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ROMANTICISMO EN LA CASA TRUEBA_ SUTILEZA Y ALEKSEI GERMAN_ LA PSICODELIA DE TAME IMPALA_ LOS WACHOWSKI VUELVEN AL MUNDO_ PAREJAS IMPOSIBLES DE TUTTICONFETTI LAS LUCES DE DIEGO RUIZ

un nuevochute detame impala

NúMERO 30_septiembre 2015

océanos de xoel 4

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libro en

blanco

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insatisfaccióndel rock

14el cine,

la vida y jonás

trueba

la marcaalekseigerman

la vuelta al mundo de

los sensers

hollywoodrecicla y recicla

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presente deciencia-ficción 62

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NúMERO 30_septiembre 2015

ISSN 2341-2682 calle del Gobernador nº6, 28014, Madrid contacto@thewayoutmagazine.com

relacionesy parejasimposibles

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luz en ciudadluz en campo

luz en foto

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Edición gráfica y diseño_ Fernando Santise i Edición y comunicación_ Alejandra Garcés i redacción_ juan pablo merchán, Montserrat de la Iglesia y Alberto López i Colaboraciones_ david arias, belén belmonte, diego ruiz, tutticonfetti, miguel suárez, juan pablo vicente i fotografía de portada_ Óscar Fernández Orengo

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cocheras

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la dosis precisa de

TAME IMPALA

El grupo australiano se apodera definitivamente de la psicodelia en su tercer álbum, Currents (2015). Si quedaba alguna duda del poder alucinógeno de la música, Tame Impala refuta toda hipótesis y se hace con el trono.

POR DAVID ARIAS

La psicodelia no es más que un estado de ánimo desafinado, un estado cerebral

en el que entras por invitación. Toda una droga musical cu-yas cantidades están medidas por alquimistas artísticos para que no afecten a tus cotidianos quehaceres ni influya en otras sustancias de las que abuses. Ese es un mantra que afecta a Tame Impala, cuyas dimen-siones psicodélicas han sido decantadas con encanto en su nueva vitamina cerebral de nombre Currents.

Tame Impala lo había conse-guido hace tres años, había abierto un nuevo mundo com-partido por otras bandas como Radio Moscow que desem-polvaban viajes cósmicos y el sabor a ácido. Lonerism nos transportaba en un viaje oníri-co a lo mejor de aquel sonido añejo. Dejaba pequeño su de-but de ensueño de título In-nespeaker y nos acercaba a la evolución perfecta del perdido sonido de los sesenta. No eran unos virtuosos como Hendrix pero tenían el estilo y la crea-tividad de Jefferson Airplane. Eran la fina lluvia que cae tras una dura sequía.

Un año más tarde pasaban por Madrid en lo que parecía un concierto generacional. Y lo fue. Pero a diferencia de lo que suelen ser los momentos así y a pesar de su mágica intensidad, el directo no dejó ningún guiño para la posteri-dad. Fue un directo perfecto sin la comunión mental de algo tan cerebral como la música de Tame Impala. Sustancias equivocadas se encontraban entre la química de la locu-ra y la física de la realidad de aquellos días. Una demostra-ción más de que ese género y el ácido nacieron para jurarse amor eterno y que la mayoría de los presentes no estaban por la labor de comprobarlo.

Lo cierto es que las cuotas de psicodelia de aquellos Tame Impala se han difuminado en su nuevo álbum. Ha ganado en calidad y brillantez en la producción pero ha perdido la fuerza de una porción pura. La han cortado con pop y re-cursos electrónicos a base de creatividad y audacia. Los chi-cos de Perth se han percatado de la necesidad de suavizarse para no caer en la sobredosis. El resultado es ambiguo, fasci-nante y adictivo. Necesitas va-

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LAS DOSIS DE PSICODELIA DE TAME IMPALA SE HA DIFUMINADO EN SU NUEVO ALBUM, CURRENTS

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rias escuchas para compren-der los nuevos e insondables caminos de una banda en con-tinua evolución.

A pesar de tratarse de su ter-cer álbum te deja dos sensa-ciones contradictorias. Por una, se trata de un disco más maduro donde la producción es una locura perfeccionista que aprovecha cada sonido, cada nota o cada influencia a su mano para crear una at-mósfera hipnótica e irresis-tible. Por otra, llega a menos conclusiones que por ejemplo, Lonerism.

Todo comienza con la aluci-nación chill de Let it happen, donde dejan claro que la in-tensidad será menos letal para tu cerebro que Solicitude is bliss o Feels like we only go backwards. Esos trallazos ya clásicos dejan paso a un nue-vo universo sonoro coman-dado con maestría por Kevin Parker. El genio creativo de la banda tiene una nueva cara y se muestra más experimental que nunca. Sus tupidas am-bientaciones se hacen notar en The moment y sobre todo en Yes, I’m changing o Love/Paranoia.

El disco es un relato íntimo al-ternativo a la psicodelia pero partiendo de ella para cons-truir un disco en el que hay mucha más paz que distor-sión. La fabulosa batería de Jay Watson, tan fundamental en sus anteriores trabajos, queda en un segundo plano

endulzada por los sofisticados arreglos de Parker.

Eventually o The less I know better visitan tímidamente la distorsión pero todo está me-dido a conciencia. Es como si Tame Impala se impusiera un régimen marcial donde se puede coquetear con los so-nidos pero nunca saturarlos. Esa tensa suavidad explota en Cause I’m a man, donde se vuelve a intuir los himnos del Lonerism. No obstante, todo suena mucho más lim-pio, quizás demasiado. El

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farol funciona y su música a base de originalidad y arre-glos fascinantes se vuelve más densa y poderosa e in-cluso se inclina ante la reina del futuro musical, la electró-nica. Los arreglos electróni-cos son una dulce evidencia en Past life, con un rock psi-codélico más artificial pero también más evolucionado.

Y la clave del álbum es esa palabra. Los oídos y las men-tes del nuevo siglo necesi-tan procesar las viejas dosis de psicodelia, para fastidio

o bendición de los miles de puristas. De evolución no ha-bla precisamente, New man, same old mistakes, todo un eco en el viento en el que se ve reflejado el pasado y el fu-turo de la banda australiana. Un cierre brillante para un disco osado.

Cualquier trabajo después de firmar un disco generacional es peligroso, pero Tame Im-pala no entiende de normas o riesgos. Fluye, crece y se transforma en algo diferente, más pulido y bello. A pesar de mi inicial ceño fruncido, parece posible que Currents será el disco más elogiable de los chicos de Kevin Par-ker. Su experimental trabajo ha dejado patas arriba el con-cepto de psicodelia y lo ha adaptado a un siglo XXI con la misma necesidad de esti-mular su cerebro que se to-paron sus antecesores de los sesenta.

Ellos no tuvieron acceso a la cantidad precisa. Han te-nido que pasar más de 50 años para que la renovación se convirtiese en revolución en el sonido fetiche de todo buen sixtie. Sólo queda con-cretar con los Tame Impala cuándo se producirá el cuarto chute y hacia qué oscuros o brillantes mundos dirigirá tu mente. Hasta que llegue ese momento, puede disfrutar de ese sonido fascinante, alejado pero emparentado con la psicodelia, que deja tras de sí Currents.||

POR JUAN PABLO MERCHÁN

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Este otoño, Josh Homme (Queens Of The Stone Age), Jack White (ex White Stripes) y Dan Auerbach (The Black Keys) mudan de piel para traer los nuevos trabajos de sus bandas alternativas: Eagles of Death Metal, The Dead Weather y los recién estrenados The Arcs.

El 2 de octubre se publica Zipper Down, el cuarto trabajo de Eagles of Death Metal, el dúo que Josh Homme, líder de Queens of The Stone Age (QOTSA), forma junto al frenético Jesse Hughes, brutal encarnación de los tópi-cos más salvajes del rock y con quien com-parte amor por las armas, el liberalismo y la política conservadora. En The Guardian les etiquetan dentro del cock rock. De momento, siguen mezclando letras no demasiado com-plejas y muy ‘macho’ con riffs de guitarras en bucle.

Eagles of Death Metal le permite a Homme más espacio para la diversión. Le cede el foco a Hughes, no hay presión por mantener el nivel, no tiene que manejar los egos de

sus acompañantes y puede tocar la batería en directo cuando la agenda de QOTSA se lo permite. “Eagles es como una divertida venérea. Es divertida, contagiosa y todo el mundo la está cogiendo.”

Así define Homme, A.K.A. Baby Duck, A.K.A. Carlo Von Sexron a este proyecto durante la promoción del nuevo álbum que presentarán en España el 8 de diciembre en Barcelona (Sala Apolo) y el 9 de diciembre en Madrid (Sala Joy Eslava). A Homme se le ha visto compartir escenarios, estudio y programa de radio (The Alligator Hour en Apple Music) con muchos grandes músicos como Pj Harvey, Arctic Monkeys, Trent Reznor, Florence + The Machine, Cee Lo Green... Incluso ha aparecido en uno de los videoclips de Jack White, que el próximo 25 de septiembre estrena con The Dead Weather Dodge Burn, el segundo álbum de la banda a la que pone voz Alison Mosshart (The Kills) y, qué curiosidad, Dean Fertita, compañero de Homme en Queens of The Stone Age. Su adelanto, I Feel Love (Every Million Lives)

una bandanunca es suficiente

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tiene la potencia y frenesí habitual en la discografía de White, con la garganta de Mosshart desgarrándose poco a poco sobre un Wall of Sound marca de la casa. Recuerda mucho a aquel éxito que tuvieron cuando White aún formaba The White Stripes, Treat Me Like Your Mother, gracias en parte al videoclip de Jonathan Glazer.

A White le gusta formar bandas. Durante su primera gira como artista en solitario formaba en directo con dos bandas, una masculina y otra femenina y antes de crear The Dead Weather ya dio vida a The Raconteurs, a quienes reunió el pasado mes de junio para un concierto sorpresa en junio en su ciudad de residencia, Nashville. Show en el que seguro no estuvo su vecino y archienemigo, Dan Auerbach que en todo caso, está ocupado, ya que el 4 de septiembre publicó Yours, Dreamily, el primer largo de The Arcs, su nuevo grupo.

Que uno de los miembros fuese bajista de gira de The Black Keys no parece casualidad,

y es que Auerbach ha tirado por unos derroteros parecidos a sus dos últimos discos en The Black Keys, El Camino y Turn Blue. Y eso que ya no estaba Danger Mouse por allí, productor de sus cuatro últimos álbumes.

No es el primer esfuerzo colaborativo de Auerbach, que en 2009, junto a la otra ‘tecla de negro’ (Patrick Carney) publicó BlackRoc, un álbum que mezclaba el blues-garage de The Black Keys con el hip-hop de varios artistas del Sello Roc-A-Fella, como Mos Def o RZA. Sus contribuciones a trabajos de otros artistas se cuentan por decenas, y es que Dan es un destacado productor (Lana del Rey, The Ettes, Dr. John…) que no duda en agarrar la guitarra o tocar el piano para embellecer las canciones de sus ‘clientes’.

Homme, White y Auerbach. Tres maestros actuales del riff y quizás los más importantes ‘revisionistas’ del rock americano en la última década. Tres proyectos alternativos para olvidar presiones, satisfacer inquietudes y buscar un nuevo futuro.||

perfil de frente

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JONAS TRUEBAENTRE EL CINE Y LA VIDA

Dos años después de su última cinta, Jonás Trueba estrena el 11 de septiembre Los Exiliados Románticos, su tercer largometraje como director. Una furgoneta, un largo viaje y tres amigos redondean una road movie de reflexión y anhelos.

POR FERNANDO SANTISE | FOTOS POR ÓSCAR FERNÁNDEZ ORENGO

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“Me gusta cuando los espectadores se acer-can y comentan cosas,

pero tampoco pretendo ir de-trás de ellos”, responde Jonás Trueba (Madrid, 1981) cuando se le pregunta por la gira vera-niega que hizo por varias ciu-dades españolas para presen-tar, con coloquios, su último trabajo. “A veces pienso que empeoro la película apare-ciendo después”, argumenta. No es que la empeore, ni tam-poco que la mejore, solo da la cara y habla con su público, algo poco común en el circui-to cinematográfico. Ya lo hizo cuando estrenó Los ilusos y lo ha vuelto a hacer ahora con Los exiliados románticos: “Hay gente que te dice cosas muy

útiles, otros buscan hacer-se oír, porque entienden que tú has buscado lo mismo con ellos”. A pesar de saber escu-char y prestarse a ello, Trueba transmite seguridad cuando habla de su producción en el séptimo arte, en el que ha tra-bajado como guionista y pro-bado los cortos, los medios y los largos.

Por si fuera poco, uno de los jóvenes valores del cine es-pañol también se ha testeado en videoclips, dirigiendo una obra de teatro y como escritor. “Considero todas esas activi-dades como una misma cosa, o maneras distintas de ir hacia encuentros inesperados, que me permiten crecer, entender

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mejor o, al menos, seguir bus-cando”, opina. Su respuesta desvela una de las claves de su nueva película. Los exilia-dos románticos es una bús-queda de ese “último sueño de juventud” que cuenta su tráiler. Tres amigos, una fur-goneta y muchos kilómetros. Rodada en 12 días, la pelícu-la contrasta con sus predece-soras en localización. Porque Madrid, con sus “muchos y variados horrores”, significa un punto base de la vida y las actividades de Trueba: “En Madrid he construido casi todo lo que tiene que ver conmigo”, dice cuando la pregunta sobre su amor hacia la capital, como bien se nota en sus dos prime-ra películas, sale a la luz.

Jonás Trueba representa una forma de hacer cine diferente a la habitual, como ya mostró en Los ilusos, donde la cerca-nía con el espectador se nota-ba en la humildad de sus per-sonajes, en lo corriente de su historia. Aunque en algunos ámbitos su cine puede ser vis-to como alternativo, a él no le convence este adjetivo: “No me gusta mucho lo de alterna-tivo, me considero un cineasta bastante clásico, creo que no podría ser moderno aunque quisiera”. Su misión es buscar un cine que “responda a mo-mentos y circunstancias con-cretas” para que el espectador se sienta involucrado, se sien-ta parte, se sienta dentro. Por eso mismo la cinta Los ilusos

“ME CONSIDERO UN CINEASTA BASTANTE CLASICO. CREO QUENO PODRIA SER MODERNO AUNQUE QUISIERA”

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es lo que es; Francesco Carril, con quien repite en esta nueva aventura, encarna a un joven normal, que hace cosas nor-males y que se mueve en am-bientes normales: “Mi verdade-ra obsesión es intentar que la vida esté en el cine”.

Los exiliados románticos, ga-nadora del Premio Especial del Jurado en la pasada edición del Festival de Málaga, presen-ta un nombre que evoca dos conceptos. En primer lugar, el

exilio es hoy por hoy un pro-ceso por el que muchos jóve-nes españoles han tenido que pasar para encontrar una vida acorde a sus expectativas. En segundo lugar, el romanticismo parece no pasar de moda nun-ca aunque, al mismo tiempo, se encuentre en conflicto con-sigo mismo, desactualizado o caducado, como si se trataran de conseguir nuevas formas románticas para revitalizar el concepto. En cualquier caso, Trueba muestra ese romanti-

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“MI VERDADERA OBSESION ES INTENTAR QUE LA VIDA

ESTE EN EL CINE”

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cismo en sus incalculables re-ferencias, ya sean cinemato-gráficas, musicales o literarias.

De hecho, la literatura se con-vierte, sin duda, en una de las conexiones que Trueba añade en sus filmes. “El cine puede ser poema, partir las imágenes como hace un poeta entre dos versos, o imaginar estructu-ras como lo hacen Cervantes, Rabelais, Gombrowicz, Kafka, Kundera, Pierre Michon… Me gusta el cine que se alimenta de todo eso”, sentencia firme cuando la vigencia de la litera-tura entra en su forma de con-cebir la cinematografía. Que si tiene cosas de Éric Rohmer, una de las figuras intelectuales de la Nouvelle Vague france-sa, que si tiene cosas del libro homónimo de E.H. Carr, que si tiene cosas de la escritora italiana Natalia Ginzburg. Ante este panorama de referencias, las cuales muchas sí son rea-les, el joven director responde con humildad: “En realidad me agarro a las cuatro o cinco co-sas que he visto, que he leído o he escuchado por ahí… Mis referentes son muy de andar por casa; de andar por mi casa concretamente”.

El romanticismo de la película también está vigente en la im-portancia que tiene la banda sonora, compuesta por Miren Iza, o sea Tulsa, para su direc-tor: “Su música, así como la presencia de Miren, es lo que hace a la película verdadera-mente única. Es una presen-cia extraña pero desde ella se

puede pensar la película como una canción o como un poema homérico para tiempos sin épi-ca. Ella le da grandeza a la pe-lícula y a los personajes.” Pero la admiración de Jonás Trueba por la música de la cantante va más allá de este filme. La considera parte de su banda sonora vital por “su intensidad y a su manera de cantar, que emocionan mucho”.

Pero sin duda, una de los ar-gumentos más llamativos de Los exiliados románticos, sig-no del cine de su director, es la falta de un guion como tal, lo que hace que la espontanei-dad se alce como una carac-terística muy marcada durante el filme. Aunque considera que ni se puede rodar sin guion con toda clase de actores ni en cualquier tipo de película, Trueba valora la experiencia como “agradable y a la vez vertiginosa”, especialmente por la confianza que tienen los actores con él. En resumen, como dice él mismo, las frases que reproducen sus dirigidos responden más a “un acto re-flejo que a otra cosa”.

En definitiva, Los exiliados ro-mánticos, que nace de una conversación con amigos, mezcla la vida y el cine, los sueños y la realidad, la amis-tad y el amor y, otra vez más, muestra una manera de ha-cer cine original que refresca el panorama cinematográfico, lugar en el que Jonás Trueba va encontrando su particular identidad.||

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PAREJAS IMPOSIBLES

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f a c e b o o k

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POR MIGUEL SUÁREZ

ALEKSEI GERMAN EL COMPORTAMIENTO

ESTANCADO

La obra póstuma de Aleksei German cierra la filmografía de un excelente realizador, así como un profundo estudio acerca del comportamiento humano a través de sus necesidades primarias, sus vicios y su frustrada posibilidad de progresar.

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Qué difícil es ser un dios, planteada prácticamente durante toda una vida,

no ha tenido por desgracia la distribución que se merece, ni el público que requiere un aná-lisis tan acertado del ser huma-no. Gran parte de los especta-dores actuales se encuentran demasiado acostumbrados a las historias de príncipes y dra-gones con finales de cuento que les alejen de lo que erró-neamente hoy se considera la realidad. Y es que, si se piensa fríamente, en el fondo el estan-camiento de la sociedad repre-sentada en este filme es muy similar a lo que sucede en la época actual.

Es cierto que, con respecto a la adaptación de la obra de los hermanos Strugatski, la actua-lidad ha mejorado en limpieza y modales, pero he aquí lo que sucede en el fondo de Qué di-fícil es ser un dios. Un planeta que desea vivir eternamente en la putrefacción, negando la posibilidad de que los poetas, artistas e intelectuales ofrez-can nuevos caminos para per-mitir progresar al hombre. Los ciudadanos de este extraño lu-gar llamado Arkanar prefieren vivir entre basura que arries-garse a pensar que son seres individuales, diferenciados, y

replantearse la responsabilidad que como especie tienen en este mundo. ¿No está suce-diendo hoy lo mismo? La cul-tura es relegada a pequeñas salas con un reducido número de público mientras los gran-des teatros, auditorios, museos o cines se llenan de espectá-culos vacíos y superficiales. El diferente es marginado, aniqui-lado en ocasiones, para que la masa sea lo más homogé-nea posible y ninguno de sus miembros tenga la descabella-da idea de pensar por sí mis-mo, de dar la espalda al circo.

La gran producción futurista de Aleksei German no utiliza sus recursos para ofrecer bellas estampas con batallas heroi-cas, ni siquiera apuesta por la narración como clave de la his-toria. Por encima de todo, es arte. Es una bofetada al espec-tador contemporáneo para que vuelva a la realidad, que en el fondo puede parecer un infier-no, pero está llena de oportuni-dades de cambio.

“Todos somos felices pero no nos enteramos”, señala el personaje de Mia Farrow en Sombras y niebla (Woody Allen, 1992). Una película que, como hace German, presenta una sociedad que se divide,

LA PESADILLA HUMANA DE LOS INSTINTOS PRESENTE EN QUÉ DIFÍCIL ES SER UN DIOS PODRÍA VERSE COMO UN CRUCE ENTRE PELÍCULAS DE DAVID CRONENBERG COMO INSEPARABLES O SPIDER Y ESE

INFIERNO EXTRAÑAMENTE BELLO EXPERIMENTADO EN EL CINE DE ALEXANDER SOKUROV

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LA PESADILLA HUMANA DE LOS INSTINTOS PRESENTE EN QUÉ DIFÍCIL ES SER UN DIOS PODRÍA VERSE COMO UN CRUCE ENTRE PELÍCULAS DE DAVID CRONENBERG COMO INSEPARABLES O SPIDER Y ESE

INFIERNO EXTRAÑAMENTE BELLO EXPERIMENTADO EN EL CINE DE ALEXANDER SOKUROV

se enfrenta y olvida el objeti-vo por el que estaba luchando. La frase sobre la felicidad que Farrow atribuye a su padre es tan real como la teoría de Ar-thur Schopenhauer acerca de la imposibilidad de ser felices. La idea de Farrow defiende que siempre lo somos pero toda esa absurda estructura que irónicamente llamamos ci-vilización no nos permite pen-sar en ello. En cambio, en el

caso de Schopenhauer, cree-mos serlo cuando saciamos una necesidad, pero sólo es un espejismo, la realidad es que enseguida volveremos a ser infelices porque requeri-mos otra cosa. Aunque parez-can planteamientos opuestos, ambos atribuyen la infelicidad del ser humano a los objetos banales por los que luchamos cada día y que carecen de la importancia suficiente para sa-

ciarnos. En el extremo opues-to, se encuentra el conocimien-to (o lo que se pueda alcanzar de él). Este ofrece una sensa-ción de plenitud eterna, no se diluye cuando un elemento se caduca. A pesar de ello, es rechazado.

La pesadilla humana de los instintos presente en Qué difícil es ser un dios podría verse como un cruce entre

películas de David Cronenberg como Inseparables o Spider y ese infierno extrañamente bello experimentado en el cine de Alexander Sokurov. Pero además existe un gobierno, gente que decide el camino que debe tomar la masa que reside en sus dominios. En este punto German se encuentra con otro filme de corte histórico titulado El último valle, dirigido por

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LA GRAN PRODUCCIÓN FUTURISTA DE ALEKSEI

GERMAN ES UNA BOFETADA AL ESPECTADOR

CONTEMPORÁNEO PARA QUE VUELVA A LA REALIDAD

James Clavell y estrenado en 1970. En plena guerra de los 30 Años, un profesor y un grupo de soldados deben convivir junto a un pueblo que ha vivido tranquilo gracias a sus singulares condiciones geográficas. Sin embargo, a pesar de vivir aislados de la guerra gran parte del año, los habitantes y sus dirigentes se hallan en un clima de corrupción muy similar al

del exterior. No hay grandes monarcas ni altos cargos eclesiásticos dirigiendo su destino, como sucede con los soldados, pero han aceptado sin rechistar el gobierno del más fuerte. En definitiva, un mundo como el descrito en el libro de los Strugatski parece lejano en la superficie, pero se encuentra presente cada día y quizá incluso más reforzado que en épocas anteriores.||

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sala cinco

Pisar sobre seguro. Podría resumirse en esa frase, la búsqueda de todo productor de Ho-llywood a la hora de decidir dar luz verde a un nuevo filme. Revivir éxitos pasados se-ría un sueño y tranquilidad para consuelo de muchos de ellos. Por eso, no es extraño que su nueva norma cinematográfica sea ha-cer remakes o secuelas de un éxito anterior. Para llegar a nuevas generaciones, la ten-dencia más eficaz es crear una obra de otro éxito preexistente.

No en vano, los últimos 15 años han segui-do esa misma línea con un aluvión de secue-las, remakes y una nueva moda: el reboot. La fórmula del reboot se mueve más por un absoluto reseteo de la historia que, a diferen-cia del remake, no tiene que respetar los ele-mentos importantes de la historia original. En otras palabras, se trata de partir el inicio de una historia desde cero.

Fue en 2005 cuando Christopher Nolan reci-cló la denostada saga de Batman, para cons-truir la historia del superhéroe desde un pun-

to de vista más oscuro y realista. El éxito del Caballero Oscuro derivó a una trilogía acla-mada por público y crítica, por lo que no fue extraño que otros estudios contemplarán la idea del reinicio como una gran opción.

Con la misma finalidad, los problemas para una posible cuarta entrega de Spiderman se disiparon al resolver drásticamente la trilogía e iniciar (ya dos veces) un reboot de la histo-ria. El mismo patrón ha seguido con James Bond, Pesadilla en Elm Street, Star Trek y el reciente reinicio de Los 4 fantásticos entre otros títulos.

Ante dicha práctica, se confirma que el re-boot es la herramienta más rápida para in-tentar de nuevo recuperar una historia ya trillada y añadir un nuevo rumbo para el pú-blico. Sin embargo, paralelamente y mar-cadas por su efecto, se está enmarcando un nuevo tipo de secuelas que, en el fondo, son reinicios o continuaciones creados para llegar a nuevas generaciones. ¿Y qué pelí-culas son reinicios en forma de secuelas?

¡Recíclame si puedes!

POR JUAN PABLO VICENTE

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¿Por qué no utilizar el mismo esquema que ya triunfó en el pasado para llegar a un nue-vo público? Frank Marshall, Patrick Crowley, Christopher Raimo, Thomas Tull y Steven Spielberg debieron pensar precisamente en ello cuando se reunieron en los estudios de Universal Pictures y decidieron sacar del baúl una cuarta entrega de Parque Jurásico, o para los millennials, Jurassic World. Un tí-tulo bien pensado si lo que se pretende es desmarcar la anterior trilogía y dar un nuevo empaque a los dinosaurios.

Ante el taquillazo masivo de Spielberg, ¿existe una nueva tendencia de Hollywood? Hacer secuelas reavivando el factor nos-tálgico y, a la vez, centrándose en nuevos espectadores, no es algo nuevo. Sirvan de ejemplo Indiana Jones y el Reino de la cala-vera de cristal, El origen del Planeta de los simios, Scream 4, Superman returns, Ame-rican Reunion, o la actual Terminator: Géne-sis cuyos argumentos han tanteado esa di-rección aunque no con afortunado éxito en todos los casos.

Reafirmar este nuevo método de reciclaje se acepta analizando lo que Hollywood tiene entre manos para los próximos años: secue-la-reboot de los Cazafantasmas, Gremlins, Batman, Linterna Verde; revisión de cuentos clásicos como La Bella y la Bestia, El libro de la selva, Dumbo; o el spinoff de Harry Potter Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Star Wars: Episodio VII es, sin duda, la se-cuela-reboot más clara de todas.

Esta nueva moda déjà vu parece que viene para quedarse. Bien pensado su target es amplio. Para los nostálgicos, un tributo de la original. Para la nueva generación, crear el hype que en su día marcó a sus progenitores.

¿Falta de ideas? Quizá. ¿Afán recaudatorio? Seguro. Al margen de reivindicar nuevas historias, mientras el objetivo de los productores sea rehacer, reiniciar, continuar o hacer un remix de una vieja gloria respetando la esencia de la original... ¡Bienvenido reboot, bienvenida sea la nostalgia!||

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DIEGO RUIZJUGANDO CON LA

LUZ

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KUCHIFM

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miedomedia

POR BELEN BELMONTE

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OCHO DESCONOCIDOSMISMO DESTINO

Sense8 es el nuevo proyecto de los Hermanos Wachowski (Matrix) para Netflix. Se trata de una serie de ciencia ficción -¿qué si no?- estadounidense, escrita y producida por los her-manos, que se estrenó el pasado 5 de junio.

POR BELEN BELMONTE

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Es difícil hablar de Sen-se8 sin quedarse en las primeras impresiones.

Es complicada porque la tra-ma está compuesta de varios hilos que siguen inconexos al final de los 12 capítulos de la primera temporada. Quizá sea ese el principal obstáculo que ha encontrado la crítica a la hora de hacer valoraciones poco concienzudas.

El argumento de la serie gira en torno a la conexión men-tal y emocional de ocho indi-viduos de diferentes partes del mundo a partir del suicidio de Angelica Turing, de la que poco más se llega a conocer y, sin embargo, es el origen de muchas de las visiones que los protagonistas tienen.

Es un vínculo extrasensorial que no sólo lleva a los sensers

a comunicarse los unos con los otros, sino que también les conduce, a medida que pasa el tiempo, a transportarse in-voluntariamente junto a otros compañeros a la otra punta del mundo y a compartir sus habilidades. Aunque los enla-ces comienzan siendo entre dos sujetos, los ocho prota-gonistas acaban por interrela-cionarse, hasta el punto de llegar a disfrutar de una orgía senser.

El mensaje de Sense8 no se queda sólo en un anecdóti-co compartir de superpoderes entre elegidos, sino que se intentan implicar en la serie cuestiones tan controvertidas como la política, la religión, las creencias y tradiciones cultu-rales, la familia y las construc-ciones sociales de identidad, sexualidad o género.

la serie gira en torno a la conexión mental y emocional de ocho individuos

de diferentes partes del mundo

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Lejos de tratarse de una serie basada en un mundo de fic-ción, cada uno de los perso-najes, que responden a per-sonalidades tipo, muestran realidades cotidianas, abar-cando un amplio espectro de la sociedad. En este punto es donde muchos han expresa-do sus reservas, y es que, es cierto que los personajes tie-nen algo de cliché.

Hay un poli de los buenos y honrados, una joven islandesa reservada y presa de sus trau-mas, también participa una ejecutiva asiática que lleva sobre sus espaldas la presión de ser mujer y exitosa en los negocios, una india que se ve atrapada entre la tradición re-ligiosa y el deseo, un africano que sueña con ser como Jean Claude van Damme... En re-presentación española está

Miguel Ángel Silvestre que da vida a Lito, un famoso actor mexicano que tiene que lidiar entre vender una amistad o confesar ante la opinión públi-ca su secreto; también existe presencia alemana, un joven sensible maltratado por su pa-dre desde pequeño, y por úl-timo está Noemi, una hacker transexual de San Francisco.

El denominador común de to-dos ellos podría ser una no-bleza y una moralidad superior a la de las personas de su en-torno, por lo que tienen que vi-vir resignados, aguantando las injusticias de su tiempo y su cultura, con un sentido de la responsabilidad superior.

Todos los elegidos aparte de enfrentarse a sus com-plicadas situaciones per-sonales y lidiar con el des-

la serie gira en torno a la conexión mental y emocional de ocho individuos

de diferentes partes del mundo

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concierto de sus visiones, apariciones, la incomprensión de quienes les rodean y la inevitable sospecha de que están perdiendo la cabeza, tienen que hacer frente a la persecución de Whispers y su organización. a presencia de estos sujetos con poderes les incomoda y no sólo hay una motivación personal, sino también una multinacional e intereses de una élite que preserva el llamado Orden Mundial.

Obviamente, en 12 capítulos no se puede ofrecer nada más que una simple presentación de algo que es complejo, pero si hay algo que es llamativo, y quizá reprochable, es la ausencia de frases contundentes. Los diálogos son demasiado corrientes y colisionan con las expectativas del público, dejando una sensación de insatisfacción, lo que saca

a relucir lo trillado de los personajes.

Luces y sombras. Existen algunos convencionalismos y la esperanza de que Sense8, a diferencia de otras, mejore con el paso del tiempo. Independientemente de la vara de medir que tenga cada uno sabiendo quienes son sus creadores, se les puede aplaudir por haber difuminado, para mantener el gusanillo, la barrera entre ficción y realidad.

Así, para contento de los espectadores y desgracia de la crítica, fueron los protagonistas de la trama quiénes anunciaron a través Twitter y cantando el cumpleaños feliz, el pasado 8 de agosto, la renovación con Netflix para la segunda temporada. Este es el día en que nacieron todos los sensers.||

LA TRAMA DE SENSE8 ESTÁ COMPUESTA DE VARIOS HILOS QUE SIGUEN INCONEXOS AL FINAL DE LOS 12 CAPÍTULOS

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miedomedia

La Humanidad vive por encima de sus po-sibilidades. Las producciones audiovisua-les reconocen el mantra como algo habitual, con un boom cada vez mayor de series que pretenden adivinar un futuro siempre incier-to. Hay apuestas de todo tipo en una mesa de jugadores donde solo el tiempo tiene algo que ganar. Eso sí, todos los grandes quieren apuntarse a ser el Nostradamus 2.0.

El huerto seriéfilo de los últimos años está plagado de ciencia ficción y distopías, desde la ya resabida y funcional convivencia con ex-traterrestres en Defiance (de Rockne O’Ban-non) y Falling Skies (producida por Steven Spielberg) hasta la investigación en técni-cas de clonación en la exitosa Orphan Black (creada por Graeme Manson y John Fawcett).

Esta última, protagonizada por la canadiense Tatiana Maslany y con tres temporadas ya a sus espaldas, expone los límites éticos de la clonación humana y todo lo que ello conlleva en la identidad de las personas humanas que la sufran. Los avances tecnológicos (realistas

o no) tienen un gran protagonismo en varias de las obras recién estrenadas. La nueva se-rie de Halle Berry, Extant, hace hincapié en la convivencia entre humanos y robots así como el diseño de personas reales antes de nacer. También producida por Steven Spielberg (se le acabó el juego de los dinosaurios), va ca-mino de una tercera temporada.

De robots también trata Real Humans (crea-da por Lars Lundström), una producción sue-ca que terminó en 2014 pero con remake pendiente en EE.UU. por su buena acogida de la crítica. Plantea un futuro con unos ro-bots que conviven con los humanos, crea-dos a su imagen y semejanza para ser una mano de obra dócil. El giro se traduce en una inesperada revolución de un grupo de estos robots que reclaman su identidad como seres vivos y denuncian los abusos a los que son sometidos.

Stephen King no iba a ser menos y también se animó a producir para la pequeña pantalla una serie homónima basada en su novela La

sobrevivir al futuro

POR ALEJANDRA GARCÉS

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cúpula, que no consiguió todo lo que se pro-puso. Cancelada el 31 de agosto por la CBS, sólo consiguió subsistir tres temporadas. La serie de J.J. Abrams, Revolution, también fue cancelada por la NBC tras malos datos de audiencias. Sin embargo Abrams no se rinde y quiere darles a sus seguidores un buen final para la serie (Lost, ejem): lo hará en versión cómic ya que no le dejan más pantalla.

The 100 y The Man in the High Castle están basadas en sendas novelas homónimas. La primera, creada por Jason Rothenberg en 2014, explora la vuelta de un grupo de huma-nos a la Tierra después de haber sido des-truida por una guerra nuclear en un futuro cercano. Renovada para una tercera tempo-rada, The 100 ya ha emitido 29 episodios y parece que se mantiene. The Man in the High Castle recrea una realidad alternativa que, de forma inevitable, despierta la curiosidad de potenciales espectadores: la Alemania nazi y Japón ganan la Segunda Guerra Mundial, por lo que se reparten el territorio de Estados Unidos e incluso se atreve a introducir a un

envejecido HItler que va perdiendo energía. Producida por Amazon Studios y escrita por Frank Spotnitz (Expediente X), su estreno está programado para noviembre de 2015.

Sin duda, una de las más rompedoras (y an-gustiosas) historias distópicas que se han emitido en los últimos años han sido las de la británica Black Mirror. Creada por Charlie Brooker, con solo siete episodios ha conse-guido causar pánico al mirar la pantalla ne-gra del móvil e imaginar todo lo que se viene encima gracias a la fantástica tecnología que mejora las vidas humanas.

Robots, políticos virtuales, relaciones de pa-reja con pantallas y secretos inconfesables en una buhardilla o en la retina son algunos de los ingredientes de la tiranía tecnológica que presenta Brooker. La tercera tempora-da, aún a medias, queda pendiente de plas-mar en la pequeña pantalla. Quizá Brooker (y Channel 4) prefiere dejar que sean los pro-pios espectadores quienes escriban su próxi-mo guión.||

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