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    ARTCULOS

    Utopa y Praxis Latinoamericana / Ao 8. N 20 (Marzo, 2003) Pp. 105-115Revista Internacional de Filosofa Iberoamericana y Teora Social / ISSN 1315-5216

    CESA FCES Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela

    Las revistas culturales como documentos de la historia

    latinoamericana

    Cultural Journals as Historic Documents in Latin America

    Fernanda BEIGEL

    Sociloga e investigadora del CONICET, Argentina

    RESUMEN

    En este trabajo analizamos las revistas cul-

    turales latinoamericanas como documentos de cul-

    tura, en trminosdeBenjamin, porque permitendi-

    secar un determinado estado del campo intelectual.

    Y en tanto textos colectivos, porque contribuyen aconocer los proyectos poltico-culturales desarro-

    llados en un perodo. Por tratarse de formas discur-

    sivas relacionadas con el periodismo, ellas son vis-

    tas como sntoma de la dependencia entre prensa y

    literatura, uno de los rasgos salientes del proceso de

    autonomizacin de nuestra esfera cultural. A su vez,

    efectuamos ciertas propuestas metodolgicas para

    su abordaje desde una confluencia entre la Historia

    de las Ideas y la Sociologa Latinoamericana.Palabras clave: Revistas, campo cultural, perio-

    dismo, vanguardia.

    ABSTRACT

    In this paper we analyze Latin American

    magazines as documents of culture, in terms of

    Benjamin, because they allow us to dissect a par-

    ticular state of the intellectual field.Also collecti-

    ve texts help us to understand cultural and politi-cal projects developed in a period of time. Since

    they are discursive forms related to journalism,

    the reviews are seen here as a symptom of depen-

    dence between the press and literature, one of the

    prominent features of our process of cultural au-

    tonomy. Likewise, we offer methodological pro-

    posals to approach these texts based on the con-

    fluence between the History of Ideas and the So-

    ciology of Culture.Key words: Reviews, cultural field, journalism,

    avant-garde.

    Recibido: 15-02-2003 Aceptado: 25-02-2003

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    Es bien conocida la proposicin de Walter Benjamin de cepillar la historia a contra-pelo, que viene acompaada de un procedimiento de compenetracin que le sugiere alhistoriador materialistauna forma de revisar elpasado. Se trata dereviviruna pocay ob-

    servar, conla suficiente distancia, el patrimonio como producto cultural de sucesivasvicto-rias de unas clases sobre otras. Para Benjamin existen ciertas continuidades en las formasde dominacin que han oscurecido la presencia del conflicto de clase y la opresin. Por esopostula que no hay documento decultura que nosea,a lavez, documento debarbarie1.

    El examen de las reflexiones benjaminianas no constituye, sin embargo, el objetivode este trabajo. La invocacin de las Tesis sobre el concepto de historia pretende simple-mente sintetizar la motivacin de nuestra mirada y tiene por fin desempolvar un tipo par-ticular de documento histrico que permite visualizar quizs ms que otros documentoslas principales polaridades del campo cultural. Nos referimos a las revistas, que sern ana-lizadas aqu en tanto puntos de encuentro de trayectorias individuales y proyectos colecti-vos, entre preocupaciones de orden esttico y relativas a la identidad nacional, en fin, arti-culaciones diversas entre poltica y cultura que han sido un signo distintivo de la moderni-zacin latinoamericana.

    Algunas revistas culturales cumplen una funcin aglutinante dentro del campo inte-lectual y eso las convierte en referencia obligada de la Historia de las Ideas de un pueblo.Muchas de stas se institucionalizan y perduran durante dcadas. Otras representan gruposque elaboran una lnea ideolgica tan coherente como radicalizada y tienden a esfumarse

    en poco tiempo. En el caso de las revistas de vanguardia, tienen la particularidad de que setrata de emprendimientos que estuvieron atados como el fenmeno vanguardista mismoa coyunturas histricas complejas, pero bien recortadas. Pertenecen a una especie de bisa-gra histrica: una etapa signada por distintas formas de revolucin que auguran un cambiode poca. En su mayora, las publicaciones cercanas al vanguardismo, de diferentes po-cas, son efmeras y desaparecen con el cambio de coyuntura.

    Vanguardistas o academicistas, de izquierda o de derecha, las revistas culturalesconstituyen un documento histrico de peculiar inters para una historia de la cultura, es-pecialmente porque estos textos colectivos fueron un vehculo importante para la forma-

    cin de instancias culturales que favorecieron la profesionalizacin de la literatura. La re-levancia de estas publicaciones entre las formas discursivas predominantes durante el si-glo XX en Amrica Latina, no se condice, sin embargo, con la importancia otorgada a lasmismas en los estudios crticos de la literatura latinoamericana. Slo recientemente, hacomenzado a visualizarse al periodismo como una de las vas ms efectivas en la autono-mizacin del campo cultural latinoamericano, especialmente en lo que se refiere a su ver-tiente literaria.

    Arturo Roig fue pionero en sealar la imbricacin del diarismo en todos los gnerosliterarios desarrollados en Amrica Latina desde mediados del siglo XIX. La prensa ocup

    un lugar tan importante entre estas formas discursivas que, para Roig, un seguimiento deldesplazamiento ocurrido desde el periodismo de ideas hacia el periodismo de empresa

    Fernanda BEIGEL

    106 Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana

    1 Walter Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia, en Para una crtica de la violencia, Premia Editora,Mxico, 1982, Pp.101-132.

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    permite sealar, hacia 1870, el comienzo del siglo XX, entendido como siglo cultural2. Ju-lio Ramos,por suparte, hapuntualizado que antes de laconsolidacin y autonomizacin delosestados nacionales, las letras eran lapoltica. Exista una estrecha relacin entre ley, ad-ministracin del poder y autoridad de las letras. Hacia las dos ltimas dcadas del siglo

    XIX, esa relacin entre vida pblica y literatura se problematiz, a medida que los Estadosse consolidaron. Surgi con ello una esfera discursiva especficamentepoltica, ligada a lalegitimacinestatal, y una esfera autnoma delsaber relativamente indiferenciado de lasletras. Ramos ha examinado detenidamente la relacin entre prensa y literatura dentro deesta modernizacin finisecular, precisado de qu modo contribuy en la formacin de undiscurso literario legtimo, dotado de especificidad3.

    Sibien los semanarios proliferaronenelltimoterciodel siglo XIX, fue en las prime-ras dcadas del siglo XX cuando las revistas promovieron un nuevo modo de organizacinde lacultura, ligadoa laexplosin del editorialismo y elperiodismovanguardista. Estas pu-

    blicaciones tuvieron un papel protagnico en la consolidacin del campo cultural pues secaracterizaron por amalgamar las ideas de grupos heterogneos, provenientes de experien-cias polticas o culturales diversas. En esta inflexin ellas expresaron las ms contradicto-rias tendencias ideolgicas. Por ello pueden ser vistas como una fuente histrica significa-tiva y adquieren el carcter de objeto capaz de arrojar luz sobre las particularidades de laconstruccin de un proyecto colectivo: porque contienen en sus textos los principales con-flictos que guiaron el proceso de modernizacin cultural.

    La mayora de los emprendimientos periodsticos de esta poca enfrentaban la ne-cesidad de pronunciarse ante las disyuntivas de la realidad social, definiendo el sectorque pretendan representar y los objetivos que marcaran el futuro de la publicacin. Siese programa se desarrollaba y resultaba convocante, las revistas subsistan, tendan acrecer y adaptarse a las nuevas realidades. Si el posicionamiento ideolgico del grupoempezaba a quebrar alianzas y a dividir aguas entre los redactores o en su periferia, ins-tantneamente comenzaban a cambiar los nombres de los directores y aparecan subttu-los que otorgaban a determinados redactores el carcter de fundadores, directores res-ponsables, desplazando a otros, que quedaban en el camino o iniciaban una nueva publi-cacin. En algunas ocasiones, las discusiones programticas terminaban por cerrar estosemprendimientos efmeros, que no alcanzaban un mnimotiempo de existencia, llegandoa veces a clausurarse antes del segundo nmero. La mayor parte de las veces, esas diferen-cias iban minando el espritu de cuerpo del grupo de redactores y al poco tiempo desapare-can de la escena cultural. Sin embargo, muchas de las polmicas ideolgicas que ocurran

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    2 Cfr. Arturo AndrsRoig, El Siglo XIXlatinoamericano y las nuevas formas discursivas, enEl pensamien-to latinoamericano del Siglo XIX, Mxico, Instituto Panamericano de Geografa e Historia, 1986.

    3 Si bien fue el uruguayo Angel Rama quien cancel la idea de pureza como pilar de la mayora de las inter-pretaciones del modernismo latinoamericano, Julio Ramos sostiene que la intervencin de estos literatos en

    contra de la poltica signific ms de una vez la expresin de una voluntad autonmica respecto del poder deturno.Esta suertedepolitizacinencontrade lo poltico,quepostula Ramospara nuestros literatosmoder-nistas, se realiz principalmente desde las hojas del periodismo y viene a reforzar el planteamiento de que enel campo cultural latinoamericano no existi una fractura radical entre arte y vida. La existencia de estavertiente deestetizacinde la poltica confirma quenuestro campocultural est msbien caracterizado porlaheterogeneidad,porel conflicto,antesqueporla homogeneidadquevea Rama enLaCiudadLetrada.Cfr.JulioRamos,Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y poltica enel Siglo XIX, M-xico, Tierra Firme, Fondo de Cultura Econmica, 1989, p.63; y Angel Rama, La ciudad letrada, Montevi-deo, Arca, 1998.

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    enel seno deesas revistas resultanmuy tiles paraconocer ladinmicapluraldel campo in-telectual en cada pas.

    Las revistas cumplieron un papel determinante en la conformacin del campo cultu-ral latinoamericano y formaron parte de lo que nosotros denominamos editorialismo pro-

    gramtico, que materializ nuevas formas de difusin cultural ligadas a una aspiracin dealguna manera revolucionaria. Las publicaciones y los vnculos intelectuales que promo-va este tipo de editorialismo militante actuaban muchas veces como terreno exploratorio yen otras oportunidades, como actividad preparatoria de una accin poltica concertada opara la creacin de un partido poltico. Por lo general, los productos de este editorialismoservan como terreno de la articulacin entre poltica y literatura4.

    El editorialismo programtico, nacido durante la gesta vanguardista estuvo vincula-docon aquella suertedeexplosin gutemberguiana que alcanz al anarquismo y al socia-lismo desde fines del siglo XIX. La proliferacin de imprentas y editoriales permiti a lossindicatos y partidos producir peridicos, panfletos y revistas que contribuyeron en el pla-no organizativo para la concientizacin poltica de grandes sectores. Tirajes altos y bajosprecios defina la frmula de estas empresas de partido que ocuparon un papel central en ladifusin del pensamiento anarquistay socialistaen Amrica Latina. En elmismo espritu, amedidaqueaparecannuevasagrupacionespolticaso literarias quecomplejizaban el esce-nario cultural, surgan empresas editoriales independientes que pretendan contribuir en latraduccin y circulacin de obras extranjeras, as como en la difusin de nuevas corrientesde pensamiento social. Aunque en franca oposicin ideolgica con el periodismo de em-presa, que vena haciendo de la frmula de la masividad la nica premisa de trabajo, esteeditorialismo intentaba aprovechar los avances tecnolgicos y tambin estaba preocupadopor el nmero de lectores.

    La tarea de publicar revistas se fue haciendo cada vez menos rudimentaria y apare-cieron innumerables iniciativas culturales en las principales ciudades de nuestro continen-te. Publicaciones paradigmticas, como las argentinasBabel, Martn Fierro, Claridad,LaRevista de Filosofa, las peruanasAmauta,LaSierra,Boletn Titikaka, la costarricenseRe-pertorioAmericano,olabrasilea O Homen dePovo, entre tantasotras, seacompaaron deuna maquinaria editorial que sirvi de apoyo a la irradiacin de proyectos poltico-cultura-

    les de gran envergadura. La lista de editorialistas latinoamericanos y europeos que estuvie-ron conectados entre s en estos aos es enorme, pues habra que incluir los que se inscri-ban en el terreno poltico-cultural, pero a la vez, los que se ligaban al editorialismo slodesde la difusin de la experiencia artstica, o dirigan revistas partidarias sin incursionesestticas5. Ambos extremos de esta cuerda, sin embargo, estaban atravesados por preocu-

    Fernanda BEIGEL

    108 Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana

    4 Al referirnos al vanguardismo latinoamericano y a la funcin de las revistas no estamos exceptuando al Bra-sil. Por el contrario, nos inscribimos en el esfuerzo de incorporar al gran pas de Mario deAndrade en los es-

    tudiosde la cultura latinoamericana. Al respecto puede verse Jorge Schwartz,Lasvanguardias latinoameri-canas, Madrid, Ctedra, 1991; y Adriana Amantey FlorenciaGarramuo, Traduccin, Selecciny Prlogo.Absurdo Brasil, Buenos Aires, BIBLOS, 2000.

    5 Nosotros hemos realizado una reconstruccin de las redes editorialistas de Jos Carlos Maritegui, en la quese conectan la mayora de estas revistas detrs de un proyecto esttico-poltico. Cfr. Fernanda Beigel, Laepopeya de una generacin y una revista. Las redes editorialistas de Jos Carlos Maritegui en Amrica

    Latina, Lima, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos/INCIHUSA-CRICYT, enprensa.

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    paciones ideolgicas en comn, como por ejemplo, el inters por describir la abstracta no-cin de nueva sensibilidad.

    Los directores de revistas tuvieron, en esta dinmica, un papel de indiscutible valor.Por lo general constituyeron exponentes de alto calibre en el campo intelectual de cada pas

    y actuaron como catalizadores de nuevos proyectos poltico-culturales, algunas veces fue-ron orientadores, otras veces contribuyeron como colaboradores, pero esencialmente fue-ron agentes de difusin por excelencia. Los directores de revistas fueron, por lo general,editorialistas6, dirigentes polticos, ensayistas, conferencistas, idelogos, libreros, distri-buidores, tipgrafos e imprenteros.

    Las revistas y en general, el editorialismo programtico, muestran de maneraprivile-giada las distintas inflexiones del proceso de autonomizacin de lo cultural en nuestro con-tinente. En primer lugar, sus lmites difusos y su particular dependencia con otros campos.En segundo lugar, los alcances de los proyectos poltico-culturales que surgen en determi-nadas brechas que se producen en el espacio de posibilidades que transita en las relacio-nes del campo cultural con el campo del poder. Estas condiciones determinan la existenciade bisagrasculturalesqueconstituyen territorios frtiles para la pregunta por la identidadnacional7.

    Las revistas no agotaron su dinamismo con el fin de la gesta vanguardista de la dca-da del veinte. Por lo general, tendieron a florecer en los perodos de auge de masas y decaeren las pocas dictatoriales, tan recurrentes en Amrica Latina. Hacia los aos cincuentahubo un rebrote del editorialismo programtico que acompa el fervor revolucionario de

    laRevolucin cubana y vio nacer los sueos ms radicales de ladcada siguiente. Las pgi-nas de clebres revistas, como las argentinas La Rosa Blindada (1964-1966), Pasado yPresente (1963-1973), constituyen testimonios ejemplares del proceso de definiciones po-lticas y tericas que atraves nuestro campo cultural en la inflexin de los sesenta. En fin,se trata de documentos privilegiados para rastrillar la historia a contrapelo, como proponeWalter Benjamin.

    APORTES METODOLGICOS PARA EL ANLISIS DE TEXTOS COLECTIVOS

    A la hora de abordar analticamente estos documentos, nuestra mirada se organiza

    sobre la base de una confluencia entre la Historia de las Ideas Latinoamericanas y la Socio-loga de la Cultura. Este cruce nos permite trabajar con un conjunto de textos histricos, y alavez,desbordar los textos, inscribindonos enun intento por romper laestril dicotomaentre las lecturas externas y lecturas internas. En este sentido, entendemos que no exis-teuna relacin concntrica entre el texto y el contexto. Aldecir de Arturo Roig, nose tratade discursos rodeados por condiciones sociales, que es necesario encontrar desde fuerade los textos. En realidad, estamos ante un proceso de desarrollo cultural que muestra, ensus productos ms significativos, las principales coordenadas que se jueganenelcampo, en

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    6 No todo director de revista puede considerarse un editorialista aunque, en general, estos ejercan algunafuncin de difusin cultural ms all del rgano bajo su direccin.

    7 Por bisagras culturales entendemos aquellos momentos de inflexin de un campo que se caracterizan porcristalizar un conjunto de procesos que vienen desarrollndose y desembocan, en un instante histrico unbieno, un quinquenio, en una vuelta de pgina, caracterizada por nuevos espacios intersubjetivos e instan-cias de produccin cultural.

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    un perodo y lugar determinados. Y esto no ocurre porque esas coordenadas se hallan con-tenidasper se en todo tipo de discurso con lo que llegaramos a sostener que la historia sedirime en un juego de lenguaje sino porque la constelacin de elementos que terminan porincidir en la hechura de un ensayo literario o sociolgico se encuentran presentes en tex-

    tos significativos, preados de contexto.Siempre que trabajamos con perodos histricos, el relevamiento de la realidad est

    mediado por ladocumentacin que sirve debaseal investigador. Por eso, estamiradameto-dolgica que proponemos que nos aleja de las dicotomas entre texto/contexto, obra/bio-grafa poneen telade juicioelproceso deseleccin de las fuentes histricasy nos conminaa un examen exhaustivo capaz de fundamentar qu tipo de documento ser incorporado enel corpus de una investigacin. En el caso que nos ocupa, consideramos que las publicacio-nes peridicas, en tanto constituyen textos colectivos, nos conectan de modo ejemplar, noslo con las principales discusiones del campo intelectual de una poca, sino tambin con

    los modos de legitimacin de nuevas prcticas polticas y culturales. En este sentido, la tra-yectoria de los editorialistas y directores de revista asumieron siempre un carcter signifi-cativo, por cuantocristalizaron desdeel ensayo terico y enelnivel de lapraxis periodsti-ca de las principales categoras histrico-sociales que organizaban el universo discursivodesupoca8. Adems, estos emprendimientosaglutinaron prcticas fragmentarias, quede-sembocaron en instancias colectivas, y contribuyeron a definir ideolgicamente, articularydifundir los programas polticos que se enfrentaron en cada fase del proceso de moderniza-cin latinoamericana. El editorialismo programtico fue el motor propulsor de estos diver-sos textos colectivos que aparecieron durante el vanguardismo y posteriormente, en las

    nuevas inflexiones que se abrieron con la dcada de los sesenta. En cuanto empresas edito-riales lograron difundir, de manera inusitada, manifiestos, diarios, revistas, congresos, quecontribuyeron a las ricas discusiones que constituyeron puntos de encuentro entre nuevosproyectos y nuevas prcticas de sujetos sociales nacientes.

    Esta rea, digamos sociolgica, que aportan los textos colectivos a la Historia delas Ideas nos permite, comovemos,deslizarnos hacia unprincipio articulador entre la refle-xin terica y la praxis, en determinados estados del campo cultural. El enfoque supone uncruce disciplinar que nos brinda herramientas para afrontar el desafo de la reconstruccinde esa articulacin, a partir de las marcas que la conflictividad social imprime en determi-nadas trayectorias significativas. Todo lo cual resulta clave para descifrar los momentosproductivos de unacorrienteo fenmeno esttico-poltico.A suvez, losrganos periodsti-cos permiten visualizar el conjunto de vertientes que forman parte de un perodo culturalespecfico y, sobre esta base, explicar de qu modo cada itinerario repercute en el procesode conformacin/ampliacin del campo cultural dado.

    Aunque la nocin de campo, que utilizamos a lo largo de este trabajo, es deudora delos desarrollos sociolgicos de Pierre Bourdieu, es necesario destacar algunas dificultades

    Fernanda BEIGEL

    110 Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana

    8 Para unanlisisde lacodificacin del mundo histrico-social a partir depares categorialesdicotmicos, va-seArturoAndrsRoig, Civilizacin y barbarie.Algunas consideracionespara su tratamiento filosfico, en

    Rostro y filosofa de Amrica Latina , EDIUNC, Mendoza, 1993, pp. 25-31; del mismo autor, Categoras ytemporalidad paraun filosofar latinoamericano, enHistoriade lasIdeas,Teoradeldiscursoy pensamientolatinoamericano, Bogot, Universidad de Santo Toms, 1993, pp.171-174; y Estela Fernndez Nadal, Apropsito de la Historia de las Ideas Latinoamericanas, en Utopa y praxis latinoamericana, Maracaibo,Universidad de Zulia, enero-abril de 1999, pp. 7-31.

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    de este modelo terico, que no escapa a las dicotomas que han sido estigmatizantes paralos estudios culturales. Bourdieu construye analticamente un campo de la produccincultural a partir de la nocin de habitus y pretende dar cuenta con ello de la objetividadde lo subjetivo, delimitando instancias materiales de legitimacin y valorizacin de los

    productos culturales9. Pero mantiene, sin embargo, la separacin obra-mundo social, entanto estos procedimientos de legitimacin aparecen como exteriores al proceso de cons-truccin de la obra, con un poder estructurante que no deja resquicio a una dialctica con lapraxis social del autor en esas mismas instancias10.

    La nocin de trayectoria, que Bourdieu propone para superar los enfoques biogr-ficos es en cambio mucho ms flexible, por cuanto propone el seguimiento y la descrip-cin de una serie de posiciones ocupadas sucesivamente por un agente en distintos estadosdel campo cultural11. De hecho, la asumimos aqu, siempre en relacin con la idea de cam-po social como espacio de posibilidades, que tiende a orientar las bsquedas de los suje-

    tos de un determinado sector de la sociedad, as como aporta el universo de problemas, re-ferencias y conceptos. Es decir, un campo cultural que funciona como marco, que se orga-niza sobre la base de un conjunto de reglas e instancias de legitimacin sin las cuales es im-posible explicar la aparicin de una obra o un autor. Sin embargo, no reducimos los trayec-tos de algunos portavoces importantes del campo cultural a la funcin de expresin de laorientacin ideolgica de los tiempos de un conjunto social. Ni tampoco consideramos aestos portavoces como capaces de subvertir, individualmente, un campo cultural. Las tra-yectorias de los editorialistas muestran, de manera privilegiada, como dira Lucien Gold-mann, que una obra es siempre un punto de encuentro tanto de la vida de un grupo como de

    la vida individual12.

    A estas alturas, podramos preguntarnos por qu las revistas. Es decir, por qu las he-mos seleccionado como unidades de anlisis para este encuentro terico y metodolgicoentre Historiade las Ideas y Sociologade laCultura.Y la respuesta noestsloenelhechode que constituyen textos colectivos por excelencia. El periodismo, aunque asume algunosrasgos especficos con la prensa especializada del siglo XX, fue desde el siglo anterioruna de las vas ms efectivas en la autonomizacin del campo cultural latinoamericano, es-pecialmente en loque serefiere a suvertiente literaria. Desde estepunto devista las revistasadquieren un carcterde objetodeanlisis capaz dearrojar luz sobre las particularidades dela construccin de un proyecto colectivo: porque contienen en su seno los principales refe-rentes sociales que participan del proceso de definicin programtica. Ahora bien, consti-tuyen unidades de anlisis, en el sentido de que existe un universo de revistas claramenteidentificable, pero el procesamiento de todas y cada una de ellas, en un afn recolector,est bastante lejos de nuestros objetivos. Por ello es necesaria una seleccin en base a aque-

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    9 Cfr. Pierre Bourdieu, Thefield of cultural production. Essayson artandliterature, Edited and introduced byRandal Johnson, New York, Columbia University Press, 1993.

    10 Estaesuna delas dificultades de lanocindehabitus, que resulta particularmenteobturante de los momen-tos de cambio en el campo de la produccin cultural y de articulacin con la poltica.

    11 Cfr. Pierre Bourdieu, The field of cultural production. Essays on art and literature, Op. cit., p. 189.

    12 Cfr. LucienGoldmann,Lacreacin cultural en la sociedadmoderna, Barcelona,Editorial Fontamara,1980,p. 92.

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    llas que sirven como documentos privilegiados para el seguimiento de trayectos significa-tivos del combate cultural en una poca determinada.

    En la ltima dcada, las revistas han sido objeto de nuevos abordajes que no slo hanintentado rescatarlas del olvido, sino que han procurado delimitar sus ventajas como for-

    mas de documentacin de distintos estados del campo poltico o cultural13.Enrazndequeen su mayor parte resultan efmeras, pocas veces han servido como testimonio de proce-sos socialesde largo alcance.Ms bienhan resultado degranvalor a lahoradeexplicarmo-mentos de crisis o coyunturas relevantes14. John King, retomando las recomendaciones deRaymond Williams, plantea que esnecesario establecerdos cuestiones a lahora deanalizaruna revista literaria: la organizacin interna del grupo particular y sus relaciones proyecta-das/reales con otros grupos en la misma esfera cultural y con la sociedad en general, aten-diendo a los acontecimientos histricos que forjaron su curso. Sostiene que esta aproxima-cin se realiza ubicando la revista dentro del desarrollo de las letras nacionales en las que

    est inscripta, explicando cmo elabor y en qu sentido alter esas tendencias durante supublicacin regular15.

    Nosotros hemos trabajado la revistaAmauta, y el conjunto de publicaciones peridi-cas dirigidas por Jos Carlos Maritegui, en relacin con el resto de los grupos del campoculturaly hemos podido interpretar sudesarrolloen funcin de lavinculacin deestaesferacon el desarrollo histrico peruano y latinoamericano. Pero esta recomendacin resulta in-suficiente, toda vez que la aproximacin a un texto colectivo requiere, como primera medi-da, explicitar un conjunto de premisas que nos permitirn trabajar con este tipo de textos apartir de su especificidad. Es indispensable, para nosotros, inscribir las revistas que nosproponemos analizar en la historia de este tipo de texto colectivo, para comprender la mo-dalidad que adoptaenunperodo determinado, sus particularidades y elpesoque tiene en laconformacin/ampliacin/innovacin del campo cultural o literario. En nuestro caso, pro-ponemos trabajar con revistas culturales que no pueden catalogarse exclusivamente comorevistas literarias, sino que se precipitan hacia un terreno ms amplio16. Los textos colecti-

    Fernanda BEIGEL

    112 Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana

    13 Son todava incipientes los esfuerzospor aportar, terica y metodolgicamente, elementos quepuedanesta-blecer pautas para el anlisis de estos textos colectivos. Cfr. Hctor Ren Lafleur, Sergio Provenzano y Fer-nando P. Alonso,Lasrevistas literariasargentinas1893-1967, Biblioteca deLiteratura, BuenosAires, Cen-tro Editor de Amrica Latina, 1968; Francine Masiello, Lenguaje e Ideologa. Las escuelas argentinas devanguardia, BuenosAires,Hachette,1986; John King, SUR. Estudio de la revista argentina y desu papel enel desarrollo de una cultura (1931-1970), Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1989; Esther CastaedaVielakamen, El vanguardismo literario en el Per, Estudio y seleccin de la revista Flechas (1924), Lima,Amaru Editores, 1989; Florencia Ferreira de Cassone, Claridad y el internacionalismo americano, BuenosAires, Editorial Claridad, 1998. Noem Girbal-Blacha y Diana Qattrocchi-Woisson comp., Cuando opinares actuar. Revistas argentinas del siglo XX, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1999. YasmnLpez Lenci,El laboratorio de la vanguardia literaria enel Per. Trayectoria deuna gnesis a travs de lasrevistas culturales de los aos veinte, Lima, Horizonte, 1999.

    14 Francine Masiello, por ejemplo, detecta la importancia de las revistas y del editorialismo en la legitimacindelproyecto de la vanguardia argentinaa mediadosde la dcadadelveinte. Cfr.Francine Masiello,Lenguajee Ideologa. Las escuelas argentinas de vanguardia, Op. cit., p. 57 y ss.

    15 John King, SUR. Estudio de la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura (1931-1970),Op. cit, p. 14-16.

    16 Queremosdecir que noslo se trata derevistasque expresan los gneros tradicionalesde la literatura, sinoentodo caso, de revistas que asumen como forma fundamental de expresin la escritura, pero se amplan a di-versas modalidades como el ensayo, el manifiesto, la reproduccin pictrica, la exposicin cientfica, etc.

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    vos que son tomados aqu como unidades de anlisis se desenvolvieron en un territorio es-ttico-poltico y fueron estimuladas por el auge del editorialismo.

    Uno de los principales obstculos a la hora de encarar el estudio de una revista cultu-ral reside en la heterogeneidad de sus colaboraciones, especialmente cuando no existe una

    lnea editorial fuerte. Sin embargo,esnecesario dejar a un ladoelprejuicio que tiendea atri-buir a las revistas vanguardistas un carcter eclctico. En las revistas que nosotros hemosanalizado existe siempre una seleccin de colaboraciones, que permite determinar un hiloconductor no slo temtico, sino tambin ideolgico, por cuanto las revistas vanguardistasse caracterizanpor unapreocupacinconstantepor lo social. El criterio de inclusin/exclu-sin puede ser descifrado si atendemos al proyecto que inspira lapublicacin y a los sujetosque se pretende convocar o convencer. Tras las hojas de vanguardia existe un proyecto yuna praxis colectiva, que pueden desentraarse a condicin de trabajar, al menos, en unadoble direccin. Por una parte, a travs de un seguimiento diacrnico del texto colectivo,

    que permita inscribir sus principales momentos en conexin con la conflictividad social,poltica y cultural que atraviesa el emprendimiento. Para ello, resulta indispensable una re-construccin del universo discursivo de la poca, como hemos sealado, no slo poniendoatencin especial a los portavoces del campo cultural que ingresan como columnistas ocomo discursos referidos por los colaboradores de la revista sino tambin a travs del se-guimiento del proceso de definiciones ideolgicas que sta contribuye a efectuar. En estesentido, la categora de proyecto adquiere una singular importancia, puesto que implicaconcebir a las revistas como una construccin por lo general incompleta que surge de ladinmicaentre este tipodepraxisy elconjuntodesujetos que actanen laesferacultural.

    Una segunda direccin implica una atencin mayor a los momentos de inflexin del re-corrido delapublicacin.Para desentraarunhilo conductoresnecesario seleccionary abordardemanera especfica los textos programticos que van construyendo los ejes del proyecto, nosreferimosa losartculos-editoriales, manifiestoso secciones queexpresan las actividadesy po-sicionespolmicas de todoelgrupo. Enelcasode las revistasdevanguardia, el seguimiento dela trayectoria del director del emprendimiento se vuelve fundamental, en tanto encarna el pro-yecto y por logeneral ocupa un lugar social importante, comoportavozdel grupo y agentecul-tural. Laseleccin y clasificacin de los textos seencuentra ligada indisolublementea la praxisdel grupo culturalque edita la revista.Por esta razn debeprocurardistinguir segn sugrado derepresentatividad dentro del ncleo de redactores y en el campo intelectual. No ser lo mismoun artculo de un colaborador ocasional, expresin del espritu amplio de la revista, que unaeditorial de presentacin, un artculo firmado por el director o en nombre del grupo.

    En suma, este tipo de anlisis permite detectar los silencios y las sombras que se ad-vierten en los principales conflictosque rodean la relacin entre una revista y los sujetos so-ciales que la atraviesan, en el discurso de la publicacin o en las actividades del grupo, questapermite disecar. Aunque los lmites deeste trabajo nonos permitenextendernos,es im-portante mencionar que el abordaje de las revistas desde esta perspectiva ha sido el resulta-

    do de la revisin y redefinicin, por nuestra parte, de categoras tan centrales a los estudiosculturales como vanguardia y autonoma. Tambin hemos reflexionado acerca de losdilemas acerca de la originalidad de nuestros ismos17. Conviene, finalmente, dejar senta-

    Utopa y Praxis Latinoamericana. Ao 8, No. 20 (2003), pp. 105-115 113

    17 Cfr. nuestro trabajoEl itinerario y la brjula. El vanguardismoesttico-poltico de Jos Carlos Maritegui,Biblos/Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, Buenos Aires. En prensa.

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    do que el vanguardismo latinoamericano se caracteriz, justamente, por extender sus bra-zos a una comunicacin estrecha con la vida, antes que por erigirse en torre de marfil. Yeste rasgo no es circunstancial a lahora dedefinir a las revistas como pivotes del anlisis denuestra historia cultural.

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