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>Es menester que los ingenieros �losofen�

Javier AracilEscuela Superior de Ingenieros

Universidad de SevillaCamino de los Descubrimientos, s/n

41092-Sevilla

octubre 5, 2000

Engineers of the world philosophize! You have nothing to losebut your silence!

Carl Mitcham1

Resumen

En este art��culo un ingeniero re exiona acerca de la metodolog��a propiade su modo actividad. Se postula para esa metodolog��a una componentepluralista y pragm�atica, en cierto modo alejada del unitarismo y absolutismode las ciencias de la naturaleza. Se critica la postura com�unmente aceptadade que la ingenier��a es ciencia aplicada. Se reclama una re exi�on espec���casobre las peculiaridades de la ingenier��a.

Abastract

�Publicado en Argumentos de Raz�on T�ecnica, N�um. 2, 29-49, 1999.1En Mitcham, "The Importance of Philosophy to Engineering", Teorema, Vol. XVII/3,

1998, p. 44.

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This paper is about the re ections of an engineer with relation to theengineering methodology. It is postulated that engineering has a strong plu-ralistic, pragmatic component. The point of view commonly accepted thatengineering is no more than applied science is criticized. The paper claimsfor an speci�c re ection about engineering peculiarities.

1 A modo de disculpa

La cita de Carl Mitcham es realmente provocadora para un ingeniero. Sientendemos la �losof��a como re exi�on cr��tica referida a �ambitos m�as o menosamplios del mundo parece posible, e incluso conveniente y necesario, que losingenieros {lo mismo que todo el mundo{ �losofen. Pero es que sucede que, alo largo de la historia, la �losof��a se ha convertido en el modo de actividad deuna clase profesional, los �l�osofos, que han desarrollado sus propios modosde quehacer profesional (titulaciones acad�emicas, publicaciones, reuniones)con su inevitable esp��ritu gremial (dicho sea sin ninguna connotaci�on nega-tiva) y los correspondientes matices y precisiones, con un elevado nivel deelaboraci�on, que conducen irremediablemente a una forma de especializaci�on.Es natural que quienes dedican la mayor parte de su tiempo a la re exi�oncr��tica, y han hecho de ella su modo de actividad profesional, alcancen co-tas que nos resulten envidiables a quienes tan s�olo podemos dedicarle unafracci�on del nuestro, siempre insu�ciente. La especializaci�on tiene una doblefaz: por una parte, propicia el virtuosismo, el logro de altos niveles de ex-celencia; por otra, produce enclaustramiento del grupo que la practica. Entodos los modos de actividad humana est�an presentes estos dos rasgos. Poreso cuando uno se asoma a las p�aginas de una revista de �losof��a lo hace conrespeto y con una sensaci�on de intrusismo profesional, que le llevan a dudarsobre la oportunidad de la opci�on. Adem�as, en la referencia de la que seha extra��do la cita, as�� como en otras de sus publicaciones, como >Qu�e es la

�losof��a de la tecnolog��a?2, Mitcham distingue dos corrientes en la �losof��a dela tecnolog��a: la que se origina en meditaciones de �l�osofos convencionales yla que es el resultado de re exiones de ingenieros. Est�a claro que la primera

2Anthropos, Barcelona, 1989. Es una versi�on reducida y previa de Thinking ThroughTechnology, Chicago, The University of Chicago Press, 1994.

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es mucho m�as brillante, pues la segunda no puede evitar quedar reducida aalgo curioso, de inter�es para eruditos en la materia, pero sin llegar a alcanzarla repercusi�on de la primera3. De ello puede desprenderse una invitaci�on aldesistimiento del ingeniero de hacer p�ublicas sus meditaciones. A�un as��, laprovocaci�on de Mitcham es demasiado directa para resistirse a ella.

Este art��culo est�a formado por las re exiones de un ingeniero. Con ellas, elautor pretende contribuir a mostrar que lo que los ingenieros hacen posee unametodolog��a propia y espec���ca, que no es solamente ciencia aplicada, y sobrela que convendr��a deliberar para tratar de hacerla lo m�as expl��cita posible4.Para ello, los ingenieros, lo mismo que han aprendido de los cient���cos, debentambi�en hacerlo de algunos pensadores cuyas re exiones pueden servir paraalimentar su af�an de comprender lo que hacen, los problemas que encuentranal hacerlo y ayudarles a buscar un cierto sentido a esa labor. En la obrade autores como Isaiah Berlin, Hilary Putnam, Nelson Goodman o HerbertSimon, entre otros, pueden encontrarse elementos que contribuyen, sin caeren simpli�caciones excesivas, a clari�car la metodolog��a propia de la profesi�onde ingeniero.

Una de las lecciones que aun los profanos extraemos de la historia dela �losof��a es una llamada de atenci�on contra la creencia de que existensoluciones �nales al inagotable problema de conceptualizar la realidad. Laactividad �los�o�ca se mani�esta como una b�usqueda perpetua de nuevas re-spuestas a nuevas situaciones; unas situaciones en constante cambio, quenos privan de referencias �jas en nuestra relaci�on con el mundo. A lo largode este art��culo veremos c�omo la ciencia ha pretendido aportar una de esasreferencias, y c�omo desde la ingenier��a, que comparte con ella m�etodos yconocimientos, se gesta, sin embargo, un claro cuestionamiento de esa pre-tensi�on. Lo que nos conducir�a a otra de las manifestaciones de Mitcham en elart��culo citado: la relaci�on entre ingenier��a y postmodernismo. Pero vayamospor partes y comencemos a desarrollar nuestro argumento.

3Por ejemplo, v�ease el libro de Friedrich Dessauer, Discurso de la T�ecnica, Rialp,Madrid, 1964, o los fragmentos de Kapp que se incluyen en Teorema, Vol. XVII/3, pp.111-118, 1998.

4Este art��culo puede considerarse como una ampliaci�on, con mayor detalle, de algunode los puntos tratados en mi ensayo \Elogio de la ingenier��a", publicado en Memorias dela Real Academia Sevillana de Ciencias, Vol. 4, pp. 121-143.

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2 Ingenier��a, t�ecnica y algo m�as

En el art��culo de Mitcham, como por lo dem�as es lugar com�un, aparecenmezcladas t�ecnica e ingenier��a. Empecemos con algunas precisiones al re-specto. La ingenier��a es una profesi�on relativamente reciente, aunque no losea la actividad que subyace a ella. En realidad, para algunos autores es tanantigua como la propia humanidad. La postura m�as radical en este sentidoquiz�as sea la de Sprague de Camp, para quien \la historia de la civilizaci�ones, en cierto sentido, la historia de la ingenier��a {de la larga y ardua luchapara hacer que las fuerzas de la naturaleza trabajen en favor del bienestardel hombre{"5. En esta cita est�a impl��cita una forma de identi�caci�on de laingenier��a con la t�ecnica (o con la tecnolog��a; volveremos ampliamente sobreesto). Un rasgo caracter��stico de la humanidad ha sido el aprovechamiento y,en el mejor de los casos, control de las fuerzas de la naturaleza para ponerlasa su servicio, hasta el extremo de haber alterado radicalmente el mundo nat-ural y haber creado uno arti�cial, que es en el que hoy vivimos {no sin ciertaa~noranza por aquel{. Y la creaci�on de este mundo arti�cial es el resultadodel modo de quehacer humano que conocemos como t�ecnica.

La civilizaci�on despunt�o al producirse la revoluci�on que transform�o alhombre de recolector-cazador en labrador-ganadero. El hombre seleccionalas mejores semillas para su cultivo y descubre que algunos animales puedendomesticarse6. Desarrolla las primeras t�ecnicas agr��colas y adopta un tipode vida m�as sedentario. Con el sedentarismo se inicia el proceso que desem-bocar��a en la creaci�on de n�ucleos urbanos, con la consiguiente erecci�on demonumentos y la necesaria satisfacci�on de servicios comunes (abastecimien-tos de agua, saneamientos y calzadas), al tiempo que se inician las explota-ciones mineras y la metalurgia. Todo este complejo grupo de actividades seencomend�o a quienes hoy llamamos ingenieros. Ahora bien, a diferencia delo que sucedi�o con otras profesiones de importancia similar para la cohesi�on

5Sprague de Camp, The Ancient Engineers, New York, Barnes & Noble, 1993, p.13.6En nuestros d��as asistimos a otra revoluci�on tecnol�ogica, la asociada a las t�ecnicas de

reproducci�on {que prometen la posibilidad de modi�car plantas, clonar animales, curarenfermedades hereditarias, e incluso contemplan la emergencia de una raza perfeccionadade seres humanos{, cuyas imprevisibles consecuencias apuntan a que estamos de nuevo alalba de algo diferente y sobrecogedor, al menos para nuestros esquemas actuales.

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social, como la medicina o el derecho, hasta tiempos muy recientes los inge-nieros no alcanzaron el grado de organizaci�on profesional que esas otras dosprofesiones ya consiguieron en la antig�uedad7.

Aunque la ingenier��a tal como en la actualidad la entendemos no aparezcahasta mucho despu�es, la actitud que la de�ne est�a presente en todas esasactividades primigenias de tipo t�ecnico. El hombre deja de ver su entornonatural como algo dado que hay que aceptar y a lo que inevitablemente hayque amoldarse, para empezar a considerarlo algo modi�cable y, hasta ciertopunto, controlable. Un r��o que corre el peligro de desbordarse puede regularsemediante una presa o abri�endole otro cauce. Ese mismo r��o, que separa dosorillas, puede salvarse mediante un puente. El riego de los campos deja dedepender exclusivamente de la lluvia. Recordando la cita de Sprague, lahistoria de la civilizaci�on y la de la ingenier��a son indisociables la una de laotra.

Si bien esas t�ecnicas agr��colas, hidr�aulicas, mineras y metal�urgicas est�anasociadas a los albores de la civilizaci�on, la organizaci�on del cuerpo profe-sional al que estaban encomendadas no se produce hasta tiempos muy re-cientes. El propio t�ermino `ingeniero' no comienza a registrarse hasta la altaEdad Media y no alcanza cierta consolidaci�on hasta el Renacimiento, con laaparici�on de los ingenieros italianos. En esta �epoca, con todo, la distinci�onentre ingeniero y arquitecto no est�a claramente de�nida. Los ingenieros ita-lianos del Renacimiento ponen sus capacidades al servicio de pr��ncipes y deciudades-estados para actividades de ��ndole b�elica (forti�caciones, catapul-tas, maquinarias para asalto a castillos y ciudades, etc�etera), pero tambi�enpara obras de ingenier��a civil (calzadas y obras hidr�aulicas).

La denominaci�on de ingeniero, o de ingenier��a, se asocia corrientementea dos ra��ces en apariencia distintas. Por una parte, se relaciona con la fac-ultad humana del ingenio, capacidad imaginativa y creativa para resolverproblemas complejos o desenvolverse en situaciones engorrosas. Por otra,se pretende que ingeniero tiene un signi�cado semejante al de maquinistao t�ecnico en artilugios mec�anicos. Esta acepci�on es especialmente patenteen la literatura anglosajona, en la que se hace derivar el t�ermino ingeniero

7Por otra parte, el cient���co, como profesional de la ciencia, es posiblemente posterioral ingeniero.

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{engineer{ del t�ermino engine {m�aquina{. En realidad, las dos acepcionesson pr�acticamente las dos caras de una misma moneda. El ingenio-m�aquinaes el producto del ingenio-facultad. La m�aquina es el resultado de aplicarel ingenio humano a la consecuci�on de un objeto arti�cial mediante el cualalcanzar determinados prop�ositos. E tutti contenti.

El ingeniero, en su acepci�on actual, es producto de dos de los aconteci-mientos hist�oricos m�as signi�cativos del siglo xviii: la Revoluci�on Industrialy la Ilustraci�on. La Revoluci�on Industrial produce un desarrollo del maqui-nismo que obliga a elevar el nivel de formaci�on y capacidad de los profe-sionales vinculados a los procesos industriales. Por su parte, la difusi�on delesp��ritu de la Ilustraci�on suscita un cambio profundo en la actitud del hombreante la naturaleza, que pierde en resignaci�on y gana en autonom��a y voluntadde controlarla, y que est�a, como hemos visto antes, en la ra��ces profundasde la ingenier��a como profesi�on. El esp��ritu de la Modernidad, propio de laIlustraci�on, encuentra en la profesi�on de ingeniero uno de los cauces para suplasmaci�on social.

Ingenier��a y t�ecnica se presentan ��ntimamente entrelazadas. La t�ecnicaes un concepto m�as amplio, y se re�ere al saber hacer con un determinadoprop�osito, al tiempo que la ingenier��a es una profesi�on que emplea determi-nadas t�ecnicas con el �n de modi�car el entorno natural del hombre y susti-tuirlo por otro arti�cial en el que pueda vivir m�as y mejor. En la de�nici�onde los objetivos a que debe subordinarse la actividad del ingeniero surgeuno de los grandes problemas de la profesi�on. De momento, aceptemos quela vida en una sociedad desarrollada {como cualquiera de las democraciasoccidentales{ es m�as placentera y rica en posibilidades que la que se ofrece,digamos, a los habitantes de una tribu del Amazonas. Al menos, constatemosque son m�as los que pretenden desplazarse al primer tipo de sociedades quequienes lo hacen al segundo. Y aceptemos este hecho como evidencia de quela vida en las primeras es m�as apetecida que en las segundas. Y en ellas laactividad t�ecnica asociada con la ingenier��a es determinante (as�� como otrosvalores, tal como un sistema de libertades y respeto mutuo, que no tienen,en principio, relaci�on directa con ella).

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3 Los problemas de estar a la moda

As�� pues, en lo que sigue, al hablar de t�ecnica nos limitaremos a la propia dela actividad del ingeniero (t�ecnica de construcci�on de carreteras y puentes,de concepci�on de m�aquinas para usos diversos, de aplicaciones inform�aticas yde explotaciones agrarias, com�unmente asumidas por los profesionales cono-cidos como ingenieros), y olvidaremos otros empleos de la palabra t�ecnica(como cuando se habla de t�ecnica de interpretaci�on musical o de t�ecnicasculinarias). Para la primera de las acepciones es usual, en estos �ultimostiempos, emplear tambi�en tecnolog��a. Este hecho parece relacionado con queen espa~nol hayamos dejado de nutrirnos de las culturas francesa y alemana,para pasar a hacerlo de traducciones anglosajonas. Con ello se violenta unuso ampliamente establecido y su adopci�on consecuente obligar��a a ciertoscambios incluso institucionales8. Los centros universitarios espa~noles en quese forman los ingenieros se denominan Universidades Polit�ecnicas (que son losan�alogos a los Institutos Tecnol�ogicos americanos, como el de Massachusettso el de California), Escuelas T�ecnicas Superiores o Escuelas T�ecnicas Univer-sitarias; y se conceden los t��tulos de Ingeniero T�ecnico. Pero esta violencialing�u��stica no se limita al uso del t�ermino en centros acad�emicos o titulacionesuniversitarias. La literatura �los�o�ca al respecto carece de ambig�uedades.Por citar una muestra, vayamos a Ortega a quien pocos dudar�an en asig-narle un papel determinante en la creaci�on del lenguaje �los�o�co modernoen espa~nol. Precisamente, es autor de unas Meditaciones de la t�ecnica queconstituyen una de las re exiones pioneras en este campo de la �losof��a. Puesbien, en este libro no aparece ni una sola vez la palabra tecnolog��a. No dejande ser chocantes los apuros en que se ven los adaptadores al espa~nol del librode Mitcham >Qu�e es la �losof��a de la tecnolog��a?, cuando se ven forzados aescribir (p�ag. 58): \Ortega y Gasset es el primer �l�osofo profesional en ocu-parse de la cuesti�on de la tecnolog��a" (sic)9. Comentando las aportaciones

8Algunos ya se han hecho, por ejemplo al convertir la antigua CAICYT (Comisi�on As-esora de Investigaci�on Cient���ca y T�ecnica) en la actual CICYT (Comisi�on Interministerialde Ciencia y Tecnolog��a). �Ultimamente se ha creado una O�cina de Ciencia y Tecnolog��aal m�as alto nivel de la Administraci�on p�ublica espa~nola.

9M�as adelante, en la p�agina 62, se lee: \resume el desarrollo de la tecnolog��a ... en tresperiodos [hasta aqu�� la voluntariosa labor de los traductores] : a) la t�ecnica del azar, b) lat�ecnica del artesano, c) la t�ecnica del t�ecnico o ingeniero [ahora es Ortega quien escribe]"(las cursivas son m��as).

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de Ortega, en la p�agina 48 de la versi�on inglesa, al �nal del p�arrafo cen-tral se lee:\la t�ecnica (that is, technology)". Por otra parte, del examen deluso que del t�ermino tecnolog��a hace Julio Caro Baroja en Tecnolog��a popular

espa~nola10 tendremos una muestra m�as de la di�cultad de asociar signi�cadosprecisos a `t�ecnica' y `tecnolog��a'.

Es posible que etimol�ogicamente a `tecnolog��a' le corresponda el signi�-cado de tratado, o estudio sistem�atico, de las t�ecnicas (o ciencia de last�ecnicas, m�as al gusto moderno; o, por rizar el rizo, ciencia de la ingenier��a,que posiblemente hubiese sido el uso m�as correcto del t�ermino). Pero los he-chos ling�u��sticos est�an ah��, e in uidos por la presencia avasalladora del ingl�esexiste una creciente tendencia a usar t�ecnica y tecnolog��a como sin�onimos.Frente a dicha tendencia algunos sugieren que, ya que tenemos dos palabras,se les d�e un signi�cado diferente, proponiendo para el t�ermino t�ecnica unuso muy laxo y general, que subsume todos los anteriormente comentados, yreservando el de tecnolog��a el m�as concreto que lo limita a aquellas t�ecnicasque poseen base cient���ca. Esta propuesta goza de amplia aceptaci�on en el�ambito de la �losof��a profesional11. Voy a cuestionarla y no s�olo por razonesde tipo ling�u��stico que, al �n y al cabo, son asumibles {y si no el propiouso ser�a el que las impondr�a{, sino por otras de naturaleza m�as profunda,que enlazan directamente con el tema de este art��culo, y que voy a tratar dedesarrollar a continuaci�on.

4 No es ciencia todo lo que reluce

Las relaciones de la t�ecnica, y por tanto de la ingenier��a, con la ciencia sonmuy profundas. Es as�� hasta el extremo de que en prestigiosas enciclopediasse dice que la ingenier��a es la aplicaci�on de los conocimientos cient���cos ala resoluci�on de problemas pr�acticos. Por eso no extra~na que se haya pre-tendido de�nir la tecnolog��a como la t�ecnica con base cient���ca. A mayor

10Editora Nacional, Madrid, 1983.11Es aceptada pr�acticamente por todos los autores espa~noles que intervienen en el

n�umero monogr�a�co de la revista Teorema, volumen xvii/3, 1998, dedicado a la Filosof��ade la Tecnolog��a, y tambi�en por Evandro Agazzi, en \El impacto epistemol�ogico de latecnolog��a" en Argumentos de Raz�on T�ecnica, n�um. 1, 1998, pp. 17-31.

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abundamiento, la moderna concepci�on de la ingenier��a se gesta en el sigloxviii, durante la Ilustraci�on, por lo que las pretensiones racionalistas y cien-ti�stas de los ilustrados est�an presentes en el propio origen de la ingenier��amoderna. Puede incluso invocarse la fecha del 11 de marzo de 1794, en la quela Convenci�on francesa cre�o la �Ecole Polytechnique, con el prop�osito expresode que el ingeniero fuese m�as sabio que artista, produci�endose una cierta rup-tura con la tradici�on pragm�atica, e incluso art��stica, de los ingenieros forjadaa partir del Renacimiento. La aplicaci�on de los conocimientos cient���cos a laresoluci�on de problemas pr�acticos, y el propio empleo del m�etodo racional delos cient���cos para esa resoluci�on, empiezan a ocupar un lugar primordial enla metodolog��a de la ingenier��a. Sin embargo, ese modo de concebir la inge-nier��a, adem�as de sus indudables ventajas, entra~na un peligro evidente. Si selleva a sus extremos, se olvida la esencia de la ingenier��a, que es concepci�onde un mundo arti�cial y no mera aplicaci�on de lo que ya se sabe a determina-dos problemas pr�acticos. Esto �ultimo es ciencia aplicada, algo bien distintode la ingenier��a, aunque en determinados casos puedan confundirse. Pero laingenier��a, en lo que tiene de concepci�on, no presupone ning�un conocimientote�orico del cual se derive aquello que se concibe.

La concepci�on de un producto de la ingenier��a {un puente o un robot{ noes algo que se deduzca {en el sentido, por ejemplo, que se deduce la existenciade agujeros negros de la teor��a de la relatividad{ de la teor��a correspondiente(la mec�anica de los medios continuos o la teor��a del control autom�atico);antes bien, esas teor��as suministran el conocimiento necesario {o al menosdisponible{ para poder plasmar lo que se ha concebido (e, incluso, para de-cirnos si aquello que pretendemos hacer puede o no hacerse con la tecnolog��adisponible). Los casos de un robot, o de un avi�on, son especialmente intere-santes en este sentido ya que en ellos con uyen m�ultiples tecnolog��as.

El ingeniero, cuando act�ua como tal, es decir, cuando concibe, dise~na oproyecta algo, realiza un acto de creaci�on mediante el cual relaciona elemen-tos de diversa naturaleza en la s��ntesis que es el objeto arti�cial productode su labor. Ello requiere el conocimiento de las propiedades de los ele-mentos que integra en su proyecto, conocimiento que a veces lo suministrala ciencia. Adem�as, en el proceso que va desde lo concebido a lo realizadoaplicar�a el m�etodo racional en el que comparte con los cient���cos haber al-canzado especial maestr��a y virtuosismo. Pero el acto mismo de g�enesis y de

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concepci�on escapa a ese m�etodo. De ah�� mi cuestionamiento de que puedahablarse de algo as�� como de una t�ecnica sobre bases cient���cas. Compatiblecon el m�etodo cient���co, por supuesto. Consistente con los conocimientos dela ciencia, por descontado. Pero que emerja a partir de bases cient���cas, esoya es algo m�as dif��cil, si no imposible, de asumir.

Posiblemente se considere abusiva la pretensi�on de limitar al ingeniero lafacultad de crear, aludiendo a que tambi�en lo hacen los cient���cos. En efecto,en todo descubrimiento cient���co hay un acto de creaci�on, de s��ntesis de he-chos dispersos en la unidad de una teor��a, que suministra coherencia l�ogica afen�omenos en principio inconexos. Lo que sucede es que ese acto de creaci�onpropio del cient���co se produce en un �ambito de abstracci�on y generalidadmuy diferente al de lo singular y concreto en el que lo hace el ingeniero. Este�ultimo, al desarrollar su actividad profesional, tiene que concebir, casi coti-dianamente, soluciones a los problemas espec���cos que le presenta la puestaen pr�actica del mundo arti�cial que le es propio; en el cient���co, sin embargo,los actos de creaci�on son m�as espor�adicos. Un descubrimiento cient���co esalgo de una universalidad y trascendencia que se produce muy ocasional-mente. Un proyecto de ingenier��a tiene un car�acter mucho m�as concreto yfrecuente, casi ordinario.

Al hablar de creaci�on hay una cierta tendencia a pensar que �esta es exclu-siva de los dominios del arte. Ahora bien, si incluso en la ciencia m�as estrictapuede hablarse con propiedad de creaci�on, m�as a�un en el dominio de la in-genier��a: en sus ra��ces hist�oricas, durante el Renacimiento, era frecuente queuna misma persona desarrollase actividades propias de artista (por ejemplo,de arquitecto) y de ingeniero (de quien concibe ingenios). La creaci�on de laque se est�a hablando en el dominio de la ingenier��a no busca producir emoci�onest�etica, sino utilidad sometida al rigor de la racionalidad. Sin embargo, lasre exiones en torno a la �losof��a del arte, por ejemplo la consideraci�on de lamultiplicidad de lenguajes para expresar la realidad, resultan muy relevantespara el ingeniero (y por tanto para una posible �losof��a de la ingenier��a).Volveremos sobre este extremo al ocuparnos de Nelson Goodman.

No pocos �l�osofos profesionales interesados por la t�ecnica proceden de la�losof��a de la ciencia, y quiz�as por ello acusen cierta tendencia a emplear�utiles conceptuales semejantes a los desarrollados para analizar los hechos

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cient���cos. Ello les ha podido llevar a olvidar, o al menos a infravalorar,la radical distinci�on entre ciencia y t�ecnica (o ingenier��a). La ciencia surgedel deseo de saciar la curiosidad y saber c�omo son las cosas. Satisfacer esacuriosidad {que suele interpretarse como la b�usqueda de la verdad{ es un�n que se persigue por s�� mismo y que lleva a proclamar a quienes hacende �el uno de los motivos de su vida que �esta merece la pena ser vivida. Elconocimiento es una fuente indudable de placer, pero tambi�en puede serlode utilidad. Y en esta doble cara que presenta el conocimiento, por unaparte de fuente de gozo de saber y, por otra, de posibilidad de obtener util-idad de ese conocimiento para alg�un determinado prop�osito, est�a el dobley distinto uso que de �el hacen cient���cos e ingenieros. Para los cient���cosel conocimiento es un �n en s��, pretenden describir c�omo son las cosas; al-canzar el mejor conocimiento posible de ellas. Para el ingeniero, en cambio,ese conocimiento es un �util que le permitir�a plasmar sus concepciones pararesolver determinados problemas12.

Se ha dicho que la ciencia es como un mapa que describe un cierto �ambitode la realidad. Con �el podemos saber c�omo establecer rutas en ese dominio.Pero la decisi�on de a d�onde queremos ir no est�a contenida en el mapa. Elingeniero se ocupa de decidir a d�onde ir, en funci�on de la utilidad que sepersiga. Y para ello, adem�as, construye un camino, alterando lo que lanaturaleza le hab��a dado. Conviene observar que la decisi�on de a d�onde ir esanterior e independiente de que dispongamos del mapa; aunque, claro est�a,para hacer el camino nos venga bien, e incluso nos sea indispensable, disponerde �el.

La ciencia, tanto en sus logros como en su m�etodo, forma ya parte delpatrimonio de la humanidad. En cualquier cosa que hagamos, los elementosde racionalidad impl��citos en el m�etodo cient���co, y los conocimientos con�el alcanzados, deben estar presentes. Quiz�as en el siglo xviii hubiera quehacer expl��cito el uso de la ciencia en una sociedad todav��a dominada porcreencias ancestrales. Pero a �nales del siglo xx ya deber��a ser super uodecir que la t�ecnica requiere de la ciencia. Es obvio que la t�ecnica, paraalcanzar sus prop�ositos, emplear�a el mejor conocimiento disponible respecto

12Estas diferencias son especialmente sensibles en la etapa de formaci�on. Por eso es tandistinto formar a un cient���co y a un ingeniero. En los propios or��genes de la ingenier��a hayuna b�usqueda de v��as alternativas a la propia universidad para lograr esa especi�cidad.

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a los elementos involucrados en el proyecto que pretende llevar a cabo. Yen este conocimiento ocupar�a un lugar primordial el cient���co, pero tambi�enestar�an presentes elementos de sentido com�un dif��cilmente reducibles a aquely presentes, sin embargo, en toda actividad humana.

Adem�as de los conocimientos cient���cos, es claro que el ingeniero emplear�ael m�etodo racional {tomado en su sentido m�as laxo de uso aut�onomo de laraz�on{ para llevar a cabo aquello que proyecta, someti�endolo a observaciones,c�alculos, pruebas y ensayos que no di�eren de los que usa el cient���co. Sinembargo, la diferencia de objetivos introduce algunos sesgos sobre los queconviene detenerse. El cient���co tiene una pretensi�on de universalidad {rayana en el absolutismo{ en aquello que hace. Pretende saber c�omo son lascosas, alcanzar descripciones que permitan reproducirlas (tanto explicarlas sison observaciones pasadas, c�omo predecirlas si se re�eren al futuro); pretende,en resumen, saber c�omo es el mundo. Pero en esta pretensi�on se esconde unatrampa: la de lograr una descripci�on �unica, total y absoluta de la realidad.Y adem�as, con el a~nadido, m�as o menos expl��cito, de una cierta simplicidaden la estructura de ese conocimiento.

El ingeniero, por su parte, se desenvuelve en el �ambito de lo concreto. Suprop�osito es resolver tal o cual problema mediante alg�un artefacto que sirvaprecisamente para eso. La unicidad de saberes, que puede ser motivadorapara el cient���co, no le resulta relevante. Su objetivo es que aquello queconcibe y realiza sirva a los prop�ositos que lo han originado. Su problem�aticase desenvuelve en un �ambito radicalmente distinto al del cient���co. En el casoconcreto que tiene entre manos no puede prescindir de nada, no puede aislarseen un laboratorio y ocuparse exclusivamente de aquellos aspectos generalesque son tan interesantes al cient���co. Antes bien, ha de concentrarse en elproblema espec���co que tiene que resolver y, al hacerlo, tiene que tener encuenta todos los aspectos de la escurridiza e inasible realidad. Y, adem�as,tiene que asumir riesgos.

Los conocimientos propios del ingeniero se han organizado en disciplinascon una estructura l�ogica semejante a la de las teor��as desarrolladas porlos cient���cos que estudian la naturaleza. Por ejemplo, la mec�anica de losmedios continuos, la teor��a de circuitos el�ectricos, la teor��a de sistemas decontrol autom�atico o la inform�atica se exponen en libros que, en principio,

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en nada desmerecen de los que un cient���co considerar��a aceptables y dignosde consideraci�on. Algunas de ellas, como las dos primeras, podr��an �gurarcomo cap��tulos de un libro de f��sica general; y las dos segundas, de uno dematem�aticas. No se olvide que la propia termodin�amica est�a a caballo entrela f��sica y la ingenier��a; y aunque los f��sicos la reclaman como parte de supatrimonio, algunos13 la consideran una teor��a fenomenol�ogica {consideraci�onen la que est�a impl��cita una cali�caci�on como de segunda �la{.

Para todas esas teor��as se ha propuesto la pomposa denominaci�on deciencias de la ingenier��a. Esta denominaci�on podr��a ser aceptable, si no fuerapor el uso abusivo que se ha hecho de locuciones que empiezan con `cienciasde...', que se ha traducido en una cierta degradaci�on de dicho pre�jo. Es no-table que, en la universidad espa~nola, las facultades en que se imparte lo quenadie duda que son ciencias, por ejemplo la f��sica, hayan pasado de denom-inarse Facultades de Ciencias F��sicas a Facultades de F��sica (lo mismo conMatem�atica, Qu��mica y Biolog��a). Mientras que conservan lo de `Facultadesde Ciencias...' centros, muy respetables por otra parte, pero en los que noparece, en general, que se ense~nen disciplinas a las que quepa caracterizarinequ��vocamente como cient���cas en un sentido paradigm�atico y estricto. As��pues, no me siento muy c�omodo con lo de ciencias de la ingenier��a, ni deber��anestarlo aquellos que postulan para la ingenier��a las formas de racionalidadpropias de las ciencias de la naturaleza. Quiz�as el t�ermino tecnolog��a hubiesepodido servir para ese prop�osito. Etimol�ogicamente la acepci�on podr��a sercorrecta, ya que tecnolog��a alude a t�ecnica con logos; y eso es lo que se haceen la teor��a de las m�aquinas el�ectricas o en la de los sistemas realimentados.Pero hemos visto que la palabra tecnolog��a est�a muy manoseada y posible-mente ya sea tarde para reclamar para ella esa acepci�on, o cualquier otra noexenta de cierta ambig�uedad.

5 La ingenier��a y el pluralismo

Con el conocimiento, el cient���co trata de construir una trabaz�on l�ogica quele permita conocer, y en cierto sentido replicar, la realidad; para el ingeniero,

13Bunge, Teor��a y realidad, Ariel, Barcelona, 1972, p. 56.

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en cambio, es s�olo una estrategia cognitiva para actuar. Por ello el primerobuscar�a la unidad y subordinar�a los detalles a la simplicidad del conjunto;por el contrario, el segundo ser�a esencialmente pluralista: las leyes generalesle orientar�an, pero su problema se resolver�a en el �ambito de los detalles,de lo concreto. Resultar�a natural al ingeniero asumir la cr��tica que realizaBerlin14 de los supuestos del ideal plat�onico que aparentemente son gratos alcient���co. Dichos supuestos, que Berlin desestima, los resume en tres puntos:

� Todo problema aut�entico s�olo admite una soluci�on correcta, siendo to-das las dem�as necesariamente err�oneas.

� Existe un m�etodo para descubrir tales soluciones correctas.

� Las soluciones deben ser necesariamente compatibles, pues si no lofueran, una verdad seria incompatible con otra, cosa l�ogicamente im-posible.

El pluralismo impl��cito en la ingenier��a obliga a tomar muy en serio esa cr��ticade Berlin al platonismo {al monismo cient���co o idealismo epistemol�ogico{que esconde una expresi�on impl��cita de pluralismo. No olvidemos que aundentro de la propia ciencia f��sica, por tantos conceptos el paradigma de lasciencias de la naturaleza, la unicidad est�a a�un lejos de alcanzarse. Aunque sehayan alcanzado �exitos admirables al realizar la s��ntesis de distintas ramas dela f��sica, como la uni�on de la electricidad y el magnetismo en la teor��a electro-magn�etica de Maxwell, o las m�as recientes s��ntesis entre las fuerzas que rigenlas interacciones entre part��culas elementales, todav��a estamos lejos de lanada trivial aceptaci�on de una s��ntesis entre la mec�anica y la termodin�amica(s��ntesis a la que subyace la mucho m�as trascendente entre lo reversible ylo irreversible; es decir, la propia esencia del tiempo). Lo que no impidetener �exito al aplicar la termodin�amica a un problema, o a un aspecto de unproblema, y la mec�anica a otro, o al mismo considerado desde otro punto devista.

Para el acto de creaci�on, que estamos defendiendo que est�a en las mis-mas ra��ces de la metodolog��a de la ingenier��a, es absolutamente relevante

14Isaiah Berlin, El fuste torcido de la humanidad, Ediciones Pen��nsula, Barcelona, 1992,p. 25.

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el pluralismo. Como sucede en el arte, para que sea posible crear hay quedisponer de holguras. Precisamente entre las holguras de lo predeterminadose abre camino lo posible. Se comprende que la concepci�on de la ingenier��acomo mera aplicaci�on de lo que ya previamente se sab��a {que es lo que es laciencia aplicada{ pretende sustraerle lo que es su caracter��stica esencial deconcepci�on y de dise~no, y al hablar de esencia no se pretende recurrir a esen-cialismos idealistas, sino a la mera constataci�on de lo que es una componenteprimordial de la actividad de los ingenieros, al menos en sus formas excelsas,que son las que sirven de referencia.

Berlin es un pensador que se ocupa fundamentalmente de la historia de laideas. Hace un diagn�ostico del que se desprende la constataci�on del inevitablepluralismo como forma de aproximaci�on a la conceptualizaci�on de la realidad.Otros pensadores, como Hilary Putnam15, aportan soluciones m�as concretasa esa visi�on plural de la realidad. En particular, Putnam propone lo quedenomina el realismo interno o pragm�atico para enfrentarse a lo que para �elson las mil caras de la realidad.

La aportaci�on de Putnam parece especialmente interesante para funda-mentar un pluralismo como el que de hecho practican los ingenieros16, quesea a la vez realista (de otra forma dif��cilmente podr��an convertirse en \rea-lidad" los productos que conciben) y no unitarista17. La tesis b�asica del

15Putnam, H., Reason, Truth and History, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1981,(hay versi�on espa~nola Raz�on, verdad e historia en Tecnos, Madrid, 1988); Putnam, H.,Realism and Reason, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1983; Putnam, H., The manyfaces of realism, La Salle, Open Court Publishing Company, 1987 (versi�on espa~nola Lasmil caras del realismo, Paid�os, Barcelona, 1994); Putnam, H., Realism with a Human Face,Cambridge, Harvard Univ. Press, 1990.

16La aplicaci�on de estas ideas a la ingenier��a de control autom�atico puede verse en M.Liz, M. V�azquez, J. Aracil, \Knowledge, Control and Reality: the Need for a PluralisticView in Control System Design", World IFAC Congress, San Francisco, paper 6b-01 4,Vol. B, 1996, pp. 323-327, mientras que la correspondiente a las t�ecnicas de modelado ysimulaci�on en M. V�azquez, M. Liz, J. Aracil, \Knowledge and reality: some conceptualissues in the system dynamics modelling", System Dynamics Review, Vol. 12, no. 1,1996, pp. 21-37, y en M. V�azquez, M. Liz, J. Aracil, \An Epistemological Framework forSystem Dynamics Modelling", Revue Internationale de Syst�emique, Vol. 9, n�um. 5, 1996,pp. 461-489.

17Entre los ingenieros es muy frecuente o��r aquello de que \no hay nada m�as pr�acticoque una buena teor��a". Es decir, impl��citamente se est�a asumiendo que teor��as puede

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realismo ingenuo considera que el mundo est�a ya estructurado por s�� mismocon independencia de nuestras construcciones conceptuales. La labor delcient���co consiste en desentra~nar esas estructuras, de modo que se limita aencontrar hechos que ya est�an ah��. La cr��tica de Putnam al realismo ingenuo{al que denomina realismo metaf��sico{, tan querido al cient���co, puede serperfectamente asumida por el ingeniero. Su ejemplo en Las mil caras del

realismo, cuando compara un mundo descrito al estilo de Carnap con ladescripci�on de ese \mismo" mundo al estilo de los l�ogicos polacos, se gener-aliza f�acilmente a los casos antes comentados de la mec�anica de los medioscontinuos, de la teor��a de circuitos electr�onicos y, en general, a todas lasconstrucciones \te�oricas" de que se valen los ingenieros para sistematizar ypresentar de forma coherente, con un estilo pr�oximo y con un formalismo se-mejante al de los cient���cos, sus conocimientos sobre un determinado �ambitode la t�ecnica. La existencia de descripciones alternativas, no necesariamentereducibles entre s��, de los datos de la experiencia es un punto crucial eneste argumento. El ejemplo del mapa, al que antes alud��amos, es tambi�enclaro al respecto. Nadie duda que un mapa capta aspectos de la \reali-dad" (en otro caso no servir��a para nada); posee una l�ogica inherente, quees la necesaria para poder interpretarlo; en este sentido, es algo que poseecoherencia interna. Sin embargo, no faltan quienes dicen que un mapa esuna descripci�on fenomenol�ogica super�cial a la que subyace otra que es la

verdadera. Su posici�on les lleva18 a proponer una distinci�on entre teor��as deprimera, las verdaderas, las profundas, y de segunda, las fenomenol�ogicas,las super�ciales. Sin embargo, y lamentablemente para quienes sustentanesa distinci�on, las pretendidas teor��as f��sicas de primera son reversibles {susecuaciones fundamentales funcionan igual para el tiempo yendo del pasadoal futuro que del futuro al pasado; formalmente, lo mismo para t que para�t. Ser consecuente con ello llev�o al propio Albert Einstein a decir que \eltiempo es s�olo una ilusi�on"19. Ante lo cual lo �unico que le viene a uno a la

haber varias, y que en general no disponemos de la teor��a {por lo que en principio hay quesuponer que no existe, en tanto no se demuestre lo contrario{. En este tipo de actitud sepone de mani�esto c�omo el ingeniero, en la pr�actica, concilia realismo y pluralismo.

18V�ease Bunge, referencia en nota ??. Entre otros de sus escritos, tambi�en se encuen-tran curiosas a�rmaciones en este orden de cosas en M. Bunge, \Technology as AppliedScience", en F. Rapp (ed.) Contributions to Philosophy of Technology, Dordrecht, Reidel,1974, pp. 19-39.

19En una carta de Einstein a la hermana y al hijo de su amigo Besso, con motivo de lamuerte de �este, citada en I. Prigogine, >Tan s�olo una ilusi�on?, Tusquets, Barcelona, 1983,

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mente es aquello del Tenorio: \si es una broma, puede pasar".

Hay teor��as mejores o peores, seg�un la amplitud del dominio de la realidadque cubran o de la precisi�on de los resultados obtenidos, pero no parece acep-table clasi�carlas en de primera o de segunda (como subyace impl��citamentea la clasi�caci�on de Bunge antes mencionada). Las teor��as nos ayudan aestablecer una trabaz�on entre los conceptos que asociamos a nuestras per-cepciones del mundo real. Con ellas se puede alcanzar el gozo de saber ola utilidad de resolver alg�un problema pr�actico. Lo que parece abusiva esla pretensi�on de lograr un mimetismo absoluto con la realidad, aunque seaen el l��mite; alcanzar a sustituir al \ojo de Dios", por usar la expresi�on dePutnam. Por eso dec��amos m�as arriba que a la pretensi�on de saber suby-ace una trampa: la de que ese saber convierta las asumibles pretensiones degeneralidad en otras de absolutismo (aunque sea en un l��mite inalcanzable,pero no por ello inexistente). Esta puede que sea la inconfesada pretensi�onde algunos cient���cos que aspiran a que su descripci�on del mundo sirva desustituto a las nunca satisfechas aspiraciones de algunos �l�osofos de desvelarlo m�as profundo de la realidad20. Verdaderamente el placer de saber ser��am�as intenso si ese saber fuese absoluto. Pero quiz�as tengamos que aprendera ser m�as modestos en nuestras pretensiones21.

Otro autor de gran relevancia en este orden de cosas es Nelson Goodman.En su libro Maneras de hacer mundos22 propone una aproximaci�on a la reali-dad que tiende a distanciarse de la postulada por un �sicalismo extremo, de

p. 12.20En este punto ser�a provechosa la lectura de la �na iron��a de Borges en su \Del rigor

en la ciencia", Obras completas, Vol. 2, p. 225, Emec�e Editores, Barcelona, 198921Lo que no quiere decir que no nos sintamos satisfechos, e incluso orgullosos, de haber

puesto cierto orden en nuestras percepciones aqu�� o all�a. En esos afortunados campos enlos que se alcanza una venturosa y misteriosa conjunci�on de simplicidad {en la estructurade nuestro conocimiento{ y de fecundidad {en el n�umero de los fen�omenos subsumidos-. Pero de ah�� a pretender sustituir al \ojo de Dios", o a deslindar las leyes inexorablesdel devenir hist�orico, media un abismo, hoy por hoy, insalvable. El placer de conocerposiblemente no haya que buscarlo en alcanzar unas referencias inquebrantables que nosindiquen un��vocamente el camino a seguir, si no en la emoci�on, no exenta a veces de v�ertigo,de desenvolverse con sabidur��a {y conscientes del limitado y relativo �exito alcanzable{ apartir de un conocimiento siempre de�ciente.

22N. Goodman, Ways of worldmaking, Hackett, 1978 (traducci�on espa~nola en Visor,Madrid, 1990).

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signo unitarista, para abrirse a un pluralismo en el que tienen cabida inclusolas aportaciones de la �losof��a del arte. Goodman propone que el conjuntode las \apariencias" de un determinado �ambito de nuestra experiencia puedeser interpretado y reconstruido como un sistema formal (>qu�e otra cosa sino es la teor��a de m�aquinas o cualquiera de las construcciones te�oricas deque se vale el ingeniero?), sin necesidad de recurrir a un substrato metaf��siconi ontol�ogico. Toda apariencia se resume en un sistema de signos articula-dos entre ellos mediante reglas convencionales, que se pueden reducir a unasintaxis. Estas ideas las ha desarrollado Goodman en especial para la in-terpretaci�on de las obras de arte. Pero permiten una reinterpretaci�on en eldominio de la ingenier��a, y posiblemente tambi�en en el de una concepci�onm�as pluralista de la empresa cient���ca. Entre sus propuestas encontramosuna que resulta especialmente sugestiva para un ingeniero: la de adoptar lanoci�on de correcci�on como m�as general e interesante que la de verdad, sin quenecesariamente haya que renunciar a esta �ultima. Un mapa que responde a loque de �el se espera es correcto (hablar de verdad en este contexto puede resul-tar pedante y rid��culo). Esta noci�on de correcci�on permite modular el \todovale" de Feyerabend. Vale todo aquello que es correcto, que es adecuado alos �nes que se persiguen.

No se olvide que una de las m�as excelsas teor��as f��sicas, la mec�anicacu�antica, forz�o a una profunda revisi�on del realismo ingenuo de los cient���cos.La interacci�on entre sujeto y objeto est�a en las ra��ces mismas de esta mec�anica.Las magnitudes dejan de tener la componente \natural" de ser algo quese mide, para convertirse en operadores cuyos autovalores son precisamenteesas medidas {conversi�on que est�a en la esencia de la \cuanti�caci�on" o dis-cretizaci�on de las medidas{. No admite una interpretaci�on al gusto del real-ista ingenuo23. A la hora de la verdad es a la precisi�on de sus prediccionesa lo que se invoca para mostrar su excelencia. Es decir, a un criterio decorrecci�on. En consecuencia, parece inevitable meter en un mismo cesto lacartograf��a, la mec�anica de los medios continuos y la mec�anica cu�antica. To-das ellas comparten la pretensi�on de describir un cierto aspecto de eso tancomplejo y evasivo que es la realidad. Y las juzgamos por lo correctamenteque lo hagan. Por m�as que nos parezca que el modelo matem�atico de una

23Bunge, por ejemplo, en la referencia de la nota ?? trata de salvarla para sus prop�ositosllam�andola teor��a semi-fenomenol�ogica.

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part��cula mediante la ecuaci�on de Schr�odinger es algo mucho m�as elaboradoque un mapa, en el fondo comparten el ser construcciones nuestras para de-scribir ciertos �ambitos de nuestra experiencia. En ninguno de los dos casospodemos confundir el mapa {el modelo, la descripci�on, la representaci�on{con la realidad.

Un �ultimo autor que procede mencionar aqu�� es Herbert Simon y su (ini-cialmente) peque~no libro Las ciencias de lo arti�cial24, que constituye unaexcelente propuesta para sentar las base de una re exi�on sobre el hecho dela ingenier��a. La arti�cialidad, tal como la concibe Simon, va m�as all�a delo meramente tecnol�ogico. Aunque sus re exiones se inician en el �ambito delas organizaciones empresariales, sus conclusiones se aplican a todo el mundode lo arti�cial, y por tanto a la ingenier��a, que adquiere a su luz una nuevaperspectiva25.

Para Simon, junto con el de concepci�on, el concepto de representaci�on esesencial en ingenier��a. El ingeniero, adem�as de concebir, tiene que ser capazde representar lo que concibe. La representaci�on as�� entendida adquiere unsentido muy amplio, que incluye todos los elementos mediante los cuales elingeniero elabora, especi�ca y transmite aquello que ha concebido. Y cuandohay representaci�on, hay s��mbolos y hay interpretaci�on. La realizaci�on de loconcebido s�olo ser�a posible si el ingeniero es capaz de producir una adecuadarepresentaci�on de lo que pretende construir.

Pero estos s��mbolos y esta representaci�on se restringen a aquello que esrelevante en relaci�on con los objetivos que persigue el ingeniero. Y aqu��vuelve a colaci�on el ejemplo del mapa. En el mapa se consideran exclusiva-mente aquellos aspectos relativos al establecimiento de rutas posibles entrepuntos determinados. Se pueden incluir signos adicionales para indicar lapresencia de accidentes notables, como pueden ser monumentos u otros pun-tos de inter�es, pero lo que se incluye en un mapa como representaci�on es

24A.T.E., Barcelona, 1973. La �ultima y recomendable edici�on ampliada es The Sciencesof the Arti�cial, The MIT Press, Cambridge, 1996. Parece un sarcasmo que despu�es dehaber denunciado el uso abusivo de \ciencias de..." se traiga a colaci�on, mostr�andolo comoejemplar, un libro cuyo t��tulo incurre en ello. Hay que asumir las contradicciones y saberconvivir con ellas.

25Otro concepto de Simon de gran inter�es para el asunto que nos ocupa es el de racional-idad acotada. Lamentablemente no podemos extendernos en �el.

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m��nimo comparado con la riqueza y variedad de aquello a lo que alude. Sinembargo, en principio, incluye todo lo que es signi�cativo {o al menos lo m�asnotable{ para decidir un trayecto entre dos puntos. An�alogamente sucedecon el plano de una construcci�on o de una m�aquina.

Los planos, como los mapas, son representaciones est�aticas de las rela-ciones espaciales (o aun simplemente topol�ogicas en el caso de los diagramas)entre los elementos implicados. En la actualidad, gracias a la inform�atica,disponemos de instrumentos de representaci�on de una potencia mucho m�aselevada. Podemos representar no s�olo las relaciones est�aticas, como en unplano, sino los comportamientos mediante simulaciones. Ello enriquece ex-traordinariamente las capacidades representativas a disposici�on del ingeniero,que le facilitan el plasmar lo concebido y, con anterioridad a su realizaci�onconcreta, determinar, con bastante �delidad, mediante simulaciones, el com-portamiento de lo que resulte de la articulaci�on de los elementos con los quepretende componer lo proyectado.

6 Postmodernos malgr�e eux

En el art��culo de Mitcham del que se ha extra��do la cita con la que se abre esteart��culo, se alude tambi�en a los ingenieros como �l�osofos no reconocidos delmundo postmoderno26. Es una propuesta que el autor no desarrolla, al menossu�cientemente. Se limita a unos r�apidos brochazos que pretenden sugerirm�as que concretar. No es f�acil de�nir el postmodernismo ni quien escribeestas l��neas es la persona adecuada para hacerlo. Cuando estudiando Historiadel Arte uno pretende, por ejemplo, caracterizar el Barroco se encuentratambi�en con problemas. Si se comparan autores como Zurbar�an o Vald�esLeal (autores en los que es posible confrontar el tratamiento que dan a unmismo tema, las tentaciones y la agelaci�on de San Jer�onimo, en las obrasque se conservan en el Monasterio de Guadalupe y en el Museo de BellasArtes de Sevilla) resulta dif��cil caracterizar estil��sticamente el Barroco. Loque en uno es un trabajo con un acabado muy elaborado, casi escult�orico, enel otro es una pintura suelta, abocetada, con la que consigue, sin embargo,

26Lo repite dos veces, pp. 28 y 43.

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una sensaci�on de movimiento que est�a en las ant��podas del hieratismo deZurbar�an. Al �nal, uno llega a la conclusi�on de que la pintura barroca essencillamente la que se hace en el siglo xvii.

Algo semejante parece suceder con el postmodernismo. Si lo limitamos aciertas manifestaciones especialmente ligadas a la cultura francesa de nuestrosd��as {a las que quiz�as ser��a m�as correcto denominar postestructuralistas{, esposible que tengamos di�cultades para encontrarle relevancia en el dominio dela ingenier��a, al menos en un sentido general. Ahora bien, si adoptamos unaperspectiva m�as amplia, y lo que consideramos es una forma dominante depensamiento propia de �nales del siglo xx, entonces ya es otra cosa. Supongoque no todos los pensadores actuales se sentir�an c�omodos bajo esa denomi-naci�on. Sin embargo, si algo caracteriza las formas de pensamiento propiasde nuestro tiempo es la revisi�on a la que est�a sometida la bienintencionada feilustrada en la raz�on. Y as�� se suelen considerar postmodernos los pensadoresque han realizado aportaciones al debate entre el realismo, m�as o menos in-genuo, y el relativismo cultural. En este sentido, ser��an postmodernos loscitados Berlin o Putnam27.

Cuando la raz�on se aplica a socavar los dogmas sobre los que estaba es-tablecido el Ancien R�egime consigue logros espectaculares y sienta las basesdel mundo moderno. Sin embargo, el an�alisis cr��tico que comporta la raz�onacaba por aplicarse a ella misma y con ello empiezan a hacerse patentes suslimitaciones. Una muestra de ello se tiene en el debate entre el realismoingenuo de algunos cient���cos y el relativismo cultural. Tanto un pluralismo�a la Berlin como el realismo interno de Putnam permiten desenvolverse en-tre esos extremos. Y el pluralismo, como hemos visto, no es ajeno a lametodolog��a del ingeniero.

El ingeniero utiliza teor��as dispares, o a veces sencillamente el sentido

27La consideraci�on de Putnam o de Simon como postmodernos no parece adecuarse alos usos establecidos (de Putnam parece m�as correcto decir que es postanal��tico, en unostiempos en los que todo el mundo es post de algo), salvo que se emplee dicho t�ermino enun sentido muy laxo y borroso. Aun as��, no creo que ello afecte a la argumentaci�on b�asicadel art��culo, excepto en lo que se re�ere a la cita de Mitcham de la nota ??. En todo caso,el que repudie la acepci�on que aqu�� se adopta de postmodernismo puede leer el art��culosustituy�endola por 'corrientes dominantes del pensamiento �los�o�co actual que analizancr��ticamente la modernidad'.

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com�un {sobre cuya conveniencia nunca se insistir�a bastante{, para resolverlos problemas concretos que constituyen su labor profesional. Un ingenieroemplear�a la mec�anica de medios continuos, como si la materia tambi�en lofuera, olvidando no ya los vac��os interat�omicos del f��sico fundamental, sinoincluso las propias porosidades del material que emplea. Asume del problemaque tiene entre manos �unicamente aquellos aspectos relevantes para el obje-tivo que persigue. Simpatiza, a�un inconscientemente, con la rebeli�on contrael m�etodo de Feyerabend, y para �el todo vale con tal de alcanzar la metapropuesta28. Pero este posible relativismo est�a sometido a la contrastaci�onemp��rica de aquello que produce. El funcionamiento es el criterio al quesomete su obra, en la que adem�as siempre est�an presentes dosis de riesgo,pues sabe que el riesgo nulo tiene un coste in�nito29. Este doble juego, entrelo general y lo concreto, en que se desenvuelve el ingeniero puede que consti-tuya un ejemplo de la ambivalencia del mundo postmoderno. Las cosas noson tan simples como so~naron los benem�eritos ilustrados; el mundo resultam�as complejo y plural, y el ingeniero sabe que para realizar su labor tieneque asumir riesgos y contradicciones. En este sentido, su metodolog��a est�amucho m�as constre~nida que la del cient���co, quien, al �n y al cabo, siemprepuede aislarse en su laboratorio y decidir qu�e aspectos de la realidad va aestudiar, y prescindir del resto.

Se comprender�a, de lo dicho hasta aqu��, mi desacuerdo con la consid-eraci�on de la ingenier��a como ciencia aplicada {como t�ecnica con base cien-t���ca{. La ingenier��a es concepci�on y realizaci�on de objetos arti�ciales parasatisfacer determinadas necesidades. La concepci�on es un acto de creaci�onque, como tal, no es f�acil de describir. La ingenier��a, para llevar a cabolo que concibe, aplica m�etodos y conocimientos que son consistentes con loque gen�ericamente se conoce como m�etodo cient���co, pero en una versi�onabierta, pluralista y pragm�atica que conserva de aquel casi exclusivamente elrigor deductivo y la contrastaci�on emp��rica {pero no la pretensi�on de alcanzarun conocimiento absoluto, de modo que las formas concretas de actuaci�onpr�actica deban derivarse de �el, suponiendo una subordinaci�on de la acci�on alconocimiento{.

28Es claro que en este \todo vale" no se incluyen consideraciones de tipo �etico.29Francisco Garc��a Olmedo, \El precio in�nito del riesgo nulo", Revista de Libros, n�um.

16, abril, 1998, p.24.

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Lo que espero haber puesto de mani�esto es la existencia de un campode re exi�on propio para la ingenier��a, que puede alimentarse con las m�asmodernas corrientes del pensamiento �los�o�co. La ingenier��a, tal como laentendemos hoy, surge con la modernidad. Es heredera de parte del esp��ritude la Ilustraci�on. La cr��tica de este esp��ritu no le es ajena. Al criticarsus ra��ces no hace sino adquirir autonom��a y, por tanto, de�nir un �ambitoespec���co de re exi�on. Para la de�nici�on de ese campo va a ser necesariala colaboraci�on de �l�osofos e ingenieros. El camino, sin embargo, todav��a esmuy largo.

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