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    Alvin Maker III:

    Alvin el aprendiz

    Orson Scott Card

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    Ttulo original: Prentice AlvinTraduccin: Paola Tizziano1.a edicin: noviembre 1997 1989 by Orson Scott Card Ediciones B, S.A., 1997Bailn, 84 - 08009 Barcelona (Espaa)Printed in Spain

    ISBN: 84-406-7997-1Depsito legal: B. 39.024-1997Impreso por LITOGRAFA ROSS

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    A todos mis buenos maestros, especialmente, a:

    Fran Schroeder, cuarto grado, Escuela Elemental Millikin,

    Santa Clara, California, para quien escrib mis primeros

    poemas.

    Ida Huber, dcimo grado de Ingls, Escuela Superior deMesa, Arizona, quien crey en mi futuro ms que yo.

    Charles Whitman, escritura de guiones, Universidad

    Brigham Young, quien hizo que mis guiones lucieran mejor

    de lo que merecan.

    Norman Council, literatura, Universidad de Utah, por

    haberme transmitido vivos a Spenser y a Milton.

    Edward Vasta, literatura, Universidad de Notre Dame, por

    Chaucer y por su amistad.

    Y, como siempre, a Franois.

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    AGRADECIMIENTOS

    Como siempre, para preparar este volumen deLos Cuentos de Alvin Maker, he dependido de laayuda de los dems. Quisiera dar las gracias, por su invalorable colaboracin en los captulos

    iniciales de este libro, a la buena gente del segundo Taller Literario de Sycamore Hill, a saber:Carol Emshwiller, Karen Joy Fowler, Greegg Keizer, James Patrick Kelly, John Kessel, NancyKress, Shariann Lewitt, Jack Massa, Rebecca Brown Ore, Susan Palwick, Bruce Sterling, MarkL. Van Name, Connie Willis y Allen Wold.

    Gracias, tambin, al Instituto de Bellas Artes del estado de Utah, por galardonar mi poemanarrativo Alvin el Aprendiz y el Arado Intil. Ese estmulo me llev a proseguir la obra enprosa, con mayor extensin; y ste es el primer volumen donde se incluir parte del relatocontenido en aquel poema.

    He obtenido los detalles sobre la vida y las artes de la frontera del esplndido libro TheForgotten Crafts, escrito por John Seymour (New York City: Knopf, 1984) y deA Field Guide toAmerica's History, de Douglass L. Brownstone (New York City: Facts on File, Inc., 1984).

    Mucho agradezco que Gardner Dozois haya permitido gentilmente la aparicin de fragmentosdeLos Cuentos de Alvin Maker en las pginas de la. Revista de Ciencia Ficcin de Isaac Asimov.As, el libro encontr lectores antes de ser publicado.

    Beth Meacham, de Tor, pertenece a esa raza de editores en extincin dotados de un don de oro:su consejo jams se impone, siempre es sabio. Y (su cualidad editorial ms inusual), responde amis llamadas. Por eso slo merece un lugar en los cielos.

    Gracias a mis alumnos de Narrativa de Greensboro durante el invierno y la primavera de 1988:sus sugerencias permitieron mejorar mucho este libro. Y a mi hermana, amiga y asistenteeditorial, Janice, por mantener frescos en mi mente muchos detalles del relato.

    Pero, ms que a nadie, agradezco a Kristine A. Card, quien escucha mis disquisiciones sobrelas muchas versiones de cada libro an no publicado, lee los imperfectos borradores y es misegundo yo en cada pgina de todo lo que escribo.

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    EL CAPATAZ

    Permitidme comenzar mi relato sobre la vida de Alvin como aprendiz all donde las cosascomenzaron a marchar mal. Muy lejos, al sur, vivi un hombre a quien Alvin no conoca ni habrade conocer en toda su vida. Con todo, l puso las cosas en el camino que llevara a Alvin acometer lo que la ley llama homicidio... el mismo da en que terminaba su instruccin comoaprendiz y en que comenzaba su vida como hombre.

    Corra 1811, en un lugar de la regin de los Apalaches, antes de que este territorio firmara elTratado de Esclavos Fugitivos e ingresara en los Estados Unidos. El lugar quedaba cerca de lalnea donde se unen los Apalaches y las Colonias de la Corona, conque no haba un solo blancoque no ansiara tener un puado de esclavos negros que trabajaran para l.

    La esclavitud... era una suerte de alquimia para esos hombres blancos, o al menos eso crean.Soaban con la frmula que les permitiera convertir en oro cada gota de sudor de un negro, ycada gemido de dolor de una negra en el sonido prstino de una moneda de plata sobre elmostrador del banquero. En ese lugar las almas se compraban y vendan. No haba ni uno quecomprendiera el terrible precio que pagaban por ser dueos de otras vidas.

    Escuchad bien, digo, y os contar cmo se vea el mundo desde dentro del corazn de CavilPlanter. Pero aseguraos que los cros se hayan ido a dormir, pues los nios no debieran escucharesta parte de mi relato, que habla de apetitos que ellos no comprenden bien, y no quisiera que estahistoria acabara ensendoselos.

    Cavil Planter era un hombre temeroso de Dios, un hombre seguidor de la Iglesia, y que pagabapuntualmente sus diezmos. Todos sus esclavos se hallaban bautizados, con sus debidos nombrescristianos, no bien comprendan el idioma lo bastante para que se les ensearan los Evangelios.Les prohiba practicar sus artes ocultas, jams les permita sacrificar ni un pollo con sus propiasmanos, no fuese que convirtieran un acto inocente en una ofrenda a algn dios horripilante. Entodo sentido, Cavil Planter serva al Seor como mejor le era posible.

    Y cmo se lo recompensaba por tanta virtud? Su esposa, Dolores, sufra de terribles penas yachaques, y las muecas y los dedos se le retorcan como a una anciana. Cuando lleg a losveinticinco aos, ya le fue imposible ir a dormir cada noche sin ahogarse en llantos, de modo queCavil no pudo seguir compartiendo la habitacin con ella.

    Trat de ayudarla. Compresas de agua fra, baos de agua caliente, pcimas y polvos hastagastar ms de lo que aconsejara la sensatez en esos mdicos charlatanes graduados en laUniversidad de Camelot. Lleg a colmar la casa de una interminable procesin de predicadorescon sus eternos sermones, y de sacerdotes con sus letanas de hocum pocus. Y todo ello para

    qu? Pues, para nada. Cada noche deba tenderse en la cama a escucharla llorar hasta que el llantose haca gemido. Gemir, hasta que el rezongo se haca fatigada respiracin, y hasta que al exhalarsala el murmullo dbil que hablaba de su dolor.

    Y todo ello fue enloqueciendo a Cavil de lstima, furia y desesperacin. Durante mesesinterminables tuvo la sensacin de no conocer una noche de sueo. De da, trabajar sin pausa. Denoche, tenderse en la cama a orar por un poco de alivio. Si no por ella, entonces por l.

    Fue Dolores quien, por fin, le devolvi la paz de las noches.Debes trabajar cada da, Cavil, y no podrs hacerlo a menos que duermas. No puedo callar,

    y t no puedes soportar mis lamentos. Te ruego que duermas en otra habitacin.Cavil quiso quedarse, de todas formas.Soy tu esposo, ste es mi lugar... dijo, pero ella comprenda mejor que l.Vete insisti. Lleg incluso a levantar la voz. Vete!

    Y as Cavil se march, avergonzado de su propio alivio. Esa noche durmi sin interrupcincinco horas seguidas hasta que rompi el alba, por primera vez en meses y quizs en aos. Y

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    despert por la maana, consumido por las culpas, pues no haba ocupado el lugar que lecorresponda en el lecho de su mujer.

    Pero, al cabo de un tiempo, Cavil Planter dio en acostumbrarse a dormir solo. Visitaba a suesposa a menudo, por la maana y por las noches. Coman juntos, Cavil sentado en la habitacinde ella, sobre una silla, ante una pequea mesita, y Dolores reclinada en la cama, mientras unanegra le introduca con cuidado cucharadas de comida en la boca. Sus manos se abran sobre las

    sbanas como cangrejos muertos.Pero dormir en otra habitacin no bastaba para librar a Cavil de sus tormentos: los hijos noqueran venir. No haba hijos a quienes criar para que heredaran la bella plantacin de Cavil. Nihijas cuya mano conceder en bodas fastuosas. En el piso inferior haba hecho construir un salnde baile. Cuando trajo a Dolores a la casona impecable que haba erigido para ella, le dijo:

    Nuestras hijas conocern a sus pretendientes en este saln, y all sus manos se tocarn porvez primera, como lo hicimos nosotros en casa de tu padre.

    Pero Dolores ya no visitaba el saln de baile. Slo bajaba los domingos para ir a la iglesia, yen los contados das en que se compraban nuevos esclavos, para poder presenciar su bautismo.

    En tales ocasiones, todos la vean, y los admiraban a ambos por su entereza y su fe en laadversidad. Pero la admiracin de sus vecinos era escaso consuelo para Cavil cuando recorra lasruinas de sus sueos. Todo aquello por lo que oraba... Era como si el Seor hubiera hecho una

    lista para anotar en el margen un no bien grande al lado de cada rengln.Los desencantos habran amargado a un hombre de fe ms dbil. Pero Cavil Planter era un

    hombre recto y temeroso de Dios, y cada vez que pensaba, por la ms nfima razn, que Diospudiese haberlo tratado mal, cesaba su labor y extraa su libro de salmos del bolsillo paramurmurar las palabras del sabio:

    Oh, Seor, en ti confo;

    Acerca a m tu odo,

    S mi firme roca.

    Concentrbase tenazmente, hasta que las dudas y el resentimiento desaparecan. l Seorestaba con Cavil Planter, aun en sus tribulaciones.

    Hasta la maana en que, leyendo el Gnesis, dio con los primeros dos versculos del captulo16:

    Y Sara, mujer de Abraham, no le para; y ella tena una

    sierva egipcia, que se llamaba Agar.

    Dijo, pues, Sara a Abraham: Ya ves que Jehov me ha

    hecho estril; rugote que entres a mi sierva; quiz tendrhijos de ella.

    En ese momento se le ocurri: Abraham fue un hombre virtuoso, como yo. La esposa deAbraham no poda tener hijos, y la ma parece no tener esperanzas. En su morada haba unaesclava africana, como las hay en la ma. Por qu no hacer como Abraham y engendrar hijos encualquiera de ellas?

    En el preciso instante en que el pensamiento se apoder de l, se estremeci de horror. Habaescuchado chismes sobre los espaoles, franceses y portugueses blancos que, en las trridas islasdel sur, vivan abiertamente con mujeres negras. Sin duda, eran hombres de la peor calaa, comoaquellos otros que cohabitan con bestias. Adems, cmo podra ser su heredero el hijo de unamujer negra? Un nio mestizo tendra los mismos derechos que una mosca a la hora de reclamaruna plantacin en los Apalaches. Cavil apart la idea de su mente.

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    Pero mientras desayunaba con su mujer, el pensamiento regres. Se encontr observando a lamujer negra que alimentaba a su esposa. Como Agar, esta mujer es egipcia, o no? Repar en sucintura cimbreante mientas llevaba la cuchara del plato a la boca. Not, mientras la mujer seinclinaba para llevar el tazn a los labios de la enferma, que los senos pendan contra el percal dela blusa. Observ los grciles dedos que apartaban migajas y gotas de la boca de Dolores. Pensque esos dedos podran tocarlo, y se estremeci. Pero la imagen lo asol como el tremor de un

    sismo.Se march de la sala sin decir palabra. Y, ya fuera, estruj los salmos:

    Purifcame de mi iniquidad,

    Lbrame de todopecado.

    Pues en mis faltas me reconozco,

    Y siempre las tendr ante m.

    Y, sin embargo, mientras murmuraba las palabras, alz la mirada y vio a las esclavasbandose en la artesa. All estaba la jovencita que haba comprado slo unos das atrs, porseiscientos dlares pese a que era pequea, quiz porque fuese un buen vientre para procrear. Sevea que acababa de salir del barco, pues lo ignoraba todo sobre la modestia cristiana. Semostraba desnuda de cabo a rabo, inclinada sobre la artesa, echndose cuencos de agua sobre lacabeza y la espalda.

    Cavil la observ, extraviado. Lo que antes fuera un breve pensamiento pecaminoso en eldormitorio de su mujer, ahora se converta en un trance de lujuria. Jams haba visto nada tangrcil como sus muslos negro-azulados resbalando uno contra otro, provocadores como elestremecimiento con que reciba el golpe del agua contra el cuerpo.

    Era sa la respuesta a su salmo ferviente? Acaso el Seor le indicaba que su camino era elmismo de Abraham? Pero, para el caso, poda ser mera brujera. Quin saba qu magia podrantener esas negras recin llegadas de frica? Sabe que estoy mirndola, y me est tentando. Estasnegras han de ser las mismas hijas del demonio para incitar en m tales pensamientos lujuriosos.

    Apart la mirada de la joven y se volvi, ocultando sus ojos llameantes en las palabras dellibro. Slo que, vaya a saber cmo, la pgina no era la misma que antes en qu momento ledio la vuelta? y se encontr leyendo el Canto de Salomn:

    Tus dos senos son como dos jvenes corzos gemelos,

    que se alimentan entre las lilas.

    Dios se apiade de m musit. Aparta este hechizo de m.Da tras da murmuraba la misma plegaria, y pese a ello, da tras da se encontraba mirando a

    sus esclavas con lascivia, particularmente a esa recin llegada. Cmo era posible que Dios lenegase la ayuda que imploraba? Acaso no haba sido siempre un hombre virtuoso? No erabueno con su mujer? No era honesto en sus negocios? No pagaba puntualmente sus diezmos yofrendas? No trataba a sus esclavos y caballos con correccin? Por qu el Seor, Dios de losCielos, no lo protega y no lo libraba de ese embrujo negro?

    Pero incluso mientras oraba, sus confesiones mismas se convertan en imgenes pecaminosas.Oh, Seor, perdname por pensar en mi nueva esclava de pie en la puerta de mi habitacin,llorando con cada azote del capataz. Perdname por imaginarme posndola sobre mi lecho yalzndole las faldas para untarle los muslos y las caderas con un blsamo tan poderoso que lasmarcas desaparezcan ante mis ojos, hasta que comience a gemir suavemente y a menearse

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    lentamente sobre las sbanas, hasta que me mire por encima de su hombro, sonriendo, y hasta quese vuelva y me tienda los brazos, y... Oh, Seor, perdname, slvame!

    Pero cada vez que esto le ocurra, no poda sino preguntarse cmo poda ser que talespensamientos lo asaltaran durante la oracin. Tal vez sea recto como Abraham, se deca. Tal vezsea el Seor quien me enve estos deseos. No pens en esto por primera vez mientras lea lasEscrituras? El Seor puede obrar milagros. Qu pasara si entrase a esta nueva esclava y ella

    concibiese, y si por milagro divino el nio naciese blanco? Para Dios todo es posible.Fue un pensamiento atroz y maravilloso. Si pudiese ser cierto! Ah, pero Abraham haba odola voz del Seor, y jams necesit preguntarse qu querra Dios de l. En cambio, Dios jamshaba dicho una sola palabra a Cavil Planter.

    Y por qu no? Por qu Dios no se lo anunciaba de una buena vez?: Toma la nia, es tuya! Obien: No la toques! Te est prohibida! Djame escuchar tu voz, Seor, para que sepa qu hacer.

    Oh, Seor, mi roca,

    Sobre ti he de llorar.

    No enmudezcas ante m:

    Para que, ante tu silencio,

    No acabe siendo como aquellos

    Que descienden a los infiernos.

    Y la plegaria encontr respuesta cierto da del ao 1810.Cavil estaba acuclillado en el cobertizo donde se curaban los granos, que casi estaba vaco. Laprdiga cosecha del ao anterior haba sido vendida, y la de este ao segua madurando en loscampos. Despus de debatirse entre la plegaria, la confesin, y los ms oscuros pensamientos, porfin exclam:

    No hay nadie que escuche mi ruego?Ah, s, lo escucho bien! dijo una voz severa.Cavil qued paralizado de miedo, temiendo que un extrao su capataz o un vecino

    pudiese haber escuchado alguna terrible confesin. Pero cuando alz la vista, vio que no era nadieconocido. As y todo, supo de inmediato qu clase de hombre era: a juzgar por sus brazosfornidos, por su rostro bronceado por el sol y por su camisa abierta y sin chaqueta, supo queno estaba ante ningn gentilhombre. Pero tampoco era un truhn blanco, ni un mercader. La

    mirada grave del rostro, la frialdad de los ojos, la tensin de los msculos, como un resorte en unsostn de acero... Deba de ser uno de esos hombres que a hierro y ltigo mantienen la disciplinaentre los labradores negros. Un capataz. Slo que Cavil jams haba visto uno tan fuerte ypeligroso. Supo de inmediato que ese capataz obtendra hasta la ltima exhalacin de los simiosociosos que rehuan la labor en los campos. Saba que la plantacin que dirigiera ese capataz,fuera de quien fuese, florecera en la prosperidad. Pero Cavil tambin supo que nunca osaracontratar a un hombre as, pues ante tanto poder pronto olvidara quin era el hombre y quin elamo.

    Muchos me han llamado amo dijo el desconocido. Saba que usted me reconocera deinmediato por lo que soy.

    Cmo haba hecho el hombre para adivinar las palabras que Cavil haba pensado en lorecndito de su mente?

    Entonces, eres un capataz?

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    As como existi uno a quien llamaron no amo sino Amo, yo no soy un capataz sino elCapataz.

    Por qu viniste hasta aqu?Porque t me llamaste..Cmo pude haberte llamado si nunca antes te vi en toda mi vida?Si llamas a lo invisible, Cavil Planter, desde luego vers lo que nunca antes has visto...

    Slo entonces Cavil comprendi plenamente qu clase de visin haba contemplado en supropio cobertizo. Como respuesta a su plegaria, acuda un hombre a quienes muchos llamabanAmo.

    Jesucristo! exclam Cavil.De inmediato, el Capataz retrocedi, levantando las manos como para ahuyentar las palabras

    de Cavil.Ningn hombre tiene permitido llamarme por ese nombre grit.Aterrorizado, Cavil inclin la frente hasta posarla sobre la tierra.Perdname, Capataz. Pero si soy indigno de pronunciar tu nombre, cmo puedo

    contemplar tu rostro? O acaso mis das terminan hoy, pues mis pecados no han hallado perdn?Ay de ti, necio! dijo el Capataz. Crees realmente que has visto mi rostro?Cavil levant la cabeza y observ al hombre.

    Aun ahora sigo viendo tus ojos, que me miran desde lo alto.Ves el rostro que t creaste para m en tu propia mente, y el cuerpo que tu propia

    imaginacin conjur. Si vieras realmente lo que soy, tu lastimosa capacidad no te bastara paracomprenderlo. De modo que tu cordura vela por s misma cubrindome con la mscara que t hascreado. Si me ves como Capataz, es porque con ese disfraz puedes reconocer toda la grandeza yel poder que poseo. Es la forma que amas y temes al mismo tiempo, la imagen que te hacepostrarte y a la vez retroceder. Me han llamado con muchos nombres. ngel de la Luz,Caminante, Extrao Inesperado, Visitante, Oculto, Len de la Guerra, Deshacedor del Hierro yDueo del Agua. Hoy t me llamas Capataz, y entonces, para ti, se ser mi nombre.

    Podr alguna vez conocer tu verdadero nombre, o ver tu autntico rostro, Capataz?El rostro del Capataz se cubri de sombras y de atrocidad, y abri la boca como para lanzar un

    aullido:Slo un alma viva en todo este mundo ha visto mi verdadera forma, y est condenada a la

    muerte, sin duda.Las formidables palabras fueron como un trueno seco. Cavil Planter se estremeci hasta la

    planta de los pies, y se aferr al suelo polvoriento del cobertizo para no volar por los aires comola hojarasca que barren las tormentas.

    No me fulminis por mi impertinencia! implor Cavil.La respuesta del Capataz fue mansa como el tibio sol matinal.Fulminarte? Cmo podra hacer algo semejante con el hombre que escog para recibir mi

    enseanza ms secreta, el evangelio ignorado por todo ministro o sacerdote?Yo?Ya estuve ensendote, y comprendiste. S que deseas hacer como te ordene. Pero te falta

    fe. Todava no eres completamente mo.El corazn le dio un vuelco. Podra ser que el Capataz pensara darle lo que le concedi aAbraham?

    Capataz, soy indigno.Claro que lo eres. Nadie es digno de m. Ni un solo hombre de esta tierra. Pero, si obedeces,

    tal vez ganes el favor de mi mirada.Ay, lo har!, clam una voz en su corazn. S, me dar a la mujer...Lo que ordenes, Capataz.Crees que te dara a Agar por tu torpe lujuria y tu ansia de un hijo? Hay un propsito

    mayor. stos negros son, sin duda, hijos e hijas de Dios, pero en frica vivieron bajo el poder deldiablo. Ese terrible destructor ha mancillado su sangre. Por qu otra causa crees que son negros?Nunca podr salvarlos mientras cada generacin siga naciendo de pura raza negra, pues de ese

    modo los posee el demonio. Cmo puedo reclamarlos como propios, si t no me ayudas?Entonces, si tomo a la nia, mi hijo nacer blanco?

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    Lo que me importa es que el nio no sea de pura raza negra. No comprendes lo que deseode ti? No quiero un Ismael, sino muchos hijos. No una Agar, sino innumerables mujeres.

    Cavil apenas os nombrar el ms secreto de sus deseos:A todas ellas?Te las entrego, Cavil Planter. Esta generacin pecaminosa es de tu propiedad. Con

    diligencia, podrs preparar otra generacin que me pertenezca a m.

    Lo har, Capataz!No debes decir a nadie que me viste. Slo hablo a aquellos cuyos deseos ya se vuelcan haciam y hacia mis actos, a aquellos que ya ansan el agua que ofrezco.

    No hablar con hombre alguno, Capataz.Obedceme, Cavil Planter, y te prometo que al final de tu vida nos volveremos a encontrar,

    y que me conocers por lo que verdaderamente soy. En ese momento, te dir: Eres mo, CavilPlanter. Ven y s mi fiel siervo para siempre.

    Con gusto! exclam Cavil. Con gozo y con gusto!Se ech hacia delante para abrazar las piernas del Capataz. Pero all donde tendra que haber

    estado su visitante no encontr nada. Haba desaparecido.Desde esa noche, las esclavas de Cavil Planter no conocieron sosiego. Y Cavil las hizo traer

    cada noche, buscando tratarlas con la fortaleza y el poder que haba visto en el rostro del temible

    Capataz. Deben mirarme y contemplar su rostro, pens Cavil, y vaya si lo harn.La primera que tom fue una nia recin comprada que apenas saba una palabra del idioma.

    Grit despavorida, hasta que Cavil alz el ltigo que viera antes en sueos. Entonces, gimiendo,le permiti hacer lo que el Capataz le haba ordenado. Por un instante, esa primera vez, pens quesus gemidos eran como la voz de Dolores cuando sollozaba en el lecho, y sinti la misma lstimaprofunda que haba sentido por su amada esposa. Casi acarici tiernamente a la pequea, comohiciera tiempo atrs para consolar a Dolores. Pero entonces record el rostro del Capataz, ypens:

    Esta nia negra es su enemiga; es mi propiedad. As como un hombre debe arar y sembrar latierra que Dios le concedi, yo no debo permitir que el vientre de esta negra duerma enbarbecho.

    Agar, la llam esa primera noche. T no comprendes de qu modo te estoy bendiciendo.Por la maana, al mirarse al espejo, vio una nota nueva en su rostro. Cierta ferocidad. Una

    suerte de espantosa fortaleza oculta. Ah, pens Cavil, nadie haba visto jams al que realmentesoy. Ni siquiera yo mismo. Slo ahora descubro qu es el Capataz, y qu soy yo.

    Y nunca ms volvi a sentir otro instante de piedad en la ejecucin de su labor nocturna. Caade fresno en mano, marchaba al cobertizo de las mujeres y sealaba a la que deba ir con l. Sialguna se resista, la caa le enseaba el alto precio de rehusar. Si cualquier otro negro, hombre omujer, alzaba una voz de protesta, al da siguiente Cavil se ocupaba de que el capataz lodisuadiera a fuerza de sangre. Ningn blanco lo sospechaba, y ningn negro se atreva adenunciarlo.

    La primera en concebir fue Agar, la esclava nueva. Cavil observ con orgullo cmo el vientrese hencha con el tiempo. Supo entonces que el Capataz lo haba elegido de verdad, y este poder

    le inspir un gozo salvaje. Habra un hijo, su hijo. Y de inmediato vio con claridad cul deba serel paso siguiente. Si su sangre blanca poda salvar innumerables almas negras, no deba conservaren su finca a los nios mestizos. Los vendera en tierras del Sur, cada uno a un compradordistinto, en una ciudad distinta, y que el Capataz se encargara de que crecieran sanos ydesparramaran su simiente en toda la desventurada raza negra.

    Y cada maana sigui contemplando a su esposa a la hora del desayuno.Cavil, amor le dijo ella un da, sucede algo malo? En tu rostro hay una expresin

    oscura, un aire de... furia, quizs, o de crueldad. Has reido con alguien? No quera decrtelopero... me atemorizas.

    Tiernamente palme la mano sarmentosa de su mujer mientras la negra lo miraba con ojossombros.

    No siento ira hacia ningn hombre o mujer repuso Cavil suavemente. Y lo que llamas

    crueldad no es ms que la expresin propia de un amo. Ay, Dolores, cmo puedes mirarme a losojos y llamarme cruel?

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    La mujer rompi a llorar.Perdname suplic. Fue slo mi imaginacin. T... el hombre ms gentil que he

    conocido jams... El diablo debi de poner esa visin ante mis ojos. Lo s. El diablo puede crearvisiones falsas, pero slo los perversos son engaados. Perdname por mi perversidad, esposomo.

    Y l la perdon, pero ella no dej de llorar hasta que Cavil mand llamar al sacerdote. Con

    razn el Seor escoga slo a hombres como profetas. Las mujeres eran demasiado dbiles ycompasivas para poder realizar la labor encomendada por el Capataz.As comenz todo. sa fue la primera pisada de esta senda atroz y oscura. Ni Alvin ni Peggy

    supieron esta historia hasta que yo la descubr y se la cont, mucho despus. Entonces,reconocieron de inmediato que se haba sido el inicio de todo.

    Pero no quiero que pensis que fue la nica causa del mal que sobrevino, pues no es as. Sehicieron otras elecciones, se cometieron otros errores y crueldades, se dijeron otras mentiras. Unhombre podr contar con toda la ayuda del mundo para dar con la senda ms corta hacia elinfierno, pero nadie ms puede hacerles posar el pie en dicho lugar.

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    LA FUGA

    Peggy despert por la maana soando con Alvin Miller. En el sueo, Alvin llenaba sucorazn con toda clase de deseos terribles. Quera huir de ese nio, y a la vez quedarse yesperarlo; olvidar que lo conoca, y cuidarlo para siempre.

    Permaneci tendida sobre la cama, con los ojos casi cerrados, viendo cmo la luz cenicientadel alba se filtraba en la buhardilla donde dorma. Estoy sosteniendo algo, advirti. Sus esquinasse le clavaron en las manos con tanta fuerza que, cuando lo solt, la piel le qued dolorida comosi algo la hubiese picado. Pero no era una picadura. Era la caja donde guardaba la bolsa denacimiento de Alvin. O tal vez, pens Peggy, tal vez s le hubieran clavado un aguijn, muyhondo, y slo entonces sintiese el dolor.

    Peggy quiso arrojar la caja lo ms lejos posible de s, enterrarla bien profundo y olvidarse delsitio, arrojarla a las aguas y cubrirla con piedras para que no pudiese flotar.

    Ah, pero eso no es lo que quiero de verdad, dijo para sus adentros. Lamento haber pensadoalgo as. Lo lamento de veras. Pero ahora va a venir; despus de tantos aos volver al roHatrack y no ser el nio que he visualizado en todos los posibles caminos de su futuro. No serel hombre en que lo he visto convertirse. No, es slo un nio de once aos. Tanto ha visto de lavida que tal vez en su interior ya sea un hombre. Ha visto dolor y amargura suficientes como paraalguien cinco veces mayor que l, pero sigue siendo un nio de once aos y lo ser cuando entreen este pueblo.

    Y no quiero ver ningn Alvin de once aos por aqu. Seguramente vendr a buscarme. Sabequin soy, aunque la ltima vez que me vio tena dos semanas de vida. Sabe que vi su futuro elda lluvioso en que naci, y por eso vendr, y me dir: Peggy, s que eres una tea, y s queescribiste en el libro de Truecacuentos que ser un Hacedor. Conque dime de una vez qu sesupone que debo ser. Peggy saba lo que le dira, y todas las formas que escogera para hacerlo.Acaso no lo haba visto cientos de veces? Miles de veces? Ella se lo enseara, y l llegara aser un gran hombre, un verdadero Hacedor. Y entonces...

    Y entonces, un da, cuando l sea un apuesto joven de veintin aos, y ella una solteronabravucona de veintisis, se sentir tan agradecido conmigo, tan obligado, que me propondrmatrimonio como un deber irrecusable. Y yo, loca de amor durante todos esos aos, llena desueos de lo que l har y de lo que seremos juntos, dir que s, y le cargar el fardo de unaesposa con la que deseara no haber tenido que casarse, y sus ojos ansiarn otras mujeres cada dade nuestra vida en comn...

    Peggy dese, ay, no saber con tanta certeza que determinadas cosas seran as. Pero Peggy era

    una tea de pies a cabeza, la mejor de la que hubiese odo hablar, ms fuerte de lo que sospechabanlos pobladores de Hatrack.Se incorpor en la cama. No arroj la caja, no la escondi ni la rompi. Tampoco la enterr.

    En cambio, la abri y contempl el ltimo resto de la membrana que haba cubierto a Alvindurante el nacimiento, seca y blanca como cenizas de papel en una chimenea fra. Once aosatrs, la mam de Peggy haba oficiado de comadrona para que Alvin asomara por la vertiente dela vida, y el nio tom su primera bocanada de aire hmedo en la hostera que Pap tena sobre elro Hatrack. Peggy le apart del rostro esa membrana delgada y sanguinolenta para que el niopudiera respirar. Alvin, sptimo hijo varn de un sptimo hijo varn, y decimotercer hijo... Peggyvio de inmediato cules seran los senderos de su vida: se encaminaba hacia la muerte. Muerte, encien accidentes distintos, en un mundo que pareca torcerse para destruirlo aun antes de quecomenzara a respirar.

    Entonces, ella era la Pequea Peggy, una criatura de cinco aos, pero que ya llevaba dosejerciendo su don de tea. Y hasta ese momento, jams haba visto un recin nacido que tuviera

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    tantos caminos dirigidos hacia la muerte. Peggy rastre todas las sendas de su vida, y slo halluna que permitira a ese nio convertirse en un hombre.

    Cul? Conservar, ella, esa bolsa de nacimiento y custodiarlo desde la distancia. Y cada vezque viera acechar la muerte para llevrselo, usar esa bolsa. Tomar una pizca de ella y aferraraentre los dedos, y murmurar qu deba suceder; imaginarlo. As, as sucederan exactamente lascosas. Acaso no lo haba salvado de morir ahogado? No lo haba salvado de un bfalo

    empapado en agua? De caerse de un tejado? Una vez, lleg a partir una viga en el aire mientrasaqulla caa desde una altura de quince metros para aplastarlo contra el suelo de una iglesia amedio construir. Parti la viga, ms limpio imposible, y el madero cay a ambos lados de sucuerpo, con el hueco justo para que l quedara de pie en el medio. Y un centenar de veces habaactuado con tanta anticipacin que nadie siquiera supuso que le haba salvado la vida. As,siempre lo haba rescatado de la muerte valindose de la membrana.

    Cmo funcionaba? Apenas lo saba. A veces, ella empleaba su propio poder. Pero, en general,el don parta del mismo Alvin. Con los aos, l haba tomado conciencia de su aptitud para hacercosas, y darles forma, y sostenerlas o separarlas. Finalmente, este ltimo ao, atrapado en laguerra entre blancos y pieles rojas, haba asumido la tarea de salvar su propia vida hasta tal puntoque Peggy ya casi no tena que intervenir en su rescate. Mejor. De la bolsa quedaba poco.

    Cerr la tapa de la caja. No quiero verlo, pens Peggy. No quiero saber nada ms de l.

    Pero sus dedos abrieron la tapa una vez ms, pues, desde luego, deba saber. Le pareca que lamitad de su vida haba transcurrido tocando esa membrana y buscando ese fuego interior en laremota regin del Wobbish, al nordeste, en el pueblo de Iglesia de Vigor. La mitad de su vida lahaba pasado viendo sus actos, observando los senderos de su futuro para advertir los peligros queacechaban. Vio que estaba a salvo, sigui buscando ms all, y supo que algn da vendra aHatrack, su tierra natal, a mirarla a los ojos y decirle: Fuiste t quien me salv todas esas veces;fuiste t quien vio que yo era un Hacedor, mucho antes de que nadie pudiera pensar en ello. Enefecto, ella lo haba visto aprender su poder en toda su profundidad, la labor que deba hacer, laCiudad de Cristal que deba construir; lo vio engendrar hijos en ella, y lo vio tocar los pequeosque ella sostena en los brazos; vio a los que enterraban y a los que sobrevivan. Y, por fin, lovio...

    Las lgrimas le resbalaron por el rostro. No quiero saberlo, se dijo. No quiero leer todos loscaminos de su futuro. Otras jvenes pueden soar con el amor, con las dichas del matrimonio,con ser madres de nios sanos y robustos. Pero en todos mis sueos hay muerte, dolor y temor,pues mis sueos son la realidad. S demasiado para seguir conservando la esperanza.

    Y sin embargo, Peggy tena esperanzas. S, seor, puede usted estar seguro de ello: se aferrabaa una suerte de anhelo desesperado, pues pese a conocer lo probable, a veces capturaba ciertasvisiones lmpidas y claras, y esos das, esas horas, eran momentos de dicha tan inmensa que llegara ellos vala cualquier penuria.

    El problema era que esas visiones se hacan tan pequeas e infrecuentes en los vastos futurosde Alvin, que no lograba hallar el camino que la condujese hasta all. Todos los senderos que seabran fcilmente, los llanos, los ms probables, llevaban a Alvin a casarse con ella sin amor, porgratitud o deber: una boda infeliz. Como la historia de La, en la Biblia, cuyo hermoso marido

    Jacob la odiaba pese a que ella lo amaba con todo su corazn, y a que le daba ms hijos que todassus otras esposas, y a que habra muerto por l si Jacob se lo hubiese pedido.Peggy pens: Es una maldad lo que Dios nos hace a las mujeres; anhelar esposos e hijos para

    tener que llevar una existencia de sacrificios, dolor e infelicidad. Fue tan terrible el pecado deEva para que Dios tuviese que maldecirnos a todas con tanta crueldad? Parirs con dolor, dijo elDios Todopoderoso y Misericordioso. Tu deseo ser para tu marido y l se enseorear de ti.

    Era eso lo que la devoraba por dentro: el anhelo de un marido. Aunque se tratara de un nio deonce aos que no buscaba esposa sino maestro. Ser un nio, pens Peggy, pero yo soy unamujer, y he visto al hombre en que l se convertir, y lo deseo. Llev una mano a sus senos; erantan grandes y suaves. Parecan fuera de sitio en su cuerpo, que siempre haba sido todo huesos ysalientes, y ahora comenzaba a redondearse, como un ternero engordado para el regreso del hijoprdigo.

    Se estremeci, pensando en el destino del ternero, y nuevamente volvi a tocar la membrana.

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    En el distante pueblo de Iglesia de Vigor, el joven Alvin desayunaba esa maana, a la mesa desu madre. Al lado, sobre el suelo, yaca el hato que lo acompaara durante el viaje hasta Hatrack.Las lgrimas empapaban sin pudor las mejillas de su madre. El nio la amaba, pero ni por unmomento lament tener que partir. Su casa era un sitio oscuro, impregnado de sangre inocente: nopoda desear quedarse. Ansiaba partir, comenzar su vida como aprendiz del herrero de RoHatrack, y hallar a la joven tea que le salvara la vida de nio. Ya no pudo comer un bocado ms.

    Se retir de la mesa, bes a su madre...Peggy solt el pellejo, y cerr la tapa de la caja con toda firmeza y velocidad, como si quisieseatrapar dentro a un moscardn.

    Viene a conocerme. A comenzar a mi lado una vida de infelicidad. Llora, Fe Miller, pero nopor la partida de tu pequeo Alvin. Llora por m, por la mujer cuya vida l estropear. Vierte tuslgrimas por el dolor solitario de una mujer ms.

    Peggy se estremeci, se sacudi el humor lgubre del alba gris, y se visti rpidamente,agachndose para esquivar los travesaos bajos del tico. Con los aos, haba aprendido formasde apartar de su mente a Alvin Miller Junior, y poder cumplir con sus deberes de hija en lahostera de sus padres, y con sus deberes de tea para con la gente del lugar. Cuando se lopropona, poda pasar horas sin pensar en el nio. Y aunque esa vez le fue ms difcil, sabiendoque esa misma maana iniciaba su camino hacia ella, se empe en dejar de pensar en l.

    Peggy abri la cortina de la ventana que daba al sur y se sent ante ella, reclinada sobre elalfizar. Mir el bosque que se extenda bajando desde la hostera, segua por el ro Hatrack ycontinuaba por el Hio. Slo unas pocas granjas de porcinos interrumpan la boscosidad. Claro, nopoda ver el Hio desde tan lejos, ni siquiera en la fresca y difana maana primaveral. Pero lo quesus ojos naturales no llegaban a mirar era fcilmente hallado por la tea humeante que haba en suinterior. Para ver el Hio, slo tena que buscar algn fuego interior remoto, e introducirse dentrode la llama de ese individuo para ver a travs de sus ojos como si fueran los de la misma Peggy.Y una vez all, poda ver otras cosas. No slo lo que el hombre vea, sino lo que senta, pensaba yanhelaba. Y ms an: parpadeando en las zonas ms brillantes de la llama, a menudo ocultos trasel ruido de los deseos y pensamientos de la persona, poda ver los caminos que se extendan pordelante, las elecciones que le aguardaban, la vida que podra esperarle si escoga esto o aquello,en las horas y los das por venir.

    Tanto vea Peggy en los dems, que su propio fuego interior le era casi desconocido.A veces pensaba en s misma como si fuese un marinero solitario encaramado a la punta de un

    mstil. En realidad, en toda su vida no haba visto un solo barco exceptuando las balsas del Hio yun transbordador en el Canal de Irrakwa. Pero lea mucho: todo lo que poda conseguir que eldoctor Whitley Physicker le trajera cada vez que iba a Dekane. Por eso conoca a los vigas de losmstiles. El marinero viga se aferraba a los obenques, con los brazos medio enrollados en lassogas para no caer si el navo daba un vuelco o si lo azotaba una rfaga inesperada; azul de fro eninvierno, rojo ladrillo en verano, sin nada que hacer en todo el da ms que mirar el ocano vacoy azul hora tras hora. Si era un barco pirata, el viga buscaba bajeles que capturar; si era unballenero, buscaba saltos y chorros. Y en la mayora de los barcos, buscaba costas, cardmenes,ocultos bancos de arena, piratas o banderas enemigas.

    Casi nunca vea nada ms que olas, aves marinas y nubes algodonosas.Yo oteo desde un mstil, pens Peggy. Me pusieron aqu hace diecisis aos, el da en quenac, y desde entonces observo sin bajar jams, sin poder descansar en el camarote de la cubierta,sin poder cerrar una compuerta sobre mi cabeza o una puerta tras la espalda. Siempre vigilo, a lolejos y a mi alrededor. Y como no observo con los ojos, no puedo cerrarlos, ni aun en sueos.

    No haba modo de escapar. All sentada en el tico, vio sin quererlo:Su madre, conocida como la vieja Peg Guester, cuyo verdadero nombre era Margaret, cocinaba

    en la cocina para los muchos viajeros que esperaban el desayuno. Como no tena ningn donpeculiar para la cocina, el trabajo resultaba duro. No es como Gertie Smith, que sabe hacer elcerdo salado de cien modos distintos en cien das distintos. El don de Peg Guester eran losasuntos de mujeres: hacer de comadrona, recibir un parto, hacer conjuros hogareos. Pero parallevar bien una hostera en esos das era necesario preparar buena comida, y ahora que el viejo

    Abuelito ya no estaba, ella deba cocinar. Por eso slo pensaba en la comida, y no se permita lamenor interrupcin, y mucho menos de su hija, que pasaba el tiempo dando vueltas por la casa sin

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    decir palabra, y que se la mirara por donde se la mirara era una muchacha tan desagradable y malpredispuesta, pese a que de nia era tan dulce y prometa tanto; pero, en fin, en la vida todo acabapor estropearse...

    Ay, eso s que era una alegra: saber qu poco afecto senta su madre por ella. No importabaque Peggy supiera tambin su firme devocin. Saber que en el corazn de vuestra madre anida unpoco de amor no basta para quitaros el aguijn de saber que tambin os detesta.

    Y Pap, conocido como Horace Guester, dueo de la Hostera de Ro Hatrack. Era un tipojovial, Pap. All en el patio, hablaba con su husped que tena inconvenientes para partir de lahostera. l y Pap siempre parecan tener algo de qu conversar y, ah, ese abogado que viajabadesde Cleveland deca que Horace Guester era el ciudadano ms correcto y agradable que hubieseconocido jams, y que si todos fuesen bondadosos como el viejo Horace no habra crmenes nileguleyos en el territorio del Hio. Todos sentan lo mismo. Todos amaban a Horace Guester.

    Pero Peggy la tea, su hija, poda leerle el fuego interior y saber qu senta su padre al respecto.l vea a esos tipos que le sonrean y se deca: Si supieran lo que realmente soy, escupiran elsuelo a mis pies y se largaran, y olvidaran mi rostro, y hasta mi nombre.

    Peggy, sentada en el tico, observ todos los fuegos interiores del pueblo. Los de sus padresms que otros, pues le eran bien conocidos. Observ a los que se hospedaban en la casa, y a laspersonas de la vecindad.

    Pacfico Smith, su esposa Gertie, y los tres cros de nariz de alubia que planeaban diablurascuando no orinaban o vomitaban... Peggy vio el placer que Pacfico se prodigaba moldeando elhierro, vio el desdn que senta hacia sus hijos, su desencanto ante una esposa que, de ser unafascinante belleza inalcanzable, habase convertido en una bruja de cabello enmaraado quegritaba a los nios y luego usaba la misma voz para gritarle a l.

    Vio a Pauley Wiseman, el alguacil, que amaba aterrorizar a la gente; a Whitley Physicker,enfadado consigo mismo porque sus medicamentos funcionaban la mitad de las veces, y porqueno pasaba semana sin que presenciara impotente la muerte. Vio el corazn y mir por los ojos degranjeros y profesionales, de gente nueva y gente vieja. Vio lechos matrimoniales fros de noche,y adulterios ocultos en corazones sofocados por la culpa. Vio los hurtos secretos de empleados deconfianza, de amigos y sirvientes, y vio el corazn honroso de muchos a quienes los demsdespreciaban e insultaban.

    Ella lo saba todo y no deca nada. Siempre mantena la boca cerrada. No hablaba con nadie,pues no era de las que mentan. Aos atrs haba prometido no mentir nunca, y desde entonceshaba cumplido con su palabra.

    Los dems no tenan sus problemas. Podan hablar y decir la verdad. Pero ella no: conoca aesa gente demasiado bien. Saba a qu tema cada uno, cules eran sus deseos, y cules sus actos.Y si sospecharan siquiera que ella lo saba, podran matarla o poner fin a su propia vida. Inclusolos que jams haban hecho nada malo podan sufrir una vergenza atroz de slo pensar que ellaconociese sus sueos secretos o sus locuras privadas. Por eso nunca hablaba abiertamente con susconocidos: algo poda escaprsele, tal vez no una palabra sino un gesto de su cabeza, una evasiva.Ello bastara para que supieran lo que saba, para que temieran qu pudiera saber o para quetemieran, simplemente. Eso slo poda hacer que algunos muy fuertes se volviesen los ms

    dbiles.Todo el tiempo deba ser la viga, sola en lo alto del mstil, aferrada a las cuerdas, viendo msde lo que deseaba, sin tener siquiera un minuto para s misma.

    Cuando no era un parto donde deba ver al recin nacido, era alguien en apuros a quien debasocorrer. Y dormir tampoco le serva de mucho. Jams dorma por completo. Una parte de ellasiempre observaba, y vea el fuego ardiendo, flameando.

    Como en ese momento: mir hacia el bosque, y lo vio. Un fuego interior muy distante.Se aproxim. No con el cuerpo, por supuesto, que qued en el tico. Pero, como toda tea, saba

    acercarse a los fuegos remotos.Era una joven mujer. No, una nia, casi ms pequea que ella. Y por dentro, muy extraa.

    Supo de inmediato que esa nia antes de hablar y pensar en ingls, haba hablado en otra lengua.Eso haca que sus pensamientos se retorcieran y mezclaran. Pero hay cosas que calan ms hondo

    que la huella de las palabras; la pequea Peggy no necesit ayuda para comprender que llevabaun niito en los brazos, y para ver el terror con que miraba el ro, ante sus pies, sabiendo que iba a

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    morir, y el horror que le aguardaba si volva a la plantacin. Peggy no necesit ayuda para saberlo que haba hecho la noche anterior para poder escapar.

    All est el sol, tres dedos por sobre los rboles. All est esa joven esclava fugitiva con su hijobastardo, mitad blanco, a orillas del Hio, semioculta entre el follaje y los arbustos, mirando lasbalsas que los blancos arrastraban por la corriente. Tiembla de miedo. Sabe que los perros nopueden descubrirla, pero que muy pronto enviarn al rastreador de fugitivos. Eso s que es malo.

    Cmo podra cruzar ese ro con el pequeuelo en brazos?La invade un pensamiento espantoso: dejo a este nio. Lo escondo en un tronco podrido, nado,robo un bote, y vuelvo hasta aqu. Eso. S, seor.

    Pero a esta negrita, a quien nadie le ha enseado a ser mam, sabe, sin embargo, que una buenamadre no deja solo a un beb que todava debe mamar unas dos veces al da. Susurra: Buenamam no deja niito donde viejo zorro, comadreja o tejn pueden mordisquear cuerpecito ymatarlo bien muerto. No, seora, yo no.

    Conque se queda all, mirando las aguas del ro, que para el caso poda ser el mar, pues nuncasera capaz de cruzarlo.

    Y si algn blanco la ayudara? Aqu en la frontera de los Apalaches, a los blancos que ayudana esclavitas fugitivas los cuelgan. Pero esta negrita fugitiva escucha historias en la plantacinsobre blancos que dicen que mejor que nadie sea dueo de nadie. Que dicen que esta negrita tiene

    el mismo derecho que el ama blanca que puede decir que no a cualquier hombre menos a suverdadero esposo. Que dicen que mejor que la negrita se quede con su nio, y que no oigapromesas del amo blanco, que lo vender el mismo da del destete. Amos blancos enviar nio aque crezca en casa de esclavos, en Drydenshire, para que bese los pies al hombre blanco cuandodiga a.

    Ay, qu suerte tiene tu nio, dicen a la esclavita. Crecer en una hermosa mansin, en lasColonias de la Corona, donde todava tienen rey. Y tal vez algn da conozca a Su Majestad.

    Ella no dice nada, pero se re. Qu le importa a ella que vea al rey. Su pap era rey en frica, yvan y lo matan de un tiro. Los portugueses ensean qu significa ser rey. Significa que uno semuere bien rpido como cualquiera, y chorrea sangre roja como cualquiera, y chilla de miedo yde dolor como... Y encima escuchar qu hermoso es ser rey, y qu hermoso poder ver al Rey.Los blancos se creen esa mentira?

    Yo no les creo. Digo que les creo, pero miento. Nunca voy a dejar que se lleven a mi niito.Nieto de un rey, y se lo voy a decir cada da que crezca. Cuando l sea rey alto, nadie lo va agolpear con caa o si no l tambin pega; nadie toma su mujer, y le abre las piernas como a uncerdo, y le mete en el vientre un nio mitad blanco sin que l pueda hacer nada ms que sentarseen la choza y llorar. No, seora; no, seor.

    Por eso enseguida ella hace la cosa mala, fea y prohibida. Roba dos velas y las ablanda en elfuego de la cocina. Las amasa como pan, y mezcla leche de su propio seno despus que la toma elniito, y tambin echa un escupitajo a la cera. Y luego tironea y escarba, y revuelve entre lascenizas hasta que hace un muequito con forma de nia esclava. Su propia persona.

    Y luego esconde el mueco de la esclavita y va a ver al Zorro Gordo, y le suplica que le dunas plumas de ese mirlo viejo que caz.

    Nia esclava no necesita plumas dice Zorro Gordo.Hago juguete para mi nio dice.Zorro Gordo re, sabe que esclavita miente.No hay juguetes con plumas negras. Nunca vi ninguno.Y nia esclava dice:Mi pap rey en Umbawana. Conozco todas las cosas secretas.Zorro Gordo sacude la cabeza, re y re.Qu sabes t? Ni siquiera hablas ingls. Yo te dar todas las plumas de mirlo que quieras,

    pero cuando ese niito deje de mamar t vienes y yo te har otro, todito negro esta vez.Odia a Zorro Gordo, como a Amo Blanco, pero como l le da las plumas, dice:S, seor.Se lleva dos manos llenas de plumas. Se va rindose. Ella va a estar bien lejos y bien muerta

    antes que Zorro Gordo le haga un nio en la barriga.

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    Cubre la muequita de plumas hasta que parece un pjaro con forma de nia. Es algo muyfuerte ese mueco con su propia leche y su propio escupitajo, y con plumas de mirlo. Muy fuerte.Le chupa toda la vida, pero su hijito nunca besar los pies de ningn Amo Blanco. Amo Blanconunca lo azotar con su ltigo.

    Noche oscura. La luna todava no se ve. Sale de la choza. Pone el pequeo al pecho para queno chille. Ata al nio a la teta para que no caiga. Arroja el mueco al fuego. Y entonces, entre

    llamas, sale todo el poder de las plumas. Siente que el fuego se mete en su cuerpo. Abre las alas,muy anchas, bien abiertas, aletea como ve hacer a otros mirlos. Se eleva en el aire, bien alto, esanoche oscura. Se eleva y vuela muy lejos, al norte. Y cuando sale la luna vuela siempre con elastro a la derecha. Siempre a la derecha, para que el nio llegue a la tierra donde los blancosdicen que la negrita nunca ser esclava y que nio medio blanco nunca ser esclavo.

    Llega la maana, y el sol, y ella no vuela ms. Ay, se siente morir, cree morir con cada pisada.Es como un ave con el ala rota, ruega que Zorro Gordo la encuentre, se da cuenta de que es as.Cuando uno vuela, despus duele caminar, es malo caminar, es como un esclavo con cadenas, conel suelo bajo los pies.

    Pero ella sigue con el nio toda la maana, y llega a ese ancho ro. Hasta aqu llego, dice lanegrita esclava. Hasta aqu vuelo, s. Vuelo a travs del ro. Pero el sol sale y se pone delante dela corriente. Y nunca puedo cruzar, el rastreador me va a encontrar, me va a azotar hasta

    matarme, se va a llevar a mi nio y me lo va a vender en el Sur.No. Yo no. Los engao. Primero me muero.No. Segundo me muero.Otros podan discutir sobre si la esclavitud era un pecado mortal o una extraa costumbre.

    Otros podan farfullar que los emancipacionistas eran unos locos de atar aunque la esclavitud eraalgo feo de verdad. Otros podan mirar a los negros y sentir lstima de ellos, pero alegrarse de quecasi todos estuvieran en frica, o en las Colonias de la Corona, o en Canad, o lo ms lejosposible. Peggy no poda permitirse el lujo de opinar sobre el tema. Ella saba una sola cosa: nohaba un fuego interior que sufriera tanto como el alma de un negro que viva bajo la sombraoscura y delgada del ltigo.

    Peggy asom por la ventana del tico, y grit:Pap!Horace camin a zancadas desde el frente de la casa hasta el camino desde donde poda ver su

    ventana.Me llamabas, Peggy?Ella lo mir, no dijo palabra, y eso fue todo lo que l necesit. Le dijo Vaya-con-Dios y

    Tenga-usted-buen-viaje al hombre, con tal prisa que el pobre simpln sigui preguntndose qubicho le habra picado al hostelero hasta que lleg a la calle principal del pueblo. Pa trep por laescalera, subiendo los escalones de tres en tres.

    Es una nia con un recin nacido le dijo Peggy. Sobre el tramo distante del Hio,asustada y pensando en matarse si la descubren.

    Cun lejos?Un poco ms all de Boca del Hatrack, hasta donde alcanzo a ver. Pap, ir contigo.

    No, no vienes.S, Pap. Nunca la encontrars. Ni t, ni diez como t. Tiene demasiado terror al hombreblanco, y no le faltan motivos.

    Pap la mir sin saber muy bien qu hacer. Nunca antes la haba dejado ir con l, puesgeneralmente los que huan eran hombres. Pero por lo general ella sola encontrarlos de este ladodel Hio, perdidos y asustados, y era ms seguro. Si cruzaban a la regin de los Apalaches y losatrapaban ayudando a un negro fugitivo, sin duda acabaran en la prisin. La prisin, si no era enuna soga colgando de un rbol. Los emancipacionistas no gozaban de buena fortuna al sur delHio, y mucho menos los que ayudaban a fugarse a los negrones, negrazas y negritos fugitivospara que llegasen al Norte, al pas francs en Canad.

    Cruzar el ro es muy peligroso dijo l.Entonces me necesitars con mucha ms razn. Para encontrarla, y para ver si alguien pasa

    por all.Tu madre me matar si se sabe que te llevo.

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    Pues me marchar ahora mismo, por la parte de atrs.Dile que vas a ver a la mujer de Smith...No le dir nada, o le dir la verdad, Pap.Entonces me quedar aqu y rezar al buen Seor para que salve mi vida haciendo que no se

    d cuenta de nada. Nos encontraremos en Boca del Hatrack a la puesta del sol.No podramos...?

    No, no podramos. Ni un minuto antes. No se puede cruzar el ro hasta que oscurezca. Si lacapturan o si muere antes de que lleguemos, ser una lstima, pero no cruzaremos el Hio con luzde da. Eso puedes jurarlo.

    Ruidos en el bosque. Esta negrita se asusta mucho. Los rboles la aferran, los bhos chillandelatndola, y este ro no cesa de rerse de ella. No puede moverse porque se cae en la oscuridady el niito se lastima. No puede quedarse porque es seguro que la atrapan. Volando no los engaa.Los rastreadores saben ver lejos, como a no s cuntos metros.

    Un paso seguro. Ay, Seorcito Jess, slvame de este diablo oscuro.Un paso y respirar, y apartar luego las ramas. Pero no hay con qu alumbrarse! Ay, Seor

    Dios Moiss Salvador Abraham!Nia.Escucho una voz. No puedo respirar. T la escuchas, niito? O sueo esa voz? Esa voz de

    dama, de dama muy suave. El diablo no tiene voz de dama, todos lo saben, no?Nia, vengo a llevarte al otro lado del ro, y a ayudarte a que t y tu pequeo lleguis al

    Norte y seis libres.No tengo ms palabras. Ni de esclava ni de umbawa. Cuando uno pone plumas pierde las

    palabras?Tenemos una canoa slida y dos hombres fuertes para que remen. S que t me comprendes,

    y s que te fas de m. S que deseas venir. Qudate tranquila, nia, y dame la mano, bien fuerte.No tienes que decir una palabra. Slo dame la mano. All habr unos hombres blancos, pero nodebes temer porque son mis amigos y no te tocarn. Nadie te tocar salvo yo. Creme, nia.Creme.

    Su mano toca mi piel, muy fra y suave como la voz de esta dama. De este ngel, de esta SantaVirgen Madre de Dios. Muchos pasos. Pasos pesados, y ahora luces y antorchas y viejos hombresblancos, pero esta dama me sigue dando la mano.

    Est muerta de miedo.Mira a esta nia. Est ms muerta que viva.Cuntos das llevar sin comer?Voces de hombres grandes como el Amo Blanco que le hizo ese niito.Se march de la plantacin ayer por la noche dijo la Dama.Cmo sabe esta dama blanca? Sabe todo. Eva, la mam de todos los niitos. No hay tiempo

    para hablar. No hay tiempo para rezar. Me muevo muy rpido, me apoyo en esta Dama blanca,camino, camino y camino hasta el bote que espera en el agua como yo sueo. Ah, un botecitochiquitito que nos haga cruzar el Jordn hasta la Tierra Prometida!

    Estaban por la mitad del ro cuando la nia negra comenz a sacudirse, a llorar y a mascullar.

    Hazla callar dijo Horace Guester.No hay nadie cerca que nos pueda escuchar repuso Peggy.Qu est farfullando? quiso saber Po Doggly. Era un criador de cerdos que tena una

    granja cerca de Boca del Hatrack.Por un momento, Peggy pens que hablaba de s misma. Pero no, se refera a la negrita.Est hablando en africano, creo repuso Peggy. Por la forma en que huy, esta nia debe

    de ser toda una mujer.Con nio y todo convino Po.Ah, el nio. Tendr que cargarlo dijo Peggy.Por qu? pregunt Pap.Porque vosotros dos tendris que echrosla sobre los hombros. Al menos desde la orilla

    hasta la carreta. Esta nia no podr dar un solo paso ms.

    Y eso hicieron cuando arribaron a la orilla. La vieja carreta de Po no era precisamente un lechode rosas. Lo mejor que consiguieron para hacerla ms blanda fue la manta de una montura. Pero

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    la posaron sobre ella y, si a la nia le import, pues no lo dijo. Horace levant la antorcha y lamir.

    Tienes razn, Peggy.En qu?En llamarla nia. Juro que no llega a los trece. Lo juro. Y con un cro... Ests segura de que

    el nio es de ella?

    As es.Po Doggly contuvo una risilla.Bueno, ya sabis cmo son estos negros. Igual que conejos. Lo hacen a cada minuto.

    Entonces record que estaban delante de Peggy. Mil disculpas, seorita. Nunca venimos condamas por la noche.

    Pues las disculpas debe pedrselas a ella dijo Peggy con frialdad. Este nio es mestizo.Su dueo engendr la criatura sin el menor miramiento. No s si me comprende...

    Ni pienso dejar que converses de este tipo de cosas intervino Horace Guester, irritado.Ya hay bastante con que hayas venido hasta aqu y con que sepas todas estas cosas terribles sobrela nia. No est bien que cuentes todos sus secretos de esa forma.

    Peggy hizo silencio y no abri la boca durante el resto del trayecto. Siempre suceda lo mismocada vez que hablaba francamente, y por eso nunca lo haca. El sufrimiento de la nia hizo que lo

    olvidase y hablara de ms. Ahora Pap deba de estar pensando cunto sabra de la pequea, y lo peor cunto sabra de l.

    Quieres saber qu s, Pap? S por qu haces todo esto. T no eres como Po Doggly, que notiene en mucha estima a los negros pero que odia ver que alguna criatura salvaje cae en el cepo.l ayuda a los esclavos a llegar al Canad porque siente la necesidad de liberarlos. Pero t, Pap,t lo haces para pagar tu pecado secreto. Ese hermoso secretito que te sonre como la angustia enpersona. Pudiste haber dicho que no, pero dijiste que s, que cmo no. Fue mientras Mam estabaencinta de m, y t estabas en Dekane comprando provisiones; te quedaste una semana, y tuviste aesa mujer unas diez veces en seis das. Recuerdo cada una de esas veces tan bien como t. S quesueas con ella por las noches, ardiente de vergenza y de deseo. S cmo se siente un hombrecuando ansa a una mujer con tal frenes que la piel le pica y no puede quedarse quieto. Todosestos aos te has odiado por lo que hiciste y te has odiado mucho ms por amar ese recuerdo, demodo que debes pagar por ello. Te arriesgas a terminar entre rejas, o acabar colgado de un rbolpara que te coman los cuervos, no porque ames a los negros sino porque esperas que haciendo elbien a los hijos de Dios tal vez puedas liberarte de tu propio secreto de pecaminoso amor.

    Y he aqu lo ms gracioso, Pap. Si supieras que conozco tu secreto, probablemente moriras.Te matara en el acto. Y sin embargo, si te dijese que lo s, tambin podra decirte algo ms.Podra decirte, Pap, que se trata de tu don. T siempre creste no tener ningn don, pero s lotienes: el de hacer que los dems se sientan amados. Vienen a tu hostera, y se sienten como en suhogar. Pues bien, t viste a esa mujer en Dekane, y ella estaba vida de sentirse como t hacessentir a la gente. Te necesitaba con desesperacin. Y es difcil, Pap, no amar a un cuerpo que teadora con tanta pasin, que se aferra a ti como las nubes se cuelgan de la Luna, sabiendo queseguirs camino, que nunca te quedars, pero desendote, Pap. Busqu a esa mujer, busqu su

    fuego interior. La persegu a lo largo y a lo ancho, y por fin la encontr. S dnde est. Ya no esjoven como la recuerdas. Pero sigue siendo hermosa. Como la recuerdas. Es una buena mujer, yt no le has hecho dao. Te recuerda con amor, Pap. Sabe que Dios os perdon a los dos. Eres tquien no perdona, Pap.

    Qu triste es regresar a casa en este carretn, pens Peggy. Pap est haciendo algo que loconvertira en un hroe ante los ojos de cualquier otra hija. Es un gran hombre. Pero soy una tea,y s la verdad. No sale de aqu como Hctor ante las puertas de Troya, arriesgndose a morir parasalvar a otros. Se va con la cola entre las patas, como un perro, porque en su interior es un perroazotado. Huye de un pecado que el buen Seor habra perdonado largo tiempo atrs si slo lhubiese permitido que el perdn fuera posible.

    Sin embargo, Peggy no tard en dejar de pensar que la de su padre era una triste situacin. Lade todos lo era, verdad? Pero casi todos los hombres tristes seguan sindolo, aferrndose a la

    infelicidad como si fuera el ltimo tonel de agua durante una sequa. Del mismo modo que Peggysegua aguardando a Alvin all, aun sabiendo que no le traera ninguna dicha.

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    Esa nia que llevaban en la carreta, sin embargo, era distinta. Sobre ella se cerna una tragediaespantosa: perdera a su niito. As y todo, no se qued a esperar a que sucediera para lamentarseluego. Dijo que no. Que no y se acab. No os dejar que me quitis el nio para venderlo en elSur. Ni siquiera a una familia rica. El esclavo de un rico sigue siendo esclavo, no es as? Y si lollevan al Sur todava estar ms lejos del Norte para poder escapar. Peggy sinti los pensamientosde la nia, mientras se zarandeaba y gema en la parte trasera de la carreta.

    Pero haba algo ms: la nia era una verdadera herona. Ms que Pap o que Po Doggly.Porque la nica forma que hall de escapar fue usando una brujera tan fuerte que Peggy jamshaba odo hablar de nada igual. Nunca imagin que los negros tuvieran esas artes. No se trat deun sueo ni de una mentira: la nia vol. Hizo un mueco de cera y lo llen de plumas, paraluego echarlo al fuego. Lo quem, y eso le permiti volar hasta aqu, semejante trecho hasta queel sol estuvo en lo alto. Lo suficiente para que Peggy pudiera verla e ir a buscarla al otro lado delHio. Pero esa fugitiva haba pagado un precio muy alto por poder huir. Cuando llegaron a la casa,Mam estaba furiosa. Ms que nunca antes.

    Es un crimen por el que habra que azotarte, hombre. Llevar a tu hija de diecisis aos acometer delitos a lo oscuro...

    Pero Pap no respondi. No hizo falta, una vez que trajo a la nia y la tendi sobre el suelodelante de la chimenea.

    Esta criatura no debe de haber echado bocado desde hace das. Semanas! exclamMam. Y de slo tocarle la frente se me quema la mano. Mira, Horace, treme un cuenco conagua para que le moje la frente, mientras le caliento un caldo...

    No, Mam intervino Peggy. Mejor busca algo de leche para el beb.El beb no se va a morir, y la nia parece que s. Conque no me vengas a ensear mi trabajo.

    Esto, al menos, s hacerlo.No, Mam dijo Peggy. Hizo una brujera con un mueco de cera. Es una magia de

    negros, pero saba cmo hacerlo, y tena el poder, pues en frica haba sido hija de un rey. Sabael precio, y ahora debe pagarlo.

    Dices que esta nia va a morir? pregunt Mam.Hizo un mueco de s misma, Mam, y lo arroj al fuego. Le dio alas para volar una noche

    entera. Pero el coste es el resto de su vida.Pap pareca estar a punto de desfallecer.Peggy, es una locura. Para qu escapar de la esclavina si luego debe morir? Por qu no se

    mat y se ahorr la molestia?Peggy no necesit responder. El nio que sostena comenz a llorar, y sa fue la mejor

    respuesta.Ir a buscar leche dijo Pap. Christian Larsson seguro ha de tener una pinta o dos de

    sobra, aun a estas horas de la noche.Pero Mam lo detuvo.Piensa un poco, Horace dijo. Es casi medianoche. Cuando te pregunte para qu la

    quieres, qu le dirs?Horace suspir, y ri de su propia imbecilidad.

    Para el negrito de una esclava fugitiva. Pero entonces enrojeci de ira. Qu locura hahecho esta negra. Recorri todo este trecho sabiendo que iba a morir, y ahora qu imagina queharemos con un negrito como ste? No podemos llevarlo al Norte y ponerlo al otro lado de lafrontera canadiense para que chille hasta que algn francs lo recoja.

    Supongo que, para ella, es mejor morir libre que vivir como esclava aventur Peggy.Ella sabra que cualquier vida que le aguardase aqu sera mejor que la plantacin.

    La nia yaca ante el fuego, respirando lentamente, con los ojos cerrados.Duerme, no? pregunt Mam.Todava no ha muerto, pero no nos escucha repuso Peggy.Entonces os lo dir sin vueltas: esto es un problema de padre y seor mo comenz

    Mam. No podemos dejar que se sepa que andamos trayendo esclavos fugitivos a casa. Si secorre la voz, pronto habr dos docenas de rastreadores apostados por aqu, y el da menos pensado

    te vuelan la cabeza desde lo oscuro.Nadie tiene por qu saberlo adujo Pap.

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    Qu vas a decirles? Que te tropezaste con un cadver en el bosque?Peggy quiso gritarles que se callaran. Que la nia an no haba muerto. Pero en realidad tena

    que pensar en un par de cosas y deprisa. Y si uno de los huspedes se despertaba y bajaba lasescaleras? Ah s que se terminaban los secretos.

    Dentro de cunto morir? pregunt Pap. A la maana?Habr muerto antes de que salga el sol, Pap.

    Entonces ms nos vale poner manos a la obra asinti Pap. Yo me ocupo de la nia.Vosotras, mujeres, pensad qu hacer con ese negrito.Ah, s? pregunt Mam.Bueno, s bien que a m no se me ocurrir nada, conque ms os vale que pensis en algo.No s. Tal vez diga que es hijo mo.Pap no se enfureci. Slo ri, eso hizo. Y dijo:Mujer, no se lo van a creer ni aunque lo metas tres veces por da en crema recin batida.Sali y pidi a Po Doggly que lo ayudase a cavar una tumba.Hacer pasar al nio como nacido en estas tierras no es tan mala idea insisti Mam.

    All en los pantanos vive una familia negra. Recuerdas que dos aos atrs un dueo de esclavosquiso demostrar que haban sido de su propiedad? Cmo se llaman, Peggy?

    Peggy los conoca mejor que ningn otro blanco de Ro Hatrack. Los observaba como haca

    con todos, saba los nombres de todos ellos y de sus hijos.Los llaman Berry dijo. Como si fueran nobles, usan ese nombre familiar sin tener en

    cuenta sus oficios.Por qu no hacer pasar al nio como hijo de ellos?Son pobres, Mam dijo Peggy. No pueden alimentar otra boca.Podramos ayudarlos propuso. Algo nos sobra.Espera un minuto, Mam. Piensa cmo quedara eso. De pronto, los Berry aparecen con un

    negrito mestizo como ste. Se sabe que es medio blanco con slo mirarlo. Y de pronto, HoraceGuester comienza a llevar regalos a la casa de los Berry.

    Qu sabes t de esas cosas? Mam se ruboriz.Ay, Mam, por el amor de Dios. Soy una tea. Y t sabes que la gente comenzar a comentar.

    Lo sabes muy bien.Mam mir a la nia negra.Ay, nia, nos has metido en un berenjenal...El pequen comenz a gimotear.Mam se puso de pie y fue hasta la ventana como si en la noche pudiese hallar alguna

    respuesta. Entonces, de pronto, fue hasta la puerta y la abri.Mam... dijo Peggy.Hay muchas formas de matar un gato sentenci Mam.Peggy vio lo que Mam haba pensado. Si no podan llevar al pequeo a la casa de los Berry,

    tal vez pudiesen conservarlo en la hostera y decir que se hacan cargo de l porque los Berry eranmuy pobres. Mientras la familia Berry siguiera con el cuento, eso bastara para explicar lapresencia de un nio mestizo de un da para el otro. Y nadie pensara que era el bastardo de

    Horace, pues su misma esposa lo traa a la casa.Sabes lo que vas a pedirles? dijo Peggy. Todos pensarn que alguien ms estuvoarando con la esposa de Berry.

    Mam se qued tan sorprendida que Peggy ech a rer a viva voz.No pensaba que a los negros les preocupaban esas cosas dijo.Peggy mene la cabeza.Mam, los Berry son los mejores cristianos de Ro Hatrack. Tienen que serlo, para perdonar

    una y otra vez la forma en que los blancos los tratan a ellos y a sus hijitos.Mam cerr la puerta y se reclin contra ella, del lado de adentro.Cmo trata la gente a sus hijos?Era una pregunta pertinente, Peggy lo saba, y a Mam se le haba ocurrido justo a tiempo. Una

    cosa era mirar al negrito gordito y arrugadito y decir: Yo me har cargo de l y le salvar la

    vida. Y otra muy distinta era pensar cuando tuviera cinco, siete, diez y diecisiete aos, y en lacasa viviera un negrn de cuerpo entero.

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    No creo que debas preocuparte por eso dijo la pequea Peggy. Mucho ms debeimportarte cmo piensas tratarlo t. Vas a criarlo para que sea tu sirviente, para que sea un niode condicin inferior criado en tu hermosa casa? Si es as, esta nia muri intilmente. Podahaber dejado que lo vendieran en el Sur.

    Nunca quise tener esclavos dijo Mam. No sigas dicindolo porque no es as.Entonces, qu? Vas a tratarlo como si fuera tu propio hijo, y defenderlo en todo sentido,

    como haras si hubieses tenido un varn de tu propio vientre?Peggy vio a Mam mientras pensaba en ello, y de pronto, toda clase de nuevos caminos seabrieron en el fuego interior de su madre. Un hijo varn: eso podra ser este niito mestizo. Y silas gentes de all lo miraban con mala cara por no ser todo blanco, pues tendran que vrselas conMargaret Guester, tendran que hacerlo, y no se lo deseaba a nadie. Despus de lo que les harasentir, ya no tendran miedo ni al mismo infierno.

    Mam sinti una determinacin tan fulminantemente poderosa como Peggy nunca antes habavisto en ella en todos los aos que llevaba observando su fuego interior. Era una de esas veces enque el futuro de una persona cambiaba ante sus propios ojos. Antes, todos los senderos habansido iguales: Mam no tena elecciones que pudiesen cambiarle la vida. Pero esa nia moribundahaba trado consigo una transformacin. Ahora haba cientos de nuevos caminos abiertos, y entodos ellos haba un hijito varn que la necesitaba como su hija nunca haba necesitado de ella.

    Despreciado por los extraos, maltratado por los nios del pueblo, acudira en busca de suproteccin una y otra vez, para que le enseara, lo hiciera crecer, para aquello que Peggy nunca lehaba pedido.

    Por eso te decepcion, verdad, Mam? Porque desde muy nia supe demasiado. T querasque yo te llevase mis preguntas y mi confusin de pequea, pero yo jams lo hice, pues desde lainfancia lo supe todo. Supe qu significaba ser mujer por tus recuerdos. Supe de tu amor conyugalsin que me lo dijeses. Nunca pas una noche temblorosa contra tu pecho, llorando porque algn

    joven a quien yo quera no me prestaba atencin: jams quise a ningn joven de lasinmediaciones. Nunca hice nada que t hubieses soado para tu hijita, pues nac con el don deuna tea, y, como todo lo supe, no necesit nada de lo que t deseabas darme.

    Pero, en cambio, este nio mestizo te necesitar sea cual fuere su don. Veo sus caminos: si lorecoges, si lo cras, l ser ms hijo tuyo de lo que yo fui, aunque t seas mitad de mi sangre.

    Hija dijo Mam. Si abro esta puerta, ser para bien del nio? Y para bien de todos?Me ests pidiendo que vea para ti, Mam?S, pequea Peggy, y jams te lo he pedido antes. Nunca en mi propio beneficio.Entonces te lo dir. Peggy no necesit recorrer mucho los senderos de Mam para ver

    cunto placer le causara el nio. Si lo aceptas y lo tratas como hijo propio, jams tearrepentirs.

    Y Pap? Lo tratar bien?No conoces a tu propio esposo? pregunt Peggy.Mam dio un paso hacia ella, con la mano en lo alto, aunque jams la haba golpeado.No te hagas la fresca conmigo.Hablo como lo hago cuando acto como una tea dijo Peggy. T me has consultado

    como tea, y de ese modo te respondo.Entonces di lo que tengas que decir.Es muy fcil. Si no conoces cmo tratar tu esposo a este nio, entonces no lo conoces en

    absoluto.Puede que no dijo Mam. Tal vez no lo conozca. O tal vez s, y quiero que me digas si

    supongo lo cierto.Supones lo cierto. Lo tratar bien, y lo har sentirse amado cada da de su vida.Pero lo amar de verd?Peggy no tena posibilidad de responder a esa pregunta. El amor ni siquiera figuraba en el

    cuadro de su padre. Lo cuidara porque deba, porque senta un deber irrecusable. Pero el nionunca sabra la diferencia. Se sentira amado, y sera un sentimiento mucho ms fiable que elamor. Pero explicrselo a Mam significara decirle que Pap haca muchas cosas por las culpas

    que le inspiraba su antiguo pecado, y en toda la vida de Mam no habra un solo momento en elque estuviese en condiciones de conocer esa otra historia.

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    Conque Peggy mir a Mam y repuso como haca cuando la gente fisgoneaba en cosas que nole corresponda saber.

    Eso debe responderlo l. Lo nico que t necesitas saber es que la eleccin que has hechocon el corazn es buena. El solo hecho de decidirlo ha cambiado tu vida.

    Pero todava no me he decidido.En el fuego de Mam no quedaba ningn camino, ni uno solo, en que no fuera hasta la casa de

    los Berry para decirles que era hijo de ellos, y que les permitiera criarlo.S. Ya lo has hecho. Y ests contenta de ello.Mam se volvi y desapareci detrs de la puerta, tras cerrarla suavemente para no despertar al

    predicador peregrino que dorma en la habitacin de arriba, justo sobre la entrada.Peggy sinti un momento de inquietud, sin saber bien por qu. Si lo hubiera pensado un

    instante, habra sabido por qu: sin darse cuenta, haba engaado a su madre. Cuando Peggymiraba a peticin de alguien, siempre tomaba la precaucin de internarse bien en los caminos desu vida, buscando oscuridad por causas ni siquiera sospechadas. Pero Peggy estaba tan segura deconocer a su padre y a su madre, que slo mir los caminos ms cercanos. As sucede dentro deuna familia. Todos creen conocerse muy bien, y por eso no se molestan en conocerse. En pocotiempo, Peggy recordara ese da y tratara de preguntarse por qu no vio lo que vendra. A vecesllegara a pensar que su don le haba fallado. Pero no fue as. Ella le fall a su don. No fue la

    primera en hacerlo, ni la ltima. Ni siquiera la peor, pero pocos vivieron para lamentarlo ms queella.

    El momento de inquietud pas, y Peggy lo olvid mientras sus pensamientos se dirigan a lania tendida sobre el suelo de la sala comn. Estaba despierta, con los ojos abiertos. El niosegua gimoteando. Sin que la nia dijese nada, Peggy supo que quera amamantar al pequeo, sitodava le quedaba algo que dar. Sus fuerzas no le alcanzaron siquiera para abrirse la camisa dealgodn. Peggy tuvo que sentarse a su lado, y acunar el nio contra sus propias piernas mientras,con la mano libre, trataba de desabrocharle los botones. El pecho de la nia era todo piel yhuesos, las costillas asomaban, peladas, y los senos parecan alforjas tendidas sobre una cerca.Pero el pezn segua erguido para que el pequeo se prendiera, y en sus labios no tard en asomaruna espuma blanquecina. De modo que, aun entonces, en el umbral de la muerte, su madre seguadndole lo que le quedaba...

    La nia estaba muy dbil para hablar, pero no le hizo falta: Peggy oy lo que quera decir, y lerespondi:

    Mi madre cuidar de tu hijo. Y nunca dejar que ningn hombre haga un esclavo de l.Era lo que la nia ms ansiaba escuchar. Eso y el chupeteo goloso y glotn del negrito que,

    entre ronroneos, le lama el seno.Pero Peggy quera que supiera algo ms antes de morir Tu nio va a saber de ti le dijo.

    Sabr que diste tu vida para poder volar y llevarlo hacia la libertad. No creas que te olvidar, puesno ser as.

    Entonces, Peggy mir el fuego interior del nio, y busc lo que encerraba. Ay, eso s que fuedoloroso, pues la vida de un mestizo en un pueblo blanco era difcil, sea cual fuere el caminoescogido. Sin embargo, vio lo suficiente para conocer la naturaleza de ese nio que rascaba el

    pecho desnudo de su madre.Y ser un hombre digno de tu muerte. Te lo prometo.La nia se alegr de escucharlo. Eso le devolvi la paz, y le permiti conciliar el sueo.

    Despus de un tiempo, el nio, satisfecho, tambin se durmi. Peggy lo tom en los brazos, loenvolvi con una manta y lo apoy en el hueco del brazo de su madre. Y, en silencio, le dijo:Estars junto a tu madre hasta el ltimo minuto que ella viva. Tambin te diremos que ella tesostuvo en sus brazos cuando muri.

    Pero todava no haba muerto. Y, de pronto, a Peggy se le ocurri, entre oleadas de ira: cmopoda haber sido tan idiota de no darse cuenta antes? Conoca a una nica persona que tena eldon de curar a los enfermos. Acaso no se haba acuclillado al lado de Ta-Kumsaw en la batallade Detroit, curando a semejante indio con el cuerpo perforado de balas? Alvin podra curar a lania, si estuviese all.

    Se proyect en la oscuridad, en busca de ese fuego interior que arda como un astro, queconoca ms que ningn otro, ms que su propia nima. Y all iba, corriendo en las sombras,

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    viajando como hacan los pieles rojas, como si fuera dormido, el alma fundida con la tierra que lorodeaba. Ningn blanco poda andar tan deprisa, ni siquiera sobre el corcel ms veloz sobre elmejor camino entre el Wobbish y el Hatrack. Pero no llegara all hasta el medioda siguiente, ypara entonces, esta negrita estara enterrada en el cementerio de la familia. Por doce horas, no seencontrara con el nico hombre en el pas que podra salvarle la vida.

    Vaya irona. Alvin poda salvarla, pero nunca sabra que ella lo necesitaba. Y Peggy, incapaz

    de remediar las cosas, saba todo lo que estaba ocurriendo; saba todo lo que poda suceder, sabalo que debera suceder si el mundo fuera bueno. Pero no era bueno. Y eso no sucedera.Qu don terrible era ser una tea y saber todo lo que ocurrira, y tener tan poco poder para

    cambiarlo! l nico poder que haba tenido era el de sus palabras, para advertir a la gente, y as ytodo nunca saba con certeza qu escogeran los dems. Los hombres siempre tendran algunaeleccin por delante que pudiese conducirlos por un camino peor que el que ella quera evitarles.Muchas veces, por perversidad, por espritu de contradiccin o por pura mala suerte, elegan esecamino terrible y las cosas salan peor que si Peggy hubiese cerrado la boca para no decir nada.Ojal no lo hubiese sabido, pens; ojal pudiera tener alguna esperanza de que Alvin llegase atiempo. Ojal pudiese confiar en que la nia se salvara. Ojal pudiese rescatarla con mis propiasmanos.

    Y entonces record las muchas veces que haba salvado una vida. La de Alvin, usando el

    pellejito. En ese momento, en su alma se encendi una chispa de esperanza. Pues quizs esta vez,slo esta vez, pudiese usar algo de lo poco que quedaba en esa caja para salvar y sanar a lapequea.

    Peggy se abalanz a las escaleras; tena las piernas tan dormidas de estar sentada sobre elsuelo, que apenas sinti sus pasos sobre los peldaos de madera desnuda. Al subir hizo algo deruido, pero ninguno de los huspedes se despert, o al menos lo crey en ese momento. Cuandolleg al rellano, trep por la escalerilla que conduca al tico. Tres meses antes de morir, Abuelitola haba reparado para que fuese una escalera decente. Se abri paso entre bales y mueblesviejos, hasta que lleg a su habitacin, en el extremo oeste de la casa. Por la ventana que daba alsur penetraba la luz de la luna, dibujando un cuadrado sobre el suelo. Levant los tablones y tomla caja del sitio donde la esconda cada vez que se marchaba de la habitacin.

    O camin muy pesadamente, o ese husped tena el sueo liviano, pero mientras bajaba laescalerilla lo vio de pie, all, con las piernas blancas y flacas asomando por debajo del camisn,mirando hacia las escaleras y hacia su habitacin, como si no pudiera decidir si entrar o salir, sisubir o bajar. Peggy mir su fuego interior para saber si haba bajado, y si haba descubierto a lania y el cro. En tal caso, todas las precauciones y planes se reducan a la nada.

    Pero no los haba visto. Todava era posible.Por qu est usted vestida para salir a esta hora de la madrugada? pregunt el hombre.Suavemente, Peggy pos un dedo sobre los labios de l. Para acallarlo, o al menos sa fue su

    primera intencin. Pero de inmediato supo que era la primera mujer que tocaba a este hombre enel rostro despus de su madre. En ese momento vio que su corazn se colmaba no de deseo sinodel ansia difusa del hombre solitario. Era el ministro que haba llegado el da anterior por lamaana. Era un predicador peregrino, de Escocia, haba dicho. No le haba prestado atencin, tan

    afligida con la llegada inminente de Alvin. Pero ahora lo nico que importaba era que el hombreregresara a su habitacin lo antes posible, y en ese momento supo cmo lograrlo. Pas las manospor sobre sus hombros para aferrarlo por la nuca y, tras inclinarle la cabeza hacia delante, le dioun insolente beso en los labios. Un beso largo y profundo, como nunca haba recibido de unamujer en toda su vida.

    Como esperaba, el hombre regres a su dormitorio casi antes de que lo soltara. Se habra redo,slo que cuando mir su fuego interior supo que el hombre no haba retrocedido por su beso,como supusiera, sino por la caja que segua sosteniendo en una mano, y que le haba apoyadocontra la nuca al abrazarlo. La caja con la membrana de Alvin.

    Cuando la caja lo toc, el hombre sinti lo que saba adentro. No se trataba de un don, sino deotra cosa, de algo relacionado con el mismo Alvin. Vio que en la mente del hombre asomaba lavisin del rostro de Alvin, y que lo inundaban un odio y un terror inusitados. Slo entonces

    comprendi que no era cualquier ministro. Era el reverendo Philadelphia Thrower, otrora

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    predicador de Iglesia de Vigor. El reverendo Thrower, quien tiempo atrs haba intentado asesinaral nio, y lo habra hecho si el padre de Alvin no lo hubiese impedido.

    El temor al beso de una mujer no fue nada comparado con el miedo a Alvin Junior. Pero,menudo problema, estaba tan despavorido que quiso partir de la casa en ese mismo instante. Si lohaca, bajara las escaleras y lo vera todo. Precisamente lo que ella quera evitar. As suceda amenudo: deseaba impedir algo malo y resultaba en algo peor, tan poco probable que ni siquiera lo

    haba podido ver. Cmo pudo no reconocer quin era? No lo haba visto tantos aos a travs delos ojos de Alvin? Pero ese ltimo ao el hombre ya no era el mismo: se lo vea ms delgado, msextraviado, ms viejo. Adems, no pensaba encontrarlo, y, de todas formas, era demasiado tardepara deshacer lo que haba hecho. Slo deba preocuparla que el hombre no saliera de suhabitacin.

    Conque abri su puerta, y se introdujo en su dormitorio. Lo mir de frente y le dijo:Naci aqu.Quin? pregunt el hombre. Tena el rostro blanco como si hubiera visto al mismo

    diablo. Saba a quin se refera Peggy.Y volver. En este momento viene en camino. La nica forma de que usted est a salvo es

    que permanezca en su habitacin toda la noche y que se marche por la maana, no bien salga elsol.

    No... no s de qu habla.Crea poder engaar a una tea? Tal vez no supiese de su don. No, lo saba. Slo que no crea

    en teas, ni en conjuros ni en dones. Era un hombre de ciencia y de elevada religin. Un tonto depacotilla. Ah, tendra que demostrarle que eso tan temido era verdad. Lo conoca, y saba de sussecretos:

    Usted trat de matar a Alvin Junior con un cuchillo de matarife.Eso fue suficiente. Ms que suficiente. Se postr y murmur:No temo morir. Entonces, pronunci la oracin del Seor.Si quiere, ore toda la noche opin Peggy. Pero no salga de su habitacin.Sali del dormitorio y cerr la puerta. Mientras descenda las escaleras, oy que el reverendo

    corra el cerrojo. Peggy ni siquiera tuvo tiempo para pensar si no le habra causado un injustopesar: realmente no era un asesino. Pero lo nico que le importaba en ese momento era bajar conel pellejo para salvar a la negrita fugitiva si, por casualidad, lograba emplear el poder de Alvin. Elministro le haba hecho perder mucho tiempo. Y a la nia, muchas valiosas bocanadas de aire.

    Segua respirando, no? S. No. El nio yaca dormido a su lado, pero el pecho de ella no semova ms que el de l. Sus labios no exhalaban ningn aliento en la mano de Peggy. Pero elfuego interior segua ardiendo! Peggy lo vio claramente porque la esclava era una mujercita decorazn muy poderoso. Peggy abri la caja, tom la bolsita seca y frot entre sus dedos una puntahasta hacerla polvo, mientras murmuraba: Vive, crate. Trat de hacer lo mismo que Alvincuando sanaba; l perciba los pequeos sitios rotos dentro del cuerpo de una persona y losacomodaba. Acaso no haba visto hacerlo tantas veces en el pasado? Pero verlo y hacerlo erancosas muy distintas. Le resultaba extrao; no tena la visin necesaria, y senta que la vida seretiraba del cuerpo de la pequea, que el corazn se aquietaba, que los pulmones se aflojaban, que

    los ojos se abran pero sin brillo. Por fin, el fuego explot como una estrella centelleante,repentino y cegador y desapareci.Demasiado tarde. Si no me hubiera demorado en las escaleras, si no hubiera tenido que

    ocuparme del ministro...Pero no. No poda culparse. Tal vez fue demasiado tarde desde que lo intent: no era su don.

    La nia llevaba muchas horas muriendo. Quizs el mismo Alvin, de haber estado all, tambinhubiese sido incapaz de curarla. Nunca fue ms que una plida esperanza. Ni siquiera unaesperanza suficientemente fuerte en la que ella pudiera ver el camino que diese resultado. Nohara como tantos, que se culpaban interminablemente: haba hecho todo lo posible en unaempresa que, desde el principio, era imposible.

    Ahora que la nia haba muerto, no poda dejar all al pequeo, sintiendo que el brazo seenfriaba. Lo alz. El negrito se agit, pero sigui durmiendo como hacen los recin nacidos. Tu

    madre ha muerto, pequeo negrito medio blanco. Pero tendrs a mi Mam y a mi Pap tambin.Te querrn mucho, chiquitn. No tendrs hambre de amor, como otros que he conocido. Tmalo

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    del mejor modo, negrito. Tu mam muri para traerte aqu. Si pones empeo, sers alguien, sinduda.

    Sers alguien, se oy murmurar. Y tambin yo.Tom la decisin antes de advertir que haba algo por decidir. Sinti que su futuro cambiaba,

    sin poder ver bien hacia dnde la conducira su nuevo camino.La nia esclava supo cul sera el futuro ms probable. No hay que ser tea para darse cuenta de

    ciertas cosas. Por delante tena una vida lamentable, donde perdera a su hijo y vivira comoesclava hasta el da en que cayera. Pero vio que su nio tena una dbil luz de esperanza, y unavez que lo supo no se ech atrs. No, seor: vali la pena dar la vida por ese destello esperanzado.

    Y miradme a m, pens Peggy. Aqu estoy, contemplando los caminos de la vida de Alvin yviendo el dolor que me aguarda. No tan fuerte como el de ella, pero s lo bastante malo. De tantoen tanto alcanzo a vislumbrar una chispa fugaz de felicidad, una curiosa forma impensada deconseguir a Alvin y hacer que me ame. Voy a quedarme aqu sentada, viendo cmo esa luz deesperanza se apaga slo porque no s cmo llegar a ella desde este lugar?

    Si esa nia golpeada pudo forjar su esperanza con cera, cenizas y plumas y un poco de s, yotambin ser capaz de construir mi propia vida. En algn sitio hay un hilo al cual debo aferrarmepara que me conduzca a la felicidad. Y aunque nunca halle ese hilo, siempre ser mejor que ladesesperacin que me aguarda si me quedo. Aunque nunca llegue a ser parte de la vida de Alvin

    cuando ste se haga hombre, bueno, no es un precio tan alto como el que pag esta negrita por sulibertad.

    Cuando maana llegue Alvin, yo no estar aqu.sa fue su decisin. Vaya, le costaba creer que nunca antes se le hubiese ocurrido. De todos

    los pobladores de Ro Hatrack, ella, ms que nadie, debiera haber sabido que siempre hay otraeleccin. La gente se complace en decir que el pesar y la calamidad fueron su nica posibilidad.Que no hubo otro camino. Pero esta nia fugitiva demostr que siempre existe una salida,siempre y cuando uno recuerde que la muerte, a veces, puede ser un camino llano y recto.

    Ni siquiera debo conseguir plumas de mirlo para volar, pens.Y, mientras sostena al nio, comenz a tramar planes osados y terribles para partir por la

    maana, antes de que Alvin llegase. Cuando senta miedo de lo que se dispona a hacer, posaba lamirada sobre la nia muerta, y el slo mirarla la animaba. Tal vez algn da termine como t, niafugitiva, sin vida en la casa de algn extrao. Pero era mejor un futuro desconocido que unporvenir odiado y aceptado sin luchar.

    Realmente lo har? Realmente me marchar por la maana, cuando llegue la hora, sinecharme atrs? Toc la membrana de Alvin con la mano libre, apenas hundiendo los dedos en lacaja. Y lo que vio en el futuro de Alvin le hizo sentir ganas de cantar. Hasta entonces, todos loscaminos los llevaban a conocerse y a comenzar una vida de pesar. Ahora, de todos esos senderos,slo quedaban unos pocos. En casi todos los porvenires de Alvin lo vea llegar a Ro Hatrack,buscar a la tea y descubrir que ya no estaba. El solo hecho de haber tomado una decisin esanoche cerraba casi todos los caminos que la llevaban al sufrimiento.

    Mam lleg con los Berry poco antes de que Pap terminara de cavar la sepultura. Anga Be