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La Gran Tribulacion
Título de la obra en inglés:
The Great Tribulation Traducción de Román Quirós M.
By David Chilton
Author of: The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation
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Prefacio del editor 1. La generación terminal 2. La venida en las nubes 3. La llegada del anticristo 4. Los últimos días 5. La llegada del nuevo pacto 6. Los cuatro jinetes 7. Venganza para los mártires 8. Se abre el libro 9. Jerusalén es sitiada 10. Toda la creación toma venganza 11. ¡Consumado es! Epílogo del editor Prefacio del editor|Epílogo del editor|1|2|3|4|5|6|7|8|9|10|11 Índice
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PREFACIO DEL EDITOR
Gary North
Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sión la vara de tu poder; domina en
medio de tus enemigos. (Sal.110:1-2).
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo
dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya
puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte (1 Corintios 15:24-26).
La Biblia enseña que Jesús reinará sobre la tierra. Una vez que comience, no habrá
ninguna interrupción de su reinado sobre esta tierra en la historia hasta que la
muerte sea finalmente derrotada. Pero sabemos que la muerte termina sólo en el
día final, cuando Cristo ponga fin a la rebelión final de Satanás, cuando el diablo
sea lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:7-10).
La pregunta clave del reino es: ¿Cuándo comenzará su reinado en la tierra? Jesús
habló muy claramente sobre esto. Les dijo a sus discípulos acerca de su
resurrección:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y
he aquí yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. Amén. (Mat. 28:18-20).
Así, pues, toda potestad en el cielo y en la tierra ya ha sido dada a Cristo. ¡Ya!
Sabemos también que Él está reinando con Dios en el cielo.
Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,
según la operación de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este
siglo, sin o también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies , y lo dio
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por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de
Aquél que todo lo llena en todo (Efesios 1:19-23).
¿Es Cristo la cabeza de la iglesia hoy día? Pablo dice que sí. Pero, ¿qué más es
verdad hoy día, según Pablo? El pasaje es claro: Jesucristo gobierna la tierra ahora
desde el cielo. En este momento, Él está por encima de todo principado, poder,
autoridad, y dominio. ¿Qué son estas cosas? Son espíritus demoníacos. Pablo
escribió en esta misma epístola: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes"
(Efesios 6:12).
Dios está en control. Jesús está en control. En principio, todas las cosas están bajo
los pies de Jesús. Es verdad que, en la historia, los seres malos todavía tienen
poder. Como pueblo de Dios, nosotros luchamos espiritualmente contra ellos. La
guerra entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, continúa diariamente en la
vida de todo cristiano y en la vida de cada sociedad. Pero, en principio, la vida es
más fuerte que la muerte, porque la resurrección de Jesús lo ha demostrado. La
resurrección es más fuerte que la cruz. La luz es más fuerte que la oscuridad (Juan
1:9). El bien es más poderoso que el mal, porque Cristo reina ahora desde lo alto.
El legado del "segundo Adán", Jesucristo, es más poderoso en la historia que el
legado del primer Adán. La gracia es más poderosa que el pecado.
Usted cree en esto, ¿verdad?
¿Por qué temer a "la gran tribulación"?
¿Por qué, entonces, deben los cristianos creer que alguna gran tribulación se les
viene encima en el futuro - una tribulación tan grande que nada como ella ha
ocurrido jamás? No todos los cristianos creen que pasarán por la tribulación,
aunque sí lo creen los premilenialistas de la post-tribulación. Pero, si Dios reina
desde lo alto, ¿por qué deben los cristianos esperar nada peor que los holocaustos
"normales" del siglo veinte - las persecuciones y los genocidios de armenios, judíos,
kulaks rusos, ucranianos, y camboyanos? Ciertamente, estos fueron eventos
terribles, y podría suceder que haya más de ellos, pero, ¿por qué deben los
cristianos esperar que ocurra otro evento que es fundamentalmente peor?
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La respuesta es: No deberían. ¿Por qué no? Porque la gran tribulación ha quedado
atrás. Esto es lo que David Chilton argumenta en La Gran Tribulación. Jesús
advirtió a su pueblo que vendría una gran tribulación en el futuro muy cercano. En el
capítulo de Mateo sobre la gran tribulación están registradas las palabras de Jesús:
"De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca"
(Mateo 24:34). Por el pasaje paralelo en Lucas, sabemos que la gran tribulación
sería la destrucción de Jerusalén por un ejército, que resultó ser el ejército romano:
Pero cuando viéreis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su
destrucción ha llegado. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y
los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que
están escritas (Lucas 21:20-22).
El magnífico comentario de David Chilton sobre el libro de Apocalipsis se llama
apropiadamente The Days of Vengeance [Días de Retribución] (Dominion Press,
1987). Este pequeño libro es un resumen breve de las secciones de Apocalipsis
que tratan de la caída de Jerusalén en 70 d. C.
¿Está usted esperando un desastre?
Puede resultar extraño a muchos lectores que la gran tribulación haya quedado
atrás. Esta posición ha sido bastante común en la historia de la iglesia, pero, más o
menos en los últimos cien años, muchos grupos creyentes en la Biblia han
adoptado una posición diferente: que la gran tribulación ocurrirá a Israel (o a todo el
mundo, incluyendo a los cristianos) en el futuro y probablemente en el futuro
cercano. La mayoría de los dispensacionalistas cree que la iglesia será "raptada" y
llevada fuera de este mundo antes de que tenga lugar la gran tribulación; los
dispensacionalistas post-tribulación y los premilenialistas no dispensacionalistas
tradicionales creen que la iglesia pasará por la gran tribulación.
Lo que la Biblia enseña es que esto tuvo lugar en 70 d. C., y los cristianos no
pasaron por ella. Este libro introduce a los lectores a la teología del juicio:
específicamente, las sanciones del juicio de Dios contra Israel. Las sanciones eran
maldiciones. Dios dio bendiciones a la iglesia y maldiciones al Israel rebelde, que
había crucificado al Señor y e invocado públicamente el juicio de Dios contra ellos
mismos: "Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y
sobre nuestros hijos" (Mateo 27:25). Las maldiciones de Dios contra el antiguo
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Israel en 70 d. C. estaban de acuerdo con su crimen, la crucifixión de Cristo. Este
crimen era el mayor (el peor) en la historia; su castigo fue también el mayor (el
peor) en la historia. Llamar "la gran tribulación" a cualquier otra cosa es disminuir la
inmensidad del crimen de aquella generación.
Nuestra abarcante responsabilidad
Me doy cuenta de que esto hará que muchos cristianos se sientan frustrados. Si la
gran tribulación ya pasó, entonces el rapto no ha de tener lugar antes de esta
tribulación. El rapto de los santos - la resurrección de los santos muertos y la
transformación instantánea de los que todavía estén vivos en la tierra (I Corintios
15:52) - se demora hasta el acto final de la historia, cuando Satanás se rebele y
Cristo regrese para juzgar al mundo (Apocalipsis 20:7-10). Esto significa que, hasta
entonces, los cristianos permanecerán en la tierra como agentes delegados de Dios
en el juicio de la historia, predicando el evangelio, aplicando la ley de Dios a cada
ára de la vida, y progresivamente sometiendo la tierra a la gloria de Dios (Génesis
1:26-28). Esto significa que, para los miembros de la iglesia, no habrá ningún
escape terrenal de las responsabilidades más y más pesadas del ejercicio del
dominio.
Tristemente, hay millones de cristianos hoy en día que han adoptado una filosofía
del futuro que enseña que la mayor parte de la gente morirá e irá al infierno - y
después será lanzada al lago de fuego por toda la eternidad (Apocalipsis 20:14) - y
nada que la iglesia haga podrá vencer la resistencia de estas personas al evangelio.
Simplemente, el Espíritu Santo nunca cambiará el corazón de la mayoría de la
humanidad. Inevitablemente, perecerán. Con más de 5 mil millones de personas
vivas hoy día, y con miles de millones más que han de nacer en los próximos 40
años, esta es una doctrina pesimista del futuro. Y sin embargo, los cristianos de hoy
prefieren creer en este horrible escenario que creer en el crecimiento de la iglesia y
el triunfo del evangelio, porque tal triunfo pondría una tremenda responsabilidad
sobre los hombros de los que se llaman a sí mismos cristianos. En realidad,
preferirían ver a miles de millones de personas perecer eternamente que reconocer
que a ellos, como cristianos, Dios les pedirá que asuman la responsabilidad en este
mundo - en las áreas que muchos cristianos llaman "seculares" - a causa de un
reavivamiento mundial.
Nosotros, los que nos llamamos cristianos reconstruccionistas, proclamamos un
futuro reavivamiento mundial y el constante y voluntario sometimiento de la gente a
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la ley de Dios. Creemos que a los cristianos se les asignarán responsabilidades
constantemente en cada una de las áreas de la vida en un mundo al cual se le han
acabado las respuestas factibles. Dios nos dará estas responsabilidades, pero no
por medio de la revolución o la tiranía. En su lugar, nos dará estas
responsabilidades en la historia por medio del sometimiento voluntario de los que
no tienen ninguna otra esperanza, de los que (hasta esa rebelión final de
Apocalipsis 20) estén dispuestos a permitir que los cristianos asuman estas
responsabilidades sociales, políticas, militares, y económicas.
Nosotros creemos en el reavivamiento. Creemos en el evangelismo y las misiones
extranjeras. También lo hacen todos los cristianos. Pero nosotros los
reconstruccionistas tenemos esta singular posición: creemos que estos esfuerzos
evangélicos tendrán éxito en la historia. Cuando llamamos a los otros cristianos a
intensificar sus esfuerzos para difundir el evangelio, les ofrecemos esta singular
motivación: a su debido tiempo, sus esfuerzos tendrán éxito en la historia. El
evangelio de Jesucristo no demostrará ser un fiasco en la historia. El poder de la
resurrección es mayor que el poder del diablo y sus seguidores humanos para
resistir el mensaje más poderoso en la historia de la humanidad: que Jesucristo ha
llevado sobre sí los pecados del hombre, y que el mal ha sido derrotado en
principio. Con el paso del tiempo, el evangelio triunfará en la historia.
EL NUEVO PRINCIPIO DE LA HUMANIDAD
Una de esas rarezas de la reciente historia intelectual es que quizás el comentario
más suscito y perceptivo sobre la perspectiva cristiana de la historia lo ha
proporcionado un judío secular que enseña leyes en la Universidad de Harvard. En
la introducción a su libro Law and Resolution: The Formation of the Western Legal
Tradition, publicado por Harvard University Press en 1983, Harold J. Berman hace
una observación crucial sobre la centralidad de la resurrección en el pensamiento
histórico cristiano. Comienza con una importante penetración en la actitud hebrea
hacia el tiempo histórico:
En contraste con los otros pueblos indo-europeos, incluyendo los griegos, que
creían que el tiempo se movía en ciclos siempre recurrentes, el pueblo hebreo
concebía el tiempo como continuo, irreversible e histórico, y que conducía
finalmente a la redención en última instancia. Sin embargo, también creían que el
tiempo tiene períodos dentro de él. No es cíclico, pero posiblemente puede ser
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interrumpido o acelerado. Se desarrolla. El Antiguo Testamento es una historia, no
sólo de cambio, sino de desarrollo, de crecimiento, de movimiento hacia la era
mesiánica - ciertamente un movimiento desigual, con muchos retrasos, pero sin
embargo un movimiento hacia.
Luego, Berman pasa a explicar cómo adoptó el cristianismo esta interpretación del
tiempo lineal, pero añadió un nuevo elemento clave:
Sin embargo, el cristianismo añadió un elemento importante al concepto judaico del
tiempo: el de transformación de lo viejo en lo nuevo. La Biblia hebrea se convirtió en
el Antiguo Testamento, su significado transformado por su cumplimiento en el
Nuevo Testamento. En el relato de la resurrección, la muerte se transformó en un
nuevo comienzo. Los tiempos no sólo se aceleraron sino que se regeneraron. Esto
introdujo una nueva estructura en la historia, en la cual había una transformación
fundamental de una era a otra. Se creía que esta transformación sólo podía ocurrir
una vez; se pensaba que la vida, la muerte, y la resurrección de Cristo era la única
interrupción importante en el curso del tiempo lineal desde la creación del mundo
hasta que termine por completo (pp. 26-27).
La Gran Tribulación muestra que esta transformación del antiguo orden al nuevo
orden de Cristo se manifestó decisivamente en la terminación pública del antiguo
orden: la caída de Jerusalén y la destrucción del templo y su sistema de sacrificios.
Este fue el zarandeo de los fundamentos en la historia.
Los acontecimientos del año 70 d. C. son casi completamente desconocidos para
los cristianos modernos. Las interpretaciones escatológicas que predicen la gran
tribulación en el futuro llevaron al descuido en relación con la literatura cristiana
popular sobre el relato de la caída de Jerusalén. David Chilton ha prestado un gran
servicio educativo a la iglesia de Jesucristo al recordarnos cuán importante suceso
fue la caída de Jerusalén. Desde la caída de Jerusalén hasta la futura conversión
de los judíos (Romanos 11), que dará comienzo a un período de bendiciones
terrenales sin precedentes (v. 12-15, ninguna otra cosa se aproxima más a ser una
manifestación del nuevo orden de Cristo.
Lo que tenemos que entender es que Satanás es un gran imitador. Dios le derrotó
en el Calvario, pero el diablo todavía trata de derrotar a los cristianos en sus vidas.
Dios impuso una gran tribulación al antiguo orden de los hebreos apóstatas, pero
Satanás imita a Dios al imponer holocaustos sobre la humanidad por medio de sus
seguidores. Cristo inauguró un nuevo orden mundial, así que los seguidores de
Satanás ahora prometen traernos un nuevo orden mundial. Los marxistas lo hacen,
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los nazis lo hicieron, y el movimiento de la Nueva Era lo hace. Todo es una
falsificación. ¡No acepte sustitutos! Recuerde las palabras de Cristo: "Pero si yo por
el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el
reino de Dios" (Mateo 12:28). Jesús echaba fuera demonios por el Espíritu de Dios,
así que el reino de Dios había llegado a ellos. Ahora es nuestra herencia como
miembros de la nueva nación de Cristo, la iglesia, porque Él les dijo a los judíos de
sus días: "El reino de Dios será dado a gente que produzca los frutos de él" (Mateo
21:43). El nuevo orden mundial de Cristo ha llegado, y la caída de Jerusalén es
prueba de ello. Como dice Berman de la resurrección: "Esto introdujo una nueva
estructura de la historia, en la cual había una transformación fundamental de una
era a otra. Se creía que esta transformación podía ocurrir una vez: se pensaba que
la vida, la muerte, y la resurrección de Cristo era la única interrupción importante en
el curso del tiempo lineal desde la creación del mundo hasta que termine por
completo". ¡Lo peor ha pasado".
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CAPÍTULO I LA GENERACIÓN TERMINAL
Uno de los principios más elementales para entender con exactitud el mensaje de la
Biblia es que la Escritura interpreta la Escritura. La Biblia es la Palabra de Dios
santa, infalible, sin error. Es nuestra más alta autoridad. Esto significa que no
podemos buscar una interpretación autorizada del significado de la Escritura fuera
de la misma Biblia. También significa que no debemos interpretar la Biblia como si
hubiese caído del cielo en el siglo veinte. El Nuevo Testamento se escribió en el
siglo primero, así que debemos tratar de entenderla en términos de sus lectores del
siglo primero. Por ejemplo, cuando Juan llamó a Jesús "el cordero de Dios", ni él ni
sus oyentes tenían en mente nada ni remotamente similar a lo que podría pensar el
hombre promedio, el hombre de la calle si oyera que alguien era llamado "cordero".
Juan no quiso decir que Jesús era dulce, agradable, atractivo, como para abrazarlo.
La verdad es que Juan no se estaba refiriendo en absoluto a la "personalidad" de
Jesús. Quería decir que Jesús era el Sacrificio sin pecado a favor del mundo.
¿Cómo sabemos esto? Porque la Biblia nos lo dice así.
Este es el método que debemos usar para resolver cada uno de los problemas de
interpretación en la Biblia, incluyendo los pasajes proféticos. Es decir, cuando
leemos un pasaje de Ezequiel, nuestra primera reacción no debe ser echar un
vistazo a las páginas del Times de New York en una búsqueda frenética de indicios
sobre su significado. El periódico no interpreta la Escritura, en ningún sentido
principal. El periódico no debe decidir por nosotros cuándo deben cumplirse ciertos
sucesos proféticos. La Escritura interpreta la Escritura.
ESTA GENERACIÓN
En Mateo 24 (y en Marcos 13 y Lucas 21), Jesús habló a sus discípulos sobre una
"gran tribulación" que vendría sobre Jerusalén. Durante los pasados 100 años, se
ha puesto de moda enseñar que Jesús hablaba del "fin del mundo" y el tiempo de
su segunda venida. Pero, ¿es esto lo que quería decir? Tenemos que tomar nota
cuidadosa de que Jesús mismo dio la fecha (aproximada) de la tribulación venidera,
sin dejar lugar para las dudas después de cualquier examen cuidadoso del texto
bíblico. Dijo así:
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca
(Mateo 23.34).
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Esto significa que la totalidad de lo que habló Jesús en este pasaje, por lo menos
hasta el versículo 34, se cumplió antes de que hubiera pasado la generación
que estaba viva en ese momento. "Un momento", dice usted. "¿Todo? ¿El
testimonio a todas las naciones, la tribulación, la venida de Cristo en las nubes, la
caída de las estrellas ... todo?" Sí - y dicho sea de paso, este punto es una prueba
muy buena de su compromiso con el principio con el que comenzamos este
capítulo.
La Escritura interpreta la Escritura, dije yo; y usted asintió con la cabeza y
bostezó, pensando: "Claro. Yo sé todo eso, Vaya al punto. ¿Dónde entran las
explosiones atómicas y las abejas asesinas?" El Señor Jesús declaró que "esta
generación" - la gente que estaba viva en ese entonces - no pasaría antes de
que ocurrieran las cosas que él profetizaba. La pregunta es: ¿Cree usted en él?
Algunos han tratado de soslayar la fuerza de este texto diciendo que aquí la palabra
generación significa realmente raza, y que Jesús estaba diciendo simplemente que
la raza judía no moriría sino hasta que todas estas cosas se cumplieran. ¿Es cierto
eso? Yo lo desafío a usted: Saque su concordancia y mire cada una de las
ocasiones en que la palabra generación (en griego: genea) ocurre en el Nuevo
Testamento, y vea si en alguna de ellas la palabra significa "raza" en cualquier otro
contexto. He aquí todas las referencias en los evangelios: Mateo 1:17; 11:16; 12:39,
41, 42, 45; 16:4; 17:17; 23:36; 24:34; Marcos 8:12, 38; 9:19; 13:30; Lucas 1:48, 50;
7:31; 9:41; 11.29, 30, 31, 32, 50, 51; 16:8;17:25; 21:32. Ni una sola de estas
referencias habla de la totalidad de la raza judía durante miles de años; todas usan
la palabra en su sentido normal de la suma total de los que estaban vivos al mismo
tiempo. La palabra siempre se refiere a los contemporáneos. (En realidad, los que
dicen que significa "raza" tienden a reconocer este hecho, ¡pero explican que la
palabra cambia súbitamente de significado cuando Jesús la usa en Mateo 24!
Podemos sonreír ante un error tan transparente, pero también debemos recordar
que esto es muy serio. Estamos tratando con la palabra del Dios viviente).
Por consiguiente, la conclusión - antes de que comencemos siquiera a investigar el
pasaje en su totalidad - es que los sucesos profetizados en Mateo 24 ocurrieron
dentro de la vida de la generación que estaba viva en ese entonces. Fue a esta
generación a la que Jesús llamó "mala y perversa" (Mateo 12:39, 45; 16:4; 17:17);
fue esta "generación terminal" la que crucificó al Señor; y fue esta generación, dijo
Jesús, sobre la cual vendría el castigo por "toda la sangre justa derramada sobre la
tierra" (Mateo 23:35).
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TODAS ESTAS COSAS De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo
de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta (Mateo 23:36-
38).
La declaración de Jesús en Mateo 23 prepara el escenario para su enseñanza de
Mateo 24. Jesús habló claramente de un inminente juicio contra Israel por rechazar
la palabra de Dios, y por la apostasía final de rechazar al Hijo de Dios. Los
discípulos quedaron tan alterados por la profecía de condenación sobre la
generación actual y la "desolación" de la "casa" (el templo) que, cuando estuvieron
solos con él, no pudieron sino pedirle una explicación.
Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron los discípulos para mostrarle
los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os
digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Y estando él
sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo:
Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del
siglo? (Mateo 24:1-3).
Nuevamente, debemos tomar nota cuidadosa de que Jesús no estaba hablando de
algo que ocurriría miles de años más tarde, a algún templo futuro. Estaba
profetizando de "todas estas cosas", diciendo que "no quedará piedra sobre piedra".
Esto se ve aun más claro si consultamos los pasajes paralelos:
Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras,
y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: No quedará piedra sobre piedra, que
no sea derribada (Marcos 13:1-2).
Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y
ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no
quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida (Lucas 21:5-6).
La única interpretación de las palabras de Jesús, que él mismo permite, es que
estaba hablando de la destrucción del templo que entonces existía en Jerusalén, los
mismos edificios que los discípulos contemplaban en ese momento de la historia. El
templo del que Jesús hablaba fue destruido en la toma de Jerusalén por los
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ejércitos romanos en el año 70 d. C. Esta es la única interpretación posible de la
profecía de Jesús en este capítulo. La gran tribulación terminó con la destrucción
del templo en el año 70 d. C. Aun en el caso (improbable) de que se hubiese
construido otro templo en algún momento futuro, las palabras de Jesús en Mateo
24, Marcos 13 y Lucas 21 no tienen nada que decir acerca de él. Jesús estaba
hablando solamente del templo de aquella generación. No hay ninguna base bíblica
para afirmar que el pasaje signifique ningún otro templo. Jesús confirmó los temores
de los discípulos: el hermoso templo de Jerusalén sería destruido dentro de aquella
generación; su casa quedaría desierta.
Los discípulos entendieron la importancia y el significado de esto. Sabían que la
venida de Cristo en juicio para destruir el templo significaría la completa disolución
de Israel como la nación del pacto. Sería la señal de que Dios se había divorciado
de Israel, apartándose de en medio de él, quitándole el reino y dándoselo a otra
nación (Mateo 21:43). Señalaría el fin de aquella era y la llegada de una era
enteramente nueva en la historia del mundo - el nuevo orden mundial. Desde el
principio de la creación hasta 70 d. C., el mundo estuvo organizado alrededor de un
santuario central, una única casa de Dios. Ahora, en el orden del nuevo pacto, los
santuarios se establecen dondequiera que exista el culto verdadero, donde se
observen los sacramentos y se manifieste la presencia especial de Dios. Más
anteriormente en su ministerio, Jesús había dicho: "La hora viene cuando ni en este
monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre ... Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:21-
23). Ahora Jesús estaba dejando bien claro que la nueva era estaba a punto de ser
establecida permanentemente sobre las cenizas de la antigua. Los discípulos
preguntaron con urgencia: "¿Cuándo ocurrirán estas cosas y cuál señal habrá de tu
venida y del fin del siglo?"
Algunos han intentado leer esto como dos o tres preguntas enteramente separadas,
como si los discípulos hubiesen preguntado primero sobre la destrucción del
templo, y luego sobre las señales del fin del mundo. Esto difícilmente parece
creíble. El contexto inmediato (el reciente sermón de Jesús) tiene que ver con la
suerte de esta generación. Consternados, los discípulos habían señalado las
bellezas del templo, como para argumentar que un espectáculo tan magnífico no
debería ser arruinado; luego habían sido silenciados por la categórica declaración
de Jesús de que no quedaría piedra sobre piedra. No hay nada en absoluto que
indique que los discípulos cambiaron súbitamente de tema y preguntaron por el fin
del universo material. (La traducción "fin del mundo" en la versión King James)
conduce a error, porque el significado de la palabra inglesa world (mundo) ha
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cambiado en los últimos siglos. La palabra griega aquí no es cosmos [mundo], sino
aion, que significa eón o era). Los discípulos tenían una preocupación, y sus
preguntas giraban en torno a un solo punto difícil: el hecho de que su propia
generación sería testigo del fin de la era pre-cristiana y la llegada de la nueva era
prometida por los profetas. Todo lo que los discípulos querían saber era cuándo
ocurriría, y qué señales debían esperar, para estar plenamente preparados.
LAS SEÑALES DEL FIN
Jesús respondió dando a los discípulos, no una, sino siete señales del fin.
(Debemos recordar que "el fin" en este pasaje no es el fin del mundo, sino el fin de
aquella era, el fin del templo, el sistema de sacrificios, Israel como nación del pacto,
y los últimos restos de la era pre-cristiana). Es notable que hay una progresión en
esta lista: las señales parecen volverse más específicas y pronunciadas hasta que
llegamos al final, el inmediato precursor del fin. La lista comienza con ciertos
sucesos que ocurrirían meramente como "principio de dolores" (Mateo 24:8). Jesús
advirtió que, por sí mismos, estos sucesos no debían ser considerados señales de
un fin inminente; por esta razón, los discípulos debían estar en guardia para no ser
engañados sobre este punto (v. 4). Estos sucesos "iniciales", que marcaban el
período entre la resurrección de Cristo y la destrucción del templo en 70 d. C., eran
como sigue:
1. Falsos mesías. "Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo, y a muchos engañarán" (v. 5).
2. Guerras. "Y oiréis guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis,
porque es necesario que todo esto acontezca, peor aún no es el fin. Porque
se levantará nación contra nación, y reino contra reino" (vv. 6-7a).
3. Desastres naturales. "Y habrá pestes, hambres, y terremotos en diferentes
lugares. Y todo esto será principio de dolores" (vv. 7b-8).
Cualquiera de estos sucesos podría haber hecho pensar a los cristianos que el fin
ya estaba encima, de no ser porque Jesús les había advertido que tales sucesos
eran solamente tendencias generales que caracterizarían a la generación final, y no
precisamente señales del fin. Aunque todavía caracterizan al período como un todo,
las dos señales siguientes sí nos llevan a un punto cerca del fin de la época:
4. Persecución. "Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis
aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre" (v. 9).
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5. Apostasía. "Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y
unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y
engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de
muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (vv.
10-13).
Los dos últimos ítems de la lista son mucho más específicos que los anteriores.
Éstas serían las señales finales y definitivas del fin - una, el cumplimiento de un
proceso, y la otra un acontecimiento decisivo:
6. Evangelización mundial. "Y será predicado este evangelio del reino en todo
el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (v.
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A primera vista, esto parece increíble. ¿Podría el evangelio haber sido predicado al
mundo entero dentro de la generación en que se pronunciaron estas palabras? El
testimonio de la Escritura es claro. No sólo podía haber ocurrido, sino que en
realidad ocurrió. ¿Prueba? Algunos años antes de la destrucción de Jerusalén,
Pablo escribió a los cristianos de Colosas acerca de "... la palabra verdadera del
evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto
y crece también en vosotros" (Colosenses 1:5-6), y les exhortó a no apartarse "de la
esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación
que está debajo del cielo" (Colosenses 1:23). A la iglesia de Roma, Pablo le
anunció que "vuestra fe se divulga por todo el mundo" (Rom. 1:8), porque la voz de
los predicadores del evangelio "ha salido por toda la tierra, y hasta los fines de la
tierra sus palabras" (Romanos 10:18). De acuerdo con la infalible palabra de Dios,
el evangelio fue realmente predicado al mundo entero, mucho antes de que
Jerusalén fuese destruida en 70 d. C. Esta señal crucial del fin se cumplió, como
Jesús había dicho. Todo lo que faltaba era la séptima y última señal; y cuando este
suceso ocurriera, cualesquiera cristianos que quedasen en o cerca de Jerusalén
tenían instrucciones de escapar en seguida:
7. La abominación desoladora. "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la
abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),
entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la
azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo,
no vuelva atrás para tomar su capa" (vv. 15-18).
16
El texto del Antiguo Testamento al cual se refería Jesús está en Daniel 9:26-27, que
profetiza la llegada de ejércitos para destruir a Jerusalén y el templo: "El pueblo de
un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con
inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones, ... Con la
muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la
consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador". La palabra
hebrea correspondiente a abominación se usa en todo el Antiguo Testamento para
indicar ídolos y prácticas degradantes e idólatras, especialmente por parte de los
enemigos de Israel (por ejemplo, Deuteronomio 29:17; 1 Reyes 11:5, 7; 2 Reyes
23:13; 2 Crónicas 15:8; Isaías 66:3; Jeremías 4:1; 7:30; 13:27; 32:34; Ezequiel 5:11;
7:20; 11:18, 21; 20:7-8, 30). El significado tanto de Daniel como de Mateo queda
claro por la referencia paralela en Lucas. En vez de "abominación desoladora",
Lucas dice:
"Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su
destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los
que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que
están escritas" (Lucas 21:20-22).
Por consiguiente, la "abominación desoladora" habría de ser la invasión armada
de Jerusalén. Durante el período de las guerras judías, Jerusalén fue rodeada por
ejércitos paganos varias veces. Pero el evento específico descrito por Jesús como
la "abominación desoladora" parece ser la ocasión en que los edomitas (idumeos),
los enemigos de Israel de toda la vida, atacaron a Jerusalén. Varias veces en la
historia de Israel, mientras éste era atacado por enemigos paganos, los edomitas
habían irrumpido en la ciudad para saquearla y asolarla, aumentando así
grandemente las miserias de Israel (2 Crónicas 20:2; 28:17; Salmos 137:7; Ezequiel
35:5-15; Amós 1:9, 11; Abdías 10-16).
Los edomitas permanecieron fieles a su costumbre, y su patrón característico se
repitió durante la gran tribulación. Una noche en 68 d. C., los edomitas rodearon la
santa ciudad con 20,000 soldados. Según Josefo, mientras permanecían fuera del
muro, "estalló durante la noche una terrible tormenta, con la mayor violencia y
vientos muy fuertes, grandes aguaceros, continuos relámpagos y truenos, y
tremendas concusiones y rugidos de la tierra, que experimentaba un terremoto.
Estas cosas eran una indicación manifiesta de que algún tipo de destrucción estaba
ocurriendo a los hombres, para que el sistema del mundo estuviese sufriendo un tal
desorden; y cualquiera adivinaría que estas maravillas presagiaban algunas
17
grandes calamidades venideras". Esta era la última oportunidad para escapar de la
ciudad de Jerusalén, condenada a muerte.
Cualquiera que deseara huir tenía que hacerlo inmediatamente, sin demora. Los
edomitas irrumpieron en la ciudad y fueron directamente al templo, donde
masacraron a 8,500 personas degollándolas. Mientras el templo rebosaba de
sangre, los edomitas corrían como locos por toda la ciudad, saqueando casas y
asesinado a cualquier persona que encontraban, incluyendo al sumo sacerdote.
Según el historiador Josefo, este suceso marcó "el principio de la destrucción de la
ciudad... en este mismo día puede fecharse el derribamiento del muro y la ruina de
sus asuntos".
LA GRAN TRIBULACIÓN Más ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues,
que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo, porque habrá entonces
gran tribulación, cual no la habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la
habrá (Mateo 24:19-21).
El relato de Lucas da detalles adicionales:
Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que críen en aquellos días!, porque
habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de
espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada
por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan (Lucas 21:23-24).
Como señaló Jesús en Mateo, la gran tribulación debía tener lugar, no al final de la
historia, sino a la mitad, pues nada similar había ocurrido "desde el principio del
mundo hasta ahora, ni lo habrá". Así, pues, la profecía de la tribulación se refiere a
la destrucción del templo en aquella generación (70 d. C.) solamente. No puede
hacérsela encajar en ningún esquema de interpretación de "doble cumplimiento"; la
gran tribulación de 70 d. C. fue un suceso absolutamente singular, que jamás habría
de repetirse.
Josefo nos ha dejado un registro presencial de mucho del horror de aquellos años,
especialmente de los días finales de Jerusalén. Fue un tiempo en que "el día se
pasaba en medio del derramamiento de sangre, y la noche en medio del temor";
18
cuando era "común ver ciudades llenas de cadáveres"; cuando los judíos se
llenaron de pánico y comenzaron a matarse entre sí indiscriminadamente; cuando
los padres, con lágrimas en los ojos, masacraban a toda su familia, para evitar que
sufrieran un tratamiento peor a manos de los romanos; cuando, en medio de la
terrible hambruna, las madres mataban, asaban y comían sus propios hijos (ver
Deuteronomio 28:53); cuando la tierra entera "rebosaba de fuego y sangre"; cuando
los lagos y los mares se tornaban rojos, con cadáveres flotando por todas partes,
amontonándose en las orillas, hinchándose al sol, pudriéndose y reventándose;
cuando los soldados romanos capturaban a personas intentando escapar, y las
crucificaban - a razón de 500 personas en un solo día.
"¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros
hijos!", habían exclamado los apóstatas cuarenta años antes (Mateo 27:22-25); y
cuando todo hubo terminado, más de un millón de judíos habían sido muertos en el
sitio de Jerusalén; cerca de un millón más habían sido vendidos como esclavos en
todo el imperio, y la totalidad de Judea yacía en ruinas humeantes, virtualmente
despoblada. Los días de retribución habían llegado con intensidad horrenda y
despiadada. Al romper el pacto, la santa ciudad se había convertido en la ramera
babilónica; y ahora era un desierto, "habitación de demonios, guarida de todo
espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apocalipsis 18:2).
19
CAPÍTULO 2 LA VENIDA EN LAS NUBES
Hemos visto que el discurso de Cristo en el Monte de los Olivos, registrado en
Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21, trata del "fin" - no del fin del mundo, sino del fin
de Jerusalén y el templo; se refiere exclusivamente a los "últimos días" de la era del
pacto antiguo. Jesús hablaba claramente de sus propios contemporáneos cuando
dijo que "esta generación" vería "todas estas cosas". La "gran tribulación" tuvo lugar
durante el terrible período de sufrimiento, guerras, hambruna, y asesinatos en
masa, que llevaron a la destrucción del templo en 70 d. C. Sin embargo, lo que
parece presentar un problema para esta interpretación es lo que Jesús dijo a
continuación:
E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá,
y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de
los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el
cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles
con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde
un extremo del cielo hasta el otro (Mateo 24:29-31).
Jesús parece estar diciendo que la Segunda Venida ocurrirá inmediatamente
después de la tribulación. ¿Ocurrirá la Segunda Venida en 70 d. C.? ¿Nos la hemos
perdido? Primero, dejemos clara una cosa desde el comienzo: no hay manera
alguna de soslayar esa palabra inmediatamente. Significa inmediatamente.
Reconociendo que la tribulación tuvo lugar durante la generación que entonces
vivía, también tenemos que enfrentar la clara enseñanza de la Escritura de que
cualquiera sea lo que Jesús está hablando en estos versículos, ocurrió
inmediatamente después. En otras palabras, estos versículos describen lo que ha
de tener lugar al final de la tribulación - lo que forma su clímax.
Para entender el significado de las expresiones de Jesús en este pasaje,
necesitamos entender el Antiguo Testamento mucho más de lo que la mayoría de la
gente lo entiende en la actualidad. Jesús estaba hablando a un auditorio
íntimamente familiarizado con los más oscuros detalles de la literatura del Antiguo
Testamento. Habían oído leer y exponer el Antiguo Testamento incontables veces
durante sus vidas, y habían memorizado largos pasajes. Las imágenes y las formas
20
de expresión bíblicas habían formado su cultura, ambiente, y vocabulario desde su
más tierna infancia, y esto había sido así durante generaciones.
El hecho es que, cuando Jesús habló a sus discípulos sobre la caída de Jerusalén,
usó vocabulario profético. Había un 'lenguaje' de la profecía, reconocible
instantáneamente para los que estaban familiarizados con el Antiguo Testamento.
Al predecir Jesús el fin completo del sistema del pacto antiguo - que era, en cierto
sentido, el fin del mundo entero - habló de él como lo habría hecho cualquiera de
los profetas, en el conmovedor lenguaje del juicio del pacto. Consideraremos cada
elemento de la profecía, y veremos cómo su uso anterior por los profetas del
Antiguo Testamento determinaba su significado en el contexto del discurso de
Jesús sobre la caída de Jerusalén. Recordemos que nuestro modelo final de verdad
es la Biblia, y la Biblia solamente.
EL SOL, LA LUNA, Y LAS ESTRELLAS
Al final de la tribulación, dice Jesús, el universo se desplomaría: la luz del sol y de la
luna se extinguiría, las estrellas caerían, las potencias de los cielos serían
conmovidas. La base de este simbolismo se halla en Génesis 1:14-16, donde se
dice que el sol, la luna y las estrellas ("las potencias de los cielos") son "señales"
que "gobiernan" el mundo. Más adelante en la Escritura, estas luces celestiales se
usan para hablar de las autoridades y gobernadores terrenales; y cuando Dios
amenaza con venir contra ellos en juicio, se usa para describirlo la misma
terminología del universo que se desploma. Profetizando la caída de Babilonia a
manos de los medos en 539 a. C., Isaías escribió:
He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para
convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas
de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna
no dará su resplandor (Isaías 13:9-10).
Es muy significativo que Isaías profetizó más tarde la caída de Edom en términos
de una des-creación:
Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro;
y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la
higuera (Isaías 34:4).
21
El profeta Amós, contemporáneo de Isaías, predijo la destrucción de Samaria (722
a. C.) de una manera muy parecida:
"Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a
mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro" (Amós 8:9).
Otro ejemplo ocurre con el profeta Ezequiel, que predijo la destrucción de Egipto.
Dijo Dios por medio de Ezequiel:
"Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer las estrellas; el
sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer
todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice
Jehová el Señor" (Ezequiel 32:7-8).
Hay que subrayar que ninguno de estos sucesos tuvo lugar literalmente. No era el
propósito de Dios que nadie interpretara literalmente estas afirmaciones. Sin
embargo, poéticamente, todas estas cosas sí ocurrieron; por lo que concernía a
estas naciones impías, "las luces se apagaron". Esto es simplemente lenguaje
figurado, que no nos sorprendería en absoluto si estuviéramos más familiarizados
con la Biblia y apreciáramos su carácter literario.
Por consiguiente, lo que Jesús estaba diciendo, en terminología profética
inmediatamente reconocible por sus discípulos, es que la luz de Israel se
extinguiría; la nación del pacto dejaría de existir. Cuando la tribulación terminara, el
antiguo Israel desaparecería.
LA SEÑAL DEL HIJO DEL HOMBRE La mayoría de las traducciones modernas de Mateo 24:30 dice algo así: "Y
entonces aparecerá en el firmamento la señal del Hijo del Hombre ...". Esa es una
traducción errónea, basada, no en el texto griego, sino en las erradas suposiciones
del propio traductor sobre este pasaje (creyendo que habla de la Segunda Venida).
Una traducción del griego palabra por palabra dice en realidad:
Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo. ...
Como se puede ver, hay dos importantes diferencias en la traducción correcta.
Primera, la ubicación de la cual se habla es el cielo, no sólo el firmamento;
segunda, no es la señal lo que está en el cielo, sino el Hijo del Hombre el que está
22
en el cielo. El punto es simplemente que este gran juicio sobre Israel, la destrucción
de Jerusalén y el templo, sería la señal de que Cristo Jesús está entronizado en el
cielo a la derecha del Padre, señoreando sobre las naciones y trayendo retribución
sobre sus enemigos. El cataclismo divinamente ordenado de 70 d. C. reveló que
Cristo había quitado el reino a Israel y lo había dado a la iglesia; la desolación del
antiguo templo era la señal final de que Dios lo había abandonado y ahora moraba
en un nuevo templo, la iglesia. Todos estos eran aspectos de la primera venida de
Cristo, partes cruciales de la obra que vino a llevar a cabo por medio de su muerte,
resurrección, y ascensión al trono. Es por esto por lo que la Biblia habla del
derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia y la destrucción de Israel como de
un mismo suceso, porque estaban íntimamente conectados teológicamente. El
profeta Joel predijo al mismo tiempo tanto el día de Pentecostés como la
destrucción de Jerusalén:
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas
de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el
día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová
será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha
dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado (Joel 2:28-32).
Como veremos en un capítulo posterior, la inspirada interpretación de este texto por
Pedro en Hechos 2 determina el hecho de que Joel está hablando del período
desde el derramamiento inicial del Espíritu Santo hasta la destrucción de Jerusalén,
desde Pentecostés hasta el Holocausto. Para nosotros, es suficiente observar aquí
que en este pasaje se usa el mismo lenguaje de juicio. La interpretación barata
común de que las "columnas de humo" son hongos de explosiones nucleares es
una radical distorsión del texto, y una interpretación completamente errónea del
lenguaje profético de la Biblia. Tendría el mismo sentido decir que las columnas de
fuego y humo durante el éxodo eran el resultado de una explosión atómica.
LAS NUBES DEL CIELO
Apropiadamente, esto nos lleva al siguiente elemento de la profecía de Jesús sobre
la destrucción de Jerusalén: "y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran
23
gloria". Aquí la palabra tribus hace referencia principalmente a las tribus de la tierra
de Israel; y el "lamento" probablemente ocurre en dos sentidos. Primero, se
lamentarían de tristeza a causa de su sufrimiento y la pérdida de su tierra; segundo,
lamentarían finalmente en arrepentimiento por sus pecados, cuando se convirtiesen
de su apostasía (véase Romanos 11).
Pero, ¿cómo es que verían al Hijo del Hombre viniendo en las nubes? Este es un
símbolo importante del poder y la gloria de Dios, que se usa en toda la Biblia. Por
ejemplo, pensemos en la "columna de fuego y nube" por medio de la cual Dios
salvó a los Israelitas y destruyó a sus enemigos en la liberación de Egipto (véase
Éxodo 13:21-22; 14:19:31; 19:16-19). En realidad, durante todo el Antiguo
Testamento, Dios estaba viniendo "en las nubes", para salvar a su pueblo y destruir
a sus enemigos: "El que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas
del viento" (Salmos 104:3). Cuando Isaías profetizó el juicio de Dios sobre Egipto,
escribió: "He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y
los ídolos de Egipto temblarán delante de él" (Isaías 19:1). El profeta Nahúm habló
de manera similar de la destrucción de Nínive por Dios: "Jehová marcha en la
tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies" (Nahúm 1:3). La
expresión de que Dios "viene en las nubes del cielo" es un símbolo bíblico casi
común de su presencia, juicio, y salvación.
Sin embargo, mayor que esto es el hecho de que Jesús se está refiriendo a un
suceso específico conectado con la destrucción de Jerusalén y el fin del pacto
antiguo. Habló de ello nuevamente durante su juicio, cuando el sumo sacerdote le
preguntó si era el Cristo, y Jesús respondió:
Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y
viniendo en las nubes del cielo (Marcos 16:62; ver Mateo 26:64).
Obviamente, Jesús no se refería a un suceso miles de años en el futuro. Hablaba
de algo que sus contemporáneos - "esta generación" - verían durante sus vidas. La
Biblia nos dice exactamente cuándo vino Jesús en las nubes del cielo:
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que
le ocultó de sus ojos (Hechos 1:9).
Y el Señor, después de que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la
diestra de Dios (Marcos 16:19).
24
Fue este suceso, la ascensión a la diestra de Dios, lo que Daniel predijo:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía como un
hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante
de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y
lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino
uno que no será destruido (Daniel 7:13-14).
La destrucción de Jerusalén era la señal de que el Hijo del Hombre, el segundo
Adán, estaba en el cielo, señoreando sobre el mundo y disponiendo de él para sus
propios fines. A su ascensión, había venido en las nubes del cielo para recibir el
reino de manos de su Padre; la destrucción de Jerusalén era la revelación de este
hecho. Por consiguiente, en Mateo 24, Jesús no estaba profetizando que vendría
literalmente en las nubes en 70 d. C. (aunque era cierto figurativamente). Su
"venida en las nubes", en cumplimiento de Daniel 7, tuvo lugar en 30 d. C., al
principio de la "generación terminal". Pero en 70 d. C., las tribus de Israel verían la
destrucción de la nación como resultado de su ascensión al trono del cielo para
recibir el reino.
JUNTAR A LOS ESCOGIDOS
Finalmente, anunció Jesús, el resultado de la destrucción de Jerusalén sería que
Jesús enviaría a sus "ángeles" a juntar a los escogidos. ¿No es esto el rapto? No.
La palabra ángeles significa simplemente mensajeros (ver Santiago 2:25), sin
importar si su origen es celestial o terrena; es el contexto lo que determina si las
criaturas de las cuales se habla son celestiales. A menudo, la palabra significa
predicadores del evangelio (ver Mateo 11:10; Lucas 7:24; 9:52; Apocalipsis 1-3). En
contexto, hay todas las razones para suponer que Jesús está hablando del
evangelismo mundial y la conversión de las naciones que seguiría a la destrucción
de Israel.
<> El uso que Cristo hace de la palabra juntar es significativo en este respecto.
Literalmente, la palabra es un verbo que significa reunirse en sinagoga; el
significado es que, con la destrucción del templo y del sistema de pacto antiguo, el
Señor envía sus mensajeros para reunir en su sinagoga a su pueblo escogido. En
realidad, Jesús está citando a Moisés, que había prometido: "Aun cuando tus
desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te
25
recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará" (Deuteronomio 30:4). Ninguno de los
dos textos tiene nada que ver con el rapto; ambos tienen que ver con la
restauración y el establecimiento de la casa de Dios, la congregación organizada de
su pueblo del pacto. Esto queda señalado aún más cuando recordamos lo que
Jesús había dicho justo antes de este discurso:
<>
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son
enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus
polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada
desierta (Mateo 23:37-38).
Porque Jerusalén apostató y rehusó reunirse en sinagoga bajo la soberanía de
Cristo, su templo sería destruido, y se formaría una nueva sinagoga y un nuevo
templo: la iglesia. Por supuesto, el nuevo templo fue creado el día de Pentecostés,
cuando el Espíritu vino a morar en la iglesia. Pero el hecho de la existencia del
nuevo templo sólo sería obvio cuando el andamiaje del antiguo templo y el sistema
del pacto antiguo fuesen quitados. Las congregaciones cristianas comenzaron
inmediatamente a llamarse "sinagogas" (esa es la palabra usada en Santiago 2:2),
mientras que las reuniones judías eran llamadas "sinagogas de Satanás"
(Apocalipsis 2:9; 3:9). Pero vivían esperando el día del juicio sobre Jerusalén y el
templo antiguo, cuando la iglesia fuera revelada como el templo verdadero y la
verdadera sinagoga de Dios. Puesto que el sistema del pacto antiguo era "viejo" y
estaba "próximo a desaparecer" (Hebreos 8:13), el escritor de Hebreos les instaba
tener esperanza, "no dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca"
(Hebreos 10:25; ver 2 Tesalonicenses 2:1-2).
La promesa del Antiguo Testamento de que Dios "reuniría en sinagoga" a su pueblo
experimenta un cambio muy importante en el Nuevo Testamento. En vez de la
forma simple de la palabra, el término usado por Jesús tiene como prefijo la
preposición epi. Esta es una expresión favorita en el nuevo pacto, que intensifica
la palabra original. Por consiguiente, lo que Jesús está diciendo es que la
destrucción del templo en 70 d. C. le revelaría a Él como viniendo en las nubes para
recibir su reino; y mostraría a su iglesia ante el mundo como la plena, la verdadera,
la super-sinagoga.
26
CAPÍTULO 3 LA VENIDA DEL ANTICRISTO
Según las palabras de Jesús en Mateo 24, una de las crecientes características de
la era que precedería al derrumbe de Israel sería la apostasía dentro de la iglesia
cristiana. Esto se mencionó antes, pero un estudio más concentrado en este punto
arrojará mucha luz sobre cierto número de temas relacionados en el Nuevo
Testamento - temas que a menudo han sido malentendidos.
Por regla general, pensamos en el período apostólico como un tiempo de
evangelismo y crecimiento de la iglesia tremendamente explosivos, una "edad de
oro", en que ocurrían milagros asombrosos todos los días. Esta imagen común es
esencialmente correcta, pero es defectuoso a causa de una flagrante omisión.
Tendemos a descuidar el hecho de que la iglesia primitiva fue escenario del más
dramático brote de herejías en la historia mundial.
LA GRAN APOSTASÍA
La iglesia comenzó a ser infiltrada por herejías bien temprano en su desarrollo.
Hechos 15 registra la reunión del primer concilio de iglesia, que fue convocado para
producir una decisión autorizada sobre el tema de la justificación por la fe (algunos
maestros habían estado abogando por la falsa doctrina de que se debían guardar
las leyes ceremoniales del Antiguo Testamento para ser justificado). Sin embargo,
el problema no desapareció; años más tarde, e apóstol Pablo tuvo que lidiar con él
otra vez, en su carta a las iglesias de Galacia. Como les dijo Pablo, esta aberración
doctrinal no era poca cosa, sino que afectaba su misma salvación: era un
"evangelio diferente", una completa distorsión de la verdad, y equivalía a repudiar a
Jesucristo mismo. Usando algunos de los términos más severos de su carrera,
Pablo pronunció condena contra los "falsos hermanos" que enseñaban la herejía
(véase Gálatas 1:6-9; 2:5, 11-21; 3:1-3; 5:1-12).
Pablo también previó que la herejía infectaría a las iglesias de Asia Menor.
Convocando a los ancianos de Éfeso, les exhortó a "estar en guardia por ustedes
mismos y por toda la grey" porque "yo sé que, después de mi partida, vendrán lobos
rapaces que no perdonarán al rebaño; y se levantarán de entre ustedes mismos,
hablando perversidades, para atraer tras de sí a los discípulos" (Hechos 20:28-30).
Tal como Pablo lo predijo, la falsa doctrina se convirtió en un punto de disputa de
27
enormes proporciones en estas iglesias. Para cuando se escribió el libro de
Apocalipsis, algunas de ellas habían sido casi completamente arruinadas por el
avance de enseñanzas heréticas y la apostasía resultante (Apocalipsis 2:2, 6, 14-
16, 20-24; 3:1-4, 15-18).
Pero el problema de la herejía no se limitaba a ninguna área geográfica ni cultural.
Estaba extendida, y se convirtió más y más en tema de consejos apostólicos y
descuidos pastorales a medida que pasaba el tiempo. Algunos herejes enseñaban
que la resurrección final ya había tenido lugar (2 Timoteo 2:18), mientras que otros
afirmaban que la resurrección era imposible (1 Corintios 15:12); algunos enseñaban
extrañas doctrinas de ascetismo y culto a los ángeles (Colosenses 2:8, 18-23; 1
Timoteo 4:1-3); otros abogaban por toda clase de inmoralidades y rebeliones en
nombre de la "libertad" (2 Pedro 2:1-3, 10-22; Judas 4, 8, 10-13, 16). Una y otra
vez, los apóstoles se encontraron haciendo severas advertencias para que no se
tolerasen falsos maestros y "falsos apóstoles" (Romanos 16:17-18; 2 Corintios 11:3-
4, 12-15; Filipenses 3:18-19; 1 Timoteo 1:3-7; 2 Timoteo 4:2-5), pues éstos habían
sido la causa de separaciones en masa de la fe, y la extensión de la apostasía
aumentaba a medida que el tiempo pasaba (1 Timoteo 1:19-20; 6:20-21; 2 Timoteo
2:16-18; 3:1-9, 13; 4:10, 14-16). Una de las últimas cartas del Nuevo Testamento, el
libro de Hebreos, se escribió a una comunidad cristiana entera cuando sus
miembros estaban a punto de abandonar el cristianismo en masa. La iglesia
cristiana de la primera generación no sólo se caracterizaba por la fe y los milagros;
también se caracterizaba por la creciente ilegalidad, rebelión, y herejía desde dentro
de la propia comunidad cristiana - tal como Jesús lo había predicho en Mateo 24.
EL ANTICRISTO
Los cristianos tenían un nombre específico para esta apostasía. La llamaban
Arttic/must. Muchos escritores populares han especulado sobre este término, y por
lo general, han desestimado su uso en la Escritura. En primer lugar, considérese un
hecho que sin duda sorprenderá a algunas personas: la palabra "anticristo" jamás
ocurre en el libro de Apocalipsis. Ni una sola vez. Pero el término es usado de modo
rutinario por los maestros cristianos como sinónimo de "la bestia" de Apocalipsis 13.
Obviamente, no hay duda de que la bestia es enemiga de Cristo, y por esto, es
"anti" Cristo en ese sentido; sin embargo, lo que quiero subrayar es que el término
anticristo se usa en un sentido muy específico, y esencialmente no está relacionado
con la figura conocida como "la bestia" y el número "666".
28
Un error adicional enseña que "el anticristo" es un individuo específico; relacionada
con esto está la idea de que "él" es alguien que aparecerá hacia el fin del mundo.
Como la primera, ambas ideas son contradichas por el Nuevo Testamento.
En realidad, las únicas ocasiones en que ocurre el término anticristo son los
siguientes versículos de las cartas del apóstol Juan.
Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así
ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase
que no todos son de nosotros. ... ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que
Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel
que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al
Padre. ... Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:18-19, 22-23, 26).
Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de
Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y
todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y
este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora
ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque
mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del
mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el
que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos
el espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:1-6).
Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que
Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que
recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí
tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no tiene esta doctrina, no lo
recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido!
participa de sus malas obras (2 Juan 7-11).
Los textos citados arriba comprenden todos los pasajes bíblicos que mencionan la
palabra anticristo, y de ellos podemos extraer varias conclusiones importantes:
29
Primera, los cristianos ya habían sido advertidos de la venida del anticristo (1
Juan 2:18; 4:3).
Segunda, no había sólo uno, sino "muchos anticristos" (1 Juan 2:18). Por
consiguiente, el término anticristo no puede ser simplemente la designación de un
solo individuo.
Tercera, el anticristo ya estaba en operación, como escribió Juan: "Así ahora han
surgido muchos anticristos" (1 Juan 2:18); "Os he escrito esto sobre los que os
engañan" (1 Juan 2:26); "vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo (1 Juan 4:3); muchos engañadores han salido por el mundo. ... Éste es el
engañador y el anticristo" (2 Juan 7). Obviamente, si el anticristo ya estaba
presente en el siglo primero, no era ninguna figura que surgiría al fin del mundo.
Cuarta, el anticristo era un sistema de incredulidad, particularmente la herejía de
negar la persona y la obra de Jesucristo. Aunque, aparentemente, los anticristos
afirmaban pertenecer al Padre, enseñaban que Jesús no era el Cristo (1 Juan 2:22);
junto con los falsos profetas (1 Juan 4:1), negaban la encarnación (1 Juan 4:3; 2
Juan 7, 9), y rechazaban la doctrina apostólica (1 Juan 4:6).
Quinta, los anticristos habían sido miembros de la iglesia cristiana, pero habían
abandonado la fe (1 Juan 2:19). Ahora estos apóstatas estaban tratando de
engañar a otros cristianos para inclinar a la iglesia en general en dirección contraria
a Jesucristo (1 Juan 2:26; 4:1; 2 Juan 7, 10).
Juntando todo esto, podemos ver que el anticristo es una descripción tanto de un
sistema de apostasía como de apóstatas individuales. En otras palabras, el
anticristo era el cumplimiento de la profecía de Jesús de que vendría un tiempo de
gran apostasía, cuando "muchos tropezarían entonces, y se entregarían unos a
otros, y unos a otros se aborrecerían. Y muchos falsos profetas se levantarían, y
engañarían a muchos" (Mateo 24:10-12). Como dijo Juan, los cristianos habían sido
advertidos de la venida del anticristo; y efectivamente, habían surgido "muchos
anticristos". Durante un tiempo, habían creído al evangelio; más tarde, habían
abandonado la fe, e iban por allí tratando de engañar a otros, bien iniciando nuevas
sectas o, más probablemente, tratando de atraer a los cristianos hacia el judaísmo -
la falsa religión que aseguraba adorar al Padre mientras negaba al Hijo. Cuando la
doctrina del anticristo se entiende, encaja perfectamente en lo que nos dice el resto
del Nuevo Testamento sobre la época de la "generación terminal".
30
Uno de los anticristos que afligía a la iglesia primitiva era Cerinto, jefe de una secta
judaica del siglo primero. Considerado por los Padres de la Iglesia como "el
archihereje", e identificado como uno de los "falsos apóstoles" que se oponían a
Pablo, Cerinto era un judío que ingresó a la iglesia y comenzó a alejar a los
cristianos de la fe ortodoxa. Enseñaba que una deidad menor, no el Dios verdadero,
había creado el mundo (sosteniendo, como los gnósticos, que Dios era demasiado
"espiritual" para ocuparse de la realidad material). Lógicamente, esto significaba
una negación de la encarnación, pues Dios no asumiría un cuerpo físico y una
personalidad realmente humana. Y Cerinto era consistente: declaraba que Jesús
había sido simplemente un hombre ordinario, no nacido de una virgen; que "el
Cristo" (un espíritu celestial) había descendido sobre el hombre Jesús en el
bautismo (permitiéndole hacer milagros), pero luego le había abandonado
nuevamente en la crucifixión. También, Cerinto defendía una doctrina de
justificación por las obras - en particular, la absoluta necesidad de observar las
ordenanzas ceremoniales del pacto antiguo para ser salvo.
Además, Cerinto fue aparentemente el primero en enseñar que la segunda venida
introduciría un reinado literal de Cristo en Jerusalén durante mil años. Aunque esto
contrario a la enseñanza apostólica del reino, Cerinto afirmaba que un ángel le
había revelado esta doctrina (de una manera muy parecida a lo que ocurrió con
Joseph Smith, un anticristo del siglo diecinueve, que más tarde afirmaría que había
recibido una revelación angélica).
Los verdaderos apóstoles se opusieron severamente a la herejía de Cerinto. Pablo
amonestó a las iglesias: "Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os enseñare un
evangelio contrario al que os he predicado, sea anatema" (Gálatas 1:8), y continuó
refutando en la misma carta las herejías legalistas que sostenía Cerinto. Según la
tradición, Juan escribió su evangelio y sus cartas teniendo en mente especialmente
a Cerinto. (También se nos dice que, al entrar Juan en el baño público, alcanzó a
ver al anticristo delante de él. El apóstol inmediatamente dio la vuelta y salió
corriendo, mientras exclamaba: "¡Huyamos, no sea que el edificio nos caiga encima,
pues Cerinto, el enemigo de la verdad, está dentro!").
Regresando a las afirmaciones de Juan sobre el espíritu del anticristo, debemos
notar que Juan subraya un punto adicional, muy significativo: como predijo Jesús en
Mateo 24, la venida del anticristo es una señal del "fin". "Hijitos, ya es el último
tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido
muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo" (1 Juan 2:18).
La conexión que la gente hace a menudo entre el anticristo y "los últimos días" es
31
bastante correcta; pero lo que a menudo se pasa por alto es el hecho de que la
expresión los últimos días, y términos similares, se usan en la Biblia para referirse,
no al fin del mundo físico, sino a los últimos días de la nación de Israel, los "últimos
días" que terminaron con la destrucción del templo en 70 d. C. Esto también será
una sorpresa para muchos; pero debemos aceptar la enseñanza de la Escritura.
Los autores del Nuevo Testamento incuestionablemente usaron lenguaje del "fin del
tiempo" cuando hablaban del período en que estaban viviendo, antes de la caída de
Jerusalén. Como hemos visto, el apóstol Juan dijo dos cosas sobre este punto:
primera, que el anticristo ya había venido; y segunda, que la presencia del
anticristo era prueba de que él y sus lectores estaban viviendo en "el último
tiempo". En una de sus primeras cartas, Pablo había tenido que corregir una
impresión errónea relativa al juicio venidero sobre Israel. Falsos maestros habían
estado asustando a los creyentes diciéndoles que el día del juicio ya estaba sobre
ellos. Pablo les recordó a los cristianos lo que antes les había explicado:
Que nadie os engañe, porque no vendrá sin que antes venga la apostasía. ... (2
Tesalonicenses 2:3).
Sin embargo, para el fin de la era, mientras Juan escribía sus cartas, la gran
apostasía - el espíritu del anticristo, que el Señor había predicho - era una realidad.
Judas, que escribió uno de los últimos libros del Nuevo Testamento, no nos deja
dudas sobre este punto. Condenando enérgicamente a los herejes que habían
invadido la iglesia y estaban tratando de alejar a los cristianos de la fe ortodoxa
(Judas 1-16), Judas recuerda a sus lectores que ellos habían sido advertidos de
esto mismo:
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por
los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo
habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que
causan divisiones; los sensuales, que no tienen el Espíritu (Judas 17-19).
Judas claramente considera las advertencias sobre los "burladores" como que se
refieren a los herejes de sus propios días - en el sentido de que sus propios días
eran el período del "último tiempo". Como Juan, sabía que la rápida multiplicación
de estos falsos hermanos era una señal del fin. El anticristo había llegado, y ahora
era el último tiempo.
32
CAPÍTULO 4 LOS ÚLTIMOS DÍAS
Como comenzamos a ver en el capítulo anterior, el período que en la Biblia se llama
"los últimos días" ("los últimos tiempos" o "el último tiempo") es el período entre el
nacimiento de Cristo y la destrucción de Jerusalén. La iglesia primitiva estaba
viviendo en el fin de la era antigua y el comienzo de la nueva. Este período entero
debe ser considerado como el tiempo del primer advenimiento de Cristo. Tanto en
el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la prometida destrucción de Jerusalén se
considera un aspecto de la obra de Cristo, conectado íntimamente con su obra de
redención. Su vida, muerte, resurrección, y ascensión, el derramamiento del
Espíritu, y el juicio de Jerusalén son todos parte de su obra de introducir su reino y
crear su nuevo templo (véase, por ejemplo, cómo conecta Daniel 9:24-27 la
expiación con la destrucción del templo).
Consideremos cómo usa la misma Biblia estas expresiones acerca del fin de la era.
En 1 Timoteo 4:1-3, Pablo advertía:
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán
de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la
hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán
casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que, con acción
de gracias, participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.
¿Estaba Pablo hablando de unos "últimos tiempos" que ocurrirían miles de años
más tarde? ¿Por qué advertiría a Timoteo de sucesos que Timoteo, y sus
tataranietos, y cincuenta o más generaciones de descendientes, nunca vivirían para
ver? En realidad, Pablo le dice a Timoteo: "Si enseñas esto a los hermanos, serás
buen ministro de Jesucristo" (1 Timoteo 4:6).
Los miembros de la generación de Timoteo necesitaban saber qué ocurriría en "los
últimos días", pues ellos serían afectados personalmente por esos sucesos. En
particular, necesitaban tener la certeza de que la apostasía venidera era parte del
patrón general de eventos que conducirían al fin del antiguo orden y el pleno
establecimiento del reino de Cristo. Como podemos ver en pasajes como
Colosenses 2:18-23, las "doctrinas de demonios" sobre las cuales Pablo advertía
eran comunes durante el siglo primero. Los "últimos tiempos" ya estaban
ocurriendo. Esto es bastante claro en la afirmación posterior de Pablo a Timoteo:
33
También debes saber esto: que en los postreros tiempos vendrán tiempos
peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,
soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto
natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo
bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de
Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos
evita. Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las
mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Éstas
siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y
de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten
a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2
Timoteo 3:1-8).
Las mismas cosas que Pablo dijo que ocurrirían en "los últimos días" estaban
ocurriendo en el momento en que él escribía, y él simplemente estaba advirtiendo a
Timoteo lo que podía esperar a medida que la era se aproximara a su clímax. El
anticristo estaba comenzando a levantar su cabeza.
Otros escritores del Nuevo Testamento compartían este punto de vista con Pablo.
La carta a los Hebreos comienza diciendo que Dios "en estos últimos días nos ha
hablado por el Hijo" (Hebreos 1:2); luego, el escritor muestra que "ahora, en la
consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí
mismo para quitar de en medio el pecado" (Hebreos 9:26). Pedro escribió que
Cristo "ya estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero fue
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual
creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios" (1 Pedro 1:20-21). El testimonio apostólico es
inconfundiblemente claro: cuando Cristo vino, los "últimos días" llegaron con él.
Cristo vino a introducir la nueva era del reino de Dios. La era antigua estaba
desapareciendo, y sería abolida completamente cuando Dios destruyera el templo.
DESDE PENTECOSTÉS HASTA EL HOLOCAUSTO
El día de Pentecostés, cuando el Espíritu había sido derramado y la comunidad
cristiana había hablado en lenguas extrañas, Pedro declaró la interpretación bíblica
de los sucesos:
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas
34
profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños;
y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi
Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la
tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en
sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquél que
invocare el nombre del Señor será salvo (Hechos 2:16-21).
Ya hemos visto cómo la frase "la luna, el fuego y el vapor de humo" y las señales en
el sol y la luna se cumplieron en la destrucción de Jerusalén. Lo que es crucial notar
en este punto es la precisa afirmación de Pedro de que los últimos días habían
llegado. Contrariamente a algunas exposiciones modernas de este texto, Pedro no
dijo que los milagros de Pentecostés eran como los había profetizado Joel, ni que
eran una especie de "proto-cumplimiento" de la profecía de Joel; Pedro dijo que
éste era el cumplimiento: "Esto es lo dicho por el profeta Joel". Los últimos días
estaban aquí: el Espíritu había sido derramado, el pueblo de Dios estaba
profetizando y hablando en lenguas, y Jerusalén sería destruida con fuego. Las
antiguas profecías se estaban desarrollando, y no pasaría esta generación antes de
que todas "estas cosas" se cumplieran. Por consiguiente, Pedro instó a sus
oyentes: "Sed salvos de esta perversa generación" (Hechos 2:40).
En relación con esto, debemos notar la importancia escatológica del don de
lenguas. En 1 Corintios 14:21-22, Pablo mostró que el milagro de las lenguas era el
cumplimiento de la profecía de Isaías contra el Israel rebelde. Puesto que el pueblo
del pacto estaba rechazando su clara revelación, Dios advirtió que sus profetas le
hablarían en lenguas extrañas con el expreso propósito de que esto fuese testigo
definitivo para el Israel incrédulo durante los últimos días que precederían a su
juicio:
Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo ...
hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos.
Por tanto, varones burladores que gobernáis a este pueblo que está en Jerusalén,
oíd la palabra de Jehová: Por cuanto habéis dicho: Pacto tenemos hecho con la
muerte, e hicimos convenio con el Seol; cuando pase el turbión del azote, no llegará
a nosotros, porque hemos puesto nuestro refugio en la mentira; y en la falsedad nos
esconderemos; por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en
Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento
estable; el que creyere, no se apresure. Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la
justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo. Y
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será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será
firme; cuando pase el turbión del azote, seréis de él pisoteados. Luego que
comience a pasar, él os arrebatará; porque de mañana en mañana pasará, de día y
de noche; y será ciertamente espanto el entender lo oído (Isaías 28:11-19).
El milagro de Pentecostés fue un mensaje contundente para Israel. Los judíos
sabían lo que significaba. Era la señal de Dios de que la Piedra Angular había
venido, y que Israel le había rechazado para su propia condenación (Mateo 21:42-
44; 1 Pedro 2:6-8). Era la señal de juicio y reprobación, la señal de que los
apóstatas de Jerusalén estaban a punto de "caer de espaldas, ser quebrantados,
enlazados y presos". Los últimos días de Israel habían llegado: la era antigua había
llegado a su fin, y Jerusalén sería barrida en una nueva inundación, para hacer
lugar para la nueva creación de Dios. Como dijo Pablo, el don de lenguas era "una
señal, no para los creyentes, sino para los incrédulos" (1 Corintios 14:22) - una
señal para los judíos incrédulos de la condenación que se acercaba a ellos.
La iglesia primitiva esperaba la venida de la nueva era. Sabía que, con el fin visible
del sistema del pacto antiguo, la iglesia sería revelada como el templo nuevo y
verdadero; y la obra que Cristo había venido a llevar a cabo sería ejecutada. Este
era un aspecto importante de la redención, y la primera generación de cristianos
esperaba este evento durante su vida. Durante este período de espera y severas
pruebas, el apóstol Pedro les aseguró que estaban "protegidos por el poder de Dios
por medio de la fe para una salvación lista para ser revelada en el último tiempo" (1
Pedro 1:5). Estaban en al umbral mismo del nuevo mundo.
ESPERANDO EL FIN Los apóstoles y los cristianos de la primera generación sabían que estaban viviendo
en los últimos días de la era del pacto antiguo. Esperaban ansiosamente su
consumación y la plena introducción de su nueva era. Al progresar la nueva era y
aumentar e intensificarse las "señales del fin", la iglesia podía ver que el día del
juicio se aproximaba velozmente, se veía una crisis en el futuro cercano, cuando
Cristo les libraría "de este presente siglo malo" (Gálatas 1:4). Las declaraciones de
los apóstoles están llenas de esta actitud expectante, la certeza de que este
trascendental acontecimiento estaba a las puertas. La espada de la ira de Dios
estaba suspendida sobre Jerusalén, lista para caer en cualquier momento. Pero los
cristianos no debían temer, porque la ira venidera no estaba dirigida a ellos, sino a
los enemigos del evangelio. Pablo instaba a los tesalonicenses a "esperar de los
36
cielos a su Hijo, el cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira
venidera" (1 Tesalonicenses 1:10). Haciéndose eco de las palabras de Jesús en
Mateo 23-24, Pablo subrayó que el juicio inminente sería derramado sobre "los
judíos, que mataron al Señor Jesús y sus propios profetas, y a nosotros nos
expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidiéndonos
hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida
de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo" (1 Tesalonicenses
2:14-16). Los cristianos habían sido advertidos y, por lo tanto, estaban preparados,
pero el Israel incrédulo sería sorprendido:
Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de
que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor
vendrá como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces
vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no
escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os
sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no
somos de la noche ni de las tinieblas. ... Porque no nos ha puesto Dios para ira,
sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (1
Tesalonicenses 5:1-5, 9).
Pablo amplió esto en su segunda carta a la misma iglesia:
Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a
vosotros que sois atribulados, daros reposo en nosotros, cuando se manifieste el
Señor Jesucristo desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego,
para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de
la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para
ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto
nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros) (2 Tesalonicenses 1:6-10).
Claramente, Pablo no está hablando de la venida final de Cristo al fin del mundo,
porque las venideras "tribulación" y "retribución" estaban dirigidas específicamente
a los que perseguían a los cristianos tesalonicenses de la primera generación. El
venidero día del juicio no era algo que ocurriría miles de años más tarde. Estaba
cerca - tan cerca, que podían verlo venir. La mayor parte de las "señales del fin" ya
existían, y los inspirados apóstoles instaban a la iglesia a esperar el fin en cualquier
momento. Pablo urgió a los cristianos de Roma a perseverar en el buen vivir,
"conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está
37
más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está
avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y
vistámonos las armas de la luz" (Romanos 13:11-12). Obviamente, todavía hay
mucha impiedad en el mundo hoy día. Pero el cristianismo ha estado ganando
batallas gradual y persistentemente desde los días de la iglesia cristiana; y mientras
los cristianos continúan combatiendo al enemigo, llegará el momento en que los
santos posean el reino (Daniel 7:22, 27).
Por eso Pablo podía consolar a los creyentes asegurándoles que "el Señor está a
las puertas" (Filipenses 4:5). En realidad, la contraseña de la iglesia primitiva (1
Corintios 15:22) era "¡Maranata! ¡El Señor viene!". Esperando la venidera
destrucción de Jerusalén, el escritor de Hebreos advirtió a los que sentían tentados
a "replegarse" al judaísmo apóstata que la apostasía sólo les traería "una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios"
(Hebreos 10:27).
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y
otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios
vivo! ... Porque os necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de
Dios, obtengáis la promesa: Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y
no tardará. Mas el justo vivirá por la fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros nos somos de los que retroceden para perdición, sino de los que
tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:30-31; 36-39).
Los otros autores del Nuevo Testamento escribieron en términos similares.
Después de que Santiago advirtió a los incrédulos ricos que oprimían a los
cristianos acerca de las miserias que estaban a punto de descender sobre ellos,
acusándoles de haber "acumulado tesoros para los días postreros" (Santiago 5:1-
6), animó a los cristianos sufrientes:
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el
labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que
reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad
vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis
unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de
la puerta (Santiago 5:7-9).
38
También el apóstol Pedro advirtió a la iglesia que "el fin de todas las cosas se
acerca" (1 Pedro 4:7), y les animó a vivir en la diaria expectación del juicio que
habría de venir en su generación:
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, si alguna
cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis
con gran alegría. ... Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios;
y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen
al evangelio de Dios? (1 Pedro 4:12-13; 17).
Los primeros cristianos tuvieron que soportar tanto severas persecuciones a manos
del Israel apóstata como traiciones de los anticristos en su propio medio, que
trataban de llevar a la iglesia hacia la secta judaica. Pero este tiempo de fuerte
tribulación y sufrimiento trabajaba a favor de la bendición y la santificación de los
propios cristianos (Romanos 8:28-39); y mientras tanto, la ira de Dios contra los
perseguidores estaba aumentando. Finalmente, vino el fin, y se desató la ira de
Dios. Los que habían acarreado tribulación sobre la iglesia fueron lanzados a la
mayor tribulación de todos los tiempos. El mayor enemigo de la iglesia fue
destruido, y nunca más representaría una amenaza para su victoria final.
39
CAPÍTULO 5 LA VENIDA DEL NUEVO PACTO
Hemos visto en los capítulos precedentes cómo el mensaje de la cercana
desolación de Jerusalén ocupa un lugar central en los temas del Nuevo
Testamento. El libro de Apocalipsis no es ninguna excepción a esto. En el primer
versículo, dice específicamente que trata, no del futuro distante y el fin del mundo,
sino más bien de "las cosas que deben tener lugar pronto". En el tercer versículo,
se les advierte a sus lectores que "el tiempo está cerca" para que se cumpliesen
sus profecías. Ambas afirmaciones se repiten al final del libro (véase Apocalipsis
22:6, 10). Y, claramente, aunque en forma simbólica, sus profecías están dirigidas
contra "la gran ciudad ... donde el Señor fue crucificado" (Apocalipsis 11:8; véas4e
14:8; 16:19; 17:18). Como el resto del Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis
sigue el ejemplo de Cristo al predecir la destrucción de Jerusalén en 70 d. C.
Como he explicado en detalle en mi comentario, Días de Retribución, Juan
escribió Apocalipsis en la forma bíblica estándar de "demanda de pacto" presentada
por los profetas hebreos ("los abogados de Dios para la acusación") contra la
desobediente nación de Israel. Por medio de una miríada de símbolos adaptados de
las profecías del Antiguo Testamento, Juan estableció dos puntos principales:
primero, Israel había quebrantado irrevocablemente su pacto con el Señor;
segundo, por medio de su encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión,
Jesucristo había introducido un pacto nuevo y final, infaliblemente garantizado por
su victoria sobre el pecado y la muerte.
La imagen que sirve como fundamento para esto en el libro de Apocalipsis aparece
en la primera visión del tribunal en el cielo (capítulos 4 y 5). Juan vio al Señor
sentado en el trono y sosteniendo un libro "sellado con siete sellos" (indicando a su
auditorio que era una especie de testamento) y "escrito por el frente y por detrás".
Cualquier lector cristiano del siglo primero habría entendido inmediatamente el
significado de esto, porque está basado en la descripción de los Diez
Mandamientos. Las dos tablas del testimonio (que eran copias duplicadas de la ley)
estaban inscritas tanto por el frente como por detrás (Éxodo 32:15).
Una analogía de esto se encuentra en los tratados de señorío feudal del antiguo
Cercano Oriente: un rey victorioso (el señor feudal) impondría un tratado/pacto
sobre el rey derrotado (el vasallo) y sobre todos los que estaban bajo la autoridad
40
del vasallo. Se preparaban dos copias del tratado (como en los modernos
contratos), y cada una de las partes ponía su copia del contrato en la casa de su
dios, como documento legal que testificaba de la transacción. Por supuesto, en el
caso de Israel, el Señor era tanto señor feudal como Dios; así que ambas copias del
pacto fueron puestas en el tabernáculo (Éxodo 25:16, 21; 40:20; Deuteronomio
10:2).
Así, pues, la idea del pacto ocupa un lugar central en el mensaje de Apocalipsis.
Desde el comienzo, la profecía de Juan es presentada como parte del canon de la
Sagrada Escritura, escrita principalmente para ser leída en la liturgia (1:3). Se usan
las imágenes del tabernáculo en la doxología de apertura (1:4-5), y se declara que
la iglesia está constituida como el nuevo reino de sacerdotes, como Israel lo había
sido en Sinaí (1:6). El tema del libro, declarado en 1:7, es la venida de Cristo en la
nube de gloria; luego, casi inmediatamente, Juan usa tres palabras que casi
siempre ocurren durante toda la Biblia en relación con la actividad de hacer un
pacto: Espíritu, Día, y Voz (1:10). La siguiente visión de Cristo como el glorioso
Sumo Sacerdote (1:12-20) combina muchas imágenes del Antiguo Testamento - la
nube, el día del Señor, el ángel del Señor, el Creador y Soberano del universo, el
Hijo del hombre/Segundo Adán, el conquistador de las naciones, el poseedor de la
iglesia - todas las cuales tienen que ver con las profecías de la venida del nuevo
pacto. La visión es seguida por el mensaje del propio Cristo a las iglesias, en el
estilo de un recuento de la historia del pacto (capítulos 2-3). Luego, en el capítulo 4,
Juan ve el trono, sostenido por querubines y rodeado por el real sacerdocio, todos
cantando las alabanzas de Dios con el acompañamiento de relámpagos y voces y
truenos como los del Sinaí. No debe sorprendernos encontrarnos con que este
magnífico despliegue de imágenes relativas a hacer un pacto culmina en la visión
de un documento de testamento/tratado, escrito tanto por el frente como por detrás,
en la mano de Aquél que se sienta en el trono. El libro es nada menos que el
testamento del Cristo resucitado y ascendido: el nuevo pacto.
Pero la venida del nuevo pacto implica la obsolescencia del pacto antiguo y el juicio
del Israel apóstata. Como ya hemos observado brevemente, los profetas bíblicos
hablaban en términos de la estructura del tratado de pacto, actuando como
abogados acusadores en nombre del señor feudal divino, incoando una demanda
de pacto contra Israel. Las imágenes del documento inscrito en ambos lados se
usan también en la profecía de Ezequiel, que Juan usó como modelo para su
profecía. Ezequiel habla de recibir un rollo que contenía una lista de juicios contra
Israel:
41
Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que
se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí, hasta este
mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y empedernido corazón; y les
dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen,
porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú,
hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas
entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras,
ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis
palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de
hombre, oye lo que yo te hablo: no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu
boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en
ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante
y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes (Ezequiel 2:3-
10).
Por consiguiente, así como Juan ve la apertura del nuevo pacto, también verá las
maldiciones del pacto antiguo cumplidas en el pueblo apóstata del pacto. Esta
conclusión se ve más clara cuando miramos el movimiento general de la profecía.
Los siete sellos del libro son rotos para revelar su contenido; pero la ruptura del
séptimo sello inicia el sonido de la séptima trompeta (8:1-2). La visión final de la
sección de las trompetas termina con una escena horrorosa de una gran vendimia,
en la cual las "uvas de la ira" son holladas y la tierra entera es inundada por un
torrente de sangre (14:19-20). Esto conduce directamente a la sección final de
Apocalipsis, en la cual Juan ve la sangre del lagar siendo derramada de las siete
copas de la ira (16:1-21). Por consiguiente, parecería que se quiere que
entendamos que las siete copas contienen la séptima trompeta, "el último ay" que
debía caer sobre la tierra (véase 8:13; 9:12; 11:14-15; 12:12). Todos estos - los
sellos, las trompetas, las copas - son el contenido del libro de los siete sellos, el
nuevo pacto.
Pero hay una crisis: Juan descubre que no hay nadie en toda la creación - "en el
cielo, en la tierra, o debajo de la tierra" - que pueda o sea digno de de abrir el libro,
o siquiera mirarlo. Nadie puede cumplir las condiciones requeridas por el Mediador
del nuevo pacto. Todos los mediadores anteriores - Adán, Moisés, David, y el resto
- en definitiva habían demostrado ser inadecuados para la tarea. Nadie pudo quitar
el pecado y la muerte, porque todos han pecado, y están destituidos de la gloria de
Dios (Romanos 3:23). El sacrificio de animales no podía quitar los pecados, pues tal
cosa es imposible (Hebreos 10:4); y el mismo sumo sacerdote que ofrecía el
42
sacrificio era pecador, "rodeado de debilidad" (Hebreos 5:1-3; 7:27) y tenía que ser
reemplazado después de su muerte (Hebreos 7:23). No se pudo hallar a nadie que
garantizase un mejor pacto. Con el anhelo profético y la tristeza de la iglesia del
pacto antiguo, Juan comenzó a llorar mucho. El nuevo pacto había sido ofrecido por
el que estaba sentado en el trono, pero nadie era digno de actuar en nombre tanto
de Dios como del hombre para ratificar el pacto. El libro de los siete sellos
continuaría cerrado.
Inmediatamente, Juan es consolado por un anciano, que dice (así literalmente):
"¡Deja de llorar; he aquí, Él ha vencido!". La iglesia, pues, predica el evangelio a
Juan; y parece que el anciano está tan conmovido por su mensaje que revela el
clímax antes de explicar quién ha vencido. Luego describe a Cristo el Conquistador
como el León de la tribu de Judá, el fuerte y poderoso cumplimiento de la antigua
profecía de Jacob a su cuarto hijo:
Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como
león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni
el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los
pueblos (Génesis 49:9-10).
Fue a David, el León conquistador de Judá del pacto antiguo, a quien Dios reveló
tanto el plano del templo (1 Crónicas 28:11-19) como el plan del pacto eterno, el
"estatuto para la humanidad", por medio del cual el venidero Rey-Sacerdote traería
la bendición de Abraham a todas las naciones (2 Samuel 7:18-29; 23:2-5; 1
Crónicas 17:16-27; Salmos 16; Hechos 2:25-36). Por fin vino el Hijo mayor de
David, y conquistó, estableciendo el dominio sempiterno e inaugurando el pacto.
Personificando y cumpliendo todas las promesas del pacto, Él es aquél "a quien
pertenece".
Cristo es llamado también la Raíz de David - una expresión extraña, según nuestro
modo de pensar. Podemos entender más fácilmente la expresión de Isaías: "vara
del tronco de Isaí" (Isaías 11:1). Como descendiente de Isaí y de David, Jesús
podía ser llamado una "rama" (Jeremías 23:5; Zacarías 3:8); pero, cómo podría ser
llamado una Rama? Nuestra perplejidad se origina en nuestro concepto no bíblico
de cómo funciona la historia. Estamos acostumbrados a pensar en la historia como
si fuera un máquina cósmica de Rubén Goldberg; mueva una palanca en un
extremo, y una serie de dispositivos y lo que sea caen los unos contra los otros
como fichas de dominó, produciendo finalmente lo que sea en el extremo distante
43
de la máquina. Por pura causa y efecto, cada evento causa otros efectos, en directa
sucesión cronológica.
Ahora bien, esto es verdad - pero no es toda la verdad. En realidad, tomado aislada
y autónomamente, no es verdad en absoluto, porque tal tesis es evolucionista en
sus suposiciones, más bien que bíblica. La historia no es simplemente una cuestión
del pasado causando el futuro; también ocurre que el futuro causa el pasado!
Una simple ilustración podría ayudarnos a entender esto. Digamos que alguien le ve
a usted empacando un almuerzo en una tibia mañana de sábado, y le pregunta la
razón de ello. Usted responde: "Porque voy a tener un picnic en el parque hoy".
¿Qué ha ocurrido? En cierto sentido, el futuro - el planeado picnic - ha
determinado el pasado, Puesto que usted quería tener un picnic en el parque,
entonces planeó un almuerzo. Lógicamente, el picnic precedió, y causó, la
preparación del almuerzo, aunque le siguió cronológicamente. De la misma manera,
Dios deseaba glorificarse en Cristo Jesús; por consiguiente, creó a Isaí y a David, y
a todos los otros antepasados de la naturaleza humana de Cristo, para traer a su
Hijo al mundo. La Raíz de la existencia de David era el Hijo de David, Jesucristo. ¡El
"efecto" determinó la "causa"!
Así, pues, el Señor Jesucristo es presentado en la forma más radical posible como
el Centro de toda la historia, la divina Raíz, así como la Rama, el Principio y el Fin,
Alfa y Omega. Y es como el León conquistador y la Raíz determinante que él ha
prevalecido para abrir el Libro - el Nuevo Pacto - y sus siete sellos. Sin embargo, es
interesante notar que, cuando Juan se vuelve para ver al que es descrito de esta
manera, ve a un Cordero de pie delante del trono. Lo que se quiere subrayar en
este texto no es que Jesús es "como un cordero" en el sentido de que es manso,
dulce, o gentil. Cristo es llamado un cordero, no porque es "agradable", sino en
vista de su obra. Él es el Cordero que fue inmolado, "el que quita el pecado del
mundo" (Juan 1:29). Así, pues, el centro de la historia es la obra de sacrificio,
consumada, de Cristo. El fundamento de su reinado mediadorial (Cristo como el
León) es su expiación mediatorial (Cristo como el Cordero). Es a causa de su
sacrificio que ha sido exaltado al lugar de gobierno y autoridad supremos. Cristo ha
alcanzado la victoria por medio de su sufrimiento y muerte redentora por amor a
nosotros.
Esto significa que la interpretación que Cristo hace de la creación y la historia se
origina, no en la historia misma, sino en el hecho de que él es a un tiempo Creador
y Redentor del mundo. Así, pues, con fundamento en su persona, su obra, y su
44
exaltada posición como Salvador y Gobernador del mundo, Jesucristo ascendió al
cielo, se adelantó hasta el trono de su Padre, y tomó el nuevo pacto de la mano
derecha de Aquél que estaba sentado en el trono (Apocalipsis 5:7). Ya hemos
notado cómo lo describió el profeta Daniel:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno
como hijo del hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse
delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y
su reino uno que no será destruido (Daniel 7:13-14).
El mensaje principal de la Biblia es la salvación por medio de Jesucristo, el
mediador del nuevo pacto. Fuera de su obra, por medio de la cual él adquirió y
posee eternamente el pacto, no hay esperanza para la humanidad. Ha vencido
abrumadoramente para poder abrir el tratado del gran rey; y por medio de él,
nosotros también somos más que vencedores.
En los versículos finales de Apocalipsis 5, Juan describe la respuesta de la iglesia a
todo esto en adoración, alabando a Dios por el resultado de la obra de Cristo. Su
"nuevo canto" se goza en el hecho de que Cristo ha comprado a su pueblo de entre
las naciones, no sólo para redimirle del pecado, sino para permitirle cumplir el
mandato de dominio original de Dios para el hombre. Como segundo Adán, Cristo
pone ante su nueva creación la tarea que Adán no cumplió - esta vez, sin embargo,
sobre el inamovible fundamento de su muerte, resurrección, y ascensión. La
salvación tiene un propósito, salvar a, y salvar de. Cristo ha hecho que su pueblo
sea uno de reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y ha garantizado su destino: "Les
hiciste reyes y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán en la tierra" (Apocalipsis
10). Esto nos muestra la dirección de la historia: los redimidos del Señor, que ya
son una nación de reales sacerdotes, se están moviendo hacia el completo dominio
que Dios había planeado como su programa original para el hombre. En Adán, se
había perdido; Jesucristo, el segundo Adán, nos ha redimido y nos ha restaurado a
nuestro real sacerdocio, para que podamos reinar en la tierra. Por medio de la obra
de Cristo, se ha ganado la victoria definitiva sobre Satanás. Se nos prometen más y
más victorias, y más y más gobierno y dominio, al llevar el evangelio y la ley del
gran Rey por todo el mundo.
La iglesia en los días de Juan estaba a punto de experimentar un tiempo de severas
pruebas y persecuciones. Ya estaban viendo lo que, en una era saludable, apenas
45
podía ser imaginado: una unión entre Israel y la impía bestia del Imperio Romano
pagano. Estos cristianos necesitaban entender la historia como algo no gobernado
por la casualidad ni por los hombres impíos, ni siquiera por el diablo, sino más bien
desde el trono de Dios por Jesucristo. Necesitaban ver que Cristo estaba reinando
ahora, que ya había arrancado el mundo de las garras de Satanás, y que aún ahora
todas las cosas en el cielo y la tierra debían reconocerle como Rey. Necesitaban
verse a sí mismos en la verdadera luz: no como tropas olvidadas en un solitario
puesto avanzado, librando una batalla perdida, sino ya como reyes y sacerdotes,
haciendo la guerra y venciendo, predestinados a la victoria, con la absoluta certeza
de la victoria y el dominio con el Gran Rey sobre la tierra. Necesitaban la filosofía
bíblica de la historia: que la totalidad de la historia, creada y controlada por el
gobierno personal y total de Dios, progresa inexorablemente hacia el dominio
universal del Señor Jesucristo. La era nueva y final de la historia ha llegado; el
nuevo pacto ha llegado. ¡He aquí, Él ha vencido!
46
CAPÍTULO 6
LOS CUATRO JINETES
Ahora vamos a considerar la apertura de los siete Sellos del Libro. (seis de los
sellos se abren en Apocalipsis 6; el séptimo Sello queda abierto en 8:1, y esté
asociado con las siete Trompetas). Hemos visto en el capitulo anterior que el Libro
representa el documento del Nuevo Pacto, que al abrirlo producirá la destrucción
del Israel apostata.
¿Qué representa entonces la apertura de los Sellos? Algunos han creído que esto
significa una lectura cronológica del Libro, y que los eventos descritos ocurren en
orden lineal, histórico. Pero esto es dudoso por dos razones.
Primero,
Los Sellos parecen estar en el borde exterior del Libro (el pergamino este’ en forma
de rollo): uno no puede comenzar a leer el Libro hasta que los Sellos sean rotos. El
séptimo Sello, que consiste en un llamado a la acción al sonar las siete trompetas,
realmente permite abrir el libro para que podamos leer su contenido.
Segundo,
Una lectura detenida de los eventos señalados por cada Sello revela que no están
puestos cronológicamente. Por ejemplo, en el Quinto Sello – después de la
destrucción general hecha por los Cuatro Jinetes – se manda que los mártires que
piden el juicio esperen. Pero inmediatamente se derrama el juicio en el Sexto Sello,
y toda la reacción se estropea de proa a popa. Sin embargo, después de todo esto,
Dios manda que los Ángeles detengan el juicio hasta que los siervos de Dios sean
resguardados (7:3).
Claramente, los sellos no tienen el objeto de representar una cronología progresiva.
Es más probable que revelen las ideas principales del contenido del libro, los temas
principales de los juicios que caían sobre Israel durante los Postreros Tiempos,
entre el 30-70 d. de C.
Varíos comentaristas han visto una estrecha semejanza estructural entre los seis
Sellos de ate capitulo y los eventos del asi-llamado Apocalipsis Pequeño – el
mensaje de Jesús registrado en Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21 – que, sean
hemos visto, predice la caída de Jerusalén en el 70 d. de C. (véase los capítulos 1 y
47
2, escritos anteriormente). Como demuestran los bosquejos de abajo, todos estos
pasajes tratan esencialmente los mismos temas básicos:
Apocalipsis 6
1. Guerra (vs. 1-2)
2. Contiendas internacionales (vs. 3-4)
3. Hambre (vs. 5-6)
4. Pestilencia (vs. 7-8)
5. Persecución (vs. 9-11)
6. Terremotos; Des-creación (vs. 12-17)
Mateo 24
1. Guerras (v. 6)
2. Contiendas Internacionales (v. 7a)
3. Hambres (v. 7b)
4. Terremotos (v. 7c)
5. Persecuciones (vs. 9-13)
6. Des-creación (vs. 15-31)
Marcos 13
1. Guerras (v, 7)
2. Contiendas Internaciones (v. 8a)
3. Terremotos (v. 8b)
4. Hambres (v. 8c)
5. Persecuciones (vs. 9-13)
48
6. Des-creación (vs. i4-27)
Lucas 21
1. Guerras (v. 9)
2. Contiendas Internacionales (v. 10)
3. Terremotos (v. ha)
4. Plagas y hambres (v. 11b)
5. Persecución (vs. 12-19)
6. Des-creación (vs. 20-27)
Esto es astucia de parte de los comentaristas. Sin embargo, lo asombroso es que
muchos de ellos dejan de ver el propósito de San Juan al presentar el mismo
material que Mateo, Marcos, y Lucas: profetizar los eventos que conducían a la
destrucción de Jerusalén. Mientras todos admiten sin problema que el Pequeño
Apocalipsis es una profecía contra Israel (véase Mateo 23:29-39; 24:1-2, 15-16,
34; Marcos 13:2, 14, 30; Lucas 21:5-6, 20-24, 32), pocos parecen ser capaces de
hacer la asociación obvia: ¡el Gran Apocalipsis (el Libro de Apocalipsis) es una
profecía contra Israel también!
El Trasfondo Bíblico de los Carros
El pasaje central del Antiguo Testamento detrás del simbolismo de los “ Cuatro
Carros del Apocalipsis” esta en Zacarías 6:1-7, que representa los cuatro vientos
como los carros de Dios manejados por Sus agentes, quienes recorren patrullando
la tierra.
Obedeciendo e imitando la acción del Espíritu (véase Apocalipsis 5:6), es el medio
utilizado por Dios para controlar la historia. (En Apocalipsis 7:1, se identifica a los
Cuatro Vientos con, y controlados per, los Ángeles; véase también Salmos 18:10,
donde las “alas del viento” son vinculadas a los "Querubines.”) El simbolismo bíblico
considera a la tierra (y especialmente la Tierra de Israel) como el altar de cuatro
ángulos, y de este modo se suele representar juicios nacionales de gran
envergadura en una forma cuadrada.
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Los Carros, por lo tanto, nos enseñan los medios de Dios para controlar y traer el
juicio sobre la desobediente nación de Israel. En particular, representan
simbólicamente las grandes devastaciones profetizadas por Jesús que vendrían
sobre Israel en los postreros alias de la era del Viejo Pacto, las cuales conducirían a
la destrucción de Jerusalén y del Templo
(Mateo 24).
Otro aspecto muy importante en el trasfondo de este pasaje así como el de
Zacarías es la Oración del profeta Habacuc (Habacuc 3 tiene una utilización
litúrgica), la lectura sinagogal tradicional para el segundo día de Pentecostés, en la
cual el profeta cuenta de una visión que muestra a Dios viniendo en juicio, brillando
como el sol, centelleando con los relámpagos (Habacuc 3:3-4; Apocalipsis 1:16;
4:5), trayendo pestilencia y plagas (Habacuc 3:5; Apocalipsis 6:8), estrellando las
montanas y tumbando los cerros (Habacuc 3:6, 10; Apocalipsis 6:14), cabalgando
sobre caballos contra Sus enemigos (Habacuc 3:8, 15; Apocalipsis 6:2, 4-5, 8),
armado con flecha (Habacuc 3:9, 11; Apocalipsis 6:2), apagando el sol y luna
(Habacuc 3:11; Apocalipsis 6:12-13) y pisoteando a las naciones en Su furia
(Habacuc 3:12; Apocalipsis 6:15). Es claro que Habacuc interpreta su simbología
como profecía de la invasión militar de Judá por los caldeos, los instrumentos
paganos de la ira de Dios (Habacuc 3:16; 1:5-17). Con una simbología muy
semejante, San Juan representa la destrucción de Israel en manes de los ejércitos
invasores de Idumea y Roma.
El Caballo Blanco
Las visiones del Libro comienzan, igual que los Mensajes (1:16), con Cristo
teniendo un grupo de siete sellos en Su mane. Mientras el Cordero abre cada uno
de los primeros cuatro Sellos, San Juan oye a una de las cuatro criaturas vivientes
diciendo como si fuera la voz de un trueno, “!Ven!” No se le está dando un mandato
a San Juan a “ven y mirar,”! mas bien, cada una de las criaturas vivientes llama a
uno de los Cuatro Jinetes de los Carros. Como si los cuatro rincones de la tierra
estuviesen parados alrededor del altar, clamando para que los juicios justos de Dios
vengan y destruyan a los males – tal como el clamor característico de la Iglesia
apostólica para el juicio y salvación era ¡Maranata! ¡O Señor, Ven! — ¡y trae
Anatema! (Los documentos cristianos más antiguos indican que esta frase de 1
Corintios 16:22 era repetida en la oración de despedida de cada servicio de
adoración de la Iglesia durante las décadas anteriores a la caída de Jerusalén.)
50
Mientras la primera criatura viviente llama, San Juan ve un caballo blanco, su Jinete
armado para la batalla, llevando un arco. El Jinete es victorioso, Descubriendo de
esa manera en quien realmente tiene su fe, ¡un escritor hasta declara que el
Anticristo es “la única persona que podría realizar todas estas proezas”1
1. Contrario a la traducción de Reina Valera, que no es apoyada por la mayoría de los manuscritos, Las
versiones Nueva
Versión internacional, Biblia de Jerusalén y Cantera, Iglesias la traducen correctamente, “ven.”
Pero hay varios puntos acerca de este Jinete que comprueban decisivamente que
no puede ser ningún otro que el Señor Jesucristo.
Primero, esta cabalgando sobre un caballo blanco, igual que Jesús en Apocalipsis
19:11-16.
Segundo, lleva un arco. Según hemos visto, el pasaje de Habacuc que forma la
base de Apocalipsis 6 muestra al Señor como el Rey-Gurrero que lleva el arco
(Habacuc 3:9, 11). San Juan también este apelando aquí al Salmo 45, ” una de las
grandes profecías de la victoria de Cristo sobre Sus enemigos, en la cual el salmista
le saluda gozosamente mientras que sale conquistando, y para conquistar:
Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, Con tu gloria y con tu majestad.
En tu gloria se prosperado; Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de
justicia,
Y tu Diestra te enseriará cosas terribles. Tus saetas agudas, Con que caerán
pueblos debajo de ti, Penetraran en el corazón de los enemigos del rey
(Salmos 45:3-5).
En este memento debemos hacer una pregunta obvia — tan obvia que estamos
propensos a pasarla por alto completamente:
¿Donde consiguió Cristo el arco? La respuesta (como suele suceder) comienza en
Génesis. Cuando Dios hizo el pacto con Noe, declaro que ya no hayan más guerra
contra la tierra, a causa del “olor grato” del sacrificio (Génesis 8:20- 21); y como
evidencia de esto desato Su arco y la colgó “en las nubes” para que todos la viesen
51
(Génesis 9:13-17). Luego, cuando Ezequiel fue arrebatado a la cámara del Trono
encima de la Nube de Gloria, vio el arco i n s colgado sobre el Trono (Ezequiel
1:26-28); y estaba allí todavía cuando San Juan ascendió al cielo (Apocalipsis
4:3).
Pero cuando el Cordero se acerco a recibir el Libro de la mano de Su Padre, saco el
arco de su lugar, para usarlo en el juicio contra los apostatas de Israel. Para los
que siguen pecando “voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de
la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El
que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere
irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo penséis que merecerá el que pisoteare al
Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e
hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la
venganza, yo daré el pague, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgara a su
pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manes de Dios vivo!” (Hebreos 10:26-31).
Así que, fue necesario que el primer Jinete saliera teniendo el arco de la venganza
de Dios, para significar el desencadenamiento de la maldición sobre el pueblo de
Israel; para estos apostatas, el pacto de Noé’ queda deshecho.
Los primeros lectores de San Juan debieron haber comprendido inmediatamente
esta referencia al Jinete como Jesucristo Mismo, en base de lo que ya hemos visto.
Pero, otro aspecto de esto es que el Jinete recibe una corona, lo que también
coincide con lo que sabemos acerca de Cristo en Apocalipsis (14:14; 19:1 1- 13).
Esta palabra griega para corona (stefanos) se usa siete veces en Apocalipsis con
referencia a Cristo y Su pueblo (2:10; 3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14). Sin embargo,
el cuarto y último punto, debiera dejar esta interpretación completamente
confirmada: el Jinete sale conquistando, Esta palabra es la misma usada en el
Griego en las cartas a las siete iglesias para superar o vencer (véase Apocalipsis
2:7, 11, 17, 26: 3:5, 12, 21). Considere como el Apocalipsis ha utilizado esta
palabra hasta ahora:
Al que, venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono (3:21).
El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus
siete sellos (5:5).
52
Y mire y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una
corona, y salió venciendo, y para vencer (6:2).
Cristo es el Conquistador Por excelencia
.
Todos los eventos de la historia están a Su disposición, siendo totalmente
apropiado que El sea la persona representada aquí como líder de los juicios de
Dios. El es el centro de la historia, y es Él quien trae los juicios sobre la Tierra. La
iniciación del Nuevo Pacto asegure la caída de Israel; así como venció para abrir el
Libro, salió victorioso para realizar en la historia el significado del Libro. Salió
cabalgando en Su Resurrección y Ascensión como el Rey ya victorioso, venciendo
y para vencer, extendiendo las aplicaciones de Su Victoria de una vez y para
siempre a través de la tierra. Y debiéramos percatarnos de los horribles juicios que
dejaba atrás. Los Jinetes representaban las fuerzas que Dios siempre utiliza para
quebrantar a las naciones desobedientes, es que aquí se vuelven contra el pueblo
de Su pacto. Desde luego, esto es verdad para todos los hombres y todas las
naciones. Todo intento de encontrar paz y seguridad aparte de Jesucristo este
destinado al fracaso. La nación que no se postra seré aplastada por Sus ejércitos,
por las fuerzas históricas que están a Su absoluta disposición. Hay diferencias entre
esta visión de Cristo y la de Apocalipsis 19. La razón principal de esto es que en el
capítulo 19, se ve a Cristo con una espada que sale de Su boca, y la visión
simboliza la conquista de las naciones con el evangelio después del 70 d, de C..
Pero este no es el propósito en la apertura de los Sellos. Aquí, Cristo ataca a Sus
enemigos en juicio. El viene, no para salvar, no para sanar, sino para destruir. Los
horribles y espantosos jinetes que le siguen no son mensajeros de esperanza, sino
de ira. Israel este destinado a la destrucción.
El Caballo Rojo
Mientras el Cordero abre el segundo Sello (Apocalipsis 6:3-4), San Juan oye que
el segundo ser viviente dice, “Ven.”
2 Como respuesta, un jinete sobre un caballo, “rojo” sale, “se le concedió quitar de la
tierra la paz para que se degollaran unos a otros; y se le dio una espada grande.” 2 . Las versiones La Nueva Versión Internacional y Biblia de Jerusalén.
53
El segundo jinete, que representa la guerra, revela cuan depravado es el hombre.
Dios no necesita incitaras a los hombres a pelear unos contra otros; solamente
manda a que Sus Ángeles quiten las condiciones de paz.
En un mundo pecaminoso, ¿por qué no hay más guerras? ¿Por qué no hay más
derramamiento de sangre? Es que existen limitaciones sobre la maldad del hombre,
sobre la libertad del hombre para consistentemente realizar los actos de su odio y
rebelión.
Pero si Dios quitase estas limitaciones, la condición ética degenerada del hombre
se revelaría en toda su fealdad. Juan Calvino escribió: “Por tanto, quede
firmemente asentada esta verdad: que el entendimiento del hombre de tal manera
esta apartado de la justicia de Dios, que no puede imaginar, concebir, ni
‘comprender mas que impiedad, impureza y abominación. E igualmente que su
corazón de tal manera se halla emponzoñado por el veneno del pecado, que no
puede producir más que hediondez. Y si por casualidad brota de El alguna
apariencia de bondad, sin embargo el entendimiento permanece siempre envuelto
en hipocresía y falsedad, y el corazón enmarañado en una malicia interna. ”3
3. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, (Buenos Aires – Gran Rapids: Nueva Creación, 1967
[1597]), Libro II. Cap. V. 19, (P5g. 239),
Todo esto se cumplía abundantemente en Israel y en las naciones circunvecinas
durante los Postreros Días, cuándo la Tierra se llenaba de asesinos,
revolucionarios, y terroristas de toda índole; cuando, según escribió el historiador
Josefo, “cada ciudad [era] dividida en parcialidades; la salvaci6n de ambas
dependía de trabajar en adelantarse y anticiparse en dar muerte a la parte contraria:
los alias se gastaban en derramar la sangre de hombres, y el temor hacia las
noches muy molestas. , . . Era una tragedia ver todas las ciudades llenas de
cuerpos muertos, sin que fuesen sepultados; ver derribados los cuerpos de los
hombres, tanto viejos como jóvenes, niños y mujeres también, con los cuerpos y
vergüenzas descubiertas. Cada provincia estaba llena de mucha adversidad y
destrucción, y tenían males y daños mayores de los que hasta ahora habían
pasado”.4
4. Flavio Josefo, Las guerras de los judíos, ii. XIX. 2.
54
El Caballo Negro
Inmediatamente después de la guerra, llega el tercer jinete angelical (Apocalipsis
6:5-6), sobre un caballo negro, teniendo una balanza en la mane, un símbolo del
hambre de la profecía de Ezequiel, en la cual los habitantes hambrientos de
Jerusalén tenían que pesar la comida con mucho cuidado (Ezequiel 4:10). Este
Jinete trae Privaciones económicas, una situación descrita como completamente
caótica. “
Una voz de en medio de los cuatro seres vivientes” — es decir, del Trono de Dios –
dice: “Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario;
pero no dañes el aceite ni el vine.” Esta maldición significa una escasez de los
productos principales – una medida de cebada subiendo a más del 1000 veces de
su precio anterior, que consume el sueldo de un día entero, por lo que, todo el fruto
del trabajo de un hombre es gastado para obtener alimentos. Esta es la maldición
de Dios que viene sobre los hombres que se rebelan: la tierra misma vomita a sus
moradores (Levítico 18:24-28; Isaías 24). La maldición devora la productividad en
todas las áreas, y la cultura injusta perece por medio del hambre, la enfermedad, y
la opresión (Deuteronomio 28:15- 34). De esta manera Dios controla a los males:
tienen que dedicar tanto tiempo solo para sobrevivir que no pueden ejercer injusto
dominio sobre la tierra. A largo plazo, esta es la historia de toda cultura que se aleja
de la Palabra de Dios.
Josefo describe la búsqueda frenética de la comida durante la última parte del sitio
de Jerusalén:
“Crecía con el hambre la desesperación de los revoltosos y sediciosos, y cada día se
acrecentaban mucho estos dos males: para el pueblo no había trigo alguno, por eso
entraban por la fuerza en las casas con la intención de encontrar algo; si hallaban,
azotaban a los que lo negaban, y si no hallaban cosa alguna, también los
atormentaban, pensando que tal vez lo tuviesen oculto en un lugar más secrete. El
argumento y señal de que tenían algo escondido, era el ver los cuerpos de los
miserable, pensando que no faltaba que comer a los que no les faltaban las fuerzas; a
los enfermos se les mataba, y parecía cosa racionadle matar a los que luego habían de
morir de hambre; muchos de los mas rices daban secretamente todos sus bienes por
una medida de trigo, y los que no lo eran tanto, los trocaban por una medida de
cebada; y así, encerrados dentro de la parte más secreta de sus casas, comían a
escondidas el trigo podrido; otros amasaban el pan, según la necesidad y de acuerdo a
lo que el miedo les permitía; en ninguna parte se ponía la mesa, antes sacaban del
fuego las viandas, y mal cocidas las tomaban y se las comían. ”5 5. Obra citada, Josefo, vi. XI. pag. 178.
55
Sin embargo, por otro lado, durante esta maldición específica sobre Jerusalén,
lujos tales como el aceite y el vino no estaban afectados por la escasez; al Jinete
negro se le prohíbe tocarlos. En otras palabras, en el preciso memento en que el
pueblo de Israel estaba comenzando a sufrir por la escasez de cereales, era el
tiempo de cosechar las uvas y los olivares. La situación era irónica, porque uno
puede sobrevivir con los cereales sin el aceite ni el vino — pero no vice versa. Es
probable que otra dimensión del sentido de esta expresión sea la prohibición hecha
a los mensajeros de Dios de que hagan daño a los justos: la escritura suele hablar
de las bendiciones de Dios sobre los justos en términos de aceite y vino (véase
Salmo 104:15); y, desde luego, se usa el aceite y el vino en los ritos de la Iglesia
(Santiago 5:14-15; 1 Corintios 11:25). Por lo tanto, esto es análogo a los otros
pasajes donde los piadosos son protegidos de la destrucción (Apocalipsis 7:3).
El Caballo Amarrillo
Finalmente, se abre el cuarto Sello
(Apocalipsis 6:7-8), y el cuarto ser viviente llama al último Jinete de juicio, que
cabalga sobre un caballo amurillo – el color amarrillo tiene una connotación de
palidez enfermiza, presagia la muerte. Así que, el cuarto jinete, con una comisión
mucho más amplia e integral, se llama Muerte; y él es seguido por el Hades (la
tumba) –los dos habiendo sido librados por el hijo del hombre, quien les abrió con
Su nave (véase Apocalipsis 1:18), les da autoridad para traer cuatro plagas sobre
los cuatro ángulos de la tierra: “para matar con espada, con hambre, con
mortandad, y con las fieras de la tierra.” Esto es sencillamente un resumen de todas
las maldiciones del pacto encontradas en Levítico 26 y Deuteronomio 28 para la
apostasía. Además, corresponde a la lista de las cuatro categorías básicas de
maldiciones con las cuales Dios castigaba a las naciones injustas y desobedientes
– “cuando yo enviare contra Jerusalén mis cuatro juicios terribles, espada, hambre,
fieras y pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias” (Ezequiel 14:21;
Ezequiel 5:17). Pero, a esta altura pre-liminaria, y manteniendo la “idea de cuatro”
de todo el pasaje – a la Muerte y a la tumba les es dada autoridad para tragar solo
una cuarta parte de la Tierra. El juicio de las Trompetas tomaron otro tercio de la
Tierra ( Apocalipsis 8:7-12), y e] juicio de las Copas la devastaron totalmente.
56
Conclusión
Tal vez el obstáculo más significativo para una interpretación correcta de este
pasaje ha sido que los comentaristas y predicadores no han tenido la valentía ni la
capacidad para ver que Dios es el que ejecuta estos juicios sobre la Tierra –
realizados desde el Trono, y que los mensajeros del juicio son los Ángeles de Dios.
Especialmente viciosa y última es toda interpretación que intenta poner en
oposición al Hijo de Dios contra la corte del cielo, como si las maldiciones
registradas aquí fueran indignas de Su carácter. Pero es Jesús, el Cordero, quien
abre los sellos del juicio, y es Jesús el Rey de reyes, quien cabalga conquistando,
dirigiendo los ejércitos angelicales contra las naciones, para destruir a los que se
rebelan contra Su reino universal.
Era crucial que los cristianos primitivos compren Dios en esto, porque estos juicios
se estaban desatando sobre su mundo. En cada época, los cristianos tienen que
enfrentar al mundo con confianza, con la convicción firme de que todos los eventos
en la historia son predestinados, originados en el Trono de Dios. Cuando vemos al
mundo convulsionado en guerras, hambre, plagas, y catástrofes naturales, tenemos
que decir, con el salmista, “Venial, ved las obras de Jehová, Que ha puesto
asolamientos en la tierra”
(Salmos 46:8). Finalmente, la actitud del cristiano hacia los juicios de Dios sobre el
mundo malo es igual a la actitud de los cuatro seres vivientes alrededor del Trono,
que gozosamente claman a los mensajeros de juicio de Dios: “¡Ven!’’ Nosotros
también, en nuestras oraciones, debemos rogar a Dios que haga caer Su ira sobre
los injustos, para manifestar Su justicia en la tierra. Enfrentados con estas
revelaciones terribles de juicio, ¿Cual debe ser nuestra respuesta correcta? Nos
dice Apocalipsis 22:17, 20: el Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”
57
CAPÍTULO 7 VENGANZA PARA LOS MÁRTIRES
Para los primeros lectores de Apocalipsis, las tribulaciones descritas en él se
estaban volviendo demasiado reales: cada iglesia conocería pronto la angustia de
ver a algunos de sus líderes más directos y capaces encarcelados y ejecutas "a
causa de la Palabra de Dios, y por el testimonio que tenían" (Apocalipsis 6:9). Para
muchos cristianos, por todo el imperio, los siguientes meses y años traerían gran
aflicción, al separarse las familias y ser muertos los seres queridos. Cuando la
tragedia ataca, todos nos sentimos tentados a preguntar: ¿Le importa a Dios? Esta
pregunta es especialmente intensa cuando el dolor es causado por corruptos
enemigos de la fe decididos a destruir al pueblo de Dios, y la injusticia del
sufrimiento es evidente. Si los cristianos fueran realmente siervos del Rey, ¿cuándo
actuaría Él? ¿Cuándo vendría a castigar a los apóstatas que primero habían usado
el poder del estado romano para crucificar al Señor, y ahora estaban usando ese
mismo poder para matar y crucificar a los "profetas, sabios y escribas" (Mateo
23:34) a quienes Cristo había enviado?
Así, pues, la apertura del quinto sello revela una escena en el cielo, donde las
almas de los que habían sido muertos están debajo, o alrededor de la base de, el
altar (Apocalipsis 6:9-10). La imagen es tomada de los sacrificios del Antiguo
Testamento, en los cuales la sangre de la víctima inmolada corría por los costados
del altar y formaba una laguna alrededor de la base ("el alma [hebreo nephesh] de
la carne está en la sangre", Levítico 17:11). La sangre de los mártires ha sido
derramada (véase 2 Timoteo 4:6), y al llenar la zanja debajo del altar, clama desde
la tierra en alta voz: "¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no juzgas y vengas
nuestra sangre en aquellos que miran en la tierra?"
La iglesia en el cielo concuerda con los querubines en invocar los juicios de Dios:
¿Por cuánto tiempo? es una frase estándar en toda la Escritura para invocar la
justicia divina para los oprimidos (véase Salmos 6:3; 13:1-2; 35:17; 74:10; 79:5;
80:4; 89:46; 90:13; 94:3-4; Habacuc 1:2; 2.6). Sin embargo, el fondo particular para
su uso aquí nuevamente está en la profecía de Zacarías (1:12): Después de que los
cuatro jinetes han patrullado la tierra, el ángel pregunta: "Oh Señor de los ejércitos,
¿hasta cuándo no tendrás ninguna compasión por Jerusalén?" Juan invierte esto.
Después de que sus cuatro jinetes han sido enviados a su misión, muestra a los
mártires preguntando por cuánto tiempo continuará Dios soportando a Jerusalén -
cuánto antes de que la destruya por sus violentas opresiones.
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Los lectores de Juan no habrían dejado de notar otro punto sutil: si la sangre de los
mártires está fluyendo alrededor de la base del altar, deben ser los sacerdotes de
Jerusalén los que la han derramado. Los oficiales del pacto han asesinado a los
justos. Como testificaron Jesús y los apóstoles, Jerusalén era la asesina de los
profetas (Mateo 23:34-37; Lucas 13:33; Hechos 7:51-52). La conexión con "la
sangre de Abel" que clama desde la tierra cerca del altar (Génesis 4:10) es otra
indicación de que, en general, este pasaje se refiere al juicio contra Jerusalén
(véase Mateo 23:35-37). Como Caín, los "hermanos mayores" del pacto antiguo
envidiaban y asesinaron a su justos "hermanos menores" del nuevo pacto (véase 1
Juan 3:11-12). Y así, la sangre de los justos clama: los santos ruegan que la
profecía de Cristo de los "días de retribución" (Lucas 21:22) se cumpla.
Que este clamor categórico por venganza nos suena extraño sólo nos muestra
hasta qué punto nuestra era pietista se ha degenerado, alejándonos del punto de
vista bíblico. Si nuestras iglesias estuviesen más familiarizados con el himnario
fundacional de la iglesia - el libro de Salmos - en vez de los coros azucarados, de
jarabe, de dulzura y luz, que caracterizan los modernos himnarios evangélicos,
comprenderíamos esto mucho mejor. Pero hemos caído bajo el engaño pagano de
que es "anticristiano" orar para que la ira de Dios se derrame sobre los enemigos y
perseguidores de la iglesia. Sin embargo, eso es lo que vemos hacer al pueblo de
Dios, con la aprobación de Dios, en ambos testamentos de las Sagradas Escrituras
(véase, por ejemplo, Salmos 5, 7, 35, 58, 59, 68, 69, 73, 79, 83, 109, 137, y 140).
En realidad, es una característica del hombre piadoso despreciar al réprobo
(Salmos 15:4). El espíritu expresado en las oraciones imprecatorias de la Escritura
es un aspecto necesario - aunque no la totalidad - de la actitud del cristiano (véase
2 Timoteo 4:14). Gran parte de la impotencia de nuestras iglesias hoy día es
directamente atribuible al hecho de que están castradas y se han vuelto
afeminadas. Estas iglesias, incapaces hasta de enfrentar el mal - mucho menos de
"vencerlo" - a su debido tiempo serán capturadas y dominadas por sus enemigos.
Los santos justos y fieles en el cielo son reconocidos como reyes y sacerdotes de
Dios, y por ello, se le da a cada uno de ellos una vestidura blanca (Apocalipsis
6:11), que simboliza el reconocimiento que Dios hace de la pureza de ellos delante
de Él, un símbolo de la victoria de los vencedores (véase Apocalipsis 3:4-5). La
blancura de la vestidura es parte de un patrón característico en Apocalipsis, en el
cual los últimos tres ítems de una estructura de siete corresponden a los primeros
cuatro ítems. Así:
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Primer sello: Caballo blanco
Segundo sello: Caballo rojo
Tercer sello: Caballo negro
Cuarto sello: Caballo verde
Quinto sello: Vestiduras blancas
Sexto sello: La luna como sangre; el sol negro
Séptimo sello: La hierba verde quemada
En respuesta al ruego de los santos por la venganza, Dios responde que deben
"descansar por un poco más de tiempo, hasta que se complete el número de sus
consiervos y de sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos". El
número total de los mártires no se ha completado todavía; todavía no se ha
alcanzado la plenitud de la iniquidad de su perseguidor (véase Génesis 15:16),
aunque se va acercando rápidamente a la condenación de la "ira de Dios, que se ha
derramar sobre ellos al máximo" (1 Tesalonicenses 2:14-16). Debemos recordar
que la aplicación principal de esto tiene que ver con el Israel apóstata - los que
moran en la tierra - los cuales (en colaboración con las autoridades romanas)
estaban asesinando a los santos. Se les dice a los mártires que esperen un poco, y
el juicio de Dios caerá con toda seguridad, trayendo la prometida "gran tribulación"
sobre el Israel quebrantador del pacto.
Al abrirse el sexto sello (Apocalipsis 6:12-14), somos llevados más claramente a los
sucesos de los "últimos días" de Israel. El Cordero revela el siguiente gran aspecto
de sus juicios del pacto, en un símbolo usado a menudo en la profecía bíblica: la
des-creación. Así como se habla de la salvación del pueblo de Dios en términos de
creación (véase 2 Corintios 4:6; 5:17; Efesios 2:10; 4:24; Colosenses 3:10), también
se habla de los juicios de Dios (y la revelación de su presencia como Juez sobre un
mundo pecaminoso) en términos de des-creación, el desplome del universo - Dios
rasga y disuelve la tela de la creación. Por esto, Juan usa las estructuras
fundamentales de la creación para describir la caída de Israel:
1. Planeta tierra
2. Sol
3. Luna
4. Estrellas
5. Firmamento
6. Tierra
7. Hombre
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Estos siete juicios se detallan en términos de las familiares imágenes proféticas del
Antiguo Testamento. Primero, desestabilización: un gigantesco terremoto (véase
Éxodo 19:18; Salmos 18:7, 15; 60:2; Isaías 13:13-14; 24:19-20; Nahúm 1:5).
Segundo, el eclipse y el luto de Israel: "El sol se puso negro como tela de silicio"
(Éxodo 10:21-23; Job 9:7; Isaías 5:30; 24:23; Ezequiel 32:7; Joel 2:10, 31; 3:15;
Amós 8:9; Miqueas 3:6).
Tercero, continúa la imagen de un eclipse, con la adición de la idea de
contaminación: "La luna se volvió como de sangre" (Job 25:5; Isaías 13:10; 24:23;
Ezequiel 32:7; Joel 2:10,31).
El cuarto juicio afecta a las estrellas, que son imágenes de gobierno (Génesis 1:16);
también son relojes (Génesis 1:14), y su caída muestra que el tiempo de Israel se
ha agotado: "Las estrellas cayeron a la tierra, como la higuera suelta sus higos no
maduros cuando es sacudida de un gran viento" (Job 9:7; Eclesiastés 12:2; Isaías
13:10; 34:4; Ezequiel 32:8; Daniel 8:10; Joel 2:10; 3:15); por supuesto, el gran
viento fue traído por los cuatro jinetes, los que, en las imágenes originales de
Zacarías, eran los cuatro vientos (Zacarías 6:5) y los que serán reintroducidos a
Juan en esa forma en Apocalipsis 7:1; y la higuera es Israel mismo (Mateo 21:19;
24:32-34; Lucas 21:29-32).
Quinto, Israel mismo ahora simplemente desaparece: "El cielo se desvaneció"
como un pergamino que se enrolla (Isaías 34:4; 51:6; Salmos 102; 25-26; acerca
del simbolismo de Israel como "cielo", véase Isaías 51:15-16; Jeremías 4:23-31;
véase Hebreos 12:26-27).
Sexto, las potencias gentiles son sacudidas también: "Todo monte y toda isla se
movió de su lugar" (Job 9:5-6; 14:18-19; 28:9-11; Isaías 41:5, 15-16; Ezequiel
38:20; Nahúm 1:4-8; Sofonías 2:11). La "antigua creación" de Dios, Israel, ha de
ser, pues, des-creada, al ser transferido el reino a la iglesia, la nueva creación
(véase 2 Pedro 3:7-14). Debido a que los labradores en la viña de Dios han matado
a su Hijo, ellos también serán muertos (Mateo 21:33-45). La viña misma será
quebrantada, destruida, y hollada (Isaías 5:1-7). En la justa destrucción de Israel
por Dios, él sacudirá aun el cielo y la tierra (Mateo 24:29-30; Hebreos 12:26-28)
para entregar su reino a su nueva nación, la iglesia.
En los versículos finales de Apocalipsis 6, las imágenes proféticas del Antiguo
Testamento todavía están a la vista cuando Juan describe a los apóstatas que
61
están siendo juzgados. Esta es la séptima fase de la des-creación: la destrucción de
los hombres. Pero este séptimo ítem de la lista se abre para revelar otro "siete"
dentro de él (del mismo modo que el séptimo sello y la séptima trompeta contienen
el siguiente juego de siete juicios), porque aquí se nombran siete clases de
hombres, mostrando que la destrucción es total, y afecta a grandes y pequeños por
igual: los reyes de la tierra, los grandes, los jefes, los ricos, los fuertes y todo
esclavo y todo libre".
Ninguno podrá escapar, sin importar su posición de privilegio o insignificancia. La
tierra entera ha rechazado a Cristo, y la tierra entera está siendo excomulgada.
Nuevamente, los paralelos muestran que esta profecía está dirigida al juicio contra
Israel (véase Isaías 2 y 24-27), aunque otras naciones ("los reyes de la tierra")
serán afectadas también.
Al ser la tierra des-creada y quitada la natural revelación de mediación - poniendo a
los pecadores cara a cara con la expuesta revelación del Dios santo y justo - los
hombres de Israel intentan huir y buscar protección en cualquier cosa que podría
ofrecer refugio. La huída bajo tierra y hacia las cuevas es una señal de estar bajo
maldición (véase Génesis 19:30-38). Así que se escondieron (véase Génesis 3:8)
"en las cuevas y entre las peñas de las montañas" (el juicio de Dios "ojo por ojo"
contra ellos por haber maltratado a los justos: Hebreos 11:38; véase Jueces 7:25).
Juan registra su desesperado ruego a las montañas y a las peñas: "Caed sobre
nosotros y ocultadnos de la presencia de Aquél que está sentado en el trono, y de
la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; y [véase Nahum 1:6;
Malaquías 3:2] ¿quién podrá estar firme?" La interpretación que se da aquí se
confirma nuevamente: este pasaje no está hablando del fin del mundo, sino del
fin de Israel en 70 d. C. El origen del simbolismo que se usa aquí está en la
profecía de Oseas contra Israel:
Efraín será avergonzado, e Israel se avergonzará de su consejo. De Samaria fue
cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas. Y los lugares altos de
Asvén serán destruidos; crecerá sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los
montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros (Oseas 10:6-8).
Jesús citó este texto en camino a la crucifixión, diciendo que se cumplirían sobre el
Israel idólatra durante las vidas de los que estaban presentes entonces:
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían
lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no
62
lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí
vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y vientres que no
concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos (Lucas 23:27-30).
Mientras las iglesias de Asia Menor leían esta visión por primera vez, los juicios
profetizados ya estaban teniendo lugar: el fin definitivo se acercaba rápidamente. La
generación que había rechazado al Hijo del señor de la viña (véase Mateo 21:33-
45) pronto estaría gritando estas mismas palabras. El Señor crucificado y resucitado
venía a destruir a los apóstatas. Éste habría de ser el gran día de la ira derramada
por el Cordero, al cual habían matado.
63
CAPÍTULO 8 SE ABRE EL LIBRO
Finalmente, el Señor Jesucristo abre el séptimo sello del nuevo pacto (Apocalipsis
8:1-2), revelando las siete trompetas que anuncian la suerte de Jerusalén, la una
vez santa ciudad que se ha paganizado y que, como su precursora Jericó, caerá
como resultado del sonido de siete trompetas (véase Josué 6:4-5). Pero primero, en
esta grandiosa liturgia espiritual que es el libro de Apocalipsis, hay "silencio en el
cielo como por media hora". Con toda probabilidad, la base de esto es la liturgia del
Antiguo Testamento, cuando los cantores y las trompetas cesaban y todos se
inclinaban en adoración reverente (véase 2 Crónicas 29:28-29); y el período
específico de media hora probablemente se relaciona con la duración del tiempo
que el sacerdote requería para entrar en el templo, ofrecer el incienso, y regresar
(véase Apocalipsis 8:3-4; Levítico 16:13-14; Lucas 1:10, 21). (Los detalles técnicos
mencionados aquí son sólo algunas de las muchas indicaciones de que Juan había
sido sacerdote de Israel, y hasta puede que haya provenido de la familia del sumo
sacerdote; su capacidad para manejar detalles minuciosos del culto es asombrosa).
La descripción que Alfred Edersheim hace de esta ceremonia en el templo nos
ayuda a entender el escenario reflejado allí: "Lentamente, el sacerdote que ofrecía
el incienso y sus ayudantes ascendían los escalones del Lugar Santo, precedidos
por los dos sacerdotes que previamente habían cubierto el altar y el candelabro, y
que ahora quitaban los vasos que habían dejado atrás, y adorando, se retiraban.
Después, uno de los ayudantes extendía reverentemente los carbones sobre el altar
de oro; el otro disponía el incienso. y luego el principal sacerdote oficiante quedaba
solo dentro del Lugar Santo, para esperar la señal del director antes de quemar el
incienso. Fue probablemente mientras estaban así expectantes cuando el ángel
Gabriel se le apareció a Zacarías [Lucas 1:8-11]. Al dar el director la orden que
indicaba que 'el momento del incienso había llegado', 'la multitud entera de los que
estaban fuera' se retiraba del atrio interior y se postraban delante del Señor,
extendiendo sus manos en silenciosa oración.
"Este era un período solemnísimo, cuando en todos los vastos edificios del templo
la multitud de adoradores estaba en profundo silencio, mientras dentro del santuario
mismo el sacerdote ponía el incienso sobre el altar de oro y la nube de incienso
[Apocalipsis 5:8] subía delante del Señor, lo cual sirve como imagen de las cosas
celestiales en esta descripción" (The Temple, Its Ministry and Services as They
Were at the Time of Christ, p. 167).
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Después de este silencio lleno de reverencia, se les dan siete trompetas a los siete
ángeles que están delante de Dios (la liturgia del templo usaba siete trompetas
también: 1 Crónicas 15:24; Nehemías 12:41). Juan parece suponer que sus lectores
reconocerán a estos siete ángeles. ¿Por qué? Porque ya había introducido a los
siete "ángeles" o pastores, en Apocalipsis 2-3. Son ellos los representados aquí,
aunque concedamos que los dos grupos de "siete ángeles" no son necesariamente
idénticos. Claramente, se desea relacionarlos entre sí, como podemos ver cuando
nos apartamos del texto (y nuestras ideas preconcebidas) y dejamos que el cuadro
entero se nos presente. Cuando hacemos esto, vemos el Apocalipsis estructurado
en sietes, y en patrones recurrentes de sietes. Uno de esos patrones recurrentes es
el de siete ángeles (capítulos 1-3, 8-11, 14, 15-16). Así como la adoración terrenal
toma como modelo la adoración en el cielo (Hebreos 8:5; 9:23-24, también lo es el
gobierno de la iglesia (Mateo 16:19; 18:18; Juan 20:23); además, de acuerdo con la
Escritura hay numerosas correspondencias entre las actividades humanas y las
angélicas (véase Apocalipsis 21:17). Los ángeles están presentes en los servicios
de adoración de la iglesia (1 Corintios 11:10; Efesios 3:10) - o, más precisamente,
en el día del Señor nos congregamos en adoración alrededor del trono de Dios en
la corte celestial.
Así, pues, en el libro de Apocalipsis se nos muestra que el gobierno de la iglesia
terrenal corresponde al gobierno celestial, angélico, de la misma manera que
nuestro culto oficial corresponde al que es conducido alrededor del trono celestial
por los ángeles. Además, los juicios que caen sobre la tierra ocurren por las
acciones de los siete ángeles (nuevamente, no podemos divorciar a los ángeles
humanos de sus contrapartes celestiales). Los oficiales de la iglesia están
comisionados y tienen autoridad para hacer fructificar las bendiciones y las
maldiciones de Dios en la tierra. Los oficiales de la iglesia son administradores de la
historia mundial, divinamente designados. Como veremos, las implicaciones de este
hecho son bastante literalmente de tremenda importancia.
En Apocalipsis 8:3-5, Juan ve a otro ángel de pie en el altar celestial del incienso,
sosteniendo un incensario de oro. Se le da al ángel una gran cantidad de incienso,
que simboliza las oraciones de todos los santos (véase Apocalipsis 5:8), para que lo
añada a las oraciones del pueblo de Dios, asegurando que las oraciones sean
recibidas como ofrenda de olor agradable a Dios: Luego, el humo del incienso, junto
con las oraciones de los santos, asciende delante de Dios de la mano del ángel,
mientras el ministro ofrece las peticiones de su congregación.
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Lo que sucede después es asombroso: el ángel llena el incensario con carbones
encendidos del altar de incienso y arroja el fuego a la tierra en juicio; y esto es
seguido por "truenos, voces, relámpagos y un terremoto". Por supuesto, estos
fenómenos deberían ser familiares a todos los lectores de la Biblia como los
acompañamientos normales de la nube de gloria. "Aconteció que al tercer día,
cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el
monte, y sonido de bocina muy fuerte. ... Todo el monte Sinaí humeaba, porque
Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un
horno, y todo el monte sed estremecía en gran manera" (Éxodo 19:16, 18).
La ironía de este pasaje se hace obvio cuando tenemos presente que es una
profecía contra el Israel apóstata. En la adoración del Antiguo Testamento, el fuego
del altar de ofrenda encendida se originaba en el cielo, descendiendo sobre el altar
cuando el tabernáculo y el templo eran preparados (Levítico 9:24; 2 Crónicas 7:1).
Este fuego, iniciado por Dios, era mantenido encendido por los sacerdotes y llevado
de un lugar a otro para que pudiera ser usado para iniciar otros fuegos sagrados
(Levítico 16:12-13; véase Números 16:46-50; Génesis 22:6). Ahora, cuando al
pueblo de Dios se le ordenó destruir una ciudad apóstata, Moisés ordenó además:
"Y juntarás todo su botín en medio de la plaza, y consumirás con fuego la ciudad, y
todo su botín, todo ello, como holocausto a Jehová tu Dios" (Deuteronomio 13:16;
Jueces 20:40; véase Génesis 19:28). La única manera aceptable de quemar una
ciudad como holocausto era con fuego de Dios - fuego del altar. Así, pues, cuando
una ciudad iba a ser destruida, el sacerdote tomaba fuego del altar de Dios y lo
usaba para encender el montón del botín que servía para encender el resto,
ofreciendo así la ciudad entera como holocausto. Es esta práctica de poner a una
ciudad "bajo interdicción", de modo que nada sobreviva a la conflagración
(Deuteronomio 13:12-18), que el libro de Apocalipsis usa para describir el juicio de
Dios contra Jerusalén.
Dios hace llover sus juicios sobre la tierra como respuesta específica a la adoración
litúrgica de su pueblo. Como parte del servicio formal de adoración y oficial en el
cielo, el ángel del altar ofrece las oraciones del pueblo de Dios como grupo; y Dios
responde a sus peticiones, actuando en la historia en nombre de los santos. La
íntima conexión entre la liturgia y la historia es un hecho ineludible, que no podemos
darnos el lujo de ignorar. Esto no es para sugerir que el mundo está en peligro de
caer en el "no ser" cuando la adoración de la iglesia es defectuosa. En realidad,
Dios usará las fuerzas históricas (aun las paganas) para castigar a la iglesia cuando
ella deja de estar a la altura de su sublime llamado como reino de sacerdotes. El
punto aquí es que la adoración oficial de la comunidad del pacto es cósmicamente
66
significativa. La historia de la iglesia es la clave de la historia del mundo: Cuando la
asamblea de adoradores invoca al Señor del pacto, el mundo experimenta sus
juicios. La historia es administrada y dirigida desde el altar del incienso, que ha
recibido las oraciones de la iglesia.
En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su
templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. La tierra fue conmovida y
tembló; se conmovieron los cimientos de los montes, y se estremecieron, porque se
indignó él. Humo subió de su nariz, y de su boca fuego consumidor; carbones
fueron por él encendidos. Inclinó los cielos, y descendió; y había densas tinieblas
debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín, y voló; voló sobre las alas del
viento. Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;
oscuridad de aguas, nubes de los cielos. Por el resplandor de su presencia, sus
nubes pasaron; granizo y carbones ardientes. Tronó en los cielos Jehová, y el
Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego. Envió sus saetas, y los dispersó;
lanzó relámpagos, y los destruyó. Entonces aparecieron los abismos de las aguas,
y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, a tu reprensión, oh Jehová, por
el soplo del aliento de tu nariz. (Salmos 18:6-15).
EL TRASFONDO DE LOS JUICIOS DE LAS TROMPETAS
Varias áreas del significado simbólico de las trompetas están a la vista en este
pasaje. Primera, se usaban trompetas en la liturgia del Antiguo Testamento para
procesiones ceremoniales, particularmente como escoltas para el arca del pacto
(véase Apocalipsis 11:19); el ejemplo obvio y principal de esto es la marcha
alrededor de Jericó antes de que cayese (Josué 6; véase 1 Crónicas 15:24;
Nehemías 12:41; Apocalipsis 11:13).
Segunda, se hacían sonar las trompetas para proclamar el gobierno de un nuevo
rey (1 Reyes 1:34, 39; véase Salmos 47:5; Apocalipsis 11:15).
Tercera, la trompeta hacía sonar una alarma, advirtiendo a Israel del juicio que se
aproximaba e instando al arrepentimiento nacional (Isaías 58:1; Jeremías 4:5-8; 6:1,
17; Ezequiel 33:1-6; Joel 2:1, 15).
Cuarta, Moisés recibió instrucciones de usar dos trompetas de plata tanto
"para convocar a la congregación" para la adoración como "para mover los
campamentos" para el combate con el enemigo (Números 10:1-9). Es significativo
que estos dos propósitos, la guerra santa y la adoración, se mencionan juntos.
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Por supuesto, la ironía en Apocalipsis es que Dios ahora ordena que las trompetas
de la guerra santa se hagan sonar contra el mismo Israel.
Quinta, las trompetas también se hacían sonar en las fiestas y en el primer día de
cada mes (Números 10:10), con énfasis especial en Tishri 1, el día de Año Nuevo
civil (en el año eclesiástico, el primer día del séptimo mes); este Día de las
Trompetas era el reconocimiento litúrgico especial del Día del Señor (Levítico
23:24-25; Números 29:1-6). Por supuesto, al trasfondo más básico de todo esto es
la nube de gloria, que está acompañada por trompetazos angélicos anunciando la
soberanía y el juicio del Señor (Éxodo 19:16); la liturgia terrenal del pueblo de Dios
era una recapitulación de la liturgia celestial, otra indicación de que el pueblo
redimido de Dios había sido restaurado a su imagen. (Esta era la razón del método
que el ejército de Gedeón usó para poner en fuga a los madianitas en Jueces 7:15-
22: rodeando al enemigo con luces, griterío, y el sonido de trompetas, los israelitas
eran un reflejo divino del ejército celestial de Dios en la Nube, viniendo en venganza
contra los enemigos de Dios).
No sólo recordándonos la caída de Jericó, los juicios acarreados por el sonido de
las trompetas en Apocalipsis también recuerdan las plagas que cayeron sobre
Egipto antes del éxodo. Juntas, están representadas como destruyendo la tercera
parte de la tierra. Obviamente, puesto que el juicio no es ni total ni final, no puede
ser el fin el mundo físico. Sin embargo, la devastación es tremenda, y trabaja para
producir el fin de la nación judía, el sujeto de estas terribles profecías. Israel se ha
convertido en una nación de egipcios y cananeos, y peor: una tierra de apóstatas
del pacto. Todas las maldiciones de la ley están a punto de ser derramadas sobre
los que una vez fueron el pueblo de Dios (Mateo 23:35-36). Los cuatro primeras
trompetas se refieren aparentemente a la serie de desastres que devastaron a
Israel en los últimos días, y principalmente a los eventos que condujeron al
comienzo de la guerra.
LA PRIMERA TROMPETA
Mientras que los juicios de los sellos eran medidos en cuartos, los juicios de las
trompetas eran medidos en tercios. Suena la primera trompeta (Apocalipsis 8:6-7), y
cae una triple maldición (granizo, fuego, sangre), que afecta un tercio de la tierra;
tres objetos en particular son seleccionados. Juan ve "granizo y fuego, mezclados
con sangre, y fueron lanzados a la tierra". La sangre de los testigos muertos se
mezcla con el fuego del altar, trayendo ira sobre los perseguidores. El resultado de
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esta maldición, que tiene algunas similitudes con la séptima plaga de Egipto (Éxodo
9:22-26), es el incendio de una tercera parte de la tierra y la tercera parte de los
árboles, y toda la hierba verde (es decir, toda la hierba verde de un tercio de la
tierra; véase Apocalipsis 9:4). Si los árboles y la hierba representan al remanente
elegido (como parecen hacerlo en 7:3 y 9:4), esto indica que no están exentos del
sufrimiento físico y la muerte al caer la ira de Dios sobre los impíos. Sin embargo,
(1) la iglesia no puede ser destruida completamente en ningún juicio (Mateo 16:18),
y (2) a diferencia de los impíos, el destino final de los impíos no es la ira sino la vida
y la salvación (Romanos 2:7-9; 1 Tesalonicenses 5:9).
Por otra parte, los impíos sólo tienen delante de ellos ira y angustia, tribulación y
aflicción (Romanos 2:8-9). Literalmente, la vegetación de Judea, y especialmente
de Jerusalén, fue destruida en los métodos militares romanos de tierra arrasada,
como informa Josefo: "Como la ciudad, el campo era un espectáculo lastimoso,
porque donde una vez había habido una multitud de árboles y parques, ahora había
un completo desierto desnudo de árboles; y ningún extranjero que hubiese visto la
antigua Judea y los gloriosos suburbios de su capital y que ahora contemplase la
total desolación, podría contener las lágrimas ni suprimir un gemido al ver un
cambio tan terrible. La guerra había borrado todo rastro de belleza, y nadie que
hubiese conocido la ciudad en el pasado y hubiese regresado a ella repentinamente
habría reconocido el lugar porque, aunque él ya estaba allí, todavía estaría
buscando la ciudad" (The Jewish War, vi.1.1). Y sin embargo, éste era sólo el
comienzo: muchas más tristezas, y mucho peores, esperaban delante (véase
16:21).
LA SEGUNDA TROMPETA
Con el trompetazo del segundo ángel (Apocalipsis 8:8-9), vemos un paralelo con la
primera plaga de Egipto, en la cual el Nilo se convirtió en sangre y los peces
murieron (Éxodo 7:17-21). La causa de esta calamidad fue que una gran montaña
ardiendo fue lanzada al mar. El significado de esto se hace claro cuando
recordamos que la nación de Israel era el "Santo Monte" de Dios, "el monte de la
herencia de Dios" (Éxodo 15:17). Como el pueblo redimido de Dios, los hebreos
habían sido traídos de vuelta al Edén, y el uso repetido de la imagen de la montaña
a lo largo de su historia incluyendo el hecho de que el monte de Sión era el símbolo
aceptado de la nación) demuestra esto vívidamente. Pero ahora, como apóstata,
Israel se había convertido en un "monte destructor", contra el cual se había vuelto la
ira de Dios. Ahora Dios habla de Jerusalén en el mismo lenguaje que Él una vez
69
usó para hablar de Babilonia, un hecho que será central en las imágenes de este
libro:
He aquí yo estoy contra ti, monte destruidor, dice Jehová, que destruiste toda la
tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y reduciré a
monte quemado. ... Subió el mar sobre Babilonia; de la multitud de sus olas fue
cubierta (Jeremías 51:25, 42).
Conéctese esto con el hecho de que Jesús, en la mitad de una larga serie de
discursos y parábolas sobre la destrucción de Jerusalén (Mateo 20-25), maldijo a
una higuera estéril como símbolo de juicio sobre Israel. Luego les dice a sus
discípulos: "De cierto os digo, que si tuvieseis fe, y no dudaseis, no sólo haréis esto
de la higuera, sino que, si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será
hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:21-22).
¿Estaba Jesús siendo frívolo? ¿En realidad esperaba que los discípulos fueran por
allí orando para que los montes literales se movieran? Por supuesto que no. Lo que
es más importante, Jesús no había cambiado el tema. Todavía les estaba dando
una lección sobre la caída de Israel. ¿Cuál era la lección? Jesús estaba dando
instrucciones a sus discípulos para que elevasen oraciones imprecatorias,
suplicando que Dios destruyese a Israel, secase la higuera, y echase al mar al
monte apóstata.
Y eso fue exactamente lo que sucedió. La perseguida iglesia, bajo la opresión de
los judíos apóstatas, comenzó a orar pidiendo la venganza de Dios sobre Israel
(Apocalipsis 6:9-11), pidiendo que el monte de Israel fuese "tomado y echado en el
mar". Sus ofrendas fueron recibidas en el altar celestial de Dios, y en respuesta,
Dios dio instrucciones a los ángeles para que arrojaran sus juicios sobre la tierra
(Apocalipsis 8:3-5). Israel fue destruido. Debemos notar que Juan está escribiendo
esto antes de la destrucción, para la instrucción y el estímulo de los santos, para
que continuasen orando con fe. Como les había dicho al principio: "Bienaventurado
el que lee y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las cosas en ella
escritas, porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1:3).
LA TERCERA TROMPETA
Como el símbolo anterior, la visión de la tercera trompeta (Apocalipsis 8:10-11)
combina imágenes bíblicas de las caídas tanto de Egipto como de Babilonia. El
efecto de esta plaga - las aguas volviéndose amargas - es similar a la primera plaga
de Egipto, en la cual el agua se volvió amarga a causa de la multitud de peces
70
muertos y en descomposición (Éxodo 7:21). Lo amargo de las aguas es causado
por una gran estrella que cayó del cielo, ardiendo como una antorcha. Esto es
paralelo con la profecía de Isaías sobre la caída de Babilonia, descrita en términos
de la caída original en el paraíso:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú
que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo
alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio
me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo
(Isaías 14:12-15).
El nombre de esta estrella caída es Ajenjo, un término usado en la Ley y los
Profetas para advertir a Israel de su destrucción como castigo por su apostasía
(Deuteronomio 29:18; Jeremías 9:15; 23:15; Lamentaciones 3:15, 19; Amós 5:7).
Nuevamente, combinando estas alusiones en el Antiguo Testamento, Juan subraya
lo que quiere decir: Israel es apóstata, y se ha convertido en un Egipto; Jerusalén
se ha convertido en Babilonia; y los quebrantadores del pacto serán destruidos, tan
seguramente como lo fueron Egipto y Babilonia.
LA CUARTA TROMPETA
Como la novena plaga de Egipto de una "espesa oscuridad" (Éxodo 10:21-23), la
maldición causada por la cuarta trompeta (Apocalipsis 8:12-13) cae sobre los
portadores de luz, el sol, la luna, y las estrellas, de modo que la tercera parte de
ellos se oscureciesen. Estas imágenes fueron usadas por los profetas durante
mucho tiempo para representar la caída de las naciones y los gobernantes
nacionales (véase Isaías 13:9-11, 19; 24:19-23; 34:4-5; Ezequiel 32:7-8, 11-12; Joel
2:10, 28-32; Hechos 2:16-21). En cumplimiento de esto, F. W. Farrar observa: "Un
gobernante tras otro, jefe tras jefe del Imperio Romano y la nación judía fue
asesinado y arruinado. Gayo, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, todos murieron
asesinados o se suicidaron; Herodes el Grande, Herodes Antipas, Herodes Agripa,
y la mayoría de los príncipes herodianos, junto con no pocos de los principales
sumos sacerdotes de Jerusalén, perecieron después de haber caído en desgracia,
o en el exilio, o por manos violentas. Todos ellos fueron soles apagados y estrellas
oscurecidas" (The Early Days of Christianity, p. 519).
Ahora Juan ve un águila (véase Apocalipsis 4:7) volando en medio del cielo, una
advertencia de la ira venidera. Como muchos otros símbolos de pacto, el águila
71
tiene una doble naturaleza. Por un lado, significa la salvación que Dios proporcionó
a Israel:
Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló
en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó,
lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea
sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas
(Deuteronomio 32:9-11; Éxodo 19:4).
Pero el águila es también una terrible ave de presa, asociada con sangre y muerte y
carne putrefacta:
Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiere cadáveres, allí está ella (Job
39:30).
Las advertencias proféticas de la destrucción de Israel están a menudo redactadas
en términos de águilas que descienden sobre la carroña (Deuteronomio 28:49;
Jeremías 4:13; Lamentaciones 4:19; Oseas 8:1; Habacuc 1:8; Mateo 24:28). En
realidad, un aspecto básico de la maldición del pacto es el de ser devorado por las
aves del cielo (Génesis 15:9-12; Deuteronomio 28:26, 49; Proverbios 30:17;
Jeremías 7:33-34; 16:3-4; 19:7; 34:18-20; Ezequiel 39:17-20; Apocalipsis 19:17-18).
El querubín-águila reaparecerá en Apocalipsis como imagen de la salvación (12:14),
para ser reemplazado finalmente por (o visto nuevamente como) un ángel volando
por en medio del cielo proclamando el evangelio a los que moran en la tierra (14:6),
pues su misión es en fin de cuentas redentora en su alcance. Pero la salvación del
mundo vendrá por medio de la caída de Israel (Romanos 11:11-15), 25). Así, pues,
el águila comienza su mensaje con ira, proclamando tres ayes que han de venir
sobre los que moran en la tierra.
Como las plagas originales en Egipto, las maldiciones se están intensificando, y se
están volviendo más precisas en su aplicación. Lo que Juan dice está aumentando
hasta un crescendo, usando los tres ayes del águila (que corresponden al quinto,
sexto, y séptimo trompetazo (véase Apocalipsis 9:12; 11:14-15) para dramatizar los
crecientes desastres que está sufriendo la tierra de Israel. Después de muchas
demoras y mucha resignación por parte del celoso y santo Señor de los ejércitos,
las terribles sanciones de la ley son finalmente desatadas contra los violadores del
pacto, de manera que Jesús pueda heredar los reinos del mundo y traerlos a su
templo (Apocalipsis 11:15-19; 21:22-27).
72
CAPÍTULO 9 JERUSALÉN ES SITIADA
Ataque desde el abismo.
Tal como el águila había advertido (Apocalipsis 8:13), el sonido de la quinta
trompeta (Apocalipsis 9:1-12) señala la intensificación de las plagas en esta serie.
Aunque esta maldición es similar a las grandes nubes de langostas que cayeron
sobre Egipto en la octava plaga (Éxodo 10:12-15), estas "langostas" son diferentes:
son demonios del "abismo", la fosa sin fondo, que se menciona siete veces en
Apocalipsis (9:1, 2, 11; 11:7; 17:8; 20:1, 3). La Septuaginta primero usa el término
en Génesis 1:2, hablando del abismo y la oscuridad originales sobre los cuales se
cernía el Espíritu creativamente (y "prevaleció" metafóricamente; véase Juan 1:5).
En simbolismo bíblico, el abismo es el extremo más alejado del cielo (Génesis
49:25; Deuteronomio 33:13) y de las altas montañas (Salmos 36:6). Se usa en la
Escritura como referencia a las partes más profundas del mar (Job 28:14; 38:16;
Salmos 33:7) y a los ríos y depósitos de agua subterráneos (Deuteronomio 8:7; Job
36:16), de donde procedieron las aguas del diluvio (Génesis 7:11; 8:2; Proverbios
3:20; 8:24), y que regaban el reino de Asiria (Ezequiel 31:4, 15). Repetidamente, el
cruce del Mar Rojo por el pueblo del pacto se compara con un pasaje a través del
abismo (Salmos 77:16; 106:9; Isaías 44:27; 51:10; 63:13). El profeta Ezequiel
amenazó a Tiro con una gran desolación de la tierra, en la cual Dios haría subir el
abismo para cubrir la ciudad con un nuevo diluvio, arrojando a su pueblo al abismo
en las partes más bajas de la tierra (Ezequiel 26:19-21), y Jonás hablaba del
abismo en términos de excomunión de la presencia de Dios, una expulsión del
templo (Jonás 2:5-6). El dominio del dragón (Job 41:31; Salmos 148:7; Apocalipsis
11:7; 17:8), la prisión de los demonios (Lucas 8:31; Apocalipsis 20:1-3), véase 2
Pedro 2:4; Judas 6), y el ámbito de los muertos (Romanos 10:7), todos son
denominados con el mismo nombre: abismo.
Así, pues, Juan está advirtiendo a sus lectores que el infierno está a punto de
desatarse sobre la tierra de Israel; como sucedió al antiguo Tiro, el abismo está
siendo dragado para que cubra la tierra con sus espíritus inmundos. El Israel
apóstata ha de ser expulsado de la presencia de Dios, excomulgado del templo, y
lleno de demonios. Uno de los mensajes centrales de Apocalipsis es que la iglesia
mora en el cielo como en un tabernáculo (véase Apocalipsis 7:15; 12:12; 13:6); el
corolario de esto es que la falsa iglesia mora en el infierno como en un tabernáculo.
73
¿Por qué dura cinco meses la plaga de langostas? Primero que todo, esta figura es
una referencia al período de cinco meses, desde mayo hasta septiembre, en que
las langostas aparecían normalmente. (La característica desusada es que estas
langostas permanecen durante todo el período, atormentando constantemente a la
población).
Segundo, esto parece referirse en parte a las acciones de Gesio Floro, el
procurador de Judea, que por cinco meses (comenzando en mayo del 66 con la
matanza de 3,600 pacíficos ciudadanos) aterrorizó a los judíos, tratando
deliberadamente de incitarlos a rebelarse. Tuvo éxito: Josefo fecha el principio de la
Guerra Judía en esta ocasión).
Tercero, el uso del término cinco se asocia en la Escritura con poder, y
específicamente con organización militar - la disposición del ejército israelita en una
formación de pelotones de cinco escuadrones (Éxodo 13:18; Números 32:17; Josué
1:14; 4:12; Jueces 7:11; véase 2 Reyes 1:9ss). Por instrucciones de Dios,
Israel sería atacado por un ejército demoníaco procedente del abismo.
Durante el ministerio de Cristo, Satanás había caído a la tierra "como una estrella
del cielo" (véase Apocalipsis 12:4, 9, 12); y Juan dice: "se le dio la llave del pozo del
abismo. Y abrió el pozo del abismo". Lo que todo esto significa es exactamente lo
que Jesús profetizó durante su ministerio terrenal: la tierra, que había recibido los
beneficios de su obra y luego le había rechazado, sería inundada por demonios del
abismo. Debemos notar aquí que la llave se le da a Satanás, porque es Dios quien
envía los demonios como castigo contra los judíos.
Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la
condenarán porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he
aquí, más que Jonás en este lugar. La reina del sur se levantará con esta
generación en el juicio y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra
para escuchar la sabiduría de Salomón; y he aquí más que Salomón en este lugar.
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando
reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando
llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros
siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala
generación (Mateo 12:41-45).
74
A causa del rechazo del Rey de reyes por parte de Israel, las bendiciones que
habían recibido se convertirían en maldiciones. Jerusalén había sido "barrida" por el
ministerio de Cristo; ahora se convertiría en "habitación de demonios y guarida de
todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apocalipsis
18:2). La generación entera fue más y más poseída por demonios; su progresiva
locura nacional es evidente cuando uno lee a través del Nuevo Testamento, y sus
horripilantes etapas finales son presentadas en las páginas de la obra de Josefo
The Jewish War (La Guerra Judía): la pérdida de toda capacidad de raciocinio, las
turbas frenéticas que se atacaban las unas a las otras, las engañadas multitudes
que seguían a los más transparentemente falsos profetas, la búsqueda enloquecida
y desesperada por alimento, los asesinatos en masa, las ejecuciones, los suicidios,
los padres que mataban a sus propias familias, las madres que se comían a sus
propios niños. Satanás y sus huestes simplemente pululaban por todo el territorio
de Israel y consumían a los apóstatas.
La vegetación de la tierra queda específicamente exenta de la destrucción causada
por las "langostas". Esta es una maldición contra los hombres desobedientes. Sólo
los cristianos son inmunes a los aguijones como de escorpión de los demonios
(véase Marcos 6:7; Lucas 10:17-19; Hechos 26:18); los israelitas no bautizados,
que no tienen "el sello de Dios en sus frentes" (véase Apocalipsis 7:3-8), son
atacados y atormentados por los poderes demoníacos. Y el propósito inmediato que
Dios tiene al desatar esta maldición no es la muerte, sino meramente el tormento,
al experimentar la nación de Israel una serie de convulsiones. Juan repite lo que
nos ha dicho en Apocalipsis 6:16, que "en aquellos días los hombres buscarán la
muerte y no la hallarán; y anhelarán morir y la muerte huirá de ellos". Jesús había
profetizado específicamente este anhelo de muerte entre los miembros de la
generación final, la generación de los judíos que le crucificaron (Lucas 23:27-30).
Como Dios había dicho mucho antes: "Mas el que peca contra mí, defrauda su
alma; todos los que me aborrecen aman la muerte" (Proverbios 8:36).
La terrorífica descripción de los demonios-langostas de Apocalipsis 9:7-11 guarda
mucha similitud con los ejércitos paganos invasores mencionados en los profetas
(Jeremías 51:27; Joel 1:6; 2:4-10; véase Levítico 17:7 y 2 Crónicas 11:15, donde la
palabra hebrea para demonio significa el peludo). Este pasaje también puede
referirse en parte a las pandillas satánicas de los zelotes asesinos que hacían presa
en los ciudadanos de Jerusalén, saqueando casas y asesinando y violando
indiscriminadamente. Característicamente, estos pervertidos se vestían como
prostitutas para seducir a los hombres incautos y llevarlos a la muerte.
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Un punto particularmente interesante sobre la descripción del ejército demoníaco es
la afirmación de Juan de que "el sonido de sus alas era como el sonido de
carruajes, de muchos caballos que se apresuran al combate". Ése es el mismo
sonido que hacen las alas de los ángeles en la Nube de Gloria (Ezequiel 1:24; 3:13;
2 Reyes 7:5-7); la diferencia aquí es que el ruido es producido por ángeles caídos.
Juan sigue adelante, e identifica al rey de los demonios, el "ángel del abismo",
dando su nombre tanto en hebreo /Abadón) como en griego (Apolión) - una de
muchas indicaciones del carácter esencialmente hebreo de Apocalipsis. Las
palabras significan Destrucción y Destructor; "Abadón" se usa en el Antiguo
Testamento para nombrar la morada de los muertos, el "lugar de destrucción" (Job
26:6; 28:22; 31:12; Salmos 88:11; Proverbios 15:11; 27:20). Juan, pues, presenta a
Satanás como la personificación misma de la muerte misma (véase 1 Corintios
10:10; Hebreos 2:14).
Claramente, el hecho de que la hueste entera de destructores fuera desatada sobre
la nación judía ciertamente era el infierno en la tierra. Y sin embargo, Juan nos dice
que esta irrupción de los demonios en la tierra es sólo "el primer ay". Horrores
mucho mayores estaban por venir.
ATAQUE DESDE EL ÉUFRATES
Las primeras palabras de Juan acerca de la sexta trompeta (Apocalipsis 9:13)
nuevamente nos recuerdan que las desolaciones que Dios trajo sobre la tierra
ocurren en nombre de su pueblo (Salmos 46), en respuesta a su adoración oficial,
de pacto: la orden al sexto ángel es dada por una voz "desde los cuatro cuernos del
altar de oro [es decir, el altar de incienso] que está delante de Dios". La mención de
este punto tiene el obvio propósito de estimular al pueblo de Dios en adoración y
oración, asegurándole que las acciones de Dios en la historia proceden de su altar,
donde Él ha recibido sus oraciones. La iglesia de Jesucristo es el nuevo Israel, la
nación santa, el verdadero pueblo de Dios, que posee "confianza para entrar en el
Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo" (Hebreos 10:19). Juan asegura a la
iglesia del siglo primero que sus oraciones serán oídas y contestadas por Dios. Él
se vengará de los perseguidores de la iglesia, porque la tierra es al mismo tiempo
bendecida y juzgada por las acciones litúrgicas y los decretos judiciales de la
iglesia.
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El hecho de que Dios está listo para escuchar y dispuesto a conceder las peticiones
de su pueblo se proclama continuamente en la Escritura (Salmos 9:10; 10:17-18;
18:3; 34:15-17; 37:4-5; 50:14-15; 145:18-19). Dios nos ha dado numerosos
ejemplos de oraciones imprecatorias, mostrándonos repetidamente que un aspecto
de la actitud de un hombre piadoso es el odio hacia los enemigos de Dios y
fervientes oraciones por su caída y su destrucción (Salmos 5:10; 10:15; 35:1-8, 22-
26; 59:12-13; 68:1-4; 69:22-28; 83; 94; 109; 137:8-9; 139:19-2; 140:6-11). ¿Por qué
entonces no vemos la caída de los impíos en nuestro propio tiempo? Parte
importante de la respuesta es que la iglesia no está dispuesta a orar bíblicamente; y
Dios nos ha asegurado: No tenéis porque no pedís (Santiago 4:2). Pero la iglesia
del siglo primero orando fiel y fervientemente por la destrucción del Israel apóstata,
había sido escuchada en el altar celestial de Dios. Sus ángeles fueron
comisionados para asestar el golpe.
En los versículos 14-16, el sexto ángel es comisionado para soltar a los cuatro
ángeles que habían sido "atados en el gran río Éufrates"; entonces ellos traen
contra Israel un ejército que consiste de "miríadas de miríadas". El río Éufrates al
norte formaba el límite entre Israel y las terribles fuerzas paganas de Asiria,
Babilonia, y Persia, que Dios usaba como látigo contra su pueblo rebelde (véase
Génesis 15:18; Deuteronomio 11:24; Josué 1:4; Jeremías 6:1, 22; 10:22; 13:20;
25:9, 26; 46:20, 24; 47:2; Ezequiel 26:7; 38:6, 15; 39:2). Debe recordarse también
que el norte era el área del trono de Dios (Isaías 14:13); y tanto la Nube de Gloria
como los agentes de la venganza de Dios se ven procediendo del norte, es decir,
del Éufrates (véase Ezequiel 1;4; Isaías 14:31; Jeremías 1:14-15). Así, pues, este
gran ejército del norte es, en fin de cuentas, el ejército de Dios, y bajo su control y
dirección, aunque es también claramente de carácter demoníaco y pagano (acerca
de "atar" a los ángeles caídos, véase 2 Pedro 2:4; Judas 6). Dios es completamente
soberano, y usa tanto a demonios como a los paganos para llevar a cabo sus
propósitos santos (1 Reyes 22:20-22; Job 1:12-21); por supuesto, después castiga
a los paganos por sus malvados motivos e impías metas que les llevó a cumplir el
decreto de Dios; véase Isaías 10:5-14). Juan dice que los ángeles atados en el
Éufrates "habían sido preparados para la hora, el día, el mes, y el año"; estando su
papel en la historia completamente predestinado y cierto.
Se dice simplemente que el número de los jinetes es de "millares y millares", una
expresión tomada de Salmos 68:17, que dice: "Los carros de Dios se cuentan por
veintenas de millares de millares" - en otras palabras, un número incalculable, que
no se puede contar. Los intentos de convertir esto en una cifra exacta (como en el
caso del supuesto tamaño del ejército chino, o las fuerzas armadas de Europa
77
Occidental, y así sucesivamente) están condenados a la frustración. El término
significa simplemente muchos millares, e indica una vasta hueste que se debe
considerar en relación con el ejército angélico del Señor, compuesto de millares y
millares de carruajes.
Evitando los deslumbrantes cálculos tecnológicos adelantados por algunos
comentaristas sobre Apocalipsis 9:17-19, observamos simplemente que, aunque el
número del ejército tiene el propósito de recordarnos el ejército de Dios, las
características de los caballos - el fuego y el humo y el azufre que salían de sus
bocas - nos recuerdan al dragón, el leviatán que escupía fuego (Job 41:18-21), y al
mismo infierno (Apocalipsis 9:2; 19:20; 21:8).
Así, pues, para resumir la idea: Un ejército innumerable avanza sobre Jerusalén
desde el Éufrates, el origen de los enemigos tradicionales de Israel; es una fuerza
feroz, hostil, demoníaca enviada por Dios en respuesta a las oraciones de su
pueblo pidiendo venganza. En resumen, este ejército es el cumplimiento de todas
las advertencias de la ley y los profetas acerca de una horda vengadora enviada
para castigar a los quebrantadores del pacto. Los horrores descritos en
Deuteronomio 28 habrían de caer sobre esta generación perversa (véanse
especialmente los versículos 49-68). Moisés había declarado: Enloquecerás a
causa de lo que verán tus ojos (Deuteronomio 28:34).
Como en realidad sucedió en la historia, la rebelión judía en reacción a la "plaga de
langostas" de Gesio Floro durante el verano de 66 d. C. provocó la invasión de
Palestina por Cestio en el otoño, con gran número de tropas a caballo, desde las
regiones cerca del Éufrates (aunque el punto principal de la referencia de Juan es el
significado simbólico de río en la historia y la profecía bíblicas). Después de asolar
el campo, las fuerzas de Gesio llegaron a las puertas Jerusalén en el mes de Tisri -
el mes que comienza con el día de las trompetas.
Lo que sucedió después es uno de los más extraños relatos en los anales de la
historia militar. Los romanos rodearon la ciudad y la atacaron continuamente
durante cinco días; al sexto día, Cestio dirigió con éxito una fuerza escogida en un
asalto supremo contra la muralla norte. Después de que capturaron su objetivo,
comenzaron los preparativos para incendiar el templo. Viendo que estaban siendo
completamente abrumados, los rebeldes comenzaron a huir llenos de pánico, y los
"moderados", que se habían opuesto a la rebelión, intentaron abrir las puertas para
rendir Jerusalén a Cestio.
78
Justo entonces, en el momento mismo en que una completa victoria estaba a su
alcance, Cestio retiró sus fuerzas, repentina e inexplicablemente. Sorprendidos y
envalentonados, los rebeldes regresaron de su huida y persiguieron a los soldados
en retirada, infligiéndoles gran número de bajas en su ataque. Este éxito inesperado
de las fuerzas rebeldes tuvo el efecto de crear entre los judíos una confianza
enorme pero completamente injustificada, y hasta los moderados participaron en el
entusiasmo general a favor de la guerra. En vez de acatar el verdadero mensaje de
este trompetazo de advertencia, el Israel apóstata estúpidamente se afirmó en su
rebelión.
En consecuencia, Juan informa en los versículos 20-21 que "el resto de los
hombres, que no murieron por estas plagas, no se arrepintieron ... para no adorar
ni a demonios ni a ídolos". Los judíos se habían entregado tan completamente a la
apostasía que ni la bondad de Dios ni su ira podían hacerles volverse de su error.
Josefo informa que, en lugar de eso, hasta el mismo fin - después del hambre, los
asesinatos en masa, el canibalismo, la crucifixión de sus compatriotas judíos a
razón de 500 por día - los judíos continuaron escuchando los locos desvaríos de los
falsos profetas que les aseguraban la liberación y la victoria. Josefo comenta: "Así
fueron engañadas las gentes miserables por estos charlatanes y falsos mensajeros
de Dios, mientras despreciaban y rechazaban los inconfundibles portentos que
auguraban la desolación venidera; más bien, como si estuviesen aturdidos, ciegos,
y sin sentido, no hicieron caso a las claras advertencias de Dios" (The Jewish War,
vi. v. 3).
ADVERTENCIAS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN ¿Qué "claras advertencias les había dado Dios? Además de la predicación
apostólica, que en realidad era todo lo que necesitaban (véase Lucas 16:27-31),
Dios les había enviado señales milagrosas y maravillas para testificarles del juicio
venidero; antes de la caída de Jerusalén, Jesús les había advertido: "Habrá terror y
grandes señales del cielo" (Lucas 21:11). Esto fue especialmente cierto durante la
temporada de las fiestas del año 66. Josefo continúa diciendo en su informe:
"Mientras la gente se reunía para la fiesta de los panes sin levadura, el día ocho del
mes de Nisán, en la hora nona de la noche [3:00 a.m.] apareció alrededor del altar
una luz tan brillante que parecía la luz del día; esto duró media hora. Los inexpertos
la consideraron como una buena señal, pero los escribas santos la interpretaron
inmediatamente de conformidad con los eventos subsiguientes".
79
Durante la misma fiesta, tuvo lugar otro incidente asombroso: "La puerta del lado
oriental del santuario interior era maciza, de bronce, y tan pesada que apenas podía
ser movida por veinte hombres todas las noches; estaba equipada con barras
guarnecidas de hierro y asegurada con pernos hundidos profundamente en un
umbral que había sido fabricado con un solo bloque de piedra; sin embargo, a esta
puerta se la vio abrirse por sí sola en la hora sexta de la noche [medianoche]. Los
guardias del templo corrieron a informar el incidente al capitán, el cual vino y, con
gran esfuerzo, logró cerrarla. Para los no iniciados, esto también parecía la mejor
de las señales, pues suponían que Dios había abierto para ellos la puerta de la
felicidad. Pero personas más sabias se dieron cuenta de que la seguridad del
templo se estaba desmoronando sola y que la apertura de la puerta era un regalo
para el enemigo, e interpretaron esto en sus propias mentes como una señal de la
desolación venidera".
Dicho sea de paso, un incidente similar ocurrió en 30 d. C., cuando Cristo fue
crucificado y el velo exterior del templo - ¡de 24 pies de ancho y más de 80 pies de
altura! - se rasgó de arriba abajo (Mateo 27:50-54; Marcos 15:37-39; Lucas 23:44-
47). El Talmud (Yoma 39b) informa que, en 30 d. C., las puertas del templo se
abrieron solas, aparentemente debido al colapso del dintel superior, una piedra que
pesaba alrededor de 30 toneladas.
Los que no podían asistir a la fiesta regular de la Pascua debían celebrarla un mes
más tarde (Números 9:9-13). Josefo informa una tercera gran maravilla que ocurrió
al final de la segunda Pascua en 66: "Se vio una aparición sobrenatural, demasiado
asombrosa para ser creída. Supongo que lo que ahora voy a relatar sería
menospreciado como imaginario, si no hubiese sido presenciado por testigos y
luego seguido desastres subsiguientes que merecían ser señalados de esa manera.
Antes de la puesta del sol, se vieron carruajes en el aire sobre todo el país, así
como batallones armados volando a través de las nubes y rodeando las ciudades".
Una cuarta señal ocurrió dentro del templo al siguiente gran día de fiesta, y fue
presenciado por los veinticuatro sacerdotes que estaban de turno: "En la fiesta
llamada del Pentecostés, cuando los sacerdotes habían entrado a los atrios
interiores del templo en la noche para desempeñar sus oficios acostumbrados,
declararon que oyeron, primero, de una violenta conmoción y un violento estruendo,
luego la voz como de una hueste, que exclamaba: ¡Nos vamos de aquí!".
Hubo una quinta señal en los cielos aquel año: "Una estrella que parecía una
espada se puso sobre la ciudad, y un cometa permaneció por un año entero". Como
80
dice Josefo, era obvio que Jerusalén "ya no era más la morada de Dios". Pero Israel
no se arrepintió de su maldad. Ciega a sus propios males y a los crecientes juicios
que se le venían encima, permaneció firme en su apostasía, y siguió rechazando al
Señor y en su lugar aferrándose a sus falsos dioses.
¿Adoraban realmente los judíos a demonios e ídolos? Ciertamente, al rechazar a
Jesucristo, quedaron ineludiblemente envueltos en la idolatría y se apartaron de la
fe de Abraham y sirvieron a dioses de su propia hechura. Además, la idolatría judía
no era ningún "teísmo" vago, indefinido, apóstata. Al abandonar a Cristo, los judíos
de hecho se convirtieron en adoradores de César.
Josefo da testimonio elocuente de esto, pues escribe repetidamente sobre la ira de
Dios contra la apostasía de la nación judía como la causa de sus males: "Estos
hombres, pues, pisotearon todas las leyes de los hombres y se rieron de las leyes
de Dios; y en cuanto a los oráculos de los profetas, los ridiculizaron como si fuesen
trucos de juglares; pero estos profetas predijeron muchas cosas concernientes a las
recompensas de la virtud y los castigos del vicio, las cuales, cuando estos zelotes
las violaron, ocasionaron el cumplimiento de esas mismas profecías pertenecientes
a su propio país".
"Desde el principio del mundo, ninguna otra ciudad sufrió jamás tales miserias, ni
engendró jamás ninguna época una generación más fructífera en maldad que ésta".
"Cuando la ciudad fue rodeada y [sus habitantes] ya no pudieron recoger plantas,
algunos fueron llevados a tan terrible aflicción que iban a las cloacas comunes y los
estercoleros del ganado, y comían los excrementos que encontraban allí; y lo que
antes ni siquiera podían mirar, ahora lo usaban como alimento. Tan pronto los
romanos se enteraron de esto, se despertó su compasión; pero los rebeldes, que lo
vieron también, no se arrepintieron, sino que permitieron que la misma aflicción les
sobreviniera a ellos, pues estaban ciegos al destino que ya había caído sobre la
ciudad y sobre ellos también".
Dice Juan que los ídolos de Israel son "de oro, plata, bronce, piedra y madera", una
descripción bíblica estándar de los materiales usados en la construcción de dioses
falsos (véase Salmos 115:4; 135:15; Isaías 37:19). De manera consistente, la Biblia
ridiculiza los ídolos de los hombres como obra de sus manos, meros palos y piedras
que no ven ni oyen ni andan. Esto es un eco de la mofa que el salmista hace de los
ídolos paganos:
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Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no
oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen
pies, mas no andan; no hablan con su garganta.
Luego viene el tiro de gracia:
Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos.
(Salmos 115:5-8; véase 135:16-18).
Herbert Schlossberg ha llamado muy apropiadamente a esto santificación a la
inversa - un proceso por medio del cual "el idólatra es transformado a semejanza
del objeto de su culto. Israel 'fue tras lo sin valor, y se convirtió en sin valor' (Idols
for Destruction, p. 295). Como tronaba el profeta Oseas, los idólatras de Israel
"vinieron a ser tan detestables como aquéllos que amaban" (Ósea 9:10; véase
Jeremías 2:5).
La descripción que hace Juan de la idolatría de Israel concuerda con la posición
profética usual; pero su acusación es una referencia aun más directa a la condena
que Daniel hace de Babilonia, específicamente en relación con su adoración a
dioses falsos con los sagrados utensilios del templo. Daniel le dijo al rey Belsasar:
"Contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los
vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas bebiste vino en
ellos; además de esto, diste alabanza a Dios de plata y oro, de bronce, de hierro, de
madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu
vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste" (Daniel 5:23).
La implicación de Juan es clara: Israel se ha convertido en una Babilonia, y ha
cometido sacrilegio al adorar dioses falsos con los tesoros del templo; como
Babilonia, Israel ha sido "pesado en la balanza y ha sido hallado falto"; como
Babilonia, Israel será conquistado y su reino entrará en posesión de los gentiles
(véase Daniel 5:25-31).
Finalmente, Juan resume los crímenes de Israel, todos los cuales nacen de su
idolatría (véase Romanos (véase Romanos 1:18-32). Esto condujo al asesinato de
Jesús y de los santos por Israel (Hechos 2:23, 36; 3:14-15; 4:26; 7:51-52, 58-60);
sus hechicerías (Hechos 8:9,11; 13:6-11; 19:13-15; véase Apocalipsis 18:23; 21:8;
22:15); sus fornicaciones, una palabra que Juan usa doce veces para referirse a la
apostasía de Israel (Apocalipsis 2:14; 2:20; 2:21; 9:21; 14:8; 17:2 [dos veces]; 17:4;
18:3 [dos veces]; 18:9; 19.2); y sus latrocinios, un crimen a menudo asociado en la
82
Biblia a la apostasía y la resultante opresión y persecución de los justos (véase
Isaías 61:8; Jeremías 7:9-10; Ezequiel 22:29; Oseas 4:1-2; Marcos 11:17; Romanos
2:21; Santiago 5:1-6).
CONCLUSIÓN
Durante los últimos días, hasta la llegada de los romanos, las trompetas habían
sonado, advirtiendo a Israel que se arrepintiese. Pero la alarma fue ignorada, y los
judíos se endurecieron en su impenitencia. La retirada de Cestio fue por supuesto
interpretada en el sentido de que las profecías de Cristo sobre la destrucción de
Jerusalén eran falsas: los ejércitos del Éufrates habían llegado y rodeado Jerusalén
(véase Lucas 21:20), pero la amenaza de "desolación" no se había vuelto realidad.
En lugar de eso, los romanos habían huido, con las colas entre las piernas. Más y
más confiados en la bendición divina, los judíos se lanzaron atolondradamente a
mayores actos de rebeldía, sin darse cuenta de que fuerzas aun mayores más allá
del Éufrates se estaban preparando para el combate. Esta vez no habría retirada.
Judea sería convertida en desierto, los israelitas serían masacrados y esclavizados,
y el templo sería arrasado hasta el suelo, sin que quedase piedra sobre piedra.
83
CAPÍTULO 10 TODA LA CREACIÓN TOMA VENGANZA
La séptima trompeta era la señal de que "no habría más demora" (véase
Apocalipsis 10:6-7). El tiempo se había acabado; la ira en su máxima expresión
había llegado a Israel. Desde este punto en adelante, Juan abandona el lenguaje y
las imágenes de de una mera advertencia. La destrucción de Jerusalén es segura,
así que el profeta se concentra por entero en el mensaje de su inminente
destrucción. Al describir el destino de la ciudad, Juan extiende e intensifica las
imágenes del éxodo que ya han sido tan penetrantes durante toda la profecía. Juan
habla de "la gran ciudad" (16:19), recordándoles a sus lectores una referencia
anterior: "la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Gomorra, donde
también el Señor fue crucificado" (11:18). A Jerusalén se le llama Sodoma a causa
de su apostasía sensual y lujuriosa (véase Ezequiel 16:49-50), y porque está
destinada a la total destrucción como un holocausto total (Génesis 19:24-28;
Deuteronomio 13:12-18). Pero las metáforas más usuales de Juan en relación a la
gran ciudad son tomadas del patrón de Éxodo: Jerusalén es, no sólo Egipto, sino
también los otros enemigos de Israel. Juan ha mostrado al dragón egipcio
persiguiendo a la mujer en dirección al desierto (Apocalipsis 12); un Balac y un
Balam redivivos tratando de destruir al pueblo de Dios por medio de la guerra y la
seducción que conduce a la idolatría (Apocalipsis 13); los ejércitos sellados del
nuevo Israel reunidos en el Monte Sión para celebrar las fiestas (Apocalipsis 14); y
los santos de pie y triunfantes a orillas del "Mar Muerto", cantando el cántico de
Moisés (Apocalipsis 15). Ahora, en el capítulo 16, los siete juicios correspondientes
a las diez plagas de Egipto han de ser derramados sobre la gran ciudad.
Hay también una marcada correspondencia entre estos juicios de los cálices y los
juicios de las trompetas del capítulo (1). Debido a que las trompetas eran
esencialmente advertencias, sólo afectan una parte de la tierra; dentro de las copas,
la destrucción es total.
Cálices
1. Sobre la tierra, ésta se convierte en pústulas (16:2).
2. Sobre el mar, éste se convierte en sangre (16:3).
3. Sobre los ríos y fuentes, éstos se convierten en sangre (16:4-7).
84
4. Sobre el sol, hacen que éste queme (16:8-9).
5. Sobre el trono de la bestia, causando oscuridad (16:10-11).
6. Sobre el Éufrates, éste se seca para preparar el camino para los reyes del
oriente; la invasión de los demonios en forma de ranas; Armagedón (16:12-
16).
7. Sobre el aire, causando tormentas, terremotos, y granizo (16:17-21).
Trompetas
1. Sobre la tierra: 1/3 de la tierra, los árboles, la hierba quemada (8:7).
2. Sobre el mar: 1/3 del mar se convierte en sangre; 1/3 de las criaturas
del mar mueren, 1/3 de las naves son destruidas (8:8-9).
3. Sobre los ríos y las fuentes: 1/3 de las aguas se convierten en ajenjo
(8:8-11).
4. Se oscurece 1/3 del sol, la luna y las estrellas (8:12).
5. Las langostas demoníacas atormentan a los hombres (9:1-12).
6. El ejército del Éufrates mata 1/3 de la humanidad (9:13-21).
7. Voces, tormenta, terremoto, granizo (11:15-19).
Plagas de Egipto
1. Úlceras (sexta plaga; Éxodo 9:8-12).
2. Las aguas se convierten en sangre (primera plaga: Éxodo 7:17-21).
3. Las aguas se convierten en sangre (primera plaga: Éxodo 7:17-21).
4. Oscuridad (novena plaga: Éxodo 10:21-23).
5. Langostas (octava plaga: Éxodo 10:4-20).
6. Invasión de ranas de los ríos (segunda plaga: Éxodo 8:2-4).
7. Granizo (séptima plaga: Éxodo 9:18-26).
85
Una gran voz que sale desde el templo da la orden que autoriza los juicios de los
cálices (Apocalipsis 16:1). Nuevamente, Juan subraya un punto básico de su
profecía: que estas terribles plagas se originan tanto en Dios como en la iglesia
(véase 15:5-8). Estos son juicios de Dios en respuesta a las oraciones de sus
santos.
He llamado a estos siete recipientes cálices (más bien que copas [KJV] o fuentes
[NASVD] para subrayar su naturaleza como "sacramentos negativos". Desde una
perspectiva, la sustancia de los cálices (la ira de Dios, que es "pura", véase 14:10)
parece ser fuego, y en consecuencia, varios comentaristas han considerado estos
recipients como incensarios (como en 5:8; véase 8:3-5). Pero los impíos son
condenados en 14:10 a "beber del vino de la ira de Dios, que es echado puro en el
cáliz de su ira"; y, cuando las plagas se derraman, el "ángel de las aguas" se alegra
de lo apropiado de la justicia de Dios: "Porque ellos derramaron la sangre de los
santos y los profetas, y tú ls has dado a beber sangre" (16:6). Algunos versículos
más adelante, Juan vuelve a la imagen de "el cáliz del vino del ardor de su ira"
(16:19). Lo que está sirviendo de modelo en el cielo para instrucción de la iglesia en
la tierra es la excomunión final del Israel apóstata, cuando la comunión del cuerpo y
la sangre del Señor le sea por fin negada. Los pastores-ángeles, a los que se les
han confiado las sanciones sacramentales del nuevo pacto, son enviados desde el
mismo templo celestial, y desde el trono de Dios, para que derramen sobre ella la
sangre del pacto. Jesús advirtió a los rebeldes de Israel que Él les enviaría sus
mártires para que fuesen muertos, "para que caiga sobre vosotros toda la sangre
justa derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de
Zacarías, hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto
os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación" (Mateo 23:35-36).
Beber sangre es inevitable: o los ministros del nuevo pacto nos la sirven en la
eucaristía, o la derramarán de sus cálices sobre nuestras cabezas.
En consecuencia, siete ángeles salen del templo (véase 15:1) y se les dice que
viertan los cálices de la ira de Dios: la Septuaginta usa este verbo (ekcheo) en las
instrucciones para los sacerdotes para que derramen la sangre del holocausto
alrededor de la base del altar (véase Levítico 4:7, 12, 18, 25, 30, 34; 8:15; 9:9). El
término está usado en Ezequiel para referirse a la fornicación del Israel apóstata
con los paganos (Ezequiel 16:36; 23:8), o su derramamiento de sangre inocente por
medio de la opresión y la idolatría (Ezequiel 22:3-4, 6, 9, 12, 27), y la amenaza de
Dios de derramar su ira sobre Israel (Ezequiel 14:19; 20:8, 13, 21; 21:31; 22:27). En
el Nuevo Testamento, se usa de manera similar en contextos paralelos con temas
principales en Apocalipsis: el derramamiento del vino (Mateo 9:17; Marcos 2:22;
86
Lucas 5:37), el derramamiento de la sangre de los mártires (Mateo 23:35; Lucas
11:50; Hechos 22:20; Romanos 3:15, y el derramamiento del Espíritu Santo
(Hechos 2:17-18, 33; 10:45; Romanos 5:5; Tito 3:6; véase Joel 2:28-29; Zacarías
12:10).
Todas estas diferentes asociaciones están en el trasfondo de este derramamiento
de plagas sobre la tierra que ha derramado la sangre de Cristo y de sus testigos, la
gente que resistió y rechazó el Espíritu. Los antiguos odres de Israel están a punto
de reventar.
EL PRIMER CÁLIZ Al derramar el primer ángel su cáliz sobre la tierra (Apocalipsis 16:2), "vino una
úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y
que adoraban su imagen". Las úlceras son una retribución apropiada para la
apostasía, y el hecho de que Dios ponga el sello de su ira sobre los que llevan la
marca de la bestia. Así como Dios había derramado úlceras sobre los impíos
egipcios que rendían culto al estado, que persiguieron a su pueblo (Éxodo 9:8-11),
así también está enviando plagas sobre estos adoradores de la bestia en la tierra
de Israel - el pueblo del pacto que ahora se han convertido en perseguidores de la
iglesia, semejantes a Egipto. Esta plaga es mencionada específicamente por
Moisés en su lista de las maldiciones del pacto por idolatría y apostasía: "Jehová te
herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no
puedas ser curado. ... Jehová te herirá con maligna pústula en las rodillas y en las
piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado"
(Deuteronomio 28:27, 35).
EL SEGUNDO CÁLIZ El segundo ángel derrama su cáliz en el mar (apocalipsis 16:3), y se convierte en
sangre, como en la primera plaga de Egipto (Éxodo 7:17-21) y la segunda trompeta
(Apocalipsis 8:8-9). Sin embargo, esta vez la sangre no corre en arroyos, sino que
es como la sangre de un muerto: tiene grumos, está coagulada, y putrefacta. La
sangre se menciona cuatro veces en este capítulo; cubre la faz de Israel,
derramándose sobre los cuatro rincones de la tierra.
Aunque el significado principal de esta plaga es simbólico, pues se refiere a la
impureza del contacto con la sangre y la muerte (véase Levítico 7:26-27; 15:19-33;
87
17:10-16; 21:1; Números 5:2; 14:11-19), existen estrechos paralelos con los
eventos reales de la gran tribulación. En una ocasión, miles de rebeldes judíos
huyeron hacia el mar de Galilea de la matanza de Tariquea por parte de los
romanos. Haciéndose a la mar sobre el lago en pequeños y frágiles botes, pronto
fueron perseguidos y alcanzados por las resistentes balsas de las fuerzas
superiores de Vespasiano. Entonces, como cuenta Josefo, fueron masacrados sin
misericordia: "Los judíos no podían, ni escapar hacia tierra firme, donde todos
estaban en armas contra ellos, ni presentar batalla naval en igualdad de términos.
... Les sobrevino el desastre, y fueron enviados al fondo, con botes y todo. Algunos
trataron de salir a flote, pero los romanos les alcanzaron con sus lanzas, matando a
otros al saltar sobre las barcas y atravesando a los ocupantes con sus espadas;
algunas veces, al acercarse las balsas, los judíos eran atrapados en medio y
capturados junto con sus botes. Si algunos de los que se habían lanzado al agua
salían a la superficie, pronto eran despachados con una flecha, o una balsa les
alcanzaba; si, en su desesperación, intentaban subir a bordo de las balsas del
enemigo, los romanos les cortaban las cabezas o las manos. Así que estos
miserables morían en todas partes en incontables números y de todas las maneras
posibles, hasta que los sobrevivientes eran derrotados y empujados hacia la orilla,
sus barcas rodeadas por el enemigo. Al lanzarse sobre ellos, muchos eran
alanceados mientras todavía estaban en el agua; muchos saltaban a la orilla, donde
eran muertos por los romanos.
"Se podía ver el lago entero manchado de sangre y atestado de cadáveres, porque
ni uno solo escapó. Durante los días que siguieron, un horrible hedor flotaba sobre
la región, la cual presentaba un espectáculo igualmente horrendo. Las playas
estaban llenas de escombros y cuerpos hinchados, los cuales, calientes y
pegajosos por la descomposición, hacían el aire tan fétido que la catástrofe que
sumergió a los judíos en el luto era repugnante aun para los que lo la habían
causado" (The Jewish War, iii, x. 9).
EL TERCER CÁLIZ La plaga del tercer cáliz (Apocalipsis 16:4-7) se parece más directamente a la
primera plaga de Egipto (y a la tercera trompeta: véase 8:10-11), pues afecta "los
ríos y las fuentes de las aguas", convirtiendo en sangre toda el agua de beber. El
agua es símbolo de vida y bendición durante toda la Escritura, comenzando desde
la historia de la creación y el jardín de Edén. En esta plaga, las bendiciones del
88
paraíso son invertidas y convertidas en pesadilla; lo que una vez fue puro y limpio
se convierte en contaminado y corrompido por la apostasía.
El "ángel de las aguas" responde a esta maldición alabando a Dios por su justo
juicio: "Justo eres tú, que eres y que eras, el Santo, porque juzgaste estas cosas".
No debemos avergonzarnos de un pasaje como éste. La Biblia entera está escrita
desde la perspectiva del personalismo cósmico - la doctrina de que Dios, que es
personalidad absoluta, está constantemente activo a través de su creación,
haciendo que todas las cosas ocurran inmediatamente por su poder y
mediatamente por medio de sus siervos angélicos. No existe tal cosa como "ley
natural"; sería mejor que hablásemos de los "hábitos de pacto de Dios", o el orden
habitual que Dios impone a su creación a través de las acciones de sus ángeles.
Nuestras ciencias no son otra cosa que el estudio de los patrones habituales de la
actividad personal de Dios y sus mensajeros celestiales.
De hecho, esto es precisamente lo que garantiza la validez y la confiabilidad tanto
de la investigación científica como de la oración. Por una parte, los ángeles de Dios
tienen hábitos - una danza cósmica, una liturgia que envuelve cada uno de los
aspectos del universo entero, en los cuales puede confiarse en todas las
actividades tecnológicas del hombre, mientras ejerce dominio en el mundo bajo la
autoridad de Dios. Por otra parte, los ángeles de Dios son seres personales,
llevando a cabo sus órdenes constantemente; en respuesta a nuestras peticiones,
Dios puede ordenar a los ángeles que cambien la danza, y lo hace.
Hay, pues, un "ángel de las aguas"; y él, junto con toda la creación personal de
Dios, se regocija en el justo gobierno del mundo. La estricta justicia de Dios,
resumida en el principio de ojo por ojo (Éxodo 21:23-25), queda evidenciada en este
juicio, porque el castigo se ajusta al crimen: "Derramaron la sangre de los santos y
los profetas", exclama el ángel de las aguas, "y les has dado a beber sangre".
Como hemos visto, el crimen característico de Israel fue siempre el asesinato de los
profetas (véase 2 Crónicas 36:15-16; Lucas 13:33-34; Hechos 7:52). Jesús llamó a
este hecho la razón específica de por qué la sangre de los justos sería derramada
en el juicio sobre aquella generación (Mateo 23:31-36).
El ángel de las aguas concluye con una afirmación interesante: por haber los
apóstatas derramado sangre, "ellos son dignos". Este es un paralelo deliberado
con el mensaje del cántico nuevo en Apocalipsis 5:9: "Digno eres de tomar el libro y
abrir su sello; porque fuiste muerto, y nos compraste para Dios con tu sangre". Así
como el Cordero recibe su recompensa sobre la base de la sangre que derramó, así
89
también estos perseguidores han recibido la justa recompensa por su
derramamiento de sangre.
Dios había prometido una vez al Israel oprimido que haría a los enemigos de su
pueblo según sus malas obras:
Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán
embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador
tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob (Isaías 49:26).
La apostasía de Israel ha invertido esto: ahora es él, el perseguidor por excelencia,
el que será obligado a beber su propia sangre y devorar su propia carne. Esto fue
cierto en mucho más que en un sentido figurado: como Dios había predicho por
medio de Moisés (Deuteronomio 28:53-57), durante el sitio de Jerusalén, los
israelitas de hecho se convirtieron en caníbales; las madres se comieron
literalmente a sus propios hijos. Puesto que ellos derramaron la sangre de los
santos, Dios les da a beber su propia sangre (véase Apocalipsis 17:6; 18:24).
Uniéndose al ángel en alabanza viene la voz del altar mismo, donde la sangre de
los santos y los profetas había sido derramada. El altar se regocija: "¡Sí, Señor Dios
Todopoderoso, justos y verdaderos son tus juicios!". Los santos reunidos al pie de
la base del altar habían clamado por justicia, pidiendo venganza de sus opresores
(Apocalipsis 6;9-11). En la destrucción de Israel, esa oración es contestada; los
testigos son vindicados. Es más que una coincidencia que estas oraciones en
Apocalipsis 16:5-7 (junto con el texto del cántico de Moisés en Apocalipsis 15:3-4)
sean notablemente similares al cántico cantado por los sacerdotes justo antes de
ofrecer los sacrificios. Irónicamente - así como Dios mismo se está preparando para
el holocausto total en 70 d. C. - los mismos ángeles del cielo cantaban la liturgia del
propio Israel contra él.
EL CUARTO CÁLIZ Ahora el cuarto ángel Apocalipsis 16:8-9) derrama su cáliz sobre el sol, abrasando a
los hombres con fuego. Mientras que la cuarta trompeta resultó en una plaga de
oscuridad (8:12), ahora el calor del sol aumenta, de modo que los hombres son
"abrasados con gran fuego". Esto también es una inversión de la bendición básica
del pacto que estaba presente en Éxodo, cuando Israel fue protegido del calor del
90
sol por la nube de gloria, la sombra del Todopoderoso (Éxodo 13:21-22; véase 91:1-
6). Esta promesa se repite una y otra vez a través de todos los profetas:
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te
fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu
alma" (Salmos 121:5-7).
No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de
ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas (Isaías 49:10).
Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será
como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces,
y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de
sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto (Jeremías 17:7-8).
Y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no
tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el
Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas
de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos (Apocalipsis 7:15-17).
A través de todo el libro de Apocalipsis, Juan a menudo usa la voz pasiva (como en
la expresión le fue dado) para indicar el control soberano de los acontecimientos
por parte de Dios. Nuevamente, subraya la soberanía de Dios al decirnos que le fue
dado al sol que abrasase a los hombres; y en la línea siguiente, es aun más
explícito: "Dios ... tiene poder sobre estas plagas". Juan no sabe nada de un "Dios"
que se sienta indefenso en el banquillo, viendo pasar el mundo; ni reconoce a un
"Dios" que es demasiado amable para enviar juicios sobre los impíos. Juan sabe
que las plagas que caen sobre Israel son "las obras de Jehová, que ha puesto
asolamientos en la tierra" (Salmos 46:8).
En su libro sobre la Trinidad, Agustín subraya el mismo punto: "La creación entera
es gobernada por el Creador, por quien y en quien fue fundada y establecida. Por
eso, la voluntad de Dios es la primera y suprema causa de todas las apariciones y
todos los movimientos corporales. Porque nada sucede en la esfera visible y
sensible que no sea ordenado o permitido desde el tribunal interior, invisible e
inteligible del emperador altísimo, en esta vasta e ilimitada comunidad de toda la
creación, de acuerdo con la inexpresable justicia de sus recompensas y castigos,
gracias y retribuciones".
91
Pero los apóstatas rehusaron someterse al señorío de Dios sobre ellos. Como la
bestia de Roma, cuya cabeza estaba coronada por "nombres de blasfemia" (13:1) y
cuya imagen adoraban, los hombres blasfemaron el nombre de Dios, que tiene
poder sobre estas plagas. Y, como el Faraón impenitente (véase Éxodo 7:13, 23;
8:15, 19, 32; 9:7, 12, 34-35; 10:20, 27; 11:10; 14:8), "no se arrepintieron para darle
gloria". Israel se había convertido en un Egipto, endureciendo su corazón; y, como
Egipto, sería destruido completamente.
Sin embargo, la correspondencia no es exacta; y característicamente, Russell llega
demasiado lejos cuando, después de una comparación superficial, declara
categóricamente: "Esto no puede ser mera coincidencia casual: es identidad, y
sugiere la pregunta: ¿Por qué razón se repite aquí la visión? J. Stuart Russell, The
Parousia: A Critical Inquiry Into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second
Coming (Grand Rapids: baker Book House, [1887] 1983), p. 476.
92
CAPÍTULO 11 ¡CONSUMADO ES!
Los objetivos simbólicos de los primeros cuatro cálices eran los elementos de la
creación física: la tierra, el mar, las aguas, y el sol. Con los tres últimos cálices, las
consecuencias del ataque de los ángeles son de naturaleza más "política": el
trastorno del reino de la bestia; la guerra del gran día de Dios; y la caída de
"Babilonia".
EL QUINTO CÁLIZ Aunque la mayoría de los juicios durante el Apocalipsis apuntan específicamente al
Israel apóstata, los paganos que se unen a Israel contra la iglesia caen bajo
condenación también. En realidad, la misma gran tribulación demostraría ser "la
hora de prueba, esa hora que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran en la tierra" (3:10). El quinto ángel (Apocalipsis 16:10-11), pues, derrama
su cáliz "sobre el trono de la bestia"; y aun mientras el calor del sol abras a a los
que adoran a la bestia, las luces se apagan para este reino, y se oscurece - lo cual,
como vimos en nuestro estudio de Mateo 24, es un símbolo bíblico estándar para el
tumulto político y la caída de gobernantes (véase Isaías 13:9-10; Amós 8:9:
Ezequiel 32:7-8). El significado principal de esta plaga es todavía el juicio sobre
Israel porque (en términos del mensaje de Apocalipsis) Israel era el "trono" y el
"reino" de la bestia. Además, como veremos, el pueblo que sufre a causa del primer
cáliz sed identifica con el sufrimiento del primer cáliz también, que fue derramado
sobre la tierra, sobre los israelitas adoradores de la bestia (Apocalipsis 16:2).
Sin embargo, también es probable que este juicio corresponda parcialmente a
guerras, revoluciones, disturbios y "convulsiones mundiales" que sacudieron el
imperio después de que Nerón se suicidó en junio de 68. El gran erudito del siglo
diecinueve, F. W. Farrar, escribió en relación con esto acerca de "los horrores
infligidos sobre Roma durante las guerras civiles y los romanos por los
gobernadores de provincia - ya simbolizados por los cuernos de la bestia salvaje, y
caracterizados aquí como reyes todavía sin reinos. Los tales fueron Galba, Otón,
Vitelio y Vespasiano. Vespasiano y Muciano planearon deliberadamente matar de
hambre al populacho romano; y en la feroz lucha de los vitelianos contra Sabino y
Domiciano, y la matanza que siguió, ocurrió un incidente que sonó portentosamente
en los oídos de todo romano - el incendio que arrasó hasta los cimientos el templo
de Júpiter Capitolino el 19 de diciembre de 69 d. C. No fue la menor de las señales
93
de los tiempos que el espacio de un año vio envueltos en llamas los dos santuarios
más venerados del mundo antiguo - el templo de Jerusalén y el templo del gran dios
latino" (The Early ays of Christianity, pp. 555s).
Un pasaje de Tácito, el historiador romano, da alguna idea de las condiciones
caóticas en la ciudad capital: "Cerca de la lucha permanecía el pueblo de Roma
como el auditorio de un espectáculo, animando y aplaudiendo a este lado o a aquél
por turno, como si esto fuese un combate de mentiras en la arena. Cada vez que un
lado cedía, los hombres se escondían en negocios o se refugiaban en alguna casa
grande. Luego eran llevados fuera a rastras y asesinados a instancias de la turba,
que se apoderaba de la mayor parte del botín, porque los soldados estaban
concentrados en el derramamiento de sangre y la matanza, y el botín le tocaba a la
turba.
"La ciudad entera presentaba una terrible caricatura de su naturaleza normal: lucha
y bajas en un punto, baños y restaurantes en otro; aquí el derramamiento de sangre
y los cadáveres dispersos por doquier, cerca las prostitutas y gente como ellas -
todo el vicio asociado con una vida de ocio y placer, todas las terribles obras típicas
de una plebe sin piedad. Todo esto estaba tan íntimamente ligado que un
observador habría pensado que Roma estaba en las garras de una orgía
simultánea de violencia y disipación. Había habido ocasiones en el pasado cuando
ejércitos habían luchado dentro de la ciudad, dos veces cuando Lucio Sulla obtuvo
el control, y una vez bajo Cinna. No menor crueldad había sido exhibida entonces,
pero ahora había una brutal indiferencia, y ni siquiera una momentánea interrupción
en la búsqueda del placer. Como si esto fuese un entretenimiento más en la
temporada festiva, se refocilaban con los horrores y sacaban provecho de ellos, sin
importarles qué lado ganaba y glorificándose en las calamidades del estado" (The
Histories, iii. 83).
Nuevamente Juan llama la atención a la impenitencia de los apóstatas. La reacción
de ellos al juicio de Dios es sólo una mayor rebelión - pero su rebelión se está
volviendo más impotente: "Se mordieron las lenguas a causa del dolor, y
blasfemaron al Dios del cielo a causa de sus dolores y sus úlceras; y no se
arrepintieron para dar gloria a Dios". Una marca distintiva de las plagas de los
cálices es que llegan todas a la vez, sin "respiro" entre ellas. Las plagas son lo
bastante malas cuando llegan una por una, como en los juicios sobre Egipto. Pero
esta gente todavía se está mordiendo la lengua y blasfemando contra Dios a causa
de sus úlceras - las que vinieron sobre ellos cuando el primer cáliz fue derramado.
Los juicios están siendo derramados tan rápidamente que cada plaga sucesiva
94
encuentra a la gente sufriendo todavía por todas las anteriores. Y a causa de que
su carácter no ha sido transformado, no se arrepienten. La idea de que el mucho
sufrimiento produce piedad es un mito. Sólo la gracia de Dios puede hacer volver al
impío de su rebelión; pero Israel ha resistido al Espíritu, para su propia destrucción.
EL SEXTO CÁLIZ Correspondiendo a la sexta trompeta (Apocalipsis 9:13-21), el sexto cáliz es
derramado "sobre el gran río, el Éufrates; y su agua se secó, para preparar el
camino para los reyes del oriente" (Apocalipsis 16:12). Como vimos antes, el río
Éufrates era la frontera del norte de Israel, desde donde vendrían los ejércitos
invasores para asolar y oprimir al pueblo del pacto. La imagen del Éufrates
secándose para un ejército conquistador está tomada, en parte, de una
estratagema de Ciro el persa, que conquistó a Babilonia al desviar temporalmente
el Éufrates de su curso, permitiendo que su ejército marchase lecho arriba del río y
entrase en la ciudad, tomándola por sorpresa. Por supuesto, la idea más básica es
el secamiento del Mar Rojo (Éxodo 14:21-22) y el río Jordán (Josué 3:9-17; 4:22-24)
para el victorioso pueblo de Dios. Nuevamente está allí la nota subyacente de
trágica ironía: Israel se ha convertido en la nueva Babilonia, una enemiga de Dios
que debe ser conquistada por un nuevo Ciro, al ser el verdadero pueblo del pacto
liberado milagrosamente y llevado a su herencia. Por supuesto, la llegada de los
ejércitos del Éufrates representa el sitio final de Jerusalén por los ejércitos de Tito; y
es ciertamente más que coincidencia que miles de estos soldados vinieran en
realidad del Éufrates.
En los versículos 13-14 de Apocalipsis 16, Juan registra la aparición de tres
espíritus inmundos que salen de la boca del dragón, la bestia, y el falso profeta (la
"bestia terrestre" o la dirigencia de Israel, de la cual se habla en Apocalipsis 13:11;
véase 19:20), Aquí se establece un nexo con la segunda plaga de Egipto, porque la
multitud de ranas que infestaron a Egipto venían del río (Éxodo 8:1-7). Juan ha
combinado estas imágenes en estos versículos: primero, una invasión desde un río
(v. 12); segundo, una plaga de ranas (en las leyes dietéticas del pacto antiguo, las
ranas eran inmundas: Levítico 11:9-12, 41-47). Tercero, estas "ranas" son en
realidad espíritus de demonios, que hacen señales para engañar a la humanidad.
Hay un énfasis múltiple en el dragón (imitado por sus cohortes) que arroja cosas por
la boca (véase Apocalipsis 12:15-16; 13:5-6; contrástese con 1:16; 11:5; 19:15, 21);
y la triple repetición de boca sirve aquí como otro punto de contacto con la sexta
trompeta (9:17-19).
95
Estos espíritus inmundos del diablo, el gobierno romano, y los dirigentes de Israel
salen a los reyes del mundo entero (véase Salmos 2) para reunirlos para la batalla
del gran día de Dios. Por medio de falsas profecías y obras milagrosas, incitan a los
ejércitos del mundo a que se unan en la guerra contra Dios. De lo que no se dan
cuenta es que la batalla es del Señor, y que los ejércitos están siendo traídos para
cumplir los propósitos de Dios, no los de ellos. Es Dios quien prepara el camino
para esos ejércitos, hasta secando el Éufrates para que pasen.
El profeta Miqueas presenta un mensaje muy similar al malvado rey Acab de Israel,
explicando por qué Acab sería muerto en combate contra los arameos:
Vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a
su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab para que suba y
caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera y otro decía de otra. Y
salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo:
¿De qué manera? Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos
sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así (1
Reyes 22:19-22).
Esto encuentra eco en la profecía de Pablo a los tesalonicenses:
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente
lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se
manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y
destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de
Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de
iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad
para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la
mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino
que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2:7-12).
Y finalmente, la "obra de error" llevada a cabo por estos espíritus mentirosos es
enviada por Dios para causar la destrucción de sus enemigos en la guerra del "gran
día de Dios", un término bíblico para designar el día del juicio, de calamidad para
los impíos (véase Isaías 13:6, 9; Joel 2:1-2, 11, 31; Amós 5:18-20; Sofonías 1:14-
18). Específicamente, éste debe ser el día de la condena y la ejecución de Israel; el
día, como predijo Jesús en su parábola, en que el Rey enviaría sus ejércitos a
destruir a los asesinos e incendiarles la ciudad (Mateo 22:7). Juan subraya este
punto nuevamente al referirse al Señor como Dios Todopoderoso, la traducción
96
griega de la expresión hebrea Dios de los ejércitos, el Señor de los ejércitos del
cielo y la tierra (véase 1:8). Los ejércitos que vienen a causar la destrucción de
Israel - cualquiera que sea su motivo - son los ejércitos de Dios, enviados por Él
(aunque sea por medio de "espíritus mentirosos", si es necesario) para cumplir sus
propósitos, para su gloria. Los perversos demonios a manera de ranas hacen sus
falsas maravillas y obras de error porque el ángel de Dios derramó su cáliz de la ira.
La narración es interrumpida súbitamente por la declaración de Jesús en el
versículo 15: He aquí, vengo como ladrón. Este es el tema central del libro de
Apocalipsis, resumiendo las advertencias de Cristo a las iglesias en las siete cartas
(véase Apocalipsis 2:5, 16, 25; 3:3, 11). La llegada de los ejércitos romanos será,
en realidad, la venida de Cristo en ira terrible contra sus enemigos, los que le han
traicionado y matado a sus testigos. La redacción específica y las imágenes
parecen estar basadas en la carta a la iglesia de Sardis: "Vendré como ladrón, y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti" (Apocalipsis 3:3; véase Mateo 24:42-44; Lucas
12:35-40; 1 Tesalonicenses 5:1-11).
La misma carta a Sardis también dice: "Sé vigilante, y afirma las otras cosas que
están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. ... Pero
tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras
blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y
no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi
Padre, y delante de sus ángeles" (Apocalipsis 3:2, 4, 5). De manera similar, el texto
del sexto cáliz continúa: "Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que
no ande desnudo, y vean su vergüenza" (véase Apocalipsis 3:18, en la carta a
Laodicea: "Yo te aconsejo que de mí compres ... vestiduras blancas para vestirte y
que no se descubra la vergüenza de tu desnudez".
El simbolismo de esto está basado en el castigo para los guardias del templo que
se quedaban dormidos en su puesto: la ropa se les confiscaba y se les quemaba
Cristo está reprendiendo a los guardianes de Israel por su pereza espiritual,
advirtiéndoles que están a punto de ser expulsados de su oficio cuando Él venga en
juicio. Se quedaron dormidos, y ahora es demasiado tarde - el templo va a ser
atacado y destruido. El juicio y la destrucción se acercan rápidamente; no hay
tiempo que perder, y las iglesias deben estar despiertas y alertas.
Juan reanuda el relato nuevamente en el versículo 16: los demonios reúnen a los
reyes de la tierra "en el lugar que en hebreo se llama Armagedón". Literalmente,
esta palabra se escribe Har-Magedon, que significa Monte de Megido. Aquí surge
97
un problema para los "literalistas", ¡porque Megido es una ciudad en una llanura -
no un monte! Nunca hubo y nunca habrá una "batalla de Armagedón" literal,
porque tal lugar no existe. El monte más cercano es el monte Carmelo. y se supone
que esto es lo que Juan tenía en mente. ¿Por qué no dijo simplemente "Monte
Carmelo"? Probablemente porque quería poner juntas ambas ideas - Carmel a
causa de su asociación con la derrota de los falsos profetas de Jezabel, y Megido
porque fue el escenario de varios enfrentamientos militares importantes en la
historia bíblica. Megido se menciona entre las conquistas de Josué (Josué 12:21), y
es especialmente importante como el lugar en que Débora derrotó a los reyes de
Canaán (Jueces 5:19).
El rey Azías de Judá, el perverso nieto del rey Acab de Israel, murió en Megido (2
Reyes 9:27). Quizás el incidente más significativo que tuvo lugar allí, en términos de
las imágenes de Juan, fue la confrontación entre el rey Josías de Judá y el faraón
egipcio Necao. Desobedeciendo deliberadamente la palabra de Dios, Josías se
enfrentó a Necao en Megido y fue mortalmente herido (2 Crónicas 35:20-25).
Después de la muerte de Josías, la espiral descendente de Judá en la apostasía,
destrucción, y esclavitud fue rápida e irrevocable (2 Crónicas 36). Los judíos
lamentaron la muerte de Josías, aun hasta los tiempos de Esdras (véase 2 Crónicas
35:25), y el profeta Zacarías usa esto como una imagen del lamento de Israel por la
muerte del Mesías. Después de prometer "destruir a todas las naciones que vienen
a Jerusalén" (Zacarías 12:9), Dios dice:
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de
gracia y de oración; y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose `por él
como se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén,
como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. Y la tierra lamentará cada
linaje aparte. ... (Zacarías 12:10-12).
Luego esto es seguido por la declaración de Dios de que Él quitará de Israel los
ídolos, los falsos profetas, y los espíritus malos (Zacarías 13), y que traerá ejércitos
hostiles para que sitien Jerusalén (Zacarías 14).
"Megido", pues, era para Juan un símbolo de derrota y desolación, un "Waterloo"
que significaba la derrota de los que se oponen a Dios, que obedecen a los falsos
profetas en vez de obedecer a los verdaderos.
98
EL SÉPTIMO CÁLIZ Finalmente, el séptimo ángel derrama su cáliz sobre el aire para producir los
relámpagos y los truenos (v. 18) y el granizo (v. 21). Nuevamente, sale una voz
"desde el templo en el cielo, desde el trono", significando el control y la aprobación
de Dios. Juan ya ha anunciado que estas siete plagas de cálices habrían de ser "las
últimas, porque en ellas se ha consumado la ira de Dios" (Apocalipsis 15:1); en
consecuencia, con el séptimo cáliz la voz proclama: ¡Consumado es! (véase Juan
19:30; Apocalipsis 21:6).
Nuevamente, Juan registra los fenómenos asociados con el día del Señor y la
actividad relacionada con la hechura del pacto de la nube de gloria: destellos de
relámpagos, retumbos de truenos, voces, y "un gran terremoto" (Apocalipsis 16:18).
Siete veces en Apocalipsis menciona Juan un terremoto (6:12; 8:5; 11:13 [dos
veces]), haciendo énfasis en sus dimensiones de pacto. Cristo vino a traer el
terremoto definitivo, el gran terremoto cósmico del nuevo pacto: "como no lo ha
habido desde que los hombres llegaron a la tierra, un terremoto tan poderoso y tan
grande" (véase Mateo 24:21; Éxodo 9:18, 24; Daniel 12:1; Joel 2:1, 2).
Éste era también el mensaje del escritor para los hebreos. Comparando el pacto
hecho en Sinaí con la llegada del nuevo pacto (que sería establecido a la
destrucción del templo y después de que había pasado el pacto antiguo), Juan
anuncia que "los cielos y la tierra" de la economía mosaica estaban pasando,
habiendo sido reemplazados por el reino eterno de Cristo:
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquéllos que
desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió
entonces la tierra, pero ahora ha prometido diciendo: Aún una vez, y conmoveré no
solamente la tierra, sino también el cielo [Hageo 2:6]. Y esta frase: Aún una vez,
indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las
inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos
gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;
porque nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12:25-29).
Juan ha dejado claro que "la gran ciudad" es la antigua Jerusalén, donde el Señor
fue crucificado (Apocalipsis 11:8; véase 14:8); siendo el propósito original que fuese
"la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte", ahora es una asesina
apóstata, condenada a perecer. Bajo el juicio del séptimo cáliz, ella debe ser
99
"dividida en tres partes" (Apocalipsis 16:19). Esta imagen ha sido tomada del
capítulo cinco de Ezequiel, donde Dios instruye al profeta para que represente un
drama que simboliza la venidera destrucción de Jerusalén. Ezequiel debía rapar su
cabeza con una espada afilada y luego dividir el cabello cuidadosamente en tres
partes:
Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad. ... una tercera parte
esparcirás al viento; y yo desenvainaré espada en pos de ellos. Tomarás también
de allí unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto. Y tomarás otra
vez de ellos, y los echarás en medio del fuego, y en el fuego los quemarás; de allí
saldrá el fuego a toda la casa de Israel. Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es
Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella
cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más
que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis
mandamientos, y no anduvieron en ellos. Por tanto, así ha dicho Jehová: ¿Por
haberos multiplicado más que las naciones que están alrededor de vosotros, no
habéis andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis leyes? Ni aun según
las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros habéis andado. Así,
pues, ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra ti; sí, yo, y haré juicios en
medio de ti ante los ojos de las naciones. Y haré en ti lo que nunca hice, ni jamás
haré cosa semejante, a causa de de todas tus abominaciones. Por eso los padres
comerán a los hijos en medio de ti, y los hijos comerán a sus padres; y haré en ti
juicios, y esparciré a todos los vientos todo lo que quedare de ti. Por tanto, vivo yo,
dice Jehová el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus
abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará, ni tampoco tendré
yo misericordia. Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de
hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una
tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada
(Ezequiel 5:1-12).
Si bien la imagen de Juan de la división de la ciudad en tres partes está tomada
claramente de Ezequiel, el referente específico puede ser la división de la sitiada
Jerusalén en tres facciones, cada una de ellas luchando feroz y violentamente por
el dominio. A menudo, los eruditos han observado que este faccionismo demostró
ser la caída de la ciudad; fue traicionada y destruida por sus divisiones.
Una indicación importante de que la gran ciudad es Jerusalén es el hecho de que,
en este versículo, Juan la distingue de "las ciudades de los gentiles" que cayeron
con ella. Debemos recordar que Jerusalén era la ciudad capital del reino de
100
sacerdotes, el lugar del templo; dentro de sus muros se ofrecían sacrificios y
oraciones para todas las naciones. El sistema del pacto antiguo era un orden
mundial, el fundamento sobre el cual el mundo entero estaba organizado y se
mantenía estable. En cuanto al pacto, Jerusalén representaba a todas las naciones
del mundo, que cayeron cuando ella cayó. (La nueve organización del mundo se
basa en la Nueva Jerusalén, construida sobre la Roca y "multicentralizada" en
todo el mundo).
Por eso, "Babilonia la grande [véase Apocalipsis 14:8] fue recordada delante de
Dios, para darle a beber la copa del vino de su ira ardiente". En este juicio,
desaparece todo falso refugio: los montes y las rocas ya no ocultan a los impíos "de
la faz de Aquél que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero" (véase
Apocalipsis 6:16). "Toda isla huyó de su lugar, y los montes no fueron hallados"
(Apocalipsis 16:29).
Ya hemos observado que Apocalipsis y la profecía de Ezequiel comparten algunos
temas comunes. Aquí hay nuevamente un paralelo: Ezequiel declaró que los falsos
profetas de Jerusalén le acarrearían destrucción por medio de una violenta
tormenta de granizo (Ezequiel 13:1-16). Juan predice la misma suerte: "Y cayó del
cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento [100 lbs.]; y
los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue
sobremanera grande" (Apocalipsis 16:21). Como con las otras plagas que Moisés
trajo sobre Egipto (en este caso, la séptima plaga: Éxodo 9:18:26), la plaga del
granizo también evoca asociaciones con "las grandes piedras desde el cielo" que
Dios arrojó sobre los cananeos cuando la tierra estaba siendo conquistada por
Josué (Josué 10:11); como Débora cantaba, las mismas estrellas del cielo hacen
guerra contra los enemigos de Dios (Jueces 5:20).
Un referente histórico específico de esta "tormenta de granizo" puede que haya sido
registrada por Josefo, en su extraño relato de los enormes proyectiles de piedra
lanzados sobre la ciudad por las catapultas romanas: "Los proyectiles de piedra
pesaban un talento y viajaban dos estadios o más, y su impacto era enorme, no
sólo sobre los que eran golpeados primero, sino también sobre los que estaban
detrás. Al principio, los judíos observaban la piedra - porque era blanca - y su
aproximación era calculada tanto por el ojo a causa de su superficie brillante como
por el oído a causa de su zumbido. Los centinelas apostados en las torres daban la
voz de alerta cada vez que la catapulta disparaba y la piedra venía hacia ellos a
gran velocidad. Gritaban en su lengua nativa: "¡Viene el Hijo!" Los que estaban en
la línea de fuego se abrían paso y caían de bruces, una precaución que hacía que
101
la piedra pasara sin hacer daño y cayera en la retaguardia. Para frustrar esto, a los
romanos se les ocurrió pintar las piedras de negro para que no pudiesen ser vistas
por adelantado tan fácilmente; entonces las piedras daban en el blanco y mataban a
muchos de un solo tiro" (The Jewsih War, v. vi. 3).
Después de considerar varias teorías sobre el significado de esta frase, el
comentarista J, Stuart Russell observó: "Era bien sabido por los judíos que la gran
esperanza y la fe de los cristianos era la pronta venida del Hijo. De acuerdo con
Hegesipo, fue más o menos por esta época que Santiago, el hermano de nuestro
Señor, testificó públicamente en el templo que 'el Hijo del Hombre estaba a punto
de venir en las nubes del cielo', y luego selló su testimonio con su sangre. Parece
altamente probable que los judíos, en su blasfemia desafiante y desesperada,
cuando veían la blanca masa volar por el aire, exclamaban con un grito: "¡Viene el
Hijo!", para mofarse obscenamente de la esperanza cristiana de la parusía, a la cual
comparaban grotescamente con la extraña aparición del proyectil" (The Parousia,
p. 482).
Nuevamente, "los hombres blasfemaron contra Dios" - su reacción consistente
durante todo el derramamiento de los cálices, revelando no sólo su perversidad sino
también su decidida estupidez: cuando piedras que pesaban 100 libras caían del
cielo, ¡ciertamente es mal momento de blasfemar! Pero Dios ha abandonado a
estos hombres a su propia autodestrucción; su rebelión encarnizada y llena de odio
les consume hasta tal punto que pueden partir a la eternidad con maldiciones en los
labios.
Los cálices que contenían "las últimas plagas" han sido derramados; pero esto no
es el fin todavía. El resto de la profecía de Juan termina con la destrucción de la
gran ramera, la ciudad de Jerusalén y sus aliados, y concluye con la revelación de
la gloriosa Esposa de Cristo: la verdadera santa ciudad, la nueva Jerusalén. (Por
consiguiente, Apocalipsis 17-22 puede ser considerada como una continuación de
del séptimo cáliz, o una exposición de su significado; en todo caso, los sucesos son
gobernados claramente por los ángeles de los cálices; véase 17:1; 21:9).
En su fascinante estudio de The Early Days of Christianity [Los primeros días del
cristianismo] (p. 557). F. W. Farrar saca esta conclusión sobre el libro de
Apocalipsis: "De principio a fin, el libro entero enseña las grandes verdades - ¡Cristo
triunfa! ¡Los enemigos de Cristo serán vencidos! Los que le odian serán destruidos;
los que le aman serán bendecidos de manera indescriptible. El destino tanto de
judíos como de gentiles ya es inminente. Sobre Judea y Jerusalén, sobre Roma y
102
su imperio, sobre Nerón y sus adoradores, caerá el juicio. Espada y fuego, hambre
y pestilencia, tormenta y terremoto, agonía social y terror político no son sino los
ayes que introducen el reino mesiánico. Las cosas viejas están pasando
rápidamente. La luz sobre el aspecto de la antigua dispensación se está
desvaneciendo y apagándose hasta convertirse en oscuridad, pero el rostro de
Aquél que es el sol ya está alboreando por el oriente. El pacto nuevo y final ha de
establecerse instantáneamente en medio de terribles juicios; y ha de establecerse
para hacer imposible la continuación del antiguo. ¡Maranatha! ¡El Señor viene! ¡Aun
así, ven, Señor Jesús!”.
103
EPÍLOGO DEL EDITOR Por Gary North Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios
con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos
no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego, y
todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas, si la sal se hace insípida,
¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con
los otros (Marcos 9:47-50).
La Gran Tribulación es un libro acerca del juicio de Dios. Posiblemente no es el
juicio que usted tenía en mente cuando lo compró. Cualquiera que sea la clase de
sucesos bíblicos con los cuales usted asocie la palabra "juicio", o las palabras "gran
tribulación", nunca olvide al leer este libro que estos juicios terrenales no son nada
en comparación con el juicio eterno que Jesús dijo que vendría al final del tiempo.
Ellos son "adelantos" de la santa ira de Dios en la eternidad.
En realidad, nuestro uso del lenguaje conduce a confusión cuando hablamos del
juicio de Dios exclusivamente como castigo. En la Biblia, castigo tiene dos
significados: bendición y maldición. Vemos esto en el juicio final, después de la
resurrección de toda la humanidad, Dios juzgará a los hombres. Él juzga entre los
hombres: las "ovejas" a un lado y los "cabritos" al otro (Mateo 25:33). (Espero que
ninguno de los que lean este libro sea tan "literalista" que crea que Jesús está
hablando de ovejas y cabritos literales. El liberalismo tiene sus límites. La Biblia
está llena de símbolos, un hecho que usted debe tener presente al leer este libro.
Jesús hablaba de personas, no animales. Usted y yo estaremos en aquella gran
división). Aquella gran división conduce a dos estados diferentes y eternos:
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. ... Entonces dirá
también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:34, 41).
Habrá personas bendecidas eternamente y personas maldecidas eternamente.
Cada grupo irá a su respectivo lugar de "reposo" eterno, aunque no hay reposo
para los impíos. En realidad, los dos lugares pueden definirse en términos de
reposo: reposo ético para los que viven para siempre en el reino de Dios, y cero
reposo ético para los que viven (existen) en la segunda muerte del lago de fuego.
104
La segunda muerte es la maldición última y eterna. Es una muerte en vida, la
muerte espiritual con sensación de dolor. La Biblia habla del peor dolor imaginable:
el fuego. 'Y la muerte y el infierno fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la
muerte segunda' (Apocalipsis 20:14). Esto no es aniquilación, como enseñan
algunas sectas. No es olvido. No es una no existencia. Los condenados al lago de
fuego eterno cambiarían gustosamente sus cuerpos eternos por el mero olvido El
olvido significaría un escape de las eternas agonías de la maldición de Dios, el
anhelado silencio de Dios. Pero Dios no está en silencio. Los pecadores en el
infierno y más tarde en el lago de fuego nunca tienen esta oportunidad de silenciar
a Dios. El pecado tiene consecuencias eternas. Es el juicio final de Dios que
marcará para siempre a los benditos y a los malditos, a los vivos y a los muertos,
los que guardan el pacto y los que lo violan, los cristianos y los no cristianos.
Nótese que la Biblia enseña que tanto reino de Dios después de la resurrección
como el lugar del tormento eterno fueron creados desde la fundación del mundo. El
reino de Dios fue creado para personas redimidas, mientras que el lago de fuego
fue creado para el diablo y sus ángeles, aunque Dios lo abre para los seres
humanos violadores del pacto (Mat. 25:41). El lago de fuego está marcado por algo
llamado "el gusano". No sabemos qué es, pero sabemos lo que no es. No es un
ángel caído, porque los ángeles caídos quedan eternamente impotentes. El gusano
no es la conciencia humana, porque no hay ningún sentido de sometimiento
voluntario ante Dios y su ley. Los violadores del pacto continúan siendo violadores
del pacto para siempre. Puede que el gusano sea remordimiento de que los
hombres no sean Dios. Lo que sí sabemos es que nunca muere. Y si nunca muere,
entonces sus víctimas entran en la esperada paz del olvido eterno de los sectarios.
El gusano atormenta para siempre a los condenados violadores del pacto.
Este libro trata del juicio terrenal. Lo que viene en la eternidad ha sido visto de
antemano en la tierra: las bendiciones y las maldiciones. La gran tribulación fue (no
"será") un acontecimiento en la historia que reflejó en alguna pequeña medida el
horror de la maldición venidera. En comparación con el lago de fuego, la gran
tribulación fue una incomodidad breve y de menor importancia para un puñado de
personas. Sin embargo, en comparación con las bendiciones de pacto
condicionales de Dios para su pueblo escogido, los judíos - bendiciones que fueron
revocadas en 70 dd. C. - la gran tribulación fue una catástrofe que cambió el
mundo. Este libro trata de esa catástrofe.
105
DEFINITIVIDAD IGUAL: BENDICIÓN Y MALDICIÓN Los juicios de Dios ocurren en la historia y también en la resurrección de los
muertos. Esto nos trae a la doctrina fundamental de la Biblia, una doctrina que rara
vez es mencionada en nuestros días, ni siquiera por pastores y teólogos
(especialmente por teólogos): la definitividad igual de las bendiciones y las
maldiciones. En el lenguaje común, esto se expresa algunas veces como la
definitividad igual entre el cielo y el infierno, pero esta frase es incorrecta. El cielo y
el infierno no son el modelo final, porque, históricamente, son lugares incompletos.
Las personas no tienen sus cuerpos en el cielo y en el infierno. Son reunidas con
sus cuerpos en el juicio final. Esto significa que las personas son resucitadas tanto
desde el cielo como desde el infierno. Así que tenemos que llegar a la conclusión
de que el cielo todavía no es perfecto, porque las personas no poseen sus cuerpos
perfectos resucitados. Todavía es incompleto. Además, en los días de Juan,
clamaban para que Dios trajera su juicio, otra marca de incompletividad: "¡Hasta
cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que
moran en la tierra" (Apocalipsis 6:10). Las bendiciones de Dios en el cielo son
históricamente incompletas.
De manera similar, el infierno es un lugar de comparativa gracia, si lo comparamos
con el lago de fuego. En el infierno, las personas no poseen cuerpos perfectos que
arden eternamente, sólo almas. En consecuencia, la maldición de Dios para ellos es
limitada. Además, la historia de Jesús sobre el rico que muere y va al infierno indica
que hay una especie de comunicación entre los que están en el infierno y por lo
menos una persona en el cielo, "padre Abraham" (Lucas 16:23-31). Por lo tanto, las
maldiciones de Dios son históricamente incompletas. Después del juicio final, ya no
hay más un fuego infernal limitado, "de baja temperatura", libre del cuerpo. No hay
tampoco ninguna comunicación con nadie en el reino de Dios. Los últimos vestigios
de la gracia en la historia son eliminados de los maldecidos, cuando el infierno, el
diablo, sus ángeles, y los no cristianos resucitados son lanzados ceremoniosamente
al lago de fuego (Apocalipsis 20:14), de la misma manera que la ausencia final de
gracia en la historia es eliminada de los santos cuando parten del cielo y sus
cuerpos entran al nuevo cielo y a la nueva tierra restaurados. En ese punto y para
siempre jamás, los que están en el infierno pueden recordar las comparativas
comodidades del infierno y decir correctamente de Dios: "Ya no es más un Señor
amable".
Ni a los cristianos ni a los no cristianos les gusta pensar en tales cosas. Esto no
hace que estos acontecimientos sean menos reales ni menos inevitables.
106
DEFINITIVIDAD DESIGUAL, RESULTADOS DESIGUALES Una posible fuente de confusión necesita ser aclarada. He dicho que la bendición y
la maldición son igualmente definitivas. Me refiero a la definitividad de pacto en el
juicio, no a la definitividad histórica. El bien y el mal no son poderosos por igual con
el correr del tiempo. Las bendiciones de Dios fortalecen a los guardadores de su
pacto, mientras que sus maldiciones debilitan a los violadores del pacto. La
promesa de Dios a Eva de la simiente venidera (Gén. 3:15) fue más poderosa que
todos los intentos de Satanás por destruir la línea del pacto. El arca de Noé fue más
poderosa que el diluvio. El éxodo fue más poderoso que la esclavitud en Egipto. La
resurrección de Cristo fue más poderosa que la cruz. La iglesia se volvió
visiblemente más poderosa que Israel después del 70 d. C. El cristianismo es más
poderoso en principio que el humanismo, y esto se manifestará eventualmente en la
historia. El poder a largo plazo procede de la conformidad observadora del pacto al
Espíritu Santo. La impotencia a largo plazo procede de la violación del pacto: la
desobediencia a la ley de Dios por medio del poder que da Satanás. (Véase mi libro
Dominion and Common Grace: The Biblical Basis of Progress; Box 8000. Tyler,
Texas: Institute for Christian Economics, 1987: 8.95).
El cielo y el infierno son igualmente definitivos como lugares. Son igualmente
definitivos en relación con el pacto. El infierno como lugar de la ira de Dios es
igualmente definitivo como lugar de la bendición de Dios, y tanto el infierno como el
cielo son limitados por la historia. Dios hace su declaración de "perdidos" a los que
están en el infierno, de la misma manera que declara "salvados" a los que están en
el cielo. El infierno no es menos real que el cielo; es simplemente impotente en
comparación con el cielo. La muerte es igualmente definitiva a la vida según el
pacto. De hecho, la vida y la muerte son principalmente conceptos de pacto, no
físicos, como veremos. Existen en relación con el pacto de Dios. La vida y la muerte
deben definirse siempre en términos de la estructura de pacto de cinco puntos de
Dios, una estructura que se describe mejor en el libro de Ray Sutton That You May
Prosper: Dominion By Covenant (Box 8000, Tyler, Texas: Institute for Christian
Economics, 1987; $14.95):
1. La trascendencia (pero también la presencia) de Dios
2 La jerarquía de la creación de Dios 3. La ley de Dios
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4. El juicio (las sanciones) de Dios 5. La herencia (o la no herencia) de Dios
El cielo y el infierno están limitados por el tiempo y por sus relaciones con lo que
sucede en la tierra. Los dos mundos post-resurrección no estarán limitados por el
tiempo. La gracia de Dios brillará perfectamente en un lugar, y su ira brillará
perfectamente en otro. No hay escapatoria de Dios en la historia: "¿A dónde me iré
de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás
tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás" (Salmos 139:7-8).
¡Cuánto más está Dios presente en el juicio eterno, tanto en el lugar de las
bendiciones irrestrictas como en el lugar de las maldiciones irrestrictas! La
presencia de Dios es eterna; de aquí que, una vez creados, los seres humanos
sean criaturas de interminable duración futura. Muchas personas desearían no ser
eternas. Para los que están en el lago de fuego, la duración eterna es lo opuesto a
la vida eterna: es la segunda muerte eterna.
La Biblia habla aquí de la presencia de Dios en el sentido de conocer y observar
todas las cosas, determinando todas las cosas. No está hablando de su presencia
en el sentido de presencia ética: mostrando al pueblo gracia (gracia común o gracia
salvadora). Esa clase de presencia no existirá en el lago de fuego. Los residentes
del lago de fuego están separados de Dios eternamente, no en el sentido de que los
hombres pueden escapar de la presencia de Dios, sino en el de que no pueden orar
a Dios, buscar el rostro de Dios, ni esperar la misericordia de Dios. Él está presente
con ellos en algún sentido, tal como estuvo presente en la zarza ardiente: como
fuego consumidor. Está presente en algún sentido como el gusano que nunca
muere. (No es Satanás ni un ángel caído el que sirve como el gusano, porque ellos
son igualmente impotentes, e igualmente están bajo la maldición). Está presente
porque Dios es omnipresente; presente en todas partes. Esta misma presencia
como el juez es la maldición última de Dios: ninguna presencia ética con las
personas como el Salvador y la fuente de gracia. Pasan la eternidad en presencia
de la ira de Dios, no la gracia de Dios.
El punto clave en discusión aquí, como siempre, es la ética. La vida es una función
de la ética de pacto, no de la duración como tal. Así lo es la muerte. La vida es un
don de la gracia de Dios, una bendición no mitigada: "El que cree en el Hijo, tiene
vida eterna: y el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios mora
en él" (Juan 3:36). Los violadores del pacto tienen existencia La vida es ética, no
108
simplemente una función de percepción física. Los que están en rebelión ética
contra Dios están éticamente muertos. No poseen vida.
La mentira del propio diablo es que la mera percepción física es vida, y que la
muerte física es el fin de la vida. Es también mentira suya que los hombres muertos
físicamente no tendrán percepción, especialmente la percepción de dolor
incomparable, inconcebible. En el infierno no físico y también en el lago de fuego
eternamente físico, los muertos no tendrán percepción. ¡Qué no darían para no
tenerla! En este caso, la nada sería mejor que algo.
Acepte el sacrificio de Jesucristo en el Calvario como sustituto legal a los ojos de
Dios. No alimente ninguna falsa esperanza de un mundo de la nada más allá de la
tumba. Los pecadores merecen mucho más que la nada, en la tierra, pero no vida:
no verán la vida, es decir, la vida de pacto, dijo Jesús. Tendrán la misma existencia
en el lago de fuego: no verán la vida.
TOMAR EN SERIO EL SUFRIMIENTO DE CRISTO Puesto que la gente rara vez considera la realidad eterna del lago de fuego, no
entiende plenamente ni toma en serio las implicaciones cósmicas y eternas de los
sufrimientos del Hijo de Dios en el Calvario. "Mucho, pero no tanto", piensan para sí
mismos. No toman en serio la ley de Dios. No toman en serio el juicio eterno de
Dios. Por supuesto, el pecado se trata precisamente de eso: no tomar en serio a
Dios.
¿Y qué sucede con los que rehúsan aceptar la obra del sacrificio de Cristo como su
sustituto? Su suerte es la misma que la de los que, en el Antiguo Testamento,
rehusaron durante su vida en la tierra aceptar los animales representativos
quemados en el altar de Dios. Recuérdese que no hay ni toros ni machos cabríos
que tomen su lugar. Ellos mismos reemplazarán a los toros y a los machos cabríos
en el altar eterno de Dios. Todavía no. En comparación con lo que les espera
después del juicio final, están disfrutando de un breve respiro en el infierno.
Después del juicio final, las cosas se pondrán verdaderamente calientes para ellos,
finalmente y para siempre, en cuerpo y alma, "donde su gusano no muere, y el
fuego no se apaga". Mirarán hacia atrás, con interés, hacia el infierno como lugar de
maldición de Dios sin restricciones. El infierno será considerado como un lugar de
comparativo descanso y recreación. El sistema de campos de concentración
109
soviético, Gulag, será recordado por sus víctimas violadoras del pacto como un
positivo paraíso.
No hay purgatorio para los pecadores. Nada purga las consecuencias del pecado
después de que el pecador ha muerto. El infierno es el único "purgatorio" del
pecador, en el sentido de un lugar maldición restringida temporal. La función del
infierno es comparable a la de una prisión en una comunidad bíblica: un lugar de
detención hasta que se dicte la sentencia final. Es mejor estar allí que en el tribunal
del juez, y ciertamente mejor que en el lugar de ejecución - la ejecución eterna.
LA SAL DEL PACTO DE DIOS En la Biblia, la sal simboliza el juicio. Recuerde que el juicio es doble: bendición y
maldición. En consecuencia, la sal es tanto para bendición como para maldición.
Por el lenguaje del Nuevo Testamento, sabemos que la sal es una bendición,
porque los cristianos son descritos como sal. "La sal es buena. Pero, si la sal pierde
su sabor, ¿con qué se salará? Tened sal en vosotros, y paz los unos con los otros"
(Marcos 9:50). Nuevamente, Jesús dice en el Sermón del Monte: "Vosotros sois la
sal de la tierra. Pero, si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No es buena
para nada, excepto para echarla fuera, para que sea hollada por los hombres"
(Mateo 5:13). Obviamente, la sal no pierde su sabor, pero puede ser mezclada con
otras sustancias y volverse insípida o amarga. Esto es lo que el pecado le hace a
algo bueno. Cuando los hombres buenos se corrompen, sirven para maldición en la
historia, para ser "hollados". Se vuelven buenos para nada.
¿Y qué acerca de la maldición? El primer ejemplo es la esposa de Lot. Miró hacia
atrás, hacia la llanura donde Sodoma y Gomorra estaban siendo sometidas al
encendido juicio de Dios. Dios la convirtió en estatua de sal (Gén. 19:26). ¿Por qué
de sal? Porque en el sistema de sacrificios de Dios, la sal siempre acompaña al
juicio. "Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás
de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal" (Lev.
2:13). Aquí encontramos la frase "la sal del pacto de tu Dios". En un sentido, Dios
sazona con sal sus juicios de pacto. La sal es buena. Es una bendición. Los
guardadores del pacto son la sal de la tierra en la historia. Pero, si mezclamos
nuestra sal con corrupción, como hizo la esposa de Lot, según el pacto nos
convertimos en sal muerta, sal corrupta, inútil para Dios.
110
La sal era un aspecto requerido en el sistema de sacrificios de Dios.
Al segundo día ofrecerás un macho cabrío sin defecto, para expiación; y purificarán
el altar como lo purificaron con el becerro. Cuando acabes de expiar, ofrecerás un
becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la manada; y los
ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los
ofrecerán en holocausto a Jehová (Eze. 43:22-24).
Debe haber sal sobre el altar siempre. Los cristianos son esa sal. En sus cuerpos
rsucitados y libres de pecado, servirán como sal eterna para el altar eterno de Dios.
Siempre habrá un sacrificio en ese altar, tan seguramente como que siempre habrá
una iglesia, la sal sagrada de Dios. En ese altar encendido, el juicio arderá mientras
exista la iglesia. No puede haber ningún sacrificio aceptable sin sal. Dios no tolerará
sacrificios sin sal. Él conservará su iglesia, pues siempre conservará su altar. Su ley
es perpetua, su justicia es perpetua, y su juicio es perpetuo, tanto las bendiciones
como las maldiciones.
En la historia, la sal también se usa como destructor. No sólo añade sabor, sino que
también mata, y mata "para siempre". Se usaba en el mundo antiguo como medio
para destruir una ciudad enemiga, porque salar el área agrícola de una ciudad
destruía su productividad futura. "Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día,
y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró
de sal" (Jue, 9:45). Dios saló a Sodoma y a Gomorra, y más tarde a otras ciudades.
¿Por qué? Para preservar el pacto de Dios, Chilton reproduce completo este pasaje
en Days of Vengeance en relación con los sacrificios del templo. Lo hace en sus
observaciones introductorias a la sección del libro que trata de las sanciones del
pacto de Dios (p. 226):
Y lo apartará Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las
maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley. Y dirán todas las generaciones
venideras, vuestros hijos que se levanten después de vosotros, y el extranjero que
vendrá de lejanas tierras, cuando vieren las plagas de aquella tierra, y sus
enfermedades de que Jehová la habrá hecho enfermar (azufre y sal, abrasada toda
su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna, como
sucedió en la destrucción de Sodoma y Gomorra, de Adma y Zeboim, las cuales
Jehová destruyó en su furor y en su ira); más aún, todas las naciones dirán: ¿Por
qué hizo Jehová esto a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira? Y
responderán: Por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él
concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto, y fueron y sirvieron a
111
dioses ajenos, se inclinaron a ellos, dioses que no conocían, y que ninguna cosa
les habían dado. Por tanto, se encendió la ira de Jehová contra esta tierra, para
traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro (Deut. 29:21-27).
Las frases de maldición están orientadas a la temperatura: "azufre y sal, abrasada
toda su tierra"; "el ardor de esta gran ira"; "las cuales Jehová destruyó en su furor y
en su ira". Es totalmente conducente a confusión hablar de los juicios de Dios en la
historia aparte del lenguaje del fuego. Pero también conduce a confusión hablar del
fuego del juicio de Dios sin sal. La sal es el sabor del juicio. Así, pues, la presencia
de la iglesia en la historia es el sabor del juicio en la historia. Las sanciones del
pacto de Dios son dobles: bendición y maldición.
Lo que es cierto de las maldiciones del pacto de Dios en la historia es igualmente
cierto de sus maldiciones del pacto en la eternidad. El lago de fuego es el lugar
"donde su gusano no muere, y su fuego no se apaga. Porque cada uno será salado
con fuego, y todo sacrificio será salado con sal". El nuevo cielo y la nueva tierra
están tan seguros de su situación eterna como lo es el lago de fuego, y viceversa.
Las sanciones del pacto de Dios nunca terminan.
LA MUERTE DE PACTO Y EL BAUTISMO DE FUEGO La muerte es un fenómeno de pacto. Dios le dijo a Adán que moriría el día en que
comiera del fruto prohibido. Adán comió y murió. Murió según el pacto. Las
sanciones de maldición según el pacto cayeron sobre él. No murió físicamente (una
señal de la gracia de Dios para él en la historia), aunque su cuerpo definitivamente
murió aquel día. Llevaba las marcas de la maldición: sudor en la frente (Gén. 3:19).
Esta misma marca de la maldición no era permitida al sumo sacerdote, y por eso se
requería que llevase puesta una mitra en la cabeza y también se requería que
llevase puesto lino (Éx. 29:38-43). Se nos dice específicamente en la visión de
Ezequiel que el sumo sacerdote debía usar lino para evitar que sudara (Eze. 44:18).
El cuerpo de Adán murió progresivamente por medio del proceso de envejecimiento
durante más de nueve siglos; luego murió finalmente (Gén. 5:5). No pudo escapar a
la maldición de la sanción de pacto de Dios.
La muerte física es sólo la primera muerte. Hay una segunda muerte, la muerte
después de la resurrección después del juicio final (Apoc. 20:14). ¿Por qué se
requiere esta segunda muerte? Porque si se persiste en la violación del pacto
hasta el día de la primera muerte, esto se convierte en una condición permanente.
112
El pacto de Dios es eterno. Por lo tanto, la posición y la condición como violador o
guardador del pacto se convierte en permanente a la muerte del cuerpo antes de la
resurrección. Si la gente pudiera escapar en su posición como violadores de pacto
en la eternidad por cualquier medio, incluyendo la aniquilación, podría en
consecuencia eliminar la permanencia de las sanciones de pacto de Dios. Dios no
permite un ataque tal a su soberanía en el tiempo y la eternidad. Sus sanciones no
terminan nunca, porque su pacto no termina nunca.
LA EXPOSICIÓN DE KLINE SOBRE LAS SANCIONES RITUALES Estas sanciones de pacto son sanciones dobles: maldiciones y bendiciones. Esta
doble naturaleza de las sanciones de pacto es presentada en gran detalle por
Meredith G. Kline en su libro By Oath Consigned (Eerdmans, 1968). Kline se refiere
al resumen de Juan Bautista sobre el ministerio de Cristo. "Yo a la verdad os
bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no
soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego" (Mat. 3:11). ¿En qué estaba pensando Juan cuando dijo "bautizará en
fuego"? Kline cita a Malaquías 4:1: "Porque he aquí viene el día ardiente como un
horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día
que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni
rama". La estopa no crece. No puede enviar raíces dentro del suelo para
alimentarse, ni le pueden crecer hojas ni ramas para que absorban la luz. Sin raíz ni
ramas, la estopa muere, se seca, y arde fácilmente.
Pero hay otra fuente de luz que no es el que consume a la estopa, como dice
Malaquías 4:2-3. "Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de
justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis y saltaréis como becerros de la
manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros
pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos".
¿Cuáles son las siguientes palabras de Malaquías? Un llamado a recordar la ley de
pacto de Dios. "Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb
ordenanzas y leyes para todo Israel". (v. 4) "He aquí yo os envío al profeta Elías,
antes que venga el día de Jehová, grande y terrible" (v. 5). Kline comenta: "Para los
que hacen maldad, el fuego de ese día es como el fuego de un horno que los
consume, pero para los que tienen temor del nombre de Dios, son los rayos
sanadores del sol que los refina" (p. 58). El bautismo de Juan "no era una
ordenanza para que la observara Israel en sus generaciones sino una señal
especial para aquella generación terminal, una señal que resume la crisis particular
113
en la historia de pacto representada por la misión de Juan como mensajero del
ultimátum del Señor" (p. 61).
Considerado desde un punto de vista ventajoso más abarcante, el bautismo de
Juan era una señal de la dura por la cual Israel tenía que pasar para recibir un juicio
de maldición o bendición. ... Por medio de su mensaje y su bautismo, Juan pues
proclamó nuevamente a la simiente de Abraham el significado de su circuncisión.
La circuncisión no era una garantía de privilegio inviolable. Era una señal de la
prueba divina en la cual el hacha, puesta a las raíces de los árboles sin fruto
maldecidos por el Mesías, los cortaría de raíz (Mat. 3:10; Luc. 3:9). En realidad, el
bautismo de Juan era una recircuncisión (p. 62).
Kline concluye: "El bautismo, pues, tiene que ver con el hombre en presencia del
trono de juicio de Dios" (p. 67). El bautismo es una señal de pacto, y lleva la marca
de la doble naturaleza de las sanciones de pacto: bendición y maldición. Este
sistema de dobles sanciones de pacto se manifestará en el juicio final:
Nuevamente, cuando el Señor aparezca en la teofanía de la prueba final como juez
de los vivos y los muertos, vengándose en fuego de los que no obedecen al
evangelio, traerá ante su trono del juicio a todos los que han estado en su iglesia
del nuevo pacto. Allí su declaración de la maldición de pacto caerá en los oídos de
algunos que en este mundo han estado dentro de la comunidad que posee
formalmente su señorío de pacto, de modo que todavía en aquel día pensarán en
clamar: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos
fuera demonios e hicimos muchos milagros?" ... Hay, pues, un cumplimiento del
señorío del pacto de Cristo por encima de su iglesia del Nuevo Testamento para
condenación y muerte, así como para justificación y vida. En la ejecución de ambos
veredictos, sea para vida o para muerte, el nuevo pacto será cumplido y
perfeccionado (pp. 77-78).
LAS SANCIONES PERMANENTES
El nuevo pacto se cumple y es perfeccionado en el juicio final de Dios. Ese juicio
futuro es tan permanente como el pacto mismo. Las sanciones de bendición y
maldición son eternas. La generación terminal de Israel no entendió la amenaza
contra ella. Ignoraron el bautismo de Juan. No tomaron en serio el bautismo como
una señal permanente (eterna) de pacto. No acataron la advertencia de Juan sobre
la suprema capacidad de Aquél que le seguía para imponer el bautismo del fuego
114
consumidor permanente. Por eso, cuando crucificaron a Cristo, sellaron su suerte.
El día del Señor vino en el 70 d. C. y visiblemente destruyó el templo y sus
sacrificios animales. El día final del Señor vendrá y establecerá el único sacrificio
que, en principio, Dios honró jamás: juicio verdadero, completo, y permanente.
¿Es final la bendición de Dios? Sí: la resurrección de los impolutos cuerpos de los
santos que han de fundirse con sus almas recientemente liberadas del cielo, y su
transferencia post-juicio a su nuevo y permanente entorno: el nuevo cielo
perfeccionado y la nueva tierra perfeccionada. ¿Es final la maldición de Dios? Sí: la
resurrección de los cuerpos impolutos de los pecadores muertos que han de
fundirse con sus almas recientemente liberadas del infierno, y su transferencia post-
juicio a su nuevo y permanente entorno: el lago de fuego. Dios les maldice con
cuerpos perfectos resucitados para que sirvan como rastrojo eterno, para que
puedan soportar la agonía eterna en el lago de fuego.
La muerte en el pacto es permanente, de acuerdo con la muerte del cuerpo. La
muerte en el pacto es tan permanente como el pacto mismo. Por consiguiente:
Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios
con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno, donde el gusano de
ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego,
y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas, si la sal se hace insípida,
¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con
los otros (Marcos 9:47-50).
Los que arguyen a favor de cualquier cosa diferente del juicio eterno han adoptado
lo que los filósofos llaman nominalismo: "El infierno es sólo un nombre, no un lugar
real", o "el lago de fuego es simplemente lenguaje simbólico, no un lugar real". Esto
es lo que arguye el moderno liberalismo teológico. Así lo hacen las sectas, con su
doctrina de aniquilamiento. Pero el infierno y el lago de fuego son lugares reales,
porque desempeñan papeles eternos en el pacto de Dios. Son realidades del pacto,
no símbolos verbales de la ira de Dios - una "ira sin ira". El infierno es tan real como
el cielo; el lago de fuego es tan real como el nuevo cielo y la nueva tierra después
de la resurrección. Son tan reales porque tienen manifestaciones en la historia.
EL CIELO Y EL INFIERNO EN LA TIERRA
El libro de Chilton Days of Vengeance tiene un capítulo titulado "Se desata el
115
infierno". en la página 257, cita el libro de Herbert Schlossberg Idols for Destruction
(Thomas Nelson, 1983): "Cuando una civilización se vuelve idólatra, su pueblo es
cambiado profundamente por esa experiencia. En una especie de santificación a la
inversa, el idólatra es transformado a la semejanza del objeto de su culto. Israel 'fue
tras la vanidad, y se hizo vano' (Jer. 2:5).
Esta es una observación brillante. Pero Schlossberg se detiene antes de alcanzar la
meta. Esto no es "una especie de santificación a la inversa"; es santificación a la
inversa. Los observadores del pacto desarrollan progresivamente las implicaciones
de su fe en la historia, manifestando el reino celestial de Dios en el tiempo y en la
tierra. Dios responde progresivamente la requerida oración: 'Venga tu reino. Hágase
tu voluntad así en la tierra como en el cielo" (Mat. 6:10). Esto es santificación
progresiva: el desarrollo en la historia de la perfecta justicia moral de la perfecta
humanidad de Cristo (no su divinidad) que Dios atribuye a los cristianos en el
momento de su salvación. Lo que Dios nos imputa a nosotros definitivamente en
principio en el momento de nuestra conversión a Cristo - la mente y la justicia de
Jesucristo - que hemos de manifestar progresivamente con el correr del tiempo.
En lo que Schlossberg hace énfasis es que los seguidores de Satanás manifiestan
un proceso paralelo de santificación. "Santificar" significa poner aparte. Satanás
pone aparte a sus seguidores de la misma manera en que lo hace Dios. Los
seguidores de Satanás han de desarrollar en la historia los malvados principios de
pacto del infernal reino de Satanás de la misma manera en que los cristianos han
de desarrollar en la historia los justos principios de pacto del reino celestial de Dios.
Hay una queja constante, de parte de los que sostienen escatologías de derrota
terrenal, de que es tonto trabajar para establecer la ley de Dios en la tierra. Llaman
a este punto de vista "utopía". Niegan que pueda haber jamás una manifestación
amplia del reino de Dios en la tierra en el curso de la historia. Descartan esta visión
como totalmente falsa, "buscando el cielo en la tierra". Pero rehusan trabajar para
traer el cielo a la tierra enseñando a la gente a obedecer los justos principios del
cielo en la tierra para entregar la historia al diablo. Los discípulos del diablo trabajan
fuerte para traer el infierno a la tierra enseñando a la gente a obedecer los rebeldes
principios del infierno en la tierra.
Hay una guerra entre Dios y Satanás, la justicia y el mal, los guardadores del pacto
y los violadores del pacto, el cielo y el infierno. Esta guerra está teniendo lugar en la
historia. Es principalmente una guerra terrenal. En definitiva, el punto acerca del
cual se está librando esta guerra es la soberanía. ¿Quién es soberano, Dios o
116
Satanás? La disputa histórica también se está librando acerca de la soberanía:
¿Las fuerzas humanas de quién triunfarán en la historia, las de Dios o las de
Satanás? ¿El nuevo orden mundial de quién triunfará en la historia, el de Cristo o el
de Satanás? Resumiendo, la guerra se está librando acerca de esta cuestión: ¿El
cielo en la tierra o el infierno en la tierra?
No hay ninguna posibilidad de ningún otro reino en la tierra. No hay ninguna
posibilidad de ningún reino neutral del hombre, que funcione por medio de una
hipotética ley natural neutral. Los seres humanos nunca son neutrales, y no existe
tal cosa como la ley natural. Existe la ley de Dios, y existen las numerosas
alternativas de Satanás, incluyendo la ley natural "neutral". No existe la
neutralidad. Por consiguiente, nos enfrentamos a la pregunta: ¿Será el cielo en la
tierra o el infierno en la tierra? ¿Será la ley del pacto de Dios como la ley de las
naciones, o uno o más de los falsos sistemas de leyes de Satanás? Cualquier
intento de implantar una tercera opción, como la ley natural, es simplemente otro
intento de reemplazar la ley del pacto de Dios con la ley de Satanás. Es
simplemente otro intento por construir el infierno en la tierra.
Tristemente, los cristianos pesimistas que esperan poco más que la derrota para el
pueblo de Dios se aferran a la fe en la ley natural como terreno neutral entre la
supuestamente creciente influencia de Satanás en la historia y la decreciente
influencia de la iglesia. Ven la ley de Dios revelada en la Biblia como una amenaza
para su retirada de la responsabilidad histórica, así que deciden predicar una "ley
natural neutral" indefinida (y siempre indefinible), que no pone sobre ellos ninguna
responsabilidad cívica cristiana singular.
117
CONCLUSIÓN
El juicio de Dios sobre Israel en el 70 d. C. debería persuadirnos de la futilidad de
tratar de escapar a los progresivos juicios de Dios en la historia. En nuestros días,
nos enfrentamos a las bendiciones potencialmente mayores desde Pentecostés:
reavivamiento mundial, la revolución informática causada por las computadoras, y
un redescubrimiento de la ley de Dios revelada como herramienta del dominio
divino (Gén. 1:26-28). En nuestros días, también nos enfrentamos a las maldiciones
potencialmente peores desde la caída de Jerusalén: la plaga del SIDA, el triunfo de
los dos imperios comunistas, o la destrucción de los Estados Unidos (y la libertad
de occidente) dentro de 30 minutos después de un primer ataque nuclear soviético.
Necesitamos entender el juicio de Dios. Involucra bendición y maldición.
La bendición de Dios es definitiva: la gracia de la salvación en Cristo. Sus
bendiciones son también promesa progresiva de la simiente venidera (Gén. 3:15) y
su provisión de ropa para ellos, el arca de Noé, el éxodo de Egipto, el regreso a la
tierra bajo la dirección de Nehemías y Esdras, la resurrección de Cristo, y la
expansión de la iglesia. La bendición de Dios es también final y eterna: la
culminación, libre de pecado, del nuevo cielo y la nueva tierra después de la
resurrección.
La maldición de Dios es definitiva: la muerte de la humanidad. Sus maldiciones son
también progresivas: la maldición de Adán y Eva y su entorno, su expulsión del
jardín, el diluvio, la esclavitud en Egipto, el cautiverio en Asiria y Babilonia, la
muerte de Cristo en la cruz, y la caída de Jerusalén. La maldición de Dios es
también final y eterna: el lago de fuego.
Como dice la Confesión de Fe de Westminster (1646) en relación con la bendición
eterna y la maldición eterna, comenzando en el día del juicio:
El propósito de que Dios haya señalado este día es para manifestar la gloria de su
misericordia en la salvación eterna de los escogidos; y de su justicia, en la
condenación de los réprobos, que son malvados y desobedientes. Porque entonces
los justos irán a la vida eterna, a recibir la plenitud del gozo y el refrigerio que
vendrán de la presencia del Señor. Pero los impíos, que no conocen a Dios, ni
obedecen al evangelio de Jesucristo, serán lanzados al tormento eterno y
castigados con la destrucción eterna delante de la presencia del Señor y de la gloria
de su poder. (Capítulo XXXIII:II).
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Gozo eterno o tormento eterno: debemos predicar la definitiva igualdad de la
bendición y la maldición en la eternidad. Rehusar hacerlo es abandonar la teología
de pacto bíblica. Es amañar el cristianismo ortodoxo. Que la experiencia de Israel
en 70 d. C. sea nuestra guía sobre la importancia de ser fieles a la palabra de Dios
revelada. Si somos lo bastante descuidados y arrogantes como para negar la
realidad eterna de las maldiciones de Dios, corremos el riesgo de tener que
experimentarlas de primera mano. "Aprender haciendo" no es lo que usted desea
en esta lección de teología.
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