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8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008
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M . Corb í , J . M . Vigil, M . B ar ro s, J . B otey, J . T apu erca . . .
LA CRISIS DE LA RELIGIÓN
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ALTERNATIVAS
Revista de análisis y
reflexión teológica
LA CRISIS DE LA
RELIGIÓN EN AMERICA
LATINA:
DESAFÍOS A LA
TEOLOGÍA
AÑO 15 - N° 35
ENERO-JUNIO 2008
EDITORIAL LASCASIANA
Managua, Nicaragua
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8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008
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ALTERNATIVAS
Revista de análisis y
reflexión teológica
O Para la presente edición:
Fundación VERAPAZ
Derechos reservados conforme a la ley
Coordinación : Rafael Aragón Marina, OP.
Edición al cuidado de: José Miguel Paz
Rafael Aragón Marina, OP.
Diagramación: Juanita Lanzas
Dirección: Belmonte. Casa # 54. Costado norte de los Juzgados
Apdo. P-177. Managua, Nicaragua
Teléfonos (505) 2650695
(505)2652248
c e . :
revista [email protected]
www.revista_alternativas.edu.ni
SUSCRIPCIÓN ANUA L
Centroam érica US$ 15.00
Resto de Am érica Latina US$ 20.00
Europa, EE.U U. y Canadá US$ 30.00
Administración: Juanita Lanzas
Este número de A lternativas es
inanciado
por Iniciativa
Cristiana Romero de Alemania.
Impresión: Complejo Gráfico TMC. Managua, julio de 2008.
Alternativas
5
CONTENIDO
P R E S E N T A C I Ó N 7
1.
¿Un único desarrollo humano integral? . 17
Jorge Arturo Chaves.
2.
Apuesta por el pluralismo. Reflexiones desde
37
la antropología
Jesús TapuercaCeballos.
3. Mística laica, calidad y madurez humana 55
Mariá Corbí.
4. El cristianismo en América Latina: 11
signos de transformación y su lectura
J. Amando Robles.
5. Religión en América Latina: transformaciones 97
en la religión y retos a la teología
José María Vigil.
6. El dolor y los riesgos de desoccidentalizarse. 115
La crisis de
las
Iglesias en América La tina:
desafíos para la teología
Ma rcelo Barros.
7. Políticos y profetas
131
Jaum e Botey Valles.
mailto:[email protected]://www.revista_alternativas.edu.ni/http://www.revista_alternativas.edu.ni/mailto:[email protected]
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ft
Contenido
S,
('onociendo otras religiones y otras culturas, 153
va no es posible creer de la misma manera
Luis Miguel Otero.
9.
Un ensayo de espiritualidad para después de 171
la crisis de la religión
Marta Granes.
10. ¿Quépedagogía de la espiritualidad en el 205
siglo XXI?
Teresa Guardans.
11.
La Iglesia de Honduras y su compromiso con el 217
desarrollo: influencia de la
Populorum Progressio
Rafael Aragón Marina.
D O C U M E N T O
12.
Asociación Ecuménica de Teólogos/as 249
del Tercer Mundo (ASETT).
R E C E N S I O N E S
253
Alternativas 7
PRESENTACIÓN
1
¿Cómo abordar el problema del futuro del cristianismo
cuando se es consciente de la complejidad del actual momento
histórico? ¿Es posible hablar de ese futuro sin ser visionario? ¿O
se trata de un ejercicio de imaginación? Pensar el futuro del cris
tianismo es un acto de responsabilidad teológica, para todo cris
tiano.
Y de modo especial para ese cristiano reflexivo que es el
teólogo. Pero, ¿cómo pensarlo? Sería imposible abordar la cues
tión del futuro del cristianismo en América Latina sin pasar por
un análisis de la situación actual del cristianismo como un todo.
Hace mucho tiempo que el pensamiento contemporáneo,
incluido el no cristiano, se preocupa por la situación actual del
cristianismo. Poco importa saber si la crisis actual es más o me
nos grave que otras por las que ya pasó el cristianismo a lo largo
de su historia. Para nuestro intento es suficiente tratar de com
prender con la mayor lucidez posible lo que en ella está en juego
para la fe cristiana y para el futuro del cristianismo. De manera
breve y sintética resumimos la situación actual a partir de dos
grandes transformaciones que caracterizan el momento presente
de la sociedad occidental y repercuten profundamente en el cris
tianismo: una
mutación cultural
en primer lugar. Ella no se refie
re sólo a las transformaciones internas por las cuales pasó la cul
tura occidental a lo largo de los siglos, sobre todo a partir del ini
cio de la modernidad; ni a lo que se dio en llamar, de manera
eufemística, "mundialización de la cultura". Lo que se revela en
Cfr. Carlos Palacio,
O Cristianismo na América Latina. Discernir o presente
para prepa rar o futuro,
en
Perspectivas Teológica.
Año 36, N° 99, mayo-
agosto 2004.
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8
Presentación
la actual crisis de la cultura occidental es un cambio radical en su
"cosmovisión " que está inseparablemente relacionada con una
manera nueva de relacionarse con la trascendencia. Dos trans
formaciones profundas cuyas repercusiones se hicieron sentir en
todos los ámbitos de la existencia, tanto personal como social. La
rapidez vertiginosa con la que en poco más de tres décadas se
modificaron instituciones, hábitos, costumbres, valores, etc., en la
sociedad occidental, son el inicio más claro de que esas transfor
maciones atañen no sólo los fenotipos de la "visión cultural del
mundo" sino que modifican sus genotipos y nos colocamos, por
tanto, ante una verdadera mutación de la cultura.
Algunas características de esa situación cultural nos per
miten vislumbrar el alcance de esas transformaciones, sin que sea
posible todavía caracterizar de forma nítida el perfil de la nueva
cultura en gestación. Lo más evidente, tal vez, sea la crisis gene
ralizada de valores, con el vacío de sentido por ella generado, que
afecta no sólo a los individuos sino también a la sociedad como
un todo. Es lo que viene a tono con otro trazo característico de
nuesto época que comenzó con la toma de conciencia ecológica
y la necesidad de proteger el medio ambiente, y fue dilatándose
hasta la preocupación del "cuidado de la tierra" como espacio co
mú n de la humanidad : es necesario y urgente establecer una
"nueva alianza" de los seres humanos con la naturaleza si quere
m os preservar el futuro de la vida y su cualidad hum ana. Esta
conciencia se impone cada vez con más fuerza en las diversas so
ciedades y culturas, a pesar de las grandes resistencias que en
cuentra en la ceguera de los distintos grupos interesados en
explotar económicamente la naturaleza, como si ella fuese una
fuente inagotable de "recursos".
Detrás de esa toma de conciencia hay una reacción contra
la concepción puramente funcional, utilitarista e instrumental de
la naturaleza en nombre de las posibilidades ilimitadas de la cien
cia y de la técnica, y un rechazo abierto del tratamiento preda
torio impuesto a la naturaleza por el hambre devoradora de la tec
nología moderna. La raíz última de esa crítica es la crisis de la
propia razón moderna y el ocaso de las ideologías por ella segre
gadas :
el fracaso de lo que se podría denominar "proyecto de la
modernidad", el desencanto con sus "conquistas" y la consecuen-
9
te crítica a sus presupuestos. Ese es el significado de lo que se
acostumbra nominar "posmodernidad". La ciencia y la técnica
son incapaces de ofrecer al individuo razones para vivir, de desci
frarle el sentido de la vida y la unidad de su existencia. Ahora
bien, sin unidad y sentido, el ser humano no puede vivir. Esas
contradicciones explosionarán de manera patente con la globali-
zación de la economía.
Técnica y conocimientos están cada vez más asociados a
la riqueza económica y al capital. La "globalización de la econo
mía" es, en verdad, la globalización del capital financiero -con
los desequilibrios económicos y sociales que él produce- y la
prueba más acabada de la nueva división de la tierra en "dos
mundos": el mundo de los ricos y el de los pobres. En cierto sen
tido,
la crisis de la cultura occidental se tornó "mundial", pero por
otro lado, hace posible - a través de la ciencia y de la tecnolo gía-
la aproximación entre pueblos y culturas muy diferentes.
Esa aproximación de la cultura es, sin duda, uno de los
aspectos más decisivos de la situación cultural contemporánea.
La movilidad que permiten hoy los modernos medios de transpor
te y la divulgación inmediata de todo y cualquier acontecimiento
a través de la transmisión instantánea por los medios de comuni
cación, operan una especie de "reducción" del espacio y del tiem
po infinitos a dimensiones que pueden ser administradas por cual
quier persona. El mundo, como previera McLuhan, se volvió una
pequeña "aldea global" al alcance de la mano. No es exagerado
afirmar que hoy convivimos -en tiempo real y, sin duda, virtual-
mente- con personas y acontecimientos que llegan a nosotros de
países y culturas que hasta hace poco nos resultaban tan distantes
cuanto misteriosos.
Esta experiencia, unida al fenómeno creciente de las mi
graciones en masa, nos da la medida de la riqueza potencial de
esa presencia e interacción mutua entre las culturas y, al mismo
tiempo, del choque cultural que tal situación representa. El descu
brimiento del "otro", la pura y simple constatación de su "dife
rencia" -es por ahí que comienza la diversidad que representan
las culturas- antes de ser un encuentro que enriquece es una con
frontación perturbadora, un factor que nos descentra de nuestro
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Presentación
propio punto de vista y de nuestra perspectiva cultural. Es lo que
acontece con la cultura occidental. Es uno de los factores que
explican la crisis por la que ella atraviesa. El contacto con otras
culturas la obligó a des-absolutizar su punto de vista, a reconocer
se como un a cultura entre otras muchas, a relativizar su preten
sión de ser una cultura "superior", a la cultura tout court, "univer
sal" por excelencia. Y aceptar que ella es simplemente diferente,
pero tan "particular" como las otras, y por eso capaz de entrar en
diálogo, de ser enriquecida y de enriquecer. Eso se volvió patente
en cuanto a la dimensión religiosa de la cultura. ¿Cómo explicar
sino la fascinación ejercida sobre el Occidente cristiano por las
religiones orientales a partir, sobre todo, de la segunda mitad del
siglo XX?
El cambio religioso es el segundo aspecto de la transfor
mación cultural de Occidente. Se manifestó en un primer momen
to ,
en la secularización progresiva de la sociedad y de la cultura,
a partir de los años 60 del pasado siglo. Tres década después,
contra todas las previsiones de los sociólogos de la muerte de
Dios,
la veta religiosa salió a la superficie de manera inesperada.
Fenómeno que los propios sociólogos denominaron "retorno de
lo religioso" o "revancha de lo sagrado". Esas oscilaciones eran
solo la punta del iceberg, la manifestación visible de una transfor
mación más profunda: la tentativa de la cultura moderna de auto
comprenderse, organizarse en sociedad y construir el sentido de
la historia dentro de los límites de la inmanencia mundana, deste
rrando de su horizonte cualquier referencia a la trascendencia.
Esa búsqueda de lo sagrado, que asume de facto las for
mas más contradictorias, es inseparable de la crisis en la que se
sumergió la sociedad occidental. Lo que podría significar, por un
lado, que la intrascendencia de la vida, ese confinamiento del in
dividuo en el horizonte estrecho de la inmanencia, acaba sofocan
do a la persona y se vuelve insoportable. Por otra parte, podría ser
la prueba de que no es tan fácil para el ser humano sofocar por
completo la trascendencia que lo habita, sin que eso signifique
que la cuestión de Dios haya sido resuelta. Por el contrario, es en
el fondo de esa crisis donde deben ser buscadas las causas de esa
formidable transformación cultural de
lo
religioso que caracteri
za a la sociedad occidental.
Alternativas
n
Tres factores parecen estar configurando esa "situación
espiritual" en la que puede ser detectada la metamorfosis de lo re
ligioso en la sociedad occidental: el factor cultural del "cambio
antropocéntrico" de la modernidad, el sorprendente retorno de lo
religioso reprimido, y el fenómeno del pluralismo religioso como
uno de los resultados del encuentro entre culturas diferentes. La
crisis actual es el resultado de la interacción de esos tres factores.
^[primero estaba implícito en lo que arriba fue dicho so
bre el cambio cultural: el viraje antropocéntrico llevaba consigo
una transformación de las relaciones del sujeto moderno con la
trascendencia, lo que se volvió manifiesto en el desplazamiento
social de la religión. Ella no tiene ya en la sociedad moderna una
función de justificación. La sociedad se organiza en todas sus di
mensiones (sociales, políticas, económicas y culturales), según
los criterios por ella misma establecidos, lo que en sí mismo re
presenta una conquista: la necesaria distinción y separación entre
las esferas social y religiosa, y la justa afirmación de la autono
mía de la sociedad con relación a la Iglesia.
Esa emancipación se prolongó hasta la trascendencia. El
viraje antropocéntrico colocó al ser humano como centro absolu
to de toda la realidad, "principio y fundamento" de lo que es bue
no , de lo que tiene valor, de lo que puede ser admitido y de lo que
debe ser rechazado. En otras palabras, el ser humano no solo se
entiende a partir de sí mismo sino que se funda en sí mismo. Por
ello,
puede disponer plenamente de sí, del mundo y de la historia.
Esta inflexión de todo el dinamismo humano para dentro de la
historia no podía dejar de tener consecuencias en la construcción
del sentido de la vida. El vacío de sentido que aflige a la sociedad
moderna parece estar mostrando que el ser humano no se conten
ta fácilmente con las "pequeñas trascendencias" que pretenden
subsistir a la verdadera "trascendencia mayor". Sea como fuere,
aquí está el primer aspecto de una profunda transformación de lo
religioso por lo cultural.
El segundo factor de la "situación espiritual" es el retor
no anárquico de lo religioso
y bajo las formas más heterogéneas,
fenómeno nada plausible después de la secularización progresiva
de la sociedad moderna a partir de los años 60 del siglo pasad o.
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No se puede negar que ella tenga alguna relación con la crisis de
sentido que afecta no sólo a los individuos, sino también a la so
ciedad como un todo. Es como si, sofocado por la intrascendencia
de la vida y cansado de sus proyectos de autosalvación, el hom
bre moderno vislumbrase en ese redescubrimiento de la religión
una puerta para salir de sí, para trascenderse, en búsqueda de res
puestas para sus necesidades subjetivas: las cuestiones fundamen
tales de la vida, de la muerte, del sentido y del amor.
Pero no debemos engañarnos. El retorno de lo religioso
no equivale al reencuentro con Dios. Es ahí donde radica la nove
dad y la ambigüedad del fenómeno. Rigurosamente no se trata de
un "retorno" porque no hay una vuelta a las formas religiosas tra
dicionales. Por el contrario, las religiones tradicionales ya no res
ponden a esa búsqueda de "trascendencia" y de "espiritualidad".
Lo sagrado es reconstruido de manera muy subjetiva, en una sim
biosis contradictoria de horizontes y perspectivas en la que es
posible encontrar ciencia, filosofía, gnosis, religiones orientales,
esoterismo, ocultismo y hasta las formas religiosas más arcaicas.
Es esa diversidad la que se acostumbra a ser agrupada bajo la có
moda denominación de "nuevos movimientos religiosos". Ahí
despunta el segundo aspecto de la transformación cultural de lo
religioso: para dar cabida a tal heterogeneidad es preciso extender
de tal forma el concepto de lo "religioso" que él pierde su sentido
original. De ahí la ambigüedad del fenómeno y la lucidez indis
pensable para discernir ese sorprendente "ímpetu religioso".
El
tercer factor,
finalmente, es el hecho de que vivimos
en una época de pluralismo religioso en que el encuentro entre
las religiones se hizo realidad. Pluralismo "de facto". Religiones
que hace algún tiempo nos resultaban extrañas y hasta exóticas
forman parte hoy de nuestro convivir cotidiano. Y pluralismo "de
derecho", porque a los ojos del derecho, dentro del cual se consti
tuyó el Estado moderno, todas las religiones son iguales y sujetas
a los mismos derechos y deberes. Es todavía pronto para prevenir
todas las consecuencias de esta nueva situación. Si, por un lado,
es una realidad cargada de promesas, por otro, ya probó que po
see en sí misma una enorme carga explosiva, por la inextricable
relación que existe entre religioso, cultural y étnico. La actualidad
viva -en todos los continentes—es la prueba cabal de cómo es di-
Alternativas
13
fícil, igualmente dentro de un mismo país, la convivencia entre
los diversos grupos religiosos.
Ese es, sin duda, un tercer aspecto de nuestra "situación
espiritual" que contribuye a la transformación cultural de lo reli
gioso,
porque no encuentro entre las grandes religiones de la hu
manidad la aparente univocidad del lenguaje (divino, trascenden
cia, Dios, realidad última, experiencia mística, etc.) esconde
experiencias diferentes de Dios, de la relación del sujeto con Dios
y con el mundo, de la salvación, etc. que no son intercambiables.
¿Puede el moderno sujeto occidental, marcado por la tradición
cristiana de Dios, contentarse con una trascendencia que no sea
personal? ¿Puede él renunciar a su condición de "persona" ante
Dios y a su responsabilidad por la historia? ¿Es suficiente perder
se en el Todo o sumergirse en la Plenitud cósmica para realizar la
búsqueda de la trascendencia?
Al contemplar simultáneamente esos tres aspectos, toma
mos conciencia del alcance de la transformación cultural de lo re
ligioso en la sociedad occidental. Por un lado,
la extensión sin lí
mites del concepto de lo "religioso " se vuelve cada vez más im
preciso su entorno y ambigua la experiencia que de él resulta.
Hoy, muchas de las experiencias "espirituales" son experiencias
de centrarse, sumergirse en la propia interioridad. En tales expe
riencias, "dios" es apenas un pretexto para el encuentro de la per
sona consigo misma. Ese es un segundo trazo de la trasnforma-
ción de lo religioso operada por la modernidad:
el desplazamiento
del horizonte de sentido con una profunda metamorfosis de lo sa
grado.
Muchas de las actuales formas y expresiones religiosas se
inscriben en el horizonte de una trascendencia real, anterior y
exterior al sujeto, pero en el horizonte de la inmanencia. Lo "sa
grado" es lo humano, ks causas, los valores, las experiencias éti
cas en las que las personas, de alguna forma, salen de sí mismas y
se "trascienden". ¿Pero estamos ante un sagrado trascendente o se
trata de un sucedáneo del verdadero Absoluto? Ese desplaza
miento explicaría un último trazo de la actual transformación de
lo religioso: el igualamiento de las experiencias de búsqueda y el
resurgir deformas arcaicas de lo religioso.
Es como si todo fue
se igualmente válido y
las
mediaciones de la búsqueda fuesen in
tercam biables . ¿Pero puede el sujeto moderno regresar al pasado
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Presentación
y volver atrás del salto cualitativo que representó para la concien
cia humana la conquista acontecida cuando surgieron las grandes
religiones mundiales en el primer milenio antes de Cristo?
Es lo que llevó a algunos estudiosos a designar la situa
ción actual como "segunda época-axial", utilizando la expresión
que K. Jaspers acuñara para caracterizar la ruptura introducida en
la conciencia religiosa de la humanidad por el surgimiento de las
grandes religiones, aproximadamente entre 800 y 200 a.C. En una
misma área geográfico-cultural, y simultáneamente, tuvo lugar
una radical transformación de la visión del mundo que estaba li
gada a la depuración de la idea de lo divino y cambió la manera
humana de relacionarse con la trascendencia. Los efectos de ese
cambio marcaron el curso de la historia y de la civilización hasta
hoy, en el ámbito sociocultural y en el ámbito religioso. Las pro
fundas transformaciones por las que pasa hoy Occidente, tanto
desde el punto de vista cultural como religioso, hacen tentadora
esa aproximación. Tanto más que, una de las características de
nuestro tiempo, es la aproximación entre las mismas culturas y
religiones que hacen parte de aquella misma área en la cual tuvo
lugar aquella primera mutación. ¿No estaríamos viviendo hoy,
por lo menos en Occidente, un cambio semejante?
No es necesario un gran esfuerzo para percibir que esas
transformaciones, cultural y religiosa, de la modernidad, afectan
profundamente el cristianismo y le obligan a repensarse en su to
talidad. En primer lugar, el desplazamiento social. No es fácil la
separación entre cristianismo y cultura, sobre todo desde la cris
tiandad medieval, en la que ser ciudadano y ser cristiano eran si
nónimos. Lenta pero implacablemente, el proceso de la moderni
dad puso fin a esa situación. Al constituirse en autonómica a par
tir de los presupuestos que ella misma se da, la sociedad moderna
dislocó la religión -en este caso, el cristianismo- para la periferia
de la sociedad. A poco, todos los ámbitos que constituyen el te
jido de la vida social fueron siendo arrancados de la tutela de la
Iglesia. La religión quedó confinada al ámbito personal y parti
cular de los individuos; ella no desem peña ya una función soc ial.
Hasta hoy, es difícil para el cristianismo -por lo menos
para la Iglesia católica- asimilar todas las consecuencias de ese
Alternativas
l.s
desplazamiento, lo que, por un lado, es comprensible, pero por
otro, lamentable. Comprensible, porque ello significa la pérdida
del lugar privilegiado que la Iglesia ocupó durante tantos siglos
en la sociedad occidental, con todas las ventajas que le procuraba:
visibilidad, poder, influencia en la configuración de la vida social
entre otros. Pero lamentable, porque esa resistencia genera ani
mosidad y antipatía contra la Iglesia y en nada contribuye para
que ella se sitúe en esa nueva realidad social y encare, con nuevas
bases,
la evangelización de la nueva situación cultural. Pero la
aceptación de ese desplazamiento significaría reconocer y aceptar
el fin de un cristianismo sociológico y de una visión prioritaria
mente institucional y jerárquica de la Iglesia.
La segunda consecuencia de esa transformación es lo que
puede llamarse la ruptura entre cristianismo y cultura occidental,
aspecto relacionado con el anterior y no menos problemático. Fue
en esa especie de simbiosis histórica entre fe cristiana y cultura
occidental que el cristianismo llegó hasta nosotros. La crisis de la
modernidad pone al desnudo esa identificación y el desfase teóri
co y práctico, lo que se revela en la crisis de valores, en el indivi
dualismo exacerbado y en el cierre del horizonte de la trascen
dencia. La cultura de la modernidad dejó de ser cristiana, aunque
queden en ella vestigios indelebles de su convivencia secular con
el cristianismo. Pero ella no se inspira ya en el cristianismo. Y, en
ese sentido, podría ser designada como "poscristiana".
Esa situación, paradójicamente, libera al cristianismo de
la tentación de identificarse con un a cultura, la occidental, y crea
las condiciones, para que ella pueda ser, de hecho, universal. La
fe tiene que ser dicha en todas las culturas. El cristianismo solo
puede existir encarnándose por dentro de cada cultura, pero él no
se identifica con ninguna porque no se agota en ellas. Es el de
safío que levanta la inculturación, tan anhelada como delicada,
con todo su alcance ylas consecuencias que empezamos apenas a
vislumbrar. ¿Pero no fue ese el riesgo corrido por el cristianismo
al adentrarse en la cultura helenística, abandonando su suelo natal
que era el judaismo?
Es comprensible que esa ruptura nos asuste. Ella repre
senta el fia de la figum histórica del cristianismo que nosotros co-
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Presentación
nocemos, la forma en la que él se encarnó y le dio consistencia y
visibilidad durante tantos siglos. La crisis de la cultura moderna
no podría dejar inmune la fe cristiana y sus "traducciones" cultu
rales,
no solo el lenguaje utilizado, sino también el horizonte teó
rico de comprensión, las formas institucionales y las expresiones
religiosas. Todo eso nos da la medida de lo que está enjuego para
la fe cristiana en este momento histórico. No se trata de reformas,
ni de simples adaptaciones al nuevo contexto, sino de repensar la
totalidad del cristianismo a partir de los nuevos presupuestos. Ta
rea ingente, para la cual la mayoría de los cristianos, a juzgar por
lo que acontece, no estamos todavía preparados. Sin haber reali
zado todavía la transposición del cristianismo tradicional hacia el
horizonte de la modernidad, somos requeridos ya a repensar y
traducir la fe en el contexto de la posmodernidad.
Hay muchos indicios de no habernos puesto de acuerdo
todavía -inclusive en las distintas esferas del ejercicio de la auto
ridad pastoral de la Iglesia- de la gravedad de la situación actual.
Nos tendríamos que preguntar si las nuevas opciones pastorales
toman en cuenta el futuro que nos provoca o un pasado que debe
ser protegido a toda costa. El pragmatismo inmediato de ciertas
propuestas de evangelizaciór hacen sospechar que estamos habi
tados todavía por el fantasma de la cristiandad o de la neo-cris
tiandad: primacía de lo cuantitativo sobre la calidad cristiana de
la vida. ¿Estaremos preparando de esa forma el terreno para una
verdadera recomposición de la experiencia cristiana en su totali
dad, para que pueda advenir un futuro nuevo de la fe?
(Traducción de José Miguel Paz
Jorge Arturo Chaves
17
¿U N Ú N I C O D ES A R R OLLO
HU MA N O I N TEGR A L?
Jorge Arturo Chaves
1
L- Unidad en la acción d entro de un
pluralismo religioso
De la salvación al desarrollo humano
Mientras que las religiones hablen de salvación del ser
humano en un sentido trascendente, metahistórico, las ciencias
sociales pueden quedarse tranquilamente al margen. Pueden escu
char ese discurso con escepticismo o con relativa curiosidad cien
tífica. Pere no tienen por qué plantearse preguntas propias del
ámbito de sus disciplinas. La situación cambia cuando las diver
sas tradiciones religiosas empiezan a decir que su concepto de
salvación tiene el sentido de realización humana plena, de libera
ción integral de todos los grupos y personas, de la superación de
las manifestaciones de odio, de violencia, de dominación, de
explotación, de divisiones con enfrentamiento. Ahí se pisa un te
rreno tangible, de logros o fracasos comprobables. Ahí parece
que las religiones deten hacerse acompañar de economistas, so
ciólogos, jsicólogos y otros profesionales de campos afines, a la
hora
de
plantear metas y verificar resultados.
Correos electrónicos: [email protected] [email protected]
mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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¿Un único desarrollo humano integral?
No quiere decir esto que se confundan los planos, desde
el punto de vista epistemológico. No tiene por qué producirse una
inadecuada absorción de una y otras formas de conocimiento y de
prácticas. Pero en la medida en que una de las partes apele a la
idea de "plenitud" hum ana, de una medida de "excelencia" de los
logros, de un aumento en dignificación y humanización, la rela
ción se torna ineludible.
En la medida en que la "salvación religiosa" empiece ya,
aquí y ahora, y en tanto en cuanto "nada humano le resulta aje
no", tendrá que buscarse la manera de articular su enfoque y vi
sión del mundo con el plano de la estrategia instrumental propia
de las ciencias empíricas modernas. En definitiva, tendrá que ser
capaz de aclarar si los avances en materia de desarrollo humano
lo son también y en qué sentido en la perspectiva de plenitud, de
espiritualidad. Y viceversa: si cada logro en materia económica,
política o social es, por sí mismo, un avance en el camino de la
plenitud de la humanidad conforme lo han perseguido los grandes
maestros de las diversas tradiciones espirituales. En cualquier ca
so , ¿cómo decidir lo que es un logro y un avance?
El paso al ecum enismo social
Las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado vie
ron aparecer en los llamados países del Tercer Mundo una nueva
forma de relacionarse las diversas iglesias y tradiciones religio
sas.
La extensión y gravedad de la pobreza y desigualdad eran de
tal magnitud que inevitablemente golpearon las conciencias sen
sibles de hombres y mujeres creyentes de una u otra confesión.
Se generó una nueva percepción de la lectura del evangelio y de
los libros sagrados. Se construyeron a partir de esas experiencias
y esas lecturas nuevas reflexiones sistemáticas como la teología
de la liberación, la teología negra, o las concebidas con un enfo
que de género. Y dentro de estas nuevas perspectivas, se fue im
poniendo la prioridad de coincidir, más allá de las fronteras insti
tucionales y doctrinales, en una práctica común conforme a aspi
raciones compartidas de justicia, de equidad, de libertad y soli
daridad.
Jorge Arturo Chaves
Las discusiones en materia litúrgica, dogmática, canóni
ca, o simplemente de creencias, podían continuar y llevar su pro
pio ritmo multicentenario. Pero la urgencia impuesta por el sufri
miento de los millones de pobres y excluidos de los beneficios de
este mundo, impelía a unirse en una acción transformadora de la
sociedad. Surgió, en particular en Latinoamérica, una especie de
nuevo "ecumenismo" práctico, de carácter social, en el que cre
yentes de diversas confesiones podían unir sus manos en una obra
común impostergable: la liberación, el desarrollo humano inte
gral, el crecimiento con equidad y sostenibilidad. Estos esfuerzos
ecuménicos, incluso, estaban abiertos a integrarse con los de to
dos los demás miembros de la sociedad civil que no profesaban
ninguna adhesión religiosa.
Discusiones abiertas
Los giros teóricos y prácticos implicados en esta "vuelta
al mundo " de las tradiciones religiosas, dieron lugar a nuevos es
pacios de discusión y reabrieron otros antiguos. A un pontífice de
la clarividencia de Pablo VI no le temblaría el pulso para apreciar
el valor religioso de ese cambio. En su discurso paradigmático de
clausura del Concilio Vaticano II
2
, difícilmente igualado por nin
guno de sus sucesores, de manera categórica negó que la vuelta
de la Iglesia hacia la "dirección antropocéntrica de la cultura mo
derna" fuera una desviación. Para él se trataba de un movimiento
religioso auténtico, inspirado en la caridad y en la "unión de los
valores humanos y temporales, con aquellos propiamente espiri
tuales, religiosos y eternos . Pero la historia no avanza de mane
ra lineal y ascendente.
Cuatro décadas después, en torno a la V
a
Conferencia del
Episcopado Latinoamericano, otros dirigentes católicos, además
de ignorar los textos del Concilio en sus referencias, hablan con
intención apenas oculta de "no confundir el evangelio con socio
logías .
La discusión aflora de nuevo. Y junto a ella surgen las
nuevas preguntas -tanto teológicas corno científicas- sobre la re
lación entre los conceptos de promoción humana, des arrollo, cali
dad, excelencia , plenitud. Todos pretenden apuntar a un nivel de
Pablo VI, El valor religioso del Concilio. Discurso en la clausura del Concilio
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^0 ¿Un único desarrollo humano integral?
humanización y de sostenibilidad planetaria. Pero es necesaria
una precisión de pensamiento para ver en qué medida se trata de
sinonimia, de articulación complementaria o de realización con
forme a niveles o dimensiones del ser humano y de la realidad.
En estas páginas ni siquiera se inicia ese análisis pendiente. Aquí
interesa otro aspecto de la discusión.
Un "ecumenismo" inestable
Lograr una unidad práctica en torno a la transformación
de una sociedad injusta, pudo suponer la superación o suspensión
temporal de controversias doctrinales entre las diversas tradicio
nes religiosas. No necesariamente suponía un reconocimiento de
la igual validez de cada una de ellas, ni una renuncia a su respec
tivo afán proselitista. Se trató de una convergencia en la acción
por la liberación y el desarrollo, cada una desde su respectiva
motivación religiosa. Sin embargo, si bien esa opción permite su
perar discusiones de índole doctrinal teológico, muy pronto da lu
gar a otro tipo de debate y a plantear de otra manera y en otro pla
no lo que puede significar un pluralismo deseable. Donde quizás
primero se manifiesta es en el campo de lo político. Las medidas
de política pública, sobre todo, suelen obedecer o, más bien, aso
ciarse con discursos legitimadores que hablan del bienestar del
país, de los grupos más desfavorecidos, así como del crecimiento
de la economía y la redundancia de sus beneficios para todos los
sectores sociales.
Pero no todos suscriben el conjunto de esas medidas ni
con el mismo optimismo ni con la misma interpretación. Sobre la
eficacia o acierto de supuestas estrategias de desarrollo se esta
blece pronto una diversidad de posiciones cuando no un conflicto
polarizado. Por eso, del nivel de la política, el pluralismo, salta
enseguida al de las concepciones teóricas científicas, y al de las
significaciones culturales. No parece decir lo mismo, con la mis
ma palabra, el neoliberal que habla de desarrollo y bienestar, y de
la forma de lograrlos, que quien acoge el mismo tema con la pers
pectiva de los pequeños produ ctores, de los sindicalistas o de m u
chas organizaciones no gubernamentales. Y en cuanto a la per
cepción cultural, habría que verificar la medida en que coinciden
o no sobre el contenido del término "desarrollo" y formas de al-
Jorge Arturo Chaves
21
canzarlo, comunidades indígenas, grupos de mujeres, afroameri
canos, sectores rurales, urbanos y suburbanos. Esa pluralidad, ¿es
un punto de partida que hay que superar o una situación de
seable?
II.- El inasible concepto de de sarrollo
Realidad y concepto de "lo menos humano"
La realidad correspondiente a la idea de "subdesarrollo"
de un país es ya antigua. Antigua si la identificamos con una si
tuación generalizada de pobreza, de insuficiente capacidad pro
ductiva y organizativa, de escasa seguridad frente a los desastres
naturales e históricos, de bajos niveles de crecimiento y madurez
de los recursos humanos y materiales. Y más si todo esto contras
ta con los niveles logrados por otros países a veces relativamente
cercanos. Es decir, el prefijo sub indica una situación de inequi-
dad en una perspectiva comparativa. Se trata de una desigualdad
en la dinámica de desenvolvimiento entre países que puede en
contrarse acentuada, al menos, desde los albores de la Revolución
Industrial y que no excluye, por lo demás, otra desigualdad al in
terior de los mismos países, tanto los que se encuentran en buena
como en mala posición relativa.
En cambio el "desarrollo" y el "subdesarrollo" como ca
tegorías propias de una teoría, son bastante recientes. Aparecen
con posterioridad a la segunda Guerra Mundial, hacia la primera
mitad del siglo pasado. Y, lo que resulta interesante observar, no
se han mantenido ni unánimes ni estáticas desde entonces. Hay
diversas conceptualizaciones y teorías del desarrollo. Por eso,
también, ha habido y continúa habiendomodificaciones en las es
trategias para transformar los calificados como pa íses subdesarro-
llados o, de manera eufemística,
en vías de desarrollo.
Es preci
samente esa distinción entre lo que son
los
problemas de los paí
ses pobres y la conceptuahzacion teórica que se ha utilizado para
explicarlos, lo que permite entender porqué se producen, con fre
cuencia, enfrentamientos y conflictos entorno a medidas políticas
que se intentan aplicar en un país o re gir á.
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¿Un único desarrollo humano integral?
De m anera consciente o inconsciente, explícita o implíci
ta lo que se da a menudo es una confrontación no en m ateria pu
ramente técnica (por ejemplo, si una medida de comercio exterior
o del campo fiscal va a producir o no determinados resultados),
sino en el campo de la concepción de conjunto de d esarrollo que
unos u otros emplean. Es el caso cuando se introducen prácticas
unilaterales y
reduccionistas,
como lo son todas aquellas que re
ducen el tema del desarrollo a un asunto solo o principalmente
económico. Obedecen a esas visiones que pueden llamarse
eco-
nomicistas
y que, a su vez, responden a una visión distorsionada
o fragmentada de lo que es la economía, como se verá más ade
lante. Es normal que se cree un conflicto con quienes consideran
que el desarrollo es bastante más que el solo crecimiento eco
nómico.
Diversidad de concepciones
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, esa teoría
del desarrollo experimentó notables variaciones. En los años 50 a
60 se pensaba en la inversión en capital físico e infraestructura,
como gran solución para lanzar los países "retrasados" hacia ade
lante. En una versión particular de esta visión, impulsada en los
países de Latinoamérica, se insistió en la necesidad de llevar esa
inversión en capital al grado de sustituir las importaciones con un
desarrollo de producción industrial propia. Es una perspectiva
asociada con lo que luego se conoció como el "modelo de sustitu
ción de imp ortaciones".
En los años 70, sin dejar de lado esos factores, se les vio
insuficientes y se subrayó la importancia de invertir también en
salud y educación para mejorar el ingreso. En América Latina
surge entonces la controvertida interpretación conocida como
"teoría de la dependencia", que apuntaba a la necesidad de cam
biar el tipo de relaciones entre los países del "centro" de la diná
mica económica y los de la "periferia", para eliminar los condi
cionantes del desarrollo. Esta estructura existente se relacionaba,
por lo demás, con la herencia histórica del colonialismo de las
grandes potencias en paíse s como los de América Latina.
Jorge Arturo Chaves
23
Es de los años ochenta al presente, y tras las crisis inme
diatamente anteriores, que se radicalizan las concepciones de de
sarrollo y la oposición entre las mismas. Por una parte, con el
aval de los
organismos financieros internacionales
deja de ha
blarse propiamente de "desarro llo" y se pone el énfasis en la im
portancia del crecimiento productivo. Los defensores del nuevo
enfoque pensaban que ese crecimiento habría luego de beneficiar,
po r derrame, a todas las capas de la sociedad. Se centró entonces
la atención en la buena gerencia de la economía y en el libre jue
go de las fuerzas del mercado
como dinamizadores del creci
miento. Por contar con el respaldo que tenían estas teorizaciones,
sus correspondientes estrategias de acción se generalizan a nivel
mundial, caracterizando la dinámica de la globalización, y apli
cándolas no importa a qué país ni de cuál tradición cultural se
tratara.
La reacción se produce en la última década del siglo pa
sado ante la evidente ineficacia de esa orientación de la economía
en cuanto al combate de la pobreza y la desigualdad. Las Nacio
nes Unidas, por medio de su Programa de Desarrollo (PNU D) ini
cia una nueva tendencia, de alguna manera seguida incluso por el
Banco Mundial y generalizada, al menos a nivel teórico. Se trata
de un enfoque m ulticausal de la pobreza y del desarro llo, una re-
conceptualización del que se sigue un énfasis en su comprensión
como un
"proceso mediante el cual se amplían las oportunidades
de los individuos",
en la línea analítica abierta por el economista
indio Amartya Sen. La atención pasa del crecimiento del ingreso
a la formación de capacidades humanas
y
el uso que la gente ha
ce de esas capacidades adquiridas. De las estrategias reduccio nis
tas se traslada a la búsqueda simultan ea
de
metas en la gene ración
de activos, empoderamiento y redes de seguridad. No se habla ya
solo de factores económicos, sino también extraeconómicos; no
se trata de una simple yuxtaposición de causas, sino de un acerca
miento comprehensivo al desarrollo dentro del cual no hay jerar
quía de importancia. Todos los elementos son profundamente
complementarios.
Si bien es cierto que el enriquecimiento conceptual se
produce a lo largo de un proceso de décadas, este no se ha dete
nido. Se continúan recibiendo apo rtes , ésd e los ligad os a la idea
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¿Un único desarrollo humano integral?
de
sostenibilidad,
hasta los que p ropugnan un enfoque de
género,
pasando por los que se ligan a una perspectiva de economía
po
pular
y
comercio justo.
Además, esa evolución tampoco quiere
decir que en los albores del siglo XXI se alcance unanimidad de
posiciones, ni a nivel de organismos, ni de gobiernos. Ni en dis
cursos ni en prácticas.
La demanda de políticas públicas eficaces para lograr el
despegue de los países
no desarrollados,
si bien corresponde a
aspiraciones y necesidades profundas de todos los pueblos, no se
encuentra con una oferta única de supuestas vías de salida. La
versión enriquecida de desarrollo sigue coexistiendo con prácti
cas heredadas del período anterior, de la década de los 80, donde
sigue produciéndose la confusión entre desarrollo y crecimiento
(mal llamado "desarrollo" económico). Siguen prevaleciendo las
concepciones más
economicistas
contra las más abarcadoras e in
tegrales de desanollo y es preciso y urgente, en los estudios que
conesponda, examinar con cuidado a qué puede deberse este fe
nómeno.
Un problema específico que se hereda a lo largo de esta
evolución y que puede explicar en parte el problema, es el de la
situación y orientación de esa ciencia económica que sigue siendo
dominante en los medios académicos de influencia política -la
llamada en inglés
"main stream Economics "-.
Su método y en
foque no favorece en nada esta nueva perspectiva para examinar
el tema del desarrollo. Ha estimulado, más bien, en la gestión de
la globalización, el predominio de lo que se ha calificado preten
ciosamente como "pensamiento único".
Una ma yor dive rsidad : desarrol lo y perspect iva cul tural
Es , sobre todo, el análisis de la ética del desarrollo -otra
joven disciplina-, la que permite ver que no existe un salto fácil
de la conciencia de pobre za
y
desigualdad a la aspiración al desa
rrollo, así sea en su versión enriquecida descrita en pánafos ante
riores. Un proceso y una estrategia de desarrollo son consideradas
deseables o no, siempre en relación a la visión particular que se
tenga del sentido de la vida, pensada como algo apreciable, digno
para la vida de los habitantes de un determinado país, región o
Jorge Arturo Cha ves
25
etnia.
"Conseguir el desarrollo no es un fin absoluto que se justi
fica en sí mismo, sino un bien relativo, solamente deseable en
relación a una visión particular del sentido de la vida. El fallo
está en percibir esta relatividad que lleva a muchos a identificar
el proceso de cambio mediante el desarrollo con su o bjetivo, por
lo que se confunde un instrumento con su fin completo. Aunque
en ciertos aspectos el desarrollo es deseado por sí mismo, en un
nivel más profundo está subordinado a la vida digna " (Goulet,
1995:53).
Por eso en el enfoque ético la pregunta central es "Desa
rrollo, ¿para qué?" El mero hecho de plantearse este cuestiona-
miento permite no dar por sentado que el desarrollo se define, sin
más, como crecimiento económico. Ni siquiera como un proceso
que aspira a lograr el nivel y estilo de vida que en el último siglo
han alcanzado las naciones de mayor grado de crecimiento in
dustrial y de acumulación de riquezas materiales. Pero ni siquie
ra, tampoco, como el concepto evolucionado que, en definitiva,
ha sido en gran medida producido en Occidente.
No es fácil responder a la pregunta sobre el
para qué
del
desarrollo, como no es fácil tampoco determinar en qué consiste
una vida digna, deseable, dada la diversidad de lo que entienden
los seres humanos por felicidad humana, y la abundancia de las
perspectivas culturales y las tendencias a entender estos concep
tos de manera etnocéntrica. Esta se transforma, pues en una pre
gunta central que implica la no aceptación, sin más, de la compa
ración entre países, para definir el desarrollo. Que plantea, ade
más, nuevos cuestionamientos como qué es una situación "menos
humana", qué es mayor o menor calidad de vida en relación con
lo que piensan los seres humanos de lafelicidad humana, etc.
Todas estas preguntas y el previsible pluralismo de res
puestas puede llevar
a
pensar en que un acuerdo, un diálogo inter
cultural sobre desarrollo, solo sea posible sobre un común deno
minador muy bajo, si lo que interesa es responder al nivel del
sentido último dada la abundancia délos "filtros de la cultura".
En este último nivel parece una ilusión esperar el consenso. De
ahí que solo se haya visto como posible el acuerdo en el nivel
pragm ático. Buscar, por ejemplo, coincidencia en prio rida d de la
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26 ¿Un único desarro llo huma no integral?
satisfacción de las necesidades básicas de todos, en que la exce
siva manipulación de los "mecanismos del deseo" alimenta frus
traciones sin sentido y ahoga la libertad, en la valoración de la
vida como un bien, o al menos como un mal m enor que la muerte
o la aniquilación, en que la miseria de las masas es destructora de
la vida y un mal, etc.
Acercamiento desde las diferencias
Es comprensible, sin embargo, que aún con el enfoque
práctico no desaparecen los peligros del etnocentrismo al hablar
de desarrollo cada uno en sus propios términos. Esto dificulta el
acuerdo entre las diversas visiones. Por eso científicos sociales
insisten en que la presentación abierta de los valores propios des
de los que se parte puede constituir lógicamente una salvaguardia
más segura de la relativa "objetividad" en vez de ocultarlos tras
un supuesto modo de hablar "sin valores", impersonal y objetivo.
Es con los valores que cada sociedad tiene que definir sus fines
propios. Por eso esta apreciación ha conducido a los éticos del
desarrollo a interesarse primordialmente por entender cuáles son
los fines de una sociedad, antes de opinar sobre su grado relativo
de desarrollo.
Pero el reconocimiento ante la diferencia declarada de
valores solo es un primer paso con m iras a un esfuerzo conjunto
para impulsar un proceso de desarrollo. La manera de definir las
necesidades básicas, la actitud ante la pobreza y la desigualdad,
dependen de la respuesta que se dé en cada tradición, cultura o
enfoque a la pregunta sobre lo que es la vida digna como fin del
desarrollo.
Un enfoque técnico va a subrayar los indicadores cuanti
tativos (ingresos, producción, empleo, etc.), pero no puede ocul
tar su dependencia de un enfoque ético que le proporciona como
orientación más o menos implícita la finalidad del desarrollo -es
decir, la imagen de vida que se considera mejor cualitativa
mente-.
Este suele ser el problema de políticos y planificadores
que dan por supuestos los fines, lo que en realidad conlleva una
aceptación acrítica de los que tienen. (Por ejemplo, no se discute
si son buenos en sí mism os y constituyen las prioridades del es-
Jorge Arturo Chaves
fuerzo social un nivel más alto de vida material, un crecimiento
autosostenido, la eficiencia tecnológica y las instituciones espe
cializadas modernas).
Esta pluralidad que genera diversas respuestas al para qué
del desarrollo es un hecho y, como indica Goulet, un valor que
respetar. Respuestas divergentes tienen mucho sentido, aun pa
sando por fronteras de ideologías, disciplinas científicas o cir
cunstancias históricas, porque a veces persiguen fines próximos
idénticos, por razones diferentes. Sin embargo, esto no es fácil de
precisar.
El mismo Goulet tras reconocer que es legítimo estable
cer el fomento de la vida como uno de los fines generales del de
sarrollo, observa cómo los desacuerdos surgen cuando nos move
mos más allá de los bienes necesarios para mantenerla. En ese
momento intervienen los "filtros de cultura", de manera tal que
incluso gente alertada sobre peligros del etnocentrismo solo pue
de hablar de y trabajar por el desarrollo en sus propios términos.
Para este autor, no hay forma de evadirse de este dilema, y no hay
por qué temerlo. No existe un método especial que nos capacite
para hablar de modo no etnocéntrico sobre los últimos objetivos
del desarrollo, pero lo importante es reconocer ese acento y enfo
que propios. "Cada cual tiene que enunciar sus propios juicios
de valor y dejar que los de las otras
culturas
y constelaciones de
valores respondan con diferentes grados de receptividad a sus
ideas preferidas" (p. 55).
Este pionero de la ética del desarrollo no se queda ahí.
Considera que es posible avanzar en la construcción de un acer
camiento. Teniendo en cuenta la distinción entre los absolutos
culturales y los universales culturales, piensa que no todos los
absolutos son necesariamente etnocéntricos y no todas las ideo
logías culturales tienen el mismo valor. De ahí que defienda con
Malinowski que hay universales culturales porque hay necesida
des humanas universales. Esto lleva a creer en absolutos transcul-
turales, (normas racionales e ideales comunes compatibles con
una actitud de tolerancia de las diferencias culturales) que permi
ten el acercamiento entre las diversas
culturas.
"Todos los abo
gados del desarrollo, de cualquier fama que lo definan, persi-
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¿Un único desarrollo humano integral?
guen unos determinados objetivos comunes relativos a la vida
digna (...) incluso (...) las sociedades q ue rechazan el desarrollo,
cuando se las examina, buscan el mismo fin: la vida digna "
(p.
56).
Hablan de la posibilidad de perseguir unos determinados
objetivos comunes relativos a la vida digna.
Pero,
¿cómo entender la vida digna?
3
La mayoría de la
gente siente rechazo instintivo ante lo que perciben com o calidad
"inhumana" de miseria de las masas, aun y cuando a veces entre
estas haya relaciones interpersonales más satisfactorias, menos
impersonales, más adecuadas para satisfacer necesidades impor
tantes. Este juicio sobre mayor o menor calidad de vida lo hacen
con una referencia más o menos implícita a lo que constituye la
felicidad humana, según sus propios valores culturalmente abso
lutos.
Pero el tema no es de la discusión de éstos sino el de
descubrir si existen "universales culturales" que acerquen las di
versas posiciones y prácticas. Conforme a éstos podrían definirse
ciertos bienes que un desarrollo humano integral exija que sean
suministrados por igual en todas las sociedades conforme a los
deseos de las mismas. No es imprescindible que esos bienes ten
gan la misma importancia en la escala de valores de todos con tal
de que estén presentes en ellas. La respuesta de Goulet, en base a
diversos estudios antropológicos, es afirmativa. Existen esos bie
nes que tienen características de universales culturales. Para él
"tres son los va lores que buscan como fines todas las personas y
sociedades en su grado más alto: el sustento de la vida, la estima
y la libertad. Estos bienes son universalizables en sentido prop io,
aunque varíen sus modalidades específicas en diferentes épocas y
lugares
(p. 56).
Dentro de este enfoque toda estrategia de desarrollo de
bería incluir los planes para proporcionar más y mejores medios
para sustentar la vida de los miembros de su sociedad; para crear
o mejorar las condiciones materiales de vida relacionadas de al
gún modo con la necesidad percibida de estima; y librar a los
hombres y mujeres de las servidumbres consideradas opresivas
(de la naturaleza, de la ignorancia, de la de otros hombres y muje
res,
de las institucion es, de las creen cias). El fin aquí pued e ser
Lo que sigue sobre este punto es un resumen de la exposición de Denis G oulet
(1995).
Jorge Arturo Chave s 29
soltar a las personas de las ataduras de estas servidumbres y ele
var sus oportunidades para su auto-realización, tal como la con
ciban.
Estos tres valores, por lo demás, se realizan en todas las
dimensiones de la vida humana, de donde se concluye que según
sea la concepción que se tenga del ser huma no así habrá que pen
sar en un mayor o men or alcance del concepto de desarrollo. Con
referencia a un trabajo realizado hace unos años por el Centro de
Estudios sobre el Desarrollo (Marga Institute, de Sri Lanka)
Goulet utiliza la imagen de "flor del desarrollo" para integrar seis
dimensiones de la vida humana imprescindibles a la hora de defi
nir un proceso de desarrollo: cultural, ecológico, económico, so
cial, político y de "significado de vida plena" o de trascendencia.
Sin embargo, como se ha dicho, esos tres valores comu
nes, así como esas seis dimensiones, son resultado de un proceso
de universalización, teórica. En la realidad concreta de cada pue
blo su concreción y materialización vuelve a asumir una diver
sidad interpretativa que, en ocasiones, pudiera incluso aparecer
como contradictoria o competitiva con las concepciones de otras
culturas. No se ve fácilmente c ómo, al menos en esos c asos, pue
dan aceptarse todas las prácticas derivadas como igualm ente váli
das, sobre todo en un mundo intensamente relacionado con la
globalización.
El enfoque de las capacidades
Desde el campo de la economía, Amartya Sen ha elabora
do un planteamiento que puede proporcionar quizás un acerca
miento diferente a la solución de este dilema. Se trata de su teoría
de las capacidades o libertades, de su concepción del desarrollo
como libertad. Al menos unas ideas básicas pueden mencionarse
aquí de este enfoque que, evidentemente, requiere mayor y más
pausada explicación
4
.
Se trata ahora de repensar el bienestar humano en térmi
nos de las libertades reales que puede n alcanzar las per son as en
4
Ver una explicación más amplia en Chaves (2007).
31
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30 ¿Un único desarrollo humano integral?
su vida para funcionar como prefieren. Se enfrenta a una extendi
da concepción del éxito económico entendido tan solo en térmi
nos de recursos, de consumo o productivos, y que ha mostrado
ser un punto de vista extremadam ente limitado.
La riqueza de recursos, tanto a nivel personal como de las
colectividades nacionales, contra la apariencia de una evidencia
indiscutible, no se identifica de manera automática con el bienes
tar. En casos extremos, ha probado ser fuente más que solución
de problemas. Un problema importante con el que nos encon
tramos a menudo, señala Amartya Sen, surge con respecto a la
desigualdad de ingresos como foco primario de atención en el
análisis de la desigualdad.
El alcance de la desigualdad real de oportunidades que
las personas tienen que afrontar, no puede deducirse inmediata
mente de la magnitud de desigualdad de ingresos, porque lo que
podemos o no podemo s realizar, no depende únicamente de nues
tro ingreso, sino de la diversidad de características físicas y socia
les que afectan nuestras vidas y nos convierten en lo que somos.
Como en el caso de los países, también en el de las per
sonas concretas, el bienestar depende no solo de los recursos con
que se cuenta sino del uso que pueda hacer de los mismos, de las
ventajas que pueda extraer de tales recursos. Precisamente aquí
interviene el tema de la pluralidad no solo de enfoques, sino de
rasgos. Hay, al menos, cinco elementos que marcan diferencias
entre nuestro nivel de renta real y los beneficios que podemos sa
car de ella (Sen 2000). Estos factores son: la heterogeneidad per
sonal, la diversidad relacionada con el medio ambiente, las dife
rencias de clima social, las diferencias entre perspectivas relació
nales y la distribución dentro de la familia. De un mismo nivel de
recursos, el uso que se puede hacer, puede variar notablemente
según se trate de una persona sana o enferma, de si vive en un
país o región sometida a climas extremos o expuesta a frecuentes
desastres naturales, si el sector público le proporciona o no servi
cios sólidos, si se trata de una mujer o un anciano, y de otros mu
chos condicionantes de este tipo.
Jorge Arturo Chaves
El bienestar redefinido desde un enfoque como el de Sen,
centra su atención entonces, en la
vida real que pueden conseguir
las personas individuales.
O, mejor dicho, en la
libertad real de
la que disfrutan para conseguir el tipo de vida que valoran razo
nablemente.
Así el centro de atención no son los recursos en sí
mismos, sino las libertades que estos generen. Libertades conce
bidas no en términos abstractos y formales, sino de las distintas
combinaciones de funcionamientos concretos, del logro de diver
sas cosas que una persona valora ser o hacer y que puede realizar
los. Se trata de un enfoque que redefíne también el concepto de
oportunidades, considerándolas de manera positiva como un con
junto de factores que permiten la consecución real de metas va
liosas, y no solo como una definición negativa de ausencia de im
pedimentos -sobre todo formales- para lograr esas metas.
Una de las principales consecuencias de este enfoque de
Sen, se da en el orden de la definición de estrategias de desarrollo
con sus correspondientes políticas públicas. Si el énfasis se tras
lada al "desarrollo de capacidades", entendidas como conjuntos
de libertades reales para hacer cosas, para realizar funciones y pa
ra asumir formas de existencia consideradas valiosas, se fuerza
un cambio en la concepción de la estrategia de políticas públicas
de desarrollo. Dado que hablar de capacidades equivale a hablar
de distintas combinaciones elegibles de funciones para lograr
cosas consideradas valiosas, pierde todo sentido hablar de un
bienestar que se obtendría solo como resultado de unas prácticas
limitadas, a lo que suele llamarse áreas económica y social, tal y
como han sido entendidas una y otra. También pierde sentido re
ducirse a la valoración
ex
post, es decir, en el plano de los logros
alcanzados.
La atención debe centrarse ahora en la
creación del con
junto de condiciones que permiten el desarrollo de capacidades
para producir, para utilizar adecuadamente los productos y recur
sos,
para intercambiarlos de manera justa, y para realizar o no
otras funciones no estrictamente productivas. Estas condiciones
se crean con una estrategia bastante más compleja, superando el
reducido binomio económico -social, como se ha entendido hasta
ahora- abarcando un conjunto de políticas más polifacético que
los habituales
"policy -mix"
limitados a combinar medidas de
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j32 ¿Un único desa rrollo humano integral?
políticas monetarias, fiscales y comerciales. Se puede entender
claramente que estrategias co mo las propuestas conllevan una va
loración
ex ante,
es decir, a la hora de planear el impulso a las ca
pacidades, aun y cuando aún se desconozcan todavía los logros
de las medidas por asumir. Se está dimensionando más, para de
cirlo con una frase de Sen, la
libertad para realizarse y no solo el
nivel de realización.
Aun cuando el Nobel indio no se plantea directamente la
validez de su enfoque teórico en diversos contextos culturales, la
estructura misma de su análisis así como las categorías emplea
das, parecen ofrecer suficiente universalidad como para permitir
su aplicación conforme a diversas situaciones y enfoques cultu
rales. Sen piensa también en la definición más en concreto, de
cuáles son las capacidades que se van a priorizar en la definición
de objetivos de una estrategia de desarrollo. Aún dentro de un
mismo contexto cultural esta tarea no es fácil dada la pluralidad
de intereses dentro de las personas mismas y, con más razón, al
interior de cualquier colectividad. Por eso establecer instrumentos
para ponderar las capacidades y otras metas puede ofrecer dificul
tad en la práctica.
Pero lo que es preciso dejar claro es, como lo señala el
autor (Sen 2000), que el único mecanismo para lograrlo es me
diante la evaluación razonada. En un caso, en lo personal, se tra
tará de una reflexión y decisión cuidadosas. En el otro, en lo co
lectivo, es indispensable culminar la reflexión personal con la
búsqueda de algún tipo de consenso, de un ejercicio de elección
social y esto pasa necesariamente por el
"debate público, la com
prensión y la aceptación democráticas"
(Sen 2000: 94-113). No
se estarían estableciendo a priori bienes colectivos deseables, sino
que se estarían impulsando procesos de participación para que en
cada sociedad se definieran cuáles son éstos.
Jorge Arturo Chaves
33
III.- Pluralid ad y unidad en el esfuerzo común
por el desarrollo
Elem entos que contribuyen al respeto de la pluralidad
de visión social
El esfuerzo común de miembros de diversas tradiciones
religiosas por coincidir en el impulso al desarrollo humano inte
gral, no elimina sin más los problemas de la pluralidad de visio
nes y prácticas. Al contrario, al entrar en el campo de lo tangible:
social, económico y p olítico, la diversidad puede aum entar y, con
ella, los conflictos.
Conforme se expuso en los párrafos anteriores, no todas
las concepciones de desarrollo son igualmente aceptables en di
versas culturas. Y no se puede obviar la conexión existente entre
las prácticas de transformación social y el cuadro de valores con
que se cuenta y que permite definir los fines de cada grupo social.
Pareciera, dentro de lo expuesto, que hay tres elementos que se
pueden subrayar desde la ética del desarrollo como contribución
al acercamiento entre grupos de diversa tradición religiosa y cul
tural que quieren unirse en la construcción de un desarrollo hu
mano integral. Uno, la transparencia y reconocimiento explícito
de los valores que inspiran la posición propia, así como el grado
de receptividad que se tiene de las otras posiciones. Segundo, el
intento por identificar universales transculturales. Y tercero, el
énfasis, más en las capacidades para realizarse que en el nivel de
recursos con que se cuenta. Pero, ¿soluciona esta manera de ver
las cosas los conflictos de la práctica real?
Dos factores de distorsión en la práct ica
En discusiones recientes sobre políticas comerciales de
Centroamérica -DR-CAFTA en particular-, cooperación interna
cional, "modelos" o estilos de desarrollo, políticas migratorias,
lucha contra la corrupción, muy rápidamente se topa con una
dificultad en dos planos que no hay que suponer de antemano que
sean independientes. Puede identificarse provisionalmente como
"pluralidad o diversidad de posiciones", pero a nivel muy radical,
y no como puede presentarse en cualquier otra discusión habitual.
34 ¿Un único desarrol lo huma no integ ral?
Jorge Arturo Chaves
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a. Primer plano: el de la concepción de economía que se ma
neja, por lo general de manera implícita, aunque hay matices
y versiones de esta posición. La más frecuente y extendida,
que suele ser calificada de "economicista", es la que tanto en
el planteo de los temas como en la propuesta de supuestas so
luciones no solo prioriza las variables económicas, sino que
pretende trabajar sobre una economía que funciona como un
sistema completo, si no cerrado. Una economía, además, que
trabaja en exclusividad su dimensión o raíz "ingenieril", téc
nica -cómo hacer las cosas-, ignorando la otra raíz histórica
de la economía, la ética y política -pa ra qué hace rlas- . Frente
a esta concepción, necesariamente chocan otras de mayor ri
queza por la manera de entender la economía y sus relaciones
interdisciplinarias. El choque tiene múltiples expresiones, por
ejemplo, en la manera de tratar proyectos de impacto ambien
tal, de entender la sostenibilidad, de confundir crecimiento
con desarrollo, etc.
b. Segundo plano:
el de la voluntad que guía las prácticas eco
nómicas particulares. Aun cuando se logre traspasar la barre
ra anterior y se pase a una visión más amplia del desarrollo y
de la economía, aun y cuando se logre que diversidad de per
sonas y grupos discutan problemas específicos, un verdadero
diálogo de carácter ético se torna muy difícil porque no existe
ni una visión, ni una sensibilidad similar ante los problemas,
ni se puede dar por supuesto que existe de antemano, por par
te de todos, una buena voluntad para dialogar y construir una
posición integradora. Esta "buena voluntad", como comenta
ba un distinguido académico de filosofía
5
, no es algo automá
tico, y está con frecuencia neutralizada o distorsionada por
serios obstáculos de carácter moral cultural, es decir obstácu
los del orden de las valoraciones y normas sociales. Entre es
tas hay que destacar, al menos, las siguientes: confundir el
éxito personal y del grupo al que se pertenece, con el éxito de
todo el país; haberse acostumbrado a la inequidad como algo
natural y a la pobreza como parte integrante, aunque desagra
dable, del paisaje; y la incapacidad de asumir los inevitables
conflictos de posicion es e intereses co mo punto d e partida
Ver Carlos M olina (19...).
para avanzar hacia metas comunes. Esto último se traduce,
entre otras cosas, en la práctica habitual de falsificar o desle
gitimar las posiciones de quienes defienden causas distintas a
la propia, en vez de asumirlas como complementarias o alter
nativas válidas.
Ambos planos: referidos a los temas mencionados o, de
manera más sintética, al reto de encontrar una vía alternativa, in
cluyente, solidaria, de desarrollo humano integral crean un serio
problema para tratar con la diversidad o pluralismo de visiones,
voluntades y estrategias prácticas. Configuran un tipo de posi
ción, que por excluyente de las demás, no puede incluirse sin
contradicción en un esfuerzo de respeto pluralista ni ser conside
rada con la misma validez de toda otra posición que se abre re
ceptivamente al diálogo con las demá s.
Los l ímites del pluralismo
Puede que sea elemental, que sea un principio de lógica
en la comunicación y en la toma de decisiones, pero es m ejor ha
cerlo explícito: para calificar com o postura respetable y válida en
los debates sobre desarrollo, salvación, realización plena... pare
ciera que debe presuponerse no solo la coincidencia en la valora
ción de esas aspiraciones como objetivos supremos, sino además
en la aceptación en principio de la pluralidad de formas de enten
derlos y alcanzarlos. Esto supone una actitud de autocrítica, de
receptividad de lo distinto, y una
"exclusión de toda posición
excluyente
.
¿Niega esto, en la práctica, la posibilidad de un diá
logo universal? ¿O más bien reta a tareas precias de creación de
condiciones de un diálogo pluralista?
Nota bibliográfica
Jorge Arturo Chaves (2007),
De camisas y cañas de pescar.
Va
lencia.
(2006),
Hacia un desarrollo humano integral.
Situa
ción, perspectivas y propuestas alternativas al "modelo econó
mico" actu al en América Latina. Bog otá.
^6 ¿Un único desarrollo humano integral?
Jesús Tapuerca Ceballos
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Denis Goulet (1999), Ética del Desarrollo. Guía teórica y prác
tica.
IEPALA, Madrid.
Carlos Molina (19...) Cartas comentarios, circulación privada.
Amartya Sen (2000), Desarrollo y libertad, Planeta, México,
D.F.
(1995)
Nuevo examen de la desigualdad,
Alianza,
Madrid.
A PU ES TA POR EL
PLURALISMO
R E F L E X I O N E S D E S D E L A
ANTROPOLOGÍA
Jesús Tapuerca Ceballos
1
La cuestión del pluralismo se ha convertido en un tema
de discusión entre filósofos y científicos y en propuesta alterna
tiva para la construcción de los modelos sociales, en tiempos de
globalización. Aunque el empuje de la cultura global es incues
tionable, no se puede obviar la conciencia de lo singular con su
demanda a existir y participar, de ahí la necesidad de relacionar
ambas categorías, de reacomodar lo mundial en la textura de lo
diverso, de lo múltiple. El ser humano, los colectivos sociales, los
pueblos en su identidad se resisten a la asimilación global indife-
renciada, reivindican su memoria histórica y cultural proponiendo
sus legítimos derechos a existir como singularidades sociopolíti-
cas. Surgen temores por la emergencia de fundamentalismos y
rescates étnicos, que puedan desembocar en enfrentamientos y
rupturas, al interior de naciones, de ahi que se afirme la unidad
histórica. Pero, al mismo tiempo, en otros actores rebrotan las
utopías de "tierra sin mal", poniendo la mirada en un pasado,
mezclado, a veces, con acentos míticos. Este panorama, en fin,
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Correo electrónico: [email protected]
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Apuesta por el pluralismo
Jesús Tapuerca Ceballos
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es un botón de muestra de los cambios substantivos, del derrumbe
de certezas sociopolíticas, del nacimiento de nuevos y diversos
paradigmas. ¿Quépensar de todo esto? Diríamos, de manera pro
visional, que el ser humano se rehusa a ser encapsulado en estruc
turas y lincamientos homogéneos, reclama su imaginario, su ca
pacidad creativa, sea en base a su historia social o sus matrices
culturales.
La conciencia por lo diverso no es, sin embargo, una no
vedad en la historia humana. Los repuntes utópicos, los estallidos
étnico-culturales... han aparecido, siempre que las sociedades se
cargan de universalismo homogéneo, se deprecian los criterios de
valor o se extreman las condiciones de crisis. Se estima, entonces,
la necesidad de replanteamiento de las estructuras y relaciones
sociales para facilitar nuevos modelos. Consideramos que nuestro
tiempo se ubica en un proceso de cambio hacia la construcción
del pluralismo, que asuma las nuevas voces y propuestas, que la
misma globalización ha permitido en su despertar. Es sintomático
que en tiempos de mundialización, emerja la llamada a la diversi
dad. Si la globalización, ya dijimos antes, es incuestionable, afir
memos ahora que la urgencia del pluralismo no se puede obviar.
Se ha señalado con frecuencia que la conciencia actual
del pluralismo tiene estímulo desencadenante en los aconteci
mientos y consecuencias de la segunda guerra mundial, que pone
al descubierto la diversidad de pueblos, empuja al análisis de la
dignidad y derechos de la persona humana ante el panorama de
los efectos de la guerra y las ideologías racistas, junto al de spertar
de las independencias de los pueblos menos favorecidos. La se
gunda mitad del siglo XX se convierte en un proceso creciente de
valoración del ser humano y sus realizaciones histórico-concre-
tas;
las declaraciones de estos derechos se van ampliando tanto en
los ámbitos de aplicación, como en los sujetos de destino. No es
nuevo señalar que el siglo XX es el "siglo de los derechos huma
nos". Por descontado que las raíces de este fenómeno hay que
buscarlos siglos atrás, en el ascenso de la subjetividad, como fun
damento de la valora ción del ser humano.
kú
las cosas, la construcción del pluralismo, en sus di
vers as formas, adquiere carta de ciudadanía en las últimas déca-
das del siglo pasado e inicio del tercer milenio. Las dificultades y
complejidad de su realización es evidente, pues lo que demanda
no es un simple barniz al modelo liberal de Estado, sino un cam
bio estructural, que afecta a los diferentes ámbitos de la vida hu
mana; rebasa las fronteras de las naciones establecidas para plan
tear formas alternativas, nuevas composiciones estructurales. Co
mo consecuencia de la globalización, los fenómenos migratorios
posibilitan la relación entre las culturas y presionan hacia la nece
sidad de configurar nuevas alternativas, legítimas e incluyentes,
de relación al interior de los estados nacionales. La categoría de
la alteridad, acuñada y discernida en filosofía y ciencias sociales,
acompaña discursivamente la cuestión del pluralismo y orienta
una nueva comprensión de las relaciones al interior de las nacio
nes y en la relación internacional.
El debate en torno al pluralismo ha sido significativo en
estas últimas décadas, y en todos los campos de la relación huma
na, como ya apuntamos más arriba. Aún hay categorías suscepti
bles de clarificar y consensuar; siguen bien definidas opciones fa
vorables y contrarias junto a tensiones y bloqueos. Pero lo que es
más importante es el desajuste entre discurso teórico e implemen-
tación práctica, pues es ahí donde emergen las mayores dudas y
resistencias. Los ejemplos de lo que decimos son abundantes. La
cuestión del pluralismo requiere un nuevo modo de pensamiento
y ubicación en la realidad y eso se podrá habilitar con el cultivo
del respeto, empatia va lorativa de "nosotros y los otros", unido a
una justa y adecuada educación para la relación y convivencia in
tercultural. La tarea es, por consiguiente, ardua, difícil y precisa
tiempo.
En estas páginas tratamos de reflexionar en torno a la ne
cesidad de apostar formalmente por el pluralismo, como una
cuestión de justicia y dignidad en la configuración de las relacio
nes sociales. No pretendemos ser innovadores, pues lo que aquí
expresemos ya ha sido planteado por personas más autorizadas y
conocedoras de la problemática. Solo deseamos afirmar su conve
niencia y necesidad. Hemos dividido nuestro aporte en tres sec
ciones: la antropología como contribución a la valoración e im-
plementación del pluralismo; desarrollar algunas inquietudes, en
el entramado del ámbito sociopo lítico, sobre la cuestión del plu-
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ralismo y aproximamos un caso concreto, pero significativo, la
revitalización de los pueblos indígenas u originarios, como algu
nos gustan identificar.
I.- La antropología, como ciencia de lo diverso
La antropología es una ciencia social, que apenas ha
cumplido su primer centenario de vida, sin embargo su desarrollo
ha sido amplio y rápido, en cuanto ha incursionado en casi todas
las áreas de la vida humana, desde la justificación de su objeto de
estudio:
las expresiones y configuraciones culturales.
La antropo
logía necesita remansar su acelerada trayectoria histórica y redc-
finir con precisión las especialidades de su contribución al cono
cimiento humano. La definición de la categoría
cultura
ha
contado con abundantes respuestas (Radclife Brown en 1950
agrupó ya 150 definiciones de cultura) en base a las posiciones
epistemológicas. Las escuelas antropológicas han transitado des
de criterios elitistas, integrales, simbólicos, descriptivos para su
conscripción, hasta el reduccionismo de la lectura
a
interpretación
de los fenómenos culturales.
Quizá en la justificación, defensa y aporte a la construc
ción del pluralismo, puede encontrar la antropología su sentido y
contribución más precisa en el conjunto de las ciencias sociales y
ofrecer a estas y a otras disciplinas un aporte significativo. Desde
esta perspectiva desarrollamos las siguientes reflexiones.
1. -
El proceso de la antropo logía
a) Como en otras disciplinas, la antropología es, en pri
mer lugar, un hecho de descubrimiento, curiosidad
y
documenta
ción, para pasar más tarde a su calificación de "ciencia social".
Me refiero a los estudios históricos de la antropología para recor
dar a los pioneros del conocimiento y sistematización de las cul
turas. Como ciencia nace en el contexto y patrocinio de la coloni
zación europea y se enfoca a la documentación y análisis de las
culturas primitivas y su lógica interna. Desde unos parámetros
evolucionistas se encamina hacia la relatividad de las culturas,
sus razone s funcionales para lograr la convicción del valor de la
diversidad y su derecho a la coexistencia. Los primitivos son "los
otros" con perfiles exóticos frente al "nosotros civilizados". Con
el correr del tiempo "los o tros" se cargan de valor y validez en sí
mismos y con la posibilidad de convivir y aportar más allá de sus
propias configuraciones.
Al desarrollo de la globalización, indicamos anteriormen
te ,
le ha brotado la conciencia y legitimación de lo diverso; los
actores se vuelven sujetos, las culturas ofertan y es así, como la
antropología se siente urgida de repensar su estatuto ético y epis
temológico. De esta manera "sí la antropología nació bajo el do
minio colonial, el cambio de su estatuto ético se podrá enfilar por
la proposición de un nuevo proyecto civilizatorio, de un nuevo
modelo social: la sociedad plural y el encuentro intercultural"
2
.
b) La alteridad de las culturas primitivas fue considerada
por la antropología naciente, como un a realidad necesitada de asi
milación e integración a los procesos civilizatorios marcados por
Occidente. Pero en el transcurso del desarrollo de la antropología
la alteridad se penetra de equidad cultural y de posibilidad de
convivencia e interrelación con otras culturas, sin declarar su
muerte. Así en la medida que la antropología va desarrollando su
aporte al objeto de estudio desde el prisma d e la diversidad, de la
pluralidad en simetría. Entonces la otredad se fortalece e invita al
"nosotros", (notredad, mismidad) a dar razón de su diferencia en
los espacios de la relación social, en el diálogo. La perspectiva
evolutiva de la primera escuela de antropología (evolucionismo
unilineal) es reemplazada por una comprensión valórica de cada
cultura en sí misma
3
.
Por descontado que las cultura s son dinám icas, en interre
lación e interinfluencia; que las configuraciones minoritarias co
rren el peligro de la dominación y están más expuestas a la depre
dación cultural, pero el esfuerzo de un mayor conocimiento y va
loración de sus principios, valores y realizacioaes, facilita la con-
2
Guerrero Patricio.La Cu ltura , Ed. Abya Yala .Quito , 2002, pág s. 21-35.
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