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Original title / titulo original: Legitimidad, etnicidad y política entre los aztecas Author(s)/ autor(es): Carlos Santamarina Published originally as/ Publicado originalmente en: Estudios Latinoamericanos, 25 (2005), pp. 205-217. DOI: https://doi.org/10.36447/Estudios2005.v25.art8 Estudios Latinoamericanos is a journal published by the Polish Society for Latin American Studies (Polskie Towarzystwo Studiów Latynoamerykanistycznych). The Polish Society for Latin American Studies is scholarly organization established to facilitate research on Latin America and to encourage and promote scientific and cultural cooperation between Poland and Latin America. Estudios Latinoamericanos, revista publicada por la Sociedad Polaca de Estudios Latinoamericanos (Polskie Towarzystwo Studiów Latynoamerykanistycznych). Sociedad Polaca de Estudios Latinoamericanos es una asociación científica fundada con el fin de desarrollar investigaciones científicas sobre América Latina y participar en la cooperación científica y cultural entre las sociedades de Polonia y América Latina.

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Legitimidad, etnicidad y política entre los aztecas

Author(s)/ autor(es): Carlos Santamarina

Published originally as/ Publicado originalmente en:

Estudios Latinoamericanos, 25 (2005), pp. 205-217.

DOI: https://doi.org/10.36447/Estudios2005.v25.art8

Estudios Latinoamericanos is a journal published by the Polish Society

for Latin American Studies (Polskie Towarzystwo Studiów

Latynoamerykanistycznych).

The Polish Society for Latin American Studies is scholarly

organization established to facilitate research on Latin America and to

encourage and promote scientific and cultural cooperation between

Poland and Latin America.

Estudios Latinoamericanos, revista publicada por la Sociedad Polaca

de Estudios Latinoamericanos (Polskie Towarzystwo Studiów

Latynoamerykanistycznych).

Sociedad Polaca de Estudios Latinoamericanos es una asociación

científica fundada con el fin de desarrollar investigaciones científicas

sobre América Latina y participar en la cooperación científica y

cultural entre las sociedades de Polonia y América Latina.

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Estudios Latinoamericanas 25(2005)Polonia

Legitimidad, etnicidad y políticaentre los aztecas

Carlos Santamarina*

Comenta el arqueólogo norteamericano Michael E. Smith, especializado en elestudio de [a Mesoamérica prehispánica, que ]a gente tiene hoy en día un grandeseo de ver el pasado en témiinos étnicos, puesto que, por templo, ante las mo-numentales ruinas arqueológicas de Teotihuacan, la gente suele preguntarle:"¿quiénes eran: aztecas, toltecas, mayas o qué?" La respuesta flemática de Smithno parece contentarles: "simplemente, eran los habitantes de Teotihuacan, y des-conocemos qué lengua hablaban o qué etiqueta étnica usaban." [Smith 2003a:4 (traducción deí autor)].

Pues bien, nos proponemos aquí acercamos a la cultura indígena prehispánicadel área central mesoamericana -- el Valle de México y alrededores -- para plan-teamos et papel de la identidad étnica dentro de la cultura azteca y su sistemapolítico, y su pervivencia en época colonial.

' El presente trab4ó es una versión ampliada de la conferencia pronunciada por el autor el 8 de Di-ciembre de 2003 en la 13iblioteca de la Universidad de Varsovia en sesión conjunta con José Luis deRojas y Justyna elko -. bajo el título The /nd/an E/fíes (#rñe /ófb CenrKry: /deni/U and Srta/eg¿es cÚter !he Cargues! oÍMexico, inc\u\da en el cu so Iderilüies: Global, Europeas. National. l.oca! organi-zado por la Universidad de Varsovia y la fundación Instituto "Artes Liberales". Aprovecho la ocasiónpara agradecer las atenciones de los organizadores del evento, especialmente a los profesores JerzyAxel, Jan Kieniewicz, Justyna Olko y Katarzyna Mikulska

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20Ó Carlos Santamarina

La cultura azteca se desarrolló en el área central mesoamericana, tras la di-spersión de los toltecas, y pervivió en fomla autóctona hasta la conquistaespañola:. Sin embargo, su mayor desarrollo y expansión tuvo lugar en el perio-do Posclásico Tardío, a través de dos fases: una de consolidación de un poderpolítico centralizado, entre 1370 y 1428, conocido como el Imperio Tepaneca,y otro de expansión desde el área central hasta unos límites no igualados en la hi-storia prehispánica, que identificaremos con el Imperio Moxica, también conoci-do como Triple Alianza de Moxica-Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan.

Enfrentémonos primero al problema del gentilicio azrec'a. Hoy en día es elmás popular, sobretodo en el mundo anglosajón, pese a que cuando llegó Cortés,ninguno de los habitantes de aquellas tierras se hubiera reconocido en tal témli-no: aunque buena parte de Mesoamérica estaba sometida a Tenochtltlan, la capi-tal de Motecuzoma, no existía un único gentilicio que identiñcase a toda lapoblación a él sometida, aunque sí puede hablarse de la lengua náhuatl como una/íngz/a.branca común a muchos de ellos.

Sin ánimo de entrar en disquisiciones excesivamente prolijas:, diremos quevamos a entender el término azteca en un sentido global, abarcando los diversospueblos mayoritariamente de habla náhuatl del área central en el periodo pos-clásico medio y tardío. En el último periodo hegemónico prehispánico (aztecatardío ó) encontramos dentro de tal grupo a los mexzcas, con su capital Tenoch-titlan encabezando un imperio de estructura tripartita que englobaba también co-mo aliados a los aco//zzlas, con capital en Tetzcoco, y a los /epanecas con capitalen Tlacopan. El resto de pueblos aztecas -- e incluso los dos aliados -- puedenconsiderarse sometidos al yugo del llamado Imperio Moxica.

Sin embargo, uno de los rasgos que permiten hablar de los aztecas como uni-dad cultural es el hecho de que comparten una serie de mitos de origen que nosremiten a un lugar oscuro y misterioso que, entre otros muchos nombres, se de-nomina Chicomoztoc o "lugar de las siete cuevas", identiHlcado también con losantepasados, el cerro de la serpiente, los hules, o las fauces de la serpiente [LópezAustin y López Luján 1 999: 46-50]. Precisamente, otra de las denominaciones dedicho lugar es Aztlan [Durán 1984 11, 18: 28; Castillo 1991: 1 13; Graulich 1990:224], e] topónimo que ha dado iugar a] gentilicio az/eca: los que proceden de Az-tlan, y esa es una de las razones que justifllcan su uso en sentido global.

2 Durante la etapa colonial, suele preferirse la denominación a/z a para diferenciar la fase de desar-ro!!o autóctono indígena de !a coionia}.: Lo ftlndamenta] dc] debate sobre !a propiedad del gentilicio está en León-Portijla [2000] y en Smithj2003a: 4 y 2003b: 3-4].

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Legitimidad, eínieidady poiítica entra tos wÍecas 2a7

El sistema político azteca

El concepto adecuado para describir la organización de la sociedad azteca es el deesramenro, puesto que se trataba de una sociedad de clases dividida en dos grupossegún nacimiento: los p@í//in o miembros de los linajes nobles constituían unaélite guerrera beneficiaria del trabajo de los plebeyos o mace/zz/a/7/n, quienes esta-ban obligados a entregarles tributo en mercancías y en trabajo. Pese a la persisten-te atomización política y ñecuentes enfrentamientos intergrupales, la clasedominante de los pz»l//¿?z disfmtaba de una cierta solidaridad interna en virtud desu comunidad de intereses, intrincados lazos de parentesco, intercambio de rega-los, participación conjunta en ceremonias política-religiosas, etc.

En cuanto a la organización poiítica azteca, la unidad fundamental - antesy después de la conquista española -- es el a//epe//, que James Lockhart deflinecomo es/ado é/nico [Lockhart 1999: 27] y otros autores como c/z/dad o ciz/dad-.estado [Carrasco !996: 27-29; García Castro 1999: 36]. Los españoles lo man-tuvieron y reutilizaron para articular su propio sistema colonial, traduciéndolousualmente como ''pueblo". La etimología de la palabra remite a uno de loscaracterísticos difrasismos de la lengua náhuatl: llz a//, in /epe//, el agua, el cerro.La primera indicación es territorial, pero a/rapel/ significa además. y principal-mente, "una organización de personas que tiene el dominio de un detemlinadoterritorio"ILockhart 1999: 27].

La organización intima del a//epe// tenía como cargo de máxima autoridad e!de //a/oan/ (usualmente traducido como "rey"), ostentado por el señor de mayorrango dentro del más elevado linaje. Cuando un a/rape// tiene un //a/Dani, se diceque constituye un //a/ocaso// (reino, señorío). La aglutinación de varios señoríasda lugar al ñz/ey //a/ocaya// que podría traducirse por estado en expansión e in-cluso por ¿mperfo. En el trono, en el /cpa///, estaría el ñz/ey //ardan/, emperadoro rey de reyes: tal era la posición de Motecuzoma Xocoyotzin a la llegada de losespañoles.

A su vez, cada a//epe// está constituido por unidades menores semiautóno-mas, denominadas generalmente ca/po///', que, a su nivel, también tenían un jefe.El sistema de poder se reproducía, por tanto, en las diferentes escalas de lajerarquía, de modo que el jefe de ca/po/// venía a funcionar Gamo //afoan¿ de sugrupo, así como el /lucy //a/ganz - rey de un /lucy //a/ocayor/ o agregado de va-

' Según íüentes y áreas de estudio, las mismas unidades se han denominado //ailí/ac'a//í, e inciuso fecpan y fecha//í [García Castro 1 999: 37].

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rios a/rape// -- ocupaba una posición similar, al máximo nivel de integraciónpoiítica.

Esta estructura interna ha sido descrita por algunos autores como un mode/o/7zr-anida/ [García Castro 1999: 37], poniendo e] énfasis en ]a jerarquía, mientrasque otros se reflieren a un mode/o ce/a/ar o moda//ar, poniendo el acento en lasimetría interna del sistema en cada nivel jerárquico [Lockhart 1 999: 29].

En cualquier caso, el sistema era flexible frente a las cambiantes circunstan-cias políticas, pues pemlitía con relativa facilidad la aglutinación de unidadesmenores semiautónomas hasta formar la unidad superior, del ca/po//¿ al buey f/a-rocayor/ pasando por el a/roper/ y el //a/ocaso//. Dicha capacidad de articulaciónconlleva sin embargo una notable fragilidad -- que se mostró con crudeza a la ho-ra de la conquista hispana --, pues tal estructura hacía del faccionalismo y de laguerra males endémicos, donde cada a//epe// debía continuamente buscar alian-zas para evitar ser sometido por -- o para someter a -- el a/rape// más próximos.Esa continua competencia entre a//epe//, y la consiguiente fomlación de unidadesmayores, más efectivas para la guerra, posiblemente explica, junto con la impor-tante alza demográñica del posclásico tardío, el proceso de centralización políticaque caracteriza globalmente tal periodo: primero Azcapozalco füe el a//epe// quemás se desanolló, englobando bajo su Imperio Tepaneca a la mayoría de sus ve-cinos entre 1370 y 1428; después, tras una guerra interna entre los integrantes deaquel /zzíey r/a/ocapor/, sería Mexico--Tenochtitlan el centro de la llamada TripleAlianza o Imperio Moxica, y extendería su dominio mucho más allá del Altipla-no Central, hasta límites no alcanzados antes en el periodo prehispánico.

El factor étnico

Para Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, el modelo político--ideoló-gico dominante en el posclásico mesoamericano se caracteriza por una estructuramultiétnica, un sistema de dominación política de tipo hegemónico y el militaris-mo imperante que impregna las'relaciones políticas y sociales [ 1 999: 40--45].

Los mismos autores aflirman sin embargo la importancia del factor étnico enla consideración de la propia identidad: "desde la perspectiva indígena, cada gru-

) De hecho, una de !as estrategias de guerra más frecuentes según las flJentes consiste en que e! estadoexpansionista intervenga -- o a! menos io utilice como excusa - en un convicto reglada! de parte de unade las unidades menores enftentadm. Tenemos templos rotativas a} último periodo prehispánicotDuránt 984 11: 267 y 383j, e incluso también otros que atañen a !a conquista española [Quezada 1 996: 73].

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Legitimidad, etnicidad y po ííica entre !os aztecas

po humano tenía un dios patrono, una profesión recibida de este dios y una len-gua. La identidad gentilicia era un principio de primer orden en la vida políticade [os pueb[os mesoamericanos." [López Austin y López Luján 1999: 41].

Puede ciñ'arse el ámbito de lo que podríamos llamar "conciencia étnica" en ela//epe//, e incluso en el ca/po//¿ [Lockhart 1999: 321. La evolución política delárea central mesoamericana hacia una mayor centralización, a la que nos hemosreferido, impulsó la creación de estados supraétnlcos, que, captando y reutilizan-do en su provecho recursos políticos e ideológicos tradicionales. aglutinaban, re-spetando en principio su orden intimo, unidades menores y diversas desde el

punto de vista étnico. Ello se hizo posible, en el plano ideológico, por la asun-ción, bajo la autoridad de un gobernante sacralizado, de las diversas deidadesmenores locales'. En el plano político, el modelo hcgemónico mantenía un con-trol indirecto sobre los a//epe// subordinados, que gozaban de relativa autonomíaen asuntos internos, con una dinastía gobernante local, mientras estaban obliga-dos a prestar servicios en trabajo y en la guerra, así como a entregar un tributoperiódico al buey r/a/ocayor/ dominante.

Pero la presencia de dicha estructura multiétnica no se limitaba a establecerlazos políticos entre diversos territorios étnicos, sino que la mezcla étnica se ma-nifestaba en el mismo seno de cada a//epe//. Como ha señalado Pedro Carrasco:

En contra de la simple división det territorio náhuatl en UKa serie de tri-bus (~..l\ Paul KirchhoÑ insistió en ta diversidad étnica dentro de cadaseñorío y habló de tos que llamó pueblos compuestos que, aunque cori-stituian unidades politicas y a veces migraron como una unidad. etart dehecho pueblos constituidos por diversos elementos étnicos cada uno delos cuales desempeñaba und .furlción determinada dentro de la organiza-c íón socia/ de/ co/#z/nro. [introducción a Reyes 1988: XIV--XV].

Así pues, ]a segmentación de ]as unidades políticas a la que hemos aludidorefiriéndonos al sistema medular. junto a la mezcla étnica característica del pe-

6 Ambos pianos, e! religioso y e] político, tienden a identificarse en ]a cultura azteca. Al respecto, pare-ce signiñcati\o el hecho, señalado en algunas ftlentes, de que los conquistadores mexicas trasladarana su propia capital el adoratorio del dios local en lugares sometidos. Cuando a tal hecho se añade el

traslado forzado del señor local a la capital dominante, con la excusa de atender at servicio religioso desu deidad étnica, queda de mmificsto et vaior poiítico de ta} aden ificaciónIGarcía Castro } 999: S9, 62]Recuérdele en el misma sentido que el propio cargo de //afoalzi estaba sacralizado [Graulich 1998]y que uno de los estereotipos pictográficos más extendidos por ejemplo en el Códice /Mendoza - paraexpresar ia toma de un a/fede// es ta imagen de un templo en :!amas asociada a su gli6o topoaímico.

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2}0 Carlos SantamariKa

dodo que nos ocupa, dan como resultado una de las características principalesdel sistema político--tenitorial azteca, que Pedro Carrasco ha denominado en/re-paran¿eifo. Consiste en el establecimiento de grupos sociales (quizá ca/po//¿o unidades equivalentes) en tenitorio de otra unidad mayor, de otro a//epe//, per-diendo así la continuidad territorial entre los diversos grupos menores compo-nentes del a/rape//. Esta práctica se hizo efectiva con varias flnalidades:

a) como medio de trabar un alianza entre dcfs a//epe//, pues al intercambiarunidades menores integraban ambos dominios entre sí.

b) por acogida de inmigrantes que admiten su sumisión a un a//epe// a cam-bio de obtener tierras con las que mantenerse. obligándose de este modo a prestartributo y servicio a sus señores.

c) con objeto de que el grupo insertado lleve a cabo labores específicas,o cause una influencia en el medio social en que se establece. Esta puede ser des-de la aplicación de técnicas agrícolas específicas, la aculturación de grupos hete-rogéneos a la tradición náhuatl (tolteca), o con la finalidad política de mantenerun enllave no directamente integrado con su entorno, que puede ser útil para con-trolar, dividir u hostilizar al a//epe// receptor en caso de necesidad (ver nota 5).

De nuevo, el mecanismo es integrador al no establecer una estricta adscrip-ción territorial por criterios étnicos, pero conlleva un riesgo estructural de faccio-nalismo también característico del posclásico mesoamericano.

E[ resuitado es pues un sistema de dependencia más personal que territorial,donde las obligaciones son sobre todo para con el señor superior, hasta llegar alnivel del /lucy //a/Dani. La aplicación de estas estrategias durante generacionesdio lugar al complejo panorama político--territorial que caracteriza la última fasedel periodo prehispánico.

Entes y etnícidad: el caso de Chimalpopoca

Como hemos visto, la división fundamental de la sociedad azteca era la que se-paraba a nobles de plebeyos, ap@//rln de mace/zz/a//in. Tal división parece haber-se mostrado más poderosa, en la historia mesoamericana, que la que establecencriterios étnicos. Michael Smith [1986] propuso de folla convincente que los li-najes gobemantes de las ciudades--estado mesoamericanas estaban ligados -- in-cluso más allá de enfrentamientos y rivalidades políticas -- por una serie de lazospan--mesoamericanos que se traducían en intercambio de presentes, nomlasestilísticas compartidas, una ideología común legitimadora de los privilegios delos pipiltin, ete.

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Legitimidad, etnicidadypotitica entre {os aztecas 2//

En efecto, la existencia de un estado multiétnico como el que hemos descritoimplicaba una superación, por la cúspide de la pirámide de poder, del marco étni-co, que tenía su máxima expresión en el a//epe//. Los linajes gobemantes de losdiferentes a//epe// estaban relacionados entre sí y con el /zzfey //a/ocayof/ hege-mónico mediante líneas de parentesco y matrimonio que establecían alianzas din-ásticas, transmitiendo el "calor" del poder desde el centro irradiador hasta losseñores locales sometidos. Era la mayor o menor cercanía en dicha red dinásticadel /zzley r/a/ocayof/ la que determinaba la posición relativa de un señor local, al

tiempo que le otorgaba legitimidad.El centro hegemónico -- Azcapotzalco primero y después Mexico-Tenochtit-

lan, si nos relérimos al nivel superior del sistema político -- concedía hijos de supropio linaje dirigente como gobemantes de lugares sometidos, o bien otorgadamujeres igualmente emparentadas con su /zz/ey //a/oan/ -- fundamentalmente hijas- como esposas de señores locales sometidos, cuya posición se veía legitimada,tanto a nivel interno como externo, al tlempo que se sancionaba su subordina-ción. Este segundo caso, recurrente en la tradición mesoamericana, constituye loque Pedro Carrasco [1 984] ha denominado a//a/zza /zzbogámzca ¿n/erd/nos/zca.La repetición tras generaciones de dicho esquema, junto con la búsqueda dealianzas dinásticas ventajosas y de la legitimidad otorgada al emparentar con uncentro de prestigio, supuso en cierta fomta la ruptura de los lazos étnicos queunían a los r/aroque (plural de r/a/oan¿) con los súbditos de su propio a//epe//. Deeste modo, la dinastía gobemante en Mexico--Tenochtitlan añimlaba su proceden-cia culhua, autodenominándose cu//zua--marica, para reivindicar la carga de pre-stigio y civilización asociada a Colhuacan, heredero del antiguo esplendortolteca, de la mítica Tollan.

En la fase hegemónica precedente, la tepaneca de Azcapotzalco, los mecanis-mos de difusión del poder y la legitimidad ftleron similares, aunque el referentelegitimador era otro: Xolotl, antiguo señor de Tenayuca y semimítico emperadorde todos los chichimecas, origen ilustre que reivindicaban los /zz/ey //a/ocaso//acolhua y tepaneca.

Precisamente, la posición de Azcapotzalco como centro hegemónico, emisorde nobleza, viene a ser subrayada en el siguiente texto de Fray Juan de Torque-mada, relativo a los señores de Tlatelolco, tras haber recibido este a//epe// moxi-ca como //a/cami a Cuacuapitzahuac, hijo del /lucy //afoanz tepaneca Tezozómoc,y adquiriendo así rango de //a/ocaso//:

Y desde aqui comienza la Nobleza Tlatelulca, y se precian mas de Tepa-necas. que de Mexicanos; porque aunque es verdad, que lo comun del

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2/2 Carlos Santamarina

Pueblo. fue de Sangre Mexicana, los Señores, y Principales, como empa-reKtaron con estos dichos Retes, ya ta Sangre mezclada, {es hace preciar-se de aquellos Señores de donde descienden y tienen origen. \Tatquemada1986 1 (Qap. XIV): 991.

Otro buen ejemplo de cómo un centro hegemónico imponga o concedíamiembros de su linaje gobemante para emparentar con los de los linajes provin-ciales nos lo proporciona el propio Mexico-Tenochtitlan, antes de tomar el po-der, cuando todavía era un //aíocayof/ subordinado a Azcapotzalco. El segundof/a/oan/ tenochca, Huitzi]ihuit], obtuvo una hija del /zzJey //a/Dani azcapotzalca.Uno de sus hijos, de nombre Chimalpopoca, ftle designado sucesor: de este mo-do se fündía la dinastía mexica local con la tepaneca dominante, por matrimonioprimero y por descendencia después, ya que el origen de su madre resultó deter-minante para la elección de Chimalpopoca.

Sin embargo, en 1428 estalló un levantamiento en el interior del imperio te-paneca, y varios de sus integrantes se alzaron contra sus señores y dominadoresde Azcapotzalco. No es de extrañar que el primer capítulo de tal levantamientofuera el asesinato de Chimalpopoca, entre otros señores tepanecas, a manos delos rebeldes: se trataba de deponer a un //a/oa?z/ mexica--tepaneca, impuesto des-de el poder imperial, desarticulando así la alianza de sangre, de linaje, que uníay subordinaba Tenochtitlan a la capital tepaneca. Tras la victoria de los rebeldesse instauró en Mexico--Tenochtitlan una dinastía que reivindicaba un parentescocon los toltecas de Colhuacan, autodenominada cz///zua--mexfca. Segado la ramatepaneca del tronco dinástico tenochca, se rompía también la relación de depen-dencia con Azcapotzalco. Se consumaba así un cambio en el poder hegemónicodel área, y con él cambiaba el valor legitimador del origen étnico de las dinastíasde [os a//ever/ sometidos [Santamarina 1998].

Legitimidad Indígena Novohispana: El Códlce Gaff'z'a Grabados

La conquista española y la fundación de la Nueva España significó el fiin de losbuey r/aíocayo// indígenas, pero no acabó con los a//ever/ -- que los españoles pa-saron a denominar pzíeó/os --, ni tampoco con las estructuras indígenas de poder,como José Luis de Rojas [2004] atestigua con sus investigaciones sobre la noble-za indígena en el periodo colonial. De hecho, las élites indígenas se mostraronpronto muy capaces de comprender que podían "negociar" su posición dentro delnuevo sistema de dominación, porque éste tenía necesidad de reutilízar estructu-

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í*egitimidad, etnicidad y política entre ios aztecas 2/3

ras de dominación preexistentes para mantener organizados a los indígenas, e in-tacta su capacidad de producción [García Castro 1 999].

En cieno modo, la posición de las élites indígenas seguía dependiendo de sucapacidad de exhibir la legitimidad histórica de sus orígenes. Diversos noblesindígenas reclamaron -- incluso mediante cartas en latín escritas al mismísimorey de España' -- que les fueran reconocidas las rentas y privilegios que lescorrespondían por su legítima posición en "tiempos de su gentilidad". Y en nopocos casos fueron atendidas.

Las tradiciones históricas orales, que antes de los españoles se conservarancon apoyo de los códices pictográfico-escriturarios, pasaron a verterse a textosde escritura latina, ya fuera en lengua náhuatl o en castellano. La incipiente acul-turación de la población indígena novohispana - y en especial la de su clase diri-gente, entre los que encontramos a la práctica totalidad de autores indígenas-contribuyó además a introducir formas y argumentos literarios de origen occi-dental, y bíblico en particular, que pasaron a fomlar parte en no pocas ocasionesde dichas fuentes indígenas novohispanas [Christensen ] 997]. Desde el punto devista indígena, la producción de códices históricos se utilizó como medio de afir-mar la antigtledad y proveer de legitimidad antc tribunales españoles a la noblezanativa. Incluso, a fines del siglo Xvll se generó una demanda de tales códices"antiguos" que fueron elaborados ex--profesa: son los conocidos como códíces/ec/z/a/oyen [Smith 2003c: 3 1]. Este último caso pone de maniHieslo particular-mente la necesidad de las élites indígenas de generar documentos antiguos legiti-madores de sus }in4es.

Dicha pretensión, sin embargo, se hace siempre dentro de la organizaciónpolítica novohispana. De hecho, puede decirse que es manifiesta la concienciaétnica de muchos de los autores indígenas - o mestizos - novohispanos que noshan legado buena parte de las ftJentes que manejamos para conocer la cultura az-teca. Autores como el acolhua Fumando de Alva lxtlilxóchitl, el tenochca Fer-nando Alvarado Tezozómoc, el tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo [Velazco1999], o el chaka Domingo Francisco de San Antón Muñón ChimalpahinCuauhtlehuanitzin [Schroeder 1994] son quizá los casos más destacados. Si bien

' Ejemplos destacados son ]a carta de Azcapotza]co de 156] y la de Pablo Nazaret de 1566 [Pérez--Rocha y Tema 2000: 213 y 333, respcctivamente]. Ambas clonstituyen fuentes locales de gran valor

en las cuales sus autores, nobles indígenas -- de Azcapotzalco y Xaltocan, respectivamente - realizansus peticiones a! rey de España y para eiio exhiben !a historia de su a/fede//. E! uso de ia !magua latinapuede in erpfetarse como un signo de acu curación que se presenta cono mérito añadido para obtenerla benevolencia del soberano.

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estos autores escriben con el objetivo consciente y patente de glorificar a su a//e-ver/ de origen, en ningún caso signifiica eiio una oposición a ia cultura cristianay española dominante en su tiempo, sino que más bien se empeñan en hacercompatibles ambas tradiciones, o de insertar la indígena dentro del mundo novo-hispano*

Nos referiremos ahora, para concluir, al curioso caso que nos presenta un có-dice pictográfico del siglo Xvll--XVIII, en el que se muestra la persistencia dedichas tradiciones legitimadoras de la nobleza indígena, que se quiere hacer per-fectamente compatible con la referencia de poder que supone la monarquía hi-se)ana.

El Códice García Granadas, considerado dentro del grupo tardío de los /e-c/z/a/o.van, nos presenta en su primera sección a Xolotl, antiguo y noble rey delos chichimecas, origen de la nobleza de los reinos acolhuas y tepanecas, dandofundamento y legitimidad a la red de linajes chichimecas que se representan,y que están dispuestos linealmente hasta desembocar en un espacio circular -- de-nominado 'Circulo del Zepanecayo//' -- que representa la máxima extensióny grandeza del Imperio Tepaneca de Azcapotzalco.

La finalidad del códice es mostrar la antigüedad y legitimidad del lince chi-chimeca. En palabras de Xabier Noguez, "no se trata de la historia de un solopueblo, sino más bien de una compleja demostración de la antigua legitimidad deciertas ramas de pz»f//in o nobles indígenas ligados a gobiemos de pueblos en laépoca colonial, así como el recuento de las tierras, en varias regiones, que gober-nadores y miembros de la nobleza nativa reclamaban como suyas, basándose ensu estatus de pertenencia al //acamecayor/ de las más prestigiosas casasseñofiaies." [Noguez }992: } 0].

En el centro del llamado 'círculo del 7:panecayo//' (ver ñg. 1 ) se nos presen-ta un interesante neologismo glífico que viene a ser emblema de la nación tepa-neca. Lo llamativo es la simbiosis entre elementos pertenecientes a la tradición

8 Alvarado Tezozómoc, por qempla, canta las glorias de la historia moxica-tenochca en contraposi-ción al vecino Mexico-Tlatelolco, siendo uno de sus primeros argumentos la precoz evangelizaciónde sus ancestros nobles tcnochcas en la primera época colonial [Alvarado Tezozómoc 1992: 4-10].Idéntico argumento esgrimía como mérito Pablo Nazaret de Xaltocan a mediados del siglo XVI[Pérez-Rocha y rena 2000: 333}. Pero sin duda e! i beato más audaz de hacer de ]a historia prehi-spánica Iocai una üadición prestigiosa y compatible con ei contexto político-cultural hispano-cristia-no dominante es el de Alva lxtlilxóchitl, quien llega a sugerir que su ilustre antepasadoNezahualcoyotzin de Tetzcoco se había amado de sus dioses tradicionales intuyendo la pronta pre-sencia de un dios todavía desconocido y verdadero, que naturalmente no es otro que el de los cristia-nos [Del Hoyo 1957; Bardot i9951

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Legitimidad, etnicidad y poiítica entre !os aztecas 2/5

©B

Figura 1 . El emblema tepaneca novohispano en el Códice García Granados

escrituraria azteca (el basamento, el muro, el águila y el ocelote, el corazón, el x/-/zuí/zo//) y el estilo del emblema real de los Habsburgo que se halla en la partesuperior de la misma sección.

La pretensión de los nobles chichimecas al elaborar este códice queda patentecon el paralelismo gráfico buscado entre el escudo heráldica europeo y el emble-ma tepaneca novohispano elaborado con elementos tradicionales de la glíficaprehispánica, pero según una sintaxis europea, con ]a que se pretende emu]ar e]escudo imperial, máxima expresión del poder en la Nueva España [Santamarina2004]

Conclusión

El sistema medular organizador de las estructuras sociales y políticas, y el mode-lo hegemónico de dominación política aztecas demostraron su flexibilidad antelas diferentes coyunturas políticas que se sucedieron durante el periodo posclási-co tardío. La capacidad de aglutinar unidades menores hasta fomlar otras mayo-res, y la estructura jerárquica de la clase dirigente, que se ocupaba de legitimara las autoridades locales desde la autoridad hegemónica dominante, articulo lahistoria política azteca de fomla efectiva.

La estrategia básica utilizada consiste en la reutilización de estructuras de do-minación preexistentes, que pemlite a cada potencia hegemónica respetar en lonecesario ]as estructuras económicas y políticas, de producción y organización

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del trabajo, que ya habían demostrado su efectividad. Su vigencia queda demo-strada tanto en e] sistema de dominación azteca como en e] co]onia] novohispano.

Los tres cambios de dominación hegemónica sucedidos en el posclásicotardío -- tepaneca, moxica y español pueden ser considerados en ciertos aspe-ctos como procesos similares, aunque no cabe duda de que el último de ellosintroduciría a medio y largo plazo cambios mucho más proftlndos que los ante-riores en la sociedad mesoamericana. Las similitudes estructurales a las que nosreferimos responden a la necesidad de las autoridades locales de ver refrendadosu poder por el centro hegemónico dominante -- Azcapotzalco, Tenochtitlan o laCorona Española --, mientras dichos centros se reservan la capacidad de interve-nir en ]os ámbitos regionales reorganizando ]as jerarquías locales y sancionandolegitimidades según su conveniencia.

La aflirmación de la identidad étnica no necesariamente füe un obstáculo a laaculturación indígena novohispana, como queda de manifllesto en los casos ex-puestos: son instituciones indígenas de origen prehispánico las que se están es-grimiendo como argumento para obtener una posición lo más privilegiadaposible dentro del sistema colonial novohispano, o, por utilizar la expresión deRené García Castro, para negociar el espacio político indígena.

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