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  • 7/29/2019 Analisis Del Discurso Ocr

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    JORGE LOZANOCRISTINA PEA-MARN

    GONZALO ABRIL

    ANLISIS DEL DISCURSOHACIA UNA SEMITICA

    DE LA INTERACCIN TEXTUAL

    CATEDRA

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    El problema del discurso es hoy un lu-gar de interseccin para las ciencias hu-manas: lingstica textual, anlisis filos-fico, teora de la comunicacin y de lainformacin, etno y sociolingstica. socio-loga interaccional, etc. La semitica dis-cursiva aparece, pues, como una prcticainevitablemente transdisciplinar.

    Los autores de este volumen, interesa-dos por los procesos del sentido y de lacomunicacin en el texto, toman partidopor una hiptesis interaccional: ms queun conjunto de proposiciones, el textoconstituye un entramado estratgico deacciones a travs de las que los sujetos

    emergen, se definen y se modifican mu-tuamente.El texto aparece como un artefacto da-

    lgico y polmico al que se puede interro-gar con instrumentos analticos que, enlugar tic yugular, pongan de relieve su di-namismo: .inlisis de las transformacionesmodales y scmntico-narrativas, anlisispragmticos v de la enunciacin.

    Ms all del nteres por una metodo-loga sistemtica, prevalece en este trabaiola voluntad de promover una perspectivarenovadora.

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    Anlisis del discurso

    Hacia una semitica de la interaccin textual

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    Jorge LozanoCristina Pea-Marn

    Gonzalo Abril

    Anlisis del discursoHacia una semitica de la interaccin textual

    SEGUNDA EDICION

    CATEDRA

    CRITICA Y ESTUDIOS UTCKAJUOS

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    ndice*

    PRELIMINAR 13

    CAP TULO I. EL TEXTO

    1. Introduccin 152. El texto como objeto semitico 163. La coherencia del texto 19

    3.0. Coherencia y competencia textuales 193.1. Elementos de la coherencia 213.2. La cohesin superficial 223.3. Coherencia global . 233.4. Coherencia pragmtica 263.5. Coherencia interna: la isotopa 29

    4. El texto como proceso semitico 334.0. Hacia el discurso 334.1. Del sistema al proceso: el discurso 34

    4.1.0. La dimensin transfrstica 364.1.1. Digresin sobre los niveles textuales: la discur-

    sivizacin 385. El texto como forma de intercambio 406. El con-texto del texto 43

    6.0. Relacin del texto con la situacin 436.1. Contextualizacin . . . . . . . . . . . . 456.2. Elementos textuales de contextualizacin 49

    Bibliografa 52

    CAPI TULO I I . CUAUF ICACI ONES Y TRANSFORMACIONES MODALES

    1. El concepto de modalidad 562. Sobre la oposicin enunciado descriptivo/enunciado modal . 60

    2.0. El enunciado asertivo 602.1. Dimensin interaccional de la asercin 62

    * Este libro ha sido pensado conjuntamente. Sin embargo, la elaboracin de loscaptulos I y II se debe a Jorge Lozano, la del III a Cristina PcAa-Marfn. la del IV aGonzalo Abril y la del V a los tres autores.

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    3. La modalidad como expresin de la subjetividad 644. La actuacin del sujeto 67

    4.0. Estados y transformaciones 674.1. El acto en el programa de accin. El programa na-

    rrativo .. . 69

    5. La competencia del sujeto 715.0. Competencia lingistica 715.1. Competencia comunicativa 735.2. Competencia modal . 74

    6. La construccin de la verdad: modalidades veridictivas 767. Las figuras de la manipulacin. Pasiones y modalidades fac-

    titivas 818. Anotacin prospectiva ,. . 84

    Bibliografa 86

    CAPITULO I I I . SUJE TO, ESPACIO Y TIEM PO EN EL DISCURSO

    1. El sujeto en el discurso 892. Situacin de enunciacin y dcixis 95

    2.0. El concepto de enunciacin 952.1. Deiris y anfora 97

    3. Las formas enunciativas 1023.0. Tipos de enunciacin 102

    3.1. Localizacin y modalizacin 1033.2. Las formas enunciativas en la definicin del texto yde sus sujetos 105

    3.3. Conclusin 1094. Niveles y personajes enunciativos 110

    4.0. El cambio de nivel o conmutar 1104.1. El sujeto textual 113

    4.1.0. Destinador y destinatario 1134.1.1. Representacin y cancelacin del su je to . . . . . . 1184.1.2. Yo-yo: reflerividad 124

    4.2. Tiempo-espacio-persona 1274.3. La metfora de la visin: el observador 131

    4.3.0. Sobre la nocin de punto de vista 1314.3.1. La voz y la mirada 1324.3.2. Focalizacin exterior e interior 1344.3.3. La temporalidad inmanente a la situacin: as-

    pectualidad 1384.4. Metadiscurso 141

    4.4.0. Niveles discursivo y metadiscursivo 1414.4.1. El enmarcar los textos 143

    4.5. Conclusiones 146

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    5. La palabra propia y la ajena. Identificacin y distancia 147

    5.0. Entre el uso y la mencin 1475.1. Citas expresas 149

    5.1.0. Discurso directo y objetividad 1495.1.1. La absorcin del discurso del otro: discurso in-

    directo 151'5.1.2. Contaminacin de voces: Estilo Indirecto Li-bre (E.I.L.) 154

    5.2. Citas no expresas 1565.2.0. Citas implcitas en las formas lingsticas . . . . 156

    5.3. Las figuras de la distancia enunciativa: irona, burla,parodia 159

    5.4. Conclusin 165

    Bibliografa 166

    CAPT ULO I V . LA ACCIN DISCURSIVA

    1. Lenguaje y accin 1702. El hacer lo que se dice 174

    2.0. La performatividad 174

    2.1. La autorreferencia en los performalivos 1752.2. Condiciones del hacer performativo 1782.3. Tipos de enunciados performativos 1842.4. Conclusiones 187

    3. Locucin, locucin y perlocucin 1883.0. Significado, fuerza y efecto de las expresiones 1883.1. La operacin ilocucion aria 1893.2. La cual ificacin intersubjetiva del efecto locutorio . . . 1943.3. El acto locucionario. 1983.4. Secuencias de acciones 1993.5. Conclusiones 206

    4. El hacer de lo no dicho 2074.0. La presuposicin 2074.1. Operaciones presupositivas 2084.2. Funciones de los presupuestos 2124.3. Inferencias discursivas 2154.4. Conclusiones 218

    5. Actos ilocucionaros indirectos 2205.0. Sentido literal y sentido indirecto 2205.1. El acto abiertamente encubierto 2225.2. Niveles de la accin en los actos indirectos 227

    5.3. Cmo responder 231

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    5.4. Modificaciones funcionales de los actos 2345. 5. Conclusi ones 242

    Bibliografa 243

    CAPITULO V. HACIA UNA SEMI TICA DE LA INTERACCIN DISCURSIVA 2 4 7

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    El mundo no funciona

    sino por el malentendido.

    CH. BAUDELAIRE

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    Preliminar

    ste es un libro de semitica. Pero acaso convenga alguna aclara-cin ante la polisemia del trmino semitica y ante su capacidad desuscitar pasiones hostiles: para algunos es el nombre de aquelladoctrina de los signos que permite hablar de todo sin decir nada, y

    cuyas abigarradas preferencias terminolgicas no responden, comoen otras reas del saber, a requerimientos conceptuales y metodo-lgicos, sino al simple capricho o a un prurito oscurantista; paraotros, igualmente desconocedores del desarrollo terico y analtico dela semitica, sta constituye la inteligencia artificial de las cosas yaconocidas, o una moda cultural del Pars de los 60, o tan slo unaetiqueta legitimadora de cierta culturologa snob.

    Lo cierto es que la reflexin sobre los sistemas de significacin,cuyas primeras divulgaciones resultaron sugerentes, aunque intuiti-vas, se ha desarrollado en los ltimos quince aos por cauces de

    rigor y de especializacin que acaso deseaban sus padres fundadores,pero que, para bien o para mal, inspiran menos aproximaciones lite-rarias. La semitica actual no se ocupa de signos, ni est de moda,ni constituye ya una etiqueta negra de la critica cultural.

    Para ms claridad, ste es un libro de semitica textual. En I seaborda el examen del texto desde algunos puntos de vista que tene-mos por ms pertinentes: en el captulo I se trata de definir el propioobjeto, su estructura y componentes; el captulo III trata del sujetoo de los sujetos y de las coordenadas espacio-temporales del tex-to y su construccin a travs de las operaciones enunciativas; las

    cualificaciones del sujeto y la organizacin modal del texto han sidopreviamente examinadas en el capitulo II a la luz de la teora de lasmodalidades; el captulo IV versa sobre lo que los discursos y sus su-

    je tos hacen , y su punto de partida es la teora de los ac tos de habla.Cada uno de estos apartados es relativamente autnomo, y auncuando el conjunto del trabajo y la sensibilidad que lo anima son elproducto de una larga colaboracin entre los autores, el lector no de-jar de advertir inevitables reenvos y poli fonas. El ltimo cap tulo,escrito a coro, es un breve apunte programtico que tantea unaconfluencia provisional.

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    Reconocemos ta audacia del proyecto: hemos recurrido a fuentesdisciplinares heterogneas cuyo concurso plantea serias cuestionesmetodolgicas, que con seguridad no hemos resuelto definitivamen-te. Junto a los riesgos inherentes a toda empresa transdisciplinar,asumimos el de haber incluido algunos problemas apenas desbroza-dos en las recientes reflexiones semiticas: en ms de un caso noslimitamos a apuntar orientaciones de la investigacin antes que re-sultados firmes.

    Agradecemos el impulso y la implacable gua terica de PaoloFabbri, con quien hemos podido discutir en mltiples lugares y cir-cunstancias, y de quien somos plenamente deudores en cuanto a laperspectiva , as como el apoyo cordial de otro cu lpable de nuestrovicio semitico, Umberto Eco. El aliento de ambos ha compensadoen parte la apata de nuestro entorno acadmico. Deseamos excluirde este adverso umweh a Jos Luis L. Aranguren, Javier Muguerza y

    Jess Ibez que, junto a otros amigos y amigas, han manifestadointers y simpata por nuestras preocupaciones tericas.

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    CAPTULO PRIMERO

    El texto

    1. INTRODUCCIN

    Es frecuente definir la semitica y as suele aparecer en eldiccionario como doctrina, teora general o ciencia de los signos,siguiendo una tradicin filosfica que comienza con los estoicos(Eco, 1981; Jakobson. 1974a; Rey, 1973; Sebeok. 1976).

    En efecto, a partir del concepto de sinti la semitica ha ido ad-quiriendo, gracias a las aportaciones de Ch. S. Peirce y de F. deSaussure estatuto propio, lo que ha hecho posible observar y analizarla dimensin significacional tanto de la cultura y de la sociedad engeneral como de la lengua en particular.

    Sin embargo, estudios recientes dentro de la semitica contempo-rnea, al ocuparse de sistemas de significacin complejos, han idoponiendo en cuestin el concepto de signo, sancionndolo de ingenuoy atomstico, y provocando lo que ha dado en llamarse, acaso con ex-cesivo nfasis, crisis del signo* (Barthes, 1980; Eco, 1981). Crisis delsigno (la nocin ha sido puesta en crisis desde su primer aparecer,nos recuerda Eco, 1981, 628), que estuvo presente, sin ir ms lejos,en Hjelmslev (1943), quien ya advirti que en rigor no debera ha-blarse de signo, sino de /unciones sgnicas que se realizan cuandodos funtores (expresin y contenido) entran en mutua correlacin1

    (Eco, 1975, 74).

    A partir de esta consideracin de Hjelmslev, el signo se ver disuel-to en un retculo de relaciones mltiples y cambiantes (Eco, 1975, 74)que forman sistemas de significacin.

    Y puesto que, como advierte Benveniste (1977, 57), no hay signotransistemtico, ser precisamente en el sistema de significacindonde podremos analizarlo.

    De ese modo, la concepcin de la semitica como doctrina de los

    ' Pero el mismo funtor contina Eco (1975. 74) puede tambin entrar encorrelacin con otros elementos, convirtindose as! en un funtor diferente que da ori-gen a otra funcin sgnica.

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    signos se ha visto desplazada por el estudio de los sistemas de signifi-cacin1, y de su realizacin en textos.

    Una consecuencia del desplazamiento del signo concepto hist-rico, artefacto analtico (e incluso ideolgico) gustaba decir Barthes(1980, 1074) a los sistemas de significacin, es la de centrar la mi-

    rada semitica (Fabbri, 1973) en el texto (o discurso), considerado,en un primer momento, como secuencias de signos, que producesentido.

    Pero no es una suma de signos la que produce el sentido, sino elfuncionamiento textual (Benveniste, 1977, 67 y 68); idea esta que hallevado a sostener al ltimo Barthes, al ltimo Derrida y a Krsteva,entre otros, que los textos son el lugar donde el sentido se produce yproduce (prctica significante) (Eco, 1981, 641).

    Asistimos, pues, hoy en el desarrollo de la teora de la signfica-cin a una preocupacin por el texto, concebido como aparato se-mitico, lo que ha dado paso a la elaboracin de la asi llamadasemitica textual o semitica discursiva3, en la que la atencin se fi-

    jar ms en lo que los signos hacen que en lo que los signos represen-tan en la actividad textual (en donde los signos se reconocen y seconstruyen).

    En las pginas que siguen pretendemos acercarnos al texto, ejecentral en los estudios semiticos actuales.

    2. EL TEXTO COMO OBJETO SEMITICO

    Si uno de los objetivos de la semitica es el de describir (mediantemetalenguaje) los discursos que atraviesan la sociedad, y explicarqu hacen con su actividad discursiva4, le corresponde tambin deli-mitar en primer lugar su objeto de anlisis. Ese objeto es el texto.

    Donde no hay texto, no hay tampoco objeto de investigacin yde pensamiento, sentenciaba Bajtin (1977, 179), Y cuando este se-

    1 Con ello no queremos negar la importancia y legitimidad de estudios sobre elsigno ni de las tipologas que, a partir de esos anlisis, se puedan obtener: nos parece,por ejemplo, interesante la propuesta de Lotman (1979) de definir la cultura comoactitud respecto al signo; pensamos, sin embargo, que el signo que ha sido conside-rado por Lotman como unidad cultural, tiene mis conexiones con la idea de forma-cin discursiva de Foucault que con la relacin significante/significado como la pos-tulaba Saussure.

    J En lo sucesivo utilizaremos indistintamente los trminos texto y discurso.4 Ante tan amplios objetivos, requiere la semitica de una rigurosa conceptuati-

    zactn (necesaria a todo metalenguaje). Y, desde nuestro punto de vista, evitar unaapresurada formalizacin. Creemos, por otra parte, que el desarrollo de la semiticacontribuir, entre otras cosas, a una tipologa de los discursos, a partir del iunciona-

    miento textual y no de categoras apriorsticas o ad hoc.

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    milogo ruso trat de definir el rea de su trabajo, situ precisamen-te en el texto el confn y los puntos de contacto y de interseccin detodas las disciplinas que intervenan en sus anlisis: filosofa, lingis-tica, la llamada critica literaria, etc.

    El texto escrito y oral es considerado por Bajtin como dato pri-

    mario de todas esas disciplinas y, en general, de todo el pensamientoteolgico y filosfico en sus orgenes. En este sentido sealaba que eltexto es aquella realidad inmediata (realidad de pensamiento y deemociones) sobre la cual slo pueden fundarse estas disciplinas y estepensamiento (Bajtin, 1977, 197).

    Hemos comenzado recordando a Bajtin (1977) para resaltar unaspecto en que l insista, al proponer la creacin de una textologa: asaber, el de la consideracin del texto todava sin definir, y por tantoconcepto preterico como objeto. Y como tal, dira Barthes (1980),sometido a la inspeccin distante de un sujeto sabio.

    Visto as, el texto como objeto permite por un comn inters laconvergencia de distintas disciplinas. Desde la sociologa, la socio-lingstica y la psicologa social a la teora de la informacin y a lateora de la comunicacin y un largo etctera, coinciden en trabajarcon textos. Por otra parte, podemos encontrar tanto en la estilsticacomo en la retrica los orgenes de una preocupacin textual.

    En efecto, y muy someramente, la estilstica se ocupaba de las re-laciones por encima del nivel de la frase (de este modo sustitua a lalingstica que se ocupaba slo de lo frstieo), y en esta perspectivatransfrstica podra observarse una orientacin al texto en cuanto

    objeto. Y aunque no se ocupa del discurso en s, sino que, en con-formidad con el aserto de Buffon: el estilo es el hombre, atiende alautor expresndose en la obra, pueden encontrarse en esta aten-cin paralelismos con aspectos de una teora del texto: por ejemplo,los considerados en los estudios sobre la enunciacin y el sujeto tex-tual (vase capitulo III).

    En cuanto a la retrica, e independientemente de las distintas con-cepciones que su profusa historia permite (Lausberg, Barthes, 1979,etctera), puede ser vista, en trminos muy generales, como meca-

    nismo de generacin de textos

    1

    .5 Recientemente Lotman (1981) ha seAalado tres significados principales que ad-

    quiere hoy. en la potica y en la semitica, el trmino retrica:

    ) Lingstico, en cuanto conjunto de reglas de construccin del discurso en el niveltransfrislico, como estructura de la narracin en los niveles superiores a lafrase.

    ) Como disciplina que estudia la semntica potica, los tipos de significadostrasladados, retricos (la asi llamada retrica de las figuras}.

    c) Como .potica del texto, sector de la potica que estudia las relaciones intra-textuales y el funcionamiento social de los textos como formaciones semiticas

    unitarias.

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    Acaso habra que sealar la coincidencia del desarrollo del anli-sis textual con la recuperacin actual de la retrica6.

    Pero a pesar de esas conexiones y de su posible integracin enel sentido en que, por ejemplo, Coseriu (1978, 289) indicaba que laestilstica del habla es una lingstica del texto, o en el de la propuesta

    de Eco (1975, 345) de contemplar la retrica como objeto de una se-mitica de la interaccin conversacional, pensamos que correspon-de a la semitica del texto o semitica del discurso encarar todos losaspectos del texto. Pero, qu es un texto?

    Una primera aproximacin al conceto del texto nos es propor-cionada en un sentido amplsimo por Lotman y la llamada Escuela deTartu (y la semitica sovitica en general, herederos de M. Bajtin),quienes lo consideran como conjunto signico coherente. De unmodo todava ms abierto suelen referirse al texto como cualquiercomunicacin registrada en un determinado sistema signico. Desde

    ese laxo punto de vista hablan de un ballet, de un espectculo tea-tral, de un desfile militar y de todos los dems sistemas sgnicos decomportamiento como de textos, en la misma medida, afirman, enque se aplica dicho trmino a un texto escrito en una lengua natural,a un poema o a un cuadro (Lozano [ed.], 1979, 41).

    Desde esta perspectiva de la llamada semitica de la Cultura* elconcepto de texto, aunque vago, se usa en sentido especficamentesemitico. A travs del concepto de Sistema de Modelizacin Secun-dario1, texto se aplica no slo a los mensajes en lengua natural,sino a cualquier fenmeno portador de significado integral (tex-

    tual): a una ceremonia, a una obra figurativa, a una conversacin oa una pieza musical. As, aunque lo literario, lo lingstico, ha sidoel campo privilegiado de experimentacin semitica y de desarrollode su teora destacndose de las semiticas de signos no lings-ticos, la semitica de la cultura incluye bajo su denominacincualquier sistema de signos (verbales, no verbales, grficos, ges-tuales...).

    Por eso, cubriendo distintas semiticas y abarcando fenmenosmuy diversos, Lotman y Pjatigorsky (1968) definen el texto comoformacin semitica singular, cerrada en s, dotada de un significa-

    do y de una funcin ntegra y no descomponible.De esta definicin queremos destacar, para la delimitacin del

    objeto texto, su clausura como un elemento definitoro.En efecto, si como sealaba Hjelmslev, la dimensin del signo no

    * Perclman, 1958 (.Nouvellc Rhtorique-); Barthes, 1970; Eco. 1975; Gru-po p: 1972. etc.

    7 Mediante el concepto de -Sistema de Modelizacin Secundarios quieren indicarla relacin con el lenguaje natural, que sera el sistema de modelizacin primario, pa-ra referirse, por ejemplo, al arte como sistema de signos.

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    es pertinente, de tal suerte que tanto una palabra, por ejemplo/Fuego!/, como toda una obra, como Los Episodios Nacionalespor ci tar ejemplos estereotipados coinciden en ser textos, es pre-cisamente por su clausura y autonoma, por las que, independiente-mente de su dimensin, se las puede considerar textos.

    Pudiera pensarse que la longitud depende del anlisis y no alterala definicin del objeto. En esc sentido dice Weinrich (1981, 8): Elconcepto de texto dice que el anlisis comienza con la unidad mxi-ma, delimitada por interrupciones ostensibles en la comunicacin,sacrificando la longitud en aras de la clausura, y destacando, a nues-tro parecer, otro criterio: el de la intencionalidad del hablante (encuanto intencin comunicativa) en su emisin lingistica.

    De modo semejante, y al igual que Weinrich desde una posicinestrictamente lingstica, Dressler (1974. 9) ha definido al texto,marcando el aspecto de clausura al que hemos aludido, como enun-

    ciado lingstico concluso.Si bien con estas consideraciones podemos vagamente acercarnos

    al objeto-texto, su generalidad y falta de precisin en la delimitacinal uti lizar definiciones analt icas ad hoc nos impide distinguirun texto de un no-texto.

    Vamos a examinar a continuacin lo que se llama coherenciadel texto. Distintas y mltiples teoras semiticas o textuales coin-ciden en sealar la coherencia como un elemento constitutivo dela definicin de texto.

    3. LA COHERENCIA DEL TEXTO

    3.0. Coherencia y competencia textuales

    Un primer problema a la hora de afrontar la coherencia de untexto, surge del propio concepto, transdisciplinar, polismico y dif-cilmente definible.

    Para Hjelmslev, por ejemplo, la coherencia asimilable a la con-sistencia es uno de los (tres) criterios fundamentales de la cientifi-cidad de una teora. Con uno de los significados que en el lenguajeordinario posee el trmino coherencia se quiere caracterizar un sis-tema de pensamiento, una teora, un texto, etc., cuyas partes seligan solidariamente entre s. Si se toman en cuenta estas acepciones,la coherencia entraa elementos de conexin, de entramado entre laspar tes.

    De este modo, si no se vincularan solidariamente, si no se conec-taran los distintos elementos que conforman un sintagma, una frase,

    el resultado sera, segn la gramtica generativa, una construccin19

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    inaceptable, agramatical. En cierto sentido, esa agramaticalidadpodra ser incluida en la categora de no-coherente.

    Sin embargo, no es ese el aspecto que nos interesa, ni conside-ramos que la coherencia equivalga a una ausencia de contradiccio-nes. En efecto, como iremos viendo, textos aparentemente contra-

    dictorios pueden ser textualmente coherentes, o textos aparentementeincoherentes en el nivel de manifestacin pueden no serlo en otrosniveles.

    De hecho, en los actores sociales, en los interlocutores de unaconversacin, o en el lector de un texto, se da una competencia tex-tual que les hace capaces de recibir como coherente un texto que pu-diera en principio no serlo.

    Tal suerte de competencia textual ha sido considerada por Halli-day y Hasan (1976) cuando argumentan que si un lector (de ingls)oye o lee un pasaje que comporte ms de una frase, puede decidir

    normalmente sin dificultad si es un todo coherente* o solamente unensamblaje de frases sin relacin las unas con las otras.

    Una primera consecuencia que podemos inferir de la existenciade una competencia textual es la capacidad de captar (o atribuir) lacoherencia de los textos independientemente de su forma lingstica.As vista, la competencia textual se puede concebir como una especiede mecanismo de generacin de coherencia, all donde aparentemen-te no la hay. Dentro de estas consideraciones podemos incluir lasmximas que el socilogo Sacks (1972) propona a los oyentes parainterpretar oraciones, que pudieran ser incoherentes o no coherentes.

    Una de las mximas de Sacks dice as: Si la primera de las oracio-nes puede ser oda (interpretada) como la causa de la segunda, iga-la de ese modo. Para ilustrarla sugera el comienzo de una historiainfantil: /El nio lloraba. La mam le alz/. Advierte Sacks que es-

    pontneamente consideramos a la mam como su mam, y supone-mos que ha alzado al nio porque lloraba, aunque en ningn modoesa relacin sea formulada.

    Creemos que tales relaciones de correferencia y motivacin, vie-nen presupuestas en la competencia9 de los hablantes y oyentes.

    Ahora bien, nuestra competencia no es frstica, sino textual: noes la capacidad de producir y de reconocer como gramaticales, acep-tables, etc., enunciados en cuanto entidades sintcticas constituidas

    por elementos cuyos vnculos recprocos sean definibles slo en tr-minos de relaciones sintcticas, sino en cuanto fragmentos interco-nectados de un discurso coherente (Garavelli Mortara, 1974, 23).

    8 Precisamente es ese todo coherente el que estos y otros autores consideran tex-to. Como ellos mismos dicen, ta palabra texto es utilizada en lingistica para designarlodo pasaje, escrito o hablado, de cualquier amplitud, que forma un todo coherente.

    9

    El concepto de competencia (lingistica, comunicativa, modal) se ver en II. S.

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    Como ejemplo podemos sealar el clebre monlogo de MollyBioom. Cualquier lector, no necesariamente atento, podr sin gran-des obstculos atribuir coherencia a estos fragmentos de Joyce (queserian en principio un no-texto), en tanto segmento textual integradoen un todo coherente, esto es el Ulises,0.

    El concepto de competencia textual, tal como hasta aqui lo veni-mos usando, puede ser enriquecido con el de competencia intcr-textual". Con dicho concepto se quiere significar que todo lector alleer u or un texto tiene siempre en cuenta la experiencia que encuanto lector tiene de otros textos, lo que supone, en trminosde Eco, un tipo de hipercodificacin (Eco, 1979, 81).

    Como ejemplo sirva el propuesto por Eco del lexema /ballena/inserto en un texto. Al enfrentarse a dicho lexema un determinadolector, mediante la competencia intertextual, adems de contar conel diccionario que le proporcionar distintos significados y acepcio-nes (/mamfero/, /cetceo/ y un largo etc.), recurrir a (y aplicar)sus conocimientos de la lectura de Moby Dick, el recuerdo de frag-mentos de la Biblia donde aparece Jons, etc., y que en trminos deEco (1979) conforman su Enciclopedia.

    Debemos sealar, no obstante, que la competencia intertextualpermite ms bien enmarcar los textos, definir los marcos dent ro delos cuales se puede observar o atribuir coherencia, que detectar y es-tablecer la coherencia textual.

    En los epgrafes que siguen se sealan los elementos de cohesiny coherencia, distinguiendo y relacionando los niveles (lxicos) de su-

    perficie y los que se si tan en la estructura profunda, que darn piea una diferenciacin (e interdependencia) entre una coherencia li-neal y una coherencia global. Se distinguirn asimismo una coheren-cia prgmtica de una coherencia que podemos llamar ntratextual.

    3.1. Elementos de la coherencia

    Desde una perspectiva textual van Dijk (1980a, 147-55) ha dedi-cado un capitulo al concepto de coherencia en el que, tras indicar

    que es una nocin no bien definida, recurre inicialmente a defini-ciones intuitivas. Intuit ivamente dice la coherencia es unapropiedad semnt ica de los discursos, basada en la interpre tacin decada frase individual relacionada con la interpretacin de otras fra-ses (van Dijk, 1980a, 147, subrayado nuestro).

    10 Como veremos ms adelante, la definicin y reconocimiento del marco mon-logo interior* facilitar y determinar su comprensin y, por ende, su coherencia.

    11 Derivado de intertexio, concepto de Bajtin que ha desarrollado Kristeva (1970).y ms recientemente en el sentido al que aludimos. Eco (1979).

    21

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    Intuitivamente sabemos si algo es coherente o no, por cuanto enuna secuencia de frases vemos una de ellas como causa de la siguien-te. Ya anteriormente van Dijk (1974) como recuerdan en cita Gar-ca Bcrrio y Lujn (1977, 173) haba afirmado que un discurso escoherente si para cada una de sus sentencias, las sentencias previas

    son relevantes. En este sentido, el clsico artculo de Bellert (1970)es ilustrativo. Para esta autora un discurso (coherente) es una se-cuencia de enunciaciones: E|, E2, E3 E, tal que la interpreta-cin semntica de cada enunciacin (utterance) E, (para 2< i < n)depende de la interpretac in de la secuencia E| E, _ , .

    En otras palabras, para Bellert una interpretacin adecuada deuna enunciacin recurrente en un discurso requiere del conocimientode los elementos precedentes (que constituiran el contexto)12 .

    No obstan te , para evitar posibles confusiones debemos aclararque el concepto de texto usado por estos autores no equivale en

    modo alguno a la suma de las frases que lo componen (ni siquie-ra, dicho en trminos lingsticos, como si el texto fuera una fra-se en expansin, o la frase un texto en condensacin). Tampoco sepuede deducir de estas consideraciones que la coherencia se encuen-tra simplemente en la (unidimensional) sucesin lineal de los enun-ciados ,3.

    La propia Bellert (1970) considera que la coherencia textual noviene conferida slo por lo que explcitamente se dice en el texto,sino tambin por todo aquello que en l queda implcito (por ejem-plo, por el conjunto de las presuposiciones de cada enunciacin sin-gular14 y por el conjunto de las conclusiones que de cada enunciacinsingular son inferibles). Pero sobre esto volveremos. Previamente de-

    bemos dist inguir netamente entre una coherencia superficial , lxico-gramatical, y una coherencia global del texto.

    3.2. La cohesin superficial

    A modo de resumen, researemos algunos factores que confor-maran la coherencia en un nivel superficial (que algunos autoresllaman cohesin). As, por ejemplo, las conjunciones, y en generallos elementos copulativos, constituyen ndices de cohesin (GarcaBerrio y Vera Lujn, 1977).

    Para Weinrich, el artculo, que l define como deixis anafrica 15

    ,J Llamado por oros autores co-texto.,J Cfr. los breves comentarios de Maria-Elisabeth Cont (1977, 17).14 Por ejemplo como tipo particular de acto ocuclonario que pone ciertas reglas

    para ta prosecucin del discurso. Vase capitulo IV.15 Para una explicacin y desarrollo de los conceptos de anfora y deixit, vase

    captulo III.2.

    22

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    textual, es un ndice previo al sustantivo que sirve, entre otras fun-ciones, para situarlo textualmente y favorecer la coherencia.

    En ese mismo sentido, los pronombres (definidos por Bhlercomo palabra mostrativa) son, segn Harweg, el procedimientoprincipal (pronominalizacin), si no el nico, que determina las co-

    nexiones de las frases en un texto16 .En fin, para Dressler los factores que originan la coherencia son:

    la sustitucin diafrica (anafrica y catafrica), la conjuncin, laspartculas , la es tructura de modo, de tiempo y de aspecto de los pre-dicados, as como el orden de las palabras.

    Sin embargo, stos y otros factores (pues la lista se puede ampliartanto como la de los autores que se han ocupado del tema) que des-tacan la conectividad y las relaciones causales de los elementos de untexto para conformar su coherencia, no nos interesan por cuanto pri-vilegian la coherencia o cohesin superficial (y acaso lineal) del

    texto.Por el contrario preferimos indagar en la llamada coherencia glo-

    bal o integral , aun a riesgo de oscurecer casos especficos cuya par-ticularidad exigira este tratamiento brevemente aludido.

    Pensamos con Rieser (1978, 41), que textos incoherentes en unnivel de estructura de superficie muestran un alto grado de coheren-cia en la estructura profunda. En tal sentido, tanto la semiolings-tica francesa como algunos representantes de la Text-Linguistik (Lin-gistica del Texto) alemana y holandesa, parecen coincidir en situarla coherencia en la estructura profunda que determinar la relacin

    entre enunciados, su sucesin y su realizacin lxica.En esta ptica se sitan tanto aquellos que consideran la estruc-

    tura profunda17 como una estructura lgico-semntica (Greimas,van Dijk, Bellert, etc.), como los que la consideran como conjuntoordenado de complejos temticos (Schmidt).

    3.3. Coherencia global

    De entre los autores que ubican la coherencia en la estructuraprofunda del texto, queremos brevemente detenernos en van Dijk,cuya propuesta de definir la coherencia en un nivel que l llama

    16 El texto viene definido por el autor, a partir de estas observaciones, comouna sucesin de elementos lingsticos, constituida por una concatenacin prono-minal ininterrumpida'.

    17 Estructura profunda: compuesta de ingredientes semnticos elementales (cons-tituyentes) que poseen un estatuto lgico definible.

    Estructura superficial: gramtica semitica que ordena en forma diieursiva loscontenidos susceptibles de manifestacin.

    23

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    macroestructural ha circulado ampliamente entre los estudiosos de laText-Linguistik.

    Van Dijk concibe la macroestructura como la esctructura abstrac-ta subyacente o forma lgica de un texto que constituye la estructura

    profunda textual (concepcin que coincide bsicamente con la de

    Greimas cuando considera la estructura profunda como estructuralgico-semntica, aunque los planteamientos tericos y analticos deambos autores difieran por lo dems notablemente).

    Mediante el concepto de macroestructura, van Dijk quiere hacerfrente a la idea de que la coherencia textual se determina solamenteen el nivel de las relaciones interfrsticas (que constituiran la micro-estructura)'* y as definirla tambin en un nivel macroestructural.De este modo la macroestructura puede ser vista como la representa-cin semntica global que define el significado de un texto concebidocomo un todo nico. Sin tal macroestructura y las reglas que subya-

    cen podramos fcilmente interpretar que la coherencia es solamentesuperficial y lineal. Sin embargo, la macroestructura tambin contri-buye no slo a la coherencia global (que en definitiva es la que nosocupa), sino tambin a la coherencia local en el nivel inferior de lasconexiones entre proposiciones de las frases.

    Debemos sealar que la derivacin a partir de estructuras semn-ticas profundas (macroestructuras) para la manifestacin de las es-tructuras superficiales interfrsticas (microestructuras) es uno de los

    problemas fundamentales de la lingstica del texto que sigue el mo-delo de la gramtica generativo-transformacional (Forestieri, 1979,

    pgina 51; Petfifi y Garca Berrio, 1978, 69).En todo caso hay que hacer notar la interrelacin e interdepen-

    dencia entre microestructuras y macroestructuras. Tal relacin serealiza mediante unas reglas necesarias para la proyeccin semnticaque vincula las proposiciones de las microestructuras con las de lasmacroestructuras textuales.

    Tales reglas son denominadas por van Dijk macrorreglas (por-que producen macroestructuras).

    La microestructura es la estructura superficial del texto en el que se distinguendos niveles; ta estructura profunda y la estructura superficial de las frases ordenadasen secuencias. Puede ser descrita con los componentes ordinarios de una gramticatransformackmal de base semntica, donde el componente semntico genera las repre-sentaciones (semnticas) abstractas de las secuencias de tas frases y el componentesintctico formula las reglas para describir las estructuras superficiales sintcticas,mi;ntras los componentes morfolgicos y fonolgicos dan la forma superficial a las

    estructuras semntieo-sintcticas.

    24

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    Van Dijk (1980a, 1981b) distingue tres macrorreglascuya funcin es transformar la informacin semntica. Sonlas siguientes:

    I. Supresin

    Dada una secuencia de proposiciones, se suprimen todaslas que no sean presuposiciones de las proposiciones subsi-guientes de la secuencia.

    II. Generalizacin

    Dada una secuencia de proposiciones, se construye unaproposicin que contenga un concepto derivado de la se-

    cuencia de proposiciones, y la proposicin asi construidasustituye a la secuencia original.

    III. Construccin

    Dada una secuencia de proposiciones, se construye unaproposicin que denote el mismo hecho denotado por la to-talidad de la secuencia de proposiciones y se sustituye la se-cuencia original por la nueva proposicin.

    Van Dijk (1980b, 56) seala que los principios generalesde la macroestructura son pertinentes para el procesamien-to de informacin semntica compleja en general; la macro-estructura, as concebida, ha cumplido una funcin muyimportante en la comprensin y en general en el tratamien-to cognitivo de los discursos. A este respecto cabe researlos anlisis efectuados por Kintch y van Dijk (1975), quecon la ayuda de la psicologa cognitiva han destacado elfuncionamiento de la macroestructura al examinar los pro-cesos de recuerdo, resumen y memorizacin.

    Kintch y van Dijk (1975) han mostrado que, por ejemplo, cuan-do se pide a sujetos que resuman un cuento se produce un proceso dereduccin de la informacin semntica, al condensar una secuenciade proposiciones en otra de menor nmero, incluso en una sola pro-posicin

    Esta operacin coincide con el proceso cognitivo (que podra

    19 Como ejemplo extrema, sirva la boulade de Woody Alien despus de haberledo Guerra y Paz: / va de Rusia /.

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    englobarse en la competencia textual) mediante el cual el lector ohablante es capaz de sealar el tpico10 del discurso.

    En efecto, van Dijk considera que las macroestructuras semnti-cas (que constituyen la estructura semntica del discurso) son la re-construccin terica de nociones como tpico, tema o asunto del dis-

    curso; como sealan Garca Berrio y Petdfi (1978), en su base lamacroestructura se concibe como el desarrollo (transformativo, jerar-quizado y coherente) del tpico del discurso. Dicho tpico estaraconstituido de manera que contuviera en s toda la informacin esen-cial del texto desarrollado.

    Ahora bien, el tpico textual, que est estrictamente conectadocon la interpretacin que el lector (u oyente) est inducido a dar altexto, representa por as decir una operacin de tipo pragmticoque el lector (u oyente) realiza sobre el texto, estableciendo a su vezel "argumento" del que se habla* (Violi y Manetti, 1979, 39).

    Por tanto podemos concluir que, si bien el tpico sera una es-tructura mnima de representacin sintctico-semntica (Petfifi yGarca Berrio, 1978), tambin se puede enfocar la operacin prag-mtica, a la que acabamos de aludir, por la que el lector reconstruyedicho tpico.

    Tal distincin (que no contradiccin) analtica nos servir paraintroducir ahora la perspectiva pragmtica en el estudio de la cohe-rencia.

    3.4. Coherencia pragmtica

    Aunque la macroestructura es una estructura semntica vanDijk, sin embargo, estipula por otra parte que la coherencia global,a la que llama coherencia pragmtica, la asigna el lector. En tal sen-

    20 topico (vi. comento), que en la terminologa del circulo de Praga se denomina-ba lema (rs, rema), se puede definir en trminos muy generales como aquello de loque se dice algo. (opuesto a lo que se dice de la persona o la cosa*). Halliday, a suve/, lo ha reformulado en trminos de dado (given) vs. nuevo (new).

    Sirvan como ejemplo para ilustrar la posicin de Halliday, que recupera van Dijk,las siguientes frases:

    1) / Calvo Sotelo ha regalado una corbata a Felipe Gonzlez /.2) / Calvo Sotelo ha regalado la corbata a Felipe Gonzlez /.

    en I) Calvo Sotelo y Felipe Gutndlei son lo dado (given), mientras una corbata es lonuevo.en 2) Calvo Soieh y la corbata son lo dado, mientras Felipe Gonzlez es lo nuevo.

    En la perspectiva de Halliday, las dos frases tienen el mismo significado ideacionat(o contenido preposicional), pero difieren a nivel informativo. Tal diversidad de infor-macin se debe imputar a la diferente funcin temtica de los dos artculos, indefinidoy definido.

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    tido la coherencia pertenece a la comprensin y a la interpretacinque el lector hace del texto.

    Ahora bien, la interpretacin del texto por parte del lector estsujeta no slo a la recuperacin de la informacin semntica que eltexto posee, sino tambin a la introduccin de todos aquellos ele-

    mentos de lectura que el sujeto puede poseer, incluidos dentro de loque hemos llamado competencia textual: desde el supuesto sociocul-tu ral e ideolgico*, los sistemas de creencias, las est ructuras pa-sionales, hasta lo que Eco (1975) ha llamado subcdigos, y un largoetctera.

    Igualmente podemos decir que el lector no slo realiza una ope-racin de traduccin (Eco, Lotman), sino que, situndose en unnivel metacomunicativo, establece tambin diversos tipos de frame(marco).

    NOTA

    Con el concepto de marco, Bateson (1972) seal la exis-tencia de mensajes metacomunicativos que sitan la co-municacin entre varios sujetos, al definirla (metacomu-nicativamente) por medio de esos mensajes: /esto es un

    juego/, /es en serio/, etc. Dicho concepto lo identificaGoffman (1974) con el instrumento que utilizamos cotidia-namente para definir la situacin de interaccin entre losactores sociales y para asignar significado al flujo de aconte-cimientos que se desarrollan en la interaccin1 '. Otra acep-cin ha sido usada en Inteligencia Artificial (Minsky, 1974).

    Desde la psicologa cognitiva ha sido definido ms restric-tivamente como el conjunto de operaciones que caracteri-zan nuestro conocimiento convencional de alguna situacinms o menos autnoma: actividad, transcurso de aconteci-mientos, etc. (van Dijk, 1980a, 157), concepto cercano al

    que utilizan algunas teoras textuales para las que el marcosupermercado, por ejemplo, incluye los conceptos que de-notan ciertos cursos de acontecimientos o de acciones queafectan a varios objetos, personas, propiedades, relaciones ohechos (van Dijk, 1976a, 31) y que, como seala Eco(1979, 80), comportar la nocin de un lugar donde la genteentra para comprar mercancas de diferente tipo, tomndo-las directamente y pagando a la salida en la caja; nociones

    21

    Esta acepcin se desarrolla en el captulo 111.4.4,27

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    que se evocan cuando identificamos una situacin comosupermercado* y que posibilitan nuestra comprensin de loque ocurre en este marco.

    As, en el ejemplo ya aludido de Molly Bloom, al situarlo en el

    marco monlogo interior le asignamos coherencia. El texto deioyce, que sin esa referencia se nos mostrara como una sucesin deenunciado inconexos, ubicado en un marco que engloba todos loselementos y posibilidades internos (en este caso desde asociacioneslibres a las ms disparatadas y abstrustas emisiones) adquiere cohe-rencia en cuanto elemento de tal marco. De todo ello Eco concluyeque un marco es siempre un texto virtual o una historia condensada(Eco, 1979, 80).

    Y si bien es cierto que todo texto posee su propio marco 12 en fun-cin del cual se le atribuir significado y se le asignar coherencia,

    tambin es cierto que el lector, en el nivel que Bateson llama metaco-municativo, puede cambiar de marco o, dicho en otras palabras,puede designar, en su proceso de lectura, un marco diferente de quepor sus caractersticas textuales internas un texto posee en principio.Por ejemplo, mediante tal procedimiento un lector puede leer el Te-lediario como un western. Y an ms, a travs del enmarcar en tr-minos de western lo que en otro nivel (no metacomunicativo) serla unconjunto mosaico de noticias (y entrevistas) diversas, puede asignarleincluso una coherencia (los elementos dispersos se interrelacionaranen un sistema definido por el marco).

    Esta operacin de cambios de marco, de lecturas aberrantes,nos remite una vez ms al lector, figura que ha sido progresivamenteresaltada en abundante literatura de pragmtica textual 23 .

    Entre las distintas concepciones sobre este tema queremos desta-car la propuesta por Eco (1979). Segn Eco, para que el texto fun-cione al mximo rendimiento es necesaria la cooperacin del lector(Lector Modelo) que cubrir los intersticios y espacios vacos que eltexto (perezoso) posee. Sin tal cooperacin, el texto sera un mero

    fatus vocis.Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, tal coopera-

    cin entre el texto y el lector no es realizada, segn Eco, por sujetosindividuales, sino porestrategias discursivas, con lo que el autor pre-tende salvar el foso entre el lector extratextual y las operaciones delectura que aparecen inscritas en el texto. (Desde la perspectiva tex-tual que adoptamos, queremos sealar el privilegio dado a las estra-

    22 En cierto modo anlogo, en este caso, aJ concepto de gnero.23 Dentro de tan abundantes y diversas teoras hay que englobar, por poner un

    ejemplo, la asi llamada Rezepiionaesthetic alemana, o la propuesta de cooperacin in-terpretativa de Eco (1979).

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    tcgias discursivas y en general a los aspectos intrnsecos al texto, re-servando lo extratextual al nivel de relevancia necesaria en cadacaso. Daremos prioridad a la lectura que de un texto se puede efectuarcon el instrumental semitico textual de que dispongamos. Tal acti-tud nos distancia de quienes, ante el hecho de la multiplicidad de

    lecturas posibles, invalidan cualquier intento de una lectura com-prensiva (desde el propio texto).

    Y si bien es cierto que, como han sealado entre otros Eco yLotman, el texto (de la comunicacin) se deforma en el proceso dedccodificacin realizado por el destinatario", tambin es ciertoque, como muestran ambos autores, todo texto contiene lo queLotman (1980, 191) llama imagen del pblico. El texto, dice, se-lecciona su pblico

    Estas observaciones, que en Lotman se refieren fundamentalmen-te al texto artstico, encuentran puntos de coincidencia con aquellas

    teoras de lingstica textual (vase, por ejemplo, Weinrich, 1981),que destacan el aspecto instruccional del texto: el texto da instruc-ciones al destinatario para que se comporte de tal modo que aquelpueda ser comprendido, y la interaccin pueda seguir su curso (vere-mos tambin en el captulo II cmo el texto modifica modalmente aldestinatario, afectando a su competencia modal).

    Estas consideraciones se inscriben en la propuesta general de vera los sujetos del texto (comprendido su lector) como personajes tex-tuales. En lo que a la coherencia se refiere, sucede algo similar. Enltima instancia podra argumentarse que la coherencia depende dellector (o como deca Paul Valry, en Monsieur Teste, la incoheren-cia del discurso depende de quien lo escuche); sin embargo pensa-mos que en la propia estructura textual est prevista una coherenciaintratextual.

    3.5. Coherencia interna: la isotopa

    Con el concepto de isotopa proveniente de la fsica y de la qu-mica Greimas (1966, 1973) aborda el problema intratextualde la coherencia en los discursos.

    Aunque a lo largo de su obra ha ido proporcionando distintas de-

    24 A este respecto cobran especiil relevancia los estudios que desde lasociolingfltstica te han realizado sobre criollizacin. y pidginzacin (entre otros.Hymes (ed.), 1971). Todas estas teoras destacan la dificultad de coincidencia entrecdigos de destinador y destinatario, privilegiando la generacin textual (creacin denuevos mensajes, de nuevas lenguas) precisamente en la inttrfertncia entre los cdigosde ambos (Lotman, 1979; Eco. 1975; etc.).

    Vase tambin Eco, 1979.29

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    finiciones de isotopa (permanencia de una base clasemtica (1966).conjunto redundante de categoras semnticas* (1973). etc.), ha sea-lado que el concepto de coherencia, cuando se trata de aplicarlo aldiscurso, parece a primera vista poder ser relacionado con el msgeneral de isotopa, comprendida como la permanencia recurrente a

    lo largo del discurso de un mismo haz de categoras justificativas deuna organizacin paradigmtica (Greimas, 1976, 20).En principio, tanto el concepto de isotopa en Greimas como

    otras definiciones de coherencia y cohesin, se basan en la existenciade redundancia, de reiteracin o de repeticin * de elementos simila-res o compatibles. Por ello la isotopa puede considerarse resultantede la repeticin de elementos de significacin de igual categora(Henault, 1979, 80).

    Por su parte, Weinrich (1981, 13) ha querido ver el concepto deisotopa como una textualizacin del concepto de campo de pa-

    labras, usado desde hace mucho tiempo en lingstica27

    .En todo caso, con semejante concepto Greimas ha querido desig-

    nar la iteratividadw a lo largo de una cadena sintagmtica de unida-des de contenido que aseguran la homogeneidad del discurso.

    Asi concebida, la isotopa equivale a un plano homogneo designificacin, donde la recurrencia smica29 seala la existenciade una coherencia semntica y textual. Se podra decir, con otraspalabras, que la isotopa es una propiedad semntica del texto quepermite destacar los planos homogneos de significacin y que seapoya sobre la redundancia y reiteracin en varios segmentos tex-

    tuales de algunos elementos semnticos idnticos: estos ltimosconstituyen una base sobre la cual se insertan tas significacionespar ticulares de cada segmento del texto, sin que su especificidadcomporte ni dispersin ni inconciliabilidad de los diversos sentidos.

    Debemos, no obstante, hacer observar que estamos hablando deisotopa semntica, que es la que permite estudiar las redundanciasformales de contenido y que nos posibilita por generalizacin hablarde la isotopa como propiedad semntica del texto. Esta aclaracin esnecesaria, pues Rastier (1976), por ejemplo, no limita la isotopa alsolo plano del contenido, sino que tambin la extiende al plano de

    16 En esc sentido dice Bellert (1970, 336): la repeticin constituye una condicinnecesaria para que una secuencia sea coherente.

    37 De ese modo seria posible leer Education Senlimentale o el Evangelio de SanMarcos como texto poltico: el mecanismo consistir en hacer en ellos un inventario desememas que pertenezcan a un campo identificado (ideolgica o cientficamente)como poltico.

    28 Definida como reproduccin sobre el eje sintagmtico de unidades idnticas ocomparables situadas sobre el mismo nivel de anlisis.

    w Precisamente una de las definiciones que nos da Greimas de isotopa es la de

    haz redundante de categoras smicas.30

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    la expresin w, lo que lleva a ampliar el concepto, ya vago, de isoto-pa a toda iteracin de unidad lingistica-, a nuestro en tender , paramayor confusin.

    Por ello, nos limitaremos a destacar la isotopa semntica de laisotopa semiolgca31, entre otras para abordar el problema de

    la coherencia (intra) textual.No se nos escapa la vaporosidad e imprecisin del concepto delque nos estamos ocupando. A este respecto cabe sealar la impla-cable crtica de Snchez de Zavala (1972), quien, sin negarle un tilpapel heurstico, dice que la isotopa es de una amplitud que lindacon lo nebuloso (Snchez de Zavala, 1972, 169). Esa misma impre-cisin del concepto ha conducido a Eco (1979, 92-101) a considerarloun concepto paraguas que cubre definiciones y niveles distintos.Segn Eco, habra que operar las siguientes distinciones:

    Isotopas discursivas1

    Isotopas narrativas '

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    WOLF, M., Socologie delta vita quotidiana, Espresso Strumenti.WuSDERLlCH, D.. Pragmatique, Situation d'Enonciation et Deixis, Langa-ges, 26.

    55

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    C A P T U L O U

    Cualificaciones y transformaciones modales

    I. EL CONCEPTO DE MODALIDAD

    Al abordar las modalidades queremos destacar una orientacintodava incipiente y un instrumento que consideramos fundamentalen la teora semitica y en el anlisis del discurso.

    Si consideramos el texto en una perspectiva (inter)accional hemosde adoptar un aparato deseriptivo-analtico de las acciones y de lastransformaciones que stas introducen en el estado de los sujetos,par ti endo de la h ptesis de que el su jeto, en tan to que actuante, sedefine por su competencia previa a la accin analizable encategoras ni psicolgicas ni sociolgicas, sino textuales: lasmodalidades y por las transformaciones que producen sus accioneso las de los otros actores textuales.

    El estudio de la modalidad como modificacin del predicadotiene una larga tradicin en lingstica y en lgica, pero slo recien-temente ha sido incorporado a la teora semitica1 para analizar lasrelaciones del sujeto con su enunciado (modalidad como expresinde la actitud del hablante), con su hacer (modificacin de los enun-ciados de hacer por los de estado y viceversa), con el objeto (objetode valor modal) y con los otros sujetos (circulacin de valores moda-les intercambiables entre los actuales). Se apunta as la posibilidad

    Las modalidades han estado ausentes, por ejemplo, en la teora del precursorde la semitica narrativa, V. Propp. En su Morfologa del cuento se puede leer: -la vo-luntad de los personajes, sus intenciones no pueden ser consideradas como signos con-sistentes cuando se trata de la definicin de estos personajes. No es lo que ellos quierenhacerlo importante (...), sino sus actos en tanto que tales, definidos y evaluados desdeel punto de vista de su significacin para el hroe y para el desarrollo de la intri-ga. (1970, 99; subrayado nuestro). Asimismo, segn Parrel (1975), las modalidadeshan estado prcticamente ausentes en la teora estndar de Chomsky, en la que losmodales no forman parte ni del sujeto ni del predicudo de la frase, sino que son la

    funcin particular de los auxiliares-.

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    de afrontar las cualificaciones y transformaciones de los sujetos, perotambin el texto en su organizacin modal y de abordar las estructu-ras e isotopas modales e incluso de establecer una sintaxis modal.

    Recientemente Pottier (1980, 5) sefialaba en trminos muy gene-rales que un discurso es siempre la manifestacin de un Yo que for-

    mula un tema (propos). A partir de tal consideracin deduce laposicin fundamental, y comn a todas las lenguas, de grandescategoras de significado, como la deixis (yo, aqu, ahora), la modali-dad (pensamiento critico del Yo sobre el tema), la jerarquizacin in-tencional (presuposicin, tema/rema; puesta en topicalizacin; efec-to ilocucionario y perlocucionaro, etc.).

    En las pginas que siguen nos ocuparemos de las modalidades,cuyas teoras han gozado de extendida fama de oscuridad, amplia-mente comentada por Blanch (1966, 73), quien nos ha recordado eneste punto el conocido aserto de los escolsticos: de modalibus non

    gustabit asinus.Es difcil tratar de dar una definicin unvoca del concepto de

    modalidad que ha sido considerada diferentemente por las discipli-nas que de l se han ocupado: la lgica , la lingstica y ms recien-temente la semitica.

    Sin entrar en la historia del pensamiento modal 1 recordaremos,sin embargo, que ya Aristteles adverta que es menester examinarel modo en que se relacionan entre s las negaciones y las afirmacio-nes que expresan lo posible y lo no posible, lo contingente, lo imposi-ble y lo necesario (Ferrater Mora, 1979, 2240), y aunque, como hansealado estudiosos de Aristteles (Hamelin entre otros), es difcildistinguir entre posible y contingente definido esto ltimo comolo que no es necesario y que puede ser supuesto existir sin que hayaen esto imposibilidad es a partir de este momento inaugural,cuando se perfilar una primera preocupacin por el estudio de lasmodalidades, fundamentalmente a travs de la lgica modal.

    El primer resultado es el establecimiento de las modalidades lla-madas alticas (de aletheia, verdad), o tambin aristotlicas, que,situadas en el cuadrado aristotlico, adquieren la representacin:

    imposible

    > Cfr. entre otras Hughes y Cresswell (1968) y Ferrater Mora (1979).57

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    De estos cuatro elementos (necesidad, posibilidad, imposibilidad ycontingencia), necesidad y posibilidad han sido los conceptos en losque se ha fundamentado la lgica modal.

    En efecto, como indican Hughes y Creswell (1968, Introduccin),la lgica modal se puede describir, en pocas palabras, como la lgica

    de la necesidad y de la posibilidad, del debe ser {must be) y delpuede ser (may be)3.

    Hay que sealar, sin embargo, que si bien los lgicos han opera-do ante todo con las modalidades alticas, han tomado conciencia,como seala Kalinowsky (1976. 12), de cmo las modalidades carac-te r izadas por /lodo/, /alguno/, /siempre/, /nunca/, /jams/,

    /probable/... (la lista se puede ampliar), son en cierta medida anlo-gas a las modalidades alticas. Por ello Kalinowsky afirma que el n-mero de las modalidades es indeterminado: no estn ni exhausti-vamente inventariadas ni sistemticamente clasificadas (Kalinows-

    Diremos de pasada que, junto a las modalidades alticas, ya alu-didas. se consideran normalmente las modalidades epistmicas:

    Si nos referimos a la lgica no es slo por ser generadora del pensa-miento modal, sino por sus consideraciones que, recogidas por lin-gstica y semitica, han podido desarrollarlo hasta convertir a lasmodalidades en un componente imprescindible para el anlisis de lainteraccin discursiva.

    J Recientemente H. Pulnam (1981,976) ha sealado que -necesidad y posibilidadestn hoy en el centro de una reconsideracin filosfica sin precedentes. Desde lalingistica se considera tambin que un estudio de la modalidad lingistica concierneal menos a los conceptos de necesario y de posible (Ceerts y Melis. 1976. 108).

    4 Aparte del hecho de su variabilidad de una lengua a otra, entre otras razones.s Algunus individualizan las modalidades bulomtyficas. las doxasticas. etc., que

    podran ciertamente subsumirse en las ya citadas.

    ky, 1976, 12)\

    y las denticas5:

    QWI NNLNN N prohibido

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    Y pese a que no es nuestra tarea ni nuestra competencia la teoralgica, recordaremos la opinin de un lgico. Jaako Hintikka (1976,14), en relacin con nuestras posiciones:

    No parece que mucho del trabajo que se ha hecho o se est hacien-

    do sobre lgica modal augure nuevas intuiciones sobre importantesproblemas tericos de lgica o de estudios de fundamentos. Noobstante, la lgica modal promete mucho como clasificacin deuna gran cantidad de los conceptos y problemas filosficos mscentrales, aunque al parecer menos como iluminacin de los con-ceptos de posibilidad y necesidad lgica que como iluminacin, porejemplo, de la naturaleza de las diferentes actitudes preposiciona-les (subrayado nuestro).

    Para Hintikka, las actitudes preposicionales son consideradas mo-

    dalidades personales (aquellas que sirven para expresar el estado oactitud de un individuo): como ejemplos pueden servir el conoci-miento, la creencia, la esperanza, la duda, expectacin, intencin,etctera.

    Normalmente este tipo de modalidades se expresan en oraciones(que Frege llamaba indirectas u oblicuas) en las que aparecen verboscomo creer, desear, dudar, etc.

    De este modo, con las modalidades podremos definir el plan-teamiento est ya presente en Aristteles el estatuto de la oracin:interrogacin, afirmacin, orden, etc.

    En este sentid-conviene poner de relieve la vieja oposicin entredictum y rnodus: mientras aqul es el contenido representado (pro-posicin primitiva expresada por la relacin sujeto-predicado), stees una operacin que tiene por objeto el dictum. En otras palabras,el modus, por as decir, comenta el dictum, o mera descripcin.

    Por ello podemos proponer una primera y vaga oposicin:proposicin4 descriptiva (se la denomina, a veces, asercin simple)versus proposicin modal.

    A continuacin nos ocuparemos de esta oposicin, cuestionandosi es o no pertinente desde una perspectiva textual. Para ello comen-

    zaremos por la asercin.

    6 Nosotros usaremos en adelante el trmino enunciado. Acero (1979, 12), ennota, sustituye proposicin de von Wright por enunciado o sentencia. Preferimosenunciado, que, como scflala Hintikka, es un evento de cierta clase, mientras que

    una oracin no lo es.59

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    2. SOBRE LA OPOSICIN ENUNCIADO DESCRIPTIVO/

    ENUNCIADO MODAL

    2.0. 7 enunciado asertivo

    Desde la lingstica, el funcionamiento descriptivo del lenguaje seocupa de la manera en que se utiliza la lengua para hacer aserciones(statements).

    Desde una aproximacin modal, una asercin simple es un enun-ciado no modalizado, no modal; de hecho, en la tradicin modal, co-mo ya hemos indicado, se defina a partir de la oposicin (Blan-ch, 1966) asercin simple versus proposicin modal7.

    Segn estas consideraciones podemos diferenciar un enunciadodescriptivo como / el tren llega a las 15 h. 40' / de otros enunciadosdel tipo / creo que el tren llega a las 15 h. 40" /, / seria estupendoque el tren llegase a las 15 h. 40* / etc., en los que queda marcada laactitud del sujeto enunciante.

    Sin embargo la frontera y, por tanto, la oposicin no es perfecta-mente ntida. Benveniste, por ejemplo, situaba en la asercin esosjuicios crticos que tradicionalmente, en la lingstica, haban defi-nido a la modalidad, de tal suerte que tal oposicin tiende a desapare-cer; hasta el punto que l mismo define la modalidad como asercincomplementaria que atae al enunciado de una relacin (Benve-niste, 1977, 1897).

    Los enunciados descriptivos o asertivos, desde una perspectiva deaccin discursiva, pueden asimilarse a los que Austin llam enun-ciados constatativos, con funcin descriptiva y valor lgico, y opuestos

    7 Kant dividi los juicios de modalidad en asertrteos, problemticos y upo-dieticas, alterando asi la lgica tradicional que exclua como no-modal a la aser-cin. Kant argira que los -juicios no son slo objeto de la lgica, sino en granparte de la teora del conocimiento. Lo as er trko sera un modo de afirmacin o, si sequiere, una proposicin de modo cero.

    La Gramtica de Port Royal distingue en todo acto de juicio dos operacionesdel espritu que dimanan de dos facultades diferentes:

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    a los enunciados performativas, que no tienen valor de verdad y que seutilizan ms para hacer que para decir (vase capitulo IV, 2.O.).

    Independiente de la pertinencia o no de tal distincin, queremosdestacar que los enunciados constatativos o aserciones se pueden con-vertir, mediante procedimientos enunciativos, en enunciados perfor-

    mativos', aparte del hecho de que decir o asertar tal o cual cosa repre-senta en s una forma de hacer (vase captulo IV, 2.3.). A la aser-cin / la tierra es redonda / le corresponde el enunciado explcita-mente performativo / yo digo que la tierra es redonda /, donde se re-

    presenta el propio su je to de la enunciac in l0.En este sentido cobra pertinencia la consideracin de Kristeva.

    Es evidente que si la funcin asertiva propia de la predicacinconcierne tanto al objeto asertado como al sujeto hablante que aser-ta, lleva en ella misma las posibilidades de todas las modalidades de

    la enunciacin (Kristeva, 1975, 232).

    Cuando se representa el sujeto de la enunciacin en un enunciadodescriptivo, la dicotoma enunciado descriptivo/enunciado modaldeja de ser pertinente. Las representaciones y cancelaciones del sujetoforman parte de las estrategias discursivas de las que es precisamenteresponsable el sujeto de la enunciacin.

    Podemos extraer una primera conclusin de lo que hasta aqu he-mos dicho: la posibilidad de introducir la perspectiva performati-va en el estudio de las modalidades y la de observar, como seala Zu-

    bcr (1973, 6), los enunciados modales como actos individuales deenunciacin.El introducir el acto individual de la enunciacin altera de un

    modo sustancial el tratamiento que desde la lgica reciben las modali-dades. En efecto, en la lgica aristotlica la verdad de las proposi-ciones (su valor de verdad) es independiente de la naturaleza particu-lar de los sujetos enunciantes y del cuadro espacio-temporal en el quese enuncian". Para una teora semitica (e incluso podramos decirpara la propia lengua natural ), esto no es as. En tal sentido, sealabaGrize (1973 , 407), lo que distingue fundamentalmente las lenguas

    naturales de todo sistema formal es la presencia de un sujeto enun-ciador. La presencia de un sujeto enunciador, la consideracin de laperspectiva enunciacional, nos alejar del planteamiento lgico, for-

    ' Como ha propuesto G. Lakoff (1976, 21), las aserciones deberan ser represen-tadas en la forma lgica por la presencia de un verbo performativo que tenga mis omenos el sentido de *say> o state.

    'O Remitimos al capitulo III, donde se describen los procedimientos enunciacin-les mediantes los cuales se puede explicar rigurosamente la diferencia entre estos dosenunciados.

    " Sobre este punto vase Kerbrat-Orecchioni (1977, 55).

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    mal, poniendo en cuestin conceptos como referencia o verdad.En este sentido, al af ronta r el problema de la enunciacin , Todo-

    rov (1972, 407) arga: El problema de la referencia 12 est estrecha-mente ligado a la enunciacin (...). La cuestin de la verdad, subor-dinada a la de la referencia, es igualmente inconcebible fuera de la

    enunciacin: en s mismo un enunciado no es verdadero ni falso, lodeviene nicamente en el curso de una enunciacin particular.

    Por tanto, desde una perspectiva lingstica, y no lgica, la verdadde un enunciado no es una propiedad que le es intrnseca, inmanenteo constitutiva: es una propiedad que el enunciado adquiere si laadquiere en el recorrido de su actualizacin discursiva13 .

    Tambin podramos aadir al criterio de la actualizacin discursi-va de un enunciado la consideracin del marco en que se ubica, porejemplo, una conversacin. As es relevante la observacin de H. Sacks(1973, 186): puede que la pertinencia de verdadero/falso tenga por

    condicin la determinacin del hecho de que esta declaracin seaformulada seriamente, mientras que cuando es formulada en broma,la clase de oposicin verdadero/falso no es pertinente.

    Por ltimo, y apoyndonos en aquellas palabras de Wittgenstein,en Note Books 1914-1916. en las que sealaba respecto a la verdad ofalsedad de una proposicin que slo sabemos qu ocurrir si es verda-dera, o falsa, veremos brevemente cmo se puede enfocar el proble-ma de la asercin desde una perspectiva interaccional.

    2.1. Dimensin interaccional de la asercin

    Desde una perspectiva interaccional y discursiva, toda produccinde enunciados es una forma de interaccin social o, dicho de un modotrivial, todo enunciado es producido para alterar la posicin inte-raccional del otro, comunicndole, persuadindole, manipulndole,etctera.

    Vista desde este ngulo la asercin, el enunciado asertivo cumpleotras funciones que exceden a la mera descripcin o a un enunciado

    no modalizado.Si como dice Searle'4 asertarp es, ante todo, para el locutor, ha-cer saber al receptor que p es verdad, el enunciado asertivo produce

    12 Ducrot (1981, 703): El referente de un discurso no es. como a veces se dice, larealidad, sino su realidad, es decir, lo que elige o instituye como tal.

    Kerbrat-Orecchioni. destacando el componente lingstico, llega a hablar deuna L-verdad, y propone que por ello las modalidades alticas, en una perspectivalingistica, deben ser reformuladas siempre (sic) en trminos de modalidades epist-micas.

    Cit. en Kerbrat-Orecchioni (1978. 57).

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    efectos suplementarios a la mera asercin, constatacin o descripcin.Los anlisis pragmticos se han ocupado de describir el efecto de

    la asercin sobre el receptor: por ejemplo, la adquisicin de una nuevacreencia, la adquisicin de un nuevo saber, hasta la alteracin pa-sional, resultado de operaciones cognitivas y accinales...

    Igualmente sucede con el locutor. Al producir un enunciado aser-tivo cualquiera, el locutor realiza algo ms que la simple produccinde un enunciado. Sirva a este respecto la consideracin de Berren-donner:

    Asertar una proposicin p, es hacerse garante de la verdad de p.Es para el locutor correr el riesgo de ofrecer su propia cara, o almenos su personaje social, en garanta de un juicio de verdad (Bc-rrendonner, 1977, 153, 4) IS .

    El locutor, al asertar, se implica, corre riesgos, se juega la cara o,por decirlo con Toulmin (1975, 13), alguien que hace una asercinavanza una pretensin: una pretensin a nuestra atencin y a nuestraconviccin l6.

    Pero tambin asertando el locutor puede sancionar al destinatario,o como deca Austin: cuando digo 'S es P", implico como mnimo quelo creoy, si he sido educado rgidamente, que estoy (absolu tamente) se-guro (. .. ). Cuando digo "S " doy a los otros mi palabra: doy a los otrosmi autoridad para afirmar que "S es P"> (Austin, 1952, 143-144).

    Hechas estas observaciones, podemos corroborar la hiptesis deLyons (1980, 345) segn la cual las aserciones contienen una ciertacantidad de informacin no descriptiva, que l caracteriza de un mo-do muy general como expresiva (o indicia!) y social

    Dado que en los siguientes captulos se abordarn el sujeto de laenunciacin (responsable del enunciado producido) y el acto discur-sivo (en la dimensin pragmtica e interaccional), nos limitamos eneste apartado a destacar cmo el enunciado asertivo puede ser consi-derado un enunciado modalizado, en tanto producido por un sujetoenunciante, inserto en un proceso discursivo y formando parte de

    una interaccin social.Desde una perspectiva semitica y no lgica, la oposicin aser-cin simple versus proposicin modal, que sirvi como punto de

    partida para una definicin de las modalidades, se oscurece limitan-

    s Vase Berrendonner (1981, 34-74).Ducrot (1981, 703) sostiene: En el afirmar, esto es, en el avanzar una pretcn-

    sin de verdad, el hablante realiza una especie de apuesta: apuesta que las cosas hansido, son o estn por ser como i las presenta.

    17 Por otra parte, y como se ver en el capitulo IV. la teora de tos actos de habla,a partir de Austin, reconoce explcitamente la dimensin social e interpersonal del

    comportamiento lingstico.

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    do su pertinencia a un anlisis frstico. que no tendra en cuenta niel aspecto enunciacional ni el carcter interaccional en los textos.

    Por ltimo cabe recordar que la teora semntica (de las modali-dades), como ha sealado Nef (1976, 29), haciendo caso omiso deuna cierta tradicin lgica, toma la asercin como una modalidad 18 .

    3. I-A MOD ALI DAD COMO EXPRESIN DE LA SUBJETIVIDAD

    Una lnea terica apunta a la modalidad como manifestacin dela subjetividad.

    Desde la lingstica la modalidad ha sido considerada tradi-cionalmente como un cambio morfolgico que expresa la subjeti-vidad.

    En ese sentido, Gili y Gaya (1951, 115) sealaba que las altera-

    ciones morfolgicas conocidas con el nombre de modo expresannuestro punto de vista subjetivo ante la accin verbal que enun-ciamos.

    En un primer momento, la modalidad fel modus) es la actitud to-mada por el sujeto respecto al dictum, el acto enunciado, el conteni-do representativo, basado inicialmente, como hemos dicho anterior-mente, en la relacin de un predicado con un sujeto.

    Enunciados como /Jakobson vendr /, /Que venga Jakobson!/,/Es posible que venga Jakobson /, /Jakobson debe venir/, parecentener el mismo dictum y diferir, sin embargo, en el modus.

    Y podemos observar sin dificultad la diferencia notable entretales enunciados: entre otras, la posicin y actitud del sujeto que laenuncia, y el acto lingstico que cumple.

    Pero adems, la modalidad tiene modos de expresin varia-dsimos: los modos gramaticales, auxiliares de modalidad, enun-ciados modales, adverbios y verbos modales, etc., e incluso signosprosdicos, tono . . ." .

    Para Brunot (1922) toda frase llevaba la marca de operacionesque emanan del locutor repartidas en operaciones de juicio, de senti-

    miento, de voluntad que, segn realizaciones muy diversas (tono,juego de los tiempos, auxiliares de modos, etc. ), modalizan o modifi-

    18 Adems aade Nef (1976, 29): la asertoricidad puede ser temporal y soportarlas marcas del tiempo mientras que lo posible y lo necesario en los silogismos debenser tomados, como dice Aristteles en los Primeros Analticos, -sin ninguna determi-nacin de tiempo, como el presente o tal periodo dado, sino de una manera absoluta.

    19 Para Pottier (1975, 116) la modalidad se expresa por medio de auxiliaressiempre relativos a la subjetividad (volitivos, desiderativos). Para Culioli (1968, 112)modalidad ser entendido en el cudruple sentido de 1) afirmacin o negacin...; 2)cierto, probable, necesario...; 3) apreciativo: /Es triste que/ ...; 4) pragmtico, causa-

    tivo, etc., lo que implique relacin entre los sujetos.

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    can la red de las relaciones gramaticales que constituyen en ciertamanera la infraestructura de la lengua30 .

    La modalidad aparece, pues, en la teora lingistica como la for-ma lingstica de un juicio intelectual, de un juicio afectivo o de unavoluntad que un sujeto pensante enuncia a propsito de una percep-cin o de una representacin de su espritu (Bally, 1942, 3).

    Para Rivero (1979. 84), sin embargo, el problema consiste en,una vez hecho equivaler el modo a la manifestacin superficial de laposicin psicolgica del hablan te fren te al juic io, la formalizacin deesa posicin dentro de una teora del lenguaje11 .

    En su trabajo, concluye Rivero que no se puede considerar elmodo como una categora sintctico-semntica con significado propio,sino que el modo es un cambio morfolgico que experimenta un ver-bo de manera au tomt ica en funcin de su posicin subordinada.

    En el breve repaso que hemos dado a algunas concepciones quedesde la lingstica se han dado de la modalidad, sta es vista comocambio morfolgico que expresa en trminos lingsticos lo que, muyen general, desde la lgica se ha denominado actitud preposicional:un enunciado no slo representa un estado de cosas, sino que ademsexpresa los sentimientos y pensamientos del locutor y tambin suscitao evoca en el oyente sentimientos. Es lo que Rcanati (1979, 14) llama

    sentido pragmtico. Recogiendo su mismo ejemplo, en los enunciados

    a) /Vendr sin falta/

    b) /Vendr probablemente/

    ambos enunciados representan el mismo estado de cosas sobre mo-dos diferentes (la venida probable y la venida sin falta).

    Para nosotros, la diferencia entre ambos enunciados va a consis-tir no slo en el cambio morfolgico (y en la actitud del sujeto), sinofundamentalmente en el tipo de acto de palabra que producen o pue-den producir dentro de la secuencia de actos que conforme un deter-minado discurso.

    De ese modo, desde la perspectiva lingstica no puede obviarse

    9 Una accin enunciada, encerrada sea en una pregunla sea en una enunciacinpositiva o negativa, se presenta a nuestro juicio, a nuestro sentimiento, a nuestra vo-luntad con caracteres extremadamente diversos. Es considerada como cierta o comoposible, se la desea o se la rechaza, se la ordena o se la desaconseja, etc.. son las mo-dalidades

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    la dimensin pragmtica, en este caso el tipo de acto lingsticoemitido.

    En efecto, toda modalidad, pensemos por ejemplo en la interro-gacin, tiene su correlato en el acto de palabra: la pregunta a la quele corresponder una respuesta.

    Ahora bien, basta recordar los famosos postulados conversatoriosde Gordon y Lakoff (1975) para reconocer que una afirmacin puedeoperar como pregunta, o una interrogacin funcionar como splica,etctera. Ello plantea la necesidad, pensamos, de un estudio delenunciado, de su sentido y de la funcin que cumple en el proceso decomunicacin para determinar las modalidades de la enunciacin.Es decir, integrar el estudio procesual de los actos de habla con el dela enunciacin.

    Si por modalizacin entendemos con Wunderlich (1972) lasmarcas que el sujeto no cesa de dar a su enunciado, consideraremos

    enunciado modal a aquel enunciado marcado, y marcado precisa-mente por el sujeto de la enunciacin. Dicho de otra forma, podemosobservar la modalidad como una manifestacin (marca) del sujeto dela enunciacin respecto al (su) enunciado.

    En ese sentido se puede distinguir, de una parte, lo que Duboisha llamado distancia o convergencia (o coincidencia) del sujeto conel enunciado, introduciendo la certeza o la duda, la afirmacin o uncondicional" y, de otra, la expresin de la modalidad lgica de nece-sidad o posibilidad. Estas observaciones permiten distinguir, de mo-do tentativo, como ha hecho Meunier (1974), modalidades de laenunciacin y modalidades del enunciado.

    Para Meunier (1974, 12 y ss.) la modalidad de la enunciacin de-fine la modalidad en relacin con el sujeto hablante y caracteriza laforma de la comunicacin entre enunciador y destinatario (imperati-va, interrogativa, declarativa, etc.).

    A su vez la modalidad del enunciado hace referencia al sujetodel enunciado^ y caracteriza el modo con que el sujeto sita la pro-

    posicin en relacin a la necesidad y posibilidad, a la verdad o a losjuicios de valor.

    u Pottier (1975). para los fenmenos de cortesa, establece la diferencia entre ac-tuale inactuai Sirva tambin de ejemplo (Toulmin. 197S, 43, lo entresaca de EleanorFarjeon, Una -nursey de los aos '90):

    Tenia tal terror [mi hermano mayor| de ser pillado, por casualidad,enunciando una afirmacin hecha, que cuando era niflo habla tomado lacostumbre de afladir -quiz- a lodo lo que decia. Eres t Henry?-, podasuceder que preguntase la madre desde el saln, s mam, quiz- vasarriba?-, s, quiz-: quieres ver si he dejado mi bolso en mihabitacin?-, si. quiz-...

    u En el captulo III se explica ampliamente la diferencia entre sujeto de la enun-ciacin y sujeto del enunciado.

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    Por su parte, Housc Holdcr (1971) y Halliday (1970) distinguen asu vez modo y modalidad.

    Por el modo se seala, segn estos autores, la fuerza ilocuciona-ria y el rol de la comunicacin asumido por el locutor (podra encierta medida ser equivalente a la modalidad de la enunciacin).

    Mientras por la modalidad se seala la expresin de la necesidad yde la posibilidad (que afectara al enunciado).Respecto a esta ltima dicotoma, en cierto modo homologable a

    la de Meunier, Lyons (1980) considera que la diferencia es meramen-te terminolgica y que podra disolverse en el solo concepto de moda-lidad. Por otra parte considera que

    la modalidad tal como funciona en general en el comportamientolingstico cotidiano no puede ser comprendida o analizada conve-nientemente sino a partir de las funciones indexicales e instrumen-tales del lenguaje, a las que la funcin descriptiva est a veces, sino siempre, subordinada.

    (LYONS)

    4 . L A A C T U A C I N D E L S U J E T O

    4.0. Estados y transformaciones

    En este apartado queremos referirnos a una teora que aborda elproblema de las modal idades, more semiotico, desde la propuesta de

    gramtica narrativa tal como la ha ido desarrollando A. J. Grei-mas (1973, 185-218)24. Su inters mximo lo situamos en la cualifi-cacin que proporciona a los actores del proceso semitico para el es-tudio de la relacin del sujeto con la accin, que ser adems necesa-rio en el anlisis de la actividad discursiva.

    Para Greimas y Courts (1979, 230) la aproximacin inductiva alas modalidades parece poco convincente: el inventaro de los verbosmodales (y eventualmente, las locuciones modales) siempre puede sercontestado y vara de una lengua natural a otra. Consideran, sin em-bargo, razonable que las dos formas de enunciados elementales

    declarados cannicos, esto es, los enunciados de hacer y losenunciados de estado, se encuentran tanto en la situacin sintc-tica de enunciados descriptivos como en la situacin (que ellos lla-man hipotxica) de los enunciados modales25 .

    M Tambin Courts (1976), Greimas y Courts (1979), asi como Groupe d'Enlre-vernes (1979). Henault (1979), etc. Para una lectura critica, vase P. Ricoeur (1980).

    En el enunciado modal /Julia quiere comprar un vestido/, quiere modifica elpredicado (en principio se considera modalidad, siguiendo la definicin tradicional loquc'modifica el predicado de un enunciado), sobredeterminndolo por la modalidad

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    Necesitamos recordar muy brevemente que para Greimas, si-guiendo a L. Tesnire y H. Reinchenbach, el predicado debe conce-birse como la relacin constitutiva del enunciado; y el enunciado, asu vez, como la relacin-funcin (F) constitutiva de los trminos ac-tantes (A)24 y que adquiere la forma cannica:

    F (A A, . . . ) "

    Los dos enunciados elementales de estado y de hacer, que son repre-sentaciones logicosemnticas de los estados y de los actos, son descri-tos asi: el predicado hacer* es designado como la funcin denomina-da transformacin, y el predicado ser como la funcin juncin

    Dicho en otros trminos, el enunciado de hacer da cuenta de latransformacin de estado, del paso de un estado a otro.

    Por su parte, el enunciado de estado establece la relacin de

    juncin entre el sujeto y el objeto".De esta relacin (de estado) pueden surgir dos tipos de enun-

    ciados: enunciados segn la conjuncin (A) entre sujeto y objetorepresentados (S A O) y enunciados segn la disyuncin (V )entre sujeto y objeto representados (S V O)30 .

    del querer; sin embargo, como iremos viendo, la inclusin del clasema quererva misall de la mera sobredeterminacin, Como dice Greimas requiere la construccinde dos enunciados distintos, de los cuales uno es modal y oiro descriptivo (Greimas,1973, 200). Tambin la modalidad del querer instaura al actante como sujeto.

    34 El trmino actante. debido a L. Tesnierc (los aelantes son los seres o tas cosasque bajo cualquier titulo y de cualquier manera, incluso a ttulo de meros figurantes yde la manera ms pasiva, participan en el proceso), reenva aqui. sin embargo, a -unacierta concepcin de la sintaxis que articula el enunciado elemental en funciones [ensentido hjelmslcvianoj (tales como suieto, objeto, predicado) y que considera el

    predicado como el modo del enunciado. Es decir, que los aclames se considerarn comolos trminos terminales de la relacin que es la funcin (Greimas, Courts, 1979, 3).Independientemente de su tipologa: aclames de la comunicacin, ociantes de la narra-cin (vase capitulo III), el actante reemplazar el concepto vago en literatura de 'per-sonaje o el proppiano de dramatis persona. Puede a su vez vincularse con la gra-mtica de los casos de Fillmore, donde caso puede ser considerado como la repre-sentacin de una posicin actancial.

    F: funcin; A: actante; se reserva el nombre de funcin a la sola funcin sin-tctica denominada predicado, y actante a las otras funciones sintcticas que, en tan-to que funtores, representan Vos trminos terminales de la relacin constitutivadel enunciado (Greimas, Courts, 1979. 152).

    La juncin es la relacin que determina el estado del sujeto en relacin con unobjeto de valor cualquiera; slo las determinaciones y no una esencia del sujeto per-miten conocer algo a propsito del mismo y particularmente el considerarlo comoexistente (Greimas. 1976, 92).

    29 Se debe recordar que sujeto (S) y objeto (O) no son, respectivamente, personajey cosa, sino roles que se definen como posiciones correlativas (actantes o rotes actan-cales).

    La disyuncin no supone supresin de la relacin semitica; si fuera asi no sepodra hablar ni siquiera de sujeto o de objeto. Como sugieren Greimas y Cour-

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    Y si, como indicbamos ms arriba, la transformacin es el pasode una forma de estado a otra, podemos distinguir dos tipos detransformacin: de conjuncin y de disyuncin.

    La transformacin de conjuncin permite el paso de un estadode disyuncin (S V O), a otro de conjuncin (S A O), que se repre-senta

    ( S V O ) ( S A O ) (donde -* simboliza la transformacin)

    La transformacin de disyuncin, por su parte, consentir el pasode un estado de conjuncin (S A O) a otro de disyuncin (SVO). Surepresentacin es

    (SAO) - (SAO)

    A partir de estas consideraciones, en la narracin, entendida co-mo representacin semitica de las acciones, Greimas distingue dostipos de sujetos: el sujeto de estado, definido por su relacin (de jun-cin, sea conjuncin o disyuncin) con el universo de objetos que se-rn tambin ellos modalizados (en cuanto deseables, necesarios,etc.), y el sujeto de hacer (que a veces llama sujeto operador) en rela-cin con la operacin que ejecuta (o performance), esto es, realizan-do transformaciones11 que se sitan entre los estados.

    4.1. El acto en el programa de accin. El programa narrativo

    Desde la teora de la narratividad, la narracin equivale a unaaccin o, ms concretamente, a la representacin de las acciones.Ocuparse, pues, de la narracin es ocuparse de acciones, de lo quepasa, de actos.

    Una narracin mnima se puede dar desde el momento en que enun enunciado se da la transformacin

    ( S A O ) - ( S V O )

    El discurso, en cuanto performance, puede pues ser considerado fun-damentalmente como un acto31 o, mejor, como una serie de actos(cognitivos o de otro tipo). Al considerar la modalidad en trminosmuy vagos y generales como la modificacin del predicado por el su-

    ts (1978, 245). la disyuncin no hace sino virtualizar la relacin entre el sujeto y elobjeto mantenindola como una posibilida