Entrevista Nelly the CLINIC 628

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    27SABÍA USTED QUE: ... LOS DIRIGENTES DE LA FIFA METÍAN LOS TREMENDOS GOLAZOS.

    E

    n su influyente libro titula-do La universidad en ruinas

    (1996), Bill Readings comen-ta el desastre de una univer-sidad global ya vaciada detradición y sabiduría, al ha-

    ber sido colonizada por el dispositivoempresarial y su lengua burocratizada:“excelencia”, “convenios de desempeño”,“mecanismos de aseguramiento de la ca-lidad”, “control de gestión”, etcétera.

    Raúl Rodríguez Freire y Andrés Maxi-miliano Tello coeditaron el libro Des-campado. Ensayos sobre las contiendasuniversitarias (Santiago, Sangría Edi-tora, 2012): un libro clave que incorpo-ra ese diagnóstico de B. Readings para

    mostrar cómo la relación entre universi-dad y mercado ha disipado cualquier ilu-sión de “autonomía del saber”, pero que,sobre todo, dota de un renovado vigorintelectual el debate en torno a la uni- versidad y su crisis en Chile. Varios otrostextos posteriores de Rodríguez Freireesclarecen el modo en que la gestión aca-démica –con sus indicadores técnicos derendimiento y productividad– ha margi-nado a las humanidades por considerarno rentables a la creación y el pensa-miento. La universidad tradicional (mo-derna, republicana) se ha visto grave-mente afectada por la tecnocratizacióndel conocimiento. Pero las instituciones

    no son bloques homogéneos y, pese a laracionalidad dominante, siempre logranabrirse en su interior vías de circulaciónalternas para la interrogación crítica dela cultura y la sociedad.

    ¿No debería una discusión “cultural” sobre launiversidad hacerse cargo de desmontar la no-ción de “calidad”: una noción que se postula así misma como ideológicamente neutra cuandobien sabemos que responde a la visión tecno-crática que rige la economía de mercado?

    –Por supuesto, la “calidad” es partedel dispositivo tecnocrático de lo quepodríamos llamar la universidad delmanagement  o empresarial. Se trata deun término que se maneja arbitraria-mente y para referir cosas muy distin-tas, sin tener la necesidad de definir loque hace “de calidad”, por ejemplo, auna carrera académica, a los docentes, alcasino donde comen los estudiantes o –dependiendo de la universidad– al lugardonde estacionan sus autos. Y cuando sepregunta qué entender por “calidad”, senos remite redundantemente a algo tantécnico como los “mecanismos de asegu-ramiento de la calidad” que provienende la gestión institucional. Tanto “exce-lencia” como “calidad” son significantes vacíos, autorreferenciales, pero que se

    presentan como si fueran el resultadode un proceso riguroso y objetivo de cer-

    tificación y no dependieran de la razóneconómica que los controla. Lo saben

    muy bien los agentes del management ,para quienes la calidad no se encuentraen la cosa en sí sino en su administra-ción, y su meta estriba en alcanzar lasatisfacción del cliente. Por otra parte,habría que recordar que la Organiza-ción Internacional de Normalización,encargada de promover las famosasnormas ISO, surge apenas terminadala Segunda Guerra para asegurar la cali-dad en la producción de armamento, yhoy se aplica sin ningún problema a losllamados “mercados académicos” globa-lizados. “Calidad”, por tanto, no puedeser una consigna a esgrimir, pero debe-

    mos reconocer que el sistema ha sidomuy eficaz en universalizarla medianteun uso acrítico, pues ¿quién podría es-tar contra la calidad?

    Hay otro vocablo hoy plenamente incorpora-do al sistema educativo: lo que los economistasllaman “capital humano”…

    –Es un término clave que ingresa aChile vía los Chicago Boys y El Mercurio,con el fin explícito de transformar a cada

    ser humano en un capitalista o en unemprendedor. Al articularse con la edu-cación, la potencia como “bien de consu-mo”, un bien que tiene que ver no solocon la inserción del conocimiento en elmercado, sino también con las compe-tencias y habilidades que tendrá luego elempresario de sí para invertir su propiocapital humano. De manera que no solohay que replantear el lugar de la univer-sidad sino, también, la constitución deuno mismo como sujeto, y para ello laética se vuelve una cuestión de primerorden. Lo que hace de un profesor unemprendedor, un microcapitalista, es lagestión de sí, de su saber o de su capitalhumano. Es, por ejemplo, lo que sucediócon el sociólogo Alberto Mayol, que lue-go de un par de entrevistas respecto delmovimiento estudiantil gestionó su sa-ber en tanto movimentista o movimen-tólogo, de manera similar a como lo haceJosé Joaquín Brunner respecto de las po-líticas educativas neoliberales o ManuelAntonio Garretón respecto de la transi-tología. Todo académico, lo quiera o no,

    pasa a ser un emprendedor en la medidaen que maneja comercialmente su saber

     y su identidad personal en una era don-de el narcisismo del yo adquiere mayor

    resonancia. De manera que el derrumbedel modelo implica, también, el derrum-be de uno mismo en tanto empresariode sí. ¡Y por eso que nada es tan simple!

    ¿Se puede debatir localmente sobre la uni-versidad –y sobre las universidades estatales,públicas y privadas– sin tomar en cuenta ladimensión globalizada del “capitalismo acadé-mico” que uniforma procedimientos y criteriosa lo largo y ancho del planeta?

    –Si bien existe un amplio espectro deuniversidades en Chile, desde algunascon plena vocación “pública” hasta otrascentradas en la acumulación de dinero,las fuerzas transnacionales presionan

    para homogeneizarlas exclusivamenteen función de la rentabilidad económi-ca. Estas fuerzas están articuladas conel llamado posfordismo, pero en nin-gún caso el fordismo ha sido dejado delado: hay universidades que controlanla hora de llegada de sus profesores me-diante huella digital, y la misma idea de“crédito académico” intenta controlarel tiempo de trabajo en la universidad.

    Cada vez más y por todos lados, estánapareciendo mecanismos sutiles dedisciplinamiento que entroncan conlibertades vigiladas. De manera que launiversidad, tal como existe hoy, tienemuy poco de aquella que, para el casode Chile, emergió durante la primeramitad del siglo XX. No existen ni auto-nomía ni estabilidad laboral ni financia-miento basal, pilares de la universidadmoderna. Así las cosas, las radicalestransformaciones en curso –pues esta-mos recién en el comienzo y, por tanto,quizá a tiempo de intervenir– respon-den a un diseño a escala planetaria quetiene como meta la configuración de unmercado universitario global. De ahí laurgencia con que, por ejemplo, el Ban-co Mundial, a través de los ministeriosde Educación, viene entregando dineroa cambio de la implementación del lla-mado Sistema de Créditos Transferibles.Lo que se busca, aprovechándose de la vulnerabilidad económica de gran partede las universidades que se ven prácti-camente obligadas a aceptar las condi-

    ciones impuestas para poder sobrevivir,es articular de la mejor manera universi-

    dad y capital transnacional. La oferta degrados internacionales y, sobre todo, la

    educación a distancia (e-learning ), nece-sita de un sistema estandarizado ad hoc .El famoso Plan Bolonia para unificar elsistema universitario europeo, y su in-troducción en América Latina, no tieneotro objetivo que reforzar esta nuevadivisión internacional del trabajo inte-lectual, donde universidades globales sedisputarán (en realidad ya se disputan) alos estudiantes/consumidores de los paí-ses “en desarrollo”. ¿Quién, viviendo enTaiwán, Marruecos o Santiago no querrátener un título de Yale o Princeton?

    Por todo lo anterior, tendríamos quereparar no en la función de la universi-

    dad sino en su modo de funcionamien-to, cada vez más en manos de la llamada“nueva gestión pública” (NGP), un dispo-sitivo a cargo de los famosos expertos,que están desplazando en relevancia alos académicos y obliterando la funcióndel intelectual. Hoy, el acento está puestoen lo procedimental, en el cumplimien-to de metas medidas tecnocráticamente.Esta nueva gestión se ha introducido delleno en gran parte del sistema universi-tario a partir de una batería conceptualusualmente empleada sin traducciónal castellano, quizá como una forma deseducir al provincianismo local. Así ocu-rre, por ejemplo, con el benchmarking  

    (evaluaciones comparativas o sistemasde referencia), que inscribe la competi-ción como modelo de relacionamiento ya la competencia misma como el fin decualquier organización.

    Tal como muy bien lo has descrito en variosde tus trabajos, las nuevas exigencias de mer-cado de la universidad flexible precarizan y seg-mentan la producción de conocimiento. ¿Quedaalgún espacio libre para la teoría y la crítica enuniversidades que demandan cada vez más sa-beres prácticos?

    –En EE.UU., la crisis económica de los70 llevó hacia una transformación de launiversidad que comenzaba a ser consi-derada cada vez más como un espacioque sí o sí tenía que ser productivo, ya noreflexivo. A la vez que se aumentó la ma-trícula, se comenzaron a reducir los pre-supuestos y a reestructurar departamen-tos y programas, con el fin de potenciarcursos que los nuevos clientes realmentenecesitaran, como los de composición ylectoescritura, que terminaron no solodesplazando a la teoría sino a la literatu-ra misma. En Chile, este desplazamien-to se dio pocos años más tarde, a partirde la Ley General de Universidades de1981, ley que indicaba que, por el biendel país, y sobre todo por el de la cali-dad de la educación, era necesaria la “li-

    bertad de enseñanza”. Libertad que notenía nada que ver con cátedra alguna,

    “Con un 75% de profesores part-time , sintiempo para investigar y reflexionar,en las universidades de hoy el saber

    está pronto a ser irrelevante”.

    “Hay que reparar no solo en la función de la universidad sino en su modode funcionamiento, cada vez más en manos de la llamada ‘nueva gestiónpública’ (NGP) a cargo de los famosos expertos, y que ha entrado en elsistema con una batería conceptual que suele emplearse sin traducciónal castellano, quizás para seducir al provincianismo local”.

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    28 SABÍA USTED QUE: … AL COMPUTADOR DE DÁVALOS LE HICIERON BORRÓN Y CUENTA NUEVA.

    sino con la facultad de crear “Unidadesbásicas y superiores productoras de ser- vicios educacionales”; en otras palabras,de privatizar la educación. La masifica-ción de la matrícula responde a una rear-ticulación del capital y a nuevas formasde segmentación social en base a niveles

    de consumo, más que a objetivos demo-cráticos. Por otro lado, la certificación dela calidad, es decir, la acreditación, notiene como una de las variables princi-pales la fortaleza de una planta docenteestable (jornadas completas), despreocu-pándose así de la precarización laboral.Alrededor del 75% de los académicos dela educación superior en Chile son pro-fesores part-time , y en la mayoría de lasuniversidades privadas (y cada vez másen las tradicionales) la planta se reduce apoco más que los cargos necesarios parael buen funcionamiento administrativode una carrera. Así las cosas, ¿en quémomento un profesor podrá investigar

     y reflexionar? En las universidades dehoy el saber está pronto a ser irrelevante.Y la crítica, cuando logra tener lugar, re-presenta una anomalía peligrosa al que-rer hacer del lenguaje (segmentarizadoen función de competencias y códigosdisciplinares) algo más que un mediode comunicación, que es a lo que lo hanreducido los expertos.

    LA DEMOCRACIA DEL ARTEAcabas de coeditar, junto a Clara María Parra

    Triana, una impresionante antología sobre “Crí-tica literaria y teoría cultural en América Latina”(Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2015)

    en la que se afirma la contribución decisivadel ensayo cultural a la historia de las ideas en

    América Latina. ¿Qué lugar le cabe hoy al ensayocrítico en un mundo universitario invadido por laindustria del paper , siendo el ensayo el géneropredilecto para reflexionar culturalmente sobrela literatura, el arte y las humanidades?

    –Es una pregunta que ronda como unespectro el siglo XXI. Y uso la figura del

    espectro pues como tal retorna cada cier-to tiempo, dado que nuestra época no esla única que se ha visto enfrentada a ladesconsideración del arte y las humani-dades. Es más, la emergencia de la Uni- versidad en Chile se da paralelamente aldebate sobre el latín. Creo que es en ladisputa entre Ignacio Domeyko y Anto-nio Varas (seguida más tarde por VicuñaMackenna y otros “liberales”) por incor-porar, quitar o aminorar su enseñanzadonde vemos el duro devenir que lesesperaba a las humanidades. Para el pri-mero, científico de tomo y lomo, el latínera la base de cualquier futuro educacio-nal. El segundo, abogado y profesor defilosofía, pero chileno y provinciano afin de cuentas, se “interesaba” más porel bienestar material de la nación, y lohacía casi en los términos de hoy, al de-fender el lucro en la educación. Señaloesto para recordar que las humanidadessiempre han estado asediadas…

    En cuanto a la intención de “Crítica li-teraria y teoría cultural” en el siglo XX ydel segundo volumen dedicado al sigloXXI, que ya estamos preparando, tienenesencialmente como objetivo relocalizaral ensayo como la forma más relevanteen América Latina para el trabajo delpensamiento. El libro está dirigido a los

    alumnos de hoy, bombardeados por untipo de escritura académica que niega la

    imaginación teórica y crítica al imponercomo requisito una forma fija y repetiti- va. Cualquier paper  repite por lo menostres o cuatro veces las “ideas” principales, y las famosas palabras clave –junto alrespectivo resumen– pretenden asegu-rar su rápida recepción y consumo. Perolo cierto es que ello tampoco ocurre así.Dos académicos, Asit K. Biswas y JulianKirchherr, publicaron hace poco un estu-dio donde señalaban que, para el caso de

    las humanidades, el 82% de los artículospublicados en revistas que cuentan conevaluación de pares nunca son citados(aunque abundan las autocitas)… La pre-gunta que surge entonces es ¿para quiénse está escribiendo? La respuesta no esmuy difícil de encontrar: para las em-presas que lucran con sus bases de datos vendiéndolas a precios exorbitantes a lasuniversidades donde nosotros mismostrabajamos, bases de datos que las agen-cias acreditadoras prácticamente obligana subscribir pues es una de las variablesa considerar cuando se mide la “calidad”bibliográfica de una universidad. Así lascosas, la escritura del ensayo (y la defensa

    de las revistas independientes) adquiereun carácter político, al situarse a contra-pelo de la industria del paper.

    ¿Cómo interpretas la cita de MarthaNussbaum en “Sin fines de lucro” (2010) segúnla cual “la democracia necesita del arte y lashumanidades”?

    –Creo que su defensa de la literatura y el arte es liberal (incluso moral), asu-miendo que la literatura y el arte noshacen mejores personas. Yo tiendo a verla literatura, el arte y las humanidadescomo una lengua superviviente que, ennuestra época radicalmente individua-lista, podría trastocar lo que le rodea

    al inscribir una herencia común, la he-rencia de un pueblo al que habría que

    sumarse. El arte no existe en virtud deun sujeto creativo (este es un mito mo-derno y romántico), sino de toda unafuerza acumulada durante siglos. Rei- vindicar esa herencia implica reconocerque la producción intelectual es común y que todo el mundo tiene derecho aella, cuestión, por cierto, que barre conla supuesta distinción entre alta y bajacultura o entre cultura superior y cultu-ra popular. En “Un cuarto propio”, Virgi-

    nia Woolf señala que las obras maestrasno emergen por sí solas, sino gracias al“producto de muchos años de pensaren común”. Por ello creo que la relaciónentre democracia y literatura debe plan-tearse en términos distintos a como se venía pensando, porque el lugar del in-telectual con relación al “pueblo” o a lossectores desfavorecidos sigue siendoproblemático. Fue en nombre del “pue-blo” que el latín se comenzó a quitar dela enseñanza, afirmándose que era unalengua elitista dominada por conserva-dores. Pero yo me pregunto ¿por qué elpueblo no puede aprender latín? El latínno le pertenece a una clase, sino a quien

    quiera aprenderlo. Ha sido precisamen-te cuando el pueblo se ha apropiado desaberes que supuestamente no le perte-

    necían, pero que asumió como herencia,cuando ha logrado emanciparse política-mente. Cuando se piensan el arte y lashumanidades como algo común, algode lo cual hacerse cargo independiente-mente de las firmas autorales, es posibleatisbar la posibilidad de una democraciaefectiva. Solo así, creo, las humanidadestendrían un futuro, aunque ese futuro nonecesariamente estará de forma exclusivaligado a la universidad, pues esa herenciacomún no tiene límites de institución ni

    territorio, y tampoco les pertenece de ma-nera privilegiada a las humanidades.

    “El 82% de los artículos de humanidades publicados en revistascon evaluación de pares nuncason citados, aunque abundan lasautocitas… Entonces, ¿para quiénse está escribiendo? Para las

    empresas que venden sus basesde datos, a precios exorbitantes,a las universidades dondenosotros mismos trabajamos”.

    “Yo tiendo a ver la literatura, el artey las humanidades como una lenguasuperviviente que, en nuestra épocaradicalmente individualista, podríatrastocar lo que le rodea al inscribiruna herencia común, la herencia de un

    pueblo al que habría que sumarse”.