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Trato mal el trato: ¿cómo conseguir un buen trato en con-trato? Me Cristina PÉREZ-DIAZ FLOR* M 5 Carmen ARIAS FERIA** Resumen Abs tract Año tras año hemos visto, en nuestra ex- periencia de trabajo, la importancia de ayudar a prevenir el maltrato. A medida que nos sepa- ramos de psicopatología parental como causa del maltrato infantil vamos prestando atención a todos los contextos en que se mueve el niño mal- tratado. ¿Acaso las personas que se dan y dan un maltrato no se aman? Estamos convencidos de que el que malt rata se maltrata a mismo y que aplica con el otro las mismas o parecidas cons- trucciones a las que hace cons,~o mismo. Cada cual construye su realidad como puede, ni si- quiera como quiere. Para los terapeutas de familia, por otra parte. basarse en una teoría sistémico-relacional supone entender el maltrato en interacción: 1) desde el propio proceso comunicacional, 2) como constructo social, 2) teniendo en cuenta las cnsis familiares. tao nos importa tanto definir qué fue pri- mero, como acabar con la dinámica de maltrato. Podemos construir con las familias fórmulas más felices y amables, de tal manera que consigan UN BUEN TRATO EN CON-TRATO. Nuestro encuentro frente al maltrato Todos, profesionales o no del tema, tenemos presentes determi- nados ejemplos de personas “maltra- 1 MI5TREAT/ILL-TREAT TI-lE TREATMENT: HOW TO MANAGE 0000 TREATMENT BY CONTRACT Year afteryear v’e have seen, fhrough our working experience, the importance of helping fo prevent abuses. The further we move away from parental psychopathologies as a cause of cñild abuse, fhe more attenfion we give fo fhe confext vvithin which the abused child develops. Oo people who ill-treat themselves and ofher people not love? We think thaf the person ill-treats olhers does it fo himself and that he just gives other people similar treatmenf to v’hat he uses with himself Everyone builds up his own reality as he can, not even as he veishes. That family tñerapists, on fije ofher hanó, base themselves en a systemic-relational theory enfails understanding abuse as interaction 1) trom the communication process itself, 2) as social construction anó 3) taking into account family crises. We do not wish so much fo define what happened first as to finish vvith abuse dynamics. We can build happier and nicer formulas vvith tñe families, in such a way that fhey can have 0000 TREATMENT BY CONTRACT tadas” y “maltratadoras. Frente a ellos, nuestro corazón parece no poder permanecer neutral; según la ocasión, se inunda de rabia, tristeza e incluso de incredulidad. Justamente, en este punto, reconocemos la propia - Psicóloga Clínica y Terapeula de Familia. Prolesora Titular de la EIJT5 de la UCM. Psicóloga Clínica y Terapeula de Familia. Cuadernos de Trabajo social nr 10(1997) Págs. III a 124 Ed. Universidad Complutense. Madrid 1997 111

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Trato mal el trato: ¿cómo conseguir unbuen trato en con-trato?

Me Cristina PÉREZ-DIAZ FLOR*M5 Carmen ARIAS FERIA**

Resumen AbstractAño tras año hemos visto, en nuestra ex-

periencia de trabajo, la importancia de ayudar aprevenir el maltrato. A medida que nos sepa-ramos de psicopatología parental como causa delmaltrato infantil vamos prestando atención atodos los contextos en que se mueve el niño mal-tratado.

¿Acaso las personas que se dan ydan unmaltrato no se aman? Estamos convencidos deque el que malt rata se maltrata a sí mismo y queaplica con el otro las mismas o parecidas cons-trucciones a las que hace cons,~o mismo. Cadacual construye su realidad como puede, ni si-quiera como quiere.

Para los terapeutas de familia, por otraparte. basarse en una teoría sistémico-relacionalsupone entender el maltrato en interacción:1) desde el propio proceso comunicacional, 2)como constructo social, 2) teniendo en cuenta lascnsis familiares.

tao nos importa tanto definir qué fue pri-mero, como acabar con la dinámica de maltrato.Podemos construir con las familias fórmulas másfelices y amables, de tal manera que consiganUN BUEN TRATO EN CON-TRATO.

Nuestro encuentro frenteal maltrato

Todos, profesionales o no deltema, tenemos presentes determi-nados ejemplos de personas “maltra-

1 MI5TREAT/ILL-TREAT TI-lE TREATMENT:HOW TO MANAGE 0000 TREATMENT BYCONTRACT

Year afteryear v’e have seen, fhrough ourworking experience, the importance of helping foprevent abuses. The further we move away fromparental psychopathologies as a cause of cñildabuse, fhe more attenfion we give fo fhe confextvvithin which the abused child develops.

Oo people who ill-treat themselves andofher people not love? We think thaf the personill-treats olhers does it fo himself and that he justgives other people similar treatmenf to v’hat heuses with himself Everyone builds up his ownreality as he can, not even as he veishes.

That family tñerapists, on fije ofher hanó,base themselves en a systemic-relational theoryenfails understanding abuse as interaction1) trom the communication process itself, 2) associal construction anó 3) taking into accountfamily crises.

We do not wish so much fo define whathappened first as to finish vvith abuse dynamics.We can build happier and nicer formulas vvith tñefamilies, in such a way that fhey can have 0000TREATMENT BYCONTRACT

tadas” y “maltratadoras. Frente aellos, nuestro corazón parece nopoder permanecer neutral; según laocasión, se inunda de rabia, tristeza eincluso de incredulidad. Justamente,en este punto, reconocemos la propia

- Psicóloga Clínica y Terapeula de Familia. Prolesora Titular de la EIJT5 de la UCM.Psicóloga Clínica y Terapeula de Familia.

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dificultad y la de muchos miembros dela gran red social que formamos: ¿quéhacer con eso que sentimos, en bene-ficio de “inocentes’ y, también, de ‘tul-pables”? Complicada cuestión a re-solver.

Estamos convencidos de queaquel que mal-trata, es seguro que semal-trata a sí mismo; y que cada cualhace, con las otras personas, cons-trucciones parecidas a las que haceconsigo. Para entenderlo, tratemos de“ponernos en el lugar del otro”, con elobjeto de comprender qué puedesentir y pensar, qué le lleva a actuaras¡. Se nos ocurre lo siguiente: meacerco a ti, descuidando el trato (mal-trato) y no consigo un buen con-tratocontigo; es lo único que hasta ahorapuedo y sé hacer, también conmigo.Más aún, creemos que la persona“busca” aquellos “otros que ampli-fican la visión del mundo que inte-riorizó: te odio porque me mal-tratas,pero mis conductas provocan, comoconsecuencia, tu mal-trato. Pero pre-fiero saber que me reconoces, que meprestas atención desde allí, a saberque me ignoras.

Hace algún tiempo, en un en-cuentro de trabajo cuyo tema er~ la ítVdividuación y la pertenencia, una com-pañera que trabajaba en un centro deacogida de menores mal-tratados co-mentó, conmovida, cómo uno de loschavales del centro esperaba ansiosola llegada del domingo, pues era el díaen que veía a su padre. Nosotros nospreguntamos: ¿es que acaso las per-sonas que se dan y dan un mal-tratono aman?

Maturana (1995), desde la bio-logia del amor, habla de éste como la

emoción que funda lo social y resaltala importancia del reconocimiento deuno mismo y del otro para ser felices.Quizás podríamos plantearnos queestas personas también aman y lohacen como pueden, aunque poten-cien más, sin conocerlo, sus tenden-cias destructivas, frente a las que ge-neran vida y salud, En múltiples oca-siones nuestras palabras y accionesnos entrampan, nos mal-tratan; el usoque hacemos de ellas puede produ-cirnos infelicidad. Pero los errores delpasado pueden cambíarse: podemosconstruir, también con estas familiasen las que existen conductas de mal-trato, una forma alternativa más feliz,más amable con ellos mismos. RojasMarcos (1996) expresa esta idea sa-biamente: “Junto a la libertad de elegirestá implícito el derecho de cambiarde parecer’.

No negamos que existe un pro-blema, pero sabemos que éste debeser tratado desde una perspectivamás amplia. Entendemos que el com-portamiento de cada miembro de ungrupo social está relacionado, directao indirectamente, con el de los otros yes influido retroactivamente por iosmismos: toda acción puede enten-derse, al mismo tiempo, como una re-acción y ser muy difícil definir quién hacomenzado. En la interacción sujeto-entorno toma sentido el concepto dered social como apoyo o sustento,como continente que facilita a susmiembros la superación de las crisisque puedan aparecer. “Nosotros,como red social que somos, tenemosla obligación de encontrar las fuerzascurativas existentes en la trama social

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de las personas (Pérez C. y Arias C.1996). ¿Por qué decimos esto?Ocurre que el conjunto de personasque comparten una determinada his-toria problemática o sintomática, no esexclusivamente la familia, sino otrosmuchos sistemas sociales. La teoríade las redes sociales habla de que elgrupo social construye narrativas paradescribir la realidad en la que se hallainmerso. Sluzkí comenta que dichashistorías se encuentran en el dominiointerpersonal, porque se han validadodesde el acuerdo o consenso.

En este artículo, desde la ópticasístémíca que adoptamos, vamos aconsiderar el maltrato infantil como unproblema universal y de una comple-jidad tal, que requiere el esfuerzo dedistintos profesionales de las cienciassociales y médicas, para cubrir aque-lías necesidades básicas que suelenoriginario. Pero, a pesar de ese em-pleo de energía, pensamos que el re-sultado de una relación humana es di-fícil de predecir, tanto más, en aqué-lías en las que los afectos son impor-tantes. Así lo expresa Arlen Skolnick(1991) en su libro “El Paraíso amura-lIado”: “La complejidad de nuestra vidainterior es consecuencia de las múlti-píes opciones y posibilidades anuestro alcance. Las vivencias quetratamos de entender no son simplesemociones sino mezclas oscuras e in-trincadas de sentimientos y deseos:Las emociones simples y claras desa-parecieron cuando desaparecieron lascostumbres y normas sociales que so-lían guiar nuestra vida anterior’.

A nuestro entender, una personarota en un mal-trato es como un arcón

repleto de trastos viejos, que se hanido acumulando durante años, col-mado de tesoros y de despojos... Fi-jémonos en esos recursos!, aunque,¡claro está!, sea necesario sacar, pre-viamente, la ropa sucia de los ca-jones, para poder airearía y lavarladespués.

construcciones que nospermiten el mal-trato

“Con frecuencia se quejan de so-ledad personas que empezaron porrodear su alma de alambre espinado”(Martin Descalzo, J.L. 1995>

El hombre hace construccionescon su vida, convirtiendo la realidadobjetiva en una realidad subjetiva.Pierde importancia, así, la conductarealizada y pasa a tenerla la denomi-nación de dicha conducta.

Nadie puede dar lo que no tiene

Normalmente, en terapia, plan-teamos a las familias una adivinanzamuy sencilla, a nuestro entender, grá-fica y útil, Solemos mostrarles un ob-jeto que llevemos puesto y despuésde decirles que nos guslaria dárselo ya ellos recibirlo, añadimos: “sin em-bargo, si este objeto no cumple unacondición, no podemos donároslo,¿cuál es?. Nos encontramos con múl-tiples respuestas, tales como: que melo quieras dar, que yo lo quiera recibir,que me guste, etc. Curiosamente, unacontestación como “que sea tuyo” noes frecuente que se produzca.

En relación a esta idea —uno nopuede dar lo que no tiene—, recor-

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damos el caso de una mujer, cuya in-fancia resultó muy complicada. En unasesión de grupo comentaba que en-tendía que había dos formas deeducar a los hijos: una, con amor, yotra, con temor; que podía com-prender cómo su padre nunca sehabía sentido querido por nadie y nohabía podido ni sabia amar; así quelos educó con temor.

¿Quién nos ha enseñado a serpadres?, ¿cómo se hace eso?.,, Pen-samos que los padres hacen en cadamomento lo que pueden, y que si su-piesen hacer algo distinto o [mejor, lo

harían. Algunos han confesado, en te-rapia, sentimientos del tipo: “Está-bamos confusos, enfadados, no sabí-amos distinguir la diferencia entre dis-ciplina y malos tratos”. Se encon-traban ante esta disyuntiva: por unaparte, la seguridad de lo conocido y elmiedo al cambio; por otra, el deseo deno repetir con sus hijos las historías vi-vidas en su infancia, lo que les llevabaa adoptar modelos radicalmenteopuestos.

En nuestro quehacer cotidianocon familias observamos, en general,uus artuaciuries: o bien, las ‘lístorlas

se repiten; o bien los padres no sabenqué hacer para actuar diferente. Elhombre de la nueva generación se en-cuentra en la encrucijada siguiente:De un lado, su sentimiento de noaceptar experiencias familiares que nosean suyas; es un derecho y quiereejercitarlo. De otro lado, descubre las“formas” de vivir de su familia, las con-cepciones familiares más tradicio-nales, sus legados, que ponen limitesa su actuación (Pérez, C., 1994).

Buscando culpables, no mehago responsable de mi vida: eldominio y la sumisión, laseparación y el aislamiento

“Tú tienes la culpa, nunca harásnada que merezca la pena, eres tonto,me tienes harto, siempre lo haces mal,no puedes hacer nada bien hecho, nosabes mirar, eres un pato”, etc. Frasescomo éstas transmiten rechazo yhacen daño; reconocen al otro desdelo negativo, llegan a lo más preciadode la persona: a su valor, a su autoes-time.

El niño, desde que nace, estápendiente de las personas mayores,sus modelos; y nosotros, en cada unade nuestras acciones, en cada una denuestras palabras, le estamos di-ciendo quién es. Si yo no me quiero, sítengo interiorizado que no merezco lapena, sí me falto al respeto, segura-mente se lo faltaré al otro y es posibleque, en muchas ocasiones, invada suespacío para exigirle que me tenga encuenta, que me dé él ese espacío yrespeto que yo no me puedo dar.

Juan, en primera sesión de con-sulla, nos comenta que no puede se-guir manteniendo una relación con suhijo adolescente, ya que éste le faltatotalmente al respeto. Al preguntarle alhijo, a qué cosas se refería su padrecuando decía aquello, contestó:“Siempre que mí padre tiene broncacon mí madre, lo paga conmigo. Porejemplo, el otro día, se cabreó con ellapor el coche y después vino a micuarto, enfurecido, exigiéndome quecolocase mí ropa, ya. Yo le dije queahora iba y él me dijo que ahora

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mismo y, entonces, empezó el jaleo...En posteriores sesiones vimos —y tra-bajamos—, la importancia que, paraJuan, tenía el haberse sentido some-tido y no querido por sus progenitores;narrativa que aún hoy hacia que semaltratase, desplazando en su hijouna relación no resuelta con sus pa-dres... Ciertamente, el respeto por unomismo se pierde cuando uno empiezaa creer que los demás le “faltan.

Todo proceso de mal-trato en-gendra profundos sentimientos de fra-caso y culpabilidad, pero también deodio. Puede llevar incluso a una sepa-ración, o —como Bowen llama— “cutoff” (corte emocional>. Toda rupturalleva implícita una profunda desilusióny una enorme decepción. Quienes seencuentran engañados en su senti-miento se sienten humillados y esta-fados por el mundo y por la vida.Según Erich Fromm, el aislamiento yla separación de los demás es fuentede angustia en los seres humanos;pues al sentirnos apartados, nos en-contramos también incomunicados, in-defensos, incapaces de entendernuestro mundo y el mundo que nosrodea.

El drama del hombre empiezacuando no se permite esa angustia yutiliza, en procesos psicológicos in-conscientes, mecanismos de defensapara hacerla desaparecer. Éstos secobran factura en el propio individuo:le van separando poco a poco de él.¿Quién es, pues, el hombre para élmismo, sí apenas ya se conoce?...Consiguió su armadura, pero no logróvivir su vida, su verdad, su yo. Y, ¿en-tonces?... Nos explicaremos: el peor

mal-trato es no darse cuenta de queuno se trata mal. ¿Cómo corregir loque decidí que era bueno para mi?Nos encontramos con la paradoja delhombre, que tiene que ver con la pa-radoja de la vida: sí, pero no; no, perosí. Al final, es lo mismo: mí vida no esmi vida porque yo no soy yo.

La competitividad versus laparticipación: el +11 y el -1

El hombre que se acepta en sumediocridad, con sus aciertos y fallos,no entra en competición ni siente lanecesidad de luchar con el otro parademostrar su valía; sin embargo, síexiste esa necesidad en el hombreque ha sido educado entre estos dospolos: la sobrevaloración y la nfraya-oración. Son personas con un estilode funcionamiento que denominamos“+11 y -1”. Validan su estima compa-rándose con el extremo superior, el+11, “el todo”: “soy más, soy el mejor,puedo conseguirlo todo, no me puedoequivocar”, etc. Pero, ay!, cuandocomprueban que estos constructos nose cumplen, se posicionan bajándoseal -1, “la nada”: “no merezco la pena,no valgo nada, nadie me quiere, metoman el pelo, se ríen de mí”, etc.Pero suelen regresar al +11, con pen-samientos, tales como: “es que no mehan querido nunca, yo no me merezcoesto, jamás me reconocieron con loque yo valgo, yo no tengo la culpa deque el otro sea injusto, no soy yo elque lo hice mal (soy perfecto), a mí nome lo dijeron’, etc.

Maturana (1995> comenta que laconducta social y la diferenciación se

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consiguen, no desde esa comparacióncon otros o competitividad, sino desdela participación y cooperación; desdela aceptación y reconocimiento mu-tuos, dejando ser al otro, en su legiti-midad, en convivencia con uno.

Ya en muchas ocasiones hemoshecho nuestras las palabras de un fa-buloso escritor, A. de Mello, paratratar esta tema. Volvamos aquí a re-cordarlas:

“El Maestro deploraba los malesque acarreaba la competitividad.

— ¿Acaso el competir no haceaflorar lo mejor que hay en nosotros?,le preguntaron

— Todo lo contrario: hace aflorarlo peor, porque te enseña a odiar

—¿Odian.. qué?— Odiarte a ti mismo, por permitir

que tu actividad venga determinadapor tu competidor, no por tus propiasnecesidades y limitaciones y odiar alos demás, porque lo que buscas estriunfar a su costa

iPero eso suena a una es-pecie de réquiem por el cambio y elprogresol, protestó alguien

— El único progreso que hay, dijoel Maestro, es el progreso del amor, yel único cambio digno de producirsees el cambio del corazón” (“Un minutopara el absurdo”, 1991).

El mal-trato en interacción

‘iba a cele brarse una gran fiestaen el pueblo, y cada uno de los habi-tantes tenía que contribuir vertiendouna botella de vino en un gigantescobarril. Cuando llegó la hora de co-

menzar el banquete y se abrió la es-pita del barril lo que salió de éste fueagua. Y es que uno de los habitantesdel pueblo había pensado: si echo unabotella de agua en ese enorme barril,nadie lo advedirá. Lo que no pensó esque a todos pudiera ocurrírseles lamisma idea” (De Mello, 1988>.

El maltrato como constructosocial

En nuestra experiencia de trabajohemos visto, año tras año, la impor-tancia de ayudar a prevenir el mal-trato. A medida que los modelos etio-lógicos se van distanciando de la psi-copatología parental como causa delmaltrato infantil hemos conseguido—a la hora de intervenir— prestarmayor atención al nivel de prevencióncomunitaría y fijarnos en todos losconfextos en los que se mueve el niñomaltratado. Por ello nos preguntamossobre los programas que existen hoyen España y, consecuentemente, laposible predicción de los malos tratosgraves; así como sobre los recursosque se están empleando y el conoci-miento de las dimensiones del pro-blema. Además nos cuestionamos síel verdadero problema que apareceen el maltrato no es un maltrato social;nos preocupa el tipo de sociedad queestamos validando.

La primera tarea será debatir, demanera interdiscíplínar, las siguientescuestiones: ¿Qué y quién ocasiona elmaltrato?, ¿cuáles son las teorías quelo explican?, ¿se aproximan a un mo-delo circular o siguen aún el modelocausa-efecto?, ¿nos preocupamosmás en apoyar una teoría social

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donde prevalezca el amor y la partici-pación, en vez de la competitividad yel abandono de uno mismo?

A continuación vamos a rastrearalgunas investigaciones —recogidasentre la amplía literatura existentesobre el tema— que pueden darnosluz acerca de los interrogantes ex-puestos anteriormente.

En 1979, en EEUU, Gilí y Nobelobtuvieron de una encuesta realizadaa una muestra de adultos, escogidosal azar, los siguientes resultados: el58% pensaba que cualquiera podíamaltratar a un niño, el 22% que ellosmismos podían llegar a hacerlo, el 3%decían conocer algún caso de niñoscon daños físicos y el 0,4% admitíanhaber maltratado a niños personal-mente. Por otra parte, Steele y Pollock(1968) encuentran que los malostratos no son el resultado de una psi-copatología parental homogénea, sinoque se derivan de la incapacidad delos padres para entender a los niños,debido a las prácticas inadecuadas desus propios progenitores. Esta investi-gación resalta la importancia de lasexperiencias infantiles como punto departida para la explicación de los ori-genes de la conducta adulta trastor-nada. En esta línea de pensamiento,puede entenderse que el maltrato, enuna familia, supone haber tenido unainfancia alterada, marcada por la de-privación afectiva, por una baja tole-rancia al dolor o frustración y por unasdependencias marcadas. Lynch y Ro-berls (1978) subrayan, además, queuna infancia complicada origina pocatolerancia al estrés, lo que ocasionaen los padres dificultad para resolver

problemas. A todo lo anterior habráque añadir, también, el hecho de quehoy los contextos actuales y familiaresse tienen que enfrentar a una serie dedemandas que parecen no poder cu-brir, y que se convierten en problemas“acumulados”. Cyril Greenland (1987)habla de que la violencia potencialestá inscrita en la situación, más queimplantada en el seno del individuo.De este modo, el aislamiento social,un embarazo no deseado, un bebémuy llorón, la falta de medios econó-micos, el paro, una vivienda inade-cuada, la mala salud, la pérdida de li-mites y valores, etc, pueden prepararsituaciones conflictivas y peligrosas.

No hay duda que biografías depadres y presiones sociales aumentanel potencial del maltrato, pero no te-nemos que olvidarnos de esa otraparte, también potencial, del buentrato o los recursos. ¿Es que acasoestá surgiendo una falta de confianzaprofesional, que nos lleva a no creeren el hombre y en la posibilidad de uti-izar sus recursos y trabajar con suslogros? La frase terapéutica, “ustedesvan a poder ser felices”, se sustituyepor la de “este es un caso perdido”,que aparece como preocupación co-lectiva. Las fuerzas sociales sevuelcan más en crear programas decontrol, para detectar e impedir el mal-trato al menor, que por validar con-textos sociales donde se asegure unavida más digna el hombre. Nos en-trampamos, reconociendo desde lonegativo, desde lo que no existe,desde lo que falta, desde lo que nohay, cuando lo más saludable y eficazes reconocer lo que existe: los con-flictos y los recursos.

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Quizá los trabajadores socialestengan hoy el deber de centrarse másen dichas áreas preventivas, donde lapreocupación sea ayudar a construirfamilias más amables y, no tanto, enel tratamiento unilateral por la defensadel niño. ¿Qué defensa puede existirpara éste sí le quitamos aquéllos que,teóricamente, tendrían - que de-fenderle? En el famoso informe Cleve-land (1988> parece que la preocupa-ción fundamental, referente al mal-trato, fue la crítica a las prácticas confamilias, en las que las pruebas demalos tratos no parecían muy conclu-yentes; llegándose incluso a pensarque se pudo apartar a los niños deforma inadecuada. Se criticó, no sólola intervención del trabajador social,sino también las técnicas diagnósticase intervenciones de los pedíatras queparticiparon. Debemos aprender delos ejemplos del pasado: ¿Estaremoslos profesionales de la salud todavíaatrapados en una dialéctica con noso-tros mismos que sostiene un pensa-miento lineal, culpables-víctimas?¿Surge esa dialéctica del conflicto queplantean dos premisas fundamentales,a considerar en nuestra actuación: porun lado, el respeto a la prívacidad dela familia, el respeto de los padres y,por otro, la necesidad de asegurarseque ningún menor sufre daños gravesdebido a la conducta de esos mismospadres o responsables?

Para los terapeutas de familia,que nos basamos en una teoría sisté-mico-relacional, evaluar la peligro-sidad relativa de las familias suponever la violencia hacia los niños como

una violencia principalmente social yfamiliar. Los malos tratos graves im-plican, invariablemente, una relaciónentre el perpetrador, la víctima y el/lacompañero/a, que adopta el rol de in-capacidad para proteger al niño. Laprevención debe de basarse en unservicio universal que apoye aquienes están criando a sus hijos. Lasnecesidades de protección del menorse tendrían que convertir en necesi-dades de protección del mayor, yaque es la interacción en contexto laque agrava las problemáticas del mal-trato, Andolfi, en 1985, afirmaba que“la familia ha logrado un monopoliosobre las emociones, la crianza de loshijos y la ocupación del tiempo libre.Esta tendencia a monopolizar a susmiembros es la manera en que la fa-milia enfrenta la declinación del sectorpúblico”. Parece ser que sólo lo emo-cional puede desarrollarse con con-fianza en la familia pero, como éstaevidencia la irresponsabilidad y fragi-lidad de hoy, cualquier problema de lapolítica de la comunidad produce unarepercusión en la familia.

Así pues, cuando llegan a con-sulta parejas o familias con fuertesconflictos en la comunicación, si bienes verdad que es prioritario fijarnos enlas relaciones y conductas que secrean dentro del sistema familiar, nopodemos olvidarnos de los complejosprocesos que se producen en la inte-racción entre otros sistemas intervi-nientes: 1) los miembros de esa fa-milia con sus familias de origen; 2) lafamilia y los profesionales; 3) los pro-pios profesionales entre si... Nos si-tuamos en una compleja red social.

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Crisis y maltrato en la dinámicafamiliar

La relación del sistema familiarcon sus miembros y con la sociedadsurge de la trama interaccional común—caracterizada por un conjunto de re-glas susceptibles de evolución en eltiempo— en la que la familia no puedemantener indefinidamente el mismoequilibrio, bajo pena de convertírse enpatógena y de no cumplir ninguno desus propósitos o funciones principales(protección psícosocíal y satisfacciónde las necesidades de sus miembros;acomodación y transmisión de unacultura).

Convertirse en persona autó-noma no significa romper los lazoscon la familia, pues la individuaciónsólo es posible desde la pertenencia.Bowen, en 1991, habla de que la dife-renciación se relaciona con el gradoen que una persona se va desape-gando emocionalmente de los padres.Además, cuanto más alta es la indife-rencíación y más fuerte es ese apegoemocional no resuelto, mayor es ladistancia emocional que pone la per-sona y más intensos son los meca-nismos destinados a controlarla.Bowen afirma también que las per-sonas que cortan los lazos con la fa-milia de origen tratan, con todas susfuerzas, de crearse familias “susti-tutas” entre las relaciones sociales yque, cuando éstas adquieren caráctersignificativo, se convierten en dupli-cados de las relaciones con la familiade origen; cuando la persona se en-cuentra en estado de estrés y su an-siedad aumenta, corta también loslazos.

Ejemplos que cumplen lo ante-riormente expuesto son aquellas fami-lias —y sus miembros— que pre-sentan un cuadro de maltrato. Po-demos encontrarnos con situacionesextremas: o familias muy aglutinadasen torno al desorden, o familias di-sueltas o dispersas. Para demostrarlo,tendremos en cuenta, entre otros, eltrabajo de Círíllo y Di Blasio (1991>.

Dichos autores hablan de tresfactores en la aparición del maltrato:1> factores de orden individual; 2) fac-tores socioculturales; 3) factores rela-cionados con el nivel familiar. Puestoque los dos primeros han sido comen-tados ya (en apartados precedentes),nos extenderemos algo más en el úl-timo de ellos: la dinámica familiar.

Cuando en un sistema familiaraparece una tensión, una fuerza dis-tinta vívida como distorsión, estamoshablando de crisis o, según Webster,“estado de cosas en el que es emi-nente un cambio decisivo en un sen-tido o en otro”. En chino, los vocablosde “crisis” significan peligro y oportu-nidad; oportunidad peligrosa que ten-dremos que aprovechar para que, alresolverla, el cambio permita algonuevo y mejor.

En las crisis se reviven los con-flictos no resueltos y la tensión creceen el sistema. Al querer eliminarla po-drían, o bien querer disolver la familia(divorcio, internación de uno de susmiembros, búsqueda de familias susti-tutas, expulsión de un componente,etc>; o bien, podría aparecer un mal-trato en el denominado paciente den-tílícado (aislarle, castigarle, culpabili-zarle, etc.>. Hablamos de maltrato

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dentro de la familia cuando las fuerzasde la misma, en movimientos internos(centrípetos), no pueden permitir elesfuerzo de ninguno de sus miembrosque produzca un cambio sino, másbien, evitan que éste se produzca.

En la mayoría de los casos quevenimos atendiendo en la consulta ob-servamos cómo las tensiones se des-plazan (evitando el cambio) en unaserie de alianzas y rechazos, siendo larelación triangular la base del sistemaemocional de dichas familias. Normal-mente se detecta un conflicto con-yugal claro, así como la militancia delos hijos en uno de los bandos o par-tidos rivales. Aunque las estrategiasde “guerra” son diferentes según lasfamilias, podríamos destacar comomás habituales las siguientes:

1) Familias en las que el conflictode pareja es violento y manifiesto, en-trando los hijos en enfrentamiento di-recto con el progenitor maltratadorpara defender al que es maltratado.

Estas crisis ponen en peligro eldesarrollo emocional del niño, pu-diendo producírse un maltrato físico,como resultado de un episodio de có-lera, en el que suele ser frecuente em-pujar, abofetear, etc.

2) Familias en las que los con-flictos entre adultos se enmascaran, yuno de los progenitores abandona ymaltrata su rol de padre, descuidandosu deber y mostrándose incapaz decriar y atender a sus hijos. Conductascomo las siguientes constituyen ejem-píos de este tipo de maltrato: negli-gencia en la alimentación, falta deatención en la higiene, dejar que elniño juegue con objetos peligrosos,despreocupación educativa, etc.

Este progenitor que abandonapuede estar buscando llamar la aten-ción: a> del compañero, mediante unaconducta inadecuada, como reprochehacia él; b) de sus propios progeni-tores, con un mensaje implícito deltipo: “tú no te ocupaste de mi, no meenseñaste a ser un buen/na padrelmadre, ocúpate al menos de este hijomío”.

3> Familias en las cuales los hijosson utilizados activamente por loscónyuges, como armas de ataqueentre ellos. Habitualmente, uno de loshijos cumple el rol de chivo expiatorio.

Las dinámicas familiares seña-ladas se ajustan y justifican la idea si-guiente: las comunicaciones entre pa-dres e hijos pueden dañar básica-mente la competencia social de éstosy hacer más costosa su evolución.Ahora bien, sin dejar de pensar queesto es verdad, hay que tener encuenta que la propia conducta del niñofavorece o no el maltrato que va a re-cibir. Todos los que trabajamos confamilias sabemos que en ellas, y en sumaltrato, las figuras de los menoresaparecen en una interacción desorde-nada, que afíanza un tipo de circuitodísfuncional en la relación familiar.Conductas como el ser desobediente,la “provocación”, la falta de higiene, lanegativa a aceptar los horarios y li-mites, la impulsividad, la hiperactí-vídad o, por contra, la no participación,etc, aparecen en algunos de estosmenores.

Todas estas aseveraciones nosconducen, en general, hacía la mismadirección: ¿quién y cómo empezó?...A nosotros no nos importa tanto definir

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Trato mal el trato: ¿cómo conseguir un buen trato en con-trato?

sí el maltrato es una respuesta a laconducta del niño o sí la conducta demaltrato del niño es consecuencia delmaltrato de los progenitores, sinocómo acabar con ese proceso. Pero,¿de qué manera?... Este será el retoque trataremos de resolver en el pró-ximo apartado de este escrito, comocierre del mismo.

¿Cómo conseguir un buentrato en contrato?

“El hombre no siempre puede im-pedir el dolor pero sí puede convertiréste para que sea de parto y no deagonía

Aireando la ropa y rescatandofas imágenes parentales

A lo largo de nuestra experienciaprofesional hemos visto personasllenas de rabia contra su pasado, condificultades en el presente y desilusiónpor el futuro, Algunas de ellas dirigíanesa rabia contra sí mismas y otras lohacían al exterior, hacía determinadaspersonas de su entorno, Se hacíandaño y hacían daño... ¿Cómo trabajarcon el odio, el rencor que se acumulaen el corazón de estas personas que“maltratan” y son “maltratadas”?¿Cómo conseguir que firmen la pazcon su pasado, que no se engancheny disfruten del presente y queapuesten por un futuro? Intentaremosclarificar estas cuestiones recordandoa alguna de estas personas.

En una de las sesiones de te-rapia individual, realizadas con una deellas, comentaba lo siguiente (refirién-

dose a su padre): “Quería que supieracuánto daño me había hecho, cómome había faltado al respeto, cómohabía dañado mi disposición a de-jarme querer por otras personas“No me tío de la gente y siemprequiero saber qué esperan a cambio”.Fueron varias las sesiones que nece-sító para airear la ropa sucia, acumu-lada en los cajones durante tantosaños. Tras exteriorizar su dolor, en re-lación a las experiencias vívidas, tra-bajamos en terapia de familia sus difi-cultades relacionales presentes. Tam-bién pasó a formar parte de una te-rapia qrupal, pues pensamos que enla medida en que se integraba en ungrupo e iba teniendo confianza en él,sintiéndose acogida y aceptada, susansiedades básicas a la pérdida y alataque disminuirían. Con este procesoterapéutico buscamos y fuimos resca-tando, poco a poco, sus imágenes pa-rentales.

En general, una de las metas quenos proponemos en la terapia es uncambio en la percepción cognitíva-afectiva del sujeto; esto es, que la per-sona reflexione sobre sus propios sen-timientos y relaciones personales,sobre la percepción que de ellos tiene;cómo los vivencia, cómo los tiene inte-riorizados. Porque sólo desde la ela-boración de la propia historia per-sonal, mediante el encuentro con lafamilia de origen, podrá comprenderde manera más neutral las diferentesinteracciones existentes en su propiafamilia y su comportamiento (Pérez,C. y Arias, 0., 1995).

Hace algunos años acudió a tra-tamiento una chica universitaria, muy

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deprimida y con problemas de relacióncon los demás. En las sesiones con-taba cómo, para poder estudiar, teníaque esconderse debajo de la mesacamilla del salón, por miedo a las pa-lizas que le propinaba su padre. A lolargo de su evolución terapéutica, elodio que le tenía fue, gradualmente,desapareciendo y se transformó enaceptación de la situación experimen-tada. Recordamos todavía hoy,cuando lloraba de emoción recor-dando cómo su padre, todas las vís-peras de Reyes, madrugaba paratener a punto su regalo: unas cas-tañas asadas, recién hechas, que ellaencontraba en sus zapatillas.

Construyendo una realidad,desde la comunicación, másamable para todos

Nuestra vida es como un celu-loide en el que se van grabando, enproceso, diferentes imágenes desdeque nacemos. Cuando nos moles-tamos en pasar la película tendríamosque detenernos en aquellas secuen-cias que se muestran veladas, paracortarlas y tirarlas; después, em-palmar el resto hasta identificar, demanera amable, la producción comonuestra.

Si pudiéramos creernos que no-sotros somos constructores denuestra realidad, la construiríamostantas veces fuera necesario. Así, si larealidad no nos pareciera aceptable,trabajaríamos para narrárnosla de otramanera hasta llegar a aquella que ro-tulamos como buena. Si esto pudieracrearse, no recaería sobre los demásla responsabilidad de la construcción

de nuestra realidad; seriamos per-sonas mucho más amables con losotros y con nosotros mismos. Esto su-pondría apostar por esos créditos deconfianza que todos poseemos ennuestro Banco interior, en lugar deconvencernos que somos pobres yque lo único que hay son númerosrojos.

Uno de los objetivos de la terapiaque practicamos es potenciar una re-flexión sistémica y constructivísta, quenos ayuda a ser conciliadores con no-sotros y con el otro, facilitando la parti-cipación y la autonomía recíprocas, enlo que llamamos red social sana.

“En un pequeño pueblo, unamujer se llevó una gran sorpresa alver que había llamado a su pueda unextraño, correctamente vestido, que lepedía algo de comen “Lo siento’ dijoella, “pero ahora mismo no tengo nadaen casa”.

“No se preocupe”, dijo amable-mente el extraño. “Tengo una piedrade sopa en mi cartera”; si usted mepermitiera echarla en su puchero deagua hirviendo, yo haría la más exqui-sita sopa del mundo. Un puchero muygrande, por favor”.

A la mujer le picó la curiosidad,puso el puchero al fuego y fue acontar el secreto de la piedra de sopaa sus vecinas. Cuando el agua rompióa hervir, todo el vecindario se habíareunido allí para ver a aquel extraño, ysu piedra de sopa. El extraño dejócaer la piedra en el agua, luego probóuna cucharada con verdadera delecta-ción y exclamó: “¡Deliciosa! Lo únicoque necesita es unas cuantaspatatast

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Trato mal el trato: ¿cómo conseguir un buen trato en con-trato?

‘yYo tengo patatas en mi cocina”,gritó una mujen Y en pocos segundosestaba de regreso con una granfuente de patatas peladas que fueronderechas alpuchero. El extraño volvióa probar elbrebaje. “iExcelente!’ dijo;y añadió pensativamente: “Si tuvié-ramos un poco de carne, haríamos uncocido de lo más apetitoso”...

Otra ama de casa salió zum-bando y regreso con un pedazo decarne que el extraño, tras aceptarlocortésmente, lo introdujo en el pu-chero. Cuando volvió a probar elcaldo, puso los ojos en blanco y d¿jo:iAh, qué sabrosa!. Si tuviéramos unascuantas verduras, sería perfecto, ab-solutamente perfecto...

Una de las vecinas fue corriendohasta su casa y volvió con una cestallena de cebollas y zanahorias. Des-pués de introducir las verduras en elpuchero, el extraño probó nuevamenteel guiso y, con tono autoritario, dijo:“La sal”. “Aquí la tiene”, le dúo ladueña de la casa. A continuación diootra orden: “Platos para todo elmundo”. La gente se apresuró a ir asus casa en busca de platos. Algunosregresaron trayendo incluso panes yfrutas.

Luego se sentaron todos a dis-frutar de la espléndida comida, mien-tras el extraño repadía abundantes ra-ciones de su increíble sopa. Todos sesentían extrañamente felices mientrasreían, charlaban y compartían por pri-mera vez su comida. En medio del al-borozo, el extraño se escabulló silen-ciosamente, dejando tras de sí la mila-grosa piedra de sopa, que ellos po-drían usar siempre que quisieran

hacer la más deliciosa sopa delmundo (De Mello, 1988).

Tomando las riendas de mivida: reconocerme y querermeyo, para conseguir un buentrato en contrato

Reconocerse en uno es unaconstrucción responsable, serena; su-pone ser nada más y nada menos queseres humanos falibles; reconocerseen la “dorada mediania” (medio-cridad>. Siguiendo la filosofía de A.Ellis <1990>, diríamos que perse-guimos que la gente llegue a acep-tarse plenamente y sin condiciones,tanto sí se comporta o no inteligente,correcta o competentemente, y tantosi los demás le conceden, o no, suaprobación, su respeto y su amor.

Nos gustaría cerrar este escritocon el siguiente pensamiento: ¿Quéhe de hacer para amar a mi pró-jimo?... Deja de odiarte a ti mismo...

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