del comportamiento, desde la religin y la poltica hasta el trabajo y la paternidad. Es importante rastrear este abuso constante del imperativo de la felicidad porque nos recuerda que los valores de hoy no son factores de la condicin humana. La cultura refleja las decisiones, y las decisiones pueden

    cambiarla. Tambin es importante reconocer que cualquier decisin social tiene consecuencias positivas y negativas. Cuando la meta se convierte en felicidad, se anima la idea de que hay que evitar la infelicidad en nosotros, nuestras familias y nuestros lugares de trabajo. Los estados emocionales que no llegan a producir alegra se convierten en fuentes de ansiedad e incluso son diagnosticados como patologas. Eso puede llevar a decisiones que no son las mejores y, paradjicamente, hacer a mucha gente infeliz.

    Un adagio ruso moderno dice que una persona que sonre mucho o es un tonto o es un americano. Es verdad que cuando McDonalds lleg a Rusia, en 1990, una de sus primeras tareas consisti en entrenar a los empleados para que lucieran contentos. Desde entonces, he pasado algn tiempo con amigos rusos, debatiendo sobre las reglas culturales para mostrar alegra, y la conclusin ha sido que continan las

    diferencias. El punto aqu no es menospreciar a los rusos. La mayora de las culturas del este de Asia tambin tienen expectativas menores con respecto a la felicidad que a las que estn acostumbrados los americanos. Algunas culturas latinoamericanas tienden hacia la otra direccin. El punto es que las variaciones culturales sobre la felicidad son considerables, reforzando los hallazgos de sondeos internacionales sobre felicidad que despuntan sobre el panorama de opinin del pblico

    contemporneo. Es ms, las actitudes hacia la felicidad no slo varan, sino que tambin cambian. Explorar la naturaleza de tales cambios no slo ilumina nuestro propio contexto para la felicidad sino que adems nos permite analizar sus ventajas e inconvenientes. Hasta el siglo XVIII, las normas occidentales ms bien estimulaban un enfoque ligeramente triste de la vida, con expresiones faciales que lo confirmaran. Como dijo un adusto protestante, Dios animara a una persona

    que no se permitiera alegra ni placer, sino una especie de conducta melanclica y austera. Eso no significa que la gente fuera realmente infeliz, pero no hay duda de que muchas personas se sentan obligadas a disculparse por los momentos de felicidad con los que se topaban. Esto cambi drsticamente con el siglo XVIII y los valores de la Ilustracin. Por un lado, ahora es perfectamente legtimo buscar la felicidad; por el otro, no ser feliz, o por lo menos no parecerlo, era un problema que haba que evitar.

    La lista de historiadores que trabajan en el terreno de la felicidad no es larga, pero los que han abordado algn aspecto del tema por lo general coinciden: a nivel de retrica, al menos, ha ocurrido un cambio significativo en la cultura occidental desde hace unos 250 aos.

    La pregunta obvia es por qu, y aunque algunas causas estn bastante claras, probablemente todava nos quedemos cortos al dar una explicacin satisfactoria. Los componentes incluyen, ciertamente, el cambio intelectual hacia una valoracin ms alta de los asuntos de este mundo y un compromiso menor con consideraciones tradicionales cristianas tales como el pecado original, todo ello parte del ambiente cultural creado por la Ilustracin. Es importante destacar que

    ese surgimiento de felicidad no

    fue antirreligiosa; un componente clave fue la idea de que estar contento complaca a Dios. El siglo XVIII tambin vio algunos avances considerables en

    el confort humano para las clases medias y altas. Un

    historiador tambin seal al siglo XVIII como el tiempo en que mejor la atencin dental, pues la gente comenz a estar ms dispuesta a sonrer. Los diversos cambios que condujeron al resurgimiento de la felicidad fueron lo suficientemente poderosos como para introducirla en la poltica de finales de siglo, con el compromiso de la revolucin americana de buscarla. Efectivamente, tal parece que hubo un giro con acento americano en todo esto, incluso desde el principio. En 1792 un periodista britnico se sorprendi con el buen

  • humor de los americanos, y 40 aos ms tarde otro seal que los americanos parecan poco dispuestos a quejarse, pues la simpata que podan obtener sera sobrepasada por la desaprobacin de sus amigos. El americano sonriente se estaba convirtiendo en un estereotipo hace dos siglos, a medida que una nueva

    nacin buscaba justificar su existencia al proyectar quejas superiores a la felicidad. Durante el siglo XIX, aunque el compromiso hacia la felicidad en general no escal, s tuvo importantes aplicaciones en la vida diaria. La nueva tica laboral de la clase media lleg casi a

    argir que el trabajo era una fuente de felicidad. Haba consideraciones ms complejas: las historias de Horatio Alger de las bondades del trabajo tambin apuntaban a mayores ingresos y movilidad social no slo felicidad intrnseca como recompensas. Pero era conveniente para una clase en ascenso creer que la gente trabajadora tena razones para ser feliz, y que la

    holgazanera y los malos hbitos perturbaban no slo el desempeo sino tambin la satisfaccin. El resurgimiento de la felicidad se aplic mucho ms claramente en la vida familiar. Ahora que la familia comenzaba a desempear un papel econmico decreciente los hogares dejaban de ser lugar de trabajo asuma nuevas responsabilidades emocionales. Esposas y madres fueron urgidas a mantener un clima de alegra para recompensar a sus laboriosos esposos y producir hijos triunfadores. La

    creciente tasa de divorcios en Estados Unidos a finales del siglo XIX le debi mucho a las expectativas que la realidad familiar por lo general no poda igualar. Incluso hubo otro resurgimiento, sobre todo en Estados Unidos, desde la dcada de 1920 en adelante. Comenz a emerger una vasta literatura que destacaba simultneamente la importancia de ser feliz, la responsabilidad personal de alcanzar la felicidad y los mtodos disponibles para hacerlo. El compromiso hacia la felicidad promovi nuevos esfuerzos para asociar trabajo y felicidad. Inspir nuevas normas laborales que

    ponan a los empleados de oficina y a los vendedores en el centro de la alegra.

    El imperativo de la felicidad tambin se extendi a la niez, otra rea donde las normas culturales se han

    vuelto tan poderosas que puede resulta difcil imaginar un contraste histrico. Tradicionalmente, niez y felicidad por lo general no se relacionaban. De nuevo, esto no significa que los nios en el pasado fueran menos felices, sino que su felicidad no era obligatoria, muy rara vez era recordada vvidamente en la adultez y ciertamente no era responsabilidad de ninguno de los progenitores. La escalada de felicidad se irgui sobre la cultura existente, pero hubo otros factores que contribuyeron. La transicin de una economa donde imperaba la manufacturacin hacia una de empleados

    administrativos desempe un papel, proporcionando ms escenarios en los que los administradores pudieran ver la felicidad como una ventaja para los negocios. Entender el imperativo de la felicidad como un objeto de la historia moderna y no como una caracterstica inherente a la condicin humana abre nuevas

    oportunidades para entender las facetas centrales de nuestra experiencia social y personal. Algunos retos innegables surgen. Formar parte de la globalizacin el resurgimiento de la felicidad? Qu tiene que ver la cultura en evolucin con la felicidad real? La evolucin histrica de nuestra cultura de la felicidad tambin sugiere limitaciones.

    Hemos visto que traducir las normas de felicidad a las expectativas familiares y laborales causa frustracin y decepcin cuando la experiencia contradice la hiprbole cultural. Cuando se espera mucho, puede haber menos satisfaccin

    real. Nuevas normas tambin pueden dificultar ms confrontar experiencias donde es difcil encontrar felicidad, otra vulnerabilidad de la cultura contempornea. El imperativo de la felicidad ciertamente dificulta explorar las reas grises de la experiencia moderna, y su cualidad compulsiva puede fallar. Existe el riesgo de que la gente no explore las razones de la insatisfaccin debido a la presin a mostrarse siempre de buen humor. Es posible que perdamos oportunidades de

    mejorar situaciones porque creemos que los problemas son el resultado de la personalidad y no de condiciones ms objetivas. Esos riesgos sugieren la necesidad de cortar la omnipresente retrica de la felicidad en ciertos puntos. Por lo dems, una cultura saturada de felicidad dificulta que la gente gestione la tristeza. Sabemos que por lo menos una cuarta parte de los diagnsticos de depresin son en realidad errneos, confundiendo una tristeza normal con un estado patolgico.

    Ver la cultura como el producto del cambio histrico es una invitacin a dar un paso atrs, analizar y luego considerar otros cambios. Quiz no deberamos desear alterar la cultura de la felicidad que la historia moderna nos ha legado, pero por lo menos podemos considerar la posibilidad de una modificacin. En nuestra cultura de la felicidad todava habra espacio para una mejora.

    (Peter N. Stearns es decano y profesor de historia de George Mason University).