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Stephen Jay Gould L a flecha del tiempoA l i a n z a U n iv e r s id a d

U niversidad

Stephen Jay Gould

La flecha del tiempoMitos y metforas en el descubrimiento del tiempo geolgico

V ersin espaola de C arlos A cero Sanz

4' &V

Alianza Editorial

Time's Arrow. Time's Cycle. Myth and Metaphor in the Discovery o f Geological Time. Esta obra se publica en castellano por acuerdo con Harvard University Press.

1 IIU K J u u g i u a i .

a n c o be la LIOTECA LUI

r e p u b l ic

* ARANG

pnecEsos nr.-rftco* .

2 9^roy c< h : '

Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Cdigo Penal vigente, podrn ser castigados con penas de multa y privacin de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorizacin.

Copyright 1987 by The President and Fellows of Harvard College. All rights reserved Copyright Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid,(1992 ) Calle Miln, 38; 28043 Madrid; telef. 300 00 45 .... ISBN: 84-206-2736-4 Depsito legal: M. 38.277-1992 1/ Fotocomposicin EFCA, S. A. Avda. Doctor Federico Rubio y Gali, 16. 28039 Madrid Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

Para Richard Wilson, M. D. Karen Antman, M .D .

Sine quibus nonel ms brutal sentido literal

El tiempo que nosotros podemos concebir se remonta solamente a cinco das antes de nuestra existencia.Sir Thomas Browne, Religio Medid, 1642.

La idea rectora, presente en todas nuestras investigaciones y que acompaa a todas las observaciones recientes, el sonido que todo estudiante de la Naturaleza parece escuchar como un eco en todas las obras de sta, es Tiempo! Tiempo! Tiempo!George P. Scrope, eminente gelogo britnico, en 1827. Esta cita ha llegado a convertirse, en la prctica, en un lugar comn, por ser reproducida frecuentemente en los libros de texto actuales.

INDICE

Agradecimientos...............................................................................Indice de las ilu stracio n es.................................................................. 1. EL DESCUBRIMIENTO DEL TIEMPOPROFUNDO................... El tiem po p ro fu n d o ................................................................. M itos sobre el tiem po p ro fu n d o .......................................... Las d ico to m as........................................................................... La flecha del tiem po y el ciclo deltie m p o ......................... A dvertencias............................................................................... 2. E l c a m p o d e la b a t a l l a d e l t ie m p o d e T h o m a s B u r n e t ........................................................................................... L a portada de Burnet............................................................... E l Burnet de los libros de texto........................................... C iencia versus relig i n ............................................................ M etodologa de B u rn et........................................................... La fsica de la historia............................................................. La flecha del tiempo y el ciclo del tiem po: conflicto y reso lu ci n ........................................................................ Burnet y Steno, com paeros intelectuales bajo la luz de la flecha del tiem po y del ciclo del t ie m p o ..................9

1115 19 19 22 26 28 34

39 39 42 43 45 49 59 69

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Indice

3.

T e o r a d e la T ie r r a d e J a m e s H u t t o n : u n a m q u i n a SIN HISTORIA........................................................................... Retratando el abism o del tie m p o ......................................... La mquina mundial de Hutton y las disposiciones del tiempo p ro fu n d o ................................................................. El Hutton de le y e n d a ............................................................. Hutton desaprueba su leyen d a.............................................. L as fuentes de la necesaria ciclitu d ..................................... L a paradoja de Hutton, o por qu el descubrim iento d#l tiem po profundo neg la historia................................. El dilem a de Borges y las m otivaciones de H utton...... Playfair: B osw ell con una diferen cia................................... Un mundo en conclusin y expectativa.............................

79 79 82 85 88 92 98 109 110 114 117 117 123 134 152 170 187 197 199

4.

C h a r le s L y e l l ,

h ist o r ia d o r d e l t ie m p o c c l i c o .....

El caso del profesor Ictio sa u ro ........................................... Charles Lyell, autor de su propio m ito ............ ............... E l triunfo retrico de L yell: el equivocado rol del catas tro fism o .................................................................................. L a defensa de L yell del ciclo del t ie m p o .......................... Lyell, historiador del ciclo del tiem p o ............................... El desentram ado parcial en la visin del mundo de Lyell. E plogo......................................................................................... 5. F r o n t e r a s ....................................................................................

El Trono de H am pton y la portada de Burnet................ 199 Reflexiones de fondo en torno a las flechas y los ciclos 209 Bibliografa.............................................................................................. 229

AGRADECIMIENTOS

La gnesis de este libro recae en el mismo conflicto e interaccin de las metforas (flechas de la historia y ciclos de inmanencia) que potenci el descubrimiento del tiempo profundo en geologa. Si triun fase en transmitir el orden deseado de mis pensamientos, este libro podra presentarse a los lectores como el forjado de una unidad de una manera racional; en otras palabras, como producto de la estruc tura inmanente reflejada en la metfora del ciclo del tiempo. Pero dicha concepcin, aunque refleja (espero) la lgica de la construc cin, deformara su origen psicolgico, ya que este volumen est remendado con partes de la flecha del tiempo, momentos peculiares e impredecibles de mi propia historia contingente. Sucesos imper ceptibles que parecen sin importancia en esa poca son los clavos de la herradura en la estructura final. No puedo comenzar especifican do todos estos incidentes de mera historia. Mi padre me llev a ver un Tiranosaurio cuando tena cinco aos. George White, gran caballero y biblifilo, me dio una edicin del siglo XIX del Telluris theoria sacra de Burnet en lugar de los honorarios por una confe rencia. John Lounsbury ilustr el uniformismo (uniformitarianism) mediante un ejemplo que mezclaba distintos significados durante un curso introductorio de geologa en el Colegio de Antioquia. Saba11

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La flecha del tiempo

que haba algo equivocado, pero no caa en qu, hasta que estudi a David Hume en relacin con la induccin. Visit el Portrush Sill de Irlanda del Norte en un curso de primavera en la Universidad de Leeds (durante un ao de pregraduacin) y vi la dicotoma del neptunismo y plutonismo grabado en las rocas. Permanec con una mez cla de horror y fascinacin ante el esqueleto (los esqueletos) de Rita-Cristina, las gemelas siamesas de Cerdea, en el museo de Pars. Observ el frontispicio de Burnet en la belleza resplandeciente del Trono de James Hampton para la segunda venida de Cristo en el M useo Nacional de Arte Americano. Escuch a Malcolm Miller, el autodenominado sabio de Chartres, su lectura de metforas medie vales en vidrios y estatuas. Luego, R. K. Merton me mostr que yo haba sido un loco vanaglorioso al pensar que haba descubierto el origen de la frase de Newton sobre los hombros de los gigantes en el crucero meridional, de aquella la ms grande entre las catedrales. Estoy ms profunda y directamente en deuda con los colegas que han luchado por entender la historia de la geologa. Presento este libro como un anlisis lgico de tres grandes documentos, aunque sea, realmente, una empresa colectiva. Estoy violento por no poder ahora arreglar y atribuir propiamente las partes forjndolas en una unidad aqu. Estoy demasiado cerca de este tema. He enseado el descubrimiento del tiempo durante veinte aos y he ledo los tres documentos una y otra vez (pues considero dicha repeticin como la mejor medida de una vida intelectual; cuando se acaban las nuevas concepciones, continuamos hacia otras cosas). Sencillamente no re cuerdo qu partes procedieron de mi propia lectura de Burnet, Hutton y Lyell, y cules de Hooykaas, o Rudwick, Porter o una mul titud de otros pensadores que me han inspirado, como si, en cual quier caso, lo endgeno y lo exgeno pudieran formar categoras separadas! En el caso ms inmediato, tengo mucho que agradecer a Don Patinkin, de la Universidad Hebrea, Jerusaln; y a Eitan Chernov, Danny Cohn y Rafi Falk, guas y amigos durante mi visita. Este libro es una versin muy elaborada y revisada del primer ciclo de conferencias de Harvard-Jerusaln, presentadas en la Universidad Hebrea en abril de 1985. Arthur Rosenthal, director de la Harvard University Press, concibi este ciclo y lo realiz; a l, en calidad de padrino, mis ms profundas gracias. Slo puedo esperar haber esta blecido un comienzo importante a un ciclo que, mediante la flecha del tiempo del progreso, pronto reemplace su origen (mientras tanto,

Agradecimientos

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espero formar algn recuerdo en el ciclo del tiempo de la memoria). Como para Jerusaln, la verdadera ciudad eterna, slo puedo decir que finalmente entiendo el Salmo 137: Pguese al paladar la lengua ma, el da que de ti no me acordare, si es que a Jerusaln no pongo por encima de toda mi alegra. Hoy esto es todo un tributo de un hombre que vive enseando!

INDICE DE LAS ILUSTRACIONES

Portada de la primera edicin de Telluris theoria sacra o Teora sagrada de la Tierra. Ver pg. 40. 2.2. Intentos de Burnet para calcular la cantidad de agua de los ocanos. (De la primera edicin.) Ver pg. 50. 2.3. Causa fsica del diluvio segn Burnet. (De la primera edicin inglesa.) Ver pg. 51. 2.4. Superficie actual de la Tierra. (De la primera edicin.) Ver pg. 52. 2.5. El caos de la Tierra primitiva segn se describe en Gnesis, 1. (De la primera edicin.) Ver pg. 53. 2.6. El planeta perfecto del paraso original del Edn. (De la pri mera edicin.) Ver pg. 56. 2.7. La superficie de la Tierra en su estado paradisaco. (De la pri mera edicin inglesa.) Ver pg. 54. 2.8. La Tierra volver a ser perfecta por segunda vez. (De la pri mera edicin.) Ver pg. 58. 2.9. Historia geolgica de la Toscana vista por Steno, segn la rea daptacin a la traduccin inglesa por J. G. Winter (1916). Ver P g -712.10. Versin original de la historia geolgica de la Toscana vista por Steno. Ver pg. 76.15

2.1.

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La flecha del tiempo

3.1.

3.2. 4.1.

4.2. 4.3. 4.4. 4.5.

4.6. 4.7.

4.8.

4.9. 5.1.

5.2. 5.3. 5.4. 5.5.

John Clerk del pueblo de Eldin. Grabado sobre la inconfor midad de Hutton en Jedburgh, Escocia. (Cortesa de sir John Clerk de Penicuik, tomado de H utton: The Lost Drawings, Edimburgo, Scottish Academic Press Limited.) Ver pg. 80. Una ilustracin de la primera edicin de Principies o f Geology de Charles Lyell (1830). Ver pg. 90. Caricatura de Charles Lyell como el futuro profesor Ictiosauro hecha por De La Beche. (Ilustracin de la portada de Curiosities o f N atural History, de Frank Buckland, donde se le da una interpretacin sarcstica en relacin con su padre, Wi lliam.) Ver pg. 119. Dos ilustraciones de la primera edicin de Principies o f G eo logy, de Lyell mostrando su mtodo de trabajo. Ver pg. 125. Comentario de Agassiz del mayor elogio anotado junto a sus crticas, en su copia de los Principios de Lyell. Ver pg. 136. Un ejemplo clsico del gradualismo de Lyell. (De la primera edicin de los Principios de Lyell.) Ver pg. 141. Un moderno ejemplo de destruccin por erosin. The Grind of the Navir. (De la primera edicin de los Principios de Lyell.) Ver pg. 166. Ejemplos modernos de construccin mediante terremotos. (De la primera edicin de los Principios de Lyell.) Ver pg. 167. Una ilustracin de los problemas afrontados por los gelogos para el desentramado estratigrfico del perodo Terciario. (De la primera edicin de los Principios de Lyell.) Ver pg. 176. Fsiles de moluscos del Eoceno utilizados por Lyell. (Ilustr. 3, tomo 3 de la primera edicin de los Principios de Lyell.) Ver pg. 182. Fsiles de moluscos del Mioceno utilizados por Lyell. (Ilustr. 2, tomo 2 de los Principios de Lyell.) Ver pg. 183. Composicin completa del Trono d el tercer cielo de la Asam blea General del milenio de la nacin. (American Art Museum, Smithsonian Institution, donacin annima.) Ver pg. 201. El trono de Cristo, pieza central de la composicin de Hampton. Ver pg. 202. Otra pieza de la parte central del Trono de Hampton. Ver pg. 204. La pizarra de Hampton. Ver pg. 205. Inscripciones A.D. y B.C. del Trono de Hampton. Ver pgs. 206-207.

Indice de las ilustraciones

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5.6. 5.7. 5.8.

5.9. 5.10. 5.11. 5.12. 5.13. 5.14.

Estructuras simtricas correspondientes a las partes izquierda y derecha del Trono de Hampton. Ver pgs. 210-211. Sistema taxonmico de Swainson. Ver pg. 214. Ictiosauro producido por las equivalencias homologas de la flecha del tiempo y las anlogas del ciclo del tiempo. (Cortesa del Department Library Services, American Museum of Natu ral History, neg. n. 313168.) Ver pg. 218. Rita-Cristina, gemelas siamesas de Cerdea. Ver pg. 220. El ciclo del tiempo en Canterbury. Ver pg. 221. Llaves de bveda de la catedral de Norwich. Ver pg. 219. Vidrieras del Kings College en Cambridge. Ver pg. 224. Gran vidriera de la fachada sur de la catedral de Chartres. Ver pg. 226. Figura escultrica de la catedral de Chartres. Ver pg. 227.

Captulo 1 EL DESCUBRIMIENTO DEL TIEMPO PROFUNDO

El tiempo profundo Sigmund Freud observ que cada una de las ciencias principales ha hecho su contribucin en la reconstruccin del pensamiento hu mano y que cada paso en este arduo progreso ha supuesto la desintegracin de una faceta ms de la idea inicial de nuestra rele vante importancia en el universo.En el curso de la historia, la humanidad, en su cndido amor propio, ha tenido que soportar a la ciencia dos grandes ultrajes. El primero fue cuando se comprendi que nuestro planeta no era el centro del universo, sino que se trataba solamente de una mota en un sistema de mundos con una mag nitud difcilmente concebible. El segundo fue cuando la investigacin bio lgica priv al hombre del privilegio particular de haber sido creado supe rior, para relegarle a un puesto de descendiente del reino animal.

(En una de las declaraciones menos modestas de la historia, Freud establece que su trabajo ha dado al traste con el, posiblemente lti mo, pedestal de este desafortunado refugio: el consuelo de que, aun que desarrollados a partir de un humilde simio, al menos poseemos mentes V racionales.) --' 19

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La flecha del tiempo

Pero Freud olvid uno de los principales hechos en su lista, el puente entre la limitacin espacial del mbito humano (la revolucin de Galileo), y nuestra unin fsica con todas las criaturas inferiores (la revolucin de Darwin). Desestim la gran limitacin temporal que la geologa impone a la relevancia de lo humano: el descubri miento del tiempo profundo (expresin muy acertada de John McPhee). Qu podra ser ms reconfortante, ms conveniente para el dominio del hombre, que el concepto tradicional de un planeta joven, regido por la voluntad humana desde los das de su origen. Por el contrario, qu amenazadora resulta la nocin de una inmen sidad prcticamente inabarcable, con una presencia humana restrin gida a un milimicrosegundo del final! Mark Twain capt la dificultad de encontrar consuelo en tan escueta existencia:El hombre ha estado aqu 32.000 aos. Que hicieran falta cien millones de aos para prepararle el mundo, es prueba de que fue hecho para l. Supon go, no lo s. Si utilizramos la torre Eiffel para representar la edad del mundo, la capa de pintura de la protuberancia que corona la cima, repre sentara la porcin que corresponde a la edad del hombre; y cualquiera se dara cuenta de que fue por esa capa por la que se construy la torre. Imagino que se daran cuenta, no lo s.

Charles Lyell expres el mismo tema en tonos ms sombros, des cribiendo el mundo de James Hutton, un mundo sin vestigios de un principio ni panorama de un final. Esta idea vincula a los dos pro tagonistas tradicionales del tiempo profundo en geologa, y tambin expresa el lazo metafrico entre la nueva profundidad del tiempo y la extensin del espacio en el cosmos de Newton:Perspectivas de la inmensidad del tiempo pasado, como las desveladas por la filosofa de Newton en relacin al espacio, eran demasiado vastas para despertar ideas de sublimidad libres de la dolorosa sensacin de una inca pacidad para concebir un plan de tan infinita extensin. Los mundos se ven ms all los unos de los otros, a inconmensurable distancia entre s, y ms all todava, innumerables sistemas se trazan vagamente en los confines del universo visible (Lyell, 1830, 63).

El tiempo profundo es tan difcil de asimilar, tan ajeno a nuestra experiencia ordinaria, que se configura como un obstculo para nues tro entendimiento. An se consideran innovadoras las teoras que simplemente sustituyen una falsa extrapolacin por una adecuada

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ubicacin de los sucesos ordinarios dentro de la inmensidad del tiem po. La teora del equilibrio puntuado, propuesta por Niles Eldredge y yo, no es, como tantas veces se ha malinterpretado, una llamada radical para un cambio verdaderamente repentino, sino un recono cimiento de que los ordinarios procesos del desarrollo de las espe'cies, adecuadamente considerados como glacialmente lentos en rela cin al estndar de la duracin de nuestra vida individual, no se introducen en el tiempo geolgico como largas secuencias con una imperceptible graduacin (teora tradicional o gradualista), sino que se originan de una manera geolgicamente repentina, en sencillos estratos, Un ejemplo para facilitar el entendimiento intelectual del tiempo profundo sera: sabemos perfectamente cuntos ceros hay que po ner despues de 10 para que sean billones. Asimilar esto ya es otra cuestin. El tiempo profundo es algo tan extrao que realmente slo podemos comprenderlo metafricamente. As hacemos en pedago ga. Hablamos de la milla geolgica (en la que la historia de la hu manidad ocupara unas pocas pulgadas al final); o el calendario cs mico (donde el Homo sapiens aparece unos momentos antes de Auld Lang Syne *). Una mujer sueca, con la que mantena corresponden cia, me coment que dej a su mascota, un caracol llamado Bjrn (significa oso), en el Polo Sur durante el perodo Cmbrico, permi tindole avanzar lentamente hacia Malm; es un buen ejemplo para visualizar el tiempo en relacin a la geografa. John McPhee ha apor tado la metfora ms sorprendente de todas (en Valle y Cordillera): Consideremos la historia de la tierra como la medida de la antigua yarda inglesa, es decir, la distancia entre la nariz del rey y el extremo de su mano estirada. El golpe del filo de una ua en su dedo medio ^bastara para borrar la historia de la humanidad. Cmo hicieron los estudiosos de la tierra esta cardinal transi cin desde miles a billones? Ningn tema puede ser jns importante para nuestra investigacin si lo que intentamos comprender es la historia del pensamiento geolgico.

* Auld Lang Syne es el ttulo de una cancin tradicional escocesa que versa sobre los antepasados. [N . d el T.J

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La flecha del tiempo

Mitos sobre el tiempo profundo Las taxonomas limitantes son una maldicin para la vida inte lectual. El reconocimiento del tiempo profundo, de forma consen suada entre los estudiosos, se extiende en el perodo que va desde mediados del siglo XVII hasta principios del XIX. Como Rossi escri bi (1984): En los tiempos de Hooke los hombres tenan un pasado de seis mil aos; en los tiempos de Kant eran conscientes de un pasado de millones de aos. Dado que la geologa no exista como disciplina independiente y reconocida durante esas cruciales dcadas, no podemos atribuir este suceso, cardinal en la historia intelectual, a un examen de rocas realizado por una agrupacin de estudiosos de la tierra. En este sentido, Rossi (1984) argumenta persuasivamente que el descubrimiento del tiempo profundo combin las percepcio nes de aquellos que ahora llamaramos telogos, arquelogos, his toriadores y lingistas, as como de gelogos. Intelectuales pertene cientes a esta era de erudicin asumieron todo el trabajo dentro de todas estas reas. Limito mi discusin a unos autores concretos, precisamente los mismos que ms tarde los gelogos profesionales se adjudicaran como sus predecesores; y debo advertir de que soy consciente de que trabajo dentro del mismo marco que estoy tratando de demoler (o ampliar). En otras palabras, parto de las versiones sobre el des cubrimiento del tiempo clsicamente aceptadas por todos los gelo gos. Historiadores profesionales han reconocido ampliamente la n dole falsa y panfletaria de esta mitologa que, por otra parte, se sirve a s misma; y quiero dejar claro que no hago reclamacin ninguna sobre la originalidad de este punto de vista, pero tengo que decir que este mensaje no aparece en otras publicaciones, cientficas o intelectuales.Tam bin he querido ponerm e unos lmites geogrficos, y he cir cunscrito mi estudio al escenario de la geologa britnica, del que he tom ado a sus tres actores principales, de los que se puede decir que, mientras dos tienen el papel de hroes, el tercero lo tiene de villano.

El orden de aparicin de estos personajes tambin expresa la tpica mitologa del descubrimiento del tiempo. Thomas Burnet, vi llano por infestarlo todo con dogmatismos teolgicos, escribi su p eora Sagrada de la Tierra en 1680. El primer hroe, James Hutton, trabaj exactamente un siglo despus, escribiendo su versin inicial de la Teora de la Tierra en 1780. Charles Lyell, segundo hroe y

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codificador de la modernidad, escribi su tratado germinal, Princi pios de G eologa, cincuenta aos despues, en 1830. (La ciencia, des pus de todo, progresa por aceleracin, como sugiere este acerca miento a la verdad.) La mitologa usual encarna una tradicin que los historiadores desdean con su etiqueta ms despectiva: progresismo, o la idea de la historia como un relato de progresos, que nos permite juzgar a las figuras del pasado segn su papel en la promocin de descubri mientos. En su Interpretacin progresiva de la historia (1931), Herbert Butterfield lamenta la estrategia de los historiadores ingleses aliados al partido liberal, que escribieron la historia de su nacin como una progresiva aproximacin a sus ideas polticas:El pecado en la com posicin histrica es abstraer los sucesos de su contexto, y organizados, implcitamente, en comparacin con el presente, pretendien do con esto que a los hechos se les permita hablar por s mismos. Es ima ginar que la historia tiene autoridad para dar juicios de valor, es tambin, asumir que se puede probar por el mero paso del tiempo que una idea o una persona estaban equivocadas (105-106).

La historia progresista tiene un apoyo particularmente tenaz en la ciencia, por una razn obvia, su consonancia con la leyenda ms importante de la ciencia. Este mito sostiene que la ciencia difiere fundamentalmente de las otras actividades intelectuales en su bs queda primordial para descubrir y registrar los hechos de la natura leza. Estos hechos, cuando son recogidos y procesados en suficiente nmero, son guiados por una especie de fuerza bruta que les induce hacia grandiosas teoras que unifican y explican el mundo natural. As pues, la ciencia es el relato final del progreso, y su motor de avance es el descubrimiento emprico. Nuestros tratados de geologa tratan el descubrimiento del tiem po profundo de esta manera progresista, como una victoria de la observacin superior, al final liberada del constreimiento de la su persticin. (Cada uno de los siguientes captulos contiene una sec cin acerca de los que yo llamo tratados panfletarios.) En los viejos y malos tiempos, antes de que los estudiosos se levantaran de sus butacas para observar las rocas en el campo, las limitaciones bblicas de la llamada cronologa mosaica imposibilitaban cualquier entendimiento de la historia de nuestro planeta. Bumet represent este irracionalismo anticientfico, tan bien ilustrado por la impropiai.

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La flecha del tiempo

inclusin de la palabra sagrado en su descripcin principal de la historia de nuestro planeta. (A pesar de que tuvo considerables pro blemas por su interpretacin alegrica de los das del Gnesis como potenciales eras.) As pues, Burnet representa la atrincherada oposi cin de la iglesia y la sociedad a las nuevas formas de ciencia obser vadora. Hutton rompi con esta censura bblica porque tena la voluntad de anteponer los campos de observacin a las ideas preconcebidas hablar con la tierra, que ella os ensear . Dos claves en las observaciones de Hutton alimentaron el descubrimiento del tiempo profundo primero, el reconocer el granito como una roca gnea, esto representa una fuerza restauradora de edificacin (de manera que la tierra puede reciclarse indefinidamente, en vez de erosionarse hasta la ruina); y, segundo, la adecuada interpretacin de los relieves geogrficos como lmites entre ciclos de edificacin y erosin (lo que suministra evidencia directa de episodios de renovacin ms que de una corta y lineal decrepitud). Pero el mundo no estaba preparado para Hutton (y el era un escritor psimo como para persuadir a alguien de algo). As que la codificacin del tiempo profundo tuvo que esperar a la aparicin del gran tratado de Charles Lyell, Principios de geologa (1830-1833). Lyell triunf con su magistral compendio sobre las clases y formas de los procesos actuales en geologa, demostrando que la lenta y persistente accin de las causas ordinarias podra, al extenderla en el tiempo profundo, dar lugar a todos los hechos geolgicos (desde el Gran Can hasta cualquier extincin en masa). Los estudiosos de la tierra podan ahora rechazar los agentes milagrosos que la crono loga bblica haba requerido incluir. As pues, el descubrimiento del tiempo profundo ha supuesto un triunfo, de los ms grandes de la historia, de la observacin y la objetividad sobre el irracionalismo y la idea preconcebida. Como en las historias de hroes, este informe del tiempo pro fundo que hace Lyell es tan rico en inspiracin como pobre en precisin. Veinticinco aos despus N. R. Hanson, T. S. Kuhn y otros muchos historiadores y filosofos empezaron a organizar las complejas interrelaciones entre el hecho y la teora y entre la ciencia y la sociedad; con lo que el racional y simplista flujo unidireccional desde la observacin a la teora ha quedado totalmente abandonado. Quiz la ciencia se distinga de otras actividades intelectuales por la base sobre la que interpreta y maneja los objetos naturales. Pero los

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cientficos no son mquinas de induccin robtica que infieren es tructuras de explicacin exclusivamente a partir de las constantes observadas en el fenmeno natural (asumiendo la duda de que un estilo de razonamiento de este tipo podra, en teora, alcanzar im portantes logros). Los cientficos son seres humanos, inmersos en una cultura, y luchan con todos los curiosos instrumentos de deduccin que permite la mente, desde la metfora y la analoga, hasta los vuelos de la imaginacin, a los que C. S. Pelrce llamo secues tros. La cultura predominante no es siempre el enemigo que iden tific la historia liberal, en este caso fueron las restricciones teol gicas las que llevaron a los primeros gelogos a ser, desastrosamente, traficantes de milagros. La cultura puede tanto potenciar como li mitar, como la interpretacin biolgica que hace Darwin del modelo econmico del laissez-faire de Adam Smith, asimilndolo como un modelo de seleccin natural (Schweber, 1977). En cualquier caso, no existen mentes objetivas ajenas a una cultura as que debemos sacar el mejor partido posible de esta inevitable inmersin. Es importante que nosotros, como profesionales de la ciencia, combatamos estos mitos para situar a nuestra profesin en el lugar que se merece. Los mitos pueden sernos tiles, en un campo muy limitado, como base lgica para una estrategia de manipulacin: fi nanciar nuestro trabajo y dejarnos en paz, porque sabemos lo que hacemos y vosotros no comprendis nada. Sin embargo la ciencia, en su largo camino, puede daarse a s misma al autoproclamarse como un sacerdocio guardin de un ritual secreto, denominado m todo cientfico. La ciencia es accesible a todo aquel que piense, por que utiliza los instrumentos universales del entendimiento como he rramienta especfica. El entendimiento de la ciencia, prcticamente no es necesario repetir la letana, se convierte en algo crucial en un mundo de biotecnologa, computadoras y bombas. No encuentro mejor manera de ilustrar este ecumenismo del pen samiento creativo que el desenmascarar (de una manera positiva) los mitos de cartn-piedra, que an quedan sobre la ciencia como pura observacin y aplicacin lgica, divorcindola de las realidades de la creatividad humana y del contexto social. El mito geolgico que envuelve el descubrimiento del tiempo profundo podra ser la ms persistente de las leyendas. Este libro respeta los lmites definidos por el mito, para as de rribarlos desde dentro. Analizo en detalle los textos ms importantes de aquellos tres actores principales (uno malvado y dos hroes),

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tratando de encontrar la llave que abra las visiones esenciales de estos autores, visiones borradas por una tradicin que les dibuja como enemigos o como simples avatares del progreso. Encuentro esta llave en una dicotoma de metforas que expresan opiniones conflictivas acerca de la naturaleza del tiempo. Burnet, Hutton y Lyell, todos ellos, lucharon con estas viejas metforas, haciendo malabarismos y yuxtaponindolas hasta que cada uno sac sus conclu siones propias sobre la naturaleza del tiempo. Se puede decir con seguridad que estas conclusiones alimentaron el descubrimiento del tiempo profundo, tanto como lo hicieron la observacin de las rocas y de los afloramientos. La interaccin entre fuentes internas y ex ternas (teoras inspiradas en metforas y observaciones limitadas por teoras) marca cualquier movimiento importante dentro de la cien cia. Entenderemos el descubrimiento del tiempo profundo cuando reconozcamos que en las metforas subyacen siglos de debate, como una herencia comn de todos los que han luchado con enigmas tan bsicos como la direccin y la inmanencia.

Las dicotomas Cualquier estudioso que haya profundizado en los detalles de un intrincado problema dir que su complejidad no puede ser resumida en una dicotoma: un conflicto entre dos interpretaciones opuestas. Todava, por razones que no alcanzo a entender, al pensamiento humano le gusta dicotomizar, al menos en nuestra cultura, y pro bablemente de manera ms generalizada, como se puede ver en an lisis estructuralistas de sistemas no occidentales. Dentro de nuestra tradicin, el afn por la dicotoma se puede extender, por lo menos, hasta el famoso aforismo de Diogenes Laertius: Protgoras afirm que cada cuestin tena dos caras, una exactamente opuesta a la otra. Siempre he renunciado a este tipo de simplificaciones, pero ahora creo que, en la lnea de la dicotoma, se podra encontrar alguna forma de estrategia pluralista ms satisfactoria. No quiero persuadir a nadie para que abandone la cmoda y familiar tctica de la dico toma, lo que pretendo es la posibilidad de ampliar el marco de las investigaciones planteando dicotomas ms apropiadas, o simplemen

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te diferentes a las convencionales. A pesar de que todas las dicoto mas son simplificaciones, la interpretacin de un problema a lo lar go de los diferentes ejes de varias dicotomas ortogonales podra proporcionarnos cierta amplitud dentro de un adecuado espacio in telectual, sin forzarnos a renunciar a nuestro ms cmodo instru mento del pensamiento. Realmente el problema no sera la tendencia a la dicotoma, el problema sera que estas simples divisiones en dos, que imponemos a la complejidad del mundo, sean incorrectas o que induzcan a error. Lo inadecuado de algunas dicotomas reside en su anacronismo. Darwin, por ejemplo, cre una escisin tan destacada, que nos hace tender a imponer la tpica dicotoma sobre su conquista: evolucin versus creacin. Revisando esta cuestin en la historia, encontramos una legin de ejemplos en los distintos debates sobre las principales materias, algunos de los cuales se estudian en mis ensayos. Desde exuberantes precursoristas que dicen encontrar semillas de darwinismo en el pensamiento griego; hasta la bsqueda de atisbos de evo lucionismo en trabajos anteriores a Darwin; y lo malo es que nos pueden hacer pasar por alto la importancia de un extenso y sutil tratado de embriologa, simplemente por unas fugaces alusiones a ciertos cambios (ver Gould, 1985, en Maupertuis); incluso se puede llegar a equivocar el reparto de papeles, como pas nada menos que con los creadores de una gran tradicin en biologa estructural (des de Geoffroy Saint-Hilaire hasta Richard Owen), porque su teora de cambio negaba una base medioambiental, lo que resultaba anture volucionario para aquellos que equipararon el cambio con ulteriores opiniones acerca de sus mecanismos (Gould, 1986, sobre Richard Owen). En la tradicin liberal de la historia de la ciencia aparecen otras muchas dicotomas inductoras de errores, como aquellas que tan desastrosamente han repartido los papeles en la historia de la geo loga y de su descubrimiento del tiempo profundo: uniformitarianismo/catastrofismo, empiricista/especulador, razn/revelacin, ver dadero/falso. Lyell, como veremos, fue el responsable de gran parte de la retrica de estas divisiones, pero si su discurso ha tenido xito ha sido por aceptarle sin apenas sentido crtico. Aqu no espero plantear otras dicotomas que sean ms verdad, las dicotomas pueden ser tiles o inductoras de error, no verdaderas o falsas. Son modelos que tratan de simplificar la organizacin del pensamiento, no doctrinas sobre nuestro planeta. Yo an creo, por

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razones que perfilar en la seccin siguiente, que hay una dicotoma olvidada acerca de la naturaleza del tiempo que tiene un particular valor para desentraar las ideas de mis tres actores claves en el drama del tiempo profundo. Todas las grandes teoras son expansivas, y todas las ideas, de gran alcance e implicacin, estn apoyadas en conclusiones acerca de la naturaleza de las cosas. Podemos considerar estas visiones como filosofa, o metfora, o principios de organizacin, pero hay algo que claramente no son: simples inducciones a partir de hechos observados en el mundo natural. Tratar de demostrar que Hutton y Lyell, descubridores del tiempo profundo segn la tradicin bri tnica, estaban motivados tanto (o ms) por tal visin del tiempo, como por un amplio estudio de las rocas en el terreno. E incluso demostrar, por lgica, por psicologa, y por la forma de desarrollar sus ideas, que sus visiones tenan prioridad sobre el intento de en contrar un soporte emprico. Tambin demostrar que Thomas Burnet, el malvado en la historia liberal, intent equilibrar los dos polos de la misma dicotoma que Hutton y Lyell interpretaron inclinn dose hacia uno de los dos polos, y que, por muchas razones, la interpretacin de Burnet resulta ms aceptable hoy en da. En otras palabras, el tiempo profundo impuso una visin de la realidad en raizada en las viejas tradiciones del pensamiento occidental, como se refleja en la nueva forma de entender las rocas, fsiles y estratos. Esta dicotoma crucial encarna los temas ms antiguos y profun dos del pensamiento occidental sobre la esencia del tiempo: visiones lineales o circulares, o la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo.

La flecha del tiempo y el ciclo del tiempo Vivimos inmersos en el paso del tiempo en una matriz senten ciada por muy distintos tribunales: por lo inmanente, que no parece cambiar; por la repeticin csmica de das y estaciones; por los su cesos aislados de guerras y desastres naturales; por una aparente direccionalidad en la vida, desde el nacimiento y el desarrollo, hasta la decrepitud, la muerte y la putrefaccin . En medio de este bu llicio, interpretado adems de diferente forma en cada una de las distintas culturas, la tradicin judeo-cristiana ha intentado aproxi marse al tiempo haciendo verdaderos equilibrios y piruetas entre los dos extremos de una dicotoma primaria acerca de la naturaleza de

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la historia. En nuestra tradicin, estos polos han merecido toda nues tra atencin, porque cada uno de ellos contiene un tema ineludible para la lgica y la psicologa con la que entendemos la historia: son los dos requisitos de unicidad para sealar los momentos del tiempo como especficos, y lcitos para establecer las bases para un entendi miento. En un extremo de la dicotoma, que llamar flecha del tiempo, la historia es una irreversible secuencia de sucesos irrepetibles. Cada momento ocupa una posicin especfica en una serie temporal, y todos los momentos, considerados en la secuencia adecuada, deter minan una sucesin de sucesos enlazados que se mueven en una direccin. En el otro extremo, que llamar ciclo del tiempo, los sucesos no se consideran como episodios especficos con un impacto causal so bre una historia contingente. Los estados fundamentales son inma nentes al tiempo, siempre presentes y nunca cambiantes. Los apa rentes movimientos son slo partes de un ciclo que se repite, y las diferencias del pasado sern las realidades del futuro. El tiempo no tiene direccin. Realmente no presento nada original. Este contraste ha sido des crito tan frecuentemente, y por tantos estudiosos eminentes, que se ha convertido (por la interesante percepcin que aporta) en un vir tual clich de la vida intelectual. Tambin es tradicional, y esencial en este libro, sealar que la tradicin judeo-cristiana se ha esforzado en abrazar lo ms significativo de estos polos opuestos, y que la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo estn destacadamente repre sentados en la Biblia. La flecha del tiempo es la principal metfora en la historia bbli ca. Un da Dios crea la tierra, instruye a No para soportar un singular diluvio en una arca muy especial, en un momento concreto entrega a Moiss los Mandamientos, y enva a su hijo, a un lugar determinado y en un momento especfico, para morir por nosotros en la cruz y resucitar al tercer da. Muchos estudiosos han identifi cado la flecha del tiempo como la ms importante y especfica con tribucin del pensamiento judo. La mayor parte de los dems sis temas, anteriores y posteriores, han favorecido la inmanencia del ciclo del tiempo sobre la cadena de la historia lineal. La Biblia tambin dibuja una cara oculta del ciclo del tiempo, concretamente en el libro Eclesiasts, donde metafricamente se in vocan los ciclos solar e hdrico para ilustrar la inmanencia del estado

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de la naturaleza (no hay nada nuevo bajo el sol), y el vaco de la riqueza y el poder, porque en un mundo de recurrencias los ricos acaban envilecindose vanidad de vanidades, dijo el predicador.Levntase el sol, se pone y corre con el afn de llegar a su lugar, de donde vuelve a levantarse. Tira el viento al medioda, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. Los ros van todos al mar, y la mar no se llena; all de donde vinieron tornan de nuevo, para volver a correr. Lo que fue, eso ser. Lo que ya se hizo, eso es lo que se har... (Eclesiasts 1:5-9).

Aunque en este documento fundamental para nuestra cultura co existan ambas perspectivas, no hay duda de que el tiempo como flecha es la visin ms usual y familiar para los occidentales ms cultivados. Como metfora subyace en toda la Biblia, y desde en tonces su vigor slo ha ido en aumento, obteniendo un especial empuje a partir de las ideas de progreso que se han desarrollado en nuestras revoluciones cientficas y tecnolgicas desde el siglo XVII en adelante. Richard Morris escribe en su reciente estudio sobre el tiem po:Antiguamente se crea que el tiempo era de carcter cclico... N osotros, por contra, habitualmente pensamos que el tiempo es algo que se extiende a lo largo de una lnea recta hacia el pasado y hacia el futuro... El concepto lineal de tiempo ha tenido un hondo impacto en el pensamiento occidental. Sin l, hubiera sido difcil concebir la idea de progreso, o hablar de evolucin csmica o biolgica (1984, 11).

Cuando proclamo que el tiempo como flecha es nuestra concep cin habitual, y cuando pongo como condicin previa para su en tendimiento la idea de unos momentos especficos en secuencia irre versible (ver p. 80), por favor, tengan en cuenta que estoy discutien do una visin de la naturaleza de las cosas sin poder librarme de los condicionantes de mi poca y de mi cultura. Como Mircea Eliade dice en la ms importante de las obras modernas sobre ciclos y flechas, El Mito del Eterno Retom o (1954) \ a lo largo de la his toria, la inmensa mayora se ha aferrado al ciclo del tiempo, viendo a la flecha del tiempo como algo inconcebible o como una fuente del ms profundo de los temores (Eliade titula su ltimo captulo1 En el subttulo Historia y Cosm os, Eliade contrasta su eslogan que resume los conceptos de ciclo del tiempo y de la flecha del tiempo.

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el terror de la historia). La mayora de las culturas han retrocedido ante la idea de que la historia no represente una estabilidad perma nente, y que los hombres (con sus guerras), o las catstrofes natu rales (con sus consecuencias de devastacin y escasez) sean un reflejo de la esencia del tiempo, y no una eventualidad sujeta a que un predicador la revoque o aplaque mediante un ritual. La flecha del tiempo es el producto particular de una cultura, actualmente difun dida por todo el mundo, y especialmente exitosa, al menos en trminos materiales y numricos. En la historia, el inters por lo nuevo y lo irreversible aparece como un reciente descubrimiento en la vida de la humanidad. Por el contrario la humanidad ms arcaica se defendi, con todas sus fuerzas, de las novedades y los hechos irreversibles que la historia impone (Eliade, 1954, 48). Hay que reconocer que la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo no son meros marcos culturales, pero tambin hay que reconocer que son representaciones demasiado simples como para aplicarlas sistemticamente en todas las complejas y variadas posturas. En par ticular, Eliade demuestra que cada polo de esta dicotoma enfrenta, al menos, dos versiones diferentes, por supuesto afines en esencia, pero con importantes distinciones. El ciclo del tiempo podra refe rirse a una cierta e inmutable permanencia, o estructura inmanente (arquetipo y repeticin de Eliade), o bien, a ciclos recurrentes de sucesos independientes que se repiten con precisin. Anlogamente, el antiguo concepto hebreo de la flecha del tiempo, como una hilera de sucesos independientes entre los dos puntos fijos de la creacin y de la terminacin, difiere mucho de la muy ulterior nocin de direccin inherente (lo que normalmente es un concepto de progreso universal, pero que a veces es un camino sin retorno hacia la des truccin, como en el caso del calor letal que produce el efecto invernadero sobre la termodinmica de la tierra, que predicen los catastrofistas de la poca de Lyell como consecuencia del continuo enfriamiento del magma original). Unicidad y direccin se abrazan en la idea moderna de la flecha del tiempo, aunque tuvieron sus orgenes en contextos dispares y pocas diferentes. El contraste entre flechas y ciclos subyace tan hondamente en el pensamiento occidental sobre el tiempo, que un suceso tan esencial como el descubrimiento del tiempo geolgico, raramente se puede concebir sin influencias de estos antiguos y persistentes conceptos. Tratar de demostrar que la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo dieron lugar a un tema de debate, y que se mostraron tan funda

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mentales para la formulacin del tiempo profundo como cualquier observacin de la naturaleza. Si debemos aceptar las dicotomas, la de la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo es correcta, o al menos muy til, como marco de trabajo para el entendimiento de la ms grande contribucin de la geologa al pensamiento humano. No hago esta afirmacin a priori o por principio, sino por cuatro razones concretas que defender a lo largo de este trabajo. Primero: la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo podran ser algo demasiado simple y demasiado limitado, pero al menos, era su dicotoma. En el contexto reconocido por Burnet, Hutton y Lyell, ms que en el contraste anacronista o moralista propuesto por los panfletos de la historia liberal (observacin/especulacin, o uni formidad/catstrofe). Segundo: hemos perdido el adecuado contexto que ellos propu sieron, porque el polo que corresponde al ciclo del tiempo se ha convertido actualmente en algo tan extrao, que nos cuesta aceptar en l un principio de influencia sobre nuestros hroes (especialmente cuando les vemos meramente como observadores de lite con una mentalidad esencialmente moderna). Adems, la idea del ciclo del tiempo encarna principios bsicos de interpretacin, que necesitamos recuperar (o al menos no rechazar por su inadecuacin emprica). Eliade, importante estudioso de mitos, elogi la reintroduccin de la nocin del ciclo del tiempo no porque pudiera juzgar su veraci dad, sino porque l entendi muy bien el ms hondo significado de su metfora:La reaparicin de las teoras cclicas en el pensamiento contemporneo est llena de significado. Como somos incapaces de aprobar juicios acerca de su validez, nos encerramos en la idea de que formular mitos arcaicos en tr minos modernos, por lo menos traiciona el deseo de encontrar un signifi cado y una justificacin transhistrica de los hechos histricos (1954, 147).

Tercero: llegu a convencerme del carcter fundamental de esta dicotoma porque desvel (al menos para m) la esencia de tres im portantes documentos, que tantas veces haba ledo sin conseguir unificar su contenido. Elementos que haba considerado como dis parates tomaron forma concreta; era capaz de reconsiderar falsas alineaciones propuestas por dicotomas liberales, y de leer estos tex tos con una taxonoma ms adecuada para expresar la propia visin de sus autores. La prueba de valor de cualquier principio de orga

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nizacin es su xito para representar cuestiones especficas, y no su estatus como generalidad abstracta. La flecha del tiempo y el ciclo del tiempo desvelaron aspectos de cada texto, lo que me permiti captar la esencia de temas que se haban dejado de lado o que no se acababan de reconocer del todo. En Burnet pude entender su tratado (y su portada) como el cam po de batalla de la lucha interna y la difcil unin entre las dos metforas. En El Prodromus comprend el profundo vnculo que exista entre su visin de la tierra y la de Steno, pese a que ambos textos eran considerados normalmente como polos opuestos de lo inapropiado y arcaico frente a la dicotoma moderna. En Hutton, al final entend su concepto como la forma ms pura de ciclo del tiem po, y descubr una diferencia fundamental entre l y John Playfair, una diferencia totalmente centrada en el tema de ciclos y flechas, pero que no se puede entender fuera de su contexto. En Lyell capt cuestiones esenciales detrs de su mtodo para datar rocas terciarias, y supe al fin por qu haba convertido en una mera tcnica la parte fundamental de un tratado de teora. Y entend la razn de su ulte rior lealtad al evolucionismo, se trataba de una estrategia conserva dora para retractarse lo menos posible de su idea del ciclo del tiem po, no el testimonio de un representante de la cruzada radical de Darwin. En un amplio sentido, la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo se convirtieron en el tema central de este libro cuando me di cuenta que el inters de Hutton y Lyell por el tiempo profundo naca, fundamentalmente, de un compromiso con la visin atpica del ciclo del tiempo, y no (como profesa el mito) de un elevado conocimiento de las rocas en el campo. En nuestro mundo actual de flecha del tiempo, nunca entenderemos a los dos padres de nuestra profe sin, a menos que recuperemos su visin y su metfora. Cuarto: la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo son, si queris, una gran dicotoma, porque cada uno de sus polos capta, en esen cia, un tema tan central para la vida intelectual (y prctica), que los occidentales que esperen comprender la historia deben tomar partido con ambos; porque con la flecha del tiempo entendemos hechos especficos e irreversibles, y con el ciclo del tiempo entendemos el orden atemporal y una ley estructural. As que debemos partir de ambos.

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Advertencias Este libro tiene un mbito y un propsito limitados y autno mos. No se trata de un trabajo de erudicin convencional, se trata de un intento personal para entender ciertos documentos clave, ge neralmente mal interpretados (al menos por m, en mis primeras lecturas, antes de que captara el papel de la visin y de la metfora en la ciencia). No quiero llamar la atencin por la originalidad del tema de la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo; esta dicotoma ha sido explorada por muchos estudiosos del tiempo: Mircea Eliade, Paolo Rossi, J. T. Fraser y Richard Morris en nuestra generacin; y retrocediendo en la historia, desde Nietzsche hasta Platn. Tambin muchos historiadores de la geologa (desde Reijer Hooykaas, hasta C. C. Gillispie, hasta M. J. S. Rudwick y hasta G. L. Davies, entre otros) han reconocido su influencia, pero no han desarrollado la esencia de su equilibrio a lo largo de un anlisis textual. Por otra parte, en este libro se utiliza un mtodo casi reacciona rio que suplico no ofenda a mis colegas de la historia de la ciencia. Se apoya, antes que nada, en taxonomas restrictivas, como Rossi (1984) cuando plantea tan adecuadamente sus representaciones por el mtodo del contraste. El descubrimiento del tiempo se debe prc ticamente al trabajo de tres pensadores de Gran Bretaa (les utilizo nicamente para tratar de dispersar el tradicional mito desde su in terior). Adems, tambin se sigue el anticuado y limitado mtodo de explication des textes. Esta obra es un minucioso anlisis de la lgica interna de las primeras ediciones de tres obras, que podemos considerar semilla para la historia de la geologa. No sostengo que un procedimiento tan miope pueda suplantar la verdad, especialmen te desde que los grandes avances actuales en el entendimiento de la ciencia han emergido de la estrategia opuesta del anlisis expansivo y la exploracin de contextos sociales. Pero guardo una profunda admiracin por esas obras. No podra ni siquiera haber empezado a concebir este libro sin las ideas procedentes de los amplios horizon tes que esas expansivas obras nos proporcionan a todos. Hay que tener en cuenta que las ideas de Burnet no pueden ser entendidas fuera del contexto de Inglaterra en su gloriosa revolucin (la cual tuvo que ver con la publicacin de sus tratados sobre el pasado y el futuro de la tierra), y no hay que olvidar su enfrentamiento con los pensadores radicales que seguan anclados en el pasado. As, tambin pienso que estudiar la obra de James Hutton sin deparar en el Edim

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burgo de David Hume, Adam Smith y James Watt (por citar otro escocs) es como separar prematuramente a un nio del seno de su madre. Sin embargo, an veo algo de valioso en el venerable mtodo de explication. Las fuentes sociales y psicolgicas de un texto son ml tiples, las razones por las que existe, y por qu expone un punto de vista y no otro. Todo eso es muy importante, pero verdaderamente las grandes obras tienen adems una lgica interna que invita al an lisis en sus propios trminos, como si contuviera dentro de s un argumento, coherente por la claridad de su visin y por su sntesis de cuidada construccin. Todas las piezas encajan una vez que has captado esta lgica interna. Incluso ira ms lejos y dira que el saludable tema del contexto social en ocasiones nos puede apartar de la lgica de un documento, porque descomponemos los elementos de una amplia composicin en aspectos dispares, olvidando a veces que su adhesin dentro de la obra es de una manera casi orgnica, como si las tapas de un libro fueran la piel de un organismo. (Debemos esforzarnos en entender la ecologa de cualquier criatura desde fuera, pero morfologistas como Goethe, Geoffroy, Owen o D Arcy Thompson entendieron tambin el valor del analisis estructural desde dentro.) Los grandes argumen tos tienen una universalidad (y una belleza) que trasciende en el tiempo, por lo que, adems de no perder su coherencia interna, debemos esforzarnos en entender sus razones sociales y psicol gicas. No creo que podamos ser acusados de una liberalidad sin reno var por buscar una orientacin y un moderno entendimiento de importantes argumentos del pasado, los ejemplos de autntica sabi dura son pocos y muy separados en el tiempo, y necesitamos todos los que podamos conseguir. Adems, como hemos dicho antes, el descubrimiento del tiempo era algo tan central, dulc.e y provocativo, que difcilmente podemos esperar que se repita algo de equiparable categora. Los textos de este descubrimiento contendrn siempre nuestros ms preciados e instructivos documentos, porque encarnan una amplitud de miras y de pasin, que raro sera que se repitiese. Finalmente, algo tan bsico y fundamental que frecuentemente omi timos decir: el estudio de las principales obras de los grandes pen sadores no necesita otra razn que el puro placer que tal poder intelectual proporciona. El principal motivo de mi estudio fue la simple diversin.

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Aunque lo bsico de mi procedimiento podra parecer restrictivo, he tratado de dar amplitud a determinadas cuestiones. Particular mente, el hecho de que los textos sean unificados por la lgica in terna de un argumento presupone que las ilustraciones grficas se integren en el conjunto, y que no aparezcan como pequeas y bo nitas bagatelas para nicamente incrementar el valor esttico o co mercial. Los primates somos animales en los que predomina el sen tido de la vista, y (particularmente en ciencia) la ilustracin tiene un lenguaje y toda una batera de convenciones propias. Rudwick (1976) desarrolla este particular en uno de sus artculos ms interesantes, pero hay que decir que generalmente los intelectuales se han mos trado reticentes en aadir otra dimensin al tradicional ncleo de las palabras. Dentro de mi tema de metforas y visiones, tradas a un mundo de observacin, el ndice de ilustraciones asume un papel especialmente importante. Me he dado cuenta de que las imgenes supusieron una llave en mi conocimiento del ciclo del tiempo y de la flecha del tiempo, fueron como el primer campo de batalla de la lucha intelectual. A partir de que entendiera la complejidad de la portada de Burnet, fue cuando me hice con una idea general para este libro. As pues, empezar cada captulo con la discusin de una ilustracin importante, generalmente mal interpretada o ignorada, que capte la metfora del tiempo que en cada captulo defienda cada protagonista. Cuando Goethe, ya anciano, asisti al debate ms importante de cierta dicotoma en 1830, reconoci que los argumentos en lAcadmie des sciences podran llegar a ser ms importantes a largo plazo, y no en la revolucin poltica en la que en esos momentos se vean sumergidas las calles de Pars. Concretamente, Cuvier y Geoffroy, los ms grandes bilogos de Francia, estaban discutiendo amplia mente la importante dicotoma de lo estructural frente a lo funcio nal, en relacin a la forma (no peleando dentro del naciente conflicto de evolucin versus creacin, como se dira en la ancronica tradi cin posterior). Goethe comprendi desde el ncleo de su propio trabajo que el arte y la ciencia podran ser caras adyacentes de un conjunto intelectual; entendi la pasin de la ciencia como un enfrentemiento de ideas, y no como un mero compendio de informa cin. Tambin Goethe entendi que algunas dicotomas deben in tentar una armona, y no mantener un enfrentamiento hasta que uno de los polos fulmine al otro, porque cada uno de ellos guarda una propiedad esencial de algn mundo inteligible. Goethe escribi acer

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ca de la biologa estructural y funcional (podramos leer flecha del tiempo y ciclo del tiempo): Cuanto ms esencialmente afines sean estas dos funciones de la mente, como inhalar y exhalar, mejor ser el panorama para la ciencia y para los amigos de la ciencia.

Captulo 2

EL CAMPO DE LA BATALLA DEL TIEMPO DE THOMAS BURNET

La portada de Burnet La portada de la obra de Thomas Burnet Telluris theoria sacra (Teora Sagrada de la Tierra) podra ser el ms completo y preciso eptome, jams presentado en forma de dibujo; porque representa simultneamente el contenido del texto de Burnet y su propio debate interno acerca de la naturaleza del tiempo y de la historia (figura 2.1). Bajo el indispensable marco de querubines (dada la poca barroca de Burnet), aparece Jess, en lo alto de un crculo de esferas, su pie izquierdo sobre el inicio, y el derecho sobre la culminacin de la historia de nuestro planeta. Sobre su cabeza vemos la famosa decla racin del Libro de la Revelacin: Yo soy alfa y omega (el principio y el final, el primero y el ltimo). Siguiendo las convenciones de la asociacin de relojeros y de la escatologa (con los malos das del pasado, lado siniestro de la divinidad, anteriores a la salvacin, a la izquierda), la historia se mueve siguiendo la direccin de las agujas del reloj, de medianoche a medioda. En primer lugar vemos (bajo el pie izquierdo de Cristo) el ca tico planeta original vaco y sin forma, una jungla de partculas y oscuridad en la superficie de lo profundo. A continuacin, despus39

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FIGURA 2.1. Portada de la primera edicin de la obra de Thomas Burnet Telluris theoria sacra, o Teora sagrada de la Tierra.

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de la resolucin del caos en una serie de capas uniformes y concn tricas, vemos la tierra perfecta del Edn, con su paraso original, una esfera uniforme y lisa. Pero llega el momento de castigar nuestros pecados con el diluvio, y la tierra aparece sumergida en una total inundacin (s, la pequea figura que apenas se aprecia en su centro es No con su arca sobre las olas). Entonces se retiran las aguas, dejando agrietada la corteza de nuestro planeta tal como se presenta actualmente, un quebrado y confuso montn de estructuras. En tiempos que vendrn, como pronostic el profeta, la tierra ser con sumida por el fuego, de nuevo ser lisa y uniforme, por su degra dacin en holln y cenizas se recuperar la perfeccin concntrica. Cristo, con sus santos resucitados, reinar sobre esta nueva esfera durante miles de aos. Hasta que finalmente, despus de la ltima batalla victoriosa contra las fuerzas del diablo, el juicio final desig nar a cada cuerpo su lugar adecuado, los justos ascendern al cielo, y la tierra (bajo el pie derecho de Cristo), no necesaria por ms tiempo como morada humana, se convertir en una estrella. Este relato encarna a la perfeccin la flecha del tiempo. Se trata de una amplia y apotesica narracin acerca de una secuencia espe cfica de estadios con un principio concreto, una clara trayectoria, y un final particular. Quin podra encontrar una historia mejor? Pero la portada de Burnet registra algo ms que la flecha del tiempo. Las esferas estn dispuestas en crculo, y no en lnea o en alguna otra manera de narracin exclusivamente sustancial; y la fi gura de Cristo, la Palabra que estuvo con Dios en el principio, apa rece a caballo entre el inicio y la culminacin. Consideremos tam bin la cuidadosa posicin de las esferas, con la que representa a nuestro actual planeta situada en el centro, entre dos flancos sim tricos. Tambin cabe destacar la intencionada correspondencia entre el flanco derecho y el izquierdo: el planeta perfecto que aparece tras la precipitacin de los elementos del caos (a las 3.0.0) tiene justo en frente, a las 9.00, el planeta que vuelve a ser perfecto despus de la precipitacin de las partculas que resultaron de la conflagracin; o la situacin del planeta actual, en su conocido estado ruinoso, entre la inundacin y el incendio. En otras palabras, Burnet expone su narrativa (la flecha del tiem po) en el contexto del ciclo del tiempo: una eterna presencia divina en lo alto, una disposicin circular de esferas que empiezan y ter minan en inmanencia, y un complejo juego de correspondencias en tre nuestro pasado y nuestro futuro.

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Este dibujo tambin representa, con la misma precisin, las du dosas razones por las que se le atribuye a Burnet el papel de desta cado traidor en la historia de la geologa, smbolo del mayor impe dimento en el descubrimiento del tiempo profundo. Porque nos hace ver la historia de la tierra como algo ntimamente entretejido, e in cluso dictado, por una lectura estrictamente literal de los textos sagra dos.

El Burnet de los libros de texto Burnet aparece en nuestros libros de texto como el arquetipo de una idolatra bblica que retuvo el progreso de la ciencia. Es un comentario ya tradicional, que podemos remontar a los trabajos de los otros dos protagonistas de este libro: a James Hutton, que es cribi de Burnet: Seguramente esto no pueda ser considerado bajo otra luz que la de un sueo, forjado sobre la ficcin potica de una edad de oro (1795, I, 271); y a Charles Lyell, que declar que incluso ni Milton se haba aventurado en su poesa a dar rienda suelta a su imaginacin con tanta libertad... como este escritor, que muestra pretensiones de filsofo profundo (1830, 37). Nadie profes fe en lo emprico de forma ms pura que el des tacado gelogo escocs Archibald Geikie. En su Fundadores de la Geologa (1897) apoya la tradicin de considerar hroes a los que estudian el campo, y villanos a los especuladores. Este libro, al ser el texto patrn de la historia de la geologa durante muchas genera ciones, se convirti en fuente de muchos dogmas, an sin resolver en los tratados actuales. Geikie incluye el libro de Burnet entre las mostruosas doctrinas que infectaron la ciencia a finales del si glo XVII: En ninguna parte corri la especulacin de manera ms absolutamente alborotada que en Inglaterra, en relacin a las teoras del origen y estructura de nuestro planeta (1905 ed., 66). Entonces Geikie, ante este dilema retrospectivo, present su solucin empiricista: los hechos deben predecer a la teora, Tuvo que pasar mucho tiempo para que el hombre comprendiera por fin, que cualquier teora vlida sobre la tierra debe apoyarse en evidencias procedentes de la tierra misma, y que ninguna teora puede ser adecuadamente enmarcada hasta que un amplio cuerpo de evidencias hayan sido recopiladas (1905 ed., 66). Horace B. Woodward, en su Historia Oficial de la Geological

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Society of London (1911, 13), situ la obra de Burnet dentro de los romnticos e infructuosos trabajos de su tiempo. La mas intere~ sante de todas las crticas viene de una fuente muy peculiar. George McCready Price, padre y creador de la pseudociencia conocida por sus seguidores como creacionismo cientfico, con5'^er a Burnet como una seria amenaza para su sistema. Price des afirmar el literalismo bblico con una aproximacin inductiva basada estricta mente en trabajos de observacin en el campo. Segn v> prin ejo cipio de que el enemigo de dentro es ms peligroso ll ue enemigo de fuera, Price quiso distanciarse lo ms lejos posib^ ^e hombres como Burnet, que proclamaron su historia bblica de ^ tierra desde a sus cmodas butacas: Sus alocadas suposiciones sobre la Biblia y sobre la autfltlca clencla> me_ recen ser nombradas como parodias; cada vez que apare palabra di luvial lo hace en tono de burla. Hubiera sido mejor par Ia posterior his toria de todas las ciencias, si los estudiosos de las rocas hubiesen estado dispuestos a investigar pacientemente los registros, y a mntener adecuadamente sus fantasas bajo cuerda, hasta que hubieran reuni^ * suficientes os hechos para basar una autntica induccin o generalizaci,, Esta caracterizacin persiste en nuestra generador1- Fenton y Fenton, en su popular obra Gigantes de la Geologa (19^2) 22), rechaza la teora de Burnet como una serie de ideas excntr'cas acerca del desarrollo de la tierra, e interpreta mal sus m ecanis^0 ^ ls entien de como una serie de intervenciones divinas: Thom3s Burnet pens que un Dios terrible haba utilizado los rayos del sol como un cincel, para romper la corteza y dejar que las aguas prounc^as brotasen sobre una humanidad impenitente. Davies (1969, #6), en su exce lente historia de la geomorfologa britnica, declara 4ue *as geologas bblicas de Burnet y otros, siempre han tenido un3 particular fas cinacin para los historiadores, como un estrafalario capricho de una pseudociencia.

Ciencia versus religin La matriz que soporta este cannico desprestigio de Burnet es el supuesto conflicto, o guerra, entre la ciencia y la religin- Aunque los estudiosos han argumentado ad nauseam que tal dicotoma no

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existe, que el debate, si alguna vez dio lugar a una escisin impor tante, fue entre tradicionalistas (la mayora pertenecientes a la iglesia) y modernistas (la mayora de los cientficos y, siempre, algn estu dioso vinculado a la iglesia). Esta simple y atractiva idea persiste. El Iochs classicus de la guerra de la ciencia con la teologa est en la obra de dos volmenes (1896), as titulada, de Andrew Dickson White, director de la Universidad de Cornell. White, aunque perso nalmente se trataba de un hombre devoto, mantuvo un fuerte com promiso con la primera enmienda, y su ambicin fue fundar una universidad de carcter no confesional. Hablando de su trabajo con Ezra Cornell, escribi: Lejos de querer herir a la cristiandad, los dos nos esperanzamos en promover esto, pero no confundimos re ligin con sectarismo (1896, vii). Entonces White present su prin cipal tesis como un prrafo impreso en negrita:A lo largo de toda la historia de la modernidad, las interferencias contra la ciencia en el supuesto inters de la religin, sin importar cmo de conscien tes han sido tales interferencias, han tenido efectos calamitosos tanto para la ciencia com o para la religin; y en el otro sentido, toda limitada inves tigacin cientfica, sin importar el peligro que alguno de sus estrados podra suponer para la evolucin de la religin, ha resultado invariablemente muy beneficiosa tanto para la religin como para la ciencia (1896, viii).

White empez su libro con una metfora. Es como si un miem bro de la embajada de Estados Unidos en Rusia viera desde su ha bitacin sobre el ro Neva, en San Petesburgo, a una multitud de campesinos rusos rompiendo la barrera de hielo que an retiene al ro hasta el deshielo de abril. Los campesinos estn haciendo cientos de pequeos canales a travs del hielo, de manera que el ro apresado pueda descargarse gradualmente, evitando as la gran inundacin que originara la repentina rotura de la barrera:Las aguas de miles de crecidos arroyos estn haciendo presin detrs (de la barrera de hielo); naufragio y basura se estn amontonando contra la ba rrera, todos saben que acabar por ceder. Pero existe el peligro de que pueda...ceder repentinamente, arrancando incluso los muelles de granito de sus cimientos, trayendo la desolacin a una enorme poblacin... Los pacien tes mujiks estn haciendo las cosas bien. La barrera, expuesta cada vez ms al calor de la primavera por las muescas de los canales que han hecho los mujiks, ceder gradualmente, y el ro fluir, para el beneficio y la belleza.

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Las aguas crecientes, dice White, representan el conocimiento que se incrementa y el pensamiento que se renueva; la barrera es la religin dogmtica y las convenciones inamovibles (entonces Whi te confiesa la esperanza de que su libro pudiera actuar como el canal de un mujik, dejando que la luz penetre gradualmente). Porque si -el dogma permanece inalterable, y la barrera se rompe (porque la verdad no puede ser siempre predecida), entonces aquel beneficioso torrente, slo por su volumen, arrollara ms que la oscuridad: ... una repentina rotura, desastrosa y calamitosa, barrera, no sola mente credos gastados y dogmas nocivos, sino tambin apreciados principios e ideales, e incluso arrancara los cimientos religiosos y morales ms considerados de toda nuestra estructura social y pol tica (1896, vi). Burnet, en opinin de White, formaba parte de la barrera, un ejemplo de inadecuado intrusismo de la religin en asuntos cientfi cos y, por tanto, un peligro de proclamacin de teoras benevolentes. Esta interpretacin subyace en lo limitado de nuestros tratados y lecciones. Los intelectuales modernos saben ms, pero el mundo de los tratados es un club privado, donde se heredan los errores direc tamente, de generacin en generacin.

Metodologa de Burnet El reverendo Thomas Burnet fue un eminente pastor anglicano que lleg a ser el capelln privado del rey Guillermo III. Entre 1680 y 1690, Burnet public, primero en latn y despues en ingls, los cuatro libros de Telluris tbeoria sacra, o La Teora Sagrada de la Tierra: Conteniendo un Inform e del Origen de la Tierra, y de todos los Cambios Generales que se han experimentado, o que estn por experimentar hasta la Consumacin de todas las Cosa}. Con el Libro I sobre el diluvio, el Libro II sobre el paraso anterior, el libro III sobre el venidero incendio del mundo, y el libro IV acerca de los nuevos cielos y la nueva tierra, o el paraso recuperado despus de la conflagracin; Burnet cont la historia de nuestro planeta, proclamada por la infalible concordancia entre la Palabra de Dios (los Textos Sagrados) y la obra de Dios (los objetos de la naturaleza). En seal previa de mi afecto por Burnet, espero no transmitir la impresin de que le defendera pintndole como un cientfico some tido al contexto de su tiempo, como hace la crtica con su obra. En

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estos trminos, claramente fracasa, como insisten sus detractores. La Teora Sagrada de la Tierra es de muy pobre contenido emprico. Habla con igual confidencia, y en comparable extensin, tanto de un futuro inobservable como de un pasado confirmable. Sus argu mentos citan a las Sagradas Escrituras con tanta comodidad y fre cuencia como a la naturaleza. Pero, cmo podemos criticar a Burnet por mezclar ciencia y religin, cuando la taxonoma de su tiempo no reconoca tal divisin, e incluso no exista una palabra para lo que ahora denominamos ciencia? Burnet, cuyo tratado recibi gran des elogios por parte de Newton, fue un representante ejemplar de un estilo de erudicin muy valorado en su poca. Es cierto que aquel estilo impuso severos lmites a lo que ahora llamaramos verdad em prica, pero la historia retrospectiva, con sus patrones anacronistas, lo nico que puede hacer es llevarnos a devaluar (y por tanto mal interpretar) a nuestros predecesores; porque la flecha del tiempo basa su dominio en la historia de la humanidad, fundamentalmente en la tendencia al progreso, y nos hace ver el pasado ms funesto cuanto ms nos remontemos en l. Propongo tratar a Burnet con el respeto ms elemental, y tomar la lgica de su argumento con seriedad y en su justo valor *. Burnet trabaj con un mtodo solamente utilizado en nuestra era por Im manuel Velikovsky (entre los conocidos). Velikovsky empez su ra dical, y ahora rechazada, reconstruccin de la cosmologa y de la historia humana, con una premisa que contradice la tradicin actual en el debate: supongamos, en beneficio de la investigacin, que todo lo escrito en documentos de antiguas civilizaciones sea verdadero. Podramos inventar una fsica que produjera tales resultados? 2. (Si Josu dijo que el sol se qued sobre Gibeon, es que algo par la rotacin de la tierra; el ltimo trnsito de los errantes Marte o Ve nus, en la reconstruccin de Velikovsky.)1 S que los motivos son siempre mucho ms complejos que la lgica de un argumento. Acepto muchos de los argumentos adelantados por estudiosos para de senmaraar la oculta agenda de las conclusiones de Burnet; por ejemplo, que el in sistir en una resurreccin, slo despus de una conflagracin futura, fue utilizado como un arma contra los religiosos radicales que predicaban el inminente fin del mundo. Todava veo como un mrito personal el tomar atpicos argumentos del pasado en su justo valor y estudiar su lgica y sus implicaciones. Estos ejercicios me han enseado ms sobre el pensamiento en general que cualquier buen tratado sobre los principios de la razn. 2 Mientras que actualmente todos los cientficos plantean las posibilidades de la fsica para preestablecer los lmites sobre la verdad histrica de los antiguos textos.

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Burnet empez por asumir que solamente un documento, la Bi blia, es infaliblemente cierto 3. Su tratado entonces se convierte en la bsqueda de una fsica de las causas naturales capaz de explicar estos procesos concretos de la historia. (Burnet, por supuesto, se diferencia de Velikovsky en algo fundamental. Velikovsky consider la veracidad de los textos antiguos solamente como un principio heurstico. Para Burnet, la necesaria concordancia entre la palabra de Dios y las investigaciones implica, como algo necesario a priori, la armona entre la fsica y las Sagradas Escrituras.) Dentro de esta compulsin de concordia, Burnet sigui una es trategia que le sita entre los racionalistas (buenos chicos para el futuro desarrollo de la ciencia, si tenemos que seguir los guiones de las pelculas histricas de occidente). Como la esencia de su lgica, Burnet insiste hasta la saciedad en que la historia de la tierra espe cificada segn las Escrituras, slo se explicar adecuadamente cuan do identifiquemos las causas naturales dentro del esplendor general de los sucesos bblicos. Incluso, insiste, ante un conflicto aparente (no puede ser real) entre razn y revelacin, primero escoge la ra zn, para despus desentraar el verdadero significado de la revela cin:En discusiones sobre el mundo natural, resulta peligroso poner la autoridad de la Escrituras en oposicin a la razn; por si acaso el tiempo, que todo lo aclara, descubriera que todo lo que le hemos hecho decir a las Escrituras fuera evidentemente falso...Suponemos que ninguna verdad que concierna al mundo natural pueda ser enemigo de la religin; porque la verdad no puede ser enemigo de la verdad, Dios no se divide contra s mismo (16).

Burnet atacaba con vigor a todos aquellos que tomaban el cami no fcil de invocar intervenciones milagrosas cada vez que se le plan teaba un problema difcil a la fsica; porque tal estrategia anula la razn como gua, y 110 explica nada con su cmoda forma de expli carlo todo. Rechazando la creacin milagrosa de agua como respues ta a la principal pregunta que motiv todo su tratado: cmo pudo la tierra inundarse, si sus provisiones de agua son limitadas?, Burnet3 Este compromiso llev a Burnet a argumentos que nosotros, con premisas di ferentes, podramos considerar como la cumbre de la locura; por ejemplo, que el diluvio de No debi haber sido un acontecimiento universal, y no un suceso mera mente local, porque No no hubiera construido un arca, simplemente se hubieran puesto a salvo en una tierra vecina, si toda la tierra no hubiese sido inundada.

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invoc la misma metfora que ms tarde utiliz Lyell contra los catastrofistas: fciles y difciles maneras de desatar el nudo Gordia no. Ellos dicen de manera sucinta: Dios Todopoderoso cre las aguas con el proposito de hacer el diluvio, para despues hacerlas desaparecer cuando cesara el diluvio; y esto, en pocas palabras, es todo el relato de los hechos. Se trata de cortar el nudo cuando no podemos desatarlo (33). Asimismo, ante el segundo gran reto para la credibilidad fsica, la conflagracin universal, Burnet vuelve a in sistir en que son las propiedades ordinarias del fuego las que hacen el trabajo: El fuego es el instrumento, o el poder ejecutivo, y no se le ha dado ms fuerza que la que tiene por naturaleza (271). La posicin bsica de Burnet ha sido actualizada por casi todos los cientficos testas desde la revolucin de Newton: Dios lo hizo bien la primera vez. Decret las leyes de la naturaleza en orden a proporcionar una historia adecuada; y no necesit intervenir despues para enmendar y fijar, a base de milagrosas alteraciones de sus pro pias leyes, un cosmos imperfecto. En un sorprendente pasaje, Burnet invoca la tpica metfora del mecanismo del reloj para ilustrar este importante principio de la ciencia: la no variacin, en el espacio y en el tiempo, de las leyes naturales.Creemos que es mejor artista aquel que fabrica un reloj capaz de dar la hora con regularidad, mediante las ruedas y muelles que se han puesto en su mecanismo, que el que construye un reloj de tal manera que haya que accionarlo con un dedo a cada hora para que el reloj suene: y si alguien consiguiera un mecanismo de relojera tal, que diera todas las horas, que hiciera todos los movimientos correspondientes a cada momento con regu laridad, y que, en un momento dado, tras darle una seal o accionando un muelle, se desmoronasen todas sus piezas; no se considerara este mecanis mo de mayor valor artstico, que aquel en el que su constructor, en el momento prefijado, aparezca con un gran martillo y lo destroce? (89).

Slo al final del libro, donde se debe especificar el futuro de la tierra tras la conflagracin, Burnet admite que la razn fracasa, por que cmo pueden reconstruirse los detalles de un futuro imposible de observar? Aun as, Burnet abandona la razn con gran ternura y evidente lstima:Buen viaje entonces, querida amiga, debo tomar otra gua y dejarte aqu; como M oiss en el monte Pisgah, slo podrs mirar a aquella tierra prome tida, en la que no puedes entrar. Agradezco el gran servicio que has pres

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tado, y la leal compaera que has sido, en tan largo viaje: desde el inicio del planeta hasta esta hora...Hemos viajado juntos, atravesando las oscuras regiones del primero y del segundo caos, hemos visto al mundo naufragar dos veces. Ni el agua ni el fuego pudieron separarnos. Pero ahora debes dejar tu lugar a otras guas. Bienvenida, Sagrada Escritura, orculo de Dios, luz que brilla en la oscuridad (327).

La fsica de la historia Hasta ahora hemos presentado el contenido de las ideas de Bur net mediante la discusin de la portada de su libro; pero qu clase de fsica utiliz para afirmar tan sorprendente secuencia de sucesos? Burnet consider el diluvio como el centro de todo su programa metodolgico. La Teora Sagrada, as pues, no camina en orden cronolgico, sino que se mueve desde el diluvio hacia el paraso que le precedi, porque Burnet sostena que si pudiera encontrar una explicacin racional para este suceso, que era el ms difcil y cataclsmico, su mtodo seguramente servira para toda la historia. Trat de calcular la cantidad de agua de los ocanos (figura 2.2), calculan do, groseramente y por lo bajo, tanto la profundidad media (100 brazas) como la extensin (la mitad de la superficie de la tierra) de los mares 4. Sac la conclusin de que los mares no podran sepultar los continentes, calcul que cuarenta das y noches de lluvia ininte rrumpida aadiran muy poca agua (y en cualquier caso slo valdra para reciclar el agua de los mares); y como rechazaba, por ser me todolgicamente destructivo para su programa racional, la creacin divina de nuevas aguas, Burnet tuvo que buscar otra fuente. Seal la existencia de una capa de agua, subyacente y concntrica a la superficie original de toda la tierra. La inundacin, declar Burnet, tuvo lugar cuando se abri la corteza original, permitiendo salir de su abismo a estas aguas turbias y subterrneas (figura 2.3).

4 Burnet, que no era el especulador de saln que dice la leyenda, lamentaba la ausencia de mapas adecuados para poder hacer las tasaciones y clculos de estos elementos clave para su teora: Con este propsito no dudo que hubiera sido muy bueno haber contado con mapas naturales de la tierra... cada prncipe debera tener un dibujo de su pas y de sus dominios, para ver cmo yace la tierra... donde es ms alta y donde ms baja... cmo y por qu fluyen los ros; por qu permanecen las montaas... (p. 112).

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FIGURA 2 .2 . Intentos de Burnet para calcular la cantidad de agua de los ocanos mediante el clsico mtodo del sondaje.

Esta interpretacin del diluvio permiti a Burnet especificar los estados anteriores y posteriores. Desde el diluvio no ha vuelto a suceder nada importante, nicamente cierta erosin sin consecuen cias de la topografa postdiluviana. (La geologa de Burnet careca del concepto de reparacin; los procesos normales del tiempo deben seguir los dictados de Isaas 40, y erosionar las montaas hasta llenar los valles, para allanar y nivelar la superficie.) La superficie actual de la tierra fue forjada por el diluvio (figura 2.4). Y despus de todo no es ms que la gigantesca ruina de los fragmentos rotos de la corteza original. Las cuencas de los ocanos son huecos que quedaron entre los fragmentos, y las cordilleras son los bordes de los fragmentos de corteza, despus de romperse y girar sobre s mismos. Di que es una ruina, y con una palabra lo habrs explicado todo (101). Todas las metforas y descripciones de Bur net registran su opinin de que nuestro planeta actual no es ms que el remanente de una destruccin: una horrible ruina, un quebra do y confuso montn de estructuras, un pequeo y mugriento planeta.

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FIGURA 2 .3 . Causa fsica del diluvio segn Burnet. Se abre la corteza de la tierra (fig. 1); las aguas em ergen de su estrato en los abism os para cubrir la tierra (fig. 2); las aguas se retiran descubriendo los continentes (donde las cordilleras son los bordes de los fragm en tos de la corteza quebrada) y ocanos actuales (fig. 3).

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FIGURA 2 .4 . La superficie actual d e la tierra, producto del colapso de la corteza durante el diluvio.

Ahora Burnet retrocede (en el Libro II), con el fin de reconstruir el planeta perfecto que precedi a la inundacin. Las Sagradas Es crituras hablan de un original caos de partculas (figura 2.5), y la fsica habla de una serie de capas concntricas, ms densas hacia el centro (figura 2.6). (Despues de que Burnet haba reconocido a la corteza slida como una fina y ligera espuma, con una capa debajo formada por aguas ms densas la fuente para el diluvio.) Este planeta perfecto alberg al paraso original del Edn. Su superficie era lisa, sin relieves. L os ros corran desde las altas lati tudes para disiparse en la sequa de los trpicos (figura 2.7). (Burnet tena un concepto invertido de la configuracin de la tierra, situaba

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FIGURA 2 .5 . El caos de la Tierra primitiva, tal como se describe en el

Gnesis, I.

F ig u r a 2 .6 . El planeta perfecto del paraso original del Edn, dispuesto en capas concntricas dispuestas segn su densidad, tras la precipitacin de las partculas del caos primitivo.

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FIGURA 2 .7 . La superficie de la Tierra en su estado paradisiaco. Los ros parten desde latitudes altas para disiparse en los trpicos. Los cuatro rboles sealan la situacin del Edn, en una adecuada latitud mediana del hem is ferio sur.

los polos un poco ms por encima del centro que el ecuador.) Un planeta con una simetra radial tan perfecta no presenta irregularidad que incline su eje. Entonces la tierra tuvo una repentina rotacin, de forma que el Edn, situado en una latitud mediana, goz de una primavera perpetua. Las saludables condiciones de este paraso te rrenal propiciaban una esperanza de vida a los primeros patriarcas de unos novecientos aos. Pero verdaderamente el diluvio trajo con sigo el paraso perdido. La tierra, ahora asimtrica, inclin su eje hasta el actual ngulo de unos veinte grados. Se inici un cambio en las estaciones del ao que trajo consigo una disminucin en las con

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diciones de salud, lo que determin el descenso de la esperanza de vida a unos setenta aos, que es la cifra que actualmente considera mos normal. Si a los lectores modernos esta reconstruccin de los hechos les parece fantasiosa y cargada de influencia bblica (no lo niego, pero apelo a los diferentes criterios de juicio), quiero hacerles recordar el compromiso de las explicaciones de Burnet con la razn y las leyes naturales. Podramos contrastar la explicacin que da Burnet para el cam bio en la inclinacin del eje de la tierra, con los versos de un clebre poeta, casi contemporneo, que en absoluto ha mermado por atri buir este hecho directamente a la mano de los ngeles: Unos dicen que el Todopoderoso orden a sus ngeles que inclinaran los polos de la tierra dos veces diez grados y ms sobre el eje del Sol, a cuyo efecto empujaron oblicuamente y con gran esfuerzo este globo central; otros pretenden que se orden al sol volver sus riendas en una latitud igualmente distante de la lnea equinoccial, entre el Toro, las siete hermanas Atlnticas y los Gemelos de Esparta, elevndose hacia el Trpico de Cncer, y que descendiera desde ste al de Capricornio por los signos del Len, la Virgen y la Balanza, a fin de llevar a cada clima las visicitudes de las estaciones. A no ser por esto, una eterna primavera, siempre adornada de flores, habra sonredo a la tierra, siendo iguales sus das y sus noches... El Sol desvi su curso, como si hubiera presenciado el banquete de Tiestes. De otro modo, cmo el mundo habitado, aunque estuviera sin mancilla, habr podido evitar ms que hoy da el intenso fro y el calor ardiente? Milton, El Paraso perdido En su libro tercero, Burnet presenta una serie de argumentos acerca de una venidera conflagracin universal, que consumir com pletamente las capas ms superficiales de la tierra, y remover todas las partculas resultantes hacia un nuevo caos; en esta ocasin Burnet se basa predominantemente en las escrituras, porque la fsica le pa rece ms adecuada para estudiar el pasado que el futuro. Sin embar go contina reclamando una explicacin fsica, una explicacin ra cional, as en sucesivos captulos se pregunta cmo una masa hme da y rocosa puede arder (inicialmente las aguas se evaporaron en una gran sequa), cmo la desordenada superficie de nuestro ruinoso pla neta incit las llamas (por la inclusin de aire procedente de las oquedades internas para alimentar el fuego), y dnde se origin el

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incendio. Los volcanes Vesubio y Etna hablan de un posible origen del incendio en Italia, y adems Dios conoce la casa del anticristo, el Obispo de Roma (Burnet, ante todo era un comprometido angli cano). No obstante Burnet, con un espritu ecumnico, dice que Gran Bretaa, con sus minas de carbn, arder con gran fulgor, pero un poco ms tarde. Si esta conflagracin, aunque de manera diferente, reproduce la inundacin, tambin el planeta que resulte reproducir el paraso original, y por la misma razn fsica: la precipitacin de partculas incineradas en estratos concntricos clasificados segn su densidad (figura 2.8). En este planeta, que vuelve a ser perfecto, Cristo, con Satn encadenado, reinar durante mil aos. Despus de este mile nio, Gog y M agog * proclamarn la ltima batalla del diablo contra el bien; las trompetas anunciarn el juicio final; los santos ascende rn (los pecadores irn a otro lugar); y el destituido planeta se con vertir en una estrella. El compromiso de Burnet de basar sus argunentos en leyes na turales, y su fidelidad a la narrativa histrica, se aprecian muy bien en el contraste explcito con las alternativas propuestas por su amigo Isaac Newton a lo largo de una fascinante correspondencia (gracias a Dios que no disponan de telfono, o incluso de tren), que man tuvieron entre Londres y Cambridge en enero de 1681 5. Newton hizo dos sugerencias que inquietaron a Burnet: primero, que la actual topografa de la tierra se model durante su formacin inicial a partir del caos primitivo, y por tanto no fue esculpida por el diluvio de No; segundo, que la paradoja de que la creacin tu viera lugar en seis das podra resolverse argumentando que entonces la rotacin de la tierra era mucho ms lenta, dando lugar a das de enorme extensin. Burnet se defendi con una larga y apasionada respuesta, declarando (en ortografa moderna):Tu amabilidad te ha hecho cargar con la inquietud de esta larga carta, en la que no podra eludir observar que insistes en estos dos puntos tan impor tantes, la posibilidad (que supones) de la formacin de la tierra, tal y como es ahora, inmediatamente a partir del caos, sin mediar una disolucin (como el diluvio haba pro