Bachajón: organización socioterritorial de una comunidad tzeltal

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alain breton 1 organtzac1on socioterritorial de una comunidad tzeltal INSTITUTO NACIONAL INDI&ENISTA

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Alain Breton, Bachajón: organización socioterritorial de una comunidad tzeltal, Instituto Nacional Indigenista, México, 1984. (Original en francés: París, 1979).

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organtzac1on socioterritorial de una comunidad tzeltal

INSTITUTO NACIONAL INDI&ENISTA

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ALAIN BRETON

BACHAJON ORGANIZACION

SOCIOTERRITORIAL

DE UNA COMUNIDAD TZELTAL

INSTITUTO NACIONAL INDIGENISTA

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SECRETARIO DE EDUCACION PUBLICA: }ESUS REYES HEROLES

DIRECTOR GENERAL DEL INI: MIGUEL LIMON ROJAS

COORDINADOR DE PUBLICACIONES DEL INI: }UAN RULFO

Dil,ujtJnte: Jeu·Marc Cbavy

©INSTITUTO NACIONAL INDIGENISTA Avenida Revolución 1279 México 20, D.F.

ISBN-963-822-049-3 Impreso y hecho en México Printed ond IRlJde in Mnico

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ADVERTENCIA

La investigación presentada a continuación es producto de tres estadías en Chiapas, México: 1973 (de enero a abril), 1974-1975 (de noviembre a abril) y 1976 (de septiembre a octubre). El financiamiento de los dos primeros viajes y estadías fue nuestro; el de la tercera misión lo asumió el Laboratorio de Etnología y Sociología Comparativa de la Universidad de París X (L.A. 140 del CNRS), dirigido por Eric de Dampierre de cuyos conocimien­tos nos beneficiamos cuando fuimos estudiantes en doctorado.

Agradecemos particularmente a Aurore Becquelin-Monod y a Pierre Becquelin la ayuda financiera y la amistad que nos prodi­garon. A J acques Soustelle el apoyo y la confianza que nos brindó, así como a Jean-Claude Corbel, en aquel entonces con­sejero cultural de la embajada de Francia en México y a Gauden­cio Flores Mata, director del Departamento de Agronomía de la Secretaría de Recursos Hidráulicos.

En Bachajón nos beneficiamos de la experiencia y la acogida que nos brindaron los misioneros jesuitas y sus amigos; queremos mencionar especialmente a los padres Armando Herrera, Mardo­nio Morales E., Eugenio Maurer y Jan de Vos, quienes no titu­bearon en darnos información de tipo sociológico e histórico, sin la cual nuestra comprensión en la materia no habría sido tan afortunada. Nuestro agradecimiento va dirigido, sobre todo, a nuestros intérpretes e informantes indígenas: Armando L., de Bachajón; Manuel M. y Juan A., de Sivacá, junto con todos los demás que, ante un investigador demasiado curioso (quien visitó sus casas, midió y censó sus tierras), manifestaron siempre su buena voluntad y una extrema gentileza.

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Este trabajo también es producto de múltiples pláticas durante las reuniones realizadas por el equipo de investigación No. 4 del LA 140 y de las críticas y sugerencias de la señorita Daniele Dehouve y de los señores John Murra y Patrick Menget, gracias a las cuales fue posible corregir errores importantes.

Esta obra fue presentada como tesis de doctorado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, bajo la dirección del señor Jacques Soustelle con el título Bachajón. Contribución al estudio de la organización socioterritorial y del hatitat en una comunidad indígena de Chiapas (México). Queremos agradecer a nuestros examinadores, Henri Lavondes, Jacques Soustelle y Robert Cresswell, por sus consejos a los fines de la presente publicación.

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INTRODUCCION

En el sur de México y Guatemala habitan varios grupos étnicos, pertenecientes a la familia cultural maya, repartidos entre nume­rosas comunidades. Estas comunidades se definen con relación a un territorio propio y a una organización "comunitaria" a me­nudo específica.

Creadas en su mayoría durante la segunda mitad del siglo XVI bajo la influencia de los misioneros españoles, fueron entonces constituidas por la reunión (o "reducción") de grupos preexis­tentes -"jefaturas" prehispánicas- de diversos orígenes que preservaron su singularidad gracias a la organización de los barrios. Mantenidas en un aislamiento geográfico, económico y político -que garantizaba al sistema colonial su eficacia- durante cerca de cuatro siglos, las comunidades fueron poco a poco estructu­rándose sobre la base de esta división en barrios, división que hasta hoy se conserva como una constante de su organización.

Por lo general, las organizaciones características de los grupos originales perdieron, dentro del nuevo contexto comunitario así "fabricado", su idiosincrasia y su cohesión, quedando éstas re­ducidas a rasgos culturales aislados, arcaísmos y supervivencias, que siguen vinculando concienzudamente las tradiciones orales y rituales.

Las investigaciones aquí reportadas tratan acerca de una de esas comunidades -Bachajón- y en particular sobre uno de sus barrios, San Sebastián. Allí, lo que en un primer momento pare­cieron ser tan sólo elementos culturales abstractos, al desarrollarse las encuestas y como al margen de la organización comunitaria global, resultó ser una compleja organización social tradicional.

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Es a esta última que se dedicará sobre todo nuestro estudio; trataremos de analizarla según dos ejes principales:

l. La filiación por una parte, que regula el acceso del individuo a los bienes y medios de producción, es decir, la tierra, a través de su linaje, y la fuerza de trabajo -o sea la salud- a través de su kalpul;

2. La alianza, por otra parte, que condiciona la reproducción del grupo -alianza matrimonial definida como intercambio generalizado de las mujeres entre los linajes- y la permanencia de la sociedad -alianza ritual definida como intercambio gene­ralizado de los cargos rituales entre los kalpules-.

Por ser un caso particular, esta organización encuentra una justificación histórica en el origen probable del barrio de San Sebastián como parte del conjunto Bachajón.

Este estudio se integró a un programa más amplio en el cual participaban arqueólogos y lingüistas. La colaboración estrecha con los trabajos lingüísticos (llevados a cabo por Aurore Becque· lin-Monod) nos ha proporcionado muchas claves para el análisis de la organización social tradicional a la luz de las "representa­ciones": discursos rituales, mitos, universo simbólico, etcétera. En cuanto a la colaboración con la arqueología, nos ha permitido abrir nuestro estudio hacia una problemática más extensa: a saber, la de la articulación entre organización social y sistema del habita t.*

La zona ocupada por los tzeltales del norte (que comprende a la comunidad de Bachajón) está situada en las vertientes septen­trionales de los Altos de Chiapas, aproximadamente a 900 metros de altitud, límite superior de las tierras cálidas.

Se sabe, según datos glotocronológicos, que los tzeltales viven ahí desde principios del periodo clásico más tardío de la civiliza-

*Ji:l vocablo hobifDf (o aiatema del habitat) abarcará, en este texto, todo lo eoncer· Diente a la vivienda -unidad de habítat- uí como a la repartición &eneral de eatu wúdadel en el .,._. -red del habítat-. Reeervaremoe la expresión estructunu del hobitat -quivalente del 1ettlement paffern o del ''patrón de uentamiento"- pan referirnoe al conjunto lipúf"JCativo que forman, o - a su contenido IIOciolllcioo. (N. del A.]

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c1on maya (es decir, más o menos el año 500 d.C.), periodo durante el cual se desarrolló el gran centro ceremonial de Toniná, en el valle de Ocosingo. Toniná fue excavado en los años 1972 y 1973 por Pierre Becquelin y Claude F. Baudez. Sus excavaciones tenían como meta determinar el aspecto del sitio a fines del periodo clásico, enfocando el interés en el patrón de asentamiento ''intramuros" y, alrededor del centro, en el valle. Se publicaron ya resultados parciales (Becquelin y Baudez, 1972a, 1972b, 1975 y 1979).

Sistematizado en arqueología por Willey (1953 ), el estudio del patrón de asentamiento ha venido a convertirse en América del Norte en "la piedra angular de una subdisciplina llamada settlement archaeology" (Rouse, 1972:97), que visualiza ambi­ciosamente "el estudio de las relaciones sociales a partir de datos arqueológicos" (Trigger, 1967:153); sus principios han sido expuestos y desarrollados por Chang (1968).

Es una subdisciplina muy reciente que, en busca de sus límites hizo renacer el debate sobre el Jugar que ocupa el habitat en la organización de las sociedades humanas. Tiene el gran mérito de haber acercado disciplinas, que hasta ese entonces se encontraban enclaustradas en el seno de una discusión temática extremada­mente rica. La lectura de la obra de Uéko (et al. 1972) da uml idea tanto de la amplitud como de la complejidad del problema que plantea el patrón de asentamientos como objeto de estudio. 1

Para la zona maya, Becquelin ha realizado un balance de la situación en el cual esboza el fondo histórico de la colaboración entre arqueología y etnología; al mismo tiempo define lo que la primera espera de la segunda para una mejor comprensión del la civilización clásica y posclásica:

El problema de los vínculos entre patrones de asentamiento y formas de organización socioculturales, es fundamental para el arqueólogo. Si se logran establecer correlaciones funcionales, sean generales, sean específicas, la arqueología podrá, por fin, tratar de realizar, con éxito, el estudio de las organizaciones sociales, campo que se le ha escapado bastante hasta el momento (1973 :49).

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Es dentro de esta problemática general que se han realizado nuestras investigaciones etnológicas acerca del habitat de los tzeltales del norte. Los estudios se han localizado principalmente sobre la comunidad de Bachajón, escogida básicamente por su cercanía geográfica (su centro se encuentra a 30 km de Toniná), por la importancia de su territorio así como de su población, y por la similitud que presenta su red de habitat con la analizada en el valle de Ocosingo por Becquelin. Sean cuales fueren las relaciones que han tratado de establecerse entre Bachajón y Toniná, estamos conscientes de la arbitrariedad de tal comparación. Sin embargo, ésta puede concebirse como una motivación común y meta hipotética de un amplio programa de investigaciones, abierto a diferentes disciplinas, entre las cuales la etnohistoria debe ocupar un lugar importante.1 Aun cuando las crónicas de la época colonial sobre dicha región son muy escasas, no perdemos la esperanza de poder seguir una investigación sis· temática y entender, en su conjunto y en sus detalles, esta histo­ria que "separa" Toniná y Bachajón. Sólo con esa condición podría establecerse una comparación.

En una primera y modesta etapa de este programa, nuestro trabajo se presenta ante todo como una "rehabilitación" de Bachajón, comunidad casi desconocida -y en todo caso mal conocida- por los etnólogos, como la región de los tzeltales del norte en general.

Las Notes upon the Ethnography of Southem Mexicode Starr (1900-1902) se refieren sobre todo a Tenejapa y Cancuc, comunidades de la zona central de los Altos de Chiapas. El arqueólogo-geógrafo Frans Blom y etnógrafo Oliver Lafarge, penetraron en Chiapas por el norte y visitaron en primer lugar Bachajón y Sivacá. Sus descripciones se concentran ante todo en el valle de Ocosingo y las ruinas de Toniná_. Sin embargo, nos dejaron algunas impresiones sobre los indígenas sle la zona y principalmente sobre los de Bachajón (los "bachajones" o "bachajontecos"), que hacen pensar que no tuvieron deseos de

1 Jerome Sautier ee ha dedicado a la investigación de archivos en la ciudad de Guatemala y en México, dentro del cuadro de nueetro equipo de trabl,jo.

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quedarse allí por mucho tiempo: "viven en grupos tribales aisla­dos ... en un país de montañas ... son alcohólicos, peleadores y asesinos ... " (Blom y Lafarge, 1926, 1927, 11:329).

Acerca de Sivacá, estos dos autores describen la apicultura y el arte de la cerámica (ibid.: 342-345) que aún se practican en nuestros días y, acerca de Bachajón, las técnicas del tejido, la fabricación de redes y la cestería (ibid: 344).

En 1933, Jacques y Georgette Soustelle se quedaron algún tiempo en Ocosingo y Sivacá en su ruta hacia El Real y la selva lacandona, de donde recogieron algunas piezas de artesanía que se conservan en el Museo del Hombre en París (colección 33-71). Poco después, Robert Redfield y Alfonso Villa Rojas permane­cieron un día en Sivacá y dos en Bachajón, siendo estos autores los primeros en tratar, respecto de la comunidad objeto de nuestro estudio, de la organización social y territorial, y en especial de la división "subcomunidades antagónicas" (Redfield y Villa Rojas, 1939:113).

Los trabajos recientes de la Universidad de Chicago, bajo la dirección de McQuown (Report on the ''Man-in-Nature" Project, 1959) sólo se ocupan muy superficialmente de la región geográ­fica que nos interesa. Cabe mencionar dos pequeños informes sobre Sivacá y Bachajón (Zavala, s.f. y Guiteras Holmes, 1961 ), así como un estudio acerca de los indígenas acasillados en las fincas de los mestizos del valle de Oco~:~ingo (Montagu, 1970).

Por último, la monografía de Díaz Olivares (1970), misionero jesuita, aporta algunos datos útiles aunque la importancia de su trabajo estriba más en su experiencia que en su valor etnológico.

En cuanto se refiere a nosotros, vivimos diez meses en Bacha­jón y mes y medio en Sivacá cuyos datos se utilizarán de vez en cuando. •

Dentro del amplio marco que ofrece al etnólogo un conjunto territorial y sociológico como el de Bachajón, y a pesar del deseo de darlo a conocer mejor, nuestras preocupaciones han sido guiadas por el tema escogido por nuestro equipo de investigación y centrado en las relaciones que mantienen el habitat y la orga­nización social.

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Las técnicas de investigación, teniendo en cuenta la naturaleza misma del objeto de estudio, pueden ser divididas en dos catego­rías:

l. Por una parte, hemos utilizado los métodos de la geografía humana: a) Cartografía sistemática de la comunidad de Bachajón, a partir de fotografías aéreas a una escala de 50 mil (aproxima­damente), publicadas en 1974 por la CETENAL.2 Este trabajo fue ampliamente controlado por investigaciones sobre el terreno, ya que la escala de las tomas no permitía localizar directamente y con la precisión requerida algunas unidades de habitat dispersas o aisladas. b) Planos de casas y grupos de habitaciones. Durante la primera etapa del trabajo de campo no contábamos con la cobertura fotográfica mencionada y tuvimos que actuar con medios rudimentarios, anotando las orientaciones con ayuda de una brújula y calculando las distancias con pasos contados. Aun cuando nos dio sólo datos aproximativos, esta técnica nos per­mitió conocer en profundidad una parte del territorio, que nos ha servido de principal ilustración de las cuestiones planteadas en esta obra (véase el Capítulo IX).

2. Por otra parte, se concedió una gran importancia a la obser­vación participante y al uso de cuestionarios y de entrevistas, técnicas específicas de la metodología etnológica. Los resultados obtenidos se refieren sobre todo a la organización social y reli­giosa, al desarrollo de las fiestas, al trabajo agrícola, a la vida doméstica y al estudio de la vivienda (tecnología, morfología y funciones de la casa, etcétera).

El trabajo de campo se completó con datos históricos recogi­dos en los archivos regionales (en Ocosingo, Chitón y Bachajón) y nacionales (Archivo General de Centro América en la ciudad de Guatemala y Museo Nacional de Antropología e Historia de México. En este último existe abundante material de documen­tos en forma de microfilme).

Hemos dividido nuestra ponencia en tres partes. La primera

2 Comúión de E.tudio• del Territorio Naciontú: organismo que debe publicar próximamente los mapas del estado de Chiapu (suelos, vegetación, climu y potencial agrícola). En la actualidad tiene el nombre de DETENAL.

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ofrece los datos culturales, ecológicos e históricos que definen los diferentes contextos en los cuales se inserta la comunidad, al mismo tiempo que introducen al análisis ulterior del sistema del habitat. La segunda parte trata principalmente del estudio de la organización social y territorial, primero dentro del marco comunitario (Capítulos IV y V) y, más específicamente, en el del barrio de San Sebastián (Capítulo VI: La organización social tradicional). La tercera parte trata acerca de las estructuras, de la red y del sistema del habitat en relación con la organización propia de ese barrio.

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PRIMERA PARTE

BACHAJON

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DATOS CULTURALES

Los tzeltales

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GENERALIDADES

Los indígenas tzeltales ocupan un amplio territorio situado en ~u mayor parte entre los 1 500 y 2 500 metros de altura en un macizo montañoso de abruptas pendientes: los Altos de Chiapas. En realidad, esta región de tierras altas sólo hospeda a dos de los tres subgrupos étnicos, o sea los tzeltales del centro y del sur (Villa Rojas, 1968:195). La zona sur se caracteriza por anchos valles y un relieve de pendientes suaves donde se hallan las comu­nidades de Amatenango, Aguacatenango, Pinola, Soyatitán y Socoltenango. La zona central corresponde a la región más alta y accidentada -también la más pobre- que se extiende al norte de San Cristóbal de Las Casas. Allí están ubicadas las comunida­des de Chanal, Oxchuc, Tenejapa y Cancuc, objeto de las inves­tigaciones realizadas entre otros por Siverts, 1969; Cámara Barbachano, 1966; Guiteras Hohnes, 194 7; Report on the "Man­in-Nature" Project, 1959).1 Es en esa misma zona donde se encuentran los tzotziles, grupo lingüístico estrechamente vincu­lado a los tzeltales y sobre el cual se realizaron los estudios más sobresalientes (en particular Vogt, 1959, sobre. Zinacantán, y Pozas, 1959, acerca de Chamula).

Los tzeltales del norte ocupan una parte de lo que Mulleried (1957:21-22) llamó las "Montañas del Norte", prolongación de las altas mesetas que van descendiendo gradualmente hacia la

1 Ab880lo y Tenango, de la misma zona ecológica, no han sido objeto, hasta mora. de ningún estudio particular.

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..... ,_.~ ...... , ·, ·-. E. U .

... _.,, .. --, '~\

'·-..

GUATEMALA

TZOTZILES

TUXTLA GUTIERREZ

CHIAPA DE CORZO

Ixtapa Chamula o o

Zinacantán0 O

SAN CRISTOBAL DE LAS CASAS

Teop~ Alnatenango

- - - límite de la zona tzeltal • Pueblo de la región de los

tzeltales del norte o 30km

\ ~ Aguacatenango

1

1 1 Socoltenango 1 o 1

PALENQUE O

Figura l. Mapa de 14 región ocupado por lm t:eltale• (ChiDpu).

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planicie de la costa del Golfo de México (estado de Tabasco). Los pueblos septentrionales (incluso el de Bachajón), centros de comunidades indígenas, se sitúan a alturas comprendidas entre los 800 y los 1 200 metros. De veinte aftos atrás las migraciones masivas de indígenas en busca de tierras han extendido los lími­tes de su zona tradicional de ocupación al noreste (hacia Palen­que) y al este (selva lacandona), donde la altura es de 300 metros sobre el nivel del mar, en las bajas tierras tropicales.

El idioma tzeltal pertenece a la familia lingüística maya. Es muy parecido al chol, al tojolabal y más particularmente al tzot­zil de las tierras altas del centro (véase Kaufman, 1962:126-127). En la clasificación de McQuown (1964 ), basada en los resultadoe de los análisis lexicoestadísticos y glotocronológicos, el grupo "tzeltalano" (o proto-tzeltal) se habría diferenciado lingüística­mente del proto-maya en el siglo VIII a.C. La separación del tzotzil de ese grupo habría ocurrido en una fecha mucho más reciente o sea entre los aftos 1000 y 1200 d.C. En el estado actual de los conocimientos y teniendo en cuenta el grado limi­tado de exactitud que podemos esperar, la reconstrucción de la colocación del grupo tzeltalano (tzeltal y tzotzil) sitúa su migra­ción en el valle de Comitán entre el siglo V a.C. y comienzos de la era cristiana, o sea el fin del periodo preclásico de la civilización maya. 2 El establecimiento de los tzeltales en los Altos (y a pos­teriori en las Montañas del Norte) correspondería al periodo clá­sico temprano o sea entre los años 300 y 600 d.C. (Vogt y Ruzl­huillier, 1972:431-432).

Actualmente hay alrededor de 100 mil hablantes de tzeltal; la mayoría se reparte entre las varias comunidades y muchos viven en las cabeceras regionales o las fincas .• Los indígenas de las comunidades poseen su propia manera de hablar con varia­ciones dialectales que, a pesar de que no afectan su mutuo entendimiento, los distingue de la misma forma que su indu­mentaria y algunas tradiciones.

2 Según los autores de esa reconstrucción, la localización inicial de los pro to-ma y u fue, en Guatemala, la región ubicada entre los altos Cuchumatanes y la costa del Pací­fico (su establecimit,nto se remontaría a 2600 a.C.).

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El dialecto de Bachajón utiliza 27 fonemas a los que se añ.aden tres consonantes que se encuentran en las palabras tomadas del españ.ol (f,d,g). Se distinguen respectivamente cinco vocales (a,e,~o,u,), dos semivocales (w,y) y veinte consonantes clasifica­das a continuación.

La transcripción adoptada sigue siendo fiel a la propuesta por el Instituto Lingüístico de Verano (ver Slocum y Gerdel, 1971 y también Robles Uribe, 1962), con la única excepción de que hemos remplazado con la k los signos e y qu. La j corresponde a la jota españ.ola; es una fricativa fuerte, que se distingue de la h sorda. La fricativa x corresponde a la eh francesa. El "golpe de glotis" (saltillo) precede a todas las palabras que empiezan con vocal (ejemplo: ,oxom, 'ak, etcétera); por ser sistemático no lo hemos representado cuando ocupa esa posición. Sin embargo lo transcribimos cuando está entre dos vocales o al final de palabra (ejemplo: ehi'in, lakma'). En ese caso es un fonema independiente que no se puede confundir con las consonantes glotisadas.

Labialu Denwle• Alveolare• Retrolf. Velare• De laglom

Fricativas (f) 8 X h Nasales m n Laterales 1 r Explosivas p,b (d) k '(Sal tillo)

(g) Africadas ts eh Glotiaadas p' t' ts' eh' k'

Indígenas y mestizos

La división de la sociedad chiapaneca en indígenas y ladinos ha sido objeto de numerosas descripciones y análisis (en particular ver Aguirre Beltrán, 1953 y 1967; Colby y Van Den Berghe, 1961; Arias, 1975). En general, el términoúdino se emplea para designar a toda persona no indígena en cuanto a su sistema de valores o su origen. El mestizaje puede ser tanto biológico como

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sociológico. A escala regional los ladinos utilizan y amplían las estructuras coloniales preexistentes imponiendo su dominación económica, política y cultural. Cualquiera que sea, en términos individuales, la situación efectiva de su poder sobre o con rela­ción a la población indígena, basan su superioridad en la dife­renciación cultural que es de hecho el obstáculo mayor para una comunicaciÓn ~ntre los dos grupos. Pitt-Rivers resume de la manera siguiente sus concepciones:

Loe ladinos fonnan una clase superior ... se consideran a sí mismos como superiores a loe indios y hacen derivar esta superioridad de su riqueza y poder, pero también y sobre todo -ya que hay ladinos que no son tan ricos como algunos indígenas- de su cultura, es decir, de su identificación con quienes gobiernan el país. Un ladino es un individuo que habla español correctamente (o lo que él piensa que es hablarlo correctamente): es civilizado. Un indio es, a loe ojos de aquél, el que tiene costumbres rústicas, el que está obsesionado por la bru­jería y no es civilizado (1970 :25).

El mundo de los ladinos es, sobre todo y ante todo, San Cris­tóbal de Las Casas y, más cerca, Ocosingo, Chilón y Y ajalón. Estos pueblos, cabeceras de municipios, son los centros del poder económico y político de los mestizos y corresponden al análisis hecho por Dehouve de la ciudad regional en las montañas del estado de Guerrero:

La casi totalidad de la población vive del trabajo de los indígenas: los comerciantes se aprovechan de la dependencia en que se encuentra este sector de la población respecto del mercado nacional; los propie­tarios de haciendas -de caña de azúcar y cada vez más, de maíz y legumbres- los utilizan como trabajadores asalariados; los médicos viven de las enfennedades; los sacerdote~ de la miseria que los preci­pita a la iglesia; los licenciados y jueces, de los procesos litigiosos que se hacen entre ellos, símbolos de la destrucción de su mundo en con­tacto con el nuestro. La ciudad de la región, que fue el instrumento de conquista, es en la actualidad el instrumento de dominación (1976 :42-43).

La población indígena de esas cabeceras y de sus alrededores, desposeída de su territorio o atada a parcelas muy reducidas

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-pequeñas propiedades privadas o ejidos minúsculos-, se encuentra muchas veces sin tierra y el único recurso que le queda es trabajar en los ranchos o en las fincas de los ladinos como jornaleros y quizá como personal asalariado por una suma que variaba en 1975 entre 3 y 25 pesos al día y el préstamo de un pequeño lote de tierra en donde construir la casa y cultivar un mínimo de maíz.

A los individuos ajenos a su comunidad, el bachajonteco los llama hermanos si son indígenas y kaxlanes (deformación de la palabra española "castellanos") si no lo son. Este término se aplica a la población mestiza nativa o residente, comerciantes del pueblo, propietarios de los ranchos periféri<;os o empleados de servicios públicos, pero también a los extranjeros de paso, vendedores ambulantes, eventuales turistas y etnólogos. Los únicos que poseen una posición especial son los padres, fuerte­mente arraigados en Bachajón y respecto de los cuales los indí­genas tienen opiniones divergentes, que responden de alguna manera a la acción misionera ambigua llevada a cabo desde 1958.

Pero el mundo de los mestizos es, hasta cierto punto, "exte­rior" a Bachajón, puesto que sólo mantiene con él relaciones esporádicas y de parcial dependencia. De ancestral y hondo arraigo en su territorio, la comunidad siempre lo ha defendido, con tenacidad y cierto grado de éxito, contra cualquier intento de penetración o de apropiación. Es únicamente en los años treinta que algunos ladinos alcanzaron a establecerse como comerciantes en el pueblo, gracias a la complicidad, ampliamente retribuida, de un cacique3 de aquel tiempo. La comunidad, sin embargo, les niega el derecho de propiedad sobre la parcela comunitaria que les concede, por lo que los ladinos deben alqui­lar una casa indígena, o limitarse a construir precarias viviendas de madera. Desde el principio queda bien establecido que nin­guno de ellos podrá instalarse definitivamente en el lugar ni,

3 Ténnino empleado para designar a los hombres de la comunidad cuyo poder reposa a menudo en una riqueza económica acumulada en detrimento de ésta y sobre una cierta cohersión.

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mucho menos, integrarse a la comunidad. Sus actividades quedan limitadas geográficamente al pueblo y al comercio de tienda en cuanto al aspecto económico. Obrando con prudencia se han mantenido en Bachajón, desarrollando sus actividades sobre todo a partir de 1958, fecha en que la misión jesuita se implantó con prudencia, pero con solidez, y estabilizó la situación.

Merced a la única ruta que comunica al pueblo con el resto de la región -y con los poblados mestizos-, el poder de los ladinos parece haberse reforzado durante los últimos años. Algunos con­solidaron su posición en el pueblo al e.sumir nuevas responsabili­dades locales, consecuencia del continuo desarrollo tecnológico de Chiapas: telégrafo, teléfono, agencias locales de las adminis­traciones nacionales (electricidad, carreteras, etcétera). Prueba de ese fortalecimiento, es el hecho de que uno de ellos fue electo agente municipal en el mes de agosto de 1975, cuando, hasta entonces, esa función la desempeñaban los tzeltales.

En ningún momento el número de familias ladinas en Bacha­jón fue superior a veinte. Esta débil representatividad en la comunidad impidió a los mestizos llegar a formar un grupo de presión; las relaciones interétnicas en Bachajón nunca fueron verdaderamente conflictivas. Los ladinos se han preocupado mucho más en defender sus intereses individuales y, consecuen­temente, en mantener las mejores relaciones posibles con una clientela indígena que no dependía exclusivamente de ellos, ya que alrededor del 50 por ciento de las tiendas del pueblo perte­necen a los tzeltales, entre las cuales destaca una cooperativa formada por un centenar de accionistas.

En septiembre de 1975, después de catorce años de negocia­ciones y diversas gestiones con sucesivos gobernaslores del estado, se aprobó un plan para remodelar el zócalo del pueblo. A pesar de las proposiciones que las autoridades hicieron a los ladinos para trasladar sus tiendas fuera de ese perímetro, una súbita decisión del gobernador en la inauguración del nuevo ayunta­miento, los obligó a abandonar el zócalo. Algunos se trasladaron a Chitón, Ocosingo y San Cristóbal, en donde ya desarrollaban otras actividades. Otras familias, con profundo arraigo en el

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pueblo, se vieron forzadas a dejarlo, sin otro recurso. Actual· mente, el número de familias ladinas se ha reducido a menos de diez, incluyendo la del agente municipal que hizo respetar la decisión gubernamental. En resumen, su situación parece ser muy precaria.

DESCRIPCION GENERAL

Ubicación y comunicaciones

El pueblo de Bachajón, centro de la comunidad homónima, se sitúa aproximadamente a 92°20' de longitud oeste y 17°20' de latitud norte. Se halla a unos treinta kilómetros al norte de Ocosingo, sobre la carretera que une San Cristóbal de Las Casas y Y ajalón. En temporada de sequía se puede llegar por esta carretera a Petalcingo,4 último pueblo de idioma tzeltal y hasta Tila, comunidad poblada de mestizos y de choles. Bachajón está cotidianamente comunicado por varios autobuses, que los indígenas sólo utilizan para llegar a Ocosingo, Chilón o Y ajalón~ con el objeto de consultar un médico, obtener certificados administrativos, asistir a las fiestas que se celebran, o hacer algunas compras excepcionales. En cambio los ladinos, quienes en gran medida controlan dicho sistema de transporte, viajan a menudo a San Cristóbal, situado a 130 kilómetros, distancia que según el estado de la carretera, es posible recorrer en cuatro o cinco horas.

Desde que existe esta carretera, los pueblos que atraviesa han logrado cierto auge comercial puesto que, fuera de ella, todos los desplazamientos se hacen a pie. Es el caso, entre otros, de Bachajón que se ha vuelto centro comercial preferido incluso por los indígenas de Guaquitepec y Sitala; estos últimos, a pesar de estar más cerea de Chilón, visitan con mayor frecuencia a Bachajón, aprovechando el nuevo camino que une a los dos

4 Petalcingo pertenece al municipio de TilL Está poblada de tzeltale~~ y chole11.

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pueblos. Desde principios de 1976 existe ya otra carretera que, al llegar de Palenque, entronca con la ruta Y ajalón-San Cristóbal, en el lugar llamado Te 'm o, a pocos kilómetros al sureste de Bachajón. Situado fuera de su recorrido, el pueblo de Bachajón se beneficia sin embargo de la obra sirviendo de punto de corres­pondencia entre los camiones de algunas compañías que se reparten la concesión. Pero la ventaja inmediata que disfruta es una comunicación recíproca más intensa y aprovechable: la nueva ruta, efectivamente, ha aproximado el pueblo-centro a los caseríos de tierra baja -otrora muy aislados- dentro del marco de nuevas relaciones comerciales fundadas sobre la complemen­taridad ecológica. Asimismo, permitió reanudar las relaciones entre "gente del pueblo" o de las inmediaciones y "gente de las colonias" (agricultores colonos de la selva), a menudo parientes, que desde la salida de estos últimos eran esporádicas o inexisten­tes.

Presentación general de Bachajón

Con el término de Bachajón, describimos una comunidad indí­gena de más de veinte mil personas que viven en un territorio de casi mil kilómetros cuadrados. La organización de ese conjunto está centrada en un pueblo de unas doscientas casas, en el cual se encuentran la iglesia, los comercios permanentes y los edifi­cios administrativos. La comunidad está dividida en dos barrios cuyo límite, materializado por un callejón, corta longitudinal­mente el conjunto del territorio y el pueblo-centro: al barrio de San Sebastián le corresponde la mitad norte; .al barrio de San Jerónimo la parte este y sur.

Es esa bipartición la que mencionan Redfield y Villa Rojas (1939:113) al hablar de "subcomunidades antagónicas", defini­ción acertada de los barrios que, por ser integrados en una orga­nización administrativa única -Ayuntamiento Constitucional-, y tener una participación igualitaria, mediante sus respectivos representantes, en las decisiones que atañen al conjunto de la

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Figura 2. &quema de lu dívirionu territoriale1 en el pueblo de Bachajón

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btJChajón 29

comunidad, se distinguen el uno del otro por una organización interna y algunos rasgos culturales propios.

Hasta hace poco, el barrio de San Jerónimo (Figura 2) se caracterizaba por una división interna de su población y de su territorio en dos mitades endógamas, fundada ideológicamente en la oposición arriba-abajo (ah k 'ol/ahlan ).

"Los de abajo" (ahlana) provienen del grupo más antiguo, cuya historia se confunde con la de la comunidad misma o sea al origen de su formación, a mediados del siglo X VI.

"Los de arriba" (ahk'olna) provienen de un grupo establecido posteriormente. La tradición oral sitúa su origen en Comitán y la califica de mestiza (aunque no ladina). Todavía en la actuali­dad, a la gente de esta mitad se le llama naburíos, deformación del término laboríos que se refiere a una categoría socioeconó­mica vigente en la época de la Colonia, acerca de la cual tenemos poca información regional. Se sabe que en aquel entonces esta­ban exentos de tributos y, aún más recientemente, pagaban menos impuestos. También desempeñaban los más altos cargos en la jerarquía municipal. No puede determinarse con precisión la época en que se establecieron en Bachajón (véase Capítulo 111).

Cuando las diferenciaciones económicas y sociales ( endoga­mia) tienden a desaparecer, el límite territorial admitido entre las dos mitades del barrio de San Jerónimo se materializa por la carretera (o, en el pueblo, la calle principal). Ambas poseen sus propias autoridades rituales -dos principales- encargadas de la organización de las fiestas y de escoger a los responsables anuales.

De los dos barrios, se considera a San Jerónimo el más acultu­rado. Su población manifiesta un mayor dinamismo y una mar­cada tendencia a favor de los cambios sociales. Fue en dicho barrio donde se estableció la misión jesuita a partir de 1958.

El barrio de San Sebastián tiene una población homogénea, cuyo origen se pierde en el pasado prehispánico. Considerada como muy conservadora, se mantuvo a distancia de toda in­fluencia misionera y modernista en general. Se divide en cuatro secciones llamadas kalpules. Este término de origen náhuatl ( calpulli: "casa grande" que designaba una división de la socie-

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30 alGin breton

dad azteca) es utilizado por los bachajontecos como sinónimo de la palabra tzeltal k 'atinajibal.

Más adelante nos ocuparemos en especial de esta organización cuatripartita y de los grupos que la constituyen (véase Capítulo VI). Aquí y de manera anticipada, nos limitaremos a señ.alar que cada kalpul (k 'atinajibal) está dirigido por un principal, hombre de cierta edad y experiencia, nombrado de por vida, el cual es el responsable y representante del grupo. Los cuatro kalpules, nombrados Cakma winik, tiJa winik, ba'il winik y jwayel winik, se reparten el territorio del pueblo que corresponde al barrio de San Sebastián, situándose de par en par a cada lado de la calle principal. Sin embargo, fuera de ese perímetro, es decir en la zona rural del barrio, no tienen un territorio definido. En dicha zona impera la parcelación y la dispersión como características y la existencia territorial de cada kalpul es función de la repar­tición efectiva de sus miembros; esa repartición resulta del poblamiento de las tierras y de la localización de los linajes. Ambos temas son el objeto de la tercera parte de este trabajo y son ampliamente desarrollados a lo largo de él; constituyen lo que hemos llamado la "organización social tradicional", típica del barrio de San Sebastián.

En el seno de la organización comunitaria, las relaciones entre los dos barrios son marcadamente antagónicas. La línea de divi­sión, objeto de constante limpieza (desmonte), materializa la separación de dos territorios distintos entre los cuales ninguna transacción de tierra o de hombre es posible. Cada barrio forma un ejido5 independiente del otro, con su propia historia y sus propias autoridades.

En el plano matrimonial, los barrios practican la endogamia, aunque menos estrictamente hoy que otrora. Las escasas uniones exógamas conocidas se han concluido siempre con el traslado de

S Ténnino colonial que designa!>& una especie de prado comunal; después de la Revolución Mexicana (1910-1920) el ejido puó a ser una fonna de propiedad colec­tiva sobre las tierras concedidas o reconocidas a las comunidades indígenas, y caracte­rizadas por "el UBufructo individual de los terrenos cultivad011 y el uso común de las aguas, putos y bosques" (Aguirre Beltrán y Pozas, 1954:205,206 ). (Véase el Capítulo IV de este libro).

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la mujer. El hombre que dejara su barrio de origen se vería des­poseído de todos sus bienes y, al mismo tiempo, rechazado por su barrio de adopción. Aún hoy, un joven que quiere contraer matrimonio en el otro barrio (jech: "del otro lado"), al momento de ir a ofrecer al padre de su novia los regalos usuales, se expone a ser amonestado y hasta agredido por parte de los muchacho¡; jóvenes del grupo antagónico.

Anteriormente, los dos barrios se caracterizaban por la indu­mentaria; cada uno de ellos ostenta su propia forma del cuello de camisa y un largo de manga determinado. Esta distinción ya no es notoria desde que los trajes de tipo europeo y de origen industrial se han impuesto. En tiempos de fiesta todavía es posi­ble ver a los ancianos vestidos de manera tradicional, con larga túnica de algodón tejida a mano y calzones.

En el Capítulo 11 veremos que tanto el antagonismo como los rasgos distintivos de los barrios se funden con la historia misma de la comunidad, nacida del reagrupamiento impuesto por los conquistadores civiles y religiosos. Sin embargo, esta comunidad de cuatro siglos de antigüedad no es la simple yuxtaposición de sus partes; éstas se inscriben en una organización general del conjunto que, respetando su doble carácter, lo hace aparecer como un todo. La organización comunitaria se expresa mediante las instituciones políticas y administrativas, y en particular, el sistema de cargos civiles (véase el Capítulo V).

Recordemos que en este trabajo, los datos concernientes a la dimensión comunitaria en Bachajón no son objeto específico de un análisis que por otra parte merecen. Nuestro interés se con­centró fundamentalmente en la organización social tradicional del barrio de San Sebastián, llevándonos acaso a sobrevalorar el particularismo y el antagonismo en relación con• el otro barrio.

El pueblo (muk 'ullum "gran pueblo" o jlumaltik: "nuestro pueblo", "nuestra gente")

El pueblo de Bachajón se extiende sobre una loma amplia y

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baja en el centro de una depresión definida por el curso de varios ríos afluentes del K 'antelha. La altura aproximada es de 800 metros. Las colinas de los alrededores tienen un relieve redondo y culminan entre los 900 y los 1 200 metros.

Cortado a lo largo por la carretera, presenta a primera vista el aspecto de un "pueblo-calle". Es efectivamente a la orilla de esta calle principal que se sitúan, unas aliado de otras, la mayo­ría de las tiendas indígenas o mestizas, la iglesia y el importante convento de la misión jesuita, la agencia municipal (cabildo o ayuntamiento) y las demás casas. En la intersección de la línea divisoria de los barrios y de la calle principal (Figura 3), se encuentra el centro del pueblo (yutil lum ). En la parte que corresponde a San Jerónimo, se sitúan la imponente iglesia colo­nial que oculta un convento de construcción más reciente y, enfrente, la escuela de la misión. En la parte correspondiente al barrio de San Sebastián, el traslado de varias familias ladinas, hace unos meses, liberó un amplio espacio que sirve de parque central (en proceso de reconstrucción) alrededor de la ceiba (yaxte') árbol que señala el centro simbólico de la comunidad (smuxuk'bahlimilal "el ombligo del mundo").

Del otro lado de la calle, se encuentran el antiguo ayuntamien­to que sigue sirviendo de cárcel y la tienda tzeltal, tienda-coope­rativa que es la más importante del pueblo. En la parte norte del zócalo, está la cancha de baloncesto y, cerrando el conjunto en la misma dirección, el nuevo edificio del ayuntamiento en donde, desde el año de 1975, los habitantes de la comunidad celebran sus reuniones. Al sureste y noroeste, la calle principal continúa hacia Ocosingo y Chilón respectivamente, pero una vez pasado el centro, sólo hay en los lados casas cada vez más dispersas.

A partir del eje del pueblo, una red de camiflos que bajan de cada lado une a las viviendas dispuestas de una manera a la vez ordenada o relativamente dispersa (según una cuadrícula aproxi­mada). Cada casa dispone de un terreno de unas diez áreas de superficie. Estas sendas comunican hacia el oeste con el río lximtdha' y hacia el este con la pista de aterrizaje (con poco tráfico) y luego suben hasta las viviendas construidas sobre las

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lomas vecinas, que todavía pertenecen al pueblo (lugar llamado jecha ', "del otro lado del agua", y jechkampo, "del otro lado de la pista"). Algunos senderos se dirigen después hacia los caseríos.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades regionales y locales (Chilón) para transformar a Bachajón en un pueblo en el sentido legal y oficial del término,6 éste sigue siendo en gran parte un lugar de residencia transitoria. Si bien más de la mitad de las casas constituyen las viviendas de famil;18 indígenas que poseen un terreno de cultivo situado en la vecindad (en un radio de cuatro a cinco kilómetros), las demás sirven de residencias secun­darias y ocasionales a las familias de los caseríos alejados, cuando éstas vienen al pueblo los domingos o días festivos, o cuando al­guno de sus parientes ocupa un cargo en la jerarquía municipal. Fuera de las ocasiones señaladas, el resto del año dichas "casas en el pueblo" permanecen vacías y cerradas, o bien son habita­das por mujeres o parejas de ancianos, parientes de los propie­tarios, a cuyo cuidado quedan, por lo general, los niños que asisten a la escuela.

En días normales, la población del pueblo es muy reducida (entre 800 y mil personas) y la vida sumamente tranquila con su ritmo marcado por el paso de los camiones. Para muchos pobladores de los caseríos vecinos el domingo es la ocasión de venir a oír misa, hacer compras o pasear por la calle central como lugar de encuentros. De vez en cuando se asiste al ayuntamiento, a alguna reunión del comité de la escuela o a la asamblea general del ejido y las tiendas jamás se vacían. Aparte del establecimien­to de algunos ladinos de la región, que venden ropa moderna y juguetes plásticos en el zócalo, no hay en el pueblo mercado semanal. La comunidad vive, en efecto, un régimen de auto­subsistencia agrícola, en el cual el excedente es mínimo. La arte­sanía es muy pobre y sus escasos productos se venden en las tiendas permanentes. No existe una especialización económica propiamente dicha ni ningún sistema de intercambio tan carac-

6 s.,a un put~blo de dns mil t•as;u; qu" (lOst't' un rondo J¡,gal (d" at:tu·rdo "nn las f.pyps d••l /o.'stado dP ChiaptU, 1959).

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terístico del mercado indígena (véase Tax, 1952). Durante las fiestas, se instalan provisionalmente por algunos días, numerosas tiendas, así como pequeñas fondas. Estos acontecimientos festi­vos atraen al pueblo a numerosos grupos tzeltales de las comuni­dades vecinas (Cancuc y Tenejapa) y hasta tzotziles de Oxchuc y de Chamula. Entonces, al movimiento general se añaden l(J~ ritos particulares del Carnaval o las procesiones que caracterizan a la mayoría de las demás fiestas.

El territorio

Los bachajontecos hacen una distinción sencilla y sin matice~:~ entre el pueblo y lo demás, es decir, el territorio del cual la comunidad es el centro. Los términos que emplean para definir­los dan la idea de un centro de población importante, en el cual se encontraría reunida la mayor parte de los integrantes de la comunidad -muk 'ul lum- o poniéndolo a un territorio casi vacío de residentes permanentes, y consagrado exclusivamente a la agricultura -k'alk'altik "las milpas"-. Sentimos muy frecuen­temente, luego de las entrevistas con los habitantes de los actuales caseríos, si no el deseo, por lo menos un cierto ideal de vida pueblerina, que se expresa con relación a sus antepasados y a su modo de establecimiento antes de que la "revolución"los disper­sara.

Esta revolución, sobre la que volveremos más detenidamente en la tercera parte, es en realidad una serie de acontecimientos vinculados con un episodio particular y regional de la Revolución Mexicana. Esta última, que agitó al centro del -país a partir de 191 O, tuvo ecos tardíos en Chiapas y sobre todo una tentativa de resistencia por parte de los terratenientes que se opusie­ron, de 1916 a 1920, a las fuerzas de Venustiano Carranza.

F..s probable que esas luchas hayan influido sobre la actual repartición de la población de Bachajón y en particular en lo que se refiere a la zona cercana al pueblo. Pero también es cierto que la dispersión de esta población comunitaria sobre el

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territorio agrícola parece haber sido, a diversos niveles pero en una forma constante, su característica dominante. Veremos a este respecto que la distinción pueblo-territorio agrícola es más simbólica que efectiva. En efecto, si el pueblo es ante todo un espacio residencial cuyos habitantes permanentes cultivan tierras periféricas más o menos alejadas y que protegen a las casas secundarias de los habitantes del territorio agrícola, este último posee un habitat rural disperso, cuya repartición está determi­nada sobre todo por imposiciones del medio ambiente y de su explotación.

Existen diferentes maneras de aprehender y de describir preli­minarmente al conjunto de ese territorio y la red de su habitat. Atravesado de parte a parte por la línea de división de los barrios, se separa en dos subconjuntos de tamañ.o comparable; las rela­ciones entre el habitat rural y el pueblo se inscriben rigurosa­mente en el interior de cada barrio.

El habitat rural presenta, a nivel del conjunto comunitario, una repartición general homogénea y una apariencia unitaria. Está constituido por cerca de 200 caseríos o rancherías de tamañ.o variable (de dos a cien casas). La presencia de "centros formales" en el seno de ciertas rancherías resulta de la edifica­ción conjunta de una red de capillas, templos y escuelas, desde hace una quincena de años, por una misión jesuita, otra protes­tante (establecida en Batsibiltik, caserío del barrio San Jeróni­mo) y por el Instituto Nacional Indigenista (INI).

Estos centros se componen de uno u otro de estos edificios o del conjunto de dos o tres de ellos, asociados generalmente a un terreno de deportes (el baloncesto es un juego apreciado por los tzeltales), un pequeño convento adjunto a la capilla en donde se alojan los curas o los catequistas visitantes y, algunas veces, un horno de pan, encendido en raras ocasiones (fiestas de la Santa Cruz, por ejemplo).

Algunos centros formales han atraído a algunas familias y provocado la formación de un núcleo habitacional, más concen· trado en su proximidad. Este fenómeno de agrupamiento, aun­que limitado, no es sistemático y resulta, la mayoría de las

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veces, de la iniciativa de unos pocos. Una motivación religiosa los impulsa probablemente a asentarse allí. Por ejemplo en la ranchería Wololton, donde coexisten dos centros formales, el templo protestante y la capilla católica reunían hace algunos años sus respectivos adeptos. El paso frecuente de una religión a otra por parte de los habitantes impide, en la actualidad, con· firmar esta repartición.

Pero, aun dicho esto, ¿por qué acercarse entonces, ya que continuando su vida en su habitat disperso, estas familias pueden venir una vez por semana, para asistir al catecismo como hacen también para ir a misa en el pueblo, que está más alejado? Más bien pareciera que este agrupamiento del habitat es considera­do en sí mismo como una forma de progreso para los tzeltales.

Se rencuentra este mismo sentimiento en las colonias, pobla­dos pioneros establecidos en las tierras bajas, en los cuales el asentamiento agrupado predomina mayoritariamente. Estos poblados están dispuestos según un plan cuadriculado, centrado sobre la plaza, donde se encuentran la capilla, los edificios admi­nistrativos y las tiendas; repartición que reproduce el modelo español colonial y recibe por parte de los tzeltales una acogida favorable. Pero la heterogeneidad de los pobladores de estas colonias opone poca resistencia a la "ladinización" del habitat.

En las rancherías la aculturación no va más allá de los agrupa­mientos informales ligados a la presencia de ciertos centros rura­les, agrupamientos que, además, no contradicen la composición y repartición tradicionales de los grupos sobre los cuales se basa la organización social y territorial.

Nosotros habíamos intentado, a partir de la existencia de tales centros y de las consecuencias visibles que su presencia provoca o no sobre la repartición del habitat establecer una tipología de los caseríos (Breton, 1973); esta tentativa conserva su validez, a condición de considerar a la ranchería como una unidad territo­rial o como una división significativa de la red del habitat rural. Esta es, en efecto, una división práctica, pero que aparece super­ficial y arbitraria al examen, salida de una euneepción etnoeén­trica del espacio. Los tzeltales no tienen término lingüístico refe-

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rente a tales caseríos, los cuales sólo en casos excepcionales admiten una definición morfológica o sociológica particular. Así, en su mayoría, no se les puede caracterizar ni como territorio ni como un grupo sociológico o social dado. Tierras y hombres son objeto de una repartición determinada sobre la base de una organi­zación de linajes, que sólo mantiene con esta división algunas relaciones de correspondencia. En la tercera parte de este trabajo, aparecen datos precisos y un largo análisis sobre este problema.

Ante todo el tzeltal es un agricultor: su vida cotidiana se organiza principalmente en tomo a las actividades agrícolas, sometidas a un calendario preciso. Con esta identidad, forma parte integrante del contexto ecológico.

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CONTEXTO ECOLOGICO

La ecología es tratada, en su acepción más amplia -ecología humana- bajo sus tres aspectos: medio natural, carga demográ­fica y relaciones del hombre con el medio.

EL CUADRO NATURAL

Geología y relieve

La mayor parte del estado de Chiapas, y en particular las mesetas del centro, las montañas del este (contrafuertes del valle del Usumacinta) y del norte, corresponde geológicamente a un modelo kárstico (Graniel y Graniel, 1974 :182). El paisaje es resultado, a la vez, de movimientos tectónicos que, por la for­mación de anticlinales y de sinclinales, le confieren su estructura general, y de la erosión química de las rocas sedimentarias de diversos periodos geológicos (Cretácico y Pérmico) en las cuales predominan los terrenos calcáreos. Esta erosión se manifiesta bajo tres formas típicas: de superficie (hundimientos), subterrá­nea (cavernas) y fluviales (resurgencias, cañones).

Un típico ejemplo de forma de superficie se encuentra no lejos del pueblo de Bachajón, en una depresión que cobija al pueblo de Yulumax entre dos acantilados de varias deeenas de metros de altura. Se trata probablemente de un hundimiento del suelo encima de una cavidad importante, puesto que la región es rica en cavernas de todos tamaños, de las cuales las más conocidas es­tán en Y a 'ldtsemen. 1

1 Las ~:av.,mas 11., Y a 'Jdlsl'm"n sin dulla han knido un papel dentro de la religión

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Los movimientos tectónicos han sido los más importantes en la conformación del paisaje, al modelar estas cordilleras orienta­das de este a oeste y entrecortadas por valles, tales como el gran valle de Ocosingo y el cerro de las V es tillas entre Ocosingo y Bachajón. Las líneas de colinas -de sur a norte- que caracterizan la zona Bachajón-Sitalá-Guaquitepec, son también originarias de estos movimientos.

Entre el pueblo de Sitalá y el río T'ulilha ', frontera de la selva lacandona hacia el este, se encuentran siete cadenas sucesivas cuya altitud decrece de manera progresiva (de mil doscientos a trescientos metros).

Red hidrográfica

Estas cadenas delimitan, de oeste a este, y a partir de Bachajón, los cursos de los ríos Bach 'ajon, K 'antelha ', Paxilhá, todos afluentes del T'ulilhá. Estos ríos siguen cursos muy diversos; así, el Paxilhá atraviesa cañones profundos, antes de unirse al río K'antelhá en Agua Azul, en medio de impresionantes caídas, mientras que este último, en las proximidades del pueblo de Bachajón, tiene tramos de calma sobre fondos planos y arenosos, y otros más tumultuosos, en la región de Chi'ich', donde su lecho se encajona entre acantilados, antes de desaparecer y resur­gir en cascadas, algunos kilómetros más lejos.

El Cerro de las Vistillas, que separa el valle de Ocosingo (850 metros de altura) y la depresión de Bachajón (800 metros) cul­mina a mil doscientos metros y constituye la línea de desagüe, al norte, hacia los ríos citados y al sur hacia el río Ja'tate', que contribuye, con los ríos Lakantun y Lajanhá', a aumentar el caudal del Usumacinta, lejos hacia el sureste.

Poco se conoce de la orografía y la hidrografía de Chiapas y,

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en particular, de estas montañas del norte, por no ser objeto de proyectos hidroeléctricos; su cartografía no ha sido, hasta la fecha, sistemáticamente elaborada. Citemos, al respecto, los trabajos de Karl Heilbig los cuales, aunque no publicados aún, nos han sido muy útiles.

Naturaleza de los suelos

Los datos pedológicos y climatológicos nos han sido suminis­trados por Flores Mata (et al., 1972). Sin entrar en detalles, señalemos que el tipo de suelo dominante para la región com­prendida entre Ocosingo y Y ajalón, corresponde a lo que los autores denominan "cambisoles" (de acuerdo con la clasifica­ción establecida por la F AO y la UNESCO) caracterizados por una textura fina, poco espesor (30 centímetros como máximo) y asociados a una topografía accidentada. Este tipo de suelo no es apto para la agricultura. Muy pedregoso, soporta frecuente­mente bosques y pastizales (ibid.:25). Entre los otros suelos, asociados a este tipo dominante existen: los "rendzinas", sue­los que nacen sobre una roca calcárea, muy poco espesos (25 cm), presentan un perfil AR,2 y están, por este hecho, rellenos de material calcáreo, cuando no es la roca madre la que aflora. Químicamente estos suelos están caracterizados por un conte­nido elevado de calcáreo activo, con un PH que alcanza y a veces sobrepasa 8; los "litosoles", comparables a los anteriores en cuanto al perfil AR, están formados sobre una roca dura difícil­mente erosionable, con un espesor que raramente sobrepasa los diez centímetros; por último los "podzoles", característicos de las regiones frías y húmedas, están frecuentemente asociados a bosques de coníferas. En las zonas más cálidas (en Chiapas) se forman sobre un material arenoso. La permeabilidad de ese sus­trato favorece una fuerte lixiviación, e impide toda descompo­sición del humus que pudiera engendrar la liberación de las materias necesarias para su fertilidad.

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Resulta fácil deducir -y volveremos sobre la cuestión- cuáles pueden ser las consecuencias agrícolas de estas característi­cas pedológicas generales.

Clima y vegetación

El clima, en general, es cálido y húmedo, con algunas heladas nocturnas en diciembre y enero, que afectan poco las tempera­turas medias anuales de 24.3° e, en Ocosingo (850 metros), y de 25.1 o e en Yajalón (760 metros).

N o hemos podido disponer de los promedios mensuales, pero la experiencia prueba que ellos tienen variaciones que estas cifras no traducen. Entonces hay que utilizarlos prudentemente.

En efecto, y esto es también notable respecto de la vegetación, la situ~ción de nuestra región le confiere una posición intermedia entre tierras bajas y tierras altas donde coexisten caracteres pro­pios a cada conjunto ecológico. Si las temperaturas mencionadas son comparables a aquellas relevantes en la selva lacandona (por ejemplo 24.3° e en Bonampak, 25.1° e en San Quintín), el régi­men de lluvias parece emparentarse con el de las altas mesetas: Ocosingo recibe 1 816 milímetros por año y Yajalón 1 922 milí­metros, cifras cercanas a los 1 500 o 2 000 milímetros medidos arriba de los 1 500 metros de altura (contra 2 715 milímetros en Bonampak, 2 440 milímetros en San Quintín y 3 395 milímetros en Agua Azul).

El régimen de lluvias tiene dos periodos bastante bien defini­dos: una estación húmeda de mayo a octubre y una estación "seca" de noviembre a abril. Durante una parte de esta última (de noviembre a enero), lluvias de importancia variable y cada vez más irregulares, siguen cayendo transportadas por vientos de origen atlántico, los nortes. Estas lluvias de verano son finas, persistentes y frías, llevadas por nubes que chocan con todos los obstáculos naturales y cubren los valles y las depresiones durante cuatro o cinco días. La cantidad de días de lluvia por año es de 1 50 en Ocosingo y 140 en Yajalón.

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Esta copiosa precipitación pluvial tiene la ventaja de mantener prácticamente todo el año la red hidrográfica y las capas acuífe­ras subterráneas que alimentan fuentes y arroyos. Sin embargo su inconveniente es el deslave de los suelos poco estables, con su consiguiente erosión, y que la agricultura tradicional -contraria­mente a las formaciones arbustivas (bosques, barbecho) que ella remplaza- no puede impedir. Además, las lluvias contribuyen a dificultar las comunicaciones durante gran parte del año.

La vegetación es característica de la situación geográfica de transición entre tierras frías y cálidas. Por regla general varía en relación con la altitud; la pineda propia de las tierras altas (región de San Cristóbal de Las Casas) llega aquí a sus límites inferiores, es decir, hasta los 800 metros, constituyendo la prin­cipal cobertura arbustiva de las zonas de Sitalá, Guaquitepec, Bachajón y Ocosingo, de la cual deriva su nombre (del náhuatl ocotl: pino; ocotl/tsin/co: entre pinos, o rodeado de pinos).

A esta vegetación dominante se agregan árboles de hojas cadu­cas (encino, haya, etcétera), y a medida que decrece la altitud, especies tropicales perennes (caoba y palmera).

La riqueza cualitativa de las regiones de "transición" se evi­dencia aquí, por la estrecha asociación entre pinos y platanares, aguacates, encinos, etcétera.

La fauna, teniendo en cuenta que ha sido sometida a una caza sistemática, aún es rica en pequeños mamíferos de todas clases, tales como conejos, armadillos, comadrejas y tejones. A veces un cazador logra matar un gato montés, un pequeño jaguar o un ocelote y, excepcionalmente, un puma.

LA CARGA DEMOGRAFICA

Los datos demográficos, mucho más que cualquier otros, son dudosos. La razón principal es que las estadísticas no se estable­cen por comunidad sino por municipio, categorías administrati­va y sociológica que no se eorresponden.

Para los tres grandes munieipios de la rt~giún ocupada por los

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tzeltales del norte, el empadronamiento de 1970 del estado de Chiapas (Censo Geneml de Población, 1963) arrojó las siguientes cifras:

Municipio

Ocosingo Chilón Ylijalón

Habitante&

t9 8oo! 20480 12 514

Parece que estas cifras son considerablemente inferiores a la realidad: por una parte los empadronamientos son incompletos, y numerosas las pequeñas unidades citadas en las listas (rancho, ranchería, ejido, colonia) que no salen registradas; de otra parte y para ciertos caseríos, nuestros propios censos confirman que su población es definitivamente más numerosa que la estimación oficial. Esta constatación es verificada de una manera general por los datos demográficos proporcionados por las instituciones o administraciones locales (comisariados ejidales, empadrona­mientos parroquiales).

Para el solo municipio de Chilón, que la misión ha dividido en cinco parroquias, el censo es el siguiente (de acuerdo con Díaz Olivares, 1970):

Parroquitu

Chilón Bachajón Ch'ich' Jetja' Kakate'el Total

Habitan ti!&

8128 5 398 4 440 2 683 2 355

23004

:l Comprt•ndidas allí las romunidadrs dr Abasolo, San Martín, Canrur, Tt:nalll(o (zona tzrltal cl'ntral) y Sivará (:wna tzdtal st'Jilrntrional).

4 Comprl'ndidas allí la.• t:omunidadl's dt· Harhajún y (;uat¡uitqH'I:.

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La sola comunidad de Bachajón, por su parte, con su extenso territorio, contiene las cuatro últimas parroquias de esta lista -o sea Bachajón propiamente dicho, Chi'ich', Jetja' y Kakate'el­y totaliza una población de 14 876 personas.

En fin, los datos más recientes (1976) que hemos obtenido de los responsables de los dos ejidos de Bachajón, fijan en cinco mil el número de jefes de familia. A razón de cuatro a cinco miem­bros por familia, la población estimada oscila en este caso entre 20 mil y 25 mil personas.

En general y con relación a la extensión del territorio comu· nitario, la tasa de densidad demográfica es relativamente baja: entre 20 y 25 habitantes por kilómetro cuadrado. Tendremos ocasión de comparar y precisar estas estimaciones en el interior de cada barrio (ejido), tomando en cuenta la repartición efec­tiva de las tierras.

RELACIONES DEL HOMBRE CON EL MEDIO

Naturaleza y uso de las tierras

Por no haber podido efectuar cálculos sobre la repartición de los diferentes tipos de tierras en la comunidad de Bachajón, presen­tamos datos generales a nivel del estado, suministrados por el Censo agrícola, ganadero y ejidal de 1960. Estas estadísticas plantean el problema de la naturaleza de las tierras y de su actual explotación en términos muy explícitos:

Principales lipo• de lierra

Superficie total (Chiapas) Tierras agrícolas Pastizalf'.s Selva Tierras incultas produdivaM Tierra.~ improductivas

Porcenlaje

100 13.4 t:J 66

2.1

Heclárecu

7 millones 450 mil 1 millón 975mil 4 millones 950 mil 150 mil :J75 mil

González Castillo ( 1974 :225) reduce aún más la superficie de

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las tierras agrícolas a 915 mil hectáreas y agrega que la superficie realmente explotada con maíz no sobrepasa las 400 mil hectáreas, de las cuales 330 mil son terrenos que presentan una pendien­te de más del tres por ciento.

Las 515 mil hectáreas restantes están, según las mismas fuen­tes, ocupadas por cafetales (115 mil hectáreas), el cultivo meca­nizado del algodón (30 mil hectáreas localizadas sobre todo en la estribación del Soconusco), cañ.a de azúcar, soya, cacahuate, ajonjolí, girasol, oleaginosas, árboles frutales, etcétera.

Es evidente que estas cifras no pueden ser válidas para carac­terizar las tierras de la comunidad de Bachajón, las cuales inclu­yen, en efecto, el conjunto de la selva lacandona, las grandes explotaciones de café, de algodón y de ganado del sur del estado y de las regiones de Y ajalón y Ocosingo, así como las tierras incultas de los Altos. Si citamos aquí estas características de los terrenos, es únicamente con el propósito de mostrar la situación crítica de la agricultura de subsistencia, base económica de la mayoría de la población. En todo el estado de Chiapas, la tierra explotada con maíz (milpas) no representa más que el 5.4 por ciento de la superficie total.

Para Bachajón, sólo podemos presentar estimaciones basadas en nuestro conocimiento empírico. En el mejor de los casos, bosques, pastizales y tierras incultas, representan el60 por ciento de la superficie del territorio comunitario. El resto es utilizado para la agricultura dentro de los límites impuestos por los dife­rentes tipos de suelos (poco espesor, pobreza química, fuerte lixiviación, erosión, etcétera). Para esta parte explotable, consi­deramos la siguiente repartición estimativa:

Bosques y pastizales

Tierras incultas

Café

Caña de azúcar

Milpa (maíz y barbecho)

45%

15% 5%

a% 30%

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Agricultura

Base fundamental de su alimentación, la agricultura es la princi­pal actividad de los bachajontecos; al mismo tiempo, se crea una relación muy peculiar y estrecha entre el hombre y la tierra, por tratarse del único medio de producción.

Los factores ecológicos, mediocres en general, y la tasa poco elevada de densidad de la comunidad, explican la persistencia del sistema de milpa, o agricultura de desmonte y quema, cuando no es necesario aquí buscar formas más intensivas ni progreso tecnológico (numerosos son los ejemplos de comunidades con densidad de población elevada en las cuales este sistema persiste).

Además, la agricultura en Bachajón es esencialmente para autoconsumo. Desde hace quince años se evidencian necesida­des monetarias ligadas al ingreso de la comunidad a un mercado más vasto a nivel regional. En íntima relación con esta apertura al exterior (construcción de la carretera) está la creciente impor­tancia de la caficultura y la ganadería, de las cuales la mayor parte se destina a la venta. En consecuencia, una zona más res­tringida de terreno aún se dedica a la milpa tradicional, que todavía conserva gran importancia territorial.

La milpa

El término k 'altik denomina todo espacio no habitado, suscepti­ble de aprovecharse para cultivos abarcando tanto las parcelas cultivadas como los terrenos en barbecho. El territorio en gene­ral se denomina k 'alk 'altik, que literalmente significa "conjunto de milpas". Este término admite un sentido•más restringido: campo de maíz de temporal en el interior de las tierras familia­res o linajes.:; La superficie de la parte cultivada de cada una de estas tierras varía conforme a la riqueza de bienes raíces de los linajes o de sus se~mentos localizados, pero también se~n las

!')K "a/tilr: milpa t·ultivada, por oposil'iún a k 'ina/, h·rn•no no ('llltivado.

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potencialidades locales de regeneración de los suelos y su mayor o menor tendencia al rápido agotamiento.

De un lugar al otro del territorio comunitario, y aun local­mente, en función de características particulares de la topografía o de la pedología, los informantes señalan diferencias notables.

En Jolakillos campos se cultivan dos años consecutivos y se deja reposar la tierra de ocho a diez años; en Wololwits, las tie­rras tienen tres ciclos agrícolas sucesivos, pero requieren de siete a ocho años de ocio; en So 'te 'el, luego de dos años de cultivo, las tierras quedan agotadas y necesitan por lo menos tres años de reposo, antes de poder explotarse nuevamente. En Muk 'il cada fase abarca tres años. La relación entre superficie suscepti­ble de explotación y efectivamente explotada es, en estos cuatro casos, de uno (Muk 'il) a cuatro o cinco años. La mayor proporción conocida es de seis (un año de cultivo por seis de reposo) en Xakilha', lugar próximo a So'te'el.

En la milpa se practica el cultivo asociado de maíz, frijol y calabaza.

Maíz (ixim). En Bachajón se practica un solo ciclo agrícola por año -habilk'altik', la "milpa del año"-: accesoriamente y en superficies limitadas, es posible realizar una segunda cosecha -tsijomalk 'altik '-, que sea en los huertos cercanos a la casa o en algunas áreas del terreno del linaje, y esta segunda cosecha permite disminuir los efectos del periodo de "soldadura" entre dos cosechas principales. El ciclo vegetativo del maíz de tempo­ral es de cuatro a cinco meses, contra seis a siete meses para la planta de estación seca. En el segundo caso, la maleza no se que­ma antes de la siembra; por lo general, se siembra directamente después de la cosecha principal sobre una parte de terreno suma­riamente limpiada.

Las técnicas para la milpa principal se basan en la utilización de cenizas de la vegetación arbustiva y herbácea como abono natural, y en el empleo de utensilios rudimentarios, tales como la vara cavadora (rzwallt~ '), el azadón/' y d maehcte (o machit ).

(, Paradójicamente, la azada no 11e utiliza para trabajar la tierra sino para desyer­

harla.

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Las diferentes fases del trabajo agr cola son: 1. Elección del terreno: si el suelo de la cosecha precedente

está agotado (después de uno o más ciclos consecutivos), es necesario localizar un nuevo emplazamiento dentro de los límites de la propiedad del linaje. En general, la alternación de las fa­ses de cultivo y reposo es muy estricta en cada parcela y la opción para elegir terreno no se plantea.

Por otro lado, si la disponibilidad de tierras permite escoger entre varias alternativas, la decisión debe recaer sobre terrenos baldíos, en los cuales la presencia de arbustos o troncos bastan­te desarrollados (de cinco a siete centímetros de sección) cons­tituye una evidencia de su fertilidad. No es rentable, a menos que sea obligado, el cultivo en tierras agotadas, donde lo úni­co que brota es hierba, incluso después de varios años de reposo.

2. Limpieza del terreno (k 'alajel): desde el mes de marzo se deshierba y desmonta a machete el terreno seleccionado. Esta operación dura varios días.

3. Secado (stakijel): las plantas cortadas permanecen sobre el terreno durante parte o la totalidad del mes de abril, cuando finaliza la estación seca y el sol es más fuerte.

La paja seca en un lapso de quince días a un mes. En la mayo­ría de los casos, la madera es cortada y utilizada como combus­tible doméstico.

4. Quema (k'ajk'el): después de delimitar y limpiar el contor­no del campo, para que el fuego no alcance los terrenos vecinos, la paja seca se agrupa en pequeños montones esparcidos por toda la superficie y se quema. Con frecuencia se descuida el con­trol del incendio, y cuando el viento sopla con relativa fuerza la franja que se ha limpiado resulta insuficiente y el fuego se trans­mite a zonas boscosas o a otros terrenos baldíds .

.S. Siembra (ts 'un el o awal): al día siguiente o dos días después de la quema, y una vez que las cenizas fueron esparcidas unifor­memente sobre el terreno, se siembran los granos previamente elegidos entre las mejores mazorcas de la cosecha anterior.

~:n la mayoría de los casos, la siembra se efectúa en mayo y a prineipios de junio (en Sivacá se siembra a partir del 20 de

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mayo). Con ayuda de la vara cavadora se hacen hoyos de ocho a 10 centímetros, en los cuales se colocan cinco granos de maíz, enseguida es llenado con tierra empujada con el pie, sin compri­mirla. Se trabaja por hilera, con una distancia aproximada de un metro (una zancada) entre cada hoyo. De una hilera a la otra debe haber un espacio de unos 40 centímetros. Si las lluvias llegan inmediatamente después de la siembra, la planta no tarda en brotar de la tierra (de cinco a siete días) y no requiere de cui­dado durante un mes.

6. Limpieza (poreal tayel): con la abundancia de las lluvias en junio y julio, las hierbas parásitas invaden los campos. Al fina­lizar julio, se inicia el deshierbe de las plantas de maíz para que solamente ellas se beneficien de las cualidades (ya escasas) del suelo. Este deshierbe se efectúa con el azadón y, más frecuen­temente, con el machete.

En agosto, tres meses después de la siembra, aparecen los primeros brotes o jilotes (hi); algunos se recolectan y se con­sumen después de cocidos. En septiembre es la cosecha de los elotes (ajan); éstos se cuecen, pero únicamente es posible comer los granos. 7

7. Doblado (puxub ): desde el fin de septiembre y comienzos de octubre, el maíz llega a su madurez (k 'an ixim: maíz amarillo o maíz maduro). En los siguientes 15 días a la constatación de esta madurez, deben doblarse los tallos portadores de la mazorca, en tal forma que queden "cabeza-ahajo" y queden protegidos de las lluvias de fin de estación y los nortes. Con esto, los frutos pueden permanecer en pie mucho tiempo sin estropearse, hasta su cosecha.

8. Cosecha (kajoj): incluyendo la recolecta de jilot(!.~ y elotes, la cosecha se inicia a fines de agosto o en septiembre. Pero el maíz maduro puede ser cosechado desde el momento en que se pliegan los tallos, o sea a fines de septiembre o principios de octubre. Sin embargo, es frecuente que en el mismo campo se

7 Cada tallo de maíz cal"ll:a de una a trt~s mazorcas. En 1·l nu·jor d1· los 1·a.~m•, s1· saca una mazorca bajo la forma de jilote, otra bajo la forma de elote, de tal forma qu1· únicamcnh• SI' d1·ja un fmto para qw· III'J..'lU' a su I'OIII(llda maduradón.

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siembre frijol como cultivo asociado; para esto, los tallos de maíz se habilitan como soportes y, para no carecer de ellos, el maíz se recolecta tardíamente (fin de diciembre y comienzos de enero). Para hacer la recolección es necesario desgarrar· la envoltura exterior de tal manera que la mazorca únicamente conserve unas cuantas hojas protectoras y después se procede a quebrar el tallo por la base de la mazorca.

Anteriormente se empleaba una aguja de hueso (jech 'el ixim) de diez centímetros de largo para desgarrar las hojas superficiales (algunos aún la emplean en Sivacá).

Durante la cosecha, los campesinos llevan sobre su espalda un gran costal, en el cual colocan las mazorcas, y cuando ya les resulta excesiva la carga lo depositan en el suelo. El costal es lle­vado al emplazamiento donde se encuentra el granero temporal o las bestias (mulas). Cuando no se dispone de granero temporario, sólo debe recolectarse en el día la cantidad que se es capaz de transportar (un zontle o 400 mazorcas por mula, equivalente a una arroba o a cien mazorcas por hombre).

9. Transporte: el transporte de la cosecha de la milpa hasta la casa (granero doméstico) se efectúa según la costumbre. En Bachajón no existen los graneros temporales en las milpas, pues hay temor a los robos y las depredaciones; por tanto, el trans­porte es simultáneo. Si la recolección del día resulta superior a lo que es posible transportar, entonces alguien debe vigilar la milpa durante la noche.

Por otro lado, en Sivacá o en algunos caseríos de Bachajón, el granero temporal es algo común. Esto permite realizar la cosecha de una vez y transportarla, según sea necesario, del granero tem­porario al granero doméstico (na ul ixim: la cas:t·del maíz).

En la Figura 5 se ilustra el calendario agrícola, en el cual se tom:p·on en cuenta las diferencias locales entre las fechas o periodos de cada fase (las líneas continuas indican la mayoría de los caso8 y las punteadas las variaciones locales o individuales). La reja superior corresponde a la milpa principal o "milpa del año"; la inferior a la milpa secundaria.

~:n fin, notemos que existen tres variedades de maíz (zm

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Figura 5. Calendario de actividadu del cultivo del ma{:;

muzo abril mayo jwúo julio ago sept oct

__!_~

,__!__

3 ---__!.. ~

-~ A 8 e 6 - 1-----

-

EST ACION DE LAS LLUVIAS

A 8

A. jilotes

e

6 --- --- -----

l. Desmonte 2.Secado

3. Quema

4.. Siembra

__ ]_

8 ---

H. t-:Iotes

DOY die ene

-

7

8

4o -¡....L

5. Deshierba

6.Doblado 7. Cosecha

a. Transporte

feb

C. Maíz maduro

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mays L): a) k 'anal ixim o maíz amarillo, objeto de la cosecha principal; b) sakil ixim o maíz blanco, cultivado sobre todo en la estación seca, y e) tsajal ixim o maíz rojo, cultivado t mbién en esta estación.

Frijol (chenek '). Se distinguen siete variedades de frijoles (Phaseolus vulgaris) según el tamaño y el color: a) ts 'il chenek ': pequeño, negro; b) ak'il chenek': pequeño, marrón oscuro; e) tsajal chenek ': grueso, rojo; d) bojt'il chenek: grueso, marrón claro (Ph. formosus); e) xchu 'il eh ene k': grueso, negro, f) arroz chenek ': muy pequeño, rojinegro (Ph. calcaratus ), y g) yatmut chenek ': grueso, alargado, rojo. Las variedades del frijol están agrupadas en tres tipos ecológicos:

1. Frijol de guía (k 'ajben chenek '):8 sembrado del 15 de septiembre a comienzos de octubre, recolectado en enero o febrero.

2. Frijol de suelo (xlumil chenek '): sembrado en abril y reco­lectado a fines de junio.

3. Frijol de vara (ts 'il chenek' y xchu 'il chenek '): sembrado en agosto, recolectado a fines de diciembre.

La cosecha principal se hace en la milpa en la estación de lluvias (frijol de guía y de suelo). Se siembra en fila entre dos hileras de maíz. Para cada semilla se perfora la tierra con la punta del machete, después se levanta la porción de tierra cortada, se colocan cinco frijoles en cada hoyo y luego se cubre con la mistna tierra. Si es frijol de guía, planta trepadora voluminosa, el espacio entre las semillas debe ser de un metro, correspondiente al de los tallos de maíz a lo largo de los cuales crecerán. El frijol de suelo, planta rastrera, se siembra cada cincuenta centímetros.

El frijol de vara no se siembra en la milpa ya que es objeto de un cultivo especial en terreno apropiado, su crecimiento necesita la instalación de varas altas. Aunque el frijo( de suelo también puede cultivarse aparte, por lo general se siembra en la milpa.

Durante los periodos de cosecha (febrero, principalmente), las vainas son expuestas al sol en todas las casas. !\ medida que

8 lll' k'aj/JI•II; "tallo dt• rnaí:t." qUI' sirn dt• tutor.

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se van secando se las golpea con un bastón, !"'ara facilitar la libe­ración de los frijoles, que después de ser sometidos a un largo proceso de secado, se almacenan.

Calabaza (ch'um) (Cucurbita moshata). Debe sembrarse uno o dos días después del maíz en la milpa principal, sin orden determinado y en lugares espaciados colocándose cinco semillitas en cada hoyo hecho con la punta del machete. Los primeros frutos aparecen en diciembre, pero la cosecha principal precede a la Semana Santa, durante la cual se preparan platillos tradicio­nales especiales.

Además, destacan dos plantas que ocasionalmente se siembran en las milpas. Son arbustos cuya vecindad es benéfica para el crecimiento del maíz y son eh 'ajkil: no identificado, conocido por la propiedad de sus raíces para volver la tierra más dúctil, más aireada (de eh 'ajk, "dividir, separar") e iximite' (literalmente: "el árbol de maíz", Brossimium alieastrum): "él brinda su agua al maíz".

El trabajo agrícola es, en la milpa y en los campos de caña de azúcar y de café (ver más adelante), una actividad esencialmente individual, que corresponde, en gran medida, a la repartición de las tierras del linaje entre los derechohabientes. Sólo durante el desmonte y la cosecha, por tratarse de actividades largas y pesadas, cooperan con el cultivador varias personas, ya sean parientes, vecinos o amigos. Durante los días en que se realizan estos trabajos, el cultivador los compensa con alimentos, bebidas y cigarrillos. Estos grupos de cooperación económica tienen una existencia efímera, pues se constituyen sobre la base de las rela­ciones interindividuales y por naturaleza "personales" (es decir, definidas a partir del ego); ordinariamente, los componentes están ligados por obligaciones de reciprocidad en cuanto a ayu­darse en el trabajo (kiltawanej a'tel, "asistir por el trabajo", de koltay "ayudar"; en español la expresión equivalente es "mano vuelta").

Algunas milpas las cultivan, en forma colectiva, los miembros de una familia numerosa; en este caso, el grupo de cooperación económica corresponde al de parentesco y encuentra, muy a

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menudo, su equivalente dentro de la organización misma de la casa, donde se prolonga como grupo de consumo (véase el Capí­tulo VIII).

En el seno de la familia nuclear, está convenido que los menores de sexo masculino trabajen con el padre desde la edad de ocho a diez años (más tarde si son escolares). Las mujeres que participan sólo ocasionalmente en las labores ligadas al cul­tivo del maíz, garantizan su completa transformación (desgrane, cocción, molienda y confección de tortillas). Toman parte activa en el cuidado de las plantas de café, así como en la cosecha de éste y de los frijoles.

Para concluir con la descripción general de la economía doméstica y de la milpa tradicional que la sostiene, señalemos su marcado carácter de autosubsistencia. Cada familia nuclear cul­tiva aproximadamente una hectárea de maíz. Los rendimientos promedio varían según los años, debido a factores climáti­cos aleatorios y, en algunos lugares, por sus características ecológicas.

Una hectárea de tierra produce de 600 a 1 800 kilogramos de maíz (granos) por año. Una familia de cuatro personas (padres con dos niños), con los pocos pollos y uno o dos puercos que posee, necesita de mil a 1 200 kilogramos al año. El comercio del maíz, si se practica, aparece a la luz de estas cifras como una redistribución de amplitud limitada.

La caña de azúcar (wahle')

El cultivo de la caña de azúcar no ofrece mucho interés; en sí se adapta a tierras mediocres y no necesita ningúl\ cuidado especial durante los dos años de su ciclo vegetativo. Sobre todo nos inte­resa su transformación en azúcar morena o panela, de la cual una parte es consumida por el productor y el resto se destina a la venta. En el Capítulo V 111 se describen el molino y el horno. En la comunidad se cultivan tres variedades de caña (Saccharnm ufficinarum) la poblana, la ruja y la petanera, de las cuales las

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dos últimas son preferidas a la primera (muy dura y poco jugosa), debido a su mayor rendimiento general. Pero la desventaja de las dos especies preferidas es que están sujetas a robos frecuentes por parte de los transeúntes, quienes espontáneamente cortan algunas para consumirlas tal cual, sea en el camino o en la casa.

La fabricación del azúcar morena es típicamente un trabajo de cooperación entre los miembros del linaje. Por una parte, todos participan en la compra e instalación del molino (trapiche), que es explotado en común; de otra parte, la fabricación del azúcar exige la intervención de cuatro a cinco hombres y de todas las mujeres, esposas e hijas.

El proceso de transformación puede dividirse en tres etapas (Figura 6):

Primera etapa (I y II): trabajo exclusivo de los hombres. Con· siste en cortar las cañas, agruparlas y transportarlas hasta el mo· lino (I). Una vez acumulada la cantidad suficiente (112 m3 ) de cañas y sin interrumpir la labor de corte, se comienza la molienda (II): dos hombres trabajan cara a cara para asegurar el paso de las cañas en el molino, mientras que un tercero, en un área circu­lar, conduce las mulas o los bueyes que accionan el mecanismo.

Segunda etapa (III): cuando la cantidad de un metro cúbico de cañas cortadas ha sido pasada por el molino y el jugo recogido en recipientes es trasegado en una olla grande de cobre, o direc­tamente conducido a ésta por un canal, se enciende el horno y se coloca allí la marmita llena.

El cocimiento del contenido requiere de cinco a seis horas durante las cuales, ininterrumpidamente, el líquido hirviente es removido por las mujeres que se relevan, con la ayuda de un largo cucharón perforado (calabaza fijada a un palo), a fin de que la transformación de la melaza sea uniforme. Durante ese tiempo los hombres pueden proseguir su trabajo de corte y de molienda de las cañas, destinadas a la próxima cocción que tendrá lugar al día siguiente.

Tercera etapa (1 V): inmediatamente finalizada la cocción, la marmita es retirada del horno. Sin dejar de agitar el contenido con ayuda de una vara, se cuela éste en pequeños moldes de

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tierra. 9 Se trata de una tarea larga y delicada (riesgos de quema­duras). Tan pronto como el azúcar se cristaliza, se desmolda y se deja enfriar. Más tarde los panecillos así formados son envueltos, de a cuatro, en hojas de caña de azúcar. Es así como serán trans­portados a la casa al final de la jornada.

4 5 6

1.1

11.1

Figura 6. ÚJlendorio cotidiono de Lu operocionu de traruformoción de la callo en azúcar morena

7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

'---!:_2 __ _. .. :'2

'----!1,1 ___ .. E o .., 111.1

IV.l

'--------lQ~-------~ '-----!Y..:.2 ___ ..a ..

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..... !1~ ...... .. .................. !!!:~.................... :'2 §

a •••••••• .I.Y.~~--···· ... 1 .., etc.

Horru,

Primer

día

Segundo

día

Tercer

día

l. Corte l. Operaciones relacionadas con la la. mannita. ll. Molienda lll. Cocción IV. Puesta en moldes

2. Operaciones relacionadas con la 2a. mannita. 3. Operaciones relacionadas con la 3a. mannita.

Cuando sólo se realiza una coccwn al día, las jornadas de trabajo se prolongan hasta diez horas, resultando sumamente fatigantes todos los procesos: la molienda de las cañas en el trapiche, que implica hacer pasar tres veces cada tallo, es una de las tareas más tediosas. El desplazamiento de las marmitas, que pesan más de 150 kilos, el transporte del producto terminado a la casa, los kilómetros recorridos por quien le toca conducir las bestias; todo ello, agregado al ruido estridente de las piezas de madera que componen d molino, contribuyen a volver muy

9 EMO!I moldo~s ti"""" una fonna .J., cono truncaolo, ,¡,. 15 cm do· alto.

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penoso este trabajo. En general, dura muchos días sin contar los dedicados al almacenamiento de la leña necesaria para las nume­rosas cocciones. Las únicas compensaciones son el placer de saborear azúcar tibia sumergiendo pedazos de caña triturados en la marmita, y el valor comercial que se obtiene.

Se muele por día un metro cúbico de cañas cortadas, lo cual produce 140 litros de líquido (o sea el contenido de una marmita). Luego de la cocción, este líquido permite llenar 192 moldes. Los piloncillos enfriados se envuelven en paquetes que contienen cuatro piezas y que se venden a razón de cuatro pesoslO cada1 uno. Suponiendo que toda la producción sea vendida, cinco días de trabajo -duración habitual de esta operación- producen 960 pesos.

La caña de azúcar es recolectada dos veces al año. Un pequeño corte se practica en octubre, y asegura las necesidades domésticas al mismo tiempo que el azúcar necesaria para la confección de frutos confitados para la fiesta de los muertos (el primero de noviembre) y de San Sebastián (el 20 de enero). Un corte importante, destinado a la venta, se hace en marzo, antes de los trabajos de la milpa.

El cultivo de la caña de azúcar es efectuado por los miembros de los linajes que poseen suficiente cantidad de tierras y cuando el rendimiento justifica la instalación costosa de un trapiche y, llegado el caso, el alquiler de bestias.

Las hojas de caña, por su parte, reagrupadas en manojos, pueden ser utilizadas o vendidas como material de techado.

El café (kapel)

Contrariamente a la caña de azúcar que necesita de superficie e inversión, el café puede cultivarse entre el bosque claro ocupando tierras no aptas para otros cultivos.

La mayoría de los bachajontecos practica este cultivo como

10 Valor rn 197h.

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complementario, en general en escala suficiente para cubrir sus necesidades domésticas (20 a 40 kilogramos) y, en ocasiones, para obtener algún dinero en efectivo mediante su venta. En este caso también, la riqueza en tierras determina la importancia de las superficies sembradas; en cambio, numerosas personas que no tienen tierras para su milpa, cultivan algunas áreas de café alre­dedor de su casa.

Las plantas de café son sometidas a una mayor vigilancia que los otros cultivos descritos hasta aquí, pues exigen un manteni­miento sostenido y además resultan fácil presa de los puercos que, al pasearse libremente, pisotean las plantas nuevas o desen­tierran las más crecidas. Por esta razón, el café se cultiva en las proximidades de la casa, en la prolongación o alrededor de) sitio (espacio doméstico). Así durante los grandes trabajos agríco­las realizados por los hombres, las mujeres pueden encargarse de las tareas de mantenimiento y de vigilancia de los cafetos sin alejarse de sus hogares.

La cosecha de noviembre a enero es trabajo del grupo domés· tico, o del linaje si la plantación pertenece a varias familias, como a veces ocurre, en cuyo caso cada familia posee o alquila un "triturador" para separar los granos de las cáscaras, y después poner su café a secar al sol. El café de uso doméstico es molido y tostado en la medida de las necesidades y la parte destinada a la venta se guarda en un lugar seco de la casa en espera de que lbs precios oficiales (fijados por el Instituto Mexicano del Café) resulten convenientes o que surja alguna necesidad de dinero en efectivo (en 1976, el precio de compra de 4 7 kilos de café -un bulto- era de 680 pesos).

Huertos

Llamamos "huerto" todo espacio cultivado dentro del sitio pro· píamente dicho (véase e) Capítulo V 111 ). l.:Stc espacio puede estar delimitado en el interior del sitio o extenderse a los costados. ~e cultiva allí ~eneralmente un poeo dt~ maíz (en todas las estaeio·

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nes ), frijoles, pero también rábanos, diversas legumbres, algunos árboles frutales (bananeros, aguacates, naranjos, limoneros, etcé­tera), flores y plantas medicinales.

Recolección

Numerosas plantas no cultivadas son conocidas y apreciadas por su sabor, su valor nutritivo o medicinal. Son recolectadas durante los desplazamientos del hombre o la mujer, a lo largo de los caminos, en las milpas o en los barbechos. Se trata, la mayoría de las veces, de hierbas, pero también de hongos y de frutas sil­vestres.

El trabajo de recolección más importante es el abastecimiento cotidiano de leñ.a para la cocina. En los caseríos se encuentra fácilmente en las numerosas partes excesivamente de la casa. En el pueblo, por el contrario, exis­te problema para encontrarla y son muchos los residentes que la compran. Este comercio deja poca ganancia por el trabajo que exige (acarreo sobre todo),de modo que quienes se dedican a él están entre los más desposeídos.

Cría

Raras son las familias que no poseen algunos pollos (mut ), uno o dos guajolotes (tuluk) así como puercos (chitam ). Las aves son poco consumidas por los bachajontecos, excepto en las fies­tas (el sacrificio de los pavos conserva, hasta hoy, un carácter ritual). Los huevos, en cambio, forman parte integrante de la dieta alimentaria casi cotidiana. El excedente se vende como carne, en el pueblo (los principales compradores son los ladi­nos) o en Chitón. El puerco se consume durante las fiesta-; (ofrecido por aquel o aquellos a quienes incumben la<> obligacio­nes materiales ligadas a los cargos religiosos), y sobre todo se lo engorda para el mercado. Después de ocho o diez meses, un

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puerquito que se compró en cien o doscientos pesos, puede ser revendido en setecientos o novecientos pesos. Aquí también, los compradores son los ladinos quienes los revenden localmente como carne, o actuando de intermediarios para los carniceros de \os pueblos vecinos.

La cría de puercos y aves permite una transformación racio­nal del excedente de maíz, al mismo tiempo que se basa en la utilización de los desperdicios domésticos. Esto acarrea sin embargo un cierto riesgo, considerando las diversas enfermedades que afectan regularmente a estos animales.

La posesión de bovinos continúa siendo exclusividad de algu­nos privilegiados. Esta forma de cría es destinada a la producción de carne para el pueblo y el exterior. Esta actividad fue exclusi­va de los ladinos de Chilón y Ocosingo, y sólo recientemente han comenzado a practicarla los tzeltales, aunque de manera limitada. Esta innovación ha determinado ciertos cambios en el paisaje, consistentes en la delimitación de un área periférica al pueblo destinada al pastizaje, y una mayor importancia dada al cerca­miento de predios y campos, a consecuencia de numerosos conflictos de vecindad ocasionados por los daños que el ganado causa en las milpas.

Mulas y caballos se utilizan como animales de tiro y de carga (transporte de maíz y café, de mercancías diversas hacia caseríos lejanos, maniobra de los molinos de azúcar, etcétera). Los gastos de su cría se compensan mediante el alquiler de los servicios que prestan.

Una última forma de cría, particular a nuestra región, es la apicultura.

Se distinguen dieciocho especies diferentes de avispas (xux) o de abejas (eh 'ab) de las cuales doce producen niiel (eh 'ab) muy apreciada por los bachajontecos. Algunas viven en estado silves­tre, en tierra o en los árboles, y la colecta de miel no es más que una ocupación ocasional a la cual se dedican particularmente los niños. Para criar las cinco especies domesticadas se emplean diferentes métodos:

l. Tronco vacío de árbol que se lleva a la casa después que

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una colonia se ha instalado allí. Estos troncos son colgados por medio de cuerdas a las extremidades de las vigas del techo y reposan horizontalmente a lo largo de las paredes, a 1.50 m del suelo. Las colonias pertenecen a las variedades llamadas sakila­jach' ab, pequeña abeja negra con finas rayas amarillas, ik 'winik (hombre negro"), pequeña y negra, k 'antsit, pequeña abeja roji­naranja.11

2. Colmenas naturales que en forma de bolas alargadas se ins­talan en los tabiques de bajareque de las habitaciones, y que abrigan la variedad xoy (Xilocapa sp), pequeña abeja negra.

3. Colmenas contruidas en madera, introducidas más reciente­mente por la Misión y el Instituto Nacional Indigenista. Exigen mayor atención y un mantenimiento más sistemático y fructífero. Se trata de abejas vulgares, llamadas en tzeltal karansa eh 'ab, es decir "extranjeras", de tamaño mediano con rayas negras y amarillas, cuyas picaduras son temibles, razón por la cual este tipo de colmenas se colocan alejadas de las casas y muchas veces a distancia considerable del sitio.

En la mayoría de los casos en que se practica la apicultura, no encontramos más que las especies sakilajach 'ab, k 'antsit (proba­blemente Melipona sp. o Trigona sp?) y xoy, reputadas como sedentarias. Las otras especies citadas anteriormente son más raras y a menudo emigran en colonias antes de que la producción de miel sea satisfactoria. .

Caza y pesca

Concluiremos este cuadro general de la explotación de los recur­sos naturales con dos actividades muy secundarias.

La caza es poco practicada y no es sino muy ocasionalmente que el hombre toma su fusil en espera de conseguir un conejo u otro pequeño mamífero cuya madriguera ha rastreado. La única caza de importancia es la que realiza el grupo de los kabinalc-

11 En Siva10á las mismas son nombradas alak 'lt• ', ik 'winik y l.taja/ tdak 'tt• '.

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tik, l2 quince días por año, en vísperas del Carnaval, y su finalidad es obtener carne para alimentarse y también las pieles de mono (mico de noche o Ateles geoffroyi; saraguato o Alouatta villosa) que forman parte de sus accesorios rituales.

La caza con trampas (pehts) es más frecuente; se las coloca en las cercanías de la milpa, guiando a las presas hacia ellas mediante algunos granos de maíz colocados en el suelo. Se atrapan, así, palomas, tórtolas y algunos pequeños mamíferos.

La pesca, también muy ocasional, es una actividad casi exclu­sivamente reservada a los. niños. Se pesca con anzúelo (lukbatak' in) o con veneno; en este último caso se emplea la corteza de un árbol o el zumo de un bejuco específico (eh 'ox). Es golpeando estos materiales entre dos piedras (majak 'tayel) como la savia se exprime y se esparce en el agua. Después de algunas horas, se recogen los peces río abajo con la mano, cuando éstos están debilitados.

En los arroyos próximos al pueblo no abunda la fauna, de modo que, a menos que se vaya hasta K 'antelha ', la pesca no es muy productiva. Más frecuentemente la captura se limita a pequeños crustáceos (nep '), cangrejos ( xex y masan) y caracoles (pu y) que son consumidos en particular durante la Semana Santa. Un procedimiento muy notable para capturar los crustáceos consiste en tirar al agua los huevos de una abeja silvestre, llamada me'inch 'ab; los cuales tienen la apariencia de granos de arroz y cuyo olor, según parece, atrae a los crustáceos fuera de sus cuevas.

12 Adore's que tie,ne'n d papd ele' los lacandonc's e'n la fiesta etc- Carnaval. lino !le­los as¡K,de)!! de· e'sc' papd e'onsistc· rn viajar eluranlc' quince• días a la se·lva (rn la.• tie·rras baja.•) y trae'r ele· allí pides ele· animale·s.

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III

HISTORIA

Sólo poseemos datos escasos sobre la historia de la región tzeltal septentrional que nos interesa. Conquistada tardíamente, en 1528, por las tropas de Diego de Mazariegos, después de haber fracasado un primer intento por parte de Luis Marín en 1523, al parecer tuvo un desarrollo marginal del sistema colonial, en comparación con el instaurado en la zona de los Altos alrededor de San Cristóbal de Las Casas (fundado en 1528).

Las antiguas jefaturas independientes (o parcialidades) fueron repartidas entre los conquistadores civiles, como encomiendas privadas, algunas de las cuales perduraron hasta finales del siglo XVII. Probablemente estas jefaturas conservaron su autonomía territorial durante cerca de cuarenta aftos, antes de ser reagru­padas en el seno de pueblos coloniales bajo la influencia de los misioneros dominicos, durante la política de reducción.

La idea que uno puede hacerse de estas jefaturas prehispánicas, de la manera en la cual fueron reagrupadas (desplazadas) y lleva­das a participar de la vida comunitaria, es muy vaga. Se mide así toda la importancia de un estudio etnohistórico local y regional que una corta visita a los archivos no hizo más que abordar. Los datos parciales relativos a Bachajón permiten. precisar ciertos detalles y entrever cuál fue el origen de la compleja organización socioterritorial que presenta hoy esta comunidad. Como resul­tado de todas las evidencias recabadas acerca de numerosos acontecimientos históricos, hemos desarrollado tres que nos parecen fundamentales para comprender los principales rasgos de esta organización.

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FUNDACION DEL PUEBLO

El más importante de estos acontecimientos, la fundación del pueblo colonial de Bachajón, se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, cuando los misioneros emprenden la conquista espiritual y, para una evangelización más rápida y eficaz, re­agrupan las poblaciones dispersas. Se sabe por Ximénez (1930, 11:252) que el pueblo fue fundado por fray Pedro Lorenzo para concentrar allí a los indios que habitaban las montañas al norte de Ocosingo, entre 1560 -fecha de la llegada del fraile dominico a Chiapas- y 1577 o 1580 -fecha de su muerte en Palenque­(ibid: 149 y 152). Fray Lorenzo desempeñó un papel muy activo en la pacificación y evangelización de los indígenas de esta zona. A él se debe probablemente la fundación de Yajalón en 1564 (Calnek, 1970: 119), así como la conversión de los indios choles de Pochutla y el logro de su desplazamiento a Ocosingo, en el mismo año (Ximénez, 1930, 11:150).1 Aunque se desconoce la fecha exacta de la fundación de Bachajón, se calcula debió tener lugar a más tardar2 inmediatamente después de la rendición de los pochutlas, o sea en 1564.

El pueblo colonial surgió de la reunión de tres parcialidades, antiguamente denominadas Xuxuycapa, Tuni y Lakma'.

De la primera no tenemos ninguna información sino que su nombre (de origen náhuatl) permanece para designar el nuevo pueblo reducido hasta 1720, asociado al nombre tzeltal "Bacha­jón" o Bahch 'ajom, el único que hoy persiste. Ninguno de estos términos toponímicos (?) o antroponímicos (?)tiene etimología segura.3

Por lo que concierne a Tuni, la primera referencia que data de 1537 (AGI, Guatemala 110), figura en una denuncia, dirigida a la Audiencia Real, por los encomenderos que se dividieron la

l Estr episodio prnnam'1'c muy enigmlÍtit'o y ninguna fuenk st,ñala IJUI' st' hablara chol en la región de Ocosingo.

2 Sobre la vida y las acciones de fray Pedro Lorenzo, v~r el ensayo que acaba de publicar l>t• Vos, 1980b. ·

:J V •'r Bt•et·rra I9:JO ( pp. :J:J y 170).

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región, en particular Juan de Alcántara, acerca de las atrocidades cometidas por Francisco Gil y Lorenzo de Godoy en las po­blaciones que los primeros controlaban.4 El siguiente pasaje fue tomado de López Sánchez (1960, 1:287-288):

(El dicho Francisco Gil) ... forciblemente se ha entrado y entreme­tido en la provincia de tequepanpochutla a su comarca e tila e peta! cingo e sutlapa e ococinco e tuny e yyatepeque y en otros mu­chos pueblos de la dicha jurisdiccion de la villa de san xpoual (San Cristóbal) que estan encomendada. . . y ha hecho y dado guerra ynjusta en los dichos pueblos especialmente en el dicho pueblo de tila que sin causa ny razón alguna mas de aprovecharse de hazer esclavos ... hizo parescer ante! catorce yndios señores e principales e les pidio le truxesen cierta cantidad de yndios pa temenes que llevasen sus cargas los quales lo hicieron asi y el dicho francisco gil y por su mandado ataron los dichos yndios e los herro con el hierro d~ guerra e hizo esclavos e los dio a los compañeros tomando el primeramente su parte e a los catorce señores los quemo y a otro señor del dicho­pueblo mostrando su crueldad e diabolico anymo le corto una mano e las narizes e se los echo colgada al pescuezo ... . . . e ansy mesmo el dicho francisco gil enbio al dicho Iorenzo de godoy al pueblo de tuny encomendado a juan de alcantara vezino dt~ la villa de san xpoual que estaba de paz e servía e mando que le des­truyese e hizit~!le esclavos a los naturales ...

De acuerdo con la enumeración de los pueblos afectados por las exacciones de Gil y de Godoy, parece que Tuni estaba locali­zado en la región comprendida eritre Tila y Ocosingo, o sea no lejos del actual emplazamiento de Bachajón.

Siempre en relación con esta misma parcialidad de Tuni, el

4 Chambcrlain (1948:181) r.~~eribe acerca de Gil que él había tratado en 1536 de conquistar la n~gión fronteriza entre Tabai!Co y Chiapas, con el propósito de pacificar las pobladones de Tila, l't•talcingo, Entena (?) y Pochutla con el fin de controlar la wna y así prcpar.u la conquista definitiva de los lacandones. Asimismo, esta pacifica­ción dr.bía ~:onducir al establecimiento de nuevas encomienda& r.n beneficio de los dudadanos d., f.iudad Real, porque "aunque la región hubiera sido ya dividida, los indiOR l'.staban t•onslanlt~mcntc armados y el sistema de la encomienda no podía funcionar" (ibid.: 182). La denuncia de Juan de Alcántara, fechada en 1537, describe una situación muy difl'rl'nk y acusa a Francisco Gil de sembrar desorden entre pobla­ciom•s ¡•at:Hiea.~ y adictas a la ~:ncomi~:nda.

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documento que presentamos en el Anexo 1 permite asegurar que era, antes de la Conquista, una jefatura independiente bajo la autoridad de un cacique o señor cuyo poder hereditario se trans­mitió y se mantuvo hasta 1630 por lo menos (es decir durante un siglo de dominación española). Si hemos de creer a las decla­raciones del mismo cacique y de los testigos, presentadas en este texto, don Juan de Espinoza, abuelo paternal del demandante, era ya el cacique o jefe de Tuni en 1524 y quizá desde otrora, cuando menos cuatro años antes de que los españoles penetraran en la región.

Uno de los testigos lo confirma con estas palahras:

tal cacique ... era tan conocido y respetado que le pagaban tributo los demás indios de Tuni, cuando vinieron los Españoles a conquistar la tierra. (Las cursivas son nuestras).

En lo concerniente a los tribútos, se sabe que los caciques que los percibían perdieron ese privilegio a la llegada de los españoles. Cuando tierras y gentes pasaron a estar bajo las enco­miendas, los tributos eran remitidos al encomendero; los caci­ques, sin embargo, fueron exonerados.

En cuanto a los otros privilegios del cacique, notemos:

en sus casas se hacían juntas como en casas de señor ... y hacían sus milpas, demás y otros legumbres, los naturales del dicho pueblo y les reparaban sus casas ...

En 1609, la Audiencia de Guatemala, por intermedio de su Decano don Manuel de Ungría Girón, nombra al cacique Gaspar de Espinoza como gobernador del pueblo de Bachajón a fin de restablecer la paz y el orden -"en ias dicha.~ tres parcialidades suelen haber muchos pleitos e inquietudes"- y en particular de llevar a cabo con rapidez las reparaciones de la iglesia destrui­da por un incendio hacia 1594. A este fin el nuevo gobernador fue nombrado por un año y tenía el privilegio de llevar la vara de la Real Justicia.

Estas informaciones y los pocos extraetos citados no agotan

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las enseñanzas de ese documento cuya riqueza nos permite pre­sagiar el interés que presentaría una investigación sistemática de las fuentes escritas para el estudio de la formación de las comu­nidades.

Podemos pensar, en efecto, que lo que conocemos de Tuni es en cierta medida válido para las otras dos parcialidades.

Por lo que concierne a Lakma•, recordemos que su nombre permanece para designar hoy uno de los cuatro kalpules del barrio de San Sebastián (Figura 2).

Señalemos también que en el seno de la organización cuatri­partita que caracteriza este barrio del actual Bachajón, el kalpul Lakma' es calificado de bankil (primogénito o mayor) o muk'ul kalpul (gran kalpul), términos que connotan su posición domi­nante con relación a los otros tres y que autorizan la interpreta­ción según la cual el barrio de San Sebastián es directamente salido de esta parcialidad, denominada Lakma', la cual conocía ya el mismo principio de organización.

Como Thompson (1976) y Calnek (s.f.) pensamos que Lakma' era un grupo -una jefatura- que vivía en las tierras bajas antes de la conquista española y que fue desplazado e instalado en la zona confrontada por los dominicos, como ocurrió con los po­chutlas. Mientras que estos últimos, hasta prueba en contrario siendo de origen chol, fueron sin duda absorbidos por la población tzeltal de Ocosingo, la gente de Lakma' era probablemente tzel­tal y logró preservar, en el seno del nuevo pueblo de Bachajón, su idiosincrasia e individualidad. Los indicios que permiten apoyar esta hipótesis son escasos: de una parte, la organización cuatripartita de los kalpules del actual barrio de San Sebastián presenta una gran analogía formal con lo que ~e sabe acerca de las jefaturas de los chol-lacandones de las tierras bajas en el siglo XVII (véase a este respecto Hellmuth, 1972:186-189); por otra parte, volvemos a encontrar el nombre de Solórzano como tmcomcndt~ro de los pochutlas en 1551 (Pedro de Solórzano véase Chambcrlain, 1948) y como aquél de una de las parcialida­des de Bachajón, en 1609 (Melchior de Solórzano). En fin, mientras aún no puede establecerse con precisión la etimolov;ía

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de Lakma ', Becerra propone, no sin razón, hacer derivar este nombre de Laknha ', término chol que significa "gran río" o "agua grande" y que designa un afluente del Usumacinta, así como el gran lago situado al norte de la laguna Miramar, en una isla de la cual, conforme diferentes autores, estaba precisamente ubicada la ciudad de los pochutlas (Scholes y Roys, 1948:41; Stone, 1932).

Son, evidentemente, bases muy endebles para e!ltablecer una relación más precisa entre Lakma' y las poblaciones de las tierras bajas tales como los pochutlas y los chol-lacandones. Si no fuese por las diferencias lingüísticas, la relación no suscitaría tantas dudas pero hasta ahora se admite que los pochutlas hablaban chol y nada hace pensar que la gente de Lakma' haya hablado antiguamente otra lengua que el tzeltal. Por el contrario, se puede suponer que grupos tzeltales ocupaban las tierras bajas antes de la conquista española, y que acaso se aliaron a los chol-lacandones o a los pochutlas ( choles) en la resistencia que opusieron a los conquistadores. Este es, en todo caso, un terreno que no debe descuidar una eventual investigación histórica.

Pero regresemos a la comunidad de Bachajón. Los pocos datos que poseemos no permiten más que una reconstrucción parcial y fragmentaria de su historia, desde la Colonia hasta nuestros días:

1609: en nuestro documento de referencia (Anexo 1) sólo se cita a Tuni entre las tres parcialidades, aunque se alude a tres, cada una permaneciendo bajo el control de su propio encomen­dero 45 aiios después de su reducción: "los indios vecinos y naturales del pueblo de Xuxuycapa de la encomienda de Melchior de Solórzano, Diego de Hurtado y de María de Alcántara". En particular, parece que el primero poseía la parcialidad de Lakma' y el segundo la de Xuxuycapa propiamente dicha. En cuanto a Tuni, ese mismo afio es traspasado de María de Alcántara a Fran­cisco de Mesa. El pueblo tenía 500 tributarios.

1654: se menciona sin nombrarse una parcialidad, "inclusa en el pueblo de Xuxuycapa, Bachajón ", de la e u al los tributarios

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alimentan las cajas de un tal Sebastián Hurtado de Mendoza5

(AGCA Chiapas, A3-16-4531-356). 1684: una relación de los tributos de diferentes pueblos detalla

las contribuciones, pagadas en productos, por los habitantes de Lakma' a su encomendero, Cristóbal de Velasco (AGCA Chia­pas, A3-454 7-35 7).

1691: María del Castillo y Cárcamo goza de una renta que le dan bajo la forma de tributo los indios de la parcialidad de Lakma' (AGCA Chiapas, A3-16-40-7l3-28ll).

1710: el pueblo de Bachajón comprende siempre sus tres parcialidades (AGCA Chiapas, A3-16-5-3951-293).

1712: la parcialidad de Tuni desaparece como parte del con­junto, a continuación de las epidemias de desórdenes regionales provocados por la famosa "rebelión tzeltal" (Calnek, 1970: 110). No se sabe si dicha "desaparición" se debió al hecho de que la población fue diezmada, o emigró hacia otro pueblo.

1720: dos relaciones de tributos colectados en Bachajón no mencionan más, en efecto, que la existencia de dos parcialidades: Lakma' y Xuxuycapa (AGCA Chiapas A3-16-5-3967-295 y 7972-295).

Los diferentes documentos posteriores que se refieren a Ba­chajón ya no hacen mención más que de un solo pueblo que es el que señalan hoy los letreros colocados a la entrada y a la salida, sobre la actual ruta Ocosingo-Chilón.

San Jerónimo Bachajón está formado por dos barrios, San Jerónimo propiamente dicho y San Sebastián, a la vez asociados y opuestos en la organización política, económica, social y reli­giosa de la comunidad.

Aun cuando la filiación parece evidente entre el barrio de San Sebastián y la parcialidad de Lakma '.-como ya ha sido señalado y comentado- se puede conjeturar la misma relación entre el barrio de San Jerónimo y la parcialidad de Xuxuycapa. Sin duda en todo tiempo la más importante, Xuxuycapa, designaba

S Puc,dc ser ésta una de las raras encomiendas todavía transmitidas por vía de hc,rencia, de Diego llurtado (1609) a Seba.~tián llurtado ... En ese caso, se trataría de' Xuxuyupa.

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la totalidad del pueblo (en un comienzo tripartita, y luego bipartita al desaparecer Tuni), así como el término tzeltal hispanizado de "Bachajón", el único que perdura hoy día.

El nombre del santo -Jerónimo- particular de este barrio, ha sufrido la misma extensión de sentido, para convertirse en el santo patrón del pueblo y de la comunidad. La fiesta del santo más importante en Bachajón es la de San Jerónimo, kajkanantik "nuestro señor guardián", celebrada por los dos barrios. San Sebastián le es jerárquicamente inferior y es celebrado particular­mente en el barrio del cual él es el patrón. . . Para las personas del barrio de San Jerónimo, San Sebastián y la fiesta que le es consagrada, no se distinguen de los diversos santos secundarios que honran, en otras fiestas, la comunidad (San Miguel, San Ignacio, Santa Rosa, etcétera).

Así como lo da a entender el empleo simultáneo de los térmi­nos parcialidad y barrio en los textos coloniales, se trata de una sola y misma cosa, con la diferencia de que el primer término se aplica en principio para designar las jefaturas independientes con sus propias autoridades y, quizá, su propio centro de poder (pueblos-centros). Después de su reunión por las autoridades coloniales, preservando su. idiosincrasia formaron en el seno de los pueblos de reducción, los barrios.

El ejemplo de Bachajón ilustra entonces perfectamente la expresión de Favre: ''la comunidad heredera de la reducción, (1971 :39). Los barrios, herederos a su tumo de las parcialidades, son integrados dentro de la estructura comunitaria.

Se dividen el territorio, participan por partes iguales en el sistema de cargos de la organización política del cabildo (alcaldía) y mucho más otrora que hoy en día, en la celebración de las fiestas.

DESPLAZAMIENTO DEL PUEBLO

Resultan más difíciles de datar los otros acontecimientos his­tóricos rdativos a Bachajón. Transmitidos por la tradición

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oral, sus relatos no han encontrado hasta hoy ni confirmación ni fechas precisas en las fuentes escritas.

Uno de estos acontecimientos es el desplazamiento probable del pueblo, del lugar denominado Joybe' (a cinco kilómetros al sureste del pueblo actual) hasta su actual emplazamiento. La tradición oral da como origen y causa de este desplazamiento las incursiones frecuentes y destructivas de los indios lacandones, llamados caribes. 6

Los lacandones, en efecto, no fueron cristianizados y pacifi­cados sino hasta 1695 por don Jacinto de Barrios Leal, después de numerosos ensayos fallidos entre los cuales los más notables fueron la entrada de Pedro Ramírez de Quiñones en 1559, y la de Juan Morales Villa Vicencio en 1586.

Los tzeltales de Bachajón participaron en estas tentativas'de reducción como guías (lo cual prueba que ellos conocían bien las regiones de las tierras bajas) y también como guerreros auxiliares. En el curso de la campaña de 1586, una de las misio­nes de espionaje y de exploración fue confiada a dos capitanes de las compañías de Xuxuycapa-Bachajón y Ocosingo (véase MoraleR Villa Vicencio, 1936-1937: 170). Integraron la expedición diez bachajontecos, entre ellos "Martín Gómez (40 años), capitán y jefe, Diego Pérez, Francisco Ximénez (25 años), Pedro de la Cruz (35 años), Francisco de la Cruz, otro Francisco Jimé­nez, Domingo Pérez, otro Diego Pérez, Domingo Ximénez e Y tzebal Tzambask" (ibid.: 173 ). Habiendo salido el 19 de noviembre de Ocosingo, regresaron diez días más tarde sin haber visto a un solo lacandon (ibid.: 174). Los rebeldes, probablemente atentos a los desplazamientos de los españoles y de sus aliados, habían abandonado sus pueblos, táctica emple.ada antes a raíz de la entrada de 1559, para luego regresar. Sin embargo, parece que después de 1586 se retiraron de la región del lago Miramar para instalarse en Dolores, en la zona de confluencia de los ríos J a 'tate' lxcan y Lacantún (Scholes y Roys, 1968:43 ). En ese

6 Se trataría dt~ los indio.; lanndoncs o ~:hol-lacandom~s. qm~ ful'ron I'XII'rminados o d~:portado~; lm indios conoddos hoy t•n día ~:on ~:stt· nombrl', son t•n su mayoría dt· ur~l'n yu~:ah,.~o. V ~:r a ~:stl' rt'SI"'"to •·1 ~:xcl'kntr trabajo de llt· V os, 1980a.

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lugar los encontrará Jacinto de Barrios Leal, más de un siglo después, bajo la conducción de Gaspar de Miranda, indio de Bachajón, guía principal durante la expedición victoriosa de 1695 (Ximénez, 1931, 111:40).

Debe entonces situarse el ataque de Bachajón-Joybe', causa presunta del desplazamiento del pueblo, como anterior a esa fecha y probablemente también a 1586, cuando los lacandones abandonan el lago Miramar y se alejan de la zona tzeltal septen­trional.

De 1530 a 1586, los asaltos de los lacandones a los poblados cristianizados son numerosos: el ataque más importante de este periodo parece haber tenido lugar en 1552 cuando, con sus aliados los pochutlas, destruyeron un pueblo a quince leguas de Ciud~d Real e incendiaron y sometieron al pillaje otros 14 poblados de los alrededores (León Pinelo, 1639:259).

Si se trata de Ocosingo y de su región, como lo afirma Stone (1932:242), es probable que Joybe no haya escapado a esta suerte y que el desplazamiento del poblado pueda ser una con­secuencia directa de esta ofensiva. Remarquemos que este acontecimiento es anterior a la fundación de Bachajón por Lorenzo (1564), así que el lugar llamado Joybe' podría, según esta hipótesis, ser considerado como el antiguo "centro" de una de las tres parcialidades constitutivas del pueblo colonial.

Juan Jiménez, habitante actual de Joybe', hoy caserío del barrio de San Jerónimo, nos relata aquellos lejanos aconteci­mientos en los términos siguientes:.

Antes, d puehlt• •~la •~n jo y lw ', eon todas las e asa.-; agrupada.-; •~n dos barrios (.,ic ). En aqud enlom~t~s, hubo la gut~rra eon los •~aribt~s veni­dos de Lacandonia; hoy no hay más de ésos porque todos se retiraron cerca de Guatemala. Los caribes fueron vencidos por los tzcltalt.-s de Joybt• '. Los aneeslroA supieron a lit~rnpo que los lat·andonC!I iban a llegar y salieron a ¡;;u •~ncucnlro t•n d paraje dt•nominado K'inich (no identifirado). Esto no t•ra una cmbost~atla sino una t~lratag•~ma: t•l jdr t¡r,I'Jtal invitú al jt•fl' kabinfll a entrar al pudtlo a hat·rr la fit·sta; mataron pw·rt·o~ t' invitaron a lotlo~ lo~ lat·antlmws. l>t'SJIIH:s los ma· taron soltre el lugar, excepto algunos que lograron huir. Hubo un ~olo día dt• h'IH'rra. Lo~ l:warulorws hahían v•·nitlo armatlos tlt· art'tl!<

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y de flechas (p'ilumte), los tzeltales se peleaban con hachas (eche]) y manos de moler de piedra (k 'abe ha). Después de esta guerra, todos los tzdtales vinieron a Bachajón. A su llegada encontraron a San Jerónimo en el río Alumha' (pequeño afluente del Muk'ulha') e hicieron la fJesta a Kajkanantik San Jerónimo. Vinieron a establecerse allá donde está la eeiba, el "ombligo del mundo", y construyeron sus casas. Ellos han construido también la iglesia con hojas de encino que por magia transformaron en piedras ... . . . a Bachajón, lot! caribes no volvieron jamás; ésos eran los tsajal karibios "salvajes rojos".

Este relato, como algunos otros que nos narraron los ancianos de Bachajón, no aporta las informaciones necesarias para precisar los datos hi'ltóricos que aparecen en otras fuentes. La comunidad es presentada bajo el aspecto que nos ofrece hoy en día, com­puesta por sus dos barrios, organización demasiado reciente (posterior a 1720) para corresponder históricamente a los presuntos ataques de los lacandones (probablemente anteriores a 1586 y en todo caso a 1695); la guerra es allí descrita con ventaja para los tzeltales, mientras que las fuentes lo desmienten rotnndamente. Se trata de un mito en el cual la historia es manipulada para sostener la conciencia y la identidad comunita­ria. En el Capítulo V 1 veremos cómo los ritos del Carnaval expresan, de la misma manera y sobre el modelo de este mito, acontecimientos semejantes, los cuales sirven de trasfondo de actos sociológicos que desempeñan una importante función de integración de los elementos de la organización social bacha­jonteca (véase, a este respecto, también Becquelin-Monod y Breton, 1979).

INSTALACION DE UN NUEVO GRUPO

El tercer a(:ontccimiento al que queremos referirnos por haber contribuido a la formaeión de Bachajón, concierne a la llc~ada más tardía de: un grupo denominado twlm río o lalwrío. a :-;u inslalat:iún ~~n la aelual sc:eeiún n mitad dt•nominada "dt• arriha"

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en el barrio de San Jerónimo (Figura 2). Se sabe que en el México central:

Desde las primeras décadas que siguen a la llegada de los españoles a México, ya se habla de los indios naburios o laborios. Estas palabras se convierten más tarde en sinónimas de gañanes para designar a trabajadores indígenas voluntarios que alquilaban sus brazos a los españoles, en oposición a los trabajadores requeridos por reparti­miento. Estos obreros agrícolas libres residían de ordinario en los dominios en los cuales prestaban sus servicios (Chevalier, 1952:367).

Esta libertad de los laboríos muy pronto fue limitada puesto que, privados de la posibilidad de imponer el trabajo forzoso a las comunidades (los repartimientos de indios fueron suprimidos en el curso del siglo XVII), los dueños de las haciendas tuvieron que recurrir a esta mano de obra voluntaria, intentando entonces fijarla y también apropiársela, haciendo de estos laboríos nuevos esclavos, atados al dominio "como un perro a su dueño" (ibid.: 368) y vendidos con él cuando era necesario.

Esta forma de servidumbre que se "institucionalizó" en el transcurso del siglo XVII, se prolongó hasta comienzos del siglo XVIII (ibid. :372-373; véase aesterespectoBorah, 1975:118-119).

Para explicar la presencia de uno de esos grupos en Bachajón, al parecer existen dos hipótesis: según la primera, los laboríos llegaron acompañando a ciertos colonos para trabajar en suA explotaciones agrícolas o sus ingenios de azúcar, de los cuales se sabe que existían en la región de Ocosingo y Chilón desde la pri· mera mitad del siglo XVII (Cage, 1946:151). Conforme a la segunda hipótesis, dicho grupo emigró desde el sur, ante el em­puje particularmente fuerte del sistema colonial, del valle de Comitán por ejemplo, conservando la denominación de laboríos, que revelaba su anterior condición (véase, con respecto a tales migraciones, Favre, 1973 ). Esta última hipótesis corroboraría lo afirmado por la tradición oral según la cual los naburío.~ de Bachajón son originarios de Comitán (citado por Díaz Olivares, 1970:85), en cuyo caso su migración e instalaeión pudo tener lugar desde el siglo XV 11. Empero hacen falta más datos para

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evaluar la importancia de esta última afluencia de población. En efecto, un censo de 404 tributarios de la comunidad, fechado en 1817, no menciona más que 16 laboríos (15 casados y uno sol­tero), sobre una población total de 983 personas (AGCA Chiapas, A3-16-3-4196-310). Probablemente no se censaba a todos los que como los autóctonos, vivían dispersos en las tierras fuera del poblado.

Las primeras referencias de archivo que mencionan a los labo­ríos en la región y en Bachajón son muy tardías (fines del siglo XVIII), lo cual dificulta relacionar actualmente los hechos gene­rales con la historial local. La más antigua referencia se remonta al 8 de febrero de 1798, y aparece en un libro de registro de bautismos, de los años 1797-1798, encontrado en Bachajón.7

Debajo de los nombres de cada progenitor de los niños bautiza­dos se especifica su condición de ''tributarios" o "laboríos". Sin embargo, puesto que a partir de 1835 dejan de consignarse en los registros de matrimonio las menciones "indígenas" y "ladinos", cabe afirmar que los "laboríos" no tardaron en ser asimilados a la población tributaria.

La historia de la formación de Bachajón no puede limitarse al desarrollo de los tres acontecimientos que hemos mencionado; de la misma forma que éstos no pueden ser considerados como las únicas causas simples de los efectos actualmente observables en el fenómeno comunitario. Cualesquiera hayan sido, y a pesar de las numerosas lagunas que persisten en cuanto a la historia, permanece aún el hecho de que esos grandes sucesos históricos regionales han plasmado los principales rasgos de organización de la comunidad; en particular su bipartición en barrios -San Sebastián y San Jerónimo- así como la división de este último en ah lana, "los de abajo" y laboríos o ah k 'olna, 'ílos de arriba".

En lo concerniente al desplazamiento del pueblo, no parece haber tenido repercusiones notables. En cambio, los aconteci·

7 Una referencia anterior se encuentra en un documento fechado en 1762 consa­grado a la numeración dt: los indios de Chilón, en el cual el escribano público con­cluyt:: "doy ft: no haht:r habido naboríos en est~: pueblo y aun hay vecinos, son espa­ñol•~s".

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mientos que se refieren al origen -incursiones guerreras de los lacandones- han dado materia a la elaboración de un ritual com­plejo mediante el cual, todos los años, la organización social tradicional funda y reafirma su perpetuación. Antaño celebradas por ambos barrios, las fiestas de Carnaval hoy se festejan única­mente en el barrio de San Sebastián.

Relegadas al rango de simples manifestaciones folklóricas, consideradas como un gran juego (slo'il k'in, "fiesta de farsa"), nunca el clero español comprendió su significado real, como tampoco lo entiende en nuestros días la misión jesuita.

Farsa por cierto -pero farsa dirigida-, no es mera diversión como sucede con los carnavales europeos, basados entre otras cosas en la inversión de las jerarquías (véase Gaignebet, 1974), sino que se trata más bien de otro universo jerárquico, de un orden inmutable que se expresa en un tiempo y en un espacio propios, de una antigua estructura social diferente, que persiste a despecho de la estructura colonial y comunitaria, y aunque haya tomado de esta última algunos elementos.8

8 Para los detalles relativos a esas fiestas del Carnaval de Rachajón, véase Recque­lin-Monod y Rreton (1979); emprenderemos en la segunda parte del presente trabe,jo el estudio de la organización social tradicional que ellas ponen en evidencia.

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SEGUNDA PARTE

ORGANIZACION SOCIAL Y TERRITORIAL

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IV

EL TERRITORIO COMUNAL

TERRITORIOS COMUNALES

La región ocupada por los tzeltales del norte -a excepción del valle de Ocosingo, buscado por su riqueza y su fertilidad- no ha sufrido las consecuencias desastrosas del desarrollo de las grandes haciendas en el curso de los siglos XVII y XVIII. Este afectó sobre todo el sur y el este de los Altos, dañando los territorios de las comunidades que allí se encontraban y provocando pro· bablemente la migración de ciertos grupos hacia el norte (Favre, 1973:47-48; ¿origen de la instalación de los laboríos en Bacha­jón?). Para ilustrar esta situación regional, la probanza (título) de Sivacá aparece en un documento relativo a los límites del ejido vecino de Guaquitepec, fechado en 1751. Es a demanda del procurador de este último pueblo que los justicias y los principa­les de Sivacá llevan con ellos este texto, copia de un documento antiguo escrito en tzeltal (acaso del siglo XVI, según Calnek) en el cual se precisan los límite~ del territorio y en particular sus fronteras comunes con Guaquitepec. Transcribimos a continua­ción, traducido del original por el escribano, el texto del docu­mento (AGCA Chiapas, A1-45-2297-317): 1

Aquí nombramos los linderos dt~ nuestras tierras y sitios con los homhrt$ dt~ Quaquitept~que. Aquí nombramos verdaderamente que eomil'n"-a d primt~r sitio nombrado "muchutt~'t·l" hasta el sitio nom­brado "pajalxubt•klaj" (q111~ quit~re decir) igual nudo de ocote. De

1 La vel"!lión t"'dtal de ese' texto, revisada por Kaufman, ha sido presentada por Calnek (s.f.).

l83]

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aqui bajo al arroyo nombrado "yaxtelha' "(q.q.d.) agua clara de palo, de aqui subio al cerro nombrado "zwayibtzotzleb" ( q.q.d.) dormito­rio de Zinacantecos; de aqui paso al sitio nombrado "tzaltzalton" (q.q.d.) conjunto de piedras. De aqui nos juntamos con los sitios de los Tenangueros. Aqui nombramos que paso por detras de un sitio nombrado "tzemente'el" (q.q.d.) palo de danta, subio al cerro hasta un arroyo nombrado"xchacmut"(q.q.d.) tapesco de gallina, de aqui paso a un sitio nombrado "k 'isistajal" ( q.q.d.) pinabetal, aqui se aca­ban nuestros linderos con los Tenangueros. De aqui pasamos a lindar con los San Martineros hasta un sitio "yulubxchabikil" ( q .q .d.) te­rrero de palomas torcas. De aqui a un sitio nombrado "sibalakil" (q.q.d.) barrillas de pajonal, de aqui a otro sitio nombrado "kicho­hajaw" (q.q.d.) rey cargado. De aqui a otro sitio nombrado "xche­loha" (q.q.d.) entrañas de agua o agua entrañada, de aqui a otro sitio nombrado "chakaxib" (q.q.d.) amargo paso, de aqu~ paso a otro sitio nombrado "naulich" ( q.q.d.) casa de golondrinas. l>e aqui pasamos a lindar con los hijos del pueblo de Ocosingo hasta un sitio nombrado "Tuyutich" (q.q.d.) granadillas, de aqui paso a otro sitio nombrado "yakileljxchich" ( q.q.d.) sabanaje de gavilan, de aqui subo a un sitio nombrado "zjolha 'taxchaksij" ( q.q.d.) cabecera de agua en el tapesco salido. De aqui pasaron a juntarse nuestros sitios con los linderos de los Bachajontecos hasta un ojo de agua "yuxuha' " (q.q.d.) peson de agua, de aquí a otro sitio nombrado "hobilwits" (q. q.d.) cerro loco, de aquí a un arroyo nombrado "xjatanchib" ( q.q.d.) arroyo de palma rejada, de aqui a otro sitio nombrado "chijiltik" ( q .q .d.) maguey al, de aqui paso a otro arroyo nombrado "tzajalha" ( q. q.d.) agua colorada, de aqui paso a encontrarse con d primer sitio nombrado "muchute 'el" en donde dio principio nuestros linderos con los de Quaquitepeque. Aqui se acabaron los linderos de nuestras tierras con las tierras de los otros pueblos.

Esta probanza muestra que ios territorios comunales de la época eran adyacentes y que no vivían (información dada más adelante en el texto) "en ninguno de los (pueblos) referidos ... vecinos españ.oles ni ladinos". Los límites de los territorios de Sivacá y de las demás comunidades no habían todavía sufrido, hasta mitad del siglo xvm, ninguna expoliación después de la conquista española. Favre anota la existencia en la zona norte de una sola hacienda en 1778, la de Santo Domingo en la parro­quia de Ocosingo: "el centro y el norte de la región permanecen

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totalmente en manos de los tzotziles-tzeltales" (1973 :4 7). Es en el curso del siglo XIX que tiene lugar la ocupación de las tierras comunales y aparece como fenómeno de considerable magnitud, con la llegada masiva de los ladinos y le da a la región la estruc­tura censal o catastral que tiene hoy en día.

Desde 1761 ya se señala la presencia de algunos españoles en Chilón2 y en 1774 se cuentan 19 de ellos (diez casados, cinco solteros y cuatro niños). En la misma fecha, en Ocosingo viven 197, de los cuales 107 eran adultos. 3

En 1821, las cifras son 355 en Chilón (179 hombres y 176 mujeres) y 969 en Ocosingo (469 hombres y 500 mujeres).4

En 1887, se mencionan en la cincunscripción (¿parroquia o municipio?) de Chilón 31 haciendas; en la de Ocosingo, 63; luego cinco en Sivacá, diez en Sitalá, nueve en Guaquitepec y cuatro en Tenango (Favre, 1973 :63). Instalados en un comien­zo en las cabeceras regionales -Ocosingo y Chilón-los ladinos ejercían desde el exterior presiones sobre las comunidades indí­genas, hasta que una vez asegurada su supremacía, penetraron en los puestos para monopolizar el c~mercio.

El endeudamiento progresivo de los indígenas y las grandes extensiones de terrenos en barbecho que constituyen la base del sistema de agricultura de desmonte y quema, fueron hechos que los ladinos aprovecharon para acaparar "legalmente" las tie­rras en detrimento de las comunidades (véase a este respecto Gutelman, 1971 :28-29).

Hoy en día, muchas de las comunidades indígenas se encuen­tran cercadas por un cinturón de fincas y ranchos dedicados principalmente a la cría de ganado y al cultivo comercial del café. Los territorios de estas comunidades co~sisten en las anti­guas tierras comunales que los nativos salvaron de la incautación por parte de los ladinos (en general por ser poco fértiles y acci­dentadas) y los ejidos, parcelas restituidas o "donadas" a las comunidades según los principios de la reforma agraria puesta

2 Chilón, 1971. :~ Rdm:ión tle lo.• l'ueblo.• 1 77 4. 4 AGCA, Chiapas, Al-44-546-46.

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en vigencia desde hace medio siglo. La importancia de las tierras comunales varía de una a otra comunidad y el hecho de que hayan sido más o menos preservadas de la invasión de los mesti­zos, tiene diferentes explicaciones: demografía, resistencia de sus habitantes, situación geográfica (por ejemplo, proximidad de una ciudad regional), etcétera.

Así, la presencia de los ladinos es muy fuerte en el valle de Ocosingo (fértil, fácilmente comunicable, de relieve poco mar­cado, lo cual facilita el desplazamiento de las manadas) y en los valles interiores de Chitón y Y ajalón, particularmente propi­cios para la caficultura. A partir de estas zonas determinadas, las haciendas se han extendido y multiplicado, ocupando los valles secundarios, las faldas de los montes y algunas veces regio­nes accidentadas en el centro mismo de los territorios comunales ya bastante raquíticos.

El caso de Sivacá, que sirve de introducción a este capítulo, es revelador a este respecto: a partir de Ocosingo, las haciendas se han extendido hasta la orilla del pueblo y en la franja fértil que bordea el río El Carmen. Dos fincas (propiedades de más de doscientas hectáreas) y que separan a Sivacá de Guaquitepec, están establecidas sobre antiguas tierras comunales. El territorio que en la actualidad ocupa dicha comunidad, constituido por dos partes separadas y que se considera como un solo ejido, no es más que un retazo insignificante cuando se lo compara con el territorio cuyos límites figuran en la probanza del siglo XVIII. La lectura de este documento con los ancianos del pueblo y la localización aproximada que fijamos en nuestros mapas de los mojones allí citados, autorizan a pensar que las 1 600 hectáreas de hoy no representan más que una quinta parte de la superfi­cie de entonces.

EL TERRITORIO DE BACHAJON

Hecho insólito para toda la región de los tzdtales del norte es que la comunidad de Bachajón haya logrado preservar la casi

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totalidad de su territorio comunal. Es probable que su situación geog¡ áfica y en particular su apertura oriental hacia las tierras bajas, hayan tenido una considerable influencia al respecto, por ser una región selvática, de difícil explotación y prácticamente incomunicada. Empero, los factores determinantes fueron sin duda su importancia numérica y su agresividad hacia el exterior. Comparables en este segundo aspecto a los chamulas de los Altos, los bachajontecos se ganaron una reputación de crueldad y de barbarie que no dejan de evocar los ladinos en su chismografía, y los indígenas de las comunidades vecinas, mucho más antaño que hoy en día. 5

Sin embargo, Bachajón no se ha salvado totalmente de los avances de las haciendas en su territorio, pero la presión ha sido unilateral, ejercida desde Chilón (la cabecera más próxima).

El límite del territorio comunal, tradicionalmente marcado por el río Chilón, a tres kilómetros del centro de la villa, ha retrocedido cerca de cinco kilómetros, después del estableci­miento de los ranchos llamados Petem, Chapapuil, Río Chacaco­lac, San José Poquil, Santa Anita, Río Azul y Delicias (Figura 4 ). La restitución de estas tierras a sus dueños originales y su reconocimiento legal como ejido (en el cuadro del ejido o barrio de San Sebastián) está en trámite desde hace más de treinta años. Las gestiones que ante las autoridades competentes intentan los indígenas se ven obstaculizadas por los ladinos que tienen allí intereses económicos (cría de ganado y café).

Antes de la Revolución, Hachajón logró defender la posesión de la extensión territorial acf•Jal como tierras comunales. Durante los años 1920-1930 y a continuación de las disputas entre los dos barrios, los caciques respectivos de aquella época trataron de hacer legalizar las tierras de cada uno como ejillo. Una resolución presidencial de julio de 1935 acordó reconocer una parte de las tierras de cada barrio, situada en la mitad oriental del territorio. Bajo la forma de un reconocimiento, 6 a San Jerónimo se le a tri-

5 Comunicación personal de Jacque~~ Souatelle. 6 R"conocimiento: Confirmación del e~~tatuto comunitario de los ternnos indíge­

nas que no han sido expropiados.

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huyeron 22 mil hectáreas y a San Sebastián, 22 870.7 Toda la mitad occidental del territorio continuó siendo considerado como tierra comunal. En 1960 el barrio de San Jerónimo obtu­vo el reconocimiento de sus tierras comunales restantes como ejido,8 totalizando así 48 310 hectáreas. En cuanto a San Sebas­tián, espera todavía la legalización de las tierras comprendidas entre el pueblo y Chilón, que cubren 26 500 hectáreas, y en particular la restitución de más de 8 mil hectáreas acaparadas por los ladinos.

Actualmente, puede resumirse así la situación:

Ejido (1935) Ejido(1960) Tierras comunales

Total por barrio

Total comunitario

&rrio San Jerónimo

22 mil ha 26 310 ha

48 310 ha

Barrio San Sebodián

97 680 ha

22 870 ha

26 500 ha

49 370 ha

*Cifra teórica de la cual deben descontarlle las ocho mil hectáreas expropiadas.

En el interior de los ejidos, los ríos, montañas, bosques y pastizales siguen siendo de uso colectivo y representan una importante superficie (44 por ciento en San Sebastián).

Los pastizales están en principio prohibidos para el cultivo. Sin embargo algunos ejidatarios, después de un acuerdo de la asam­blea general, pueden ser autorizados a explotarlos uno o dos años, en cuyo caso pagan, además de la cuota ejidal, una suple­mentaria proporcional a la superficie demandada. Asimismo la parte poblada no puede ser objeto de apropiación privada, pues es de uso colectivo y sólo los derechohabientes, es decir los eji-

7 Se trataba para San Scbastián de un reconocimienlo, Jll'ro también de una reHti­tución de varias centenas de hc•ctáreas apropiadas ilegalmente por dos fin.,as (llamadas Ahlank'inal y AlumiPnal). Para obh•ncr la restitución de• las tierras, los reclamadores "debían ... producir la prueba que ellos posdan ("sas tierras) en la fecha dd 25 de junio de 1856 o posteriormente" (Gutclman, 1971 :110).

8 /)iario Oficial dd 6 d<" agosto dt' 1960.

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datarios, pueden instalar allí sus casas. Para los hombres perte­necientes a linajes pobres o desprovistos de tierras, el lote dentro del pueblo es el único bien que poseen; a menudo, y de forma intensiva y cuidadosa, cultivan allí maíz y café a fin de compen­sar la falta de tierras labrantías.

En este aspecto Bachajón se asemeja a las comunidades muy pobladas de Chiapas, las que Pozas ha definido en estos términos:

En algunas municipalidades de mdígenas, la propiedad ejidal alcanza el 99 por ciento del total de las tierras en el catastro. Pero se trata de comunidades como aquella de Chamula que no han permitido la penetración de los ladinos dentro de su propiedad y que son ejidos porque la ley ha confirmado sus derechos sobre las tierras comuna­les, pero no porque las haciendas o los latifundios hayan sido expro­piados (1959:116-117).

En Bachajón, las tierras ejidales no representan actualmente más que el 75 por ciento del conjunto del territorio comunita­rio. 9 El último cuarto es, como lo hemos visto, objeto de una demanda de reconocimiento legal en trámite. Es, al mismo tiem­po, la única parte del territorio que sufrió el empuje de los mes­tizos y el establecimiento consecutivo de ranchos, en detrimento de tierras comunales no reconocidas hasta entonces. Este hecho evidencia la eficacia del sistema de ejido en cuanto al principio de inviolabilidad de los territorios reconocidos como tales. Es una verdadera protección, algo como un título de propiedad que, cuando menos en ese caso, los ladinos respetan.

Cada uno de los dos barrios de la comunidad de Bachajón, constituido en ejido independiente, posee su propia organización formal, conforme al artículo 22 de la Ley Federal de Reforma Agraria (1974:20), y compuesta por un cbmisario ejidal, un consejo de vigilancia, y una asamblea general, que elige y controla a las otras dos instancias y que reagrupa en principio a todos los miembros del ejido.

9 Tit~rras .,jidal.,8 obtenidas a título del artículo 62 de la Ley Federal de Reformo Agraria (1974:34): "Los núclc~os de población que poseen bienes comunales podrán adoptar d régimen c'jidal por voluntad de sus componentes".

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La principal función de los miembros del comisariado (un presidente, un tesorero y un secretario) consiste en recaudar las contribuciones ejidales (quince pesos por año y por explota­ción agrícola en 1975) y sobre todo, en fijar los linderos con precisión y cuidar que se los respete.

En cambio, la organización interna sobre las tierras no tiene ninguna de las características de una clásica organización ejidal y la única función importante del ejido por intermedio de su comisariado electo es asegurar la integridad territorial frente a las haciendas perífericas de los ladinos, así como entre los dos barrios donde existe un viejo litigio sobre una porción de tierra situada en los confines noreste del territorio comunitario, disputa que ni si~iera el levantamiento de planos oficiales ha logrado apaciguar. 0 A este respecto las posiciones de ambos barrios son intransigentes y testimonian el antagonismo que entre ellos se manifiesta.

En términos generales, a escala de la comunidad, nos hemos detenido en una tasa de densidad de 25 habitantes o cinco fami­lias por kilómetro cuadrado (Capítulo 11). Aprovechamos los datos que se poseen sobre cada barrio para precisar las cifras:

San Jerónimo, con sus 48 310 hectáreas, tiene una población de 1 800 ejidatarios o jefes de familia. La repartición media de las tierras en ese barrio es de 27 hectáreas por familia. Sin embar­go, debe reducirse considerablemente esta superficie, teniendo en cuenta que el45 por ciento de las tierras son de uso colectivo, y no utilizables para el cultivo. De este modo, se obtienen 15 hec­táreas por familia, superficie importante si se recuerda que bastan

10 Habiendo podido procuramos en Maico, en el ex Departamento de A.auntos Agrarios y Colonización, los planos de los dos ejidos, hemos constatado, de regre110 a Bache,jón, que ellos jan1ás habían sido confrontados por las partes en causa; cada ejido ignoraba todo acerca de los límites del otro en el lugar precÍIIO donde se tenía el diferendo. Este aspecto de la querella es explotado por los licenciados encargados de resolverla y que le hacen villlumbrar engañosamente a cada barrio una solución venta­josa. Después de haberse hecho pagar largamente los desplazamientos, viajes y, llegado el caso, algunos "obsequios", ellos regresan a la ciudad sin que nada haya sido esclare­cido. La obligación que tienen los indios de recurrir a extranjeros para arreglar sus problemas internos en el seno del ejido es un aspecto particular pero importante de las relaciones interétnicas.

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una o dos hectáreas para asegurar la alimentación de una familia de cuatro personas.

El sistema de agricultura de desmonte y quema no es aquí limitativo. En efecto, en las peores condiciones ecológicas nece­sita seis veces más tierras explotables que tierras explotadas; en nuestro caso preciso, entre seis y 12 hectáreas por familia, o sea una superficie inferior al término medio que se posee.

Por el contrario, la situación de San Sebastián es más difícil. Privado de ocho mil hectáreas, tiene, sobre las 41 mil hectáreas restantes, una población de 3 200 familias. La repartición media, a escala del barrio, es de 12.8 hectáreas por familia, o de 6.8 de tierras cultivables.

A pesar de que estas cifras dan una idea estadística de la repar­tición de las tierras, no por ello resultan menos abstractas. La desigualdad de las posesiones es, en efecto, la regla general, con­secuencia de un sistema de tenencia de la tierra tradicionalmente inflexible.

TENENCIA DE LA TIERRA

El hecho de ser miembro de uno de los barrios le da al individuo derecho a cultivar la tierra ejidal de su barrio. En el seno de cada barrio, la tierra es, de hecho, propiedad colectiva de los linajes (definidos por un nombre patronímico tzeltal), cuyos miembros son los usufructuarios hereditarios.

La tierra pertenece a los ancestros del linaje que la han des­montado y cultivado. Se transmite dentro de cada grupo patro· nímico tzeltal y no puede ser objeto de venta ni de alquiler. La única forma de apropiarse de las tierras, hoy én día, consiste en usurpárselas a los linajes correspondientes. ~~n efecto, si en el pasado había cantidad suficiente de tierras para que una pobla­ción creciente pudiera abrir nuevos campos, hoy la situación no lo permite. El indio sin tierra se ve obligado a pedir prestado dentro del territorio comunitario (es decir, dentro de los límites de su barrio), o a emigrar hacia las tierras vírgenes de la selva

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lacandona, abiertas a la colonización desde hace vanos años (véase la siguiente sección).

El préstamo de tierras, que no es habitual, se apoya en general sobre dos tipos de relaciones: la alianza y el parentesco ritual. El individuo desprovisto puede trabajar tierras de un padrino o de un compadre que esté dispuesto a prestárselas. Esta transacción provisoria se caracteriza por un ofrecimiento de alimentos y de alcohol en el momento de la demanda y también por una parti­cipación del prestarario en ciertas labores agrícolas del prestador.

Los préstamos que siguen este canal del parentesco ritual pueden institucionalizarse dentro del cuadro de una relación padrino-ahijado particularmente fuerte, cuando el segundo es considerado como un hijo adoptivo del primero; pero desem­bocan, casi inevitablemente, en una situación conflictiva cuando el hijo legítimo o un sobrino del prestador tiene derecho a tomar posesión del conjunto de sus tierras.

Las consecuencias son a menudo idénticas en los casos en que esta práctica se inscribe dentro del cuadro de una relación de alianza. Cuando un hombre sin tierra se casa con una mujer perteneciente a un linaje que posee terrenos, él puede esperar ob­tener del patrilinaje de su esposa el usufructo de algunas áreas (bajo la forma de un préstamo, ya que la mujer no tiene ningún derecho sobre las tierras). Este tipo de préstamo facilita más una verdadera apropiación por parte del solicitante, quien aprovecha el argumento de su residencia uxorilocal en las tierras de sus aliados.

Además, en este caso, aunque la relación entre el suegro y el yerno sea relativamente neutra, en cambio la que se establece entre cuñados y que es casi siempre tensa, suele desembocar en oposición franca y en pleitos.

Antiguamente estos problemas eran llevados ante los princi­pales (de kalpul a San Sebastián, de "mitad" a San Jerónimo) y, llegado el caso, ante el juez municipal. Actualmente aun los principales son algunas veces consultados, pero, cada día más, la solución es decidida por el comisariado ejidal.

Es difícil cifrar la importancia de estos trawasos de tierra a

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escala de la comunidad, son relativamente raros y no tienen más que poca incidencia sobre la repartición tradicional (o ancestral) de las tierras de los linajes. En la mayoría de los casos, éstas tienen límites conocidos y reconocidos, materializados por mar­cas naturales (camino, arroyo) o artificiales (plantaciones en línea de bananeros, gruesos árboles marcando un ángulo, linderos de un grupo de árboles, cercas, etcétera).

Las tierras de los linajes son transmitidas y divididas igualita­riamente entre los derechohabientes, o sea los hombres de la primera generación descendiente en línea directa. Cuando un hombre muere sin descendencia, las tierras que él poseía pasan a los miembros de su linaje, sean todos los hombres descendien­tes en línea colateral del mismo grupo patronímico tzeltal (es decir, una parte de sus hermanos y sobrinos clasificatorios).

En la practica son los miembros del grupo local (o sea el seg­mento localizado del linaje) quienes toman posesión en prioridad; si la muerte de nuestro hombre marca, al mismo tiempo, la ex­tinción de un segmento del linaje, sus tierras pasan a miembros pertenecientes a otros segmentos (localizados de otro modo) de su patrilinaje.

No existe título de propiedad sobre las tierras y el recibo de la cotización ejidal no rinde cuenta sino de la pertenencia de un hombre a tal o cual ejido (barrio) y de su derecho teórico de cultivar allí una parcela e instalar su casa. Pero este derecho no testifica una posesión efectiva de tierra (salvo al interior del perímetro poblano, propiedad colectiva de cada ejido). Las tie­rras de los linajes no son reconocidas sino en términos de derecho consuetudinario y no son objeto de ningún reconocimiento legal (esta forma de propiedad no figura en la Ley de R.eforma Agraria). Por estas razones, expresadas por los in forman tes, la parti­ción y transmisión de las tierras se hace en vida del legatario. En el seno de la familia nuclear, por ejemplo y a medida que los hijos se casan, el padre distribuye los bienes que él posee a fin de que, a su muerte, las tierras de las cuales él era el usufructuario no sean objeto de un conflicto y no se expongan, haciendo eso, a salir del linaje. Esta obligación que tiene todo miembro dt~ un

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linaje de recibir la tierra, de cultivarla y transmitirla, a nombre de los ancestros que la han desmontado, es a menudo utilizada por los herederos para desligarse de la autoridad paterna desde que la edad se los permite. Construyen entonces su casa aparte sobre la parcela que les toca. Una dispersión tal de la familia extensa no es siempre la regla y numerosos son los ejemplos de casas que agrupan varios matrimonios, pero es característico de la evolución general de la sociedad bachajonteca en donde se oponen los intereses de diferentes generaciones y las opciones "tradicionalistas" y "modernista'5" de los individuos.

Es probable que se deba atribuir a estas mismas razones el hecho de que ningún caso de desheredamiento (surgido de un conflicto padre-hijo) nos haya sido señalado, estando esta prác­tica íntimamente ligada al régimen de propiedad privada.

Ocurre sin embargo que un hombre abandona a una mujer y al mismo tiempo a sus hijos para no transmitir sus tierras sino a hijos surgidos de una -segunda unión; los hijos del primer ma­trimonio conocen entonces una situación dramática: privados de tierra dentro de su patrilinaje no tienen ninguna oportunidad de recibirlas del lado materno y ningún recurso en tanto que simples miembros del ejido.

La cantidad de tierras de la cual dispone cada linaje es muy variable, aun si, como nosotros lo hemos visto, es teóricamente confortable al nivel del conjunto comunitario (de siete a quince ha por familia nuclear). Sin embargo, es cierto que en función de las variaciones demográficas que afectan el tamaño de los grupos locales (familias nucleares, familias extensas, segmentos de linajes, linajes) de una generación a la otra y el estado estable del régimen de propiedad, algunos son ricos en tierras, otros pobres y otros totalmente desposeídos. Estas desigualdades pue­den ser compensadas parcialmente y de una forma a menudo provisional, por los préstamos que se hacen los unos a los otros; en caso de extrema penuria, ellas provocan la emigración de miembros de linaje afectados hacia las colonias de las tierras bajas.

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LAS COLONIAS

El término de colonia designa todo grupo de agricultores instala­dos en tierras reputadas vacantes pertenecientes a la nación mexicana (tierras nacionales). Estas tierras son en principio in­alienables, pero pueden ser objeto de una atribución legal por parte de los grupos que hacen la demanda, bajo la forma del ejido. Por extensión, se llaman colonias los nuevos poblados que abri­gan a esos grupos pioneros.

Para la región que nos ocupa, se trata de caseríos de impor­tancia variable que se establecen en las tierras bajas, en los confi­nes este y noreste del territorio de Bachajón desde hace una quincena de años (es difícil de fechar estas migraciones dado su carácter difuso ).11 El origen de este poblamiento se encuentra en la situación crítica de las comunidades tradicionales frente a su crecimiento demográfico. Bachajón no ha escapado a este fenó­meno. Desde el comienzo, los grupos salidos de Jetha' y Paxilha' (barrio de San Jerónimo) emigran en gran número del territorio comunitario para fundar San Jerónimo .T'ulilha', sobre la ribera derecha del río T'ulilha'. Desde entonces esta colonia ha aumen­tado considerablemente y su ejemplo no ha cesado de ser seguido. Los procesos de formación de una colonia son generalmente los siguientes: a) partida de varios hombres a la selva, antes de la época de la siembra; b) elección de un lugar donde establecer un hogar precario (proximidad del agua en particular); defores­t 1ción y limpieza por el fuego de una parcela de terreno, a fin de sembrar allí la milpa; e) retorno a la comunidad después de la cosecha, generalmente excelente el primer afio.

Esto puede durar dos o tres añ.os; el grupo inicial guarda sus relaciones con los caseríos de los cuales sus participantes son originarios (padres, amigos) y comparten los dos lugares de residencia. Si el espacio desmontado y sembrado se muestra productivo, la noticia no tarda en propagarse y un grupo más

11 En la escala de Chiapas, eso representa la ocupación de una larga banda de tic· rra, ganada a la ~~el va, comprendida entre Palenque (en el norte) y la zona de confluen. da d•~ l011 ríos Lacanha' y llsumacinta (en el sur).

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importante se junta allí, mientras que el nuevo poblado se cons­truye poco a poco y se organiza. Una vez llegado al número de 20 miembros activos, el grupo está en derecho de solicitar el estatuto de ejido para legalizar la posesión de las tierras coloni­zadas.

La Ley Federal de Reforma Agraria prevé la dotación de veinte hectáreas por jefe de familia: si las más pequeñas colonias gozan de 400 hectáreas, ciertas, tales como T'ulilha', tomaron una gran importancia territorial, aun antes de que el movimiento general se intensificara. Apoyándose en grupos originarios de Chilón y Y ajalón no solamente ha logrado obtener el estatuto de ejido sino también dos ampliaciones sucesivas desde 1962. Los problemas de organización social que ocasionan estas colo­nias merecerían un estudio más profundo; en efecto, si la diver­sidad de orígenes de sus miembros no ha creado una estructura de barrios, se manifiesta sobre el terreno bajo la forma de grupos localizado. A partir del centro de T'ulilha', por ejemplo (pueblo de San Jerónimo T'ulilha'), se ha desarrollado una red de case­ríos y conjuntamente de capillas rurales (o ermitas) con pobla­ción específica: las familias salidas de Chilón ocupan los lugares de San Pedro T'ulilha', Paraíso T., Centro T., Los Angeles Pinal, San Miguel T., etcétera. Por su parte, la ermita de Sakalch'en re­agrupa los primeros colonos bachajontecos. Esta red se extiende hasta siete y ocho horas de camino del centro (caseríos de Yochibha', Axupha', etcétera). Asimismo en el seno de cada poblado se nota una cierta localización geográfica de los nombres españoles (o apellidos; ya no se trata aquí de los nombres tzeltal o de los kalpules ). En las pequeñas colonias, con población heterogénea, se producen a menudo conflictos de poder. Algunas veces el grupo pionero se coloca como grupo dominante y con­trola los asuntos públicos internos, la organización de las fiestas, etcétera; el desarrollo del caciquismo parece" importante en esos lugares aislados. A veces, aun los diferentes grupos constituidos se ignoran mutuamente y perpetúan, cada uno por su lado, las tradiciones de sus comunidades de origen.

Un ejemplo interesante es suministrado a este respecto por la

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colonia Tacuba, 12 creada en 1963 al noroeste de Chitón (del cual ella depende), en el límite del municipio de Sitalá. ·Ella re­agrupa gentes en Bachajón, Sitalá y Chitón. así como algunas familias de Tenejapa (zona tzeltal central) y una familia tzotzil. Pronto surgen los problemas de integración quedándose aislados los diferentes grupos, los cuales se acusan mutuamente de bruje­ría (ak 'chamel). Todos acaban por remitirse al padre para decidir la organización de las fiestas. Este refuta la proposición pero les propone elegir ellos mismos, durante una reunión de los hom­bres de la colonia. El acuerdo no es ni inmediato ni unánime, pero versa sobre la fiesta de Chilón. Durante cuatro años los principales de Chilón llegaron a trabajar a Tacuba, donde nom­braron a las autoridades religiosas según un sistema de cargos que les es propio y organizaron los rituales. Once años más tarde (1974), siendo mayoritario el grupo de Sitalá decide cambiar de fiesta para seguir el modelo sitalteco. Es de esperar que en el futuro la situación cambie cuando se refuerce la cohesión inter­na, y que ocurra una evolución hacia formas específicas, nacidas de la diversidad misma de los grupos presentes.

La heterogeneidad de la población de esas colonias tiene apa­rentemente por corolario la adopción de los modelos dominantes de la sociedad mexicana. Nuestra impresión, limitada por cor­tos viajes a esas regiones, no es prueba suficiente, pero sorprenden tanto la fuerte influencia misionera (religión católica oficial) como la frecuencia de un patrón de asentamiento a lo largo de calles que confluyen en la plaza (iglesia, edificios administrati­vos y pequeños comercios) a la manera de las ciudades colonia­les y modernas.

La historia de las colonias hace surgir una multitud de cues­tiones, que por falta de espacio no podremos analizar aquí (de orden etnológico pero también socioeconómico y psicológico). Sobre todo, se trata de un vasto problema político, agudizado por la explotación de la selva a gran escala que realizan compa­ñías eapitalistas.

12 Tenemos c'!las informaciones de Mardonio Moralc!s, misionero jesuita de Bacha­jón que ha seguido la evolución de la colonia desde su fundación ..

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Un grupo de investigadores del Centro de Investigaciones Ecológicas del Sureste (CIES), establecido en San Cristóbal de Las Casas, comienza a trabajar sobre estas cuestiones; es proba­ble que ellas ocupen durante muchos años el primer plano de la actualidad política.

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V

LOS SISTEMAS DE CARGOS

Actualmente es una actitud clásica definir la comunidad meso­americana según dos _grandes direcciones de organización de las cuales una, horizontal, sería la base territorial, descrita en el capítulo precedente, y la otra, vertical, el sistema de cargos civi­les y religiosos. De acuerdo con la historia de Bachajón y su organización territorial actual, el sistema de cargos pr~senta una cierta complejidad que los calificativos de uso -civil, político, religioso, etcétera- no permiten ordenar simplemente.

Con el riesgo de reducir considerablemente este conjunto de cargos de múltiples funciones, partiremos de la distinción pro­puesta por Aguirre Beltrán (1953:122 y 136) que pone en evi­dencia la doble naturaleza de las comunidades de Chiapas. De un lado, podemos aislar en Bachajón el ayuntamiento constitu­cional, organización de origen colonial de la cual participan igualitariamente los dos barrios y que encuadra en el conjunto comunitario que ellos constituyen: es por intermedio de este sis­tema de cargos civiles (políticos y administrativos) que la comu­nidad mantiene relaciones con el exterior, es decir, tanto con las instituciones estatales, nacionales como con el poder dominante.

De otro lado, el gobierno de principales, poder gerontocrático ligado a la organización social interna de cada barrio, y surgido de los grupos de filiación: en San Jerónimo procede de la bipar­tición de mitades; en San Sebastián de la cuadripartición en kalpules. Los cargos de principal, como los demás cargos que de ellos dependen, no pueden ser definidos únicamente por tener funciones religiosas o rituales, pues se integran a un esquema mul-

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tifuncional más amplio, a una cosmogonía rica en arcaísmos y cargada de tradiciones.

Además, entre esos dos "sistemas", tímidamente se perpetúa una organización de cargos exclusivamente religiosos de origen colonial, creada por el clero español conforme al modelo de las cofradías de devoción: las mayordomías eran (y en menor medida siguen siéndolo) dedicadas a los santos patronos de la comunidad y destinadas a sostener el culto oficial que se les rinde.

El primer tipo de cargos es genéricamente denominado de justicia o seroil (deformación del español "servir"), término que hace referencia a un servicio impuesto y poco valorado porque no otorga prestigio (cuando menos hoy en día). En cuanto a los cargos ligados a la organización social tradicional, el término a'tejpatan que los define significa "contribución en trabajo"; participar en ello, supone proveer un trabajo (a'tel); de igual modo que el trabajo agrícola, aseguran la vida del grupo y su re­producción en el plano ideológico.

EL AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL

Descripción

La comunidad de Bachajón pertenece al municipio de Chilón, del cual es una agencia municipal. En Chilón (cabecera) están centralizados los registros de nacimiento, matrimonio y defun­ción, la recaudación de los impuestos locales, y donde son juzga­dos los delitos importantes (en particular los homicidios).1

Salvo casos extraordinarios, las principales actividades del cabildo o ayuntamiento (términos que designan el consejo mu­nicipal así como la alcaldía) de Bachajón, consisten en gestionar los asuntos administrativos de rutina y asegurar el mantenimiento del orden en el pueblo y en los caseríos.

Existen cuarenta y cuatro cargos del cabildo. Los dos barrios

1 En última instancia, Yajalón, cabccc~ra del distrito, y luc~go Tuxtla Gutiérrez, capital del estado, tratan los casos más graves.

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participan de igual manera en esta organización y proveen veintidós hombres cada uno.

Los miembros (o cargos) del consejo municipal son, por cada barrio: a) un presidente, b) un gobernador, e) dos síndicos (primero y segundo), d) dos alcaldes (ídem), e) dos regidores (ídem), f) dos jefes de cuartel (ídem), g) dos cabos (ídem).

Estos cargos están organizados según un orden jerárquico ascendente a partir del de cabo, pero, en términos de carrera individual, no significan un paso obligado de ascenso. Esta jerarquía sin "escala", contrariamente a la organización de otras numerosas comunidades de México y de Guatemala, caracteriza también la organización de los cargos religiosos (ver más adelante). Resulta difícil decir si se trata de un debilitamiento del sistema o de un particularismo local.

Más de ocho policías son reclutados en cada barrio para asistir en sus tareas a quienes sustentan los cargos de presidente, gobernador, alcaldes y cabos. Estos policías son los mandaderos del consejo municipal y sus superiores los envían a todas las partes del territorio, en cumplimiento de recados.

Todos estos cargos son anuales. Los encargados actualmente son escogidos por sus predecesores: antes del fin del año civil, el consejo dedica numerosas reuniones a esta selección, después, los elegidos son convocados a la alcaldía, donde se les explica el trabajo que deberán desempeñar. El primero de enero tiene lugar la instalación en sus diferentes cargos, luego de un breve juramento. Una vez en su lugar, cada encargado debe buscar y reclutar sus propios policías.

Encabezando la doble jerarquía de cargos (uno por barrio) que constituye el consejo comunitario se colocap el juez y el agente municipal, y sus respectivos suplentes. En la repartición de estos cuatro cargos, la bipartición en barrios es respetada para la participación equilibrada de cada uno. Así, cuando el agente es de San jerónimo, el juez es de San Sebastián y viceversa. Igualmente, los suplentes son siempre del barrio opuesto al de los titulares. La permutación de los cargos entre los barrios no es, sin embargo, obligatoria.

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Cada uno de estos cuatro cargos teóricamente es ocupado durante tres afios, pero quien lo desee puede retirarse de él después de haberlo ejercido por lo menos un afio. Sus detentores son elegidos por voto a mano levantada entre los varones de la comunidad (presentes durante la reunión especial que se realiza en la plaza del pueblo), cada tres afios o cada vez que tiene lugar una dimisión.

Todos los cargos de la jerarquía del cabildo son ocupados por tzeltales. Recientemente un ladino, establecido desde mucho tiempo y apreciado por los indígenas, fue elegido agente muni· cipal; se trata de un hecho insólito que no se ha podido esclarecer.

Esta organización se prolonga a todo el territorio comunitario. Los caseríos más importantes (tales como Wololtón, Muk'il, Ch 'ich', Sakhun, etcétera) son agencias rurales de Bachajón, cada una dotada de un agente rural y de dos policías, quienes por tumo; una o dos veces al mes, van al pueblo a informar los acontecimientos locales más importantes o a buscar consejo del agente municipal o del juez.

Funciones

La poca certeza en cuanto a las respuestas concernientes a las funciones particulares de cada cargo, dadas por hombres que los habían ejercido o los ejercían en el momento de la encuesta, es significativo del estado de desintegración en que se encuentra el sistema, el cual no reposa m¡Ís que sobre la autoridad del único agente y, en menor medida, del juez.

Presidente y gobernador: La respuesta unánime respecto de su trabajo es: "guardar el cabildo". Mientras que en tiempos de la Colonia esos cargos estuvieron entre los más importantes del sistema -el título de gobernador era dado a los antiguos jefes o caciques, e implicaba una función política- y aun cuando todavía se les considera como los más elevados de la jerarquía (después del agente y el juez) han perdido toda función especí· fica. Si bien quienes los ocupan se atribuyen el papel de "con-

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sejeros" ante el agente, éste los califica de "auxiliares", como a los demás miembros del consejo.

Alcaldes: dentro de su papel indeterminado de auxiliares, tienen una función precisa: "barrer el corredor". Participan, con los síndicos, en la búsqueda del musgo de ocote (tillandsia usneoides) que sirve para confeccionar, en el momento del Carnaval, el vestido de los actores que encarnan a los lacandones (kabinaletik).

Jefes de cuartel: jefes de los policías en general: son asimismo considerados como los policías particulares del agente y el juez. Su papel consiste en estar presentes en la alcaldía, a disposición de aquéllos. Llegado el caso y cuando se comete un crimen, son ellos quienes traen el cuerpo de la víctima, van a buscar a los culpables y luego de un corto juicio los llevan a la cárcel de Yajalón.

Totalmente al servicio del agente y del juez, el consejo muni­cipal es, entonces, un grupo de auxiliares "que hace de todo" (servicio policiaco, llamado a convocatorias y reuniones, etcétera) frente a esos dos personajes que se dividen el poder real de decisión.

El juez asegura el poder judicial; es quien realiza los interro­gatorios durante la convocatoria de los causantes en los delitos, determina las penas a otorgar y decide el encarcelamiento (la prisión municipal está junto a la antigua alcaldía, y en ocasiones cumplen allí sus condenas de unas horas hasta varios días los que cometen contravenciones). Bajo órdenes del agente, es a él a quien incumbe la responsabilidad de la organización y realiza­ción de los trabajos de uso colectivo (reparación de puentes, mantenimiento de caminos y del callejón que separa los dos barrios). Muchas veces estas tareas son realizadílS de manera sumamente repentina. Por ejemplo, con el objeto de consolidar un puente de madera, sobre el Muk 'ulhá' a la salida norte del pueblo, el juez, asistido por el presidente y dos policías, se pre­senta de madrugada en d lugar para contratar a los hombres que utilizan el puente dañado. Para estos últimos la alternativa es la siguiente: o participan en el trabajo pedido, o pagan dit·z

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pesos de derecho de peaje. Los "voluntarios", rápidamente reclutados, pasan la jornada en cortar un grueso y largo tronco de árbol, transportarlo hasta el puente y remplazar la viga dañada. Las multas impuestas a los recalcitrantes sirven para ofrecer bebidas y cigarrillos al grupo de los trabajadores.

El agente municipal es quien lleva los registros civiles, controla los impuestos percibidos de los comercios provisorios y los almacenes del pueblo, convoca y dirige las reuniones especiales consagradas al mejoramiento del pueblo; sobre todo es el único que mantiene, dentro de las funciones de su cargo, relaciones con el exterior, con el presidente municipal en Chitón, ladino influyente, así como con los representantes de las instituciones

estatales o nacionales de Y ajalón, Ocosingo o de San Cristóbal de Las Casas.

El juez asume también algunas funciones, pero éstas se limitan,

a menudo, al plano jurídico, a sancionar sólo los delitos menores (robos, adulterios, borracheras, querellas de vecindario, etcétera) que no han encontrado solución en un arreglo directo entre las partes. Los delitos graves son llevados ante los jueces ladinos, fuera de la comunidad. El agente municipal, por el contrario, tiene numerosas responsabilidades administrativas. Fundamen· talmente este cargo es, para quien lo desempeña, un medio seguro de reforzar su situación personal: políticamente por los diversos apoyos que haya sabido encontrar durante su mandato; económicamente mediante las diversas relaciones que éste le haya permitido establecer. Los tzeltales que ejercen este cargo son en general de tendencia "progresista" y sociológicamente "ladinizados". Algunos de entre ellos, que figuraron los últimos años en este puesto, se emparentan hoy con los ladinos (ya no son agricultores, hablan español, ocupan una sólida posición económica como comerciantes o responsables locales de una administración nacional y, en ocasiones, se easan eon mujeres ladinas).

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Funcionamiento del sistema

Los cargos de juez y de agente, los más importantes, exigen la presencia permanente de sus titulares en la alcaldía y son detentados generalmente por residentes del pueblo. Aun cuando ellos no estén presentes, obligados en todo momento del día a mantener su puesto y asegurar sus funciones, es fácil llamarlos en caso necesario. Durante los desplazamientos "profesionales" del agente, su suplente asume dichas funciones. Por el contrario, los otros cargos (inferiores en la jerarquía) son divididos entre los dos barrios, ocupándolos hombres del pueblo y de los caseríos. Estos aseguran sus funciones por periodos de una semana por mes. Si son originarios del pueblo o de los caseríos vecinos, regresan todas las tardes a sus hogares; si radican en caseríos apartados, se instalan momentáneamente en el centro, en una casa que posean allí (residencia secundaria desocupada en tiempo normal), o bien en la casa de un pariente o un amigo.

Antiguamente, quienes ejercían los cargos del cabildo eran nombrados por los principales (autoridades tradicionales) y la selección de estos últimos era interpretada por los escogidos como una obligación de la cual no podían escapar, bajo pena de prisión. Algunas veces se designaba para ocupar esos cargos a hombres que antes habían rechazado desempeñar responsabili­dades rituales. Parece ser que esos cargos eran temidos y que no se los aceptaba abiertamente, por ser considerados como una sanción social. En efecto, esta organización ha estado siempre ligada a instancias del poder dominante: por intermedio de ella, eran reclutados, en tiempos de la Colonia, los trabajadores forzados; por ella también eran percibidos los tributos o impues­tos, que otrora se pagaban al cura, a la administr.ación colonial y luego municipal, y que eran controlados respectivamente por los españoles y los ladinos.

Excepto los cargos superiores del sistema, los cargos anuales son raramente solicitados y, a menudo, rechazados por los hom­bres sobre los cuales ha recaído la selección del consejo muni­cipal. Este rechazo es muy notorio en el barrio de San Sebastián

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en particular, y no tiene nada que ver con el "rechazo institucio­nalizado" preliminar obligatorio a la aceptación de los cargos, del cual existen pruebas entre los chamulas, por ejemplo (Pozas, 1952:80). En Bachajón, los designados para estos cargos desapa­recen antes y, algunas veces, aun después de pronunciado el juramento. Viven algún tiempo fuera de la vista del pueblo y de los policías en caseríos alejados donde parientes o amigos los albergan. Cada año, el agente municipal dedica dos o tres meses a encontrar remplazantes (generalmente deudores de cargos que no han querido asumir en los años precedentes). Una vez que los remplazos ocupan el lugar de los inicialmente designados, éstos pueden reaparecer libremente en el pueblo sin riesgo de ser sometidos nuevamente a la prueba ( ... hasta el año siguiente). Es raro ver que todos los cargos sean ocupados como se debiera en el seno de la organización formal; en vista de las funciones que son actualmente las suyas, estos "vacíos" no son obligatoriamente "carencias".

Este sistema, heredado del ayuntamiento colonial, no conserva más que el formalismo de una organización impuesta por el administrador español a la cabeza de "comunidades", creadas por la reunión de grupos constituidos y preexistentes. Mantenida en el aislamiento, la estructura comunitaria y su organización jerárquica fueron, hasta entonces, congruentes e indispensables para la buena marcha de la política de extorsión, fundamento económico del sistema colonial. Están hoy en día amenazadas de caer en desuso cuando, por una parte, las comunidades se abren a la economía nacional y, por la otra, el debate político general se amplía y se radicaliza.

Las instituciones modernas (comisariados ejidales, comités de educación, etcétera) tienden a suplantarlas como instancias de decisión y de eoder dentro del cuadro de una incipiente orga­nización más amplia. Las bases establecidas por el Congreso Indígena reunido en octubre de 1974, son explícitas a este res­pecto y apuntan al logro de objetivos supracomunitarios: es el conglomerado indígena constituido por tzeltales, tzotzilcs, tojo­labales, choles, el que se impone como grupo étnico frente al

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poder dominante. Esta apertura de la comunidad tradicional no desemboca en su desintegración sino en la transformación radical de sus estructuras internas y sus relaciones con el exterior. Frente a los numerosos problemas que esta transformación implica, los sistemas tradicionales de cargos no resultan eficientes. Un estu­dio del desplazamiento de los poderes y de la evolución de este proceso está por hacerse todavía.

Como contrapartida al sistema de cargos civiles del ayunta­miento constitucional, los misioneros han erigido; en el seno de las comunidades, las cofradías de culto o mayordomías que, sin embargo, no han remplazado sino que se han superpuesto al sistema tradicional de los cargos "religiosos" (rituales) ligado a las formas más arcaicas de poder ejercido por el gobierno de los principales.

LOS CARGOS RELIGIOSOS

Las informaciones de las cuales disponemos sobre la organización de los cargos religiosos, tanto para el periodo colonial (archivos) como para el pasado reciente (relatos) y la época actual, no per­miten definir aún un sistema de cargos. Parece posible diferenciar dos categorías de cargos "de carácter religioso": las mayordo­mías y las capitanías, teniendo cada categoría, en el pasado como actualmente, sus propias autoridades en relación con sus fiestas específicas. Las primeras se organizaban en el seno de las cofradías bajo el control y al servicio de la iglesia y de los curas, y participaban en todas las fiestas importantes del calen­dario litúrgico.

De las segundas (los cargos de capitanes o lo que genérica­mente llamaremos las capitanías) no tenemos ninguna informa­ción relativa a la época colonial, lo cual puede ser un índice de mayor -si es que no total- independencia con respecto al culto oficial, y lo que sabemos de ellas se basa en la observación de su organización actual. Estas capitanías participan únicamente en las fiestas de los santos (santo patrón y santos secundarios) que

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gobiernan la comunidad y el Carnaval. En suma, están bajo control de las autoridades tradicionales (poder gerontocrático) surgidas de los grupos de filiación, y es sobre su "trabajo" (tra­ducción del término a 'tel que define este tipo de cargos) que des­cansa la perpetuación de la organización social de esos grupos.

Las mayordomías

El examen de la docena de libros de hermandades (o cofradías) encontrados sobre las hermandades en la sacristía de la iglesia de Chilón, permite establecer un balance de la situación de esas organizaciones religiosas en el curso del siglo XIX. Es probable que este balance sea incompleto, porque las iglesias de Bachajón y de Chilón, en las cuales estaban guardados esos libros, han sido total o parcialmente destruidas por incendios, la primera en 1812, la segunda en 1936. Estos libros, redactados por los curas de la parroquia de Chilón (a la cual pertenecía Bachajón) consig­nan, afio por año, la fecha de elección de los mayordomos o cofrades, así como las modalidades de participación de las hermandades o cofradías en el mantenimiento de la iglesiá.

Se seiíala, para Bachajón, la existencia de tres cofradías: la Hermandad de las Benditas Almas del Purgatorio, de la cual las referencias se remontan a 1791; la Hermandad del Santísimo Sacramento del Altar (libro fechado de 1792 a 1869) y la Her­mandad del Glorioso Mártir San Sebastián (mismas fechas).

En Chilón existían tres cofradías indígenas y dos ladinas. Se trataba de las devociones siguientes: Santísimo Sacramento del Altar (1828), Sagrado Corazón de Jesús (fechado de 1907 a 1929), Nuestra Señora del Rosario (l 795 a 1872); de la parte de los ladinos, Santísimo Rosario de María Santísima Nuestra Señora y Sangre Preciosa de Jesucristo.

Cada una de esas asociaciones tenía a su cargo la administra­ción de un capital (llamado principal) destinado al pago de sus gastos, proveído por los cofrades mismos cuya entrada en fun­ciones se aeompañaba de una participación financiera, y por las

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limosnas o donaciones que recibía durante las fiestas por parte de la población. En una de ellas, el cura escribió, en el encabeza­miento del libro, que fue creada en 1819 bajo su iniciativa con un capital de 25 pesos, puestos de su bolsillo.

La organización de estas cofradías reposaba sobre todo en los cargos de mayordomo, renovables cada añ.o y cuyo número era variable. Para tres de ellas, la cifra de cuatro mayordomos parece ser constante para los años descritos. Para las otras, cambia de añ.o en año (por ejemplo uno en 1837, cuatro en 1849, tres en 1859 y cinco en 1869); algunas veces, al no presentarse nin­gún voluntario, un mayordomo era reelegido en su cargo. La descripción más completa que poseemos concierne a la cofradía indígena de Nuestra Señ.ora del Rosario de Chilón para los añ.os 1854 a 1872, que estaba compuesta como sigue: a) dos mayor­domas o mayordomas principales (del primer día), b) una priora, e) tres diputados (o procuradores), d) un mayordomo del Santí­simo del segundo día, e) tres mayordomos del tercer día,/) un mayordomo de misas, g) un mayordomo de cera, h) dos o tres noveneras, i) tres maitineros, j) uno o dos mayordomos de mú­sica, k) un altarero (o encendedor del día).

Tenemos aquí una organización relativamente compleja, en la cual las funciones y responsabilidades están específicamente asignadas a cada cargo.

La elección de los mayordomos, que tenía lugar en cada cofradía el primer día de su fiesta votiva, correspondía a los mayordomos salientes, a los miembros del ayuntamiento (o jus­ticias), y a los fi.~cal(!S (sacristanes), en presencia del cura. En esta ocasión, los cofrades salientes transmitían a los elegidos la tota­lidad del capital, así como los sobrantes de cera, de aceite para los sacramentos y ostias que estos últimos tuvieran a sÚ cuidado.

Todas las cofradías participaban por igual en el financiamiento de los sacramentos (bautismos), de las misas dadas en ocasión de las grandes fiestas católicas (Corpus, Navidad, Pascuas, Pentecos­tés), así como la misa ofrecida a San jerónimo, santo tutelar de la comunidad. Además, cada una de ellas asumía los gastos de la fiesta votiva que le era específica (Hosario en octubre, Precio-

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sa Sangre en julio, etcétera). Estas fiestas de cofradías duraban tres días durante los cuales se repetía la misma sucesión de acontecimientos: misa, vísperas y maitines en la iglesia, procesio­nes en el pueblo detrás de la imagen del santo festejado.

Al lado de las cofradías y de los cargos que les eran propios (mayordomos, prioras, maitineros, etcétera), acerca de los cua­les no tenemos mucha información, debemos recordar la exis­tencia del cargo de fiscal, citado anteriormente, cuya función consistía en remplazar al cura y asegurar la práctica de los cultos de la iglesia en su ausencia. Notemos que en ningún momento se hace mención de cargos de capitán, caporal o principal (que no se debe confundir con el capital de la cofradía), y esto nos plan­tea el problema de la vinculación entre estos cargos, las cofradías y los poderes eclesiásticos.

La participación de las cofradías no era la única base material de la iglesia y de su administración. Además de las limosnas de misas o de sepulturas, la comunidad entera tenía la obligación de participar en sus gastos generales, bajo la forma de un tributo pagado por el intermediario de los justicias. Es esto lo que con­firma uno de los libros que hemos consultado, concerniente a las cuentas de la iglesia de Bachajón, para el año 1732:

Semana Santa: rt~eihí dt~ los hijos Alealdt~s para la eera del monurn«~n­Lo treinta tostones y de vino veinte Lostont~s.

Sustento del Tercio dt~ San Juan: r«~eibí dt~ los hijos Al"aldes y R~g!dores de t~u~n La del susl«~n Lo dd kr<~io dt~ San j uán "ien LI~Hlo­nes.2

Fit~sla Titular: r«~t·ibí dt~ lo!i hijo¡; Al"alde!i y Regidores por víspt~­ras, proeesiím, misa y st~rrnún d" la lit·sta titular dd pUt·hlo, qui1~n t•s San .lt·rímirno Conf.,sor, don~ pP!iO!i y t·uatro pi.,rna!i dt~ manta.

Sustento del Ten:io de Navidad: recibí de los hijos Alcaldes y Re­gidores de cuenta del sustento del ten:io de Navidad, cien tostones.2

Ct~ra dt~ la mi"a: gw;taron Pstos hijos de , . .,rapara las misa¡; dd año, Vt·intt• tostorws.

2 Se trata aquí probablemente, para la de San Juan (30 de mayo) y la Navidad (25 de diciembre), de tributos pagados cada año al Alcalde Mayor (por intermedio del cura).

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Maís: dieron estos hijos Alcaldes y Regidores cinquenta fanegas d" maís para 1'1 sustento del año 1733.

jueves Santo: recibí de los Justicias quinze tostones que dan para la cera de d monumento con más de diez tostones que dan para el vino de las misas.

Este libro, llevado por el cura, era guardado por el Cabildo de la comunidad (Libro en que se apunta lo que le damos a nuestro cura cada año . .. empezó este año 1 732).

¿En qué se han convertido las cofradías de Bachajón? Para el barrio de San Sebastián existían, hasta la fecha de ins­

talación de la misión jesuita, cinco cofradías compuestas, cada una, de cuatro mayordomos (dos hombres o martomos y dos mujeres o martomants) y esta,ban dedicadas a las siguientes repre­sentaciones: Sacramento, K'in Santo (fiesta del santo), Rosario, kajwaltik Dios (Dios Nuestro Señor) y Animo San Miguel.

Solamente la primera puede ser puesta en relación directa con una de las cofradías fundadas en el siglo XIX (Sacramento del Altar); puede afirmarse, aunque con menos certeza, que K'in Santo, ligada al barrio de San Sebastián, está también emparen­tada con una de aquéllas (Glorioso Mártir). 3

La influencia de la misión jesuita (desde 1958) ha sido deci­siva para el porvenir de esas organizaciones, a juzgar por lo que dicen los informantes y el estado actual en que se encuentran. Ello, por dos razones principales: 1) la prohibición impuesta por la misión sobre toda consumición de alcohol; 2) el rtutplazo de las antiguas imágenes de los santos tradicionales de la comu­nidad (excepto San Jerónimo y San Sebastián) por representa­ciones más ortodoxas de la Virgen y de jesucristo.4

Al mismo tiempo, el calendario era modificado.en beneficio de los grandes acontecimientos litúrgicos, sobre el modelo de la iglesia nacional (Virgen de Guadalupc, Navidad, Semana Santa, etcétera).

3 No ~stá excluido que otras cofradías hayan podido existir en el siglo XIX de las cualt~s las huellas habrían desaparer.ido, Jo cual justificaría ~sas devociones recientes.

4 Las antiguas estatuas (im~encs) que adornaban la iglesia antes de 1958 están ahora guardadas ~~n la sacri~tía.

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Esta influencia se nota particularmente en el barrio de San Jerónimo, donde las autoridades tradicionales se aliaron desde un comienzo a las iniciativas misionarias.

En particular una de ellas, un principal de la mitad de arriba (laborío) aprovechó la ocasión para extender su poder personal hasta el punto de que hoy se lo considera como el cacique del barrio y no puede ocurrir ningún acontecimiento sin su aproba­ción.

Volvamos a aquello que persiste de las cofradías, o por lo menos de los cargos de mayordomos. Estos, que actualmente son cuatro en cada barrio, se denominan:

ba'martomants (o primera mayordoma) ijts'in martomants (o mayordoma menor) ba'rosario (o primer mayordomo) ijts'in rosario (o mayordomo menor) Estos cargos son anuales y se transmiten durante la fiesta de

San Jerónimo (el 30 de septiembre). Sus funciones consisten en barrer la iglesia y adornarla con flores cada sábado (con miras a la misa dominical); estar en todas las procesiones e incensar las imágenes cargadas en tales ocasiones; organizar en sus casas una fiesta para la Virgen de Guadalupe (el12 de diciembre), y parti­cipar activamente en la fiesta llamada de las vaquitas que tiene lugar en Navidad. En realidad, en San Sebastián solamente tres mayordomos tenían el cargo en 1974-1975 (un hombre y dos mujeres, ants). En el barrio de San Jerónimo, esta fiesta de las vaquitas fue orfanizada por un solo mayordomo como una ceremonia privada.

Los mayordomos son escogidos y nombrados por los principa­les de mayordomos (en tzeltal, trensipal), quienes antiguamente tenían el cargo vitalicio, nombrados ellos mismos por sus prede­cesores. En la actualidad estos cargos no se ocupan por más de siete años y sus detentores son frecuentemente designados por los padres. En el barrio de San jerónimo hay un lrensipal

5 Sebastián G. fue catequista durantl~ mucho tiempo y actualmentt· ~~~uno dt· los jóvenes líderes modernistas de su barrio.

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por mitad; en San Sebastián había uno en cada kalpul, pero solamente aquel de Ti'ja' perpetúa hoy en día esa tradición.

LAS CAPITANIAS

En esta categoría entran los doce cargos de capitanes propia­mente dichos, así como otros cargos que les están exclusivamente ligados. Contrariamente a las actuales cofradías, estos diferentes cargos se organizan en el seno de un sistema jerárquico complejo, que si no funciona tan bien como otrora, persiste como la orga· nización religiosa tradicional,6 expresión de la organización social misma. Las capitanías (nombre genérico que damos a esta organi­zación) aseguran el desarrollo de las fiestas de los santos y del Carnaval, cuyas fechas siguen aproximadamente las del calenda­rio agrícola: San Miguel (festejado el 8 de mayo) anuncia el tiempo de la siembra; San Sebastián y el Carnaval cierran el ciclo agrícola (fin de enero a comienzos de marzo); en cuanto a San Jerónimo (kajkanantik: "nuestro señor guardián"), su fiesta marca el nacimiento del maíz nuevo (el30 de septiembre). Fue­ra de esta fecha se invoca también a este último, a título privado, para la buena salud de las plantas, de los animales y de los hom­bres (por ejemplo, contra la invasión de las milpas por los cha­pulines), así como para una buena distribución de las lluvias.

En otros tiempos, los dos barrios participaban conjuntamente en las fiestas de los santos y del Carnaval, cada uno con sus pro­pios capitanes y las autoridades superiores que gobiernan las ceremonias. Mientras que en el barrio de San Sebastián estos rituales eran y son la ocasión de expresar un ciqto orden social, no parecen haber tenido tanta significación en el barrio San Jerónimo. En efecto, aparte del hecho de que cada mitad de este último tenía sus propias autoridades rituales (principales, knnanlum ), la repartieión de los car¡!os de la jerarquía no respe· taba la bipartieión interna dd barrio.

(, "l{di¡.:ión" tiene aquí un S<'ntido amplio y se a.~imila a una c011m~onía.

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Aun antes de la instalación de la mision, el sistema había desaparecido, al punto de que hoy resulta difícil reconstruirlo.

Ahora bien, la descripción que sigue se refiere a la organización y a los cargos religiosos (rituales) tradicionales, tales como los hemos visto funcionar en el barrio de San Sebastián.

Las clasificaciones indígenas distinguen cinco niveles jerárqui­cos de cargos, ordenados según tres modalidades temporales:

cargos anuales

cargos largos

cargos permanentes

nivell nivel2 nivel3 nivel4 nivel S

capitanes de MJnto capitanes de Carnaval caporal alguaciles k'atinab

Dentro de cada nivel, los cargos son considerados como equi­valentes (Figura 7).

Capitanes de santo: el cargo de capitán es anual. Los volunta­rios, que deben presentarse con anterioridad, son escogidos por los k 'atinabetik plural de k 'atinab) según criterios de perso­nalidad y de capacidad económica; es, en efecto, sobre estos cargos que reposan todas las responsabilidades materiales de la organización de las fiestas de santos:

San Sebastián: 20 de enero San Miguel: 8 de mayo San Ignacio: 7 31 de julio San Jerónimo: 30 de septiembre.

A cada uno de estos cuatro santos son dedicados dos capita­nes, uno mayor o bankil y uno menor o ijts 'in. Tomando el cargo durante la fiesta del santo que honran, los detentores lo dejan en la misma ocasión, al año siguiente; en el momento de cada una de esas fiestas, la repartición teórica de los cargos es a) un capitán bankil sali~nte, b) un capitán ijts 'in saliente, e) un capi­tán lmnkil entrante, d) un capitán ijts 'in entrante.

Las festividades duran tres días para terminarse en la fecha

7 San Ignacio t'll cdrbradodrsd<' hat~t' IM>co tkmpo;dt~bidamt~nt" haKido impuesto por la misión jesuita.

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Pel'80nal ritual (sistema jerárquico)

Pel'80nal de servicio (fuera de jerarquía)

WIJOI onualu (copitone1)

San Miguel San Ignacio San Sebastián San Jerónimo

Nivell

abat ants* juymats' • musiqueros*

kajwaltk dios

juez

Nivel2

*Cargos no sometidos a rotación entre los kolpulu (ver mú adelante)

Cof'IJOI de lof'IJIJ Cof'IJOI permanente. duroci6n {lumonlum)

caporal alguacil* k'atinab* k'uese'k'op dios*

ilomk'op*

Nivel3 Nivel4 Nivel S

opiaial

Figura 7. Orpnizoci6n de l01 COf'IJOI de 101 capitanía por nivela jenírquic01

r .r 0: ;:1

...... ...... ~

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precisa correspondiente al santo festejado. El último día tiene lugar el traslado de cargo de los salientes a los entrantes, bajo la forma de un juramento (en tzeltal: k'asese'k'op) pronunciado por los interesados en la casa de los salientes (algunas veces y cada vez más a menudo, esta ceremonia tiene lugar en la iglesia, en el curso de una misa dicha para la ocasión).

Capitanes de Carnaval: en todo semejantes a aquellos de los capitanes de santo en cuanto a la duración, al modo de recluta­miento y a las responsabilidades, estos cargos son cuatro: a) dos capitanes kajwaltik dios (Nuestro Señor Dios), de los cuales un bankil y un ijts 'in, y b) dos capitanes juez o xiwes, de los cuales un bankil y un ijts 'in.

Es sobre su participación económica y ritual que reposan las fiestas del Carnaval; es también en esa misma ocasión que sus car­gos son transmitidos. La superioridad jerárquica de éstos con relación a los capitanes de santos, expresa la importancia del Carnaval en el ciclo anual de las fiestas, sobre todo con relación a la fiesta de San Jerónimo, santo patrón de la comunidad. Los capitanes kajwaltik dios y juez no participan en nada en las fies­tas de los santos; los capitanes de santos, por el contrario, juegan un papel en el Carnaval.

Los cargos de capitanes son los más bajos en la jerarquía (nive­les l y 2); es, sin embargo, sobre ellos que descansa toda la orga­nización material que hace posible la fiesta. Los gastos necesarios para la realización de las ceremonias son muy elevados, pues consisten sobre todo en alimentos (maíz, frijoles, puercos) y bebidas (alcohol y refrescos), equivalente a dos mil pesos.*

En relación con esos cargos de bajos niveles, se encuentran otros cargos que no quedan comprendidos en el sistema jerár­quico, que hemos llamado de "personal de servicio". Para cada fiesta y para cada capitán, son reclutados por los k 'atinabctik: dos abat ants (de abat, "servir" y ants, "mujer) o sirvientas, desig­nadas también con el nombre de yoksk 'ab ("los pies y las manos de los capitanes"), así como una ju ymat.~' (de ju y "batir, remo-

*El autor~~~ rdier«~ a pn·cios vigentes «~n daño 1976.[;'11. dd E.]

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ver", y mats', "atole") que se dedica exclusivamente a la fabri­cación de esta bebida festiva por excelencia. Estas tres mujeres dirigen en cierta manera la gestión de la cocina del capitán, en la cual también participan las mujeres de su patrilinaje y sus alia­das. Este es un aspecto importante dentro del sistema que debe­mos señalar aquí: las mujeres (esposas o parientes) del capitán comparten el trabajo (a 'tel) y la condición de éste, lo mismo que los hombres de su linaje. El cargo, definido como un trabajo, tiene un carácter netamente familiar, tanto en lo que concierne a la participación económica como a la acción ritual misma: durante los cuatro días del Carnaval, el traje de los capitanes (kajwaltik dios y juez) es llevado, por turno, por los hombres del grupo doméstico, o de la familia extensa, y todos participan, algunos en las correteadas, otros en las danzas, etcétera.

Por último, no podemos dejar los cargos de capitanes sin mencionar a los musiqueros (cuatro para cada capitán y para cada fiesta) que acompañan con tres guitarras y un violín todos los rituales de danza. El oficio de musiqueros no está limitado en el tiempo, pues son especialistas que alquilan sus servicios a los capitanes; no est~n incluidos en el sistema jerárquico.

Caporal: el cargo de caporal (de tercer nivel) es ejercido durante un periodo de siete años; es un cargo único, cuyos ocupantes respectivos también son elegidos por los k 'atinabetik. Mientras su titular llega al término de su trabajo, se le asigna un remplazante quien, durante uno a tres años, sigue con él el aprendizaje necesario. (En este caso el caporal saliente es desig­nado como bankil y el postulante como ijts 'in). El papel de caporal durante las fiestas consiste en dirigir los desplazamientos de los capitanes; es él quien los representa en los discursos ritua­les y quien los guía en sus acciones. El caporal debe también saber tocar la flauta (ama y) -un asistente llamado opicial, deformación de "oficial", lo acompaña con el tambor (k 'ayob )-. Esta música se distingue de la que tocan los musiqueros, puesto que marca to­dos los desplazamientos de los capitanes entre los diferentes lugares rituales (casa, abrigo, cruz, iglesia); los musiqueros no tocan sino en los abrigos y algunas veces en la iglesia.

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Este cargo de caporal ocupa una posición particular en el seno del sistema jerárquico: por un lado es superior a aquel de los capitanes, a los cuales parece estar ligado por sus funciones (es­pecie de jefe de los capitanes), y considerado como inferior a los cargos de alguaciles (nivel 4); por otro lado, según las encuestas efectuadas entre las autoridades de la jerarquía, aparece como una opción terminal en cuanto a la carrera individual. En efecto, los diferentes detento res de este cargo, en los veinticinco o treinta últimos años, nunca han ocupado, después de haber sido capora­les, otros cargos de los niveles superiores. A la inversa, ninguno de los actuales responsables del sistema ha ocupado este cargo en el pasado.

Alguaciles (nivel 4): este término genérico comprende tres cargos jerárquicamente equivalentes: alguacil propiamente dicho, K'asese'k'op dios e ilomk'op.

Al mismo tiempo que asistentes de los k 'atinabctik, y sus remplazantes eventuales, son los verdaderos maestros de los ri­tuales. Sus tareas respectivas conciernen teóricamente, el uno a las danzas, el otro a los discursos, y el tercero a la comida, pero todos conocen de hecho los diferentes aspectos del ritual; en particular, el k'asese'k'op dios (de k'asese', "pasar, enviar, cam­biar de lado"; y k'op, "palabra" (k'asese'k'op designa el jura­mento ritual que pronuncia el hombre que abandona un cargo y el que entra a sustituirlo, y puede traducirse por "dios del juramento" o "aquel que reina sobre los discursos"). El término ilomk 'op (de ilom, "ver" y k 'op, "palabra") designa el cargo que consiste en dirigir la organización "doméstica" de la fiesta, y en particular la cocina de los capitanes (es el responsable del personal del servicio citado anteriormente). Su tarea consiste en vigilar la distribución oportuna de las ofrendas de cowida y bebidas, hechas por los capitanes a los otros participantes, según las diferentes fases de las ceremonias (cada fase está puntualizada por discursos -palabras- específicos).

~stos cargos son ocupados numerosos años por sus detentores y constituyen para algunos de ellos una "escuela de k 'alirwl' ",

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de la cual salen para lograr el último nivel de la jerarquía; los otros (aquellos que no son elegidos para suceder a los k 'atinabe­tik) pueden conservarlos de por vida, a menos de ser revocados por los mismos k 'atinabetik que los han escogido. Durante las fiestas, los alguaciles remplazan a veces a los k 'atinabetik en su función.

En el capítulo siguiente veremos cómo este sistema de los cargos de capitanes y los emparentados (capitanías) se articula con la organización cuatripartita de los kalpules (recordemos que estos datos no conciernen más que al barrio de San Sebastián).

Principales: este término designa a toda persona de edad avanzada que posee una gran experiencia en los asuntos públicos (sociales y religiosos) por haber asumido numerosas responsabi­lidades en la organización de los cargos. En otras comunidades este término es sinónimo de pasado; pero bajo esta apelación genérica, los tzeltales de Bachajón distinguen diferentes autori­dades:

1) Hemos señalado anteriormente aquellos que se designan simplemente trensipal o principal de mayordomos, cuyo papel se limita estrictamente a lo que concierne a las cofradías (la ausen­cia del término tzeltal para definir este cargo señala el carácter "marginal" de las cofradías con relación a la organización social tradicional; esas instituciones coloniales permanecieron siempre en Bachajón muy próximas y dependientes del poder eclesiástico que las había instituido). 2) El cargo de principal de capitanes se denomina ujanwanej o jalwanej ("el que va adelante"). Dispo­nemos de poca información a este respecto. En el barrio de San Sebastián dicho término es frecuentemente considerado como uno de los nombres del k 'atinab (sería una de sus funciones); en cuanto al barrio de San jerónimo, Guiteras llolmés ( 1961) nos dice del ujanwanej que es d que habla por los capitanes en el momento del juramento (es decir el papel que desempeña el k 'asese 'k 'op dios en el barrio de San Scbastián). Nuestras pro­pias encuestas nos lo muestran como una "mezcla" de caporal y de al~acil. .1) El ~rupo de los k 'atinalwtik constituy1·la suprl'­ma autoridad dt~ la orl!:ani:~.aeión rdi!!:iosa aquí dPscrita. Ello!'

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son nombrados de por vida y escogidos por los k 'atinabetik en actividad, con el fin de sucederles, entre los poseedores de los éargos del nivel inmediatamente inferior (alguacil, k 'asese 'k 'op dios, ilomk 'op ). Es a través del cumplimiento de estos últimos cargos durante varios años que los k 'atinabetik entrantes hacen su aprendizaje.

Al parecer, esa designación de k 'atinab, así como el cargo que le corresponde, son específicos del barrio de San Sebastián; está íntimamente ligado a la organización social tradicional de este úl­timo y a los kalpules que la constituyen. El estudio más detallado de sus funciones introduce el capítulo siguiente, dedicado a esta organización.

GOBIERNO DE PRINCIPALES

Como ya lo hemos dicho, el término de principal es ambiguo y se aplica a diferentes funciones sin distinción, desde que es asunto de hombres grandes. Debemos sustituir la denominación propues­ta por Aguirre Beltrán por la de gobierno de k 'atinabetik, para darle todo su sentido en la situación de Bachajón.

En efecto, los k 'atinabetik son reclutados entre los detentores de los cargos religiosos tradicionales más altos, son ellos quie­nes escogen a los demás mi611lbros de la jerarquía y tienen una gran función ritual durante las fiestas de santos y del Carnaval. Empero no se limitan a eso sus funciones, que están íntimamente ligadas a la organización social global donde se inscribe el sistema de cargos. Las diferentes expresiones empleadas por los tzelta­les de Bachajón para designar estas autoridades, nos van a ayudar a comprender mejor la importancia de estos hombres.

A nivel de la explicación indígena, k 'atinab y kalpul (o k 'ati-najibal) son una sola entidad: " ... jale jMan Momno, ay la ho' wak lum, jWrqd winik . .. " ( ... y Manuel Moreno, quien vive en ho 'wak, es jWayd winik );8 a través de los papeles atribuidos al primero, es una definidón del segundo la que nos es dada.

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El término mismo de k 'atinab puede traducirse como "aquel que recalienta" (de k'atinel, "calentar", "recalentar") y hace re­ferencia a la oposición calor-frío y al dualismo fundamental de la vida y de la muerte: "si el kalpul no nos cuida, nos podemos estar tirados en cualquier parte, frío, humedad, nadie nos levanta e tenemos una enfermedad de frío", y aun ··una persona que no cuida bien su kalpul, le sobreviene una enfermedad que nadie puede curar, porque allí donde estamos enfermos, allí está nues­tro kalpul" (y nuestra oportunidad de curación). El k 'atinab es un gran curandero (poxtawanej); volveremos sobre esta cuestión. La enfermedad puede entonces ser una sanción social: no es curable sino dentro del esquema de pertenecer activamente al grupo, al kalpul, el cual asegura la protección de sus miembros.

La noción de ti'way (literalmente "al borde del sueño"), sinó­nimo de k 'atinab, expresa la permanencia del grupo y de su "jefe", el cual vela por sus hombres. Se dice que esos "principa­les tienen un objeto como un cristal o un espejo" -según algu­nas versiones éstos son listas- "en los cuales ellos ven a las gentes de su kalpul; cuando ellos los miran, si algunos se mueven es que ellos van a morir, entonces el principal se presenta donde esas familias y les pide trago para inmovilizar a las gentes y para que no mueran".

Pero a la pasividad de la vigilancia sobre los miembros del grupo, se superpone el papel activo del ka 'tinab como protector y curandero.

Los términos de jalwanej y poxtawanej definen respectiva· mente esas dos funciones. El primero tiene una etimología poco segura: dado más arriba como sinónimo de ujanwanej ("aquel que va adelante"), es puesto en relación con todo lo que concierne a los discursos rituales necesarios en todas las circunstancias, sea que se trate de la ceremonia para una casa nueva, la protección de las milpas, o sea durante las grandes fiestas. Con su palabra, el k 'atinab, ancestro viviente, garantiza a los miembros de su grupo la protección de los antepasados muertos, kananlum ("guardianes de la tierra", "guardianes del pueblo"), y del santo patrón de la comunidad, San Jerónimo o kajkananlik ("nues-

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tro señ.or guardián"). Por su intervención, la casa será protegida de las enfermedades, las milpas crecerán sanas y la fiesta alcan­zará sus objetivos.

Como poxtawanej, procura protección y asistencia a los indi­viduos. Los curanderos son numerosos en la comunidad de Bachajón y en el barrio de San Sebastián en particular. Pero aunque no todos son k 'atinabetik, estos últimos son todos gran­des curanderos. La profesión no aparece fuertemente estructu­rada, como ocurre por ejemplo entre los tzotziles de la comunidad de Zinacantán (véase Vogt, 1969), donde está integrada a un esquema jerárquico estricto. Según la experiencia y renombre de cada uno, la "clientela" es de importancia variable; pertenecien­te la mayoría de las veces al grupo local y de vecindad (caserío) y puede extenderse considerablemente. Pero desde el momento en que un curandero se vuelve k 'atinab, su función deja de ser "neutra", es decir al servicio de individuos indeterminados, para convertirse en una verdadera función social que él ejerce dentro de los límites de su kalpul.

Para precisar un poco más este aspecto del k 'atinab-poxtawa­nej, y aun cuando este aspecto no haya sido abordado sino someramente en nuestras encuestas, es necesario definir a grandes rasgos la noción de persona entre los tzeltales de Bachajón y, en particular, señ.alar su carácter "doble". Cada individuo tiene un alma (eh 'uhlel) disociada, de la cual una parte es llevada por su propio cuerpo y la otra está encarnada en un doble-animal (eh 'uhlelal o "espíritu guardián"). La persona y su doble son solidarias y recíprocamente dependientes. El eh 'uhlel es califi­cado de "bueno" y la mayoría de las veces se lo asocia a un animal diurno, no carnicero (pequeñ.o mamífero, ave, etcétera), y en ocasiones se lo vincula a fenómenos no destructores (cier­tos vientos, estrellas fugaces, etcétera). Por el contrario, un número limitado de personas posee, además de un eh 'uhlelal, un lab o fuerza-maléfica que se manifiesta bajo diferentes formas y con más o menos potencia. Entre los lab o mzgualt!.~ (término más conocido en la literatura etnológica) los más fuertes son el gavilán (jxik ), el búho (xod1 '), la leehu:la (xkuj) y todos los

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felinos y serpientes, animales en su mayoría nocturnos y carnívo­ros, así como ciertos fenómenos naturales destructores como el rayo (eh ah wuk). En este contexto general, la enfermedad es defini­da como una desolidarización de la persona con su doble, o como amenaza o atentado contra la vida del eh 'uhlelal, lo cual afecta la integridad del eh 'uhlel. Una caída, un susto, pueden conducir a la pérdida ·de la parte individual del eh 'uhlel; los ritos, lleva­dos a cabo donde ocurrió la caída o para determinar las cau­sas del susto, permiten ponerle remedio. Pero la mayoría de las veces, el estado patológico es resultado de un conflicto interin­dividual trasladado al plano de las relaciones que mantienen lab y eh 'uhlelal en el mundo sobrenatural.

Las técnicas de agresión más empleadas pertenecen al terreno de la brujería (ak'chamel: "enviar la enfermedad"): elpoxtawa­nej usa de su lab potente para atentar o destruir el eh 'uhlelal asociado a la persona de la víctima designada por su cliente. La curación de ésta pasa obligatoriamente por el conocimiento de las sevicias que ha sufrido su doble y necesita también el recurso de un poxtawanej.

Se atribuye a los k 'atinabetik, famosos curanderos, lab muy potentes, generalmente animales rapaces o el rayo, que simbo­lizan su fuerza al mismo tiempo que su invulnerabilidad. Poder ambivalente por excelencia del protector del grupo quien puede volverse, a través de la brujería, un agresor potencial. Los actos de brujería, y en todo caso las acusaciones que versan sobre tales actos, están en el centro de las definiciones indígenas rela­tivas al aspecto de relación entre los kalpules. También éste es un terreno que no hemos sino abordado someramente.

Para terminar la descripción de los diferent~ papeles y funciones del k 'atinaiJ, el término ts 'umbajom que lo designa frecuentemente, nos da la más abundante información sobre la importancia que se atribuye a este hombre y, a través de él, al kalpul. La etimología de la palabra es compleja. Se refiere, por una parte, a ts'umbil (derivado de ts'unel) que tiene el doble sentido de "sembrado" y "suerte". ~:Sta segunda acepción nos

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remite a lo que acabamos de decir en cuanto a su función de poxtawanej (enfermedad "enviada", causada por la brujería). La alusión al "sembrador" no es tan clara. Sin embargo puede establecerse una relación entre este título alegórico y el hecho de que el k 'atinab (o ts 'umbajom en la ocurrencia) sea responsa­ble de la selección de los detentores de los cargos de las "capi­tanías", y debido a ello suscite la participación activa de los miembros de su kalpul al mantenimiento del sistema tradicional de valores, del cual él obtiene su poder y autoridad y que le per­mite al kalpul afirmarse como grupo. Puesto que es la perma­nencia de ese grupo que permite la transformación de la tradición ritual y del saber social de un k 'atinab a su sucesor. Empero esta interpretación no es del todo segura, y exige confirmación a la luz de textos recopilados por otro lado (cuyo estudio está reali­zando A. Becquelin-Monod).

Por otra parte, la palabra ts 'um bajo m deriva de ts 'umbalinel, que a la vez significa "tener descendientes" y "tener ascendien­tes". El término no designa aquí una sola función sino un título, que se puede traducir por "ancestro viviente", y que justifica sus demás funciones. El está en la coyuntura del mundo de los vivos (winiketik: "los hombres") y del mundo de los muertos (eh 'ich 'mamtik: "los ancestros"). Los vivientes, a los cuales él da protección y asistencia, son los miembros -k 'atinajib- de su kalpul, el cual es vivido entonces como un verdadero grupo de descendencia. Cargo y grupo son confundidos en una misma definición epónima -"Manuel Moreno ... es jWayel winik" que hace alusión al ancestro mítico del kalpul-.

Responsable de la protección de los miembros de su kalpul y al mismo tiempo brujo poderoso, agresor potencial según la necesidad, el k 'atinab funda su autoridad en estos dos compo­nentes: el respeto y el temor. Su poder se basa esencialmente en el conocimiento social que posee y domina y no es necesario que él sea "pasado", es decir que haya ocupado todos los cargos de la jerarquía religiosa o civil, para ser lo quees;laconcesión de este cargo está reservada a los hombres que han mostrado, por sus acciones, la importancia de su Úlb, y a dio se debe la relación

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privilegiada que mantiene con el mundo sobrenatural gobernado por los ancestros, aparte de que poseen conocimiento perfecto de las tradiciones rituales que estos últimos han establecido y trans­mitido (función de jalwanej). El aprendizaje de su trabajo se efectúa, durante numerosos años, ante los k 'atinabetik en acti­vidad, mientras ocupan los cargos de asistentes rituales tales como alguacil, k 'asese 'k 'op dios o ilom 'k 'o p. Es también durante este largo periodo de aprendizaje que adquieren un conocimien­to muy completo de las mujeres y de los hombres que participan de su respectivo kalpul (sus "descendientes"). Este conocimiento determina, en efecto, la buena elección de los detentores de los cargos de las "capitanías", elección fundada en las capacida­des económicas de los candidatos así como sobre su personalidad y sus aptitudes hacia una cierta forma de "civismo".

El k 'atinab "recorre todo el año a los hombres de su kalpul ", y está informado de todos los desplazamientos no fortuitos de esos hombres y de esas mujeres. A ese respecto se cuenta que antiguamente el k 'atinab era consultado e invitado a las bodas y que era un deber informarle de la nueva residencia de los cónyu­ges o al menos de uno de ellos (la mujer en la mayoría de los casos). Cuando la alianza implicaba a dos miembros de dos kal­pules, el k 'atinab correspondiente al grupo del esposo debía informar a su homólogo, del grupo de la esposa, a fin de que este último continuara brindándole su protección. En efecto, las mujeres conservan después de su matrimonio, su pertenencia al kalpul del padre. Asimismo, se dice que los conflictos relativos a la tierra (posesiones de los linajes) eran llevados ante ellos.

Poco se sabe de eventuales reuniones de los cuatro k 'atinabPtik, aparte de ese género de intercambio de informacjones concer­nientes a los miembros de sus grupos respectivos.

Sin embargo, algunos relatos hacen alusión a la cuestión de elección de los detentorcs de cargos civiles del a_yunlamiPnlo con.~tiltu:ional. Pero no es seguro, en el estado actual de nues­tros conocimientos, que los k 'atinaiJPlik fueran los únicos responsables de la renovación dd consejo municipal; ellos inter­venían ciertamente, y en particular para proponer hombres qw·

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hubieran renunciado numerosas veces consecutivas a participar en los cargos de las "capitanías" -bajo la forma de una sanción-. Parece que la selección de la mayoría de los justicias era, y sigue siendo, un asunto interno del cabildo, de competencia de los justicias en ejercicio.

La única acción colectiva y concertada de los cuatro k 'atina­betik, sobre la cual podemos testimoniar, es relativa a la fijación de las fechas que señalan las diferentes fases de la fiesta del Car­naval (periodo de cinco días de fiesta, partida y retomo de los kabinaletik lacandones a la selva). La reunión tiene lugar después de las ceremonias dedicadas a San Sebastián (fiesta fija que ter­mina en la tarde del 20 de enero) en la casa particular del jefe de los kabinaletik. En ella participan todos los kabinaletik -para los cuales es ésta la única ocasión de reunirse fuera del periodo del Carnaval propiamente dicho-los k 'atinabetik, los alguaciles, y los capitanes kajwaltik dios y el juez. Pero esta reunión no es específica de los k 'atinabetik; están allí presentes como autori­dades supremas de los kalpules, en su calidad de miembros de la organización de las fiestas y están al mismo nivel que los capitanes.

El poder y las funciones del k 'atinab están, por lo tanto, limi­tadas a su kalpul de referencia. El poder "colectivo" de los cuatro k 'atinabetik, jefes de los cuatro kalpules del barrio de San Sebas­tián, está basado en un consenso interpersonal, del cual ellos son los jueces y los árbitros. Esto no se manifiesta en ningún caso, al menos hoy en día, bajo la forma de un cuetpo constituido (re· uniones formales, casa especial, etcétera) del cual emanarían las decisiones de carácter general, a nivel del barrio. Los asuntos comunitarios que atañen a los dos barrios no son de su incum­bencia. Estos asuntos son tratados por las instituciones comuni­tarias: un conflicto entre personas de los barrios es llevado ante el juf!Z municipal, un litigio de apropiación de tierras es confiado a los comisarios de los ejidos, al igual que las eventuales deman­das de camhio de harrio (motivadas generalmente por amenazas, como consecueneia de una aeusaeiún de brujería; si tales deman­das son consideradas por los informantes eomo de posible pro­ccdimi(~nto, ningún ejemplo nos ha sido señalado).

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Es probable que en tiempos pasados las autoridades tradicio­nales (k 'atinabetik) de los dos barrios hayan tenido que atender ciertos asuntos comunitarios de participación conjunta y de organización común de las fiestas -por ejemplo, el Carnaval era anteriormente celebrado también en San Jerónimo-; pero nin­guna información precisa nos ha sido suministrada, que permita definir sus modalidades.

Al carácter consensual del gobierno de k 'atinabetik (geronto­cracia tradicional) se opone, pues, el formalismo del ayunta­miento constitucional (de origen colonial).

El primero surge de una estructura propia de cada barrio, cua­tripartita (kalpul) en San Sebastián, bipartita (mitades) en San Jerónimo. Su principio de organización se basa en los grupos de descendencia.

El segundo, por el contrario, aparece como una institución que no tiene razón de ser sino a través del proceso "comunitario" mismo. Implica, como única base de organización social, la exis­tencia de los barrios (históricamente determinada) y como único principio de reclutamiento la equidad de su participación.

El capítulo siguiente está dedicado a los fundamentos de la organización social tradicional, dentro del marco específico del barrio de San Sebastián.

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VI

LA ORGANIZACION SOCIAL TRADICIONAL

Los bachajontecos siguen una regla de filiación patrilineal que determina, en amplia medida, el modo de residencia, la transmi­sión de los bienes y de los status, y que se expresa mediante un sistema terminológico de tipo Omaha, reconocido como repre­sentante de una forma estable de organización patrilineal.

EL SISTEMA PATRONIMICO

Los nombres de persona

Cada individuo, a su nacimiento, recibe' tres apelativos: a) un nombre, de origen español; b) un patronímico de origen español, o apellido, y e) un patronímico tzeltal, o jolsbihil ("cabeza del nombre").

El primer nombre es recibido a título individual. Aunque de origen español, es lingüísticamente adaptado, y en particul~ va precedido de un prefijo x- o j- para los géneros femenino· o masculino respectivamente: Celestino se convierte en jTin, Catalina en xKatal, Cristóbal enjKix, Gaspar enjKqx, Francisco en jPal, Francisca en xPal, etcétera. Una lista de los 68 nombres de uso en Bachajón es suministrada por Slocum (1971 :213-214).

El apellido español se transmite patrilinealmente a los niños de ambos sexos. Los apellidos más frecuentes son Gómez, Her­nández, jiménez y Moreno. ~:stos son también empleados bajo una forma "tzeltalizada", y •Alvaro se transforma en .·llwal (o 11lwfllo en Sivaeá), (;utiérrez en 1\ul, .1 iménez en \im. etcétera.

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Hemos censado 29 de esos apellidos (véanse Cuadros 1 y 2, Anexo 11). Slocum cita 33 de ellos (ibid.:211-212).

El patronímico tzeltal, transmitido como el apellido, es generalmente un préstamo tomado del vocabulario de las cosas de la naturaleza -plantas, animales (partes de plantas y de animales), fenómenos- y más raramente de objetos tradiciona­les como lul (pequefio silbato), oxom (marmita) o majas (batidor de atole). Estos términos son 87.

Apellidos y patronímicos tzeltales se combinan en un doble sistema patronímico de forma tal que a cada nombre español le corresponden de uno a veinte nombres tzeltales que le son exclusivos. Por ejemplo, el apellido Guzmán se combina con los tres patronímicos tzeltales choj, usum y ts'uts'uy, y sólo con éstos. Cuando un individuo lleva el patronímico usum, se deduce necesariamente su pertenencia a la categoría patronímica espafiola Guzmán.

Si bien ésta es la regla general, existen apellidos que no tienen patronímico tzeltal correspondiente. Es el caso particular de los nombres de los laboríos del barrio de San Jerónimo (por ejemplo, Córdoba), pero también se debe a la pérdida del uso de los nombres indígenas.

Esta pérdida resulta en gran medida de la tendencia bilateral del sistema patronímico: así los vástagos de un Gómez lul y de una Aguilar ak, tienden a llamarse Gómez Aguilar, según el modelo español, en lugar de Gómez lul como su padre y su abuelo paterno. Si este ejemplo no fuera teórico, se podría prever el olvido del término lul por las generaciones futuras y el solo empleo del apellido Gómez.

El olvido progresivo de los patronímicos tzeltales es simultá­neamente debido a la situación global que atraviesa el sistema de tenencia de la tierra; no porque la propiedad del linaje esté amenazada en beneficio de otra forma de repartición, sino porque ella en sí es selectiva. Por definición, los linajes son grupos territoriales que aseguran a sus miembros la posesión de la tierra. La fragmentación ininterrumpida de las posesiones del linaje y también la pérdida dt~ ellas, consecueneia de la explosión demo-

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gráfica para una parte de los miembros de la comunidad, obliga a numerosas familias a emigrar hacia las colonias o, cuando se quedan allí, a explotar tierras prestadas.

Pero, paradójicamente, mientras algunos patronímicos tzelta­les desaparecen, surgen otros, probablemente sobre la base de apodos (español o tzeltal) que se dan los hombres entre sí. En general, esos apodos, yixta'bihil o "nombres de juego", designan características físicas individuales (nolk 'ab, "manco"; eh 'ixjol, "cabeza de puerco espín", apodo de un hombre peinado en "cepillo").

En el estado de decadencia en el cual se encuentra el sistema, es difícil conocer el origen de los patronímicos tzeltales. En cambio, la existencia de algunos como karansa (del españ.ol Carranza), moro (rizado) o barbon (barbudo) sugiere que ciertos apodos originalmente dados a título individual, se han transfor­mado en verdaderos patronímicos que se transmiten desde hace varias generaciones. Se nota que todos los patronímicos de ese tipo, que marcan características físicas o cualidades y defectos (lot, "mentiroso"; santo, "santo y perezoso"), se encuentran en asociación con apellidos ricos ya en correspondientes patroní­micos tzeltales (Gómez, Hemández, Jiménez, Pérez). Al contrario, cuando el apellido no admite más que uno o dos patronímicos tzeltales, éstos tienen tendencia a desaparecer, dejando en uso el único apellido español.1

Los patronímicos tzeltales son empleados exclusivamente como términos de referencia y se utilizan para precisar la identidad de alguien, cuando el nombre y el apellido no son suficientes (en efecto, el número limitado de apellidos españoles y la frecuencia de ciertos primeros nombres, son causa de nu­merosas homonimias). Además, habiendo perdÍdo algunas de sus funciones -en particular la de regulación de los matrimonios por la cual los apellidos los han sustituido sin hacerlos desapa­recer- el uso del jolsbihil es cada vez menos frecuente y provoca

l En ténninos generales, mientras más rica es la asociación más se enriquece de nuevos nombres; mientras más pobre, más tendencia tiene a reducirse a una sola categoría.

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hoy risas entre las jóvenes generaciones que lo asimilan a los yixta 'bihil, de los cuales ya hemos hablado.

Mientras tanto esos patronímicos tzeltales sirven de referencia cuando la discusión versa sobre cuestiones de posesión y de legado de las tierras en el seno de los grupos locales (caseríos, grupo de caseríos), pues actualmente sólo los ancianos conocen con precisión su repartición geográfica en el conjunto del territorio (dentro de los límites de cada barrio).

Debido a la falta de datos etnohistóricos es imposible precisar aún más la distinción entre yixta 'bihil y jolsbihil. Este último término, "cabeza del nombre", connota una preeminencia del patronímico tzeltal sobre el apellido, mientras que el primero parece ligado al hecho de que el apellido se ha convertido en el principal criterio de identificación. Ahora bien, lo que dice Carrasco (1964:326) permite pensar que elyixta'bihil puede ser de uso muy antiguo si lo comparamos al etz'anibal bi de los cakchiqueles de Guatemala (de etz 'an, "divertirse" o etz 'abeh, "jugar").

Fuera del empleo de los nombres, cualesquiera que sean, para referirse a terceras personas, los tzeltales de Bachajón emplean otros dos criterios de identificación. Cuando nombre y apellido no son pertinentes para situar con precisión a un individuo -por ejemplo, nueve "Manuel Gómez" viven en el pueblo o en los alrededores- la primera referencia complementaria consiste en indicar su lugar de residencia evocando un particularismo del relieve o un detalle del paisaje cuya precisión es tan perfecta, como lo es el conocimiento minucioso que tienen todos los bachajontecos de su territorio. Para las nueve personas que llevan el nombre de Manuel Gómez, las designaciones son las siguientes:

chachib: árbol frutal (único en el pueblo) jihte 'tik: conjunto de árboles jihte' jih te 'tik: conjunto de árboles jih te' baha ': (literalmente ""ncima del agua') loma próxima al río Muk 'ulhá ta k 'anak 'tik: campo de "zacate amarillo" (Cuscuta tínctorúJ) ta :rixíntonal: (literalmente: ''lugar donde abundan las piedrecillas') ra xí:rintonal: (ídem)

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ta tsehl: sobre la loma ta ye'taltsehl: detrás de la loma

Además de situar su sujeto por estos calificativos, el locutor acompaña su descripción de un gesto marcando la dirección. Nuestro ejemplo versa sobre hombres del pueblo o de sus alrede­dores, pero cuando se trata de individuos de caseríos, más dis­tantes, la primera referencia da el nombre del caserío, a menudo suficiente cuando éste es chico, y eventualmente añade una característica topográfica o geográfica particular del lugar.

Cuando dichas indicaciones no bastan, se utilizan como se­gunda referencia complementaria al nombre (español o tzeltal) de la esposa del sujeto. Así:

"¿jMan Comes? ¿mach'ajMan Comes? (¿Manuel Gómez? ¿Cuál Manuel Gómez?); ¡jihte'tik! ... (silencio) ..• x]uanaEntes! (¡aquel de "jihte'tik " ... [esposo] de Juana Hemández!)

Es evidente que lo que aquí presentamos como una secuencia de denominadores individuales no es tan estricto, ni pretende tener un orden inmutable. Puede ser resumido a voluntad por el locutor, quien escoge entonces la característica más sobresaliente para situar su sujeto sin equívocos. Los criterios que presenta casi siempre son bastantes para la comprensión inmediata. Puede ser tanto el apodo particular (yixta 'bihil), como la referencia topográfica o geográfica, o también la identidad de la esposa. Además es una cuestión de uso colectivo, puesto que muchas de esas definiciones parciales se convierten en características de los individuos de referencia, que permanecen luego ligadas a su nombre como calificativo obligatorio, consagrado por la tradi­ción, según su importancia, su edad, o su personalidad. Así, Manuel Gómez nolk 'ab, uno de los viejos principales de la mitad de abajo del barrio de San Jerónimo, es una verdadera "institu­ción" a los ojos de todos los bachajontecos. ¿Es posible inter­pretar esto como el origen de ciertos patronímicos transmisibles?

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Los grupos patronímicos

Los patronímicos (tzeltales) y los apellidos (de origen español) participan de un doble sistema dentro del cual mantienen rela­ciones muy precisas de correspondencia. Este doble sistema patronímico está muy extendido entre las comunidades de Chia­pas, y es bien conocido en la bibliografía etnológica que versa sobre la organización social de éstas (véase, entre o~os, a Villa Rojas, 194 7, y Siverts, 1960, para la comunidad de Oxchuc; Guiteras Holmes, 1961, para Chenalhó; Pozas, 1959, para Chamu­la; Vogt, 1969, para Zinacantán, etcétera). Los autores de estas monografías están de acuerdo en el hecho de que los patronímicos indígenas y los apellidos designan vestigios de grupos patrilineales, cuyas funciones habrían desaparecido parcialmente; en conse­cuencia, designan estos grupos como "clanes" o "fratrías". El término de "clan" define tanto al grupo patronímico indígena (Vogt, Siverts) como al grupo patronímico español (Villa Rojas, Pozas, Guiteras Holmes); el de "fratría" se aplica únicamente a este último (Vogt, Siverts). Más recientemente, Favre presenta una descripción general del sistema (1973: 169 a 178), en la cual denomina "linajes" a los grupos patronímicos indígenas (tzeltal o tzotzil) y "clanes" a los grupos patronímicos españoles.

Para el caso de Bachajón, emplearemos los términos "linajes" o "patrilinajes" para definir los grupos designados por los patro­nímicos tzeltales. Por una parte, son grupos de parientes termi­nológicamente reconocidos (salvo en la generación del ego, en la cual los términos "hermano" y "hermana" se extienden a parientes de otros linajes); por otra parte, esos linajes o los segmentos localizados de esos linajes, funcionan como grupos solidarios: es a través de su pertenencia a tal o cual grupo patronímico tzeltal que un individuo adquiere derechos sobre la tierra de sus ancestros agnados, la recibe en herencia y puede construir en ella su casa. La fragmentación y la dispersión de la propiedad tienden a disociar estos grupos en familias nucleares aisladas, pero éstos son todavía en gran medida grupos de resi­dencia y de cooperación económica (trabajos agrícolas, cons-

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trucción de casas, actividades rituales) bajo la autoridad de los hombres más ancianos de los linajes o de sus segmentos locales. Estos grupos patronímicos tzeltales son estrictamente exógamos.

Por lo que concierne a los apellidos españoles, se impone una mayor reserva y persisten muchas lagunas en cuanto a su origen y a la forma en que han sido introducidos en las comunidades indígenas, o bien impuestos por los colonizadores y los misione­ros y adoptados por los mismos indígenas. Poco se sabe al res­pecto. Así, solían realizarse bautismos colectivos, en los cuales se daba a los indígenas el apellido del padrino de la ceremonia (encomendero, administrador, cura, etcétera), o nombres deja­dos a la elección del oficiante. Parece que los indios hacían poco caso de esta nueva identidad y que concedían poca importancia a la ceremonia que le daba origen:

Los que eran bautizados, no tan en público, en el monte tenían sus ídolos, allá le8 hacían fiestas y sacrificios, algunas veces solos y otras con sus familias ... F.ntendían que el bautizarse era hacerse persona de Castilla, y tener algún favor con los españoles para ser relevados de los malos tratamientos. o o aún hoy, hay viejos que dicen: cuando nosotros comprábamos el bautismo, y muchos lo compraban dos y más veces, porque si se les olvidaba el nombre que el clérigo les ponía la primera vez, volvían la segunda vez a bautizarse y daban otro tanto y la terc«~ra lo mismo, y era ganancia del padre cura la falta de memoria de sus feligreses (Remcsal, 1932, 1:431. Las cursivas son nut-'Stras)o

Estas líneas, escritas en los primeros decenios del periodo colonial, nos informan sobre las reacciones de los indígenas frente a las medidas "civilizadoras" emprendidas por las autori· dades religiosas de aquel entonces. Para las regiou.es quiché y cakchiquel de Guatemala, Carrasco afirma que durante el siglo XVI el uso de los nombres españoles era la regla sólo entre. los indios nobles (antiguos jefes prehispánicos) quienes: "tomaron a menudo el nombre de sus patronos, los conquistadores espa· ñoles" (1970:223).

Al parecer esta costumbre no se generalizó sino durante el siglo X V 11. En ese mismo artículo, el citado autor menciona

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documentos relativos a la Visita del Oidor don Antonio de Lara Mogroviejo y órdenes que él emitía para remplazar los nombres indígenas por apellidos españoles. A este propósito y para mayor facilidad, aconsejaba "que las cabezas del calpul tengan un ape­llido castellano que sirva a todos los del segundo apellido para mayor distinción y conocimiento" (ibid.:220·221).

No es necesario aquí poner estas informaciones en relación directa con Bachajón; por una parte, porque ellas versan sobre una zona geográfica alejada (Panajachel, Guatemala) y por otra parte, porque no es seguro que el término de "cal pul" citado en el texto corresponda al que conocemos en Bachajón. Empero, la información es interesante como manifestación de una volun­tad del colonizador, de hacer corresponder una categoría que él impone a un grupo social preexistente.

Si esto ocurrió también en el caso de la región de Bachajón, no queda ningún vestigio. La repartición de los apellidos no mantienen allí ninguna correspondencia privilegiada con la divi­sión actual de los kalpules o de los barrios (véase Anexo 11, Cuadros 2 y 3 ).

Marianna Slocum evoca, en Bachajón, ciertos matrimonios contraídos entre Hernández ahch 'al y Hernández ich (1971 :212) hace todavía pocos años. Nosotros mismos hemos descubierto tres uniones en el interior de los apellidos Gómez, Méndez y Hernández, que discretamente nos dieron a conocer otras perso­nas (los individuos surgidos de tales matrimonios se inventan, en efecto, una genealogía "normal"). Parece ser que otrora, esta regla de exogamia era aún más flexible. En efecto, para Zinacan­tán, un censo fechado en 1749 (Calnek, 1962) muestra que los matrimonios en el interior de las categorías patronímicas espa­ñolas alcanzaban del 15 al 20 por ciento del total de las uniones (citado por Vogt, 1969:150), mientras que ninguna de ellas se inscribía en el seno de un grupo patronímico indígena (tzotzil). Cabe suponer que lo mismo ocurría en Bachajón, aunque no tenemos datos equivalentes.

A nuestro entender es un error asimilar el conjunto de las per­sonas que llevan un mismo apellido a un "clan" en la organización

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social de nuestra comunidad, porque fuera del hecho de que todos esos individuos se reconocen como "emparentados" y de ahí que el matrimonio con homónimos les estuviera prohibido, resulta difícil considerar a este conjunto como un "grupo", pues el apellido español no es otra cosa que una simple categoría. No tiene características de "grupo" sino porque se superpone al (los) linaje(s) en la organización socioterritorial. Tampoco parece conveniente el término de "fratría" que emplean Vogt y Siverts, ya que, como ocurre con el término clan, connota una perma­nencia y un pasado y sugiere la idea de un "grupo" superior de organización de los linajes, intermedio entre éstos y el conjunto del barrio o de la comunidad. Lo más que puede aceptarse es que, al superponerse a los patronímkos tzeltales (según modali­dades que ignoramos), las categorías patronímicas españolas han llegado a compartir algunas de sus funciones. Actualmente, cuando el apellido está bien afianzado por el uso, cumple (como el patronímico tzeltal) una función matrimonial precisa, desig­nando él también a un conjunto exógamo (de tamaño superior). Por el empleo cada vez más generalizado de los apellidos como criterios únicos de identificación (en relación con la bilateraliza­ción del sistema patronímico según el modelo "europeo", espa­ñol o ladino), se comprende la desaparición de los nombres tzeltales cuando éstos y los grupos por ellos designados han perdido su base territorial. Es, en efecto, en el terreno de la repartición, del uso y la transmisión de las tierras que los grupos patronímicos tzeltales conservan aún funciones importantes y exclusivas.

Un comentario a los cuadros presentados en el Anexo 11 nos permite precisar mejor los diferentes niveles de organización de la sociedad bachajonteca (barrio de San Sebastián):

El Cuadro l ilustra las relaciones de correspondencia y de exclusividad que mantienen las categorías españolas con los patronímicos indígenas. Veintinueve apellidos recubren, "renom­brándolos" a cuarenta y cuatro patronímicos tzeltales expresa­dos, más ocho que consideramos como no expresados. Estos últimos corresponden a unidades similares a los patrilinajes,

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pero únicamente designadas por el apellido solo o un término tzeltal, derivado del apellido: así Córdoba, Estrada, Gutiérrez, Luna, Navarro, Kulus (Cruz), Te'ala (Deara), y Mesa (Demesa), lo cual suma un total de 92 patronímicos tzeltales o asimila­dos, distribuidos entre las categorías españolas de la siguiente manera:

Número de potronímico1 tzeltale.

1 2 3 4

7 8 9

20

Frecuencia de lo1 apellid01 corre1pondiente1

16 2 3 3

2 1 1

1

Total

16 4 9

12

14 8 9

20

92

A la luz de las explicaciones dadas más arriba, en cuanto a la introducción de los nombres españoles en las comunidades indígenas, y teniendo en cuenta que para el clero sólo los nom­bres españoles tenían y tienen valor de identidad y, por tanto, presidían y presiden la elección de las uniones matrimoniales, consideramos que esta correspondencia estricta, actualmente observable, puede resultar de una larga adaptación de dos sistemas patronímicos distintos hacia un solo sistema doble (probable­mente en detrimento de los patronímicos tzeltales).

El Cuadro 2 (Anexo Il) presenta la repartición de los apellidos españoles entre los dos barrios de la comunidad. En él no puede descubrirse ninguna correspondencia entre esas categorías patro­nímicas y la división territorial. La distribución de las primeras aparece como un hecho fortuito.

El Cuadro 3 presenta los mismos datos, pero traducidos en patronímicos tzeltales. Sobre los 92 censados, 40 se reclaman

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exclusivamente del barrio de San Jerónimo, contra 44 del barrio de San Sebastián, y sólo ocho localizados en los dos barrios a la vez. En el 92.4 por ciento de los casos, el patronímico tzeltal, y en consecuencia el grupo que designa, es un elemento de la orga­nización social propia del barrio.

Por último, el Cuadro 4 precisa, en el barrio de San Sebastián, las modalidades de la distribución de esos 44 patronímicos tzel­tales entre los cuatro kalpules: 37 de ellos están exclusivamente ligados a un solo kalpul (85 por ciento); el resto recae sobre el 15 por ciento del conjunto repartido en dos, tres o cuatro kal­pules a la vez. Teniendo en cuenta el hecho de que la organización cuatripartita del barrio de San Sebastián es probablemente muy antigua y aparece como una supervivencia en el seno de la orga­nización comunitaria, consideramos pertinente la correlación constatada, lo cual nos obliga a estudiar al kalpul como un nivel propio de la organización social tradicional del barrio de refe­rencia.

Una comparación entre los Cuadros 1 y 4 confirma el carácter artificial de las categorías españolas dentro del marco de esta organización social cuatripartita tradicional.

LOS KALPULES

Reseña y definiciones

En Bachajón, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de las comunidades de Chiapas donde se advierte su existencia (termi­nológica), el kalpul no es ni un barrio ni una mitad. Es una categoría aparte, integrada dentro de una organización cuatri­partita que ocupa, en la organización social general, un nivel intermedio entre los linajes exógamos y el barrio endógamo. Cabe recordar que esta organización es específica del barrio de San Sebastián. 2

2 En San jerónimo, se dice que jamás hubo lcolpul. Solamente algunas personas nombran a veces kalpule. a las mitades de Arriba y de Abajo, características de ese

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La pertenencia a uno de los cuatro kalpules está determinada por el nacimiento, y todo individuo, hombre o mujer, íorma obligatoriamente parte del kalpul de su padre y de sus ancestros agnados.

La primera definición del kalpul es epónima. Los nombres completos de los cuatro kalpules son los siguientes:

Lakma 'winik: la etimología de Lakma' no es segura (Becerra, 1930:175, ve allí una alteración de Laknha ', de la cual ya hemos mencionado las hipótesis que se pueden sacar de ella, véase Ca­pítulo 3, sección 1). El término winik significa "hombre".

Ti'ja' winik: "el hombre de la orilla del río" Ba'il winik: "el hombre topo" jWayel winik: "el hombre dormido" (de way, que significa "dormir" o "sueño", y que también designa a un pequeño animal dormilón no identificado)

Aunque no formulado, y a pesar de la ausencia de un mito de origen, estos nombres sugieren que puede tratarse de aquellos cuatro ancestros míticos epónimos. El primero, Lakma 'winik, es llamado muk 'ul kalpul (el gran kalpul); como su k 'atinab, está considerado como el primogénito o bankil por oposición a los otros tres, llamados bik 'it kalpul o ijts 'in (pequeños kalpules o menores). La persistencia de esta clasificación, basada en crite­rios clave dentro de la organización del universo tzeltal (maya) antiguo, añadida al hecho de que el nombre de Lakma' designaba a una de las tres "parcialidades" o jefaturas prehispánicas en los primerQs documentos, y luego a uno de los barrios de la comu­nidad colonial (véase el Capítulo IIJ), hasta cierto punto demues­tran la antigüedad de esta organización cuatripartita.

Por último, aunque la distinción mayor-menor no tiene mayor implicación estructural hoy en día, es probable que sea vestigio de un sistema social jerarquizado, dentro del cual un kalpul asu­mía una posición predominante sobre los otros tres.

¿Podría ser que este kalpul "mayor" fuese el que proveía a

barrio; se trata aquí de una asimilación clásica tal como resulta por ejemplo en Oxchuc (Siverts, 1969).

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los jefes del grupo en su conjunto? Si como lo pensamos, el kal­pul fue un verdadero grupo de descendencia, el poder de estas jefaturas prehispánicas era probablemente el hecho de un grupo (clan) dominante, de una aristocracia de linaje. En el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos confirmar estas deducciones.

Pero volvamos al presente, con la definición metonímica del kalpul, ya tratada en el capítulo precedente. En tzeltal, las per­sonas de un mismo kalpul se llaman k 'atinajib. El kalpul, o k 'atinajibal, es definido por el hombre que lo encabeza, o sea el k 'atinab. Esas nociones intercambiables en la mente y los dis­cursos de los informantes son de las más útiles a la definición funcional del kalpul, a través de los roles que se atribuyen a su "jefe". Una vez más, la pertenencia obligatoria de un individuo a uno de los cuatro kalpules, por su nacimiento, le asegura pro­tección, defensa contra la enfermedad, recursos contra un agresor eventual (es decir, toda persona perteneciente a otro kalpul, puesto que la brujería es un factor esencial de las relaciones de los diferentes kalpules entre sí). Esta protección individual está efectivamente asegurada por intermedio del k 'atinab, en dife­rentes formas que ya hemos descrito (premonición, conocimien­tos terapéuticos, intervenciones sobrenaturales por el uso de un potente lab, etcétera). A cambio de estos servicios, el k 'atinab espera, por parte de "sus hombres", respeto, obediencia y ofren­das de comida y de bebida (trago) que le permiten llevar a cabo sus funciones. El alcohol fuerte, "caliente", permite en efecto pronunciar las fuertes palabras de los discursos rituales (pat 'o 'tan, de pat', "saludar" y o'tan, "corazón") o de comunicación con el mundo sobrenatural. La ingestión de trago precede y rige toda acción social importante. Su prohibición, instituida por la misión jesuita desde 1958, ha contribuido a debilitar el sistema de los kalpules, al punto de que uno de ellos (se trata de Ba 'il winik) ya no participa más en el ciclo de rotación de los cargos de "capita­nía" ni en las fiestas de las cuales ellos son los responsables. Su k 'atinab rechaza asumir sus funciones, mientras las condiciones de su ejercicio no sean realizadas como lo exige la costumbre:

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"el principal tiene a su kalpul y le dan su trago" (igualmente en Sivacá: "no se dio más trago, entonces se perdieron los kalpul").

En términos de grupo y no solamente de individuos, las fun­ciones del k 'atinab precisan la definición colectiva de kalpul.

Hemos ya anotado y analizado la interesante polisemia del término ts 'umbajom, y en particular el sentido que deriva de ts 'u m balinel: "tener descendientes y ascendientes".

Este "ancestro vivo", que se encuentra a la intersección de los mundos de la vida y la muerte, reina entonces sobre un verdade­ro grupo de descendencia, el kalpul, él mismo constituido de un cierto número de patrilinajes que en su mayoría le son exclusivos. La definición indígena según la cual: "al kalpul pertenecen como veinte casas" nos conduce a este aspecto del kalpul -"casa" entendida como un conjunto de casas compartidas por los miembros de un mismo grupo patronímico tzeltal. A la perte­nencia a un linaje, que determina principalmente la posesión y el uso de la tierra, define las alianzas matrimoniales, condiciones necesarias a la producción y reproducción materiales de sus miembros, le corresponde, en un nivel superior de organización, la pertenencia a un kalpul, que asegura a todo individuo la pro­tección de los ancestros y el "bienestar" tanto físico y moral como también sociológico. En el seno de su linaje, el individuo tiene la obligación de recibir las tierras, de trabajarlas, de trans­mitirlas. En el seno de su kalpul, sus deberes son respetar el diagnóstico o las premoniciones de su k 'atinab, hacer posible el ejercicio de sus funciones mediante las ofrendas, informar a este último de los acontecimientos relativos a la vida de su grupo doméstico, segmento y linaje, a fin de que el saber social y el poder que él confiere al k 'atinab y al kalpul se enriquezcan y se transmitan, independientemente de las individualidades que lo constituyen.

Si el kalpul no tiene injerencia en materia de matrimonio y de repartición de las tierras, es cierto que controla y maneja la información referente a estos asuntos. Es en efecto sobre la base de esta "información vigilante" que el k 'atinab puede "seguir sus gentes" y escoger eficazmente a los detentores de los cargos

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de capitanías sobre los cuales descansa el sistema jerárquico, al mismo tiempo que la organización de las fiestas tradicionales, muy importantes a nivel ideológico.

El kalpul no tiene -ni parece haberla tenido nunca- función matrimonial. Basándonos en nuestras encuestas que cubrieron di­versas partes del territorio del barrio de San Sebastián, resulta que exactamente el 50 por ciento de los matrimonios censados son contraídos en el interior de un kalpul, contra el 50 por ciento que implica a miembros de dos kalpules.

Esta neutralidad matrimonial puede conocer matices locales: en los caseríos, por ejemplo, en función de la presencia de gru­pos patronímicos tzeltales reclamándose de uno o de más kalpu­les, así como de la distancia geográfica entre esos grupos, el porcentaje de las alianzas endogámicas y exogámicas por un kalpul de referencia varía, pero la tendencia nunca es muy neta ni exclusiva hacia una u otra regla. El kalpul no interviene en la elección del cónyuge: "primero se habla a la mujer, después se averigua a qué kalpul pertenece".

Así como después del matrimonio la mujer conserva su patro­nímico tzeltal, también como miembro de su kalpul de origen y bajo la protección de su propio k 'atinab.

Durante las fiestas, y en el caso de una unión exogámica (de kalpul), la mujer puede participar en la misma forma en las obli­gaciones ligadas al cargo de su esposo (en su kalpul de adopción) o en aquellas de sus propios agnados (padre y hermanos en su kalpul de origen). En general, en lo que ella más participa es en las actividades del primer grupo, mientras que en el segundo caso toman parte las mujeres solteras (hijas y hermanas).

La definicion territorial del kalpul es compleja. Es sobre todo con relación a ésta que las funciones ideológicas d'el kalpul ad­quieren toda su importancia: frente a la dispersión geográfica de sus elementos, el kalpul desempeña un papel primordial de inte­gración social.

En el pueblo mismo de Bachajón, centro de la comunidad, la parte que corresponde al barrio de San Sebastián, al noroeste de la línea limítrofe, está dividida en cuatro partes correspondientes

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a los cuatro kalpules (véase la Figura 2). Los límites fijados y reconocidos por todos: uno construye su casa (en el pueblo) en el territorio poblano de su kalpul, ya se trate de una residencia principal o bien secundaria. Los hombres que viven en los caseríos y que no tienen casa secundaria en el pueblo son siempre alber· gados, cuando llegan al centro, en casa de sus k 'atinajib, que sean parientes, aliados o amigos.

A los ancianos del barrio les gusta contar el estado en que se encontraba su pueblo (muk 'ul lum ), antes de quedar práctica­mente vacío a causa de la "revolución" ( 1916-1920 ). Era el "gran pueblo", que en aquel entonces se extendía hasta las cimas de las colinas circunvecinas y "todo el mundo vivía y moría allí en paz, cada uno dentro de su kalpul". De ese tiempo persisten la división cuatripartita del territorio poblano de los kalpules y también los cementerios que dominan esta parte del pueblo, y que se llaman:

yahlwits ("la colina caída'') bahnakaxa ("sobre la casa de madera"; de kaxa, "caja'') kanantuluk' ("el guardián de guajolotes'') tsobsbahluku' ("allí donde se reunían los pescadores'')

Los dos primeros se encuentran al oeste del pueblo. Allí están enterradas las gentes de los kalpules de Ti 'ja' y Ba 'il indistinta­mente. En los dos últimos, situados al norte, reposan los muertos de los kalpules de Lakma' y jWayel. A pesar de no haber corres­pondencia exacta entre los cuatro cementerios poblanos y cada uno de los cuatro kalpules, persiste el hecho de que los dos kal­pules situados al oeste de la calle principal comparten los dos cementerios del oeste, y los dos kalpules localizados al este, los dos cementerios del norte. 3

3 Con respecto a la cuestión de saber si esa mezcla de dos kalpules en dos cemen­terios era un signo de abandono de las costumbres funerarias y por eso mismo si cada kalpul poseía antiguamente su propio cemt~nterio, Juan López ots, k 'atinab de Lakma', nos dijo: "Ya no hay panteón del kalpul, pues el kalpul ha muerto". Frase ambigua -¿tal vez respuesta?- que está llena de significación si prct.isamos que nos fue dicha algunos días antes de las fiestas del Carnaval (1975) y que ningún hombre del kalpul Lakma' había aceptado ocupar los cargos que le correspondían; por primera vez, un k 'atinab asistiría a esas fiestas como un simple espt~ctador.

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En los caseríos, el kalpul tiene también un asiento territorial preciso, aunque no exclusivo. La presencia o ausencia de los linajes en las tierras determina la existencia del kalpul que ellos representan como grupo local.

El levantamiento de mapas de repartición de los linajes y de los kalpules, nos da no sólo una correspondencia término a término entre los dos órdenes sociológicos, sino que también demuestra que el kalpul puede ser considerado como un grupo local extenso. El Capítulo IX trata ampliamente este tema.

Esta representatividad del kalpul, bajo la forma de una asociación territorial de sus linajes, no pennite por tanto dedu­cir de ella cualquier función del kalpul en materia de repartición de tierra. Sin embargo es importante señalar, de acuerdo con lo que ya hemos dicho de las relaciones entre kalpules, que los casos más ambiguos relativos a las apropiaciones de tierras reputadas ilícitas ponen en juego a los linajes de diferentes kalpules. Por ejemplo y para la zona que es objeto de una des­cripción detallada en el Capítulo IX, o sea sobre las rancherías Wololton y K'isisal (véase la Figura 19):

Caso 1: Manuel te'ala (Deara) del kalpul de jWayel (Gt 29) es considerado como un usurpador de tierras por los Pérez jwi' (quienes reivindican el terreno sobre el cual Manuel ha cons­truido su casa) y por los López chay (quienes se consideran los dueños de la parcela que él cultiva); estos dos linajes -jwi' y e hay- son del kalpul de Ti ]a' winik.

Caso 2: Agustín Zaragos majk 'al te' (K 3 en los planos) del kalpul de Tija', también está en la misma situación: los More­nos sojlel (K 1) lo acusan de posesión ilícita de tierras que les pertenecen. El linaje sojlel pertene~e al kalpul de jW_ayel winik.

Estos dos ejemplos de acusaciones en contra de linajes que se reclaman de otro kalpul (para la zona definida) se refieren, en un primer análisis, a litigios por tierras. Ello es motivo para que los kalpulcs expresen una rivalidad siempre latente que deriva, también en estos casos, en acusaciones recíprocas de brujería de ambas partes. Los demandantes admiten haber prestado voluntariamente esas tierras a los acusados cuando éstos estaban

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desprovistos, pero les reprochan sobre todo haber transformado una situación transitoria en la cual no estaba en discusión la propiedad del linaje prestador, en una situación permanente y definitiva que se tradujo en la instalación de la casa del prestatario sobre esas tierras y, eventualmente, en la conquista de más tierra a medida que su familia fue aumentando. Es así como la construc­ción de una nueva casa para una de las hijas de Agustín (Caso 2), con la consiguiente extensión del sitio de éste, hizo resurgir las acusaciones, ya antiguas, por parte de los sojlel. A pesar de que en la situación conflictiva entre ambos linajes, y los dos kalpules, hubo algunos años de tregua, durante los cuales se había disipado el conflicto gracias a la doble alianza entre ambos grupos y merced a una relación suegro-yerno, éste resurgió entre cuñados, cuando los miembros del linaje prestador de las tierras se vieron afectados en la parte de la herencia que les correspondía.

Zaragos Majk 'alte' Moreno Sojlel

----¡

K3D. O Kl D. (Yulumax) D.

1 1 ,1,,1,

K3D. K3D. O K i bisD. OK3bisf:. K40

'--------,-----_j Completadas las diferentes definiciones del kalpul, nos dedi­

caremos al análisis de la división cuatripartita en la cual se inscriben los cuatro kalpules. La fiesta del Carnaval, sin duda la más importante en el plano simbólico, servirá de telón de fon­do para esta tentativa.

El Carnaval

La síntesis que presentamos aquí se basa en la observación de

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las fiestas del Carnaval durante los añ.os 1973 ( del2 al6 de marzo) y 1975 (del 7 al ll de febrero); para 1974 y 1976, nuestros datos han sido completados por informantes. Corno la descrip­ción detallada de los actos de la fiesta y su cronología ha sido objeto de una publicación separada (Becquelin-Monod y Breton, 1979), no la incluiremos aquí, donde únicamente estudiaremos sus implicaciones rituales y sociológicas, en relación con la organización social que nos interesa.

El Carnaval es la representación de una serie de acontecimien­tos probablemente inspirados de una coyuntura histórica marca­da por la oposición entre tzeltales de Bachajón y lacandones de la selva. Es difícil fechar con precisión los contactos entre estos grupos que, según nuestra opinión, abarcan un largo periodo histórico. En efecto, si la hipótesis correspondiente al origen de la "parcialidad" Lakma' es exacta, es probable que desde antes de la conquista españ.ola hubiera grupos tzeltales establecidos en las tierras bajas, en la vecindad con los llamados lacandones. También se puede admitir la existencia de relaciones económi­cas antiguas entre estas tierras calientes (lacandones) y la región templada (bachajontecos). Por otra parte, para el periodo colonial y hasta finales del siglo XVII, las fuentes históricas reportan numerosas incursiones guerreras por parte de los lacandones sobre los pueblos de los tzeltales y, más tarde, la participación de estos últimos (cristianizados) en las diferentes tentativas de pacificación de los insurnisos.4

Si la fiesta reactualiza cada afio un "ataque" del pueblo de Bachajón por parte de los lacandones, expresa a través de este acontecimiento relaciones a la vez guerreras y pacíficas en una especie de síntesis de las diferentes modalidades de una situación de contacto de larga duración. La duálidad entre ll>s dos grupos se manifiesta durante los recorridos a través del pueblo (Xoral y Guerra Roja), pero al mismo tiempo mediante numerosos actos de intercambio (discursos -pat 'o 'tan-, comida, bebidas, objetos) que tienen por escenario casas, cruces y abrigos. Pero más

4 A este respecto, vé-.e el Capítulo 111.

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importante que la incursión de los lacandones5 y que los ritos espectaculares a los cuales ella da lugar, la cara oculta de la fiesta consiste en una restructuración de la propia sociedad bachajonteca. En efecto, en esta ocasión, se encuentran en principio reunidos en el pueblo y cooperan en los actos rituales: los cuatro kalpules con las autoridades que los representan y, en el seno de cada uno de ellos, los linajes que tienen a su cargo la organización material y, en general, todos los individuos, sea como participantes, asistentes o espectadores.

El penúltimo día tiene lugar un juramento que consagra el buen funcionamiento de la rotación de los cargos entre los kalpules y la confirmación del Carnaval siguiente. En el plano simbólico, el Carnaval tiene también una importante función integradora: con el pretexto de la presencia obligatoria de los lacandones (por definición: no civilizados) como interlocutores, dicha festividad reúne en estrecha simbiosis el microcosmos -el pueblo- con el macrocosmos -el mundo- según normas culturales tradicionales. Así el contenido mismo de los discur­sos,6 la importancia de la cifra 13 en los rituales y las "cuatro esquinas del mundo" entre las cuales evolucionan los actores, hacen referencia al universo tzeltal (maya) antiguo.

Durante el Carnaval participan de manera más o menos activa, todos los cargos de las "capitanías": 7 capitanes de Santo: desempeñan un papel secundario; no están presentes sino como oficiales o miembros de la organización religiosa; capitanes

5 Los lacandones son encamados por un ID"UDO de seis hombres entre los cuales está el jefe. Se les denomina lcobinaletik o wjallcoribio• ("salvajes" rojos). El término de luJbiool deriva probablemente del nombre Cabool que se transmitía de generación en generación para designar al más importante de los cuatro jefes de lcolpul entre los cholti-lacandones en los siglos XVI y XVII (a este respecto, véase Thompson,1976: 29·30 y Hellmuth, 1972:188). Antes del Carnaval, esos seis hombn".s parten 15 días a la selva para traer los productos de los intercambios ritualr.s (en particular muchas plantas comestibles muy apreciadas).

6 La seftora Becqueline-Monod trabaja en la transcripción y en el análisis lingüístico de los discursos pronunciados durante el Carnaval. Es probable que esta investigación enriquezca considerablemente nuestros conocimientos sobre el universo de la fiesta.

7 Véase el Capítulo V para los detalles relativos a los cargos en cuestión ("capita. nías").

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kajwaltik Dios y juez: su papel es primordial; esos cuatro cargos (cada categoría comprende un cargo mayor -bankil- y uno menor -ijts 'in-) asumen las responsabilidades económicas del Carnaval, que para ellos constituye la ocasión de transmisión de los cargos (juramento).

A cada Carnaval asisten, pues, un capitán kajwaltik Dios bankil y uno ijts'in, ambos salientes y sus respectivos entrantes; un capitán juez bankil y uno ijts 'in salientes y los entrantes correspondientes; un caporal; alguaciles (o sea el alguacil propia­mente dicho, k 'asese 'k 'op Dios y el ilomk 'op) y, por último, los k 'atinabetik.

Dichos cargos diferentes están distribuidos entre los cuatro kalpules según dos modalidades: los sometidos a rotación entre los kalpules y los permanentes, ligados al kalpul. Los cargos rotativos son los de capitanes (de Santos, kajwaltik Dios y juez) y el de caporal. Los primeros pasan de un kalpul al otro anualmente, y el de caporal cada siete años.

Los cargos de alguaciles y de k 'atinabetik no se someten a rotación, pues cada kalpul posee en propiedad esas diferentes autoridades (un k'atinab, un alguacil, un ilo.mk'op, un k'asese' k'op Dios). La rotación de los cargos que se relaciona con la distribución territorial de los cuatro kalpules en el perímetro poblano (del barrio de San Sebastián), sigue el sentido de las agujas del reloj; el orden, tal como lo expresan los informantes, es Lakma' (mayor), Tija, Ba'il,jWayel. Dentro de cada categoría de capitán -kajwaltik Dios, juez, capitán de Santo- el cargo menor (ijts 'in) precede en la rotación al cargo mayor (bankil). La Figura 8 resume la posición teórica de los cargos durante un Carnaval.

Señalemos que, en la práctica, estos cargos no. son ocupados como lo establecen las normas tradicionales. Por una parte, el kalpul Ba'il ya no participa en este sistema desde que la celebra­ción de las fiestas fue modificada por la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas (al k 'atinab lo consideran como un "jaragán" o perezoso porque ya no "solicita" a sus capitanes) y la rotación funciona efectivamente entre los otros tres grupos.

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jWayel Lakma' winik winik

kajwaltik Dios juez bankil saliente bankil entrante

¡>.::u:~\ kajwaltik Dios ijts 'in entrante 1J m en e

juez ijts'in juez ijts 'in entrante saliente

kajwaltik Dios bankil saliente juez bankil entrante

Ba'il Ti'ja' winik winik

Figura 8. Policionu teóriCIJI de l<n cargo• de copit6nu poro uno jiut6 de Cornovol. Lo pruencio 1imultdneo de lo• corgo• de bankil y de ijts'in poro coda cotegorÚJ de capitán en d<n kalpules adyacente• y el ~entido de la rof6ci6n e:rpre10do por lo• tér· mino• "&Oliente y "entrante", permite ol mtemo cuatro combinocionu po&iblu de lo• do• porómetro• kajwaltik Dios y juez.

Por otra parte, los cargos de capitanes son cada vez más onerosos y los voluntarios los rechazan desde hace algunos años. Cuando un cargo no encuentra un representante dentro del kalpul correspondiente a la rotación, puede proseguir su recorrido hacia los otros kalpules. Si nadie se presenta para ocuparlo, regresará al primer kalpul, en el cual permanecerá "vacante" hasta el año siguiente .. Los cargos no sometidos a rotación (k 'atinab y alguacil) asumen las responsabilidades rituales de la fiesta; por ser sus detentores los que poseen los conocimientos necesarios, son los verdaderos organizadores. En el seno de cada kalpul, reclutan a

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los capitanes, al personal de servicio que los asiste, arreglan las danzas, cuidan el acondicionamiento de las casas y la construc­ción de los abrigos en donde serán recibidos los kabinaletik­lacandones, dirigen los discursos, remplazándose mutuamente llegado el caso; es a ellos a quienes se dirigen los kabinaletik durante los ritos de intercambio, etcétera.

Ese sistema de cargos (capitanías), contrariamente a los cargos de cofradías y también del ayuntamiento (o cabildo), implica la participación teórica de todos los grupos sociales y territo­riales del barrio de San Sebastián. En efecto, hemos dicho que la ocupación de un cargo de capitán no es un asunto individual sino familiar. Ello se debe a dos razones principales: el costo elevado del cargo, pues quien lo ocupa está obligado a proveer de comida a su personal de servicio, a los kabinaletik (bajo la forma de ofrendas en numerosas ocasiones, o de comidas ofre­cidas en su casa), a las autoridades (cargos elevados) de su kalpul, así como a todos los que concurren a las ceremonias, (en general, numerosos ancianos asisten a los ritos importantes).

La otra razón es que la mayor parte de los detentores de los cargos viven en los caseríos. Durante las fiestas, si no poseen casa propia en el pueblo, tienen que pedir una prestada, la cual obligatoriamente debe estar ubicada en el kalpul correspondiente. Cuando parientes cercanos del ocupante del cargo son dueños de una segunda vivienda en el pueblo, o viven allí, es en esa casa donde tendrá lugar la fiesta, y los parientes contribuirán en la organización material de la misma. En caso contrario, los detentores de cargos deben buscar el local apropiado entre fami­lias aliadas o amigas.

Este problema es fuertemente resentido por lo~ informantes, quienes cuando no pueden contar con hermanos, por ejemplo, esperan a tener sus propios hijos e hijas en edad de trabajar (en la milpa y en la cocina), para solicitar un cargo. De hecho, durante las fiestas a las cuales hemos asistido, los cargos de capitanes kajwaltik Dios y juf'Z eran asumidos colectivamente por los miembros de una familia extensa o nuclear (padres e hijos, estos últimos casados o solteros). Las esposas de los

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detentores de cargos tienen también un papel ritual en la fiesta, algunos de cuyos episodios de intercambios con los kabinaletik les son reservados.

En resumen, una parte de un linaje interviene para cada cargo y en cada kalpul, siendo asistido en su trabajo por los otros miembros del linaje, los aliados o los amigos. Esta parte del linaje puede corresponder a un segmento territorial, a una familia nuclear o extensa salida de dicho segmento, o bien a diferentes familias provenientes de varios segmentos localizados. El k 'atinab, quien conoce a todos los hombres de su kalpul, escoge a los detentores de los cargos que incumben a su grupo, en particular teniendo en cuenta sus capacidades económicas, es decir, entre los miembros de los linajes suficientemente provistos de tierras. La crisis actual de propiedad -que ya hemos mencionado- es en gran medida causa de la deserción de los cargos de capitanes sobre los cuales descansan las fiestas ("no todos pueden ocupar el cargo porque no tienen maíz o frijol").

El estado actual del Carnaval en Bachajón no nos permite profundizar aún más en su caracterización. Luego de presentar este panorama general, podemos decir que se lo puede concebir como un gran rito, una de cuyas funciones principales consiste en ser factor integrador de un gran número de familias -y con· secuentemente, de segmentos de linajes y de linajes- localizadas pero dispersas en un inmenso territorio, dentro del cuadro de una organización cuatripartita fuertemente estructurada que se define ella misma por un ciclo interno de intercambios (de cargos) y, en relación con el exterior, por una oposición entre natUra­leza y cultura.

En el curso de esta presentación analítica hemos tratado una situación ideal tal como la observación de dos de esas fiestas nos han llevado a concebirla, incluyendo lo que nos fue clara­mente expresado por los informantes durante las encuestas realizadas a posteriori. 8 Hemos soslayado -por haber sido ya más desarrollado en una publicación anterior- el carácter de

8 Recordemos que la descripción dctalÍada dt~ los hechos puede ser consultada en Becquelin-Monod y Breton (1979).

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oposición que el Carnaval pone en escena, limitándonos aquí a estudiar las implicaciones de las organizaciones internas. Un rápido vistazo al sistema de parentesco, y a las reglas de alianza que de él derivan, permiten, en cambio, comprender mejor la estructura.

PARENTESCO Y ALIANZA

Los sistemas de parentesco de los tzeltales (y de los tzotziles) presentan numerosas variaciones de estructura y de terminología.

·Los trabajos llevados a cabo por Guiteras Holmes (s.f.) sobre las comunidades tzotziles de Chalchihuitán, Chenalhó y Chamula, nos proporcionan lo esencial de los diferentes tipos que se pueden distinguir: el sistema omaha, en Chalchihuitán; el "bilateral", en Chamula, y el sistema intermedio en Chenalhó.

Además señalemos que los tzeltales-tzotziles son, de toda Mesoamérica y dentro del área maya, los únicos grupos en haber utilizado el sistema omaha (Kimball Romney, 1967).

La nomenclatura y estructura del parentesco de los tzeltales de Bachajón fueron estudiadas y publicadas por Sousbergh y Robles Uribe (1962)9 en un artículo, algunos de cuyos detalles fueron utilizados y reproducidos por Favre (1973 ).

Por nuestra parte, presentamos a este respecto tan sólo las grandes líneas que nos permitan deducir, a partir de ellas, un modelo funcional de reproducción social y explicar lo que nos

9 El artículo de SoWibergue y Robles Uribe (1962) es muy parcial y confuso. Se encarga sobre todo de investigar todas las aplicaciones de la regla de expansión relativa al término mam (que designa recíprocamente a los abuelos y a 1& nietos). Los co­mentarios sobre loe otros términos de parentesco y de alianza son menos densos y apor­tan poca información. Tenemos también que seilalar el error formulado por esos dos autores en cuanto a la organización social de Bachajón (ibid.:l04); con respecto al barrio de San Sebastián, ellos explican que "se: divide en cuatro linlQes patrilineales, exógamos o apellido: esos linajes se distinguen, en efecto, por un nombre español heredado de padres a hijos a partir de un ancestro común" (nc ) ... Hace referencia "aparentemente" a los cuatro luJlpulu de los cuales hemos dicho que no tenían nin­guna función matrimonial, pero sobre todo que no mantenían ninguna relación privi­legiada con las categorías patronímicas españolas (véase Anexo 11, Cuadros 1 y 4).

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parece ser la estructura profunda de la organización tradicional a la cual dedicamos estos capítulos.

De acuerdo con la residencia patrilocal y la filiación lineal, la terminología de parentesco de los bachajontecos es del tipo omaha y no parece estar afectada de "bilateralidad" sino cuando se toma en cuenta el hecho de que ~os términos españoles (tío, sobrino) a veces remplazan en la práctica a los antiguos términos tzeltales. Estos, que censamos con varios informantes a partir de sus propias genealogías, muestran una gran estabilidad. Exis­ten, empero, variantes que voluntariamente hemos excluido de este trabajo, pues formarán parte de un estudio posterior.

Las Figuras 9 y lO ofrecen los datos necesarios para la caracte­rización del sistema (y que para el caso, fueron extraídos de una sola de las quince genealogías que estudiamos). Nos hemos limi­tado a considerar únicamente a los parientes directos y colaterales de un ego masculino. Como símbolos, adoptamos el triángulo para los hombres y los círculos para las mujeres. La terminolo­gía presentada en estas figuras es la siguiente (ordenada por generaciones terminológicas):

Generación + 2: mamuch (de mam, abuelo y nieto): padre del padre; padre de la madre (algunas veces) chuchu ': madre del padre y madre de la madre.

Generación + l : tat: padre nan: madre y hermana de la madre tajun (de tat padre y jun uno): hermano del padre lekol: hermano de la madre.

Generación 0: bankil: hermano mayor wix: hermana mayor ijts 'in: hermano y hermana menores.

Generación -l: nich 'an: hijo antsinich 'an: hija ichan: hijo de la hermana.

Generación -2: man: hijo del hijo; hijo de la hija; hija del hijo; hija de la hija; y algunas veces, hijo de la her­mana o hija de la hermana.

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+2 chuchu O muouch l::.lekomunal!::. chuchu O

1 (munuch)

~~ + 1 tatl::. nanO

1 : o wixO bankill::. EGO~ ijta'in !::. ijta'in o

1

-1 mch'an!::. antsinich'an O

,1, ,1, -2 !::. muo o 6 mun o

Figura 9. Término• de trato y de referencÍIJ para lo1 porientu en línea directo (Ego rna~culino ).

wix O tajun 6 tat 6 nanO nanO lekol 6

ll X 11 6 ichanO b 1 i A w 1 i O b 1 i t"'. EGO~ w 1 i O b 1 i 6 w 1 i O lekol6 nanO

(muo)

Figura 10. Términ01 de trato y de referencÍIJ para l01 pariente. en línea colateral. (Eso rna~culino, seneracionu O y + 1 ).

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Cabe hacer una aclaración cuando, según la regla de pro­yección oblicua propia de ese sistema (Lounsbury, 1971 :72), generaciones terminológicas y generaciones naturales no se corresponden. En el caso de la generación natural O, la distinción de edad ( bankil y wix contra ijts 'in) se hace por referencia a la edad del locutor (o sea el ego mismo). Para las generaciones ascendentes, se aplican los calificativos muk 'ul (grande) o tu t (pequeño-a) a los parientes colaterales según sean mayores o menores de edad que el pariente intermedio respecto del cual se establece la relación. Así, cuando la hermana de la madre es mayor que la madre, el ego la llama muk 'ul nan, y si no tut nan. En cambio, el empleo de tut nan es sistemático para designar a las mujeres del patrilinaje de la madre en las generaciones O y descendientes. En la generación O y según su edad con relación al ego, ellas son muk 'ul tut nan (literalmente "grande pequeña madre") o simplemente tut nan.

Las características del sistema son, pues, perfectamente defi­nidas: clara distinción entre primos paralelos (que se asimilan a hermanos) y primos cruzados. Estos últimos son asimilados del lado materno a hermanos de madre y a madres (primas), del lado paterno a hijos de hermana o a nietos (ichan o mam)lO y cla­sificados como parientes de generación +1 y parientes de generación -1 (o -2) respectivamente.

Los términos que más nos interesan aquí son aquellos de lekol (tío materno) y de tut nan que respectivamente designan a todos los hombres y a todas las mujeres del patrilinaje de la madre. Desde el punto de vista de la terminología, se los clasifica en la primera generación ascendiente, cualquiera que sea su posición natural con relación al ego (Figura 11 ).

El primero de esos términos, lekol, cuyo significado es "no­vio"-"novia" se emplea para designar (y hacer referencia) al tío materno, lo cual pone el acento sobre el hecho de la alianza y, de todos modos, marca la institucionalización de un matrimonio

10 Los ténninos ichan y mGm son citados indiferentemente por un mismo infor­mante en diversos momentos de la encuesta genealógica para designar a su~< primas cruzadas patrilaterales.

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baciUJjón 157

O 6 lekomamal

Onan o 6 lekol

EGO Ó. O tut nan o 6Iekol

O tutnan o 6 lekol

O tutnan o 6 lekol

Figura 11. Duígooción de 101 miembr01 del patriliooje materno.

interindividual en una generación dada, bajo la forma de una alianza entre linajes, la cual se perpetúa y continúa válida para los miembros de las generaciones de descendientes. Pero, y ésta es una "propiedad distintiva" del sistema omaha en particular (Lévi-Strauss, 1958:74), el términotut nan traduce la asimilación de las mujeres del patrilinaje materno, y a fortiori de las primas cruzadas matrilaterales, a una categoría de pariente próximo (la "madre"). La situación es similar en cuanto a las primas cruzadas patrilaterales, asimiladas a vástagos de hermana (ic~an) o a nie­tos (mam).

Dicho en otras palabras, estos términos expresan una prohibi­ción de matrimonio entre miembros pertenecientes a linajes "ya" aliados, o: "Para un individuo dado, la categoría de las esposas potenciales está en gran medida determinada por las eleccio­nes matrimoniales de sus ascendientes consanguíneos" (Fox, 1972:231).

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Dentro de la práctica matrimonial, y para el conjunto de los casos que hemos tratado, esta regla prohibitiva de alianza es respetada, de acuerdo con el ideal terminológico. Si considera­mos a la organización de los linajes en su más simple expresión, ésta es una constatación general; pero dicha constatación se averigua únicamente al tomar en consideración los grupos patro­nímicos tzeJtales.

Al comienzo de este capítulo describimos el doble sistema patronímico que emplean los tzeltales de Bachajón y hemos definido, diferenciándolos, cada uno de los subsistemas que lo constituyen. Además de los patronímicos indígenas que designan lo que se ha identificado como linajes, se usan nombres de ori­gen español (apellidos) que mantienen relaciones de correspon­dencia precisas y exclusivas con los primeros. Cualesquiera que sea el origen y sobre todo las modalidades de su introducción en las comunidades, persiste el hecho de que esos nombres se superponen a los patronímicos indígenas. A pesar de que no definen grupos -dichos apellidos son tan sólo categorías-, poco a poco, y sin duda por influencia del clero español, han llegado a cumplir una función precisa en la regulación de las alianzas matrimoniales. La función del patronímico (tzeltal), como definidor de una unidad exógama, se ha extendido al apellido.

Esta restricción suplementaria encuentra su expresión termi­nológica: en general todas las mujeres del apellido del ego son clasificadas como "tías" o "primas". Estos términos españoles indiferenciados se agregan a los términos indígenas citados ante­riormente para designar otra categoría de esposas prohibidas, algunas veces muy selectiva, puesto que ciertos apellidos encu­bren a numerosos patronímicos tzeltales. Así pues, al doble sis­tema patronímico corresponde un doble sistema terminológico, surgido de la superposición de un modelo de filiación unilineal (tipo omaha) con otro de filiación in diferenciada (tipo europeo). Por ende, la exogamia es definida según dos criterios:

1. Con relación a la categoría de nombre español (apellido) que, por ser unidad exógama más amplia, determina en primer

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lugar la elección del cónyuge: todos los linajes o grupos patro­nímicos tzeltales correspondientes al apellido del ego, le están prohibidos.

2. Fuera del apellido, con relación a los linajes parientes, o sea el patrilinaje del ego, aquel de su madre y el de la madre de su padre, según la lógica del sistema omaha.

El primer criterio no interviene más que en el primer grado de la elección: el ego no se casa dentro de su propia categoría patronímica española. Dicho esto, el apellido ya no interviene en la clasificación de las mujeres emparentadas al ego por alianzas pasadas de sus ascendientes directos. En otros términos y como ejemplo, consideremos el caso de los apellidos V ásquez y López (véase Anexo 11, Cuadro 2; aquí hacemos abstracción de la endogamia de barrio). El primero encubre los dos patronímicos tzeltales hokot y tsits; el segundo, los cuatro patronímicos tzel­tales chay, j'uch, ochenta y ots. Para un individuo determinado, doblemente nombrado V ásquez hokot, la prohibición de matri­monio recae definitivamente sobre las mujeres del apellido Vásquez, es decir, sobre las que pertenecen a los linajes hokot y tsits, clasificadas como "tías" y "primas" dentro del sistema terminológico de tipo europeo. En el segundo grado, los linajes emparentados al patrilinaje del ego (hokot) por alianzas pasa­das de sus ascendientes (por ejemplo, chay -linaje de su madre­y j'uch -linaje de la madre de su padre-) le son prohibidos.

El apellido López no importa a este respecto, de modo que le son accesibles las mujeres de los linajes ochenta y ots, lo mismo que las mujeres de todos los demás linajes existentes no citados. Estos problemas sobre alianza y elección selectiva serán comple­tados más adelante, dentro del cuadro de los grupos de residen­cia y de vecindad. Aquí señalaremos que otros factores de orden geográfico se manifiestan en función de la dispersión territorial de los linajes. Además otras razones pueden afectar el sistema matrimonial descrito, hacia conducir a contradicciones flagran· tes entre el ideal y la práctica de la alianza. Un ejemplo concreto que hemos constatado en una zona próxima al pueblo (véase Capítulo IX) muestra un caso excepcional de transgresión de las

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reglas: los linajes kokoy (apellido Moreno) y usum (apellido Guzmán) viven, entre otros, en sus tierras localizadas en los tres caseríos llamados Wololwits, Wololton y K'isisal. Desde hace tres generaciones los hombres del patrilinaje kokoy se casan con mujeres pertenecientes al patrilinaje usum, como si fuera una alianza privilegiada. Aunque la primera unión parezca completa­mente "normal" (por no conocer mas arriba el árbol genealógico de dichos grupos), las contraídas por miembros de las generacio­nes siguientes son transgresiones manifiestas: los hombres kokoy se unen a sus primas cruzadas matrilaterales, o sea, a las clasifi­cadas como sus "madres". La Figura 12 presenta las relaciones establecidas entre los dos linajes y los individuos (o casas) impli­cados. La comparación de ese diagrama con los mapas de la repartición del habitat y de los linajes en la zona en cuestión (véase las Figuras 23 y 24) permite constatar que las casas ocu­padas por los miembros de esos dos grupos forman una especie de subconjunto territorial en el interior de la porción de la red de habitat comprendida en esta zona. Pensamos poder interpretar esta alianza "privilegiada" como un fenómeno local, una "respuesta" al fraccionamiento y escasez de la tierra, o, en otras palabras, como una forma de reforzar el asentamiento territorial de esos grupos, evitando que otros linajes lo usurpen por medio de alianzas.

Hemos dicho cómo el kalpul y los linajes mantienen, en el seno de la organización social tradicional del barrio de San Sebastián, una doble relación de inclusión y de homología. Los fundamentos mismos de su existencia están dados por el paren­tesco que une a sus miembros, parentesco real en el caso de los linajes y simbólico en lo referente a los kalpules. Recordemos que para éstos se establece por referencia a los ancestros en general, al k'atinab en particular y, más específicamente, a cada uno de los cuatro ancestros míticos a los cuales esos grupos deben su nombre (Lakma' winik, Ti'ja' winik, Ba'il winik, jWayel winik). Esos dos tipos de identificación social son en gran medida con­comitante~ -el kalpul integra numerosos linajes-. Las condicio­nes de su permanencia están establecidas por el acceso a los

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Lin&,je kokoy 1 1 ¡----------, 1

bacluzjón 161

Lin&,je IUum

+ 6 + 6 : tO t6

~-----,----~'--.-------~ 1

6 K5;6 Gt226

F, 1 ¡

1 Gt 22bi8 6

0 Gti86 Gw4 6 t6

~~ 0 Gti96 Gwi6 Gw26 Gw36

Figura 12. Diagromo de ltu IJlitJIUIM "privilegiodu" entre 106liooje. kokoy y UIUDl

locolízod01 en Wololton, Wololwífl y KVúal.

productos materiales (y en particular la tierra) que los linajes ga­rantizan a sus miembros, y a los productos no materiales (salud, protección) que los kalpules aseguran a "sus linajes".

Finalmente -y este último parágrafo sirve de ilustración-, las condiciones de reproducción de los linajes se basan en un inter­cambio generalizado de las mujeres, a través de la participación de por lo menos cuatro grupos (ego, madre del ego, madre del padre del ego, esposa del ego). A nivel de los kalpules, si la circu­lación de las mujeres existe, se trata de un fenómeno puramente estadístico, no sometido a ninguna regla explícita ni implícita. Es el resultado de "casualidades" de la política matrimonial de los linajes. Pero en el terreno que les es propio, a saber el que atañe a la reproducción ideológica de la sociedad global, y dentro del cuadro impuesto por la organización cuatripartita, los kalpules están también implicados en un sistema de intercambio fundamental, que hemos descrito como rotación de los cargos de "capitanía".

Es a un artículo reciente de Falla (1969) al que debemos rcfe-

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rimos para justificar nuestra interpretación. El autor trata de estudiar numerosos sistemas de cargos mesoamericanos, y la rotación a la cual esos cargos están generalmente sometidos, según un análisis "horizontal" que no define a esos sistemas como simples jerarquías, fuentes de prestigio individual para sus participantes, sino como conjuntos ordenados de cosas inter­cambiables e intercambiadas entre grupos: los cargos mismos. El autor los asimila metodológicamente a mujeres y analiza su circu­lación desde la perspectiva de una a.üa .. ~ .. matrimonial preferen­cial. Partiendo de sistemas fuertemente jerarquizados, dentro de los cuales a cada cargo corresponde un valor jerárquico distinto y la participación de los individuos supone el recorrido obliga­torio de la escala de valores, Falla defiende el modelo de un matrimonio matrilateral para explicar su rotación.

En el ejemplo que aquí tratamos, los cargos sometidos a rotación (capitanes) son equivalentes entre sí, mientras que los cargos más elevados están ligados a los grupos (y por tanto no son intercambiables). Así pues, el problema no puede plantearse de la misma manera que lo hace Falla, cuya demostración nos parece artificial por basarse en datos característicos de los siste­mas de tipo "cofradías", instituidos durante la Colonia.U

Dentro de la organización social descrita para el barrio de San Sebastián en Bachajón, nos basta con considerar a la rotación de los cargos entre los kalpules sobre la base del intercambio de las mujeres entre los linajes. Sin asimilar forzosamente las unas a los otros, se pueden comparar esos dos tipos de intercambio con relación a un modelo, explícito en el caso de los linajes (e f.: terminología del parenteseP), implícito respecto de los kalpules. Lo que parece importante es el intercambio mismo como esquema explicativo y como trama general del funciona­miento del sistema social en diferentes niveles de organización.

Empero, es posible advertir, de uno a otro nivel, una diferen­cia en las implicaciones del intercambio. En lo concerniente a

ll No está dentro de los límites de nuestro trabajo el discutir los detalles de este artículo, por otra parte muy innovador, sino solamente Mituar una rUf~ntc y una pro­blemática a las cuales nuestro análisis debe' mucho.

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los linajes es indudable que las alianzas por ser definidas negati­vamente atañen a un número elevado de grupos. La prohibición está dirigida sobre tres linajes, según la lógica del sistema omaha, y sobre aquellos que responden al mismo apellido. En el más restrictivo de los casos -el apellido Moreno encubre a cuatro linajes en el barrio de San Sebastián (Anexo 11, Cuadro 2) un individuo de apellido Moreno, de un linaje X, en "peligro de matrimonio", tiene una elección teórica que versa sobre los 39 linajes restantes. Por el contrario, a nivel de los kalpules, y en la medida en que ellos son cuatro, el intercambio está obligatoria­mente orientado, los cargos siguiendo un ciclo cerrado y continuo según una rotación formal y fija.

Otros detalles están para debatir y estudiar dentro de esta óptica (sentido de la rotación, relación entre las clasificaciones indígenas en bankil e ijts 'in concerniente a los kalpules y a la posición de los grupos dadores y receptores, implicaciones teó­ricas de la distinción de cargos mayores y menores entre los cuales se divide cada categoría de capitán, etcétera). Los acerca­mientos efectuados entre los sistemas de alianza matrimonial y de alianza ritual, en el caso de la organización social patrilineal y cuatripartita, característica del barrio de San Sebastián, no tie­nen otro propósito inmediato que el de llamar a una reflexión sobre este tema del parentesco (o más exactamente de la filia­ción) como principio posible de organización y de reproducción sociales. En la mayoría de las monografías de comunidades, el parentesco aparece como un aspecto aislado dentro de un cuadro social limitado, frecuentemente aquel del grupo local. Nos parece que en Bachajón -en el barrio de San Sebastián- establece los fundamentos de un sistema que, pasando de los niveles inferio­res a los niveles superiores de la organización ae los grupos sociales, presenta una cierta coherencia interna.

Es en función de esta coherencia propia que, en el curso de este trabajo, hemos podido metodológicamente aislar la organi­zación social tradicional (del barrio de San Sebastián) de su contexto comunitario (Bachajón).

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TERCERA PARTE

ESTUDIO DEL HABITAT

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VII

LA CASA TRADICIONAL

DIFERENTES TIPOS

Los bachajontecos distinguen numerosos tipos de casas (na) según los materiales que se emplean para las paredes y el techo.

Los tipos de paredes son de bambú sin recubrir: jit'bilna; de bajareque: pajk'ulna; de tablas de madera: tabla'na.

Los tipos de techos son de paja: akilna; de hojas de caña de azúcar: yabinal tvahle'na; de tejas: teja 'ilna; de lámina: lamina'na.

El tipo más representativo sigue siendo la casa tradicional, de plano rectangular, con paredes de bajareque y techos de paja o de hojas con cuatro pendientes.1 Los otros tipos son variantes (jit'bilna) o tipos nuevos ligados a la aparición en el mercado de materiales modernos, tales como lámina corrugada (y a pesar de su costo más elevado), que son frecuentemente preferidos a los tradicionales. El revestimiento de lámina no necesita más que una armazón ligera, su colocación es fácil y rápida y además es muy durable. Los techos de teja comienzan a hacer su apari· ción en el pueblo y sus alrededores, pero contrariamente a los precedentes que proliferan en detrimento de una cierta estética y de la funcionalidad, son muy raros: el costo y.los problemas de transporte frenan su utilización más allá de los límites pobla­nos, y sobre todo únicamente están al alcance de la clase pudiente: de los pocos comerciantes permanentes (ladinos e indígenas)

1 Una variante de fonna, n~lacionada con el desarrollo de la lámina corrugada como material de cobertura, 1".11 el techo de dos aguas, llamado wakox na (literalmente "casa-vaca"). Ciertas co1111trucciones anexas, de construcción más descuidada, presentan algunas veces et<ta fonna de techo en asociación con materiales tradicionales.

[ 167]

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instalados en el centro. Esos techos provocan además una im­portante transformación arquitectónica, ya que descansan direc· tamente sobre las paredes y ya no sobre los pilares. Allí donde existen, se encuentran asociados a muros de piedra o de ladrillo.2 Las casas con paredes de tablas horizontales son más numerosas, tanto en el pueblo como en los caseríos. La madera es cortada en el mismo lugar o comprada (precortada) en el pueblo. El em­pleo de esta materia no es incompatible con el sistema de armazón tradicional. Con frecuencia se lo prefiere al bajareque a causa de su durabilidad, comodidad y también por su "belleza"; una casa con paredes de tablas es una lekilna, una buena -una bella­casa; con más razón si está pintada.

Describiremos únicamente la casa de techo de paja o de hojas de caña de azúcar con paredes de bajareque, por ser el tipo tra­dicional, dominante en la comunidad de Bachajón.

CONSTRUCCION TRADICIONAL

El emplazamiento de la casa y su orientación, se eligen según modalidades que veremos más adelante; los materiales necesa­rios para su elaboración son llevados al lugar previsto. Se trata, en una primera fase, de troncos de árboles que servirán para montar la armazón de los muros y la estructura del techo, de varas de bambú y de pedazos de corteza para atarlos. Más tarde la paja o las hojas, así como la tierra, serán acumuladas en el lugar, si es que ya no están ahí mismo (en particular la proximi­dad de una buena calidad de tierra para la confección del bajare· que es frecuentemente un criterio de elección del lugar donde se va a construir la casa).

La primera fase, es decir, la construcción del armazón, es la más difícil, al mismo tiempo que muy delicada: es ella la que determina el equilibrio y la solidez del conjunto y, en consecuen·

2 El pueblo de Sivacá está así completamente transformado desde hace una quin. cena de aí\oe; actualmente más del 50 por ciento de sus casas tienen paredes de piedra y techos de tejas.

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cia, la "esperanza de vida" de la construcción. Para llevarla a cabo, se hace un llamado a un grupo de cooperación -consti­tUido la mayoría de las veces por hombres de su linaje, de su segmento o de la familia extensa o doméstica (según la disponi­bilidad de cada uno)-, pero también a compadres y vecinos. Algunas veces es necesaria la presencia de un especialista; se trata de un hombre de edad avanzada (existen muchos de ellos, de gran renombre) reputado por sus conocimientos en la materia. El aconseja y dirige a los miembros que participan en el grupo de trabajo para cada operación (montaje, ensamblaje, ataduras, etcétera).

Armazón

Los pilares (oy), que sirven de soporte a las paredes y al techo, son cuatro o seis, según el tamaño del edificio (Figura 13). En general, las casas observadas poseen seis pilares, cuatro de ellos en las esquinas y dos en posición intermedia en las paredes lon­gitudinales. Esos pilares macizos son generalmente tallados en madera de palo amarillo (k 'ante', Mahonia chiapensis ), árbol de tronco recto y que tiene fama de ser sólido y resistente a la putrefacción. Destinados a soportar todo el peso del armazón y la cobertura del techo, esos postes son sólidamente clavados en tierra, a una profundidad de 50 a 60 centímetros; su diámetro es de 15 a 20 centímetros promedio, su altura a partir del suelo es ligeramente superior al tamaño de un hombre adulto (promedio 165-170 cm). Una muesca ha sido previamente cortada a ma­chete en la extremidad de cada uno de ellos para recibir y calzar dos vigas longitudinales.

Sobre esas dos vigas se fijan otras dos transversales que cierran el rectángulo (marco rectangular), y luego otras dos en el centro de éste, a ambos lados de los pilares intermedios. A continuación se refuerzan las dos vigas longitudinales iniciales con otras dos que toman apoyo y son fijadas a las extremidades de las vigas transversales. Todas las piezas que se usan para formar este

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..... .": b ...

a

a. oy b. u'amte'o mero.alcte' c. chuchute'

Figura 13. Vida 1uperior del arrnG.Jón de 141 paredu de la ca. tradicional.

marco son llamadas indistintamente ts 'amte' o merosakte' (vigas de base). Ellas son atadas únicamente por lazos de corteza (se emplean algunas veces grandes clavos para los ensamblados im­portantes, por ejemplo para fijar las primeras vigas que descansan directamente sobre las extremidades de los pilares). Las paredes del edificio no se completan sino luego de construido y cubierto el techo.

Generalmente, la estructura del armazón del techo se compone de ocho vigas (chujkal) fijadas al marco de base de tal manera que forman dos figuras piramidales (Figura 14,a) unidas en la cima por el caballete (kabayete) y estabilizadas por un marco hori­zontal, construido a media altura, llamado planchonciUo o ska­talte el. Ese marco la mayoría de las veces es fijado en el interior de las ocho vigas chujkal, en cuyo caso la armazón no es más elaborada (Figura 14,b). Una variante consiste en colocar y fijar

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~ ~

sakte' .. -----~

' /.

Figun 14. Armaz:ón tradicional: diferente• fue• de la con.trucción (a, b, e) y varian· te• {d).

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ese cuadro en el exterior de las vigas llamadas chujkal y después, para cada una de las aristas del techo, se agrega una viga de arista (sakte ), que descansa sobre las esquinas de los diferentes marcos horizontales (Figura 14,d).

Una vez colocada esta estructura en su lugar, se le añaden cabrios (llamadas también sakte ') cuya única función es sostener la trama de varas de bambú a las cuales serán fijados los mate­riales de cobertura (Figura 14,c).

Por último, en el interior del techo y en su cima, se fijan cua­tro pequefias vigas transversales que servirán a la vez para atar los manojos de paja o de hojas terminales y asegurar una mayor solidez al conjunto de la armazón, destinada a soportar un peso considerable (sobre todo en la estación de lluvias); estas peque­fias piezas son llamadas sjoktajib cha'ajan (que se puede traducir como "ligadura del conjunto").

Todas las ataduras que se utiÍizan para estos ensamblajes son de trozos o jirones de corteza, retorcidos antes de usarlos. No se trata de la corteza externa de los árboles sino de una capa fibrosa (elliber) comprendida entre la madera y la corteza pro­piamente dicha. Para procurarse esos materiales, se pela el árbol tirando de abajo hacia arriba pedazos de corteza previamente cortados en la base del tronco; después, en cada una de esas bandas se separa elliber de la corteza superficial; esta separación se obtiene jalando la banda a través de una hendidura estrecha (hecha en un tronco, por ejemplo) y resultan te de la diferencia de elasticidad de los dos materiales pegados en el origen. El árbol del que se obtienen esos lazos, es en general el bat (no identifi­cado, su madera es ligera con fibras blandas). Otras especies son también empleadas en esos casos, como el xwax y una tropical, el manilch 'ajan (no identificadas). El bat es considerado como el mejor por su resistencia a podrirse con la humedad, mientras que el swax es empleado para hacer las cuerdas que, una vez terminada la casa, quedan protegidas de la lluvia.

Todas las vigas son talladas de diferentes palos, tales como el liquidámbar (so 'te'), numerosas variedades de pinos (taj, o pinus), ciprés k 'isis o Taxodium mucronatum) y otros (ats 'amte

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o vibumum hastwegii sakmumuste: kajkayte', sakyate', nichim­te', etcétera).

Cobertura del techo

Sea que se trate de manojos de paja (ak) o de hojas de caña de azúcar (yabinal wahle '), las técnicas de techado son aproximada­mente las mismas; la única diferencia radica en el modo de fijar­las: a) la paja, atada por manojos es fijada con cuerdas de corteza; b) las gavillas de hojas no son atadas sino simplemente dobladas alrededor de las varas de bambú, manteniéndose en su lugar por su propio peso.

Para la descripción hemos escogido el segundo tipo de mate­rial, pero todo lo que aquí se diga es válido también para el primero.

Sobre la estructura del techo, tal como la hemos dejado, se fijan horizontalmente, y de abajo hacia arriba, las varas de bambú dispuestas por pares. Entre varas (xulal o Bambusa vulgaris) hay un espacio, de un par al otro, de 25 a 30 cm. Ellas son atadas a todos los cabrios que cruzan, a fin de evitar que St:;

doblen bajo el peso de las hojas (Figura 15,a). Es sobre esa trama, y siempre de abajo hacia arriba, que se colocan las gavillas de hojas, dobladas alrededor de cada par de bambú.

Las gavillas son colocadas en todo el contorno inferior del techo, luego se pasa a las varas de bambú inmediatamente supe­riores, a medida que una vuelta es terminada. Así, las capas sucesivas se superponen ampliamente, dando a la techumbre un espesor conveniente y facilitando el escurrimientp del agua de las lluvias. Una vez cubiertas las pendientes del techo, las gavillas se amontonan horizontalmente sobre el caballete (Figura 15,b). Esas gavillas son mantenidas en su lugar por otras colocadas perpendicularmente a la arista del techo y que la cabalgan. Cuando se considera suficiente el espesor, se coloca sobre el conjunto una pesada pieza de madera, llamada strnjol (de stenel, "aplastar" y jol "cabeza", siendo el techo la "cabeza

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de la casa"), que se fija de diferentes maneras, ya sea por lazos al kabayete (Figura 15,d), o por pesos en las extremidades:

l. karabatote'el (Figura 15, e): gruesa horquilla pesada, tallada en un árbol (llamada también jet te', "palo hendido");

2. yoxomiljolna (Figura 15,f): aunque no comprobado en Bachajón, este sistema (aún en práctica en Sivacá) es particu­larmente notable. Consiste en pesadas ollas de barro (oxom) del tipo que se emplea para las comidas festivas y que, al quedar fuera de uso, se rompen a lo largo y se empotran en las dos extremidades del madero para mantenerlo en su lugar.

Una variante del sistema kabayete-stenjol consiste en colocar dos stenjoletik a ambos lados de la arista del techo, fijados con lazos a la extremidad de los cabrios (Figura 15,e).

stenjol .

Kabayete.

a b

e

f

Figura 15. A&pecto& del tecluJdo de 14 ClUtJ trodicioool (detalle•).

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Recubrimiento de las paredes

En la casa tradicional, las paredes no son las que soportan la armazón del techo; ésta descansa, como lo hemos visto, sobre cuatro o seis postes, sólidamente fijados en tierra.

Esos mismos pilares, con el marco de las vigas que los une, sirven de sostén al conjunto de pértigas verticales y varas de bam­bú horizontales, que forman el esqueleto de la pared de baja­reque.

A una distancia media de 80 cm se fijan pértigas verticales (chuchute ') sobre todo el contorno interno del marco de las vigas; esas pértigas están hundidas algunos centímetros en el suelo. En ocasiones se refuerzan los pilares de ángulo con cuatro pértigas más, dejando éstos fuera del armazón de la pared, en el interior de la casa. Se disponen después, de abajo hacia arriba y tabique por tabique, las varas de bambú (llamadas en este caso jalal) que se fijan a las pértigas, colocadas con anterioridad, en el exterior de la pared (Figura l6,a y b ).

La mayoría de las casas con paredes de bajareque son también hechas de un solo zarco externo de varas de bambú. Algunas están constituidas de un doble zarco (llamado chalampajk '), uno externo y otro interno. La fijación de las varas es asegurada por cuerdas de corteza que corren de abajo hacia arriba a lo largo de cada pértiga. Las varas horizontales son amarradas de dos en dos con esas mismas cuerdas; el espacio dejado entre dos pares de varas de bambú es muy reducido, pues mide entre 0.5 y dos centímetros.

Una porción de la pared, situada entre dos pértigas, se deja libre para el emplazamiento de la puerta. •

El bajareque es una mezcla de tierra, agua y agujas de pino (o restos picados de hojas de un viejo techo en ruinas) llamado en tzeltal pajk '. Esos tres elementos son mezclados durante largo tiempo (wots 'ahch 'al), y una vez obtenido el lodo es colocado a mano (pak 'na: de pak, que significa "golpear", "batir" y que en particular designa la acción de las manos en la fabricación de las tortillas) sobre la cerca de varas de bambú. Después de

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a

-------------- -----------

--------------------

a. ligadura del cereo de otate (esquina). b. ligadura del cereo de otate (nonnll)

e. corte de una pared de baJareque d. corte de una pared de baJareque con un aolo cerco. con doble cereo.

Figura 16. Fabricación de uno pared de bajtJTeque (detolle1)

algunas horas de secado, se alisa la superficie con la palma de la mano (sjaxeltaja ').

Para cada pared se trabaja en parejas, frente a frente, un hombre en el exterior de la casa y el otro en el interior. La capa externa es espesa, de unos cinco centímetros, y la interna más delgada, suficiente para tapar la estructura de la pared, cuya forma permanece visible (Figura 16, e).

En el caso de paredes de doble zarco, el espesor de tierra es mayor (1 O a 12 cm) y se hunden en la pared guijarros que contribuyen a darle solidez al recubrimiento (Figura 16, tl).

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La última operación para hacer habitable la casa consiste en aplanar el suelo de tierra batida (pamanej lum ).

Aberturas

El humo sale por un espacio reducido que se deja abierto, en las extremidades de la arista del techo, cuando se colocan las hojas finales de la techumbre. Si no hay salida directa, el espacio que se deja entre la extremidad inferior del techo y el borde superior de las paredes permite una circulación de aire que mantiene el humo más o menos suspendido en la mitad superior de la casa. Este espacio es llamado nuk 'na, "cuello de la casa".

Las casas tradicionales carecen de ventanas, y únicamente tienen una o dos puertas estrechas que se abren hacia el sitio, o espacio doméstico. Cuando las construcciones están diseminadas sobre el sitio, la mayoría de las veces las aberturas se hacen al frente, facilitándose así el acceso directo de una casa a la otra. La puerta es simple, compuesta de una tabla que gira en un armazón, o doble, con dos hojas giratorias. Se abre hacia el interior de la casa, por simple presión, y se cierra en la noche con un pequeño pasador de madera. La abertura es por lo general estrecha y baja, de 50 a 60 cm de ancho y no mide más de 150 o 160 cm de alto.

MOBILIARIO

Mobiliario general

El mobiliario del dormitorio (parte de la casa o construcción separada) es muy reducido y consiste en una o varias camas de madera, o, más simplemente, en esteras (pop) que se extienden en el suelo por la noche. La cama de madera (wayibal) está hecha de cuatro postes clavados en tierra (yoyal), con una extremidad hendida, unidos de a dos por travesaños (k 'al k 'antr ')

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.1. 78 al4in breton

sobre los cuales se fijan varas de bambú o tablas de madera. Con una altura de 75 cm, la cama no es muy larga, pues mide apenas algo más de 170 cm (con 80 a lOO centímetros de ancho).

En el dormitorio o parte de la casa que cumple esa función, se encuentra, contra una pared o en un rincón del cuarto, el altar doméstico constituido por una pequeñ.a mesa (o caja levan· tada) sobre la cual son colocados un mantel de papel periódico o

c:::::==;;;r=============:::::¡¡¡;=i;==· .... hit'bilte' · · · · · · · .. k'atk'ante'

.......... yoyal

de tela, dos o tres imágenes de santos (Virgen de Guadalupe, San Antonio, San Pedro, etcétera), algunas velas, un incensario y una pequeñ.a cruz de madera. Antiguamente, en Sivacá el altar estaba en el suelo, hecho de un montículo de tierra y de piedras, y era de un tamañ.o promedio de 40 centímetros de alto, lOO de largo y 60 de ancho. El uso de levantar tales altares ha des­aparecido hoy en día. Allí se quemaba el incienso (pom) durante las fiestas. Para la Fiesta de los Muertos, en particular, las velas permanecían encendidas, el incienso quemando y el altar guar­necido de frutos y flores. Esos mismos actos eran repetidos (menos las ofrendas) cuando se convocaba al curandero (poxta­wanej) para curar a un enfermo en la casa. El altar seguía los desplazamientos de la familia: cuando una casa era abandonada, se lo transportaba hasta la nueva morada. Además, en el dormi­torio se encuentran numerosos armarios, ganchos, baúles que sirven para guardar los trajes y demás accesorios de cargar

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(pehk', banda frontal en cuerda trenzada o cuero; tsempatil, cuadrado de piel que se coloca entre la carga y la espalda para proteger esta última; cuerdas, etcétera), el machete, los utensilios y materiales para tejer. Actualmente el mobiliario de los dormi­torios tiende a enriquecerse con mesas y sillas, hasta ahora destinadas a la cocina. Se nota también la presencia de una escalera (mohibalte ), tallada en un tronco recto de bat, que sube al desván donde son guardados los objetos menos usuales.

Mobiliario de cocina

La parte de la casa reservada a la cocina, o la construcción separada que le es destinada, es mucho más rica en mobiliario y material de todas clases, que se organizan alrededor del fuego, testigos de una actividad intensa y casi incesante de las mujeres.

El fuego, k'ahk', es la mayoría de las veces colocado en el suelo, sin ningún arreglo especial. Está compuesto por tres piedras (oxyoket) de las cuales una grande es fija (me'yoket, "madre knamaste ") y dos pequeñas movibles que se colocan según las necesidades. Esas piedras son a veces remplazadas por viejas ollas volteadas. El fogón es el fuego de cocina instalado en un lecho de tierra y piedras, arreglado encima de un armazón de madera, construida sobre cuatro postes. Esta nueva forma de hogar, de influencia ladina, permite a la mujer trabajar de pie, a una altura entre un metro y 120 centímetros del suelo.

Prácticamente el fuego no se apaga nunca. En la madrugada, sobre las ascuas de la víspera, finos trozos de madera de ocote, hojas y tallos secos de maíz reviven la llama. Se emplean diferentes clases de leña de combustión más lenta para la éocción de los alimentos. El fuego permanente de la cocina está siempre situado en un rincón de la casa, por lo general lejos de la puerta de entrada (contrariamente al fuego que se enciende a veces en el centro del dormitorio, para calentarse en las noches frías).

El mobiliario comprende principalmente mesas, sillas y numerosos recipientes de barro cocido o de origen vegetal, así

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como accesorios varios, destinados a suspender o colocar alimentos y pequeños objetos:

mats'umte': mesa baja, con cubierta circular, con tres pies; colocada en la proximidad del fuego, sirve para la confección de las tortillas. ak'inte': cubierta de madera maciza, fijada sobre cuatro patas sólidas y apoyada contra una pared, sobre la cual se encuentra la piedra de moler (metate o cha) con su "mano" (k'abcha), y actualmente el molino de metal con manivela, empleado por la mayoría de las mujeres para moler el maíz y preparar la masa (we'bal). El metate tradicional no sirve más que para moler el café tostado. y los granos asados de calabaza o de maíz, que entran en la confección de platos especiales, para las fiestas. mesa: pequei\a mesa de forma clásica sobre la cual se sirven laa comidas. Mueble bajo, a la altura de los taburetes. ts'amate': taburete liviano y bajo, tallado en madera de bat, en forma de paralelogramo, que presenta un hundimit~nto en su cara inferior y un apéndice a guisa de pufio.

Las vasijas y recipientes son numerosos:

l. recipientes de barro cocido: samet: plato para cocer las to.tillas (llamado también comal); chichinab: pequeña olla redonda, con varios orificios, en la cual se lava el nixtamal; k' ib: jarra para el agua, con tres asas y decorada, fabricada en Tenango; oxom: olla redonda, con dos asas, para cocer el nixtamal y los frijoles; poket: recipiente colocado bajo la mesa de moler, que recibe las aguas cargadas con residuos de rnaí~ (apu ). Cuando está llena, st~ vuelca su contenido en la artesa dt~ los cc~rdos; xalten: (del español: sartén) recipicntc~ ancho esmaltado quc~ se compra en las tiendas.

2. recipientes de origen vegetal. Se trata, la mayoría de las vect$, de cucurbitáceas secas, vaciadas y algunas de dlas eortadas, para uso~:~ múltiples:

tsima: calabaza (Crescentia cujete) que sirve de tazón. La llevan los hombres al campo para preparar y tomar d pozol (maí~ molido mezclado con agua) al mediodía; tsu: cantimplora (Lagenana siceraria) llamada corrientemente tecomate, que presenta forma de un ocho;

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tsuhlwaj (de tsu y waj, tortilla): parecido al anterior pero cortado por la mitad, que sirve para conservar las tortillas calientes cuando éstas han salido del fuego; hay: cantimplora (ídem) de formas variadas, que sirve de tazas o palanganas, según su tamaño.

Este fruto también es empleado como sistema protector: perfo­rado por su centro, se coloca, volteado, a través de numerosas cuerdas que sostienen estantes y ganchos. Este dispositivo impide que los roedores alcancen los alimentos que allí se guardan.

Se emplean otros recipientes y utensilios, que se compran en las tiendas (sillas, tazas de metal esmaltado, latas de conservas, cubos, palanganas metálicas, vasos, etcétera).

Agreguemos, para terminar, la descripción del mobiliario de la cocina:

mehs: escoba de ramas; majas: palito en madera de pino, provisto de cuatro paletas planas, que se emplean únicamente para batir el atole (ul), bebida de maíz, endulzada con panela o azúcar morena, alimento cotidiano de los niños y ocasionalmente de los adultos (se consume en grandes cantidades en ocasión de las fiestas); moch: canasto (cestillo) trenzado, de fondo convexo, fabricado en Bachajón. En él se van depositando los frijoles cuando se les reco­lecta y los granos de maíz cuando se desgrana. Las mujeres lo usan como sombrilla cuando trabajan fuera; koxtalmoch: canasto trenzado, de fondo convexo, fabrica_do en las tiendas (fabricado en la región de Ocosingo); karabatotP': ganchm; metálicos curvos o hechos con una horqueta de madera; bahtP ': •~stant•~s d•~ madera, suspendidos por cuerdas; pPtumtP': pequeña red de fibras de corteza, extendida sobre un arco de bejuco; se suspende con cuerdas y sirve para alniacenar pequeños objetos.

En los alrededores inmediatos de la casa se encuentran:

jux (o hux): piedra plana para afilar las hojas de los machetes; jutdajibal: piedras anchas y planas que se colocan a veces en el paso de l11 puerta y donde uno se sienta;

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hobente': gran artesa para los cerdos, tronco ahuecado del árbol ujtuy (no _identificado) o del aguacate (on, o Persea americana). annazones y zarcos exteriores para el secado de los pimientos, frijo­les, etcétera. construidas según el modelo de las camas.

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VIII

EL ESPACIO DOMESTICO

La casa habitación que siga normas de construcción tradicionales o modernas, es el lugar geométrico del sitio o "espacio domésti­co". Este se define a diferentes niveles: el sitio propiamente dicho, generalmente bien demarcado con relación al paisaje que lo rodea, y los que hemos llamado "anexos" que, prolongando el sitio, marcan la presencia del grupo doméstico en su t~rru­ño y el territorio en general.

DIFERENTES TIPOS DE SITIOS

En un artículo anterior presentábamos las diferentes clases de sitios, en relación con una tipología de los caseríos basada en el grado de concentración del habitat (Breton, 1973). Parece que ese grado de concentración varía en los caseríos en función de un factor principal: la creación de centros formales en el seno de algunos de ellos, definidos generalmente por la presencia simultánea de una ermita, un terreno de deportes y, algunas veces, una escuela. Esos centros han sido edificados, recordé­mosto, por la misión jesuita (capillas o ermitas) y .por una misión protestante (templos). La existencia de tales centros determina muchas veces un área residencial y de servicios (agua potable) libre de cultivos.

Los caseríos dotados de tales centros traducen un cuidado de arreglo definido con su zona central mantenida en hierba roza­da que sirve de prado comunal, mientras que las milpas ocupan la periferia. El asentamiento de esos caseríos se caracteriza por

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un núcleo concentrado principal, en las proximidades de los edificios descritos, y por elementos más aislados, periféricos, que forman, de un centro al otro, una red intermedia dispersa.

Nuestra tipología distingue principalmente los sitios que par· tic.ipan de esos grupos formales y los aislados que no participan de ellos. En ese último caso el sitio es definido como abierto y con campos contiguos; en el primer caso, el lugar es abierto o (cada día mas frecuentemente) cerrado y con campos separados.

Un sitio llamado "abierto" cuando no tiene cercas materiali­zadas y entonces la casa y el espacio desmontado que la rodea se continúa sin tansición por un barbecho o un bosque (Figura 17).

Si se trata de "campos contiguos" significa que ese monte o ese bosque forman parte del terreno familiar y es susceptible de ser sometido a cultivo (maíz o café). En efecto, ese tipo de sitio es frecuentemente adyacente a la milpa. Sin embargo puede no serlo durante ciertos años, cuando los cultivos ocupan una por­ción de tierra diferente, según el ciclo de rotación de los suelos al interior del territorio familiar.

Por el contrario, llamamos "cerrado" a un sitio que está cer­cado (con alambre o estacas de madera). El fenómeno de cercado se desarrolla considerablemente a medida que la cría de gana­do se convierte en una actividad económica más importante; en cuatro años ha afectado varios sitios y principalmente aquellos que forman parte de los núcleos concentrados de ciertos case­ríos, establecidos en la zona que tiene función de prado comunal. En este último caso no hay necesidad de precisar que se trata de sitios con campos separados. Finalmente, en el pueblo este último tipo de sitios es dominante por razones de organización espacial. En efecto, aun si el plano cuadriculado general no es manifiesto a primera vista, sirve de trama al establecimiento del asentamiento humano. Las casas se encuentran allí bien orienta­das, y el sistema de caminos en ángulo recto se hace más aparente a medida que aumenta el número de las viviendas. Cada una de esas casas poblanas se construye sobre un terreno de unas diez :ireas de superficie, en el interior del cual se encuentra el huerto.

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El cercado es una práctica corriente por razones de seguridad dado que el ganado se pasea libremente.

Hacia la periferia del pueblo, el trazo geométrico se vuelve menos estricto apareciendo sitios abiertos, algunos adyacentes a las primeras milpas. En su mayoría los habitantes del pueblo cultivan tierras más o menos alejadas del centro, en l1,1gares de los cuales son originarios, ellos o sus padres, y la distancia que separa la casa de la milpa es algunas veces grande (hasta cinco o seis km). Muchos de ellos aún poseen una casa en el caserío de origen, donde residen en ciertos periodos del año y en particular durante los trabajos agrícolas. Numerosas son también las casas del pueblo que son residencias secundarias pertenecientes a gen­tes que viven en caseríos alejados; aisladas en el centro de su parcela poblana, sin construcción anexa, sin huerto, y sólo sirven de albergue temporal a sus propietarios durante sus llegadas al centro.

Las variables "abierto-cerrado" o "campos contiguos-campos separados" que acabamos de definir, no explican la estructura interna del sitio; aparecen como adaptaciones o consecuencias secundarias de la localización misma del sitio y de su participa­ción en concentraciones de habitaciones.

Un tercer par de variables tipológicas revela la estructura y la organización del sitio, en función de la organización y del des­arrollo doméstico. En general, a la familia nuclear corresponde el sitio llamado simple y a la familia extensa o indivisa (grupo de hermanos) el sitio denominado compuesto. Un sitio simple com­prende como mínimo una construcción única que reagrupa todas las funciones domésticas (en correlación estadística con una pareja joven sin hijos o con niños de corta edad) y cpmo máximo tres construcciones con función específica (dormitorio, cocina y troje). El subtipo más frecuente se compone de dos edificacio­nes, de las cuales una (el dormitorio principalmente) incluye la troje.

El número de construcciones en el interior del sitio no es, sin embargo, suficiente criterio para distinguir entre los tipos "sim­ple" y "compuesto". Aunque los ejemplos del primero pue-

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den presentar tres construcciones separadas, algunos sitios compuestos constan a veces tan sólo de dos casas simples cons­truidas en el mismo lugar y que albergan a dos familias nucleares. La definición de sitio compuesto se basa en el hecho de que por lo menos dos edificios del espacio doméstico desempeñ.an funciones similares. Así, cuando la familia extensa conserva su cohesión, es decir cuando los hijos deciden continuar residien­do con el padre, la tradición quiere que construyan aparte su propio dormitorio, desde antes y en vista de su matrimonio. Es entonces la presencia simultánea en un mismo lugar de dos dor­mitorios lo que define la forma primera del sitio llamado com­puesto. N o hemos conocido ningún caso de familia extensa cuyos miembros compartan indistintamente los edificios de un sitio simple.

El desdoblamiento de las funciones (de sueño) en el seno de un sitio compuesto puede extenderse a los otros aspectos de la vida del grupo doméstico extenso; éste está determinado por las formas de cooperación que se perpetúan, de una parte, entre los hombres (parientes consanguíneos) de la familia extensa y, de la otra, entre sus esposas respectivas. Este tipo de sitio puede enriquecerse a voluntad con nuevas construcciones (cocinas, gra­neros) que nacen de la ruptura de la cohesión económica del grupo. La construcción de una nueva cocina, por parte del hijo casado por ejemplo, la mayoría de las veces resulta de un malen­tendido entre la esposa y la madre de éste, y también puede deberse al hecho de que padre e hijo trabajen separadamente sus campos; la escisión del grupo de producción en dos unidades independientes afecta la cohesión del grupo de consumo, y vice­versa. La situación efectiva es en general tajante y neta: manifiesta una cooperación completa en ambos niveles de producción y consumo, o bien una independencia total de las unidades consti­tutivas del grupo doméstico extenso. En otros términos, padre e hijos trabajan conjuntamente el mismo terreno, hacen granero común y sus esposas respectivas emplean la misma cocina y hacen igual comida para todos, o de lo contrario cultivan separada­mente, construyen su propio granero y cocinan aparte. Aunque

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la participación de una producción común entre dos unidades de consumo distintas o la reunión de dos unidades separadas de producción en un grupo único de consumo no son prácticas inexistentes, constituyen, sin embargo, casos aislados.

COMPOSICION GENERAL

El sitio se presenta como una superficie desmontada (ama k), bordeada en uno o dos de sus lados por cultivos domésticos (ts' unub awalil, "espacio sembrado"), y rodeada por bosques o monte (k 'inal). Ejemplos concretos de arreglo y organización del espacio en el interior del sitio son presentados en el Anexo 111. Las constantes de organización general están ilustradas en la Figura 17 (caso de un sitio simple, abierto, de campos contiguos, el más generalizado en Bachajón).

En el interior del espacio desmontado, la casa ocupa general­mente una posición decentrada; sus construcciones, adosadas a la parte en barbecho exterior al sitio, o separadas de éste por algunas plantaciones, dejan libre una superficie que sirve de patio. Este espacio es utilizado por todos los habitantes de la casa para los trabajos domésticos exteriores: corte de leña, secado del café, tendido de la ropa, etcétera, así como por los anima­les del corral, que vagan libremente por todo el sitio. Las puertas de las diferentes construcciones de la casa siempre dan sobre este patio, al mismo tiempo que frecuentemente se abren enfren­tadas de una a otra construcción, comunicándolas entre sí.

En el espacio sembrado (ts'unub awalil) del sitio, deben dis­tinguirse los huertos propiamente dichos y las plantaciones dispersas que rodean al patio. En los huertos, por lo general cercados, se cultivan plantas que necesitan vigilancia y viveros de siembras, que producen alimentos complementarios de los de la milpa principal. Algunos pies de maíz de toda estación (cultivo intensivo), frijoles, una o dos filas de repollos, pimientos (icli, o Capsicun annuum ), chayotes (Schium edule) o tomates, son cultivados en pequeña escala. Las plantaciones no son objeto ele

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tantos cuidados; consisten generalmente de frutales y otros árboles y arbustos, decorativos o apreciados por su sombra. Las numerosas especies no han podido ser todas identificadas, pero sin duda predominan bananos y plátanos, seguidos de naranjas, limones, limas (Citrus limeta),aguacates; más raramente, se encuentran mangos, guayabas, jocotes, anonas, etcétera. El follaje de esos u otros árboles que no tienen ninguna función ali-

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bachajón 189

mentaria (sahn, tselel, sitit) protege a veces a algunas plantas dispersas de café, a la vez que da al patio un poco de sombra refrescante.

Es sobre una porción de este espacio sembrado, de superficie limitada y móvil de un año al otro, que se vuelcan las basuras domésticas (k 'a 'pal), transformadas en abono natural por la acción de los puercos y de las aves, que encuentran allí su ali­mento cotidiano. Estos animales se cobijan por la noche en pequeñas construcciones rudimentarias, con paredes de tablas verticales y techo de paja o de madera, situadas en los linde­ros del sitio (na chitam, "porqueriza"; na mut, "gallinero").

Los contornos inmediatos (k 'inal) del sitio que, como lo hemos dicho, son susceptibles de destinarse a la milpa principal en la mayoría de los casos, son cada vez más utilizados por los agricultores para cultivar café; próximos a la casa, responden a las exigencias de vigilancia y de mantenimiento que requiere la planta, al mismo tiempo que ofrecen la sombra necesaria para su crecimiento. La introducción e intensificación de este cultivo han contribuido evidentemente a alejar un poco la milpa de la casa, así como a estabilizar con solidez el habitat (volveremos sobre este punto).

Los caminos que llegan al sitio son a menudo específicos y hasta cierto punto privados (jbe ', "mi camino"), contrariamente a los senderos que atraviesan los caseríos y el territorio. Es raro que un sitio esté colocado en el recorrido de uno de esos sende­ros; la mayoría de las veces, si no todas, el sitio se encuentra retirado a algunas decenas de metros y tiene sus propias vías de acceso, sus propias "entradas". Según la posición del sitio con relación a un camino público, el número de las entradas es varia­ble. Además de aquellos que lo comunican con la t'ed general, el sitio está unido a pequeños senderos de uso más restringido, que pueden calificarse de semi privados: tal como el camino de acceso a un pozo de agua o aguaje, compartido por una o dos casas, o como un sendero que une directamente el sitio y la milpa o el trapiche. En numerosos casos hemos visto una correspondencia entre red y función de los diferentes caminos que salen del sitio

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y la organizac10n interna de éste. La salida más próxima del dormitorio lleva a menudo a la milpa o/y a una vía de comuni­cación más importante; la salida próxima de la cocina conduce por su parte al punto de agua. Esos caminos son, como los obje­tivos a los cuales llegan, los lugares de encuentro más importantes entre los participantes de un grupo de vecindad. Son más rara­mente frecuentados por los extrafios a ese grupo. Las personas de paso, que van o vienen de otros caseríos, se desplazan siguiendo los caminos reales (muk 'ul be).

EMPLAZAMIENTO DEL SITIO

La construcción de una casa nueva puede responder a diferentes objetivos (matrimonio, crecimiento de la familia, ruptura del hijo con el grupo paterno, etcétera) y tomar formas variadas (sitio simple independiente, nueva(s) construcción(es) en el seno del sitio compuesto). Esas formas resultan de la coopera­ción interna del grupo doméstico extenso y, en particular, del "acuerdo" entre un individuo y su familia de orientación y entre su esposa eventual y la familia de adopción. En cierta medida, construir una casa aparte o participar de un sitio com­puesto, constituye la elección primordial. Pero veamos cuáles son los datos y los criterios que intervienen, de una manera general, en la elección del emplazamiento de un sitio.

En los caseríos, el lugar es escogido obligatoriamente en el interior de los límites de las tierras del linaje y, más precisa­mente, en la parte de esas tierras transmitidas por herencia que corresponden a cada uno. Fuera del territorio de su linaje y de las parcelas que posee allí como miembro de ese linaje, un hombre no puede instalar su casa sin usurpar tierras que perte­necen a otros linajes. La residencia es tradicionalmente patri o virilocal, pero esta regla puede admitir cuatro excepciones:

J. El caso de un hombre proveniente de un linaje sin tierra y que recibe un préstamo por parte del patrilinaje de su esposa.

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Por acuerdo entre suegro y yerno, esta práctica se acompaña a menudo de la instalación del segundo en las tierras puestas a su disposición. Estadísticamente, esos ejemplos de residencia "uxorilocal" son poco numerosos.

2. El caso de un hombre que ha sido criado sólo por su madre, después de una separación o de la muerte del padre. En tal situación, suele ocurrir que la mujer (separada o viuda) vuelva a vivir con sus parientes. A veces sus hijos son adoptados por éstos, y se benefician, a la edad adulta, de las tierras, tal como si fueran miembros del linaje de su madre (o linaje de adopción). Esta posibilidad se traduce en algunas formas de residencia "avuncu­local".

3. El caso de un hombre que independientemente del hecho de poseer o no tierras, decide habitar en el pueblo de Bachajón por razones personales (atraído por la vida en el centro) o para aprovechar su calidad de ejidatario. En efecto, numerosos bacha­jontecos sin tierra viven en el pueblo y trabajan milpas que les son prestadas. Podría tratarse en este caso de un tipo de residen­cia "neolocal", pero la obligación que tienen esos individuos de vivir dentro de su barrio, y sobre todo dentro de una mitad (en San Jerónimo), o de un kalpul (en San Sebastián) determinado del perímetro poblano, sigue en realidad una norma virilocal.

4. El caso de un hombre quien, por provenir de un linaje pobre o sin tierra, se ve impulsado a emigrar hacia las colonias y a par­ticipar en nuevos ejidos. Este fenómeno de residencia "neolocal" es bastante importante desde la creación de esos poblados pio­neros.

La elección exacta del emplazamiento de la casa integra crite­rios de orden ecológico. El terreno es por lo general plano o ligeramente inclinado, la casa es adosada a la pendiente y se la rodea de zanjas que drenan las aguas de lluvia. La naturaleza del suelo se toma en consideración: los arenosos, o arcillo-arenosos ofrecen el mejor soporte, al mismo tiempo que proveen local­mente el material para recubrir las paredes (hi'ilum y k 'aklum designan dos tipos de tierras consideradas como excelentes para la fabricación del bajareque); además son muy adecuadas

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durante la estación de lluvias. Menos prioritarios en la secuen­cia de criterios expresados por los informantes son los servicios ligados a la vida del sitio, es decir el aprovisionamiento de agua y de leña.

El agua no es un factor limitante en materia de habitat, por tratarse de un elemento omnipresente y suficientemente abun­dante en la totalidad de la región. Cada casa o grupo de viviendas posee en general su propio abastecimiento de agua en las proxi­midades (a una distancia de 10 a lOO m). En determinados caseríos, la concentración de la población alrededor de los cen­tros formales ha contribuido a dificultar el aprovisionamiento doméstico, al aumentar, por una parte, la distancia entre las casas y el (o los) ojo(s) de agua, y por la otra al sobreexploúu­l,o(s) hasta el agotamiento. A ello se debe que los tzeltales no siempre sigan esta política de reagrupamiento, aunque en la actualidad esos caseríos con nucleación secundaria están dotados de sistemas de canalización y reciben agua potable.

Por lo que concierne a la leña (de cocina), los problemas son prácticamente los mismos. Las zonas forestales, relativamente abundantes, están repartidas de modo que cada uno pueda apro­\isionarse de leña sin alejarse mucho de su casa. Debido al aumento de la densidad demográfica y como consecuencia del crecimiento de la superficie de las tierras cultivadas, ya se advierte en ciertos lugares una escasez incipiente, lo cual obliga a mayores desplazamientos.

En la elección del emplazamiento, también son importantes y se toman en cuenta los criterios de intimidad y de campo visual. Aunque algunos sitios están aislados, fuera de la vista de los transeúntes y cercados por todas partes de árboles que cierran el paisaje, algunos informantes consideran como afortunada la posibilidad de "poder ver el camino principal (m u k 'ul be')", y a las personas que lo transitan, o tener una visión amplia del templo o la capilla del lugar, de las casas de los alrededores, o cuando la configuración del terreno y la distancia lo permiten, del pueblo. En ese caso, el sitio se establece en las alturas o a mitad de una pendiente. Para los constructores que han de utili-

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zarla, se plantean entonces otros problemas tales como la fuerza de los vientos y de las lluvias. Esas consideraciones no intervienen directamente en el emplazamiento, pero sí en la orientación de las edificaciones sobre el sitio. De los cuatro vientos, el del norte es el más temido, por traer consigo las lluvias frías y persistentes de fin de estación (octubre a diciembre). Le sigue el viento del este, temible por su fuerza a veces destructora -"mando de Dios y de los abuelos que salen del mar"-, y que no siempre llega acompaiiado de lluvias. Cuando las características topográficas del terreno lo permiten, con frecuencia la casa se orienta hacia el sur o el oeste.

PROLONGACIONES DEL ESPACIO DOMESTICO

Fuera del sitio propiamente dicho, un cierto número de estruc­turas, construidas por los miembros de la familia extensa o nuclear, delatan la presencia del grupo doméstico en diferentes partes del territorio. Más precisamente, la localización de esos "anexos'' expresa la doble relación que mantiene la casa rural con su territorio (es decir, las tierras del linaje de las cuales ella depende) y con el centro poblano. Esas estructuras tienen fun­ciones precisas: son la troje en la milpa, el trapiche, el ojo de agua y la residencia secundaria en el pueblo.

La troje en la milpa, por lo general es una construcción simple, un abrigo destinado a guardar los frutos de la cosecha durante algunos meses. Su emplazamiento es provisorio en un campo dado y "sigue" la rotación de los suelos en el interior del terri­torio familiar. No todos los bachajontecos poseen.esta clase de troje. Antiguamente "cuando la tierra era abundante", era de uso corriente y todos disponían de una. Pero la crisis demográfica ha generado una notoria desigualdad en la tenencia y, para algu­nos, una situación de verdadera penuria. Los robos de maíz en las trojes de milpa se han hecho más frecuentes y han contribuido a su desaparición, siendo remplazadas por ~rancros permarwnt~s en d sitio. La troje en la milpa responde a una ~xigencia de·

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racionalidad económica en lo que concierne tanto a la recolec­ción del fruto como a su transporte. Su construcción permite al agricultor almacenar a medida y en su totalidad el maíz recolec­tado. Cuando la cosecha es importante, puede permanecer allí algunos días consecutivos, sin necesidad de regresar a su casa. Una vez terminada y resguardada la cosecha, la transporta poco a poco, según las necesidades alimenticias de su familia y los medios (a sus espaldas o a lomo de mula), realizando viajes men­suales que puede organizar sin entorpecer las actividades econó­micas del momento. La ausencia de ese tipo de troje obliga por el contrario al cultivador a privilegiar el sistema de transporte, pues ante la imposibilidad de dejar sobre el lugar un excedente de maíz al término de cada jornada de recolección, le es necesario prever cotidianamente el transporte integral de los productos recolectados hasta el granero doméstico. Los medios de los cuales dispone limitan considerablemente el rendimiento del trabajo. La desaparición progresiva de las trojes de milpa en la comunidad de Bachajón ha contribuido sin duda alguna a intensificar el des­arrollo de la cría de animales de carga (caballos y sobre todo mulas), utilizados corrientemente hoy en día para el transporte de las cosechas. Mientras que en los caseríos las milpas están generalmente cercanas a la vivienda, y en todo caso suficiente­mente próximas para permitir al cultivador efectuar numerosos viajes por día, la troje en la milpa se convierte en un instrumento importante cuando aumenta la distancia de la casa a los campos (como en el caso de los residentes permanentes del pueblo, que cultivan tierras situadas en su caserío de origen, algunas veces muy alejadas).

El trapiche es también una prolongación del sitio sobre las tierras del linaje. Construido y utilizado en común por los miem­bros de la familia extensa, indivisa o del segmento del linaje, es el centro de las actividades ligadas a la molienda de la caña de azúcar, en algunos periodos del año (véase el Capítulo 111). Establecido en un cañaveral o en un lugar central respecto de las diferentes plantaciones de sus usuarios, el trapiche com­prende dos partes: a) El área de molienda, con el molino propia-

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mente dicho. b) El área de cocción, definida por el horno y un abrigo construido.

El área de molienda (Figura 18) tiene forma circular, y mide entre ocho y diez metros de diámetro. Su piso está cubierto de tallos aplastados de cañ.a, desechos de las cosechas o cortes precedentes, que evitan la formación de lodo en el recorrido de los animales de tiro (sbe 'ib kawu ', "el camino de los caballos"). Estos, una o dos mulas o bueyes atados al timón, accionan las piezas del molino central. El molino consiste en un pesado marco de madera de pino, mantenido en su lugar por cuatro gruesos postes clavados en tierra, en el cual se articulan tres rodillos de madera de encino. El rodillo central o sme' ("la madre"), en cuya extremidad superior está fijado el timón, transmite su movimiento de rotación a los otros rodillos o yal ("los niñ.os ") gracias a una serie de paletas llamadas xchu' ("su pecho"). Las cañas cortadas son pasadas tres veces entre los rodillos, cuya separación puede ser regulada por cuatro gruesas cuñ.as de madera -kunia- que se colocan en el marco. El zumo es recibido debajo de los rodillos por un canal que lo lleva a un extremo del molino, hacia recipientes intercambiables o directamente a la marmita de cocción, bajo techo, pasando por un canal subterráneo. Para terminar la descripción del área de molienda debemos señalar a los lados del molino, dos postes entre los cuales se almacenan los tallos de caña cortados formando el montón del cual se sir· ven los hombres dedicados a la molienda, éstos son el yawil wahle', "el lugar de las cañas". Por fin, cuando el molino deja de funcionar, el timón es desarmado y guardado en el abrigo, y sobre el aparato se coloca un pequeño techo construido de armazón de madera cubierto con hojas de caña (sna ul trapich, "la casa del trapiche"). Los rodillos de paletas de los molinos son fabricados por unos especialistas en diferentes caseríos de la comunidad. Son transportados al emplazamiento elegido y luego armados por los hombres que participan en el proyecto de explo­tación común, ayudados por otras personas de la vecindad, que mantienen relaciones de prestación recíproca de trabajo ("mano vuelta").

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molino

a. disposición general de lu úeu de molienda y de cocción.

. ventilación

fuego

b. corte vertical del homo

Figura 18. Molino de asúcar o trapiche (detallN)

A uno o dos metros del borde del área de molienda y ligera­mente más abajo, se encuentra el sna ul horno ("la casa del horno"). Se trata de un techo de dos aguas, cubierto de hojas de caña y sostenido por cuatro o seis pilares, bajo el cual funciona el horno de cocción y es almacenada la leña. El horno (Figura 18h ), qw· tiene la forma de media esfera, está hecho de una mezcla d,. tierra y piedras, y perforado por una galería en ángulo r~eto. En el extremo de ésta, sobre la parte superior de la cons­trucciún, se coloca el recipiente para cocer el guarapo. La cámara de combu!-itión, a nivel del suelo, es· permanentemente alimen-

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tada con leña. Por último, diametralmente opuesto a la entrada del horno, un pequeño conducto asegura el tiro.

En la mayoría de los casos, el ojo de agua -pozo natural, ma­nantial o arroyo- es un verdadero anexo del sitio. En el capítulo siguiente veremos que si algunos de esos ojos de agua son com­partidos por varias casas en circunstancias particulares, no es menos cierto que la repartición general de la población se sobre­pone ampliamente a la repartición preexistente, de los ojos de agua. Cada uno de éstos es en general arreglado por quienes lo utilizan: su acceso directo es empedrado para evitar la formación de lodo, y algunas veces se le añade una simple estructura de leños destinada a recibir los recipientes (cubos o jarras) a medida que van siendo llenados. Otras fuentes que descienden de las rocas, son canalizadas a lo largo de varias decenas de centíme­tros por un canal tallado en un tronco de bambú o por una hoja enrollada de plátano que facilita y dirige la caída del agua. El acceso al ojo de agua es esencialmente asunto de las mujeres, quienes encuentran en él un lugar de reunión y discusión cuando dicha fuente de agua aprovisiona a varias casas. Algunos están situados en las proximidades o al borde de los caminos y nume­rosos transeúntes se detienen en ellos para refrescarse o tomar algunos sorbos. La distancia que separa la casa de su ojo de agua es variable, pues la primera en general se encuentra situada en la cima o la pendiente y el segundo en la parte baja.

Para concluir esta descripción preliminar de los anexos del espacio doméstico, debemos referimos a la residencia secundaria -casa en el pueblo para los residentes de los caseríos o casa rural para los poblanos- que numerosos bachajontecos poseen. La casa en el pueblo ofrece poco interés en cuanto a su cons­trucción y las características de su interior. En iU mayoría, se trata de una construcción sencilla (hecha según el modelo tradi­cional con paredes de bajareque y techo de paja de cuatro pendientes o, las más recientes, con techo de lámina), levantada sobre un pequeño lote cuadrangular del perímetro poblano, concedido por la organización ejidal a aquellos de sus miembros que lo soliciten. Esas residencias sirven, la mayoría de las veces,

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de abrigo para sus propietarios cuando van al centro. Allí depo­sitan, a su llegada, sus sacos o costales, descansan, reciben a sus amigos en las horas cálidas del día, y duermen cuando su estancia se prolonga. El mobiliario es bastante sencillo (algunos petates y cobijas). A veces el dueñ.o añ.ade una cama de tabla, una o dos sillas y una mesa. Fuera de los domingos y días de fiesta, esas casas permanecen cerradas. En algunas de ellas se alojan parejas o personas ancianas, parientes de los propietarios, que las animan un poco y cultivan el jardín. Aunque algunas de esas residencias secundarias tienen un verdadero propietario y reciben en cada ocasión a los miembros de un solo grupo doméstico, en su mayoría son compartidas por varias familias cuyos hombres las han construido y las utilizan en común. Esos coposeedores son generalmente parientes próximos (miembros de una familia extensa o de un grupo de hermanos) y, cuando menos, pertenecen a un mismo linaje.

Veremos también, en el capítulo siguiente, el papel de esas residencias secundarias en la organización social y territorial, y en el sistema del habitat. En el caso de los residentes del pueblo, cuando son originarios de caseríos y todavía poseen tierras allí, son numerosos los que utilizan residencias secundarias (rurales), casas heredadas o construidas que ellos han abandonado para establecerse en el centro.

Esas casas también permanecen cerradas la mayor parte del tiempo y son ocupadas en el periodo de los prolongados e importantes trabajos agrícolas (desmonte y cosecha). Pueden servir de trojes temporales, como construcciones intermedias entre la milpa y la casa principal (en el pueblo).

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IX

EL ESPACIO SOCIAL

Las unidades del hahitat y anexos están diseminadas por todo el territorio comunitario de una manera relativamente homogénea. En este último capítulo nos ocuparemos de la organización sub­yacente de esa red extensa y compleja.

CONSIDERACIONES GENERALES

El hahitat, como todo fenómeno social, no puede ser aprehendido de forma unívoca. Su estudio impone distinguir diferentes niveles de lectura y análisis tales como el "fondo", la "forma" y el "contenido", recurrir a diferentes tipos de factores expli­cativos (ecológicos, históricos, sociológicos) y, por último, definir las zonas a las cuales corresponde (territorio global de una sociedad, territorio local controlado por un grupo de vecindad, territorios particulares de grupos sociológicamente definidos y de diferentes tamaños, tales como la familia nuclear, la familia extensa, el segmento de linaje, el linaje, el kalpul o la mitad y el barrio). Ciertamente, no hasta tomar en consideración esos tres subconjuntos de datos para pretender ser exhaustivo; es decir, para explicar el fenómeno "hahitat" en su totalidad. Pero en cambio permite establecer un plan de trabajo sencillo, a partir del cual es posible iniciar las discusiones y las compara­ciones.

Lo que definimos como fondo y contenido del habitat (o sea su soporte y su composición) permite tratar separadamente dos grupos principales de factores codeterminantes, que atañen

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por una parte a la ecología (en el sentido extenso que le hemos dado en el Capítulo 11) y por la otra a la sociología.

Los factores ecológicos engloban las características propias del medio natural (noción anglosajona del "habitat" o "nicho ecológico"), pero también la carga humana (densidad demográ­fica) y las relaciones que ésta mantiene con su medio (es decir, el modo de producción y la tecnología). La región ofrece rasgos morfológicos fundamentales debidos a una orogénesis particular cuyas principales características son: el relieve accidentado, la pobreza cuantitativa de los suelos cultivables debida a dificultades topográficas, a las limitadas propiedades agrícolas de la mayoría de ellos sometidos al deslave causado por las aguas de lluvia, a la erosión "galopante" que arruina las áreas desmontadas (barbecho reciente, siembras jóvenes). Ese soporte territorial es seguramente poco favorable; el conjunto que forma es selectivo, dividido en superficies a priori explotables (fondos de valles, depresiones, vertientes poco marcadas, lomas) y no explotables (barrancos, montañas). La explotación agrícola de esos espacios y las técnicas disponibles que se les aplican, se combinan negativamente con las dificultades naturales. El sistema de agricultura de des­monte y quema, aunque perfectamente adaptado a ese tipo de topografía y a los suelos que le están asociados, es particular­mente extensivo; para su aplicación se necesita disponer de grandes superficies de las cuales no se utilizan periódicamen­te más que algunas porciones. Según los lugares, hemos visto que la relación entre superficie explotable y superficie realmente explotada puede variar de uno a seis. Desde comienzos del siglo, y en particular la época de la Revolución, la región ha conocido una verdadera explosión demográfica, fuente de tensión sobre la tierra que localmente se fragmenta y, a escala del conjunto, se vuelve cada vez más escasa. La conjunción de esos factores ecológicos explica a priori la atomización del espacio explotable y consecuentemente del espacio habitable. En otras palabras, estos diferentes datos ejercen un fuerte poder dispersante sobre el asentamiento potencial de la red del habitat. La distribución geográfica de los ojos de agua no podría ilustrar mejor esta

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constatación. Entre los factores de agrupación del habitat, el agua tiene a menudo, sobre todo en un paisaje kárstico, el papel más importante: ya sea porque es cuantitativamente escasa en un medio árido (por ejemplo en Yucatán), o porque abunda pero bajo una forma particular en los medios más ricos (como en el caso de los grandes ríos de las tierras bajas de Chiapas, o de los "waterholes" en Zinacantán). Siendo abundante en la totalidad del territorio bachajonteco, el agua es además omnipre­sente y se presenta en la forma de pequeños manantiales y resur­gencias cuyo caudal no permite sino muy raramente aprovisionar a más de algunas casas por vez (a menudo una sola). En este sentido, el agua aparece también como un factor cualitativo importante y limitante, pero, contrariamente a lo que ocurre en numerosos casos, en cuanto a una cierta concentración del habitat. La repartición territorial de las fuentes de agua refuerza, tanto localmente como a escala del conjunto, el poder disper­sante de las otras características del medio estudiado.

Aparte de cualquier otra consideración, la interacción de esos diferentes factores define ciertas condiciones precisas de "habi­tabilidad" del medio, a las cuales el habitat no puede sino conformarse. La repartición teórica de éste, dentro de tales condiciones ecológicamente determinadas, responde a lo que hemos llamado (Breton, 1973:74) una "dispersión absoluta" de sus elementos. La repartición efectiva del habitat permanece siempre muy próxima a ese modelo teórico, y cualesquiera que sean las tendencias locales hacia eventuales concentraciones, la dispersión es más o menos relativa pero sí persiste como caracte­rística fundamental de la red.

Así pues, no cabe duda de que las dificultades del medio natural y de los medios empleados para su explotación desem­peñan un papel determinante sobre la repartición del habitat. Sin embargo, estas dificultades no constituyen razones suficientes para explicar la repartición efectiva; primero, porque dentro de las limitaciones que ellas imponen, podrían ser compatibles y previsibles algunas formas de concentración que no existen en Bachajón; segundo y como corolario, porque la dispersión

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aparece conjuntamente determinada por otros factores, en particular de carácter histórico.

Para ejemplificar la primera afirmación tomaremos el caso de Sivacá, poblado tzeltal situado sobre los contrafuertes que bordean el fondo occidental del valle de Ocosingo. Sivacá es un pueblo formado por una 150 casas, distribuidas según un patrón aproximadamente cuadriculado que tiene por eje una calle central. El contexto ecológico y las técnicas agrícolas son comparables en todos los aspectos a los que prevalecen en Bachajón; la diferencia reside en el tamaño del territorio, limitado a 1 600 hectáreas en el caso de Sivacá, donde población comuni­taria y población poblana son una sola y misma cosa; no existe ninguna residencia fuera del perímetro poblano. Como todos los poblados indígenas, éste fue creado poco tiempo después de la Conquista, según modalidades que, a pesar de ser conocidas, probablemente fueron parecidas a las de otros casos documen­tados. Formado por dos barrios, San Marcos y San Sebastián, el pueblo es el resultado de la reducción de poblaciones agrícolas dispersas, y aparece entonces como una forma de habitat heredada de la Conquista, que se perpetuó hasta nuestros días. No cabe ninguna duda acerca de que los habitantes de Sivacá están muy apegados a ese tipo de asentamiento y no desean cambiarlo. Por lo tanto, y cualesquiera que sean las adaptaciones sucesivas que han conducido a este resultado y las condiciones que han hecho "exitosa" esa concentración, los habitantes actuales de Sivacá explotan un territorio ciertamente poco extenso, pero cuyos límites más lejanos se encuentran a más de siete kilómetros del pueblo (dicha distancia, considerada aún como razonable -nopol, cercano-, permite viajes redondos y cotidianos de la casa al campo, en caso de necesidad). Allí la concentración es compatible con las desventajas ecológicas y se ha impuesto como modelo de organización territorial, ignorando deliberadamente modelos más económicos de adaptación al medio. Para el caso concreto, la expresión más perfecta de este modelo poblano estriba en el hecho de que la comunidad de Sivacá adoptó el sistema llamado "ejido colectivo" como medio de distribución de las tierras, por

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el cual todos cultivan donde y cuando quieren. De hecho, al no existir ninguna posesión individual permanente, se vuelve imposible toda residencia fija en dicho territorio.

Ninguna concentración de ese género existe ni ha existido en Bachajón. Si el pueblo es llamado muk 'ul lum (el gran pueblo) como referencia al importante poblado que fue, no tiene ningún punto en común con lo que representa el centro de Sivacá. En efecto, en Bachajón donde el territorio es inmenso, el centro poblano nunca hubiera podido alojar a toda la pobla­ción comunitaria, ya que un número considerable de sus resi­dentes se habrían visto obligados a recorrer cerca de cuarenta kilómetros para atender las tierras más alejadas.

La supuesta concentración del pueblo de Bachajón antes de la Revolución era muy diferente. Según Guiteras Holmes (1961 ), y los relatos de uno de sus informantes, en 1870 el pueblo tenía una población de entre cuatro mil y seis mil habitantes. Los ancianos cuentan todavía, pero sin dar ninguna otra precisión, que ese "centro" se extendía muchos kilómetros, englobando caseríos que hoy son periféricos (¡hasta la Estancia, se dice!). No se trata en este caso de una concentración del habitat (tipo Sivacá), sino de una ocupación más importante y, por lo tanto, quizás más continua de la zona que rodea al pueblo actual, bajo la forma probable de un continuum residencial que, partiendo del centro hacia la periferia, se volvía más difuso e integraba progresivamente más terrenos de cultivo. Además, en esta zona poblana habitaba tan sólo una parte de la población comunitaria, mientras que el resto residía en caseríos alejados, ampliamente dispersos, como siguen siéndolo hoy en día. Por ende, la diferencia entre esta forma histórica de relativa concen­tración en una zona poblana y la repartición actt1al entre un pequeño centro y sus caseríos periféricos, que es tan sólo una diferencia de grados de ocupación, no constituye un ejemplo válido de auténtica oposición entre modelo agrupado y modelo disperso.

La dispersión fue, hasta donde retroeeden en el tiempo las fuentes, la primera característica de la repartición del hahitat en

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Bachajón. Los escasos patrones tales como las cuentas de tributos, concernientes a esta comunidad, hacen mención de muy pocos habitantes (500 tributarios en 1609, 204 en 1774, etcétera),1 y se complementan, por un lado, con los incesantes pedidos que las autoridades locales (a menudo el cura), dirigen a la Audiencia Real demandando el levantamiento de nuevos padrones y censos, luego de muertes, enfermedades, epidemias y emigraciones que afectan a la población poblana, y por otro lado, con las no menos apremiantes órdenes dirigidas en respuesta, en el sentido de proceder al reagrupamiento de las poblaciones dispersas. Estos documentos, por lo general poco útiles en cuanto al detalle de los tributos, modalidades de su recaudación y control, y cifras de población, son muy explícitos respecto de las causas de la deserción del pueblo: se trata de una verdadera huida ante la extorsión de los tributos. La dispersión es un medio de defensa. Pueblo y territorio son dos espacios distintos: mientras el segundo ofrece seguridad sobre las tierras, al seno de los grupos domésticos y de los linajes, el pueblo permanece como una creación y, de alguna forma, como una "antena" de la adminis­tración colonial, en el cual se ejercen las opresiones económicas, religiosas y políticas.

La deserción casi total del pueblo, al poco tiempo de recons­tituido en el curso del siglo XIX, volvió a repetirse en 1916, al penetrar en la región las tropas del general Pineda, en lucha contra los carrancistas. 2 Los relatos de los ancianos coincide" en afirmar que la población indígena no participó en un conflicto entre contrincantes extranjeros (se conserva el término karanza para designar algunas especies animales importadas, tales como

1 AGCA, Chiapu, Al-24-10201-1557 (1609); Reloción de lm puebla~ • .• 1774. 2 Sacado de su aislamiento económico y político bajo la presidencia de Poñuio

Díaz, el Clúapas colonial ya conocía una división de sus grupos dirigentes desde antes de la Revolución y en particular entre Tuxtla Gutiérrez, la capital oficial del Estado deede 1892, y San Cristóbal de Las Casas, la antigua metrópoli colonial que no había admitido su decadencia.

Para defender sus privilegios heredados del sistema colonial, los grandes terrate­nientes de San Cristóbal debían buscar dentro de la oposición al gobierno de la Re­pública el medio de mantener su aislamiento y, por ende, la no-injerencia del poder rentral. En 1914, cuando la Revolución está ya bien avanzada en el resto del país y

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las karanza eh 'ab, abejas domésticas criadas en colmenas fabrica­das, o karanza eh 'o, especie de rata) y expresan relaciones "caricaturescas" con las facciones antagonistas. Mientras los carrancistas eran vistos como "defensores de los tzeltales", a los pinedistas se les consideraba como los verdaderos agresores, algunos de cuyos elementos se dedicaban a menudo a actos de violencia contra la población civil indígena (ahorcamientos, ejecuciones, molestias, etcétera). En consecuencia, a ésta no le quedaba otro recurso que abandonar el pueblo, teatro de esos conflictos, retirándose a los caseríos en busca de seguridad y tranquilidad. Durante cuatro años, esta situación provocó la ocupación masiva de las tierras de los linajes, antaño casi exclu­sivamente agrícolas, así como la construcción de casas sobre éstas y la reorganización de los grupos locales, surgidos del "estallido" del antiguo pueblo. La repartición actual del nabitat probablemente estuvo determinada en gran parte por esos acontecimientos recientes.

Desde hace algunos años, parece manifestarse un movimiento inverso, aunque tímido, de retomo al pueblo. Díaz Olivares (1970:63) señala que en 1958, éste no comprendía más de 60 casas, de las cuales sólo la mitad estaba ocupada permanen-

Venustiano Carranza adquiere figura de Jefe Oficial, los propietarios de San Cristóbal piensan oponer un frente de resistencia aliándose a las luchas que Pancho Villa lleva a cabo en el norte de México. El 23 de septiembre de este mismo afto, Jesús Agustín Castro. enviado por Carranza, entra en San Cristóbal para tratar de reducir el foco eontrarrevolueionario y controlar la región. El 2 de diciernDre los propietarios deciden el levantamiento insurrecciona! y constituyen una tropa cuya comandancia confían a uno de ellos, Alberto Pineda Ogarrio. De 1916 a 1920, pinedistas y carraneistas libran una guerra de posiciones y de emboscadas; un sistema de pequei\oe fortines defensi­vos es organizado en los pueblos ocupados. alrededor de los cuales te cristaliza lo esencial de los cambios bélicos. La población civil estuvo ¡e11eralmente poco implicada en la "guerra": después de un ataque por las tropas carrancistas al fuerte de Bachajón, que duró seis horas, Moseoso Pastrana reporta que r.stas perdieron dos hombres mien­tras que los dc~fensores pinedistas no tuvieron más que un solo herido, "pereciendo además un civil que imprudentemente y sin niniJlll& precaución se acercó al fuerte" ... (1960:67). Esos epiM>dios de la Revolución Mexicana, muy característicos del con­texto chiapaneco 110n descritos con precisión por el autor citado, aunque de una for­ma épica y partisana; Favn~ (1973:68 a 79) proporciona el cuadro político y econó­mico general dc~ntro del cual se produjeron.

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temente. En 1976, su tamañ.o se estimaba entre 200 y 250 casas. En comparación con la cifra de la población total de la comunidad, la poblana continúa siendo escasa. El pueblo recuerda los centros vacíos de las tierras altas de Guatemala (vacant towns, Tax, 1937:427) o lo que Borheghy (1956:101) denomina concourse center, término que designa a la vez la estructura y la función de ciertos centros ceremoniales preco­lombinos en el área maya.

Si debemos resumir los avances logrados en el estudio de las circunstancias y las causas posibles de la dispersión del habitat en Bachajón, digamos que las condiciones necesarias a una tal repartición son suministradas por los factores ecológicos, tomados en conjunto, a los cuales se agregan factores históricos que definen a su tumo las condiciones suficientes a su persisten­cia, en particular por lo que respecta a la zona poblana, pues las áreas rurales alejadas nunca han sufrido una influencia exterior marcada. Pero esos factores, ecológicos e históricos, no dan cuenta sino de la repartición general de las unidades de habitat; ellos definen de alguna forma la red territorial, sin referirse a la estructura y al sistema que él con forma, es decir, a su significación sociológica. En este aspecto, es necesario recurrir a un análisis de contenido.

Una tal red no es, por hipótesis, un conjunto abstracto y neutro, compuesto de cualesquier unidades dispuestas al azar. Pero, ¿qué es lo que abarca en concreto? Si cobija elementos significativos de una sociedad dada, ¿refleja, p~r lo tanto, las relaciones que esos elementos mantienen (en el seno de grupos constituidos, de parentesco, de alianza, de vecindad) con la base territorial (tenencia de la tierra)? En resumen, ¿refleja el habitat, a las diferentes escalas definidas para su estudio, los diversos niveles de la organización social y territorial de los cuales destacan sus elementos constitutivos? ¿ l<:xiste algún tipo de correspondencia entre grupos de habitat (es decir, los grupos de residencia geográficamente definidos) y grupos sociales? No es posible asegurar nada al respecto.

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LOS TERRITORIOS LOCALES

Todo conjunto territorial homogéneamente habitado, puede dividirse en tantas zonas como sean necesarias, en función de los objetivos y de las necesidades del estudio. Cada zona, arbitra­riamente aislada de su contexto, lleva una porción de la red del habitat cuyo tamaño es variable, siendo la más pequeña lógica­mente aquella de la unidad residencial: en nuestro caso el espacio doméstico, tratado en el capítulo precedente. A ese nivel no se plantean problemas metodológicos porque unidad de habitat (sitio) y unidad social (familia nuclear o extensa) se corresponden. En la delimitación de zonas de estudio de tamaño superior, los problemas que aparecen dentro del contexto de Bachajón pueden ser enunciados en estos términos: la dispersión relativamente homogénea de las unidades de habitat no permite, a priori, aislar de manera sistemática, grupos particularmente demarcados; la presencia de capillas, de templos y/o de escuelas, se acompaña algunas veces de reagrupamientos formales del habitat en sus proximidades y marcan de alguna forma los centros de algunos caseríos, pero éstos no son indicadores suficientes de alguna organización socioterritorial, pues revelan, de hecho, otras redes (religiosa, escolar, administrativa) no necesariamente pertinentes. El análisis sociológico de una repartición tal, aparentemente indiferenciada, debe entonces ser realizada sobre una base extensa. Esas necesidades metodo­lógicas están limitadas por la encuesta misma y los medios de los cuales dispone. En particular la observación directa no permite una visualización suficiente, en razón de las dificultades del paisaje (relieve y vegetación). El recurso de la.E\ fotografías aéreas puede aportar una ayuda eficaz. Por nuestra parte, durante los dos primeros viajes no dispusimos sino de clichés a 1/60 000 que databan de 1949 (Compañía Mexicana de A ero foto) cuya escala y antigüedad no proveían la precisión necesaria para el establecimiento de un plano de habitat. Debimos levantar in situ la cartografía de las zonas escogidas. El empleo conjugado de la

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brújula y del conteo de los pasos limitaba considerablemente su extensión.

Antes de abordar el estudio y el análisis de uno de esos territorios locales, es necesario precisar la naturaleza de lo que llamamos "caserío" en Bachajón. El término mismo se aplica generalmente para designar un pequeñ.o grupo de casas rurales, alrededor de un centro comunal, definición que connota la idea de un agrupamiento residencial o de un grupo de habitaciones morfológi.camente discernible, es decir, discreto. Si la distribu­ción del habitat sobre el conjunto del territorio bachajonteco no permite distinguir tales grupos, ella está en cambio constituida de rancherías, término que aunque traduce nuestro .. caserío", no corresponde a su definición. Sólo en porciones de territorio demográficamente poco densas aparecen, relativamente indi­vidualizados, pequeñ.os grupos de sitios aislados y bien demarca­dos. Así, sobre la carretera de Bachajón a Sitalá (Figura 4), las rancherías Onte 'el, Ch 'ijtontik, Elemuxil, Bahnakaxa, com­puestas cada una por dos a cinco grupos domésticos y distan-ciadas entre sí por 300 a mil metros. En cambio, las zonas más densas se caracterizan por una ocupación homogénea del territorio, en cuyo seno las rancherías no están diferenciadas las unas de las otras. Aunque la presencia de centros (capilla, templo, escuela) en algunas de ellas las particulariza, sin embargo no definen su individualidad; capilla católica, templo protestante y escuela pueden presentarse conjuntamente en un caserío (por ejemplo en Wololton) o no estar sino parcialmente representadas (por ejemplo en Wololwits), o no existir (por ejemplo en K 'isisal). Como lo hemos dicho, esos centros no atestiguan sino la exis­tencia de redes establecidas por autoridades extracomunales (misión jesuita, misión protestante, Instituto Nacional Indige­nista) que se superponen a la red del habitat tradicional. La mayoría de las veces, el término "ranchería" se emplea restricti­vamente para no designar sino los caseríos que poseen tales centros (sinónimo de "ermita"). En su acepción más amplia, corresponde a una división arbitraria del territorio que se ha

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impuesto como unidad censal, sobre todo desde comienzos del siglo.

En la lengua tzeltal de Bachajón no existe ningún término, ni siquiera aproximativo, a nuestra noción de "caserío" o a aquella de "ranchería" que está oficialmente en uso. Los tzeltales distin­guen globalmente el pueblo (muk 'ul lum: "el gran pueblo, la gran tierra, la gran población") del territorio no poblano, al que denominan k'alk'altik, "las milpas". Esta oposición muy signifi­cativa, que será explicada más adelante a la luz de los datos socio­territoriales, diferencia en el plano simbólico el centro de la vida social (el pueblo, los hombres) del soporte que la hace posible (el territorio agrícola). El habitat rural no se percibe como rasgo fundamental de la organización socioterritorial; sólo existe en referencia a las milpas. Desde esta perspectiva, su repartición no puede ser objeto de una clasificación cualquiera (morfológica o formal) en caseríos.

Por lo tanto, el territorio no es un conjunto vacío; sus com­ponentes geográficos son conocidos y nombrados por numerosas toponimias (lugares habitados o no), y a veces, cuando éstos corresponden precisa y exclusivamente a un grupo humano loca­lizado (linaje o segmento de linaje), por antroponimias derivadas del patronímico tzeltal o espafiol de ese grupo: por ejemplo Chewal Comesetik (Chewal: toponimia de etimología desconoci­da; Comes: deformación del apellido Gómez; -etik: marca del plural) y Xakilha' Kulusetik Xakilha' de xakton, "piedra de cal" y ha', "agua"; kulusetik: "la Cruz"). La antroponimia no es la regla general, pues aunque los linajes o los grupos patronímicos estén en su mayoría bien localizados, esta localización puede, por una parte, extenderse a numerosos lugares y/o,. por otra, ser compartida por otros grupos. Es éste un aspecto esencial de la caracterización del territorio de Bachajón: es un mosaico complejo de territorios de linajes localizados, que tienen exis­tencia propia y que no se superponen sistemáticamente ni a los lugares nombrados ni al corte en rancherías. El caserío (o cual­quier lugar, si está habitado) no puede servir de base al Pstudio

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de la repartición sociológica del habitat. Esto es, en particular, lo que confirma el examen de nuestra zona de referencia.

Es sobre un territorio local de aproximadamente cuatro kiló­metros cuadrados de superficie que nuestras encuestas se han basado particularmente. La cartografía y los censos demográ­fico, genealógico y matrimonial de las casas y de sus ocupantes, fueron realizados en tres meses. Los datos recabados fueron complementados en ocasión de cada uno de nuestros viajes, y confrontados con la situación vivida en otros lugares más o menos alejados del territorio comunitario. Los planos de repar­tición del habitat fueron corregidos después de la publicación de fotografías aéreas de gran altitud por la Secretaría de la Pre­sidencia (CETENAL) en 1975. En el curso de nuestro último viaje, un vuelo sobre la zona nos permitió efectuar tomas aéreas oblicuas de baja altitud, a partir de las cuales fue posible precisar la repartición de las tenencias. Los mapas que elaboramos en base a esas últimas fotografías no han podido ser llevados a escala, de modo que se los presenta como ilustraciones, en este capí­tulo, bajo su forma original (proyección oblicua).

Esta zona determinada, y los datos que aporta la encuesta que le fue consagrada, se presentan en forma de una serie de figuras comentadas -planos y diagramas- que permiten, por una parte, ilustrar localmente los problemas de la repartición del habitat (Figuras 19 a 22) y, por la otra, analizar el concepto clave de "territorio local" desde un punto de vista sociológico (Figuras 23 a 25).

Figura 19

Ese territorio local tiene tres rancherías diferentemente caracte­rizadas:

J. Wololton ("la piedra redonda") está marcada por la pre­sencia simultánea de dos centros formales; uno, en una curva de la carretera Bachajón-Sitalá, definido por un templo protestante y un terreno de deporte; el otro, al sureste, que concentra una

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Figura 19. Goloton-Golot~~it.-Kúúal. Plano seneral del habifBt, de Lu oía de comunicooión y de lm "límite." de Lu ranchería.

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capilla católica, otro terreno deportivo y una escuela. Alrededor de cada uno de esos centros, se han agrupado algunos sitios, pero lo esencial del habitat permanece ampliamente disperso.

2. Wololwits ("la colina redonda") tiene un solo centro con capilla católica y campo deportivo. A pesar de que el habitat no está francamente agrupado, no presenta grandes espacios vacíos y pennanece localizado en la proximidad del centro.

3. K'isisal ("el sitio de los cipreses"; de k 'isis, ciprés, Taxodium mucronatum) no tiene centro formal. El habitat está aquí homogénea y ampliamente disperso a lo largo de una loma orientada este-oeste.

Los límites entre estos tres caseríos y aquellos que los separan de los caseríos vecinos (en el mapa, Yulumax y Hejmel, al norte) son puramente indicativos, pues marcan pertenencias convencio­nales de las cuales se reclaman las casas visitadas, en ningún caso territorios de caserío.

La codificación de las casas comprendidas en esta zona, se refiere a esta pertenencia y está inspirada en la pronunciación simplificada (castellanizada) de los nombres de las ranche­rías, sean respectivamente "Goloton" (Gt), "Golowits" (Gw) y "Kisisal" (K). Estas siglas se completan con una cifra arbitraria­mente atribuida a cada grupo doméstico según el recorrido geo­gráfico de la encuesta, y en general indica el orden del censo.

A fin de no sobrecargar inútilmente las ilustraciones, esos códi­gos están indicados cuando los comentarios de las figuras los hacen necesarios.

Figura 20

La repartición general del habitat está en alguna forma "prede­terminada" por el contexto ecológico, definido como el conjúnto de los factores naturales, demográficos y tecnológicos. Entre los factores naturales, la distribución territorial de los ojos de agua es un elemento particularmente importante.

Para las rancherías Goloton y Kisisal, 14 ojos de agua aprovi-

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sionan 33 sitios (simples y compuestos), repartidos según se indica en la figura 20.

Punto e asegura el aprovisionamiento de 8 sitios Punto D asegura el aprovisionamiento de 7 sitios Punto A asegura el aprovisionamiento de 3 sitios Punto N asegura el aprovisionamiento de 3 sitios Punto F asegura el aprovisionamiento de 2 sitios Punto G asegura el aprovisionamiento de 2 sitios Punto B asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto E asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto H asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto 1 asegura el aprovisionamiento de 1 8itio Punto J asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto K asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto L asegura el aprovisionamiento de 1 sitio Punto M asegura el aprovisionamiento de 1 sitio

La relación de la casa a un ojo de agua particular aparece entonces generalmente privilegiada y exclusiva (8 casos sobre 14 ). Los puntos F, G y N aprovisionan respectivamente 2, 2 y 3 sitios que les son equidistantes (F: Gt 21 y Gt 22, casas emparentadas del linaje kokoy Moreno; G: K1 y K2, dos casas separadas que pertenecen a una misma familia extensa; N: tres familias nuclea­res emparentadas -Gt 11 y Gt 24- y aliadas -Gt 16 ). Esos tres ojos son variantes de los primeros.

Solamente los puntos A, e y D (3 casos sobre 14) necesitan una explicación particular:

El punto A es compartido por tres sitios, Gt 25 y Gt 26, dos casas separadas pertenecientes a hermanos, y Gt 1, casa no per­teneciente a parientes y más alejada. Esta última casa está situada en la cumbre de una loma que domina el paisaje (lugar llamado lmhts f'l: "sobre la loma"). El agua brota en varios lugares en la base de esta colina (puntos A, By otros); si algunos están geo­gráficamente más cercanos al sitio, tienen un acceso más difícil

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bachajón 215

(pendiente pronunciada) y exigen un esfuerzo de retorno par­ticularmente importante. El punto A, a pesar de que la distancia es mayor, es accesible por una pendiente moderada que prefieren seguir los usuarios de bahts el.

El punto e aprovisiona los ocho sitios que se agrupan en la proximidad de la capilla católica de Goloton. Su carga particu­larmente elevada es función del reagrupamiento mismo y de la posición que ocupa en relación a éste.

El punto D sirve de una manera similar a las siete casas con­centradas alrededor del templo protestante; como en el caso preceden.te no es ni su existencia, ni la importancia de su caudal que está al origen del reagrupamiento, sino más bien el reagru­pamiento en tanto que fenómeno ligado a la presencia de un centro formal3 que ha hecho de él la fuente de aprovisionamiento de tantos sitios. Actualmente, la alimentación de agua a las casas del doble centro de Goloton está asegurada por un sistema de canales que captan el líquido de un manantial grande y lo distribuyen en diversos lugares de la zona comprendida entre el templo y la capilla (en forma de grifos, lavaderos, etcé­tera). Los puntos e y D, ya no utilizados, se encharcan lenta­mente.

Si todas las posibilidades ofrecidas por la distribución efectiva del agua en este territorio local no son seguidas por una reparti­ción correspondiente de las unidades de habitat, puesto que existen otros numerosos aprovisionamientos de agua que no sirven para la provisión de las casas, sin embargo, ésta es en gran parte subordinada a aquélla.

En las zonas de habitat disperso (es decir, fuera de los agrupa­mientos centrales), esta relación de dependencia ·es manifiesta; en una situación de habitat relativamente concentrado, el carác­ter disperso de la repartición del agua es a veces problemático. Una manifestación de esto se ve en los numerosos ejemplos de centros formales, construidos en ciertas rancherías, que perma­necen aislados, desprovistos de habitantes ;la población no puede

3 El agrupamit~nto resulta de la intervención de otros factores psicosociológicos (Hn~ton, 1973:75).

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216 alain breton

agruparse allí, por no tener, en el lugar mismo, las mismas garan­tías de aprovisionamiento.

Figura 21

Levantada a partir de fotografías aéreas tomadas a baja altura que cubren las partes centrales de Goloton y Golowits, esta figura reproduce la proyección oblicua de los documentos origi­nales.

El plano de las tenencias, sobre esta zona limitada, ilustra la división del territorio agrícola (k 'alk 'altik) entre los diferentes grupos patronímicos, la imbricación, la desigualdad y algunas veces el fraccionamiento de las tierras de los linajes.

Recordemos que entre 1916 y 1920, el abandono del pue­blo de Bachajón en ocasión de los acontecimientos que allí se desarrollaron, debía conducir hacia las tierras de las zonas periféricas a la mayoría de la población en huida. En particular -el centro actual de Goloton no está más que a una hora de marcha del pueblo- es probable que la ocupación relativamen­te importante de nuestro territorio de referencia resulte de ese movimiento general. Los pobladores de antaño se instalaron en sus posesiones, tierras que ellos cultivaban desde antes de la revolución pero sin residir en ellas; luego vino el establecimiento de un habitat rural en el territorio agrícola cuya repartición fue función de aquella de las posesiones de cada uno, es decir de la distribución geográfica de las propiedades de los linajes.

Se puede pensar que esta distribución no ha sido profun­damente modificada desde hace cincuenta años, aunque los informantes hablan de las apropiaciones "ilícitas" de sus vecinos. Las informaciones son a este respecto muy contradictorias y las acusaciones pasan recíprocamente de un grupo al otro, probablemente transmitidas desde hace numerosas generaciones, y forman parte integrante de las relaciones de vecindad. Sola­mente dos casos más recientes hacen la unanimidad (Manuel Deara, Gt 29; y Agustín Zaragos mtJjk'allt~, K3, cuya situación

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bacluJjón 217

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Figura 21. Goloton-Golo&Diú-Kililal -pltmo porciGI de 14 repartición de 1tu propiedadu de lo. linaje~ (proyección oblicuo).

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218 alain breton

ha sido ya referida, Capítulo VI). Si hoy podemos seguir en ese caso las modalidades de apropiación, es probable que dentro de tres o cuatro generaciones ellas hayan sido ya olvidadas, mientras que el recuerdo del conflicto continuará alimentando las discusiones.

La repartición de las residencias de los miembros de los linajes interesados (visible en la figura siguiente, establecida en el mismo fondo fotográfico, se yuxtapone exactamente a ese plan. Sola­mente cuatro casas hacen la excepción a esta regla entre las 32 localizadas en la zona cartografiada; su presencia en tierras perte­necientes a linajes diferentes de aquellos de los cuales se reclaman sus ocupantes resulta de préstamos de terrenos que se inscriben, para tres de ellas, en el cuadro de relaciones de alianza (residencia uxorilocal) y, para la cuarta, de una relación de adopción por el linaje materno (residencia "avunculocal").

En el interior de cada terruñ.o de linaje, la localización precisa de las casas responde a los diferentes factores precedentemente evo­cados (proximidad de una fuente de agua, voluntad de agruparse alrededor de los centros religiosos, preferencias individuales por los lugares abrigados o elevados, etcétera); elección y apremios y dificultades encuentran su expresión compleja en la forma misma de los sitios (simples o compuestos), en la distancia que separan las casas emparentadas ...

Figura 22

Sobre el mismo fondo topográfico y cartográfico de la figura anterior (proyección oblicua) aparecen los sitios de Golowits y de la parte central de Goloton en relación con las principales formaciones arbustivas de la zona correspondiente. Excepto los espacios intencionalmente desmontados alrededor de los cen­tros formales, mantenidos como tafes o cumpliendo funciones de pastizal, la presencia de bosques aparece ligada a la posición de las casas periféricas más aisladas. Queremos indicar aquí una característica reciente del paisaje que resulta de la introducción

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bachajón 219

(

Fiplra 22.Golofon-Gclowie.-Kúúal -plano ptii'CÍIIl de la cobertura fondt11l en •u relación con el luabílat (proyección oblicuo).

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de la caficultura y del lugar creciente que ella ocupa en la economía doméstica.

El establecimiento de plantaciones de café (a pequeña escala), simultáneamente o casi a la ocupación del territorio agrícola de

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Figura 23. Goloton-Golowiu-Kuúol -plono de la reltu:iona de ptJTflnlwco entreltu~.

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bachajón 221

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Figura 24. Goloton-Gol0111ib-KiriaJI -delimiflu:ión de 1~ liruJje..

los años 1916-1920, ha tenido un papel nada despreciable sobre el asentamiento humano: las dificultades que impone su manteni­miento y crecimiento (véase el Capítulo 11) han estabilizado fuertemente los sitios en su proximidad. F.sta innovación tiene, según nuestra opinión, dos consecuencia.<~ sensibles: por una

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parte, es una transformación (menor) que interviene en la rela­ción de la casa a la milpa; numerosos sitios pueden aún ser defi­nidos como "campos_ contiguos", pero: en la mayoría de los casos, es el cafetal el que ocupa los terrenos adyacentes, en detrimento de la milpa que, consecuentemente, tiende a alejarse de la casa. Por otra parte, en cuanto a la repartición general del habitat a escala del territorio, es sin duda a la caficultura a la que se debe ver el pueblo poco diferente a lo que fue al día siguiente de la Revolución; ella es un freno a toda movilidad del habitat y, por tanto, al retomo generalizado de gran número de habitantes al pueblo, proyecto muy entrañ.able para muchos.

Tal es entonces una situación local ilustrada de diferentes formas, a partir de algunos factores que, lejos de ser únicos, dan cuenta de las causas, de las modalidades y de la persistencia de la dispersión del habitat ...

Figuras 23 y 24

Abordamos con estas dos figuras la ilustración de los problemas de "contenido" de la red del habita t. Pocos comentarios pueden agregarse a estos planos que sintetizan los resultados de nuestras encuestas de una forma muy explícita. La repartición de los lina­jes y segmentos de linajes, si es claro que ella no mantiene ninguna relación sistemática con la división en rancherías, presenta sin embargo una cierta característica de grupo territorial. Este corresponde en gran parte a la repartición de las tenencias de la tierra que los linajes o sus segmentos ocupan. La correspondencia no es siempre automática; así las tierras del grupo usum (Guzmán) están, como lo hemos visto, fragmentadas en tres pedazos, de los cuales solamente dos abarcan residencias (respectivamente los segmentos Gw 1, Gw 2, Gw 3, Gw 4, y Gt 18, Gt 19), el tercero está exclusivamente cultivado con eañ.a de azúcar y alberga el trapiche utilizado por todos los hombres de las casas citadas.

Aparte de algunos casos de sitios aislados (K 3, Ct 29, Gt 3, 4ue son excepcionales por otra" ra:r.unes ya que dos de ellos

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bachajón 223

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Figura 25. Goloton·Golot~~ia-Kirilal -localú:Geión de la. patronímica. neltGle. e identificación territorial de l01 kalpulea.

son los así llamados "usurpadores de tierras", y el tercero, el único caso de residencia "avunculocal "), las figuras geométricas (Figura 23) que marcan las relaciones entre las casas son, de un linaje a otro, relativamente independientes.

No es sino por referencia a esas figuras geométricas que uno

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está en derecho de hablar de "grupos de residencia", pero su definición no es más que el resultado de la encuesta; la existencia de tales grupos no es deducible de la morfología del habitat (los grupos de residencia no son grupos discretos de casas sobre el terreno), al mismo tiempo que recorta ampliamente los límites convenidos de las rancherías.

Figura 25

Esta figura traduce las dos figuras precedentes en términos de pertenencia a los kalpules e ilustra entonces la representatividad de éstos sobre el terreno. Los comentarios hechos anteriormente sobre la no-correspondencia entre la repartición de los linajes, la división en rancherías y, más simplemente, la morfología del habitat permanecen válidos para la repartición de los k 'atinaji bal (miembros de un kalpul).

Tres de los cuatro kalpules están aquí representados (hace cuatro años, una familia de Ba 'il winik estaba instalada en Golo­ton, de donde salió en 1974 para residir en Muk'il, en tierras que les fueron prestadas). Los hombres de Tija'winik son mayo­ritarios y forman un subconjunto territorial sobre las tres ran­cherías a la vez; Lakma 'winik está representado por tres linajes (kokoy, ba' y eh 'ik) no vecinos; finalmente, jWayel winik por un solo grupo (sojlel) cuyos miembros e_stán dispersos.

E.sta representación desigual pero efectiva de todos los kalpu­les sobre el conjunto del territorio, tal como la revelamos aquí, es una consecuencia directa de la repartición de los diferentes linajes y de su pertenencia a tal o cual kalpul. Este no interviene en el campo de la tenencia de la tierra; los kalpules no tienen existencia territorial definida más que en el pueblo. Según los datos actuales, la apropiación antigua de las tierras y el pobla­miento -más reciente- del territorio agrícola fueron el asunto exclusivamente de los linajes.

La representatividad de los kalpules sobre el territorio resulta de los azares de la historia de esta apropiación y del poblamiento.

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bachajón 225

Contradictoriamente, la fuerte representatividad del kalpul Ti' ja 'winik en esta parte del territorio del barrio de San Sebastián, de acuerdo con la predominancia de Lakma', en la parte orien­tal de ese mismo barrio, dejaría pensar que los kalpules pueden haber tenido, en el pasado, una influencia sobre el poblamiento; esta "localización" privilegiada de uno en el oeste y de otro en

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Figura 26. Colo ton- Golowib-Kuúol -diaBrama de la relacione• de aliorua entre la. CGIGI.

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226 alain breton

el este, con relación al pueblo, reproduce su posición respectiva dentro del centro con relación al eje que marca la calle ...

Figura 26

Una vez colocados, sobre el terreno, los grupos constitutivos (linajes) de la sociedad, y precisadas las modalidades de su asen­tamiento territorial y su definición como grupos residenciales, nos detendremos más largamente sobre las relaciones que ellos mantienen, y en particular sobre las relaciones de alianza matrimonial. La Figura 26, que introduce su estudio, no pretende ser más que la ilustración compleja de interrelaciones entre las diferentes familias nucleares que ocupan esta zona limitada. En sí, ella permite constatar que la alianza es un fenómeno neta­mente local, o, dicho en otros términos, la elección del cónyuge se hace aparentemente entre los miembros de grupos geográfica­mente vecinos o próximos. Es ciertamente necesario precisar esos términos y lo que ellos abarcan.

Recordemos antes la regla de exogamia y veamos cómo opera a escala de nuestro territorio local de referencia. Ella conlleva, en efecto, la prohibición de matrimonio, para un individuo dado, sobre las mujeres de por lo menos tres patrilinajes (aquellos de Ego, de la madre de Ego y de la madre del padre de Ego), y cuando más sobre éstos y los linajes designados por el mismo apellido español que Ego. En Goloton, Golowits y Kisisal, doce linajes están representados, bajo formas variadas (familia nuclear aislada, como Gt 29; segmento correspondiente a varias familias extensas o indivisas, como el grupo majas; linaje completo, como es el ~aso del grupo sojlel por ejemplo), en relación con ocho apellidos, en el seno de las asociaciones siguientes:

Moreno

2 patrilinaj"~

sojl•·l kokoy ts'it majas t:h'ik jwi

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bachajón 227

Díaz 1 patrilinllje wanchil Gómez 1 patrilinaje t'el Guzmán 1 patrilinaje ruum J.ópez 1 patrilinaje e hay Méndez 1 patrilinaje ba' Zaragos 1 patrilinaje majk'alte'

En el más restrictivo de los casos, para un Ego masculino, llamado Moreno, del linaje sojlel por ejemplo, las esposas que le están prohibidas son: las mujeres pertenecientes a los linajes que responden al mismo apellido (o sea kokoy, ts'it y majas) y aquellas de los linajes ya aliados al suyo (admitamos que su madre y la madre de su padre sean ellas mismas originarias de dos linajes citados: wanchil y t'el por ejemplo), le queda a nues­tro hombre la posibilidad de tomar esposa entre las mujeres de los otros seis linajes representados en el territorio local, que hemos arbitrariamente definido (sea eh 'ik, jwi, usum, chay, ba' y majk 'al te'). Esta situación teórica evocada ¿demuestra cómo se realiza realmente la elección, a qué distancia alcanza, cómo son efectivamente utilizadas esas posibilidades locales?

Se puede tratar de responder a esas preguntas de diferentes formas según que se trabaje sobre la base del linaje definido como grupo territorial (o grupo de residencia tal como aparece en la Figura 24 ), de la ranchería o del territorio local que hemos delimitado. En todos los casos se han tomado en consideración solamente a los Egos masculinos. Y a sea que se trate del linaje, de la ranchería o bien del territorio local que sirva de referencia, las cifras versan sobre las esposas recibidas (madre o mujer de ese Ego).

l. Sobre la base del linaje, hemos calculado para diferentes casos la proveniencia de las esposas de los hombres del grupo. Sus patrilinajes de origen, con relación al linaje de referencia (receptor de mujeres), son definidos como vecinos si los grupos de residencia correspondientes están en la vecindad inmediata del grupo de residencia formado por el linaje de referencia, y prúximm cuando están separados de éste por uno o dos grupos de residencia intermediarios que se reclaman de otros patrilinajes.

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228 alain breton

a. Lina,je UHJnchil (apellido Díaz) •casas Gt 4, 5, 6, 8, 13, 14, 15, 16, 28

•lina,jes aliados: vecinos:

próximos:

lejanos:

kokoy e hoy wum ba' majas ~ojlel ch'ik ch'ihk Pérez Luna Sánchez

2 esposas 1 esposa 1 esposa 1 esposa 2 esposas 1 esposa 1 esposa 1esposa 1 esposa 1 esposa 1esposa

(Gt) (Gw) (Gw) (Gt) (K) (K) (Gt) (Hejmel) (Top'ote'el) (Chacha,jaltik) (Abasolo)

Sean diez esposas provenientes de ocho patrilinajes vecinos (4) y próximos (4) y tres esposas salidas de grupos alejados (entre las cuales una es de otra comunidad, Abasolo San Martín).

Número de e~poMU recibidtu por el li­naje de referencÚJ

Linajes de origen de !tu espoMU

Vecinos próximos lejanos

13 100%

b. linajes sojlel (apellido Moreno) • casas: Gt 23:kl, 1 bis, 2, 3 bis, 7; • linajes aliados:

5

vecinos y próximos lejanos

e_ Linaje kokoy (apellido Moreno)

5 77%

• casas: Gt 20, 21, 22, 22 bis; Gw9, 10; K5, 5 bis •linajes aliados:

vecinos y próximos lejanos

d. Linaje usum (apellido Guzmán) • casas: Gt 18, 19; Gw 1, 2, 3, 4 •linaJes aliados:

vecinos y próximos lejanos:

60% 40%

so% 20%

50% 50%

3 23%

Esos cuatro linajes están bien representados en el territorio local y, a través de los hombres que los constituyen, el número de las alianzas (superior o igual a diez) que ellos exhiben actual-

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bachajón 229

mente es suficientemente importante para fundar una estadística. Los otros linajes, menos extensos, no pueden ser tomados en consideración.

Los grupos Deara, majk 'alte ', jwi, ts 'it, eh 'ik o ba' no están representados localmente sino por uno, dos o tres hombres adul­tos, casados; ellos no participan, hablando propiamente, de una red de alianza. Se nota, relativamente a las uniones contraídas por esos hombres, distancias matrimoniales comparables, pero su número restringido impide cifrarlas.

2. ¿Permite el hecho de considerar la ranchería como "grupo" receptor de esposas precisar esas cifras que la representatividad desigual y variable de los grupos linajeros aporta?

De la misma forma, las rancherías de origen de las esposas recibidas por la ranchería de referencia están clasificadas en: a) vecinas: cuando mantienen con esta última "límites comunes; b) próximas: cuando están separadas de ella por una ranchería (vecina) intermediaria.

a. Goloton

30 casas alian:~.as con grupos de la misma ranchería 11 33 %

alianzas con grupos residentes en rancherías 8 24 % vecinas (Gw, K, La Conchita):

Alianzas con grupos residentes en rancherías próximas (Chewal, Hejmel, Jolakll, K'antetik,

9 27 % Muk'il);

Alianzas con otros grupos de rancherías más lejanas (Xanajil, Top'otc'cl, etc.) 6 15 %

Total 34 100%

Así, el 85 por ciento de las mujeres recibidas pór los hombres de la ranchería Goloton son salidas del mismo Goloton y de las rancherías vecinas y próximas.

b. Golowits

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230 alain breton

alianzas con rancherías vecinas 7 53.8%

próximas 4 30.8%

lejanas 2 15.4%

Total 13 lOO %

Sea una proporción de 84.6 por ciento de las esposas salidas de los grupos localizados en las rancherías vecinas y próximas. c. Kisisal

10 casas

alianzas con grupos de la misma ranchería 2 14.3%

alianzas con rancher:ías vecinas 5 35.7%

alianzas con rancherías próximas 3 21.4%

alianzas con rancherías lejanas 4 28.6%

Total 14 100 %

El porcentaje es en este caso de 71.4 por ciento para las espo­sas recibidas de grupos localizados en la ranchería, y en las rancherías vecinas y próximas.

Esas cifras, establecidas sobre la base de la división de ranche­rías, son comparables a las precedentes (establecidas sobre la base de los terrenos y grupos de residencia correspondientes a los linajes) aunque menos sometidos a variación (15 por ciento en este último caso, contra 35 por ciento y más). En uno y otro caso esas variaciones son debidas a la variabilidad misma del l)bjeto de referencia -territorio de linaje o ranch..:ría-. Para paliar tales variaciones y precisar un poco la distancia matrimonial "media" que es tomada en cuenta en la elección del cónyuge, hemos considerado como "grupo" de referencia al conjunto de hombres casados presentes en nuestro territorio local.

.1. Porque representa una· porción de una red de habitat general, homogéneamente dispersa, en cuyo seno están numero­sos grupos n~sideneiales correspondicntf:s a otros tantos linajes

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o segmentos de linaje, y se reconocen varias rancherías de tamaño variable, el territorio local es, según nosotros, más apto para aportar los datos generalizables y, por tanto, un modelo territorial de las modalidades de alianza entre las unidades de habitat o los grupos sociales que lo componen.

De hecho, esta tentativa encuentra su justificación empírica en los datos que hemos recogido allí: así, de todas las alianzas contraídas por los hombres de este territorio local, cerca del 50 por ciento implican mujeres originarias de ese mismo territorio (ésa es la red compleja presentada gráficamente en la Fi~ua 26, al comienzo del parágrafo); 20 por ciento de esas esposas son salidas de la zona periférica vecina (o sea de las rancherías Jolakil, Yulumax, Hejmel, La Conchita y K'antetik); en fin, 15 por ciento son originarias de la zona periférica próxima (o sea de las rancherías Muk'il, Chewal y Xanajil). Esos datos permiten mejorar la localización de las zonas preferenciales de matrimonio, como lo ilustra la Figura 27, con relación a las cuales se inscriben todas las alianzas de los individuos de una zona dada y cualquiera que sea su pertenencia de linaje o de ranchería.

En el examen de la figura citada se constata que las zonas así delimitadas, con relación a nuestro territorio local, no son concéntricas sino que tienden a deformarse hacia el oeste, dejando pensar que la noción de "distancia" no explica comple­tamente las elecciones preferenciales -puesto que, en ese caso, esas elecciones deberían lógicamente versar también sobre las mujeres de Muk 'ulha ', Bahnakaxa, Elemuxil, Ch 'ijtontik así como del mismo pueblo de Bachajón, no más alejados geográ­ficamente de nuestro territorio local de lo que lo están Muk 'il o Xanajil, por ejemplo-. Parece que La Conchita marca el límite oriental de lo que llamaremos un "distrito matrimonial", locali­zado en la parte oeste del barrio de San Sebastiá~ y socioló¡;ca­mente demarcado de un "distrito" vecino, localizado en el pueblo, por ejemplo, tal como lo sugieren algunas informaciones que allí hemos recibido.

En el mismo sentido, entre <'1 15 por cif'nto df' alianzas que no se inscriben en la zonificación definida a partir de nuestro terri-

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Figura 27. Delimitaeión de un "dútrito matrimonial" a partir del territorio ltHJGI de referencitJ {múmo fondo que Fpra 4).

torio de referencia, solamente algunas de ellas implican a mujeres de distritos vecinos (1 de Bahnakaxa, 1 de Ch 'ijtontik) pero la mayoría de éstas es originaria de lugares mucho más alejados, de las cuales una es del barrio de San Jerónimo y tres de otras comunidades (Abasolo, Chilón y Tenosique). Esas alianzas tienen entonces un carácter excepcional a más de un título, están en contradicción con las normas establecidas que versan sobre la endogamia de barrio, propia a la organización de llachajón, y sobre la endogamia de comunidad. De todas formas "anormales", ellas no afectan en nada la noción de "distrito matrimonial", empíricamente definida.

Esta nociún misma no impliea la exislenc:ia de un c;onjunto

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cerrado, dentro de límites territoriales precisos; es cierto que una encuesta similar, realizada a partir del territorio que com­prende las rancherías de Muk'il, Krus Kabrel y Chewalnoshubiera conducido al reconocimiento de una zonificación diferente, aun­que en gran parte correspondiente a aquella definida a partir de Goloton, Golowits y Kisisal, que incluyera en particular hacia el oeste todas las pequeñas rancherías que bordean la frontera del territorio de Bachajón (Sitim, Top'ote'el, Mongo, Majasil). Hacia el norte parece que hay pocas relaciones matrimoniales con los grupos de Ch'en'uch', Tsobote'el y Tsoholha': las encuestas parciales que hemos realizado allá indican que esas tres rancherías podrían constituir otro distrito matrimonial, distinto también de aquel reseñado, centrado en el pueblo.

Cada uno de esos distritos sirve de cuadro territorial específico al intercambio generalizado de las mujeres que une, y que prac­tican entre ellos, los grupos patrilineales a nivel local. De acuerdo con lo que hemos visto en detalle en nuestro territorio de referen­cia, es claro que cada grupo contrae sus alianzas, de preferencia, con linajes que participan de una asociación de vecindad inme­diata; pero las categorías de "vecino" y "próximo" no son aún suficientes para dar cuenta de numerosas variaciones. Sin embargo el reconocimiento de distritos matrimoniales, al cual hemos llegado por el análisis de los datos empíricos, permite situar territorialmente lo esencial de esas variaciones y generalizar las modalidades de la alianza entre los grupos patrilineales localizados, para el conjunto del territorio de Bachajón.

Las relaciones recíprocas que mantienen los diferentes distritos matrimoniales (que representan cerca del 12 o 13 por ciento del total de las alianzas) están, en cuanto a ellas, limitadas a las grandes divisiones sociales y territoriales de la •organización comunitaria: bipartición general en barrios endógamos y bipar­tición interna del barrio de San Jerónimo en mitades, endógamas también. El alcance (de dos a tres por ciento) abarca las alianzas anormales, es decir, fuera del barrio y fuera de la comunidad.

La Figura 28 hace una csquematización de esas conclusiones generales.

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San Jerónimo San Sebutián ·

/-....._

{ \ Distrito \. 1 matrimonial _/

( - }.-..+ -) Relación "residual" de alianza ... ~ • ~ entre distritos

Figura 28. DitJgromlJ de lo red de olionzu o e6CG1o comunitario.

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LOS TERRITORIOS LOCALIZADOS

El habitat rural forma una red homogéneamente dispersa sobre la totalidad del territorio comunitario. Hemos encuestado a nivel de un "territorio local", porción de esa red, cuyo tamaño ha sido determinado por una opción tendiendo a la neutralidad metodológica frente a una distribución de las unidades de habitat exenta de toda característica morfológica marcada (ausencia de grupos residenciales discretos), que hubiera eventual­mente traducido ciertas formas de organización territorial de los grupos sociales, y frente a una división arbitraria enrancherías.

Las figuras que ilustran ese trabajo muestran que la encuesta, y solamente ella, permite delimitar sobre el terreno los grupos de residencia correspondientes a la r~partición efectiva de los grupos tinajeros. La escala de ese territorio local ha permitido poner en evidencia la atomización de las tenencias, el grado de localización de los miembros de linajes a los cuales ellas perte­necen, así como la representatividad de esos últimos bajo la forma de grupos locales más o menos importantes.

A esta primera gestión que, partiendo de un territorio dado, lleva a los grupos sociales tales como ellos aparecen representados localmente, se combina una aproximación que tiene por base los grupos sociales mismos (linajes de una parte, kalpul de la otra). Entendemos, de esta forma completar el estudio del sistema del habitat y de la organización territorial por el análisis de los "territorios localizados" que caracterizan cada uno de esos grupos y, en particular, a través de ellos, las relaciones que mantienen el pueblo y su territorio "agrícola".

Los territorios linajeros

Tomaremos los ejemplos de linajes que ya conocemos (reportarse a las figuras 21, 23 y 24 ).

l. Linaje .~ojld (apellido Moreno): pequeño linaje cuyos miem­bros residen en un mismo lugar, en las rancherías Y ulumax

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(hermano de Kl), Kisisal (Kl, 1 bis, 2, 3 bis, 4, 7) y Goloton (Gt 23), y compuesto como sigue:

-------------- T-------------- -~

' 1

+6.

1 1

Yulumax6. 1

~

1

K7 6. Kl.bis6 K2 6. K4 6. K3biB 6. GT23 6.

Es aquí evidente que la pertenencia del uno o del otro a tal o cual ranchería no aporta nada a la caracterización del grupo de residencia. El territorio (terruño) de los sojlel casi forma una entidad geográfica, aun si las tierras de sus miembros no son en todos los casos adyacentes (K7 y Gt 23, poseen en efecto, pequeños pedazos, aislados del conjunto de tierras del segmento principal).

Por lo que concierne a los linajes jwi (Pérez ), majk 'alte' (Zaragos) y ts'it (Moreno), nos hace falta información y nos es imposible afirmar si se trata de pequeños linajes o solamente de segmentos localizados de linajes más importantes.

2. Kokoy (Moreno): linaje de tamaño mediano, del cual un segmento está localizado en la ranchería Goloton (Gt 20, 21, 22, 22 bis), en Golowits (Gw9, 10) y Kisisal (K5, 5 bis), y otro en Majasil, a algunos kilómetros de allí.

Presentan una repartición geográfica similar los linajes wanchil (Díaz), localizado a la vez sobre Goloton y sobre Top'ote'el, y eh 'ik (Pérez) cu.yas tierras están dividida..o; entre Goloton (Gt 25, 26) y La Conchita.

3. Linaje maja.~ (apellido Moreno): linaje importante del cual hemos presendado un segmento en Kisisal (K6, 8);está localizado

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a la vez en Ti'akil, Yulumax, Xlemlajanton, julbakpimil y en el pueblo.

Esta amplia dispersión caracteriza también la repartición de los miembros y segmentos del linaje t 'el (Gómez), presente en Goloton (Gt 3), aunque en tierras prestadas, y localizados en Chewal, Top'ote'el, Ts'ajkil y Tani'al.

4. Linaje usum (apellido Guzmán): linaje muy importante cuyos miembros están ¡:resentes en numerosos lug;rres y rancherías del territorio; forma parte de las ocho excepciones relevadas en la lista de pertenencia exclusiva de los linajes a uno u otro de los barrios (véase Anexo 11, Cuadro 3): la presencia de un segmento del linaje usum siendo reportada en Tu napas (en el barrio San jerónimo). De acuerdo con la repartición de los miembros y segmentos de ese linaje en el barrio de San Sebastián, los usum parecen fuertemente ligados a éste, y no puede tratarse, en el caso del segmento de Tunapas, más que de un cambio de barrio, ya antiguo, con respecto al cual no tenemos información.

La misma situación, pero inversa, es válida para los chay (López), de los cuales el segmento localizado en Golowits (Gw 6, 7, 8) es el único representante del linaje en el barrio de San Sebastián. El resto del grupo está exclusivamente ligado al otro barrio y, según se dice, originario de Kruston.

En fin, los miembros del linaje ba' (Méndez) están repartidos en proporciones iguales, entre los dos barrios.

El ejemplo de esos 12 grupos patronímicos de entre los 92 con que cuenta el conjunto comunitario muestra una relación muy neta entre el grado de localización de los miembros de cada uno de los linajes y el tamaño de éstos. Así, solamente pequeños linajes o segmentos aislados de linajes más importantes son, hablando propiamente, grupos locales (o grupos r~sidenciales): aunque localmente las tierras que ellos ocupan no forman siempre una entidad geográfica, permanecen muy próximas, raramente espaciadas las unas de las otras por más de algunas centenas clt> metros. El territorio de un linaje mediano (tal«~s como kokoy. wandlil o dt 'ik) pn~senta y a una parcelación más marcada, «'n dos u tres parles, alb«~rgando eada una un sq~nwnto:sin «'mbar~o,

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en la mayoría de los casos, esas parcelas permanecen aún locali­zadas en una zona relativamente limitada del territorio: así Goloton, Golowits, Kisisal y Majasil para los kokoy, Goloton y Top 'ote 'el para los wanchil, Goloton y La Conchita para los eh 'ik, lugares entre los cuales la distancia respectiva no es sino de algunos kilómetros cuando más. En fin, el territorio de un linaje importante está constituido por numerosas partes, locali­zadas en diferentes lugares algunas veces muy alejadas las unas de las otras.

El fenómeno residencial es, como lo hemos visto, función de la repartición de las tenencias y la explicación de la más o menos grande dispersión de los miembros de un linaje dado se encuentra sin duda en la historia del poblamiento. En particular, esta "multilocalización" de los territorios de linajes importantes está probablemente ligada a la evolución reciente de los factores demográficos y a su repercusión sobre la distribución de las tierras. Mientras que la tradición oral persiste en atribuir a ciertos de esos grupos dispersos en lugar de origen, ella permanece a menudo muda en cuanto a su historia y a las modalidades de la dispersión de sus miembros. Hoy en día no puede más que oonstatarse esa dispersión y los diversos grados que ella representa, según el tamaño de los grupos que ella afecta. La situación actual de los linajes pequeños y medianos y el hecho de que a muchos otros de ellos les sea atribuido un lugar de origen, deja pensar que la definición territorial de los grupos patronímicos tzeltales era antiguamente muy precisa, que una relación de correspondencia término a término existía sistemáticamente entre un grupo tinajero y un terreno entero, no parcelado. l<:l asentamiento territorial del linaje se ha debilitado y algunas veces fragmentado para responder a la presión demográfica y a la escasez de las tierras, y solamente los más pequeños de entre esos grupos persisten en constituir grupos locales.

En algunos casos, el segmento ha sustituido al linaje para asu­mir, a escala local, las funciones de éste, en lo que toca a la repartición y transmisión de las tierras. En la misma forma, es adcPtro del segmento localizado donde se forman los grupos de

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bachajón 239

cooperación económica y donde se organizan las redes de alianza; algunos linajes, con territorio muy disperso, participan a través de sus diferentes segmentos en varios distritos matrimoniales.

Entonces, esta evolución general ha desviado algunos linajes de ciertas de sus funciones, en beneficio de sus segmentos loca­lizados -funciones cuyo ejercicio tiene por cuadro el grupo local, el grupo de vecindad y el distrito matrimonial-. Con la pérdida de su identidad territorial, los linajes importantes tienden a perder su carácter de grupos solidarios (eorpomte ), mientras que los patronímicos tzeltales que los designan se van semejando a simples categorías, al mismo título que los apellidos españoles: así, de los nombres tales como ba ', usum, e hay, majas, y también mis, kut, eh 'o, tuluk ', ehab, eh 'in, etcétera, patronímicos que se encuentran (y no por casualidad) como excepciones en los cua­dros de las asociaciones en las cuales participan normalmente los nombres tzeltales (y los Jinajes que ellos designan) con la división comunitaria en barrios o, en el barrio de San Sebastián, con la cuadripartición en kalpules (véase Anexo 11, Cuadros 3 y 4).

Para la mayoría de los linajes, la localización territorial sigue siendo una característica importante, un elemento mayor de su definición, de la misma forma que el hecho de pertenecer a uno de los dos barrios o a uno de los cuatro kalpules para los grupos constitutivos del barrio de San Sebastián. Es el linaje, y en algunos casos uno de los subgrupos surgidos de su segmen­tación, el que controla el uso de la tierra a escala local, así como la circulación de las mujeres dentro de los distritos matrimonia­les; pero es, sobre todo, como grupo territorial localizado que él asume esas funciones.

En corolario, el conjunto del territorio agrícola (las milpas, k 'al k 'altik ), objeto de esa división de las tierras y cuadro de su repartición, aparece como el dominio privilegiado de los linajes; la existencia misma de éstos, bajo la forma de grupos de residen­cia, su organización en las tierras y las relaciones que ellos man­tienen, proveen las estructuras latentes del habitat rural en el seno de la red general, por otra parte ya morfológicamente determinada (factores de dispersión).

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Los territorios de los kalpules

El conjunto del barrio de San Sebastián está dividido en cuatro secciones entre las cuales se reparten 44 grupos patronímicos tzeltales. Esas secciones o kalpules (o k 'atinajibal) se nos mani­festaron como grupos de descendencia, constituidos sobre la base de un parentesco simbólico, al interior de los cuales los individuos tienen acceso a los bienes no materiales (protección, salud, curación, conocimientos, prestigio, etcétera). Cada uno de esos grupos integra, a nivel ideológico, un cierto número de linajes, y el conjunto constituye una compleja organización ritual.

Los territorios de los kalpules presentan una doble naturaleza: en el pueblo forman entidades geográficas, mientras que sobre el territorio agrícola son un conjunto discontinuo resultante de la repartición de los hombres y de los linajes; cada uno de esos territorios aparece como la suma de los territorios de los linajes o grupos patronímicos tzeltales que entran en combinación específica con cada kalpuL

La pertenencia a tal o cual kalpul interviene a nivel local; es ella la que determina, la mayoría de las veces, en el seno de los grupos de vecindad, las relaciones de rivalidad, y la que está pre­sente como explicación subyacente de las acusaciones de agresión territorial o sobrenatural generalmente recíprocas, que se dirigen a ciertos individuos o a ciertos linajes. Igualmente, es sobre el territorio agrícola que se ejercen numerosas funciones del jefe del kalpul (k 'atinab ), en particular aquellas que se refieren a la protección individual de sus "descendientes", a la información que él controla en cuanto a su localización y sus recursos. Para estos fines, al k 'atinab ejerce su cargo en forma itineran­te: "él recorre, todo el año, a los hombres de su kalpul". Los cuatro k 'atinabetik actuales viven, ellos mismos, en el territorio agrícola: -Juan López ots (kalpul Lakma' winik): vive en Krus Kabrel, -Antonio Pérez barbón (kalpul Tija' winik): vive en Chewal, -Manuel Moreno majas (kalpul jWayd winik): vive en Chalamch'en, -Jerónimo Vázquezhokot (kalpullla'il winik): vive en Koralch 'en.

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Así es también el caso de quienes detentan los cargos de alguacil, ilomk 'op y k 'asese 'k 'op Dios, y de la mayor parte de los agentes económicos del sistema (capitanes).

Pero es en el pueblo donde la organización de los kalpules encuentra su más perfecta expresión: primero, territorial, con la proyección geográfica de la cuadripartición sobre el perímetro residencia y su extensión a la periferia inmediata, en la cual están los cuatro cementerios; segundo, sociológica, porque la orga­nización patrilineal está sometida en el centro a esta distri­bución ordenada. Las residencias permanentes del pueblo están localizadas con relación al kalpul de pertenencia de sus ocupan­tes y la regla es válida también para las residencias secundarias de los habitantes del territorio agrícola; su emplazamiento está allí determinado, cualquiera que sea el lugar de origen de sus poseedores, ocupantes ocasionales. La posesión de una casa secun­daria en el pueblo es a menudo el hecho de varios jefes de familia salidos de un mismo linaje que se han reunido para edificarla y utilizarla en común; cuando el linaje corresponde a su definición territorial, es el grupo local mismo el que está representado en el centro por esta residencia; cuando el linaje es más importante y sus miembros están dispersos, varios segmentos pueden reencon­trarse allí; mientras que en los casos extremos de linajes que, por su historia y su ex.tensión, sobrepasan el cuadro del kalpul o del barrio, los segmentos localizados en el seno de cada barrio o de cada kalpul (en San Sebastián) forman unidades residenciales poblanas distintas e independientes. Se constata a este respecto una cierta correspondencia entre el número de esas residencias (una centena) y el número de los grupos tinajeros (92) represen­tados en el conjunto del territorio comunitario (teniendo en cuenta la existencia de ciertos segmentos independientes al inte­rior de algunos linajes grandes y el hecho de que otros segmentos o linajes no las poseen).

La organización de las fiestas, específicamente poblana, a tra­vés de los participantes del sistema de cargos es el hecho periódi­camente renovado de algunos linajes. Una parte importante de los rituales (discursos, ofrendas, recepción) se desarrolla en las

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proximidades o en el interior de las casas poblanas (residencias permanentes o secundarias) de los linajes o segmentos implicados, en el seno de cada kalpul.

El territorio agrícola, corresponsal espacial de un tiempo lineal (la vida cotidiana) que marca la reproducción material de los individuos a través de los linajes, encuentra en el pueblo su com­plemento simbólico, espacio portador de un tiempo cíclico (el calendario ritual), lugar de la reproducción ideológica de la socie­dad tradicional a través de la organización de los kalpules.

La dinámica común a esos dos tipos de espacio, distinguidos como k 'alk 'altik y muk 'ul lum, está dada por la alianza entre los grupos -matrimonial a nivel de los linajes y en la escala local, ritual a nivel de los kalpules y en la escala global.

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CONCLUSIONES

La sociedad bachajonteca puede ser analizada en dos niveles. En tanto que comunidad, presenta una organización general

-"comunitaria"- basada en la existencia y participación con· junta de dos barrios en el seno del sistema llamado de ayunta­miento constitucional (Aguirre Beltrán, 1953:122). De origen colonial, esta comunidad nació de la unión de grupos preexis· ten tes (Xuxuycapa, Lakma ') o históricamente constituidos (los laboríos). En el primer caso esos grupos han permanecido largo tiempo independientes y persisten aún particularizados bajo la forma de barrios con marcados rasgos distintivos. En el segundo caso, y en lo concerniente al barrio de San Jerónimo, la llegada de una nueva población ha dado nacimiento a mitades endógamas correspondiente a una distinción étnica (los laboríos son consi­derados de origen mestizo) y socioeconómica, que encuentra su expresión ideológica en la oposición Arriba-Abajo.

Esos grandes rasgos de organización que caracterizan a buen número de las actuales comunidades de Chiapas resultan del contexto comunitario mismo, es decir, del fenómeno de la reduc­ción y de la política "indigenista" de la administración colonial. En Bachajón, el concepto de "barrios", sus nombre.s, así como la denominación Arriba y Abajo aplicada a las mitades del barrio de San Jerónimo, aun trasladados a la lengua tzeltal (ah k 'ol / ahlan ), son de origen ibérico (Foster, 1960:34); parece predominar aquí la influencia española. El conjunto está integrado por un sistema jerárquico formal de cargos, de vocación político administrativa, que funciona según principio de una representatividad igual de sus elementos eonstitutivos (los barrios).

[ 243]

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Esos cargos son en su mayoría anuales, ocupados por partes iguales por los hombres de los dos barrios, y solamente los más importantes de entre ellos (agente municipal y juez) dan lugar, si no a una rotación, por lo menos a una distribución comple­mentaria entre los barrios. La participación en ese sistema de cargos del ayuntamiento depende, para un individuo dado, de su pertenencia a la comunidad y a un barrio.

Hemos aislado el barrio de San Sebastián del contexto comu­nitario, a partir de la segunda parte de este trabajo, a fin de precisar una organización que, a pesar de ser más "discreta", no por ello resulta menos importante para el análisis de las estruc­turas indígenas.

Esta 9rganización que nosotros hemos llamado "sociotradicio­nal", basada en una articulación sistemática de grupos unidos por los lazos del parentesco, está constituida por: el grupo doméstico, el linaje (grupo patronímico indígena) y el kalpuL

ftS por su pertenencia conjunta a esos grupos que el individuo adquiere sus derechos sobre la tierra, que goza de la protección de los ancestros y que establece sus alianzas. El sistema de car­gos de las "capitanías" -asociado a esta organización-, depende de los linajes: son ellos los que aseguran las responsabilidades económicas de las fiestas y, hasta cierto punto, son los agentes del ritual; ellos tienen acceso a los cargos más bajos de la jerar­quía que están sometidos anualmente a rotación entre los kalpules. Los cargos superiores, libres de toda función económica, están ligados a los· grupos no sometidos a rotación, son ocu­pados por especialistas en ritual (danzas, discursos, ofrendas de comida y de bebida) durante varios años. Es entre ese cuerpo de especialistas que son escogidas las autoridades supremas del kalpu_l, los k 'atinabetik. Ese sistema está caracterizado por la selección y una extrema jerarquización de las funciones, que culmina con la adjudicación de por vida de los cargos más elevados.

De un lado, se puede hacer un paralelo de ese sistema jerár­quico, propio del barrio de San Sebastián, con los sistemas jerárquicos comunitarios tal como se les conoce de ordinario;

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en particular, él se opone al de la comunidad de Zinacantán (Vogt, 1969):

Zinocantán

Cargos anuales con consejeros en rituales

Recorrido obligatorio de una escala de cargos

Adquillición concomitante del saber y de los gastos económicos

Bachajón

Cargos permanentes, cargos largos y cargos anuales, sin consejero. Existencia de una jerarquía pero no de sucesión absolutamente obli­gatoria de un eslabón (nivel) al otro. Separación del saber y de los ga&­tos; movimiento inverso,los gastos disminuyen cuando los cargos son más elevados.

De otro lado, la organizac10n de nuestro barrio presenta analogías formales notables con lo que conocemos de la que prevalecía entre los mayas de las tierras bajas en la época de la Conquista y hasta fines del siglo XVll, entre ciertos grupos insu­misos a la dominación española_ En particular, la estructura cuatripartita es atestada en Yucatán (Coe, 1965) y entre los cholti-lacandones (Helmuth, 1972; Thompson, 1976 ), asociada a la existencia de cargos permanentes y, en el primer caso, a una circulación o rotación de atributos o de objetos rituales (repre­sentación de los dioses). Si no se trata de asimilar los hechos de Bachajón a esos datos históricos, las comparaciones permiten pensar que estamos en presencia de un cierto modelo de organi­zación social del cual solamente una investigación etnohistórica podrá definir las transformaciones y las constantes. El supuesto origen (prehispánico) del actual barrio de San Sebastián sugiere que pueda tratarse de un modelo regional (mayas de las tierras bajas).

El estudio del habitat ha puesto en evidencia la primacía de la organización linajera sobre las tierras y aquella de los kalpules en el pueblo. El territorio y su centro se articulan en un conjunto constituido sobre la base de una complementaridad espacial y temporal y de una doble repartición de los grupos. Por la perte­nencia conjunta y obligatoria de todo individuo a uno de los 44

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linajes y a uno de los cuatro kalpules (en el barrio de San Sebas­tián), que llena todas las condiciones de su producción y de su reproducción material e ideológica, el sistema asegura su propia integ¡ación. Combinando la rotación de los cargos más bajos de la jerarquía y la permanencia de los cargos más altos, permite el mantenimiento de la cohesión social del conjunto; las fiestas del Carnaval, que ponen en escena los episodios dramáticos y espec­taculares de la historia de la sociedad, contribuyen a reafirmar cada año la necesidad de esta cohesión.

Los apremios del medio natural y las técnicas extensivas prac­ticadas para su explotación ejercen un fuerte poder dispersivo sobre la repartición del habitat; dentro de tal contexto, común a la mayoría de las comunidades de Chiapas, lot~ mecanismos de integración pueden ser varios: en Zinacantán, por ejemplo, es el sistema de cargos comunitarios el que tiene el papel principal; el pueblo es en este caso el centro de residencia de los detento res de los cargos que, en su oportunidad, abandonan sus actividades agrícolas y viven un año en el pueblo para asumir sus funciones. En Bachajón, no hay separación entre actividades agrícolas y actividades rituales, éstas se integran según un calendario preciso, a través de la participación simultánea y complementaria de todos los hombres dentro de diferentes grupos con funciones específi­cas. La organización patrilineal que define esos grupos parece más congruente con lo que conocemos de las sociedades prehispá­nicas para privilegiar una comparación fructuosa. Ella tiene sobre todo el mérito de inscribirse al margen de la organización comu­nitaria misma y, de hecho, de ser preservada de la influencia directa de las autoridades coloniales y de los modelos políticos y religiosos que ellas imponían con más o menos fortuna y eficacia.

Sobre el registro de los diferentes tipos de organización social actualmente observables entre los indios de Chiapas, la organi­zación cuatripartita ~aracterística del barrio de San Sebastián en Bachajón, puede ser considerada como más apta que los tipos donde predomina el sistema de ayuntamiento para informarnos sohre las estructuras pasada<; de esos grupos.

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ANEXOS

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ANEXO 1

UN DOCUMENTO RELATIVO A LA HISTORIA DE BACHAJON

Ese documento se encuentra en el Archivo General de Centro­américa de la ciudad de Guatemala. Allí figura bajo el título y referencia siguientes:

30 de Octubre 1630 - RP Inserto el auto por lo cual la Audiencia declaró que Don Gaspar de Espinoza debe ser considerado como cacique de la parcialidad de Tuni, in­cluida en el pueblo de Xuxuycapa, jurisdicción de la Alcal­día Mayor de Chiapas.

AGCA CHIAPAS A1-24 exp.- 10201-leg. 1557-fol. 153-166.

La existencia de ese documento ha sido ya señalada en Calnek (1970). Pensamos que dentro del cuadro de un estudio consagra­do a Bachajón, su presentación es necesaria. El grafismo de la época en la cual fue redactado y nuestra limitada competencia para descifrar esta escritura antigua nos han obligado a omitir ciertas palabras cuya transcripción era dudosa.

Ese documento presenta un conjunto de cartas intercambia­das, de 1604 a 1630, entre el cacique y la Audiencia Real. Hemos respetado su presentación original.

Don Felipe!: por cuanto ... esa Audiencia Real que esta y reside en la Ciudad de Santi~o de la Provincia de Guatemala, ante mi pre­sidente y oidores Don Francisco de Castro, Procurador, en nombre de Gaspar de Espinoza, Indio cacique y principal de la parcialidad de Tuni, inclusa cm el pueblo de Xuxuycapa en la provincia de Chiapas,

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ha presentado la peticion y recaudos del tenor siguiente: mas pode­roso sef\or Francisco de Castro, en nombre de Don Gaspar de Espi­noza, yndio cacique y principal de la parcialidad de Tuni incorporada en el pueblo de Xuxuycapa, encomienda que fue de Maria de Alean­tara en la provincia de Chiapas como mejor mi parte convenga, digo que siendo como he dicho mi parte el cacique de la parcialidad, hijo y nieto de tales y que nunca ha pagado tributo como consta de los recaudos que tiene presentados en la cuenta y padron que con comi­sion de esta Real Audiencia hizo de los Naturales del dicho pueblo ... debido fuerte 1 alcaldes ordinarios de la Ciudad Real de Chiapas y Teniente general del Alcalde Mayor ... dicho sin embargo de que hace tiempo del empadronarse los juramentados declararon ser tal cacique de no pagar tributo y que mostro y presento los de esos que eran dos lo dejo empadronado por tal tributario valiendo ... notorio agravio de que ... para esta Real Audiencia donde en su nombre me presento para que con vista de los dichos recaudos siendo Vuestra Alteza servido se declare no deber pagar el dicho mi parte tributo y ser reservado ... y que se quite y ... de los padrones 1 a Vuestra Alteza pido y suplico me haya por presentado en los ... y mande con vista de estos dichos autos declarar no deber pagart~elos mi parte tributo alguno por ser tal cacique y que se revoque y ... de los padrones ... que pido justicia ... Va Francisco de Castro. En el pueblo de Xuxuy­capa a diez y seis días del mes de noviembre de mil seiscientos y cua­tro af\os ... don Baltasar Muniel de V al divieso, alcalde Mayor ... en esta provincia de Chiapas la presento el contenido ... don Gaspar de Espinoza yndio caciqu~ y señor natural del barrio de Tuni incorpo­rado en el pueblo de Xuxuycapa en la encomienda de Francisco de Mesa vecino de la Ciudad de Chiapa 1 hijo legítimo que soy de don Domingo de Espinoza cacique y señor natural que fue en el dicho barrio a donde asimismo lo fue don Juan de Espinoza ... mi abuelo que por serlo y no haber cosa en contrario le daban y pagan mi tributo los naturales del dicho barrio a donde el dicho mi abuelo y padre fueron tales caciques y señores hasta que murieron ... y ... les pagar tributos como nunca lo pagaron digo que a causa de cuando el dicho mi padre murio yo quede muy niño y por no ... las cosas y ... parado de todos me crie con mucha miseria hasta que tuve edad y no tierra de quien fuc~ron los dichos mi padre y abudo y volvic~ndo por mi causa los religiosos que han visitado d de~ dicho pueblo tuvo ... que los vecinos del dic:ho harrio de Tuni que reeonocieron por tal cacique y señor y c:n esta opinion he sido .. y tenido yo ... evm:ado d!' las precmirwnc·ias franc¡uc·zas y lilwrtadc·s '1'~~' los Lalc·s c·adqucs gozan hasta ahora no sé porque causa ynterrumpiendo la costumbre

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que ha sido de mi abuelo padre y mia que ... más de ochenta años de esta parte y me piden pague tributo 1 lo que no he querido hacer por no deberle pagar y me temo 1 los alcaldes y regidores que son y adelante fueron no me hagan ... alguna vez de lo que y para que no lo hagan -A Vuestra Merced pido y suplico sea servido ... información que me ofrece ... a dar de lo aqui referido y dado a la parte que va esta Vuestra Merced me manda dar ... de amparo para que los alcal­des y regidores que son y fueren en el este dicho pueblo de aqui ade­lante no me pidan tributo pues los dichos mis padres y pasados jamas se los ni yo lo hemos pagado y en razon esta no me inquieten y que me guarden mis exenciones y franquesas que se me guardo a los susodichos y. . . se guarda a los tales caciques y señores naturales como y o lo soy con penas graves que V .M. les ponga que en mandarlo V .M. para justicia y yo recibire bien y mrd. y en lo mas ... don Gas­par de Espinoza. Presentada la dicha petición y por el Alcalde Mayor vista mando dar traslado de ella a Francisco de Mesa encomentlero de este dicho pueblo y asi mismo a los alcaldes y regidores de el y se cite para la información que ofrece y ... goze proviera justa y que atento que el encomendero esta en la Ciudad Real de Chiapa esta petición para que vaya o envie a la dicha Ciudad a donde se le notifi­que asi lo proveyo y firmo don Baltasar Muniel de V al divieso / Ante mi Fernando Niño escribano.

En el pueblo de Xuxuycapa de la encomienda de Francisco de Mesa a diez y siete dias del mes de noviembre de mil y seiscientos y cuatro años yo Fernando Niño escribano de su Magestad notifique esta peticiím lo a ella proveydo por el dicho Alcalde Mayor a Francisco Ximencz alcalde y Franciseo de la Cruz y Juan de Pereira regidores dt~ dieho pw~blo y s•~ lo di a •~nt•~nder mediante Juan Perez dt~ Leon int•~rprde los euales dij•~ron IJUe no Lit•nen que responder ni contra­dt~t:Ír a lo t)Ue d dieho don Gaspar de Espinoza pide porque les consta decir a qw~ su padr•~ Domin¡¡;o dt~ F:spinoza fue eacit]Ut' de este pueblo d•~ Xuxuycapa dt~ la •~m:orni•~nda d•~ Francisco de Mt·sa qu•~ se llama Tuni y t:orno tal no pagaba Lrilmto y le reconocían por tal eacique y que le oyeron decir a sus padres y a Indios mas ancianos que don Juan de Espinoza abuelo del dicho don Gaspar Y" padre del di­cho don Domingo de Espinoza su padre fue tal cacique y eran tan cono­cido y respetado que le pagaban tributo los demas Indios de Tuni cuando vinieron los Españoles a conquistar la tierra y que esto saben y responden siendo testigos Francisco Hernandez de Tapia y lo firmo el dicho alcalde e interprete Francisco Ximenez alcalde Juan Perez de Leou Fernando Niño escribano.

En la Ciudad Real dt~ Chiapa a veinte y tres dias del mes de

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noviembre de mil seiscientos y cuatro ailos yo Luis del Tuno escribano lei y notifique la peticion de esta otra parte y lo a ella proveido por don Gaspar Muniel de V al divieso a Francisco de Mesa vecino de esta Ciudad encomendero del pueblo de Xuxuycapa de la parte del barrio de Tuni en su misma persona el cual dijo y quien cuanto ser el dicho don Gaspar principal lo tiene por tal y en lo que toca al reser­varle de tributo su Magestad es el que lo ha de determinar y esto dio por su respuesta siendo testigos Rodrigo Niño vecino de esta Ciudad y de eUo doy fé Luis del Tuno escribano de su Magestad.

En el pueblo de Xuxuycapa a siete dias del mes de diciembre de mil y s~iscientos y cuatro años don Gaspar de Espinoza Indio para la dicha información ante su mrd. del alcalde mayor presento por testigo a un indio que mediante interpretación de Juan Perez de Leon interprete de este juzgado dijo llamarse Francisco de la Cruz y ser vecino y natural del barrio de Tuni que esta incluso en este dicho pueblo y ser tributario de Francisco de Mesa encomendt~ro de d del cual estaba presente fue recibido juramento del susodicho lo juro por Dios Nuestro Señor y por la señal de la Cruz so cargo del cual dijo a la conclusion del dicho juramento si juro y amen y siendo ~~xaminado por la peticion que esta 1m los autos prest~ntados por el dicho don Gaspar de Espinoza dijo que este testigo eomo vedno que es del dicho pueblo de Tuni conocio a don Juan de Espiiwza y a don Do­mingo de Espinoza padre y abuelo que fueron dd dicho don Gaspar de Espinoza y sabt~ y vio que fueron cat:iqut$ y señores del dit:ho barrio y por tales fueron habidos y tenidos y en sus ~~asas se hacian juntas eom~ en casas de señor y lt~ hacian sus milpas dt!mas y otros legumbres los Naturales del dicho pueblo y les reparaban sus casas y nunca pagaban tributo ni se lo pedian ni tamp01:o lo han ¡1agado el dicho don Gaspar por ser hijo y nielo dt! los susodiehos y St!r eono­cidamt:nte señor y eaciqut! dd dieho pUt!blo d qut! cuando murio su padre quedo muy pequeño y L'Sto es t:osa muy púhliea y notoria y cosa en contrario no ha visto ni oído que t$lo t$ 1 lo qut~ sabt! t!s la verdad so cargo dd juramt:nlo que ... Li•m•: t:n su ... st: ratirieo 1 ha· hiendo su edad a enlendt!r por d dit:ho inlt!rpn!lt: y qut: es dt: St$tmta años püt:o mas o menos y no firmo portJIW no supo t!St:rihir y d.,darÍ1 no tot:arlt! ninguna dt• las prt!guntas ~t!n•:rall's IJUI! lt! fut•ron ht!t:has lirmolo d dit·ho alt-aldt! mayor y inll'rprl'lt! don Baltasar Munid d" V al divieso Juan Perez de Leon.

En el pueblo de Xuxuycapa a siete dias del mes de diciembre del dieho año de seiSt:Ít!lllos y eualro d dieho don (;aspar d., E~;pinoza para la dieha informa•~iím anlt• d dit:ho akaldt• mayor pn·twnlo por testigo al indio que mediante interpretacion del dicho Juan Perez de

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Leon dijo llamarse Diego de Trujillo y ser vecino y natural de este dicho pueblo de Xuxuycapa de la encomienda del capitan Melchior de Solorzano del cual por lengua del dicho interprete fue recibido jura­mento por Dios Nuestro Señor en forma de ... so cargo del cual dijo a la eonclusion del dicho juramento si juro y amen y siendo exami­nado por d tenor de la pcticion presentada por el dicho Gaspar: dijo que este testigo como vecino que es deste dicho pueblo y tan antiguo conocio bien a don Juan de Espinoza y a don Domingo de Espinoza padre e hijo a los cuales comunico y trato muy de ordinario y fueron caciques y señor«~s del pueblo de Tuni de la encomienda de Francisco de Mesa y por ser tales caciques les reparaban sus casas y hacían sus sementeras de maiz y otros legumbres y nunca pagaban tributo/ antes en sus casas se hacían las juntas y regocijos y fueron respetados de los naturales del dicho pueblo y tenidos por tales caciques y señores y así mismo sabe que el dicho don Gaspar es nieto del dicho dmr Juan y hijo de don Domingo de Espinoza y como tal es tenido por tal cacique~ y señor del dicho barrio de Tuni el cual nunca ha pagado tributo por razon de s«~r tal cacique y señor del dicho barrio aunque por haber quedado muy niño cuando su padre murió nunca le han h«~eho las s«~ment•~ras de maíz como las hacían a su padre y abuelo y esto •~s lo qut~ sabe y la verdad del contenido en la dicha peticion so t:argo dd juram«~nlo que ... tiene en su ... se afinno y notifico ha­biendosde dado a entender por el dicho interprete declaro ser de edad de mas de sesenta años no tocarle ninguna de las preguntas gent~ralt!S que le fueron hechas y no lirmo por no saber escribir lirmolo el intt:rprcte y su mrd. del dicho alcald«~ mayor don Baltasar Muniel de V al divieso, Juan Perez de Leon.

En el pueblo de Xuxuycapa a siete dias del mes de diciembre de mil y seiscientos y cuatro años para la dicha informacion ante el dicho alcalde mayor el dicho don Gaspar de Espinoza pres«~nto por testi­go a un indio qu«~ rncdiant•~ d dicho int•~rpretc Juan Pt~rcz de Leon dijo llamarst~ Crislobal de la Cruz y Sl'r vt•t:ino tld pueblo y calpul d" Tuni induso •~n l'ste dieho ptwblo IJIW es de la eneomienda de Fram:ist:o de Mt~sa vecino de la Ciudad Real tlt~ Chiapa dd cualtJU" •~taha prt~s•~nte nwtliantt: d tlicho int.-rprelt: fut· rt•cil~do juramento y d su~;mlidw lo hizo por Dios Ntwslro St•ñor sq.,run forma tlt· ... so cargo del cual prometio de decir verdad y siendo examinado por la pdieion •~n t:sla causa prest•ntada por d tlidw don (;aspar,¡,. Et~pinoza dijo IJIW t:stt: testigo conot:t• al susotlidw dt·sdt• IJIII' nal'io y t:ontM:io asi mismo a don Juan tll' Espinoza y a tlon Domin¡!o di' ~:spinoza patlrt• y alnll'lo tlt•l susodidw a los t•ualt•s In~ lo y t•omunico mudws años hasta IJIII' murit·ron los t·ualt•s fut•ron t•at·iqu•·s y st•iion·s tlt•l tlidw ¡nll'hlo tlt· Tuni y como talt•s fut·ron havitlos y lt•nitlos t'll t·l

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dicho barrio y en este pueblo a los cuales les hacian sus sementeras y reparaban sus casas los naturales del dicho barrio y en sus casas se hacían las juntas y mitotes como en casa de caciques los cuales nun­ca pagaron tributo ni el dicho don Gaspar lo ha pagado aunque quedo muy niño cuando su padre murio y es tenido por tal cacique y señor de este dicho pueblo aunque al dicho don Gaspar siempre le hicieron sus milpas reparaban su casa y solo este presente año lo han dejado de hacer este testigo no sabe que ha sido la causa mas de las muchas obras que han tenido y tienen que hac•~r en la iglesia de este dicho pueblo y esto es lo que sabe y la verdad so cargo del juramento que ... tiene en su ... se afirmo y notifico habiendosele declarado por el dicho interprete no firmo por no saber escribir y que 1'-S de sesenta años y no tocarle ninguna preguntas generales de las que le fueron hechas firmolo el dicho intcrprde y el dicho alealdc mayor don Baltasar Muniel de Valdivieso, Juan Perez de Leon.

En el pueblo de Xuxuycapa de la encomienda de Francisco de Mesa a siete días del mes de diciembre de mil y seiscientos y cuatro años don Baltasar Muniel de V al divieso alcalde mayor por su Magestad en esta provincia de Chiapa haviendo visto estos autos y la in formacion dada por don Gaspar de Espinoza vecino de e~ste dicho pueblo y qu" por esta consta de que su padre~ y abudo no pagaron tributo por ser caciques y que no lo ha pagado d dicho don Caspar de Espinoza por ser tal cacique dijo que manda y mando se de mandamie~nto para que~ los alcaldes que son y fueren en este dicho pueblo no cobren tributo del dicho don Gaspar de Espinoza por ser tal e:aeiqut: eomo hasta ahora lo han hecho y hasta en tanto que su Magestad otra cosa provea y manda y lo firmo de su nombre don Baltasar Muniel de V al divieso ante mi Fernando Niño escribano de su Magestad.

Título de gobernador: El Licenciado don Manuel de Ungria Giron del consejo de su Magestad oydor mas antiguo de la Audiencia y Chan­cillería Real de Guatemala visitador general de las provincias de Chiapas Soconusco y Zapotitan por cuanto por parlt~ ek los Indios ve:e:inm; y naturall'.s del pueblo de Xuxuyeapa de: la ene:omi•~ntla dt: Mde:hior de: Solorzano, Dit•go Hurtado y de Maria de: Akanlara y por pdicion que ante mi pre~scntaron me hicit:ron rdae:ion dicit:ndo e¡uc •·n d dic:ho pudtlo en la.<~ tres parcialidade:s sude·n halwr e:ntn: los naturale:s dc d mut'hos pll'itos e inquic:tude:s y para que los naturale:s e:stc:n quie:tos y anden siempre: rl'e·ogid08 y porque· la i~e:sia dd pue:hlo se había e¡w:­mado y no había donde· se adrninistra.<;t:n los santos sae:rarne·ntos y (Jara d dicho e•ft:cto los Indios dd die·ho pue:hlo habían juntado mul'ha madna y de pura pereza no habían epwritlo e:omcn:r.ar a ha­e·e·rla i~e·sia de·l die·ho Jllll'hlo y la nwde:ra sc pudría y para d die·ho

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~recto convenía yo pusiese remedio en el dicho pueblo nombran­do por gobernador de el a don Gaspar Indio cacique natural de dicho pueblo de la parcialidad que llaman Tuni el cual era indio de mucho gobierno para haber sido otras veces alcalde del dicho pueblo y que acudiera con mucho cuidado y solicitud a los susodichos y me pidie­ron y suplicaron mandase dar titulo de governador al dicho don Gaspar para qu~ con cuidado haga hacer en breve tiempo la dicha iglt'.!lia y que los naturales esten con quietud en el dicho pueblo nom­brandolo por el tiempo que yo fuese servido por el bien y quietud del dicho pueblo que en ello haria gran servicio a Dios y bien a los dichos natural~'.!! y me pidieron justicia a lo cual yo proveí que el reli­gioso que doctrina a los naturales del dicho pueblo de Xuxuycapa me informase de lo pedido por parte de los dichos indios de lo que en ello había pasado para que informado yo proveyese lo que convi­niese y el padre fray Domingo Vidad religioso que administra a los naturales del dicho pueblo que el dicho don Gaspar era muy conve­niente que gobernase el dicho pueblo por ser indio cacique señor natural buen cristiano y hombre pacifico y que haria bien su oficio y asi mismo dijo tener necesidad el pueblo de semejante gobernador por ser grande de quinientos tributarios y no tener iglesia ni conser­tarse los indios para la obra de ella por no tener quien los gobernase y mande lo que han de hacer 1 haviendo mas de quince años que se quemo y de entonces aca esta por hacer: y por mi visto lo susodicho mande dar y doy el presente: por el cual nombro al dicho don Gaspar de Espinoza por gobc~rnador del dicho pueblo de Xuxuycapa por tiempo y espacio de un año cumplido primero siguiente que corre d•~sde d dia de la fecha de este título y como tal gobernador pueda traer vara de la r•~al justicia en el dicho pueblo y en sus terminas y jurisdiccion y conozca dt~ los pleitos y causas el bien y criminales que entn~ los naturalt~s dd dicho put~blo sucedieron y aca ( .. ) ... ( .. ) ei•~r•~n y ... tuvier•~n pendientes guardando en dio justicia a las partes y t•~nga cargo y cuidado d•~ que los naturales tengan cargo y cuida­do ... la dodrina c:ristiana y los divinos ofieios prohibiendoles sus idolatrill.b y borrac:hc~ras que no andt~n vagabundos sino que labren c:ultiv•m sus milpas y s•~m•~nteras eompeti•~ndolcs y arvemiandoles a lo susodic:ho q•w para todo dio y lo ... pc~ndientc le doy comisionen fonna y mando a los alt:aldt$ cac:iques principales y demas indios Vl't:inos y naturalt:s dd dieho pueblo t¡ue t•~ngan acatt:n y obedescan por tal gobe~rnador al didw don (;aspar y curnple:n sus mandamic:ntos so pena de: ve:inle: pesos de: oro para la camara de: su Mage·stad 1 hecho en d pue:blo de: San Migud Cuisllan a v•~inte y st·is dias del nws dt· agosto de• mil y ~wisc:ic:nlos y nueVI' años e·l Lice•nciado don Manw·l de Ungria Giron por mandado de su mrd. Garc1a de Escobar.

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Don Baltasar Muniel de V aldivieso alcalde mayor por su Magestad de la Ciudad Real de Chiapa y sus provincias hago saber a los alcaldes y regidores que. • . y adelante fuere de el en este pueblo de Xuxuycapa como ante mi parecio don Gaspar de Espinoza indio vecino de c~ste dicho pueblo y de la parcialidad de Tuni que en el esta incorporada de la encomienda de Francisco de Mesa vecino de la Ciudad de Chiapa y por peticion que ante mi presento ... correlación que el es hijo de cacique y lo fueron en el dicho barrio don Domingo de Espinoza y don Juan de Espinoza su padre y abuelo y como a tales siempre por los vecinos de la dicha parcialidad se le guardaron sus preeminencias e prerogativas que se guardan en esta provincia a los que son tales caciques y eran exentos de pagar tributo como nunca lo pagaron y en reconocimiento de ello se le reparaban sus casas y hacían cada un año sus sementeras para su sustento y que el como tal su hijo babia gozado de las dichas preeminencias mucho tiempo y a esta que de poco tiempo a esta parle se había ido dt..'Caycndo en que no le acu­dian a guardar las preeminencias que a los dichos sus padre y abuelo y pasados se ... guardaba y que me suplicaba fucs«~s servido d«~ ampa­rarles la tenencia de su cacicazgo y 111~ os mandas«~ con pena no cobrase del tributo de la que~ yo proveí se os diese traslado a vosotros juntamente con los regidores que al prestmlt: ... al dit:ho Frant:il!t:o de Mesa encomendero de la dicha parcialidad de lo pt:dido por el dicho don Gaspar de Espinoza y l!C dtast: al dicho encomendero y a vosotros para la informacion que 111~ ofrt.."':io a dar de lo contt:nido en su pedimiento y aunque se ... como de los autos consta parece por ellos no haber contradicción antCI! part:ce que confic-.sa el dicho «mco­mendero ... vosotros s«:r tal t:aciqut: d dicho don Gaspar y habmio sido los dichos su padre y abuelo y consta mas ampliamente por la informacion que el susodicho dio antt: mi s«:r tal cat:ique y no habc:r pagado tributo, ni los dichos su padn: y abuc~lo por raz(m d«~ sc~r tales caciques que visto por mi por auto que proveí en la causa declare no deberse cobrar tributo dd dit:ho don Gaspar de: Espinoza hasta c~n tanto que: por su Magc:stad otra ... provc~a y mandt: en t~ontrario y para que: tenga c:fccto dic:z prc:sc:nte para ... por d c~ual lo11 mando que: de: a4ui addantc: no t:ohrc:iK tributo dd dit~ho don (;a~~par de: E11pinoza ni st: lo pidais con apc:n:dJimic:nto «JIU: ••• c¡tu: lo t¡ut: a~~i c:ohra ( ... ) dd sut~odit:ho se lo volvc•rc:i11 por vut~KtraK pc~r~~onas y hicmes y mas y ... en pc~na dt~ t:ada veinte pc:st111 para la •~amara de: :,;u Magestad y gastos dt• justic:ia por mitad / ht"':hu •~n d puc:hlo dt: Xuxuyt:apa a sic:tt: dias dd rrwl! de~ dicimnhre de~ rnil y ~wist·ic:nttlll y cuatro años tlon Halwar Munid dt• Valdivic~so ¡tor su rnaruladu Ft·r­nando Niño escrihano de l!U Magcstad.

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En el pueblo de Xuxuycapa a siete dias del mes de diciembre de mil y seiscientos y cuatro años yo el escribano mediante Juan Perez de Leon interprete del juzgado mayor notifique el mandamiento de esta otra parte a Francisco Ximenez alcalde Juan de Pereira y Francis­co de la Cruz regidores de la parcialidad de Francisco de Mesa los cuales dijt~ron haberlo entendido y cumpliran lo que se les manda por el dicho mandamit~nto siendo testigos Francisco de Mesa y el dicho Juan Perez d~ Leon que lo firmo. Juan Perez de Leon. Fernando Niño escribano: los cuales recaudos se mandaron llevar a mi fiscal de la dicha mi Audiencia y que con lo que dijese ( .. ) jesen. Y por d liet~nciado don Fernando de Castilla y Ribera que lo es en ella res­pondio lo que contiene su respuesta que es del tenor siguiente: el fiscal de su Magestad dice que los recaudos presentados por don Gaspar de Espinoza indio para tener privilegio de cacique no son bas­tantes y así el Doctor don Matias de Solis ... y Quiñones Vuestro Oydor Visitador que fue t~n Chiapa declaro un auto que está proveido ~~n veinte y cuatro dias dt~ enero de mil seiscientos y diez y ocho no deber gozar del privilegio y deber pagar él y su mujer tributo que cuando lo proveyo lo vio bien y justificadamente y asi las informa­ciones, títulos y demas recaudos presentados no son autenticos ni ticnt~n la fé que se requiere para tener el nombre de tal cacique y gozar de las pret~minencias de el y asi aunque lo sea de lo que es el servicio dd tos ton y para eso por lo que le toca pide se lleva a Alonso Rodríguez Nieto contador nombrado para que haga la cuenta con­forme le hx:a esto rt~sponde en odw de octubre de mil y seiscientos y treinta años y habiendost~ visto y rdatado los dichos autos en la dicha mi Audit~ncia por d no proveido por los dichos mi presidt~nte y oydores en d¡ez y siete deste presente mes de octubre se remitio el proveer sobre ello al Doctor don Mat1as de Solis. . . y Quiñones mi oydor rná." antiguo dt: la dicha mi Audiencia, Visitador General qUt: fw~ dt: las provincias dt: Chiapa por quien vueltos a ver los dichos autos ... proveido uno del tenor siguiente.

Auto: En la ciudad de Santiago de Guatemala en veinte y dos dtas dd 1111:!1 dt: oetubrt~ de mil y st:iscicntos y treinta añt~s d st:ñor Doe­tor don Matia.-. dt• Solis ... y Quiñont~s dd Const:jo dt> su Ma¡!•·stad su Oydor •·n t$ta Rt:al Audit~ncia a tptit:n por los s~:ñores prt·sitll'nl•· y oydort:!l de •·lla st• rt:rnitio d provt:t:r t•n Psta eau;:a como ViHitador (;l'twral tJU" ftw dt: la provincia de Chiapa: hahit·ndo VÍHio lo ¡wditlo por parte de don Garpar de Espinoza, lntlio del pueblo de Xuxuycapa dt· la dit·ha provitlt'Ía sohrt: t)IH' st• tlt•dar•· no dt·lwr pa¡_!ar trilmto por Ht'r •·a•·ÍtJIIt' y ¡trirlt'ipal dt· la pan·ialidatl tlt· Tuni irlt'orporada t·n •·1 dit·lro pudtlo '11"' s•· •tnilt· y lildt· dt·l ¡tadron nut·vam•·nlt· lwdto tlt·

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los vecinos de el por don Luis de Villafuerte alcalde ordinario de la Ciudad Rt>al de Chiapa con comision de la dicha Real Audiencia, y visto asi mi!.mo la información y demas recaudos presentados por el dicho Indio ante el dicho comisario en el que consta ser hijo legi­timo de don Domingo de Espinoza y nieto de don Juan de Espinoza, caciques que fueron de la dicha parcialidad: dijo que atento a los dichos recaudos declarados declaro deber gozar el dicho don Gaspar de Espi­noza, Indio de las preeminencias de tal cacique de la dicha parcialidad nombrada Tuni y no deber pagar ningun tributo y que se quite y tilde del dicho padron y así lo proveyo y mando y firmo. El Doctor don Matias de Solis ... y Quiñones ante mi Gabriel Miron escribano receptor, y para que lo proveydo haya dccto por los dichos mis prt~­sidente y oydorcs fue acordado debía mandar dar t~sta mi carta en la dicha razon yo lo he tenido por bien, por la cual mando a vos el alcalde mayor de la provincia de Chiapa y a vuestro lugarteniente y alcaldes ordinarios de la Ciudad Real de la dicha provincia y otros mis jueces y justicias de ella y a los alcaldes y regidores, Indios y comun del pueblo de Xuxuyeapa y pan~ialidad de Tuni indusa t~n el dicho pueblo asi los que al presente mismo los que fut~rt~n de ade­lante ... con dla requeridos por parte del dicho don Gaspar de Espinoza, Indio prineipal y caeique del dicho put~blo vt~ais el auto proveido por el dit~ho mi oydor Visitador c;cncral qut~ fm~ dt~ I~Sas pro­vincias que de suso va incorporado y lo guardt~is, cumpleis y executds y hagais se guarde, cumpla y exeeute tm todo y por todo twgun y como en el se contient~ y declara y eontra su tt~nor y forma no vais ni paseis ni consintais se vaya ni pase en manera alguna y en su exe­cucion y cumplimiento lt~ guardareis y han~is se lt~ guardt~n tt,das las gracias preeminencias qut• por ra:wn dt~ ser tal eaeique dt~ la dicha parcialidad de Tuni ha dt• habt~r qut~ dt~bt~n ser guardadas todo bit~n y cumplidamente sin cobrar corno t~n al¡.,runa manera sea dt~ t~obrar nin­gun tributo del susodit·ho ni dt~ sus bient~s que parad dt~do mando que d susodicho se quitt~ y tilde del patfron de los vt~cinos y naturalt~ del dicho put~hlo lo cual así guardad y t~umplid y t~ada uno tk los por el que os toca sin han~r t•n contrario so pt~na dt~ mi mrd. y dt~ t~ada doscit•ntos pt•sos dt~ oro para mi Rt·al Camara y tist~o, sola q•w dit~ha pena mando a l'ualquit~ra persona qut• st~pa lt~t~r y t~sl'rihir qtw por an tt• todos lt•a y no ti litpw t•sta mi carta.

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ANEXO 11

SISTEMA PATRONIMICO Y ORGANIZACION SOCTOTERRITORIAL

En complemento al Capítulo VI presentamos cuatro cuadros que dan las correspondencias entre patronímicos tzeltales y/o españ.oles (apellidos) y las grandes divisiones socioterritoriales que caracterizan la comunidad de Bachajón y el barrio de San Sebastián.

Cuadro 1: correspondencia entre apellidos y patronímicos tzeltales (linajes).

Cuadro 2: repartición de los apellidos entre los dos barrios. Cuadro 3: repartición de los patronímicos tzeltales entre los

dos barrios. Cuadro 4: repartición de los patronímicos tzeltales entre los

cuatro kalpules del barrio de San Sebastián.

Cuadro l. Corre-&pondencia entre apellidos y patronímicos tzeltales

Apellidos Patronímicos Traducción tzeltales

Aguilar a k hierba (Muhlenbergia .rtricta) Alv8ro halaw tepezcuintle (Agouti paca)

t'olok pequeño lagarto Ccnlt·no (1) k 'in (2) fiesta, día, flOI Córdoba P) Cruz "hahwuk rdámpago, rayo

krdu.• dd l'spañol "Cruz" mi.t gato

n.·ara dril grillo lt•'ala dd l'spañol "Dcara" tu/uk' guajololt' ut:h (2) piojo

Dt·mr·sa mf•.ttJ <Id t•spañol "Dt·mcsa .,

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me'el mapache (Procyon lotor) :adten del español "sartén"

Díaz wanchíl grito de ave Estrada (3) Feliciano ch'ípch'ip colibrí

García pojpoj ? Gómez ajan elote de maíz

chíj (1) ciervo, venado chíkíx ? chíwm puerco ch'um (1) calabaza (Cucurbif4 mmhal4) jaro del espaftol "jarro" luuar ? lak (1) ? lot mentiroso nep' (1) cangrejo oxom olla puy caracol, concha de mar,

(PachichiliU indiorum y otros)

60RIO del espai\ol "santo" ( tradu-cid o por perezoso)

lO U' murciélago terech del español "derecho" t 'el cresta de pollo uohuol (1) clase de pájaro (gorrión) uhchíb ? wen (1) ? xalu pequei\a olla de barro cocido

Guillén ijk'mul ave negra Gutiérrez (3) Guzmán choj(1) jaguar

UIUffl clase de abeja '''ulu,'uy '!(planta)

llcrnández ahk'(1) ? al.ch 'al lodo karaRia del español "Carranza" ch'o ratón, rata ich chile, pimil:nto (Copricum

annuum) jtm sapo (Rufo horribilú) sun flor (Títhonío) u'ahk' muro de· piedra, acantilado way l>t''JUl'ilo animal dormidor

('') .Jirnén.,z chab ab.,ja, miel

lul ( 1) pcqu.,ño silbato de barro Ougudc)

moro dd rspañol "moro" (árabe!, roluc:ho)

uullkul cucrn, pid

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López

Luna Morales Méndez Moreno

Navarro Pérez

Ruiz Sánchez

Silvano

Vásquez

Zaragos

pau'(l) xch 'uch' (1) xuch' (1) cluJy j'uch (2)

ochenta o u

(3) pan bo' chuch (1) ex (1) kokoy maja& pech (1) sojlel u'it (3) borbón chilchil chi'in jwi t'ul xik xum tuhis kon

xilil

hokot uiu

ch'ihk eh 'ulch 'ulte' majk'alte' IIQjlalulte'

bachajón 261

vagina rana resina pescado Zarigüeya (Didelphil mar•u-pialú) del español "ochenta" ? (idea de serpentear, de ondular)

tucán topo ardilla '! carpa batidor de atole pato viajero ?

del español "barbón" ? camote (Yucoo elepluJtipu) grito del águila conejo águila ? especie de ave(?) flor (Cavendilhia guatemolen-sis) se dice de un árbol de tronco desnudo urraca aguacate silvestre (Peneo americaoo) ? pequeño bastón (?) pedazo de madera(?) espina de madera(?)

(1) Nombres proporcionados por Slocum (1971 :211-212) que nb hemos ceNado personalmente; son en BU mayoría del barrio de San Jerónimo.

(2) Nombres antiguos, posiblemente de origen calendárico. (3) Nombres españoles que no tienen correspondiente patronímico tzeltal. Sola­

mente en esos C8808 el apcUido se emparenta a un linaje (véase el Capítulo VI, parte 1 ).

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262 alain breton

Cuadro 2. Repartición de lo1 apellidos entre lo& dm barrio1

Barrio de Barrio de Apellido1 San Seba~tián (*) San Jerónimo

Aguilar 1 o Alvaro 2 o Centeno o l Córdoba o 1 Cruz 1 (+1) 1 Deara 3 (+1) De mesa 1 2 Díaz 1 o Estrada 1 o Feliciano o 1 García 1 o Gómez 3 17 Guillén 1 o Gutiérrez (+1) Guzmán 1 (+1) 1 Hemández 3 (+1) 5 Jiménez 2 (+1) 4 López 1 (+1) 2 Luna 1 o Méndez (+1) Morales 1 o Moreno 4 3 Navarro 1 o Pérez 6 2 Ruiz 1 o Sánchez 1 o Silvano 1 o Vásquez 1 1 Zaragos 4 o

Número total de linajes

Sobre 29 apellidos censado~. tenemos la repartición sigui en ti': 13 participan exclusivamcnk de San Sebastián

3 participan exclusivamente de San Jerónimo 13 participan de los dos barrios

Número total de linaje&

1 2 1 1 3 4 3 1 1 1 1

20 1 1 3 9 7 4 1 1 1 7 1 8 1 1 1 2 4

92

Nota: Slocum (1971 :211-212) cita también los apellidos Espinoza, Miranda, Santis y Solórzano. No habiendo podido localizar esos apellidos, no los hemos tomado en cuenta aquí.

(*) Las cifras que figuran en las columnas indican d númc'ro de' grupos patroní­micos tzcltaJc,s (linajes) corrc,spondic,ntc' a cada apc,Uido y 11a•a cada barrio. l.a mc,nc·ión (+ 1) t>ntrc dos columnas"indic·a un linaje· loc,ali:.r.aclo c'n los dos barrios (véase el Cua­dro 3).

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bachajón 263

Cuadro 3. Repartición de lo• patronímico• t:r:elflllu entre lo• dm 00nio1

l. Patronímicos tzeltales exclusivos del barrio de San Sebastián (véase el Cuadro 4 ). 44

2. Patronímicos tzeltales exclusivos del barrio de San Jerónimo 40

a. censados por nosotros mismos: 19 Córdoba, xolu, mf!IIJ, MJnto, eh 'ipch 'ip, 1ob ', ajan, ich, chikix, 1un, jaro, t•'ahk', chitam, j'uch, kaiGr, t'ul, lot, 1um, puy.

b. censados por Slocum: 21 * k 'in, tereck, pob ', chah wuk, t1ohuol, xch 'uch ', me 'el, wen, xuch ', chij, choj, chuch, eh 'um, ah k', ex, lak, lUuanMJ, pecla, nep ', lul, bitl.

3. Patronímicos tzeltales presentes en los dos barrios 8 mil, tuluk', Gutié"e:r:, U1um, ch'o, chab, ba', chay.

Total: 92

Aunque el autor no especifica la pertenencia de barrio de los nombres linajeros de su liata. nuestro conocimiento del barrio de San Sebastián nos permite afirmar que los 21 nombres patronímicos citados por ella son en su mayoría del barrio de San jeró­nimo, en el cual Marianna Slocum ha permanecido y trabajado.

Cuadro 4. Repartición de lo• potronímic01 t:r:elflllu entre lo• cuatro kalpules del barrio de San Sebaltián

l. Patronímicos exclusivos del kolpul Lakma' winik: 11. halaw, ahch 'al, kokoy, t 'olok, nuhkul, Nava"o, kulw, ot.r, eh 'ik, oxom, pan

2. Patronímicos exclusivos del kolpul Ti'ja winik: 11. ak, t.r'ut1'uy, tuhi&, wanehil, sohlel, eh 'ulch 'ulte', pojpoj, b'it, majk'alte', t'el, jwi

3. Patronímicos exclusivos del kalpul jWayel winik: 5. te 'ala, O<:henta, f:strada, kon, ijk 'mut

4. Patronímicos uclusivos del kalpul Ba'il winik: 2. chil, eh 'ih

5. PatronímicOH relt:vados en dos kalpuiP.,: 5 . ... :h(Ba'il +'!),moro (Ba'ii+Lakma'), xik (Lakma'+Ti'ja'), Xilil (Lakma'+jWay•·l), lwkot (Ti'ja '+ l:la 'il)

6. Palronímii'OH rdt:vados en trt:s kalpuiP.,: l. chi'in (Ti'ja'+lla'il+jWayd)

7. Palronímkos n:levadoK d10 los ·~uatro kalpt41Ps: l. maja.'

B. PalronímkoK dt• IOK 1:uai"K se: saiM: qu" son c:xdusivos d•· un kalpul qUt· la l'ncul'sta no ha podido da:h:rminar: 8. xaltt•n, Luna, ul•chil1, IHirbaín, jPn, ehilcllil, way, .•ajlalullt•'

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264 alain breton

Sobre loa 44 patronímicos tzeltales censados, pertenecientes exclUtiivamente al barrio de San Sebutián, tenemos la repartición siguiente:

Exclusivos de uno de loa cuatro kalpule& (níbricas 1, 2, 3, 4 y 8) Repartidos entre varios kalpules (rúbricas S, 6 y 7)

Total

37

7

85%

15% 100 %

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ANEXO III

ALGUNOS PLANOS DE SITIOS

Las figuras que siguen ilustran y completan la descripción del espacio doméstico del Capítulo VIII. Las hemos clasificado de acuerdo con la tipología señalada, objeto de un trabajo prece­dente (Breton, 1973 ).

LEYENDA GENERAL:

D Dormitorio C Cocina G Granero

P Gallinero T Temascal E Cerco

l. Suelo de tierra apisonada

2. Cerca

3. Maíz (fuera de la milpa)

o o 4. Café * 5. Platanar

O 6. Arboles

~7.Baldío

8. Cercos

9. Depósito de basura

Leyendas de las fJgUras 29 a 38.

r 2651

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alain breton 266

A; /l 1 / \

\o k~_/( '~) \

-w~w.m ~· \"~ ¿--~

~ ~-v--

80 colmena N\ o- ·-

b · rto corre.po 29 Sitio limpie, a 16 ' Figura · "amilio nuclear. ndiente 11 una J'

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bachaj6n 267

!o'igura 30. Sitio •imple, abierto, corrapondienfe a una familill nuclear.

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268 alain breton

¡N ~ ----'-----\

/~s r(?)} // 1

.-------) ~e (

l .. lC-)\ 1 p ~- - - f:J ~-~ D J Q \ •e \

\ "-.... ' ____ / \

' \ \ \ ' Jardín \ ' \

L _________ ~\ o 10 PUOII ~---

Figura 31. Sino •imple, abierto, corre&pondiente a una familitJ nucloor.

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milpa B

\N O

10 p111011 --

' ' ... :a ' ., '

bachajón 269

··igura 32. Den 1itio1 limple1, abierto•, comportid01 por ltu familitu nucleore1 de d01 hermano• (A y 8).

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270 alain breton

cunpo de eafla

de azúcar

o 10~

Figura 33. Sitio compue.to, abierto, ocupado por una familia e:rteRMJ ( 1: padre; 2: hijo; cocina común,.

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bachajón 271

1 cau de p...,...¡ Gómez H.

2 .,.. de Mi&uel Gómez H. o 25 ~ 3 cau de jerónimo Gómez H. ---===---===---

Figura 34. Sitio compuedo, abierto, ocupado por una familia e:ICtenMJ ( 1: padre, 2: hijo; cocina común; 3: madre del padre).

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272 alain breton

o 10 paiOII

Figura 35. Sitio compuuto, abierto, ocupado por uno familia exteRMJ (podre y dm hijm COMJdo•).

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bachajón :.?73

r - -~~-- _,__- -- ------,

1 antigua 1 1 cocina

IUelo de hierba :m 1 •

muro m . . de • piedra

~orno • .,.--.,_...:...__0 _ _ ,...

dormitorio

granero

m gallinero

o 10 pasos ' = ' Cafetal ' ' ' ' '

Figura 36, Sitio •imple, cerrado, que albergo uno familia nuclear {la cerco e.r4 ligado con la. octividode. de la crío de ganado).

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274 alain breton

1

1

1 1

1:<:: :.-: / ....... :.-: ·: ...

o S p.-

Figura 37. Sitio •ímple, cerrado, que alberga una familia nuclear, lOCGlíUJdo en el pueblo de Bacluajón {plano geométrico).

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l.

2.

3.

--,m ,. 1\ []

cafetal

1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

r-.., 1 E 1 L_J

\ \ \

.<\,1 \ 1

f. 1' \ \

bachajón 275

\~··

Milpa de 3

' .......... \

oo·rn 1

----- _L,_ -K---»---- -4 1-------...J

calle

Casa de Melchorio Pérez G. Cf - cocina para las fiestas ----cerca (padre de 2 y 3)

e- cocina Casa de Melchorio Pérez A.

D - donnitorio Casa de Pedro Pérez D. E- cerca o ~.;...-=~~==::;15 pas

P - gallinero

Figura 38. Sitio compuufo, cerrado y con campos confísuos, looolizodo en la periferiiJ del pueblo.

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Relación de los pueblos que comprende el Obispado de Chiapas, 1774, Número de gente que tiene cada uno de todas edades y castas, su carác­ter e inclinaciones, frutos y cosechas que culiivan, cumtos que hay en él y Ministros que los administran. Remitida por el Obispo de dicha Diocesis, el atlo de 1774 (Obispo Fr. Juan Manuel García y de Bargas Ribera). Copia existente en San Cristóbal de Las Casas (Na Bolom), con introducción de Eduardo Flores Ruiz y notas de Franz Blom, 1959.

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INDICE

Pág.

ADVERTENCIA................................. 7 INTRODUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

PRIMERA PARTE. BACHAJON

l. GENERALIDADES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 11. CONTEXTO ECOLOGICO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

111. HISTORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

SEGUNDA PARTE. ORGANIZACION SOCIAL Y TERRITORIAL

IV. EL TERRITORIO COMUNAL................. 83 V. LOS SISTEMAS DE CARGOS................. 99

VI. LA ORGANIZACION SOCIAL TRADICIONAL ... 129

TERCERA PARTE. ESTUDIO DEL HABITAT

VII. LA CASA TRADICIONAL .............. • ...... 167 VIII. EL ESPACIO DOMESTICO ................... 183

IX. EL ESPACIO SOCIAL ....................... 199

CONCLUSIONES ................................ 243

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ANEXOS

ANEXO l. UN DOCUMENTO RELATIVO A LA HISTORIA DE BACHAJON . . . . . . . . . . . . . 249

ANEXO II. SISTEMA PATRONIMICO Y ORGA-NIZACION SOCIOTERRITORIAL . . . . . . . 259

ANEXO III. ALGUNOS PLANOS DE SITIOS ......... 265

BIBLIOG RAFIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277

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Bochaj6n. Organimci6n 1ocioterritori4l de una comunidad tzeltGI de Alain Breton (Serie de Antropología Social No. 68), ae tenninó de imprimir el día 15 de febrero de 1984 en l011 talleres de A. M. Diaefiografic, Avenida Revolu­ción 425, Col. San Pedro de los Pinos, 01180, México, D.F. Se tiraron 2000 ejemplares y en su composición ae utilizaron tipos Bodoni de 12, 10 y 8 puntos.