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    HEREDEROS DEL JAGUAR Y LA ANACONDA NINA S. DE FRIEDEMANN //JAIME AROCHA

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    Prefacio

    Del Jaguar y la Anaconda

    SEPULCROS HISTRICOS Y CRNICAS DECONQUISTA

    Hace quinientos aos solamente, los europeos que llegaron a Amrica quedaron atnitosal ver en la Sabana de Bogot, asiento de la civilizacin Muisca, las laminitas de oroque titilaban en las ramas de los rboles al ritmo de la brisa.

    Los troncos de esos rboles demarcaban los cementerios de los indios a tiempo queabsorban su savia y su sabidura. Pronto aprendieron que la msica de esas chagualas

    de oro anunciaba la presencia de riquezas codiciadas: jefes indios enterrados,embalsamados y sujetos con cintas de oro, con sus aberturas nasales, las cuencas de susorejas, la boca y el ombligo taponados con esplndidas esmeraldas.

    Al abrir ms sepulcros los soldados se dieron cuenta de que all yacan tambin indiostrabajadores, enterrados con sus husos, telares y ollas, con sus cuentas de collares yprovisiones de comida. En la mayora de los enterramientos estaban las efigies de losdioses queridos y temidos por los indios. Y todos, ricos, pobres, mandatarios y sbditos,nios y viejos emprendan viaje hacia el futuro, a travs del tiempo con sus insigniassociales y polticas y con una muestra de sus haberes terrenales. En realidad, elencuentro de los entierros hubiera podido representar desde entonces el hallazgo detrozos increbles de la historia de Amrica. Una historia que desgraciadamente no fuepercibida por la soldadesca espaola que saqueaba el oro y las piedras preciosas de lastumbas.

    Los quimbayas por ejemplo, enterraban a sus deudos en tumbas con pozo paradescender y cmara lateral para depositar el cuerpo y las ofrendas. Los indios en SanAgustn fueron sepultados bajo grandes lajas de piedra y los de Tierradentroconstruyeron hipogeos, admirables monumentos subterrneos de arquitectura funeraria.Personajes de la lite cacical de los indios emprendieron su viaje funreo acompaadosde diez o ms personas, ornamentados con telas bordadas con plaquitas de oro y collares

    con cuentas de mopa-mopa. Tambin con los honores de la msica de las flautas de pany los cascabeles de oro. El sudor del sol y las lgrimas de la luna como parte de supensamiento filosfico tambin qued en esas tumbas de Miraflores en losextraordinarios discos rotatorios de tumbaga bruida y pulida.

    Con la empresa de la conquista llegaron no solamente guerreros y misioneros catlicos,sino escribanos y cronistas. Hubo as testigos, que luego de ver y or, al menos contarony escribieron lo que creyeron ver y lo que quisieron or. Cronistas como Pedro Cieza deLen, fray Pedro Simn y Lucas Fernndez de Piedrahita, durante los siglos XVI yXVII dieron cuenta en sus noticias del nuevo mundo y de sus habitantes, los indios.

    Sin embargo, la candidez y fidelidad con que describieron el paisaje natural y lasriquezas del suelo son cualidades que no caracterizaron sus narraciones sobre los

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    indgenas. No obstante, la complejidad cultural de los indios logr en ocasionesvalidarse poticamente en el verso de un cronista como Juan de Castellanos que relatsu paso beligerante.

    [...] a comps de sus roncos tambores

    escuadras rdenadas por hilerascomo suelen cursados guerreadores [...]Unos de ellos con picas en las manos,otros, dorados arcos y carcajes,muy gallardos los mozos y los canossobre diademas de oro sus plumajesy a su modo tan puestos y galanes.

    Con todo, las crnicas de conquista mostraron a las grandes civilizacionesprecolombinas como engendros irracionales y producto de la barbarie. Tornaron endolos las representaciones de los dioses de los indios y en expresin diablica la

    escultura india de piedra y madera.

    Ni siquiera escucharon la literatura oral en donde surgan el jaguar y la anaconda. Lasobras de los cronistas, de esta suerte, contribuyeron a crear una imagen del indiodesprovista de trascendencia histrica. Que sirvi claro est a los propsitos deldominio colonial sobre los indios y sus tierras.

    Una visin que afortunadamente empieza a superarse con el correr de los siglos y elavance de la ciencia contempornea. A los ojos del arquelogo un enterramiento es unsegmento congelado de un momento cultural. As al descifrar las tumbas precolombinasque sobrevivieron a la conquista en muchos lugares, afortunadamente, se han podidoreconstruir perodos de la historia de nuestros pases en Amrica. La excavacinsistemtica no slo de tumbas, sino de lugares de habitacin y de sitios de cultivo hapermitido conocer la compleja tecnologa y la organizacin social y poltica quetuvieron los aborgenes. Retratos de indios aparecen en piezas de cermica. Un registrode fauna: reptiles, felinos, monos, anfibios, pjaros e insectos fueron inscritos en laorfebrera de taironas, sines, calimas y quimbayas. Narraciones de sus oficios se venclaramente en los adornos dorados de sus cuerpos envueltos en mantas mortuorias.Instrumentos musicales en concha, hueso y lmina de oro o cermica y un repertorio deprcticas sexuales moldeadas en arcilla, ensean un refinamiento mundano que iluminaun escenario intrincado de relaciones sociales. Como si todo esto fuera poco, en las

    tumbas se encuentran figurinas que ofrecen detalles que permiten deducir culesenfermedades padecan las gentes precolombinas, la manera de mambear la coca, elestilo de decorarse el cuerpo con pintura y hasta la forma de arrullar a los infantes.

    Es preciso decir que al comenzar el siglo XVI, con la empresa europea de la conquistade Amrica, se inici tambin una hecatombe en el nuevo mundo que torci el destinode sus civilizaciones aborgenes. Y que por ende arras las posibilidades de undesarrollo independiente en este pedazo del continente.

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    EL GRAN DESASTRE Y SU POLMICA

    La opresin, el saqueo y la crueldad de los europeos contra las comunidades aborgenesenmarcaron las relaciones de dependencia y el colonialismo que han modelado la vidade pases como Colombia en el nuevo mundo.

    El resultado del encuentro de Europa con Amrica sencillamente puede sintetizarsecomo el gran desastre. El proceso de colonizacin, conforme dice el historiador HermesTovar Pinzn, gener ruptura en las comunidades indgenas. Muchos fueron losmecanismos que los europeos usaron para lograrlo. Crearon las imgenes delconquistador "civilizado" y del indio "incivilizado" o "salvaje" para instaurar un sistemade esclavitud. Segn ellos, la esclavitud redimira al indio del supuesto salvajismo. Searrasaron modos de vivir, pensar y actuar. El pecado cultural fue ser distinto delespaol. Entonces quedaba justificada la imposicin por la fuerza de un Sistema decontrol econmico, social y poltico, concentrado en manos de unos pocos, primero

    espaoles y luego criollos y sus actuales descendientes. En este proceso, una pirmidede clases sociales empez a darle cabida a la concentracin y al uso de ese poder, adesmedro de aquellos que como los indios fueron despojados no solamente de sustierras, de su oro y de sus habilidades tecnolgicas, sino de sus mismas vidas.

    La catstrofe demogrfica de Amrica y por ende de Colombia india todava no ha sidocalculada con precisin. Los especialistas en demografa histrica siguen preguntndosecuntos indios haba en 1500 y consecuentemente en qu nmero cayeron vctimas de la"civilizacin" conquistadora. Hay un debate que se desenvuelve en un escenarioideolgico. Unos propugnan por mostrar pocos indios, regiones despobladas y unimpacto menos dramtico de la conquista en trminos del nmero de muertos

    aborgenes. Otros sostienen lo contrario. La leyenda rosada y la leyenda negra deldesastre demogrfico ocasionado por la conquista se mueven sobre censos, clculos ycifras. En tanto que Alfred Kroeber habla de ocho millones de indios a la llegada de loseuropeos a Amrica, Angel Rosenblat menciona trece millones. Karl Spper triplica estaltima cifra con un estimado de 37 millones, que segn los datos de Woodrow Borah yHenry Dobyns se eleva a un nmero entre noventa y ciento doce millones de indios!Esta cifra en particular causa revuelo si se tiene en cuenta que para la misma fecha, en1500, en Europa, del Atlntico a los Urales, la poblacin fluctuaba entre los sesenta ylos ochenta millones de almas.

    El enorme desacuerdo sobre el nmero de indgenas que exista a a la llegada de los

    espaoles ha sido llamado La Polmica por Rosenblat. Los estudiosos colombianostambin han participado en ella y consecuentemente en el desacuerdo sobre la magnitudde la hecatombe demogrfica de Amrica. Jaime Jaramillo Uribe, en lo que respecta aColombia, comparte la opinin de Rosenblat, con la cifra de 850.000 indgenas, queGermn Colmenares, en clculo menos conservador, eleva a tres millones, mientrasJorge Orlando Melo lo estima en cinco millones. La Polmica se recrudece a medidaque Hermes Tovar Pinzn escudria documentos que empujan el nmero de indios quehaba en 1500 por encima de los siete millones.

    Sea como fuere, sobre la poblacin indgena que exista en el territorio de lo que hoy esColombia, las medidas de dominacin de los espaoles fueron destructivas. Incendiarony arrasaron pueblos, quemaron los cultivos, esclavizaron y asesinaron a los indios,provocando resistencias violentas. Como si fuera poco, las enfermedades pulmonares y

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    epidmicas introducidas al principio de la colonia cobraron ms vidas. El derrumbepoblacional fue vertical. Ejemplos vvidos como el de la provincia de Pamplonadocumentado por Germn Colmenares abundan. All, una poblacin que en 1580 era dems de 30.000 habitantes, descendi a menos de 3.000 en 1790. Otro es el del valle deSibundoy, donde la poblacin baj de 18.000 habitantes a 2.100 entre 1558 y 1589,

    como se muestra en el captulo 4 del presente libro.

    A finales del siglo XIX, de cuatro millones de colombianos, aproximadamente 500.000eran indios. En las postrimeras de este siglo XX, los indgenas apenas llegan a 440.000en un total de 25 millones de colombianos. Es decir, que el porcentaje de indgenascolombianos baj del 13% al 1,7% en ochenta aos. El significado de estas cifras norequiere mayor explicacin. El desastre ha continuado. La desaparicin cultural delindio que se ve forzado a abandonar sus tradiciones para sobrevivir fsicamente y ladesaparicin total de muchos que se mantienen en la trinchera de su indianidad sonvivencias de tal acontecer. Lo que causa perplejidad es la resistencia y la vitalidad delser indio que, pese a todo, ha logrado llegar a los umbrales del ao 2000 con la valenta

    del jaguar y la vitalidad csmica de la anaconda.

    INDIGENISMO E INDIANIDAD

    Como resultado de una accin poltica radical, a finales del siglo XIX ingres aColombia el movimiento cientfico moderno. As de tarde comienza en el pas ladiscusin sobre el origen del hombre fuera de la ptica netamente bblica. Y deinmediato la Iglesia catlica hizo sentir su desacuerdo con los planteamientos cientficos

    de Darwin y tambin con las anotaciones de Jorge Isaacs sobre el rgimen de misiones.En 1884 este escritor, interpretando el espritu racionalista del momento, haba enfocadosu inters sobre los indios de la Guajira y la Sierra Nevada de Santa Marta, sealando elorgullo indgena, su fortaleza, creatividad y su aliento de independencia. Se apartaba asdel racismo y del hispanismo imperante y a un mismo tiempo abra las posibilidadespara el ejercicio republicano de una actitud en defensa de la indianidad, por parte de no-indios. Indianidad que sin duda alguna ira a contrastar durante decenios con eltradicional indigenismo de aniquilamiento ejercido en diversos niveles por misioneros,curas, mandatarios, escritores y hasta cientficos sociales.

    Este indigenismo logr incrustarse en las instituciones gubernamentales y en las

    religiosas desde muy temprana poca. Y su propuesta ha girado en torno a la integracino "civilizacin" del indio. Su tctica principal ha sido la desculturacin y una de susherramientas la inculcacin religiosa. En el siglo XVI, dice Juan Friede, en la mismaEspaa ya se debatan con acritud los mecanismos de la obra "civilizatoria". Unoseclesisticos consideraban que la actividad misionera sera ms efectiva si al indgena sele mantuviera dominado con agobio, en tanto que otros abogaban por su conversin ycivilizacin gradual, apenas como vasallos de la Corona. Pero estas eran disquisicionesde gabinete. En el mismo terreno de los hechos, el espaol dominaba, explotaba yexpoliaba al indio. Y esa era la alternativa. Una cruzada violenta contra los ritosindgenas, que Germn Colmenares denomina con propiedad como polica cristiana fuetctica comn para lograr no slo la "conversin" religiosa, sino el despojo desantuarios cuyas figuras de oro fueron sealadas como dolos por arzobispos, clrigos yfrailes, usando el "acto piadoso" de la confesin y de la tortura y con el objetivo de

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    enriquecer las arcas espaolas. Un aparte del texto de un Confesionario en la LenguaMosca Chibcha, en el siglo XVII transcrito por Manuel Lucena Salmoral es evidencialcida:

    Pregunta 1. Has tenido por Dios, y adorado los Santuarios?

    Pregunta 2. Hazle ofrecido mantas chicas, pepitas de algodn, esmeraldas, oro, moque,cuentas, u otra cosa que le ofreciste, y cmo?

    Y todo ello, pese a los buenos oficios de Bartolom de las Casas que haba influidodesde 1542 la promulgacin de las Nuevas Leyes que prohiban la esclavitud indgena yabolan el servicio personal entre otras. Leyes que al fin y al cabo fueron revocadas,suspendidas o no cumplidas, ya que si le servan a Espaa para controlar sus colonias,los espaoles en Amrica no las encontraban ventajosas para sus intereses.

    As y todo, el indigenismo como vocablo fue aceptado en Amrica como una definicinde defensa de la indianidad. Y la indianidad se torn en un pilar focal de movimientos

    de autodeterminacin en Mxico, Per y Ecuador, cuyo hlito ideolgico reflejaba elimpacto de la Revolucin sovitica.

    En Colombia la obra de Isaacs haba estado precedida por el trabajo de los llamadosanticuarios, interesados en las antigedades de oro, piedra o cermica de los indios,incluyendo en ellas a sus lenguas y algunas de sus tradiciones orales que fuerontraducidas como leyendas. Al respecto Roberto Pineda C. en su captulo del libro Unsiglo de investigacin social, Antropologa en Colombia, opina que el inters de esosestudios era "demostrar ante la faz europea que nuestra nacionalidad estaba fundada enun sustrato civilizatorio de alto desarrollo tecnolgico para desterrar el viejo prejuiciode nuestra naturaleza caribe". Lo cual significaba segn l mismo, desdoblar la idea delindio en dos categoras ideolgicas opuestas: civilizado vs. salvaje. En este esquema, lasociedad Muisca era propuesta como un estadio comparable por su organizacin y obrastecnolgicas a ciertos niveles de civilizacin europea. Y los grupos indgenas de la selvatropical eran los salvajes y asimismo responsables del "atraso" de la repblica a la horade la conquista espaola.

    En 1890 la ley 89 "Por la cual se determina la manera como deben ser gobernados lossalvajes que vayan reducindose a la vida civilizada" protocoliz ese pensamiento,como una intencin indigenista del estado para el progreso del pas.

    Las leyes subsiguientes que ordenaron la extincin de resguardos como tcticas"civilizatorias" prosiguieron con el despojo de las tierras indgenas y se dirigieron acontrarrestar las revueltas de indios en el Cauca, en Tolima, Huila y en la Sierra Nevadaa finales del decenio de 1910.

    En 1924 los indios de los Llanos y la Amazonia convertidos en personajes de la novelaLa Vorgine, reforzaron el sentimiento romntico de americanidad que surga entreartistas del Movimiento Bachu e intelectuales de la generacin de los Nuevos con LuisTejada como su primer lder. Ambos grupos se esforzaban por dibujar una autenticidadque tmidamente haca referencia al pasado indio y estaban influidos por las ideasrevolucionarias propagadas por otros latinoamericanos como Jos Carlos Maritegui, H.

    Castro Pozo y Vctor Ral Haya de la Torre cuyo pensamiento era puntal en larevolucin mejicana, y en el movimiento aprista del Per.

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    Si por un lado Los Nuevos se inspiraban en las ideas de Rafael Uribe en cuanto a laintervencin del Estado y su responsabilidad en la transformacin de la estructuraagraria, por otro lado la gnesis del Movimiento Bachu no haba sido autctona. Senecesit que en 1928 Picasso, frente a la exposicin que el pintor Luis Alberto Acuarealizaba en la Escuela Superior de Bellas Artes de Pars, manifestara que las obras si

    temticamente eran irreprochables, faltaba en ellas el carcter de americanidad, deprocedencia tropical de su origen cultural y racial, propio de artistas de unos pasesexticos y maravillosos como eran los de la Amrica Tropical. Acua parece haberhecho suya desde entonces, la tarea de revaluar el arte aborigen tomando de l lneas yesencias de inspiracin para su propio trabajo. En 1936 l mismo publica El arte de losindios colombianos para mostrar el valor esttico de su plstica, evocando ciertamente aPicasso frente al arte africano y a la expresin de afirmacin nacionalista yrevolucionaria de los muralistas Rivera y Siqueiros en Mxico.

    INDIANIDAD E INDIGENISMOREVOLUCIONARIO

    Desde 1935, Gregorio Hernndez de Alba, miembro del grupo Bachu despus derealizar investigaciones etnogrficas en La Guajira, particip en la fundacin delServicio arqueolgico nacional, emprendiendo investigaciones en Tierradentro y SanAgustn. Lo cual es muestra de las circunstancias propicias que precedieron a lairrupcin de la antropologa en el pas. Gregorio Hernndez de Alba aparece as comouno de sus pioneros y tambin como exponente de la defensa de la indianidad en esemomento. Haba ocurrido el encuentro histrico del antroplogo colombiano con elindio. El 12 de octubre de 1935, cuando el peridico El Tiempo, de Bogot, le solicit aHernndez de Alba escribir un artculo sobre la pica espaola del descubrimiento deAmrica tom la alternativa de enaltecer a los indios, con el consecuente asombro desus editores.

    Empero, el inicio de una defensa de la indianidad en marcos institucionalizados, sinduda fue un reflejo del Primer congreso indigenista interamericano celebrado enPtzcuaro en 1940 al cual asistieron pensadores latinoamericanos que en ese momentoaunaban la ideologa socialista con la praxis de la defensa del indio. Roberto Pineda C.en su artculo de 1984 enmarca este movimiento en la categora de indigenismo rebelde

    y tambin indigenismo revolucionario.Para ese tiempo, la antropologa ya se haba asentado oficialmente en Colombia en elInstituto etnolgico nacional y bajo la gida de Paul Rivet, precisamente como unaproyeccin coyuntural del inters americanista de pioneros como Gregorio Hernndezde Alba, artistas como Acua y polticos como Tejada.

    En 1941 la fundacin del Instituto etnolgico nacional con alumnos y profesores de laEscuela normal superior provey un escenario dinmico para el examen y estudioetnogrfico y para la discusin de conocimientos e ideologas alrededor del fenmenodel aborigen. Su director Paul Rivet imprimi en los alumnos su conviccin

    americanista de que la etnologa y la arqueologa contribuiran a la reivindicacincultural y racial del aborigen. Su visin no obstante distaba de aquella que inspiraba la

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    defensa de la indianidad propuesta por mexicanos, ecuatorianos y peruanos alrededordel reclamo del derecho social de la tierra. Esta ltima, fue una visin queafortunadamente capt al grupo de antroplogos recin formados en el Institutoetnolgico nacional, pero bajo la tutela del Instituto indigenista colombiano.

    Aos ms tarde, a comienzos de 1950 las detonaciones de una bomba de dinamitapuesta en la casa de Hernndez de Alba en Popayn registraran otro momento histricode la disciplina en Colombia: el costo de la defensa de la indianidad en el cumplimientodel compromiso de la ciencia con el hombre. El antroplogo haba denunciado ante laopinin pblica y ante un juzgado el genocidio reciente de indgenas paeces, quedespus de haber sido amarrados con alambre de pas haban sido fusilados enbarracones. La sociedad dominante resenta la defensa del indio asumida por Hernndezde Alba y as lo manifestaba. Era el tiempo de la violencia en Colombia. Y fue ese unperodo de cataclismo para la antropologa. La represin poltica cobr sus vctimas enel rea de la educacin y el indigenismo beligerante o defensa de la indianidad comopensamiento poltico y cientfico se volvi anatema. Un nmero de investigadores

    fueron silenciados, mientras otros se fueron del pas.

    Pese a todo, el indigenismo y la defensa de la indianidad no abandonaron sus caminos.El Estado colombiano a travs de leyes, decretos y acuerdos de diversas dependenciasencargadas de los asuntos indgenas sigui realizando ingentes esfuerzos para integrar alindio. Al respecto, no sobra aludir reiteradamente a los acuerdos y conveniosgubernamentales firmados con distintas misiones religiosas para lograrlo. Friedemannen su artculo de 1975 los detall bajo las categoras de indigenismo eclesisticocatlico y evanglico extranjero. Y Adolfo Triana Antorveza realiz una compilacinde legislacin indgena nacional en su volumen de 1980.

    Por su parte, el indigenismo evanglico extranjero ha sido ejercido primordialmente pormisiones de "Las Nuevas Tribus" y por las del Instituto Lingstico de Verano. En LasNuevas Tribus Sofa Mller ha desarrollado tcticas violentas para "salvar" almas, hastael punto de arrancarles por la fuerza a los indios sus instrumentos de curacin, oamenazarlos con enormes sufrimientos despus de la muerte por tener ms de unamujer. El Instituto Lingstico de Verano instalado en Colombia desde 1962 por sulado, ha usado la estrategia del aprendizaje de los idiomas indgenas y la traduccin dela biblia en los mismos, y algunos de sus misioneros han tenido actuaciones similares alas de Sofa Mller. Naturalmente, para realizar estas labores, el entrenamiento dealgunos de sus misioneros les ha permitido elaborar vocabularios y gramticas, que a su

    vez se han convertido en armas de contraataque para esgrimir frente al gobiernocolombiano y repeler la defensa de la indianidad.

    Como era de esperarse, la rivalidad religiosa entre cristianos y evanglicos ha generadoadems, una inverosmil guerra de dioses. Parecera que El Dorado de la conquista sehubiera perpetuado como una utopa posible donde las almas de los indios siguen siendouna mampara til a intereses econmicos diversos.

    Claro que este juego responde a la expansin que sufren las fronteras de nuestros pasesactualmente. Una expansin similar a la ocurrida en los siglos XVI y XVII y la de lamitad del siglo pasado. El petrleo, la explotacin minera del carbn y del uranio,

    tierras aptas para el cultivo de plantas alucingenas, y proyectos hidroelctricos, para

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    generar energa se encuentran en territorios donde viven los indios y son objeto delinters del capitalismo y sus empresas transnacionales.

    Con todo, el indio como etnia emprendi a comienzos del decenio de 1970 una luchaorganizada de la defensa de su indianidad, entendida sta como el derecho a tener su

    tierra, su cultura y a participar en el desenvolvimiento de la nacin. Sus organizacionesregionales como el Cric y nacionales como Onic han ligado el apoyo internacional deentidades como Unesco que en 1978 adopt la Declaracin sobre la raza y los prejuiciosraciales en la que se establecen derechos de los individuos y los pueblos a ser diferentes.

    De esta suerte, el aniquilamiento indgena sobre la estrategia de un indigenismo deintegracin para lograr su progreso, ha perdido el piso fundamental. El pluralismotnico en pases americanos como Colombia que han tenido en su formacin diversasetnias y que cuentan an con indgenas, de ningn modo se opone a la unidad nacional.Y mucho menos constituye rmora para el avance econmico de una regin geogrficao de una rea cultural. El ejemplo de participacin de los indgenas Cunas en Panam es

    una prueba de ello.

    Al abordar 1985, la defensa de la indianidad con el liderazgo de los mismos indios enColombia es un paradigma de reclamo de Derechos Humanos en esta parte del planeta.Derechos humanos cuya presencia o ausencia definen la democracia de las nacionescontemporneas.

    HEREDEROS DEL JAGUAR Y LA ANACONDA

    Herederos del jaguar y la anaconda no solamente es un esfuerzo por difundir el granfenmeno cultural indio en Colombia. El volumen se presenta en el escenario dedefensa de la indianidad. por la que los mismos indios de Amrica luchan actualmente.

    Sociedades indgenas asentadas en ocho regiones colombianas que han sido estudiadasconcienzudamente por antroplogos colombianos y extranjeros han permitido visualizarun cuadro extraordinario, repleto de texturas sociales y culturales. Y en el transfondodel perfil indio que dibujan sus logros hay muchas raigambres de la colombianidad. Ladefensa de la indianidad seala as nada menos que el camino hacia el encuentro de laautenticidad en nuestro pas.

    Los guahbos de los Llanos del Meta, del Casanare, del Arauca y del Vichada, porejemplo, recibieron a los espaoles con una intrincada red comercial, cuya influencia sehaca sentir hasta en las islas del Caribe. Haban inventado un sistema monetario basadoen la quiripa, formada por sartas de conchas limadas de caracol, y exportaban diferentesartculos manufacturados y productos de la tierra.

    La solidez del comercio era tal que los europeos pudieron montar sobre l todo unsistema de captura de esclavos que durante el siglo XVIII acarre el desastredemogrfico que estuvo a punto de desembocar en el aniquilamiento fsico de sicuanis,guahbos, cuibas, slivas, achaguas, piapocos y dems indgenas del llano. Para reponersus poblaciones, algunas de estas sociedades adoptaron la agricultura, conforme lapracticaban los habitantes de la Amazonia. Hoy por hoy, enfrentados con la expansin

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    de la frontera colombiana, estn transformndose en ganaderos, con el fin de ejercerdominio sobre las tierras que vieron a sus bisabuelos perseguir sus presas y a sustatarabuelos extraer y transportar el aceite de tortuga, base del antiguo comercio llanero.

    Ms importante que la quiripa y el volumen de artculos que se vendan en los Llanos

    fue el intercambio de ideas. La regin constituy uno de los escenarios de difusin delsistema agrcola de tumba y quema. Gracias a esta forma semipermanente de cultivo,los indios de las selvas tropicales colombianas han podido hacer ptimo uso de ellas, sindeteriorarlas.

    La invencin de la agricultura de tumba y quema estuvo precedida por otras no menosimportantes, como la de la tecnologa apropiada para derribar los animales que ocupanlos pisos altos del gran edificio que forma la selva tropical hmeda. Cazar en la selva noslo requiri desarrollar armas silenciosas y potentes como la cerbatana y los dardos,sino un sistema educativo que forjara la paciencia, la voluntad y la fortaleza fsica de losnios amaznicos para seguir, esperar y derribar la presa con gran sigilo, resistiendo

    estoicamente los rigores del medio.

    La Amazonia tambin es testigo de la reinvencin de sistemas sociales completos, comoel andoque. A principios del siglo XX estos indgenas, como muchos otros, fuerondesperdigados, diezmados y casi aniquilados fsicamente por la cauchera. Lospoqusimos representantes de las etnias originales se reintegraron, volvieron a sustierras ancestrales, repasaron sus mitos y sus reglas de matrimonio, hasta reconstruir susculturas y ponerlas a marchar nuevamente mediante enlaces con mujeres de otras etnias.Hoy por hoy estas sociedades muestran gran fortaleza demogrfica, econmica ycultural.

    Pese a que los misioneros capuchinos se aliaron con los polticos de Nario paradeclarar "baldas" sus tierras ancestrales, y a pesar de la presin incansable de loscolonos por arrebatarles sus parcelas, los indios de habla quechua y kams del valle deSibundoy han utilizado su suelo y sus plantas con una eficiencia inigualada por el restode los agricultores colombianos. Han aprendido el enfoque experimental de los indiosde la Amazonia conviviendo con los sionas, cofanes, coreguajes y macaguajes, y lo hanaplicado al desenvolvimiento de un sistema mdico bastante efectivo y de un sistema devegetacin cultivada sin par en el mundo.

    Como el valle de Sibundoy est alto en los Andes del sur, los indios sibundoyes e ingas

    han tenido que volver a domesticar las plantas de tierra caliente, con las cuales sehallaban familiarizados antes de emigrar de las regiones ms bajas. No slo han logradoque crezcan adecuadamente en el ambiente fro y hmedo del valle, sino que handesarrollado gran nmero de variedades nuevas de las plantas readaptadas. Losagrnomos con tecnologa moderna a su disposicin no han podido duplicar este logrosingular. Una gran paciencia combinada con el enfoque cientfico, permite quesibundoyes e ingas cultiven hoy variedades de plantas desconocidas en cualquier otrolugar del planeta.

    Como los sibundoyes e ingas, los indios del Cauca son en su mayora de tierras fras,cultivadores de maz. Las condiciones ecolgicas de los valles interandinos, combinadas

    con la mayor productividad del maz impulsaron la formacin de complejas jerarquassociopolticas, laborales y religiosas. A la llegada de los espaoles estas sociedades

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    estaban organizadas en cacicazgos que reunan varias tribus bajo la autoridad de un jefecon poderes militares, civiles y judiciales. Haba soldados, sacerdotes, comerciantes yartesanos.

    En sus pueblos, producan oro y tejan telas. Fueron presas de formas veladas de

    esclavitud. En su afn por compensarse los gastos de la conquista, los espaolesestablecieron sistemas de tributacin que estuvieron a punto de causar la ruina total delas poblaciones indgenas de los Andes. La corona espaola, para defender una fuentefcil de tributo, orden la creacin de resguardos y cabildos.

    La posesin comunal de las tierras ancestrales y la posibilidad de ejercer un gobiernoremotamente autnomo, les brindaron a los indios de los Andes del sur la oportunidadde afirmar su identidad tnica. Crearon una vestimenta de cuzmas y capisayos de lanaazul y roja. Elaboraron sus idiomas aborgenes. Impulsaron nuevas formas de trabajocomunal, de curar enfermos y su propio estilo de venerar a los santos catlicos que lesimpusieron los misioneros.

    La defensa de la libertad econmica y poltica que han ofrecido los resguardos ycabildos es uno de los puntales del movimiento que los integrantes del Cauca indio sehan encargado de llevar a todos los rincones del pas. El peridico Unidad Indgena es lavoz de ese movimiento. Empieza a establecer un equilibrio de informacin sobre loslogros indgenas en los medios de comunicacin de masas.

    Inspirados en el movimiento indio del Cauca, los chocoes han marchado por las callesde Quibd afianzando su indianidad al reclamar sus derechos a las tierras quesecularmente han ocupado y que increblemente han sido llamadas "baldas" por lalegislacin nacional. En el litoral pacfico, emberaes y noanamaes se han desenvuelto enincesante forcejeo intertnico con blancos y negros.

    Indios y negros comparten el problema de tierras, pero compiten por los recursoseconmicos del bosque. Frente al poder del blanco han desarrollado estrategias desupervivencia diseando diferentes estilos de parentelas para aferrarse a los bordesfrtiles de los ros o a sus arenas de oro y platino. Esas parentelas se construyenalrededor de un primo o chapakau. Por otro lado, el oficiante religioso o jaibancontrola el mundo espiritual de seres que vagan en los bosques y las corrientes, quevigilan los tambos o que viven en lagunas y esteros. El jaiban deriva su poder de losespritus del bien y el mal, encarnados en bastones de madera con figuras de hombres y

    animales. Estos bastones representan adems una contribucin al arte indgenaamericano. Es posible que estas esculturas sean resultado de esa relacin de forcejeoentre indios y negros si se tiene en cuenta su semejanza artstica con bastones ritualesdel Congo y Angola, lugares del frica de donde llegaron los esclavos al Choc.

    Los cunas del Darin surgen as mismo con extraordinaria expresiones plsticas tanto enla poesa como en el mundialmente conocido arte de la mola. Esta prenda del vestido dela mujer ha sido uno de los elementos de afirmacin tnica sobre los cuales el grupo haobtenido el respeto nacional a su indianidad y el reconocimiento de sus derechos. Lapresin que han sufrido por parte de mundo occidental, que ha intentado cambiarlossocial y culturalmente, ha sido elaborada con poesa. El cielo cuna es de oro y se halla

    saturado de trenes, edificios, automviles y hasta prendas de vestir occidentales, como

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    corbatas. Al morir el buen cuna recibe como premio un sitio en el cielo de oro y el gocede todos los artculos de la sociedad de consumo.

    Sin embargo, es en la poltica donde se considera que los cunas han hecho sus aportesms singulares. En los congresos cunas se rene el pueblo con sus jefes quienes reviven

    su historia y su mitologa. La participacin de los indios como testigos y deliberantesdesempea un papel decisivo en el mantenimiento de su solidaridad y su visin delmundo.

    Los cunas exigen de sus jefes sabidura, excelencia moral y conocimiento terrenal ymitolgico. Y como el congreso representa al pueblo, la comunidad tiene el derecho queno muchos sistemas polticos establecen, y es el de destituir a sus jefes. Entre los cunasde Panam su firmeza y diplomacia en el campo poltico les ha conducido a participaractivamente en el gobierno nacional: precisamente como representantes de sucomunidad y de su ser cuna.

    Como la de los cunas, la reaccin de los coguis frente a la voracidad constante de losblancos y mestizos por las tierras indias ha consistido en el fortalecimiento de laideologa. Empero, la creatividad de esta sociedad de la Sierra Nevada de Santa Martano muestra la vistosidad del cielo cuna construido con lminas doradas. El cielo coguies austero, pero tibio; es el tero de Haba, la Madre Universal, mxima deidad delpanten, quien, no obstante su bondad, somete a los coguis a pruebas difciles desobrellevar, como la de privarlos de todos sus bienes materiales, a cambio denombrarlos Guardianes del Mundo y de convertirlos en poseedores del secreto de lafertilidad.

    La creatividad de los coguis se da con el calor y la luz de las llamas sagradas de lostemplos, donde los hombres deben pasar tantas noches de la semana como les seaposible, envueltos en sus hamacas, oyendo los consejos de los sacerdotes. Durante esosintercambios de ideas, agilizados por el mambeo de la coca, se van desenvolviendo lasteoras filosficas y religiosas que les permiten explicar el origen de los problemas quese gestan dentro de la propia sociedad o que les ocasionan los colonos blancos ymestizos que los acechan constantemente.

    Los 18 aos de entrenamiento que recibe un sacerdote cogui no slo lo convierten ensabio sino en lder de su gente y de otras sociedades de la Sierra Nevada, como la ica yla sanc. Precisamente fueron los sacerdotes quienes iniciaron el movimiento de

    recuperacin cultural en el decenio de 1940, cuando la influencia de los colonos estabaechando a pique su tradicin e identidad tnica.

    Hacia 1500, los guajiros, que eran cazadores, recolectores y pescadores de perlas ,iniciaron un intercambio de sus aljfares y barruecos por ganado que los espaolestraan en los barcos. Aprovechando el conocimiento de los espaoles y el de los negrosesclavos que llegaban en los galeones o que se fugaban, empezaron a cuidar el ganado.Buscando pastos para las vacas, los asnos, los caballos y las ovejas comenzaron a andarpor la pennsula convirtindose en pastores de rebaos.

    El ganado se volvi moneda de intercambio y escudo de proteccin. Adquirieron armas

    de fuego y provisiones de barcos ingleses, franceses y holandeses y establecieron consus tripulaciones alianzas contra los espaoles.

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    Armados de rifles y flechas, montados a caballo y dueos de una cultura deseminomadismo por entre los cactos de la pennsula semidesrtica, los indios resistieroncon arrogancia los embate "pacificadores" de la conquista y de la evangelizacinespaolas El ganado se tom en el soporte del sistema social y del sistema de valoresindgenas, as como en fuente de riqueza y segunda econmica para los grupos

    familiares.

    El crecimiento de los rebaos, el excesivo pastoreo en el suelo guajiro y la consecuentedisminucin de los ganados, han producido cambios que pese a todo no han hechodesfallecer a los indios. La explotacin de recursos minerales como la sal y el yeso seconvirtieron en actividades complementarias.

    Otra alternativa es el comercio costero que desde el siglo XV se llam trato ilcito yahora contrabando y ocupa a un nmero de guajiros. Sin embargo, los guajiros -o sealos habitantes de La pennsula- que participan en este comercio no son todos indios. Latrama de la sociedad guajira y de los indios guajiros es compleja. Las mercancas del

    contrabando han variado con el tiempo con los intereses de las distintas naciones quehan participado en l: Inglaterra, Francia, Holanda, Espaa y Estados Unidos se cuentanentre las ms prominentes. En un tiempo fueron telas rifles por ganado; en otro,electrodomsticos por caf y otros productos; y luego, embarques de marihuana ydesembarques de arma y diversas provisiones.

    En 1981 cuando acabbamos de escribir el captulo sobre los indios guajiros,anotbamos que cambios impredecibles se avecinaban con 1a explotacin industrial delcarbn de El Cerrejn, por parte de empresa transnacionales. Decamos que lasadaptaciones hechas por los guajiros o ms el ltimo perodo de 500 aos evidenciabanla vigorosa persistencia del ser indio en Amrica. Reflexionbamos sin embargo, sobreel nuevo reto que enfrentaran: la avidez mercantil del mundo alijuna o extranjero porlos valiosos recursos del carbn de la pennsula.

    Pues bien. A comienzos de este ao de 1985, podemos decir que grandes cambios hantenido lugar. No solamente en un rea tan sensible como en la Guajira carbonfera. Soncambios que afectan la totalidad del pas, y que en su protagonismo involucran muchasreas donde habitan los indios.

    La coca en diversas culturas indgenas secularmente ha sido elemento de solidaridadsocial indgena. En el campo ritual es un medio para trascender la realidad del mundo

    terrenal, en ejercicios msticos. En el decenio de 1960 empez a ser parte de losestimulantes adoptados por ncleos masivos de poblacin en los Estados Unidos deNorteamrica, y a generar cambios de una magnitud insospechada.

    Mario Arango y Jorge Child en su libro Narcotrfico, imperio de la cocana, explicancomo una causal importante de ese fenmeno "la irrupcin de los movimientos

    juveniles pacifistas y de protesta contra la guerra de Vietnam y la sociedad deconsumo", primero, por parte de hippies norteamericanos y luego por otros hippismos.El fenmeno del uso y de la difusin popularizada de la droga afirman estos autores,adems, se desenvolvi en un escenario muy complejo de estrategias polticas yeconmicas de intereses internacionales, en cuyos manejos no estuvieron ausentes

    ciertas facciones de la poltica colombiana. Se trataba de debilitar localmente la fuerzade conviccin que irradiaba la revolucin cubana en los pases latinoamericanos

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    plagados de problemas econmicos. En estos pases florecan las propuestas sobrenuevos modelos sociopolticos como panaceas a la dependencia y a la pobreza.

    Ese fue el tiempo cuando tambin floreci la Alianza para el Progreso que penetr enmuchas comunidades con un contingente de cuerpos de paz. Algunos de sus miembros

    estimulados con los efectos de la marihuana recitaban y cantaban plegarias para hacer elamor y no ir a la guerra, a lo largo y ancho de rutas y rutinas de campesinos, indgenas yestudiantes en Amrica Latina.

    La marihuana tuvo as rutas, transporte, oferta, demanda y reas de cultivo. En otraspalabras, una complejidad que prepar el camino para el trafico activo de la coca,acicateado por la demanda de los mercados norteamericanos. En 1970 esa presin eratal que jalon la intensificacin de su cultivo en Colombia empujando a colonos ytraficantes a invadir tierras indgenas en los Llanos Orientales, en lugares selvticos deAmazonia y en la Sierra Nevada de Santa Marta. Consecuentemente, algunos indgenassufrieron la eviccin de sus territorios o bien sucumbieron ante la fuerza del

    requerimiento abandonando sus otros cultivos tradicionales e ingresando en unaeconoma de importacin, de vveres, herramientas y nuevos lenguajes monetarios.

    A partir de 1983, el narcotrfico apoyado en la transformacin de la coca como unproducto apto para exigentes mercados norteamericanos y europeos de enormeopulencia e influencia econmica, provoc una represin concertada a nivelinternacional. Colombia se constituy en un pilar de esa persecucin contra el trfico.

    No obstante, en esa campaa, el Estado colombiano no ha enfocado an la solucin delos problemas ocasionados por el narcotrfico sobre la cultura y la situacin agraria delos indios. Un problema agravado actualmente por el asentamiento de distintos gruposguerrilleros, precisamente en reas indgenas con serios conflictos sobre la posesin y eluso de la tierra. Hoy por hoy, el departamento del Cauca, crisol del devenir de un gruponumeroso de indios, herederos del jaguar y la anaconda es el epicentro nacional de unaseria confrontacin beligerante de carcter socio-poltico y militar. Su solucin o losderroteros que ella tome involucrarn el destino no solamente de los indios, sino delpas entero, en los prximos aos.

    (JA/NSF)

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    Stepheus, S. G.1975 A reexaminan of the cotton remains from Huaca Prieta, North Coastal Peru.American Antiquity Vol. 40. No 4, pgs. 406-433. (BMORO).

    Stephen, S. G. y M. E. Moseley1974 Early domesticated cottons from archaeological sites in Central Coastal Peru.American Antiquity, vol. 39. No. 1, pgs. l09-122 (BMORO).

    Tovar Pinzn, Hermes1970 Estado actual de los estudios de demografa histrica en Colombia. Anuario

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    Colombiano de historia social de la cultura, pgs. 65-142. Bogot: UniversidadNacional de Colombia. (BUN).

    Triana Antorveza, Adolfo1980 Legislacin indgena nacional Bogot: Editorial Amrica Latina. (BNSF)

    Vargas Arenas, Iraida1979 La tradicin Salaloide del oriente de Venezuela: la fase Cuartel. Caracas:Biblioteca de la Academia Nacional de Historia, No. 5. (BMORO).

    PREFACIO

    (Prefacio de 1985)

    El 21 de septiembre de 1981 escribimos las ltimas palabras de la introduccin alvolumenHerederos del jaguar y la anaconda, que apareci en enero de 1982. Tres aosdespus, frente a una nueva edicin decidimos revisar los nuevos materiales que sehaban publicado en ese perodo y tambin evaluar nuestro volumen a la luz de losmuchos comentarios que han suscitado su contenido y formato.

    La edicin de ese ao pretendi llegar a un pblico amplio y desligado del lenguajecodificado de la antropologa acadmica. Y respondi a la carencia de una obra quedivulgara realizaciones de las culturas indgenas como la botnica sibundoy, laastronoma cogui, las formas parlamentarias de los cunas, o las estrategias desupervivencia de los guahbos. Todo ello parte de un bagaje cientfico cuyos detalleshan sido consignados en un vocabulario tan especializado que a veces ni siquiera escomprensible para una lite de egresados de la universidad. El libro signific unesfuerzo arduo para transformar el lxico cientfico en lenguaje profano, con el objetode suplir el vaco de difusin.

    Nuestras expectativas sobre el alcance de la publicacin fueron desbordadas por la

    misma realidad y el trabajo fue de inters para lectores que no aparecan en nuestrouniverso original. El editar el libro en un formato apropiado para la circulacin en aulasfue una solicitud constante por parte de amplios sectores universitarios, y de profesoresy estudiantes de bachillerato residentes en diferentes ciudades colombianas y aun fueradel pas. Y tambin la exigencia de una edicin que fuera asequible al presupuestoestudiantil. Infortunadamente tuvimos que esperar a que la edicin original se agotarapara concretar el presente volumen.

    Pero la historia de Herederos del jaguar y la anaconda como libro tiene muchos msaos que los de su edicin. Se inicia antes de 1977 ao en que comenzamos nuestrainvestigacin sobre la historia de la antropologa colombiana. Para el cumplimiento de

    ese proyecto entrevistamos 50 cientficos sociales colombianos y extranjeros,representantes de varias generaciones. Ese trabajo se fundament en la discusin de

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    teoras, hiptesis, anlisis y monografas que enfocaban indios. Y ese era el acervo quenos haba sido transmitido durante el decenio de 1960 cuando entrbamos en las lidesde la disciplina. Parecera reiterativo afirmar que el trasfondo de nuestra vidaprofesional ha estado colmadode informacin sobre los indgenas de Amrica. De lamisma manera que le ha acontecido a todos los antroplogos preparados en Colombia.

    Es un sesgo de la formacin acadmica en nuestro pas, que el individuo modifica bienmediante un entrenamiento de post-grado en otros pases o en otras disciplinas, ogracias a una reflexin sobre mayores alcances de la antropologa, provocada a menudopor una ctedra de divergencia o por la iluminacin de un profesor con otros horizontes.En el marco de tales posibilidades, nuestra especializacin profesional no se quedrestringida a determinados territorios indgenas. Por ello pocos materiales y estudiososde la cuestin india son para nosotros tan desconocidos como actualmente pueden serpara muchos colegas colombianos la labor y quienes se han ocupado de mitologas,religiones, organizacin social y genealogas entre africanos y negros de Amrica delSur o los enfoques sobre las economas campesinas, teoras referentes a la agresin o lasque miran nuevos rdenes sociales basados en la telemtica.

    Es apenas natural que este sesgo haya producido un mayor volumen de estudios en elrea de los indios arqueolgicos y de los contemporneos, con desmedro de otras etniasy situaciones cuyo escrutinio son tambin sujeto de la disciplina. Esta afirmacin no esgratuita. Se apuntala en otro segmento de nuestro estudio. Patrocinado por Fes yColciencias, sus resultados aparecen en Un siglo de investigacin social:Antropologaen Colombia (1984, Bogot: Etno).

    Con semejante bagaje de conocimiento acadmico, era paradjico que despus de casimedio siglo de investigacin antropolgica en Colombia no existiera una obra capaz deinteresar a amplios pblicos en el horizonte contemporneo y futuro de los indios. Latorre de marfil acadmica sin duda alguna haba permanecido imperturbable frente aesta necesidad.

    En 1981, dos meses despus de haber iniciado la preparacin de los originales de estevolumen la urgencia de un trabajo de divulgacin sobre indgenas se hizo patente en losresultados de una encuesta efectuada por Xochitl Herrera y Miguel Lobo-Guerrero.Entrevistaron a un grupo de profesionales de clase media alta. Les preguntaron qusaban sobre los indgenas colombianos y el trabajo de los antroplogos. Ninguno de losentrevistados conoca siquiera el nmero de indios existentes en el pas. Ademsmostraron total asombro al enterarse de que en Colombia se hablan 78 idiomas que no

    pertenecen-al contrario del espaol- a la familia indoeuropea, y de los cuales sedesprenden 280 variedades dialectales. Todos estos profesionales visualizaban losidiomas indgenas como conjuntos desordenados de sonidos extraos y gramticaselementales y en el mejor de los casos como "dialectos". Desconocan la forma como sedesarrollaba la vida diaria del indgena y mucho ms en qu consistan sus aportes altranscurso de nuestras sociedades y de otras en el mundo.

    Herederos del jaguar y la anaconda se public en 1982, gracias a que Carlos ValenciaEditores, al percatarse de la carencia de una obra de esta naturaleza, estimularon supublicacin y respaldaron nuestro trabajo durante los meses en que ste se elabor.

    Este esfuerzo requiri el coraje de encarar la censura de quienes todava consideranbanal e impropio de un cientfico el compartir su conocimiento con pblicos diversos.

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    Adems, exigi un ejercicio que en el campo de la ciencia es temido por muchosestudiosos: hacer inferencias y emitir conceptos generalizantes con implicacionesvalorativas. Sin embargo, creemos que esta prctica responde al compromiso con unaciencia para la gente y no para la torre de marfil.

    Herederos del jaguar y la anaconda seala la expansin de diversos modos de vidacreados por distintas sociedades indgenas en respuesta a retos planteados por lanaturaleza y por la interaccin con otras sociedades. En gran medida su inspiracin haestado estimulada por el movimiento de recuperacin cultural, social y econmica enque se hallan empeados los indios colombianos aglutinados en la Onic (Organizacinnacional indgena colombiana). Y porque compartimos su pensamiento sobre el derechoque como sociedades humanas defienden para coexistir en escenarios de pluralidadcultural y poltica.

    El primero de abril de 1981 empezamos a escribir el libro despus de haber trabajadodurante un mes en su planeacin. Esta tarea implic la celebracin de consultas con

    varios profesionales, visitas a bibliotecas y centros de informacin, y discusionesencaminadas a disear los contenidos de cada uno de los ensayos.

    Los textos estaban redactados el 30 de agosto de 1981. Los ensayos sobre guahbos,emberaes, cunas y guajiros estuvieron a cargo de Friedemann. Los referentes a gruposamaznicos, sibundoyes, Cauca indio y coguis fueron preparados por Arocha. Estanueva edicin incluye el captulo Del jaguar y la anaconda, una interpretacin denuestra evolucin aborigen.

    Cada ensayo est complementado por una bibliografa bsica que tiene la caractersticade anotar la biblioteca colombiana en que puede localizarse cada ttulo. Los trabajosincluidos en las bibliografas se seleccionaron del conjunto de ttulos consultados,considerando, entre otros factores, que estuvieran disponibles en el pas.

    Al final de cada uno de los captulos el lector encontrar notas y nueva bibliografapertinentes a la discusin de temas tratados en los ensayos. Algunas de ellas sonentradas que por error de armada no aparecieron en la edicin de 1982. Por otra parte,hay una relacin actualizada de pelculas sobre el tema y los grupos indios tratados. Allmismo se anota el lugar donde se encuentra la pelcula para consulta o prstamo. Para laedicin de 1985, con Luz Cristina Barajas y Camilo Villa, preparamos un ndiceonomstico. Esta herramienta de investigacin aumenta la utilizacin del libro en el

    saln de clase. Cada ensayo implic el examen crtico del contenido tcnico por parte deprofesionales conocedores de cada grupo. Se someti adems a pruebas de comprensinidiomtica y a una revisin final a cargo de Juan Fernando Esguerra, director editorialde Carlos Valencia Editores.

    Desde un principio el proyecto del libro obtuvo amplia acogida y gran colaboracin.Xochitl Herrera, Mauricio Pardo y Nubia Flrez actuaron como auxiliares deinvestigacin. Herrera efectu la bsqueda bibliogrfica y una lectura analtica de cadaensayo. Mauricio Pardo tambin ley cada captulo para contribuir en la preparacin delglosario que aparece al final del volumen. Nubia Flrez colabor en la actualizacinbibliogrfica.

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    Debemos subrayar que, a medida que avanzaba este trabajo, el inters de la comunidadantropolgica propici un ambiente gil de dilogo. El hecho de haber recibido lacolaboracin de un grupo tan amplio de profesionales afianz muchos lazos decomunicacin. Fomento adems discusiones sobre gran variedad de problemasrelacionados con teora antropolgica, ejercicio profesional y compromiso con las

    comunidades indgenas. Hubo personas que, despus de haber ledo uno de los ensayos,se entusiasmaron de tal forma que solicitaron leer el resto. Su actitud constituy enormealiciente. Entre ellas queremos mencionar a Carlos Patio, Miguel Lobo-Guerrero,Sergio Ramrez Lamus y Eduardo Mrceles Daconte. Otra fuente de estmulo consistien los comentarios y sugerencias brindados por personas que han convivido con losindgenas en cada una de las comunidades aludidas en este estudio. Algunos de elloshan pasado largos aos all. Queremos mencionar a Francisco Ortiz, Robert y NancyMorey, Luis Antonio Prez, Martin Von Hildebrand y Elizabeth Reichel Dussn de VonHildebrand, Franois Correa, Stephen Hugh-Jones, Roberto Pineda Camacho, MilcadesChaves, Alvaro Chaves Mendoza, Gonzalo Correal, Alvaro Botiva, Margarita Chaves,Jon Landaburu, Mauricio Pardo, Elas Sevilla Casas, Ximena Pachn, Fernando Urbina,

    Reina Torres de Arauz (q.e.p.d), Carlos Alberto Uribe, Orlando Fals Borda, MauricioSnchez, Ambrosio Adamoli, Alberto Rivera, Carlos Eduardo Jaramillo, MarianneCardale de Schrimpff y Leonor Herrera.

    Para la edicin de 1982 la solicitud de material visual obtuvo enorme respuesta. Dentrode amplias posibilidades se seleccionaron fotografas de propiedad de la familiaHernndez de Alba, de Milcades Chaves, Fernando Urbina, Carlos Eduardo Jaramillo,Franois Correa, Gloria S. Duncan y Ronald J. Duncan, Carlos Alberto Uribe, MarianneCardale de Schrimpff, Carlos Garibello, Instituto Colombiano de Antropologa, ElasSevilla Casas, Benjamn Ypez, Fe de Urbina, Eduardo Otero y Abd Eljaiek.

    Abd Eljaiek recre con magia las fotografas de Gregorio Hernndez de Alba tomadasen 1935 y las de Milcades Chaves de 1945. En el laboratorio su virtuosismo le permitiimprimir invaluables datos etnogrficos a partir de negativos profundamente afectadopor el tiempo. Para la edicin de 1985 Diego Samper nos facilit algunas de susfotografas.

    Muchas personas ms nos ayudaron en distinta forma. Con informes, datos,vinculaciones profesionales, entrevistas sobre temas especficos. Entre ellos estn JuanFriede, Hermes Tovar Pinzn, Gonzalo Hernndez de Alba, Jorge Morales Gmez,Antonio Gmez, Andr Vernot, Oscar Olarte, Angela Andrade, Jaime Victoria, Loraine

    Vollmer, Armando Quiroz, Javier Martnez, Mauricio Puerta, Oscar Osorio, HaydeSeijas, Segundo Bernal, Len Reines, Ivn Posada, Olga Rodrguez, Angela Mendoza,Francisco Mora, Vidal Rozo y Nancy de Osuna.

    En 1981 la circunstancia que se mostr esquiva en este esfuerzo, sin duda fue el tiempo.La necesidad de difundir el acontecer indio en Colombia se consider apremiante. Deello se deriv una angustia de horas y minutos que todos los das se volvieron mscortos. Quizs la persona que ms comparti esta ansiedad fue Ins Chaves. Ella tuvo asu cargo la fatiga secretarial de transcribir entrevistas y preparar las distintas versionesde cada uno de los manuscritos.

    Entonces, como hoy, de quienes hemos recibido un apoyo inmensurable ha sido de cadauno de los miembros de las familias Friedemann y Arocha. Nuestra marginacin

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    abrupta e intensa del transcurrir diario sabemos que es posible solamente por laluminosidad extraordinaria que desde el comienzo ellos tambin han recibido del jaguary la anaconda.

    NINA S. DE FRIEDEMANN / JAIME AROCHA RODRGUEZBogot, marzo 1 de 1985

    PRLOGO A LA EDICIN DE 1982

    Se terminan los indios? A esta pregunta, que se vienen planteando desde hace casiquinientos aos personas interesadas en que as ocurra, los autores de la presente obracontestan con un rotundo no! Ni los indios, ni lo indio. En efecto, para provecho delpas como un todo, para edificar a quienes constituimos la mayora de la poblacin,existen indicios suficientes de que, casi sin que nos demos cuenta, se ha desenvueltoante nuestros ojos toda una epopeya de supervivencia cultural, poltica y demogrfica deaquella raza valiente que ha tenido que soportar los peores vejmenes de quienes se handicho "civilizados" y "cristianos".

    No importa que la proporcin de indgenas, segn el ltimo censo, aparezca como del1,7% de la poblacin colombiana. Cmo interpretar este ambiguo dato? De seguro quela influencia aborigen en el resto de la gente, as campesinos como ciudadanos, se hamantenido estable o quizs ha ido en ascenso, debido a la difusin, a veces noreconocida, de valores, creencias, prcticas y objetos de los indios. La sabidurafilosfica de los coguis es admirada por otros indgenas y campesinos del norte deColombia, la medicina sibundoy tiene amplia aceptacin en lugares tan distantes de esevalle andino como la urbe de Caracas; la organizacin poltica de los indgenascaucanos es respetada, admirada e imitada por organismos populares nacionales einternacionales. El arte escultrico ember y cuna se halla en el umbral de serdescubierto por los grandes museos del mundo; guahbos y guajiros constituyen

    modelos de sociedades que han logrado transformar la organizacin de sus economaspara hacerle frente con dignidad y xito a la voracidad de intereses explotadorescoloniales o transnacionales.

    La epopeya de la supervivencia del aborigen americano va enmarcada por la violencia yrapia de las clases dominantes, por una parte, y la contraviolencia y flexibilidadcreadora de los conquistados, por otra. Los antroplogos Nina S. de Friedemann yJaime Arocha documentan en su libro Herederos del jaguar y la anaconda este proceso,trayndolo hasta el momento actual. Muchas cosas relacionadas con ese genocidio yabsurda destruccin del pasado quedanahora ms claras. Por ejemplo, no se puede hacercaso absoluto de lo escrito al respecto por los cronistas contemporneos del "gran

    desastre". En cambio, hay que dar mayor crdito a los hallazgos de los arquelogos y a

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    las observaciones directas de aquellos antroplogos capaces de rasgar el velo de laracionalidad aborigen, con empata y compromiso con el pueblo trabajador.

    Estos son los profesionales que, como los autores del presente tomo, reconstruyen yrescatan el mundo asombroso de lo autctono y primigenio -ese universo

    incomprensible para los acadmicos nutridos slo en Descartes y Kant- un mundo que,obviamente, tiene elementos cientficos propios, explicaciones funcionales suficientessobre la realidad, comprensin de las relaciones causa-efecto dentro del medio, yprcticas hasta hoy inigualadas para el manejo de los recursos naturales.

    Un problema fundamental de nuestra vivencia actual como pueblo es abrir canales paradefinir y enriquecer la cultura llamada nacional. No se trata de los programas adaptadosdel exterior que nos bombardean para homogenizar con quienes los producen en Pasesdominantes, sino los enfoques hacia lo propio que permitan reforzar aquellos elementosque puedan considerarse como intrnsecamente colombianos

    Por supuesto, este no es el lugar ni la ocasin para definir la colombianidad, si es queella existe. Pero puede haber acuerdo en que sus componentes se sienten y se viven,cmo se expresan en la msica y el arte Populares, el relato costumbrista, el vestidoregional, las cadencias del lenguaje y la mezcla racial, entre otros.

    Un estudio serio de estos componentes y la bsqueda de sus fuentes terrgenas llevaninevitablemente a la herencia de lo indio y a reconocer su vitalidad. Es lo que da sabor ysustancia a mucho de aquello que podramos llamar nacional. All reside el triunfosoterrado y persistente de la respuesta aborigen a la conquista europea. All est granparte del germen y de la basamenta del aporte propio que pudiramos hacer, comocolombianos, a las corrientes del pensamiento y de la accin que los acadmicosdenominan "universales".

    Una tarea de recuperacin crtica de lo propio y autctono -como el esbozado aqu y quese apoya en el presente tomo- tiene muchos enemigos, ante todo entre los colonizadosculturalmente, los lacayos de los imperios, los difusores de barbarismos, losusufructuarios del capitalismo multinacional, en fin, entre los agentes armados deideologas forneas como las de la seguridad nacional y la contrainsurgencia. Todosestos colonos aptridas, traidores y sicofantas de la esencia nacional, han hecho caer elpeso negativo y mortal de su preferencia sobre el patrimonio indgena y sus valores. Yhan golpeado imgenes y templos, bastones de jaibanaes, resguardos de tierras y

    organizaciones populares, de aquellas que se han levantado instintivamente en la tierrapara defender con plena justicia la vida y bienes de los suyos.

    Por fortuna no han faltado lderes resueltos en esta persistente lucha para sobrevivir:desde Calambs hasta Quintn Lame y los fundadores del Cric. Todos son evocados

    justamente por los autores de esta obra. Extraordinario que, aparte del importante legadomaterial y espiritual anterior de los grupos indgenas, hoy stos puedan hacer un nuevoaporte de naturaleza ideolgico-poltica. En efecto, el mensaje poltico de estosdirigentes -aquello que han querido y quieren imponer sobre el resto de la sociedad- esnada menos que una alternativa vlida, la del panindianismo, ante el influjo negativo dela civilizacin occidental hoy en crisis. Por esto merecen la atencin y el respeto de

    todos aquellos que no somos raizalmente indios, pues pueden ayudarnos a entender

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    mejor esta crisis y quizs a salir de ella. Es el mensaje poltico especial que derivo de lalectura de este fascinante y oportuno libro de Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha.

    Actualmente los movimientos indgenas insisten en recuperar su historia, en producir lahistoria verdadera de sus luchas. Abogan, por lo mismo, contra el dogmatismo

    eurocntrico que desorienta a los occidentales civilizados y a diversos grupos ymovimientos polticos no indios. Los indgenas esperan que, as como la historia oficial-la de los amos blancos- ha sido til para justificar la dominacin, la nueva historia sirvapara alcanzar la liberacin de las clases sociales oprimidas y explotadas.

    Los dirigentes polticos de la indianidad actual abogan tambin por rescatar los valoresesenciales de su cultura ancestral: solidaridad, respeto, honradez, sobriedad, amor,frente a los que ostensiblemente produce el occidente capitalista: egosmo, materialidad,violencia, engao, odio. Ser que el indio apela a alguna superioridad moral propia, y,por ello, logra a la larga alinearse con ciertas corrientes utpicas o de progreso socialque se plantean en otras latitudes, como el socialismo? Hasta la tecnologa india tiene

    hoy respuestas csmicas, al admitir el antiguo principio de que el hombre conviva conla naturaleza, no slo la explote ni domine.

    Todas estas tesis de la indianidad rediviva parecen llevar a dos grandes metas: elentronar el derecho humano a la diferencia y la autenticidad; y el combatir la estructurade dominacin existente en la gran sociedad. metas que convergen total o parcialmentecon los ideales de lucha de otras organizaciones y pueblos no indios, que abren elcomps de la accin colectiva revolucionaria para incluir en ella a los grupos msdispares, culturalmente hablando. Y, por lo mismo, para hacerlos ms eficaces yempeosos dentro de contextos pluralistas. De all la importancia ideolgico- poltica deeste aporte.

    En armona con este pluralismo nacional -o nacionalismo pluralista- el sentido de lalucha actual de los pueblos indios americanos es la demanda de ser reconocidos comounidades polticas. Nos dice el mexicano Guillermo Bonfil: "Las diversasorganizaciones indgenas afirman implcita o explcitamente que los grupos tnicos sonentidades sociales que renen condiciones que justifican su derecho a gobernarse a simismas, bien sea como naciones autnomas o bien como segmentos claramentediferenciados de un todo social ms amplio".

    Esta lucha no debe verse como una amenaza geopoltica, ni como un esfuerzo

    antipatritico o subversivo. Cobija el derecho humano a la diferencia y la autenticidad,como viene dicho, y el justificado esfuerzo de combatir las estructuras clasistas de ladominacin poltica, econmica y social existente. Qu pas moderno, especialmentedel tercer mundo, no se beneficiaria de estas luchas y de tales esfuerzos? La fisonomade estos pases dependientes -tan deformada y postiza- cambiara y se modificara paraasimilar el patrimonio de las diferencias culturales de sus diversas gentes. Seran pasesms ricos y variados; por lo mismo ms estimulantes, tolerantes y humanos;probablemente con menos tensiones sociales. Se eliminaran fronteras artificiales yamenazas a la paz de pueblos hermanos enfrentados por razones raciales, lingsticas,religiosas o culturales.

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    Por todo esto, el triunfo de la lucha poltica actual de los indios llevara en s mismo a latransformacin de Colombia y muchos otros pases. Este esfuerzo colectivo demanda unnuevo ethos.

    Pide una reorientacin total en los grupos conformantes del pas. Si este reto se recoge y

    transforma de manera positiva para todos, la supervivencia de la minora indgena habrdejado de ser un milagro histrico para convertirse en hecho fundamental del desarrollocolectivo nacional.

    Entonces descubriremos asombrados que, en lo ms recndito de nuestras almas, nuncahabamos dejado de ser esencialmente indgenas.

    ORLANDO FALS BORDAOctubre de 1981

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    1. DEL JAGUAR Y LA ANACONDA

    Arte ticunacolores vegetales sobre tela de cortezacoleccin privada.

    CAZADORES Y ARQUELOGOS

    Ms de trece mil aos despus que aquel cazador de musculatura fuerte, hombrosamplios, cabeza erguida, cejas prominentes, nariz recta y mandbula robusta, perdierauna de sus puntas de flecha de piedra, otro hombre tan alto como l se agach y larecogi. Era el ao 1973.

    El arquelogo Gonzalo Correal haba caminado todo el da por los alrededores de BahaGloria en el golfo del Darin. Haba escarbado con los ojos cada centmetro del lugarantes de pararse a la entrada de una cueva llena de murcilagos. Tena la playa y susarenas calurosas metidas entre las botas y, entre ceja y ceja, incrustada una obsesin:encontrar los rastros del camino que debieron de recorrer los cazadores que llegaron alas cuevas de El Abra y a los abrigos del Tequendama en la sabana de Bogot hace12.460 aos. Sus antepasados, procedentes de Asia, haban atravesado miles de aosantes el estrecho de Bering y haban cruzado el istmo de Panam y el Darin, en sucamino hacia el sur de Amrica.

    Esa tarde, el sol pareca caer lentamente. Los acompaantes del arquelogo se le

    acercaron y los murcilagos huyeron despavoridos. La punta de flecha que Correalacababa de encontrar era de unos cinco centmetros de larga, era de slex y tena forma

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    de cola de pez. Este proyectil haba sido parte del equipo de cacera de los aborgenes oindios que haban estado all siglos atrs, viviendo de la recoleccin de frutos ymoluscos y de la cacera.

    En su rastreo por la costa atlntica, Correal lleg hasta la Guajira y en la serrana de

    Cosinas hall ms seales de cazadores y recolectores. Sobre las terrazas aluviales, a lolargo del valle del Magdalena hasta el departamento del Huila y en reas cercanas a lascinagas o confluencias de los ros, encontr pistas de antiguos cazadores, recolectoresy pescadores.

    A finales de 1979 en Tibit, otro sitio de la sabana de Bogot, Correal comprobara queestos primeros pobladores paleolticos, cuyas huellas l descubriera en 1967, tambinhaban cazado grandes animales como el mastodonte. Por otra parte, el hallazgo lepermiti responder inquietudes formuladas por sus colegas quienes, frente a losyacimientos arqueolgicos de El Abra y el Tequendama, suponan que debanencontrarse especies de la megafauna pleistocnica, como efectivamente aparecieron.

    Pero el significado de estos descubrimientos primordialmente reside en la ampliacinpor varios miles de aos del panorama histrico y cultural no slo de Colombia, sino delnorte de Amrica del Sur. En Colombia, la cronologa del poblamiento del pas antes delos trabajos de Correal empezaba hace 5.000 aos. En Puerto Hormiga, a orillas delCanal del Dique, en el departamento de Bolvar, Gerardo Reichel-Dolmatoff encontrque en ese tiempo los indios tenan una forma de vida definida. Recolectaban moluscosen el litoral y en los esteros cercanos, cazaban especies pequeas de la fauna local yrecogan algunos vegetales. La adaptacin de estos indios recolectores de moluscos ycazadores de pequeos animales dej huellas en grandes acumulaciones de conchas y enherramientas de piedra como raspadores, golpeadores y yunques para romper semillas.Y, lo ms extraordinario, en un tipo de cermica rudimentaria que result ser uno de losms antiguos de Amrica.

    BUDARES Y BOTNICA

    Frente a tal recursividad en el manejo del medio, es vlido preguntarse si aquellosceramistas tempranos eran agricultores. Encontrar tiestos de barro en una excavacintiende a tomarse como indicio de vida sedentaria. Y sta, a su vez, como indicativo de

    que un pueblo se ha hecho agricultor. Quienes dependen de economas nmades oseminmades poseen un equipamento material de fcil movilizacin, el cual por logeneral excluye piezas de barro, casi siempre frgiles y pesadas. Sin embargo, lasinvestigaciones de Carlos Angulo Valds en la Cinaga Grande hablan de lugares comola isla de Salamanca, que fueron ocupados por casi 11 siglos, a partir del ao 362, ycuyos habitantes abandonaron la agricultura en las fases tempranas del asentamiento.Explica ese arquelogo que una "[...] baja lluviosidad y un piso de estructura dunosa,muy permeable y sin capa vegetal [...] es probable que [...] se combinaran con laabundancia de recursos anfibios para ocasionar un cambio tan radical. Al contrario de loque sostiene Reichel Dolmatoff en su contribucin para el Manual de historia deColombia, el trabajo de Angulo sugiere que all s hubo sociedades que seespecializaron casi exclusivamente en el manejo de recursos anfibios. Por otra parte,refuerza la hiptesis referente a que la fabricacin de cermica en algunos lugares de la

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    llanura caribe no estuvo necesariamente atada a un sedentarismo agrario. Condensadapor Donald Lathrap en su libro sobre el alto Amazonas, esta posicin se va cimentandoa medida que aumenta la informacin proveniente de la investigacin arqueolgica.

    Algo muy diferente ocurre con los antiguos pobladores de Malambo, sobre la llanura

    del bajo Magdalena, cerca del Canal del Dique. En ese sitio, tambin fue Angulo Valdsquien encontr unos tiestos planos y de gran dimetro, cuyas fechas -1130 antes deCristo- son de las ms antiguas del continente para este tipo de artefacto. El posible usoque los aborgenes le daban a estos grandes platos pandos se ha inferido al compararloscon los budares sostenidos por viejos termiteros o por trpodes de arcilla quemada quela gente de Orinoquia y Amazonia utiliza hoy por hoy para deshidratar los derivadosslidos de la yuca brava. Se ha asumido, entonces, que excavacin que contengabudares indica que sus fabricantes cultivaban ese tubrculo. Sin embargo, arquelogoscomo Kent Flannery o Barbara Pickersgill consideran que esta deduccin es arriesgadapor cuanto los budares podran haberse usado para deshidratar el almidn extrado devarios tipos de palmas que se dan silvestres. Por ello, parecen dispuestos a dejarse

    convencer tan slo por excavaciones que contengan restos de plantas fosilizados osemifosilizados. Para Lathrap y otros, en el caso de la yuca tal exigencia es extrema. Poruna parte, las modificaciones genticas que el proceso de domesticacin acarre sobrela yuca fueron debilitando el sistema reproductivo que debi tener el ancestro de lasvariedades cultivadas. Estas ya no pueden reproducirse sin ayuda humana. No serposible, entonces, hallar semillas fsiles de yuca. Y el que sus races sean blandas y sedescompongan con facilidad, hace prcticamente imposible el que la arqueologa de lasselvas tropicales hmedas revele la presencia fsica de restos de ese cultivo.

    El insistir q