Llamado A La Excelencia

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En estas páginas, Heeth Varnedoe comparte principios que pueden transformar un trabajo humilde en un trampolín para el éxito, tanto en el sentido empresarial como en el espiritual. Tanto para aquellos que están en posiciones sin tener ninguna experiencia previa como aquellos que trabajan a nivel directivo. Alentador, ilustrativo y edificante, expresa como los principios bíblicos llegan a ser substanciales en situaciones de negocios todos los días. Varnedoe describe el proceso que fue necesario que pasara para que abandonara su posición de empleado sin experiencia y se moviera a un nivel más elevado en su empresa. Mucho más importante aún fueron los cambios que él comenzó a hacer en su vida personal como resultado directo de un encuentro con Dios.

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Llamado a la ExcelenciaHeeth Varnedoe

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Llamado a la ExcelenciaPublicado por Concepts and Values Publishing

7361-A Zeigler BoulevardMobile, Alabama 36608

Estados Unidoswww.conceptsandvalues.com

ISBN 978-1-61076-002-7

Concepts and Values Publishing y el logotipo de la antorcha son marcas registradas de

Concepts and Values Publishing and Media. LLC

Todos los derechos reservados. Con excepción de porciones para evaluación este proyecto no puede ser reproducido, utilizado o distribuido en parte o totalmente en forma electrónica, copia, fotocopias o ningún otro medio, sin la

autorización escrita del editor. NOTA: De nuestro conocimiento la información contenida es este libro es legítima y autentica, ofrecida sin ninguna garantía del autor o Concepts and

Values Publishing.

Todas las citas bíblicas fueron tomadas de la versión Reina Valera 1960

Publicado originalmente en Inglés bajo el titulo Called to Excellence © 2007 La versión traducida es publicada según el acuerdo con Evergreen Press.

Todos los derechos reservados. This Translation Edition is published by arrangement with

Evergreen Press, Mobile, AL. All rights reserved.© 2011 Heeth Varnedoe

Diseño grafico y tipografía: Concepts and Values PublishingAdaptación al español: Concepts and Values Publishing

Edición y revisión: Concepts and Values PublishingImpreso en Columbia

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“Disfruté profundamente al leer sobre el viaje de su vida. El desafío de estar en el mundo pero no ser del mundo se aplica a diario a todos los cristia-nos. Quiero que sepa que este libro ha sido de gran ayuda y bendición para mí”.

—Norman Trapp, Gerente operativo de Quality Bakers of America Coo-perative, Inc.

“Usted debe saber cuánto disfruté su libro. No podía dejar de leerlo. Realmente valoro que haya compartido su sabiduría conmigo”.

—Will Palmer, Agente Inmobiliario

"Terminé de leer su libro con algo más que un simple respeto por lo que lograron usted y su esposa, estoy sorprendido por los medios con los que lo lograron. El discernimiento que se otorgó después de esos primeros once años de su carrera de negocios parece ser un verdadero milagro. Que todos podamos vernos a nosotros mismos a través de una mirada sincera y luego abracemos los siguientes pasos que convierten la revelación en realidad. Su libro llega a mis manos en un momento oportuno con su inspiración. ¡Tam-bién lo felicito por su claridad de estilo!”

—Doctor Charles Edwards Moore

“Un muy buen libro. Todo el tiempo pensaba esto es santidad. ¡Y es di-fícil! Tristemente es lo que nos falta en nuestro mundo, incluyendo a gran parte de la Iglesia”.

—Blake Brookard, farmacéutico

“Los elevados elementos de sabiduría que usted cubre con sus victorias duramente libradas, me resultaron muy alentadoras”.

—John Ricketts

“En todo el libro, el autor pone de manifiesto que no estaba tan impre-sionado consigo mismo, como lo estaba con Dios. Gracias por su humildad y por señalarnos hacia Él. Terminé el libro con agradecimiento a Dios por enci-ma de todo. Usted fue el primer verdadero cristiano que conocí. Dios obran-do en usted me llevó a buscar a Dios en mí. Su sabiduría y discernimiento fue vital mientras que Andrea y yo tomamos decisiones que cambian la vida”.

—Pastor Kellet Thomas

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Índice

Agradecimientos i

Dedicatoria ii

Prefacio iii

Introducción iv

1. En busca del éxito 1

2. La brújula incorrecta 9

3. Aprender a confiar 18

4. Los negocios, a la manera de Dios 24

5. Tratar con las tentaciones 30

6. El negocio como un ministerio 42

7. Servir a los demás 49

8. Las finanzas y el cristiano 57

9. El desafío de la excelencia 63

10. Un llamado a la cruz 70

11. Epílogo 76

12. Sobre el autor 77

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Agradecimientos

Creston Nelson Morrill: Quien me ayudó mucho en la organización del material en los primeros días del manuscrito original.

Chip y Kim Mitchell: La valentía de Kim y el amor del Señor fueron un testimonio tremendo para mi esposa y para mí.

Brian y Kathy Banashak: Valoro la mano de Brian que sirvió de guía en todo el proceso de publicación de este libro, y Kathy con su extraordinaria capacidad para ayudar a incorporar las historias al libro.

Mi familia: Quiero agradecer especialmente a Jacqueline y a Robert, a Elizabeth y a Rand, a Heeth y Susan, a Howard y Dawn, por todo el aliento que me dieron mientras escribía este libro.

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Dedicatoria

Para Jacqueline, mi esposa desde hace 46 años, una verdadera guerrera de la oración y fuente de aliento.

En verdad has sido una luz para mí.

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PrefacioFinalmente se ha escrito un libro sobre cómo tener éxito basado en el

corazón del cielo, que es la humanidad trabajando en la tierra según la nor-ma de excelencia de Dios. Las verdades vitales que Heeth presenta en este libro no son sólo de aprendizaje sino que partieron de experiencias de vida. Están de acuerdo con todos los grandes libros sobre el éxito y el liderazgo, pero lo más importante es que están de acuerdo con la mayor autoridad, el Dios que creó al hombre y lo ubicó en la tierra para trabajar. En el Huerto del Edén, Dios encomendó al hombre que hiciera trabajos físicos atendiendo el Huerto, y trabajos mentales, nombrando a todas las criaturas que Dios había creado para él. Le encargó a la humanidad que fuera productiva (fructífera) y que llenara la tierra con personas que hicieran su trabajo asignado.

Heeth Varnedoe ha hecho un excelente trabajo al presentar los princi-pios a practicar y las situaciones que debemos evitar a fin de cumplir con nuestro llamado a la excelencia. Puedo ratificar que Heeth ha puesto en prác-tica estos principios de excelencia en todas las áreas de su vida. A raíz de su jubilación como presidente, después de que Heeth se dejar su cargo como presidente de Flowers Foods, se desempeñó como presidente de la organi-zación Christian International Business Network. Nos ayudó a establecer la excelencia en nuestro ministerio, lo que tendió un buen fundamento para que funcionara con el favor de Dios. Cuando Heeth enseñaba en nuestras conferencias y seminarios, su mensaje siempre incluía su pasión para que nosotros hiciéramos con excelencia nuestra obra para Dios. Ha desarrollado la fuerte convicción y el carácter de integridad, sinceridad y fidelidad con un alto nivel de confiabilidad.

Las verdades en este libro se dan a conocer a través de las experiencias vividas. Resultara difícil dejar el libro hasta terminarlo. Me siento muy orgu-lloso del excelente libro que ha escrito.

Todos los profesionales, independientemente de la función que desem-peñan, deberían leer este libro. Me aseguraré que todo mi personal reciban una copia del mismo. Ciertamente los convertirá en trabajadores exitosos que se ganarán el favor de Dios y del hombre. La Biblia dice que es una ala-banza y un honor a Dios hacer nuestro trabajo con excelencia. Todos somos “convocados a la excelencia”. Dios te bendiga Heeth por haberte tomado el tiempo para demostrarnos cómo satisfacer ese llamado.

—Dr. Bill Hamon

Fundador de la organización Christian International Business Network; autor de The Day of the Saints (El día de los santos) y otros libros importantes.

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IntroducciónSegún las apariencias externas, a los treinta y cuatro años de edad, yo

era un hombre exitoso. Como gerente en la empresa Flowers Foods, estaba subiendo rápidamente la escalera corporativa y me dirigía a la cima. Era un proveedor idóneo para mi familia, tenía una bonita casa, una hermosa espo-sa y cuatro hijos sanos. Incluso era anciano de la iglesia.

Pero no todo estaba bien tras la fachada. En el trabajo, me había ganado la reputación de ser un supervisor exigente. Muchos de mis subordinados me respondían por temor y no por lealtad o respeto. En casa, mis hijos ansiaban mi afecto, pero con frecuencia se desilusionaban. No había forma de enga-ñarlos; ellos sabían que el trabajo era mi prioridad más importante. En cuan-to a mi relación con Jacqueline, mi novia de la escuela secundaria y mi esposa durante once años, me había convencido de que las cosas funcionarían por si solas. Basta con decir que las palabras de apoyo emocional no formaban parte de mi vocabulario. La tensión comenzaba a aparecer. Llegué a un lugar en el que me di cuenta de que la manera en que estaba viviendo simplemente no funcionaba.

Veintiséis años más tarde, había llegado el momento de buscar otra aventura. El viaje de cambio que había iniciado de ser un hombre “exitoso” pero desgraciado, a uno que experimentaba una vida verdaderamente exito-sa y feliz, y era más que milagroso. Había recibido el llamado a la excelencia cuando tenía 34 años de una manera que contradecía todos los conceptos que tenía como un escalador corporativo cuya meta era llegar a la cima más alta del mundo empresarial.

Tal vez se pregunte si la empresa sufrió, debido a mi compromiso a los principios cristianos, al igual que otros empleados. Creo que lo financiero habla por sí mismo. Con la ayuda de miles de miembros de un equipo leal y dedicado vimos crecer a Flowers Foods como una compañía de Fortune 500. Pero si sólo observa los resultados, se pierde lo esencial. Mi familia también había sido transformada en el camino.

Durante este viaje, Dios me enseñó muchas cosas, incluyendo una ma-nera revolucionaria (para mí) de buscar el éxito y me ayudó a responder a su llamado a la excelencia en todos los aspectos de mi vida. Y por ello le estoy enormemente agradecido.

—Heeth Varnedoe

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v

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?

El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.

El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo,

Ni admite reproche alguno contra su vecino.

Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a los que temen a Jehová.

El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;

Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho.

El que hace estas cosas, no resbalará jamás.

—Salmo 15:1-5

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Capítulo UnoEn busca del éxito

El éxito, ese lugar que todos añoramos, tanto privada como pública-mente, puede ser una carga, y meta inalcanzable, que llevamos con nosotros toda la vida, o puede ser una experiencia maravillosa que sólo mejora con el tiempo mientras crecemos en ella. La diferencia se determina por el enten-dimiento que tenemos del significado del verdadero éxito y si elegimos ir en busca de él.

La mayor parte de nosotros aspira a ser diferente cuando ingresa a la edad adulta. Vemos las cosas malas del mundo y nos prometemos corregir-las. Pero después de unos pocos años, nos alineamos con las personas que están delante de nosotros, los que se han adormecido a la idea de que hay una mejor manera de vivir nuestras vidas. Muy poca gente evita la trampa de la mediocridad, y cada día que pasa percibo que hay más personas como nosotros que busca una forma de liberarse de ella y alcanzar el éxito que Dios planeó para nosotros.

El éxito no está determinado por cuánto dinero ganamos, aunque gene-ralmente nos vemos financieramente recompensados por nuestro éxito. El éxito tampoco está señalado por nuestros talentos, aunque sean dones que Dios nos ha dado para usar como herramientas a lo largo del camino. El éxito no puede definirse por nuestra posición social o nuestros cargos en el mundo empresarial, aunque muchas personas intentan definirlo de ese modo. Un conserje puede ser tan exitoso como un director ejecutivo, un empresario puede ser tan exitoso como un gigante corporativo. Una madre joven puede ser tan exitosa como una abuela experimentada.

Entonces, ¿qué es el éxito? El éxito, según mi opinión, es seguir con todo el corazón el llamado de Dios a la excelencia en cualquier situación en la cual Él nos ha colocado, usando cualquier medio y talento que nos ha otorgado. Él éxito se encuentra en seguir la voluntad de Dios y los caminos de Dios en nuestra vida, tanto profesional como personalmente.

En este libro, básicamente nos ocuparemos de nuestro llamado a la ex-celencia en el mundo de los negocios y en nuestra vida familiar. Estas dos facetas de la vida realmente no pueden separarse, aunque con bastante fre-cuencia las personas intentan equivocadamente ignorar una de ellas para poder tener más éxito en la otra. Sin embargo, ambas son partes intrínsecas de nuestra vida, y como tales, se entretejen para traer la excelencia de Dios a nuestro mundo.

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Un factor trascendente

Un factor predominante que determinará cuán exitosos somos, es nues-tro camino de fe. “¿Fe en los negocios, debe ser una broma?”, pueden decir algunos. “Yo trato estrictamente con números, los resultados finales son mi guía”. Otros, tal vez no perciben cómo la fe puede marcar la diferencia en su vida familiar. “Cuando los chicos son adolescentes, no tienes más remedio que esperar”, repiten una y otra vez. La fe es el único factor que marcará la diferencia final entre el éxito y el fracaso en la vida. (A estas alturas debemos agregar que hay muchas personas que no son cristianas pero que se han con-vertido en poderosas y ricas. Cuán satisfechas se sienten en lo profundo de su ser es tan solo una conjetura. Cuán exitosas son sus familias es totalmente otro tema).

Andar en fe le permite a una persona colocar todo en perspectiva. Uno comienza a darse cuenta de que la vida no se centra sólo en uno mismo. En los negocios se llega a comprender cuántas otras personas están involucradas en las decisiones que uno toma, aquellos involucrados con la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios. En otras palabras, uno comienza a obtener una imagen más amplia y que no es un pequeño mundo en el que uno puede maniobrar independientemente, no viendo nada, salvo lo que está frente a uno.

Comienza a ver que su trabajo, su empresa, su corporación son impor-tantes porque afectan la vida de muchas personas y a las cuales tal vez nun-ca conozca. Puede echar una ojeada a esta imagen ampliada a través de la perspectiva de Dios, desarrollando una relación con Él y leyendo Su Palabra. Cuando camina en fe, manteniendo su enfoque en Dios y adhiriéndose a Su sistema de valores, está equipado para tomar decisiones de una manera ex-celente que conduce al éxito, tanto para uno como para quienes lo rodean.

En la vida familiar, sucede lo mismo. Después de convertirme en cris-tiano, comencé a trabajar haciendo cambios en mi relación con mis cuatro hijos. Vi que necesitaba ayudarlos a crecer buscando la guía de Dios para sus vidas. Es tan sencillo crear un complejo de culpa en los hijos cuando uno piensa que los está disciplinando. Debemos ayudarlos a crecer, estar de pie junto a ellos mientras atraviesan diversas experiencias de aprendizaje y man-tener nuestro enfoque en Dios para darles lo que necesitan. Cada uno de mis cuatro hijos es diferente, y tuve que aprender a desarrollar un sistema de valores para que sus propias perspectivas superaran sus límites. Necesité ayudarlos a encontrar su propia visión para la cual Dios los creó.

Es fácil imponer exigencias imposibles sobre nuestros hijos. Por ejem-plo, mis cuatro hijos tienen diferentes capacidades académicas. Podría ha-berle dicho a uno de ellos que él tenía que tener las mismas notas que su

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hermana, pero eso lo hubiera esclavizado. No hubiera sido imposible que lo lograra, pero le hubiera puesto una presión que era innecesaria. Como re-sultado de haberle dado la libertad de ser él mismo, con su propia iniciativa, dejó de lado la idea de jugar al fútbol después de terminar la escuela secun-daria porque no encajaba con las metas que veía para su vida.

Ninguno de estos cambios de mentalidad se da de inmediato. El camino al éxito y a la excelencia es sinuoso y nos lleva por sitios escabrosos, por en-cima de ríos torrentosos y a través de muchas tempestades. Sin embargo, si perseveramos hacia la meta, buscamos aprender de los demás y escuchamos la voz de Dios, siempre encontraremos que el siguiente destino es el que an-helamos con gozo.

El ojo de buey

Como hemos visto, el éxito se define por la forma en que usamos los dones otorgados por Dios y nuestra voluntad para responder al llamado de Dios. Se trata de todo lo que somos como un hombre o una mujer en todos los aspectos de nuestra vida.

Un buen ejemplo de un hombre exitoso que marcó la diferencia en la vida de muchas personas a través de su búsqueda de la excelencia, George Washington Carver. Fue un hombre brillante. Su obra con el maní se volvió tan conocida a nivel nacional que el gigante automotor Henry Ford intentó contratarlo. Le ofreció mucho dinero para que dejara la industria del maní y lo ayudara en el negocio emergente de los automóviles. Pero Carver creía te-ner un llamado, así que rechazó la oferta. En el curso de su carrera, encontró cientos de maneras de usar el maní, y su investigación ayudó a revolucionar las prácticas agrícolas en el sur de los Estados Unidos.

Cuando Dios nos llama, puede ser a nivel del maní, tratando con algo que, a primera vista parece no tener consecuencias, pero el resultado final es algo mucho más importante. Debemos tener cuidado de no ignorar su llamado simplemente porque, en la superficie, parece ser insignificante.

El éxito o el fracaso de una persona no se miden por un momento o por un día. Se mide por toda una vida. En el gran esquema de cosas, sólo esta-mos en la tierra por una centésima de segundo, pero lo que hacemos mien-tras estamos aquí es crucialmente importante. El hecho es que no podemos encontrar el éxito hasta que nos tomemos el tiempo para reflexionar sobre cuáles son nuestros talentos. Podemos ganar una cantidad monumental de dinero y aún así no ser exitosos si no hemos usado las capacidades otorgadas por Dios, y funcionamos cumpliendo la voluntad de Dios para nuestra vida.

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Los talentos

Hay historias conocidas en el Nuevo Testamento llamadas parábolas, éste fue uno de los métodos elegidos por Cristo para comunicar un men-saje. Estas historias comparten escenas familiares con las personas de esa época: el granjero dispersando la semilla; el mercader de perlas que siempre buscaba perlas de gran valor; el pastor que perdió una de sus cien ovejas, los trabajadores del viñedo a los que se les pagó un salario de todo un día independientemente de la cantidad de horas que trabajaron. En la época de Jesús, las personas sabían de granja, pesca, pastoreo y trabajos en los viñe-dos. Celebraban bodas y se relacionaban fácilmente con la historia del hijo pródigo o del sirvo fiel.

En la parábola de los talentos, que encontramos en Mateo 25:14-30, un hombre rico, que estaba por salir de viaje, llamó a sus sirvientes y les dio dinero para que lo invirtieran mientras él estuviera de viaje. Le dio cinco talentos a uno, dos talentos a otro y un talento al último. La clave aquí es que lo dividió de acuerdo a sus capacidades. El sirviente que recibió los cinco talentos de oro realmente fue a trabajar y pronto los duplicó. Debe haber trabajado mucho y con justicia. ¡Me encantaría saber qué hizo! El segundo, también fue a trabajar y duplicó su dinero. Pero el que recibió un talento cavó un agujero en la tierra y lo enterró en aquel lugar.

Cuando regresó el amo, llamó a sus sirvientes para que le relataran lo sucedido. Los primeros dos ganaron premios y fueron ascendidos. Pero no estuvo satisfecho con el tercero. “Por lo menos hubieras puesto mi dinero en el banco así hubiera ganado algún interés”, dijo él con exasperación. Le ordenó que le diera el talento de oro al sirviente que había comenzado con la mayor cantidad. “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mateo 25:29).

Esta parábola coloca a todos en un campo de juego nivelado. No impor-ta cuán inteligente es uno, o el hecho de que le gane en posición a otro, o incluso alguien que gana más dinero. Señala que lo importante es que nos realicemos bien a un nivel para utilizar plenamente los dones y los talentos que Dios nos ha dado.

¡Vaya desafío “dar todo lo que tenemos” cada día de todas las formas en que podemos! Y no es sólo acerca de nuestro desempeño en el mundo corporativo. Independientemente de cuán trascendental sea nuestro título o cuán importante piense la gente que somos, no somos exitosos si nuestra vida familiar se está derrumbando. (Tocaremos eso con mayor profundidad en otro capítulo).

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Dios no nos ha diseñado temerosos, sentados a la orilla del camino de la vida, cruzados de brazos sobre las circunstancias que se nos presentan. Ni tampoco desea que estemos tan impulsados por nuestras responsabilidades que no dejemos espacio para desarrollar nuestra fe y perfeccionar nuestra relación con Él. No, Él tiene para nosotros una tarea específica y un propósito que alcanzar, posiblemente más de uno en toda la vida, para que nuestra vida refleje Su gloria y no la nuestra.

Después de cuarenta años en la mundo empresarial, puedo ver estas ver-dades plasmadas en toda situación, momento a momento en una carrera que comenzó de una manera poco favorable.

Comenzando desde abajo

Empecé mi viaje en los negocios trabajando durante los veranos en Flowers Foods, barriendo pisos, cambiando el aceite a los camiones de en-tregas y haciendo casi todo lo que me pedían. Mi idea limitada del éxito en esa época era ganar algo de dinero. Poco sabía yo que un día iba a ser parte de la gerencia y tendría la responsabilidad del liderazgo de una compañía de Fortune 500. Cuando comencé mi carrera en Flowers, consistía en dos panaderías, una en Thomasville, Georgia, y otra en Jacksonville, Florida. Era estrictamente un negocio familiar de un pueblo pequeño.

Durante el verano antes de terminar mi primer año en la universidad, me ofrecieron la oportunidad para un verdadero trabajo en la compañía: Con-ducir una ruta de entrega como sustituto de un vendedor que estaba de vaca-ciones. Durante una semana recibí capacitación con un vendedor adiestrado y luego seguí por mi cuenta. Nunca olvidaré lo entusiasmado que estaba la noche antes de mi primer viaje.

Ese primer día fue uno de los peores de mi vida. Pasé gran parte del tiem-po perdido, y cuando finalmente llegaba a mi destino, siempre parecía haber alguna confusión acerca de qué se suponía que debía entregar. Pensé que el día no terminaría nunca. Cuando apoyé la cabeza en la almohada, supe que no había forma de arrastrarme fuera de la cama a las dos de la madrugada para reportarme al trabajo al día siguiente, pero lo hice.

Aprendí muchas cosas ese verano. Si bien no pude darme cuenta en ese momento, en realidad, estaba manejando mi propio negocio mientras cum-plía con mi ruta. La auto-disciplina que obtuve aprendiendo a manejar el tiempo para ocuparme de todas mis cuentas fue el primer paso importante que di hacia mi caminata al éxito. Sería un activo real en los últimos años mientras progresaba en los rangos de la gerencia.

Recorrer esas rutas me llevaron por todo el sur de Georgia. Como vende-

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dor, era responsable de todo lo que ponía en el camión. Debía escribir boletas de ventas y pedidos para la semana siguiente además de muchas otras cosas referentes a detalles financieros.

Justo antes de graduarme de la universidad, me invitaron a trabajar para Flowers Food de manera permanente. A pesar del hecho de que mi madre estaba emparentada con los dueños de la compañía, me quedó bien claro que iba a empezar desde abajo. (Mamá no era una accionista común ni ocupaba ningún cargo en la empresa). Años más tarde, en mi fiesta de jubilación, el señor Flowers relató la conversación en la que me dijo que para ser respetado en la compañía debía dar un 25-30% más que mis compañeros. Así que agre-gué “ganar respeto” a mi idea del éxito.

No tengo idea de cuándo acepté por primera vez la oferta de trabajo y me convertí en “hombre de la empresa”. Si bien sabía que quería subir al siguien-te nivel y salir de la ruta de entrega, seguía siendo un hombre con una visión errada en cuanto a la imagen sobre la carrera y la familia.

Me hice cargo de una ruta de entrega en Bainbridge, Georgia, justo des-pués de la Navidad ese año. Al siguiente mes de marzo, Jacqueline y yo nos casamos y tuvimos una maravillosa luna de miel, fue un regalo generoso de bodas que apreciamos verdaderamente. Después de la luna de miel viaja-mos hasta Jacksonville, donde estaba nuestro nuevo hogar y el lugar de mi nueva ruta de entrega. Cuando llamé a mi jefe, Jerry Bussell, para averiguar los detalles del comienzo de mi nuevo trabajo, me dijo que debía estar en la plataforma de carga en Jacksonville a las dos de la mañana. Supuse que este comienzo tan temprano debía ser para que tratáramos los detalles de mi tarea en el desayuno. Cuando aparecí esa mañana, no hubo ni desayu-no ni discusión. Simplemente me dijeron que fuera a trabajar. ¡Resultó que mi nuevo jefe era un ex militar que había peleado en Iwo Jima! Si bien esa presentación con Jerry me demostró su lado serio, también al poco tiempo aprendí que nunca pedía nada a los demás que él no estuviera dispuesto a hacer. Con el transcurso de los años Jerry jugaría un papel muy importante en el crecimiento de la empresa en el mercado de Florida.

El trabajo de un vendedor de ruta es muy exigente. Trabajaba seis, a veces siete días a la semana, cargando y descargando el camión, llevando el regis-tro de las ventas y conduciendo de parada en parada. Luego de seis meses, fui transferido a un nuevo itinerario en Albany, Georgia. Seis meses después me volvieron a transferir, y empacamos y nos mudamos a Dothan, Alabama, que más tarde me enteré, era uno de los mercados más difíciles que la compañía tenía en ese momento.

Si bien los diversos cursos requeridos para mi título en administración de empresas fueron un buen marco de trabajo para comprender el mundo

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corporativo, no me prepararon plenamente para los desafíos cotidianos de los negocios modernos diarios. Tuve que aprender muchas cosas a través de la observación y la experiencia.

Aprendí que si uno es responsable con lo que le es dado, avanzará y se le dará más responsabilidad. Cuando uno aprende disciplina en un área, se ex-pande o fortalece otras áreas que también requieren disciplina. Por ejemplo, requerí mucha disciplina cuando tenía 18 años y debía levantarme a las 2:30 y a las 3 de la madrugada para recorrer los recorridos de entrega, aunque no era para tanto. He visto a jóvenes levantarse con ansias en la mañana para ir de caza, pero ir a trabajar temprano puede ser un desafío a esa edad. Estaba aprendiendo la disciplina necesaria de la responsabilidad al llevar productos de panadería a esas tiendas de comida.

Había un itinerario sumamente difícil, este requería una enorme can-tidad de energía y planificación para desarrollarla con éxito. De hecho, era como correr un kilómetro y medio en cuatro minutos. Tenía la reputación de ser la ruta más extensa y la más difícil en la compañía. Si me la hubieran dado la primera que salí, probablemente me hubiera fracturado la columna. Nuestra empresa comprendió el principio que dice que no hay que empujar demasiado rápido y lejos a la gente, de lo contrario se agotan. Gracias a Dios, alguien tuvo el suficiente tino para darme las rutas más sencillas antes de asignarme a las más desafiantes.

Ser responsable

Uno de los principios más significativos que aprendí sobre el éxito en esos primeros años fue la importancia de tomar responsabilidades por mis actos, tanto en asuntos pequeños como grandes. Por ejemplo, en los prime-ros días de mi trabajo como vendedor, un día no atendí una cuenta. Cuando descubrí mi error al final del itinerario, decidí no retroceder al negocio (un restaurante) sino simplemente disculparme en el envío del día siguiente. Su-puse que el cliente entendería y no le daría demasiada importancia. ¡Estaba totalmente equivocado! Cuando llegué al día siguiente, encontré que el ne-gocio ya me había reemplazado por otro proveedor.

Los vendedores de ruta son responsables por todo lo que colocan en su camión. Cuando regresan de noche, si no tienen el dinero de la mercancía o cualquier producto no entregado, deben ponerlo de su propio dinero para compensar. Mis clientes dependían de mí para que fuera puntual y tuviera lo que ellos necesitaban.

Experiencias como esta me ayudaron a volverme más disciplinado y responsable, dos rasgos que serían especialmente importantes al escalar los

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rangos de la gerencia, dirigiéndome hacia mi éxito.

Después de tres años increíblemente duros en los que supervisé aproxi-madamente media docena de recorridos, me nombraron gerente de ventas en la planta de Thomasville, y tres años más tarde, me ascendieron director de ventas. ¡Iba camino a una vida mejor! Ahora era respetado, y aunque era un hombre decidido también era desdichado.