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    Grandes Figuras de Nuestra Historia

    Benjamn VicuaBenjamn Vicua

    MackennaMackenna

    El santiaguino de los santiaguinos

    Jaime Quezada

    Uso exclusivo Vitanet,

    Biblioteca virtual2002

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    NDICE

    1 INFANCIA YADOLESCENCIA:

    UNA VOCACIN HISTORICISTA 9

    2 PRIMERAS ESCARAMUZAS REVOLUCIONARIAS 17

    3 EL APRENDIZ DE VIAJERO 23

    4 DE MENSAJERO AGRCOLA A CONSTITUYETE 315 DESTIERROS Y VAGABUNDAJES 39

    6 DOCTOR RECIN DOCTORADO 47

    7 AGENTE CONFIDENCIAL EN LOS ESTADOS UNIDOS 55

    8 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO CON SU AMADA 61

    9 VEN A SER INTENDENTE DE SANTIAGO 67

    10 EL PASEO DEL CERRO SANTA LUCA 75

    11 CAMPAA PRESIDENCIAL

    CON PROCLAMAS Y COMETAS 79

    12 UNA EXCURSIN A TRAVS DE LA INMORTALIDAD 87

    Referencias bibliogrficas 91

    Acerca del autor 93

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    Yo s que en Chile, pas en extremo grave, formal y sobre todo

    callado, yo tengo sentada la reputacin de hablador, es decir, de

    obedecer siempre en los actos de mi vida a esa espontaneidad y

    franqueza que son dotes naturales de los caracteres sinceros y

    comunicativos.

    Benjamn Vicua Mackenna

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    INFANCIA Y ADOLESCENCIA:UNA VOCACIN HISTORICISTA

    (1831 -1850)

    Llamado con admiracin ciudadana el santiaguino de los

    santiaguinos (por sus desvelos renovadores de la ciudad natal) o elpatriota que am a Chile por sobre todas las cosas (por su siempre

    fiel adhesin a las realidades patrias), Benjamn Vicua Mackenna es

    uno de los hombres pblicos ms plenos y totales del siglo XIX

    chileno.

    El ms infatigable y fecundo en sus mltiples y variadas tareas:

    el columnista fervoroso de peridicos, el escritor sin descanso y apginas llenas, el historiador vivamente apasionado, el vehemente

    orador parlamentario, el entusiasta e inquieto viajero por tierras del

    pas y del mundo. Y, en fin, personalidad nica y paradigmtica en

    su laboriosa y activa existencia.

    En una casa, que haba sido de don Ignacio de la Carrera, ubica-

    da en la calle delas Agustinas, entre Morand y Teatinos, por la acera

    del sol, nace Benjamn Vicua Mackenna, un 25 de agosto de 1831,

    y en la muy noble y leal ciudad de Santiago.

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    Viene al mundo en un hogar de la ms distinguida prosapia so-

    cial y poltica de la poca, en medio de deslumbradoras vecindades

    de la gloria. Su padre, Pedro Flix Vicua, un poltico de patricia

    estampa liberal y fundador de combativos peridicos, ser el msresuelto ejemplo en la formacin inicial del predestinado hijo . Y su

    madre, doa Carmen Mackenna, descendiente de antepasados ir-

    landeses y de progenitores militares, rodear de sensibilidad y ente-

    reza al predilecto nio.

    No ser Santiago, sin embargo, el lugar de sus aos primeros de

    infancia, sino la aldea y los campos de Llay-Llay (unos dicen quesignifica viento, viento, y otros que es palabra quichua que imita el

    zumbido del zancudo>. De lo uno y de lo otro puede ser a nuestro

    juicio dice el mismo Vicua Mackenna, porque viento y zancu-

    dos no han faltado en Llay-Llay.

    En estos lugares de cerros y pajonales, su padre se dedica a acti-

    vidades agrcolas y mineras. Abundan las minas de oro, plata, cobrey otros metales en pequeos yacimientos y laboreos. El nio Benja-

    mn tiene aqu todo un natural y silvestre paraje para su crecimiento.

    Pronto aprende a montar a caballo, acostumbrndose a cabalgar por

    cerros y quebradas, corriendo riesgos de venirse montura abajo,

    como le ocurri en una oportunidad, fracturndose un brazo en estas

    correras.Llay-Llay no slo sera el camino trillado de su niez

    galopadora, sino tambin sus primeros apegos a la naturaleza (que

    tanto le va a importar despus en su defensa de los rboles

    autctonos) ya la tradicin oral de cuentos y leyendas narrados por

    los viejos y costumbristas lugareos: Un hombre grande! De manta

    cari! Todos preguntan por l,/ l no pregunta por nadie.

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    Costumbres, tradiciones e historias que marcan vivencialmente

    al inquieto nio cuando tiene seis o siete aos. Tiempo despus, el

    Benjamn Vicua Mackenna, ya hombre hecho y derecho, recordar

    esta asombrosa poca de su infancia en el alegre pueblo de LIay-Llay:

    Recuerdo todava con facilidad las primeras impresiones, lo

    que era en l837 el sitio mismo en que hoy existe la estacin. Yaca

    ese paraje en el centro de un inmenso totoral por cuyas cercanas ni

    hombre ni bestia pasaba sin peligro de mortal atollamiento. Una

    cerca desbaratada por las aguas, parta en lnea recta de la pajiza,pero dulce casa que all habitbamos, y por el centro de la que es hoy

    la arteria principal del pueblo, llamada calle del Comercio, y se

    perda en las tembladeras del pantano.

    Desde los rsticos corredores de esas casas vimos desfilar las

    lanzas de los hsares de Soto Aguilar en junio de 1837, cuando vaga-

    ba persiguiendo a los inmoladores de Portales; y todava el zumbidodel horror que hencha el inexperto corazn del nio, resuena vigo-

    roso en el pecho del hombre maduro: el horror de las contiendas

    fratricidas.

    En agosto de 1840, y a los nueve aos de edad, sus padres lo

    trasladan a Santiago, matriculndolo en el colegio de Cueto, uno de

    los ms distinguidos establecimientos escolares capitalinos. Despusconcluir sus estudios en el prspero colegio de don Jos Mara

    Nez. Aqu estudia latn, aritmtica y gramtica. Aunque el escolar

    Benjamn no era, al parecer, nada de prspero, toda vez que l mis -

    mo confesara: sala mal en todos mis exmenes o en casi todos.

    En la asignatura de latn, por ejemplo, nunca pudo obtener votos

    de distincin, logrando slo menciones honorficas. Aun as, el

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    colegio de Nez haca publicar en un diario santiaguino de la poca

    los resultados de sus alumnos:

    Sin menoscabar el mrito que han contrado todos los estudiantes

    de la clase superior de latn, que han rendido exmenes en elInstituto con votos de distincin muchos de ellos, el consejo de pro -

    fesores juzga muy digno de una mencin honrosa al alumno don

    Benjamn Vicua, por haber conseguido finalizar un curso laborioso

    como el latn empleando mucho menos tiempo que sus dems con-

    discpulos.

    Ms que el latn, la aritmtica y la gramtica, al joven escolar leinteresaba la historia y sus relatos, teniendo una viva preocupacin

    por estas materias: me gustaba slo leer libros de historia, cuyos

    argumentos contaba a mis compaeros, y esto y charlar eran mis

    ocupaciones.

    Se comprender, entonces, que desde muy temprano los hbitos

    vocacionales por la literatura y la historia estaban muy presentes enlos intereses estudiantiles de Vicua Mackenna.

    Su primer trabajo literario ser, precisamente, un tema histrico. A

    los 18 aos escribeEl sitio de Chilln en 1813, un breve estudio fun-

    damentado por histricas referencias que le traer elogios y felicita-

    ciones. Una memoria, la llama su autor, que fue muy aplaudida por

    la prensa de la poca. Era su inicio de una vocacin historicista queiba a desarrollar poderosamente durante toda su vida.

    Aos antes, el adolescente Benjamn escriba un sensitivo diario de

    vida o memorias ntimas y en cuyas pginas estn los sentimientos e

    ilusiones de su corazn:

    Diecisiete aos que vi la luz por vez primera. Cuntos recuerdos

    dejo tras de mis pasos! Horas dichosas que habis volado ya,

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    cuando volveris a consolar mi espritu. Nunca, ah!, nunca volveris

    a ser los placeres de la primera edad. Nunca vendr a iluminar mis

    juveniles sueos esa tranquila paz en que me mec hasta que micorazn despert herido por la primera mirada de una mujer....Mientras escribe estas balbuceantes e ingenuas confidencias, el

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    juvenil Vicua Mackenna lee las atormentadas e impetuosas obras de

    Lord Byron (1788-1824), el clebre poeta ingls. O las coloridas e

    imaginativas novelas del francs Chateaubriand (1768-1848). 0 losilustrados y maravillosos libros del espaol Miguel de Cervantes

    (1547-1616). El afn por la lectura es su pasin y su enriquecimiento

    intelectual.

    Adems de la lectura, le interesa el teatro. No pierde oportunidad de

    asistir y presenciar y aplaudir los espectculos escnicos

    representados en los teatros del Santiago de la poca. Tambin susprimeros fervores polticos (heredados de su padre) salen a flote,

    asistiendo como simple ciudadano a la galera de la Cmara de Dipu-

    tados a presenciar l desarrollo de los debates parlamentarios.

    Por esos das octubre de 1849, dir con activo orgullo: Mi

    carrera poltica, si es que tengo alguna, ha comenzado. Soy secreta-

    no de la comisn de Aconcagua.Efectivamente, la Junta Liberal lo haba nombrado, en calidad de

    auxiliar, para dirigir trabajos polticos en aquella provincia en una

    relacin directa con los electores. El gallardo y activo Vicua

    Mackenna entraba as, ya los 18 aos, de lleno en los avatares polti-

    cos, representando la causa liberal.

    A esa misma edad obtiene el ttulo de bachiller en la Facultad deLeyes y Ciencias Polticas, acreditando ante el Consejo Universitario

    haber seguido determinados estudios. El veinteaero Benjamn se

    integra con resuelto mpetu juvenil a las actividades nacionales.

    Se incorpora a la Sociedad de la Igualdad, organismo que rene la

    flor y nata de la fogosidad literaria, poltica y social del Chile de

    entonces. Santiago Arcos y Francisco Bilbao sern sus amigos ms

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    prximos y sus derroteros comunes.

    Son los aos finales del decenio de Manuel Bulnes y el adveni-

    miento a la presidencia de Manuel Montt Aires de fronda y conspi-

    raciones caracterizan el convulsionado ao de 1850. VicuaMackenna propone desde las reuniones de la Sociedad de la

    Igualdad, tocar a rebato en las altas horas de la noche y llevar la

    alarma a la poblacin.

    A los pocos das las aspiraciones del vehemente y juvenil diri-

    gente tienen un desastroso destino: la Sociedad de la Igualdad es

    suprimida, de la noche a la maana, y expulsados del pas sus diri-gentes. Vicua Mackenna, que escapa milagrosamente a los arreba-

    tos de la autoridad, escribe en su diario: Pero yo, que segn como

    juzgan ellos las cosas, haba dado motivos para ser fusilado, ando

    libre, sin que pueda explicarme esta singular excepcin.

    Y a manera de personal y apasionada proclama, anota Y yo,

    iluso, que renunciaba a la tranquilidad de mi vida y a la delicia de unamor feliz, para sacrificarme por una libertad soada. Pero an

    burlado en todas mis bellas esperanzas, siento que arde en mi pecho

    una fe incontrastable en el porvenir. Que se alce algn hombre que

    llame a los que de veras aman la libertad, y yo ser el primero en ir a

    su lado, y en caer atravesado de balas, pronunciando tu nombre, oh

    patria ma!.

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    PRIMERAS ESCARAMUZASREVOLUCIONARIAS

    (1851)

    A la edad de veinte aos Benjamn Vicua Mackenna vivirlos das ms ardientes e impulsivos de su vida. Adherido a la causaliberal y a los opositores del gobierno de la poca, no permanecer

    indiferente a reuniones y actos conspirativos.

    No deja de lado, sin embargo, sus intensas lecturas y sus progre -

    sivos estudios. Maanas o tardes enteras se encierra en la Biblioteca

    Pblica de Santiago. Le interesa la historia de Chile y toma apuntes

    de cuantas pginas pueden serle tiles. O se documenta leyendo conavidez la historia de los girondinos, del poeta y poltico francs

    Alfonso de Lamartine (1790-1869).

    Despus de las lecturas, las horas de conspiracin le ocupan su

    tiempo en infinitas correras por la ciudad. Acusado de participar en

    la trgica revuelta de la jornada del 20 de abril de 1851 (a galope

    por las calles de la Nevera, Santo Domingo y San Antonio, atrave-sando el ro, que vena bastante crecido, junto al Puente de Palo y

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    cumpliendo secretas rdenes del coronel Urriola), el insurrecto jo-

    vencito que era Vicua Mackenna es detenido y llevado a la crcel

    pblica como un malhechor vulgar entre cuatro soldados y un in-solente cabo armado de una varilla de mimbre.

    De no mediar su planeada fuga de la prisin, vestido una noche con

    traje de mujer, dos meses despus de su encarcelamiento, su cabeza

    habra rodado por el patbulo, toda vez que un Consejo de Guerra lo

    haba condenado a la pena de muerte.

    Se oculta algunos das en una hacienda familiar cerca de Valparaso.Slo logra verse fugazmente con su padre, don Pedro Flix Vicua,

    quien a su vez marchaba hacia el sur en apoyo de la campaa del

    general Cruz. El hijo, mientras tanto, tomaba nuevas fuerzas para

    una marcha forzada, de cuatro das y cuatro noches, que lo llevara a

    la dudad de la Serena por caminos fragosos y en el corazn del

    invierno.Fue durante sus semanas de prisin cuando don Benjamnun joven cuyos talentos aventajados nos son bien conocidos,

    como afirmaba un diario santiaguino redact un descarnado y

    virulento articulo titulado Tablas de sangre de la candidatura Montt.

    Escrito que le significara, a su autor, una implacable sentencia: fui

    condenado a 500 pesos y un ao de crcel, que la pagar quin sabe

    quin.En la Serena, que se haba constituido en centro de rebelin y de

    propaganda opositora al Presidente Manuel Montt, Vicua

    Mackenna, con cautela primero y con intrepidez despus, se incor-

    porar sin desmayo a los propsitos y trabajos de los opositores. El

    plan era levantarse en armas y llevar la agitacin a toda la provincia.

    Escribe un extenso manifiesto A los pueblos de Chilepara

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    De derrota en derrota, acosado por todas partes y acompaado slo

    de algunos soldados, el ilustre y ocasional Gobernador de Illapel

    busca refugio seguro. Y Vicua no ha sido aprehendido por la rapi-dez con que huye, sin que pueda decirse aproximadamente hacia

    dnde1 sealaba un parte del Ministro de la Guerra de la poca.

    Aunque el joven y atrevido Vicua Mackenna reconocan la si-

    tuacin con sus propias palabras: Despus de aquel momento no era

    sino un infeliz peregrino, perdido en el campo, con el caballo

    cansado, entre unas peas y rodeado de partidas que seguan suhuella por todos los senderos.

    Confi mi suerte a la providencia de los tristes, y vagando de

    hospitalidad en hospitalidad, entre los dispersos campesinos que

    habitaban aquellas soledades, y siguiendo el rumbo de los cordones

    de las fragosas serranas, llegu por fin a Ovalle, el da 27 de sep-

    tiembre por la tarde, despus de una marcha incesante de tres das ydos noches.

    Un mes despus, las fuerzas del gobierno desbarataban definiti-

    vamente, en Petorca, la aventurada rebelin. Muchos de los amigos

    ms queridos de Benjamn Vicua Mackenna haban perecido en el

    desastre. Desde aquel instante, de ntimo dolor y de una turbacin

    tan sbita y tremenda, todos los bros fsicos cedieron a la fuerza delespritu, y me sent un hombre perdido.-

    La sangrienta revolucin de 1851 llegaba a su fin. El joven Benjamn

    vive oculto durante varios meses de 1852 en la hacienda familiar de

    Tabolango, cerca de Valparaso, rodeado del afecto y el cario de un

    hogar. Aqu puede reunirse con sus padres y sus hermanos:

    Mi padre, joven entonces, y mi hermano mayor acababan de volver

    de Loncomilla a aquel sitio de paz y amor despus de las ba-

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    tallas del odio. Mi prximo hermano y yo mismo regresbamos de

    los librados en el norte. ramos un padre y tres hijos, o ms bien,

    ramos cuatro hermanos, y todos habamos escapado ilesos del debercumplido y del plomo traicionero, pero no de las venganzas polticas,

    ms pesadas y tenaces que el metal de las balas.

    Diez meses vivimos all ocultos, desde enero a noviembre (1852),

    en que nos embarcamos para California como sobrecargo en un

    bergantn cargado con harina domstica o harina de Tabolango.

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    EL APRENDIZ DE VIAJERO

    (1853 -1855)

    En noviembre de 1852, serenado ya su espritu de jovensoador liberal y dejados atrs los meses de revuelta, Benjamn

    Vicua Mackenna se embarca, en Valparaso, en un largo viaje a

    otros mares y tierras del mundo: Pareca como un descanso dejar el

    suelo natal. ElFrancisco Ramn Vicua, un bergantn de propiedad

    de su padre, llevaba un cargamento de dos mil sacos de harina con

    destino a California.

    Era su primera aventura viajera cuando recin cumpla sus veintin

    aos de edad. El viaje le iba a dar todos los riesgos de lo desco-

    nocido, pero tambin todas las maravillosas oportunidades para

    saciar su curiosidad de estudioso y observador.

    Toda una nueva geografa se abre ante la mirada y la presencia del

    sorprendido viajero. Pisa tierra en el puerto californiano de San

    Francisco despus de casi dos meses de fatigosa navegacin. La ciu-

    dad le parece la ms curiosa y extraordinaria en la faz del mundo

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    habitado. Todava la fiebre del oro est en su esplendor y una activi-

    dad incesante anima a una poblacin cosmopolita.Pero no es el oro de Sacramento lo que atrae al joven chileno, sino

    un estar ocupado en la venta del cargamento de harina de Tabolango,

    asunto exclusivo del cual mucho iba a depender el recurso necesario

    para sus inmediatos viajes.

    En sus breves excursiones por la California le flama a inters un

    territorio de naturaleza tan poderosa: el clima, las minas, la fertilidadde los llanos, las montaas del interior, el sistema de ros navegables

    y otros tantos recursos naturales en gran escala. En su diario de viaje

    escribe: Cun rpido y seguro ser el desarrollo de este pas

    poblado por un raza joven y varonil.

    En compaa de otros compaeros de viaje deja San Francisco y la

    costa del Pacfico, siguiendo una ruta hacia el Atlntico a travs delterritorio mexicano. Mil dificultades viajeras no desaniman su

    resuelto espritu. Barcos, carromatos, transportes fluviales, mulas,

    pintorescas diligencias, lo llevarn por Acapulco, por Cuernavaca,

    por Veracruz.

    Cada viajero, provisto de un fusil, deba estar alerta y listo para

    repeler cualquier ataque de bandoleros. La inseguridad de los cami-nos no era obstculo ni sobresalto para llegar a buen destino.

    En un paquebote de bandera norteamericana se embarca en

    Veracruz, en navegacin hacia Nueva Orleans, la ms bonita y sim-

    ptica ciudad de la Unin Americana. Pero el propsito de Vicua

    Mackenna es llegar a Nueva York ya sea por mar, por ferrocarril o

    por los anchos ros navegables.En marzo de 1853 est remontando nada menos que el legendario

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    (cuyas cataratas le parecieron mucho menos grandiosas de lo que se

    haba imaginado).

    Qu hace el andariego Vicua Mackenna en la apuesta Nueva Yorkde 1853? Nada ms y simplemente que conocer la vida norte-

    americana. Su espritu y sus sentidos estn alerta ante los ms me-

    nudos detalles o sus acontecimientos ms relevantes. Todo lo anota

    en su memoria y en las pginas de su diario viajero. Sale temprano

    de su tranquilo hotel a caminar la ciudad. Tiene preferencia por los

    teatros, las libreras que exhiben curiosas ediciones, los astilleros, losmonumentos. Y, sobre todo, un compartir relaciones con personali-

    dades y destacadas familias de origen sudamericano.

    Nada, sin embargo, parece deslumbrarlo. Ni las diversiones pblicas

    ni la animada vida neoyorquina. A no ser sus prolongadas

    conversaciones con Irisarri, el escritor y poltico tan ligado a la histo-

    ria sudamericana en todas sus pocas yen todas sus fases.Su fastidio por la vida de la norteamericana ciudad le hace anotar en

    su diario: A pesar de sus distracciones, yo me senta descontento en

    Nueva York desde los primeros das que la habit; me ahogaba su

    materialismo, y me senta como llevado a empellones por su tropel

    humano. Cada cierto nmero de das se acumu laba en m cierto

    disgusto que me era fuerza buscar un otro modo de ser en otro sitio.Ese otro sitio era, sin duda, Europa, y principalmente Pars, la ciudad

    de sus sueos. Cuatro meses del verano de 1853 se pasar dedicado a

    recorrer y escudriar la capital de Francia. Vena de atravesar el

    Atlntico en un soberbio barco desde Nueva York a Liverpool. Y

    luego en un ferrocarril a Londres y otro a Dover. Apenas descansa

    una noche en el Hotel de la Reina y ya est a bordo de un vapor

    navegando hacia Calais que lo acerca a la tierra parisiense.

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    -Admirador de la cultura francesa, en cuyas fuentes se ha nutrido su

    espritu y su pensamiento, no deja de experimentar conmovida

    emocin al ver realizado el sueo de la mitad de la vida, y laimaginacin adormecida otra vez en sueos de admiracin y de

    portentos, segn el decir de evocadora frase que estampa en sus

    apuntes.

    Pars es una ciudad que recorre a sus anchas y a su gusto. Recorre las

    avenidas, los parques, los bulevares. Se encuentra con la viva

    historia en el Museo de Armas de Vincennes y con la historia delarte en el Museo de Pinturas. Va por las Tulleras, por Versalles, por

    el Jardn de Plantas. Las bibliotecas y las libreras son sus espacios

    favoritos. Busca libros de historia, de arte, de viajes, de costumbres.

    Entra en los teatros atrado por la escenificacin de obras y

    espectculos recientes. En fin, ese escudriar la ciudad lo cumple

    al pie de la letra.Durante su residencia en Pars, dedica algunas horas, particularmente

    los domingos, a visitar los sitios interesantes que rodean la capital y

    que los caminos de fierro ponen a distancia de minutos de la puerta

    de todo buen vecino. Con ms frecuencia que a ninguna otra parte

    iba a Versalles, a Saint-Germain, a Saint-Denis o a la Es cuela

    Agrcola de Grignon.Siente apego por los estudios agrarios, que profundizar luego como

    alumno del Colegio Real de Agricultura de Cirencester, lugar del

    condado de Gloucester, cerca de Londres, adonde viaja en no-

    viembre de 1853. Aqu vivir un decisivo perodo en su formacin

    humana y educativa. Estudia geologa, qumica, fsica, meteorologa,

    botnica y cursos prcticos de labores agrcolas.

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    En Cirencester no tiene tiempo para vagabundeo alguno. Debesometerse a una severa disciplina de estudiante, salvo aquellos das

    de colegial en asueto que le permitan recorrer el condado, a veces

    a caballo, otras, en carruaje. Yo dejaba, de tiempo en tiempo, miclaustro para recorrer los verdes campos de Albin o galopaba, de

    aldea en aldea, a lo largo de los excelentes caminos ingleses, que a fe

    no les son superiores las mejores calles de la capital de Chile.

    _ Su vida, despus de todo, en el Colegio Real de Agricultura de

    Cirencester, es rigurosa y sometida a normas casi clericales. Escribe

    el estudiante Vicua Mackenna: Llevo una vida aislada y silencio-sa, rasqueteando caballos y trabajando con el arado sobre la nieve y

    el barro de los campos de Inglaterra, sin ms aspiracin que la de

    venir a ser un buen huaso chileno.

    Este buen huaso chileno tiene avidez por aprenderlo y saberlo

    todo, a diferencia de sus compaeros, cuya insipidez habitual era

    ciertamente supina. Mientras estudia o realiza tareas prcticas, lee

    obras de historia y literatura o las pginas mgacinescas del Times4

    sus condiscpulos (entre los cuales jams encontr un slo tipo que

    cautivara mis simpatas ni mi aprecio) se dedican a las carreras de

    caballos a las partidas de criket o a violentos ejercicios fsicos.

    Cuando se renen no saben hablar ms que del estado del tiempo.

    Hasta diciembre de 1834 Vicua Mackenna estar en Cirencester.

    Tiene 23 aos y la tranquila vida del condado se revela en la gordura

    de su cuerpo con 81 kilos de peso Intelectualmente ha adquirido todo

    un notable bagaje de enseanza en materias y sistemas de

    organizacin agrcola, nuevos artculos de cultivo y tcnicasprcticas para una agricultura moderna. -

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    A su paso por Londres se queda algunos das en la britnica

    dudad en compaa de uno que otro amigo viajero (entre ellos los

    chilenos Emeterio Goyenechea y Manuel Beauchef). Siente, a su

    vez, una atraccin y un rechazo por la dudad del Tmesis. Le

    incomoda lo multitudinario de una urbe en movimiento y el matar el

    tiempo en mil diversiones.

    Aun as, por un cheln entra al saln de Arzyl, donde haba un

    centenar de hermosas y elegantes creaturas de vida alegre. La msica

    era excelente, el baile moderado, la concurrencia en orden, la polica

    a la puerta. A mino me ha gustado nunca este gnero de diver-

    siones.

    Sus preferencias van por el teatro ya cuyas funciones concurre casi

    diariamente. Asistiendo al Covent Carden divisa una noche a la

    mismsima y elegante Reina Victoria. Vista de perfil le parece una

    mujer fea, de cara larga y rubicunda, ojos apagados, nariz muy largay estatura muy mediana. Pero vista de frente se transforma casi por

    completo: su sonrisa es muy agradable y su fisonoma cobra una

    animacin extraordinaria; es entonces simptica, y uno se explica el

    cario con que la contempla su pueblo.

    Las nostalgias por el pas natal o por los recuerdos familiares del

    hogar lejano, parecieran hacer mella en el siempre altivo espritu delestudiante de Cirencester. Despus de cenar en un restaurante

    londinense y camino a medianoche a su cuarto de hotel, no deja de

    reflexionar con la mano en el corazn:

    Me volv a casa a la una con la imaginacin llena de tristes re-

    cuerdos del suelo querido, y de los seres de mi nico amor, que tal

    vez sufren cuando yo me permito echar en mi copa algunas gotas de

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    distraccin y de placer.

    Al menos mitigar por un tiempo sus nostalgias visitando di-

    versos lugares de Irlanda, la amada tierra sangunea de sus ante-

    pasados maternos, y en cuyo homenaje recorre con emocin el

    territorios.

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    DE MENSAJERO AGRCOLAA CONSTITUYENIE

    (1857 -1859)

    A su regreso a Chile no sera mucho el tiempo de tranquilidad ysosiego en el grato refugio de su hogar. Mltiples tareas y

    actividades no le darn reposo ni calma. Tambin el trabajo creativo

    y literario le ocupa horas en escribir artculos, opsculos, biografasy libros de las ms atrayentes materias. El interesante Benjamn Vi-

    cua Mackenna, como lo llaman, tiene 25 aos y es toda accin,

    dinamismo e iniciativa en el hacer y actuar en la vida nacional.

    En agosto de 1856 termina de ordenar las atractivas y amenas

    pginas de su diario durante tres aos de viajes. Esta experiencia

    viajera la conocern los santiaguinos a travs de las columnas de laprensa de la poca. El Ferrocarril, que publica las entregas a manera

    de folletn, escribe en su editorial:

    Vicua est muy lejos de ser un observador vulgar, y menos que

    eso un viajero adocenado; porque, al paso que consagra la ms

    prolija atencin a los detalles que pueden dar ms acertada idea so-

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    bre los pases que describe, abraza en su narracin muchos hechos

    que habran pasado desapercibidos para miradas menos investiga-

    doras.No slo la carrera de un distinguido literato le importa y apasio na.

    Tambin reordena sus estudios forenses, suspendidos por las

    revueltas polticas, por sus largas andanzas por el viejo mundo y por

    actividades diarias que limitan sus quehaceres.

    En mayo de 1857, despus de varios estudios y trmites de rigor,

    Vicua Mackenna aprobaba definitivamente su examen ante una

    comisin de la Facultad de Leyes y Ciencias Polticas. Su tesis

    Memoria sobre el sistema penitenciario en general y su mejor

    aplicacin en Chile era igualmente aprobada por unanimidad.

    A su impecable ttulo de abogado deben agregarse otros, que nada

    tienen de pretenciosos en s mismos, como el de antiguo alumno del

    Colegio Real de Agricultura de Cirencester en Inglaterra, y el del

    Jardn de Plantas de Paris; miembro de la Sociedad Zoolgica y de

    Aclimatacin de Francia, de la Sociedad de Botnica de Pars,

    miembro corresponsal en Chile de la Sociedad Central de Agricul-

    tura de Francia, y secretario de la Sociedad de Agricultura de San-

    tiago.Por esta ltima designacin, Vicua Mackenna reciba un sueldo de

    1.500 pesos anuales, y tena a su cargo la redaccin completa de El

    Mensajero de la Agricultura, el peridico mensual de los agricultores

    chilenos.

    Los ms directos y realistas artculos sern redactados por su

    infatigable mano. Desde la jardinera en Santiago a la cosecha y la

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    maquinaria agrcola; y desde principios fundamentales de un buencultivo a los rboles indgenas de Chile y los rboles aclimatados deEuropa. Esta preocupacin y defensa del bosque nativo chileno es

    una de las ms hermosas y antolgicas pginas sobre la floraautctona de Chile. Por su alegato en defensa de los rboles silves-tres est dispuesto a ser quemado vivo, con tal que sea con lea delfragante coliguay. -

    Durante los largos meses de invierno de 1857, se encierra escri-

    bir detalladamente uno de sus primeros libros de extensas pginas:

    El ostracismo de los Carreras. A su paso por Mendoza, en su regreso

    del viaje de Europa a Chile, Vicua Mackenna haba revisado

    archivos y consulado documentos sobre los desafortunados prceres

    chilenos. El espritu de esta obra, su plan, los materiales que lo

    forman, datan casi desde mi infancia, porque su tema ha constituido

    siempre una de mis ms fuertes predilecciones de escritor.

    Un peridico dela ciudad de Mendoza acus a Vicua Mackenna

    de haber sustrado del archivo de la ciudad, el proceso de Jos Mi-

    guel Carrera. El autor contest que tal aseveracin era falsa, toda vez

    que se haba limitado a copiar de su propia manolos documentos de

    aquel proceso.

    El ostracismo de los Carrera ha sido considerado, por algunos

    his toriadores y estudiosos, uno de los ms hermosos y sentidos librosde cuantos salieron de la incansable pluma de Vicua Mackenna, y

    con justificados motivos su publicacin lo coloc, de golpe, entre los

    ms brillantes escritores de su tiempo. Se le destaca por su

    sensibilidad, su penetracin analtica, su elogio entusiasta y el inters

    de su narracin

    El volumen se publica en diciembre de 1857 y en un tiraje de

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    2.000 ejemplares. Ha sido el fruto de las fatigas y sacrificios de su

    autor en el acopiar documentos, y el de un invierno entero de vigilias

    y de labor. En carta a su amigo el argentino Bartolom Mitre VicuaMackenna le cuenta:

    Iba pues a decirle que, aunque no se han vendido sino 30

    ejemplares del Ostracismo, en la capital hay en circulacin ms de

    300, porque habr recibido otras tantas esquelas y recados en que se

    me hacia el honor de pedirme regalada esta obra tan interesante; y

    yo aada al entregar cada volumen: con lminas y de balde comono ha de serinteresante!.

    Vendrn tiempos nada de tranquilos para el siempre inquieto e

    ilustrado Vicua Mackenna. Ms que en cuartillas literarias escribe

    mucha tinta sobre papel sellado. Redada escritos que revelan su ofi-

    cio de eficiente abogado o toma decidido partido por asuntos

    polticos contingentes.En agosto de 1858 escribe en una carta, que hace pblica un diario

    de la poca: Hace ya seis meses a que no escribo sino sobre papel

    sellado. Y qu quiere Ud.! A esta clase de escritos, aunque los

    empape uno de cuanta necedad y de cuanta pedantera hay en los

    rancios autores, les pone un juez al pie, como se pide, y ah tiene Ud.

    que lo llaman a uno sabio, un hombre de provecho, un futuro minis -tro, qu s yo!.

    - La contienda poltica importa como cuestin fundamental en la

    vida de Benjamn Vicua Mackenna, siempre en el bando de los

    opositores al Presidente Manuel Montt. Los debates pblicos se

    hacen cada vez ms ardorosos y apasionados. La prensa cumple

    desde sus columnas un rol de contienda y de batalla, sobre todo en

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    los antiguos pipiolos que combaten la administracin de turno.

    Vicua Mackenna funda, por propia iniciativa, La Asamblea

    Constituyente, un opositor peridico que sale a la calle en octubre de

    1858. Sin consulta de nadie y bajo su sola responsabilidad, el famoso

    vocero iba a prestar su nombre, con los meses, a una revolucin.

    Desde ese peridico se peda a pginas llenas una reforma de la

    Constitucin de 1833 y la pronta instalacin de una Asamblea Cons-

    tituyente: Queremos la Constituyente que es la paz, la verdad, la

    justicia, y ms que todo la soberana del pueblo, la sancin de su

    augusto derecho.

    Manuel Antonio y Guillermo Matta, Angel Custodio Gallo,

    Isidoro Errzuriz y otras destacadas personalidades liberales que

    combatan al gobierno, colaboraban en las polticas pginas del pe-

    ridico de Vicua Mackenna, que no daba tregua: estamos hartos

    de sufrir la carga ominosa de las leyes, de los decretos, de las orde-

    nanzas, de los bandos.

    Los polmicos y combativos artculos, llamamientos y progra-

    mas de Vicua Mackenna de pie levantemo s tan alto c9mo el

    cielo ese lema de bendicin de una Asamblea Constituyente, iris des-

    lumbrador que el pueblo adora de rodillas como la promesa de su

    regeneracin y de su ventura tuvieron pronto la ms tenaz res-puesta del gobierno.

    Un breve bando suprima de golpe el peligroso peridico

    vicuense, prohiba toda reunin opositora y detena a los principales

    y presuntos constituyentes.

    De nada valieron las nuevas protestas de Benjamn Vicua

    Mackenna. En diciembre de 1858 es detenido, encerrado en un cala-bozo e incomunicado en la crcel pblica de Santiago. En el acto

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    me encerraron en una celda, poniendo llave al candado. El aposento

    era ftido, estrecho y tena miles de bichos, herencia nica que deja-

    ba escondida entre las grietas de los ladrillos, la familia de ebrios y

    rateros que me haban precedido en aquella habitacin.Los das y semanas de encarcelamiento no alteran el nimo emo -

    cional de Vicua Mackenna. Aprovecha las interminables horas para

    escribir detalladamente Mi diario de prisin. Se levanta temprano,

    luego almuerza, charla hasta el medioda. Despus pasea por toda la

    crcel, habla con las visitas en la puerta, escucha las consultas de los

    presos, recibe los numerosos regalos de la familia y amigos, y, decualquier manera, entera el tiempo hasta la hora de comer y volver a

    su calabozo:

    Nuestra vida no es desagradable y casi no tengo un solo mo -

    mento de fastidio, aunque s algunos de tristeza, pero breves.

    Los primeros meses del verano de 1859 sorprenden a Vicua

    Mackenna todava en su encierro carcelario. Su nimo no decae ybosqueja borradores para escribir una obra histrica sobre la vida de

    Diego de Almagro. Un cierto espritu reflexivo lo rodea. Anota en su

    cuaderno:

    Hoy encuentro que el cabalozo me agrada en su soledad, que

    me hace sentirme ms libre, porque no son los fierros sino los hom-

    bres los que me encadenan. Cuando despierto por la maana y veodesde la sombra fresca de mi celda el claro brillo del sol a travs de

    los rboles del patio, siento siempre una emocin grata y feliz. Por lo

    dems, el alma est habituada a los sinsabores.

    Ests sinsabores iban a ser ms reales hacia el final de sus tres

    meses de prisin. El mismo Vicua Mackenna, aunque sin resultado

    favorable alguno, har su defensa en los tribunales (no me turb, y

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    mi voz fue enrgica y sentida en un discurso de cerca de media

    hora), pidiendo al jurado que se pusiera la mano en el corazn y

    fallara en conciencia.

    Acusado de provocar la desobediencia de las autoridades legalmente

    constituidas, de trastornar el orden pblico y de llamar a la sedicin,

    el fundador deLa Asamblea Constituyente era condenado a tres aos

    de destierro fuera del pas, y al pago de una multa de mil pesos.

    Vicua Mackenna recibi la sentencia en su calabozo mientras lea

    romances y cuentos franceses.

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    DESTIERROS Y VAGABUNDAJES(1859)

    Msde tres meses de navegacin esperan al desterrado VicuaMackenna. A bordo de un buque de vela ingls y al cuidado de una

    tripulacin armada de fusiles, es conducido al puerto de Liverpool.

    Preocupado ms bien del adis a sus hermanos y parientes, no dio

    importancia a lo incmodo y estrecho de su camarote, la maana demarzo (1859) que el buque de 200 toneladas levantaba andas en

    Valparaso.

    En la Luisa Braginton (o Luisa Braguetas, como la llamarairnicamente el diarista Vicua Mackenna) eran conducidos,tambin como prisioneros, Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta,

    Angel Custodio Gallo y otras destacadas personalidades chilenasfirmantes de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Todos

    sufriran por igual los maltratos de un capitn implacable y las

    desventuras de la navegacin.El buque lleva una marcha infernal. Su espantoso cabeceo, que

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    apenas nos permite permanecer sentados, nos tiene tan mareados que

    no hemos probado alimento alguno en todo el da

    Las penurias alimenticias no seran pocas. Al almuerzo un pe-dazo de jamn perpetuo. Y luego pasaran seis horas entre este fru-

    gal martirio y el de la comida. Componase este segundo ataque al

    estmago, de dos budines, uno de carn aeja, y otro de fruta inglesa,

    es decir, fruta verde conservada en aguardiente, y en medio de esta

    caricatura de roast -beefy parodia deplum-pudding, una sopa es-

    pesa de cualquier cosa. -A pesar de su condicin de desterrados, ni Vicua Mackenna ni

    sus compaeros pierden el humor y el buen nimo, echando

    buquecitos de papel al mar o jugando chirlos a la rayuela como pasa-

    tiempos que evitaban el tedio y el aburrimiento. Don Benjamn anota

    estas animosasy resueltas impresiones en su cuaderno de viaje:

    Las provisiones del capitn consistan en dos chanchos y unadocena de patos, a quienes durante mucho tiempo no conocimos ms

    que de vista y de gritos. Haba tambin a bordo, fuera de estos

    animales y de los que formaban la tripulacin, dos perros y dos ga-

    tos1 de los que tombamos estrido inventario todos los das, para

    asegurarnos de que no haban sido servidos ala mesa.

    Llevbamos tambin 24 gallinas, de las cuales no vimos sinolos espectros. Slo 6 de e]las fueron inmoladas a nuestra hambre; las

    dems se evaporaron. En cuanto a los patos, conseguimos retenerlos

    en el mundo echndoles todos los das algn auxilio de migas o ga-

    lletas mojadas. Pan no tuvimos sino a los postres del viaje. Slo nos

    servan unos fragmentos amarillosos, con vetas azules de moho: el

    mayordomo deca que eran galletas, nosotros sostenamos que eranriscos, y los estmagos que eran indigestiones.

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    Con esta vida nos parecamos a los discpulos del licenciado

    Cabra, de que habla Quevedo. Para consolarnos, leamos las bodas

    del rico Camacho, o hadamos edificantes comentarios sobre los ayu-nos de los santos anacoretas o sobre los padecimientos de los innu-

    merables mrtires de Zaragoza. Como los alegres convidados de

    Branger, notenamos ms que cantar canciones para distraer el ham-

    bre, y repetir como aquel joven de Chile en el Israel Bertuci: Traigan

    los helados y los barquillos, los barquillos y los helados. Este

    estribillo fue muy frecuente durante la navegacin.En cuanto a lquido, el agua era impotable; no tenamos ms

    vino que algunos cajones que traa Custodio Gallo, y que el capitn

    nos ayudaba enrgicamente a vaciar, y sino es por algunos tarros de

    leche que ste traa, no habramos tenido ms recurso que ordear la

    va lctea que solamos divisar en las noches claras. En variedades de

    mar tuvimos una que otra vez beefsteak de tiburn, y tal cual pes-cado volador con el cual era preciso hacer el milagro de Jesucristo

    para que tocase a cada estmago una molcula.

    Hay que agregar que todo esto era servido por el mayordomo.

    un tsico de ojos torcidos, que andaba siempre como el comps del

    buque, sin rumbo fijo. Tena cara de dolor de estmago, y la mirada

    era la expresin ms viva de la lepidia de calambre. Despus delcapitn (John Bull) era el hombre ms importante a bordo. A menu-

    do lo encontrbamos en animadas conferencias secretas: trataban sin

    duda del estado de sitio en que haban puesto a nuestros estmagos y

    de la rpida manera como se iba operando la reforma de nuestra

    constitucin.

    Por fin un da comimos chancho. Fue un verdadero aconteci-

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    miento a bordo. En Valparaso se haba comprado dos chanchos para

    que comiesen las basuras y desperdicios de la cocina y eran alados

    bajo la mirada paternal del capitn. Mientras navegbamos en el Pa-

    cfico ni siquiera se nos vino la idea de un chanchicidio; nada tam-poco durante la travesa del Cabo de Hornos. Observbamos cmo el

    capitn creca en amor por ellos, y eso nos haca perder la esperanza

    de que se arrebatase la existencia de las interesantes bestias.

    Esta cuarteta era nuestro esquinazo diario:Caballero don John Bull,

    Cogollito de culantro,-No sea tan piedra azulY mtenos luego un chancho.

    El segundo chancho fue inmolado slo ocho das antes de nuestra

    llegada a Liverpool.

    Como un prisionero que huye de un maldito calabozo, Benjamn

    Vicua Mackenna desembarca en el puerto de Liverpool en junio de

    1859. Viaja lo ms pronto a Londres, donde se retine con Diego

    Barros Arana, que vive su ostracismo en la capital inglesa. Tambin

    estuvo a punto de entrevistarse con el legendario Lord Cochrane, de

    no mediar ausencia, por esos das, de la ciudad, del octogenario es-

    tratega militar. El territorio britnico ser temporalmente su residen-

    cia. Luego, con su inseparable amigo Barros Arana, decide viajar a

    Pars, ciudad que ya haba conocido, deslumbrndolo, algunos aos

    antes. No deseaba que el tedio de la proscripcin cayera sobre su

    espritu como el amarillo otoo que viva.

    Nada particular lo retiene en Pars. Ocupa su tiempo registrando

    bibliotecas y libros, y compra otros que le permiten sus escasos

    recursos. Sin embargo, se siente aburrido, y con un gran vaco, inde-

    ciso sobre el rumbo que debe tomar. A dnde ir?, se pregunta. Su

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    espritu curioso e inquieto se aventura por Espaa, y visita los archi-

    vos americanos de la madre patria.

    Despus de recorrer fronteras, caminos, ciudades y pasando porBurdeos (donde visita los viedos de Margaux), San Sebastin (don-

    de duerme una noche en una posada como si estuviera en Curacav),

    por Burgos, Valladolid, Segovia, hasta llegar en diligencia, una

    volanta de cuatro asientos, a Madrid. El pesado carruaje, en vez de

    volar, gateaba, con sus tres azotados rocines cuesta arriba.

    En la capital de Espaa se hospeda en una fonda ubicada en el plenocorazn de Madrid, hacia las espaldas de la Puerta del Sol (de

    suerte que el astro del da no nos visitaba sino tarde y de soslayo,

    como acecho de alguacil, que el sol no sale nunca de otra manera

    para quienes andan en desdichas). A calles de su residencia estn

    las libreras y las bibliotecas que tanto apasionan su inters por en-

    contrar manuscritos, incunables y obras antiguas.Su exclusiva coleccin bibliogrfica se enriquece da por da. Cuenta

    Benjamn Vicua Mackenna una de estas experiencias en sus

    andanzas libreras: Encontrndome en una noche del mes de no-

    viembre en la librera de don Fermn Cuesta, situada en una especie

    de covacha de la calle de Carretas, en Madrid, ocurrisele a aquel

    buen viejo y rancio espaol tirar sobre el empolvado mostrador de sudespacho un grueso envoltorio de papeles. dicindonos con su

    llaneza de legtimo castellano: Vea Ud. eso, que es de Amrica. Yo

    no s lo que contiene, pero si le gusta, llveselo Ud. por una onza de

    oro, que es mi nico y ltimo precio.

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    Quitando el polvo y las telaraas del legajo, Vicua Mackenna

    se encontraba, nada menos, que con la historia indita del Paraguay y

    de la Repblica del Plata, del Padre Lozano considerada una ver

    dadera joya bibliogrfica. Saltando su corazn de gozo y sin decirms palabra pag el dobln y se fue a su posada a maravillarse con

    su sorprendente adquisicin.

    Algo semejante, y acaso con ms relevancia y trascendencia, le

    ocurrir cuando visita la dudad de Valencia. En esta permanente

    rebsqueda de originales y manuscritos, a la caza siempre de perga-

    minos y librotes, dar con la clebre Historia general del Reyno deChile o Flandes indiano, an no impresa; sino en las hojas

    manuscritas por la mano de su autor, el jesuita Diego de Rosales.

    A fines del ao de 1859, obtuve un difcil y casi sospechoso acceso

    al escondido pergamino, y bajo el ojo de su amo lo inspeccion con

    estrechez una o dos horas por da durante una semana, convencido de

    esta suerte de su gran valor histrico.Despus de este provechoso e inesperado hallazgo bibliogrfico no

    poda, Vicua Mackenna, quejarse de sus destierros y de sus

    andanzas histriales. Fue una verdadera fortuna encontrar en Va -

    lencia el codiciado manuscrito del padre Rosales, porque pronto so-

    brevino la guerra y casi inmediatamente la muerte del seor Salv (el

    poseedor original del texto), lo que habra dificultado mucho y talvez hecho imposible su adquisicin.

    Por lo menos stas eran sus favorables compensaciones que

    mitigaban el andar cumpliendo penas de extraamiento lejos de la

    patria natal. -Sus andanzas, ms bien obligadas por la Europa,

    llegaran pronto a su fin. A fines de ese ao deja Espaa ( de todas

    la ciudades que, en andariega soledad o en la madurez de la vida, he

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    visitado en la vieja y noble Espaa, ninguna dej en mi retina ms

    viva impresin, vista de lejos, que Toledo, la capital goda de la

    Iberia), embarcn-

    dose hacia la Amrica del Sur, en un acercamiento martimo y geo-grfico con Chile.

    En enero de 1860 decide permanecer en el Per, mientras terminan

    en Chile los ltimos meses de la administracin de Manuel Montt En

    Lima se encontrar con su entraable amigo Jos Miguel Carrera

    (hijo del ilustre prcer), con quien compartir una modesta casucha

    de la calle de Queipo, sita en el pobre barrio de San Lzaro. Vivcomo el hombre de trabajo, en una celda que apenas era ms espa-

    ciosa que la que haba tenido al dejar a Chile en la penitenciara.

    Pero en la capital peruana vivir, tambin, honrado con la amistad de

    los hombres ms notables del Per.

    En Lima reanuda su laboriosa tarea de escritor, de cuyo fruto

    honradamente viv. Se propone escribir el Ostracismo del generalO'Higgins, documentndose en materiales de primera mano. Ser el

    mismo don Demetrio (Y O'higgins quien pone a disposicin de

    Vicua Mackenna el archivo de su padre, que conservaba en su

    hacienda de Montalvn: Despus de cuatro o seis meses de trabajo

    sobre papeles del general (Y OHiggins, me prepar a redactar la

    obra histrica, y me fui a la soledad del valle de Caete, donde aquelnoble chileno haba vivido.

    En noviembre de 1860 la histrica obra estaba ya totalmente con-

    cluida, con hechos religiosamente documentados, escrita sobre pa-

    peles inditos y noticias autnticas. Como ensayo histrico y origi-

    nal, esta obra comprende la vida completa del general (Y OHiggins,

    y si lleva por ttulo el de su ostracismo dice Vicua Mackenna,

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    es slo porque aqulla est escrita bajo el punto de vista de su largo

    destierro, con materiales acopiados principalmente durante esa po-

    ca, en los sitios mismos en que aqul se desliz, y porque una gran

    parte de la existencia de aquel ilustre chileno fue consumida en pa-ses extranjeros, donde muri.

    Obligado por una enfermedad violenta a dejar los ardientes climas de

    los valles del Per, y terminada la redaccin de El Ostracismo de

    OHiggins, Vicua Mackenna se embarca en Pisco de regreso a

    Chile. Era el mes de Enero de 1861 a casi dos aos de haber iniciado

    su destierro en laLuisa Braguetaspor los mares del mundo.

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    DOCTOR RECIEN DOCTORADO(1861 - 1864)

    Mientras Benjamn Vicua Mackenna vive de asilo en asilo,

    medio oculto en casas de familiares y amigos, como un malhechor,

    al regreso de su destierro en el pas ha terminado el decenio de Ma-

    nuel Montt y asume la presidencia de Chile, en brazos de una alianza

    la fusin entre liberales y conservadores, el nada de polticoJos Joaqun Prez, cuyo lema no era el progreso nacional, sino la

    pacificacin de los espritus.

    Esta circunstancia, en lo personal, sera de notable beneficio

    para Vicua Mackenna, que miraba con simpata la nueva

    administracin: Vine a Chile oculto y perseguido, hasta que subi

    al poder el ilustrado, probo y demcrata Presidente Prez, quien,

    adems de ser un excelente ciudadano, era mi pariente inmediato.

    Su situacin fue desde entonces distinta. Lograba el pleno goce

    de su libertad, que era lo que constitua toda su ambicin. Y sino he

    aspirado a puestos y honores, he tenido la garanta de no ser ence-

    rrado en calabozos ni en pontones por cada pgina que escriba.

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    En medio de este grato panorama, Vicua Mackenna retomaba

    de nuevo sus actividades profesionales, literarias y periodsticas. En

    agosto de 1862, y con un documentado estudio sobre Lo que fue la

    Inquisicin en Chile, se incorpora a la Facultad de Humanidades dela Universidad. El nuevo miembro es recibido por el Rector, Andrs

    Bello, quien destaca los mritos del nombrado, su espritu de inves-

    tigador y su entusiasmo por el cultivo de las letras y de la historia.

    Vicua Mackenna, que ha cumplido ya los treinta aos (llegado

    ahora a aquella edad de la vida en que se toman las resoluciones

    serias), considera que por ms que el orgullo y la herida vanidad seexalte, yo seguir impasible mi camino hasta llegar a la meta de mi

    ambicin, que es la de escribir entre los vivos y a la faz de la repbli-

    ca que nace y se educa, la historia contempornea para recompensa y

    estmulo del bien y para castigo de inicuos y tiranos.

    Con estos postulados, el activo estudioso de la historia del pas

    se encierra a escribir, en pocos meses, su polmica obra Don DiegoPortales, que se da a la estampa en mayo de 1863. Vicua Mackenna

    dedica la obra, con afectuosa admiracin de discpulo y amigo, a

    Jos Victorino Lastarria. Sin embargo, el rudo crtico y liberal intran-

    sigente no mirara, sin embargo, con buenos ojos el homenaje.

    Lastarria, que viva lejos de la patria, le escribir desde Lima:

    No espere Ud. mi juicio sobre su obra de Portales, porque eso seraesperar que yo no fuese su amigo, pues tendramos que pelear. El

    tomo que le durante la navegacin me cost rabias, dolores de

    estmago, patadas, reniegos y cuanto puede costar una cosa que

    desagrada.

    Le dir al odo que Ud. se me figura un vndalo en el campo de

    la historia, que todo lo destroza o por lo menos lo pisotea como un

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    corcel salvaje Me da lstima ver la pobre historia en sus manos, por-

    que la maltrata como si fuera una prostituta. En su libro de Portales

    puedo sacarle a cada pgina una mentira, o una contradiccin, o una

    visin de su alma enamorada.S, Benjamn: Ud. se enamora para escribir esas historias, pues los

    Carrera, OHiggins y Portales son panegricos y no historias.

    Quines el primer chileno, el ms grande en el libro de los Carrera?,

    Jos Miguel Quin es el primer chileno en el de OHiggins?, (Y

    O'Higgins. Quin lo es en el que acaba de escribir?, Portales. Y al

    fin, quin es el ms grande, gordito, con dos mil diablos?Vyase Ud. a pasear con su Portales, pues creo que con este libro

    hace ms mal que con ninguno. Pervierte Ud. el juicio pblico y

    presenta como grande a un pillo, de los que tiene nuestra tierra a

    puados. No hablemos ms, porque peleamos, y yo no quiero pelear

    con Ud., porque lo quien mucho, y tengo grandes esperanzas de Ud.,

    sobre todo la de que se corregir.Aunque afectuosa y pintoresca, la directa y beligerante carta del

    maestro Lastarria revela los convencimientos e intransigencias de los

    nimos y espritus de toda una poca de decenios pelucones, y que la

    administracin del Presidente Prez se propona, ahora, pacificar.

    Con razn Vicua Mackenna, para escribir su obra portaliana,

    buscaba el sosiego hogareo de El Meln, cerca de Petorca,resuelto a retirarme a la paz y el silencio del campo, donde pedir al

    destino aquella tregua de reposo y de constancia que este esfuerzo

    necesita.

    En el verano de 1864Vicua Mackenna se hace cargo de la redaccin

    de El Mercurio, el ecunime y circunspecto diario dirigido por Jos

    Santos Tornero en Valparaso. El activo cronista (debo su-

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    dar como jornalero) escribe sobre los ms variados y miscelnicos

    temas, y tiene la ms absoluta independencia en la redaccin poltica

    del diario.

    Desde hace cuatro meses redacto El Mercurio de Valparaso cuenta Vicua Mackenna en unas confidencias epistolares, ocu-

    pacin que me ha creado un pasar muy conforme a mis gustos y me

    asegura cierta independencia, pues tengo un sueldo de 4.000 pesos,

    que es el doble mayor de lo que antes se pagaba a nuestros

    redactores.

    Ricardo Donoso, el acucioso bigrafo de Vicua Mackenna, destacaque ningn asunto escap a la consideracin de su inquieta cu-

    riosidad, y con tanto acierto y liviana amenidad juzgaba un libro

    nuevo como comentaba una rida memoria ministerial. La poltica

    ferroviaria y la exterior, el asunto de la pacificacin de la Araucana,

    la instruccin pblica y las cuestiones eclesisticas, la marina mer-

    cante y los progresos de la prensa, fueron materias que abord Vicu-a Mackenna desde sus porteas columnas mercuriales con elevado

    criterio y acendrado patriotismo.

    En abril de 1864, el redactor de El Mercurio es elegido diputado

    propietario de La Ligua, circunstancia que lo llevar a separarse de la

    redaccin del diario, que sirvi durante varios meses. Vicua

    Mackenna llegaba al Congreso como representante de una zona quele era muy querida, y con pocos desengaos.

    La atmsfera est tan cargada de poltica que casi es imposible

    hablar de otra cosa. Yo soy el de los liberales independientes de La

    Ligua. Una lucha contra el clero el elemento clerical, como lo

    llama y una reforma de la Constitucin, eran los cartabones fun-

    damentales de su programa electoral.

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    Sus ocupadsimas tareas legislativas, en las comisiones y en la

    secretaria de la Cmara de Diputados, no le dejaban el tiempo nece-

    sario para sus afanes literarios o de articulistas en la prensa

    santiaguina de la poca (sus crnicas interesan a todos, se hacenleer con apasionada aficin por eruditos y por ignorantes, deca El

    Ferrocarril), ni para cumplir a cabalidad con la Facultad de

    Humanidades, de la cual era miembro.

    Sin embargo, en mayo de 1865, propone a este organismo uni-

    versitario una polmica mocin que alborota las doctas sesiones: la

    supresin del latn como estudio obligatorio. Insinuaba la conve-niencia de reemplazar dicha lengua por el de dos o tres idiomas

    vivos, que siempre tendran mayor utilidad que las ridas disci-

    plinas del latn, que seguan sin provecho alguno para olvidarlas al

    da siguiente.

    Vicua Mackenna llegaba a ser tenaz con la clsica y muerta

    lengua, sealando que el latn es una momia que en vano sepretende ataviar con los ropajes fascinadores de una eterna juventud.

    Su imperio pas. Agregaba, adems, que su estudio era un

    verdadero martirio para los jvenes y que no prestaba utilidad

    alguna.

    La propuesta de Vicua Mackenna encontr, entre los jvenes y

    estudiantes, la ms entusiasta simpata y el ms inmediato apoyo.Los cnticos y las cuartetas no se hicieron esperar

    Gracias, mil gracias, Doctor,Doctor recin doctorado,

    Poeta libertadorDe tanto martirizado.

    La fundada mocin de Vicua Mackenna, que trascendi el claus-

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    tro universitario para hacerse debate pblico y nacional, no prosper,

    en definitiva, en el seno de la Facultad de Humanidades. Su autor,

    despus de haber ledo un riguroso informe de siete puntos sobre la

    materia, se limit a decir: El latn era el idioma de los sabios y delos santos, como hoy ha pasado a ser el de los mrtires.

    Si de estas cuestiones lingsticas Vicua Mackenna sacaba la peor

    parte, no lo sera menos en materias legislativas. Meses despus de la

    cuestin del latn como lengua obligatoria en la enseanza, pas

    asiste al ms fervoroso debate, en el Congreso, en torno a la reforma

    de la Constitucin en materia de libertad de cultos.Las discusiones seran memorables. El Eco de las seoras de San-

    tiago escriba en su editorial del 13 de julio de 1865: La cuestin de

    libertad de cultos que se debate en nuestra Cmara de Diputados est

    destinada a llevar a todos los mbitos de la repblica la ms justa de

    las alarmas, y a despertar en todos los pechos odios que jams nacer

    debieran.Vicua Mackenna (aunque haca profesin de fe catlica, recordando

    sus tiempos de nio en las procesiones) se declaraba el ms decidido

    partidario de una reforma constitucional, abogando por una plena

    libertad de cultos y por la conveniencia dela prctica de la tolerancia.

    A los pocos das de su erudito discurso parlamentario, las seoras de

    Santiago enviaban al diputado por La Ligua, ya travs de las pginasde su peridico, la siguiente carta pblica:

    Vuestros discursos en la Cmara de Diputados han suscitado no

    muy gratas emociones. Al principio, os lo confesamos, nos pro-

    porcionabais buenos ratos de risa y de solaz, y esa risa se prolongaba

    no poco con la lectura de aquellos peridicos que hacen coro con

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    vosotros. Pero vuestros errores y dislates nos han causado hasto, y

    ya nos parece que intentis burlaros de todos los chilenos: tan gran-

    des son los despropsitos que verts a manos llenas. Vamos a tratar

    de atusaros el bigote, para arrancroslo despus pelo por pelo y hebrapor hebra.

    Vicua Mackenna, cuyos mostachos, en verdad, daban a su rostro

    una personalidad inconfundible, reciba estas amenazas con re-

    gocijado espritu, considerndolas como simples travesuras

    jactanciosas.

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    AGETE CONFIDENCIAL ENLOS ESTADOS UNIDOS

    (1865-

    1869)

    Ira al fin del mundo por servir a mi patria, respondi VicuaMackenna, cuando el gobierno de Chile, en septiembre de 1865, le

    encarg una diplomtica y secreta misin en el exterior:

    desempearse como agente confidencial en los Estados Unidos. De-

    licada tarea que no estaba exenta de sacrificios, riesgos y dificulta-des, pero que este hombre, diligente , honrado, poda buenamente

    cumplir.

    Chile acababa de declarar la guerra a Espaa, cuyas relaciones

    se deterioraron de una manera hostil y agresiva. La ocupacin de las

    guaneras islas Chincha por fuerzas navales espaolas pona en alerta

    a los pases de la costa sur del Pacifico.

    El decreto de nombramiento le asignaba un sueldo de 4.000 pe-

    sos (una racin de guerra, le dijo el ministro de Relaciones Exte-

    riores). Pero el agente confidencial, que conoca el pas adonde iba,

    comprendi que esa racin no era slo de guerra sino de hambre, y

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    me resign gustoso a ella, pues me garantizaba mi pan y mi techo,

    que era cuanto yo necesitaba en la capacidad en que iba a servir.

    Su doble misin hacer propaganda pblica en beneficio de Chile y

    tratos secretos para procurar elementos de guerra a la repblicaera, en realidad, tan reservada que no ms de dos personas tuvieron

    conocimiento del viaje. El mismo Vicua Mackenna se embarc en

    las bodegas de un boque, entre sacos de nueces y galletas de mar,

    con destino a Nueva York

    En noviembre del ao 1865, y despus de vagar por toda la neo-

    yorquina ciudad, el agente de Chile se encontraba en una modestacasa, no lejos de Broadway, y casi al frente de donde haca catorce

    aos haba vivido ciertamente ms feliz. Entonces era un humilde

    viajero de curiosidad y estudio, y ahora un embajador sin embajada

    y un magnate sin cuartillo.

    Una de sus primeras tareas es la de promover en la opinin pblica

    norteamericana simpatas calurosas y abiertas para la causa chilena.Con tesn y sagacidad, ordena un banquete en el mejor restaurante

    de la ciudad para representantes de la prensa y funcin, consulares de

    pases sudamericanos.

    Al agasajo asistieron slo estos ltimos y uno que otro periodis ta.

    Vicua Mackenna escribe al ministro chileno de Relaciones: En

    general la prensa de este pas est decidida en favor de nuestra causay sostiene la doctrina Monroe como cuestin del da.

    El agente chileno busca y crea otros canales. l mismo se da a la

    tarea de la publicacin de un peridico: La voz de Amrica. Su tiraje

    era dedos mil ejemplares que se distribuan por Nueva York y Wash-

    ington y otras capitales del continente. Entres sus colaboradores es-

    taba el argentino Sarmiento, que se desempeaba como ministro desu pas en los Estados Unidos.

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    Las hojas de este peridico, fruto de tantas vigilias, hicieron esti-

    mables servidos a la causa de Chile, ilustrando la opinin de todos

    los que tenan algn inters en los destinos de la Amrica Meridio-

    nal, y aun de sus propios enemigos, pues se enviaba una buena can-tidad de ejemplares hasta Espaa.

    No solamente labor propagandstica, a travs de folletos y hojas

    de peridico, cumple Vicua Mackenna. Tambin suscribe contratos

    con inventores y propietarios de cierta clase de botes torpedos. Y

    hasta se las ingenia para comprar barcos en libras esterlinas. Aunque

    para salvar responsabilidades, anota: Yo no recib jams el en-cargode comprar buques, y si tom alguna parte en esos negocios fue

    voluntariamente, inducido slo por mi patriotismo.

    Las secretas misiones del agente de Chile en los Estados Unidos

    llegaban a su trmino en junio de 1866. Oficialmente, y a completa

    satisfaccin del gobierno por su conducta en el desempeo de la mi-

    sin confiada, sus funciones quedaban concluidas. El saberse libera-do de tan confidenciales labores fue uno de los momentos ms feli-

    ces de su vida. Aunque el regreso a la patria tuvo que hacerlo poco

    menos que de limosna, toda vez que necesit de la ayuda de algu-

    nos amigos para pagar parte de su pasaje.

    En Santiago la vida social es animada e intensa. La gente se ha

    olvidado de la guerra y slo piensa en bailar y divertirse. VicuaMackenna vuelve a sus burocrticas tareas como secretario de la

    Cmara de Diputados. Se queja del gobierno que hace tan poco, o lo

    hace a escondidas que nada se traduce:

    Yo me he penetrado de ello durante mi ausencia, en que me

    dejaron abandonado a mi suerte, y por esto desde que llegu, a pesar

    de las manifestaciones oficiales, me he encerrado en la concha y nos ni pregunto nada.

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    En el mes de septiembre asiste a un nada de improvisado baile

    en la quinta de su amigo el contratista Enrique Meiggs, y que le dar

    tema para escribir una crnica sobre el derroche, el lujo, la gracia y

    la esplendidez del memorable sarao.Dedicado por sobre todo a susactividades pblicas, don Benjamn apenas si tena tiempo para

    relaciones sociales y enamoramientos, a no ser aquellos aos de su

    adolescencia, cuando ms de una santiaguina dama le inspiraba

    decir: Ay!, en un tiempo goc a su lado todo lo que ahora sufro.

    El mismo mes (marzo de 1867) de una campaa electoral que lo

    reelige diputado, ahora representante de los departamentos de Talcay Valdivia, Vicua Mackenna contrae matrimonio con la distinguida

    dama Victoria Subercaseaux Vicua, su prima, joven de 19 aos,

    cuya belleza y virtud nada dejan que desear a mi amb icin. Se de-

    dica plenamente a vivir en la paz de su nuevo hogar, sin tomar nin-

    guna parte en la poltica. Yo llevo una vida tranquila al lado de mi

    mujercita. Era ya tiempo de descansar.En ese tiempo de descansar, entre la vida de recin casado y de

    funciones legislativas, Vicua Mackenna rene todos los materiales

    necesarios para escribir una de sus obras fundamentales: laHistoria

    crtica y social de la ciudad de Santiago desde su fundacin hasta

    nuestros das (1541-1868). Ms que la obra de un historiador, el

    libro se recibi como el jugoso fruto de una labor de varios aos,realizada con todo el amor del literato y toda la ardiente pasin del

    enamorado de las aejas tradiciones..

    En los propsitos de su extensa obra, su autor seala en el

    prefacio: Oportunamente el fro observador de nuestro modo de ser

    poltico y social, o puramente domstico, como pueblo, como

    comuni-

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    dad, como familia, decidir, por consiguiente, si el retrato de nuestro

    actual Santiago es una copia fiel de su original, y si han sido agru-

    pados con desgreo o fortuna los singulares matices de raza y cos-

    tumbres, vicios y grandezas, virtudes y preocupaciones que en eltranscurso de los siglos han venido acumulndose en el vasto lienzo

    de nuestra presente sociabilidad.

    Slo entonces tambin podr formarse cabal concepto el crtico

    sagaz sobre s el Santiago de hoy da, brillante, opulento, beato,

    chismoso, eternamente asomado a la ventana del vecino, nobilsimo

    de sangre, valiente, aristocrtico en todo, y ms que ninguna otracosa, llamada mrito o defecto, parsimonioso de su hacienda, es el

    mismo Santiago que fund Pedro de Valdivia con su hueste de

    extremeos, es el mismo del cual los vizcanos se hicieron absolutos

    dueos en los siglos del coloniaje, y por ltimo, el mismo que de los

    mstiles del corsarioAtacama divis venir sobre nuestras playas las

    naves de Pareja.Para escribir la historia de su dudad natal, Vicua Mackenna revis

    archivos y documentos de la ms variada procedencia, desde papeles

    de familia a la actas del Cabildo de Santiago, y de relaciones e

    historias de los primeros cronistas a libros y memorias y de viajeros

    extranjeros que haban pasado por Chile en pocas anteriores.

    Materiales todos preparados cuidadosamente despus de un largoestudio y de investigacin laboriosa y paciente. Historia, al fin,

    narrada a la gran familia chilena por uno de sus ms humildes

    miembros.

    El autor de la amensima Historia de Santiago dedica su obra a doa

    Carmen Mackenna de Vicua, su madre, y a doa Magdalena Vicua

    de Subercaseaux, su suegra, dos seres queridos que el amor

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    rene en un solo nombre, y para quienes el culto de mi alma es una

    ofrenda infinita de admiracin y de ternura por todo lo que hay de

    puro, de noble, de sublime en el alma de la mujer y de la madre.

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    VIAJE ALREDFDOR DEL MUNDOCON SU AMADA

    (1870-

    1871)

    El inicio del ao de 1870 sorprende a Benjamn Vicua

    Mackenna un largo viaje por pases europeos. No anda en misiones

    confidenciales de agente del gobierno, ni en andanzas -angustiosas

    de un destierro, ni un vagar aventuras muchas en la curiosidad de

    verlo nuevamente todo. Se haba embarcado en Valparaso con

    Victoria, su joven esposa, que necesitaba de lugares de reposo y

    aguas termales para reparar su salud quebrantada. Un viaje por

    razones mdicas, entonces. Aun as, l viaje mismo era ya una receta

    de distraccin, de conocimiento y de nimo renovado. Qu

    profusin de vida he encontrado en estos pueblos

    -dice don Benjamn cuando llegan a Francia, qu abundancia de

    placeres qu alegra en todos los nimos. Pars est transformado y el

    que yo conoc hace 15 aos no es sino una sombra del presente.

    - Pero Pars est alegre para los que quieren alegrarse, no para

    los Vicua, que tienen que pagar precios de prncipes en el hotel

    donde

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    se hospedan. Adems, son das de riguroso invierno: Ni un da, ni

    una hora de sol. Vivimos en una niebla glacial y desde que llegarnos

    apenas sabemos si en este hemisferio hay o no cielo.

    Sus excursiones por las avenidas, los museos, los teatros le regocijanel nimo, sobre todo cuando visita, en el bosque de Bolonia1, la casa

    donde vivi Lamartine, el poeta y pensador por el cual tena una gran

    admiracin. Se conmueve por la humildad del lugar y de la sencilla

    sala de trabajo del autor de Los girondinos. Una emocin intensa,

    dolorosa y, a la vez, fecunda en bienes para el espritu, experimenta

    Vicua Mackenna despus de recorrer la ilustre casa.De Pars se irn a Londres y lleg a Bruselas, buscando siempre

    regiones de climas benignos para su joven esposa. Robando leves

    ratos a deberes que gravitan ms hondamente sobre mi corazn y lo

    preocupa, escribe amenas, entretenidas y detalladas crnicas de

    viaje que enva regularmente a las pginas de El Mercurio. El porte-

    o diario le remite, mes a mes, 500 francos o 200 libras esterlinas enpago de sus colaboraciones.

    Estas colaboraciones, que firmaba con al seudnimo de San-Val

    (revelador de su siempre entraable apego a Santiago ya Valparaso,

    sus ciudades amadas), permiten seguir todo el vasto itinerario viajero

    y de sucesos palpitantes de la poca, que recorre y vive Vicua

    Mackenna en busca de climas y aguas propicias a la salud de su es -posa. En Baden-Baden, por ejemplo, al pie de las colinas de la Selva

    - Negra, nos quedamo s ocho das, y habramos pasado all das

    muy agradables sin el tiempo que hasta aqu, como en todas partes,

    nos ha sido muy hostil.

    Estn en una ciudad y otra, sin horario fijo y sin obligaciones

    que desvelen sus sueos. Preparan sus propias excursiones y cami-

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    natas. Visitan tal o cual lugar interesante por su historia, por su

    arte, por su riqueza cultural.

    Porque esto de visitar en cada dudad a que se llega, el museo, las

    iglesias tales, el palacio cual, y sta, aqulla y la otra curiosidad queos apuntan los guas o los ociosos ciceroni de los hoteles, es tarea

    para los santos o para los tontos; y por lo que a m toca, ms bien

    preferira que me dejasen en la primera cama vacante del hospital

    vecino a la estacin del ferrocarril, que el que me lleven al trote y

    con la lengua de fuera, como suelen andar algunos fieles ingleses,

    visitandalo que maldita la gana tengo de ver.En los inicios del grato verano de 1870 se encuentran los Vicua en

    Luxeuil, la ciudad francesa de famosas aguas minerales y de una

    tranquilidad aldeana. Tranquilidad ni siquiera alterada por la guerra

    franco-alemana que recin ha estallado (veo desfilar unos cuantos

    jvenes paisanos que ayer cantaban en la paz de la selva y del

    sembrado y que hoy, saco a la espalda, marchan, cantando tambin. ala matanza).

    En Luxeuil, Benjamn y Victoria tratan de llevar una vida lo ms

    agradable posible, como puede serlo en un lugarejo sin recursos.

    Se levantan temprano, toma ella su bao ferruginoso, y despus de

    un reposo pasean en carruaje un par de horas. Ya no nos queda

    aldea, ni bosque, ni montaa en la vecindad que no hayamos visita-do. Como ya hace calor pasamos el resto del da en la casa hasta la

    tarde, en que paseamos a pie.

    - Mientras recorre los alrededores del lago Leman, en el

    cordn de las montaas de la Suiza, Vicua Mackenna recibe

    noticias de la guerra y se informa de las primeras derrotas de los

    franceses. En una de sus crnicas escribe:

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    La indignacin pblica contra Napolen (111) es intensa, irre-

    conciliable. Su juego ya est hecho, y aunque l ha asegurado que no

    volver a Pars sino muerto o vencedor, nos parece ms seguro que

    no volver de ninguna manera. En fin, Napolen ha jugado su tronoy lo ha perdido. Ahora lo que se tratar saber es quin lo hereda, los

    Orlens, la repblica o el comunismo. He ah la obra del gran

    emperador. Pobre y noble Francia, mereca mejor suerte!. -

    Los acontecimientos blicos en territorio francs (cuando haca

    mi paseo de la tarde en un carruaje, al encontrar un destacamento de

    lnea que marchaba la culata al aire, no pude menos de saludarlescon un grito de Vive la Republiqu! que fue calurosamente contesta-

    do) deciden, a Benjamn y a Victoria, viajar a Espaa (Sevilla, Ma-

    drid, Cdiz) y luego a Italia, navegando por el mar Mediterrneo va

    isla de Malta (pocas veces hemos encontrado en la redondez del

    mundo un fragmento de tierra ms ingrato, ms montono y triste

    que el territorio de Malta) con destino a la esperada Npoles.La napolitana ciudad es su dicha y su residencia de inolvidables

    momentos: Npoles, con su cielo glorioso, su valioso museo y sus

    teatros de primer orden me deparan impagables horas de regocijo y

    estudio. Por su parte, doa Victoria, en familiar carta a su madre, le

    escribe: Benjamn, mam, ha sacado los pies del plato; no pierde

    noche de teatro y no se conforma con dejar de ver nada, as que meha abandonado completamente.

    La verdad es que Benjamn no se desapega jams de su amada

    esposa, aun realizando una incansable laboriosidad literaria, preocu-

    pado su corazn siempre de la salud de su dulce mujer. El mapa

    geogrfico de lugares, ciudades y pases no pareciera tener trmino

    sino despus que Roma, Florencia, Berna, Berln, Maguncia, los Piri-

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    neos les han entregado sus atractivos panoramas. Los paseos son

    esplndidos para los que tienen buenas pantorrillas y ojos a prueba

    de abismos.

    A fines de octubre de 1871, Benjamn Vicua Mackenna y Victoria

    Subercaseaux regresaban a Chile, tras un periplo de casi dos aos de

    ver y de vivir y de sentir las realidades y costumbres de otras lejanas

    tierras.

    La prensa de la poca recibe a anchas pginas el feliz regreso de

    Vicua Mackenna, complacindose en darle la bienvenida1 con

    tanta mayor razn cuanto que vuelve despus de haber logrado lo

    que fue buscar a Europa, la salud de su apreciable esposa.

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    VEN A SER NIENDENIVE DESANTIAGO

    (1872 -1875)

    Alejado temporalmente de toda figuracin pblica y dedicado

    ms bien a sus trabajos literarios (borroneando papel a razn de

    veinte horas por da), Vicua Mackenna se encontraba en la tran-

    quilidad de su casa de campo cuando, en abril de 1872, recibe unacorts pero perentoria carta de) Presidente de La Repblica, su dis-

    tinguido y antiguo amigo Federico Errzuriz: Ven a ser Intendente

    de Santiago, y aunque no lo quieras, lo sers.

    En un comienzo no pareci entusiasmarse con el presidencial

    ofrecimiento. Ms bien se sinti tentado en rechazar tan honroso car-

    go. Y slo despus de algunos meditados das, su aceptacin no sehizo esperar. Creo deca Vicua Mackenna, reflexionando sobre

    el ofrecimiento, y sin duda no me engao, que fue precisamente

    porque tengo alguna cultura, alguna mediana galantera con las se-

    floras y regular educacin con todo el mundo, y estaba recin llegado

    de Europa, esto es, estaba empapado en todas las ideas y prcti-

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    cas de la cultura moderna con relacin a la edilidad de las ciudades y

    al gobierno domstico de los pueblos.

    La designacin de Vicua Mackenna como Intendente de Santiago

    era recibida con el mayor inters por los santiaguinos, que vean enl al ms laborioso y activo de los vecinos. Era el hombre preciso e

    indicado para asumir tan pblicas tareas. Santiago no pasaba, por

    entonces, de 130 mil habitantes y la ciudad, de calles polvorientas y

    casas bajas, todava dorma cierto sueo colonial.

    El mismo autor de la Historia de Santiago escriba en las pginas de

    su atrayente obra: A la verdad, la ltima transformacin que hadescendido sobre Santiago es la de los adobes. El mojinete se ostenta

    todava orgulloso de sus tradiciones y de su inmensa mayora sobre

    los nuevos y variados frontispicios de la ciudad. En cuanto al orden

    arquitectnico de las residencias de Santiago, considerado con rela-

    cin exclusivamente al arte y al buen gusto, lo que predominaba y

    admiraba en l era su pesada, interminable, nunca alterada monoto-na. Santiago era y es todava una ciudad para ser vista, no por de

    fuera, como Lima o Buenos Aires, sino en su interior, en sus patios

    como plazas.

    Gran tarea le esperaba, entonces, al siempre desafiante Vicua

    Mackenna. Su entusiasmo y dedicacin fueron sus impulsos desde

    los primeros momentos. El mismo da de asumir su honroso cargo daa conocer un proyecto de mejoras de la ciudad capital. Su plan era

    transformar Santiago en sus calles, sus barrios, sus ornatos, en sus

    pavimentos, en sus rentas, en sus policas. Se piensa en su seguridad,

    en su embellecimiento, en todo cuanto pueda hacer cmoda y alegre

    la vida de sus habitantes.

    Das despus, comentando el ambicioso plan general del Inten-

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    dente,El Ferrocarrilescriba: Es verdaderamente colosal el campo

    de trabajo que abarca la mirada del nuevo presidente de nuestra

    edilidad. Aqu proyecta una plaza y una estatua, ms all un soberbio

    paseo, un poco ms all la reconstruccin de nuestros barrios pobres.Se propone maravillas. Casi es para creerse en pleno sueo de las

    Mil y una Noches.

    Pero Vicua Mackenna, con su laboriosidad infatigable, har rea-

    lidad ese pleno sueo de las Mil y una Noches. Las tareas se ponen

    en marcha. l mismo est a la cabeza de nuevas obras o preside co-

    misiones. Su actividad levanta asombros. Una actividad que raya enmaravilla.

    El seor Vicua Mackenna ha hecho de su gabinete de intendente

    ua verdadera tienda de campaa, escribe la prensa santiaguina.

    Ah se saluda a la aurora y se est en el trabajo hasta la

    medianoche. Nada se ha escapado a la mirada de nuestro primer edil,

    ni nada ha sido descuidado por l. Se ha ocupado de nuestras fiestasy de nuestros dolores, organizando lazaretos, organizando

    exposiciones de artes e industria, delineando y construyendo plazas,

    avenidas, paseos. Aguardemos un poco y Santiago se ostentar

    joven, hermoso, regenerado.

    Motivado por su programa de trabajo y del embellecimiento de la

    capital, Vicua Mackenna escriba La transformacin de Santiago,volumen en el cual recoge sus principales notas e indicaciones de su

    amplio proyecto: la canalizacin del ro Mapocho (pues su lecho no

    es ms que un depsito de inmundicias), la construccin del Cami-

    no de Cintura (para facilitar las comunicaciones y el trfico), am-

    pliacin del servicio de agua potable, apertura de nuevas plazas en

    diversos barrios, terminacin del Mercado Central, construccin de

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    edificios especiales para las escuelas municipales, apertura de calles,

    canalizacin de las acequias que atraviesan la dudad, creacin de un

    nuevo Matadero, fundacin de casas de diversin popular, y otros

    fundamentales e importantes rubros que el seor Intendente pona enconocimiento de la ilustre Municipalidad, del Supremo Gobierno y

    del Congreso Nacional.-Vicua Mackenna recibe elogios ye] respaldo de los santiaguinos:

    Mientras inunda cada da los diarios de Santiago con sus decretos.

    sus circulares, sus notas, sus rdenes, sus interrogaciones, sus res-

    puestas, todava halla tiempo para compaginar un grueso volumensobre la transformacin de Santiago. Qu hermoso, salubre, festivo

    sera Santiago as transformado!.

    En septiembre de 1872 se inaugura la primera Exposicin nacio-

    nal de artes e industrias, que exhibe objetos, planos y curiosidades

    histricas y antiguas de corisiderable valor. En pleno desarrollo de la

    exitosa muestra, una distinguida dama santiaguina escribi al Inten-dente preguntndole si ya han sido retiradas de la Exposicin todas

    las indecencias que haba al1.

    Vicua Mackenna le respondi que no tena intervencin en la

    Exposicin por haberse nombrado una comisin que lo hace todo,

    pero nada he obtenido, porque la comisin sostiene que las estatuas

    no tienen inconveniente alguno, y aaden que el Papa tiene el Museodel Vaticano, donde toma su diario paseo, lleno de estatuas des-

    nudas.

    La ofendida dama volvi a escribir pidindole, en su nombre y

    en el de sus amigas, la devolucin de los objetos que haba facilitado

    para la Exposicin.

    Pero el sabio Intendente no est para rplicas e incidentes oca-

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    sionales, sino preocupado de costear, por suscripcin pblica, un

    monumento en homenaje a las vctimas del incendio de la iglesia de

    la Compaa. O de los preparativos de un baile en el Mercado Cen-

    tral. O de dar a la estampa la segunda parte de su Historia de

    Valparaso, cuyo tomo primero se haba publicado en 1869.0 de ce-

    nar el ao con una original exposicin de flores a la subida del cerro

    Santa Luca.

    La administracin de Vicua Mackenna no slo se limita a su

    gabinete de trabajo o a sus tareas de comisiones en la ciudad. En

    carruajes o al galope de caballo decide recorrer personalmente la

    provincia e imponerse de las realidades en el terreno mismo. Visita

    Tiltil, Caleu, Renca, Quilicura, Curacav, Pudahuel, Melipilla,

    Pomaire. En todos los lugares, aldeas y poblados se le recibe con

    entusiasmo. Y se le prodiga el ttulo de Heraldo del progreso.

    Recorre escuelas, hospitales, servidos pblicos, constata el estado de

    los puentes y de los caminos. Prest odo a toda queja, anota un

    cronista, atendi toda peticin, oy al humilde y al poderoso, y

    sostuvo eficazmente toda iniciativa de bien pblico. Envuelto en

    una nube de polvo tras el galope de su caballo, el Intendente segua

    su ruta, sin temerle al sol del verano, hacia el prximo poblado.

    En abril de 1875, a tres aos de estar en el cargo, Benjamn VicuaMackenna presenta su renuncia como Intendente de Santiago. La

    actividad partidaria y poltica lo llamaba a cumplir otras obliga-

    dones. Aunque se le haba reelegido para un nuevo perodo consti-

    tucional, consideraba que ya haba dado lo suyo en beneficio de la

    dudad natal.

    El santiaguino de los santiaguinos, como se le llam, dejaba efec-tivamente un Santiago transformado con mil nuevas obras de pro-

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    greso y urbano desarrollo. Nada, o bien poco, habra podido hacerse

    en los ltimos aos sin la actividad; la inteligencia, la inventiva

    creadora del seor Vicua Mackenna, afirmaba El Ferrocarril en

    uno de sus editoriales.Las obras ms considerables de la edilidad santiaguina se deben a

    los recursos extraordinarios procurados por su presidente. Ah estn

    atestigundolo el Santa Luca, el Camino de Cintura, la canalizacin

    del Mapocho, las avenidas que han facilitado las comunica-dones,

    embellecido la ciudad, aumentando los barrios cmodos y los barrios

    elegantes.Vicua Mackenna dejaba la Intendencia de Santiago no sin antes

    dejar por escrito una documentada exposicin de los trabajos

    emprendidos y ejecutados bajo su administracin. Pginas que testi-

    monian los afanes y los maravillamientos por el progreso de un San-

    tiago de 1875.

    La admirable labor edilicia de Vicua Mackenna echaba por la bordaaquellas murmuraciones de aristcrata y derrochador, como se le

    tildaba, de haber servido de empresario de fiestas, inaugura-dones y

    bailes, de haberse convertido en azote de los pobres y de haber

    propiciado obras fantsticas e improductivas.

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