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    Javier Giraldo

    Cronopios Comunicaciones

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    Camilo Regresa[Registros onricos]

    Javier GiraldoCronopios ComunicacionesJose Luis SalazarFrancisco Bustamante

    EscritorEditor

    DiagramacinIlustracin

    Soporte & Diseo - Bogot - Febrero de 2011

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    Camilo regresa, es un interesante trabajo de imagi-

    nacin sobre una de las figuras ms emblemticas de lahistoria de la segunda mitad del siglo XX: El sacerdo-te revolucionario Camilo Torres Restrepo, muerto encombate el 15 de Febrero de 1966, cinco meses despusde haber ingresado a la guerrilla del Ejrcito de Libera-cin Nacional ELN-. Resulta interesante porque estescrito como una reflexin sociolgica y poltica de larelacin entre el pasado prximo y el presente real enuna contrastacin imaginada de las ideas y discursosde Camilo con los distintos imaginarios colectivos delpresente, colocando a prueba, sobre una realidad pal-pable, la vigencia de su mirada poltica y social delpas. Su autor es un ser humano de profundas convic-ciones humanistas, slidos principios ticos y moralesque se ha parado con rectitud frente a las ofensivas que

    el establecimiento ha descargado sobre su accin pas-

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    toral y su compromiso social. El padre Javier Giraldo.

    Estos registros onricos, como los llama el padre Javier,

    no resultan ser otra cosa que un llamado, desde lo ticoy humano, para pensar en voz alta y de manera colecti-va, la validez del pensamiento de Camilo en particularde su imaginario de reivindicaciones, elemental en unasociedad necesitada de transformaciones urgentes, enel marco de un mundo cuyo modelo de desarrollo eco-nmico se construye en contrava de la condicin hu-mana.

    El autor llena una necesidad que hemos tenido todosen algn momento: preguntarnos si regresara Camilo,cul sera su lectura del actual momento histrico; qupensara de los cambios operados en el mundo en lasltimas cinco dcadas, comenzando por la crisis delsocialismo real; cmo releera la actual situacin de la

    izquierda democrtica colombiana en el contexto dela postguerra fra; qu nuevo dilogo establecera conla Iglesia, empresarios, fuerzas armadas, guerrilla ,qu mensaje traera para las mujeres, jvenes, indge-nas, desplazados y vctimas de la violencia; qu recri-minaciones o consejos hara a estudiantes, campesinos,sindicalistas, organizaciones sociales y de Derechos

    Humanos; qu demandara de la comunidad interna-cional , cul sera el programa de un Nuevo FrenteUnido para responder a los retos del mundo de hoy

    El texto confronta dos pocas distintas los sesenta delsiglo XX con el inicio de la segunda dcada del sigloXXI-, en un mundo que si bien se ha transformado sig-nificativamente, sigue cargando la tragedia de la vio-

    lencia, pobreza y falta de oportunidades para grandes

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    sectores de una poblacin que sucumbe en el abando-no y la negligencia institucional del Estado.

    Camilo regresa, est escrito en sentido figurado, seabriga con un lenguaje literario gil y simblico en elcual afloran varios aspectos pertinentes de resaltar:primero, no cambia desde moralismos ingenuos elrumbo de las palabras y el trasfondo de los interesesque encarnan en una sociedad compleja, la cual crecey se transforma al mismo ritmo de sus contradiccionesy urgencias, sin lograr resolver el circulo vicioso deuna violencia que parece no agotarse en el ejercicio dela fuerza, las formas inhumanas de la acumulacin deriqueza y los precarios pero significativos procesos deresistencia; segundo, retoma viejas y nuevas discusio-nes sobre escenarios que se han modificado, a travs deuna dialctica sencilla en donde el discurso justificato-rio de la desigualdad, detrs de supuestos procesos de

    desarrollo y progreso del pas, se enfrenta a la contun-dencia de argumentos elementales soportados sobreurgencias inaplazables de la poblacin, tales como laconservacin de la vida en condiciones de dignidad;tercero, crea atmsfera de dilogos relevantes dondecoloca de manera contundente el peso especifico de unrazonamiento que sostiene lo absurdo de una nacin,

    la cual se consume en su propia negacin histricaentregando los recursos estratgicos garantes de sufuturo, bienestar, convivencia, independencia y sobe-rana a las grandes empresas transnacionales; cuarto,nos enfrenta a un vacio de opciones distintas a las quepuedan emprender las mismas comunidades, la clasepopular como la llama Camilo, en la construccin desus propios modelos de prosperidad y concordia forta-

    lecidos por una unidad de propsito y la necesidad de

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    refundar la sociedad, la poltica, la democracia y cons-truir una economa alternativa que oponga a la acumu-lacin el bienestar colectivo.

    Hay en el texto una evocacin profunda de la vigen-cia de la agenda y permanencia de las demandas deCamilo para la sociedad colombiana, una exhortacinsencilla y contundente a retomar la bandera de su re-volucin de las cosas necesarias, para que el hambre,pobreza y desempleo no mate al ser humano, una in-vitacin a releer los mensajes en clave de las urgenciasdel presente, a forjar con el pensamiento de Camilo uncamino para edificar la dignidad de la patria, desdeuna perspectiva en la cual el amor eficaz es el funda-mento de una paz construida sobre los cimientos sli-dos del bienestar, proteccin y convivencia democrti-ca respetuosa.

    Mas all de todas estigmatizaciones que se puedanconstruir sobre lo necesario o no de las revoluciones,este relato nos ubica frente a la vigencia del conteni-do de la lucha amorosa de Camilo, cuya revolucin noconsiste en otra cosa que en la pretensin de garantizaral ser humano las condiciones requeridas para vivircon dignidad: es una lucha por el derecho a la vida, a la

    soberana alimentaria de la nacin, hecha alimento enla boca de los humildes y desposedos; es una lucha delos desarrapados por el derecho al abrigo y la vivien-da; de los enfermos por el derecho a la salud, atenciny medicamentos; de los analfabetas postmodernos porel derecho a la educacin, ciencia, cultura y arte; de losdesocupados por el derecho al trabajo bien remunera-do y estable; del ser humano por sus derechos, de la

    sociedad por la democracia, de la nacin por sus re-

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    cursos y su soberana. Y, nada de esto justifica que unsolo ser humano sea asesinado, perseguido, encarcela-do, toda esa revolucin deba darse de manera natural,

    como resultado del amor eficaz del ser humano por simismo, por la vida

    Camilo regresa, es una invitacin a salir a caminarde la mano de nios y mujeres, de ancianos y jvenes,de trabajadores, obreros, empleados, campesinos, mi-neros de las comunidades negras e indgenas, de lospobres y marginados, de las vctimas y desplazados,de las clases populares en la bsqueda del tiempoperdido que nos arrebata la violencia, el cual deba ha-berse llenado de amor eficaz, de la felicidad del puebloen un pas libre y soberano, preado con los sueos deCamilo y la gente.

    CARLOS MEDINA GALLEGO

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    Cuando me comunicaron de la portera que alguien

    me buscaba pero se negaba a dar su nombre, dud enatenderlo. Sin embargo, un extrao sentimiento me im-puls a hacer caso omiso de mis precarias medidas deseguridad y a bajar apresurado, y no sin cierta curio-sidad, para ver de quin se trataba. Su rostro amabley expresivo ahuyent en un segundo cualquier temor.Decid respetar su anonimato. Su informalidad, su ves-timenta, sus modales y su lenguaje me hacan presumiren l la presencia de un campesino con algunos rasgosindgenas; quizs de un obrero o de un estudiante deprecarias condiciones y ciertamente de un activista so-cial o poltico de contagiosa honestidad. Fue muy par-co en transmitir su mensaje, envuelto en frases, gestosy miradas que consolidaban la confianza. Se me pedair esa noche al aeropuerto a recibir a alguien a quien

    reconocera por su sola presencia y acompaarlo en di-

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    ligencias que l mismo me explicara. El mensajero sedespidi con rapidez, como obedeciendo a una disci-plina asumida con plena conviccin.

    Aquella noche el aeropuerto estaba, extraamente,solitario. Quizs por ello el ruido de los aviones queaterrizaban se escuchaba con ms fuerza. La soledad,la artificialidad de la iluminacin que aquella nocheme pareci ms tenue y misteriosa, y la observacinde naves gigantescas que descendan de un firma-mento lejano y cuajado de misterio, me envolvi pormomentos en sensaciones que parecan colocarme porfuera del tiempo y del espacio, rompiendo las barre-ras que separan el antes y el despus; el aqu y el ally el ms all. Embrujado por tales sensaciones, derepente vi aparecer, en la puerta externa del rea de in-migraciones, una figura demasiado conocida pero queradicaliz el hechizo de mis presentimientos. Las coor-

    denadas de tiempo y espacio parecan confundrsemeradicalmente y no tuve ms remedio que avanzar, casisonmbulo, a saludarlo: Camilo? S, soy yo; graciaspor recibirme. Nos abrazamos.

    Mi desconcierto era total, pero en pocos segundos fuiaceptando desconfigurar mis esquemas de tiempo y

    espacio para poder vivir sin traumatismos lo que seme estaba ofreciendo. Camilo estaba silencioso peroni su figura ni su aura coincidan con mis imaginariosde ultratumba. Yo no saba a dnde conducirlo y espe-raba que l me lo dijera. Sin embargo, antes de tomarun taxi, me atrev a preguntarle: a dnde quieres ir?qu quieres hacer? A m simplemente me han pedidoacompaarte.

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    Con la misma expresin amable del mensajero de lamaana, l me dijo: quiero visitar mi pas. Lo llevoen mi propio ser y me sigue doliendo. Quiero volver

    a dialogar, por algunos momentos, con quienes tam-bin lo llevan en su ser, aunque sea con sentimientos eintereses contrarios. Slo te pido que me lleves a unoscuantos sitios donde se juega su suerte.

    Record en ese momento un pasaje del Libro de losMuertos del antiguo Egipto, donde el difunto, nave-gando en los espacios misteriosos de ultratumba, se re-siste a que su cuerpo sea separado radicalmente de sualma (la energa psquica que lo ha animado) y de suespritu (su memoria santificada por la muerte), impre-cando con estas palabras a los espritus o fuerzas quesirven a la divinidad: concdanme que mi alma pue-da penetrar donde quiera () As como los espritusdel squito de Osiris, siempre en movimiento, nunca

    se acuestan en la tumba, tampoco yo debo ser obligadoa recostarme en la tumba () Permitan que mi almapase del presente al pasado, del poniente al oriente, enun viaje de reversa, sin ser molestado. En los versosque siguen a stos, el difunto se enfrenta con un es-pritu malfico de ultratumba que acostumbra cortarlas cabezas y desgarrar las frentes de los muertos, con

    el fin de exterminar su memoria e impedir que el di-funto vuelva a pronunciar las palabras ms preciosasque guarda en su corazn. El difunto debe increpar-lo con este sortilegio: Quieres cercenar mi cabeza ydesgarrar mi frente? Quieres extinguir mi memoria?Quieres poner una mordaza a mi boca para impedirque salgan las palabras llenas de energa que llevo enmi interior? Detente, fuerza malfica. Te lo ordeno por

    la fuerza prodigiosa de la palabra que la diosa Isis pro-

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    nunci mientras t avanzabas bajo las rdenes de Seth,su enemigo, quien quera extinguir la palabra llena deenerga que sala de la boca de Osiris, el Seor del ms

    all () As como Osiris te desterr para que tu abo-minacin no penetrara en l, as tambin yo te expulsolejos de m, pues t eres enemigo de Shou, el dios dela luz.

    Las coincidencias eran sobrecogedoras. Camilo se re-sista a permanecer recostado en su tumba. Se resistaal cercenamiento de su cabeza, sede de su inteligenciay de su luz, y al amordazamiento de su palabra, porespritus malficos enemigos del Dios de la luz y de latransparencia. Ese texto me reconfort en mi perpleji-dad y desconcierto. Pens: qu alegra que la palabrade Camilo sea desamordazada; que la luz de su mentevuelva a brillar; que su energa fsica y psquica vuelvaa recorrer nuestros senderos ocupados por el terror, la

    ignominia y la cobarda. Sal, entonces, de mi perple-jidad, y acept vivir la aventura en la que ya estabaenvuelto.

    De repente me acord que Fernando, un amigo muybien posicionado en el Establecimiento, me haba co-mentado unos das antes que esta noche tendra lugar

    una reunin extraordinaria de los gremios ms pode-rosos del pas. Estaba convocada en el hotel ms exclu-sivo de Bogot y all iban a discutir problemas crucia-les de la coyuntura econmica y poltica. Se me ocurritomar el celular y llamar a Fernando. Podras facilitar-me el ingreso a la reunin de los gremios? Ir con unpersonaje a quien seguramente les interesar escuchar.Hagamos el intento, me dijo Fernando. Yo te pre-

    sento a mi primo, presidente de la Asociacin Banca-

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    ria, y ya t te encargars de motivarlo. Bien. Encon-trmonos en unos minutos en la entrada del club. Deacuerdo.

    El taxi nos puso en pocos minutos en el lobby del Capi-tal Center. Fernando nos ayud a pasar muchos anillosde seguridad con sus tarjetas plsticas llenas de cdi-

    gos magnticos, hasta llegar al pent-house donde se

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    encontraba el saln exclusivo en el que los presidentesde los gremios consuman whisky al por mayor mien-tras discutan. Fernando no cesaba de mirar de reojo a

    Camilo con cierta perplejidad, como tratando de iden-tificarlo pero con dudas insalvables. Cuando me pre-sent a su primo, ste, al parecer, lo reconoci de inme-diato, e hizo gestos como quien despierta de un sueoprofundo y quiere conectarse de nuevo con la realidad.Finalmente, con un gesto de resignacin, salud ama-blemente a Camilo y lo invit a ingresar en el saln.Todas las miradas se clavaron en Camilo y un silencioprofundo invadi el saln. Ese silencio se prolong porunos minutos, mientras los potentados aceptaban su-mergirse en aquel escenario donde el pasado y el pre-sente difuminaban sus fronteras y donde la ficcin y larealidad intercambiaban sus mscaras.

    Padre Camilo -dijo con solemnidad el presidente del

    Consejo Gremial- no sabe cunto nos alegra tenerloaqu esta noche con nosotros. Vivimos momentos cru-ciales para el futuro del pas y, como usted bien lo sabe,en este Consejo se toman decisiones de importanciadefinitiva. El Seor Presidente acaba de salir. Por pocousted se lo encuentra en el ascensor. l siempre ha te-nido en cuenta nuestros puntos de vista, pues nosotros

    manejamos los sectores claves del desarrollo del pas.Nadie puede desconocer nuestras opiniones y opcio-nes sin causar grandes traumatismos. Gracias a noso-tros, la economa del pas nunca ha colapsado y nues-tros indicadores se han mantenido siempre en nivelessanos. Tampoco hemos olvidado a los sectores menosfavorecidos; hemos abierto portafolios de crditos quehan sido accesibles a amplias capas de pobres. Claro

    que los niveles de pobreza y de miseria siguen siendo

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    altos, pero ello se debe a crisis mundiales y estructu-rales que no podemos an superar. El mundo enterosufre hoy el fenmeno del hambre y de la pobreza en

    capas escandalosas. Nosotros no hemos permitido queColombia llegue a niveles como los del frica. Esperoque usted, Padre Camilo, juzgue con la madurez quele dan sus aos y sus sufrimientos heroicos, que todosle reconocemos, los esfuerzos que estamos haciendopara mantener una economa sana y un pas sin dic-taduras pero con seguridad e incentivos de inversin.Ya pasaron las pocas de los sueos ilusos. Casi todosnosotros, en nuestra juventud, fuimos revolucionarios.Luego, los golpes de la vida nos hicieron madurar. Us-ted lo sabe bien, el socialismo fue una quimera y slotrajo pobreza y ms injusticia a los pases que lo adop-taron. Las utopas revolucionarias slo nos traen caosy crisis econmicas. Estoy seguro, Padre Camilo, queel ms all le habr permitido evaluar su muerte he-

    roica y madurar su visin de las cosas para ayudarnoshoy, con su sabidura y su ejemplo, a construir un pasen paz y en armona de clases, que siga progresandocomo lo ha hecho en las ltimas dcadas. Hoy da la in-versin extranjera en nuestro pas es ejemplar. Eso traedesarrollo. La industria va avanzando. La articulacinde capitales transnacionales con capitales nacionales es

    una fuerza impulsora de progreso. La apertura econ-mica ha creado incentivos para los inversionistas, queno se ven en otras partes. Todas esas regalas nos hanayudado a reforzar la seguridad, para que, tanto losextranjeros como los nacionales, puedan invertir sinmiedo. El control de los reducidos grupos terroristas,que ya no tienen los ideales que usted, Padre Camilo,les infundi, sino que son puros delincuentes y narco-

    traficantes, es un control absoluto. Este es un pas que

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    sale adelante, Padre Camilo. Aydenos a consolidarloen la paz y en el progreso.

    Varios dirigentes de gremios fueron reforzando uno uotro aspecto del discurso, mientras Camilo escuchabaen silencio, y con una concentracin ms que notoria,todas las intervenciones. No acept ningn licor nipasa-bocas. Aunque eso les molest a algunos, rpida-mente se tranquilizaron pensando que el rgimen de laeternidad debe ser diferente y de seguro ms austero.

    Camilo, finalmente, intervino, mientras las miradas seconcentraban en l con curiosidad pero tambin contemor y desconfianza. La serenidad y firmeza de suspalabras pareca ciertamente situarlo por encima detodo riesgo. Con gran serenidad compar los estnda-res de miseria y de violencia de su poca con los quehay ahora y les hizo ver que el deterioro haba sido

    progresivo. Les agradeci que lo escucharan peroles pidi que no tomaran sus palabras como ataquespersonales sino que pensaran, al menos por unos mi-nutos, en el bien de todo el pas, imaginndose cadauno estar en el lugar de los ms excluidos. No pue-do entender les dijo- cmo el Presidente negociay concierta con ustedes sus decisiones e incluso siem-

    pre escoge los ministros y altos funcionarios de entresu grupo social, cuando ustedes conforman una capamuy pequea de este pas. No creen que la situacinsera diferente si los gobernantes consultaran todos losdas con obreros, campesinos, indgenas y pobladoresde las barriadas pobres y miserables y de entre ellosescogieran sus funcionarios? No creen que el lucro yla renta no deberan ser los motores de la economa,

    al menos de esos sectores de la economa que deben

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    satisfacer las necesidades ms apremiantes del ser hu-mano? Les parece tico que grandes empresas sani-tarias, de clnicas, hospitales y laboratorios de medi-

    camentos, extraigan su podero econmico explotandoel dolor humano? No creen que todas las empresas,programas y proyectos relacionados con las necesida-des bsicas, como la alimentacin, la vivienda, la sa-lud y la educacin, no deberan someterse a la lgicargida de la rentabilidad sino a una planificacin pro-pulsada por el afn de mxima cobertura regida porel Estado? Hoy se mira el mapa de Colombia inunda-do de empresas transnacionales que saquean los re-cursos del pas con el afn de explotarlos en mnimasfracciones de tiempo pero produciendo los mximosestndares de ganancia, de la cual en nada participani se beneficia el pueblo colombiano, y para ello des-truyen el medio ambiente, expulsan a las poblacionesnativas y paramilitarizan los territorios como garanta

    de seguridad de los inversionistas. A eso se le llamadesarrollo y progreso, bajo el influjo de los tericosdel mundo rico, que han convencido a sus satlites entodo el mundo de que eso traer bienestar, cuando nocesan de producir catstrofes y miseria. Si el Estadoescuchara a sus rebeldes, superara los efectos de esenarctico que le impide entender que a quien reclama

    derechos hay que escucharlo y no calificarlo de terro-rista para justificar su muerte. Cmo es posible queel pas ande buscando cmo firmar tratados de librecomercio con pases enormemente desiguales queslo le ofrecen desventajas camufladas de beneficios,para saquear an ms sus recursos y para obligarlo ahacerse cargo de sus basuras? Miro con dolor que losms elementales puntos del programa del Frente Uni-

    do solucionaran las angustias ms apremiantes de mi

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    pueblo, pero con mayor dolor compruebo que en estos40 aos el Estado ha asesinado a centenas de miles decolombianos que han tomado esas banderas en alguna

    medida. Veo hoy un pueblo donde ni siquiera el pobrese puede comunicar con el pobre ni escuchar su ver-dad, puesto que los medios masivos de informacin ycomunicacin construyen y difunden verdades falsas,parciales o sesgadas y las venden como realidad na-cional. Los medios alternativos que como El FrenteUnido que yo fund, tratan de gritar la otra verdad,la verdad de los de abajo que son la inmensa mayora,son tomos que por su excesiva pequeez no pueden

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    incidir en el mundo virtual y meditico que impone sufalsa lectura con sofisticados mecanismos de coopta-cin. Piensen que este pas, con sus inmensos recursos

    y su gente podra vivir de manera diferente y menosinhumana, si todos aceptaran, como base, amar a sushermanos.

    A medida que Camilo hablaba, las miradas fijas de lospotentados se iban desconcentrando y se extraviabanen el techo y en las pinturas sicodlicas de las paredes.Era notorio que el discurso haba tomado para ellosun rumbo idealista y romntico, trayendo a cola-cin fbulas que haca tiempos no escuchaban. Muypocos de ellos interpelaron a Camilo, pues se sentanen cancha ajena. Las discusiones entre ellos siempretenan un marco y unos presupuestos que aqu estabancompletamente ausentes; an ms, parecan deslegiti-mados. El marco era la tcnica econmica amoldada

    a las necesidades coyunturales de los capitales trans-nacionales. Entre sus presupuestos estaba el dominiodel Estado por los grandes conglomerados financieros,dominio que se proyectaba disimuladamente en lospartidos polticos tradicionales y poderosos, dueosdel Estado, quedando como maquillaje tico de talespoderes su lucha contra el narcoterrorismo, de don-

    de extraan su legitimidad ms afectada y donde bus-caban siempre motivos o pretextos para exterminarlos movimientos en su contra. Un discurso de base ti-ca, como el de Camilo, que los invitaba a enfrentar latragedia social desde principios ticos elementales, losdescentraba, los desconcertaba y les quitaba su pisolgico y estructural; se sentan en territorios extraosdonde no saban moverse. Slo quedaba el recurso de

    ser corteses y de remitir a eventos futuros, sin coorde-

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    nadas de tiempo ni espacio, la discusin de plantea-mientos tan interesantes y profundos.

    El silencio, cada vez ms predominante, exiga ponertrmino al improvisado y extrao encuentro. Era ya elamanecer y las comunicaciones por celulares entre losmagnates y sus conductores fueron dando por termi-nado el dilogo. Las despedidas estuvieron marcadaspor cortesas formales. Cuando tomamos el taxi sobrela avenida, los resplandores del amanecer ya apare-can sobre los cerros orientales. Yo llev a Camilo a miclaustro; lo encerr en uno de los cuartos de huspedesy le supliqu que no saliera de all mientras yo iba adescansar un par de horas, pues a diferencia de l, queno revelaba ningn nivel de fatiga, yo necesitaba algu-nos momentos de sueo.

    Cuando me despert, ca en cuenta de que era domin-

    go. Tendra que cumplir un compromiso de celebrar laEucarista en un rincn marginado del barrio Jerusa-ln. Pens que llevar all a Camilo sera emocionante.Con mi maletn de altar porttil lo recog en su cuartoy salimos furtivamente del claustro. Haba tomado laprecaucin de echar en mi maletn un alba larga, aco-modada a la estatura de Camilo, pues pensaba pedirle

    que presidiera l la Eucarista.Antes de tomar el bus que nos llevara a Jerusaln,pasamos por la catedral para una visita de recuerdo.Not que Camilo estaba profundamente emocionado ysus ojos se encharcaron. Observaba todo detalle, puesentraba un pequeo grupo de gente para una Eucaris-ta que luego se inici. Ya cerca de la puerta, al salir,

    Camilo me dijo: me duele mi Iglesia en el fondo del

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    alma. Ya no vienen a ella multitudes, como antes, ylas que vienen estn ms adormecidas que antao. LaIglesia perdi la oportunidad de utilizar su fuerza mo-

    ral y social para impulsar y orientar una transforma-cin profunda de la sociedad hacia un modelo ms jus-to y humano, siguiendo el mensaje de Jess. Desvirtuel mensaje del Concilio Vaticano II y de la Conferenciade Medelln y volvi a atrincherarse en la bsqueda deuna salvacin ultraterrena y en una prdica de sumi-sin a los poderes perversos de este mundo. Su men-saje ya no toca nuestras realidades explosivas. Dios yla historia la juzgarn. Ambos salimos en silencio, ru-miando tristes emociones, a buscar el bus.

    En el trayecto hacia el barrio Jerusaln, la gente humil-de que suba y bajaba del bus no identific a Camilo.Slo una pareja de ancianos lo miraba fijamente, cuchi-cheaban entre s y volvan a mirar, pero no se atrevie-

    ron a saludar ni a preguntar nada. Cuando le propusea Camilo que presidiera la Eucarista me dijo que no;que haba tomado una decisin histrica frente a sussuperiores y no quera quebrantarla, y que su pactodoloroso lo haba teologizado y con su mensaje seguapreparando el momento en que pudiera ser celebradauna Eucarista autntica, donde ya no confluyeran ex-

    plotadores y explotados a la Mesa del Seor, sino don-de una cena fraterna fuera realidad, luego de haberselogrado una verdadera reconciliacin en el nivel de lasestructuras. Por respeto a tan puros ideales, yo deci-d que tampoco yo iba a celebrar la Eucarista en supresencia. El resto del trayecto me fui pensando, en si-lencio, cmo enfrentar a la comunidad que me estabaesperando para la Misa.

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    Llegados a nuestro destino y caminando por las des-tapadas calles de aquellas barriadas donde la pobrezahiere profundamente, nos enfrascamos en intercam-

    bios sobre las lneas de una reforma urbana. Doa Ma-ra sali a saludarnos con su sonrisa permanente y susnios descalzos y semi-desnudos. Ella era la encarga-da de abrir y preparar el pequeo saln-tugurio dondehabitualmente celebrbamos la Eucarista. Yo le dije:hoy no vamos a tener Misa, Doa Mara. Quiero queaprovechemos el tiempo en un dilogo con el amigoque me acompaa; l se llama Camilo. Ella no puso ob-jecin y convoc rpidamente a las familias que habanido conformando esa pequea comunidad de base. Lagente fue llegando y se sent en llantas viejas, peda-zos de tablas y ladrillos quebrados. Espontneamen-te el dilogo se fue animando sobre los ltimos acon-tecimientos de su vida: los jvenes asesinados por laPolica por ser miembros de pandillas; el corte de la

    luz elctrica por ser ilegal; los desastres del inviernoen las pobres viviendas de cartones y latas; las amena-zas de desalojo por los nuevos planes urbanos. Camilohaca preguntas a granel y la gente le comparta conemocin sus tragedias. Sin que yo lo notara, Don Ra-fael se haba escapado por unos momentos y de prontoapareci con una bolsa plstica donde traa unas tor-

    tas que l venda en la calle pero quera compartirlascon el grupo. Detrs de l lleg Doa Carmen con unbolsa llena de arepas; dijo que haba madrugado msde lo habitual porque pensaba obsequiarnos estas are-pas para comer despus de la Misa. Un poco despusse acerc Julio, un pobre muchacho que vive de lavarcarros y de vender unos cuantos dulces por las calles;traa un paquetico de bocadillos para el grupo; yo le

    pregunt al odo si eso no le descuadraba tremenda-

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    mente su miserable presupuesto de supervivencia; lme respondi sonriente: puedo morirme de hambre,pero no me quite la alegra que siento al poder com-

    partir esto con ustedes.

    Yo fui juntando los donativos para luego repartirlosde modo que alcanzaran para todos, pero Camilo notmis intenciones y me pidi que le prestara la Biblia.Cuando se la pas, ley emocionado el pasaje del ca-ptulo 9 del Evangelio de Lucas donde se habla de lamultiplicacin de los panes, pero que segn Camilo

    se trataba era de la divisin de los panes. Al terminar

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    de leer, Camilo se qued en silencio unos momentoscon sus ojos cerrados. Doa Mara interrumpi el si-lencio diciendo: siempre se dice que Jess slo habla-

    ba de la vida eterna, pero fijmonos cmo se preocupa-ba por la comida de la gente; por que todo el mundopudiera comer. Yeison, un joven que estudiaba en uncolegio nocturno, dijo: esos cinco panes y esos dos pe-ces eran un puro smbolo; seguro que Jess le dijo atodo el mundo: traigan lo que tengan y lo repartimosentre todos. Es que Jess era socialista y eso siemprenos lo han querido esconder. Don Pedro, un obrerocurtido de la construccin, dijo: el da que los cristia-nos hagamos eso, el mundo cambiara. Doa Teresa,la matriarca de la comunidad, de 85 aos, a la nicaque le haban llevado una silla desvencijada para quese sentara, dijo con su voz pausada y su difcil respi-racin: una verdadera comunidad cristiana es la quesabe compartir y preocuparse por los que no tienen

    que comer, esa fue la enseanza de Jess.

    Mientras la gente haca sus comentarios, ayudado porDoa Carmen yo iba partiendo en pedacitos las are-pas, las tortas y los bocadillos; luego lleg Don LuisEduardo con un racimo de bananos y tambin los par-timos. Camilo, emocionado, nos invit a todos a dar

    gracias porque en toda esta reunin se haba sentidofsicamente la presencia de Jess y se haba vivido larealidad de la fraternidad, ideal para toda la sociedad.Luego de la accin de gracias todos comimos por igualde los regalos mutuos y nos sentimos como si hubi-ramos participado en un gran banquete. Nos despedi-mos con fuertes abrazos.

    Mientras recorramos nuevamente las calles enfanga-

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    das para tomar el bus de regreso, Camilo, con sus ojosencharcados otra vez, me dijo: me hiciste una trampa;saliste con la tuya: me hiciste celebrar la Eucarista. Yo

    le dije: pero estoy seguro de que este tipo de Eucaristano viola tus compromisos institucionales. De acuer-do me dijo esta clase de Eucarista anticipa la au-tntica Eucarista del futuro; la que podr celebrarsecon autenticidad despus de la revolucin.

    Ya subidos en el bus para regresar, me acord que enla tarde de este domingo estaba convocada una asam-blea del movimiento poltico Convergencia Alternati-va, que agrupaba a muchos restos de antiguos partidosde izquierda y movimientos sociales. Pens que Gerar-do, un amigo activista a quien siempre he admiradopor su honestidad y radicalismo, nos podra facilitarel ingreso. Lo llam por el celular y me respondi queseramos bien acogidos, aunque me advirti que con

    seguridad me iban a regaar por no acompaarloscon ms frecuencia. Yo no le anticip quin era la per-sona que me acompaaba, pero por el grado de con-fianza que nos tenamos l tampoco pregunt de quinse trataba.

    Cuando llegamos al viejo edificio del sindicato de edu-

    cadores, nos impresion la abundancia de afiches quecolgaban de todas las paredes y la multitud de grafitosque saturaban todos los espacios. En todos los rinco-nes haba arrumes de pendones enrollados y de cajasde cartn rebosantes de volantes y folletos de todas lasdimensiones y formatos. Eso pareca el palacio de lapalabra, pero la sensacin que uno tena al recorrerpasillos y salones era que esas palabras estaban con-

    geladas o embalsamadas. Las conversaciones vitales

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    giraban alrededor de temas muy lejanos de los mensa-jes escritos. El ftbol era el tema favorito y, sobre todo,el concierto de rock de la noche anterior en el parque

    Simn Bolvar.

    Poco a poco las miradas se fueron concentrando enCamilo, con discrecin e intriga. La gente, al mirarlo,sacuda la cabeza, como desterrando rezagos de tras-nocho, hasta que el murmullo se fue difundiendo ycausando conmocin entre los concurrentes: Camiloest presente! Pilas!. Los rumores llegaron hasta elPresidente del movimiento, quien convoc enrgica-mente a dar comienzo a la asamblea y antes de subirseal estrado se acerc a Camilo con cierta incredulidad,lo salud y se convenci de que era el mismsimo Ca-milo. Con gran emocin lo invit a subir al estrado ycomenz la asamblea diciendo: Hoy tenemos el pri-vilegio de tener entre nosotros al Padre Camilo Torres.

    l quiere tomar el pulso de la Colombia de hoy. Quieredialogar con nosotros. Expliqumosle nuestra coyun-tura actual y escuchemos sus sabios anlisis.

    No hubo aplausos. Hubo un silencio absoluto que pa-reca combinar sentimientos de espanto, de perpleji-dad, de emocin, de vergenza, de esperanza y de reto.

    Ese silencio permiti a los presentes reconfigurar susesquemas mentales de tiempo y espacio y sumergirseen una experiencia inslita con mezcla de audacia y deresignacin. Poco a poco se fueron lanzando al estradolos cabezas de fila de antiguos partidos de izquierda,reducidos a pequeos grupos con el paso del tiempo,as como lderes sindicales y de otros movimientos so-ciales. Todos fueron resumiendo la historia gloriosa de

    su propia organizacin y concluan con un discurso

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    optimista y lleno de esperanza en que la actual Con-vergencia les reportara apoyo popular que se mani-festara en las urnas. No faltaron clculos electorales,

    unos ms optimistas que otros, sobre la posibilidad deobtener algunas curules en el Congreso, en asambleasy concejos y quizs alcaldas y gobernaciones.

    El desfile de oradores fue largo y se prolong toda latarde hasta entrada la noche. Camilo, sin embargo, norevelaba signos de fatiga aunque s de preocupacin.En un momento se atrevi a preguntar: Quisiera sa-ber en qu situacin estn hoy las grandes mayorasdel pas. Entiendo que los ndices de pobreza y de mi-seria son hoy mayores que en mi tiempo; que el ndi-ce de desigualdad es de los ms altos del mundo; quehay muchos millones de desplazados, sobre todo delcampo; que la informalidad representa la mayor fuer-za laboral; que la reparticin de las tierras es hoy mu-

    cho ms dramtica que en mi poca, dado el poderocreciente de los paramilitares; que la dispersin de lospobres es aterradora y que los niveles de alienacinmental a travs de los medios masivos de informacinno tiene parangones en la historia; que el presupues-to militar supera proporcionalmente el de los EstadosUnidos que libra guerras descomunales en varias par-

    tes del mundo; que Colombia se ha convertido en unaespecie de paraso de las multinacionales que saqueancon privilegios inconcebibles los ms importantes re-cursos naturales no renovables; que el fraude electoralha llegado a niveles de descaro inimaginables, hastaatreverse a reconocer los paramilitares que se han com-prado la tercera parte del Congreso. Estoy ansioso porconocer los anlisis y propuestas de la Convergencia

    frente a todas estas realidades dramticas.

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    Otro silencio sigui a los interrogantes de Camilo. Alparecer casi nadie se atreva a responder a sus inquie-tudes. Sin embargo, despus de un silencio embarazo-so, varios pidieron la palabra. Hicieron referencias aestudios muy rigurosos que se estaban desarrollandoen algunas universidades y equipos tcnicos y a pla-

    taformas que hasta ahora estaban en discusin en el

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    comit central de la Convergencia. El lenguaje fue muyabstracto, repetitivo e inseguro.

    Ya avanzada la noche y ante el abandono progresivodel aula por parte de muchos asamblestas, Camilohizo una breve intervencin en la que hizo explcitassus mayores preocupaciones. Las condiciones objeti-vas que exigen un cambio dijo Camilo- son hoy mu-cho ms apremiantes que en mi poca. Me preocupaque este movimiento que representa muchas esperan-zas para los pobres de Colombia, no salga de los viciostradicionales que siempre han frustrado esas esperan-zas. Veo que las luchas entre lderes consumen msenerga que el anlisis de la realidad y la elaboracinde propuestas alternativas. Veo muy dbil la relacincon las bases populares que siguen constituyendo lasmayoras oprimidas de este pas. Hay demasiada con-fianza en los mecanismos controlados por las minoras

    opresoras, como las elecciones. Hay poca presencia ysolidaridad frente a las formas de resistencia que lasvctimas mismas encuentran en su soledad y deses-peracin. Son demasiado dbiles las propuestas pro-gramticas; son escasas, formuladas en lenguajes abs-tractos o no implican transformaciones de fondo. Losinvito a sumergirse con ms decisin en la cotidiani-

    dad de los pobres para analizar desde all, y con ellos,las estructuras vigentes; a mirar las experiencias depases vecinos en sus cambios de polaridad poltica; areconstruir un movimiento que hunda sus races en uncompromiso tico frente a los millones de colombianosque no pueden solucionar en los niveles ms mnimossus necesidades vitales, mientras las riquezas del passon saqueadas por las empresas ms ricas del mundo

    y mientras se asesina y encarcela a todo el que recla-

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    ma un mnimo de justicia. En una palabra, los invito aamar a sus hermanos colombianos ms oprimidos y aamarlos con un amor eficaz.

    Las directivas del movimiento, preocupadas por lasensacin de pesimismo y de complejo de culpa quepodra resultar de tan improvisado e inslito encuen-tro, resolvieron rematar la asamblea con una grabacindel himno La Internacional y con unas palabras delPresidente en que exaltara el significado histrico de lafigura de Camilo y le prometiera recibir y asumir sussabias crticas y recomendaciones, intervencin que ssuscit un aplauso de los ya escasos asamblestas.

    Mientras intervenan los lderes, yo me haba reunidoen un rincn con Ernesto, cuyos contactos discretoscon la insurgencia yo siempre haba presumido, y lemanifest la importancia que yo le vea a un encuentro

    de Camilo con algunos comandantes de las guerrillas.Ernesto estuvo de acuerdo y me prometi gestionarcon la mxima rapidez la entrevista. Mantn el telfo-no activo me dijo- y espera llamada antes de la medianoche. Creo que te tendr una respuesta concreta.

    Despus de las once de la noche y cuando Camilo es-

    taba ingresando al mismo cuarto de huspedes de miclaustro, donde yo lo reclua con discrecin, son elcelular. Ernesto me dio, en clave acordada, las coorde-nadas del sitio donde un jeep nos recogera en mediahora para viajar a las montaas. Tuve tiempo de pre-parar un pequeo morral con lo elemental y volvimosa salir. La ciudad estaba solitaria y Camilo me dijo:me siento de nuevo en aquella noche de septiembre

    cuando me recogieron para llevarme a las montaas

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    de Santander donde me incorporara a la guerrilla. Eljeep nos recogi con la precisin de un reloj suizo y nostransport hacia una zona montaosa que no pudimos

    identificar. Hubo en el camino varios retenes militarespero, curiosamente, cuando llegaban a Camilo, no lepedan documentos ni lo requisaban. Me dio la impre-sin de que no perciban su presencia, pues ni siquieralo miraban. La curiosidad que yo tena por ver cmose identificaba y cmo enfrentaba los interrogatorios,se vio frustrada. Yo saba muy bien que l ya no eravulnerable a ningn riesgo.

    En cierto momento, el jeep sali de la carretera y se in-tern por un camino estrecho, casi de herradura. Lle-gamos a un rancho deshabitado y junto a l un jovencampesino nos esperaba. El conductor, quien habaestado en silencio durante todo el trayecto, nos dijo:pueden confiar en l plenamente. El conductor se

    despidi, dio curva de reversa y se alej. El muchachonos dijo: debemos caminar una hora. Emprendimosla marcha. El calor era intenso y Camilo iba emocio-nado. De vez en cuando nos comparta recuerdos desus escasos meses en la guerrilla. Finalmente llegamosa una zona muy boscosa, nos internamos entre los r-boles y de repente apareci un grupo de 20 guerrille-

    ros uniformados, junto a un cambuche protegido porel espeso bosque. Todos abrazaron a Camilo con unaintensa emocin. Nos ofrecieron una limonada y nossentamos a conversar. Descubr que Ernesto haba sidotan cuidadoso y efectivo, que haba logrado que estu-vieran all presentes comandantes y guerrilleros rasos,tanto del ELN como de las FARC. Las miradas se fija-ron todas en Camilo en medio de un silencio respetuo-

    so y emocionado.

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    Camilo les habl tambin con emocin pero no podaocultar ciertos sentimientos de tristeza, de duda y deincertidumbre que lo invadan. He querido pulsar de

    nuevo la realidad de mi pas les dijo-. Lo llevo en mimismo ser y me sigue doliendo. Me emociona estarcon ustedes, pues esta lucha qued grabada en mi es-pritu, es decir, en esa identidad ma que ha sido asimi-lada por el mundo luego de ser ungida por la muerte,momento en que experiment lo ms desgarrador ycontradictorio de la guerra. Por eso ustedes no dejande ser un foco permanente de mis afectos. Viv en car-ne propia lo duro que es la guerra. Comprend con cla-ridad que en la realidad de Colombia la lucha armadadesde las mayoras oprimidas era justa e ineludible ydeba enfrentar un podero militar perverso y despia-dado. Comprendo tambin que todos los medios quepertenecen a la esencia de la guerra son perversos yque cuando la guerra se prolonga, hay el peligro de

    que esos medios daen el corazn de los combatientes.Adems, el tiempo siempre juega en contra de los msdbiles. El paso del tiempo le permite a los poderososrefinar su podero y su perversidad. Todo esto pone encuestin la eficacia de una guerra desigual. Quisierapulsar los sentimientos de ustedes sobre la eficacia y elsentido de esta guerra tan prolongada que ha produci-

    do tantas muertes; que se ha degradado en tantos ni-veles; que interpela a tantas conciencias honestas sobresu capacidad de lograr objetivos de justicia.

    El primero que le respondi a Camilo fue un guerrille-ro alto y fornido quien se identific como Csar. Lle-vamos casi cincuenta aos en esta lucha y, cranos Pa-dre Camilo, que hemos hecho diversos esfuerzos para

    ensayar otras formas de lucha menos costosas en vi-

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    das y en sufrimientos. Hemos negociado con diversosgobiernos para que nos permitan reivindicar de otramanera las transformaciones estructurales que pro-

    movemos para que haya una elemental justicia social,pero siempre nos han traicionado. La clase dirigentebusca eliminar todo pensamiento de justicia social yno han dudado en exterminar y ahogar en sangre par-

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    tidos legales enteros, centrales sindicales, movimientossociales y comunidades populares donde arraiga el re-clamo. Si continuamos en la guerra, no es por decisin

    nuestra, es por imperativo moral.Un joven guerrillero en cuyo rostro se reflejaba la tra-gedia, intervino luego: Padre Camilo, yo comprendomuy bien sus preocupaciones y las de mucha gentehonesta de este pas. Es casi seguro que nuestra luchava hacia el fracaso. El podero militar de este Estadonuestro, apoyado siempre por los Estados Unidos ypor gobiernos muy poderosos de Europa, hace quenuestra lucha sea la de una hormiga contra un len.Pero uno se pregunta: es tico luchar solamente cuan-do hay esperanzas de xito, y en este caso, de triunfomilitar? Yo creo que no, Padre Camilo. Mi familia fuetoda masacrada; yo soy el nico sobreviviente. Yo lu-cho en esta guerra sin esperanzas de triunfar, pero esa

    es mi opcin: morir dndole un no rotundo a este Es-tado criminal; negndole de plano su legitimidad. Nole veo otro sentido a mi vida. Si yo me acomodara a loschantajes del sistema y viviera ajustado a su perver-sa legalidad, mi conciencia me atormentara todos losdas. No le veo otro sentido a mi vida que optar por lamuerte como un no rotundo a esta iniquidad.

    Un guerrillero barbado y con gruesas gafas, con aire deintelectual, le hizo a Camilo un anlisis histrico y por-menorizado del desarrollo del paramilitarismo. Lasociedad ilustrada, que posa de tica y de respetuosadel derecho, siempre nos ha acusado, con gran hipo-cresa y/o ingenuidad, de conducir una guerra irregu-lar. Pero cierran los ojos frente a la guerra irregular del

    Estado. Con el paramilitarismo, el Estado colombiano

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    ha buscado violar todas las normas internacionalesde la guerra ocultando su responsabilidad; en esa es-trategia ha sido asesorado y apoyado por los Estados

    Unidos. El paramilitarismo ha involucrado a capasenormes de la poblacin civil en la guerra y sin embar-go no tienen vergenza de acusarnos a nosotros de in-volucrar a la poblacin civil en la guerra. Este ha sidouno de los factores ms graves de degradacin de laguerra. El Estado presenta a sus combatientes civilescomo vctimas de infracciones nuestras al derecho hu-manitario, pero en realidad son combatientes que usanlos mtodos ms perversos de guerra del Estado.

    Un guerrillero de edad madura pero con apariencia deprofesional, aadi: Usted, Padre camilo, seguramen-te no ignora que en este pas se han dado desmoviliza-ciones de varios grupos insurgentes que han pasado auna actividad legal y se han integrado a diversas ins-

    tancias del poder. Hemos observado muy de cerca esasexperiencias. Sin embargo, nos parecen decepcionan-tes. La mayora de los desmovilizados han sido coop-tados por el sistema e integrados a su maquinaria deinjusticia. Unos pocos son voces aisladas e impotentesque claman en el desierto, y si son respetadas es porla necesidad que tiene el sistema de presentarse como

    pluralista, mientras puedan mantener bajo controlestricto a quienes no legitiman el Statu quo.

    Una guerrillera de apariencia campesina y en cuyorostro se reflejaba, a la vez que un intenso sufrimien-to, una cierta dulzura de trato que no haba sido eli-minada por la dureza de la guerra, aadi: Estoysegura, Padre Camilo, que usted no es afectado por

    las imgenes mediticas masivas con que se vende

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    comercialmente nuestra identidad. Usted comprendela perversin de esas manipulaciones porque usted ladenunci con energa y trat de contrarrestarla con un

    medio de comunicacin popular, como fue el peridi-co Frente Unido. Los mismos trminos de clich conque nos identifican, de terroristas y narcoterroris-tas son muy dicientes. A travs de ellos el Estado y elEstablecimiento buscan ocultar su atroz terrorismo ysu dependencia del narcotrfico. Nuestro estilo de vidanos impide competir con el poder de la mentira y de ladesinformacin que son hoy los grandes medios. Slopodemos apelar a la resistencia moral de las concien-cias honestas que intuyen la monstruosidad del enga-o que les venden por todos los canales.

    Otra guerrillera ms avanzada en aos, de rostro msduro y de discurso fluido y firme, aadi: Nadie en-tiende, Padre Camilo, cmo los que dirigen la opinin

    de este pas, todos profesionales y que posan de gran-des intelectuales y expertos en muchas cosas, cuandohablan de la insurgencia pierden la razn. Nos atribu-yen riquezas inmensas que no tenemos; piensan quelas armas se consiguen gratis cuando ellos tienen a lamano toda la informacin sobre lo que cuesta una solaarma; creen que podemos subsistir y mantener nues-

    tra lucha sin dinero, o que podemos conseguirlo pormedios legales; creen que podemos competir con elEstado solucionando todos los problemas sociales delpas, como si estuviramos en el poder. Entre tanto le-gitiman que el Estado gaste en la guerra lo que debieragastar en inversin social; les parece racional que losgobiernos respondan a nuestras reivindicaciones conpolticas de exterminio y se nieguen a considerar si-

    quiera las razones fundamentales de nuestra guerra

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    justa; legitiman las muertes de nuestros compaeros ycondenan el que nosotros matemos a los que nos ma-tan o buscan matarnos. Pareciera, sin embargo, que el

    pas se deja conducir por los que han perdido la ra-zn.

    Todos los guerrilleros presentes fueron interviniendo,uno tras otro, hombres y mujeres, jvenes y adultos,comandantes y combatientes rasos, militantes de lasFARC y del ELN, mientras Camilo reconfirmaba, conuna tensa concentracin, las sin-salidas de la guerra.No se atrevi a pronunciar ningn discurso con di-rectrices de accin o con frmulas de soluciones. Susojos se humedecieron en diversos momentos. Todospercibieron su sentimiento de solidaridad en medio delas oscuridades y tragedias que los envolvan. Ni l niellos queran despedirse, pero lleg la hora ineludibledel adis. Los abrazos fueron prolongados y fuertes

    aunque sin palabras. El joven campesino que nos habaguiado, nos hizo saber que el conductor que deba sa-carnos de la zona deba estar llegando a otro sitio acor-dado y no deba permanecer all sino contados minu-tos. Apresuramos el paso para no causarle problemas.

    Mientras regresbamos a Bogot, abrumados de inte-

    rrogantes y fuertes impresiones que nos imponan unsilencio casi absoluto, se me ocurri que Camilo debe-ra escuchar a algunos de los que se han dedicado enlos ltimos aos a la bsqueda de la paz. Pens inme-diatamente en Mara Cristina, quien ha participado enlas ltimas dcadas en casi todos los comits y espa-cios de discusin sobre la paz. Su origen de alcurnia leha permitido el acceso a figuras de importancia en el

    Establecimiento para vincularlas a discusiones de fon-

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    do sobre la paz, a la vez que su compromiso social in-cuestionable le ha permitido que se lleguen a ella conconfianza los luchadores populares, los lderes de la

    izquierda e incluso los voceros urbanos de la insurgen-cia. La llam por el celular desde la carretera, cuandofue posible obtener seal, y le expliqu mi deseo de

    convocar una reunin urgente de quienes sostienenlas posiciones claves en el debate sobre la paz. No ledi el nombre del personaje que nos acompaara, peroella comprendi que por ese medio no era prudentehacerlo. Me prometi que al da siguiente, en una salade la universidad donde ella es docente, convocara algrupo.

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    Cuando llegamos a la universidad, Mara Cristina nosesperaba en la puerta. Qued estupefacta y conmocio-nada al ver a Camilo a quien identific inmediatamen-

    te.

    Como nos haba ocurrido a todos, necesit unos mi-nutos para reconfigurar sus coordenadas de tiempo yespacio y poderse introducir en la experiencia inditaque se le ofreca. Camilo mismo le ayud a superar laconmocin con su trato amistoso y su conversacin co-rriente. En la sala del consejo de facultad estaba ya reu-nido un nutrido grupo de buscadores de paz. Estabanall un General y un Coronel del Ejrcito; dos empresa-rios de alto nivel; tres ex ministros; cinco acadmicos;cuatro lderes de izquierda; cuatro sindicalistas y seislderes populares, entre ellos varios voceros urbanosde la insurgencia; en total 10 mujeres y 16 hombres.Haba un pacto muy claro entre ellos de hacer caso

    omiso de todo tab y censura y de proteger la liber-tad de opinin prohibiendo todo recurso a denunciasjudiciales. Esto haba sido un logro de Mara Cristina,luego de varios aos de debates y bsquedas. Ella pre-sent a Camilo con muy pocas palabras y ni siquierapronunci su nombre; dijo: Todos y todas lo conoce-mos, no hay necesidad de presentarlo. Si est aqu es

    porque quiere tomar de nuevo el pulso de este su pasy aqu quiere escuchar lo relativo a nuestras bsque-das de paz.

    El primero que habl fue un ex ministro, quien hizo unrecuento de los procesos de paz que han tenido lugaren los ltimos 25 aos. Destac la generosidad de losgobiernos y de la sociedad colombiana al ofrecer mesas

    de dilogo a la insurgencia, as como amnistas, indul-

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    tos y posibilidad de constituir partidos y movimien-tos legales para promover sus ideas. Una sindicalistaintervino enseguida insistiendo en que la exposicin

    anterior era sesgada. Afirm que todas las negociacio-nes adelantadas hasta ahora entre la insurgencia y losgobiernos haban sido tramposas; mientras se nego-ciaba, se agudizaba la inteligencia para eliminar a losmilitantes, y a aquellos que culminaban el proceso sinser asesinados, se les mantena bajo permanente chan-taje de judicializacin por el slo hecho de expresar susideas, o bajo amenaza de muerte por parte de los pa-ramilitares, de cuyas acciones los gobiernos nunca sehan responsabilizado a pesar de que sus vnculos soninocultables.

    Un acadmico intervino luego para caracterizar algu-nos modelos de procesos de paz. Segn l, se habrandado tres: uno que asume algunas reivindicaciones de

    las que dieron origen a las guerrillas y las pone en unaagenda de negociacin; otro que slo pone en la mesade negociacin la desmovilizacin de los insurgentesy algunas contraprestaciones jurdicas y econmicas,como indultos, sueldos temporales y becas; otro quetoma elementos de los dos anteriores. El nico exitosoha sido el segundo, pero fue asumido slo por grupos

    guerrilleros pequeos y diezmados y sus resultadosno han sido atractivos para las guerrillas ms fuertesy antiguas. Es perceptible una oposicin rotunda, enlos sectores sociales ms influyentes, a que las refor-mas sociales se negocien con la insurgencia y no porlas vas constitucionales, en el parlamento, a travs delos partidos polticos. Tal oposicin se expresa en losmedios masivos ms poderosos, en los gremios econ-

    micos, en los partidos polticos, en muchos acadmi-

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    cos, altas jerarquas eclesisticas, fuerzas armadas y al-tos funcionarios del Estado. Se habla de una especie dechantaje que impondra las reformas por las armas y

    para todos estos sectores, eso no es democracia.

    Una lder popular replic inmediatamente: el con-cepto de democracia que tiene la clase dirigente no esaceptable. Creen que es democrtico lo que piensala minora acomodada, lo que la favorece y lo que sehace bajo su control, o sea, bajo las instituciones queella controla. Para ellos ocuparse de la solucin de lasnecesidades objetivas del 80% de la poblacin, no esdemocracia; buscar que la gente tenga un mnimo decomida, no es democracia; buscar que la gente tengouna vivienda mnimamente digna, no es democracia;repartir equitativamente la tierra, no es democracia;exigir que la salud no sea una mercanca que enriquez-ca a los que se lucran del dolor humano, no es demo-

    cracia; proteger los recursos naturales del saqueo porparte de empresas transnacionales, no es democracia;exigir educacin gratuita para las mayoras pobres, noes democracia; slo es democracia decidir todo porelecciones, pues la minora controla el negocio de laselecciones en su favor y con su dinero; por eso defien-den que las elecciones sean el criterio supremo de su

    falsa democracia, y por eso se oponen siempre a quelas reformas sociales entren en mesas de negociacincon la insurgencia.

    Un coronel asumi enseguida la defensa de la demo-cracia electoral. Afirm que en eso se ha progresado;que antiguamente el fraude era lo ordinario, pero queen los ltimos aos la fuerza pblica controla las elec-

    ciones y los observadores internacionales que siempre

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    vienen, han legitimado como transparentes los proce-dimientos electorales. Un sindicalista le replic ense-guida, poniendo como ejemplo las jornadas electorales

    de la ltima dcada, vigiladas todas por la comunidadinternacional pero donde el narcotrfico y el parami-litarismo fusionados, compraron el parlamento y elpoder ejecutivo a muchos niveles y as lo anunciaronpblicamente, con mtodos que no slo burlaron todoslos controles proclamados antes, sino que hicieron pac-tos de apropiarse de todas las instituciones del Estadopara re-fundar la nacin en su provecho y perpetuarseen el poder gracias a sus mayoras compradas.

    Una lder popular toc el punto del paramilitarismo demanera ms explcita. Dijo que los gobiernos siemprehan querido negociar la paz con la insurgencia perodiscutiendo los problemas de la guerra de guerrillascomo guerra irregular y ocultando sus mtodos pro-

    pios de guerra irregular que son desarrollados en lasestructuras paramilitares. As es imposible buscar lapaz dijo- si se quiere poner fin a una guerra, am-bas partes deben poner sobre la mesa su accionar b-lico con todas sus caractersticas y sus legitimaciones;la guerrilla es transparente en sus motivaciones y ensus mtodos de guerra irregular, diseados para en-

    frentar a un combatiente pequeo con un combatientegigante, pero el Estado no puede ocultar sus mtodosde guerra irregulares a travs de sus efectivos parami-litares que son enormes, para los cuales no tiene legiti-midad alguna la guerra irregular, pues el Estado es elcombatiente grande y poderoso y no puede asumir losmtodos propios de los combatientes dbiles y peque-os; adems, si defiende un Estado de Derecho, como

    argumento de su legitimidad, no puede defenderlo de

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    labios para afuera mientras viola, en la guerra, todaslas normas y reglas de un Estado de Derecho a travsdel accionar paramilitar.

    Un dirigente de izquierda anot enseguida: El enga-o no se da solamente en el terreno de los mtodos. Unproceso de paz exige transparencia; exige llamar a lascosas por su propio nombre, pues si se negocia algopara firmar la paz y a poco se descubre que eso no eraen verdad lo que se estaba negociando, la paz se des-vanece y retorna la guerra. No nos digamos mentiras.Hasta ahora todos los gobiernos que han entabladoprocesos de paz, han querido engaar a la sociedad:dicen que ellos le haban declarado la guerra a los quebuscan imponer reformas por mtodos violentos peroque la paz exige ofrecer caminos democrticos parabuscar esas reformas. Esto ha sido siempre falso. Unaobservacin cuidadosa nos muestra que el verdadero

    blanco de la guerra del Estado no son los armados, osea, los que luchan por reformas sociales con armas enla mano. Si se miran bien las estadsticas y la realidad,la inmensa mayora de los asesinados, desaparecidosy encarcelados por el Estado no tenan armas en lamano; sus armas eran sus ideas. En realidad la guerradel Estado es contra los que piensan de otra manera

    que la clase dirigente, no contra los que usan mtodosmilitares para defenderlas. Otra cosa es que siemprequieran justificar los asesinatos, las desapariciones, lastorturas y los encarcelamientos, diciendo que era quetenan armas, pero siempre se ha comprobado, das,meses o aos despus, que eso era falso. La verdaderaguerra del Estado ha sido contra las ideas y mientrasno reconozca esto en las mesas de negociaciones, la

    paz se construir sobre bases falsas.

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    Un empresario invit a ser ms serenos y realistas.Estamos en un momento histrico dijo- muy distintode aqul en el que nacieron las guerrillas. Usted, Pa-

    dre Camilo, que sobrevuela ya nuestra historia, debepercibir mejor los cambios. La humanidad ya superla ilusin de los socialismos pues comprob sus incon-venientes. Hoy estamos en la era de la globalizacin ytenemos que ajustar nuestros conceptos de paz a esembito mundial del cual no podemos desentendernos.No podemos quedarnos en anacronismos. Hoy hayque aceptar ciertos principios democrticos universa-les, como la economa de mercado, la libertad de pren-sa, las elecciones libres. Uno entiende que los Estadosquieran proteger a la sociedad de ciertas ideas anacr-nicas, aunque yo no apruebo mtodos de represinviolatorios de los derechos humanos. Un sindicalistale replic enseguida que el anacronismo est represen-tado ms bien por la globalizacin, por los que creen

    en la libertad de prensa y en las elecciones: han vueltoa un capitalismo salvaje que las sociedades ms civili-zadas haban tratado de conjurar con diversas formasde Keynesianismo o intervencin social del Estadopara regular la economa, y siguen creyendo que loque ellos llaman libertad de prensa es verdadera liber-tad de prensa y no un lavado de cerebro permanen-

    te por parte de quienes tienen ms dinero y poder. Nihablar de las elecciones, pues en Colombia las eleccio-nes son la peor caricatura de la democracia: en las l-timas dcadas han estado en manos de paramilitares ynarcotraficantes y eso dizque bajo la supervisin de laONU

    Un acadmico, quien ha sido directivo de varias orga-

    nizaciones no gubernamentales de derechos humanos

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    y ha participado en numerosas comisiones humani-tarias, anot que el principal escollo que tiene hoy labsqueda de la paz, es que, de ambos bandos, se trata

    de involucrar en la guerra a grandes franjas de pobla-cin civil. Si la guerra se circunscribiera a los comba-tientes de ambos lados, sera ms fcil avanzar haciala paz mediante la aplicacin cada vez ms estricta delDerecho Internacional Humanitario, as tambin serams fcil proteger a la poblacin civil. Un General delEjrcito all presente aadi que si la guerrilla cumplie-ra con las exigencias de la Convencin de La Haya; sise restringiera a determinados territorios, usara unifor-mes caractersticos, obedeciera a mandos unificados yutilizara armas convencionales permitidas, la guerrase restringira a proporciones soportables y no afecta-ra tanto a la poblacin civil. Una acadmica de muchoprestigio le respondi al General que eso era imposi-ble en nuestro tipo especfico de guerra. La guerrilla

    nuestra afirm- no lucha por un territorio, ni por de-rrocar un gobierno ni siquiera un ejrcito; lucha paradestruir el actual modelo de sociedad que considerainjusto e inaceptable y por construir uno alternativo.Desafortunadamente esa sociedad est configurada,en su mayor parte, por personas civiles, obras civilese instituciones civiles. La guerrilla ataca los puntales

    decisivos que sostienen ese edificio y los que conside-ra que estn ms al servicio de la injusticia. Pero nonos digamos mentiras, el Estado, desde hace muchasdcadas, tambin involucra a la poblacin civil en laguerra: esos son los paramilitares, que van recibiendodiversos nombres y hoy son los informantes, coope-rantes, empresas de seguridad privada etc., y tambinataca a la poblacin civil, no slo a los armados: la can-

    tidad de movimientos sociales destruidos por buscar

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    una sociedad alternativa, es enorme. General: esta esuna guerra principalmente entre civiles; restringirla alos armados desconfigura los objetivos y las estrategias

    de ambos bandos.

    Un ex ministro que ha participado ya en numerosas co-misiones de paz, se dirigi a Camilo: No crea, PadreCamilo, que a nosotros no nos duele la guerra o quehemos estado inactivos, sin buscar caminos de paz. Loque pasa es que hemos explorado muchas alternativasy siempre encontramos escollos o fracasos rotundos.Hemos propuesto mltiples veces a la guerrilla, sus-pensiones unilaterales de su accionar blico, pero elloscreen que todo alivio en la guerra es aprovechado parafortalecer los sistemas de explotacin y de opresin ynunca para ocuparse de los excluidos. La salida pol-tica ms lgica, que sera que la guerrilla se convier-ta en un partido poltico al que se le den garantas de

    participacin, se ha convertido en una salida inviableen Colombia, luego del genocidio de la Unin Patri-tica y de muchos otros movimientos; no les podemospedir que se suiciden y esa solucin ya no es creble;adems ellos dicen que las elecciones son un instru-mento en manos de los ms ricos y de quienes tienenlos medios ms poderosos de comunicacin o mani-

    pulacin de la opinin. Por otra parte, nunca hemosvisto claro cul es la estrategia para ganar confianzade parte y parte. La guerrilla busca reformas sociales yel gobierno busca acabar con la guerrilla. Ambos ban-dos se plantean que la intensificacin del conflicto es elmejor instrumento para lograr sus fines. Para la guerri-lla, el avance en reformas sociales sera lo que puedeconstruir confianza para disminuir la intensidad del

    conflicto; para el gobierno, sera la disminucin de la

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    intensidad del conflicto lo que creara un clima de con-fianza para avanzar en reformas. Muchos agentes delgobierno sostienen que la solucin negociada debe ir

    acompaada de la solucin militar; muchos de los quehemos trabajado en comisiones de paz estamos con-vencidos de que ambas estrategias combinadas arrui-nan cualquier proceso de paz. Todas estas dificultadesnos han convencido de que un proceso de paz debeprever largos perodos en que no se avanza pero sirvenpara generar confianza, aunque la sensacin de estan-camiento tambin destruye la confianza de la sociedady se puede generar un renovado apoyo a la guerra. Elmismo terreno en que se situaran las negociacioneses objeto de aguda controversia entre nosotros: paraunos, situarse en un terreno tico, o sea, de justicia so-cial, hara inmanejable la negociacin. Por eso algunosopinan que la negociacin debera ubicarse en el terre-no del poder, o sea, la cesin de cuotas de poder, pues

    piensan que las guerrillas buscan ante todo poder y secontentaran con poderes locales. Quienes piensan queel nico terreno aceptable de negociacin seran refor-mas estructurales bsicas, no ven claro si stas se de-ben discutir antes de negociar la desmovilizacin de laguerrilla o despus. Para algunos tiene que ser antes,pues la guerrilla ya no creera en promesas que no se

    van a cumplir, as sea con la supervisin de la ONU,como ocurri en Centroamrica. Los que piensan quelas reformas deben discutirse despus de la desmovi-lizacin, temen sin embargo que en algn momentoaparezcan los puntos no negociables de ambos bandos:la clase dirigente considera no negociable la libertadde empresa, la globalizacin e inversin extranjera quese proyecta en el modelo de economa neo-liberal, la

    libertad de prensa y el modelo democrtico sustentado

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    en elecciones libres, pero esto es justamente el ncleodel modelo que la guerrilla considera perverso y gene-rador de miseria y de injusticia para las mayoras: una

    economa modelada por el mercado libre de capitales;la presencia de multinacionales que explotan los recur-sos naturales; sistemas de informacin y comunicacinmanipulados por quienes tienen ms dinero y podery que estn lejos de ser servicios pblicos controla-dos democrticamente, y unas elecciones que desdehace mucho tiempo no son democrticas en Colombia.Como ve, Padre Camilo, el problema de la paz en Co-lombia no es nada sencillo.

    Camilo mantuvo una tensa concentracin a lo largo detodas las intervenciones y entre una y otra hizo mu-chas preguntas para precisar las diversas posiciones.Algunos le resumieron con mucho detalle y ancdo-tas jocosas los diversos procesos de paz y recordaron a

    muchos personajes que participaron en uno u otro y yahaban fallecido. Cuando se daban miradas de conjun-to, los mismos integrantes del grupo se admiraban deque el pas hubiera vivido tantas dcadas en supuestosprocesos de paz sin logros significativos sino margi-nales.

    Finalmente Camilo fue prolongando una de sus inter-venciones interrogativas y result haciendo una expo-sicin sobre sus propias convicciones. Ustedes bien losaben dijo-, yo asum la va armada para buscar uncambio social profundo en el pas, luego de un proce-so que me demostr que la clase dirigente tena la fir-me decisin de utilizar toda la violencia posible paramantener el estado de injusticia que deshumanizaba a

    las grandes mayoras del pas. En esa lucha armada se

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    vive siempre un dilema trgico: la impotencia desvelala ineficacia e invita a abandonar la lucha, pero la ti-ca refuerza en ese momento la legitimidad de la lucha

    y enfatiza la inmoralidad del sometimiento. Muchosasumen una lucha ineficaz pero como ltimo refugiodel sentido tico; otros renuncian a la tica e hipotecantodo a retazos de eficacia. Yo bien s que toda guerrase degrada, precisamente porque los nicos medios deque puede echar mano para lograr una ventaja mili-tar, son intrnsecamente perversos: matar, herir y cap-turar. Tambin los medios para mantener el Statu quoson intrnsecamente perversos: tomar la necesidad yel dolor humanos como trampoln para enriquecersey para poder convertir a los humanos en objetos a suservicio e instrumentos de su poder. Pero todas estasperversiones se desarrollan y se fortalecen en la me-dida en que se pierde de vista el eje del conflicto: lasatisfaccin de las necesidades bsicas y hacer que las

    mayoras tomen las decisiones. Quizs si se encontra-ra la manera de que el pas entero se pusiera a pensarcmo garantizarle el mnimo de comida necesaria, deespacio habitable, de atencin en salud, de educacinbsica y de generacin de ingresos mnimos a todos loscolombianos, haciendo caso omiso de ideologas, iden-tidades polticas, religiosas, clasistas, raciales, etc., los

    problemas de la convivencia y la seguridad se podranresolver ms fcilmente. Lo que ms me preocupa esla pobreza tan grande de imaginarios de futuro. Enmi Plataforma, yo trat de dibujar un pas equitativocomo estmulo a la construccin entusiasta de futuro.Ahora veo que predominan las miradas sobre el pasa-do, y un pasado que est lleno de violencias, de humi-llaciones y de sangre, pero no hay imgenes de futuro

    que entusiasmen a una lucha por construirlo; el diseo

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    de alternativas, al parecer, sufre de mucha esterilidad.Pero como prioridad absoluta, yo dira que se ve la ne-cesidad de volver a comunicar el pueblo con el pue-

    blo; es necesario democratizar, as sea en lo mnimo,los sistemas de informacin y comunicacin: all estnahora las cadenas ms horrendas que dominan las con-ciencias. No bastara crear un medio alternativo, comofue el peridico Frente Unido; hoy hace falta una leyque ataje la mercantilizacin de la conciencia por el do-minio de los medios y convierta a stos en verdaderosservicios pblicos.

    Luego de la intervencin de Camilo, escuchada por to-dos con mxima concentracin, el grupo entr en unanimado dilogo con l. Se revivieron muchos recuer-dos del pasado y por la memoria de los presentes des-filaron innumerables lderes populares sacrificados. Alfinal de la tarde, pues la reunin se prolong todo el

    da, todos salieron con la sensacin de que la paz seraalgo tan simple de lograr, si los egosmos y los prejui-cios no sirvieran de combustible permanente a esta ho-guera absurda de la guerra.

    Si Camilo no se hubiera despedido, todos hubieranpermanecido all indefinidamente. Cuando salimos, la

    oscuridad envolvi en un cierto misterio el destino deCamilo y los participantes retornaron, no sin dificul-tades, a sus esquemas rutinarios de tiempo y espacio.

    Acompa esa noche a Camilo a su cuarto de hospe-daje y le dije que deba descansar un poco luego dejornadas tan intensas. l se sonri burlonamente; biensaba que el que necesitaba descanso era yo, pues l ya

    no era vulnerable a la fatiga corporal.

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    En la maana del da siguiente sent ruidos intensos enla plaza contigua a mi claustro. Pareca que una multi-

    tud se acercaba gritando consignas con mucha energa.Me asom a la terraza y not que una gigantesca ma-nifestacin se aproximaba. Tanquetas del Ejrcito y dela Polica recorran las calles aledaas, mientras de to-das las esquinas desembocaban en la plaza multitudesportando pancartas y pendones. Fui a recoger a Ca-milo para que nos sumramos a la marcha; estaba se-guro que se sentira emocionado. As fue. Mirbamoscon atencin los mensajes escritos y escuchbamos lasconsignas que se gritaban, tratando de identificar losobjetivos de la protesta. Nos sorprendi que la genteno se haba movilizado por un objetivo pasajero; sepeda a gritos un cambio de sistema; justicia para lospobres; calmar el hambre de las mayoras; darle techoa los millones de desarraigados; reparticin de la tie-

    rra; defensa de los recursos naturales; expulsin de lasempresas multinacionales; sistema de salud accesible atodos; medios de comunicacin en manos del pueblo.Haca mucho tiempo que esto no se vea; vivamos pre-sos del miedo y de la ceguera. Camilo estaba realmenteemocionado. Se fue introduciendo por entre las multi-tudes hasta que yo lo perd de vista. Trat de seguir-

    lo hasta donde pude pero se me esfum. Cansado deperseguirlo, me detuve a mirar la multitud y sta tompara m la forma del cuerpo de Camilo, convertido enun cuerpo gigantesco, que continu gritando sin fin,exigiendo justicia y dignidad.

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    Acercndonos ya a casi medio siglo de la cada en com-

    bate del sacerdote, catedrtico y revolucionario Ca-milo Torres Restrepo la vigencia de sus ideas ayudana entender y aportar ideas que nos hagan participesde la transformacin de la realidad social colombia-na actualmente. Sus consideraciones polticas paradesarrollar una propuesta alternativa incluyente quecontrarrestara el Frente Nacional (1958 a 1974) con unFrente unido del Pueblo son ineludibles para la actualconfusin y fragmentacin de la izquierda en Colom-bia, como tambin para cualquier propuesta de cambiosocial de unidad popular que contrarreste la propuestade Unidad Nacional del actual gobierno. Sus mensajespublicados por medio del peridico del mismo rga-no poltico que se estaba construyendo eran la convo-catoria y el llamado a ser conscientes por el momento

    histrico que atravesaba Colombia y a tomar parte ac-

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    tiva de dicho cambio, mensajes dirigidos a todos lossectores de la clase popular colombiana y tambin a laoligarqua de la poca, uno de ellos es el Mensaje a los

    estudiantes.

    La primera consideracin de Camilo a tener en cuen-ta es que los estudiantes son un grupo privilegiado detodo pas subdesarrollado, su acceso a la educacinsuperior l@s hace beneficiari@s del filtro social queimplica acceder a la Universidad. El acceso que est@sjvenes tienen al vaivn y circulacin de las ideas, desus refutaciones y transformaciones les brinda las he-rramientas para profundizar la situacin colombianadesde muchas disciplinas, teoras, perspectivas y comol lo indica posibles soluciones. Esto se ha agudizadoaun mas actualmente si tenemos en cuenta que DATOSCONFIABLES Y CRITICOS SOBRE LA COBERTURAEN EDUCACION SUPERIOR EN COLOMBIA 2010.

    En el aspecto agitacional l@s estudiantes continan te-niendo un papel importante a pesar de su constanteestigmatizacin, patrocinada especialmente por la ma-yora de los medios masivos de comunicacin a favorde los intereses e ideas oficiales de las minoras domi-nantes de este pas, que entre otras cosas invisibiliza

    la critica y la oposicin a como de lugar independien-temente del sector o grupo. La denuncia y el discursocontestatario que l@s estudiantes pueden tener y apor-tar depende en gran parte de un anlisis y un estudioriguroso sobre la problemtica concreta, que resulte enun discurso elaborado, argumentado y con incidencia.Las diversas manifestaciones que parten de ese mismoestudio llevan a los estudiantes a tomar decisiones so-

    bre el porque, el como y para que de su protesta, deci-

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    sin diversa en toda la colectividad estudiantil que enla misma variedad de expresiones artsticas, cultura-les, polticas y organizativas pueden encontrar algunas

    respuestas.

    En el aspecto organizativo estudiantil, la diversidadde organizaciones, colectivos, grupos de trabajo entreotros nutre las posibilidades de manifestarse ante lasproblemticas estructurales de la economa, la polticay la cultura colombiana, pero el dogmatismo y el sec-tarismo al igual que en la poca de Camilo y posteriora l, contina siendo uno de los factores que imposibi-litan una verdadera organizacin de estudiantes queconcientice, dialogue y movilice tanto en su interior,como en el contacto con los otros sectores de la clasepopular colombiana.

    El nombre en algunos casos prevalece mas que el

    trabajo de la misma colectividad, el sealamientoa los que no se organizan excluye la participacinde estudiantes que optan por no formar parte deal encontrase con lo que parece ser sectas religiosas ologias;exprimir terica y excesivamente los debates ylas situaciones para concordar interpretaciones y acor-dar decisiones hace que las reivindicaciones de los

    estudiantes sea tarea mesinica de unos pocos que enocasiones no reflexionan sobre los nuevos lenguajes,conceptos y momentos en los que entran l@s jvenes ala universidad publica y privada. Llamar algunas vecesasamblea a la confirmacin irreflexiva y con eco de l@sestudiantes sobre propuestas de l@s monopolizadoresde la palabra. Realizar acciones sin tener conocimientode causa y anlisis serio sobre la coyuntura, convocan-

    do sin una lectura del contexto y del momento, para

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    luego esperar de buenas a primeras que se concienticey movilice toda la comunidad universitaria sealandoa los que no se enteraron de apticos. Hablando de

    unidad sin comprometerse a practicarla con educado-res, trabajadores al interior de la universidad y fuerade ella con otros sectores. Quedar quietos ante la faltade participacin poltica y democrtica en las cuestio-nes de la universidad, agrandando el abismo y la des-confianza entre institucin y estudiantes.

    Situaciones que entre otras son constantes en el con-texto estudiantil en algunas universidades, en pala-bras de Camilo serian inconformismo emocional, seapor sentimentalismo opor frustracin. Rebelda queen revolvimiento de la situacin econmica del estu-diante y la posibilidad de ascenso en el ascensor delarribismo social donde solo yo importo desaparecepor completo, junto con el compromiso social que im-

    plica estudiar, para el caso de las universidades pbli-cas, financiados por los mismos recursos que aporta lasociedad, principalmente las mayoras trabajadoras.Rebelda que en ocasiones tambin resulta en dar laespalda disimuladamente al pueblo, ese mismo por elque se movilizaba, reivindicaba y luchaba en la uni-versidad, ocupandocargos que gracias a su remunera-

    cin cultural y econmica obnubilan los intereses delos pobres, trabajadores, campesinos y obreros, revo-lucionarios de cafetera se les suele llamar a aquellosque no aportan cotidiana, practica ni tericamente alnecesario cambio social a favor de los pobres del pas.Otro punto importante que trata Camilo y que surgecomo aporte a la actualidad colombiana es su llamadoal contacto directo y eficaz de los estudiantes con los

    obreros y campesinos, convocados por la conciencia y

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    la responsabilidad histrica que implica la solidaridad,el entendimiento y las alternativas con las gentes quehacen rodar esa misma historia.En los movimientos

    sociales en Colombia l@s estudiantesestn llamados aanalizar y sobre todo a participar de dichos movimien-tos, tal es el caso de la Minga de Resistencia Comuni-taria, el congreso de los pueblos, la marcha patritica,el tribunal permanente de los pueblos, las diversascoaliciones, entre otros. Contacto tambin con partidospolticos, sindicatos, organizaciones de mujeres, afros,indgenas, LGBT y dems; pero sobre todo esto su pre-sencia efectiva y cotidiana con la gente, su da a daconviviendo, aprendiendo y dialogando con el pueblo,escuchando de que habla, que piensa, sin idealizarlo,ni juzgarlo, sino intercambiando all, en los barrios, enlos campos, con las familias. De tal manera que, seapuente entre el conocimiento que circula en la univer-sidad y lo que sucede fuera de ella.

    Dicha responsabilidad nos lleva a l@s estudiantes a laconstruccin de una autentica conviccin revoluciona-ria, que empiece desde el interior mismo del estudian-te, que se revolucione por dentro, que revolucione susimaginarios, sus valores, sus practicas y creencias, lascuales constantemente el discurso oficial cimenta en el

    pensamiento de las gentes desde sus instituciones po-lticas, religiosas, coercitivas y financieras. Al tiempoque, de para afuera revolucione las condiciones econ-micas, polticas y culturales que oprimen a las mayo-ras, las sumen en la ignorancia y la sobreexplotan juntocon su tierra. Que crticamente opte por el reformismo,el clientelismo, el asistencialismo, los cambios superfi-ciales o la revolucin; que ese mismo pueblo por el que

    lucha el estudiante sea el encargado de determinar su

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    carcter de revolucionario, sin que dichos estudiantesbusquen el protagonismo o el renombre que solo la ex-cesiva vanidad y la falta de humildad sobre el trabajo

    hecho pueden concebir.

    Finalmente, hasta las ultimas consecuencias indica Ca-milo en su mensaje, situacin que cristaliza dialctica-mente la teora y la practica junto con el dialogo entreel marxismo y el cristianismo, que en principio parececontradictorio, pero que desde las palabras, no sola-mente de Camilo sino de muchos otros, se transformaen amor, solidaridad y soberana. El autodidactismo,la lectura constante y crtica y la iniciativa por buscartextos adems de lo que pueda indicar un plan de es-tudios, es la primer tarea pensamos nosotr@s que l@sestudiantes conscientes de su realidad se comprome-ten a pesar de las inclemencias, los peligros y el desme-surado esfuerzo que esto puede conllevar. Que nade

    en palabras, en libros, que lea sin quedarse solamenteah. Sin detenerse en el nombre, que dicho estudian-te piense y decida por si mismo, pero pensando, sobre-todo ya profesional, en los dems.