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FOOD INDUSTRY HEALTH SYMBOLS ON PRODUCTS HIGH IN SATURATED FAT, SODIUM AND/OR SUGAR.

SARAH COLBY1, LUANN JOHNSON2, BONITA HOVERSON2

1East Carolina University, Greenville, North Carolina, United States 2Grand Forks Human Nutrition Research Center/ARS/USDA, Grand Forks, North Dakota,

United States

Aim: The purpose of this research was to determine how often food industry health symbols were used as a marketing strategy on the front of package labels of products high in saturated fat, sodium and/or sugar. Methods: All items packaged with food labels (N=56,900) in all six grocery stores in Grand Forks, N.D. were visually surveyed. A set of coding instructions and a list of marketing strategies were developed by the principal investigator and a supervising dietitian to govern a team of 8 dietary personnel (working in teams of two) who visited all 6 grocery stores. Results: Of the 56,900 food labels surveyed, 49% of all products contained nutrition marketing. Of those products, 48% had both nutrition marketing and were high in saturated fat, sodium and/or sugar (11%, 17%, and 31% respectively). Food company’s health symbols were the second most common front of package marketing strategy used on foods that were high in saturated fat, sodium and/or sugar. Of 9,105 products perceived to be marketed to children, 78% had nutrition marketing. Of products marketed to children with nutrition marketing on the label, 60% were high in saturated fat, sodium and/or sugar (17%, 13%, and 51% respectively). Conclusion: In the United States, nutrition marketing is commonly used on the front of package labels of foods that are high in saturated fat, sodium and/or sugar. This practice is more common on foods targeted to children. Current industry self-regulation of front of package marketing may not be the most appropriate strategy for communicating the overall healthfulness of a product.

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MITOS Y REALIDADES SOBRE LOS EDULCORANTES Rebeca López-García. Ph.D

LOGRE INTERNATIONAL FOOD SCIENCE CONSULTING

La evolución del sentido del gusto ha estado íntimamente ligada al desarrollo de la capacidad humana para discriminar entre alimentos inocuos y aquellos que podrían llegar a causarle daño a la salud. Así, desarrollamos aversión por los sabores y olores asociados con los productos en descomposición y también aprendimos a evitar los sabores amargos que generalmente están asociados con productos de origen natural que son tóxicos. La preferencia por los sabores dulces garantizaba, en la mayoría de los casos, un alimento inocuo. Aunque de manera demasiado simplificada, esto explica en parte nuestra preferencia por los sabores dulces. Sin embargo, hoy tenemos una gran disponibilidad de un sinfín de alimentos y ya no tenemos que depender del sentido del gusto para diferenciar entre un producto inocuo y un producto tóxico. Esto es una gran ventaja de la vida moderna pero trae consigo entendible preocupación por la inocuidad de los productos que estamos ingiriendo y el miedo a los productos nuevos o diferentes. Los edulcorantes no calóricos, al ser productos nuevos, han sido partícipes de un sinnúmero de polémicas relacionadas con la percepción del riesgo que pueden representar. Esto, en combinación con nuestra necesidad de explicar el aumento de sobre peso y obesidad y, en consecuencia, las enfermedades crónico-degenerativas ha llevado a que el consumidor reciba gran cantidad de información confusa que no le ayuda a tomar decisiones adecuadas. Es importante destacar que, en un proceso de evaluación científica de, no sólo los edulcorantes, sino también de todos los aditivos alimentarios y los nuevos alimentos, es importante tomar en cuenta los datos científicos disponibles hechos con estudios adecuados, desprendidos de juicios subjetivos y consideraciones de mercado. Asimismo, es importante interpretar los resultados de estos estudios científicos con objetividad para evitar hacer generalizaciones o basar un juicio en datos anecdóticos sin soporte científico adecuado. Cada uno de los edulcorantes no calóricos usados para producir alimentos con reducción de azúcar ha sido evaluado en una gran cantidad de estudios antes de ser aprobado. Durante esta presentación se discutirán algunos de los estudios, resultados y recomendaciones más importantes asociadas con los principales edulcorantes no calóricos presentes en el mercado También se analizarán algunos de los mitos y realidades asociados con ciertos edulcorantes en un contexto adecuado. Es importante aclarar que es imposible hacer generalizaciones ya que cada producto es único y debe estar respaldado con sus propios estudios. En conclusión, la preocupación del consumidor dada la avalancha de todo tipo de información es entendible por lo que es importante presentar información que le ayude a tomar decisiones más responsables. Finalmente, para realmente tener salud y bienestar es necesario consumir una gran variedad de alimentos y combinarlos con actividad física ya que en muchos casos, las enfermedades radican en la predisposición familiar heredada y en el estilo de vida. Los edulcorantes no calóricos representan una buena alternativa para los individuos

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que, por motivos de salud deben evitar el consumo de azúcar pero que, como nuestros antepasados, prefiere los sabores dulces.

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ALIMENTOS FUNCIONALES Y SALUD Manuel López-Cabanillas Lomelí, Cand. a Dr.

Cuerpo Académico de Nutrición, Obesidad y Enfermedades Relacionadas Facultad de Salud Pública y Nutrición,

Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México

No existe una definición universalmente aceptada para los alimentos funcionales, puesto que se trata más bien de un concepto que de un grupo de alimentos. El término “functional food” surge por primera vez hace 14 años en Japón, donde actualmente este tipo de productos gozan de una gran popularidad. Este país fue pionero en establecer el sistema de aprobación para estos alimentos, basado en resultados de investigaciones sobre efectos benéficos atribuidos a un producto concreto. En Europa en 1999 un grupo de expertos definió “un alimento funcional es aquel que contiene un componente, nutriente o no nutriente, con efecto selectivo sobre una o varias funciones en el organismo, con un efecto añadido por encima de su valor nutricional y cuyos efectos positivos justifican que pueda reivindicarse a su carácter funcional o incluso saludable”. Los efectos positivos pueden ser tanto por su contribución al mantenimiento del estado de la salud y bienestar como por la reducción del riesgo de padecer una determinada enfermedad. Los alimentos funcionales, los productos alimentarios y los suplementos dietéticos que proveen un posible beneficio fisiológico en el control o la prevención de enfermedades representan una oportunidad para el desarrollo de nuevos productos. Todos los alimentos funcionales tienen un denominador común: actúan de forma beneficiosa sobre una o varias funciones específicas del organismo, pero para obtener estos efectos es necesario integrarlos en la dieta habitual. Se han propuesto varios mecanismos de acción y sitios de acción para los diferentes compuestos químicos responsables de los efectos benéficos de los alimentos funcionales, entre ellos se encuentran:

Sistema gastrointestinal: Cambios en la flora intestinal, modulación del sistema inmune, disminución de riesgo de carcinogenesis (de cólon).

Sistema cardiovascular: efectos en la regulación de la presión arterial, reducción de riesgo de trombosis y mejoría en el perfil de lípidos.

Metabolismo intermediario: reducción de enfermedades crónicas, control de resistencia a la insulina, prevención de osteoporosis.

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Defensa contra oxidantes reactivos: disminución de reacciones de oxidación en

diferentes lugares del organismo. Los compuestos investigados como responsables de los efectos benéficos de los alimentos funcionales son muy diversos, entre estos destacan los beta glucanos, taninos, saponinas, -sitosterol, quercetina, -tocotrienol, sulfuro de alilo, terpenos, flavonoides, fitoesteroles, ácidos grasos mono insaturados, ácidos grasos poli insaturados -3, entre otros. Es necesario mencionara que existen algunos efectos positivos demostrados los cuales son:

Disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares gracias a los ácidos grasos omega 3 y antioxidantes naturales: carotenoides, vitamina C y E, zinc, selenio.

Disminución del riesgo de tumores gracias a sustancias antioxidantes. Regulación de las funciones intestinales, de nivel de glucosa y colesterol en sangre

mediante fibra soluble. Mejora del equilibrio de la flora intestinal y del estado inmunológico por las

bacterias lácticas. Si bien es cierto que los alimentos funcionales pueden desempeñar los efectos mencionados, es indispensable evitar que los fabricantes los promuevan atribuyéndoles virtudes no comprobadas. Con el fin de evitarlo, las entidades nacionales de regulación como es el caso de la Comisión Europea en materia de regulación alimentaria y el Codex Alimentarius FAO/OMS de las Naciones Unidas, están redactando una normativa, por la que se podrán difundir únicamente las propiedades "verificables y probadas". Según esta normativa, cualquier información relativa al carácter beneficioso para la salud indicada en las etiquetas no deberá inducir a engaño y habrá de basarse en pruebas científicas fiables. Lo idóneo sería demostrar que la sustancia en cuestión es absorbida o llega efectivamente al punto donde ha de actuar. Debería probarse fehacientemente que la ingesta de dicho alimento en cantidades normales tiene un efecto fisiológico provechoso, como reducir la presión arterial, o que actúa positivamente sobre un indicador bioquímico, como el colesterol, a niveles medibles. Especialistas en nutrición humana, medicina, ciencia y tecnología de alimentos, mercadotecnia, etc. investigan activamente los posibles efectos fisiológicos de los alimentos funcionales y el beneficio potencial en la prevención de enfermedades. Actualmente los alimentos funcionales son una forma mediante la cual la industria intenta extender los beneficios de los alimentos naturales, nutritivos y con ventajas para la salud, a los alimentos procesados, con alimentos también “convenientes”, es decir, de acuerdo con las tendencias actuales, con un mínimo de preparación de los alimentos.

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En México, aunque el término de alimento funcional es ampliamente empleado entre la comunidad científica, también últimamente por la industria alimentaria con el apoyo de la mercadotecnia y los medios de comunicación a la fecha no existen todavía normas que reglamenten específicamente el uso de estos alimentos. Existe un acuerdo mundial acerca de las necesidades de informar a los consumidores sobre los beneficios de los alimentos y de protegerlos de informaciones erróneas. Pero hay que ser cuidadosos. Si bien, se han identificado sustancias que hace que las poblaciones que las consumen regularmente en su dieta tengan una menor propensión a padecer ciertas enfermedades, no se ha demostrado claramente que un tratamiento con esta sustancia pueda evitar o reducir las enfermedades, mucho menos la dosis requerida para asegurar un efecto positivo. No obstante, muchos de estos extractos se expenden y consumen sin el menor control, bajo la consideración de que son “complementos alimenticios o nutricionales”, incluidas hormonas extraídas de plantas o productos fermentados. Naturalmente, éste es un abuso de lo natural. Los investigadores buscan nuevas fuentes de alimentos funcionales, así como la tecnología para su extracción, concentración y estabilización, junto con las nuevas técnicas para incorporarlos a los alimentos que no los contengan. Quizá estos nuevos productos permitan un futuro más saludable para la humanidad. Referencias bibliográficas Buttriss J. Saltmarsh M. “Funcional foods II Claims and evidence” The Royal Society of Chemistry U. K. 2000 Hasier, Clare M. “Regulation of functional foods and Nutraceuticals” Blackwell Publishing, IFT Press 2005 Mataix, J; Gil, A. “Libro Blanco de los Omega-3. Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 y monoinsaturados tipo oléico y su papel en la salud” Ed. Médica Panamericana 2004. Neeser, Jean-Richard; German, J. Bruce. “Bioprocesses and Biotechnology for functional foods and nutraceuticals” Marcel Dekker 2004. Ortega Anta Rosa María; Marcos Sanchez Asención. “Alimentos funcionales probióticos” Ed. Médica Panamericana 2002 Pokorny, Jan; Yanishlieva, Nedyalka. “Antioxidantes de los alimentos, Aplicaciones practicas.” Ed. Acribia 2004. 346p. Propuesta de Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo sobre las alegaciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Bruselas, 16 de Julio de 2003. COM (2003) 424 final. 2003/0165 (COD). Remade, C; Reusens, B. “Functional foods, ageing and regenerative disease” Woodhead Publishing Limited. 2004 Páginas en Internet para saber más: Functional Foods: Benefits, Concerns and Challenges-A Position Paper from the American Council on Science and Health http://jn.nutrition.org/cgi/reprint/132/12/3772 Dietary fats, teas, dairy, and nuts: potential functional foods for weight control?

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http://www.ajcn.org/cgi/reprint/81/1/7 Is folic acid the ultimate functional food component for disease prevention? http://www.bmj.com/cgi/reprint/328/7433/211 Effect of functional food ingredients: vitamin E modulation of cardiovascular diseases and immune status in the elderly http://www.ajcn.org/cgi/reprint/71/6/16655

RECAMBIO DE SUSTRATOS DE ENERGÍA EN ACTIVIDAD FÍSICA Alberto Pasquetti Ceccatelli

Nutriologia Clinica Posgrado Fac. Medicina UNAM

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El Requerimiento Energético del Organismo es la suma de requerimientos que cada órgano y tejido tiene para satisfacer sus funciones basales, más la demanda adicional por el trabajo de tipo metabólico o físico que lleve a cabo. La cuantificación del gasto energético ha representado un verdadero problema práctico y, desde siglos, su estimación se ha fundamentado en datos indirectos. Ha sido utilizado el recuento de ingestión alimentaria versus cambios en peso y/o en el rendimiento laboral físico, tanto para soldados, que para trabajadores, mientras que para mujeres embarazadas y lactantes se confrontaba el recuento de ingestión versus la somatometria del producto y el crecimiento del infante. Con el desarrollo de la Calorimetría Directa se alcanzó la posibilidad de medir Gasto Energético en metabolímetros que permiten contabilizar la liberación de calor de un cuerpo en un tiempo determinado. Gracias a las aportaciones de Lavoisier con el descubrimiento del oxigeno, y las sucesivas aplicaciones químico matemático de Gay-Lussac, Voit y Lusk, para mencionar solo los científicos más conocidos, fue posible desde los inicios del siglo veinte, investigar tanto el Gasto de Energía como el uso de cada substrato energético para cubrir la demanda y necesidades de un organismo. La denominada Calorimetría Indirecta, que determina valores del intercambio de los gases Oxigeno y Bióxido de Carbono entre un cuerpo y el ambiente, permitió estimar el equivalente energético de cada sustrato y además el costo del metabolismo de los mismos. Para la mayoría de los deportes contamos desde hace ya medio siglo con datos de Gasto Energético, datos además tabulados por sexo, edad, peso y talla. Estos valores obtenidos en condiciones de laboratorio, es decir condiciones controladas para evitar los sesgos derivados de efectos ambientales y también emocionales, han sido revaluados en años recientes con nuevos estudios de medición de Gasto Energético durante el desarrollo de actividades físicas, ejercicios y deportes en campo. Los reportes de estos estudios de campo recientes han mostrado diferencias con los valores clásicos, permitiendo entender que el equivalente bioenergético no tiene precisión lineal, encontrando que a los incrementos puntuales de intensidad de trabajo la intensidad en el Gasto Energético presenta saltos, lo cual es indicativos de cambio en la eficiencia. El recambio de sustratos energéticos estudiado con técnicas no invasivas permite desarrollar nuevas estrategias nutricias para las distintas condiciones fisiológicas normales y/o patológicas y permite actualizar la dietoterápia tradicional. Se requiere contar con referentes claros para el estudio de recambio de sustratos de energía en actividad física; por lo tanto recordemos las definiciones de trabajo y de sus unidades de medida: Por Trabajo se entiende el producto que resulta al aplicar una fuerza sobre una masa para alcanzar una meta. El Trabajo es reportado en Unidades de Medidas que según su aplicación son físicas, bioenergéticas o del equivalente fisiológico aplicado.

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Para estimar la Intensidad de la Actividad Física debemos incluir la variable tiempo dentro de la fórmula, es decir fuerza por movimiento en un tiempo, y es reportada en unidades de medida bioequivalentes: Mets, VO2, kgm, Watios, Cal, y yendo más hacia lo fisiológico también se incluye la Fc, la Fc%max, y el Umbral Anaeróbico (UA) también conocido como umbral aeróbico. Mediante la precisa medición del intercambio de los gases Oxigeno y bióxido de Carbono, podemos conocer cuánto oxigeno es utilizado para llevar a cabo una actividad y cuanto bióxido de carbono es liberado de los procesos de oxidación (por la equivalencia entre cantidad de Oxigeno invertido, cantidad de substrato oxidado y cantidad de CO2 liberado). Estos valores nos permiten además reconocer cual sustrato ha sido empleado para obtener energía y en qué cantidad. Sabiendo que para oxidar glúcidos se requiere una cantidad molar de oxigeno igual a la cantidad molar de CO2 que se libera, y que al oxidar lípidos la cantidad molar de CO2 que se libera es del orden del 70% de la cantidad del oxigeno invertido, podemos remontar cuantitativamente a cuantos lípidos han sido oxidados, así como cuantos glúcidos han sido oxidados y cuantos lípidos hayan sido generados (liponeogénesis hepática). El estudio de la relación entre Gasto de Energía y cantidades de sustratos utilizados para cubrir dicho gasto, durante el desenvolvimiento de la actividad física nos ha permitido desarrollar un modelo de recambio energético que simplificadamente podemos resumir en que a bajas intensidades de actividad física, los lípidos son una fuente energética relevante, pero progresivamente se incremente la intensidad de la actividad física, los glúcidos asumen un rol principal. De manera interesante este modelo interpretativo del recambio de sustratos permite cuantificar hasta la lipogénesis durante el ejercicio cuando este es llevado a intensidades elevadas cercanas y superiores al valor de umbral anaeróbico. La mediación del reciclo de los substratos energéticos, la aparición de “ciclo fútiles” del recambio y almacenamiento de los sustratos energéticos, la perdida de eficiencia mecánica en la contractilidad, elasticidad de las fibras musculares, la inflamación y el eventual retrazo en la depuración de metabolitos y en la extracción de oxigeno, son todos factores relacionados al estrés físico, y hasta al estrés emocional. En el desarrollo de la ponencia se vislumbrará como sujetos de mismo género, talla, y peso corporal, presenten distinto rendimiento físico, con relación en la potencia (función de la MASA MUSCULAR) y en la capacidad de extracción de oxigeno (función de la CONDICIÓN FÍSICA, o CONDICIÓN AERÓBICA). Podemos clasificar a los sujetos por su Masa Muscular y por su Condición Aeróbica. Podemos asociar la capacidad de almacenamiento de glúcidos en tejido muscular (función de la Masa Muscular) con la disponibilidad que el cuerpo tenga de este sustrato para llevar a cabo una tarea definida.

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Entendemos que si un individuo dispone de solo 20 kg de masa muscular, podrá almacenar una mitad de cantidad de glucógeno que puede almacenar un individuo con doble Masa Muscular. Para entender la importancia de esto basta pensar en el costo energético de una carrera de un maratón para un varón de 70 kg, (70 kg x 41 km es el trabajo a realizar, lo que equivale a 2,870,000 kgm) la equivalencia establecida entre kilográmetro y Kcal y litro de oxigeno nos permite calcular que el maratón tiene un costo de 6,720 Kcal, o en oxigeno de 1,380 litros de O2. Para satisfacer esta demanda de energía, si el sujeto empleara de manera similar 50% 50% glúcidos y lípidos, este sujeto requeriría 840 g de glucógeno almacenado y 373 g de lípidos para solventar el trabajo del maratón. Con lo anterior entendemos que un maratoneta debiera contar con una masa muscular de 40 a 45 kg para poder almacenar esta gran cantidad de glucógeno. Al introducir la variable de la participación proporcional que cada tipo de sustratos tiene en soportar el gasto energético, valores todos medibles de manera simple con los nuevos equipos de calorimetría indirecta portátiles actualmente disponibles, encontramos que la cantidad de energía obtenible de la grasa es limitada, especialmente en trabajos de intensidad elevada, en los cuales los glúcidos llegan a representar hasta el 90% de sustento energético. Curiosamente la proporción con que uno u otro sustrato energético participa se relaciona con la intensidad del trabajo en la escala de la condición aeróbica del sujeto, de tal forma que si un sujeto tiene baja condición física, requiere invertir más glúcidos que un sujeto que tiene condición física más elevada. La alta Eficiencia bioenergética de estos procesos es debida principalmente a la densidad enzimática mitocondrial, cuya regulación genético-bioquímica aún no ha quedado aclarada satisfactoriamente. La merma de la eficiencia ha sido demostrada por deterioro de la densidad enzimática mitocondrial, en fisiopatológicas específicas, en casos tóxicos, o por activación de ciclos fútiles, y conlleva a un sobregasto notable para llevar a cabo una actividad física. Por lo anterior un sujeto que debe sostener actividades físicas, sean estas leves o intensas, tendrá un requerimiento de energía de fácil estimación con base a los referentes tabulares; por lo que a requerimiento de sustratos se refiere, no podemos asumir que es similar para cualquier sujeto, y difiere según la condición física de cada sujeto. Las recomendaciones actualmente vigentes para la prescripción dietaría de atletas, expresadas por American Dietetic Association, Dietitians of Canadá y el American College of Sports Medicine, indican valores proporcionalmente fijos de cada tipo de sustrato acercándose a 60% de CHO, 20% a 35% de Lípidos, y 1.5 g de proteínas /kg peso. Los valores de estas recomendaciones deben ser tomados como valores promedios no pueden aplicarse literalmente a los atletas si esforzarse en conocer sus necesidades reales.

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Para calcular el requerimiento de sustratos energéticos, debemos seguir una guía de 5 pasos. El primer paso consiste en establecer el valor de consumo máximo de oxigeno (VO2MAX) del sujeto. El segundo paso es establecer el valor de la capacidad aeróbica (UA) del sujeto. En el tercer paso, se establece la intensidad a la cual el sujeto realizará el trabajo (IT) o actividad física. En el cuarto paso se establece en qué nivel de la escala aeróbica del sujeto se encuentra la intensidad con que deberá llevar a cabo la actividad física, expresando este valor como porcentaje del tope de escala aeróbica (%UA). Finalmente el quinto paso será transferir el %UA al % de Glúcidos. Con este porcentaje se asigna a los Glúcidos el valor absoluto en g. que se confrontará con la capacidad de almacenamiento de glucógeno en tejido muscular, y la distribución dietaria de los alimentos. En caso de que la cantidad de glúcidos requerida sea muy elevada, superior a la capacidad de almacenamiento del sujeto, se requerirá actuar sobre alguno de estos tres puntos: Mediante la modificación de la dimensión del almacén de glucógeno, aumentando la masa muscular, para incrementar la cantidad de glucógeno almacenado. Mediante una modificación de la condición física del sujetos para reducir su requerimientos totales de glúcidos. Mediante una redistribución de la ingestión de glúcidos en varios tiempos intermedios para asegurar una recarga del sustratos Las variables requeridas en estudios de flujo de sustratos son: Ingestión dietaria de Hidratos Carbono a lo largo del día.

Esta variable se obtiene de la encuesta dietaria y se expresa como “H.C. Ingeridos” y se reporta indexada a cada comida

Disponibilidad dietaria de Hidratos de Carbono a lo largo del día. Necesidades oxidativas de Hidratos de Carbono en cada momento del día Costo aeróbico de cada actividad del día. Se expresa como % de la capacidad aeróbica. El tema de la exposición enfoca dos conceptos: el primero es que el recambio de substratos energéticos sigue reglas bioquímicas y fisiológicas propias y que un sustrato no sustituye a otro; el segundo concepto es evidenciar los factores que influyen sobre el recambio de los substratos energéticos que son: la composición corporal, la alimentación y dieta, los ciclos fútiles inducidos en el flujo de sustratos, la condición física, la capacidad de extracción de oxigeno tisular y diversas condicionantes oxidativas que afectan esta última, entre las cuales incluimos al estrés físico y emocional.

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PANEL: ACTIVIDAD FÍSICA RECOMENDACIONES Y BENEFICIOS A LA SALUD.

MODERADOR: ENC. LETICIA MÁRQUEZ ZAMORA

Valoración del paciente en la actividad física

Dr. Med. Oscar Salas Fraire Jefe del Departamento de Medicina del Deporte y Rehabilitación del Hospital

Universitario Facultad de Medicina de la UANL

Vicepresidente de la Federación Mexicana de Medicina del Deporte

Partiendo de la base de que la “vida es movimiento, desde el momento mismo de la

concepción hasta la muerte” y que cuando se limita el movimiento o la actividad física

de una persona, se disminuye o se acaba la calidad de vida o la vida misma.

Es importante que cuando se prescriba actividad física en busca de beneficios para la

salud, se inicie conociendo primero el estatus o capacidad funcional y de salud de cada

persona, toda vez que el conocer el estado funcional y de salud de cada persona que

inicia con un programa de actividad física nos permite con cierto grado de seguridad

disminuir los riesgos de provocar lesiones musculo-esqueléticas o afecciones

cardiovasculares o metabólicas.

Es conocido que en casos extremos como la muerte súbita en deportistas y no

deportistas las causas de esta en personas menores de 35 años, es por alteraciones

del miocardio como la cardiomiopatía hipertrófica u otras alteraciones que producen

alteraciones del ritmo y la conducción eléctrica del corazón, sin embargo en personas

mayores de 35 años de edad se da una alta incidencia de cardiomiopatía de tipo

isquémico por obstrucción de coronarias con infarto agudo del miocardio.

Tomando en consideración estos antecedentes una valoración médica de salud y

capacidad funcional para personas que inician un programa de actividad física

puede ir desde lo más elemental y sencillo hasta lo más sofisticado dependiendo de la

edad o los antecedentes personales patológicos, no patológicos y familiares así

como de actividad física de la persona.

De ahí que se desprenden recomendaciones en general para toda persona aun para la

vida cotidiana toda vez que esta implica movimiento dese el momento en que nos

levantamos, nos bañamos acudimos a la escuela o a cualquier actividad laboral que en

ocasiones implica estrés o demanda física de diferente índole, por lo que en ocasiones

sorprenden a cualquier persona con un infarto al miocardio, una crisis hipertensiva

una elevación de los niveles normales del azucare en sangre etc.

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Por lo que la valoración de salud y capacidad funcional debiera ser periódica para

todo ser humano y cuando se inicia un programa de ejercicio físico obviamente que la

evaluación deberá dejar en claro las posibilidades de realizar la actividad física acorde

al estado de salud y capacidad funcional de la persona.

Una evaluación médica general para personas menores de 35 años incluye una

historia clínica con antecedentes familiares, personales y de actividad física o

deportiva, así como un examen físico completo con auscultación de área cardiaca y

campos pulmonares, así como valoración de la frecuencia cardiaca en reposo normal

60 a 100 latidos por minuto y una tensión arterial normal de 120/80 mmHg. Una

evaluación de un perfil bioquímico de sangre, general de orina y un

electrocardiograma en reposo sería muy conveniente si las condiciones económicas

del paciente lo permiten o si el examen clínico necesariamente lo demanda para emitir

un dictamen de apto para realizar alguna actividad física.

Valoración en el ámbito escolar, se pretende realizar una evaluación general

que valore además los diferentes factores de motricidad: coordinación general, edad

biológica y/o estadio madurativo que permitan reconocer alteraciones anormales en

el desarrollo del niño o que permitan detectar deficiencias que pongan en riesgo la

práctica del ejercicio físico. Con ello se puede permitir establecer niveles de

competencia y de desarrollo de las cualidades físicas y en algunos casos de orientación

deportiva.

Valoración médica en mayores de 35 años y sedentarios, con sobrepeso y

obesidad

Cuando una persona desea ejercitarse con intensidades moderadas o altas de esfuerzo

físico, se recomienda una evaluación médica general mencionada en párrafos

anteriores además del estricto análisis de los factores de riesgo para enfermedad

cardiovascular, así como el análisis por cuestionario del antecedente da actividad

física para poder estratificar a la persona como sedentario, regularmente activo,

activo o muy activo. Sin embargo en estas personas se recomienda realizar una prueba

de esfuerzo máxima con electrocardiograma, que permitirá establecer un

diagnostico de salud cardiovascular y un diagnostico de capacidad física toda vez

que la prueba de esfuerzo que se utiliza es una prueba que permite establecer la

máxima capacidad aeróbica con la determinación indirecta del Consumo Máximo de

Oxigeno (VO2 máx.).

El VO2 máx. en personas adultas no entrenadas en un rango de normalidad es de 30 a

40 ml/kg/min., y se ha observado que personas que se encuentran por debajo de estos

valores cursan con mayor incidencia de factores de riesgo para enfermedad

cardiovascular, por otro lado personas que se encuentran por arriba de estos valores

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no solo tienen mayor capacidad funcional aeróbica si no que presentan menor

incidencia de factores de riesgo para enfermedad cardiovascular.

La valoración también deberá incluir una evaluación de la composición corporal lo

cual implica la determinación del porcentaje de la grasa corporal que nos orienta en

una forma indirecta hacia el balance nutricional de la persona y que tiene un impacto

también en la capacidad funcional y de salud de la persona.

En pacientes diabéticos mayores de 35 años es muy recomendable tener un control

más estricto y la valoración médica deberá incluir una prueba de esfuerzo ya que la

sensibilidad alterada (disminuida) en este tipo de pacientes podría ocultar

alteraciones serias en coronarias las cuales pudieran ser detectadas por este medio. El

control de la glicemia es recomendable en forma estricta en el inicio de un programa

de ejercicio físico de intensidad moderada, en una evaluación física (prueba de

esfuerzo) la glicemia no debe exceder los 250 mg/dl , ni realizar ejercicio físico de

moderada intensidad con estos niveles de glicemia.

En pacientes hipertensos con tratamiento o sin tratamiento deberán ser evaluados y

conocer la respuesta presora al esfuerzo, una evaluación en bicicleta ergométrica,

permitirá detectar entre otras una reacción hipertensiva al esfuerzo y se podrá

valorar si el tratamiento medicamentoso le produce un control adecuado a la persona

cuando realiza actividad física, la persona que no esté medicada podrá recibir

tratamiento medicamentoso en base a la respuesta presora que presento en la

evaluación.

Valoración a deportistas, es competencia del especialista en valoración funcional la

selección de una o varias pruebas funcionales, en función de los objetivos de la

valoración y de las posibilidades de registro, cuantificación y evaluación de resultados.

Conociendo el objetivo que se persigue con las capacidades funcionales que se

pretende medir, es recomendable conocer la validez, fiabilidad, precisión y exactitud

de la prueba, y escoger en caso de existir varias alternativas, las que ofrezcan mayor

información y mayor calidad de la misma. Es recomendable por lo menos una prueba

de esfuerzo anual con electrocardiograma en reposo y bajo esfuerzo, y según nivel de

competencia, periodos de entrenamiento y deporte en algunos casos se deben realizar

dos o mas evaluaciones en un año para un mejor control y seguimiento de los

programas de entrenamiento y poder observar si se alcanzaron los objetivos con las

cargas de ejercicios realizados. Además de la valoración funcional se realiza un

análisis morfológico y de composición corporal para determinar el porcentaje de

grasa corporal y el somatotipo del deportista.

Las pruebas de esfuerzo máximas en laboratorio son exploraciones de bajo riesgo, en

población general, el riesgo de un probable accidente fatal durante o inmediatamente

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después de una prueba ergométrica máxima es de 1/10000 (≤0.01%) (ACSM 1995).

Las pruebas de esfuerzo tienen una sensibilidad de 70% y una especificidad de 90%

(d Brito AH.,1993; Revista Prort.de Cardiología).

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Hidratación del deportista.

Cervantes-Borunda, M.,1,2 , Jiménez-Pavón D.1 , Romeo J.3, Muñoz-Daw MJ, N.2 ,

Marcos A. 3, Castillo M.J.1

1 Grupo de investigación EFFECTS 262, Departamento de Fisiología Médica,

Facultad de Medicina, Universidad de Granada, Granada, España.

2 Facultad de Educación Física y Ciencias del Deporte. Universidad Autónoma de

Chihuahua, México.

3 Grupo de Inmunonutrición, Departamento de Metabolismo y Nutrición,

Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España.

Introducción.

En términos generales, el proceso de rehidratación viene determinado por la

sensación de sed. Pero la sed es un fenómeno subjetivo y por tanto sujeto a

importantes variaciones entre individuos y circunstancias. Ante un mismo esfuerzo,

en las mismas condiciones ambientales, las pérdidas hídricas pueden diferir de un

sujeto a otro, pero ante pérdidas hídricas similares la sensación de sed puede ser

diferente y, por consiguiente, la ingesta de líquidos también. Los problemas ligados a

una inadecuada hidratación pueden ser tanto por déficit como por exceso.

Actualmente se han publicado importantes y exhaustivos documentos de consenso

sobre bebidas para deportistas (Palacios et al, 2008; Sawka et al., 2007).

Pautas de rehidratación

Antes del ejercicio: prehidratación

El objetivo que se persigue con la prehidratación es simplemente que el sujeto

comience la actividad que va a realizar estando bien hidratado y con unos niveles de

electrolitos plasmáticos dentro de la normalidad. Si se trata de una persona que come

y bebe normalmente, o si se trata de un deportista que se ha recuperado

adecuadamente desde la última sesión de ejercicio, ese estado de euhidratación puede

considerarse alcanzado (Sawka et al., 2007).

Por el contrario, si se arrastra un déficit sustancial de agua y electrolitos, sí que es

necesario establecer un adecuado programa de prehidratación que asegure una buena

situación homeostática antes de enfrentarse a nuevas pérdidas. Para ello, el sujeto

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debe beber lentamente a razón de 5-7 ml/kg de peso durante las 4 horas previas a la

nueva sesión de ejercicio. Si la producción de orina es escasa, o es muy oscura y

concentrada, se puede incrementar hasta 8-12 ml/kg en las dos horas previas. De esta

forma, hay suficiente tiempo para normalizar la producción de orina antes de la nueva

sesión de ejercicio. Respecto al aporte de sales minerales, una pequeña porción de

alimentos que contengan algo de sal es suficiente, alternativamente se puede recurrir

al consumo de bebidas que contengan una pequeña cantidad de electrolitos (Sawka et

al., 2007; Palacios et al., 2008).

No tiene sentido hiperhidratar, administrar sales, ni usar sustancias que retengan

líquidos ya que no determinan ninguna ventaja fisiológica sobre el estado de

euhidratación (Sawka et al., 2007) y, por el contario, van a forzar la diuresis y

replecionarán la vejiga llevando incluso al deseo de orinar en pleno desarrollo del

ejercicio o, peor aún, la competencia. Por otro lado, existe el riesgo de

hiperhidratación, particularmente si la ingesta de líquido continúa durante el periodo

de actividad física. La palatabilidad de la bebida coadyuva a que se mantenga un

adecuado nivel de ingesta de líquido (Jiménez-Pavón et. al, 2009). Dicha palatabilidad

se influencia por varios factores que incluyen la temperatura, sabor, presencia de

burbujas, etc. Otro factor es la temperatura. Para el agua, se prefiere una temperatura

entre 15º y 21ºC, otras bebidas se prefieren a temperaturas más bajas.

Durante el ejercicio.

El objetivo que se persigue con la hidratación durante el ejercicio es prevenir una

deshidratación excesiva (mayor del 2% del peso corporal) y evitar la aparición de

cambios hemáticos, todo lo cual puede afectar el rendimiento. La cantidad total, y la

velocidad con la que deben administrarse los líquidos, depende de la tasa de

sudoración del individuo, duración del ejercicio y posibilidad de beber. Se recomienda

beber periódicamente pero hay que estar atento y equilibrar la ingesta a las pérdidas,

particularmente si se trata de ejercicios de larga duración. Cuanto más prolongado sea

el ejercicio, más riesgo existe de que se produzcan efectos acumulativos o que

aparezcan desfases entre las necesidades de líquidos y su aporte, lo que puede

traducirse tanto en deshidratación como en hiperhidratación (Sawka et al., 2007).

Resulta difícil recomendar una pauta general de líquidos y electrolitos. Se recomienda

el control de peso como índice de deshidratación en distintas condiciones de

entrenamiento para así mejor predecir cuál será el comportamiento en competencias.

Un posible esquema de rehidratación durante el ejercicio, para una persona que

realiza una actividad de resistencia de larga duración y que empieza bien hidratado,

puede ser beber de 0.4-0.8 l/h, correspondiendo la zona más alta del rango a sujetos

de mayor tamaño, que hacen un mayor esfuerzo y/o se encuentran en condiciones de

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elevada temperatura ambiental. La zona más baja del rango es para sujetos más

pequeños, que hacen menos esfuerzo y/o se encuentran a baja temperatura

ambiental.

Después del ejercicio.

Tras el ejercicio, el objetivo que se persigue es reponer adecuadamente el déficit de

líquidos y, si existe, también el de electrolitos y otras sustancias que se hayan podido

consumir. La agresividad del proceso depende de la velocidad con la que se quiera

conseguir la rehidratación y la magnitud del déficit. Si las posibilidades y el tiempo de

que se dispone lo permiten, el consumo de comidas y snacks normales con el

suficiente volumen de líquido van a conseguir de manera efectiva normalizar el

equilibrio hidro-electrolítico, siempre que los alimentos consumidos contengan la

suficiente cantidad de sodio y potasio para reemplazar las pérdidas. Si el nivel de

deshidratación es elevado y se dispone de poco tiempo para recuperarlo (menos de

12h), sería necesaria una pauta de rehidratación más agresiva.

No reemplazar suficientemente las pérdidas electrolíticas va a impedir el retorno a un

estado de euhidratación a la vez que estimulará una producción excesiva de orina. El

consumo de electrolitos durante el periodo de recuperación ayudará a retener los

líquidos ingeridos. Las pérdidas minerales son más difíciles de evaluar que las

pérdidas de agua y es bien sabido que esas pérdidas varían mucho de unos sujetos a

otros. Las bebidas deportivas y las bebidas clásicamente utilizadas para calmar la sed

pueden ser de utilidad (Jiménez-Pavón et al., 2009). Por otra parte, la ingesta de

alimentos pueden aportar los electrolitos que se necesitan.

Cuando se pretenda alcanzar una rápida y completa recuperación se deberían beber

en torno a 1.5 l por cada kilogramo de peso perdido (Sawka et al., 2007). El medio litro

de exceso de volumen ingerido es necesario para compensar el aumento de la

producción de orina que sigue al rápido consumo de bebidas. En consecuencia, para

asegurar una adecuada retención hídrica, y siempre que sea posible, la rehidratación

debería producirse a lo largo de un prolongado periodo de tiempo.

Cuando el nivel de deshidratación es importante (superior al 7% del peso corporal) y

el sujeto presenta además náuseas, vómitos, diarrea o, por alguna otra razón, no

puede o tiene dificultades para beber, es preciso recurrir a la reposición hidro-mineral

por vía intravenosa. A excepción de estos supuestos, la reposición intravenosa no

presenta otras ventajas sobre la simple bebida de líquidos.

Hiperhidratación: condición peligrosa.

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La hiperhidratación asociada al ejercicio es una alteración bien descrita en la

literatura y que es objeto de creciente atención (Lorraine-Lichtenstein, Albert y

Hjelmqvist, 2008; Ortega Porcel et. al., 2004). Se produce cuando se bebe en exceso,

particularmente de manera preventiva, antes de que se hayan producido las pérdidas

por sudor y en un intento por anticiparse y neutralizarlas. Esto tiene consecuencias

negativas pues causa hemodilución, hiponatremia, hipopotasemia y aumento de la

producción de orina lo cual se agrava si la ingesta no es sólo de agua sino que se

acompaña de agentes que favorezcan su retención tales como sales minerales o

glicerol La hiperhidratación no confiere ninguna ventaja termoreguladora, además,

sus graves consecuencias, hacen desaconsejable su práctica (Ortega Porcel et. al.,

2004).

Referencias:

Jiménez-Pavón D., Cervantes M., Castillo M., Romeo J., Marcos A. (2009).Idoneidad de

la cerveza en la recuperación del metabolismo de los deportistas. Centro de

Información Cerveza y Salud (CICS) Madrid, España. ISBN 978-84-613-2592-4.

Disponible en www.cervezaysalud.es

Lorraine-Lichtenstein, E., Albert, J., & Hjelmqvist, H. (2008). Water is a dangerous

poison..Two cases of hyponatremia associated with spinning and extensive fluid

intake. Lakartidningen, 105(22), 1650-1652.

Montain, S. J. (2008). Hydration recommendations for sport. Curr Sports Med Rep,

7(4), 187.

Ortega Porcel, F. B., Ruiz Ruiz, J., Castillo Garzón, M. J. y Gutiérrez Sainz, A. (2004).

Hyponatremia in ultraendurance exercises. Effects on health and performance. Arch

Latinoam Nutr, 54(2), 155-164.

Palacios Gil-Antuñano, N., Franco Bonafonte, L., Manonelles Marqueta, P., Manuz

González, B., y Villegas García, J. A. (2008). Consenso sobre bebidas para el deportista.

Composición y pautas de reposición de líquidos. Documento de consenso de la

Federación Española de Medicina del Deporte. Arch Med Deporte, 25 (16), 245-258.

Sawka, M. N., Burke, L. M., Eichner, E. R., Maughan, R. J., Montain, S. J., & Stachenfeld, N.

S.(2007). American College of Sports Medicine position stand. Exercise and fluid

replacement. Med Sci Sports Exerc, 39(2), 377-390.

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VÍAS DEL CONTROL DEL HAMBRE Y SACIEDAD: FILTROS METABÓLICO, CORTICAL Y EMOCIONAL QUE CONTROLAN LA INGESTA DE ALIMENTOS.

MSP. Edna Judith Nava González Profesor de Tiempo Completo Asociado A

Facultad de Salud Pública y Nutrición de la Universidad Autónoma de Nuevo León

Se ha establecido que el cerebro lleva un registro y es capaz de sensar la disponibilidad interna de nutrientes. Esta capacidad cerebral de reconocer, aplica, no únicamente a los nutrientes que se encuentran circulando en sangre y que satisfacen nuestras necesidades de energía inmediatas y de almacén a largo plazo, sino también a los nutrientes que están listos para ser absorbidos en el tracto gastrointestinal. La presencia de nutrientes en el tracto gastrointestinal generan señales muy potentes que informan al cerebro de esta disponibilidad. La grelina se secreta de la mucosa del estómago vacío, y es la única hormona gástrica que genera señales que estimulan la ingesta de alimentos. Sus niveles plasmáticos se elevan antes de comer y disminuyen después de la ingesta de alimentos. Todas las otras hormonas gastrointestinales producen saciedad. Se empiezan a identificar como señales relacionadas a la nutrición, dando lugar al principio emergente indicando que tales señales codifican para nutrientes específicos. Así, la señalización y expresión de CCK y PYY parece depender principalmente de grasas y proteínas, mientras que la glucosa y los hidratos de carbono parecen estimular las señales en las células enteroendócrinas para la expresión de incretinas, especialmente GLP-1. Se espera en el futuro, que la ciencia sea capaz de identificar receptores intestinales específicos que puedan sensar cuantitativamente el contenido de los diferentes macronutrientes disponibles para su absorción durante las horas posteriores a la ingesta de comida. Al igual que el cerebro, el páncreas necesita información de estos nutrientes en proceso de ser absorbidos desde la mucosa intestinal, ya que secreta importantes hormonas que van a dirigir de manera importante el proceso de nuestro metabolismo postprandial. Dicha información es proporcionada al páncreas por las hormonas gastrointestinales, situación que se conoce como el efecto incretina. Estas hormonas (GLP-1, GIP, entre otras incretinas) son las que determinan la secreción pancreática de insulina y su específica sensibilidad a los niveles absorbidos de glucosa e hidratos de carbono, determinando de esta manera su utilización como fuente de energía a nivel muscular, su almacenamiento en glucógeno a nivel hepático, y principalmente, el envío de señales al interior del cerebro, que proporcionan a este órgano importante información sobre la disponibilidad del alimento favorito de las neuronas, la glucosa. El péptido intestinal P doble Y griega (PYY) es secretado postprandialmente en la región distal del íleon intestinal en proporción al contenido calórico de los alimentos. Una vez secretado, se une a los receptores Y bloqueando la acción del neuropéptido Y, que es el más potente neurotransmisor que estimula el apetito en el cerebro. Por lo

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tanto, el PYY causa un efecto muy potente de saciedad e inhibición del apetito. Es por esto que se le ha denominado el “freno ileal” ya que además causa una marcada disminución del vaciamiento gástrico y el tránsito intestinal. Otro de los metabolitos menos estudiados es la amilina pancreática, que se cosegrega en imagen en espejo a la insulina en respuesta a los alimentos y ahora se sabe influye profundamente en el metabolismo postprandial de los macronutrientes ingeridos. La administración simultánea de leptina, PYY y amilina en modelos animales causa una asombrosa y potente disminución en sus niveles de grasa corporal. Este proceso también involucra al tejido adiposo, que tiene la capacidad de secretar una cantidad importante de hormonas y citocinas que de igual manera afectan el apetito y el balance energético. En especial, la leptina, que aún no deja de asombrarnos, y aunque su función más importante es su efecto lipooxidativo a nivel mitocondrial en el músculo, y sus niveles se correlacionan positivamente con los depósitos de grasa a largo plazo, los estados de ayuno rápidamente disminuyen y la ingesta de alimentos aumentan su expresión desde el adipocito de manera transitoria, indicando que esta hormona ejerce un papel primordial en sensar de manera aguda el estado nutricional y de manera crónica, indicar al cerebro de la cantidad existente de grasa corporal. Estas señales que regulan los depósitos de grasa a largo plazo, provienen de la periferia desde el tejido adiposo y el páncreas a través de la leptina y la insulina, y se denominan señales de adiposidad. Llevan el mensaje de las cantidades de energía acumulada hacia los centros del hambre en el hipotálamo para indicar a las vías catabólicas que inhiben la ingesta de alimentos o las anabólicas para incrementar la ingesta de nutrientes y mantener un balance apropiado de dichos depósitos. La vía catabólica hipotalámica está representada por POMC o melanocortina, y la vía anabólica por el Neuropéptido Y (NPY) y se encuentran bajo el control directo de la leptina. En paralelo, el tracto gastrointestinal regula la ingesta de alimentos día a día a través de factores hormonales que influyen en el inicio de la ingesta de alimentos y su acoplamiento con el término de la misma, influyendo así en el tamaño de la porción ingerida. Estos factores generados durante la ingesta de alimentos son péptidos en general, y se denominan Factores de Saciedad y son expresados principalmente en el tracto gastrointestinal. Son señales relacionadas con la alimentación y dependen del volumen, composición y concentración de los nutrientes ingeridos. Esas señales controlan la frecuencia de alimentos y la porción ingerida. Las señales de saciedad se integran con las señales a largo plazo que controlan los niveles de grasa corporal y la homeostasis energética desde la grasa y su producto principal la leptina hasta llegar al núcleo del tracto solitario (NTS) e integrarse con las señales catabólicas (POMC) y anabólicas (Neuropéptido Y) en el hipotálamo para indicar las porciones y tamaño de los alimentos ingeridos día a día. Las señales de saciedad también se integran con las señales desde los islotes pancreáticos representadas por la amilina y la insulina principalmente, y por supuesto, los péptidos de saciedad gastrointestinales (Grelina, GLP-1 y PYY), para que después de la absorción y digestión de nutrientes, se pueda efectuar una apropiada regulación postpandrial metabólica en el hígado, y en el músculo y la periferia y entonces, los macronutrientes ingeridos (aminoácidos, grasas y hidratos de carbono), sean metabolizados o almacenados apropiadamente. A este

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control multihormonal del metabolismo postprandial se le ha denominado el filtro metabólico. Este filtro metabólico regula el peso corporal y los niveles de adiposidad en límites muy estrechos, de manera de cómo actúa el termostato que controla la temperatura. Sin embargo, conceptos actuales parecen indicar que existe un complemento fisiológico-neural para esta vía metabólica que parece ser un regulador más flexible y mucho más complicado, con la capacidad de aprender en base a experiencias sufridas en el pasado, y con una adaptación al cambio mucho más efectiva de acuerdo a circunstancias en el medio ambiente, vinculándose con factores emocionales y de placer relacionados a la ingesta de alimentos denominados factores de recompensa o glotonería. Son altamente subjetivos y/o adictivos, y responden a estímulos externos y factores internos que llevan a un individuo dado a ingerir cantidades enormes de energía y macronutrientes, desencadenando un acumulo exagerado de tejido adiposo y resultando en obesidad. Entre los más importantes se encuentran el sistema dopaminérgico y canabinoide, influyen profundamente en la adicción y en la recompensa por ingerir alimentos. Son en realidad filtros biológicos secundarios a circuitos neuronales denominados el filtro emocional y del placer y el filtro cortical. El avance en la neurobiología de la nutrición y la neuroregulación del hambre y la saciedad empieza a vislumbrar que la ingesta de alimentos necesita de diferentes filtros biológicos donde se integren las señales en la corteza cerebral provenientes de estímulos asociados a los alimentos y al hambre (olor, visión, sabor, etc.) y se integren también las señales de ingesta por recompensa y adicción que involucra a los centros dopaminérgicos y canabinoides localizados en la amígdala, el sistema mesocorticolímbico y el núcleo acumbente cerebral. Parece ser que los filtros cortical y emocional/del placer se coordinan de manera muy estrecha con el filtro metabólico. De esta manera, se ha podido dilucidar que dentro de la comunicación cerebral-intestinal, la participación del filtro emocional y del placer es necesaria para el control de la ingesta de alimentos. Este filtro emocional y del placer incluye la interacción del sistema endocanabinoide, del dopaminérgico y una nueva molécula parte del sistema canabinoide denominada OEA o oleoiletanolamina. Dichos neurotransmisores y metabolitos influyen potentemente en las adicciones a los alimentos, al placer y recompensa por ingerirlos, y se integran de manera muy interesante y especial con los filtros metabólicos centrales y periféricos y el filtro cortical. Por lo anterior, es posible en la actualidad intentar un bosquejo integrativo del filtro metabólico y el filtro emocional y de placer para la ingesta de alimentos: estímulos que llegan a la corteza nos impulsan a buscar alimentos, siendo esta sensación de hambre el resultado de la activación del sistema canabiniode y grelina desde el estómago. Dependiendo de los estímulos, se podrá también activar el sistema dopaminérgico, instándonos a ingerir por placer y glotonería diferentes cantidades de

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alimentos. Al ingerirlos, se activan las señales de saciedad gastrointestinales para preparar al filtro metabólico, que también activará señales desde la grasa hacia el hipotálamo, para indicar al páncreas el inicio de la secreción de insulina. Esta estimulación pancreática coordina el manejo del metabolismo postprandial en hígado y músculo para el almacenamiento y utilización de los macronutrientes ingeridos. El tracto gastrointestinal envía también señales desde el íleon a través de PYY para tratar de regular el tamaño de la porción ingerida. Esta plática se dirige a revisar los filtros emocionales y de placer por alimentarnos y su integración con el filtro metabólico