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Relaciones. Estudios de historia y sociedad ISSN: 0185-3929 [email protected] El Colegio de Michoacán, A.C México Binford, Leigh REMESAS Y SUBDESARROLLO EN MÉXICO Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIII, núm. 90, primavera, 2002 El Colegio de Michoacán, A.C Zamora, México Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709005 How to cite Complete issue More information about this article Journal's homepage in redalyc.org Scientific Information System Network of Scientific Journals from Latin America, the Caribbean, Spain and Portugal Non-profit academic project, developed under the open access initiative

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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

ISSN: 0185-3929

[email protected]

El Colegio de Michoacán, A.C

México

Binford, Leigh

REMESAS Y SUBDESARROLLO EN MÉXICO

Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIII, núm. 90, primavera, 2002

El Colegio de Michoacán, A.C

Zamora, México

Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709005

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Fue en realidad hasta la década de los ochenta, en lo ál-gido de una crisis económ

ica que ha perdurado ya dosdécadas, cuando com

enzaron a gestarse estudios se-rios sobre las rem

esas de dinero enviadas por inmigrantes m

exicanosdesde Estados U

nidos y su papel en el desarrollo de las comunidades

rurales del país. Bajo la influencia de enfoques de dependencia y siste-m

as mundiales, los prim

eros estudios de caso que se publicaron mos-

traban escepticismo ante la posibilidad de que el fenóm

eno de la emi-

gración jugara un papel positivo en dicho desarrollo. Sobre la base desu trabajo en zonas que tradicionalm

ente han conformado la franja m

i-gratoria en el O

ccidente mexicano, Josua Reichert, Raym

ond Wiest y

Richard Mines aceptaron que la enorm

e afluencia de dinero generadoen el país vecino distorsionaba m

ás que desarrollaba las economías ru-

rales, pues exacerbaba el conflicto social, las diferencias económicas y la

inflación de precios, y fomentaba un círculo vicioso por el que la em

i-gración generaba una m

ayor emigración. Sus conclusiones no fueron

R El artículo revisa dos posiciones fundamentales sobre la relación

entre la migración internacional y el desarrollo rural en M

éxico: laposición “estructuralista” de los setenta y ochenta que m

anifesta-ba que las rem

esas distorsionan las economías rurales; y la posi-

ción “funcionalista” de los noventa que manifestaba lo contrario.

El autor critica la segunda posición y argumenta por la necesidad

de estudiar la migración com

o un proceso social total, tomando en

cuenta los impactos económ

icos tanto en la economía estadouni-

dense como en la m

exicana (migración internacional, rem

esas, de-sarrollo rural, globalización).

* avocados@com

puserve.com.m

x El licenciado Guillerm

o Duque tradujo el m

anus-crito del inglés y el licenciado Enrique Trejo y la m

aestra Blanca Cordero revisaron el esti-lo. A

todos ofrezco mis agradecim

ientos. También agradezco al m

aestro Marcus Taylor

por la lectura cuidadosa y crítica del borrador. Adem

ás quiero agradecer al lector anóni-m

o de Relacionespor haberme señalado inconsistencias y debilidades en varias secciones

de este ensayo.

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prioridad al crédito para las empresas capitalistas y privatizar las em

-presas del Estado (Prud’hom

me 1995), los ingresos por rem

esas de di-nero se convirtieron en una de las pocas fuentes de capital de inversiónpara cientos de m

iles de hogares en el campo. En una posterior evalua-

ción de su potencial, algunos investigadores argumentaron que los estu-

dios previos no sólo habían subestimado enorm

emente el im

pacto delas rem

esas en el desarrollo económico sino que habían representado in-

justamente la em

igración a otros países como el origen de un gran núm

e-ro de m

alestares sociales; reevaluaron la incidencia productiva directade las rem

esas, tomando en cuenta los efectos indirectos o m

ultiplicado-res del gasto en bienes de consum

o proveniente de dichas remesas. Por

último, refutaron lo argum

entado en los ochenta de que las remesas

agudizan las divisiones de clase y conflictos locales, o que por medio de

mecanism

os comerciales, se van desviando a las zonas urbanas, en las

que pasan a constituir un factor más de la brecha de sueldos y em

pleosentre la ciudad y el cam

po.D

esde mi punto de vista, la perspectiva revisionista de la em

igra-ción y las rem

esas de dinero es otro intento más de m

ostrarse optimis-

tas ante una situación lamentable que debe investigar los efectos y las

contradicciones o la resistencia a la política económica neoliberal, cuyo

enorme efecto negativo se ha abatido sobre las fam

ilias y las comunida-

des del México rural. En el desarrollo de m

i crítica, ofrezco interpre-taciones alternativas de los datos usados para sustentar los argum

entosa favor de las rem

esas como agentes de desarrollo económ

ico. Asim

is-m

o, propongo que toda consideración sobre el impacto económ

ico delas rem

esas enviadas a México requiere del em

pleo de un enfoque com-

parativo que contemple, adem

ás, el impacto en la econom

ía estadouni-dense de los desem

bolsos efectuados por los inmigrantes m

exicanos.Creo que, a fin de cuentas, la discusión sobre rem

esas de dinero y desa-rrollo se ha desvirtuado, pues se ha centrado exclusivam

ente en temas

económicos, cuando resulta necesario que los estudios de caso sobre

emigración se orienten hacia las transform

aciones del ámbito social lo-

cal y regional y hacia los conflictos que rodean el desarrollo de nuevasform

as de hegemonía. M

ás allá de la mera necesidad económ

ica –la quese interioriza de m

aneras culturales e ideológicas particulares– los cam-

biantes valores y expectativas afloran asimism

o en la profundización y

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debatidas durante cerca de quince años, hasta que a mediados de los

noventa otro grupo de investigadores, entre ellos Douglas M

assey, JorgeD

urand y Richard Jones, ofrecieron una visión más prom

etedora.M

ientras tanto, las crisis económica im

pulsaba una oleada constantede cam

pesinos y obreros –incrementada a últim

as fechas por estudian-tes, m

aestros de escuela y hasta profesionistas de la clase media– deci-

didos a salir adelante económicam

ente en el Norte. Éstos, cuando

lograron emplearse y liberarse de las deudas que la m

ayoría contrajopara poder hacer el viaje, com

enzaron a enviar dólares a México. Bastan

unas cuantas cifras para expresar la rapidez y magnitud del proceso de

envío de dinero por parte de los emigrados. D

e un monto m

enor a mil

millones de dólares en 1980, se estim

a que las remesas se elevaron a dos

mil m

illones en 1990, y que prácticamente se duplicaron –de tres m

ilseiscientos a tres m

il setecientos millones– en 1995 (G

arcía 2000a, 313;Lozano 1993, 58), 1colocando a M

éxico como el país que recibe m

ás re-m

esas de dinero en Latinoamérica y el cuarto en el m

undo después deFrancia, India y Filipinas (Castro y Tuirán 2000, 319). Para 1996, m

omen-

to en que las remesas de dinero alcanzaron la cifra de cinco m

il millo-

nes de dólares, se estimó que 5.3 por ciento de los hogares m

exicanos,en general, y 10 por ciento de los hogares ubicados en com

unidades me-

nores a los 2 500 habitantes, recibían ingresos por medio de rem

esas en-viadas durante el año (320-321). Según A

rroyo y Berumen (2000, 344),

las remesas representan en prom

edio 54 por ciento del ingreso de cincopor ciento de los hogares m

exicanos. Para un gran número de com

uni-dades rurales de escasos recursos, las rem

esas constituyeron 75, 80 ohasta 90 por ciento de su propio ingreso.

Es probable que la disminución (desaparición, en algunos casos) de

alternativas de empleo en el cam

po tenga que ver con la tendencia de losinvestigadores a adoptar una visión m

ás positiva del fenómeno, aunque

en la penúltima sección del presente ensayo se sugiere que las transfor-

maciones en la política global tam

bién juegan su parte. Al reducir o eli-

minar el gobierno m

exicano los diversos subsidios al consumo, dar

1Para 1980, uso una cifra intermedia a los cálculos “bajo” e “interm

edio” de Lozano(664 m

illones y 1 264 millones, respectivam

ente).

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expansión de los circuitos migratorios por m

edio de los cuales se ponea disposición de los capitalistas estadounidenses un flujo continuo dem

ano de obra barata proveniente de México.

La mayoría de los estudios que cito en este ensayo tratan del desa-

rrollo económico rural y no del urbano, dado que es en el ám

bito rural,generalm

ente comunidades agrícolas, que los antropólogos y otros

científicos sociales han realizado los análisis más detallados y sistem

áti-cos del im

pacto económico de las rem

esas migrantes. Sin em

bargo, lascríticas m

ás incisivas ofrecidas en este trabajo son también aplicables al

tema del desarrollo económ

ico en general. Asim

ismo, el ensayo se enfo-

ca principalmente en la producción de antropólogos y otros científicos

sociales estadounidenses, debido a que es la literatura con la que estoym

ás familiarizado. La cuestión de si los m

exicanos, así como otros cien-

tíficos sociales no estadounidenses viviendo o trabajando en México,

han sido o no influenciados por un cambio de paradigm

a –que yo he in-tentado docum

entar sobre la base de estudios estadounidenses–consti-tuye una interrogante que am

erita una investigación más profunda.

Antes de discutir los trabajos m

ás recientes de la década pasada, re-sulta im

portante revisar varios de los estudios de caso más influyentes

de los ochenta, los que a menudo partieron de un enfoque de dependen-

cia o neomarxista para abordar el tem

a de la emigración y el desarrollo

rural.

El síndrome de la em

igración

En un escrito de 1981, Josua Reichert comentó que pese a tantas conjetu-

ras, “en México poco se sabe sobre los efectos de la em

igración estacio-nal hacia Estados U

nidos, particularmente en zonas rurales que, debido

a la falta de oportunidades de empleo, la crónica carencia de tierras y

los magros salarios, se han caracterizado históricam

ente por sus altas ta-sas de em

igración” (1981, 56). En varias publicaciones, Reichert (1981,1982) propuso una interpretación del im

pacto de los ingresos por reme-

sas en la población de “Guadalupe” (estado de M

ichoacán), comunidad

agrícola marginada con un historial de em

igración a Estados Unidos

que se remonta, al m

enos, a 1911. El autor dividió a la población de Gua-

dalupe en tres grupos: los “inmigrantes legales” con docum

entos mi-

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gratorios válidos, los “inmigrantes ilegales”, quienes carecen de docu-

mentación m

igratoria, y los “no inmigrantes” quienes perm

anecieronen G

uadalupe dedicados a la siembra de m

aíz o alguna otra actividadeconóm

ica. Debido a su posibilidad de cruzar a voluntad la frontera y

transitar libremente dentro del m

ercado laboral de Estados Unidos, los

inmigrantes legales ganaban en prom

edio el doble de dinero que los ile-gales, quienes estaban sujetos a pagar a los polleros, a las deportacionesperiódicas y a un desem

pleo más frecuente (1981, 57-58; 1982, 412-413).

La encuesta realizada por Reichert sobre vivienda y acceso a bienes deconsum

o indicó que los inmigrantes legales ocupaban el estrato econó-

mico m

ás elevado en Guadalupe, seguidos por los inm

igrantes ilegales,con la excepción de unos cuantos terratenientes, y los no inm

igrantestendían a constituir el sector m

ás pobre del pueblo y “a considerarseafortunados cuando podían cubrir sus gastos sin verse forzados a pedirprestado dinero o sem

illas para subsistir durante el año” (1981, 58).Reichert arguyó que los inm

igrantes gastaban la mayor parte de las

remesas im

productivamente en construcción y m

ejoras a la vivienda,vehículos, aparatos electrónicos, bodas u otras celebraciones. Los inm

i-grantes legales eran quienes contribuían principalm

ente para introduciragua potable, drenaje y otros proyectos de infraestructura, pero al serellos m

ismos los dueños de la m

ayoría de las casas provistas de tuberíainterna, se beneficiaban en form

a desproporcionada con varios de estosproyectos. Los inm

igrantes legales invertían en tierras, compradas a los

campesinos no inm

igrantes ahogados con deudas, las que a su vez ren-taban o usaban para que unas cuantas cabezas de ganado pastaran,dado que su cultivo intensivo habría interferido con sus frecuentes via-jes a Estados U

nidos. Con la afluencia de dólares a la comunidad, se in-

tensificó la competencia por la tierra, haciendo que los precios de los

terrenos rebasaran las posibilidades de casi todos los campesinos no in-

migrantes. Según este autor, los inm

igrantes legales representaban eldieciocho por ciento de las fam

ilias, pero poseían el sesenta por cientode las tierras cultivables (1981, 61-62). A

demás, describió el m

odo enque se gestaron tensiones sociales entre los inm

igrantes legales, aventa-jados económ

icamente, y aquéllos dem

asiado pobres para canjear losfavores y obsequios que se habían convertido en los recursos clavespara alcanzar una posición privilegiada dentro la jerarquía local:

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dores del desembolso del ingreso proveniente de Estados U

nidos sesentían principalm

ente en zonas urbanas que ofrecían los bienes y ser-vicios “m

odernos” con los que esperaban contar los emigrantes. A

de-m

ás, caracterizó el empleo local en la producción de ladrillo y teja de

barro como “tem

poral, esporádico y totalmente dependiente de la conti-

nuación del trabajo migratorio” (1984, 126) y observó que la m

ayoríade la gente aceptaba que “la em

igración proporciona el único medio de

mejorar su nivel de vida” (1984, 121).

Todos los emigrantes que entrevisté expresaron el deseo o la intención de

ganar lo suficiente para establecerse como agricultores o com

erciantes enA

cuitzio o en la cercana Morelia. N

o obstante, regresan año tras año por elsalario relativam

ente alto de un empleo en Estados U

nidos. De este m

odo,son capaces de solventar los crecientes costos de un nivel de vida m

ás ele-vado […

] y disfrutar del asueto y el prestigio de unas vacaciones anuales enel pueblo natal (1984, 119).

Sin duda, el estudio de caso más exhaustivo del im

pacto económico

de la emigración es el detallado análisis que Richard M

ines hiciera enLas Á

nimas, Zacatecas, otra com

unidad agrícola ubicada en la franjam

igratoria al occidente de México. D

urante un periodo de dos años a fi-nales de los setenta, M

ines recolectó información en Las Á

nimas y en

cuatro comunidades de colonos al norte y sur del estado estadouniden-

se de California. El autor documentó una am

plia variedad de patronesm

igratorios practicados por los animeños, incluyendo varias form

as deem

igración con retornos irregulares, así como de asentam

ientos urba-nos y rurales en los Estados U

nidos, y fue el primer investigador ocupa-

do en México en enfatizar el papel crucial de redes locales y foráneas

como fuente de financiam

iento de la emigración, inform

ación sobre losEstados U

nidos, así como asistencia habitacional y laboral en los desti-

nos en este país. Adem

ás, documentó el paso de algunos em

igrantes deltrabajo agrícola sin capacitación alguna al trabajo sem

icalificado en laindustria o los sectores de servicio urbanos e hizo notar cóm

o los sala-rios m

ás elevados y la vida urbana eran seguidos a menudo por la com

-pra o construcción de una casa y una tendencia a asentarse perm

anente-m

ente en ese país (Mines 1981, 51-53, 87-89, 117-120, 137-146).

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la mayoría de los no inm

igrantes, junto con muchos ilegales, se sentían in-

capaces de mantenerse a la altura de los inm

igrantes legales debido a sudesventajosa condición económ

ica. Como resultado, m

uchos de los pobla-dores se consideraban com

o miem

bros de una casta subordinada y en des-ventaja, negándoseles el acceso a la respetabilidad y el cum

plimiento de

roles sociales debido a su bajo nivel de vida (1982, 420).

En el pasado, los guadalupeños explicaban la pobreza como resulta-

do del destino. Sin embargo, con la opción de la em

igración, la mayoría

pensaba que hasta los pobladores más em

pobrecidos podrían mejorar

su fortuna en la vida si mostraban iniciativa propia, al grado que “se

consideraba un fracasado a la persona que no lo hiciera” (1982, 420).G

racias a las aparentes recompensas del éxito y a las sanciones m

oralespor negligencia, no debe sorprender que los jóvenes del pueblo llegarana considerar en térm

inos positivos la emigración a otro país. Casi todos

afirmaban que planeaban em

ular a sus padres y emigrar para trabajar

en los Estados Unidos en lugar de dedicarse a continuar sus estudios y

prepararse para trabajar o seguir una carrera en México (1981, 64).

Reichert concluyó que la mayoría de las fam

ilias en Guadalupe se

habían vuelto dependientes del ingreso proveniente de los emigrados,

quedando atrapadas, tal vez inconscientemente, en un círculo vicioso

en el que sólo dicho ingreso suministraba los recursos para sostener el

estilo de vida, notablemente m

ejorado en lo material, que las rem

esasde dinero hicieron posible en un principio. En consecuencia, el autor ca-racterizó la em

igración de Guadalupe hacia el vecino país com

o un“síndrom

e”, donde los emigrantes eran com

o adictos, dependientes delos dólares, y para conseguirlos de la em

igración de mano de obra a este

país (1981, 63-64).Varios antropólogos que trabajaron en otras partes de M

éxico llega-ron a conclusiones sim

ilares (Wiest 1984; Stuart y K

earney 1981; Mines

1981). Por ejemplo, Raym

ond Wiest (1984) dem

ostró el modo en que la

emigración nacional e internacional de A

cuitzio, otra población rural enM

ichoacán, iba acompañada de m

ejoras materiales, divisiones socioeco-

nómicas basadas en la em

igración, comparaciones injustas, precios in-

flados de la tierra y un control colectivo de grupos familiares sobre los

recursos en declive. El investigador expuso que los efectos multiplica-

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urbanos como regionales. 2La sim

ple clasificación de los numerosos es-

tudios como estructuralistas o funcionalistas desvanece las diferencias

entre ellos, las que una lectura más cuidadosa probablem

ente revelaría.A

demás, crea una justificación seudointelectual para evaluar la em

igra-ción com

o “buena” o “mala” en lo relativo a su potencial de desarrollo

–“buena”, si la emigración sirve de im

pulso al desarrollo; “mala”, en

caso contrario– en vez de analizarla como un proceso social com

plejoque form

a parte de un campo m

ás amplio de relaciones sociales m

ulti-nacionales. Sin em

bargo, Jones hace notar un cambio de paradigm

a conim

portantes consecuencias para conceptualizar la relación entre emi-

gración internacional de mano de obra y desarrollo. Con fines heurísti-

cos, por tanto, adopto dicha tipología.A

quéllos a quienes Jones ubica en el bando funcionalista, sostienenque la em

igración promueve el desarrollo en tres form

as: primero, pro-

veen tanto estudios de caso como inform

ación encuestada para demos-

trar que la inversión productiva de las remesas enviadas por m

igrantesse ha subestim

ado, es decir, que el capital usado para financiar muchas

empresas rurales y (en m

enor grado) urbanas en México, deriva de di-

neros ganados en Estados Unidos. Segundo, argum

entan que aún eldesem

bolso improductivo de las rem

esas (en alimentos, vestim

enta,bienes de consum

o duraderos, etcétera) genera efectos multiplicadores

en la medida en que los dineros generados en el país vecino circulan por

la economía m

exicana. En efecto, el impacto global de los efectos m

ulti-plicadores de las rem

esas en la creación de empleos y la expansión eco-

nómica probablem

ente sea varias veces mayor que el de las inversiones

directas que se mencionan en el punto anterior. Tercero, los funcionalistas

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Ala vez que M

ines agregó nuevos giros a nuestra comprensión del

proceso y la experiencia de la emigración, ninguna de sus conclusiones

básicas contradijo aquéllas de Reichert o Wiest. En Las Á

nimas, al igual

que en Guadalupe y A

cuitzio, las remesas de dinero se gastaban en vez

de invertirse, contribuyendo a la diferenciación social y económica, la

inflación de los precios de la tierra y la concentración de ésta en manos

de los emigrantes adinerados, la escasez de m

ano de obra local y, en ge-neral, una “dism

inución de lo producido en el pueblo” (1981, 157; cfr.130-136). M

ientras que la mayor parte de los em

igrantes de edadesm

edia y avanzada en los Estados Unidos ansiaban regresar a sus hoga-

res, las emigrantes m

ás jóvenes tendían a adoptar un “concepto de vida‘inm

igrante’” acompañado de “la tendencia a ‘chicanizarse’ en su vesti-

menta y su gusto por la m

úsica y la diversión” (1981, 104). Mines con-

cluyó que Las Ánim

as “proporciona un ejemplo concreto de una com

u-nidad cuya econom

ía se ha distorsionado por los flujos migratorios”

(1981, 155) y que la migración internacional debería verse com

o “una es-pada de doble filo –perm

ite a los mexicanos alcanzar niveles de vida

más altos pero los hace depender de un continuo acceso a los Estados

Unidos para m

antener dichos niveles” (1981, 157). Diez años después,

un nuevo estudio de Las Ánim

as por parte de una investigadora con unenfoque transnacional, a diferencia del estructuralista, dem

ostró que lasituación ha cam

biado poco (Goldring 1990).

Migradólares y desarrollo

Durante la últim

a década del siglo pasado, algunos investigadores lle-garon a conclusiones m

ás positivas acerca del potencial para el desarro-llo de las rem

esas. De hecho, a partir de m

ediados de los ochenta, el pa-radigm

a dominante com

enzó a virar de lo que Jones (1995, 6-10, 12-16,27) había representado com

o una “postura estructuralista” (más a m

e-nudo llam

ada “históricoestructuralista”, véase Goldring 1990, 139)

–desde cuya perspectiva las remesas fom

entaban la dependencia de laem

igración, la desigualdad de ingresos y el deterioro social– a una“postura funcionalista”, en la cual las rem

esas se invierten en agricultu-ra y capital hum

ano, y circulan por los pueblos y regiones en formas

que coadyuvan a reducir las disparidades de ingresos tanto rurales y

2Otros autores em

plean términos diferentes, pero con casi los m

ismos sentidos.

Wiest (1984, c) habla de enfoques de “dependencia” y “m

odernización”, mientras que

Conway (s/f, 4-5) hace referencia a “dependencia” y “desarrollo”. Conw

ay propone loque él llam

a un enfoque “transnacional” alternativo que “echa abajo las contradiccionesde dependencia y desarrollo, y define los resultados de la em

igración y el uso de las re-m

esas arraigados en una serie de dependencias que enfatizan la producción y el consu-m

o, la clase y la etnicidad, el individuo y la comunidad a la vez que trasciende lugares y

fronteras nacionales” (s/f, 5, énfasis del autor). No obstante, argum

entaría que tiene más

en común con M

assey, Durand, Parrado y Jones (caracterizados aquí com

o funcionalis-tas) que con transnacionalistas com

o Goldring, Sm

ith, Pries y Kearney.

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depende de la estructura local de oportunidades económicas, que en el

caso de las extensas zonas del México rural, es extrem

adamente lim

ita-da (D

urand, 1994). Probablemente m

ás cercana a la norma que los casos

registrados por Durand en Jalisco y por Jones en Zacatecas, estaría Xo-

yatla, comunidad indígena de escasos recursos localizada en el valle de

Izúcar de Matam

oros, Puebla, cuyos pobladores comenzaron a em

igrara los Estados U

nidos a finales de los setenta. Adem

ás del desembolso en

consumos y actos cerem

oniales, los primeros em

igrantes adquirieronvehículos de transporte (com

bis) y abrieron modestas tiendas. Sin em

-bargo, en el lapso de quince años, la dem

anda del mercado local por bie-

nes de consumo y servicios de transporte se había saturado, por lo que

los propietarios convinieron en limitar las operaciones de cada cam

ióno com

bi a unos cuantos días a la semana, y cada tendajón que se abría

en el frente de una casa tendía a ser acompañado por la bancarrota de

otro (Binford 1998).H

asta los casos exitosos en Zacatecas reflejan límites. Por ejem

plo, latasa neta de m

igración en Jerez, municipio productor de m

elocotones,se increm

entó de -24.5 a -35.7 por mil entre 1990 y 1995, y la zona sigue

siendo la principal fuente de emigrantes a Estados U

nidos de todo elestado (Padilla 2000, 364). Fuera de los casos aislados de inversión, Za-catecas constituye un rem

anso agrícola e industrial que genera sólo unpequeño porcentaje de los m

ás de 9 100 empleos necesarios para la nue-

va fuerza laboral que se genera anualmente (D

elgado y Rodríguez 2000,375; véase Rodríguez 1999; D

elgado, 1999; García, 2000b).

Contrario al enfoque de estudios de caso, Massey y Parrado (1998)

analizaron los datos de una “etnoencuesta” aplicada a 5 653 hogares entreinta com

unidades del México occidental durante los m

eses de invier-no de 1982-83 y de 1987-92. Se estableció una nueva em

presa en aproxi-m

adamente dos por ciento de las personas-año bajo estudio (1998, 9); en

promedio, lo ganado en Estados U

nidos capitalizó veintiún por cientode las em

presas señaladas en la muestra (1998, 12). U

n análisis de regre-sión m

últiple indicó que la probabilidad de inversión de las remesas se

mantenía baja durante los prim

eros años de la emigración –durante los

cuales los emigrados pagaban los costos del traslado y cubrían sus ne-

cesidades básicas de alimentación, vestido y construcción de vivienda–

pero se incrementaba posteriorm

ente (véase además Jones, 1995, 74-76).

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agregan que en razón de que la mayoría de los em

igrantes proviene nosólo de zonas rurales pobres sino de sus sectores sociales y económ

icosm

ás marginados, las rem

esas reducen las desigualdades de clase y de in-gresos entre regiones y entre el cam

po y la ciudad, contribuyendo deesta

forma a una expansión económ

ica más equilibrada. En las tres secciones

siguientes, examinaré cada una de las posturas citadas así com

o algu-nos de los estudios en los que se han fundam

entado. Posteriormente, in-

tentaré situar el viraje de la posición “estructuralista” a la “funcionalista”en el contexto de las transform

aciones económicas y políticas globales,

y concluiré con un breve análisis de la contribución de la migración de

mano de obra a la form

ación de un nuevo proletariado internacional.

La inversión productiva de las remesas de dinero

Algunos investigadores reconocen que sólo un pequeño porcentaje de

las remesas provenientes de Estados U

nidos se invierte productivamen-

te, aunque mantienen que dicho porcentaje alcanza niveles significa-

tivos en lugares y mom

entos específicos. Por ejemplo, D

urand (1994,185-238) proporciona datos de estudios de caso indicativos de que lasrem

esas jugaron un papel importante en el desarrollo de San Francisco

del Rincón, ubicado en los Altos de Jalisco, en un dinám

ico centro de in-dustrias pequeñas y m

edianas de fabricación de ropa, calzado y mue-

bles. De m

anera similar, Richard Jones (1995, 119-125) argum

enta queunos residentes de Jerez, población en el centro de Zacatecas, usaron eldinero que ahorraron m

ientras trabajaban en plantaciones de melocotón

en el sur de California, para establecer las bases de lo que se convertiríaen una vibrante industria m

elocotonera en aquel municipio. Cerca de

ahí, en Luis Moya, otro grupo de em

igrados financió la producción deuva y brócoli. En dichos casos, así com

o en otros (Durand, 1994, capítu-

lo 6), emigrantes exitosos invirtieron lo ahorrado en Estados U

nidos afin de convertirse de proletarios o sem

iproletarios en México y trabaja-

dores migratorios asalariados en Estados U

nidos, en pequeños produc-tores independientes o pequeños agricultores e industriales capitalistas.

Sin embargo, el problem

a no estriba en que tales casos existan –cier-tam

ente los hay– sino en su frecuencia y la duración de su éxito. El pro-pio D

urand ha declarado que el potencial de desarrollo de las remesas

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presarial, el establecimiento de negocios y la expansión económ

ica nosólo en M

éxico sino en otras regiones del mundo” (1998, 19). N

o obstan-te, un com

entarista del artículo señaló que la fuerza “dinámica” repre-

sentada por los ingresos generados por la emigración no la ha atenuado:

las mism

as comunidades m

exicanas que en los años de 1940 enviaron jóve-nes a los Estados U

nidos, están enviando jóvenes al mis-m

o país en los añosde 1990, a pesar del establecim

iento de negocios es-timulados por las rem

e-sas; de hecho, cierta evidencia sugiere que la presión de la em

igración haaum

entado más que dism

inuido en dichas comunidades (M

artin 1998, 29).

Cualquier discusión sobre remesas y desarrollo se ve afectada por

nociones contrapuestas de “inversión”. Una noción estrictam

ente eco-nóm

ica restringe la inversión a la compra de m

edios de producción,m

aterias primas y fuerza laboral, sin im

portar que éstos se pongan a tra-bajar para producir valores utilitarios (consum

idos por el grupo domés-

tico) o mercancías (vendidas en el m

ercado). Los dineros usados paraadquirir tierra, vehículos de transporte, herram

ientas, semilla, fertili-

zante, etcétera, se califican como inversión, pero dichas inversiones rara

vez representan más del diez por ciento del total de las rem

esas. Otros

investigadores agrupan los gastos en educación, vivienda y servicios desalud con los de consum

o, o los clasifican en uno o más apartados (Cas-

tro y Tuirán, 2000, 328-329; Delgado y Rodríguez, 2000, 378). Jones

(1995, 74-76) empleó una triple división de “consum

o”, “consumo/in-

versión mixtos” e “inversión”, y halló que en los im

igrantes de la regióncentral de Zacatecas destinaban cerca de veinticinco por ciento de las re-m

esas a la categoría “mixta”, consistente en m

antenimiento y/o perfec-

cionamiento del capital hum

ano, adquisición y/o construcción de casasy proyectos com

unitarios, lo cual duplicaba el porcentaje dedicado a lasinversiones. Conw

ay y Cohen (1998, 33) incluyeron bajo la rúbrica deinversiones, todos los fondos usados para financiar “estrategias produc-tivas”, definidas de m

anera tan general que sólo excluían la adquisiciónde alim

ento y vestido.La confusión term

inológica deja ver claramente la necesidad de di-

ferenciar entre inversión con potencial de producir algún beneficio –yasea social, económ

ico o hasta sicológico– y una noción más estrecha de

“inversión productiva” en la compra de m

edios de producción, mate-

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Los autores desarrollaron un perfil de aquellos emigrados y de sus co-

munidades, para quienes el establecim

iento de empresas tenía m

ayoresprobabilidades: jefes de fam

ilia jóvenes e instruidos, calificados para al-guna ocupación, propietarios de su casa, casados con esposas instrui-das, quienes vivían en com

unidades caracterizadas por sus elevadosniveles propios de em

pleo, salarios y desarrollo industrial (Massey y

Parrado, 1998, 11). 3Aproxim

adamente la m

itad de las empresas (cua-

renta y nueve por ciento) pertenecía al sector del menudeo, y en su m

a-yor parte eran pequeñas y generaban poco em

pleo. Los autores explicanque esto

tiene poco que ver en sí con el proceso de emigración; [m

ás bien] se debe aque los em

presarios en sus circunstancias (personales, familiares, com

uni-tarias y nacionales) tienden a abrir establecim

ientos pequeños, independi-entem

ente de que hayan estado en Estados Unidos o hayan enviado dinero

a sus casas, y refleja más las oportunidades que tienen a la m

ano que cual-quier efecto prom

otor de dependencia per seproveniente de la m

igracióninternacional (1998, 18; véase M

assey et al. 1987, 231). 4

Massey y Parrado se alinean con “varios otros investigadores […

]quienes ven a la m

igración internacional como una im

portante fuentede capital productivo y fuerza dinám

ica que promueve la actividad em

-

3En un trabajo reciente Mooney (2001, 23) presenta un análisis estadístico de m

ate-rial derivado del Proyecto de M

igración Mexicana soteniendo que “los lazos sociales son

un importante indicador de que los m

igrantes invertirán sus salarios”. En otras palabras,la gente con redes sociales m

ás densas es más propensa, estadísticam

ente hablando, a in-vertir que aquélla cuyas redes son m

ás débiles. La perspectiva comparativa perm

ite alautor eludir el hecho de que ningún grupo –aún aquellos con las redes sociales m

ás den-sas– tiene una alta probabilidad de invertir. El estudio tam

bién sugiere que una vez quelas características de los inversionistas son conocidas, las acciones de los program

as pue-den extenderse a los grupos en desventaja, cuyas probabilidades de invertir se increm

en-tarían a pesar de los contextos económ

icos local, regional y nacional. La propuesta ante-rior es com

patible con el énfasis del Banco Mundial en el desarrollo del capital hum

ano,al m

ismo tiem

po que sanciona las políticas neoliberales de libre mercado que se encar-

gan de destruirlo. 4M

artin (1998, 30) hace notar que los autores no tuvieron en cuenta los fracasos enlos negocios: “la m

ayor parte de los negocios fracasa; lo que resulta importante para el

desarrollo no es sólo comenzar un negocio sino m

antenerlo”.

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Los efectos multiplicadores de las rem

esas

Un segundo enfoque sobre rem

esas y desarrollo se centra en los efectosindirectos de la circulación de las rem

esas en las economías locales, re-

gionales y nacionales. En este caso, el destino inmediato de las rem

esas–invertidas o consum

idas– importa m

enos que los efectos multiplica-

dores que éstas generan como resultado del increm

ento en la demanda

(el excedente de la demanda que existiría en su ausencia) a consecuen-

cia de su circulación. Durand, Parrado y M

assey (1996) calcularon queen 1990, los hogares de los em

igrados sólo invirtieron productivamente

ochenta y cuatro millones (4.2 por ciento) de la cifra aproxim

ada de dosm

il millones de dólares en rem

esas que, según ellos, ingresaron a Méxi-

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rias primas y fuerza laboral con objeto de producir valores utilitarios

(alimento o vestido para consum

o doméstico) o m

ercancías. Una difi-

cultad obvia tiene que ver con la eventual reasignación de bienes deconsum

o, tales como una casa o un vehículo personal, a un uso produc-

tivo (taller, tienda o taxi) posterior a su compra. Por otra parte, un bien

productivo como un taller, una tienda en casa o un vehículo, puede des-

tinarse en un periodo posterior a un uso exclusivamente personal (com

ouna habitación adicional o un transporte personal) si deja de generarutilidades. Solo a través de encuestas repetidas en los m

ismos hogares

o de estudios etnográficos prolongados será posible especificar dichasm

odificaciones de uso. En ausencia de tales estudios, lo más aconsejable

sería adoptar la noción conservadora –definida al principio de este pá-rrafo– de lo que constituye una inversión. 5

5Marx dijo lo siguiente sobre el capital: “sabem

os que los medios de producción y

subsistencia, aunque siguen siendo propiedad del productor inmediato, no constituyen

capital. Se convierten en capital, sólo bajo circunstancias en las que sirven a la vez como

medios de explotación y de som

etimiento del trabajador asalariado” (1967, 767). Las uni-

dades de pequeñas mercancías tam

bién pueden invertir, acumulando la m

ano de obrasin rem

unerar por medio de un proceso de acum

ulación endofamiliar que perm

ite a al-gunos de ellos, en m

omentos y lugares particulares, evolucionar en pequeñas unidades

de producción capitalista, definidas como aquellas en que cincuenta por ciento o m

ás delvalor se produce con m

ano de obra asalariada (Cook y Binford, 1991, capítulo 4). Lainversión de las rem

esas debería restringirse a tres situaciones: inversión capitalista (in-cluyendo el pequeño capitalista), com

binando medios de producción y m

ano de obraasalariada para la producción de plusvalía; inversión en pequeñas m

ercancías, cuyo po-tencial de acum

ulación de mano de obra excedente a través del em

pleo de fuerza laboraldom

éstica o familiar sin rem

unerar se vincula con el tamaño de la fam

ilia y la composi-

ción demográfica, así com

o el ramo productivo, inversión en la subsistencia por parte de

las familias com

binando los medios de producción con m

ano de obra familiar para pro-

ducir bienes (p. e., alimentos) procesados y consum

idos por la familia para garantizar su

reproducción. Uno podría argum

entar, también, creo, que los gastos que se realizan para

la educación de la generación siguiente son una inversión siempre y cuando los salarios

devengados compensen el costo del entrenam

iento. Estoy siguiendo aquí el argumento

de Marx (1967, 197) de que el capital recom

pensa a la mano de obra calificada –cuyo in-

greso al mercado laboral es aplazado por la adquisición de habilidades– por el trabajo

muerto incorporado en ésta durante el entrenam

iento. Pero al tiempo en que la m

ayoríade los pequeños negocios fracasan, los jóvenes rurales (y urbanos) educados son incapa-ces de convertir la fuerza laboral m

uerta congelada en sus cuerpos vivientes en salariosm

ás altos debido a, entre otros factores, el incremento de los estándares prom

edio educa-

tivos, que constantamente ensanchan la definición social de lo que constituye el trabajo

simple. A

medida que el sector form

al empequeñece rápidam

ente, un diploma de secun-

daria no tiene el mism

o distingo que poseía, por decir algo, hace treinta años. De ahí que

tanto los grupos domésticos rurales com

o urbanos tengan que “invertir” más recursos en

la educación de sus hijos solamente para asegurar que ellos obtengan el m

ínimo social.

Encuestas a migrantes en Estados U

nidos muestran diferencias significativas en los pro-

medios de los niveles educativos entre las generaciones viejas (escuela prim

aria) y lasm

ás jóvenes (escuela secundaria). De cualquier m

odo, no está claro si este incremento es

el resultado de la inversión migrante en la educación de los hijos o sim

plemente obedece

al aumento de los niveles educativos nacionales, o am

bos (véase Durand, M

assey y Zen-teno 2001, 10; M

arcelli y Cornelius 2001, 115-117). Me parece que para valorar el capital

migrante invertido en la form

ación de nuevo capital humano, los investigadores ten-

drían que mostrar que los hijos de los m

igrantes tienden a migrar m

enos que sus padresy/o que los m

igrantes más educados perciben m

ejores salarios y empleos m

ás calificadosen Estados U

nidos que sus compatriotas m

enos educados. Sospecho que la estrategia del“capital hum

ano” funciona mejor entre los grupos dom

ésticos migrantes que han residi-

do permanentem

ente en Estados Unidos en oposición a aquellos que tienen una base (la

mayoría de los grupos dom

ésticos) en México. Por supuesto el debate del capital hum

a-no elude abordar la “fuga de cerebros” de personal m

exicano altamente calificado hacia

los Estados Unidos (cfr. A

larcón, 1999); fuga que estimuló la creación del Sistem

a Nacio-

nal de Investigadores en 1984, el cual ofrece subsidios salariales para desalentar el vuelohacia el norte de investigadores, artistas y profesores universitarios creativos y educados.Baham

ondes (2001) realiza una crítica al concepto de “capital social” y sugiere que en elanálisis de las áreas rurales el concepto debe ser reem

plazado por conceptos derivadosde la antropología y la sociología rural: reciprocidad, acción social, poder y lealtades pri-m

ordiales.

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prevaleciente de emigración laboral de M

éxico a Estados Unidos es excesi-

vamente pesim

ista.

Los autores usan fórmulas desarrolladas por A

delman y Taylor (1992)

para calcular los efectos indirectos o multiplicadores de las rem

esas. Aprincipios de los noventa, cada dólar rem

itido producía un incremento

de $2.90 en el producto nacional bruto y aumentaba la producción a ni-

vel nacional en $3.20. Durand, Parrado y M

assey concluyen que en 1990,los dos m

il millones de dólares en rem

esas –muy por debajo de lo calcu-

lado por Lozano (1993), $3 150 millones de dólares– generaron seis m

ilquinientos m

illones adicionales en actividad económica, igual a diez por

ciento del valor de los bienes fabricados y tres por ciento del productonacional bruto.

Los autores extendieron su estudio al nivel local, al examinar los

efectos multiplicadores en tres com

unidades del occidente de México,

llegando a las mism

as conclusiones: los efectos indirectos de las reme-

sas sobre el ingreso son varias veces mayores que los efectos directos.

En las tres comunidades –La Yerbabuena, Chavinda y A

rio, todas per-tenecientes a M

ichoacán– los efectos multiplicadores explicaban entre

51 y 93 por ciento del ingreso local. Por ejemplo, la cifra de U

S$499 000rem

itidos por emigrantes a La Yerbabuena, cuya población es de 2 240,

se tradujo en un promedio de U

S$222 per capita. Sin embargo, agregan-

do los US$887 000 que resultaron de los efectos m

ultiplicadores, el efectototal de las rem

esas se elevó a US$1 234 m

illones o US$551 per capita.

Durand, Parrado y M

assey presentan un poderoso argumento a fa-

vor de los efectos multiplicadores de las rem

esas en la economía m

exi-cana, aunque no consideran im

portante comparar dichos efectos m

ulti-plicadores con los análogos producidos por la inversión y el gasto de losem

igrados en los Estados Unidos. Supuestam

ente, esto se debe a queconsideran el desarrollo com

o un fenómeno local, regional y/o nacional,

y no como un fenóm

eno internacional comparativo, y a la m

igracióncom

o un proceso social que escapa a la determinación puram

ente eco-nóm

ica (Massey, G

oldring y Durand, 1994). La actividad económ

ica delos inm

igrantes en Estados Unidos resulta relevante para el desarrollo

de México solam

ente en la medida en que la posición estructural de los

inmigrantes m

exicanos en la economía estadounidense afecte su capaci-

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co. Ochenta y cuatro m

illones de dólares constituyen una suma conside-

rable de dinero, que utilizada para comprar bom

bas de irrigación, má-

quinas de coser, ganado, herramientas de carpintería y otros artículos,

podría elevar significativamente el rendim

iento productivo de miles de

hogares y pequeñas empresas. Sin em

bargo, esta cifra palidece cuandose com

para con los 1 916 millones de dólares usados para cubrir el con-

sumo fam

iliar, mediante el cual “los em

igrados y sus familias aum

entanla dem

anda de bienes y servicios producidos en México, lo que ocasiona

que los empresarios m

exicanos aumenten sus inversiones en plantas, equi-

po y mano de obra a fin de satisfacer la dem

anda adicional” (1996, 427). D

e acuerdo con los autores, la compra de alim

ento y vestido con dó-lares ganados en los Estados U

nidos –suponiendo que los bienes se pro-dujeron en M

éxico– se traduce en un incremento en la dem

anda, lo cualim

plica el consumo de m

aterias primas, m

aquinaria y fuerza laboraladicionales. Cuando los trabajadores relacionados con la producción dedichos bienes gastan posteriorm

ente sus salarios, los efectos multiplica-

dores aumentan y, con ellos, la contribución de las rem

esas a la expan-sión económ

ica: “Afin de cuentas, los efectos indirectos de los m

igra-dólares posiblem

ente igualen o excedan sus efectos directos” (425).H

asta los desembolsos aparentem

ente frívolos (desde la perspectiva degran parte de la cultura occidental) en cervezas, cohetes, cirios, m

úsica,ornam

entos, etcétera, consumidos am

pliamente en rituales personales y

colectivos, tendrán efectos multiplicadores en la m

edida que los pro-ductos se fabrican en M

éxico con fuerza laboral y materias prim

as mexi-

canas, lo cual –según los autores– generalmente es así. Con fundam

en-to en esta lógica, D

urand, Parrado y Massey (1996, 425), sostienen lo si-

guiente:

Al centrarse estrictam

ente en la gran proporción de migradólares que se

gasta en consumo […

] las investigaciones previas han subestimado enor-

mem

ente el papel de las ganancias en Estados Unidos en la prom

oción deldesarrollo económ

ico dentro de México. A

l ignorar los variados y sustan-ciales efectos m

ultiplicadores del gasto de los consumidores, los investi-

gadores han dejado de apreciar el modo en que los m

igradólares contribu-yen indirectam

ente al crecimiento, al pasar a form

ar parte de las economías

nacional, regional y local. Como resultado de dichas deficiencias, la im

agen

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lo cual significa que siete de cada diez migradólares se gastan en susten-

to y abrigo, viajes, recreación, etcétera, generando la mism

a clase deefectos m

ultiplicadores en la economía estadounidense que tienen los

tres dólares repatriados a México. Em

pero, una parte de éstos se “fuga”de vuelta a los Estados U

nidos al mom

ento que los receptores mexica-

nos compran bienes im

portados o que contienen valor agregado en esepaís. La factura de im

portaciones en México aum

enta progresivamente

para muchos productos de la canasta básica, com

o arroz, trigo y lecheen polvo. Entre 1990 y 1995, las im

portaciones, como porcentaje del con-

sumo, se elevaron de 37.0 a 56.4 por ciento para el arroz y de 8.7 a 31.3

por ciento para el trigo (Fritscher 1999, 241, véase Schwentesias y G

ó-m

ez 2000). En la actualidad, las importaciones de m

aíz y frijol se man-

tienen bajas pero seguramente tam

bién se elevarán cuando el gobiernoelim

ine en el año 2009 los subsidios agrícolas de Procampo.

2. Los bancos, los servicios de transferencia electrónica y otras em-

presas estadounidenses captan una porción de las remesas en form

a decostos de transacción, entre otros, que los inm

igrantes pagan por su uso.M

ucho del dinero remitido por los inm

igrantes desde Estados Unidos

nunca llega a México o toca suelo m

exicano sólo brevemente puesto que

pasa a enriquecer a los servicios de transferencia electrónica estadouni-denses, tales com

o Western U

nion. Entre 1994 y 1996, las transferenciasaum

entaron su proporción de movim

ientos de remesas de 43.7 a 52.6

por ciento (mientras que la proporción transferida por telegram

a se aba-tió de 25.5 a 16.7 por ciento). Las elevadas tarifas por transacciones deenvío que se cobran a los inm

igrantes junto con las tasas de cambio abis-

malm

ente bajas que se imponen a los receptores en M

éxico, han permi-

tido a Money G

ram de W

estern Union y dem

ás empresas quedarse con

un 15 o 20 por ciento de la cantidad bruta. Las quejas condujeron a unainvestigación en Estados U

nidos de algunas de las compañías involu-

cradas, así como al desarrollo de una serie de alternativas m

ás baratas

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dad de generar remesas (véanse ejem

plos en Goldring, 1990 y M

ines,1981). La perspectiva de la m

igración como proceso o sistem

a de redessociales, propuesta originalm

ente por Mines (1981) pero retom

ada y ela-borada por M

assey, Alarcón, D

urand y González (1987) algunos años

después, constituye una importante contribución para nuestro entendi-

miento de la em

igración en México. Sin em

bargo, la teoría de procesosocial conlleva una serie de conceptos que m

edian, sin eliminar ni susti-

tuir, la primacía de los factores económ

icos, los que siguen siendo cru-ciales, según lo evidencia la rápida extensión de la m

igración hacia re-giones del centro y centro-sur de M

éxico que no se habían incorporadopreviam

ente a la crisis económica de los ochenta. La em

igración inter-nacional desde ciertas com

unidades rurales en el estado de Puebla au-m

entó de una base de cero hasta incorporar entre 30 y 50 por ciento dela población adulta durante un breve periodo de quince a veinte años(Binford, 1998). La inform

ación sobre los cambios en la estructura de

oportunidades y costos de la economía estadounidense –en relación con

la de México– viaja casi instantáneam

ente desde los lugares de recep-ción en Estados U

nidos a los sitios de expulsión en México (p. e., Sm

ith,1997; Pries, 1999). M

e parece útil, sobre esta base, discutir brevemente

los impactos potenciales directos e indirectos de los dineros gastados

por los inmigrantes m

exicanos en el país del norte, o los que regresande M

éxico a Estados Unidos en form

a de utilidades de las firmas tras-

nacionales o de pago de los bienes producidos en EUA

o bienes que con-tienen valor agregado en dicho país. La m

ano de obra mexicana benefi-

cia a la economía estadounidense en al m

enos tres maneras:

1. Los emigrantes que viven y trabajan en los Estados U

nidos con-sum

en alimentos, vivienda, ropa y servicios de salud y recreativos pro-

ducidos en dicho país. Arroyo y Berum

en (2000, 344) calculan que decada dólar ganado por inm

igrantes mexicanos en Estados U

nidos, 71.7centavos perm

anecen en este país y 28.3 centavos se remiten a M

éxico, 6

6Los inmigrantes “perm

anentes” remiten un porcentaje m

ucho menor (21%

) que losinm

igrantes “temporales” (68%

), aunque no resulta claro el modo en que los autores de-

finen dichos términos (A

rroyo y Berumen 2000, 344). M

assey et al.(1987, 275) afirman

que los trabajadores agrícolas remitieron 39.4%

de su ingreso a México y los trabajadores

en empleos no agrícolas rem

itieron 20.9% de su ingreso. Sin em

bargo, los primeros guar-

daron además 28.8%

y los últimos, 20.4%

, lo que significa que los beneficios totales, entredineros rem

itidos y aquéllos devueltos en efectivo o en forma de m

ercancía, fueron68.2%

y 41.3%, respectivam

ente. La mayoría de estos inm

igrantes, originarios de cuatrocom

unidades de México, probablem

ente se calificaría como inm

igrantes “temporales” o

“de ida y vuelta”, quienes regresan anualmente a M

éxico durante varios meses o m

ás.

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7

El impacto de la actividad m

igratoria en la evolución económica

comparativa aguarda un análisis m

ás detallado (y sofisticado). Conesto, he intentado ofrecer un punto de partida desde el que sea posibleinvestigar la hipótesis de que la m

ayor parte del valor (necesario y exce-dente) generado por los inm

igrantes mexicanos (y por extensión, los no

mexicanos) que trabajan en los Estados U

nidos se canaliza hacia laactividad económ

ica estadounidense –fortaleciendo así sus empresas

capitalistas–. Se infiere, en consecuencia, que la mano de obra m

igrantehace una pequeña pero no m

enos real contribución para ampliar la

brecha económica entre M

éxico y Estados Unidos, la cual sigue siendo

un importante acicate a la em

igración presente y futura, como lo hace

notar Jorge Durand (1998, 72): “el N

orte sigue siendo una alternativafactible y redituable para jóvenes, hom

bres y mujeres, que no encuen-

tran trabajo en México o que, com

o dicen: ‘para hacer lo mism

o acá queallá, m

ejor en Estados Unidos, donde por lo m

enos gano en dólares’”.

Remesas y desigualdad

Por último, algunos investigadores han cuestionado recientem

ente quela em

igración internacional de mano de obra conduzca a una diferencia-

ción económica y social cada vez m

ayor al ampliar la brecha entre una

minoría selecta de em

igrantes con acceso a los dólares y los no emigran-

tes carentes de tal logro. Según Jones (1998, 14), toda consideración dela relación entre m

igración y desigualdad de ingresos debe tener encuenta la etapa de m

igración y la escala geográfica. Con respecto a laprim

era, Jones argumentó a favor de una curva en form

a de U, en la que

comunidades con niveles de em

igración muy bajos o m

uy altos (medi-

dos al nivel de la comunidad por m

edio del porcentaje de hogares conem

igrantes activos o el total de años de experiencia migratoria por ho-

gar) exhiben una creciente desigualdad local de ingresos, toda vez quelas com

unidades en las “etapas intermedias” de em

igración muestran

una desigualdad decreciente. Jones llegó a la conclusión de que aquél-los a quienes llam

ó los “primeros adoptadores” (Etapa de Innovación)

de la emigración, tienden a proceder predom

inantemente de los secto-

res económicos m

edios, con recursos para financiar el viaje de emigra-

ción a los Estados Unidos, y de que los ingresos logrados les perm

itirían

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por parte de los gobiernos federal y estatales de México y del servicio

postal de EUA

(García 2000a; K

umetz 1999; Levander 1999). 7

3. Los capitalistas empleadores se apropian de la plusvalía de los

trabajadores mexicanos inm

igrantes, la que se acumula en las utilidades

de las empresas. Sea que estén em

pleados en granjas comerciales, res-

taurantes, fábricas, en el sector de la construcción, en abarrotes, puestosde frutas, etcétera, los trabajadores inm

igrados ceden mano de obra ex-

cedente a los empleadores com

o el precio por no poseer de manera in-

dependiente los medios de producción (Canales 2000). Las utilidades

son la forma m

onetaria de la plusvalía generada por los trabajadores,que los em

pleadores se apropian de acuerdo con las relaciones capita-listas de la producción. U

na vez convertida en dinero (forma líquida del

valor) y puesta en circulación, la plusvalía crea efectos multiplicadores,

especialmente cuando se invierte en la com

pra de medios de produc-

ción y fuerza laboral adicionales. Puesto que la plusvalía resulta invisi-ble en form

a de mercancía y es ignorada por los econom

istas neoclási-cos y los científicos sociales con tendencia neoclasicista, quienes seadscriben a una teoría subjetivista del valor y a una teoría con funda-m

entos mercantiles de determ

inación de precios, no consta en los cálcu-los de las contribuciones de los inm

igrados a la economía estadouni-

dense. Muchos em

pleadores estadounidenses pagan a los trabajadoresm

exicanos, en particular a los no documentados, m

enos del mínim

o so-cial para un em

pleo en particular, lo cual conlleva a altas tasas de extrac-ción de plusvalía.

7Resulta poco claro el modo en que las tarifas por transacción y la pérdida de dine-

ros por las tasas de cambio se tienen en cuenta en el cálculo de las rem

esas. Lógicamente,

los estudios realizados en Estados Unidos de las transferencias a beneficiaros en M

éxicosobreestim

arían las remesas recibidas en realidad, las m

edidas de los dineros recibidosen el destino subestim

aría la cantidad transmitida desde los Estados U

nidos. Un desglo-

se por partidas recientemente publicado de los costos cobrados por diversos servicios

para transferir trescientos dólares desde el área de Nueva York a M

éxico indicó tarifasglobales (incluyendo las diferencias en las tasa de cam

bio) en el orden de 4 a 6% (Síntesis

2001, 8). El porcentaje es mucho m

ás bajo que el mencionado en otras partes y probable-

mente refleje la respuesta de em

presas a demandas legales y la creciente com

petencia porparte de las alternativas patrocinadas por el gobierno.

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dores a la Fase II, después de la cual aumentaba en la Fase Ide los Ú

lti-m

os Adoptadores, y aum

entaba aún más en la Fase IIde los Ú

ltimos

Adoptadores. U

na obvia debilidad del citado procedimiento, reconoci-

da por Jones contra su voluntad (1998 n.p. 1, 22) en una nota a pie depágina, es la confiabilidad de los datos sincrónicos para probar afirm

a-ciones sobre un proceso diacrónico. A

ún concediendo a la “prueba” deJones el beneficio de la duda, parece obvio que si la em

igración aumenta

y si los emigrantes logran rem

itir dólares a una economía rural depri-

mida, se producirá eventualm

ente una creciente desigualdad de ingre-sos –a m

enos que, por supuesto, hogares de todos los estratos económi-

cos participen igualitariamente en el proceso (es decir, participen en

proporción a su presencia en la comunidad o región) y alcancen un éxito

comparable–. U

na población diversa social y demográficam

ente, de ma-

nera particular bajo el capitalismo rural, prácticam

ente asegura que al-gunos hogares no tendrán em

igrantes potenciales porque se encuentrancom

puestos exclusivamente por parejas de edad avanzada, enferm

as ysin niños, y que, considerando que otras circunstancias sean iguales, loshogares de em

igrantes variarán ampliam

ente en términos del núm

erode em

igrantes potenciales como función de los resultados dem

ográficosque se ven influidos pero no determ

inados por la condición socioeco-nóm

ica local (p. e., muchos o m

enos hijos).D

e modo sim

ilar, se esperaría que la aseveración de Jones de que laem

igración reduce las desigualdades de ingreso regionales y entre elcam

po y la ciudad, se mantuviera siem

pre que las regiones rurales quem

andan emigrados siguieran recibiendo una cantidad desproporciona-

da de remesas y beneficiándose de su inversión y/o desem

bolso conrelación a las recibidas por poblaciones urbanas, a las que se canalizanalgunos de los efectos m

ultiplicadores. 9Sin embargo, la continua redis-

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mejorar su posición económ

ica en relación con la de los no emigrantes.

Sin embargo, en la etapa interm

edia (Etapa de los Primeros A

doptado-res) la em

igración se propaga hacia abajo, hacia los más pobres, quienes

aprovechan el creciente sistema de redes sociales analizado por M

assey,G

oldring y Durand (1994) para ingresar al flujo m

igratorio, resultandoen una m

ayor dispersión de remesas y una dism

inución en la desigual-dad de ingresos con relación a la Etapa de los Prim

eros Adoptadores.

Finalmente, cuando el sistem

a de redes madura y la m

ayoría de los ho-gares es atraído (Etapa de los Ú

ltimos A

doptadores), la desigualdad deingresos aum

enta una vez más cuando los hogares de em

igrantes, queahora representan una proporción significativa de todos los hogares lo-cales, se benefician con relación a un grupo reducido de no adoptadores(Jones 1998, 14). El autor concluye que los debates anteriores entre es-tructuralistas, quienes sostenían que la em

igración genera una mayor

desigualdad, y los funcionalistas, quienes defendían la postura contra-ria, derivada del hecho de que los investigadores basaban sus conclu-siones en los resultados de estudios conducidos en com

unidades endiferentes etapas de em

igración: los estructuralistas examinaron com

u-nidades en las prim

eras etapas o en las últimas; los funcionalistas, aqué-

llas en etapas intermedias (Jones 1995, 84).

Jones proporciona evidencia para su postura comparando la desi-

gualdad de ingresos entre cuatro comunidades del centro de Zacatecas

en diferentes etapas de emigración, determ

inada por la “incidencia”, la“cantidad” y la “antigüedad” de la em

igración. 8Ninguna de las com

u-nidades se encontraba en la Etapa de Innovación. D

os caían en la Etapade los Prim

eros Adoptadores, la que Jones divide en Fases Iy II, y las

otras dos, en la Etapa de los Últim

os Adoptadores, asim

ismo separadas

en Fases Iy II. Los resultados coincidieron con su predicción, a saber, ladesigualdad de ingresos dism

inuía de la Fase Ide los Primeros A

dopta-

8Jones (1998, 16) definió los tres criterios usados para indicar la etapa de migración,

como sigue: “incidencia” –porcentaje de fam

ilias que alguna vez han enviado uno de susm

iembros a trabajar a Estados U

nidos; “cantidad” –porcentaje de familias con cinco o

más años de experiencia m

igratoria; “antigüedad” –porcentaje de familias de em

igrantescuyo prim

er emigrado fue a trabajar a Estados U

nidos antes de 1976. El autor llevó acabo las entrevistas para el estudio citado en 1988.

9Según la Encuesta Nacional de Ingresos y G

astos de los Hogares en 1996, 54.29%

de los hogares que recibieron remesas se encontraba en lugares con poblaciones iguales

o mayores a 2 500, el lím

ite inferior oficial para diferenciar zonas urbanas de rurales. Lacifra es m

uy arbitraria, y ciertamente una definición diferente de “rural” y “urbano” ba-

sada en la densidad de población, la disponibilidad de ciertos tipos de servicios, etcétera,revelaría que una proporción significativam

ente más elevada que 45.71%

remanente de

remesas llega a los pobladores rurales.

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tribución de población de las zonas rurales a las urbanas (hacia ciuda-des regionales de m

ediana dimensión y las zonas fronterizas) com

bi-nada con una grave crisis urbana de em

pleo, pone en duda la futurapreponderancia de las zonas rurales com

o fuentes de emigrantes hacia

Estados Unidos. V

éase Corona (1993, 758), para estudios de caso de emi-

gración del México urbano hacia Estados U

nidos, véase Cortés (1997) yH

ernández (1997).H

aciendo mom

entáneamente de lado las disparidades de ingreso

locales, regionales y entre el campo y la ciudad, ¿de qué m

odo podríanim

pactar las remesas en las clases sociales dentro de M

éxico? Durand,

Parrado y Massey (1996) afirm

an que una de las ventajas de las reme-

sas, comparadas con otras form

as de generación del ingreso, es que los“m

igradólares fluyen directamente a la gente que m

ás los necesita, sinpasar por filtros de estructuras socioeconóm

icas intermedias” (1996,

441). Si consideramos los servicios de transferencia electrónica, oficinas

de telégrafo y el sistema postal –junto con la policía, autoridades judi-

ciales y pandillas criminales que a m

enudo explotan a los emigrados que

vuelven a México– com

o parte de las “estructuras sociales y económi-

cas”, entonces su afirmación deform

a las experiencias de muchos em

i-grantes. La idea central del autor, no obstante, parece ser que las rem

e-sas están m

enos sujetas que otras formas de ingreso a la larga cadena de

burócratas agrarios, caciques, comerciantes interm

ediarios y otros quie-nes a la vez perm

iten y socavan la reproducción de campesinos y tra-

bajadores del campo. En su consideración de los efectos m

ultiplicadoresde las rem

esas, por tanto, los autores buscaron resumir en el cuadro 1,

las fuentes de remesas y los beneficiarios de los efectos indirectos para

1990 (1996, 434).La prim

era fila representa el valor de las remesas enviadas por di-

versos grupos de emigrados en 1990. Los efectos indirectos en los ingre-

sos de cada uno de los seis grupos, dos de los cuales no remiten dinero,

se encuentran debajo. Como se m

encionó anteriormente, 2 m

il millones

de dólares de remesas añadieron una cifra estim

ada de 5 mil ochocien-

tos millones de dólares al producto nacional bruto, del que 3 m

il ocho-cientos m

illones de dólares fueron explicados por los efectos multiplica-

dores del desembolso de los 2 m

il millones originales. Cada grupo de

remitentes recibió algunos beneficios indirectos, com

o indica el hecho

CU

AD

RO1: Beneficios directos e indirectos obtenidos por varios grupos de m

exicanos en 1990 (todas las cifras en m

illones de dólares)Grupos que envían Rem

esas

JornalerosM

inifun-O

breros O

brerosTotales

sin tierradistas

urbanos no urbanos

calificadoscalificados

Millones de dólares enviados:

55462

666718

2 000

Impactos sobre los ingresos de:

Jornaleros sin tierra592

151

38682

Minifundistas

8873

9966

326O

breros urbanos no calificados 71

7741

73892

Obreros urbanos calificados

37039

3901 105

1 904A

gro-negociantes56

663

50175

Capitalistas582

61616

6001 859

TO

TALES

1 759187

1 9601 932

5 838

Fuente: Durand et al. 1996, Cuadro 2, p. 434.

de que la última colum

na a la derecha es en cada caso mayor a cero. Por

ejemplo, trabajadores rurales sin tierra rem

itieron un estimado de 554

millones de dólares y se beneficiaron indirectam

ente de una cifra adi-cional de 682 m

illones de dólares, por un beneficio total de 1 236 millo-

nes de dólares. Debería resultar obvio que los efectos indirectos varían

significativamente de una categoría social a otra; adem

ás, mientras que

el efecto multiplicador en el ingreso de algunos grupos rebasó el prom

e-dio de $2.92 por dólar rem

itido, otros recibieron un beneficio considera-blem

ente menor. A

fin de aclarar las relaciones mencionadas, m

e hetom

ado la libertad de recomponer el cuadro, usando los m

ismos datos

provistos por Durand, Parrado y M

assey.El cuadro 2 reorganiza la inform

ación con objeto de facilitar la com-

paración de los beneficios directos e indirectos de cada una de las cate-gorías sociales incluidas en la cuadro 1. Los trabajadores rurales sin tierray los trabajadores urbanos no calificados generaron m

ás del sesenta porciento de las rem

esas totales (1 220 de 2 000 millones), pero generaron

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hizo mucho para reducir la concentración del ingreso. N

o obstante, es-perar un resultado diferente en una econom

ía capitalista dependienteresultaría utópico en extrem

o.Jones (1995, 118-119) proporcionó una estim

ación adicional de mul-

tiplicadores locales del ingreso para varios tipos de desembolso en 22

poblaciones del centro de Zacatecas. Usando el análisis de regresión

múltiple, concluyó que cada 100 pesos de rem

esas incrementaron el in-

greso local en ocho pesos adicionales a la cantidad original, comparado

con un peso de cada 100 gastados en negocios privados y 32 de cada 100invertidos en la agricultura com

ercial local. Apesar de que la tendencia

fue gastar la mayoría de las rem

esas en la comunidad donde se encon-

traba el hogar receptor (56 por ciento) o dentro del municipio (84 por

ciento) (1995, 80-81), los bajos efectos multiplicadores de las rem

esasindican que la im

ensa mayoría de los productos com

prados localmente

con los ingresos de remesas se fabricó en otras partes y se transportó al

punto de venta. Cuando los comerciantes pagan a los proveedores con

las remesas por los bienes que de ellos adquirieron, los efectos m

ultipli-cadores potenciales se transfieren a las zonas urbanas donde se concen-tra el com

ercio de mayoreo y la producción industrial. D

e acuerdo conlas cifras provistas por D

urand, Parrado y Massey (1996), los princi-

pales beneficiarios de los efectos multiplicadores de las rem

esas son lospropietarios capitalistas de negocios com

erciales, de manufactura y em

-presas agrícolas. 10

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menos del diez por ciento de los efectos indirectos (354 de 3 837 m

illo-nes). Com

o resultado, cada dólar remitido increm

entó el ingreso sólo en$1.23 y $1.33, para los trabajadores rurales sin tierra y los trabajadoresurbanos no calificados, respectivam

ente. Los minifundistas se las arre-

glaron mejor que nadie, según este cuadro, y los trabajadores urbanos ca-

lificados se aproximaron al prom

edio. Empero, los principales benefi-

ciarios fueron las empresas agrícolas y en particular, los capitalistas (N

oqueda claro por qué las em

presas agrícolas se consideraron separada-m

ente de los capitalistas; al menos, se debieron haber etiquetado com

o“em

presas agrícolas capitalistas”). Los capitalistas no emigran y, en con-

secuencia, no contribuyen a las remesas; no obstante, su apropriación de

la plusvalía por medio del control m

onopólico de los medios de produc-

ción y el empleo de m

ano de obra asalariada, hicieron posible que seapropiaran cincuenta y tres por ciento del valor de los m

ultiplicadoresde rem

esas. Quizá esto no haya contribuido a una concentración adicio-

nal del ingreso y la riqueza más allá de la que le precedió, pero tam

poco

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RO2: Cálculo alternativo de beneficios directos e indirectos obtenidos por varios

grupos de mexicanos en 1990 (todas las cifras en m

illones de dólares)

Remesas

EfectosEfectos

Efectos (m

illones Totales

Indirectospor

de dólares)sobre Ingresos

sobre D

ólar(A

)(efectos

IngresosEnviado

directos +(B-A

)(B/A

)indirectos)(B)

Jornaleros sin tierra554

682128

1.23M

inifundistas62

326264

5.25O

breros urbanos no calificados666

892226

1.33O

breros urbanos calificados718

1 9041 186

2.65A

gro-negociantes0

174174

––Capitalistas

01 859

1 859––

TO

TALES

2 0005 837

3 8372.92

Fuente: Calculado de Durand et al. 1996, Cuadro 2, p. 434.

10En su estudio de Villanueva, Zacatecas, Jones (1992) demostró que 67%

de las re-m

esas se gastó dentro de la comunidad (36%

) y la cabecera del municipio (31%

). Sólo untercio se gastó en ciudades, generalm

ente en la compra de vehículos y servicios m

édicosy educativos (1992, 507). Sin em

bargo, más im

portante que el sitio de compra es el sitio

de producción del bien o servicio. La compra de una lata de Coca-Cola en la com

unidadcontribuye al com

ercio local, pero probablemente tenga efectos m

ás indirectos en la fá-brica y, posiblem

ente, en los productores de las materias prim

as (aluminio, azúcar, etcé-

tera) incorporadas en el refresco. Jones exhibe un entusiasmo tan desm

edido por los efec-tos benéficos de la em

igración que sería recomendable que todos los hogares en las zonas

rurales y marginadas de M

éxico –lo que incluye a la mayor parte del territorio nacional–

enviaran al mayor núm

ero de miem

bros a trabajar en el Norte. Curiosam

ente, el renom-

brado actor Edward Jam

es Olm

os hizo precisamente esa recom

endación a la prensa du-rante un viaje publicitario a la Ciudad de M

éxico en 1999.

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Banco Mundial (G

uillén, 1997; Green, 1995). En el contexto de los even-

tos mencionados y de la creciente hegem

onía intelectual del neolibera-lism

o (Sader y Gentili, 1998), algunos científicos sociales (y m

uchos an-tiguos revolucionarios) aceptaron la inevitabilidad del capitalism

o ybuscaron algunos puntos lum

inosos en una situación por demás depri-

mente. La creencia de que los efectos positivos de la em

igración y las re-m

esas de dinero internacionales superaban los negativos es uno de loscitados puntos lum

inosos. Así, se llega a ver la siguiente defensa de la

emigración por parte de Richard Jones (1998, 9):

Las remesas internacionales de dinero no han logrado reducir la brecha de

ingresos a nivel mundial, a pesar del hecho de que se han m

antenido ele-vadas en una relación per capita […

] Las transferencias de remesas tam

-poco han fom

entado la transformación y el desarrollo económ

ico enregiones subdesarrolladas. La cuestión relevante, sin em

bargo, es si las fa-m

ilias de dichas regiones viven mejor gracias a la em

igración y las remesas

enviadas que sin ellas.

Dennis Conw

ay y Jeffrey Cohen (1998, 41) ofrecen un respaldoigualm

ente débil de la emigración:

La emigración es problem

ática, pero probablemente sea un m

al necesario.Los que “se quedan en casa” en Santa A

na [Santa Ana del Valle, localizada

en el valle de Oaxaca] todavía son vulnerables, los hogares separados se

ven afectados positiva y negativamente. Sin em

bargo, los rendimientos no

monetarios por las rem

esas parecen considerables a los numerosos hogares

santaneros incorporados a los circuitos de migración y circulación entre

México y Estados U

nidos.

Am

bas aseveraciones asumen una crisis económ

ica generalizada yprolongada, m

arcada por una ausencia de alternativas locales de em-

pleo y, para los residentes de las zonas rurales, un relativo cierre de laválvula de seguridad urbana. D

icha condición de opciones económicas

limitadas se traduce en una reducción de los costos de oportunidad de la

emigración internacional. 12En consecuencia, la em

igración a los Estados

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EM

IGRA

CIÓN, D

ESARRO

LLOY

POLÍTICA

Toda gestión de cálculo de la dimensión de las rem

esas de dinero y suim

pacto en un hogar, una comunidad o la econom

ía nacional, requiereque el investigador argum

ente, a partir de posturas informadas teórica-

mente, acerca de lo que constituye una rem

esa, el modo de clasificar a

los actores sociales (emigrantes y dem

ás), y el modo de distinguir una

remesa com

o consumo de una rem

esa como inversión. En las dos déca-

das pasadas, los puntos de partida teóricos se han visto influenciadospor la m

anera en que los autores se ubican con respecto a la economía

social rural (y urbana). Las primeras críticas, a principios de los ochen-

ta, del potencial de desarrollo de la emigración de M

éxico a EstadosU

nidos, manifiestas en los trabajos de estadounidenses com

o Reichert(1981, 1982), W

iest (1984), Stuart y Kearney (1981), M

ines (1981) y otros,coincidieron con un periodo de agitación revolucionaria en A

mérica

Latina (Colombia, Perú, G

uatemala, El Salvador, N

icaragua, etcétera) yla adhesión de parte de m

uchos antropólogos y sociólogos del campo,

particularmente los de la región citada, a los enfoques de dependencia,

marxista y neom

arxista que enfatizaban los costos y las contradiccionesde las relaciones socioeconóm

icas bajo el capitalismo. D

e hecho, variosescritores apegados al enfoque estructuralista de la em

igración y el de-sarrollo fueron influenciados por los enfoques de dependencia y/o elsistem

a mundial (W

iest 1984, 112-113; Mines, 1981, 44). 11U

na actitudm

ás positiva hacia el potencial de desarrollo de las remesas que, en con-

sonancia con Jones, hemos denom

inado el enfoque “funcional”, se desa-rrolló en el despertar de una crisis debiticia en el ám

bito continental, lacaída del m

uro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, la derro-

ta de los movim

ientos revolucionarios latinoamericanos para derrocar

gobiernos civiles y militares (El Salvador, G

uatemala), el retroceso de la

revolución nicaragüense y la generalizada instrumentación de políticas

de ajuste estructural y neoliberales, impuestas en A

mérica Latina por el

gobierno de los Estados Unidos, el Fondo M

onetario Internacional y el

11Personalmente, argum

entaría que aún donde la influencia no fue directa, la movi-

lización política y el radicalismo académ

ico de los años de 1970 y primeros de 1980 con-

tribuyeron a un clima intelectual frecuentem

ente crítico del status quo.

12Las cifras de Corona (1993) indican que desde 1980 la brecha entre la emigración

interestatal y la internacional se ha reducido significativamente. Para los periodos de

diez años entre 1950 y 1990, las tasas de incremento por cada decenio en la em

igración

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del México rural, cuyas decisiones de em

igrar suelen ser vistas como

determinadas estructuralm

ente por los antropólogos de orientación iz-quierdista que escribieron en los años de 1970 y principios de los añosde 1980. Sin em

bargo, al enfocarse con tanta fuerza en la mediación y la

estructura de fondo, muchos investigadores contem

poráneos se acercanpeligrosam

ente a la glorificación de la realización de estrategias econó-m

icas de los hogares que se encuentra más restringida estructuralm

enteahora que en cualquier punto de reciente m

emoria. A

demás, al poner

tan acentuado énfasis en la mediación, la que tiene su lado dem

ocráticoliberal (“todos som

os mediadores, todos podem

os escoger”), a menudo

ignoran o subestiman los altos costos sociales y sicológicos de la em

igra-ción internacional, particularm

ente para los inmigrantes indocum

enta-dos, sus hogares y sus com

unidades en México. A

saltos, violaciones,hom

icidios y muertes accidentales en la frontera y otras partes, soledad,

explotación desmedida, adicción a las drogas y el alcohol, SID

A, críme-

nes violentos, accidentes de tráfico, discriminación racial y étnica, y el

frecuente abandono de cónyuges, hijos y comunidades en M

éxico porparte de los em

igrados, son los peligros documentados de la em

igra-ción, en particular, la inm

igración indocumentada (véase Eschbach et al.

1999; Cornelius 2001; Smith 2001; M

alkin 1999; Fagetti 2000; Marroni

2000; Rivermar 2000; Castañeda 2000). Los no em

igrantes también su-

fren eventos trágicos como los m

encionados y a la vez que no confor-m

an un evitable acompañam

iento de la emigración internacional, ocu-

rren con suficiente frecuencia después de la sistemática discrim

inaciónracial y étnica, la alienación cultural, la m

arginalidad económica y la cri-

minalización política experim

entada por los inmigrantes m

exicanos enEstados U

nidos como para constituir un riesgo reconocido de “la vida

de inmigrante en la raya” (M

ahler 1995). 13Cuando ocurren, tienen con-secuencias económ

icas para las viudas, huérfanos y demás m

iembros

abandonados de la familia, quienes deben luchar para no hundirse sin

la ayuda financiera de uno o más padres, hijos o cónyuges difuntos, en-

fermos, discapacitados o desaparecidos (M

arroni 2000; Fagetti 2000;Riverm

ar 2000). Debería quedar claro que no es posible tratar aislada-

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Unidos es “positiva” (m

ás que “negativa”, como sostienen los estructu-

ralistas de los ochenta), debido a que los hogares de emigrantes activos

(y hasta la comunidad en general) viven económ

icamente m

ejor decom

o estarían si no hubiesen emigrado. Esto es, naturalm

ente, una mo-

desta afirmación com

parada con la más poderosa, expresada por algu-

nos funcionalistas, de que la emigración detona o prom

ueve el desarro-llo rural.

Personalmente, prefiero considerar que la em

igración contribuye aldesarrollo social, al m

enos en el ámbito local, cuando los efectos direc-

tos e indirectos de las remesas enviadas por los em

igrados ayudan a es-tructurar la actividad económ

ica local de modo tal que la incidencia de

la emigración internacional futura declina. Es decir, las inversiones de las

remesas –o los efectos indirectos de su desem

bolso– proveen la basepara condiciones de trabajo hum

anas y un nivel de remuneración sufi-

ciente para sostener un modo de vida digno. N

umerosos hogares indi-

viduales, y la mayoría de los hogares en contadas com

unidades ruralesricas en recursos, han usado los dineros de las rem

esas para progresareconóm

icamente, al m

enos por un tiempo. Sin em

bargo, un número

abrumador (de hogares y com

unidades) no lo ha logrado, y un número

cada vez mayor ha quedado atrapado en el “síndrom

e de la emigra-

ción” (Reichert), en el que la emigración internacional provoca m

ayorem

igración, suministrando la base para que un nivel de vida m

ás altosólo pueda m

antenerse gracias a un flujo constante de remesas.

Probablemente resulte cierto que actualm

ente existen pocas opcio-nes para que cientos de m

iles de mexicanos em

igren hacia EUA, pero los

investigadores no tienen ninguna obligación de tratar como una virtud

aquello que muchos participantes consideran una necesidad económ

i-ca. Se podría argüir –y el argum

ento no sería totalmente incorrecto– que

los teóricos más recientes han restaurado la m

ediación para los sujetos

interestatal fueron como sigue: 56%

, 35%, 60.8%

, 27.7%. Para los m

ismos periodos, la

emigración internacional creció 27.7%

, 36.8%, 179%

, 102.2%. Entre 1950 y 1970, los em

i-grantes internacionales representaron entre 12.7%

y 10.3% de los em

igrantes interestata-les. En 1980, la relación aum

entó a 18.2%, y en 1990, a 28.8%

(calculados a partir de la ta-bla 1, p. 752). D

e manera creciente, Los em

igrantes mexicanos prefieren a Estados U

nidosque a un destino interno. N

ótese que las cifras de Corona no tienen en cuenta la emigra-

ción intraestatal rural-rural o rural-urbana.

13Con relación a la discriminación contra m

exicanos que viven en Estados Unidos,

consulte a Wilson (2000), Johnson (2000) y Sánchez (1997).

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Mi respuesta es que hasta en este m

undo “globalizado”, no todos losespacios sociogeográficos son iguales o igualm

ente accesibles para to-dos. D

avid Harvey (1989) hizo notar el m

odo en que, con la transicióndel fordism

o a la acumulación flexible, el capital recorre el m

undo, bus-cando espacios con características naturales o sociales (fuerza de traba-jo calificada, m

aterias primas baratas, tierras fértiles, etcétera) que pue-

dan adaptarse a las necesidades de la ganancia de utilidades en el cortoplazo. A

l invertir en algunas zonas y retirar las inversiones en otras, elcapital reconfigura el espacio social y económ

ico, haciendo a la vez quealgunas poblaciones sean económ

icamente redundantes e incorporando

otras en formas nuevas, buscando adaptar a sus necesidades las confi-

guraciones socioculturales que encuentra. La redundancia económica

fabricada –virtualmente, una guerra a los pobres– de los crecientes sec-

tores de la población mexicana rural (y urbana) es lo que explica por

qué la legalización de más de dos m

illones de mexicanos indocum

enta-dos com

o resultado del Decreto Sim

pson-Rodino en 1986, no tuvo como

consecuencia una disminución de la inm

igración indocumentada. 16Por

lo contrario, durante los años de 1990, la emigración internacional se ex-

tendió como fuego incontrolable por el centro y el sur de M

éxico, extra-yendo pobladores de innum

erables comunidades de Puebla, G

uerrero,O

axaca, Veracruz y otros estados con limitada participación previa en la

emigración hacia EU

(por ejemplo, Binford 1998; Conw

ay s/f; Pérez2000, 2001). Inspirados (y ayudados) por las acciones de los Rodino,m

ás emigrantes com

enzaron a reubicar a sus familiares inm

ediatos (yen ocasiones, lejanos) en com

unidades de colonos en Estados Unidos, la

mayoría en zonas urbanas. Cuando el sitio de producción en Estados

Unidos sirve tam

bién como sitio de reproducción, la derram

a de reme-

sas a menudo dism

inuye a un goteo, vertido nuevamente a las com

uni-

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mente las consecuencias económ

icas de la emigración de las consecuen-

cias sociales.

REM

ESAS

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LISMO

Podría argumentarse que m

i crítica de la reciente literatura sobre emi-

gración y desarrollo es desacertada porque mantiene su fundam

ento enlos Estados-nación y las econom

ías nacionales como unidades funda-

mentales de análisis durante un periodo en que los m

ercados, las em-

presas y hasta los centros de trabajo globalizados14han vuelto irrele-

vantes dichos estados y economías. ¿Q

ué importancia tiene, podría

argumentarse, si las ganancias de los em

igrantes se gastan en los Esta-dos U

nidos o se remiten a M

éxico, cuando muchos de ellos em

pleancreativam

ente la tecnología moderna (teléfono, aviones jet, videocám

a-ras, cajeros autom

áticos, y hasta internet) para construir y mantener

“densos campos sociales” (G

oldring 1996a, 69) a lo largo de grandes dis-tancias geográficas? (véanse las discusiones en Sm

ith 1998; Pries 1999) 15

14Un ejem

plo de centros de trabajo globalizados sería el del personal capturista dedatos en Irlanda o diversos países del Caribe que procesan form

atos de seguros y saludcon m

ateria prima transm

itida de los Estados Unidos vía satélite.

15Ankie H

oogvelt (2001, 65) define globalización como “una nueva arquitectura so-

cial de interacciones humanas transfronterizadas [que] resquebrajan la vieja división in-

ternacional del trabajo y la jerarquía asociada a países ricos y pobres. En este proceso, laintegridad del Estado nacional territorial com

o una economía política m

ás o menos co-

herente se desvanece, y el funcionamiento del Estado se reorganiza para ajustar las

políticas económicas y sociales acorde con las experiencias del m

ercado global y la accu-m

ulación capitalista”. La globalización podría ser pensada como uno de los resultados

de la estrategia de flexibilización perseguida por el capital internacional en sus esfuerzospor superar la rigidez de las estrategias de acum

ulación fordista (Harvey 1989). Contra-

ria a una imagen generalizada de globalización m

ás estructural o arquitectónica, la pers-pectiva de la transnacionalización tom

a al Estado-nación como su punto de referencia, y

analiza la manera en que las relaciones políticas, culturales y/o económ

icas traspasan lasfronteras de dos o m

ás Estados-nación. La transnacionalización es perseguida por los ne-gocios internacionales, pero tal com

o Michael K

earney (1991) señala, los grupos subalter-nos (m

igrantes mixtecos viviendo en O

axaca, Baja California, Sur de California, Oregon

y otros lugares) responden con sus propios proyectos transnacionales.

16Para lo que quizás sea el primer trabajo etnográfico bien desarrollado sobre los cos-

tos de dicha guerra, aunque se refiera a Bolivia y no a México, vea Teetering on the Rim

:G

lobal Restructuring, Daily Life, and the A

rmed Retreat of the Bolivian State (Sobreviviendo en

el borde: la restructuración global, la vida cotidiana y el retiro armado del estado boliviano) de

Lesley Gill. Para M

éxico, véase Estrada (1999). “El límite de los recursos. El efecto de la

crisis de 1995 en familias de sectores populares urbanos” y los dem

ás artículos en: 1995.Fam

ilias en crisis.

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de Reforma de la Inm

igración Ilegal y de Responsabilidad de los Inmi-

grantes de 1996, el Decreto de Seguridad Social de 1996) priva a quienes

no sean ciudadanos de muchos derechos y beneficios con que contaban

anteriormente, elevando los costos económ

icos, sociales y sicológicos deresidencia en EU

A, tanto para los inmigrantes indocum

entados como

para los documentados (véase Fragom

en 1996, 1997). Parecería que lalegislación tiene la m

eta de “empujar” a los em

igrantes a que “remitan”

a los miem

bros improductivos de vuelta a M

éxico; asimism

o, clasifica aquienes no son ciudadanos com

o seres humanos de segunda clase y au-

toriza condiciones por medio de las cuales los inm

igrantes se conservancom

o una fuerza laboral sin libertades y, por ende, sobreexplotable,atrapadas en las porciones m

ás bajas de los mercados laborales segm

en-tados por etnicidad (G

ledhill 1998). 19En suma, el capital y los m

ercadosglobalizados a la vez hom

ogenizan y diferencian: La crisis económica

del Tercer Mundo y el fetichism

o de mercancías im

pulsado por el mer-

cado mobiliza una fuerza laboral internacional de dim

ensiones crecien-tes –la probable sem

illa de un nuevo proletariado internacional– que seincorpora en nichos étnicos y raciales que fom

entan la división políticae ideológica entre y en el interior de los grupos de em

igrantes y no emi-

grantes. Me parece que los científicos sociales interesados en el fenóm

e-no de la em

igración y el (sub)desarrollo deberían estar documentando

este proceso –las prácticas por medio de las cuales se lleva a cabo, el su-

frimiento que engendra; las contradicciones económ

icas, sociales y po-

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dades de origen para financiar la construcción de una casa para el retiroque, eventualm

ente, podría ocuparse de tiempo com

pleto siempre y

cuando el emigrante colono en Estados U

nidos realice su sueño de reti-rarse a M

éxico (Espinosa 1998; Goldring 1996b). 17Varios investigadores

han notado la relación inversa entre duración en los Estados Unidos y

probabilidad y frecuencia con que los emigrados rem

iten dineros, asícom

o la cantidad de remesas devueltas a M

éxico cuando así lo hacen(Lozano 1997; M

assey et al. 1987).El capitalism

o restructurado de los Estados Unidos necesita nuevas

generaciones de inmigrantes indocum

entados para ocupar los nichosen la parte m

ás baja de la cadena alimenticia económ

ica como fuerza la-

boral subcontratada por firmas agrícolas, de la construcción, textiles y

de limpieza de oficinas (D

urand 1998, 66-68) o, alternativamente, com

oproveedores de servicios (dom

ésticas, nanas, jardineros, ayudantes delavado de carros, em

pleados en tiendas de abarrotes, vendedores de flo-res) que enable(perm

iten) –el término es de D

avid Reiff (1991)– los des-ahogados estilos de vida de las clases económ

icamente acom

odadas(véase Sm

ith (1997, 74-76) y Binford (1998) sobre Nueva York, W

right yEllis (2000) sobre Los Á

ngeles, Goldring (1990) y Conw

ay (s/f) para si-tios en California de com

unidades rurales específicas en Zacatecas, Mi-

choacán y Oaxaca). 18Com

o señala Wilson (2000, 205-206), la reciente

legislación antiinmigrantes (La propuesta 187 en California, el D

ecreto

17Naturalm

ente, la vasta mayoría de los m

exicanos nunca trabajará en los EstadosU

nidos, y la mayoría de quienes lo hacen, es de entrada por salida, en oposición a los

emigrantes colonos. Estudios recientes sugieren que un núm

ero creciente de hogares me-

xicanos se incorpora a la emigración com

o parte de una estrategia diversificada de repro-ducción económ

ica (por ejemplo, W

iggins et al.1999; Conway s/f; G

oldring 1990). En uninteresante contraste entre Las Á

nimas, Zacatecas y G

ómez Farías, M

ichoacán, LuinG

oldring (1990) ilustra el modo en que los patrones m

igratorios toman form

a parcial-m

ente gracias a las oportunidades de vivienda y empleo en los lugares destino de Esta-

dos Unidos.

18El panorama general de Canales (2000) sobre la inserción de em

igrantes mexicanos

en la economía estadounidense no distingue entre inm

igrantes documentados y no do-

cumentados. D

emuestra, sin em

bargo, que en 1998, se concentraron trabajadores mexi-

canos en la industria de la ropa, la industria alimenticia, los servicios de personales y el

trabajo doméstico, la construcción, la agricultura y la industría de bares y restaurantes

(2000, 25).

19La mano de obra indocum

entada no tiene libertad porque la situación formalm

en-te ilegal de los trabajadores, le im

pide un libre movim

iento alrededor del mercado de tra-

bajo, lo cual evita la venta de fuerza laboral en los mejores térm

inos disponibles (véasela discusión sobre m

ano de obra con y sin libertad en Satzewich 1991). Los 35 000 parti-

cipantes, en su totalidad de sexo masculino, en el Program

a H2A

de los Estados Unidos,

referido por Jorge Durand com

o “los nuevos braceros” (Durand 1998, 60), conform

anotro grupo de trabajadores sin libertad. Ingresan legalm

ente a Estados Unidos con visas

y contratos de trabajo que, supuestamente, les conceden una serie de garantías con que

no cuentan los trabajadores indocumentados, pero no pueden elegir al em

pleador y tie-nen poco o nada que decir en cuanto a horas o condiciones de trabajo. Varios docum

en-tos de los últim

os años revelan el trato cruel e inhumano sufrido por m

uchos de estostrabajadores (Sm

ith-Nonini 2000; Yeom

an 2001). Finalmente, un program

a mucho m

enor(cerca de 11 000 participantes en 2000) envía trabajadores agrícolas tem

porales a Canadáde seis sem

anas a ocho meses cada año (Verduzco 1999).

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líticas a las que da lugar, y las resistencias y acomodos a éste– en am

boslados de la frontera entre M

éxico y Estados Unidos. Es necesario agre-

gar que dicho estudio, por diferente que pueda ser, tiene mucho m

ás encom

ún con el trabajo influenciado por la dependencia de Reichert,W

iest y Mines que con los escritos de orientación funcionalista de Jones,

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