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    CAMBIO CLIMTICO GLOBAL,

    TRANSFORMACIN AGRARIA

    Y SOBERANA ALIMENTARIA

    EN AMRICA LATINA

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    Delgado Ramos, Gian Carlo

    Cambio climtico global, transformacin agraria y soberana alimentariaen Amrica Latina / Gian Carlo Delgado Ramos ; Andrei Cornetta ; Beatriz

    F. Daz. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : CLACSO, 2014.

    E-Book. - (Sur - Sur)

    ISBN 978-987-722-028-5

    1. Cambio Climtico. I. Cornetta, Andrei II. Daz, Beatriz F. III. Ttulo

    CDD 551.399

    Otros descriptores asignados por CLACSO:Ecologa/ Cambio Climtico / Soberana Alimentaria / Polticas

    Pblicas / Estado / Agroindustria / Agricultura sustentable /Campesinado / Territorio /Amrica Latina

    Este libro presenta la investigacin que los/as autores/as realizaron en el marco del concurso sobre

    "Cambio climtico global, transformacin agraria y soberana alimentaria en el Sur" organizado

    por CLACSO, CODESRIA e IDEAs en el marco del Programa de Colaboracin Tricontinental Sur-Sur

    con el apoyo de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional, Asdi. Los contenidos de este libro

    han sido seleccionados y evaluados en un proceso de revisin por pares.

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    Gian Carlo Delgado Ramos

    Andrei Cornetta

    Beatriz F. Daz

    CAMBIO CLIMTICO GLOBAL,

    TRANSFORMACIN AGRARIA

    Y SOBERANA ALIMENTARIA

    EN AMRICA LATINA

    CODESRIA

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    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente alos autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili

    Directora Acadmica Fernanda Saforcada

    rea de Acceso Abierto al conocimiento y difusin

    Coordinador Editorial Lucas SablichCoordinador de Arte Marcelo Giardino

    Produccin Fluxus EstudioArte de tapa Ignacio Solveyra

    Primera edicinCambio climtico global, transformacin agraria y soberana alimentaria en Amrica Latina (Buenos Aires: CLACSO,octubre de 2014)

    ISBN 978-987-722-028-5

    Consejo Latinoamericano de Ciencias SocialesQueda hecho el depsito que establece la Ley 11.723.

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias SociaisEstados Unidos 1168 | C1101AAX Ciudad de Buenos Aires,ArgentinaTel. [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | |

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO www.biblioteca.clacso.edu.ar

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informtico, ni sutransmisin en cualquier forma o por cualquier medio electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos, sin el

    permiso previo del editor.

    CODESRIASecretario Ejecutivo Dr. Ebrima SallJefe del Programa de Investigacin Dr. Carlos Cardoso

    IDEAs

    Secretario Ejecutivo Professor Jayati GhoshMiembro del Comit Ejecutivo Professor C.P. Chandrasekhar

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

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    Presentacin Gian Carlo Delgado RamosEcologa, cambio climtico y soberana alimentaria. Una mirada

    crtica desde el territorio

    Andrei CornettaEntre o clima e a terra o atual regime poltico das mudanas

    climticas globais e a agroindstria de papel e celulose no Brasil

    Beatriz F. DazAgricultura y soberana alimentaria en un contextode cambio climtico. La transformacin agroecolgica de Cuba

    NDICE

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    PRESENTACIN

    EL PRESENTE LIBRO ES PRODUCTO de la convocatoria sobreCambio climtico global, transformacin agraria y soberana alimen-taria en Amrica Latina que en 2012 hicieron el Consejo Latinoame-ricano de Ciencias Sociales (CLACSO), el Consejo para el Desarrollode la Investigacin en Ciencias Sociales en frica (CODESRIA) y laAsociacin de Estudios en Poltica Asitica e Internacional (APISA).

    Reconociendo los cambios ecolgicos y climticos sin preceden-tes que impactan la resiliencia de los ecosistemas, la disponibilidadde recursos y la produccin de alimentos, entre otras cuestiones, la

    convocatoria consider necesario entender las complejas dinmicasque se entrecruzan en torno al cambio ambiental global y que in-cluyen desde la expansin de las ciudades y de la frontera agrcola,pasando por diversas tipologas de acaparamiento de tierra y otrosrecursos, por mltiples aspectos socioeconmicos, polticos y bio-fsicos relacionados a la transformacin agraria y la seguridad y lasoberana alimentaria, y hasta por expresiones de resistencia social ypropuestas de alternativas.

    Los trabajos que aqu se presentan ofrecen una aproximacin atales cuestiones con miradas propias del Sur y en particular de Am-rica Latina.

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    CAMBIO CLIMTICO GLOBAL, TRANSFORMACIN AGRARIA Y SOBERANA ALIMENTARIA

    En el texto sobre Ecologa, cambio climtico y soberana alimen-taria se ofrece un anlisis panormico, de tipo interdisciplinario, queprocura dar cuenta de la complejidad del problema en cuestin, las in-terrelaciones y sinergias existentes alrededor del mismo, los retos y las

    potenciales vas alternativas. La propuesta se articula desde la proble-mtica ambiental y climtica vista crticamente desde la produccin(social) de territorialidades en un sentido amplio, esto es, incluyendola valoracin del metabolismo social imperante y sus implicaciones;los procesos de apropiacin de tierra; y los usos del suelo y su vin-culacin a la crisis ambiental global y al reto de producir alimentosy garantizar la seguridad ecolgica de los pueblos y que incluye susoberana alimentaria.

    La contribucin de Andrei Cornetta, titulada Entre o clima e a

    terra, aborda crticamente la cuestin del corrimiento de las planta-ciones de bosques por parte de la agroindustria del papel y la celu-losa en Brasil (en particular del caso de Suzano Papel e Celulose enel nordeste de ese pas), ello en un contexto de auge de proyectos demitigacin por la va de acciones de reforestacin asociadas al merca-do internacional de bonos o crditos de carbono, lo que desde luegoha estimulado todo un discurso empresarial verde. Los impactos so-cioambientales de dicho negocio, incluyendo procesos de apropiacinmasiva de tierras y la construccin de una nueva naturaleza, son algu-nos de los aspectos analizados, siempre acompaados de abundantesy reveladores datos empricos.

    El trabajo de Beatriz Daz sobre Cambio climtico, agricultura ysoberana alimentaria ofrece una amplio, complejo y bien informadoestudio acerca de la transformacin agroecolgica en Cuba, un casocono a nivel mundial en el avance de la agroecologa tanto en el m-bito rural como (peri)urbano. Partiendo de una crtica a la revolucin

    verde y a las nuevas tecnologas que apuestan re-editarla, tales comolos organismos genticamente modificados, se procede al anlisis dela experiencia agroecolgica cubana desde sus inicios, en 1959, a la fe-

    cha. El recuento, que incluye investigacin de primera mano, se hacede cara a la imperante crisis ambiental y climtica, identificando cau-sas de fondo, actores principales y experiencias desarrolladas, todo altiempo que se valoran los aportes de la agroecologa en el contexto dela produccin nacional de alimentos, la satisfaccin de necesidadessociales y la disminucin de impactos socioambientales.

    En conjunto, los tres trabajos ofrecen: una mirada panormica ydos aproximaciones crticas a proyectos concretos de produccin deespacio-territorial contrapuestos. Uno cuya lgica pretende neutrali-

    zar las propias contradicciones del actual sistema de produccin sincuestionarlo, por la va de la propagacin de monocultivos de rboles

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    Presentacin

    como accin que permite mitigar el cambio climtico y generar un ju-goso negocio; y otro que apuesta por un cambio de raz en la forma enque se producen alimentos de calidad y menos dainos con el medioambiente, que construye tejido social, cultura y, en s, otras relaciones

    sociales de produccin.

    GIANCARLODELGADORAMOS

    Mxico, febrero de 2014

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    Gian Carlo Delgado Ramos*

    ECOLOGA, CAMBIO CLIMTICOY SOBERANA ALIMENTARIA

    UNA MIRADA CRTICA DESDE EL TERRITORIO**

    1. INTRODUCCIN: ACERCA DEL CAMBIO DEL CLIMA

    Los cambios que el ser humano est provocando en el planeta debido alas dimensiones y ritmos que ha adquirido el metabolismo socialo el usode materiales y de energa y de generacin de desechos por parte del sis-tema de produccin imperante, estn transformndolo, a tal punto, quealgunos expertos sugieren que estamos ya ante una nuevapoca geolgi-

    ca: la del Antropoceno1. Ello se debe a que las modificaciones o nueva

    1 Paul Crutzen acu el trmino en 2002 (Crutzen, 2002). Junto con otros autores,sugiere que ya no estamos viviendo en el Holoceno, sino en la poca del Antropocenoy que se caracteriza por el hecho de que la humanidad est cambiando profunda eirreversiblemente el planeta entero como nunca antes (Zalasiewicz et al, 2010). Esimportante diferenciar, como precisa el autor, el trmino de era y poca geolgica. La

    primera es de muy larga duracin (millones de aos), mientras que la segunda aludea lapsos temporales menores. sta ltima est compuesta por periodos geolgicos.

    * Investigador titular de tiempo completo, definitivo, del Centro de Investigacio-nes Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.

    ** Este trabajo se deriva de resultados del proyecto de investigacin CEIICH-

    PINCC de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico sobre Valoracin delmetabolismo urbano en la Ciudad de Mxico y sus impactos socioeconmicosfrente al cambio climtico y de avances de investigacin del proyecto Cambioclimtico y asentamientos urbanos en Mxico: balance y prospectiva de accio-nes, proyectos y polticas pblicas para la mitigacin-adaptacin N 216098.

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    terraformacin son de gran calado y a que su impacto ya es observa-ble a escala global con perspectivas a futuro inciertas; aunque de seguirla tendencia actual se visualizan efectos probablemente irreversibles.

    Las implicaciones son mltiples pero pueden genricamente eng-

    lobarse en una amplia crisis socio-ambiental, incluyendo la climtica,que tiende a agudizarse cada vez ms. Debe precisarse que el cambioclimtico no es el estado del tiempo, dgase en uno o varios das. Elclima terrestre es resultado de la constante y compleja interaccin eintercambio de energa entre la atmsfera, los ocanos, las capas dehielo y nieve, los continentes y la vida en el planeta (Conde, 2010: 11).Se constata a partir de mediciones en el largo plazo de la temperatura,lluvia, humedad y viento, condiciones de nubosidad, trayectoria, in-tensidad y frecuencia de fenmenos meteorolgicos extremos.

    Las actividades humanas, en especial las de los ltimos dos siglos,han modificado tales parmetros al alterar las concentraciones de sus-tancias y aerosoles en la atmsfera y modificar la capacidad tanto te-rrestre como de los ocanos de captura de gases de efecto invernadero(GEI)2, ello sobre todo debido a la quema indiscriminada de combus-tibles fsiles, la emisin de contaminantes que afectan aire, suelos yaguas (inclyase la acidificacin ocenica, producto de la emisin decrecientes volmenes de fsforo y nitrgeno a los ocanos), la erosiny cambio de uso del suelo que usualmente se acompaa de la defores-tacin y la extensin de la capa urbana, entre otros factores.

    Se sostiene entonces que el cambio climtico antropognico esinequvoco debido al incremento en la concentracin de GEI en laatmsfera, al forzamiento radiativo positivo, al calentamiento obser-

    vado, a la retroalimentacin climtica y al almacenamiento de la ener-ga en el sistema climtico (IPCC, 2013)3.

    Se constata as un calentamiento de la atmsfera, del ocano yla superficie terrestre, cambios en el ciclo del agua, reducciones dehielo y nieve, modificaciones en la intensidad y frecuencia de eventosextremos, etctera (ibdem).

    2 La capacidad de los ocanos es central pues logran capturar el 30% del total degases de efecto invernadero emitidos por el ser humano.

    3 El aporte de cada gas de efecto invernadero al forzamiento radiativo se determinapor el cambio en su concentracin atmosfrica durante un determinado perodo detiempo y la efectividad del gas para modificar el equilibrio radiativo. La mejor esti-macin del forzamiento radiativo antropognico total de 2011 es un 43% superior alprevisto en el AR4 para el ao 2005. Esto es debido a una combinacin del crecimien-to continuo en la mayora de las concentraciones de gases de efecto invernadero y aestimaciones ms precisas del forzamiento radiativo por aerosoles, que indican un

    efecto de enfriamiento neto ms dbil. El forzamiento radiativo antropognico totala 2011, en relacin con 1750, es de 2,29 [entre 1,13 y 3,33] W m-2(IPCC, 2013).

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    Gian Carlo Delgado Ramos

    Figura 1Contribucin sectorial en la emisin global de GEI - 2010

    Fuente: www.ecofys.com/en/news/updated-information-on-the-worlds-greenhouse-gas-emissions.

    As entonces, el promedio global de la temperatura de la superficie tan-to terrestre como ocenica registra un alza de 0,85 C (entre 0,65 C y1,06 C; calculado a partir de una tendencia lineal para el periodo 1880-2012) (IPCC, 2013)4. Asimismo, las concentraciones de CO

    2, CH

    4y N

    2O

    han aumentado a niveles sin precedentes en al menos 800 mil aos

    (IPCC, 2013). Su contribucin al promedio global de calentamiento seestima en el rango de 0,5 C a 1,3 C en el periodo 1951-2010 (IPCC,2013). La Figura 1 muestra el aporte sectorial de GEI a nivel mundial.

    Slo en el caso del CO2, se observa que su concentracin, que se

    mantuvo constante en los ltimos 10 mil aos en unas 280 partes pormilln (ppm), pas en 1998 a 360 ppm, en 2006 a 383 ppm, y paraprincipios de 2014 hasta 400 ppm5. El incremento acumulado es de40%, alcanzndose ya una concentracin riesgosa dado que se trata

    4 Casi la mitad de ese incremento se verific a partir de 1990 (UN-HABITAT, 2011).5 En .

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    de un nivel muy por arriba de la frontera ecolgicaplanetaria parael ciclo del carbono propuesta en 350 ppm (Rockstrm et al, 2009),misma que de profundizarse podra implicar cambios multivariadose irreversibles6.

    La actual situacin es, sin embargo, producto de una contribu-cin desigual en las emisiones de GEI, pues se estima que slo el 20%de la poblacin mundial la ms acaudalada ha generado el 90% entrminos histricos (Godrej, 2001: 95). Lo dicho se corrobora al darcuenta, por ejemplo, que los pases de la OCDE contribuyen al dade hoy con el 43,8% del consumo energtico mundial mientras queAmrica Latina slo anota el 5,2%, Asia (excepto China) el 11,6% yfrica el 5,7% (IEA, 2010)7. Ntese adems que mientras los pasesde la OECD tienen una poblacin de unos 950 millones de habitantes,

    las regiones sealadas cuentan con 4,2 mil millones de habitantes(sin considerar a China). Las dimensiones de las disparidades men-cionadas son pues notorias y establecen una diferencia de consumoenergtico per cpita de 1 a 10, si se ajustan los datos al excluir aMxico y Chile del rubro de pases de la OECD y se integran a los dela regin latinoamericana8.

    Las disparidades no slo son notorias a nivel regional o de pa-ses, sino tambin de asentamientos humanos, siendo los de tipourbano los de mayor peso en cuanto a emisiones directas de GEI,pero tambin de consumo de recursos (y que suman un montoadicional de emisiones, esta vez de tipo indirecto). No sorprendeentonces que las ciudades del mundo consuman 2/3 partes de la

    6 As lo califica, por ejemplo, James Hansen del Instituto Goddard para el estudiodel Espacio de la NASA (EUA). Una concentracin por arriba de las 450 ppm se esti-ma comenzara a generar consecuencias irreversibles e impredecibles.

    7 Por ejemplo, entre los mayores importadores de petrleo, segn datos de 2008estn EUA, Japn, China, India, Corea, Alemania, Italia, Francia, Espaa y Holanda.Mientras que los mayores exportadores para ese mismo ao son Arabia Saudita,Rusia, Irn, Emiratos rabes Unidos, Nigeria, Angola, Noruega, Kuwait, Irak y Vene-zuela (IEA, 2010). De notarse es que en este panorama, sean los pases de OCDE losque concentren el 53,2% de la capacidad de refinacin de petrleo (ibdem).

    8 Los datos deben ajustarse pues Mxico y Chile son miembros de la OECD y soncontabilizados tambin para el caso de Amrica Latina. De no considerarse comoparte de dicha organizacin, el consumo energtico del resto de pases de la OECDsera del 42% de la energa mundial con una poblacin aproximada de 820 millones.La relacin poblacin-consumo energtico resulta casi 10 veces mayor para el caso delos pases de la OECD (excepto Mxico y Chile) en comparacin al conjunto de pasesde Amrica Latina, Asia (excepto China) y frica. De notarse es que si se suma China,el consumo energtico de ambos grupos es prcticamente el mismo (en torno a 42%cada uno), no obstante, la relacin poblacional sigue siendo dispar: 820 millones ver-

    sus 5,5 mil millones de habitantes. El consumo per cpita de energa, en tal caso, sera6,5 veces mayor para el bloque de pases de la OECD (exceptuando Mxico y Chile).

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    Gian Carlo Delgado Ramos

    energa mundial y sean responsables de la emisin de 4/5 partesde los GEI (Newman et al, 2009: 4; UN-HABITAT, 2011: 9)9. Y sibien crecen en promedio a un ritmo del 2% anual, teniendo comopuntos extremos un 0,7% para algunos pases metropolitanos y 3%

    para algunas zonas perifricas (ibdem), tal crecimiento no es pro-porcional al monto de emisiones atribuibles a cada caso dado quehoy da se observan concentraciones urbanas similares (en tanto asu densidad o al nmero de habitantes por km2) con muy distintasaportaciones de GEI; tanto histricas como nominales. Tal dispa-ridad, si bien responde a diversos factores como los usos del suelo,la forma y extensin del asentamiento, su tiempo de existencia oa las condiciones biofsicas de cada caso (e.g. latitud, cercana ydisponibilidad de recursos, etctera), no deja de ser significativa la

    profunda polarizacin existente entre una ciudad y otra y entre unou otro habitante, en trminos de patrones de consumo energtico-materiales (lvarez y Delgado, 2014).

    Tal desigualdad no es un asunto secundario, ms an cuando setoma nota que los espacios que enfrentarn los costos ms elevadosdel cambio climtico sern aquellos cuya contribucin de emisiones(total, pero sobre todo per cpita y en trminos histricos) ha sidomenor (Bicknell, Dodman y Satterthwaite, 2009). Se est pues anteun panorama en que las afectaciones asociadas al cambio climticocircunscriben una mayor y desigual vulnerabilidad por inundacin, elaumento de incendios, estrs hdrico y de otros recursos, incluyendola produccin de alimentos, entre otras cuestiones como que puedenllevar a la degradacin de la calidad de vida. Las afectaciones en cues-tin estarn vinculadas en buena medida a riesgos actualmente yaconocidos para tales o cuales territorios, y desde luego calarn conmayor nfasis en los grupos de personas ms pobres y en las zonas deasentamiento irregular. Adems, es de esperarse que tales afectacio-nes produzcan riesgos concatenados a mltiples escalas espacialesy temporales. En tal sentido, lo que se verifique en los territorios, o el

    tipo de espacio-territorial que se produzca en el futuro inmediato y delargo plazo, ser ciertamente nodal.

    9 Existe un debate sobre los datos pues segn Satterhwaite (2009), las ciudadesemiten directamente slo el 35% de los gases de efecto invernadero. No obstante,el dato que estima un 80% no es descabellado si se asume una contabilidad de loscostos ambientales resultantes de la entrada y salida de materiales y energa de lasciudades como un todo. As, nmeros ofrecidos por UN-HABITAT (2011) sostienenque en 2006 las ciudades consumieron el 67% de la energa y emitieron el 71% delCO

    2y entre el 40-70% de las emisiones totales de GEI a nivel mundial. Proyecciones

    de ese mismo organismo para el 2030 indican porcentajes del 73%, 76% y 43-70%respectivamente (ibdem: 51).

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    2. ACUMULACIN DE CAPITAL Y LA GEOGRAFADE LOS TERRITORIOSEn el espacio geogrfico es donde se torna visible la esencialidad de lanaturaleza, incluyendo la del ser humano, de ah que no se trate de una

    cuestin meramente abstracta o biofsica. En lo concreto, el espacio-territorial o los territorios, constituyen la principal fuerza productiva

    estratgica, es decir, son sustento de la produccin y reproduccin dela vida. Por ello, se puede sostener que la historia de la naturaleza y lahistoria de los seres humanos se condicionan recprocamente (Santos,1990). Como suscribe Porto-Gonalves (2009), [] el territorio no esalgo anterior o exterior a la sociedad. Territorio es espacio apropiado,espacio hecho cosa propia, en definitiva el territorio es instituido por su-jetos y grupos sociales que se afirman por medio de l. As, hay siempre,

    territorio y territorialidad, o sea, procesos sociales de territorializacin.En la diversidad de territorialidades se cristalizan, por tanto, taleso cuales relaciones sociales de produccin y el grado de desarrollo,potencial y tipologa de la totalidad de las fuerzas productivas. As, enel capitalismo no todos los territorios ofrecen las mismas condicionesde rentabilidad y aquellos clave son altamente disputados, sea por lapresencia de recursos naturales estratgicos incluyendo desde luegola tierra o de ncleos poblacionales y de infraestructura productiva ypara la circulacin de mercancas y fuerza de trabajo. Otros espaciosson por supuesto importantes en tanto sumideros de residuos gene-rados por los ciclos expansivos de produccin-circulacin-consumo10que caracterizan la lgica de acumulacin de capital del sistema deproduccin actual, siendo la atmsfera seguida por los ocanos, lossumideros de mayor relevancia.

    Dado que la diferencia especfica de la relacin de la humanidadcon la naturaleza es lo que caracteriza a cada forma de produccin, enel capitalismo la transformacin del propio valor de uso del territorioen mercanca es central, es decir, la instauracin de la propiedad pri-

    vada del espacio (Santos, 1990).

    La acumulacin originaria de capital, posible a partir de la disolu-cin de la propiedad colectiva de la tierra y con ella la de otros bienes

    10 Cuando se habla de las esferas de la produccin-circulacin-consumo se alude ala multiplicidad de fases o procesos involucrados directa e indirectamente y que des-de la perspectiva de flujos de materiales y de energa, refiere a la diversidad de flujos,tanto de entrada como de salida , vinculados -dgase a groso modo- a la extraccin derecursos naturales, su transportacin a los centros productivos, la transformacin deuna diversidad de insumos en productos (y desechos), la distribucin de tales mer-cancas (o servicios) en el mercado y la adquisicin de las mismas por el consumidor

    (incluyendo todos los costos socio-ambientales asociados a ello), el uso y desecho demercancas y, en su caso, su reciclaje y los costos que ello derive.

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    comunes ah contenidos, instal el despojo como parte estructuraldel funcionamiento del actual sistema de produccin, un aspecto quese agudiza conforme se acrecienta la acumulacin misma y se com-plica la realizacin de los excedentes. Se trata de un despojo doble, de

    los bienes comunes y del trabajo, donde ste ltimo se entiende comola forma humana de mediar, regular y controlar el metabolismo entreel ser humano y la naturaleza11.

    El mencionado proceso de apropiacin, desde luego, se ha mo-dificado y complejizado en el tiempo y en el espacio, ajustndose yrenovndose de acuerdo a las condiciones y exigencias necesariaspara prolongar y ahondar el proceso de acumulacin de capital, re-solviendo con ello, al menos provisionalmente, las contradiccionessistmicas mediante territorialidadesad hoc12.Dos son las principales

    contradicciones:

    - La tendencia decreciente de la tasa de ganancia que requiere dela implementacin de mecanismos de absorcin de excedentes,dgase el desarrollo de nuevas capacidades productivas, la ap-ertura constante de nuevos mercados por diversas vas (obso-lescencia programada, exportacin de capital, publicidad), ladestruccin como resultado de la guerra, entre otros.

    - La denominadasegunda contradiccinque refiere a los lmites

    naturales que se imponen al propio proceso de acumulacin(OConnor, 2001)13, lo que significa que el sistema capitalistade produccin no puede crecer de modo exponencial en unsistema natural finito; no al menos sin fuertes costos socio-ambientales muchos de los cuales se estiman en buena me-dida irreversibles, incluso en periodos de tiempo relativa-mente largos.

    Por tanto, es pues patente que las relaciones socio-espaciales noson meramente espontneas sino que se producen socialmente

    11 A decir de Marx (1980), el proceso de trabajo es la condicin universal para lainteraccin metablica [stoffwechsel] entre el ser humano y la naturaleza, la ltimacondicin naturalmente impuesta a la existencia humana.

    12 Para Harvey (2003: 116) es evidente que existe un papel continuo y persistentede las prcticas depredadoras de la acumulacin primitiva y originaria de ah queconsidere que no muy adecuado llamar primitivo u originario un proceso que sehalla vigente y se est desarrollando en la actualidad.

    13 Como escribe OConnor (2001: 30): [] las amenazas capitalistas a la reproduc-cin de las condiciones de produccin [trabajo, infraestructura, naturaleza, etctera]

    no slo son amenazas a la utilidad y la acumulacin, sino tambin a la viabilidad delmedio social y natural como medios de vida y vida en s misma.

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    bajo la lgica de potenciar la acumulacin de capital. De ah queel espacio territorial se ordene de modo funcional, estableciendoprcticas, procesos de organizacin y planeacin de la produccin,circulacin y consumo, as como relaciones de poder especficas que

    naturalizan y hasta legalizan con creces el despojo (intensifican-do consecuentemente la tragedia de los comunes)14. No es enton-ces menor que el despojo se instale como una fuerza permanen-te en la geografa histrica de la acumulacin de capital (Harvey,2003: 115), siendo hasta ahora la prctica neoliberal la modalidadde apropiacin de riqueza, y en concreto de naturaleza y trabajo,ms agresiva y desigual de la historia del ser humano. Ello significaque se ha mantenido y ahondado, no slo el despojo de los bienescomunes o que se ha agudizado la explotacin del trabajo, sino que

    ntimamente asociado a ello se han incrementado con creces losflujos biofsicos o energtico-materiales de las sociedades contem-porneas. En el proceso, por supuesto un desarrollo tecnocientficoa la medida ha sido clave, marcando en buena medida no slo lamodalidad, sino el ritmo, intensidad y complejidad del metabolismosocial. Y es que mientras para las sociedades cazadoras-recolectorasse estima un uso total de energa per cpita de 10-20 Gj/ao y de 0,5a una tonelada de materiales; en las sociedades agrarias avanzadasde Europa del siglo XVIII el consumo de energa se calcula en 40-70Gj/ao/per capita y el de materiales a 3-6 ton/ao/per cpita; al tiem-po que en las tpicas sociedades industrializadas contemporneas,el rango de consumo per capita de energa asciende en cambio a150-400 Gj/ao y a 15-25 toneladas de materiales per capita al ao(Haberl et al, 2011: 3).

    El proceso de apropiacin de recursos naturales descrito se dade manera social y geogrficamente dismil. Desde una perspectivade lo urbano y lo rural, cabe sealar que el metabolismo socioeco-nmico urbano empuja la transformacin de lo rural, incrementan-do as los ritmos extractivos y los pasivos generados en el segundo.

    14 De notarse es que el derecho internacional y el derecho en general permanen-temente bloquee los derechos colectivos al tiempo que se ha colocado como herra-mienta para el despojo contemporneo y la mercantilizacin de los bienes comunes.Desde luego, el desafo est en cmo se reconfigura el derecho como herramientapoltica, primero, para dar solucin formal (jurdica) a las injusticias sociales y la

    violacin de derechos humanos, pero siempre acompaado de la movilizacin social.Y segundo, cmo se prepara el terreno, desde otras modalidades del derecho parala eventual articulacin de principios legales y regulatorios que busquen proteger ygarantizar el bien comn de la humanidad, esto es, los intereses colectivos de corto,

    mediano y largo plazo (y que se anteponen a la actual dinmica de proteger y garan-tizar los intereses privados de corto plazo).

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    Mientras el campo se torna dependiente de productos manufactura-dos del mbito urbano, este ltimo lo es abrumadoramente de flujoscrecientes de recursos naturales provenientes del primero, todo enun contexto en el que los beneficios son completamente asimtri-

    cos: lo urbano representa alrededor del 2% de la superficie terres-tre y concentra al menos tres cuartas partes de la riqueza mundial(Newman et al, 2009). Tal panorama debe adems verse desde laya expuesta perspectiva de la divisin internacional del trabajo en-tre pases centrales y perifricos pues son esencialmente frica yAmrica Latina las principales regiones abastecedoras del gruesode materiales, adems de las regiones petroleras y gaseras clave detales regiones, y de Medio Oriente, Canad y Rusia. Y aunque Asiapor su parte cuenta con reservas importantes de recursos, sas ya

    no son desde hace algn tiempo suficientes para la propia regin(UNEP, 2011).A lo dicho debe agregarse que la produccin del espacio geogr-

    fico, como un todo, es evidentemente de carcter desigual (Smith,1984), ello en tanto que hoy por hoy se generan condiciones e impli-caciones sociales, econmico-polticas y ambientales asimtricas. Elgrueso de espacios formales de toma de decisiones y desde luego demedios de produccin est en manos de una minscula proporcin dela poblacin quedando as casi toda reproduccin social condicionadaa la acumulacin de capital15. De modo similar, el mantenimiento bio-fsico de tal produccin y reproduccin social deriva tanto en la con-formacin de asentamientos humanos cada vez ms excluyentes, so-bre todo para la gran mayora pobre (lvarez y Delgado, 2014), comoen procesos extractivos cuyos impactos ambientales y a la salud sonsocializados de modo desigual.

    Tal dinmica genera de modo creciente y ms intenso resistenciassociales, pero tambin el empuje de imaginarios alternativos. Se tratade proyectos de resistencia de base que, con sus dificultades, inten-tan desmontar la geografa del poder capitalista impuesta a territorios

    concretos por medio del impulso de nuevas configuraciones territoria-les ms justas y menos devastadoras.

    15 Segn Oxfam, el 1% de la poblacin ms rica acapara hoy da la mitad de lariqueza mundial (Oxfam, 2014). Entre las desigualdades derivadas de un ejercicioasimtrico del poder, ms all de la corrupcin y la evasin de impuestos que ha-cen los ricos mediante parasos fiscales, est el socavamiento de la democracia y la

    justicia social, no pocas veces repercutiendo en violaciones a los derechos humanosms elementales.

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    3. METABOLISMO SOCIAL, MEDIO AMBIENTE Y CLIMAEN LOS PROCESOS DE APROPIACIN DE TIERRASLa apropiacin de tierras en su sentido amplio refiere al proceso deacumulacin por desposesin derivado del control elaborado por par-

    te de mltiples pero poderosos actores, locales, nacionales e interna-cionales, del principal factor de produccin, la tierra, y a partir de ah,tambin de los recursos naturales ah presentes.

    El principal mvil es la dinamizacin de los procesos de acumu-lacin de capital pero tambin, de modo ms reciente, como va paraneutralizar ciertas problemticas que se derivan de la ya descrita se-gunda contradiccin del capitalismo.

    Esta aproximacin al fenmeno se aleja de la formal definicin deland grabbingque se limita a considerar acciones de compra-venta de

    extensiones de tierra mayores a mil hectreas y en las que como ras-go distintivo participa un actor internacional dgase de EUA, China,Corea del Sur, etctera. Dicha visin, propuesta desde FAO, es restrin-gida y ha sido ya adecuadamente criticada por Borras et al (2012)16.

    En el despojo de tierras debe entonces considerarse la apropia-cin de aquellas destinadas tanto a 1) monocultivos, incluyendo losdenominados comodn o flex (alimentos/bio-energa/insumos deproduccin; e.g. maz, caa, palma africana), como a la produccinde insumos no alimenticios tales como la celulosa17; 2) para el acce-

    16 Los autores advierten que tal definicin llev a FAO a la errnea conclusin deque en la regin slo existen procesos de apropiacin de tierra en Argentina y Bra-sil. En tal sentido, proponen una definicin ms amplia pero que, para propsitosanalticos, procura excluir los procesos de apropiacin de tierra de pequea escala ybaja inversin de capital que histricamente suelen ocurrir de modo recurrente en laregin y que los autores prefieren calificar, siguiendo a Araghi (2009) como procesosdedesposesin por diferenciacin. La apropiacin de tierras en sentido ms amplioes pues entendida como: [] la captura del control de reas relativamente grandesde tierra y otros recursos naturales a travs de una variedad de mecanismos y formasque involucran capitales de gran calado y que usualmente modifican la orientacindel uso de los recursos hacia una de carcter extractivista, sea para propsitos nacio-nales o internacionales en concordancia a la respuesta del capital a la convergenciade las crisis alimentaria, energtica y financiera; a los imperativos de la mitigacindel cambio climtico; y a las demandas de recursos naturales por parte de los nuevoscentros globales de capital (Borras et al, 2012: 851).

    17 En todos los casos debe incluirse la dimensin hdrica, dgase en trminos dehuella hdrica, un indicador que deriva del de agua virtual desarrollado por John A.Allan en 1993 y que alude al volumen de agua empleada, directa e indirectamente, enla elaboracin de un producto o la oferta de un servicio. La huella hdrica, propuestapor Arjen Hoekstra en el 2002, relaciona el volumen consumida y/o contaminadade agua tanto en el tiempo como en el espacio. La huella hdrica verde alude al vo-lumen de agua de lluvia evaporada o incorporada al proceso productivo; la huella

    hdrica azul al agua superficial o subterrnea evaporada o incorporada al procesoproductivo, as como la que se regresa al entorno natural (a otra cuenca, al mar);

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    so, gestin y usufructo de recursos tales como minerales energticosy no-energticos; pero tambin 3) de agua potable (o blue grabbing);y para 4) la conservacin o la denominada apropiacin verde de lastierras ogreen grabbing, misma que incluye desde la conformacin de

    reas protegidas de tipo privado18, hasta la instauracin de proyec-tos de mitigacin del cambio climtico como los denominados REDDy REDD+ (proyectos de reduccin de emisiones por deforestacin ydegradacin + de conservacin) (Fairhead, Leach y Scoones, 2012;Borras et al, 2012).

    Los datos precisan que tan slo la apropiacin de grandes exten-siones de tierra por parte de actores forneos se dispar particular-mente en el siglo XXI como mecanismo de despojo de paquetes deactivos naturales en todo el mundo; con excepcin de la Antrtida.

    frica y Asia son las regiones con las mayores tasas de apropiacinde ese tipo. En Amrica Latina el fenmeno tambin aumenta aunquehistricamente y an hoy da el grueso de apropiacin de la tierrase ha dado sobre todo por parte de latifundistas/caciques naciona-les, especuladores inmobiliarios de capital nacional y/o mixto, actoresempresariales intrarregionales y, en menor escala, por parte de capitalproveniente de parasos fiscales (vase: Borras et al, 2012).

    y la huella hdrica gris da cuenta del agua contaminada por el proceso productivo

    analizado. El indicador, sin embargo, no permite dar explcitamente cuenta de losimpactos socioambientales de tales o cuales usos en los territorios pues se trata de unindicador cuantitativo de presin, no cualitativo. A nivel global se estima que el 86%de la huella hdrica est relacionada con el consumo de productos agrcolas, 10%con el consumo de bienes industriales y menos de 5% con los usos domsticos. Paramayores referencias, consltese las diversas publicaciones disponibles en: .

    18 Supone la conservacin de parte de actores privados de manera voluntaria,sea mediante el establecimiento de reas naturales (parque natural, rea priva-da de preservacin, monumento o reserva natural, etctera) o de servidumbresecolgicas (convenio entre dos finqueros para conservar y usar de manera sus-

    tentable los recursos naturales de una o ambas fincas). Dichos actores pueden serdesde comunidades locales hasta ONGs, empresas, asociaciones y fundaciones.La figura ms usual establecida es la asociacin pblico-privada, es decir, entreel Gobierno y el actor privado. Debe precisarse que tales modalidades puedenusufructuar los territorios por lo menos en dos rutas, el pago por servicios am-bientales y por ganancias derivadas de la investigacin cientfica sobre la biodi-versidad presente, de ah que no en pocas ocasiones se sospeche de actividadesde conservacin ligadas a intereses de bioprospeccin y biopiratera (lase Delga-do, 2002 y 2004). En ese sentido, se coincide con la ms reciente apreciacin deBruckmann acerca de que [] la apropiacin de la naturaleza no est referidanicamente a la apropiacin de materias primas [] sino tambin a la capacidadde producir conocimiento y desarrollo cientfico y tecnolgico a partir de una ma-

    yor comprensin de la materia, de la vida, de los ecosistemas y de la biogentica(Bruckmann, 2012: 15).

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    En tal panorama, se estima que a nivel mundial slo de 2008 a2010 se realizaron acciones de compra-venta de tierras, en el sentidoformal de apropiacin propuesto por FAO, por unos 45 millones dehectreas (Banco Mundial, 2010), la gran mayora sin consulta previa

    e informada y, en el mejor de los casos, de haberse dado, con com-pensaciones deleznables, mismas que asumen que el valor de los te-rritorios se reduce al econmico (por supuesto no se puede hablar decompensaciones cuando no hay consulta, de ah que en los casos enque circula dinero, se puede especular que se trata de pagos para des-activar eventuales resistencias) (Rulli et al, 2013).

    Si se suma la apropiacin mundial de tierras asociadas al empujede la frontera de los monocultivos, se precisa una extensin de entre32 y 82 millones de hectreas a nivel mundial, dependiendo de la fuen-

    te (landmatrix.org; farmlandgrab.org; Rulli et al, 2013; GRAIN, 2009),aunque en 2011 se lleg incluso a sugerir una dimensin de apropia-cin de hasta 227 millones de hectreas a escala global (Oxfam, 2011).

    Ahora bien, datos desde la ya descrita nocin amplia de apro-piacin de tierras para Amrica Latina, precisan que hay alrededorde 13,1 millones de hectreas de bosques plantados (9,4% de losbosques plantados a nivel mundial), siendo Brasil el de mayor pesocon 5,3 millones de hectreas de pino, eucalipto y pino Paran, segui-do de Chile con 2,7 millones de hectreas (FAO, 2006)19. El empujede mayores superficies plantadas, incluso con rboles transgnicos derpido crecimiento cuyas implicaciones ambientales se desconocen,se debe a una creciente demanda de madera en rollo por parte de lasindustrias de pasta y papel y de la siderurgia basada en carbn vegetal(se pas de 60 millones de m3en 1980 a 182 millones de m3en 2003)(ibdem), contexto en el que se registran mayores estmulos derivadosde incentivos de mitigacin del clima tipo REDD+.

    Para los casos de la soya y la caa, en Amrica del Sur la superfi-cie se duplic en la primera dcada del siglo XXI, mientras que la depalma aceitera lo hizo en un 30% (Borras et al, 2012). En Centroam-

    rica la superficie de palma se duplic en el mismo periodo (ibdem).Se suma adems la expansin de la frontera agrcola para monocul-tivos como el de la pia, pltano y caf. Se trata de un panoramapreocupante pues adems del despojo/acaparamiento de tierras, setiende a una homogenizacin de la diversidad de los cultivos. Medidaen trminos de superficie, hoy da en Amrica Latina el 55% de la pro-duccin agrcola industrial es caa de azcar (30,4%) y caf (25,7%);

    19 Se observ tan slo en la primera dcada del siglo XXI un aumento de 16 mil

    hectreas anuales de plantaciones de rboles en Centroamrica, cifra que en Amricadel Sur fue de 376 mil hectreas anuales (Borras et al, 2012).

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    y ms an, el 70% de la superficie cultivada en la regin presenta espe-cies no-nativas al continente tales como el azcar, caf, pltano, arrozy trigo (Guevara y Laborde, 2008). Se trata precisamente de cultivosque se promueven como fundamento de la denominada reconversin

    productiva del campo que desincentiva la produccin de autoconsu-mo usualmente biodiversa para enfocarse a monocultivos supues-tamente rentables que permitiran a sus productores, eventualmente,mejorar su nivel de vida. Desde luego tal mejora no se ha dado pues elnegocio est altamente monopolizado, sobre todo en las fases de tues-te, procesamiento y empacado para el caso del caf y de comercializa-cin para ambos casos. No sobra recordar que detrs de tal impulsoestaban y siguen estando latifundistas locales, caciques comerciantes,y grandes multinacionales como Dole, Chiquita (antes United Fruit

    Company) o Nestl.La histrica presencia de United Fruit Company es particular-mente llamativa por sus implicaciones sociopolticas, geopolticas yambientales. A finales del siglo XIX, United Fruit tena ya operacionesen Costa Rica sobre la base del control de 320 mil hectreas para laproduccin de pltano de exportacin. El negocio se extendi rpida-mente y para principios del siglo XX se tena presencia en Colombia,Cuba, Jamaica, Nicaragua, Panam, Repblica Dominicana y Guate-mala. En este ltimo pas, United Fruit se hara de las mejores tierrasa lo largo de la costa del Atlntico pero tambin de una diversidad deinfraestructura desde el correo y las lneas de telgrafo, hasta los fe-rrocarriles. Ante tal acaparamiento, el gobierno progresista de JacoboArbenz decide expropiar, de entrada, 60 mil hectreas a United Fruit.Dicha medida, entre otras que atentaban contra los intereses de capi-tal extranjero y la oligarqua local, llevara en 1954 a la intervencin,abiertamente reconocida, de la CIA para derrocar a Arbenz (Pearce,2012). Despus de la guerra civil y el estado de terror que perdur has-ta 1996, la promesa en los acuerdos de paz sobre una reforma agra-ria a fondo no se concretara hasta la fecha pues todava el 2% de la

    poblacin controla el 70% del territorio nacional; Dole, Del Monte yChiquita siguen operando en el pas con cientos de miles de hectreasen las mejores tierras bajas del norte del pas (Pearce, 2012).

    No sobra aadir que Chiquita opera grandes extensiones de mo-nocultivos de pltano desde la ltima dcada del siglo XX, en Asiadonde se le vincula a la propagacin de la enfermedad de Panam,una epidemia que ya amenaza la produccin mundial de dicha fruta,y ms recientemente en pases de frica como Mozambique y Angola(para una revisin amplia del caso de Chiquita, lase: Koeppel, 2008).

    Se suman otros casos de apropiacin de tierras recientes como: a)las 13 mil hectreas en el valle del Ro Chira, Per, en manos de Maple

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    Energy (EUA) o las 26 mil hectreas en Piura, Per, en manos de CO-MISA y Altima Partners (Inglaterra) para la siembra de azcar como in-sumo para la produccin de etanol; b) los cientos de miles de hectreaspropiedad de un par de centenar de Brasileos y Argentinos destinadas

    a la siembra de soja en Santa Cruz, Bolivia; c) los extensos monoculti-vos de soja y maz transgnico en el Cerrado brasileo en manos de en-tidades como Agrifirma (de los Rothschild), Grupo Iowa (EUA) o SLCAgrcola (Brasil); d) las 325 mil hectreas que conforman el denomina-do Santuario de la Naturaleza - Parque Pumaln en Chile, propiedadde Doug Tompkins por medio de la fundacin The Conservation LandTrust, adems de otras propiedades para la conservacin en Chile y Ar-gentina que suman ms de 800 mil hectreas20; e) las 900 mil hectreasen manos de Carlo y Luciano Benetton en las provincias argentinas de

    Neuqun, Rio Negro, Chubut y Santa Cruz donde producen ganado bo-vino (existen acusaciones de desalojo de comunidades Mapuches y deviolacin a la normativa nacional e internacional21; f) las operacionesde Vestey Group (Inglaterra) que detentaba ms de 200 mil hectreas alnoroeste del pas para la produccin de ganado vacuno, hasta antes dela nacionalizacin de 2010 por parte del gobierno de Hugo Chvez, deAgrogflora, su subsidiaria local (Pearce, 2012); entre otros.

    Por su parte, el proceso de apropiacin de agua de la mejor ca-lidad por parte de la industria embotelladora de bebidas es tambinnotorio. En 2010 slo la industria del agua embotellada registr un

    volumen de ventas de 237 mil millones de litros a nivel mundial, de loscuales 37.600 millones se vendieron en Amrica Latina, siendo Mxi-co y Brasil los que registraron el mayor volumen (Delgado, 2014). Laapropiacin total de agua apropiada a nivel global por parte de esaindustria y para dicho ao se estima en 391 mil millones de litros entanto que la produccin de cada litro de agua embotellada demandapara su produccin entre un 65 y 70% adicional segn datos de NestlWaters y Coca Cola (en: Delgado, 2014). Los impactos ambientalesde tal industria se verifican al analizar el caso de Nestl Waters que

    a nivel mundial demand 41.091 millones de litros de agua directa y18.878 millones de agua indirecta; emiti 4,35 millones de toneladasde GEI y 84.673 toneladas de residuos slidos y lodos, ello sin contarlas 966.275 toneladas de PET y empaques que eventualmente acaba-ron como residuos (ibdem).

    En el caso especfico de Mxico se registra la compra, renta o in-clusin de tierras para el emplazamiento de cultivos de hortalizas deexportacin y tipoflex, en este caso mediante la promocin de la de-

    20 Vase y .21 Vase .

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    nominada reconversin productiva de pequeos propietarios que seenganchan en el ltimo eslabn de la cadena productiva (caso claro dela palma africana en Chiapas; Delgado et al, 2013). En el pas aumentalrededor de 10% la superficie cultivada de caa de 2000 a 2010 y en

    80% la de palma africana del 2003 a 2011; adems, se sumaban al ao2012 unas 10 mil hectreas de jatropha, slo en el Estado de Chiapas(Delgado et al, 2013).

    En lo que respecta a las reas protegidas privadas que han sidocertificadas en el pas, sas sumaban 342 en 2013 con una coberturatotal de ms de 378 mil hectreas, una cifra cercana al doble a la quese registraba en 2009 (Guerrero, 2011: 72)22. La superficie reforestada,ciertamente no toda monocultivos de rboles de rpido crecimiento,aument en Mxico a un ritmo de 8,9% al ao al pasar de 342 mil hec-

    treas en 2007 a 480 mil hectreas en 2011 (ASF, 2012), todo al tiempoque se identifican reas prioritarias para acciones tempranas sub-na-cionales en el marco del mecanismo internacional REDD+ en estadoscomo Oaxaca, Jalisco, Chiapas y la pennsula de Yucatn (el potencialnacional es de unas 32 toneladas de CO

    2e por hectrea y hasta por unaextensin de 138 millones de hectreas o el 70% del territorio nacionalque tiene presencia de algn tipo de cubierta forestal).

    Por otro lado, la apropiacin de tierras por parte de la actividadminera no-energtica es creciente, tanto de parte de actores nacio-nales como extranjeros quienes invierten ms de seis veces que en elao 2000 y suman ya 856 concesiones (segn datos de principios de2014)23. El estimado de superficie concesionada es de 32,5 millones dehectreas o el 17% del territorio nacional (Caballero, 2013).

    22 Uno de los mecanismos para la implementacin de asociaciones pblico-privadaspara la conservacin es el Fondo para reas Naturales Protegidas, una iniciativa adop-tada en 1997 por el Banco Mundial y el Fondo Mexicano para la Conservacin dela Naturaleza. Entre los actores acreedores de tales territorios para su conservacinestn, entre otros: Pronatura (con apoyos de mltiples empresas como Cemex, Wal-mart, Coca-Cola, Unilever, Nestl, o de fundaciones como la Packard y MacArthur),ENDESU (con apoyos de Pemex, Ford, Shell, Halliburton, Coca Cola, Nestl, MacAr-thur, etctera), Profauna (con apoyos de la iniciativa privada, Banco Mundial o WWF).

    23 Para 2013 la inversin minera en Mxico sum 8,043 millones de dlares, 5,7%ms que en 2012; se trata de una suma que en 83% fue desembolsada por slo diezcorporativos mineros: Grupo Mxico, Minera Boleo (Baja Mining y Korea Resou-rces), Chesapeake Gold Corp, Frisco, Peoles, Jinchuan Group, McEwen Mining,Gold Corp, Yamana Gold, y First Majestic (Snchez, 2014). Para ubicar el conjuntode proyectos mineros en el pas, vase mapa oficial en: . Para una reflexin crtica sobre la actividad minera en el pas y susimpactos socioambientales, lase: Delgado, 2013A. Tambin se pueden consultar la

    pgina oficial de Gobierno: ;y la de industria minera en el pas: .

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    Mientras tanto, la industria petrolera nacional, al cierre de 2013,se adjudicaba cientos de miles de hectreas en 449 campos en produc-cin; 9.439 pozos en explotacin promedio; 232 plataformas marinas;y para el tendido de 4.939 km de oleoductos y 8.295 km de gasoductos

    (Pemex, 2013). Entre los impactos de tal actividad para el periodo2002-2012, estn los 9.475 pozos perforados que sumaron casi 25 milkm de perforaciones realizadas; las fugas y derrames oficialmente re-conocidos por 94 mil toneladas (la cifra no incluye fugas menores a5 toneladas); los 97,6 kg/Mt de agua descargada; los 19,5 t/Mt de emi-siones de xidos de azufre; y los 1,406 t/Mt de CO

    2emitidas (ibdem).

    En el caso del agua concesionada a la industria de bebidas en M-xico, segn datos oficiales del Registro Pblico de Derechos de Aguade 2013, el volumen asciende a 242 millones de m3, monto que en

    un 67% se lo adjudica la industria cervecera (ntese que adems deque Mxico se ha vuelto exportador mundial de cerveza, un litro decerveza demanda entre 3,5 y hasta 7 litros por litro de cerveza pro-ducido). El resto de agua es concesionado a embotelladoras de agua,

    jugos y refrescos. En tal escenario, debe precisarse que el grueso de laproduccin de cerveza es mayoritariamente de propiedad extranjera(Heineken y AB InBev) y, de modo similar, el de refrescos que se hacecasi en su totalidad bajo los permisos de Coca Cola o Pepsi.

    4. TERRITORIALIDADES, USOS DEL SUELO Y CAMBIO CLIMTICO:UNA MIRADA AL CASO DE LA AGRICULTURAAnalizar el cambio climtico desde el espacio geogrfico inevitable-mente lleva a dar cuenta de las formas en las que se produce espacio ode las caractersticas y dinmicas particulares de las territorialidades,contexto en el que es notorio que segn estimaciones recientes, ya lamitad de la superficie terrestre, o partes del rea habitable, ha sidoperturbada de alguna manera por los seres humanos (Goldewijk y Ra-mankutty, 2004). Ejemplificando, mientras se ha perdido alrededordel 20% de los bosques, la superficie cultivada ha aumentado en 466%

    alcanzando ya la tercera parte de la superficie terrestre (ibdem). En elcaso de Amrica Latina, entre 1850 y 1985 unos 370 millones de hect-reas de bosque se perdieron dando paso a pastizales para la ganadera(44% del total), zonas agrcolas (25%), tierras degradadas (20%) y acambios en los cultivos (10%) (ibdem).

    Tales alteraciones en los usos del suelo estn relacionados eviden-temente con afectaciones ambientales diversas (intencionales e invo-luntarias) desde contaminacin del agua, aire y del suelo, hasta la pr-dida de biodiversidad, entre otras. En lo que respecta especficamente

    al cambio climtico, la relacin ms all de la emisin antropognicade GEI, se observa en dos sentidos:

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    - Por un lado debido a que los usos del suelo influyen en la pro-pia distribucin de los ecosistemas y en los flujos de energay materiales presentes (calor latente y sensible, efecto albedo,intercambios de masa como vapor de agua, particulados, etc-

    tera), lo que puede resultar en afectaciones al grado de resilien-cia de los mismos24.

    - Por el otro, en tanto que los procesos de adaptacin y miti-gacin del cambio climtico slo pueden expresarse comomodificaciones de los patrones del uso del suelo a mltiplesescalas temporales y espaciales (Dale, 1997).

    Reconociendo que en los territorios concretos es donde se emitenlos GEI y donde se generan impactos socioambientales a diver-

    sas escalas, se advierte entonces que tambin es en sos donde seconcretan o pueden cristalizarse alternativas, mismas que puedenesencialmente agruparse bajo dos grandes tipologas. Por un lado,las que se ocupan de neutralizar al menos en cierto modo lascontradicciones del actual sistema de produccin, por ejemplo me-diante la reapropiacin de ciertos territorios para tornarlos fun-cionales a la acumulacin verde de capital, tal y como se perfilanlos esfuerzos para el abastecimiento de energas renovables comola elica o los biocombustibles supuestamente menos contami-

    nantes25

    , la siembra de bosques y la captura de carbono comer-cializable en forma de crditos en el mercado de carbono inter-nacional, etctera. Por el otro, estn las alternativas de cambiogenuinas que usualmente se pueden o se imaginan y/o se ponen enmarcha desde movimientos sociales de base que buscan, en cam-bio, empujar territorialidades resilientes y socialmente justas enun contexto de aguda crisis global; tanto ambiental y climtica,como civilizatoria. Se trata pues de una diversidad de ecologas

    polticas de los territorios que se gestan sobre la base de la diferen-cia y la diversidad socio-cultural propia a tal o cual territorialidaden tanto que permite, en principio, enriquecer y desarrollar nue-

    24 Por ejemplo cuando se deforestan grandes extensiones de tierra, decrece la trans-piracin, reducindose consecuentemente la formacin de nubes y la precipitacin,lo que deriva en que la regin se torne ms seca y haya impactos en la biodiversidadcircundante (Dale, 1997). A escala global se calcula una deforestacin de entre 8 a 13millones de km2en los ltimos 300 aos o entre el 15% y 25% de la extensin originala principios del siglo XVIII (Goldewijk y Ramankutty, 2004). La tasa de deforestacinanual global se colocaba en el 2000 en 0,146 millones de km 2(ibdem).

    25 Las crticas son extensas, incluyendo clculos que demuestran que el grueso de

    los biocombustibles no son ni siquiera energticamente viables. Para una revisin delpunto en la literatura cientfica, lase: Delgado et al (2013).

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    vas prcticas y epistemes emancipadoras (De Sousa Santos, 2009;Porto-Gonalves, 2009).

    Las tensiones y contradicciones en los usos del suelo actuales yciertos cambios promovidos desde una nocin que hoy se presenta

    como deeconoma verde, son patentes. Ello no slo porque la deman-da creciente de recursos naturales impacta los propios ciclos bio-geoqumicos del planeta generando sinergias y efectos concatenados,sino porque muchos proyectos de cambio de uso de suelo para la mi-tigacin del cambio climtico, al estar atados a la propia dinmica decapital, promueven, tal y como se ha ya descrito, la concentracin detierras y la conformacin de estructuras productivas monoplicas queno necesariamente resultan ser las opciones ms sustentables, ya nose diga socialmente justas.

    Pero ms all de pensar en mecanismos propios del green grab-bing, la expansin de la frontera agrcola-ganadera altamente tecni-ficada (cada vez ms incluyendo organismos genticamente modifi-cados y aditivos agrcolas bio-nano-estructurados) que se asocia apatrones de consumo crecientes, se torna ciertamente un problemacomplejo tanto en trminos de posibilidades de produccin de ali-mentos como de generacin de impactos ambientales y climticoscrecientes, ello pese a que la produccin de alimentos en efecto tieneimpactos positivos en trminos climticos. Me refiero al hecho de quela produccin de biomasa ayuda a capturar CO

    2

    , al tiempo que liberaoxgeno. Sin embargo, es claro que los aspectos negativos son cada

    vez mayores en tanto que aumenta la demanda de tierra, de insumosderivados del petrleo, de agua, etctera26. Por ello, las emisiones aso-ciadas a la produccin agrcola-ganadera y al cambio de uso de suelorepresentan aproximadamente el 23% del total de los GEI: se estiman5-5,8 Gt de CO2e/ao a la produccin y entre 4,3 y 5,5 Gt de CO2e/ao al cambio de uso de suelo. Relevante es que ms de la mitad delas emisiones de GEI diferentes al CO

    2corresponden a la actividad

    agrcola-ganadera (EPA, 2011).

    El escenario descrito comienza a complejizarse an ms comoresultado, no slo de la crisis ambiental sino climtica. Los impactosmayores se observan tanto en el aumento de la temperatura y los cam-bios en la disponibilidad de agua.

    26 Debe notarse que las emisiones vinculadas al cambio de uso de suelo ha dismi-nuido en los ltimos aos, sobre todo debido a la disminucin de la deforestacin(en parte tambin gracias a la conservacin y la reforestacin). Por otro lado, debeadvertirse que el acelerado cambio del uso del suelo producto de intensos procesosde urbanizacin y de la expansin de la frontera agrcola-extractiva amenaza el po-

    tencial de mitigacin asociado a tales suelos y que ha sido estimado para el 2030 en20%-60% del total de GEI abatidos.

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    En relacin a la primera cuestin, se sabe que las altas tempera-turas afectarn, en un grado u otro, la productividad. As ya lo sugie-ren algunos resultados de investigacin relacionados al aumento dela temperatura y los cambios en la produccin mundial de cultivos

    de cereales bsicos entre 1980 y 2008. Lo observado precisa que unaumento de 1oC en la temperatura tiende a disminuir la productividadde los cultivos hasta en un 10%, excepto en aquellos pases que se en-cuentran en latitudes altas donde por ejemplo se observan aumentosen la productividad del arroz debido al cambio del clima (Lobell et al,2011). El maz y el trigo disminuyen su productividad en muchas delas grandes zonas productoras del mundo, repercutiendo en una pr-dida neta de 3,8% y 5,5% respectivamente y considerando la produc-cin esperada sin la tendencia del cambio de clima registrada en el pe-

    riodo; no obstante, el arroz y la soya registraron en trminos generalesimpactos negativos insignificantes (ibdem). Este tipo de tendenciaspodran agudizarse conforme el cambio del clima lo haga, y ms ansi no se toman urgentemente medidas de adaptacin y mitigacin.

    Algunas proyecciones de los posibles efectos del cambio climticopara el 2030 precisan que la productividad de los cultivos podra caerde entre 1,3% a 9%, dependiendo de la regin. Para 2050 y con unaconcentracin de 369 ppm, la cada alcanzara el rango de 4,2% a 12%y, cuando la poblacin mundial logre estabilizarse pero los efectos delcambio climtico se agudicen, esto es, supuestamente, en la dcadadel 2070-2080, la cada podra llegar a ser de entre 14,3% a 29% (Nel-son et al, 2010).

    En cuanto a los cambios en la disponibilidad del agua, cabe pre-cisar que ello responder no slo al cambio climtico, sino tambinal uso y abuso que se le d al recurso. Por lo pronto, se ha alterado elciclo hidrolgico con ms de 50 mil represas, se ha provocado la sa-linizacin de acuferos y se han contaminado en mltiples grados lasreservas de agua en general. A lo dicho debe sumarse tambin el he-cho de que las regiones irrigadas, que actualmente cubren el 17% de

    la tierra cultivada mundial y contribuyen con el 40% de la produccinmundial, podran experimentar cambios importantes en tanto que,como resultado del cambio climtico, ciertas regiones se mantendrnsin mayores cambios; otras dejarn de necesitar tales sistemas; mien-tras que otras los requerirn con mayor urgencia (Lobell y Burke,2010: 8). Las potenciales implicaciones de tal escenario, en trminosde abastecimiento de alimentos, son evidentes.

    Otras afectaciones de mediano y largo plazo son los cambios es-perados en los ciclos productivos, en los patrones de las pestes y vec-

    tores infecciosos y en el conjunto de cultivos por producir en condi-ciones de agudo cambio del clima. Y es que, por ejemplo, la poblacin

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    microbiana en el macro-ambiente y la poblacin de las pestes y otrosvectores podran cambiar ya que los aumentos en tales enfermedadesestn asociados a temperaturas altas lo que a su vez puede impactaren la transmisin de las enfermedades y la evolucin de los patgenos

    (Jaykus et al, 2008). Hoy da aproximadamente entre el 30% y hasta el40% de la produccin global de los principales cultivos se pierde cadaao por dichas razones (Lobell y Burke, 2010: 9).

    Smese la consideracin a cerca de que el cambio climtico pue-de afectar el contenido nutricional de los alimentos puesto que ya al-gunos estudios demuestran que en escenarios de mayor concentracinde CO

    2puede disminuir el contenido de protena en algunos cereales,

    particularmente en condiciones en las que hay una baja presencia denitrgeno en los suelos (Lobell y Burke, 2010: 27).

    Asimismo, las medidas tomadas por el ser humano frente a losimpactos del cambio climtico deben contemplarse pues podran te-ner implicaciones no deseadas. Por ejemplo, el movimiento de anima-les o de zonas de cultivo, bien podran facilitar la expansin de pat-genos o pestes donde previamente su presencia era baja o inexistente;de modo similar, la cra de ganado o la siembra de especies de plantasmejor adaptadas al cambio del clima podra aumentar la susceptibili-dad de ciertos patgenos (Jaykus et al, 2008).

    No sobra recordar que el aumento del nivel del mar, en un metroo ms, tambin podra tener implicaciones severas no slo en trmi-nos de seguridad humana sino en cuanto a la produccin de alimentosen zonas costeras y aledaas. Tal vez la regin que se vera ms afec-tada en este sentido sea Asia (Lobell y Burke, 2010: 9).

    En lo que respecta a las implicaciones del cambio climtico en ladisponibilidad de pescado y mariscos cabe precisar que las estimacio-nes son inciertas pero potencialmente agudas. De entrada se cree quees probable un movimiento de las poblaciones de peces hacia aguas delatitudes mayores (Lobell y Burke, 2010: 10). Los cambios en la tem-peratura, el aumento del nivel de los ocanos, a la par de la creciente

    acidificacin de los mismos, podra afectar la productividad, sobretodo en las regiones tropicales y subtropicales (Cochrane et al, 2009).Esos mismos factores tambin podran incrementar la vulnerabilidadde la acuacultura (ibdem). Igualmente pueden exacerbar la eutrofi-zacin o la carga de nutrientes as como provocar un crecimiento delfitoplancton, el florecimiento de algas dainas, incluyendo aquellastxicas para el consumo humano y que bien podran entrar a la cade-na alimenticia (Jaykus et al, 2008: 8). Entre los posibles impactos de lopreviamente dicho en trminos de seguridad alimentaria, estn: a) el

    potencial de facilitar la metilacin del mercurio y el consecuente con-sumo por parte de los peces; y b) la probable afectacin de la zoonosis

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    o las enfermedades e infecciones que son transmitidas de modo natu-ral entre los animales y el ser humano (Jaykus et al, 2008: 7).

    Producto de dinmicas propias de la naturaleza y el clima, se su-man otras afectaciones que responden a las acciones del ser humano

    frente al cambio climtico y en relacin a las capacidades individua-les de cada caso para tomar tales o cuales medidas, tanto en el cortocomo en el mediano y largo plazo. Desde luego esas capacidades de-pendern en buena medida de las opciones reales que cada individuoo grupo de individuos tienen, muchas de las cuales derivan del nivelde ingreso o capacidad econmica. As, por ejemplo, se pueden espe-rar medidas anticipatorias o post-efecto de todo tipo, como el cambiode la localizacin de las tierras de cultivo o en las fechas de inicio delciclo productivo (preparacin de la tierra, siembra, etctera); cambio

    de cultivos o de especies/variedades con diferentes resistencias clim-ticas; implementacin de sistemas de irrigacin o de otros sistemasde recoleccin y/o cosecha de agua; expansin del rea de produc-cin; produccin mixta, agrcola-ganadera a distintas escalas; diver-sificacin de los ingresos en la medida en que sea posible trabajarparcialmente para los sectores industriales o de servicios; entre otrasacciones, incluyendo la migracin (Lobell y Burke, 2010: 139). Otrosefectos van desde productores apropindose de tierras contiguas, has-ta regiones enteras, entrando o salindose de actividades ganaderaso de produccin de diversos cultivos (ibdem: 145). El fenmeno deacaparamiento de tierras en este escenario es clave.

    Tabla 1Emisiones directas e indirectas y huella hdrica de la carne y derivados

    Producto Emisiones GEI (Produccin,

    procesamiento y transportacin)

    Huella hdrica (incluye huella azul,

    verde y gris)**

    Leche de vaca 2.4 kg CO2eq/kg* 1.000 m3/ton

    Carne de res como subproducto dela produccin de lcteos

    15.6 kg CO2eq/kg* 15.400 m3/ton de res; 10.400 m3/ton de oveja; 6.000 m3/ton de cerdo;

    4.300 m3/ton de polloCarne de res de engorda 20,2 kg CO2eq/kg*

    Carne de Cerdo 2,79 kg CO2eq/kg***

    Carne de pollo 1,66 kg CO2eq/kg***

    Huevo (gallina) 1,95 kg CO2eq/kg 3.300 m3/ton

    Elaboracin propia con base en: * Vellinga et al, 2011; ** Mekonnen y Hoekstra, 2010; *** Hirschfeld et al, 2008.

    Por lo dicho, se puede sostener que los alcances del cambio climticoen lo rural trascienden lo meramente biofsico, penetrando dinmicas

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    socioeconmicas ya en marcha, pero tambin generando otras nue-vas, potenciando as tales o cuales medidas, impactos e implicacionesque no pueden dejar de ser analizadas en toda su extensin y comple-

    jidad. Se trata de un contexto en el que la relacin urbano-rural es de

    gran relevancia, entre otras razones debido a que la dieta del gruesode la poblacin que ya es urbana en el caso de AL cada vez presentaun mayor contenido crnico y de alimentos procesados (Kastner et al,2012), precisamente aquellos productos intensivos en energa y portanto de lo ms relevante en materia de cambio climtico en tanto quela reduccin de emisiones para el 2050 por medio de cambios en ladieta y la disminucin del desperdicio podra representar hasta unas9 Gt de CO

    2e/ao27.Vase estimaciones sobre el contenido de carbono

    y de agua virtual de dichos alimentos en la Tabla 1.

    Dichas transformaciones de la dieta son pues producto de unamultiplicidad de procesos econmicos, sociales, tecnolgicos y cul-turales que en conjunto han modelado los cambios y patrones me-tablicos de los procesos de produccin, distribucin, procesamien-to, comercializacin/disponibilidad, preparacin y consumo de losalimentos (Pimentel y Pimentel, 2008), aspectos a los que se sumantambin, las condiciones de trabajo en trminos de disponibilidad detiempo para preparar y consumir alimentos sanos (as como para rea-lizar ejercicio y otras actividades recreativas), el rol de los medios decomunicacin, la prdida de la cultura alimentaria tradicional, entreotros. Se trata de un contexto en el que las diferencias en los patronesalimenticios son claramente patentes y por tanto las responsabilida-des y la intensidad de los esfuerzos para ajustarlos, pero tambin parareducir los desperdicios a lo largo de toda la cadena de produccin-distribucin-consumo. As, por ejemplo, la dieta promedio estadou-nidense registra emisiones incorporadas de unas 3,1 ton de CO2e/ao(Weber y Matthews, 2008) y la de Reino Unido 2,7 ton de CO2e/ao(Berners-Lee et al, 2012), mientras que en proporciones mucho me-nores, la argentina abona 1,57 ton de CO

    2e/ao, la brasilea 1,04 ton

    27 Lo dicho se debe al aumento poblacional estimado y los cambios esperados enla dieta de parte de una poblacin mundial cada vez ms urbanizada. Las proyec-ciones a 2030 precisan un aumento en el consumo per cpita de carnes y derivadosdel orden del 25%, mismo que en realidad corresponde a un incremento del 70% encuanto a la demanda total (debido al aumento poblacional). Para 2070, dicha deman-da aumentara entre 2 a 3 veces con respecto a los niveles hoy existentes (Roberts,2009). Consecuentemente, se precisa un aumento de las emisiones asociadas a laproduccin de tales alimentos; para el 2050 en 39% con respecto a las reportadasen el 2000. En tal sentido, se considera que para poder mantener las contribucionestotales proporcionales al ao 2000, sera necesario reducir anticipadamente el consu-

    mo per cpita de dichos productos en el orden de 19%, 42% y 21% para el ao 2050(Steinfeld y Gerber, 2010).

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    de CO2e/ao y la mexicana de 0,72 ton de CO

    2e/ao (Delgado, 2013B).

    Por expuesto, es evidente que una nueva y diversa modalidad deproducir alimentos en un contexto de cambio climtico requiere to-mar en cuenta la garanta de la seguridad ecolgica, sta entendida

    como el modo de asegurar los bienes comunes para el bien comnpresente y futuro del grueso de la humanidad.

    Las acciones para dirigirse hacia tal objetivo, que en s mismoincluye no meramente la seguridad alimentaria sino la garanta de lasoberana alimentaria de los pueblos, deben considerar tanto aspec-tos de localizacin, adaptacin y reconfiguracin de la produccin dealimentos y de la distribucin y el procesamiento de sos, como lascapacidades productivas locales, regionales y nacionales. Asimismo,la accesibilidad y asequibilidad a los alimentos al menos los bsicos

    dando cuenta de las desigualdades sociales presentes, las cuestionesde gnero (las mujeres representan el 43% de la fuerza de trabajo ruralen el mundo), y ciertamente el aumento poblacional urbano pero aso-ciado al tipo de dieta imperante28.

    Y es que es central precisar, a contracorriente de nociones clsi-cas neomaltusianas, que el problema de fondo no est en una mayorpoblacin per se, sino en una mayor proporcin de la poblacin, sobretodo urbana, con patrones de consumo crecientes (desde energa yminerales, hasta de carne y derivados lcteos)29.

    El reto es complejo pues para el 2050 la poblacin rural se redu-cir casi en una tercera parte, lo que significa que menor poblacintendr que alimentar a una mayora urbana. Un planteo fino de alter-nativas frente a tal situacin demanda precisar las posibilidades bio-fsicas y la capacidad de los sujetos de producir alimentos en sistemasproductivos diferentes.

    28 No se trata de tomar la cuestin demogrfica en un sentido Maltusiano sino es-trictamente en relacin a la dinmica existente en el tamao de la poblacin y lospatrones de la dieta de cara a la biocapacidad de los territorios concretos, lo quepermite observar los impactos socio-ambientales generados, o, en su caso, evitadoso modelados. Desde luego inquieta el hecho de que la reduccin de la inseguridadglobal alimentaria en trminos de capacidad de compra y de produccin se hayaempantanado en trminos generales y que en algunos pases la situacin sea inclusi-

    ve regresiva, sobre todo en frica Subsahariana (Lobel y Burke, 2010: 16).

    29 Los indicadores de consumo per cpita corroboran un alza marcada en las d-cadas recientes: el de energa pas de 1.334 kg de petrleo equivalente per cpitaen 1971 a 1.650 kg en 1991 y 1.851 kg en 2010. Por su parte la demanda de mine-rales primarios pas de 77 kg en 1950 a 213kg en 2008 (EUA alcanzando los 380kg per cpita), mientras que la de carne, por ejemplo, lo hizo de 10 kg per cpita aprincipios del siglo XIX, a 23 kg en 1961 y a 40 kg hoy da para el caso de los pases

    perifricos y 80 kg para los pases centrales (worldbank.org; Von Gleich, 2006; Ga-lloway et al, 2007).

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    El contraste entre la agricultura tradicional y la altamente meca-nizada es en este punto til. La produccin tradicional de, por ejem-plo, maz, demanda 1.144 horas de trabajo humano por hectrea (sinel uso de animales), por lo que slo resulta entonces posible cultivar

    entre 1,5 y 1,7 hectreas por persona; por su parte, la eficiencia ener-gtica de esa produccin tradicional lase milpa es de 10,7 unidadesde energa por cada unidad que se invierte, siendo la productividaddel cultivo de 1,9 tons/ha (Pimentel y Pimentel, 2008). El sistema agro-industrial promedio estadounidense demanda en cambio slo 10 ho-ras por hectrea lo que permite la siembra de una superficie promediode 200 hectreas por persona; y mientras la eficiencia energtica esbaja pues se obtienen 3,8 unidades de energa por cada una que se in-

    vierte, la productividad promedio resulta alta al anotar 8.6 toneladas/

    ha promedio (ibdem).Por lo dicho, es evidente que una poblacin pequea que debe ali-mentar a una mayor dependiente, slo puede tornar productivas gran-des extensiones de tierra por la va de sembrar petrleo (o mediantela industrializacin masiva del campo). Tal apuesta, popular entre lasmultinacionales de semillas y de agroqumicos, es sin embargo invia-ble en el mediano-largo plazo debido a las eventuales limitaciones enel abastecimiento de agroqumicos y fertilizantes sintticos (nitroge-nados), ello conforme el petrleo se torne escaso y caro30, pero tam-bin porque ya se advierte que podra haber problemas en el abasteci-miento de fsforo y potasio31. En tal tenor, la nica alternativa factibleen el largo plazo, adems de sustentable, es la agroecologa moderna,misma que evidentemente demanda y replantea la importancia de la

    vida rural con calidad pues la superficie territorial que una sola perso-na puede sembrar bajo tales tcnicas es ciertamente menor que cuan-do es altamente mecanizada; ello es vlido an si se llegaran a mejorarlas tcnicas agroecolgicas y las tecnologas que la acompaan.

    Por otro lado la cantidad de alimento que puede generar laagroecologa, pese a que al da de hoy es subestimada (vase a con-

    tinuacin), obliga el replanteo de la dieta misma en tanto que s

    30 A lo dicho debe sumarse que el uso de agroqumicos ha demostrado sin lugar aduda que los costos ambientales no son menores, tanto en contaminacin, degrada-cin de suelos, fortalecimiento de plagas, y en general de un uso no sustentable de losrecursos naturales, desde la tierra hasta el agua.

    31 Dos problemas son centrales, tanto el agotamiento de reservas econmica y ener-gticamente explotables, como el costo energtico de reciclar esas sustancias. Con-siderando lo anterior y asumiendo patrones de consumo business as usual, elpeakdel fsforo se estima en el 2030 (Cordell, Drangert y White, 2009; Rodhes, 2013)

    mientras que el del potasio podra darse en el 2070 (Odegard y Van der Voet, 2014). Yaunque hay posibilidades de reciclar tales sustancias, ello tiene un costo energtico.

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    existe el potencial de capacidades productivas agroecolgicas sufi-cientes para dietas de bajo contenido crnico y de derivados lcteos,pero no para lo opuesto y que, como se indic, es la tendencia queactualmente se verifica sobre todo en las economas desarrolladas

    y emergentes.Ahora bien, el potencial de la agroecologa se subestima por-

    que sus mayores rendimientos no radican en la contabilidad de laproductividad de un slo producto, sino en la variabilidad de la pro-duccin, esto es, de policultivos y otras actividades primarias inte-gradas: los policultivos pueden llegar a lograr ventajas comparativasde entre el 20% y el 60% puesto que reducen las prdidas generadaspor las malezas, insectos y enfermedades, adems de que permitenun uso ms eficiente de los recursos disponibles, desde agua y luz,

    hasta de nutrientes (Altieri y Toledo, 2011: 14). Ejemplificando, unaparcela de 1,73 ha de monocultivo de maz produce la misma canti-dad de alimento si se mezcla maz, calabaza y frijoles con la ventajade que la segunda modalidad produce cuatro ton/ha de materia secaque se incorpora al suelo mientras que en el monocultivo es slo dela mitad (ibdem).

    Este tipo de produccin agroecolgica de alimentos, cuyo po-tencial podra ampliarse con el propio avance de experiencias con-cretas y con la integracin de la ciencia y las tecnologas moder-nas compatibles, demanda una visin holstica de la relacin serhumano-naturaleza, poniendo as en juego toda una construccinsocial, econmica, y cultural acorde que resulta muy distinta a laque propone el sistema de produccin imperante: en la primera elobjetivo es vital y de largo plazo, en la segunda lo es la acumulacinde capital (sea por la va productiva o especulativa en el mercado de

    commodities)32y con una visin cortoplacista. Y si bien en tal imagi-nario alternativo el mercado juega un papel relevante, se trata de unmercado no-capitalista basado en relaciones solidarias, de comercio

    justo y ambientalmente armnico.

    La alternativa agroecolgica se juega no slo en lo rural, tambinincluye su dimensin urbana y peri-urbana puesto que sa se tornaesencial en el abastecimiento de ciertos alimentos a asentamientosurbanos donde sa sea factible (para una revisin de oportunidades y

    32 La actividad de los especuladores de ndice en el mercado de futuros decommodi-ties, pas del 7% del total en 1998 a 40% en 2008. En el mismo periodo, loshedgers oaquellos interesados en la compra-venta de productos fsicos se redujo de un 79% deltotal al 34%. Los especuladores tradicionales, que toman mayores riesgos que los dosanteriores, aumentaron su participacin tambin de 14% a 26% (Bruckmann, 2012:

    32). En resumen, dos terceras partes del mercado de futuros decommoditiesest hoyda en manos de especuladores tradicionales y financieros (ibdem).

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    retos, lase: Pearson et al, 2010). Entre sus ventajas adicionales est lacalidad y frescura de los alimentos (lo que podra tener impactos po-sitivos en la salud de la poblacin; Rydin et al, 2012), el cierre parcialde los ciclos de nutrientes lo que a su vez ayuda a mitigar muy mo-

    destamente la emisin de metano (Forkes, 2007; Goatley y Hensler,2011; De Zeeuw et al, 2011)33, as como la reduccin de las distancias(food miles) y de la infraestructura de transporte, almacenamiento ylogstica necesaria (Delgado, 2013B).

    Hoy da la agricultura urbana representa alrededor del 15% de laproduccin de alimentos a nivel mundial y prcticamente se desarro-lla de manera importante en pases pobres (Lipper et al, 2010) aunquehay apuestas de su potencial en trminos de mitigacin del cambioclimtico para algunas ciudades de pases desarrollados como Cleve-

    land (Grewal y Grewal, 2012) o London Borough (Kulak et al, 2013).Las experiencias al respecto se registran sobre todo en Cuba y otrospases del Caribe, Centroamrica y frica donde entre el 40 % y el60% de las necesidades locales de ciertos productos son cubiertas condicha agricultura urbana y peri-urbana (Drechsel et al, 2007), mismaque adems tiene otros impactos positivos, adems de en la salud, enel mbito educativo y de concientizacin e integracin social.

    5. REFLEXIONES FINALESEl metabolismo social propio del sistema capitalista de produccincrece y se acelera conforme lo hacen los ciclos ampliados de produc-cin-circulacin-consumo, en s sustento de la acumulacin de capi-tal; proceso que ya amenaza no slo la preservacin de los bienes co-munes sino la vida misma en sus diversas expresiones, al menos tal ycomo la conocemos.

    Mientras se constata la agudizacin de los impactos ecolgicosy climticos, es notorio que sos se hayan histricamente generado,y se generen, de modo marcadamente diferenciado. Lo mismo aplicapara muchas de las afectaciones ecolgicas a escala local-regional en

    tanto que las implicaciones sociales y a la salud producidas, son so-

    33 El ciclo de nutrientes se ha roto radicalmente con la urbanizacin pues los nu-trientes que las plantas toman del suelo, al ser consumidas por los seres humanos,eran devueltos prcticamente al mismo entorno natural por la va de los desechosorgnicos y aguas residuales. No obstante, con la movilidad de miles de toneladas dealimentos del campo a las ciudades, esos nutrientes son igualmente desplazados asas donde en cambio se tornan un serio problema de contaminacin. Para resolveresa ruptura en el ciclo de nutrientes en trminos espaciales y temporales, lo que seha hecho es hacer uso de grandes cantidades de energa. Por un lado, para reponer

    los nutrientes va agroqumicos, y por el otro, para tratar las aguas residuales de lasciudades y gestionar los inmensos volmenes de desechos de las mismas.

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    cializadas de modo asimtrico (con excepcin de aquellos casos quese experimentan a escala global y cuyas implicaciones concretas sedefinen biofsicamente como lo es el cambio climtico y cuyos mayo-res impactos se darn, coincidentemente, en los pases en desarrollo

    ubicados en torno al ecuador).En el caso del cambio climtico, la quema de combustibles fsiles

    es su principal causa, es decir, la produccin de energa y su uso en laindustria, el transporte y edificios. Con un peso importante tambincontribuye la actividad agrcola-ganadera y el cambio de uso de suelo,de ah que sea central el planteo de otras formas de producir alimen-tos, pero en un sentido ms amplio, crear territorialidades para la

    vida, con memoria histrica y preservacin de la diversidad cultural.Los primeros pasos, por ejemplo, transitan por crecientes expresiones

    y articulaciones de construccin de territorios de la diferencia, en elsentido planteado por Escobar (2008). En tal contexto, los procesosde apropiacin de tierras no pueden ser una alternativa ya que unaconstruccin emancipadora de territorialidades para la vida obligada-mente debe pasar por la justicia y el genuino consenso social en tr-minos de prcticas, respuestas, procesos de organizacin, planeaciny ordenamiento del espacio-territorial.

    El replanteo de territorialidades para la vida, tanto urbanas y ru-rales, sus relaciones y sinergias, tampoco puede darse sin dar cuentaseriamente de las potencialidades y limitaciones biofsicas imperantesa escala global, regional y local. Tal ejercicio implica replantear el con-cepto de desarrollo incluso salirse de tal paradigma, para entoncespoder contrastar biocapacidades territoriales y globales con patronesde consumo para la vida, en el corto, mediano y largo plazos. Lospatrones de consumo para la vida no slo son aquellas necesidades

    vitalmente necesarias, tambin otras que dentro de las fronteras eco-lgicas del planeta se definan socialmente como relevantes para po-tenciar la vida, no slo la de los seres humanos y sus capacidades eneste contexto se plantea la necesidad de un decrecimiento biofsico

    de la economa (Illich, 1973 y 1974; Gorz, 1983 y 2013; Victor, 2008;Jackson, 2009; Martnez-Alier et al, 2010; entre otros).

    Dicho decrecimiento biofsico, que rompe con las dinmicas deacumulacin de capital, debe entenderse como oportunidad, no slode profundo rompimiento epistemolgico con las ideas capitalistasdominantes, sino de hecho, de cambio concreto del sistema de pro-duccin y reproduccin de la humanidad.

    Y si bien no hay una receta nica, sino mltiples y diversas prcti-cas posibles, s se pueden plantear aspectos mnimamente necesarios

    en todo planteo y prctica concreta. Entre dichos aspectos, cabe men-cionar: el reconocimiento y genuina operatividad de procesos auton-

  • 7/26/2019 Cambio Climatico Global...Clacso

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    CAMBIO CLIMTICO GLOBAL, TRANSFORMACIN AGRARIA Y SOBERANA ALIMENTARIA

    micos multiculturales y de reapropiacin de la identidad territorial delos pueblos; la revaloracin de la memoria histrica socio-ambientaly de la propiedad y la gestin colectiva de los bienes comunes y losbienes pblicos; el replanteo de las relaciones de poder, cuestin que

    lleva a toda una nueva institucionalidad y normatividad para el biencomn de la humanidad que no puede tomar cuerpo ms que en es-tructuras horizontales libres al mximo de burocracias y con cuotasgenuinas de poder popular, todo en un contexto de verdadera igualdadde gnero y de respeto a los derechos colectivos y humanos. Requiereasimismo, no slo de la (re)distribucin ms equitativa de la riqueza,sino de la reconstitucin de la base productiva en especial la local ynacional, ahora avocada a la produccin de valores de uso vitales ypara el consumo interno (cada vez ms de tipo local y regional) y por

    tanto alejada de la produccin de valores nocivos y, para el caso delSur global, de cualquier planteo de economas de exportacin, tpica-mente extractivas y de enclave.

    Se trata de un planteamiento que adems prioriza la seguridadecolgica y por tanto la soberana energtica y alimentaria. Tambinaquel que demanda la cobertura total de servicios bsicos, incluyen-do la salud (fortaleciendo tanto lo preventivo como lo curativo y con-secuentemente aquellos aspectos asociados a la dieta y al rescate dela cultura culinaria sana); que desarrolla responsablemente la cienciay las tecnologas que no contradicen el bien comn de la humanidady el derecho de existencia de otras especies (el valor intrnseco dela naturaleza); que busca modalidades productivas y establece crite-rios para el uso racional de los recursos; que exige condiciones am-bientales ptimas y por consiguiente que respeta estrictamente lasfronteras ecolgicas; que aboga por la disminucin del metabolismosocial en especial de parte de los pases ricos, dgase a partir de ha-cer prohibitivo todo derroche de energa y materiales, aumentar eltiempo de vida de los productos, e incrementar el reciclaje y re-usode los materiales, entre otras medidas propias de un decrecimiento

    biofsico de la economa.Necesitamos pues pasar, de sociedades desigualmente despilfa-

    rradoras, a sociedades genricamente ahorradoras; de ser sociedadessocialmente desiguales a aquellas que buscan ser cada vez ms justas;de ser sociedades reacti