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Implicaciones del Análisis Funcional en el Diseño de Programas de Intervención Brian A. Iwata Department of Pyschology University of Florida April S. Worsdell Rehabilitation Institute Southern Illinois University La metodología analítico-funcional es la estrategia de evaluación que identifica las fuentes de reforzamiento que mantienen un problema de conducta y prescribe intervenciones individualizadas dirigidas a alterar directamente las condiciones bajo las cuales la conducta ocurre. Este artículo describe los determinantes ambientales de los problemas de conducta, los métodos de análisis funcional y sus implicaciones para el diseño de programas de intervención. El análisis funcional constituye uno de los desarrollos más significativos en la investigación sobre problemas de conducta de los últimos 25 años, siendo considerado actualmente una práctica de excelencia en este ámbito. El análisis funcional es una estrategia de evaluación que identifica los determinantes ambientales de la conducta, es decir, las características funcionales de la conducta. Para individuos con autismo que muestran problemas de conductas graves, el análisis funcional constituye una excelente estrategia para informar la toma de decisiones clínicas de manera que las intervenciones puedan ser desarrolladas con el propósito específico de cambiar aspectos del ambiente que influyen sobre la conducta. Este artículo presenta una revisión de la metodología del análisis funcional y de sus implicaciones en el diseño de programas de intervención. FUENTES DE REFORZAMIENTO DE LOS PROBLEMAS DE CONDUCTA 1 Los resultados de numerosos estudios indican que la mayoría de los problemas de conducta son resultado de la experiencia del individuo con su ambiente manteniéndose por contingencias de reforzamiento. Pese a que los reforzadores específicos de una conducta problema pueden variar, a objeto de desarrollar una intervención es fácil e Este documento ha sido traducido del original: Iwata, B. A., & Worsdell, A. S. (2005). Implications of Functional Analysis Methodology for the Design of Intervention Programs. Excepcionality, 13, 25-34. Esta traducción ha sido realizada por el Dr. Javier Virués-Ortega para ABA España, el uso de este documento está limitado exclusivamente a los alumnos y miembros asociados de esta institución.

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Implicaciones del Análisis Funcional en el Diseño de Programas

de Intervención

Brian A. Iwata Department of Pyschology

University of Florida

April S. Worsdell Rehabilitation Institute

Southern Illinois University La metodología analítico-funcional es la estrategia de evaluación que identifica las fuentes de reforzamiento que mantienen un problema de conducta y prescribe intervenciones individualizadas dirigidas a alterar directamente las condiciones bajo las cuales la conducta ocurre. Este artículo describe los determinantes ambientales de los problemas de conducta, los métodos de análisis funcional y sus implicaciones para el diseño de programas de intervención. El análisis funcional constituye uno de los desarrollos más significativos en la

investigación sobre problemas de conducta de los últimos 25 años, siendo considerado actualmente una práctica de excelencia en este ámbito. El análisis funcional es una estrategia de evaluación que identifica los determinantes ambientales de la conducta, es decir, las características funcionales de la conducta. Para individuos con autismo que muestran problemas de conductas graves, el análisis funcional constituye una excelente estrategia para informar la toma de decisiones clínicas de manera que las intervenciones puedan ser desarrolladas con el propósito específico de cambiar aspectos del ambiente que influyen sobre la conducta. Este artículo presenta una revisión de la metodología del análisis funcional y de sus implicaciones en el diseño de programas de intervención.

FUENTES DE REFORZAMIENTO DE LOS PROBLEMAS DE CONDUCTA1 Los resultados de numerosos estudios indican que la mayoría de los problemas de

conducta son resultado de la experiencia del individuo con su ambiente manteniéndose por contingencias de reforzamiento. Pese a que los reforzadores específicos de una conducta problema pueden variar, a objeto de desarrollar una intervención es fácil e

Este documento ha sido traducido del original: Iwata, B. A., & Worsdell, A. S. (2005). Implications of Functional Analysis Methodology for the Design of Intervention Programs. Excepcionality, 13, 25-34. Esta traducción ha sido realizada por el Dr. Javier Virués-Ortega para ABA España, el uso de este documento está limitado exclusivamente a los alumnos y miembros asociados de esta institución.

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intuitivo considerar al reforzamiento positivo y negativo como las dos contingencias fundamentales que mantienen la conducta. Estas contingencias básicas pueden especificarse más en función de que el reforzamiento sea dado por otras personas, en tal caso hablamos de reforzamiento social, o sea resultado directo de la conducta, en tal caso hablamos de reforzamiento automático. Reforzamiento positivo

Lovaas y Simmons (1969) mostraron que la atención de cuidadores adultos

contingente a la ocurrencia de conducta autolesiva (CAL) hacía que la frecuencia de esta se incrementase. La ocurrencia de un problema de conducta serio, tal como la CAL, la agresión, o la destrucción de objetos, produce una variedad de reacciones por parte de los cuidadores, como por ejemplo, la interrupción de la respuesta, el uso de reprimendas verbales, o determinados intentos de reconducir la conducta del paciente. Estas consecuencias, frecuentemente inevitables, interrumpen temporalmente el problema de conducta, pero a la larga incrementan su ocurrencia como resultado de un proceso de reforzamiento positivo social.

Por el contrario, otras conductas (algunas formas de estereotipia o CAL) persisten en la ausencia de cualquier estimulación social (Berkson & Mason, 1963) siendo una característica común a todas ellas el ser mantenidas por consecuencias sensoriales, es decir consecuencias producidas directamente por la conducta y que generan un proceso de reforzamiento automático (Vaugham & Michael, 1982).

Reforzamiento negativo Los problemas de conducta también pueden resultar de la terminación de una

actividad en curso. Por ejemplo, algunos individuos evitan que se les solicite la realización de tareas académicas e incluso atender a clase debido a que su conducta es tremendamente peligrosa o disruptiva. Pese a que en ocasiones se ve como una forma de “tiempo fuera”, estas consecuencias pueden en realidad producir escape del trabajo y por tanto fortalecer la conducta a través de reforzamiento negativo social (Iwata, 1987). Finalmente, algunas respuestas hacen que la estimulación en curso finalice directamente o al menos se atenúe (p.ej., frotarse las sienes cuando se tiene dolor de cabeza o rascar la zona de piel en la que ha picado un insecto). Estas conductas pueden intensificarse cuando no hay respuestas alternativas disponibles (por ejemplo tomar una medicina) y pueden reaparecer en cualquier momento en que se experimente dolor. Este tipo de reforzamiento negativo automático se da en ciertos casos de CAL aunque en raras ocasiones.

METODOLOGÍA DEL ANÁLISIS FUNCIONAL El propósito de un análisis funcional (en ocasiones denominado evaluación

conductual funcional) es determinar cuál de entre las contingencias mencionadas previamente mantiene el problema de conducta de un individuo. Hay tres aproximaciones generales a la evaluación que han sido referidas en la literatura; a

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continuación las describimos brevemente (ver Iwata, Kahng, Wallace, & Lindberg, 2000, para una revisión extensa). Estos planteamientos difieren en la naturaleza de los datos obtenidos y la extensión con la que los eventos ambientales son meramente observados o manipulados directamente. A pesar de estas variaciones, las tres aproximaciones tienen en común el intento de identificar los eventos antecedentes que ocasionan la conducta y los eventos consecuentes que sirven como reforzadores. Métodos anecdóticos o indirectos

Numerosas entrevistas y cuestionarios estructurados han sido desarrollados para

obtener información sobre las situaciones en las que un problema de conducta ocurre. La Motivation Assessment Scale (MAS, Escala de Evaluación de la Motivación, Durand & Crummins, 1988) es un ejemplo de un instrumento de uso común. Esta escala tiene 16 preguntas sobre circunstancias bajo las cuales el problema de conducta puede o no puede ocurrir; las respuestas oscilan entre 0 (nunca) y 6 (siempre). El valor numérico es sumado o promediado para ofrecer un total para cada una de las cuatro funciones posibles: reforzamiento positivo mediante atención, reforzamiento positivo mediante acceso a materiales, reforzamiento negativo mediante escape y reforzamiento sensorial, es decir reforzamiento automático positivo (nótese, que la atenuación del dolor o reforzamiento automático negativo no fue incluido en el MAS).

La ventaja principal de los métodos indirectos es su simplicidad y eficiencia: la evaluación ocurre durante el curso de una entrevista y toma solo unos minutos. No obstante, debido a que los datos son de naturaleza autoinformada y retrospectiva, estos métodos han sido hallados poco fiables (Sturmey, 1994). Por ello, deben ser usados solo como estrategia preliminar de obtención de información y no deben ser usados como base para el desarrollo de un plan de intervención.

Análisis descriptivo (correlacional)

Esta aproximación implica la observación directa de la conducta y de las situaciones

ambientales en las que ocurre (Bijou, Peterson, & Ault, 1968). La forma más común de análisis descriptivo es conocida como registro ABC (A-antecedente, B-conducta [behavior], C-consecuencia), en la que un observador introduce datos siempre que el problema de conducta ocurre: tiempo, contexto, problema de conducta, y eventos que suceden inmediatamente antes o después de la conducta objetivo (Sulzer-Azaroff & Mayer, 1977). Un método alternativo, conocido como registro de intervalos, implica el uso de códigos observacionales para marcar la presencia o ausencia de antecedentes, conductas y consecuentes específicos durante periodos de tiempo breves (p.ej., 10 segundos) y se usa generalmente para evaluar conductas de alta frecuencia (Mace & Lalli, 1991). Los datos obtenidos usando cualquiera de estos métodos se resumen como probabilidades condicionales en base a las frecuencias observadas de los eventos registrados (p.ej., en número de veces en que la agresión era precedida de instrucciones, o de número de veces que la CAL era seguida por atención). Las inferencias sobre las variables de mantenimiento están basadas en las correlaciones observadas entre el problema de conducta y los antecedentes y consecuentes.

Debido a que el análisis descriptivo está basado en observación directa en lugar de recuerdo de información, es una aproximación superior al método indirecto y quizá es el

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método de evaluación usado con más frecuencia. No obstante, el análisis descriptivo tiene ciertas limitaciones debido a que no permite el control sobre los contextos ambientales en los que la conducta ocurre. Por ejemplo, la ocurrencia del problema de conducta puede estar relacionada con eventos múltiples (p.ej., escape de tareas acompañado por atención del maestro), cualquiera de los cuales puede explicar el mantenimiento de la conducta. Adicionalmente los datos pueden no revelar relaciones funcionales entre conducta y fuentes intermitentes de reforzamiento ya que estas producen probabilidades condicionales muy bajas.

Análisis funcional (experimental)

Cuando el análisis descriptivo ofrece resultados ambiguos debe realizarse un análisis

funcional. En el análisis funcional se introducen y retiran sistemáticamente los eventos ambientales en condiciones predefinidas de prueba y control. Iwata, Dorsey, Slifer, Bauman, y Richman (1982/1994) describió un modelo general consistente en tres condiciones de prueba (atención, demanda y solo) y una condición de control (juego). En la condición de atención, un terapeuta está presente aunque no interactúa con el individuo menos para dar atención seguidamente a la ocurrencia de problemas de conducta (prueba para la función reforzamiento positivo social). En la condición de demanda, el terapeuta presenta tareas académicas de las que permite escapar seguidamente a la ocurrencia de un problema de conducta (prueba de reforzamiento social negativo). En la condición solo, el individuo es observado en un ambiente neutro con muy pocos estímulos (prueba de la condición reforzamiento automático positivo). Estas condiciones, a diferencia de las condiciones que encontramos comúnmente en el ambiente natural, permiten separar las diferentes fuentes de reforzamiento que pueden estar manteniendo la conducta (nótese que no hay condición de prueba para reforzamiento automático negativo, ello requeriría exponer al individuo a dolor o malestar). Las tasas de conducta observadas durante estas condiciones pueden compararse con la tasa en la condición de juego que sirve de condición de control, en la que el individuo tiene acceso libre a objetos de ocio e interacción social durante toda la sesión. Tasas elevadas de conducta en una condición de prueba con relación a otra y a la condición de control identifican las características funcionales de la conducta revelando los eventos ambientales responsables de su ocurrencia. Se han desarrollado numerosas variaciones de este modelo durante los últimos años (ver Hanley, Iwata, & McCord, 2003, para una revisión), entre ellas el “análisis funcional breve”, que puede completarse en el curso de una cita clínica normal (Northup et al., 1991).

La mayor ventaja del análisis funcional es que es la única aproximación a la evaluación que establece relaciones causa-efecto. Adicionalmente, su flexibilidad permite examinar la influencia de muchas variables potencialmente sutiles sobre la conducta (p.ej., la influencia de ciertos tipos de demandas). La limitación más significativa del análisis funcional es que es la forma más compleja de evaluación y requiere que el terapeuta mantenga un elevado grado de consistencia en la implementación de las condiciones de evaluación. Otras limitaciones incluyen el hecho de que no sea apropiada para la evaluación de conductas que involucren un riesgo elevado o conductas que ocurran a tasas extremadamente bajas.

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DISEÑO DE PROGRMAS DE INTERVENCIÓN La investigación en análisis aplicado de la conducta ha conducido al desarrollo de

una amplia gama de procedimientos que usan reforzamiento para reducir la frecuencia de los problemas de conducta. Estos procedimientos han proliferado hasta el punto en el que puede resultar difícil ver los aspectos esenciales de un tipo de intervención debido a que los investigadores normalmente enfatizan los aspectos nuevos. En realidad, todas o casi todas las intervenciones que usan reforzamiento para reducir la conducta (a) modifican las condiciones antecedentes para hacer la conducta menos susceptible al reforzamiento, (b) eliminan el reforzamiento de la conducta, y (c) refuerzan la ausencia del problema de conducta o la ocurrencia de conductas alternativas. Estos tres procesos reducen la conducta de maneras fundamentalmente distintas y por tanto representan el denominador común de tres maneras de intervenir dentro de las cuales puede haber innumerables variaciones que sería difícil de aprender una a una. La familiaridad con un elevado número de “técnicas” sin el conocimiento de sus bases conductuales haría difícil modificar sistemáticamente un procedimiento cuando se observa que no funciona.

La tarea de diseñar una intervención se convierte por tanto en determinar las condiciones antecedentes para el cambio, limitar el reforzamiento del problema de conducta y fortalecer conductas alternativas. La información provista por el análisis funcional es esencial para determinar las características de la intervención. Además de las estrategias sugeridas para reducir de forma efectiva la conducta, los resultados del análisis funcional nos permiten determinar, a priori qué intervención tiene mayor probabilidad de ser eficaz. En la sección a continuación ilustraremos cada una de estas aproximaciones para distintas funciones de la conducta.

Modificación de los eventos antecedentes: Operaciones de establecimiento y reforzamiento no contingente.

La influencia de los eventos antecedentes en la conducta ha sido reconocida durante

muchos años, habiendo sido descrita con diversos términos: variables contextuales o ecológicas, setting events y control estimular. El tratamiento más amplio de los eventos antecedentes ha sido realizado por Michael (Laraway, Snycerski, Michael, & Poling, 2003; Michael, 2000). Este autor indicó que la conducta mantenida por reforzamiento ocurre por la presencia de eventos antecedentes que hacen al reforzador más valioso; estos eventos antecedentes con la cualidad de alterar la efectividad o “valor” de un reforzador se denominan operaciones de establecimiento (OE)2. La OE más común para una conducta mantenida por reforzamiento positivo es la deprivación (p.ej., de agua o comida); la OE típica para la conducta mantenida por reforzamiento negativo es la estimulación aversiva (p.ej., luz o ruido intensos). Los efectos de las OE disminuyen 2 N. del T.: Recientemente el término operación de establecimiento se ha reservado para aquellos eventos antecedentes que incrementan el valor de un reforzador, teniendo el término operación motivacional una acepción más amplia que incluye tanto operaciones que incrementan como que reducen el valor de un reforzador.

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cuando la respuesta produce reforzamiento. Al igual que sucede en la conducta reforzada por atención cuando cesa en el momento en que se da atención (reforzamiento positivo) o cuando una agresión se detiene una vez se produce escape (reforzamiento negativo), la OE puede ser también atenuada antes de la respuesta, sencillamente permitiendo un acceso no contingente al reforzador.

El uso del reforzamiento no contingente (RNC) como base para el cambio de conducta permite la formulación de procedimientos específicos según las distintas fuentes de reforzamiento. En el caso de problemas de conducta mantenidos por reforzamiento positivo social (p.ej., atención) el RNC consiste en aplicar un programa denso de atención no contingente. Por ejemplo, Vollmer, Iwata, Zarcone, Smith, y Mazaleski (1993) dieron atención no contingente cada 10 segundos en un programa casi continuo y observaron marcadas reducciones en CAL mantenida por atención. La CAL se mantuvo a un nivel bajo a medida que la programación fue espaciándose gradualmente hasta un programa de tiempo fijo de 5 minutos, es decir se daba atención cada 5 minutos con independencia de la conducta del participante. Esta programación resultaba práctica para el manejo del problema de conducta del sujeto. Se han usado procedimientos similares para reducir problemas de conducta mantenidos por reforzamiento automático positivo. Piazza, Adelinis, Hanley, Goh y Delia (2000) identificaron objetos de ocio que producían una estimulación similar a la producida por la estereotipia y el CAL y observaron notables reducciones en estas conductas cuando los objetos se ofrecieron de forma no contingente.

Debido a que la OE para una conducta de escape (reforzamiento social negativo) con frecuencia implica la presentación de tareas aversivas, el RNC para tales conductas requiere de la retirada o modificación de la tarea de forma no contingente, lo cual puede hacerse de varias maneras: Weeks y Gaylord-Ross (1981) redujeron la complejidad de una tarea sustituyendo tareas difíciles por fáciles. Pace, Iwata, Cowdery, Andree, y McIntyre (1996) redujeron inicialmente la frecuencia de la tarea dando menos demandas a los participantes y Vollmer, Marcus, and Ringdahl (1995) dieron descansos no contingentes de tareas de trabajo. Finalmente, para los problemas de conducta mantenidos por atenuación del dolor (reforzamiento automático negativo) el RNC requere de la retirada del malestar que funcionaba como OE. Esta aproximación al tratamiento ha sido descrita de forma anecdótica pero no se había demostrado empíricamente, probablemente debido a dificultares para evaluar el dolor (y su reducción) en individuos que tienen déficit severos de comunicación.

Las intervenciones basadas únicamente en la modificación de OE reducen el valor del reforzamiento pero no afectan a la contingencia de reforzamiento responsable del mantenimiento del problema de conducta. Por ello, la mayor ventaja del RNC es que reduce el problema de conducta sin afectar su acceso a reforzamiento, ello es una opción interesante cuando la extinción no es factible (lo discutiremos a continuación). Por contra, el problema de conducta puede volver a aparecer si continúa siendo reforzado, especialmente en las ocasiones en las que el RNC no esté presente. Por lo tanto, la eliminación del reforzamiento debe ser un componente importante de la intervención. Finalización del reforzamiento: Extinción

La extinción es la reducción de una conducta por cese del reforzamiento. Es un

principio de fácil comprensión cuya aplicación se ve dificultada por dos factores: en

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primer lugar, la extinción requiere que la conducta siga ocurriendo, lo cual puede no ser posible si esta se da a una elevada intensidad; segundo, el procedimiento típico de extinción, es decir, ignorar premeditadamente, asume que la atención es el reforzador que mantiene el problema de conducta ya que consiste en no dar atención. Debido a que el problema de conducta puede estar mantenido por múltiples fuentes de reforzamiento, los procedimientos que definen la extinción vienen informados por el tipo de reforzamiento que se desea detener

La extinción de la conducta mantenida por atención y de otras formas de reforzamiento positivo social implica la detención del reforzamiento positivo, que con frecuencia toma la forma de no reaccionar ante la conducta o finalizar una interacción en curso cuando la conducta ocurre (Liberman, Teigen, Patterson, & Baker, 1973). Aunque esta forma de extinción se recomienda en el tratamiento de una amplia variedad de conductas problema, solo raramente se ha usado como la única base para la intervención. En gran parte de la investigación sobre el tratamiento de problemas de conducta, la extinción se ha combinado con otros procedimientos tales como el RNC (descrito con anterioridad) o el reforzamiento diferencial, que discutiremos posteriormente.

Los procedimientos de extinción de conductas mantenidas por reforzamiento automático positivo son más difíciles de desarrollar debido a que el reforzador que es producido directamente por la conducta no puede verse o controlarse. No obstante, cuando es posible identificar el reforzador automático de una conducta, a veces puede aplicarse extinción atenuando el reforzador. Esta forma de extinción ha sido llamada extinción sensorial y se ha aplicado a estereotipias (Rincover, Cook, Peoples, & Packard, 1979) y a CAL (Dorsey, Iwata, Reid, & Davis, 1982). El procedimiento puede requerir una intervención mecánica que sin interferir en la ejecución de la conducta interrumpe la estimulación que produce (p.ej., acolchar paredes o muebles, vestir prendas de protección).

Los resultados de un análisis funcional son muy importantes cuando se desea extinguir conductas mantenidas por escape (reforzamiento social negativo). En estos casos “ignorar” como modalidad estándar de extinción reforzaría inadvertidamente la conducta problema exacerbándola. La extinción de conductas de escape se consigue presentando de forma continuada la OE para el problema de conducta (p.ej., trabajar en tareas e instrucciones relacionadas) sin retirar la OE (p.ej., tareas) cuando ocurre el problema de conducta (Iwata, Pace, Kalsher, Cowdery, & Cataldo, 1990; Steege, Wacker, Berg, Cigrand, & Cooper, 1989).

El último caso a considerar es la extinción de conductas mantenidas por atencuación del dolor (reforzamiento negativo automático). Este caso de extinción presenta las siguientes dificultades: en primer lugar, sería muy difícil preparar una situación en la que una conducta no detenga una estimulación en curso (p.ej., cuando rascarse no alivia el picor). En segundo lugar, la justificación de este tipo de extinción es incierta ya que priva al individuo de una forma efectiva de enfrentar su problema. Por último, la eliminación de tal conducta mediante extinción reduciría la capacidad de los cuidadores de determinar que el individuo necesita atención física o médica.

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Reforzamiento diferencial Pese a que el tratamiento con RNC y extinción pueden ser altamente eficaces para

reducir un problema de conducta, no fortalecen ninguna conducta alternativa menos peligrosa o más aceptable socialmente. Una sustitución conductual de este tipo puede conseguirse con reforzamiento diferencial de otras conductas (DRO) y reforzamiento diferencial de conductas alternativas (DRA), así como con diversas variedades de ambos procedimientos (ver Vollmer & Iwata, 1992, para una revisión). Debido a que el DRO requiere de reforzamiento por la no ocurrencia de conducta durante un intervalo de tiempo, el procedimiento es similar a la extinción en la medida en que la conducta apropiada no es moldeada. De hecho, los resultados de un estudio realizado por Mazaleski, Iwata, Vollmer, Zarcone, y Smith (1993) indican que los efectos de reducción de conducta del DRO son fundamentalmente una función del componente de extinción y no tanto del componente de reforzamiento de la contingencia. Por lo tanto el énfasis aquí se sitúa en los procedimientos de DRA.

Day, Rea, Schussler, Larsen, y Johnson (1988) describieron una interesante aplicación del DRA como tratamiento de la CAL mantenida por acceso a objetos de ocio (reforzamiento positivo social). El tratamiento consistió en retirar los objetos de ocio después de la CAL y hacerlos disponibles a continuación de la ocurrencia de una respuesta vocal o gestual específica. Esta estrategia, en la que se combinan extinción y reforzamiento diferencial de peticiones apropiadas, se ha usado con frecuencia para reducir problemas de conducta mantenidos por atención (Durand & Carr, 1992). Se pueden usar consecuencias similares (acceso a objetos de ocio) para reducir problemas de conducta mantenidos por reforzamiento automático positivo. Es tal caso, no obstante, una intervención con DRA sería efectiva solo hasta el punto en que el acceso a objetos de ocio se prefiera sobre la estimulación producida por el problema de conducta. En caso contrario, se necesitarían técnicas adicionales, tales como el uso de instigadores, reforzamiento de conductas apropiadas, o el bloqueo de la conducta problema (Lindberg, Iwata, & Kahng, 1999).

El reforzamiento diferencial como tratamiento para problemas de conducta mantenidos por reforzamiento social negativo ha tomado diversas formas. En primer lugar, se puede programar un reforzamiento para la conducta alternativa más potente que el disponible para la conducta problema. Mace y Belfiore (1990) usaron este procedimiento para incrementar el seguimiento de instrucciones y reducir el escape. Identificaron las instrucciones para las que había un alto grado de probabilidad de seguimiento. Cuando estas se presentaron en una razón de 3 a 1 con instrucciones para las que el seguimiento era bajo, la conducta de escape se redujo y el seguimiento se incrementó. Una segunda aproximación implica el reforzamiento negativo (i.e., un descanso de la tarea, evitación de instigadores, etc.) en lugar de reforzamiento positivo que se hace contingente con el seguimiento (Iwata et al., 1990). Un tercer ejemplo de DRA implica el reforzamiento de conductas de escape alternativas. Steege et al. (1990) usó tal aproximación cuando trató a dos individuos que presentaban CAL en situaciones de entrenamiento. En este estudio los participantes obtenían breves descansos del entrenamiento de forma contingente a la presión de botón conectado a una grabadora que reproducía la palabra “descanso”,

Los procedimientos de DRA aplicados a conductas mantenida por atenuación del dolor (reforzamiento automático negativo) implicarían el establecimiento de respuestas que reduzcan el malestar. En este caso se reforzaría una conducta alternativa que

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permitiese acceder a alivio de malestar (reforzamiento negativo). El objetivo de la intervención cambiaría a continuación a enseñar una respuesta (tomar un analgésico) que reduzca el dolor directamente. Estas conductas pueden ser difíciles de establecer debido a que el contexto ideal (la presencia de dolor) para enseñar la respuesta alternativa puede no ocurrir con frecuencia.

RESUMEN

La investigación realizada durante los últimos 25 años indica que la mayor parte de

los problemas de conducta son adquiridos y mantenidos por contingencias de reforzamiento. Por lo tanto, el análisis de las características estructurales de la conducta (lo que la conducta parece) es improbable que de información relevante sobre el tratamiento en comparación al análisis de sus características funcionales (lo que mantiene la conducta). La metodología de análisis funcional identifica las fuentes de reforzamiento que mantienen el problema de conducta e identifica aquellos aspectos del ambiente que necesitan ser modificados para reducirla. El resultado del análisis funcional sugiere estrategias para el diseño de programas de intervención que pueden cambiar la conducta de tres formas básicas: alterando los eventos antecedentes (OE) para hacer la conducta menos susceptible al reforzamiento (RNC), eliminando el reforzamiento del problema de conducta (extinción), y fortaleciendo respuestas alternativas (reforzamiento diferencial).

AGRADECIMIENTOS

La preparación de este artículo ha sido financiada parcialmente por el Florida

Department of Children and Families.

REFERENCIAS

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Implications of Functional AnalysisMethodology for the Design

of Intervention Programs

Brian A. IwataDepartment of Psychology

University of Florida

April S. WorsdellRehabilitation Institute

Southern Illinois University

Functional analysis methodology is an assessment strategy that identifies sources of rein-forcement that maintain problem behavior and prescribes individualized interventions thatdirectly alter the conditions under which behavior occurs. In this article we describe the en-vironmental determinants of problem behavior, methods for conducting functional analy-ses, and implications for the design of intervention programs.

Functional analysis methodology is one of the most significant developments in researchon behavior disorders over the past 25 years and is now considered best practice. Func-tional analysis is an assessment strategy that identifies the environmental determinants ofbehavior (i.e., its functional characteristics). For individuals with autism who displaychallenging behavior, functional analysis serves as an excellent strategy to inform clini-cal decision making so that interventions can be developed to alter specific features ofthe environment that influence an individual’s behavior. This article presents an over-view of functional analysis methodology and its implications for the design of interven-tion programs.

SOURCES OF REINFORCEMENT FOR PROBLEM BEHAVIOR

Results of numerous studies indicate that most problem behaviors are learned as a resultof an individual’s experience with his or her environment and are maintained by contin-

EXCEPTIONALITY, 13(1), 25–34Copyright © 2005, Lawrence Erlbaum Associates, Inc.

Requests for reprints should be sent to Brian A. Iwata, Department of Psychology, University of Florida,114 Psychology Building, P.O. Box 112250, Gainesville, FL 32611–2250. E-mail: [email protected]

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gencies of reinforcement. Although specific reinforcers for problem behavior may varywidely, for the purpose of developing treatment it has been convenient to consider posi-tive and negative reinforcement as the two fundamental contingencies that maintain be-havior and to further classify these based on whether reinforcement is delivered by otherpersons (social) or is a direct (automatic) result of the behavior.

Positive Reinforcement

Lovaas and Simmons (1969) presented data indicating that attention from caring adults,when delivered contingent on the occurrence of self-injurious behavior (SIB), increasedthe frequency of the behavior. The occurrence of a serious problem behavior, such asSIB, aggression, or property destruction, often produces a variety of reactions from care-givers: response interruption, reprimands, comfort, or attempts to redirect the person’sbehavior. Often unavoidable, these consequences may interrupt problem behavior tem-porarily but actually increase its occurrence over time as a result of social-positive rein-forcement. By contrast, other behaviors (some forms of stereotypy or SIB) persist in theabsence of any social stimulation (Berkson & Mason, 1963). A common characteristic ofthese behaviors is that they are maintained by sensory consequences, which are directlyproduced by the behavior through a process that has been described as automatic-posi-tive reinforcement (Vaughan & Michael, 1982).

Negative Reinforcement

Problem behavior also may result in the termination of ongoing activity. For example,some individuals are not required to complete academic tasks or to even attend class be-cause their behavior is so dangerous or disruptive. Although sometimes viewed as a formof “time out,” these consequences may actually produce escape from work andstrengthen behavior through social-negative reinforcement (Iwata, 1987). Finally, someresponses directly terminate or at least attenuate ongoing stimulation (e.g., rubbing thetemples when one has a headache or scratching the site of an insect bite). These behav-iors may intensify when alternative responses (such as taking medicine) are not availableand may recur whenever pain is experienced. This type of automatic-negative reinforce-ment usually applies only to SIB, and even then rarely.

FUNCTIONAL ANALYSIS METHODOLOGY

The purpose of a functional analysis (sometimes called a functional behavioral assess-ment) is to determine which of the aforementioned contingencies maintains an individ-ual’s problem behavior. Three general approaches to assessment have been reported inthe literature; each is described briefly next (see Iwata, Kahng, Wallace, & Lindberg,2000, for an extensive review). The approaches differ in terms of the type of data that arecollected and the extent to which environmental events are merely observed or actuallymanipulated during the course of assessment. Despite these variations, all have in com-

26 IWATA AND WORSDELL

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mon an attempt to identify the antecedent events that occasion behavior and the conse-quent events that serve as reinforcers.

Anecdotal or Indirect Methods

A number of structured interviews and checklists have been developed to solicit informa-tion about situations in which problem behavior occurs. The Motivation AssessmentScale (MAS; Durand & Crimmins, 1988) is an example of a commonly used instrument.The scale consists of 16 questions about the circumstances under which problem behav-ior may or may not occur, and answers are provided by circling a number ranging from 0(never) to 6 (always). The numeric values are summed or averaged to yield a total foreach of four possible functions: positive reinforcement through attention, positive rein-forcement through access to materials, negative reinforcement through escape, or “sen-sory” (i.e., automatic-positive) reinforcement. (Note that pain attenuation or auto-matic-negative reinforcement is not included in the MAS.)

The primary advantage of indirect methods is their simplicity and efficiency: Assess-ment occurs during the course of an interview and takes only a few minutes. However,because the data consist solely of verbal report, which can be inaccurate for a number ofreasons, these methods have been found to be unreliable (Sturmey, 1994). Therefore,they should be used only as preliminary information-gathering devices and should notserve as the basis for developing intervention plans.

Descriptive (Correlational) Analysis

This approach involves direct observation of behavior and the environmental situationsin which it occurs (Bijou, Peterson, & Ault, 1968). The most common form of descrip-tive analysis is known as A-B-C recording (A—antecedent, B—behavior, C—conse-quence), in which an observer enters data whenever problem behavior occurs: time andsetting, problem behavior, and events occurring immediately prior to and following thetarget behavior (Sulzer-Azaroff & Mayer, 1977). An alternative method, known as inter-val recording, involves using an observational code to mark the presence or absence ofspecific antecedents, behaviors, and consequences during brief time intervals (e.g., 10sec) and is typically used to assess high-rate behaviors (Mace & Lalli, 1991). Data gath-ered using either method are summarized as conditional probabilities based on observedfrequencies of events (e.g., the number of times that aggression was preceded by instruc-tions, or the number of times that SIB was followed by attention). Inferences about main-taining variables are based on observed correlations between problem behavior and itsantecedents or consequences.

Because the descriptive analysis is based on direct observation rather than on infor-mant recall, it is far superior to the indirect approach and is perhaps the most fre-quently used method of assessment. Nevertheless, the descriptive analysis has certainlimitations because it does not allow control over the environmental contexts in whichbehavior occurs. As a result, the occurrence of problem behavior may be related tomultiple events (as in escape from tasks accompanied by teacher attention), any one ofwhich could account for behavioral maintenance. In addition, data may not reveal rela-

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tionships between behavior and intermittent sources of reinforcement that result in lowconditional probabilities.

Functional (Experimental) Analysis

When descriptive analysis yields ambiguous results, a functional analysis may be con-ducted to allow systematic introduction and removal of environmental events during pre-defined test and control conditions. Iwata, Dorsey, Slifer, Bauman, and Richman(1982/1994) described a general model consisting of three test conditions and one con-trol. In the attention condition, a therapist is present but does not interact with the indi-vidual except to deliver attention following occurrences of problem behavior (test forsocial-positive reinforcement function). In the demand condition, a therapist presentslearning tasks to the individual but allows the individual to escape a trial following theoccurrence of problem behavior (test for social-negative reinforcement). In the alonecondition, the individual is observed in a relatively barren environment (test forautomatic-positive reinforcement). These conditions, unlike those commonly encoun-tered in the natural environment, separate the different sources of reinforcement thatmight maintain behavior. (Note that there is no test condition for automatic-negativereinforcement, which would require exposing the individual to pain or discomfort.)Rates of behavior observed during these conditions are compared to those in a play (con-trol) condition, in which the individual has free access to leisure items and social interac-tion throughout the session. High rates of behavior in one test condition, relative to othersand the control, identify the functional characteristics of behavior by revealing the envi-ronmental events responsible for its occurrence. A number of variations of this modelbeen developed over the years (see Hanley, Iwata, & McCord, 2003, for a review), in-cluding a “brief functional analysis,” which can be completed during the course of anoutpatient evaluation (Northup et al., 1991).

The major advantage of the functional analysis is that it is the only approach to assess-ment that identifies cause–effect relations. In addition, its flexibility allows one to exam-ine the influence of numerous and potentially subtle variables on behavior (e.g., certaintypes of task demands). The most significant limitation of the functional analysis is that itis the most complex form of assessment, requiring therapists to maintain a high degree ofconsistency in implementing assessment conditions. Other limitations include the factthat it may not be appropriate for the assessment of behavior that poses a high degree ofrisk or behavior that occurs at extremely low rates.

DESIGN OF INTERVENTION PROGRAMS

Research in applied behavior analysis has led to the development of a wide range ofreinforcement-based procedures for reducing the frequency of problem behavior. Theseprocedures have proliferated to the point where it may be difficult to identify the essen-tial features of a given intervention because researchers typically emphasize its novelcharacteristics. In actuality, most if not all reinforcement-based interventions decreasebehavior by (a) altering antecedent conditions to make behavior less susceptible to rein-

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forcement, (b) eliminating reinforcement for the behavior, or (c) reinforcing the absenceof problem behavior or the occurrence of an alternative behavior. These three processesreduce behavior in fundamentally different ways and therefore represent the most com-mon denominators of all reinforcement-based interventions. Although other componentsof treatment also may be important in particular situations, they are, by and large, proce-dural details, and to attempt to learn every variation of every procedure would be an im-possible task. Moreover, familiarity with a large number of “techniques” without knowl-edge of their underlying basis for behavior change makes it difficult to modify aprocedure systematically when it does not work.

The task of designing a reinforcement-based intervention thus becomes one of deter-mining which antecedent conditions to change, how to limit reinforcement for problembehavior, and how to strengthen alternative behavior. The information provided by afunctional analysis is essential in making these determinations. In addition to suggestingstrategies for effectively reducing behavior, the results of a functional analysis allow usto determine, on an a priori basis, which interventions are likely to be ineffective. In thefollowing sections, we illustrate each of the three approaches just noted for differentfunctions of problem behavior.

Alteration of Antecedent Events: Establishing Operationsand Noncontingent Reinforcement

The influence of antecedent events on behavior has been recognized for many years andhas been described using a variety of terms, including contextual or ecological variables,setting events, and stimulus control. The most thorough treatment of antecedent eventshas been provided by Michael (Laraway, Snycerski, Michael, & Poling, 2003; Michael,2000). He noted that behavior maintained by reinforcement occurs because the presenceof some antecedent event makes a reinforcer valuable and indicated that any antecedentthat alters the effectiveness (value) of a reinforcer is an establishing operation (EO). Themost common EO for behavior maintained by positive reinforcement is deprivation (e.g.,from food or water); the typical EO for behavior maintained by negative reinforcement isaversive stimulation (e.g., intense light, noise). The effects of EOs are diminished whenresponding produces reinforcement, as in attention-getting behavior that ceases when at-tention is delivered (positive reinforcement) or as in aggression that stops when it pro-duces escape (negative reinforcement), but EOs also can be attenuated prior to respond-ing merely by providing noncontingent access to the reinforcer.

Using noncontingent reinforcement (NCR) as the basis for behavior change, specificprocedures can be formulated for different sources of reinforcement. NCR for problembehavior maintained by social-positive reinforcement (e.g., attention) would consist of aricher schedule of noncontingent attention. After determining that the SIB of three indi-viduals was maintained by attention, Vollmer, Iwata, Zarcone, Smith, and Mazaleski(1993) initially delivered noncontingent attention on an almost continuous schedule (ev-ery 10 sec) and observed marked reductions in SIB. SIB remained low as the schedulewas gradually thinned until it reached 5 min, which was determined to be practical forimplementation. Similar procedures have been used to decrease problem behavior main-tained by automatic-positive reinforcement. For example, Piazza, Adelinis, Hanley, Goh,

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and Delia (2000) identified leisure items that delivered stimulation similar to that pro-duced by stereotypy and SIB and observed large reductions in these behaviors when theitems were made available noncontingently.

Because the EO for escape behavior (social-negative reinforcement) often involvespresentation of an aversive task, NCR for such behavior would entail noncontingent taskremoval or modification, which can be accomplished in several ways: Weeks andGaylord-Ross (1981) reduced task complexity by substituting easy tasks in place of diffi-cult ones; Pace, Iwata, Cowdery, Andree, and McIntyre (1996) initially reduced task fre-quency by placing fewer demands on participants; and Vollmer, Marcus, and Ringdahl(1995) provided noncontingent breaks from work tasks. Finally, problem behavior main-tained by pain attenuation (automatic-negative reinforcement) provides the most obvi-ous example supporting the use of NCR, which involves removing the discomfort thatserves as the EO. This approach to treatment has been described anecdotally but has notbeen demonstrated empirically, most likely due to difficulties in assessing pain (and itsreduction) in individuals who have severe communication deficits.

Interventions based solely on the alteration of EOs do not affect the reinforcementcontingency responsible for maintaining the behavior problem; rather, they make rein-forcement less valuable. Thus, the main advantage of NCR is that it may reduce problembehavior even though reinforcement for problem behavior is still available, making it aparticularly attractive option when extinction is not feasible (discussed next). On theother hand, problem behavior is likely to recur if it continues to be reinforced, especiallyat times when NCR is not present. Therefore, the elimination of reinforcement for prob-lem behavior should be an important component of intervention.

Discontinuation of Reinforcement: Extinction

Extinction—the reduction of behavior by withholding reinforcement—is an easily un-derstood principle but one that is difficult to implement for two reasons. First, extinctionrequires that the behavior be allowed to continue, which may not be feasible if the behav-ior occurs at high intensity. Second, the typical extinction procedure, “planned ignoring,”assumes that attention is the maintaining reinforcer for problem behavior (hence, thewithholding of attention). Because problem behavior may be maintained by multiplesources of reinforcement, the procedures that define extinction in a given situation aredetermined by the specific nature of reinforcement to be discontinued.

Extinction for behavior maintained by attention and other forms of social-positive re-inforcement involves the withholding of positive reinforcement, which often has takenthe form of not reacting to the behavior or terminating ongoing interaction when the be-havior occurs (Liberman, Teigen, Patterson, & Baker, 1973). Although this form of ex-tinction is commonly recommended as treatment for a wide range of behavior problems,rarely has it been used as the sole means of intervention. In most research on the treat-ment of problem behavior, extinction has been combined with other procedures such asNCR (discussed previously) or differential reinforcement (discussed next).

Extinction procedures for behavior maintained by automatic-positive reinforcementare more difficult to develop because the specific reinforcers directly produced by the be-havior usually cannot be seen or controlled. Nevertheless, when it is possible to identify a

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behavior’s automatic reinforcers, extinction might be implemented by arranging condi-tions so that the behavior’s consequences are attenuated. This form of extinction hasbeen called sensory extinction and has been applied to stereotypy (Rincover, Cook, Peo-ples, & Packard, 1979) as well as SIB (Dorsey, Iwata, Reid, & Davis, 1982). The proce-dure often entails mechanical intervention that disrupts the stimulation produced by a be-havior but that does not interfere with the behavior per se. Examples include paddingwalls or furniture, or having individuals wear padded equipment.

Results of a functional analysis are particularly important when considering the use ofextinction with escape behavior (social-negative reinforcement). To the extent that the“ignoring” variant of extinction involves cessation of interaction, it will serve as inadver-tent negative reinforcement and will exacerbate the problem. Extinction of escape isachieved through continued presentation of the EO for problem behavior (e.g., worktasks and related instructions) and not removing these activities contingent on the occur-rence of problem behavior (Iwata, Pace, Kalsher, Cowdery, & Cataldo, 1990; Steege,Wacker, Berg, Cigrand, & Cooper, 1989).

The final case for which extinction might be considered consists of behavior (usu-ally SIB) maintained by its pain-attenuating consequences (automatic-negative rein-forcement). Aside from the fact that it would be very difficult to arrange a situation inwhich behavior does not terminate ongoing stimulation (e.g., as in scratching that doesnot relieve an itch), there is little justification for this type of extinction because itleaves the individual with no effective means of dealing with the problem. Further-more, the elimination of such behavior through extinction may reduce caregivers’ abil-ity to determine that the individual is, in fact, in need of physical intervention or medi-cal attention.

Differential Reinforcement

Although treatment procedures based on NCR and extinction can be highly effective inreducing problem behavior, they do not explicitly strengthen alternative behaviors thatare either less dangerous or more socially acceptable. Behavioral replacement of thistype is achieved through differential reinforcement of other behavior (DRO) and differ-ential reinforcement of alternative behavior (DRA), and several variations of both proce-dures have been reported in the literature (see Vollmer & Iwata, 1992, for a review). Be-cause DRO involves delivering reinforcement for the nonoccurrence of behavior duringsome interval of time, the procedure is somewhat similar to extinction in that appropriatebehavior is not directly shaped. In fact, results of a study by Mazaleski, Iwata, Vollmer,Zarcone, and Smith (1993) indicated that the behavior-reducing effects of DRO were pri-marily a function of the extinction component and not the reinforcement component ofthe contingency. Therefore, emphasis here is placed on DRA procedures.

Day, Rea, Schussler, Larsen, and Johnson (1988) described an interesting applicationof DRA as treatment for SIB maintained by access to leisure items (social-positive rein-forcement). Treatment consisted of making these items unobtainable following SIB butavailable following the occurrence of specific vocal and gestural responses. This strat-egy, in which extinction is combined with differential reinforcement for appropriate “re-questing” behavior, also has been used commonly to reduce problem behavior main-

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tained by attention (Durand & Carr, 1992). Similar types of consequences (access toleisure items) may be used to reduce problem behavior maintained by automatic-positivereinforcement. Here, however, a DRA intervention will be effective only to the extentthat access to the leisure items is preferred over stimulation produced by the problembehavior. If not, additional techniques, such as prompting and reinforcing appropriatebehavior, or blocking problem behavior, may be required (Lindberg, Iwata, & Kahng,1999).

Differential reinforcement as treatment for problem behavior maintained bysocial-negative reinforcement has taken several forms. First, more potent positive rein-forcement than that currently available can be used to strengthen the alternative behav-ior. Mace and Belfiore (1990) used this approach to increase compliance with instruc-tions and decrease escape. They first identified instructions for which there was a highprobability of compliance. When these were presented in a 3:1 ratio with instructionsfor which compliance was low, escape behavior decreased and compliance increased.A second approach involves negative reinforcement (i.e., a break from the task, avoid-ance of prompts, etc.) instead of positive reinforcement made contingent on compli-ance (Iwata et al., 1990). A third example of DRA involves reinforcement of alterna-tive escape behaviors. Steege et al. (1990) used such an approach while treating twoindividuals who exhibited SIB in training situations. Contingent on pressing amicroswitch (activating a tape recorder that played the word stop), brief breaks fromtraining were provided.

DRA procedures applied to pain-attenuating behavior (automatic-negative rein-forcement) would involve establishing responses that reduce discomfort. Individualsinitially might be taught an alternative behavior indicating a painful condition, whichwould be reinforced by having someone alleviate the discomfort (negative reinforce-ment). The focus of intervention might subsequently be shifted to teach a response(self-medication) that directly reduces pain. These behaviors may be difficult to estab-lish because the ideal context (the presence of pain) for teaching the alternative re-sponse may not occur frequently.

SUMMARY

Research conducted over the past 25 years has indicated that most problem behaviors areacquired and maintained through contingencies of reinforcement. Therefore, analysis ofthe structural characteristics of behavior (what it looks like) is less likely to yield infor-mation relevant to treatment than is the analysis of its functional characteristics (whatmaintains it). Functional analysis methodology identifies sources of reinforcement thatmaintain problem behavior and, in turn, identifies those features of the environment thatneed to be changed to reduce problem behavior. More specifically, the outcome of afunctional analysis will suggest strategies for designing intervention programs that canchange behavior in three fundamental ways: altering antecedent events (establishing op-erations) to make behavior less susceptible to reinforcement (NCR), eliminating the re-inforcement for problem behavior (extinction), and strengthening alternative responses(differential reinforcement).

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ACKNOWLEDGMENT

Preparation of this article was supported in part through a grant from the Florida Depart-ment of Children and Families.

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Applied Behav

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Curnal of Applied

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14, 449–463.

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449–463.