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Índice
Sinopsis <..<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<..< 03
Capítulo 1 ..<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<.. 04
Capítulo 2 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<. 11
Capítulo 3 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<<<< 20
Capítulo 4 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<.... 30
Capítulo 5 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<. 41
Capítulo 6 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<..... 51
Capítulo 7 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<..... 66
Capítulo 8 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<..... 73
Capítulo 9 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<..... 89
Capítulo 10 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 95
Capítulo 11 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<........ 111
Capítulo 12 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<.... 120
Capítulo 13 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<.... 133
Capítulo 14 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<.... 137
Capítulo 15 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 145
Capítulo 16 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 152
Capítulo 17 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 159
Capítulo 18 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 168
Capítulo 19 ...<<<<<<<<<<<<<<<<<<.<<<<..... 178
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Sinopsis
Cass McKenna prefiere más a los fantasmas que "a los que
respiran". Los fantasmas no son complicados y son dignos de
confianza. Saben los secretos sucios de la gente... y a Cassy le encantan.
Ella tiene la misión de sacar a la luz los secretos de todos los
hipócritas de su escuela. Pero cuando el vicepresidente estudiantil
descubre su secreto, la vida de Cass se complica. Tim quiere que
contacte con su madre que acaba de morir, pero Cass no está muy
entusiasmada con la idea.
Pataleando y gritando, a Cass le resulta cada vez más difícil salir
de la vida de Tim. Y es la que más se sorprende cuando se da cuenta de
que tal vez los vivos no son tan malos si se les da una oportunidad.
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Capítulo 1
Tú crees que es fácil llevarse bien con una persona después de que está
muerta. No con Paige. Ella toma su deber de hermana mayor muy en serio.
Han pasado 4 años desde que murió ahogada y aún está pendiente de mi
caso.
—De verdad no llevaras eso a la escuela —dijo, sentada en el aire justo
encima de la cabecera de hierro forjado de mi cama, con los tobillos
cruzados. Era la forma en la que solía sentarse en la mesa del comedor.
Excepto que ahora lo hace sin ninguna silla.
— ¿Qué les pasa? —pregunté, cerrando la cremallera de mis jeans. Ella
también llevaba jeans. Por supuesto, los suyos eran ajustados y de corte bajo.
Los míos eran grandes y holgados. Desgastados por tanto pisar el dobladillo,
pero eran cómodos.
Paige arrugó la nariz impertinente, y sacudió la cabeza. Muchas veces
explotaba conmigo por mi nulo potencial de la moda. La mayoría de las
veces su mirada era transparente, podía ver a través de ella. Cuando algo
despertaba su interés, se iluminaba como un farol chino. En este momento
estaba radiante, desde su cabello rubio hasta las correas de sus sandalias.
Hace unos años eso me hubiera molestado. En estos días, me había
acostumbrado. Era como un juego: ¿Qué tan de mandona podía ser ella y
cómo de irritante puedo ser yo? Jugábamos a ser normales.
— ¿Nunca te miras al espejo, Cass? —Dijo Paige—. Tienes cosas
estupendas en tu armario. Es como si quisieras ser un vago.
—Hay cosas más importantes que la ropa, lo sabes.
— ¿Por lo menos puedes usar tú cepillo? Por favor.
Fruncí los labios para soplar mi flequillo lejos de mis ojos, y sonreí. —
Muy bien, si es tan importante para ti.
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Encontré mi cepillo entre un montón de libros de historietas, platos
sucios y monedas, encima de mi tocador, lo pasé a través del caos de mi
cabello castaño. Paige intervino otra vez, su mano pasó sobre mi cabeza
cómo un leve cosquilleo. Ella olía a manzanas confitadas con canela.
—Podrías estar preciosa, Cassie. —murmuró—. Tienes una buena
figura, si vistieras mostrando un poco< un poco de maquillaje, apuesto a
que tus ojos se podrían verse más verdes si lo haces bien, y un nuevo corte
de cabello<
— ¿Por qué molestarse?
Paige gruñó. —Quieres tener amigos, ¿o no? Las personas prestan
atención a esas cosas. Si te ves bien, son agradables contigo. Si te ven echa
un desastre, se estarán riendo de ti a tus espaldas.
Mi sonrisa murió. Tiré del cepillo para deshacerme de un nudo,
haciendo una mueca. Por lo que yo he visto, una apariencia linda no impide
que las personas se burlen de ti. Iba vestida con ropa nueva bastante decente
en la secundaria, y estoy segura de que no me ayudo.
Pero eso es historia antigua. Los estudiantes de Frazer Collegiate ya
no se están riendo de mí ahora. Y me asegure de poner bastante suciedad
sobre ellos para asegurarme de que eso se quedara ahí.
No es que pudiera decírselo a Paige. Si supiera lo que pasaba en el
colegio, le daría un susto diez veces mayor que con mis jeans.
— ¿Tú te reías a mis espaldas? —pregunté al instante.
Paige me dio su mirada de gran hermana mayor: las cejas arqueadas y
labios fruncidos. Teniendo en cuenta de que seguía siendo la misma chica de
dulces dieciséis que cuando murió, y yo cumpliría diecisiete en unos meses,
era cada vez más difícil tomar esa mirada en serio.
—Por supuesto que no, —dijo—. Tú eres mi hermana. Tengo que
cuidarte.
—Vaya, gracias. De todos modos, tu diversión se acabaría sin mí.
—Pero<
Arqueé mis cejas de vuelta a ella. —Créeme, no lo hacen.
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—Está bien, está bien —su labio inferior se curvo en una mueca—.
Estoy preocupada. Tú deberías cuidar de ti misma. Solías< Creo que usabas
maquillaje, te vestías bien< ¿no?
Desvié la mirada. Paige casi nunca hablaba del pasado. Pero ella tenía
razón —eso ocurrió a partir del séptimo grado, me hubiera probado media
docena de conjuntos, poniéndome la cantidad justa de pintalabios para que
mamá no se diera cuenta, preparándome para otro día de risas con mis
amigas y ruborizándome con los chicos. Muchas cosas han cambiado desde
entonces. Muchas cosas que Paige no hubiera querido ver cuando estaba
viva, y ahora probablemente nunca entendería.
—Sobrevivo bastante bien así —dije, peinando mi cabello con una
liga—. ¿Podemos hablar de otra cosa? Además, deberías estar contenta.
Podría tener millones de amigos y salir cada noche, y entonces sería
aburrido para ti quedarte sola.
Paige se deslizó encima de mí mientras tomaba mi tarea hecha la
noche anterior en mi mochila. Ella no dijo nada, sólo me miró con sus ojos
preocupados y su frente arrugada. Me hizo sentir mal. Incluso después de
cuatro años, me es raro que me presten tanta atención.
Justo antes de morir, Paige y yo teníamos una relación bastante
defectuosa. Consistía en que yo intentaba seguirla a mi manera y Paige hacia
todo lo posible para evitarme. Se había convertido en una princesa
adolescente del instituto, y yo en una chica desgarbada que copiaba su
estilo. No entiendo porque no podía dejar de seguirla. Ella no entendía
porque yo no podía dejarla sola.
Supongo que tengo suerte de que las cosas no se quedaron de esa
manera. La muerte había dejado intacto su sentido de la moda, pero había
alterado su memoria. Para ella el tiempo se detuvo. Hablaba de algunas
cosas que ocurrieron hace unos cuatro años como si fuera ayer. Cuando
papá convirtió su vieja habitación en un taller, pasó todo un mes hasta que el
cambio le entro en la cabeza. Hasta entonces, entraba en mi habitación una o
dos veces al día, quejándose acerca de cómo alguien había robado todas sus
cosas. Yo le decía lo que pasaba, con calma, y después de ocho horas más
tarde se le olvidaba y se quejaba de nuevo.
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Pero con el tiempo Paige comprendió que las cosas eran diferentes,
como la habitación, como yo estoy envejeciendo, y como su “ahora” ha
pasado a ser “pasado”. En su mente, ahora, hemos sido mejores amigas para
siempre. Y realmente, a pesar de ser gruñona, había tenido amigos peores
que ella. Por lo menos dice lo que está pensando en lugar de esconderse con
fingidas sonrisas y palabras dulces. Los muertos, tal vez porque no tienen
nada que perder, son siempre honestos.
Puse la mano en la radio. — ¿Qué estación quieres?
—No sé. —Paige miró por la ventana con tristeza, su brillo se
oscureció. — ¿Qué tal hip-hop?
—Claro. —puse la música, con el volumen lo suficiente bajo para que
papá no notara que la había dejado encendida. Paige no se movió. Cuando
levanté la mirada, estaba tan pálida que podía ver a través de ella la pintura
agrietada en el marco de la ventana.
—Volveré pronto —recordé—. Pap{ debe estar cerca. Y mam{< —me
di cuenta de que no sabía dónde estaba mamá. Un nudo se formo en mi
garganta. Bueno, así eran las cosas con mamá en estos días. Pero Paige en
realidad no se iluminaba hasta que regresaba.
—Lo sé, —dijo Paige, y sonrió—. Gracias.
El suelo de la habitación crujió. Las dos nos quedamos en silencio.
Luego escuchamos a papá tocar en mi puerta: uno, dos, tres.
— ¿Sí? —dije. Paige comenzó a alejarse. Papá y mamá no podían
verla, ni oírla. A veces pasaba tiempo a su lado, sobre todo con mamá, en los
breves periodos en los que no estaba realizando asignaciones de la revista,
pero estar en casa parecía hacerla sentir incómoda.
Papá abrió la puerta. —Hola —dijo, estudiándome a través del cristal
de sus gafas. Él froto la pequeña mancha que estaba en la parte de atrás de
su cabeza con los dedos manchados.
— ¿Iniciaste el dibujo? —pregunté. Papá trabajaba en muchos
proyectos diferentes, pero sus ilustraciones favoritas eran para hacer con
tinta negra. En los últimos días, había trabajado en su estudio encargado de
La Iglesia de San Michael, tan concentrado en ello que sólo salía de su taller
para las comidas y para nuestro tiempo de costumbre después de la cena
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mirando la televisión, cuando compartíamos nuestra debilidad por las viejas
comedias.
Él asintió con la cabeza. —Los mosaicos son realmente un reto.
—Vas a tener que mostrármelo tan pronto como esté terminado.
—Por puesto. —dijo y, a continuación—. Estás muy linda.
Agaché la cabeza. —Gracias.
Lo gracioso es que papá realmente lo sentía. Creo que podría tener un
nido de avispas en el cabello y él todavía pensaría que soy encantadora. Para
ser un artista, tiene una extraña concepción de la belleza.
—Pensé< —comenzó a decir, y se aclaró la garganta—. Necesito ir al
centro por algunas cosas. ¿Quieres que te lleve a clase?
Miré por la ventana. Estaba lloviendo, una lluvia suave y constante.
Por otra parte, el carraspeó sugería que esta conversación era difícil para él.
Dudé, y al instante me sentí como idiota. Papá es la última persona que
merece ser despreciado.
—Claro —dije—. Eso sería genial. ¿Cuándo te vas?
—En este momento, te estaba esperando —dijo—. Pero puedo esperar
si necesitas tiempo.
—No, está bien. Déjame tomar mis cosas.
Cogí mi mochila y bajé corriendo hasta el vestíbulo. Papá se puso su
sombrero mientras yo ataba mis botas de montaña. Él tintineaba las llaves
contra la palma de su mano causando el mismo ritmo que usó para golpear
la puerta: jing, jing, jing, jing, jing.
—Tu madre estará en casa el fin de semana —dijo—. Estará poco
tiempo. Creo que va a empezar un artículo el lunes.
Me encogí de hombros. —Como sea. —como si dos días de jugar a la
feliz ama de casa podrían recompensar los diez días que ha desaparecido. Se
puede decir que no vive con nosotros.
Papá se quedó en silencio mientras caminábamos hacia el auto, era la
clase de silencio que anuncia que dirá algo difícil. La lluvia caía sobre mi
flequillo, y la camiseta empezaba a pegarse a mi piel. Entonces pasaría las
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siguientes cuatro clases con la ropa húmeda. Papá abrió la puerta del lado
del pasajero desde dentro, y subí.
—Te extraña, lo sabes. —dijo, al mismo tiempo que aceleraba. El viejo
Ford salió de la entrada de la casa—. Desearía poder estar e más en casa.
Claro que sí. Mamá actuaba por cuenta propia. Ella puede decidir que
artículos hacer y cuáles no. Después de que Paige murió comenzó a escribir
más y más para la revista de viajes, lo que le exige marcharse cada dos
semanas. Sí ella quisiera estar más en casa podría hacerlo perfectamente.
—Es difícil para ella trabajar en casa, estar siempre en la casa, —
continuó cuando me quede callada—. Le recuerda< Bueno, piensa mucho
en tu hermana. Le ayuda el pasar tiempo lejos.
—No es la gran cosa —dije—. Estoy acostumbrada a ello. De todos
modos, tú siempre estás aquí.
Los edificios se deslizaban por la ventana a alta velocidad mientras
dábamos vuelta hacia Frazer. Papá pisó el freno bruscamente en un
semáforo en rojo. Él me miró. Los lados de su boca se esforzaban por evitar
fruncirse.
—Lo siento —dijo, como si fuera su culpa y no la de ella—. Está
tratando de conseguir artículos más locales. Por lo que creo que en el verano
podrás verla mucho más.
He escuchado esa historia un par de años. Siempre se presenta algo,
algo emocionante que le da la oportunidad de irse otra vez. Así es mamá.
—Claro. —dije. El patio del instituto estaba a la vista, sobre el césped
de la escuela estaba un campo gigante de fútbol americano. Había un dibujo
de un casco en la entrada del auditorio y de la cafetería.
Tenía mi mano en la puerta antes de llegar a la entrada. El auto se
acerco y se detuvo. Salté a la acera, cargando mi mochila conmigo.
— ¡Gracias por traerme! Buena suerte con el dibujo.
Cerré la puerta antes de que pudiera responderme. Hizo un saludo a
través de la ventana y siguió conduciendo.
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El conserje de la mañana estaba en el patio, recogiendo las bolsas de
chips y latas de refresco. Corrí detrás de él, hacia la puerta principal y me
dirigí hacia las escaleras.
Como siempre, había demasiada gente en los pasillos, empujándose y
riéndose y besándose en las esquinas. Algunos grupos obstruyendo el
tráfico. No podía dar dos pasos sin sentir un codo golpeando mis costillas o
que alguna chica con su cabello olor a fresa me diera en la cara. La humedad
sólo empeoraba las cosas.
A pesar de eso, percibí algo que sólo yo podía oler: laca de un peinado
pasado de moda. El olor se hacía más fuerte mientras avanzaba al final del
pasillo, justo después del aula de matemáticas, donde mi casillero estaba.
Sonreí.
Con los años, Norris había perfeccionado su apariencia. Se apoyó en
los casilleros, parecía a punto de hundirse, pero a simple vista podría creerse
que era un real y vivo chico de catorce años que estaba entretenido en el
pasillo. Él levanto su mano transparente en mi dirección mientras unos
estudiantes del primer año reían, después se irguió levantándose algunos
centímetros más por encima del suelo. Le gusta imaginar que es más alto
que yo.
—Hola, Cass, ¿Cómo te va? —dijo con una voz que hubiera sido más
suave si no fuera por la rapidez de las palabras. El peino su cabello con una
mano y con la otra tiró del cuello de su chaqueta del ejercito hacía adelante.
Norris no hablaba mucho de fechas, pero he visto suficientes películas
antiguas como para asegurar desde la primera vez que lo vi que era de los
años setenta. Él prefería el término “rebelde”.
—Estaría mejor si no te tuviera por aquí —dije. Abrí el candado de la
cerradura y abrí la puerta del casillero para esconder el movimiento de mi
boca del quien pasaban por el pasillo—. ¿Tú?
—Algo mayor. Pero, bueno —Norris sonrió—. Los chicos han estado
muy ocupados. Espera a oír lo que tengo hoy.
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Capítulo 2
Tenía sentido que los muertos supiesen todo lo terrible de todos.
Pasaban la mayor parte de su tiempo merodeando y observando a las
personas—porque, realmente, ¿Qué más podían hacer? Eran invisibles e
inaudibles para todos los seres vivos. Las cosas que la gente hace sólo
cuando creen estar solos, los secretos susurrados entre amigos, toda la
suciedad que nadie quiere sacar a relucir: los muertos lo veían y lo
escuchaban. Y si encontraban a alguien dispuesto a escuchar, ellos estaban
más que felices en contar todo lo que sabían.
Por mucho tiempo, ni siquiera intente escucharlos. Las primeras veces
que reaccioné ante fantasmas en los pasillos había conseguido que me
etiquetaran como “chica loca”, encabezando todo lo demás. Entonces, un día,
fue como si algo que había estado aferrando dentro de mí se deslizara entre
mis dedos y se destrozara contra el piso. Mamá había salido en un crucero
de ocho días. Caminaba por el pasillo soportando las usuales miradas y risas
por lo bajo, atenta a como mi vecina de casillero mascullaba alguna excusa y
se apuraba a irse cuando la salude. Los chicos que me siguieron a Frazer
Collegiate desde la escuela primaria hicieron muy bien su trabajo. Todos
aquí sabían que yo era la psicópata, la roba-chicos, la amiga codiciosa, y
muchos otros rumores que habían surgido desde entonces.
No es que alguien se haya molestado en corroborar si eran
verdaderos.
Norris y Bitzy estaban deambulando al final de mi casillero. Lo venían
haciendo hace ya bastante, desde que se dieron cuenta hace ya unos meses
que podía verlos. Los ignoré mientras tomaba lo necesario para las clases,
pero no pude evitar oírlos.
— ¡Me pone tan furiosa! —Decía Bitzy, dando patadas al suelo—.
Ellos pretenden ser todavía amigos de Mary cuando están con ella, pero ya
parece un acto, y ella ni siquiera lo ve. ¿Quién cree ella que le dijo a aquel
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chico que gustaba de él, para que él se burlara de ella? ¿Quién cree ella que
tiró su ropa interior a la basura?
Mi estómago se retorció. Puse mi libro en la mochila y me agache ahí,
escuchando.
— ¿Cómo consiguieron su ropa interior? —Preguntó Norris,
enfocándose, por supuesto, en el aspecto más importante de la situación.
—Fue durante la clase de natación.
—Tal vez debería hacer un poco de vigilancia en los vestuarios...
— ¡Oh, desagradable! —Bitzy saltó—. No sé ni porque habló contigo.
—De acuerdo, lo entiendo< apesta. ¿Tienes otro punto adem{s de
ese?
Bitzy suspiró. —Tan sólo desearía poder decirle algo. ¿Por qué no
funciona como en las películas? No puedo escribir en los espejos sin
importar cuánto vapor haya en ellos.
—Sólo olvídalo. La gente es estúpida. Así es la vida.
La gente es estúpida. Durante toda la primaria: las risitas, los
murmullos, los insultos en mi casillero, los empujones en el pasillo. El
teléfono que sonaba y no era descolgado en caso de ser otra broma, los libros
que mantenía fuertemente agarrados sobre mis rodillas así nadie podía
tirarlos de mi escritorio. Todo porque mí supuesta mejor amiga había
decidido que yo no merecía su amistad ni la de nadie más, y todos le habían
seguido la corriente, felices de no ser ellos el blanco. Así es la vida.
¿Podía ser algo peor que quedarme como ya estaba, dejándome
pisotear una y otra vez?
Me levanté, y miré a Bitzy y a Norris. La voz que provino de mi boca
difícilmente sonaba como la mía.
—Yo diré algo. Sólo dime quien es.
Las cosas habían sido muy diferentes desde entonces.
Lo que sea que Norris tuviese esta vez, debía ser grande. Estaba
encorvado con sus pulgares en las presillas de su pantalón, intentando
parecer despreocupado, pero estaba brillando como una lámpara.
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—Pues ya dime, —le dije. Me apoye en mi casillero, moviendo
carpetas y papeles en busca de mi libro de geografía.
—Cierto —Norris se apoyó de espaldas contra la pared y ladeó su
cabeza—. ¿Viste esa clase de primer año del otro lado de la oficina de
matemáticas? Esta ese grupo de chicas —Brenda y Carady y esas— siempre
cotorreando tan alto que puedes escucharlas desde la mitad del patio. Algo
lindas, sin embargo, especialmente esa Doreen. —Para la primavera, Norris
había aprendido todos los nombres de los chicos nuevos, a pesar de que eran
trescientos. Recordaba las lindas particularmente bien.
Hurgué en mis archivos mentales. Brenda y Carady y Doreen. Sí.
Jugando con los dobladillos de sus faldas cerca del Sr. Travers, cómo si un
destello de sus muslos pudiera conseguirles un bonus en la nota de la
próxima prueba de matemática. No hacían mucho trabajo ellas mismas.
Cuando llegaba la hora de entregar sus tareas semanales, le hacían la pelota
a una chica sabelotodo llamada Lisa hasta que ella les dejaba copiarse.
Apuesto a que no cotorreaban muy fuertes sobre ello cuando el Sr. Travers
está cerca.
Norris estaba con la mirada perdida, de seguro perdido en
pensamientos de mejillas con hoyuelos y caderas curvilíneas. —Cierto, —
dije, pidiendo su atención de regreso—. ¿Qué han hecho ahora? ¿Se burlaron
de Lisa de nuevo? —Tan pronto como conseguían lo que querían de su
compañera intelectual, pero sin embargo ingenua y despistada, las chicas
encontraban muy entretenido imitar su caminar de pájaro y voz gutural para
reírse de ella. Muy gracioso para la persona que mantiene sus notas altas.
—Peor. Ellas estaban< —Norris frunció el ceño. Se quedó mirando
fijamente el piso, rayando con su pie el linóleo, cómo intentando reactivar su
memoria. Para las cosas nuevas, tenía momentos débiles, pero lo hacía mejor
que Paige. Podía aferrarse a las cosas por lo menos un par días a veces. Por
lo que he visto, mientras más tiempo la persona haya estado muerta, mejor
recuerdan su vida luego de morir. No me pregunten por qué. Tal vez la
práctica hace al maestro.
—Ayer en la tarde, —dijo, despacio—. Sí, en la sala de computación,
tan solo entré porque las escuche riendo, y estaban todas alrededor de una
computadora, susurrando y esas cosas, mirando sobre sus hombros como si
tuvieran miedo de ser descubiertas. La Sra. Richmond no estaba ahí. Así que
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me acerqué para ver que estaban haciendo. Tenían abierta una de esas
páginas, ya sabes, donde la gente sube imágenes de ellos mismo y hablan de
las cosas que les gustan y escriben comentarios a sus amigos<
— ¿Cómo un blog? —le facilité.
Norris se encogió de hombros. —Seguro. De todos modos, supongo
que esta página pertenecía a esa chica Lisa. Había muchos dibujos, bastante
geniales, y poemas, y esa clase de cosas. Y Brenda estaba escribiendo
comentarios sobre ellos. Cosas realmente horribles. Diciendo que la orina de
perro era más lindo y que ella era una completa imbécil si pensaba que
podía ser una artista, haciendo nuevos poemas, usando algunas de las
mismas palabras pero agregando insultos y cosas muy obscenas... Y estaban
todas riendo todo el tiempo. Luego la Sra. Richmond volvió, y la cerraron
muy rápido.
Un escalofrió me recorrió. Mi memoria regreso a los comentarios que
había visto yo en mi propia computadora hace ya años: “¡Qué traidora!
¿Cómo lo hiciste… inventaste alguna historia, o quiz{s te quedaste después de
clases...?” “Ugh, y luego ir por el chico de tu amiga. ¿Puedes ser m{s patética?”
Todos anónimos, por supuesto. Pero yo sabía quien había empezado los
rumores.
—Parece que vale la pena investigarlo, —dije, manteniendo mi voz
firme. Lisa no tendrá ninguna idea de quien lo hizo, no más de lo que sabe
sobre las burlas cuando ella no está cerca. Y ya tenía demasiadas cosas por
las que preocuparse sin ser hostigada por sus supuestas amigas. Norris la
había visto una vez sollozando sobre su escritorio, aferrada a una prueba en
la cual había obtenido solo unos puntos menos que un perfecto 100 por
ciento—.Veré que puedo hacer.
—Tengo otro más, —dijo Norris—. Atrapé a otros chiflados
intentando protegerse a sí mismos de tus poderes psíquicos.
— ¿Ah sí? ¿En que andaban ahora?
—Imanes, —respondió—. Se supone que afecta tu energía mental, o
lo que sea. Calculo que son locos. El grupo de ellos, Theodore y Sandy y los
otros, estaban intentando pegar pequeños imanes cuadrados dentro de sus
gorras. Y luego vino el presidente estudiantil y les recordó que no se supone
que usen gorras dentro de la escuela. Así que ahí se fue su plan brillante.
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Reí. —Hey, al menos están usando sus cerebros un poco. ¿Algo nuevo
con la brigada tecnológica? —Un grupo de estudiantes de último año había
decidido que yo debía estar usando micrófonos o algo, y pasaron todo el año
buscándolos en el salón. Por ahora todo lo que encontraron fueron ciempiés.
—No, no los he visto en un tiempo. Tal vez finalmente se dieron
cuenta del bien que haces. Quiero decir, en serio, le haces a la escuela un
servicio, y el valor del espect{culo< es encantador de principio a fin.
—Oye, es tanto tú como yo.
Norris negó con la cabeza. —Tú eres el General, Cass. Yo solo estoy
honrado de ser tu humilde teniente.
—Eso me recuerda, —dije—. Hay algunas películas de guerra de los
setenta con descuento en el cine el sábado, ¿Quieres ir? —Las películas de
guerra no eran realmente lo mío, pero valía la pena comprar la entrada para
ver a Norris todo envuelto, y luego escuchar la emoción en su voz.
—Eso estaría bien, —dijo Norris, casualmente, pero vi el brillo en sus
ojos. Luego su mirada se desvió—. Mira, ahí viene la banda de las risitas.
—Hurra —Me volteé a ver.
Brenda, Carady, Doreen, y un par de chicas que andaban con ellas se
pavoneaban por el pasillo, pasándose entre ellas un brillo labial. Bocas
brillando en su máximo resplandor, se reunieron en un semicírculo frente a
sus casilleros. La manera en que las risitas escapaban del grupo, hubieses
pensado que la escuela era una comedia musical. Me apoye contra la pared
del otro lado de la puerta de la oficina de matemáticas e hice como si
estuviese fascinada con mi libro de geografía.
Mientras su diversión decaía, entraron en un debate profundo sobre
quién de los actores en su programa de TV favorito era más sexy. Les di un
vistazo por arriba del libro, y una punzada aguda me golpeó el pecho.
Nosotras lucíamos así, en primaria: Danielle y yo, y las otras, alrededor de
nuestros casilleros, chismoseando sobre la ruptura de algunas estrellas de
cine o nuevos estilos de moda. Riendo y apoyándonos la una en la otra,
voces chillando.
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Se me hizo un nudo en la garganta con añoranza, y mis ojos se sentían
como si estuviesen a punto de derramar lágrimas. Parpadeé rápidamente,
apreté mis dientes y empuje los recuerdos lejos.
Dios, había sido tan estúpida. Pensar que hablábamos cosas
importantes. Pensar que el hecho de estar hablando así, juntas, significaba
algo.
Y aquí estaba yo, todavía extrañando la manera en que las cosas solían
ser. Más estúpida todavía.
Algunas palabras se deslizaron fuera del parloteó y me trajeron
nuevamente a la realidad.
—Puedes creerlo... esa tarea<
—Lo sé, es una locura.
Me acerqué un poco lentamente. Tiempo de tareas significaba tiempo
de jugar a ser amigas con Lisa. ¿Podrían realmente sonreírle cara a cara
luego de haberla destruido de esa manera ayer?
Parecía que estaba a punto de averiguarlo. Una chica alta con una
falda larga y suelta arrastraba los pies en dirección a la fila de casilleros. Su
camisa estaba mal abotonada y su flequillo apuntaba en todas direcciones.
Me encontré preguntándome a mi misma si ella poseía un espejo, y luego
recordé mi conversación con Paige esta mañana. Tal vez Lisa tuviese otras
cosas que ella considerara más importantes.
Sin embargo, había algo diferente en ella hoy. Caminaba más lento,
sus hombros caídos, y cuando pasó a las otras chicas y se acerco a su
casillero, pude ver sus ojos hinchados.
Entonces Carady le llamó, — ¡Hola. Lisa! —y la cara de Lisa se
iluminó tanto que hubieses pensado que acababa de ser nombrada la
estudiante con mejores notas. Sonrió tímidamente, sus hombros se
enderezaron mientras Brenda y las otras se acercaban a ella y una duda se
formo en mi interior. ¿Acaso la ayudaría realmente saber que las chicas que
ella obviamente admira fueron quienes la atacaron? ¿O acaso la haría más
miserable?
Ella merece saber, me dije a mi misma. Y ellas merecen saber que no
siempre se pueden salir con la suya.
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Las chicas se habían reunido alrededor de Lisa, Doreen jugando con
un mechón de pelo de Lisa, Carady dando palmaditas en su brazo, Brenda
incluso ofreciendo su sagrado brillo labial. Lisa se sonrojó mientras se ponía
un poco. Todas sonreían, de tal manera que se veían todos sus dientes.
—Así que, Lisa, —Brenda dijo, empalagosamente—. ¿Quieres pasar el
rato con nosotras después de la escuela? Tal vez podríamos revisar nuestras
tareas, y luego ir a buscar comida o algo así. Será muy divertido.
Traducción: Las otras chicas copiaran la tarea de Lisa, cometiendo
errores pequeños y necesarios para que no sea obvio, y luego de repente
todas se darán cuenta que tenían cosas importantes por hacer y así huir.
Pero ahí estaba Lisa, con una sonrisa radiante, su boca ya a punto de
decir que le encantaría.
Dejé mi libro en el piso y camine hacia el círculo. —Gracioso, —dije—.
Así no estaban hablando ayer.
Las chicas se hicieron silencio. Brenda cruzó los brazos sobre su
pecho, su mandíbula apretada. Estos días, mi reputación tenía sus
beneficios. Ellas sabían quién era yo. Cass McKenna, la chica loca que sabe la
suciedad de todos.
— ¿Quién te hablaba a ti? —preguntó Brenda, rodando los ojos, pero
su voz tembló y sus amigas rieron nerviosas.
—Te hablo a ti, —respondí—. Y creo que es bastante raro que estés
tan amiga de Lisa ahora, después de lo que paso ayer. ¿O es que siempre
esperas favores de las personas que agredes?
La mirada de Lisa iba y venía entre las chicas y yo una y otra vez, su
expresión mostrando nada más que confusión.
—No sé a qué te refieres, —dijo Brenda—. Somos amigas. Nos
ayudamos las unas a las otras. ¿Verdad, Lisa?
—Si, por supuesto, —murmuró Lisa.
Arqueé las cejas. —Creo que necesitas ejercitar la memoria. “La orina
de mi perro luce mejor que eso”, “Eres una idiota no una artista”. ¿Te suena
algo?
Un pequeño sollozo escapó de los labios de Lisa.
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—No tienes ninguna prueba, —dijo Brenda rápidamente. De repente,
todas sus amigas encontraban el piso inexplicablemente fascinante.
—Podemos ir hasta la sala de computación y ver si en la que estabas
registrada ayer tiene cierto blog en su historial, —ofrecí.
Doreen se quebró. — ¡No! —lloriqueó—. Lo sentimos, realmente, no lo
haremos de nuevo. Tan solo no les digas a los profesores. Mi mam{<
— ¡Cállate! —dijo Brenda, demasiado tarde. Lisa cerró fuertemente la
puerta de su casillero y se apresuro a irse lejos de ellas, sus hombros
temblorosos—. ¡Lisa!, —le llamó Brenda.
— ¡Déjenme sola! —gritó Lisa en respuesta, y abrió la puerta del baño
para entrar pisando fuerte.
Brenda se dio la vuelta. —Más te vale cuidar tus pasos, —me dijo.
Como si fuera mi culpa que ella fuese una snob mentirosa y tramposa.
Apreté los dientes. —Tal vez tú deberías cuidar los tuyos. —La furia en su
rostro decayó. Ella no sabía que más podría saber yo. Nadie estaba
dispuesto a hacer la prueba.
— ¡Oh, Dios! —Exclamó una de las chicas mientras se iban—. ¿Cómo
tendremos la tarea hecha ahora?
Norris estaba exactamente donde le había dejado, sonriendo
abiertamente. Levante mi libro de geografía. — ¿Disfrutaste eso?
—Oh, sí. ¡Pow! ¡Pow! —Lanzó un par de golpes de boxeador al aire—.
Si no fueras una chica, tendría que decir: “Eres el Hombre”.
—Gracias. —Me quede observando la puerta de aluminio del casillero
con manchas de chicles secos y marcas de fibrones permanentes. ¿Serian las
cosas diferentes para Lisa? ¿O acaso las chicas encontrarían una manera de
hacerse las buenas y ella caería en su acto de nuevo? A veces la gente
retrocede. A veces funciona. Pero también hay veces en la que se vuelven
inteligentes en sus mentiras.
Le eché un vistazo a la puerta del baño. Lisa estaría llorando
desconsoladamente. Entonces la campana de aviso sonó, recordándole a
todos que tenían cinco minutos para llegar a clases, así que saque todo el
desasosiego de mi cabeza.
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—Más vale que me apure, —dije.
—Seguro. ¿Vienes después?
Miré a Norris, y él bajo la mirada. —No es que importe si no lo haces
—agregó.
—Norris, —dije—. Estaré contigo cuando quieras. Eres prácticamente
la única persona con algo de sentido en toda la escuela. ¿Qué sucede? ¿No te
hablas con Bitzy?
—Ella no me habla a mí, —respondió.
— ¿No? ¿Qué, le dijiste gorda de nuevo? —Agachó la cabeza, y yo
gruñí—. Norris, sabes cómo se siente con la palabra G****. ¿Acaso quieres
que no te hable nunca más? Sucederá si sigues dejando que esas estupideces
salgan de tu boca.
Norris hizo una mueca. —Me estaba sacando de las casillas por el
tema del vestuario. No es mi culpa.
Sacudí mi cabeza. —Bueno, más te vale que empieces a buscar otras
maneras de discutir. Veré si puedo hablar con ella. Pero tendrás que
disculparte. Y la próxima vez, te las arreglas solo.
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Capítulo 3
Debido al incidente de Lisa, tuve que posponer mi usual chismorreó con
Bitzy hasta el almuerzo. Viniendo por el pasillo hacia el gimnasio, la oí
murmurar antes de verla. “¿Dónde est{? ¿Dónde est{ ya?” La chica era un
poco impaciente. Me deslicé por una curva en el pasillo, y ahí estaba ella,
balanceándose de arriba a abajo sobre sus dedos cerca de la puerta del
gimnasio y la luz resplandeciendo a través de su leotardo.
Bitzy afirmó que ella era una bailarina de nacimiento. No podía
permanecer en un lugar sin estirar sus piernas o dando vueltas como una
pirueta. Debido a toda esa práctica, ella no era exactamente la persona más
graciosa que haya encontrado.
— ¡Cass! —chilló cuando caminaba hacia ella. Se precipitó a través
del corredor hacia mí. Uno de los profesores del gimnasio irrumpió
atravesándola, y ella ni siquiera parpadeó. La miré a los ojos y lancé una
mirada al teléfono público de la alcoba junto a la vitrina de trofeos. Ella me
siguió.
— ¡Oh, Dios mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío! —susurró todo el
camino, interrumpiendo con pequeños gritos de emoción. Levantó sus
brazos sobre su cabeza y caminó de puntillas los últimos pasos, añadiendo
un giro tambaleante al final, el aroma de limón de la madera pulida
derribándose con ella. La punta de su cola de caballo brillaba. Cualquiera
que fuera con lo que Bitzy había tropezado, debía de ser el chisme más
jugoso de toda la humanidad o estaba a punto de explotar como una
supernova.
Sin embargo, lo primero que dijo cuando cogí el teléfono fue, —Norris
es un pervertido. ¿Sabes que estaba colgado en el vestuario de las chicas
otra vez? Alguien le debería dar una paliza.
Desplacé el auricular para que el tono de marcar zumbara en mi
cabello, y fingí que estaba hablando con alguien en el otro extremo. —Sabes,
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Bitz, sobre lo que él dijo acerca de su padre, pienso que él ha recibido su
castigo un montón —Diablos, el hombre estaba muerto, y mirar a las chicas
semidesnudas alimenta sus hormonas tanto como Bitzy evita la cafetería
para reducir su cintura—. Es sólo un hábito, —añadí—. No puede evitarlo.
—Bueno, no me gusta, —dijo—. Él... fue muy desagradable conmigo.
Hice una mueca. No podía discutir acerca de eso. —Sí, él mencionó
eso. Pero sabes que a veces Norris habla más de lo que piensa. ¿Ustedes
han compartiendo la escuela por cuántos años ya?
—Yo estaba aquí primero, —dijo—. Y no voy a soportar que la gente
hable mal acerca de mí más.
—Tienes razón. Él realmente no debe hablarte de esa manera. Le dije
que ya basta< Y parece que lo siente.
— ¿Sí? —su voz se suavizo—. Bueno, todavía no tengo ganas de
hablar con él hoy.
—Oye, eso depende de ti —Tal vez si Norris tenía unos días más con
la ley del hielo, recordaría cuidar lo que sale de su boca la próxima vez.
Recargué mi espalda contra la pared—. Entonces, ¿cuál es la gran noticia?
La cara de Bitzy se iluminó como un si hubiera encendido un
interruptor. — Oh, Cass, te vas a morir. Es algo que tiene que ver con ella.
¿Ella? Danielle.
Bitzy siguió hablando, pero casi no la oí.
Sólo de pensar en Danielle me dio la misma sensación que años atrás,
en un viaje a Florida, cuando una ola arrastró mis pies por debajo de mí y
me golpeó en el fondo del mar: el rugido real más allá de mis oídos, mi
dolor en el pecho con la respiración contenida. Los recuerdos se estrellaron
sobre mí: lanzando palomitas de maíz la una a la otra en las noches de
pijamas, riéndonos buscando bikinis en el centro comercial, peinando
nuestro cabellos con peinados locos... y después mi estómago hundiéndose
como mi nombre se hizo eco en la megafonía una mañana de finales de
invierno en el séptimo grado. Yendo a la competencia de debate del
estado—no ella. Yo yendo con el chico en el cual ella había tenido el ojo en
todo el año, el chico por el cual se unió al equipo de debate en primer lugar.
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Hubo un par de horas cuando, en medio de presentaciones y dando
cincos, pensé que tal vez mi terror era irrazonable. Ella era mi amiga.
Estaría feliz por mí. Le hablaría a Cameron, y todos estaríamos felices. Ja ja
ja. Incluso mi terror no me había preparado para lo rápido y difícil que fue.
Las imágenes eran como destellos de vidrio roto: su desprecio contra el
brillo bronce de su pelo, el arrugar notas de mano en mano alrededor de mi
mesa de trabajo, las espaldas con la de ella en medio del pasillo. El talón de
su zapato aplastando mis dedos del pie en el pasillo, la botella de refresco
vacía sobre el contenido de mi armario, del cual sólo ella había tenido la
combinación. Las palabras garabateadas con una escritura que sabía casi tan
bien como la mía, en la pared del baño para que todos la vieran — CASS ES
UNA FEA.
Y eso sólo fue el comienzo.
¿Por qué el profesor me eligió a mí sobre ella? ¿Por qué yo
accidentalmente tomé un pedazo de su centro de atención? La injusticia de
incluso cuatro años más tarde me hizo un nudo en la garganta. Tosí y aspiré
aire.
— ¿Cass? —Dijo Bitzy—. ¿Eh, Cass? ¿No lo quieres oír? —saltaba de
un lado a otro como si estuviera a punto de orinar los pantalones.
Respiré y tragué, y respiré otra vez. La sensación del choqué se fue.
El teléfono se había deslizado hacia mi hombro. Un par de chicas se me
quedaron mirando mientras pasaban por ahí, y lo traje de vuelta a mi boca.
—Por supuesto, —dije—. Escúpelo.
—Está bien. Así que, tú sabes que ella ha estado saliendo con Paul
desde, por, desde siempre. Bueno, yo estaba viendo la práctica de los chicos
esta mañana en la pista, y Paul está en el equipo. Esta chica<tenía unos
mechones disparatados, y que llevaba los jeans súper apretados y un top
como lencería< —hizo una pausa, arrugó la frente—. ¡Sharry! Así fue como
la llamó. Ella se acercó a la valla para ver<es una estudiante de segundo
año, creo.
—Sharon Lietzer, —murmuré. ¿Cómo podría cualquier chico
resistirse a la chica mejor conocida por las cosas que podía hacer con su
lengua? Paul había estado juntándose con ella desde un año antes de que
Danielle pusiera sus ojos en él.
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—De todos modos, —dijo Bitzy —, Ella llegó y lo saludó con la mano,
y después el entrenador los dejó salir, Paul se acercó a hablar con ella.
Actuando como todo un galán, flexionando y esas cosas, tratando de
impresionarla. En, como, cinco segundos, estaban escondidos en el equipo
cobertizo detrás de las gradas, manoseándose por todo el lugar, y después
de un poco dice, “¿Qué pasa con Danielle?” y él se ríe y dice, “No voy a
decirle nada si tú no lo haces.” Y después casi lo hicieron.
— ¿Lo hicieron? —dije—. ¿Quieres decir que iba a tener sexo con ella?
— Bueno< —Bitzy se ruborizó y miró a sus pies. Para alguien que
adoraba este tipo de chismes, podría ser un poco mojigata al respecto—.
Toda la ropa se quedó puesta. Así que en realidad no< lo hicieron. Sin
embargo, creo que lo hubieran hecho si la campana de alarma no hubiese
sonado. Realmente iban a ello.
—Guau —Mi piel se sentía fría y húmeda, como si hubiera nadado en
el océano, pero por dentro estaba ardiendo. Esto era como un regalo, sólo
me la entregó. Un pase gratuito para rasgar la sonrisa de la cara de Danielle.
La escuchaba en los pasillos, tan fuerte que no necesitaba a Norris o
Bitzy que me hablaran de ella, presumiéndole a Jordana y al resto de sus
amigas sobre Paul. —Es todo un caballero, ya saben, —hablaba
efusivamente—. Quiero decir, nunca me presiona para nada. Siempre
tranquilo con la espera. Y él siempre me dice lo afortunado que es por
tenerme.
De vez en cuando, alguien podría preguntar, — ¿Acaso no estaba
saliendo con Sharon Lietzer?
Danielle sonreiría. —Él puso una mirada en mí y nunca miró hacia
atrás. Ella puede tener a todos los otros chicos que quiera< yo tengo al m{s
dulce de toda la escuela.
Claro. Tan dulce que mañana por la mañana Sharon podría haberlo
comido.
Un recuerdo cruzó por mi mente: el sexto grado, el baile de Navidad.
La cara de Danielle roja de tanto llorar, después de chocar con una chica y
esta chocara con otra hasta arruinar el baile. En aquel entonces yo le había
consolado.
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En ese entonces ella me habría consolado.
Me tragué el nudo de mi garganta. Pobre Danielle. Parece que no
tiene todo lo que quiere después de todo. Robas un chico de alguien, ¿Por
qué ella no trataría de recuperarlo? Supongo que tu caballero está más
interesado en conseguir meter las manos en los pantalones de una chica que
esperar a ese momento perfecto. Él te ha engañado tan fácilmente como tú
me engañaste a mí.
Al final, se lo había hecho a sí misma. Yo tan sólo estaba acelerando el
proceso.
Me mordisqué mis labios agrietados. No se lo iba a lanzar sobre su
regazo todavía. Danielle merecía sufrir un tiempo. Ella había sacado mi
tortura por mucho tiempo. ¿Por qué debería facilitárselo?
— ¿Qué vas a hacer? —susurró Bitzy.
— ¿Ahora mismo? Sólo inmutarlos un poco —Colgué el teléfono—.
Creo que voy a empezar ahora.
Bitzy se abrazó a sí misma y dio una vuelta en un pie. —Oh, no
puedo esperar. Yo voy también.
Había caminado la distancia desde la alcoba de teléfono a la cafetería
tantas veces que me sabía los pasos de memoria. Veinte a la esquina, quince
más a las puertas. Con cada paso, la anticipación se convirtió en euforia, lo
que hizo mis pies ligeros. Mis manos mancharon las puertas de cristal
mientras entraba. Bitzy se quedó en la puerta.
— ¿Vienes? —murmuré—. Vamos, Bitzy, puedes atravesar las
paredes. Estar alrededor de un poco de comida chatarra no va a hacer que
aumentes de peso.
Ella frunció el ceño. —Ya sé, —dijo—. Sé que no puedo comer. Pero
todavía quiero. Y querer me hace sentir como un envase de manteca de
cerdo.
—De acuerdo —dije—. Pero nunca va a haber otro como éste.
Al dejarla, una voz desesperada llamó de un puesto cerca de las
puertas. — ¿Boletos para el baile de graduación? ¡Cincuenta por ciento de
descuento!
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Eso era cuán el espíritu escolar apesta en Frazer, ni siquiera podían
vender los boletos para la fiesta de graduación. Los estudiantes de último
año querían volar hasta Cancún en su lugar. Miré al pobre chico que habían
puesto a vender las entradas y, en mi buen humor, le lancé una sonrisa de
simpatía. Me miró fijamente por un segundo, luego se puso muy ocupado
estudiando la pila de boletos sin vender. Bajé mi mirada.
Si no te está evitando, se está riendo de ti, me recordé. Elige.
Esquivé el grupo de sillas, adentrándome más en la cafetería. El techo
era tan bajo que un jugador profesional de baloncesto habría tenido que
encovarse, y hacia que todo más oscuro, inclusive con los paneles
fluorescentes del techo. En uno de los pilares laterales, me detuve, teniendo
en cuenta el mejor enfoque. Un par de chicas me miraron, y el murmullo de
voces en su mesa bajó. Como si yo las estuvieran escuchando. Todo lo que
podía oír era el latido de mi corazón.
Justo en frente estaba el pilar central, rodeada por una mesa amplia,
sin piernas. La mesa central pertenecía a los VIP, un grupo que en un
momento podría incluir consejeros estudiantiles, personal del periódico,
estrellas del deporte y sus fans más devotos. Ellos no tenían la mitad de
importante para el resto de la escuela como lo eran para ellos mismos, y no
era como si cualquier otra persona quisiera esa mesa, de todos modos la
forma en que fue construida alrededor de la columna, no podía ver la mitad
de la gente sentada allí sin forzar su cuello.
Ninguno de ellos levantó la vista cuando me acerqué-fascinado
consigo mismos. Conocía los rostros de la mesa de centro tan bien que casi
no necesitaba tocar mis archivos mentales.
1. Tim, presidente del consejo estudiantil. Muy popular entre las
chicas, aún más ahora que estaba de luto por la muerte de su madre. Sin
embargo, nunca parecía tener una novia oficial. Probablemente era un
mujeriego.
2. Flo, jefe de redacción del periódico escolar. Mantenía una
reputación bien merecida por meter la nariz donde no debe. Tenía algo con
Leon.
3. Leon, secretario del consejo estudiantil. Coquetea con Flo
constantemente, pero había dicho que prefería salir con un perro.
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4. Jordana, representante de la clase de tercer año. Apuñalaba por la
espalda a sus supuestos amigos. Charlaba con otros chicos para hacer a su
novio celoso, después se ofendía cuando él estaba cabreado.
5. Matti, el novio de Jordana, director de la asociación de estudiantes
de atletismo y todo a su alrededor. Atrapado por la venta de copias falsas
para el nuevo examen la primera vez que inicié. También un traidor.
6. Paul, el novio de Danielle, estrella de la pista, el capitán del equipo
de baloncesto, y el supuesto caballero. Acariciador de Sharon Lietzer.
7. El cabello teñido permanentemente y siempre arreglada Danielle
Perry, la chica popular y la más grande traidora de todos ellos.
Todos presentes.
Mi pulso era realmente fuerte para entonces, pero no era difícil
adivinar lo que estaban diciendo. Cada hora del almuerzo, tenían la misma
conversación.
Flo: “El Frazer Gazette necesita más chisme. Dame un poco de
información para meter la nariz en<”
Leon: “Los asuntos del consejo de estudiantes son confidenciales, pero
por ser tú, aquí va un bocado y un guiño.”
Jordana, agitando sus pestañas: “Uh-oh, ¿y si charlo contigo?”
Matti: “¡¿Cómo te atreves a revolotear tus pestañas a alguien m{s?!
¿No sabes que diez chicas trataron de llevarme a casa ayer por la noche?”
Danielle: “Ustedes deben romper. ¿Qué no ven que Paul y yo estamos
realmente enamorados?”
Paul: “Así es, nena. Vamos a probarlo succionando nuestras lenguas
hasta arrancarlas.”
Tim, con su sonrisa patentaba de dolor, pero aún valiente: “Mi madre
murió. ¿Acaso lo melancólico no se ve bien en mí?
Todos los dem{s: “¡Pobre Tim!”
Flo: “Pero ya he usado esa historia.”
Danielle: “Estoy aburrida. ¿Dónde est{ esa lengua, querido amante?”
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El almuerzo de Danielle consistía casi en su totalidad de la saliva de
Paul. Así debe haber sido como se quedó tan flaca.
O eso, o ella ha vomitado en casa, donde Bitzy no podía verla, a
diferencia de la mitad de las otras chicas de Frazer. Odiaba admitirlo, pero
ella era más inteligente que la mayoría. Incluso con Norris y Bitzy
enfocados en ella, lo mejor que habían averiguado hasta ahora era un poco
pelea callejera. Siempre parecía limpiar su basura antes que me topara con
ella. A pesar de que ella había pasado todo el tiempo desde que habíamos
entrado en la escuela secundaria fingiendo que yo no existía, debió haber
notado que no mucho se me escapaba estos días.
Me quedé detrás de la mesa más cercana, esperando que dejara de
intercambiar saliva suficiente para que me dejara hablar.
Mientras observaba, una chica bajita de primer año con un broche y
lápiz labial rosa chicle se deslizó hasta el otro lado de la mesa. Tenía una
barra de chocolate envuelta apretada contra su pecho.
—Tim —dijo con voz tenue, inclinando su cabeza como si estuviera
frente a un dios—. La maquina me dio dos barras por error. Pensé, que tal
vez, quisieras una.
Tim forzó una sonrisa otra vez. No alcanzaba a llegar a los bordes de
sus labios. Siempre sonreía de la misma forma, como si lo ensayara todas las
noches para la producción máxima de simpatía.
Estoy segura de que estaba totalmente triste por lo de su madre.
Tener alguien cercano a ti morir< nadie necesitaba decirme lo mucho que
eso apestaba. Pero no importa lo triste que esté, no era excusa para utilizar a
las damas. O mantener la compañía que tenía.
Inclinó la cabeza para que su cabello rubio cubriera su frente y medio
cerró los ojos. —Gracias, —dijo—. De verdad —y tomó la barra de
chocolate.
La chica se balanceó sobre sus pies y se escabulló.
—Patético, —dijo Danielle, sacudiendo su cabello. Los mechones
color bronce brillaron, y mis dedos se doblaron. Metí mis manos en mis
bolsillos para que no los vieran temblar, y exhalé lentamente. Mi corazón
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estaba tronando en mi cabeza como un toro enloquecido, pero mi voz<mi
voz era firme. —Oye, Paul, —le dije, dando un paso hasta la mesa.
Giró en su silla, con las cejas levantadas, sus labios entreabiertos para
hacer un comentario rápido. Luego sus ojos chocaron con los míos. Su
expresión cambió. El pánico cruzó por su rostro.
— ¿Qué? —dijo mientras recreaba su pinta de indiferencia. Su mano
sobre el respaldo de la silla seguía cerrada, los nudillos volviéndose blancos.
Yo lo tenía, y él lo sabía. Y Danielle lo sabría, también.
Todos estaban mirándome. Mi boca se había secado. Pero tenía que
hacerlo de esta manera, para que todos escucharan, así todos estarían
murmurando sobre ella, esta vez.
Mis labios se curvaron en una sonrisa. — ¿Cómo te va?
—Bien —dijo.
Su mano se deslizó hacia abajo para capturar la de Danielle. Ella me
miró, la boca apretada. —Vete a la mierda, Cassie —Tan enojada y asustada
que su voz salió áspera.
Los papeles habían cambiado. Ella había pedido esto desde el
momento en que ella había susurrado las primeras malas palabras acerca de
mí alrededor de la escuela, desde el momento en que me dio la espalda
como si de repente fuera la más baja escoria de la sociedad, porque alguien
se había atrevido a darme una pequeña cosa que ella quería.
—Así que —le dije a Paul, tomando aire—. He oído que realmente has
estado disfrutando la práctica últimamente.
—Supongo. ¿Qué tiene que ver contigo?
Él debió haber pensado que era valiente, siguiendo el tema. Fue una
estupidez.
—Bueno< el campo es de todos. Así que lo que ocurre ahí fuera, es
tanto mi asunto como el tuyo.
La sangre se abalanzó a la cara de Paul, arremolinándose en sus
mejillas. Las uñas de Danielle clavándose en su brazo.
— ¿Sí? —dijo.
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Ladeé mi cabeza. El temblor de mis manos, el latido de mi corazón,
nada de eso importaba ahora.
—Así que ten cuidado, no disfrutes del cobertizo demasiado. ¿Sabes lo
qué quiero decir?
El momento fue extraordinariamente brillante. Danielle cambiando, la
apertura de su boca. La de Paul enorme, sin palabras. Congelados.
Perfecto.
—Hasta luego —le dije, y parpadeé. La multitud de la cafetería me
tragó antes que cualquiera de ellos pudiera decir una palabra.
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Capítulo 4
Pase el día sin problemas, la anticipación de la victoria se disolvía en mi
boca como un caramelo de mantequilla azucarado. Todo esto comenzó con
Danielle. A lo mejor si se sintiese deprimida y desgraciada, podría
perdonarle todo lo que ella ha hecho.
Durante el último periodo de clases, pase por mi casillero antes de
irme para ver a Norris. No estaba. Mientras abría la cerradura mi mente
reprodujo nuevamente la cara de impacto de Danielle, por lo cual no note
que un listón de la ventilación colgaba en la puerta. Este cayó al suelo, eche
un vistazo hacia abajo. Una nota doblada estaba al lado de mi bota. En la
parte externa con letra angosta decía Cass.
Un agrio temor cubrió mi boca.
No. Esto no era secundaria. En estos días Cass McKenna puede lidiar
con una pequeña nota. A lo mejor tengo un admirador secreto. Ja.
La recogí y abrí. Los garabatos se angostaron más.
Se lo que tú sabes. Encuéntrame en las galerías de basquetbol, a la última
campana, esta tarde.
— ¿Qué es esto?
Norris se deslizo desde la pared y miró por sobre mi hombro. Antes
de que pudiera leer, arrugue la nota en una pelota y la guarde en mi bolsillo.
—Solo un mensaje impreciso en la historia del universo, —dije, tiré
dentro del casillero un par de libros. Obvio que alguien estaba tratando de
intimidarme. ¿Podría ser Brenda que quiere vengarse por lo de esta
mañana?
—Oh, bien. Él no parecía un chico impreciso —dijo Norris.
Pare en seco, la carpeta que balanceaba en mis dedos — ¿Tú viste
quien puso esto aquí?
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—Por supuesto —dijo Norris. Tomando su pelo. Como si ahora
pudiera alisar esa cola de pato—. Fue ese tipo Tim. Tú lo conoces, alto,
delgado, con esa mirada sombría. Uno del consejo estudiantil.
—Sí, lo conozco, —dije mirando hacia arriba a Norris—. ¿Qué
demonios paso?
—Bien, primero deambulaba por aquí como si nada pasara, casi al
final del almuerzo. —Norris lo imito en el pasillo—. Cuando la campana
sonó y todo el mundo se fue, pensó al parecer que ese momento era seguro y
deslizo eso en tu casillero. Hace poco —Terminó Norris, tirándose el cuello
de la chaqueta hacia arriba—. Nada se le escapa al gran y poderoso Norris.
Nada excepto una buena razón por la que Tim Reed este dejando
notas en mi casillero. — ¿El mujeriego VP este secretamente dejando
correspondencia de terror al Colegiado Frazer? —En cualquier segundo el
techo caería sobre nuestras cabezas. Lancé la carpeta dentro del casillero,
frunciendo el ceño.
—Él es a quien se le murió su madre, ¿Verdad? —Dijo Norris.
—Si —repliqué—. Ese es él —Hubo tal revuelo que incluso Norris lo
recordaba. Los profesores le ofrecían extender sus asignaciones mientras le
acariciaban la espalda. Las profesoras lo envolvían en torpes abrazos. Cada
estudiante mujer de primero al último año le lanzaban miradas de simpatía
y la posibilidad de ofrecerle su virginidad (o la falta de ella). Lamento que
cualquiera persona deba perder a su mamá, incluyéndolo a él. Pero
realmente, quien necesita que su pena se haga pública en un semana de
recaudación de fondos / festival de llantos, lleno de gritos de animadoras
“¡¿Noooo al c{ncer?!”
Esto no me ayudo, en todo ese tiempo no pude dejar de pensar en
Paige. Como, cuando ella murió, estuvo en todas la noticias, así que todo el
mundo en Washington Junior High debía saber que perdí a mi hermana.
Pero nadie de mis compañeros dijo una sola palabra.
—No lo entiendo. Él tiene a todo el colegio a sus pies. ¿Por qué me
está molestando a mí?
—A lo mejor hizo algo y está tratando de cubrirlo antes de que tu lo
delates.
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—Viste algo.
—Nop. Cualquier cosa que haga con esas chicas que lo persiguen, no
lo hace aquí.
Revise mentalmente mis archivos. Bitzy había visto a Tim abollar el
auto de un chico en el estacionamiento trasero del colegio, pero él ha estado
jugando al chico bueno y escribió un reporte.
Entonces lo supe. —Por supuesto.
— ¿Qué? —Dijo Norris—. ¿Tú sabes algo sobre él?
—No exactamente —dije—. Él tiene un amigo con quien tuve una
pequeña conversación esta mañana. Probablemente piensa que puede
hablarme sobre eso y decirme todo el asunto—. A lo mejor cree que puede
dibujar una sonrisa y decirme unas solemnes palabras, y caeré como
cualquier otra chica.
Probablemente No. Tengo asientos de primera fila para ver a Danielle
descubrir lo que significa ser traicionada y no se los daría a ellos por nada.
—Gracias por mantener vigilada las cosas, Norris —dije, cerrando la
puerta del casillero.
—No hay problema, hago lo que puedo.
—Sabes, hay algo más que podrías hacer, si no te importa.
—Hey, cualquier cosa —Hundiéndose un poco más abajo.
—Te he dicho que mantengas vigilado a Danielle antes, ¿Verdad? ¿Y a
su novio?
—Sí, lo recuerdo. Danielle y Paul. Y a esos otros perdedores, sus
amigos<
—No te preocupes sobre sus amigos ahora —dije. Mirándolo
directamente a los ojos, así él sabría que es importante el asunto—. ¿Puedes
mantener vigilado a Paul especialmente a la hora en que practica en la pista?
Norris vacilo. —A Bitzy le gusta merodear alrededor del campo en la
mañana.
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—Sí, bien, tú podrías humillarte un poquito. Pienso que ella lo
apreciaría. —Levante mis cejas—. No seas idiota. Esto es realmente
importante, dos pares de ojos es mejor que uno.
—Está bien, está bien. Lo manejare.
—Gracias. Me voy al tiro< hablaremos mañana ¿está bien? ¿Y
quedamos para el sábado?
—Definitivamente —dijo Norris, levantando lo pulgares hacia arriba.
Incline mi cabeza hacia él y me dirigí por el pasillo hacia abajo. Lo siento,
Tim, pero no estoy disponible para ninguna sesión de alegato por Paul. Deja
que el peleé su propio caso, si le importa.
Afuera, respiré profundamente. No me sentía con ganas de quedarme
a los alrededores para ver lo que decía Tim, pero tampoco tenía muchas
ganas de volver a casa con los consejos de maquillaje de Paige o la
preocupación silenciosa de Papá. Por un momento, sería lindo tener un
lugar donde no hubiera nada a excepción de mí.
Me llegó una leve brisa, trayendo la esencia del lago todo el camino
desde la bahía. Sin pensarlo, lo seguí.
Como serpenteé al sur, mi mirada se deslizo sobre las ventanas de las
casas que pasaba. En una o dos en cada calle, pude ver algunas caras pero no
estoy segura totalmente. Algunas se inclinaban a través del cristal, o la luz
del sol se cernía pasando a través de ellos en vez de esconderse en la piel.
Una niña trasluciente me saludo desde un balcón, pero pretendí que no la
pude ver. Ella tampoco espero respuesta. Después de eso, mantuve mis ojos
en el pavimento.
Finalmente alcance el transitado camino de cuatro veredas que separa
la zona residencial del parque por la bahía. Los autos pasaron mientras
espere que cambiara la luz. Había un par de vehículos que parecían más
cajas de cartón que autos combados en sus ruedas, en el estacionamiento
solitario de la playa, esperando por sus dueños que probablemente estén
visitando un centro de ancianos cercano. Era muy temprano para los que
vienen a correr después del trabajo y muy tarde para las nanas que traen a
sus encargos gritones a los juegos. El tiempo perfecto. Seguí las líneas
paralelas verde y azul en medio de la pista para bicicletas bajando desde los
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juegos, donde cruce aplastando los guijarros hacia los columpios y me senté
en el que estaba desenredado.
Hace tiempo atrás, este había sido el sitio favorito de Paige. Ella venia
a la playa todo el tiempo con sus amigos y su novio, Larry, para lucirse en su
traje de baño de última moda o para andar en patines. Siempre terminaba
tirándose al agua. Antes de que decidiera que yo era la niña más molestosa
del planeta, me traía con ella.
Me balanceé de lado a lado, chocando con otros columpios. A mis
espaldas estaba el lago, fuera de mi vista, pero podía escucharlo. Las olas se
elevaban y golpeaban contra la arena como la respiración de una persona al
dormir.
Al este donde la playa es rocosa, había una cerca de madera en listares
estropeada que se inclina en algunas áreas donde toca la tierra. Más allá de
la cerca permanecía la vieja cabaña de pesca y su muelle, serpenteando
veinte o tal vez treinta pies dentro del agua.
Ya nadie pesca en el lago —la mayoría de los peces murieron por la
lluvia acida— pero esto no detuvo que la choza apestara como el basurero
de un restaurant de mariscos. Para escapar de ahí debes salir del muelle.
Hacía donde las tablas se hunden y los parches astillados putrefactos crujen.
Cercano al final del muelle, había un gancho donde ella colgó su ropa
antes de sumergirse. No sabía que el agitado viento le hubiera arrastrado su
vestido hacia las olas. Había más de seis allí y nadie pensó que al comenzar
la tormenta sería un mal tiempo para bañarse desnudo.
Cerré mis ojos, pero se hizo más fuerte el sonido de las olas. Había
sido estúpido venir aquí. Por supuesto, estaba sola. Los fantasmas que
aparecen del lago están solo en mi cabeza —el único lugar del cual no puedo
huir.
Después de un rato, la brisa se puso helada, se me puso la piel de
gallina en los brazos. Comenzó a llenarse de risas los juegos. Abrí mis ojos
para observar un grupo de estudiantes de primaria correr hacia los
columpios y apropiarse de ellos. Deben venir de la escuela de la calle de más
abajo. He estado sentada aquí toda mi hora libre. En Frazer ya deben haber
tocado la última campana.
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Basta de estar deprimida. Si no regreso a casa pronto, Paige
comenzará a preocuparse porque no he llegado.
Tranquilamente, tomé la pista para bicicletas, deje que un par
de zapatos se arrastraran en el pasto detrás de mí. Mis pies marcaron el
paso. Cuando vi el estacionamiento, caminé un poco más rápido. La persona
detrás de mí se apresuro también. Estupendo. Algún chistoso trataba de
asustarme. Rechinando mis dientes, volteé para decirle que se fuera. Casi me
caigo.
Se detuvo en un pedazo de césped, metió sus huesudas manos a los
bolsillos de sus pantalones y fijo sus ojos en mí. Era el Sr. VP en persona. La
última vez que me siguieron fue es octavo grado, un grupo de muchachos
pensó que sería gracioso lanzarme rocas a mis piernas y ver si las podía
esquivar. Otras se sentirían alagadas por la determinación de Tim, pero era
yo, y todo lo que sentí era inusitado.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —dije—. ¿Me estas acosando o algo
parecido?
— ¿Qué? No. Es< —Tim aclaró su garganta y hecho sus hombros
hacia atrás, parecía más alto de lo que era. El sol a sus espaldas blanquecía
su pelo. Camino hacia mí.
—Mira, me salte historia —dijo—. Y te vi irte. La nota< tienes la nota
¿cierto? Quiero hablar contigo y vi que no te quedarías. Entonces te seguir.
Ciertamente nuestras definiciones de acosar son diferentes.
Lo miré. — ¿Y entonces tú te la pasaste observándome? Realmente
genial.
—A ti, quieres, algo de< —comenzó, después repaso—. Parecía que
no querías que te molestaran. Así que espere.
—Bien, ¿Adivina qué? Todavía no quiero que me molesten.
Habría sido una salida dramática, con la barbilla en alto, si Tim no se
hubiera adelantado bloqueando mi camino con sus brazos estirados.
—Me gustaría irme ahora —dije tratando de pasarlo. Él se movió
conmigo.
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—Espera, sólo un minuto, por favor. —Entrecerró los ojos de la
manera que lo hace cuando una chica le da un chocolate: una mirada de
pena.
—Nada de lo que digas me detendrá de delatar a Paul —dije—. Así
que podrías olvidarte.
Parpadeó. Frunció el ceño, luego rompió a reír — ¿Piensas que estoy
aquí por ese idiota? Tú puedes aplastarlo todo lo que quieras. Me parece que
se lo tiene ganado.
—Oh —Cambie mi balance de un pie a otro, mirando—. Entonces, ¿De
qué quieres hablar?
Dejó de reírse para sonreír de verdad, no la usual expresión de pena.
Pude ver como es de encantador con miles de chicas, sonriendo así. Esto
sugería que estábamos juntos, para hacerle una broma a Paul. Por un
segundo, medio creía que él quería ayudarme a ponerlo en su lugar. La
curiosidad me mantuvo allí, esperando a oír lo que tenía que decir.
—Tú sabes cosas —dijo—. Te enteras de cada cosa que pasa en Frazer
y nadie sabe cómo.
— ¿Sí? —Dije.
—Bueno ¿Cómo lo haces?
—Pensé que tú lo sabías —dije—. ¿No es eso lo que decía tu nota?
—Bueno, algunos dicen que a lo mejor eres Psíquica, o es algún tipo
de magia extraña, como brujería. Debe haber algo.
En ese momento, reí — ¿Piensas que soy una bruja?
—No lo sé —dijo, en su voz se noto un poco de frustración. Su sonrisa
desapareció—. Es por eso que te preguntó. —Él avanzo y yo retrocedí,
cambiando así mí vista del camino hacia el estacionamiento.
— ¿Así que mentiste? —dije—. Esto realmente me hace querer hablar
contigo.
—No pensé que me escucharías si no te decía algo que llamara tu
atención< Supongo que de todas formas no est{s escuchando. Lo siento,
¿est{ bien? Solo< obviamente tú puedes hacer algo que los demás no, y
pensé, me parece que< solo quiero saber lo que haces.
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— ¿Qué te hizo pensar que te lo diría? Esa parte todavía no la
entiendo.
—Necesito saberlo —dijo débilmente.
—Está bien —dije—. Lo que sea. ¿Por lo menos debes decirme
porque?
— ¿Qué?
— ¿Para qué quieres saber? —Pregunté—. ¿Qué es tan importante
que tuviste que pasar todo este problema?
Suspiró. —Es tan sólo< es importante.
—Oh, vamos —dije—. Por lo general no esperas que las personas a las
cuales nunca has hablado te suelten todo así como así, ¿o no? ¿Por qué
quieres saber?
—Te lo dije, es importante. ¿Por qué no sólo me crees?
—Oye, eres tu él que me ha seguido hasta aquí. Si te molestas en
decirme<
Se acercó nuevamente, dándome la escusa para acercarme al
estacionamiento. —Sabes, estás haciendo esto realmente difícil.
Ahí se me acabo la paciencia. Esto era, por supuesto, todo sobre él. Se
da el derecho de seguirme, observarme, demandar respuestas, pero no es
capaz de responder la pregunta obvia. ¿Quién demonios se creía?
— ¿Por qué te la pondría fácil? —Pregunté, alejándome cada vez más
—. No me has dado ninguna razón para decírtelo. A penas de conozco.
Nunca hemos hablado antes.
Tim me miró fijamente. Al parece pensó que su respuesta sería más
que suficiente.
—Perfecto —Dijo con su voz temblando—. Si lo quieres hacer a la
manera difícil, puedo manejarlo. ¿Quieres que jure que mantendré el
secreto? Lo jurare sobre la tumba de mi madre. ¿Eso te hace feliz?
Se deslizó desde su hombro el tirante de su mochila hacia su brazo, y
lo jalé lejos de un auto mientras lo regresaba hacia su hombro. Mis pies se
deslizaron sobre el pasto y hacia el pavimento del estacionamiento. De una
zancada me siguió, con su cara tensa.
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No lo podía creer. Enojado conmigo, como si fuera alguien que lo
hostiga. Y trayendo a su mamá al tema para que lo compadeciera< ¿Trataba
de ganar el premio a la idiotez o qué?
—Hey —dije—. No tengo porque decírtelo. No te debo nada. Hay una
persona en el mundo que no te obedece cuando chispeas los dedos.
Acéptalo.
Entonces di la vuelta y me aleje.
Trate de que el último discurso sonara un poco fuerte para detenerlo.
Pero cuando iba a la mitad del estacionamiento sus zapatos golpearon el
asfalto detrás de mí, tratando de alcanzarme. Cuando el aire cambio él me
había alcanzado.
—Bien, mira, si tú esperas un segundo<
Apreté mis manos con frustración. Él no me iba a dejar en paz. Mi
instinto hizo que avanzará. No quería escucharlo más. Lo único que quería
era irme. Con la cabeza agachada, corrí hacia el semáforo.
Las luces estaban cambiando a rojo cuando me abrí paso sobre la calle
y corrí hacia la escuela. Una bocina sonaba fuerte, y me di cuenta de que Tim
había atravesado corriendo la luz roja tras de mí. ¿Qué hacía falta para que
se rindiera? En lo único que pude pensar fue: en correr más rápido.
—Cass —gritó—. ¿Detente? Esto es estúpido. Yo sólo< —con una
bocanada de aire se perdió el resto de su oración. Esquive un charco de salsa
de tomate que se había caído en la acera. Mientras me dirigía a la curva, una
mujer doblaba empujando un coche de bebé, interrumpiendo mi camino.
Tropecé hacia el lado, tratando con mis brazos recuperar el equilibrio, y Tim
me agarro mi hombro. Se pego en la rodilla con la base del coche. El bebé
comenzó a llorar como si el mundo se fuera acabar, y Tim se caía como un
árbol, su mochila volaba. Reaccionó antes de que sus rodillas golpearan la
acera y quedo en cuclillas, jadeando. Con un ruido sordo cayó la mochila en
el cemento a poco distancia. Se desparramaron un par de libros.
Los miré, yacían con la cara hacia arriba en la acera y me congele.
Uno era Trece Conversaciones con la Muerte. El otro, Guía del idiota
para el Más Allá. Las portadas mostraban nubes espeluznantes atravesadas
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por rayos de luz de una, una bola de cristal, había un árbol torcido. Mi
estómago se contrajo.
—Lo siento mucho —le decía Tim a la señora del cochecito. Su voz
sonó como un eco, como cuando estas a miles de millas dentro de tu cabeza.
Todo lo que pude ver eran los libros. Tragué el ácido que se formo en mi
boca, me agache a recoger uno.
El índice mostraba como en los programas cursis de la TV: “Lidiando
con la Muerte”; “Los Misterios del Medium”; “Los Signos de los Espíritus”.
La ilustración mostraba a una gitana sentada a una mesa con un bol con
agua, figuras fantasmales se formaban como remolines en el aire sobre ella,
como cuando dejas un pastel mucho tiempo en el horno. En otro tiempo, me
hubiera reído y dejado el libro a un lado. Esa mujer y yo no teníamos nada
de nada en común. Pero la persona a quien le pertenecían me había
perseguido como maniático dos cuadras.
Él no podía saberlo. Era imposible< ¿o no?
Con cautela, me levante. Tim estaba encorvado ayudando a la mujer
del cochecito a arreglar la rueda que quedo atascada al descentrarse. Se
recompuso, mirándome como si fuera mí culpa que el chico hubiera
decidido aterrorizarme, se alejo con el bebé llorando. Tim cogió su mochila,
guardando los libros. Lo observaba y esperaba, mis dientes estaban tan
apretados que mi quijada comenzaba a doler. Se dio vuelta mirándome, y
vio el libro en mi mano.
—Crees que eres muy listo, ¿no? —solté—. Fingiendo que no sabes
nada, actuando tan despistado. ¿Qué hay sobre esto, entonces?
Su boca se tensó. —Dame eso. Yo sólo estaba< no es de tu
incumbencia.
— ¿No es de mi incumbencia? Discúlpame, ¿Quién es él cree que soy
una bruja?
Él me miró fijamente como si no tuviera idea de lo que quise decir.
Mierda. Quizás el no lo sabía. Y yo casi<
—No lo hacía, —dijo—. Olvídalo. Voy a salir de aquí.
Le di el libro, mascullando a su alrededor, y me dirigí directo a casa.
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Esta vez, él me dejó ir sólo su mirada me siguió después. Pude sentirla
en mi espalda. En una manera tan extraña que era como si me persiguiera
otra vez. No sabía lo que pensaba, pero pude decir que lo que sea que fuera,
significaba únicamente problemas.
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Capítulo 5
Paige interrumpió a través de la puerta de mi habitación la mañana
siguiente mientras me estaba vistiendo. —Quizás veo las cosas equivocadas
ahora que me concentro. Creo que necesitas tener un pasatiempo, —
anunció—. O encontrar un lugar fresco para pasar el rato.
No me gusto como sonó eso, — ¿Para qué?
—Si haces algo interesante, las personas querrán conocerte. Quizás
serías más feliz.
— ¿Quién dice que no soy feliz?
Paige rodó los ojos. —Por favor. Soy tu hermana. Puedo decirlo.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste amigos o fuiste a una fiesta?
—Quizás prefiero la compañía que ya tengo, —dije. Esta clase de
conversación no tomaba en cuenta lo que vestía o lo que alguien diría de mí.
Era del tipo donde necesito contar con un cambió del corazón.
—Claro, —dijo Paige, suspirando—. De todos modos, primero
deberías<
Antes de que ella pudiera continuar, hurgué en el armario donde
podía pretender ser sorda. En la oscuridad polvorienta, aplastada entre u
suéter y un par de pantalones de pana, mi respiración era más fuerte que su
voz. Todo allí olía al suavizante de telas que mamá usa desde que era una
bebé, suave y polvoriento. Cuando era pequeña, lavaba mis sábanas cada
semana y mi cama olía así. Era el olor en los días que estaba enferma,
recostada en mi cama con mamá arropándome, soplando aire frío mientras
depositaba un fantasmal beso en mi frente caliente. Si me hubiera quedado
el tiempo suficiente, la presión cálida de la ropa me hubiera hecho sentir
como si realmente tuviera fiebre.
Esta vez, recordando esos momentos con mi mamá, me hizo pensar en
Tim. O más bien, en la madre muerta de Tim.
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Toda la cosa que paso ayer había sido por ella, por supuesto. Para eso
eran los libros. Pero él había sido tan persistente en hablar conmigo. ¿Cuánto
sabe él? ¿Y si sabe todo?
Un lado de mi rostro se estremeció mientras Paige se filtraba a través
de la ropa y se acercó a mí. — ¿Estás bien, Cassie? —preguntó.
Salí del armario con una sudadera color vino y unas cargaderas
negras. —Estoy bien, —dije.
¿Era posible que Tim hubiera visto a su madre con la primera vez que
yo vi a Paige? ¿Y si era por eso que quería hablar conmigo? Pero estas
preguntas sólo me llevaban de regreso a la primera— ¿Cómo sabe algo sobre
mí? Si es así, estaría lo bastante jodida si me dejaba al descubierto, que otras
personas se enteraran, también.
Paige frunció el ceño por mi elección de ropa.
—Siempre usas cosas que son tan oscuras —dijo—. Es deprimente.
¿Qué tal un poco de color por una vez?
—Sí, sí, —dije, tambaleándome para ponerme los jeans—. Y no se te
olvide lavarte detrás de las orejas y el hilo dental después del desayuno. Ya
tengo una mamá, gracias.
Paige me miró fijamente, con sus ojos muy abiertos. Luego parpadeó y
se lanzó hacia el suelo.
—Lo siento, —dije rápidamente. No podía ver su expresión, pero no
era necesario. Observaba esos discursos de mamá alrededor de la casa.
Había estado allí cada vez que irrumpía en mi habitación llorando “¡Ella no
quiere hablar conmigo! ¿Por qué no me habla?” y se lanzaba al suelo. Ese
hecho le tomó a Paige una eternidad comprenderlo. Yo tenía una madre, y
ella ya no, ya no.
—Ella ha estado lejos mucho tiempo, ¿verdad? —dijo Paige. Me miró,
con los ojos hundidos en las sombras de sus pómulos. Pude sentir mis
brazos colgando torpemente a mi lado. ¿Cómo podría consolar a alguien a
quien no podía tocar?
—Sí, —dije—. Como de costumbre. Papá dijo que podría estar en casa
el fin de semana. Está en el calendario.
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—Correcto. Como de costumbre, —sus labios sonreían, pero el resto
de su rostro no.
No es que me importara que mamá regresara. Ella estaría tan lejos
como Paige lo está ahora. Está lejos de todos los que viven, excepto de mí.
Estuve tan enojada con Paige por sacarme de su vida en aquel entonces, y
ahora soy yo todo lo que tiene. Esto no es exactamente la manera en que
quería que fuera. O lo que Paige hubiera elegido si el lago le hubiera dado
una opción.
—Sabes, —dije—. Creo que esta ropa necesita algo, —abrí un par de
cajones, buscando hasta que encontré algo. Una bufanda de algodón fino,
azul cielo, que mamá me había traído de Grecia o Suecia o alguna parte.
Paige se iluminó cuando la use alrededor de mi cuello. Le modele.
— ¿Qué tal este color?
Estaba segura de que no combinaba con mi blusa, y que Paige lo diría,
pero ella sonrió de todas formas.
—Perfecto.
Ella se deslizó conmigo hasta la cima de la escalera y se detuvo. Papá
estaba abajo en la cocina, comiendo un poco de su tortilla de desayuno.
—Nos vemos, —dije en voz baja, y me dirigí a la puerta principal.
Afuera, todo olía a tierra, arrugué mi nariz. Llovió otra vez ayer por la
noche, y el aire se sentía como una toalla húmeda y fría sobre mi piel. Me
apresure hacia Frazer, tratando de no pensar en el hecho de que estaría
atrapada en el mismo edificio que Tim todo el día. Hay muchas
oportunidades de que me arrincone. Había muchas cosas que podrían
hacerme temblar cuando trató de imaginarme discutiéndolas con él. Si lo
supiera, si alguien m{s lo supiera< lo importante era, ¿Cómo iba a lidiar
con eso? ¿Sería mejor negar todo?
Giré en la esquina y vi el edificio de la escuela a la vista. Un par de
estudiantes de último año se habían apropiado de los lados de las escaleras.
Ellos estaban apoyados contra el barandal, unidos de las manos.
Vacilé en el borde del césped, repentinamente no quería darle la cara a
nadie. Por costumbre, mi mirada se deslizo al pequeño árbol que estaba
cerca del borde de la acera. Sus ramas se movían por el viento.
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Si parpadeaba, casi podía hacer que viera a Chester. Su espalda rígida
debajo de su camisa blanca almidonada, sus brazos cruzados
remilgadamente sobre un escritorio que no estaba allí. Extraño lugar para
imaginar un escritorio, pero el árbol había sido su lugar favorito. Cada
persona muerta parece tener un lugar favorito. Puede ser que se vayan por
unas horas de vez en cuando, pero nunca se mantienen alejados por mucho
tiempo. Para Paige era nuestra casa, para Norris era el tercer piso de Frazer,
para Bitzy el corredor fuera del gimnasio, y para Chester, frente al césped,
especialmente ese árbol.
Él había sido un chico agradable, Chester. Recogía los chismes de los
padres, escuchando los murmullos que intercambiaban en los autos
mientras dejaban a sus niños. Creo que a él le gustaba pretender que ellos
eran todos sus padres, también. Algunas veces, incluso paseaba a casa de los
niños después de la escuela, pero nunca hablaba de lo que veía. “Esas cosas
son privadas”, me dijo una vez, su cara delgada incluso m{s seria de lo
usual, cuando estábamos sentados debajo del árbol a la hora del almuerzo
como a menudo lo hacíamos.
Tenía un montón de opiniones sobre lo correcto y lo incorrecto, y no
tenía miedo de compartirlo. Era genial.
Los chicos de Frazer, los que viven, podrían haber aprendido mucho
de él sobre honestidad. De cualquier muerto, realmente.
El junio pasado, él había estado aquí. En el verano, incluso, lo vi
vagando un par de veces, sintiendo su briza. Pero en septiembre, caminé
hacia el árbol el primer día de la escuela, y él se había ido. El olor a té que
siempre estaba en el aire, a pesar de cuando él no estaba en el árbol, eso se
había ido también. No lo he visto desde entonces.
Supongo que tiene sentido que los muertos vayan a otro lugar,
eventualmente. Quiero decir, la mayoría de las personas desaparecen hacia
lo desconocido al segundo en que dejan de respirar. Pero él era la única
persona muerta que conocí quien había estado aquí y luego ya no lo estuvo.
De pie sobre el césped de la escuela, frotando una de las hojas contra
mi pulgar, sentí mis ojos llorosos. Negué con mi cabeza, tratando de no
sentirme así. Este no era un lugar para ponerme melancólica.
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Los estudiantes que estaban por las escaleras comenzaron a moverse.
Uno de ellos doblo por la esquina, y los otros entraron en la escuela. Suspiré.
Podía manejar lo sucedió, podía manejar lo peor. Mis botas aplastaron el
lodo mientras caminé hacia la puerta principal. Empujé la puerta hacia
dentro y me dirigí hasta las escaleras.
El pasillo fuera del gimnasio estaba vacío, pero la práctica habitual e
basquetbol de la mañanera estaba en su apogeo. La voz del entrenador hacía
eco a través de las puertas, y las pelotas golpeando el suelo de madera. Una
chica salió del gimnasio y trotó hacia la fuente a agua, su rostro estaba
brillando por el sudor. Caminé justo a ella, hacia la cabina telefónica.
Bitzy salió disparada de la pared como si ella hubiera sido lanzada
desde una catapulta. Se dio una vuelta alrededor de un pie y siguió con un
baile. —Sabía que estabas aquí, —dijo—. Sólo lo sabía.
Bostecé, cubriendo mi boca con mi mano. —Estoy aquí, —concordé—.
Jodidamente temprano.
—Bueno, tengo cosas que decirte, —puso sus manos en sus caderas y
meneó su cintura a un lado y luego al otro—. No tan buenas como ayer, por
supuesto, pro es duro superar eso, ¿verdad?
—Correcto, —dije, levantando mi estado de ánimo. La cosa con Tim
me había mantenido tan ocupada que casi olvide cuan cerca estaba de ver a
Danielle caer—. Entonces, ¿Qué pasa?
—Bueno, est{ este chico< cabeza rapada, grandiosos músculos, usa
una camisa de beisbol todo el tiempo< Él estaba diciéndoles a sus amigos<
Mientras ella hablaba, escuché abrir una puerta del pasillo. Quien sea
que la sostenía hizo una pausa y se inclinó sobre ella, mostrando el ángulo
de un hombro a través de la ventaba. Una voz de mujer chilló, —Oh, no lo
sé. ¿Qué piensas tú, Tim?
Corte la oración de Bitzy con un “Shhht”. Ella se agachó para echar un
vistazo.
— ¿Qué? —dijo, brillando con curiosidad.
—No importa. Tengo que irme.
— ¡Pero no he terminado de decírtelo!
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—Regreso más tarde, y hablaremos mucho entonces. Lo prometo.
—Más te vale.
Acorté el camino a través de la cafetería y me dirigí hacia mi casillero.
Mi corazón latía con fuerza. Cálmate, me dije. No era como si él fuera a correr
por toda la escuela detrás de mí. Entonces a él le importarían más no asustar
a la gente que puede verlo.
Pasé junto a un par de estudiantes por el pasillo. El olor del cabello de
Norris flotó en el aire, pero el chico no estaba a la vista. Debía de estar afuera
en la práctica, eso esperaba. Él lo recordaría por un par de días más, y
entonces yo tendría que recordárselo nuevamente. Podía tomar bastante
tiempo conseguir algo sucio que yo pudiera usar. Paul podría ser bastante
tímido haciéndolo con Sharry ahora que Danielle estaba en alerta roja. Él no
utilizaría más el cobertizo, apostaría por ello.
Abrí mi casillero y miré su contenido. ¿Qué clases tengo hoy? Había
muchas cosas pasando; Podía difícilmente pensar. Cerré mis ojos y traté de
empujar todo a un lado, aunque solo fuera por un momento.
Unos zapatos dieron vuelta en la esquina. Los suaves y espaciados
pasos de alguien alto, lo supe por sus pies. Me di la vuelta.
Tim deambulaba alrededor de una curva, se detuvo cuando me vio.
Mis opciones de irme revolotearon como las hojas cayendo por una
ráfaga de viento. Podía callarlo antes de que él comenzara. Pero<
Lo miré parado torpemente, con sus manos dentro de sus bolsillos, y
todos los comentarios que había pensado murieron en mi garganta. Lo que
sea que Tim creyera de las cosas que las personas decían sobre mí, ahí estaba
él frente a mí, en la escuela a esta hora, donde las personas podían verlo.
Tenía que darle crédito por esto. Si él quería tomar otra oportunidad para
decirme que diablos quería conmigo, quizás yo debería darle esa
oportunidad. No le diría nada sobre mí y consideraba que él no era de
confiar.
—Hola, —dije.
—Uh, hola, —Tim quito el cabello que caía sobre sus pálidas cejas—.
Yo.. Ver{s, de verdad lamento lo de ayer. Quiero decir< se salió de control.
—Sí, lo sé.
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— ¿Podemos<? ¿Me das otra oportunidad de explicarme?
—Seguro. Escúpelo.
—Nadie está usando la oficina del consejo estudiantil en este
momento, —dijo—. Podemos hablar allí.
Lo seguí por el pasillo y dando la vuelta en la esquina, pasando los
salones de clases, hacia la pequeña habitación donde el consejo estudiantil
hacia su trabajo. Tim sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta. Él la
mantuvo abierta para que yo entrara. Había un par de sillones y una mesa
de café en medio, una computadora sobre un escritorio en una esquina, y un
mini refrigerador a su lado. Me senté en uno de los sillones, barriendo a un
lado las migajas de frituras. Tim se sentó frente a mí. Se inclinó hacia
adelanto, sus codos apoyados sobre sus rodillas.
—Muy bien, —dije, yendo al grano—. Así que esto es sobre tu madre,
¿verdad?
Por un par de segundos, él perdió su lengua. Inhalo, lentamente. —
Supongo que lo sabes, un par de meses atr{s<
—Ella murió, —dije, asintiendo—. ¿Qué te hace creer que tiene algo
que ver conmigo?
Él miró hacia sus manos, luego miró nuevamente hacia mí. No había
rastro de la sonrisa de ayer. —Creo, —dijo cuidadosamente—. Que tú sabes
algo sobre esos libros que yo llevaba. ¿Es eso cierto?
Lo miré y no dije nada. Concordé escuchar, no hablar.
—Entonces, quiero decir, ¿Puedes hacerlo? Como, ¿Contactar con el
más allá? O quiz{s conoces una manera, o conoces a alguien que puede< Sé
no es de mi incumbencia, pero< de verdad es importante para mí.
Él sonó desesperado. Realmente desesperado. Una sensación que
pude reconocer. Corrí mis dedos a lo largo del borde de la mesa de café,
observándolo.
—Si hay alguna manera de que pueda hablar con ella, —continuó, las
palabras salían apresuradas ahora—. Contactar con ella, verla, como sea que
funcione, yo haría cualquier cosa. Sé que es algo extraño lo que pido. Pensé
que existe la posibilidad de que tú puedas tener una idea<
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Levanté mi mano y su boca se cerró. Así que él no podía verla, no
podía escucharla. Sólo quería hacerlo.
Y él no sabía lo que yo puedo hacer, sólo que podía hacer algo
psíquico o mágico, nada en específico, solo lo suficiente para preguntar.
Mordí mi labio. Podía decirle que no sabía, que lo que hago no tiene
nada que ver con esto, que debería tratar de hacer lo que los libros dicen, y
quizás funcionaria. Él extraña a su mamá, y lo lamentaba, pero él era
también Tim Reed, VP. Tim quien era buen amigo de Matty y Paul y
Danielle y el resto de ellos.
Algo hizo clic, y los engranajes en mi cerebro comenzaron a zumbar
tan rápido que casi podía escucharlos.
Tim debería saber cosas sobre Paul, sobre Danielle, cosas que Norris y
Bitzy nunca podrían enterarse. Esta era la llave del cofre, estaba frente a mí.
Si jugaba bien las cartas, podía obtener lo suficiente para mostrárselo a todo
el mundo—mostrárselo a Danielle—para demostrar cuán lejos estaba de ser
perfecta. Y Tim conseguiría lo que él quería al mismo tiempo. Y los dos
felices. ¿Qué clase de idiota seria si dejaba pasar una oportunidad como
esta?
Sería la clase de idiota que prefiera mantener las cosas en secreto.
— ¿Le has dicho a alguien? —dije.
Su frente se arrugó. — ¿Decir qué?
—Sobre la cosa de contactar con los muertos.
Él tuvo el descaro de reírse. — ¿Estás loca? ¿Decirles a las personas
que estoy tratando de contactarme con mi madre muerta? Sí, claro.
Claro que no. —No quería decir eso, —dije—. Quiero decir acerca de
mí.
—No he dicho nada sobre ti.
— ¿Ni siquiera una pista? ¿Por qué tus amigos creen que me estas
molestando?
— ¿Crees que ellos lo saben? —dijo—. A ellos ni siquiera les importa.
De todos modos, esto no tiene nada que ver con ellos. Mira, no voy a decirle
nada a nadie acerca de esto.
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Tenía todos los síntomas de la sinceridad, también: manos crispadas,
la mirada sin pestañar, el mentón desafiante.
—Tenemos que ser claros, —dije—. Si escuche que has estado
hablando de mí, y voy a saberlo si lo haces, conseguirás lo contrario de
ayuda. ¿De acuerdo?
Él asintió.
—Y quiero que hagas algunas cosas a cambio, —vacilé y decidí dejarlo
así. Había más posibilidades de que el eligiera irse con sus amigos si se
enteraba de lo que estaba buscando.
—Claro, —dijo—. Eso es justo.
—No puedo garantizarte nada, —continué, midiendo mis palabras—.
¿Tienes alguna razón para creer que tu mamá está atrapada aquí?
—Yo< no lo sé.
—Bueno, no puedo sólo chasquear los dedos. Mucha gente
simplemente se va, y eso es todo. Hay una gran posibilidad de que no vaya a
encontrar nada.
—Está bien, —dijo Tim, la esperanza brillaba en sus ojos—. Sólo
quiero intentarlo.
Dejé escapar un suspiro. —Siempre y cuando estés listo. Ella pudo
haber sido la mejor madre y aún así tomar un boleto de avión para el más
allá sin pensarlo dos veces. Ellos hacen eso.
Tim asintió, pero su rostro cambió. La parte de arriba, alrededor de
sus ojos, comenzó a ceder, al mismo tiempo que su boca t su mandíbula se
tensaba. Ese momento selló nuestro acuerdo. Lo miré, y fue como ver a
Paige otra vez. Paige con ese rostro cuatro años atrás, cada vez que gritaba
para intentar que mamá la escuchara. Paige haciéndolo esta mañana cuando
recordaba que mamá está lejos, otra vez, como siempre.
Una parte de mí decía que Tim no tenía derecho a verse de esa
manera, tan perdido. Él tenía un papá, tenía toneladas de amigos, tenía
esperanza. Si él tuviera una idea de cómo era, la manera en que Paige estaba,
sin nadie m{s que yo y sin todas las personas que ella deseaba hablar<
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Pero todo lo que yo sabía es que él podría estar fingiendo. Ni en un
millón de años. No le diría nada.
—Muy bien, —dije—. Estoy dentro. Por ahora.
—Gracias —dijo Tim—. De verdad, gracias. Ya tengo un montón de
cosas< obviamente no puedo traerlas aquí —se removió incomodo en el
sofá y miró hacia el reloj de pared. Creo que él podría llevarme hacia su
madre si él pudiera.
—Perder matemáticas me mataría, pero puedo saltarla esta tarde, —
dijo—. ¿Nos vemos al comenzar el almuerzo?
Me encogí de hombros. Sí para el Sr. Vicepresidente estaba bien
saltarse clases, no iba a jugar a ser una chica buena.
—Está bien para mí.
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Capítulo 6
Dos horas después, estaba sentada en la clase de Historia, escuchando al
Sr. Minopoplis leer sobre la Guerra Civil, y mi estómago estaba gruñendo en
su propia rebelión. ¿Qué diablos había hecho? Tim me miró con sus ojos tristes
y yo accedí a ayudarlo. Tim, quien tiene docenas de chicas tirándose sobre
él, quien podría tener todo lo que él quisiera.
Excepto esto. Nadie podría decirle si su mamá estaba a su alrededor.
Probablemente, solo debería haber cerrado mi bocota. ¿Y si nunca la
encuentro? Él se decepcionará, tal vez hasta se moleste, a pesar de todas sus
aseguraciones. ¿Quién iba a decir que no correría el rumor de mí entonces?
Y si encontrase a su mamá, ¿Luego qué? Lo que yo sabía sobre
relaciones madre-hijo era tanto como mi conocimiento sobre el
mantenimiento de máquinas de vapor. Probablemente sabía más acerca de
máquinas de vapor.
He tratado de hacerlo al revés una vez... Hubo una chica del último
año de mi escuela primaria, una de las primeras personas muertas que vi
después de Paige. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, sólo que esta
chica siguió molestándome para que le dejara saber a sus padres que ella
seguía ahí, y me estaba volviendo más loca de lo que ya me sentía. Así que,
busqué la dirección de correo de su madre e intenté ponerme en contacto. La
madre, como era de esperar, fue aún más incierta de mi cordura de lo que yo
era. Ella me mandó un mensaje con gritos amenazando con llamar a la
policía si mencionaba a su hija de nuevo.
Mira a Paige y mamá. ¿Estaba ayudando a Tim para que, -él sabiendo
que su madre estaba allí pero que nunca podría hablarle- ella escuchará que
él sabe que aún está aquí?
Presioné mis manos en mi frente. Necesito salir de aquí y darme un
tiempo para pensar. Era casi la hora del almuerzo. Podría irme diciendo que
iba a vomitar.
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Si tú sales de la clase con una mano sobre tu boca, los profesores
asumirán que estás a punto de vaciar tus intestinos en el inodoro, y te
perdonarán por no regresar. A esta altura mi estómago se estaba
revolviendo, y no estaba fingiendo. Deslicé mi brazo en una de las correas
de mi mochila y verifiqué si el Sr. M se había dado cuenta de mi
preparación. Él estaba ocupado escribiendo un montón de fechas en la
pizarra. Me levanté, sujeté mi mochila al hombro, puse mi mano sobre mi
boca, y salí corriendo. Estaba fuera de la habitación antes de que el Sr. M
volteara.
Seguí corriendo hasta que llegué a las escaleras, en el caso de que
alguien se asomara para ver a donde iba. Al llegar a mi casillero, lo reduje a
un trote.
Mi corazón latía con fuerza contra la opresión en mi pecho. Cuando
llegué al final del pasillo. Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra el frío
acero. Suspirando, esperé a que mi cuerpo se relajara.
Norris se filtró fuera de la pared tan cerca que su chaqueta produjo un
hormigueo en mi brazo. —Estás fuera muy temprano, —dijo.
Me reincorporé y abrí mis ojos. —Me escapé.
—Genial. —Él se encogió de hombros, y el cuello de su chaqueta rozó
sus orejas—. ¿Hay algo de lo que me tenga que enterar?
—Tengo una pequeña excursión en unos minutos
Sus ojos se iluminaron. — ¿A dónde vas?
—No estoy segura. Iré a la caza del fantasma de la mamá muerta de
alguien, por lo que podría terminar en cualquier lugar.
Sopesé mi mochila, luego tiré todas mis cosas en mi casillero. La tarde
iba a ser lo suficientemente difícil sin cargar con esa cosa alrededor. Al diablo
con la tarea.
Norris flotó a mí alrededor. — ¿Una caza de fantasmas? —dijo—.
¿Para qué?
—No fue mi idea, —dije.
—Supongo que no. ¿Quién es ese alguien, de todos modos?
—Tim, —Dije—. Te acuerdas de la nota< y esta mañana<
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Norris se me quedó mirando. — ¿No es ese tipo que tiene ya suficiente
gente haciendo favores para él? Pensé que estaba cerca de la cima de la lista.
—Bueno< —Fruncí el ceño mirando a mi casillero—. Él siguió
molestándome. Y pensé que podría obtener algo sucio de él. De todos
modos, no es que cualquiera pudiera hacerle este favor.
—Si crees que vale la pena. ¿Qué vas a hacer si la encuentras?
—No lo sé, —Admití—. Tengo una especie de esperanza de que no se
haya quedada allí. —Opción que, al menos, estaba a mi favor.
Si así fuera, si una cuarta parte de la gente que había muerto en esta
ciudad hubiera decidido andar por ahí, me hubiera enterrado con ellos.
Norris se encogió de hombros. —Sí, apuesto a que ella fue al más allá.
No te preocupes.
Él lo dijo casualmente, pero la amargura discrepó su voz de todos
modos... Norris no sabía del “más allá” mejor que yo, y dudaba que le
importase que él estuviera aquí y no allí. Era la cosa con su papá lo que lo
molestaba.
Mi primer año en Frazer, Norris arrojaba un montón de palabras
duras, como "Yo recibía golpes desde el día en que nací" y "Ese chico debió que ser
golpeado por ahí como yo." Haciendo como si él fuera mejor por ello. Su padre,
según me dijo él una vez, fue el General Summerlea, y vivió por un largo
tiempo, con una de esas enfermedades que se toman el tiempo matándote.
Norris podría desaparecer unas pocas horas de vez en cuanto para visitarle.
Entonces, la primavera pasada, me encontré con Norris merodeando
dentro y fuera de los casilleros, tan oscuro que le podría haber confundido
con una sombra.
—Él murió, —dijo—. El bastardo finalmente murió, y no apareció. Él
sólo me dejó. Se fue. —Creo que él querría tener una última charla con su
papá, poner algunas cosas en su lugar. Creo que ha estado esperando por
eso. Y nunca lo obtuvo.
Recordando eso, sentí un golpe de molestia por Tim. ¿Por qué debería
obtener lo que los demás no pueden? Se supone que la muerte es difícil. Se
supone que la vida es difícil. Parece que incluso la muerte está a favor de este
tipo.
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—Sólo prométeme que no serás suave con este niño, —dijo Norris.
Reí. —No hay mucha chance de ello.
— Bien. Fue realmente un largo tiempo antes de que vinieras, Cass. Es
difícil de recordarlo, pero<Sé que fue tan aburrido como el infierno.
Sonó atenuado como lo dijo, y llegué hacia él sin pensarlo. En un poco
más de un año estaría fuera de aquí. Pero no quería recordarle eso.
— ¿Quieres bajar al estacionamiento? —dije—. Se supone que debo
encontrarme con el hijo del duelo en su auto.
El brillo volvió a sus ojos. —Claro. ¿Tienes un plan?
Me pareció más entusiasmado a medida que nos desviamos hacia la
escalera.
—Nah, solo podría usar el apoyo moral.
—Apuesto a que puedo hacer algo mejor que eso.
Salimos a la luz del sol. Las nubes se habían despejado, dejando el
cielo impecablemente blanco.
El estacionamiento estaba a la derecha, cuatro filas de autos estaban
rodeadas de relucientes charcos por la lluvia. Salté sobre la barandilla entre
el césped y el aparcamiento.
—Es el Oldsmobile azul, —Tim me había dicho—. No te puedes
perder.
Estaba en lo cierto. El Oldsmobile cuadrado estaba un pie mas allá que
de cualquier otro coche, y había más estudiantes que en la máquina pop de
la cafetería. No era un usual auto azul: profundo, brillante, y real. No, estaba
hablando de un polvo pastoso, azul pastel.
Tim estaba apoyado contra el tronco, el cual era tan bajo que se podría
haber sentado en él y mantener los pies apoyados en el suelo.
Se puso de pie en cuanto caminé hacia él y el auto crujió. Norris
flotaba a mi lado, pasando los dedos con nostalgia por el capó del elegante
descapotable. Me miró, guiñó un ojo, y luego se zambulló en el Oldsmobile
de cabeza. Se deslizó por el chasís y se quedó allí, con la cara sumergida,
como si estuviera buceando en el.
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El sol estaba de mi lado. Así que Tim tuvo que entrecerrar sus ojos
para mirarme, sus manos parecían darle un mal rato. Él tiró de su cintura y
luego rascó su cuello, negándose a quedarse quieto.
—Lindas ruedas, —dije.
—Solía ser de mi tío-abuelo.
—Cielos, Cass, no creerás toda la basura que este tipo tiene, —gritó
Norris, levantando su cabeza—. Veamos —Se sumergió de nuevo—. Muchas
velas blancas, Incienso, Barajas, Una gran sábana blanca... se ve como la
seda. Grabadora. Un lindo espejo, todo metálico. Un par de fotos. Y una caja
de< ¿Cartas de Tarot?
Mis labios se curvaron.
— ¿Algo divertido? —preguntó Tim, empujando las manos en los
bolsillos de sus jeans.
Levanté las cejas. —Has traído suficiente material. ¿Estabas pensando
en disfrutar de una sesión de espiritismo?
Tim enrojeció. — ¿Qué quieres decir?
—Velas, cartas, afectos personales< ¿Me ves a mí cargando con algo
como eso? Créeme, si lo necesitaras, te lo hubiera dicho.
—De acuerdo, bien, —dijo Tim, enrojeciéndose más—. No lo sabía.
Pensé que debía conseguir algunas cosas, por si acaso. ¿Cómo te diste<?
Cuando me encogí de hombros, miró hacia el coche, sus cejas se
movieron juntas. Norris recostado sobre el cofre del auto, le dio un saludo.
—Tienes que meterte con este tipo un poco, Cass, —dijo Norris—.Y
quiero escucharlo todo mañana.
Le di una breve inclinación de cabeza. Él floto por el estacionamiento
y a través de los ladrillos de la pared externa de la escuela.
Tim pasó sus dedos por su cabello. —Así que, uh, ¿Qué haremos?, —
dijo—. Quiero decir, ¿Cómo vas a encontrarla? ¿O hay alguien más?, tú
sabes.
—Soy solo yo, —dije—. Y sólo miro. ¿Dónde pasaba la mayor parte
de su tiempo cuando estaba viva?, como<en su tiempo libre.
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Tim contestó rápido. —En casa, es decir, ella tenía amigos y el trabajo,
sólo una parte del tiempo. Pero le gustaba estar en casa más que nada.
Él sonó seguro. Bien. Tenía algo de esperanza de que no me arrastrara
a media docena de lugares si no la encontraba en ese primer lugar.
—Está bien, —dije—. Allí es dónde iremos. ¿Todo estará despejado
ahí? ¿No hay nadie en casa?
—Creo< —Sus ojos vagaron por un segundo—. Sí, todo estará bien.
Vamos.
Haciéndose el caballero, abrió la puerta del copiloto por mí. Me
deslicé dentro. El interior del auto lucía diez veces más pequeño que el
exterior, totalmente hacinado de un cuero gris. Olía como el típico pino-sol.
Tim se inclinó en el asiento del conductor, sus piernas se situaron en la parte
inferior del volante. Él ajustó un poco del espacio rápidamente y encendió el
motor, y el parachoques tocó la barandilla. Eso explicaría las abolladuras.
Cuando el auto salió fuera del estacionamiento, Tim cambió la radio
en una especie de estación de música country. Golpeó el volante al ritmo con
la música, pero sus dedos seguían perdiendo control. Al pasar la escuela,
llegamos a un semáforo en rojo, y volteó a verme.
—Si ella está ahí —dijo—. En la casa< ¿Voy a ser capaz de verla?
Dudé. Estábamos cada vez más cerca a la pregunta de qué es
exactamente lo que podía hacer.
Bueno, iba a averiguarlo muy pronto ¿no?
—Probablemente no, —dije—. ¿Cuántas personas vistes en el
estacionamiento?
—Bueno, dos, tú y yo. Oh. —Él parpadeó mirando al parabrisas,
luego me miró—. Así que< ¿Cómo sabías lo que yo tenía? ¿Había alguien
ahí?
—Tú acabas de decir que no viste a nadie, —dije, levantando un poco
mis rodillas para deslizarme más cómoda en el asiento. La tapicería era
suave y en realidad muy confortable.
—Pero, me refiero, a alguien< muerto. No sé cómo los llamas. ¿Un
fantasma, supongo?
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—Si así es como quieres llamarlos.
Tim hizo una mueca. —No lo sé. Creo que hemos establecido que no
tengo ni idea de nada de esto.
—Te comportas como sí lo supieras, —punteé—. Puedo entender lo
que la gente en Frazer dice acerca de todas esas cosas espeluznantes de mí.
Pero no estoy segura de cómo obtuviste lo de brujas y psíquicos hablando
con muertos, sin embargo. ¿No imaginaste que sería algún tipo de hechizo
de magia?
El coche de detrás nos tocó la bocina. La luz se puso verde. Tim miró
hacia otro lado y apretó el acelerador.
—Había algo más, —dijo, mirando la carretera—. Cuando todo el
mundo empezó a hablar de ti, después de lo de ayer con Paul, recordé. Esta
vez, como hace un año, me había saltado la clase y salí por delante, y estabas
sentada debajo de ese árbol, el pequeño cerca de la acera, hablando muy en
silencio. Te veías de perfil, parecía que hubiera alguien sentado allí, pero no
pude ver a nadie.
Mi piel se congeló. ¿Había tenido realmente ese descuido? Gracias a
Dios que no había sido un maestro el que me había visto, o podría haber
terminado de nuevo en terapia, o algo peor.
—No es que estaba seguro, —Tim siguió—. Sólo me pareció que
serviría un poco. Es decir, obviamente tú puedes hacer algo que la mayoría
de la gente no. No hay alguien más, sé que hay aunque sea una posibilidad.
Y una pequeña oportunidad<
—Entonces, ¿Por qué es tan importante que hables con ella? —
Pregunté—. ¿Acaso ella escondió un boleto de lotería ganador o algo así?
— ¿Es tan raro que la extrañe? —preguntó Tim. Su voz salió chocante.
—No. Pero la mayoría de las personas no se hace mucho problema
tratando de hacer algo que generalmente es imposible—Intenté imaginar a
papá y mamá llamando a programas de TV sobre psíquicos o comprando
libros en la librería como los que Tim tenía—. Por lo general ellos solo<lo
aceptan.
—Creo que no me di cuenta hasta después de su muerte que iba a
extrañarla tanto. —Hizo una pausa—. Las cosas comenzaron a cambiar, la
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gente cambió, después que enfermó. Todos me miran diferente, me hablan
diferente. Es como si nunca los hubiera conocido. Si hubiera pasado antes,
me hubiera ido con ella< ella siempre sabía cómo lidiar ante todo. Ella
estaba siempre ahí. Pero obviamente ahora< sólo sabiendo que ella sigue
aquí, si ella lo está, creo que eso podría mejorar un poco las cosas.
— ¿No puedes sólo hablar con tu papá? —pregunté—. Eso lo haría
más fácil.
Tim estuvo silencioso cuando maniobró el auto por la esquina. —No
puedo, —dijo—. Y no sé si podría.
Estacionó en frente de dos tiendas.
—Bueno, aquí estamos.
Miré para arriba en el lugar a través de la ventana. De alguna manera,
yo esperaba una mansión Playboy, con una cubierta enorme y un jacuzzi
para enamorar a las damas, pero era una casa normal, sin brillo de color
beige y azul marino con detalles, con un par de tejas torcidas y unas cuantas
costras de pintura desprendiéndose del porche delantero.
Justo lo que te mostraría el programa de tv “No puedo creerlo”.
¿Quién sabe si tal vez Tim no era un melancólico asesino-de mujeres?
Eh, tampoco.
Salí del coche antes de que Tim intentara abrir la puerta para mí.
Después de que él salió, se subió a la acera y me miró como si estuviera
esperando algo.
—Oh, —dije, captando la pista—. Nop, nadie aquí.
—De acuerdo.
Lo seguí unos pasos hasta la entrada. Había una pequeña firma
colgada en la pared del pórtico, pintada con hojas de otoño y la palabra
“Bienvenidos” en el script de flores. Por la forma en que los ojos de Tim se
arrugaron cuando lo vio, supe que su madre debió haberlo hecho. Papá tiene
la misma mirada cuando pasa sus dedos por el mantel y ve el pony de arcilla
que Paige había aplastado en tercer grado. Supongo que no importa cuál del
millón de cosas veas, cruzaría esa expresión por tu cara.
—Bueno, aquí es, —dijo Tim, abriendo la puerta.
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El vestíbulo estaba oscuro. A la izquierda, las escaleras se extendían
hasta la segunda planta en un corredor de color granate. A través de la
estrecha puerta de la derecha, combinándose, había un sofá de gamuza
marrón hundido en las sombras debajo de una ventana con cortinas en gran
medida. La única luz, dura y artificial, vino de la cocina, en línea recta.
—Dejó las luces encendidas, —Tim murmuró para sí mismo. Le oí
tragar. Él me dio una sonrisa, forzada en sus comisuras.
— ¿Quieres un trago?
—No, gracias.
Tiré mis botas en el zapatero de plástico en cuanto Tim se adelantó. Si
han hecho toda la casa tan oscura como la sala de estar, la búsqueda de una
persona muerta debe ser una brisa. Me paré en una luz que entraba de la
ventana. Me apoyé en la escalera y el pasamano, miré la mesita con su vaso
de flores secas, las formas oscuras de los muebles en la sala, y respiré
profundamente. La sala olía a cuero polvoso. A menos que la mamá de Tim
haya sido una secreta dominatrix, pero tuve la sensación de que el olor no
venía de ella.
Entré en el resplandor amarillo denso de la cocina. Por el aspecto de
las cosas, nadie había cocinado en años. Una fila de relucientes ollas
colgando de un estante en la cocina impecable. Los contadores y armarios
brillosos. Una débil dulzura flotaba en el aire, como un recuerdo de galletas
al horno de hace años.
El silencio estaba empezando a levantar la piel de gallina en mis
brazos. — ¿Le gustaba cocinar? —dije, volviéndome hacia Tim.
—Nada complicado —dijo Tim—. Ella amaba las tartas, creo. Ella
hacía un increíble merengue de limón.
Él estaba sacando una botella del frezar. Se veía como agua cuando él
la puso en un vaso, pero olía a agrio. Le agregó soda y le dio un largo trago.
Así que eso era lo que había querido decir por una bebida.
Parecía un poco pronto para empezar en el alcohol, pero no estaba
aquí para cuidarlo.
— ¿Nada aquí?, —preguntó.
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—No en este piso.
— ¿A dónde iremos ahora, arriba o abajo?
—Revisaremos en su habitación primero, —dije pensando que
cualquier lugar menos la cocina estaría bien. El falso brillo era más atrapante
que la misma oscuridad.
—Arriba, —dijo Tim, y llevó el vaso escaleras arriba. Movió un
interruptor a medida que avanzábamos por el pasillo. La luz de la cocina
parpadeó a cabo—. Papá quiere mantener las luces apagadas todo el tiempo
para ahorrar en electricidad, —dijo, como si fuera una mala broma.
La escalera crujió un poco menos que el Oldsmobile, que no era decir
mucho. Arriba, las cortinas estaban hacia atrás y la luz solar calentaba las
habitaciones.
Tim tocó la puerta al final del pasillo. —Este es su cuarto.
Yo asomé la cabeza detrás de él. La habitación parecía habitable: las
colchas de marfil arrugadas, una camisa que colgaba de la manija de bronce
de una cómoda. Una camisa de hombre. Por supuesto, el padre de Tim
seguía durmiendo aquí.
— ¿Sra. Reed? —dije pasando por el umbral. Tim se sentó en la cama,
con cautela, y dejó el vaso en el extremo de la mesa. Nada más se movió.
Si la mamá de Tim estaba alrededor, me habría esperado que ella
apareciera en el segundo que oyó su nombre. En realidad, yo habría
esperado nuestro encuentro inmediatamente en la puerta. Los muertos no
tienen la costumbre de ocultarse. Es lo contrario, ellos realmente viven por
todo el lugar.
Es decir, pensé sobre eso:
Por lo general, nadie puede verlos de todos modos.
Están aburridos, y los seres que respiran son las únicas cosas
remotamente entretenidas.
Si alguien les puede ver, están tan emocionados de finalmente tener a
alguien con quien hablar que tienes suerte si puedes conseguir que se callen,
eso es nunca.
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Volteé, por lo que Tim tampoco la podía ver, dejé escapar un suspiro
de alivio en silencio. Parecía que ella iba a haber una no-aparición.
Todavía tenía que actuar como si estuviera mirando, pensándolo, o
Tim no se convencerá. Y no había intentado siquiera excavar todavía.
Yo estaba aquí, estaba haciendo lo que Tim había pedido, él me podría
devolver el favor.
—La forma en la que hablabas de Paul ayer, supongo que él no te
importa mucho, —le dije, empujándolo para abrir el armario.
No hay madres allí.
Sólo un montón de la ropa: blancos, amarillos y rojos, los colores con
los que se había llenado la casa.
—No lo sé. No es que hablemos mucho, —Tim se giró cuando levanté
la falda de la cama.
—Entonces, ¿Ves, como, señales? ¿Ha estado por allí?
—No hasta ahora. —Todo lo que vi debajo de la cama fue un montón
de polvo y un montón de cajas de zapatos. Estornudé en cuanto me puse de
pie—. Pero, quiero decir, tú has oído cosas. Acerca de Paul.
Tim se encogió de hombros. —Él ha hecho algunos comentarios
cuando Danielle no está ahí, pero es difícil saber qué tan grave es. ¿Supongo
que mamá no está aquí?
—Nop.
—Vamos a tratar en mi habitación.
—No veo por qué no.
En el dormitorio de Tim apenas había espacio para la cama, que no
dejó muchos lugares para alguien que se quería ocultar. Cogí la foto
enmarcada del escritorio de la computadora que fue aplastada entre los pies
de la cama y la pared. El pequeño niño debe de ser Tim, de seis años o
menos. Su cabello con la misma luz, su encantadora sonrisa, era un poco
más redondo en la cara. Estaba sentado en el regazo de una mujer, y ambos
estaban descansando en una manta debajo de un árbol de castañas, había
platos de cartón y vasos de polietileno dispersos alrededor de ellos. La
mujer, supuse, era su mamá. Tenía la cabeza pequeña de Tim ubicada en el
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arco de su cuello y la barbilla, y su pelo rubio miel le rozaba la mejilla. Ellos
entrecerraban los ojos, con sus caras brillantes en el sol, y sonriendo al que
estaba detrás de la cámara. El padre de Tim, probablemente. Una familia
feliz en un picnic.
Tim se cernía a mi lado. —Así que, ¿Crees que<?
Negué con la cabeza. —No se ve tan bien —dije—. Pero todavía hay
que ir abajo.
Empujé mi cabello de mi cara, me preguntaba si podía sacar algo de
Tim sin ser demasiada obvia. Tal vez si comienzo con algo casual y en
general, como “¿Qué es lo que ustedes hablan en todas las horas del almuerzo, de
todos modos?", y esperar con cualquier cosa que me dé.
Estaba trabajando en la redacción de la pregunta y volviéndome hacia
la puerta cuando la vi.
Era sólo un rostro, que emergía de la pared, pálido y enmarcado por el
pelo de oro. Sus ojos de color azul grisáceo se encontraron con los míos.
Reunió sus delicadas cejas, con los labios entreabiertos, y luego se echó hacia
atrás en la pared con tanta rapidez que me dejó aturdida y parpadeando. Mi
aliento se atascó en la garganta.
— ¿Que, qué es? —preguntó Tim. Se inclinó delante de mí para ver en
dónde yo estaba buscando.
—No lo sé. —Había sido demasiado rápido. Yo no podía estar segura
de si era la mujer de la foto. Fui a la puerta, miré hacia arriba y abajo del
pasillo. Quien había sido, había hecho un flash tan pronto como se había
dado cuenta de que podía verla. Curioso.
Me incliné sobre la barandilla, y se hizo más fuerte.
—Bueno, vamos, —dijo Tim. Saltó por los primeros escalones, luego
vaciló y miró hacia mí—. Quiero decir, está bien ¿Verdad? ¿O debemos
esperar? ¿Crees que está nerviosa?
—Ni siquiera sé si es tu madre, —le dije, sintiéndome incómoda. ¿Qué
fue eso del juego de esconderse y buscar? Podría hacerle un gran favor a su
hijo, si era ella, ¿Y ella se escondió de mí?
—Adelante, —Le dije Tim. Corrí detrás de él, apresurándome en la
cima de la escalera. La sala estaba tan quieta y vacía como antes. Me quedé
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en el cuarto oscuro, con el ceño fruncido. El olor a azúcar se estaba
desvaneciendo. En pocos minutos, se sería sólo un matiz sutil, tan débil que
me hubiera perdido casi si al buscarlo no lo conociera.
Me dirigí a la sala. El polvo volvió. El sofá, el mueble de televisión, la
madera oscura manchada no dio indicios de ella. Pasé junto a las sillas
alrededor de la mesa del comedor, y allí había una brizna de pelo rubio y
vestido blanco, fugándose a la cocina, el sabor del azúcar en polvo estaba en
mi lengua. Pasé alrededor de la mesa y a través de la puerta. La figura se
deslizó por una puerta cerrada más allá del borde del mostrador.
—Por este camino, —le dije señalando con mi dedo—. ¿Podemos ir?
—Claro. Es sólo el sótano.
Agarré el pomo y la abrí en cuanto Tim vino detrás de mí. Me tocó el
brazo.
— ¿Qué está pasando? —dijo—. Es como la estuviéramos
persiguiendo. ¿Está huyendo?
—No te preocupes, —le dije a pesar de que eso era exactamente lo que
estábamos haciendo. ¿Por qué no se quiere ser vista? ¿Hay alguna página en
el libro de etiquetas de fantasmas que me había perdido, de alguna manera
había roto las reglas, la había ofendido? Apresuré el paso escaleras abajo.
Por encima de mí, Tim encendió la luz del sótano. Mis pies sintieron el frío
del piso de concreto, volteé al cuarto de lavado, parando una vez para mirar
dentro de la lavadora. Tim se dirigió junto a mí, en dirección a una puerta
en la pared de paneles de madera.
— ¿Tal vez la otra habitación?
La puerta se abrió.
—Me pareció oír a alguien aquí. —Un hombre se asomó, mirando a
Tim y luego a mí.
Se frotó la amplia nariz y el bigote erizado por debajo. —Bueno. Has
traído un nuevo amigo.
Tim se puso rígido, con las manos apretadas a la espalda. —Papá, —
dijo con voz tensa—. Estás en casa temprano.
—Tú también.
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—Salimos antes, —respondió Tim, con tanta discreción que le habría
creído si no hubiera sabido que estaba mintiendo—. De todos modos, ya nos
íbamos.
El padre de Tim le lanzó una mirada larga. Sus ojos eran redondos y
caídos. Luego asintió con la cabeza.
—Encantado de conocerte, —me dijo, y desapareció de nuevo. Tim se
dio la vuelta y corrió por las escaleras, así que me quedé atrás.
Ella había ido allí, con su padre, estaba segura.
Ella sabía que no la seguiríamos allí.
¿Por qué no quiere hablar conmigo? No tiene sentido. Al menos creo
que realmente había hecho algo malo, sin querer.
Tragué saliva y me dirigí hacia las escaleras.
—De todos modos fue mala suerte, —Tim se quejó cuando llegué a la
cocina. Su rostro se suavizó, sólo un poco, cuando me vio—. Lo siento. Si
hubiera sabido que estaba en casa, yo no habría hecho perder tu tiempo.
Técnicamente, era la persona muerta la que había perdido mi tiempo,
pero Tim pensó que yo tenía todo bajo control.
—Esta es una casa antigua, —le dije—. No podría ser ella. Podría ser
alguien de hace mucho tiempo —Hice una pausa—. ¿Enciendes la luz?
Tim empujó el interruptor y me miró expectante. Miré de nuevo hacia
él. Incluso en la luz amarillenta, sus ojos eran un lugar fresco de color azul
grisáceo.
Al igual que ella.
Dejé caer mi mirada y mi pelo sobre mi cara.
—Voy a irme —le dije.
—Claro, por supuesto. —Tim parecía nervioso de repente. Se
preguntaría lo que yo había visto dentro de su cabeza, tal vez.
— ¿Vives lejos? Yo podría conducir hasta allí.
—Es un poco más de la calle Earl, —dije—. Voy a caminar.
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—Bueno... Aquí. —Cogió un pedazo de papel y un bolígrafo de la
mesa del vestíbulo, apuntó algo—. Mi número celular. Por si piensas en otra
cosa, o<
Asentí con la cabeza, y me la metí en el bolsillo.
Yo esperaba un millón de preguntas en cuanto ataba mis botas, pero él
se quedó en silencio, apoyado en la barandilla de la escalera. Cuando me
vio, dijo —Gracias, —en lugar de una despedida, con la voz como si hubiera
donado un pulmón. No me preguntó cuándo iba a volver a intentarlo de
nuevo, o si yo pensaba que la próxima vez podríamos encontrarla. Debió de
haber estado pensándolo. Supongo que tenía miedo de que yo diga que no si
me presiona.
La cosa es que ni yo estaba segura cómo respondería si lo hiciese.
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Capítulo 7
Nuestros vecinos de al lado, Los Guzmán, tienen una enorme camioneta
gris desde que puedo recordar, nunca ha dejado ver la entrada de su casa.
Esta camioneta esconde por completo nuestra casa para cualquiera que
venga desde el lado oeste. Así que no fue hasta que la pasé que vi a Paige
afuera en nuestro césped. Me detuve en seco sorprendida. Ella estaba tirada
sobre el jardín que Mamá había puesto en unas de sus breves visitas a casa,
pasando su mano entre los tulipanes y las margaritas, su cabello y su rostro
tenuemente borrosos.
Miré de arriba abajo la calle. Nada se movía excepto los gorriones
entre el arce rojo de los Stevenson y el roble del señor Bradley. Nadie vivía
estando al pendiente en la calle Earl a las dos de la tarde.
Paige se dejó caer sobre su espalda y se quedo allí con los brazos
cruzados sobre el pecho, a tres pies sobre la tierra. Si ella estaba tratando de
asustarme con su imitación de cadáver, estaba haciendo un buen trabajo en
ello.
—Oye Paige, —dije acercándome para poder hablar en voz baja—.
¿Qué ocurre?
— ¿Cassie? —murmuró Paige. Ni siquiera se molestó en mirarme.
—No, el vengador enmascarado, —Tampoco sonrió.
Con un gran suspiro, rodó sobre su costado. Miró los mechones de su
cabello que caían sobre su brazo y empezó a retorcer uno de ellos entre sus
dedos.
— ¿Crees que Larry todavía me recuerde? —dijo.
Oh, no. Hacia tanto tiempo desde la última vez que se había
deprimido con eso de Larry, pensé que ya lo había superado.
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—Claro que lo hace —dije tratando de sonar convincente para no
tener que hacerla dudar. Larry habría olvidado su apellido antes de olvidar
a Paige.
Ver a un equipo de rescate sacar el cuerpo muerto de tu novia desde el
fondo de un lago es algo que se queda contigo para siempre. Pero no pienso
que esa sea ni de cerca la manera en la que Paige quisiera ser recordada.
Paige murmuró incoherencias y se lanzó hacia abajo con su rostro
hundido entre sus brazos. Me agaché en la hierba junto a ella —Oye, Paige,
por supuesto que te recuerda. Tú te acuerdas de todos los chicos con los que
saliste ¿cierto? Y tú y Larry salieron juntos como por un año.
—Si —dijo Paige—. Pero los chicos son diferentes.
—No tan diferentes. Nadie te ha olvidado Paige.
Me miró sobre su brazo, con sus ojos grandes y oscuros en su borroso
rostro.
— ¿Qué ocurre contigo hoy? —pregunté—. ¿Por qué estas preocupada
por Larry?
Ella dudo. —Fui a su casa —dijo—. Es solo que, tú sabes, quería ver
cómo le va. Y<
— ¿Y? —me preparé para lo peor. A veces Paige no sabía cuando dejar
las cosas en paz. Había sido una pesadilla cuando lo sorprendió golpeando a
uno de sus amigos un mes después del funeral. Gracias a Dios por su
terrible memoria después de muerta, si no fuera por eso ello ella todavía
estaría histérica por eso.
— ¡Él se ha ido! —Su voz tembló—. Todas sus cosas< su habitación
entera, estaba vacía, su mamá estaba ahí pintando. Yo no sé a dónde fue.
—Oh —dije—. Bien, él tiene veintiún ahora ¿no? Debe haberse
mudado, tener un departamento en algún lado. Tal vez fue a la universidad
fuera del estado. Estoy segura que está bien.
Paige se me quedo viendo. —Universidad, —dijo. Era dónde ella
habría ido si no hubiera<
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—No importa, —dije demasiado fuerte. Un pájaro que estaba sobre la
línea telefónica se estremeció—. No es gran cosa. Vamos adentro. Voy a ver
algo de televisión contigo.
—No, —se quejó Paige—. No, no, no. —Aplastó su rostro entre sus
brazos, sus hombros temblaban. Hasta dónde sé, los muertos no pueden
producir lágrimas, pero eso no impidió a Paige pasar por los movimientos
que ocurren cuando lloras—. Quiero a mamá, —dijo—. ¿Dónde está mamá?
¿Dónde estaba mamá? Mamá estaba huyendo alrededor del mundo
sólo para evitar pensar en Paige. Yo he sido la que he estado con ella a través
de todas las tragedias por las que se ha estado lamentando desde hace más
de cuatro años ¿Qué eso no cuenta?
Incluso en ese destello de ira que sentí en ese momento, sabía que no
contaba en nada.
Paige en la noche anterior, hace cuatro años, era mamá la que estaba
revoloteando alrededor de ella, riendo con ella y tocando su cabello. Sabía
eso porque las había escuchado a través de la pared, entre la habitación de
Paige y el baño, dónde yo estaba sentada en el borde de la tina. Había ido a
la cama en medio de la oscuridad, y odiado a Paige por tenerlo todo, por no
notar lo que me estaba pasando en la escuela, por no preocuparse la odiaba
demasiado y deseaba que ella desapareciera para no volver jamás.
La culpa bulló en mi estómago. —Ella estará en casa pronto, —dije.
No es que Paige encontrara algún consuelo cuando Mamá regresará. ¿Qué
habría hecho ella en ese entonces, cuando Paige se molestaba? No puedo
replicar los abrazos o calmar la voz.
Incluso si a Paige le gustará un barril de cerveza de raíz, ella no podía
beber uno ahora.
La brisa acarició mi rostro, olía a las margaritas de Mamá y al rosal de
los vecinos. Flores.
Ese era uno de sus rituales: Mamá y Paige se paseaban en la tienda de
flores, escogían el mejor ramo y lo dividían, una parte iba en la mesa del
comedor, la otra en el escritorio de Paige. Nada ponía a Paige más radiante
que un ramo de flores para enterrar su rostro en ellas.
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Metí mis manos en mis bolsillos. Solo tenía un dólar con cincuenta
centavos para la merienda. Pasé las últimas semanas juntando el dinero para
compra en la tienda del ejército de salvación estas estúpidas botas.
Demonios, estábamos en plena primavera. Cualquier idiota puede
conseguir flores gratis. Esa sería una pequeña sorpresa para animar a Paige,
podía con eso.
—Ve adentro, —le dije—. Ve con papá, estaré aquí pronto.
Paige se volteó. —Papá fue a una comida con un cliente.
—Bien, ve hacer cualquier cosa ahí adentro. Mi radio esta encendido
¿no es así? Escucha algo de música. Estaré aquí en media hora como
máximo.
—Está bien —dijo con su voz llena de melancolía y floto a través del
porche.
Corrí alrededor de la casa para tomar la vieja bicicleta de la cochera.
Cuando regresé al frente, Paige sólo se desvaneció en la pared.
Me subí a la bicicleta y la deslice, pasé unas cinco casas antes de
comenzar a pedalear. En la esquina, giré a la izquierda en la avenida Mabel.
Seis cuadras arriba, la barda de Rockefeller PS, mi antigua primaria apareció
limitando con el parque de la ciudad. Los encargados del parque solo se
molestan en cortar el césped una o dos veces al mes, y la mayoría de las
veces se olvidaban de los bordes.
Cuando frené afuera de la zona de juegos, las ruedas chillaron, Melvin
estaba haciendo su ronda habitual. Él era un extraño viejo con cejas tupidas
y un bigote flojo, era tan tenue que si no fuera por su traje amarillo se habría
desvanecido en el paisaje. Era la única persona muerta que conozco que
estaba siempre vagabundeando, algunas veces en el patio de la escuela, a
veces en el centro comercial que estaba a unas cuantas cuadras, a veces en la
calle que estaba a la derecha pasando mi casa.
Lo llamaba Melvin en mi cabeza porque el lucía como un Melvin, pero
no tenía idea de cuál era su verdadero nombre. La única vez que trate de
iniciar una conversación, él me había señalado con su bastón y farfulló algo
sobre “La corrupción de una metrópolis decadente se desmorona sobre las
cabezas de las masas.” Yo lo dejé solo después de eso.
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Ahora balanceaba su bastón como si estuviera en un campo de golf
mientras pasaba al lado de mí, golpeando a través de la malla que rodea la
pista de tenis que está a la izquierda del patio de la escuela. Asentí en su
dirección y él entornó los ojos, cuando siguió su camino incliné mi bicicleta
en la cerca y arrastre los pies a lo largo de la orilla de la pista de tenis. La
hierba ahí era diversa, atravesada por ramas de violetas salvajes, tréboles,
pequeñas flores azules que rozaban mis pantorrillas.
Me arrodillé y empecé a recogerlas. Después de unos tropiezos,
encontré una técnica: tomarlas con la mano derecha, sostenerlas con la
izquierda. Tomé un montón de todo menos de los dientes de león, que para
Paige eran más como si fueran hierbas que flores. Cuando llegué al final de
la cerca, mis dedos estaban pegajosos con un color marrón-verde savia.
Volví a la zona de juegos y me detuve en la rampa de madera de un tobogán
para evaluar mi ramo. Los colores y las formas mezcladas eran la pesadilla
de cualquier florista, pero el montón era grande y brillante. Olía dulce
cuando acerque mi nariz a él. Lo extendí delante de mí, lo examine y decidí
que hacer.
Detrás de mí, en la zona pavimentada a las afueras de la escuela, unos
zapatos comenzaron a golpear el pavimento al mismo tiempo que sonaba un
golpeteó de una pelota de basquetbol. Me senté en la hierba y puse las flores
en mi regazo. El problema sería llegar a casa en la bicicleta sin perder los
pétalos en el camino. Jalé el dobladillo de mi camisa, tratando de averiguar
si podía envolverlas sin dañar ninguna flor. Funciono siempre y cuando
mantuviera mi mano sobre ellas. Me apoyé en un lado de la rampa, y
empecé a ponerme de pie.
Una tímida, ligera y nasal voz flotaba hacía mi desde la distancia.
— ¿Esperando por alguien?
Titubee, todavía medio inclinada. Era una voz que conocía.
—Hola, preciosa, —dijo otra voz familiar—. Me estaba preguntando si
alguna vez ibas a llegar hasta aquí.
Me di la vuelta y miré por encima de la parte superior de la rampa.
Danielle y Paul estaban entrelazados en el pavimento cerca de la entrada de
la escuela, el cabello de ella caía sobre los varoniles bíceps de él. Estaban tan
entusiastas que podrías decir que usaban sus lenguas incluso desde el lugar
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en el que yo estaba sentada. Lo bueno era que los pequeños niños no habían
salido todavía—sus mentes inocentes habrían sido marcadas de por vida.
Había pasado tanto tiempo desde que yo iba a la casa de Danielle, no
se me habría ocurrido que ella viviera cerca de la primaria Rockefeller. Su
casa estaba a media cuadra de Mabel; podías ver la parte de arriba del
edificio de la escuela desde la ventana de la habitación de sus padres.
Solíamos estar ahí después de clases, tomar algunas galletas de la cocina, y
jugar con muñecas por toda su habitación.
Antes, cuando nosotras éramos las niñas inocentes.
Danielle se apartó de Paul y golpeó la pelota que él tenía debajo del
brazo. Ella rió cuando él se lanzó tras ella.
— ¡Juegas sucio! —grito él. —Tiro libre para el equipo de casa. —Y se
inclinó para otro juego de hockey sobre amígdalas. Miré hacía la grava y
combatí las ganas de vomitar.
Después de un siglo o dos, por fin se separaron. —Tengo que echarle
una mano al ensayo atrasado de la Sra. Corning, —dijo Danielle jadeando—.
Juro que se estaba escondiendo de mí. Fui por todo Frazer buscándola. Así
que, ¿vendrás más tarde? Mis padres no estarán hasta las seis.
—Ahora, esa es una invitación que no puedo rechazar, —respondió
Paul—. ¿No vas a recoger a tus hermanos?
—Ellos irán con unos amigos hoy, —dijo ella—. Solo seremos
nosotros.
—Así me gusta —dijo rodeándola por los hombros con su brazo,
mientras vagaban por el pavimento y por todo el campo.
Me caí contra las tablas de pino de la rampa. Inservibles habían sido mis
palabras de ayer. Por supuesto, Danielle pensó que yo era suciedad de
perro, así que, ¿Por qué a ella le importaría lo que yo dije? Y Paul puede ser
bastante hábil. Él probablemente la convenció de que yo estaba haciendo
esas cosas para llegar a ella. No había dado ningún detalle, ningún nombre.
Era bastante fácil de imaginar que eso era cierto. El último par de años ella
no ha tenido ningún tipo de falta en la práctica de ignorarme.
—Perra, —murmuré. Las flores crujieron cuando apreté mis manos.
Ella supuestamente debería parar esto. Ser cortante hasta que averiguara
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que es lo que él ha hecho. Pero no, nada podía detener a la señorita Danielle
Perry de ser dulce como la miel de mesa barata. De ser así con todos menos
conmigo.
Bajé la cabeza, respirando el aroma que ahora olía empalagoso. ¿Iba a
hacer algo bueno, de todas maneras, si la obligo a enfrentar los hechos? ¿Eso
realmente la compensaría por todo lo que ella ha hecho? No. Claro que no.
Pero ese no era el punto. El punto era, que ella necesita darse cuenta cómo se
siente ser abofeteado en el rostro por alguien con el que uno cuenta. Para
que todo el mundo piense —no, sepa —ahora que ella lo merece.
Me levanté, mis piernas estaban temblorosas. Yo no había perdido
aun. Todavía tenía los detalles y los nombres. Podía conseguir más. Norris y
Bitzy estaban al acecho, y yo apenas había comenzado con Tim. Tal vez
tendría que decirle directamente lo que quería. A él no parece importarle
mucho Paul. Demonios, él tal vez hasta podría probarlo. Ya me ha
sorprendido un par de veces.
Desde adentro de la escuela, el timbre sonó. En cualquier momento, el
jardín estaría lleno de niños pequeños. Me apresuré a llegar a mi bicicleta.
Juntando las flores adentro de mi camisa, acunándolas con mi brazo.
Entonces manejando con una sola mano me fui de ahí para llegar a casa.
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Capítulo 8
Paige sonrió radiante cuando le mostré las flores y permaneció toda la
noche cerca de la maceta que puse en mi tocador. Incluso me deseó las
buenas noches con un ligero beso en la mejilla. Pero cuando me desperté la
mañana siguiente con el pitido estridente de mi alarma, ella estaba
lloriqueando bajo el escritorio.
Ella se quedó alrededor de mi habitación, me vestí para la escuela,
saltando todas sus habituales quejas sobre mi elección de ropa, simplemente
dando vueltas a su pelo y suspirando. Cuando le pregunté qué estación de
radio que quería, se encogió de hombros. —La que sea. No importa.
Serví un vaso de agua fresca en el florero. Las flores ya estaban
marchitas.
En el momento que me dirigí hacia la puerta, sentí como si una
palabra inadecuada fue tallada en la frente. Encontrar a Tim de pie en
nuestro pórtico no mejoró mi estado de ánimo.
—Hola, —dijo, cuando me detuve en la puerta y lo miré. Él vaciló,
entornando los ojos hacia mí. Su cara estaba pálida por todas partes, pero
tenía manchas debajo de los ojos.
—Hola, —le dije. Detrás de él, el Oldsmobile fue estacionado en un
ángulo en la entrada. Uno de los neumáticos traseros había arrancado el
borde del césped.
Tim siguió mi mirada. —Oh. Lo siento. Estoy fuera de mi juego hoy.
Podrido dolor de cabeza. —Se frotó la frente y me dio una sonrisa
dolorosa—. Voy a estar mejor con un poco de café. Pensé<uh, mi padre ir{
a trabajar por lo menos en media hora más o menos, pero yo quería
encontrarte antes de ir a la escuela. Así que voy a comprar el desayuno y,
luego, ¿Vamos a intentarlo de nuevo?
— ¿Todo bien, Cassie? —Llamó papá desde arriba.
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—Sí, no hay problema. —Bajé al pórtico y deje la puerta cerrada—.
¿Cómo encontraste mi casa? —Le pregunté a Tim.
—Bueno, tú me dijiste que vivías en la calle Earl —dijo—. No hay
muchos McKennas en la guía telefónica.
Para un tipo que había afirmado no ser un acosador, él sabía muy bien
los trucos del oficio.
—Entonces, ¿Vamos? —dijo Tim, pasando de un pie a otro.
—Tengo que ir a la escuela, —le recordé—. Y estoy segura que tú
también.
—No tuviste problemas faltando ayer.
—Bueno, tú debes dar a las personas una pequeña advertencia antes
de querer arrastrarlos a alguna parte. Haces que parezca como chasquear los
dedos y se supone que tengo que ir.
Tragó saliva audiblemente. —Yo... No fue mi intención, pensé...
—No importa. —Yo no estaba molesta con él. Era sólo otra grieta en
un día que se sentía como si estuviera cayendo a pedazos antes de que se
hubiese empezado aún.
Así que esperaba que fuera a su casa, para encontrar a la mujer que no
quería que la dejara siquiera ver. Me acordé de persecución de ayer —la
forma en que había escapado, huyendo de mí— y se aprieta el pecho.
En mi boca comenzó a formarse un no, pero me di cuenta a
tiempo. No pienses en eso. Piensa en Danielle. Si hago esto para Tim, si su
madre huía de mi o si decidía a hablar, yo podría pedir una cosa a cambio.
Eso no sería justo, ¿verdad? Eso haría que valga la pena.
—Sí, sigo ayudándote —dije—. Pero necesito que hagas algo por mí.
¿De acuerdo?
—Claro, —dijo Tim—. Lo que sea. Quiero decir, sólo dime lo que
quieras.
Este no era el tipo de discusión que quería que papá escuchara. Y Tim
parecía a punto de caerse por las escaleras.
— ¿Qué tal si conseguimos el café y vamos a hablar de ello cuando
estés consciente?
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Él se echó a reír e hizo una mueca. —Me gusta ese plan.
—Muy bien. —Miré el auto—. Para que lo sepas, voy caminando.
—Sí, no es una mala idea. Creo que vi una cafetería en la esquina.
¿Está bien si dejo el coche estacionado aquí?
—Claro que sí. Va a ayudar a mi papá a rastrearte si decides
secuestrarme en el camino.
El único problema caminar fue que Tim no podía dar un paso o dos
sin una mueca de dolor con la cabeza. Nos debió haber tomado dos
minutos, pero con él fueron diez. — ¿Por qué no tomas algunos analgésicos
o algo así? —Dije cuando por fin llegamos a la puerta del Café De Lite.
—Está hecho, —dijo Tim—. No te preocupes. Un expreso hace
milagros.
Supongo que el Sr. Alcohol a mediodía sabía de lo que estaba
hablando. Nos sentamos en una mesa de patas delgadas en el patio de
concreto, yo con un mochaccino y un panque de arándanos y él con su café,
y su color mejoraba con cada sorbo. Cuando llegué al final de mi taza, él ya
iba por su segundo y alegre como es.
—Está bien, —dijo—. Estoy cien por ciento despierto. Entonces, ¿qué
era lo que querías?
Tragué una bocanada de panque y decidí simplemente tirarlo por
ahí. —Todo lo que sabes acerca de Paul< Y Danielle. Todo ello.
Él ladeó su cabeza. — ¿Puedes ser más específica? Te puedo decir la
fecha de nacimiento de Paul, o el color favorito de Danielle, pero no creo que
eso sea lo que estás buscando.
Su reacción fue mejor de lo que yo esperaba. Parecía estar bien con
eso, sólo prudente. Tal vez Tim no era tan malo, al menos cuando puedes
hacer algo que él quiera.
—La mayoría de la gente no sabe cosas, —le dije—. Cosas que ellos no
quieren que la mayoría de la gente sepa. Incluso si es sólo algo que
escuchaste y no lo sabes con certeza. Está todo bien.
—Creo que esto es más de esas cosas de vigilante que haces.
—Sí, se podría decir eso.
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Hizo girar la taza en sus manos, haciendo el remolino de la
espuma. —Tú sabes, Paul y yo no somos tan cercanos. Tal vez nos utiliza
para pasar el rato nada más, pero incluso entonces... No es que hablamos de
un montón de cosas profundamente secretas. ¿Por qué él y Danielle, de
todos modos?
—Danielle y yo éramos amigas —le dije—. Le debo unos pocos.
—Así que esto no es sobre el bien del mundo en general. Es personal.
Me puse rígida. —Creo que el mundo en general se beneficia de la
mierda que la gente saca a la luz. Así que, ¿Vas a ayudarme? —Empecé a
ponerme de pie—. Porque si no, tengo una clase a la cual ir.
—Oye, siéntate, —dijo Tim—. No es gran trato. Me quedaría con
mamá sobre de cualquiera ellos en cualquier momento. Y supongo que te lo
debo por lo de ayer.
Me senté, y cruce los brazos sobre la mesa, lista para escuchar. Tim
dejó su taza. —Lo que sé sobre Paul... Hace un montón de chistes sobre lo
que hace con otras chicas, pero yo no creo que realmente lo haga, no por un
tiempo. Nunca nadie menciona nada en particular. —Hizo una pausa—. Él
empezó a llamar a su coche lovemobile, así que tal vez él hace algo en su
auto.
— ¿Qué tipo de auto?
—Mustang GT, —dijo Tim—. Rojo. No es convertible. Por lo general lo
estaciona por la calle y no en el estacionamiento de la escuela. Por miedo a
que algún estudiante descuidado lo choque.
—Bueno, eso es algo. —Tendría que decirle a Norris y Bitzy para que
mantengan un ojo en ese auto. ¿Quién sabe con quién habría estado saliendo
de ahí? —. ¿Algo más? No tiene por qué ser cosas de chicas.
Tim lo considero, empujando la taza en un lento círculo con el pulgar.
—Con excepción de Danielle, y los chistes, de lo único que realmente habla
es de deporte. Está en el equipo de baloncesto y el equipo de atletismo...
Uhm, probablemente ya lo sabes, estuvo bastante molesto por no estar en la
lista del atleta del año, ya que este es su último año en Frazer.
Mis labios se curvaron.
— ¿Qué? —Dijo Tim— ¿Eso es bueno?
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—Sólo sé algunas cosas que Paul no sabe. —Al igual que había estado
originalmente en la lista de nominaciones. Al igual que sus amigos le habían
impedido ganar—. Entonces, ¿Qué hay de Danielle?
—No hay mucho que decir allí. Yo solo la veía cuando salíamos en
grupo. Ella va a participar para el consejo de estudiantes el próximo año,
dice ella, y tenía algún trabajo en el centro comercial que se cayó. Parecía
molesta sobre eso. Creo. —Negó con la cabeza—. Eso es todo lo que
tengo. Honestamente, sí, habla algún tipo de cosas duras, pero he visto
también que ella hace cosas como pasar su hora de almuerzo ayudando a
una chica que apenas conoce a sacar una mancha de su camisa.
Naturalmente Danielle mostraba su espíritu generoso cuando la gente
alrededor la veía. Levanté las cejas. — ¿Eso es lo que te pasas haciendo todo
el tiempo con los chicos?
Tim hizo una mueca, y sentí una pequeña punzada de culpa. Luego,
lentamente, una pista de una sonrisa asomó en su rostro. Se me hizo más
incómodo que el gesto que tenía.
—Tú sabes —dijo—. Hay una fiesta en la casa de Matty mañana en la
noche. Yo no estaba pensando ir, veo a muchos de esos chicos, pero si
quieres ir<
— ¿Yo? ¿Una fiesta? —Lo más parecido a una fiesta en la que había
estado en cuatro años fue el pasado baile de secundaria, cuando todas las
niñas se negaron a estar por lo menos a cinco metros de mí y los chicos se
turnaban soplar bolas de papel ensalivado y murmurando comentarios
lascivos de mi—. ¿Pero yo...? Ni siquiera me dejaran entrar.
—Claro, si vienes conmigo. —Me miró con curiosidad—. Pensé que
podrías obtener todos los chismes que quisieras. Y no me va mal tu
compañía. Pero no tienes que hacerlo. Es solo una idea.
Bien, ahora que él pensaba que yo era gallina. Apreté los
dientes. ¿Cuál era mi problema? Sería espectacular. Todos los mayores
impostores en una casa, conseguirlos borrachos y drogados, con las
defensas abajo. Podría juntar más basura en una noche de lo que durante
todo el año.
—Lo voy a considerar, —dije.
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—Deberías venir —dijo, su sonrisa era cada vez mayor—. Sería...
Interesante, de todos modos.
Un dependiente de la tienda arrastró sus pies hasta nuestras mesas. —
¿Quieres algo más? —preguntó Tim.
—No, estoy lista para salir de aquí.
Él dudó—. Así que, ¿A mi casa?
Muchos pensamientos se agolpaban en mi mente: él me dio todo lo
que me podría dar, podría marcharme sin mirar atrás, sin tener que hacer
frente a esta persona muerta que no quería tener nada que ver conmigo. Tan
rápido como habían llegado, los pensamientos se alejaron.
Tim había dado su granito de arena, y yo estaría tan llena de mierda
como el resto de ellos si me salía a cabo con la mía.
— ¿Por qué no? —dije. El alivio se apoderó de su rostro tan rápido
que casi creía que comenzaría a llorar—. Haré lo que pueda, —añadí
rápidamente—. Ella estaba un poco< tímida la última vez. No puedo
prometer que esto va a funcionar.
—Supongo. —Confiaba en él, basta con preferir correr el riesgo de
cinco minutos en el auto que caminar otra media hora de conversación
incómoda.
Naturalmente, Tim consiguió trabajar en un montón de torpeza entre
nosotros todos modos. —Si no te importa que te pregunte, —dijo,
empujando hacia atrás la silla para levantarse—. Sobre los espíritus y esas
cosas. ¿Cómo es eso? ¿Los estás viendo? ¿Desde siempre?
Mi garganta se cerró, y me di la vuelta de donde yo estaba para que no
pudiera ver mi cara. Hice puré con mis dedos las migajas de panque que
quedaban —Sí, los veo, —dije—. No, no siempre. —Fue a partir de la
mañana después del baile de graduación de Paige.
Yo había retrocedido los recuerdos tantas veces que corría como una
película en mi cabeza. Esa noche, me había quedado hasta la madrugada
escuchando el chasquido de la puerta y el roce de los zapatos de Paige en el
pasillo, y luego despertando tarde y aturdida en la mañana, dándome
cuenta de que me había quedado dormida sin querer. Cuando había pasado
pesadamente la puerta entreabierta de Paige a la escalera, ella estaba
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allí. Sólo tengo una idea de ella, acurrucada en su cama, llorando tan fuerte
que pensé que deberían de ser capaz de escucharla por la calle. Nada
nuevo. Algunas tragedias en la fiesta de graduación, me di cuenta —Larry
había terminado con ella, o besó a otra chica, o que había derramado algo en
su hermoso vestido. Es curioso que mamá no estuviera allí para consolarla,
pero tal vez Paige había estado inconsolable. Ya había ocurrido antes.
Entonces llegué a la cima de la escalera y oí lloriquear a mamá en el
comedor. Mi piel empezó a arder. Mamá nunca lloraba, no donde alguien
podía verla. ¿Dónde estaba papá? El pánico me golpeó, y yo buscaba en el
comedor. Papá estaba allí, de pie detrás de mamá, apretándole los
hombros. Mamá secó las lágrimas con un pañuelo de papel.
—Oh, Cassie, —dijo.
Papá se hizo cargo. —Cassie< —su voz chirrió—. Tú hermana<
Se aclaró la garganta. —Tú hermana... Murió anoche. —Me miró
fijamente. Las palabras me golpearon. No podían irse de mi cabeza. Mamá y
papá estaban equivocados. Paige no estaba muerta. Ella estaba
arriba. Acababa de ver que... ¿No la había visto?
—Cassie —murmuró mamá.
Huí, por las escaleras hacía la puerta de Paige, y miré en su interior.
Allí estaba ella. Sollozando, ahora en voz baja, en la almohada. Abrí la
puerta totalmente, preparándome para decirle que bajara las escaleras y
arreglara las cosas, y fue entonces cuando me di cuenta. El borde de la
almohada, las hojas rosas de impresión, se transparentaba a través de ella. Se
sentó en la cabecera golpeándose contra la pared, y pude ver la cabecera de
arce a través de su rostro de color rosado.
— ¿Cassie? —dijo—. Cassie, ¡Todo el mundo está loco! No quieren
hablar conmigo, ni siquiera me miran. ¿Puedes preguntarle a mamá que está
mal? No puedo conseguir que me lo digan.
Estaba oscuro y sólido, y nada parecía que fuera real. Lo era, me
quedé pensando, yo quería que se fuera, y ahora se ha ido.
— ¿Cass? ¿Cass, me escuchas? —decía Tim, sacudí la cabeza hacia
arriba. Estábamos en la equina de la calle Earl, de alguna manera habíamos
llegado allí.
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—Estaba pensando, —le dije.
—Sí, me di cuenta. —Él agachó la cabeza—. Quiero decir, siento lo que
te pregunté, yo no tenía la intención de<
—Está bien. Tú querías saber cuándo sucedió. Hace cuatro años.
Inmediatamente después de que mi hermana murió. La parte de cómo, no
sé. No vienen con un manual.
Empujé mi cabello detrás de las orejas y él comenzó a caminar hacia
mi casa, así que rápidamente me fui detrás de Tim. Después de un segundo,
le alcancé.
—Wow, —dijo—. Debe haber sido duro. Siento lo de tu hermana. ¿Tus
padres saben?
Escupí una carcajada. — ¿Qué te parece? Yo estaba asustada al
principio, por lo que he tratado de decirles, y acabe consiguiendo que me
enviaran a un psiquiatra. Todo lo que ellos saben, fue un breve episodio
desconsolado que nunca se repetirá. —Había algunas cosas que no fueron
hechas para que los padres las manejaran. Tener una hija de doce años
balbuceando que puede ver el fantasma de su hermana debe ser una de
ellas.
En el auto, Tim abrió la puerta del pasajero primero. Yo quería
hundirme en el asiento y apoyar mi cabeza contra la ventana, pero no con
Tim viendo. Ya estaba mirándome divertido. Tuve que unírmele.
— ¿Por qué pasa contigo, todas esas cosas? —Me dijo—. Es
interesante. —Hizo girar la llave en el contacto, y el motor tosió.
—No conozco a muchas personas que hablan con los muertos, sabes,
Tú< hay otras cosas también, además de “Puedo buscar a tú mamá”. Eso es
todo lo que es importante para ti, ¿no? Yo no soy un monstruo que camina.
—No creo que eres un monstruo.
—Bien.
—Bueno, yo no. —Hizo una pausa por un segundo para comprobar su
punto ciego en la entrada—. Interesante y extraña no son la misma cosa. Mi
madre solía decir—, Cada persona que conoces es como una historia
fascinante que nunca has leído antes.
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—Eso es realmente sabio, —dije.
—No sé si era sabio, —dijo Tim—. Pero ella era... buena. Si la
necesitaba, ella dejaba todo. Ella siempre estuvo ahí. Eso es más de lo que
puedo decir de cualquier otra persona que conozco.
—Debe haber sido buena. ¿Y sin hermanos o hermanas?
Él asintió con la cabeza. —Ella decía que en cada familia que conocía
con más de un niño, los padres siempre terminaban teniendo favoritos,
aunque no fuera su intención. No quería que eso sucediera.
Bueno, yo podía refutar eso. —Así que ¿era buena y generosa y todo?
¿No hacía nada para sí misma?
—Fue todo para ella. Realmente le gustaba ayudar, estar ahí para las
personas. Trabajó en el asilo, se ofreció en el refugio de personas sin hogar
durante las fiestas, ¿Es tan difícil creer que alguien quiere hacer todo eso?
Me encogí de hombros. —Es difícil creer que no tenía nada que era
sólo para ella.
—Bueno... —sus ojos fueron distantes mientras examinaba el
camino—. Le gustaba la música. Yo solía venir a casa y ella estaría cantando
algunos álbumes viejos. Y tomó clases de piano por un tiempo. Creo que el
teclado sigue en el sótano....
Su voz se detuvo, y me acordé de lo que más bien habíamos
encontrado en el sótano ayer.
—Ya que estamos hablando de historias fascinantes, —dije—. ¿Qué
hay de esto contigo y tú papá?
Tim pisó el freno justo a tiempo para una señal de alto, sacudiéndome
contra el respaldo de mi asiento. Mientras esperaba al otro auto para hacer
su vuelta a la izquierda, flexionó los dedos contra el volante.
— ¿Qué quieres decir? —dijo, su voz endurecida.
—No estoy ciega. Ayer parecía como si prefirieras ser apuñalado que
decir hola. Y tú mismo me dijiste que no podía hablar con él.
—Sí, bueno, no quiero hablar de él tampoco, ¿De acuerdo?
— ¿Crees que vivo para compartir historias acerca de cómo veo a la
gente muerta?
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—Sólo déjalo en paz —espetó.
Incliné la cabeza hacia atrás y miré el techo gris del coche. —Lo que tú
digas.
El coche siguió adelante, Tim mirando tristemente
frente. Pensando. Era como ese día en el parque, una vez más. Él era
entusiasta de escuchar acerca de las partes extrañas de mi vida, pero no
responde una pequeña pregunta sobre su familia.
—Se fue, —dijo Tim, de repente. Se detuvo, y esperé—. Cuando mamá
se enfermó, y sabíamos que no iba a mejorar, no podía soportarlo. Dijo que
era demasiado difícil para él verla más débil... Por lo que se fue. El hospital
la trajo de vuelta a casa en la etapa final, y se mudó. Estuvo en algún hotel
en alguna parte. Yo no lo veía desde hacía meses. Solo regreso cuando ella
estaba en el hospital nuevamente para los últimos días.
Mi boca se abrió, pero estaba vacía. Yo no tenía palabras para eso.
—Él< ¿Tú pasaste por todo eso por tu cuenta? —Me las arreglé a
decir.
—Bueno, había una enfermera diez horas al día, y mi tía, la hermana
de mi mamá, pasaron muchas noches. Nos ayudó a tenerla allí.
— ¡Qué idiota! Tienes que odiarlo.
Tim no dijo nada, sus ojos estaban fijos en el parabrisas. Un rayo de
nube se deslizaba desde el lago, blanco con el vientre gris. Dio la vuelta en
su calle sin problemas y se estacionó frente a su casa en silencio.
Tomé una respiración profunda. Después de que toda conversación se
había convertido en confesionario, me sentía como estrujada como un trapo
de cocina. Tiempo para apartarme de eso, de enfocarme. La madre de Tim
no pudo escapar del sótano desde ese tiempo, pero nada le impide hundirse
en las paredes o flotar a través del techo. Tal vez yo hubiera hecho algo para
asustarla ayer, pero quizás no se acuerda de mí hoy, de todos modos. Tal
vez tenía miedo sólo de la gente en general. Tenía que asumir que no
importa lo que hiciera, no podía quedarme aquí mucho tiempo una vez que
entre. Tendría que empezar a lanzarme dentro del caso al segundo que
atravesara por la puerta.
Tim frunció el ceño. — ¿No se lo puedes explicar conmigo aquí?
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—Si ella está nerviosa, entre más personas hay, será más difícil poder
escucharla. Tan pronto como esté lista te llamaré.
—Está bien. —Salimos del coche, Tim miró hacia la casa, con la boca
apretada—. Pero tan pronto como sea posible.
—Por supuesto, —dije—. ¿Qué tengo que hablar con ella?
Esperé en el auto mientras él cortaba por el camino de entrada para
comprobar la cochera, —Definitivamente se ha ido, —gritó de nuevo a mí—.
Está bien ir.
Caminamos hasta el pórtico y me entregó las llaves. —Ve delante. Es
la más grande de plata. Voy a esperar aquí.
Busqué entre las llaves hasta que encontré la que necesitaba. El seguro
se interpuso por un segundo, a continuación, hizo clic. La puerta estaba
abierta.
— ¿Señora Reed? —Llamé, saltando sobre la puerta hacia la oscuridad
de la sala. Un poco de azúcar se quedó bajo el polvo. Se me cayó el llavero
en el estante del zapatero, empujé la puerta para cerrarla con el pie, y bajé la
voz—. Señora Reed, necesito que venga afuera por un minuto, por Tim. Sé
que me oye, y si vas a hablar conmigo yo también la puedo escuchar. Es
sólo por Tim, se lo prometo. Creo que quiere saber que usted esta... bien, o
algo. Ahora él piensa que está aquí, no creo que vaya a darse por vencido,
así que vamos a acabar de una vez, ¿de acuerdo?
El sabor del azúcar hormigueo en mi lengua, y la sala se iluminó
débilmente. Entré por la puerta.
— ¿Señora Reed?
El comedor se llenó de un brillo aireado, y dentro del resplandor
flotaba una mujer. Su vestido blanco de verano ondulaba alrededor de su
cuerpo esbelto. Ella se deslizó hacia mí, deteniéndose en el umbral con las
manos cruzadas frente a ella. Debajo de los rizos de su pelo rubio miel, su
rostro era delgado y pálido. Me miró con los ojos del mismo color azul
grisáceo de Tim.
Ella era la persona muerta más bonita que había visto nunca. Si yo no
lo hubiera sabido, podría haber pensado que era un ángel.
— ¿Quién eres tú? —dijo, su voz suave, pero incómoda.
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Respire lentamente. —Yo soy... Una especie de amiga de Tim. Los dos
vamos a Frazer. Él me pidió que viniera.
— ¿Por qué? ¿Qué quieres?
—No quiero nada —le dije—. Es Tim, fue su idea. Lo único que
quiere... Bueno, no sé exactamente lo que quiere, pero creo que le gustaría
hablar con usted, sabe que estamos aquí. Él está esperando afuera. ¿Te
quedarías aquí si voy por él?
Arrugo la frente. —Esto no es una buena idea. No deberías haber
dejado que él<
—Escuche, espere un segundo. —Levanté mis manos—. Dígamelo
todo. Sólo estoy aquí porque él me hizo venir. Su hijo es un chico terco,
usted sabe.
Ella atenuó las sombras que se filtraban a través de ella. —Ya lo sé —
dijo—. Lo siento. No puedes entenderlo. Lo veo mirando hacia mí, allí
sentado en mi habitación o aquí abajo, perdiendo todo ese tiempo cuando
debería estar con sus amigos o prepararse para la universidad o... Se hace
daño y es culpa mía. Si yo pudiera irme, si yo no estuviera aquí en
absoluto<
Ella no tenía más control sobre esto que Paige o los otros, por
supuesto. A pesar de que no podía dejar de preguntarme si podría tener
algo que ver con ella después de todo, algo que ni siquiera se daba cuenta. Si
sus preocupaciones por Tim fueron su propiedad aquí, él no la dejaría ir. Por
supuesto, ¿los muertos no tenían preocupaciones? Pero si ella hubiera
sabido en que mal estado quedaría, entre su padre yéndose y sus amigos
abandonándolo. . .
Tal vez el dolor en su rostro había sido suficiente para que nadie
quisiera quedarse e intentar algo más.
Negué esos pensamientos distantes. Yo no tenía manera de saber, y no
cambiaría nada de todos modos.
—Podría ser que tal vez una vez que hable con usted se sentirá mejor
al respecto, —sugerí—. Puedo decirle que sólo tiene cinco minutos. Puedo
escucharla durante un tiempo, y luego terminamos, todo el mundo regresa a
sus. . . vidas.
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—Pero... Si sabe que estoy aquí, podría ser aún más difícil para él...
¿Difícil para él? Quería decirle que no había manera, ahora que Tim
se concentra en esto, no la dejaría ir, hasta que la encontrará, pero la falta de
esperanza en su rostro me hizo dudar. Sólo había una cosa que se podría
decir y que ayudaría. —Si quieres, puedo decirle que estaba equivocada,
que no estás aquí.
Sus manos se entrelazaron. —No —dijo ella—. Yo nunca le miento, y
no quiero comenzar. ¿No podrías simplemente decirle que estoy aquí? ¿Qué
quiero que empiece a pensar en sí mismo, en vez de en mí?
—No creo que lo vaya a hacer —le dije—. En serio, si yo pudiera, yo
prefiero hacerlo de esa manera. Pero si usted no lo escucha a él, creo que va
a seguir intentándolo, y tal vez eso va a terminar peor.
Nos vimos una a otra durante un largo rato, y luego bajó la mirada.
—Está bien —dijo, en voz baja—. Vamos a tratar. Cinco minutos.
La puerta principal crujió, y Tim asomó la cabeza dentro. — ¿Cass?
¿Qué está pasando?
—Dije que esperaras, —le dije, mirando a su mamá. Miró más allá de
mí a la puerta. Después de un segundo, ella asintió con la cabeza.
—He estado aquí siempre, —dijo Tim—. ¿Tú ni siquiera<?
—Está bien, está bien. —Me hundí en el sofá—. Entra, ella está aquí.
Tim acechaba en el centro de la habitación, la puerta se cerró detrás de
él con un fuerte golpe. Giró sobre sus pies, mirando hacia las sombras. Su
mamá se cernía a su lado. La luz en su interior parpadeaba.
—No vas a ser capaz de verla, —le recordé.
—Bien. —Su boca se abría y se cerraba y abría de nuevo.
—Por ahí. —Incliné la cabeza en su dirección—. Debes poner en
marcha lo que querías decirle a ella. Tenemos cinco minutos.
— ¿Cinco minutos? ¿Por qué?
—Ella así lo quiso en absoluto. Dijo que tú estabas pensando mucho
en ella. Eso la está molestando.
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— ¿Pensando en ella? —Arrugo la frente—. ¿Mamá? —dijo. —. Por
supuesto que estoy pensando en ti. Sí eres tú, ¿verdad? Quiero decir, ya no
te duele, ¿oh sí?
—No hay dolor, —murmuró, sonriendo.
—Ella dice que el dolor se ha ido, —Le dije.
—Bien —Él me miró— Lo siento, no es que no te crea, es solo... tengo
que estar seguro de que es ella.
Me encogí de hombros y levanté las cejas hacia su mamá. Ella se
deslizó hacia delante, lo suficientemente cerca para tocar su hombro con los
dedos. Su mirada nunca dejó su cara. —Antes de ir al hospital la última vez,
le di mi anillo de boda para mantenernos cerca, así sabría que estaría a salvo.
—Ella dice que tú tienes su anillo de bodas.
Sus ojos se agrandaron. —Ella... Ella está realmente aquí. —Se dio la
vuelta, como si pudiera echar un vistazo de ella si se movía con suficiente
rapidez—. Está bien. Está bien. El anillo... ¿Querías que se lo diera a papá?
Él no ha preguntado al respecto, pero creo que él sabe que lo tengo.
—Es tuyo ahora. Haz lo que creas que es mejor.
—Te puedes quedar con él, o lo que creas mejor. —Miré el reloj. Iba la
mitad del tiempo arriba, pero tal vez para su madre era más fácil darle un
poco más.
— ¿Te vas a quedar aquí? —preguntó Tim a la sombra.
Su sonrisa se rompió, cayendo a un lado. —No lo sé. Yo no creo que
sea mi decisión.
—Ella no lo sabe. No depende de ella —añadí—. Por lo que puede
decir.
—Oh. Yo... ¿Hay...? —Su voz se quebró, y él se quedó mirando el
suelo. Se me ocurrió que podría tener algo que decir que él no quería que
escuchara, algo que sólo entre él y su mamá. Bueno, yo no podía ayudar.
—Debería irme, —dijo su mamá.
—Hey, solo tenemos un minuto más —le dije a ella. Y entonces
a Tim— Si hay algo más, debes decirlo rápido.
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— ¿Cómo puedo...? ¿Qué debo hacer? —le espetó, con voz tan cruda
que levante la mirada de mi reloj. Su rostro se había ido y con manchas de
color rosa—. Todos... Ahora es diferente. La gente habla a mí alrededor en
vez a mí, actúan como si nada, como si hubiera sido sólo una excusa para
decir que lo sientes y sentirse bien por pretender darme atención, como si ni
siquiera notaran cómo me siento. Y papá. No puedo confiar en él y tía
Nancy se fue a casa, por supuesto< No hay nadie. No sé qué hacer.
Su madre se acercó, tocando su mejilla. —Dile que... Dile que he
perdonado a su padre, y él debe tratar de hacerlo. Dile que debe vivir la vida
de la manera que él quiere y estar cerca de personas que se preocupan por
él. Hay personas que se preocupan. Y, por favor, que necesita cuidar de sí
mismo. Le es difícil dormir. Creo que es —negó con la cabeza—. No me
gusta.
Ella le besó los dedos y rozó su frente sobre ellos. —Yo estoy aquí.
Estoy bien. Cuídate de ti mismo ahora. —Ella se alejo en la pared.
Repetí sus palabras a Tim. Él no levantó la mirada. Después de un
minuto de silencio, dije, —Ella se fue. De la habitación, quiero decir.
Él se hundió en el sillón en la esquina, con los hombros caídos. Yo me
ocupé tirando de un hilo en la tapicería del sofá. Un olor fino, moho estaba
empezando a filtrarse fuera de los cojines. Tim se aclaró la garganta, pero no
salió nada.
Nos sentamos en la oscuridad, con las cosas que había dicho, las cosas
que ella había dicho, las cosas estoy seguro de que deseas no haber
escuchado hablar, hasta que pensé que todo iba a ahogarme.
—Me iré, —le dije, levantándome—. Llegare tarde a clases.
Tim miró mi cara. El color se había instalado en su rostro y sus ojos
eran claros, no con lágrimas. Empujo sus pies sin mucho esfuerzo. Pero
cuando sonreía, parecía que su cara se iba a romper por la mitad y
desmoronarse.
—Gracias, —dijo—. Quiero decir, gracias no dice ni la mitad, pero no
sé qué más decir.
—No te preocupes —le dije—. Es algo que puedo hacer, eso es todo.
—Me abrace a mí misma, mis brazos cruzando el pecho. No podía culparlo
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si iba a sentirse un poco mal, pero yo no creo que ninguno de nosotros
quería que estuviera aquí para verlo. No había nada que yo pudiera decir
que lo hiciera sentirse bien. No podía siquiera confortar a Paige sobre
nuestra madre, yo lo sabía mejor que nadie.
—Algo que nadie más puede hacer, —dijo, y se echó a reír en una
forma chirriante—. ¿Así que supongo que te voy a recoger mañana a las
nueve?
Bien. La fiesta. Abrí la boca para protestar, pero algo en la forma en
que me miró, me sacó una sonrisa, dejé de esas palabras salir. —De acuerdo
—dije—. A las nueve.
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Capítulo 9
A Tim no parece preocuparle perder las clases cuando se supone que en
dirección serán condescendientes contigo, era extraño. Yo falle en cuatro
ocasiones y tuve al Sr. Gerry, el orientador, respirando bajo mi nuca.
El Sr. Gerry y yo hemos sido amigos desde mi primer día en Frazer,
mamá y papá pensaron que con mi ataque de pánico por la muerte de Paige
y mi miserable rendimiento escolar después de eso, ellos deberían darle al
orientador una oportunidad. Así que mientras los demás estaban
acoplándose en la primera clase, yo tenía que sentarme en un sofá caído a
escuchar a este estúpido hombrecito diciéndome como iba a ser mi vida.
Tenía un rostro en forma de manzana, grandes mejillas y un nudo en la
barbilla, con un desorden de rizos revueltos en la cabeza.
Él me aseguró que si trabajábamos juntos, mi tiempo en Frazer sería
más agradable y productivo, una sonrisa cruzaba por su cara en forma de
manzana, como tratando de parecer el hombre más confiable en el universo.
—No temas en pedir mi ayuda —dijo, entrelazando sus dos grandes
manos sobre de sus rodilla—. Para eso estoy aquí.
Seguro que él ha "estado aquí" por bastante tiempo, me había estado
vigilando a lo largo de mi primer año, espiando a escondidas en mis clases y
mirándome de reojo a la hora del almuerzo, preocupándose porque yo no
estuviera haciendo amigos que él pudiera ver, y en cambio, mi lista de
enemigos iba en aumento. Me metí en un problema porque desaire a
alguien, y él me llamo a su oficina.
— ¿Por qué te empeñas tanto en alejar a tus compañeros? —se quejó,
prácticamente retorciendo sus enormes manos. No lo sé, yo tenía ganas de
preguntarle ¿Por qué ellos se empeñan tanto en alejarme a mí? Al menos yo sólo
lo hacía con aquellos que se lo merecían. Pero eso no encajaba en la versión
del universo del Sr. Gerry, donde todo el mundo estaba bien y todo el
mundo era feliz.
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Después de un tiempo, por supuesto, mis compañeros se dieron
cuenta que era más seguro dejarme en paz que cruzarse en mi camino. Y
Norris descubrió que el Sr. Gerry estaba quebrantando una política de la
escuela y una ley o dos del aparcamiento subterráneo de maestros. Así que
llegamos a una clase de acuerdo. Él seguía preocupado por mi falta de
amigos, pero yo no me metería en más problemas, y pienso que él se dio
cuenta que eso era lo más lejos que iba a llegar conmigo.
Ese viernes, el día después de la charla con la mamá de Tim, se debió
haber sentido especialmente dócil. Me quede dormida y tuve que hacer
malabares para llegar a tiempo a clase. Faltaban 5 minutos para que sonara
la campana de salida y los pasillos estaban atestados. Mientras la presión de
los cuerpos me arrastraba más allá de la oficina de orientación, el Sr. Gerry
fue detrás de mí. Con un par de chicos gritando sobre clasificaciones de
basquetbol a mi derecha y un montón de chicas hablando efusivamente
sobre alguna nueva comedia romántica a mi izquierda, no lo escuche
llamándome hasta que me agarro el hombro.
—Srita. Mackenna —dijo—. ¿Unas palabras?
— ¿Qué? —casi me aplasto contra su cara cuando me giré. Estábamos
justo en el centro del pasillo, interrumpiendo el tráfico. El Sr. Gerry hizo una
expresión de dolor.
— ¿En mi oficina?
—La clase está por comenzar.
Él resopló, haciendo sus mejillas aún más redondas. —Recibirá
justificante por llegar tarde. Y si se niega a hablar conmigo, me veré obligado
a llamar a sus padres y hablar con ellos.
—Yo nunca dije que no iba a ir —le dije. Caray, uno pensaría que el
hombre apreciaría mi esfuerzo para llegar a clase a tiempo.
El Sr. Gerry desapareció entre la multitud, y seguí su camino. La
secretaria de orientación asintió con la cabeza hacia él cuando salimos del
pasillo y entramos en la habitación. El Sr. Gerry abrió la puerta de su oficina
y me invito a pasar.
Había una silla situada enfrente de su escritorio, la misma en la que
me siento desde hace casi tres años atrás. En vez de sentarme allí me apoyé
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en el archivador. El Sr. Gerry echó un ojo a su cómodo sillón. Si se sienta,
puede hacer sus posición favoritas: inclinado hacia delante con la barbilla en
sus manos o echándose hacia atrás con los brazos abiertos. Si se sentaba,
creo que termina con lo que sería la mitad de mi altura. Optó por mi mismo
apoyo torpe, pero contra el escritorio de papeles esparcidos.
—Ha tenido varias ausencias esta semana, Srta. Mackenna —dijo—.
No viniste a las clases de la tarde del miércoles y tampoco a las de la mañana
de ayer. La oficina no ha recibido una llamada telefónica de tus padres y no
se ha presentado una nota.
Después de haber expuesto los hechos, se detuvo para tomar un
respiro.
— ¿Podrías decirme lo que está pasando? ¿Te has metido en algún
problema? Tal vez haya algo en lo que puedo ayudar.
Me pregunté si la oficina ya había llamado a papá. Si él hubiese estado
absorbido por su trabajo, como usualmente lo estaba, podría haber
inventado una excusa sin escuchar siquiera. O tal vez el Sr. Gerry no llamo a
mis padres, para poder tener la oportunidad de hablar conmigo primero.
Obviamente, preocupado por su propio trabajo.
Yo sólo lo mire. Él sabía que me metía en toda clase de problemas. Yo
sólo usualmente podía estudiar en medio de ellos. ¿Que esperaba él que
dijera?
—Cassandra —comenzó.
—Cass —le dije.
—Cass —Se frotó la nariz y se rascó la parte de atrás de la cabeza. Sus
rizos se removieron—. Tus calificaciones son... pasables. Si continúas
faltando a clases, puedes correr el riesgo de reprobar. Eres una chica
inteligente. Estoy seguro de que puedes ver que esto es una situación difícil.
—Muy bien —dije—. Prometo no faltar a más clases. ¿Ya me puedo ir?
Se detuvo con la mano en el cuello. —Me alegro de oír eso —dijo—. Si
estás experimentando cualquier... dificultad de la cual te gustaría hablar,
como tu consejero, por supuesto, yo siempre estaré aquí si me necesitas.
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Como si realmente quisiera escuchar algo de lo que tenía para decir.
Sí, él estaba haciendo su trabajo. Pero yo sabía que mis notas y yo no
habíamos estado cerca de reprobar desde ese incomodo periodo en noveno
grado antes de que todo se arruinara.
—Sr. Gerry —dije—. Creo que puedo manejar esto, siempre lo he
hecho antes, ¿Está bien? No entiendo que fue eso que me soltó a la hora del
almuerzo, así que ¿Por qué no me deja manejar esto por mi cuenta? —Nos
miramos el uno al otro cruzando la habitación por unos buenos 10 segundos.
Después el Sr. Gerry se desplomo sobre su escritorio, con su mirada
deslizándose lejos. Extendió la mano para frotarse la nariz otra vez, se
sorprendió a sí mismo en ello, y dejó caer su mano.
—El año escolar está a punto de terminar —dijo—. Por favor, trata de
mantener tus ausencias al mínimo.
—No hay ningún problema, señor.
La campana sonó cuando entré el pasillo, pero mi clase del primer
periodo estaba escaleras arriba. Dudé por un segundo. Norris había estado
en el estacionamiento de Paúl toda la tarde de ayer y esta mañana. Me moría
de ganas de saber si había visto algo, pero ahora no parecía el mejor
momento para tentar a la suerte y la paciencia del Sr. Gerry.
Me dejé caer en mi escritorio, mientras que la Sra. Waugh estaba
tomando asistencia. Sus ojos parpadearon hacia mí, pero no dijo nada. En el
espacio de diez minutos entre clase y clase, me lancé a la vuelta de mi
casillero. Norris estaba distraído, flotando por el techo, paseando en un lento
círculo. Con su mentón metido y el cuello de la chaqueta puesto hacia arriba,
parecía un buitre maduro. Un par de chicos estaban alrededor de sus
casilleros, en mitad del camino por el pasillo. Unos cuantos más estaban
saliendo rápidamente del aula más cercana. Me deslice entre ellos y abrí mi
casillero.
—Hola, Norris.
Se dejó caer a mi nivel, alejando el cuello de su chaqueta de su cara.
Una sonrisa en su boca se extendía de un extremo de su mandíbula al otro.
—No vas a creer esto, —dijo, con los ojos brillantes.
— ¿Qué? —dije—. ¿Qué pasó?
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—Está bien, está bien —Tosió en su mano y se aclaró la garganta,
como si estuviera preparándose para un discurso presidencial—. Encontré
bastante rápido el auto de Paul ayer. Él lo estaciono a un lado de Frazer. Por
cierto, tiene un lindo juego de ruedas. Paul fue con su novia después de la
escuela, mucho amor empalagoso, después se marcharon. No estaba
pasando mucho. Pero esta mañana —frotó sus manos—. Yo estaba pasando
cerca del campo, porque tú mencionaste lo de la práctica de la pista, y por
supuesto el equipo estaba allí y corría alrededor, Paúl estaba ahí, corriendo
por el campo para calentar y esta chica se paseaba una y otra vez y se
apoyaba en la cerca.
— ¿Esta chica? —interrumpí—. ¿Era Sharon? ¿Cómo delgada y bajita,
con mechones en el pelo, todos de diferentes colores?
—Sí, era ella, Paul la vio, y se sonrojo, parecía como si tuviera miedo
de que alguien se diera cuenta. Él la ignoro y ella se fue, yo creía que eso
había sido todo. Pero entonces, un par de minutos más tarde, Paul le dijo a
su entrenador que había olvidado un libro en su auto. Así que se fue y
¿Adivina qué? La chica estaba esperándolo cuando llego allí.
—Wow, —murmuré. Le había tomado, como, cuatro días continuar
donde se había quedado. Quien sabe cuánto habían estado jugando antes de
esto. Y Danielle no había tenido ni idea. ¿Cómo podía no haberlo visto? Ella
realmente confiaba en él, pensé, apretando mi garganta. Realmente piensa que
está loco por ella. Al igual que yo realmente pensaba que éramos amigas.
Apreté la mandíbula, y sacudí lejos cualquier tipo de compasión que había
sentido hacia él. Las cosas que ella ha hecho, ahora esas cosas volvían para
acecharla. Sólo como era justo que lo hicieran.
— ¿Y después? —Le pregunté, instando a Norris.
—De acuerdo —dijo—. Entonces, ellos se reunieron en el auto, y Paúl
le dijo que no se podía quedarse demasiado tiempo, porque no quería verse
sospechoso, y su novia lo iba a notar, y Sharon le dijo que ella podía hacer
algo rápido si prometía verla el fin de semana. Y, hombre, que fue rápido.
Apenas parpadee y la chica se fue hacia abajo. —Norris enrojeció—. Tengo
que decir, que si hay alguna cosa que hubiera deseado no haberme perdido,
son las cosas que esas chicas pueden hacer.
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—Dios, —dije—. ¡Qué imbécil! ¡Qué idiota! Cuando acabe de
atraparlo... Dios. —Tal vez descubrió que estaba muerto de todos modos,
por lo que igual decidió hacer que valiese la pena.
—Eso todavía no es la mejor parte, —dijo Norris—. Checa esto.
Mientras estaban en ello, el bolso se le cayó al suelo del auto, y un labial se
salió, cayó justo debajo del asiento de pasajeros. Ninguno de ellos estaba
prestando atención, por supuesto. Entonces, ella agarró sus cosas y se fue a
quién sabe dónde, y él se apresuró a volver a la pista de práctica, y ninguno
de ellos lo notó. Así que el labial todavía debe estar allí.
Mi boca se abrió, pero estaba tan llena de temor que me llevó un par
de segundos para pronunciar las palabras. —Él se ha saboteado a sí mismo.
Totalmente.
—Oh, sí.
—Eso es... Gracias, Norris. Eres el mejor. Me gustaría poder quedarme
a charlar, pero tengo que correr a clase. Nos veremos en el almuerzo, ¿De
acuerdo?
—Excelente —dije mientras agarré mi carpeta de historia del casillero.
—Oye, ¿Sabes?, la fiesta a la que dijiste que irías esta noche ¿Quién
dijiste que la estaba haciendo?
—Matti Turuno. Tú lo conoces.
—Sí. —Norris frunció el ceño—. Pensé que te gustaría saber que
estaba peleando con su novia por algo con ese chico Tim. Sonaba muy
enojado. Yo sólo entendí un poco de eso, pero creo que oí tu nombre,
también.
—Bueno, mantén un ojo en eso, supongo. —Mi cabeza burbujeaba
como una lata de soda a la que han agitado. Por supuesto. La fiesta. Podría
toparme con Danielle y Paul como un par de fichas de dómino, y todos sus
amigos estarían ahí para presenciarlo. Y pensar que casi rechace la invitación
a la fiesta. Iba a ser una bomba de fiesta. Dejemos a Matti decir todo lo que
quiera. Nada menos que el Apocalipsis puede detenerme ahora.
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Capítulo 10
Cuando Paige empezó a ir a fiestas, las cosas todavía estaban bien entre
nosotras. Ella me arrastraba a su cuarto, y yo me subía al borde de la cama,
dándole el visto bueno a su peinado y vestido en el momento indicado.
Después crecí lo suficiente para querer tomar prestada su ropa y maquillaje,
y ella decidió que era demasiado molesta. Eso no hizo que no la espiara, por
supuesto. Miré por el agujero de la cerradura o por el espacio en el borde de
la puerta, o escuche sus quejas y suspiros con mi oído pegado cerca de la
pared, hasta que mamá me encontraba y espantaba. Incluso cuando estaba
tan enojada que quería estrangularla con sus bragas, la curiosidad era más
fuerte.
Gracias a eso, todo lo que sé acerca la preparación de una fiesta lo
aprendí de Paige:
1. Bañarse hasta que el agua caliente se acabe. Envolver el cabello en
una toalla y correr al cuarto.
2. Conseguir la loción más cremosa que puedas encontrar y frotarla
por todo tu cuerpo.
3. Meterse dentro de un vestido. Decidir si luces gorda. Sacarse el
vestido.
4. Ponerse una falda y una blusa. Decidir que te luces como si
estuvieras en primer grado. Sacarse la falda y la blusa.
5. Meterse en los pantalones de cuero que has estado escondiendo en
el fondo del armario. Decidir que es muy probable que a mamá y papá les
de un ataque de solo verlos. Meter los pantalones devuelta al armario.
6. Ponerse otro vestido. Comprobar el escote (¿lo suficientemente
bajo?) y el dobladillo (¿lo suficientemente alto?). Decidir si todo el mundo va
a pensar que luces como una vaca, pero estás demasiado cansada para tratar
cualquier otra cosa.
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7. Poner gel en el cabello. Secar hacia abajo para el volumen.
8. Aplicar base, polvo, sombras de ojos, rubor, rímel, lápiz labial, y
todo lo que se puede sacar del cajón de maquillaje.
9. Rociar perfume en pecho, cuello y cabello.
10. Esperar en la cama tan inmóvil como sea posible, para no alterar el
delicado equilibrio de los cosméticos, hasta que tu acompañante llegue.
No me moleste en nada de eso excepto por el número 1, porque, en
serio, es mucho menos probable que la gente te escuche si estas sucia. Me
puse el mismo par de jeans que use para el colegio y agarre una camiseta al
azar de mi armario. Deje que mi cabello se secara solo. Paige habría tenido
un ataque, pero ella convenientemente había flotado fuera en algún
momento, dejando nada más que una brisa de manzanas confitadas.
Ella debe haber estado extrañando mucho a mamá, ya que fue al
aeropuerto para ver llegar el avión.
Viéndome en el espejo, decidí que no hay manera de que el grupo de
Tim pueda pensar que había hecho ningún esfuerzo para verme linda para
ellos.
Tim no llegaría hasta dentro de otros veinte minutos. Bajé las escaleras
y me tiré en el sofá junto a papá. Él estaba viendo La Isla de Gilligan.
— ¿De qué se trata? —pregunté.
—El Capitán piensa que le están haciendo alguna brujería, —dice
papá, riéndose entre dientes.
En la pantalla, Gilligan y el Capitán están discutiendo. Mis nervios
crujían como fuegos artificiales. Traté de mirar, pero les perdía la pista de lo
que estaban discutiendo. Después de algunos minutos, me retorcí en el sofá
y recosté la cabeza en el brazo del sofá. El techo requería menos
concentración.
El sonido se cortó cuando papá silencio la televisión. — ¿Cassie? —
dijo. Me moví para poder ver su cara.
— ¿Si?
Antes de hablar, él tomó sus anteojos, los examinó, y se los puso otra
vez.
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—Esto, ah, esta noche, ¿Es una cita?
Me reí. Las posibilidades de mí teniendo una cita eran menos que una.
No se me había ocurrido que podría parecer como una.
—Nah, —dije—. Voy a salir con un montón de gente. El chico
recogiéndome es solo mi transporte.
—Está bien. —sonrió, y me pregunte si él está pensando acerca de
Paige corriendo por ahí con su cita esa última noche. Tal vez ella saltó en el
agua solo para impresionar a Larry. A papá le gusta culpar a los chicos.
Apuesto a que Paige lo hubiera hecho tuviera a su novio cerca o no. A
ella le gustaba ser un poco loca, tratando de resaltar. Papá nunca supo acerca
de los pantalones de cuero en el fondo de su armario. Yo los saque antes de
que él revisase su cuarto. Están en el fondo de mi armario ahora.
— ¿Estarás en casa para la medianoche? —preguntó papá.
—Seguro, —dije—. Si no llego antes.
—Bien, bien.
—No te preocupes, papá. Voy a cuidarme.
Me senté y le di un rápido abrazo. Al final del pasillo, el timbre sonó.
—Ese debe ser tu transporte, —dijo papá—. P{sala bien. Y recuerda<
— ¿Qué?
Su sonrisa se torno tímida. —Cuídate.
—Por supuesto, —apreté su brazo y salté fuera del sofá. Mientras
llegaba a la puerta, tuve que forzar a mis pies ir más lento. Mi piel estaba
tensa, y mi corazón saltaba como un pez en el muelle. Es solo una fiesta, me
recordé. Solo un montón de chicos pasando el rato. Nada que no pueda
manejar. Seguro, no he estado en una desde hace más de cuatro años, y una
fiesta de instituto está muy lejos de pijamadas preadolescentes—ahí habrá
mucho alcohol y ningún padre—y se hará en la casa de alguien a quien odio
profundamente, pero, realmente, ¿Qué puede salir mal?
Respiré lento y profundo, exhalando el nerviosismo mientras camine a
lo largo del vestíbulo. Entonces aleje mi cabello de la cara y abrí la puerta.
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—Hola, —La luz del pórtico estaba apagada, y las sombras suavizaron
los ángulos de la cara de Tim. Su piel tiene más color de lo que recordaba.
Tal vez la charla con su mamá ha ayudado, a pesar de todas sus
preocupaciones. Bien. Trate de darle una pequeña sonrisa, pero yo estaba
tan nerviosa que salió torcida.
Él arrojó sus llaves de una mano a la otra.
— ¿Estas lista para irnos?
—Solo un segundo —metí mis pies en mis botas, las até, y lo seguí a la
vereda.
Tim no estaba mejor vestido que yo: camisa polo y pantalones caqui.
Si vio algo mal en mi ropa, él no lo dijo.
En el auto, me recosté y estire mis piernas tanto como el estrecho
espacio me lo permitió, viendo las casas pasar. Era real ahora. Estaba yendo
a esta cosa. Mi corazón empezó a saltar otra vez. En solo unos minutos,
podría estar cara a cara con Danielle. Y Matti, y Paul, y otra docena de gente
que preferiría patearme la cabeza a darme la hora.
Quizás esto fue un error. Era como ir por territorio enemigo sin un
mapa. ¿Y si me comen viva? Habría suficiente de ellos que lo querrían hacer.
Tragué pesado. No. Ellos no se atreverían. No importa cuántos de
ellos sean, no importa cuántos me odien, los tengo asustados. Yo tengo sus
secretos. Ellos no pueden tocarme.
Tim se concentró en la carretera donde sus faros iluminaban en el
anochecer.
—Le mencioné a Matti que vendrías conmigo, —dijo después de un
minuto—. Como es su fiesta.
Mi mente volvió a la conversación con Norris esta mañana. Así que
por eso es que Matti ha estado tan enojado.
—Debió haber estado feliz.
—Estaba bastante enojado, dijo que estaba loco y esas cosas. —Tim se
rió bruscamente—. Pero le dije que en serio te pedí que vinieras, y no me iba
a echar atrás, y lo dejó pasar. —Él sonó tan seguro acerca de eso que me
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encontré a mi misma diciendo—, No tenías que hacerlo, no echarte atrás,
quiero decir.
Él me miró. — ¿No querías venir?
—Bueno< —Esta podría fácilmente ser la mejor y la peor noche de mi
vida, en una. Pero él me estaba mirando, estaba hablando como si fuera
importante para él, y de repente mi corazón estaba tartamudeando por una
razón completamente diferente.
Papá me lo preguntó. Tim no podía pensar< Él sabe que sólo era mi
forma de llegar a esta cosa, nada más que eso, ¿no?
— ¿Qué hay del resto? —dije rápidamente—. ¿Lo saben todos?
—Matti saco el tema en el almuerzo, así que mucha de la gente de
Frazer, que estará ahí, saben que te estoy llevando, ¿eso importa?
—No, —dije. No lo hacía, ¿o sí? Danielle vendrá igual, Paul vendrá
igual. Ellos no quieren admitir que los pongo nerviosos.
Dios, era algo bueno que ellos no supieran cuan nerviosa estaba yo.
No pienses así. Mantente enfocada. Es solo una estúpida fiesta. Piensa
en su cara cuando le refriegues la verdad en ella. Por eso estas aquí. Porque
ella se lo merece.
Tim me miró por un momento más antes de desplazar su mirada de
nuevo a la carretera. Fingí no darme cuenta. No podía pensar en él, o acerca
de cualquier otra cosa que no sea seguir con esto, no hasta que haya
terminado.
La casa de Matti se vio desde la mitad de la cuadra, todas las
persianas y ventanas brillantes. Era amplia, de tres pisos, con un enorme
camino que ya estaba lleno de autos.
Tim movió su coche en una U y aparcó al otro lado de la calle.
Mientras yo salía a la acera, él se volvió para agarrar una bolsa con licor del
asiento trasero. Corrientes de música salían de la casa. El sonido era tan
débil que después de unos segundos, no podría decir si estaba escuchando
algo más aparte de mi pulso golpeando en mi cabeza.
Le eché un vistazo a los autos bajo el alumbrado: el Bug amarillo de
Jordana, el Corolla de la mamá de Flo, y el Mustang de Paul, rojo como una
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manzana madura. Leon no manejaba a la escuela, pero él estaba ahí, a pie o
en alguno de los autos que no reconocí. Danielle vendría con Paul.
Cruzamos la calle, la bolsa de Tim tintineando. Yo espere atrás
mientras él tocaba el timbre.
Un chico, que no conocía abrió la puerta—él era de otra escuela,
supuse.
—Salud —dijo sosteniendo en alto una botella de cerveza. Un poco de
pelo del pecho mostró que había dejado su camisa desabotonada. Su mirada
cayó en la bolsa de Tim.
—Excelente, trajiste del bueno, vamos a ver que tenemos aquí.
Él se dirigió a la sala antes de que nosotros lleguemos al umbral de la
puerta, y después de que Tim la cerrara detrás de nosotros, él lo siguió.
Acordes de guitarras se colaron de los altavoces del salón, mezclándose con
las voces de una película desde el segundo piso. Tim no se había molestado
en quitarse sus zapatos, así que me dejé mis botas puestas y bordeé cerca de
la pared de la sala.
Jordana y otras tres chicas se habían colocado en el sofá de cuero.
Hablando audiblemente entre ellas por sobre la música. Jordana chilló de
risa. Leon estaba en un rincón, observando el sistema de sonido mientras
sorbía su bebida. Un par de chicos del último curso de Frazer estaban de
cuclillas en el piso con la consola de videojuegos de Matti, los ojos pegados a
la TV. Ellos recalcaban cada golpe a sus controles con gritos sin palabras.
La mirada de Jordana vaciló en mi dirección brevemente y luego ella
volvió a reírse con las otras chicas como si no me hubiera visto. Tim estaba
en la cocina, supuse, preparando algunos tragos. Solo un patético imbécil lo
seguiría como si estuviera atado a sus talones. Él me hizo el favor de traerme
aquí; ahora yo estaba por mi cuenta.
Pasando el sistema de sonido, pude ver un rincón del comedor donde
latas de gaseosa y bolsas de chips estaban dispersos en una mesa. Cruce el
cuarto, mis botas resonando en el piso de madera, agarre una cerveza de
raíz. Abriéndola, me acomode contra la mesa.
Un grupo de chicos tenían instalado un juego de hockey en un
extremo de la mesa de comedor.
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—Oye, mira esto, —dijo uno de ellos, lanzado una tapa de cerveza en
la pista. Se sacudió de un lado a otro varias veces antes de volar fuera de la
mesa y aterrizar en el suelo. Matti asomó la cabeza desde la cocina. Se echó a
reír con los chicos y dijo algo que no pude oír. Entonces me vio.
Su boca se cerró, y me estudio por un momento, sus ojos tan reducidos
como la línea de tenues pelos en su barbilla, donde estaba tratando que le
crezca barba. Golpeó a uno de los chicos en el hombro, le gritó algo a otro, y
desapareció de nuevo en la cocina.
Mientras estiraba mi cuello para ver a Jordana en el otro cuarto, Matti,
Tim y el Sr. Pelo en el Pecho pasaban por el vestíbulo y avanzaban a las
escaleras. Tim miró alrededor y encontró mi mirada, dándome una rápida
sonrisa. Matti lo codeó para que siguiera avanzando, con el ceño fruncido.
Jordana le agitó los dedos. Cuando él estuvo fuera de su vista, ella se acerco
a mirar una revista que sus amigas habían abierto.
Excepto por esa extraña mirada de Matti, era como si no estuviera
aquí. Tal vez esto es lo que se siente estar muerto, invisible.
Mientras arrastraba los pies por el suelo, una sensación nerviosa
avanzo lentamente a través de mis hombros, haciéndome retorcer. Trate de
beber mi cerveza de raíz como si estuviera realmente contenta en donde
estaba. Mi mano tembló. Bajé la lata.
Luego Flo apareció. Cuando me vio, ella sonrió y se apresuró hacia mí
como si fuéramos mejores amigas
— ¡Cass Mckenna! —dijo, sus cejas arqueadas, su sonrisa mostrando
todos sus dientes—. Oí que vendrías, pero no lo creí hasta ahora.
¿Disfrutando nuestra escena?
La vieja Flo. Tal vez había llegado el momento de que ella supiera
cómo es que alguien se meta en sus asuntos.
—Está bien. —dije.
—Siempre pensé, “Cass sería una gran chica para conocer”. Apuesto a
que tienes todo tipo de grandes historias. ¿Alguna vez pensaste en
escribirlas?
Gran sorpresa< ella me quería como material para el periódico. Es
gracioso como estaba tan ansiosa por hablar conmigo ahora, cuando nunca
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me había dicho una palabra en los casi tres años que habíamos ido juntas a
la escuela.
Podría haberme sentido halagada si no supiera que ella solo estaba
hablándome para poder sacarme cualquier información que quería de mí.
Me encogí de hombros. —No estoy segura de que los profesores
puedan apreciar el tipo de artículos que escribiría.
—Oh, encontraré la manera de pasar por encima de ellos. Tal vez si se
tocaran temas más generales en lugar de personas en específico, pero aún
así, hay mucho a lo que sacarle provecho. —Flo movió la mano
dramáticamente—. ¿Puedes imaginarlo? Seriamos el periódico estudiantil
más popular de la historia, con la clase de exposiciones en la que te
especializas. No hay nada como la verdad brutal para sacudir las cosas.
Ahora que se relajó, su sonrisa es más amistosa que predadora. Quizás
lo decía en serio, después de todo. La miré — ¿De verdad quieres que
escriba para la Gazzete?
—Por supuesto, —dijo ella—. Diablos, te habría hablado antes, pero<
tú no eres exactamente accesible, ¿Sabes? Pero estas aquí, así que pensé, que
mejor oportunidad voy a tener.
Estaba sin palabras. Esto honestamente no encaja con la clase de chica
que esperaba, dado a lo que sabía.
Ella pareció tomar mi silencio como indecisión. —Bueno, piénsalo,
¿Está bien? Si quieres hablar estoy segura que sabes dónde encontrarme en
la escuela.
Agarrando un puñado de papitas son salsa de tomate, ella se alejó
para mirar a Leon. Yo solté un suspiro y tomé mi cerveza de raíz.
Bueno, eso no salió exactamente de la manera que lo esperaba.
¿Alguien deslizó una píldora de amabilidad en su bebida?
Los chicos de la mesa del hockey estaban lanzándome extrañas
miradas. Supongo que no era muy genial pasar toda la noche estancada
cerca de los aperitivos. Hora de moverme, entonces.
Mientras dejaba la mesa, Danielle llegó zigzagueando a la sala de
estar. Ella se dejó caer en un pequeño espacio que se abrió en el sofá junto a
Jordana. Ella se había vestido para la fiesta, por supuesto: un vestido con
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vuelo con una cintura, en el mismo color verde hierba de sus ojos, y un
collar de flores en imitación de oro. Su pelo inflado con mousse, sus pies
descalzos, cada uña perfectamente pintada de un color rosa coral. Paige la
hubiera aprobado.
Mi estómago se revolvió, y yo aparté la mirada. No estaba lista para
ella todavía. Mis dedos se tensaron alrededor de la lata, y me apresure a la
cocina, pasando a los chicos jugando en la mesa de hockey.
Un par de estudiantes de tercer año estaban sacando pizzas de sus
cajas en el mostrador, y otro par estaba buscando entre las botellas del
refrigerador. La habitación gris perlado olía a grasa y queso frito. Mi bota
pisó un charco de gaseosa. Me acerque al fregadero y mire en él, como si
estuviera buscando algo.
Claro que ella está aquí, me dije. Tus sabias que ella estaría aquí. Ese
era el punto. Resiste.
—Hay vasos limpios en el lavaplatos.
Matti ladeó la cabeza hacia el aparato a mi derecha, lanzándome una
mirada. Los de tercer año se escabulleron fuera de la nevera, y él se inclino
en ella, agarrando una botella, sus ojos nunca dejaron de verme. Con el
cabello oscuro y su cara de bebe, estoy segura que se vería como todo un
amor si no fuera por la pseudobarba y las dagas en sus ojos.
Él probablemente quería intimidarme, pero me sentía segura. Puedo
manejar la hostilidad.
— ¿Quieres un trago? —pregunto, como si me estuviera ofreciendo un
sándwich de nudillos.
—Tengo uno, —dije, levantando mi lata—. Gracias de todos modos.
Él cerró el refrigerador y apoyó la botella, cerrada. Su mano se apretó
contra el mostrador. —Mira, —dijo—. No sé qué es lo que crees que estás
haciendo aquí<
—Tal vez deberías preguntarle a Tim, —le sugerí—. Fue su idea.
—Sí, seguro, y monos saldrán volando de mi trasero.
—Sería interesante ver eso.
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Me miró fijamente. —El punto es, esto no es la escuela. Esta es mi casa.
Apuesto a que tienes todos tus pequeños secretos listo para arrojarlos en la
cara de todos. Bueno, aquí a nadie le interesa. Si llegas a mirar raro a alguien
te sacaré tan rápido que creerás que nunca dejaste tu casa.
No podía culpar a Matti por estar de mal humor. Antes, cuando yo
recién empezaba en Frazer, él y un par de amigos habían estado haciendo
dinero vendiendo copias de los exámenes de invierno para los estudiantes
de primer año. Lo peor era que, Norris los oyó riéndose de haberse
aprovechado de los chicos nuevos. Las copias no eran reales.
Ellos habían inventado las preguntas. Los chicos estaban pagando por
el privilegio del fracaso.
En aquel entonces, yo aún no había aprendido que era mejor para mí y
más humillante para ellos si dejaba el negocio entre los estudiantes. Los
profesores se involucraron, los padres fueron llamados, y algunas personas
terminaron temporalmente suspendidas.
Si, fui una estúpida. Pero Matti era más estúpido si pensó que podía
quemarse solo una vez.
— ¿Sacarme? —Golpeé una papita solitaria—. ¿Así que sería como
sacaste a Paul de la lista de atletas de este año? Qué curioso, porque él
parece seguir pesando que eres su mejor amigo.
La cara de Matti se contrajo y su mandíbula se endureció. Sostuvo mi
mirada, con el ceño fruncido.
—Hey, —dije—. Sigo aquí.
—Tú no se lo dirás.
—Trata de sacarme por esa puerta y veremos si lo hago. Tiene que
pasar en algún momento.
Él bajo la mirada, abrió la tapa de la botella, y tomó un largo trago.
Después de unos sorbos más, la golpeó contra el mostrador.
— ¿Sabes lo que es patético?
—Tengo la sensación de que me lo dirás —dije, preparándome.
—Lo que es patético, —dijo—. Es que una perdedora como tú trate de
chantajear a un chico para que sea su novio.
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Lo miré. — ¿De qué estás hablando?
—Oh, vamos. Tiene que ser eso. Encontraste algo sucio de Tim, y estas
trabajando con eso tanto como puedas. O tal vez arrojaste un pequeño
embrujo en él. Lo que sea, es patético.
Claramente, no solo es un idiota, sino que también está
completamente demente.
—Para que querría a Tim —dije—. Yo ni siquiera< Él me buscó.
—Claro, claro, y él no se atrevería a negar eso. —Me apuntó con la
boca de la botella, burlonamente—. Te crees tan superior y poderosa, pero
eres la peor de todos nosotros.
—Espera. Yo no quiero tener nada que ver con Tim. Probablemente
nunca vuelva a hablar con él después de esta noche.
—Bien, más te vale. Si no lo dejas en paz. Entonces<
Crucé mis brazos sobre mi pecho. — ¿Qué pasa si él no me deja en
paz?
—Eso no va a pasar. No hay manera. —Matti sacudió su cabeza—. Y si
no te alejas, entonces alguien va a tener que hacer algo al respecto.
Sacó un cigarrillo del bolsillo de su camisa y se marchó hacia la puerta
de atrás. En la sala la música se agotó cuando la lista de temas terminó. Las
voces cayeron y se detuvieron en un repentino silencio.
Mi boca estaca seca como una toalla de papel. Me tomé lo que
quedaba de mi cerveza de raíz, pero solo hizo que mi garganta se sintiera
pegajosa.
He sido una idiota. Desde luego, ellos iban a suponer que estaba
manipulando a Tim. Olvide que todo lo que había hecho era tirar la verdad
de la gente para que se hicieran cargo< que nunca había obligado a nadie a
hacer nada, excepto tal vez que afronten los hechos. Simplemente no había
suficiente espacio en sus minúsculos cerebros para la idea de que Tim pueda
querer algo conmigo. Y hasta papá me había preguntado si se trataba de una
cita. Maravilloso. Me parecía a todos los otros en la escuela, luchando por
conseguir poner mis garras sobre el Sr. VP. Ellos pensaban que yo había
hecho que me trajera a la fiesta— ¿Qué otra cosa pensarán que hemos estado
haciendo? Me encogí.
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Cuadrando mis hombros, tiré mi lata en el fregadero. Podían pensar lo
que quisieran. No era como si los pudiera hacerlos cambiar de opinión sin
entrar en una larga explicación de los muertos y todo eso, que no hubieran
creído de todos modos. Pero podía hacer que Matti se arrepintiera de
haberme amenazado. He estado aguantando este secreto para el momento
adecuado, cuando Paul estuviera más propenso a escuchar, pero si Matti
quería presionarme para que lo hiciera ahora, que presione.
Entré al vestíbulo. ¿Dónde estaba Paul? Tenía que estar por aquí en
alguna parte. Un coche lleno de chicas acababa de llegar, saltando a través
de la puerta, agitando su cabello como un montón de caballos de exhibición,
y yo retrocedí a la sala para dejarlas pasar, mientras ladeaba la cabeza hacia
las escaleras buscando la voz de Paul, una mano tocó mi hombro.
— ¿Qué? —dije, girándome. La primera cosa que vi fue un rizo de
cabello bronce. Mi corazón se desplomó.
—Necesito hablar contigo, —dijo Danielle. Su voz sonaba tranquila,
pero podía escuchar el nerviosismo en ella. Me volví para hacerle frente, mi
pulso disminuyendo.
Bien. Si ella quería un pedazo de mí ahora mismo, que venga y trate
de tomarlo.
—Entonces habla, —dije.
Rodó los ojos y apuntó hacia una puerta cerca de las escaleras. —No
aquí, ven<
—No iré a ningún lado. —dije. Como si fuera a dejar que me
arrastrara a algún lugar.
Si ella quería ser desagradable conmigo, podría hacerlo en donde
todos sus amigos pudieran ver.
—Si quieres hablar, habla ahora.
Ella miró a su alrededor. Todos los demás estaban demasiado
involucrados en sus propias conversaciones para prestarnos atención a
nosotras. Cruzando los brazos sobre la blusa acanalada de su vestido, ella se
movió más cerca de la pared. Yo la seguí.
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—Muy bien, —dijo—. Pero no quiero escuchar todos tus estúpidos
comentarios que no significan nada. Vayamos directamente a lo importante.
¿Qué es lo que sabes?
Me contuve antes soltarle todo. ¿Me estaba pidiendo que escupiera
todo lo que sé? Aquí, rodeada de gente para la que ella se viste para
impresionar, ¿Desde cuándo ella siquiera cree que tengo algo real para
decir? Ella debe haber visto la confusión en mi rostro. —Obviamente estas
aquí por alguna razón, —dijo—. Después de que Paul escuchó que vendrías,
de repente pensó que quizás habías cosas más interesantes para hacer. Así
que quiero saber qué es lo que está pasando.
Así era Danielle, sabiendo lo que iba a pasar, determinada a hacerlo a
su manera, no a la mía. No iba a hacérselo tan fácil. Bajé la cabeza,
examinando mis uñas. — ¿Qué parte quieres saber? ¿Qué pasó el lunes o lo
que pasó hoy? —Danielle titubeó.
En el mismo momento, Paul entró a la sala de estar, gesticulando hacia
Leon. Él nos vio y se congeló. El color huyó de su cara. Luego se dirigió a
través de la sala hacia nosotras.
—Dani, ya hablamos de esto. Ella solo<
—Cállate, Paul, —Danielle soltó—. Le estoy preguntando a Cassie.
Paul se detuvo, afligido. Disparos sonaron de la TV de arriba. Se oían
las botellas de cerveza tintineaban en el comedor, las bolsas de chips siendo
arrugadas, el jadeó de la nevera al ser abierta y el ruido sordo al cerrarla.
Pero las chicas del sofá, los chicos con los controladores del videojuego, los
recién llegados empujando a través del vestíbulo, todos ellos bajaron la voz,
mirando.
Yo miré a Danielle. Ella quería hacer esto en silencio y secretamente,
pero eso no era posible ahora. Espere a que ella dijera alguna excusa y se
fuera, pero ella apretó la mandíbula y se encogió de hombros.
Este era mi momento. Debería estar temblando de alegría, pero lo
único que sentí fue un escalofrío que se agitó justo en mi estómago. Tal vez
fue debido a la jodida situación con Tim, tal vez era la amabilidad que Flo
me había brindado, yo no lo sabía. Pero de repente hacerlo así, delante de
todos, no parecía justicia. Solo parecía horrible.
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Me aparte de ella, de ellos, y me dirigí a la puerta que Danielle había
mencionado antes. Era una pequeña cueva—escritorio de computadora,
estanterías, silencio.
Danielle entro detrás de mí, con el ceño fruncido—. Mira —dijo ella,
cerrando la puerta—. Estoy harta de las sugerencias e insinuaciones. Solo
escúpelo. Todo.
Recuerda séptimo grado, me dije. Recuerda la primera vez que ella se
alejó.
Inspiré, y mi boca formó duramente una sonrisa. —Bueno, —dije—.
Me estoy perdiendo algunos detalles importantes, como por qué piensas que
tu novio es tan perfecto cuando se pasa la mayoría de su tiempo siendo un
imbécil, pero b{sicamente< el lunes a la mañana estaba manoseando a
Sharon Lierzer en el cobertizo del equipo después de la práctica en la pista.
Y esta mañana, él la invitó a su auto, y ella le, umm, proporcionó un poco de
acción debajo del cinturón.
Había manchas de color rosa en las mejillas de Danielle. —Si estas
inventando esto< —dijo ella con voz temblorosa.
La miré fijamente a los ojos. —Yo no haría eso —dije—. Así no es
como trabajo, a diferencia de otras personas. Y si está preocupada por eso,
siempre puedes comprobar debajo del asiento del pasajero. Sharon olvido su
lápiz labial allí.
Como las palabras salían de mi boca, la puerta se abría de golpe. Paul
nos vio a nosotras. Si la palidez de su rostro era algo para tener en cuenta, el
había oído lo suficiente para saber que estaba jodido.
—Yo, uh, supongo que siguen ocupadas —dijo él, empezando a
alejarse.
—Paul, —dijo Danielle—. Quédate aquí o te dejaré sin siquiera mirar.
—Solo< solamente no quería interrumpir. —murmuró, quedándose
quieto.
Danielle apuntó su larga y cuidada uña hacia mí.
—Te encanta esto, ¿no es así, Cassie? Tú puedes golpear a todo el
mundo y regocijarte con eso, y wow, que eso debe ser muy divertido.
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—No, yo< —Lo odio, casi digo. Odio que no puedas hacerte cargo de
lo que hiciste. Odio que si no hago algo al respecto, nadie lo hará. En este
momento, hasta odio el dolor en su rostro, odio que Paul piense que es
mejor engañarla en vez de terminar con ella, odio tener que ser la que se lo
cuente. Todo era una repugnante sacudida en mi estómago y un hueco dolor
en mi pecho.
—Estas tan llena de mierda< ¿Esperas que nadie lo note? —dije—.
Una persona te enfrenta, y<
Danielle sacudió su cabello. —Por favor, vamos. Tú solo estás enojada
conmigo. No me gustas mucho, tampoco, así que está bien. Pero no trates de
pretender que esta no es tu estúpida “venganza” por cosas que pasaron hace
un millón de años. Ahora estamos en el instituto. Madura y supéralo.
Ella salió de la cueva y señaló con la mano hacia la puerta principal. —
Vamos, Paul. Sharon debe querer su lápiz labial devuelta.
Paul anduvo arrastrando los pies luciendo feroz, pero tan pronto
como Danielle llegó a la puerta, él huyó detrás de ella. Sus voces, se filtraron,
apagadas, desde el exterior.
—Bebé, Dani, no fue la gran cosa, —y Danielle rompió en risas. Leon
había puesto de nuevo la música en la sala de estar, y el murmullo de
chismes corría sobre la música.
Yo salí al pasillo y me apoyé en la pared, sintiéndola sólida y suave
contra mi lado. Estaba hecho.
La había matado. Entonces, ¿dónde estaba la alegría? ¿Dónde estaba la
liberación?
Mi boca ardía como si acabara de vomitar. Inhalé el olor de aros de
cebolla y casi me atraganto.
Tim emergió del grupo de chicos en la base de la escalera. Miré hacia
él sin levantar la cabeza.
Si Tim sabía lo que había pasado, o le importaba, no lo demostró. Miró
hacia la puerta e hizo la sonrisa de dolor que siempre odie. Por primera vez,
pareció encajar.
—Aquí estas, —dijo, y ladeó la cabeza—. ¿Hora de irnos?
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110
Yo sólo hice pedazos a tres de sus mejores amigos. En un mundo que
tuviera sentido, él estaría diciéndome que me marche. Pero yo no estaba
para discutir.
—Sí —dije—. Salgamos de aquí.
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Capítulo 11 Cayó la noche en la ciudad mientras estábamos dentro. La calle se
volvía más oscura a medida que nos alejábamos de la luz de la casa. El
Mustang de Paul se había ido, dejando un rectángulo vacío en la calle de
adoquines. Danielle debe haber decidido que ya había hecho un espectáculo
lo suficientemente grande. El viejo auto de Tim estaba bajo un poste de luz,
resplandecía con su azul bebe brillante. Dejé que Tim me abriera la puerta.
El aire frío me siguió, y el asiento de cuero me dio la bienvenida.
¿Cuántas veces me había sentado aquí esta semana? Estoy demasiado
agotada para contar. En este momento es bueno sentir algo conocido.
Recosté mi cabeza de lado contra el respaldo del asiento, miré hacia afuera
por la ventana. Más allá del círculo del poste de luz, el mundo era de un
negro sólido. Como si sólo fuéramos Tim, yo y el viejo auto.
Tim comenzó a encenderlo. El motor hipó un par de veces y
permaneció en un zumbido constante. Posó su mano en la palanca de
cambios, aún estacionado.
— ¿Alguien dijo que Danielle y tú eran amigas? —preguntó. En la
oscuridad del auto, sus ojos eran sólo grises—. Ella nunca lo mencionó.
—Es algo que no le gusta que la gente sepa.
—Lo tomo como que terminó mal.
Me encogí de hombros. En la casa, ellos podrían vernos por las
ventanas de la sala.
— ¿Podemos sólo irnos?
—De acuerdo, no hay problema.
Se escuchó ofendido. ¿Cómo es que no le importa lo que ellos dirían?
Le debería haber molestado más que a mí. Quizás no se dio cuenta de lo que
estaban diciendo ahora.
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Mientras se puso sobre la vía, me moví más abajo en el asiento y
apoyé mis rodillas contra el salpicadero. Desde afuera, parecería que no
hubiese nadie. Quizás si cierro mis ojos, no estaría.
— ¿No me lo dirás? —dijo Tim abruptamente—. Tendré que
preguntarle a Danielle.
Mis ojos se abrieron, y lo miré. Su expresión estaba en blanco.
—Como quieras —Le dije.
—Bien, creeré lo que me diga, entonces.
¿Que era esto? ¿Segundo grado? —Si crees que es una buena manera de
hacerme hablar —dije suavemente—. Debes pensar que soy una idiota.
—No pienso que seas idiota —Tim exhaló fuertemente—. ¿No te das
cuenta que eres una persona con la que cuesta hablar? Estoy tratando de
buscar una manera que funcione, ¿Está bien?
—Bueno, hostigándome no es la manera.
— ¿Qué pasa si digo que quiero entender, tú sabes, por qué esto es tan
importante para ti?
— ¿Por qué es una historia fascinante? —resoplé.
— De acuerdo, entonces velo de esta manera. Si alguien con quien
salgo, como Danielle, ha hecho algo tan malo, que querrías vengarte de
ella< bueno, me gustaría saberlo. O sea, ¿Debería cuidar mi espalda? —
Torció sus labios—. Podría ser una asesina o una eterna mentirosa o una
cleptómana. ¿Cómo se supone que sabré, si no vas a decírmelo?
—Eso, —dije—. Al menos esa es una razón que tiene sentido. De
acuerdo.
Pensé en contar los hechos rápidamente, mostrar la situación desde el
hueso duro y frio, apartando la grasa y el cartílago. Pero cuando abrí la boca,
las emociones se atascaron en mi garganta, y no pude hablar. Era demasiado
comprimir en un bocado fácil de digerir. Tuve que ir un paso más atrás.
—Comenzamos a ser amigas cuando estábamos en tercer grado —dije,
mirando hacia el espacio oscuro más allá del parabrisas—. Eso fue cuando
su papá fue transferido desde Chicago hasta aquí. Nos llevamos bien, sabes,
como los niños lo hacen. Mi mamá solía decir que no podría habernos
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separado con una palanca. Éramos las mejores amigas, si puedes creerlo.
Hasta la secundaria. Ahí estaba Jordana y esta otra chica, Sloane, que
terminó yendo a Mountview en vez de a Frazer y nos llamábamos mejores
amigas con ellas también.
“Así fue ese año de secundaria. Juntas. En un grupo pueden llevarse
bien entre ellos la mayor parte del tiempo, dependiendo de los ánimos y las
peleas, pero te garantizaba un grupo de tres, cuatros o cincos amigos, con
quien andar en los pasillos de la escuela, compartir almuerzos, ir al centro
comercial después del colegio”
“Siempre seguí pensando que Danielle era mi verdadera mejor amiga,
estuvimos cuatro años más juntas, la historia de los brazaletes de amistad,
pijamadas y secretos compartidos. Jordana se la pasaba agitando su falda a
los chicos, y Sloane no tenía nada en la cabeza hasta que tú le ponías la idea
ahí. Danielle era la que movía las cosas, quien decidía dónde íbamos a pasar
el rato y a qué tiendas entraríamos. Si, ella era mandona a veces. Le
molestaba que el Sr. Hesse me diera más solos en el coro, así que me cambié
a la banda. No fue gran cosa. Éramos mejores amigas, esas cosas se hacen.
Siempre era divertido estar con ella. Tenía un sexto sentido para saber
dónde estaba la acción, y si nada sucedía, ella hacía que pasara. Nunca pensé
que algún día sentiría la necesidad de comenzar algo en mi contra”
—Entonces, ¿Qué? —Preguntó Tim—. ¿Pelearon?
—No, no fue así. Eso es< difícil de explicar. Una pelea hubiese sido
mejor. Si me lo hubiese tirado a la cara, acusarme, insultarme, yo podría
haber argumentado, podría haber explicado. Pero me hizo quedar como
idiota. Libró su guerra contra mí en voz baja y pasando notas, frases
desagradables en la pizarra, tiros a través del salón. Lo hizo con un ejército.
Pasada una semana, parecía que todas las chicas de la escuela se reían, ya
que “accidentalmente” pisaban los dedos de mis pies, o me golpeaban desde
atrás. No tomó mucho tiempo para que los chicos comenzaran también,
garabateando obscenidades en mi asiento y dando vuelta alrededor de los
libros que ellos tumbaban de mis brazos. Todos los demás lo estaban
haciendo, ¿Por qué no unirse? Comencé a caminar pegada a las paredes y
sentarme en las esquinas de los salones. Y si iba hacia Danielle, todo lo que
obtenía era su espalda. No había nada contra lo que pelear.
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—Suena tonto —dije—. Est{bamos en el mismo grupo de debate< fue
una gran cosa en el colegio y había un chico en el equipo que a Danielle le
gustaba. El maestro a cargo me eligió para las finales del estado, con ese
chico. No lo supe hasta que se anunció. Pero Danielle debe haber creído que
se lo oculté, tal vez convenciendo al Sr. Bridges de elegirme en lugar de
ella< no lo sé. Todo el mundo estaba haciéndolo una gran cosa,
felicitándome, y entonces el chico me preguntó si quería salir por unas
hamburguesas para celebrar y ella estaba ahí<
—Le molestaba que estuvieras obteniendo toda la atención.
Mi espalda estaba rígida. Me retorcí en el asiento. —No sé
exactamente qué estaba pasando en su cabeza. Ella me dejó de hablar. Le
dije al Sr. Bridges que no podría hacerlo, rechacé al chico, pero era
demasiado tarde, ella había tomado su decisión. Y nunca hace las cosas a
media.
Tim giró el volante, mano sobre mano, y se detuvo con una suavidad
que me sorprendió, me tomó unos segundos darme cuenta que estábamos
en mi calle. Papá había dejado la luz del pórtico encendida. Se dibujaban
líneas amarillas a través de la barandilla en el césped. Las ventanas estaban
oscuras. Me pregunté si estaría acostado medio despierto, esperando el click
de la puerta para poder dormir completamente. La manera que había
utilizado para esperar a Paige.
— ¿Y todos estaban con ella? —dijo Tim. Se acomodó de lado en su
asiento, levantando una de sus piernas para que el tobillo cruzara la rodilla
opuesta. Buscando una posición cómoda, como si pensara que íbamos a
estar aquí por un rato. Mi cuero cabelludo se erizó. De todas maneras ¿Por
qué él estaba tan interesado? ¿Quería que él supiera todo esto?
—Gente como Danielle —dije rápidamente—. Ella hablaba con todos,
sonreía con muchos dientes. Tú sabes —dudé—. No ayudó que un mes más
tarde, estuviese viendo gente muerta en los pasillos y enloqueciendo por mi
hermana. Nadie necesitó convencerse que había algo malo conmigo después
de eso. En todo caso, siempre hay alguien que se molesta, ¿No? Cuando
alguien elige, y no es a ti< ¿Quien se va a parar y ser el próximo objetivo?
No es como si todo el mundo me hubiese acosado, pero quien no lo hacía, se
mantenía fuera de esto, se alejaron.
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Tim asintió, —Las chicas son extrañas en ese sentido. Con los chicos,
tú sólo golpeas hasta que alguien cae. Al día siguiente todo está bien.
—Depende. He visto a los chicos en Frazer tirar basura tanto como las
chicas. Todos lo hacen —Miré mis manos, mis dedos retorciéndose en mi
regazo—. Me sorprende que no lo hayas notado. Tus amigos hacen lo
mismo.
Tim bajó la mirada. Hizo una mueca a la palanca de cambios,
rascándose la nuca.
—Sí, bueno —dijo—. Lo he notado más desde que mamá murió. Ellos
son idiotas casi siempre. Lo sé. Tú sabes, apenas venían a casa después que
se enfermó. Es como si nunca pudiese hablar de ella. Ponían esa expresión y
puedo decir que no querían tratar, no querían oír sobre eso. Ni siquiera les
importó< —Trago con fuerza—. Solo no sé qué hacer. Tal vez es bueno que
haya alguien como tú que los pone en su lugar de vez en cuando.
—De todas maneras, no creo que estén de acuerdo contigo.
—Bueno, ignóralos, entonces —se detuvo—. Es raro, supongo que
asumí que solo eran buenos amigos, salimos, hablábamos sobre cosas que
supongo no me importaban realmente, estaban ahí cuando todo era fácil.
Pero ahora es obvio que falta algo<
Como si sus amigos fueran grandes personas. Sólo decidió no ver
hasta que le dieron la espalda.
—Oye —dije—. Tú eres el que sigue saliendo con ellos. Y ya que
estamos en esto. Matti me arrastró fuera. Quizás tú podrías decirle la
próxima vez que hables con él que yo no estoy tratando de robar tu alma o
algo así.
—Seh —Dijo Tim—. Él estaba quejándose de mi caso en la fiesta. Le
diré algo. Quiero decir, demonios, ¿Por qué no debería hablarte? Eres la
única que actualmente dice lo que está pensando, creo que tu presencia los
pone demasiado incómodos. Nadie más me ha preguntado sobre ella, o qué
pasó ni como estoy y hay algunos que simulan simpatía y ahora cambiemos
el tema —sonrió—. Aprecio esto, lo sabes.
El auto, de repente, se sintió muy pequeño —Yo, uh, de nada,
supongo —murmuré—. Bueno, estamos aquí.
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—Espera —Metió su mano en el asiento trasero, donde su mochila se
había caído al suelo y buscó en uno de los bolsillos—. Vas a pensar que esto
es realmente tonto, —dijo—. Lo sé. Pero el comité renunció a vender el resto,
por lo que lo regaló en el concejo estudiantil, y, me refiero, todo el mundo ya
tiene uno, y bueno, aquí<
Me dio un rectángulo de cartulina impresa. Lo miré y casi me mordí la
lengua.
El papel era de textura ligera, con letras cursivas negras sobre un
fondo crema La Sexagésima Cuarto Baile de Graduación de Frazer. Justo como la
de Paige, excepto que la de ella había sido la Sexagésima. Supongo que
imprimen los boletos del baile en el mismo sitio todos los años.
Tim estaba flotando en algún lugar en los bordes de mi visión. No me
atrevía a levantar los ojos.
—Tú quieres que vaya al baile—dije, tratando de que pareciera una
risa. Pero sonó más como si me estuviese ahogando con algo.
—Yo sólo tenía boletos extra, o sea, ¿Por qué no? Está bien. No tienes
que ir. Ni siquiera estoy seguro de ir yo. Pero, si voy< no sería tan malo
que haya alguien allí que no sea un imbécil, ¿cierto?
Quería saber, quería preguntarle, ¿Quién es un imbécil y quién no?
Una sensación extraña se apoderó de mí. No me sentía bien, él no debería
darme cosas como estas, decir cosas como esas. No debería aceptarlo. No
tenía derecho. ¿Qué había hecho para que pensara que podía hacer por mi
algo como esto? Quizás sus viejos amigos no eran tan geniales, pero yo no
era su amiga tampoco. Ni siquiera sabía cómo serlo. No sabía cómo ser
amiga de gente que no tenía décadas muerta.
—Bueno, gracias —dije—. Por< esto, y por el paseo. Debería entrar.
— ¿Estás bien? —me miró, con preocupación en sus ojos.
— Estoy bien —mi mano se deslizó a la manilla de la puerta. La giré y
empujé. La puerta se abrió y tirité por el rocío en el aire. Estaba cansada
cuando me fui de lo de Matti. Ahora estaba exhausta.
—Buen viaje, —dije y cerré la puerta. Uno de los escalones crujió
cuando subía hasta el pórtico, toqué las llaves en mi bolsillo. El viejo auto
seguía silencioso. Puse la llave en la cerradura y entré en la sala, empujé la
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puerta que se cerró tras de mí. Me latía el corazón, me recosté contra ella.
Después de un momento, oí el chirrido de los neumáticos sobre el asfalto y
el sonido del motor alejándose.
Arriba, me di cuenta que todavía tenía el boleto del baile en mi mano.
Lo lancé en un cajón del escritorio y lo empujé fuera de la vista. Quitándome
la ropa en la oscuridad, busqué mi pijama en la cama. Toda la casa estaba en
silencio, el vacío dejado por la usencia de Paige. Mi cerebro se comenzó a
llenar de su propio ruido: las amenazas de Matti, la risa de Danielle, las
últimas palabras de Tim. ¿Estás bien? Mis ojos comenzaron a arder. Me
acurruqué en la cama y abracé mi almohada. Cuando me dormí, se había
ido, todo eso.
El aire se estremeció. Un resplandor cayó sobre mi cara. — ¿Cassie? —
La voz de Paige llamándome.
— ¿Qué? —murmuré en la almohada, esperando que hubiese
confundido un ronquido y me deje en paz, por esta vez.
— ¿Dónde has estado? —preguntó, arrimándose a mí. El resplandor
en mis parpados brillaba—. Empecé a sentir náuseas en el aeropuerto, así
que vine a casa, y no estabas aquí, entonces papá estaba en la cama, todo
estaba oscuro< te busqué. Estaba preocupada.
Me acosté de espalda y abrí los ojos. Paige brillaba al pie de la cama,
sus fantasmales rodillas estaban pegadas a su pecho y su mejilla
descansando allí, sus brazos alrededor de sus rodillas. Ella me veía, sin
pestañear.
—Salí —dije. Mis palabras parecían haberse secado—. A algo.
— ¿Qué tipo de cosa?
— Salí con un grupo de presumidos, ese tipo de cosa. No te
preocupes. Estoy bien —Tan bien como una persona puede estar después de
contarle toda la historia de su vida a un hombre que hasta hace una semana,
nunca le había dado la hora. Oh, tener un ataque de pánico por un boleto de
un baile de graduación. Si, estaba bien.
Paige agachó la cabeza detrás de sus rodillas. El pelo cayó sobre su
cara. —Lo sé —dijo su voz petulante y avergonzada al mismo tiempo—. Es
sólo que siempre estás aquí. ¿Cómo se supone que supiese que estaba
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pasando? Podrías haber estado en cualquier sitio. De todos modos, no hay
mucho que hacer cuando te vas.
Bostecé. —Te habría avisado, si hubieses estado aquí después de la
escuela.
—Estaba esperando a mamá. El calendario decía que su avión llegaba
a las 5, pero nunca la vi —suspiró—. Los aeropuertos son confusos.
—Es sólo un retraso, —le dije—. Siempre se atrasan. Ya llegará.
“Ella no vendr{”
—Ha estado lejos mucho tiempo, esta vez. Al menos, eso parece< —
Paige dejó de hablar, confundida por recuerdos revueltos.
—Lo sé —dije—. Papá dijo que estará aquí todo el fin de semana.
—Oh, qué bien —Paige sonrió—. Es bueno verla, aunque<—su
sonrisa vaciló.
—Lo sé —dije de nuevo. No había nada que pudiese hacer. Mi mente
empezó a alejarse. Paige se recostó en la cama, su brillo se atenuó. Se inclinó
sobre mí hasta que mis ojos se cerraron, entonces susurró tímidamente. —
¿Cassie?
Parpadeé. — ¿Qué?
—Solo pensé< —vaciló, casi podía oír su respiración, salvo que ella
ya no respiraba—. ¿Recuerdas que solíamos tener pijamadas? ¿Quedarnos
despiertas hasta tarde, comer palomitas de maíz, ver viejas películas en la
televisión? ¿Crees que podríamos hacerlo otra vez? Era demasiado
divertido.
Por supuesto que recordaba. En particular, recuerdo la última vez,
cuando yo tenía 11 y ella 15, y tenía que rogarle para que se sentara conmigo
a ver la película. Ella suspiraba con impaciencia y se pintaba las uñas en las
mejores partes, por eso nunca volví a pedírselo.
Pero ahora ella me lo estaba pidiendo.
Me enderecé, y busqué el control en el escritorio. La televisión
encendió a todo volumen. Lo ajusté antes de cambiarlo al canal de listados.
Qué cómico, esta era la TV que nosotras siempre solíamos utilizar. Nunca
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había tenido una propia hasta que papá limpió la habitación de Paige y me
entregó la suya.
—Esto será genial —Paige se acomodó contra la pared. Me deslicé un
par de pulgadas, como si ella necesitara espacio—. Supongo que no tiene
sentido hacer palomitas de maíz —dijo.
—De todos modos siempre quedaban con mucho aceite —Moví la
guía de canales—. Acaba de comenzar una película de Katherine Hepburn.
—Ooooh, veámosla,
Corrí a través de los canales buscando la película, y luego dejé caer mi
cabeza sobre la almohada. Paige se retorcía como un niño de cinco años en
Nochebuena. Después del desastre de la fiesta, era un pequeño alivio hacer
esto, al menos, lo podría hacer bien. Ella se rió por una línea inteligente en el
dialogo, y su pálida mano buscó a tientas la mía, traspasándola con un
cosquilleo. Mis ojos se sentían tan pesados que no aguantaría verla. A Paige
no le importaría.
El sonido del violín salía a través de los parlantes. Mis parpados caían.
Por un momento, Paige no era más que un poco de luz a través de mis
parpados, y entonces ya estaba dormida.
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Capítulo 12
De todas las cosas horribles que pueden despertarme en una mañana,
la peor tiene que ser la voz de mamá, cuando ella usa ese tono puede
arruinar el universo sin ni siquiera ser consciente.
— ¡Cassie! ¡Cassie! —estaba diciendo. Abrí un ojo y la miré a través de
mi cabello. Se encontraba de pie en la puerta del dormitorio con la maleta a
su lado, sus labios apretados en una línea brillante de labial y su melena
castaña recogida y elegante. Ella debió llegar en taxi o quizás dominó el arte
secreto de la tele transportación. Ella trata de estar perfecta aún cuando esta
aquí, trata de compensar su ausencia.
Tocó el marco de la puerta, golpeando sus nudillos contra la madera.
Ese sonido hizo estremecer mis huesos. Bostecé y me apoyé sobre mi codo.
—Hola, mamá.
Cruzó sus brazos y arqueó las cejas. — ¿Cuántas veces te he recordado
que debes apagar el televisor antes de dormir? Tú sabes que mi editor ha
estado recortando personal. Lo último que necesito es preocuparme por el
recibo de la electricidad.
Bien, buenos días también para ti. Con un movimiento fluido tomé el
control remoto. Los colores pastel de las caricaturas del sábado por la
mañana parpadeaban en negro. Sí mamá estaba en peligro de perder su
trabajo, dudo que la revista previera pagar sus viajes por todo el mundo
cada dos semanas, pero quedarme callada era más fácil que discutir.
— ¿Acabas de llegar? —Le pregunté. El reloj marcaba las siete.
—Cancelaron mi vuelo< dificultades mec{nicas. Llame a tu padre
para hacérselo saber<
—Papá estaba en la cama cuando llegué a casa. —Le dije, frotándome
mis ojos por causa del sueño. Las cejas de mamá se arquearon dos veces más
que antes.
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—No fue nada. —dije antes de que pudiera iniciar una ronda de
preguntas. —Sólo me reuní con algunas personas del instituto, bebí una
cerveza de raíz.
—Bien, me alegra saber que finalmente intentes tener una vida social.
—cogió la maleta. —Te ves cansada. Duerme un poco más.
Sí ella no lo hubiera sugerido, podría haberlo hecho, pero lo hizo, las
palabras salieron de su boca, comencé a sentirme nerviosa. No era tan malo
cuando ella estaba en casa durante la semana, pues yo estaba en la escuela la
mayor parte del día, pero un fin de semana llegando de sorpresa< sólo
estaría el tiempo justo para que saque su instinto maternal conmigo y
satisfaga su culpa antes de hacer de nuevo las maletas.
Me dejé caer sobre la cama y estiré los brazos por encima de mi
cabeza. Paige había desaparecido. Apuesto que ella está en la habitación de
mamá y papá, impaciente por escuchar sobre el viaje de mamá. La comida
estaba bien, el servicio de hotel era amable< el entretenimiento en la casa
carecía de dinamismo. O al revés. Aun cuando mamá era enviada a lugares
interesantes, como la celebración de Mardi Gras o los juegos Olímpicos,
cuando llegaba a casa no tenía mucho que decir aparte del trato de la gente,
como se llenaban las calles, cuan de agitado era su horario. Todo el
entusiasmo que le quedaba iba dirigido a sus artículos.
Me quedé allí hasta que estuve segura que no podía volverme a
dormir y luego fui escaleras abajo para hacer el desayuno. Sí me apresuraba
podía comer antes que mamá bajara y comenzará a darme una conferencia
sobre la nutrición adecuada. No entendía porque compraba tocino si no
quiere que yo lo esté comiendo.
Cuando la grasa hizo ruidos en la sartén, lleve un trozo de pan a la
tostadora y pensé en lo ocurrido en la noche. Realmente no me fue tan mal.
Di lo mejor de mí. ¿Y que si seguía teniendo el gran peso de Danielle sobre
mis hombros? Yo vivo como siempre lo he hecho.
Mamá bajo cuando estaba terminando el desayuno. Las escaleras
crujieron y metí el último trozo de tocino en mi boca para después saltar y
llevar el plato al lavavajillas. No fui lo suficientemente rápida. Cuando me di
la vuelta ella estaba en la puerta. Grandioso. Tiempo de la Inquisición.
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—Voy a hacer un poco de té. —dijo ella, alisándose el cabello hacia
atrás. Se había cambiado su falda y elegante chaqueta por un vestido de lino,
y su melena ligeramente suelta. — ¿Quieres un poco? Deberías intentar
beberlo, se supone que es bueno para el cutis.
Y yo que pensaba que mi piel había mejorado últimamente.
Me toqué la mejilla. —Um, no gracias. Iba a comenzar con mi tarea.
—Tienes todo el fin de semana para terminarla. Tomate un tiempo.
Quiero escuchar lo que ocurrió ayer por la noche. —Ella pasó junto a mí,
recargo su cadera contra el mostrador y abrió el grifo.
Había varias razones válidas para no decirle a mamá sobre anoche,
por su propio bien.
Para empezar:
1. La sola idea de que un chico me invite a una fiesta causaría una
explosión de alegría que le daría un ataque al corazón.
2. Incluso en medio de un ataque al corazón, ella preguntaría cosas
embarazosas, como si el chico y yo “nos mir{bamos fijamente uno al otro”,
cuando pensamos volver a tener un “cita” y si conseguí un beso de buenas
noches.
3. Las respuestas a esas preguntas, (“¡Ja!” “Supongo que hasta que el
infierno se congele” y “No, gracias a Dios”) Ella se desesperaría a tal manera
que su corazón saldría de su cuerpo y moriría en el acto.
En cierta manera, la culpa era de Paige. De ninguna manera podría
vivir sin ser la Srta. Popularidad. Estoy segura que parecía evidente para
mamá. Paige la mariposa social, Cassie la inadaptada, por lo tanto, mariposa
social es igual a felicidad. Esa era la única diferencia entre ella y yo. Por un
lado, Paige no tuvo una hermana muerta viviendo en su dormitorio.
No podría irme sin iniciar una escena, hubiera sido peor a largo plazo.
Así que improvisé.
—En realidad fue por una tarea. —Le dije—. Tenemos que hacer
trabajo de grupo para la clase de geografía. Seis de nosotros nos juntamos en
la noche para trabajar en el proyecto, ordenamos una pizza, eso es todo.
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—Parece que no todo fue tarea. Pudo haber sido una buena
oportunidad para hacer amigos. Espero que hicieras un poco de esfuerzo.
Tengo amigos, quise decirle. Tú simplemente no creerías que existan.
Se inclinó para buscar las cajas de té Earl Grey. —Sí tienen que
reunirse de nuevo deberías invitarlos aquí. La gente aprecia ese tipo de
gesto.
—Estamos a punto de terminar. —Le dije—. La última parte se supone
que la haremos en la clase de todos modos.
—Bueno, si alguna vez quieres invitar a alguien sólo por diversión<
—Lo sé, mamá. — ¿Qué creía que era? ¿Una niña de preescolar? En
realidad, probablemente sí. Podía llamar a los otros padres y organizar
visitas y las actividades para mis amigos, sin siquiera tener que hablar
conmigo al respecto.
—Estaba pensando. —dijo—. Tal vez no estás rodeada con personas
que tengan algo en común contigo. Siempre hay mucha gente en ese centro
de recreación en Granmore. Nosotros podríamos inscribirte a un club o
algún tipo de clases.
—No lo sé. —dije—. Voy a tener que pensarlo. —No podía pensar en
otra cosa que me gustara como tomar clases del arte de la muerte.
La caldera comenzó a silbar y mientras mamá se distraía salí de la
cocina. Tome un par de novelas gráficas que no había terminado de leer, sin
embargo, me acurruqué en una silla en el patio trasero. Con un poco de
suerte no se le ocurriría a ella buscarme allí hasta que terminara de ver la
película con Norris.
Aparte de platicar acerca de mis clases en la cena y un par de
preguntas sobre la película, (bueno, Norris amó eso), Mamá me dejo en paz
el resto del sábado. Por la mañana parecía que pasaría todo el fin de semana
entero sin un sermón sobre las reglas. Me preguntó si esta vez papá tenía
algo que ver. Tal vez estaba tratando de facilitar todo.
Entonces sonó el teléfono.
Mamá se levantó, su voz aguda y alegre se escuchaba en las escaleras.
— ¿Hola? ¡Oh, sí! Sólo un segundo. Voy a buscarla.
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Sus pasos suaves llegaron hasta mi habitación y ella se asomó. —
Cassie. —susurró, como si la persona que llamara pudiera escucharnos—.
Hay un chico preguntando por ti.
Este momento era para sus libros de mi historia: Mi primera llamada
de un miembro del sexo opuesto. No hay duda de que guardaría en su
memoria esta ocasión.
—De acuerdo. —Dije, dándole mi mejor voz de aburrida, para que
comprendiera que no era un posible novio o algo así, y tomé el teléfono.
Mamá salió afuera para compartir su emoción con papá.
Estuve demasiada ocupada sintiéndome molesta por lo que quizás
mamá le haya dicho al único chico en todo el universo que conocía mi
número en su guía telefónica. Así que cuando pulse el botón para hablar y
salude en voz alta y la voz de Tim hizo eco en el auricular casi colgaba por la
sorpresa.
—Eh, Cass. —dijo—. ¿Qué pasa?
Fue casual, como si me llamara por teléfono todos los días. Tuve que
abrir y cerrar la boca un par de veces antes de que mi cerebro reaccionara.
—Nada. —Dije con cautela. ¿Está realmente llamando solo para
platicar? Yo estaba un poco fuera de práctica con respecto a las charlas por
teléfono. Sólo pretende que es Norris, me dije—. ¿Y tú?
—Bien, yo, eh< Mi padre estar{ fuera de la ciudad por los próximos
días por cosas del trabajo. Pensé< ¿Podrías ayudarme a hablar con mamá
otra vez?
Oh. Por supuesto. Que estúpida al imaginar que me llamaba para otra
cosa. —Pensé que ya había hecho eso. —dije.
—Sólo una vez más, ¿De acuerdo? Todo lo que quiero es saber si ella
todavía está aquí.
—Claro que ella está allí. ¿Por qué no iba a estarlo?
—No sé. —tragó saliva audiblemente. —No puedo decirlo, ya sabes.
No es como si pudiera verla o escucharla, o cualquier cosa. Parece que ella se
ha ido.
—Sí. —dije—. Eso es normal.
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—Pero no quiero que sea. Bueno, sé que no podré ser capaz de verla
como tú lo haces. Pero cuando has hablado con ella era casi como si pudiera
sentirla cerca.
Unas voces se escucharon en el pasillo. Miré por encima de mi
hombro hacia la puerta. Silencio. Seguramente era mamá escondida por ahí,
con la esperanza de escuchar algunas cuantas palabras, preguntándose bajo
que magia esta el chico que acepto hablar con su hija. No deseo oír sus
pláticas durante semanas. Ya es bastante malo que todo el mundo en el
instituto especule sobre Tim y yo para sumar a mamá también.
—Así que, ¿Vas a venir? —Preguntó Tim—. Te prometo que no
volveré a hacer preguntas.
Escuche como ella se había marchado de nuevo. Pensé en Paige,
abatida en la esquina mientras esperaba el regreso de mamá, solo para poder
flotar cerca de ella sin tocarla, sin hablarle.
—Mira —Dije bajando la voz—. Realmente no creo que sea una buena
idea. Sabes, tu mamá no fue muy feliz al respecto.
—Bueno, podríamos intentarlo nuevamente, estoy seguro que ella lo
quiere<
—Tim. —Le dije con firmeza—. Ella no quiere hacer esto. Y yo no
quiero estar haciéndolo, o bien, sabiendo que no lo quiere. Es todo, ¿No?
Su voz se torno borde. —Ella hablar{ conmigo. Aunque ella< Mira,
¿Qué quieres por hacer esto? No sólo puedo ayudarte a ti con< Ya te dije lo
que sé acerca de Paul, te lleve a la fiesta< incluso le diré a Matti que tú no
me estás haciendo nada. ¿Qué más hay? ¿Qué hago?
No hubo palabras en mi garganta, y durante unos segundos no pude
hablar. ¿Podría él escucharme? Estoy tratando de ayudarlo, tratando de
impedir< cualquier razón por la cual su mamá tenga miedo pienso que es
suficiente para dejar las cosas así.
— ¿Puedes dejarme en paz? —espeté.
La línea de Tim se quedo en silencio por un momento. —Está bien —
dijo lentamente—. Sí eso es lo que quieres, puedo hacer eso. Sólo quiero
cinco minutos de tu tiempo y no me acercare a ti otra vez. No hablare
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contigo, ni siquiera te mirare si caminas junto a mí en el pasillo. ¿Está bien
así?
—Eso no es< —me detuve antes de que metiera la pata más
profundo. Tuve una punzada en el pecho ante la idea de que Tim pase sin
dirigirme una mirada de reconocimiento, de la manera que era antes.
Las cosas volverían pronto a la normalidad, cuando lo peor que podía
preocuparme era conseguir que Norris y Bitzy volvieran a hablarse. Él me
estaba ofreciendo una salida. ¿Por qué diablos no acepto? Cinco minutos
más no podrían lastimar demasiado.
Recordé la angustia en el rostro de su madre y mordí mi labio.
Mientras solo sea una vez m{s<
—Muy bien —dije—. Pero tengo que decir esto. Es la última vez. No
me molestaras con esa nuevamente o iré< yo voy a ir con tu pap{ a contarle
todo esto.
—Bien —dijo. El alivio desplazo el enojo en su voz—. ¿Quieres que
pase por ti?
No puedo enviarle a mamá más señales. —No, gracias —dije—. Voy a
caminar. Dame media hora.
Colgué el teléfono y me recosté en la silla, escuchado. Efectivamente,
hubo un crujido y el sonido de sus zapatos al pisar la alfombra mientras
caminaba por el pasillo. Me acerqué a la puerta y me asome. La puerta del
baño estaba cerrada. Bien. Ella no esperaba que terminara mi llamada tan
rápido.
Haciendo a un lado los sonidos chillantes, camine a través del pasillo
y baje las escaleras. Para ahorrar tiempo tomé mis viejos tennis que tenían
los cordones siempre anudados. Sí tan sólo pudiera salir de aquí y terminar
con esto< me gustaría hablar con su mam{ y regresar a casa en una hora.
La pared vibro por la velocidad en la que corría, caminé por la sala y
grité a pap{ un “Saldré. Estaré en casa para la cena” y salí corriendo de la
casa.
— ¿Cassie?
Mamá me llamaba desde la cima de la escalera, pero pude fingir que
no la escuche. Corrí sobre la acera. Camino libre. Puede que me esperara una
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larga plática cuando llegué a casa, pero para ese entonces tendré una historia
adecuada. “Un chico necesitaba ayuda con su tarea de geografía” Salvo que
ya utilice el pretexto de geografía ayer, y era una materia donde nadie
necesitaría mi ayuda. “Nosotros tenemos asignado un proyecto juntos” Diré
que es Inglés. Eso haré. Siempre y cuando no le diga que fui a hablar con
una persona muerta estaría bien.
Cuando llegué a casa de Tim, él abrió la puerta antes de que tuviera la
oportunidad de tocar el timbre.
Nos miramos entre sí y mi estómago dio un vuelco. Se veía diferente,
desarreglado. Su cabello caía sobre su frente. Su camisa tenía telarañas de
arrugas, parecía haber dormido con esa ropa. Pude ver porque lo tenía así el
asunto de su mamá.
No por mi culpa. Yo no quiero estar aquí, haciendo esto, ayudando a
que esto suceda. Sí no<
—Estás aquí —dijo.
Suspiré. — ¿Estabas esperando a alguien más?
—No estoy realmente seguro —dijo Tim—. Quiero decir, a que
vendrías.
— ¿Te he mentido alguna vez?
—Bueno, no, no que yo sepa.
Me acerque y entré, explore el pasillo. No hay muertos, pero el olor a
dulce prevalecía en el aire. Observe la sala y Tim caminó detrás de mí.
— ¿Está aquí? –me preguntó. Sus manos temblaban.
—En algún lugar, —me di la vuelta—. ¡Señora Reed! —La llamé—.
Señora<
Se dejo caer desde el techo, como una hoja de otoño y a la deriva, se
detuvo frente a mí, el dobladillo de su vestido seguía alrededor de sus
tobillos. Cuando nuestros ojos se encontraron me di cuenta que ella sabía
que podía verla, su resplandor me hizo parpadear sorprendida. Había
pasado tres días< no hay manera de que ella me recuerde. Sus labios
estaban fruncidos.
— ¿Quién eres tú? —preguntó—. ¿Y porque molestas a Tim?
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Grandioso. Otra persona que estaba de mal humor.
—Él me pidió que viniera —dije.
—Bueno, no debería haberlo hecho. —Ella se dio la vuelta, sus
hombros tensos, como si estuviera a punto de marcharse de la habitación,
pero se quedó allí temblando.
—No es bueno para él —murmuró—. Lamento que no pudiera
mostrarle<
—Será solo por esta vez —dije. Ella estaba aun más molesta que la
última vez. No esperaba eso—. Confía en mí, no regresaré otra vez.
— ¿Qué está pasando? —Interrumpió Tim—, ¿Ella no quiere hablar?
—Se quedó mirando las paredes, tratando de seguir mi mirada.
—Ella está preocupada por ti. Como te dije —señale con mi mano
hacia el sofá—. Siéntate. Relájate. Contigo inquieto así, no es de extrañar que
ella esté nerviosa.
La señora Reed levantó la voz. —Tal vez tú puedes ayudar. Dile que
se detenga. Tienes que decirle< tienes que detenerlo.
— ¿Detener qué? —dije.
Se volvió de perfil hacia mí, mirando hacia el pasillo de la escalera. —
Tiene que dejar de aferrarse. No esperar más. Yo no puedo volver. Él nunca
llama a sus amigos, nunca habla con nadie. Sí tú lo miraras< no duerme.
Toda la noche, él se sienta y mira hacia la nada a esperar, y se levanta solo a
pasear, pero no duerme. No puedo recordar la última vez que lo vi comer
algo. Sigue yendo al mini bar y sé que bebe. Es lo mismo que estar enfermo.
Soy su madre, lo puedo decir. Él mismo se hace daño. Y no hay nada que
pueda hacer.
Fue como si de un tirón se hubiera abierto el pecho de Tim y ella me
señalara lo que pasaba, me sentí incomoda. Quiero decir, es su problema, no
el mío. Él no quiere que me entere<
Tim se agita sobre el borde del sofá, observándome. Tuve que luchar
contra el nudo.
— ¿Qué quieres que haga? —me las arreglé.
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—No sé —dijo ella. —Sí hay alguien que pueda ayudarle< alguien
con quien hablar, su padre o Nancy<
Tomé el nombre como un salvavidas. —Nancy es tu tía, ¿Verdad? —
pregunté a Tim.
Él frunció su ceño. —Sí, ¿Por qué? ¿Qué pasa con ella?
—Tu madre cree que tú debes hablar con ella. Con Nancy.
— ¿Qué bien puede hacer ir? Ella vive a tres horas de aquí. Tiene sus
propios hijos, de todas formas, esto no tiene nada que ver con ella.
Traté de arreglar todo lo que su madre me había dicho en una
explicación coherente. —Sabes que te dije acerca de que tu madre está
preocupada por ti la última vez. Bueno, todavía lo está. Incluso más. Ella
piensa que no estás durmiendo y comiendo lo suficiente, que estas buscado
tu lugar con< con otras cosas. Supongo que cree que si hablas con tu tía te
sentir{s mejor, ser{s capaz de hacerlo< de superar tu pasado.
—Así que< ¿Se supone que debo olvidar lo que paso? ¿Cómo los
demás quieren?
Funciona mejor para los muertos, pensé. —Bueno, parece que tú piensas
que lo superas. Sólo estoy diciendo lo que ella dijo.
Tim se desplomó, bajo la cabeza hacia sus manos. —Mamá, estoy
tratando, no puedo< —se interrumpió, tenía la voz entrecortada.
Todo su cuerpo estaba rígido, como si estuviera tratando de evitar
fuertemente contener las lagrimas. Un nudo se formo en mi garganta. El
instinto me dijo que diera la vuelta, que me marchara. Este no era mi lugar.
Mi peso sobre los hombros se detuvo.
Sentí el peso de Danielle, Matti, un centenar de personas más en los
últimos años. ¿Por qué no podrían hacer frente como yo misma? No me
gustaba ver a Tim así. No es un mal chico. En cuatro años fue la única
persona que se ha tomado la molestia de averiguar lo sucediendo entre
Danielle y yo. Y no importa cuántas veces lo he rechazado o empujado lejos,
él vuelve. Sí había algo que pudiera hacer para que deje de sufrir<
Tal vez, esta vez, debo ser yo quien vaya hacia él.
Di un paso hacia adelante, acercándome a él. —Tim. —dije.
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Exhaló con voz temblorosa. — ¿Qué?
—Yo< — ¿Qué podía decir? ¿Estás bien? Podía ver por mi misma que
no lo estaba. ¿Vas a estar bien? Pero no lo estaría, probablemente en mucho
tiempo.
No era así con Paige, Norris o Bitzy. Si decía algo malo a ellos lo
olvidarían en un día o dos. Con Tim debía hacerlo bien la primera vez. Y no
tenía idea de lo que era correcto.
Tal vez era mejor no decir nada. Estire mis dedos y los deje en su
hombro esperando que fuera la cantidad de presión suficiente para
reconfortarlo, lo miré esperando una señal para dar un paso hacia atrás por
si en vez de ayudarlo lo esté presionando. Él no se aparto. Mi boca se abrió y
me encontré impulsivamente hablando de la primera cosa que se me vino a
la cabeza.
—Las cosas siempre están cambiando, ¿Verdad? Así que, sí la vida te
patea el trasero en este momento, con el tiempo te pateara menos.
Tim dejó escapar algo como una sonrisa y comenzó a levantar la
cabeza. En ese mismo momento algo cruzó la sala. Mi mano se deslizo de su
hombro, me volví hacia la madre de Tim, ella lo miraba a él, a nosotros. Sus
cabellos y vestidos ondeaban a su alrededor, sus labios rectos y, a
continuación, formaron una ligera sonrisa. Lo detecte un segundo antes de
desaparecer.
Ella se fue rápidamente o se desvaneció de mi vista. Era como si su
imagen se volviera niebla, un millón de pequeñas partículas se dispersaron.
Una sensación como de electricidad estática floto por el aire y sobre mi piel.
Parpadeé y cuando miré de nuevo ya no quedaba nada de ella en absoluto.
Mi boca se abrió. No podía encontrar los medios para cerrarla. Tim se
removió a mi lado.
— ¿Qué? —dijo—. ¿Qué pasó?
—Yo< no sé. —Me acerqué, lentamente, al lugar donde la había visto
por última vez. La habitación no parecía diferente, no se sentía diferente<
El olor. Inhalé profundamente. Mi nariz lo confirmó. El polvo, café
rancio, cuero, ni una pizca de azúcar.
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Sí ella solo flotará por un momento todavía podría percibirlo. La casa
se había llenado con su olor, aunque fuera débil. Mi habitación nunca dejó
de oler como las manzanas confitadas por Paige, incluso cuando ella se iba
por horas.
—La señora Reed se fue.
— ¿Se fue ya? —dijo Tim—. Pensé que todavía tenía un poco más de
tiempo para un último mensaje<
—Un momento. —dije, entré en el comedor, la cocina, la sala, mi
respiración se agitaba. Más polvo, un poco de moho. Nada dulce. Sin pedirle
permiso a Tim subí las escaleras.
— ¿Qué pasa? —Hablo detrás de mí, el pánico era evidente en su voz.
—. ¿Qué tiene de malo?
No le respondí. No podía contestar, no hasta que este segura a ciencia
cierta.
El piso superior olía a loción de afeitar y pasta de dientes. Abrí cada
puerta, una por una e inhale. Ni siquiera una pizca de azúcar, ni un olor
débil que pudiera engañarme y hacerme creer que se trataba de ella. Era
como si nunca hubiera estado aquí.
Tim estaba esperando en la parte inferior de la escalera. Cuando miré
en su dirección la náusea me invadió. Podía ver cómo su cara se arrugaba,
su quijada se apretaba, sus ojos se volvían cristalinos. No podía soportarlo.
Aquí no, ahora no. No tenía ningún conocimiento de cómo tratar al chico
delante de mí, de cómo manejarlo o lidiar con ello.
Baje por las escaleras, trate de detener la incertidumbre en mi interior.
—Ella no está aquí —dije—. No sé a dónde se ha ido. Pero yo< no creo que
vaya a regresar. Lo siento.
— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con no regresara?
—Lo siento. —Le dije nuevamente, y lo sentía de verdad. Sentía como
mi interior estaba atado con un nudo gigante—. Yo< No hay nada que
pueda hacer, nada.
Mis pies, sin consultármelo, se desplazaron hacia él, pero él dio un
paso atrás, mirándome. —Pero ella estaba aquí, ¿No lo estaba?
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—Ella se fue. Ahora no está.
Él vaciló y puso su mano contra la pared para mantener su equilibrio.
—Ella no pudo< Por supuesto que va a regresar de nuevo.
No, no, pensé, pero no me atrevía a exponerlo tan abiertamente. —
Tim, ella<
—Tienes que irte. —dijo con voz apagada. Se volvió hacia la puerta—.
Tú hiciste lo que te pedí que hicieras. Gracias.
—Pero<
—Sólo tienes que irte, ¿De acuerdo? Lo que vas a decir no lo quiero
escuchar ahora. Tengo que pensar.
No me miró, me abrió la puerta y se quedó allí, con el ceño fruncido y
su mano en la perilla. Cuando no se movió, su voz se volvió más nítida. —
Adiós.
Yo no sabía qué más hacer. Así que me fui. Salí al pórtico y miré hacia
atrás en el justo momento en que la puerta se cerró detrás de mis talones.
Dudé allí en la sombra de la casa, la tarde soleada de primavera a pocos
pasos de mí me parecía completamente irreal.
Él quería estar solo. Tenía su derecho. Yo podría darle eso.
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Capítulo 13 Puede que mis piernas hayan seguido la orden de Tim de irme, pero mi
mente tenía otras ideas. Durante toda la cena mi estómago estuvo tenso, mis
pensamientos inquietos. Mordisqueé mi chuleta de cerdo y reacomodé mis
verduras, pateando las patas de mi silla.
Por supuesto que Tim no quería que me quedara. Él tenía que lidiar
con el hecho de perder a su madre toda de nuevo —¿Y quién era yo? Una
chica con la cual él nunca había hablado hasta hace una semana atrás. Tenía
la incómoda sensación de que habría otras palabras que debería haber dicho,
otros gestos que debería haber hecho, algo que hiciera las cosas mejor. Pero
mirando al pasado, no sabía cuáles eran. Como amiga, era bastante inútil al
parecer.
Mi garganta se cerró, impidiendo tragar el bocado que estaba
masticando. Mamá, con su impecable sincronización, eligió ese momento
para empezarla conmigo.
—Sabes, —comenzó mientras su cuchillo rayaba el plato—. Me
gustaría que fueras un poco más concienzuda cuando salgas, incluso si es
para ir a la escuela.
Me las arreglé para tragar. — ¿Qué?
—Hoy te fuiste sin decirme a mí o a tu padre adonde ibas o con quien
estarías. Y deberías de haberle dicho a tu padre a donde ibas exactamente el
viernes también. Necesitamos saber estas cosas. Tienes que ser cuidadosa.
Un segundo ella estaba encantada de que pasé dos segundos fuera de
la escuela con alguien de mi edad, y al otro se convierte en mi oficial de
libertad condicional. No tenía la energía para discutir esto. No era como si
planeara ir a otras fiestas. Y las posibilidades de que Tim me invitara de
nuevo... Mi estómago se cerró.
—Seguro, —respondí—. Um, no me siento bien. ¿Puedo retirarme?
—Apenas has comido.
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—Ponlo en la heladera, —sugirió papá—. Si mas tarde tienes hambre
podrás comerlo —Le agradecí con una débil sonrisa.
Arriba en mi cuarto, me deje caer de espaldas en la cama. Mamá y sus
preocupaciones. Ella y la Sra. Reed tenían eso en común. Me di la vuelta,
acurrucándome con la cabeza en mi brazo. La Sra. Reed. Había intentado no
pensar en esa parte de los eventos del día, pero ahí estaba. Ella había estado
en la sala, llena de preocupaciones, y luego — ¿Qué? Por ninguna razón, sin
ningún aviso, desapareció. Como Chester el verano pasado.
Pero tenía que haber alguna razón, ¿verdad? Las cosas no sucedían
porque sí —el mundo no funcionaba así. Pensé en el último momento,
cuando la vi antes de que desapareciera en la nada. La manera en que
sonrió. Mirándome a mí, a Tim, a nosotros dos juntos.
Un escalofrío me llego al corazón. Ella dijo que solo quería saber que
él estaría bien. Saber que él tenía a alguien que estaría para él. Ella no podría
haber creído que yo sería esa persona, ¿Yo? No había razón para que ella
confiara en que yo pudiese, o asumir que Tim querría que lo hiciera —Por
qué lo haría, si obviamente soy una incompetente.
Paige atravesó la puerta rápidamente, su pelo flotando tras ella. —
¡Cassie! —susurró, como si alguien pudiese escucharla—. ¿Escuchaste?
Hice el esfuerzo y me senté. — ¿Escuchar qué?
—Mamá estaba hablando con papá abajo —dijo que la revista para la
cual trabaja está perdiendo dinero ¿Y si la despiden? —dijo mientras se
quedaba inmóvil sobre el escritorio.
Un problema fácil, un problema que sabía cómo manejar. Deje escapar
un respiro débil y empuje otros pensamientos fuera. —No pueden
despedirla, —respondí—. Ella trabaja como autónoma. Supongo que no
pueden despedirla, dejar de darle tareas, pero ella ha sido regular por años.
Se desharán de todos antes que ella. Conoces a mamá. Le gusta preocuparse.
—Eso espero. Parecía como si la revista pudiese quebrar. Si no hay
revista, nadie escribirá. Dijo que ya están haciéndole pagar la mayoría de sus
gastos.
—Puede que entonces no viaje tanto como antes.
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Paige frunció el ceño. —No me gusta que mamá se vaya, pero
tampoco es como si deseara que perdiese su trabajo. Lo ama, sabes. Puedes
imaginar lo triste que estar{ si<
—No te preocupes, —dije—. Ella estará bien. Tiene muchas
conexiones, ¿verdad? Incluso si algo va mal con esto, ella seguiría
escribiendo.
—Tienes razón, —dijo Paige, asintiendo para sí misma más que para
mí—. Ella estará bien.
Volteé mi cabeza mientras ella flotaba allí, y me encontré a mi misma
estudiándola en una manera que hace mucho no hacía. Hasta hoy, conocí a
dos personas muertas que se habían quedado y luego desaparecido. Uno
había estada dando vueltas por tal vez ochenta años, y la otra, apenas
ochenta días.
¿Cuál era la diferencia? ¿Era algo que yo hice? ¿Había algo que tenía
que hacer por Paige que todavía no había descubierto? Pero no había estado
cerca de Chester cuando él desapareció. Y... aunque la idea me preocupaba,
no podía creer que la Sra. Reed se hubiese sentido confortable dejando a su
hijo en mis manos. Tal vez ella solo supo que él iba a estar bien. Tal vez era
él, no yo. Ella había visto algo en él que la hizo darse cuenta que saldría de
todo esto, que él lo lograría. Eso tenía más sentido. Y considerando lo bien
que mi intento de ser amigos había salido, sería mucho mejor para él. Oh,
por favor, que sea eso.
Paige se deslizó a mi lado. Le eché una ojeada. Si había algo atándola
aquí, de la manera en que la preocupación por Tim de la Sra. Reed la había
atado a ella —si era eso lo que la había atado— froté mi frente con la palma
de mis manos. Intentar pensar en todo esto solo me daba un dolor de cabeza.
Había aceptado hace ya un tiempo que había parte de la muerte que nunca
entendería, que lo único que yo podría hacer era liarme con lo que conocía.
Nada había cambiado aquello. Tan solo lo agregaría a mi lista de misterios.
Sin embargo, no pude evitar que la pregunta se escapara. —Paige,
¿Por qué estás aquí?
Se detuvo de repente, a unos pies de la cama. —Quería decirte lo de
mamá, respondió sonando herida—. ¿Qué creías?
—No, me refiero aquí en absoluto.
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— ¿Qué?
—Bueno<—hice una mueca, deseando no haberme metido en esto—.
Es solo que, no todos se quedan, después. Como la abuela McKenna o el
abuelo Finch. No los ves por aquí. Tan solo se fueron. Pero tú estás aquí. A
eso me refiero.
Paige había estado jugando con un mechón de pelo con un dedo.
Ahora su mano cayó a su regazo. — ¿No me quieres aquí?
—No, no. Por supuesto que sí quiero. —Me giré hacia ella, sin poder
hablar por un segundo—. Solo quiero saber por qué. En caso< —En caso de
que pueda hacerla feliz. En caso de que pueda ayudarla a seguir adelante, si
había algo a lo que ella se aferraba. Tragué con dificultad. No podía
imaginar este cuarto sin Paige. Despertar y no tener ese brillo tibio en el
cuarto, su sonrisa iluminando su rostro<
Pero no se suponía que ella se quedara. Yo sabía eso. Los muertos
tenían que ir a donde todos iban, finalmente. Sería tan egoísta de mi parte no
preguntarme, no hacer lo que pudiese por ella, solo porque la extrañaría.
—No tengo idea, —dijo Paige—. Estoy aquí porque estoy aquí. Yo no
lo decidí. ¿Por qué preguntas todo esto?
No creía que ella disfrutara la historia de Tim y su madre. — ¿Qué tal
si<? ¿Has hablado con otros, otros como tú? ¿Nunca preguntaste?
Comenzó a sollozar, y yo me sentía como una verdadera idiota.
¿Cómo explicarle que solo preguntaba por su bien? Me acerque rápidamente
a ella, lo más cerca que pudiese como para abrazarla.
—Cassie, —dijo—. La única que me habla eres tú.
Subí mis piernas y apoye mi cabeza en mis brazos, observándola.
Norris y Bitzy compartían un edificio, se conocían, y sin embargo podían
pasar meses sin que se dirigieran la palabra a menos que yo interfiriera. Por
supuesto que Paige no pensaría en importunar a algún muerto extraño por
preguntas. Como si alguno de ellos tuviese menos preguntas que ella.
—Lo lamento, —dije—. Solo trato de entender.
Paige flotó hacia la esquina. Me miró desde allí, sus ojos oscuros. —No
creo que haya nada que entender, —murmuró—. Las cosas son como son. —
Entonces atravesó la pared, y yo estaba sola.
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Capítulo 14
A la mañana siguiente pase de los movimientos de desayunar y
empacar mis cosas de la escuela, mi cabeza estaba en un remolino de
neblina. Vería a Tim en la escuela hoy. Incluso si no quería hablar conmigo,
yo al menos me aseguraría de que estuviera bien. Tal vez ahora que su
mamá realmente se ha ido, podría empezar a superarlo en lugar de buscar lo
que ya ha perdido. Tal vez comenzaría a mejorar.
Lo deseaba tanto que mi pecho dolía.
Mientras caminaba a Frazer, no puede evitar mirar el fresno de
Chester. Me desvié del camino hasta la puerta principal y me dirigí hacia
él. Las hojas verde pálido ondeaban a lo largo de las ramas, que eran tan
flacas como los brazos de Chester lo habían sido. Toqué el tronco, pasando
mis dedos hacia arriba y hacia abajo por la corteza lisa. Sólo había silencio,
yo y el árbol.
Chester no iba a volver. No habría otra sonrisa tímida, no más
miradas de deseo hacia los coches que se aparcaban cerca, simplemente no
habría nada más.
Mi mano cayó a mi lado. Yo lo sabía. Tal vez él había encontrado
algo, algo que había llenado un vacío que lo mantuvo aquí, algo que lo había
puesto en libertad. Con suerte, él era feliz dónde sea que haya terminado.
Con suerte, también lo fue para la Sra. Reed.
Adentro de la escuela, todo parecía igual, sonaba igual, olía igual,
pero la intranquilidad se deslizaba por mi piel. Corrí por las escaleras al
tercer piso, diciéndome que eran sólo nervios y si los ignoraba el sentimiento
se iría. Casi lo hizo.
Entonces llegué al pasillo y vi a Norris allí esperándome. No al final,
junto a mi casillero como era costumbre. Justo al lado de las escaleras, como
si hubiera querido cogerme tan pronto como fuera posible. Brillaba
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débilmente mientras extendía sus manos, como si pensara que podría
bloquear mi camino.
—Traté de detenerlo —dijo—. Yo< ¡Oh, caramba, no sabes lo duro
que golpeé su cabeza! Podría haberle dado puñetazos hasta hacerlo papilla,
te lo juro, Cass.
Mi boca se secó. La campana sonó, y los estudiantes se apiñaron en
sus propios casilleros, agarraron sus cosas y se dirigieron hacia las aulas.
Incluso en su prisa, lanzaron miradas hacia mí. Agaché mi cabeza y pasé
junto a ellos. No podría ser tan malo. No podía ser tan malo como antes.
Nada podría ser tan malo como eso.
No lo fue, por supuesto. Pero en cierto modo, era casi peor.
Miré mi casillero hasta que los últimos rezagados lanzaban miradas
hacia mí, después se precipitaban a clases. La cerradura de combinación
había sido cortada; la puerta tenía una grieta. No era suficiente para ver el
interior, pero suficiente para hacerme dudar en el abrirla. El candado yacía
en el suelo delante de él, en un charco de material negro, que parecía haber
goteado desde adentro del armario. El mismo material negro untado en los
bordes de la puerta. Cualquiera que hubiese hecho esto había sido muy
cuidadoso de no dejar una sola gota tocar los otros armarios al lado, excepto
el mío. Sólo era para mí.
Me acerqué, toqué unas de las manchas. Era espeso y pegajoso, y
cuándo llevé el dedo a mi cara olía a asfalto. Chapopote. Alguien había
decorado mi casillero con chapopote.
Con el mismo dedo, abrí la puerta completamente.
Mi respiración se hizo dificultosa. El chapopote estaba salpicado en el
interior de mi armario, cubriendo las paredes y todo su contenido con una
capa de viscoso negro. Un libro de texto estaba abierto en la pila de cosas en
la parte inferior. El material había sido derramado entre las páginas y a
través de la cubierta. Estaba arruinado. Todo ahí estaba arruinado. La
camiseta que había dejado cuándo un día frío de primavera se había vuelto
cálido, las carpetas llenas de apuntes que iba a necesitar para los
ex{menes<
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Mi mirada se desplazó y por primera vez me di cuenta de la parte
inferior de la puerta. Las letras pintadas habían comenzado a correrse, pero
aún podía leerlas sin ningún problema.
ÚLTIMA OPORTUNIDAD. ALÉJATE.
Apreté los dientes. Por supuesto. ¿Quién más podía haber sido
excepto por Matti? Sin duda alguno los amigos de Tim estaban detrás de él.
Norris había estado revoloteando detrás de mí, humildemente, como
si tuviera miedo de lo que le haría si hablaba. Ahora encontró su voz. —Era
ese tipo Matti. Entró justo después de que los conserjes abrieron las puertas
— no había nadie — si pudiera lo habría matado, lo sabes, Cass.
—Lo sé —dije, con voz apagada. Pensaba que las cosas habían
cambiado, pero tal vez no. Tal vez nada había cambiado en absoluto.
Todavía era la chica espeluznante que había llamado la atención del chico
equivocado.
¿Lo ves?, pensé, sin saber si estaba hablando con Paige, Mamá, o
conmigo misma. ¿Lo ves? Es por esto por lo que no te metes en la vida de
los demás. Debido a que la vida es confusa y complicada, y las cosas
terminan yéndose al infierno de una manera u otra, todo el tiempo.
Negué con la cabeza y traté de concentrarme. Seguir adelante. No
demostrarle que me había lastimado. Tenía tres de mis carpetas en mi
mochila, otras dos en casa. Sólo equivalía a tres clases de notas destrozadas.
Podría sobrevivir con los libros de texto, y podría llegar a alguna excusa de
por qué necesitaba otros nuevos. Obviamente iba a necesitar hacer un poco
de investigación en Internet sobre cómo quitar el chapopote —si podía
limpiar esto sin todo el alboroto que vendría de la administración si se
enteraba, mi vida sería mucho más sencilla—. Pero ahora, ahora mismo, tal
vez tenía treinta segundos antes de que la campana sonara y se suponía que
debía estar sentada en un escritorio en mi clase de biología en la planta baja.
Otra ausencia injustificada y el Sr. Gerry podían sentir la necesidad de
ampliar su consejería a mis padres. El resto podría esperar.
Cerré mi casillero y me precipité por el pasillo. Estaba a medio
camino de la escalera cuando Tim salió de él.
Me quedé inmóvil por instinto. Por mucho que me había preocupado,
como todo lo que había contado al verle hoy, de repente todo lo que quería
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era ocultarme. Pero estaba de pie en medio de un pasillo vacío, todos los
demás ya estaban en sus clases dónde se supone que él debía de estar —
tendría que ser ciego para no verme. Él asintió con la cabeza hacia mí, se
acercó, lentamente, y se detuvo frente a mí, balanceándose como si no
pudiera encontrar el equilibrio. Tragué. Caramba, se veía mal.
—Hey, Cass —dijo y se frotó los ojos. Parecía como si cada partícula
de color en el resto de su cara se había agrupado bajo ellos. No sabía que las
ojeras se podían poner así de oscuras.
—Te ves horrible —espeté—. Debiste quedarte en casa si estás así.
—Estoy bien.
Sacó una botella de jugo de su mochila, quitó la tapa y tragó, una, dos
veces. La cosa en el interior tenía el color ámbar de jugo de manzana, pero
cuando bajó la botella, mi nariz picó con el olor del alcohol. Se secó la frente
con el dorso de su mano. El fleco de pelo que estaba en su piel era como la
hierba muerta.
—Bien —dijo, ahora más suave.
La última campana sonó. Apreté mis manos. Cada segundo que
pasaba era un segundo más cerca a la Sra. Canning terminando la lista de
asistencia, enviando la carpeta a la oficina con una “A” de ausente marcada
al lado de mi nombre. Pero no había manera de que pudiera dejar a Tim así.
—Vas a ser suspendido por traer esas cosas en la escuela.
— ¿Vas a decidir por mí?
—No, pero<
—Bien. —Dejó la botella en su mochila y apuntó con su cabeza hacia
la escalera—. Vámonos.
Intentó tomar mi brazo pero lo esquivé con facilidad. Su puntería era
tan mala que probablemente no habría podido tomarlo aún sin moverme.
—Un momento —dije—. ¿A dónde vamos? ¿De qué estás hablando?
—A la casa. Nos vamos a la casa. A estas alturas ya está en casa,
¿verdad? Te necesito para estar seguro. No necesitas hablar con ella. Sólo
necesito saber.
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No, ella no volvería. No lo haría porque por una estúpida razón, ella
aparentemente decidió que todo estaba bien en el mundo, que era hora de
seguir adelante, cuando claramente Tim sólo estaba quebrándose cada vez
más. ¿Por qué tuve que ser la última para hacerle frente, estando aquí de pie
con un nudo en mi garganta y sin saber qué hacer?
— ¿Acaso no hicimos un trato sobre que no me ibas a preguntar acerca
de esto nunca más?
Tim sonrió débilmente. —Mi papá ha salido hasta el miércoles. No
puedes decirle nada.
Hice una pausa. —Yo tampoco te puedo decir nada. Se ha ido, Tim.
Tienes que ir a casa. Come algo. Descansa un poco. Dejar de beber esa
mierda.
—Primero ven —dijo—. Después voy a hacer todo eso. Lo prometo.
— ¿Me estás escuchando? No servirá de nada —Le toqué el codo,
empujándolo hacia las escaleras—. Sé que esto es muy difícil y que estás
molesto< tal vez si hablas con alguien.
—No quiero hablar. Todo el mundo ha estado llamando. He apagado
mi teléfono. Como si les importara un bledo.
—Tu mamá quería que le llamaras a tu tía. ¿Lo harás?
Él negó con la cabeza. —Ven —dijo—. Por favor. Por favor. Por
favor —su voz se rompió en la última repetición, y por un momento terrible,
que removió el estómago, pensé que iba a empezar a gritar en medio de la
escuela. Luego parpadeó, el brillo lloroso desapareciendo de sus ojos. Se
quedó mirando nuestros zapatos, mirándolos sin esperanzas como uno de
esos niños de las fundaciones para salvarlos. La luz de arriba golpeaba su
rostro que parecía que podría romperle la piel.
Mis dedos se crisparon. Una parte de mí quería envolver mis brazos
alrededor de él, como si fuese en realidad uno de esos niños. Abrazarlo y
decirle que estaría bien, que sólo tendría que superarlo. Pero no sabía cómo
decirlo en una forma para que me escuchara. Lo único que sabía era hablar
con los muertos y eso fue lo que nos había metido en éste desastre. Y si caía
de nuevo, si lo dejaba seguir teniendo esperanza, acabaría lastimado mucho
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más de lo que estaba ahora. Entre más pronto aceptara como estaban las
cosas, él mejor estaría.
—No —dije—. No va a suceder, Tim. No tiene sentido. Se ha ido por
completo. No desaparecen y luego regresan. Confía en mí. Puedo ver la
diferencia.
—No puedes saberlo con seguridad —insistió—. No viste por todas
partes. Pudiste haber perdido<
—No me he perdido nada —le dije—. Lo siento mucho, realmente lo
siento, pero es el momento de darse por vencido. Seguir adelante, como ella
quería que lo hicieses.
El sonido de pasos amortiguados llegó de uno de los salones, y el
pomo de la puerta hizo clic. Un maestro nos había oído. Salté hacia la
escalera. —Vámonos, o los dos vamos a tener detención.
Tim abrió la puerta, corrí por delante de él. Corrimos hasta el
segundo piso, Tim tropezó en la curva. Seguí adelante. En el primer piso,
salí a través de la entrada principal y hacia afuera sobre el césped, el sol
calentó la parte superior de mi cabeza. Tim salió tambaleándose un segundo
después, sosteniendo su cabeza con una mano.
—Ag. —dijo sentándose de golpe en las escaleras.
—Mira —dije—. Esto es todo lo que sé, todo lo que puedo decir. Tu
mamá –por la razón que sea– se fue, desapareció hacia el mundo de las
tinieblas. Y cuando se fue, todo rastro que quedaba de ella, también.
Cuando una persona sin vida está en un lugar por mucho tiempo, y tú lo
sabes tanto como yo, tú puedes darte cuenta. Hay una sensación en el aire,
un sabor, un olor. Se queda, sin importar dónde se encuentren, y es molesto
porque no se puede lavar de tus sábanas o mandarlo lejos con un
aromatizador. Se fue ayer. Esto significa que tu madre se ha ido. Si pudiera
arreglar las cosas, lo haría. Pero no puedo hacer nada. Te lo prometo, no
puedo.
Él miró hacia mí, haciendo una mueca en la luz del sol. — ¿Por qué?
—Porque no hay nada que se pueda hacer.
— No. ¿Por qué se fue?
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—No lo sé —dije. No le haría ningún bien si le contara las estúpidas
teorías que habían pasado por mi mente desde entonces—. La mayoría de la
gente, cuando mueren, se van donde sea que se supone deben de ir.
Simplemente sucede. Los que se quedan aquí, eso es raro. Creo que,
dondequiera que ella está ahora, es el lugar adecuado para ella. Es mejor
para ella estar allá que aquí.
—Pero< ¿se fue por mi culpa? ¿Por qué yo estaba tratando de hablar
con ella? ¿Ella no quería<?
—No tal vez no haya ninguna razón. —Tal vez ella había pensado que
lo estaba dejando en buenas manos. Ha.
— Ella estaba sonriendo —dije—. Cuando ella desapareció. Ya no
estaba preocupada o molesta.
No parecía que me había escuchado. —Se ha ido —dijo a sí mismo—.
Ella realmente se fue. No sé lo que voy a hacer —Miró fijamente a través de
la calle—. Es gracioso, sabes. Sigo pensando en la cosa más estúpida.
Cuando tenía doce años y mi mascota jerbo murió. Realmente me llegó.
Pero no te molestas sobre los jerbos cuando tienes doce. Por lo tanto, actué
como si no me importara. Pero mamá lo sabía. Ella vino y se sentó conmigo
y no me dijo esas estúpidas cosas como: “Est{ en un lugar mejor.” Ella sólo
dijo que echaría de menos verlo correr a través de las barras, y yo dije que
extrañaría dejarlo comer semillas sobre mi mano, y yo sabía que estaba bien
estar triste.
Hubo un largo momento en que no podía pensar en otra cosa que
decir.
—Por supuesto que está bien que estés triste. Quiero decir, es tu
mamá.
—Esa no es< no es la manera en como los demás actúan. Todos ellos
hicieron sus pretensiones de luto y después se suponía que todo había
terminado, entonces era un problema si no quería pasar el rato o ir a fiestas o
lo que sea —Sacudió la cabeza y luego se inclinó hacia adelante hasta que
ésta descansó en sus manos, balanceándose ligeramente—. Es demasiado.
¿Por qué se tuvo que ir de esa manera? ¿Por qué sólo pudo haber quedado?
La necesito.
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El dolor en mi pecho se extendió mientras lo veía, un dolor que
parecía arrastrarse a través de mis huesos. ¿Qué diferencia estaba haciendo
yo? Nada, yo no estaba siendo ninguna diferencia. Yo no era buena en esto
de las personas con vida. Hablar con Bitzy, alegrar a Norris, seguro, no hay
problema. Los muertos eran simples, tenían sentido, por eso me quedé con
ellos.
Había hecho lo que Tim había pedido. Lo intenté y ahora se sentía
muy mal. Hubiera sido mejor no haberlo dejado ir más lejos que el primer
día en el lago. Mejor para él no haber conocido que su mamá se había
deslizado a través de sus dedos, y mejor para mí porque nunca debí
haberme metido en este problema que no podía resolver, este daño que no
sabía cómo curar. Alejarme ahora antes de que hiciera las cosas aún peor.
—Tengo que ir a clase —dije. Las palabras que salían de mi boca
sonaban torpes—. Simplemente< habla con tu tía o alguien, por favor, ¿de
acuerdo?
Tim se movió pero no levantó la cabeza. Me aclaré la garganta. —Yo,
yo me tengo que ir.
No dije nada más mientras caminaba por las escaleras y agarré la
manija de la puerta. Yo ya había dicho demasiado, mucho más. Un
experimento interesante, mezclándose con los vivos, pero uno con
resultados desafortunados.
La puerta se cerró y sólo había silencio detrás de mí. Ni un atisbo de
Tim. Me clavé las uñas en las palmas de mis manos y me obligué a seguir
caminando.
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Capítulo 15 Todo el día pase corriendo entre las clases y tratando de limpiar mi
casillero, me mantuve en alerta por si veía una cabeza extraña. Pero no vi
nada. Él debía haberse ido a casa, me dije a mi misma. Espero que él se esté
dando un tiempo para recuperarse del todo y no< no quiero pensar que
más podría llegar a hacer.
No es como si me faltaran cosas en las cuales distraerme. Cuando vi a
Matti, apreté los puños, pero me mantuve fría y lo ignore simplemente. De
todas formas, en un par de semanas él se graduaría y nunca más lo volvería
a ver de nuevo. Observe a Danielle y Paul en la cafetería, sentados en a los
extremos opuesto de la mesa —Danielle con Jordana se reía tontamente,
apretado Paul estaba entre Matti y Flo, y miraba fijamente la columna donde
él debía ser capaz de ver el brillo de su pelo — y no me sentí ni un poquito
victoriosa. Le di a conocer a Danielle que Paul la había estado engañando,
ahora ellos terminaron. Probablemente hubiese ocurrido de igual manera sin
mí, solo hubiera tardado más. Nada hubiera cambiado que ella terminara
hace tiempo, de la forma que fue. Nada hubiera cambiado.
A la mañana siguiente, caminaba a través del estacionamiento a
revisar el viejo Oldsmobile azul bebe. No estaba ahí. Me mordí el labio y
entre al colegio.
Norris me estaba esperando por la oficina de matemáticas, como
siempre. Me senté con la espalda apoyada en mi casillero abierto y él se puso
de cuclillas a mi lado. Había tiempo suficiente antes de clases para tener una
corta charla como de costumbre, pero cada vez que abría mi boca, veía el
estacionamiento y el lugar vacío donde debería estar el auto de Tim.
—Norris, dije—. ¿Me puedes hacer un favor?
Norris movió las cejas — ¿Me arrepentiré si digo que si?
—Bueno, yo< —me puse roja.
—Vamos Cass, —dijo Norris—. ¿Me ves como si tuviera algo mejor
que hacer? ¿Qué necesitas?
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—Va a sonar estúpido —dije. Se encogió de hombros—. No sé si
recuerdas, pero ayude un poco a Tim, el VP, y ahora< si pudieras ir a su
casa, a verificar como esta, solo por un par de minutos, así sé< —ahí me
quede en blanco. ¿Qué era exactamente lo que quería saber? ¿Qué pensaría
él si supiera que lo estaba espiando?
Pero debía hacerlo. Si no lo hacía, no sabría qué era lo que estaba
haciendo y me volvería loca. — ¿Sabes algo de él? Debe ser bueno.
—No. Es una larga historia. Él ha estado un poco desordenado y no ha
estado en el colegio. Solo quiero saber si está bien. ¿Puedes hacerlo? No
tienes que hacerlo.
Norris bufó, —No te preocupes. Estoy en eso.
Le di la dirección cuando sonó la campana. Se escabullo por los
casilleros antes de que cerrara el mío. Cuando lo vi irse, mi estómago se
retorció. Deseé no haber comido tantos pedazos de tocino en el desayuno.
La Srta. Taislye en la clase de química, nos hacía ver este loco video de
enlaces químicos, donde todos los elementos eran personas de dibujos
animados y ellos se juntaban para formar complejas sustancias. Me mantuve
esperando que se convirtiera en una orgia gigante de la tabla periódica. Las
luces estaban apagadas, así que note de inmediato cuando Norris se filtro a
través de la puerta, brillando débilmente.
Se deslizo por un lado de mi escritorio, frotándose las manos, —
Misión cumplida. ¿Quieres que te lo cuente ahora?
Asentí con la cabeza, aparentando estar metida en el video.
—Encontré al chico en la sala —dijo Norris—. Estaba estirado en el
sillón. Al principio pensé que estaba dormido. Entonces llamo a su mamá,
pero nadie vino. No vi a nadie más en la casa. Supongo que está enfermo.
Señalé mi cuaderno de notas, el cual tenía más garabatos que apuntes
y escribí ¿Estaba bebiendo?
— ¿Quieres decir alcohol? No vi nada. Supongo que pudo haber
estado bebiendo. La mayoría de los chicos que conozco, se ponen salvajes
cuando están cabreados.
Eso sonaba a que Tim no estaba mucho peor de lo que estuvo el fin de
semana. En cualquier momento, su padre llegaría a casa, y aunque fuera un
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perdedor se daría cuenta que algo andaba mal con Tim y haría algo al
respecto. Exhale lentamente.
Escribí gracias. —Cuando quieras —dijo Norris. Se agacho al borde del
escritorio y vio el resto del video conmigo, dando comentarios sobre lo
ridículo que era.
Caminando hacia la casa en la tarde. Vi un auto en la entrada. Mamá
había conducido hacia su última asignación, pero ella no debía volver hasta
mañana. Aceleré el paso, me asome a la ventana lateral. Ahí estaba su
estuche de cosmético de piel artificial en el asiento de pasajero.
Cuando me enderecé. Mamá salía sacudiéndose por la puerta. Un lado
del cuello de su blusa estaba apegada y la otra desigual. Cuando bajo las
escaleras, el dobladillo de su pantalón se movió mostrando un calcetín gris,
otro de mezclilla azul. No todo estaba bien en el mundo de mamá.
—Entra Cassie, —dijo rotundamente, paso cepillando hacia el
maletero—. Siéntate en la mesa del comedor y espérame ahí. Tenemos que
hablar.
Eso no sonaba prometedor. Ella recién había llegado a casa — ¿Qué
podría posiblemente haberle molestado de mí? Suspirando en voz baja,
entre.
Me hizo esperar. Me encorve en la silla haciendo girar mis pulgares
mientras ella arrastraba su maleta al piso de arriba: tump, tump, tump, el
agua corría en el baño. Pasó por la puerta, con el pelo arreglado y sonaron
los cubos de hielo en la cocina. Escuche abrir la puerta del bar.
Mamá nunca bebía antes de la cena. Nosotras ni siquiera habíamos
comenzado a hablar y ya me imaginaba la catastrófica conversación
Empecé a sopesar las consecuencias de salir arrancando por la puerta.
Antes de llegar muy lejos, ella entro al comedor con toda la gracia de un
huracán. Dejo su trago –su favorito, un té helado de Long Island – y se sentó
con los codos sobre la mesa, las manos cruzadas enfrente. Miré el hielo
derretirse en su vaso. Me hizo pensar en Tim, Tim y su ginebra helada y su
estúpida botella de jugo.
Mire a mamá y fruncí el seño — ¿Llegaste temprano a casa solo para
hablar conmigo? —dije—. ¿Cuál es el problema?
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Tenía la boca apretada, la piel se le arrugaba en las esquina. —Llegue
a casa temprano porque la revista acorto mi asignación, —dijo ella. —.
Simplemente el teléfono sonó cuando estaba entrando. Tu consejero tenía
que decirme algunas cosas.
El Sr. Gerry< Esa comadreja.
—Él estaba particularmente preocupado sobre tu asistencia y tus
notas, —mamá continuo—. Al parecer has estado faltando a muchas clases.
—Eso no es verdad. No he faltado a ninguna desde< —desde que me
hablo la semana pasada, iba a decir y entonces me di cuenta. Me había
perdido la mitad de biología ayer para hablar con Tim. Me deje caer en la
silla.
—Mm-hm, —dijo Mamá como si le hubiera dado todo—. No quiero
escuchar ninguna excusa. El año casi termina. Tú tienes que presentar
ex{menes pronto. Tienes todo el verano para evadir el colegio< hasta
entonces podrás hacer que quieras.
Deje salir las palabras sin pensarlas, —Y tú eres buena hablando sobre
evadir cosas.
A mamá se le pusieron rígidos los hombros, — ¿Qué dijiste?
Había ido demasiado lejos. Lo sabía. Aun cuando la frustración
despertaba dentro de mí a fuego lento, sabía que no valía la pena luchar. Así
que le dije, —Lo siento, no importa —y eche la silla atrás para pararme. Si
mamá no hubiera presionado, ninguna otra palabra habría salido.
—Quédate ahí, —dijo ella, señalándome con un dedo. Su mano
temblaba—. No he terminado aún. Para comenzar, esa actitud tuya. Es
irrespetuosa y rencorosa y quiero que se detenga ahora.
Si ella supiera, si ella tuviera la más mínima idea de lo que estaba
ocurriendo< Me levante de todos modos, aguantando. Empuje la silla y me
puse detrás de ella, agarrando la parte de atrás como si necesitará algo para
mantenerme estable.
— ¿Actitud?
—Sí, esto, en este mismo momento. Jugando hacerse el tonto. Como si
no estuviera contigo. Ignorándonos. No pienses que tu padre no lo ha
notado también. Podrás tener dieciséis, pero todavía sigo siendo tu madre, y
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me gustaría un hola cuando llego a casa y una respuesta decente cuando te
pregunto algo.
Que conveniente para ella el haber olvidado que la mitad del tiempo
se haya saltado el Hola y venga directo a acosarme. Apreté mi mandíbula.
—Tal vez si tú no la tomaras conmigo, me gustaría hablar contigo.
— ¿Tomarla contigo? —elevo sus manos al aire y empezó a agitarlas—
. Esto no es tomarlas contigo, Cassie. Esto es una discusión y disciplina. Ese
es mi trabajo.
—Oh, —dije—. Entonces, también es tu trabajo señalar todo lo malo
de mi y molestarme todo el tiempo porque no soy exactamente lo que tu
deseas, supongo.
—Cassie, —su aliento salió silbando—. Estoy tratando de velar por ti,
si vas actuar así toda tu vida, nunca harás ningún amigo. Los colegios no te
querrán. Nadie te contratará para un trabajo. Te estás dibujando a ti misma
en una esquina solitaria, sola y horrible. Mírate. Vas al colegio con esas ropas
sucias, tu pelo es un desastre, siempre con el seño fruncido. Tienes que salir
de allí, poner tu mejor cara, darle una oportunidad a las cosas. Vivir.
Ser como Paige. Ser la hija que ella realmente quería. Si yo estuviera
muerta y no Paige, ella nunca le hubiera dado un discurso como este.
Mi ira se desbordo en un torrente de palabras. —Y lo que tú estás
haciendo ¿Eso es vivir? Nunca te quedas en cualquier lugar por más de una
semana, ni siquiera aquí. Todo lo que haces es quejarte de los lugares a los
que vas, de la comida que quedo en el refrigerador, de cómo no soy lo
suficientemente buena.
Su cara se volvió blanca enfermiza y su boca se abrió, pero estaba
metiendo la pata tan rápido que no pare. El momento ni siquiera me dejaba
frenar.
—Es por Paige, —dije—. ¿Crees que no lo sé? Tú finges que no ya no
te molesta más, te pones fijador en el pelo, maquillaje y ropa perfecta, pero
es tan obvio. Te molesta tanto que no puedes quedarte aquí conmigo y Papá.
¿Dónde están tus amigos? ¿Dónde está tu vida? Estas tan ocupada tratando
de no pensar en la muerte de Paige que a lo mejor tu estés muerta también.
—Cassie< —Ella trato.
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—No, cállate. Tú no sabes nada. A lo mejor te despidieron de la
revista. Huyes de todo. ¿Quién quiere contratar a alguien así? Al menos yo
no estoy fingiendo.
De un tirón saque mis manos de la silla, mi cara caliente, mis ojos más
calientes. Salí volando del comedor y subí las escaleras, sabiendo que mamá
gritaría mi nombre y me arrastraría hacia abajo para machacarme con el
sermón de los sermones.
Excepto que no lo hizo. De alguna manera logre llegar a mi habitación
sin que me llamara. Hundiéndome en la cama, secando mis ojos y mejillas.
Tan solo se humedecieron. Los latidos de mi corazón estaban golpeando mis
costillas como un hámster Me pregunte si la sangre podría romper los
huesos. CHICA MUERTA POR SU PROPIO PULSO. Este sería el
encabezado por el cual Flo moriría.
Me di vuelta, quede mirando al techo mientras las lágrimas caían
hacia los lados de mi cara y pelo. Había hablado demasiado. No debería
haberlo hecho< Pero no importa. Mam{ lo pasaría por alto como todo lo
demás. Ella se iría a otro viaje y cuando volviera, sería como si nunca
hubiese dicho nada. Por otro lado, a lo mejor ella pensaría en lo que estaba
diciendo. Como si lo fuera a considerar.
1. Podría tener una buena razón para perderme esas clases.
2. A lo mejor todavía tendría amigos si todo el mundo no hubiese
decidido, por causas ajenas a mí, que no querían tener nada que ver
conmigo.
3. Podría vivir mejor que lo hizo Paige. Quiero decir, hasta ahora no
me había ahogado. ¿No cuenta eso para algo?
En cuanto me di vuelta para enterrar la cara en la almohada, la voz de
Paige susurro desde el pasillo — ¡Cassie! —me seque los ojos y me senté tan
pronto como ella se deslizo a través de la puerta.
— ¿Cassie? —dijo, deslizándose hacia el borde de la cama. Se estaba
retorciendo el pelo en los dedos de su mano derecha. Si ella no hubiese
estado muerta y dejando de lado ciertas leyes cosméticas como el
crecimiento capilar y el quebrantamiento de las uñas, hubiera terminado con
la cabeza llena de nudos.
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Se sentó muy quieta, pero la luz de su interior temblaba. La culpa
crecía en mi garganta. No había pensado en que ella oyera por casualidad la
pelea con mam{. Yo había dicho esas cosas sobre Paige<
Tosí, con la esperanza que ella no notara que estuve llorando en mi
voz rasposa. — ¿Qué pasa?
Paige miro su pelo y dedos y tiró de ellos para soltarlos. Los cabellos
me movieron por encima de su hombro y revelaron su cara.
—Mamá está llorando, —dijo—. ¿Qué paso? ¿Está bien?
¿Mamá llorando? No podía imaginármelo. No había visto ni una sola
lagrima en sus ojos desde el funeral de Paige.
—Le dije algunas cosas, —dije, dejándose caerme a mi lado—. Ella
estaba en mi contra, así que me fui contra ella.
—Oh, Cassie, —Paige suspiró con un gran suspiro de hermana, como
si ella no le hubiese gritado lo suficiente a mamá sobre sus novios, a que
fiestas podía ir y hasta que tan tarde podía quedarse: ¡Te odio! Tú no
entiendes nada.
La única diferencia fue. Que yo realmente sentía lo que dije.
—Debes haberle dicho algo realmente espantoso, —estaba diciendo
Paige—. Nunca la había visto tan alterada. ¿Por qué no te disculpas?
Si Paige no había escuchado todo el asunto, no se lo iba a explicar. —
Solo le dije que ella se iba por mucho tiempo, —dije—. Y que se quejaba
mucho. Esa es la verdad, así que ¿Por qué tendría que pedir disculpas?
—Sigo pensando que es mejor que te disculpes. Se veía realmente
herida.
Tal vez mamá deba sentir un poco de dolor. ¿Cómo cree ella que me
siento, dejándome en casa todo este tiempo, sabiendo que cada vez que
vuelve es solo para recordarme como no estaba viviendo como ella
esperaba?
Estaba a punto de decir algo como eso cuando el teléfono comenzó a
sonar.
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Capítulo 16 Una cosa extraña sucedió. Levanté el teléfono. Esta era probablemente
la primera vez que respondería una llamada desde la primaria, cuando los
chicos comenzaron con los llamados maniáticos y luego se detuvieron
completamente. Mi brazo, sin consultar a mi cerebro, asumió que era Tim, y
tomé el auricular como si el destino del mundo dependiera de lo que él
tuviera para decir.
La última voz que esperé oír fue la de Danielle.
— ¿Cassie? —dijo antes que un “hola” hubiera acabado de abandonar
mi boca, y un deja vu me llenara, llevándome nuevamente al comienzo de
séptimo grado, antes de las burlas, las notas y todo lo demás, cuando un
llamado de Danielle era tan común como una prueba sorpresa en la clase de
matemáticas. No pude hablar.
— ¿Cassie? ¿Eres tú? —dijo. Me empujé devuelta al presente. La
última vez que había hablado con Danielle, ella estaba diciéndome lo
patética que yo era. Imaginaba que habría guardado mi número telefónico
todo este tiempo solo en caso de necesitarlo.
—Sí —dije rápidamente, más ácida de lo que hubiera querido.
Envolví mi brazo libre alrededor de mi abdomen, manteniéndome a mi
misma firme.
Hubo un casi imperceptible, infantil chillido, como si uno de sus
hermanos menores corriera por ahí. Me pregunté si ella solo me habría
llamado para darme el tratamiento del silencio.
—Mira, —dijo finalmente—. No quiero hablar contigo más de lo que
tú quieres.
—Hay una solución realmente fácil para esto. No marques mi número
—Bueno, algunos de nosotros sabemos que hay cosas más
importantes que cuánto te disgusta alguien.
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—Genial, —me moví en la cama así podría apoyarme contra el
cabecero—. Entonces, dime sobre esta cosa tan importante, así podemos
dejar de hablarnos.
Ella hizo una pausa, exhalando. — ¿Cuándo fue la última vez que
viste a Tim?
¿Estaba tratando de determinar si yo había puestos mis garras sobre
él?
—Ayer, —dije.
—Ayer, —repitió—. ¿Así que esto fue después de la escuela?
—No, en el primer período. ¿Por qué es importante?
Ella ignoró mi pregunta. —Pero él no vino a la escuela ayer.
—No estaba alucinando, —dije—. Ahí es donde lo vi.
—Él no estaba en clases. Nadie lo vio. —Ella se detuvo, y pensé que
ambas nos dimos cuenta de la misma cosa. Tim había venido ayer solo para
verme. Para Danielle, probablemente, esto era solo otra evidencia en contra
mía. Esto posiblemente no habría pasado a menos que yo lo hubiera
hechizado para venir.
— ¿No lo has visto desde entonces? —preguntó.
—Tú dijiste la última vez. Esa fue. —Imaginé que mirar por segunda
vez a personas muertas no cuenta.
— ¿No has hablado con él? ¿En el teléfono?
—Sabes —dije—. Quizás podrías decirme desde cuando es tu asunto
si hablo con alguien.
—Desde que Tim desapareció de la faz de la tierra, —su voz vaciló—.
¿Así que has hablado con él?
—No, —Le fruncí el ceño al teléfono—. ¿Qué quieres decir con
desaparecido? Él solo se está saltando las clases, ¿o no?
—Si esto fuera así, ¿Piensas que estaría llamándote?
No. Estaba sorprendida por su llamado, no importaba en qué tipo de
problema ella pensara que él podía estar.
— ¿Él no está en casa? —pregunté.
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—No lo sé. Por eso te estoy preguntando.
—Bueno, tanto como sé, ahí es donde él debería estar. ¿Estamos de
acuerdo?
—Cassie< ¿tú no lo sabes, cierto? —Casi podía oír el mordisqueó
sobre su labio inferior, uno de los pocos malos hábitos de Danielle—.
Estuvimos tratando de contactarlo desde el domingo. Su celular ha estado
apagado todo el tiempo. Nadie contesta en su casa, tampoco. Jordana, Leon,
e incluso yo fuimos y golpeamos su puerta ayer en la tarde, pero no hubo
respuesta.
—Él dijo que su padre estaría lejos esta semana, —ofrecí—. Quizás él
disfruta estando solo.
—Pero él no podría simplemente ignorar todo. Leon lo conoce desde
hace años< dice que nunca lo ha visto hacer algo como esto. Le dejamos
mensajes diciéndole que estamos preocupados. Esto no es propio de él. Algo
está mal.
Su pánico se movió sigilosamente a través de mi oído e infectó mi
cerebro. Muchas cosas podrían haber sucedido en seis horas desde que
Norris chequeó a Tim. ¿Qué si él se cayó por las escaleras y quebró todos sus
huesos? ¿Qué si él se quedó dormido en la bañera y se ahogó?
Espera. Un recuerdo dio un tirón a mis pensamientos, seguido de una
agradable certeza. Tim me había dicho que apagaría su celular porque no
quería hablar —dijo que él no creía que a ellos realmente les importara,
murmurando acerca de cuan infantiles eran sus amigos. Danielle estaba en
lo correcto, esto no era propio de él. Porque Tim ya no era más él mismo. Él
había empezado a ver quiénes eran realmente sus amigos.
¿Entonces por qué no solo los alejaba, si quería hacerlo? Esto no
significaba que hubiera algo malo con él.
—Tal vez él no está interesado en hablarte, —dije—. ¿Has pensado en
eso?
—Pero< nosotros somos sus amigos. ¿Por qué el querría asustarnos?
A menos< —su voz se endureció—. Esto es por ti, ¿no es así? Esto es tu
idea.
Comencé a reír, pero en el sentido opuesto.
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—Correcto. Esto tiene que ser mi culpa. Esto posiblemente no tiene
nada que ver con su grupo de horribles personas que van traicionando y
haciendo pedazos a la gente, y cubriendo con chapopote los casilleros de los
demás solo por mantener su amistad con alguien. Él no es ciego.
Hubo una pausa. — ¿Qué quieres decir con cubriendo con alquitrán
los casilleros?
—Oh, vamos. Ayer en la mañana, Matti tenía que demostrar que no
quería que me acercara a él, y estoy segura que el resto de ustedes estaba
animándolo.
— ¡No sé nada de eso! —Protestó Danielle—. Eso es porque< Pensé
que él lucía realmente engreído, pero no sabía por qué, y si Jordana lo
hubiera sabido, me habría dicho, y Leon y Flo no se veían como si lo
supieran. Cualquier cosa que Matti haya hecho, fue él, no el resto de
nosotros.
—Seguro, lo que sea, —dije— Incluso si eso es verdad, esto es solo un
ejemplo. Tim ni siquiera sabe sobre eso< Yo no le dije. Él ya estaba harto de
ustedes la primera vez que me habló. No estoy sorprendida de que decidiera
cortarlos. Estoy sorprendida de que le llevara tanto.
— ¿Qué? ¿Por qué? Quiero decir, sé que las cosas han sido un poco
difíciles desde que su madre murió, pero lo que tú supones, no es como<
—Tendrás que preguntarle cuando él esté dispuesto a hablarte, —
dije—. Esto no tiene nada que ver conmigo. Entonces, ahora que hemos
resuelto esto, ¿puedo irme?
—Espera, —suspiró—. Siento toda esa basura que él puso en ti. Lo
siento, yo asumo la culpa. ¿Puedes dejar esas cosas en el pasado por un
segundo?
— ¿Qué quieres?
—Llamé m{s que nada porque nosotros<. bueno, algunos de
nosotros queremos que intentes hablar con Tim. Para ver que es lo que está
haciendo. Nada ha cambiado eso.
—Un momento, —dije frunciéndole el ceño a la colcha—. Todos
ustedes me odian, ¿pero ahora me quieren para ser amiga de Tim? ¿Qué
demonios es esto?
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—No seas tonta, —dijo Danielle, pero no había enfado en su voz, solo
un tajante cansancio—. No sé que está sucediendo exactamente, pero
obviamente hay algo entre él y tú. Algo lo suficientemente grande como
para que de repente él esté pasando más tiempo contigo que con el resto de
nosotros. Incluso si él no nos habla, pensamos que él deberá hablarte. Dile lo
que quieras, solo asegúrate de que está bien. Eso es todo lo que queremos.
Créeme, pensé recordando cuan frágil lucía ella ayer en la mañana, me
gustaría saber eso también.
—No puedo prometer nada, —dije.
—No creí que lo harías.
El teléfono hizo clic, y el tono de marcado sonó en mi oído. Ella me
había colgado. Debería haberlo hecho primero. Colgué el auricular de golpe
y empujé el teléfono de vuelta a al escritorio.
Tim había estado hecho un desastre desde que su madre murió, solo
cuando se apartó completamente sus “amigos” lo notaron.
— ¿Quién era? —preguntó Paige desde arriba, y yo casi me caigo de
la cama. Había olvidado que estaba ahí.
— ¿Qué estás haciendo ahí arriba? —dije, estirando el cuello. Ella
flotó pasándome y se sentó en el escritorio con sus piernas cruzadas.
—Escuchando, —dijo—. No quería distraerte. Sonaba bastante
intenso. Entonces, ¿Quién era?
—Danielle. Era Danielle. —Ahora que no escuchaba su voz en mi
oído, la conversación parecía irreal. Pero aquí estaba Paige interrogándome
sobre ella, entonces, obviamente no lo había imaginado. Podía haber llevado
un largo tiempo, pero la situación de Tim debía ser muy preocupante ahora,
si ellos recurrieron a llamarme.
¿Qué pasa si algo realmente malo le había pasado a él?
— ¿Danielle? —dijo Paige, arrastrándome de vuelta al presente.
Frunció el ceño—. Parecías muy loca. Quiero decir, sé que últimamente no
sales con ella, pero< ¿no eran amigas? ¿Qué est{ sucediendo?
La miré fijamente. Por supuesto. Nunca habíamos hablado sobre
Danielle. Ella no lo sabía. Porque Danielle me había pateado fuera de su vida
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antes de que Paige hubiera comenzado con este nuevo interés en mí, y este
no era exactamente un tema que sacaría a colación por mi propia cuenta.
—Ya no somos amigas, —dije—. Es por eso que no salimos más. Ha
sido así desde un largo tiempo, no es algo nuevo.
— ¿Pero qué sucedió? —Se inclinó hacia mí, tan lejos del escritorio
que habría caído si la gravedad se aplicara sobre ella—. ¿Tuvieron una
pelea? ¿Por qué?
—No importa, —dije. La frustración del día, desde la preocupación
por Tim, hasta la pelea con mamá y estar delante de Danielle, todo esto
comenzó a hincharse dentro de mí. Pero no era con Paige, lo sabía. Respiré
profundamente y lo empujé lejos— Mira, yo solo< no quiero hablar de esto.
Pero Paige tenía que estar en modo de hermana mayor. —Te enojas
demasiado con la gente, Cassie, —dijo—. Apuesto que si tú hablaras con ella
y le dices que lo sientes, ella querrá ser tu amiga otra vez.
— ¿Porqué están tan segura de que fue mi culpa? —Mis manos
apretaron la almohada, ¿Qué le sucedía al mundo hoy?—. Ella se deshizo de
mí, Paige. Fue horrible como no tienes idea. No querría volver a ser su
amiga aunque por un milagro ella se pusiera de rodillas y me suplicara que
la perdonase.
—Ella siempre se veía linda cuando venía, —dijo Paige llena de
dudas—. ¿Estás segura de que no fue solo un malentendido?
—No hay mucho que malentender cuando tu mejor amiga te trata
como mugre, —dije—. No me importa cuán linda se veía. Ella es horrible.
Hizo que toda la escuela me odiara.
— ¿Por qué yo no sabía eso?
Mi voz se quebró. —Porque estabas demasiado ocupada con tus
propios asuntos. Hiciste que se viera como la cosa más aburrida cuando
mamá te pregunto sobre pasar tu tiempo conmigo. Yo quería hablarte sobre
Danielle. Quería hablarte sobre todo.
Cerré mis ojos, presionando el dorso de mi mano sobre mis párpados.
No iba a llorar otra vez.
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—Sabes que para algo realmente importante te habría escuchado, —
dijo Paige—. Deberías haberme contado. Habría intentado ayudarte. Sé que
lo hubiera hecho.
Me encogí de hombros. Ya no importaba. Si Paige hubiera sido en algo
como era ahora, quizás entonces me habría escuchado. Era demasiado tarde
para averiguarlo. —Nunca me diste una oportunidad, —dije, no muy
convencida.
—Tal vez tú no me diste la oportunidad. No puedes esperar que la
gente solo sepa las cosas si tú no intentas contárselas.
—Lo sé, —dije. Sabía que no debería odiarla luego. Sabía que debería
excluirla, tanto como ella lo haría conmigo—. Debería haberte contado. Y sé
que preferirías que fuera mamá con quien pudieras hablar ahora. —Una ola
de emoción se abalanzó sobre mí. Mi estómago se sintió como si estuviera
lleno de clavos, pesado, pinchando y duro. Me levanté, vacilando antes de
perder el equilibrio. Aquí estaba, limpiando cosas mal juzgadas cuando Tim
estaba desapareciendo en algún lugar allá afuera.
—Tengo que irme, —dije—. Yo solo< Necesito salir de aquí por un
rato.
—Cassie, —dijo Paige, pero yo giré y me encaminé hacia la puerta. En
el piso de abajo, introduje mis pies adentro de mis zapatillas, crucé la cocina
y salí por la puerta trasera. La primera cosa que vi fue mi bicicleta. La agarré
y salté sobre ella.
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Capítulo 17 No dejé de pedalear hasta que llegué a la esquina de Conway y Nassau,
lo que pareció un millón de años más tarde.
La cabeza me latía. Frenando en la esquina, apreté las palmas de mis
manos en mi frente, esperando a que la respiración se me normalizara. No
ayudaría a Tim si me presentaba como si el mundo se fuera a acabar.
Una punzada de nerviosismo revoloteó en mi pecho, pero la ignoré.
En medio de sus ofensas, Danielle tenía un buen punto. Tim había acudido a
mí por sobre todos los demás. Incluso aunque yo no era lo que necesitaba,
aunque yo no pudiera compensar la desaparición de su madre, —tenía que
pensar que tal vez él querría verme. Saber al menos que yo quería que
estuviera bien.
Poniéndome en marcha de nuevo, recorrí las últimas cuadras hasta la
casa de Tim en un ritmo un poco más calmado. Cuando llegué allí, me
acerqué a la acera y dejé caer la bici en su césped. Mi corazón se hundió. El
Oldsmobile se había ido. El espacio en la calle frente a su casa estaba vacío, y
el camino de entrada, también. Me metí por atrás para revisar la cochera.
El edificio de ladrillos marrón parecía apenas lo suficientemente
grande para albergar el Olds. Mirando a través de una de las sucias
ventanas, vi el polvo flotando a través de un rayo de luz solar, un par de
latas de pintura, una caja de herramientas oxidadas, un rastrillo, y el suelo
de cemento vacío.
Me di cuenta que las posibilidades de que el coche de Tim se hubiese
ido sin Tim, eran casi tan remotas como las posibilidades de que Danielle
estuviera apasionadamente enamorada del Sr. Minopoplis.
Por si acaso, subí los escalones del pórtico y toqué el timbre. Mientras
esperaba la respuesta sin pensar que fuera a venir, miré a través de la
ventana de la puerta. Nada se movía en su interior. La casa estaba vacía.
Pero había algo en medio del piso de la cocina.
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Miré a través de las sombras. Era una botella de vino. Su base estaba
rodeada con un líquido oscuro. Además de eso, estaba tan vacía como la
casa.
Mi aliento se me atascó en la garganta. La imagen se formó en mi
mente, tan clara como si la estuviera viendo: Tim sentado ahí en el suelo
hace apenas un par de horas, mientras yo estaba sentada en mi silla de
clases, el nivel del vino bajando gradualmente desde la cima hasta la base
con cada trago. Y entonces, se dirigió hacia su coche. Por la forma en que
conducía incluso cuando estaba sobrio, tendría suerte si no estaba estrellado
contra un árbol, o impactado contra otro coche, o atrapado en el fondo del
lago.
Tal vez lo estaba.
Mi estómago se revolvió como si hubiese bebido en exceso. Me hundí
en el último escalón y me cubrí los ojos. Él era un idiota. ¿Qué se supone que
debía hacer ahora? ¿Pedalear por la ciudad buscándolo? Podía estar en
cualquier lugar. ¿Importaba? Estaba demasiado preocupada como para no
intentarlo.
Levanté mi bicicleta y me dirigí por Nassau. Cuando llegué a la final
de la calle, miré a ambos lados y decidí seguir mi camino hacia abajo, hacia
el lago. Ya había pasado por muchas cosas en la zona norte.
Los niños pequeños corrían en las aceras en patinetas y triciclos,
gritándose unos a otros sobre el traqueteó de las ruedas. El sol se reflejaba
sobre las hojas de color verde oscuro de finales de la primavera. Era uno de
esos días en que se suponía que nada malo podía suceder. Sentía mi pulso
por todas partes, un segundo echando carrera, al siguiente casi
deteniéndome al dar vuelta en una esquina, preparándome para ver un
coche azul aplastado en la calle. Sólo otra línea de autos todos terrenos -
ningún Oldsmobile a la vista. Mi corazón empezó un ruido sordo de nuevo.
Nadie podía decir que no fui exhaustiva. Anduve con cuidado arriba y
abajo por las calles, y era pasada la hora de la cena cuando sentí la primera
bocanada de la brisa del mar. La gente estaba haciendo barbacoas en las
parrillas del parque, y el aire sabía a hamburguesas y carbón quemado
recientemente. Mi estómago se quejó. El sol se hundía, casi tocando el techo
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de las casas de dos pisos, y las pantorrillas me comenzaban a doler por el
pedaleó.
Solo unas pocas calles más y llegaría al lago. No tenía ni idea de
dónde iría después de eso.
Casi lo lograba cuando oí el bocinazo. Un pitido prolongado sonó a
través de las casas, y di un respingo en mi asiento. En algún lugar cerca de la
playa, los neumáticos chirriaron cuando se salieron de su curso.
Luego otro pitido. Un hombre gritó, — ¡Fuera del camino, amigo!
Dando la vuelta en la esquina, me dirigí directamente hacia el lago. La
parte trasera de mi cuello se erizó mientras escaneaba las calles. Los
bocinazos se hicieron más fuertes. Abruptamente, el camino terminó y me
encontré sobre la Avenida Lakeside, el último camino entre la ciudad y el
parque. Frené, manteniendo uno de mis pies sobre el pedal, para ver por
encima de los coches aparcados.
Un hombre estaba de pie en medio del camino de espaldas a mí, justo
arriba de Lakeside. No veía el Olds en ningún lugar, pero el tipo era
demasiado alto, demasiado pálido y demasiado delgado para ser alguien
más que Tim. Se movía entre los coches, mientras éstos emitían sonoros
bocinazos, tropezándose hacia un lado, afirmándose y tambaleándose hacia
el otro. — ¡Vete a la mierda, loco! —gritó alguien desde un coche deportivo
mientras lo pasaba. El cabello de Tim se ondeó a su paso.
El tráfico se calmó por un segundo, y me lancé al otro lado de la calle,
donde la acera estaba despejada. Saltando de la bici, me lancé a la acera.
— ¡Tim! —Grité—. ¡Tim! —Una y otra vez. No sabía qué más decir. Sí
no me detenía, pienso que mi garganta se hubiera destrozado y ya no
tendría con que gritar.
La quinta o sexta vez que llamé su nombre, se giró. Me detuve en la
acera frente a él, quedándome en el borde. Me miró, y en su boca se deslizó
una sonrisa torcida. —Bueno, aquí está Cass, —dijo.
Luego, un antiguo sedán se detuvo en torno a él, —Eso es Cass. —La
mujer que lo conducía le dirigió una mirada asustada y salió corriendo—.
¿Por qué nadie quiere jugar? —dijo él, lanzando los brazos al aire.
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—Tim, —le dije. Mi respiración interponiéndose entre mis palabras—.
¿Podrías... venir aquí por un segundo?
Milagrosamente, se acercó. En la acera, se tambaleó y lo agarré del
brazo. Sus manos estaban rasguñadas y amoratadas con grava. Un rato
antes, no habría habido nadie que lo sacara. Me miró de lado, con la cabeza
perdida.
— ¿Qué estás haciendo? —dije, con mi voz chillona—. ¿Estás loco?
Podrías haber conseguido que te mataran.
Tim tiró de su brazo, soltándose. — ¿Y en qué te afecta?
— ¿De qué estás hablando? Mira, anímate, ¿De acuerdo? Esto es una
estupidez.
—Dijiste que podrían haberme matado, —dijo, lentamente—. ¿Qué te
importa a ti?
Como si hubiese pasado las dos últimas horas buscándolo para
debatir mi derecho a hablar con él.
—No seas idiota, —espeté—. No quiero que mueras. ¿Crees que
necesito más personas muertas en mi vida? Sabes, apuesto que alguien
llamó a la policía. ¿Por qué no nos vamos-?
—No, —dijo él—. No iré a ninguna parte contigo.
El tipo me persiguió por toda la ciudad durante toda la semana, y
ahora que realmente quería hacer algo por él, me rechaza. Perfecto.
Hizo como que iba a caminar de regreso a la carretera, así que di un
paso en su camino. —Lo siento, no te estoy dando opción.
Durante un largo momento, sólo me miró como si tuviera antenas
sobresaliéndome de la cabeza. Luego dejó escapar un suspiro.
—Esto, —dijo—. Es muy molesto. Todo lo que estoy tratando de hacer
es comunicarme con los coches. No sé por qué estás aquí. Antes, nunca
pareció que quisieras ir a cualquier parte donde yo fuera. Yo quería. . . Pensé
que podíamos ser amigos, o algo así, pero has dejado perfectamente claro
que tienes cosas mejores que hacer. Además, me dijiste que las cosas no
podían volver atrás, ella no volverá< así que yo voy con ella. ¿Por qué
diablos me detienes? ¿Estás tratando de hacer mi vida aún más miserable?
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Chisporroteé antes de poder hablar. —Vas a ser mucho más miserable
si uno de esos autos te pasa por encima. Y yo nunca dije que tenía "mejores
cosas”... ¿Por qué siquiera<?
Las palabras se desordenaban en mi cabeza ante lo que había dicho.
De acuerdo, le había dado un mal rato en un montón de cosas. ¿Qué
esperaba? ¿No sabía que yo estaba haciendo por él diez veces más de lo que
había hecho por cualquier persona viva en los últimos años? Yo no hablaba
con nadie en absoluto. No me ponía en contacto con sus parientes muertos.
Desde luego, no estaba corriendo por toda la ciudad tratando de salvarlos. Si
no los evitaba, lo destrozaría en pedazos. Podría haber tenido a toda la
escuela riéndose de él, avergonzándolo más allá de lo imaginable, ¿no es así?
Pero no lo hice.
Entonces, ¿cómo podía pensar seriamente que lo odiaba?
— ¿Lo ves?, —dijo Tim—. Te lo dije. —Se volvió y comenzó a andar
por la acera como si estuviera caminando por el barro. No fue difícil darle
alcance.
¿Qué había dicho Paige? “No puedes esperar que la gente sepa las cosas si
no se las dices”. De eso se trataba todo este asunto. ¿Tenía que explicárselo
detalladamente? Bueno, valía la pena intentarlo. Mi táctica actual no me
estaba llegando a ninguna parte.
—Muy bien, —dije, manteniéndome a su lado mientras vacilaba de un
lado a otro—. No soy la persona más amable del mundo. Pero ¿Qué pasa
con todo lo demás?
— ¿Qué más?
—Te ayudé a encontrar a tu mamá y hablar con ella. Tres veces.
—Entonces dejé de molestarte, —dijo Tim. Se tambaleó en torno a una
pareja paseando y golpeó su hombro en un poste de teléfono. Ni siquiera
hizo una mueca de dolor.
—Esa no es la única razón. No le dije a nadie en la escuela sobre las
cosas locas que estabas haciendo.
—Porque pensaste que yo les diría lo que tú haces
Y él me acusaba de ser difícil. — ¿Qué pasa con esto? —Le dije—.
Estoy aquí, ¿no? Fui a tu casa porque estaba preocupada por ti. Y cuando vi
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que tu coche no estaba, me preocupé mucho y me puse a buscarte. ¿Por qué
lo habría hecho si no quería tener nada que ver contigo?
Hizo una pausa, apoyado en la barandilla exterior del estacionamiento
de la playa. Al otro lado, el Olds estaba aparcado a tres plazas. Supuse que
había sido una suerte para el coche que no lo hubiese involucrado.
Tim se tambaleó y se sentó en la barandilla, con el rostro húmedo de
sudor. Su piel parecía translúcida, con trazas de rojo y azul mostrando el
recorrido de los vasos sanguíneos cerca de la superficie. Su mandíbula
estaba apretada. Giró, de repente, y se inclinó hacia una esquina. Desvié la
mirada, apretando mis ojos cerrados. Su respiración se enganchó y el vomito
salpico el pavimento.
No miré hasta que lo oí enderezarse. Se dejó caer hacia delante, con los
brazos descansando sobre sus rodillas, pero un tenue color rosado había
vuelto a sus mejillas. Me quedé allí, torpe, mientras él miraba la acera.
Cuando por fin levantó la mirada, parecía más estable.
—No lo sé, —dijo, con voz áspera—. ¿Por qué estás aquí?
—Te lo dije, —dije—. Estaba preocupada. Danielle me llamó diciendo
que todo el mundo estaba como loco y nadie podía encontrarte. Ella me
pidió que tratara de ponerme en contacto contigo. Ya sabes lo que siento por
Danielle. Si no me hubiese preocupado de verdad, no hay manera de que
hubiese hecho algo por ella. Pero estaba preocupada. Quería saber que
estabas bien.
Tim bajó la cabeza. Se frotó la parte de atrás del cuello. —No, —dijo—.
No te creo. Tiene que haber alguna otra razón.
Se levantó y dio unos pasos tambaleantes por el estacionamiento,
poniendo a prueba su equilibrio. —No importa —dijo, sin mirarme—. Voy a
entrar en mi coche y manejar contra un árbol o bajo un puente, y entonces
veré a mamá otra vez, y no todas los punzadas de aquí, y será mejor así.
— ¡Whoa! —Me pasé por la barandilla, demasiado rápido. Mi pie
resbaló, mi hombro se removió cuando me estrellé contra un poste. Silbando
de dolor, corrí tras él.
— ¿Cómo será mejor? —Le dije, acercándome a su lado—. Tal vez la
veas, tal vez no< No lo sé, y no hay manera de que tú puedas saberlo. Y
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perderás todo lo demás. Realmente, yo he hablado lo suficiente con ellos
Nadie es más feliz estando muerto...
Se encogió de hombros. — ¿Qué tengo que perder? Pensé... Yo estaba
mudo. Si no fuera presidente estudiantil, si no conociera a la gente
adecuada, nadie me hablaría. Todo el mundo lo está haciendo por sus
propios intereses, nadie piensa en nadie más. No quiero estar en eso. Estoy
cansado de eso.
Traté de dar un paso delante de él, pero me empujó a un lado,
pasando de mí, directamente hacia el coche. Realmente lo iba a hacer. El
aliento brotaba de mí como si alguien me hubiera golpeado el pecho con un
martillo. Lo agarré del codo.
—Mira, —dije—. ¿Quieres la prueba que no todo el mundo es así? Yo
no lo soy. No estoy aquí por quien eres o lo que sabes. ¿Me quieres decir
que metí la pata? Lo hice. Estaba tan llena de mierda como el resto de ellos.
Todo el mundo estaba arrastrándose a sí mismos por ti, y quería que
supieras que yo no soy así. Así que fui una perra. Eso no quiere decir que
yo...
El calor se apoderó de mi cara y se agolpó en mis ojos. Me atraganté
con las palabras. Desviando mi cabeza, dejé que mi pelo cayera sobre mi
cara. Este no era un buen momento para flaquear. Tenía que pensar, no ser
una lerda.
— ¿Qué? —dijo Tim, suspicaz—. ¿Eso es todo?
Se había detenido. Yo iba a hacer el ridículo, y él había dejado de
caminar. Bueno, ¿no había casi llorado delante de mí muchas veces? Al
diablo con él. Me armé de valor y levanté la barbilla. El mundo se veía
acuoso por la humedad de mis ojos, pero la brisa enfrió mis mejillas.
— ¿Quieres a alguien a quien realmente le importe? —dije—. A mí me
importa. ¿De acuerdo? No me ha gustado nadie que no estuviera muerto por
cuatro años. Estoy fuera de práctica. Actué como un idiota. Pero te lo estoy
diciendo ahora. Eso tiene que contar para algo. —Me limpié los ojos—. De
todos modos, no contará si te vas a matar.
Tim no se movió hacia el coche, pero no decía nada tampoco.
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—Tienes razón. Yo< pensé que todo el mundo era un canalla y un
farsante, y no había nadie que valiera la pena, —le dije, tratando de
sonreír—. Pero lo admito, me equivoqué. ¿Podrías hacerlo tú, también?
Su cabeza se inclinó. —No sé, —dijo. Parecía confundido—. Ya me
siento muerto.
—Eso ocurre cuando te tomas una botella entera de vino.
—Hay más en el coche. —Dio un paso adelante, pero yo fui más
rápido. Me dirigí hacia el Olds y me apoyé contra la puerta del conductor.
—No vas a entrar, —dije.
— ¿Qué pasa si quiero ir a casa? —preguntó, mirándome.
Preguntándose probablemente, si podía arrastrarme fuera de ahí.
—Confío tanto como cuando estás sobrio, que no te estrecharás contra
un árbol por error —De pronto, quise que mi mamá me convenciera de sacar
mi licencia de conducir, cuando me dio el sermón de “tendr{s que aprender
eventualmente” unos meses atr{s—. Llama a un taxi. Toma el autobús.
Camina. No voy a ninguna parte.
Tintineó sus llaves en el bolsillo. Cuando sacó la mano, estaba vacía.
Después de un momento, le extendió y me tocó el pelo, como si estuviera
asegurándose de que realmente estaba allí.
—Si lo dices en serio —dijo—. No se lo digas a nadie, ¿Está bien? No
quiero... No quiero que hables de esto con mis amigos de mierda, ni con mi
padre... Nunca con mi papá. —Su voz temblaba—. Tienes que
prometérmelo.
—Tim<
— ¡Promételo!
Tomé una respiración profunda. No había manera en que pudiera
saber que mañana no se ahogaría en otra botella de vino y daría una vuelta
hacia alguna parte donde no lo pudiera encontrar. Mi amistad no era
suficiente para resolver un problema tan grande. Yo sabía que tenía que ir
con otra persona, pero aún así hice esa promesa.
—De acuerdo, —dije, con cuidado—. Prometo no decirle a tus amigos
o a tu papá.
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Por un momento nos miramos el uno al otro. Luego se dio la vuelta.
Me quedé cerca del coche, mientras él atravesaba el estacionamiento y
bajaba por la calle. Mis orejas estaban tiesas por el sonido de las bocinas.
Fueron diez minutos con el sólo zumbido de los coches corriendo. Empecé a
relajarme, pero no me fui. La sombra del Oldsmobile se arrastró bajo mis
pies, y la mía tocaba las ruedas de una camioneta más de cuatro puestos más
allá. Un camión de helados tintineando después de su último viaje del patio
de la escuela primaria.
Era casi verano. Había perdido el sentido del tiempo. La semana
pasada parecía que había pasado hacía un año.
Con cautela, me levanté del coche. Mi hombro me dolía desde el
momento en que casi me lo había dislocado, y tenía una punzada de
culpabilidad en el estómago por mamá y Paige. De alguna manera, esperaba
que hubiese un vacío, también, un espacio vacío dejado por todo lo que le
había derramado a Tim. En vez de eso, lo sentí correcto. Si no hubiese estado
preocupada por Tim todavía, incluso podría haberse sentido bien.
Cuando el sol golpeó los árboles al otro lado del lago, me encontré con
mi bicicleta y salí para mi casa.
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Capítulo 18 Para el momento en el que llegue a casa, eran después de las ocho, pero
parecía que mamá apenas había empezado hacer la cena. La vi a través de la
puerta, inclinada sobre la estufa.
El olor de albahaca y tomates flotaba hasta el pórtico. Ella levanto la
mirada cuando entre, la cuchara hizo ruido dentro de la olla. Sentí que
quería hacer las cosas de manera casual: decir hola, quitarme los zapatos, y
actuar como si nada hubiera pasado. Me tranquilicé. El aire era pesado y el
silencio incomodo, porque algo había pasado.
—Cassie, —dijo mamá desde el marco de la puerta. Ella tenía una
mancha de salsa de tomate en la mejilla y tinta rosa alrededor de sus ojos.
Nos miramos la una a la otra por un minuto, sintiendo el espacio entre
nosotros. Luego, dije en voz baja, —Lo siento.
Mamá asintió. —También lo siento.
—No quise decir todo eso. Algunas cosas sí, pero sé que algunas de
ellas no eran justas. Estaba realmente enojada.
—Bueno, —dijo ella—. Te esperamos para la cena. ¿Por qué no
cenamos, y después podemos hablar de las partes que si querías decir? ¿Está
bien?
Respiré. El aire se sentía ligero. Podía hacer esto, y después podía
hacer lo que pudiera por Tim, y tal vez todo estará bien. —Suena bien.
Después de la cena, papá se encargó de los plastos mientras mamá y
yo nos sentábamos en la sala. —Porque no empiezas por el principio, —dijo.
Ella sonrió, un poco tensa. No podía culparla por estar nerviosa sobre lo que
fuera a salir de mi boca. Yo estaba nerviosa.
—Yo< —tragué en seco. Ahora que no estaba enojada, era duro
decirlo a la cara. Había estado guardando estos sentimientos dentro de mí
por tanto tiempo, que era como si hubieran crecido dentro de mí, y ahora
tenía que sacarlos desde la raíz—. Siento que difícilmente estas aquí. Y
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cuando estás aquí, estas sobre mis asuntos todo el tiempo. Como si no te
gustar{ la forma en la que soy. Pero esto solo es<mi manera de ser. Tal vez
si estuvieras más tiempo aquí, verías que estoy bien.
El rostro de mamá se relajo. —Tú piensas que quiero que seas como
Paige era, —dijo ella.
—Sí, eso parece.
—Cassie, —suspiró—. Paige no era perfecta. También había asuntos
que tenía sobre ella.
—Pero ella tenía muchos amigos, —dije—. Tú siempre me estas
molestando con eso de hacer amigos.
—Bien, Paige perdió la oportunidad de hacer un montón de cosas.
Supongo que tengo miedo de que tú las pierdas también, porque no te das
una oportunidad.
Cuando lo ponía de esa manera, más o menos podía ver su punto de
vista.
—No tienes que ser tan sociable como lo era Paige, —ella continuó—.
Pero parece que pasas demasiado tiempo aquí sola.
—También me molestas con otras cosas, —señalé—. Como con eso de
donde estuve el fin de semana.
—No puedo evitar ser un poco sobre protectora. Soy tu madre —Ella
se acercó y puso su mano sobre la mía—. No quiero que pienses que estoy
decepcionada de ti. No lo estoy. Sólo quiero que seas tan feliz como puedas
ser.
Quería decirle que era feliz, pero en ese momento no estaba realmente
segura. ¿Qué era la felicidad de todas maneras? ¿El buen sentimiento que
tuve la primera vez que tuve los trapos sucios de Paul? Eso se había
desvanecido tan rápido. ¿Cómo podía saber que era feliz si no recordaba
cómo se sentía?
En la pausa, Mamá dijo, —Hablé con mi editor en Travel Insight hace
un par de días, sobre dejar a un lado algunas asignaciones. Estaré en casa
por las próximas semanas. ¿Qué tal si prometo no criticarte por la primera
semana? Podemos tomar algo de tiempo para llegar a conocernos
nuevamente.
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—Está bien —dije—. Voy a recordártelo si lo haces.
—Por supuesto, —dijo—. Tú sabes, seguiré viajando algunas veces.
Tal vez durante el verano tú podrías venir conmigo y ver como es.
—Tal vez. —Había estado molesta con mamá por estar lejos, pero
ahora el pensar que estará aquí me hace sentir rara. Me había acostumbrado
a estar solo papá y yo. Pero creo que funcionara si realmente empieza actuar
como una mamá y no como una fiscal. Ella parecía estarlo intentando de
todos modos. Y eso ya era algo. Tal vez< podía tratar de ser menos dura
con ella, también.
Después de eso, caminé escaleras arriba a mi habitación. Dudé por un
momento, luego me senté en la cama y puse el teléfono en mi regazo. Mis
manos temblaban mientras tomaba el auricular.
Había tenido esto en mi cabeza por un millón de veces en la última
hora. No podía seguir a Tim por el resto de su vida, saltando frente a él cada
vez que tratará de hacer algo estúpido. No podía involucrar a su pap{<
Había prometido eso, también. Pero parecía que a Tim le agradaba su tía, y
su mamá lo había animado a ir hacía ella.
El problema era, que solo sabía su primer nombre, y Tim no parecía
que fuera a darme m{s información. Pero< dijo que ella se quedaba con él
cuando su mamá estaba enferma. Sus amigos probablemente la conocieron.
Había una oportunidad de que ella les diera alguna manera de contactarse
con ella. O por lo menos ellos sabían más acerca de ella, así podía
averiguarlo yo misma.
Tranquilizándome, marqué el número que nunca había podido
desmemoriar.
Alguien contestó al segundo timbrazo. —Hola, Cassie.
Mi respiración se atoró. Identificador de llamadas, me recordé. Pero
entre el nerviosismo y la nitidez de la voz de Danielle, una ágil respuesta
salió de mis labios antes de que me arrepintiera.
—Desde hace un tiempo me dicen Cass. Tal vez no lo has notado.
— ¿Es por eso que estas llamando? ¿Para decirme como decir tú
nombre?
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—No, Yo< —me forcé a mi misma a inhalar—. Necesito hablar con la
tía de Tim, ¿Nancy? Ella se quedaba con él antes. Pensé que tal vez alguno
de ustedes tiene su número telefónico, o sabe dónde vive<
— ¿Por qué? —me interrumpió Danielle—. ¿Qué paso? ¿Él está bien?
—Sí, —dije, esperando que fuera verdad en este momento—. Sólo< es
complicado. No puedo explicártelo.
— ¿Por qué no? No puedes solo preguntar ese tipo de cosas y<
Mis uñas se hundieron en mis palma. —Danielle, —dije—. Quiero
hablar con la tía de Tim, Nancy. Eso es todo. ¿Puedes ayudarme o no?
Por un largo momento, hubo aire muerto entre nosotras. Me había
retractado muchísimas veces antes, pensé. Jugué con las reglas que tú
hiciste. Esta vez tú puedes hacer algo por mí.
Ella rompió el silencio primero.
—Está bien, —dijo—. Yo creo< yo creo que ella le dio su número de
celular a León, solo en caso de que algo pasara. Espera un rato en lo que lo
llamo. Te llamo más tarde.
—Claro, —dije, con más calidez de la que espere reunir—. Gracias.
Tomo solo un minuto antes de que el teléfono volviera a sonar. —
¿Lista? —preguntó, y me recito el número. Miré hacia abajo mientras
garabateaba en la parte trasera de la libreta, con mi corazón desbocado.
Hizo una pausa. —Tú sabes, Cassie< Cass< Yo siento todo lo que
paso en la secundaria. No quería que las cosas terminaran de la manera en
que terminaron. Estaba furiosa, he hice cosas podridas, y luego todos los
demás se unieron, y me volví loca. Después de un tiempo, ya no estaba
enojada, pero no estaba en mi lo que los demás hicieran ¿sabes?
—De acuerdo, —dije. No había nada más que podía decir sobre eso.
Nos quedamos así por un minuto, no enemigas, solo dos personas, y
pensé, ahora está hecho.
Casi.
Tenía una llamada más que hacer.
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A la mañana siguiente, me levanté tan temprano que sólo el más leve
rayo de sol se asomaba a través de mi ventana. Mi corazón latía acelerado,
de pronto incierto. Trataba de aferrarme a la memoria de la conversación
con la tía de Tim, la seguridad que había en su voz, pero las dudas surgían
de todas maneras.
¿Qué tal si Tim no había llegado a casa anoche? ¿Qué tal si había
vuelto al auto antes de estar completamente sobrio? Debía haberme
quedado, debía haberme ido con él, debía de<.
Me di la vuelta y presioné mi rostro en la almohada. Era solo una
persona, y llamar a su tía era la mejor cosa que podía hacer. Ella dijo que iba
a venir a verlo. Eso tiene que ser suficiente, si tan solo pudiera estar segura
de que él ve las cosas de la forma en que yo las veo, también. Él fue tan
intenso, tan insistente que nadie supiera. ¿Qué tal si empeoraba las cosas
otra vez?
Mordí mi labio y me obligué a salir de la cama.
Las preocupaciones me siguieron hasta la escuela, un nudo en mi
garganta y un nudo en el estómago. Lo mismo me había pasado por mis
clases—todo lo que los maestros decían parecía que me pasaba flotando.
Para el momento en que la campana sonó, lo único que podía recordar fue
cual casillero era el mío. Puse la combinación incorrecta tres veces antes de
que por fin pudiera abrirla. Norris apareció mientras miraba en su interior.
—Hey, Cass, —dijo, pasando su palma por su cabello—. Tengo uno
grande. El director, bueno, él<
Tragué fuerte —Norris, no creo que quiera escuchar los trapos sucios
de las personas hoy, —Hice una pausa, y la verdad golpeó con un sentido
radical de alivio—. De verdad, no quiero escuchar cosas sobre las personas,
nunca más.
Norris me miro con la boca abierta. — ¿Qué?, Pero tú tienes una
misión. Decir sus porquerías, hacer que se enfrenten. ¿Te estás rindiendo?
—Tengo suficientes cosas en que pensar, —dije—. Como sea,
¿Cuántos de ellos pararon de ser idiotas gracias a mí?
—Está bien, no tantos. Pero, hombre<ahí va la emoción de mi vida
después de la muerte.
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—Tú puedes seguir espiándolos todo lo que quieres. Yo sólo no quiero
escuchar nada sobre eso. Y nosotros seguiremos hablando. —Me las arreglé
para sonreír—. Tengo historia contemporánea el próximo año. Puedes
ayudarme con la tarea.
—Bien. ¡Directamente desde la fuente!
Cuando no respondí, se deslizó hasta el casillero frente a mí, así podía
verme cara- a-cara, y movió su cabeza. — ¿Estás bien Cass?
—Estoy bien, —dije.
Excepto que estaba tan cerca de estar bien como la Antártida estaba
de New York, y lo sabía. ¿Por qué estaba mintiendo? ¿Para impresionar a un
chico muerto con mí frío mortal? ¿Desde cuándo me había convertido en
una farsante?
No estaba segura de querer responder eso.
— ¿Estás segura? —dijo Norris—. Porque no te ofendas, pero no te ves
muy bien.
Negué con la cabeza. —No, tienes razón. Sólo, este chico que es algo
así como mi amigo, él estaba hablando seriamente sobre<sobre suicidarse,
ayer. Así que estoy muy estresada.
—Wow, —dijo Norris—. ¿Crees que realmente lo hizo?
—Él ya lo había intentando. No sé si volvió a intentarlo. Le dije a
alguien, incluso aunque él no quería que lo hiciera< Creo que ella se
asegurara de que reciba ayuda< pero él probablemente me odia ahora.
Norris se encogió de hombros. —Mejor enojado y vivo que
simplemente muerto, ¿cierto?
Me recargué en el casillero de al lado y me froté los ojos. —Sí, por
supuesto. Sólo<.
A mí solo me preocupaba. No había nada de malo en eso, ¿o sí?
Y como una persona que se preocupa, seguramente no había nada de
malo en pasar por su casa, sólo para ver si, bueno, ¿No había nada que ver?
Checar si su tía había llegado, asegurarme de que si había sobrevivido desde
la última vez que lo vi, que ahora estaba en buenas manos.
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— ¿Qué? —dijo Norris, y me di cuenta de que estaba sonriendo de
verdad ahora.
—Nada, —dije—. Simplemente debo ponerme en marcha. ¡Te veo
mañana!
Mi corazón latía con fuerza en mi camino escaleras abajo, amenazando
con salirse de mi pecho. Medio caminaba, medio corría a casa, dónde tome
mi bicicleta y me fui a casa de Tim. Cuando di la vuelta en la esquina de
Nassau, mi respiración se detuvo.
El auto estaba estacionado enfrente. En una sola pieza. Eso significaba
que había oportunidades de que Tim estuviera en una pieza, también.
Frené al otro lado de la casa. Él podía haberse ido ya. Su tía podía
haber venido a recogerlo. Entonces vi la parte trasera y el brillo de cabello
rubio claro a través de la ventana de la sala. Mi pulso se acelero. Alguien
estaba sentado en el sofá, justo adentro. Dudé, y en ese mismo momento, la
cabeza se volteó para ver hacía afuera. Nuestros ojos se encontraron.
El rostro de Tim se tensó. Se levantó y salió de mi vista.
Espere en la acera por un largo minuto. Tim no volvió. Sabía que él
estaba en casa, por lo menos, y no en el hospital. Podía irme.
En lugar de eso puse mi bicicleta en el césped y atravesé la calle hacía
su casa.
Momentos después toqué el timbre, la puerta interior de madera se
abrió. Todavía tras la puerta, Tim me miro. No era una mirada tranquila,
pero no era nada amigable tampoco. Su piel se veía amarillenta, sus dedos
delgados.
—Hola, —fue lo mejor que pude decir.
Tim no dijo nada. Se movió a un lado, y yo me hice hacía atrás
mientras el salía al pórtico.
— ¿Tu tía vino?
—Está en camino, —dijo—. Me va a llevar a su casa por unos días.
—Oh. Bien. —Eso era bueno ¿no?
—Ella parece pensar que no era seguro que yo condujera. —Hizo una
pausa—. Tú la llamaste.
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No veía ningún punto en negarlo. —Estaba preocupada, —dije—. No
sabía que otra cosa hacer.
—Podías dejarlo por la paz. Te lo dije< tu lo prometiste<
—Con tu papá y tus amigos. No dije nada sobre ella.
—Tú sabes que me refería a cualquiera. —Cerró su boca tensamente,
sus ojos retadores. No podía respirar, pero me rehusé en bajar la mirada—.
Era más importante que tú continuaras vivo.
—Que gracioso, no estoy realmente convencido.
—Mira, —dije— Sé que has hecho enojar a todos tus amigos, y tú
sientes que todo mundo apesta, y yo sé cómo es eso. Pero no todos. Tú tienes
a tu tía. Tú tienes—bueno, tú me tienes a mí, si es que eso importa. Hay
toneladas de personas haya afuera que no son Paul o Matti—puedes hacer
nuevos amigos, mejores amigos. Será fácil.
— ¿Tu realmente crees eso? —preguntó—. Tú quien cree que todo el
mundo está lleno de porquería. Tú me lo dijiste.
—Sí, y también te dije que estaba equivocada.
—Así que hice lo que querías.
—Y es porque es verdad.
Él arqueó una ceja. — ¿Así que vas a salir por ahí y empezar a hacer
nuevos amigos, también? Incluso hablar con personas en la escuela, ¿Saber
más de las cosas estúpidas que han hecho?
—Yo<creo —No había pensado tan lejos; incluso la idea de tratar de
hablar con uno de mis compañeros de clase mandaba un escalofrío de
pánico atreves de mi. Presioné—. No sacaré más los trapos sucios de la
gente.
—Lo que estás diciendo es que en realidad estarás hablando con las
personas menos ahora.
— ¿Eso qué importa? —dije—. Esto no se trata de mí. Esto es sobre ti.
Yo no soy la que camina hacía el trafico.
—Claro que eso es sobre ti, —dijo concisamente—. Tú eres la que me
está diciendo que vale la pena vivir, las personas no son tan malas—que yo
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estando vivo es más importante que las personas piensen que estoy loco.
¿Cómo puedes decirme que lo intentes si tú no lo haces?
—Estoy tratando, —dije—. Estoy aquí. ¿Quieres que hable con
cualquier persona que vea en la escuela mañana? Bien. Lo haré. Si eso hace
que tú dejes de hablar de esta manera y lo intentes, también.
— ¿Realmente lo harías? —dijo—. ¿O te vas acobardar?
Mis manos se cerraron en puños. —Mira, —dije, no sabiendo
exactamente a donde quería llegar hasta que escuché las palabras—. Iré a la
graduación si eso significa que sabré que tú estarás bien. ¿De acuerdo?
Él me miro ladinamente y sus labios se curvaron. —Ahora realmente
no te creo.
— ¿Quieres apostar? Vamos. Estaré ahí.
Sostuvimos la mirada el uno al otro durante unos segundos. Él desvió
la mirada primero. No podría decir si lo que había dicho había hecho alguna
diferencia en absoluto.
Tomé lo único que me quedaba.
—Sabes, —dije vacilante—. Tu mam{< —Su cabeza de levantó, y la
incertidumbre hizo un nudo en la garganta—. Te dije que no entendía como
estas cosas funcionan. Pero, cuando desapareció, ella realmente estaba
sonriendo. Fue cuando estaba tratando de< de decirte que las cosas
mejorarían. Creo que ella no se hubiera ido si no hubiera creído que tú no
podías pasar por esto, que tú tengas personas para ayudarte.
— ¿Estás diciendo que mamá desapareció porque ella pensó que tú
me ayudarías?
—No, no lo sé. Probablemente había todo tipo de factores. Y
probablemente ella no tiene control sobre ninguno de ellos. Pero creo que
había por lo menos una pequeña oportunidad.
Su mano se tensó en la barandilla del porche, sus nudillos se volvieron
blancos. —Pero porque ella<
—Ese no es el punto, —lo interrumpí—. No se trata de porque
desapareció. No tenemos manera de saber eso. Con la muerte<—Las
palabras de Paige, de cuando le pregunte casi la misma cosa, hicieron eco en
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mi cabeza—. Con la muerte, las cosas son de la manera que son. Sé que la
extrañas, y tal vez esto no hace nada mejor, pero ella estaba feliz en ese
momento, y<
—Ya no puedo hablar de esto —dijo abruptamente, dándose la vuelta.
— ¿Qué?
—No quiero hablar. No sobre ella, o sobre ti, o sobre cualquier cosa de
esto. Tú no sabes nada sobre ella ¿De acuerdo? Solo<vete.
Él entró. La puerta de tela metálica se cerró tras él, y caminó por el
pasillo sin mirar atrás. Oí la voz de su padre, débilmente, y baje los
escalones.
Él iba a estar bien, me dije a mi misma. Su tía iba a venir, él acepto eso.
Ella iba a encontrar una manera de ayudarlo. Había hecho eso por él.
Y él me odiaba.
Tomé un respiró y me apresuré hasta la bicicleta. Pedaleé tan rápido
como mis pies podían hasta que el viento hizo mis ojos aguarse.
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Capítulo 19
Tim no se presentó a la escuela por el resto de la semana, pero yo sabía
que él estaba en casa de su tía, y la preocupación se desvaneció. Viernes en
la tarde, todos los de Frazer se amontonaron en el auditorio para la
tradicional reunión del final del año escolar. Vi al consejo estudiantil ejecutar
su obra de teatro, sin Tim, y me preguntaba si volvería a verlo otra vez. ¿Iba
a regresar para los exámenes? ¿El director le dará una exención? Era
graduando, en teoría, paso.
Tal vez esa última visión que había conseguido, de su espalda
mientras se retiraba, fue la última que tendría. Ese pensamiento se sentía
como un bloque de hielo en mi estómago. Mientras él esté bien, me dije. Eso
es lo único importa.
Pero no era lo único que a mí me importaba.
No fue hasta más tarde esa noche, cuando estaba tratando de estudiar
para el examen de química del lunes— que en ese momento implicaba sobre
todo especulaciones sobre como Tim estaba con su tía, y cuánto tiempo
podría continuar odiándome por romper mi promesa, —entonces pensé en
la otra promesa que le había hecho. Estaba buscando en mi escritorio un
sacapuntas con Paige ayudándome desde arriba, y abrí el cajón en donde
había arrojado el boleto del baile.
Mi mano cayó a mi lado. Me quedé mirando el boleto, al recordar el
desafío que me había lanzado afuera. Ven, voy a estar allí.
Paige quedó en shock, un segundo más tarde dijo:
— ¡Cassie! —gritó—. ¿Vas al baile de graduación? ¿Por qué no me lo
habías dicho? ¡Esto es asombroso! ¿Cuándo es?
—El próximo viernes, —Le dije. Mi boca se había secado.
Había un millón de razones para no ir. Para comenzar:
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1. Yo había sacados los trapos sucios de probablemente la mitad de la
gente que iba a estar allí al menos una vez. Por lo tanto,
2. La mitad de la gente que iba a estar allí me odiaba, y
3. Yo estaría atrapada en una mesa por lo menos con algunos de ellos.
Hablando acerca de lo incomodo que sería... Por no mencionarlo,
4. Si soy obligada a bailar, me tropezare con mis pies después de dos
pasos y me romperé el cuello. Lo cual sugiere
5. Que la pasaría mejor quedándome en casa a cortarme las uñas de
los pies.
Pero había un factor que superaba todo eso. Le prometí a Tim que
estaría allí. Yo le dije que fuera para poder probarlo. Y realmente, realmente
esperaba que lo haga.
Me encontré con mi dedo alrededor del borde del boleto, mi estómago
se retorció. Pero el punto no era si él sabría o no ¿verdad? Tal vez él tenía
razón. Tal vez no debería haber estado diciéndole que le diera otra
oportunidad a la vida cuando yo no había tenido aún la oportunidad de
saludar a nadie en la escuela. ¿Realmente quería ser la misma, quien había
huido de Tim ese día cuando él había pedido mi ayuda, que había asumido
era el peor de todos?
Tengo que ir. Porque se lo prometí a Tim. Porque yo que quería ser lo
suficientemente valiente para darle una oportunidad.
— ¿Sería demasiado raro si iba sola? —dije—. Quiero decir, ¿No
necesito una cita o algo por el estilo...?
—No seas tonta, — dijo Paige—. Un montón de mis amigas fueron
solas. Todo el mundo lo hace.
Sonreí torcidamente —Ni siquiera tengo amigos con quien ir —Tal vez
sólo la mitad de la gente de allí me odia, pero el resto ni siquiera me conoce.
— ¿Y qué? Vas a comer, a bailar y a divertirte, por ti. Tal vez hagas
amigos mientras estas allí. Lo que sea. ¿Desde cuándo te importa, cierto? —
Ella me dio un codazo fantasmal. El humor en sus ojos se desvaneció al ver
que yo no sonreía—. Quiero decir, tú no tienes que ir.
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—No, —dije—. Tengo. Lo haré. Yo solo< —Los sentimientos eran
demasiados enredados para ser forzados con palabras.
Ella se dejo caer sobre la cama a mi lado. — ¿Y si voy contigo?
Entonces no estarías sola. —La miré fijamente, tratando de averiguar si
estaba bromeando de nuevo. Se veía seria. No es la primera vez que me
pregunté si se recordaba todo lo que nos habíamos dicho la una a la otra el
miércoles acerca de las oportunidades. Ella no podía, había sido demasiado
tiempo. Pero yo deseaba que lo hiciera.
— ¿Quieres?
—POOR FAVOOR, —dijo Paige, rodando los ojos—. ¿Cuando no he
querido ir a un baile? Ahora vamos a ir a decirle a mamá —Comencé a
reírme. En ese momento, todo parecía fácil.
Cuando mamá terminó de recoger su mandíbula del piso, ya estaba
balbuceando sobre las boutiques de hermosos vestidos a las que me podía
llevar. —Nada muy elegante, —le advertí—. Trata de convertirme en un
palo de lentejuelas y voy a correr gritando.
En su papel de instructora de cosméticos, Paige pasó cada momento
libre del fin de semana dando conferencias sobre polvos de cara y
discutiendo sobre mi selección sombras cuando me siguió a la farmacia.
—Esa es, esta, Rojo Rubí, —dijo, apuntando a la pantalla del lápiz
labial. —. Sería increíble verlo en ti.
Sería hacerme ver como una prostituta, pensé, pero no podía decirlo con
la vendedora tan cerca al final del pasillo. Negué con la cabeza y lo levante.
Paige suspiró. —Oh, vamos. Está será probablemente la única vez en
el año que te pondrás lápiz labial. Quiero que la gente sea capaz de decir que
lo llevabas puesto.
Después de una extendida negociación con mímicas, llegamos al
acuerdo de un brillo labial marrón ligero.
El día de baile, mamá me bullía fuera de la peluquería y le dijo a la
peluquera, —Haz lo que puedas con ella, —Echaron un lío en la parte
superior de mi cabeza, gel, y arremolinado alrededor. Parecía que había una
escultura de barro sentada en mi cabeza, pero mamá estaba feliz. Supuse
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que era mejor que el barro blando, fibroso que había tenido colgado en mi
rostro antes.
A Paige le gusto también. —Te ves hermosa, —declaró después de
que había terminado de maquillarme, quince minutos antes del
despegue. Creo que estaba exagerando un poco—. Ya sabes, tú pelo se ve
muy bien desde arriba.
Me toqué la nuca con cautela. Se sentía tan. . . desnuda. Bueno, no era
como que Tim iba a venir balanceando un hacha sobre mí. Probablemente
estaba segura.
Paige se estableció junto a mí, brillando débilmente. Mi piel se
estremeció cuando me tocó los hombros.
—Cassie, —dijo—. Siento que debo decirte< Me alegra que seas tú la
única con quien puedo hablar. Prefiero que seas tú a mamá.
Me volví hacia ella, de repente mi garganta estaba apretada. —Paige,
no tienes que<
—No, en serio. No estoy segura de por qué, pero he estado pensando
mucho en ello, —Ella estaba cada vez más brillante, su voz decidida—. Si
hubiera sido mamá, ella no habría sabido que hacer. Ella se habría alterado
por esto. Creo que se hubiese hecho daño, al verme así, y no hubiera querido
lidiar con esto. Pero, tú entiendes. Puedo hablar contigo, y se
siente. . . normal.
Ella echó sus brazos alrededor y a través de mí tan rápido que perdí
el aliento. Mis huesos se estremecieron, de una manera casi reconfortante.
—Eres la mejor hermana, Cassie.
—No, —dije sonriendo—. Tú lo eres.
Habíamos estado sentadas allí sólo por un momento cuando se
produjo un golpe en la puerta. De mala gana me levante para contestar.
— ¿Quién eres tú y que hiciste con mi hija? —Dijo papá, fingiendo
sorpresa cuando asomé la cabeza. Le hice una mueca.
Él me apretó el hombro. —En realidad, te ves maravillosa, Cassie.
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— ¡Y ella no quería! —Mamá se deslizó dentro, sonriendo, aún más
brillante de lo que había estado Paige. Ella me guiñó un ojo—. Mi niña ya
creció.
—Sí, sí —me queje. Si iba a hacer esto, de verdad, ya era hora de
ponerme en marcha. Mi pulso estaba en una carrera, me instinto decía que
corriera y me escondiera bajo la cama hasta que todo hubiera terminado.
Levanté las cejas a papá—. ¿Estás listo?
Él asintió con la cabeza. —Yo iba a preguntar lo mismo.
Mamá me abrazó firmemente. Es curioso, nunca me había dado
cuenta de lo mucho que olía a Paige: caramelo y especias, excepto que la
suya era la nuez moscada y la de Paige la canela. Me relajé un segundo en su
contra, luego me alejé.
—Muy bien, vamos.
—Mande su alteza, —papá hizo un gesto para que yo tomara las
escaleras en primer lugar. Pasé los dedos por encima de mi vestido y me
dirigí hacia abajo. Con el dobladillo del vestido descansado lo bastante alto,
como en las pantorrillas para no tener que preocuparme por tropezar con él.
Lo habíamos encontrado en una pequeña tienda de vintage: simple, de
poliéster color ciruela. No era el vestido que mamá había estado esperando,
pero era con el que yo podía vivir.
Paige revoloteaba a mí alrededor, deslicé mis pies en mis sandalias
nuevas. Ser invisible tiene sus ventajas: Ella tiene que ir en su habitual
camiseta sin mangas y capris, aunque yo apuesto que habría cambiado la
ropa conmigo en un segundo si pudiera.
Seguimos a papá hasta el coche. Abrió la puerta del pasajero como
broche de oro.
—No seas ridículo, —le dije mientras me deje caer en el asiento—. Me
siento lo suficientemente estúpida tal como estoy.
— ¿Ah, sí? —dijo—. Pensé que era mi deber como padre hacerte sentir
tan incómoda como sea posible.
—Bueno, esta noche sería un buen momento para saltar esa parte de
tú deber.
—Debidamente señalado.
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En el hotel donde se realizaba el baile, le tomó un tiempo a papá
encontrar un lugar donde estacionarse. Un grupo de chicos había alquilado
limusinas y le tomaba años salir de ellos. Paige se inclinó sobre mí, mirando
por la ventana, brillando con emoción. Las chicas agrupadas en tafetán y
satín, mientras que los chicos estaban en sus esmóquines de pingüinos
idénticos y los padres tomaban fotos. Hubieses pensado que era el Oscar y
no un baile del instituto.
No podía dejar de explorar las cabezas con esos peinados
familiares. Entre la distancia y la ropa de lujo, no podía ver a nadie que me
conocía.
Por último, papá se estaciono en la acera. —Que tengas un buen rato,
— dijo—. Voy a estar aquí a la medianoche, pero si me quieres antes,
simplemente llama. Incluso si se trata de diez minutos a partir de ahora.
—Ya lo sé, —dije—. Gracias. —Le di un saludo rápido y me dirigí
hasta la puerta principal. Mi boleto se había atascado en la pequeña bolsa
blanca que mamá me había prestado; lo busqué con mis ruidosas zapatillas
por las escaleras, haciendo suficiente ruido como para tres pares de pies,
algunas de las muchachas voltearon a verme, pero lo único que hicieron fue
sonreír. Nadie esperaba ver Cass McKenna, y nadie nunca me había visto
así. No sabían quién era yo, que probablemente era lo mejor. Yo no
reconocía a la mayoría de los rostros a mí alrededor tampoco. El brillo
dorado de las luces del hotel los convirtió a todos en extraños.
En el tercer piso, un tipo en la mesa del banquete tomó el boleto y
miró su impresión. Paige chilló. —Ese es el hermano de Kailey Mickelson,
Bernard, —dijo—. Wow, es mucho más alto de lo que yo recuerdo. Y mucho
más lindo, también.
—Estás en la mesa dieciocho, —dijo Bernard—. Es a la derecha, creo.
—Le lance una mirada a Paige y flotó a mi lado, sonriendo locamente por
encima del hombro de él.
Dentro de la sala de recepción, un par de docenas de mesas estaban
con paños blancos, juego de cubiertos y con velas encendidas. Me senté con
cuidado, arrojando el bolso en el respaldo de la silla. No mucha gente en la
habitación lo había hecho.
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Danielle y Jordana estaban de pie cerca de una zona elevada con un
podio de madera de roble a la cabeza de la sala, con las manos haciendo un
gesto tan rápido como la boca. Divertido pensar que si algunas cosas
hubieran sido de otra manera, en aquel entonces, yo podría haber estado allí
con ellas. Aún más divertido fue que ahora al pensarlo no me hizo sentir
rabia.
—Me pregunto qué tipo de premio darán este año, —dijo Paige, con
los ojos muy abiertos en todo. Arqueé una ceja hacia ella—. El consejo de
estudiantes siempre tiene las manos en un montón de premios ridículos,
como la pareja más linda y el comediante más loco. Puedes adivinar cuál
obtuvimos Larry y yo.
Mi mirada se desvió de nuevo al podio, y mi corazón se volcó. Si Tim
volvió, ese podría ser el único lugar donde lo vería.
—Voy a hacer un crucero de todo, —dijo Paige. Ella se rió y le dio
vueltas en el aire—. ¡Esto es tan divertido! ¿Quieres venir conmigo?
Negué con la cabeza. Si volvía sobre mis pies, no sería capaz de
pararme en una pieza.
Como Paige disparó fuera, brillante como una estrella fugaz, me senté
allí, mirando a mi alrededor y tratando de no hiperventilar. Empecé a ver a
los chicos de mis clases dispersas alrededor de las mesas: el chico en mi
clase de Inglés que parecía un estudiante de octavo grado, la chica pelirroja
que mascaba chicle demasiado alto en matemáticas, el tipo con el mentón
hendido que siempre estaba dejando geografía temprano porque conocía
casi todos los países. No idiotas, no presumidos, solo personas.
Y hasta ahora, ningún signo de Tim. Pero eso no significa nada. Tal
vez iba llegar elegantemente tarde.
Un par de chicas pasaron por delante de mí con una ráfaga de
perfume cítrico y se lanzaron a las sillas en el lado opuesto de la mesa. Más
de un doblado, riéndose, mientras los otros le ayudaban a liberar un mechón
de pelo del cuello de su vestido halter. Los reconocí, vagamente. Ambas
estudiantes de segundo año, y la chica de la derecha estaba en el equipo de
hockey sobre césped. Ella me miró y su amiga se enderezó.
— ¿Te quedaste atascada en nuestra mesa? —dijo—. Eso está bien. Soy
Meredith.
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—Cass.
—Bien", dijo otra vez.
La otra chica sonrió lo suficiente como para mostrar sus braquets
multicolores. —Soy Ilsa. ¿Estás aquí por tu cuenta?
—Um, sí, —dije—. Fue una cosa de último minuto.
—Estoy tan emocionada, —dijo Meredith, se retorcía en su silla—.
Nunca antes había estado en una fiesta tan formal. Me pregunto ¿cuándo
iremos a bailar?
—No lo sé.
—Probablemente comeremos primero ¿Cierto? —dijo Ilsa.
Miré con curiosidad en el menú, que consistía en dos platos
principales, dos ensaladas y dos postres. Bastante corta en el material de
lectura. No estoy segura de cómo me acordé de que es una pequeña charla.
Los novios me salvaron. Se abalanzaron sobre las chicas, lanzando sus
chaquetas encima de las sillas y apoyándose en ellas. Chicos mayores,
podrían haber encontrado sus nombres si hubiese excavado un poco en mi
memoria. Las chicas se pusieron a trabajar revoloteando sus pestañas y se
olvidaron de mí.
Otra pareja se unió a la mesa justo cuando el camarero llegó. Él
garabateó los pedidos de cada uno y se escabulló, y los recién llegados se
sentaron. La chica comenzó charlando con Meredith e Ilsa, pero el chico
cepilló su pelo lacio detrás de las orejas y me miró. Miré hacia abajo en la
mesa, jugueteando con el tenedor. Keith, pensé. Estaba en el comité de los
atletas con Matti y Paul. ¡Oh, Dios! Y ahora comienza el linchamiento.
— ¿No eres tú? —comenzó.
—Hey, Keith, —uno de los otros chicos le interrumpió—. ¿Tus padres
Te permitieron traer el coche o qué?
Su mirada se deslizó lejos de mí. —Sí, finalmente los convencí. Ellos
pensarían que yo tenía tres años, por la forma en que me veían. Como no he
estado conduciendo en año y medio ya.
Dejé mi tenedor y miré hacia la puerta. En cualquier momento, el
acabaría esa pregunta que me había hecho.
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Paige se deslizó a mi lado, con alegría que le chispeaba los poros. —
Oh, Dios mío, no puedo creer cómo todavía conozco a muchos profesores.
Supongo que no cambian tanto. Cass, ¿qué pasa? ¿Estás bien?
Negué con la cabeza, un poco. Keith me miraba otra vez.
— ¿Puedo hacer algo? —preguntó Paige —. ¿Qué está mal? tal vez, si
vamos al baño, ¿me podrías decir que pasa?
Ella se inclinó sobre mi hombro, inspeccionando las caras alrededor de
la mesa como un control de policía. Su mano se deslizó hacia abajo y
hormigueo en mi hombro. Ella no había estado en una fiesta como esta en
años, pero todo lo que hizo fue ver una mirada nerviosa en mi cara, y ella
estaba allí para mí, mi hermana mayor. Mire hacia ella y el pánico en mi
pecho aflojó.
Me quedé en el borde de la silla, no del todo lista para huir, no muy
convencida de que no tenga que hacerlo. Keith disparó un par de miradas
hacia mí, y luego la conversación lo absorbió. En pocos minutos, el camarero
se tambaleó de nuevo con nuestras ensaladas, y yo me ocupaba en comer.
Paige se cernía sobre mí, su vigilancia disminuyó a medida que me vio
relajarme. Ella charlaba sobre los chicos que ella había reconocido y los
vestidos que le habían gustado, yo le daba una pequeña inclinación de
cabeza cuando lo consideraba necesario. Después de un rato, hasta me había
armado de valor para preguntarle a Meredith que estaba haciendo el equipo
de hockey sobre césped. Ella parecía tan feliz, ya que nadie mostraba
interés, que se le derramaron los detalles, yo me sentía mal porque no había
preguntado antes.
Estaba girando el último pedazo de helado en el fondo de mi plato de
postre cuando una chica saltó a la plataforma y subió al podio. Mire en
contra a las luces. Para comenzar, debía subir el presidente del consejo
estudiantil. Mi pulso estaba saltando.
Ella sacudió su pelo oscuro por encima del hombro y sonrió ante el
micrófono. — ¡Hola, Frazer!
—Hey, —gritó un grupo de chicos.
—Como ustedes saben, —dijo, arrastrando las palabras—. Esta noche
es la noche en la que honramos a los mejores y más locos. Tenemos todos
nuestros fantásticos premios. . . . —Ella barrió el brazo hacia una mesa
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plegable llena de certificados y bolsas de regalo. —Ahora vamos a obtener
nuestro consejo loco y cool aquí!
León y Jordana oscilaron entre las tablas de la plataforma, donde el
tesorero y un par de los representantes de la clase alta se unieron a ellos.
Esperé, casi sin respirar. Nadie más se puso de pie. Para comenzar se aclaró
la garganta y los miembros del Consejo tomaron sus lugares para anunciar
los premios.
Me hundí en mi asiento. Así que no había llegado. Bueno, él
probablemente todavía estaba enojado con todos. Debe de haber asumido
que había sido en broma, o estaba demasiado enojado conmigo para
averiguarlo. Le di una patada a la pata de la mesa. No valía la pena
quedarse ahora. Yo había venido, yo lo probé, me había demostrado que
podía hacerlo. El probablemente nunca me creería si le digo.
Bueno, a Paige le gustaría estar aquí por lo menos hasta que comience
el baile. Si he sobrevivido tanto tiempo, podría aguantar otra media hora.
Cuando el último premio había sido entregado y los camareros se
apresuraron a recoger los platos de postre, todo el mundo se puso de pie e
inundó las puertas. En la sala, me separé de la multitud y me acerque a la
escalera, acomodando mis codos en la barandilla y me incliné para ver a la
gente deambulando arriba y abajo. Paige se inclinó hacia mí, aunque ella no
sabía lo que yo estaba buscando. El estudio de fotografía ha creado una
pantalla en el rellano, y las paredes onduladas con destellos de luz.
Dentro de la sala de recepción, el DJ atenúo la habitación y puso la
música. Luces Rojas y azules parpadeaban. Me froté los ojos y miré a mi
alrededor. Todo el mundo estaba de corriendo de nuevo a la sala, algunos ya
se despedían con la música.
Paige saltó hacia las puertas. —Vamos, Cass! Esta es la mejor parte.
Me contuve, los vestidos brillantes y esmóquines suaves ondulando
más allá de mí. Mi pecho estaba apretado. Este no era mi lugar.
Me puedes pintar la cara desde la frente hasta la barbilla y me
envuelves en seda, y todavía no pertenezco allí.
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Una canción, pensé. Me quedaré por una canción, que Paige se
divierta, y si Tim realmente no se ha aparecido para entonces, voy a llamar a
papá y me iré.
Me arrastré de nuevo hacia la habitación. Las franjas llenas de chicos
no del todo listos para la fiesta. La pista de baile se envolvió faldas y
extremidades girando, como manchas en un arco iris de luces. Paige se
arrojó en medio de ella, balanceándose con la melodía. Todas las mesas
habían sido empujadas a un lado. Me arrastré a lo largo de la periferia, a
tientas. Las luces estroboscópicas brillaron, y me pareció ver el brillo del
pelo de Danielle. Los rostros brillaban azul, rosa y verde, para luego, volver
a la normalidad.
En el momento que la primera canción se mezcla con la segunda, sólo
había un delgado anillo de nosotros los perdedores que seguíamos en pie al
lado de la pista de baile. Cambié, mirando en la oscuridad, en busca de la
silla en la que había puesto en mi bolso. Tal vez en el otro lado. Me deslice
en torno a un par de mesas y la encontré. Balanceándola por encima de mi
hombro, me volví hacia la puerta, y mis ojos tartamudearon sobre Tim.
Estaba de pie en la puerta, recortada por las luces en la sala detrás de
él, con una mano agarrando el marco de la puerta. Yo apenas podía
distinguir sus rasgos. No podría haberme visto en absoluto. Parpadeé, y fue
retrocediendo.
Tenía la boca torcida, los ojos blancos con pánico. Un instante
después, desapareció de la vista.
Me quedé helada, mi corazón latía más rápido que la música. ¿Lo
había imaginado?
Antes de que mi cerebro tuviera la oportunidad de examinar la
cuestión, mis piernas ya me estaban impulsando hacia la puerta. Me asomé
afuera, la luz deslumbraba mis ojos. Los zapatos fueron chirridos en los
escalones de mármol de abajo.
— ¿Tim? —Llamé, vacilante. A algunas parejas seguían estando en el
rellano, logrando tomarse algunas fotografías. Sus ojos me seguían, me
encontré por las escaleras lo más rápido que las sandalias me dejaron. Los
talones golpeaban contra el mármol, incluso más fuerte que mi pulso
golpeando en mis oídos. Yo no podía oír ese chirrido más.
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A mitad del último vuelo, lo vi por encima de la barandilla y lo vi
caminando por la alfombra a la puerta principal del hotel. — ¡Tim! —Grité.
Sus pasos se tambalearon. Se volvió lentamente, como si no estuviera
seguro de que quería ver quién era. Sus hombros estaban encorvados, con
las manos en los bolsillos, la camisa de vestir y pantalones sueltos. Había
preparado su rostro: la boca apretada, los ojos desafiantes. Entonces me vio
y se vino abajo. Sus cejas se juntaron en una confusión. Por un segundo, él
no me reconoció. Pero sólo por un segundo.
Sus hombros se pusieron rígidos y su mandíbula se aflojó. Me
aproveché de su sorpresa al tropezar en la parte inferior de la escalera. El
empleado detrás del mostrador de recepción nos miraba con suavidad, y
luego se recostó en su silla y siguió murmurando en el teléfono.
— ¡Cassie! —gritó Paige desde algún lugar por encima. Ella saltó a la
primera planta, deteniéndose unos metros por encima del suelo con una
sacudida—. ¿Ya te vas? Debiste habérmelo dicho. Traté de encontrarte, y tu
no estabas allí
Yo seguía mirando a Tim, y él seguía mirándome. Paige miraba de mí
a él y de regreso. —Oh, —dijo, en voz baja—. Bien. Um, creo que voy a
esperar afuera. —Ella se escabulló a través de la pared.
—Has venido, —dijo Tim. Su voz era áspera. Quería creer que no era
tan tersa como lo había sido la última vez que había hablado con él, pero tal
vez eso fue una ilusión.
—Sí, —dije, sintiéndome incómoda con el estúpido vestido y las
estúpidas sandalias y mi estúpido peinado y al mismo tiempo, tan feliz de
verlo mi corazón prácticamente iba a saltar de mi pecho—. No estoy segura
de que era la mejor idea, pero yo he dicho que sería, y no era como si le
permitiría estar en lo cierto acerca de mí.
Tenía una contracción en sus labios. Lo suficientemente cerca de una
sonrisa y me sentía envalentonada para añadir: —Yo no sabía si lo lograría
después.
El bajo la vista. —Sí, bien< Pensé, bueno, si Cass McKenna va a la
fiesta de graduación, no puedo quedarme en casa, ¿verdad? Supongo que lo
mejor es unirme. Yo ni siquiera lo hice en la habitación.
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—No te perdiste de mucho.
Se encogió de hombros, todavía estaba estudiando el suelo. El silencio
era tenso entre nosotros. Llegué de vuelta a captar la barandilla de la
escalera. —Si te vas< Quiero decir, yo no quiero molestarte.
—Cass, —me interrumpió. Rascaba sus pies contra la alfombra—. He
estado pensando y hablando con mi tía, y puedo ver por qué lo hiciste. Tú
realmente estabas preocupada.
—Por supuesto que me preocupaba, —le dije—. ¿Cómo pudiste? —
Me atrapó y juguetee con mis dedos en mis manos.
—Todavía estoy preocupada. ¿Debo?
—No lo creo, —dijo—. No he estado bebiendo. Mi tía me ayudó a
encontrar un consejero, ella piensa que me va a ayudar, también. Me he
estado sintiendo mucho mejor, la mayor parte del tiempo. Es todo
tan. . . difícil. Pero no tan difícil como lo solía ser.
Él me miró entonces, sus ojos azules brillantes bajo los candelabros de
cristal, todavía con tanto dolor, mi garganta estaba apretada. —Gracias —
dijo.
Yo no podía creer que lo había oído. — ¿Para qué? —pregunté con
cautela.
— ¿Necesitas que te lo deletree?
Pensé en cómo me había empujado más allá del estacionamiento, el
escepticismo en su cara, incluso cuando mis lagrimas corrían, cómo me
encontraba en el porche mientras él se marchaba a su casa, su “Vete”
haciendo eco en mis oídos y por ingestión, dije, —Si.
—Creo que lo haré.
—Tú sabes, no ha sido fácil hablarte, —dijo en tono irritado y
divertido a la vez.
—Gracias por tratar de ayudar, aunque yo te dije que no.
La tensión había sido un gran globo, causando asfixia en el
interior. Esas palabras aparecieron. Yo sabía que estaba sonriendo como una
loca, pero no parecía poder detenerme, así que decidí no prestar atención.
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—De nada, —dije—. Prometo tratar en un futuro, sobre todo cuando
me estás diciendo que no.
Una sonrisa se deslizó por el rostro de Tim. No era la sonrisa
incómoda, dolorosa o la sonrisa terriblemente desesperada que había visto
muchas veces antes, era una verdadera sonrisa, suave en los bordes. —Trato
hecho, —dijo, y tendió su mano para poder apretarla.
— ¿Te vas a casa? —pregunté. Miró más allá de mí, por las escaleras, y
su rostro se tensó de nuevo.
—No quiero verlos todavía.
—Yo tampoco tengo ganas de seguir viendo nada más de ellos, —
Asentí con la cabeza hacia la puerta principal—. Vi a una cafetería en la
misma calle. ¿Estás preparado para un expreso? —Cuando él titubeó,
agregué rápidamente—. Si deseas irte<
—No, —dijo—. Creo que puedo manejar un café.
Caminamos juntos afuera, con el resplandor que se derramó en la
escalinata. Paige se alzó por encima del seto de la acera. Ella sonrió cuando
me vio, y me hizo seña con ambos pulgares hacia arriba. Los sonidos del
baile se alejaban detrás de nosotros, y Tim relajó sus hombros. Inhalé
profundamente, dejando que el aire caliente llenara mis pulmones. Esta
noche era una noche en que cosas extrañas podían suceder. Una noche en la
que podía compartir la mesa con el presidente del consejo estudiantil, y mi
hermana muerta también, no para negociar o para probar un punto, sino
simplemente porque quería.