Compartir La Tierra de Canaán

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,{ m SL \ Qumsiyeh, Mazin B. Compartir 1 acierra de Canaán | Los derechos humanos y el conflicto israelí ,palestinq//lda ed. - Buenos Aires : Editorial Canaán, 2007. 2WH t T^Ox I 1 cm ISBN 978-987-21649-7-3 1. Conflicto Palestino Israelí. I. Título CDD 956.052 Fecha de catalogación: 04/10/2007 ©2004, Mazin B. Qumsiyeh First published 2004 by Pluto Press 345 Archway Road, London N6 5AA This translation is published by permission of Pluto Press Publicado por Pluto Press Esta traducción se publica con el permiso de Pluto Press ©2007, Editorial Canaán email: [email protected] Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina Tirada de esta edición: 1000 ejemplares Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2007 en los ta- lleres gráficos GUTTENPRESS, Rondeau 3274, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina. Producción gráfica, Servicios Esenciales S. A. www.serviciosesenciales.com.ar Juan Carlos Gómez 145, PB of. 3 (1282ABC) Cdad. de Buenos Aires email: [email protected] ibierta, pue- lguna ni por le grabación

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Mazin B. Qumsiyeh trae a la luz muchos hechos intencionadamente enterrados sobre el origen del conflicto israelí-palestino. -Normal Filkelstein, autor de "La industria del holocausto".Un tour-de-force. -Nasser H. Aruri, profesor emérito y autor de "El mediador deshonesto".Una obra erudita y de alta calidad académica, gran alcance y de una significativa honestidad y audacia intelectual. Mazin B. Qumsiyeh, nuevamente, desafía las equivocaciones prevalecentes y elimina la ignorancia que ha servido por mucho tiempo para evitar la articulacion de una solucion justa. Impresionante. - Dra. Hanan Asrawi, ex-Ministra de Educación Superior de Palestina.Mazi B. Qumsiyeh, un activista por los Derechos Humanos y ex profesor de las Universidades de Yale y Duke de Estados Unidos de América, ofrece una mirada sobre el conflicto, y esboza su vision alentadora para una paz duradera, basada en los principios fundamentales de los Derechos Humanos para todos. Abordando temas tabúes asi como míticos, el autor argumenta convincentemente que el apartheid como solucion de dos Estados no puede seguir siendo la manera factible para alcanzar la paz duradera.

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Qumsiyeh, Mazin B.Compartir 1 acierra de Canaán | Los derechos humanos y el conflicto israelí

,palestinq//lda ed. - Buenos Aires : Editorial Canaán, 2007.2WH tT^Ox I 1 cm

ISBN 978-987-21649-7-31. Conflicto Palestino Israelí. I. Título CDD 956.052

Fecha de catalogación: 04/10/2007

©2004, Mazin B. QumsiyehFirst published 2004 by Pluto Press345 Archway Road, London N6 5AAThis translation is published by permission of Pluto PressPublicado por Pluto PressEsta traducción se publica con el permiso de Pluto Press

©2007, Editorial Canaánemail: [email protected]

Hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en ArgentinaTirada de esta edición: 1000 ejemplares

Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2007 en los ta­lleres gráficos GUTTENPRESS, Rondeau 3274, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Producción gráfica, Servicios Esenciales S. A. www.serviciosesenciales.com.arJuan Carlos Gómez 145, PB of. 3 (1282ABC) Cdad. de Buenos Aires email: [email protected]

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Mazin B. Qumsiyeh

Compartir la tierra de Canaán

Los derechos humanos y el conflicto israelí-palestino

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A mi padre, cuyo cuerpo murió en el lugar donde nació, pero cuyo espíritu sigue viviendo entre su pueblo.

A la gente de todas las religiones, que sacrificaron tanto para acercarnos a la paz y a la justicia en esta Tierra Santa.

Mazin B. Qumsiyeh

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índice general

Agradecimientos 1

Prefacio de Salman Abu Sitta 3

Sobre el autor 9

Introducción a la edición en castellano 11

1. Introducción 19

2. El pueblo y la tierra 23Pueblos y culturas antigu as....................................................... 23Los nabateos.................................................................................. 27Simbiosis cultural y religiosa en Canaán.................................. 29Un crisol en el origen de los pueblos nativos........................ 32Los palestinos............................................................................... 34Lecturas recom endadas............................................................. 36

3. Biología e ideología 37Eugenesia, genética poblacional e ideología política . . . . 39La genética y la Biblia................................................................... 43La genética contra la mitología sio n ista .................................. 48Lecturas recom endadas............................................................. 51

4. Los palestinos refugiados y su derecho al retorno 53Antiguas propuestas para la remoción de la población . . . 54¿Por qué se marcharon los palestinos?..................................... 58Intención, retórica y realid ad .................................................... 62Las consecuencias de Al N akba .............................................. 64Continuada limpieza étnica versus justicia y repatriación . 67El deseo del retorno y su viabilidad ........................................ 70Prueba 1 ........................................................................................ 74Lecturas recom endadas............................................................. 80

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X Mazin B. Qumsiyeh

5. Jerusalén (Ur-Salem, Jebus, Yerushalaym, Al-Qods): una ciudadpluralista 81

Jebuseos y jerosolimitanos ....................................................... 81Poderes cambiantes, pueblo e te r n o ........................................ 84Jerusalén bajo el dominio islám ico.......................................... 85El nacionalismo del siglo X X ............... ....................................... 86Reunificación o apartheid y exclusión..................................... 89El futuro: una ciudad de paz....................................................... 91Lectura recom endada................................................................ 92

6. El sionismo 93El sionismo cristiano y el co lon ialism o.................................. 93El sionismo arraiga entre las comunidades judías de Europa 96El sionismo después de 1948 .................................................... 98¿Es el sionismo la imagen especular del antisemitismo? . . 104Un discurso postsionista.................................................................109Lecturas recom endadas.................................................................112

7. ¿Es Israel una democracia? 113Un análisis básico de las «leyes básicas»..................................... 114La «ley de ............................................................................................117Discriminación institucionalizada........................................... 120Lecturas recom endadas............................................................. 125

8. La violencia y el terrorismo 127Las semillas y las raíces del terrorismo..................................... 127El temor ............................................................................................ 130El terrorismo en la tierra de C a n a á n ........................................... 131Resistencia versus terrorism o.................................................... 134La justicia trae paz, la injusticia perpetúa la violencia . . . . 138 Lecturas recom endadas.................................................................143

9. Derechos humanos 145La declaración universal de los derechos h u m an o s............ 146La tortura........................................................................................ 148Disparos a c iv ile s .............................................................................150Los derechos humanos como piedra basal de la paz . . . . 152Prueba 2 ............................................................................................ 156Prueba 3 ............................................................................................158Lectura recomendada ....................................................................165

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Compartir la tierra de Canaán XI

10. E1 conflicto y el desarrollo sustentable 167Las economías y las sociedades palestinas e israelíes:separadas y desiguales....................................................................167Los cambios desde 1 9 9 1 .................................................................171El a g u a ............................................................................................... 175La degradación am biental............................................................. 178La prosperidad con igualdad y sustentabilidad......................... 180Lecturas recom endadas.................................................................182

11. E1 contexto político 183Nativos y sionistas: ¿un choque inevitable?............................... 184Gran Bretaña y Francia y el programa s io n ista ......................... 186Gran Bretaña le pasa la antorcha a Estados U n id o s ............ 191El discurso político is ra e lí ..............................................................193¿Una era de paz?................................................................................195El discurso político p alestin o ....................................................... 200Los acuerdos de O slo ...................................................................... 202¿El poder crea el derecho?............................................................. 211Lecturas recom endadas................................................................ 217

12. E1 contexto internacional y el derecho internacional 219Fracasos internacionales an teriores........................................... 220Una partición ilegal..........................................................................223La Cuarta Convención de G in ebra .............................................. 227Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONUy m á s ..................................................................................................230Prueba 4 ............................................................................................234Lecturas recom endadas................................................................ 236

13. La paz puede basarse en los derechos humanos y en el derechointernacional 237

El discurso s io n ista ......................................................................... 239La realidad no conduce a una solución de dos Estados . . . 244Las políticas de la ju s t ic ia ............................................................. 246El altruismo es pragmático .......................................................... 248Hemos estado allá, hemos hecho e s o ........................................252El poder de la coexistencia y la acción directa no violenta . 256Apartheid psicológico y f ís ico ....................................................... 258Una solución in ev itab le ................................................................ 261Prueba 5 ............................................................................................265

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XII Mazin B. Qumsiyeh

Lecturas recom endadas.............................................................268

Glosario 269

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Agradecimientos

Escribir un libro de este tipo, en realidad, no es un proyecto que se ha­ga en el aislamiento. Como palestino estadounidense, influyeron en mí, primero y principalmente, mi crianza bajo la ocupación israelí, mis es­tudios universitarios en la Universidad de Jordania, estar entre los pales­tinos refugiados en Jordania y mis 24 años en Estados Unidos.

Les estoy agradecido a esas personas con las que he tenido contacto en la vida, fuera positiva o negativa su intención hacia mí u otros. Así, le estoy agradecido al soldado israelí que arrojó una bomba lacrimógena en mi clase, como le estoy agradecido a la empleada universitaria israelí que amablemente se disculpó conmigo, un estudiante palestino joven e ingenuo, por las acciones de su país.

También les estoy agradecido a los periodistas y editores a los que tratamos de educar con resultados de éxito variados. Esas experiencias, buenas y malas, ayudaron a modelar mi vida. Me siento privilegiado por vivir en este momento de la historia mundial y valoro la oportunidad de aprender y crecer a partir de las interacciones con tantas personas de tan variadas convicciones, orígenes étnicos y religiones.

Es así que les agradezco a todos aquellos cuyos caminos se cruza­ron con el mío. De manera más específica, durante los últimos tres años, cuando se cristalizaba y evolucionaba la idea de este libro, recibí ayuda y aliento significativos de muchas personas, de las cuales nombro sólo al­gunas que fueron clave: Román Bystrianyk, Justine McCabe, Salman Abu Sitta, David Kirsh, Bob Hartman, Hassan Fouda, Jess Ghannam, Stanley Heller y miembros de la Coalición por el Derecho Palestino al Retorno y la Comisión de Crisis del Medio Oriente. También les estoy agradecido a Pluto Press y, en particular, a Julie Stoll y Roger van Zwanenberg por sus esfuerzos. Mi esposa, Jessie Chang, y mi hijo, Dany, me brindaron una importante influencia positiva, trabajo y aliento. A ellos y a muchos otros les estoy profundamente agradecido. Asumo la responsabilidad de mis errores, sean por omisión o comisión.

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Finalmente, les estoy agradecido a ustedes, los lectores, por leer es­te libro con la mente abierta. Consideraría un éxito si logra que algunos lectores deseen averiguar más, y un éxito aun mayor si el libro inspira a otros a trabajar más por la paz en la perturbada tierra de Canaán.

Esse cuam videri [Ser más que parecer]

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Prefacio de Salman Abu Sitta

En la tarde del miércoles 31 de octubre de 1917, el ejército de Allenby, conocido como Fuerza Expedicionaria Egipcia, rodeó Beer Sheba en una acción sorpresiva y derrotó a la pequeña guarnición turca. Se izó la ban­dera británica y Palestina quedó abierta a la conquista de Allenby. Así concluyeron 1.400 años de gobierno árabe y musulmán (con la excep­ción del breve período de las Cruzadas). Los militares británicos entrega­ron Palestina a la Administración Civil encabezada por el Alto Comisio­nado sionista, I lerbert Samuel. Su misión era poner en vigencia la Decla­ración Balfour y establecer un Estado judío en suelo árabe.

De esa manera, Palestina quedó bajo un gobierno extranjero, prime­ro británico, luego israelí, que ha durado hasta el día de hoy. Palestina entró en un siglo de guerras, derramamientos de sangre y sufrimientos; la víctima fue la mayoría nacional del país.

¿Por qué? El colonialismo europeo del siglo XIX halló su demorada expresión entre los europeos judíos en la colonización de Palestina por una complejidad de razones históricas y económicas, primero apoyán­dose en el imperio británico, luego en su propia fortaleza, generosamen­te provista aún de recursos occidentales.

Uno de los datos poco conocidos es que el sionismo, que adoptó un carácter socialista, es de hecho un movimiento capitalista que apuntaba a asegurarse un territorio desde el cual pudiera expresar sus ambiciones, en lugar de manipular las políticas y las guerras europeas. En otras pala­bras, el movimiento capitalista sionista intentaba ejercer su poder abier­tamente y con el reconocimiento del mundo occidental, no de manera indirecta y por medio de terceros.

Bastarán unos pocos ejemplos para ilustrar esto. Uno de los prime­ros asentamientos coloniales en Palestina fue establecido por el magnate francés Rothschild en Cesárea. Familias burguesas opulentas se convir­tieron en la clase gobernante de Israel. Los Hacohen, Ruppin, Shertok y EIyashar son parientes o están emparentados por casamiento. De esa «familia» surgieron Rosa Cohén, Yitzhak Rabin, Pinchas Sapir, Yigal Ya- din, Uzi Narkis, Arthur Ruppin, Asher Yadlin, Eliahu Golomb, Moshe Da- yan, Ezer Weitzman, Lord Mund, Ya'akov Meridor y muchos otros que crearon el complejo militar-económico-industrial de Israel.

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Ellos no tienen tiempo para el derecho internacional o los derechos humanos. Avanzaron, seguros del apoyo del imperio británico y ahora de la nueva potencia imperial estadounidense.

La imagen que se transmitió a Occidente fue la de una apacible reu­nión de exiliados en la «Tierra Prometida». Para logar ese fin, inventaron una maraña de mitos, todos los cuales resultaron ser falsos, pero sólo después de lograr su objetivo: Palestina es un país sin pueblo; los ancia­nos morirán y los jóvenes olvidarán Palestina; los refugiados se marcha­ron por órdenes árabes; los palestinos son terroristas,... etc.

Incluso el espectro de la coexistencia fue falsamente comercializa­do en el período previo a Al-Nakba. Un agente sionista buscaba tierras en venta entre los aldeanos palestinos. Se les acercaba, diciendo: «saiva, xawa, ya habibi» (juntos, juntos, mi querido) mientras frotaba vigorosa mente sus dos índices entre sí.

Eso fue en vísperas de Al-Nakba, en la que 530 pueblos y aldeas fue­ron despoblados mediante la expulsión y la masacre. Los habitantes ex­pulsados constituían el 85 % de los palestinos de la tierra que se convirtió en Israel. Su tierra comprendía el 92 % del área de Israel en 1948/49.

Los dirigentes sionistas declararon que no quedaría «ninguna aldea o tribu árabe» en la tierra conquistada. Ya en febrero de 1948, durante el Mandato británico y antes de la creación de Israel, ios sionistas pla­nearon la radicación de 1.5 millones de nuevos inmigrantes en tierra pa­lestina. Para junio de 1948, cuando ya se había creado el Estado, Israel hizo pública su antigua política, mantenida hasta el presente, de que no se le permitiría a ningún palestino regresar a su hogar. Muy buenas las exclamaciones pacíficas: «sawa, salva».

De inmediato fueron promulgadas y siguen en vigencia hasta el día de hoy el conjunto de leyes seudo legales creadas para confiscar la pro­piedad palestina. Después de 50 años de victorias militares, consolida­ción económica y reconocimiento político, Israel empezó a desprender­se de su piel socialista.

Los kibbutzim, pilares principales del sionismo, están decayendo y al borde del cierre. La tierra, alquilada al Estado por los kibbutzim, que es la tierra de los palestinos refugiados, de la que fueron expulsados, se ofrece ahora en venta a cualquier judío, aunque no sea israelí. La confederación del trabajo, la Histadrut, está siendo desmantelada. En pocas palabras, Palestina, la tierra de los palestinos desposeídos, está siendo privatizada. ¿Qué queda del antiguo sionismo idealista? La respuesta puede residir en la razón para denegarles a los palestinos el derecho al retorno.

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En la última década se efectuaron estudios serios que demostraron que no hay ninguna razón demográfica, geográfica, legal, hídrica, agrí­cola, económica o social para impedir el retorno de los refugiados a sus hogares, para que vivan en paz con sus vecinos, de acuerdo con la formu­lación de la famosa Resolución 194 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Hay un impedimento importante: las leyes etno-religiosas-racistas de Israel. Hay al menos dos docenas de leyes, únicas en el mundo y con­denadas por la comunidad internacional, que discriminan, segregan y violan las normas decentes de la conducta civilizada. En tanto no se de­roguen esas leyes, seguirán los derramamientos de sangre y no habrá paz posible.

Aquí llega este libro como un soplo de aire fresco. El autor, conoci­do activista de los derechos humanos, desafía todos los inconvenientes y propone un plan de coexistencia. Contempla una sociedad pluralista en la que se respeten la dignidad y los derechos humanos. De manera elo­cuente y amable, guía al lector a través del laberinto de obstáculos hacia la solución natural y sensata de la coexistencia.

Como palestino, cuyo pueblo ha perdido el 78 % de Palestina median­te la conquista, y el 22 % por la ocupación, y ha soportado innumerables rondas de guerras, incursiones, opresión y sufrimiento, el suyo es un no­table viaje por el camino hacia la humanidad.

Es más genuino que el afectado roce de los índices (saw a , sawa, ya habibi). Es, de hecho, una expresión de palestinismo. Incluso para el ob­servador casual, es sabido que Palestina fue el refugio para turcomanos, armenios, circasianos, bosnios, alemanes templarios y una multitud de europeos en puertos y ciudades santas de Palestina.

Ninguna de esas comunidades intentó aniquilar a sus anfitriones. Ninguna de ellas intentó dominarlos. Ninguna trató de imponer sus há­bitos o su ideología sobre la mayoría nacional de la tierra, o desdibujar su paisaje cultural y físico. Eos israelíes hicieron todo eso con diversos grados de éxito. Aún siguen haciéndolo ahora.

La solución pluralista presentada por el autor es, por lo tanto, esen­cialmente palestina. De hecho, incluso la Resolución de Partición N° 181 de la ONU, del 29 de noviembre de 1947, que recomendaba, no decre­taba, porque no posee el derecho, dos Estados soberanos, estipulaba los medios para la protección de las comunidades árabe y judía y la preser­vación de sus derechos en ambos Estados. Tales ideas se han convertido ahora en una necesidad, ya que ha fracasado la fuerza bruta empleada

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por los israelíes para forzar a los palestinos a la sumisión. Les ha granjea­do a los israelíes la condena del mundo y causado un enorme sufrimien­to a los palestinos, del cual los israelíes serán siempre responsables.

Los argumentos israelíes de preservar «el carácter judío» y la supre­macía demográfica son sueños peligrosos, que pueden, como lo han he­cho, causar gran derramamiento de sangre. Estas ideologías racistas ar­caicas no tienen lugar en el mundo del siglo XXI.

La tesis, presentada por el autor de manera tan humana y lúcida, de­bería resultarles natural a todos los que buscan una paz genuina y per­manente. No es ajena a los palestinos, ya que sus historiadores, escritores e incluso políticos, la han proclamado a menudo.

Los israelíes, en especial, deberían adoptar este enfoque. Primero de­ben salir de su amnesia colectiva, en la cual los palestinos no existen, Al-Nakba no ocurrió y la limpieza étnica y los crímenes de guerra son un mito. Segundo, deben educarse en cuanto a los méritos de los dere­chos humanos y el derecho internacional. Esto no debería ser difícil. Se le debe decir al público israelí, lo que los judíos de Europa y de los Esta­dos Unidos les dicen a sus conciudadanos: ser tolerantes, tener derechos iguales para todos los ciudadanos, con independencia de la raza o la re­ligión. En otras palabras, deberían practicar en Israel lo que predican en el exterior.

Ellos encontrarían en este libro una fórmula bien razonada y exenta de pasión para un plan de paz basado en los derechos humanos. El autor posee varias cualidades que lo califican para presentar esta visión: es un palestino cuyo sufrimiento no le ha impedido ser sensible; su educación científica lo aleja del fanatismo; es un defensor de los derechos humanos, lo que le permite ver los derechos de todos, no los de algunos.

Lamentablemente, esa no es la actitud de la mayoría de los israelíes. Según el Instituto de Democracia de Israel (mayo de 2003), la mayoría de los israelíes rehuyen la democracia en favor de una Israel «judía»; la mayoría está en favor de expulsar a los ciudadanos palestinos de Israel, y se oponen a que se les otorgue la igualdad plena. El conocido histo­riador israelí Benny Morris lamenta la falla de acción de Ben-Gurion en cuanto a expulsar a los palestinos restantes, que lograron quedarse en Israel, y claramente reclama la limpieza étnica al propugnar el «ellos» o «nosotros». Esta es la visión de todos los gobiernos israelíes hasta el pre­sente. Lamentablemente, esto presagia mal para el futuro. Pero debemos conservar la esperanza de que esto cambiará.

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Si los israelíes adoptan los derechos humanos, ellos se ganarán la aceptación de todos. Si no, serán condenados por el mundo.

En cuanto a los palestinos que sufrieron y perdieron tanto, no tienen ninguna intención de renunciar a sus derechos, por mucho tiempo que ello insuma. La historia nos enseña que un pueblo así siempre prevalece.

Salman Abu Sitta mayo de 2003

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Sobre el autor

Nací y me crié en Beit Sahour, el bíblico Campo de los Pastores de los al­rededores de Belén. Mis experiencias de primera mano como palestino cristiano, y mis antecedentes educacionales en universidades tanto del Medio Oriente como de los Estados Unidos, ayudaron a modelar el de­sarrollo de mi cosmovisión. Me crié bajo la ocupación israelí y mi gran familia aún reside en la zona.

Entre mis memorias hay vividos recuerdos de la vida agrícola pas­toril, la educación urbana, los acontecimientos culturales y un mosaico general de personas de distintas religiones y orígenes. Ellas incluyen un amplio círculo internacional de amigos y parientes que llegaban de visita desde Europa, Jordania, Arabia Saudí y los Estados Unidos. En cuanto a los israelíes, mis interacciones con ellos incluían no sólo a soldados y co­lonos israelíes, sino también al israelí promedio de todas las condiciones y clases.

Mi título de bachiller en Jordania incluyó una estrecha interacción con la comunidad de refugiados palestinos de ese país (en el que hay más de dos millones de refugiados palestinos]. Me otorgaron mi maestría en la Universidad de Connecticut, un doctorado en la Texas Tech University y realicé estudios de posgrado en el St Jude Children’s Research Hospital y en la University of Tennessee (incluida una beca para investigaciones clínicas).

Resultó sumamente afortunado para mí que mis investigaciones y mi carrera requirieran que viajara ampliamente por Jordania, Palestina/Is- rael, Africa del norte, Africa del este, Europa y América. La ventaja de ese trabajo científico se vio acompañada de la ventaja de conocer gente de todos los ámbitos de la vida. Así, las visitas a las universidades, por sus colecciones científicas o para continuar mi educación, me dieron una experiencia muy diferente de la de atrapar animales cerca de comuni­dades rurales aisladas en medio del Sahara o en la sabana africana. Me permitió adquirir una comprensión de las sociedades no accesible a los turistas.

Me volví más directamente activo en causas sociales y políticas ha­ce unos 15 años, pero nunca he sido miembro de alguno de los muchos movimientos de liberación palestinos. Mi interés seguía evolucionando

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a medida que leía más y tenía la oportunidad de aprender de mis inter­acciones con la mucha gente que conocía durante mis viajes frecuentes. Los recursos educacionales de que disponían las universidades a las que estuve afiliado me permitieron buscar conocimientos en nuevas direc­ciones. También desarrollé mis habilidades para el uso de internet y los emails como herramientas para el activismo.

Fui cofundador de diversas organizaciones y grupos: The Triangle Middle East Dialogue, Carolina Middle East Association, Holy Land Con- servation Foundation, Middle East Genetics Association, Palestine Right to Return Coalition (http://al-awda.org), Academics For Justice (Acade- micsForJustice.org), entre otros.

He publicado más de 120 artículos científicos en campos que van de la zoología a la genética. Mi última formación fue en genética, y me de­sempeñé como profesor adjunto de genética y director de servicios de citogenética en Duke University y en Yale University. También publiqué dos libros: M ammals o f the Holy Land y Bats ofEgypt. El presente libro es el primero que he escrito sobre la cuestión palestina. Sin embargo, he publicado mucho sobre el tema, incluidas más de 100 cartas a edi­tores y más de 30 notas. También suelen entrevistarme en televisión y radio (locales, nacionales e internacionales). Las apariciones en los me­dios nacionales incluyen Washington Post, New York Times, Boston Globe, CNBC, C-Span y ABC, entre otros.

Comparto estos antecedentes bastante complejos para que usted, el lector, pueda entender mejor cómo llegué a apreciar la importancia y la centralidad de una solución pluralista para el andado conflicto en la tierra de Canaán.

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Introducción a la edición en castellano

Al escribir esta introducción para la edición en castellano, exploro bre­vemente un tema poco tratado en los análisis recientes: la relación con América latina, y por qué la cuestión de Palestina es importante para la gente de todas partes de nuestro planeta compartido. El resto de este li­bro explora otras cuestiones sobre el sionismo (de las cuales el Estado de Israel es un proyecto importante, pero no el único) y su peso sobre los palestinos nativos y otros, incluido su impacto negativo de largo pla­zo sobre el judaismo. Trasciende los límites de esta breve introducción intentar el tan necesario análisis según las líneas del trabajo de Bishara Bahbali, publicado hace más de veinte años y titulado Israel and Latín America: The Military Connection. 1 Hasta tanto alguien se haga cargo de ese proyecto, presento unas pocas observaciones pertinentes. Comence­mos con citas seleccionadas del libro de Bahbah:

■ «Las ventas de armas [israelíes] están más concentradas en esta región [América latina]. América latina no sólo ha sido el principal mercado de Israel, sino que al menos dieciocho de los Estados latinoamericanos han comprado armas israe­líes».2

■ «Durante el último decenio 11975-1985], América latina fue, indiscutiblemente, el mercado de armas más grande de Is­rael, dando cuenta de alrededor del 50 al 60% de sus expor­taciones militares totales. Según el Stockholm International Peace Research Institute (S1PRI), un tercio del total de las ven­tas de armas de Israel de 1.200 millones de dólares en 1980, fueron a la Argentina y El Salvador solamente».3

■ «Si bien las disputas territoriales indudablemente han indu­cido el acopio de armas en la región... la mayor parte de las armas adquiridas por América latina han sido empleadas en la supresión del disenso interno. Uruguay, Perú, Paraguay, Co­lombia, Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Honduras, Guatema­la y El Salvador han tenido que enfrentar movimientos guerri­

1 Bishara Bahbah, Israel an d Latín America: The Military Connection, Palgrave Macmillan and St Martin, (1986), 210 pp.

2 Bahbah, Ídem, p. 16.3 Bahbah, ídem, p. 61.

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lleros, y la inestabilidad y las dificultades económicas de otros países vuelven real la amenaza de la insurgencia».4 «La política de derechos humanos de la administración Cár­ter, inaugurada en 1977, tuvo el mayor impacto en las ventas de Israel a América central, en particular a el Salvador, Guate­mala y la Nicaragua de Somoza, todo lo cual ha sido califica­do como violaciones flagrantes y sistemáticas de los derechos humanos... Del mismo modo, las ventas de armas israelíes al régimen de Somoza se vieron promovidas por la política de la administración Cárter. Aun antes de que Estados Unidos sus­pendiera la ayuda económica y militar a Nicaragua, en no­viembre de 1978, las armas israelíes se habían vuelto críticas para la supervivencia del régimen».5

La hegemónica doctrina Monroe «halló expresión en el papel que de­sempeñaron los dirigentes de las delegaciones latinoamericanas duran te las maniobras diplomáticas en las Naciones Unidas, que llevaron a la creación del Estado de Israel, en mayo de 1948. Guatemala y Uruguay, en particular, hicieron importantes contribuciones en favor de la cau­sa sionista en la sesión de las Naciones Unidas sobre Palestina, y tam­bién como miembros de la Comisión Especial de la ONU sobre Palestina (UNSCOP), creada en la primavera de 1947.

América latina coadyuvó en la aprobación del plan de partición, sin el cual el Estado de Israel no hubiese sido creado, ya que por entonces los judíos eran sólo el 35.1 % de la población de Palestina, y eran propietarios sólo del 7 % de la tierra. Además de inducir a otros países a votar por la resolución, los delegados latinoamericanos dieron 13 de los 31 votos en favor de la partición. Cuba fue el único país Iatinoan^ricano en votar en contra de la resolución».6

El profesor Israel Shahak, entonces presidente de la Liga Israelí por los Derechos Humanos y Civiles, afirmó en una conferencia en New York, en octubre de 1985:

«Todas las armas, o prácticamente todas las armas del ejército de Guatemala, están hechas en Israel. Lo mismo sucede con sus uni­formes, incluso las cocinas, hasta las cocinas de campo. También hay ex oficiales, lamento decirlo, no me sorprende realmente, al­gunos de ellos de kibbutzim, disfrazados de expertos agrícolas, que 1 * *

1 Hahbah, Ídem, p. 87.Bahbah, Ídem, p. 147.

R Bahbah, Ídem, p. 63.

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están ayudando a ingresar a los campesinos en exactamente la mis­ma clase de campos de concentración que se usaron contra los cam­pesinos vietnamitas. Además, está el asunto del adiestramiento de la policía secreta guatemalteca, y de la ayuda a los denominados escuadrones de la muerte. Tal vez yo deba recordarles que en va­rios informes de Amnistía Internacional, se declaró abiertamente que no hay presos políticos en Guatemala, porque todos ellos son asesinados inmediatamente».7

Pero no es sólo la industria de armas lo que está en juego. Según Klie- man,

«I.os diplomáticos israelíes no dejan de sugerir la compra de sus bienes militares como un quid pro quo aceptable y justo por el uso de la fuerza casi legendaria del lobby pro-israelí en el Congreso, y su influencia en la comunidad estadounidense judía, en favor del cliente de armas».H

Bahbah agrega que «según Israel Shahak (Global Role: Weapons fo r Repression, Belmotu, Mass., Arab-American University Graduates Inc., 1982, p. 20), el régimen chileno esperaba que las fotos publicadas del general Pinochet con israelíes de alto rango, tales como el ex jefe del Es­tado mayor, Mordejai Gur, junto con las declaraciones de Gur en el sen­tido de que los informes de prensa sobre los excesos de Pinochet «no se ajustaban a la realidad, ayudarían en su posición con Estados Unidos».9 Recientemente se ha escrito más sobre el poder del lobby pro israelí en el diseño de la política estadounidense, a veces incluso en detrimento de otros intereses estadounidenses (véase).19 El «M emorando de enten­dim iento relativo a la cooperación estratégica», de Estados Unidos-Israel (30 de noviembre de 1981, potenciado y expandido en 1983) es único y no existe con ningún otro país. * II

7 Extracto tic una conferencia del profesor Israel Shahak, entonces presidente de la Liga Is­raelí por los Derechos I lumanos y Civiles, que diera en New York, en octubre de 1985 y que se publicara en Struggle Newsletter iTheStruggle.org,), Issues No. 10 (Nov 24, 1985).

II Aaron Kliernan, Israel’s G lobal Reach: Arms Sales as Diplomacy, Pergarnon-Brassey, 1985, p. 411.

a Bahbah, Ídem, p. 199.III Andrew Cockburn and l.eslie Cockburn, Dangerous Liason: The in sidestory o fth e US-lsraeli

coven Relatianship. (I larper Collins, NY, 1991), 416 pp.lames Petras, The Power o f Israel in the United States (Clarity Press, Inc., 2006)Greg l-'elton, The Host an d the Parasite - How Israel’s Fifth Colurnn Consum edA m erica (Dan- dclion Enterprises, 2007)

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14 Mazin B. Qumsiyeh

Ese M emorando incluyó un número de casos en los que la rama eje­cutiva estadounidense violaba la ley interna de su país y sus obligaciones según el derecho internacional. El mejor ejemplo de esto se tuvo cuando el Congreso restringió la capacidad para venderles armas a los Contras de Nicaragua, y el fuerte lobby pro israelí convenció a la administración Reagan de usar a Israel y pasar por alto la prohibición (en abril de 1984). El escándalo Irán-Contra es un ejemplo típico de cómo funcionaba esa relación para eludir la ley. Gracias al lobby pro israelí en el Congreso, se hizo referencia a Israel sólo como a un «tercer país» en las ligeras investi­gaciones que siguieron en el Congreso. Eos arquitectos clave de esta de- bacle reaparecieron como los neoconservadores que aprovecharon los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001 para presionar por la in­vasión a Irak (y ahora a una guerra extendida al Islam) pensando que están sirviendo a los intereses del Estado de Israel. Por lo tanto, no fue una sorpresa cuando el presidente Bush eligió a John Negroponte para un rol clave en la ocupación de Irak. La tarea anterior de Negroponte en la ONU fue la de proteger a Israel del derecho internacional, y como «em­bajador en Honduras», cumplió un papel clave en el adiestramiento de los escuadrones de la muerte de Nicaragua y otras atrocidades en Amé­rica del sur, que muchos aún recuerdan con horror. No fue una sorpresa cuando el fenómeno de los escuadrones de la muerte apareció en Irak, pocas semanas después de que él ocupara su puesto allí.

El impacto siniestro del sionismo sobre América latina fue difundido, aun cuando las víctimas fueran judías. El periódico israelí Haolam Haze informó que

«... la semana pasada, el ministro de Exterior israelí ltM estrechó efusivamente la mano a los generales de Buenos Aires tjúe habían asesinado a unos 1.000 judíos en la Argentina» y al responderá las tibias críticas dentro de Israel contra el apoyo criminal a los regíme­nes dictatoriales de América latina, el general Chaim Herzog, que se convirtió en presidente de Israel, observó: «en nuestras relaciones nos debe guiar un criterio que ha guiado a los gobiernos de Israel desde la creación del Estado, a saber: ¿es bueno para los judíos?».11

Aquellos judíos fueron considerados desechables, porque no apoya­ban el proyecto sionista. Jacobo Timerman afirma: «Vi con mis propios

11 Chomsky, N. The Fateful Triangle: The United States, Israel an d the Palestinians, (Pinto Press, I.ondon, 2000, Edición actualizada), p. 110, que cita a Chaim Herzog, «Good for the )ews?» lerusalem Pnst, Dec. 24, 1982.

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Compartir la tierra de Canaán 15

ojos cómo los carceleros de la Argentina torturaban a los judíos en la pri­sión mientras el gobierno israelí solicitaba a la comunidad judía de allí que guardara silencio», y seguía proveyendo de armas a la junta mili­tar.12 También el profesor Israel Shahak citó eso en su conferencia en New York, de octubre de 1985:

«Amnistía Internacional acusó correctamente al ex régimen argen­tino no sólo de tortura, asesinato, etcétera, sino también porque obligó a muchos miles de prisioneros judíos a arrodillarse ante re­tratos de Adolf Hitler. No hubo ninguna protesta israelí por ello en la época de la mayor amistad, e Israel siguió proveyendo de armas.Todo el que crea que el F.stado de Israel, tal como está actualmen­te constituido, sirve a los intereses judíos, debería pensar en este hecho. Que se produjera tal situación en el curso de un prolongado régimen del tipo nazi, y que no haya habido ninguna protesta de Is­rael ni de ninguna organización judía estadounidense, es algo que dehería hacer pensar a la gente».13

Pero la relación entre Israel y Estados Unidos apoyaba a los dictado­res latinoamericanos, y era más profunda que una relación militar con ramificaciones políticas. En su núcleo se hallaban las mismas ideologías coloniales del «destino manifiesto» que informaban el establecimiento de los regímenes coloniales europeos, con matices que variaban del sio­nismo al expansionismo estadounidense. En un original libro crítico que compara la literatura de los americanos nativos y los palestinos, el autor Steven Salaita concluyó: «América nativa y Palestina a menudo son in­tercambiables, porque buena parte del proceso colonial en América del norte [y del sur] evocaba temas de la Tierra Santa que se reiterarían en Palestina en el siglo XX» y que la «relación de alianza» que comparten Israel y Estados Unidos «tácitamente penetra la conciencia estadouni­dense debido al hecho de que Estados Unidos se basa en el pathos de la Tierra Santa».14

El autor estadounidense nativo, Robert Alien Warrior lo expresa de esta manera:

12 Chomsky, Ídem, p. 173, que cita una entrevista con Jacobo Timerman en el diario disidente H aolam iiaze , Dec. 22, 1982.

13 Extracto de lina conferencia del profesor Israel Shahak, entonces presidente de la Liga Is­raelí por los Derechos Humanos y Civiles, que diera en New York, en octubre de 1985 y que se publicara en StruggleNewsletter (TheStruggle.org), Issues No. 11 (Jan 15, 1986).

14 Steven Salaita, The Holy Land in Transit: Colonicilism an d the qu estfo r Canaan (Syracuse IJniversity Press, 2006, 234 pp), p. 15.

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«A muchos predicadores puritanos Ies agradaba referirse a los ame­ricanos nativos como amalecitas y cananeos, es decir, personas que de no convertirse, sólo merecían la aniquilación. Al examinar tales instancias en los escritos teológicos y políticos, en los sermones y en otros ámbitos, podemos entender cómo la autoimagen de Amé­rica como un "pueblo elegido» ha proporcionado una retórica para mistificar la dominación».15

Salaita también señala que los desafíos que deben enfrentar tanto los palestinos nativos como los americanos nativos, han proporcionado en el pasado y brindarán en el futuro excelentes oportunidades para el diá­logo y la colaboración intercomunitarios.

Las repercusiones del apoyo directo del Estado de Israel a regímenes violentos y represivos aún se sienten hoy (sobre todo entre las víctimas de esos regímenes) y se seguirán sintiendo por años. Hubo advertencias incluso en Israel de que eso era lo que podía suceder. El periódico israelí Davar publicó un artículo en la década de 1980 donde se expresaba:

«...si un número creciente de nicaragüenses están odiando cada vez más a Israel, no es porque se hayan convertido repentinamen­te en antisemitas. La razón es diferente: porque un número cada vez mayor de sus hijos son muertos y heridos con armas made in Isra e l» .16 * 18

Cuando las familias de las víctimas de los regímenes brutales inves­tiguen los vínculos con Israel durante esos años, hallarán más de cuanto refieren las pocas obras citadas aquí. Los activistas y los líderes también deberían estudiar los vínculos estrechos de Israel con Estados Unidos y su función en la opresión de hoy. Mientras algunos prefieren creer que Israel sólo se desempeñó como servidor de los intereses imperiales es­tadounidenses, fuerte evidencia sugiere que lq^sionistas en EE.UU. de América modelan y manejan realmente importantes aspectos del impe­rio, y así se sientan a la mesa del poder, incluida la porción de la me­sa asignada al «complejo industrial militar». Fox Broadcasling Company (EBC) se dedicó a atacar todos los movimientos sociales democráticos de América latina. FBC pertenece a News Corporation controlada por Ru- pert Murdoch, un multimillonario sionista nacido en Australia, actual­

15 Kobert Alien Warrior, “A Native American Perspective: Canaanites, Cowboys, and Indians”,¡n H. S. SuRirharajah (ed.), Volees from the Margin, Orbis, NY, 1991, pp. 283-284, cited inSalaita. Ídem, p. 24.

18 Bahbah, idem, p. 63, p. 185.

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mente dedicado a comprar medios en Europa y América latina. En espe­cial, Murdoch busca comprar medios españoles populares. Tener con­ciencia de esas conexiones es un asunto de importancia para todo el que aboga por los derechos humanos, la paz y la justicia.

El poder y la influencia de Israel (y Estados Unidos) en América latina han declinado, y la sociedad civil y los pueblos latinoamericanos, en su mayoría, apoyan los derechos palestinos. Como palestino, siempre me alienta ver las miles de personas de América latina y de todo el mundo que se unen al Movimiento de Solidaridad Internacional de Palestina y participan de la resistencia no violenta a la ocupación. Pero es mucho lo que aún se debe hacer en todos los rincones del mundo. Pocos go­biernos latinoamericanos respondieron a la voluntad de sus pueblos en tales cuestiones de importancia directa. Venezuela retiró a su embajador de Israel cuando Israel invadió ilegalmente el Líbano en 2006. Sería lógi­co que todos los países cortaran relaciones con Israel hasta que cumpla con el derecho internacional y los derechos humanos. (Israel viola más de 65 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y cientos de re­soluciones de la Asamblea General de la ONU.) Pero sólo se produce un cambio social positivo en el mundo cuando bastante gente impulsa a su gobierno y a sus medios a hacer lo correcto. Por ello es importante que la gente de América latina y de todo el mundo convierta sus sentimientos de simpatía y de indignación en acción directa.

Las relaciones de Israel con los elementos racistas y violentos de Es­tados Unidos fomentaron la destrucción en muchos rincones del mun­do. Las principales víctimas de esa relación siniestra son hoy los pueblos de Palestina, el Líbano e Irak (y tal vez Irán sea el próximo). Pero las vícti­mas se extienden hasta más allá de Asia occidental. América latina no fue una excepción (sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, pero esa rela­ción todavía es una fuerza potente en la actualidad). Es por estas razones que creo que la gente cuya lengua madre es el castellano, como toda la gente, debe unirse al creciente movimiento internacional para el escla­recimiento, los boicots y las sanciones contra Israel y sus patrocinantes en Washington, DC.

Nuestra lucha sigue el modelo de nuestra anterior lucha contra el apartheid sudafricano. No será fácil, pero es crítica. No es fácil porque a) Estados Unidos ha surgido como una potencia imperial preeminente tras la caída de la Unión Soviética, y b) existe un fuerte movimiento sio­nista que posee gran influencia sobre la política exterior estadounidense

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y los asuntos del mundo, en detrimento de la gente de todo el mundo (incluidos los judíos).

Así, nuestra lucha ahora globalizada se está convirtiendo en un punto focal para cuestionar las políticas hegemónicas destructivas de Estados Unidos/Israel. No sorprendió que la historieta política más discutida del historietista brasileño Carlos l.atuff fuera la que presenta a gente oprimi­da en todo el mundo en diferentes paneles donde se lee «somos todos pa­lestinos». Las camisetas con ese slogan y muchos carteles y la discusión sobre Palestina también dominaron el World Social Forum, realizado en diversos lugares, de Mumbai a Porto Alegre. Un número creciente de mo­vimientos sociales e instituciones de la sociedad civil de todo el mundo entienden que las políticas estadounidenses/israelíes en Asia occidental son en esencia el talón de Aquiles para el bastión más grande que le que­da al imperialismo. En contraste, la paz en Palestina (que sólo puede ba­sarse en los derechos humanos y la justicia) es crítica para la paz en Asia occidental, lo que a su vez es crítico para la paz mundial. Consideraría un gran logro que la edición en castellano de este libro inicie un análisis de estas cuestiones, además de su foco principal en la exploración de la importancia de los derechos humanos para llegar a una paz justa.

Agradecimiento

Le estoy sinceramente reconocido al profesor Saad Chedid por traducir mi libro y esta introducción al castellano.

Otros textos relevantes

1. Benjamín Beit Halahmi, The Israeli Connection: Who Israel arms and why (Pantheon, NY, 1987), 289 pp.

2. Milton Jamail and Margo Gutiérrez, It's no Secret: Israel's Military Inuolvement in Central America (Association of Arab-American Uni- versity Graduates, Belmont, MA. 1986),.ppA 17 y siguientes.

3. Israel Shahak. El Estado de Israel arm ó las dictaduras en América latina.{Buer\os Aires. Editorial Canaán. 2007), 160 pp.

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Capítulo 1

Introducción

No hay ninguna historia más intensa y dramática, con ramificaciones in­ternacionales más profundas, que la del encarnizado conflicto que se de­sarrolla en la tierra de Canaán. El movimiento por atraer judíos de todo el mundo a la Tierra Santa, se vio acompañado del desposeimiento de los palestinos nativos, cristianos y musulmanes. Luego, siguieron déca­das de conflictos. ¿Cómo se transformó el sionismo en un Estado-nación para todos los judíos? ¿Cómo se estableció tal Estado en una tierra ya ha­bitada? ¿De qué manera los factores religiosos y geopolíticos ayudaron a crear uno de los conflictos más emocionales y caldeados que sigue sin ser resuelto hasta el presente? Esas y otras preguntas han recibido una cobertura amplia pero sesgada en los medios y en miles de libros pu­blicados en el curso del siglo pasado. Se trata de la historia que parece generar más noticias en todo el mundo, y un debate más acalorado que cualquier otra.

Como en otras luchas, las superpotencias han tratado de dictar el destino de la población indígena sin consultarla. Como en otras luchas, los individuos se han mostrado dispuestos a matar y ser matados en el nombre del nacionalismo o la religión. Como en otras luchas, se trata de una historia de rivalidades de la Guerra Fría que emplean poblaciones como parte del juego de dominación. Pero a diferencia de otras luchas, se trata de una historia con giros inesperados que implica religiones mun­diales y una historia que tiene un impacto global. Los acontecimiento del 11 de setiembre de 2001 y las invasiones estadounidenses, primero de Afganistán y más recientemente de Irak, no son más que ejemplos de las ondas de choque de esa lucha, que va más allá de sus límites locales. Sin embargo, a pesar del sufrimiento, hay señales de una solución moral que implica integración y coexistencia.

Ninguna otra parte del mundo ha tenido un impacto tan grande, tan­to positivo como negativo, sobre los asuntos globales como la tierra de < lanaán. Aquí se desarrolló una rica historia de innovación, cultura, reli­gión y civilizaciones dominantes. Es aquí donde se descubrieron primero

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los fascinantes y espectaculares dibujos en las cuevas y las herramientas de piedra de los cazadores-recolectores. Aquí los cazadores-recolectores se dedicaron a la agricultura, construyeron ciudades-estados y luego de­sarrollaron prósperos imperios que comprendían centros de poesía, agri­cultura, comercio y ciencia. En un área conocida luego como la Media­luna Fértil, en lo que es ahora Irak, Siria, el Líbano y Palestina/Israel, los humanos cultivaron por primera vez trigo y cebada y domesticaron ani­males. Es donde primero aprendieron a usar un alfabeto y redactaron leyes civiles. En suma, es donde primero arraigó la civilización. La serie de antiguas civilizaciones no fue una definida sucesión temporal sino un mosaico de culturas, dinastías, idiomas y religiones superpuestas. Esta rica mezcla incluía a algunos de los comerciantes más exitosos (v.g., los fenicios), agricultores de tierras áridas (v.g., los nabateos árabes), gran­des arquitectos (v.g., los asirios, los jebuseos) y aquellos que crearon in­fluyentes leyes y religiones (los mesopotámicos, los hebreos, los árabes). Esta área, en verdad multiétnica y multicultural, osciló entre períodos de guerra y prosperidad. En los últimos 100 años, ha sido un área de despla­zamiento, violencia y opresión.

Mientras una historia rica y compleja se reduce a breves fragmen­tos seleccionados en las pantallas televisivas, seis millones de palestinos cristianos y musulmanes viven como un pueblo de refugiados o despla­zados. En ocasiones, un conflicto que es político y económico ha sido reducido a simples declaraciones sobre religión, violencia y choques ét­nicos. Algunos han sostenido que se trata de uno de los conflictos de re­solución más complicada y difícil. Citan la historia supuestamente pro­longada del conflicto, afirmando a veces que se remonta a miles de años. Hablan de compromiso religioso y de otros factores complicados. A veces llegan a la conclusión de que el conflicto no se puede resolver, sino sólo «manejar», o en el mejor de los casos, se podría solucionar mediante la aplicación de un «apartheid» semejante al que ya se probó, y fracasó, en Sudáfrica. Este libro revisará datos que sugieren un camino lógico hacia adelante. *

Gran Bretaña y Francia libraron muchas batanas, incluida la guerra de los 100 años. Ahora comparten el túnel del canal con movimiento libre de personas e ideas. El resurgimiento del conflicto entre esas dos gran des potencias es impensable en la actualidad. Cayó el muro de Berlín y se desmanteló el apartheid en Sudáfrica. Sin embargo, los 100 años de con­flicto en el Medio Oriente se mantienen como una fuerza galvanizadora en el siglo XXI. Se trata de un conflicto fácil de entender, pero lo vuel

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ven complicado los reclamos y los reclamos contrarios, la propaganda, las políticas de poder y una violencia y un sufrimiento inimaginables. El Estado de Israel, creado para proporcionar un refugio seguro a los judíos, es irónicamente el lugar donde los judíos están en riesgo y sometidos a actos de violencia. Este es un libro que intenta dar una visión para la paz, basada en los derechos humanos apoyados en el derecho internacional. La visión es de una sociedad pluralista para todos sus ciudadanos, con justicia e igualdad como sus piedras básales. Tal visión tiene sus detrac­tores. Puede parecerles poco realista a muchos, incluidos los no iniciados y a aquéllos que han adquirido sus conocimientos a través de la corrien­te principal de los medios occidentales. Por lo tanto creo importante co­menzar con un resumen de la historia de la región, con el objeto de tratar algunos de los mitos empleados para argumentar en contra de la integra­ción y de la coexistencia.

Mi propósito en este libro es conducir al lector a través de las cues­tiones importantes que rodean el conflicto, con el fin de proponer una solución racional al mismo. Hay muchos libros sobre el conflicto que se ocupan en detalle de cada una de las cuestiones que planteo: los refugia­dos, lerusalén, el terrorismo, los derechos humanos, etc. Yo examino el conflicto como un todo, sugiriendo lecturas sobre los diferentes tópicos para aquellos que buscan mayor detalle. Esas son las bases, a pesar de las dificultades en todos lados, para una solución, que presento en el último capítulo. Tras tanto derramamiento de sangre, gentes de diferentes reli­giones y creencias sólo ahora están llegando a esta conclusión revolucio­naria y, sin embargo, simple y lógica. Los mitos impiden lo que muchos saben ahora que es la solución adecuada a esta catástrofe producida por el hombre, a la que a veces se hace referencia como «la situación del Me­dio Oriente». En este libro también examinaremos la investigación histó­rica que ayuda a disipar los mitos que se han interpuesto en el camino de la conclusión más obvia y lógica: una paz duradera es tanto posible como inevitable, y se basa en compartir y en la igualdad y no en la separación y en los muros.

Las citas que proporciono como fuentes, publicadas en libros o en sitios web, son las que considero importantes. No he tratado de referen­dario todo, salvo en casos donde he citado directamente el trabajo de alguien, o cuando me ha parecido útil hacerlo. Sin embargo, al final de rada capítulo proporciono una breve lista de lecturas recomendadas pa­ra los que desean un análisis más profundo de las cuestiones tratadas. Mis objetivos incluyen explorar documentos olvidados y hechos histó­

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ricos relativos a cómo se puede hallar una solución en los derechos hu­manos. Los hallazgos poco usuales de mi investigación incluyen cómo y por qué el imperio británico propulsó un asentamiento judío en Pales­tina ya en la década de 1840. Veremos cómo y por qué las acciones de ese imperio incluyeron la Declaración Balfour de 1917 y las décadas de colonización que siguieron. Veremos cómo y por qué Theodor Herzl, y otros europeos judíos, creían que un Estado judío era la mejor solución para el «problema judío». Veremos por qué hubo una importante oposi­ción judía al sionismo y examinaremos varias soluciones que fracasaron, culminando con los Acuerdos de Oslo y el denominado Mapa de Ruta a la paz. Veremos por qué el muro del apartheid de Israel, que serpea a través de la Ribera Occidental, no aportará ni seguridad ni paz. Veremos por qué las sociedades israelí y palestina están evolucionando hacia una era postsionista tanto dentro como fuera de la línea de cese del fuego de 1949. Veremos por qué esa «Línea (o líneas) Verde», u otras líneas mar­cadas con muros y cercos, nunca se convertirán en el límite entre dos Estados soberanos. También veremos por qué las ¡deas nihilistas, surgi­das de ambos lados, sólo lograrán subyugar al «otro» o hacer pedazos la pequeña tierra de Canaán.

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Capítulo 2

El pueblo y la tierra

La tierra de Canaán no fue nunca «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», como afirmaban algunos de los primeros sionistas. Para com­prender el conflicto y empezar así a formular una solución, debemos co­menzar por comprender a ese pueblo y sus orígenes. Tal comprensión nos ayuda a apreciar su interconexión, que se oculta intencionalmen- le o no, para mantenernos segregados y con un pensamiento tribal. La evolución de estas civilizaciones, y sus relaciones entre sí y con las fuer­zas exteriores, revelan que muchas ideas que se expresan hoy por moti­vos políticos carecen de hecho de toda base. Comprender la historia del pueblo y la tierra de Canaán es clave para modelar un futuro de paz para todos sus habitantes actuales y los desplazados. Por ejemplo, un simple examen de la historia muestra que los grupos cananeos crearon el pri­mer alfabeto y desarrollaron lenguas relacionadas a partir de las lenguas semíticas occidentales originales del arameo antiguo y del siríaco, que finalmente se convirtieron en las lenguas nuevas y florecientes del ára­be y del hebreo. Esta conexión orgánica la suelen olvidar con facilidad, y con frecuencia la desechan, aquellos que tienen interés en sostener que la cultura y la civilización árabe y hebrea chocan inevitablemente.

Pueblos y culturas antiguas

La prueba arqueológica de la Medialuna Fértil demuestra que hacia el 6000-5000 AEG (antes de la era común), los nómades cazadores recolec­tores fueron los primeros en empezar a cultivar el suelo y a domesticar animales. Esta transición se produjo bastante rápidamente y, una vez es­tablecida, tuvo un impacto dinámico. La presencia de una fuente de ali­mento previsible permitió que se asentaran pequeñas tribus, cuya pobla­ción se incrementó a partir de entonces de modo espectacular. A su vez, la mayor población y contacto humano llevaron a la necesidad de crear reglas que rigieran la conducta humana y el liderazgo; entonces evolu­cionaron las ciudades-Estados. Un vez que los humanos dependieron de

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la tierra trabajada para su sustento, se presentó el impulso obvio de in­vadir y adquirir más tierras y recursos para expandir la ciudad-Estado. Siguieron los conflictos regionales por los recursos, se formaron alianzas entre diferentes ciudades-Estados y tribus, y finalmente se aglutinaron los reinos e imperios más grandes. La civilización cananea surgió como la más dominante en la parte occidental de la Medialuna Fértil, mientras la civilización sumeria dominaba la parte oriental.

Los cananeos del área mediterránea oriental hablaban lenguas semí­ticas, tal como aún lo hace mucha gente de esa región. Se debe distin­guir aquí entre Ienguas/grupos de lengua y etnicidad. El idioma inglés lo hablan personas de variada etnicidad, muchos de cuyos antepasados pueden haber hablado otras lenguas, incluso lenguas no pertenecien­tes al mismo grupo que el inglés (v.g., personas de Filipinas, Australia o Nueva Zelanda). El inglés pertenece al grupo de lenguas anglo-sajonas, de la misma manera en que el árabe y el hebreo pertenecen al grupo de lenguas semíticas. En términos estrictos, «semítico» no es una etnicidad sino un grupo de lenguas, y así el término «semitas» se refiere al pueblo que habla una lengua semítica y no a un grupo étnico o religioso (véase el Capítulo 6 en la página 93 para un análisis de «antisemitismo»).

Las lenguas semíticas incluían el fenicio, el arameo, el árabe (arameo modificado por el nabateo), el moabita, el fenicio, el hebreo (arameo mo­dificado), el acadio, el asirio y el babilónico. Con mucho el más domi­nante de los idiomas semíticos antiguos fue el arameo, que se convirtió en la lengua de uso más común en todo el área durante el primer milenio AEC. La palabra arameo se refiere a Aram, por tradición el hijo de Scm, de quien deriva la palabra aramea She-maa-yaa (semítico). La tierra donde vivía el pueblo de Sem/semítico, que incluye los actuales países de Siria, el Líbano, Palestina/Israel y Jordania, se conoce tradicionalmente como Bilad Al-Sham, o la tierra de Sem. Al habitante de esa área se lo llama en arábigo «shami», o procedente de Bilad Al-Sham.

La lengua original protoaramea tenía dos importantes descendientes dialectales: la occidental, a la que también se denominaba como arameo palestino, hablado por la gente durante la época de Jesús, y lPoriental, o el arameo siríaco, que aún hablan hoy los miembros de la Iglesia Orto­doxa Siríaca en Irak y Siria. Los caracteres del arameo fueron los precur­sores de los alfabetos árabw y hebreo (véase Figura 1). El idioma hablado siguió expandiéndose y había evolucionado en las formas semíticas occi­dentales clásicas dominantes para el 2000 AEC. Incluso mientras apare­cían nuevas lenguas, el área mantenía sus lenguas semíticas, dominadas

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primero por el arameo y luego por el árabe, al que se unió un hebreo modernizado.

La escritura abstracta o simbólica se desarrolló a partir de la escritura pictórica entre las culturas sumerias de la Mesopotamia. Se usaba el cu­neiforme estilizado, basado en gráficos simplificados de objetos o cosas vivas (práctica que se continuó luego en la mayoría de las otras escritu­ras asiáticas y en su evolución). Sin embargo, los estudios más recientes sugieren que los egipcios pueden haber desarrollado una escritura sim­bólica independiente. Los alfabetos que usamos hoy (para las lenguas tanto europeas como semíticas) fueron desarrollados por los cananeos fenicios poco después de aquellos primeros éxitos en la Mesopotamia y Egipto. La hibridización de un diseño simplista de alrededor de dos doce­nas de caracteres, al que se llegó empleando la estructura cuneiforme de la Mesopotamia combinada con el enfoque sinaítico/egipcio, produjo el primer alfabeto como lo ejemplifican las tabletas de Ugarit. Este alfabeto fenicio formó la base de todos los futuros alfabetos semíticos y occiden­tales (véase Figura 2.1 en la página 26).

La mezcla de lenguas que se hablaban en Canaán hace 3.000-5.000 años, y la evolución del alfabeto en esa época, indican claramente que esta tierra estaba en la encrucijada de las antiguas civilizaciones. Es bien sabido que los desarrollos culturales acelerados se producen con la hi­bridización de poderosas civilizaciones, lenguas, invenciones y sistemas de creencias. Ese es el secreto del éxito no sólo del alfabeto híbrido de los fenicios sino también de las filosofías y las religiones que se desarrolla­ron en el área. Cada cultura y cada pueblo poseía sus fortalezas y debili­dades específicas. Los grandes saltos en las civilizaciones se produjeron con la mezcla de lenguas y culturas. Los magníficos pueblos de esta área no sólo nos dejaron sus descendientes sino también grandes logros y una impronta que hoy nos modela a todos.

Los jebuseos son un buen ejemplo de esta mezcla cultural cananea. Hacia el 3.000 AEC vivían en Jebus, que luego fue conocido como Ur- Salem (término del que deriva Yerushalaym/Jerusalén). Ur-Salem es una palabra cananea que significa la ciudad de Salem, un antiguo dios-rey del clan jebuseo. El nombre Salem, o Shalem en algunos dialectos árameos, y Ur-Salem, se convirtieron en Jerusalén/Urhshalem/Yerushalaym. Del mismo modo, mientras árabes y judíos dicen que Belén significa casa de pan o carne, respectivamente, lleva más exactamente el nombre de la casa de Laham, el dios cananeo de las montañas meridionales.

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*Figura 2.1: Evolución del alfabeto semítico. Para una animación, véase http://www.wam.umd.edu/ffradkin/alphapage.hlral

El templo de Salomón, como la mezquita Al-Aqsa, fue construido probablemente en un sitio jebuseo sagrado. Históricamente, los lideres

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religiosos han construido sus templos en terreno sagrado, para facilitar la conversión de los habitantes locales a la nueva religión. Del mismo modo, la Kaaba en la Meca se construyó en el sitio donde en una épo­ca veneraban los paganos. Los descendientes de los jebuseos siguieron viviendo en Jerusalén, algunos aceptando las nuevas religiones, algunos casándose con inmigrantes, y otros migrando para retornar luego bajo nuevos regímenes. Pero la impronta jebusea en IJr-Salem sería perma­nente. Sin los jebuseos, Jerusalén podría no haber exislido, y, por cierto, Jerusalén sería hoy una ciudad muy diferenle sin sus raíces jebuseas.

Los nabateos

I.os nabateos fueron otro pueblo que lloredo en tiempos antiguos en el sur de Canaán y dejó una marca indeleble en las generaciones futuras. En la actualidad, pocos saben de este grupo, cuya historia parece haber sido suprimida. Se puede hallar un buen resumen de su historia en la obra de Nelson Glueck, D eitiesand Dolphins: The Story o f the N abateans} Los nabateos prosperaron en la agricultura y el comercio. Comerciaban todo, de especias y ropas a animales y minerales. Su reino floreció entre el 400 AEC y el 10-150 de la EC. Durante el tercer siglo AEC, construyeron sus primeras cuatro ciudades: Abda, Isbeita, El Halus y Nestan en AI-Naqab (Negev) a lo largo de la ruta comercial que cruzaba el desierto hasta lo que hoy es Gaza. Las tribus de Saba fueron las primeras en radicarse en lo que luego se convirtió en Beer Saba’ (en árabe) o Beersheva (en hebreo) (beer significa «pozo» en ambos idiomas). La capital, Petra, ahora en Jor­dania meridional, es una maravilla de la ingeniería humana. En el cénit de su potencia (alrededor del 300 AEC) Petra habría albergado a 60.000 personas, y el área bajo su control se extendía desde lo que es ahora el norte de Arabia Saudí hasta el sur de Siria (Batsr o Basra era una de sus principales ciudades). El nombre de la ciudad puerto de Elath (Eilat) en el sur de Palestina (ahora Israel) es nabateo árabe y deriva de Al-Latt, una diosa pagana árabe que se menciona en el Corán.

Los nabateos se mencionan también en relación con episodios del Nuevo Testamento: el rey Herodes desdeñó a la hija del rey nabateo árabe Aretas (al-Harith; Artas es ahora una localidad próxima a Belén), la reina Zenobia (Zannuba, Zaynab en árabe clásico), Odenatus («Udhayna(t)») 1

1 Se pueden hallar buenos resúmenes en Nelson Glueck, Deities an d D olphins: The Story o f Nabateans. (New York, Parrar, Strauss & Giroux, tnc., 1965): Philip C. Hammond. The N aba­teans: Their History, Culture an d Archaeology (Philadelphia. Coronet Books, 1973).

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y Vaballatus o Wahbullatt (también de Al-I.att). También se piensa que luán el Bautista era nabateo. Algunos han llegado a sugerir que los roma­nos lo ejecutaron por temor de una alianza antirromana árabe hebreo.

Las técnicas agrícolas nabateas eran avanzadas y fueron decisivas pa­ra el establecimiento de rutas comerciales a través de los desiertos. Los estudiosos creen que el nabateo fue el primer cultivo verdadero de áreas desérticas, ya que construyeron diques en sistemas de arroyos secos pa­ra contener las inundaciones repentinas. Durante el período romano, se asentaron en el sur de Palestina e «hicieron florecer el desierto». Sus téc­nicas aún las practican algunos de sus descendientes entre los actuales palestinos alrededor de Hebrón y Beer Saba’ (Beersheva).

Los nabateos habían desarrollado su propio dialecto árabe semítico a partir del protoarameo para el siglo IV de la EC. Su escritura aramea fue la primera escritura árabe registrada, y empleaba una adaptación de la ver­sión del alfabeto y la fonética árameos, que eran dominantes en aquellos tiempos.2 Su evolución posterior llevó a la representación estándar del árabe clásico.3 La inscripción de Imrulqay en grafía nabatea es la escritu­ra árabe clásica reconocible más antigua. Los puntos que distinguen las letras b-n-t-y-th, z-r, s-sh, etc., y los trazos para las vocales breves (dant- ma, kasra, fatha) se agregaron luego, cuando se estaba difundiendo el Islam y se transcribía el Corán.

En Beidha, a unos pocos kilómetros al norte de Petra, están los restos excavados de una aldea fechada en el 6.500 AEC, cuando la humanidad empezaba a hacer la transición de los pequeños grupos de cazadores- recolectores a aldeanos establecidos. Descendientes de esos habitantes, que aún viven en las aldeas de los alrededores, construyeron templos magníficos y luego las iglesias y mezquitas que puntean el paisaje jor- dano. Nabatea se convirtió en una provincia próspera bajo el gobierno romano, y luego fue conquistada por los bizantinos, que la gobernaron por casi cuatro siglos (del 300 al 634 de la EC). Fue en ese período que los habitantes se convirtieron al cristianismo. Construyeron algunas de las primeras iglesias, incluidas algunas bellamente dect^das en Madaba, Siyaghah, Ma’in, la ciudadela de Ammán. Jerash, Rihab, Umm el-Jimal, Umm Qais, Tabaqat Fahl, Dhiban y Umm er-Risas. Los trabajos artísticos de los templos, iglesias y luego mezquitas de estas áreas son testimonio

2 lean Starcky, «The Nabateans: A Histórica! Sketch», The B iblical Archaeologist, vol. XVIII. (December 1955).

3 Beatrice Gruendler, Developm ent oj the Arable Scripts: brum the Na batean lira to the Tirst Islam ic Cenlury According lo ü ated Texis (Olterrups: Scholars Press, 1993).

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de la mezcla del antiguo simbolismo y el énfasis en la naturaleza en el temprano arte nabateo. Muchas de las iglesias fueron saqueadas duran­te la invasión persa, entre 614 y 629 de la EC.

Los nabateos fueron receptivos respecto del judaismo, del cristianis­mo y finalmente del Islam en el siglo VI. En su mayoría se convirtieron al islamismo, pero se mantuvo una población cristiana, en especial alrede­dor de Madaba y Karak (ahora en Jordania) y alrededor de Belén, Beit Sa- hout y Beit )ala (ahora en Palestina). El movimiento de habitantes entre esas dos áreas de Nabatea se registró tan tardíamente como el siglo XVII (las familias de Beit Shaour procedían del sur y del este de Nabatea y las de Karak provenían de Al-Naqab, o Palestina del sur). Esto sugiere cohe­sión dentro de la comunidad, aun mientras practicaban el cristianismo y el islamismo. Hasta el día de hoy se practican los métodos agrícolas y comerciales nabateos, que incluyen otros para construir pozos y diques en regiones áridas, conocimientos de fauna y flora locales, cría de cabras y ovejas, e incluso bajo la restricción, el traslado de burros y camellos a través de las elevaciones yermas de un área a otra. Más del 40% de sus lugares de residencia (que albergan a unas 15.000 personas) están en la lista de aldeas «no reconocidas» por el Estado de Israel.

Simbiosis cultural y religiosa en Canaán

Al norte de la tierra de Canaán, el imperio fenicio se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo.4 Los fenicios fueron los comerciantes ma­rinos originales, que navegaban entre los puertos mediterráneos donde compraban y vendían a muchos habitantes, incluidos los nabateos. Los fenicios hablaban una antigua lengua semítica estrechamente vincula­da con el lenguaje semítico oriental (acadio, asirio y babilonio) y los más lejanos, pero de todos modos relacionados, semíticos occidentales (ára- be/arameo).

En la tierra de Canaán, los filisteos vivían alrededor de Gaza y Ashke- lon, los jebuseos en torno de Jerusalén y los hebreos alrededor de Hebrón y Nablus/Shekhem, los nabateos en el norte de Arabia Saudí, el sur de Jordania y el sur de Palestina, y los fenicios en el norte, alrededor de Gali­lea, monte Carmel y en el Líbano, así como en avanzadas establecidas en todo el Mediterráneo. Todos esos grupos, en ocasiones, combatían enJ tre sí pero en su mayor parte comerciaban y colaboraban, y como C'otí-_____________ ______________ irnWjifiy/ .//

4 Dnnald Ilardcn, The Phoenicians (New York, l-'rnderick A. Praegcr. 1962). 1 * ' w o /i briu

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secuencia, sus historias están entrelazadas.5 La abundancia de recursos alimentarios y buen clima ayudaban a reducir las tensiones y los con ílictos intertribales. La arqueología proporciona amplias pruebas de una civilización cananea próspera y relativamente pacífica, en coexistencia con la civilizaciones vecinas.6

La religión y la historia judías se tratan con profundidad en otros li­bros y yo no podría hacerles justicia tratando de resumir un pasado ri­co e influyente, pero deseo hacer unos breves comentarios. La cultura más reconocida en los reinos de David y Salomón fue, como la de los nabateos y los jebuseos que coexistían con ellos, la de los cananeos nati­vos que evolucionaron y modificaron su lengua y sus filosofías (religión) mientras se desarrollaban en el contexto de una rica mezcla de civil i zaciones en la Medialuna Fértil. Esto puede resultar difícil de discernir en algunos estudios arqueológicos de cierta orientación ideológica, que parecen dispuestos a demostrar la historicidad del Antiguo Testamento. Por ejemplo, el trabajo del general y arqueólogo aficionado israelí Yigal Yadin, no soportó la posterior investigación arqueológica rigurosa. Otros arqueólogos israelíes, no cegados por el dogma religioso, empezaron a examinar la historia a partir de la evidencia física. Significativos descu­brimientos arqueológicos coinciden con los que sugieren que no se espe­raba que el Antiguo Testamento y la Torah fueran tomados literalmente o entendidos como textos históricamente correctos, sino como lecciones y metáforas para nuestra conexión humana con el mundo espiritual.7 Por ejemplo, los documentos de fuentes romanas y locales refutan la idea de la remoción en gran escala de judíos de Palestina después de la revuelta judía del año 70 de la EC. Sostienen que la revuelta fue aplastada, pero no hay ninguna prueba de que la consecuencia fuera el desplazamiento de grandes comunidades.

s Walter E. Rast, Through the Ages in Palestinian Archaeologv (Philadelphia, Trinity Press In- ternational, 1992).

6 Donald B, Redford, Egypt, Canaan and Israel in Ancietu Times (Princeton. NJ: Princeton University Press, 1992.)

1 Véase, por ejemplo, Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, The Bihle Unearthed: Ar- chaeology's New Vision o f A ndent Israel and the Origin o f Its Sacred Texts (New York, The Free Press, 2001); A.D. Marcus, The View frorn Neho, IIow Archaeology is Rewriting the Bi- ble an d Reshaping the M iddleEast (Boston, Little Brown, 2000); Thomas L. Thompson, The Mythic Past: B iblical Archaeology an d theM yth o f Israel (New York, Basic Books, 2000); Keith VV„ Whitelam, The ¡nvention o f Ancient Israel: The Silencing o f Palestinian History (London and New York, Routledge, 1996).

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La reconstrucción histórica basada en la prueba arqueológica sugiere que algunos cananeos semíticos occidentales empezaron a identificarse como pertenecientes a una religión única, que veneraba al más alto de los dioses cananeos, Hl, o en otro caso, YHWII. Estaban entre muchos pueblos con otras creencias en esa área. El es el alto dios venerado por una tribu de semitas llamada los «errantes» o los «nómades» (’Abiru, Ha- biru, o hebreos, luego). Las raíces de esa palabra son las letras ’ein, be, ra; aproximadamente 'abr, que se refiere a travesías y viajes. Esos habi- rus se mencionan en fuentes tanto egipcias como mesopotámicas. Su ve­neración de El está entronizada en muchas palabras, incluida IsraEl (de Yisra’, luchar con, o Yasra, persistir), IshmaEl/IsmaEl (de yisma’/yishma’, escuchado por dios/El) y DaniEl y MichaEl (el que es como El). Es la raíz de las palabras para el arameo (Aalah, Aaloh), que luego evolucionaron convirtiéndose en hebreo (Eleim, Elohim) y árabe (Allah). La palabra Aa- lah/Allah es una combinación del artículo definido Al e Ilah o Allah (que significa dios, o El en todos estos idiomas).

Karen Armstrong ha revisado la Biblia empleando el análisis textual simple, y concluye que El era el dios tribal de un pueblo bastante ho­mogéneo, los ’Abiru (Habiru), mientras que un dios más abordable, Yah- weh/YHWH, unía a muchos grupos étnicos diferentes.8 Estas tradiciones fueron adoptadas por algunas de las tribus de grupos errantes o nómades relacionados, llamados ’Arab (los árabes, también derivado de la mis­ma raíz lingüística). Esos árabes llamaban a dios Allah (raíz El y Elah), el nombre que usaban cuando adoptaron primero el cristianismo y luego el islamismo. Pero aun en el cénit de la veneración de El/Allah o Yahweh, en los milenios previos al cristianismo y el islamismo, los locales que habla­ban arameo y sus idiomas escritos derivados, el hebreo y el árabe, mante­nían tradiciones religiosas y sociales cananeas. «Los profetas como Moi­sés predicaban la encumbrada religión de Yahweh, pero la mayoría de la gente deseaba los rituales más antiguos, con su visión holística de unidad entre los dioses, la naturaleza y la humanidad».9 Pero con independen­cia de la creencia religiosa y de su uso por parte de los líderes religiosos para justificar su autoridad, siguió existiendo una próspera comunidad de pueblos cananeos aun cuando cambiaran sus nombres y sus áreas de autoridad (Nabatca, Judea, Samaría, Jebus/Yebus, Eilastina, etc.).

8 Karen Armstrong, A History ofG otl: the 4000-year Quest n fjudaism , Christhmity, an d Islam (New York, Alfred A. Knnpf, ] 993).

9 Ibid., p. 23.

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Algunos afirman que a los seguidores fundamentalistas de toda reli­gión o fenómeno social les agrada acentuar su novedad, su frescura y su singularidad. Un examen más atento de la historia muestra más bien un mosaico y sincretismo de culturas, de religiones y de lenguas, lo que nos hace sentir más optimistas. Como se indicó antes, los primeros hebreos veneraban sólo a uno de los dioses cana neos, El. Jesús fue un judío prac­ticante que no vino a negar sino a complementar las antiguas escrituras. El Corán afirma claramente que todos sus principios les fueron revelados a los profetas antes del nacimiento de Mahoma. Muchas ciudades bajo el control de una nueva religión conservaban sus nombres más antiguos y también sus tradiciones y mitos. Se cree que el sitio de la Iglesia de la Natividad de Belén, donde se dice que nació Jesús, se asienta sobre las ruinas de un templo cananeo de Lahmu.

Un crisol en el origen de los pueblos nativos

Otros pueblos se radicaron en el área y se casaron con cananeos. Los egipcios conquistaron esta área con frecuencia, y la gobernaron desde alrededor de 2.500 a 1.700 AEC, y otra vez entre 1.550 y 1.200 AEC. Los hyksos invadieron y gobernaron de 1.710 a 1.550 AEC. Los hititas inva­dieron y gobernaron de 1.350 a 1.290 AEC. Los filisteos [de origen egeo) gobernaron de 1.250 a 711 AEC. Otros pueblos vivieron o gobernaron en Palestina, incluidos los edomitas, los babilonios, los asirios, los persas, los griegos y los armenios.

Mientras surgían variaciones de las antiguas creencias filosóficas y religiosas, las tribus y los reinos competían y cooperaban entre sí de ma­nera variada. El reino de Judá se extendió por 341 años (927-586 AEC), mientras que Israel duró 205 años (927-722 AEC). Pero cuando los roma­nos proscribieron a algunos judíos de Jerusalén, en el siglo I de la EC, esos cananeos judíos siguieron viviendo con otros cananeos en otras partes de Palestina. Algunos se convirtieron al cristianismo y luego al islamis­mo. Aquellos que se quedaron, desarrollaron la importante escuela rabí- nica que ahora constituye la parte mayor del judaismo rabínico (ideado en Safad, en el norte de Palestina). Este judaismo se vio influido en parte en su filosofía por los rabinos proscriptos de Jerusalén y por las presiones de las creencias religiosas y las realidades políticas nuevas. Por entonces, esa secta del judaismo estaba en competencia con otras sectas religiosas judías, incluidos los karaitisitas, el karaitismo, el judaismo rabínico, los cultos de Yahvé, mientras otras religiones cananeas seguían floreciendo

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en Palestina. No eran infrecuentes las conversiones, el matrimonio entre miembros de grupos distintos y la pluralidad religiosa. Mulhall comenta:

«La Biblia afirma que no sólo los amorreos sino también otros gru­pos étnicos vivían en Canaán en la época de Josué. El no los con­quistó a todos. Jueces 1 afirma que los hebreos esclavizaron a mu­chos nativos, pero no los expulsaron ni los mataron. Jueces 3: 5-6, sostiene también: «Los israelitas habitaban entre los cananeos, líe­teos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos; ellos se casaron con las hijas de estos pueblos, dieron a sus bijas en matrimonio a los Jiijos de ellos, y sirvieron a sus dioses». Según esto, tuvo lugar una exten­siva mezcla genética, religiosa y cultural. Grandes grupos étnicos se mantuvieron libres. Algunos, incluidos los hititas y los edomitas, eran conocidos en el reino de David, más de doscientos años des­pués. David extendió vastamente el gobierno hebreo mediante la asimilación y la conquista dentro de Canaán. Esto muestra qué in­completo era el gobierno hebreo cuando David empezó a reinar ha cia el 1.000 AEG. t.os filisteos, en el área costera central y meridional de Canaán, se convirtieron en vasallos de David pero mantuvieron su identidad hasta el siglo II AEG o más tarde».10

Del mismo modo, el éxito del cristianismo y del islamismo no implicó la migración masiva de gente, sino antes bien la conversión religiosa.11 Los egipcios de hoy, por ejemplo, son en su mayoría descendientes de los egipcios de la era faraónica. Una pequeña minoría conservó el lenguaje faraónico denominado Qubti (copto), que aún hablan los egipcios cris­tianos. La población cananea de Palestina, de habla predominantemente aramea y hebrea, había pasado a ser en su mayor parte cristiana hacia el siglo V, y predominantemente musulmana hacia el siglo VIII, pero étni­camente siguió siendo en gran medida cananea occidental.12

John W, Mulhall, CSP, America and the Founding o f Israel: An Investigation o f the Moralityo f Ame ricas Role, disponible enhttp://www.al.biLshra.nrg/America/Oamerica.htmLE. Donner McGraw, The P.arly Islamic Conquests (Princeton, N], Princeton University Press, 1981).M. Gilí. A History o f Palestine (Cambridge, Cambridge University Press, 1992), pp, 643-1099. También S. Hadawi, Bitter Harvest, A Modern History o f Palestine, 4a ed. (New York, Olive Branch Press, 1991).

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Los palestinos

El área entre el río Jordán y el Mediterráneo ha gozado de 6.000 años de civilización. Por una gran parte de su historia, formó la región meridio­nal de la tierra de Canaán. Por 2000 años se denominó Palestina. Como se indicó antes, los pueblos nativos evolucionaron y se adaptaron a nuevos gobernantes, nuevas estructuras políticas, y creencias religiosas nuevas o modificadas. Ese pueblo, conocido para el mundo como el palestino, absorbió varias religiones y filosofías y periódicamente cambió sus leal­tades para sobrevivir en un mundo en permanente cambio. El último ca­pítulo de su historia es ahora bien conocido. Edward Said lo resume de la siguiente manera:

«Para fines del siglo VII, Palestina se convirtió en un país predomi­nantemente árabe e islámico. Casi inmediatamente después, sus lí­mites y sus características -incluido su nombre en árabe, Filastina- se hicieron conocidos para todo el mundo islámico por su fertilidad y su belleza tanto como por su importancia religiosa.. .En 1516, Pa­lestina se convirtió en una provincia del imperio otomano, pero eso no la hizo menos fértil, menos árabe o islámica».13

El examen del folklore y la vestimenta del pueblo de Palestina revela fascinantes historias y hechos sobre la antigua herencia de esta sociedad. Para dar un ejemplo, podemos citar los trajes. Cada distrito y pueblo de Palestina tiene su propia tela y diseños de vestimenta tradicionales. Las ropas de las mujeres palestinas en el área de Jerusalén presentaban uvas; las uvas se han cultivado en la zona por más de 3.000 años y son símbo­los usados en la cultura jebusea para denotar abundancia y placer. Los árboles y las flores son más comunes en el norte de Palestina y se usan en diseños para colchas y cortinas, así como para vestidos. Esos diseños son compartidos con Siria y Turquía. Los cedros se encuentran en los trajes de los palestinos en la región de Jalil (Galilea) del norte de Palesti­na, y son símbolos comunes tanto fenicios como libaneses. Los motivos esquemáticos que pueden interpretarse como hojas de palmera o espi­gas de trigo, se encuentran en los trajes de la región de Ramall^i. Uno recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén, cuando los locales comearon hojas de palmera en el camino. La Pascua es celebrada entre los palesti­nos cristianos con hojas de palmera decoradas. Las estrellas son comu­nes en los trajes palestinos en varios distritos (las estrellas eran objeto de

13 Edward W. Said, The Question o f Palestino (New York, Vintage Books, 1992), pp. 10 11.

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veneración entre la gente de cromanón y de la era de piedra en Palesti­na).

La influencia del siglo XX en los trajes y las ropas tradicionales pa­lestinos ha sido espectacular. Los Archivos del Traje Palestino dicen lo siguiente en su página web:

«A comienzos del siglo XX, el traje palestino podía clasificarse por región, tribu o comunidad específica. De las tres clasificaciones his­tóricas principales del traje beduino nómade, del traje de aldea fe- llahin y del traje urbano, queda muy poca definición. Los estilos de la vestimenta de boy pueden clasificarse mejor como estilos de campos de refugiados, estilos de Territorios palestinos y traje be­duino. Sólo entre los beduinos el traje aún conserva elementos de su función tradicional previa a 1948. Los estilos de ropas que se lucen boy en los 'territorios palestinos y en los campamentos de refugiados incluyen trajes occidentales y trajes de recato islámico, así como diversas formas de los trajes bordados denominados «tra­dicionales». l.o que ahora se identifica como «tradicional» es una prenda mucho más sencilla en términos de realización y decora­ción».14

El desafío del sionismo fue crear un Estado fuerte, principalmente europeo, liderado por judíos, en una tierra habitada por nativos de va­riados antecedentes y religiones. Los primeros sionistas entendieron el desafío y, contrariamente a sus declaraciones públicas acerca de «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», llegaron a ver que los nativos planteaban un obstáculo para sus aspiraciones. Como un precursor del movimiento sionista, Ahad Ha-Arn visitó la tierra en 1891 y escribió un ensayo titulado: «La verdad desde la tierra de Palestina», en el que afir­ma:

«Hn el extranjero solemos creer que Eretz Israel está ahora casi to­talmente desolada, como un desierto que no se cultiva, y que to­do el que desee adquirir tierra allá puede ir y comprar tanta como desee. Pero en verdad, no es ese el caso. En todo el país es difícil hallar campos que no estén cultivados. Sólo las dunas y las monta­ñas pedregosas que no son aptas para cultivar otra cosa que árboles

14 http://www.palestinecostumearchive.org/; véase también Leila El Khalidi, The Art o f Palestinian lim hroidery (London, Saqi Books, 2000); Shclagh Weir y Serene Shahid, Palestinian F.mbroidery (l.ondon, British Museum, 1908); y Jehan ltajah, Palestinian C osíam e (London, Kegan Paul, 1989). http://www.palestinianemhroider.tripod.com/. http://www.fortunecity.com/hoozers/durham/224/dresscs.html.

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frutales -y eso sólo después de un duro trabajo y gran inversión en desmonte y mejora- sólo ellas no están cultivadas».15

Como veremos en el capítulo 4, estos nativos fueron desposeídos y se convirtieron en la mayor parte de la población de palestinos refugiados. Cómo conciliar sus derechos humanos básicos con el deseo de domina­ción sionista, es el tema de discusión de los capítulos siguientes.

Mientras el uso de los términos Israel y Palestina para esta tierra pue­de provocar ansiedad y temor entre los miembros de uno u otro grupo, el uso de la expresión «tierra de Canaán» puede ser más apropiado hasta que desaparezcan esos temores. La tierra de Canaán fue y está habitada por gente cananea que se ha entremezclado con otros grupos. El pueblo de habla semítica siguió viviendo, colaborando y prosperando en esta área como comunidades pluralistas multiétnicas y multirreligiosas, con mucho menos violencia de cuanto sugieren muchos libros y publicacio­nes. Esto nos da motivo para el optimismo en cuanto al futuro, y una visión de coexistencia pacífica. Porque si los pueblos fueron capaces de vivir y comerciar juntos por miles de años antes de la era de la coopera­ción internacional y la economía global, no hay ninguna razón para in­sistir en que la separación y el nacionalismo estrecho puedan luncionar hoy en esta región.

Lecturas recomendadas

1. I.eila El-Khalidi, TheArt ofPalestinian Embroidery (I.ondon: Al Saqi, 1999).

2. Walter E. Rast, Through theAges in Palestinian Archaeology: An In- troductory H andbook (Harrisburg, PA: Trinity Press Intl., 1992).

3. Arnold J. Toynbee e Ibrahim A. Abu-Lughod (comps.), The Trans­form ación o f Palestine: Essays on the Origin an d Development o f the Arah-Israeli Conflict, 2a. ed. (Chicago, Northwestern University Press, 1987).

4. Jonathan N. Tubb, Canaanites (Peoples o f the Past, 2) (Oklahoma City: University of Oklahoma Press, 1999).

5. http://www.nabateans.org Av

15 Aliad lia Am, 1981, citado en Rashid Khalidi, Palestinian identity. The Construction o f Mó­d em N ational Consciousness (New York, Columbia University Press, 1997), p. 101.

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Capítulo 3

Biología e ideología

El sionismo fue promovido por europeos orientales judíos (askenazis) como un medio para combatir el prejuicio de las sociedades en las que vivían. El principal obstáculo para la creación y el mantenimiento de un Estado judío en la tierra de Canaán era y sigue siendo la presencia de pa­lestinos nativos. Reforzar el derecho a la tierra, a la vez que se niegan los derechos de los nativos, es una herramienta clásica de la empresa colo­nial. Deslegitimar a los palestinos fue y es una estrategia para granjearse la simpatía tanto de judíos como de no-judíos para las aspiraciones sio­nistas. Algunos han sostenido que los palestinos son los descendientes de los árabes que llegaron durante el gobierno islámico. Pero como he­mos visto en el capítulo 2, el pueblo indígena adoptó una sucesión de creencias religiosas mientras vivía allí. La soberanía política o las religio­nes nunca invalidan los derechos de los pueblos indígenas. En capítulos posteriores se muestra que la única solución viable es una democracia pluralista para todos los habitantes. Pero antes de llegar a ello, debemos abordar el argumento presentado por algunos en el sentido de que hay un «derecho al retorno» de los judíos a la «tierra judía» en la cual sus habitantes actuales, los palestinos, sólo fueron intrusos. Una respues­ta racional es que la tierra no puede ser más judía de cuanto un árbol o un río pueden ser cristianos o musulmanes o judíos. I.a tierra perte­nece a sus habitantes, colectivamente como nativos e individualmente como humanos, con independencia de la religión que adopten. Además de analizar la historia de los palestinos nativos (con independencia de su religión) debemos reexaminar los supuestos vínculos biológicos entre los judíos askenazis (europeos orientales judíos) y los antiguos israelitas. Es importante porque a una solución basada en los derechos humanos se le pueden oponer reclamos de antiguos derechos que se conservan a perpetuidad. Y como genetista por instrucción y profesión (soy profesor adjunto de genética en la Universidad de Yale), tengo un marcado interés en estas cuestiones.

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Algunos judíos askenazis sostienen que nunca se permitió la asimi­lación y el matrimonio con otros pueblos, y que el sionismo fue la res­puesta «nacionalista» a las acciones anti-askenazis en Europa. Las cons­trucciones ideológicas y religiosas a veces se filtran en la genética y en las disciplinas poblacionales, que, esperamos, sean inmunes a tales sesgos. Muchos consideraron entonces que el examen de los genes de los judíos era una empresa importante y valiosa. El Centre for Genetic Anthropo- logy del University College de Londres lo expresa así en su página web:

«Otro estudio fascinante es los orígenes de los europeos orientales judíos. Tal vez usted sepa que hay al menos tres proposiciones prin­cipales. La primera es que derivan, en principio, de la antigua po­blación israelita, parte de la cual migró a Grecia, Roma, y en épocas posteriores al este de Francia y al oeste de Alemania, y a comien­zos de este milenio a Polonia y otras áreas. Su lengua yiddish era una forma del alemán antiguo, con muchas incorporaciones poste­riores de los idiomas eslavo y hebreo. Una variante de ese concep­to es que la migración se hizo vía Italia a Suiza, Baviera y Austria, con una supuesta migración posterior al este, a lo largo del valle del Danubio hasta Rumania y desde ahí hacia afuera. El yiddish com­parte muchas palabras y expresiones con la forma meridional del alemán. No estoy seguro por el momento de cuánta conversión in­terna al judaismo suponen estas dos hipótesis. La tercera idea, y en cierto sentido la más intrigante, que se basa en gran medida en la sintaxis y el vocabulario específico del yiddish, es que los euro­peos orientales judíos, aparte de descender de la antigua población judía, poseen una porción significativa de su ancestro que deriva de los conversos eslavos (serbios, balcanes y otros) más un aporte menor de turcos del este. Los que proponen esta teoría designan al yiddish sintácticamente como una lengua eslava, con un léxico principalmente alemán. Esta es justamente la clase de proposición que se podría analizar genéticamente».1

Sin embargo, la información sólo parece aceptarse cuando convie­ne a las necesidades de cierta perspectiva política (es decir, la relación de las poblaciones judías y la justificación de las pretensiones sionistas respecto de la «tierra de Israel»), En los artículos de aquellos que apoya­ban las ideas sionistas, cuando los datos no concordaban con las ideas

1 Material promocional de The Centre for Genetic Anthropology, DeparBHents of Anthropo- Iogv and nf Biology, University College I.ondon. Presentado en http:/ /www.ucl.ac.uk.tcga/.

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políticas, a veces triunfaban las ideologías políticas. En algunos casos las conclusiones no se cuestionaban y, en otros, se empleaba la genética pa­ra favorecer la política contra otro pueblo, un concepto relacionado con el uso erróneo de la genética en la primera mitad del siglo XX. La historia del uso incorrecto de la ciencia lo ejemplifica bien el movimiento por la eugenesia.

Eugenesia, genética poblacional e ideología política

Francis Galton acuñó el término eugenesia en 1993 partiendo del griego eu, que significa bien, y genesia, de la palabra que significa nacido. Galton la definió como la ciencia del «mejoramiento» del plasma germinal de la raza humana mediante una mejor «procreación». Tin los Estados Uni­dos, entre 1907 y 1960, al menos 60.000 personas fueron esterilizadas sin su consentimiento, de acuerdo con leyes estatales, para impedir que se reprodujeran aquellos considerados genéticamente inferiores. Las prin­cipales víctimas de esa política fueron los discapacitados mentales o los que tenían problemas psiquiátricos. En el pico de esos programas, en la década de 1930, se esterilizaba a unas 5.000 personas por año. Basándo­se en los desarrollos en los Estados Unidos, en especial en los trabajos del adalid estadounidense de la eugenesia, Harry Hamilton Laughlin, el programa de eugenesia de los nazis pronto eclipsó al estadounidense y se hizo aun más extremo, culminando en el asesinato masivo de judíos, gitanos y otros. Cómo y en qué medida los movimientos eugenésicos na­zi y soviético se vieron influidos por el programa estadounidense, es un tema de investigación. En la actualidad, poca gente cree que sea útil o deseable limitar la diversidad e incrementar la pureza racial protegiendo el conjunto de genes de una población dada.

Los sionistas fanáticos insisten en que los judíos forman no sólo una comunidad religiosa sino una comunidad étnica nacional, y que son des­cendientes de las doce tribus dispersas de Israel. Esto se emplea para justificar las pretensiones de derechos especiales a la tierra, que superan a los de sus actuales habitantes no- judíos. Se desecha rápidamente la prueba biológica en el sentido contrario. El Obseruer informó, el 25 de noviembre de 2001, sobre la presión que se había ejercido para suprimir un artículo de investigación:

«Un artículo clave de investigación que demuestra que los medioo-rientales judíos y los palestinos son genéticamente casi idénticos,

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ha sido retirado de una importante publicación. A los académicos que ya recibieron ejemplares de Human Immunology se los instó a arrancar las páginas ofensivas y eliminarlas. Un acto tan drástico de autocensura no tiene precedentes en la publicación de investi­gaciones y ha creado una difundida inquietud al generar temores de que eso puede implicar la supresión de trabajos científicos que cuestionen el dogma bíblico. El genetista británico sir Walter Bod- mer agregó: «Si a la revista no le agradó el artículo, no debió publi­carlo. ¿Para qué esperar hasta que hubiera aparecido para actuar de esa manera?» La editora de la revista, Nicole Sucio-Foca, de la Uni­versidad de Columbia, Nueva York, afirma que el artículo provocó tal aluvión de quejas por su formulación política extrema, que se vio obligada a repudiarlo. El artículo ha sido retirado del sitio web de Human Immunology, y se enviaron cartas a bibliotecas y univer­sidades de todo el mundo solicitándoles que ignoren o «preferible­mente retiren físicamente las páginas pertinentes». Arnaiz-Villena ha sido despedido de la junta editorial de la publicación.En común con estudios anteriores, el equipo no halló datos que apoyaran la idea de que el pueblo judío fuera genéticamente dife­rente de otros pueblos de la región. Al hacerlo, la investigación del equipo cuestiona las afirmaciones en el sentido de que los judíos son un pueblo especial, elegido, y de que el judaismo sólo puede heredarse.

Después de las acciones de la publicación, y las afirmaciones de protestas masivas por el artículo, varios científicos han escrito aho­ra a la sociedad para protestar por su torpeza y apoyar a Arnaiz- Villena. Uno de ellos dijo: «Si Arnaiz-Villena hubiese hallado prue­bas de que el pueblo judío era genéticamente muy especial, en lugar de común, con seguridad nadie habría objetado las frases que em­pleó en su artículo. Se trata de un asunto muy lamentable».¿

El artículo en cuestión, «The Origin of Palestinians and their Genetic Relatedness with other Mediterranean Populations»,2 3 es uno de 13 pu­blicados en Human Immunology por el doctor Arnaiz-Villena y colegas, y muchos presentados en otras revistas por ese grupo, incluidos más de dos docenas de artículos sobre antropología genética. La obra de ellos

2 Robín McKie, «Journal Axes Gene Research on Jews and Palestinians», Observer, 25 de no­viembre de 2001. también disponible enhttp://observer.co.uk/international/story/0,6903,605798.00.html.

3 Antonio Arnaiz-Villena y otros, «The Origin of Palestinian and their Genetic Relatedness with other Mediterranean Populations», Human Immunology, Vol. 62, N° 9 (20QA, pp. 889­900.

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en genética poblacional es sumamente respetada. Los datos que presen­taron coinciden con los publicados en la misma revista por científicos israelíes. Amar y otros4 descubrieron que los palestinos se acercan más a los judíos sefaradíes que cualquiera de esas dos poblaciones a los judíos askenazis. Los datos también demuestran que los etíopes judíos están genéticamente muy alejados de todos los grupos estudiados. Sin embar­go, contrariamente a sus propios datos, Amar y otros concluyeron: «He­mos demostrado que los judíos comparten rasgos comunes, un hecho que apunta a un ancestro común». Como lo hago notar más adelante, ellos no incluyeron poblaciones eslavas en su estudio, lo que hubiera re­velado semejanzas entre los askenazis y las poblaciones de las áreas que rodean el mar Negro. Arnais-Villena y otros tenían datos, como los de Amar y otros, que demostraban la estrecha afinidad de los palestinos y los libaneses con los judíos sefaradíes, pero no con los judíos askenazis. Esto tiene sentido a la luz de la evidencia histórica (véase capítulo 2), que muestra los orígenes cananeos comunes y las afinidades lingüísticas entre los judíos sefaradíes y los árabes no-judíos (ambos grupos hablan lenguas semíticas derivadas del protoarameo).

En todo caso, no tiene sentido admitir conclusiones políticas para un punto de vista y negarlas para el otro en la misma publicación científica. Forward (una revista liberal judía que se publica en Nueva York) recogió la historia y se concentró en el hecho de que Arnaiz-Villena y otros ha­cían consideraciones políticas en un «artículo científico».5 Sin embargo, Forward ignoró el hecho de que no se discuten el comentario político y la narración en muchos artículos publicados (v.g., el artículo de Amar y otros, citado en la nota 4) cuando apoyan cierta agenda política.

No es infrecuente sucumbir a la presión ideológica en el trabajo cien tífico. En mi propio trabajo sobre los mamíferos y la genética poblacio­nal, empleo el término Palestina para referirme al área geográfica que ahora incluye a Israel y a las áreas palestinas ocupadas. Los editores de las publicaciones a menudo reciben cartas con quejas respecto de que no existe tal lugar como Palestina, y que se debió haber empleado la palabra Israel; en al menos dos de mis artículos, los editores exigieron el cambio. Por supuesto, Israel nunca ha definido sus límites y ha sido una entidad

4 Avraham Amar y otros, «Molecular Analysis of HLA Class II Polymorphisms among Diffe- rent Kthnic Groups in Israel», Human Immunology, Vol. 60 (1999), pp. 723-30.

5 Marc Perelman, «Palestinian Gene study llreeds Scandal», Forward, 30 de noviembre de 2001, pp. 7-18, disponible también enhttp://www.forward.com/issues/2001/01.ll.30/news7.hlml.

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política sólo desde 1948. El término geográfico Palestina se empleó en el área por 2000 años, y aún lo emplean científicos israelíes (v.g., en las se­ries de libros titulados Fauna Palestinay Flora Palestina, publicados por la Academia de Ciencias de Israel). Muchos otros científicos israelíes, de orientación ideológica, han tratado de imponer sus ideas políticas me­diante sus trabajos científicos. De ahí que sea dable ver que muchos artí­culos científicos emplean las palabras Israel o israelí aun cuando no son necesarios para el tema que se está tratando. Una investigación de «Con­tenidos corrientes» (la base de datos del Instituto de Información Cientí­fica), por ejemplo, demostró que el uso de las palabras «Israel» e «israelí» en los títulos de artículos de autores israelíes es más de 100 veces más frecuente que en países comparables con un programa de investigación científica (Grecia e Italia se usaron como comparaciones).

En el campo de la genética humana, hay muchas enfermedades que son comunes en las poblaciones askenazis (v.g., el mal de Tay Sachs, el cáncer de pecho, la disautonomia familiar, el mal de Canavan y el mal de Gaucher). Esas enfermedades no son comunes entre los judíos sefa- radíes o en las poblaciones árabes. Pero los especialistas en genética de los Estados Unidos, los grupos de apoyo genético y otros han adoptado ahora el concepto de que hay «males genéticos judíos». La «Mazor Cuide to Jewish Genetic Diseases»6 (Guía Mazor de las enfermedades genéticas judíasl cita como la «mejor fuente» Genetic Dii/ersity am ong Jews: Disea­ses and Markers at the DNA Level7 de Batsheva Bonne-Tamir y Avinoant Adam, un libro que irónicamente revisa la heterogeneidad genética y al mismo tiempo abunda en afirmaciones genéticas sobre el supuesto «ori­gen común» histórico de los judíos. Esta premisa básica parece ser la su­posición subyacente por la cual se «adaptaron» muchos de los datos.

La National Foundation for Jewish Genetic Diseases, Inc., expresa cla­ramente al describir su misión: «Las enfermedades genéticas descritas en este sitio web son desórdenes que se presentan con mayor frecuencia en individuos de ancestro judío askenazi, aunque con la excepción de la disautonomia familiar, pueden presentarse también entre individuos de otros antecedentes étnicos».8 Si bien se hace una distinción entre tipos

6 Jewish Genetic Diseases: A M azornet Cuide. Disponible en forma ele publicación y también en http://www.1nar7.ornet.com/genetics/.

7 Batsheva Bonne-Tamir y Avinoam Adam, Genetic Diversity am on g Jews: Diseases 0 d Mar­kers at the DNA Level (Oxford, Oxford University Press, 1992).

8 Center for Jewish Genetic Diseases, Mount Sinai School of Medicine. Material promocional y web en http://www.nfjgd.org/

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de ancestro judío, la clasificación se sigue situando bajo «Males genéti­cos judíos», como si las enfermedades genéticas pudieran relacionarse con la religión antes que con las raíces biológicas.

También existe preocupación por el uso inadecuadamente abarcati- vo de la expresión «males genéticos judíos». Están aquellos que son ju­díos pero no askenazis a los que se les practican pruebas innecesarias y se los somete al estrés emocional cuando no corren más riesgo por esas enfermedades que la población en general. Además, hay males genéticos que se hallan más comúnmente en los judíos sefaradíes, asi como en los árabes y en otros pobladores medioorientales, que en judíos askenazis o en otras poblaciones. Estos incluyen la fiebre mediterránea familiar, la deficiencia de glucosa-6-fosfato dihidrogenasa, y el problema del meta­bolismo del glucógeno de Tipo III. En los Estados Unidos, la mayoría de los estadounidenses judíos son de ancestro askenazi. Sin embargo, con la incrementada inmigración de israelíes judíos a los Estados Unidos, mu­chos de los cuales son sefaradíes, han estado aumentando los riesgos del tratamiento genético erróneo.

En Estados Unidos, es de rutina que los especialistas genéticos les pregunten a los pacientes si son «judíos» o si tienen «parientes judíos». Lo justifican señalando que hay ciertas enfermedades genéticas que son más comunes entre los «judíos» que en otros grupos. Los judíos son una minoría y las preguntas a todos los pacientes de una clínica genética in­cluyen: ¿Es usted judío?» o «¿Tiene usted antecedentes judíos?» Pocos es­pecialistas se molestan en señalar la distinción entre askenazis, sefara­díes, etíopes o yemenitas judíos. La sencillez de preguntar sobre la heren­cia «judía» es atractiva cuando se habla con individuos que en su mayoría no son judíos o, si son judíos, nada saben de los matices de la etnicidad y de la genética poblacional. Pero el resultado es que a todas las mujeres embarazadas de EE.UU. de América que son atendidas por un especialis­ta en genética, se les dice que los judíos tienen ciertos males genéticos, y la conclusión inevitable es entonces que los judíos están genéticamente relacionados. Es indescriptible la importancia de ello en la formación de creencias erróneas en muchos judíos y en otros estadounidenses sobre las relaciones y la etnicidad.

La genética y la Biblia

Un artículo publicado en Science News afirma: «F.1 análisis del ADN apo­ya la historia bíblica del sacerdocio judío. Un análisis de cromosomas Y,

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que pasan de padre a hijo, indica que los sacerdotes judíos, o cohanim, pueden derivar de un antepasado que vivió hace varios miles de años».9 El New York Times informó: «según la pauta del cromosoma Y, las comu­nidades judías del mundo se asemejan mucho no sólo entre sí sino tam­bién a los palestinos, los sirios y los libaneses, lo que sugiere que todos son descendientes de una población ancestral común que habitó Me­dio Oriente hace unos 4000 años».10 La paráfrasis anterior es del trabajo publicado por Thomas y otros en Nature y la última de un trabajo publi­cado por Hammer y otros.11 No es nada extraordinaria la tergiversación de artículos de investigación en revistas y periódicos, pero en este caso, los autores originales habían engañado a sus lectores, y los editores que revisaron sus artículos al parecer no hicieron bien su trabajo. El artículo de Hammer y otros, del laboratorio de Bonne-Tamir, es particularmente interesante en ese sentido. Los propios datos de ellos revelan que:

1. Los africanos del norte, judíos, árabes y kurdos, y otros judíos del Medio Oriente (en otras palabras, los judíos sefaradíes y misrajis) están genéticamente más cerca de los palestinos y de otras pobla­ciones árabes de cuanto cada uno de ellos lo está de los judíos as- kenazis (que están más cerca de los turcos, como se demuestra en los datos de ellos).

2. Los etíopes judíos son genéticamente similares a los etíopes y es­tán muy alejados de otras poblaciones judías.

3. Los lemba de Sudáfrica, que afirman su ancestro judío, están ge­néticamente alejados de los judíos askenazis y sefaradíes o de los árabes musulmanes y cristianos.

A pesar de esta evidencia, los autores llegan a esta notable conclu­sión:

«Los resultados apoyan la hipótesis de que los grupos de genes pa­ternos de las comunidades judías de F.uropa, Africa del norte y el Medio Oriente, descienden de una población ancestral medioorien- tal común, y sugieren que la mayoría de las comunidades judías

9 J. Travis, Science News 151, (I-'ebruary 15, 1997), p. 106.10 New York t imes, 9 de mayo de 2000.11 M. F. Hammer y otros, «Jewish and Middle Fastern non Jewish Populations Share a Corp

mon Pool of Y-chromosome Biallelic I laplotypes», Proceedings o f the N ational A c o d en ^ )/ Science, Vol.97, N" 12 (2000), pp. 6769 74. http://www.pnas.org/cgi/content/foll/97/12/6769.

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se han mantenido relativamente aisladas de las comunidades no- judías vecinas durante y después de la diáspora».

Otro ejemplo es un artículo de Nebel y otros, del grupo Ariella Op- penheim, titulado «The Y Chromosome Pool of Jews as Part of the Gene- tic Landscape of the Middle East»,12 La introducción al artículo expresa como su objetivo: «Buscamos información sobre el modo en que el cro­mosoma Y de los judíos encaja en el paisaje genético del Medio Oriente». F.sto expuso el sesgo, que fue claramente evidente en el artículo. Los da­tos no se compartían por completo y sólo se daba una presentación se­lectiva de la información, lo que se usó para llegar a conclusiones poco sustanciales. Por ejemplo, el apéndice mostraba los datos de genes para seis de las 14 poblaciones que habían estudiado. Las ocho poblaciones estudiadas pero no incluidas, en lugar de estar concentradas en una ci­fra, incluían al grupo clave del pueblo turco. Hsta omisión no se expli­caba, aunque los autores afirmaban en la metodología que examinaron muestras de 167 turcos. Otros cuadros, datos y estudios de relaciones se centraban en seis poblaciones: «judíos kurdos», «judíos sefaradíes», «ju­díos askenazis», «palestinos árabes», «kurdos sunníes» y «beduinos». Ya el modo de nombrar a estos grupos ilustra el sesgo de esos autores, ya que no hay ninguna razón para llamar «judíos kurdos» a los kurdos de religión judía, mientras se denomina «kurdos sunníes» a los kurdos de la religión musulmana sunni; y los beduinos son ciertamente palestinos, hablan árabe y por lo tanto son árabes. No está claro por qué los autores eligieron a estos seis grupos para estudiarlos en detalle (v.g. en la Figura 4.1 y en el Cuadro 2, ambos relativos a las semejanzas genéticas) e ig noraron a los otros. Pero sepultado en el artículo puede estar un indicio de la respuesta. En una oración, los autores mencionan la posibilidad de una contribución europea al grupo de genes askenazis, afirmando: «Al­ternativamente, resulta atractiva la hipótesis de que los askenazis con cromosomas Eu 19 representan a descendientes de los jázaros». Si los autores hubiesen incluido a los turcos y a otras poblaciones en el infor­me, los lectores habrían podido ver que los agrupamienlos claramente muestran evidencia de que los askenazis están genéticamente más pró­ximos a los turcos que a los palestinos o a los judíos sefaradíes.

Dos artículos aparecidos en la prestigiosa publicación Natureafirma­ban que los sacerdotes judíos conocidos como cohanim poseen singula­

12 AIituM Nebel y otros, «The Y Chromosome l’ool of Jews as l’art of the Genetic Landscape of the Middle F.ast», American Journal o f llam an Cenelics, Vol. t>9, N“ 5 (2001), pp. 1095-112.

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res marcadores genéticos que no se encuentran en otras poblaciones. El estudio, de Skorecki y otros, se titula «Y Chromosomes of Jewis Priests»;13 el otro, de Tilomas y otros, lleva como título «Origins of Oíd Testament Priests».14 15 El New York Times y otros periódicos y medios, incluido CNN, tomaron el asunto sin cuestionarlo y le dieron un tono de divulgación, alegando el apoyo a un antiguo linaje judío. Irónicamente, el Jerusalem Post (28 de febrero de 2001), periódico de derecha, reveló un giro intere­sante en esta historia:

«El doctor Avshalorn Zoossmann-Diskin, del departamento de he­matología y patología genética de la escuela médica de la Univer­sidad Flinders de Australia del sur en Adelaide, recientemente pu­blicó un artículo en la revista en idioma alemán Journal o f Cumpa rative Human Biology, que intenta arrojar dudas sobre el estudio de Skorecki. Zoossmann-Diskin, que en la década de 1990 traba jó en el laboratorio del profesor de genética Batsheva Bonne-Tamir en la Universidad de Tel Aviv, concluye que los estudios sobre los kohanim son «problemáticos y llegan a conclusiones que no son apoyadas por todos los datos disponibles». Sostiene que «las pobla­ciones judías de todo el mundo descienden de una variedad de orí­genes maternos y paternos ...estudios genéticos preliminares del ADN milocondrial (de los antepasados maternos) ya han demos­trado las conexiones entre las poblaciones judías y las poblaciones no-judías».1 J

Zoossmann-Diskin cuestionó las conclusiones a la que llegaron Sko­recki y sus colegas:

«El examen cuidadoso de sus trabajos [de Skorecki y Thomas] re­vela muchas fallas que llevan a la inevitable conclusión de que su afirmación no ha sido probada. Las fallas son: la definición de las comunidades estudiadas, las diferencias significativas entre las tres muestras de sacerdotes judíos, el hecho de no haberse usado mar­cadores adecuados suficientes para construir los haplotipos de po­limorfismo de evento único, el método problemático del cálculo del tiempo de coalescencia y la subestimación de la tasa de mu­tación de los microsatélites del cromosoma Y. La sugerencia de que el «haplotipo modal Cohén» es un haplotipo de identificación para

13 K. Skorecki y otros, «Y Chromosomes of Jewisti Priests», Nature, Vol. 385 (1997), p. 32.14 M. G. thomas y otros, «Origins of Oíd Testament Priests», Nature, Vol. 394 (1998), p. 138.15 Jerusalem Post, 28 de febrero de 2001.

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la antigua población hebrea, tampoco se ve sustentada por datos de otras poblaciones».16

Es muy interesante que el haplolipo modal (un grupo de marcadores genéticos característicos) para los cohanim sea el haplotipo más común entre italianos, húngaros y kurdos iraquíes, y que también se encuentre entre muchos armenios y lembas sudafricanos.

El artículo, titulado «lewish and Middle Eastern non-Iewish Popula- tions Share a Common Pool of Y-chromosome Biallelic Haplotypes» fue publicarlo en Proceedings o f rite National Academy o f Science (PNAS) (Ac­tas de la Academia Nacional de Ciencia) en 2000.17 El artículo es del la­boratorio del doctor Bonne-Tamir en Israel y lo suscriben otros once co­autores. PNAS publica artículos basados en las comunicaciones de cien­tíficos respetados, y no mediante el tradicional proceso de la revisión de los pares (aunque a los que envían artículos se los alienta a hacerlos re­visar previamente por los pares). El artículo en cuestión fue presentado por el doctor Arno G. Motulsky; no está claro quién lo revisó.

El artículo de PNAS indicaba que los judíos askenazis están genéti­camente relacionados de manera más estrecha con los árabes de cuanto lo está cada una de esas dos poblaciones con los europeos. De hecho, los askenazis están genéticamente más cerca de los turcos/eslavos que de los sefaradíes o las poblaciones árabes. Estos autores no estudiaron a los grupos eslavos, a los que otros investigadores han identificado como estrechamente relacionados con las poblaciones eslavas ancestrales de las modernas comunidades askenazis. El artículo parece haber evitado discutir esta cuestión problemática, y en su conclusión reitera la afirma­ción de que los judíos de hoy en su mayoría descienden de los israelitas originales.

Respecto del linaje materno, no hay duda de que las comunidades judías comparten poco entre sí. El doctor Martin Richard escribe:

«Los estudios de la diversidad genética humana apenas han co­menzado. Sin embargo, está floreciendo la moda de la prueba del ancestro genético ... Movido por la excitación, el sector privado ha estado ingresando. Otros grupos, tales como los judíos, son aho­ra el blanco. Eso a pesar del hecho de que las comunidades judías

l(’ A. Zoosmann-Diskin, «Are l'oday's lewish l’riests Descended from the Oíd Oncs?» IStam- men die heutigen jüdischen Priesler von den alten ab?|, HOMO: Journal o f Com¡>arati- ve llam an Biology IZeitschrift fu er Vergleiclwiule B iologie des MenschenJ, Vol. 51, Nos. 2 3 (2000), pp. 156-62.

l7 Hammery otros, «Jewisli and Middle liastern non-Icwish l’opulations...»

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tienen poco en común en el lado de su mitocondrio -la línea ma terna por la cual se hereda tradicionalmente el judaismo. Es el lado masculino el que muestra un ancestro común entre diferentes co munidades judías, entonces, por supuesto, es en ello en lo que se centran los genetistas».18

Pero un examen más cuidadoso del linaje paterno muestra una di­versidad mucho más reveladora de lo que aparenta según estudios li­mitados realizados por grupos con un sesgo ideológico. Los investiga­dores italianos estudiaron a muchas más poblaciones de cuanto lo hi­cieron Hammer y otros en el artículo del PNAS, e incluyeron a diversas poblaciones turcas y europeos orientales.19 El estudio observó los poli­morfismos (variaciones genéticas) del cromosoma Y en 58 poblaciones, incluidos grupos europeos, asiáticos, medioorientales y africanos. El es­tudio demuestra claramente que las muestras de judíos askenazis eran distintas de las de judíos sefaradíes y se aproximaban más a las turcas. En general, los datos genéticos del estudio eran congruentes con los hallaz­gos lingüísticos respecto de las afinidades de la población. Los autores concluían que los datos genéticos no justificaban un único origen aun en la línea paterno/masculina para las subpoblaciones judías (askenazi y sefaradí) actualmente desiguales.

La genética contra la mitología sionista

Las afirmaciones de un «único origen judío» se ven cuestionadas ahora por una variedad compilada de datos increíblemente ricos provenientes de fuentes históricas, arqueológicas y otras. La investigación de Arthur Koestler, un judío askenazi, demuestra que la mayoría de los askenazis son jázaros conversos con vínculos más estrechos con el pueblo eslavo que con el semita.20 Esta conclusión se ve reforzada por la evidencia del desarrollo del lenguaje (v.g., el origen y la historia del yiddish y la ausen­cia del uso del arameo en las antiguas fuentes jázaras judías) y ahora por

18 Martin Richards, «Heware the Gene Gcnics», Guardian, 21 de febrero de 2003. Véa­se también The American Center of Khazar Studies for compilación of genetic data. http://www.khazaria.com.I S. I’oloni, O. Semino, G. I’assarino, A.S. Santachiara Henercetti, 1. DuPanloup, A. hanganey y I,. Kxcoffer, «Human Genetics Affinities for Y Ghromosome p49a,f/TaqI Haplotypes Show Strong Correspondcncc with Linguistics», American loitrnal o f Human Genetics, Vol. 61, N° 5 (1997), pp. 1015-935.

11 Ai lililí Koestler, The Thirteenth Tribe: The K hazar T.mpire an d ils Heritage (Eondon, Ran- dom Housc, 1976).

«

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la genética. Pero esa no era una afirmación nueva: en el sitio web de la Organización Sionista de EE.UU. de América, hallamos esta precisa des­cripción de Kevin Brook:

«La opinión aceptada ahora entre la mayoría de los estudiosos del campo es que la conversión de los jázaros al judaismo fue amplia, y no se limitó sólo a la casa real y a la nobleza. De hecho, Ibn al-faqih escribió: « Todos los jázaros son judíos». Christian de Stavelot escri­bió en 864 que «todos ellos profesan la fe judía en su totalidad». Una obra persa, Denkart, presentaba al judaismo como la principal re­ligión de los jázaros. ¿Cuán sincero era su judaismo? Abd al-Jabbar ibn Muhammad al-Hamdani, en sus escritos, a comienzos del siglo XI, señaló que vellos asumieron las difíciles obligaciones impuestas por la ley de la Torah, tales como la circuncisión, las abluciones ri­tuales, la higiene después de una descarga de semen, la prohibición del trabajo el sábado y durante las fiestas, la prohibición de comer la carne de animales vedados según esta religión, etcétera» (traducción de Shlomo Pilles). El sistema de escritura entre los jázaros era la grafía hebrea, según Muhammad ibn Ishaq an-Nadint, que escribió en 987 o 988. Una gran porción de esos jázaros que luego adopta­ron una grafía relacionada con el cirílico de los rusos, eran judíos, según Tárikh-i Fakhr ad-Din Mubarak Shah, una obra persa com­puesta en 1206».21

Existe amplia evidencia histórica de que el pueblo levantino y el pue­blo de Europa oriental de todas las religiones comparten marcadores ge­néticos comunes. Poblaciones de Grecia y Turquía migraron a través de los Balcanes, Europa oriental, Asia Menor y el Levante (es decir, el im­perio otomano durante el período helenístico). De modo similar, las po­blaciones eslavas han migrado a Asia menor y al Levante. Hubo así una mezcla enorme de poblaciones, pero se mantienen ciertas tendencias y características, en especial en poblaciones que trataron de conservar la pureza étnica y la singularidad. Tanto en el libro de Koestler como en el de Brook (véase lecturas recomendadas), se examinan fuentes arqueo­lógicas e históricas que llevan a la conclusión de que los orígenes de la

1 Kevin Brook, The Khazars: A European Experiment in lewisli Statecrafl. Public ado en la web por el tlagshama Department of lile World Zionist Organization. Véase http://www.wzo.org.¡l/en/resources/vicw.asp?¡d=]4(), y también Kevin Brook, Are Rttssian lews Descended from the Khazars? A Beassesstnení Based apon tile Latest Historical, Ar- chaeological, Linguistic an d Genetic Evident e, presentado en http://www.khazaria.com/khazar-diaspora.hlml

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mayoría de los actuales askenazis judíos son jázaros-turcos y no semi­tas. La migración de Jazaria a Europa oriental y Alemania, y su desarrollo de una cultura única y una lengua (el yiddish), han sido bien documen­tados y analizados. Los datos genéticos sustancian esta conclusión. La mayoría de las personas que se identifican como judíos son askenazis. La lasa de reproducción sefaradí es más alta y ellos constituyen el 30- 40% de la población judía en Israel/Palestina. Aun dentro del 5% mi­noritario, hay conversiones masivas documentadas (v.g., de poblaciones yemenitas árabes al judaismo y al cristianismo). Nuevamente, la eviden­cia genética es clara. Así, desde un punto de vista práctico, el concepto sionista del «retorno» es defectuoso, al menos en cuanto a los , que son de ancestro jázaro. El retorno implica que los antepasados de una perso­na tuvieron origen en el área en cuestión.

Erróneamente se alegaron que estudios de europeos orientales ju­díos apoyaban la idea de que la colonización askenazi de Palestina re­presentaba el retorno de un pueblo a su patria. Hubo obvios casos de supresión de evidencia de que los palestinos (judíos, cristianos y mu­sulmanes) son un pueblo nativo que comparte un grupo genético con otros de sus primos canarreos. Así, los datos válidos son cuestionados y los datos y las conclusiones cuestionables rápidamente se publican y se publicitan. En todo caso, el desposeimiento de los palestinos nativos por parte de los inmigrantes askenazis de Europa no se puede justificar me­diante la genética pohlacional. Después de todo, uno debería ser ciego a los elementos básicos de la justicia para permitir el desposeimiento de personas que son nativas en todo el sentido de la palabra, y cuyos an­tepasados cultivaron la tierra por cientos, si no miles, de años. Por otra parte, es aun más inaceptable que los nativos sean desposeídos para fa­vorecer a los miembros de una religión particular y a los conversos a esa religión, pero no a los conversos de esa religión a otras religiones. Em­plear la genética, correcta o engañosamente, para justificar una reunión de personas de la fe judía mientras se le niega al pueblo palestino el de­recho a sus hogares y tierras, es una farsa. La genética y la eugenesia han sido empleadas en muchas otras instancias para apoyar injustificables actos de opresión y violaciones de los derechos humanos. Deberíamos aprender las lecciones de la historia. Del lado positivo, el hallazgo de una estrecha afinidad genética entre judíos orientales, cristianos y musulma­nes, sugiere el verdadero parentesco de ese pueblo cananeo. El conoci­miento de estas relaciones puede coadyuvar a la coexistencia en la tierra de Canaán. A pesar de los intentos aislacionistas, esto podría ayudar a

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unir las narraciones y culturas israelí (ahora más mezclados sefaradíes y askenazis) y palestina. Tal vez nuestro destino común en la tierra de Ca­naán implique una mezcla similar de variadas culturas, como sucedió en el pasado. La cultura oriental tiene muchísimo que aportar a Occidente, y a la inversa.

Lecturas recomendadas

1. Kevin Brook, The Jews o f Jazaria, firstedition (Northvale, NJ: Jason Aronson, 1999).

2. Arthur Koestler, The Thirteenth Trihe: The Khazar Empire and Its Heritage (London, Random House, 1976).(El im perio kázaro y su herencia. Aymá S. A.Lditora, Barcelona, 1980)

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Capítulo 4

Los palestinos refugiados y su derecho alretorno

«No existe tal cosa como un pueblo palestino ... no es como si hu­biésemos venido para echarlos y tomar su territorio. Ellos no exis­tían».

Declaración de Golda Meir Sunday Times

15 de junio de 1969

Pregunta: «Me estaba preguntando, ¿desaparecerían repentinamen­te los sueños [de los palestinos) sobre Jaffa y Haifa?»Peres respondió: «En cuanto a esa cuestión, recomiendo matar y aniquilar».

Entrevista con el ministro de Exterior israelí, Shimon PeresYediot Aharonot

5 de octubre de 2001

«Todo el mundo tiene derecho a marcharse de cualquier país, in­cluido el propio, y a retornar a su país».

Declaración Universal de los Derechos Humanos,Artículo 13

La ocupación militar por parte de Israel de Gaza y la Ribera Occidental (incluida Jerusalén oriental), fue la última y más prolongada ocupación militar de fines del siglo XX. Pero esta ocupación de 36 años es sólo una pequeña parte del proyecto de colonización de la tierra de Canaán. Su re­solución ayudará, pero no será suficiente para traer una paz sustentable. Los años 1947-49 generaron la más grande población de refugiados aún desarraigados desde la Segunda Guerra Mundial, con el desplazamiento más extendido de la historia moderna. Resolver esta cuestión es esencial si se pretende la paz. Hasta hace poco existieron dos versiones opues­tas acerca de cómo y por qué comenzó a haber refugiados. La primera,

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apoyada por los dirigentes israelíes, sostiene que los palestinos nativos se marcharon del actual Israel voluntariamente, o alentados por sus pro­pios dirigentes. Esta versión incluso sugiere que los dirigentes israelíes deseaban que el pueblo palestino se quedara. La segunda, comentada por los refugiados palestinos mismos, es que ellos sufrieron la limpie­za étnica antes, durante y después de la guerra de 1948. En su léxico, la expulsión se hizo conocida como Al-Nakba (La Catástrofe), y es el episo­dio más traumático de la historia palestina registrada. Los historiadores israelíes, ahora con acceso al material israelí desclasificado, han desacre­ditado la antigua propaganda israelí de cómo los palestinos se convirtie­ron en refugiados. Entre esos historiadores se incluyen lian Pappe, Benny Morris, Zeev Sternhall, Avi Shlaim, Simha Flapan y Tom Segev. Nur Ma- salha también proporciona un análisis detallado del material desclasifi­cado.1 La investigación acumulada proporciona una base para compren­der lo que sucedió antes y durante la transferencia real de los palestinos nativos. Esto es clave para producir una solución basada en la verdad y en la justicia.

Antiguas propuestas para la remoción de la población

La población estimada de Palestina en 1893 era de 469.000 (98 %) «ára­bes», y estaba compuesta por una mezcla de musulmanes y cristianos (M/C) y 10.000 (2 %) judíos. En 1897, la población de M/C era de 563.000 y los judíos eran 21.500, convirtiendo las proporciones de la población en 96% y 4% respectivamente. En 1912, la población estimada de Palestina era de 525.000 (93 %) M/C y 40.000 (6 %) judíos. Para 1920, había 542.000 (90%) cristianos y musulmanes y 61.000 (10%) judíos.2 Así, en 23 años, sólo un número reducido de europeos judíos habían elegido ir a vivir a Palestina. Las cosas cambiaron llamativamente en la década de 1920, cuando los británicos ocuparon el área y procedieron a cumplir su pro­grama de 100 años de llevar judíos para crear una colonia que apoyara los intereses británicos. En los 16 años que siguieron a 1920, la inmigración

1 Nur Masalha, Hxpulsion o f the Palestinians: The Concept o f «Transfer» in Zionist Political Thought, IH82-I94R( Washington, 1)C, Institutc for Palestino Studies, 1992).

2 lustin McCarlhy, The Populalion ofP alestin e (New York, Colombia University Press, 1980), p. 10, citando cifras otomanas ajustadas; Clifford A. WriglU, Parts an d Pables: The Arab- Israeli Conflict (I.ondon y New York, Kegan Paul International, 1989); Itashid Khalidi, en Kdward Said y Christopher Hitchens (comps.), Blaming the Virtims (London y New York, Verso Books, 2001).

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judía inundó Palestina y, para 1936, 385.400 judíos (28.2% de la pobla­ción) vivían entre 983.200 M/C.3 * Así, en poco más de una generación (40 años) la población de judíos que vivían en Palestina se incrementó del 2 al 28 % debido a la sinergia del programa sionista y a las políticas an­tijudías en Europa. Unido al continuado desposeimiento de los fellahin (aldeanos), basado en leyes discriminatorias de la tierra (tanto otoma­nas como británicas), eso llevó a la revuelta de los palestinos nativos de 1936. La revuelta devastó la naciente organización política, pero causó una temporaria declinación en la inmigración en 1939. Sin embargo, se produjeron cambios geopolíticos notables durante y después de la Se­gunda Guerra Mundial, lo que llevó a la resolución de partición de 1947 (que se trata en el Capítulo 11 en la página 183).

Si bien las leyes otomanas y británicas causaron el desposeimiento de algunos aldeanos palestinos, el grueso del desposeimiento palestino tiene sus orígenes en la crisis de refugiados que se inició en 1947. Contra­riamente a lo que se suele creer, el problema de los refugiados palestinos no se inició con el establecimiento del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948 y durante la guerra que siguió. Los preparativos se iniciaron in­mediatamente después de la segunda guerra mundial, se intensificaron a fines de 1947 tras el Plan de Partición de la ONU (véase Capítulos 11 en la página 183 y 12 en la página 219) y se convirtieron en un ataque furio­so meses antes de mayo de 1948 y mucho antes de que participaran los ejércitos árabes.'1 Según Morris, las oleadas de refugiados se originaron en los siguientes períodos:5

1. Desde la resolución de partición del 29 de noviembre de 1947 hasta marzo de 1948.

2. Desde el lanzamiento de la Operación Dalet, en abril de 1948, hasta la primera tregua del 11 de junio de 1948. El establecimiento del Estado israelí, el 15 de mayo de 1948, y el posterior ingreso de los denominados ejércitos árabes, no tuvieron consecuencias, como se verá más adelante.

M ichael). Cohén, The Origin an d T.volution o f the Arab /.ionisl ConjUct (Berkeley, The Uni- versityof California Press, 19H9), p. 91).Salman Abn Sitia, The Palestinian N akba 1948. The Register o f D epopnlated Localities in Palestine (hondon, The Palestinian lieturn Centre, 2000).Bcnny Morris, The Hirlli o f the Palestinian Refugee Prohlem, 1947 1 949 (New York, Cam­bridge IJniversity Press, 1907).

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3. Desde el 9 de julio de 1948 (el inicio de las Operaciones israelíes Dani y Dekel, que pusieron fin a la tregua) hasta el fin de la segunda tregua (15 de octubre de 1948).

4. Desde el 15 de octubre de 1948 (el quiebre de la tregua mediante la Operación israelí Hiram) hasta fines de noviembre de 1948.

5. Desde noviembre de 1948 hasta 1949 (el vaciamiento de aldeas ta­les como Al-Faluja e Iraq Al-Manshiya, por ejemplo, se produjeron después de la firma del armisticio).

Morris enumera 369 aldeas y pueblos palestinos (localidades) limpia­dos étnicamente durante esos períodos. Según la investigación del doc­tor Salman Abu Sitta (véase nota 4), 531 localidades (aldeas y pueblos) donde vivían los palestinos fueron limpiadas étnicamente entre 1947 y 1950. La disparidad en los números se debe a que los investigadores di fieren en cuanto a qué constituye una aldea o una localidad. Algunos in­vestigadores combinan dos aldeas vecinas en una localidad. Una fuente más significativa de la discrepancia en los números es la exclusión, por parte de Morris, de localidades tribales sin límites definidos de las aldeas. Se sabe muy bien que las tribus beduinas residen y hacen pastar sus re­baños en cierta área, aun cuando puedan tener viviendas móviles. Abu Sitta incluyó las tierras tribales porque esas tribus constituyeron un gran número de los refugiados (alrededor de 100.000) y sí poseían áreas terri­toriales fijas bien conocidas por los viajeros que iban a la región. Para los fines de esta discusión, emplearemos los números de Abu Sitta, ya que enumera esas localidades en detalle y con análisis minucioso, con cada localidad debidamente gradeada en un mapa.

El número total de habitantes removido de esas localidades se estimó originalmente en 750.000, es decir, el 80 % del pueblo palestino que vivía en la tierra que se convirtió en Israel. Los números se calculan fácilmente por las estadísticas de las aldeas realizadas por los británicos en 1944-45, y ajustándolos a los de 1948-49, teniendo en cuenta la tasa anual de cre­cimiento de la población (el Mandato británico midió el 3.8% para los musulmanes y el 2% para los cristianos). Incluyendo a los beduinos de Beer Sheba, Abu Sitta calculó que el número real de refugiados creados, excluyendo a los refugiados internos, era de 804.767 entre una población de alrededor de un millón que habitaba el área que se convirtió en Israel para 1948. Después de la guerra, la tierra de propiedad de los palestinos disminuyó al 7% o 1.474.169 dunums (1 dunum = 0.25 acre) mientras que las tierras de propiedad judía, o controlada por judíos, se incremen-

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Figura 4.1: La historia de los cambios del mapa en la tierra de Canaán durante los últimos 83 años. Propiedad de la tierra judía y sionista en Pa­lestina en 1920; propiedad en 1945; Resolución de la Asamblea General de la ONU de 1947, que recomendaba la partición; límites israelíes des­de 1949 (las áreas blancas fueron luego ocupadas en 1967); «patria» pa­lestina propuesta, basada en proyecciones del gobierno israelí (en blan­co).

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tó del 8% (1.682.000 dunums) al 85%. Esa tierra, que fue asignada a los judíos solamente, constituyó la mayor parte de la «tierra de Israel».

¿Por qué se marcharon los palestinos?

Morris ha publicado tres libros que detallan las razones del conflicto is- raelí/palestino y la cuestión central del desplazamiento de los palestinos en la creación de Israel.6 Israel’s Border Wars, 1949-1956: Arab Infiltra- tion, Israelí Retaliation and the Countdown to the Suez War (1993); The Birth o f the Palestinian Refugee Problem, 1947-1948 (1987); y Jews and Arabs in Palestine/Israel, 1936-1956 (2000). Basados en archivos descla­sificados y recientemente abiertos del gobierno israelí, y en fuentes mi­litares, sus libros detallan la remoción de muchas aldeas palestinas para hacerle lugar al Estado judío y la intención de permitir la inmigración de millones de judíos.

Según Morris y otros historiadores israelíes, las razones por las que los palestinos abandonaron esas localidades fueron:

1. Expulsión por fuerzas judías/sionistas - 122 localidades2. Ataque militar por fuerzas judías/sionistas - 270 localidades3. Temor del ataque judío/sionista, o de quedar atrapados en la lu­

cha, la influencia de la caída de un pueblo vecino, y la guerra psi­cológica - 12 localidades

4. Abandono por órdenes árabes - 6 localidades5. Desconocidas - 34 localidades

Mientras se hallaban bajo la «protección» del Mandato británico, 213 aldeas y pueblos palestinos (población 413.794, o el 52 % de los refugia­dos) fueron «limpiados» antes del estallido de la guerra israelí-árabe, el 15 de mayo de 1948. Otras 264 localidades (339.272 habitantes, o el 42 %), fueron desocupadas durante la guerra de 1948. Tras la firma de los Acuer­dos de Armisticio, 54 localidades fueron limpiadas étnicamente (52.000 habitantes o el 6 % de los refugiados).

La limpieza (nikayon , un término empleado con frecuencia por en­tonces en las comunicaciones militares israelíes) por lo general se ini-

6 Benny Morris, Israel's Border Wars, 1949-1956: Arab Infiltration, Israelí Retaliation an d the Countdoum to the Suez War (Oxford, Clarendon Press, 1993); Benny Morris, The Birth o f the Palestinian Refugee Problem, 1947-1948 (Cambridge, Middle Eiast I.ihrary, 1987, 1989); Benny Morris, Correcting a M istake - Jews an d Arabs in Palestine/Israel, 1936-1956 (Tcl Aviv, Am Oved Publishers, 2000).

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ciaba con masacres. Se lanzó la Operación Dalet para conquistar el área entre Tel Aviv y Jerusalén, y se inició formalmente tras la masacre de Deir Yassin, el 9 de abril de 1948. A eso siguieron otras masacres que aterrori­zaron a los palestinos para que se marcharan. En total, hubo 33 masacres en 1948:

Mannsurat al Khayt (18 de enero), Qisarya (15 de febrero), Wadi 'Ara (27 de febrero), Deir Yassin (9 de abril), Khirbet, Nasirad Din (12 de abril), Havvsha (15 de abril), Al Wa’ra al-Sawda (18 de abril), Ilaifa (21 de abril), Husayniyya (21 de abril), Balad el-Sheikh (25 de abril),Ayn az Zaytun (2 de mayo), Al Abbasiyya (4 de mayo), Bayt Daras (1 I de mayo), Burayr (12 de mayo), Khubbayza (12 de mayo), Abu Shusha (14 de mayo), Al Kabri (21 de mayo), Al Tantoura (21 de ma­yo), Qazaza (9 de julio), l.ydda (10 de julio), Al lira (16 de julio),Ijzim (24 de julio), Beer Sheba (21 de octubre), Isdud (28 de octu­bre), Al Dawayima (29 de octubre), Kilaboun (29 de octubre), Jish (29 de octubre), Majd al Kurum (29 de octubre), Safsaf (29 de octu­bre), Arab al Samniyya (30 de octubre), Saliha (30 de octubre), Sa'sa (30 de octubre), Al Khisas (18 de diciembre).

Más de la mitad de estos crímenes fueron cometidos mientras el área estaba todavía bajo la protección del Mandato británico. Deir Yassin se convirtió en la masacre más infame por su atrocidad particular y por el hecho de que más de 20 aldeanos fueron llevados a un asentamiento ju­dío próximo, se los hizo desfilar y luego se los mató para provocar el pá­nico entre los palestinos locales. Menahem Begin, que luego se convirtió en primer ministro, se regocijó con la masacre:

«I,a leyenda de Deir Yassin nos ayudó en particular a salvar l'ibe- ríades y en la conquista de Haifa ... Todas las fuerzas judías avan­zaron a través de 1 lail'a como un cuchillo que atraviesa la manteca.I.os árabes empezaron a huir en pánico, gritando Deir Yassin ... Los árabes de todo el país fueron tomados por un pánico sin límites y empezaron a huir para salvar sus vidas».7

Esos no fueron actos de horror que ocurrieron en combate (y fueron muchos), sino un plan premeditado de limpiar y aterrorizar a la pobla­ción palestina indígena. El 20 de diciembre de 1940, (oseph Weitz, res­ponsable de la colonización judía, un importante oficial de la Yishuv y

7 Menahem Degin, The Revolt: Story o f the Irgun (New York, Shuman Inc., 1951); también citado en l;awaz. Turki, The D isinheriled: Journal o f a Palestinian Exile, 2a ed. (New York. Monthly Heview Press, 1974), p. 20.

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miembro respetado del círculo íntimo de David Ben-Gurion, escribió en su diario:

«... debe quedar claro que en el país no hay espacio para ambos pueblos ... Si los árabes se marchan, el país se volverá amplio y es­pacioso para nosotros ...La única solución es una tierra de Israel, al menos una tierra occidental de Israel les decir, Palestina, ya que Trasjordania es la porción oriental], sin árabes. Aquí no hay lugar para compromisos... No hay otro modo sino transferir a los árabes de acá a países vecinos, transferirlos a todos, salvo tal vez Belén, Nazaret y la antigua Jerusalén. No debe quedar ni una aldea, ni una tribu. La transferencia debe dirigirse a Irak, Siria e incluso Trasjor­dania. Se encontrarán fondos para este objetivo ...Y sólo después de esta transferencia podrá absorber el país a millones de nuestros hermanos y desaparecerá el problema judío. No hay ninguna otra solución».8

Weitz se convirtió en director del Departamento de Tierra y Bosques del Fondo Nacional Judío. En 1950, Weitz escribió:

«La lucha por el rescate de la tierra significa ...la liberación de la tierra de la mano del extranjero, de las cadenas del yermo; la lu­cha por su conquista mediante el asentamiento, y ... la rendención del colono, como ser humano y como judío, mediante su profundo apego al suelo que cultiva».9

Ben-Gurion, que se convirtió en primer ministro de Israel, era el men­tor y el jefe de Weitz. Los historiadores han escrito extensamente sobre la filosofía y las declaraciones de Ben-Gurion respecto de los residentes no judíos de la Tierra Prometida. Alentaba a sus seguidores a ser reservados en cuanto a propulsar abiertamente la transferencia, porque eso podía emplearse como un argumento para limitar la inmigración judía debido al espacio limitado. Lo encontramos afirmando en 1938:

«Con la transferencia obligatoria tendríamos áreas vastas .. .Apoyo la transferencia obligatoria. No veo nada inmoral en ello. Pero la transferencia obligatoria sólo podría realizarla Inglaterra ...Si su puesta en práctica hubiese dependido sólo de nuestra propuesta,

H Morris, The Birth o f the Palestinian Refugee Problem, p. 27, y Masalha, Expulsión o f the Pa- lestinians, pp.131-2.

9 Joseph Weitz, Ha-Ma’avak 'al ha-adamah (The Struggle for the Land) en hebreo (Tel Aviv, N .Tverski, 1950). p 6.

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yo la habría propuesto; pero sería peligroso hacerlo cuando el go­bierno británico se ha disociado de la transferencia obligatoria__ Peroeste asunto no se debe remover de la agenda porque es la cuestión central. Hay dos asuntos aquí: 1) la soberanía y 2) la remoción de cierto numero de árabes, y debemos insistir respecto de ambos».10

Aquí tenemos el testimonio de un soldado israelí que participó en la masacre de Al Duwayima, el 29 de octubre de 1948;

«... [ellos] mataron entre 80 y 100 árabes, mujeres y niños. Para ma­tar a los niños les fracturaban la cabeza con palos. No había ni una sola casa sin cadáveres. Los hombres y las mujeres de las aldeas fue­ron empujados hacia las casas, sin comida ni agua. Luego llegaron los saboteadores para dinamitar las casas. Un comandante le orde­nó a un soldado que llevara a dos mujeres a una casa a la que es­taba por hacer estallar .. .Otro soldado se jactaba de haber violado a una mujer árabe antes de dispararle y matarla. A otra mujer ára­be con su bebé pequeño le hicieron limpiar el lugar por un par de días, y luego le dispararon a ella y al bebé. Comandantes educados y de buenos modales a los que se consideraba «buenas personas»... se convirtieron en bajos asesinos, y eso no en la tormenta de la batalla, sino como un método de expulsión y exterminio. Cuantos menos fueran los árabes que quedaran, mejor».11

Morris cita relatos semejantes. Se menciona a un hombre mayor de la aldea, denominado mujtar en árabe, que le entregó una lista de 580 asesinados al que era entonces gobernador jordano de Hebrón. Morris detalla la vida de Yosef Nachmani, un miembro de alto rango de las fuer­zas clandestinas de la 1 laganah, precursora del ejército israelí. Nachmani era también director de las oficinas del Fondo Nacional Judío en Tibería- des, y era responsable de la colonización de tierras en todo Galilea y en el valle de Jezreel. Al principio, apoyó la transferencia de los palestinos, pero luego sufrió un cambio profundo. Morris traduce una entrada en el diario de Nachmani:

«En Salha, donde levantaron una bandera blanca, realizaron una verdadera masacre, matando a hombres y mujeres, alrededor de 60 a 70 personas. ¿Dónde hallaron tal grado de crueldad semejante a la de los nazis? Aprendieron de ellos».12

Masalha, Expulsión o f tile Palestinians, p. ] 17, que cita del protocolo de la reunión ejecutiva de la Agencia Judía del 12 de junio de 1938, Vol. 28, N" 53, Central Zionist Archives.

11 Davar, 9 de junio de 1979.12 Morris, Ih e Biríh oj'the Palestinian Refugee Problem, p. 222.

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Documentos de la Medialuna Roja, recientemente divulgados, sugie­ren el posible uso por parte de los sionistas de operaciones militares bio­lógicas por primera vez en Palestina en 1940, en Haifay en Akka (Acre).1'*

Intención, retórica y realidad

Si bien Morris proporciona amplias pruebas del modo en que se reali­zó la remoción de los nativos, a veces con crueldad increíble, sostiene no obstante que eso no fue parte de una política de limpieza étnica. Sus críticos afirman que su conclusión está en directa contradicción con la increíble abundancia de datos que él presenta. Morris defiende su tesis de esta manera:

«Ciertamente, Ben-Gurion deseaba que quedaran tan pocos árabes en Israel como fuera posible. Por cierto, la mayoría de los dirigen­tes políticos y militares del país estaban felices de ver que los ára­bes se marchaban. Sin duda muchos oficiales y funcionarios hicie­ron lo que pudieron para facilitar la partida, incluyendo ocasiona­les expulsiones (aunque, como señalé en Birth, en la mayoría de los pueblos y aldeas, la Haganah/FDl no tuvieron necesidad de emitir órdenes de expulsión, ya que los habitantes huyeron antes de que las tropas judías llegaran al sitio; los habitantes solían huir cuan­do se aproximaba la columna judía, o cuando las primeras bombas de mortero empezaban a caer sobre sus hogares). Pero entre lo que desea la mayoría de la gente y la política hay, y hubo entonces, una línea demarcaloria».* 14

En tiempos más recientes, Morris ha escrito:

«Sobre todo, permítaseme reiterar, el problema de los refugiados fue causado por el ataque de las fuerzas judías a las aldeas y a los pueblos árabes, y por el temor de los habitantes a tales ataques, compuesto por expulsiones, atrocidades y rumores de atrocidades... y

l;)Salnian Abu Sitia, «Traces of Poison», Al-Ahram, February 27 March 5, 2003, http://weeklyahram.org.eg/2003/627/focus.htm. También en Al Haya, February 1, 2003 [en árabe|. Israel fue el primer país en crear y usar elementos de guerra biológica en el Medio Oriente.

14 Henny Morris, «Response to Finkelstein and Masalha», Journal o f Palesline Studies, Vol. 21, N” 1 (1991), pp. 98-114.

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por la crucial decisión del gabinete israelí de junio de 1948 de pro­hibir el retorno de los refugiados».15

Así, la distinción referente a si existía o no un plan de expulsión, se perdía para las víctimas, tanto como la distinción relativa a si Hitler po­seía un plan maestro para el exterminio de los europeos judíos. Con in­dependencia de que hubiera una clara estrategia de alto nivel que se di­seminaba hacia abajo, las acciones en el terreno, tanto antes como des­pués del establecimiento del Estado de Israel, hicieron claro el objetivo deseado y el resultado neto. Las declaraciones de los dirigentes sionistas son lógicas, aunque impresionan en su correspondencia con los aconte­cimientos en el terreno. Leemos a Weitz narrando una conversación con Moshe Shertok (que luego cambió su apellido por el de Sharet, el minis­tro de Exterior israelí):

«Transferencia-post factum; ¿deberíamos hacer algo para transfor­mar el éxodo de los árabes del país en un hecho, de modo que ellos no regresen más?... La respuesta |de Shertok]: Él bendice toda ini­ciativa al respecto. Su opinión es también que debemos actuar de tal modo que transformemos el éxodo de los árabes en un hecho concreto».16

Morris no niega que las masacres fueron planeadas para aterrorizar a los nativos y hacerlos huir, o que se produjeron expulsiones directas en otros sitios como parte de la Operación Dalet. Pero su observación principal es que el éxodo se vio facilitado por el pánico general y otras cuestiones, más allá de las acciones deliberadas de las fuerzas sionistas, que no equivalieron a un plan maestro de expulsión. Otros historiadores, incluido Nur Masalha y Avi Shlaim, sostienen que la prueba apoya de manera abrumadora los actos de expulsión premeditados y coordinados. Aun así, Morris señala que su investigación ha desbaratado el mito en libros sionistas populares como From Time Inmemorial, de Joan Pcters.

Gideon Levy, en una crítica del libro más reciente (2000) de Morris, escribe:

«Morris, tan considerado como siempre, concluye: «F.l sionismo siem­pre ha tenido dos caras: un aspecto constructivo, moral, transigen-

15Benny Morris, «Hevisiting the l’alestinian Exodus of 1948», en E.I.. Rogan y A. Schalim (coinps.), The War fo r Palestine: Rewriling the History o f 1948 (New York, Cambridge Uni versity Press, 20011, pp. 37-59.

16 losepli Weitz, My D iaryand l etters to the Children (Ramal Gan, 1965), Vol. 2, p. 293.

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te y considerado; y uno destructivo, egoísta, militante, chauvinista- racista.... La existencia simultánea de estas dos facetas fue una de las cla­ves más importantes para el éxito del sionismo».Pero también hubo incidentes en los que ellos dispararon -oh, có­mo dispararon- y no lloraron en absoluto. Y mintieron. Este es el cuadro que surge del capítulo sobre la prensa israelí en la época del asunto de Kibiya, que expresa el lado oscuro del Estado ya por entonces de cinco años: no más una comunidad que luchaba por establecer un país, sino un Estado ordenado y victorioso, pensado como una democracia, con David Ben-Gurion, que miente, con ca­ra de póquer, y su prensa, que descaradamente esconde informa­ción escandalosa a sus lectores e incluso miente a sabiendas: todo por la gloria del Estado de Israel».17 18

Yitzhak Rabin, futuro primer ministro y ganador del premio Nobel, escribió en su diario, poco después de la ocupación de Lydda y Ramia:

«Tras atacar Lydda y luego Ramia ... Qué harían ellos con los 50.000 civiles que vivían en las dos ciudades ... Ni siquiera Ben-Gurion po­día ofrecer una solución ... y durante la discusión en el cuartel de operaciones, él [Ben-Gurión] guardó silencio, como era su costum­bre en tales situaciones. Claramente, no podíamos dejar al popula­cho hostil y armado a nuestra retaguardia, donde podía poner en peligro la ruta de aprovisionamiento (para las tropas que estaban] avanzando hacia el este ... Ben-Gurion repetía la pregunta; ¿Qué se debe hacer con la población?, moviendo su mano en un gesto que decía; ¡expulsarlos! «Expulsar» es un término que suena mal ... Psicológicamente, esa fue una de las acciones más difíciles que emprendimos».IH

Las consecuencias de A l-N akb a

I.a mayoría de los israelíes reconocen la historia de la expulsión de los pa­lestinos [Al-Nakba), pero están aquellos que se rehúsan a enfrentar sus consecuencias o la necesidad de reparar la injusticia. Morris, por ejem­plo, reconoce la remoción forzada de los palestinos, pero se opone a dar­les a los refugiados y a sus descendientes el derecho al retorno. El dere­

17 Haaretz, 3 de noviembre de 2000.18 Dan Kurzman, Soldier o f Peace: The Life o f Yitzhak Rabin. 1922-1995 (New York, HarperCo-

llins, 1998), pp. 140-1.

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cho al retorno no se planteó en las negociaciones de paz, aunque todos los segmentos del pueblo palestino sigue demandándolo. Comprender esta demanda del derecho de retorno, el origen del problema y las poten­ciales soluciones viables, es entonces esencial para toda paz duradera.

Además de los mitos que rodean el desposeimiento de los palestinos, se promulgaron otros mitos entre 1947 y 1949. Está ahora documenta­do que no se trató de una guerra defensiva de parte del naciente Estado judío. Según se explicó previamente, más de la mitad de las aldeas pa­lestinas fueron despobladas mediante operaciones realizadas antes de la intervención de los ejércitos árabes. El mito adicional de la inferiori­dad numérica de las fuerzas israelíes, también se disipa con facilidad. Un historiador israelí ha calculado el número de las fuerzas en comba­te y concluyó que: «en verdad, no hubo nunca un momento en la guerra palestina de 1948 en que las fuerzas judías estuvieran en inferioridad nu­mérica respecto de las fuerzas árabes con las que combatían».19

Pero los sionistas no quedaron satisfechos con la remoción del 85 % del pueblo nativo en las áreas que ocuparon. Ben-Gurion escribió: «Si fuéramos un ejército y no muchos ejércitos, y si actuáramos de acuerdo con [un] plan estratégico, hubiéramos podido «evacuar» a la población palestina de Galilea superior, Jerusalén y la ruta a ella, Ramallah, Lydda, el sur de Palestina en general y el Negev [Al-Naqab] en particular».20 El naciente Estado se embarcó de inmediato en un programa de saqueo y destrucción de hogares, propiedad y posesiones palestinos. El doctor Don Peretz escribió en 1954:

«... casi la mitad de los nuevos inmigrantes judíos viven en casas abandonadas por los árabes. Ocupan casi 400 pueblos y aldeas ára­bes. ... Los árabes dejaron más de 10.000 negocios y almacenes en manos judías. El Custodio de la Propiedad de Ausentes de Israel se hizo cargo de más de 4.000.000 de dunums de la que era tierra ára­be, o casi el 60 % del área cultivable del país. Esto fue casi dos veces y media el total de la propiedad judía en el momento en que se es­tableció el Estado de Israel, e incluye la mayoría de sus olivares, una gran parte de su tierra de cosechas de frutas y verduras y casi la mi­tad de sus plantaciones de cítricos».21

19Armitzur Man, TheOrigin o f the Arab-Israeli Arms Race: Arms. Embargo, M ililary Power an d Decisión in the 1948 Palestine War (New York, New York University Press, 1996), p. 62.

20 David Ben-Gurion, IDF Archives, 121/50/72, trad. y citado en Marwan Bishara, Palesti- ne/lsrael: P ea c eo f Apartheid (London, Zed Books, 2001).

21 Don Peretz, «The Arab Refugee Dilemma», Foreign Affairs, October, 1954, pp. 137-8; citado en Turki, The Desinherited, pp. 22-3.

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En Lydda, de donde fueron expulsados por la fuerza 60.000 habitan­tes, el ejército israelí cargó 1.800 camiones con propiedad saqueada.22 23 Hadawi estima las pérdidas palestinas en tierras y propiedades en 562.000 millones de dólares estadounidenses (valores de 1988).2J Esas son sólo las pérdidas materiales directas; no incluyen la pérdida de vida, el sufri­miento, las lesiones y la pérdida de ingresos.

Meron Benvenisti escribió en su obra Sacred Landscape: The fíiblical History o fth e Holy Land since 1948:

«La firma de los Acuerdos de Armisticio no puso fin a las expul­siones. A fines de febrero de 1949, fueron expulsados los restan­tes pobladores del pueblo de Faluja y la aldea de Iraq al-Manshiya ... Aproximadamente 3.000 personas fueron echadas de sus comu­nidades, a pesar de que Israel había garantizado que podrían que­darse ahí con seguridad plena respecto de su persona, sus hogares y todas sus propiedades».24

Tras la expulsión inicial, que fue la más grande, entre 1947 y 1949, el Estado de Israel inició un programa para «limpiar» lo que quedaba de las áreas palestinas. Así escribió un israelí sobre Nazaret (el más grande pueblo palestino restante y en su mayor parte árabe cristiano);

«Nazaret superior, que se creó hace unos quince años, «para crear un contrapeso al Nazaret árabe», constituye la piedra basal de la política de «judaización de Galilea». Nazaret superior fue erigido sobre las elevaciones que rodean Nazaret como un cinturón de se­guridad que lo rodea casi por todos lados. Se construyó sobre miles de acres de tierras expropiadas arbitrariamente, pura y simplemen­te por la fuerza, de los asentamientos árabes, en particular Nazaret y Rana».25

La tierra adquirida por el Fondo Nacional Judío (FNJ) al Estado de Is­rael en 1961 fue de 3.507.000 dunums, mientras que el Estado y la auto­ridad constructora controlaban 15.205.000 de un total de 20.323.000 du-

22 Tom Segev, 1949: The First Israelis, trad. de Arlen Neal Weinstein (New York, The Free Press, 1986).

23 Sarni Hadawi, Palestinian Rightsand Losses in 1948 (London, Saqi Hooks, 1988).24 Meron Benvenisti, Sacred Landscape: The Ruríed History o fth e Holy iMnd since 1948 (Ber-

keley, University of California Press, 2000), p. 156.25Yoseph Elgazi, en Zo Hadareh, July30, 1975.

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nums en Israel.26 A la Autoridad de las Tierras de Israel se le dio el control de todas las tierras (fueran del FNJ o del listado) y así controlaba la ma­yor parte de la tierra de Israel. Esa tierra palestina se procuró mediante una variedad de mecanismos y luego se otorgó sólo a judíos. Esa es la tierra donde luego se construyeron los kibbutz. Aun más tarde, con la bancarrota del movimiento de los kibbutz, Ariel Sharon y otros ardientes sionistas presionaron por la venta de las tierras a los judíos, destinándose el producto a los dirigentes de los kibbutz.

Israel afirmó que estaba unificando la ciudad de Jerusalén después de su ocupación en 1967 y procedió a radicar a judíos en la parte oriental de la ciudad, incluido el antiguo barrio judío. En esa área previamen­te palestina, que en 1948 se convirtió Jerusalén occidental judía, ya mu­chos palestinos habían sido expulsados. La solución recíproca y justa de permitir que los palestinos retornaran a las casas que dejaron en 1948 en Jerusalén occidental, no se contempló en el proceso de «unificación» (1967-69). En cambio, Israel se embarcó en un programa para reducir aun más el número de palestinos en los límites expandidos de Jerusalén.

Continuada limpieza étnica versus justicia y repatriación

Las expulsiones se realizaron no sólo entre 1947 y 1949 y en los años que siguieron, sino también durante y después de la guerra de 1967. Unos 300.000 palestinos se marcharon de la Ribera Occidental durante la in­vasión israelí de junio de 1967, muchos de ellos convirtiéndose en refu­giados por segunda vez. IJn ejemplo de esa segunda tragedia es la remo­ción de gente del campo de refugiados de Auja, cerca de Jericó. Pero esta no fue la única acción destructiva perpetrada. A todos los palestinos que estaban fuera de las áreas conquistadas en junio de 1967, se tratara de estudiantes, gente de negocios o de vacaciones, se les prohibió regresar y, si contaban con propiedades, éstas pasaron al pueblo judío (vía el FNJ, según las leyes de propiedad de ausentes).

El semanario hebreo Kol H a’ir publicó una carta del ex general del ejército israelí Shlomo Lahat, comandante de Jerusalén oriental inme­diatamente después de la ocupación en 1967, a un miembro del consejo de Jerusalén, en la que decía: «Por el poder que me concede la Autoridad

26 Israel ].and Authority Repon, Jerusalem 19H2, citado en Barukh Kiminerling, «Latid Con flict and Nation Building: A Sociological Sludy of the Territorial l-actors in the Jewish-Arab Conílict» (tesis de la Universidad Hebrea, 1976), p, 233.

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Militar de Jerusalén, inmediatamente después de que la ciudad fuera li­berada en 1967, di órdenes para que se evacuara a los habitantes árabes del área del Muro Occidental y del barrio judío de la Ciudad Antigua. A ellos se les dio, en acuerdo, vivienda alternativa en Jerusalén y sus alre­dedores».27

Como todos los refugiados, los palestinos refugiados poseen un reco­nocido derecho internacional a la repatriación y a la compensación por sus sufrimientos. El artículo 13 de la Declaración Universal de los Dere­chos Humanos reafirma el derecho de cada individuo a marcharse y a retornar a su país de origen. La Cuarta Convención de Ginebra también es explícita al considerar toda migración forzosa o la negativa a repatriar a personas desplazadas de sus hogares y tierras, como una violación de derechos humanos básicos.

Los refugiados mismos siempre han demandado la repatriación y se han negado al reasentamiento. A comienzos de la década de 1950, los palestinos refugiados mismos apoyaron con firmeza el «derecho al retor­no». La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, promulgada el 11 de diciembre de 1948, fue explícita en cuanto a los derechos de los palestinos refugiados. Desde entonces, esos derechos han sido reafirma­dos casi cada año por la Asamblea General. La Resolución expresa que «A los refugiados que desean retornar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos, se les debe permitir hacerlo en la fecha más pronta posible». La Resolución 181 de la ONU, del 29 de noviembre de 1947, que reco­mendaba la formación de un Estado judío, también prohibía la transfe­rencia de la población. De hecho, la posterior incorporación de Israel a la ONU dependió de la aceptación de importantes resoluciones, incluidas las Resoluciones 181 y 194.

El conde Folke Bernadotte, ex vicepresidente de la Cruz Roja sueca, cuestionó con éxito el plan del jefe de la Gestapo, Heinrich Himmler, de deportar a 20.000 suecos judíos a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, Bernadotte fue nombra­do Mediador Especial de la ONU para el Medio Oriente. En ese carácter, afirmó: «Sería una ofensa contra los principios de la justicia elemental si a esas víctimas inocentes del conflicto se les negara el derecho a retornar a sus hogares, mientras los inmigrantes judíos ingresan en Palestina». H

27 Kol Ha ir Weekly Maga/.ine, 26 <le julio de 200], en hebreo, traducción al inglés en http://oznik.com/kolhair02.html.

2Í1 Doc. de la ONU, Al 648, 1948.

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Por su franco apoyo a los derechos humanos básicos, los sionistas asesinaron a Bernadotte en Jerusalén el 17 de setiembre de 1948. Un ofi­cial del grupo asesino (Lehi o Stern Gang, como lo conocían los britá­nicos), Yitzhak Vizernitsky, se convirtió luego en primer ministro israelí, cuando se lo conocía como Yitzhak Shamir. Nathan Friedman-Yellin fue sentenciado a cinco años de cárcel por el asesinato, pero se lo perdonó en unos pocos meses y, en 1950, se lo eligió para la Knesset israelí. En­tonces se lanzó una campaña masiva en los medios para asegurar que el mundo no conociera la historia real sobre esas víctimas desafortunadas de la guerra y la represión. Las palabras de Nathan Chofshi de hace 40 años siguen siendo válidas hoy:

«Nosotros llegamos y convertimos a los árabes nativos en refugia­dos trágicos. Y aún debemos difamarlos y calumniarlos para man­cillar su nombre. En lugar de estar profundamente avergonzados de lo que hicimos y de tratar de reparar parte del mal que cometi­mos ...justificamos nuestros actos terribles e incluso tratamos de glorificarlos».29

Los mismos refugiados creían que finalmente retornarían a sus hoga­res en lo que es ahora Israel y vivirían en paz con sus vecinos. Aquí vemos cómo un refugiado describió sus sentimientos:

«Nuestra lucha, como lo hemos demostrado, no ha sido sólo vivir en la comodidad, buscar la felicidad, conseguir objetivos, crear, can­tar, hacer el amor; no ha sido sólo enriquecer nuestra cultura, con­tribuir a la civilización, dejar nuestra impronta en la historia, sino una lucha por el derecho a hacerlo en Palestina. En el pasado rei­teradamente se nos ofreció, ¿verdad?, la opción del reasentamiento en otra parte. Más que Palestina, Siria posee abundancia de tierra cultivable para arar; el Líbano tiene montañas más hermosas sobre las cuales construir; Australia una economía más desarrollada para aprovechar; otras partes del mundo una alfombra roja más esplén­dida para darnos la bienvenida. Pero optamos por esperar el retor­no a nuestra patria, donde habíamos vivido, donde bailábamos el dabke, tocábamos el oud, donde los hombres lucían sus hattas a cuadros y las mujeres sus faldas bordadas, donde el sol brillaba en invierno y el olor de las naranjas impregnaba el aire y el alma».30

29 Jewish Newslettter, New York, 9 de febrero de 1959, citada en Erskine Cliilders, «The Other Exodos», Spectator, London, May 12, 1961.

10 Turki, The Disinherited, p. 77.

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En una encuesta realizada en la Rihera Occidental, el 74.9% de los refugiados afirmaron que una solución justa debía incluir el retorno, el 15.6 % demandó compensación y el 6 % compensación y retorno. En cuan­to a una solución aceptable, el 46.2% eligió el retorno, el 26.8% la com­pensación y el 18.2 una mejora en la condición de los campos. Esto es en la Ribera Occidental; en el L.íbano y en Jordania, un porcentaje más alto de personas encuestadas deseaban el retorno a su patria.11 Otro estudio demostró que el 98.7% de los refugiados (93% de todos los palestinos) dijeron que no aceptarían la recompensa como una alternativa al retor­no.32 Una vez más, la abrumadora mayoría (96%) demandó el derecho al retorno a sus hogares y tierras en lugar de aceptar un miniEstado pa­lestino en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza. Casi el 80 % de los refugiados no tienen fe en que la capacidad de negociar pueda lograr resultados positivos para ellos. Más del 85% de la población de refugia­dos en general retornaría aunque eso significara vivir bajo la soberanía israelí. El pesimismo es mayor entre las generaciones más ancianas, con el 60% que cree que nunca volverán a su tierra nativa, mientras que en la población general sólo el 23.7 % cree que no retornarán.

El deseo del retorno y su viabilidad

Muchos de los refugiados viven a una breve distancia de sus antiguos hogares: Jordania, Siria, el Líbano, la Ribera Occidental y la Franja de Ga­za. En la Franja de Gaza, la población creció de 80.000 en 1947 a casi 240 000 al final de la guerra de 1948. La población de refugiados en Gaza se está acercando ahora al millón. Esto ha creado un problema huma­nitario masivo de refugiados indigentes, apiñados en una angosta franja de tierra en el umbral de Israel. Aun cercados como en un gran gueto, siguen siendo un gran dolor en la conciencia de muchos israelíes y sus partidarios. ¿Tiene algún sentido que vivan 5.000 individuos por kilóme­tro cuadrado en la Franja de Gaza cuando cualquiera puede mirar por encima del cerco de alambre de púas y ver su tierra prácticamente de­sierta? Si todos los refugiados de Gaza volvieran a sus hogares en el sur de Palestina, sólo una fracción pequeña de los israelíes judíos se verían

31 Estudios citados en Dr. Adel Samareli, 'Al-Lajioun Al-Falastinyimn: Haq al-aw dn wa istidk- ¡mí a l-hazim a (The Palestinian Refugeesand the lnternalization of Defeat) (California, í*a- lestine Publishíng Foundation, 2000).

12The Israel/Palestino Ccnter for Research and Information, agosto de 2001, http://www.ipcri.org.

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Compartir la tierra de Canaán i 71i -<V, .afectados. Si los refugiados del Líbano retornaran a sus hogares en Ga­lilea, no afectarían a más del 1 % de los israelíes judíos. El número Wtaí^ de refugiados de Gaza y del Líbano iguala al número de inmigrantes ru­sos que llegaron a Israel en la década de 1990 para ocupar los hogares de esos refugiados. ¿Qué derecho hace inmigrar a los rusos judíos y qué clase de paz priva a los palestinos refugiados del derecho a retornar al hogar? Como es obvio, las razones para denegar la implementación del derecho al retorno no son objeciones legales ni logísticas. Esto deja sólo una objeción, que tiene que ver con leyes israelíes racistas y de apartheid (que veremos en el capítulo 7 en la página 113).

lino de los principales obstáculos en cuanto a ofrecerles protección a los palestinos refugiados es que la situación no sólo era única, en el sentido de que un pueblo nuevo había creado una nación nueva en su patria, sino que ellos estaban en un limbo legal. Cuando se creó la Alta Comisión sobre Refugiados de la ONU, una de sus disposiciones reque­ría la exclusión de los refugiados que recibían protección de otra institu­ción de la ONU. Las grandes potencias (principalmente Gran Bretaña y los Estados Unidos) que protegían los intereses de Israel, interpretaron eso como una exclusión de los palestinos refugiados, ya que ellos reci­bían ayuda de UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Pa- lestinian Refugees. Pero UNRWA, como su nombre y mandato lo desig­nan claramente, es una organización humanitaria y su Mandato excluye específicamente proveer de protección. Así, los palestinos refugiados se encontraron en la difícil situación de recibir ayuda humanitaria, pero al mismo tiempo estaban excluidos de los programas internacionales y de los de la ONU que brindan protección, reasentamiento y otras garantías políticas que UNHCR puede ofrecer a los refugiados tales como los de Afganistán, Bosnia y otros lugares. La misma Comisión de Derechos Hu­manos de la ONU reconoció esta anomalía en un informe:

«Tal resultado Ifalta de protección] es sumamente perturbador ya que el artículo ID [de la Convención sobre Refugiados de la ONU de 1951] reconoce explícitamente la posibilidad de que las formas alternativas de protección puedan fallar, por una u otra razón. La formulación del artículo ID es clara, más allá de toda discusión ra­zonable al respecto: «Cuando tal protección o ayuda ha cesado por alguna razón, sin que las personas estén asentadas definitivamente, de acuerdo con resoluciones pertinentes adoptadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas, esas personas deben acceder ipso fació al beneficio de esta Convención». No se puede discernir nin­

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guna razón para no poner en práctica esta disposición inclusiva, lo que debió hacerse hace décadas».33

Del mismo modo, el Informante Especial ante la Comisión de Dere­chos Humanos de la ONU informó haber hallado a Israel en violación de los principios y las bases del derecho internacional en los Territorios Pa­lestinos Ocupados. Respecto de la difícil situación de los refugiados, dice el informe:

«I.a difícil situación de los refugiados palestinos en esos territorios ha sido una preocupación durante todo el período de la ocupación.I.a mayoría de esos refugiados quedaron sin hogar como conse­cuencia de la guerra de 1948, y sufrieron la confiscación simultánea y subsiguiente de sus tierras, propiedades y hogares, y la demoli­ción en gran escala de sus aldeas por parte de Israel. En la actuali­dad, al menos 1.353.547 refugiados palestinos registrados y otros poseedores del derecho al retorno (así como a la compensación y/o restitución) residen en los territorios sometidos a este Manda­to [áreas ocupadas por Israel en 19671. F.1 informante especial ob­serva que quien tiene la obligación, en el caso de este derecho, es también la potencia ocupante y tiene la mayor responsabilidad por el retorno de las personas que residen en los territorios palestinos ocupados, desplazadas como consecuencia de la guerra de 1948, las de la Ribera Occidental, la Franja de Gaza y lerusalén, despla­zadas en la guerra de 1967, y refugiados de Gaza y otras partes du­rante y después de las hostilidades de octubre de 1973. La mayoría de esos refugiados aún viven en 30 campos creados después de la guerra de 1948 (8 en Gaza y 22 en la Ribera Occidental, incluyendo Jerusalén).Durante la visita del informante especial surgió como una preocu­pación particular la continuada violación del derecho al retorno.Es su observación que en medida creciente, es el tema del discurso tanto popular como político, y aparece en las encuestas de optmon, los editoriales y las peticiones, y refuerza el reclamo de tal derecho.Los refugiados piensan que son los sujetos de la violación conti­nuada, mientras se los mantiene en el limbo por razones políticas.

33 Consejo Social y Económico de la ONU. «Rcport of the Human Rights Inquiry Commis- sion cstablished pursuant to commission resolution S-5/1 of 19 October 2000», E/CN, 4/2001/12, publicado en marzo de 2001. Disponible enhttp://www.badiI.org/Press/2001/pressl67-01.htm. Pero nótese que los derechos palesti­nos son en la actualidad mucho más de cuanto podía contener el parágrafo ID, ya que los palestinos tienen derechos políticos, incluido el de la libre determinación, que están cu­biertos por otros estatutos del derecho internacional.

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Si bien la comunidad internacional sigue proporcionando servicios para los refugiados palestinos, ellos notan que hay una falta de ade­cuada protección, porque no están encuadrados en la Convención relativa a la condición de los refugiados de 1951. Israel tiene la res­ponsabilidad principal de la puesta en práctica del derecho al re­torno, pero no ha demostrado disposición a hacerlo. Sin embargo, se debe notar que la dura situación de los refugiados palestinos se ha convertido en el tema de discurso en ciertos ámbitos de la so­ciedad civil y política de Israel. Por ejemplo, si bien no reconoció la responsabilidad, en un discurso ante la Knesset de octubre de 1999, el primer ministro Barak expresó su pesar por el sufrimiento del pueblo palestino, incluidos los refugiados.Se observa, en particular, que la violación de este derecho se hizo mayor durante ese período de revisión -como con cada año que pasa- y a medida que crece el número de los poseedores de de­recho, se incrementan los valores de sus potenciales derechos de compensación y restitución, y ios aspectos políticos y logísticos de la tarea se tornan más complejos y difíciles».34

En verdad, se está volviendo más complicado, pero no es imposible. Después de todo, los palestinos poseen derechos políticos y humanos básicos que no se pueden desechar fácilmente. Además, la investigación no solo muestra que el derecho de los refugiados es legal sino también posible. Es un mito que se debería desplazar a los israelíes para permitir el retorno de los refugiados. Un estudio sobre la demografía de Israel35 muestra que el 78 % de los israelíes están viviendo en el 14 % de Israel, y que el restante 86% de la tierra pertenece principalmente a los refugia­dos, sobre la cual vive el 22 % de los israelíes. Sin embargo, el 20 % vive en centros urbanos, que son en su mayoría palestinos, tales como Beer al Saba', Ashdod, Majdal, Asqalan, Nazaret, Haifa, Acre, Tiberíades y Safad Sólo el 2 % vive en kibhutz. Así, 154.000 judíos rurales controlan 17.325 kilómetros cuadrados, que son el hogar y la herencia de cinco millones de palestinos refugiados.

34 Cuestiones de la violación de los derechos humanos en los territorios árabes ocupados, incluida Palestina: Informe sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocúpenlos desde 1967, presentado por el señor Giorgio Giacomelli, informante especial, de acuerdo con la resolución 1993/2 A de la Comisión sobre Derechos Humanos. Véase un informe completo enhttp://www.hri.ta/fortherecord2000/documentation/commission/e-cn4-2000-25.htm.

35Salman Abu Silta, Froni Hefugees to Citizens at H om e (London, Palestine Land Socíety and the Palestinian Relurn Centre, 2001).

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Un conjunto abrumador de datos muestra claramente cómo y por qué la situación catastrófica de los palestinos refugiados fue creada y perpetuada por la colonización y la expansión sionistas. Esta historia la aceptan ahora la mayoría de los principales intelectuales sionistas. La negativa a remediar la situación sigue anclada en la insistencia, racista y supremacista, en el deseo de un «Estado judío» homogéneo (véase Prue­ba 1 en la página 74). La investigación demuestra que el derecho de los refugiados al retorno no sólo es legal y moral, sino también viable. No se puede lograr una paz duradera sin ofrecerles a los refugiados la opción, como lo sancionan los derechos humanos básicos y el derecho interna­cional y los tratados. Por supuesto, la opción no significa que cada refu­giado y sus descendientes retornarán. Según la compensación ofrecida, eso podría variar de una minoría a una mayoría de refugiados. El retorno favorecerá la paz, porque removerá la principal injusticia hecha en los úl­timos 55 años. Ello puede acelerar una tendencia positiva de integración y evolución de la sociedad israelí en un Estado pluralista y democrático.

Prueba 1

Argumentos en contra del derecho al retornoLos argumentos para el rechazo del retorno de los refugiados son aho­

ra bien conocidos. Los expresan en forma reiterada los lideres israelíes (v.g., Shimon Peres en en su libro The New Middle East, New York, Henry Holt & Co., Inc., 1993). Los tres argumentos básicos son:

1. Los palestinos huyeron de sus aldeas y pueblos en 1948 por ordenes de sus dirigentes

El argumento apareció en el discurso sionista dirigido a los nuevos inmi­grantes judíos liberales a los que se les entregó buena parte de la propiedad (tierras casas y pertenencias) de los palestinos refugiados. Según Sayigh, un panfleto distribuido por la Oficina de Información israelí de la ciudad de Nueva York después de la guerra, también contenía este argumento. Muchos Investigadores, entre ellos Walid Khalidi, Erskine Chílders, Benny Morris, Tom Segev, Simha Flapan e lian Pappe, han analizado el tema, demostrando que carecía de base. Erskine Childers escribió que «Israel afirmó que el cargo es­taba documentado, ¿pero dónde estaban los documentos? Nunca se citaron fechas, nombres de estaciones o textos de mensajes».1'

J6 Rosemary Sayigh, Prilestinians: Frnrn Peasant to Revolutionarie.s, a Peoptes History [New York, Zed Books, 1979), p. 75.Erskine B. Childers, «The Other Exodus», Spectator, May 12, 1961, p. 672.

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Según historiadores israelíes como Benny Morris, en una muy reducida minoría de localidades, se informó (no fueron necesariamente órdenes) a los residentes en cuanto a las evacuaciones. Cuando los soldados árabes es­taban por retirarse de un área, pueden haber advertido a los aldeanos que estaban por marcharse, en el caso de que ellos desearan huir mientras aún tenían protección militar. Según Sayigh: «Sólo en el caso de una o dos ciu­dades, por ejemplo Haifa, pudo decirse que las autoridades árabes locales «ordenaron» la huida organizando la evacuación. Pero en la mayor parte del país no había ni siquiera este pequeño grado de organización».38

Ahora hay consenso respecto de que los palestinos tomaron aguda con­ciencia de las masacres de Deir Yassin y otras 33 localidades (algunas, como Tantura, en realidad más grandes que Deir Yassin). El temor precipitó en gran medida el éxodo, y fue luego altamente elogiado por los líderes israelíes por haberles hecho la vida mucho más cómoda. Arieh Yitzhaqi, por muchos años investigador en la sección de historia de la FDI, enumera varias aldeas árabes donde los militares israelíes al parecer siguieron una política similar a la pues­ta en práctica por el Irgun y la banda Stern en Deir Yassin. Cita el ataque de la brigada Carmel a la aldea de Balad el-Sheikh y el ataque del tercer batallón Palmach a la aldea de Sa'sa', los que tuvieron como resultado docenas de civiles muertos en sus hogares.39

Donde esos ataques, o el temor que inspiraban, no tuvieron el efecto «lim­piador» deseado, el ejército israelí se vio obligado a tomar medidas más direc­tas. Ese fue el caso en Ramle y Lydda, donde a los residentes se les pidió que se marcharan (a punta de pistola) una vez que terminaron las hostilidades. A pie, en ómnibus, coches y camiones, los residentes fueron dirigidos hacia el este bajo la atenta mirada de oficiales y soldados como Yitzhak Rabin. Otros detalles de los historiadores israelíes sobre la causa del éxodo se dan en el texto principal del libro.

2. Hubo un cambio de pueblo (los «árabes» refugiados se marcharon de Israel mientras los judíos «refugiados» se marchaban de los países árabes) y los países árabes debieron haber reubicado a esos refugiados como Israel ha reubicado a los judíos «refugiados»

Hay una noción bastante racista implícita acá de que todos los árabes son intercambiables y de que los palestinos pueden pagar el precio por el daño hecho por otros a los judíos (gobiernos árabes, ruso o europeos). Mientras algunos judíos fueron expulsados de países árabes, la mayoría se marchó vo­luntariamente, invitada, tentada o incluso intimidada para que fuera a Israel a aumentar la población judía como parte esencial del programa sionista. En

" ‘Sayigh. Paleslinians, p. 64.1,1 The Jourmit o f Palestine Stutlies, Vol. 1, N" 4 (surnmcr 1972), p. 144, citando a Yediot Ahara-

not, 4 de abril de 1972.

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su mayor parte, esto no se verificó entre 1947 y 1948 (los años de violencia activa que tuvieron como resultado la limpieza étnica de los palestinos refugia­dos; véase http://palestineremembered.com), sino en los 20 años siguientes, y no se limitó a los países árabes. Esto fue siempre parte del plan sionista de reunir a los judíos, con independencia de dónde vivieran, para radicarlos en tierra que pertenece a los palestinos nativos (cristianos y musulmanes). Israel nunca ha luchado para que los judíos permanecieran donde estaban o retornaran a sus patrias, fuera en Polonia o Yemen.

La afirmación de que los palestinos refugiados no fueron integrados in­tencionalmente en los países árabes a los que huyeron, a veces se emplea para justificar que no se haya puesto en práctica el derecho básico del retorno a sus hogares y tierras. La Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma en el artículo 13 que cada uno «tiene el derecho de marcharse de cual­quier país, incluido el propio, y de retornar a su país». Las Convenciones de Ginebra estipulan el derecho de los refugiados a retornar a sus hogares. La Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU (adoptada en 1948), que específicamente se aplica a los palestinos refugiados, expresa en el párrafo 11: «a los refugiados que deseen retornar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos se les debe permitir hacerlo en la fecha más próxima posible, y se debe pagar compensación por la propiedad de aquellos que eligen no re­tornar y por la pérdida o daño a la propiedad que, según los principios del derecho internacional y por justicia natural, deberían hacer efectiva los gobier­nos o autoridades responsables». Israel fue admitida a la ONU como Estado miembro en la Resolución 273, a condición de que cumpliera con la resolución 194. Israel se ha rehusado siempre a cumplir la resolución 194. Es voluntad del pueblo palestino que se lo repatríe a su tierra. Criticar a los países veci­nos por no poder absorber más refugiados de cuantos ya tenían, fue el intento israelí de eludir la cuestión real del derecho al retorno de los palestinos.

Los israelíes realizaron operaciones encubiertas para atemorizar a los ira­quíes y egipcios judíos, de modo que huyeran de sus hogares y fueran al «santuario» de Israel.40 El programa para la inmigración de esos judíos es­tuvo motivado más por la ideología que por el interés real en el bienestar de ellos. Tom Segev le dedicó casi un cuarto de su libro a documentar el trato miserable qué recibieron esos inmigrantes.41 En todo caso, los palestinos re­fugiados no expulsaron a los judíos de sus hogares en los países árabes ni en ninguno de los otros 40 países desde los cuales los judíos emigraron a Israel bajo la bandera del sionismo. Los derechos humanos de los palestinos no de­ben depender de las acciones de otros Estados contra sus propias minorías, acción sobre la cual los palestinos no tuvieron control alguno. Nosotros los palestinos apoyamos plenamente el derecho internacionalmente reconocido

40 David Hirst, The Cun an d the Olive Branch: The Roots ofV iolence in theM iddle F.ast (Berke- ley, Thunder’s Mouth Press, 2003).

41 Segev, 1949: the First Israelis.

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del retorno de los judíos a los países árabes u otros. Sin embargo, el gobierno israelí nunca ha estado dispuesto a luchar por sus derechos, porque sabe que al hacerlo reconocería implícitamente que la expulsión y el desposeimiento son incorrectos, sean las victimas polacas, rusas, yemeníes o palestinas Los gobiernos de Marruecos, Egipto, Irak y Yemen (a diferencia de Israel) siempre han afirmado que están dispuestos a darles la bienvenida a aquellos que se marcharon.

El 11 de diciembre de 1975, el gobierno israelí llegó a publicar avisos de página completa en periódicos de todo el mundo (New York Times, Toronto Star, Le Monde) pidiéndoles que regresaran a los 140.000 judíos nacidos en Irak que vivían en Israel y en todo el mundo. El presidente egipcio Sadat les extendió una invitación a los egipcios judíos para que regresaran a Egipto en setiembre de 1977, pocas semanas antes de su viaje de paz a Israel.42 Israel nunca invitó a los palestinos a retornar a su patria. En todo caso, los israelíes judíos con derechos en países árabes deberían tratarlos con esos países, y los judíos deberían ser tratados con respeto, dignidad y equidad donde sea que vivan. Sin embargo, Israel no tuvo interés en discutir esa cuestión cuando se firmó un acuerdo de paz con Egipto (Egipto cuenta con una importante presencia judía).

En suma, la inmigración de judíos en Palestina bajo la bandera sionista no mega los derechos humanos palestinos. Se debe recordar que los judíos de los países árabes, así como de Europa oriental, se asentaron en los Estados Unidos y Canadá. Sus cuestiones y asuntos son áreas legitimas de explo­ración (v.g., los judíos tienen derecho a ser tratados equitativamente en sus propios países como cualquier otro grupo religioso, y esto se debe defender y por esto se debe luchar). Sus derechos también siguen el derecho internacio­nal y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (incluido su derecho al retorno a sus países de origen), pero por cierto no anulan derechos simi­lares de otros, sean rusos o palestinos. Los palestinos que fueron limpiados étnicamente tienen el derecho inalienable a la repatriación. Esto debe ser su opcion y forma parte de la lógica común, así como del derecho internacional, y no está sometido a los dictados de apartheid y separación contemplados por un movimiento de asentamiento colonialista.

3. No es práctico retornar refugiados y debemos buscar una «solución razonable y justa» al problema de los refugiados, es decir, aceptable pa­ra los israelíes. El retorno de los refugiados se considera un peligro para «el carácter judío del Estado»

Este mito se debe descomponer en dos partes constituyentes: la viabilidad del retorno y la cuestión del «carácter judío». La investigación detallada había

42 Véase < ln< ¡tgo Daily News, September 10-11, 1977; véase también el Oregonian, Portland, Julv 18, 1977

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documentado que la vasta mayoría de los refugiados podían retornar a sus tierras individuales sin desplazar a los israelíes residentes (véase nota 35). En el caso de los refugiados urbanos (en ciudades como Jaffa y Beersheba) es posible considerar la expansión natural de las ciudades si los palestinos hubiesen permanecido, y de esa manera calcular la expansión urbana don de los palestinos han regresado hasta muy cerca de sus lugares originales. El programa sionista adquirió tierra (por confiscación y otros medios) para el beneficio del pueblo judío en todas partes. Así, la mayor parte de la tierra aho­ra administrada como tal no se da como propiedad privada a los judíos o a las comunidades judias como los kibbutz y moshavs. Por el contrario, es de propiedad de la Autoridad de Tierras de Israel, y su transferencia a sus propie­tarios palestinos originales no debería crear inconvenientes legales. En cuanto al espacio, Israel ha albergado a un millón de rusos en sólo una década, ra- dicándolos principalmente en áreas urbanas. Sin embargo, la mayor parte de las tierras de las aldeas rurales palestinas están desocupadas y la densidad de la población dentro de la denominada Línea Verde (Palestina ocupada en 1948) es al menos cinco veces mayor que en las áreas ocupadas en 1967. El gobierno israelí está tratando de importar a tantos judíos como sea posible de todo el mundo, y afirma que desea lograr que todos ellos estén en la Tierra Santa para 2020.

Cuando los estudios detallados demuestran claramente que la viabilidad y el espacio no son limitaciones, se menciona la necesidad de «mantener el carácter judío del Estado». Sin embargo, el análisis estadístico de las tasas de natalidad demuestra que aun con la máxima Inmigración judía, los palestinos musulmanes y cristianos superarán en número a los judíos en tres a cuatro décadas, incluso sin el retorno de los refugiados. Así, a menos que Israel realice nuevas rondas de limpieza étnica (como sucedió en 1947-49 y 1967), la respuesta obvia es que no puede haber ninguna justificación ética o legal para mantener un «carácter judio» que viola los derechos humanos y los elementos básicos del derecho internacional. Además, ¿cuál es el «carácter» del Estado y qué significa para sus ciudadanos, y cómo podría verse amenazado por los palestinos? En Israel se hablan 32 lenguas, incluido el árabe. Sin el retorno, los palestinos constituyen el 20 % de la población de Israel, y se espera que ese porcentaje crezca rápidamente debido a las altas tasas de natalidad.

Para entender la naturaleza de lo que algunos afirman que desean man­tener, se deben examinar las leyes israelíes que son claramente discriminato­rias. Muchos judíos reconocen que Israel debe evolucionar hasta convertirse en un Estado para todos sus ciudadanos, y al fin lo hará, con o sin el retor­no de los refugiados. Es sólo lógico esperar que 1.2 millones de ciudadanos palestinos de Israel y muchos de sus compatriotas judíos no apoyen el himno nacional, que habla del deseo judío de una patria. Ellos no son perspicaces acerca de un Estado que no posee una constitución que proteja a los no judíos sino que, por el contrario, tiene leyes específicas que discriminan en contra de

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ellos. Las leyes aseguran que sigan floreciendo pueblos y aldeas de «sólo judíos», mientras que los restantes pueblos árabes son sitiados, reciben me­nos o ningún servicio y colapsan. Ellos no están contentos en un Estado que tiene un derecho al retorno que le da ciudadanía automática a todo judío del mundo que la desee, mientras les niega la ciudadanía al pueblo no judío que nació y creció allá. Muchos de esta última categoría son parientes de aque­llos palestinos que se quedaron, y muchos no se han visto en 55 años. Así, la preocupación racista en cuanto a «diluir la mayoría judía» no debería ser una base aceptable para rechazar los derechos humanos básicos, que tam­bién están apoyados por un abrumador cuerpo del derecho internacional. Una exposición más detallada de las leyes y prácticas israelíes para mantener el «Estado judío» se encuentra en el capítulo 7.

Cuadro 1 Crecimiento de la población judía de Palestina (millares).

judíos Población4:l Porcentaje1893 10 21897 21 3,61912 40 61920 61 101936 385 271947 530 311967 2383 641999 5619 68

1' Después de 1947, el porcentaje es de la población restante de no judíos, y excluye a los palestinos (nativos) refugiados. I.os números de 1967 y 1999 excluyen a los palestinos de la Itibera Occidental y de Caza (22 % de la tierra, 3.5 millones de personas). Datos de la Oficina Central de listadíslicas de Israel y Philip Mattar, Eticyclopedia o fth e Paleslinians (New York I-acts on Lile, Inc., 2000), pp. 323-34. Para el total de la población palestina, véase Cuadro 2.

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Cuadro 2 Población de palestinos cristianos y musulmanes (miles).

Año Dentro de Palestina

Israel RiberaOccidental

Gaza Fuera de Palestina

Total

1860 411 4111890 553 5531914 738 7381918 689 6891931 860 8601940 1.086 1.0861946 1.308 1.3081950 1.170 165 765 240 304 1.4741960 1.340 239 799 302 647 1.9871970 1.412 367 677 368 1.289 2.7011980 1.992 531 964 497 2.100 4.0921990 2.731 687 1.373 671 3.302 6.0332000 3.787 919 1.836 1.032 4.667 8.454

Fuente: Compilación de datos sobre la población, de Justin McCarthy, en Philip Mattar. Encyclopedia of the Palestinians. New York. Facts on File, Inc. 200). pp 323-34.

Lecturas recomendadas

1. Sami Hadawi. Bitter Harvest: A Modern History ofPalestine. Fourth edition. Northampton, Mass., Interlink Publishing Group, 1998..

2. Nur Masalha. Expulsión o fth e Palestinians: The Concept of«Trans- fer» in Zionist Political Thuught, 1882-1948. Washington, DC, Ins- titute for Palestine Studies, 1992. (De próxima aparición en la Edi­torial Canaán).

3. lian Pappe. A History o f Modern Palestine: One Land, Two Peoples. Cambridge, Cambridge University Press. 2004.{.Historiade la pales­tina moderna. Un territorio, dos pueblos. Akal Cambridge. Madrid. 2007).

4. Tom Segev. One Palestine, Complete: Jews and Arabs Under the Bri- tish Mándate. Trad. Haim Watzman. New York, Metropolitan Books. 2000 .

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Capítulo 5

Jerusalén (Ur-Salem, Jebus, Yerushalaym, Al-Qods): una ciudad pluralista

Muchos sostienen que la solución del conflicto israelí-palestino depende de lo que se debe hacer con Jerusalén. Algunos mapas europeos antiguos colocaban a Jerusalen no sólo en el centro del mapa, sino también en el centro de la tierra y del universo. Hoy muchos aún consideran a Jerusa­lén como el centro espiritual de nuestro mundo. Sigue siendo un centro de atención, un centro de disputa y un punto focal para las guerras y la miolerancia religiosa. Su historia ha sido diversamente glorificada, exa­gerada, disminuida, difamada o distorsionada por razones económicas, políticas y religiosas. Las autoridades políticas y religiosas a veces ocul­tan la historia de sus habitantes a la vez que acentúan la historia de sus gobernantes. La verdadera historia la están escribiendo ahora los histo­riadores nativos, y es más significativa y más optimista que las mitologías tradicionales propugnadas por los extremistas religiosos. Se trata de una historia que tiene muchas sorpresas así como lecciones para los que bus­can una paz duradera. Nos ocuparemos de la historia de la ciudad para ver que se puede hacer en el contexto de convivir y compartir.

Jebuseos y jerosolimitanos

Un grupo de cananeos occidentales denominados jebuseos construye­ron y vivieron en Ur-Salem hacia el 3.000 AEC. Ur significa «ciudad» en la mayoría de las lenguas semíticas, incluidas las de Acad, Asur, Aram y fenicia. Salem o shalem, en la antigua lengua dominante cananea, el ara- meo, es una referencia al antiguo dios del lugar. También se encuentra el término en las lenguas derivadas neoaramea, árabe y hebrea. En todas esas lenguas semíticas saiem o shalem significa en su raíz (SLM) segu­ridad, paz y protección. Algunos arqueólogos sostuvieron que Ur-Salem lambien era reconocida como un área neutral, y por lo tanto no estaba sometida a los duros choques fronterizos de otros grupos económicos

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más poderosos. La ciudad era un pequeño rondo urbano en el que los habitantes se dedicaban al comercio, la agricultura y a pequeños oficios. La ciudad -no mas que un pueblo pequeño por entonces- no podía sus­tentar a una gran población poi que solo poseía un manantial principal v pocos recursos o bienes naturales. Lsie fue el comienzo del período de la historia dominarlo por las ciudades-Estados. que se definen como un pequeño Estado con un gran centro ciudadano.

En la Biblia se afirma que el rey de los ¡chuscos era Melquisedec, cu­yo nombre significa «rey bueno» en las lenguas can.meas (Malik Sadeq en árabe, Melch Tsedeq en arameo) Se lo reconocía también como un sacerdote del Gran Dios. El Gran Dios, o El en las antiguas lenguas ca- naneas, se convirtió en Elohim en hebreo y en Alá en árabe. Así, los pri­meros profetas reconocieron y v ivieron junto a los jebuseos como pue­blo cananeo. El rey David decidió conquistar la Ur-Salem jebusea y con­vertirla en su capital, para unificar las diversas tribus hace unos 3.000 años. Ur-Salem no tenia ninguna importancia religiosa o política para las tribus hasta que David la convirtió en tal por dos razones. Primero, Ur-Salem estaba a mitad de camino entre los dos sitios más sagrados del judaismo, Shekhetn al norte y I lebrón al sur. Segundo, lerusalen (Yerits halaym) estaba fuera del área de dominio de las tribus, en el límite de las tierras asignadas a Benjamín y las asignadas a Judá. Estuvo bajo el go­bierno jebuseo por más de Silo años, rodeada por otros reinos y tribus, incluidos los israelitas. Esto la hacía mas atractiva como sitio de la capi­tal porque era un área neutral, la situación es análoga a la elección de Washington DC como capital de los 13 Estados de los nacientes Estados Unidos, porque estaba fuera del dominio de cada uno de los Estados y así era un área neutral.

El templo de Salomón fue construido, casi seguramente, en el sitio de un templo jebuseo. Historicamenie, a la población indígena no se le po­día impedir que fuera a sus lugares sagrarlos, pero es posible cambiar lo que Campbell denomina «la máscara de Dios».1 La Biblia presenta ase­veraciones contradictorias sobre las conquistas de la tierra de Canaán por los israelitas. Por ejemplo, el libro de losué describe la conquista de Canaán como un solo episodio que tuvo lugat en una campaña dividi­da en un número de etapas, al fin de las cuales fueron matarlos todos los habitantes de la tierra: «No dejó un solo sobreviviente» (Josué, 11:8) y «la tierra estaba ahora en paz» (Josué, 14: 15) porque «el país estaba

1 Ii i m |iI i ( .implirll. I l i r Mn>k\ i Creative Mytholagy (New York, Viking l’engum Inc., 1968).

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ahora rendido a sus pies» (Josué, 18: 1). Si Josué aniquiló a los nativos, cómo se concilia eso con el libro de los Jueces, que asevera que la lucha continuó después de la muerte de Josué: «Tras la muerte de Josué, los is­raelitas inquirieron a Yahvé: «¿qué tribu debería ser la primera en atacar a los cananeos?”» (Jueces, 1: 1).

También leemos que «Jericó peleó contra vosotros, como lo hicieron los jebuseos y yo los entregué en vuestras manos» (Josué, 24: 11). Sin em­bargo, en Josué 10 vemos que «en cuanto a los jebuseos, los habitantes de Jerusalén, los hijos de Judá no pudieron expulsarlos: pero los jebu­seos moran con los hijos de Judá en Jerusalén hasta el día de hoy». Va­rios siglos más tarde, reaparecen milagrosamente los nativos derrotados por Josué: «Entonces marchó el rey [David] con sus hombres a Jerusalén contra los jebuseos que m oraban en aquella tierra-, los cuales hablaron a David, diciendo: Tú no entrarás acá, pues aun los ciegos y los cojos te echarán (queriendo decir: David no puede entrar acá). Pero David tomó la fortaleza de Sion, la cual es la ciudad de David ... Y David moró en la fortaleza, y le puso por nombre la ciudad de David; y edificó alrededor, desde Milo hacia adentro» (2 Samuel, 5: 6-9).

¿Se puede tomar la Biblia hebrea, con tales contradicciones internas, como una fuente de datos históricos? No hay ninguna evidencia arqueo­lógica que sustente la exitosa limpieza étnica de esos «habitantes de la tierra», sino sólo triunfos episódicos e incompletos en algunas áreas, con la existencia continuada de muchos grupos étnicos, reinos y tribus. Esto es semejante a la ausencia de una victoria concluyente de los israelíes so­bre los palestinos y el éxito parcial de la limpieza étnica de 1947-49. Una explicación para la falta de concordancia entre el Antiguo Testamento y los registros históricos es que los relatos de las batallas fueron escritos muchos años después de los acontecimientos e intentaban, en su ma­yor parte, servir como un medio para unirse y obedecer a Dios. A veces son exagerados y a veces inexactos en el sentido histórico. Lamentable­mente, la «arqueología bíblica» estuvo, y en muchos sentidos sigue es­tando, muy infinida por individuos más interesados en demostrar la his­toricidad de la Biblia hebrea que en la estricta adhesión a los principios científicos.2 Cuando se permite que la arqueología cuente los hechos, las narraciones bíblicas muestran poca correspondencia con los aconte­cimientos que tuvieron lugar en el terreno.

Keith W. Whitelam, The inuention o f Ancient Israel: The Silencing o f Palestinian History (London, Routledge, 1997).

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Poderes cambiantes, pueblo eterno

Ur-Salem siguió habitada mientras pasaba por diversos grados de con­trol por parte de una amplia variedad de poderes políticos. Estos incluían a los asirios, los egipcios, los israelitas, los romanos, los califatos islá­micos, los otomanos islámicos, los británicos, los jordanos y los ísrae- líes/sionistas. Jerusalén ha sido siempre un centro de comercio y activi­dad para los nativos predominantemente jebuseos de las colinas de los alrededores, como Beirut lo fue para los habitantes fenicios de las alturas que rodeaban a esa ciudad. Esto ocurrió antes de las modernas eras del colonialismo y el posterior nacionalismo. El concepto moderno de una capital política para una mulli-ciudad-Estado es una creación histórica mucho más reciente. Jerusalén siempre ha sido una ciudad pluralista, con una comunidad multiétnica y multirreligiosa. En los tiempos del rey Salomón y el rey David, una floreciente población cananea vivía alrede­dor del área y sus habitantes practicaban diferentes sistemas de creencia v hablaban varias lenguas.

Los datos arqueológicos indican que cuando los romanos conquista­ron Jerusalén, en 63 AEC, buena parte de la población estaba compuesta por nabateos que hablaban arameo y, en medida mucho menor, por ca­míneos que hablaban hebreo. Los nabateos eran cananeos arabes que convirtieron el arameo nabateo en la primera grafía arabe. Como antes, el área estaba habitada por diversas comunidades étnicas y religiosas, que incluían a aquellos que veneraban a Ba’al, Yahvé y otros dioses, así como los que hablaban otras lenguas. Los romanos eran muy toleran­tes de la diversidad religiosa y permitían la autonomía de la población local en tanto no se cuestionara el dominio romano general. Un desa­fío al dominio romano se produjo en 70 EC en la forma de una rebelión de los cananeos judíos, liderados por los macabeos. Los romanos sofo­caron esa revuelta y a partir de entonces prohibieron ciertas practicas religiosas, aunque los judíos siguieron viviendo en los alrededores. Una revuelta posterior en 135 derivó en más restricciones y destrucción. Los romanos reconstruyeron Jerusalén como una ciudad romana y la llama­ron Alia Capitolina. La ciudad se fue romanizando gradualmente y los registros demuestran que declinó la influencia del judaismo en favor del cristianismo y de las religiones paganas de los habitantes principalmente cananeos. El imperio romano adopto el cristianismo en el siglo IV e ini­ció una nueva era de «religión estatal». Durante ese período, se oprimía a

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otras religiones mientras que el cristianismo, y con él Jerusalén, crecían en importancia

La toma de Jerusalén por los persas en 614 fue un golpe significativo para las comunidades locales. Los judíos se aliaron a los persas y ejecu­taron una violenta venganza contra las comunidades cristianas locales y los romanos restantes, por sus años de opresión. El imperio bizantino cristiano conquistó Jerusalén en 628 y proscribió a los hebreos y a mu­chos otros nativos de la ciudad. Pero ese sería un dominio muy breve y bruial, de nueve anos, porque Jerusalén quedó bajo el control islámico en 637, iniciando una era de estabilidad.

Jerusalén bajo el dominio islámico

Karcn Armstrong, en su respetado libro Jerusalem : One City Three Faiths, escribió que el califa Ornar Ibn Al-Khattab, por entonces el líder islámico,

«... expresó el ideal monoteísta de la compasión mejor que cual­quier conquistador previo de Jerusalén con la posible excepción del rey David. B1 presidió la conquista más pacífica e incruenta que la ciudad hubiera conocido en su larga y a menudo trágica historia Una vez que los cristianos se rindieron, no hubo matanzas ni des truccton de la propiedad, ni quema de símbolos religiosos rivales, m expulsiones o expropiaciones, y ningún intento de forzar a los habitantes a abrazar el Islam. Si el respeto por los ocupantes an­teriores de la ciudad es un signo de la integridad de una potencia monoteísta el Islam comenzó muy bien su larga permanencia en Jerusalén».'

Al tomar la ciudad, Ornar levantó la prohibición para los judíos de venerar en Jerusalen. A Ornar no le agradó que hubieran permitido que se deteriorara el monte del Templo y dispuso su limpieza y restauración Según Armstrong, «Tanto las fuentes judías como las musulmanes acla­ran que los judíos tomaron parte en la restauración del monte (del Tem­plo!».1

La Meca y Jerusalén sólo son mencionadas una vez cada una en el Coran, y Medina solo dos veces. Sin embargo, el hecho de que se las men­cione tan pocas veces no disminuye su importancia a los ojos de los mu­sulmanes. El Coran no es un libro de historia sino que intenta guiar a los

Karen Armstrong, Jerusalem : One City Three Faiths (New York, Knopf, 1996), p. 229.Ibul , p. 4 u»

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creyentes en cuanto al mejor modo de servir a Dios. Jerusalén era la Qi- bla original, o dirección de la plegaria, para los musulmanes. Los musul­manes creen que el profeta Mahoma hizo una peregrinación milagrosa desde la Meca hasta la mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, en 621, donde ascendió al cielo y conversó con Dios. El episodio es central en la creen­cia islámica y se menciona en el Corán (Al-Isra, 17); «Gloria a El que llevo a su servidor en una peregrinación nocturna desde la mezquita sagrada |en la Meca] hasta la mezquita de Al-Aqsa ]en Jerusalén] cuyos alrededo­res bendijimos para poder mostrarle a El algunas de nuestras señales».

Aparte de el Corán, los textos islámicos incluyen los hadith del profe­ta y la Shariah. I.os Hadith (dichos) afirman que una plegaria ofrecida en el área de Haram, en Jerusalén, vale por 500 plegarias en otras partes. Esa es la razón por la cual muchos palestinos musulmanes devotos arriesgan tanto para superar los bloqueos y los puntos de control para las plegarias del viernes en Jerusalén. Además, buena parte de la tierra, dentro y alre­dedor de Jerusalén, es tierra Waqf, es decir, una dote religiosa que se deja aparte, por lo que no se permite ninguna propiedad privada o estatal.

El dominio islámico fue interrumpido brevemente por la brutal con­quista de la ciudad durante las cruzadas. Los cruzados persiguieron y proscribieron a muchos en Jerusalén, no sólo musulmanes sino también judíos y cristianos ortodoxos. No fue sino hasta que las fuerzas islámicas, bajo el liderazgo de Salah Ed Din (Saladino) reconquistaron Jerusalen, que todos fueron invitados a retornar a la ciudad que consideraban sa­grada.

El nacionalismo del siglo XX

En el siglo XX, los habitantes de muchas áreas del mundo lucharon por la independencia del gobierno colonial. Más del 70 % de los jiaíses de Asia yAfrica recuperaron la independencia entre 1940 y 1965. Jerusalen occi­dental y docenas de aldeas a su alrededor fueron limpiadas étnicamente mucho antes del ingreso de los ejércitos árabes, ostensiblemente para crear estabilidad. Los nativos de las aldeas al oeste de Jerusalen fueron aterrorizados para que se marcharan, o directamente masacrados (v.g., en Deir Yassin). Las actividades de Ben-Gurión y sus tropas en torno de Jerusalén están ahora bien documentadas.'3

Michae! Bar-Zohar, Ben-Gurion: A Biogm phy (New York, Delacortc Press, 1977)5

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El liderazgo sionista participó de un acuerdo tácito con el rey Abdu- llah de Jordania. Según ese acuerdo, Abdullah tomaría el área de Palesti­na asignada a los árabes, al oeste del valle del Jordán, según la Resolución 181 (II) de la ONU, del 29 de noviembre de 1947. Esa región llegó a cono­cerse luego como la Ribera Occidental. El resto de Palestina debía quedar para el «exclusivo Estado judío». Curiosos detalles de ese acuerdo se con­signan en el libro de Avi Shlaim, The Politics o f Partition: King Abdullah, m e Ziomst Movement, and the Partition o f Pales tiñe.6

Gran Bretaña estaba al tanto de ese acuerdo, al que apoyó mucho. Abdullah era el agente británico en el área, y que expandiera su emira­to al oeste del Jordán era coherente con los intereses de Gran Bretaña El 7 de febrero de 1948, el Foreign Office británico recibió a Tawfiq Abul Huday al baja Glubb para mantener discusiones sobre el futuro de Pales­tina. Glubb. que era el líder de la «legión árabe», también era británico. 1.1 condujo las tropas a las areas designadas para el Estado palestino, las que luego se denominarían Ribera Occidental. Se produjeron intensos combates solo en torno de Jerusalén. Eso se debió en parte a una falta de comunicaciones y a un acuerdo entre Abdullah y la Haganah sobre el deslino de la ciudad, designada como un área internacional por la Reso­lución 181 de la Asamblea General de la ONIJ.7

Es bien conocida la historia de la conquista israelí de la parte occi­dental del distrito de Jerusalén. Los últimos estudios de la población rea­lizados por los británicos revelaron que el área que rodeaba a Jerusalén tema poco mas que un cuarto de millón de habitantes, de los cuales el 40.4 % eran judíos, predominantemente nuevos inmigrantes que habían llegado en los últimos 15-20 años bajo la bandera sionista. Los palesti­nos cristianos y musulmanes poseían el 91.8% (231.446 dunums) de la parte occidental, que fue conquistada por Israel en 1948; el 2.7% de la parle occidental era de propiedad judía, y el resto (6%) eran tierras pú­blicas. Esa area fue desocupada de sus habitantes nativos y sus tierras iueron entregadas al Fondo Nacional Judío (Jewish National Fund) para los asentamientos judíos. Las aldeas como Deir Yassin fueron desocupa­das mediante masacres, otras por el temor del ataque, y aun otras por la expulsión directa. En total, 30.000 habitantes de Jerusalén fueron expul­sados de I.ifta, Shaikh Badr, Ein Kerem, Deir Yassin, Talbiya y Al-Maliha.

h Avi Mil.m u . Ih r l ’n lilh s n f l ’iiriiinn i h m e Abitullnh. the Zumist Movement, an d Palestino lOxIiml. y Kloril I JtmiTMiv I'ídsv

Avi M il.um , ( .n tluM un tu tn w tfw ft itr iu n : k m ^ A lu iu U iih , í l w AU nvn icn t. tu n t l lu ' i ' i i t l i l tu n o f l \ t l r \ i i n r (N riv Ywk. ( (ilum hia Uniw-iM ty l’u-ss, IMHH), p I U)

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Israel declaró a Jerusalén su capital en 1950, y el mismo año Jordania anexó la Ribera Occidental. Ambas acciones fueron ilegales, según el de­recho internacional.

La Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, que aveces se toma como premisa para la legalidad del Estado israelí, insistía en que Je­rusalén (incluida Jerusalén occidental) fuera designada ciudad interna­cional, por lo cual no debería estar bajo la soberanía de Israel o del Estado árabe. La Resolución 303 de la Asamblea General, «Palestina: la cuestión de un régimen internacional para el área de Jerusalén y la protección de los sitios sagrados», fue promulgada el 9 de diciembre de 1949. Reiteraba la intención de las resoluciones 181 y 194 en el sentido de que Jerusalén debía ser internacional. El Consejo de Seguridad aceptó implícitamente las tres resoluciones y nunca ha reconocido el gobierno israelí sobre Je­rusalén occidental. El Consejo de Seguridad fue más explícito al rechazar las acciones adminitrativas de Israel en Jerusalén oriental, como violato- rias de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU. En esa resolución, se le solicitó a Israel que se retirara de las áreas ocupadas en 1967, basándose en la premisa de la «inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la fuerza». Ningún tratado internacional subsiguiente reconoció Jerusalén occidental u oriental como parte de Israel. Ningún gobierno ha estado dispuesto a trasladar su embajada a Jerusalén hasta que se resuelva el asunto.

Israel, intencionalmente, nunca ha definido sus fronteras debido a su carácter expansionista. En un nivel práctico, esto tuvo como consecuen­cia un proceso que llevó a la separación física, económica y psicológica de Jerusalén en dos ciudades. Jerusalén occidental desarrolló un estilo europeo, con nuevos edificios en las vecindades palestinas demolidas, y un carácter más etnocéntrico y monorreligioso. Jerusalén oriental se vol­vió aun más árabe, pero conservó a cristianos, musulmanes y pueblos de otros antecedentes religiosos. Las dos mitades de Jerusalén en verdad se volvieron separadas y desiguales, mientras se mantienen disputadas e inestables.

Entre 1948 y 1967, los ciudadanos de cada parte de Jerusalen dividida no podían visitar el otro lado porque existía un estado de guerra oficial y las leyes en vigencia impedían la libertad de movimiento. Esto no sig­nifica que los judíos no pudieran acceder a la ciudad antigua, pero no podían ir a áreas controladas por Jordania, y los palestinos y los jorda- nos no podían entrar en las áreas bajo el control de los israelíes. Muchos

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judíos locales, como los samaritanos de Nablus y los europeos y estadou­nidenses judíos, podían realizar visitas libremente.

Reunificación o apartheid y exclusión

En 1967, Israel lanzó una guerra que tuvo como consecuencia la ocupa­ción del restante 22 % de Palestina geográfica, incluida Jerusalén orien­tal, asi como el Sinaí egipcio y las Alturas del Golan sirias. Israel reali­zó un censo general del territorio recién ocupado el 25 de julio de 1967 Todos los residentes que estaban fuera del área por cualquier razón - trabajo, estudio, visita a familiares o vacaciones- fueron considerados ausentes, y por lo tanto se les negó el derecho a residir en Jerusalén o en las áreas ocupadas. Sus tierras fueron adquiridas por la Agencia Judía como «propiedad de ausente». Se trató, así, de una reiteración del des­plazamiento de 1948, pero en escala menor (en 1947-48, unos 800.000 fueron convertidos en refugiados, mientras que en 1967 el número fue de unos 300.000). Las leyes y las acciones de Israel continuaron la remo­ción de palestinos nativos y la adquisición de sus tierras: en 1948 en Je­rusalén occidental, y después de 1967, en Jerusalén oriental. El gobierno no intentó hacer un secreto de su plan de convertir a Jerusalén en una metrópolis judía, mientras mantenía a la población no judía a menos del 30%. Se consideró que eso tenía la ventaja adicional de impedir el es­tablecimiento de un Estado palestino soberano con Jerusalén como su capital.

¿Cómo fue la conquista israelí de Jerusalén, comparada con las con­quistas de anteriores potencias? Armstrong escribe:

«lin la noche del sábado 10 de junio [de 19671, después de la firma del armisticio, a los 619 habitantes del barrio maghrebí les dieron tres horas para evacuar sus hogares. Luego llegaron las topadoras y redujeron ese distrito histórico -uno de los más antiguos del Al- Waqf de lerusalén [trusts islámicos]- a escombros, lisa acción, que contravenía las Convenciones de Ginebra, fue supervisada por [el entonces alcalde israelí de lerusalén, 'l'eddyl Kollek para crear una plaza lo bastante grande como para dar cabida a miles de peregri­nos judíos (pie se esperaba que acudieran al Muro Occidental. Esa fue solo la primera acción en un largo y continuado proceso de «re­novación urbana» -una renovación basada en el desmantelamiento

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de la Jerusalén árabe histórica- que transformaría por completo el aspecto y el carácter de la ciudad»."

I I ataque a los habitantes árabes de Icru.salén está bien documenta­do en libros tales como Sepárale nntl Uiieipial: ih e Instile Siory nj Isnic- l¡ Hule in itisi h'tnsalem, escrito por autoridades tales como tres jueces israelíes, tíos de ellos ex asesores sobre Asuntos Arabes de los alcaldes Teddy Kollek y Ehud Olmet t, y el tercero un importante ex peí iodista del ¡erusalem l ‘osl í> I a knessel adoptó tres leves el 27. el 2Í1 y el 29 tle junio dp 1967, extendiendo la ley israelí al sector oriental ocupado de la ciudad y ampliando los limites municipales de lerusalcn unida". I a »nueva ciu dad», se e\|ia lidio asi tle 1100(1 di muñís a H)li.(KH) dunums (aproximada mente 29.()()() acres), I sas leves desalían las resoluciones tle la ONU \ el derecho internacional, que prohíbe que los países adquieran leiritorio por la fuer/.a.

El Waqf musulmán local ha tenido la propiedad del área de Haram M- Sharif por cientos de años. Reclamar el sitio de un antiguo templo judío es un débil argumento legal para que se le de lasulieranía al moderno Es­tado de Israel, establecido como Estado judío unos 2000 años más larde. Eos judíos consideran sagrado el Muro ( )t t itlenlal v se debe reconocer su derecho a visitarlo y a venerar allí Se debe notar que el Muro ( )cc'itlenlal es un muro de sostenimiento de la montana y por lo tanto soporta direc­tamente el complejo del Haram AI Sharif. Durante el Mandato británico, un equipo tle investigación internacional fue enviado a la ciudad para resolver la cuestión del derecho de veneración y tle propiedad tle los si lios sagrados. I I H tle junio de 19.i I, los resultados tle las investigaciones fueron incluidos en la ley. Respecto del Muro Occidental y del adyacente barrio maghrebí, decía el informe:

«A los musulmanes les pertenece la sola propiedad y el solo dere­cho propietario del Muro Occidental, viéndose que forma una parte integrante de Haram Al Sharif. A los musulmanes les corresponde la propiedad del pavimento frente al barrio maghrebí (marroquí) opuesto al Muro».

A pesar de ello, los palestinos reconocen ahora los derechos históri­cos y religiosos judíos n! Muro Occidental. Más aún. ellos juzgan al go­bierno israelí no justamente por su conducta en los sitios sagrados de

A m is itun^ . f i ' t , p 10 \Annr S. t Avi M cI.hihm I v Mili lln im .in , Sejutrnte and Unequal Ihe Instile St tn y o fh n ie li Hule n i I a \t letitM tleni H n iiib m ip *. M;tss.. \ la rvun l I Jn ivrrsitv l ’ivss. ¿001).

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Jerusalén sino por su historia de removerlos y reprimirlos en toda la ciu­dad y, en verdad, en todo el país. Los palestinos recuerdan que después de la masacre de docenas de árabes en la mezquita de Ibrahimi, en He- brón, Israel dividió la mezquita en dos y les dio una parte a los colonos judíos, incluido el sitio donde se cree que está situada la tumba de Abra- ham. Más de 100.000 palestinos de Hebrón viven allá bajo un rigor ex­tremo para garantizar los derechos «religiosos» de unos pocos cientos de colonos judíos. Los palestinos ven cómo Israel tomó la tumba de Raquel y la de José en Belén y Nablus, respectivamente, que habían existido sin perturbaciones por milenios, convirtiéndolas en campos armados de los cuales están proscriptos los no judíos, y desde donde los soldados israe­líes controlan el ingreso y el egreso de esas ciudades.

El futuro: una ciudad de paz

El «compromiso» ofrecido por el primer ministro Hhud Barak en Camp David, en julio de 2000, hubiese entregado las restantes aldeas palesti­nas del área de Jerusalén al control palestino, pero hubiera mantenido la soberanía de Israel. El control del aire, la seguridad y todos los otros as­pectos de la autoridad hubiesen continuado bajo el dominio israelí. A los palestinos se les hubiera permitido establecer su capital no en Jerusalén, sino en la aldea de Abu-Dis. Cuando Sitaron, autorizado por Barak, «visi­tó» el sitio sagrado musulmán con 1.000 fuerzas de seguridad para hacer entender la intención de Israel de ejercer su dominio, se inició la revuel­ta. El mensaje de los manifestantes palestinos fue que no se producirá la paz. con el gobierno ilegal y discriminatorio en Jerusalén.

Jerusalén ha sido y sigue siendo, como lo fue por miles de años, una comunidad multiétnica y multirreligiosa. Sus principales habitantes fue­ron y siguen siendo camíneos de diversas religiones. Jebuseos, hebreos, nabateos y otros cananeos vivieron juntos en relativa armonía, salvo bre­ves períodos de conflicto. Los descendientes de los conquistadores glo­rificaron las guerras y exageraron la historia. Hubo luchas políticas por el control del poder y las fronteras, y surgieron pocos conflictos por otras cuestiones. Pero hasta hace poco no se produjo ninguna limpieza étni­ca importante. Después de la limpieza étnica en gran escala en Jerusalén occidental de 1948 y desde 1967, ha habido una lenta disminución de los residentes palestinos en Jerusalén oriental. Esto, unido a la inmigración masiva de judíos principalmente askenazis en las áreas desocupadas y confiscadas, está cambiando el carácter multiétnico y multirreligoso de

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esta gran ciudad. Considerando su historia y la actual composición, las soluciones que se contemplan ahora son limitadas. La ciudad no puede continuar bajo el gobierno israelí con sus actuales leyes discriminatorias (véase Capítulo 7). Pocos recuerdan la Resolución 181 de la ONU que recomienda la custodia de la ciudad por parte de la ONU. Posteriores re­soluciones de la ONU y el derecho internacional requieren que Israel se retire de la ciudad antigua y de la mitad oriental expandida (conquistada en 1967). ¿Pero por qué no hacer de Jerusalén la capital de un país uni­tario y pluralista para todos sus ciudadanos? Obviamente, considerando las vecindades mixtas de la ciudad y su condición entre las tres princi­pales religiones monoteístas, la única solución viable y duradera es esta opción. Jerusalén se convertirá entonces en la capital uniiicadora que fue una vez para el pueblo de la tierra de Canaán. Jerusalén se convertirá entonces en una verdadera ciudad dorada de coexistencia, sentando un ejemplo para toda la humanidad

Lectura recomendada

1. Karen Armstrong, Jerusalem: One City Three Faiths (New York, Knopf, 1996). (Jerusalén. Una ciudad y tres religiones. I,(liciones Paidós. Barcelona. 1997).

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Capítulo 6

El sionismo

Tierra prometida, tierra prom etida Me llevaron a una tierra extranjera.Una tierra que se creía abundaba en promesa.Me dijeron que daba frutas del néctar más dulce.Su suelo era rico en ramas de olivo de la paz.Donde las calles estaban pavimentadas con dorados naranjos.Si bien dulce a mi lengua, el néctar Trajo lágrimas a mis entrañas.I.os olivos de la paz fueron prensadosPara hacer óleo para las corridas de toros. \Olé!

Ahlam Shalhout

El sionismo es considerado, de manera diferente, como una salvación o como un poder catastrófico. Sin embargo, todos concuerdan en que el sionismo estaba y está en el centro del conflicto que se ha desarrollado encarnizadamente por más de cien años en la tierra de Canaán. No pue­de encararse ninguna solución justa sin un examen honesto del origen y las consecuencias de este fenómeno, que sigue modelando los acon­tecimientos, no sólo en Palestina/Israel sino también en la región y en el mundo entero. A menudo se dice que el sionismo tuvo su origen en el siglo XIX, y que fue iniciado por europeos judíos askenazis. Pero este mo­vimiento político tiene una historia anterior y más espectacular, en parte claramente de origen no-judío. Al tratar los problemas que aquejan hoy a la tierra de Canaán, debemos tener un claro conocimiento de la historia sionista y de las fuerzas que la han cuestionado o promocionado.

El sionismo cristiano y el colonialismo

Napoleón Bonaparte fue el primero que intentó construir una red de ju­díos leales al imperio francés en toda Europa. Esa iniciativa temprana

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pronto fue reemplazada por una planificación y una acción más concre­tas del imperio británico.1 Por entonces, eran muy pocos los judíos que vivían en Gran Bretaña o Francia. Con la pérdida de las colonias ameri­canas, la colonización británica puso su mira en la India, «la joya de la corona», y tal vez contempló con igual interés la ruta a la India.2 En las palabras de un corresponsal de 'limes en 1840, «la propuesta de plantar al pueblo judío en la tierra de sus padres, bajo la protección de las cinco potencias, ya no es una mera cuestión de especulación, sino una seria consideración política».3 El siguiente fragmento de la Qunrlerly Review de 1838 demuestra que se estaban instituyendo planes británicos, no ju­díos sionistas, principalmente para beneficio del imperio británico:

«El creciente interés manifestado por esas regiones, la inversión más grande de capital británico, y la confluencia de viajeros británicos y extranjeros de todas partes del mundo, han inducido recientemen­te al secretario de Estado para los Asuntos Extranjeros a enviar allá a un representante de nuestro soberano, en la persona de un vice­cónsul. Ese caballero partió hacia Alejandría a fines de setiembre último: su residencia se fijará en Jerusalén, pero su jurisdicción se extenderá a todo el país dentro de los antiguos límiles de la fierra Santa; se lo acredita de ese modo, por así decirlo, en el antiguo reino de David y las doce tribus. El suelo y el clima de Palestina se adap­tan singularmente al crecimiento de productos requeridos por las exigencias de Gran Bretaña; el algodón más fino puede obtenerse en una abundancia casi ilimitada; la seda y la rubia son los produc - tos principales del país, y el aceite de oliva es ahora, como siempre fue, la verdadera gordura de la tierra. Sólo se requieren capital y ca­pacidad: la presencia de un oficial británico, y la incrementada se­guridad de la propiedad que otorgará su presencia, puede invitarlos la los judíos] para que vayan desde estas islas a cultivar Palestina; y los judíos, que no se dedicarían a la agricultura en ninguna otra tierra, habiendo hallado en el cónsul inglés un mediador entre su pueblo y el Bajá, probablemente retornen en números aun mayo­res, y se conviertan una vez más en los ganaderos de Judea y de Galilea ... Napoleón conocía bien el valor de una alianza hebrea; y se esforzó por reproducir, en la capital de Francia, el espectáculo del antiguo sanedrín que, al amparo del poder del favor imperial,

Mohamedcn Ould-Mey, «The non-Iewish Origin ol Zionism», TlteAral) World (leographer, Vol. 5 (2002), pp. 34-52.Barbara W. Tuchman, llible and Siuurd: England an d l ’a lestine¡rom the fíronzeA ge lo Bul- fin ir (New York, Ballantine tiooks, 1984).«Restoration of the Jews». The Times, Augitsl 17, 1840, p. 5, col. 6 sig.

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podía dar leyes a todo el conjunto de los judíos en el mundo habi­table, y ayudarlo a él, sin duda, en sus audaces planes contra Polo­nia y el Este, esos que Napoleón diseñó en su violencia y ambición, pensando «destruir no pocas naciones», que nosotros podemos le­gítima y sabiamente emprender para el mantenimiento de nuestro imperio».4

I.a diplomacia británica con el sultán otomano, que se inició en la década de 1830, incluía explícitos pedidos de que se promovieran y faci­litaran los asentamientos de judíos en Palestina. Muchos judíos se mos­traban comprensiblemente recelosos de los proyectos de los europeos gentiles, y en el siglo XIX, el sionismo no logró convencer a buena parte de la judería europea. Los pocos judíos que estaban interesados en vivir en Palestina hacían su traslado por una variedad de razones: los religio­sos porque se radicaban cerca de Safed y de otros centros del judaismo religioso en Palestina; algunos se sentían estimulados por la reubicación financiada; y otros eran socialistas sionistas idealistas que pensaban que la asimilación había fracasado y que era mejor desarrollar el iluminismo separadamente hasta que el resto del mundo se pusiera a la par. Esos pri­meros conversos al sionismo eran vastamente superados por los judíos no sionistas y antisionistas. Muchos incluso temían que el sionismo fue­ra un proyecto más de los gentiles para expulsarlos de sus países. Sin em­bargo, el sionismo como empresa colonial no podía imponerse a menos que los judíos lo adoptaran como una causa en número mucho mayores. El primer intento fue la formación, a comienzos de 1809, de una nueva organización, la London Society for Promoting Christianity among (he Jews. Sus objetivos incluían educar a los judíos en su propia historia y promover la inmigración europea oriental a Palestina como una reali­zación de la teología cristiana. Esos primeros intentos fueron los verda­deros antecedentes del movimiento cristiano sionista, que sigue siendo influyeme en Gran Bretaña y en Estados Unidos hasta el día de hoy. El co­ronel Charles Henry Churchill, cónsul británico en Siria, afirmó en 1841 que el éxito del sionismo dependía «En primer lugar, de que los judíos mismos se hagan cargo universal y unánimemente del asunto; en segun­do lugar, de que las potencias europeas los ayuden en sus ideas».5 * I.

Lord Lindsay, Letters on Egypf, Edom, and the líoly Land (London, llenry Colburn, 1838), pp. 188-90,I. ). Lpstem, Zion’s (till; Christian Coniribution lo the Origins and Developmen t o f Israel (New York, IJniversity Press of America, 1984).

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Para lograr tales metas, el imperio británico empleó los servicios del teniente coronel George Gawler (1796-1869). (Gawler era un experto en colonización que fundó una colonia penal en Australia, y cuyo nombre les fue impuesto a una ciudad importante y a un Pistado de Australia.) En 1845, Gawler publicó su visión de cómo podía lograrse el proyecto en Tranquilization ofSyria and the Ecist: Obsermtions and Practical Sugges- tions, in Furtherance o ftb e Establishment o f Jewish Colonies in Palestine, the Most Sober and Sensible Remedy fo r the Miseries o f Asia tic Turkey.1' En 1852, Gawler y otros oficiales británicos fundaron la Association lor Promoting Jewish Settlement in Palestine, que luego se convirtió en el Palestine Fund.7 En 1920, Winston Churchill escribió inmediatamente después de afirmar que el bolcheviquismo estaba siendo iniciado y lide­rado principalmente por judíos:

«Pero si, como bien puede suceder, se creara en el curso de nues­tra vida, y junto a las márgenes del Jordán, un Estado judío bajo la protección de la corona británica, que pudiera contener a tres o cuatro millones de judíos, se habría producido un acontecimiento en la historia del mundo que, desde todo punto de vista, sería be­neficioso y estaría especialmente en armonía con los intereses más verdaderos del imperio británico».11

El sionismo arraiga entre las comunidades judías de Europa

Es mucho lo que se debe saber sobre la transición del sionismo en el si­glo XIX de un movimiento auspiciado y promovido por no judíos a un movimiento liderado por judíos, que entonces tomaron la iniciativa de cambiar el curso de la historia. El número de los judíos que veían el sio­nismo con buenos ojos variaba según el país de residencia y la situación política y económica en que se encontraban. El nacionalismo del siglo XIX le dio al sionismo un tono más racial y nacionalista. Sin embargo, los propulsores judíos del sionismo fueron minoría durante todo el siglo

George Gawler, Tranquilization o fS yria an d the East: Observations and Practical Sugges- tions. in Furtherance o f the Establishment o f Jewish Colonies in Palestine. the Most Sober and Sensible Rem edy fo r the Miseries o f Asiatic Turkey (1845), citado en Oukl-Mey, «The non-Jewish Origin of Zionism».Epstem, Zions’Call«Zionism versus Bolshevism: A Struggle for the Soul of the Jewish iVnple*.. Illustniicit Sun day Herald, 8 de febrero de 1920, reproducido en Lenm Brenner, 51 Documents. Z ionul Collahoration with tye Nazis (New Jersey, Barricade, 2002), p. 27.

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XíX y comienzos del XX. El movimiento seguía dependiendo claramen­te de los intereses imperiales en cuanto a su supervivencia, y creció la necesidad de una mayor cooperación con los intereses coloniales britá­nicos. I.a fuerza del movimiento en las comunidades askenazis estaba relacionada en gran medida con los niveles de sentimientos antiaskena- zis. Así, Moses Hess (1812-1875) sostenía que no había otra cura para la «enfermedad» del odio a los judíos que establecer un Estado judío en Pa­lestina. Un hombre con ideas similares, ludah Leib (León) Pinsker (1821­1891) se convirtió en cofundador, con Moses I.ilienblum de Hibbat Zion. un temprano movimiento sionista. En 1882, publicó de manera anóni­ma un panfleto titulado «Auto-Emancipation: An Appeal to his people by a Russian Jew», en el que sostenía que el antiaskenazismo (conocido en Europa como antisemitismo) era un fenómeno patológico que estaba más alia del alcance de todos los triunfos futuros de «la humanidad y el iluminismo». Era por eso que creía en el sionismo:

«Este es el núcleo del problema, tal como lo vemos: los judíos for­man un elemento distintivo en las naciones en las cuales viven, y como tales no pueden ni asimilarse ni ser fácilmente digeridos por ninguna nación. De ahí que la solución resida en hallar un medio para reajustar de tal modo este elemento exclusivo para la familia de las naciones que la base de la cuestión judía sea removida de manera permanente.

Tras analizar la judeofobia como una forma hereditaria de demo- nopatía, peculiar de la raza humana, y habiendo presentado el an­tisemitismo como proveniente de una aberración heredada de la mente humana, dehemos derivar la importante conclusión de que debemos abandonar la lucha contra esos impulsos hostiles, tal co­mo debemos hacerlo contra toda otra predisposición heredada.

Nuestro futuro será siempre inseguro y precario a menos que se ha­ga un cambio radical en nuestra posición. F.se cambio no se puede realizar mediante la emancipación civil de los judíos en este o aquel Estado, sino sólo por la autoemancipación del pueblo judío como una nación, la fundación de una comunidad colonial pertenecien­te a los judíos, que algún día habrá de convertirse en nuestra patria inalienable, nuestro país.

La cuestión internacional judía debe tener una solución nacional.Por supuesto, nuestra regeneración nacional sólo puede producir­se lentamente. Debemos dar el primer paso. Nuestros descendien-

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les deben seguirnos a una velocidad mesurada y no excesivamente precipitada».9 0

Pinsker se convirtió en un líder del movimiento y, con fondos del ri­co filántropo británico, el barón Edmond de Rothschild, se crearon los primeros asentamientos agrícolas en Palestina: Rishon Le Ziyyon, al sur de Tel Aviv, y Zikhron Yaaqov, al sur de Haifa. Para 1891, alrededor de 10.000 judíos se habían reubicado en esos asentamientos (entonces en el imperio otomano). Sin embargo, en el período de la emigración judía de Europa, entre 1882 y 1903, fue sólo una fracción minúscula la que se marchaba a Palestina; en su mayoría, iban a América del norte o del sur.

Nathan Birnbaum (también conocido como Mathias Ascher) acuñó el término «sionismo», basándose en las ideas de Hess y Pinsker, para describir un movimiento político para la «autoemancipación» y el nacio­nalismo judío. En 1893, Ascher publicó un opúsculo titulado «Die Natio- nale Wiedergeburt der Juedischen Volkes in seinem Lande ais Mittel zur Loesung der Judenfrage» (El renacimiento nacional del pueblo judío en su patria como medio para solucionar el problema judío). Luego, la obra de Theodor Herzl formó la base ideológica del movimiento. Al igual que sus padres intelectuales, reconocía que el antisemitismo sería aprove­chado para sus propios fines -sionistas-,1(1 Así, los proponentes del sio­nismo, judíos y no judíos por igual, construyeron su base popular sobre los temores judíos de sentimientos y de acciones antijudías. El sionismo, se les decía, es la mejor solución para el «problema judío».

El sionismo después de 1948

Mientras el sionismo como programa político supuestamente «emanci­paba al pueblo judío», dándole su propio Estado, una vez establecido ese Estado y removida la mayor parte de la población nativa, se debieron presentar nuevas funciones y argumentos para sostener y reinventar el sionismo. La «protección» del «pueblo judío» del «exterior» siguió siendo el argumento filosófico esencial para el sostenimiento del sionismo. Pe­ro hacía falta más. El Programa Jerusalén para el Sionismo, adoptado en

9 Traducido del alemán por el doctor D.S. Blondheim, Federaban of American Zionists, 1916, Essential Texts o f Zionism, Jewish Virtual Library http://www.us- israel.org/jsource/Zionism/pinkster.html.

l0 Benny Morris. Righteous Victims: A History o f the Zionist-Arab Conflict, Ifí8l-2l)0t (New York, Knopf, 2001), p. 21.

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1951 y revisado por el Congreso Sionista Mundial en 1968, tomó lo que sigue como una definición de los objetivos del sionismo:

■ Fomentar la inmigración, la absorción y la integración de inmi­grantes;

■ Trabajo intensivo para los precursores y enseñanza para los pre­cursores;

■ Esfuerzo concertado para reunir los fondos que permitan realizar las tarcas del sionismo;

■ Fomento de la inversión de capital privado;■ Mejorar la conciencia judía propagando la idea sionista■ Movilización de la opinión pública mundial por Israel y el sionis­

mo;■ Participación en los esfuerzos para organizar e intensificar la vida

judía sobre bases democráticas . .. defensa de los derechos judíos.

En junio de 1968, el Congreso Sionista, reunido en Jerusalén, redefi­nió más ampliamente los objetivos de sionismo en el «Programa Jerusa­lén»:

1. La unidad del pueblo judío y la centralidad de Israel en la vida ju­día;

2. La reunión del pueblo judío en su patria histórica, Eretz Yisrael, mediante aliyah de todos los países;

.1. El fortalecimiento del Estado de Israel, que se basa en la visión pro- fética de la justicia y la paz;

4. La preservación de la identidad del pueblo judío mediante el fo­mento de la educación judía, sionista y hebrea, y de los valores es­pirituales y culturales judíos;

5. La protección de los derechos judíos en todas partes.

Nótese el amplio mandato dictado por las palabras clave: poder, fuer­za y protección contra toda amenaza percibida para los judíos. Sólo se debe reemplazar judío con cristiano o blanco para ver tanto la iniquidad como el racismo en los programas de 1951 y 1968. Después de todo, ¿qué significa la reunión del «pueblo» judío? ¿Qué significa cuando muchos judíos se han convertido al cristianismo y muchos al islamismo? ¿Qué significa para la mayoría de los judíos que son conversos del cristianis­mo, el paganismo, etc.? ¿De qué manera ayuda la «reunión» y la toma de tierra de los nativos mediante el «fortalecimiento» del Estado de Israel en

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nombre de la «unidad del pueblo judío» a la «protección de los derechos judíos en todas partes» ?

El gobierno de Israel habla aún imprudentemente del sionismo como la solución para el odio «antisemita» (antijudío) en lugar de trabajar para promover la igualdad de los judíos y los no judíos en todas partes.

«El movimiento sionista apuntaba a resolver el «problema judío», el problema de una minoría perenne, un pueblo sometido a reitera­dos pogroms y persecuciones, una comunidad sin patria cuya alie­nación se veía acentuada por la discriminación donde fuera que se asentaran los judíos. El sionismo aspiraba a enfrentar esa situación asumiendo un retorno a la patria histórica de los judíos, la tierra de Israel... La solución nacional sionista fue el establecimiento de un Estado nacional judío con mayoría judía en la patria histórica, rea­lizando así el derecho del pueblo judío a la libre determinación».11

Nótese las abarcativas generalizaciones y el sentido de victimización perpetua, que reflejan la teología de 1 less, Pinsker y Herzl, según la cual la discriminación contra los judíos es un problema patológico para el que no hay otro remedio que un Estado poderoso con una mayoritaria po­blación judía. Amnon Rubinstein escribió en Haaretz el 13 de marzo de 2002:

« el nuevo nacionalismo judío laico, que fue la base sobre la que se construyó Israel, es un nacionalismo sin opciones. Es cierto que sobre la base de la falta de ojrciones se apilaban otros elementos nacionales tradicionales: la memoria del pasado bíblico, el impacio del renacimiento del hebreo, el concepto de un retorno a Sion, y los elementos característicos de otros movimientos nacionales. Pero la mayor fuerza del sionismo derivó de su sentido de que no había ninguna otra opción, debido a esa incapacidad para ser como todos los demás. Sin la puerta cerrada, la puerta sionista no se hubiera abierto mucho y el anhelo de Sion se habría mantenido en el libro de las plegarias».12

¿Realmente no tienen los judíos otra opción que el sionismo si de­sean prosperar? ¿Ayudó u obstaculizó el sionismo la causa de la toleran­cia (judíos hacia no judíos y viceversa)? Los judíos han encarado esas

11 Sitio web del ministerio de Asuntos Exteriores de Israel: http://www.israel.org/mfa/go.aspTMFAHOOngO.

12 Amnon Rubinstein, Haaretz, 13 de marzo de 2002.

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preguntas por décadas, llegando a conclusiones muy diferentes, con los judíos anlisionistas que alcanzan conclusiones muy distintas de las de Herzl, Pinsker, Hess y sus seguidores. Como lo demostraría la historia, los críticos estaban acertados. Hoy, después de 150 años de sionismo, hay un solo lugar donde los judíos están amenazados de aniquilamiento, y ese lugar es el autodeclarado «Estado judío». En Israel, uno encuentra un go­bierno que está preparando parques públicos como sitios para probables tumbas masivas en el caso de ataques biológicos o químicos. En Israel, se hacen intentos poco realistas de reasegurar al público de que ellos pue­den sobrevivir a tales ataques. ¿Por qué los judíos están más seguros en EE.UU. de América o en Francia que en Israel? Los sentimientos antiju­díos en todo el mundo, ¿se ven avivados o se atenúan con el programa sionista y su efecto sobre los palestinos nativos?

Las respuestas a estas preguntas están haciendo reconsiderar a mu­chos judíos los engaños del programa sionista militarista. F,l sionismo político fue catastrófico para los palestinos indígenas (cristianos y mu­sulmanes por igual). En libros y artículos publicados, Herzl tuvo el cui­dado de describir qué significaba el sionismo en la práctica y cómo se lo debía implementar en una Palestina ya habitada. Pero, como vimos en el capítulo 4, los diarios de Herzl y los diarios de otros sionistas precursores están disponibles ahora y arrojan luz sobre la naturaleza colonialista del sionismo y sus verdaderas intenciones.

Herzl entendía la necesidad de un programa concreto para realizar los objetivos que proponía. Por ello, otros eran necesarios para la apli­cación práctica del sionismo. Entre estos se incluían Hachman Syrkin y Ber Borochov, que desarrollaron el sionismo laborista como una fuerza dominante en las bases sionistas. Ese tipo de sionismo práctico existe en una forma representada por el partido Laborista y algunos de los par­tidos menores en el Israel de hoy. Los sionistas laboristas criticaban los asentamientos patrocinados por Rothschild en términos puramente ca­pitalistas (v.g., tomando mano de obra árabe). Solicitaban asentamientos judíos basados en modos de organización socialistas: la acumulación de capital manejada por una organización judía central y el empleo de tra­bajadores judíos solamente. Un pilar clave de esto fue la necesidad de «poder judío» (físico, material) que pudiera convertirse en poder político y estatal no diluido por los no judíos.

Los sionistas laboristas sabían que el poder era necesario, pero tam­bién sabían que el logro de sus objetivos requería maniobrar con capaci­dad política en torno de las potencias existentes en la región de su asen-

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tamiento. Para muchos sionistas ardientes, esto olía a una componenda que no estaban dispuestos a aceptar. Hso preparó el escenario para la evolución de otros métodos para lograr los objetivos del sionismo. Al­gunos sostenían que un fuerte poder económico y militar era lodo lo que importaba para la realización de los sueños sionistas. Vladimir Ja- botinsky fue el fundador de esta ideología del «sionismo revisionista», que Menahem Begin, Benjamín Netanyahu, Ariel Sharon y otros lideres israelíes identifican como su base ideológica (ahora representada por el partido Likud y otros partidos de derecha en Israel). I.os escritos de Jabo tinsky de 1923 claramente muestran su modo de pensar:

«Cada lector tiene alguna idea de la temprana historia de otros paí­ses que han sido colonizados. I.e sugiero que recuerde todas las ins­tancias conocidas. Si trata de buscar un solo caso de un país colo­nizado con el consentimiento de los nacidos allí, no lo encontra­rá. Los habitantes (no importa si son civilizados o salvajes) siem­pre han presentado una lucha obstinada. Además, no tuvo impor­tancia alguna el modo de actuar de los colonos. Los españoles que conquistaron México y Perú, o nuestros propios antepasados en los tiempos de Josué ben Nun, podría decirse que se comportaron co­mo saqueadores.

... Los conciliadores que están entre nosotros tratan de convencer­nos de que los árabes son cierta clase de tontos a los que se pue­de engañar mediante una formulación atenuada de nuestros obje­tivos, o una tribu de codiciosos dispuestos a abandonar sus dere­chos naturales a Palestina por ganancias culturales y económicas. Rechazo de plano esa evaluación de los palestinos arabes. Cullu- ralmente, están 500 años detrás nuestro, espirituahnente no tienen nuestra resistencia o nuestra fuerza de voluntad, pero esto agota to­das las diferencias internas. Podemos hablar tanto como queramos sobre nuestras buenas intenciones; pero ellos entienden tan bien como nosotros qué no es bueno para ellos. Miran Palestina con el mismo amor instintivo y el fervor verdadero con que cada azteca miraba su México o cualquier sioux su pradera.

... No tiene ninguna importancia que citemos a Herzl o Herbert Sa­muel para justificar nuestras actividades. La colonización en si mis­ma tiene su propia explicación, integral e ineludible, y la entiende cada árabe y cada judío en su sano juicio. La colonización sólo pue­de tener un objetivo. Para los palestinos árabes, ese objetivo es in­admisible. Kso es propio de la naturaleza de las cosas. Cambiar esa naturaleza es imposible.

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...La colonización sionista, aun la más restringida, debe terminarse o llevarse a cabo desafiando la voluntad de la población nativa. Lisia colonización puede, por lo tanto, continuar y desarrollarse sólo baio la protección de una fuerza independiente de la población local, un muro de hierro que la población nativa no pueda atravesar. Esta es en suma, nuestra política hacia los árabes. Formularla de cualquier otra manera sería sólo hipocresía. Esto no sólo debe ser así, es así. lo admitamos o no. ¿Qué significan para nosotros la Declaración Balfour y el Mandato? Es el hecho de que una potencia desintere­sada se comprometió a crear tales condiciones de seguridad que la población local sería disuadida de interferir en nuestros esfuerzos.

Todos nosotros, sin excepción, estamos demandando constante­mente que esa potencia cumpla estrictamente sus obligaciones. En este sentido, no hay diferencias significativas entre nuestros «mili­taristas» y nuestros «vegetarianos». Uno prefiere un muro de hierro de bayonetas judías, el otro propone un muro de hierro de bayone­tas británicas, el tercero propone un acuerdo con Bagdad, y parece satisfecho con las bayonetas de Bagdad -un gusto extraño y un tan­to riesgoso- pero todos nosotros aplaudimos, noche y día, el muro de hierro. Destruiríamos nuestra causa si proclamáramos la nece­sidad de un acuerdo y llenáramos la mente del mandatario con la creencia de que no necesitamos un muro de hierro, sino más bien conversaciones interminables. Tal discurso sólo puede perjudicar­nos. Por lo tanto es nuestro deber sagrado ponerlo al descubierto y demostrar que es una trampa y un engaño.13

Esta es lectura esencial para aquellos que desean comprender la na­turaleza de los planes sionistas sin el estorbo de las palabras tranquiliza­doras o las maniobras hábiles. El «muro» se refiere al muro de bayonetas, británicas y/o sionistas, necesariamente requeridas para establecer un Estado judio colonialista. El autor sostiene persuasivamente por qué los árabes no aceptarán un Estado judío en Palestina. Su visión, tal como se expresa en este articulo, es profética respecto de lo que sucedería en Palestina en los 80 años siguientes.

11 V l a d i m i r l a b w t l n s k v . .. I l i a l i n i i W a l l : W V a n d l i l i ' A r a b v . , p n l i l n a d n o r i g i n a l i i i r n U ' r n r u s n

l u j o H U l u l o « ( ) / I u ’ U v i h h S i m o , m l l a s s w y n . I d i * n m u m b r r d e I H 2 3 . T r a d . p o r I e n n i

h r e m i i ' i . S i* p u n i r v e r e n

http://www.marxists.de/middleastYironwall.htm.

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¿Es el sionismo la imagen especular del antisemitismo?

En esencia, el sionismo era un proyecto que contemplaba modos de ope­ración levemente variados, tales como emplear o no la fuerza laboral ára­be. trabajar con los sistemas políticos existentes para lograr sus objetivos o emplear sólo medios militares. La meta era y sigue siendo la creación y el mantenimiento de un Estado judío con una mayoría judia clara y de­finida (en tanto esa mayoría judía apoye al sionismo). En una tierra ya ocupada por otro pueblo, las tácticas eran consideradas como una per­dida traumática pero necesaria. El medio principal para la realización de este sueño era el «antisemitismo». Esta forma de racismo estaba bien en­trelazada con profundos fenómenos psicológicos que a su vez también la explicaban.

El término antisemitismo fue acuñado en 1879 por el fanático anti­judío Wilhelm Marr. Según la enciclopedia Yahoo, al panfleto de Man­de 1862 titulado «Der Judenspiegel» (El espejo judío) siguió el influyen­te «The Victory of íudaism over Germandom, Considered from a Non- Religious point of View». Marr no deseaba emplear el término «judío» porque connotaba una religión, sino una palabra que se refiriera a la et- nicidad. Es probable que no estuviera familiarizado con la palabra aske- nazi y suponía que los judíos europeos askenazis eran «semitas». Marr introdujo así la palabra «antisemita» en el vocabulario político al fundar la Liga de antisemitas, que organizaba conferencias y publicaba un men- suario que tuvo corta vida. La Liga fracasó como organización, pero fue históricamente importante porque fue el primer intento de crear un mo­vimiento político popular basado en el odio a los askenazis. Como vimos en el capítulo 2, el término «semita» hace referencia a todos los que ha­blan una lengua semítica (arabe, hebreo, arameo). Los judíos askenazis técnicamente no eran semitas, ya que hablaban yiddish. El hecho de que ese término, creado por un racista, fuera adoptado por muchos judíos y sionistas resulta sorprendente, aunque encaja bien en el contexto del desarrollo del pensamiento sionista, como se analizó anteriormente (es decir, la re-localización de un «Estado judío» como una solución para el «problema judío»). Que el sionismo y la judeofobia están estrechamen­te relacionados lo evidencian los escritos de los primeros sionstas. Aquí tenemos a Jabotinsky, que escribía en 1904 acerca del «problema judío».

«Desde un punto de vista físico, es inconcebible que un judío na­cido en una familia de pura sangre judía por varias generaciones, pueda adaptarse a la perspectiva espiritual de un alemán o un fran-

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ces. Un judio criado entre alemanes puede adoptar costumbres ale­manas, palabras alemanas. Puede estar imbuido por completo de ese fluido alemán, pero el núcleo de su estructura espiritual se man­tendrá siempre judío, porque su sangre, su cuerpo, su tipo físico- racial son judíos ...Y un hombre cuyo cuerpo es judío no puede moldear dentro de sí el espíritu de un francés... Es imposible que un hombre se asimile a personas cuya sangre es diferente de la su-

lal vez se deba ponderar y analizar esta cita paralela de Mein K am pf de Adolf Hitler:

«Pero yo ya no podía dudar que los objetos de mi estudio no eran los alemanes de una religión especial, sino un pueblo en sí mismo; por­que una vez que hube empezado a interesarme en esta cuestión, y a tomar conocimiento de los judíos, Viena se me apareció bajo una luz diferente que antes. Adonde quiera que fuese, empecé a ver ju­díos, y cuantos más veía, más marcadamente se distinguían a mis ojos del resto de la humanidad. En particular la sección central y los distritos al norte del canal del Danubio abundaban en perso­nas que aun exteriormente habían perdido toda semejanza con los germanos. Y cualquier duda que aún pudiera haber nutrido se disi­pó finalmente por la actitud de una porción de los judíos mismos.Entre ellos había un gran movimiento, muy amplio en Viena, que se destacaba marcadamente en confirmación del carácter nacional de los judíos: estos eran los sionistas [énfasis en el original]».* 15

El libro de Hitler es la más horrible denigración de los judíos y otros pueblos, el libro más racista que se pueda imaginar. Que afirmara que todas las «dudas restantes» que tenía sobre su antisemitismo se disipa­ron porque los sionistas concordaron con él sobre el carácter nacional de los judíos, es impresionante e históricamente ha sido ignorado casi por completo. Es una noción importante, porque los sionistas no sólo coin­cidían con Hitler en que los judíos debían marcharse de Europa, sino que trabajaban para ese fin. Aquí tenemos lo que escribió la Federación Sio­nista de Alemania en una carta al nuevo régimen nazi:

«El sionismo cree que el renacimiento de una vida nacional, tal co­mo está sucediendo en la vida alemana mediante la adhesión a los

11 Vladiinir Jabotinsky, «A I.etter on Autonomy, 1904», reeditada en Brenner, 51 Documents, p. Ill

15 Adolf Hitler, Mein Kampf, nueva ed. (Boston, Houghtun Mifflin, 1998), p. 56.

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valores cristianos y nacionales, también debe tener lugar en el gru­po nacional judío».16 17 18 19

Sionistas y nazis coincidían en que los judíos no podían ser alemanes. Ambos creían que los judíos no podían funcionar en otras sociedades co­mo ciudadanos iguales. De hecho, los sionistas priorizaban la presencia judía colonial mayoritaria en Palestina respecto de otras cuestiones, aun cuando ese objetivo estaba en conflicto con el bienestar de los judíos de Europa. Es por eso que ellos colaboraron con los nazis y frustraron los esfuerzos por rescatar a los judíos.

Los sionistas cooperaron con los nazis a mediados de la década de 1930 para facilitar la emigración judía a Palestina. Los detalles de este acuerdo los brinda Edwin Black.17 Cuando se iniciaron los ataques ale­manes a los judíos, los británicos, en la esperanza de aliviar la presión de la incrementada migración a Palestina, propusieron que miles de mnos judíos fueran admitidos en Gran Bretaña. Ben-Gurion, por entonces el lí­der reconocido del sionismo laborista, se opuso al plan, diciendo en una reunión de líderes sionistas laboristas del 7 de diciembre de 1938:

«Si yo supiera que serta posible salvar a todos los niños de Alemania llevándolos a Inglaterra, y sólo a la mitad de ellos trasladándolos a Eretz Yisrael, entonces optaría por la segunda alternativa. Porque debemos considerar no sólo la vida de esos niños sino también la historia del pueblo de Israel».18

El rabino Shonfeld cita al líder sionista Yitzhak Greenbaum como afirmando después de la guerra:

«Cuando me pidieron si podía dar dinero de los fondos del United lewish Appealparael rescate de judíos de Europa, dije «¡No!», y nue­vamente digo «¡No!» ... uno debe resistir esta oleada que desplaza a un plano secundario las actividades sionistas».1 1

La mayoría de los judíos, en el curso del siglo XIX y comienzos del XX, criticaron las metodologías sionistas e incluso el concepto total del

16 Memorando de la Federación Sionista de Alemania, 21 de junio de 1933, reeditado en Bren- ner, 51 Documents, p. 43.

17 F.dwin Black, The Transfer Agreement: The Untóle! Story o f lile Secrel Pací Between the Third Reich an d Jewish Palestine (New York, Macmillan; London, Collier Macmillan 1984).

18 l.enni Rrenner, The ¡ron Wall: Ziemist Revisionism from ¡abotinsky lo Sham ir (London, Zed Books, 1984), cita como referencia el N" 23: Yoav Gelber, «Ziomst Policy and the l ate of Ruropean Jewry (1939-42)», Yad Vashem Studies, Vol. XII (1979), p. 199.

19 Rabino Moshe Shonfeld, The ¡lolocausc Victims Acense (New York, Neturei Karta, 1977).

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sionismo. Veían el movimiento como un uso cínico de la religión para establecer el poder estatal. Tal vez las más interesantes fueran las ideas de judíos sumamente inteligentes y humanistas como Albert Einstein y Sigmund Freud, que si bien no se oponían abiertamente al sionismo, se rehusaban a lomar parte en él. Ellos reflejaban la opinión de la mayoría judía antes del establecimiento del Estado de Israel.

Freud, el padre del psicoanálisis, cuando se le solicitó que firmara una petición condenando los disturbios árabes en Palestina, y en apoyo del asentamiento de los judíos en Israel, se rehusó enviando una carta amable:

Estimado señor,

No puedo hacer lo que usted desea. No puedo superar la aversión de agobiar al público con mi nombre, y además el actual momen­to crítico no me parece que lo justifique. Todo el que desee influir en las masas debe darles algo motivador e incitante, y mi juicio sensato sobre el sionismo no lo permite. Por cierto simpatizo con los objetivos, esloy orgulloso de nuestra Universidad en lerusalén y me encanta la prosperidad de nuestro asentamiento. Pero, por otra paite, no creo que Palestina pueda convertirse nunca en un Estado judío, ni que los mundos cristiano e islámico estén nunca prepara­dos para que sus sitios sagrados estén al cuidado de los judíos. Me hubiese parecido más sensato establecer una patria judía en una tierra con menos carga histórica. Pero sé que tal punto de vista ra­cional nunca se hubiese granjeado el entusiasmo de las masas y el apoyo económico de los ricos. Concedo con pena que el fanatismo infundado de nuestro pueblo es culpable en parte del surgimiento de la desconfianza árabe. No puedo sentir comprensión alguna por la piedad absurda que transforma una parte de un muro herodiano en una reliquia nacional, ofendiendo de esa manera los sentimien­tos de los nativos.

Ahora juzgue usted mismo si yo, con tal punto de vista crítico, soy la persona adecuada para que me presente como el consuelo de un pueblo engañado por la esperanza injustificada».20

FiemJ se refería a los métodos de los sionistas de la época de afirmar la soberanía en áreas de Palestina y de confrontar y demostrarles a los nativos que sus intereses eran incompatibles. El sionismo deseaba un

" l a caria (le Sigmund Freud al doctor Chairo Kofder, Reren HaYassod, Viena: 26 de febrero de 1930; presentada en el sido web del Iteino Unido por el Freud Inslitutc: http://www.fieud.org.uk./aiab-israeli.html.

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Estado de los judíos y no un Estado democrático para una variedad de personas. Como lo señaló Freud, surgió de la preferencia por una afilia­ción tribal que nos persigue hasta el presente. Hillel Halkin escribió en el Jerusalem Post en 2002:

Usted desea que lo vea objetivamente. Objetivamente, estoy de acuer­do' sólo estamos fomentando más odio y violencia. Usted quiere que imagine cómo pensaría si fuera palestino. Supongo que si lo fuera, podría desear matar yo mismo a los israelíes. Pero no soy ob­jetivo y no soy palestino. No es que las vidas de los palestinos no me importen. Pero importan más las vidas de los israelíes.Sé que esto no suena sumamente esclarecido. Y por cierto no con­duce a ninguna de las soluciones políticas que ambos sabemos que son necesarias si este horror debe cesar. Pero ser objetivo no me haría más humano, sino menos.Puedo tratar de ser objetivo sobre los rusos y los clierbenos, o sobre los hindúes y los musulmanes de Cachemira, sm secar la leche de la bondad humana en mí, así como usted puede tratar de ser objetivo sobre nosotros acá, pero eso es sólo porque no soy ruso ni cheche no En caso de serlo, y si no pusiera a mi propio pueblo primeio, simplemente sería un monstruo emocional. De eso no podría sin gir nada bueno."1

Así, las víctimas del sionismo eran no sólo los desplazados nativos si­no también, podría decirse, los valores humanos judíos. En su libro Ben- Gurion Semilláis, Naeim C.iladi, un iraquí judío y ex sionista, analiza las tácticas sionistas al tratar de trasladar a los judíos de Irak a Israel en la di­cada de 1950. Giladi emigró a los Estados Unidos y recientemente publi­có un articulo en The Link, la publicación de Americans for Middle East Understanding. donde escribió: «alrededor de 125.000 judíos se marcha ron de Irak hacia Israel a fines de la década de 1940 y hasta 1952, en su mayoría porque les habían mentido y los habían hecho entrar en pánico con lo que pude llegar a enterarme que eran bombas sionistas [se refiere a los atentados con bombas en una sinagoga y en otras areas de concen­tración pública judía]. Pero mi madre y mi padre estaban entre los 6.000 que no f ueron a Israel 22 Otros libros analizan el discurso sionista y su re-

21 1 lilli 11 l.ilkm l ili|ci muy it Mm.illy Overrated?», Jerusalem Post, 24 de noviembre de 2002. T i m i buril n i i.i wi'h n ihltp //www.jpoM » i mi / h«:i vlrl/SatrlIiJrVp.iKrMiimr H'nsi/A/ IPAi m Ir'Showí;ull&nd- IO:i72'IWar>749.

22 Naeim (iiliuli, lien C tirinn’s iScíir?¿/tf/s(I;!iishingf Glilit, I99ñ).

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lación con el antiaskenazismo y la judeofobia. Algunos de ellos se citan en las lecturas recomendadas.

Un discurso postsionista

El programa sionista intentó, aunque fracasó, hacer de su ideología la ideología del «pueblo judío». Muchos sostuvieron incluso que los sionis­tas estaban tratando de reemplazar el judaismo con el sionismo, o al me­nos intentaban asegurar que el sionismo fuera una parte dominante del pensamiento judío de la corriente principal. De ahí se entiende la ne­cesidad de rotular a los antisionistas, o incluso a los no sionistas, como «antisemitas» o, si son judíos, como «judíos que se odian a sí mismos». En los primeros 80 años del apartheid en Sudáfrica, los líderes de los su­dafricanos blancos decían que el apartheid era un movimiento nacional para la protección de la población blanca, y que toda la oposición de los negros era racismo contra los blancos. Los intelectuales judíos y muchos otros se opusieron al sionismo simplemente porque sabían que no era viable para la libre determinación o la libertad de los judíos.

Cuando los palestinos retornen a sus tierras y formen una sociedad pluralista para todos, ¿recordarán los descendientes de los palestinos ex­pulsados las palabras y las acciones de Herzl, Ben-Gurion, Barak y Sha- ron, o recordarán las palabras y las acciones de Martin Buber, Israel Sha- hak, Uri Avneri y Norman Finkelstein? ¿Nos enseñarán estos recuerdos a ser más tolerantes con los otros o instilarán en nosotros el tipo de men­talidad farisaica y pretenciosa de «nosotros fuimos las perpetuas vícti­mas», que ha sido característica de muchos sionistas? Las víctimas del holocausto aprendieron muchas lecciones del mismo. Algunos, tal vez incitados o desorientados por la noción simplista y poco realista de la se- paración/apartheid, pensaron «nunca más», pero en el sentido de nunca más para los judíos, que deben separarse del resto de la humanidad. Pa­ra asegurarse de que no vuelva a producirse un holocausto, construirían un Estado muy fuerte, respaldado por el poder judío. Un lugar lógico era Palestina, la antigua patria de los judíos. Por supuesto, el problema era que Palestina ya estaba habitada y que la población nativa no permitiría que la soberanía de su tierra fuera transferida a una entidad extra nacio­nal. Otros sobrevivientes del holocausto y sus hijos, como Finkelstein, Shahak y decenas de miles como ellos, entendieron que «nunca más» significaba que ellos nunca permitirían que el odio o el racismo se per­petraran contra nadie. Otros rechazaron la noción de un «Estado judío»

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laico sobre la base de argumentos teológicos. (Esto fue así, en esencia, entre todos los judíos ortodoxos hasta 1967, y sigue siendo común entre los ultra ortodoxos, tales como Naturei Karta).

Confío en que un movimiento palestino exclusionista análogo al sio­nismo no obtenga un apoyo amplio y que tampoco se le permita ganar una posición estable, como sucede con el sionismo entre las masas ju­días. Creo eso porque lo he presenciado entre los nativos en otras partes del mundo. En Sudáfrica, los negros obtuvieron la libertad pero no ex­pulsaron a los blancos, como se temía. Los palestinos no echarán a los judíos. Sin embargo, sucedió lo opuesto en 1948 cuando los palestinos fueron literalmente arrojados al mar en Jaffa y cargados en naves paia terminar en la Franja de Gaza. Se trata de algo que el mundo no toleraría en el siglo XXI, como sucedió en bosnia.

Están cobrando importancia las voces judías contra el sionismo y las acciones israelíes, pero es verdad que lo más importante, al menos en la comunidad judía organizada, es el sionismo. Sin embargo, se debe ob­servar que en todas las encuestas, la mayoría de los judíos afirman que no son sionistas, y aun hoy la mayoría de los judíos viven fuera de Israel. Además, ha sido espectacular el crecimiento de los movimientos anti­sionista y postsionista judíos. ¿Cuáles son algunas de las cosas buenas de estos movimientos?

1. Los opositores judíos al sionismo impiden a los sionistas y a otros racistas hacer generalizaciones sobre «los judíos». Esto es importante, pero lo más ¡mporiante es que las generaliza­ciones pueden llevar al racismo y a los ataques contra toda la comunidad. Resulta un giro irónico que los judíos a quienes los sionistas difaman como «judíos que se odian a sí mismos», o traidores a su religión, hagan mucho bien por su religión y amplíen la protección para sus correligionarios, mientras que los sionistas que perpetúan las brutalidades y afirman repre­sentar a todos los judíos, incrementan la paranoia antijudía.La lección para todos, incluidos los palestinos, es no difamar a aquellos que defienden la justicia y la libertad para todos.

2. Los opositores judíos del sionismo adoptan una posición mo ral acerca de cuestiones con independencia de la víctima o del perpetrador. Ellos proveen los más altos de los ideales bu manos al rechazar el tribalismo y las filosofías del «nosotros» y «ellos». Evalúan cada acontecimiento según sus méritos y están así libres de la hipocresía de la adhesión ideológica. Los sionistas deben jugar continuamente el juego del relativismo

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moral y el apoyo hipócrita a los derechos humanos en algu­nos casos, a la vez que se oponen a ellos en otros (según que la tribu se vea afectada o no). Este no es un modo de vida sa­ludable y crea nuevas noches de insomnio entre los sionistas que conozco. 1.a lección para todos, incluidos los palestinos, es no pensar ni actuar nunca tribalmente; piensa y actúa co­mo un ser humano.

F.sos judíos que se oponen al sionismo no lo hacen para dar un ejem­plo ni porque piensen que pueden cambiar la historia. Lo hacen por una razón muy simple; porque es correcto. De hecho, cuantos más seamos los que pensamos de esa manera, menos probables serán las guerras, los conflictos tribales, el nacionalismo, y es más probable que haya paz y prosperidad para todos.

Las preguntas formuladas por aquellos escépticos respecto de las as­piraciones sionistas siguen siendo pertinentes hoy. ¿Realmente los judíos fueron capaces de sobrevivir debido sólo a la creación del listado judío de Israel y el continuado desposeimiento de los palestinos nativos? ¿Qué precio han pagado los nativos por un Estado judío? ¿El sionismo resuelve realmente la duradera sensación de ser oprimidos y discriminados? ¿Se alimentan mutuamente el sionismo y los sentimientos antijudíos («an­tisemitismo») con el fin de prosperar? En los Estados Unidos, los judíos, los cristianos, los musulmanes y otros están bien adaptados como miem­bros de una sociedad que protege sus derechos. Durante el cénit de la ci­vilización árabe/islámica, judíos, cristianos y musulmanes prosperaron igualmente y construyeron utta gran herencia económica, arquitectóni­ca, intelectual y cultural. El mejor ejemplo de ello es la sociedad plura­lista desarrollada en Al-Andalus (España). Mi abuelo a menudo habla­ba de las relaciones amistosas que él, un palestino cristiano, observaba entre todas las comunidades en Palestina mucho antes de los desastres acarreados por la puesta en práctica del proyecto británico sionista. Los colegas judíos coinciden con la afirmación de mi abuelo. No es cierto lo que nos predicó el sionismo en el sentido de que no podemos vivir juntos. Es una pena que en lugar de construir un país pluralista para to­dos, algunos optaran por construir un país para algunos y desposeer a los otros.

El registro muestra realmente que el sionismo y los sentimientos an­tijudíos (antisemitismo) tienen una relación simbiótica. Las víctimas de la ideología sionista no fueron sólo los palestinos (los habitantes nativos) sino también judíos y muchos otros. Se incluye a los judíos sefaradíes, a

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los que se obligó a dejar sus hogares y sus vidas en países árabes cuando Israel pugnaba por socavar su presencia allá y cuando se incrementaron los sentimientos antijudíos debido a la represión de los palestinos por los autoproclamados representantes de los judíos. Aún hoy, las políticas del Estado de Israel aumentan, no reducen, las amenazas y el peligro para los judíos de todo el mundo. Así, en un juicio estricto incluso a partir de la afirmación de sus objetivos de proveer normalidad y seguridad para los judíos, el sionismo ha sido un fracaso. Pero tal vez esos objetivos no fueran verdaderamente genuinos y el sionismo, como tantos otros «is- mos», sólo haya tenido como meta el poder y el control. Los documentos desclasificados están arrojando luz sobre esas cuestiones y planteando preguntas muy inquietantes.

Conviene explorar las cuestiones acerca de la relación del sionismo con los sentimientos antijudíos y las reacciones judías a esos sentimien­tos. Pero la historia respecto de los habitantes palestinos nativos es mu­cho más simple y mucho menos controvertida. En la práctica, para cum­plir los sueños de los líderes sionistas, la limpieza étnica se practicó y se sigue practicando. Tras quitarle el 78% de las tierras al pueblo nativo y de expulsar a más de tres cuartas partes de ellos, el sionismo no está sa­tisfecho y los líderes israelíes insisten agresiva y violentamente en dividir el 22% restante (apartheid), mientras se insiste en el no retorno de los palestinos refugiados y en el mantenimiento de leyes racistas que dis­criminan contra los no judíos. La idea es mantener el carácter judío del Estado. Estas leyes y creencias son el tópico del capítulo siguiente.

Lecturas recomendadas

1. Edwin Black, The Transfer Agreement: The Dramatic Story o f the Pact Between the ThirdReich and jewish Palestine (New York, Carro- ll&Graf, 2001).

2. Lenni Brenner, The Iron Wall: Zionist Revisionistn from Jahotinsky to Shamir (London, Zed Books, 1984).

3. Marc H. Ellis, Israel and Palestine: Out oftheA shes (London, Pluto Press, 2003).

4. NaeimGiladi, Ben-Gurion's Scandals (Elushing, Glilit, 1995).5. Tom Segev con Ilaim Watzman (trads.), The Seeenth Million: The

Israelis and the Ilolocaust (New York, Owl Books, 2000).

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Capítulo 7

¿Es Israel una democracia?

E l E stado j u d ío n o p u e d e ex istir s in u n co n ten id o ideoló gico e s p e ­cial. N osotros n o p o d em o s ex istir co m o c u a lq u ie r otro E stado cuyo

p rin c ip a l interés es m a n t e n e r el b ien esta r d e sus c iu d a d a n o s .

P r im er m in istro Y itzhak S h a m ir,N ew York Tim es, 14 de julio de 1992

¡Ay d e los q u e en su s ca m a s p ie n s a n in iq u id a d y m a q u in a n el m al, y c u a n d o llega la m a ñ a n a lo e jecu ta n , p o rq u e tien en en su m a n o el

p o d er! C o d icia n h ered a d es , y las ro b a n ; o p rim e n a l h o m b re y a su

casa, a l h o m b re y a su h ered a d .

Miqueas2: 1-2

Examinar la naturaleza de la relación entre el hombre y el Estado es cru­cial para la paz. Con independencia de la solución propuesta, todo Esta­do o Estados de la región deben relacionarse con sus minorías internas. Como todos debemos coincidir en que los derechos humanos son una piedra basal, es importante considerar la naturaleza del gobierno esta­tal. Ahora hay grandes presiones sobre los palestinos para asegurar que todo organismo gobernante futuro sea democrático y transparente. Co­mo demostraremos más adelante, la perspectiva de un Estado palestino separado y verdaderamente soberano en la Ribera Occidental y Gaza es remota. Eso deja al otro organismo gobernante ahora con gran poder y soberanía sobre las áreas: Israel. Muchos israelíes describen a Israel co­mo la única democracia del área. Muchos palestinos describen a Israel como un Estado racista y etnocéntrico, construido sobre la destrucción de ellos como sociedad. Para llegar a una solución mutuamente acorda­da, se deben conciliar esas interpretaciones tan diferentes mediante un examen serio de las leyes básicas de Israel y de lo que se pretende que lo­gren. Si algunas leyes son discriminatorias y/o racistas, entonces tal vez encararlas sea la clave para una paz duradera.

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Un análisis básico de las «leyes básicas»

Amnistía Internacional, en un informe sobre «El racismo y la administra­ción de justicia», expresó:

«En Israel, por ejemplo, varias leyes son explícitamente discrimi­natorias. Se las puede rastrear hasta la fundación de Israel en 1948 que, impulsada principalmente por el genocidio racista sufrido por los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, se basó en la noción de un Estado judío para un pueblo judío. Algunas de las leyes de Israel reflejan ese principio y en consecuencia discri­minan contra los no judíos, en particular los palestinos que habían vivido en esas tierras por generaciones. Varias áreas del derecho is­raelí discriminan contra los palestinos. La ley del retorno, por ejem­plo, proporciona la ciudadanía israelí automática a los inmigrantes judíos, mientras que a los refugiados palestinos que nacieron y se criaron en lo que ahora es Israel se les niega incluso el derecho al retorno a la patria. Otros estatutos otorgan explícitamente un trato preferencial a los ciudadanos judíos en áreas tales como educación, vivienda pública, salud y empleo».1

Mi análisis en este capítulo no pretende ser exhaustivo porque, ade­más de estas fuentes de los derechos humanos, hay muchos libros y otras fuentes disponibles sobre este tema.2 El derecho israelí es un tema vasto que está más allá del alcance de este trabajo, pero debemos revisar al me­nos algunos conceptos clave y leyes básicas para expresar lo que se debe hacer con el fin de lograr una solución duradera basada en la igualdad. Empecemos por el comienzo de la ambición de Israel y la génesis de sus leyes con un fragmento de la Declaración de Independencia de Israel (15 de mayo de 1948):

«Declaramos que, con efecto desde el momento de la terminación del Mandato, siendo esta noche, la víspera del Sabbath, el 6° lyar,5708 (15demayode 1948), hasta el establecimiento de las autorida­des electas regulares del Estado, de acuerdo con la constitución que

1 «Itacism and tile Administra (ion of lustice» (Amnesty International, 2001), que también se encuentra en http://www.amnestyusa.org/stuptnrture/racismrcport.pdf.

2 Por ejemplo, véase Arye liattner y Gideon Fishman, lustice fo r All? Jews an d Arabs in the Israeli Criminal Justice System (Wcstport, Conn., Greenwood Publishing Group, 1998). Véase también http://www.jr.co.il/hotsites/i-law.htm. http://www.kesber.org.il/legal/main.htmlhttp://www.adalah.org.

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será a d o p ta d a p o r la A sa m b lea C o n stitu y en te E lecta n o m á s ta rd e

q u e el I d e o ctu b re d e 1948 , el Consejo del Pueblo actuará como consejo provisional del Estado, y su órgano ejecutivo, la Adminis­tración del Pueblo, será el Gobierno Provisional del Estado judío, que se denominará Israel».

Es innecesario decirlo, la constitución nunca se redactó. Las razones que se dieron para la no promulgación de una constitución han variado desde la inestabilidad y la guerra hasta la cuestión de la religión y la ley Halachic. El sitio web de la Knesset expresa:

«Dado que la Asamblea Constituyente y la primera Knesset no pu­dieron darle cuerpo a una constitución, la Knesset empezó a legis­lar leyes básicas sobre diversos temas. De todos modos, las leyes bá­sicas serán puestas en vigencia, constituirán en conjunto, con una introducción apropiada y varias disposiciones generales, la consti­tución del Estado ríe Israel».3

Las leyes básicas del Estado de Israel pueden encontrarse en el si­tio web del Ministerio de Relaciones Exteriores, tanto en hebreo como en inglés,4 aunque están mal traducidas al inglés para oscurecer la se­paración, en el texto hebreo, entre ezrahut (ciudadanía) y la condición de miembro del Am Yisrael (el pueblo de Israel, que se refiere a todos los judíos de cualquier parte del mundo). Los gentiles no pueden formar parte de la nación de Israel o Am Yisrael, aunque sean ciudadanos del Estado. Este es un punto importante. Según la ley israelí, cada judío, con independencia de la cultura, la genética o la ciudadanía, es considerado un nacional de Israel, un miembro de Am Yisrael, y tiene derecho a los beneficios de la residencia y a vivir en el autoproclamado Estado judío. Según la denominada «ley del retorno»:

«Cada judío tiene derecho a venir a este país como un oleh ...Se otorgará la visa de oleh a todo judío que ha expresado su deseo de radicarse en Israel, a menos que el ministro de Inmigración esté se­guro de que el solicitante 1) se dedica a una actividad dirigida con­tra el pueblo judío; o 2) tiene probabilidades de poner en peligro la salud pública o la seguridad del Estado».

Según esta ley, ningún judío emigra a Israel; los judíos (incluidos los conversos) «retornan» (de ahí el título de la ley). Se debe rechazar ese

3 El sitio web de la Knesset es http://www.knessel.gov.il/knesset.4 http://www.israel.org/mfa/go.asp1MrAH00m7..

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oleh (que alude a ir a un nivel superior cuando se «retorna» a Israel) si se es judío y se tiene alguna forma de residencia en Israel pero no se de­sea la ciudadanía. Así, no se trata de una ley de inmigración en sí misma, porque todos los no judíos que desean vivir en Israel de manera perma­nente son sometidos a un conjunto de leyes completamente diferentes, que son análogas a las leyes de inmigración en otros países. Además, só­lo a los judíos se les da apoyo económico y logístico una vez que «retor- nan»/hacen aliyah.

En la versión hebrea de lo que en la versión inglesa se denomina la «ley de nacionalidad», el término que se emplea es ezrahut, que significa ciudadanía. No hay ninguna condición de «nacionalidad» aparte de la «nacionalidad judía» en la ley israelí (todos los judíos son considerados nacionales judíos y parte de Am Yisrael). En hebreo, la palabra es «le'orn», no ezralmt. La ley de ezrahut expresa:

«La ley <ie ezrahut se refiere a personas nacidas o residentes en Is­rael, así como a aquellas que desean radicarse en el país, con inde­pendencia de raza, religión, credo, sexo o creencia política. La ciu­dadanía Inuevamente ez ra h u t, no condición de le'orn] puede ad­quirirse mediante:

Nacimiento

Ley del retorno

Residencia

Naturalización

La adquisición de ezrahut por nacimiento se otorga a:

1. Personas que nacieron en Israel de una madre o un padre que son ciudadanos israelíes.

2. Personas nacidas fuera de Israel, si su padre o su madre po­seen ciudadanía israelí, adquirida por nacimiento en Israel, según la ley de retorno, por residencia, o por naturalización.

3. Personas nacidas después de la muerte de uno de sus padres, si el difunto era ciudadano israelí en virtud de las condiciones enumeradas en 1 y 2, en el momento de la muerte.

4. Personas nacidas en Israel, que nunca han tenido nacionali­dad alguna y están sometidas a las limitaciones especificadas en la ley, si: la solicitan en el período entre sus 18 y 25 años y han sido residentes de Israel por cinco años consecutivos, in­mediatamente antes del día de presentación de la solicitud».

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Según esta ley básica, se adquiere la ciudadanía israelí por: nacimien­to, la «ley (judía) de retorno», residencia o naturalización. Dadas cada una de esas categorías, un palestino nacido en una aldea de (ialilea y expulsado en 1948 no califica según el lenguaje empleado en la ley. Así, aunque no lo manifiesta específicamente, la ley está dirigida contra los palestinos nativos. Su sofistería no puede ocultar sus intenciones. Ade­más, ser ciudadano significa que se es ciudadano nacional o ciudadano no nacional. I.os que son ciudadanos pero no nacionales (como los pa­lestinos que permanecieron después de las expulsiones de 1947-49) no pueden beneficiarse de ninguna de las instituciones o los privilegios re­servados a los nacionales. Estos incluyen servicios de los grupos supraes- tatales que poseen un poder significativo sobre las tierras y los recursos israelíes. Estos incluyen el Fondo Nacional ludio (FNJ), la Organización Sionista Mundial (OSM) y la Agencia Judía (AJ). El FNJ controla un tercio de los recursos hídricos, por ejemplo. La Autoridad de la Tierra de Israel (ATI) controla el 90 % de la tierra en Israel.

La «ley de ausentes»

Las propiedades de los palestinos que no pudieron convertirse en ciu­dadanos fueron asignadas a judíos sobre la base de la «ley de ausentes», puesta en vigencia en 1950. La ley manifiesta que la propiedad de todos los ausentes está al cuidado del «Custodio de las propiedades de ausen­tes». Según esa ley, se define a los ausentes como cualquiera que estuvo ausente de su hogar, sea dentro de los límites de Israel o en un Estado ve­cino, el 29 de noviembre de 1947 o después de esa fecha. Esta legislación dio origen a una categoría paradójica: los «ausentes presentes», es decir, los palestinos que permanecieron dentro de las fronteras del Estado des­pués del 29 de noviembre de 1947, pero que estuvieron fuera de su aldea. Esos ciudadanos, conocidos también como «refugiados internos», son al menos un cuarto de todos los ciudadanos palestinos de Israel. En 1958, la Knesset aprobó la ley de las tierras israelíes, una ley básica que prohíbe la transferencia de la propiedad de tierra. «La propiedad de tierras de Israel, siendo las tierras en Israel del Estado, de la Autoridad de Construcciones o del Keren Kayemet Le-Israel, no se deben transferir ni por venta ni por ningún otro modo». En 1960 se creó un nuevo organismo estatal, la Auto­ridad de las Tierras Israelíes, como órgano gubernamental responsable de la administración de todas las tierras israelíes, incluidas las tierras de los «ausentes»; la ley se volvió pertinente a ese organismo. Así, se admi­

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nistra la tierra para el desarrollo judío, pero no se puede transferir ni ser de propiedad de otros.

En 1958 se enmendó la ley del retorno para excluir a aquellos nacidos como judíos que se convirtieron a otras fes religiosas. La ley fue mante­nida a pesar del cuestionamiento en 1961 de Oswald Rufeisen, que era miembro de un movimiento juvenil sionista de Polonia. Sobreviviente del holocausto quien salvó a otros judíos, luego se convirtió al cristia­nismo y se hizo sacerdote. En la década de 1950 se trasladó a Israel. El Estado le denegó su solicitud de ciudadanía según la ley del retorno. La Suprema Corte de lusticia rechazó su reclamo aunque los principales ra­binos habían dictaminado en su favor, sobre la base de que él era «judío» según las reglas de la I lalacha. En 1970 se definieron con mayor claridad las pautas de la elegibilidad para la inmigración y ahora expresan que to­do el que es hijo o nieto de un judío puede inmigrar y llevar a su familia consigo. Pero sigue en vigencia la ley de 1958, que excluye a los judíos que se han convertido a otras religiones.

Hasta hace poco, el Ministerio de Interior israelí entregaba tarjetas de identificación a los ciudadanos en las que constaba su «nacionalidad»: judío, árabe, druso, asirio. La lista completa se mantuvo en reserva, pe­ro el Ministerio rechazó el pedido de un grupo que se autodenominaba «soy israelí» para enumerar su nacionalidad como «israelí». En cambio, el Ministerio cesó por completo la designación en las tarjetas. Legalmen­te, la categoría «nacionalidad israelí» no existe. La decisión de la Supre­ma Corte de Israel en 1970 en George Tamarin con Ira el listado de Israel fue que no existe ninguna nacionalidad israelí, aparte de la nacionalidad judía (Le'om, Am Yisrael). El presidente de la Suprema Corte, el juez Shi- mon, explicó que el reconocimiento de una nacionalidad israeli «negaría el fundamento mismo sobre el cual se formó el Estado de Israel».5

La minoría de los palestinos que lograron permanecer en el recién creado Estado de Israel (un cuarto de la población palestina original) es la castigada más directamente por la ley israelí. Esa ley permite que el gobierno israelí declare ausentes a los no judíos que se marcharon (refu­giados) o a los que se quedaron y se convirtieron en ciudadanos israelíes «iguales», para que su propiedad pueda ser confiscada como «abandona­da». Luego la propiedad se entrega a la Agencia ludía para el uso exclu­sivo de los judíos. La ley no menciona la palabra «judíos», sino «aquellos que se benefician de la ley del retorno», lo que significa judíos. De hecho,

New York rimes, January 21, 1972, p. 14; citado en Oscar Kraincs, The hn possi b le D ilemmo: Who is a }ew in the State o f Israel? (New York, Blocli Publishing, 1976).

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ha habido palestinos, que nominalmente son ciudadanos israelíes, que trataron de alquilar su propia tierra, y se les impidió hacerlo por no se judíos (véase más adelante).

Aquí tenemos lo que ha escrito Tom Segev sobre la ley de ausentes:

«I.a definición en la ley se cambió para que comprendiera a todos los que habían abandonado su «lugar de residencia habitual», aun­que siguieran viviendo en Israel |y como residentes «iguales» del Es- tado|... la ley los definió como ausentes, aunque se hubieran mar­chado de sus hogares por unos pocos días, albergándose en casa de familiares en un aldea o un pueblo vecino, aguardando que cesara la lucha. Luego se hizo referencia a ellos como «ausentes presentes»(en hebreo, n o c h ih im n ifk a d im ). A la mayoría no se les permitió re­gresar a sus hogares. Aquellos refugiados a los que se les permitió regresar a Israel después de la guerra, también eran formalmente ausentes, y no se les devolvió su propiedad, y citando a M. Porath en un informe secreto al ministro de Finanzas:

«... el hecho de que tengamos la posesión de la propiedad de resi­dentes legales del país, que por otra parte gozan de todos los dere­chos normales de la ciudadanía, es una fuente de gran amargura y de constante agitación entre los árabes que se vieron afectados por ello. 1.a mayoría de las quejas de los árabes contra nuestro depar lamento son las que hacen los «ausentes», que ven su propiedad en manos de otros y no pueden soportarlo. Estos ausentes tratan por todos los medios de recuperar sus tierras, y ofrecen arrendarlas incluso a precios exorbitantes. De acuerdo con la regla general esta­blecida originalmente, nuestra oficina no alquila las tierras expro­piadas por el gobierno a los ausentes presentes |es decir, los no ju- díos| para no debilitar nuestro control sobre las propiedades»... El número de «ausentes presentes» asciende a miles, en su mayoría propietarios de bienes raíces. Hay gente nueva [judíos] que viven en algunas de esas propiedades... Todo intento de regresar las pro piedades a esos ausentes afectaría, por lo tanto, a miles o decenas de miles de colonos... »6

Así, dentro de la Línea Verde (los límites de Israel antes de 1967), la legislación forma la base para justificar la adquisición de tierra por el go­bierno y su transferencia del pueblo nativo (gentiles) a los colonos judíos. Tras adaptar las leyes de propiedad del Mandato británico para absorber

Tom Segev, 1949: The First Israelis, trad. Arlen N. Weinstein (New York, Ilenry Holl, 1998), pp. Ilt) y 82.

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las tierras y propiedades ya declaradas públicas, la Knesset puso en vi­gencia sus propias leyes. La primera en una serie táctica de leyes básicas, la ley de la propiedad de ausentes, autorizaba al Estado a confiscar toda propiedad si, entre fines de noviembre de 1947 y el 19 de mayo de 1948, el o los propietarios legales estuvieron ausentes de la propiedad incluso por un día. La ley, promulgada en 1950, era retroactiva y tuvo un efec­to arrollador sobre la población árabe. La nueva ley creaba una premisa básica para la futura confiscación de tierras.

Una ley básica aprobada en 1985 asegura la exclusión oficial de la participación política de todo partido que no acepte la primacía de la identidad judía de Israel y su razón de ser. La ley fue una respuesta a dos tendencias: al racismo contra los ciudadanos no judíos tal como se expresa en el partido Kach del rabino Kahane; y al cuestionamiento a la identificación del Estado como «judío», que hacía la Lista Progresista por la Paz, un partido conjunto árabe-judío. La ley expresa que:

Una lista de candidatos no participará en las elecciones para la Knes­set si sus metas o acciones, de manera expresa o por implicación, apuntan a alguna de las cuestiones siguientes:

1. Negación de la existencia de Israel como un Estado del pue­blo judío.

2. Negación de la naturaleza democrática del Estado.3. Incitación al racismo.

Como es obvio, según esta ley es ilegal solicitar cambios en la ley cuestionando el concepto de un Estado para una comunidad religiosa de todo el mundo, un Estado «del pueblo judío», o que se haga de Israel un Estado de sus ciudadanos.

Discriminación institucionalizada

El tratamiento que les da Israel a los palestinos que permanecieron den­tro de sus límites tras la limpieza étnica de 1947-49 (detallada en el capí­tulo 4) resulta particularmente revelador. Los palestinos estuvieron bajo ley marcial de 1948 a 1966, mientras los inmigrantes judíos consolidaban su control, construían asentamientos sobre tierra palestina confiscada, y formaban una infraestructura y un país en funcionamiento a partir de la infraestructura de Palestina. En 1966 se levantó la ley marcial, después de lo cual supuestamente los palestinos pasaron a ser «ciudadanos iguales».

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La realidad distaba de la igualdad, como lo ilustra el análisis anterior de las leyes israelíes. Los palestinos estaban ahora en la minoría con los de­rechos de votación, y también estaban excluidos de todos los aspectos de la sociedad que se autodefinía como una cultura y un Estado judíos. Los detalles de estas cuestiones pueden hallarse en las páginas web de los palestinos israelíes y las organizaciones de derechos humanos de Israel que intentaban preservar cierta apariencia de derechos humanos.

Según la Asociación Arabe por los Derechos Humanos, hay alrededor de 100 aldeas palestinas árabes en Israel a las que el gobierno no recono­ce oficialmente:

«Más de 70.000 ciudadanos palestinos árabes viven en aldeas que están amenazadas de destrucción, a las que se les impide el des arrollo y no aparecen en ningún mapa. A pesar del hecho de que la mayoría de las «aldeas no reconocidas» existían antes del establecí miento de Israel, la política estatal considera infractores a sus habí tantes. Les impide reparar los hogares existentes o construir otros nuevos: les deniega derechos básicos, como beber agua o atenderse en clínicas; y en ciertos casos, incluso cerca aldeas completas. Esas medidas coinciden con una política más amplia de concentración de los palestinos árabes y de «recuperar» sus tierras para los nuevos asentamientos mitzpim judíos |los asentamientos m itz p im «atala­yas» se establecieron como parte del programa de judaización de Galilea, para cambiar el balance demográfico de las áreas árabes]. Muchos de esos asentamientos se construyen al lado de sus veci­nos no reconocidos, a menudo ilegalmente, pero con una provisión completa de servicios.

Las aldeas fueron deslegali/.adas por la puesta en vigencia de la ley de planeamiento y construcción de 1965. Esa ley fijó un conjunto de regulaciones y un plan general nacional para el futuro desarrollo del país. Zonificó tierras para el uso residencial, agrícola e indus­trial, y prohibió toda forma de construcción sin permiso o cons­trucción sobre tierras agrícolas. Las aldeas no reconocidas no fue­ron incorporadas en los programas de planificación, y sus tierras fueron reclasificadas como agrícolas. No se consultó a la gente de las aldeas acerca de la ley o de sus planes».7

Las condiciones de vida en esas áreas se tornaron espantosas: no hay escuelas públicas, ni cloacas, ni provisión de agua, ni electricidad, ni ser­

informe de antecedentes de la Arab Asociation for Human Rights, presentado en http://www.arabhra.org.

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vicios médicos. Los pobres de esas aldeas ni siquiera figuran en las es­tadísticas que determinan los niveles de pobreza del país. Muchos viven en condiciones análogas a las de los campos de refugiados en la Fran­ja de Gaza o el Líbano, aunque supuestamente son ciudadanos israelíes. Si bien los grupos de derechos civiles han intentado efectuar un cambio en la ley, en general no han sido efectivos o han logrado sólo cambios superficiales, meramente cosméticos.

Más de 130.000 beduinos son descendientes de los pocos miles que quedaron después de la limpieza étnica de 1947-49. Se los considera ciu­dadanos israelíes y muchos se han desempeñado en el ejército israelí. Los beduinos y los drusos son las únicas comunidades no judías que sir­ven regularmente en el ejército israelí. Moshe Shohat, el funcionario del gobierno israelí a cargo de los asuntos beduinos, habló de «beduinos se­dientos de sangre que cometen poligamia, tienen 30 hijos y siguen ex­pandiendo sus asentamientos ilegales, tomando tierra estatal». En cuan­to a proporcionar escuelas con servicios sanitarios interiores, agregó:

«... en su cultura, hacen sus necesidades al aire libre... Ni siquiera saben cómo hacer correr el agua en un inodoro».

El 17 de agosto de 2001, el Jeivish Week publicó que es cuestionable la investigación del gobierno acerca de esos comentarios mediante una comisión encabezada por Do ron Mor. Mor ni siquiera deseó revisar el li­bro de Shohat, que contenía infamias racistas contra los beduinos. Jewish Week cándidamente afirmaba al final de su artículo, titulado «El sondeo a los beduinos visto como una «farsa»:

«A un periodista interrogado por Mor como parte de su sondeo, le dijeron no menos de tres veces: «si usted es verdaderamente un ju­dío sionista ortodoxo, escribirá otro artículo hablando de cuánto han hecho por los beduinos el gobierno y el señor Shohat».8

Por entonces, Shohat aún estaba a cargo de los asuntos beduinos. Los beduinos y palestinos que son ciudadanos israelíes preguntan correcta­mente por qué sus intereses no son representados en el gobierno por sus propios miembros sino por judíos, y lo que es peor, por judíos que son racistas y sionistas fanáticos. Shohat no es el primero y tal vez no sea el último funcionario israelí en adherir a la clásica filosofía sionista que sólo

H «Bednuin Probé Scen as «Parce”», ¡ewish Week', August 17, 2001.

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se ocupa del destino de los judíos sionistas, a expensas de los palestinos nativos.

La contradicción entre la democracia y el carácter judío del listado está muy bien ilustrada en los siguientes comentarios de ¡laaretz:

«Nuestro derecho a Eretz Israel y nuestro derecho a establecer una entidad nacional soberana en ella no depende de nuestros núme­ros, o de que seamos una mayoría o una minoría. La tierra era nues­tro país cuando nosotros éramos una minoría pequeña y aislada.Hace quinientos o mil años, unos pocos miles de judíos vivían en el país, hn 1919, la Liga de las Naciones reconoció el derecho del pue­blo judío a la tierra, sin ninguna relación con el número de habi­tantes en ella (decenas de miles), En I94ÍI, 600.000 judíos vivían en el país. Nunca se planteó la cuestión numérica como un elemen­to que determinara la conexión del pueblo judío con el país o su pertenencia a él.

Por lo tanto, para nosotros no importa si hay más judíos o árabes acá. Por supuesto, preferiríamos que hubiera una mayoría de ju­díos. Pero no importa, el pueblo judío conservará su derecho al país.

Por definición, el listado de Israel lúe fundado como un F.stado ju­dío. El régimen constituido en él es de carácter democrático, pero su esencia es judía. Y si hay una contradicción entre esa esencia y el carácter del gobierno, es claro que la esencia tiene precedencia, y que se deben tomar medidas para evitar el daño o los cambios para esa esencia judía. No se puede explotar la democracia para destruir al Estado judío.

Los legisladores deberían determinar ese punto en términos claros y categóricos, sin escrúpulos de conciencia o remordimientos mo­rales. La justicia absoluta sostiene que el Estado de Israel es, y siem­pre ha sido, el Estado judío, y este país ha sido únicamente el del pueblo judío. Así es cómo se han definido las cosas, y así se man­tendrán. El que quiera un Estado diferente, deberá buscarlo en otra parte».9

La Agencia Judía, una entidad supranacional, dice de la ley del retor­no:

En 1950, la Knessct israelí promulgó una ley notable, que comenza­ba con unas pocas palabras sencillas que definían el propósito cen­tral de Israel. «Cada judío tiene el derecho a inmigrar a este país...»

Noam Amon, Htiarctz, August 28, 2002.

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Dos mil años de errabundeos habían terminado oficialmente. Des­de entonces, los judíos han tenido derecho a presentarse, simple­mente, y declararse ciudadanos israelíes, suponiendo que ellos no plantearan ningún peligro inminente para la salud pública, la segu­ridad estatal o el pueblo judío en su conjunto. F.n esencia, los judíos de todas partes son ciudadanos israelíes por derecho.1 ü

La filosofía sionista está construida sobre el concepto de que Eretz Yisrael es un «derecho de nacimiento» otorgado a todos los judíos (de­finidos de modo que incluya a todos los que no han adquirido otra reli­gión, aunque no sean judíos practicantes). No es casual que la empresa sionista más reciente en los Estados Unidos, que ofrece viajes gratis a Is­rael para los jóvenes estadounidenses judíos, se llame «Birthright Israel» [derecho de nacimiento de Israelí. La tierra pertenece al pueblo judío y no a los ciudadanos del Estado o al pueblo nativo desplazado. La justifi­cación para este «derecho» judío es que Dios mismo hizo la «promesa» de darles la tierra a los descendientes de Abraham como un «pacto eterno». Muchos judíos religiosos sostienen que sólo si ellos observaban los man­damientos de Dios conservarían la tierra, y el hecho de su dispersión es un testimonio de la voluntad de Dios. El cristianismo se basa en el con­cepto de que la llegada del mesías extendió la promesa de Dios a toda la humanidad y cumplió la promesa del Antiguo Testamento. Una reducida minoría de cristianos (los denominados «cristianos sionistas») justifican el sionismo por razones religiosas. Pero en todo caso, esta «justificación» religiosa, por defectuosa que sea en lo teológico, se debería conciliar con la evidencia de que muchos de los judíos sionistas rastrean su ancestro hasta los kázaros europeos y no hasta el pueblo semita (véase capítulo 3). Además, las leyes básicas no le dan un derecho al «retorno» a una familia cristiana, aunque sus antepasados hayan sido hebreos originales. Sí, le dan el derecho al «retorno» a los convertidos al judaismo.

La ley del retorno claramente les corresponde a los miembros de una religión particular y les da un derecho de ciudadanía automático en un país que ellos ni siquiera han visitado. Los no judíos no califican para ese «derecho», con independencia de su nacimiento, ancestro u otros facto­res. Los judíos que no se identifican con las ideologías sionistas pueden ser excluidos a discreción del ministerio de Interior, según la sección que cubre las amenazas a la nación judía. Así, los refugiados palestinos pue­den ser excluidos aun cuando se conviertan al judaismo. Israel es el único 10

10 Visite el sitio web de I» Agencia Judía para Israel. Su descripción de la ley del retomo estáen http://www.jart.org.il/aliyah/aliyah/law.html.

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país que nacionaliza a cualquier persona con independencia de donde viva scilo en virtud de una identificación religiosa.

lodos los ciudadanos de Israel pueden votar en la Knesset, por el pri­mer ministro, los partidos, los sindicatos y las elecciones municipales. En ese sentido, tienen derechos de ciudadanía. Sin embargo, Israel es el único país donde también hay un conjunto de derechos reservados para los «nacionales» que les son denegados a los ciudadanos no judíos. Los nacionales son definidos como Am Yisrael. Otros privilegios contempla­dos por las leyes son para aquellos que sirven en el ejército israelí, pero también les son otorgados a los «nacionales» que no sirven en el ejér­cito (judíos ortodoxos). Nuevamente, a los palestinos se les niegan esos beneficios o derechos básicos. Los nacionales tienen beneficios que van más allá de la ciudadanía automática, que incluyen derechos a la tierra y beneficios económicos, culturales y políticos. Estos derechos les son negados a los no judíos.

Si no se revisan las leyes israelíes, se mantendrán remotas las pers­pectivas de una paz duradera. Israel se define y modela sus leyes sobre la premisa de que no es un país de sus ciudadanos sino un Estado por y para los judíos de todo el mundo. La tierra de Israel (Eretz Yisrael) se con­sidera «en fideicomiso» para Am Yisrael. El arriendo de la tierra y otras leyes intentan asegurar la transferencia de la propiedad de la tierra de los palestinos cristianos y musulmanes a los judíos. Esto ha tenido co­mo consecuencia una limpieza étnica masiva, discriminación y racismo contra los nativos de la tierra no judíos. Este proceso sionista no se hu­biese podido lograr sin la violencia masiva, un tópico que se encarará en el capítulo siguiente.

Lecturas recomendadas

1. Marwan, Bishara, Palestine/Israel: Peace or Apartheid: Occupation, Terrorisrn, an d the Future (London, Zed Books, 2003).

2. Israel Shahak y Norton Mezvinsky, Jewish Fundamentalism in Is­rael (London, Pluto Press, 1999).

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Capítulo 8

La violencia y el terrorismo

Aquellos que hacen imposible la revolución pacífica harán inevita­ble la revolución violenta.

John F. Kennedy 12 de marzo de 1962

Algunos piensan que la violencia y el terrorismo son las principales si no las únicas cuestiones a considerar cuando se formula una solución para el conflicto israelí/palestino. Las páginas que siguen encaran el terroris­mo y la violencia como síntomas de una enfermedad subyacente. Creo que esta perspectiva es más lógica y más esperanzada ya que no trata a la violencia como un fenómeno inevitable o imposible de analizar. Se hará evidente que la única manera de encarar la violencia no sólo es analizar sus raíces sino también las semillas en las que se origina el todo. En otras palabras, atender a un paciente tratando sus síntomas es mucho menos efectivo que hallar la etiología de la enfermedad y ocuparse de ella.

Las semillas y las raíces del terrorismo

Primero, es importante aplicar una definición uniforme de palabras tan inflamatorias como terrorismo, genocidio y asesinato. Además, a veces se ignora la violencia significativa contra los civiles, incluidos los críme­nes de guerra, aplicándoles un rótulo distinto que terrorismo. Por el con­trario, hay muchos grupos que se dedican a la resistencia legítima pero son rotulados terroristas por sus adversarios. Dado que está de moda la palabra terrorismo, empecemos por disecarla para comprender qué sig­nifica.

Si bien la palabra inglesa terror se remonta al siglo XTV, el sustantivo terrorismo, que significa el uso sistemático del terror, en especial como modo de coerción, no se empleó hasta la última década del siglo XVIII

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en Francia. Maximiliano Robespierre, un líder de la revolución france­sa, justificó el reino del terror con estas palabras: «En tiempos de paz, las fuentes del gobierno popular están en la virtud, pero en tiempos de revo­lución, están tanto en la virtud com o en el terror»} Al terrorismo tal co­mo lo emplean algunos gobiernos, como por ejemplo Israel y los Estados Unidos, no se lo define bien deliberadamente, y como tales, los actos de terror pueden considerarse como defensa propia en algunas situaciones y como daño colateral en otras.

El presidente George W. Bush firmó la orden ejecutiva 13224 «Que bloquea la propiedad y prohíbe las transacciones con personas que co­meten, amenazan cometer o apoyan el terrorismo» (23 de setiembre de 2001, con una lista ampliada el 7 de noviembre de 2001). Según esta or­den, el presidente designó como «terroristas» a varios movimientos de resistencia, incluido el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, el Fren­te Democrático para la Liberación de Palestina, el Movimiento Islámico de Uzbekistán, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), el Movi­miento de Resistencia Libanesa (Hezbollah) y a los Insurgentes Izquier­distas colombianos.

Veamos ahora cómo definió el terrorismo el gobierno estadouniden­se según esa orden:

El término «terrorismo» significa una actividad que:

1. implica un acto violento o un acto peligroso para la vida hu­mana, la propiedad o la infraestructura; y

2. parece interesado en:

a ) intimidar o coercer a una población civil;tí) influir en la política de un gobierno por intimidación o

coerción; oc) afectar la conducción de un gobierno mediante la des­

trucción masiva, el asesinato, el secuestro o la toma de rehenes.

Si se la toma literalmente, bajo esta ley, clasificaríamos como terroris­mo los ataques nucleares estadounidenses a Hiroshima y Nagasaki. Tam­bién clasificaríamos como terrorismo las sanciones lideradas por Esta­dos Unidos que mataron, según las Naciones Unidas, a más de un millón de irakíes en once años, así como la campaña de bombardeos de 1991, que diezmó la infraestructura en Irak. Describiríamos como terrorismo

i Webster's Third New International Diclionary, sin abreviar en CD-ROM.

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el sitio de pueblos y aldeas palestinos por parte del ejército israelí y su bombardeo de infraestructura y vecindades.

Los neoconservadores de la administración Bush caracterizaron los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001 como tan singulares y trans­formadores del mundo como para justificar la puesta en práctica de pla­nes (ideados anteriormente) para una perpetua «guerra al terrorismo». Sin embargo, muchos se preguntaron si los sucesos del 11 de setiembre de 2001 fueron cualitativa y cuantitativamente un episodio violento his­tóricamente único. Aunque limitemos eso al continente norteamerica­no, el número más grande de personas muertas fueron los millones de americanos nativos que fueron masacrados por los invasores europeos. A los americanos nativos se los solía llamar salvajes y bárbaros antes de que adquiriera uso difundido la palabra terrorista.

Esa matanza en el continente norteamericano fue seguida por las in­numerables decenas de miles de muertos en el comercio esclavista y en la guerra civil estadounidense. Esa matanza masiya fue mucho más es­pantosa como catástrofe debida al hombre de cuanto ha sucedido desde entonces en América del norte. La introspección seria y honesta acerca de las ramificaciones de esos episodios aún debe producirse, como lo evidencia el fuerte movimiento contra las reparaciones por la esclavitud, mientras se aceptan como naturales las reparaciones por las atrocidades nazis.

Fuera de los Estados Unidos, hay muchos más ejemplos de matanzas masivas que pertenecen a la categoría del terror masivo. En la segunda guerra mundial perecieron más de 20 millones de civiles. Argelia perdió un millón de sus ciudadanos bajo el gobierno colonial francés. En Ruan­da fueron asesinados cientos de miles de civiles, hace unos pocos años, mientras la mayor parte del mundo guardaba silencio. Los mandatarios de Occidente masacraron, directa o indirectamente, a millones de filipi­nos, coreanos y vietnamitas. El Congreso aún se rehúsa a reconocer el genocidio armenio por los turcos a comienzos del siglo XX. Muchos aún consideran como legítimos actos de guerra los bombardeos de Dresden, Hiroshima y Nagasaki, donde murieron cientos de miles de personas. Cientos de miles de africanos esclavos perecieron a manos de sus amos blancos europeos y americanos. Aun sin minimizar el terror en EE.UU. de América, debemos tener la tragedia del 11 de setiembre en perspecti­va respecto de lo experimentado por el resto del mundo.

Se estima que unos 100.000 a 200.000 irakíes fueron asesinados du­rante e inmediatamente después de la primera guerra del Golfo, en 1991.

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Además, según las Naciones Unidas, al menos un millón de civiles ira- kíes, en su mayoría niños, han muerto desde entonces como consecuen­cia del embargo impuesto por los Hstados Unidos y Gran Bretaña. En ma­yo de 1996, Lesley Stahl de 60 Minutes le preguntó a la secretaria de Es­tado estadounidense Madeleine Albright: «Teníamos entendido que ha­bían muerto medio millón de niños [por las sanciones contra Irak], Es decir, son más que los niños muertos en Hiroshima, ¿y vale ese precio?» Albright miró directamente a la cámara y dijo: «Creo que se trata de una opción muy dura, pero el precio... creemos que vale ese precio».

Desde hace ya muchos años, la política de Estados Unidos ha estado ayudando a los kurdos del norte de Irak a luchar contra Saddam Hussein mientras ayuda a Turquía con armamento y apoyo para aplastar al mis­mo pueblo kurdo que lucha por su independencia en Turquía del sur y del este. La hipocresía y la falta de principios no se les escapan a kurdos, turcos o irakíes. En Vietnam, el desposeimiento, la mutilación y el enve­nenamiento de toda una nación fue una manifestación apocalíptica del poder estadounidense. Sólo la Operación Phoenix de la CIA tuvo como consecuencia las muertes de alrededor de 50.000 personas. La limpie­za étnica de Palestina, la ocupación ilegal israelí y la violencia contra los palestinos nativos no podrían continuar sin el respaldo estadounidense. Israel, que representa alrededor del 0.1 % de la población mundial, recibe el 30 % de la ayuda exterior de los Estados Unidos.

El temor

El temor es la herramienta más poderosa que los gobiernos pueden emplear. El temor hizo que los buenos alemanes apoyaran a los nazis en 1934 y entregaran su libertad por la supuesta protección del «terrorismo» y de la dominación de los comunistas que, según creían por entonces al­gunos capitalistas, estaban dominados por «elementos judíos». El temor hace que muchos judíos buenos apoyen las atrocidades de Israel y que muchos buenos estadounidenses, canadienses y británicos apoyen hoy el cercenamiento de las libertades civiles, las investigaciones vejatorias y otros actos de carácter no democrático. El temor es la propaganda po lítica más poderosa, porque destruye toda la capacidad racional para el pensamiento lógico.

Mientras invadía otros países, el gobierno nazi siempre sostenía que ellos estaban defendiendo a Alemania de los otros y no librando una guerra de agresión. A menudo afirmaban que eran «invitados» por sus

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aliados o que estaban llevando a cabo una guerra «defensiva». El ataque masivo israelí contra los países árabes de 1967 fue entendido también como una «guerra defensiva» y «preventiva» en su carácter. Del mismo modo, a muchos estadounidenses les hicieron creer que la invasión de Irak de 2003 no era un acto de agresión sino una acción emprendida en defensa propia. Aun cuando fuerzas estadounidenses han bombardeado más de 30 países desde 1946 y ahora hay tropas y «asesores» estadouni­denses estacionados en más de 140 países, muchos aún creen que están defendiendo la «libertad». Sin embargo, ni un solo soldado irakí, coreano, nicaragüense, vietnamita, dominicano, granadino, panameño o libanés nunca ha puesto un pie en suelo estadounidense. En cada caso, el temor difundido por los que están en el poder ha llevado a la población de las naciones agresoras a aceptar la absurda propaganda de sus gobiernos y a consentir la victimización de otros pueblos.

El prestigioso psicólogo William Sargant ha afirmado que los gobier­nos emplean el temor para crear un deterioro temporal del juicio y agu­dizar la sugestibilidad individual y masiva, creando un «instinto de reba­ño» muy notable en épocas de conflicto.2 Un buen ejemplo de ese efecto psicológico son los sentimientos públicos en la atmósfera de crisis que siguió a los ataques del 11 de setiembre de 2001 en EE.UU. de América. Está ahora bien documentado cómo la administración en Washington empleó la atmósfera de temor para promover su propia agenda de hege­monía y control, que iba de la denominada ley Patriot a la invasión de Irak.

El terrorismo en la tierra de Canaán

La violencia entre los colonos y los nativos empezó temprano (el tema se trata en otra parte). Como quiera que sea, los sionistas fueron los pri­meros en emplear herramientas modernas de terror en Palestina. El 22 de julio de 1946, un coche bomba sionista hizo volar el hotel King Da­vid de Jerusalén (donde se albergaba la administración civil británica), matando a 28 británicos, 41 árabes, 17 judíos y 5 de otras nacionalida­des, y lesionando a más de 200 personas. Ese fue el primer uso de un coche bomba en el Medio Oriente. Irgun, un movimiento judío clandes­tino, conducido por Menajem Begin, reivindicó su responsabilidad. Pe­ro las pruebas posteriores demostraron la participación de la Haganah

William Sargant, Batí le o j lite Mind: A Bhysiology o f Conversión an d Brainw ashing (Cam­bridge, MalorHooks, 1957).

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(precursora del ejército israelí). En julio de 1958 solamente, Irgun mató a 76 palestinos en ataques terroristas.3

Las primeras cartas bombas usadas por grupos que operaban en el Medio Oriente fueron hechas por los sionistas y enviadas a ministros del gabinete británico en junio de 1947. El 3 de setiembre de 1947, una bom­ba postal dirigida a la Oficina de guerra británica estalló en una sala de clasificación de correspondencia de la oficina de correos en Londres, le­sionando a dos personas.4

Los sionistas también fueron los primeros en introducir el sabotaje económico. En 1932, la Haganah hizo estallar el oleoducto irakí cerca de Haifa. Moshe Dayan (el famoso ministro de Defensa israelí) fue uno de los que participaron en esa acción. El primer secuestro de un avión fue sancionado por el Estado. El 12 de diciembre de 1954, los israelíes se­cuestraron un avión de línea sirio, poco después de haber despegado. En 1973, Israel derribó un avión de línea libio, el cual se estrelló en el Sinaí en una tormenta de arena, matando a todos sus 106 pasajeros civiles.

Los asesinatos políticos fueron introducidos por primera vez en el Medio Oriente por los sionistas, irónicamente contra los británicos, no contra los palestinos. El 6 de noviembre de 1944, los miembros sionis­tas del movimiento clandestino Stern (precursor de partidos políticos de derecha de Israel) emboscaron y asesinaron a lord Moyne, ministro bri­tánico residente en el Medio Oriente, en El Cairo.

El primer ataque a un barco por parte de los terroristas fue el 25 de noviembre de 1940, cuando el SS Patria, que transportaba a inmigrantes judíos ilegales, fue atacado con explosivos en el puerto de Haifa. El ata­que intentaba poner en apuros a los británicos y fue también el resultado de la rivalidad entre grupos sionistas. En ese incidente se ahogaron 268 inmigrantes judíos.

El 11 de diciembre de 1947, grupos sionistas clandestinos arrojaron bombas a ómnibus árabes en Haifa. Murieron 6 palestinos y hubo 30 he­ridos. El 5 de enero de 1948, las fuerzas de la Haganah plantaron bombas en el Semiramis Hotel de Jerusalén, de propiedad palestina, matando a 20 personas, entre ellas el vizconde de Tapia, cónsul español. Entre el 13 de diciembre de 1947 y el 10 de febrero de 1948, se tuvo información de siete incidentes en los que se lanzaron bombas a civiles palestinos inocentes en cafés y mercados, en los que murieron 138 y 271 fueron heridos. Las fuerzas sionistas clandestinas minaron trenes de pasajeros,

3 Simba l-lapan, Zionism an d Ihe Palestinians (New York, St. Martins Press, 1977), capítulo 2.4 The Sunday Times, September 24, 1972, p 8.

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matando a 93 personas e hiriendo a 161 en menos de diez meses. El 3 de marzo de 1948, miembros de Stern condujeron un camión cargado con 400 libras de explosivos hacia el edificio Salam (que significa «paz»), de propiedad palestina, en Haifa. El edificio de siete plantas sufrió graves daños y murieron 14 civiles (incluidos tres armenios) y otros 23 queda­ron lesionados. Tanto Menahem Begin como Yitzhak Shamir, así como el likudista Ariel Sharon, fueron comandantes terroristas responsables de atrocidades, incluidas acciones contra judíos.5

Antes de la participación de los países árabes en el conflicto israe- lí/palestino, las fuerzas sionistas ya habían cometido un número de ma­sacres, incluida la ignominiosa de Deir Yassin, del 9 de abril de 1948. El 30 de diciembre de 1947, el Palmach, las fuerzas de choque de la Haganah, atacaron y masacraron a 60 aldeanos palestinos en Balad el-Sheikh. Más de la mitad de los 531 pueblos y aldeas palestinas fueron despoblados por acciones militares israelíes antes de la creación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948. Todo esto sucedió antes del comienzo de la pri­mera guerra israelí/árabe importante, según historiadores israelíes (véa­se capítulo 4). Israel también siguió aterrorizando a los nativos para que se marcharan, aun después del fin de las hostilidades y de que se firma­ra el cese del fuego. Según los historiadores israelíes, la limpieza étnica de posguerra se produjo en 64 de las más de 500 localidades palestinas despobladas.

Más masacres y terror continuaron después de la independencia is­raelí. Bajo el mando de un ambicioso oficial joven, Ariel Sharon, 700 sol­dados israelíes de la Unidad 101 atacaron la aldea fronteriza de Qibya el 14 de octubre de 1953. Hicieron estallar 42 casas, así como las escue­las locales y la mezquita. Cada hombre, mujer y niño que encontraron fueron asesinados, los que según estimaciones independientes sumaron entre 53 y 75 personas. En respuesta a la reacción mundial, Ben-Gurion afirmó inicialmente que la acción fue realizada por «judíos terroristas» y no por las FDI, aunque luego admitió la participación del gobierno. Pe­ro Qibya fue sólo una masacre menor comparada con las cometidas por Israel en el Líbano (v.g., en Qana) o por compinches pagados por Israel (como Sabra y Chatila, etc.). Las acciones israelíes fueron responsables, en total, por la matanza de tal vez tantos como 50.000 civiles palestinos y libaneses. Los historiadores también reconocen ahora que las fuerzas is­raelíes ejecutaron a cientos de prisioneros de guerra en el Sinaí en 1967.

Nahum Harnea y Danny Kubinstcin, Dauar, Match 19, 1982.

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Entre setiembre de 2000 y abril de 2003, más de 2.300 palestinos fueron asesinados y más de 40.000 heridos. La mayoría de las víctimas eran ci­viles. Las fuerzas israelíes arrancaron 112.000 olivos de tierra palestina y están construyendo un muro de apartheid para aislar a los palestinos en guetos.

Resistencia versus terrorismo

En general, las potencias coloniales u ocupantes denominan terrorismo a la resistencia a su ocupación. Algunas ejemplos de resistencia/terroris- mo incluyen la resistencia francesa a la ocupación alemana, la resisten­cia argelina a la ocupación francesa, la resistencia palestina a la ocupa­ción británica, la resistencia sudafricana al apartheid, la resistencia af­gana a la ocupación soviética y la resistencia palestina a la ocupación israelí.

De acuerdo a lo aprobado en la carta de la ONU, se debe distinguir entre resistencia legítima a la opresión y a la colonización, del terroris­mo. En el contexto de la lucha palestina por la libre determinación, los sionistas y los medios occidentales han oscurecido intencionalmente es­ta distinción. En verdad, en ocasiones se recurre al terror en las acciones de las poblaciones nativas contra las potencias coloniales. Los ejemplos son demasiado numerosos para citarlos, pero incluyen el ahorcamiento de colaboradores de ANC, los ataques de los americanos nativos a los ci­viles, el bombardeo de áreas civiles británicas y árabes por grupos judíos en Palestina en la década de 1930, el secuestro del avión palestino y los ataques a los civiles en Hebrón desde 1929 hasta el día de hoy.

Todo pueblo nativo sometido al colonialismo represivo desarrolla una curva acampanada de respuestas que van de todas las formas no violen­tas, en un extremo de la curva, a crímenes horribles, que por lo general se denominan terrorismo, en el otro extremo. En el medio de esa curva, la mayoría de las acciones suele tener un elemento de resistencia que no es ni terrorismo ni es completamente no violento. El examen histórico revela ejemplos de tácticas muy variadas adoptadas por segmentos dife­rentes de la sociedad, incluso cuando todos viven bajo el mismo grado de ocupación o represión. Las diferencias en las tácticas entre los indivi­duos en sus respuestas pueden estar relacionadas, aunque no necesaria­mente, con la presión externa que enfrenta ese individuo. Ejemplos de la variedad completa de esa curva acampanada fueron evidentes entre los irlandeses, los sudafricanos negros, los afronorteamericanos y los ame­

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ricanos nativos. En cada uno de esos grupos, ciertos segmentos dentro de la misma sociedad expresaron sus emociones y sus aspiraciones con actos que variaban desde escribir a manifestaciones pacíficas, a la deso­bediencia civil y al terrorismo.

La resistencia judía a los romanos en la época de Jesús, también im­plicaba actos de terror. La secta sakkari, que se resistía a los ocupantes romanos, se volvió legendaria entre los sionistas extremistas en su lu­cha contra los palestinos. Los sakkari eran famosos por ocultar una daga entre sus ropas para atacar de una manera especial a las víctimas des­prevenidas. Entre las víctimas estaban aquellos de los que se sabía que habían colaborado con los romanos y sus familias, y todos los ciudada­nos romanos.

Los palestinos también recurrieron al terrorismo en su lucha contra el colonialismo sionista, como lo hicieron otros grupos, tales como los americanos nativos, el IRA en Irlanda del norte, los ANC en Sudáfrica y muchos otros movimientos anticolonialistas. Sin embargo la cantidad y la magnitud del terrorismo palestino fueron minúsculas comparadas con las de Israel. Las acciones terroristas israelíes fueron, cuantitativa y cualitativamente, mucho más grandes que las de los palestinos. El nú­mero de civiles muertos por las acciones sionistas, tanto antes de la crea­ción del Estado como desde entonces, es diez veces mayor que el de los muertos por los grupos palestinos. Estas cifras están documentadas en 1 informes de la Cruz Roja y de organizaciones de derechos humanos.

Se sabe que el terror y el extremismo se han incrementado tras el ata­que de Israel de 1967, que tuvo como consecuencia la adquisición de más tierras árabes por parte de Israel. Los círculos académicos atribu­yen el notable efecto de la guerra de 1967 al reconocimiento inmediato, por parte de la gente en las calles, de que los movimientos árabes laicos y democráticos y otras formas de resistencia no habían logrado recuperar los derechos palestinos, incluido el derecho de los refugiados a volver a su hogar.

No tendría sentido tratar de comparar las acciones individuales de terrorismo (sean las cometidas por palestinos o por israelíes) y ubicarlas en una escala «moral». Por definición, el terrorismo es inmoral y excede los límites de lo que la mayoría de la gente consideraría aceptable. No hay diferencia para las víctimas civiles si el transporte público israelí es usado por militares y civiles, o si se suponía que el bombardeo israelí de vecindades civiles o la demolición de plantaciones enteras de olivos frus­traría los ataques nativos. Cuánta diferencia hay en el modo en que mué-

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ren los civiles, sea por un neumático incendiado (con el que se ejecuta a una persona, en Sudáfrica), el bombardeo de pueblos y aldeas (Estados Unidos en Vietnam o las fuerzas israelíes hoy en Palestina), en un punto de control mientras se aguarda para ir a un hospital, en el bombardeo de un café o un ómnibus (Irlanda del norte y Palestina) o como conse­cuencia de un sitio externo (como en Irak y ahora probablemente en Pa­lestina). Un gradiente cuantitativo o incluso un espectro discontinuo de diferentes niveles de inmoralidad o inhumanidad carecen de significado para sus víctimas, y por lo tanto deberían carecer de significación para el resto de la humanidad.

Se hacen preguntas acerca de quién es un civil. ¿Incluye la definición a los policías palestinos o a los colonos judíos o incluso a los israelíes que cumplen tres años de servicio militar y luego un mes por año por cuarenta años? Sea que empleemos el más estricto o el más liberal de los criterios para definir al civil, aún hallamos que los israelíes han mata­do a muchos más palestinos civiles que los israelíes civiles que han sido muertos por los palestinos. Pero un cómputo no proporciona una medi­da de moral para cada «grupo». Tampoco aborda las cuestiones de fondo que están más allá de la triste suma de los muertos. En el caso de Pa- lestina/Israel, la matanza se hace en el contexto del sojuzgamiento de un pueblo nativo por una sociedad colonizadora, y esa es la etiología del mal subyacente, cuyos síntomas incluyen actos de violencia. No investi­gar la enfermedad que está en el núcleo no conduce al diagnóstico ni al tratamiento.

A menudo se interpetan mal las motivaciones de los terroristas. Des­de un punto de vista psicosocial, algunos individuos se identifican más con el sufrimiento percibido o la injusticia hecha a otros en su comu­nidad, porque poseen un fuerte «instinto» de grupo, o tribalismo. Pue­den desarrollar formas extremas de violencia aun cuando ellos no se ven afectados personalmente por la situación. En otras palabras, los indivi­duos más oprimidos no son necesariamente los más violentos. Pero las sociedades que están más oprimidas o tienen una opresión percibida ex­presan un nivel de violencia entre algunos de sus elementos que refleja esa opresión. Algunos de los peores actos de terrorismo no fueron co­metidos por individuos que eran ellos mismos víctimas de la opresión, sino por individuos que se identificaban con una opresión presunta o real de «su» pueblo. Se pueden citar cientos de ejemplos, que van de gru­pos tales como el Irgun, el Stern Gang y Kakh (grupos terroristas judíos operando en Palestina) al Ku Klux Klan (un grupo terrorista cristiano) y

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Al-Qaeda (un grupo terrorista musulmán). Un miembro de Kakh, Baruch Goldman (Goldstein), un inmigrante de Nueva York que masacró a más de 29 musulmanes civiles mientras estaban en sus plegarias, dejó una vi­da cómoda en EE.UU. de América y no corría ningún peligro físico ni es­taba bajo coacción.b Osama Bin Laden y Ariel Sharon también provienen de antecedentes privilegiados, pero «sienten el dolor» de su gente. Esos pocos violentos creen que deben tomar los asuntos en sus propias ma­nos para rectificar una injusticia real o percibida. Algunos pueden pensar que hay una necesidad de crear un balance de terror, ya que no pueden crear un balance de poder. De ahí el terror sionista contra las muy supe­riores fuerzas británicas en Palestina en las décadas de 1930 y 1940. El efecto se incrementa aun más por la exageración y por la imprevisibili- dad del próximo objetivo. De ahí que ellos crean terror y temor entre la población objetivo. Se vuelven más peligrosos cuando:

1. un segmento grande de la sociedad, si bien no está dispuesto a participar de tácticas similares, «entiende» sus acciones y ( les proporcionan excusas; y

2. los medios exageran sus acciones creando temor y pánico en­tre la población objetivo (terror).

Estudiar y comprender la motivación en una población no signifi­ca condonar el terrorismo por parte de un segmento de esa población. Entre 1947 y 1949, se produjeron más de 33 masacres de civiles pales­tinos en un proceso ahora entendido, incluso por los historiadores is­raelíes, como tendiente a «limpiar» a los no judíos de las áreas que se convertirían en parte del Estado judío. La exaltación de los medios tuvo como consecuencia aun más pánico y temor entre la desafortunada po­blación de campesinos palestinos. Eso tuvo como consecuencia el pro­blema de refugiados más grande y ahora más persistente del mundo. Son esos campamentos de refugiados, abandonados por todo el mundo, a los que ahora se los denomina centros de terror.

Casi seis de los nueve millones de palestinos del mundo son personas refugiadas o desplazadas. Sus sentimientos fueron captados hace más de treinta años en el relato personal de Fawa Turki:

«Los terrores privados que ensombrecen la vida cotidiana del exi­liado, del refugiado, del ocupado, del que carece de Estado, se hu­biesen mantenido privados para siempre, de no ser por el hecho

6 David McDowall, Palestine an d Israel: The V prisingand Beyond (Berkeley, University of Ca­lifornia Press, 1991), p. 262, que cita Haaretz, May 11, 1984.

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de que de esos terrores se emite un grito ocasional de ira inson­dable, que se derrama sobre todo el mundo exterior. F.l mundo ex­terior, que está de espaldas a las pasiones humanas que se alber­gan dentro de los límites del gueto, el campo de refugiados, la ciu­dad ocupada y el pueblo colonizado, no entiende esos gritos oca­sionales, simplemente porque su idioma y su metáfora, su causa y su efecto derivan de una realidad ajena al mundo exterior. Sin em­bargo, aquellos de nosotros que no hemos conocido otra realidad, impulsados por ella como si fueran los terrores de un dolor primi­tivo, también compartimos nuestra humanidad con otros hombres y mujeres, negándoles el monopolio de esta humanidad.

Tal es la matriz de la lógica del mundo exterior en este día en que al oprimido siempre le corresponde la obligación de explicar su po­sición, de demostrar su sinceridad, de justificar su plataforma, de expresar su visión del futuro y de convencer verdaderamente, ver­daderamente a su opresor (cuyo napalm y su ocupación militar, cu­yos excesos racistas y sus regresiones sádicas han aplastado su mis­ma alma, reduciéndolo a un fragmento) de que está motivado por el amor y no por el odio. Sobre todo, se lo convoca a creer en la no­ción de que es moral la violencia del opresor para someterlo con armas sofisticadas y las llaves de la mazmorra. Su propia violencia, la que emplea para romper sus cadenas, es inmoral. Y así en más».

La justicia trae paz, la injusticia perpetúa la violencia

Durante los muchos años del «proceso de paz» de Oslo, muchos de nos­otros advertimos que lo que está haciendo Israel (confiscación de tierras, construcción de asentamientos, demoliciones de hogares, tortura, un len­to proceso de limpieza étnica, y otras violaciones de los derechos huma­nos) no conducirá a la paz. Hemos sostenido que una paz justa no se puede lograr entre un gobierno israelí fuerte, colonialista y beligeran­te y palestinos débiles bajo la ocupación o dispersos como refugiados. Hemos manifestado que la violencia y el poder militar no resuelven los problemas sino que los exacerban. Hemos solicitado la intervención in­ternacional para defender los derechos humanos. La participación de la comunidad internacional, hemos dicho, es semejante a la que se verificó en Sudáfrica. Muchos en los medios estadounidenses prefirieron igno­rar nuestras voces y escuchar en cambio a los funcionarios del gobierno

7 F a w a z T u r k i , The Desinherited, 2 a e d . ( N e w Y o r k , M o n t h l y R e v i e w P r e s s , 1 9 7 2 ) , p p . 1 6 0 - 1

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israelí, que creen haber entendido cómo tratar el «problema» y la «vio­lencia» de los palestinos.

Para los sionistas laboristas, los acuerdos de Oslo intentaban man­tener el programa sionista y la adquisición de tierras mientras se daba la autonomía a los palestinos. Esa autonomía podía denominarse «Esta­do» palestino, pero sin una soberanía real, y hubiese consistido sólo en el 16% de la tierra original de Palestina, o el 80% de las tierras de las áreas ocupadas de Gaza y la Ribera Occidental. Israel mantendría entonces el control de los recursos naturales, las fronteras, la tierra y la mayoría de las áreas de la verdadera soberanía. Para los sionistas likudistas, los acuer­dos eran para mantener el programa sionista dándoles a los palestinos autonomía, pero no la condición de Estado, en un área menor (10% de la tierra original de Palestina o 42% de las tierras de las áreas ocupadas de Gaza y la Ribera Occidental), y para conservar el control de los recur­sos naturales, las fronteras y la tierra. Ambos grupos negaban el derecho internacional básico en cuanto al derecho de los refugiados de retornar a sus hogares y sus tierras. '

Embriagados por el poder que significaba ser el quinto ejército más fuerte del mundo, y con el apoyo de la única superpotencia que había quedado, ambos grupos de sionistas se sintieron animados a seguir pen­sando según la tradición de los antiguos sionistas: que los palestinos ce­sarían de existir o aceptarían la dominación israelí. Pero a pesar de toda la opresión y de la limpieza étnica durante 55 años, la mitad de los nati­vos palestinos siguen existiendo en Palestina, y todos los palestinos aún demandan la libre determinación, una verdadera soberanía y derechos humanos básicos. La violencia continuará hasta que se solucione esta injusticia básica.

Al decidir cómo tratar al terrorismo, seríamos negligentes si no apren­diéramos de la historia. Pero aun si los gobiernos son tan miopes como para encararlo en su dimensión más próxima (es decir, identificando a los que cometen esos actos y a quienes los apoyan y financian), debe­mos tratar esto dentro de las leyes criminales internacionales existentes más que con un choque de civilizaciones o una guerra. Francis A. Boyle, profesor de derecho internacional, se refiere al poder de la Convención deMontreal sobre el Sabotaje de 1971 como una ley internacional que se ocupa del terrorismo. Los Estados Unidos y otros 173 Estados son signa­tarios y están obligados a resolver las disputas de acuerdo con las dispo­siciones de la convención y los artículos 2(3) y 33 de la carta de la ONU, así como el Pacto Kellogg-Briand de 1928.

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La declaración de principios del derecho internacional de 1970 acen­tuaba que todos los Estados tienen el deber de abstenerse de toda acción de fuerza que prive al pueblo de su derecho a la libre determinación. La declaración también observa que «en sus acciones en contra de, y de re­sistencia a, esas acciones de fuerza» tales pueblos pueden recibir apoyo de acuerdo con el propósito y los principios de la carta de la ONU. Varias resoluciones de la ONU han reafirmado la legitimidad de la lucha de los pueblos por la liberación de la dominación colonial y el sometimiento al extranjero, «por todos los medios disponibles, incluida la lucha armada» (v.g„ las resoluciones 3070, 3103, 3246, 3328, 3481, 31/91, 32/42 y 32/154 de la Asamblea General de la ONU). El artículo 1, sección 4, del Protocolo 1 (adicional a las Convenciones de Ginebra) considera las luchas por la libre determinación como situaciones de conflicto armado internacio­nales. El principio de la libre determinación mismo dispone que donde se han emprendido acciones de fuerza para suprimir el derecho, se pue­de emplear la fuerza para contrarrestarlas y lograr la libre determinación. El derecho de resistencia es reconocido internacionalmente, pero no el derecho al uso indiscriminado de la violencia.

La mayoría de los 600.000 judíos que estaban en Palestina en el mo­mento de la fundación del Estado de Israel vieron las masacres de miles y la expulsión de cientos de miles de palestinos como actos justificables y partes integrantes del programa sionista de creación del «Estado ju­dío». La Knesset aprobó leyes, por abrumadora mayoría, para prevenir el retorno de los 800.000 palestinos refugiados. Se pusieron en vigencia leyes para adquirir tierras tanto de los refugiados como de los restantes palestinos. Pocos judíos se quejaron por esa limpieza étnica en gran es­cala. Muchos palestinos de los campamentos de refugiados ven hoy los ataques terroristas contra los israelíes como muchos menos de cuantos ellos mismos han sufrido a manos de Israel durante los últimos 55 años. La diferencia, por supuesto, es que el Estado israelí victimizó a palesti­nos que nada tenían que ver con las atrocidades nazis, mientras que los militantes palestinos responden a la misma sociedad que los victimizó.

La responsabilidad de grupo por la violencia es un tema que supera el alcance de este trabajo. Se debe comprender, sin embargo, que la ma­yoría de los alemanes no se ocuparon de la creación y el funcionamiento de los campos de concentración, pero los aceptaron. La mayoría de los israelíes judíos no participaron en la ocupación o en la opresión de los palestinos de 1947 a 1949, pero las aceptaron. La mayoría de los estadou­nidenses no participaron en la matanza por hambre de los irakíes, pero la

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aceptaron. La mayoría de los palestinos no se dedican al terrorismo, pe­ro lo aceptan. En ninguna de esas situaciones se justifica que rotulemos de «culpable» a sociedades enteras, pero ello no impide que se intente reparar la injusticia para las víctimas. Creo firmemente que los humanos no sólo son capaces de hacer la guerra sino también de lograr la justicia y la paz. Sobre todo, los humanos son capaces de influir unos en otros para que se reconozca la necesidad de remediar la injusticia. En la era de internet, esto se está volviendo más posible.

Un segmento de la sociedad critica debidamente a otros segmentos, y a veces esas divisiones internas logran detener las atrocidades, o al me­nos disminuir su intensidad. Los del centro y los que están más a la iz­quierda denuncian el terrorismo y la violencia y trabajan por promover mejores sistemas societarios. Aquellos que practican el terrorismo pue­den ver la resistencia no violenta como una aceptación pasiva del mal y pueden tratar de influir en otros para que participen de la violencia. Pero la historia no es ni ambigua ni neutral en esta ecuación. La historia reve­la que la violencia genera violencia. Este hecho por lo general se pierde en aquellos que forman parte de la cultura o el poder dominantes. Eso ocurre precisamente porque, habiendo llegado al dominio por medios militares, creen que es económica y logísticamente aceptable compro­meterse con la violencia. Se limitan a volver a rotular tales acciones co­mo guerras justas, seguridad o defensa propia. Llevados a pensar que el poder se puede mantener con más violencia y más gasto militar, esos po­deres pierden de vista los efectos a largo plazo. Entonces pueden desin­tegrarse desde adentro y desde afuera, para ser reemplazados por otros imperios análogamente tontos. Ese fue el destino del imperio romano, del persa, del británico y del soviético. ¿Será ese el destino de Estados Unidos y de Israel? Nos corresponde a nosotros, los interesados, tratar de prevenir eso mediante la insistencia en que esos gobiernos actúen de manera humana y pacífica.

La insistencia de algunos en que el terrorismo es un fenómeno de ciertas culturas o religiones es falsa, y no puede conducir a ningún diag­nóstico racional ni al tratamiento de ese defecto de la herencia humana. Decir que ciertos pueblos y culturas «no son como nosotros», en el mejor de los casos, es un ejercicio intelectual corrupto y cobarde; en el peor de los casos, es racismo puro.

La violencia no es una fuerza mística o escurridiza. Por el contrario, sus causas y efectos son fáciles de discernir y entender en el contexto de las políticas de poder. Tampoco es un fenómeno inevitable ni está re-

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Iacionado directamente con creencias religiosas o con una geografía o una cultura particulares. El terrorismo fue introducido en el mundo ára­be mucho antes que el Islam. La violencia de hoy contra civiles la prac­tican tanto los Estados como los individuos. La violencia como la prac­tican los individuos que actúan fuera del control del Estado puede re­lacionarse con la situación de falta de derechos y de opresión (aunque eso no la justifique). La violencia estatal contra los civiles está relacio­nada generalmente con el mantenimiento del poder y los privilegios de unos pocos (lo que no la justifica). Los dos fenómenos («terrorismo» es­tatal e individual) están íntimamente relacionados y crecen alimentán­dose mutuamente en un ciclo que sólo la justicia y la igualdad pueden quebrar.

La violencia no es un subproducto incidental de la ocupación o la opresión o el desposeimiento; es su herramienta elegida y su consecuen­cia. Enfrentar la violencia significa atacarla en sus raíces. Pero es una ilu­sión combatir la violencia con violencia. Se debe seguir el ejemplo de los cientos de soldados y oficiales reservistas israelíes que se están rehu­sando a servir en las áreas ocupadas, y también el ejemplo de los 1.000 generales y personal del ejército que han solicitado a su gobierno que se retire de las áreas ocupadas y evacúe los asentamientos israelíes. Los Estados Unidos están financiando esa ocupación con el dinero de sus contribuyentes y son así cómplices en la perpetuación de la miseria tan­to de palestinos como de israelíes. El apartheid y el gobierno colonial han fracasado en Suda frica y no tendrán éxito en Palestina/lsrael. Es ho­ra de decir: terminen con la ocupación que nos está matando, respeten los derechos humanos y acuerden dignidad e igualdad para todos.

Un breve examen de la historia revela dos hechos relacionados: I) que los que están en el poder emplean el temor para reunir al pueblo, que entonces les da a ellos mayores poderes para llevar a cabo sus am­biciones y guerras; 2) que los peligros mayores para las grandes poten­cias aparecen cuando se extienden excesivamente, toman más de cuanto pueden manejar y se vuelven muy centradas en sí mismas y arrogantes para ver que el mundo que las rodea está cambiando. La caída de los im­perios romano, otomano, español, soviético y británico brinda muchas lecciones. ¿Aprenderán a tiempo esas lecciones Israel y los Estados Uni­dos?

En nuestra búsqueda de respuestas a la violencia en este mundo, de­bemos recordar la historia para enterarnos de todo lo bueno y todo lo malo que ha hecho la gente, para no repetir los errores y generar más vio

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U'iu ia. I’ara «drenar el pantano» que alimenta el terror debemos encarar positivamente las fuerzas y las potencias que llenan el pantano: propa­ganda, privación económica, injusticia perpetrada contra pueblos nati­vos, la brecha cada vez mayor entre los ricos y los pobres y otros males sociales y ambientales que plagan esta tierra. La condición básica para modelar un mundo mejor es, entonces, promover los derechos huma­nos, un lema que examinamos en el capítulo siguiente. Debemos con­vertirnos i>i) agentes positivos del cambio en lugar de apoyar la violencia como modo de ampliar «nuestra seguridad». Debemos unirnos con los que se preocupan por la seguridad de este pequeño planeta. Sólo siendo conscientes de la historia y trabajando por la justicia y la no violencia po­demos esperar «combatir al terrorismo» de manera efectiva pero, lo que es mas importante, crear un mundo en el que se pueda vivir

«Tener esperanzas en épocas malas no es algo tontamente román tico. Se basa en el hecho de que la historia humana es una historia no solo de crueldad sino también de compasión, sacrificio, coraje |\ I bondad. Lo que elijamos acentuar en esta historia compleja de- lerminará nuestra vida. Si sólo vernos lo peor, ello destruye nuestra capacidad para hacer algo. Si recordamos esas épocas y esos lugares -y hay tantos- en que la gente se comportó de manera magnífica ello nos da energía para actuar, y al menos la posibilidad de enviar este mundo en rotación en una dirección diferente. Y si actuamos, aunque sea de manera menor, no debemos esperar un gran futu­ro utópico. Id futuro es una sucesión infinita de presentes, y vivir ahora como creemos que los seres humanos debieran vivir, desa­liando iodo el mal que nos rodea, es en sí mismo una maravillosa victoria» 8

Lecturas recomendadas

1. Joseph L. I leller, The Stern Gang: Ideology, Politics, and Terror, 1940­1949 (London, Frank Cass & Co., 1995).

2. David I lirst, The Gun and the Olíve Branch (New York, Thunder’s Mouth Press, 2a. ed., 2003).

Howard Zinn, Yon Can! Be Neutral on a Moving 7rain. A Personal History o f Our Times (Bos­ton, Bcacon Press, 2002}, p. 208

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Capítulo 9

Derechos humanos

Amnistía Internacional ha propuesto una agenda de diez puntos para una paz duradera, basada en los derechos humanos. Esos diez puntos (véase Prueba 2 en la página 156) son una visión de la paz bien pensada y enunciada claramente. De hecho es imposible imaginar una paz viable sin derechos humanos. Se Intentó un arreglo de paz mediante los acuer­dos firmados por Israel y la Ol.P en Oslo, que desatendían derechos bá­sicos contenidos en la Cuarta Convención de Ginebra (derechos de los refugiados, actividades coloniales ilegales, castigo colectivo) y en la De­claración Universal de los Derechos I lumanos. Se está haciendo evidente que los futuros acuerdos de paz también fracasarán si no incorporan el respeto por los derechos humanos. Amnistía Internacional emitió un co­municado de prensa el 26 de marzo de 2001, titulado «Creación de una agenda de los derechos humanos por la paz», que expresaba:

«Hl reconocimiento déla dignidad inherente y de los derechos igua­les e inalienables de todos los miembros de la familia humana, es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo. [Preámbu­lo de la declaración universal de los derechos humanos]. Amnistía Internacional solicita sinceramente el goce pleno de los derechos humanos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos para todo el mundo. Una falla importante del proceso que se ini ció con el Acuerdo de Oslo de 1993 fue que la paz no estaba basada en garantizar el respeto y la protección de los derechos humanos.Los meses pasados han mostrado con más claridad que nunca que si se sacrifican los derechos humanos en la búsqueda de paz y se­guridad, no habrá ni paz ni seguridad. Si bien la agenda de los de­rechos humanos no es la única respuesta, debe formar parte de la solución».1

1 http://www.amncstyu.sa.org/ncws/2tl01 / israel03262001.html.

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La declaración universal de los derechos humanos

Los derechos humanos inalienables incluyen dos categorías interrelacio nadas e indivisibles: los derechos civiles y políticos; y los derechos eco­nómicos, sociales y culturales.2 Algunas partes interesadas desean limi­tar los derechos humanos a aquellos que consideran no amenazadores para sus propios poderes económicos o sociales. Los miembros de la so­ciedad no sólo tienen derechos, sino también la responsabilidad de sos­tener esos derechos para los otros. Las sociedades funcionan en la me­dida en que se respeten esos derechos y esas responsabilidades. Hay un malentendido respecto de los conceptos del darwinismo social, por el cual no se entiende que incluso según la teoría de la evolución de Dar- win, la selección puede producirse no sólo a nivel individual sino tam­bién a nivel del grupo (lo que se denomina selección grupal). En otras palabras, esos derechos son un dado, sea que uno los interprete como dados por nuestro creador o como una ventaja para las sociedades que los gozan (creando menos fricción y permitiendo el desarrollo de una manera sustentable).

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DIJDH; véase Prueba 3 en la página 158) es un documento único que delinea los dere­chos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales. Se ha granjea­do el consenso de las naciones y los pueblos, aunque muchos prefieran acentuar sólo partes de ese documento notable. La DUDII en realidad plantea lo que se requeriría para llevar la paz a la tierra de Canaán. Nin­gún acuerdo puede ser válido sin el reconocimiento de los derechos hu­manos básicos. Como Amnistía Internacional, la Comisión de Derechos Humanos de la ONIJ expresó el 15 de marzo de 2000:

«Una consideración final parece lo adecuado con respecto al hecho de que todo acuerdo entre el poder ocupante y un cuerpo que re­presente a la población civil ocupada, es nulo e inválido si viola los términos de la Cuarta Convención de Ginebra. En otras palabras, mientras la protección de los derechos humanos y el derecho hu­manitario nunca debería ser un obstáculo en el camino de un pro­ceso de paz; no se debería lograr una solución última en detrimen­to de los derechos humanos. En verdad, el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales se debe considerar parte

2 A. R. Chapman, «Reintcrprcting Hights and Responsibilities», en K. W. 1 lunter y I. (.. Mack, comps., International liights an d Responsibilities fo r lite hitture (Wcstport, CT, 1‘raeger, 199(>).

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integrante de todo proceso de paz viable, ya que es una condición sitie q u a n o n de toda paz duradera».3

Así, la Declaración Universal de los Derechos Humanos se ha conver­tido en un punto de referencia de las organizaciones de derechos huma­nos, y ha sido ratificada por la mayoría de los países, incluidos Israel y los Estados Unidos.

Cuando se lee la Declaración, sorprende el increíble número de dis­posiciones que han sido violadas por Israel. Dejemos que las mismas de­claraciones de las organizaciones de derechos humanos se ocupen de al­gunas de las cuestiones, empezando por el tema de la matanza de civiles. Los ataques palestinos por grupos suhnacionales contra civiles israelíes se analizaron en el capítulo 8, sobre «La violencia y el terrorismo». No nos ocuparemos aquí de las masivas violaciones de los derechos huma­nos que implicaron la limpieza étnica y que se produjeron entre 1947 y 1949, y nuevamente en 1967 (se trataron en el capítulo 4). En este capítu­lo nos ocuparemos de la matanza de civiles y otras violaciones por parte del Estado de Israel, ya que son un obstáculo para la paz basada en el derecho internacional y los derechos humanos.

En una caria abierta dirigida a los líderes de los Estados Unidos, la Unión Europea, Israel, la Autoridad Palestina y al secretario general de la ONU, Koli Alinan (6 de junio de 2001), Amnistía Internacional y Human Rights Watch solicitaron el envío de monitores de derechos humanos in­ternacionales, a pesar de las objeciones de Israel. Decían:

«... los choques entre israelíes y palestinos desde octubre de 2000 se lian visto marcados por violaciones sistemáticas de los derechos humanos internacionales y del derecho humanitario. Los civiles han sido las víctimas principales de la violencia, y una prioridad inme­diata debe sei poner fin a tales violaciones. Al menos 470 palesti­nos han sido muertos, en su mayoría ilegalmente, por las fuerzas de seguridad israelíes, cuando la vida de ellos y la vida de otros no estaban en peligro. Más ríe 120 israelíes han sido muertos, en su

' UN Commission ol Human Itights. Hifty sixth session, Qiteslion o f the Violation o f Human Itights in the O ccupied Aruh Territories, tncluding Palestine. Informe so bre la situación de los derechos humanos en los territorios Palestinos Ocupa­dos desde 19(>7, presentado por el señor Oiorgio (.Jiacomelli, informante especial, de acuerdo con la resolución 2 A/1992 de la Comisión de Derechos Humanos http://www.hri.ca/forthcreenrd2000/dociimcntatioii/commi.ssion/ e-cn4-2000-25.htm.

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mayoría civiles deliberadamente señalados por grupos e individuos armados, El número de muertes incluye a más de 130 niños».4

La carta prosigue documentando abusos de los derechos humanos por el gobierno israelí y los colonos, así como por individuos y grupos palestinos. La carta expresa que las comisiones de seguridad conjuntas israelíes-palestinas no han sido capaces de encarar las reiteradas viola­ciones de los derechos humanos y del derecho humanitario.

La tortura

El uso de tortura por parte de las autoridades israelíes ha sido bien do­cumentado por las organizaciones de derechos humanos. De hecho, la tortura como método para obtener confesiones fue considerada legal en Israel por 52 años, hasta el dictamen de la Suprema Corte de Justicia israelí del 6 de setiembre de 1999. Ese organismo emitió una decisión unánime que declaraba ilegales las técnicas de interrogatorios violen­tos empleadas por el Servicio de Seguridad General (SSG) israelí contra detenidos palestinos. Sin embargo, la Corte se abstenía de definirlas co­mo tortura e informaba que tales prácticas podían ser aceptables si eran autorizadas específicamente por legislación nueva. En febrero de 2000, el director de SSG retiró su solicitud de legislación de métodos «especia­les» de interrogatorio. Entonces, el ministro de Justicia israelí reiteró su promesa de otorgar protección legal a lodo interrogador que empleara «métodos especiales» en casos individuales. La Comisión contra la 'Ior- tura de la ONU, si bien observó una mejora de la situación después del dictamen de la Suprema Corte de 1999, afirmó que una mejora, a la luz de las continuadas acusaciones de organizaciones e individuos de dere­chos humanos respecto de situaciones que equivalían a la tortura, sería enmendar la ley israelí para eliminar «la necesidad como una posible jus­tificación del crimen de la tortura».5 La decisión de 1999 de la Suprema Corte no consiguió que Israel cumpliera con la ley básica de los derechos

4 «I luman Riglits Monilors Needed in Israelí Palesttnian Conllict». Carta abierta de Amnistía Internacional y Human Riglits Watch a los líderes de listados Unidos, la Unión Europea, Israel, la Autoridad Palestina y el secretario general de la ONU, Kofi Atinan (New York y London, 6 de julio de 2001).http://www.hrw.org/press/2001 /07/isr-070(i-ltr.htm.

5 Iilizabelh Olson, «IJ.N. Panel on Torture Urges l'urlher Steps hy Israel», New York Times, November 26, 2001.

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humanos internacionales. Associated Press informó que los daneses es­taban furiosos con el nombramiento de Carmi Gilon, ex director del Shin Bet de Israel (el servicio secreto que practicaba la tortura) como emba­jador en Dinamarca. Gilon seguía defendiendo la tortura y se jactaba de haber «autorizado alrededor de 100 casos de tortura mientras estaba al frente de Shin Bet».6

Amnistía Internacional ha escrito respecto de la cuestión:

«El informe de Amnistía Internacional a la Comisión IComisión con­tra la lortura de la ONU] expresaba que desde el juicio de la Su­prema Corte de setiembre de 1999 que prohibía los métodos de in­terrogatorio que constituían lortura, ha habido fuerte evidencia de que esos métodos -incluida la privación del sueño con el tortura­do a menudo sentado en posiciones dolorosas; prolongadas posi­ciones en cuclillas; esposamiento doloroso- se están usando ahora nuevamente.Lamentamos que no obstante la decisión de 1999 de la Suprema Corte de Justicia y la clara manifestación de 1997 de la Comisión contra la Tortura, en el sentido de que esos métodos constituyen tortura, el Estado de Israel, en su informe a la Comisión, siga ne­gándolos.Amnistía Internacional también solicitó a la Comisión contra la Tor­tura que declarara que la demolición de hogares palestinos cons­tituye un trato cruel, inhumano o degradante según el artículo 16 de la Comisión contra la lortura. La Corte Europea de Derechos Humanos ha considerado que la demolición de casas en Turquía constituye un trato inhumano que viola el artículo 3 de la Con­vención Europea de Derechos Humanos... Ammnesty Internatio­nal también considera que otras formas de castigo colectivo im­puestas por las autoridades israelíes, incluido el cierre prolongado de pueblos, aldeas y áreas completas, denegando libertad de mo vintiento a los palestinos, y prolongados toques de queda, también podrían corresponder al artículo 16 de la Convención».7

Associated Press, |uly 11,2001.Aninesty International, «Israel/Occupied Territories: Israel fails to address increasing use of torture», comunicado de prensa, 23 de noviembre de 2001. http://www. ppsmo.org/press%20folder/e2001/pressl 1 htm.

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Disparos a civiles

Contrariamente a la propaganda sobre los disparos accidentales, todas las organizaciones de derechos humanos han concluido que las fuerzas israelíes apuntan a no combatientes (civiles) e intencionalmente les dis­paran a niños, incluso cuando vidas israelíes no se ven amenazadas.

En un comunicado de prensa, B'Tselem declaró:

«En cada ciudad y campamento de refugiados adonde han entrado, los soldados de las EDI han reiterado el mismo modelo: disparos in­discriminados y la matanza de civiles inocentes; daño intencional a la infraestructura del agua, la electricidad y los teléfonos, toma de casas civiles, daños importantes a la propiedad civil, disparos a ambulancias e impedimento de la asistencia médica a los lesiona­dos»,8 9 10

Los médicos de Human Rights USA han investigado el alto número de muertes y lesiones de palestinos en los primeros meses de la Intifada y culparon tanto a israelíes como a palestinos por esas muertes innece­sarias. Concluyeron que: «el tipo de las heridas vistas en muchas víctimas no refleja el uso por parte de la EDI [Euerzas de defensa israelíes] de ar­mas de fuego en situaciones que amenazaban la vida, sino que indicaban que se había disparado únicamente con el fin de herir o matar.8

El mismo grupo envió a expertos forenses y a un cirujano ortopedista en una investigación y concluyó que el ejército israelí «ha em pleado m u­nición cargada y balas de gom a de m anera excesiva e inadecuada para controlar a los manifestantes, y eso basado en el alto número de lesiones docum entadas en la cabeza y los muslos; los soldados parecen disparar para infligir daño, no únicamente en defensa propia».u>

Amnistía Internacional expresó que está «sumamen te preocupada por los informes recientes de bom bardeos y disparos a l azar por parte de las Fuerzas de defensa israelíes en áreas residenciales palestinas, entre ellas Jenin, Ramallah., Tulkarm, Belén y Beit Jala, lo que ha dejado a l menos a 25 palestinos muertos, entre ellos varios niños, y decenas de otros heridos,

8 B’ I'selem, «A Deadly Pattern», comunicado de prensa, 12 de marzo de 2002. http://www.btselem.org/.

9 http://www.phrusa.org/research/forensic/israel/updale_commcntary.html.10 Médicos por los Derechos Humanos, «Medical Group Examines Use of Forcé in Israel, Gaz.a

and West Bank: lssues Conclusión on Deatli of «Issam Judeh». Comunicado de prensa, 13 de noviembre de 2000.http://www.phrusa.org/rescarch/forensic/israel/israel_forre.hlinl.

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com o represalia por el asesinato del ministro israelí de Turismo, Rehavam Zeevi, el 17de octubre».11

Human Rights Watch emitió un informe sobre las atrocidades de Is­rael en Jenin, expresando:

«... los civiles fueron asesinados voluntaria e ilegalmente [por los militares israelíes]... [que] emplearon a palestinos civiles como «es­cudos humanos» y usaron una fuerza indiscriminada y excesiva.Los abusos que documentamos en lemn son sumamente graves, y en algunos casos parecen crímenes de guerra. Se requieren inves­tigaciones criminales para discernir la responsabilidad individual por las violaciones más serias».12

Además de las organizaciones de derechos humanos, noticias oca­sionales en medios israelíes y estadounidenses han informado acerca de lo que han estado experimentando con los palestinos.

En una entrevista con la periodista de Haaretz Amira Hass, un fran­cotirador israelí describió las órdenes que recibe de sus superiores como «¡desde la edadj de doce para arriba, a uno le pernoten disparar. Eso es lo que nos dicen».13

Yediot Aharonot citó a Tal Etlinger, un «guardia de frontera» adiestra­do para contener manifestaciones, como afirmando que los disturbios en Um Al Fahrn (donde les dispararon a decenas de ciudadanos palesti­nos de Israel desarmados y muchos fueron asesinados por francotirado­res) resultaron mucho menos violentos que los disturbios judíos (como los de Tiberíades) que fueron «mucho peores ... pero m anejam os de otra m anera los disturbios ju d ío s ... sabem os por anticipado que a una m ani­festación com o esa debem os ir sin a rm as... Esas son las órdenes de arriba, y sólo usamos gas».14

El Washington l’ost tuvo esto que decir: «A Iyad le dispararon porque corrió dem asiado rápido. A Nshat le dispararon porque perdió su viaje. A Ronny le dispararon porque arrojó una piedra. Y a Abdel Kareem le d ispa­raron donde murieron sus dos amigos. Iyat, Nshat, Ronny y Abdel Kareem

11 Amnesty International, «Amnesty International Urges Israel tn Stop Attacks on Palestinlan Areas», comunicado de prensa, 23 de octubre de 2001. http://www.amnestyusa.org/news/2001 /israel 10232001.html.

12 Human Rights Watch, «Israel/Occupied Territories: Jenin War Crimes Investigation Needed. Human Rights Watch Report l'inds Law of War Violations», May 3, 2002, http:// hrw.org/press/2002/05/jenin0503.htm.

13 Amira Hass, «Don’t Shoot l ili You Can See Thcy’re Over the Age of 12», Haaretz, November 20 , 2000 .

11 Yediot Aharonot, edición en hebreo, November 17, 2000.

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no se conocían, pero esos cuatro jóvenes palestinos se ven ahora d iaria­mente, com o pacientes del centro de rehabilitación Abu Raya».15

Los derechos humanos como piedra basal de la paz

Amnistía y Human Rights Watch han emitido comunicados de prensa solicitando a la comunidad internacional que actúe para poner fin a las violaciones cotidianas de los derechos humanos en las áreas palestinas ocupadas. Han solicitado el fin de la política israelí de cierres y demo­liciones de casas, que castiga a poblaciones enteras y devasta sus me­dios de vida. Según el informe de Amnistía Internacional de diciembre de 1999, 2.650 casas palestinas han sido destruidas desde 1987 en la Ri­bera Occidental, incluida lerusalén oriental, con el pretexto de que no poseen permiso de construcción. Otros miles de acres de propiedad pa­lestina han sido confiscados para construir asentamientos en los Terri­torios Ocupados, en contravención de la Cuarta Convención de Ginebra, que en el artículo 49 expresa que «el poder ocupante no debe trasladar a partes de su propia población civil al territorio que ocupa».16

Un proyecto de colonización basado en el sionismo y la creación de un Estado judío, han tenido como consecuencia la remoción de más del 70 % de palestinos de sus hogares y tierras. El resultado del proyecto han sido las violaciones directas de los derechos humanos. La manifestación última y más visible (tanto literal como figurativamente) de ello, y de la violación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es la denominada «barrera de seguridad» que Israel está construyendo actual­mente dentro de la Ribera Occidental y que rodea pueblos y ciudades palestinos.

La barrera no es un cerco de seguridad construido a lo largo de la Lí­nea Verde. Antes bien, se trata de un enorme proyecto de ingeniería con muros, zanjas, cercos electrificados, torres y zonas de exclusión que ser pean a través de las áreas palestinas más fértiles de la Ribera Occidental. Tiene una extensión de 650 km y su costo es de alrededor 1.200 millones de dólares. Está dejando a las reducidas áreas palestinas aisladas en gue­

s Keith Richburg, Washington Post, Novembcr 30, 2000, p. A01.s Amnesty International, «Israel and the Occtipied Territories: Demolitiun and Dispos-

session: The Destruction of Palestinian Ilomes», December 8, 1999. Disponible en http://web.amnesty.org/library/index/engMDE150591999.

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tos; su objetivo primario es la expansión de los asentamientos israelíes ilegales.1'

La Comisión sobre Derechos Humanos de la ONU informó sus ha­llazgos con respecto a la violación israelí de los principios y bases del derecho internacional en los Territorios Palestinos Ocupados:

«La confiscación de tierra y propiedades pertenecientes privada y colectivamente a los palestinos en territorios palestinos ocupados, por parte del poder ocupante, es una característica saliente de la ocupación y un componente esencial de la transferencia de pobla­ción, llevada a cabo por Israel. Esta práctica viola el antiguo prin­cipio del derecho internacional de la inaceptabilidad de la adqui­sición de territorio por la fuerza, así como resoluciones específicas relativas a la confiscación de tierra y a las actividades colonizadoras por parte de Israel.Desde 1967, Israel ha confiscado tierra para el uso público, semi pú­blico y privado con el fin de crear zonas militares, asentamientos, áreas industriales, elaboradas rutas de desvío y canteras, así como para mantener «tierra estatal» para el uso exclusivamente israelí.Las estimaciones colocan la proporción de tierra palestina confis­cada por Israel en un 60% de la Ribera Occidental, un 33% de la Franja de Gaza y al menos 32.5 km2, o alrededor del 33%, del área de tierra palestina en Jeru.salén».1H

A pesar de la oposición internacional y de una resolución de la ONU adoptada por una mayoría abrumadora de miembros (sólo Estados Uni­dos, Israel, Micronesia e Islas Marshall votaron en contra), Israel está construyendo lo que denomina su «cerco de seguridad» en las áreas pa­lestinas ocupadas. Los palestinos y los defensores de los derechos huma­nos denominan la barrera de separación israelí «el Muro del apartheid». Más de 300 ciudades realizaron actos el 9 de noviembre de 2003, en pro­testa contra ese proyecto (la fecha es el aniversario del dcsmantelamien- to del muro de Berlín).

La barrera es un sistema de fortificaciones de 650 km que consiste en muros de hormigón muy altos en algunas áreas y trincheras, extensiones de alambre de púas y altos cercos de acero en otras zonas. En los luga­res en que el Muro no está formado por secciones de hormigón de 10

17 Gush Shalom, informe y mapas en la pared, hUp://|>ush-shalom.orK/thewall.Comisión de derechos humanos de la ONIJ. Sesión 5(>a, Cuestión de la violación d e los d e ­rechos hum anos en los territorios árabes ocultados, incluida Palestina.

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metros, hay zanjas, cercos (de alambre de púas o altos cables de acero), con caminos de seguridad a lo largo de ambos lados del cerco para las patrullas armadas, y aun más zanjas y barreras. Es un emprendimiento de alta inversión, cuyo costo se estima en 1.200 millones de dólares. Eos contribuyentes estadounidenses le dieron a Israel 5.000 millones de dó­lares en ayuda directa en 2003, y muchos miles de millones más en ayuda indirecta. Tal vez deberíamos saber algo más sobre este proyecto.

La primera característica sorprendente es dónde se está construyen­do el Muro: la ruta desconcierta.13 Cuando se está construyendo un mu­ro o un cerco con fines de seguridad, y se desean patrullar ambos lados, se lo construye 3 km dentro del propio territorio. En este caso, sería den­tro de la frontera del armisticio de 1949. En cambio, en algunos puntos el Muro serpea de 15 a 30 km dentro de las áreas palestinas, dejándolas de­sunidas y, defacto , anexa a Israel el 50% de la Ribera Occidental. Las co- lonias/asenlamientos están donde están por «una buena razón», según dijo en una oportunidad un primer ministro israelí: porque los gober­nantes israelíes necesitan controlar el valle del Jordán (hacia el este; alre­dedor del 20% de la Ribera Occidental), los recursos hídricos (al oeste), Jerusalén oriental árabe (en el centro) y las conexiones entre esos pun­tos. Los palestinos (incluidos los refugiados) quedarán con sólo el 12% de la Palestina histórica y vivirán en cinco cantones separados entre sí. Para entender mejor la génesis de este proyecto, sería apropiado conocer algo la historia.

Antes de la guerra de 1948, el área palestina de Al-Majdal era el prós­pero hogar de miles de palestinos. La mayor parte de los habitantes fue­ron expulsados durante la guerra. A comienzos de 1950, mucho después del fin de la guerra, las fuerzas israelíes empezaron a aplicar toda clase de restricciones a los 1.500 residentes restantes. Se les impedía usar sus tierras, restringidas a una parte de lo que quedaba de la ciudad (ahora llamada Ashkelon) y rodeadas por cercos. Los habitantes se vieron obli­gados a elegir entre la inanición económica, e incluso literal en esa cár­cel, o trasladarse «voluntariamente». Para noviembre de 1950, todos se habían ido para unirse a los cientos de miles de refugiados. Ese método se empleó en otras partes y es sólo una de muchas otras herramientas que se usaron. En Ramla y I.ydda (ahora Lod) se realizaron expulsiones a punta de pistola. Israel introdujo inmediatamente leyes para confiscar la tierra e impedir que los refugiados volvieran (con independencia del 19

19 Véase mapas en http://stopthewall.org.

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modo en que fueron forzados a marcharse). Al ejército israelí se le or­denó que disparara a matar a todo palestino hallado en esas áreas. En consecuencia, fueron asesinados cientos de «infiltrados» (aldeanos que intentaban regresar).

Ashkelon tiene ahora una gran cárcel en la que muchos israelíes ju­díos están empleados para vigilar a cientos de palestinos. Algunos de los prisioneros son los hijos o los nietos de los refugiados de Al-Majdal. De­cenas de miles de refugiados de Al-Majdal viven en la Franja de Gaza. Gaza es efectivamente una cárcel al aire libre, y una de las áreas más den­samente pobladas y más pobres del mundo. Muchos han visto sus caba­ñas y sus hogares demolidos como parte de un castigo colectivo, o para tomar tierra para los asentamientos de judíos solamente en la Franja de Gaza.

I,a barrera se describe así correctamente como un Muro de aparlheid, cuya intención es completar el proceso de limpieza étnica y conquista de la era 1947-50. Amnistía Internacional declaró el 7 de noviembre de 2003:

«Este cerco/muro está teniendo devastadoras consecuencias econó­micas y sociales en la vida cotidiana de cientos de miles de palestinos al separar a familias y comunidades entre sí y de su tierra y su agua, sus bienes más cruciales», dijo el grupo con base en Londres... Se debe de­tener de inmediato la construcción de este cerco/muro en su actual ubi­cación. Mientras siga serpeando a través de tierra palestina, más y más palestinos se verán atrapados en enclaves y cantones, incapaces de tener alguna semblanza de vida normal».20

Una vez completado, el muro se convertirá en el límite d e fa cto del denominado «Estado palestino», que existirá en al menos cuatro canto­nes (Ribera Occidental del norte, Ribera Occidental del sur, Jericó y la Franja de Gaza). Esos cantones estarán rodeados de tierras confiscadas bajo el control israelí y dependerán de la buena voluntad de los líderes israelíes en cuanto al agua, el acceso y la mayoría de los otros elemen­tos de la soberanía nacional. A los palestinos refugiados y a las personas desplazadas se les dirá que el poder equivale al derecho y que como tal ellos deberán aceptar la pérdida de su inalienable derecho al retorno a sus hogares y tierras. Esta es una situación insostenible, que no puede durar mucho, y es una receta para el continuado derramamiento de san­gre y la injusticia. Como lo han señalado Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, la única solución duradera debe 2

2l,Ainnesty lnU-mntion.il, comunicado de prensa MI)K 15/099/2003, November 7, 2003. Is- rael/OT: Israel debe detener de inmediato la construcción del muro.

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respetar los derechos humanos. Para ello, la relectura de la agenda para la paz de diez puntos de Amnistía y de la Declaración Universal de Dere­chos Humanos debería convertirse en la piedra basal de todo acuerdo de paz. Pretender que se pueden archivar los derechos humanos mientras se obtiene seguridad o paz, es la peor forma de autoengaño o de fraude decepcionante.

Prueba 2

Diez principios formulados por Amnistía Internacional para una paz du­radera basada en los derechos humanos (Comunicado de prensa, 26 de marzo de 2001 )21

1. Todos tienen el derecho a la vida, la libertad y la seguridad de per­sona. Las ejecuciones extra judiciales, las bombas humanas u otros ataques contra civiles, la fuerza letal excesiva y el ataque a áreas resi­denciales han violado el derecho a la vida de cientos de personas. Se debe proteger la vida de cada individuo. Las autoridades deben prohibir las matanzas ilegales. Los grupos de oposición, asimismo, no deben perpetrar matranzas ilegales. Cada matanza se debe investigar y a los perpetradores de matanzas ilegales se los debe llevar a la justicia en juicios justos. La Autoridad Palestina debe abolir la pena de muerte.

2. Nadie debe ser sometido a tortura o al trato o al castigo cruel, inhumano o degradante. La tortura y la brutalidad policial han sido frecuentes tanto en Israel como bajo la jurisdicción de la Autoridad Palestina. La tortura, la brutalidad de parte de las fuerzas de seguridad, y todo otro trato o castigo cruel se deben erradicar; todos los casos de tortura o maltrato se deben investigar inmediatamente, en forma independiente y cabal, y los perpetradores deben ser llevados a la justicia en juicios justos. Se debe poner fin a la detención con incomunicación, y todos los detenidos deben tener pronto acceso a los abogados y a la familia.

3. Nadie debería ser sometido al arresto y la detención arbitrarios. En Is­rael, los detenidos han sido retenidos sin cargo o juicio justo en deten­ción administrativa; bajo la Autoridad Palestina, cientos han sido reteni­dos sin cargo o juicio aun después de que la Suprema Corte de Justicia palestina hubiera ordenado su liberación. Tal detención arbitraria se ha puesto en práctica en el nombre de la lucha contra el «terrorismo». Todos los prisioneros políticos retenidos sin cargo o juicio deben ser juzgados en juicios justos o liberados de inmediato.

i Véase Amnesty International, International Secretariat, 1 Gastón Street, I.ondon WCIX8DI. http://www.amnestyusa.org/nevvs/2001/israel03262001.html

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4. Todos tienen derecho a un juicio justo. En Israel, los juicios de palesti­nos en tribunales militares han disminuido los derechos de los acusados a juicios justos. Bajo la Autoridad Palestina, la Corte de Seguridad es­tatal aplica sentencias en juicios sumarios, en flagrante violación de los derechos al juicio justo. Los tribunales militares palestinos también han realizado juicios injustos. Las leyes y la práctica en Israel, los Territorios Ocupados y la Autoridad Palestina, deben asegurar el respeto del dere­cho al juicio justo según figura en las pautas de los derechos humanos internacionales.

5. Todas las personas son libres e iguales en dignidad y derechos. No debe haber distinción o discriminación contra nadie sobre la base del origen étnico, la religión, el sexo u otras condiciones en el goce de los derechos humanos y las libertades. Se deben abolir las leyes y las prác­ticas discriminatorias, incluido aquellas que han causado la destrucción de casas y propiedad palestinas.

6. Todos tienen derecho a la libertad de movimiento. Los últimos siete años han presenciado profundas y flagrantes negaciones del derecho a la libertad de movimiento. Los cierres son una grave violación de los de­rechos humanos dirigidos contra los palestinos en los Territorios Ocu pados. Los Territorios Ocupados se han convertido en una tierra de barreras entre pueblo y pueblo y entre aldea y aldea. Los pueblos y aldeas palestinos han sido separados del mundo exterior durante días y a menudo semanas; se han excavado trincheras en torno de Jericó y Ramallah. La gran mayoría de los habitantes de Gaza han estado encerrados por años como en una prisión, y los palestinos de los Terri­torios Ocupados no pueden entrar en Jerusalén sin un permiso. Incluso a aquellos que buscaban tratamiento médico a menudo se les prohibió el ingreso. El gobierno israelí les niega la entrada en Gaza a sus propios ciudadanos. Se deben eliminar ya esas barreras al libre movimiento.

7. Todos tienen derecho al retorno a su país. El derecho al retorno es un derecho humano individual, que no se puede otorgar como una conce­sión política. A los palestinos en el exilio se les debe dar la opción de ejercer tal derecho y volver a Israel, la Ribera Occidental o la Franja de Gaza, según corresponda. También se debe permitir que los palestinos elijan otras soluciones duraderas, como la integración en el país anfi­trión o su reasentamlento en un tercer país. Aquellos que prefieran no regresar, tienen derecho a una compensación. Los que retornan tam­bién deben recibir compensación por la propiedad perdida. Los mismos derechos relativos al retorno y a la compensación se les deben dar a los israelíes que huyeron o fueron expulsados de países árabes u otros.

8. Todo el mundo tiene derecho a la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión. Bajo la Autoridad Palestina, los críticos de la autoridad o del proceso de paz han sido hostigados, arrestados y encarcelados, a

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menudo sin cargo ni juicio. Las autoridades israelíes han restringido el movimiento de activistas de los derechos humanos y se les ha dispara­do a periodistas. Se debe garantizar a todas las personas la expresión pacífica de ideas y opiniones que no constituyan apología de la violen­cia, el odio, la calumnia o el libelo, y toda persona detenida únicamente por la expresión de sus creencias sostenidas concienzudamente debe ser liberada de inmediato e incondicionalmente.

9. Las mujeres tienen el derecho a la igualdad completa. La libertad de las mujeres está limitada por códigos y prácticas discriminatorios. La igualdad de las mujeres debe estar incluida en la ley y en la práctica.

10. No debe haber impunidad para los abusos contra los derechos huma­nos. Las acusaciones de abusos contra los derechos humanos deben ser Investigadas de manera pronta, imparcial y cabal, y los perpetrado­res llevados a la justicia en juicios justos.

Prueba 3

Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por las Na­ciones Unidas (1948)

PreámbuloConsiderando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por

base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembos de la familia humana;

Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amis­tosas entre las naciones;

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad;

Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegu­rar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y

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Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;

La Asamblea General proclama la presenteDeclaración Universal de Derechos Humanos como un ideal común por

el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, pro­muevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e in­ternacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios coloca­dos bajo su jurisdicción.

Artículo 1

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2

1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, re­ligión, opinión política o de cualquier índole, origen nacional o social, propiedad, nacimiento o cualquier otra condición.

2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción depen­da una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Artículo 3

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 4

Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5

Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

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Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

Artículo 7

Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual pro­tección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discrimi nación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discrimi­nación.

Artículo 6

Artículo 8

Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales na­cionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.

Artículo 9

Nadie podrá ser arbitrariamente arrestado, detenido o desterrado.

Artículo 10

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11

1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.

2. Nadie será considerado culpable de delito por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la que era aplicable en el momento de la comisión del delito.

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Artículo 12

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia dentro de las fronteras de un Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Artículo 14

1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.

2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial originada genuinamente por delitos comunes o por actos opuestos a los propósi­tos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15

1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a

cambiar de nacionalidad.

Artículo 16

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad nubil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a ca­sarse y fundar una familia. Disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matri­monio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de la/os futura/os esposa/os podrá contraerse el matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17

1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

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1 6 2 Mazin B. Qumsiyeh

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creen­cia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la prácti­ca, el culto y la observancia.

Artículo 18

Artículo 19

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus ideas, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, di­rectamente o por medio de representantes libremente elegidos.

2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país.

3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacio­nal, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satis­facción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

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Artículo 23

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a Igual salarlo por trabajo igual.

3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso nece­sario, por cualesquiera otros medios de protección social.

4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le ase­gure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios, tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pér­dida de sus medios de subsistencia por circunstancias Independientes de su voluntad.

2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencias es­peciales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a Igual protección social.

Artículo 26

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la Instrucción elemental y funda­mental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios supe­riores será Igual para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos,

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y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Artículo 27

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales resultantes de las producciones científicas, literarias o artís­ticas de que sea autora.

Artículo 28

Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e inter­nacional en el que los derechos y libertades proclamadas en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29

1. Toda persona tiene deberes respecto de la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.

2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará sujeta solamente a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30

Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho a Estado alguno, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.

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Lectura recomendada

1. Norman Finkelstein, Irnage and Reality o flh e Israeli-Palestine Con flict, ed. rev., (New York, Verso, 2003}.(Im ageny realidad del conflic­to palestino-israelí. Fdiciones Akal. Madrid. 2003.)

)

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Capítulo 10

JEl conflicto y el desarrollo sustentable

El programa sionista ha estado construido siempre en torno del concep­to de «reclamar» la patria judía ancestral mediante la formación de ins­tituciones extra estatales (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, etc.), estableciendo la propiedad judía de la tierra a través de varios me­canismos (principalmente por la limpieza étnica de los no judíos) y ex­pandiendo los asentamientos, las fronteras y el control sobre la tierra y los recursos naturales. Los asentamientos y las fronteras se han expandi­do constantemente en el territorio de los nativos hostiles. El reemplazo inicial en gran escala de la población encontró obstáculos, pero de todos modos logró transformar un país predominantemente árabe y musul­mán (con algunos árabes cristianos y judíos y otros) en un Estado lide­rado predominantemente por los askenazis con leyes sionistas. Sin em­bargo, Palestina/Israel posee ahora unos nueve millones de habitantes y casi la mitad son palestinos nativos. Los líderes israelíes tratan frenética­mente de mantener la «ventaja» demográfica. Ahora, se está poniendo en práctica un programa triple, en un intento por lograr esta meta al parecer imposible: a) impedir el retorno de los refugiados; b) incentivos y otras herramientas para atraer a la mayor cantidad de inmigrantes judíos (o incluso no judíos pero no nativos) que se identifiquen con el sionismo; y c) hacerles la vida tan difícil a los palestinos que quedan como para que se marchen (o incluso su remoción directa). Fue así inevitable que hu­biera graves efectos ambientales sobre esa frágil lonja de tierra separada de su zona interior en el Medio Oriente. Cualquier solución propuesta debe tener en cuenta estas cuestiones.

Las economías y las sociedades palestinas e israelíes: separadas y desiguales

Los asentamientos sionistas iniciales en Palestina, entre 1880 y 1917, sólo tuvieron un efecto negativo marginal sobre algunos de los fellahin (véase capítulo 4). No hubo cambios estructurales importantes en la economía

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bajo el gobierno otomano, y ninguna modernización real. La devasta­ción de la primera guerra mundial fue uniforme. Sin embargo, entre 1917 y 1948, se produjeron importantes cambios estructurales socioeconómi­cos. Según la doctora Sara Hoy, «la evolución de dos órbitas socioeconó­micas distintas no fue ni del todo accidental ni del todo planeada, sino el resultado de políticas que se combinaron para limitar la interacción entre judíos y árabes, y en efecto promovieron el desarrollo de un grupo a un costo considerable para el otro».1

Cuando se estableció Israel, en 1948, sólo un cuarto de los palestinos quedaban dentro del autodefinido «listado judío». Aquellos que perma­necieron siguieron experimentando un trato separado y desigual (véa­se capítulo 7). La mayoría convertida en refugiados entre 1947 y 1949 se asentó en estrecha proximidad de las nuevas fronteras. Muchos se asen­taron en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza dentro de los límites de la Palestina histórica, un área que fue conquistada por Israel en 1967. El éxito, en 1947-49, obtenido al expulsar a tres cuartos de los habitantes locales, les dio a los líderes israelíes la posibilidad de atraer a oleadas ma­sivas de inmigrantes judíos de todo el mundo a esa pequeña parcela de tierra. El proceso de remover a los nativos y de colonizar con inmigran­tes ha tenido lugar en otros países, pero nunca de modo tan concentrado y en una tierra tan reducida con recursos limitados. En 1967 se inició la segunda fase del «reclamo» israelí, cuando Israel invadió y adquirió la Ri­bera Occidental (incluida jerusalén oriental), Gaza, Sinaí y el Golán. Eso sólo ayudó a agudizar la catástrofe ambiental y social.

Después de la remoción de la mayor parte de los nativos palestinos en 1947-49, la temprana propaganda sionista divulgó el mito de que el área estaba en su mayor parte desierta e ignorada por la población. Tam­bién se difundió el mito de que los «árabes» se trasladaron a Palestina debido a las oportunidades económicas creadas por la inmigración sio­nista. En este sentido, resulta reveladora una comparación con el Líbano. El Líbano tiene un área de 10.400 kilómetros cuadrados y una población de casi cuatro millones, excluidos los 350.000 palestinos refugiados que viven allí. Además, hay más de 3 a 4 millones de inmigrantes libaneses en las Américas (en su mayoría se marcharon del Líbano entre 1895 y 1920). Los palestinos suman alrededor de nueve millones (incluidos todos los refugiados cristianos y musulmanes, pero excluyendo a los colonos sio­nistas y a su progenie en los 80 años pasados). El área de donde proce­

1 Sara M. Roy, The Gaza Strip: The Political Econom y o f D e-D evelopm ent (Washington, Insti tute for Palestine Studies, 1995), p. 51.

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den es de alrededor 2.5 veces el tamaño del Líbano. Los números sugie­ren que el Líbano históricamente tuvo una mayor densidad de población que Palestina. Dado que no se desarrollaron empresas económicas sio­nistas en el Líbano, uno cuestiona el mito de una inmigración masiva de árabes debida al desarrollo sionista. También se debe examinar cuida­dosamente el impacto del programa sionista sobre el ambiente y sobre la posibilidad del desarrollo sustentable. Este tópico es importante por­que los recursos naturales y el ambiente son claves para un futuro de prosperidad y paz para todos.

Cuando se estableció Israel, en 1948, a más de 800.000 palestinos se los dejó sin hogar. Israel adquirió más de 100.000 hogares palestinos abandonados, casi dos millones de acres de su tierra, miles de empresas y toda la infraestructura pública de Palestina. Esto, unido a las reparacio­nes alemanas, las donaciones del gobierno estadounidense y las priva­das, se convertiría en el medio para construir un Estado occidentalizado y con significativo poder económico y militar. Se intensificó la disparidad entre la clase sionista gobernante y los palestinos, con una desigualdad de ingresos que creció de manera significativa, en especial en la década de 1960. Israel también deseaba asegurar una mayoría demográfica de judíos y, lentamente por etapas, cumplir el sueño sionista de construir una vibrante nación judía. Así, se emplearon toda clase de incentivos, herramientas y métodos para atraer al mayor número de judíos al nuevo Estado, mientras se disminuían los no judíos que quedaban. Los pocos palestinos que quedaban perdieron buena parte de su tierra mediante confiscación adicional (quedaron 150.Oüü palestinos mientras 800.000 se convirtieron en refugiados], Israel confiscó casi el 40 % de la tierra de los palestinos restantes (además de los 2 millones de acres que había toma­do de sus parientes que huyeron). La tierra expropiada fue utilizada por los nuevos colectivos judíos (los kibbutzim y moshavim). Pero no toda la tierra confiscada podía utilizarse y una gran parte de ella, incluidas las tierras de muchos de las 500 aldeas palestinas despobladas, se des­tinó a parques y zonas arboladas. A estas se las designó «áreas públicas protegidas», para impedir el regreso de los ex propietarios y para recau­dar dinero de los programas de forestación. Fueron una buena fuente de ingresos estatales adicionales cuando el Fondo Nacional Judío creó pro­gramas «plantar árboles en Israel» y promovió la idea de «volver verde el desierto». Se plantaron árboles no nativos en fértiles tierras agrícolas palestinas. La proporción de los trabajadores palestinos que trabajaban en la agricultura cayó del 70 % de todos los palestinos en 1948 a menos

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del 10% de los palestinos que quedaban en la década de 1980. Además, no se permitió el desarrollo industrial en las restantes aldeas palestinas. Muchas aldeas ni siquiera fueron reconocidas, de modo que no reciben servicios del gobierno, tales como cloacas y agua. Los palestinos fueron mantenidos bajo gobierno militar hasta 1966 y luego se abrieron para ellos unos pocos empleos menores en los asentamientos y las ciudades florecientes del Estado judío.

A los nuevos inmigrantes judíos les fueron asignadas las tierras y las propiedades de los palestinos desplazados. Sin embargo, los que toma­ban las decisiones eran judíos askenazis, que tenían conceptos del ethos cultural y desarrollista europeo, muy diferentes de aquellos de los orien­tales (incluidos los árabes judíos). Se creó una estructura de clase econó­mica con askenazis en la parte superior, seguidos por judíos de los países árabes y árabes no judíos en la parte inferior.2

Esta estructura de poder jerárquica agregó una hilera aun inferior cuando Israel ocupó la Ribera Occidental y Gaza. Los palestinos recién conquistados ocupaban el escalón inferior de esa escala económica.

Cuando mejoró la economía de Israel, hubo cierto «goteo hacia aba­jo» con la apertura de empleos de poca remuneración (en la construc­ción, restaurantes, etc.) para los rangos más bajos de la sociedad. Cuan­do decaía la economía de Israel, los palestinos tanto dentro como fue­ra de la Línea Verde eran los primeros en sufrir el desempleo masivo. Así, mientras el desempleo general en Israel en 2003 fue de alrededor del 11%, entre los palestinos dentro de la Línea Verde fue de entre 25 y 30 % y en los Territorios Ocupados del 60-70 %. La Ribera Occidental y Gaza se convirtieron, además, en un mercado cautivo para los bienes y servicios israelíes, aparte de ser una fuente de mano de obra barata.

Los palestinos que trabajaban en los Estados del Golfo remitían dine­ro a sus parientes en los Territorios Ocupados, y ese ingreso se emplea­ba en la compra de productos israelíes hechos en fábricas de propiedad askenazi que empleaban a las clases económicas más bajas. Algunas de esas fábricas han sido construidas dentro de las áreas ocupadas y em­plean a palestinos de esas áreas por salarios inferiores al mínimo y sin beneficios de seguridad social o médica.

2 M Sachar, A History o f Israel: ¡:m m the Rise o fZ ion ism t» Our Time (New York, Alfred A. Knopf, 1996).

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Compartir la tierra de Canaán ■ 171< y

í-

Los cambios desde 1991

Después de la guerra del Golfo de 1991, fueron evidentes los cambios económicos y políticos a escala global, y la política y la economía pales­tinas e israelíes debieron adaptarse a esos cambios. El mundo árabe esta­ba dividido, la OLP se debilitó y los palestinos perdieron sus empleos en los países árabes ricos en petróleo. La estrategia de Israel a comienzos de la década de 1990 capitalizó esas tendencias y consolidó de una vez para siempre su hegemonía en el área entre el Mediterráneo y el río Jordán. La política israelí exigía contener las aspiraciones de independencia del pueblo palestino, globalizar la economía de Israel y asegurar la acepta­ción de Israel por parte de la comunidad mundial. Fue por eso que Israel revivió el plan Allon para formularlo en los Acuerdos de Oslo, firmados con una conducción palestina debilitada y comprometida en Túnez. Is­rael podría seguir construyendo y expandiendo sus asentamientos, abrir sus mercados, tener acceso libre a los países árabes, normalizar sus re­laciones con países como India y Pakistán, y sin embargo asegurarse de que los palestinos estuvieran aislados en áreas cada vez más restringidas y densamente pobladas, sin ninguna injerencia real en los asuntos del país. Así, los palestinos podrían desplegar su bandera en un pequeño Es­tado y manejar a su propio Estado vasallo (que se asemejaría a una gran cárcel). Muchos israelíes miran ahora retrospectivamente esos planes y ven que eran realmente inviables. Se iniciaron cambios imprevistos: el aislamiento de los palestinos eliminó la provisión de mano de obra bara­ta, que debió ser reemplazada por trabajadores extranjeros, tanto legales como ilegales. Ello se agregó a las tensiones societarias y ambientales de la sociedad israelí. Los asentamientos y los colonos en los Territorios Ocupados se duplicaron entre 1993 y 2000 y también se duplicó la pro­ducción industrial judía en esas áreas. Si bien algunos dirigentes palesti­nos firmaron ese proyecto inviable en Oslo, a los líderes israelíes les fue difícil conseguir que esos mismos dirigentes palestinos firmaran la carta de rendición final (véase capítulo 11).

Pero seducida por la posibilidad de una solución del conflicto, la in­dustria de alta tecnología floreció para beneficio de un segmento de la sociedad israelí. Empezó a disiparse el aislamiento de Israel respecto de otros países, abriéndose mercados y colaboraciones en proyectos con­juntos. En contraste, los palestinos de las áreas ocupadas vieron la desa­parición incluso de los empleos inferiores que habían tenido. Los pales­tinos de Israel perdieron su trabajo, que pasó a los inmigrantes rusos. El

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control sobre el movimiento de los palestinos y los controles estrictos so­bre importaciones y exportaciones, supuestamente permitidos bajo los Acuerdos de Oslo, aseguraron la parálisis de lodo desarrollo palestino económico endógeno. Así, los palestinos pasaron a depender en medida creciente de la caridad de Europa y de los Estados árabes. Las afrentas y las humillaciones cotidianas se agregaron a esa bomba de tiempo activa­da y al fin contribuyeron al levantamiento palestino de fines de setiem­bre de 2000. Siguió creciendo la brecha entre los palestinos de los Tcrri torios Ocupados y los ocupantes y colonos israelíes. El PBI per capita en la Ribera Occidental y Gaza, aun antes de la destrucción en gran escala y las restricciones, estaba en alrededor de 1.500 dólares (1.000 dólares en Gaza) por año. Esto comparado con los 19.000 dólares para los israelíes judíos y 7.000 dólares para los israelíes musulmanes.3 Entre aquellos con ciudadanía israelí sigue creciendo la disparidad y la desigualdad econó­mica. Entre 1987 y 2002, el número de ciudadanos israelíes que vivían en la pobreza se incrementó en un 250 % y en 2002 el 1 % más rico controla ba más bienes que el 90 % de la población.4

La situación presente no ha variado. Sigue existiendo una jerarquía económica, con judíos askenazis ricos que controlan la mayor parte de los bienes del país. En la parte inferior están los palestinos de los Terri­torios Ocupados. Entre ellos están la mayoría de los israelíes judíos, en especial los judíos provenientes de los países árabes, y los «árabes israe­líes». Por cierto, esta situación no conduce a la estabilidad social y es la razón principal de que continúe la violencia. En el caso de Israel/Pales- tina, el asunto de la disparidad de la tierra exacerba la desigualdad en la estructura de clases económicas.

Llevó 20 años, desde 1947 a 1967, convertir la propiedad, en su ma­yor parte árabe cristiana y musulmana, del 78 % de la Palestina que que­dó bajo el gobierno israelí, a un país poseído y manejado en su mayor parte por israelíes judíos. Después de 1967, los gobiernos israelíes labo­ristas empezaron a repetir el mismo proceso en los territorios palestinos recién adquiridos de la Ribera Occidental (incluida Jerusalén oriental) y la Franja de Gaza. En el primer decenio después de 1967, y bajo sucesivos

3 Itzhak Ravid, «The Demographic Revolution», presentado en la conferencia Herzliya, di­ciembre de 2001. http: / www.herzliyaconference.org.

4 Haaretz, 2 de diciembre de 2002, informe: «I-ducation Has Contributed to Growing Econo- mic Ciaps»,http:/I www.haaretzdaily.com/hasen/pages/Shart.jhtmPiteniNo2369018iContrassl 11= l&subContrass]D=&sbSubContrass!D=0.

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gobiernos laboristas, 57.000 colonos que contaron con importantes sub­sidios e incentivos del gobierno, fueron trasladados a las áreas ocupadas. En julio de 1977, el presidente limmy Cárter trató de convencer al líder li- kudista que acababa de ser elegido, Menahem Begin, para que congelara la actividad colonizadora como parte de los acuerdos de paz con Egipto. En cambio, Begin le asignó a Ariel Sharon la misión de preparar un pro­grama para acelerar la actividad colonizadora. Según un informe sobre los asentamientos de la Fundación para la Paz de Medio Oriente:

«Bajo el Likud, los asentamientos intentaban producir una «transfor­mación demográfica» de los territorios y una mayoría judía allí. El copre- sidente del Departamento de Asentamientos de la Organización Sionista Mundial, Mattityabu Drobless, observó que el plan del Likud «nos per­mitirá producir la dispersión de la población [judía] de la densamente poblada franja urbana de la planicie costera del este hacia las áreas ac­tualmente desocupadas [de judíos] de Judea y Samaría».5

Entre 1977 y 1990, la población de colonos en la Ribera Occidental y en Gaza era de más de 200.000 (120.000 israelíes en áreas anexadas ilegal­mente de Jerusalén oriental). La Declaración de Principios y los Acuerdos de Oslo no prohibieron la expansión de los asentamientos o los esfuer­zos colonizadores israelíes en las áreas ocupadas. Entre 1993 y 2000, la población de colonos en las áreas ocupadas se duplicó hasta superar los 400.000, a pesar del hecho de que el derecho internacional es claro en cuanto a la ilegalidad de los asentamientos. Israel ocupó las áreas en 1967 en una guerra y esas áreas no fueron ni pueden ser consideradas bajo su soberanía. El artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra (de la que Israel es signataria) afirma que «La potencia ocupante no debe deportar ni transferir partes de su propia población civil al territorio que ocupa».6

La resolución 465 del Consejo de Seguridad de la ONU declara:«... que todas las medidas tomadas por Israel para cambiar el ca­

rácter físico, la composición demográfica, la estructura institucional o la condición de los territorios palestinos u otros árabes ocupados desde 1967, incluida lerusalén, o alguna parte de ellos, no tienen validez al­

5 Israel Settlemenls in the Occufiwd Territories: A Guille. Informe de la Foundation Idr Middle Rast Peace, March, 2002, liUp://www.fmep.org/rcports/2002/sr0203.htnil.

6 Cuarta Convención de Ginebra Relativa a la Protección de Personas (aviles en Tiempo de Guerra. Adoptada el 12 de agosto de 1949 por la Conferencia Diplomática para el Estable­cimiento de Convenciones Internacionales para la Protección de las Víctimas de Guerra, realizada en Ginebra del 21 de abril al 12 de agosto de 1949, puesta en vigencia el 21 de octubre de 1950. También disponible enhttp://193.194.138.190/hlml/menu3/b/92.htm.

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guna, y que las políticas y las prácticas de Israel de radicar a partes de su población y a nuevos inmigrantes en esos territorios constituye una flagrante violación de la Cuarta Convención de Ginebra, relativa a la pro­tección de las personas civiles en tiempo de guerra, y también constituye una seria obstrucción para el logro de una paz abarcativa, justa y dura­dera en el Medio Oriente».7 *

El número de asentamientos en las áreas ocupadas en 2001 era como sigue: Jerusalén oriental, 11; Ribera Occidental, 130; Franja de Gaza, 16; Alturas del Golán, 33.a El gobierno de Sharon agregó 35 asentamientos más entre 2001 y 2002, según un informe de Paz Ahora. Para el año 2000 se habían destinado 150,5 kilómetros cuadrados de la Ribera Occiden­tal para asentamientos judíos.9 Israel también ha construido una anplia red de las denominadas «rutas de desvío» en las áreas ocupadas. Estas tenían 340 km de extensión en 2000 y se han incrementado de manera significativa desde entonces. Pasan por alto pueblos palestinos nativos y se las emplea para servir a los asentamientos judíos. Largas extensiones de tierra fueron confiscadas para construir las rutas, que incluyen una franja de 75 metros a cada lado de las rutas como «valla de seguridad». Se arrasan árboles, lomas y toda estructura que esté dentro de los 75 metros y las áreas son declaradas zonas militares cerradas para los palestinos.

El área total adquirida en la Ribera Occidental para esas rutas fue de 51.2 kilómetros cuadrados en 2000. Sumados a los 150.5 kilómetros cuadrados de áreas construidas para los colonos, hallamos que más de 200 kilómetros cuadrados de tierra fueron «urbanizadas» para los colo­nos. Esa tierra era empleada por los palestinos para la agricultura, o se la disponía para la expansión de los pueblos y aldeas. Albergar a 200.000 colonos en las áreas construidas de los asentamientos ha tenido como consecuencia una densidad de la población de alrededor de 1.000 co­lonos por kilómetro cuadrado de tierra urbanizada. Los palestinos de la Ribera Occidental son 2.5 millones que viven en un área construida de 367.7 kilómetros cuadrados, con una densidad de 6.800 palestinos por kilómetro cuadrado. La disparidad entre los colonos y los nativos en tér­

' La resolución 465 del Consejo de Seguridad de la ONIJ, y otras resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, están disponibles en publicaciones de la ONU y en las páginas web de la ONU.

H Israel Settlements in the Occupied Territoríes: A Cuide.H Cálculos del área construida según el Applied Uesearch Institute de Jerusalcn.

http://www.arlj.org.

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minos de control de la tierra, la economía y el acceso, se ve agravada por la disparidad en el uso de otros recursos naturales, en especial el agua.

El agua

Siempre ha sido escasa el agua en la tierra de Canaán, aun antes de la ac­tividad de inmigración y asentamiento en gran escala que constituyó la empresa sionista. I,a historia del agua y su asignación en la tierra de Ca­naán no refleja ningún plan basado en las necesidades de la población, y tampoco el derecho internacional, que regula los recursos comparti­dos. Antes bien, refleja un desequilibrio de poder fuertemente inclinado hacia Israel.10 Un caso pertinente son los recursos de la cuenca del río Jordán. El río lordán recibe sus aguas de Israel, Palestina, Jordania, Siria y el Líbano. El derecho internacional requiere un uso equitativo y jus­to de ese recurso. Sin embargo, Israel desvía y emplea la mayor parte de los recursos hídricos (v.g., para irrigar la región del Negev). Lo mismo ha ocurrido con los grandes acuíferos subterráneos de la Ribera Occidental. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU informó en 2000 que:

- Las prácticas de ocupación que afectan el ambiente natural de los territorios ocupados incluyen la degradación de la infraestructura, la con­fiscación de tierra, el agotamiento del agua, el desarraigo de árboles, el vaciamiento de desechos tóxicos y otras contaminaciones. Ese derecho inherente al pueblo palestino es también asunto de las obligaciones del Estado de Israel según, entre otros, del Pacto Internacional sobre Dere­chos Económicos, Sociales y Culturales, que ratificó en 1991.

- Los derechos al agua de los palestinos incluyen el agua subterránea de los acuíferos de la Ribera Occidental y de Gaza, además de sus por­ciones correspondientes de las aguas del río Jordán como ribereños. El rendimiento anual de agua potable renovable en los Territorios Ocupa­dos varía de 600 a 650 millones de metros cúbicos. F,1 sistema hidrológico de la Ribera Occidental incluye tres acuíferos importantes: las cuencas occidental, noreste y este.

El uso por los palestinos del río Jordán antes de 1967 era por medio de 140 unidades de bombeo. Israel confiscó o destrozó todas esas unidades de bombeo. Además, cerró el área amplia irrigada del valle del Jordán,

10 T. Stauffer, Water and War in the M iddle East: The Hydraulic Param eters o fC on flict (Was­hington, DC, The Cenler for Policy Analysis on Palestine); J. Isaac, «The Essentials of Sus- tainable Waler Hesource Management in Israel and Palestine», Arab Studies Qaarterly, Vol. 22, N" 2 (2000), pp. 13-31.

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usada por los palestinos, denominándola zona militar, que luego trans­firió a los colonos israelíes.

En la actualidad, Israel extrae más del 85% del agua palestina de los acuíferos de la Ribera Occidental, lo que significa alrededor del 25 % del agua que usa Israel. Como consecuencia de las restricciones israelíes, en el presente los palestinos usan 246 millones de metros cúbicos de sus recursos hídricos para proveer a casi 3 millones de personas, tanto en la Ribera Occidental como en la Franja de Gaza, en sus necesidades do­mésticas, industriales y agrícolas. Eso se compara con el uso por parte de Israel de 1.959 millones de metros cúbicos para su población de alre­dedor de 6 millones. Ello reduce el consumo de agua por los palestinos a 82m3 per capita, comparados con los 340 m3 para los ciudadanos y colonos israelíes.

Israel abastece a los colonos de una provisión de agua continua y abundante, en gran medida de los recursos hídricos palestinos. La pro­visión para los palestinos es intermitente, en especial durante los meses de verano, como fue el caso en 1999.11

El rio Jordán tenía en una época un flujo promedio de 1.250 millones de m3 por año en el puente Allenby.12 Pero ahora sólo tiene menos de 200 m 3.'1 Ese flujo reducido se debe, en esencia, al desvío de aguas de cabecera para el uso israelí. El uso por los palestinos del río Jordán an­tes de 1967 era mediante 140 unidades bombeadoras. Inmediatamente después de la ocupación, esas unidades bombeadoras fueron destruidas o confiscadas por las autoridades israelíes. En la actualidad los palesti­nos usan menos del 0.5% de las aguas del río Jordán, e Israel, que utiliza la mayor parte de esa agua, según sus límites previos a 1967 sólo tendría derecho al 3 % del área de la cuenca del Jordán. Tras un estudio profundo de los datos hidrológicos, El musa concluyó:

«Desde 1967, Israel lia dominado con firmeza prácticamente to­dos los recursos hídricos subterráneos de Palestina geográfica y las

Comisión sobre Derechos Humanos de la ONU. Sesión 56a, Cuestión de la viola­ción de los derechos humanos en los Territorios Arabes Ocupados, incluida Palesti­na. Infórme sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967, presentado por el señor Giorgio Giacomelli, informante espe­cial, de acuerdo con la resolución 2 A/1993 de la Comisión de Derechos Humanos. h(tp://www.hr¡.ca/fortherecord200()/documentation/commission/e-cn4-2000-25.htm.C Main, The Unified D evelopm ent o f th e Water Resources o f th e ¡ardan Valley Región (Ten- nessee, Tennessee Valley Authority, 1953).A. Solfer, «Tile Itelevancc of Johnslon Plan to the Reality of 1993 and Beyond», en |. Isaac y 11. Shuval, Water an d Peace in the Middle F.ast (Amsterdam, Hlsevicr, 1994).

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aguas de cabecera del río Jordán ...Israel toma el 80-90% de los recursos de agua dulce de la Palestina geográfica. Se incluyen en esa cifra las porciones de Israel y la Ribera Occidental según el Plan lohnston (un plan estadounidense para la distribución de agua ba­sado en la población|. La disparidad en extracción entre los dos la­dos se ha traducido en una conspicua brecha de agua en todos los sectores. El uso municipal per capita, el uso para la irrigación y el uso agregado de los palestinos es menor en un 30 % respecto del de los israelíes. En general, la provisión de agua en la Ribera Occiden­tal y en Gaza es deficiente e intermitente. La red de distribución por cañería está arruinada y sus complementos, el sistema de cloacas y las plantas de tratamiento de las aguas, son críticamente deficien­tes. .. La brecha se hace aun más conspicua entre los palestinos y los colonos israelíes, que consumen tanto como cinco a seis veces per capita lo que consumen los palestinos y son usuarios derrocha­dores del agua de riego».14

Mientras se estaba confiscando la tierra palestina y disminuía len­tamente su asignación de agua, el área de la tierra irrigada controlada por Israel crecía en 340.000 dunums entre 1970 y 1990.15 Además de ese desvío en gran escala de los recursos hídricos, Israel declaró zonas mili­tares cerradas la mayor parte del valle del Jordán y amplias extensiones de las mejores tierras agrícolas de la Ribera Occidental, lo que tuvo co­mo consecuencia el cese de la agricultura palestina en el área. Esas largas extensiones de tierras agrícolas palestinas fueron entregadas a los asen­tamientos judíos.

Las negociaciones por el status fin al se atascaron no sólo por la con­dición de los refugiados y Jerusalén, sino también por la insistencia de Israel en mantener su poder y su control sobre la mayor parte de los re­cursos hídricos. Incluso los acuerdos firmados en Oslo y la creación de la Autoridad Hídrica Palestina,16 así como otros acuerdos de Oslo, estuvie­ron desprovistos de toda igualdad o aun de sentido en términos de pues­ta en vigencia y control. Los elementos básicos de una justa distribución del agua, basada en la población, los brinda A. Tamimi empleando da­tos de los tratados internacionales. Sin embargo, la asignación y el uso

4 Sharif S, Kl Musa, Water Conflict Economics, Politics, l.aw an d Palestiniun-lsraeli Water Re­sources (Washington, IX), Institute for Palestine Studies, 1998), p. 351.

s S. El Musa, Al Miya fi atl M ufaw adal at Eilistiniyah - a l lsrailiyah (Beirut, no publicado, 1997), p. 42.

(lVéase documentos presentados en F.uro-Mcditerranean Information System sobre el «knovv how» del sector hídrico. http://www.semide-ps.org/docurnentation.htm

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del agua controladas por Israel en las áreas palestinas ocupadas, no son equitativos.17 18 El problema se agudiza porque «la Ribera Occidental, Gaza e Israel tienen un alto grado de independencia hidrológica en el sentido de que la mayor parte de los recursos frescos renovables en la Palestina geográfica son comunes a ambos lados», y así es difícil asegurar recursos separados e iguales.111

La degradación ambiental

Las colonias israelíes en las áreas ocupadas fueron creadas para la segu­ridad y el control. Así, la mayor parte de la confiscación de tierras y la actividad colonial se concentraron en terreno alto (colinas y montañas). Por esa razón, el escurrimiento de aguas servidas, la contaminación por las colonias industriales en las declaradas «zonas industriales», y la ero­sión del suelo en las elevaciones, han impactado directamente sobre las comunidades palestinas ubicadas en las áreas más bajas adyacentes a las colonias.19 La Comisión de Derechos Humanos de la ONU documen­tó esto en 2000. Declaró:

Los asentamientos israelíes en la Ribera Occidental y Jerusalén es lán ubicados en general en terreno alto. Las aguas servidas de mu­chos asentamientos se colectan y se descargan en los valles próxi­mos sin tratamiento. Iil informante especial observó que el asen lamiento israelí Kfar Darom, en la Franja de Gaza, envía sus aguas cloacales y sus desechos químicos hacia la izquierda, desde las plan­tas industriales al valle palestino de Al-Saqa, en la parte central de la Franja de Gaza.

Los israelíes vacían desechos sólidos sin restricciones en (ierras, campos y rutas laterales palestinas. El desecho sólido generado en (erusalén occidental, por ejemplo, se transfiere a un vaciadero no sanitario al este de Abu Dis. Ese sitio en la Ribera Occidental se ex tiende sobre al área de infiltración del sector este del acuífero. Ade­más, los asentamientos de Ariel, Innab, Homesh Alón Morieh, Qar na Shamron, Kadumin y otros, eliminan sus desechos sólidos en la Ribera Occidental, como lo hacen los campos militares y los asen­tamientos dentro de la «línea verde» (frontera de Israel de 1948).

,7 A. Tamimi, «A Tcclinical Framcwork for Final Status Negotiations over Water», Palestino Israel Journal, Vol. III, N° 3/4 (1996), p. 68.

18 Hlmusa, Water Conflict, p. 348.19 V. Qumsich, «The F.nvironincntal lnipact of lewish Settlements ¡n the West Bank, l’alesline-

Israel», Journal oj Politics, Kconomlcs atul Culture, Vol. V, N" 1 (1998), p. 32.

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til gobierno de Israel ha construido al menos siele zonas industria­les en la Ribera Occidental y dos en (taza. Las zonas de la Ribera Oc­cidental ocupan un área total de alrededor de 302 hectáreas. Están ubicadas principalmente en punios altos, desde los cuales vacían aguas servidas industriales sobre tierras palestinas adyacentes. La información sobre las industrias en las zonas industriales israelíes no es accesible para los palestinos. Las fuentes palestinas estiman que operan al menos 200 fábricas israelíes en la Ribera Occiden tal. Algunos de los productos son identificares, pero no se dispone de información detallada sobre las cantidades que se producen, la fuerza laboral y el desecho generado. Aluminio, curtiembre de cue­ros, teñido de textiles, baterías, libras de vidrio, plástico y productos químicos están entre las industrias que se conocen dentro de esos asentamientos.

F.l informante especial visitó la zona industrial de Barqan, en la Ri­bera Occidental, que es un claro ejemplo de contaminación am­biental. Se sabe que operan en Barqan industrias que trabajan alu­minio, fibras de vidrio, plásticos, galvanoplastia y productos milita­res. Las aguas servidas industriales que Iluyen sin tratar al cercano valle dañan la tierra agrícola perteneciente a las vecinas aldeas pa­lestinas de Sarta, Kafr al-I)ik y Burqin, contaminando el agua sub­terránea con metales pesados.20

Las colonias israelíes fueron planeadas por razones de seguridad e ideológicas y por lo tanto fueron construidas en puntos altos a través del paisaje palestino. Esas colonias forman parte de un plan de control de los recursos naturales y de la población palestina nativa. Así, no hubo previsión alguna sobre la sustentabilidad ambiental, o ideas claras sobre cómo asegurar la armonía de la población con los recursos y el ambien­te. Hallamos que hay asentamientos en cada distrito palestino, y no hay instalaciones disponibles, por ejemplo plantas para el tratamiento de las aguas cloacales, ni para los palestinos ni para los colonos. Se descargan las aguas cloacales no tratadas y, en la mayoría de los casos, van directa­mente a las áreas habitadas o cultivadas por los palestinos.

La ocupación de la Ribera Occidental y de Gaza en 1967 también abrió una ventana de oportunidades para las industrias israelíes. Muchas de las compañías más contaminantes, alentadas por incentivos imposi­tivos, se trasladaron a la Ribera Occidental y a Gaza, donde las regula­ciones del gobierno israelí son menos rígidas. Allí las compañías sólo en

20 Comisión sobre Derechos Humanos de la ONU (véase ñola I I en la página 176).

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frentaban la oposición de los palestinos nativos, que no tenían ningún modo realista de detenerlas. Por ejemplo, Geshuri Industries, fabrican­tes de pesticidas y fertilizantes, que enfrentaba serios reveses judiciales en su planta original de Kfar Saba, se trasladó en 1987 a un área adyacen­te a Tulkarm, en la Ribera Occidental. Una contaminación importante de esa compañía y otras ha perjudicado allí cítricos y viñedos.

La prosperidad con igualdad y sustentabilidad

La degradación ambiental en Palestina se inició en el siglo XIX con la in­dustrialización y la deforestación en gran escala. Bajo el gobierno otoma­no, por ejemplo, largas extensiones de bosques, en la región mediterrá­nea del este, fueron talados y se empleó la madera como combustible y en la fabricación de durmientes para los ferrocarriles (v.g., los carriles Damasco-Hijaz). Durante el Mandato británico (1917-48) se emprendió cierta reforestación. En las áreas de Palestina que quedaron bajo el go­bierno israelí y jordano (1948-67) fueron comunes los programas de refo­restación. Cuando la Ribera Occidental y Gaza quedaron bajo el gobier­no israelí, en 1967, se detuvieron todos los programas de reforestación y se revirtieron las tendencias, e Israel empezó a enviar a su población a radicarse en las áreas ocupadas. Se introdujeron reglas que prohibían a los palestinos no sólo dedicarse a buena parte de su habitual agricultu­ra, sino también el manejo de tierras arboladas. De hecho, muchas ele­vaciones arboladas fueron convertidas muy rápidamente en proyectos residenciales coloniales, lo que generó mucho más contaminación que asentamientos similares dentro de Israel propiamente dicha (donde es­taba más regimentado el planeamiento). Alón Tal, fundador de la Unión Israelí para la Defensa Ambiental, reconoció: «es una paradoja sionista. Vinimos acá para mejorar la tierra y terminamos contaminándola».21

El impacto directo de las políticas israelíes sobre los palestinos se ilustra mejor en el sector agrícola. En 1966-67, poco antes de que esas áreas quedaran bajo el control israelí, el 43% del empleo palestino era en el sector agrícola, específicamente en 1.945 kilómetros cuadrados (o 31.5%) de la Ribera Occidental y de Gaza. Para 1994, esa cifra había des­cendido a menos del 22% del empleo y en el 15% de la tierra.22 El otro 16.5% está ahora bajo el control de los asentamientos judíos. Como la

211.. Beycr, «Trashing the I loly I.and», Time, Septcmher 7, 1998, p. 62.22 The Socio-econom ic Im pact o f Settlements on Tumi, Water, an d the Palestinian Economy

(Washington, l)C, Foundation for Middle Fast l'eace, 1998).

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población israelí en las áreas ocupadas creció a una tasa anual del 8 i 0 % entre 1995 y 2000, comparada con un poco más del 2 % dentro de la Línea Verde, se intensificó el impacto ecológico.

Dado que esas áreas están ahora completamente colonizadas, se ha vuelto prácticamente imposible una solución para las cuestiones am­bientales en el contexto de un escenario de dos Listados. El área es de­masiado pequeña y hay gente de todas las religiones mezclada, aunque no plenamente integrada. Se debe considerar una política económica y ambiental unitaria que se adecúe a los elementos básicos de la justicia fundada en los derechos humanos. En el contexto de una solución de dos Estados, Israel insistiría en conservar una mayoría judía y así en el retor­no de los palestinos refugiados sólo a las áreas de la Ribera Occidental y de Gaza. Por otra parte, ocurre que esas son las áreas que ya poseen una alta densidad de refugiados y desplazados, y son áreas de extremo estrés ambiental, como se discutió anteriormente. También albergan a más de 400.000 colonos judíos. Algunos refugiados pueden desear ser reubica­dos en otros países. Sin embargo, los que desean volver a sus aldeas den­tro de la Línea Verde, causarían mucho menor daño ambiental que si se los obligara a ir a la Ribera Occidental o a Gaza. También tendrían un fu­turo económico mucho mejor en un Estado unitario que en los enclaves que se contemplan para un pequeño Estado palestino en la Ribera Occi­dental y en Gaza. Agregar más palestinos refugiados a las ya devastadas Ribera Occidental y Gaza, causaría un grave daño ambiental y afectaría la calidad de vida de la gente de toda la Palestina geográfica/tierra de Ca­naán. Reducir el número de inmigrantes extranjeros de todo el mundo también tendría mejores consecuencias económicas y ambientales para lodos los que ya están en la tierra de Canaán. Sería mucho más racio­nal una política unificada de distribuir a la gente en las áreas de menos impacto ambiental en toda la región que las políticas destructivas de las últimas décadas.

La solución propuesta en este libro y por muchos israelíes y palesti­nos tiene muchas otras ventajas. Esta solución contempla la integración y la remoción de las fronteras y las barreras en el contexto de una sos­tenida prosperidad regional con estabilidad. Las razones para ello son numerosas:

1. Esta solución proporciona a todos un interés en asegurar la sus- tentabilidad ambiental para su espacio compartido.

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2. I.a construcción de una economía unificada reduce la redundancia de la infraestructura necesaria.

3. El abandono de la presión por traer a inmigrantes de todo el mun­do para continuar la «lucha» demográfica por el mantenimiento de la esquiva «mayoría judía».

4. 1.a incrementada prosperidad de los palestinos que viven en el área resultará finalmente en un crecimiento reducido de la población. Está bien documentado que la pobreza está correlacionada de ma­nera positiva con las altas tasas de natalidad (los campamentos de refugiados de Gaza, por ejemplo, tienen las tasas más altas de na­talidad).

5. La paz con justicia atraerá recursos del exterior (ya se habla de un plan del tipo Marshall). Esos recursos reducirán la presión que obliga a los locales a dedicarse a prácticas e industrias ambiental­mente nocivas, tales como la industria militar y los muros de apart­heid.

Lecturas recomendadas

1. SharifS. El Musa, Water Conflict: Economics, Politics, I.aw and Pa- lestinian-lsraeli Water Resources. Washington, DC. Institute for Pa- lestine Studies. 1998.

2. Stephen C. Lonergan y David B. Brooks, Watershed: The Role o f Fresh Water in the lsraeli-Palestinian Conflict. Oslo, Unipub, 1995.

3. Sara Roy y Karen Pfeifer (comps.), The Economics o f Middle East Peace: A Reassessment. New York. JAI Press. 1999.

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Capítulo 11

El contexto político

La tragedia de Palestina no es sólo local; es una tragedia para el mundo, porque se trata de una injusticia que es una amenaza para la paz. mundial.

Arnold I. Toynbee (1968) Citado en el In fo rm e d e la O NU, d e 1 9 9 0 so b re Palestina

El apego apasionado de una nación por otra produce una varie­dad de males. I.a simpatía por la nación favorita, que facilita la ilu­sión de un interés común imaginario en casos en los que no existe ningún interés común real, e infunde en una las enemistades de la otra, confunde a la primera haciéndola participar en las disputas y guerras de la segunda sin un adecuado motivo o justificación, [.le­va también a concederle a la nación favorita privilegios denegados a otros, lo que puede perjudicar doblemente a la nación que hace las concesiones, al desprenderse innecesariamente de algo que de­bió haber sido conservado y al provocar celos, mala voluntad y una disposición a tomar represalias en las partes a las que se les niegan privilegios iguales.

G eo rge W ashington

D iscu rso d e d esp ed id a

I.a guerra es, en realidad, una extensión de las políticas de hegemonía y control. Hntender a los jugadores políticos y sus motivaciones, es im­portante aunque no suficiente para terminar el conflicto. Como el de Su- dáfrica y otros conflictos, el de la tierra de Canaán implica dimensiones políticas locales, regionales e internacionales. Entender una de estas di­mensiones sin examinar las otras puede llevar a falsas conclusiones so­bre el modo de resolver el conflicto.

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Nativos y sionistas: ¿un choque inevitable?

La imagen que se destaca en la Kncsset y en la moneda israelí es la de I heodore Herzl. Si bien Herzl murió mucho antes de que se estableciera el Estado de Israel, sus ideas todavía influyen a muchísimas personas. En sus diarios, el plan para los palestinos nativos, de este precursor sionista, era el siguiente:

«Deberemos llevar a la población indigente al otro lado de la frontera, procurándole trabajo en los países de tránsito, a la vez que le denegamos todo empleo en nuestro propio país. Tanto el proceso de expropiación como la i emoción de los pobres debe realizarse discreta y circunspecta­mente».1

No se materializó el «envío» discreto de los nativos que proponía Herzl. En cambio, se produjo una remoción violenta y en gran escala de los na­tivos, primero en el breve período entre octubre de 1947 y comienzos de 1949 (como se vio en el capítulo 4), y luego lentamente en el curso de los 55 años siguientes, con un pico de 300.000 nativos removidos en junio de 1967. Sin embargo, la cita de Herzl resulta instructiva, ya que mues­tra que los palestinos nativos eran vistos de manera similar al modo en que otros colonialistas veían a las poblaciones nativas de los países que invadían. Los primeros precursores sionistas tenían la idea de rescatar una tierra que consideraban «abandonada» por sus legítimos propieta­rios durante 2000 años. Los palestinos eran considerados, en el mejor de los casos, intrusos en Eretz Yisrael (la Tierra de Israel), y se los podía remover. Es como si alguien se hubiese marchado de su casa y al regre­sar algunos años más tarde la encuentra infestada de insectos o, en el mejor de los casos, intrusos. Limpiar y mejorar la tierra eran los temas principales, con los palestinos considerados como obstáculos o inclu­so como inexistentes. El general Rafael Eitan, jefe del estado mayor de la EDI, declaró: «Cuando hayamos colonizado la tierra, todo lo que po­drán hacer los árabes será escurrirse por todas partes como cucarachas drogadas en una botella».2 Un movimiento colonial debe ver a los nati­vos como «sinónimos de todo lo degradado, timorato, irracional y brutal ... (yl ... quedar fuera, más allá del sionismo».3

Thcodore Herzl, Com plete Duiries, ed. Raphael Patai, trad. Harry Zohn (New York Herzl Press and T. Yoscloíf, 1960), pp. 88-9.Gad Becker, Yecliot Aharonot, April 13, 1983; New York Times, April 14, 1983,Hdward Saíd, The Question o f Pales tiñe (New York, Vinlage Books, 1979), p. 88.

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A comienzos de la década de 1900, los palestinos eran en su mayo­ría agricultores y campesinos, con unas pocas tribus nómades, y habi­tantes de ciudades. Bajo el imperio otomano, se les permitía elegir a sus representantes parlamentarios. Los representantes palestinos no tenían ningún poder político real sobre el terreno, que era ejercido por oficiales militares turcos. Esos oficiales incitaban a los palestinos nativos a des­arrollar una dependencia feudal y patriarcal y al mismo tiempo intenta­ban subvertir los sentimientos nacionalistas. Ese fue el caso no sólo en Palestina sino también en la mayor parle del denominado «Tercer Mun­do» bajo el gobierno otomano u otro gobierno colonial. A diferencia de otras naciones que enfrentaban un gobierno colonial, los palestinos te­nían la increíble carga adicional del programa sionista que se esforzaba por crear asentamientos en el área, con el fin de convertirla en un Estado judío. Sin embargo, ya con los primeros asentamientos del movimien­to sionista en Palestina, hacia fines del siglo XIX, se habían desarrollado dos clases de palestinos que compartían la desconfianza y el antagonis­mo hacia ese movimiento. Ellos eran los intelectuales (que incluían a los representantes elegidos para el parlamento otomano) y los fellahin.

Unos 418.100 dunums de tierra fueron adquiridos por los judíos en Palestina antes de 1914; el 58 % fue comprado por los sionistas a propie­tarios ausentes que no eran palestinos, el 36% a propietarios ausentes palestinos y el restante 6 % a propietarios locales y palestinos fellahins.4

l.os fellahins habían cultivado esas tierras por muchas generaciones y habían asumido la propiedad de [acto. Así, no podían aceptar nuevas leyes turcas o británicas que los privaban de su tierra. I.os fellahins des­poseídos se resintieron mucho con los nuevos propietarios sionistas de facto, así como con las elites árabes que colaboraron en el cambio de las leyes. De hecho, el famoso mártir Shaykli Iz al-Din Al-Qassam, había vi­vido por años entre fellahins, desplazados en los barrios bajos de Haifa, donde pudo comprender su difícil situación.■’

Khalidi cita un editorial de mayo de 1914 publicado en el popular pe­riódico Filastin (Palestina) en el que los editores de esa publicación ar­dientemente nacionalista defendían su posición. Los editores atacaban al gobierno otomano central por su intento de cerrar el periódico porque había descrito al sionismo como una amenaza para la nación palestina 1

1 Rashid Khalidi, Palestinian Identitv: The Consrructinn o f M odera N ational Consciousness (New York, Colombia University Press, 1997), pp. 112-113 y referencias ahí.

s S. Abdullah Srhleifer, «The l.ile and Tlmughi o f '[/. al-l)in Al-Qassam: Preacher and Moja liid», ¡slam ic Quarterly, Vol. 22, N° 2 (1979), p. 70.

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(Al Utnma Al-Falastinia).6 Pero esas acciones menores pro palestinas no podían compararse con los juegos de las grandes potencias que redise­ñarían el mapa del Medio Oriente.

Gran Bretaña y Francia y el programa sionista

Los acontecimientos que llevaron a que Inglaterra y Francia apoyaran las aspiraciones sionistas han recibido poca atención. Cuando se examinan los documentos históricos, vemos que esas naciones emitieron declara­ciones en apoyo de las aspiraciones sionistas. Esto se verificó primero en Francia, con una carta enviada por Jules Cambon, secretario general del Ministerio de Exterior francés, a Nahum Sokolow, por entonces pre­sidente del ala política de la Organización Sionista Mundial (con base en Londres), fechada el 4 de junio de 1917:

«Usted tuvo la amabilidad de informarme de su proyecto respecto de la expansión de la colonización judía de Palestina. Me expresó que, si las circunstancias lo permitían, y si por otra parte, se garantizaba la in­dependencia de los sitios sagrados, entonces sería una obra de justicia y retribución para las fuerzas aliadas ayudar al renacimiento de la na­cionalidad judía en la tierra de la cual el pueblo judío fue exiliado hace tantos siglos.

El gobierno francés, que entró en la presente guerra para defender a un pueblo injustamente atacado, y que continúa la lucha para asegurar la victoria del derecho sobre el poder, no puede sino sentir simpatía por vuestra causa, cuyo triunfo está unido con el de los aliados.

Me alegra darle tal seguridad con la presente».7 Unos cinco meses más tarde, el 2 de noviembre de 1917, el secretario

de Exterior británico, Arthur James Balfour, le transmitió a lord Roths- child una declaración de simpatía similar por las aspiraciones sionistas:

«El gobierno de Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y hará sus mejores esfuerzos por facilitar el logro de ese objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religio­sos de las existentes comunidades no judías de Palestina, o los derechos y la condición política de que gozan los judíos en cualquier otro país».

Khalidi, Palestinian Icientity, p. 155.Hiles Cambon, 4 de junio de 1917, carta presentada en la «Exposición Sionista» de la Orga­nización Sionista Mundial, hltp://www.wzo.org.il/home/politic/balfour.htm. Traducción amablemente revisada por Ican-Christian Rostagni.

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Los palestinos y otros en el mundo árabe se alarmaron. La declara­ción fue emitida en un momento en que Gran Bretaña no tenía ninguna jurisdicción sobre el área, y se hizo sin consultar a los habitantes de la tierra que iba a convertirse en «un hogar nacional para el pueblo judío». La declaración también trataba de proteger los «derechos y la condición política» de los judíos que preferían no emigrar a Palestina. Sin embargo, se hacía referencia a los palestinos nativos sólo como a no judíos, y no se mencionaban sus derechos políticos, sólo sus «derechos civiles y religio­sos». Lord Balfour le escribió una comunicación privada a su sucesor en el Poreign Office, lord Curzon (que inicialmente se oponía al sionismo) el 11 de agosto de 1919:

«Porque en Palestina no nos proponemos cumplir con la formali­dad de consultar los deseos de los actuales habitantes... Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sio­nismo, sea correcto o equivocado, bueno o malo, está arraigado en una antigua tradición, en las necesidades presentes, en las esperan­zas futuras, de importancia mucho más profunda que los deseos y los prejuicios de los 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra».8

Las declaraciones de Jules Cambon y de Balfour demuestran el apo­yo extendido a la entidad supranacional sionista, lo que facilitó darles el control de una tierra sobre la que por entonces ninguno de los gobiernos tenía jurisdicción. Algunos autores británicos han explicado ese apoyo como un quid pro quo por la contribución de Weizman al esfuerzo bé­lico británico mediante la producción de sustancias químicas para ex­plosivos. Algunos han sostenido que estuvo relacionado con la situación británica interna, con muchos sionistas en el gobierno y entre el electo­rado. También podría sostenerse que Gran Bretaña y Francia tenían más razones para beneficiarse de un renacimiento del deseo de comienzos de la década de 1840, de asentar a europeos judíos en Palestina, como un modo de lograr una remodelación estructural de la geopolítica del Me­dio Oriente (véase capítulo 6). El intento de socavar al imperio otomano, que por entonces estaba aliado con Alemania, sólo brinda una explica­ción parcial.

La población judía de Palestina en esa época era minúscula y no esta­ba en condiciones de resistir al imperio otomano. En contraste, los ára­

8 Citado en Chrislopher Sykes, Crossroads to Israel ¡917-1948 (reed. Bloomington, Indiana IJniversity Press, 1973).

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bes nacionalistas de la península arábiga estaban dispuestos a oponerse al imperio otomano y ansiosos por liberar sus tierras nativas de los tur eos. De hecho, Inglaterra prometió apoyar su independencia como resul­tado de sus intereses convergentes, como lo atestigua la corresponden­cia británica con Sbarif 1 lussain y las memorias de T.E. Lawrence (Law- rence de Arabia). Hay un gran desacuerdo en cuanto a los factores, y su importancia relativa, que condujeron a las decisiones tomadas por los gobiernos en cuestión.

I.os británicos también les habían prometido la independencia a los árabes si los ayudaban en su oposición al imperio otomano. Esa fue una de las muchas «promesas», pero fue la que superaría a todas las demás, como las acciones concretas lo revelarían en breve. Es importante notar que esos gobiernos declaraban su apoyo público al sionismo aun cuan­do, al mismo tiempo, les hacían promesas a los árabes. Al apoyo público británico y francés se uniría luego el de los estadounidenses. Es mucho lo que se escribe ahora sobre el modo en que Estados Unidos entró en la guerra, y la posible función de iníluyentes intereses corporativos y de los estadounidenses sionistas para que los medios y el gobierno estadouni­denses apoyaran los esfuerzos bélicos.

Con la aquiescencia del enfermo presidente Wilson y una adminis­tración estadounidense que lentamente iba hacia el aislacionismo, los británicos tuvieron riendas sueltas para poner en práctica sus planes en Palestina. Los palestinos, tanto cristianos como musulmanes, se rebela­ron contra las fuerzas británicas en Jerusalén el 27 de febrero de 1920. El comando británico en Palestina recomendó que se revocara la Decla­ración Balfour. Sin embargo, el liderazgo británico en Londres no com­partía las ideas de sus militares. En cuanto Gran Bretaña se aseguró el Mandato de la Liga de las Naciones, reemplazó a su gobernador mili­tar allá por un judío sionista, sir Herbert Samuel, como el primer Alto Comisionado en Palestina (1920-25). Fue Samuel el que preparó de ma­nera muy efectiva a Weizmann durante las negociaciones Balfour. Una vez que Samuel se convirtió en el Alto Comisionado, la inmigración ju­día incrementó muchísimo, y con ella la resistencia palestina. Samuel y las oficinas coloniales prosionistas en Palestina procedieron a crear las condiciones políticas, legales y económicas para transformar el área en un Estado judío. Gran Bretaña, con la aquiescencia de las otras grandes potencias, adquirió los poderes necesarios para su empresa colonial. En la reunión de la Organización Sionista Mundial, celebrada en Londres en julio de 1920, se creó un nuevo poder financiero, el Keren Ilayesod. El

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Mandato sobre Palestina, redactado por los británicos, se refería a esa estructura económica colonial:

«Una apropiada agencia judía será reconocida como un organismo público con el fin de asesorar y cooperar con la Administración de Pa­lestina en tales asuntos económicos, sociales y otros que puedan afectar el establecimiento del hogar nacional judío y los intereses de la pobla­ción judía de Palestina, y, siempre sujeto al control de la Administración, para asistir y tomar parte en el desarrollo del país. La institución sionis­ta, en la medida en que su organización y constitución sean apropiadas en la opinión del Mandatario, será reconocida como tal agencia. Tomará medidas en consulta con el gobierno de su Majestad británica, para ase­gurar la cooperación de todos los judíos que estén dispuestos a ayudar en el establecimiento de un hogar nacional judío».9

La institución fue registrada el 23 de marzo de 1921 como una com­pañía limitada británica. El ejecutivo de la organización sionista eligió al presidente de la junta y a sus miembros. Los fondos recaudados ayu­daron a financiar dos grandes proyectos para industrializar Palestina a fines de la década de 1920: la Compañía Eléctrica y la Compañía de Pota­sa Palestina (PPC).10 Moshe Novemiesky, un importante sionista, fundó la PPC en 1929. La Oficina Colonial británica le dio una concesión a la PPC para elaborar recursos minerales en el Mar Muerto. La PPC fue útil para generar grandes cantidades de dinero, que eran canalizadas al pro­grama sionista. En 1952, ya establecido el Estado de Israel, esa compañía se convirtió en una empresa nacionalizada, y fue rebautizada Dead Sea Works.11 12

Arthur Hogers se ha referido a la contribución de esa concesión bri­tánica a la financiación del movimiento sionista después de 1929, en su libro The Palestine Mystery,]¿ donde describe un informe de 1925 de la Oficina Colonial acerca de la riqueza fabulosa que se podía derivar de los minerales del Mar Muerto. Hay también un informe de una conferencia sionista en Australia en 1929, donde los sionistas se mostraron muy feli­

9 Documentos del Mandato para Palestina, Artículo 4, disponible en el Avalon Project de la Universidad de Yale.

1() Véase hup://www.kh-uia. org.il/us/hisiory.IitmI.11 Para ios detalles, véase «The Bnilding oí ihe Israelí State Sector: Case Study: I'he Palestino

Potash Ltd.», The f-am om ic Quarterfy, Vol. 41, N° 2 (1994), pp. 263-89; y I). Gavish, «Salt oí the lianh: 1 rom the Palestine Potash to lite Dead Sea Works», Yad Izhak Ben-Zvi, Jerusalén (1995) (en hebreo),

12 Arthur Hogers, The Palestine Mystery: Sidelights on a Secret Policy (London, The Sterling Press, 1948).

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ces por el hecho de que Gran Bretaña le hubiera dado esa concesión a un sionista comprometido como Moshe Novomiesky.

Ya el 25 de octubre de 1919, Winston Churchill había anticipado que el sionismo implicaba la limpieza de la población indígena: «están los judíos, a los que prometimos introducir en Palestina, y que dan por des­contado que la población local será eliminada para su propia convenien­cia».13 En público, Cburchill trató de asegurarles a los árabes que Gran Bretaña perseguía una política humana de limitada inmigración judía, que había espacio sin desplazar a los árabes nativos, y ninguna necesi­dad de un Estado judío. Pero las actas de la reunión privada del gabinete de octubre de 1941, dicen otra cosa:

«Puedo decir de inmediato que si Gran Bretaña y Estados Unidos sa­len victoriosos de la guerra, la creación de un gran Estado judío en Pales­tina, habitado por millones de judíos, será uno de los principales temas de las discusiones de la conferencia de paz».14

Eso era contrario a las conclusión a la que había llegado dos años antes la comisión británica investigadora, al concluirse el levantamiento palestino de 1936-39. En esa conclusión se afirmaba:

«I.a Comisión Real y comisiones investigadoras previas han llamado la atención en cuanto a la ambigüedad de ciertas expresiones en el Man­dato, por ejemplo «un hogar nacional para el pueblo judío», y han halla­do en esta ambigüedad, y en la resultante incertidumbre en cuanto a los objetivos de la política, una causa fundamental de inquietud y hostilidad entre árabes y judíos.

... Que Palestina no debía convertirse en un Estado judío parecía im­plícito en un pasaje del documento del Mandato de 1922, que decía lo siguiente: «Se han efectuado declaraciones no autorizadas en el sentido de que el propósito en vista es crear una Palestina completamente ju­día». Se han empleado frases tales como «Palestina se volverá tan judía como Inglaterra es inglesa «. El gobierno de su Majestad considera toda expectativa semejante como inviable, y no tiene tal objetivo en vista. Ni nunca ha contemplado... La desaparición o la subordinación de la po­blación, el lenguaje o la cultura árabes en Palestina. Se llama la atención respecto del hecho de que los términos de la Declaración [Balfour] a los que se hace referencia no contemplan que Palestina en su totalidad de-

11 Niir Masalha, Expulsión o f the Palestinians: '¡'he Concept o f «Transfer» in Zionist Political Thoughl, 1882-1948 (Washington, Institute for Palestino Studies, 1992), p. 15.

14 lienny Morris, Righteaus Victims, A History o f the Zionisl-Arah Conflict, 1881-2001 (New York, Knopf, 2001), pp. 167-8.

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bería convertirse en un hogar nacional judío, ni que tal hogar se debería fundar en Palestina.

Pero esta declaración no ha removido las dudas, y por lo tanto el go­bierno de su Majestad declara ahora inequívocamente que no es parte de su política que Palestina se convierta en un Estado judío. Considerarían en verdad contrario a sus obligaciones con los árabes bajo el Mandato, así como a las seguridades que se le han dado al pueblo árabe en el pasa­do, de que la población árabe de Palestina sea convertida en súbdita de un Estado judío en contra de su voluntad, (bastardillas en el original)».15

Es claro, a partir de este fragmento, que los británicos habían asumi­do obligaciones con formulaciones vagas (se diría que intencionalmente vagas) que pudieran darles flexibilidad en su puesta en práctica. Los epi­sodios entre 1918 y 1938 les habían hecho reconsiderar su posición. Sin embargo, en este punto había fuerzas en movimiento que hacían el cam­bio prácticamente imposible. El Yishuv estaba ya fuerte y bien armado en Palestina, Gran Bretaña había entrado en la segunda guerra mundial y los ataques de Hitler a los judíos hacían menos probable que Gran Bre­taña empezara a poner en vigencia sus restricciones a la migración judía en Palestina, como se proponía en el White Paper. Una de las primeras acciones del naciente Estado de Israel, además de instituir leyes para im­pedir que los palestinos nativos retornaran a sus hogares y sus tierras, fue rechazar el White Paper.

Gran Bretaña le pasa la antorcha a Estados Unidos

Durante los años entre 1939 y 1948, se transformó el mundo. Gran Breta­ña perdió su posición de preeminencia y Estados Unidos se convirtió en una superpotencia y adoptó la causa sionista, que los británicos habían dejado casi huérfana como consecuencia del White Paper. Estados Uni­dos no se involucró con Palestina ni, más en general, con el Medio Orien­te en los primeros años del sionismo. La participación de Estados Uni­dos en el conflicto de Palestina se materializó por primera vez después del ingreso estadounidense en la primera guerra mundial. El presidente Wilson expresó su visión el 8 de enero de 1918 en 14 puntos de «paz». Ellos incluían «adecuación de las pretensiones coloniales con preocupa­ción por los deseos e intereses de los habitantes, así como por los títulos de los demandantes rivales».

15 Disponible en Avalon Project, Universidad de Yale.

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Hntretanto, Gran Bretaña enfrentaba dificultades. Cobró impulso un movimiento palestino contrario al gobierno colonial británico y a los proyectos sionistas, que estalló en un levantamiento masivo en 1936.16 En 1939 los británicos aplastaron el levantamiento de la manera más brutal, matando a la mayoría de sus dirigentes y sus cuadros. Muchos, tal vez tantos como 5.000 de los mejores combatientes palestinos fueron muertos, y la conducción política quedó diezmada. El golpe devastador tuvo dos efectos simultáneos e interesantes: debilitó las instituciones po­líticas y civiles palestinas, e hizo que los británicos reconsideraran su rol en el programa sionista. Eso no significó que los británicos abandona­ran ese programa, pero le proveerían una base internacional con el fin de atenuar los problemas creados por su sola propiedad del programa. Los sionistas también reconocieron el cambio en las estructuras de po­der político mundiales y empezaron a concentrar su acción en Estados Unidos.

Durante el final de la década de 1930 y a comienzos de la de 1940, hubo dos ramas del sionismo, la tradicional y la revisionista, que aproxi­madamente corresponden a la división actual en Israel entre los partidos I.ikud y Laborista. La mayor parte de la discusión acerca de la inlluencia sobre la política estadounidense se centraba en el movimiento laboris­ta sionista. Pero, aunque menos reconocidos, los revisionistas en reali­dad tuvieron un efecto a largo plazo sobre la política estadounidense. El partido Republicano era particularmente susceptible a su influencia. Sus rangos incluían a Peter Bergson (que creó el movimiento sionista Berg- son) y Benzion Netanyahu (padre del ex primer ministro israelí, Benya- min Netanyahu). Ellos enviaron dinero y armas a Palestina para apoyar los movimientos terroristas clandestinos.17

Si bien el presidente Traman reconoció de inmediato y apoyó al na­ciente Estado judío, también le interesaba que Israel cumpliera sus obli­gaciones respecto de los palestinos refugiados. El 6 de setiembre de 1948, Traman les dio su apoyo incondicional a las propuestas del mediador de la GNU, el conde Folke Bernadotte, que pedía la repatriación de los palestinos refugiados. El secretario de Estado estadounidense, George

bTed Swedenhurg, «The Role of the Palestinian Peasantry in ihe Great Revolt (1936-9)». en lian Pappc (corap.), Israel/Palestine Question: Itewriting Histories (London, Routledge, 1999).

7 Véase Rafael Medoff, Militan! Zionísm in America: The ¡Use and Im pact o f the ¡abutinsky Movement in the United States, 1926-1948 (Birmingliam, IJniversily of Alabama Press, 2002) .

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Marshall, lo reiteró en su discurso en la ONU. Como hemos visto, Ber- nadotte fue asesinado por el Irgun. Después de su muerte, Truman le escribió a Ben-Gurion el 29 de mayo, expresándole la consternación de Estados Unidos por la violación israelí del derecho internacional y ad­virtiendo que su administración podría rever su relación con el Estado judío. Cuando Israel se rehusó a someterse a tal presión, Truman se echó atrás.

El discurso político israelí

Es mucho lo que se ha escrito sobre el período 1947-49. Esos fueron los años de Al-Nakba (La Catástrofe), cuando el 80% de los palestinos fue­ron removidos del 78 % de Palestina que se había convertido en el Estado judío. Para los sionistas, el nuevo Estado de Israel se creó mediante una «guerra de independencia». Abundan los mitos sobre ese período. Con­trariamente a los mitos publicados, incluso en el punto más alto de la participación de las fuerzas árabes, las fuerzas israelíes tenían una ven­taja tanto cuantitativa como cualitativa, y buena parte de la lucha tuvo lugar en (ierras no asignadas al Estado judío por recomendaciones de la Asamblea General de la ONU.18 Como se observó en el capítulo 4, la mayoría de los palestinos fueron limpiados étnicamente del naciente Es­tado judío por las fuerzas sionistas mucho antes de que los países árabes enviaran sus fuerzas relativamente menores. Incluso los débiles inten­tos de resistencia, consolidación y contraofensiva se vieron socavados por dirigentes árabes más interesados en su propia hegemonía y poder que en el bienestar de los palestinos. Ese fue el caso del rey Abdullah de Jordania, que en dos oportunidades socavó los esfuerzos de Hajj Amin Al-Husaini para persuadir a la Liga Arabe de apoyar la creación de un gobierno palestino en el exilio.19

Los palestinos, mayormente desprovistos de dirigentes desde 1939, y ahora dispersos con su sociedad civil destruida, necesitaron años pa­ra reagruparse. En 1959, surgió una nueva conducción nacional palesti­na con el establecimiento del Eatah (la sigla de «Harakat Tahrir Falastin, «HTF» al revés). Por esa época surgieron otros grupos que proliferaron a comienzos de la década de 1960. A algunos los motivaba la tergiversa­ción de las aspiraciones palestinas por parte de algunos países árabes.

18 Han Pappe, The M akin g o f the Arab-Israelí Conflict 1947-1951 (New York. I.B. lanris, 1992), p. 65 y referencias ahí citadas.

19 lbid., pp. 74-6.

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Las inclinaciones políticas palestinas cubrían un espectro que incluía el Baathismo (que apoyaba el nacionalismo árabe del estilo iraquí y sirio), el nacionalismo árabe clásico (liderado por el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser), el laico mixto (v.g. Fatah) el comunista y el islámico. En 1964-65, se creó la Organización para la Liberación de Palestina como un grupo paraguas para reunir a esas facciones. El Consejo Nacional Pa­lestino se convirtió, en esencia, en un parlamento en el exilio. Fue un movimiento revolucionario en todos los sentidos de la palabra. Nunca hubo un movimiento igual en la historia árabe. La Carta de la OLP soli­citaba un Estado laico en Palestina donde judíos, cristianos y musulma­nes vivieran juntos en igualdad. Se basaba en los clásicos movimientos revolucionarios que intentaban liberar a los países de la colonización, la ocupación o las dictaduras títeres. La sorprendente guerra israelí de 1967 y la posterior derrota de Egipto, Siria y Jordania, lanzaron a la OLP a la prominencia como una alternativa para las fracasadas políticas de los regímenes árabes. La ocupación por Israel de la Ribera Occidental, Gaza, Sinaí y las Alturas del Golán, empezó a galvanizar no sólo a los palestinos que vivían en el exilio sino también a aquellos que ahora vivían bajo el gobierno israelí directo.

La propaganda inicial del gobierno israelí afirmaba que la guerra de 1967 no fue iniciada por Israel para tomar tierras sino que se trató sim­plemente de una guerra defensiva tras la movilización de Egipto y otros factores antagónicos. Lo que sigue cuenta una historia diferente. El ge­neral israelí Matityahu Peled declaró: «La tesis de que el peligro del ge­nocidio pendía sobre nosotros en junio de 1967, y de que Israel lucha­ba por su existencia física, es falsa, y nació y se desarrolló después de la guerra», agregando: «pretender que las fuerzas egipcias estaban for­madas en nuestras fronteras y se hallaban en condiciones de amenazar la existencia de Israel, constituye un insulto no sólo para la inteligencia de cualquiera capaz de analizar este tipo de situaciones, sino sobre todo un insulto al Zahal [ejército israelí]».20 Para confirmar las intenciones de Israel, los gobiernos israelíes no perdieron tiempo en construir asenta­mientos en la Ribera Occidental inmediatamente después de conseguir el territorio por la fuerza en junio de 1967. Esas construcciones han con­tinuado sin cesar, con independencia del estado de paz o de guerra en el Medio Oriente.

20 General Matityahu Peled, Haaretz, March 19, 1972.

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Pero los palestinos también consiguieron poder político y reconoci­miento internacional durante los años de la ocupación israelí. En marzo de 1968, el ejército israelí que invadía Jordania enfrentó la denodada re­sistencia de las guerrillas palestinas, ayudadas por unidades del ejército jordano en el área de Karameh. La batalla de Karameh catapultó a la OLP a la escena nacional e internacional, con Arafat en la cresta de una ola de popularidad. Los palestinos también crearon instituciones (educación, atención médica y bienestar social) y un fuerte gobierno en el exilio, re­presentado por el Consejo Nacional Palestino. Fue la primera vez que un grupo logró tener un efecto positivo sobre la vida de los palestinos, tanto en el exilio como en aquellos que permanecían en las tierras ocupadas por Israel.

Pero también hubo inconvenientes y errores. En 1970-71, la OLP fue expulsada violentamente de Jordania. La fuerza aérea israelí fue despa­chada a amenazar a las fuerzas sirias para que no intervinieran en la guerra del rey Hussain contra la OLP. La presencia de palestinos con po­der considerable en Jordania estaba amenazando el régimen de Hussain. I3el mismo modo, los palestinos eran considerados una amenaza en el Líbano, donde habían trasladado la mayoría de sus fuerzas en 1971. Eso tuvo como consecuencia la lucha en 1975-76 entre segmentos de las mi­licias libanesas y la OLI’ y sus aliados libaneses. En ambos casos, el resul­tado Jta sido el incremento del poder del nacionalismo palestino.

Como declarara Edward Said: «Los palestinos fueron atacados por su presencia extraterritorial en Jordania y en el Líbano -por diferentes que fueran las circunstancias particulares- y fueron confirmados diver­samente por sus circunscriptas aspiraciones nacionales».21 Es por ello, que no fue ninguna coincidencia que en 1974, la OLP fuera reconocida por los Estados árabes como «la única representante legítima del pueblo palestino».

¿Una era de paz?

Después de la guerra israelí-árabe de 1973, una fracción del Fatah condu­cida por Arafat sucumbió a los Estados árabes «moderados» y aceptó una solución de dos Estados, para conciliar con Estados Unidos y sus intere­ses en la región. Eso implicaba una significativa disposición a transigir. Según escribió Alan I lart:

1 IdwardSaid, l'lw Question o f l ’alestine (New York, Vintage Books, 1979), p. 167.

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" \».il.it y l.i mayoría de sus colegas mayores en la conducción sa­bían que necesitaban tiempo para que las masas del movimiento de liberación lo aceptaran. Si en 1974, Aral'at y sus colegas hubiesen admitido ahi( réntente la verdadera magnitud de la transigencia a la que estaban dispuestos, habrían sido repudiados y rechazados por una gran mayoría de los palestinos».22

Arala t creta, i al tez ingenuamente, que podía lograr que Estados Uni­dos pusiera presión «obre Israel para que se llegara a un acuerdo. Pero, en esencia cada Iniciativa de paz estadounidense había sido rechazada por Israel desde el plan Eogers, incluso aquellas escritas por Israel y pre­sentadas como planes estadounidenses, fueron repudiadas luego por los sucesivos gobiernos israelíes.23

Egipto e Israel firmaron un acuerdo de paz el 17 de setiembre de 1978. Al retornar un Sinaí ocupado ilegalmente, Israel pudo obtener un benefi­cio significativo: neutralizar al país arabe más grande, firmar un acuerdo de paz total y desmilitarizar la península de Sinaí. Israel también obtu­vo libre movimiento en el canal de Suez y en el golfo de Aqaba miles de millones de dólares ni ayuda estadounidense y una provisión de pe­tróleo earantizada por F tados Unidos a pesar de la escasez de petróleo en I H UU . v muchos oims beneficios. Importantes para el «problema» palestino los acuerdos incluían las siguientes declaraciones breves:

1. Isiai'l, Inrdani.i y Egipto supervisarían las elecciones en Ga­za y en la lobera Occidental (en intercambio de correspon­den, ¡.i, |’,egin r Cárter aclararon que eso significaba «Judea y Samaría»)

2. Esos representantes de los palestinos locales (en intercambio de i orrespondencia, Begin y Cárter aclararon que eso signifi­caba «aialies palestinos») negociarían luego el status final en el curso de un período de cinco años.

I I I ó de m. iyo dr 1989. el primer ministro Shamir (del partido Likud) y el ministril de Defensa Rabio (del partido Laborista) formularon una «iniciativa de paz» israelí, basada en los Acuerdos de Camp David en­tre Israel y Egipto, que «representa el consenso de la política de Israel en

■ Man ll.ui \htfiii Imtins! ur Prm i'nmke> . ed. rev. (London, Sidgwick and Jackson. J988), p.W 't

Naseer Aruri, Üishonest Broker: The Rolo o f fh e United S¿>n> m Palestino, and Israel (Cam­bridge, iVIass., South End Press 2003), ¡Pt m ed ía lo ! de.slun testo el ro ld e ilE.UU. en Israel y Palestina. Editorial Canaán. Buenos Aires. 006)

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el gobierno de unidad nacional». I.a misma se inició tras considerables derramamientos de sangre en los Territorios Ocupados por Israel (duran­te la Intifada palestina) en la que los jóvenes palestinos eran asesinados diariamente. La iniciativa tenía como base dos etapas:

F.tapa A: IJn período de transición para un acuerdo interino.

Ltapa B: IJna solución permanente.

I.o que une ambas etapas es un cronograma sobre el que está cons­truido el plan: el proceso de paz delineado por la iniciativa se basa en las Resoluciones 242 y 338 de las NU, en las que se fundan los acuerdos de Camp David.24

Nótese que, con la excepción de tratar con la OLI) eso era lo que de­seaba Israel en los Acuerdos Israel/Egipto de 1978, y lo que obtuvo en los subsiguientes Acuerdos de Oslo de 1993. En 1993, a continuación de negociaciones secretas entre Israel y la conducción de la OLP en Oslo, se hicieron acuerdos para establecer cinco años de libre gobierno interino para los palestinos. El plan se fundaba en un retiro en etapas de la Ribe­ra Occidental y de Gaza, y en pasos para negociar luego las cuestiones del acuerdo final. Las cuestiones diferidas incluían fronteras, los asen­tamientos israelíes y los palestinos refugiados. Inmediatamente después de una ceremonia en el jardín de la Casa Blanca, supervisada meticulosa­mente por el presidente Bill Clinton, tres cosas clave empezaron a ocurrir casi simultáneamente con el retiro muy lento de las fuerzas israelíes de los centros de población palestina:

1. Israel se embarcó en su actividad colonizadora más ambicio­sa, lo que resultó en la duplicación de la población de colonos ilegales y en la triplicación del área bajo su control.

2. La naciente Autoridad Palestina, con la ayuda y el impulso de la CIA y el Mossad israelí, emprendió la creación de una auto­ridad policial con instituciones tales como «tribunales de se­guridad» (en los que insistieron los estadounidenses) que no sólo estaban pensados para suprimir la resistencia a la ocu­pación, sino también para asegurar la «tranquilidad» (la obe­diencia) del pueblo palestino local.

3. Estados Unidos incrementó su ayuda militar a Israel con al menos dos docenas de nuevos pactos. Ello incluía la venta, el

La propuesta completa se presenta enliltp:// www.usembassy-israel.org.il/publish/peace/may89.him.

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11 de abril de 1994, de hasta 25 cazas bombarderos F-151 y repuestos por valor 2.400 millones de dólares.25 *

De acuerdo con los protocolos, Israel seguía siendo responsable de la seguridad, los asuntos exteriores y todo lo relativo a los ciudadanos israe­líes de «Judea, Samaría y el distrito de Gaza». Eso era precisamente en lo que había insistido Israel en 1978, y lo que ahora era aceptado por Arafat. La Declaración de Principios de 1993 dejó así la puerta abierta para que Israel siguiera con su confiscación de tierras y su actividad colonizadora, duplicándolas entre 1993 y 2000.

Estas son las cosas que los representantes palestinos de la Ribera Oc­cidental y de Gaza rechazaron en Madrid en 1991. Los representantes le presentaron condiciones muy duras a Israel, incluidos los derechos re­conocidos internacionalmente a la libre determinación, la repatriación de los refugiados y el congelamiento de nuevos asentamientos israelíes. Rabin y Peres concluyeron que abrir un canal de comunicación secreto en Oslo era probable que llevara a la capitulación. Arafat quedó desacre­ditado en el mundo, pero muy respetado localmente y, lo que era más importante, él había estado dispuesto al arreglo desde 1974. Darle reco­nocimiento a Arafat era algo que Israel podía emplear como zanahoria para obtener concesiones sobre cuestiones clave. Eso fue realmente lo que sucedió.

El plan Allon original consistía en la anexión del 35-40 % de los terri­torios a Israel, y el gobierno libre o la confederación jordano/palestina sobre la tierra en la que viven actualmente los palestinos. Ese plan se ori­ginó entre los que pensaban que era imposible repetir la «solución» de 1948 de las expulsiones masivas, por consideraciones morales así como por la opinión pública mundial. La segunda idea, cuyo principal voce­ro era Sharon, suponía que era posible hallar maneras más aceptables y elaboradas de lograr una «solución» del estilo 1948: sólo era necesario hallar otro país para los palestinos, como Jordania, y asegurar que tan­tos palestinos como fuera posible se trasladaran allá. Eso era parte de la cosmovisión de Sharon, según la cual Israel podía establecer «órdenes nuevos» en la región (la guerra del Líbano). En Oslo, triunfó la ruta del plan Allon.25 El plan Allon fue, así, la piedra basal de la política israelí y de las negociaciones con Egipto de la década de 1970, de la propuesta

25 Federation of American Scientists,http://www.fas.org/asmp/profilcs/israel_armstable.hlm.

2HTanya Reinhardt, edición en hebreo de Yediol Aharonot, June 10, 2001.

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israelí de «paz» de 1989 y de su acercamiento a Madrid en 1991. Los is­raelíes finalmente lograron que Arafat lo aceptara en la Declaración de Principios (DOP) de 1993. Ldward Said ha descrito la DOP como un «do­cumento de rendición». Ariel Sharon modificó las pautas de Allon para definir estas líneas rojas sionistas clave:

1. La gran Jerusalén, unida e indivisa, debe ser la capital eterna de Israel y estar bajo la soberanía plena de Israel.

2. Israel debe conservar bajo su control pleno zonas de segu ridad suficientemente amplias, tanto en el este como en el oeste. El valle del Jordán, en su sentido más amplio, tal como lo define el plan Allon, debe ser la zona de seguridad orien­tal de Israel...I,a zona de seguridad occidental debe incluir la línea de elevaciones que dominan la planicie costera y que controlan los vitales recursos hídricos subterráneos de Israel.Se deben mantener bajo el control de Israel las rutas estraté­gicas.

3. Los pueblos, aldeas y comunidades judías de Judea, Samaría y Gaza, así como las rutas de acceso a ellos, incluidos már­genes de seguridad suficientes a lo largo de las rutas, deben quedar bajo pleno control israelí.

4. La solución del problema de los palestinos refugiados de 1948­67 debe basarse en el reasentamiento y en la rehabilitación de ellos en los lugares donde viven hoy (Jordania, Siria, el Lí­bano, etc.). Israel no acepta bajo ninguna circunstancia la de­manda palestina por el derecho al retorno. Israel no tiene res­ponsabilidad ni moral ni económica por la situación de los refugiados.

5. Como una necesidad existencial vital, Israel debe seguir con­trolando los acuíferos de agua dulce subterráneos en Samaría occidental |la parte norte de la Ribera Occidental|, que pro­porciona una porción importante del agua de Israel. Los pa­lestinos están obligados a evitar la contaminación de los re­cursos hídricos israelíes.

6. Acuerdos de seguridad: todos los territorios bajo el control de la Autoridad Palestina deben ser desmilitarizados. Los pales­tinos no deben tener un ejército; sólo una fuerza policial. Is­rael debe mantener el control completo de todo el espacio aéreo sobre Judea, Samaría y Gaza.27

27 «Six Red lines for Peace», Jerusalem Post, luí y 21, 2000.

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Además, «todo gobierno de Israel que adopte y ponga en práctica es­tos principios reforzará la disuación de Israel y podría llegar a una paz mejor y más segura, una paz que asegure los intereses nacionales estra­tégicos israelíes de largo plazo». Esos planes estaban bien delineados y eran bien entendidos aun por los políticos denominados «palomas» en Israel. Según lo expresó Rabin, Oslo fue un método para lograr «tradicio­nales objetivos [israelíes]». El ministro de Seguridad Interna, el historia­dor y «propulsor de la paz» Shlomo Ben-Ami, declaró que «en la práctica, los Acuerdos de Oslo se fundaban sobre una base neocolonialista, sobre la dependencia de por vida de uno sobre el otro».28 ¿Cómo terminaron entonces Arafat y compañía en esa situación?

El discurso político palestino

El cambio del paisaje palestino y de la actitud de Israel hacia la OLP tu­vo lugar entre 1988 y 1993, siguiendo un número de acontecimientos. Primero, el levantamiento palestino de la década de 1980 logró significa­tivas ventajas al modelar la opinión pública en todo el mundo (incluida la de Israel) acerca de los límites que se puede esperar que toleren las personas en el caso de una ocupación. I.a supresión brutal del levanta­miento por parte de Israel generó simpatía por el sufrimiento de los pa­lestinos bajo la ocupación. A pesar de los masivos esfuerzos propagan­dísticos, Israel no pudo seguir sosteniendo el mito de ser el acosado que lucha por su supervivencia. En cambio, se lo empezó a ver en medida creciente como Sudáfrica bajo el apartheid. El levantamiento tuvo co­mo consecuencia el desarrollo de un fuerte liderazgo político local en la Ribera Occidental y en Gaza, que no seguía necesariamente la línea del Fatah/Arafat, aunque reconocía a la OLP (ahora con sus cuarteles cen­trales en Túnez) como la legítima representante de los palestinos. IJn se­gundo factor fue el retiro por parte de Jordania de su pretensión sobre la Ribera Occidental, seguido por la declaración de independencia de la OLP en 1988. La declaración ponía en claro que la conducción palesti­na finalmente estaba preparada para gobernar un Estado junto al Estado de Israel (según las resoluciones de la ONU) y preparó el camino para las conversaciones entre Estados Unidos y la OLP en diciembre de 1988.. Aquí tenemos algunas partes importantes de la declaración de indepen­dencia de la OLP:

" Citado en Noam Chomsky, The New Intifada: Resisting lsrael's Apartheid, comp. por R. Ca­rey (London, Verso, 2001), p. 20.

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«A pesar de la injusticia histórica infligida al pueblo palestino árabe, que tuvo como consecuencia su dispersión y el haberlos privado de su derecho a la libre determinación, según la resolución Ifil (1947) de la Asamblea General de la ONU, que dividía Palestina en dos Es­tados, uno árabe y uno judío, sin embargo es esa resolución la que aún proporciona las condiciones de legitimidad internacional que aseguran el derecho a la soberanía del pueblo palestino árabe. Por etapas, la ocupación de Palestina y partes de otros territorios ára­bes por parte de las fuerzas israelíes, el desposeimiento impuesto y la expulsión de sus hogares ancestrales de la mayoría de los ha­bitantes palestinos civiles, se logró mediante el terror organizado; y aquellos palestinos que quedaron, como un vestigio subyugado en su propia patria, fueron perseguidos y obligados a soportar la destrucción de su vida nacional.

Así fueron violados los principios de la legitimidad internacional.Así fueron desliguradas la Carta de las Naciones Unidas y sus re­soluciones, porque reconocían los derechos nacionales del pueblo palestino árabe, incluido el derecho al retorno, el derecho a la inde­pendencia, el derecho a la soberanía sobre el territorio y la patria...

Ahora, en virtud de derechos naturales, históricos y legales, y los sacrificios de generaciones sucesivas que se entregaron en defen­sa de la libertad y la independencia de su patria. En cumplimiento de las resoluciones adoptadas por las Conferencias Cumbre Arabes y basándose en la autoridad otorgada por la legitimidad interna­cional como se corporiza en las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas desde 1947; y en ejercicio por parte del pueblo palestino árabe de sus derechos a la libre determinación, la inde­pendencia política y la soberanía sobre su territorio».

Aceptar la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, clara­mente injusta, es una concesión importante de la OLR

K1 tercer factor que condujo a un mayor alejamiento de la OLE de sus objetivos originales fue la guerra del Golfo de 1990-91. No se deben subestimar las repercusiones estratégicas y políticas de ello sobre la si­tuación israelí-palestina. Las consecuencias incluyeron el gran deterioro del prestigio de la OLP no sólo en los países occidentales sino también entre su propio pueblo.29 30 La cuestión no era simplemente que Arafat apoyara a Irak; también lo hacían muchos otros países árabes, incluida

29 Declaración de Independencia Palestina, Argelia, Noveinber 15, 1988.í0 I amis Andoni, «The PLO at the Crossroads», Journal o f Palestine Studies, Vol. 21, N" 1

(199) . pp. 54-65.

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Jordania, como los palestinos y los jordanos promedio. Los motivos de la declinación en el apoyo de Arafat por parte de los palestinos incluían el debilitamiento del prestigio y la capacidad de la OLP para ayudar a su propio pueblo. La remoción de más de 350.000 palestinos de Kuwait fue devastadora. Se trataba de la gente cuyo dinero era empleado para ayudar a otros palestinos por intermedio de la OLR Ahora ellos mismos necesitaban ayuda y la OLP no estaba en condiciones de ofrecérsela. El agotamiento de las fuentes de apoyo para los palestinos que vivían en campamentos de refugiados y en otras partes (en Jordania, en la Ribera Occidental y en Gaza) también empeoró con el agotamiento de la mayo­ría de las fuentes de fondos para la OLP. El traslado de esa gente a zonas ya empobrecidas de Jordania, la Ribera Occidental y Gaza llevó a signifi­cativas penurias económicas.

El apoyo de los Estados del Golfo a las fracciones palestinas de la corriente principal (como Fatah y Arafat) cayó marcadamente debido no sólo al apoyo de Arafat a Saddam Hussein, sino también a realineanien- tos geopolíticos que le daban más poder al benefactor de Israel, Estados Unidos. La extensión del poder y el prestigio de Estados Unidos en el Medio Oriente por primera vez llevó bases militares a países como Ara­bia Saudí. Durante ese tiempo, el clima fue de debilitamiento de los vín­culos entre la OLP en Túnez y los acontecimientos en Palestina, el for­talecimiento de la resistencia palestina en el terreno y la desilusión de muchos palestinos y ciudadanos de muchos países árabes. Además, se incrementó la ira de los palestinos contra Estados Unidos, no sólo por su apoyo a Israel sino también por causar muertes masivas de civiles y sufri­miento en Irak. Es evidente por qué Israel pensó que se trataba del mejor momento para hacer un acuerdo con Arafat y pasar por alto a los nego­ciadores palestinos más duros, que actuaban en las reuniones de Madrid y Washington (Haidar Abdul-Shafi, Hanan Ashrawi, etc.). Sin consultar a esos negociadores que estaban viviendo bajo la ocupación, Arafat auto­rizó conversaciones secretas en Oslo entre sus representantes y el gobier­no israelí.

Los acuerdos de Oslo

No es claro si Arafat pudo prever la magnitud del daño que se infligiría, tanto a los palestinos como a los israelíes, al aceptar abandonar el dere­cho internacional y los auspicios internacionales y entrar en acuerdos de capitulación con Israel, y su patrocinante, Estados Unidos, en la función

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de «guía». Hay cinco acuerdos firmados por Arafat que colectivamente componen el marco legal de lo que llegó a conocerse como el proceso de paz de Oslo: la declaración de principios (Oslo I, setiembre de 1993), los protocolos sobre relaciones económicas (acuerdo de París, abril de 1994), el acuerdo Franja de Gaza/Jericó (acuerdo de, mayo de 1994), el «Acuerdo interino sobre la Ribera Occidental y Gaza» (Oslo II, 1995) y los acuerdos de Hebrón (1997). Ninguno de esos acuerdos contemplaba el derecho internacional básico, aparte de referirse selectivamente a las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, que en la interpretación de entonces tanto de Estados Unidos como de Israel, no requerían la retirada completa de las fuerzas israelíes de las áreas ocupa­das.

Básicamente, Israel y Estados Unidos desafiaron el derecho interna­cional como el fundamento para las negociaciones de paz cuando las conversaciones de Madrid pasaron a Oslo. Israel, ocupante beligerante, se rehusaba a reconocer la aplicación de la Cuarta Convención de Gine­bra, relativa a la protección de las personas civiles en tiempo de guerra, en los Territorios Ocupados. Ello a pesar de la reiterada afirmación por parte de la comunidad internacional, incluido Estados Unidos, comen­zando con la resolución 237 del Consejo de Seguridad de la ONU del 14 de junio de 1967.

Se llegó a esos acuerdos tras la renuncia de innumerables miembros del Congreso Nacional Palestino en protesta por la decisión unilateral de Arafat de entrar en negociaciones de capitulación que no protegerían los derechos humanos ni estarían basados en los principios básicos del derecho internacional. No se consultó a los expertos legales del lado pa­lestino, y muchos peritos en geografía, actividad colonizadora y derecho internacional fueron excluidos del proceso de toma de decisiones. Nin­guno de los acuerdos sería sometido a un referendum de los palestinos de los Territorios Ocupados. Oslo II ni siquiera fue publicado en árabe para que el público no viera la capitulación que implicaba. El mayor obs­táculo para la aceptación del pueblo palestino era que los Acuerdos de Oslo le brindaban a Israel una base legal para ocupar parles de la Ribera Occidental. Aquí está la sección pertinente:

Artículo XVII, Sección 4

a) Israel, mediante su gobierno militar, tiene la autoridad sobre las áreas que no están bajo la jurisdicción territorial del Con-

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scjn. poderes y responsabilidades no transferidas al Consejo y a los israelíes.

b) Con este fin, el gobierno militar israelí retendrá los poderes legislativos judiciales y ejecutivos necesarios y las responda bilidades, de acuerdo con el derecho internacional. Esta dis­posición no anulará la legislación de Israel aplicable a los is-i aelíes ..

I I ncucriln nunca l iana referencia explícita a la Ribera ( )i ciilenl.il \ a ( ía/.a o uno leí i il oí ios ( Icupados, ni ineiu lona lia la Cuarta ( ion vención de (aliebra. Israel es el único país que no reconocí' la aplicabilidad de la ( á mi venció n a las aieas ocupadas l\ case capitulo 12l. El acuerdo con tiene lina vaga declaración acerca de no cambiar el i a iarler de la Ribera I >i ciileni.il y de ( la/.n y de mautenei su inlegi idad leí i norial, pero luego se piulo alil mar que eso significaba no delcnoi las actividades cnloni/a- doras, la i onliscacion de tierra v olías obv ias violai iones de las conven ciones inlernacioiiales.

Asi, los textos de Oslo eran vagos adrede respecto de los derechos na lesiinos, pero |iiecisos en i uanio a los poderes v autoridades que c o n ­servaba Isiael. ,Según lo expreso Sliahak. I a ¡nlención mas profunda del acuerdo |de ( )slo| es crear un iegimeu de ap.ii tlieid en el cual el < iousejo de la Aulonomia en los leri i I orlos |la Ai i luí idad I ’alesi ii i a | lele va ra de h e ­d ió a Israel respei lo de los deberes hai ia la población».11 I nucíanlo. Ha­bí n y l’eres empezaron a ponei en práctica el plan, contemplado pi inicio por Ariel Sitaron en 11)77, de consu mí rulas de desv io basta los asenta mienlos y de aislar a pueblos y aldeas palestinas entre si medíanle una red de asentamientos, áreas militares \ rulas de desvio. I slo crea elecli- v ám em e un «control desde afuera», y así, la transformación en cantones o guetos de las áreas palestinas. Cuando ese plan com enzó a ejecutarse, el gobierno de «paz» de Rabin y Peres aumentó los subsidios a los t nlo nos e implemento programas que atraían a las poblaciones coloniales a los territorios Ocupados. I n consecuencia, sus números se increm enta­ron de 200.000 a 400.000, mientras se triplicaba el área de asentamientos controlados. I.mya Heinbardt afirma:

«La idea del plan es que resolveremos el problema de dos millones de palestinos en los Territorios encarcelándolos en guetos ham breándolos y conviniéndolos en mendigos. Pero en lugar de de-

1 Israel Shahak, Open Secrets: Israelí Nuclear an d b'areign Volicies (fundón, Piulo Press. 1997), p Iíi4

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nominarlo «ocupación», lo presentaremos como un paso hacia el Estado palestino. Aplastaremos la garganta de los palestinos con nuestras botas mientras les sonreímos cortesmente».32

Eso también significa otorgarles a los palestinos un consejo legisla­tivo, pero expresando (en el artículo 18) que «La legislación, incluida la que enmienda o abroga las leyes u órdenes militares existentes, que exce­da la jurisdicción del consejo, o que de otra manera sea incoherente con las disposiciones de la DOR el presente acuerdo o cualquier otro acuerdo que puedan haber alcanzado ambas partes durante el período interino, no tendrá ningún efecto y será nulo ah initio». En otras palabras, ninguna legislación nueva puede cuestionar la ocupación.

Oslo II absolvió ominosamente a Israel de toda responsabilidad legal surgida de su ocupación. En el artículo 20, se declara que:

a) Todo reclamo financiero hecho en ese sentido contra Israel será remitido al Consejo [Palestinol.

e) En el caso de que alguna corte o tribunal falle en contra de Israel debido a tal reclamo, el Consejo reembolsará de inme­diato a Israel la cantidad completa de la indemnización.

Oslo II también requirió a los palestinos «respetar la propiedad y los derechos legales» de los individuos y corporaciones israelíes en todas las áreas de la Ribera Occidental y de Gaza (artículos 16 y 22), en contraven­ción de la Cuarta Convención de Ginebra. No hubo ningún compromiso paralelo del «lado israelí» de respetar la propiedad y los derechos legales de los palestinos. Los acuerdos demandaron concesiones específicas de los palestinos respecto de temas que iban de la seguridad a las relaciones económicas y los permisos de viaje, pero dejaba librado a la voluntad del gobierno israelí hacer lo que deseara en las áreas ocupadas.

El 21 de abril de 1996, el Consejo Nacional Palestino (CNP) realizó su sesión vigésimo primera en la ciudad de Gaza, por primera vez desde 1964. Decidió por voto mayoritario «abrogar las disposiciones de la Carta de la OLP que son contrarias a las cartas intercambiadas entre la OLP y el gobierno de Israel el 9 y el 10 de setiembre de 1993». La carta de Ara- fat a Rabin reconocía el derecho de Israel de existir en paz y seguridad.

Tanya Reinhardt, Yediot Aharonor, May 1, 1995, citado por Shahak, Open Secrets, pp. 167-8.

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De hecho ello ratificaba Oslo por parte del Consejo Nacional Palestino aunque se cuestionaba la legalidad de esa reunión.

Los acuerdos Israel/OLP dividían a los palestinos en cuatro grupos:

1. Residentes del área A y el área B (menos del 40 % del área de la Ribera Occidental/Gaza). Hsa gente vive en los mayores cen­tros de población e Israel deseaba que la autoridad de Arafat vigilara y asumiera la responsabilidad civil.

2. Residentes del área C: aquellos de las áreas de la Ribera Oc­cidental (en especial lerusalén oriental y otras partes cerca de cientos de asentamientos israelíes) que están bajo la bru­talidad israelí directa (incluidas las demoliciones de hogares, etc.) y la Autoridad Palestina no debía tener nada que ver con ellos. Israel intentaba reducir también esa población fronte­riza e incrementar el impulso colonizador en las tierras pa­lestinas.

d. Refugiados: Hilos serán «cuestiones de status final». Ya se ha­bía decidido que su derecho al retorno, aunque reconocido ¡nlernacionalmente, era una «línea roja» para Israel.

4. «Arabes israelíes»: no se debía tratar con ellos, y el racismo y la discriminación en su contra (un cuarto de desplazados internos, más de 100 aldeas no reconocidas, etc.) se debían considerar cuestiones internas israelíes.

Hse fraccionamiento tuvo un devastador efecto psicológico y mate­rial sobre los palestinos, tanto bajo la ocupación como en la diáspora El acuerdo de Hebrón, por ejemplo, legalizaba y normalizaba los asenta­mientos judíos ilegales en Hebrón y en los alrededores. A cuatrocientos judíos de Hebrón se les permitió quedarse y administrar el área habitada por 40.000 palestinos, designada por esos acuerdos como H-2 «|Israel| conservará todos los poderes y responsabilidades de la seguridad interna y el orden público en el área H-2 (y] seguirá a cargo de la responsabilidad por la segundad general de los israelíes» (Sección 2b). Durante la India­da reciente, los 40.000 residentes de la antigua ciudad de Hebrón fueron sometidos a semanas, a veces a meses, de toques de queda, mientras que los 400 colonos no debieron sufrir tales restricciones. Todo ello se debió al acuerdo hecho por Arafat. Mientras las convenciones de Ginebra pro­híben los castigos colectivos, los Acuerdos de Oslo II facilitaron las cosas para Israel.

Ademas de esas restricciones, se le requirió a la Autoridad Palestina (AP) que mantuviera la ley y el orden y le brindara seguridad a Israel.

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Cuanto más intensificaba Israel su actividad colonizadora y sus prácti­cas de ocupación, más los palestinos le retiraban su apoyo a Arafat y a la AR y se lo daban a los partidos de la oposición (erróneamente rotulados «repudiadores»). Los palestinos que se beneficiaron de los Acuerdos de Oslo incluían a Arafat y a los miles de sus asociados y activistas, a los que se les permitió regresar a los Territorios Ocupados. Obtuvieron empleos lucrativos y puestos de autoridad, lo que causó mayor tensión, l’or su­puesto, hubo ventajas para otros segmentos de la sociedad: más ayuda (en especial de la Unión Europea), mejora de la infraestructura, orgullo y esperanza de un futuro mejor, y el mejoramiento de un conflicto en­tre gente harta de la violencia continuada. Los cambios cosméticos fue­ron visibles en todas partes. En el puente Allenby, que une Jordania con la Ribera Occidental, había ahora policía palestina. Ellos solicitaban los documentos, que después pasaban a soldados israelíes ocultos detrás de espejos. Luego se reconoció como una farsa que intentaba dar la ilusión de autonomía e incluso independencia, cuando la realidad era el conti­nuado sometimiento, el control y el manejo israelí de los asuntos palesti­nos. Rajo los acuerdos económicos firmados por Arafat, la Autoridad no podía firmar ni comprometerse en actividad económica independiente alguna con un tercer país. Israel conservaba el control de las exportacio­nes e importaciones en las áreas palestinas. Los acuerdos hicieron posi­ble e incluso legal que Israel dividiera a los Territorios en cantones, con movimiento limitado, permitido sólo a discreción de Israel. Esas unida­des debían tener cada una una economía separada y altamente depen­diente, principalmente basada en las donaciones de Occidente.

La denominada Autoridad Palestina no tenía ningún poder o auto­ridad sobre la política económica, la política exterior, los recursos natu­rales o incluso el ingreso y el egreso en los Territorios separados. Sólo debía administrar a una población nativa inquieta y descontenta en esos enclaves separados, e impedirle que atacara a los colonizadores. Pero si­guió cambiando el paisaje político y empezaron a surgir nuevos lideraz­gos palestinos, en competencia por un liderazgo post Oslo. El dirigente del Fatah, Marwan Barghouti, surgió como líder del levantamiento. Su pariente lejano, el doctor Mustapha Barghouti, surgió como un líder de la resistencia y la desobediencia civil no violentas. Los jefes de seguridad Jabroul y Dahlan, en la Ribera Occidental y en Gaza, respectivamente, estaban siguiendo los pasos de Arafat. Hamas y la Jihad Islámica, como organizaciones políticas, debieron pasar a la clandestinidad tras ser se­ñaladas como «organizaciones terroristas», pero siguieron ganando apo-

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yo entre los palestinos cada vez más oprimidos y con menos derechos. El dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina se retiró y las elecciones resultaron un tranquilo cambio de conducción por medios democráticos. Sin embargo, las fuerzas israelíes asesinaron en Ramallah a ese dirigente, y el FPLP eligió a un nuevo líder, que luego fue arresta­do por las fuerzas de Arafat. El Frente Democrático para la Liberación de Palestina y otros grupos continúan su lucha.

Después de Oslo, la administración de Bill Clinton procedió a reti­rarles su apoyo a importantes y pertinentes resoluciones de la ONU y al derecho internacional. Eso se inició con la decisiva resolución 194 de 1948, ideada por Estados Unidos y reafirmada cada año con el apoyo es­tadounidense. El 8 de diciembre de 1993, al abstenerse de votar, la ad­ministración estadounidense «explicó» que los acuerdos entre Israel y la OLP de setiembre de 1993 habían tornado «obsoletas y anacrónicas» to­das las resoluciones previas. La secretaria de Estado, Madeleine Albright, resumió la posición de su gobierno sobre los refugiados en una carta a los miembros de la Asamblea General, fechada el 8 de agosto de 1994: «Creemos que debería abandonarse el lenguaje de esa resolución, que se refiere a cuestiones de «status final ... Ellas incluyen a los refugiados».

El 7 de marzo de 1997, Estados Unidos vetó un proyecto de resolu­ción del Consejo de Seguridad sobre jerusalén, presentado por los cua­tro miembros europeos del Consejo. La resolución solicitaba que Israel abandonara la inminente construcción de un nuevo asentamiento en Ja- bal Abu Ghneim, al sud de Jerusalén oriental. El 21 de marzo de 1997, Estados Unidos nuevamente vetó una resolución del Consejo de Seguri­dad que solicitaba que Israel detuviera la construcción en Jabal Abu Gh­neim. El 24-25 de abril, la Asamblea General de la ONU, en reacción a los dos vetos estadounidenses, convino una Sesión Especial de Emergencia (SEE), por primera vez en 15 años, para considerar «las acciones israelíes ilegales en Jerusalén oriental ocupada y en el resto del Territorio Ocupa­do de Palestina». Adoptó por abrumadora mayoría la resolución SE (Se­sión de Emergencia) 10/2, condenando la construcción israelí en Jabal Abu Ghneim y exigiendo el cese de todas las acciones israelíes ilegales. Israel ignoró la resolución con el apoyo de Estados Unidos.

Albright a menudo se refería a los crímenes de guerra israelíes como simples actos que «no ayudan» o que «los palestinos consideran objeta­bles». En uno de sus muchos pronunciamientos, declaró que se inducía a Israel a abstenerse de hacer «lo que los palestinos ven como la provoca­tiva expansión de asentamientos, confiscación de la tierra, demoliciones

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de casas y confiscación de documentos de identidad».13 [.os palestinos no ven esas acciones como provocativas. Son ilegales, de acuerdo con el derecho internacional y las leyes básicas de los derechos humanos, y constituyen crímenes de guerra. Bajo Clinton/Albright, Estados Unidos abandonó el derecho internacional, la Cuarta Convención de Ginebra, y se puso del lado de Israel como ocupante y agresor. Por ello resultó iróni­co que una administración que fue la más inclinada hacia el sionismo en la historia de Estados Unidos, se presentara al mundo como un «media­dor honesto» para los acuerdos de paz finales entre Israel y los palestinos en Camp David. La presión que ejercieron tanto Clinton como Barak pa­ra llevar a Arafat a Camp David y obligarlo a un acuerdo que liquidara la libre determinación, el derecho internacional y los derechos humanos (incluidos los derechos de los refugiados) está bien documentada, a pe­sar de la abundante propaganda en los medios acerca de «la generosa oferta de Barak». La protección y el apoyo de la administración Clinton permitieron que Israel se dedicara a su actividad colonizadora más am­biciosa en las áreas ocupadas (1993-2000).

Contrariamente a los informes de los medios, y envalentonado por el apoyo estadounidense, Barak no agregó nada a lo que Israel había pro­puesto desde mediados de la década de 1970 (centrado en el interés per­cibido de Israel de relevar a las fuerzas israelíes de cumplir tareas policia­les con relación a los palestinos, mientras conservaba el gobierno). Barak nunca aceptó ceder los bloques de asentamientos que, combinados con las rutas de desvío entre ellos, dejarían sólo el 60% del área de la Ribera Occidental y de Gaza (o alrededor del 13% del total de la tierra de Pa­lestina) para devolver a los palestinos. Esa tierra, por otra parte, tendría la forma de cantones palestinos, separados entre sí, y con el movimien­to controlado por Israel. Barak fue intransigente respecto de Jerusalén. lerusalén occidental fue ocupada ilegalmente por Israel en 1948 y los pa­lestinos propietarios de tierras fueron expulsados, y Jerusalén oriental fue ocupada también ilegalmente en 1967. La resolución 242 del Conse­jo de Seguridad de la ONU reafirmó la ilegalidad de retener el territorio ocupado por la fuerza. Un marco de referencia aun anterior es la reso­lución 181 de la Asamblea General de la ONU, que disponía la partición de Palestina, con Jerusalén bajo un gobierno internacional. Israel come­tió y sigue cometiendo actos abiertamente ilegales, que incluyen revocar derechos de residencia, demoler hogares, impedir el retorno de los refu- 33

33 New York lim es, October 15, 1997.

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giados, construir barricadas en la ciudades en las zonas próximas a áreas palestinas, y otras acciones que se describen como intentos de «judaizar» la ciudad. Finalmente Barak, Beilin y otros arquitectos del enfoque Oslo, negaron toda responsabilidad israelí por el problema de los palestinos refugiados y sólo aceptaron «reunificaciones familiares» simbólicas sin límites de tiempo.

El presidente Jimmy Cárter escribió que «una razón subyacente del fracaso de años de diplomacia estadounidense y de la persistencia de la violencia en el Medio Oriente es que algunos líderes israelíes siguen «creando hechos» al construir asentamientos en los Territorios Ocupa­dos». ' 1 Lo que no mencionó es que pueden hacerlo precisamente por la ayuda y la complicidad estadounidense debidas a la influencia de un in­terés especial. El almirante Thomas Moorer, del Estado Mayor Conjunto, ha escrito:

«Nunca he visto a un presidente -no me importa quién sea- que se enfrente a ellos [los israelíes). Perturba la mente. Ellos siempre con­siguen lo que quieren. Los israelíes siempre saben lo que está suce­diendo. Llegué al punto en que no anotaba nada. Si el pueblo esta­dounidense entendiera qué dominio tiene esa gente sobre nuestro gobierno, se levantaría en armas. Nuestros ciudadanos no tienen idea alguna de lo que sucede». (Washington Report 12/1999, p. 124, citando la obra de Andrew Hurley, O ne N a tio n u n d e r Israel].

En una veta similar escribió el senador William Fullhright:

«Por muchos años he pensado que la situación en el Medio Orien­te era casi irremediable. El problema fundamental para nosotros es que hemos perdido nuestra libertad de acción en el Medio Orien­te, y estamos comprometidos con políticas que no promueven ni nuestro propio interés nacional ni la causa de la paz. AIPAC |Ame rican-Israeli Public Affairs Committee] y sus organizaciones aliadas poseen un efectivo control del proceso electoral. Pueden elegir o derrotar casi a cualquier congresal o senador que deseen, con su dinero y su organización coordinada».35

Con la excepción de varios miembros que votaron según su concien­cia, los políticos estadounidenses parecen marchar según un ritmo dife­rente respecto del resto del mundo. Sería un error atribuir todo esto al

Jimmy Cárter, «1 or Israel, Land of Peace», Washington Post, November 26, 2000, p. B6.J. William fullhright, The Price o f Empire (London, Pantheon Books, 1989), p. 18.1.

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grupo de presión israelí. Hse grupo es influyente, pero la política de lista­dos Unidos también es dictada por un pequeño grupo de elites que ma­nejan las industrias del petróleo y las armas. Su interés es, simplemente, «manejar» el Medio Oriente y mantener el statu quo. Esa política tolera conflictos de bajo nivel y a veces los alienta (como en el caso de la guerra Iran-lrak, donde esos intereses elitistas apoyaron a ambos lados) o inclu­so los inicia (como en la reciente invasión de Irak). Pero como suele suce­der, el manejo de las potencias imperiales falla a largo plazo. A menudo las superpotencias se exceden en sus acciones, con la consecuencia de que los conflictos se amplían más de cuanto se esperaba y en un impac­to directo sobre su propia población. En Estados Unidos existe ahora un movimiento de base contra la hegemonía de las corporaciones multina­cionales. El movimiento crece con rapidez y va cambiando lentamente la dinámica de la estructura de poder. Eas repercusiones de episodios re­cientes, tales como la debacle de Enron, los ataques del 11 de setiembre, el ataque ilegal a Irak, entre otros, habrán de llegar.

¿El poder crea el derecho?

Israel, tanto bajo el liderazgo laborista como bajo el likudista, siguió el tradicional programa sionista que pensaba sólo en términos de podei militar y una estrategia de suma cero basada en la noción de que Israel debe tomar tierra y conservarla para seguir siendo «ganador». Los asen­tamientos y la confiscación de tierra se expandieron desenfrenadamente bajo ambos partidos y la paz se consideró indeseable. Ben-Gurion regis­tró en su diario de guerra que Abba Eban, embajador de Israel ante la ONU, «no ve ninguna necesidad de correr detrás de la paz. El armisticio es suficiente para nosotros; si corremos detrás de la paz, los árabes nos demandarán un precio: fronteras les decir, en términos de territorio] o refugiados [es decir, repatriación] o ambas cosas. Esperemos unos pocos años».36

Según los líderes israelíes, incluido Ben-Gurion, la paz significaría fi­jar fronteras para Israel, y el retorno de los palestinos refugiados a sus

'1BHcnny Morris, The Birth o fth e Palestinian Refugee Problem, 1947-1949 (Cambridge, Cam­bridge Universily Press, 191)9), p. 22, que se refiere a citas en Avi Shlaim, Collusion across tlie Jordán: KingAbdullah, tile Zionist Movement, and the Partilion o f Pales tiñe (New York, Co- lumbia University Press, 1988), p. 469, y citando a David Ben-Gurion, Yoman H am ilhaina- Tashah |KI diario de la guerra, 1948-9], comp. por Gershon Rivlin y Klhannan Orren (Tel Aviv, no publicado, 1982), iii, p. 993.

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hogares y tierras robados. Devolver los derechos palestinos usurpados significaría el fin del «sueño sionista». Esa fue la razón subyacente en el fracaso de todas las iniciativas de paz. Los sionistas emplearon tácticas dilatorias para poder expandir sus fronteras territoriales, por una parte, y evitar todo retorno de los refugiados, por la otra. Así, los palestinos na­tivos, tanto refugiados como dispersos, fueron ignorados en el mejor de los casos y considerados un fastidio en el peor de los casos. «Manejarlos» era análogo a manejar otros desafíos inherentes a la construcción de un Estado judío (obtener armas, incrementar la inmigración judía, etc.).

A veces, el daño para los palestinos fue mayor bajo el liderazgo labo­rista que bajo el likudista, debido al estilo más «diplomático» y menos dispuesto a confrontar de los laboristas. Parte de las razones para ello es que la agenda sionista original de Israel se basaba en la fuerza. Algunos israelíes en realidad se enorgullecen de ser más grandes y más fuertes en su poder militar que cualquier Estado europeo de la O IAN.37 Las fuer­zas israelíes están estacionadas ahora en Turquía y han demostrado su alcance a cientos de millas fuera de sus bases. Combinadas con los sub­marinos y el poder nuclear, Israel es ahora verdaderamente una formi­dable potencia mundial. Sin embargo, esa potencia es aún susceptible a una amenaza básica: las demandas de los palestinos nativos, basadas en el derecho natural e internacional. La mayoría de los líderes israelíes son militares y muchos primeros ministros fueron ex generales. Su con­cepto de la paz es una paz lograda mediante el «manejo» del problema palestino. En ocasiones se aceptaba la flexibilidad en la política en tan­to no afectara el bien articulado programa general sionista, y con el en­tendimiento pleno de que sólo el poder y el asentamiento continuado y la expansión pueden mantener la esquiva «seguridad» de Israel. En es­te contexto, la resistencia palestina sólo requirió lácticas de manejo más fuertes. Las pocas voces del gobierno israelí que proponían la paz, fue- ion así esencialmente ignoradas. Se le hizo creer erróneamente al públi­co israelí que la seguridad podía lograrse sin justicia o igualdad para los palestinos.

La mejor conducción palestina fue diezmada por los británicos en 1936-39. Desde entonces, y hasta la creación de la OLE los países ára­bes (Jordania, Egipto, Siria) asumieron la tarea de representar a los pa­lestinos. Hasta Oslo, Arafat y la OLE representaron las aspiraciones de libertad y paz del pueblo palestino en su conjunto. La OLE intentó con

Yitzhak ben Israel, l lo a r e tz, April 16, 2002, en hebreo.

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éxito variado mantener la independencia y la representación (mediante el Consejo Nacional Palestino). Después de Oslo, quedaron relegados a la función de subcontratistas de la ocupación, para mantener la seguri­dad israelí en las áreas ocupadas. Eso se hizo con mucha eficiencia, en especial en los tres primeros años (1993-96). En esos años, algunos vie­ron un desarrollo significativo de la infraestructura civil en las áreas bajo el control palestino, cierta declinación en el desempleo, y una mejora en el nivel de vida. Pero eso sólo afectó a aquellos que no estaban en la mayoría de las tierras ocupadas en 1967. En esas áreas, (principalmente el área C y en Jerusalén oriental, que en conjunto forman el 60% de la Ribera Occidental), se intensificaron la actividad colonialista, las demo­liciones de casas, la ocupación, el desposeimiento y otras violaciones de la Cuarta Convención de Ginebra. Además, por primera vez desde 1967, se quebró la integridad territorial de la Ribera Occidental. Israel solía ha­cer bloqueos de ruta que la gente podía eludir haciendo un giro para ir de una parte a otra de la Ribera Occidental e incluso a Jerusalén. Eso no volvería a ser así después de Oslo. Israel instituyó inmediatamente medi­das de cierre, de rodeo, y rutas de desvío para los colonos judíos que cir­cundaban los pueblos palestinos. Los palestinos extremistas, hartos de esa situación, cometieron actos terroristas dentro de Israel en 1996. Las fuerzas de seguridad tanto de Israel como de Arafat dejaron de ocuparse de la violencia, cuyas raíces se mantuvieron: la ocupación continuada y el desposeimiento de los palestinos. Arafat se vio reducido a manejar una crisis tras otra. Por ejemplo, el mal manejo del dinero y los recursos por parte de personas que lo rodeaban tuvo como consecuencia una impor­tante rebelión. Arafat siguió abocado al problema adoptando diversos métodos por los que era bien conocido, que iban de los cambios meno­res en la estrategia a cooptar a personas ofreciéndoles puestos dentro de su organización.

Desde 1974, Arafat y el círculo íntimo que lo rodeaba creyeron que el único medio contra la abrumadora potencia militar israelí era el apo­yo diplomático internacional para la causa palestina. Desde la década de 1970, la comunidad internacional fuera de Israel ha expresado un apo­yo notable para la causa palestina, con una significativa excepción, la de Estados Unidos. El mayor fracaso de Arafat fue no poder cambiar la polí­tica exterior estadounidense, obstáculo principal para la paz en el Medio Oriente. Ese fracaso se hizo más profundo en las negociaciones de Camp David, en julio de 2000.

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Bajo la influencia israelí, el presidente estadounidense Clinton, con­voco a las reuniones de Camp David, en julio de 2000, para poner fin de una vez y para siempre al conflicto. Esos fueron momentos definitorios para Arafat. Ahí se esperaba que firmara otro acuerdo más, semejante a los que había suscripto durante siete años y que consolidaban y reforza­ban el apartheid y la ocupación. En esa instancia, se agregaba el deseado acuerdo del «fin del conflicto», que pondría fin a todo reclamo futuro por los derechos palestinos. Eso incluía de una vez por todas anular el derecho internacional, la Cuarta Convención de Ginebra, cláusulas per­tinentes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y hasta los propios acuerdos firmados por Israel.

Akram Hanieh, un asesor de Arafat en las conversaciones de Camp David, redactó un informe que reveló lo que sucedió realmente. Arafat se mostraba renuente a ir porque pensaba que las partes interesadas, en especial los israelíes, no estaban preparadas para los acuerdos finales. Le preocupaba lo que podía traer el fracaso. Clinton insistió y prometió que no se atribuirían culpas en caso de fracasar las conversaciones. Ara- lat acudió y, según Hanieh, pronto se hizo obvio que Clinton sólo estaba interesado en avanzar la posición israelí en todas las cuestiones.38 El re­sultado fue el fracaso de la cumbre y la incrementada creencia en Israel de que la única solución viable para el problema palestino era la militar.

Ariel Sharon, un criminal de guerra según todas las definiciones, lo­gró encender la Indiada y obtuvo el puesto de primer ministro. Su pro­mesa electoral de seguridad y paz no se cumplió. Arafat siguió negocian­do en Taba y más allá. La «Autoridad Palestina» estaba siendo acorralada y luego desbandada por completo ante sus propios ojos. Ahí se vio una notable transformación de Arafat, de luchador por la libertad y líder re­volucionario a líder débil y subordinado que confiaba en Estados Unidos y en Israel. En esas condiciones, la paz se volvió más esquiva que nunca.

Según el informe anual del Servicio de Investigación del Congreso sobre las ventas de armas convencionales, Estados Unidos envió 26.400 millones de dólares en armas al Medio Oriente en 1997-2000, o poco más del 62 % de todos los envíos de dólares estadounidenses a los paí­ses en desarrollo. Los compradores más importantes fueron Arabia Sau- dí (16.200 millones de dólares), Israel (3.900 millones de dólares), Egip­to (3.600 millones de dólares) y Kuwait (1.500 millones de dólares). To­

Akram Hanieh, Jo u rn a l o f P alestin e Síudies, Vol. 30, N» 2 (2001); Robert Mailev v Hus- sein Agha, «Camp David: A Tragedy of Errors», New York Review o f B ooks, June 13. 2002, http: / / www.nybooks.com/articles /14300.

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dos estos son regímenes represivos, con registros bien documentados de violaciones de los derechos humanos. Estados Unidos sigue adhiriendo a su estrategia de mantener la ventaja cualitativa de Israel sobre toda po­sible combinación de fuerzas en la región. Mientras países como Arabia Saudí gastan miles de millones en armas estadounidenses, Israel reci­be amplios fondos y subsidios estadounidenses. También son importan­tes las señales que envía Washington con su apoyo. Tres días después de que Mohammad Al-Durra fuera asesinado por fuerzas israelíes cerca del asentamiento ilegal de Netzarim, Estados Unidos hizo arreglos para pro­veer a Israel de 50 helicópteros Apache de última generación. En el pico del ataque israelí a áreas palestinas, el 20 de junio de 2001, el ministro de Defensa israelí, Binyamin Ben-Eliezer, hizo un acuerdo con Lockheed Martin para comprar más de 50 jets de combate F-161, un acuerdo por un monto estimado en más de 2 mil millones de dólares. Eso sigue al pedido inicial israelí de 50 aviones de propulsión, en 1999, que costa­ron aproximadamente 2.500 millones de dólares. Todos esos tratos son financiados mediante la ayuda militar estadounidense a Israel, de casi2.000 millones de dólares anuales. Las entregas de los nuevos aviones comenzará en 2006 y concluirá en 2009.

Va más ayuda estadounidense a Israel que a cualquier otro país. En total, Estados Unidos le da a Israel más del 30 % del total del presupues­to de la ayuda exterior, aunque Israel sólo tiene el 0.1 % de la población mundial. Cada año, Estados Unidos da 2.000 millones de dólares en ayu­da militar directa y 840 millones en ayuda económica directa, más de1.000 millones en ayuda indirecta (contratos y envíos de armas gratui­tos) y de 1.000 a 2.000 millones de dólares en otro apoyo libre de impues­tos. Estados Unidos no provee esta ayuda en cuotas, como es el caso con otros países, sino en una sola suma al comienzo de cada año. Así, Estados Unidos debe pedir prestado el dinero que le da a Israel y pagar interés por él. Las pérdidas por intereses se estiman en más de 50.000 millones. En total, esa ayuda les ha costado a los contribuyentes más de 140.000 millo­nes en las tres últimas décadas, lo que equivale a más de 30.000 dólares por cada israelí. Esa ayuda sería suficiente para proveer de agua potable limpia a 1.200 millones de personas que no tienen acceso a una provisión de agua segura.39

WEIIAB Working Group, A b'ram ew ork f o r Action on W ater a n d S an itation , Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sustentadle, Johannesburgo, 2002 (New York, United Nations, August, 2002 ).

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La ayuda estadounidense literalmente paga la ocupación de la Ribe­ra Occidental, de la Franja de Gaza y de lerusalén oriental y es la clave de la continuada beligerancia de Israel y su desafío a los derechos huma­nos y al derecho internacional. La ley estadounidense prohíbe ostensi­blemente al presidente proveer ayuda militar a todo país «que se dedi­que de manera consistente a violaciones groseras de derechos humanos internacionalmente reconocidos».40 Según lo determina anualmente el Departamento de Estado, Israel ha cometido y sigue cometiendo tales acciones. Pero las violaciones de esa ley y otros problemas con esa ayuda rara vez son cuestionados en Washington. La ayuda comenzó inmediata­mente después de que Israel atacara a la nave estadounidense Liberty en aguas internacionales en 1967, matando a 34 militares estadounidenses. Se cree que ese ataque fue para impedir que Estados Unidos descubriera lo que estaba haciendo Israel en el Sinaí (incluida la ejecución de pri­sioneros de guerra como luego se admitió). Todos los militares restantes rechazaron y siguen rechazando el posterior encubrimiento de la Mari­na. No tiene precedentes que tal ataque a una nave estadounidense no generara una investigación del Congreso.41 El History Channel puso un informe al aire el 9 de agosto de 2001, 35 años después del ataque, y tras significativas «demoras» no explicadas.

Más recientemente, el gobierno estadounidense ha presionado mu­cho por un «Mapa de Ruta» a la paz, que requiere el establecimiento de un Estado palestino. En las 2.221 palabras de ese mapa de ruta, faltan unas pocas palabras clave. De estas, las omisiones más significativas son «derechos humanos» y «derecho internacional». Aun entonces, Washing­ton le aseguró privadamente al gobierno israelí que las 14 «reservas» is­raelíes sobre el Mapa de Ruta serían tenidas en cuenta cuando se pu­siera en práctica el plan. Un documento enviado por estadounidenses sionistas al primer ministro Netanyahu en 1996 se tituló «A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm [Una clara oportunidad: una nue­va estrategia para asegurar el reinol».42 El reino es el israelí en el Medio Oriente. Ellos solicitaban un cambio de régimen en Irak liderado por Es­tados Unidos, seguido por acciones dirigidas a Irán y Siria, y hablaron de «alianzas» con Turquía e India. Presidido por Richard Perle, principal

40 US Congressional Record 22 U.S.C. _ 2304(a).41 James M. Ennes, Jr., Assaull on the Liberty: The Trae Story o f the Israeli Attack on an

American Intelligence Ship, nueva edición (New York, Ivy Books, 1987]. Véase también http://ussliberty.com.El documento puede encontrarse en http://www.israeleconomy.org/stratI .htm.

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arquitecto de la más reciente guerra estadounidense a Irak, el grupo in­cluía a lames Colbert (del Instituto Judío para Asuntos de Seguridad Na­cional), Paul Wolfowitz (ahora subsecretario de Defensa), David Wurm- ser y William Kristol. Otro proyecto de esos «neoconservadores» que son tan poderosos en Washington es el denominado «Proyecto para un nue­vo siglo americano».43 Denominadores comunes caracterizan a esos y a planes semejantes: todos están escritos por ideólogos neoconservadores que han trabajado o aún trabajan para intereses israelíes y/o corporati­vos, todos son anteriores al 11 de setiembre de 2001, y todos piden una remodelación del Medio Oriente para ampliar la seguridad de Israel, afir­mando intereses alineados estadounidenses e israelíes.

En cada ocasión, Estados Unidos, con la fuerte influencia de aquellos que tienen vínculos con Israel, trató de ignorar los sentimientos públicos y de cultivar y alentar a los regímenes dictatoriales. Sin embargo, eso ha sido un fracaso total, como se evidenció en la guerra del Golfo, el inten­to de proteger a Israel en cada caso, y la masiva resistencia generada en el mundo árabe y musulmán. Los países árabes que están gobernados por dictadores apoyados por Estados Unidos, no pueden durar indefini­damente. El no resuelto conflicto israelí-palestino es el talón de Aquiles de la política estadounidense en el Medio Oriente. El modelo del derro­camiento del régimen del sha en Irán, apoyado por Estados Unidos, es una buena lección para los pueblos locales y para Estados Unidos. Final­mente, es importante recordar que después de las presiones económicas de base en la Sudáfrica del apartheid, el gobierno estadounidense fue uno de los últimos en darse cuenta de la bancarrota de su apoyo para el régimen de apartheid. Es hora de una revolución semejante en el pensa­miento.

Lecturas recomendadas

1. Nasser Aruri, Dishonest Broker: The Role o fth e United States in Pa- lestine and Israel. Cambridge, Mass.: South End Press, 2003. [El m e­diador deshonesto. El rol de EE.UU. en Israel y Palestina. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2006).

2. Gary M. Burge, Whose Land? Whose Promise? What Christians Are Not Being Told about Israel and the Palestinians (Cleveland, Ohio: Pilgrim Press, 2003).

4 ! Véase http://www.newamericancentury.org.

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3. Noam Ohomsky, Muidle East lllusions [Lanham, Md.: Rowman & Littlefield, 2003). (Ilusiones de Oliente Medir,. Editorial Popular. Ma­drid. 2004).

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Capítulo 12

El contexto internacional y el derecho internacional

Nosotros, el pueblo de las Naciones Unidas, decidimos salvar a las generaciones futuras del azote de la guerra, que dos veces en el cur­so de nuestra vida le ha causado indecible dolor a la humanidad, y reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dig­nidad y el valor de la persona humana, en los derechos iguales de hombres y mujeres, y de las naciones grandes y pequeñas, y esta­blecer las condiciones en las que puedan mantenerse la justicia y el respeto por las obligaciones surgidas de los tratados y otras fuentes del derecho internacional, y promover el progreso social y mejores niveles de vida en una libertad mayor.

Carta de las Naciones Unidas, Artículo 1

Una solución para los respectivos reclamos y aspiraciones de diferentes pueblos en la tierra de Canaán puede tener dos escenarios posibles. Uno puede discutir soluciones basadas en el poder y la política, en cuyo caso la parte más fuerte prevalecerá sobre la más débil. Esta no es una receta para la estabilidad a largo plazo, en especial porque las potencias políti­cas y militares pueden cambiar y a veces lo hacen. De manera alternati­va, se puede aplicar un conjunto de leyes justas y uniformes a todas las naciones y los pueblos. Los escépticos pueden argumentar que la apli­cación de tal conjunto de leyes es defectuosa, porque las superpotencias aun pueden dominar los organismos internacionales. Un ejemplo de ello sería la presión ejercida por Gran Bretaña, y ahora Estados Unidos, para promover la agenda sionista (véase capítulo 11). Sin embargo, en algún punto el derecho internacional debe empezar a servar a sus altos ideales, contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Carta de las Naciones Unidas. Las lecciones derivadas de sus fracasos se deberían aprender para mejorar el sistema, no para abandonarlo.

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Fracasos internacionales anteriores

l-.l memorando de entendimiento británico Iraníes, conocido romo el acuerdo Sykes Picol de I9|l>. dividía la península arábiga v la región me- diirt ranea oriental entre Francia y Gran Bretaña, mientras Gran Bretaña Ies hacía promesas a los árabes y al movimiento sionista. I.os acuerdos y las promesas eran incompatibles. Esas cuestiones debieron solucionarse luego mediante un organismo internacional en condiciones de conciliar, o al menos disimular, los errores británicos. Se intentó tal solución para Palestina por medio de la Liga de las Naciones. La Liga estaba dominada por las potencias victoriosas de la primera guerra mundial. El Pacto de la Liga de las Naciones expresaba en el artículo 22:

«A esas colonias y territorios que como consecuencia de la última guerra han dejado de estar bajo la soberanía de los Estados que anteriormente los gobernaban, y que están habitados por pueblos que aun no pueden sostenerse por m mismos en las difíciles con diciones del mundo moderno, se les debería aplicar el principio de que el luenestai y el desarrollo de tales pueblos forma un deber sa­grado de la civilización, y que las seguridades para el desarrollo de ese deber deberían contenerse en este Pacto.

El mejor método para darle efecto práctico a este principio es que la miela de tales pueblos sea confiada a naciones avanzadas, que en razón de sus recursos, su experiencia o su posición geográfica pue dan sobrellevar me|oi esa responsabilidad, y que esleír dispuesias a uccptai la. y que esa miela sea e|erciila por ellas t omo m.inducirías en nombre de la Liga».

El lenguaje colonial residía obvio hoy, peto al menos en ese dócil menlo se reconoce el derecho de los liahiianfes nativos a peí manecet en sus tierras. I.o singular en cuamo al Mandato para Palestina era que acia raba que esa «tutela» implicaba el compromiso de gobio n.ri el país con el fin de crear un hogar nacional judío en Palestina. Eso concotdaba con el deseo británico, expresado en la Declaración Balfour. Mientras se insis tía en que eso no afectaría los «derechos., tic los nativos, ninguno de los arreglos propuestos para la «cuestión palestina» debía emprenderse en consulta con los palestinos. Aquí tenemos las principales cláusulas del Mandato para Palestina de la Liga (24 de julio de 1922):

«Por cuanto las principales potencias aliadas han convenido, con el objeto de darles efecto a las disposiciones del Artículo 22 del Pacto de la

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Liga de las Naciones, confiarle a un mandatario elegido por dichas po­tencias la administración del territorio de Palestina, que anteriormente pertenecía al imperio turco, dentro de tales limites como pueden ser fi­jados por ellas; y

Por cuanto las principales potencias aliadas también han conveni­do que el mandatario sea responsable de poner en efecto la declaración hecha originalmente el 2 de noviembre de 1917, por el gobierno de su majestad británica, y adoptada por dichas potencias, en favor del esta­blecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, en­tendiéndose claramente que no se debe hacer nada que pueda perju­dicar los derechos civiles y religiosos de las existentes comunidades no judías de Palestina, o los derechos y la condición política de que gozan los judíos en cualquier otro país; y

Por cuanto de esa manera se ha reconocido la conexión histórica del pueblo judío con Palestina, y las razones para reconstruir su hogar na­cional en ese país; y

Por cuanto las principales potencias aliadas han elegido a su Majes­tad británica como la mandataria para Palestina; y confirmando dicho Mandato, define sus términos de la manera siguiente:

Artículo 1

Hl mandatario tendrá plenos poderes de legislación y de administra­ción, salvo sus limitaciones según los términos de este Mandato.

Artículo 2

El mandatario será responsable de poner al país en tales condiciones políticas, administrativas y económicas que aseguren el establecimiento del hogar nacional judío, como se fijan en el preámbulo, y la creación de instituciones autónomas, y también la salvaguarda de los derechos civi­les y religiosos de todos los habitantes de Palestina, con independencia de la raza y la religión.

Artículo 3

En la medida en que las circunstancias lo permitan, el mandatario deberá fomentar la autonomía local.

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Artículo 4

Una apropiada institución judía será reconocida como un organismo publico, con el Im de asesorar y cooperar con la administración de Pales­tina en tales asumos económicos, sociales y otros que puedan afectar el establecjmient > de! hogai nacional judío y los intereses de la población judía en Palestina, y sujeta siempre al control de la administración, para ayudar y tomar parte en el desarrollo del país.

La Organización sionista, en tanto su organización y constitución sean apropiadas en la opinión del mandatario, será reconocida como tal ins- litución. Tomara medidas en consulta con el gobierno de su Majestad británica para asegurar la cooperación de todos los judíos que estén dis­puestos a ayudar en el establecimiento del hogar nacional judío

Artículo 6

La Administración de Palestina, mientras asegura que los derechos y la posición (Iconos set roí es de la población no se rean /ici indicados. t.iciliia- ra la inmigración judia en condiciones adecuadas y, en cooperación con la institución judia a la que se hace referencia en el Artículo 4, alentará la radicación de los judíos en la tierra, incluidas tierras estatales y tierras baldías no requeridas para fines públicos [bastardillas agregadas].

Artículo 7

La Administración de Palestina será responsable de poner en vigen­cia una ley de nacionalidad. En esa ley se deben incluir disposiciones formuladas de modo que se facilite la adquisición de la ciudadanía pa­lestina por parte de los judíos que fijen su residencia permanente en Pa­lestina.

Artículo 11

La Administración de Palestina deberá tomar todas las medidas ne­cesarias para salvaguardar los intereses de la comunidad respecto del de­sarrollo del país y, sujeto a toda obligación internacional aceptada por el mandatario, tendrá pleno poder para proveer a la propiedad pública o el control de cualquiera de los recursos naturales del país o de las obras públicas, las asistencias y servicios públicos establecidos o a establecer Introducirá un sistema de tierra apropiado a las necesidades del país.

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habiendo atendido, entre otras cosas, la deseabilidad de promover la ra­dicación estrecha y el cultivo intensivo de la tierra.

La Administración puede arreglar con la institución judia menciona da en el Artículo 4 para construir u operar, en términos justos y equítai i- vos. obras y servicios públicos, y desarrollar cualesquiera de los recursos naturales del país, en la medida en que esos asuntos no sean empren­didos directamente por la Administración. Esos arreglos deben proveer que ninguna ganancia distribuida por tal institución, directa o indirecta­mente, exceda una tasa de interés razonable sobre el capital, y toda oirá ganancia será utilizada por ella para el beneficio del país de una manera aprobada por la Administración».

Nótese el pensamiento colonial, en el sentido de que la población nativa no es más que pasiva recipiente de la sabiduría y el control que llegan de afuera. Sin embargo, y de manera ostensible, la Administración es reponsable de «asegurar que los derechos y la posición de otros sec­tores de la población no se vean perjudicados». Lamentablemente, eso no sucedió, como vimos en el análisis del nombramiento en 1922 de sir Herbert Samuel, un sionista, para supervisar el Mandato.

El concepto de respetar los derechos de los habitantes existía mucho antes del siglo XX. Los acuerdos entre Estados Unidos y Rusia para la ad­quisición de Aiaska, entre Estados Unidos y España para la adquisición de Florida, y muchos otros acuerdos, hacían claro que se debía proteger la propiedad de la tierra y otros derechos de los habitantes nativos.1

Una partición ilegal

Después de la segunda guerra mundial, los pueblos y las naciones tra­taron de crear un sistema mejor que rigiera las relaciones internaciona­les basado en las lecciones aprendidas de los errores y los horrores de la guerra La creación de las Naciones Unidas fue un momento de es­peranza colectiva. La Carta de la ONU se vio reforzada con un numero de acuerdos, incluida la Declaración Universal de los Derechos Huma­nos (véase Prueba 3 en la página 158) y la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 Si bien la ONU no fue inmune en cuanto a cometer algunos de los errores de la Liga de las Naciones respecto de Palestina, su Carta y sus tratados fueron intentos de solución, a pesar de las presiones de las

1 lulin (Jin^li'v, ~ I he Kulv ni I ,iw in .1 l’.ik-Minian Krarli Accomodation», Case Western Reserve Jou rn a l o f In tern ation a l Law , Vol. 31, Nos. 2-3 {Sprmg-Summer, 1999).

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mismas potencias egoístas de la época, en especial los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Como un ejemplo del proceso defectuoso, la Comisión Especial sobre Palestina de la ONU (UNSCOP) incluía a once miembros que viajaron al área en 1946, pero no incluía miembros palestinos. Los palestinos (nativos) no podían pre­sentar su caso a la Comisión, a diferencia de la bien organizada repre­sentación de los grupos y los individuos sionistas, incluido Ben-Gurion.

La Comisión visitó a representantes de los denominados Estados ára­bes en Beirut, y no quedó impresionada por el interés de ellos en Palesti­na, según los relatos en el libro de los miembros de la comisión.2 La co­misión dedicó un tiempo considerable a entrevistar a europeos judíos en campamentos de desplazados, en reuniones preparadas por la Agencia ludía, que persuadió a los miembros de la Comisión de que la abruma­dora mayoría de los judíos deseaban vivir en Palestina.3

La resolución de la ONU sobre la partición de Palestina (Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU), del 29 de noviembre de 1947, fue el resultado de una importante presión por parte de líderes sionistas, estadounidenses y otros.4 La Carta de la ONU, que se puso en vigencia el 24 de octubre de 1945, fue claramente violada por esa resolución. Entre los propósitos de la Carta de la ONU, según se delineó en el capítulo 1, artículo 1, figuraba «desarrollar relaciones amistosas entre las naciones basadas en el respeto por el principio de los derechos iguales y la libre determinación de los pueblos, y adoptar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal». Sin embargo, la resolución de la partición fue la primera instancia en la historia de la ONU en que no se le ofrecía libre determinación al pueblo de la tierra que se dividía.

Si bien fue ilegítima y contraria a la Carta de la ONU, no es correc­to afirmar que esa resolución carezca de pertinencia hoy; tampoco es correcto afirmar que los sionistas aceptaron la partición mientras los «árabes» la rechazaron. Los líderes sionistas aceptaron sólo la parte de la resolución de la ONU que solicitaha un Estado judío en el área de Palestina ya muy poblada, y rechazaron el resto, incluidas las fronteras propuestas, la internalización de Jerusalén, la unión económica y, más importante, la prohibición de remover al pueblo nativo. Israel no se es­tableció con la puesta en vigencia de esa resolución, lo que requería mo-

2 lian Pappe, T h e M a k i n g o f th e A r a b - I s r a e l i C o n jlic t 1947 -1951 (New York, I.B. Tauris, 1992).3 Ibid., p. 27.4 Ibid., pp. 41-3.

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dalidades específicas para su implementadión, sino por la fuerza de las armas y con el apoyo masivo de otras potencias coloniales.

En el proceso de establecer el Estado de Israel, se creó la más grande población de refugiados, posterior ala segunda guerramunilial. median­te un proc edimien to que hoy se de íomin; i lint] >ieza étnica. Israel fue ad­mitid a en la ONU sólo después de haber dado seguridades acerca de la puesta en práctica de las resoluciones lili y llU.

I.as resoluciones de l.i Asamblea (ietieral de la ONU violadas por Is­rael comen/.aton con estas dos resoluciones y se extendieron a más de otras 100 y a mas de 70 promulgadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. l a liesnlurion 194 de la Asamblea l¡eneral de la ONU, por ejem­plo, solicita el retorno de los palestinos refugiados y compensación para aquellos «que prefieran no retornar». Israel aún debe cumplir con esa re­solución, que ha sido reafirmada prácticamente cada año desde su for­mulación. en un lapso de 55 años. En el parágrafo 11, la resolución 194 expresa:

«.Hesuelve que a los refugiados que deseen re lo m ar a sus hogares v vivii en paz con sus vecinos se les debe perm itir hacerlo en la lecha m as pronta posible, y que se d ebe pagar co m p en sación por la ¡im ­piedad de aquellos que pretieran no retom ar, y por la perdida o el daño a la propiedad que. según los p rincip ios del derecho in tern a­cional o en equidad, deben ser com p en sad os por los gobiernos o autoridades responsables.

Instruye a la Comisión de Conciliación (Francia, Turquía y Esta­dos Unidos] para que facilite la repatriación, el reasentamiento y la rehabilitación económica y social de los refugiados, y el pago de compensación, y para que mantenga estrechas ir lar'iones c un el di rector de Ayuda para los Refugiados Palestinos de la ONU y, por su intermedio, con los órganos apropiados y las agencias de las Nació nes Unidas...

Ren Clurion consideraba un Estado judío en parte de Palestina como el primer paso hacia la satisfacción de ambiciones mayores. Su visión fue expresada en una carta a su hijo, Amos.

«Un Estado judío parcial no es el fin, sino sólo el comienzo . .Traeremos «1 Fstado a todos los judíos que sea posible traei . .. I siablec eremos una economía judía multifacética: agrícola, industrial y marítima. Organizaremos una moderna fuerza de defensa, un ejercito selec m v entonces estoy seguro de que no nos impedirán asentarnos

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miembros protegidos (los individuos bajo ocupación). Nuevamen­te, Israel viola esto de manera rutinaria.

■ Artículo 76 (Individuos detenidos): Hace ilegal tomar a personas acusadas de delitos fuera de las áreas de ocupación (v.g., ellas de­ben permanecer en su propia tierra). Se les debe dar alimento y los recursos necesarios para asegurar una salud adecuada, y de­ben recibir atención médica si es necesario. También tienen dere­cho a recibir asistencia religiosa o espiritual; a los menores se los debe tratar con el debido respeto; a las mujeres se las debe con­finar en lugares separados, supervisados por otras mujeres; y los delegados de una potencia protectora o de la Comisión Interna­cional de la Cruz Roja tienen el derecho a visitar a todos los deteni­dos. Las transferencias forzosas individuales o masivas, así como las deportaciones de personas protegidas desde el territorio ocu­pado al territorio de la potencia ocupante, o al de cualquier otro país, ocupado o no, están prohibidas, con independencia del mo­tivo».''

Las autoridades israelíes aplicaron inicialmente la Convención a las áreas que ocuparon en 1967, e instruyeron al ejército para que la obser­vara, pero esa orden fue revocada cinco meses más tarde.9 10 Luego, en 1971, el gobierno israelí le solicitó al ministro de Justicia, Meir Shamgar, que hallara el modo de eludir la Convención. El principal argumento de Shamgar se centró en la aseveración de que no había ningún gobierno soberano previo en esas áreas, y que por ello la población no estaba ocu­pada sino simplemente administrada.11

Siguiendo instrucciones preliminares por parte de Israel, los medios estadounidenses repitieron el concepto de que el área era «disputada» o estaba siendo «administrada». Sin embargo, otros países, incluido el más firme aliado y protector de Israel, Estados Unidos, no aceptaron plena­mente esta maniobra política. Por lo tanto, resulta preocupante que el proceso de Oslo no se refiera en ninguna parte a las áreas ocupadas, o a

9 RichadFalk, «International Law and the Al-Aqsalntifada», M iddieEast Report, N°217 (Win- ter 2000), pp. 16-18.

10 Allegra Pacheco enR. Carey (comp.), The New tntifada: Resisling Israeis A partheid (London. Verso Books, 2001), p. 182.

11 M. Shamgar «Legal Concepts and Problems of the Israelí Military Government - the Initial Si.igc» en M Shamgar (comp.), Military Government in the Territories Administered by Is­rael 1967 1980 (Jerusalem, no publicado, 1982), pp. 13-14, citado en Pacheco, en Carey, The New Intifada, p. 183.

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la ocupación israelí de la Ribera Occidental y de Gaza. (Las capitulacio­nes de Oslo se analizan con mayor detalle en el capítulo 11).

Otras leyes y pactos internacionales son pertinentes aquí. La Decla­ración Universal de los Derechos Humanos, en el Artículo 13, expresa:

1. Todo el mundo tiene derecho a la libertad de movimiento y de re­sidencia dentro de las fronteras de cada Estado.

2. Todo el mundo tiene derecho a marcharse de cualquier país, in­cluido el propio, y a retornar a su país.12

Israel ha violado reiteradamente este artículo, y sigue haciéndolo.La resolución 273 (III) de la Asamblea General de la ONU admitió a

Israel en la «familia de las naciones» el 11 de mayo de 1949. Esa resolu­ción se aprobó después de que Israel consintiera poner en práctica otras resoluciones de la ONU (incluida la 181, sobre la partición, y la 194, sobre el retorno de los refugiados). Específicamente, expresaba:

Habiendo recibido el informe del Consejo de Seguridad sobre la so­licitud de Israel a ser miembro de las Naciones Unidas.

Observando que, ajuicio del Consejo de Seguridad, Israel es un Es­tado que ama la paz y es capaz y está dispuesto a poner en práctica las obligaciones contenidas en la Carta,

Observando que el Consejo de Seguridad ha recomendado a la Asam­blea General que admita a Israel como miembro de las Naciones Unidas,

Observando además la declaración del Estado de Israel en el sen­tido de que «acepta sin reservas las obligaciones de la Carta de las Naciones Unidas, y promete honrarlas desde el día en que se con­vierta en miembro de las Naciones Unidas,

Recordando sus resoluciones del 29 de noviembre de 1947 [Resolu­ción 181 de la ONU) y del 11 de diciembre de 1948 [Resolución 194 de la ONU), y tomando nota de las declaraciones y explicaciones dadas por el representante del gobierno de Israel ante la Comisión Política a d hoc, respecto de la puesta en práctica de dichas resolu­ciones,

La Asamblea General,

12 Declaración Universal de los Derechos Humanos. Adoptada y proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Israel firmó la declaración.

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Actuando en cumplimiento de sus funciones según el Artículo 4 de la Carta y la regla 125 de sus reglas de procedimiento,

1. Decide que Israel es un Estado que ama la paz y que acep­ta las obligaciones contenidas en la Carta, y es capaz y está dispuesto a cumplir con esas obligaciones;

2. Decide admitir a Israel como miembro en las Naciones Uni­das.

Israel no sólo se rehusó a cumplir con sus obligaciones, sino que se apoyó mucho en sus dos protectores, Gran Bretaña y Estados Unidos, pa­ra asegurarse la protección en la ONU, con el frecuente recurso al veto y a la intimidación de los países más pequeños. Esto funcionó bien en el Consejo de Seguridad, que empezó a obtener más y más poderes a ex­pensas de la Asamblea General de la ONU. Esto se debía precisamente a que las grandes potencias podían vetar las resoluciones en el Consejo de Seguridad e impedir de esa manera la acción de la mayoría. Pero si bien un número creciente de países han volado en la Asamblea General con­tra la continuada intransigencia de Israel en el curso de los años, desde 1948 a 1967, Estados Unidos logró bloquear toda resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que reiterara una resolución de la Asamblea Ge­neral o tratara de presionar a Israel para que cumpliera con los términos de su admisión en la ONU.

Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU y más

I.a resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU se aprobó des­pués de la guerra israelí-árabe de 1967. Fue aprobada unánimemente en la reunión 1.382, tras una modificación en el lenguaje para que fuera aceptada por Estados Unidos. A continuación lo que decía;

El Consejo de Seguridad,

Expresando su continuada preocupación por la grave situación en el Medio Oriente,

Acentuando la inadmisibilidad de la adquisición de territorio me­diante guerra, y la necesidad de trabajar por una paz justa y dura­dera en la que cada Estado del área pueda vivir en seguridad,

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Acentuando además que todos los Estados miembros, en su acep­tación de la Carta de las Naciones Unidas, han aceptado el compro­miso de actuar según el Artículo 2 de la Carta,

1. Afirma que el cumplimiento de los principios de la Carta re­quiere el establecimiento de una paz justa y duradera en el Medio Oriente, que incluya la aplicación de los dos principios siguientes:

a) Retirada de las fuerzas armadas de Israel de los territo­rios ocupados en el reciente conflicto;

b) Terminación de todos los reclamos o los estados de beli­gerancia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de to­dos los Estados del área, y su derecho a vivir en paz den­tro de fronteras seguras y reconocidas, libres de amena­zas o actos de fuerza;

2. Afirma, además, la necesidad

a) De garantizar la libertad de navegación a través de las vías de aguas internacionales del área;

b) De lograr una solución justa para el problema de los re­fugiados;

c) De garantizar la inviolabilidad territorial y la indepen­dencia política de cada Estado del área, con medidas que incluyan el establecimiento de zonas desmilitarizadas.

3. Solicita a la Secretaría General que designe a un represen­tante especial que se traslade al Medio Oriente y establez­ca y mantenga contactos con los Estados interesados para promover el acuerdo y asistir en los esfuerzos por lograr un acuerdo pacífico y aceptado según las disposiciones y princi­pios de esta resolución;

4. Solicita a la Secretaría General que informe al Consejo de Se­guridad sobre el progreso y los esfuerzos del representante especial tan pronto como sea posible.

Nótese que el preámbulo habla de la «inadmisibilidad de la adqui­sición de territorio mediante guerra», y sin embargo, en ningún punto de la resolución se mencionaba que se podía hacer cumplir la obliga­ción. Compárese esto con la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la ocupación de Kuwait por parte de Irak, que básicamente

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autorizaba a Estados Unidos a tomar cualquier medida para asegurar el cumplimiento. La resolución también se refiere a una «justa solución del problema de los refugiados». Ninguna otra resolución de la ONU con­tiene una declaración tan vaga sobre los refugiados. Las resoluciones de la ONU sobre Kosovo, por ejemplo, eran muy específicas en su insisten­cia en que se permitiera que los refugiados retornaran a sus hogares y tierras. También es notable que esta resolución se refiera al artículo 2 de la Carta de la ONU, que se ocupa principalmente del arreglo pacífico de disputas entre naciones, y no al Artículo 1, donde hallamos expresiones como «Para desarrollar relaciones amistosas entre las naciones, basadas en el respeto por el principio de los derechos iguales y la libre determi­nación de los pueblos». De esa manera, se hizo una excepción respecto de la libre determinación de los palestinos.

La Resolución 338 del Consejo de Seguridad de la ONU se adoptó después de la guerra israelí-árabe de octubre de 1973. Expresaba:

El Consejo de Seguridad,

Exhorta a todas las partes de la presente guerra a cesar el fuego y a terminar toda actividad militar de inmediato, no más tarde de 12 horas después del momento de la adopción de esta decisión, en las posiciones que ocupan ahora; exhorta a todas las partes interesa­das a iniciar, inmediatamente después del cese del fuego, la puesta en práctica de la resolución 242 del Consejo de Seguridad (1967) en todas sus partes;

Decide que, inmediata y concurrentemente con el cese del fuego, se inicien las negociaciones entre las partes interesadas, bajo los aus­picios apropiados, destinadas a establecer una paz justa y duradera en el Medio Oriente.

La «paz justa y duradera» quedaría una vez más a cargo de las partes mismas, sin ningún mecanismo de ejecución o una discusión de la libre determinación o de los derechos humanos. Con el claro apoyo estadou­nidense a la superioridad militar de Israel, efectivamente quedó a cargo de Israel decidir cómo se formularía la paz.

La resolución 446 del Consejo de Seguridad de la ONU, del 22 de mar­zo de 1979, reafirmó que los asentamientos judíos en los Territorios Ocu­pados (incluidas las Alturas del Golán) «no poseen ninguna validez legal y constituyen una seria obstrucción para el logro de una paz comprensi­va, justa y duradera en el Medio Oriente». Exhortaba a Israel, como po­tencia ocupante, a respetar la Cuarta Convención de Ginebra y a desistir

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de emprender toda acción que cambiara la condición legal o el perfil de­mográfico de los Territorios Ocupados, incluida Jerusalén. El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución similar el 20 de julio de 1979. Tampoco se incluyeron mecanismos de ejecución debido a la presión es­tadounidense y a las amenazas de veto.

El lenguaje de estas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU es sobrio, comparado con el de otras resoluciones de la Asamblea Gene­ral. Compárese, por ejemplo, la resolución 446 del Consejo de Seguridad de la ONU, que expresa que esos asentamientos «constituyen una se­ria obstrucción para el logro de una paz comprensiva, justa y duradera en Medio Oriente», con la resolución 2727 de la Asamblea General de la ONU, del 5 de diciembre de 1970. Item 2):

«Exhorta al gobierno de Israel a cumplir de inmediato.. .con sus obligaciones según la Convención de Ginebra relativa a la Protec­ción de las Personas Civiles en Tiempo de Guerra, del 12 de agosto de 1949, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las resoluciones pertinentes adoptadas por las diversas organizaciones internacionales».

La Cuarta Convención de Ginebra prohíbe expresamente que una potencia ocupante transfiera su propia población a las áreas ocupadas.

Las resoluciones más recientes del Consejo de Seguridad de la ONU, cuando no son vetadas por Estados Unidos, pueden ser problemáticas para algunos funcionarios israelíes. La resolución 1.322 (2000) del Con­sejo de Seguridad de la ONU fue votada por 14 a 0, con la abstención de Estados Unidos. Estados Unidos pudo haber ejercido su veto, pero no lo hizo; de esa manera permitió que se volviera vinculante en el dere­cho internacional. En el parágrafo 1 de la Resolución 1.322 del Consejo de Seguridad de la ONU, el consejo: «Deplora la provocación realizada en Ai-Harem al-Sharif [sitio de la mezquita Al-Aqsa y el Domo de la Ro­ca] en Jerusalén el 28 de setiembre de 2000 y la subsiguiente violencia allá...» Esa provocación fue infligida por el general Ariel Sharon, ahora primer ministro de Israel, con el apoyo pleno del entonces primer minis­tro, el general Barak. Esos hombres debieron saber que tal profanación, que incluyó la matanza de varios palestinos desarmados por parte de soldados israelíes, desencadenaría otro levantamiento, que fue conocido como la Intifada de Al-Aqsa, o el levantamiento en favor de la mezqui­ta de Al-Aqsa. Pero, más importante, la resolución 1.322 del Consejo de Seguridad de la ONU «Exhorta a Israel, la potencia ocupante, a cumplir

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escrupulosamente sus obligaciones y responsabilidades legales según la Cuarta Convención de Ginebra, relativa a la protección de personas civi­les en tiempo de guerra, 12 de agosto de 1949...»

Estados Unidos ha bloqueado 35 resoluciones críticas de Israel en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, las restantes resoluciones del Con­sejo de Seguridad y el derecho internacional básico son suficientes para hacer inaceptable lo siguiente:

1. La negativa de Israel a retirarse de las áreas ocupadas en 1967, o aun a cumplir con la Convención de Ginebra en esas áreas (v.g., los asentamientos son completamente ilegales).

2. La negativa de Israel a implementar la resolución 181 de la ONU, sobre la cual se basó la creación del Estado de Israel en Palestina.

3. La negativa de Israel a permitir que los refugiados retornen a sus hogares y tierras y a compensarlos por la propiedad per­dida o por su sufrimiento.13

El incumplimiento de esas leyes internacionales se centra en la pro­tección estadounidense a Israel por consideraciones políticas internas. Sin embargo, no aceptar los derechos de los palestinos, algunos de los cuales están incluidos en leyes y tratados internacionales, ha sido clave para el continuado derramamiento de sangre y el pandemónium en la tierra de Canaán y más allá. En el capítulo final encaro una solución du­radera que tenga en cuenta el derecho internacional y los derechos hu­manos, así como las necesidades legítimas y las aspiraciones del pueblo de la tierra de Canaán.

Prueba 4

Otras resoluciones pertinentes de la Asamblea General de la ONU adop­tadas por abrumadora mayoría

Resolución 3.236 de la Asamblea General de la ONU, del 22 de noviembre de 1974, sobre la cuestión de Palestina:

1. Reafirma los inalienables derechos del pueblo palestino en Palestina, incluyendo a) el derecho a la libre determinación sin interferencia exter­na; b) el derecho a la independencia nacional y la soberanía.

13 Francis Boyle, Palestine, Palestinians & International Law (Atlanta, Clarity Press, 2003).

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2. Reafirma también el inalienable derecho de los palestinos a retornar a sus hogares y sus propiedades, de los que han sido desplazados y erradicados, y solicita su retorno;

3. Acentúa el pleno respeto y la realización de esos inalienables derechos del pueblo palestino como indispensables para la solución de la cues­tión de Palestina.

Resolución 42/159 de la Asamblea General de la ONU, del 7 de diciembre de 1987:

Apoya el derecho de los pueblos que viven bajo ocupación a resistir esa ocupación y a buscar y recibir apoyo de partes extranjeras. Así, los grupos que han resistido la ocupación israelí en el pasado (tales como Hezbollah en el Lí­bano) y aquellos grupos que siguen resistiendo la ocupación israelí en el pre­sente (tales como la Jíhad Islámica, Hamas, el PFLP, el DFLP, Fatah y otros) son movimientos de resistencia legítimos y no organizaciones «terroristas». Las acciones ofensivas como las bombas humanas contra civiles, se conside­ran medios de resistencia ilegítimos, es decir, actos criminales de agresión.

Resolución 51/124 de la Asamblea General de la ONU, del 13 de diciembre de 1996:

Nota con pesar que la repatriación o la compensación de los refugiados, según se dispone en el parágrafo II de su resolución 194 ...aún no se ha efectuado y que, por lo tanto, la situación de los refugiados continúa siendomateria de preocupación.

Resolución 51/126 de la Asamblea General de la ONU, del 13 de diciembre de 1996: 1 2 3

1. Reafirma el derecho de todas las personas desplazadas como resulta­do de las hostilidades de junio de 1967 y posteriores a retornar a sus hogares o lugares anteriores de residencia en los Territorios Ocupados por Israel desde 1967.

2. Expresa la esperanza del acelerado retorno de las personas despla­zadas por medio del mecanismo convenido por las partes en el artículo XII de la Declaración de Principios sobre los Acuerdos del libre gobierno interino, y

3. Avala ... los esfuerzos de la ... United Nations Relief and Works Agency (UNRWA) para los palestinos refugiados en el Cercano Oriente para continuar proveyendo asistencia humanitaria...

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Resolución 51/129 de la Asamblea General de la ONU, del 13 de diciembre de 1996:

1. Reafirma que los palestinos árabes refugiados tienen derecho a su pro­piedad y al ingreso derivado de ella, de conformidad con los principios de justicia y equidad;

2, Solicita a la Secretaría General a tomar todas las medidas apropiadas, en consulta con la Comisión de Conciliación para Palestina de las Na­ciones Unidas, para la protección de la propiedad árabe, los bienes y los derechos de propiedad en Israel y a preservar y modernizar esos registros existentes.

Resolución 52/114 de la Asamblea General de la ONU, de la Sesión 52a, 1977:

Afirma, una vez más, el derecho del pueblo palestino a la libre determina­ción.

Lecturas recomendadas

1. Francis Boyle, Palestine, Palestinians & International Law. Atlanta, Cla- rity Press, 2003.

2. John Quigley, «The Role of Law ¡n a Palestinian-lsraeli Accommoda- tion», Case Western Reserve Journal of International Law, vol. 31; Nos. 2-3. Spring/Summer, 1999.

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Capítulo 13

La paz puede basarse en los derechos humanos y en el derecho internacional

Deberemos enfrentar la realidad de que Israel no es ni inocente ni redentora. Y que en su creación, y expansión, nosotros como judíos hemos causado lo que hemos sufrido históricamente, una pobla­ción de refugiados en la diáspora.

Martin Buber, marzo de 1949

Denme vida otra vez

Denme vida otra ve?, para que pueda saber

en qué tierra moriré, en qué tierra vendré a vivir otra vez.

Mahmud Darwish

En 1947, Estados Unidos, la Unión Soviética y Francia presionaron por un plan de las Naciones Unidas para la partición de Palestina.1 Ese plan fue presentado sin consultar a los palestinos que habitaban el área. Al mismo tiempo, los países árabes presentaron un plan a la ONU basado en el federalismo. El N e w Y o rk T im e s publicó un artículo que detallaba esa propuesta:

«Pocos minutos antes de que se reuniera la asamblea, los voceros árabes anunciaron que habían redactado un nuevo programa de seis puntos en veinticuatro horas de conferencias. K1 programa im­plicaba esta fórmula:

1. Se debe crear un Estado federal independiente de Palestina no después del 1 de agosto de 1949.

2. El gobierno de Palestina se constituirá sobre una base fede­ral e incluirá un gobierno federal y gobiernos para los países árabe y judío.

1 «Proposal Driven through by U.S. and Soviet Will Set up Iwo States», New York Times, 30 de noviembre de 1947.

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de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como resumen de esas posiciones palestinas transigentes:

«Fronteras:La posición de la Organización para la Liberación de Palestina es cla­

ra respecto de la cuestión de las fronteras: los límites internacionales en­tre los Estados de Palestina e Israel serán las líneas del cese del fuego del armisticio vigentes el 4 de junio de 1967. Ambos Estados tendrán dere­cho a vivir en paz y seguridad dentro de esas fronteras reconocidas. Las principales bases para esta posición palestina son: la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, que acentúa la inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante guerra y solicita la retirada de las fuer­zas armadas israelíes de los Territorios Ocupados en la guerra de 1967; y el derecho palestino, reconocido internacionalmente, a la libre determi­nación. La Ribera Occidental y la Franja de Gaza en conjunto constituyen sólo el 22 % de la Palestina histórica. La aceptación por la OLP de las fron­teras del 4 de junio de 1967 representa un compromiso extraordinario, loda otra incursión israelí en el territorio de Palestina no sólo resultará en la difundida desilusión y el desafecto, sino que también disminuirá la viabilidad de la condición de Estado de Palestina.

Condición de Estado:En virtud de su derecho a la libre determinación, el pueblo palestino

posee soberanía sobre la Ribera Occidental (incluida Jerusalén oriental) y la Franja de Gaza y, por lo tanto, tiene el derecho a establecer un Es­tado independiente en ese territorio. La decisión de cuándo declarar ese Estado, y cuáles serán sus instituciones, es una decisión que depende únicamente del pueblo palestino. La OLR como única representante le­gítima del pueblo palestino, es el vehículo por el cual ellos expresan sus decisiones políticas. Mientras Israel ha ejercido el control sobre la Ribe­ra Occidental y la Franja de Gaza desde la guerra de 1967, la comunidad internacional considera a Israel como un ocupante beligerante sin dere­chos a ese territorio.

Jerusalén:Como se expresó en la Declaración de Principios de 1993 sobre los

Acuerdos de Libre Gobierno Interino, Jerusalén (y no sólo Jerusalén orien­tal) es el tema de permanentes negociaciones de status. Como parte del territorio ocupado en 1967, Jerusalén oriental está sujeta a la resolución

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242 del Consejo de Seguridad de la ONU. Es parte del territorio sobre el cual el Estado palestino ejercerá soberanía cuando se lo establezca. El Estado de Palestina declarará a Jerusalén como su capital. Jerusalén de­bería ser una ciudad abierta. Dentro de Jerusalén, con independencia de la solución del tema de la soberanía, no debe haber división alguna que impida la libre circulación de las personas. En cuanto a los sitios de im­portancia religiosa, la mayoría de los cuales están situados dentro de la Ciudad Antigua de Jerusalén oriental, Palestina se verá obligada a garan­tizar la libertad de veneración y el acceso. Palestina adoptará todas las medidas posibles para proteger tales sitios y preservar su dignidad.

Asentamientos:Los asentamientos son ilegales y se los debe desmantelar. El corola­

rio de la prohibición de adquirir territorio por la fuerza es la estipulación de la Cuarta Convención de Ginebra contra el asentamiento de civiles de una potencia ocupante en territorios ocupados. Israel trató de consoli­dar su adquisición de los territorios ocupados asentando a gran canti­dad de sus civiles en la Ribera Occidental (incluida Jerusalén oriental) y en la Franja de Gaza, creando así «hechos consumados». En la resolución 465 del Consejo de Seguridad de la ONU (1980), el Consejo de Seguridad ordenó que Israel «desmantele los asentamientos existentes y en particu­lar que cese, de manera urgente, en el establecimiento, la construcción o el planeamiento de asentamientos en los Territorios Árabes Ocupados desde 1967, incluida Jerusalén». Los asentamientos israelíes fragmentan geográficamente la Ribera Occidental y la Franja de Gaza y de esa ma­nera socavan la viabilidad de la soberanía palestina. Los asentamientos israelíes también crean cargas intolerables para el movimiento y el des­arrollo palestinos, en parte significativa privando al pueblo palestino de importantes tierras y de recursos hídricos. Israel ha creado dos conjun­tos de leyes en los Territorios Ocupados -uno para los colonos y otro para los palestinos- institucionalizando de esa manera la discriminación.

Refugiados:Cada palestino refugiado tiene el derecho a retornar a su hogar. Tie­

ne también derecho a compensación por las pérdidas derivadas de su desposeimiento y su desplazamiento. La posición palestina en cuanto a los refugiados se basa en la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU (1948), que requiere el retorno de los refugiados y su compensa­ción. La resolución 194 fue afirmada prácticamente todos los años desde

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7. Aceptar compartir Jerusalén (incluida la ciudad antigua) y tam­bién un acuerdo apriorístico de dejar Jerusalén occidental ba­jo plena soberanía israelí (la resolución 181 sobre la partición solicita una Jerusalén internacionalizada).

La realidad no conduce a una solución de dos Estados

La realidad en el terreno no conduce a ese histórico compromiso pales­tino porque, primero y principal, todo retroceso de la expansión sionista se percibe como un debilitamiento de su propósito y objetivos originales. Al aceptar abandonar la solución de dos Estados en favor de un Estado binacional, Haim Hanegbi expresó:

«Todos los que tienen ojos para ver y oídos para oír deben entender que sólo una sociedad binacional puede salvarnos. Ese es el úni­co modo de transformarnos de extranjeros en nuestra propia tierra en hijos nativos ...Comprendí que la razón de que a Israel le re­sulte tan tremendamente difícil desmantelar los asentamientos es que lodo reconocimiento de que los asentamientos en la Ribera Oc­cidental existen sobre tierra palestina saqueada, también arrojará una sombra amenazante sobre el valle de Jezreel, y sobre la condi­ción moral de Beit Alfa y Ein Harod. Entiendo que ahí debe haber un patrón muy profundo: que hay una continuidad histórica que va del Kibbutz Beit Hashita a las avanzadas coloniales ilegales; del Moshav Nahalal a los asentamientos Gush Katif en la Franja de Ga­za. Y esa continuidad, aparentemente, no puede quebrarse. Es una continuidad que nos lleva de regreso al comienzo mismo, al mo­mento incipiente

... [véase Figura 4.1]

No estoy loco. No creo que sea posible reclutar mañana a la ma­ñana a miles de personas para la causa de un Estado binacional.Pero cuando considero que Meron Benvenisti tenía razón al decir que la ocupación se ha vuelto irreversible, y cuando veo adonde es­tá llevando a los buenos israelíes la locura de la soberanía, levanto mi pequeña bandera otra vez. Lo hago sin ilusiones. No soy parte de ejército alguno, no soy el comandante de ningún ejército. Por ahora, nuestra acción es la de pocas personas. Pero creo que es im­portante poner ahora esa idea sobre la mesa».4

«Cry, the Beloved Iwo-Matt’ Solution», Haarelz, 7 de agosto de 2003, hltp://www.haaretz.com/hasen/pages/ShArt.jbtml?itemNo=326324

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Una de las cuestiones clave que impiden un compromiso de dos Es tados es la demografía actual. La población judía de Israel y los Terri torios Ocupados excede actualmente los cinco millones. La población palestina en Israel (dentro de la Línea Verde) es de 1.3 millones. En el propuesto «Estado» palestino de la Ribera Occidental y de Gaza, hay mas de cuatro millones de palestinos y 400.000 colonos judíos. Es así que ya existe, aun sin el retorno de los refugiados, una paridad aproximada en­tre los números de los no judíos y los judíos al oeste del río Jordán, en un área de 84.000 kilómetros cuadrados. La población palestina en el Rei­no Hashemita de Jordania (Transjordania) es de más de dos tercios de la población. Se trata de áreas densamente pobladas, con alrededor de 3.000 individuos por kilómetro cuadrado. Una división en dos Estados viables -la palabra clave aquí es «viables»- se hace imposible por la po­blación ya mixta en cada parte del país y por la desigualdad de las áreas asignadas a los dos Estados (78% al 22%). Canaán es en verdad un único país compuesto por israelíes y palestinos para todos los fines prácticos. Un único Estado pluralista y democrático de Palestina/Israel, o una con­federación conjunta con Jordania/Israel/Palestina, son viables y razona­bles. Las cuestiones demográficas, sociales y ambientales tratadas en el capítulo 10 también son factores, como lo son otros:

1. La antigua estructura de la OLR la ANP, los acuerdos de Oslo (basados en la suposición de una solución de dos Estados), y por cierto el Estado israelí, no han podido lograr.

a) derechos palestinos incluyendo el inalienable derecho al retorno a sus hogares y tierras;

b) igualdad y dignidad básicas para todos,c) una conciliación histórica que brinde paz, justicia, tran­

quilidad y prosperidad a los pueblos del Medio Oriente;d) seguridad y protección para todos los habitantes; 2 3 4

2. Tampoco es posible un Estado palestino verdaderamente so­berano en toda la Ribera Occidental y en Gaza con Jerusalén oriental como su capital (400.000 colonos), y no será viable.

3. Tal mini-Estado exacerbará los problemas de los palestinos que viven en Israel. Tras ceder esas áreas, la sociedad israe­lí se volvería más agudamente consciente y vindicada en su necesidad de ser un «Estado judío».

4. Los recientes acontecimientos en el terreno y en el mundo han obligado a reconsiderar la futilidad de una solución for­zada, la futilidad de los sistemas de apartheid, y la necesidad

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de justicia e igualdad. Con economías entrelazadas, el rápi­do crecimiento de la población palestina dentro y fuera de la Línea Verde, los recursos limitados y los gastos masivos en defensa en lugar del desarrollo económico.

5. Recientes encuestas de israelíes y palestinos revelan una cre­ciente desilusión respecto de la solución de dos Estados co­mo medio viable para estabilizar el área, y aun más en cuanto a que esa solución logre una paz duradera. En un estudio re­ciente, más de un tercio de los palestinos interrogados pidie­ron un Estado laico democrático, aunque no estuviera forma­lizado por ninguna estructura organizacional palestina. Tam­bién el público israelí está desilusionado con la solución de los dos Estados.

Las políticas de la justicia

Un movimiento contra el aparlheid israelí debe ofrecer lina estructura alternativa racional en una era postsionista que reemplace la actual es­tructura estrecha, nacionalista y racista. Esta alternativa, basada en los derechos humanos, la igualdad y la justicia, podría atraer un amplio apo­yo, tanto de judíos como de israelíes.

Muchos intelectuales señalan correctamente todas las fallas de las soluciones que se proponen actualmente y las razones de los fracasos de las primeras iniciativas de paz y de las actividades organizacionales. Sin embargo, el movimiento palestino necesita organizarse para ofrecer alternativas viables y creíbles a esos planes criticados. Todas las partes interesadas deben reunirse para producir una transición hacia una solu­ción viable que respete los derechos humanos. Eso incluye a personas de diferentes religiones y actualmente diferentes identificaciones/designa- ciones nacionales, sean palestinos refugiados, israelíes, personas despla­zadas, «ausentes presentes», palestinos de las áreas ocupadas, jordanos de ascendencia palestina o jordanos. En verdad, hay ciertos indicios de que se está produciendo esa reconsideración.

Un grupo de artistas israelíes prominentes emitió la siguiente decía ración:

«Si el Estado de Israel aspira a considerarse una democracia, debe­ría abandonar de una vez para siempre toda base legal e ideológica de discriminación religiosa, étnica y demográfica. F,1 Estado de Is­rael debería esforzarse por convertirse en el Estado de todos sus ciudadanos. Pedimos la anulación de todas las leyes que hacen de

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Israel un Estado de apartheid, incluida la ley judía del retorno en su forma presente».5

Del mismo modo, grupos de palestinos e israelíes han creado nuevas organizaciones en favor de un Estado pluralista.6

Mi principal intención al escribir este libro fue explorar una solución duradera para un problema difícil, empleando los conceptos clave de los derechos humanos y del derecho internacional. Sin embargo, esos con­ceptos son difíciles de entender cuando abunda tanto temor y tanta mi­tología. Algunas ideologías políticas que se ocupan de estas cuestiones desde muchos puntos de vista, conducen inevitablemente a la conclu­sión de la adecuación y la coexistencia. Un ejemplo de tal tendencia es la facilidad con que los puntos de vista socialistas se traducen en solu­ciones de un Estado.7 La coexistencia y la igualdad son también compa­tibles con algunas corrientes de pensamiento panárabes o panislámicas. Pero incluso una filosofía política conservadora de derecha puede llevar a la coexistencia pacífica (para liberar los mercados, intercambiar bienes y servicios, etc.). Sin embargo, la coexistencia y la igualdad son más difí­ciles de contener en ciertas tendencias neoconservadoras y ciertas ramas del sionismo. Un nuevo cuadro de pensadores y líderes conservadores, ahora en el poder en Washington, derivan su filosofía principalmente del trabajo de eruditos políticos tales como Leo Strauss (1899-1973). Strauss ha tenido un peso significativo sobre seguidores muy influyentes, que van de los neoconservadores de Washington como Irving Kristof y su hijo William Kristof, a líderes likudistas como Benyamin Netanyahu. Strauss creía que los conceptos del bien y del mal debieran ser transmitidos por los estadistas fuertes que guian a amplios segmentos de la sociedad.6 Es­to es, en esencia, una agenda determinista de la «supervivencia del más

5 Manifiesto de los artistas israelíes, Beit Ha'Am, citado en Marwan Barghouti, The New Inti- fcula: Hesisting IsraeTs Apartheid (London, Verso, 2001), p. 171.

6 Véase Association for One Democratic State in Palestine/Israel http://www.lpj.org/Nonviolence/Sami/OneState/bylawseng.htm y la Action Committee for One Democratic Secular Republic,http://www.onerepublic.orghttp://www.palestinenet.orghttp://one-democrataic-state.org

7 Fouzi el-Asmar, Uri Davis y Naim Khader (comps.), D ebate on Palestine (New York, Ilhaca Press, 1981); Fouzi el-Asmar, Uri DavisyNaim Khadr, Tawards a Socialist Republic o f Pales­tine (New York, Ithaca Press, 1978).

R Leo Strauss, Natural ftight an d llistory, nueva ed. (Chicago, University of Chicago Press, 1999).

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apto», como opuesta a una agenda evolutiva y cuidadosa, basada en las necesidades humanas.

La influencia de Strauss ha dejado una huella indeleble en la polí­tica exterior de Estados Unidos, que varió del contrato con América de la era Reagan a las ideas militaristas de un «choque de civilizaciones».9 Las diferencias en las filosofías no deberían trasladarse a una diferencia de determinismo contra relativismo. La diferencia es mucho más funda­mental que eso. Es una diferencia entre gente cuyas experiencias están modeladas por la violencia y el poder y aquellos que creen que la hu­manidad puede evolucionar a través de un paradigma de tolerancia y coexistencia. A aquellos que han intentado montarse en ambas filoso­fías al mismo tiempo, les ha resultado muy difícil conservar el equilibrio. Un buen ejemplo es observar las fortunas declinantes de los denomina­dos «sionistas liberales». A estos sionistas les resulta fácil defender a los palestinos de la Ribera Occidental y de Gaza de la limpieza étnica y la demolición de casas, pero no pueden avalar el derecho de los palestinos refugiados a retornar a sus casas y tierras dentro de Israel. Desean cier­ta apariencia de igualdad de los palestinos que tienen ciudadanía israelí, pero defienden la discriminatoria «ley del retorno [judío]», que expresa que todo judío, incluidos los conversos, puede transformarse en ciuda­dano israelí, un «derecho» denegado a miles de personas no judías naci­das en Palestina/Israel. Esta dualidad deja perplejos a muchos que tra­tan de entender esta idea. Al hallar insostenible esta posición en el largo plazo, muchos se inclinan hacia el liberalismo o la agenda conservado­ra. Bajo los sistemas fundamentalmente capitalistas de Israel y de Esta­dos Unidos, los conservadores desafectados del altruismo o del espíritu solidario, trepan al nivel más alto de las estructuras corporativas, eco­nómicas y políticas. Ese poder se autoperpetúa, ya que es relativamente fácil convertir en votos tal capital económico, político y mediático. Visto de esta manera, uno puede desalentarse, pero se deben considerar otros factores.

El altruismo es pragmático

El altruismo y la supervivencia de las especies están íntimamente vincu­lados. En una era en que la tecnología permite que unos pocos indivi-

9 Shadia B. Drury, Leo Strauss and tile American Right (New York, Griffin Trade Paperback,

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dúos maten a millones y en que el mundo está conectado de una mane­ra previamente inconcebible, ya no es creíble un modelo straussiano. La biología demuestra que el altruismo puede evolucionar de manera na­tural en las poblaciones y ayudar a la supervivencia de ellas. En el siglo XXI, las fronteras se están disolviendo; la comunicación, el matrimonio intergrupos y la reubicación están creando un mundo nuevo. La globali- zación e internet están haciendo cambios irreversibles en lo que se creía importante e invariable, incluida la necesidad de nacionalidades, fronte­ras e incluso idiomas y monedas separadas. Incluso se equivocan aque­llos «sionistas liberales» que coinciden con esa visión pero afirman que ahora se debe apoyar al sionismo hasta que la humanidad evolucione. Los humanos con visión de pluralidad y democracia deben esforzarse por acortar los tiempos que conducen a esa visión, en lugar de combatir por ella o esperar que se materialice de manera espontánea.

En el contexto del mundo árabe e islámico, también se está produ­ciendo una transformación. Algunos árabes piensan, regresivamente, es­trechar el nacionalismo o la exclusividad política y religiosa; este es en esencia un modelo straussiano. Sin embargo, muchos se basan en con­ceptos de inclusión y apertura como los que guiaron buena parte del pro­greso de Al-Andalus/España bajo los dirigentes islámicos más liberales de la época.

Por supuesto, hay muchas preocupaciones respecto de tales visiones de sociedades incluyentes, pluralistas e interesadas. Los palestinos pue­den temer perder sus derechos en favor de los segmentos ya más domi­nantes de la sociedad. Pero yo diría que la puesta en práctica de esos derechos podría producirse mientras se trabaje codo a codo con un pú­blico israelí esclarecido en pos de un objetivo común. La ausencia de democracia en muchos Estados del área es un motivo de preocupación para las poblaciones israelí y palestina, y comprende temores de que unir fuerzas pueda llevar al gobierno de la mayoría, lo que podría convertirse en la dictadura de un grupo sobre otro. Esos temores deberían disiparse, no con palabras o sueños utópicos, sino con un programa basado en la sociedad, en leyes concretas, en garantías internacionales y en la separa­ción de poderes. Para que triunfe un programa como el que se propone aquí se deben intensificar los esfuerzos de los cristianos, los musulma­nes, los judíos y los otros que han llegado a la conclusión de que la paz no sólo es posible, sino también esencial.

Es evidente que el conflicto no es principalmente religioso. Los sio­nistas fundadores nunca fueron religiosos, y muchos incluso desprecia­

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ban a los judíos religiosos, lambién debemos disipar el mito de que es posible una solución basada en el poderío militar. Las numerosas guerras que se han librado demuestran que no habrá un día de la victoria final y el fin de la guerra con el triunfo de un lado sobre el otro. Ya se ha demos­trado que un individuo como Ariel Sharon, que trata de imponer una solución militar o «derrotar al enemigo», es ignorante de la historia.

Otro modo de ver la situación en el Medio Oriente es identificar a quienes se benefician de la falta de una solución pacífica y justa. Tal so­lución podría derivar en desarrollo económico, en respeto por los dere­chos humanos y en la remoción de las barreras para el intercambio de personas y de información. Tal solución podría ser una amenaza para los grupos siguientes:

1. La industria de armas. Estados Unidos es el mayor exportador de armas del mundo, y más del 60 % de las exportaciones de armas estadounidenses van al Medio Oriente.

2. La industria petrolera. Una menor implicación estadouniden­se en el Medio Oriente podría significar el fin de la dependen­cia de EE UU, del petróleo, el desarrollo de fuentes alternati­vas de energía y la conservación de la energía.

3. Los «Think tanks» y sus empleados, ubicados principalmente en Washington DC. No menos de dos docenas de tales grupos operan y reciben muchísimos fondos de intereses especiali­zados, que van de las industrias petroleras y militares a gru­pos de presión por Israel y otros países. Sin algún conflicto acerca del cual escribir ensayos influyentes, correrían el ries­go de perder sus empleos.

4. Muchos líderes sionistas. Individualmente, reciben gran aten­ción y apoyo, altos honorarios por conferencias, buenos pues­tos, y muchos escriben libros y son adulados. Colectivamen­te, pueden mantener el «carácter judío» del Estado de Israel bajo su «guía» y evitar posibles reformas democráticas, la se­paración del Estado y la religión, y el desarrollo económico que ellos no controlen.

5. Los fanáticos religiosos, sean cristianos, judíos o musulma­nes, que creen en argumentos del día del juicio final o en fi­nes apocalípticos. Para ellos, los humanos simplemente de­berían aceptar ciertas «verdades», tales como que Dios pone a prueba su fidelidad dándoles un enemigo, de modo que si triunfan, ellos deben ser aun más religiosos y «fuertes». Por supuesto, al mismo tiempo deben ignorar los requerimien­tos de esas religiones, que solicitan piedad, amor y respeto

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por los demás, y aceptar sólo los peores elementos de sus re­ligiones. Los fanáticos colonos judíos de Hebrón son un buen ejemplo de esto, como también lo son las personas como Osa­ma Bin Laden.

6. Muchos líderes árabes (Arabia Saudí, Jordania, Siria, Egipto, etc.). Una solución podría quitarles el único soporte que les queda para sus poderes dictatoriales, que se benefician enor­memente con los lucrativos tratos por petróleo y armas. Si sus poblaciones no estuvieran distraídas por el conflicto fue­ra de sus fronteras, demandarían libertad, desarrollo econó­mico responsable, la eliminación de la corrupción, una mejor infraestructura societaria y empleos.

7. Los representantes estadounidenses elegidos que reciben mi­llones de dólares en donaciones para sus campañas de gru­pos prosionistas y otros enumerados anteriormente, que se benefician del statu q u o . La ausencia de conflicto en el Medio Oriente los privaría de la posibilidad de solicitar fondos entre los segmentos ricos y políticamente activos de sus votantes.

Quedan tres hechos que proporcionan el núcleo para una reevalua­ción de la dirección actual de la política. Primero, esos «beneficiarios» son una diminuta minoría de la masa de la humanidad que se vería afec­tada de manera adversa por la continuación del conflicto. Segundo, cin­co de los ocho millones de palestinos siguen siendo refugiados o despla­zados a los que se les impide regresar a sus hogares y tierras. Tercero, el Estado de Israel, creado para brindar un sitio seguro para los judíos, es irónicamente el único lugar donde los judíos están bajo amenaza y so­metidos a la violencia.

Es hora de que el resto de nosotros, que no nos beneficiamos de la continuación de ese trágico conflicto, apoyemos una solución basada en los derechos humanos y no en el actual balance de poder. Eso, por defini­ción, implica derechos básicos tales como el derecho de los refugiados a volver a sus hogares y tierras, abandonar las filosofías nacionalistas y su- premacistas, y construir sociedades pluralistas. Si esto se logra en Palesti­na/Israel, tendrá un efecto dominó que causará un cambio espectacular en los regímenes árabes represivos que ya no tendrán ese «soporte» tan crucial. Pero aunque ellos resistieran el cambio, los tremendos ahorros y el desarrollo económico liberados por los dos pueblos más educados del Medio Oriente (los israelíes y los palestinos) sin duda tendrán como resultado ondas positivas a través del globo. No es necesario que haya

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perdedores, sino sólo ganadores. Entender los obstáculos es un primer paso hacia una solución.

Hemos estado allá, hemos hecho eso

El historiador registra los episodios del pasado y hace comparaciones. Los políticos tratan de hacer su parte al encarar los conflictos basándo­se en sus estrechos intereses nacionalistas, religiosos y otros. Los inte­lectuales intentan disecar las motivaciones, arrojar alguna luz sobre los acontecimientos y entender las cosas sobre la base de sus interpretacio­nes. Los medios presentan las cosas de maneras que a veces están clara­mente sesgadas, a veces son correctas y la mayoría de las veces son su­perficiales. Los activistas de diferentes persuasiones tratan de influir en las percepciones y en el curso de los acontecimientos futuros. Es a este ultimo grupo que creo que todos deberíamos pertenecer.

La historia de la Tierra Santa en el curso de los últimos 100 años, y las historias de luchas semejantes en Sudáfrica y en otros lugares, demues­tran la futilidad de:

■ La adquisición de territorio por la fuerza;■ I.a supresión, la remoción y el aislamiento de los nativos;■ Los intentos de reclamar «derechos» religiosos, divinos u otros,

a la tierra;■ La ignorancia de los derechos humanos y las pautas legales

básicas (incluido el derecho internacional);■ La violencia como sistema para aterrorizar, controlar y/o su­

primir la resistencia;■ Ignorar el potencial de las sociedades multiétnicas, multirre

ligiosas y multiculturales con los derechos humanos básicos protegidos.

Sin embargo, esta historia también demuestra el poder de las ideas, la compasión y el trabajo colectivo para favorecer las agendas (buenas o malas). Es hora de que el pueblo de la tierra de Canaán (Israel/Palestina), con el apoyo de toda la gente que ama la paz y la justicia en el mundo, tra­baje para asegurar la paz, la justicia y la igualdad entre todos los pueblos. Un ejemplo manifiesto de diez principios/secciones que proporcionan un marco para la paz se muestra en la Prueba 5 (véase la página 265). Este borrador es sólo uno de los muchos escenarios posibles para la coe­xistencia y la igualdad. Las soluciones basadas en los derechos humanos

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requieren un gran esfuerzo y deben enfrentar la oposición. El activismo de base por medios no violentos (boycots, educación, etc.) puede hacer de los derechos humanos el núcleo de arreglos futuros para una solución pacífica.

Los capítulos anteriores han detallado, como lo expreso Amnistía In­ternacional, que la paz resulta esquiva porque el programa impuesto en Oslo ignora los derechos humanos básicos y el derecho internacional (véase capítulos 11 y 12). Para obtener la paz, debemos encarar los de­rechos humanos básicos como se enuncian en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esos derechos pueden estar ocasionalmente en conflicto con ciertas interpretaciones o aplicaciones del nacionalismo estrecho. En los capítulos iniciales de este libo, describimos el trasfondo de la cuestión Israel/Palestina, y en los capítulo 6 y 7 analizamos las cues­tiones que rodean al sionismo como una solución fracasada al problema del sentimiento antijudío, y cómo e! sionismo, en la práctica, ha produ­cido un conjunto de leyes que son discriminatorias para los no judíos y son la imagen especular de las leyes del apartheid sudafricano. El capitu­lo 10 mostró el impacto ambiental y societario del conflicto, en especial en términos de anteponer causas políticas al desarrollo sustentable en la pequeña área de Israel/Palestina. También explicamos cómo los gobier­nos de Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña y árabes han cumplido una función en gran medida negativa en el proceso de paz del Medio Oriente, simplemente porque anteponen estrechos intereses políticos y estrechas agendas nacionalistas a los derechos humanos, al desarrollo sustentable y a la colaboración internacional.

El mundo avanza hacia la disolución de las fronteras, hacia una ma­yor colaboración internacional y hacia comunicaciones mayores. Algu­nos, como muchos en el gobierno estadounidense, desean mantener un estrecho nacionalismo a la vez que ponen en práctica la globalización del capital para beneficio de las corporaciones multinacionales. Otros desean que esas tendencias apunten a aplastar a las corporaciones mul­tinacionales, a redistribuir la riqueza y a asegurar el desarrollo global sus­tentable (v.g., los acuerdos de Kyoto). Este no es el lugar para discutir es­to. pero deseo decir solamente que con independencia de los juegos de poder, las fronteras se están disolviendo, el nacionalismo se está volvien­do menos importante y las poblaciones se están mezclando como nunca antes. Se trata de una tendencia que creo todos coinciden en que conti­nuará.

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A la luz de ello, examinemos qué significa ser un sionista o un nacio­nalista palestino árabe. Los sionistas incluyen a los cristianos sionistas, que apoyan la reunión de los judíos por sus propias razones. Para los sio­nistas, sean judíos laicos o religiosos, Israel significa tener una nación, un centro de pasión y de vinculación, un lenguaje revivido (hebreo) y todos los beneficios de un Estado moderno que es «nuestro» (como les agrada explicar a los sionistas). También significa invertir bienes, sean donados por judíos o recibidos de Occidente, en una «patria judía». Esos fondos y energías han sido canalizados en la construcción de instituciones, infra­estructura y ejército, y todos los requerimientos de un Estado-nación. Es­to ya se ha conseguido, sea que los nativos no judíos de Palestina hayan debido pagar el precio, y con independencia de lo que depare el futuro. Israel está ya bien establecido como nación, con un lenguaje y una cul­tura, con independencia de lo que piensen otros sobre la legitimidad de su creación y sus actividades colonialistas. Sí, Israel fue establecido me­diante el estigma agresivo y violento del sionismo, que se inició en Gran Bretaña en la década de 1840 y luego fue fomentado y apoyado por los países occidentales. Y sí, después de la era nazi, los países occidentales estuvieron más dispuestos a apoyar el programa sionista, que adquirió una vida propia. En ocasiones, ese programa también entró en conflicto con sus padres occidentales (v.g., Gran Bretaña en 1939 y Estados Unidos en 1956). Sin embargo, los países occidentales han evitado todo cuestio- namiento serio de la política israelí y se abstuvieron de hablar sobre los derechos humanos cuando se trataba de los derechos humanos palesti­nos.

Esto ha creado una sensación de invencibilidad y de poder entre los líderes israelíes que les ha permitido ignorar el derecho internacional y los derechos humanos, incluso de acuerdos que han firmado (v.g., la Cuarta Convención de Ginebra, los Acuerdos de Oslo). En ocasiones, los líderes israelíes se han animado a desafiar a las grandes potencias que hacen posible su existencia. Eso se vio en el desafío al White Paper bri­tánico de 1939, y en la expansión de los asentamientos contrariando los deseos del gobierno estadounidense. No obstante, Israel existe como Es­tado judío porque fracasó el tipo de sionismo de Levi Eshkol y de Martin Buber. El sionismo sin la limpieza étnica masiva de los palestinos nativos, un sionismo de carácter humano, multicultural y multirreligioso, no hu­biese permitido la creación de un Estado judío en una tierra ya ocupada. Los sionistas de la corriente principal (sean laboristas o likudistas, Ben- Gurion o Sharon), con la ayuda de los cristianos sionistas y no sionistas,

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deseaban no sólo una cultura y un lenguaje y una economía sionistas, sino también poder militar. El poder lo lograron. Pero los sionistas de la corriente principal también desearon un Estado que fuera un puerto seguro para los judíos y que al fin se «normalizara». Las tempranas vi­siones sionistas se basaban en un Estado fuerte y seguro, como antídoto contra el antisemitismo. En ese sentido, se podría sostener que la presen­cia de Israel no contribuye a disipar los sentimientos antijudíos, y que el odio seguirá creciendo a menos que se haga justicia con las víctimas del sionismo, los palestinos. Israel, simplemente, no puede sobrevivir en un mar de palestinos desposeídos y desprovistos de derechos, mientras que un Estado con igualdad y justicia para los palestinos puede expandirse y crecer económica y espiritualmente y en todos los sentidos.

Los palestinos, por su parte, eran en su mayoría una sociedad campe­sina, pero con suficientes intelectuales y dirigentes como para compren­der tempranamente cuáles eran los planes sionistas. Ellos se interponían en la realización de las visiones sionistas de un país enteramente judío «como Inglaterra es inglesa». Esa sería una nación donde los judíos se­rían mayoría, manejarían los asuntos del gobierno y tendrían leyes úni­cas tales como considerar la propiedad de la tierra para la nación judía (Am Yisrael), y se les otorgaría la ciudadanía automática y automáticos derechos a la tierra y subsidios denegados a los no judíos. Como se ex­plicó anteriormente, Eretz Yisrael (la Tierra de Israel, en realidad la tierra de Canaán) estaba densamente poblada por los descendientes de los ca- naneos y otros grupos. Esos eran nativos que en su mayoría hablaban árabe y se identificaban con el judaismo, el cristianismo o el islamismo. Como resultado del programa sionista, la población de cristianos y mu­sulmanes de Palestina/la tierra de Canaán, se convirtieron en refugiados o desposeídos. Los palestinos reclamaron empecinadamente sus dere­chos, incorporados en el derecho internacional y en las resoluciones de la ONU (incluidos el derecho al retorno y a la libre determinación). Si bien sería una descripción errónea afirmar que Israel ha sido siempre la parte beligerante, o que los palestinos y los países árabes han sido siem­pre inocentes, sería igualmente erróneo afirmar que de alguna manera existe una paridad entre israelíes y palestinos o entre los colonizadores y los colonizados. Habiendo dicho esto, ¿qué desean los palestinos, y con qué se sentirán contentos? La simple respuesta deriva de ver dónde están ahora: nueve millones de individuos sin un país propio, en su mayoría desposeídos de sus tierras y propiedades, y en su mayor parte empobre­cidos. Un elemento básico de justicia sería devolverles lo que les han qui-

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tado. Entender l.i hisioria es importante para comprender cómo resolver las cuestiones clave de los refugiados, l.ts fronteras, los asentamientos, la libre determinación y la igualdad.

El poder de la coexistencia y la acción directa no violenta

Los palestinos, como víctimas del desposeimiento, casi no tienen poder mililnr y están dispersos y empobrecidos. I’ero aun si adquirieran algún poder, serian prudentes si reconocieran el poder de las acciones no vio­lentas, el poder de la coexistencia y el poder popular que otorga toda la gente que lucha por sus derechos elementales. Tras acumular enorme poderío político, militar y económico, los israelíes deberían darse cuenta tle los límites de ese poder y de la futilidad de la opresión y la domina cion continuada. También ellos deben aprender a usar el poder de la no violencia, el poder de la lógica y la coexistencia, en lugar del poder de los tanques y de los misiles. Como escribió Edward Said

«El tercer camino evita tanto la bancarrota de Oslo como las políti cas retrogradas de los boicots totales. Debe comenzar en términos de la idea de ciudadanía, no nacionalismo, ya que la noción de se paracion (Oslo) y de nacionalismo teocrático unilateral triunfalista, sea judio o musulmán, simplemente no tienen que ver con las rivali­dades que encaramos Por lo tanto, un concepto de ciudadanía por el cual cada individuo posee los mismos derechos de ciudadano, basados no en la raza o en la religión sino en la justicia igual para cada persona, garantizada por una constitución, debe reemplazar todas nuestras anticuadas nociones de cómo Palestina se limpiará de los enemigos de los otros».10

Desde sus inicios, el sionismo se apoyó en las potencias occidentales para que le dieran legitimidad y lo mantuvieran con vida. Eso empezó con Gran Bretaña en la década de 1840 hasta la Declaración Balfour de 1917, y siguió con el apoyo de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU. Tras participar activamente en la «limpieza» de la tierra de sus habitantes nativos, preparando el camino para la cada vez mayor coloni ■ación sionista, los lideres israelíes se ocuparon con eficiencia de rodas las cuestiones, salvo el problema persistente de la presencia palestina.

10Edward Said, «A Reply to Arab Intdectuals», Le Monde D iplom atique, agosto/sel¡embre, 1998.

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Curiosamente, mientras ignoraba a los palestinos restantes y discrimi­naba contra ellos, el mismo liderazgo puede haber dejado abierta la op­ción de la coexistencia y del retorno de los palestinos expulsados. Si no, ¿cómo se explica que la mayor parte de las tierras de las aldeas palestinas estén aún baldías, incluida Deir Yassin? Muchas han sido convertidas en parques nacionales y «áreas verdes». Uno esperaría que en lo más pro­fundo, el liderazgo israelí comprenda que Israel seguirá siendo efímera, por fuerte que llegue a ser, a menos que se restaure la justicia. Tal vez ellos sepan que un día llegará una era postsionista que los liberará de la dependencia de Occidente. Mientras inicialmente pensaron que los pa­lestinos eran un «inconveniente», o que los refugiados se radicarían al fin en otra parte, los líderes israelíes se sorprendieron desagradablemente ante el giro de los acontecimientos y la fortaleza de la voluntad palestina no sólo para sobrevivir como individuos sino también como pueblo.

En la sociedad israelí muchos se mantienen aislados, protegidos e ignorantes de lo que se necesita para hacer la paz. Así, muchos se desen­tienden y ven soluciones basadas en la continuada dominación o sepa­ración, las expulsiones, la construcción de muros y otros medios duros. Esas acciones se justifican sosteniendo que las demandas de la otra parte son demasiado extremas. Reconciliar a ambos grupos requiere repensar suposiciones y mitologías como nosotros intentamos hacerlo en capítu­los anteriores. Para los judíos de Israel, 1948 fue el nacimiento de una nueva nación, una heroica guerra de independencia. Para los palestinos, el 14 de mayo de 1948 marca Al-Nakba (La Catástrofe), cuando conme­moran su expulsión, las tierras, los hogares y los parientes y un país per­didos. Para aquellos que creen en el sionismo, las aspiraciones sionistas crearon una patria judía que los conectaba con la historia israelita. Los viejos corazones sionistas aún laten con más fuerza cada vez que ponen los pies en el aeropuerto internacional Ben-Gurion, después de un viaje al extranjero. Para los palestinos, su exclusión, alienación y sojuzgamien­to son tan fuertes que sus corazones laten más rápidamente cuando ven una bandera palestina o un símbolo del éxito sionista, sea la bandera de la Estrella de David, o un cruce fronterizo con soldados israelíes, o un asentamiento sobre tierra palestina.

En su excelente análisis The Question o f Palestine, Edward Said con­cluía:

«El sentido irreductible y funcional de ser palestino ha significado vivir a través del sionism o prim ero com o un m étodo para adqui­rir Palestina, segundo com o un m étodo para el desposeim iento y

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el exilio de palestinos, y tercero como un método para mantener Israel como un Estado en el que los palestinos son tratados como no judíos, y del cual se mantienen políticamente como exiliados, a pesar (en el caso de los 650.000 ciudadanos palestinos-israelíes) lahora 1.3 millones] de su continuada presencia en la tierra».11

Un gran segmento de la población de ambos lados aún vive en el pa­sado. Muchos israelíes judíos creen que pueden mantener leyes racistas en un autoproclamado «Estado democrático judío», implementado por Occidente, mientras ignoran o, en el mejor de los casos, manejan a los palestinos. Muchos palestinos aún creen que es posible reconstituir una Palestina arabe, o incluso totalmente musulmana, y revertir las ruedas de la hisioria.

Apartheid psicológico y físico

Aparte del apartheid físico puesto en práctica por Israel y documentado en detalle en otra sección de este libro, hay mucho apartheid psicológico. A diferencia del apartheid físico construido unilateralmente, el apartheid psicológico posee muros levantados por ambos lados. Estos impiden que la gente vea la realidad del otro lado y también impiden la introspección sobre sus propios problemas. Se deben eliminar los muros del apartheid psicológico y también del físico si se desea que haya un futuro viable para todos.

Los palestinos han estado sometidos a un trato cruel e irrazonable por tantos años que muchos han empezado a dudar de que se pueda lo­grar la justicia, y muchos por cierto creen que la coexistencia es imposi­ble. Del mismo modo, en la medida en que muchos israelíes se han senti­do combatidos y atacados, muchos piensan también que la coexistencia es imposible. Se ha desarrollado una actitud derrotista que envuelve a algunos palestinos e israelíes y a muchos de sus partidarios. Pero si las sociedades no coexisten pacíficamente, perecen como sociedades pri­mitivas rivales.

Se tiene la impresión de que se ha pensado poco en lo que más con­viene a la comunidad en su conjunto, y que también beneficiaría al indi­viduo. Los recursos se perciben tontamente como finitos y muchos ideó­logos consideran el conflicto un juego de suma cero. Unas pocas perso­nas de orientación política están luchando cruelmente por el control y el

11 Kdward Said, The Question ofP alestine (New York, Vintage Books, 1979), pp. 180-1.

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poder en lugar de dedicar sus esfuerzos a promover el crecimiento eco­nómico, el empleo y otros aspectos de una sociedad viable.

Una sensación de desesperanza deja a muchos buscando «migajas» del «alimento» tanto material como psicológico. Esto causa un estres es­pecial cuando se lo combina con el profundo compromiso de muchos con los mitos históricos de grandezay gloria. No le dedicare mucho tiem­po a la historia de las civilizaciones judía, árabe e islámica (se han escrito muchos libros sobre el tema). Baste decir que nuestro perfil psicológico cotrasta nuestra condición presente con la percibida grandeza de nues­tros antepasados y profetas. Así, suponemos que somos un grupo privi­legiado, pero eso contrasta de inmediato con la difícil situación corriente descrita en todo este libro. Esto se verifica especialmente entre los pales­tinos desposeídos. Podemos encarar las cuestiones más grandes de por qué 1 300 millones de musulmanes o 300 millones de árabes (musulma­nes y cristianos) tienen tan poco peso en la dirección de las economías mundiales y en los desarrollos sociales y culturales tan dominados ahora por Estados Unidos como la única superpotencia restante. Pero tal vez también eso pueda resolverse una vez que se solucione la fricción en Israel/Palestina. Imaginemos el ejemplo dado, si ese lugar, previamen te un ejemplo de violencia, de odio endémico y de tribalismo, pudiera trascender todo eso para construir un ejemplo verdaderamente brillante de coexistencia y no violencia. Imaginemos que se dedican los miles de millones de dólares gastados en armamentos a desalmizar el agua mari­na, a construir industrias de alta tecnología, y a aprovechar de verdad las grandes mentes de los habitantes (judíos, cristianos y musulmanes) para desarrollos positivos.

Por supuesto, los pueblos se aferran al pasado, a sus emociones y a su tribalismo. No pueden desechar fácilmente toda conexión con el pasado v adoptar de repente enfoques lógicos y pragmáticos para solucionar los conflictos. Pero por fortuna es posible evolucionar gradualmente, como parecemos estar haciéndolo en esta nueva era de la información. No ne­cesitamos ignorar la historia, pero sí necesitamos decidir que acentuar en esta historia. ¿Debemos acentuar la prosperidad, la paz y la unidad uue el Islam y la civilización árabe aportaron al Medio Oriente: ¿O debe­mos hacer duelo por la pérdida de la diversidad de lenguas y culturas que existían antes de eso? ¿Debemos acentuar la tolerancia y la coexistencia de los judíos, cristianos y musulmanes (v.g., en España o Al-Andalus): ¿O debemos acentuar la opresión de los asirios cristianos y el genocidio de los rumanos cristianos por los turcos otomanos? ¿Debemos discutir la

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limpieza étnica de algunos cananeos por los hebreos invasores? ¿O debe­mos hablar sobre la coexistencia, el comercio y las relaciones vecinales del reino de Israel en la época de Salomón y David? ¿Debemos hablar acerca de la era dorada de las ciencias árabes, la matemática, la medici­na, la astronomía y el derecho? ¿O debemos hablar de la ocasional con­ducta problemática de algunos gobernantes musulmanes (v.g. en la In­dia, con la supresión del budismo y el hinduismo? ¿Debemos celebrar la increíble habilidad de las religiones monoteístas para hacer colaborar a las personas en buenas obras y como un equipo de gente devota intentar mejorar la vida humana en esta tierra? ¿O debemos lamentar la pérdida del individualismo derivada de las prácticas dogmáticas de esas religio­nes? ¿O debemos referirnos a cómo se han empleado todas las religiones para abusar de los derechos humanos básicos y para cometer crímenes de guerra? Los ejemplos incluyen las cruzadas, la colonización del de­nominado Nuevo Mundo bajo la bandera del cristianismo, la limpieza étnica de Israel respecto de los no judíos en 1947-49 bajo la bandera del judaismo, las atrocidades del Talibán en Afganistán y Osama Bin Laden bajo la bandera del Islam.

Tal vez debamos enseñarles a los niños a valorarse a sí mismos, a va­lorar el trabajo en equipo, a respetar a los otros y a defender los dere­chos de las minorías. Esto no es tan simple como parece. Los adultos de­ben aprender a aceptar, de manera muy positiva, ideas que les resultan ajenas. En otras palabras, todo el que expresa sus ideas debe ser aten­dido y respetado, con independencia de la sacralidad de las «vacas sa­gradas». ¿Estaría usted dispuesto a escuchar racionalmente una idea del todo opuesta a la suya sobre su religión o su modo de hacer las cosas? ¿Estaría usted dispuesto a defender de corazón el derecho de esa perso­na a presentar su concepción?

La verdad es, generalmente, la primera baja de la guerra. Pocos pre­guntan por qué están resistiendo los palestinos, por qué los israelíes son tan temerosos, qué es lo que realmente los separa, y qué los une realmen­te. Cuando la visión se fija en la «violencia», se pierden historia y con­texto, y olro tanto sucede con el discurso racional. Las investigaciones de Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Physicians for Human Rights, la ONU y grupos israelíes de derechos humanos, no se comentan y sus recomendaciones no son atendidas. Incluso los detalles de lo que ha ocurrido en las negociaciones y las cuestiones centrales permanecen ocultos a la mirada pública y son reemplazados por retórica y palabrería política.

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La gente de la tierra de Canaán e incluso de Estados Unidos ha esta­do apartada de la realidad, de la importancia de los derechos humanos y del desarrollo de normas legales internacionales obligatorias. Así, no sorprende que cuando se pregunta: «¿usted apoya a la continuada po­lítica de asesinatos en los territorios por parte de las fuerzas de seguri­dad israelíes?», el 77% de los israelíes judíos diga que sí. Los asesinatos están prohibidos por el derecho internacional. La mayoría de los israe­líes judíos apoyaron las incursiones a los territorios libanés y palestino, aunque tuvieron como consecuencia la muerte masiva de civiles. Resul­ta instructivo que el 56 % creyera que el propósito principal de las incur­siones de abril de 2001 fuera una advertencia a los palestinos (es decir, castigo colectivo), mientas que el 26% pensara que el objetivo principal era la eliminación de la infraestructura terrorista, y el 13% creyera que la operación tenía ambos propósitos. El resto no tenía ninguna idea al respecto. El 61 % de todos los israelíes judíos creen que todos los medios son legítimos en la «guerra contra el terror», incluso los prohibidos por la ley, mientras que el 34% cree que el medio debe ser legal.12 Del mismo modo, la mayoría de los palestinos bajo la ocupación israelí apoyaron las bombas humanas dentro de Israel en encuestas realizadas en 2001 (lo opuesto a 1996). Estas estadísticas permiten alguna comprensión sobre cómo la psicología de masas puede manipularse fácilmente para que se ignoren los derechos humanos.

Una solución inevitable

Una paz justa basada en la libre determinación y el derecho al retorno fue propuesta en una resolución de la Asamblea General de la ONU, el 21 de julio de 1976. Durante la primera fase del plan, a los palestinos desplazados en 1967 se les permitiría retornar de inmediato a las ocupa­das Ribera Occidental, incluida lerusalén oriental y a la Franja de Gaza. Al mismo tiempo, se harían preparativos para el retorno de los palestinos desplazados en 1948 a sus lugares de origen dentro de Israel. Esto inclui­ría la designación o la creación de una institución competente que se en­cargaría de los aspectos organizacionales y logísticos del retorno masivo de los palestinos desplazados; la creación y la financiación de un fondo para ese fin; y el registro de los palestinos desplazados, aparte de los ya registrados en la UNRWA. Una vez completados esos preparativos, la se­

12 Haarecz, 4 d o n o v i e m b r e d e 2 0 0 1 .

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gunda fase del plan facilitaría el retorno de los refugiados a sus lugares de origen, ahora dentro de Israel. A los palestinos que eligieran no regresar se les pagaría una compensación justa y equitativa, como lo disponía la resolución 194 de la ONU.

Hay tres soluciones posibles para una situación colonialista. La pri­mera es expulsar a los colonizadores y devolverles la soberanía a los na­tivos, como sucedió en Argelia. La segunda es la aniquilación completa o casi completa de la población nativa, como sucedió en Australia y Amé­rica del norte. La tercera es la abolición de los privilegios de los coloni­zadores y la creación de un sistema democrático e igualitario anclado en una constitución que garantice la igualdad, con la abolición completa de todas las formas de discriminación contra los nativos, junto con el esta­blecimiento de un sistema capaz de crear una sociedad pluralista. Este es el proceso que actualmente está evolucionando en Sudáfrica.

Cuando las economías de Palestina e Israel sigan sufriendo y se di­sipen las ilusiones de paz basadas en el apartheid, más gente llegará a ver la futilidad de los escenarios ofrecidos previamente. Algunos aún se aferran a la noción de que los colonizadores pueden ser removidos co­mo hicieron los argelinos con los colonos franceses, y que Palestina será rescatada como un Estado árabe islámico. Entretanto, el Estado sionista de Israel es incapaz de cumplir con las pautas democráticas o librarse de un tembladeral cada vez más profundo. No elige evolucionar hacia una sociedad pluralista pero tampoco reiterar sus métodos de limpieza étni­ca practicados en 1947-49. Muchos aún se engañan pensando que Israel es una «democracia judía». En Sudáfrica, fue necesaria la cooperación de algunos blancos y negros, con presión económica del exterior, para con­vertir a ese país en un Estado postapartheid. En la tierra de Canaán, es necesario que judíos, cristianos y musulmanes trabajen juntos para ha­cer el cambio, con la presión del exterior, y se está empezando a ver cierto progreso. Una paz duradera puede y debe basarse en una comprensión elemental de la historia, la realidad, la moral y la justicia. Cada vez son más las personas que empiezan a ver cómo puede lograrse esa paz. He trazado un bosquejo basado en la discusión con cientos de activistas en el curso de los años (véase Prueba 5 en la página 265). Esto sólo inten­ta abrir la discusión y aportar puntos para visualizar una nueva tierra de Canaán.

Los que piensan que el conflicto israelí/palestino es una guerra eter­na porque «esa gente se han estado matando unos a otros por siglos», o que tales visiones son demasiado idealistas, ignoran la historia. Gran

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Bretaña y Francia combatieron entre sí en muchas guerras, incluida la guerra de los cien años, pero ahora es inimaginable el resurgimiento de un conflicto entre esas dos grandes potencias. El muro de Berlín cayó y se desmanteló el apartheid en Sudáfrica. El conflicto de 100 años en el Medio Oriente sigue siendo uno de los pocos conflictos del siglo XXI que quedan por resolver, pero no es insoluble. Sostengo que un movimiento de base puede efectuar el cambio que resulte en una situación ganar- ganar para la gente de la tierra de Canaán. Los principios guías de tal movimiento popular por la paz deben basarse en la justicia y la igualdad. Aquí están los objetivos:

■ Objetivos últimos:

1. F.l derecho de los refugiados al retorno a sus hogares, fin­cas, empresas y tierras (incluye restitución y compensa­ción por el sufrimiento).

2. Una democracia pluralista en Palestina/ Israel, con igual­dad y derechos humanos para todos.

3. El fin de todos los actos de violencia.

■ Objetivos intermedios:

1. Crear más apoyo gubernamental y público para los ob­jetivos últimos. Actualmente existe un apoyo significa­tivo en la mayoría de los lugares salvo el gobierno y los medios de Israel y de Estados Unidos.

2. Emplear herramientas de relaciones públicas y econó­micas de desposeimiento y boicots económicos (como sucedió en Sudáfrica).

3. Presionar a los gobiernos que proporcionan ayuda mi­litar y económica, para que detengan la ayuda militar y condicionen la ayuda económica al cumplimiento del derecho internacional y los derechos humanos.

■ Objetivos de corto plazo:

1. Desarrollar estructuras comunitarias con personas que se identifiquen con esta concepción.

2. Comprometerse en esfuerzos de educación y construc­ción de alianzas.

3. Asegurar una correcta cobertura y exposición mediática con una estrategia y una acción concertadas.

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4. Proporcionar auxilio directo y ayuda humanitaria a aque­llos que sufren por abusos respecto de los derechos hu­manos.

No es fácil superar las dificultades creadas por los humanos. Es ne­cesario trascender una parte de nosotros mismos que puede parecer fa­miliar y tranquilizadora. Aprender a vivir juntos, por incómodo que sea al comienzo, puede llevar a un nuevo modo de pensar. Joseph Campbell escribió en 1968:

«Hoy los muros y las torres del mundo de la cultura que antes es­taban en el edificio se están disolviendo... Pero, por supuesto, por otra parte, aquellos que aún se las ingenian para vivir dentro del re­baño de cierta mitología tradicional, todavía cuentan con protec­ción contra los peligros de una vida individual; y para muchos, la posibilidad de adherir de esta manera a fórmulas establecidas es un derecho de nacimiento que correctamente aprecian, ya que le aportan significado y nobleza a su vida sin aventuras,... y a aque­llos a los que tal protección les parece una perspectiva digna de to­do sacrificio, una mitología ortodoxa les brinda tanto las pautas co­mo los sentimientos de toda una vida de buena reputación.

Sin embargo, aquellos para los que tal estilo de vida no sería vida, si­no muerte anticipada, las montañas de circunvalación que a otros les parecen de piedra, las reconocen como la bruma del sueño, y precisamente entre su Dios y Demonio, cielo e infierno, blanco y negro, avanza el hombre de corazón. Más allá de esos muros, en la noche del bosque que no aparece en el mapa, donde el viento terri­ble de Dios sopla directamente sobre el alma indefensa e indagado­ra, los caminos laberínticos pueden llevar a la locura. Pero también, según dijo uno de los mayores poetas de la Edad Media, pueden lle­var a «todas esas cosas que van a hacer el cielo y la tierra».13

Es en verdad un viaje de despertar a nivel individual que no sólo es espiritual sino que también requiere acción concreta para que se pueda gozar de verdadera paz y justicia. Nosotros los cananeos, que inventa­mos el alfabeto, domesticamos animales y desarrollamos la agricultura, y convertimos esta tierra árida en una tierra de leche y miel, seguramente podemos hacerlo. Un poeta árabe escribió: «Itha Asha'bu yawm an Arad

1' Joseph Campbell, The Mask o fG od : Creative Mythology (New York, Viking Penguin, 1968),

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al-hay ata fa la budda an Yastijeeb al-qadar. Wala budda lillayal an Yan- ja li wala budda li-thulm an yankasir». Rn una traducción aproximada, dice: «Si el pueblo un día se esfuerza por la vida, finalmente el destino le responderá y la noche cederá y la injusticia se quebrará».

El camino a la paz no se beneficia de la creación de más Estados o «arreglos» injustos para «problemas» demográficos percibidos. La paz tiene que ver con la justicia y la puesta en práctica de los derechos hu­manos y el derecho internacional. Requiere acción popular para acelerar su llegada, pero es la única solución posible a largo plazo. Podemos que­darnos encerrados en nuestros antiguos modos mitológicos y tribales, o podemos contemplar un futuro mejor y trabajar por él. La opción es obvia.

Prueba 5

Borrador de estructuraSección 1. La tierra y el pueblo. La tierra de Canaán incluye como mínimo

la tierra al oeste del río Jordán, que limita al este con Jordania, al sur con Egip­to, y al norte con el Líbano y Siria. La inclusión de Jordania en este arreglo es sumamente deseable. La gente de esta tierra son aquellos que residían en el área naturalmente, incluyendo a los palestinos refugiados y sus descendien­tes. El derecho internacional reconoce el derecho de los refugiados a retornar a sus hogares y sus tierras. Mientras los derechos nativos superan todo privile­gio o tierra dada a inmigrantes que vinieron bajo la bandera del sionismo por la injusta «ley» israelí «del retorno» [judío], los nuevos inmigrantes que llegaron como tales y estén dispuestos a coexistir como iguales, serán reconocidos y tratados con igualdad bajo las leyes. Mientras se corrigen injusticias pasadas, se tomarán medidas apropiadas para asegurar la mínima dislocación interna y ninguna dislocación externa para todos los que deseen seguir residiendo en paz e igualdad en el Estado.

Sección 2. Igualdad ante la ley. Se consideran nulas y sin valor todas las leyes instituidas que discriminan entre los ciudadanos sobre la base de la religión, la etnia, el género o la edad. Sobre la base de los principios constitu­cionales, todos los Individuos deben y serán tratados igualmente.

Sección 3. Libre determinación y libre gobierno. La libre determinación es un concepto clave en el derecho internacional y en la Carta de la ONU. Dado que la solución de dos Estados adoptada por la ONU en 1947 violaba este principio, al no consultar a los habitantes locales, y acontecimientos posterio­res impidieron su puesta en práctica, no se la considera como base para una solución. El pueblo de la tierra (palestinos e israelíes) será reconstituido con los derechos de los palestinos desposeídos a retornar a sus hogares y tierras. En este punto, todo el pueblo tendrá el derecho a una libre determinación

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colectiva, con garantías de pluralidad y democracia dadas por la comunidad internacional.

Sección 4. Libertad de religión. El Estado, por medio de sus instituciones, mantendrá la libertad de religión y de veneración. Los sitios sagrados para todas las religiones serán protegidos por ley. La custodia de los sitios sagra­dos dependerá de las respectivas autoridades religiosas, y toda disputa será tratada por un sistema judicial independiente (véase sección 6).

Sección 5. Relación del Estado con las instituciones religiosas. Habrá se­paración entre asuntos religiosos y asuntos del gobierno estatal. Ninguna per­sona tendrá privilegio (en el empleo, en la vivienda, en el acceso al gobierno, en los servicios o cualquier otro privilegio) sobre la base de las creencias re­ligiosas o la carencia de ellas. Las instituciones religiosas y las autoridades estatales tendrán libertad para actuar dentro de los límites de la constitución adoptada sin infringir derechos individuales o religiosos. El parlamento prohi­birá que los partidos se postulen a menos que reciban entre sus miembros a gente de todas las religiones.

Sección 6. Poderes estatales: Habrá poderes legislativo, ejecutivo y judi­cial, cada uno separado e independiente.

6.1. Un consejo legislativo (parlamento) elegido democráticamente deci­dirá las leyes relativas a todos los aspectos del Estado, sin violación de los derechos de las minorías o instituyendo algunas leyes que violen los derechos humanos básicos como los que se declaran en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (que será considerada parte de esta estructura). El parlamento también elegirá alguna insignia estatal, emblemas nacionales u otras estructuras simbólicas que se consideren apropiadas, pero sin Infringir los derechos de uno u otro grupo étnico o religioso.

6.2. El poder ejecutivo será conferido al cargo del presidente electo y al gabinete. El gabinete y el presidente manejarán los asuntos del Estado de acuerdo con las leyes estatales y en cumplimiento de leyes internacionales pertinentes.

6.3. Poder judicial. El poder judicial será conferido a una Suprema Corte y a todos los tribunales estatales como lo ordene y establezca el parlamento. Los jueces de la Suprema Corte serán elegidos por el parlamento. El térmi­no del cargo será decidido por la constitución. El poder judicial cubrirá todos los casos que surjan como resultado de la constitución adoptada por el parla­mento, otras leyes adoptadas por el parlamento (incluido el juicio si tales leyes violan principios constitucionales) y cuestiones bajo obligación de tratados in­ternacionales.

Sección 7. El pueblo primero. El propósito del gobierno estatal es el gobier­no por el pueblo y para el pueblo. Los derechos humanos deberán ser la base de las leyes estatales. Muchos de esos derechos humanos Inalienables están codificados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH).

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La adhesión a todas las disposiciones de la DUDH será un objetivo principal en la formulación de una constitución con una declaración de derechos.

Sección 8. Comisión de la verdad: Al retorno de las personas desplazadas y los refugiados, con la abolición de leyes discriminatorias y las elecciones pa­ra un parlamento nacional, se creará una comisión de verdad (elegida por los miembros del nuevo parlamento) que se ocupará de todas las cuestiones de injusticias cometidas. Esto incluye actos de violencia cometidos contra civiles, remoción forzada, derechos de propiedad y toda otra cuestión que sea llevada ante ella para su consideración. Se encargará de minimizar las repercusiones y de perdonar a los individuos que admitan libremente que cometieron delitos.

Sección 9. Violencia. Reconocemos los actos de terror como censurables, se trate de hacer estallar bombas en áreas civiles, bombardear vecindades, demoler hogares o cualquier otro acto de terror. La ocupación y las prácticas colonizadoras israelíes son violencia por definición. El asesinato (ejecución ex­tra judicial) es violencia prohibida por el derecho internacional. Poseer armas nucleares y potencial para la guerra biológica y química también es execra­ble. No somos ingenuos como para creer que sea posible lograr y poner en práctica una renuncia mutua de toda violencia, en especial mientras continúe la ocupación y la resistencia. Pero se deben hacer esfuerzos para reducir la violencia, poniendo en práctica la justicia y la igualdad y creando confianza. Creemos que la concepción alternativa y el programa presentados más arriba son el mejor curso de acción a seguir.

Sección 10. Las garantías internacionales y el lugar en el mundo: Nuestra tierra y nuestro pueblo son parte integrante del área del Medio Oriente, defi­nidos en términos generales con significativos vínculos culturales, religiosos y étnicos con otras partes del Medio Oriente. También es un área de gran importancia para el cristianismo, el islamismo y el judaismo. Así, debe haber garantías efectivas de seguridad, libertades y derechos no sólo para el pueblo local sino también por él mismo, con garantías internacionales, apoyo y guía para otros interesados y accesos a este centro de herencia humana. Ade­más, este conflicto se empleó como pretexto para la falta de progreso hacia la democracia en la región. Mostrando el ejemplo de la convivencia en armonía, igualdad y democracia, podemos brindar un modelo a un mundo castigado por la falta de democracia y por las luchas étnicas, religiosas y nacionales. En ver­dad, entonces podremos convertirnos en lo que muchas tradiciones religiosas enseñan: un ejemplo para el mundo.

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Lecturas recomendadas

1. Naim Stifan Ateek y Rosemary Radford Ruether, Justice and Only Justice: A Palestinian Theology ofLiberation (New York, Orbis Books. 1990).

2. Alice y Staughton Lynd (comps.), Nonviolence in America: A Docu- mentary History (New York, Orbit Books, 1995).

3. Tanya Reinhart, Israel/Palestine: How to End the War o f 1948 (New York, Seven Stories Press, 2002).

4. Gene Sharp, The Politics o f Nonviolent Action (Boston, Porter-Sar- gent, 1973).

5. Nancy Stohlman y Laurieann Aladin, Live from Palestine: Interna­tional and Palestinian Direct Action against the Occupation (Cam­bridge, Mass., South End Press, 2003).

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Glosario

Al-Nakba: Literalmente, la Catástrofe. Es el nombre que se le da al des­poseimiento de sus hogares y la limpieza étnica de los palestinos entre 1947 y 1949.

Apartheid: Una política oficial de segregación basada en la raza, la et- nicidad o la religión. Se la abandonó legalmente en Sudáfrica en 1992.

Arabe: Se refiere a aquellos cuya lengua madre es el árabe, con inde­pendencia de su afiliación religiosa o étnica.

Askenazi, askenazim: Judíos que se desarrollaron cultural y lingüísti­camente a partir de áreas del antiguo imperio jázaro, para pasar luego a Europa oriental. El yiddish se desarrolló como lengua úni­ca de los askenazis.

Balfour, Declaración Balfour: Lord Balfour era el secretario de Exterior británico cuando emitió una declaración, en 1917, dirigida al mo­vimiento sionista, en la que hacía constar el apoyo del «gobierno de Su Majestad» para el establecimiento de una «patria judía en Palestina».

Beduino: tribus semi nómades. En Palestina, esas tribus habitaban dis­cretas áreas geográficas y subsistían con la crianza de animales, el comercio e incluso, en ocasiones, la agricultura en valles desiertos del Negev. El ancestro de la mayoría de los palestinos beduinos es el nabateo.

Canaán, cananeo: Se refiere a la tierra y al pueblo que habitaba la re­gión mediterránea oriental. La mayoría hablaba lenguas semíticas y muchos poseyeron florecientes reinos locales entre 2000 AEG y las conquistas romanas.

Dunum: Medida de la tierra. Un dunum es alrededor de un cuarto de acre.

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índice alfabético

Abdullah, 87, 185, 193, 211 Abu Shusha, 59 Abu Sitta, 1,3, 7, 55, 56, 62, 73 Adam, 42 Akka, 62 Al Abbasiyya, 59 Al-Aqsa, 26, 86, 228, 233 Al-Latt, 27, 28 Al-Manshiya, Iraq, 56 Al-Naqab, 27, 29, 65 Al-Sharif, Haram, 90 Albright, 130, 208, 209 Allon, 171, 198, 199 Am Yisrael, 115, 116, 118, 125,255 Arafat, 195, 196, 198 203,205-209,

212-214Arelas, 27 Armisticio, 58, 66 Armstrong, 31, 85, 89, 90, 92 Arnaiz-Villena, 40, 41 Ashkelon, 29, 154,155 Avinoam, 42

Balad el-Sheikh, 59, 75 Balfour, 3,22,94,103,186-188,190,

220, 256, 269Barak, 73, 91, 109, 209, 210, 233Baruch, 137Basra, 27Batsheva, 42, 46Bayt Daras, 59Beduino, 269Beer Saba, 27Beer Sheba, 3, 56, 59Beersheva, 27, 28

Begin, 59, 102, 131, 133, 173, 196 Beit Jala, 29, 150 Beit Sahour, 9Ben-Gurion, 6, 60,62, 64,65,86, 106,

108, 109, 112, 133, 193,211, 224, 226, 254, 257

Ben-Gurion, David, 64, 65 Benvenisti, 66, 244 Bergson, 192Bernadotte, 68, 69, 192, 193Bilad Al-Sham, 24, 271Bin Laden, Osama, 137, 251, 260Black, 106, 112Bodmer, 40Bonaparte, 93Bonne-Tamir, 42, 44, 46, 47Brook, 49, 51, 182Burayr, 59

Cambon, 186, 187 Canavan, 42 Carmel, 29, 75 Churchill, 95, 96, 190 Clinton, 197,208,209,214 colonización, 3, 22, 50, 53, 59, 61,

74, 94, 96, 102, 103, 134, 152, 186, 194, 256, 260

cromosoma Y, 44-46, 48 cuneiforme, 25

Dawayima, 59 Dayan, 3, 132 DeirYassin, 59, 75, 86, 133

edomitas, 32, 33

272

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Eilaboun, 59 Eilat, 27Einstein, Albert, 107 Elath, 27 Eugenesia, 39 Expulsión, 58expulsión, 4, 54, 61-64, 66, 77, 87,

140,201,257

Faluja, 56, 66 FDI, 62,75, 133, 150, 184 Fellahin, 270 fenicios, 20, 25, 29, 34, 84 Filastin, 31,34, 185 filisteos, 29, 32, 33 Flapan, Simha, 54, 132 Freud, Sigmund, 107

Galilea, 29,34,61,65,66, 71,94,117, 121

Galton, Francis, 39Gaucher, 42Gawler, George, 96Goldstein, 137guerra de los cien años, 263guerra psicológica, 58

Hadawi, 33, 66, 80 Haganah, 87, 132 Haifa, 53,59,62,73,75,98,132,133,

185Hamas, 128,207,235 Hayesod, Keren, 188 Herzl, Theodor, 22,98 Hess, Moses, 97 Hibbat Zion, 97 Himmler, Heinrich, 68 Hiroshima , 128, 129 Hirst, David, 76, 143 hititas, 32, 33

Compartir la tierra de Canaán

Hitler, 15,63, 105, 191 Husayniyya, 59 Hussain, Sharif, 188

Ibrahimi, mezquita de, 91 Ijzim, 59imperio británico, 3, 4, 22, 94, 96 Intifada, 150,197,200,206,214,228,

233, 247Isdud, 59

Jabotinsky, Vladimir, 102, 103, 105 Jaffa, 53,78, 110 Jericó, 67, 83, 155, 157, 203 Jerusalén, 21, 25, 27, 29, 32, 34, 53,

59, 60, 65, 67-69, 72, 81­92,94,98,99, 107, 131,132, 152-154,157,168,172-174, 177,178,188,189,199,206, 208,209,213,216,224,233, 238,240,241,244,245,261

Jesús, 24, 32, 34, 135 Jordania, 1, 9, 24, 27, 29, 70, 87, 88,

175,193-196,198-200,202, 207,212,245,251,265,271

Judá, 32, 82, 83, 270

Kaaba, 27 Kabri, Al, 59 karaitismo, 32Khalidi, 35, 36, 54, 74, 185, 186 Khazars, 49 Khisas, Al, 59 Khubbayza, 59Knesset, 69, 73, 90, 115, 117, 120,

123, 125, 140, 184,270 Koestler, Arthur, 48,51

Limpieza étnica, 270 Lydda, 59, 64-66, 75,154

273

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274 Mazin B. Qumsiyeh

Madaba, 28,29 Majd al Kurum, 59 Majdal, 73, 154, 155 Mannsurat al Khayt, 59 Marshall, George, 193 Masalha, 54, 60-63, 80, 190 Meca, 27, 85, 86 Meir, Golda, 53 Menahem, 59,102, 133, 173 Mesopotamia, 25 moabita, 24Morris, Benny, 6, 54, 55, 58, 62, 63,

74, 75,98, 190,211

Nabateo, 271 Nablus, 29, 89,91 Nachmani, Yosef, 61 Nagasaki, 128, 129 Napoleón, 93-95 Nazaret, 60, 66, 73 Netanyahu, Benjamín, 102 Netanyahu, Benzion, 192 Novemiesky, Moshe, 189

Operación Dalet, 55, 59, 63 Operación israelí Hiram, 56 Oslo, 22,138, 139, 145,171-173,177,

182,197,198,200,202-208, 210,212,213,228,229,245, 253, 254, 256

otomano, 34,49, 84,95,98,142,168, 180, 185, 187, 188, 259

Peres, Shimon, 53, 74 Peters, Joan, 63 Petra, 13, 27, 28 Pinsker, 97, 98, 100, 101

Qazaza, 59 Qibya, 133

Qisarya, 59

Ramallah, 34, 65, 150, 157, 208 Ramla, 64,154 Rothschild, 3, 98, 101, 186

Sa’sa, 59,75 Safsaf, 59Said, Edward, 34, 54,184, 195, 256­

258Saliha, 59Salomón, 26, 30, 82, 84, 260, 270 Samuel, Hebert, 3,102,188, 223 Segev, Tom, 54, 66, 74, 76, 80, 112,

119Segunda Guerra Mundial, 53,68,114 Shamir, 69, 106, 112, 113, 133, 196 Sharon, 67, 91, 102, 109, 133, 137,

173,174, 198, 199,204,214, 233, 250, 254

Shekhem, 29, 82 Shertok, 3, 63 Shlaim, Avi, 54, 63,87,211 Sionismo, 98, 271Sionista, 49, 99, 105, 106, 117, 167,

173, 186, 188 siríaco, 23, 24Siria, 20, 24, 27, 34, 60, 69, 70, 95,

175,194,199,212,216,251, 265, 270, 271

Sokolow, Nahum, 186 Sternhall, 54 Strauss, 27, 247, 248 Sykes-Picot, 220

Talibán, 260 Tay Sachs, 42 Tira, Al, 59 Tortura, 148, 149 Truman, 192, 193

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Compartir la tierra de Canaán

turcos, 38, 44, 45, 47, 50, 129, 130, 185, 188, 259

Ugarit, 25UNRWA, 71,235,261 Ur-Salem, 25, 27,81,82,84

Wadi 'Ara, 59 Waqf, 86, 89, 90 Weitz, 3, 59, 60, 63 Weizman, 187, 188 Wilson, 188, 191

Yadin, 3,30 Yahvé, 32, 83, 84 Yishuv, 59, 191Yitzhak, 3, 64, 69, 75, 106, 113, 133,

212

Zannuba, 27 Zaynab, 27 Zenobia, 27