Eagles International Christian University
FACULTAD DE:
CONSEJERIA BIBLICA FAMILIAR
E.I.C.U.
Nivel 2 | Módulo 1
CEECC! TOPICOS SOBRE LA CONSEJERIA
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CENTRO DE ENTRENAMIENTO PARA CONSEJEROS CRISTIANOS
TOPICOS SOBRE LA CONSEJERÍA
CONTENIDO:
INTRODUCCION
1. 10 ERRORES EN LA CONSEJERIA2. COMO HACER FRENTE A LAS
TRAMPAS EN LA CONSEJERÍA3. CUAL ES EL ORIGEN DEL CON-
FLICTO INTERNO Y EXTERNO4. EL YO REAL Y EL YO IDEAL
CONCLUSION
Por tanto, así ha dicho Jehová: --Si tú vuelves, yo te restauraré, y estarás de pie delante de mí; y
si separas lo precioso de lo vil, serás mi portavoz. -Que ellos se
vuelvan a ti; pero tú no te vuel-vas a ellos!
Jeremías 15:19
Cuando falta dirección, el pueblo caerá; pero en los muchos consejeros está la victoria.
Proverbios 11:14
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(Sal 119:24)Pues tus tesDmo-‐
nios son mis delicias Y mis consejeros.
IntroducciónLa consejería eficaz requiere del uso de téc-‐nicas y métodos específicos que todo conse-‐jero debe conocer y manejar sin olvidar ja-‐más su dependencia de Dios en todo el pro-‐ceso de orientación.
Antes de abordar los errores frecuentes en la consejería recordemos la definición siguien-‐te:
David Benner define la consejería pastoral como...
“Una relación de ayuda donde, a través de una serie de contactos estructurados, el con-‐sejero busca aliviar la angusGa y alentar el crecimiento en aquella persona que está buscando ayuda.
Tal consejería apunta a ayudar a la persona a pensar, a senGr, y a comportarse de manera muy diferente, y esto lo logra a través del diá-‐logo en el que deben realizar
LOS 10 ERRORES MÁS FRECUENTES EN LOS CUALES INCURRE EL CONSEJERO SON:
1. Comentar con otros las in.midades que le con2an...
Cada persona que saca a luz sus inGmidades al recibir consejo debe estar segura de que el consejero es una persona discreta.
Cuando el consejero rompe el secreto, viola el derecho del aconsejado de confidencia. Por eso, no debe comentar detalle alguno ni con otros consejeros o líderes, ni con su cónyuge.
2. Aconsejar sin antes haber aprendido a manejar o sin haber resuelto sus propios conflictos:
Cuando el consejero no resuelve aquellas áreas conflicGvas para él, deja de ser objeGvo y, muchas veces, su reacción ante el aconse-‐jado puede no ser formaGva sino dañina.
10 ERRORES EN LA CONSEJERIA
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3. Opinar u orientar sobre temas que desco-‐noce o no .ene el dominio adecuado:
El consejero debe tener la suficiente madurez y honesGdad para reconocer que no domina el tema sobre el cual se le solicita consejo.
En estos casos, es mejor que refiera al aconse-‐jado a las personas o enGdades perGnentes; por ejemplo, si le preguntan sobre temas mé-‐dicos o legales muy específicos, debe referir al profesional adecuado o pedir consejo sobre esto.
No opine sobre ningún tema desconocido pues puede hacer mucho daño.
4. Olvidar el nivel socio -‐académico del acon-‐sejado:
A fin de evitar Bloqueos en la comunicación, el consejero debe conocer el nivel social y aca-‐démico del aconsejado para uGlizar el lenguaje adecuado con la persona y ayudarle de la me-‐jor manera.
5. Dejar que el aconsejado dirija la entrevista:
El consejero ¡Siempre debe llevar el control de la entrevista!
Si no lo hace, se perderá en ella y no podrá ofrecer la orientación adecuada.
6. No delimitar el .empo de la entrevista:
El consejero debe informar al aconsejado el Gempo con que cuenta para la entrevista y ser consecuente con él.
Una de las ventajas de delimitar el Gempo es que lo ayudará a permanecer centrado en el problema que necesita resolver.
7. Imponer sus ideas personales al aconse-‐jado:
La única persona que Gene el derecho y la responsabilidad de tomar una decisión es el aconsejado.
La tarea del pastor o del consejero es úni-‐camente orientadora.
El consejero ayuda a visualizar la situación desde el ángulo correcto, a examinar las posibles consecuencias, a analizar y mos-‐trar aplicaciones de las Escrituras sobre la problemáGca, y proporciona los elementos de juicio fundamentales para que el acon-‐sejado pueda tomar una decisión.
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8. Rechazar al aconsejado por causa de su nacionalidad, raza, credo o es.lo de vida:
En cualquier momento, alguna persona ajena a nuestra fe, costumbres, esGlo de vida y éG-‐ca puede buscar consejo o ayuda y el conse-‐jero no debe rechazarla.
Esta es una excelente oportunidad para de-‐mostrar la gracia y la misericordia de Dios.
9. Con.nuar con la entrevista aun cuando iden.fique un gran sen.miento de atrac-‐ción o rechazo por el aconsejado (da):
En la dinámica de interacción entre aconseja-‐do y consejero, sean hombres o mujeres, se generan fuertes senGmientos denominados transferencia y contra transferencia, que de-‐terminan la calidad de la consejería.
Estos senGmientos pueden propiciar situa-‐ciones problemáGcas por lo que el consejero debe estar listo para percibirlas.
Todo orientador es responsable de evaluar sus senGmientos hacia el aconsejado y si des-‐cubre senGmientos no aprobados, es Gempo de detener las sesiones y referir el caso a otro consejero.
10. Confiar únicamente en sus conocimien-‐tos o habilidades
El éxito de la consejería radica en guiar al aconsejado a conocer a Dios y a depositar su confianza en Él.
Cualquier cambio necesario viene por el poder y la acción del Espíritu Santo en la vida del aconsejado.
Por lo tanto toda enseñanza, convicción de pecado o instrucción en la consejería debe estar sujeto a la Palabra de Dios.
CONCLUYENDO:
Sin duda en la consejería hay una organiza-‐ción y una preparación perGnente, para ha-‐cer bien el trabajo y tener un ministerio exi-‐toso, pero también se cometen errores a la hora de aconsejar.
El mas común es pensar, que podemos aconsejar solo con sentarnos con la persona que nos solicita consejo, y orar y leerle un texto apropiado para su situación, si bien esto no esta mal, es necesario saber que hay que hacer un trabajo profundo, detec-‐tar las causas que lo han llevado al conflicto y plantarle soluciones especificas.
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INTRODUCCIÓN:
Los anGguos cazadores cavaban fosas en el suelo y las cubrían cuidadosamente para atrapar a los animales salvajes.
El carácter de la trampa era su simplicidad: cuando un animal caía en ella, no podía salir.
Algunas fosas eran parGcu-‐larmente malignas porque el constructor ponía esta-‐cas afiladas en el fondo para atravesar al animal.
Lamentablemente, en Gempo de guerra también hubo combaGentes que cayeron en trampas.
Los vietnamitas usaron fosas en las selvas de Vietnam para capturar o matar a los soldados alia-‐dos.
El engañador manto de inocencia sobre la fosa es su camuflaje.
No es fácil ubicar la fosa porque el hoyo está cubierto con un delgado velo de hojas y ra-‐mas que a la vista se confunden con el en-‐torno.
Cuando la vícGma se da cuenta de la trampa subterránea, ya es demasiado tarde. La caída es rápida y su desGno queda sellado.
No puedo pensar en una analogía más certe-‐ra para describir los peligros que han atrapado a muchos consejeros, que los hicie-‐
ron caer en una pro-‐funda fosa, y que al no poder salir se convir-‐Geron también en vícGmas.
EL CASO HIPO-‐TETICO DE JAIME Y SUSANA.
Comencemos con un estudio de caso hipotéG-‐co del “consejero Jaime” y “Susa-‐na, la persona a
la que aconseja”.
Aunque la historia y los nombres son ficG-‐cios, el escenario es un montaje de circuns-‐tancias reales que han vivido consejeros lai-‐cos, gente de fe y con buenas intenciones, y líderes que gozaban de un buen nombre.
COMO HACER FRENTE A LAS TRAMPAS DE LA CONSEJERIA
Las malas intensiones no siempre son las que ha-cen caer en trampas al consejero y a la persona que busca consejo. Mu-chas veces, lo que co-mienza inocentemente, termina mal.
Por M. Wayne Benson
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Jaime era un consejero con más de veinte años de fiel ministerio, que muchos conside-‐raban un hombre piadoso.
Era bien conocido en el círculo regional de re-‐laciones profesionales y contaba con el respe-‐to de su congregación.
Sin embargo, hoy se clasifica como alguien que fue descalificado del ministerio. Y hubo mu-‐chas otras vícGmas en el desencadenamiento de lo que sucedió.
Las personas a quien Jaime sirvió, hoy están heridas y confundidas.
Algunos se sienten traicionados por el conse-‐jero en quien confiaron, y que su fe ha sufrido un serio revés.
Otros lo han procesado de otra manera. Su desilusión e incredulidad se han converGdo en enojo, abriéndose paso en las etapas del su-‐frimiento por la pérdida que han vivido.
La situación ha provocado división en la igle-‐sia, porque la gente se ha polarizado en rela-‐ción con las opiniones acerca de la manera en que los líderes manejaron el asunto.
De hecho, la noGcia incluso fue publicada en el periódico local.
¿Cómo afectará esto los esfuerzos de ex-‐pansión de la iglesia?
¿Qué hay de los nuevos creyentes o aque-‐llas personas que han visitado la iglesia —gente que tal vez está en una búsqueda pero que todavía no ha respondido al lla-‐mado de Dios?
El comportamiento de Jaime y Susana ha herido a dos familias en parGcular.
Susana, la persona que necesitaba conse-‐jo, y Tomás, su esposo, han decidido di-‐vorciarse.
Ya habían conversado la posibilidad de di-‐vorcio cuando ella buscó consejo en la iglesia.
Ahora la posibilidad parece ser un hecho inminente.
Por otra parte está la familia del consejero.
¿Qué sucederá con su matrimonio?
Su esposa lo ha perdonado, pero todo lo que ha sucedido la ha herido profunda-‐mente.
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También está lo inevitable, los asuntos prácG-‐cos que el consejero Jaime tendrá que consi-‐derar, como las realidades económicas.
El consejero Jaime ha dedicado toda su vida al ministerio.
¿Cómo sustentará a su familia?
PrácGcamente no Gene otra preparación o ha-‐bilidad de la cual vivir.
¿A qué iglesia irán él y su familia?
¿Qué función ministerial, si es que hay alguna para él... los líderes de su distrito le permiGrán desempeñar?
¿Le sorprendería si le digo que, en este estudio de caso hipotéGco, el consejero Jaime no co-‐meGó el acto osico de adulterio?
Ni tampoco él y su esposa habrían considerado que su matrimonio era vulnerable.
En efecto, él amaba a su esposa y estaba bási-‐camente saGsfecho con su matrimonio.
Pero cayó en una serie de trampas muy bien simuladas, que resultaron en una relación emocional con la mujer que estaba aconse-‐jando.
El consejero Jaime fue más allá de los lími-‐tes que debieron ser como banderas rojas flameando al viento.
En este escenario hipotéGco, voy a recrear la historia de cómo las cosas comenzaron a moverse en la dirección equivocada.
Después, idenGficaré algunas comunes trampas de la consejería y cómo evitarlas.
En primer lugar, quiero reafirmar la si-‐guiente premisa:
Las malas intensiones no siempre son las que hacen caer en trampas al consejero y a la persona que busca consejo.
Muchas veces, lo que comienza inocente-‐mente, termina mal.
Algunas estadís.cas acerca de la conseje-‐ría:
Primero, hay más mujeres que hombres que buscan consejo.
Esto es cierto cuando hablamos de conse-‐jería profesional y consejería pastoral.
Ahora sumemos a esto el hecho de que la mayoría de los consejeros en las iglesias son hombres.
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Segundo, la razón más frecuente de que las mujeres buscan consejos son problemas ma-‐trimoniales.
En el caso del consejero Jaime, procuró ro-‐dearse de algunas medidas de protección, como el cristal en la puerta de su oficina que lo manGene siempre a la vista de su asisten-‐te administraGva, y el hecho de que planifica su calendario de manera que su asistente siempre esté presente en la oficina.
Susana solicitó una entrevista con el conseje-‐ro debido a sus problemas matrimoniales.
Su matrimonio era disfuncional en términos de comunicación y afecto.
Ella informó que su esposo no la escucha. Aunque es buen proveedor, no le da sufi-‐ciente atención.
En contraste, el consejero Jaime escucha con paciencia y la trata de manera compasiva.
En cierto modo, él le recuerda a su padre, una persona buena y compasiva.
El esposo de Susana nunca ha sido un líder espiritual. En cambio, el consejero Jaime es un líder espiritual consumado, sea en el púl-‐pito o sea en la consejería.
Él cita las Escrituras, presenta las verdades espirituales, y aparentemente Gene una línea directa de comunicación con Dios.
Por primera vez, Susana siente que está cre-‐ciendo en la fe.
El consejero se siente contento con el apa-‐rente buen éxito que ha tenido con esta per-‐sona que está aconsejando.
Susana parece estar contenta consigo misma; ya no parece abaGda. Nuevamente ha emer-‐gido su efervescente personalidad.
Al consejero Jaime le parece reconfortante porque Susana le hace pensar en su joven hermana que murió de cáncer hace unos cuantos años.
– ¿Puede usted idenGficar las potenciales trampas en esta relación?
– ¿Cuáles son las señales de peligro que Jaime debió haber observado?
– ¿Cómo se puede hacer frente a esas trampas?
LA TRAMPA DE LA TRANSFERENCIAEn la consejería hay una serie de realidades que el consejero debe entender.
La primera es la que Gene que ver con la transferencia y la contra-‐transferencia, un problema común que casi todo consejero de-‐be enfrentar.
La que sigue es una definición prácGca (no clínica) de transferencia: la persona que es aconsejada relaciona a su consejero con una persona que ha influido en su vida.
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La transferencia es un proceso fundamental que los seres humanos constantemente llevan a cabo, sea para bien o sea para mal.
Casi siempre es en una forma de compara-‐ciones completamente inocentes e inofen-‐sivas.
La transferencia es una manera de organi-‐zar a la personas en convenientes carpetas en el archivo de nuestra mente.
– Pueden ser figuras de autoridad como los padres o algún patrón.
– Pueden ser personas al mismo nivel, como los hermanos o los amigos.
– O pueden ser personas de las que so-‐mos responsables, como los hijos o los empleados a nuestro cargo.
– Pueden ser personas que nos gustan o que nos disgustan.
Pero la transferencia casi siempre es un proceso in-‐consciente, como el hambre o los reflejos naturales.
La transferencia puede ser úGl en inocentes maneras. Puede revelar nuestros pen-‐samientos y sacar a la luz nuestras moGvaciones.
Por eso los terapeutas profesionales a me-‐nudo encuentran que una comprensión de cómo y por qué una persona que es acon-‐sejada compara a otros con quien la acon-‐seja puede ser la clave para descubrir cier-‐tas acGtudes y conductas.
La transferencia, sin embargo, puede ser muy nega;va y perjudicial.
Basados en sus ideas reales o fabricadas, la gente forma estereoGpos y prejuicios racia-‐les que distorsionan su apreciación de la realidad.
Alguien podría jusGficar su odio por cierto grupo porque alguien Gene un cierto pare-‐cido con alguien que conoció en el pasado.
Es fácil ver cómo esto puede suceder en el proceso de consejería.
La persona que recibe consejo y que odia a su padre por sus abusos podría resis;r la ayuda de un consejero varón que le re-‐cuerda a su abusivo padre.
O un hombre que tuvo una madre que lo manipulaba tal vez no responda bien a los cambios que le sugiera una consejera.
Si esto sucede en el trabajo clí-‐nico profesional, no cabe la menor duda de que también sucede en la consejería pasto-‐ral.
Sin embargo, miremos el asun-‐to desde otra perspecGva.
Lo que vemos en las personas también revela nuestros de-‐seos y secretos anhelos insa-‐;sfechos.
Podríamos hacer estas compa-‐raciones mentales en relación
con un ideal imaginario o una fantasía.
La transferencia puede despertar una atracción hacia el consejero basada en al-‐gún ideal que la persona aconsejada Gene en su mente.
La transferencia es una ilusión relacional en que conocemos a alguien y tratamos de entender quién es basándonos en impre-‐siones.
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La transferencia no requiere de esfuerzo o conversación alguna.
De hecho, nos damos cuenta de que está su-‐cediendo cuando la persona que habíamos concebido de cierta forma hace algo que no armoniza con el patrón que teníamos en mente.
Esto no puede ser más evidente que en la consejería.
La sesión de consejería puede converGrse en una burbuja subrrealista que debemos pene-‐trar para encontrar terreno firme.
De hecho, la Biblia dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Si nosotros mismos no nos conocemos, ¿Có-‐mo esperamos que un consejero pastoral en-‐Genda plenamente a la persona que aconseja en un breve período?
Por eso un consejero crisGano necesita cada ventaja que el Espíritu Santo le ofrezca y también las buenas habilidades para la conse-‐jería.
Necesitamos discernimiento y sensibilidad.
También debemos ser sabios para ver los problemas que puede provocar la transferen-‐cia.
LA TRAMPA DE LA CONTRA TRANSFE-‐RENCIA
También hay un fenómeno llamado contra transferencia. En este caso, la percepción corresponde al consejero, en vez de la persona que es aconsejada.
La definición prácGca (no clínica) es:
“la persona que busca consejo le recuer-‐da (al consejero) de una persona que ha influido en su vida”.
Volvamos a la historia del consejero Jaime y Susana, la persona que aconseja.
¿Puede usted idenGficar unos cuantos de-‐talles en la historia —antes de saber el resto de lo que sucedió— que añaden un elemento de peligro a este escenario, aun antes de la primera sesión?
El comportamiento de Jaime, le trae re-‐cuerdos de su padre a Susana, que la tra-‐taba con bondad y compasión.
No sólo eso, sino que ella Gene un cuadro imaginario de la clase de líder espiritual con quien quisiera estar casada. El conse-‐jero reúne todas las caracterísGcas; no así su esposo.
Sin darse cuenta, el consejero Jaime ha tropezado con la fosa de Susana y con la suya.
Susana le hace pensar en su hermana que tenía una personalidad vivaz y efervescen-‐te.
Además, el dolor de su pérdida lo ha he-‐cho aún más vulnerable.
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Se suma a esto el síndrome de “yo soy su héroe” porque saGsface las necesidades de ella con aparente buen éxito, en comparación con otros casos de consejería de per-‐sonas que requieren más atención y cuyos buenos resultados no son tan evidentes.
LA TRAMPA DE LAS ADVERTEN-‐CIAS QUE SE PASAN POR ALTO
En esta historia hipotéGca, tanto el consejero como la persona a quien aconseja comenza-‐ron a tener dudas y advertencias acerca de vulnerabilidades entre ambos.
Los dos sinGeron el estremecimiento del peli-‐gro cuando las sesiones comenzaron a alar-‐garse.
El consejero está disfrutando la atención de una mujer hermosa que admira su ministerio.
Por otra parte, en casa su esposa se siente cada vez más frustrada y desilusionada por todo el Gempo que él dedica a su trabajo, sa-‐crificando la compañía de ella y de la familia.
Susana anhela una relación estable con un hombre como su padre. Ella respeta al conse-‐jero por su ministerio en el púlpito y por su liderazgo espiritual.
Siente que recibe de él el respaldo que no le da su esposo. Y después de unas pocas sesio-‐nes se da cuenta de que se está enamorando de su consejero en vez de su esposo.
Ninguno de los dos Gene la intención de cru-‐zar límites morales o éGcos.
Pero el inocente abrazo se convierte en un hábito, y un día, en un beso.
LA TRAMPA DE LA RACIO-‐NALIZACIÓN
El consejero se dio cuenta de que las co-‐sas habían ido demasiado lejos, pero el precio de una
acción correcG-‐va parecía demasiado alto.
Él desarrolló siete racionalizaciones para mantener en secreto las cosas:
1.Si confesaba su falta a los pastores o a la junta direcGva de la iglesia, no sólo sería una experiencia vergon-‐zosa para él, sino también para quienes lo escucharan.
2.Los enemigos fuera de la iglesia lo desa-‐creditarían a él y también la obra de Dios. Sus opositores dentro de la iglesia seguramente verían esta como la oportunidad de presentar-‐lo como un mal ejemplo.
3.El esposo de Susana podría revelar esto en la iglesia o hacer algo precipita-‐do.
4.Si conversaba del asunto con su esposa, le causaría una profunda herida.
5.Realmente no ha comeGdo el adulterio.
6.Dios todavía está bendiciendo su minis-‐terio..
7.Todavía se siente suficientemente fuer-‐te como para mantener la situa-‐ción bajo control.
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LA TRAMPA DEL SECRETO TÓXICO
Con el Gempo, el secreGto vergonzoso se con-‐tamina más y más.
Cuando finalmente todo sale a la luz, la ver-‐dad se ha converGdo en algo tóxico.
La verdad revelada por otra persona es más devastadora de lo que hubiera sido la confe-‐sión y el arrepenGmiento del consejero.
Cuando un miembro de la iglesia descubrió la relación y comenzó a divulgarlo a unos pocos amigos, corrió por la iglesia cual lava humeante, encen-‐diendo comentarios a su paso.
Cuando los líderes finalmente trataron el asunto, las historias eran más gráficas de lo que realmente ha-‐bía sucedido.
La conducta de Jaime y de Susana arruinó un ministerio, devastó una iglesia, e hirió pro-‐fundamente dos matrimonios, que quizá no se salven.
Si el consejero o la mujer que aconsejaba hu-‐bieran reconocido el problema, el consejero habría referido a Susana a otro consejero, probablemente una consejera, posiblemente una profesional.
O tal vez el consejero Jaime habría pedido a su esposa que estuviera presente en las se-‐siones de consejería, aunque sea unas dos sesiones.
El solo reconocimiento de la vulnerabilidad hubiera bastado para haber establecido algunas señales de alerta.
El problema se podría haber evitado si ellos hubieran previsto los peligros inherentes.
Lamentablemente, un gran porcentaje de consejeros no Genen suficiente preparación para la consejería que deberán imparGr,
factor que los hace más vulnerables a los riesgos.
El consejero debe saber cuándo referir a la perso-‐na que aconseja y tam-‐bién a quién la referirá.
Reconozca sus limitacio-‐nes personales.
En la compleja sociedad actual, un consejero ya no trata con hogares co-‐mo el de “La pequeña casa en la pradera” sino aquellos que se asemejan
más al de “Los Simpson”.
Esto quiere decir que lo más probable es que en algún momento el caso tendrá que ser referido.
Mi consejo para los consejeros es que antes de la consejería preparen una lista con di-‐versas fuentes a las que podrían referir a la persona que aconsejan si fuera necesario.
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LA TRAMPA DE LA MOTIVACIÓN ERRADA
¿Cómo nos protegemos una vez que estamos en el ministerio?
La ayuda a la gente está invariablemente liga-‐da al llamado de Dios. Tiene que ver con la función de pastorear el rebaño.
Pero ese llamado debe ser el principal factor que nos mueva a ayudar a la gente, en vez de nuestras propias necesidades.
He aquí algunas mo.vaciones erradas para aconsejar a la gente:
1.Rescate del menesteroso: si usted es una persona que quiere saGsfacer su pro-‐pia necesidad de ser héroe para al-‐guien, es una moGvación poca sana.
2.La búsqueda de relaciones: si usted quiere relacionarse con personas a través de la consejería, está buscando amigos en el lugar equivocado.
3.Voyerismo: la curiosidad por enterarse de los detalles ínGmos de la vida de las personas es una moGvación poco éG-‐ca.
4.Búsqueda de afirmación: la necesidad de caerle bien al aconsejado bien puede influir en todo lo que un consejero di-‐ga y manchará las recomendaciones del consejero.
5.Contar con alguien a quien controlar: algu-‐nas personas piensan que son quiro-‐prácGcos en el cuerpo de Cristo, por-‐que ponen todos los huesos en su si-‐Go. Esta clase de acGtud autoritaria no da muy buen resultado.
6.Búsqueda de la sanidad personal: el uso de las sesiones de consejería como tera-‐pia personal para solucionar sus pro-‐pios asuntos no sólo es una mala moG-‐vación para aconsejar, también puede ser perjudicial para ambos: el conseje-‐ro y quien recibe consejo.
Cerciórese de que sus moGvaciones sean sa-‐ludables y puras si no quiere caer en una de las trampas.
LA TRAMPA DE LA ATRACCIÓN
La atracción osica y emocional puede conver-‐Grse en una peligrosa trampa.
Hay personas que nos resultan más atracGvas que otras. Y cuando trabajamos con personas cuyas caracterísGcas nos resultan atrayentes, debemos tener especial cuidado.
Los senGmientos de calidez y cercanía, espe-‐cialmente entre personas de sexo opuesto, pueden tener una connotación sexual.
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He aquí algunas medidas prevenGvas que lo protegerán emocionalmente en su papel de consejero pastoral:
1.Prepárese espiritualmente para cada se-‐sión: cuando pedimos que Dios se haga presente en la sesión, hay menos lugar para la tentación.
2.No con2e en la carne: la naturaleza humana Gende a resisGr a Dios y la obra del Es-‐píritu Santo.
Siempre procura saGsfacer su propia voluntad. Manténgase alerta a su propia vulnerabi-‐lidad.
He aquí algunas señales de peligro que se de-‐ben observar:
Señales de peligro en la persona que es aconsejada:
1. Halagos
2. Conducta seductora
3. Frecuente deseo de conversar acerca de temas relacionados con la vida sexual
4. Quejas respecto a los senGmientos de soledad
5. Excesiva dependencia
6. Familiaridad osica
7. Regalos
Señales de peligro en el consejero:
1. Pensamientos acerca de la per-‐sona aconsejada el Gempo entre sesiones
2. Comparación de la persona aconsejada con el cónyuge
3. Fantasías acerca de la persona aconsejada
4. Ver a la persona aconsejada como alguien especial
5. Excusas para prolongar el con-‐tacto
6. Deseo de comentar los proble-‐mas personales
3.Establezca reglas estrictas y respételas: pre-‐determine cuánto Gempo dedicará a cada sesión, cuándo y dónde las sos-‐tendrá, y quién estará presente.
Decida cuántas sesiones tendrá al mes, por ejemplo, una a la semana.
Durante la sesión ubíquese en un lugar donde evite la esGmulación visual poco adecua-‐da.
Estas son reglas sencillas y fundamentales.
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5.Respete el matrimo-‐nio de la perso-‐na que aconseja: no mine la rela-‐ción matrimonial de un esposo o una esposa, no importa cuán disfuncional us-‐ted suponga que es.
Recuerde, que si no se reúne con las dos partes, no podrá tener un cuadro completo.
Su meta es la sanidad, como lo que prometen los médicos en el Juramento HipocráGco: “Above all do no harm” [ante todo, no haga daño].
6.Disponga de un plan B: siempre cuente con un plan para referir a la persona si fue-‐re necesario.
No espere a que surja la necesidad para pensar en una alternaGva.
El plan para referir debe ser parte de los pre-‐paraGvos básicos para la consejería.
7.Sea deliberado en cuanto a la responsabili-‐dad: sea en su comunicación con otro consejero o con la persona que lo su-‐pervise, todos debemos responder a alguien.
8.Sea sincero con usted mismo: las Escrituras nos advierten: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co-‐rin;os 10:12).
PALABRA FINALLa prácGca de llevar las cargas de otros es esen-‐cial en el cuerpo de Cris-‐to.
El apóstol Pablo sugirió la gran prioridad de este ministerio cuando reveló que, en esta expresión de cuidado pastoral,
cumplimos “la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
Conoo que este artculo lo ayude en su es-‐fuerzo de realizar esta tarea con habilidad y cuidado.
La orden de servir y la consciencia de nues-‐tras propias limitaciones nos ayudan a re-‐cordar que somos completamente depen-‐dientes del Señor y de su ayuda para ver un cambio espiritual duradero.
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CUAL ES EL ORIGEN DEL CONFLICTO IN-‐TERNO Y EXTERNO
SanGago 4:1-‐3
¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pa-‐siones que luchan dentro de ustedes mismos?
Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obte-‐ner lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No Denen, porque no piden. Y cuando piden, no reciben porque pi-‐den con malas intenciones, para saDs-‐facer sus propias pasiones.
SanGago está haciendo una aplicación espe-‐cífica del principio fundamental que Jesús enseñó en Mateo 15:19:
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos tesDmonios y las ca-‐lumnias”.
Nuestros corazones son las fuentes de todos nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones.
Por lo tanto, son también la fuente de nues-‐tros conflictos (Lucas 12:13–15).
Estos pasajes describen la causa fundamen-‐tal del conflicto: los deseos no sa.sfechos en nuestro corazón.
• Cuando queremos algo y senGmos que no estaremos saGsfechos a me-‐
nos que lo con-‐sigamos, ese deseo comien-‐za a controlar-‐nos.
•Si los demás no logran saGs-‐facer nuestros deseos, a veces los condena-‐
mos en nuestro corazón y luchamos más fuertemente para salirnos con la nuestra.
LA CREACIÓN DE UN IDOLO
Yo deseo
• El conflicto siempre comienza por al-‐gún Gpo de deseo.
• Algunos deseos son inherentemente malos, como la venganza, la lujuria o la avaricia, pero muchos otros no lo son.
Si alguien se interpone en el camino de un buen deseo, es apropiado hablar sobre el tema.
Al hacerlo usted podrá descubrir formas en que ambos pueden crecer y beneficiarse mu-‐tuamente.
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Yo exijo
Los deseos no saGsfechos Genen el poten-‐cial de meterse cada vez más adentro de nuestro corazón.
Esto ocurre especialmente cuando llegamos a ver un deseo como algo que necesitamos o merecemos, y por lo tanto debemos tener para ser felices o senGrnos realizados.
Hay muchas formas de jusGficar o legiGmar un deseo.
• “Trabajo duro toda la semana. ¿No merezco un poco de paz y quietud cuando llego a casa?”.
• “Sólo quiero que los niños se lleven bien y trabajen duro en la escuela”.
• “¡Me paso horas manejando nuestro presupuesto! Una nueva computa-‐dora podría ahorrarme horas de tra-‐bajo”.
• “Dios me pide que provea para nuestra familia. Merezco tener más aprecio y apoyo por las largas horas que aporto”.
¿Cómo puede uno discernir cuándo un buen deseo podría estar convir.éndose en una exigencia pecaminosa?
Usted puede comenzar haciéndose en oración “preguntas de rayos X” que reve-‐lan la verdadera condición de su corazón:
• ¿Qué me preocupa? ¿Cuál es la pri-‐mera cosa en mi mente por la ma-‐ñana y la úlGma por la noche?
• ¿Cómo completaría el espacio en blanco: “Si tan sólo ________, en-‐tonces me senGría feliz, realizado y seguro”?
• ¿Qué deseo preservar o evitar a toda costa?
• ¿Dónde pongo mi confianza?
• ¿Qué temo?
Cuando cierto deseo no es saGsfecho...
• ¿Siento frustración, ansiedad, resen-‐Gmiento, amargura, ira o depresión?
• ¿Hay algo que desee tanto que estoy dispuesto a desilusionar o lasGmar a otros para tenerlo?
Al escudriñar su corazón en busca de ídolos, a menudo encontrará múlGples capas de ocultamiento, disimulación y jusGficación.
• Uno de los recursos de encubrimien-‐to más suGles es sostener que que-‐remos sólo lo que merecemos legí-‐Gmamente o lo que Dios mismo or-‐dena.
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Yo juzgo
Cuando no saGsfacen nuestros deseos y no cumplen con nuestras expectaGvas, las criG-‐camos y condenamos en nuestro corazón, y también con nuestras palabras.
Como escribe David Powlison:
• Juzgamos a otros –criGcamos, nos fijamos en pequeñeces, regañamos, atacamos, condenamos– porque lite-‐ralmente jugamos a ser Dios.
• Esto es atroz. [La Biblia dice:] “No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?”.
¿Quién eres tú cuando juzgas?
• Nada menos que un aspirante a Dios. En esto nos volvemos como el Diablo mismo (no es extraño que el Diablo se mencione en SanGago 3:15 y 4:7).
• Actuamos exactamente como el ad-‐versario, que busca usurpar el trono de Dios y que actúa como el acusador de los hermanos.
Yo cas.go
Los ídolos siempre exigen sacrificios.
Cuando alguien no logra saGsfacer nuestras demandas y expectaGvas, nuestro ídolo exi-‐ge que sufra.
Sea deliberadamente o inconscientemente, encontraremos formas de lasGmar o dañar a las personas para que cedan a nuestros de-‐seos.
Este casGgo puede asumir disGntas formas.
• A veces reaccionamos con evidente enojo, arremeGendo con palabras hirientes para infligir dolor en quie-‐nes no cumplen con nuestras expec-‐taGvas.
• Cuando lo hacemos, estamos, en esencia, colocando a los demás sobre el altar de nuestro ídolo y sacrificán-‐dolos, no con cuchillos sino con el filo agudo de nuestra lengua.
• Sólo cuando ceden a nuestro deseo y nos dan lo que queremos dejaremos de infligirles dolor.
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Liberación del juicio
Hay una sola forma de salir de esta esclavitud y juicio:
Es mirar a Dios mismo, que se complace en liberar a las personas de sus ídolos.
“Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos: ‘Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí’” (Éxodo 20:2, 3).
Dios ha provisto una cura para nuestra idola-‐tría al enviar a su Hijo para que sufriera el cas-‐Ggo que merecemos nosotros por nuestro pe-‐cado.
A través de Jesucristo podemos pasar a ser justos a los ojos de Dios y encontrar libertad del pecado y la idolatría.
“Por lo tanto, ya no hay ninguna con-‐denación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro-‐manos 8:1, 2).
Para recibir este perdón y esta libertad, de-‐bemos reconocer nuestro pecado, arrepenGr-‐nos de él y poner nuestra confianza en Jesu-‐cristo (ver Hechos 3:19; Salmos 32:5).
• Cuando lo hacemos, ya no estamos ba-‐jo el juicio de Dios. En cambio, Él nos incorpora a su familia, nos hace sus hijos y herederos, y nos permite vivir una vida piadosa (Gálatas 4:4–7).
•Esta es la buena nueva del evan-‐gelio: perdón y vida eterna a tra-‐vés de nuestro Señor Jesucristo.
Liberación de ídolos específicos
Pero hay más buenas noGcias. Dios quiere liberarnos no sólo de nuestro problema general con el pecado y la idolatría sino también de los ídolos específicos y coGdia-‐nos que nos consumen, nos con-‐trolan y causan conflicto con
quienes nos rodean.
• Esta liberación no se logra de forma global, eliminando a todos nuestros ídolos en una gran experiencia espiri-‐tual.
• En cambio, Dios nos llama a idenGficar y confesar nuestros ídolos uno por uno y luego cooperar con Él mientras los va quitando conGnuamente, poco a poco, de nuestro corazón.
Haga un seguimiento de sus descubrimientos en un diario para que pueda idenGficar patro-‐nes e ir en busca conGnuamente de ídolos es-‐pecíficos.
• Ore a diario pidiendo a Dios que quite a sus ídolos la influencia que Genen en su vida haciéndolo senGr a usted como un desgraciado cada vez que cede a ellos.
• Describa sus ídolos a su cónyuge o a un compañero de rendición de cuentas, y pídale que ore por usted y que se acerque amorosamente a usted cuan-‐do haya señales de que el ídolo lo está controlando a usted.
• Dése cuenta de que los ídolos son ex-‐pertos en cambios y disfraces.
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Tan pronto logre victoria sobre una exigencia o forma de casGgo específicos, su ídolo podrá reaparecer de una forma relacionada, con una nueva jusGficación y un medio más suGl de juzgamiento y casGgo.
Por lo tanto, si usted quiere sacar los ídolos de su corazón y no dejar ningún espacio para que vuelvan, haga que su máxima prioridad sea buscar con avidez una adoración apasionante del Dios vivo.
Pídale que le enseñe cómo amarlo, temerlo y confiar en Él más que nada en este mundo.
Reemplazar la adoración del ídolo por la ado-‐ración del Dios vivo involucra varios pasos.
Arrepen.rse ante Dios. Cuando nos arrepen-‐Gmos y confesamos nuestros pecados e ído-‐los, creyendo en nuestro perdón a través de Cristo, también confesamos nuestra fe en Cris-‐to.
El arrepenGmiento y la confesión de nuestra fe en el Dios único es verdadera adoración (1 Juan 1:8–10).
“El sacrificio que te agrada es un espíritu que-‐brantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepenDdo” (Salmos 51:17; ver Isaías 66:2b).
Temer a Dios. Permanezca sobrecogido ante el Dios verdadero cuando se vea tentado a temer a otros o Gene miedo de perder algo precioso.
“El temor del Señor es el principio del conoci-‐miento” (Proverbios 1:7).
“No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
“Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente? Pero en D se halla perdón, y por eso debes ser temi-‐do” (Salmos 130:3, 4).
Amar a Dios. Desee al que nos perdona y nos brinda todo lo que necesitamos, en vez de mi-‐rar hacia otras cosas que no pueden salvarlo.
“’Ama al Señor tu Dios con todo tu co-‐razón, con toda tu alma y con toda tu mente’, le respondió Jesús” (Mateo 6:33). “
¿A quién tengo en el cielo sino a D? Si estoy conDgo, ya nada quiero en la De-‐rra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi cora-‐zón; él es mi herencia eterna” (Salmos 73:25, 26).
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Confiar en Dios. Conoe en quien sacrificó a su Hijo por usted y ha demostrado ser com-‐pletamente confiable en cada situación.
“Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre” (Salmos 118:8).
“Encomienda al Señor tu camino; conia en él, y él actuará.
Hará que tu jusDcia resplandezca co-‐mo el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía” (Salmos 37:5, 6).
“Su divino poder, al darnos el cono-‐cimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesi-‐tamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus precio-‐sas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la co-‐rrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina” (2 Pe-‐dro 1:3, 4).
Deleitarse en Dios. Aprenda a encontrar su mayor gozo en pensar en Dios, meditar en sus obras, hablar a otros de Él, alabarlo y darle gracias.
“Deléitate en el Señor, y él te conce-‐derá los deseos de tu corazón” (Sal-‐mos 37:4).
“Mi boca rebosa de alabanzas a tu nombre, y todo el día proclama tu grandeza” (Salmos 71:8). “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégren-‐se!” (Filipenses 4:4).
“Estén siempre alegres, oren sin ce-‐sar, den gracias a Dios en toda situa-‐ción, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesaloni-‐censes 5:16–18).v
Como indican estos pasajes, Dios ha diseña-‐do un hermoso ciclo para quienes quieren adorarlo por sobre todas las cosas.
Al amar, alabar, dar gracias y deleitarse en Dios, Él cumplirá sus deseos con el mejor re-‐galo: Él mismo.
Y al aprender a deleitarse más y más en Él, senGrá una menor necesidad de encontrar felicidad, realización y seguridad en las cosas de este mundo.
Por la gracia de Dios, la influencia de la idola-‐tría y el conflicto resultante en su vida pue-‐den ser reducidos constantemente, y usted podrá disfrutar de la inGmidad y la seguridad que vienen de adorar al único Dios verdade-‐ro.
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El yo real y el yo ideal
A lo largo de la vida nuestra tarea funda-‐mental es ir respondiendo a la pregunta…
-‐ ¿Quién soy yo?
Se trata de un proceso lento de descubri-‐miento y de autoconocimiento.
• Pero no basta saber quién eres.
• A la vez que descubres tu idenGdad Genes que ir aceptándola.
El Evangelio es todo un proyecto de autoco-‐nocimiento y autoaceptación.
Los personajes que se encuentran con Jesús descubren sorprendentemente quienes son, y lo que es más importante, se descubren amados tal cual son.
• Esta aceptación es lo que desencadena la fe profunda y la conversión.
• ConverGrse es cambiar completamente de vida.
• Es lo que nos pide Jesús.
• Pero no nos pide cambiar a base de nuestros propios esfuerzos.
• Uno solo cambia cuando se siente amado.
EL YO REAL Y EL YO IDEAL:
YO REAL YO IDEAL
• Lo que somos
• Nuestras ge-‐nialidades, ideas, acGtu-‐des, capacida-‐des reales… parcialmente cumplidas
• Nuestros erro-‐res y pecados
• Nuestros de-‐fectos osicos
• Nuestros pen-‐samientos ra-‐cionales e irra-‐cionales
• La imagen que la realidad nos devuelve de nosotros mis-‐mos
• Nuestros aciertos aplaudidos
• Nuestras me-‐Gdas de pata
• Lo que dicen de nosotros los demás
• Lo que quere-‐mos llegar a ser
• Nuestros de-‐seos y aspira-‐ciones
• La imagen ideal de noso-‐tros mismos
• Nuestras cua-‐lidades al má-‐ximo
• Nuestros valo-‐res idealizados
• La metas idea-‐lizadas que nos marcamos
• El ideal que otros nos mar-‐can y con el que nos com-‐paramos: en lo estéGco, acG-‐tudinal, com-‐portamental, etc.
• Lo que nos gustaría oír de nosotros mis-‐mos
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LA TENSION CREATIVA:
Esta tensión la vemos en Pablo… quien escribe en su epístola a los Romanos…
• Rom 7:15 Porque lo que hago, no lo en-‐/endo; porque no prac/co lo que quie-‐ro hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago.
• Rom 7:19 Pues no hago el bien que de-‐seo, sino el mal que no quiero, eso prac/co.
Vivimos siempre en una tensión con9nua entre el Yo real y el y el Yo ideal, entre lo que somos y lo que nos gustaría ser.
Estos dos estados del yo son ambivalentes, suscitan sen@mien-‐tos a veces contra-‐puestos.
El yo real es lo que somos y nadie lo puede cambiar.
• A veces esto nos produce sa9sfacción, sobre todo cuando los demás nos quie-‐ren, nos buscan y nos aprecian por lo que somos y tenemos.
• Pero con9nuamente nos causa insa9s-‐facción porque constatamos defectos, errores, me9das de pata que nos gus-‐taría borrar de nosotros mismos.
El yo ideal por su parte 9ene la función posi@-‐va de hacernos salir de lo que ya somos para proyectarnos hacia lo que podemos llegar a ser.
• El yo ideal hace que no nos conforme-‐mos con lo que somos y que aspiremos a ir a más.
• Saca lo mejor de nosotros mismos y nos exige trabajar en ciertas facetas de nuestra vida para ser mejores.
• Sin embargo, a veces nos distrae de no-‐sotros mismos, y es una causa constan-‐te de frustración.
Nosotros nos hacemos una imagen demasiado ideal de nosotros mismos, y por ello irrealizable.
•Por eso, constan-‐temente el yo real nos recuerda, a veces con crudeza, que no somos ni la sombra de lo que nos imagi-‐namos.
•También pasa que, el yo ideal es la parte de nosotros que que-‐
remos que conozcan los demás, es el producto que mejor vendemos... es una mascara.
• El problema es que… es un producto fal-‐so que, tarde o temprano, los demás se dan cuenta de que es un fraude.
• Al descubrir que no somos como noso-‐tros pensamos que somos… caemos en la frustración.
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La inseguridad Y así vivimos en un constante es9ra y afloja, ilusionándonos con ese yo ideal que queremos ser y que a veces lo rozamos, y desilusionán-‐donos cuando la realidad nos pasa la factura como un rodillo inexorable.
De tal manera que, muchos, vivimos en esa dialéc9ca: no sabemos qué hacer con los erro-‐res que nos avergüenzan, e intentamos maqui-‐llar de idealismo lo que somos.
En el fondo no sabemos responder a la pre-‐gunta
-‐ ¿Quién soy yo?
Hay dos modos equivocados de reaccionar an-‐te la inseguridad:
-‐ Padecerla: gusano. Es el Tmido que per-‐cibe sus errores y su limitación y lo la-‐menta, no lo acepta.
oLos aspectos posi9vos no cuen-‐tan, se consideran incapaces de ges9onar su vida y por eso se abandonan al pesimismo y al vic9mismo.
oAcaban delegando la responsabi-‐lidad de su vida en otros que consideran más seguros.
-‐ Negarla: el fanfarrón. Ante la limitación lo que hacen es huir hacia delante, ig-‐norándola, negándola.
oAparecen ante los demás como muy seguros de si mismos, nunca se equivocan, suelen ser agresivos e imposi9vos.
oNo saben aceptar el error de los demás porque no aceptan sus propios errores.
oEn el fondo desconocen quienes
son y les da miedo enfrentarse a su propia verdad.
¿Cómo superar la inseguridad? ¿Có-‐mo sabemos quienes somos? La respuesta la vamos a encontrar en el Evan-‐gelio. Vamos a leer entre líneas el capítulo 4 del evangelio de Juan.
¿Qué hace una mujer yendo por agua a la ho-‐ra de más calor?
-‐ No es normal. Solo va por agua a las do-‐ce quien no quiere que la vean.
-‐ La Samaritana es alguien que se oculta de los demás ¿miedo, Vergüenza?
Jesús en vez de avasallarla primero se hace, débil, cercano, no viene vendiendo milagros, sino que es él el que le pide: “dame de beber”.
La mujer se resiste porque la ley judía prohíbe que una mujer, y además Samaritana, hable con un hombre judío en privado.
-‐ Y precisamente, cuando le recuerda esta ley religiosa, Jesús le ofrece otra ley: el agua viva.
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¿En qué consiste esta agua viva?
-‐ En la verdad.
-‐ Y la verdad, y así sabemos el mo/vo de su vergüenza es que ya ha estado con cinco hombres y este, con el que vive no es el defini/vo.
-‐ Vamos, que es una mujer de dudosísima reputación.
Ella confiesa su verdad, pero en seguida quiere evadirse del tema y empieza a hablar de otra cosa.
Y otra sorpresa: Jesús acepta hablar de religión con ella. Otra ley rota: las mujeres, y menos una hereje samaritana, podían hablar de reli-‐gión.
Ella en un arrebato de humildad y de sinceri-‐dad le confiesa que realmente cree en Dios y que espera en que venga el Mesías. Y cuando venga lo aclarará todo. Y aquí es cuando Jesús se revela como el Mesías.
Resulta que el Mesías, aquel que vendría a juz-‐gar a los hombres por sus actos, ha estado ha-‐blando con ella, ha trasgredido varias leyes
religiosas, se ha enterado de que es una peca-‐dora empedernida, y sin embargo la ha tratado como ningún hombre la había tratado hasta ahora: con cariño y dignidad.
En ese momento llegan los discípulos y no sa-‐bemos la reacción de la Samaritana. Sin em-‐bargo, tenemos detalles:
-‐ se va a la ciudad,
-‐ corriendo
-‐ y se deja el cántaro.
El cántaro empieza a ser signo de su vergüen-‐za.
De hecho ya no /ene miedo de ser quien es, ya no le importa que los demás digan, se siente perdonada y rehabilitada, hasta el punto que empieza decirles a todos: he encontrado al Me-‐sías, ha adivinado todo lo que he hecho y no le ha importado...
Esa es precisamente la forma de superar la in-‐seguridad: sen9rse amado.
Pero no sen9rse amado por mis cualidades, o por los parches que pongo para que mi perso-‐nalidad o mi Xsico sean más atrac9vos, sino sen9rse amado precisamente en lo peor de tu yo real.
Eso se llama amor incondicional. Y solo es ca-‐paz de amar así Dios o un enamorado empe-‐dernido.
Cuando sen9mos que alguien (o Dios) nos ama a pesar de nuestros defectos y errores (por muy graves y nefastos que nos parezcan), es-‐tos pierden fuerza e importancia.
Hay alguien a quien no le importan. Luego si alguien es capaz de amarme a pesar de mi yo real, quiere decir que no tengo nada que ocul-‐tar.
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¿Qué es lo que pasa?
Que entonces la máquina del disimulo empieza a frenarse y el nerviosismo que nos provoca el estar siempre vigilantes para que no descubran nuestros fallos se relaja.
El Pmido empieza a darse cuenta de que sus defectos no solo no son insalvables sino que le dan un toque de cierto es9lo a su personali-‐dad.
El fanfarrón se da cuenta de que no pasa nada por bajar la guardia y enfundarse las pistolas, pues todos tenemos nuestra parte oscura y nadie le va a hacer mal descubriéndosela.
De repente, todo nuestro metabolismo psico-‐lógico y espiritual se desarma y se relaja.
Se vuelve más humano y más cariñoso.
Ya no importa tanto ser perfecto sino amar lo pequeño, lo imperfecto y lo repugnante de nosotros mismos.
Los demás empiezan a parecernos más iguales a nosotros que antes, y por lo tanto más mere-‐cedores de nuestra misericordia...
En defini9va, nos empezamos a conver9r, em-‐pezamos a tener los mismos sen9mientos que Dios.
¿Y el yo ideal?
Sigue estando ahí. Pero de dis9nta forma.
Por una parte, el yo real avanza más hacia su ideal cuando está relajado que cuando está tenso.
El yo real trabaja sin prisa y sin nervios, porque en9ende que jamás va a ser perfecto, ni falta que hace.
Y por otro lado el “yo ideal” se transforma: uno que se siente amado incondicionalmente, ya no 9ene “necesidad” de ser el más guapo, ni el más listo, ni el que mejor habla idiomas, ni el más simpá9co y gracioso.
El yo ideal se abre hacia el misterio de lo que Dios quiera ir mostrándole en su vida.
El futuro deja de ser amenazadoramente in-‐cierto y la persona comienza a vivir en la con-‐fianza de saber que, haga lo que haga, descu-‐bra lo que descubra de sí mismo, es un ser amado incondicionalmente.
Ahora los audios de los temasestán también disponibles
en formato MP3
Puede obtenerlos visitando el sitio web de E.I.C.U.
www.myeicu.org
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