Louis Althusser - Crisis Del Marxismo.

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    Dos o tres palabras (brutales) sobre MarxLouis althusser

    Traducido porAna Mara de RodrguezLEspresso, ao XXIV, n 4,29 de enero de 1978

    Maquetacin actual:Octubre 2008Fly

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    Louis Althusser

    Dos o tres palabras (brutales) sobre Marx y Lenin

    Nuestro inters por los exiliados de los pases del Este no obedece auna simple necesidad de saber, ni a una manifestacin de solidaridad.Lo que ocurre en los pases del Este nos toca en el corazn y en las

    entraas. Tambin nosotros estamos en juego en cuanto all sucede.Todo lo que all pasa nos concierne, repercute en nuestras perspecti-vas, los objetivos de nuestra lucha, la teora, el combate y nuestrasmaneras de actuar.

    Me disculpo de antemano si algunas de las cosas que voy a decir sonbrutales y esquemticas: sin los necesarios matices. Pero de un tiempoa esta parte se ha comenzado a hablar de la crisis del marxismo. Y

    no debemos tener miedo: ciertamente el marxismo est en crisis, yesta crisis es manifiesta. La ven y la sienten todos: en primer lugar,nuestros adversarios, quienes hacen lo posible por sacar el mayor pro-vecho. En cuanto a nosotros, hacemos algo ms que verla: la vivimos.Y desde hace tiempo.

    Qu entiendo por crisis del marxismo? Un fenmeno contradictorioque debe pensarse a escala histrica y mundial, y que obviamente re-

    basa los lmites de la simple teora marxista; un fenmeno que con-cierne al conjunto de las fuerzas que toman al marxismo como puntode referencia, a sus organizaciones, sus objetivos, su teora, su ideo-loga, sus luchas, la historia de sus derrotas y sus victorias.

    Es un hecho: ya no es posible hoy en da pensar conjuntamente, deuna parte, el octubre de 1917, el extraordinario papel liberador de larevolucin de los Soviets, Stalingrado, y por otra los horrores del

    rgimen stalinista y el sistema opresivo de Breznev. Los mismoscompaeros de la Mirafiori decan: si no se puede, como antes, pensar

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    conjuntamente presente y pasado, quiere decir que en la conciencia delas masas ya no existe un ideal realizado, una referencia viva para elsocialismo. Este hecho, en apariencia tan simple, ha sido registrado y

    traducido por las repetidas declaraciones de los dirigentes comunistasocci-dentales: No existe un modelo nico para el socialismo. Setrata de una comprobacin y no de una respuesta a la pregunta de lasmasas. En realidad, ya no se puede pensar la situacin actual con-tentndose con decir que hay diversas vas hacia el socialismo. Puesen ltimas, es imposible evadir este interrogante: quin garantiza queel socialismo de las otras vas no conduzca al mismo resultado?

    Una circunstancia particular hace todava ms grave la crisis que vi-vimos. No slo algo se ha roto en la historia del movimiento comu-nista, no slo la Unin Sovitica ha pasado de Lenin a Stalin yBreznev, sino que los partidos comunistas, organizaciones de claseque se dicen marxistas, no se han explicado todava esta dramticahistoria: y esto, veinte aos despus del XX Congreso! No han que-rido hacerlo, no han podido hacerlo. Detrs de sus reticencias y susrechazos polticos, detrs de las frmulas irrisorias repetidas hasta el

    cansancio (el culto a la personalidad, la violacin de la legalidadsocialista, el retraso de Rusia, para no hablar de la afirmacin: laUnin Sovitica tiene todo lo necesario para la democracia, slo hayque esperar un poco) surge algo todava ms grave: la extrema difi-cultad (y la conocen todos los que trabajan seria- mente en este cam-po) y tal vez, en el estado actual de nuestros conocimientos tericos, lacasi imposibilidad de ofrecer una explicacin marxista realmente sa-tisfactoria de una historia que no obstante se ha hecho en nombre delmarxismo. Si esta dificultad no es un mito, significa que vivimos enuna situacin re- veladora de la debilidad, y quizs de elementos decrisis, en la teora marxista.

    Creo que este es el punto adonde tenemos que llegar. A condicin detomar el concepto de teora marxista en el sentido extenso, pleno: noen la acepcin abstracta y limitada del trmino, sino en el sentido ma-terialista, marxista, de la palabra, segn el cual teora designa elasumir los principios y conocimientos en la articulacin de la prctica

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    poltica, en sus dimensiones estratgicas y organizativas, en sus obje-tivos y medios. En el sentido en que, hace ya ocho aos, FernandoClaudn hablaba de crisis terica, para designar la crisis del movi-

    miento comunista internacional; en el sentido en que Bruno Trentinevoca algunos problemas de organizacin como cuestiones de dimen-siones y alcance terico. Es en este sentido, profundamente poltico,que me parece inevitable hablar hoy de crisis del marxismo. El res-quebrajamiento de las certezas here- dadas de una larga tradicin, lade la II y luego de la III Internacional, los efectos ideolgicos y teri-cos de la crisis manifiesta (escisin entre China y la URSS) y encu-bierta (entre los partidos comunistas occidentales y la URSS), elabandono solemne o silencioso de principios (como la Dictadura delproletariado) sin una razn terica confesable, la diversidad de laspreguntas y las respuestas, la confusin de los lenguajes y de las refe-rencias, traicionan y enuncian la existencia de dificultades crticas dela propia teora marxista, de una crisis terica del marxismo.

    En esta situacin, dejando aparte las especulaciones de los adversa-rios, es posible distinguir, muy esquemticamente, tres formas de re-

    accionar.

    La primera, caracterstica de algunos partidos comunistas, consiste encerrar los ojos para no ver, y callar: oficialmente el marxismo no co-noce crisis alguna, son los enemigos quienes la han inventado. Otrospartidos intentan salvar lo salvable, toman distancias pragmticamentefrente a algunos puntos especficos, frente a otros abandonan esta oaquella formula embarazosa, pero salvan las apariencias: no llaman

    a la crisis por su nombre.La segunda forma consiste en padecer el desgaste de la crisis, vivirla ysufrirla mientras se continan buscando motivos reales de esperanzaen las fuerzas del movimiento obrero y popular. Ninguno de nosotrosescapa a esta reaccin, acompaada de grandes interrogantes e in-quietudes. Pero no es posible vivir mucho tiempo sin un mnimo deperspectiva y reflexin sobre un fenmeno histrico de esta importan-

    cia: existe la fuerza del movimiento obrero, y existe de verdad, perono puede por s sola suplir la falta de perspectiva e interpretacin.

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    La tercera forma de reaccionar ante la crisis es tomar una perspectivahistrica, terica y poltica suficiente para tratar de descubrir, aunqueno es fcil, el carcter, el sentido y el alcance de esta crisis. Si se

    acierta, es posible tambin cambiar de lenguaje. En vez de comprobar:El marxismo est en crisis, decir: Por fin ha estallado la crisis delmarxismo! Por fin se ha hecho visible! por fin, en la crisis y de lacrisis, puede surgir algo vital!

    No es una paradoja, ni un modo arbitrario de voltear las cartas. Piensoque la crisis del marxismo no es un fenmeno reciente, no data de es-tos ltimos aos, y ni siquiera de la crisis del movimiento comunistainternacional, inaugurada pblicamente con la ruptura entre China y laURSS y agravada por las iniciativas de los partidos comunistas in-ternacionales. Ni siquiera del XX Congreso del PCUS. Si bien el finde la unidad del movimiento comunista internacional la hizo evidente,en realidad la crisis tena races mucho ms lejanas.

    Si explot, si se hizo visible, es que se esconda desde hace tiempo,bajo formas que le impedan explotar. Era, por lo tanto, una crisisbloqueada bajo el manto de la ortodoxia de parte de un impresio-nante aparato poltico e ideolgico. A excepcin de los breves aos delos Frentes populares y la Resistencia, puede decirse, muy esquemti-camente, que para nosotros la crisis del marxismo se ha condensado yfue contemporneamente sofocada, en los aos treinta. Es en esosaos cuando una lnea y en prcticas impuestas por la direccin hist-rica el marxismo fue bloqueado y fijado en frmulas tericas, delstalinismo. Al arreglar los problemas del marxismo a su modo, Stalin

    impuso soluciones que tuvieron como resultado bloquear la crisisque provocaban y reforzaban. Al hacer violencia a lo que era elmarxismo, en su apertura y tambin en sus dificultades, Stalin pro-voc de hecho una profunda crisis en la teora, y a la vez la bloque yle impidi salir a la luz.

    La situacin que vivimos hoy presenta esta ventaja: despus de largasy dramticas vicisitudes, esta crisis finalmente estall, y en condicio-

    nes tales que le permite al marxismo una nueva vitalidad. No en elsentido de que toda crisis trae consigo, de por s, la promesa de un

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    futuro y de una liberacin. Bajo este aspecto sera falso remitir el es-tallido de la crisis del marxismo solamente al trgico proceso que des-emboc en la ruptura del movimiento comunista internacional. Vemos

    tambin el otro aspecto: la capacidad de un movimiento de masasobrero y popular sin precedentes, que dispone de fuerzas y potenciali-dades histricas nuevas. Si podemos hoy hablar de crisis del marxis-mo en trminos de posible liberacin y renovacin, es por la fuerza yla potencialidad histrica de este movimiento de masas.

    Pero esta liberacin del marxismo nos obliga a transformar nuestramanera de relacionarnos con ese movimiento y, en consecuencia, concuanto ocurra dentro del marxismo mismo.

    No podemos de ningn modo contentarnos con resolverlo todo, adju-dicndole la responsabilidad a Stalin. No podemos considerar nuestratradicin histrica, poltica y tambin terica como herencia pura, de-formada por un individuo de nombre Stalin, o por el perodo histricoen que l ha dominado y que por lo tanto bastara volver a recogeren su pureza precedente. En el curso de esta larga prueba, cada vezque unos y otros volvimos en los aos sesenta a las fuentes, cuandorelemos a Marx, Lenin y Gramsci para encontrar el marxismo vivoque las frmulas y las prcticas stalinistas haban sofocado, unos yotros, cada cual a su manera y tambin con nuestras diferencias,hemos debido rendirnos ante una evidencia. Ante el hecho de quenuestra tradicin terica no es pura. Que, contrariamente a la apre-surada definicin de Lenin, el marxismo no es un bloque de acero,sino que conlleva dificultades, contradicciones y lagunas, que tam-

    bin, a su nivel, han contribuido a esta crisis, como ya lo haban hechoa la II Internacional y en vida de Lenin, al inicio de la III.

    Por todo ello estara tentado a decir: nos hallamos hoy ante la necesi-dad vital de revisar muy de cerca cierta idea que nos hemos hecho, enla historia y en las luchas, de nuestros autores; de Marx, de Lenin y deGramsci una idea basada en la exigencia de unidad ideolgica denuestros partidos, con la que hemos vivido largo tiempo y con la que

    continuamos viviendo, todava. Nuestros autores nos han dado un con- junto de elementos tericos sin precedentes, inestimables, pero recor-

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    demos las lcidas palabras de Lenin: Marx slo nos ha propor-cionado las piedras angulares.... Lo que nos ha dado no es un siste-ma total, unificado y concluido, sino una obra que conlleva principios

    tericos y analticos slidos, y junto a ellos dificultades, contradiccio-nes y lagunas. No hay por qu asombrarse. Si nos han dado el co-mienzo de una teora de las condiciones y de las formas de la lucha declases en las sociedades capitalistas, sera insensato creer que podraser pura y completa desde sus orgenes. Por otra parte, qu puedesignificar para un materialista, una teora pura y completa? Y cmopodra una teora de las condiciones y de las formas de la lucha declases, escapar a la lucha de clases, a las formas ideolgicas domi-nantes bajo las que naci, y a su contagio, en el curso de la historiapoltica e ideolgica? Esa teora slo puede liberarse a condicin deuna lucha sin fin. Y por ltimo, nuestros autores, quienes se adentra-ron en un terreno desconocido, eran, cualesquiera fuesen sus cualida-des, hombres como nosotros: buscaban, dudaban, expuestos a losequvocos, a los retrocesos, a los avances y a los errores de toda in-vestigacin. No hay que asombrarse si su obra conlleva dificultades,

    contradicciones y lagunas. Es muy importante tomar hoy concienciade estos hechos, y asumirla plena y lcidamente, para extraer las con-secuencias que estn a nuestro alcance, para iluminar aspectos de lacrisis que vivimos, para reconocer su naturaleza liberadora, y medir laocasin histrica que se nos ofrece, si sabemos llegar a una en-mienda. Ya que algunas de las dificultades de Marx, Lenin y Gramsciremiten a algunos nudos gordianos de la crisis que vivimos.

    Dar muy esquemticamente algunos ejemplos:

    En el mismo Marx es decir, en El Capital , comenzamos a descu-brir muy claramente que la unidad terica impuesta por el orden deexposicin es en gran parte ficticia. Uno de los efectos ms sensiblesde esta unidad manifiestamente impuesta a El Capital por la ideamuy determinada que Marx tena, en parte bajo la influencia de Hegelpero no slo por esto, de la unidad que debe presentar una teora paraser verdadera, procede de lo que puede llamarse la presentacincontable de la plusvala (en la famosa ecuacin: V = c + v + p, en

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    donde V significa valor, c capital constante, v capital variable y pplusvala) que en la prctica fue interpretada como una teora acabaday completa de la explotacin. Ahora bien, esta interpretacin contable

    de la explotacin como la teora cuasi ricardiana, es decir, tambincontable, del valor de la fuerza de trabajo, ha venido a constituir enla historia del movimiento obrero un obstculo terico y poltico parallegar a una justa concepcin de las condiciones y las formas de laexplotacin. Estas interpretaciones (de la plusvala y del valor de lafuerza de trabajo) han contribuido, por una parte, a que se separen enla lucha de clases la lucha econmica y la lucha poltica; por otra, auna concepcin restrictiva de ambas, que a partir de un determinadomomento, ha frenado y que frena hoy claramente la ampliacin de lasformas de la lucha obrera y popular.

    Hay, es claro, otras dificultades en Marx. Ninguna puede ser abordadasin afrontar al mismo tiempo el problema de la filosofa marxista; queyo prefiero denominar el problema de la posicin marxista en filosof-a. Es de conocimiento general que Marx no ha rucho nada explcito alrespecto, que Engels no fue siempre feliz en sus formulaciones, que

    debemos a Lenin lo mejor y lo peor; como quiera que sea, la cuestinresult bloqueada en los aos treinta en las tesis del dogmatismo ofi-cial.

    Otro ejemplo. En Marx y en Lenin hay dos lagunas de gran alcance:una sobre el Estado, la otra sobre las organizaciones de la lucha declases. Hay que decirlo: no existe una teora marxista del Estado.Esto no significa que Marx y Lenin no hayan visto el problema: cons-

    tituye el centro de su pensamiento poltico. Pero lo que encontramosen ellos, y ante todo en lo que toca a la relacin entre Estado, lucha declases y dominacin de clase, es una repetida invitacin a refutar ca-tegricamente las concepciones burguesas del Estado: es decir, unadelimitacin y una definicin negativa. Resulta pattico releer bajoeste aspecto la conferencia pronunciada por Lenin el 11 de julio de1919 en la Universidad Sverdlock Sobre el Estado . Lenin insiste: Esun problema muy difcil, muy intrincado; lo dice veinte veces, elEstado es una mquina especial, un aparato especial, usa continua-

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    mente el adjetivo especial para subrayar con insistencia que no esuna mquina o un aparato como los dems, pero sin lograr decir bajoqu aspecto es especial (y por lo dems, ninguna mquina es

    aparato). Y resulta tambin pattico releer desde este ngulo laspequeas ecuaciones del Gramsci de la crcel (Estado = coercin +hegemona; dictadura + hegemona; Fuerza + consenso, etc.) que ex-presan no tanto la bsqueda de una teora del Estado sino ms bien,con categoras tomadas lo mismo de la Ciencia poltica que de Le-nin, la definicin de una lnea poltica posible para la conquista delpoder del Estado por parte de la clase obrera. El patetismo de Lenin yGramsci reside en la tentativa de superar la clsica definicin por lava de la negacin, pero sin xito.

    Este problema del Estado se ha tornado hoy vital para el movimientoobrero y popular: vital para comprender la historia y el funcionamien-to de los pases del Este, en donde Estado y partido forman un meca-nismo nico; vital cuando se trata para las fuerzas populares de acce-der al poder y de actuar en la perspectiva de una transformacin de-mocrtica revolucionaria del Estado en miras a su desaparicin.

    Del mismo modo no hay en la herencia marxista una verdadera teorade las organizaciones de la lucha de clases y antes que nada del parti-do y del sindicato. Ciertamente, se encuentran tesis polticas, por con-siguiente prcticas sobre el partido y sobre el sindicato, pero nadaque permita comprender verdaderamente el funcionamiento, y por lotanto tambin la disfuncin y sus formas. El movimiento obrero cons-tituy desde hace tiempo organizaciones de lucha, sindical y poltica,

    sobre la base de sus tradiciones pero tambin de las institu-ciones bur-guesas existentes (incluido, cuando hizo falta, el modelo militar). Es-tas formas fueron conservadas o transformadas. En el Este como en elOccidente, nos hallamos ante el grave problema de la relacin entreestas organizaciones y el Estado; al problema de su fusin con el Es-tado en el Este fusin abierta y manifiestamente nefasta, por nodecir algo peor, y entre nosotros al problema del riesgo de una fu-sin, pues no podemos ignorar el riesgo de una complicidad de hechoentre el Estado burgus y las organizaciones de la lucha de clases, que

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    aquel no cesa de intentar integrar, a menudo con xito, dentro de supropio funcionamiento.

    Estas lagunas de la teora marxista designan algunos problemas de-

    cisivos para nosotros.

    Cul es la naturaleza del Estado y del Estado imperialista actual?

    Cul es la naturaleza, el modo de funcionamiento del partido y delsindicato?

    Cmo escapar al riesgo de entrar en el juego del Estado burgus yms tarde a la fusin entre Estado y partido?

    Cmo pensar desde ahora, para delinear el camino, la necesidad dedestruccin del Estado burgus y de desaparicin del Estado revo-lucionario?

    Cmo ver y cambiar la naturaleza y el funcionamiento de las organi-zaciones de la lucha de clases?

    Cmo modificar la idea que tradicionalmente el partido comunistatiene de s mismo, ya sea como partido de la clase obrera o comopartido dirigente, es decir su ideologa, para que sea reconocida enla prctica la existencia de otros partidos, de otros movimientos?

    Y sobre todo, pregunta para el presente y para el futuro, cmo esta-blecer con las masas relaciones que, yendo ms all de la clsica dis-tincin sindicatopartido, garanticen el desarrollo de las iniciativaspopulares, que ya superan la divisin entre economa y poltica, ytambin su unin? Pues a cada momento vemos nacer ms y ms mo-vimientos de masa por fuera del sindicato y del partido, capaces osusceptibles de darle a la lucha una nueva e insustituible calidad. Enuna palabra, cmo responder realmente a las exigencias y a las ex-pectativas de las masas populares? En formas diversas, negativas opositivas, co- mo vacos o como emergencias. Objetiva o subjetiva-mente, son los mismos problemas que se nos plantean: a propsito delEstado, del partido, del sindicato, de los movimientos y de las iniciati-

    vas de masa. Sobre todos estos puntos, estamos obligados a contarsolamente con nuestra propia fuerza.

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