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    M . Corb í , J . M . Vigil, M . B ar ro s, J . B otey, J . T apu erca . . .

    LA CRISIS DE LA RELIGIÓN

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    ALTERNATIVAS

    Revista de análisis y

    reflexión teológica

    LA CRISIS DE LA

    RELIGIÓN EN AMERICA

    LATINA:

    DESAFÍOS A LA

    TEOLOGÍA

    AÑO 15 - N° 35

    ENERO-JUNIO 2008

    EDITORIAL LASCASIANA

    Managua, Nicaragua

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    ALTERNATIVAS

    Revista de análisis y

    reflexión teológica

    O Para la presente edición:

    Fundación VERAPAZ

    Derechos reservados conforme a la ley

    Coordinación : Rafael Aragón Marina, OP.

    Edición al cuidado de: José Miguel Paz

    Rafael Aragón Marina, OP.

    Diagramación: Juanita Lanzas

    Dirección: Belmonte. Casa # 54. Costado norte de los Juzgados

    Apdo. P-177. Managua, Nicaragua

    Teléfonos (505) 2650695

    (505)2652248

    c e . :

      revista  [email protected]  

    www.revista_alternativas.edu.ni

    SUSCRIPCIÓN ANUA L

    Centroam érica US$ 15.00

    Resto de Am érica Latina US$ 20.00

    Europa, EE.U U. y Canadá US$ 30.00

    Administración: Juanita Lanzas

    Este número de A lternativas  es

     inanciado

     por Iniciativa

    Cristiana Romero de Alemania.

    Impresión: Complejo Gráfico TMC. Managua, julio de 2008.

    Alternativas

    5

    CONTENIDO

    P R E S E N T A C I Ó N 7

    1.

      ¿Un único desarrollo humano integral?  . 17

    Jorge Arturo Chaves.

    2.

      Apuesta por el pluralismo. Reflexiones desde

      37

    la antropología

    Jesús TapuercaCeballos.

    3.  Mística laica, calidad y madurez humana  55

    Mariá Corbí.

    4.   El cristianismo en  América Latina:  11

    signos de transformación y su lectura

    J. Amando Robles.

    5.  Religión en América Latina: transformaciones  97

    en la religión y retos a la teología

    José María Vigil.

    6.  El dolor y los riesgos de desoccidentalizarse.  115

    La crisis de

     las

      Iglesias en América La tina:

    desafíos para  la teología

    Ma rcelo Barros.

    7.   Políticos y profetas

      131

    Jaum e Botey Valles.

    mailto:[email protected]://www.revista_alternativas.edu.ni/http://www.revista_alternativas.edu.ni/mailto:[email protected]

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    ft

    Contenido

    S,

      ('onociendo otras religiones y otras culturas,  153

    va no es posible creer de la misma manera

    Luis Miguel Otero.

    9.

      Un ensayo de espiritualidad para después de  171

    la crisis de la religión

    Marta Granes.

    10.  ¿Quépedagogía de la espiritualidad en el  205

    siglo XXI?

    Teresa Guardans.

    11.

      La Iglesia de Honduras y su compromiso con el  217

    desarrollo: influencia de la

     Populorum Progressio

    Rafael Aragón Marina.

    D O C U M E N T O

    12.

      Asociación Ecuménica de Teólogos/as  249

    del Tercer Mundo (ASETT).

    R E C E N S I O N E S

    253

    Alternativas 7

    PRESENTACIÓN

    1

    ¿Cómo abordar el problema del futuro del cristianismo

    cuando se es consciente de la complejidad del actual momento

    histórico? ¿Es posible hablar de ese futuro sin ser visionario? ¿O

    se trata de un ejercicio de imaginación? Pensar el futuro del cris

    tianismo es un acto de responsabilidad teológica, para todo cris

    tiano.

      Y de modo especial para ese cristiano reflexivo que es el

    teólogo. Pero, ¿cómo pensarlo? Sería imposible abordar la cues

    tión del futuro del cristianismo en América Latina sin pasar por

    un análisis de la situación actual del cristianismo como un todo.

    Hace mucho tiempo que el pensamiento contemporáneo,

    incluido el no cristiano, se preocupa por la situación actual del

    cristianismo. Poco importa saber si la crisis actual es más o me

    nos grave que otras por las que ya pasó el cristianismo a lo largo

    de su historia. Para nuestro intento es suficiente tratar de com

    prender con la mayor lucidez posible lo que en ella está en juego

    para la fe cristiana y para el futuro del cristianismo. De manera

    breve y sintética resumimos la situación actual a partir de dos

    grandes transformaciones que caracterizan el momento presente

    de la sociedad occidental y repercuten profundamente en el cris

    tianismo: una

     mutación cultural

     en primer lugar. Ella no se refie

    re sólo a las transformaciones internas por las cuales pasó la cul

    tura occidental a lo largo de los siglos, sobre todo a partir del ini

    cio de la modernidad; ni a lo que se dio en llamar, de manera

    eufemística, "mundialización de la cultura". Lo que se revela en

    Cfr. Carlos Palacio,

      O Cristianismo na América Latina. Discernir o presente

    para prepa rar o futuro,

      en

      Perspectivas Teológica.

      Año 36, N° 99, mayo-

    agosto 2004.

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    Presentación

    la actual crisis de la cultura occidental es un  cambio radical en su

    "cosmovisión "  que está inseparablemente relacionada con una

    manera nueva de relacionarse con   la  trascendencia.  Dos trans

    formaciones profundas cuyas repercusiones se hicieron sentir en

    todos los ámbitos de la existencia, tanto personal como social. La

    rapidez vertiginosa con la que en poco más de tres décadas se

    modificaron instituciones, hábitos, costumbres, valores, etc., en la

    sociedad occidental, son el inicio más claro de que esas transfor

    maciones atañen no sólo los fenotipos de la "visión cultural del

    mundo" sino que modifican sus genotipos y nos colocamos, por

    tanto, ante una verdadera mutación de la cultura.

    Algunas características de esa situación cultural nos per

    miten vislumbrar el alcance de esas transformaciones, sin que sea

    posible todavía caracterizar de forma nítida el perfil de la nueva

    cultura en gestación. Lo más evidente, tal vez, sea la crisis gene

    ralizada de valores, con el vacío de sentido por ella generado, que

    afecta no sólo a los individuos sino también a la sociedad como

    un todo. Es lo que viene a tono con otro trazo característico de

    nuesto época que comenzó con la toma de conciencia ecológica

    y la necesidad de proteger el medio ambiente, y fue dilatándose

    hasta la preocupación del "cuidado de la tierra" como espacio co

    mú n de la humanidad : es necesario y urgente establecer una

    "nueva alianza" de los seres humanos con la naturaleza si quere

    m os preservar el futuro de la vida y su cualidad hum ana. Esta

    conciencia se impone cada vez con más fuerza en las diversas so

    ciedades y culturas, a pesar de las grandes resistencias que en

    cuentra en la ceguera de los distintos grupos interesados en

    explotar económicamente la naturaleza, como si ella fuese una

    fuente inagotable de "recursos".

    Detrás de esa toma de conciencia hay una reacción contra

    la concepción puramente funcional, utilitarista e instrumental de

    la naturaleza en nombre de las posibilidades ilimitadas de la cien

    cia y de la técnica, y un rechazo abierto del tratamiento preda

    torio impuesto a la naturaleza por el hambre devoradora de la tec

    nología moderna. La raíz última de esa crítica es la crisis de la

    propia razón moderna y el ocaso de las ideologías por ella segre

    gadas :

      el  fracaso de lo que se podría denominar "proyecto de la

    modernidad", el desencanto con sus "conquistas" y la consecuen-

    9

    te crítica a sus presupuestos. Ese es el significado de lo que se

    acostumbra nominar "posmodernidad". La ciencia y la técnica

    son incapaces de ofrecer al individuo razones para vivir, de desci

    frarle el sentido de la vida y la unidad de su existencia. Ahora

    bien, sin unidad y sentido, el ser humano no puede vivir. Esas

    contradicciones explosionarán de manera patente con la globali-

    zación de la economía.

    Técnica y conocimientos están cada vez más asociados a

    la riqueza económica y al capital. La "globalización de la econo

    mía" es, en verdad, la globalización del capital financiero -con

    los desequilibrios económicos y sociales que él produce- y la

    prueba más acabada de la nueva división de la tierra en "dos

    mundos": el mundo de los ricos y el de los pobres. En cierto sen

    tido,

     la crisis de la cultura occidental se tornó "mundial", pero por

    otro lado, hace posible - a través de la ciencia y de la tecnolo gía-

    la aproximación entre pueblos y culturas muy diferentes.

    Esa aproximación de la cultura es, sin duda, uno de los

    aspectos más decisivos de la situación cultural contemporánea.

    La movilidad que permiten hoy los modernos medios de transpor

    te y la divulgación inmediata de todo y cualquier acontecimiento

    a través de la transmisión instantánea por los medios de comuni

    cación, operan una especie de "reducción" del espacio y del tiem

    po infinitos a dimensiones que pueden ser administradas por cual

    quier persona. El mundo, como previera McLuhan, se volvió una

    pequeña "aldea global" al alcance de la mano. No es exagerado

    afirmar que hoy convivimos -en tiempo real y, sin duda, virtual-

    mente- con personas y acontecimientos que llegan a nosotros de

    países y culturas que hasta hace poco nos resultaban tan distantes

    cuanto misteriosos.

    Esta experiencia, unida al fenómeno creciente de las mi

    graciones en masa, nos da la medida de la riqueza potencial de

    esa presencia e interacción mutua entre las culturas y, al mismo

    tiempo, del choque cultural que tal situación representa. El descu

    brimiento del "otro", la pura y simple constatación de su "dife

    rencia" -es por ahí que comienza la diversidad que representan

    las culturas- antes de ser un encuentro que enriquece es una con

    frontación perturbadora, un factor que nos descentra de nuestro

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    Presentación

    propio punto de vista y de nuestra perspectiva cultural. Es lo que

    acontece con la cultura occidental. Es uno de los factores que

    explican la crisis por la que ella atraviesa. El contacto con otras

    culturas la obligó a des-absolutizar su punto de vista, a reconocer

    se como  un a  cultura entre otras muchas, a relativizar su preten

    sión de ser una cultura "superior", a la cultura tout court,  "univer

    sal"  por excelencia. Y aceptar que ella es simplemente diferente,

    pero tan "particular" como las otras, y por eso capaz de entrar en

    diálogo, de ser enriquecida y de enriquecer. Eso se volvió patente

    en cuanto a la dimensión religiosa de la cultura. ¿Cómo explicar

    sino la fascinación ejercida sobre el Occidente cristiano por las

    religiones orientales a partir, sobre todo, de la segunda mitad del

    siglo XX?

    El  cambio religioso  es el segundo aspecto de la transfor

    mación cultural de Occidente. Se manifestó en un primer momen

    to ,

      en la secularización progresiva de la sociedad y de la cultura,

    a partir de los años 60 del pasado siglo. Tres década después,

    contra todas las previsiones de los sociólogos de la muerte de

    Dios,

      la veta religiosa salió a la superficie de manera inesperada.

    Fenómeno que los propios sociólogos denominaron "retorno de

    lo religioso" o "revancha de lo sagrado". Esas oscilaciones eran

    solo la punta del iceberg, la manifestación visible de una transfor

    mación más profunda: la tentativa de la cultura moderna de auto

    comprenderse, organizarse en sociedad y construir el sentido de

    la historia dentro de los límites de la inmanencia mundana, deste

    rrando de su horizonte cualquier referencia a la trascendencia.

    Esa búsqueda de lo sagrado, que asume de facto las for

    mas más contradictorias, es inseparable de la crisis en la que se

    sumergió la sociedad occidental. Lo que podría significar, por un

    lado,  que la intrascendencia de la vida, ese confinamiento del in

    dividuo en el horizonte estrecho de la inmanencia, acaba sofocan

    do a la persona y se vuelve insoportable. Por otra parte, podría ser

    la prueba de que no es tan fácil para el ser humano sofocar por

    completo la trascendencia que lo habita, sin que eso signifique

    que la cuestión de Dios haya sido resuelta. Por el contrario, es en

    el fondo de esa crisis donde deben ser buscadas las causas de esa

    formidable  transformación cultural de

      lo

      religioso  que caracteri

    za a la sociedad occidental.

    Alternativas

    n

    Tres factores parecen estar configurando esa "situación

    espiritual" en la que puede ser detectada la metamorfosis de lo re

    ligioso en la sociedad occidental: el factor   cultural  del "cambio

    antropocéntrico" de la modernidad, el sorprendente   retorno de lo

    religioso reprimido, y el fenómeno del pluralismo religioso como

    uno de los resultados del encuentro entre culturas diferentes. La

    crisis actual es el resultado de la interacción de esos tres factores.

    ^[primero  estaba implícito en lo que arriba fue dicho so

    bre el cambio cultural: el viraje antropocéntrico llevaba consigo

    una  transformación de las relaciones del sujeto moderno con la

    trascendencia,  lo que se volvió manifiesto en el desplazamiento

    social de la religión. Ella no tiene ya en la sociedad moderna una

    función de justificación. La sociedad se organiza en todas sus di

    mensiones (sociales, políticas, económicas y culturales), según

    los criterios por ella misma establecidos, lo que en sí mismo re

    presenta una conquista: la necesaria distinción y separación entre

    las esferas social y religiosa, y la justa afirmación de la autono

    mía de la sociedad con relación a la Iglesia.

    Esa emancipación se prolongó hasta la trascendencia. El

    viraje antropocéntrico colocó al ser humano como centro absolu

    to de toda la realidad, "principio y fundamento" de lo que es bue

    no , de lo que tiene valor, de lo que puede ser admitido y de lo que

    debe ser rechazado. En otras palabras, el ser humano no solo se

    entiende a partir de sí mismo sino que se funda en sí mismo. Por

    ello,

     puede disponer plenamente de sí, del mundo y de la historia.

    Esta inflexión de todo el dinamismo humano para dentro de la

    historia no podía dejar de tener consecuencias en la construcción

    del sentido de la vida. El vacío de sentido que aflige a la sociedad

    moderna parece estar mostrando que el ser humano no se conten

    ta fácilmente con las "pequeñas trascendencias" que pretenden

    subsistir a la verdadera "trascendencia mayor". Sea como fuere,

    aquí está el primer aspecto de una profunda transformación de lo

    religioso por lo cultural.

    El  segundo factor  de la "situación espiritual" es el retor

    no anárquico de lo religioso

      y bajo las formas más heterogéneas,

    fenómeno nada plausible después de la secularización progresiva

    de la sociedad moderna a partir de los años 60 del siglo pasad o.

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    Presentación

    No se puede negar que ella tenga alguna relación con la crisis de

    sentido que afecta no sólo a los individuos, sino también a la so

    ciedad como un todo. Es como si, sofocado por la intrascendencia

    de la vida y cansado de sus proyectos de autosalvación, el hom

    bre moderno vislumbrase en ese redescubrimiento de la religión

    una puerta para salir de sí, para trascenderse, en búsqueda de res

    puestas para sus necesidades subjetivas: las cuestiones fundamen

    tales de la vida, de la muerte, del sentido y del amor.

    Pero no debemos engañarnos. El retorno de lo religioso

    no equivale al reencuentro con Dios. Es ahí donde radica la nove

    dad y la ambigüedad del fenómeno. Rigurosamente no se trata de

    un "retorno" porque no hay una vuelta a las formas religiosas tra

    dicionales. Por el contrario, las religiones tradicionales ya no res

    ponden a esa búsqueda de "trascendencia" y de "espiritualidad".

    Lo sagrado es reconstruido de manera muy subjetiva, en una sim

    biosis contradictoria de horizontes y perspectivas en la que es

    posible encontrar ciencia, filosofía, gnosis, religiones orientales,

    esoterismo, ocultismo y hasta las formas religiosas más arcaicas.

    Es esa diversidad la que se acostumbra a ser agrupada bajo la có

    moda denominación de "nuevos movimientos religiosos". Ahí

    despunta el segundo aspecto de la transformación cultural de lo

    religioso: para dar cabida a tal heterogeneidad es preciso extender

    de tal forma el concepto de lo "religioso" que él pierde su sentido

    original. De ahí la ambigüedad del fenómeno y la lucidez indis

    pensable para discernir ese sorprendente "ímpetu religioso".

    El

      tercer factor,

      finalmente, es el hecho de que vivimos

    en una época de  pluralismo religioso  en que el encuentro entre

    las religiones se hizo realidad. Pluralismo "de facto". Religiones

    que hace algún tiempo nos resultaban extrañas y hasta exóticas

    forman parte hoy de nuestro convivir cotidiano. Y pluralismo "de

    derecho", porque a los ojos del derecho, dentro del cual se consti

    tuyó el Estado moderno, todas las religiones son iguales y sujetas

    a los mismos derechos y deberes. Es todavía pronto para prevenir

    todas las consecuencias de esta nueva situación. Si, por un lado,

    es una realidad cargada de promesas, por otro, ya probó que po

    see en sí misma una enorme carga explosiva, por la inextricable

    relación que existe entre religioso, cultural y étnico. La actualidad

    viva -en todos los continentes—es la prueba cabal de cómo es di-

    Alternativas

    13

    fícil, igualmente dentro de un mismo país, la convivencia entre

    los diversos grupos religiosos.

    Ese es, sin duda, un tercer aspecto de nuestra "situación

    espiritual" que contribuye a la transformación cultural de lo reli

    gioso,

      porque no encuentro entre las grandes religiones de la hu

    manidad la aparente univocidad del lenguaje (divino, trascenden

    cia, Dios, realidad última, experiencia mística, etc.) esconde

    experiencias diferentes de Dios, de la relación del sujeto con Dios

    y con el mundo, de la salvación, etc. que no son intercambiables.

    ¿Puede el moderno sujeto occidental, marcado por la tradición

    cristiana  de Dios, contentarse con una trascendencia que no sea

    personal? ¿Puede él renunciar a su condición de "persona" ante

    Dios y a su responsabilidad por la historia? ¿Es suficiente perder

    se en el Todo o sumergirse en la Plenitud cósmica para realizar la

    búsqueda de la trascendencia?

    Al contemplar simultáneamente esos tres aspectos, toma

    mos conciencia del alcance de la transformación cultural de lo re

    ligioso en la sociedad occidental. Por un lado,

     la extensión sin lí

    mites del concepto de lo "religioso " se vuelve cada vez más im

    preciso su entorno y ambigua la experiencia que de él resulta.

    Hoy, muchas de las experiencias "espirituales" son experiencias

    de centrarse, sumergirse en la propia interioridad. En tales expe

    riencias, "dios" es apenas un pretexto para el encuentro de la per

    sona consigo misma. Ese es un segundo trazo de la trasnforma-

    ción de lo religioso operada por la modernidad:

     el desplazamiento

    del horizonte de sentido con una profunda metamorfosis de lo sa

    grado.

      Muchas de las actuales formas y expresiones religiosas se

    inscriben en el horizonte de una trascendencia real, anterior y

    exterior al sujeto, pero en el horizonte de la inmanencia. Lo "sa

    grado" es lo humano, ks causas, los valores, las experiencias éti

    cas en las que las personas, de alguna forma, salen de sí mismas y

    se "trascienden". ¿Pero estamos ante un sagrado trascendente o se

    trata de un sucedáneo del verdadero Absoluto? Ese desplaza

    miento explicaría un último trazo de la actual transformación de

    lo religioso: el igualamiento de las experiencias de búsqueda y el

    resurgir deformas arcaicas de lo religioso.

      Es como si todo fue

    se igualmente válido y

     las

      mediaciones de la búsqueda fuesen in

    tercam biables . ¿Pero puede el sujeto moderno regresar al pasado

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    Presentación

    y volver atrás del salto cualitativo que representó para la concien

    cia humana la conquista acontecida cuando surgieron las grandes

    religiones mundiales en el primer milenio antes de Cristo?

    Es lo que llevó a algunos estudiosos a designar la situa

    ción actual como "segunda época-axial", utilizando la expresión

    que K. Jaspers acuñara para caracterizar la ruptura introducida en

    la conciencia religiosa de la humanidad por el surgimiento de las

    grandes religiones, aproximadamente entre 800 y 200 a.C. En una

    misma área geográfico-cultural, y simultáneamente, tuvo lugar

    una radical transformación de la visión del mundo que estaba li

    gada a la depuración de la idea de lo divino y cambió la manera

    humana de relacionarse con la trascendencia. Los efectos de ese

    cambio marcaron el curso de la historia y de la civilización hasta

    hoy, en el ámbito sociocultural y en el ámbito religioso. Las pro

    fundas transformaciones por las que pasa hoy Occidente, tanto

    desde el punto de vista cultural como religioso, hacen tentadora

    esa aproximación. Tanto más que, una de las características de

    nuestro tiempo, es la aproximación entre las mismas culturas y

    religiones que hacen parte de aquella misma área en la cual tuvo

    lugar aquella primera mutación. ¿No estaríamos viviendo hoy,

    por lo menos en Occidente, un cambio semejante?

    No es necesario un gran esfuerzo para percibir que esas

    transformaciones, cultural y religiosa, de la modernidad, afectan

    profundamente el cristianismo y le obligan a repensarse en su to

    talidad. En primer lugar, el  desplazamiento social.  No es fácil la

    separación entre cristianismo y cultura, sobre todo desde la cris

    tiandad medieval, en la que ser ciudadano y ser cristiano eran si

    nónimos. Lenta pero implacablemente, el proceso de la moderni

    dad puso fin a esa situación. Al constituirse en autonómica a par

    tir de los presupuestos que ella misma se da, la sociedad moderna

    dislocó la religión -en este caso, el cristianismo- para la periferia

    de la sociedad. A poco, todos los ámbitos que constituyen el te

    jido de la vida social fueron siendo arrancados de la tutela de la

    Iglesia. La religión quedó confinada al ámbito personal y parti

    cular de los individuos; ella no desem peña ya una función soc ial.

    Hasta hoy, es difícil para el cristianismo -por lo menos

    para la Iglesia católica- asimilar todas las consecuencias de ese

    Alternativas

    l.s

    desplazamiento, lo que, por un lado, es comprensible, pero por

    otro,  lamentable. Comprensible, porque ello significa la pérdida

    del lugar privilegiado que la Iglesia ocupó durante tantos siglos

    en la sociedad occidental, con todas las ventajas que le procuraba:

    visibilidad, poder, influencia en la configuración de la vida social

    entre otros. Pero lamentable, porque esa resistencia genera ani

    mosidad y antipatía contra la Iglesia y en nada contribuye para

    que ella se sitúe en esa nueva realidad social y encare, con nuevas

    bases,

      la evangelización de la nueva situación cultural. Pero la

    aceptación de ese desplazamiento significaría reconocer y aceptar

    el fin de un cristianismo sociológico y de una visión prioritaria

    mente institucional y jerárquica de la Iglesia.

    La segunda consecuencia de esa transformación es lo que

    puede llamarse  la ruptura entre cristianismo y cultura occidental,

    aspecto relacionado con el anterior y no menos problemático. Fue

    en esa especie de simbiosis histórica entre fe cristiana y cultura

    occidental que el cristianismo llegó hasta nosotros. La crisis de la

    modernidad pone al desnudo esa identificación y el desfase teóri

    co y práctico, lo que se revela en la crisis de valores, en el indivi

    dualismo exacerbado y en el cierre del horizonte de la trascen

    dencia. La cultura de la modernidad dejó de ser cristiana, aunque

    queden en ella vestigios indelebles de su convivencia secular con

    el cristianismo. Pero ella no se inspira ya en el cristianismo. Y, en

    ese sentido, podría ser designada como "poscristiana".

    Esa situación, paradójicamente, libera al cristianismo de

    la tentación de identificarse con   un a  cultura, la occidental, y crea

    las condiciones, para que ella pueda ser, de hecho, universal. La

    fe tiene que ser dicha en todas las culturas. El cristianismo solo

    puede existir encarnándose por dentro de cada cultura, pero él no

    se identifica con ninguna porque no se agota en ellas. Es el de

    safío que levanta la inculturación, tan anhelada como delicada,

    con todo su alcance ylas consecuencias que empezamos apenas a

    vislumbrar. ¿Pero no fue ese el riesgo corrido por el cristianismo

    al adentrarse en la cultura helenística, abandonando su suelo natal

    que era el judaismo?

    Es comprensible que esa ruptura nos asuste. Ella repre

    senta el fia de la figum histórica del cristianismo que nosotros co-

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    16

    Presentación

    nocemos, la forma en la que él se encarnó y le dio consistencia y

    visibilidad durante tantos siglos. La crisis de la cultura moderna

    no podría dejar inmune la fe cristiana y sus "traducciones" cultu

    rales,

     no solo el lenguaje utilizado, sino también el horizonte teó

    rico de comprensión, las formas institucionales y las expresiones

    religiosas. Todo eso nos da la medida de lo que está enjuego para

    la fe cristiana en este momento histórico. No se trata de reformas,

    ni de simples adaptaciones al nuevo contexto, sino de repensar la

    totalidad del cristianismo a partir de los nuevos presupuestos. Ta

    rea ingente, para la cual la mayoría de los cristianos, a juzgar por

    lo que acontece, no estamos todavía preparados. Sin haber reali

    zado todavía la transposición del cristianismo tradicional hacia el

    horizonte de la modernidad, somos requeridos ya a repensar y

    traducir la fe en el contexto de la posmodernidad.

    Hay muchos indicios de no habernos puesto de acuerdo

    todavía -inclusive en las distintas esferas del ejercicio de la auto

    ridad pastoral de la Iglesia- de la gravedad de la situación actual.

    Nos tendríamos que preguntar si las nuevas opciones pastorales

    toman en cuenta el futuro que nos provoca o un pasado que debe

    ser protegido a toda costa. El pragmatismo inmediato de ciertas

    propuestas de evangelizaciór hacen sospechar que estamos habi

    tados todavía por el fantasma de la cristiandad o de la neo-cris

    tiandad: primacía de lo cuantitativo sobre la calidad cristiana de

    la vida. ¿Estaremos preparando de esa forma el terreno para una

    verdadera recomposición de la experiencia cristiana en su totali

    dad, para que pueda advenir un futuro nuevo de la fe?

    (Traducción de José Miguel Paz

    Jorge Arturo Chaves

    17

    ¿U N Ú N I C O D ES A R R OLLO

    HU MA N O I N TEGR A L?

    Jorge Arturo Chaves

    1

    L- Unidad en la acción d entro de un

    pluralismo religioso

    De la salvación al desarrollo humano

    Mientras que las religiones hablen de salvación del ser

    humano en un sentido trascendente, metahistórico, las ciencias

    sociales pueden quedarse tranquilamente al margen. Pueden escu

    char ese discurso con escepticismo o con relativa curiosidad cien

    tífica. Pere no tienen por qué plantearse preguntas propias del

    ámbito de sus disciplinas. La situación cambia cuando las diver

    sas tradiciones religiosas empiezan a decir que su concepto de

    salvación tiene el sentido de realización humana plena, de libera

    ción integral de todos los grupos y personas, de la superación de

    las manifestaciones de odio, de violencia, de dominación, de

    explotación, de divisiones con enfrentamiento. Ahí se pisa un te

    rreno tangible, de logros o fracasos comprobables. Ahí parece

    que las religiones deten hacerse acompañar de economistas, so

    ciólogos, jsicólogos  y  otros profesionales de campos afines, a la

    hora

     de

     plantear metas y verificar resultados.

    Correos electrónicos: [email protected] [email protected] 

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]

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    ¿Un único desarrollo humano integral?

    No quiere decir esto que se confundan los planos, desde

    el punto de vista epistemológico. No tiene por qué producirse una

    inadecuada absorción de una y otras formas de conocimiento y de

    prácticas. Pero en la medida en que una de las partes apele a la

    idea de "plenitud" hum ana, de una medida de "excelencia" de los

    logros, de un aumento en dignificación y humanización, la rela

    ción se torna ineludible.

    En la medida en que la "salvación religiosa" empiece ya,

    aquí y ahora, y en tanto en cuanto "nada humano le resulta aje

    no",  tendrá que buscarse la manera de articular su enfoque y vi

    sión del mundo con el plano de la estrategia instrumental propia

    de las ciencias empíricas modernas. En definitiva, tendrá que ser

    capaz de aclarar si los avances en materia de desarrollo humano

    lo son también y en qué sentido en la perspectiva de plenitud, de

    espiritualidad. Y viceversa: si cada logro en materia económica,

    política o social es, por sí mismo, un avance en el camino de la

    plenitud de la humanidad conforme lo han perseguido los grandes

    maestros de las diversas tradiciones espirituales. En cualquier ca

    so , ¿cómo decidir lo que es un logro y un avance?

    El paso al ecum enismo social

    Las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado vie

    ron aparecer en los llamados países del Tercer Mundo una nueva

    forma de relacionarse las diversas iglesias y tradiciones religio

    sas.

      La extensión y gravedad de la pobreza y desigualdad eran de

    tal magnitud que inevitablemente golpearon las conciencias sen

    sibles de hombres y mujeres creyentes de una u otra confesión.

    Se generó una nueva percepción de la lectura del evangelio y de

    los libros sagrados. Se construyeron a partir de esas experiencias

    y esas lecturas nuevas reflexiones sistemáticas como la teología

    de la liberación, la teología negra, o las concebidas con un enfo

    que de género. Y dentro de estas nuevas perspectivas, se fue im

    poniendo la prioridad de coincidir, más allá de las fronteras insti

    tucionales y doctrinales, en una práctica común conforme a aspi

    raciones compartidas de justicia, de equidad, de libertad y soli

    daridad.

    Jorge Arturo Chaves

    Las discusiones en materia litúrgica, dogmática, canóni

    ca, o simplemente de creencias, podían continuar y llevar su pro

    pio ritmo multicentenario. Pero la urgencia impuesta por el sufri

    miento de los millones de pobres y excluidos de los beneficios de

    este mundo, impelía a unirse en una acción transformadora de la

    sociedad. Surgió, en particular en Latinoamérica, una especie de

    nuevo "ecumenismo" práctico, de carácter social, en el que cre

    yentes de diversas confesiones podían unir sus manos en una obra

    común impostergable: la liberación, el desarrollo humano inte

    gral, el crecimiento con equidad y sostenibilidad. Estos esfuerzos

    ecuménicos,  incluso, estaban abiertos a integrarse con los de to

    dos los demás miembros de la sociedad civil que no profesaban

    ninguna adhesión religiosa.

    Discusiones abiertas

    Los giros teóricos y prácticos implicados en esta "vuelta

    al mundo " de las tradiciones religiosas, dieron lugar a nuevos es

    pacios de discusión y reabrieron otros antiguos. A un pontífice de

    la clarividencia de Pablo VI no le temblaría el pulso para apreciar

    el valor religioso de ese cambio. En su discurso paradigmático de

    clausura del Concilio Vaticano II

    2

    , difícilmente igualado por nin

    guno de sus sucesores, de manera categórica negó que la vuelta

    de la Iglesia hacia la "dirección antropocéntrica de la cultura mo

    derna" fuera una desviación. Para él se trataba de un movimiento

    religioso auténtico, inspirado en la caridad y en la   "unión de los

    valores humanos y temporales, con aquellos propiamente espiri

    tuales, religiosos y eternos  .  Pero la historia no avanza de mane

    ra lineal y ascendente.

    Cuatro décadas después, en torno a la V

    a

      Conferencia del

    Episcopado Latinoamericano, otros dirigentes católicos, además

    de ignorar los textos del Concilio en sus referencias, hablan con

    intención apenas oculta de  "no confundir el evangelio con socio

    logías  .

      La discusión aflora de nuevo. Y junto a ella surgen las

    nuevas preguntas -tanto teológicas corno científicas- sobre la re

    lación entre los conceptos de promoción humana, des arrollo, cali

    dad, excelencia , plenitud. Todos pretenden apuntar a un nivel de

    Pablo VI, El valor religioso del Concilio.  Discurso en la clausura del Concilio

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    ^0 ¿Un único desarrollo humano integral?

    humanización y de sostenibilidad planetaria. Pero es necesaria

    una precisión de pensamiento para ver en qué medida se trata de

    sinonimia, de articulación complementaria o de realización con

    forme a niveles o dimensiones del ser humano y de la realidad.

    En estas páginas ni siquiera se inicia ese análisis pendiente. Aquí

    interesa otro aspecto de la discusión.

    Un "ecumenismo" inestable

    Lograr una unidad práctica en torno a la transformación

    de una sociedad injusta, pudo suponer la superación o suspensión

    temporal de controversias doctrinales entre las diversas tradicio

    nes religiosas. No necesariamente suponía un reconocimiento de

    la igual validez de cada una de ellas, ni una renuncia a su respec

    tivo afán proselitista. Se trató de una convergencia en la acción

    por la liberación y el desarrollo, cada una desde su respectiva

    motivación religiosa. Sin embargo, si bien esa opción permite su

    perar discusiones de índole doctrinal teológico, muy pronto da lu

    gar a otro tipo de debate y a plantear de otra manera y en otro pla

    no lo que puede significar un pluralismo deseable. Donde quizás

    primero se manifiesta es en el campo de lo político. Las medidas

    de política pública, sobre todo, suelen obedecer o, más bien, aso

    ciarse con discursos legitimadores que hablan del bienestar del

    país, de los grupos más desfavorecidos, así como del crecimiento

    de la economía y la redundancia de sus beneficios para todos los

    sectores sociales.

    Pero no todos suscriben el conjunto de esas medidas ni

    con el mismo optimismo ni con la misma interpretación. Sobre la

    eficacia o acierto de supuestas estrategias de desarrollo se esta

    blece pronto una diversidad de posiciones cuando no un conflicto

    polarizado. Por eso, del nivel de la política, el pluralismo, salta

    enseguida al de las concepciones teóricas científicas, y al de las

    significaciones culturales. No parece decir lo mismo, con la mis

    ma palabra, el neoliberal que habla de desarrollo y bienestar, y de

    la forma de lograrlos, que quien acoge el mismo tema con la pers

    pectiva de los pequeños produ ctores, de los sindicalistas o de m u

    chas organizaciones no gubernamentales. Y en cuanto a la per

    cepción cultural, habría que verificar la medida en que coinciden

    o no sobre el contenido del término "desarrollo" y formas de al-

    Jorge Arturo Chaves

    21

    canzarlo, comunidades indígenas, grupos de mujeres, afroameri

    canos, sectores rurales, urbanos y suburbanos. Esa pluralidad, ¿es

    un punto de partida que hay que superar o una situación de

    seable?

    II.- El inasible concepto de de sarrollo

    Realidad y concepto de "lo menos humano"

    La realidad correspondiente a la idea de "subdesarrollo"

    de un país es ya antigua. Antigua si la identificamos con una si

    tuación generalizada de pobreza, de insuficiente capacidad pro

    ductiva y organizativa, de escasa seguridad frente a los desastres

    naturales e históricos, de bajos niveles de crecimiento y madurez

    de los recursos humanos y materiales. Y más si todo esto contras

    ta con los niveles logrados por otros países a veces relativamente

    cercanos. Es decir, el prefijo  sub  indica una situación de inequi-

    dad en una perspectiva comparativa. Se trata de una desigualdad

    en la dinámica de desenvolvimiento entre países que puede en

    contrarse acentuada, al menos, desde los albores de la Revolución

    Industrial y que no excluye, por lo demás, otra desigualdad al in

    terior de los mismos países, tanto los que se encuentran en buena

    como en mala posición relativa.

    En cambio el "desarrollo" y el "subdesarrollo" como ca

    tegorías propias de una teoría, son bastante recientes. Aparecen

    con posterioridad a la segunda Guerra Mundial, hacia la primera

    mitad del siglo pasado. Y, lo que resulta interesante observar, no

    se han mantenido ni unánimes ni estáticas desde entonces. Hay

    diversas conceptualizaciones y teorías del desarrollo. Por eso,

    también, ha habido y continúa habiendomodificaciones en las es

    trategias para transformar los calificados como pa íses subdesarro-

    llados o, de manera eufemística,

      en vías de desarrollo.

      Es preci

    samente esa distinción entre lo que son

     los

     problemas de los paí

    ses pobres y la conceptuahzacion teórica que se ha utilizado para

    explicarlos, lo que permite entender porqué se producen, con fre

    cuencia, enfrentamientos y conflictos entorno a medidas políticas

    que se intentan aplicar en un país o re gir á.

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

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    22

    ¿Un único desarrollo humano integral?

    De m anera consciente o inconsciente, explícita o implíci

    ta lo que se da a menudo es una confrontación no en m ateria pu

    ramente técnica (por ejemplo, si una medida de comercio exterior

    o del campo fiscal va a producir o no determinados resultados),

    sino en el campo de la concepción de conjunto de d esarrollo que

    unos u otros emplean. Es el caso cuando se introducen prácticas

    unilaterales y

     reduccionistas,

      como lo son todas aquellas que re

    ducen el tema del desarrollo a un asunto solo o principalmente

    económico. Obedecen a esas visiones que pueden llamarse

      eco-

    nomicistas

     y que, a su vez, responden a una visión distorsionada

    o fragmentada de lo que es la economía, como se verá más ade

    lante. Es normal que se cree un conflicto con quienes consideran

    que el desarrollo es bastante más que el solo crecimiento eco

    nómico.

    Diversidad de concepciones

    A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, esa teoría

    del desarrollo experimentó notables variaciones. En los años 50 a

    60 se pensaba en la inversión en capital físico e infraestructura,

    como gran solución para lanzar los países "retrasados" hacia ade

    lante. En una versión particular de esta visión, impulsada en los

    países de Latinoamérica, se insistió en la necesidad de llevar esa

    inversión en capital al grado de sustituir las importaciones con un

    desarrollo de producción industrial propia. Es una perspectiva

    asociada con lo que luego se conoció como el "modelo de sustitu

    ción de imp ortaciones".

    En los años 70, sin dejar de lado esos factores, se les vio

    insuficientes y se subrayó la importancia de invertir también en

    salud y educación para mejorar el ingreso. En América Latina

    surge entonces la controvertida interpretación conocida como

    "teoría de la dependencia", que apuntaba a la necesidad de cam

    biar el tipo de relaciones entre los países del "centro" de la diná

    mica económica y los de la "periferia", para eliminar los condi

    cionantes del desarrollo. Esta estructura existente se relacionaba,

    por lo demás, con la herencia histórica del colonialismo de las

    grandes potencias en paíse s como los de América Latina.

    Jorge Arturo Chaves

    23

    Es de los años ochenta al presente, y tras las crisis inme

    diatamente anteriores, que se radicalizan las concepciones de de

    sarrollo y la oposición entre las mismas. Por una parte, con el

    aval de los

      organismos financieros internacionales

      deja de ha

    blarse propiamente de "desarro llo" y se pone el énfasis en la im

    portancia del crecimiento productivo. Los defensores del nuevo

    enfoque pensaban que ese crecimiento habría luego de beneficiar,

    po r derrame,  a todas las capas de la sociedad. Se centró entonces

    la atención en la buena gerencia de la economía y en el libre jue

    go de las fuerzas del mercado

      como dinamizadores del creci

    miento. Por contar con el respaldo que tenían estas teorizaciones,

    sus correspondientes estrategias de acción se generalizan a nivel

    mundial, caracterizando la dinámica de la globalización, y apli

    cándolas no importa a qué país ni de cuál tradición cultural se

    tratara.

    La reacción se produce en la última década del siglo pa

    sado ante la evidente ineficacia de esa orientación de la economía

    en cuanto al combate de la pobreza y la desigualdad. Las Nacio

    nes Unidas, por medio de su Programa de Desarrollo (PNU D) ini

    cia una nueva tendencia, de alguna manera seguida incluso por el

    Banco Mundial y generalizada, al menos a nivel teórico. Se trata

    de un enfoque m ulticausal de la pobreza y del desarro llo, una re-

    conceptualización del que se sigue un énfasis en su comprensión

    como un

      "proceso mediante el cual se amplían las oportunidades

    de los individuos",

     en la línea analítica abierta por el economista

    indio Amartya Sen. La atención pasa del crecimiento del ingreso

    a la formación de capacidades humanas

     y

     el uso que la gente ha

    ce de esas capacidades adquiridas. De las estrategias reduccio nis

    tas se traslada a la búsqueda simultan ea

     de

     metas en la gene ración

    de activos, empoderamiento y redes de seguridad. No se habla ya

    solo de factores económicos, sino también extraeconómicos; no

    se trata de una simple yuxtaposición de causas, sino de un acerca

    miento comprehensivo al desarrollo dentro del cual no hay jerar

    quía de importancia. Todos los elementos son profundamente

    complementarios.

    Si bien es cierto que el enriquecimiento conceptual se

    produce a lo largo de un proceso de décadas, este no se ha dete

    nido. Se continúan recibiendo apo rtes , ésd e los ligad os a la idea

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    24

    ¿Un único desarrollo humano integral?

    de

     sostenibilidad,

     hasta los que p ropugnan un enfoque de

     género,

    pasando por los que se ligan a una perspectiva de economía

      po

    pular

      y

      comercio justo.

      Además, esa evolución tampoco quiere

    decir que en los albores del siglo XXI se alcance unanimidad de

    posiciones, ni a nivel de organismos, ni de gobiernos. Ni en dis

    cursos ni en prácticas.

    La demanda de políticas públicas eficaces para lograr el

    despegue de los países

      no desarrollados,

      si bien corresponde a

    aspiraciones y necesidades profundas de todos los pueblos, no se

    encuentra con una oferta única de supuestas vías de salida. La

    versión enriquecida de desarrollo sigue coexistiendo con prácti

    cas heredadas del período anterior, de la década de los 80, donde

    sigue produciéndose la confusión entre desarrollo y crecimiento

    (mal llamado "desarrollo" económico). Siguen prevaleciendo las

    concepciones más

     economicistas

      contra las más abarcadoras e in

    tegrales de desanollo y es preciso y urgente, en los estudios que

    conesponda, examinar con cuidado a qué puede deberse este fe

    nómeno.

    Un problema específico que se hereda a lo largo de esta

    evolución y que puede explicar en parte el problema, es el de la

    situación y orientación de esa ciencia económica que sigue siendo

    dominante en los medios académicos de influencia política -la

    llamada en inglés

      "main stream Economics "-.

      Su método y en

    foque no favorece en nada esta nueva perspectiva para examinar

    el tema del desarrollo. Ha estimulado, más bien, en la gestión de

    la globalización, el predominio de lo que se ha calificado preten

    ciosamente como "pensamiento único".

    Una ma yor dive rsidad : desarrol lo y perspect iva cul tural

    Es ,  sobre todo, el análisis de la ética del desarrollo -otra

    joven disciplina-, la que permite ver que no existe un salto fácil

    de la conciencia de pobre za

      y

     desigualdad a la aspiración al desa

    rrollo, así sea en su versión enriquecida descrita en pánafos ante

    riores. Un proceso y una estrategia de desarrollo son consideradas

    deseables o no, siempre en relación a la visión particular que se

    tenga del sentido de la vida, pensada como algo apreciable, digno

    para la vida de los habitantes de un determinado país, región o

    Jorge Arturo Cha ves

    25

    etnia.

      "Conseguir el desarrollo no es un fin absoluto que se justi

    fica en sí mismo, sino un bien relativo, solamente deseable en

    relación a una visión particular del sentido de la vida. El fallo

    está en percibir esta relatividad que lleva a muchos a identificar

    el proceso de cambio mediante el desarrollo con su o bjetivo, por

    lo que se confunde un instrumento con su fin completo. Aunque

    en ciertos aspectos el desarrollo es deseado por sí mismo, en un

    nivel más profundo está subordinado a la vida digna "  (Goulet,

    1995:53).

    Por eso en el enfoque ético la pregunta central es "Desa

    rrollo, ¿para qué?" El mero hecho de plantearse este cuestiona-

    miento permite no dar por sentado que el desarrollo se define, sin

    más, como crecimiento económico. Ni siquiera como un proceso

    que aspira a lograr el nivel y estilo de vida que en el último siglo

    han alcanzado las naciones de mayor grado de crecimiento in

    dustrial y de acumulación de riquezas materiales. Pero ni siquie

    ra, tampoco, como el concepto evolucionado que, en definitiva,

    ha sido en gran medida producido en Occidente.

    No es fácil responder a la pregunta sobre el

      para qué

      del

    desarrollo, como no es fácil tampoco determinar en qué consiste

    una vida digna, deseable, dada la diversidad de lo que entienden

    los seres humanos por felicidad humana, y la abundancia de las

    perspectivas culturales y las tendencias a entender estos concep

    tos de manera etnocéntrica. Esta se transforma, pues en una pre

    gunta central que implica la no aceptación, sin más, de la compa

    ración entre países, para definir el desarrollo. Que plantea, ade

    más, nuevos cuestionamientos como qué es una situación "menos

    humana", qué es mayor o menor calidad de vida en relación con

    lo que piensan los seres humanos de lafelicidad humana, etc.

    Todas estas preguntas y el previsible pluralismo de res

    puestas puede llevar

     a

     pensar en que un acuerdo, un diálogo inter

    cultural sobre desarrollo, solo sea posible sobre un común deno

    minador muy bajo, si lo que interesa es responder al nivel del

    sentido último dada la abundancia délos "filtros de la cultura".

    En este último nivel parece una ilusión esperar el consenso. De

    ahí que solo se haya visto como posible el acuerdo en el nivel

    pragm ático. Buscar, por ejemplo, coincidencia en prio rida d de la

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

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    26 ¿Un único desarro llo huma no integral?

    satisfacción de las necesidades básicas de todos, en que la exce

    siva manipulación de los "mecanismos del deseo" alimenta frus

    traciones sin sentido y ahoga la libertad, en la valoración de la

    vida como un bien, o al menos como un mal m enor que la muerte

    o la aniquilación, en que la miseria de las masas es destructora de

    la vida y un mal, etc.

    Acercamiento desde las diferencias

    Es comprensible, sin embargo, que aún con el enfoque

    práctico no desaparecen los peligros del etnocentrismo al hablar

    de desarrollo cada uno en sus propios términos. Esto dificulta el

    acuerdo entre las diversas visiones. Por eso científicos sociales

    insisten en que la presentación abierta de los valores propios des

    de los que se parte puede constituir lógicamente una salvaguardia

    más segura de la relativa "objetividad" en vez de ocultarlos tras

    un supuesto modo de hablar "sin valores", impersonal y objetivo.

    Es con los valores que cada sociedad tiene que definir sus fines

    propios. Por eso esta apreciación ha conducido a los éticos del

    desarrollo a interesarse primordialmente por entender cuáles son

    los fines de una sociedad, antes de opinar sobre su grado relativo

    de desarrollo.

    Pero el reconocimiento ante la diferencia declarada de

    valores solo es un primer paso con m iras a un esfuerzo conjunto

    para impulsar un proceso de desarrollo. La manera de definir las

    necesidades básicas, la actitud ante la pobreza y la desigualdad,

    dependen de la respuesta que se dé en cada tradición, cultura o

    enfoque a la pregunta sobre lo que es la vida digna como fin del

    desarrollo.

    Un enfoque técnico va a subrayar los indicadores cuanti

    tativos (ingresos, producción, empleo, etc.), pero no puede ocul

    tar su dependencia de un enfoque ético que le proporciona como

    orientación más o menos implícita la finalidad del desarrollo -es

    decir, la imagen de vida que se considera mejor  cualitativa

    mente-.

      Este suele ser el problema de políticos y planificadores

    que dan por supuestos los fines, lo que en realidad conlleva una

    aceptación acrítica de los que tienen. (Por ejemplo, no se discute

    si son buenos en sí mism os y constituyen las prioridades del es-

    Jorge Arturo Chaves

    fuerzo social un nivel más alto de vida material, un crecimiento

    autosostenido, la eficiencia tecnológica y las instituciones espe

    cializadas modernas).

    Esta pluralidad que genera diversas respuestas al para qué

    del desarrollo es un hecho y, como indica Goulet, un valor que

    respetar. Respuestas divergentes tienen mucho sentido, aun pa

    sando por fronteras de ideologías, disciplinas científicas o cir

    cunstancias históricas, porque a veces persiguen fines próximos

    idénticos, por razones diferentes. Sin embargo, esto no es fácil de

    precisar.

    El mismo Goulet tras reconocer que es legítimo estable

    cer el fomento de la vida como uno de los fines generales del de

    sarrollo, observa cómo los desacuerdos surgen cuando nos move

    mos más allá de los bienes necesarios para mantenerla. En ese

    momento intervienen los "filtros de cultura", de manera tal que

    incluso gente alertada sobre peligros del etnocentrismo solo pue

    de hablar de y trabajar por el desarrollo en sus propios términos.

    Para este autor, no hay forma de evadirse de este dilema, y no hay

    por qué temerlo. No existe un método especial que nos capacite

    para hablar de modo no etnocéntrico sobre los últimos objetivos

    del desarrollo, pero lo importante es reconocer ese acento y enfo

    que propios.  "Cada cual tiene que enunciar sus propios juicios

    de valor y dejar que los de las otras

      culturas

      y constelaciones de

    valores respondan con diferentes grados de receptividad a sus

    ideas preferidas"  (p. 55).

    Este pionero de la ética del desarrollo no se queda ahí.

    Considera que es posible avanzar en la construcción de un acer

    camiento. Teniendo en cuenta la distinción entre los  absolutos

    culturales  y los  universales culturales,  piensa que no todos los

    absolutos son necesariamente etnocéntricos y no todas las ideo

    logías culturales tienen el mismo valor. De ahí que defienda con

    Malinowski que hay universales culturales porque hay necesida

    des humanas universales. Esto lleva a creer en absolutos transcul-

    turales, (normas racionales e ideales comunes compatibles con

    una actitud de tolerancia de las diferencias culturales) que permi

    ten el acercamiento entre las diversas

     culturas.

      "Todos los abo

    gados del desarrollo, de cualquier fama que lo definan, persi-

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    15/132

      ¿Un único desarrollo humano integral?

    guen unos determinados objetivos comunes relativos a la vida

    digna (...) incluso (...) las sociedades q ue rechazan el desarrollo,

    cuando se las examina, buscan el mismo fin: la vida digna "

     (p.

    56).

      Hablan de la posibilidad de perseguir unos determinados

    objetivos comunes relativos a la vida digna.

    Pero,

      ¿cómo entender la vida digna?

    3

      La mayoría de la

    gente siente rechazo instintivo ante lo que perciben com o calidad

    "inhumana" de miseria de las masas, aun y cuando a veces entre

    estas haya relaciones interpersonales más satisfactorias, menos

    impersonales, más adecuadas para satisfacer necesidades impor

    tantes. Este juicio sobre mayor o menor calidad de vida lo hacen

    con una referencia más o menos implícita a lo que constituye la

    felicidad humana, según sus propios valores culturalmente abso

    lutos.

      Pero el tema no es de la discusión de éstos sino el de

    descubrir si existen "universales culturales" que acerquen las di

    versas posiciones y prácticas. Conforme a éstos podrían definirse

    ciertos bienes que un desarrollo humano integral exija que sean

    suministrados por igual en todas las sociedades conforme a los

    deseos de las mismas. No es imprescindible que esos bienes ten

    gan la misma importancia en la escala de valores de todos con tal

    de que estén presentes en ellas. La respuesta de Goulet, en base a

    diversos estudios antropológicos, es afirmativa. Existen esos bie

    nes que tienen características de universales culturales. Para él

    "tres son los va lores que buscan como fines todas las personas y

    sociedades en su grado más alto: el sustento de la vida, la estima

    y la libertad. Estos bienes son universalizables en sentido prop io,

    aunque varíen sus modalidades específicas en diferentes épocas y

    lugares 

    (p. 56).

    Dentro de este enfoque toda estrategia de desarrollo de

    bería incluir los planes para proporcionar más y mejores medios

    para sustentar la vida de los miembros de su sociedad; para crear

    o mejorar las condiciones materiales de vida relacionadas de al

    gún modo con la necesidad percibida de estima; y librar a los

    hombres y mujeres de las servidumbres consideradas opresivas

    (de la naturaleza, de la ignorancia, de la de otros hombres y muje

    res,

     de las institucion es, de las creen cias). El fin aquí pued e ser

    Lo que sigue sobre este punto es un resumen de la exposición de Denis G oulet

    (1995).

    Jorge Arturo Chave s 29

    soltar a las personas de las ataduras de estas servidumbres y ele

    var sus oportunidades para su auto-realización, tal como la con

    ciban.

    Estos tres valores, por lo demás, se realizan en todas las

    dimensiones de la vida humana, de donde se concluye que según

    sea la concepción que se tenga del ser huma no así habrá que pen

    sar en un mayor o men or alcance del concepto de desarrollo. Con

    referencia a un trabajo realizado hace unos años por el Centro de

    Estudios sobre el Desarrollo (Marga Institute, de Sri Lanka)

    Goulet utiliza la imagen de "flor del desarrollo" para integrar seis

    dimensiones de la vida humana imprescindibles a la hora de defi

    nir un proceso de desarrollo: cultural, ecológico, económico, so

    cial, político y de "significado de vida plena" o de trascendencia.

    Sin embargo, como se ha dicho, esos tres valores comu

    nes, así como esas seis dimensiones, son resultado de un proceso

    de universalización, teórica. En la realidad concreta de cada pue

    blo su concreción y materialización vuelve a asumir una diver

    sidad interpretativa que, en ocasiones, pudiera incluso aparecer

    como contradictoria o competitiva con las concepciones de otras

    culturas. No se ve fácilmente c ómo, al menos en esos c asos, pue

    dan aceptarse todas las prácticas derivadas como igualm ente váli

    das, sobre todo en un mundo intensamente relacionado con la

    globalización.

    El enfoque de las capacidades

    Desde el campo de la economía, Amartya Sen ha elabora

    do un planteamiento que puede proporcionar quizás un acerca

    miento diferente a la solución de este dilema. Se trata de su teoría

    de las capacidades o libertades, de su concepción del desarrollo

    como libertad. Al menos unas ideas básicas pueden mencionarse

    aquí de este enfoque que, evidentemente, requiere mayor y más

    pausada explicación

    4

    .

    Se trata ahora de repensar el bienestar humano en térmi

    nos de las libertades reales que puede n alcanzar las per son as en

    4

     Ver una explicación más amplia en Chaves (2007).

    31

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    16/132

    30 ¿Un único desarrollo humano integral?

    su vida para funcionar como prefieren. Se enfrenta a una extendi

    da concepción del éxito económico entendido tan solo en térmi

    nos de recursos, de consumo o productivos, y que ha mostrado

    ser un punto de vista extremadam ente limitado.

    La riqueza de recursos, tanto a nivel personal como de las

    colectividades nacionales, contra la apariencia de una evidencia

    indiscutible, no se identifica de manera automática con el bienes

    tar. En casos extremos, ha probado ser fuente más que solución

    de problemas. Un problema importante con el que nos encon

    tramos a menudo, señala Amartya Sen, surge con respecto a la

    desigualdad de ingresos como foco primario de atención en el

    análisis de la desigualdad.

    El alcance de la desigualdad real de oportunidades que

    las personas tienen que afrontar, no puede deducirse inmediata

    mente de la magnitud de desigualdad de ingresos, porque lo que

    podemos o no podemo s realizar, no depende únicamente de nues

    tro ingreso, sino de la diversidad de características físicas y socia

    les que afectan nuestras vidas y nos convierten en lo que somos.

    Como en el caso de los países, también en el de las per

    sonas concretas, el bienestar depende no solo de los recursos con

    que se cuenta sino del uso que pueda hacer de los mismos, de las

    ventajas que pueda extraer de tales recursos. Precisamente aquí

    interviene el tema de la pluralidad no solo de enfoques, sino de

    rasgos. Hay, al menos, cinco elementos que marcan diferencias

    entre nuestro nivel de renta real y los beneficios que podemos sa

    car de ella (Sen 2000). Estos factores son: la heterogeneidad per

    sonal, la diversidad relacionada con el medio ambiente, las dife

    rencias de clima social, las diferencias entre perspectivas relació

    nales y la distribución dentro de la familia. De un mismo nivel de

    recursos, el uso que se puede hacer, puede variar notablemente

    según se trate de una persona sana o enferma, de si vive en un

    país o región sometida a climas extremos o expuesta a frecuentes

    desastres naturales, si el sector público le proporciona o no servi

    cios sólidos, si se trata de una mujer o un anciano, y de otros mu

    chos condicionantes de este tipo.

    Jorge Arturo Chaves

    El bienestar redefinido desde un enfoque como el de Sen,

    centra su atención entonces, en la

     vida real que pueden conseguir

    las personas individuales.

      O, mejor dicho, en la

      libertad real de

    la que disfrutan para conseguir el tipo de vida que valoran razo

    nablemente.

      Así el centro de atención no son los recursos en sí

    mismos, sino las libertades que estos generen. Libertades conce

    bidas no en términos abstractos y formales, sino de las distintas

    combinaciones de funcionamientos concretos, del logro de diver

    sas cosas que una persona valora ser o hacer y que puede realizar

    los. Se trata de un enfoque que redefíne también el concepto de

    oportunidades, considerándolas de manera positiva como un con

    junto de factores que permiten la consecución real de metas va

    liosas, y no solo como una definición negativa de ausencia de im

    pedimentos -sobre todo formales- para lograr esas metas.

    Una de las principales consecuencias de este enfoque de

    Sen, se da en el orden de la definición de estrategias de desarrollo

    con sus correspondientes políticas públicas. Si el énfasis se tras

    lada al "desarrollo de capacidades", entendidas como conjuntos

    de libertades reales para hacer cosas, para realizar funciones y pa

    ra asumir formas de existencia consideradas valiosas, se fuerza

    un cambio en la concepción de la estrategia de políticas públicas

    de desarrollo. Dado que hablar de capacidades equivale a hablar

    de distintas combinaciones elegibles de funciones para lograr

    cosas consideradas valiosas, pierde todo sentido hablar de un

    bienestar que se obtendría solo como resultado de unas prácticas

    limitadas, a lo que suele llamarse áreas económica y social, tal y

    como han sido entendidas una y otra. También pierde sentido re

    ducirse a la valoración

      ex

     post,  es decir, en el plano de los logros

    alcanzados.

    La atención debe centrarse ahora en la

      creación del con

    junto de condiciones que permiten el desarrollo de capacidades

    para producir, para utilizar adecuadamente los productos y recur

    sos,

      para intercambiarlos de manera justa, y para realizar o no

    otras funciones no estrictamente productivas. Estas condiciones

    se crean con una estrategia bastante más compleja, superando el

    reducido binomio económico -social, como se ha entendido hasta

    ahora- abarcando un conjunto de políticas más polifacético que

    los habituales

      "policy -mix"

      limitados a combinar medidas de

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    17/132

    j32 ¿Un único desa rrollo humano integral?

    políticas monetarias, fiscales y comerciales. Se puede entender

    claramente que estrategias co mo las propuestas conllevan una va

    loración

     ex ante,

     es decir, a la hora de planear el impulso a las ca

    pacidades, aun y cuando aún se desconozcan todavía los logros

    de las medidas por asumir. Se está dimensionando más, para de

    cirlo con una frase de Sen, la

     libertad para realizarse y no solo el

    nivel de realización.

    Aun cuando el Nobel indio no se plantea directamente la

    validez de su enfoque teórico en diversos contextos culturales, la

    estructura misma de su análisis así como las categorías emplea

    das, parecen ofrecer suficiente universalidad como para permitir

    su aplicación conforme a diversas situaciones y enfoques cultu

    rales. Sen piensa también en la definición más en concreto, de

    cuáles son las capacidades que se van a priorizar en la definición

    de objetivos de una estrategia de desarrollo. Aún dentro de un

    mismo contexto cultural esta tarea no es fácil dada la pluralidad

    de intereses dentro de las personas mismas y, con más razón, al

    interior de cualquier colectividad. Por eso establecer instrumentos

    para ponderar las capacidades y otras metas puede ofrecer dificul

    tad en la práctica.

    Pero lo que es preciso dejar claro es, como lo señala el

    autor (Sen 2000), que el único mecanismo para lograrlo es me

    diante la evaluación razonada. En un caso, en lo personal, se tra

    tará de una reflexión y decisión cuidadosas. En el otro, en lo co

    lectivo, es indispensable culminar la reflexión personal con la

    búsqueda de algún tipo de consenso, de un ejercicio de elección

    social y esto pasa necesariamente por el

      "debate público, la com

    prensión y la aceptación democráticas"

      (Sen 2000: 94-113). No

    se estarían estableciendo a priori bienes colectivos deseables, sino

    que se estarían impulsando procesos de participación para que en

    cada sociedad se definieran cuáles son éstos.

    Jorge Arturo Chaves

    33

    III.- Pluralid ad y unidad en el esfuerzo común

    por el desarrollo

    Elem entos que contribuyen al respeto de la pluralidad

    de visión social

    El esfuerzo común de miembros de diversas tradiciones

    religiosas por coincidir en el impulso al desarrollo humano inte

    gral, no elimina sin más los problemas de la pluralidad de visio

    nes y prácticas. Al contrario, al entrar en el campo de lo tangible:

    social, económico y p olítico, la diversidad puede aum entar y, con

    ella, los conflictos.

    Conforme se expuso en los párrafos anteriores, no todas

    las concepciones de desarrollo son igualmente aceptables en di

    versas culturas. Y no se puede obviar la conexión existente entre

    las prácticas de transformación social y el cuadro de valores con

    que se cuenta y que permite definir los fines de cada grupo social.

    Pareciera, dentro de lo expuesto, que hay tres elementos que se

    pueden subrayar desde la ética del desarrollo como contribución

    al acercamiento entre grupos de diversa tradición religiosa y cul

    tural que quieren unirse en la construcción de un desarrollo hu

    mano integral. Uno, la transparencia y reconocimiento explícito

    de los valores que inspiran la posición propia, así como el grado

    de receptividad que se tiene de las otras posiciones. Segundo, el

    intento por identificar universales transculturales. Y tercero, el

    énfasis, más en las capacidades para realizarse que en el nivel de

    recursos con que se cuenta. Pero, ¿soluciona esta manera de ver

    las cosas los conflictos de la práctica real?

    Dos factores de distorsión en la práct ica

    En discusiones recientes sobre políticas comerciales de

    Centroamérica -DR-CAFTA en particular-, cooperación interna

    cional, "modelos" o estilos de desarrollo, políticas migratorias,

    lucha contra la corrupción, muy rápidamente se topa con una

    dificultad en dos planos que no hay que suponer de antemano que

    sean independientes. Puede identificarse provisionalmente como

    "pluralidad o diversidad de posiciones", pero a nivel muy radical,

    y no como puede presentarse en cualquier otra discusión habitual.

    34 ¿Un único desarrol lo huma no integ ral?

    Jorge Arturo Chaves

    35

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    18/132

    a.  Primer plano:  el de la concepción de economía que se ma

    neja, por lo general de manera implícita, aunque hay matices

    y versiones de esta posición. La más frecuente y extendida,

    que suele ser calificada de "economicista", es la que tanto en

    el planteo de los temas como en la propuesta de supuestas so

    luciones no solo prioriza las variables económicas, sino que

    pretende trabajar sobre una economía que funciona como un

    sistema completo, si no cerrado. Una economía, además, que

    trabaja en exclusividad su dimensión o raíz "ingenieril", téc

    nica -cómo hacer las cosas-, ignorando la otra raíz histórica

    de la economía, la ética y política -pa ra qué hace rlas- . Frente

    a esta concepción, necesariamente chocan otras de mayor ri

    queza por la manera de entender la economía y sus relaciones

    interdisciplinarias. El choque tiene múltiples expresiones, por

    ejemplo, en la manera de tratar proyectos de impacto ambien

    tal, de entender la sostenibilidad, de confundir crecimiento

    con desarrollo, etc.

    b.  Segundo plano:

      el de la voluntad que guía las prácticas eco

    nómicas particulares. Aun cuando se logre traspasar la barre

    ra anterior y se pase a una visión más amplia del desarrollo y

    de la economía, aun y cuando se logre que diversidad de per

    sonas y grupos discutan problemas específicos, un verdadero

    diálogo de carácter ético se torna muy difícil porque no existe

    ni una visión, ni una sensibilidad similar ante los problemas,

    ni se puede dar por supuesto que existe de antemano, por par

    te de todos, una buena voluntad para dialogar y construir una

    posición integradora. Esta "buena voluntad", como comenta

    ba un distinguido académico de filosofía

    5

    , no es algo automá

    tico, y está con frecuencia neutralizada o distorsionada por

    serios obstáculos de carácter moral cultural, es decir obstácu

    los del orden de las valoraciones y normas sociales. Entre es

    tas hay que destacar, al menos, las siguientes: confundir el

    éxito personal y del grupo al que se pertenece, con el éxito de

    todo el país; haberse acostumbrado a la inequidad como algo

    natural y a la pobreza como parte integrante, aunque desagra

    dable, del paisaje; y la incapacidad de asumir los inevitables

    conflictos de posicion es e intereses co mo punto d e partida

    Ver Carlos M olina (19...).

    para avanzar hacia metas comunes. Esto último se traduce,

    entre otras cosas, en la práctica habitual de falsificar o desle

    gitimar las posiciones de quienes defienden causas distintas a

    la propia, en vez de asumirlas como complementarias o alter

    nativas válidas.

    Ambos planos: referidos a los temas mencionados o, de

    manera más sintética, al reto de encontrar una vía alternativa, in

    cluyente, solidaria, de desarrollo humano integral crean un serio

    problema para tratar con la diversidad o pluralismo de visiones,

    voluntades y estrategias prácticas. Configuran un tipo de posi

    ción, que por excluyente de las demás, no puede incluirse sin

    contradicción en un esfuerzo de respeto pluralista ni ser conside

    rada con la misma validez de toda otra posición que se abre re

    ceptivamente al diálogo con las demá s.

    Los l ímites del pluralismo

    Puede que sea elemental, que sea un principio de lógica

    en la comunicación y en la toma de decisiones, pero es m ejor ha

    cerlo explícito: para calificar com o postura respetable y válida en

    los debates sobre desarrollo, salvación, realización plena... pare

    ciera que debe presuponerse no solo la coincidencia en la valora

    ción de esas aspiraciones como objetivos supremos, sino además

    en la aceptación en principio de la pluralidad de formas de enten

    derlos y alcanzarlos. Esto supone una actitud de autocrítica, de

    receptividad de lo distinto, y una

      "exclusión de toda posición

    excluyente

      .

     ¿Niega esto, en la práctica, la posibilidad de un diá

    logo universal? ¿O más bien reta a tareas precias de creación de

    condiciones de un diálogo pluralista?

    Nota bibliográfica

    Jorge Arturo Chaves (2007),

      De camisas y cañas de pescar.

     Va

    lencia.

    (2006),

      Hacia un desarrollo humano integral.

      Situa

    ción, perspectivas y propuestas alternativas al "modelo econó

    mico" actu al en América Latina. Bog otá.

    ^6 ¿Un único desarrollo humano integral?

    Jesús Tapuerca Ceballos

    37

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    19/132

    Denis Goulet (1999), Ética del Desarrollo. Guía teórica y prác

    tica.

      IEPALA, Madrid.

    Carlos Molina (19...) Cartas comentarios, circulación privada.

    Amartya Sen (2000),  Desarrollo y libertad,  Planeta, México,

    D.F.

    (1995)

      Nuevo examen de la desigualdad,

      Alianza,

    Madrid.

    A PU ES TA POR EL

    PLURALISMO

    R E F L E X I O N E S D E S D E L A

    ANTROPOLOGÍA

    Jesús Tapuerca Ceballos

    1

    La cuestión del pluralismo se ha convertido en un tema

    de discusión entre filósofos y científicos y en propuesta alterna

    tiva para la construcción de los modelos sociales, en tiempos de

    globalización. Aunque el empuje de la cultura global es incues

    tionable, no se puede obviar la conciencia de lo singular con su

    demanda a existir y participar, de ahí la necesidad de relacionar

    ambas categorías, de reacomodar lo mundial en la textura de lo

    diverso, de lo múltiple. El ser humano, los colectivos sociales, los

    pueblos en su identidad se resisten a la asimilación global indife-

    renciada, reivindican su memoria histórica y cultural proponiendo

    sus legítimos derechos a existir como singularidades sociopolíti-

    cas.  Surgen temores por la emergencia de fundamentalismos y

    rescates étnicos, que puedan desembocar en enfrentamientos y

    rupturas, al interior de naciones, de ahi que se afirme la unidad

    histórica. Pero, al mismo tiempo, en otros actores rebrotan las

    utopías de "tierra sin mal", poniendo la mirada en un pasado,

    mezclado, a veces, con acentos míticos. Este panorama, en fin,

    1

     Correo electrónico:  [email protected] 

    38

    Apuesta por el pluralismo

    Jesús Tapuerca Ceballos

    39

    mailto:[email protected]:[email protected]

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    es un botón de muestra de los cambios substantivos, del derrumbe

    de certezas sociopolíticas, del nacimiento de nuevos y diversos

    paradigmas.  ¿Quépensar de todo esto? Diríamos, de manera pro

    visional, que el ser humano se rehusa a ser encapsulado en estruc

    turas y lincamientos homogéneos, reclama su imaginario, su ca

    pacidad creativa, sea en base a su historia social o sus matrices

    culturales.

    La conciencia por lo diverso no es, sin embargo, una no

    vedad en la historia humana. Los repuntes utópicos, los estallidos

    étnico-culturales... han aparecido, siempre que las sociedades se

    cargan de universalismo homogéneo, se deprecian los criterios de

    valor o se extreman las condiciones de crisis. Se estima, entonces,

    la necesidad de replanteamiento de las estructuras y relaciones

    sociales para facilitar nuevos modelos. Consideramos que nuestro

    tiempo se ubica en un proceso de cambio hacia la construcción

    del pluralismo, que asuma las nuevas voces y propuestas, que la

    misma globalización ha permitido en su despertar. Es sintomático

    que en tiempos de mundialización, emerja la llamada a la diversi

    dad. Si la globalización, ya dijimos antes, es incuestionable, afir

    memos ahora que la urgencia del pluralismo no se puede obviar.

    Se ha señalado con frecuencia que la conciencia actual

    del pluralismo tiene estímulo desencadenante en los aconteci

    mientos y  consecuencias de la segunda guerra mundial, que pone

    al descubierto la diversidad de pueblos, empuja al análisis de la

    dignidad y derechos de la persona humana ante el panorama de

    los efectos de la guerra y las ideologías racistas, junto al de spertar

    de las independencias de los pueblos menos favorecidos. La se

    gunda mitad del siglo XX se convierte en un proceso creciente de

    valoración del ser humano y sus realizaciones histórico-concre-

    tas;

      las declaraciones de estos derechos se van ampliando tanto en

    los ámbitos de aplicación, como en los sujetos de destino. No es

    nuevo señalar que el siglo XX es el "siglo de los derechos huma

    nos".  Por descontado que las raíces de este fenómeno hay que

    buscarlos siglos atrás, en el ascenso de la subjetividad, como fun

    damento de la valora ción del ser humano.

      las cosas, la construcción del pluralismo, en sus di

    vers as formas, adquiere carta de ciudadanía en las últimas déca-

    das del siglo pasado e inicio del tercer milenio. Las dificultades y

    complejidad de su realización es evidente, pues lo que demanda

    no es un simple barniz al modelo liberal de Estado, sino un cam

    bio estructural, que afecta a los diferentes ámbitos de la vida hu

    mana; rebasa las fronteras de las naciones establecidas para plan

    tear formas alternativas, nuevas composiciones estructurales. Co

    mo consecuencia de la globalización, los fenómenos migratorios

    posibilitan la relación entre las culturas y presionan hacia la nece

    sidad de configurar nuevas alternativas, legítimas e incluyentes,

    de relación al interior de los estados nacionales. La categoría de

    la alteridad, acuñada y discernida en filosofía y ciencias sociales,

    acompaña discursivamente la cuestión del pluralismo y orienta

    una nueva comprensión de las relaciones al interior de las nacio

    nes y en la relación internacional.

    El debate en torno al pluralismo ha sido significativo en

    estas últimas décadas, y en todos los campos de la relación huma

    na, como ya apuntamos más arriba. Aún hay categorías suscepti

    bles de clarificar y consensuar; siguen bien definidas opciones fa

    vorables y contrarias junto a tensiones y bloqueos. Pero lo que es

    más importante es el desajuste entre discurso teórico e implemen-

    tación práctica, pues es ahí donde emergen las mayores dudas y

    resistencias. Los ejemplos de lo que decimos son abundantes. La

    cuestión del pluralismo requiere un nuevo modo de pensamiento

    y ubicación en la realidad y eso se podrá habilitar con el cultivo

    del respeto, empatia va lorativa de "nosotros y los otros", unido a

    una justa y adecuada educación para la relación y convivencia in

    tercultural. La tarea es, por consiguiente, ardua, difícil y precisa

    tiempo.

    En estas páginas tratamos de reflexionar en torno a la ne

    cesidad de apostar formalmente por el pluralismo, como una

    cuestión de justicia y dignidad en la configuración de las relacio

    nes sociales. No pretendemos ser innovadores, pues lo que aquí

    expresemos ya ha sido planteado por personas más autorizadas y

    conocedoras de  la problemática. Solo deseamos afirmar su conve

    niencia y necesidad. Hemos dividido nuestro aporte en tres sec

    ciones: la antropología como contribución a la valoración e im-

    plementación del pluralismo; desarrollar algunas inquietudes, en

    el entramado del ámbito sociopo lítico, sobre la cuestión del plu-

    4

    Apuesta por el pluralismo

    Jesús Tapuerca Ceballos

    41

  • 8/17/2019 Varios, Revista Alternativas _ La Crisis de La Religión en América Latina, Ed. Lascasiana, Managua, 2008

    21/132

    ralismo y aproximamos un caso concreto, pero significativo, la

    revitalización de los pueblos indígenas u originarios, como algu

    nos gustan identificar.

    I.- La antropología, como ciencia de lo diverso

    La antropología es una ciencia social, que apenas ha

    cumplido su primer centenario de vida, sin embargo su desarrollo

    ha sido amplio y rápido, en cuanto ha incursionado en casi todas

    las áreas de la vida humana, desde la justificación de su objeto de

    estudio:

     las expresiones y configuraciones culturales.

     La antropo

    logía necesita remansar su acelerada trayectoria histórica y redc-

    finir con precisión las especialidades de su contribución al cono

    cimiento humano. La definición de la categoría

      cultura

    ha

    contado con abundantes respuestas (Radclife Brown en 1950

    agrupó ya 150 definiciones de cultura) en base a las posiciones

    epistemológicas. Las escuelas antropológicas han transitado des

    de criterios elitistas, integrales, simbólicos, descriptivos para su

    conscripción, hasta el reduccionismo de la lectura

     a

     interpretación

    de los fenómenos culturales.

    Quizá en la justificación, defensa y aporte a la construc

    ción del pluralismo, puede encontrar la antropología su sentido y

    contribución más precisa en el conjunto de las ciencias sociales y

    ofrecer a estas y a otras disciplinas un aporte significativo. Desde

    esta perspectiva desarrollamos las siguientes reflexiones.

    1. -

      El proceso de la antropo logía

    a) Como en otras disciplinas, la antropología es, en pri

    mer lugar, un hecho de descubrimiento, curiosidad

     y

      documenta

    ción, para pasar más tarde a su calificación de "ciencia social".

    Me refiero a los estudios históricos de la antropología para recor

    dar a los pioneros del conocimiento y sistematización de las cul

    turas. Como ciencia nace en el contexto y patrocinio de la coloni

    zación europea y se enfoca a la documentación y análisis de las

    culturas primitivas y su lógica interna. Desde unos parámetros

    evolucionistas se encamina hacia la relatividad de las culturas,

    sus razone s funcionales para lograr la convicción del valor de la

    diversidad y su derecho a la coexistencia. Los primitivos son "los

    otros" con perfiles exóticos frente al "nosotros civilizados". Con

    el correr del tiempo "los o tros" se cargan de valor y validez en sí

    mismos y con la posibilidad de convivir y aportar más allá de sus

    propias configuraciones.

    Al desarrollo de la globalización, indicamos anteriormen

    te ,

      le ha brotado la conciencia y legitimación de lo diverso; los

    actores se vuelven sujetos, las culturas ofertan y es así, como la

    antropología se siente urgida de repensar su estatuto ético y epis

    temológico. De esta manera "sí la antropología nació bajo el do

    minio colonial, el cambio de su estatuto ético se podrá enfilar por

    la proposición de un nuevo proyecto civilizatorio, de un nuevo

    modelo social: la sociedad plural y el encuentro intercultural"

    2

    .

    b) La alteridad de las culturas primitivas fue considerada

    por la antropología naciente, como un a realidad necesitada de asi

    milación e integración a los procesos civilizatorios marcados por

    Occidente. Pero en el transcurso del desarrollo de la antropología

    la alteridad se penetra de equidad cultural y de posibilidad de

    convivencia e interrelación con otras culturas, sin declarar su

    muerte. Así en la medida que la antropología va desarrollando su

    aporte al objeto de estudio desde el prisma d e la diversidad, de la

    pluralidad en simetría. Entonces la otredad se fortalece e invita al

    "nosotros", (notredad, mismidad) a dar razón de su diferencia en

    los espacios de la relación social, en el diálogo. La perspectiva

    evolutiva de la primera escuela de antropología (evolucionismo

    unilineal) es reemplazada por una comprensión valórica de cada

    cultura en sí misma

    3

    .

    Por descontado que las cultura s son dinám icas, en interre

    lación e interinfluencia; que las configuraciones minoritarias co

    rren el peligro de la dominación y están más expuestas a la depre

    dación cultural, pero el esfuerzo de un mayor conocimiento y va

    loración de sus principios, valores y realizacioaes, facilita la con-

    2

     Guerrero Patricio.La Cu ltura , Ed. Abya Yala .Quito , 2002, pág s. 21-35.

    3