Canguilhem Normal Patologico
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7/26/2019 Canguilhem Normal Patologico
http://slidepdf.com/reader/full/canguilhem-normal-patologico 1/11
Título de la edición original
L a
c o n n a i s a n c e d e l a v i e
5) L i b r a i r i e P h i l o s o p h i q u e J . V r i n
P a r í s ,
1971
Traducción:
F e l i p e Cid
Maqueta de la colección:
A r g e n t e y M u m b r ú
Portada:
J u l i o
V i v a s
©
E D I T O R I A L
A N A G R A M A , 1 9 7 6
C a l l e d e l a
C r u z ,
44
B a r c e l o n a
-17
I . S . B . N .
84 - 339 - 0044 -7
D e p ó s i t o
L e g a l :
B . 50138- 1976
P r i n t e d i n S p a i n
G r á f i c a s
D i a m a n t e , Z a m o r a , 8 3, B a r c e l o n a - 5
Georges
Canguilhem
l conocimiento
de la vida
ra
E D I T O R I A L ANAGRAMA
B A R C E L O N A
7/26/2019 Canguilhem Normal Patologico
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L O N O R M A L Y L O P A T O L Ó G I C O
Si n
los conceptos de normal y patológico el pensamiento y la
actividad del médico son incomprensibles. Falta mucho, no obs
tante, para que estos conceptos sean claros en el juicio médico y
le sean indi spens ables . ¿Pato lóg ico es un concep to idéntico al de
norma l? ¿ Es lo contrario o contra dictor io de nor mal? ¿Y no rmal
es idénti co a sano? ¿ Y la anomalía es la mis ma cosa que la
anormalidad ? ¿ Y, en fin, qué pensar de los monst ruos ? Supues to
que se ha obt enid o una delimitación satisfactori a del concept o de
patológico en relación con sus apariencias, ¿cree uno que el dal
tonismo sea un caso patológico con un mismo título que la angina
de pecho , y la enfer medad azul con un mi smo título que el
paludismo, que entre una enfermedad en el orden de la vida
de relación y una amenaza perman ente para la vida vegeta tiva no
exista
otra identidad que la del adjetivo que las califica en el
lenguaje human o? La vida humana pued e
tener
un sentido bioló
g i co
un sentido social, un senti do existencial . To do s esto s sen
tidos pued en ser indifer entemente retenido s en la apreciación d e
la s
modifica ciones que la enfer medad inflige al vivien te huma no.
Un homb re no vive única mente c omo un árbol o un conejo.
Frecu entem ente se ha not ado la ambi güed ad del término nor-
mal que designa tanto un hecho ca paz de descripci ón por censo
estadístico —med ia de medidas operadas s obre un carácter pre
sentado por una especie y pluralidad de individuos presentando
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el carácter según la media o con algunos rodeos juzgados indife
rentes— como un ideal, principio positivo de apreciación, en el
sentido de prototipo o de forma perfecta. Que ambas acepciones
estén siempre atadas, que el
término
de normal sea siempre con
f u s o
es lo que resulta de los mismos consejos que son dados
para evitar esta ambigüedad (Cf. el
Vocabulaire philosophique
de
Lalande). Pero puede que sea más urgente buscar las razones de
la ambigüedad para comprender la vitalidad renovada y sacar mis
una lección que un consejo.
L o que está en cuestión, en el fondo, es
tanto
el objeto de
la biología como el arte médico. Bichat en sus
Recherches sur la
Vie
et la Mort
(1 80 0) hacía de la inestabi lidad de las fuerzas vi
tales, de la irregularidad de los fenómenos vitales, en oposición
con la unif ormid ad de los fenómenos
f í s i c o s
el carácte r distin
tivo de los organismos; y en su
Anatomie genérale
(18 01) hacía
remarcar que no hay astronomía, dinámica, hidráulica patológi
ca s
puesto que las propiedades
f í s i c a s
que no se separan jamás
de «su tipo natural» no
tienen
necesidad de ser devueltas. En
ambas observaciones reside lo esencial del vitalismo de Bichat;
pero como basta , después de unos cien años, calificar una teoría
médica o biológic a de vitalista par a despreciarl a, se ha olvidad o
conciliar todas las atenciones que merecían estas observaciones.
S e r á
necesario, no obstante,
terminar
con la acusación de meta
f í s i c a
po r
tanto
de fantasía para no decir más, que persiguen los
biólogos vitalist as del siglo xv in . De hecho, será fácil mostr ar
algún día y en otra parte, que el vitalismo es el rechazo de dos
interpretaci ones metafísicas de causas de fenómenos or gánicos , el
animi smo y el mecani cismo. Todo s los vitalistas del siglo x v m
son newtonianos, hombres que rechazan las hipótesis sobre la
esencia
de los fenóme nos y que piensan solamen te en el deber de
describir y coordin ar, di rectamen te y sin prejuicio, los efectos
tales como los perciben. El vit alismo es el simple reconocimient o
de la originalidad del hecho vital. En este sentido las observacio
nes de Bichat que ligan con la organización vi tal, como un hecho
específico,
los dos caracteres de irregularidad y de alteración pato
lógica, nos parece que deben ser reemprendidos de cerca.
184
En el fondo no se
trata
de nada menos que de saber si, hablan
do del viviente, lo debemos
tratar
como sistema de leyes o como
organización de propiedades, si debemos hablar de leyes de la
vida
o de orden de la vida. Con demasiada frecuencia, los sabios
tienen
a las leyes de la naturaleza por invariantes esenciales en
l a s que los fenómenos singulares constituyen ejemplares aproxi
mados pero desfallecientes al reproducir la integralidad de su
realidad legal supuesta. En una tal visión, lo singular, es decir
la separación, la variación, aparece como un fracaso, un vicio, una
impur eza. Lo singular es pues siem pre irregular, pero al mismo
tie mpo perfectamen te absur do, por que nadie ve cómo una ley en
la que la invariante o la identidad en sí garantiza la realidad es
a
la vez verifica da por ejemplos diver sos e impoten te para reducir
su
variedad, es decir, su infidelidad. Es esto que a despecho de la
substitución, en la ciencia moderna, de la noción de ley por la
noción de género, el primero de los conceptos conserva del se
gund o, y de la filosofía dond e tenía un lugar eminen te, una cierta
significación de tipo inmutable y real, de suerte que la relación
de la ley con el fen ómen o (la ley de la gra ved ad y la caída de la
maceta que mata a Pirrus) es siempre concebida sobre el modelo
de relación entre el género y el individuo (el Hombre y Pirrus).
Uno ve reaparecer, sin
intención
de paradoja o de ironía, el pro
blema, célebre en la Edad Media, de la naturaleza de los Uni
versales.
E s o no escapó a Claude Bernard quien, en sus
Principes de
édecine
experiméntale?
9
consag ra al probl ema de la realidad del
tip o y de las rela cion es del indiv idu o con el tip o, en función del
problema de la relatividad individual del hecho patológico, algu
nas páginas más ricas en invitaciones a reflexionar que en res
puestas propiamente dichas. Es adrede que en este caso invoca
mo s
a Claud e Ber nar d con preferencia sobre otros. Porqu e se
sabe
cómo en la
Introduction a l Etude de la Médecine experi-
méntale —y tambi én en los
Principes de Médecine experiméntale
8 9 . P u b l i c a d a s
en 1947 por el doctor Del hou me, P a r í s ,
P r e s s e s
uni-
v e r s i t a i r e s d e F r a n c e .
185
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(ch. X V ) — Clau de Bern ard ha despleg ado energía para afirmar la
legalidad de los fenómen os vital es, su constancia tambi én rigurosa
en las condiciones definidas como pueden ser los fenómenos
f ís i
c o s
dicho brevemente para refutar el vitalismo de Bichat, con
sidera do com o un indet ermin ismo. Aho ra bien, precis ament e, en
los
Principes
(pp. 142 y siguien tes) Claude Bernar d es llevado a
constat ar q ue si «la verda d está en el tipo, la realidad se
encuentra
siempre fuera de este tipo y difiere de un modo const ante. Ahora
bien, para el médico, ahí está una
c o s a
muy importante. Es en el
individuo donde siempre
tiene
quehacer. En este
punto
de mé
dico del tipo humano , de la especie human a.» El prob lema teórico
y práctico deviene, pues, el estudiar
« l a s
relaciones del individuo
con el
t i p o » .
La relación parece ser la siguiente: «La naturaleza
tiene
un tipo ideal en toda c o s a es positivo; pero este tipo ja
má s es realiz ado. Si estuvi ese realizado, no habría indi viduos,
todo el mundo se asemejaría.» La relación que constituye la par
ticularidad de cada ser, de cada estado fisiológico o patológico
es «la llave de la idiosincrasia, sobre la cual reposa toda la medi
cina.» Pero la relación, al mismo tiempo que llave, es también
obstáculo.
El obstácu lo en la biolog ía y en la medicina experimen
tal reside en la individualidad. Esta dificultad no se
encuentra
en la experim entaci ón sobre los seres brutos . Y Claude Be rnar d
recensiona todas las
c a u s a s
ligadas al hecho de la individualidad,
que alteran, en la especie y en el tiempo, las reacciones de vivien
tes aparen temen te semejant es a condiciones de existenci a aparen
temente
idénticas.
A pesa r del presti gio de Clau de Bernar d sobre el espírit u de
los
médicos y de los
f i s i ó l o g o s
9 0
no vacilaremos en formular, en lo
tocante a las reflexiones
anteriormente
relacionadas, algunas ob
servaciones restrictivas. El reconocimiento de existentes indivi
duales,
atípicos, irregular es, como fundamento del
c a s o
patológico,
e s
en suma, un bastante bello homenaje, involuntario, a la pers-
9 0 . Cf. el estudi o del Dr. M. D. G r m e k , La
conception
de la rnaladie
et de la santé
chez
Cl. Bernard, en
M é l a n g e s A l e x a n d r e
K o y r é I
( H e r m a n n ,
196 4 ,
pp . 208 y ss.)
186
picacia de Bichat . Pero est o que impi de que el homenaje sea
entero
es la creencia en una legalid ad fundament al de la vida, análoga
a
la de la materia , creencia que necesari amente no testi monia toda
la
sagaci dad que se le reconoce de un mod o usual. Por que, en
fin, afirmar que la verdad está en el tipo pero que la realidad está
fuera del tipo, afirmar que la naturale za
tiene
tipos pero que no
son realizables, no es hacer del conocimi ento una impo tencia para
alcanzar lo real y justificar la objeción que Aristóteles en
otro
tiempo hacía a Platón : si uno s epara las Ideas y las
C o s a s
¿cómo
rendir
cuenta de la existencia de las
c o s a s
y de la ciencia de las
Ideas?
Mejor todavía, ¿ver en la individualidad «uno de los
o b s
táculos más considerabl es de la biol oga y de la medicina experi
mental» no es una manera bastante ingenua de desconocer que el
obstáculo en la ciencia y en el objeto de la ciencia no son más
que uno? ¿Si el objeto de la ciencia no es un obstácu lo a supe
rar, una
«dificultad»
en el sentido cartesiano, un problema a
resolver, qué
será?
Es lo mismo que decir que la discontinuidad
del
número entero
es un obstáculo en aritmética. La verdad es
que la biolog ía de Claude Bernar d comport a una concepción toda
platónica de las leyes, aliada a un sentido agudo de la individua
lidad. Com o el acuerdo no se hace
entre
esta concepción y el sen
timiento, estamos en el derecho de pedir si el célebre «método,
exper imen tal» no sería un simple avatar de la metafísi ca tradi-
cional, y que si busc amos argu ment os para sosten er esta propo
sición
en princi pio la encont raríamo s en la aversión , bien cono
cida,
de Claude Bernard, para con los cálculos estadísticos, en
los que después de largo tiempo se sabe el papel que juegan en
biología. Esta aversión es un síntoma de la incapacidad para
concebir la relación del individuo con el tipo de un modo distin
to al de una alteración a
partir
de una perfección ideal puesta
com o esencia acabada, antes de toda tentativa de produc ción por
reproducción.
Ahora nos preguntar emos si, conside rando la vida como un or
den de propi edade s, no esta ríamo s más cerca de comprende r ciertas
dificultades insolubles en la otra perspectiva. Hablando de un
orden de propiedades queremos designar una organización de po-
187
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tencias y una jerarquía de funciones en las que la estabilidad es
necesaria mente precaria, siendo la solución de un problema de
equilibrio, de compensación, de compromiso
entre
poderes dife
rentes y por
tanto
concurr entes . E n una pers pecti va tal, la irre
gularidad, la anomalía no son concebidas como accidentes
a f ec-
tando al individuo como a su misma existencia. Leibniz había
bautizado, este hecho como «principio de los indiscernibles», más
que explicarlo, afirmando que no hay dos individuos se mejantes,
simplemente difiriendo sólo número A partir de ahí se puede
compr end er que si los indi vidu os de una misma especi e de hecho
quedan distintos y no intercambiables es porque en primer lugar
lo son en derecho. El individuo no es un irracional provisorio y
sensi ble en la hipó tesi s dond e las leyes de la natura leza son con
cebidas como esencias genéricas eternas. El rodeo se presenta
com o una «a be rr aci ón» que el cálculo huma no no logra red ucir
a
la estrict a ident idad de una fór mula s imple , y su explicación
la da como
error,
fracaso o prod iga lida d de una natura leza a la
ve z supuesta como bastante inteligente para proceder por vías
simple s y dem as iad o rica para resolv er conforma rse con su propia
economía. Un género viviente no nos parece, empero, un género
viabl e en la medi da don de se reve la fecundo, es decir produc tor de
novedad es, aunque sean tan imperceptibles a primera v ista. Se
sabe
bastant e bien que las especies se aproximan cuando están
comprometi das irreversible mente en las direcciones inflexibles y
s e
manifiestan ba jo formas rígida s. Brevemen te, la singularidad
individual se puede
interpretar
como un fracaso o como un ensayo,
como una falta o como una aventura. En la segunda hipótesis,
ningún
juic io de valor es llev ado por el espír itu huma no, preci
same nte por que l os ensay os o las avent uras qu e constituyen las
formas vivientes son consideradas menos como seres referidos a
un tipo real prestablecido que como organizaciones en las que
la
valide z, esto es el valor, es refer ido a su logro de vid a even
tual. Finalmente, es porque en el ser viviente el valor es algún
juicio de valo r qu e concernie ndo a su exis tencia no es llevad o
sobr e él. Ahí está el senti do profund o de la ident idad, ates tado
por el lenguaje,
entre
valor y salud; en latín valere es ser fuerte.
188
Y
des de entonces el término de anomalía retoma el mismo
sentido, no peyorati vo, que tenía el adjetivo correspondiente anó
malo,
hoy en día en decadencia, utilizado corrientemente en el
s i g l o
X V I I I por los naturalistas, especialmente por Buffon, y aun
más tarde en el s i g l o xi x por Cournot. U na anomalía etimológi
camente es una desigua ldad, una diferencia de nivel. Lo an ómalo
es simplemente lo diferente.
En ap oyo del análisis precedente desear íamos invocar dos
orientaciones interesantes de la biología contemporánea. Se sabe
que hoy en día la embr iolog ía y la terat ología expe rimen tale s en
la
producción de los mecanismos de desarrollo van hacia el cono
cimiento del mecanismo de desarrollo del huevo (cf. los traba
j o s
de Etienne Wolff). Aquí estamos verdaderamente en las antípo
da s
de la teoría aristotélica, f i ja y ontológica, de la monstr uosidad .
No es en lo que él consideraba como un
tiro
fallado de la orga
nización donde Aristótetes buscó la ley de la naturaleza. Y es
la lógi ca, en el c a s o de una concepción d e la natur aleza, q ue toma
por una jerarquí a de formas eternas. Inv ersa mente si se
tiene
el mun do vivient e por una tentativa d e jera rquiz ación de formas
posibles, a priori
no hay en sí diferencia
entre
una forma lograda
y una forma no cumpl ida. Pr opia ment e no hay para hablar de lo
mismo en las formas no cumplid as. Nad a puede faltar a un
vivie nte, si uno quie re admitir que hay mil y una for mas de vi vir.
Del mis mo modo que en la guerr a y en la política no hay un a
victoria definitiv a, sino una super iorid ad o un equilibri o relati
vos y prec ario s, lo mis mo, en el orde n de la vida, no hay res ul-
tados que radicalmente desvaloricen otros ensayos haciéndolps__pa-
recer faltos de a l g o . Todos los resultados están amenazados por
que los individuos muere n, y lo mis mo las espec ies. Lo s éxitos
son fracasos retar dados, los fracasas éxitos abortad os. Es el futu
ro de las form as quie n decide su valor .
91
Todas las formas vivien
tes son, para retomar la expresión de
Louis
Ruóle en su gruesa
9 1 .
« U n g e r me n v ive ; p e r o no es de los qu e no s a b r í a n d e s a r r o l l a r s e .
E s t o s
e n s a y a n
vivir,
f o r m a n m o n s t r u o s
y los
m o n s t r u o s m u e r e n .
E n v e r d a d ,
n o s o t r o s
sólo los conocemos a
t r a v é s
de
e s t a propiedad remarcable
de no
189
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obra sobre Les Poissons, «monstr uos normalizad os». O todavía,
como dice Gabriel Tarde en
L Opposition universelle,
«lo normal
es
el cero de mons tru osid ad» , cero tomado en el sentido de desa
parición. Lo s términos d e relación clásica de referencia están
invertidos.
E s en el mismo espíritu qu e es precis o comprend er la relación
establecida por ciertos biólogos de hoy en día
entre
la aparición
de mutaciones y el mecanismo de la génesis de las especies. La
genética que en principio ha servido para
refutar
el darwinismo
es desd e luego bastante utilizad a hoy en día para confirmarla en
la renovación. Según Georges Tessier
9 2
no es de especie que el
mismo estado salvaje no tenga al lado de individuos «n orma
l e s » algu nos originales o excéntricos, portador es de a lgunos
genes mutantes. P ara una especie dada, es precis o admitir un a
cierta fluctuación de genes, de los que dep end e la plas ticid ad de la
adaptació n, así pues , el poder evolu tivo. Sin poder decidir si
existe, como se ha creído pode r identificarlos en al gunos vegetales,
en los genes de la mutabili dad en los que la presencia multipli
caría
la latitud de mutación de los otros g enes, se debe constatar
que los diferentes genoti pos, las descendencias de una especie dada
presentan « v a l o r e s » diferentes en relación con las circunstancias
ambientales ev entuale s. La selección, es decir el cribado por el
medio, unas veces es conservador en las circunstancias estables,
otras veces es innovador en las circunstancias críticas. En ciertos
momentos « l o s ensayos más aventurados son posibles y l í c i t o s » .
En consideración
a la
novedad, en lo inédito de las circunstancias
y a contin uación de las tareas que les apremia n, un animal pue de
heredar
dispos itivos propi os para sostener las funciones en ade
lante indispensables, así como también órganos que han pasado a
no
tener
valor. « E l animal y la planta se hacen acreedores de que
todo justamente pueda ser admirado o criticado.» Pero ellos
p o d e r
d u r a r . So n anormales
a q u e l l o s s e r e s
qu e han tenid o un poco men os
d e f u t u r o qu e los n o r m a l e s . » P. V a l é r y, en el P r e f a c i o
e s c r i t o
p a r a
la
s e g u n d a t r a d u c c i ó n en inglé s de
La Soirée
avec
Monsiuer Teste.
9 2 . L a P e n s é e , 1945 , n .
os
2 et 3:
Le Mécanisme de l Evolution.
190
viven y se reproducen y esto es lo que importa. De este modo se
comprende cómo las especies son extendidas y cómo otras
«que
siendo posibles, jamás son realizables».
S e puede concluir, pues, que el término de «normal» no tiene
ningún sentido propiamente absoluto o esencial. Nosotros hemos
propuesto, en un trabajo
anterior
9 3
que ni el viviente, ni el medio
pueden ser jdi chos normales^ si se les
consT3era_
s.eparadamente
T
-
sino tan sólo en su relació n. Solam ent e de este mod o se pue de
conservar un hilo conductor sin la posesión del cual uno necesa
riamente tendrá qu e
tener
por anormal —es decir, uno cree, pato
lógico—, todo individuo anómalo (portador de anomalías ), esto
e s aberrante en relación con un tipo específico estadísticamente
definido. En la medida donde el viviente anómalo
ulteriormente
s e revelará un
mutante
en primer lugar tolerado, luego invasor,
la excepción devendrá la regla en el sentido estadístico de la pa
labra. Pero en el momento donde la invención hace figura de
excepción en relación con la norma estadística del día, es preciso
que en otro senti do sea normal, bien que desconocida como
tal, sin lo que se termi narí a en el contr ase ntid o biol ógic o de que
lo patoló gico podría engend rar lo normal por reproducci ón.
Por la interf erencia de las fluctuacion es gené ticas y de las
oscilaciones
de la canti dad y de la cual idad de las condicion es de
existencia o de su distribución ge ográfica, podemos coge r q ue
lo normal significa unas veces el carácter medio en el que la
vari ación es más rara qu e sensib le y, otras, el carácte r en el que
la reproducción, o sea el mantenimiento y la multiplicación, revela
rá la importancia y el valor vitales . En este seg undo sent ido, lo
norma l debe ser dicho instituid or d e la norm a o nor mati vo, es
prototípico y no más simplemente arquetípico. Y es este segundo
sentido que debe normalmente sostener el primero.
Pero no perdamos de vista lo que interesa al médico, el hom
bre. Se sabe que , en el hombr e, el problema de la anomalía, de
la monstr uosid ad y de la mutación se pone en los mismo s térmi-
9 3 . ssai
sur quelques problémes concernant le normal et le patholo-
gique
T h é s e de médec ine , S t r a s b u r g o , 1 9 4 3 ) .
191
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nos que en el animal. Es suficiente recordar el albinismo, la
sindactilia, la hemofilia, el daltonismo, como los
c a s o s
menos
raros. Uno sabe también que la mayoría de las anomalías justa
mente
son tenidas por inferiori dades y podrí a sorprender de no
verlas eliminadas por selección c a s o de no saber , que de una part e
la s mutaciones las renuevan incesantemente, y, de otra, que sobre
todo el medio humano las abriga siempre de cualquier modo y
por sus artificios compensa el déficit manifiesto que representan
en relación con las formas «normales» correspondientes. En efec
to, no olvidemos que en las condiciones humanas de la vida las
normas sociales en uso son substituidas por las normas biológicas
de ejercicio. Considerada ya la domesticación como un medio bio
lógico,
según la expresión de Ed. Dechambre, uno puede com
prender
que la vida de los animale s doméstic os tolera a nomalías
que el estado
s a l v a j e
eliminaría despiadadamente. La mayoría de
especies
domés tica s son remarca blemen te i nestab les; que se piense
solamente en el perro. Es lo que ha llevado a ciertos autores a
preguntarse si esta inestabilidad no sería, del lado de las especies
humanas interesadas, el signo de una casualidad de la domestica
ción, por ejemplo de una menor resistencia escondida, que explica
ría, al menos lo mismo que la finalidad de las miras pragmáticas
del hombre, el éxito electivo de la domesticación sobre estas espe
cies y la exclusión de las otras.;Si es, pues, verdadero que una
anomalía, variación individual sobre un tema específico, no de
viene patológica más que en su relación con un medio de vida
y un géne ro de vida, el probl ema de lo patológi co en el ho mbre
no puede quedar estri ctamen te en lo biológi co, puest o que
la
actividad humana, el trabajo^y la cultura
tienen
por efecto inme
diato alterar const anteme nte el medio de vida de los hombres ^
L a
historia propia del hombre viene a modificar los problemas.
En un sentido, ño' hay selección en la especie humana en la medida
donde el hombre puede crear nuevos medios en vez de soportar
pasivamente los cambios de lo antiguo, y, en otro sentido, la
selección
en el hombre ha alcanzado su perfección límite, en la
medida que el hombre es capaz de existencia, de resistencia, de
actividad técnica y cultural en todos los medios.'
192
No creemos que el problema cambie de forma cuando se p a s a
de la anomalía morfológica a la enfermedad funcional, por ejem
plo,
del daltoni smo al asma, porque si bien es posib le hallar todos
los
intermediarios
entre
la una y la otr a, en par ticul ar los de las
enfer medades const itucion ales o esenciales (la hiperten sión por
ejemplo)
en las que no es posible negar
a priori
que puedan estar
en relación con ciertas «micro ano mal ías » a descubrir, se pu ede
esperar que un día revelen una meditación
entre
la teratología y
la patología. Ahora bien, lo mismo que una anomalía morfológica,
simple
diferencia de hecho, puede devenir patológica, esto es
a f ee-
•
tada por un valor vital negativo, cuando sus efectos son aprecia
do s
en relación con un medio definido donde ciertos deberes del
viviente pasan a ser ineluctables, lo mismo una variación de una
constante fisiológica (pulsaciones cardíacas, tensión arterial, me
tabolismo de b a s e r i tmo nictomeral de la temperat ura, etc.) en
sí
misma no constituye un hecho patológico. Pero llega un mo
mento
tal en que es difícil de
determinar
objetivamente de ante
mano. Esta es la razón por la cual autores también dife
rentes, Laugier, Sigerist y Goldstein,
94
piensan que uno no puede
determinar
lo normal por simple referencia a una media estadís
tica, sino por referencia del individuo en sí mismo y en situa
ciones idénticas suces ivas o en situacion es variada s. Sobre este
punto ningún
autor nos parece tan instructivo como Goldstein.
Una norma, dice, debe servirnos para comprender los
c a s o s
indi-
viduales con^ét os7~Va Ie, pues, meaos por su contenido descripti
v o
por el resumen de los fenómenos, de los síntomas sobre los
cuales
se funda el diagnóstico, que por la revelación de un com
portamiento total del organismo, modificado en el sentido del
desorden, en el sentido de la aparición de reacciones catastróficas.
Una alteración en el contenido sintomático no aparece como enfer
medad más que en un momento de la existencia del ser, hasta
que en relación de equilibrio con su medio
p a s a
a ser peligrosa-
9 4 . La ug i e r : UYíomme normal, en la Encyclopédíe francaise. tom e IV,
19 37 .
S i ge r i t : Introducción
a la
Médecine ch. IV, 1932. Golds te in- ,
La
Stjucture de l Organisme, c h . V I I I , 1934 .
7. —
C O N O C I M I E N T O VIDA
193
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mente
alterado. Es to que era adecuad o para el orga nismo normal ,
en sus relaciones con el alrededo r, par a el organi smo modif icado
pasa a ser inadecuado o peligroso. Es la totalidad del organismo
que reacciona «catas tróf icame nte» al medio , siendo en ad elante
incapaz de realizar las posi bili dades de activi dad que esencialmente
le vuelve n de nuevo. « L a adaptaci ón a un medio p ersonal es un a
de las presu posic iones fundame ntales de la salud.»
Una concepción tal pue de parecer una parad oja puesto que
tiende
a
atraer
la atención d el médico sobr e los hechos subjeti
vamen te proba dos por el enfermo o sobre acontecimientos tales
como la alteración, inadecuación, catástrofe, peligro, sobre todo
suscepti bles de apreciación de medida o de exhibici ón objeti va.
Ahora bien, según Leriche, que define la salud como «la vida en
el silencio de los órganos», no es suficiente definir la enfermedad
como esto que estorba a los hombres en sus ocupaciones, sin duda
uno en primer lugar pensaría en tomar de su fórmula «para defi
nir la enferme dad es preciso desh umani zarl a» una refutación de
las tesis de Goldstein. El punto no es tan simple. El mismo escri
be también:
« S o b r e
las mismas partes externas anatómicas uno está
o no enferm o.. . La lesión no es suficiente par a hacer la enfer
medad clínica, la enfermedad del enfermo.» Es afirmar la prima
cía de lo fisiológi co sobre lo anatómico. P ero esta fisiología no
es
la que toma por objeto el conejo o el perro, es la
fisiología
del hombre total, que, por ejemplo, hace su dolor en «el conflicto
de un excitante y del individuo entero»,
fisiología
que necesaria
mente nos conduce a la toma en consideración del compo rtami ento
del hombre en el mundo.
9 5
Si
teníamos que buscar una mediación entre las tesis de
Gold stei n y las de Ler iche , preferir íamos hall arla en las conclu-
9 5 .
R .
L e r i c h e :
De la Santé a la Maladie; La Douleur dans les
Mala-
dies; Ou va la Médecine? en Encyclopédie frangaise V I , 1936 . La Chirur-
gie de la Douleur,
1937 .
La Chirurgie a l ordre de la vie,
1944.
S o b r e la
p r i m a c í a
de la
d isfunción
en
p a t o l o g í a ,
cf.
t a mb i é n
P. A b r a -
mi , Les troubles fonctionnels en pathologie ( L e c o n d o u v e r t u r e d u C o u r s
d e P a t h o l og i e m e d í c a l e ,
in
Presse Medícale,
23
d é c e m b r e 1 9 3 6 ) .
194
siones de los trabajos de S e l y é .
9 6
Es te autor ha observado que los
fallos
o las disregulaciones del comportamiento, por ejemplo las
emociones o la fatiga, de manera reiterada engendran estados de
tensión orgá nica, provo cand o en el córtex de la suprarr enal una
modifica ción estructural análog a a la que determina toda intro
ducción en el medio
interior,
sea de substancias hormonal es pura s
dosis masivas o bien impur as, sea de substancias tóxicas. To do
este estado orgánico de stress, de tensión desordenada, provoca
la
reacción supra rrenal. Si es norma l, si endo dad o el pape l de la
corticosterona en el organismo, que toda situación de peligro de
termina una reacción suprarren al, es concebib le que todo co mpor
tamiento catastrófico prolongado en principio pueda terminar en
enferm edad funcional (hiper tensió n, por ejem plo ), a continuación
en lesión morfológica (úlcera de estómago, por ejemplo). Desde
el punto de vista de Gol dst ein un o verá la enfer medad en el
comportamiento catastrófico, desde el punto de vista de Leriche
uno la verá en la producción de anomalía histológica debido al
desorden fisiológico.
Estos
puntos de vista no se anulan de un
mod o exclusi vo, por el contr ario. D e nada serviría aquí invocar una
causali dad recíproca. No tenemos nada claro lo concernien te a la
influencia de lo físico sobre lo funcional y lo morfo lógi co, e in
versamente. Constatamos simultáneamente dos suertes de pertut-
baciones.
¡ Sie mpre ocurre que indi vidu aliza ndo la norm a y lo normal nos
parece abolir las fronteras entre lo normal y lo pato lógi co. Y por
ahí nos parece reforzar la vitalidad de un lugar común por lo mis
mo más frecuent emente invo cado que presenta la ventaja ina
preciable de suprimir de hecho el problema, bajo el colorido de
darle una solución . Si lo que es normal aquí pued e ser patoló gico
allá,
es tentador concluir que no hay frontera entre lo normal y
lo patol ógico . De acuerd o, si se quiere decir que de un indivi duo
otro la relati vidad d e lo normal es la regla. Pero esto no quiere
decir que para un individuo dado la distinción no sea absoluta]
Cuando un individuo empieza a sentirse enfermo, a decirse enfer-
96 . Stress, A c t a M e d i c a l P u b l i s h e r s , M o n t r e a l ,
1950.
1 9 5
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mo, a comporta rse enfer mo, pas a a
otro
universo, pasa a ser
otro
hombre. La relatividad de lo normal no puede ser de
ningún
mod o par a el médi co un aliento para en la confusión anular la
distinción entre lo norma l y lo pat ológ ico. Esta confusió n con
frecuencia se atavía con el pre sti gio de una tesi s, esencial en el
pensamiento de Claude Bernard, según la cual el estado pato
lógico
es homogéneo al estado normal en el que más o menos
constituye una variación cuantitativa. Esta tesis positivista, en la
que las raíces se remontan más allá del siglo X V I I I y en el médico
escocés Brown hasta Glisson y los primeros esbozos de la teoría
de la irritabilidad, antes que Claude Bernard, fue vulgarizada por
Broussais
y Augu ste Comt e. De hecho, si se examina el hecho pa
tológi co en el deta lle de los síntom as y en el detall e de los meca
nismos anatomofisiol ógicos, existen numerosos casos donde lo
nomal y lo pat ológ ico apare cen como simpl es variaci ones cuantita
tivas de un fenómeno homogéneo bajo una y otra forma (la glice-
mia en la diabet es, por ejemplo). Pero precisa mente esta pa tología
atomística,
tanto
si pedagó gicament e es inevitable, queda teórica
y prácticamente r efutada .
97
Considerado en su todo, un___orga^,
nismo es « o t r o » en la enfermedad y no cerca de las considera
ciones de la misma {la diab etes d ebe ser tenid a com o una
enfermedad de la nutrición_o el metabolismo de los glúcidos de
pende de factores múltiples coordin ados por .la acción de hechos
indivi sibles del sistem a endocr ino; y de una manera g enera l las en
fermedades de la
nutrición
son las enf erme dade s d e las f unciones
en relación con los vicios del régimen alimenticio). Es esto que
en un sentido reconocía Leriche: « L a enfermed ad human a es
siemp re un conju nto. .. L o que la pro duce nos tocaTHe una man era
tarTsutil, las actividades ordinarias de la vida que sus respuestas
son menos de una fisiología desvia da, que de una fisiología
nueva.»
Ahora parece posibl e responder con alguna suerte de claridad
9 7 .
S o b r e la discus i ón de
e s t a
tes i s , as í como ta mbié n
s o b r e
la
d i s c u -
sión de n u e s t r a s c r í t i c a s , cf. F. Dag ogn et , La Raison et les Remedes P . U . F . ,
P a r í s , 1964 , y Michel F o u c a u l t , Naissance de la Clinique P . U . F . , P a r í s ,
1 9 6 3 ) :
espec ialm ente pp. 35 y ss .
196
a las cuestiones puestas a la cabeza de estas consideraciones. No
pode mos decir que el concepto de « pat ológ ico» sea el contra
dictorio lógico del concepto de «n or mal », porqu e la vida en el
estado patológico no_es la ausencia de . ..normas sinal a_pr esenc ia
de otras normas. Con el máxi mo rigor, «pa toló gico » es lo co n
\rario vital de sano y no lo contr adict orio lógico de norm al.
98
En
la
palabra francesa « a-n orma l», el prefijo
a
usualment e es toma do
en un sentido de distorsión. B a s t a para convencerse acercar el
término
francés al latino;
abnormis;
los términos alemanes:
ab-
norm, Abnormitát; los términos ingleses :
abnormal, abnormity.
L a enfe rmedad, el estad o patológi co, no son una pérdida pero
sí
giro de la vida regu lada por norma s vitalme nte i nferiore s o
desp reci adas por el hecho de que ella s prohi ben al vivie nte la
participación activa fácil, generatriz de confianza y de seguridad,
por un género de vida que
anteriormente
era el suyo y que es per
mitido a todos los demás j Se podría objetar, y
tanto
o más se ha
hecho, que hablando de inferioridad y de depreciación hacemos
intervenir
nociones purame nte objeti vas. Y, por tanto, aquí no
s e
trata
de subjeti vidad individual, sino universal. Porqu e si
e x i s -
te un signo obj eti vo de esta univer sal reacció n subjeti va de
rodeo, esto es de depreciación vital de la enfermedad, es precisa
mente
la existencia, coexistencia de la humanidad en el espacio
y en el tiempo, de una medicina más o menos técnica, más o me
nos sabia, de la curación de las en fermed ades.
Como dice Goldstein, las normas de vida patológica son las
que obliga n de ahora en adelant e a vivir al org ani smo en un
medio «li mit ado », diferente cualitativamente , en su estr uctura,
del medio
anterior
de vida, y en el medi o limit ado exclus ivamen
te, por la impos ibil ida d dond e el orga nis mo se halla para afrontar
la s exigencia s de nuevos me dios , baj o forma de reacciones o de
9 8 .
« E s t á
de a c u e r d o con nuestr os hábi tos de espíritu c o n s i d e r a r como
a n o r m a l ,
lo que es rela t ivam ente r a r o y exce pcional , la enf erm edad por
e j e m p l o .
Pe ro la enf erm edad es tan norm al com o la s a l u d , la
c u a l ,
e n c a r a d a
d e s d e un c ier to punt o de v i s t a , a p a r e c e com o un es fuerzo constante
p a r a
p r e v e n i r
l a enfermedad o r o d e a r l a . »
B e r g s o n : Les Deux sources de la Mo
róle
et de la Religión,
p. 26.
197
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empresas dictadas por normas nuevas. Ahora
bien,
vivir para el
animal ya, y para el hombre con mayor razón, no es solamente
vegetar y conservar se, es afrontar los riesgos y triunfar. La salud
es preci samen te, y princ ipalm ente en el homb re, una cierta l atitud ,
un cierto juego de normas de la vida y del comportamiento. Lo
que la caracteriza es la capacidad de tolerar las variaciones de
la s normas a las cuales sólo la estabi lidad, apare nteme nte garanti
zada
y de hecho siempre necesariamente precaria, de las situacio
nes y del medio confiere un valor enga ñoso de normal definit ivo.
El
hombre no es verdaderamente sano más que cuando es capaz
de muchas normas, cuando es más que normal. La medida de la
salud es una cierta capaci dad de sobremont ar las crisis orgánicas
para instaurar un nuevo orden f isiológ ico, diferent e del
viejo.
Sin
intención de placenter ía, la salud es el lujo de poder caer enfer mo
y levant arse. Toda enfe rmedad es, por el contra rio, la reducción
del poder para superar las otras. El éxito económico de los seguros
de vida en el fondo reposa sobre el hecho de que la salud bioló
gicamen te es el segur o en la vida, habitualmen te por este lado de
acá
de sus posib ili dades, pero event ualmen te superior a sus capa
cidades
«normales» .
9 9
No
pensamos que estas observacioens sobre el problema sean
desmen tida s en su confront ación con el probl ema de la psicop a-
tología,
por el contrario, porque es un hecho que los psiquiatras
han reflexionado mejor que los médicos sobre el problema de lo
normal. Ent re ellos muchos han reconoci do que la enf ermedad
mental es
«otro»_hombnTy
no sol ament e un, homb re en el que el
trastorno prolonga alimentando el psiquismo normal.
10 0
Enceste
dominio, lo anormal está verdaderamente en posesión de otras
normas. Pero en la mayoría de los c a s o s hablando de conductas o
de representacio nes an ormal es, el psic ólogo y el psiquiatra han
visto, bajo el nombre de normal, una cierta forma de adaptación
a
lo real o a la vida que no obstante, no
tiene
nada de un
a b s o -
9 9 .
S o b r e el m a r g e n de s e g u r i d a d en la e s t r u c t u r a y de las funciones
de l
c u e r p o ,
cf. W. B.
C a n n o n , La sagesse du corps
( N o u v e l l e R e v u e C r i
t i q u e ,
P a r í s ,
1 9 4 6 ) .
100. A q u í p e n s a m o s e n E . M ink o ws k i ,
L a c a n ,
L a g a c h e .
198
luto, salvo para quien nunca ha supuesto la relatividad de los va
lores técnicos, económi cos o culturale s, que sin reserva adhi ere
al valor de los valores y que, finalmente, olvidando las modalida
de s
de su propio condicionamiento por su alrededor, y pensando
con demasiada buena fe que la norma de las normas se encarna
en él, se revela, para todo pensamiento algo y poco crítico, víc
tima de una ilusión muy próxima de la que él denuncia en la
locura. Y lo mismo que en biología, sucede que se pierde el hilo
conductor que ante una singu larid ad somáti ca o funcional permi te
distinguir
entre
la anomalí a progresi va y la enfe rmeda d r egresiva ,
lo mismo en psicología sucede que con frecuencia se pierde el hilo
conductor que permite, en presencia de una inadaptación a un
medio de cultura dado, distinguir
entre
la locura y la genialidad.
Ahora bien, como en la salud nos ha parecido reconocer un poder
norma tivo par a poner en cuestión las normas psicoló gicas usuale s
para la búsqueda del debate
entre
el viviente y el medio —bús
queda que implica la aceptación normal del riesgo de enferme
dad—, igualmente nos parece que la norma en materia de psiquis
mo humano es la reivindicación y el uso de la libertad como poder
de revisión y de disminución de las normas, reivi ndicación que
norma lmen te implica el riesgo de la locura.
10 1
¿Quién querría
sostener , en materia de psiqui smo huma no, que lo normal no ha
obedecido a normas? Es anormal, puede ser, puesto que le obede
ce
demasia do. Thom as Mann escr ibe: « No es tan fácil decidir
cuándo empie za la locura y la enfer medad. El hombre de la calle
es el último en poder decidir e s o . »
1 0 2
Con demasiada frecuencia,
falta reflexión personal a las cuestiones que dan sentido a su
preciosa
acti vidad, y los médic os apenas están m ejor arma dos
que el hombre de la calle. Cuando más perspicaz nos parece Tho-
1 0 1 . S e g ú n e l Dr. Henry Ey: «L a s a l u d m ental contiene la enferme
d a d , en los dos senti dos de la p a l a b r a
contener.» ( c i t a d o
en
Esprit,
1952,
n .° 12, p. 789).
1 0 2 .
Doktor Faustus Stoc khol m, 1947. — En la
t r a d u c c i ó n
f r a n c e s a
d e
L. Servicen (Al bin Michel ,
1 9 5 0 ) ,
lo s p a s a j e s concernientes a las r e l a
ciones de la
v i d a
y de la
e n f e r m e d a d
se encuentra n en las
p á g i
n a s 303, 304 y 305.
99
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mas Mane, cuando por un reencuentro sin duda querido con
Nietz sche, el héro e de su libro pron uncia : « E s preciso que u no
haya estado enfermo y loco para que los otros no tengan nece
sidad de serlo ... S in lo que es enfermi zo, la vida nunca hubiera
podido ser completa.. .
¿ S ó l o
lo mórbido puede salir de lo mór
bido? ¡Qué tontería? La vida no es tan mezquina y no tiene cui
dad o de la moral. S e ampar a con lo auda z prod uci do por la enfer
meda d, lo abs orb e, lo digiere y del hecho que lo incorpo ra devie
ne sano.
B a j o
la acción de la vida... toda distinción queda abolida
entre
la enfermedad y la salud.»
En conclusió n, pensa mos que la biol ogía humana y la medi
cina son dos piezas necesarias de una « ant rop ol ogí a» en la que
jamás
han cesad o de estar, pero nosot ros pens amos también que
no hay una antropología que no suponga una moral, de modo
que siempre el conc epto de «no rm al », en el orden hum ano, queda
com o un concepto norma tivo y de alcance prop iamen te fi losófico.
200