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Conducta y tratamiento quirúrgico de laslesiones pancreáticas (Parte II)

Derechos reservados, Copyright © 2004:Asociación Mexicana de Cirugía General, A. C.

Cirujano General

NúmeroNumber 1 Enero-Marzo

January-March 2 0 0 4VolumenVolume 2 6

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35Volumen 26, Núm. 1 Enero-Marzo 2004 MG

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ARTÍCULO DE REVISIÓN

Cirujano General Vol. 26 Núm. 1 - 2004

Division of Trauma and Critical Care Department of SurgeryLos Angeles County and the University of Southern California LAC+USC Medical Center

Recibido para publicación: 11 de Julio de 2002.Aceptado para publicación: 16 de agosto de 2002.

* Miembro Honorario de la Asociación Mexicana de Cirugía General.Correspondencia: Juan A. Asensio MD, FACS Division Of Trauma and Critical Care Department of Surgery LAC+USC Medical Center

1200 North State Street, Room 10–750 Los Angeles, CA 90033–4525 U.S.A.Tel: (323) 226-8112 Fax: (323) 226–8116, E-mail: [email protected]

Conducta y tratamiento quirúrgico de las lesionespancreáticas (Parte II)Behavior and surgical treatment of pancreatic lesions (Part II)

Juan A. Asensio* MD FACS, Juan Carlos García MD, Patrizio Petrone MD, Gustavo Roldán MD, Marcela

Pardo MD, Walter Martín García MD, Tamer Karsidag MD, Rattaplee Pak-art MD, Eric Kuncir MD

ResumenPropósito: Revisar algunos aspectos relevantes acer-ca del diagnóstico y el tratamiento quirúrgico de laslesiones pancreáticas.Obtención de la información: Revisión de la literaturasobre el tema en las bases de datos Medlars (83 re-ferencias).Selección de los estudios: A través de un análisis críti-co de cada artículo, se obtuvo la información másrelevante sobre dos aspectos: métodos de diagnós-tico y métodos quirúrgicos.Sede: Hospital universitario.Resultados: El retraso en el diagnóstico y el tratamientoquirúrgico de las lesiones traumáticas del páncreas,correlaciona directamente con elevación significati-va de las tasas de morbi–mortalidad. Los métodos dediagnóstico de que dispone el cirujano en la actuali-dad son de gran valor, incluyen el análisis clínico dela anamnesis y la exploración física a la llegada delpaciente al área de urgencias del hospital, el empleode pruebas de laboratorio (amilasa principalmente),el ultrasonido, la tomografía abdominal computariza-da y la colangio–pancreatografía-retrógrada–endos-cópica (CPRE). Una vez hecho el diagnóstico, el ciru-jano debe abordar cada caso mediante una metodo-logía unificada para la exposición quirúrgica de la glán-dula, destacando que es imprescindible clasificar eltipo de lesión pancreática, para así indicar el métodoquirúrgico más apropiado para cada caso.Conclusión: Hacer el diagnóstico oportuno de la le-sión pancreática y emplear la operación apropiada,repercutirá favorablemente en la morbi–mortalidadde estos pacientes.

AbstractObjective: To review some relevant aspects of the di-agnosis and surgical treatment of pancreatic le-sions.Data collection: Review of the relevant literature in theMEDLARS data base (83 references).Data selection: The most relevant information on twoaspects, diagnostic and surgical methods, was ob-tained through the critical analysis of each article.Setting: University hospital.Results: The delay in the diagnosis and surgicaltreatment of traumatic lesions of the pancreas cor-relates directly with a significant increase in mor-bidity and mortality rates. The diagnostic methodsavailable to the surgeon nowadays are of greatvalue, and include the clinical analysis of the he-modynamic state and physical exploration of thepatient at arrival to the emergency ward, use of lab-oratory tests (mainly amylase), ultrasound, com-puted abdominal tomography, and endoscopic ret-rograde cholangio-pancreatography (ERCP). Oncethe diagnosis has been made, the surgeon mustapproach each case through a unified methodolo-gy to expose the gallbladder, emphasizing that itis indispensable to classify the type of pancreaticlesion to be able to indicate the most appropriatesurgical method for each case.Conclusion: The timely diagnosis of the pancreaticlesion and the use of the appropriate surgery willdecrease morbidity and mortality rates in these pa-tients.

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Dr. Asensio

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DiagnósticoEl diagnóstico de una lesión pancreática requiere un altogrado de sospecha. El cirujano debe comprender que elretraso en el diagnóstico y manejo de estas lesiones seacompaña de un aumento significativo de las tasas demorbimortalidad. El diagnóstico de lesión pancreáticarepresenta un reto mayor tras un trauma cerrado quetras uno penetrante.

Han de recabarse datos de los servicios de emergen-cias porque a menudo proporcionan información que es útilen el establecimiento del diagnóstico. Esta información debeincluir, aparte del estado hemodinámico del paciente en elmomento de recogerlo, datos acerca del estado en el quese encontró el vehículo (volcado, invasión del compartimentodel pasajero, necesidad de extracción), así como la direc-ción de las fuerzas a las que fue sometido el vehículo y si elvolante se dobló en el impacto.

Los pacientes deben ser examinados de forma con-cienzuda. Sin embargo, el cirujano debe recordar que lalocalización retroperitoneal del páncreas impide frecuen-temente la detección temprana de la lesión. La molestiaabdominal y el dolor pueden estar ausentes en la explo-ración, debido a que la irritación peritoneal puede sertardía y manifestarse solo cuando la sangre y las enzi-mas, contenidas inicialmente en el retroperitoneo, se li-beren a la cavidad abdominal. Para entonces ya se ha-brá perdido un tiempo valioso que repercutirá en un au-mento en las tasas de morbimortalidad.

La exploración física suele ser pobre, cualquier mo-lestia en el cuadrante superior derecho y epigastrio debeser evaluado bajo la sospecha de una lesión pancreáti-ca subyacente. Obviamente, los signos de dolor de re-bote, defensa abdominal y ausencia de peristaltismo in-dican lesión intraabdominal; aunque no son signos es-pecíficos, deben instar inmediata intervención quirúrgi-ca. Finalmente, el examen preoperatorio de pacientescon potencial lesión duodenal es en esencia la evalua-ción de las lesiones asociadas, ya que no hay actual-mente ninguna prueba fiable para identificar de formaexacta una lesión pancreática.

Las pruebas de laboratorio proporcionan poca ayudaen el diagnóstico precoz de la lesión pancreática. Se haconsiderado durante mucho tiempo el nivel de amilasasérica como diagnóstico de lesión pancreática. Elman ycol1 informaron de su uso en 34 pacientes sometidos alaparotomía o necropsia en los cuales se examinaba elpáncreas. Notaron una llamativa diferencia en la amila-semia entre 11 pacientes que consideraron normales y23 en los cuales se halló enfermedad en el páncreaslesionado. Sólo uno de los pacientes tenía una lesióntraumática cerrada. Concluyeron que la determinaciónde la amilasemia había mostrado valor clínico indudabletanto en la exclusión de enfermedad pancreática comode confirmación en casos de cuadro clínico dudoso.

La observación de Elman fue luego confirmada porMcCorkle y Goldman,2 que establecieron el significadoclínico de la amilasa sérica en el diagnóstico de la pan-creatitis aguda. En 1943, Naffziger y McCorkIe3 informa-ron valores séricos elevados de amilasa en nueve pa-cientes con lesión pancreática. Northrup y Simmons4 in-formaron del aumento de la amilasa sérica en más del90% de los pacientes con lesión pancreática. Por otrolado, White y Benfield5 estudiaron la utilidad de los nive-les séricos de amilasa en la evaluación de las lesionespancreáticas y concluyeron que no debería ser usadocomo un indicador de laparotomía. Olsen6 calculó el valorde la amilasa sérica para el diagnóstico de pacientes contrauma abdominal cerrado. En este estudio obtuvo los ni-veles de amilasa en 179 pacientes admitidos al Serviciode Urgencias, halló aumento de la amilasa en 36 pacien-tes, de los cuales tres (8%) tenían lesión pancreática, dos(6%) lesión de intestino delgado, 19 (53%) otra lesión in-traabdominal, y 12 pacientes (33%) no tenían lesión in-traabdominal. Su conclusión fue que el aumento de ami-lasa sérica no es diagnóstico de traumatismo abdominal.

Anderson,7 Jones,8 Cogbill,9 Stone10 y Balasegaram11

informaron de un elevado rango en los niveles de laamilasa sérica que iban del 10 al 91% en pacientes condeterminación preoperatoria de amilasa sérica. Moretzy col.12 examinaron los datos de 51 pacientes sometidosa laparotomía exploradora por trauma abdominal cerra-do y no pudieron encontrar relación entre el nivel deamilasa sérica preoperatoria y la lesión pancreática.Bouwman y col.13 examinaron los valores de la isoenzi-ma específica, y no hallaron exactitud adicional al diag-nóstico. Greenlee y col.14 también concluyeron que lasisoenzimas de la amilasa sérica no son más exactosque los propios niveles de amilasa. White y Benfield5

observaron que sólo el 25% de los pacientes con lesiónpancreática tenían aumento de la amilasa sérica preope-ratoria. Bloch y col15 hallaron que la mitad de los pacien-tes etílicos tenían hiperamilasemia y el 83% de fuentesno pancreáticas. Smego,16 Lucas,17 Bach y Frey,18 Fa-bián,19 Graham,20 Heitsch,21 Leppaniemi,22 Wilson y Mo-orehead,23 Wisner24 y Flynn25 también concluyeron en susinformes que las determinaciones de amilasa no sonsensibles ni específicas para la lesión pancreática.

Bach y Frey18 informaron que, incluso en pacientescon disrupción total del sistema ductal pancreático, laamilasa sérica puede no elevarse hasta 24-48 horas trasla lesión, limitando así su uso. White y Benfield5 conclu-yeron que los niveles de amilasa sérica tenían más ten-dencia a aumentar en casos de lesión ductal de cabezay cuerpo que en lesiones de la cola pancreática. Formu-laron la hipótesis de que la amilasa es una medida deobstrucción ductal: cuanto más cerca del duodeno, que-da suficiente masa glandular que produce secreción trasla obstrucción, difunde dentro de la glándula y es absor-

Palabras clave: Páncreas, trauma, diagnóstico, trata-miento quirúrgico.Cir Gen 2004;26: 35-44

Key words: Pancreas, pancreatic trauma, diagnosis, sur-gical treatment.Cir Gen 2004;26: 35-44

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Tratamiento quirúrgico de lesiones del páncreas

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bida, por los capilares venosos y linfáticos o por la mem-brana peritoneal. White y Benfield también informaronque sólo el 8% de pacientes con trauma abdominal ce-rrado e hiperamilasemia tenían lesión pancreática.

Moretz y col.12 informaron que el 40% de pacientes conlesión pancreática pueden tener valores iniciales norma-les de amilasa. Vítale y col.26 midieron la amilasa en 60pacientes con trauma cerrado en la cabeza pancreática:23 pacientes (38%) tenían niveles elevados de amilasa,afirmaron que los niveles de amilasa no son indicadoresfiables de lesión pancreática en pacientes con lesión enla cabeza del páncreas, y sugirieron una vía nerviosa re-guladora para los niveles de amilasa. Bouwman,13 demos-tró que los niveles altos de amilasa no son específicos delesión pancreática y que pueden presentarse lesionesimportantes de páncreas sin hiperamilasemia.

Olsen6 y Balasegaran11 sugirieron que los niveles altosde amilasa en el líquido de lavado peritoneal (LPD) pudie-ran servir como herramienta en la evaluación de las lesio-nes pancreáticas. Otros autores también analizaron estemétodo diagnóstico para la lesión pancreática. Desafortu-nadamente, estos estudios no son comparables debido alamplio rango de variables estudiadas. Los datos actualesindican, sin embargo, que la presencia de niveles altos deamilasa en el líquido del lavado peritoneal diagnóstico(LPD) se correlaciona con la presencia de lesión intraab-dominal, pero no es específico de lesión pancreática. Ob-viamente el LPD sólo explora la presencia de lesión intra-abdominal y no retroperitoneal.27-31

Recientemente, el uso de la ecografía se ha incremen-tado como una herramienta diagnóstica para los cirujanos.Los informes han demostrado fiabilidad en la detección delíquido intraabdominal. Su fácil realización y la posibilidadde poder repetir las exploraciones la convierten en unaherramienta muy valiosa. Liu y col.32 advirtieron de su bajaespecificidad para la detección de lesiones de órganos re-troperitoneales. Sin embargo, otros han mostrado, en va-rios trabajos, la capacidad de la exploración por ultrasoni-dos para detectar lesión pancreática aguda.33-36

Actualmente, la tomografía axial computarizada (TAC)es el método de imagen de elección para el diagnósticode lesión pancreática aguda, siendo el mejor métodopara visualizar los órganos retroperitoneales. Strax37 yBaker38 registraron los primeros casos de transecciónpancreática diagnosticados por TAC. En 1983, Jeffrey ycol33 informaron de 300 pacientes con trauma abdomi-nal evaluados con TAC, identificando correctamente 11de 13 pacientes con lesión pancreática demostrable enla cirugía, incluyendo seis laceraciones pancreáticas, trespseudoquistes y dos contusiones. Hubo dos falsos ne-gativos en pacientes en los que se llevó a cabo la TACen las 12 horas siguientes al trauma. También hubo dosfalsos positivos en los cuales la lesión pancreática fueexcluida por colangiopancreatografía retrógrada endos-cópica (CPRE) o por laparotomía exploradora. En esteestudio, los autores concluyen que la TAC es una herra-mienta diagnóstica útil pero advierten que los hallazgosde lesión pancreática pueden ser muy sutiles. Un engro-samiento inexplicado de la fascia renal anterior debe aler-tar al radiólogo de la posibilidad de lesión pancreática, y

debería instar a una más exhaustiva evaluación del pán-creas por otros métodos; también señalan la dificultadde establecer un diagnóstico guiado por TAC en pacien-tes sometidos a esta prueba tras el traumatismo.

En 1986, Cook y col.39 estudiaron las tomografías deabdomen de 82 pacientes con trauma abdominal, seidentificaron cinco lesiones pancreáticas en 70 casosverdadero-negativos, ningún falso negativo y siete falsospositivos. Peitzman y col.40 en un estudio prospectivousando TAC en el manejo inicial del paciente con trau-ma abdominal cerrado, examinaron 120 pacientes y diag-nosticaron correctamente dos de cada tres lesiones pan-creáticas. En las series de estos autores se revisaron untotal de 502 TAC de abdomen, con una exactitud del97.6% en el diagnóstico de exclusión de lesión pancreá-tica.33,39,40 Esto refleja una alta incidencia de exámenesverdadero-positivos, que se correlaciona bien con la bajaincidencia de lesión pancreática. Entre estos tres estu-dios hubo 23 lesiones pancreáticas, con 20 lesionesagudas y tres pseudoquistes. Hubo 17 lesiones pancreá-ticas agudas correctamente diagnosticadas, con tres fal-sos negativos y nueve falsos positivos.

Recientemente, Akhrass y col.41 revisaron la experien-cia con la TAC como método diagnóstico en la detección delesión pancreática en dos centros de trauma, nivel I, en unperiodo de 10 años. En este estudio hubo 72 pacientes conlesión pancreática, de los cuales a 17 se les realizó TACcomo método inicial de valoración abdominal. El estudiotomográfico se consideró normal en nueve pacientes, ochode los cuales fueron sometidos a laparotomía. En este gru-po hubieron tres lesiones grado I, dos grado II y tres gradoIII. Las lesiones grado III requirieron pancreatectomía dis-tal. De los ocho pacientes con TAC anormal, tres fueronsometidos a exploración quirúrgica, que reveló una lesióngrado I, una grado II y otra grado III. Un paciente con lesióngrado II en la TAC fue ascendido a una lesión grado III en laexploración quirúrgica (necesitando pancreatectomía dis-tal). Los cinco pacientes restantes, con TAC anormal, seatribuyeron a pancreatitis. En este estudio, de los 11 pa-cientes que fueron intervenidos, el diagnóstico por TAC fueexacto en dos, infravalorando o perdiendo hallazgos en losnueve restantes; cuatro de esos pacientes requirieron pan-createctomía distal y tres drenaje pancreático. Estos auto-res concluyen que la TAC a menudo pierde o no detectalesiones pancreáticas que requieren tratamiento quirúrgi-co, y alertan que hallazgos normales en la TAC inicial noexcluyen lesión pancreática significativa.

Wong y col.42 revisaron retrospectivamente las TACde 22 pacientes con lesión pancreática cerrada demos-trada y elaboraron un esquema de graduación por TAC;demostraron que su escala era útil para predecir integri-dad ductal o disrupción. Sin embargo, es un estudio re-trospectivo que requiere mayor validación. Recientemen-te, Lane y col.43 presentaron una panorámica del diag-nóstico de la lesión pancreática tras traumatismo cerra-do, que resume los hallazgos positivos tomográficos delesión pancreática. Los autores incluyeron visualizacióndirecta de la fractura pancreática o hematoma, líquidointra y extraperitoneal, líquido interpuesto entre la venaesplénica y el cuerpo pancreático, engrosamiento de la

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Dr. Asensio

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fascia renal anterior, líquido en el asiento de la fractura yhematoma retroperitoneal. En esta revisión, recomenda-ban retroceder la sonda nasogástrica (SNG) al esófagoantes de la administración de contraste. Esto previeneoscurecer el páncreas al crear un artefacto que pudieradificultar la interpretación de la tomografía. Además, re-comendaban que la sospecha de fractura pancreáticadebe ser investigada con TAC de corte fino.

Aunque la TAC permanece como la herramienta prin-cipal de diagnóstico de lesión pancreática, los hallazgospueden ser sutiles o hacerse manifiestos de forma tar-día. Con la llegada de la TAC helicoidal, creemos que laexactitud diagnóstica de la TAC mejorará con la subsi-guiente reducción en los falsos positivos y negativos; sinembargo, no hay estudios recientes que demuestren lamejoría en la exactitud de las nuevas tomografías.

Belohlavek y col.44 en 1978, fueron los primeros eninformar del uso de la CPRE en el diagnóstico de la rup-tura traumática del conducto pancreático. Luego, Taxiery col.45 informaron de seis casos de lesión pancreáticapor trauma cerrado en los cuales el sitio de la disrupciónductal se localizó exactamente mediante CPRE. Bozymsky col.46 en 1981, también informaron de un caso por trau-ma cerrado que no se demostró por ecografía, diagnos-ticado finalmente por CPRE.

Hayward y col.47 en 1989, propusieron el uso rutinariode la CPRE preoperatoria como una herramienta valio-sa para excluir lesión pancreática. Esta técnica se usóen un paciente con trauma abdominal cerrado, con ele-vación progresiva de los niveles de amilasa y una TACque mostraba una probable fractura transversa en la colapancreática, la CPRE reveló normalidad del conductopancreático sin extravasación, permitiendo el manejo nooperatorio del paciente, la CPRE debe ser usada enpacientes estables para excluir lesión pancreática.

Wittwell y col.36 también corroboraron el rol de la CPREen la valoración de pacientes con trauma abdominal ce-rrado. En su serie estudiaron nueve pacientes, de los cua-les cinco tenían hallazgos tomográficos anormales, tresdudosos y un paciente con un alto índice de sospecha delesión. En este grupo, la CPRE tuvo éxito en ocho ocasio-nes, identificando dos pacientes con lesión ductal querequirieron cirugía y seis con anatomía ductal normal. Nose consiguió canular el conducto en un caso. Basados eneste estudio, validaron el papel de la CPRE en el manejopreoperatorio de las lesiones pancreáticas cerradas.

El uso intraoperatorio de la CPRE fue inicialmente pu-blicado por Laraja y col.48 en 1986, al estudiar a un pacientecon una herida abdominal, con un hematoma subcapsularde 8 cm a nivel del cuello pancreático. Al explorar el hema-toma, hallaron una profunda laceración en el parénquimapancreático. Tras exponer la cara superior de la cabezapancreática, ésta se encontraba intacta, pero sin excluirdefinitivamente una lesión del sistema ductal. Por lo tanto,se realizó una CPRE intraoperatoria que no demostrabaextravasación de contraste, evitando al paciente una pan-createctomía. Con esta base señalaron que no siempre esposible reconocer lesión del sistema ductal exclusivamen-te a través de la mera exploración en la mesa de quirófano.Sugirieron que en casos con hallazgos similares, una CPRE

intraoperatoria podría ser muy valiosa. En 1994, Blind y col.49

y informaron de dos niños con traumatismo abdominal ce-rrado en los cuales se diagnosticó, mediante CPRE intrao-peratoria, la lesión del conducto pancreático.

Además de su utilidad diagnóstica, la CPRE se ha em-pleado con fines terapéuticos en casos de disrupción duc-tal. Kopelman y col.50 utilizaron la CPRE para establecer eldiagnóstico tardío de un traumatismo cerrado de la cabezapancreática con transección ductal, tratado con éxito conun stent de drenaje interno transpancreático. Huckfelt y col.51

informaron de un tratamiento exitoso de una disrupción trau-mática del conducto pancreático mediante un stent ductalcolocado por vía endoscópica. Arkovitz y col.52 diagnostica-ron y demostraron la recanalización espontánea del con-ducto pancreático en un paciente pediátrico.

Sugiyama y col.53 informaron de cuatro casos que fue-ron investigados mediante ecografía endoscópica, eco-grafía transabdominal, TAC y CPRE y hallaron que laecografía endoscópica realizada junto a la cama delpaciente fue diagnóstica en los cuatro. Aunque la pan-creatografía y ecografía endoscópicas auguran un buenfuturo, su uso está restringido por su disponibilidad, sudificultad de uso en pacientes en estado crítico, la expe-riencia limitada de la que se dispone y la falta de seriesextensas para evaluar completamente su eficacia.

Manejo quirúrgico de los traumatismospancreáticosUna vez sospechada o comprobada la lesión pancreáti-ca, junto con los hallazgos clásicos de lesión intraabdo-minal (dolor, defensa y dolor de rebote), se indica la la-parotomía exploradora. Se realizan las maniobras de re-animación descritas en los protocolos Advanced Trau-ma Life Support del American College of Surgeons,54

incluyendo el control precoz de la vía aérea y reposiciónde líquidos. Se envía una muestra sanguínea para tiposanguíneo y pruebas cruzadas. Si el estado del pacien-te lo requiere, en caso de laparotomía inmediata, se pue-de utilizar sangre O+ o específica de grupo. Se adminis-tran antibióticos de amplio espectro antes de la incisiónabdominal. De acuerdo con Jones,55 Nichols y col.56 pre-ferimos el uso de una cefalosporina de segunda genera-ción ya que aporta amplio espectro inicialmente.

Las lesiones abdominales deben explorarse a travésde una incisión media abdominal desde el xifoides al pu-bis. El primer objetivo de la intervención es el control de lahemorragia de estructuras vasculares u órganos sólidosque amenazan la vida, seguido del control de las fuentesde fuga gastrointestinal. El siguiente escalón en el mane-jo del traumatismo abdominal consiste en una explora-ción minuciosa de la cavidad abdominal. El páncreas debeser explorado, con visualización directa de la cabeza, cue-llo, cuerpo y cola. Los hallazgos intraoperatorios que au-mentan la sospecha de lesión pancreática incluyen: pre-sencia de un hematoma central retroperitoneal, lesionesen la vecindad, tejido biliar retroperitoneal y la presenciade edema rodeando al páncreas y el saco menor.

Las lesiones exanguinantes que amenazan la vida pue-den distraer la atención del cirujano y pasar por alto unalesión pancreática. Los pacientes con exanguinación re-

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Tratamiento quirúrgico de lesiones del páncreas

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quieren reposición masiva de volumen con líquidos, san-gre y hemoderivados, y a menudo desarrollan el síndromehipotermia-coagulopatía-acidosis y arritmias cardíacas. Elobjetivo de la exploración pancreática es establecer la pre-sencia o no de lesión ductal. Su presencia conlleva nece-sariamente una lesión pancreática mayor. Una visualiza-ción y exposición completa del páncreas y del duodenorequiere muchas vías, incluyendo una extensa exploraciónretroperitoneal con el uso de varias maniobras.

Asensio y col.57 describieron una metodología unifica-da para la exposición quirúrgica de las lesiones pancreáti-cas. Estas maniobras permiten una visualización comple-ta de todas las caras de la glándula pancreática. Realizarestas maniobras en presencia de hemorragia activa o ex-tensos hematomas retroperitoneales puede ser peligroso.La primera maniobra a realizar es una maniobra de Ko-cher, incidiendo las inserciones retroperitoneales del duo-deno y desplazando la segunda y tercera porción duode-nal hacia la línea media. Cuando se encuentra un granhematoma retroperitoneal, debe avanzarse la sonda na-sogástrica a través del píloro para que sirva como guía yevitar una lesión iatrogénica de la pared duodenal duran-te la disección. Una suave tracción del arco duodenal porparte del ayudante facilitará esta maniobra; ésta debe serextensa, para que el cirujano pueda palpar la cabeza pan-creática completamente, a nivel de los vasos mesentéri-cos superiores, y permitirle explorar las caras anterior yposterior de la segunda y tercera porción duodenal, lacabeza pancreática, el proceso uncinado y la vena cavainferior. Si se disecan los tejidos pericavales en direccióncefálica, se puede exponer la vena cava inferior suprarre-nal. Durante esta maniobra el cirujano debe estar alertade la presencia de los vasos gonadales derechos, quedrenan en la cara anterior de la vena cava infrarrenal,expuesta a fácil lesión iatrogénica.

El proceso uncinado está ausente en el 15% de los pa-cientes. Cuando el cirujano planea una pancreatectomíadistal, debe determinar si el paciente lo posee, ya que unaresección a la izquierda de los vasos mesentéricos eliminael 65% de la glándula. Aunque es una resección extensa,no se asocia con la aparición de insuficiencia pancreática,tanto endocrina como exocrina. Sin embargo, cuando elproceso uncinado está ausente, una resección a la izquier-da de los vasos mesentéricos supone eliminar el 80% dela glándula. Se han asociado resecciones de esta magni-tud con el desarrollo de insuficiencia pancreática y la nece-sidad de tratamiento sustitutivo con insulina.

La siguiente maniobra a realizar en la exposición pan-creática consiste en seccionar el ligamento gastrohepá-tico y acceder al saco menor. Esto facilita la inspeccióndel borde superior del páncreas, así como la cabeza,cuerpo y los vasos esplénicos a lo largo del borde supe-rior del páncreas. La sección del ligamento gastrocólicopermite una completa inspección de la cara anterior ydel borde inferior de la glándula en toda su longitud.

En ocasiones se halla una lesión esplénica asociada,en forma de hematoma que oscurece el hilio esplénico yla cola pancreática. Aird y Helman describieron unamaniobra para exponer el hilio esplénico movilizando laflexura esplénica del colon, y los ligamentos esplenocó-

licos y esplenorrenales, hacia la línea media. Ademásde la excelente exposición del hilio esplénico, permiteuna correcta visualización de la cola pancreática.

Cuando se detecta una lesión que penetra en la su-perficie anterior pancreática, el cirujano debe averiguar siexiste integridad o lesión del conducto pancreático. Estorequiere exponer la cara posterior del cuerpo y la colapancreáticos. Esto se puede conseguir con la sección delas inserciones retroperitoneales del borde inferior delpáncreas elevando la glándula en dirección cefálica, per-mitiendo la inspección de la superficie posterior de la glán-dula seguido de una palpación bimanual. Esta maniobraes técnicamente difícil y debe ser realizada con meticulo-sidad para evitar lesionar los vasos mesentéricos. Estasmaniobras proporcionan exacta valoración de la integri-dad tanto de la glándula como del sistema ductal, queson el objetivo de la valoración pancreática.

La observación directa de afectación ductal, transec-ción pancreática, fuga de líquido pancreático, laceraciónde más de la mitad del diámetro de la glándula, perfora-ciones centrales y laceraciones severas con o sin disrup-ción tisular masiva, predicen la presencia de una lesióndel conducto principal con un alto grado de exactitud. Sinembargo, hay circunstancias en las que no se puede es-tablecer intraoperatoriamente la integridad del sistemaductal. En estos casos, se recomienda la realización deuna pancreatografía como técnica de elección para vi-sualizar el conducto pancreático principal. La técnica pararealizar una pancreatografía intraoperatoria consiste enla canulación de la papila de Vater a través de una duode-notomía abierta, o canalizando el conducto pancreático através de la sección de la cola. El conducto se canula conuna sonda de nutrición infantil 5F, instilando de 2 a 5 mlde contraste para visualizar el sistema ductal y detectarfuga del contraste. El cirujano debe ser consciente queeste procedimiento puede ser peligroso, por lo que en-frenta una difícil situación. Seccionar la cola pancreáticaen un órgano normal no asegura encontrar el conducto.El conducto pancreático a nivel de la cola es a menudopequeño, si no invisible, y frecuentemente no es suscep-tible de canulación. El riesgo de una fístula pancreáticano es despreciable. No recomendamos la realización dela pancreatografía a través de esta vía.

Canular la papila supone la realización de una duo-denotomía, a menos que exista una lesión duodenalasociada. Identificar la papila también puede ser difícil,aunque esto puede facilitarse palpando el colédoco dis-tal y comprimirlo para identificar el punto de su salida alduodeno. En casos extremos, en los que la pancreato-grafía es obligada y no se puede localizar la papila, sepuede realizar una coledocotomía y pasar dilatadoresde Bakes hasta localizar la papila. Esto conlleva tam-bién el riesgo de lesión iatrogénica biliar y ampular. Eneste caso, la necesidad de la colocación de una sondaen T de tipo Kehr, tras la coledocotomía en un conductode calibre normal, puede provocar fuga biliar y fístulas.De la misma manera, crear una duodenotomía predis-pone al paciente a desarrollar una fuga o fístula.

Un método alternativo para obtener un pancreatogra-ma intraoperatorio es realizar la pancreatografía con una

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Dr. Asensio

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aguja fina de tipo mariposa. El conducto pancreático pue-de ser a veces visualizado de esta manera, eliminando lanecesidad de realizar un procedimiento más complejo decanulación directa. En nuestra opinión, la pancreatografíaintraoperatoria tiene un papel limitado, aunque valioso, ydebe ser reservado para la comprobación de la integridadductal en las lesiones que afectan la cabeza pancreática, ycomo criterio de indicación para la realización o no de pro-cedimientos complejos como la pancreatoduodenectomía.La CPRE intraoperatoria también se ha usado en esta si-tuación; sin embargo, es difícil de realizar porque los pa-cientes se encuentran en decúbito supino en una mesaradio-opaca, lo que dificulta la realización de la técnica.

Tras la identificación de una lesión pancreática, debedefinirse su extensión. Los factores que tienen un papel ensu manejo incluyen el número de lesiones asociadas y suseveridad. Los factores de riesgo definidos por Asensio queaumentan la tasa de mortalidad en pacientes con lesiónpancreática incluyen: la presencia de lesión duodenal y bi-liar asociada, el mecanismo de lesión, tamaño y lugar de lalesión, extensión de la destrucción tisular, y el intervalo entrela lesión y la reparación. Todos ellos son considerados facto-res predictivos de la evolución, e identificar estos factorespermite al cirujano una valoración completa de la lesión.

Recomendamos clasificar todas las lesiones pancreáti-cas según los grados de severidad. Esta recomendaciónse hace con el deseo de seleccionar las técnicas quirúrgi-cas más simples para el manejo de las lesiones de menorgrado, reservando los procedimientos más complejos parael manejo de las lesiones más severas. Se han propuestovarias clasificaciones basadas en la presencia o ausenciade lesión ductal, la localización de la lesión (proximal o dis-tal), y la presencia de lesión duodenal asociada. Lucas,17

en 1977, propuso el primer esquema de clasificación, aun-que no fue uniformemente aceptado. En 198l, Moore y col.58

describieron el Indice de Trauma Abdominal Penetrante(PATI) (por sus siglas en inglés). En este índice, se asignaun factor de riesgo a cada órgano abdominal, basado en laincidencia de sus complicaciones, y cada lesión se gradúaen una escala de 1 a 5. A las lesiones pancreáticas se lesasigna un factor de riesgo de 5 y se gradúan como sigue:grado I, contusión; grado II, laceración con conducto intac-to; grado III, lesión ductal distal; grado IV, lesión ductal proxi-mal; y grado V, lesión ampular. Multiplicando el grado dedaño por el factor de riesgo se obtiene el puntaje de lesiónpancreática. Esto supone que las técnicas quirúrgicas máscomplejas deberían usarse para manejar las lesiones conun puntaje más alto. El valor de este método para cuantifi-car la lesión pancreática no ha sido validado como lo hasido el Indice de Severidad de Lesión Duodenal (DIS) (porsus siglas en inglés).

Smego y col.16, en 1985, propusieron la que es quizásla mejor escala para graduar la severidad de la lesiónpancreática. Este esquema, basado en la integridad delconducto principal, es el que se ha seguido en muchoscentros de trauma. Las lesiones grado I consisten enuna contusión o pequeño hematoma en ausencia de le-sión capsular o parenquimatosa. Las lesiones grado II yIII incluyen la presencia de lesión parenquimatosa, dife-renciadas por la ausencia o presencia de lesión ductal.

La lesión grado IV es una lesión con estallido pancreáti-co o una lesión combinada pancreaticoduodenal.

El Comité de Escalas de Lesión de Órganos de la Aso-ciación Americana de Cirugía del Trauma (AAST-OIS) (porsus siglas en inglés)59 ideó índices de severidad de lesiónpara cada órgano para facilitar la investigación clínica.Cogbill y col.60 en 1991, utilizaron la escala con éxito enun estudio multicéntrico en el que clasificaron 74 lesionespancreáticas. En este estudio no hubo lesiones grado I,hubo 19 lesiones grado II (26%), 50 lesiones grado III(67%), 5 lesiones grado IV (7%) y ninguna lesión grado V.La tasa de mortalidad de pacientes con lesiones grado IIfue del 5%, para las lesiones grado III fue del 16%, y no seinformó de mortalidad en las lesiones grado IV. Dado elpequeño tamaño de la muestra de pacientes y la ausen-cia de lesiones grado I y V, no se pudo establecer correla-ción entre la mortalidad y el grado de lesión.

Se han descrito numerosas técnicas quirúrgicas parael tratamiento de las lesiones pancreáticas. Aproxima-damente el 60% de las lesiones pancreáticas puedentratarse con drenaje externo, y el 70% pueden tratarsecon pancreatorrafia simple y drenaje. Los principios qui-rúrgicos básicos, como el desbridamiento del tejido via-ble, el cierre de la transección pancreática con grapas osuturas no absorbibles, y ligadura del conducto pancreá-tico seccionado, si es identificado, junto con una meticu-losa técnica quirúrgica, son claves para un manejo exi-toso de las lesiones pancreáticas.

Persiste la controversia en el uso del mejor tipo dedrenaje, prevaleciendo el dogma quirúrgico sobre la efi-cacia confirmada. Nosotros preferimos el uso de drena-jes cerrados aspirativos para evacuar la secreción pan-creática exocrina y para controlar una fístula pancreáti-ca si la hubiere. Algunos autores informaron que con eluso de drenajes cerrados aspirativos, la tasa de forma-ción de abscesos intraabdominales decrecía, las secre-ciones pancreáticas se recogían mejor y la escoriaciónde la piel era significativamente menor.7,10 Fabian y col.19

informaron de la superioridad de los drenajes cerradosaspirativos en el trauma pancreático en un estudio pros-pectivo y aleatorio. Durante un período de 42 meses,trataron 62 pacientes con lesión pancreática. Se eligióal azar si iban a portar drenajes cerrados o drenajes endeclive. Excluyendo los fallecimientos precoces, 35 pa-cientes portaron drenajes cerrados y 24 en declive. Losgrupos eran comparables en cuanto al índice de traumapenetrante abdominal y al grado de lesión pancreática.

Doce pacientes de cada grupo requirieron resección ydrenaje para lesiones grado III, y los pacientes restantessólo drenaje externo. Cinco de los 24 pacientes con dre-naje declive frente a 1 de los 35 con drenaje cerrado de-sarrollaron absceso intraabdominal. Los autores conclu-yeron que las complicaciones sépticas tras lesión pancreá-tica se reducen significativamente con el uso de drenajescerrados aspirativos, por lo tanto postularon que la conta-minación bacteriana a través de los drenajes en decliveson la principal fuente de infección intraabdominal tras trau-ma pancreático.

No existe consenso acerca de los días que han de per-manecer los drenajes. El grupo de Fabian recomienda de-

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jarlos de 7 a 10 días, ya que el proceso de fistulización sehace evidente en ese momento. Jones61 recomienda de-jar los drenajes 10 días hasta que el paciente reinicie laingesta oral. En esta serie, varios pacientes con drenajepancreático mínimo en los primeros siete días, tuvieronun incremento significativo del líquido drenado días des-pués. Nosotros recomendamos mantener los drenajes unmínimo de 10 a 14 días, después de reiniciar la ingestaoral. Los autores han advertido que en un pequeño grupode pacientes, el reinicio de la ingesta oral provoca un au-mento del débito del drenaje.

El cirujano debe poseer un amplio arsenal de procedi-mientos quirúrgicos para tratar el abanico de lesiones pan-creáticas. Asensio,62 utilizando la clasificación de lesiónpancreática de Smego y col.16 determinó que las lesionesgrado I y II se presentan con una frecuencia del 60 y 20%respectivamente. Las lesiones grado III representan un 15%,y las lesiones grado IV son poco frecuentes, con sólo un5%. Los procedimientos quirúrgicos más complejos hande reservarse para estas lesiones de alto grado.

En la sala de operaciones el cirujano debe recordarlos principios quirúrgicos básicos del manejo de los trau-matismos abdominales. En primer lugar lo principal esel control de la hemorragia aguda, seguido de una ex-ploración minuciosa, con identificación de las lesionesasociadas y control de la fuga gastrointestinal. El pán-creas debe exponerse mediante el uso de las manio-bras anteriormente descritas para tener un exacto cono-cimiento del grado y localización de la lesión.

Abogamos a favor de que las contusiones y desgarrospoco profundos se traten mediante un simple drenaje ex-terno cerrado aspirativo. La cápsula pancreática no debe-ría cerrarse por sí misma dado que se sabe que conducea la formación de pseudoquistes pancreáticos. Una le-sión que afecte el parénquima pancreático debe ser exa-minada suavemente en busca de afectación ductal. Unavez excluida la lesión ductal, recomendamos la realiza-ción de una pancreatorrafia simple usando sutura no ab-sorbible, aproximando los bordes del parénquima lacera-do. La pancreatorrafia disminuye la probabilidad de fugapancreática y el proceso inflamatorio circundante.

En ocasiones puede ser bastante difícil para el ciruja-no establecer la afectación del sistema ductal. Realizaruna pancreatorrafia en este escenario no sólo fallará, sinoque se tratará inadecuadamente la lesión ductal, incre-mentando la posibilidad de desarrollar complicacionespostoperatorias. En esta situación, asumimos la lesiónductal y aumentamos el grado de lesión para seleccionarel tratamiento adecuado que, en este caso, puede ser laresección pancreática. Esta decisión es sencilla si la le-sión asienta a la izquierda de los vasos mesentéricos su-periores, en los que la resección distal no se aproxima ala complejidad de una resección a la derecha de los mis-mos. Si la lesión está a la derecha de los vasos mesenté-ricos superiores, el cirujano debe elegir entre un drenajeamplio, aceptando la posibilidad de una fístula postope-ratoria, o realizar una resección a la derecha de los vasosmesentéricos superiores. La otra alternativa sería realizaruna resección segmentaria y pancreaticoyeyunostomía,aceptando el riesgo de una fuga anastomótica.

En 1956, Cullota y col.63 expresaron su pesimismo conrespecto al manejo quirúrgico de las lesiones pancreáti-cas. Pensaban que, a excepción de una resección cau-dal ocasional, poco se podía hacer para prevenir el de-sarrollo de complicaciones pancreáticas. En ese estu-dio, sólo uno de 31 pacientes sufrió una resección seg-mentaria, descrita como una resección limitada a la cola.En 1957, Hannon y Spafka64 fueron los primeros ciruja-nos en recomendar la pancreatectomía distal en el ma-nejo de lesiones pancreáticas complejas. Informaron decuatro casos en los cuales realizaron pancreatectomíadistal, entre un 20 y un 80% de la glándula. Esta aproxi-mación les cosechó buenos resultados, por lo que reco-mendaban la resección como la mejor opción terapéuti-ca, más que el drenaje simple.

En 1959, Letton y Wilson65 también abogaron por lapancreatectomía distal para el manejo definitivo de le-siones pancreáticas. Estos autores revisaron la literatu-ra para comparar la seguridad y efectividad de la pan-createctomía distal frente a procedimientos menos ex-tensos, y encontraron una mayor incidencia de fístulas ypseudoquistes en pacientes tratados con drenaje sim-ple. Debido a su inquietud por el posible desarrollo deinsuficiencia pancreática, eran partidarios de limitar larealización de resecciones amplias. En caso de lesiónde la parte distal de la cabeza y cuello pancreáticos,recomendaban la resección segmentaria con pancreati-coyeyunostomía distal en Y de Roux para preservar teji-do pancreático. Describieron el procedimiento quirúrgi-co y recomendaron anastomosar el segmento distal pan-creático en el asa yeyunal desfuncionalizada con dosplanos de sutura discontinua con material no absorbible.

En 1959, Doubilet y Mulholland66 describieron el uso de“stents” pancreáticos en la reparación de lesiones pancreá-ticas. Su idea se basaba en el concepto de que, disminu-yendo la resistencia del esfínter de Oddi mediante una es-finterotomía, permitirían un flujo preferente de la secreciónpancreática hacia el duodeno, reduciendo su fuga hacia lacavidad abdominal y el retroperitoneo. Su enfoque incluíacolecistectomía o colecistostomía, esfinterotomía transduo-denal e intubación de la ampolla de Vater pasando un ca-téter al conducto pancreático. Esta idea no ganó populari-dad y fue abandonada rápidamente.

En 1961, Fogelman y Robinson67 publicaron la prime-ra de muchas series del Parkland Memorial Hospital deDallas. Los autores trazaron los principios quirúrgicosbásicos usados hoy en día para el manejo de las lesionespancreáticas. Recomendaron el uso de la pancreatorra-fía con sutura no absorbible para reparar laceraciones delparénquima pancreático, añadiendo el no realizar la pan-creatorrafia hasta no haberse asegurado de la integridaddel conducto pancreático. Recomendaban enérgicamen-te el uso obligatorio de drenajes en las lesiones pancreá-ticas, aduciendo para ello tanto la imposibilidad técnicade cerrar completamente una disrupción pancreática comouna alta frecuencia de rotura pancreática secundaria, confuga de enzimas y formación de un flemón, tanto químicocomo bacteriano, en el saco menor. También recomenda-ron la resección pancreática como un método más fiableen el tratamiento de estas lesiones.

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Howell y col.68 en 1961, refinaron las indicaciones dela pancreatorrafia, recomendando que se realizara en casode laceración limpia, sin lesión ductal, decreciendo así laposibilidad de una fístula pancreática. Recomendaron nosuturar la cápsula pancreática, ya que esto puede condu-cir a la formación de una fístula pancreática, el uso dedrenajes externos amplios en caso de lesiones extensasen pacientes inestables hemodinámicamente, y la pan-createctomía distal como tratamiento definitivo.

En 1961, Bracey69 recomendó el uso de la pancreato-gastrostomía que ha sido utilizada de forma poco frecuentedesde entonces. En 1994, Delcore y col.70 fueron, proba-blemente, los únicos autores en la literatura que informa-ron su uso en cinco pacientes para manejar el remanentepancreático tras pancreaticoduodenectomía, y recomen-daron su superioridad frente a la pancreatoyeyunostomía.Este procedimiento se usa poco hoy en día.

Kerry y Glas,71 en 1962, fueron los primeros en definirlas lesiones pancreaticoduodenales como entidad propia,y describieron una aproximación a su manejo que incluíaresección pancreática cuando fuera posible, movilizaciónduodenal amplia, y desviación de la secreción gastrointes-tinal de la zona lesionada. Aconsejaban manejo quirúrgicoprecoz y agresivo. Esta publicación puso en marcha la ideaque luego se cristalizó en el desarrollo de los procedimien-tos de diverticulización duodenal y exclusión pilórica.

Stone y col.72 en 1962, basados en su experiencia yuna revisión de la literatura, analizaron los principios delmanejo de las lesiones pancreáticas. Con una experien-cia de 62 casos recomendaron una aproximación pasoa paso que consistía en hemostasia, desbridamiento ycontrol de la secreción pancreática. Censuraron la rea-nastomosis del sistema ductal y abogaron por la ligadu-ra del extremo distal dañado, y propusieron la pancrea-tectomía como el pilar en el manejo de las lesiones pan-creáticas. De forma similar, recomendaron que la pan-creaticoyeyunostomía debería ser usada sólo en los ca-sos en los que la conservación de tejido pancreático fuerade extrema necesidad.

Baker y col.73 en 1963, informaron su serie de 82 pa-cientes mencionando que la disrupción pancreática po-día presentarse con hallazgos clínicos preoperatoriosrelativamente menores. Defendían la exposición del pán-creas para visualizar las lesiones, y describieron que lamejor manera de conseguir la hemostasia era desbridartejidos lesionados y colocar suturas no absorbibles enpuntos de Halsted, antes que pinzar y ligar los vasosdentro del parénquima.

Thal y Wilson,74 en 1964, sugirieron por primera vezla pancreaticoduodenectomía en pacientes con trauma-tismo por estallido severo de la cabeza del páncreas.Publicaron una serie de tres pacientes en los que serealizó pancreaticoduodenectomía, y recomendaron li-mitar su uso para pacientes con lesiones pancreatico-duodenales masivas.

En 1965, Jones y Schires75 publicaron una serie de 69pacientes ingresados en el Parkland Memorial Hospitalcon lesiones pancreáticas penetrantes, e informaron deluso de la pancreaticoyeyunostomía en Y de Roux a doblecara, con un asa yeyunal al borde libre del páncreas rese-

cado. Una versión posterior, descrita en 1971, incluía unapancreaticoyeyunostomía doble término-terminal y térmi-no-lateral.8 Estos procedimientos ganaron popularidad yaparecieron en muchos libros de texto de cirugía desdesu descripción. Sin embargo, se realizaron de forma pocofrecuente en el Parkland Memorial Hospital y fueron aban-donados dado su alto índice de complicaciones.

En 1969, Mulé y Adaniel76 describieron un procedi-miento reconstructivo en el cual realizaban una intusus-cepción del segmento distal pancreático en el extremode un asa de yeyuno, anastomosando el segmento pan-creático proximal al borde mesentérico del yeyuno. Fo-ley y col.77, en 1969, enumeraron la indicaciones de lapancreaticoduodenectomía (Cuadro I).

En 1979, Patcher y col.78 fueron los primeros en em-plear suturas mecánicas para realizar la pancreatecto-mía distal. En su revisión de la literatura informaron de234 pancreatectomías distales en casos de traumatis-mos, con un promedio de formación de fístula pancreá-tica de entre el 13 y el 30%. En un intento por reduciresta cifra, usaron la engrapadora TA-55 (Ethicon, Cincin-nati, Ohio) con grapas de 3.5 mm en 12 pacientes, cua-tro de trauma y ocho electivos. Se desarrolló fístula enun paciente, con una tasa de complicación del 8.3%. Eneste estudio, describieron tres ventajas teóricas de estatécnica: la transección se realizaba por tejido sano, cie-rre seguro del conducto y la resistencia del acero al de-sarrollo de infección. Luego, Adersen y col.79 informaronde dos casos en los que también usaron TA-55 con gra-pas de 4.8 mm con buenos resultados.

En 1982, Robey y col.80 informaron de cuatro casos depancreatectomía distal con preservación esplénica paralesiones traumáticas cerradas. Dawson y Scott–Conner,81

en 1986, informaron de un caso de pancreatectomía dis-tal con preservación esplénica por lesión penetrante y rea-lizaron 10 disecciones de páncreas distal en cadáver, ha-llando una media de 22 ramas tributarias de la vena es-plénica y ocho ramas de la arteria esplénica.

En 1989, Pachter y col.82 publicaron la mayor serie de laliteratura, con nueve pacientes tratados con pancreatecto-mía distal con preservación esplénica, refutando el dogmaquirúrgico de que la preservación esplénica consumía mástiempo que la pancreatectomía distal más esplenectomía.

En 199l, Gentilello y col.83 informaron que la ligaduradel conducto pancreático es una alternativa más seguraque la pancreaticoyeyunostomía después de pancreati-coduodenectomía, en pacientes inestables hemodinámi-

Cuadro IIndicaciones de la pancreaticoduodenectomía

1. Hemorragia masiva incontrolable de la cabeza pancreá-tica, estructuras vasculares adyacentes o ambas.

2. Lesión ductal masiva e irreparable de la cabeza pan-creática.

3. Lesiones combinadas irreparables de: duodeno y ca-beza del páncreas, duodeno, cabeza de páncreas ycolédoco.

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camente. Informaron de 10 pacientes, en seis de los cua-les se realizó ligadura del conducto pancreático y en tres,pancreaticoyeyunostomía. Al comparar los grupos, nohallaron diferencias estadísticamente significativas encuanto a mortalidad ni morbilidad pancreática. La tasade supervivencia fue del 46.2% para la ligadura ductal,más baja que para la pancreaticoduodenectomía. La li-gadura ductal merece consideración como técnica enpacientes en los que se ha realizado pancreaticoduode-nectomía, se encuentren inestables hemodinámicamentey no soportarían una pancreaticoyeyunostomía.

Recientemente Asensio y colaboradores84 publicaronuna serie de 18 pacientes que fueron sometidos a pan-creaticoduodenectomía durante un periodo de 126 me-ses. En este estudio, 17 pacientes sufrieron lesión pan-creática grado V y uno grado IV, mientras que todas laslesiones duodenales fueron grado V. De estos últimos,10 presentaron lesiones duodenales múltiples y ocholesiones aisladas, de las cuales siete fueron de la se-gunda porción y una de la primera porción del duodeno.De esta serie sobrevivieron 12 pacientes, lo que repre-senta una mortalidad del 33%, ajustándose al rango dela literatura de entre 30-40%.

ConclusiónHemos revisado 62 series que describían los procedimien-tos quirúrgicos para tratar lesiones pancreáticas. El 59%de los pacientes fue tratado con drenaje externo, y el 28%con pancreatectomía distal. En el 2.5% de los pacientesse utilizó una combinación de pancreatectomía distal ypancreaticoyeyunostomía. La pancreaticoduodenectomíaes un procedimiento formidable en pacientes en estadocrítico. Una revisión de 63 series entre 1964 y 2003 cose-chó un total de 263 pacientes a los que se les realizó pan-creaticoduodenectomía, de los cuales 86 fallecieron. Latasa global de mortalidad fue del 32%, dentro del rangodel 30-40% reflejado en la literatura.

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