situacion de calle, leonardo piña

download situacion de calle, leonardo piña

of 14

Transcript of situacion de calle, leonardo piña

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    1/14

    Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30515373015

    RedalycSistema de Informacin Cientfica

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Pia Cabrera, Leonardo

    Calle y casa. Aprontes tericos para una comprensin de la situacin de calle desde

    sus actores

    Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, vol. 9, nm. 26, 2010

    Universidad Bolivariana

    Chile

    Cmo citar? Nmero completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Polis, Revista de la Universidad Bolivariana

    ISSN (Versin impresa): 0717-6554

    [email protected]

    Universidad Bolivariana

    Chile

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/principal/ForCitArt.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/IndArtRev.jsp?iCveNumRev=15373&iCveEntRev=305http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/HomRevRed.jsp?iCveEntRev=305http://redalyc.uaemex.mx/http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/HomRevRed.jsp?iCveEntRev=305http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/HomRevRed.jsp?iCveEntRev=305http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/IndArtRev.jsp?iCveNumRev=15373&iCveEntRev=305http://redalyc.uaemex.mx/principal/ForCitArt.jsp?iCve=30515373015http://redalyc.uaemex.mx/
  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    2/14

    Calle y casa. Aprontes tericos para unacomprensin de la situacin de calle desde sus

    actores*

    Leonardo Pia Cabrera**

    Resumen: En este texto se propone el estudio del fenmeno de la vida en la calle a partir de la intencin devisualizar a las personas que lo protagonizan como agentes, esto es como sujetos que pueden actuar y tener

    conciencia de su accin, perspectiva casi totalmente ausente tanto en los estudios hasta ahora realizados como ennuestros cotidianos modos de relacin con ellos. Para tales efectos, su diseo se propone un acercamiento en cuatrodirecciones complementarias, a saber, la aproximacin a los significados dados por estos hombres y mujeres a sus

    experiencias de vida, el conocimiento de las prcticas e interacciones que establecen cotidianamente, su articulacinen dilogo con otras retricas de la marginacin junto a las cuales co-construyen el fenmeno, y su puesta en relacincon el contexto y otros procesos que lo engloban y junto a los cuales se desarrolla.

    Palabras clave:Situacin de calle, vagabundaje, agencia.

    Street and home. A theoretical approach to an understanding of the homelessnessfrom the protagonists point of view

    Abstract:In this article, the author approaches the study of the phenomenon of homelessness from the pointof view of its own protagonists, that is, agents who choose to act and are aware of their own actions; a perspective

    that is almost completely absent, both in the study of the homelessness as well as in our daily interactions with them.To this effect, the papers design proposes an approach in four complementary directions: an approximation to the

    meaning given by homeless men and women to their own life experiences; an understanding of the behaviors andinteractions that homeless establish in their daily routines; their dialogue with other discourses of marginalizationinterwoven in the construction of homelessness; and the relationship of homelessness with its context and other wider

    processes that encompass its development.Key words:Homelessness, vagancy, agency.

    Rua e casa. Aportes tericos para uma compreenso da situao de rua de seusatores

    Resumo:Texto correspondente discusso terica do projeto de pesquisa de doutorado do autor, no qual seprope estudar o fenmeno da vida nas ruas com a inteno de visualizar as pessoas que o protagonizam como

    agentes, ou seja, como sujeitos que podem atuar e ter conscincia de sua ao, perspectiva quase completamenteausente tanto nos estudos realizados ate o momento, como em nossos modos cotidianos de relao com eles. Para este

    fim, a pesquisa prope uma aproximao em quatro direes complementares, a saber, a abordagem dos significadosatribudos por esses homens e mulheres e suas experincias de vida, o conhecimento das prticas e interaes queestabelecem cotidianamente, sua articulao em dilogo com outras retricas da marginalizao, junto s quais co-

    constroem o fenmeno, e sua aplicao em relao ao contexto e outros processos que o englobam e com os quais sedesenvolve.

    Palavras-chave:Localizao de rua, vadiagem, da agncia.

    Recibido: 04.09.2009 Aceptado: 02.05.2010

    * * *

    La definicin por negacin o ausencia que se hace de las personas que viven en situacin de calleen nuestras ciudades, as como trae a colacin la larga tradicin de acercamientos fallidos que en torno alos pueblos indgenas y culturas tradicionales se hizo al interior de la antropologa al referirlos, porejemplo, como sociedades sin Estado o economas de subsistencia, plantea, en lo que a estos hombres ymujeres se refiere, una serie de efectos perversos, entre ellos su comprensin como sujetos sin capacidadde agencia, esto es como personas imposibilitadas de vivir de otra manera, movidas, quiz, por la inerciade sus carenciados presentes.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    3/14

    Resultado de un profundo desconocimiento, prejuicio y generalizacin, su incgnita, explicadacomo extensin de situaciones de deprivacin, falta de oportunidades, desempleo, abandono, desrdenesmentales, alcoholismo y/o drogodependencia, e histricamente caracterizada como refractaria al trabajo y

    puerta de entrada al mundo del delito (o una ms de sus expresiones propiamente dichas), instalando ladistancia en el modo en que se los entiende como en la forma en que nos relacionamos con ellos, haterminado por situarlos fuera de su propio rango de accin e impedido, en consecuencia, la posibilidad de

    visualizarlos como partes constituyentes de su fenmeno. Comprehensivamente inhabilitados para vivirde otra forma dada su extrema condicin de pobreza y situados, subsiguientemente, al centro de lacaridad, ya que no de la poltica social, tal respuesta factor, en ltimo trmino, de su infantilizacin,

    tampoco ha supuesto cercana, acaso compasin. Alternativa bonachona pero todava expresin deletnocentrismo de la tribu sedentaria o del paradigma de la vivienda, como llama el antroplogo espaolManuel Delgado a lo que pasa en los contextos sociales plenamente estructurados del adentroconstruido (2007: 39), su emergencia no ha supuesto el retroceso de su incgnita y minusvaloracinsino, ms bien, el refuerzo de un tipo de abordaje igualmente distanciador, toda vez que suponiendo queen la apariencia fenomnica de una prctica est su mvil, deja de avanzar en la particularizacin de la

    experiencia de y en la calle, reducindola a problema social, y/o de seguridad social. Y, con ello, de verloen relacin con sus otros componentes lo que impide observar, por ejemplo, el espacio para la libertadpersonal (y laboral) que tambin tendra, y el complejo desarrollo de redes y habilidades adaptativasfrente a circunstancias, vitales y de contexto, altamente desfavorables. En suma, de apreciarlos en su

    condicin de actores en propiedad.

    La delgada lnea, asimismo, que va desde su conceptualizacincomo homeless, vale decir comopersonas cuya condicin de no tener ningn acceso al abrigo o de tener un acceso a l que es tan precario

    que la vida en s misma est amenazada (Glasser 1996: 579), hasta su reduccin a problema habitacionaldada su contenida situacin sin techo, o de exclusin social que consigo lleva, implicando un tipo decomprensin altamente simplificador de lo real, tambin hara parte de este juego, esta vez no soloreduciendo a una dimensin su fenmeno o pensndolos al margen de la vida social y por accin de otros,sino privndolos de ciudadana al aparejarla a la disposicin de un sitio en la ciudad, lase domicilioconocido, que sera el encargado de proveer los derechos que, por lo mismo, no podran tener ni se les

    reconoce1 . Vida urbana como modelo de virtud y civilizacin histricamente instalado desde la colonia apartir de la real decisin de fundar ciudades, su ausencia, en el caso que ac importa, los convertira enuna suerte de contemporneos primitivos que, incapaces de tener y/o tomar posicin, tampoco tendran la

    capacidad de decidir y significar sus vidas. Menos an de encontrarle algn sentido. Lo uno comomanifestacin de su no tenencia de espacio (posicin como lugar material), y lo otro como indicador de

    su falta de opinin (posicin como sitio de las ideas), tal infantilizacin o desconocimiento de sucondicin de agentes, esto es de ser poseedores de intencin o conciencia de accin (Barnard &Spencer 1998: 595), terminara por cerrar un crculo alrededor suyo no solo conceptual sino emprico, yque sera observable, irnicamente, en su cotidiana no visibilizacin2 .

    Visto como problema de vivienda por su falta y caresta, e histricamente configurado comoexpresin de un cierto rechazo al trabajo por la no disposicin del espritu que lo valora como bien

    social3, lo mismo podra aplicarse a su contempornea comprensin como una carrera moral deldescrdito y en direccin a los bordes de la sociedad por la prdida del rol social asignado en manos delselfespontneo (Berho 1999/2000)4, toda vez que al enfatizar en lo que se abandona o a lo que se puedellegar, deja en segundo trmino, o suspendida como mnima situacin liminal, la experiencia misma de la

    erranciay los significados que a ella y desde ella se otorga por parte de quienes diariamente la vivencian.Grueso adelgazamiento, la marcacin de este tipo de abordaje de tan paradjico modo intenta hacerhincapi en la no observacin de su fenmeno, aunque parezca de perogrullo, desde su fenmeno mismo,es decir con cargo a un punto de vista mico capaz de concentrarse en el viaje que toda situacin liminal

    supone y que no solo sera, siguiendo al britnico Turner, una lnea o lmite demarcando etapas (1981:108). Rica, creativa y abierta frontera a la manera en que el antroplogo e historiador Michel de Certeau yel tambin antroplogo Renato Rosaldo entienden los mrgenes5 , el trnsito, y ya no nicamente latransicin de uno a otro lado de la liminalidad, apuntara, segn su condicin de viaje, ms que a losincrnico o acrnico de esos puntos ya deslindados en el mapa, la partida y meta de una carrera en estecaso, a la diacrona que, como apunta Delgado, convertira una articulacin temporal de lugares en una

    secuencia espacial de puntos (2007: 69).

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    4/14

    Equvoco imputable al francs Marc Aug (1998) cuando a propsito de la distincin entre lugar yno-lugar concibe a este ltimo como lugar de paso y no como el paso por un lugar dada la carencia demarcas y memoria que los definira (Delgado 2007: 69), tambin lo sera, pero de distinto modo, del

    aludido Berho cuando no repara, como se dijo, en el sentido del viaje expresado con y a travs de susvidas por parte de los torrantes, las personas en situacin de calle que durante el ltimo tiempo ha venidoestudiando en la surea ciudad de Temuco (1998, 1999/2000, 2003, 2007). S observado por el socilogo

    chileno Gonzalo Falabella (1970) y los ya presentados Gabriel Salazar (1990), Jos Bengoa (1988), y otravez Salazar en un trabajo en coautora con Julio Pinto (2002a; 2002b), sus lecturas de la salida del campode vastos contingentes de poblacin en distintos momentos de nuestra historia no solo como medio para

    la consecucin de empleo, sino tambin como escenario y destino de su gradual transformacinidentitaria, les permitira, detenindose en la dimensin ms microscpica de la vida social, ampliar elrango de mirada hacia su comprensin como parte de procesos mayores que, no por estructurantes yglobales, necesariamente han de entenderse como privando a sus actores de su presente, local y temporal,vale decir de la posibilidad de significarlos y por su parte tambin estructurarlos en el hecho mismo devivirlos.

    Relacin vectorial en ms de un sentido, los desplazados migrantes agrcolas a los que estosinvestigadores se refieren y que no son, claramente, las mismas personas que en la actualidad seencuentran en situacin de calle, como stas, tambin se habran enfrentado a presentes tensionados por

    diversas fuerzas y, por ende, plausibles de observar a distinta escala. Fenmeno de tal suerte ligado a laincapacidad de la hacienda y la pequea propiedad de retener con trabajo a la creciente poblacincampesina de nuestro pas y que habra sido resultado, amn de otros factores, de un lento proceso decapitalizacin y de los vaivenes de la inversin sectorial y los impactos y movimiento del capital

    extranjero, ms ac, es decir ms cerca de su vivencia por parte de quienes debieron salir a la ruta atentar por mejor fortuna, tal como con los cortes estratigrficos de la arqueologa, permitira ver otrasdimensiones del mismo, igual y distintamente importantes en su construccin. La expansin y contraccindel mercado del trabajo ocurrida a comienzos del siglo XX en los Estados Unidos, Argentina y Chile, ycontextualmente abordada por el socilogo chicaguense Nels Anderson (1923) 6 , el periodista argentino

    Osvaldo Baigorria (1998) y el ya anotado Falabella (1970) en sus investigaciones acerca de lasespecficas figuras de hobos, crotos y torrantes, ira en esta lnea al permitir apreciar mrito de susestudios e independiente de sus enfoques e interpretaciones, cmo una realidad se desarrolla en variosplanos, y ms porque en su intento por situar sociohistricamente la emergencia de estos sujetos, la

    vivencia de su particularidad no termina adelgazada y tampoco sus protagonistas que continan, ms omenos, al centro de su inters de conocimiento.

    Sabedor de ello este ltimo, de modo permanente establece lazos entre la huella, o esa singularvida en el camino desarrollada por estos caminantes y que l interpret como una suerte de comunismo desubsistencia por su mancomunado sistema de compartir bienes y servicios; el torrante, o el migrante

    agrcola que en su larga bsqueda de empleo durante el pasado siglo fue encontrndose con otros ydesarrollando, en su interaccin, aquel sistema en movimiento; y el contexto, econmico, poltico y

    social, que a nivel nacional e internacional habran hecho posible, o determinado en sus palabras, suemergencia como estrato. Realidad en varios planos, abarcarla por separado no ayudara a apreciarlo, talcomo l advierte, sino como un hombre marginal, debido a su dialecto especial, su no comn ydesviadas normas de conducta, y su desempleo crnico.[Y]no sera considerado un producto de unasociedad en la que es explotado por capitalistas, como cualquier otro trabajador (Falabella 1970: 87). O

    lo mantendra, siguiendo su argumento, como objeto de inters por su exotiquez, pero no de atencincomo parte, y no al margen, de la sociedad.

    Distincin de frontera en el doble sentido del establecimiento de lmites (frontera comodelimitador/generador de categoras discretas, a la manera en que el francs Pierre Bourdieu critica suconcepto)7 y de su propia transgresin (frontera como espacio desbordado, de acuerdo al modo en que De

    Certeau y Rosaldo la reformulan)8 , articulados aqu por el contenido que refieren y a travs de su mismadoble perspectiva, no solo dejan ver sus taxonomas la existencia de diferentes estratos sociales, porejemplo, o las relaciones mediante las cuales podra darse su vinculacin como la de explotacin, quemientras hace de uno un explotador del trabajo del otro, evita que el otro, dada su peculiaridad, sea

    entendido como marginal, sino que hacen posible el reconocimiento de algunos de los muchoselementos de su propia incontenciny porosidad como universos cerrados.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    5/14

    La anotada rotulacin, en este sentido, del torrante como producto de la sociedad y no como, otambin, agente de ella, conviviendo a pocas pginas de distancia con otras que reconocen sus accionescomo un esfuerzo consciente, polticamente intencionado por crear una sociedad no alienada, o

    alentando a otros obreros a hacer su pequea revolucin y unirse a la huella, aparecen en tal direccin(Falabella 1970: 106). Igual cosa la alusin a la asimetra entre una entidad mayor, entendida comoestructurante esto es el proceso de desarrollo/subdesarrollo sectorial [que]crea el estrato torrante y el

    contexto social y poltico general en el que su formacin de clase ocurre (ibid: 93), y otra menor, noobstante ello en pugna con y relativamente alterna a aqulla o esos sujetos individuales deviniendoidentitariamente en actor colectivo, es decir como torrantes en la huella, que lo remarcara an ms

    dadas las filtraciones que para la sealada unidireccionalidadde su produccin como estrato tendra talgesto de resistencia poltica y cultural.

    Mundo(s) de frontera y no frontera(s) del o los mundos, tal como tcitamente seala el historiadorMario Gngora, la ampliacin de su entendimiento como espacio incorporado y punto de vista en y atravs del cual ver, sera la que le permite apreciar al territorio fronterizo como el rea en s misma que es,

    en este caso escenario de permanente atraccin para un gran nmero de personas que desde los albores denuestra historia fue dando forma ah al dismil fenmeno del vagabundaje (1966, 1971), y que aunquedistinto al observado hoy en la ciudad, ac se lo presenta como una de sus lneas de desarrollo anterior,ms an por la relacin de otredad absoluta que como espacios y contenidos polares representaran: lo

    nomdicocomo oscilacin e inestabilidad, de un lado, y su superacin por el urbano emplazamiento, delotro (Delgado 2007: 63-64). Documentada suficientemente por la historiografa, la razn, empero, de suinclusin ac, guarda relacin con el modo en que los significados asociados al fenmeno se han venidoconstruyendo, de espaldas al mismo y como una cosa dada, y no en correspondencia con las

    circunstancias contextuales, simblicas y materiales, desde donde surgen como construccin.

    Palabras que enuncian contenidos, pero que tambin renuncian a otros mientras lo hacen, su fuerzadecidora, como en la colonia cuando la oposicin trabajo/ocio se entendi y no entendi como cesanta,deja ver la existencia, en otro plano, de enfrentamientos no nicamente ocurridos al nivel de sumaterialidad, y que fundamentales en su construccin, tambin lo son a la investigacin. Definida como

    heteroglosia, la caracterstica que seala al lenguaje como un reducto inestable, dinmico y en constantediferenciacin a raz de las disputas de uso y significado dadas entre los grupos, de muchos modosdiversos, que en l se relacionan, a estos efectos podra ayudar a comprender las transformaciones que

    con este fenmeno se han venido dando, en especial si volviendo al perodo colonial se tiene el mnimoespacio, social y laboral, asignado a un vasto sector de la poblacin y el giro semntico que hizo de esamasa de desocupados movindose tras empleo, primero vagabundos, y despus ociosos vagabundos.

    Cesanta y no simplificada tendencia al ocio, aquella histrica promocin del vagabundeo que solounos pocos reconocieron y que hoy tambin podra observarse en el adelgazamiento de su complejidadhasta llevarlo a ser un problema casi nicamente de techo y que aparece como base del llamadosinhogarismo cuando lo remarca en trminos de su estructural carencia, como exclusin, o de ladesafiliacin de estas personas, como metafrica expresin de su falta de hogar (Bachiller 2007), tiende

    a olvidar la creacin de realidad a travs de las palabras, no obstante, como apunta Bourdieu en relacin asu mutua influencia, stas mismas lo sean de aqulla. As, si bien toda clasificacin producira la

    diferencia cultural en la misma medida que ella es producto de esa diferencia (2001: 89), el hecho de quela correlacin de fuerzas, materiales y simblicas, de esa lucha por la delimitacin legtima sea lo

    inequivalenteque es, plantea el doble riesgo de su reduccin y expropiacin, como poder aplicado, cadavez que en la mesa de la poltica pblica, y en una irona de la exclusin, se sientan investigadores yplanificadores Ciencia y Estado de otra forma a discutir acerca de sus hallazgos y acciones a seguir, sinque en esa conversacin estn presentes, precisamente, los excluidos.

    Lucha de clases tambin ac, el posicionamiento de los investigadores como rbitros de todas lasmaterias no solo los inhabilitara, segn este pensador, para captar la lgica propia de una lucha donde lafuerza social de las representaciones no es necesariamente proporcional a su valor de verdad (ibid: 93),sino que actualizando el escepticismo radical del fsico austriaco Paul Feyerabend respecto a la ciencia ysu carcter privilegiado para la produccin de conocimiento (2001), trae a colacin la propuesta del

    antroplogo cataln Oriol Roman en orden a entender que ms que culturas de la marginacin, habraque hablar de retricas de la marginacin de forma que el acento estuviese no ya en el fenmeno comotal, o no solo, sino en el ejercicio de visualizacin, o tambin, que lo denota y ayuda a construir.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    6/14

    As, a su complejidad interna, como suma de acciones y significados, habra que agregar el modocon que se les define (produce), esto es las (cambiantes) formas cmo se les sita dentro o fuera de losmrgenes establecidos, entendiendo que una de las grandes tareas que han tenido que realizar siempre

    los humanos ha sido la de definir los lmites que se van imponiendo al caos, y la de gestionar la sociedadde acuerdo con estas definiciones de la realidad (1996: 303).

    Intento de establecer un campo de estudio para la antropologa, adems de remarcar la variedad dediscursos existentes sobre la marginacin como las perspectivas histrico-institucionales que la venemerger de la mano de procesos de normalizacin, los anlisis estructurales que sitan la condicin de

    marginado en su determinacin infraestructural, la teora dependentista que la pone como efecto deldesarrollo capitalista en pases cuya urbanizacin no guarda relacin con su industrializacin, o losenfoques sistmicos, procesuales, interculturales, simblicos, u otros, segn este autor debieran tenerseen cuenta al menos cinco distintos niveles en la configuracin de este fenmeno, a saber, los procesos deexclusin social ligados a las transformaciones econmicas; las elaboraciones culturales de quienes sufrenestas situaciones con respecto a sus estrategias de resistencia y/o adaptacin; los discursos sociales, tanto

    acadmicos como populares, y su amplificacin meditica; su incidencia en las estrategias de resistenciay/o adaptacin sealadas; y, por ltimo, las prcticas y discursos de los llamados innovadores culturales,esto es de quienes manifiestan situaciones de conflicto en relacin a los lmites sociales en mbitos comola sexualidad, uso de drogas, identificacin tnica u otros.

    Advertencia sustantiva la de Bourdieu e interesante la propuesta de Roman, la fuerza magnticade la frontera atrayendo un amplio rango de personas y con su arribo y actividad su propia aparicin en elmapa, tambin habra supuesto, en un juego de miradas y significados impuestos, el retorno a su estatus

    de sitio vaco (segn el sentido latino que apunta a la cesacin del trabajo e inactividad), esta vez, sinembargo, por su ocupacin por parte de esta poblacin ya entonces signada como vagabunda ymalentretenida. Marca sobre lo rural de igual modo que antes lo fue con la poblacin indgena y el restodel bajo pueblo, en trminos espaciales, escribe Alejandra Araya (1999), ello dibujar un camino queiniciado en la criminalizacinde este sector de la poblacin y situado en el campo como el lugar de suhabitacin y amparo, con el tiempo terminar en Santiago, como miedo, una vez que la plebe arribe all.

    Entonces, mediados del siglo XVIII, tal reaccin traer consigo su progresiva reduccin como problemasocial, y de seguridad social, de forma que sus muchos orgenes ya sean histricos como fenmenosociocultural, o individuales como resultado de trayectorias vitales especficas, irn quedando a un lado

    de la mano de una mayor atencin por la expresin material de su realidad, esto es la pobreza de suscondiciones de vida. Homeless, sin techo o sin domicilio fijo, o personas en situacin de calle msampliamente, vern ascender as a categora nominal y fundanteuno de los componentes que describen su

    realidad: el techo, o la falta de l. De paso, tal vaciamiento tambin los incluir a ellos, minusvalorados

    como actores, invisibilizados societaria y comprehensivamente, otra vez al margen de su propiofenmeno.

    Foco, desde una cierta perspectiva, en lo material en desmedro de lo simblico, desde otra, si seaplica lo apuntado por el filsofo chileno Humberto Giannini (2004), podra ser ste, menos visible, el

    responsable de su actual conceptualizacincomo problema ligado a la falta de techo: no la pobreza comosu manifestacin sensible (o no solo sta), y s los invisibles cdigos que distinguen los comportamientos

    socialmente aceptables de los que no lo son (o tambin aqullos), el entorpecimiento de las rutas o rutinasde la calle por parte de esta poblacin, (tambin) podra ayudar a entender este contemporneo giro.

    Dicotoma aparente, tal como en el siglo XVIII la transicin econmica hacia formas de produccincapitalista y su correlato discursivo que descubre a la sociedad chilena transitando hacia una modernidadilustrada, racional y ordenada ayudan a entender el fenmeno del vagabundaje como un asunto relativo alocio (Araya 1999: 17), su insistencia, vale decir que se entienda que se est ante un fenmeno complejo,

    no reducible a una u otra dimensin y tampoco correctamente estimable si se lo hace solo desde laposicin del especialista, o contra sus actores, tambin podra redundar en lo mismo. Y ello, regresando aBourdieu, podra ocurrir cuando la oposicin entre realidad y representacin sea superada, esto es cuandose incluya en lo real la representacin de lo real, o ms exactamente la lucha de las representaciones enel sentido de imgenes mentales, pero tambin de manifestaciones sociales destinadas a manipular esasimgenes mentales (2001: 88).

    De un lado, normatividad invisible de muchas maneras violentada; de otro, persistencia de suexpresin material al abordarlo; entremedio, una confusin de situaciones distintas a partir de intereses

    tambin diferentes; conjunto de cosas, en suma, que tambin habra ayudado a reducir su entendimientohasta llevarlo a ser, incluso, un problema de seguridad social.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    7/14

    Observable a lo largo del siglo XX en el intento del Estado chileno de hacerse cargo de la llamadacuestin social, hacia 1941 se lo puede ver como fundamento para la creacin y mantencin deinstituciones de asilo y proteccin de la poblacin adulta en situacin de calle, esto es la intencin de

    asegurarles la ayuda del Estado y evitar las exhibiciones pblicas de su desmedrada condicin personal[a quienes] ejercen la mendicidad sin permiso y que, en razn de ser lisiados o valetudinarios, no tienenaptitudes para el trabajo (Mideplan 2005: 27). Extracto de un Proyecto de Ley sobre represin de la

    vagancia y la mendicidad pronunciado como Mensaje ante el Parlamento el 12 de septiembre de 1941 porPedro Aguirre Cerda, Presidente de la Repblica entonces, y parte, como se indic, de su arribo al Estadocomo preocupacin pblica, y no ya como un asunto nicamente individual que eventualmente se atiende

    con acciones de beneficencia y/o de vigilancia y encierro, en este texto seleccionado, no obstante puedano parecerlo, conviven el afn de atender socialmente a la poblacin que no puede hacerlo por s misma,el de regular el uso de los espacios pblicos y el de evitar el afeamiento de la ciudad en correspondencia,estos dos ltimos, con la distincin aportada por Giannini entre vida en la calle y vidadomiciliaria/actividad laboral (2004: 40), y a travs, ahora como conjunto, de una accin normalizadorade represin social a la manera en que Foucault describe e interpreta el internamiento de la edad clsica

    (1976: 93-94).

    Esa una respuesta, con la realizacin en julio de 2005 del primer Catastro Nacional de Personas enSituacin de Calle por parte del Ministerio de Planificacin y que arroj la existencia de 7.254 personas

    viviendo y durmiendo en las calles de nuestro pas, se est ante otra, esta vez con el oficializado inters depropender a su incorporacin a los beneficios sociales del Estado. Paso adelante en el reconocimiento desu heterogeneidad y la difcil tarea de dimensionarla dado su carcter flotante, tambin lo parece larelativa apertura, aunque incipiente y ella misma oscilante todava, a su condicin de agentes. La

    afirmacin de que lejos de ser sujetos pasivos y vulnerables que meramente sobreviven, son capaces denegociar activamente sus condiciones de vida, adaptarse y reaccionar frente a los obstculos queencuentran a diario en el intento de hacer hogar, aunque sea en la calle (Mideplan 2005: 78), avanza enesa lnea. Su rotulacin, empero, como problema y la asuncin por parte del Estado de la tarea de darlesolucin, no deja mucho margen. Tampoco a cmo entiende la perspectiva de derechos cuando en el afnde propender a su plena integracin a los beneficios del progreso (ibid: 11), ello deja ver una cierta idea

    uniformadora de la realidad social y cultural que no alcanza a preguntarse por los sujetos que dan forma yfondo a este fenmeno, no obstante la categora que levanta, personas en situacin de calle, parezca estara mitad de camino entre un promisorio inters por el carcter en construccin de su proceso identitario y

    un an convencional nfasis en su condicin sin techo.

    Avances hasta ac en el reconocimiento de la interconexin de los fenmenos y la necesidad, por

    tanto, de sumar y no oponer perspectivas, an restara una mayor apertura hacia su carcter en proceso,ms an si, por una parte, ya ha habido una relativa aceptacin de la no unilinealidad de los fenmenossociales, o recursin como seala la teora de la complejidad al principio segn el cual el producto/efectose convierte en productor/causa de lo que produce (Gmez Garca 1996: 9) 9 y, por la otra, se trata defenmenos en espacios como los urbanos signados por el movimiento y la inestabilidad y sin perjuicio delo cual, como apunta Delgado, tambin haya ah una cierta estructura social, pero una no finalizada,

    rugosa, estriada y, ante todo, en construccin (2007: 89-90). Esa todava una deuda, tambin lo sera laaceptacin de que a todas las personas les asiste la capacidad, en tanto sujetos de cultura y a travs de susacciones, de conservar y/o modificar el estado de las cosas, entendiendo, como ha aportado un grannmero de autores y aqu se pone en boca del turins Carlo Ginzburg, que al igual que la lengua, la

    cultura ofrece al individuo un horizonte de posibilidades latentes, una jaula flexible e invisible paraejercer dentro de ella la propia libertad condicionada (1997: 18). Horizonte el de la cultura y la lengua,pero horizonte abierto, como la frontera, a la infinitud exponencial de sus combinaciones, lo siguiente

    sera, continuando con este microhistoriador, reaccionar al incompleto retrato que ha hecho de la culturapopular una pasiva e improductiva receptora del excedente cultural de las clases dominantes, un implcitocmulo de valores no del todo alternos o su infranqueable equivalente otro. En otras palabras, entender lasubalternidadcomo alternidad.

    Flanco an por recorrer, los avances y vacos anotados buscan insistir en que si bien la situacin de

    calle moldea la identidad personal de quienes en ella se encuentran, no sera inerme a su presencia quetambin la modela a ella. Lo mismo la estructura de relaciones sociales y la conducta de los sujetos,mutuamente influenciables, segn acota el espaol Jos Ignacio Porras (2005) y refrendan los testimoniosrecogidos en el ya citado catastro (Mideplan 2005), toda vez que contrario a la idea de desafiliacin

    central al sinhogarismo y un obstculo para analizar las afiliaciones que las personas establecen una vezinmersos en los contextos de calle (Bachiller 2007: 2), entre quienes estn en esta situacin s existiran

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    8/14

    lazos, ms o menos a la manera en que la antroploga Larissa Lomnitz entiende las redes sociales, esto escampos de relaciones entre individuos caracterizados por su difuminaciny superposicin, el intercambiovertical u horizontal de bienes, servicios e informacin, su constitucin a partir de centros ocupados por

    ellos mismos que las definen en tipo y nmero, y que ordenan en una suerte de mapas cognitivos a partirde los cuales se mueven segn la distancia social o confianza que ellos y su grupo de pertenenciadeterminan (2000).

    Ms flexible conceptualmente que la nocin de estructura social, su uso, como se dijo, buscaremarcar la posicin de agentes de quienes han sido insistentemente negados en ella y que, si se aplican

    las ideas de la norteamericana Sherry Ortner, an ac la ejerceran, sea como proyecto o sea como poder,y reproduciendo o transformando con ella las situaciones dadas y, en ningn caso, siendo inocuos en susefectos (2006: 139). O, si se quiere, pudiendo distinguirse por la orientacin a un objetivo y laautoconciencia de s mismos, esto es como accin propiamente tal y no solo como mera conducta (Keane2003: 231); o como actos de eleccin y decisin cuyo ordenamiento sistemtico sera la organizacinsocial (Firth 1971: 40); o dando forma a tramas de significacin por ellos mismos, y por propia mano,

    entonces, insertndose en ellas, esto es en la cultura que sera esa urdimbre (Geertz 1997: 20). En suma,teniendo en cuenta que rasgos estructurales tales como cultura, sistemas sociales, estratificacinsocial o roles sociales establecen condiciones para su accin pero no determinan su accin (Blumer1962: 152), mxime en el espacio urbano comprendido, a estos efectos, como aquel que conoce la

    heterogeneidad inmutable de las acciones y de los actores [suerte de] proscenio sobre el que se negocia,se discute, se proclama, se oculta, se innova, se sorprende o se fracasa (Delgado 2007: 15).

    Como sea que fuere, la articulacin en estas pginas de un marco conceptual en relacin a, y no

    aparte de, una seleccin de los anlisis y desarrollos que se han hecho en torno al fenmeno de lasituacin de calle, ha querido representar, como ejercicio plausible, una cierta forma en que sus retricastambin lo han venido construyendo. La acadmica sta, otras en otros planos a diario tambin lo hacen,en la calle por ejemplo a propsito de la interaccin entre vecinos/as, esta poblacin y los viandantes.Acceder a esas conversaciones, por tanto, y luego textualizarlas a la manera en que el ingls NigelRapport las entiende (1997)10 , tambin es parte de esta investigacin. Reconocimiento en ello de laagencia discursiva de quienes ocupan los espacios pblicos como lugar en curso, esto es en unamodalidad en movimiento y en proceso11 , tambin lo es del posicionamiento tico del investigador encuanto a poner sus interpretaciones al centro y en dilogo, y no fuera (o encima), de las otras que al

    respecto hay. No en la altruista forma (por decir lo menos) de querer dar voz a los sin voz lo que vendraa ser, segn advierte Stephen Tyler, una expropiacin pues toda representacin sera un acto de represin

    (1998: 289), sino de propender a un dilogo reflexivo que lo entienda como un proceso de interaccin,diferenciacin y reciprocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente sentido comn, teora,modelos explicativos y la de los actores o sujetos/objetos de investigacin (Guber 2001: 53). Reflexiva,entonces, en el sentido de encontrarse dos maneras equivalentes de entender el mundo a estos efectos,las muy concretas de los interlocutores pero tambin las ms abstractas que estn detrs suyo, y queharan parte de sus otros dilogos como sujetos no unarios (Tedlock 1998: 285), ello se plantea como

    paso para su mutuo reconocimiento, aceptacin y reaprendizaje, o en otras palabras, como la empticaintencin de ver como si el otro viera a travs.

    Pretencioso afn, de fondo intenta remarcar las muchas maneras cmo se imagina a esta poblacinsin capacidad de incidir, no ya en sus propias vidas sino, tampoco, en las dinmicas y contextos urbanos

    que ocupan. Somos todos iguales pero algunos lo somos ms, irnicamente escribe, o ms o menos,George Orwell en su conocida novela de crtica poltica Rebelin en la granja(2003), insinuando, conello, que la nocin de ciudadana, excluyente por definicin12 , no solo sera asunto de explcitas, formalesy definitivas decisiones sino, ms bien y tambin, de gran inestabilidad y permanente modificacin.

    Activos conocedores de ello, aunque no reconocidos por ello, las personas en situacin de calle, comocualquier otro habitante o transente de la ciudad, tambin incidiran, y mucho, en los espacios urbanos apartir de su desplazamiento y asentamiento, la negociacin constante de acuerdos (y desacuerdos), o lageneracin de circuitos, redes y relaciones13 . Que no los veamos en el curso de lo cotidiano, se los hayaencerrado real y metafricamente a lo largo de la historia como efecto de sendos procesos ordenadores yde normalizacin (Foucault 1976; Araya 1999), o no se los mencione en la literatura especializada que

    trata y no trata del tema, es otra cosa, mxime si como se ha dicho, la calle, a diferencia de la vidadomiciliaria y la actividad laboral, estara regida por un tipo de normatividad invisible orientada a

    mantenerla despejada como ruta, y dispuesta y libre para su rutina (Giannini 2004: 40).

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    9/14

    Annima pero fuertemente gobernada, doble razn, entonces, para comenzar a reconocer laaguzada capacidad de negociacin que se requerira para ocupar un sitio que no se debe, sostenindose nosolo en el ejercicio de hacerlo, sino en el ms difcil de aparecer no hacindolo (Mideplan 2005: 51).

    As, si el referido Manuel Delgado, por ejemplo, no los explicita como viandantes en trnsito nicomo ocupantes asentados de la urbe, esto es ni como parte del afuera ms difuso ni como parte del

    adentro construido a pesar de haber desarrollado una slida argumentacin que podra permitir suubicacin tanto en uno como en otro dado el hecho que, en sus palabras, ambos seran en esenciacampos mviles que no tienen por qu corresponderse con escenarios fsicos concretos (2007: 32), lo

    que restara, ms que intentar determinar cul de ellos cabe a su estatus de situacin de calle, es reconocerla persistencia de esta invisibilidad y, desde ah, preguntarnos a qu se debe y cmo hacerle frente.

    Cercano, entonces, a una teora de la agencia capaz de reconocer a las personas como sujetos decultura cuyas acciones intencionales y conscientes, repetitivas o innovadoras, y cargadas de significadoen uno u otro sentido, constituyen los cotidianos modos en que se produce la conservacin y el cambio

    (De Certeau 1999; Barnard & Spencer 1998), el marco de este trabajo tambin es prximo a lavisualizacin de que lo que encara el etngrafo es una multiplicidad de estructuras conceptualescomplejas, muchas de las cuales estn superpuestas o enlazadas entre s [y] que son al mismo tiempoextraas, irregulares, no explcitas (Geertz 1997: 24), ms an considerando que la vida social en

    espacios pblicos se caracteriza no tanto por estar ordenada, como por estar permanentementeordenndose (Delgado 2007: 90). Doble caracterizacin que apunta, por un lado, a un enfoqueinterpretativo al modo de la descripcin densa, esto es como un reconocimiento de niveles otros designificacin en permanente emergencia, y la necesidad de acceder a la complejidad interna de los

    fenmenos como suma de acciones y significados, o hechos y discursos de acuerdo a cmo Geertz oponecomplementariamente el fluir de la conducta, como accin social, y el lugar que ocupan en estructurasoperantes de vida, como discurso social (1997: 30); y sin olvidar, por el otro, que el escenario de estaobservacin es lo urbano, necesidad entonces de pensar su abordaje como una etnografa de la calle quetambin lo sera de lo inestable e incierto, paso previo para el establecimiento de una antropologa de lavida pblica (Delgado 2007: 124-125). Marco previsto como un ejercicio antropolgico a distinta escala,

    aqu se lo ha imaginado como un transcurrir desde el pequeo fenmeno que llama nuestra atencin porenigmtico, lo microscpico, hasta su engarzamiento con otros, igualmente pequeos, junto a los cualesestn sometidos a, y construyen, aquellos procesos mayores, lo macroscpico, que estructurantes o no,

    conforman el escenario espacial y temporal de su ocurrencia y que, en ningn caso, seran importantessolo como contexto y, tampoco, nicamente experienciablespor la significacin que se les da en elcotidiano. Tambin estructurados ah, una ltima pieza es la consideracin de lo real, y de la

    representacin de lo real, como una construccin a muchas voces, cuestin que ac se ha sealado comola necesidad de situarlas en dilogo, como retricas de la marginacin (Roman 1996)14 .

    Relevante, por ltimo, por el reconocimiento de la condicin de sujetos que estos hombres ymujeres tienen por s mismos y que largamente se les ha escamoteado, tambin lo es por la oportunidad,siguiendo a Delgado, que la apertura a lo inestable y difuso de los fenmenos sociales, y ms en espacios

    urbanos, podra conllevar en trminos tericos y metodolgicos si se los comenzase a ver como enconstruccin o en proceso de, y ya no como definitivos. Gesto equitativo y de mnima justicia social, porun lado, y desafo comprehensivo del ms alto nivel, por el otro, el emprendimiento de estudios quereconociendo la alternidad de las personas procurase avanzar hacia una ms efectiva valoracin de su

    agencia y la complejidad de las realidades sociales, hechas, desechas y contrahechas de muchos modos,aparece como un esfuerzo de la mayor importancia, mxime si se considera que nacida la antropologacomo empresa para el conocimiento de la otredad lejana, y con el tiempo devenida en disciplina tambin

    para el estudio de nuestras modernas sociedades industriales, probablemente tenga en estudios como steel escenario y el fenmeno que ms se aproxima a los dados en contextos tradicionales. Lejos de afirmar,sin embargo, que la carpa en la aldea a la manera que hicieron los grandes prohombres de la etnografasea una alternativa aplicable aqu, el comportamiento transhumante y de tribu que algunos autoresconfieren a esta poblacin, ayudando a sostener la alusin a esta cercana, podra permitir la apertura deotra lnea de discusin, esta vez al interior de la antropologa y, desde ah, servir al delineamiento de

    nuevas herramientas tericas y metodolgicas, amn de la permanente y siempre necesaria reexaminacindisciplinar.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    10/14

    Bibliografa

    Amado, Jorge (1984),La muerte y la muerte de Quincas Berro Dgua, Emec, Buenos Aires.

    Anderson, Nels (1923), The hobo. The sociology of the homeless man, University of Chicago Press.

    Araya, Alejandra (1999), Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile colonial, DIBAM, LOM

    Ediciones, Santiago de Chile.

    Aug, Marc (1998[1992]), Los no lugares: espacios del anonimato. Una antropologa de lasobremodernidad, Gedisa, Barcelona.

    Bachiller, Santiago (2007), Recensin crtica. David A. Snow and Leon Anderson. Down on their luck. A

    study of homeless street people, enAIBR. Revista de Antropologa Iberoamericana, 2(2):388-397. Consultado 28/09/07.

    Baigorria, Osvaldo (1995), Con el sudor de tu frente. Argumentos para la sociedad del ocio , La Marca,Buenos Aires.

    Baigorria, Osvaldo (1998),En pampa y la va. Crotos, linyeras y otros trashumantes, Perfil Libros, BuenosAires.

    Barnard, Alan & Jonathan Spencer (1998),Encyclopedia of social and cultural, Routledge, G.B.

    Basaglia, Franco; Langer, Marie; Caruso, Igor; Szasz, Thomas; Vern, Eliseo; Surez, Armando & GuillermoBarrientos (1995[1978]),Razn, locura y sociedad, Siglo XXI, Ciudad de Mxico.

    Baudrillard, Jean (2000[1973]),El espejo de la produccin, Gedisa, Barcelona.

    Idem (1993[1976]),El intercambio simblico y la muerte, Monte Avila, Caracas.

    Bengoa, Jos (1988),El poder y la subordinacin. Acerca del origen rural del poder y la subordinacin en

    Chile, Ediciones Sur, Santiago de Chile.

    Berho, Marcelo (1998), Esbozo para una etnografa del vagabundo, en CUHSO. Cultura, hombre y

    sociedad, 4(1):38-43, Universidad Catlica de Temuco.

    Idem (1999/2000), Una carrera hacia los bordes de la sociedad, en CUHSO. Cultura, hombre y sociedad,

    5(1):45-56, Universidad Catlica de Temuco.

    Idem (2003), Personas marginadas sin hogar en Temuco; enfoque antropolgico aplicado, en Movimiento

    de campo en torno a cuatro fronteras de la antropologa en Chile, Ediciones ICAPI, Guatemala, pp. 109-121.

    Idem (2007), Alteridad, reflexividad y cambio cultural. Reflexiones desde una etnografa de las personas sinhogar y el sin-hogarismo, Ponencia presentada en las V Jornadas de Etnografa y Mtodos Cualitativos, 8,

    9 y 10 de agosto de 2007, Instituto de Desarrollo Econmico y Social (IDES), Buenos Aires. MS.

    Blumer, Herbert (1962), Society as Symbolic Interaction, en Human Behavior and Social Process: An

    Interactionist Approach, Houghton-Mifflin, Boston.

    Bourdieu, Pierre (2001[1985]), Qu significa hablar?, Akal, Madrid.

    Bourgois, Philippe (2004), Crack-cocana y economa poltica del sufrimiento social en Norteamrica, enHumanitas, (5):95-103, Fundacin Medicina y Humanidades Mdicas, Barcelona.

    En: Consultado 26/07/07.

    Comte-Sponville, Andr (2001),El mito de Icaro. Tratado de la desesperanza y la felicidad, Antonio

    Machado Libros, Madrid.

    Comte-Sponville, Andr; Delumeau, Jean & Arlette Farr (2005), La historia ms bella de la felicidad,Anagrama, Barcelona.

    Cooper, David (1985), Psiquiatra y antipsiquiatra, Paids, Barcelona.

    Cyrulnik, Boris (2001),Los patitos feos, Gedisa, Madrid.

    De Certeau, Michel (1999[1974]),La cultura en plural, Nueva Visin, Buenos Aires.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    11/14

    Idem (2000[1979]), Invencin de lo cotidiano. Artes de hacer, Universidad Iberoamericana, Ciudad de

    Mxico.

    De Jess, Carolina Mara (1961), Quarto de despejo. Diario de una mujer que tena hambre , Abraxas,Buenos Aires.

    Delgado, Manuel (2007), Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropologa de las calles, Anagrama,Barcelona.

    Egenau, Paulo; Ossa, Luis; Lowick-Russell, Jenny & Emilia Lpez (2005), Personas en situacin de calle ydiscapacidad psquica o mental: reflexiones Hogar de Cristo y Red-Calle, en Enfermedad Mental, Derechos

    Humanos y Exclusin Social, Ministerio de Salud, Universidad Central, Hogar de Cristo, Santiago de Chile,pp. 107-126.

    Eltit, Diamela (1983),Lumprica, Las Ediciones del Ornitorrinco, Santiago de Chile.

    Idem (2003[1989]),El Padre Mo, LOM Ediciones, Santiago de Chile.

    Espinoza, Vicente (1988), Para una historia de los pobres de la ciudad, Ediciones Sur, Santiago de Chile.

    Falabella, Gonzalo (1970), Desarrollo del capitalismo y formacin de clase: el torrante en la huella, enRevista Mexicana de Sociologa, (1):87-118, UNAM.

    Feyerabend, Paul (2001), Cmo defender a la sociedad de la ciencia, en Polis, I(1):379-387, UniversidadBolivariana, Santiago de Chile.

    Firth, Raymond (1971[1951]),Elementos de antropologa social, Amorrortu, Buenos Aires.

    Idem (1976[1964]),Historia de la locura en la poca clsica I, F.C.E., Ciudad de Mxico.

    Idem (1998[1975]), Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin, Siglo XXI, Ciudad de Mxico.

    Idem (2000[1999]):Los anormales, F.C.E., Ciudad de Mxico.

    Geertz, Clifford (1997[1973]),La interpretacin de las culturas, Gedisa, Barcelona.

    Giannini, Humberto (2004),La reflexin cotidiana. Hacia una arqueologa de la experiencia, Universitaria,

    Santiago de Chile.

    Ginzburg, Carlo (1997[1976]),El queso y los gusanos. El cosmos, segn un molinero del siglo XVI, Muchnik,

    Barcelona.

    Glasser, Irene (1996), Homelessness, en Encyclopedia of cultural anthropology, Henry Holt & Co, USA,pp. 579-582.

    Gmez-Correa, Enrique (1942), Sociologa de la locura, Ediciones Aire Libre, Santiago de Chile.

    Gmez Garca, Pedro (1996): La construccin de la antropologa compleja. Etapas y mtodos, en Gazeta deAntropologa, 12. En Consultado 10/12/07.

    Gmez Jattn, Ral (2000),El libro de la locura, Coleccin La Casa de la Poesa, Buenos Aires.

    Gmez Morel, Alfredo (1997[1962]),El ro, Sudamericana, Santiago de Chile.

    Gngora, Mario (1966), Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII a XIX), en Cuadernosdel Centro de Estudios Socioeconmicos, (2):1-41, Universidad de Chile, Santiago.

    Idem (1971), Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII y XVIII), en Estructura social deChile, Hernn Godoy (ed.), Universitaria, Santiago de Chile, pp. 73-81.

    Grisola, Genoveva (2003), Grotesca, Escritores Independientes, Buenos Aires.

    Guber, Rosana (2001),La etnografa. Mtodo, campo y reflexividad, Norma, Buenos Aires.

    Harris, Marvin (1994), Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura, Alianza, Madrid.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    12/14

    Isla, Alejandro (s/f), La calle, la crcel y otras rutinas de los ladrones. Tradicin y cambio en el mundo deldelito. En:

    Consultado 06/09/07.

    Jara, Cronwell (2004[1981]),Montacerdos, Ediciones Metales Pesados, Santiago de Chile.

    Keane, Webb (2003), Self-interpretation, agency, and the objects of anthropology: reflections on

    genealogy, en Comparative Studies in Society and History, (45):222-248, Cambridge University Press.En: Consultado

    06/09/07.

    Krakauer, Jon (1998[1996]),Hacia rutas salvajes, Ediciones B, Barcelona.

    Lemebel, Pedro (1998), La loca del carrito (o la marea humana de un caudaloso vitrinear), en De perlas y

    cicatrices. Crnicas radiales, LOM Ediciones, Santiago de Chile, pp. 138-139.

    Lewis, Oscar (1997[1959]),Antropologa de la pobreza. Cinco familias, F.C.E., Ciudad de Mxico.

    Idem (1973[1961]),Los hijos de Snchez. Autobiografa de una familia mexicana, Mortiz, Ciudad de Mxico.

    Lomnitz, Larissa (2003[1975]), Cmo sobreviven los marginados, Siglo XXI, Ciudad de Mxico.

    Idem (2000), Redes sociales en la esfera privada de las sociedades urbanas latinoamericanas, en Actas 3erCongreso Chileno de Antropologa, Temuco, 9 al 13 de noviembre de 2004, Colegio de Antroplogos de

    Chile, Santiago de Chile, Tomo I, pp. 67-70.

    London, Jack (1998),Los vagabundos, Club Internacional del Libro, Madrid.

    Mauss, Marcel (1971), Sobre una categora del espritu humano: la nocin de persona y la nocin del Yo,

    en Sociologa y antropologa, Tecnos, Madrid, pp. 307-333.

    Menndez, Eduardo (coord.) (1988), Nueva Antropologa. Revista de ciencias sociales. Antropologa delAlcoholismo, No 34, GV Editores, Ciudad de Mxico.

    Idem (1990),Morir de alcohol. Saber y hegemona mdica, Editorial Patria, Consejo Nacional para la Culturay las Artes, Ciudad de Mxico.

    Mideplan (2005),Habitando la calle. Catastro Nacional de personas en situacin de calle. 2005, Ministerio

    de Planificacin Nacional, Santiago de Chile.

    Morin, Edgar (1988),El Mtodo. El conocimiento del conocimiento, Ctedra, Madrid.

    Nun, Jos (1972), Marginalidad y otras cuestiones, en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales,

    (4):97-128, FLACSO, Santiago de Chile.

    Ortner, Sherry (2006), Anthropology and social theory: culture, power, and the acting subject, DukeUniversity Press.

    Orwell, George (2003[1952]),Rebelin en la granja, Destino, Barcelona.

    Porras, Jos Ignacio (2005), Redes. Fundamentos, alcances y expectativas de una iniciativa editorial, enRedes. Enfoques y aplicaciones del Anlisis de Redes Sociales (ARS), Universidad Bolivariana, Santiago deChile, pp. 5-13.

    Quijano, Anbal (1973), La formacin de un universo marginal en las ciudades de Amrica Latina, en

    Imperialismo y urbanizacin en Amrica Latina, Gustavo Gili, Barcelona.

    Rapport, Nigel (1997), Edifyng anthropoloy. Culture as conversation; representation as conversation, enAfter writing culture. Epistemology and praxis in contemporary anthropology, Routledge, London, pp. 177-193.

    Rojas, Manuel (1991[1951]),Hijo de ladrn, Zig-Zag, Santiago de Chile.

    Roman, Oriol (1996), Antropologa de la marginacin. Una cierta incertidumbre, en Ensayos de

    antropologa cultural, Ariel, Barcelona, pp. 303-318.

  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    13/14

    Rosaldo, Renato (1991[1989]), Cultura y verdad. Nueva propuesta de anlisis social, Grijalbo, Ciudad deMxico.

    Salazar, Gabriel (1990[1985]),Labradores, peones y proletarios. Formacin y crisis de la sociedad popularchilena del siglo XIX, Ediciones Sur, Santiago de Chile.

    Salazar, Gabriel & Julio Pinto (2002a), Historia contempornea de Chile IV. Hombra y feminidad, LOM

    Ediciones, Santiago de Chile.

    Salazar, Gabriel & Julio Pinto (2002b), Historia contempornea de Chile V. Niez y juventud. LOMEdiciones, Santiago de Chile.

    Stringer, Lee (1999[1998]),Invierno en Grand Central, Debate, Barcelona.

    Szasz, Thomas (1994[1961]), El mito de la enfermedad mental. Bases para una teora de la conductapersonal, Amorrortu, Buenos Aires.

    Taylor, Ian; Walton, Paul & Jock Young (1977),La nueva criminologa. Contribucin a una teora social dela conducta desviada, Amorrortu, Buenos Aires.

    Tedlock, Dennis (1998[1991]), Preguntas concernientes a la antropologa dialgica, enEl surgimiento de la

    antropologa posmoderna, Gedisa, Barcelona, pp. 275-288.

    Turner, Victor (1981),La selva de los smbolos, Siglo XXI, Madrid.

    Tyler, Stephen (1998[1991]), Acerca de la descripcin/desescritura como un hablar por, en Elsurgimiento de la antropologa posmoderna, Gedisa, Barcelona, pp. 289-294.

    Weber, Max (2003[1903]),La tica protestante y el espritu del capitalismo, Prometeo Libros, Buenos Aires.

    Wild, Peter (2001), El estar siendo-ocurriendo siempre no ms. Sabidura inca del sentimiento, Tesis de

    Licenciatura en Antropologa, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile.

    Zapata-Barbero, Ricard (2001), Los contextos histricos de la nocin de ciudadana: inclusin y exclusinen perspectiva, enAnthropos, (191):23-40, Barcelona.

    Nota

    * Extracto del diseo de investigacin doctoral aprobado, en diciembre de 2007, en el marco del Programa de Doctorado en

    Antropologa de las Universidades de Tarapac y Catlica del Norte.

    **Universidades de Tarapac y Catlica del Norte, Puerto Montt, Chile. Email: [email protected]

    1Punto recientemente reforzado por Delgado, su rescate de Kant a propsito de que el espacio sera la condicin de posibilidad de

    los fenmenos, o de que el concepto de posicin es absolutamente simple, y se identifica con el concepto de ser en general,

    vendra a remarcar esta perspectiva dada la asociacin entre ausencia de lugar, la no cristalizacin en propiedad de un fenmeno ysu consecuente inexistencia (Kant, en Delgado 2007: 67-68).

    2En antropologa, una de las ms desafortunadas intervenciones en esta lnea, es la del norteamericano Harris, quien lleg a afirmarque no sera posible esperar que los participantes de los estilos de vida expliquen sus estilos de vida [dado que] la conciencia

    cotidiana no puede explicarse a s misma (1994: 13).

    3Efecto asociado a la organizacin del trabajo y la pirmide social de la colonia dada la exclusin que de los colonos pobres y la

    poblacin mestiza haca, su acumulacin al margen del sistema de encomienda como una creciente reserva de mano de obra, habrasido su fuente y la responsable, en primer trmino, de tal lectura (Gngora 1966, 1971; Salazar 1990; Bengoa 1988; Araya 1999).

    4En camino hacia una nueva identidad que se va distorsionando, segn el antroplogo chileno Marcelo Berho, sta ira hacia lapredominancia del s mismo espontneo, pero en una versin dislocada del ideal social y cultural que se traduce en autoabandono y

    decadencia, otras veces en obstinacin y resignacin autocomplaciente, antes que en cultivo del ego y en profundidad moral(1999/2000: 47).

    5Afirmando que cada cultura prolifera sobre sus mrgenes, De Certeau sita en ellos el lugar en que se producen las irrupciones,

    a las que se designa como creaciones relativas a los estancamientos [y que] en el imaginario oficial, figuran a ttulo de excepciones

    o de marginalismos (1999: 196), reduccin que, insistir ms tarde Rosaldo, no alcanza a esconder su magnitud y persistencia, ytampoco el desafo que abren a la comprensin: Aunque la mayora de las tipificaciones metropolitanas continan suprimiendo las

    zonas fronterizas, las culturas humanas no son por necesidad coherentes, ni tampoco son siempre homogneas. Con ms frecuencia

    de lo que creemos, nuestras vidas cotidianas se entrecruzan por las zonas fronterizas [de forma que] junto con nuestras identidadesculturales en apariencia transparente, esas fronteras no deben considerarse como zonas transicionales de anlisis vaco, sino como

    sitios de produccin cultural creativa que requiere de investigacin (1991: 190-191).

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]
  • 8/13/2019 situacion de calle, leonardo pia

    14/14

    6Importante como el primer estudio sistemtico del tema, el de Anderson tambin lo es por la mirada interior que alcanza dado el

    hecho que l mismo, como su padre, un migrante sueco, fueron hobosen su juventud.

    7Apuntando al ejercicio de demarcacin como el acto mediante el cual se introducira por decreto una discontinuidad decisoria en

    la continuidad natural del mundo de las cosas (Bourdieu 2001: 88) y que como todo arbitrio sancionara, santificara y consagrara

    sus construcciones hacindolas existir como dignas de existir [o] como conformes a la naturaleza de las cosas naturales (ibid:89), este autor llama la atencin con respecto al sentido bidireccional de tales construcciones, afirmando que la realidad es

    absolutamente social y las clasificaciones ms naturales se apoyan siempre en rasgos que no tienen nada de natural y que en parteson producto de una imposicin arbitraria, es decir, de un estado anterior a la relacin de fuerzas en el campo de las luchas para ladelimitacin legtima. [Por lo que, agrega,] la frontera, ese producto de un acto jurdico de delimitacin, produce la diferencia

    cultural en la misma medida que ella es producto de esa diferencia (ibid).

    8Ver Nota 5.

    9Definida por Morin como el proceso en el que los efectos o productos al mismo tiempo son causados y productores del proceso

    mismo, y en el que los estados finales son necesarios para la generacin de los estados iniciales, esta caracterstica de relacin quel llama de recursividad(1988: 111), para el catedrtico de filosofa de la Universidad de Granada, el espaol Pedro Gmez Garca,

    dara ms alcance al principio de retroaccin agregando las ideas de produccin y autoorganizacin, permitiendo pensar la

    existencia de esa actividad como no nicamente repetitiva o conservadora: los individuos humanosal respecto diceresultan deun sistema de reproduccin, de la especie, pero ese sistema no puede reproducirse sin la actividad reproductora de los individuos.

    Igualmente, producimos la sociedad con nuestras interacciones individuales, pero el sistema sociocultural produce nuestra

    humanidad individual mediante la cultura y el lenguaje (1996: 9).

    10Afirmando, Rapport, que la conversacin es el vehculo ms importante para mantener la realidad; [dado que,] operando en elsentido del mecanismo conversacional el individuo protege y confirma la consistencia de su mundo (1997: 180-181), este autor

    sostiene que si juntamos en un texto las voces distintas, diversas e incompatibles y las epistemes de un medio social de modo talque subraye su irreconciabilidad y que su interaccin pueda describirse como escribiendo como conversacin, entonces todava

    puede ser posible aseverar que la conversacin epistemolgica de este texto es como la conversacin cotidiana de la vida social

    (ibid: 179).

    11Como lugar en curso, esta nocin busca complementar la idea de espacio con que De Certeau refiere al lugar practicado (2000:

    173), toda vez que si bien ste reconoce las movilidades que en l operan y lo hacen funcionar como un no-lugar que en tantopotencia, o posibilidad de lugar, le sera imposible cristalizar en sitio o punto en el mapa, no deja de observar sus travesas

    vectorialmente, como recorridos y desde una posicin externa. Mientras que situados sobre una suerte de cinta de movimiento, vale

    decir en su movimiento, su nocin apunta al curso del mundo de las cosas, esto es a su permanente estar siendo o estar siendo-ocurriendo, como podra agregar el antroplogo chileno Peter Wild (2001), y que aplicado a los modos de realizacin de la vida

    en situacin de calle, busca reforzar su doble carcter en movimiento y en proceso.

    12 Reconociendo las diferencias entre grupos, pocas y sus propios nfasis, el carcter excluyente de la nocin de ciudadana

    guardara relacin, segn el espaol Ricard Zapata-Barrero, con el hecho de que su semntica ha connotado constantemente unprivilegio y un lmite social, tico, poltico y econmico frente a las dems personas no incluidas dentro de su alcance semntico

    (2001: 23).

    13Ciudad construida desde muchas veredas, a una similar conclusin arriba, por ejemplo, el brasileo Jos Cantor Magnani, de la

    Universidad de Sao Paulo, en el marco de la Mesa Imaginarios urbanos y globalizacin durante el VI Congreso Chileno de

    Antropologa, el 13 de noviembre de 2007 en Valdivia, en la que expuso acerca de la singular incidencia que para el comercio localy la produccin artesanal de helados han tenido los grupos skin headen un sector de la ciudad de Sao Paulo (com pers.).

    14A estos efectos pertinente, pero sin espacio para su desarrollo, mencinese los puentes que podran establecerse, entre otros, con

    Marcel Mauss (1971), en relacin a cmo la nocin de persona se ha configurado en el tiempo y en el espacio, y su reduccincuando se la asocia con la de domicilio; con Eduardo Menndez (1988, 1990), a propsito del cntrico lugar que el alcohol tiene en

    nuestras sociedades, tambin entre esta poblacin; con Philippe Bourgois (2004) o Lee Stringer (1999) a propsito de lo mismo, esta

    vez en torno al consumo de drogas, uno desde su posicin de investigador, el otro como homelessrecuperado de su adiccin; conJean Baudrillard (2000, 1993), respecto de los efectos de la prdida de los referenciales reales del trabajo y su constitucin como

    cdigo, ello en vistas a su papel en la configuracin del vagabundaje como un asunto relativo al ocio y, desde ah, con Max Weber

    (2003) y la tica protestante que lo valora, o con Osvaldo Baigorria (1995) y las muchas otras que lo resienten; con Andr Comte-Sponville (2001, et al. 2005), en relacin a la bsqueda de sentido y felicidad trasuntada, por ejemplo, en el concepto de

    subordinacin sensual que ensaya Bengoa (1988) y da cuenta Falabella (1970) para referir la negativa torrante a abandonar el juego

    y sus valores asociados; con Enrique Gmez-Correa (1942), a propsito del lugar que la locura ha tenido y perdido en las sociedadesy en el tiempo, y lo mismo, entonces, con Michel Foucault (1976, 2000), Thomas Szasz (1994), David Cooper (1985), Franco

    Basaglia (et al.1995) y Pablo Egenau (et al.2005) que lo abordan directa o indirectamente desde sus especialidades, o Diamela Eltit

    (2003) y Ral Gmez Jattn (2000) que lo hacen desde sus bsquedas literarias y personales; otra vez con Foucault (1998), sta enrelacin con los discursos y prctica de la delincuencia, o con Ian Taylor (et al.1977), Alejandro Isla (s/f) o Alfredo Gmez Morel

    (1997) que tambin lo hacen, los dos primeros desde la discusin terica y emprica, el ltimo desde su propia vivencia

    delincuencial; con Jos Nun (1972) y Anibal Quijano (1973) a propsito de los procesos de marginalidad y exclusin que desde un

    nivel ms estructural han sufrido nuestros pases latinoamericanos; con Boris Cyrulnik (2001) respecto a la capacidad resiliente demuchas de estas personas; con Oscar Lewis (1997, 1973), Larissa Lomnitz (2003), Vicente Espinoza (1988) y Carolina Mara de

    Jess (1961), en relacin a la cultura de la pobreza en torno a la que el primero investiga, la segunda discute y profundiza desde el

    conocimiento de los mecanismos de supervivencia de los marginados, el tercero historiza y la ltima da personal testimonio comocartonera; o, por ltimo, con Manuel Rojas (1991), Diamela Eltit (1983), Cronwell Jara (2004), Jorge Amado (1984), Jack London

    (1998), u otros escritores que, desde la literatura, han aportado a la construccin de su significado, o Jon Krakauer (1998), Pedro

    Lemebel (1998) y Genoveva Grisola (2003), que a su vez lo han hecho desde la crnica periodstica y literaria o la poesa.