Sánchez Pardo- Feminismo Posmoderno

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¿Hacia un feminismo posmoderno? Reflexiones en torno al género y la lectura en la posmodernidad Esther SÁNCHEZ-PARDO GONZÁLEZ Universidad Complutense de Madrid ABS’¡RAC’¡ Feminist criticism seeks tu privilege feminist interests in the understanding and transformation of patriarchy. How the feminist critic fixes rneaning wiJl depend un the framework within whieh she reads a text. ‘¡exts may be read, for example, as expressions uf wumen’s experienee already constituted in the world beyond fiction, as repressions uf an essentially feminine subjectivity which may be heterusexual or lesbian, oras specific exaniples of Che constructiun of gender in language. ‘¡hese different types uf reading represent different political as well as theoretical ubjectives. Así try tu dernonstrate in this essay, toread for Che expressiun ofwunien’sexperience, fur example, ¡sto locate the rneaning uf fictiun outside itself in the life and consciousness of Che authur rather than in Che histurically placed interaetion between reader and text. ‘¡bis way of reading reiles un the assumption of a fully self-present female subject, rather than a changing and cuntradictory subjcct, such as Che subject of postmudernism, whose experience is diseursively produced and constantly upen tu redefinitiun. lii ruy view, we neverjust «read», we always readfrom s-omewImere. ‘¡bis «where» is essential lo the postniodern projet of theorizing and reading as a negotiation of socially cunstructed subject-pusitions. 1. LA SUBJE’¡IVIDAD EN EL DEBA’¡E POSMODERNO Buena parte de la crítica ha señalado cómo, sin motivo aparente, existen muy pocos estudios que pretendan dar cuenta de la relación entre feminismo, escritura Estudios Ingleses de lo Universidad Complutense, 1, 143-158, Edit. Complutense, Madrid, 1993

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Análisis del feminismo en la posmodernidad

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¿Hacia un feminismoposmoderno?Reflexiones en torno al género y la lectura

en la posmodernidad

Esther SÁNCHEZ-PARDO GONZÁLEZ

Universidad Complutense de Madrid

ABS’¡RAC’¡

Feminist criticism seeks tu privilege feminist interests in the understanding andtransformation of patriarchy. How the feminist critic fixes rneaning wiJl depend un theframework within whieh she reads a text. ‘¡exts may be read, for example, as expressionsuf wumen’s experienee already constituted in the world beyond fiction, as repressions ufan essentially feminine subjectivity which maybe heterusexual or lesbian, oras specificexaniples of Che constructiun of gender in language. ‘¡hese different types uf readingrepresent different political as well as theoretical ubjectives.

Así try tudernonstrate in this essay, toreadfor Che expressiunofwunien’sexperience,fur example, ¡sto locate the rneaninguf fictiun outside itself in the life and consciousnessof Che authur rather than in Che histurically placed interaetion between reader and text.‘¡bis way of readingreiles un the assumption of a fully self-present female subject, ratherthan a changing and cuntradictory subjcct, such as Che subject of postmudernism, whoseexperience is diseursively produced and constantly upen tu redefinitiun.

lii ruy view, we neverjust «read», we always readfrom s-omewImere. ‘¡bis «where»is essential lo the postniodern projet oftheorizing and reading as anegotiation of sociallycunstructed subject-pusitions.

1. LA SUBJE’¡IVIDAD EN EL DEBA’¡E POSMODERNO

Buena parte de la crítica ha señalado cómo, sin motivo aparente, existen muy

pocos estudiosque pretendan dar cuenta de larelación entrefeminismo, escritura

Estudios Ingleses de lo Universidad Complutense, 1, 143-158, Edit. Complutense, Madrid, 1993

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de mujeres y posmodernismo. Andreas Huyssen, por ejemplo, entiende alposmodernismo como un movimiento democratizador del arte que persigueamalgamar la cultura «modernista» y la cultura popular y aproximar la élite a la¡nasa (Huyssen, 1984: 27). Nuestro crítico se ha planteado el papel que desem-

peñaría la práctica feminista en todo ello, con su recuperación y restauración delo marginal y lo enterrado, su reto frente a la construcción del canon, y sunecesario desafío al sujeto del humanismo liberal tradicional, en crisis frente ala idea de la construcción social del género. l-Iuyssenno se explica cómo, a la luz

de estos planteamientos, la crítica feminista se ha mantenido al margen del debateposmoderno que parece exclusivo territorio masculino (Huyssen, 1984: 28). Eneste trabajo pretendemos cuestionar los motivos de la exclusión de escritoras, enespecial escrituras abiertamente feministas, de las consideraciones que afectana la situación posmoderna en el ámbito literario y artístico, así como analizar losposiblespuntos de contacto entre posmodernismo y feminismo que, sin duda,nos

permitirán dar cuenta de su dinámica identidad cultural.Muchos han sido los intentos por definir posmodernismo y feminismo, muchas

sontambién las dificultades, pues ningunode losdos constituye unacategoría homo-génea. Sin embargo, sí podemos distinguir una serie de cuestiones relativas a las

ideas de subjetividad y autoridad presentes en el debate interno de cada uno de estosmovimientos que nosayudan a la hora de asimilar u diferenciar susplanteamientos.

La transición filosófica desde una concepción hegeliana u marxista del sujetoen la historia hasta una pusestructuralista consiste fundamentalmente en el paso

del protagonismo de la conciencia al lenguaje. El posmodernismo se sitúaepistemológicamente en cl punto donde el sujeto epistémico, caracterizado entérminos de su experiencia histórica, interioridad y conciencia, cede paso a unsujeto «descentrado» que se identifica en base a las prácticas significativas,

públicas e impersonales, de otros sujetos en la misma situación. Incluso puedesituarse en un punto donde ya no hay sujeto ni historia en el viejo sentido. Sólohay un sistema de estructuras lingéisticas, una construcción textual, un juego dediferencias en el sentido derrideano. En muchos textos pusmodernistas aparecela nostalgia por el sujeto del humanismo liberal. Pero el ya clásico análisis de larelación entre el lenguaje y la subjetividad nos informa de que el sujeto de la

enunciación siempre supera al sujeto de la elocución, o lo que es lo mismo, el«yo» no puede nunca estar totalmente presente en lo que él mismo dice de sí. Elrechazo posmodernista de la representación se basa en un reconocimiento de laseparación necesaria entre las subjetividades gramatical y existencial, si bien lamayoría de los escritores posmodernistas alimentan una velada aspiración haciael descubrimiento dc una identidad cierta detrás de la significación, un deseo de

cerrar el abismo y situar al «yo» en la pura conciencia.

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Es evidente que las mujeres escritoras ocupan una posición claramentediferente en relación a esa velada nostalgia pusmodernista. La subjetividad,históricamente construida y expresada a través de la ecuación fenomenológicayo/otro, sitúa necesariamente a un «yo» masculino frente a un «otro» fenientno.

El centro subjetivo de los discursos sucialmente dominantes en términos depoder, capacidad,autonomía, ha sido un sujeto «universal» que ha establecido suidentidad a través de la invisible marginalización o exclusión de lo que él mismoha definido como «feminidad» (entiéndase por esto lo irracional, el cuerpo, lasemociones, lo pre-simbólico...). De este modo, lo «femenino» pasa a ser loinexpresable, ya que existe fuera del dominio de la significación simbólica.

En la relación dialéctica entre el humanismo tradicional y el antihumanismoposmoderno surgido a finales de los años sesenta, lamujercontinúa constantementedesplazada. Imposible buscar una nueva modalidad del ser-mujer partiendo deunas tesis que nunca han tenido en cuenta su experiencia histórica. La teoríafeminista de finales de los sesenta no buscaba, pues, deconstruir las formaciones

discursivas que asignaban un lugar al sujeto, sino analizar las diferencias —so-cialmenteconstruidas—entre los sexos como fuente principal de opresión de lasmujeres, y examinar los roles sexuales como modalidad de control social. Suinterés primordial se centraba en la idea de la producción ideológica de la «fe-

minidad» en tanto que «otro» del patriarcado y en la necesidad, por tanto, dequelas mujeres llegaran a ser sujetos «reales», con capacidad para descubrir su «yo»verdadero. Con la búsqueda de un sujeto femenino coherente y unificado

comenzó la deconstrucción del mito de la mujer como Otro absoluto, revelándosesu posición deformada dentro del discurso masculino.

Frente a lo anterior, podemos afirmar que, mientras el posmodernismoexpresa nostalgia, al tiempo que pérdida de creencia en el sujeto humano comoagente que interviene de manera efectiva en la historia, el feminismo busca unaidentidad subjetiva, un sentido de intervención efectiva y una historia de y para

las mujeres que hasta la fecha les ha sido negada por la cultura dominante. Parteimportante de la escritura femenina puede entenderse no como un intento dedefinir un yo aislado e individual, sino un concepto colectivo de subjetividad quesubraya la construcción de la identidad en relación’. Históricamente, este fenó-meno aparece con anterioridad al posmodernismo, si bien parece que, en estaetapa, el influjo pusestructuralista ha desviado ligeramente su trayectoria. Noolvidemos que, en sus escritos, Virginia Woolf dramatizaba la paralizadora yalienante situación propiciada por el mito masculino de la Mujer, al tiempo queevitabaabrazar una identidad articulada en base al ideal de subjetividad coheren-

te, equilibrada y contenida que, a su juicio, no hacía sino expresar la normacultural dominante establecida por el hombre.

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Siguiendo con esta idea, podemos afirmar que la práctica feminista no se haseparado de la preocupación humanista del sujeto-en-relación, si bien ha reco-nocido las contradicciones que se derivan de plantear la existencia de un «yo»natural, fuera de, o anterior alo socia]. En su lugar, propone un «yo» que, si bienes contradictorio, no unitario y producido históricamente através de formacionesdiscursivas e ideológicas, tiene, sin embargo, existencia material e historia en lasrelaciones humanas, destacando por su importancia las que mantienen los reciénnacidos con las personas encargadas de su cuidado2.

La radicalización de ¡aposición feminista y la huida de posturas esencialistas

que presentan al «yo» como entidad inmutable y ahistórica, aislado en su luchapor definirseen su diferencia, unicidad y separación, ha resultado en su relativaproximidad a planteamientos posmodernos. Rachel Hlau du Plessis define lapráctica de la escritura feminista como aquella práctica cultural que erige alproceso de producción de significado en escenario de lucha y confrontación. Lasescrituras feministas elaboran una enorme variedad de estrategias en oposicióna la institucionalización del género en la narrativa:

A writer expresses dissent from an ideological furmation by attacking elements ofnarrative that repeat, sustain or embodythe valuesandattitudes in question. So afterbreaking thesentence, a rupturewith the internalizatiun ofthe authoritiesandvoicesof dominanee, the woman writer will create that further ruptiire... breaking Ihesequence —the expected order (Blau do Plessis, 1985: 34).

Su idea pone de manifiesto la producción discursiva del significado dentrode las relaciones institucionalizadas de poder y, por tanto, la necesidad de «rom-per la frase», fragmentar las jerarquías del discurso que reproducen la ideologíadominante. Su ataque, aunque de manera no explícita, se centra en lo que elposestructuralismo ha dado en llamar «metarécits» (Lyotard, 1984) o «masternarratives», los grandes «piots» de la historia que produceny Jegitiman prácticassociales y relaciones, como las relaciones entre los sexos.

Feminismo y posmodernismo pretenden deconstruir la concepción tradicio-nal del sujeto y de las metanarrativas de la historia —la nostalgia por su pérdidapuede, no obstante, estar presente en el posmodernismo más conservador o elfeminismo que quedó anclado en la concepción esencialista del sujeto. En

cualquier caso, no podemos obviar susdiferencias históricas. El posmodernismopuede aliarse con el establishment literario-político que legitimay reproduce lasmetanarrativas, mientras que el feminismo no ha optado nunca por esa alterna-tiva. Además, es evidente que, a lo largo de la historia, hombres y mujeres hanvivido su experiencia del mundo y de su propio yo de maneras muy diferentes,por lo que la deconstrucción posmoderna de la subjetividad es tan problemática

para las mujeres como la construcción humanista-liberal del yo.

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II. LA FICCION COMO EXPRESION DE LA EXPERIENCIADE LA MUJER

11.1. Ghi~c~-itk~, crítica feminista de color, crítica lesbiana

‘¡rabajos recientes en la esfera de la representación han investigado losmecanismos a través de los cuales se construye el significado para el lector, asícomo la manera según la cual la articulación fictiva del género sc vincula alamplio campo discursivo de las relaciones genéricas. Otra rama importante de lacrítica feminista considera a la ficción como expresión de una experienciagenérica previamente constituida. Partiendo del canon literario tradicional, lacrítica feminista ha observado repetidamente la ausencia de perspectiva feme-ninay de una auténtica representación de la experiencia de la mujer en la mayorparte de los Cextos canónicos. Es evidente que lamayoría de los autores del canonson hombres y sus textos reflejan una experienciamarcadamente masculina, porello, la crítica feminista dedica especial atención a aquellas esferas en las que,tradicionalmente, la mujer ha sido protagonista. La esfera doméstica y la de lasrelaciones personales hansido tema recurrente en laficción de mujeres de todaslas épocas. Desde el siglo XVIII hasta las novelas más recientes de escriturasfeministas, como Marge Piercy o Marilynne Robinson, su preocupación principalgira en torno a las relaciones familiares o sexuales, y en menor medida hacia lasáreas que integran la esfera de la vida pública. Esta división sexual dentro de laficción se puede entender en términos de lamás ampliadivisión sexual del trabajoy de las férreas normas de feminidad y masculinidadquecircunscriben el accesode hombres y mujeres a áreas específicas de la vida y de los discursos en Cornoal género, el trabajo y lo doméstico quelas estructuran. ‘¡ambiénpuede interpretarsecomo efectode lamanera en la queloshombres ejercenelpoder sobre las mujeresen las relaciones familiares y sexuales.

El estudiode la escriturade mujerescomo proyecto feministapuede adoptarmuchas formas, dependiendo de las asunciones y perspectivas del lector. Porejemplo, es posibleabordarlo de manera esencialista u posestructuralista, tenien-do en cuenta que la diferencia fundamentalentre ambas radica en la importanciaotorgada a las mujeres en tanto que autoras, En teoría posestructural, la autoríano es garantía de significado, si bien el contexto histórico del autor producirá losdiscursos del texto. Las formas de subjetividad genérica que ofrecen los textosson también el producto de los discursossociales que circulan sobreel género enel momento de la escritura.

Hasta elmomento, lapreocupación primordial de la mayor parte de la críticafeminista de escritura femenina ha sido la de identificar la experiencia y la voz

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de la mujer en dichos textos, preocupación que sitúa su quehacer en una líneaesencialista. Recientemente, otros textos críticos buscan una esencia de lafeminidad que caracteriza a la escritura de mujeres como una prácticacualitativamente diferente de la escritora masculina y que tiene su base en unaestética femenina, heterosexual, lesbiana o de color, y más específicamente en el

lenguaje de las mujeres. Se asume que la estéticafemenina quedará plasmada enel texto, si bien es la autora quien garantiza tal diferencia por su condición demujer. Los motivos de las diferencias genéricas que expresan los textos seasumen como producto biológico, histórico o psicusexual. No obstante, a me-nudo se ven como el efecto que la suciedad patriarcal produce en las escritoras,negándoles cualquier posición desde donde poder expresar directamente unaauténtica voz femenina.

La importancia otorgada a la autoría femenina y el propósito de identificarun lenguaje y una estética femeninas ha dado en llamarse «woman-centredcriticism». Estamodajidad de crítica ha producido textos queahora sc considerancomo clásicos, especialmente elde Llame Showalter,A Literature ofTheir Own

(1977), y el de Sandra Gilbert y Susan Gubar, TIme Mad Woman ¿u tIme Attic(1979). Fn ambos casos, sus autoras pretenden leer la escritura de mujeres almismo tiempo como efecto de y reto al patriarcado. Showalter ha denominadoa la crítica centrada en la recuperación y reevaluación de la escritura femeninaen tanto que expresión de la experiencia de la mujer como «gynucritics». EnWonien Writing and Wriíing abína Women (Jacobus, cd., 1979), Shuwaller de-finía el proyecto de la «gynocritics» como:

«lo construel a female framework for dic analysis of women’s literature, tu dcvelopnew mudeN based un the study of fernale experíence, ratber <han te adopt malemodeis and theories. Gynocritics begins at the point when we free oursclves fromIhe linear absolutes of male literary history, stop trying tu fit women between thelines of the male tradili<,n, and focus instead un the newly visible world of femaleculture» (en Jacobus, cd., 1979: 28).

Recientemente, en «Feminist Criticism in Che Wilderness» (1985), define ala teoría crítica masculina como un concepto de Ja creatividad, la historia o lainterpretación literaria basada enteramente en la experienciamasculina y carac-terizado como universal (Showalter, cd., 1985: 247). A juicio de Shuwalter, eldesarrollo de lacrítica centrada en la mujer ha facilitado elestudio de las mujeresescritoras, siendo sus temas primordiales la historia, estilos, temas, géneros yestructuras de la escritura femenina, la psicodinámiea de la creatividad femenina,la trayectoria de lacarrera, individual o colectiva de lamujer, y la evolución y lasleyes de la tradición literaria femenina (Showalter, cd., 1985: 248).

Dese una perspectiva posmoderna, todos estos aspectos de la escritura

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contribuyen a un entendimiento del número de discursos sobre el género encirculación, así como de las posiciones subjetivas abiertas a las mujeres enmomentos determinados de la historia y en el presente. Examinados en suespecificidad histórica, estos aspectos demuestran lo que las mujeres podíandecir sobre las sociedades patriarcales en las que vivieron desde un contextodiscursivo específico, el de laficción, a lavez quenos danacceso alas estructurasdel poder patriarcal y a los medios para edificar la resistencta.

En lalínea de lo anterior,pudrían planteársele cuestionessimilaresa lacríticafeminista que se ocupa de descubrir la experiencia particular de tas mujeres enla escritura femenina. Teresa de Lauretis ha añadidovaliosas apreciaciones en suredefinición de la experiencia, relevantes para nuestro propósito. A sujuicio, laexperiencia no consiste en un mero registro de datos sensoriales, en una relaciónpuramente mental con objetos o acontecimientos, ni en la adquisición de des-trezas y competencias de manera progresiva:

«1 use the ¡cmi (experience) not in thc individualistic, idiosyncratic sense ofsomcthing bclonging tu une andexclusivclyher own eventhough othersmight havesimilar” experiences;but raiher in (he general sense of a process hy which, for ah

social beings, subjectivity is constructed. Through that process une places oneseltor is placed iii social rcality, and so perceives aud comprehends as subjective(referring to, even originating in, oneself) those relations—matcrial, economic, andinterpeisonal— wbich are in fact social and, in a larger pcrspective, historical. Forcadi person, Éherefore, subjectivity is an ongoing construction, not a fixed point ufdepartureor arrival from which une tien interacts with tic world. 0w tic cOntrarv,it is theeffect of that interaction which 1 calI experience, andIhus it is produced nolby external ideas, values, or material causes, but by unes personal, subjectivccngagement in tic practices, discourscs, and institutions [bat lcnd significance(value, meaning and affcct) tu the evenís of ¡he world» (de Lauretis, 1.984: 159).

Dicho de otro modo, las mujeres escriben y leen de manera diferente en lamedida en que viven una cxtstencia socialmente categorizada como femeninayen tanto en cuanto sus textos circulan o son consumidos de otra forma queaquellos que llevan firma masculina.

Hoy por hoy, junto al ya [argocamino recorrido por lacrítica feministaen suintento por definir la experiencia histórica de la mujer, se intentacaracterizar laexperiencia de la mujer de color u lesbiana y construir su propia tradiciónliteraria. Los problemas que cumporta lo anterior se agudizanen el caso de definiruna estética y tradición literaria lesbiana. Bonnie Zimmerman se propusoabordar la complejidad de todas estas cuestiones en su ensayo sobre la críticafeminista-lesbiana, «What Has Never Been: An Overview uf Lesbian FeministCriticism» (en Showalter, ed., 1985). En él señala que los discursos contempo-ráneos sobre el lesbianismo son muchos y muy variados, y que abarcan desde su

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definición exclusiva como práctica sexual hasta lainclusión de Coda experienciaidentificada como femenina, como en la obra de Adrienne Rich. Sea cual fuerela definición que elijamos, es evidente que el significado del lesbianismo havariado a lo largo de la historia en la construcción discursiva de la sexualidadfemenina. Como grupo, definido sucialmente por otros en virtud de su opciónsexual, que no es heterosexual y, por tanto, normal, las escrituras lesbianasescriben desde posiciones subjetivas diferentes de la mayoría de las feministasheterosexuales.

Es fácil compartir la afirmación de Shuwalter: «a woman’s identity is notdefined only by her relation Co a male world and a male literary tradition...powerfulbondsbetween women are a crucial factor in womens lives» (Shuwalter,ed., 1985: 201), sin embargo, no es suficiente para contrarrestar el sentimientoheterosexista que es elprincipioestructural fundamentalen losdiscursos en tornoal género y de las prácticas sociales que éstos conllevan.

Las cuestiones que la crítica lesbiana se plantea con mayor frecuencia secentran en la relación entre autor y texto. Zimnierman, por ejemplo, asume quela orientación sexual y emocional de una mujer afecta profundamente a suconciencia y, por tanto, a su creatividad (en Showalter, cd., 1985: 201). Esaltamente probable que esto ocurra así; sin embargo, nunca tenemos accesodirecto a laintimidad de los autores, ni hemos de buscar el significado de un textoen la intención de su autor, pues éste siempre está abierto a lecturas plurales queson, a su vez, producto de contextos discursivos específicos.

Demanera alternativa, el lesbianismo en laficción puede entenderse en basea una serie de estrategias textuales. Así lo entiende Barbara Smith en su lecturade Su/a, de ‘¡oni Morrison, incluida en la antología de Showalter (1985:164-84).En cualquiercaso, es complicado asumirquetodaficción que contesta las formasespecíficas de la práctica heterosexual tiene necesariamente implicacioneslesbianas.

Desde una perspectiva posmoderna podríamos afirmar que la fijación de unconcepto de lesbianismo o el establecimiento de una estética lesbiana seránecesariamente temporal e históricamente determinado. Si pretendemos com-prender y contestar al heterosexismo, hemos de partir de los discursos que loconstituyen, así como de las formas de sexualidad, control y subjetividad

genérica a que él mismo da Lugar. Lo que síes cierto es que la ficción desempeñaun importante papel en la oposición y resistencia a modos específicos deheterosexualidad.

En otro urden de cosas, la crítica feministade color comparteproblemas conla crítica feminista lesbiana. Resulta difícil identificar la auténtica experiencianegra en laescriturafemenina,asícomo establecersutradiciónliteraria específica.

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Podemos partir de la afirmación de Barbara Smith de que, temática, estilística,estética y conceptualmente, las escritoras negras manifiestan una aproximacióncomún a la creación literaria como resultado directo de la experiencia política,social y económica que se han visto obligadas a compartir (en Showalter, ed.,1985:174). El crítico de la escriturafeminista negra puede utilizar herramientascriticaspreexistentes o, como sugiereBarbara Smith, rechazarlas y «write out forher own identity» con una aproximación humanista a la conciencia y la subje-tividad negra que, de manera implícita, restringe el acceso a esta escritura apersonas queno sean de color (en Showalter, ed., 1985:175). Como ocurre en elcaso de la crítica lesbiana, la metodología más apropiada ha de tomar un sesgonecesariamentepolítico. Nuestra manera de leer ficción negra determinará lo queésta nos puede enseñar sobre las estrategias discursivas del racismo y el sexismo.Como señala Susan Willis, «Black womens writing is nut a mere collection ufmotifs andstrategies, but a mude ofdiscourse whichenables a critical perspectiveupon Che past, Che present and sometimes into an emerging future» (en Greene &Kahn, eds., 1985: 220).

11.2. La filosofía posnioderna de la muerte del autor

La idea de laautoría que garantiza la mayor parte de las lecturas feministasde la escriturade mujeresblancas, negras o lesbianas, es una idea compartida conla crítica humanista liberal. El autor es el sujeto que habla, siempre presente, elsujeto que produce el texto desde su propia WeltanscImauung, y es su garantía deverdad. El efecto de este discurso es precisamente el de fijar el significado.‘¡radiciunalmente, la crítica centrada en el autor ha intentado introducirse en sumente e interpretar su intención en beneficio de los lectores. Su método consisteen la«close reading» del texto y en el conocimiento detallado de labiografía delautor y de bibliografía complementaria, como cartas y diarios. Partiendo de estematerial, se trata de reconstruir el proceso creativo, investigando influencias ydiferencias en cadauna de las distintasversiones de sus obras. Estapostura asumeque la intención artística es lo que cuenta y que es la fuente y garantía delsignificado de un texto. Su proyecto se ve amenazado por la imposibilidad realde conocer la intención de los distintos autores al crear su obra. En el caso de la

crítica feminista centrada en el autor, lo que garantiza las perspectivas genéricasde un texto es precisamente la feminidad biológica y social de su autora.Paralelamente, en la crítica feminista negra, los factores raza, género y clase delescritor son los que garantizan el significado y autenticidad del texto.

La cuestión de laautoría en la situación posmuderna tiene en Roland Barthes

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su teórico más destacado. Sus ensayos «‘¡he Death uf the Author» (1968) y~<FromWork Co ‘¡ext» (1971) sun paradigmáticos para entender la postura de lacrítica posestructuralista frente a las ideas en Corno al autor y al nuevo conceptode textualidad. Para Earthes, siempre que se narra un hecho sin otra finalidad almargen de la propia narración, la voz pierdesu origen y se produce lo que él llamala «muerte del autor» y el comienzo de la escritura. A su juicio, es la lingúísticala que ha contribuido a la destrucción del autor con un importante instrumentoanálitico, a saber, demostrando que el conjunto de la enunciación es un procesovacio que sigue funcionando a la perfección sin la necesidad de identificar a susinterlocutores. La postura que todavía acepta la figura del autor, evidentemente,lo entiende como el «pasado» de su propia obra. En este caso, libro y autor seencuentran en una misma línea temporal dividida en un antes y un después y larelación que se estabiece entre ambos es paterno-filia] (el autor «alimenta» a suobra, cuida de su desarrollo, la piensa, la sufre, la vive...). La posturaposestructuralista es totalmente opuesta a la anterior: El nuevo concepto deescritura ya no designa una operación de registro, representación, descripción,sino que es eminentemente performativa y en ella la enunciación no tiene más

contenido que el acto a través del cual se expresa.En vista de loanterior, no es de extrañar que la crítica feminista, en principio,

encontrara en estos argumentos un importante pilar donde apoyarse. No olvidemosque es el Autor (con mayúsculas), canonizado, antologizado e institucionalizado,

el que excluye del canon a otras obras menos conocidas de mujeres y minorías,justificando dicha exclusión en virtud de su autoridad. Por otra parte, la

tnsistencia de la crítica feminista en la importancia del lector encuentra afinidadescon la postura que entiende el nacimiento del lector como contrapunto necesariode la muerte de] Autor (Baríhes afirmaba de manera apocalíptica: «the birth of

the reader must be at the cost of Che death of the Author» (1977: 148).

Sin embargo, el enorme potencial crítico de la alianza feminismo-poses-tructuralismo no ha dado como resultado el fruto esperado. Barthes declaraba en

«‘¡he Deathof the Authur», «The readeris without histury, biography, psychology»(1977: 148). El lector es un espacio y un proceso. Su identidad genérica queda

en suspenso.La filosofía posmoderna de la muerte del Autor presenta, pues, numerosos

problemas a la crítica feminista. Históricamente, la identidad femenina no hatenido la misma valoración social quela masculina. Nancy Miller señala: «...thefemale subject hasjuridically been excluded frum the polis, and hence decentered,“disoriginated”, desinstitutionalized, etc., her relation tu integrity and Cextuality,desire and authority, is structurally different» (en De Lauretis, cd., 1986: 106).No podemos olvidar los temas de la subjetividad, identidad, autonomía, clase o

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raza al aproximarnos a la escritura de mujeres. ‘¡ampoco podemos dejar decuestionarnos, a la luz de las ideas de Barthes, qué significa leer a una mujerdespués de la «muerte del Autor», o de qué manera leer-como-mujer puedeayudarnos a reflexionar sobre el potencial político de la lectura.

11.3. Los discursos sobre el género y las aportaciones de M. Foucault

El feminismo, en su versión posmoderna, puede mantenerque laliteratura esuno de los múltiples terrenos en los que tiene lugar la construcción ideológica del

género. La literatura, en lugar dc reflejar u expresar una feminidad esencial osocíalmente edificada, se ocupa fundamentalmente dc construir maneras apa-rentemente «naturales» de ser hombre u mujer. Los textos de ficción ofrecen a

sus lectores posiciones y modos de subjetividad que conllevan formas de placer,significados y valores específicos. Cruciales en la visión de la sociedad ofrecidapor un texto serán, pues, las definiciones de la feminidad y su relación con lamasculinidad.

El feminismo posmoderno rechaza categóricamente la afirmación humanistadeque mujeresy hombres tienen una naturaleza esencial, Insiste en la construcción

social del género en el discurso, la cual incluye el deseo y la vida emocionalconsciente e inconsciente, y descarta la mistificación de las teorías generales

sobre la psique femenina y del biologismo que sitúa la esencia de la mujer enprocesos tales como la maternidad o la sexualidad femenina.

No existe garantía de la naturaleza de la experiencia de la mujer, ya que, enla medida en que ésta es significativa, se produce discursivamente por la cons-titución de la mujer como sujetodentro de discursos socio-históricos específicos.

Esto no descarta la especificidad de la experiencia de las mujeres y su diferenciade la de los hombres, pues en el patriarcado las mujeres tienen un accesodiferenciado al ámbito discursivo que constituye el género, la experiencia delgénero y las relaciones genéricas de poder en la sociedad. No obstante, la

subjetividad femenina siempre estará abierta a una pluralidad de significados ylas posibilidades contenidas en tal pluralidad derivarán en otras tantas implica-

ciones políticas.Si, como señalamos más arriba, el género, la raza, la orientación sexual o la

clase de los autores no garantizan el significado de las representaciones fictivasen sus textos, la tarea de la crítica feministase cifraráen demostrar de qué maneralos textos presentan el género al lector con una especificidad de clase u raza, yen ver cómo los modos de feminidad y masculinidad entran en relación con unaamplia gama de discursos sobre el género del pasado y del presente. El feminismoen su versión posmoderna está interesado en la batalla discursiva por el signifi-

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cado, una constante en la institución educativa y literaria, y en la práctica diariade la lectura. En esta contienda, la legitimación de lecturas particulares y laexclusión de otras representa intereses patriarcales específicos de clase, raza ygénero, que conforman nuestros criterios e ideas como sujetos lectores yhablantes.

Si recordamos la definición posestructuralista del sujeto de Foucault, «nutChe speaking cunsciousness, not Che authur of the furmulation, but a position ChaC

maybe filled incertain conditions by various individuals» (1972:115), no resultadifícil traducir su aproximación a la subjetividad en una teoría general de lalectura. Así, pudríamos preguntarnos: ¿cuáles son las diferentes posiciones quepuede ocupar un sujeto lector?, ¿cómo se construyen dichas posiciones?, ¿puedeun lector rechazar la posición discursiva queel texto lebrinda?, ¿es el texto elqueconstruye alsujeto lector o viceversa’? La actividad de lalectura es también doble,mientras el lector aporta posiciones discursivas previamente formadas al texto,el proceso de lalecturaconstruye nuevas posiciones paraelsujeto lector, de modoque estamos permanentemente atrapados entre un mínimo de dos posiciones dis-curstvas en continuo proceso de cambio.

La noción de las posiciones discursivas de Foucault no constituye unaaproximación a la lectura específicamente feminista, no obstante, si es compa-tible con la reconceptualización feminista del sujeto como lugar de diferencias

múltiples y heterogéneas. Ajuicio de Teresa de Lauretis, esta nueva visión delsujeto supone una ruptura con el psicoanálisis pusestructural:

It seems tu me that [bis notiun of identity poinis tu a mure usefulconception of thesubject than ¡he une proposed by neo-Freudian psychoanalysis and pustructuralisttheories. For it is not ¡he fragmented, or intermittent, identi¡y of asubject cunstructedin division by language alune, an «1» cuntinuously prefigured andpreempted in miunchangeable symbolic order. It Ls neilber, in short, ihe imaginary identity of theindividualisí, bourgeois subject, which is maje andwhite, por ¡he «flickering» of thepos¡humanist Lacaniansubject, which is too nearly whi¡e andat best (fe)male. Whatis emerging in feminist wri¡ings is, instead, ...a subject thai is nut divided in, buírather at odds with, language (en de Lauretis, cd., 1986: 9).

En esta línea, Mary Gentile piensa que es precisamente la «vacilante»subjetividad de la mujer (como resultado de su representación ambivalente, a lavez como objeto de deseo y como deseo insatisfecho) lo que nos permiteconsiderar a la subjetividad como un nexo de posibilidades «where Chere is noclear split between “1” and“not-I”, but rather a range ur continuum of existence»(1985: 19).

Por nuestra parte, pensamos que el origen de la teoría del sujeto como algomúltiple y disperso puede muy bien hallarse en la noción lacaniana del sujetocomo lugar de contradicción, continuamente en proceso de construcción.Como

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señala Constance Penley, sin la idea del sujeto escindido de Lacan, las nuevas

teorías feministas de la identidad no serían posibles (1986: 145).En cualquier caso, no está clara la viabilidad del modelo posestructuralista

de Foucault de cara a una teoría general de la lectura. En principio, muestra unatendencia a taxonumizar, a enumerar Coda una serie de posiciones como si éstaspudieran delimitarse y distinguirse entre sí sin problemas. Por otra parte, puedeconducir a elaborar estereotipos de lectores y a predecir sus respuestas insti-tucionales, cuando desde una perspectiva posmoderna lo que se pretendesubrayar no son las diferencias fijadas entre posiciones discursivas, sino la

fluidez de los limites que permite un continuo intercambio entre las mismas.No obstante, el modelo de Foucault también presenta ventajas claras. En

primer lugar, la idea de las posiciones discursivas como concepto múltiple ycambiante posibilita que los lectores puedan ocupar varias de éstas al mismotiempo. En segundo lugar, no existe una manera «natural» de leer un texto: losmodos de lectura son específicos desde el punto de vista histórico y variablesdesde el punto de vista cultural, y las posiciones que ocupa el lector son siempre«construidas». En tercer lugar, una teoría de la lectura basada en la subjetividadsubvierte cualquier noción de «lectores esenciales». Los lectores, como lostextos, son construidos; ocupan una serie de prácticas de lectura en lugar decrearlas desde cero. Por último, todo lo anterior sugiere que si leemos desdevarias posiciones discursivas, el propio acto de la lectura se convierte en unafuerza que socava nuestra creencia en los sujetos estables y los significadosesenciales.

11.4. La desconstrucción de y Culler y sus versiones de la crítica feminista

Enlazando los planteamientos de Foucault con nuestra preocupación inicialen torno a los motivos de la exclusión de escritoras y teóricas feministas deldebate posmuderno, ilustraremos nuestradiscusión apoyándonos en elpolémicoensayo de Jonathan Culler «Reading as a Woman» (Culler: 1982). En él, Cullerpretende dar una visión cronológica del desarrollo de la crítica feminista en tresetapas. La primera apela a la noción de la «experiencia de la mujer» como fuentede autoridad de cara a las respuestas de las mujeres como lectoras. La segundaqueda ejemplificada en la postura de Judith Fetterley (Fetterley: 1978) y suestrategia de resistencia a la literatura masculina y sus propósitos sobre laslectoras. La tercera etapa sigue en la línea de la segunda, si bien revela de quémanera las nociones de lo racional se hallan en estrecha complicidad con losintereses del varón (1982: 258).

156 Esther Sánchez-Pardo González

A juicio de Culler, cada una de las etapas en el desarrollo de la críticafeminista hace cada vez más problemática la noción de la «experiencia de lamujer».Culler pone en tela dejuicio esta idea y así logra despejar un espacioparala interpretación feminista masculina de textos literarios. Citando a PeggyKamuf y su idea del feminismo como un mudo de lectura, sugiereque leer comomujer no es, en última instancia,una cuestión de género. El critico hade adoptarla hipótesis de la mujer lectora en lugar de apelar a la experiencia de lectorasreales.

Anuestrojuicio, es importante que, como críticos, podamos utilizar lanociónde unalectorahipotética si pretendemos hacergeneralizaciones sobre laactividadde la lectura, pero es igualmente importante querefiramos tales generalizacionesa la experiencia de mujeres reales, a pesar del intento de Culler de asignar lacategoría de la «experiencia» sólo a un primer momento en la crítica feminista.Para autores como Culler y Peggy Kamuf, la idea de un terreno como laexperiencia, desde el que se puedan realizar juicios críticos, no es en absolutoválida. Al final de su ensayo, Culler cita a Kamuf para ilustrar sus propias ideas,modificando lo que ésta dice sobre «writing as a woman» como «reading as awoman»:

A woman (reading)as awornan... the repetition hasno reaason tu stup ¡here, no finitenumber of times it can be repeated until it closes itself off logically, wilh theoriginalidentity recuperated in a final term. Likewise, une can fiud only arbitrarybeginningsfor ¡he series, andno term which is nut already arepetition:.. .a woman (reading) asa woman (reading) as a WOmaii... (1982: 64).

Cada una de estas afirmaciones parece ir restándole importancia a la mujerprotagonista de tal actividad. Kamuf y Culler, en un impulso deconstructivo, pre-tenden destruir elconceptode «origen». No obstante, pensamos que si lo anteriorse sustituyera por «a man reading as a man, reading as a man...», esta regresiónad infinitum, por el contrario, vendría a reforzar el valor que lo masculino tieneen nuestra cultura como fuente racional de significado.

Mientras Kamuf y Culler rechazan lanoción de la experiencia como terrenodesde cl que se puede partir para elaborar juicios críticos, ‘¡eresa de Lauretis hautilizado precisamente a la idea de «terreno» de Peirce para designar a ese lugardesde el que es posible teorizar, construir, modificar y hacer consciente laexperiencia de la mujer. Para De Lauretis, «ground» es un concepto teóricopreciso que posibilita la comunicación entre emisor y receptor, escritor y lector,es, por Canto, un término relacional y no una entidad referencial vacía comodefendería la deconstruccion.

Esta noción de «terreno» facilita una definición de la experiencia muy útilpara el feminismo. Del mismo modo que este terreno es una entidad relacio-

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nal, la experiencia designa un proceso que, repitiendo la cita anterior de Te-resa de Lauretis, «(a process) by which, for alí social beings, subjectivity isconstructed... For each person, Cherefore, subjectivity is an onguingcunstruction,not a fixed point of departure or arrival from which une then interacts with Cheworld» (1984: 159).

Evidentemente, si como feministas queremos participar en el proceso y elanálisis de la construcción de la subjetividad femenina en este momento histórico—llámese posmoderno, posindustrial, posestructural...—, hemos de subrayar la

importancia de Las mujeres como críticas, teóricas e intérpretes de tal ocasión. Lacrítica es monopolio de la institución académica, y ésta está todavía mayorita-riamente en manos de los hombres. Feminismo y posmodernismo comparten ungran espacio cronológico, no así un importante debate crítico sobre su alcance y

límites, sobre el solapamiento de sus intereses o sus diferencias. Creemos queexiste un feminismo posmoderno en el quehacer del feminismo europeo yamericano desde mediados de los años setenta, seríaenormemente saludable queexistieran más ejemplos de posmodernismo feminista y pudiéramos añadirunalarga lista a la ya iniciada por autorescomo Terry Eagleton, Robert Seholes, Paul

Smith o Stcphen Hcath.

NOVAS

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- Para un análisis en profundidad de lo anterior centrado e” el proceso de socialización delindividuo, hombre o mujer, véase el libro ya clásico de Chudorow, Nancy. The Reproduction ofMothering. Berkeley: University of California Press, 1978.

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