Lunes, Nancy, Urbi Et Orbi
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PRII\1TRA PARTE
Urhi et orhi*
* U na primera versión de este texto fue escrita para una conferencia pro-
nunciada en Burdeos, en marzo de 2001, en el marco del acontec¡miento
cultural nlVlutations", organizado por la asociación Arc-en-réve y por
Nadia Tazzi.
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Urbi et orbi: esta fórmula de la bendición papal ha pasado a
formar parte del lenguaje corriente con el sentido de <rpor
todas partes y en cualquier sitio>. Más que de un desplaza-
miento de sentido, se trata de una desintegración. No sólo
tiende a la disolución del vínculo religioso cristiano que
parecía aún sostener (más o menos) al mundo occidental
hasta aproximadamente la mitad del siglo xx, pero cuyas
certidumbres, en realidad, el siglo xx acababa de deshacer(historia, ciencia, humanidad conquistadora, no dejaron de
hacerse con o contra restos de cristiandad). Tiende a aquello
que ya es definitivamente imposible identificar no sólo con
una ciudad que sería <la ciudad> -como Roma pudo serlo
durante tan largo tiempo-, no sólo con un orbe que configu-
raría el contorno de un mundo extendido alrededor de esa
ciudad, sino, aun en mayor medida, tanto con la ciudad en
general como con el orbe del mundo en general. La ciudad
se desmultiplica y se extiende hasta el punto en que, aun
recubriendo tendencialmente el orbe entero del planeta,
pierde sus propiedades de ciudad y, con ellas, desde luego, las
que permitían distinguirla del <campo>. Lo que se extiende
de esta manera ya no es propiamente <urbano> -ni bajo la
perspectiva de un urbanismo ni bajo la perspectiva de una
urbanidad-, sino megalopolítico, metrcpoiitano o conurba-
cional o, mejor aún, se extiende prendido en la red flotan-
te de lo que se denomina <tejido urbano>. En este tejido se
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extienden o despliegan las muchedumbres de las ciudades,
las acumulaciones hiperbólicas de construcciones (con sus
destrucciones consiguientes) y de intercambiadores (de
movimientos, de nercancías, de informaciones), y se acu-
mulan de manera proporcional las diferencias y los apart-heids en ei acceso a la realidad urbana (suponiendo que ésta
implique hábitat, confort, cultura), o esas exclusiones quedesde hace mucho tiempo la ciudad misma ha suscitadocomo sus deshechos y deyecciones. El resultado de todo esto
parece, cada vez más, no poder manifestarse sino identifi-cándose como una aglomrración,con su valor de conglome-rado, de amontonamiento, con el sentido de una acumula-ción que simplemente concentra, por un lado, en algunosbarrios, en algunas casas, a veces en algunas microciudadesprotegidas, el bienestar que antaño fue u¡ba¡o o civil, mien-tras que amontona, por el otro, lo que implica tan simple ydespiadadamente el nombre de la miseria.
Este tejido arrojado sobre el planeta -y también ya alre-dedor de é1, en la cohorte en órbita de los satélites y de sus
ruinas- deforma el orbis tanto como la urbs. La aglomeraciónchafa y corroe lo que se pensaba como globo y que ya no es
más que su doble, glomw.En esfe glomus se pone en juego laconjunción de un crecimiento indefrnido de la tecnociencia,
de un crecimiento correlativo exponencial de la población, de
un agravamiento en ella de las desigualdades en todos losórdenes -económico, biológico, cultural- y de una disipa-ción desorientada de las certidumbres, imágenes e identida-des de aquello que fue el mundo con sus partes y la humani-dad con sus caracteres.
La civilización que ha representado lo universal y larazón -la que se denominaba Occidente- ya no se encuent¡ani siquiera en su enfrentamiento con la relatividad de sus
normas ni en la duda sobre su propia certeza, pues estaba ahíya hace dos siglos. (Hegel escribía en 1802: <La extensión,
según la necesidad natural, del comercio con los pueblos
extranjeros, como por ejemplo el comercio de los europeos
con un nuevo continente, ha tenido un efecto escéptico sobre
el dogmatismo de su sentido común, tal y como éste existía
hasta entonces, y sobre la certidumbre irrefirtable de una mul-titud de conceptos relacionados con el de¡echo y la verdadr.)]
Bte escepticismo en el que Hegel veía lafecundidad de la con-
moción de los dogmatismos carece hoy día por sí mismo del
recurso de un porvenir cuya dialéctica conduciría a la razón
más lejos, más hacia adelante, más hacia el encuentro con una
verdad y con un sentido del mundo. Al contrario, en unmismo movimiento, la certeza de un progreso histórico se ha
suspendido, así como la convergencia del saber, de la ética ydel bien-vivir-juntos se ha desagregado, afirmándose, en ese
mismomovirniento, la dominación del imperio conjunto for-
mado por el poder técnico y la razón económica pura-
Occidente, con ello, ha acabado recubriendo el mundo,pero también, en este movimiento mismo, desapareciendo,
por cuanto que había dejado de considerar cómo orientar lamarcha de este mundo. Sin embargo, hasta ahora, no se
puede decir que otra configuración del mundo ni que otropensamiento de lo universal y de la razón hayan hecho valer
sus derechos. Incluso ahí, y tal vez sobre todo ahí donde se
exige un recurso a lo <espiritual), a menos que sea a la revolu-
ción (pero Zhay tanta diferencia?),la propia exigencia se pone
en evidencia como voto piadoso, perdida toda apariencia de
capacidad efectiva, o también como escapatoria púdica,
cuando no se deja discernir como un medio suplementario
de explotar las condiciones creadas por la explotación eco-
nómica y técnica. (Tomar lo <positivo> de Occidente e insu-
flarie algo nuevo -<valores>- a partir de un alma africana,
l. La Re/atiott du sceptic¡sme avec la philosophie, París, Vrin,7972,págs.52-53).
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budista" isiámica, taoísta, induso paracristiana o paracomu-
nista, ha sido desde hace ya bastante tiempo el tema estéril
de innumerables disertaciones"')
El mundo ha perdido su capacidad de hacer mundo.
Parece haber ganado solamente la de multiplicar a la medi-
da de sus medios una proliferación de lo inmundo que,
hasta aquí, a pesar de lo que se pueda pensar acerca de Ias
ilusiones retrospectivas, nunca antes en la historia había
marcado de esta manera la totalidad del orbe. En definitiva,
todo sucede como si el mundo estuviera trabajado y atmve-
sado por una pulsión de muerte que pronto no tendrá nin-
guna otra cosa que destrui¡ sino al propio mundo.
No se trata de sopesar o de indinarse por la destrucción o
por la salvación. Porque no sabemos ni siquiera lo que una yotra pueden signif,rcar, ni lo que podría ser otra civiiización
u otro estado salvaje que naciera de las ruinas de Occidente,
ni lo que puede ser <salvado> cuando no hay ningún espacio
fuera de la epidemia (a este respecto, el sida es ejemplar,
como lo son también, bajo otro registro, ciertas enfermeda-
des contagiosas, pues, no en vano, Ia extensión del mundo,
de sus técnicas y sus habitus eleva a una dimensión incon-
mensurable lo que antaño hizo el terror de las pestes).
No es una hipótesis que el mundo se destruya- Es, en cier-
to sentido, la atestiguación de la que se nutre hoy día todopensamiento del mundo. Hasta el punto, sin embargo, de
que no sabemos exactamente lo que <destruin quiere decir
ni qué <mundo> se destruye. No nos queda, tal vez, más que
una sola cosa, es decir, un solo pensamiento por poco seguro
que sea: lo que pasa sucede efectivamente, es decir, sobrevie-
ne y nos sobreviene de esta manera más que una historia,más incluso que un acontecimiento. Todo sucede como si el
ser mismo -como quiera que se le entienda, como la existen-
cia o como la sustancia- nos sorprendiera desde un más allá
innombrable. Siendo, por lo demás, la ambivalencia de este
innombrable 1o que nos angustia, como un más allá del queninguna alteridad puede darnos la menor analogía.
No se trata, por tanto, tan sólo de mantenerse dispuesto al
acontecimiento, aunque ésta sea también una condiciónnecesaria del pensamiento, hoy y siempre. Se trata de man-tenerse a la altura del presente, hasta en su misma retencióndel acontecimiento, hasta en su extraña ausencia de presen-
cia. Debemos interrogarnos una vez más, de forma renova-da, acerca de lo que el mundo quiere de nosotros, tantocomo acerca de lo que queremos nosotros de é1, por todaspartes, en todos los sentidos, urbi et orbi,en todo el mundo ypara todo el mundo, sin ninguna capital ni ningún capitalque obtener del mundo pero con toda su riqueza.
Para comenzar, partimos de una cita que exige cierta exten-sión y una atención sostenida a todo lo que enuncia:
Es un dato ernpírico de la historia transcurrida que, con laextensión mundial de las actividades. los diferentes indivi-duos se han puesto cada vez más al servicio de un poder que
ies es extraño (opresión que toman a veces por una vejaciónde\Wcltgeist,del Espíritu del mundo, etc.), de un poder que se
hace cada vez más masivo, para aparecer finalmente comomercado mundial. Pero está todo tan fundado empírica-mente que este poder, tan misterioso para los teóricos ale-
manes, se desvanecerá después del derrumbamiento delorden social existente por la revolución comunista y por laaboiición concomitante de la propiedad privada. Será
entonces cuando la liberación de cada indiüduo se realizará
en la medida misma en que la historia se habrá transforma-do completamente en historia mundial. [...] la verdaderariqueza espiritual del individuo depende enterarnente de
la riqueza de sus relaciones reales. Sólo así los individuos son
liberados de las diversas barreras nacionales y locales, pues-
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tos en contacto práctico con la producción (comprendida en
ella la del espíritu) del mundo entero, capaces de adquirir la
facultad de gozar de esta producción muitiforme del globo
entero (creaciones de ios hombres).2
Este texto de La ideología alemana data más bien de la
época que se considera, no sin razón, como la del <primer>
Marx: en él no se formula, sin embargo, lo que será hasta ei
final su convicción, según la cual el (comunismo> no es más
que el movimiento ¡eal de la historia mundial en tanto que
deviene mundial y hace así posible, incluso necesario, el
tránsito a la conciencia y al goce de la creación humana,
totalmente accesible para todos los hombres, liberados en lo
sucesivo de 1o que limitaba la relación en la que se producen
mutuamente tanto según el espíritu como según el cuerpo.
En otros términos, la convicción conforme a la cual la
humanidad se define por el hecho de que se produce a sí
misrna en totalidad, no en general, sino según la existencia
concreta de cada uno, ni tampoco, en definitiva, sólo los
hombres, sino el resto de la naturaleza con ellos. Esto, para
Marx, se denomina <mundialidad>, que no es sino la <nun-
dialidad> del mercado metamorfoseándose o revolucionán-
dose en esta creación recíproca y mutua. Lo que Marxdefinirá más tarde como <propiedad indiüduab, es decir, niprivada ni colectiva, deberá ser, precisamente, la propiedad o
io propio de cada uno en tanto que creado y creador en el
seno de esta pa¡rición de las <relaciones reales>.
2. l(arl Marx, L'idéologie allemande, en )euvres lll, Paris, GalLimard,
1982, p^9.1.070 (trad. cast.: La ideología alemana, Barcelona, Grijal-bo,1972). (El término alemán traducido por ncreación, es su correspon-dienle Schópfung: se podría estudiar en Marx los usos de este término y
su reJacjón con el valor en si, es decir, con el trabajo en sí, así como su dis-
tinción y su relación con la Produktion, que pertenece al registro de la,nterdependencia de los trabajos.)
De esta manera, en Marx, mundialización y dominacióndel capital concuerdan hasta alcanzar el punto de una revo_lución que invierte el sentido de la dominación, y quepuede hacerlo, precisamente, porque el desarrollo mundialdel me¡cado, instrumento y espacio de juego del capital,crea desde sí mismo la posibilidad tanto de hacer aparecerla conexión real de las existencias como su sentido real. Laforma-mercancía, que es la forma fetichizada del valor,debe disolverse, sublimarse o destruirse _en todo caso revo-lucionarse, sea cual sea el concepto exacto_ en su forma ver-dadera, que no es tan sólo ia creación del valot sino el valo¡en tanto que creación. Tianscrito en términos más próxi_mos a nuestros hábitos actuales (si nos atenemos a la di-ferencia entre las significaciones de <globalización>3 y<mundialización>, diferencia que a veces, concretamente enFrancia, atraviesa dos usos de la misma palabra <mundiali_zación> *estas complejidades semánticas son testimonio deio que está en juego-): la globaiización hace posible Ia mun_dialización mediante un de¡rumbamiento de la domina-ción global que consiste en la extorsión del trabajo, es decir,de su valor, por tanto, del valor, absolutamente. pero si laglobalización asume de esta manera un carácter de nece_sidad -ei que Marx designa en otra parte como la <presta-ción histórica> del capital, y que no consiste en otra cosasino en la creación por el mercado de la dimensión mun-dial en tanto que tal-, es porque, por la interdependenciadel intercambio del valor bajo su forma_mercancía (que esla forma de la equivalencia general, el dinero), se manifies_ta la interconexión de todos en la producción de lo humanoen tanto que tal.
3. "Globajización, es ei térrnino más usado en general fuera de Francia.Su valor crítico podría además ser expresado, según lo que he indicadoacerca del tema de glomus, coma aglomerización...
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Si se me permite sintetizarlo en gndo sumo: el comercio
engendra la comunicación, que a su vez exige la comunidad,
el comunismo. O también: el hombre crea el mundo, que
produce al hombre, que se crea como valor absoluto y goce
de éste.
En consecuencia, la <revolución comunista> no es más
que el acceso de esta conexión mundial a la consciencia y,
gracias a ella, a la liberación del valor en tanto que valor
real de nuestra producción común. Es el devenir-conscien-
te y el dominio en acto de la producción de los hombres
por sí rnismos, en el doble sentido de producción de la cali
dad humana (<<hombre total>, productor libre de la libertad
misma) y de producción de unos por los otros, todos por
cada uno ycada uno por todos (<hombre total> como circu-
lación del valor no captado en la equivalencia, del valor
que corresponde al hombre mismo, cada vez singular' y, tal
vez. a otros, o a todos los otros existentes en tanto que singu-
lares).
A buen seguro, cada uno de los conceptos determinantes
de esta interpretación de Iá historia del mundo se nos aPare-
ce hoy día en un estado de fragilidad reconocido por todos:
el proceso, la conciencia, la posibilidad de liberar un valor y
un fin en sí. Se podúa observar que estos conceptos no son
aquellos sobre los que Marx construye más expresamente su
argumento, sino que son más bien subyacentes a este úiti-
mo. Aunque lo que puede tachar como secundario el papel
que desempeñan puede también poner en evidencia su
pregnancia sorda e incontroiada. Sea cual sea la opción, algo,
sin embargo, perrnanece a pesar de todo, algo resiste e insis-
te: queda, por una parte, prccisamente,lo que nos acaece y se
desencadena bajo el nombre de <mundialización', a saber, el
crecimiento exponencial de la globalidad (Znos atrevería-
mos a decir de la glomicidad?) del mercado -de la circula-
ción de todo bajo la forma mercantil-, y, con ella, de una
interdependencia cada vez más estrecha que no cesa de f¡a-
gllizar las independencias y las soberanías, fragilizando de
esta manera un orden entero de representaciones de perte-
nencia (volviendo a poner en el candelero la cuestión de lo<propio> y de la <identidad>); y, por otra parte, no queda sino
la evidencia de que la experiencia que se ha venido hacien-
do desde Marx ha sido cada vez más la experiencia de que el
lugar del sentido, del valor y de la verdad es el mundo.
Quien diga en lo sucesivo <el mundo> denuncia todo recurso
a (otro rnundo> o a un <mundo-otlo>. La <mundialización>
significa también, como en este texto de Marx, que es en (este)
mundo o como <este> mundo -y, por tanto, como el mundo,
absolutamente- donde tiene lugar por completo lo que
Marx denomina la producción yio la creación del hombre.o
Nuestra diferencia con él resurge, sin embargo, en este
mismo punto. En Marx, el <hombre> permanece implícita-mente como un término teleológico o escatológico, si se lo
entiende bajo una lógica donde el relos y/o el esclntnn desem-
peñan la posición y el papel de la realización sin resto. El
hombre\en tanto que fuente y expansión del valor en sí
mismo se manifiesta al término de la historia donde se pro-
duce: la fuente debe, por tanto, acabar enteramente esparci-
da y realizada. Para nosotros, al contrario, el <hombre> se
reduce a un dato de principio, relativamente abstracto (<per-
4. Lo que quiere decir también que "lVlarx aún no ha sido recibido',como dice Derrida en Spectres de Marx, ParÍs, Galilée, 1993, pá9.276(trad. cast.: Espectros de Marx, Madrid, Trotta, 1995). Toda lecturarnínimamente crítica de Marx, sea la de Derrida o la de cualqu¡er otro(fvlich€l Henry, por ejemplo, o Étienne Ealibaq o André Tosel, o JacquesBidet, entre otros), conf¡rma esta instancia. Pero es necesario añadirdos advertencias: por una parte, ¡a historia del mundo hoy día, bajo el
signo de la (mundialización,, no produce como propia necesidad el es-
quema de una (recepción> muy diferente de lvlarx; y, por otra, nos pre-
guntamos si no reside lafuerza de un pensamiento? que va más allá de sí
mismo y de su nombre propio, en no ser aún recibido y en no serlo jamás
integral mente.
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sono, (dignidaó) y, como tal, separado de una creación efec-
tiva- En realidad, es de la figura del <hombrer y, con ella, de la
configuración del <humanismol, de la que nosotros sabe-
mos apaftarnos o desvincularnos, cuando tenemos las más
potentes razones pam no querer sustituirla ni por un (super-
hombrer ni por <Diosr.
No obstante, no es cierto, más bien al contrario, que en
Marx la lógica teleo-escatológica se rija también bajo el cum-
plimiento de un valor final. En cierto sentido, es incluso la
determinación de esta finalidad la que en él se echa en falta(si es que la ausencia de finalidad es una falta...),lo que, talvez, ha permitido que se introduzcan ahí toda sue¡te de
representaciones mitif,rcantes. En todo el texto de Ma¡x,nada determina, en definitiva, un cumplimiento bajo otromodo que no sea el esencialmente abierto y sin fin de una
libe¡tad (<trabajo libre>) y de una <propiedad individual>(la propia de cada uno en el intercambio de todos). Pero loque, de Marx hasta nosotros, no quedará, sin embargo, en
suspenso -y nosotros sabemos Io que quiere deci¡ aquí,(suspenso)-, es precisamente ia aprehensión de un mundoconcreto que sea propiamente el mundo de la misma liber-tad y de la propiedad singular de cada uno y de todos sin su
asunción en un mundo-otro ni en una superpropiedad (en
otro capital). Bien al contrario, la mundialidad que, para
Marx, podía ser el espacio de juego de la libertad y de su
apropiación común/singular -la infinitud en acto de los
fines propios- no se nos aparcce apenas más que como uninfinito malo, cuando no corno la inminencia de un últimofin que no sería sino la implosión del mundo y de todos
nosotros en é1.
En este punto donde nos encontramos es necesario, con
el fin de proseguir, dejar clara la esencia del valor en sí, delvalor absoluto, que Marx designa como <el valorr a secas, yque no puede se¡ identificado con el valor de uso, respecto al
cual el valor de cambio representaría la máscara fenoménica y la extorsión social.s
Es habitual estar de acuerdo en conceder mucho interésal <fetichismo de la melcancla), cuyo concepto y/o imagenson, ciertamente, importantes, pero a menudo se corre elriesgo rambién de fetichizar este <fetichismor y convertirloen el secreto desvelado de la mercancía. Ahora bien, es nece_sario, antes que nada, distinguir dos perspec[ivas. La primerade ellas es la del carácter fenoménico del valor (del <sentido>o de lo <humanor), carácter acerca del cual el motivo del<fetiche> puede hacer olvidar (reduciéndoro a una mistifica-ción religiosa)u que es manifestación, sin duda, de una ieygeneral según la cual el valoro el sentido no pueden ser másque (re)presentados,T incluso si no son estrictamente <féüchi-zados>. La otra perspectiva _la única en la que yo me deten-go aquí- es la que debe considerar el valor po¡ sí mismo, la<cosa en sí> detrás del fenómeno.8
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5.. E I texto más claro es, tal vez, el de las lVotes cr¡t¡ques sur te traitéd.'économie pol¡tique d,Adotph Wagner de 1.880, en ó,urrrui, iroror¡uII, París, Goilimard, 1968 (trad. cast.: ,^/ofas ,rurq¡r"-iir-ií trrtuao ¿,ec.ono¡nía política de Adotph Wagner, I\Iéxico, FonJo de cultura Econó_m¡ca, !982), particularmente fa sección *Autie deduction Or aon.upt Ouvaleur,/ págs. I.542 y si9s.6. "Ívlisterio" y omístico, son dos palabras de Marx a propósito del feti-chismo; véase por ejemplo El Cap¡tat, I, l" sección, l, q.
-"-'7. Sin duda, el problema no se detiene ahÍ, comá turpo.o la cuest¡ónmás general def caracter fenoménico. La presencia no i.norneni.u y ,inembargo efectiva permanece aún como un motivo por lraba)ar. pero yo nopuedo detenerme aquí en ello.B. Es una imagen, desde luegg de uso prov¡sional. pero se trata ai menosde indicar que la realjdad del valor no es simpiemente económica, o bien, demanera más compleja, que la realidad de la economía no es.conom¡ca eneJ sent¡do simpremente mercantir, incluso que ra reali¿a¿ Jel Áercado noes..., etc. En todo caso, la realidad del fenómeno no es aquí más que, porolra partet ;dentificable como (puro fenómeno, . Sobre esta comptelidadnfenomenoló9ica, y sus implicaciones en la relación .valor de uso_valorde cambio,, se puede volver de nuevo a Jacques Derrida, Spectres deMarx, op. cit., cap.v, "Apparitjon de J,¡napparent: t,,,escamotage,, phe-noménologique" (sobre todo, pág. 254: (...seria necesario decir que lafantasmagoría comenzó antes del susodicho uato, Ue camOio, en et unlbral
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El valor absoluto es, de hecho, la humanidad incorporada
en la obra a t¡avés del trabajo en tanto que trabajo humano'
Es, por anto,la humanidad produciéndose al producir obje-
tos(obien,volveremossobreello,creándosealproducir)''
Pero iqué es la humanidad? ZQué es el mundo como obra de
elhombre? cQué es el hombre en tanto que está enelmundoy
en tanto qtse obra este mundo? iCuál es la <riqueza espiri-
tual> de la que Marx habla y que no es más que el valor o el
sentido de la obra humana en tanto que humana, es deci¡,
también <libre>, pero libre en la medida en que tiene en sí
misma su fin y que, de esta manera, no es ni valor medidopor el uso útil ni valor que se da como equivalencia general(tnmbien elln como zu propio fin, pero abstracta y formal, finali-dad cer¡ada-..)? ZCuál es el valor ni finalizado ni simplemen-
te autoequivalente? ZCuál es el <valor humano> hacia el que
la obra señala, o cuyo trazo porta, sin darle significado, sin
embargo, y sin cubrirlo tampoco de un velo místico? (Esta
cuestión, es necesario señalarlo, vuelve estrictamente a inte-
rrogarse acerca de cuál es el valor humano pensado a una
altura a la que el <humanismo> no alcanza.)1o
Tal vez podamos aproximarnos a este valor tomando en
consideración las figuras a través de las que retorna. El 11 de
septiembre de 2001 vimos enfrentarse, como el síntoma y el
símbolo del enfrentamiento entre Estados Unidos (resumi-
dos en el nombre cargado de sentido de un <World Tiade
Centeo) y el fanatismo islámico, dos f,rguras del valor absolu-
to que son, además, no por azar, dos figuras del monoteísmo.
De un lado, el Dios cuyo nombre se inscribe en el dólar; del
otro, el Dios en cuyo nombre se declara una guerra (santa).
Desde luego, ambos dioses están instrumentalizados. Pero,
aunque deje de lado aquí el examen de la lógica instmmen-
talizante que encierra, al menos, toda religión, se hace evi-
nálisis). Lo que sería necesario elaborar es cómo articular con precis¡ón
la relación que esbozo de esta manera entre Marx y el mundo (mítico,,entre valor abstracto y vaior simbólico (en el sentido fuerte, activo y
ostensívo de la palabra).10. Como se puede comprender, esta aclaracíón significa que la exigenciade Heidegger en lo que se refiere al human¡smo no difiere apenas de la de
Marx en lo que se reflere al nhombre total,.
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del valor de valor en general "o); sobre la realidad de la economla' se
pr.¿. *lt.t a leer a Michel Henry, Marx, París' Gallimard' 1.9.76'l ll'iup¡,r, -Lu t*l¡¿"d de Ia realidad económicao (a riesgo de diferir de la
iürp".".i0. del ntrabajo vlvo'); en cuanto a la realidad de la relación
de uexpresión" en la que se constituye el valor y sobre la naturaleza de
"aon.up,o, o de ncontenido de pensamiento' de éste' se puede retomar lo
;;;;;; o.t Pierre Macherev ('A propos du processus d'exposition du
:';;;n;''¡.. Louis Althusser, Étienne Balibar' Roser Establet' Pierre
wtu.i,...r, Jacques Ranciére ' Lire te Cap¡tal' nueva edición revisada'
paris, Púi 1996. En la intersección de estas diversas aproximaciones' se
encontrará al menos un punto en común: el carácter de un valor "en sí"
que, prec¡samente, no es una (cosa en si), sino la efectividad de una pra-
xis tal como ella nvale" para sí misma de una forma absoluta y en la
rut.r¡"fi¿u¿ o la corporalidad compleja de la transformaclón donde se
a*prar", ta da o se crea Volviendo a pensar, en esta ocasión' en el famoso
.iort..pistutolOgico, de Althusser, me pregunto si no es necesario com-
pran¿a, qra, bajo el revestimiento de época de la nep¡stemologÍa'i n0 se
irutur¡" á. volver a elaborar de nuevo, inédito' contra un idealismo del
uuloi ,n panrut¡. nlo práxicodel valor, que, antes que nada' querría decir
qra,'aont.u un humanismo que presupone el "valor humano,'' se debe
plantear un pensamiento que presupone la insuflcienc¡a del concepto
i. "hotUra" frente al valor absoluto de una ncreación del hombre""'
(véase Louis Althusset oMarxisme et humanismen' en Pour Marx' París'
Ualpero, roOs ltrad. cast. : La revol ución teór ¡ca de M arx' México' Siglo
xxl,1970l).g. óin Or¿u es posible, incluso necesario, relacionar el ovalor" segun
Marx con Io que Lou¡s Gernet explica acerca de la ( Notion mythique de la
valeur en Gr¿ceo (véase este artículo en Anthropolog¡e de la Gréce anti-
que, Paris, Flammarlon, 1982 ttrad' casl': Antropología de la Grecia
)nl'¡gru, Mu¿riA, Taurus, 19841), a condición de entender adecuadamente
lu..riti.o, des¡9na aquÍ la realidad de la "virtud de Ios simbolos' (op'
i¡,i., pag.178). Ásaber: el valor de los uvalerososo que se miden en el
agón atlélico,que se recompensa con un (premio> cuya realidad material'
un objeto nde mucho valoro, no 'vale) como valdría una moneda' sino
.oto ofr.ndu (real y divina) hecha al que se hace valer como el más vale-
,oro; ta riquuta aqLrí no se capltaliza (esto sería propio de la hybris) s\no
qu.t.u.uu,¡tlu'.neloroeldestellodeeste(hacerseValer,quepodrÍamosarriesgarnosatrasponercomoun'producirse';pero¿producirqué?'nada Áás que un hombre valeroso, o el valor de un hombre Pero esto
sucede, subraya Gernet, antes de la invención de la moneda' y cuando la
.o*p.tiaión no cede al comercio, si se puede decir así No obstante' Ger-
net destaca adecuadamente que se dan continuidades sostenidas entre el
valor nmít¡co, y el valor 'monetario', y nosotros sabemos que sobre este
punto se podríaañadir mucho más (entre otras cosas' a partir del psicoa-
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dente que estas dos figuras proceden del mismo dios único (o
del mismo Uno tomado como dios), y que exponen la enig-
rrrática mismidad de lo Uno, sin duda siempre autodestructo-
ra, aunque, en este caso, la autodestrucción se acompaña
también de la autoexaltación y de una superesencialuactón-
En todo caso, nos quedamos con que estas dos figuras
presentan el valor absoluto como omnipotencia y como
omnipresencia de la omnipotencia. El valor está ahí' por
tanto, antes que nada, él mismo instrumentalizado' pues
está al servicio de Ia reproducción de su propia potencia'
indefinidamente, ya sea por capitalización espiritual o
monetaria. El valor adquiere valor a través de este proceso
autístico sin fin, y este infinito no tiene más acüo que la
reproducción desupotencia(por tanto' en los dos sentidos
de la palabra, como poder y como potenciaiidad)' El tmal
infinito>, según los términos de Hegel,11 es también el que
no puede ser aclual. Al contrario, el goce del que Marx
habla implica, como todo goce, su actualidad, es decir' tam-
bién la inscripción finita de su infinitud. No es el poder que
quiere la potencia, ni la presencia que insiste en sí misma'
sino el suspenso de voluntad' el desasimiento' incluso el
desfallecimiento que señala el goce como disfrute de una
verdad o de un sentido, de una <riqueza espiritual>, o de
una <beatilud>, tal como la entiende Spinoza (es decir, como
ejercicio, como acto de una relación con la totalidad del
sentido o de la verdad.
El poder se funda sobre sí mismo como sobre una razón
siempre suficiente de su ejercicio' sea éste destructor o auto-
destructor. El goce no da razón de sí. Es en esa actualidad sin
razón ni fin (sin duda, el <trabajo libre> de Marx) donde el
11. Véase Enciclopedia de las ciencias fi losóficas de 1830, parágrafo 94
(el nbueno infinito, infinito en acto, es el que es idéntico al finito en el que
se actualiza).
valor puede ser inconmensurable, inevaluable, hasta el
punto de no ser ya ni siquiera el <valop y pasar a ser io que
en alemán se nombra como Wijrde, más allá del Wert,yque nosotros t¡aducimos por <dignidaó.
La cuestión que plantea el mundo cuando se mundializano es otra sino ésta: icómo hacer justicia al infinito en acto
cuyo reverso exacto es la potencia infinita?Cuando el infinito malo aparece claramente sin fin, com-
pletamente desencadenado (habiendo él mismo abandona-
do su humanismo teleológico), es entonces cuando esta
cuestión se impone, desnuda y deslumbrante. Tiansformar
un infinito en el otro, y la potencia en acto, es Io que Marxdenomina <revolución>. Es necesario, además, en definitiva, que el mundo valga absolutamente por sí mismo, o bien,
que no valga absolutamente nada, como lo muestran, porotra pafte, las dos formas de la omnipotencia que no sienten
más que desprecio por é1. Es necesario, en definitiva, que la
infinita razón que da razón de sí deje adivinar la sin-razón
en acto (o la existencia efectiva), o bien, que se liquide a sí
misma en su proceso desastrosamente interminable.
Cabe pensar que el problema de la aprehensión del mundo(de su valor absoluto) se plantee ante la evidencia de que el
mundo tiene lugar, adviene, y de que todo sucede como si
no supiéramos comprenderlo. Un mundo que es nuestraproducción, pero que también es nuestra alienación. No es
una casualidad si, desde Marx hasta nosotros, el <mundo> ylo <mundial> han permanecido como determinaciones
inciertas, demasiado suspendidas entre lo finito y lo infini-to, enüe un nuevo y un antiguo mundo, entre este mundode aquí y otro mundo. En resumen, cabe pensar que <el
mundor está aún por detrás respecto a lo que debe ser, res-
pecto a 1o que puede ser, incluso a lo que es ya en algunos
i
28
aspectos que no discernimos' Y esto tiene su causa' sln
duda, además, en el hecho de que <el mundo> permane-
ce subordinado al concepto de una <visión> del mundo
(Wettttnschnang, que no por azar rePresenta un papel políti-
co e ideoiógico muy importante en el nazismo)' Todo suce-
de como si hubiera habido una conexión íntima entre el
desarrollo capitalista y la capitalización de visiones o de
imágenes del mundo (naturaleza + historia + prcgreso +
conciencia, etc.' tantas <perspectivas> acumuladas en un
cuadro cuya composición no deja ya de enturbiarse y
derramarse sobre la tela)'
Un mundo <visto>, un mundo representado' es un mun-
do suspendido en la mirada de un sujeto-del-mundo' Un
sujeto-áel-mundo (es decir, también un sujeto-de-1a-historia)
no puede estar él mismo en el mundo' lncluso en la ausencia
d" urr" representación religiosa, un zujeto como éste' impli
cito o explícito, perpetúa la posición del Dios creador' Que
ordena y d"stina (que incluso es destinatario) del mundo'
Y sin embargo, circunstancia que es muy remarcable' no
es necesario un examen muy prolongado para darse cuenta
de que, ya en las representaciones metafísicas más clásicas
de este Dios, no se üataba de otra cosa' a fin de cuentas' mas
que del mundo mismo, en sí mismo y para sí mismo' En más de
un aspecto, de hecho, tiene su fundamento el afirmar que
las grandes trascendencias del racionalismo no elaboran
otra cosa más que la relación inmanente del mundo consigo
mismo, no hacen sino interrogar el ser-mundo dei mundo'
Me basta con mencionar, como de paso' lo que se quiere
reflejar en el sentido de la <creación incesante> en Descartes'
en el del Deus sivenaturade Spinoza en la <visión en Diosr de
Malebranche o en la umónada de las mónadas> de Leibniz'
No seúa nada forzado decir que la cuestión del mundo -es
decir, la cuestión de la necesidad y del sentido del mundo-
dio lugar a la autodeconstmcción que trabaja en el interior
de la onto-teología.t2 Es este movimiento el que hizo posible,
más a1lá de I(ant, que fue el primero que hizo frente expresa-
mente ai mundo como tal (y que no hizo otra cosa, en suma),
no solamente la entrada del mundo en el pensamiento(como un objeto de visión), sino su surgimiento como el
lugar, la dimensión y la efectividad del pensamiento: el espa-
cio-tiempo del sentido y de la verdad Según esto,la insisten-
cia de Marx sobre el mundo -insistencia que se apoya a la
vez sobre lo <mundial> (la coexistencia) y sobre Io <munda-
no> [a inmanencia)- no es sino un avance decisivo de este
gesto autodeconstructivo. (Según esto, aunque alguna para-
doja pueda detectarse aquí, este gesto se prolonga también
en Husserl y Heidegger, lo mismo que, aunque de otra
manera, en Bergson o en Wittgenstein.)
De todas estas maneras, el trazo decisivo del devenir-
mundo del mundo, si es que se puede decir así -o bien del
devenir-mundo del conjunto anteriormente articulado y
escindido en naturaleza-hombre-Dios-, es el trazo a través
del mal el mundo se aleja resuelta y absolutamente de todo
estatuto de objeto para tender a ser él mismo el <sujeto> de su
propia <mundialidad>, o <mundialización>. Mas ser un sujeto
en general es tener que devenir sí mismo...
Para tratar de comprender de nuevo lo que se pone en juego
en la cuestión del mundo tal y como ahora nos acaece, reto-
marnos la pregunta por el concepto bajo su forma más sim-
ple: cqué es un mundo? o óqué quiere decir <un mundo>?
Para atajar por la vía más rápida, se podría decir antes
que nada que un mundo es una totalidad de sentido. Si
12. Se encontrarán muchas indicaciones acerca de esto en ¿e Concept de
monde de Paul Clavier ( ParÍs, PU F, 2000), aunque su perspectiva es dife-
rente.
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hablo del (mundo de Debussp, del <mundo del hospital> o
del <cuarto mundo>, se sabe de entrada que se üata cada vez
de un conjunto al que pertenece en propiedad un cierto con-
tenido de sentido o un cierto registro de valor, tanto en el
orden del saber o del pensamiento como en el del afecto y la
participación. La pertenencia a este conjunto consiste en
compartir ese contenido y esa tonalidad, en el hecho de
(encontrarse ahí>, como se dice, es decir, de aprehender sus
señales y sus signos, de descifrar sus códigos y sus textos'
incluso cuando estas mismas señales, signos, códigos y textos
no son explicitados ni expuestos en tanto que tales' Un
mundo se encuentra y se reconoce ahí; se puede estar ahí
entre <todo el mundo>, como se dice. Un mundo es' precisa-
mente, donde hay sitio para todo el mundo, aunque' eso sí'
sitio verdadero, el sitio que hace que tenga verdaderamente
lugar el ahí delsa (en este mundo). Si no es así, no es <mundo>'
sino que es <globo> o <glome>, es <tierra de exilio> y <valle de
lágrimas>.
De estabreve caracterización se siguen varias impücaciones'
En primer lugar, un mundo no es una unidad de orden
objetivo o extrínseco, porque un mundo no está nunca
delante de mí o, si lo está, es otro mundo diferente al mío'
Aunque si es absolutamente otro, no sabría ni siquiera' o
apenas, que se trata de un mundo. (Por ejemplo, para mí'
algunos fragmentos de afte hitita no me permiten ni siquie-
ra presentir elmundo de este arte.) Desde que un mundo se
me aparece en tanto que mundo, comparto con él ya algo'
experimento una parte de sus resonancias internas' Tál vez
este término de <resonancia> es apropiado para hacer sentir
de qué se trata: un mundo es un espacio en el que resuena
una cierta tonaüdad Y ésta no es nada más que el conjunto
de resonancias que se reenvían, que modulan y modalizan
los elementos, los momentos, los lugares de ese mundo. Es
así como puedo reconocer un breve extracto de Bach o de
Varése, como también reconozco un fragmento de Proust,
un dibujo de Matisse o un paisaje chino.(Se puede apreciar provisionalmente que el arte tal vez
proporciona no por casualidad los ejemplos más elocuentes,
pues en el orden de la unidad propia de la obra de arte resi-
de, tal vez siempre, o potencialmente al menos, un mundo.A menos que sea lo contrario, o más bien, a menos que lareciprocidad entre <mundo) y (arte) no sea constitutiva de
ambos. Esto concierne también al <goce> que Marx identifi-ca con el hombre mundial.)
De aquí se sigue por tanto que un mundo no es mundomás que para quien lo habita. Habitar es necesariamente
habitar un mundo, es decir, tener ahí algo más que su mora-da, tener su lugar en el sentido fuerte del termino, el mundocomo aquello que hace posible que algo tenga propiamentelugar. Tener lugar es acaecer propiamente, no es solamente(estar a punto) de llegar, como tampoco es solamente (suce-
derse>. B acaecer como un propio y acaecer en propiedad en
un sujeto. Lo que tiene lugar tiene lugar en un mundo y enrazón de este mundo. Un mundo es el lugar común de unconjunto de lugares, es decir, de presencias y de disposiciones
para posibles tener-lugar.
Presencia y disposición: morada y compofiamiento,son las dos palabras griegas éthos y dlhos, que se contaminanla una a la otra en el motivo de una compostura, de un(comportarse> que está en el fondo de toda ética. De mane-
ra diferente, pero curiosamente análoga, los términos lati-nos habitare y habitus provienen del mismo hahere, quesignifica antes que nada (comportaD y (comportarse), ocu-par un lugar, y, en consecuencía, poseer y tener (habitudo
pudo significar (manera de relacionarse con>...). Es un tener
37
j
I
con valor de ser: es la manera de ser ahí, comportándose
ahí. Un mundo es un elhos, tnhabitus y una habitación: es
lo que se comporta a sí mismo, en sí mismo' según su
modo propio. Es una red que no hace sino remitir a sí
misma esta compostura. En esto se asemeja a un sujeto'
pues, de una cierta manera, sin ninguna duda' lo que se
denomina un sujeto es cada vez é1 mismo solo un mundo'
Pero la medida o la manera de un mundo no es la de un
sujeto, si es que este último debe presuponerse como subs-
tancia o como agente previo de su remisión a sí' El mundo
no se presupone, es solamente coextensivo a su extensión
de mundo, a la separación de sus lugares entre los que sus
resonancias tienen lugar' (Si un sujeto se supone, se somete
a su suposición. No puede, por tanto, más que PresuPoner-
se como no sujeto a ninguna suposición' Esto es' todavía'
sin duda, una presuposición. De esta manera, precisamen-
te, se podría decir también que el mundo se presupone
como no sometido a cualquiera que no sea él' y que ahí
descansa el destino del mundo que se denomina <moder-
no>. Se podría decir, entonces, que se presupone tan sólo'
aunque necesariamente, como su propia revolución' enla
manera peculiar como vuelve sobre sí mismo ylo se vuelve
contra sí.)
Thmpoco el sentido del mundo se produce como una
remisión a algo exterior al mundo- Parece como si el sentido
fuera siempre una remisión a otra cosa que a aquello a 1o
que se üata de dar sentido (de la misma manera que el senti-
do de un cuchillo está en el corte y no en el cuchillo)' Pero en
la dimensión de un mundo, el sentido no remite a nada más
que a la posibiüdad de sentido de este mundo, al modo pro-
pio de su comportarse tal y como ci¡cula entre todos aque-
llos que mantienen su compostura ahí' a cada vez singulares
y compartiendo singularmente una misma posibilidad que
ninguno de ellos realiza, como tampoco ningún lugar niningún dios fuera de este mundo.
La compostura de un mundo es la experiencia que él
hace de sí mismo. La experiencia @laperiril consiste en reco-
rrer hasta el fin: un mundo se recorre de un borde al otro, nohace otra cosa.Jamás franquea esos bordes para ocupar unpunto de observación sobre sí. Ya no cabe el tiempo en que
se podía representar la figura de un cosmotheoros, de unobservador del mundo. Y si este tiempo ha pasado, significaque el mundo se substrae al estatuto'de representación posi-
ble. Una representación del mundo, una visión del mundo,significa la asignación de un principio y de un fin del mun-do. Que es tanto como decir que la visión del mundo es, en
efecto, el fin del mundo visto, aspirado, absorbido y disuelto
en esta visión. LaWeltanschauungnazi quiso responder a laausencia de un cosmotheoros. Thmbién es la causa por la que
Heidegger, en 1938, volviéndose contra el nazismo, expuso el
fin de la época de las Weltbilder -de las imágenes o cuadros
del mundo.13
El mundo ha sido liberado ya de la representación, de su
representación y de un mundo de representaciones, y es de
esta manera, sin duda, como hemos alcanzado la determina-
ción más contemporánea del mundo. Ya con Marx se daba
una salida a la representación que prescribía al mundocomo despliegue de una producción de los hombres por sí
mismos (incluso si esta <producción> conserva sin duda en
ella trazos de representación).
13. Véase la última pá9ina de "La época de la imagen del mundo" en
C am i n os d e bosq ue ftrad. cast. M adrid, Al t anza, 20 0 0, págs. 7 7 -7 8).
33
qz
3ozl:
2
=
9
Un mundo liberado de Ia representaciónes antes que nada un
mundo sin un Dios capaz de ser el sujeto de su represen-
ación (y, por tanto, de su fabricación, conservación y desti-
nación). Pero, como he indicado antes, ya el Dios de la meta-
fisica se había convertido en mundo. De manera más
precisa, el <Dios> de la onto-teología progresivamente se des-
pojó de los atributos divinos de una existencia independien-
te, para no poseer más que los de la existencia de un mundo
considerado en su inmanencia, es decir, en la anfibologÍa
indecidible de una existencia tan necesaria como contin-gente. Piénsese, en efecto, en el Dios (causa inmanente del
mundo> de Spinoza o en el Dios de Leibniz creando <el
mejor de los mundos posibles>, es decir, limitándose a ser
una razón interna del orden general de las cosas. El Dios de
la onto-teología es él mismo producido (o deconstruído)
como sujeto del mundo, es decir, como mundo-sujeto.
Haciendo esto, se suprimía como Dios-ente-supremo y se
transformaba, perdiéndose completamente ahí, en la exis-
tencia para sí del mundo sin afuera (ni afuera del mundo nimundo del afuera). ElWeltgeist especulativo del que Marx se
burla deviene -y deviene en el propio Marx- Welt-Geist o
Geist-Welt:yano <espíritu del mundo>, sino mundo-espíritu o
espíritu-mundo.
Mas a través de este mismo hecho, la existencia del
mundo se ponía ella misma en juego en tanto que existen-
cia absoluta: su necesidad o su contingencia, su totalidad o
su incompletitud devenían los términos insuficientes de
un problema cuya transformación completa tendría lugarcon la desaparición de Dios. Y de manera correlativa, el
ser (en) el mundo no podía obedecer ya más a una topolo-gía de relación entre contenido y continente, como tam-poco el propio mundo se encontraba ya (en) algo diferen-
te a é1. Es de esta manera como el ser-dent¡o-del-mundoha devenido ser-en-el-mundo. Este tránsito entre (dentro
del> y <en el> representa el resumen del problema delmundo.*
Para ser más precisos seía necesario añadir que la mun_dialización ha estado precedida por una <mundanización>. Bdecir, el mundo <mundanor del cristianismo, el mundo encuanto que oeado y caído, apartado de la salvaciónyllamadoa transfigurarse en ella, tuvo que devenir el lugar del ser y/odel ente en totalidad, reabsorbiendo al otro mundo. pero, talcomo veremos, una marca del trazo de la <creación) se trans-mite asíal mundo mundial aunque al mundo <mundano> sehaya transferido la exigencia interna de una trarsfiguraciónPor el momento nos quedamos con esto: la mundanizaciónimplica un desplazamiento del valo[ ra mundialización undesplazamiento de la producción. pero ni uno ni otro aspec_to del proceso son simplemente una <secula¡ización> de loteológico, sino que se trata de un desplazamiento completodel juego. El mundo no ,u,uelve a representar por su cuentalos papeles del escenario teológico, desplaza, al contrario,todo a un escenario diferente, que carece precisamente deuna escena dada y dispuesta de antemano.ra
35
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* La distinción que estabJece Nancy en francés es la s¡gu¡ente: etre-dans-le-monde y étre-au-monde. La djst jncjón qr)rr.,ur.ur'I" J¡fJrenc¡a entreun mundo considerado como recipiendario del ser; .omo ,u¿¡ Oon¿" utser se desarrolla, que hemos traducido por (ser-d;ntro_rrf-r_nOo,, y ,nmundo que implica en su mismo concepto una pertenencia ontológica a lapar que su existencia en é1, que hemos traducido sin más como (ser_en_el_
mundo,, recordando la traducción casteflana de ta expresijn homOtoga deHeidegger, que es en realidad rle lo que se trata. Cierto ei qrJ run., unotras obras utiliza la expres¡ón francesa étre_dans_le_mondecon este últi_mo sentido, para mantener igualmente la referencia ¿e fatraJucc¡On de ¡aei(presión de Heidegger af francés (véase, por ejemplo, "n'-fir"
p"rreefinie, "l¿1.¿¿¡51snd,existence,, parís, Gatíiée, tgsofiru¿.-r.ult., un prnsam¡ento finito, Barcelona, Anthropos, 2OO2l). En todo caso, ñun.y.on-cluye éste párrafo afirmando que es en la preposicíón francesa au donde sepone en juego todo el problema del rnundo. (N. del t.)14. Al respecto de la (secular¡zac;ón, y sobre la necesidad de oponer aeste modero eJ pensamiento sin,rylodelo de otra (i)legitimac¡¿n ¿el munoomoderno, no tengo más remedio que rem¡tjrme a Hans Blumenberg, qu¡encreo que en esta materia da el punto de partida obligado.
I
Este breve excursus metafísico tiene aquí una función
muy claramente determinada: mostrar cómo <el mundo>'
en nuestra tradición de pensamiento, ha acabado por iden-
tificarse, por una Parte, como la totalidad del ente que ya no
se relaciona, lógicamente, con ningún otro ente (con nin-
gún otro mundo, puesto que un Dios distinto del mundo se-
ría otro mundo) y, por otra' como la cuestión, el enigma o eI
misterio de la razón de ser de esta totalidad' Si ésta se hace
necesaria sin ser el efecto de una razón superior (o volun-
tad), Zcuál es esta necesidad? Pero si no se hace necesaria
para nada, ino sería contingente? Y en este caso' una vez
más, ihacia dónde se dirige la errancia fortuita de esta exis-
tencia?
Y si nuestro mundo no es ni necesario ni contingente' o
si es ambas cosas a la vez, cqué quiere decir esto? iCómo' de
manera general, se desliga de esta pareja de nociones? Se
desliga de ellas, tal vez, cuando se lo considera un hecho que
no tiene relación con ninguna causa (ni eficiente ni finaD' El
mundo es un hecho como ése, podría incluso ser considera-
do como el único hecho de este orden (si es que los otros
hechos tienen lugar en el mundo). Es un hecho sin razón ni
fin, y es nuestro hecho. El pensar no puede sino pensar esta
factualidad, 1o que implica no reconducirla a un sentido
capaz de asumirla, sino localizar en ella, en su verdad de
hecho, todo el sentido Posible.
El texto que he citado de Marx puede ser resituado en el
horizonte de esta problemática de varias maneras' Antes
que nada, es posible ver en estas líneas el reflejo de una
suerte de onto-teología invertida, donde la causa inmanen-
te de un mundo que existe en sí mismo eternamente
(como la materia de la que está hecho: aquí se haría nece-
sario volver a los estudios de Marx sobre el materialismo
epicúreo) es la producción de la propia humanidad repre-
sentada como el cumplimiento final y total de la autopro-
ducción (en el límite, el hombre total sería la autoproduc-
ción cumplida de la materia en tanto que condición yfuerza de la producción). Pero es también posible -e inclu-so en ciertos aspectos necesario- interpretarlo de otramanera: en efecto, si la producción del hombre total -esdecir, mundial, o la producción del mundo humanizado-no es más que la producción de la <esfera de la libertad>, no
teniendo esta libertad otro ejercicio más que el de <gozar
de la producción multiforme del mundo entero), entonces
esta producción final no determina ningún fin verdadero,
ni telos ni eschaton.No se determina, en efecto, como la auto-
concepción del hombre y del mundo, sino más bien porun más allá de la producción misma, que aquí se denomi-
na (goce).
El goce -entendido de la forma que se quiera, poniendo
en él un acento más bien sexual (incorporando ahí, si se sos-
tiene esa posición, una problemática lacaniana de lo <real>
con la que no quiero aquí sobrecargar mi propuesta) o unacento más bien volcado hacia la alegría spinoziana o hacia
la <fruición> mística (Zson estos dos acentos tan diferentes?
No está tan daro...)-, el goce, por tanto, es lo que (si es que (es)
y si es nalgor)ts se sostiene más allá del tener y del ser, de igual
manera que se experimenta más allá o más acá de la actividad y de la pasividad.
Identificando este goce de la producción mundial de los
hombres, Marx identifica un exceso sobre la producción así
como sobre la posesión (y es tai vez esto mismo lo que más
tarde intentaría identificar como <propiedad individual>,
15. Sobre esta cuestión, véase J
París, Galilée,2001.
37
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6z-
oz)
:
L. Nancy, L'"il y a" du rapport sexuel,
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una vez más, ni privada ni colectiva)' Debemos remarcar
bien -circunstancia problemática- que un exceso como éste
de goce (y el goce es excesivo o no es )se compone como el
"*"*o paralelo del provecho que genera la ley del capital'
p"-,- p"otelo que invierte el signo de la superación de la
proao.aOrl Ahí donde la extorsión de la plusvalía se apro-
vecha del valor creado por el trabajo para reinvertirlo en la
cuenta de Ia acumulación como equivalenciageneral (según
la ley de una adición indefinida, cuyo principio es también
el ex-ceso, Pero un exceso que se da su acumulación como
razón, siendo elfin de esta razón reproducir indefinidamen-
te el ciclo de la producción y de la extorsión)' el goce no
sería, sin embargo, sino la apropiación compartida -o la par-
dción apropiante- de 1o inacumulable e inequivalente' es
decir, a"i prlpio valor (o del sentido)en la singularidad de su
creación. Pero compartir la singularidad (siempre plural)'
quiere decir configurar un mundo' una cantidad de mun-
áos posibles en el mundo' Esta configuración (de los üazos'
delostonos,delosmodos,delostactos,etc)permitealassin-gularidades exPonerse.
La extorsión o la exposición de las unas por las otras: lo
más importante no es afirmar enfáticamente que ésta es la
alternaiiva decisiva [o que sabemos de antenamo)' Lo
imporante es alcanzar a pensar cómo se produce esta proxi-
midad de los dos (ex) o este exceso bífido' pensar cómo el
mundo se divide de esta manera
En cierto modo, el provecho y el goce' situados así frente
a frente, se presentan como dos caras del infinito: por un
lado, el infinito que Hegel denomina <malo>' el del creci-
miento interminable de la acumulación' el ciclo de la inver-
sión, explotación y reinversión (se podría decir que es el ciclo
de la riqueza infinita tal como comenzó cuando el mundo'
deviniendo precapitalista, salió del orden según el cual la
riqueza se acumulaba más por su b¡illo que para su repro-ducción);16 por el otro, el infinito actual, éste por el que unaexistencia finita accede, en tanto que finita, al infinito de unsentido o de un valor que es su sentido o su valor mas propio.
No creo de hecho en modo alguno descabellado decir que
esta perspectiva, que puede parecer perfectamente abstrac-
ta o idealista, conro flotando muy lejos de toda la dura rea-
lidad, es precisamente la que podría ser capu de diagnosti-car lo que trabaja so¡damente nuestro mundo en tanto que
parece entregado a un desencadenamiento inf,initamentedesordenado de apetitos de goce: algunos movidos por elmotor de la acumulación exponencial, otros suscitados porlas estrategias de la producción al servicio de este motor.Sobre el desorden del mal infinito (idesorden justamente
denominado <desregulación> por eI pensamiento liberal!),que se ordena sobre lo indefinido en tanto que tal, trabajade un modo muy oscuro el deseo del infinito actual o delvalor absoluto. No obstante, es manifiesto -es incluso loque nuestro tiempo presente hace cada día más manifies-to- que ningún valor abstracto, ninguna equivalencia ni
1ó. Véase, la nota 9 Gá9.24) relativa al "valor mítico" analizado por
Gernet. Y precisemos esto: poco importa que la deducción arqueológicade este funcionam¡ento, mÍtico y simbólico, de la riqueza sea exacto o no
desde el punto de vista del saber positivo. No se puede, por otra parte,ignorar que fenómenos de precapitalización han precedido al capital¡smo,ni en general, que la riqueza como poder ha acompañado siempre a lariqueza conro resplandor, de la misma manera en que la religión comodominación ha acompañado siempre a lo simbóiico sagrado. Lo queimporta es que el capitalismo nos fuerza a buscar el valor del valor, cuyaforma extensiva él mismo despiiega tan exactamente, haciendo, con ello,tanto más in5istente la ausencia de torma intensiva (ausencía que inter-pretamos como una pérdida, interpretaclón ciertamente muy insuficiente,como todo pensam¡ento de la pérdida). El capitalismo expone, a través de
la equivaiencia general, la lorma invertida de una valencia absoiuta y sin-gular ¿Qué puede significar el retorno de esta inversión?, ¿la "revolución,en los términos que la plantea Marx?
:
I
|' -.- - -
ninguna representación dada del hombre ni del mundo (ni
de oüo mundo) puede responder a esta expectativa. No se
goza del hombre del humanismo, o bien, si se prefi.ere así,
el hombre del humanismo no goza; es por excelencia el
hombre sin gozo, no conoce ni siquiera el gozo trágico (es
decir, con una sola palabra, el gozo de saberse finito), como
tampoco conoce elgozo místico (el gozo de una efusión) niel gozo spinoziano y nietzscheano (es decir, el gozo de
saberse hic et nunc inftnito y eterno).
iCómo pensar esto desde una relación efectiva con el
mundo o, más bien, con esto que nos acaece como una disi-
pación del mundo en el infinito malo de una <globaliza-
ción> en espiral, que se comporta como el universo en ex-
pansión que describe la cosmofisica y que no hace otra cosa
que circunscribir cada vez más a la tierra en un horizonte sin
abertura ni apertura? ¿Cómo pensar, precisamente, unmundo alu donde no encontramos más que un globo, uni-verso astral o tierra sin cielo (o bien, por citar a Rimbauddándole la vuelta, como un mar no mezdado con el sol)?
Esto implica, al menos, una condición completamentefundamental. Esta condición no es ot¡a que la de tratar de
alcanzar a tener totalmente en cuenta y, tomamos totalmen-te en serio, la determinación de mundo, de una manem que,
tal vez jamás haya tenido lugar aún en nuestra Nstoria, pero
cuya posibilidad comenzaría a tendernos, hoy día, esta
misma historia nuestra.
Si un mundo es esencialmente, no tanto la representa-
ción de un universo (cosmos), ni la de un aquí abajo (mundo
rebajado, incluso desahuciado, del cristianismo), sino el
exceso, más allá de toda representación de un ethos o de unhahtus, de una compostum a través de la cual se sostiene a sí
mismo, se configura y se expone en sí mismo, se ¡elacionaconsigo sin relaciona¡se con ningún principio dado ni conningún fin fijado, entonces es necesario ir derecho al princi
pio de una ausencia de principio como ésta. Esto debe de_nominarse la <sin razón> del mundo, o su ausencia de funda-mento. y que el mundo sea <sin razón>,o que tenga en sí mis-mo exclusiva y totalmente su razón, no es un pensamientonuevo, pues sabemos bien que se encuentra en AngelusSilesius (<La ¡osa c¡ece sin razón>),pero no se discie¡ne siem_pre bastante cuánto trabaja en bdos los grandes pensamien-tos del racionalismo más clásico, sobre tádo ahí donde éstosse inquietan por encontrar y plantear un <principio derazón> para tod¿s las cosas.rT
Si digo que este pensamiento trabaja la conciencia y elinconsciente de Occidente, quiero deci¡ también que se tratade un trabajo efectivo, transformador y productor de valor,eso sí, de un valor que el capital no ilega, a pesar de todo, amercantilizar sin resto: el valor del mundo, precisamente, omás bien el valor de <mundo>, el valor del ser_mundo y deser-en-el-mundo en tanto que significancia o en tanto queresonancia sin razón.
Pe¡o si el capital no alcanza a absorber toda significanciaen la me¡cancía, aunque no tienda a otra cosa, es, tal vez,porque no procede únicamente de la me¡cancía: lo que pre_cede al capital es la riqueza como brillo, la riqueza que noproduce de nuevo riqueza, sino que produce su propio es_plendor y su propia opulencia .o-o ln irradiación de unsentido que envuelve al mundo (pero que también quedadeslumbrado y ahogado bajo ese brillo, al mismo tiempo
41
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17. Me basta con hacer alusión aqur al libro de Heidegger, Der Satz vamGrund (El principio de razód. En rearidad, se trata ¿e cámeniá, o, ,u¡or,de proiongar y llevar más feios este pensamiento se9ún et cuaiet .princi_pio de razón suficiente" devlene una demanda imper¡osa de la razón cuan_do deviene sensibie, si no inteligible, qr. ni ,urln r-tniJr#,,.".n r,mundo
II
que es acaparado por lasjerarquías). El capital convierte el
brillo en acumulación productiva de una riqueza definida
por su propia (re)productividad, y, haciendo esto, transfor-
ma el brillo en proceso indefinido de un sentido siempre
por venir o siempre perdido, confundido con el enriqueci-
miento. Se puede decir que la riqueza pierde ahí en poten-
cia de sentido lo que gana en potencia de crecimiento. Es
necesario no olvidar nunca que la palabra <riquezo desig-
na en su origen el orden del poder y de la grandeza, el
orden de la magnificencia en el sentido noble del térmi-
nols la grandeza que se dice propia <del alma>, incluso su
gloria y su exaltación. Se puede también recordar que no es
por casualidad por 1o que los signos de esta grandeza espiri-
tual, en los comienzos del Occidente protocapitalista, se
inviertan y pasen de la riqueza a la pobreza cristiana o filo-
sóñca-
En esta inversión de signos y en la relación en lo sucesivo
interminablemente ambivalente que ha comprometido a
Occidente de esta manera con el dinero (y el comercio' la
finanza, etc.), no sólo está en juego el comienzo de la trans-
formación capitalista de la sociedad. Es también el movi-
miento más secreto y más intrincado por el cual' en el
capial, un cambio en la naturaleza de la riqueza se acompa-
ña de un guardarse (Zde un aislarse?) de la grandeza, como
otro tanto se puede decir del vaior en el sentido <valeroso> de
la palabra. Con ello, deviene a la vez el resto y el excedente
del capital, o el cuerpo extraño que lo problematiza y lo
cuestiona desde el interior, como el otro de su <economía
política>, como la sobreconomía o la aneconomía que no
puede dejar de abrir ahí su abertura y su violenta exigencia-
18. Éste fue el sentido de la palabra en castellano, mientras que el ale-
mán ha conservado los dos sentldos de reich/Reich. Se puede notar un
desplazamiento análogo del sentido de fortuna.
Es este valor absoluto del valor,le sólo é1 y ningún otro, el que
imrmpe de nuevo en la obra de Marx.(Pero también es porque, bien lejos de someter la historia
la cultura y la humanidad de los hombres a una causalidadeconómica, y la <superestructura) a la <infraestructura),Marx, al contrario, üabaja en el anáüsis de la manera en quelas transformaciones del valor -es decir, las transformacio-nes de la evaluación del valor (o del sentido, o de la verdad-hacen posibles las transformaciones económicas, sociales,
etc. En las transformaciones de la evaluación del valor, que
son las t¡ansformaciones de la producción de los modos de
vida, los procesos técnicos y culturales están inextricable-mente unidos y en acción recíproca. Man< no ha invertido la
historia supuestamente <hegeliana>, pasando de una deter-minación ideal a una determinación materialista, más bienha suprimido cualquier determinación que no sea la de laproducción del hombre por el hombre, la cual no es precisa-
mente determinada por nada que no sea ella.)
Hoy día, la riqueza en tanto que grandeza de la que se
puede sacar dinero perrnanece idéntica a la infinita pobreza
de las grandezas calculables del mercado. Pero el mismomercado acaba por producir también un orden c¡eciente de
riquezas simbólicas, riquezas de saber y significancia, tales
como aquellas con las que, a pesar de su completa sumisióna la mercancía, se ha constituido Ia cultura más grande de
los tiempos modernos, y tales como las que parecen inven-tarse hoy día como una enorme productividad disipadorade sentido (símbolos, sigrros, modos, esquemas, ritrnos, figu-ras, códigos que están siempre por hacerse y por perderse,
por ser enviados en todos los sentidos, si es que se puede
19. En alemán, es aún este Würde, que se traduce por "dignidad,, (en
l<ant, por ejemplo), pero que pertenece al grupo semántico de Wert,(valor'-
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decir asO. Se podía decir, de esta maner& que algo del capi-
tal -y,tal vez, su propio capitai, su cabeza y zu propia reserva,
la acumulación primitiva de su propio sentido- se manifies-
ta en su insignificancia y se disemina en una significancia
inaudita, disipando violentamente todas las signifi caciones
para exigir la abertura o la actÍvación de un sentido entera-
mente por inventar, de un mundo que devendría rico de sí
mismo, ya sin ninguna razón ni saglada ni acumulativa'
Se genera de esta manera una hipótesis acerca de un des-
plazamiento interno de la técnica y del capital que haría
posible una inversión de signos: la equivalencia insignifican-
te transformada en significancia igualitaria, singular y
común. La <producción de valor> deviniendo <creación de
sentido). La hipótesis es frágil. Pero se tÉta, tal vez, de com-
prenderla, no como una tentativa de descripción' sino como
una voluntad de acción. Sin embargo, una inversión seme-
jante de los signos no quedaría como una simple inversión
formal si son los <signos> los índices de la evaluación: se tra-
taría de una reevaluación general' de una IJnwvertungenla
que Marx y Nietzsche se reenconffaúan finaimente. Por otra
parte, una posibilidad como ésta no debe ser el objeto de un
cálcuio seguro y programático. Esta seguridad en la previ-
sión haría allJmwertungen seguida estéril y apelaría a darle
por anticipado zus planes, sus representaciones y, por qué no,
su partido con sus dirigentes... Debe ser una posibilidad de 1o
imposible Gegún una lógica muy desarrollada por Derrida),
debe saberse como tal, es decir, saber que adviene también
en lo incalculable y en 1o inasignable. Lo que no quiere decir
que la imposibilidad de lo imposible permanezca formal o
constituya un trascendental que no sería apropiado para
ninguna empiria. Debe hacer todo lo posible para ser efbcti-
va, aunque el objetivo de lo efectivo debe impiicar, al mismo
tiempo, un salto desmedido fuera de la realidad calculable y
controlable. Después de todo, 1o trascendental es también'
siempre,lo que constituye condiciones de posibilidad de la
experiencia que imposiWitnn al suleto de erta experiencia comosujeto también empírico. Sólo queriendo el mundo, no un zu-
jeto del mundo hi sustancia, ni autor, ni amo), sólo querién-
dolo así, se puede salir de lo inmundo. Y eI materialismo de
la efectividad -de la vida concreta de los hombres- debe
aquí pensar la materia como impenetrabilidad, es decir, como
impenetrabilidad de la ve¡dad del mundo, el <sentido del
mundo> como la pasión de esta verdad.
Se trataría, por tanto, de producir y/o de dejar que se dé
una riqueza que sería rica tan sólo del esplendor de un sen-
tido como éste, y que, de esta manera, sería también <po-
breza>, si es que esta palabra no designa por azar, desde el
comierzo de Occidente, no tanto la miseria que resulta de la
expoliación, como el ühos(y también elpathos) que no tienesu resorte en la propiedad (de algo o de sí mismo) sino en el
abandono. La pobreza o el ser-abandonado, con toda laambivalencia compleja de ambos valores: abandonado por yabandonado a. (Podríamos entretenernos en mostrar el sur-
gimiento de una tripie figura de la pobreza en este sentido:
griego-filosófica, judí4 romana-)
Los tres acentos de la riqueza seúan: el brillo, el capital yla disipación; que compondrían, a su vez, tres momentos dei
cuerpo: el cuerpo hierático y glorioso de los dioses, el cuerpo
trabajador sometido al espíritu especulador y el cuerpo ex-
puesto al contacto de todos los cuerpos: un mundo de los
cuerpos, un mundo de los sentidos. un mundo del ser-en-el-
mundo. Pero va de suyo que estos momentos no podrían
simplemente sucederse como etapas de un proceso, ni como
edades del mundo. Es su coexistencia y su conflicto 1o que
debe ser pensado.
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Lo más desconcerlante del enigma moderno -porque es
esto específicamente lo que hace a lo moderno, y lo que lo
hace, desde hace tres siglos, enigma para sí mismo, que defi-
ne incluso 1o moderno como un enigma tal, sin ninguna
necesidad de hablar de <post-modernox es que lo que carece
de razón pueda adquirir ia doble cara del capital y de la rosa
mística que representa el valor absoluto de lo <sin-razón>. En
el límite, algunos podrían estar tentados' más allá induso de
las imaginaciones más incontroladas del liberalismo actual,
de presentar la rosa como la revelación final del sec¡eto del
capital, revelación proyectada, a decir verdad, en el término
indefinible de una reinversión Perpetua Otros están tenta'
dos -y todos nosotros Io estamos en mayor o menor medida
hoy día- de manifestar, al contrario, que el secreto conjunto
de la rosa y del capital acaece como una catástrofe inaudita,
geopolítica, económica y ecológica, la globalización como
zupresión de toda forma-mundo del mundo.
Pero, frente a todo esto, no es solamente razonable, sino
exigido por el vigor y el rigor del pensamiento, rechazar las
representaciones, Pues el porvenir es precisamente lo que
excede la representación. En este sentido, hemos comprendi-
do que, para nosotros, se trata de volver a ocuparnos del
mundo fuera de la representación.
No obstante, para alejar de la representación al pensa-
miento del mundo, no hay camino más preciso que éste:vol-
ver a ocuparnos del <mundo> según uno de sus motivos más
constantes en la tradición de Occidente -en tanto que es ade-
más tradición del monoteísmo-, a saber, el motivo de la
creación.
Para ocuparme aquí de este motivo, debo tomarunapre-
caución previa, aunque sea de manera muy elíptica- La <crea-
ción> es un motivo, o un concepto, que debemos retomar
fuera de su contexto teológico. Planteo de manera sumaria
cómo se puede hacer esto: es la propia teología la que se ha
despojado del Dios distinto al mundo, como ya antes he
sugerido. En el extremo del monoteísmo, se da el mundo sin
Dios, es decir, sin otro mundo, pero nos queda por pensar
aún lo que esto quiere deci4 acerca de lo que nada sabemos,
ninguna verdad, ni <teísta> ni <ateísto, aunque, eso sí, poda-
mos, provisionalmente, a modo de ensayo, identifica¡lacomo una verdad absenteísta.zo
Si la <creación> quiere decir algo, es en tanto que el opues-
to exacto a toda forma de producción planteada en el senti-
do de una fabricación que supone una base, un proyecto yun fabricante. La idea de creación tal y como la han elabo-
rado los pensamientos más diversos y convergentes a la
vez, tanto los místicos de los tres monoteísmos como a tra-
vés de los dispositivos complejos de todas las grandes meta-
físicas, es la idea del exnihilo. (Y entre ellos no exceptúo a
Marx, bien al contrario, pues, aunque no tenga de la crea-
ción cristiana más que una representación instrumental, el
valor en él es un valor evidentemente creado...) Ei mundoes creado de nada: lo que no quiere deci¡ fabricado con
nada por un fabricante particularmente eficaz. Esto quiere
decir no fabricado, no producido por ningún fabricante, e
incluso que no procede de nada (como una aparición mila-grosa), aunque de manera mucho más estricta y muchomás exigente para el pensamiento, quiere decir la nada
misma, si es que se puede hablar así, o más bien lanada qtl.e
crece como algo.(Digo (crece)), porque es del sentido de cres-
co -nacer, crecer-, de donde viene creo: hacer nacer y cui-
dar un crecimiento.) En la creación, un crecimiento crece
20. uAbsenteísmoo: un dios ausente y una ausencia en el lugar de dios,pero también fa ausencia en el trabajo como l¡beración de la servidumbreo como reposo sabático del dios creador (Génesis, 2,2-3), reposo del que,
sin embargo, no ha conocido Ia fatiga (Corán, L,38), vacanc¡a de lovacante... ( i Se denominaba de esta manera oabsenteístas, a los prop;eta-rios de bienes raíces que no aparecían jamás por sus tierras! )
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óz-
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de nada y esta nada tiene cuidado de sí misma, cultiva su
crecimiento.
El arnhilo es la fórmula más verdadera de un materialis-
mo radical, es decir, de un materialismo que carece precisa-
mente de raíces.
De esta manera, podríamos ahora precisar lo que decía-
mos anteriormente: si la mundanización (la desteologiza-
ciód desplaza el valor -lo imanentiza- antes de que la mun-dialización desplace la producción del valor -haciéndolouniversal-, ambas en conjunto desplazan la <creación> como
<no-razónr del mundo. Y este desplazamiento no es una
transposición, una <secula¡ización> del esquema onto-teoló-
gico o metafísico-cristiano, sino que es su deconstrucción,evidentemente, deconstrucción quegenera otro espacio de
juego -o de riesgo- en el que nosotros estamos apenas toda-
vía entrando.
Si el mundo es el crecimiento de nada -iexpresión de una
temible ambigüedad!- es que no depende más que de sí
mismo, cuando este <sí mismo, no le es dado de ningunaparte más que de sí. Pero es también por esto por lo que no es
el crecimiento de nada más que de nada, una nada que no
es eüdentemente pum y simple nada cuyo crecimiento no se
ve cómo podría concebirse solo, sino que es la nada-de-razón
del mundo. En este sentido, la <creación, del mundo no es en
absoluto una representación opuesta a la representación de
una eternidad de la materia del mundo. En realidad, ni unani otra -ni la creación ni la materia eterna- son representa-
ciones, y por eso no pueden oponerse. La eternidad de la
materia enuncia solamente que no hay nada fuera del
mundo, que no hay otro mundo ni otro espacio-tiempo que
no sea el de nuestro mundo. Esta eternidad es la eternidad
del espacio-tiempo, de forma absoluta- La creación es el cre-
cimiento sin razón de este espacio_tiempo. Los dos conceptosse responden entre sí sobre el límite exacto de la metañsica yde la fisica, límite que no es el límite que separu dos mundos,sino el que comparte Io indefinido del universo (o lo indefi-nido de su expansión, tal y como lo designa la cosmologíaacnral) y la infinitud de su sentido.
Al esc¡ibir que <el sentido del mundo tiene que residirfuera de él>,¡ Wittgenstein enunciaba simultáneamente doscosas: que el mundo en sí mismo no porta una inmanenciade sentido, pero que, puesto que no hay otro mundo, el<afuera> del mundo debe se¡ abierto <en> é1, pero de maneraque no se instale ahí ningún otro mundo. Es la causa porla que Wittgenstein escribe, llegando aún más lejos: <Nocónio sea el mundo es lo místico sino que sea>.
EI sentido de este hecho es el sentido que hace posible lanada-de-razón. No obstante, significa que es sentido en elsentido más fue¡te y activo del término: no una signifi-cación dada (como la de un Dios creador o la de una huma-nidad acabada), sino el sentido, absolutamente, como posibi-lidad de remisión de un punto a otro, de un emisor a unreceptor y de un elemento a otro elemento, remisión queforma en su conjunto una dirección, una interpelación y unvalor o contenido de sentido. Este contenido conforma lacompostula de un mundo: su ethos o suhabitus.Aunque evi_dentemente ni el sentido como dirección, ni el sentido comocontenido están dados. Han de ser inventados cada vez, que estanto como decir que están por crear, es decir, por hacer sur_gir de nada y por hacer surgir como esta nada-de-razón quesostiene, que conduce y que forma los enunciados verdade-ramente creadores de sentido, que son los de la ciencia, lapoesía, la filosofia, la política, la estética y la ética. En todos
2I. -Tractatus
logico philosophicus,6.4I, después 6.44 (Madrid, Alianza,1995, págs. 177 y 181).
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estos registros, no se trata más que de aspectos y de trazas
múltiples de lo que se podría denominar elhabitus del sen-
tido del mundo. (Me limito a habla¡ de <enunciados), para
perrnanecer próximo a la esfera en que situamos más fácil-
mente el sentido; sería necesario pensar también en los ges-
tos propios de las conductas, de las pasiones, de los modales,
etc.la solida¡idad, el amol la musica, la cibernética no dejan
de ser también sentido en acto.)
Bto no significa en ningún modo que cualquiera pueda
hacer sentido sin importar cómo. Esta es, precisamente, la
versión capitalista de lo sin-razón, que establece la equiva-
lencia general de todas las formas de sentido en una infor-midad infinita. Significa, al contrario, que la creación de
sentido y, con ella" el goce del sentido (que no es ajeno, dicho
sea de paso, al goce de los sentidos) exige sus formas, sus
invenciones de formas, así como las pautas de su inte¡cam-
bio. La mundialidad, en este caso, es la forma de las formasque demanda ella misma ser creada, es decir, no solamente
producida en la ausencia de todo antecedente, sino sostenida
infinitamente más allá de todo antecedente posible: en uncierto sentido, por tanto, jamás registrable en una represen-
tación y, sin embargo, siempre operando y en cirmlación en
las formas que se buscan.
Se podría decir que la mundialidad es la simbolización del
mundo, la manera en que el mundo hace símbolo en sí
mismo consigo mismo, en que da lugar a un ensambla-
miento que hace posible una circulación de sentido, sin
remitir a nitrgnn otro-mundo.
Nuestra tarea hoy día consiste nada menos que en crear
una forma o una simbolización del mundo. Bto puede pare-
cernos el máyor riesgo que Ia humanidad haya tenido que
afrontar. Pero no es seguro que no lo haya hecho ya varias
veces, incluso que el mundo mismo no lo haya hecho ya
varias veces. No es una ta¡ea abstracta ni puramente format,tanto si se toma esta palabra en un send;o lógico como enun sentido estético. Es la ta¡ea exüemadamente concreta ydeterminada _una tarea que no puede se¡ más que unalucha- de plantear en cada gestq en cada conducta, en cadahabitusy en cada ethoslacuestión: Zcómo trabas el mundo?,¿cómo ¡emites a un goce del mundo en tanto que tal, y no ala apropiación de una canridad de equivalencia? ZCómo dasforma a una diferencia de valores qrru rro sea diferencia de
lil-ueza sobre un equivalente general, sino esa diferencia
delos singulares en que consisten solamente el pasaje de unsentido en general y la puesta en juego de lo que se denomi_naunmundo?
Sin embargo, como ya he dicho, esta tarea es una lucha.En un cierto sentido, es una lucha de Occidente contra símismo, del capital conha sí mismo. Es una lucha entre losdos inñnitos, o entre la extorsión y la exposición B la luchadel pensamiento, muy precisamente concrefa y exigente, enla que nos compromete la desaparición de nuestras repre_sentaciones de aniquilamiento o de superación del capital.Pide abrir o discerni¡ en este uldmo, en el capital, una debili_dad de un üpo o naturaleza diferente, 1", qr" r" tomaroncomo contradicciones insuperables, y que ha sabido reabsor-ber, reabsorbiendo además con ello nuestas representacio_nes. Nos es necesario pensar a la altura y a la potencía _a lamedida de la <<riqueza> y de la (fortuna>_ del capital.
Nuestro presente ha acabado por confrontar al capitalcon la ausencia de razón cuyo desarrollo integral realiza,presente que además viene del propio capital, y que ya no essolamenG el presente de una <crisis> solventable con la sim_ple prosecución der proceso. Es de una naturareza diferente,que debemos pensar.
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Pero semejante pensamiento no se queda sólo en pensa-
miento, pues desde ahora, y como ayer' es prácticamente
manifiesto y necesario -con la necesidad y la evidencia pro-
pia del mundo- que la lucha es de entrada y definitivamen-
,. rrn" cuestión de igualdad concreta y dejusticia efectiva'
Enestesentido,nosehasuperadoennadalaexigenciadeMax El <pensamiento> que está en cuestión no puede evitar
ponerse en ¡uego simultáneamente tanto en la interroga-
.iór, "."r."
del <sentido del mundo>z como en actos inme-
diatos, políticos, económicos, simbólicos' Pero la diferencia
entre 1á revolución de Marx y ésta en la que nosotros esta-
mos, tal vez ya' lanzados sin saberlo -y de la que mil rewel-
tas, mil estragos, mil creaciones de signos son los testimonios
intermitentes- podría ser, provisionalmente' esbozada de
esta manera: pensándose como inversión de la relación de
producción, la revolución de Marx presuponía que esta
inversión valía igualmente como conversión del sentido de
la producción (y restitución del valor creado a zu creador)' Lo
que nosotros hemos comenzado a comprender es que se
trata también, al mismo tiempo' de crear el sentido o el
valor de la propia inversión' Sólo tal vez esta creación tendrá
la potencia de la inversión'
Enotrostérminos,cuandoMarxescribíaquelosfilósofos
Secontentabanconinterpretalelmundo,yquesetratabaen
lo sucesivo de transformarlo' no precisaba nada en cuanto
alasrelacionesdelatransformaciónqueseibaaoperalconlas interpretaciones realizadas: ZIa primera suspende a las
segundas?, iéstas guían, por el contrario' a la primera?' Zo
bien no se tmta de transformar la relación entre ellas' y sí de
comprender (es decir, de efec¡rar) qte elsenttdo está siempre
enlipraxis,aunque ninguna práctica se limite a realizar un
22. En elsent¡ioen que un mundo esél mismo un espacio de sentido' véa-
* ¡.un-au. Nancy, Le sens du monde (1993)' París' reed Galilée' 2001'
pensamiento e igualmente ningún pensamiento reabsorba
la práctica? Pero la disancia entre ambas es necesaria en 1o
que se denomina praxis, es decir, senüdo del trabalo o, mejor,
v u dad puesta rn pr ácttc a.2'
Esta distancia no es la distancia entre una filosofía inter-
pretativa y una acción transformadora, ni tampoco la dis-
tancia entre una utopía reguladora y una práctica resignada,
ni la distancia entre un mito fundador y la violencia procu-
rada para encarnarlo. En efecto, bajo las tres figuras de la
interpretación, de la utopía o del mito, más allá de sus dife-
rencias, perrnanece presupuesta la posibilidad de una ade-
cuación de la verdad a una forma, o de una manifestación
del sentido acabado. Pero se trata, por el contrario, de com-
prender la distancia del sentido mismo, la distancia que lo
constituye o que es su verdad. Esta distancia pone al sentido
siempre en exceso o en defecto respecto a su propio trabajo.
En exceso o defecto respecto a su propio trabajo no signi-
fica sustraído a toda labor; significa una labor cuyo principio
no está sometido a ninguna finalidad orientada por el domi-
nio (dominación, utilidad, apropiación), sino que excede
23. Es el momento de destacar numerosas analogías o puntos de encuen-
tro entre este trabajo y el de Antonio Negri en l(airós, AIma Venus,
. Multitudo, libro que sólo he podido leer después de haber escrito este
texto. En particular, el motivo de la creación desempeña en Negri un papel
¡mportante (aunque no expresamente relacíonado con su procedencia teo-
lógica, no obstante evidente). Pero si hay, por otra parte, más de una
divergencia, el punto sobre el que colncido menos con él es éste: para é1, el
osentido" aparece planteado como una evidencia, sobre cuya naturalezano se interroga. IVle parece, por el contrario, que todo exige aquí volver a
pensar el sentido del sentido, comprendido como sentido (de lo) común o,
más b¡en, en tanto que tal. Pero si el sentido es siempre de lo comun y en
lo común, no se sigue de aquÍ que Lo ocomún" tenga sentido por sÍ mismo
inmediatamente: lo hace producirse (por tanto, pensarse) como tal, como(sent¡do-en-común", es decir, como sentido de las formas, de los lengua-
ies, de las artes, de las fiestas, de las filosofÍas, etc. Es necesario por tantopensar de manera determinada en as obras en las que el sentido se crea,
¡ncluso si esta creación desborda con mucho el espacio cerrado de las
obras. Es necesario pensar cómo estas obras comunican el sentido, que no
es, sin embargo, (su, sentido.
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toda sumisión a un fin, lo que quiere decir que se expone
además a persistir sin fin. El arte es quien da la medida del
envite: el trabajo del arte es siempre también un sentido que
se lleva a cabo más allá de la obra, lo mismo que una obra
opera y abre más allá de todo sentido dado o por dar. Pero la
abernrra sin finalidad no es jamás la obra ni ningún produc-
to: es el goce del que Marx hablaba, en tanto que goce p¿ua
los hombres de lo que abre su humanidad más allá de todo
humanismo. (Igualmente que este obrar no carece de labor,
tampoco este goce está exento de sufrimiento.)
Crear elrrutndo quiere decir: inmediatamente, sin ret¡aso,
volver a abrir cada lucha posible porun mundo, es decir, por
aquello que debe dar lugar a lo contrario de una globalidad
de injusticia sobre un fondo de equivalencia general. Pero
conducir esta lucha, precisamente, en nombre de la eviden-
cia de que estemundo procede de nada, de que es sin algo
previo y sin modelo, sin principio y sin fin dados, y de que es
exactamente esüo lo que hace a la justicia y el sentido de unmundo.
Pero, todavÍa una vez más, crear como una lucha, que
luchando siempre -€n consecuencia buscando poder, encon-
t¡ando fuerzas-, no se da como fin el ejercicio del poder -nomás que el de la propiedad-, ya sea colectivo o individual,sino que se da como fin a sí misma y a su agitación, a sí
misma y a la efervescencia de su pensamiento en acto, a
sí misma y a su creación de formas y de signos, a sí misma ya su comunicación contagiosa como propagación de ungoce que no sea, a su vez, ninguna satisfacción adquirida en
una significación del mundo, sino el ejercicio insaciable e
infinitamente finito que es el ser en acto del sentido dado al
mundo.
SEGUNDA PARTE
Acerca de la creación*2
!o2E
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* La primera versión de este texto fue presentada en el coloquio delColl¿ge ¡nternat¡onal de philosophie, en parís, en 1999, y fue publicadocon el título de Jean-Frangois Lyotard _ L'exercjce du différend, colecti-vo, París, PUI 2OOl (con anterioridad, traducido al italiano por lVarinaBruzzese, en Pensiero al presente - \maggia a Jean,FranEois Lyotard,edición a cargo de Federica Sossi, Nápoles, Cronopio, 2000í.