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LA CERMICA EXPORTADA A AM RICA
EN EL SIGLO X VI A TRA VS
DE LA DOC UMENTACIN DEL ARCHIVO
GENERA L DE INDIAS.
I. M ateriales arquitectnicos y
contenedores de mercancas 1
POR JOS MARA SNCHEZ
El descubrimiento de Amrica supuso la apertura de la que pronto se convirti en la ms
importante ruta com ercial de la M odemidad. Tod a clase de productos cruzaron el Atlntico dem anda-
dos-por la nueva sociedad colonial, primero en el deseo de sobrevivir y ms tarde de reproducir los
modelos sociales y culturales que ya se haban experimentado en Castilla. En este contexto, los
-productos cermicos jugaron un papel decisivo. Por fortuna para nosotros estos cargamentos quedaron
minuciosamente descritos en los registros de mercancas que, con fines fiscales, realizaban los
inspectores de la Casa de la Contratacin. A partir de su estudio y crtica proponemos este artculo
centrados en d os importantes mb itos en los que la cermica jug un papel protagonista: los m ateriales
arquitectnicos y los contenedores de mercancas
.The discovery of America stood up for the opening of the most important trading route in the
Mod ern Age. Every kind of product that was required by the new colonial society crossed the Atlantic
Ocean. Taking into accoun t all of this pottery played a decisive role. Fortunately these loadings were
counted in detail in los registros de mercancas
that fact with a taxing purpose was registered by the
supervisons of the
asa de ontratacin
earried out. This anide is focused on two important aspects
in which the earthenware was outstanding: architectural elements and merchandise receptacles
1. El contenido de este artculo procede de un captulo de nuestra tesis doctoral titulada El comercio
cermico entre Sevilla y Amrica (1492-1600) dirigida por el doctor D Alfonso Pleguezuelo y
defendida en la Universidad de Sevilla en el ao 1993.
LABORATORIO DE ARTE 9 (1996) 125-142
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os Mara Snchez Snchez
El presente trabajo tiene por objeto plantear una primera aproximacin al
estudio del comercio cermico que tuvo lugar entre Sevilla y A mrica en el siglo
XV I. Su contenido se desarrollar en dos partes: la primera, correspondiente a este
artculo, se centrar en los materiales arquitectnicos y los contenedores de
mercancas; mientras que la segunda estar dedicada a los ajuares domsticos y
la cermica de uso cultual y laboral.
Como nica fuente de informacin se ha usado la Seccin III del Archivo
General de Indias (se citar en adelante AG I) denominada Casa de Contratacin
de las Indias ; concretamente la serie Registros de mercancas: ida , entre los
arios 1492-1600 Esta serie contiene informacin relativa al comercio que se
desarroll entre Sevilla y el Nuevo Mundo durante el perodo colonial
3
La
docum entacin contiene datos referentes a los emisores y receptores de los envos;
naturaleza cantidad y precio de los productos adems de los datos relativos a la
flota de embarque, fecha de partida y pago de impuestos.
1 PANORAMA GENERAL
Desde los primeros arios del descubrimiento, entre Sevilla y Amrica se
produjo un continuo y creciente intercambio de toda clase de productos comercia-
les. La naciente sociedad colonial, a medida que se fue asentando y desarrollando,
demand de Castilla una amplia variedad de manufacturas en el deseo de reprodu-
cir los modos de vida caractersticos del occidente europeo. En este contexto
debemos sealar que la cermica jug un papel muy destacado.
El envo de produ ctos cermicos fue una co nstante desde los primeros viajes
a las nuevas tierras hasta el declinar del siglo. Los em barcaderos del Gua dalquivir,
a su paso por S evilla o a la altura de Sanlcar de B arrameda, fueron el escenario
cotidiano del cargamento de miles de objetos de barro que, cuidadosamente
dispuestos en las bodegas de los navos, tuvieron como destino final Amrica.
Este comercio no supuso un trfico especializado sino que se realiz conjunta-
mente con otros productos de muy diversa ndole (textiles, muebles, orfebrera,
libros, etc.) y por mercaderes activos en todo tipo de tratos, que seleccionaban los
productos en funcin de la demanda y de la fluctuacin de los precios.
2.
Para el siglo XV I la serie consta de un total de 54 legajos, catalogados entre los nmeros 1 079
al 11 33. Se detecta una considerable prdida de legajos para los aos pertenecientes a la primera mitad
del siglo, mientras algunos otros estn formados por cuadernillos dispersos de distinta fecha. Por otra
parte, la serie carece de una ordenacin sistemtica pese al inventario realizado en el siglo pasado por
D. Agustn Cen Bermdez.
3.
La informacin se agrupa en registros , es decir, inventarios de todas las mercanca s que cada nave
transportaba, donde figuraban la descripcin de los gneros cargados y los precios de los mismos. El origen
de estos registros se remonta, segn Clarence H. H aring, al ao 1493, apa reciendo en las instrucciones
dadas a Coln en este ao. Se trataba de inventariar con fines fiscales, pago de almojarifazgo , todos los.
productos que circulasen en la Carrera de Indias . Tal prctica supona una notable fuente de ingresos
para la Corona, adems de un mtodo de co ntrol oficial sobre el trfico americano.
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Debemos precisar que la exportacin de cermicas no fue consecuencia de
la falta de alfareras indgenas. Muy al contrario al llegar los espaoles a Amrica
encontraron activos importantes talleres que daban satisfaccin a la pob lacin india
autctona. En ellos se produca una cerm ica hecha a man o de tecnologa prima-
ria pero de lneas muy depuradas y decorada m ediante engobes bruidos de gran
atractivo esttico. Sin embargo sus formas y decoraciones no respondan al gusto
de los espaoles; no eran similares a lo que conocan y estaban acostumbrados;
por ello inmediatamente tuvo q ue activarse un impo rtante flujo com ercial destina-
do a proveerles de los productos caractersticos peninsulares, trfico que fue
creciendo conforme se fue asentando y desarrollando la colonizacin.
Cuantificar el volumen total de este comercio durante el siglo XVI es una
tarea de gran dificultad, fundamentalmente porque la serie documental sobre la
que hemos trabajado es incom pleta habindose perdido gran parte de la informa-
cin sobre todo la correspondiente a la primera mitad del siglo
A este inconve-
niente podramo s aadir otro: la falta de rigor por parte de los oficiales de la Ca sa
de la Contratacin a la hora de realizar los registros o comprobar su veracidad.
As debemos anotar distintas prcticas de fraude fiscal tales como cargas ilcitas
de mercancas una vez cerrados los registros o la declaracin de unos productos
por otros de menor valor econmico para disminuir el pago de impuestos 5.
El comercio cermico entre Sevilla y A mrica se prolong a lo largo de todo
el siglo XVI aunque conviene establecer ciertas diferencias entre los momentos
iniciales y el declinar del perodo.
Durante las dos primeras dcadas se caracteriz por una enorme variedad
tipolgica de piezas pero co ntrarrestado por un volumen
de mercancas numrica-
mente escaso. Los envos parecen responder ms a encargos puntuales o a ajuares
personales que a un verdadero comercio al por mayor de escala internacional.
La limitada cuanta de los envos podra ser consecuencia del an escaso
desarrollo de la sociedad colonial en un perodo inestable de conquista y posesin
del territorio; mientras que la gran variedad sera explicable por el deseo de los
primeros pob ladores espaoles de reprod ucir los ajuares caractersticos peninsula-
res para lo cual tuvieron que demand ar todos los objetos que no podan encontrar
en los talleres locales autctonos: vajillas para sus mesas, cacharreras para sus
cocinas, o incluso los ladrillos y tejas para edificar sus propias moradas.
Esto puede quedar de manifiesto en las mercancas remitidas en 1524 por
Luis Hernndez en la nao Santa Mara de la Antigua con destino a la isla de
Santo Domingo:
nueve botijas de conserva de zanahoria;
cinco botes de conserva;
4.
Tal carencia slo podra quedar paliada, en parte, con el estudio de los contratos de fletes
conservados en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla aunque esto podra constituir el objeto
de otro artculo.
5. LORENZO SANZ E.: Comercio de Espaa con Amrica en la poca de Felipe II. Valladolid
1980; Tomo II pgs: 333-336.
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quinientos ladrillos
cuatro tinajas de barro;
doce bacines verde y blanco;
dieciocho jarras de barro de media arroba;
doce salseras chiquitas de barro;
diecisiete bernegales blancos;
docena y media de jarros blancos de pico;
cuatro pe/fumadores;
docena y media de jarras para beber;
treinta vasos de loza de platos y escudillas;
ciento cincuenta ollas
catorce platos blancos grandes;
nueve saleros de barro y
tres vasos de lebrillo
6.
En la segunda mitad del siglo cambiaron las pautas com erciales. Las cantida-
des exportadas fueron ms importantes, contndose incluso por miles las piezas
remitidas pero la variedad fue ms reducida. Se advierte un nuevo planteamiento
de carcter claramen te mercantil donde y a slo se com ercializarn los productos
con un mayor margen de beneficio y por tanto ms lucrativos para el cargador.
Ahora los registros estarn constituidos en muchos casos por un solo producto
aunque en cantidades realmente importantes:
7 cajas de loza con 200 docenas de
platos pequeos a 2 reales la docena
7.
Coincide este cambio con la aparicin de las primeras alfareras coloniales
fruto de las enseanzas de los misioneros y de artesanos peninsulares o proceden-
tes del resto de Europa establecidos en A mrica que com enzaron a desarrollar una
produccin con tipos y decoraciones occidentales. Juan Surez de Peralta, al
describir la vajilla utilizada en e l banquete dado por el segundo Marqus d el Valle
de Oaxaca con motivo del bautizo de su hijo don Pedro, nos deja un ejemplo de
la copia de los tipos occiden tales por talleres locales de N ueva E spaa: ...la cena
la cual fue m uy cum plida en la que se s irvieron en uno s vasos que all en M x ico
llaman alcarrazas y unos jarros de barro y stos se hicieron en el pueblo de
Alonso de vila en Quauhtitln que se hace all mucho barro y por gala les
mandaron poner a todos unas cifras desta manera: una R. y encima una corona.
Esta tena todos los jarros y alcarrazas y psola Alonso de vilci .
Sobre el establecimiento de a lfareros occidentales en los territorios novohispa-
nos contamos con algunos ejemplos documentados. Citemos el caso del ollero
Juan de la Talavera, vecino de Alcal de Guadaira, que embarc para Nueva
6. AGI. Contratacin 1079. fol. s/n.
7. Registro de Miguel Hernndez en la nao San Jusepe de Buenaventura con destino a Veracruz
en 1599. AGI. Contratacin, 1132. fol. s/n).
8. GMEZ DE OROZCO F.: El mobiliario y la decoracin en la Nueva Espaa en el siglo XVI.
Mxico 1983; pg. 31.
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Espaa en 1555 y pag 200.000 maraveds para poder ejercer all su oficio
9
;
o
el caso de Antonio X inovs ceramista de origen italiano que en 1579 form con
Jernimo Prez una compaa para hacer y tratar loza en Puebla'''.
Tam bin po r tradicin oral nos ha llegado o tro testimo nio muy significativo .
Es el caso de los padres dominicos de Puebla de los ngeles (Mxico) quienes
pidieron a sus hermanos de religin de Talavera de la Reina que los monjes que
se trasladaran a Amrica llevasen aprendido el oficio de alfarero para ensearlo
a los indios u.
Estos talleres, para su desenvolvimiento, tuvieron necesidad de demandar
ciertos materiales especficos del oficio, de lo cual tambin qued constancia
documental:
seis quintales de vedro en sus barriles los dos de vedro blanco y
los otros dos de vedro azul y otros dos de vedro amarillo cost ocho reales el
arroba montan 192 maraveds
12 .
A partir de estos momentos el comercio cermico quedar restringido sola-
mente a productos de alta calidad o complejidad tcnica, junto a contenedores
necesarios para el transporte de productos agrcolas o artesanales.
Po r o tra parte los talleres prehispnicos continuaron activos manteniendo sus
tipologas y deco raciones autctonas aunque mejorando su produccin con ciertas
innovacio nes tecnolgicas impo rtadas desde Espaa: el to rno las cubiertas vitri-
ficadas y el tipo de horno
. El primero, el torno, sustitua al mtodo de fabrica-
cin manual, mucho ms lento e impreciso; las cubiertas de vedro transparente
de plomo o de esmalte blanco de estao supusieron un mto do de impermeabili-
zacin ms perfecto que los sutiles bruidos americanos y la posibilidad de dar
a las decoraciones de las piezas una mayor estabilidad y, finalmente, el horno
rabe de cmara de com bustin baja y cmara de coccin alta de form a semiesf-
rica permiti la cochura de piezas a temperaturas ms altas de las acostumbradas.
Todos estos cambios supusieron progreso en cierto sentido y retroceso
en otro si es que resulta lcito hacer estos juicio s de valor. En realidad slo eran
distintas cermicas para diferentes sociedades que entraban en contacto.
Sobre la procedencia de los productos cermicos remitidos a Amrica, la
documentacin cita expresamente distintos lugares de origen.
En primer lugar, respecto a los objetos de alfarera, en especial los conte-
nedores para el transporte de productos agrcolas, todos fueron sevillanos
14.
9. Catlogo de Pasajeros a Indias. Tomo I, pg. 86.
10. LPEZ CERVANTES G.: Cermica colonial en la ciudad de Mxico. Mxico 19 39; pg. 22 9.
11.
Esta tradicin fue recogida y publicada por primera vez por BARBER, E.: The maiolica of
Mexico. Philadelphia, 1908; pgs. 40-50.
12.
Registro de Juan de valos en la nao Santa Mara del Juncal con destino al puerto de Nombre
de Dios en 1592. (AGI. Contratacin, 1096. fol. s/n).
13. ALBERT DE LEN, M.A.: Desarrollo de la cermica colonial en Nueva Espaa en Mxico
colonial. Mxico, 1989. pgs. 44.
14.
Se aplica el trmino a aquellos objetos cermicos que carecen en su inmensa mayora de cubierta
esmaltada; siendo sus acabados en labor spera a veces decoradas con engo bes o mediante una capa
de vidriado transparente o ligeramente tintado, generalmente en verde o melado.
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Posiblemente la escasa tecnologa necesaria para producirlos los hara asequi-
bles a todos los talleres locales; lo cual unido a su bajo precio y fragilidad
material no aconsejara su trada desde puntos muy distantes.
Por contra, respecto a las lozas, s llegaron a la ciudad productos desde
enclaves ms lejanos: unos nacionales Talavera, Manises y otros internacionales,
preferentemente i talianos.
Respecto a los centros italianos su presencia estuvo favorecida por dos
factores principalm ente: primero por la larga tradicin m ercantil de estos territorios
desde la Baja Edad Media, confirmado por la presencia de colonias de sus
com erciantes en las principales ciudades euro peas, entre ellas Sevilla; y segundo,
por e l m ayor avance tecnolgico de sus ta l leres, que haban logrado superar los
viejos procedimientos medievales y, al mismo tiempo, renovar los repertorios
decorat ivos , em pleando un nuevo lenguaje forma l inspirado en mo tivos proceden-
tes de la antigedad clsica
5
Tuvieron especial significacin Pisa Gnova y Venecia cuyos productos se
detectan en Sev illa desde la primera m itad del siglo XVI, tanto para su com ercia-
lizacin a Amrica como para los ajuares de la amplia colonia de italianos,
especialmente genoveses establecida en la ciudad.
El pr im er envo de loza i ta liana a Am rica constatado docum entalmente data
de 1545, cuando Juan de Astorga registr en la nao San Juan con destino a
Cartagena
1 platos de V enecia
6 Sin embargo, es a partir de la segunda mitad
del siglo XVI cuando la exportacin de sus lozas cobra verdadera importancia
cuantitativa, respondiendo documentalmente a cuatro denominaciones: Loza de
Gnova, loza de Pisa azul, loza de Pisa salteada, y la ya citada loza de Venecia,
advirtindose un incremento constante de supresencia en las flotas.
Respecto a los talleres peninsulares, debemos comentar, inicialmente, que
todos debieron experime ntar un con siderable aum ento de sus producciones , pues ,
ante ellos, se abra un nuevo mercado de escala continental.
Talavera desem pea, sin duda, el papel ms destacado y de m ayor prestigio entre
los centros espaoles. Sus productos fueron deman dados por todos los ter r i tor ios
peninsulares, aunque su exportacin a Amrica resulta un tanto ms confusa'''.
En la docum entacin que hem os m anejado son m uchas las referencias re la t ivas
a la exportacin de loza talaverana a los nue vos territorios coloniales; sin em bargo,
hasta la actualidad, nada original de Talavera ha aparecido en Am rica, y es mu y poco
lo encontrado en Sevilla
8
A qu responden entonces es tas denom inaciones? La
respuesta posiblemente hay a que buscarla en las co pias realizadas por alfares locales.
15.
A la introduccin de la tcnica de la cermica decorada a mano alzada sobre base estannfera
con efectos pictricos y calidades similares a obras sobre lienzo o tabla, se suman los nuevos temas
decorativos (grutesco, candelieri, etc) tomados de la observacin arqueolgica de las ruinas roma nas.
16.
AGI. Contratacin 1079. fol. s/n.
17.
PLEGUEZUELO , A.: Sevil la y Talavera: entre la colaboracin y la competencia en Laboratorio
de Arte; n 5; Sevilla, 1992, pgs. 275-293.
18. Ibdem, pg. 285.
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La creciente demanda de las vajillas talaveranas por los territorios americanos
debi encontrar un significativo freno: la dificultad inherente a su transporte desde
la ciudad castellana hasta S evilla. El em plazamiento geogrfico de T alavera exiga
que la exportacin de sus lozas se hiciera necesariamente por va terrestre, lo cual
no slo era peligroso por las malas condiciones de los caminos en contraste con
la fragilidad del produc to, sino tam bin excesivam ente costoso._ Por ello, pronto
debieron aparecer ciertos alfares en Sevilla especializados en realizar copias de
productos talaveranos, o incluso la adaptacin de otros alfares ya existentes para
realizar esta loza cuya demanda estaba asegurada.
Esta situacin estuvo en gran media posibilitada por el traslado de algunos
maestros talaveranos a Sevilla los cuales, mediante convenios y acuerdos, enseria-
ron a los alfareros locales sus tcnicas y decoraciones y acabaron por desarrollar
su arte in situ. Tal es el caso d el alfarero Antn D az, vecino de Talavera, residen-
te en Sevilla al menos desde 1552
Estas piezas fueron denominadas Lozas de Talavera aunque a veces se precis
un poco ms nombrndose como Lozas contrahechas a las de Talavera
20 .
Algunos de los alfares especializados en realizar copias talaveranas estuvieron
emplazados en Sevilla en el llamado Campo de Tablada/San Telmo, en la margen
derecha del arroyo Tagarete, de lo cual qued constancia en los propios envos:
I caja
de loz a de Talav era hecha en S an Telm o con 24 do cenas a 3 reales la docena21
En la actualidad el anlisis minucioso de estas piezas sevillanas nos perm iten
diferenciarlas de los originales castellanos por las siguientes notas
22 :
1 Formalmente las obrs talaveranas son de mayor tam ao, recias y consis-
tentes; frente a las copias sevillanas que mantienen las proporciones pequeas y
delicadas de las vajillas de influencia italiana.
2 Los motivos decorativos varan en su interpretacin, siendo de factura
ms deshecha y descuidada. Los originales talaveranos son muy minuciosos
y perfeccionistas.
3 La calidad de los esmaltes castellanos no se alcanza en Sevilla.
4 En ocasiones, se sustituye el negro manganeso utilizado en Talavera para
perfilar las figuras, por azul cobalto.
La dem anda de las lozas talaveranas por los territorios americanos fue aum en-
tando cuantitativamente, alcanzando cifras realmente espectaculares en los arios
finales del siglo. As queda patente en el siguiente envo:
419 docenas de platos
y escudillas azules de Talavera cost cada docena a 2 reales y medio; y 2 cajas
19.
GEST OSO, J.: Historia de los barros vidriados sevillanos. Sevilla, 1 904) 1995 ; pgs. 3 09-3 1 0.
20.
Para una sociedad que no tena un concepto peyorativo de la copia , la ejecucin de estas
vajillas se consideraba admisible y era comnm ente aceptada. Se utiliz el nom bre de Talavera porque
era el lugar donde se produca este tipo de cermica, y quizs, incluso, por el propio prestigio del
centro, pero sin una conciencia de falsedad.
21.
Registro de Cristbal Snchez en la nao Santa Catalina con destino a Cuman en 1598. AGI.
Contratacin, 1130, fol. s/n).
22.
PLEGUEZU ELO, A.: Cermicas de Triana. Coleccin Carranza. Sevilla, 1996, pgs. 13 3 -13 4.
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os M ara Snchez S nchez
de loza de Talavera azul y blanca con 53 docenas fue costo cada docena una
con otra a 4 reales
33.
Menos importancia tuvo Manises en las exportaciones de loza a Amrica,
quizs porque su produccin se haba qued ado anquilosada en tipos y decoraciones
de raz medieval, principalmente lozas de reflejos dorados. Esto le supuso, en la
primera mitad del siglo, un progresivo languidecer de sus alfares y clientela,
situacin que pudiera quedar confirmada por el hecho de que en 1511 cuando los
Condes del Real realizaban la decoracin del nuevo palacio que construan en la
calle de los Trinitarios en la ciudad de V alencia encargaron los azulejos a Sevilla
ignorando la produccin local
No obstante lentamente fueron sustituyendo sus
esquemas de tradicin musulmana en favor de otros mudjares y renacentistas 25.
Pero, sin duda, fueron los alfares sevillanos los mayormente beneficiados,
cuantitativa y cualitativamente, de la nueva coyuntura. En primer lugar, su volu-
men de produccin se increment espectacularmente multiplicndose de manera
continua y progresiva con el paso de los arios. En segundo lugar, sus labores
pasaron de un horizonte claramente medieval a otro de carcter moderno, ms
avanzado tanto tecno lgicame nte como en sus repertorios formales y decorativos.
Ello estuvo posibilitado, en primer lugar por la llegada de vajillas forneas
que pronto fueron imitadas, y en segundo lugar, por la presencia en la capital
hispalense de alfareros italianos y flame ncos que med iante el establecimiento de
convenios y compaas, ensearon sus tcnicas a los olleros locales. As el caso
del artista flamenco Francisco Andre a quien en 1561 al llegar a Sevilla estableci
compaa con el ollero Roque Hernndez en el
hazer del azulejo de Piza y en el
fazer loa de Piza... 26.
Respecto a los puntos de destino sealemos que su importancia fue variando
conform e fue desarrollndose el descub rimiento conqu ista y colonizacin de las
nuevas tierras .
En un primer momento el mbito de destino fue la Amrica Insular es decir
los puertos pertenec ientes a las islas del istmo inicialmen te descubiertas. Du rante
las tres primeras dcadas del siglo el puerto de envo casi exclusivo fue Santo
Domingo en la isla Espaola, seguido a gran distancia por el de San Juan de
Puerto Rico. Desde ellos se distribuyeron las cermicas embarcadas en Sevilla por
las otras islas menores y por los primeros asentamientos continentales.
A partir de 1531 hasta 1540 comienza a aumentar el trfico dirigido a los
puertos de entrada de los dos grandes Virreinatos continentales: Veracruz para
Nueva Espaa y Nombre de Dios para Tierra Firme. El volumen comercial se
23. Registro de Baltasar de Riberos en la nao Santa Ana con destino a puerto de Santo Domingo
en 1590. (AGI. Contratacin, 1089; fol. s/n).
24.
GESTOSO, J.: Historia de los barros... Sevilla, 1904) 1995; pg. 176.
25.
MARTNEZ CAVIR, B.: La Loza Dorada. Madrid, 1983.
26. GESTOSO, J.: Historia de los barros... pg. 223.
27. CHAUNU, P.: Sevilla y Amrica siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1983;
pgs. 269-277.
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reparte pues ms o menos equitativamente entre Santo Domingo para la zona
insular y los dos nuevos puertos continentales.
Finalmente desde 1541 en adelante comienzan a destacarse Veracruz y
Nombre de Dios apareciendo otros nuevos puntos como Campeche para la
pennsula de Yucatn Puerto de Caballos para la Audiencia de Guatemala y
Cartagena para Nueva Granada.
Las cermicas em barcadas hacia Am rica tuvieron diferentes finalidades pero
las cuatro bsicas fueron:
1 M ateriales constructivos.
2 Contenedores de productos agrcolas y artesanales.
3 Ajuares domsticos.
4 Objetos de carcter cultual y laboral.
Respecto de la cermica arquitectnica su exportacin fue significativa en
la primera mitad del siglo suministrndose los materiales necesarios para las
primeras construcciones tanto civiles como religiosas. Sin embargo a partir de
la dcada de los 50 se produce una cada de la dem anda coincidiendo posiblemen-
te con la activacin de talleres locales en los distintos virreinatos. Ahora slo
llegarn de la pennsula productos de alta calidad y complejidad tcnica principal-
mente azulejos y paneles cermicos pintados.
Los contenedores cermicos constituyen el captulo ms importante desde
el punto de vista cuantitativo. Fueron usados para el transporte de mercancas
tanto productos agrcolas como labores manufacturadas. Aqu la botija perulera
tuvo el papel ms destacado a gran distancia de otros contenedores como tinajas
jarras vasos etc.
Respecto al tercer apartado el del menaje domstico incluy una enorme
variedad de objetos desde cermicas de fuego empleadas en las cocinas a vajillas
de mesa o piezas meramente suntuarias constituyendo su presencia en Amrica
un retrato robot de la propia cermica que consuman los castellanos en su tierra
de origen. La variedad de tipos denuncia una clientela sofisticada que consume
productos cermicos qu e sobrepasan las puras necesidades primarias. No obstante
hemos de aclarar inmediatamente que nunca lleg a exportarse toda la amplia
variedad tipolgica de la cermica sevillana sino solamente una reducida parte:
aquella que por su carcter funcional o decorativo fue ms demandada.
Finalmente el ltimo apartado estara com puesto por ciertos objetos de carcter
cultual que formaron parte del ajuar litrgico de templos capillas etc y otros de uso
laboral complemento de procesos artesanales o de ingenios industriales del mom ento.
2.
ESTUDIO DE LAS MERCANCAS
Siguiendo el esquema tipolgico y de uso propuesto lneas arriba abordemos
la descripcin de las mercancas embarcadas:
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os Mara Snchez Snchez
2 1 Cermica arquitectnica
Ladrillos:
Su presencia se constata en los m omentos iniciales de la coloniza-
cin, durante los primeros 25 arios, aunque conocemos algn envo puntual en
fechas ms avanzadas. Su mbito de destino fue la Amrica Insular, y muy
especialmente Santo Domingo.
Posiblemente, las urgentes necesidades constructivas en los primeros asenta-
mientos y la mala calidad del barro de las islas, supusieron la necesidad de
importar ladrillos desde la pennsula. Esta dem anda asegurada los convirti, pese
a su escaso valor m ercantil, en un objeto comercializable. Por otra parte, en estos
primeros arios, cuando an el volumen de mercancas no era muy considerable,
el envo de ladrillos pudo tener una segunda utilidad: el servir de lastre para
mantener en una posicin idnea la lnea de flotacin de los buques.
Fueron los propios tripulantes de los barcos m aestres, pilotos, marineros, etc-
quienes los remitieron bien de forma individual o formando pequeas com paas
para con seguir el capital inicial
8 As sucedi en la nao Santa M ara de Consola-
cin cuando en 1509 registraron el contramaestre, el escribano y tres marineros
la cantidad de 2000 ladrillos con destino a Santo Domingo
29 .
Las referencias documentales que hemos consultado son muy escuetas pues
se realizaron en un momento en que an no se haba desarrollado plenamente el
sistema de registro, lo cual nos impide precisar ciertos datos que seran de gran
importancia tales como el tipo de ladrillo enviado, el precio o su destino especfico
final. Tales carencias quedan paliadas en parte por los datos que nos proporcio-
nan las excavaciones arqueolgicas practicadas en los territorios americanos. En
el antiguo asentamiento de Caparra (Puerto Rico) han aparecido numerosos
ejemplares que formaron parte de la casa del conquistador Juan Ponce de Len .
Estn realizados con pa stas de color am arillo claro o rojizo, y responden a tres tipos:
Rectangulares con las seis caras planas, posiblemente usados en muros,
enmarque de vanos y umbrales.
Rectangulares con una cara sin aplanar, usados en soleras.
Semicirculares, formando parte de la fachada de l edificio como de coracin
arquitectnica.
Las cantidades remitidas oscilaron entre las 500 y las 8.00 0 unidades por registro.
Tejas: Es el segundo material constructivo en nmero enviado a Amrica.
Cronolgicamente, su comercio se prolonga un poco ms que el de los ladrillos,
28. En los aos iniciales del Descubrimiento fue frecuente que las tripulaciones participasen
activamente en el trfico mercantil, pues la Corona, para incentivar su enrolamiento, les permita
transportar un mnimo de mercaderas sin pagar fletes de 50 a 100 pesos con cuya venta podan
obtener un beneficio complementario a su sueldo.
29.
AGI. Contratacin 1079 fol. s/n.
30.
HOSTO S, A. de: Investigaciones Histricas: Las excavaciones de C aparra. Puerto Rico, 19 38 ;
pgs. 52-53.
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35
llegando hasta mediados de siglo, razn que habra que atribuir a que, en estas
fechas se registra un producto de mayor especializacin tcnica la teja vidriada
quizs an poco asequible para los talleres locales.
Su comercio supuso algunas innovaciones debido a la extrema fragilidad de
estas piezas y al considerable nmero que se quebraban durante la travesa.
En ocasiones, su precio se estableci no por las unidades remitidas sino por
las recibidas en buen estado. A s se recoge en el envo de A lonso Prez al puerto
de Nombre de Dios en 1550:
3000 tejas vidriadas por el millar de tejas que
llegasen sanas 6 000 maraveds .
En otros casos, debido a la resistencia de los
merc aderes sevillanos a comercializarlas sern los propios interesados los que las
registren como el caso del gobernador de Santo Dom ingo que en 1 5 09 encarga
4.500 tejas posiblemente para su propia residencia
En este supuesto al respon-
der a encargos expresos iban vendidas de antemano fijndose su precio en origen
y no especulndose con ellas en destino.
Se export bsicamente la teja rabe en las dos modalidades de produccin
existentes en Sevilla: la teja basta y la teja fina o vidriada en los colores caracte-
rsticos del mom ento.
Las cantidades embarcadas fueron muy considerables: desde las 1.000 unida-
des en los registros menores, hasta las 10.000 en los ms numerosos.
Azulejos Su exportacin a Amrica se realiz a lo largo de todo el siglo
XVI, prolongndose posteriormente por los siglos XVII y XVIII.
Su comercio estuvo restringido a edificios relacionados con las mximas
instancias del poder tanto civiles cabildos audiencias
etc como eclesisticos
conventos iglesias etc ; junt a ciertos domicilios particulares pertenecientes
a los estratos ms privilegiados de la sociedad colonial. Ciertamen te este producto
de alta calidad y valor econmico no fue asequible a la mayora de la poblacin
considerndose su empleo com o un signo ms de prestigio y distincin social para
sus propietarios.
A su difusin contribuyeron dos factores determinantes: uno de carcter
esttico por la indiscutible calidad ornamen tal que proporcionaban a los edificios
donde se aplicaban constituyendo un soporte casi inalterable de ricas decoraciones
en difciles condiciones ambientales; otro de carcter funcional pues dispuestos
sobre las fbricas de las construcciones protegan sus estructuras y, al tiempo,
evitaban su deterioro.
Por otra parte, en edificios de carcter religioso los azulejos se convirtieron
en un mtodo ms de evangelizacin pues fueron un medio idneo para difundir
programas iconogrficos de contenido evanglico; y, adems, su variedad y
riqueza cromtica constituyeron un magnfico reclamo para la poblacin indgena
cuyos gustos por la suntuosidad se identificaban con sus ricas gam as polcromas.
31. LISTER, F. y R.: Andalusian Ceramics in Spain and New Spain. Tucson, 1987; pg. 315.
32.
OTTE, E.: La flota de Diego Coln, espaoles y genoveses en el comercio transatlntico de
1509 en Revista de Indias, Vol. 24, n 97 y 98, Madrid, 1964; pgs. 482-502.
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os Mara Snchez
Snchez
Se dispusieron en interiores, formando parte de zcalos, pavimentos o techum -
bres
3 3
y al exterior, en el exorno de fachadas y portadas.
Se export principalmente el llamado azulejo de cuenca o arista , cuyo
sistema de produccin seriado permiti abaratar su coste y satisfacer fcilmente
la creciente dem anda que generaron los territorios de ultrama r
3 4
Aunque tambin
se com ercializaron sus varian tes el alizar, el alicer y la olambrilla:
Primeramente
8 cajones en que van 1200 azulejos grandes cuadrados y 200 aracices sic) y 600
medianos y 1500 chicos, que todos ellos costaron 17.000 maraveds .
Los medios de em balaje em pleados para su exportacin fueron dos fundamen-
talmente: las cajas de madera, com o contenedo r fijo de gran capacidad; y las seras
de esparto, como contenedor flexible, de menor capacidad, empleado principal-
mente en la primera mitad del siglo.
En algunos casos se detecta la presencia de azu lejos de centros de producc in
extranjeros, como ciertos azulejos de Holanda consignados por Bernardo Grimaldi
en la nao Santa Mara en 1509 36 .
Su constancia arqueolgica es explcita en toda la zona del Caribe, donde han
aparecido num erosos ejemplares realizados con la citada tcnica de a rista. Se trata
de losetas cuadradas en torno a los 13,5 cm. de lado y de 2 cm. de espesor rea-
lizadas con un barro amarillo claro y decoradas con mo tivos vegetales y geom tri-
cos de tradicin mudjar donde se emplean cinco colores: verde morado-negro
melado y azul para los motivos; y blanco para el fondo.
Todos los envos constatados t ienen como destino la Isla de Santo Do mingo:
En 1509 en la nao Santa Mara de la Antigua consignaba Diego Fernndez de
Morn: 140 seras de az ulejos
; posteriormente en 1594 Esteban Ulloa de Toro
en la nao Nuestra Seora del Rosario realizaba otro envo de ma yor cuanta: 2.500
azulejos en tres cajas a 600 maraveds el millar para entregar a Alonso de Ulloa .
Quizs algunas de estas partidas tengan correspondencia con los paneles que
decoran los muros de la Capilla de Bastidas en la Catedral o los de la Portada y
zcalos de la Iglesia de los Dominicos o los ejemplares que forman parte de la
pila del Convento de San Francisco en Antigua .
33. En alfarjes donde sustituyen a las tabicas del forro.
34.
Su proceso tcnico co nsista en aplicar una m atriz de madera, con el dibujo previamente tallado,
sobre el barro fresco de la pieza que , al rehundir su superficie, dejaba la impronta del dibujo y creaba
unas cavidades donde eran depositados los pigmentos evitando su mezcla durante la coccin.
35.
Registro realizado por Juan de Tapias en la nao Santa Ana con destino a la Habana en 1596.
(AGI. Contratacin 1121, fol. 94
ny.)
36.
OTTE, E.: La flota de Diego Coln pgs. 48 2-502.
37.
Ibdem, 4 82-502.
38. AGI. Contratacin 1110 fol. s/n.
39.
ANG ULO IIG UEZ, D.: El gtico y el renacimiento en las Antillas. Sevilla, 194 7; pgs. 44 -4 9.
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2.2.
Contenedores de mercancas
Constituyen, desde un punto de vista cuantitativo, el captulo m s importante
de los productos cermicos remitidos a Amrica. Ciertamente, fueron cientos de
miles los contenedores cermicos que, depositados en las bodegas de los barcos,
formaron parte de los envos que constituan la flota anual. Los tres tipos remitidos
fueron: vasos, jarras y botijas.
Vaso:
Es el objeto peor conocido de los tres citados pues, por el momento,
carecemos de evidencias materiales identificables con esta nomenclatura. Esta
situacin resulta contradictoria con la frecuencia c on que se cita y con lo prolon-
gado de su uso a lo largo de todo el siglo XVI, desde los primeros envos hasta
los arios finales.
Sabem os que el trmino se utili7 en el siglo X VI con dos acepciones: una, como
taza o cuenco de uso individual; como puede quedar explcito con el siguiente
registro de 1593:
2 docenas de vasos, que costaron 8 reales, de beber
;
y dos,
como contenedor, resultando, en muchas ocasiones, muy confusa la interpretacin
del documento.
Cuando se usa en esta ltima acepcin se detalla primero su nmero y pos-
teriormente las piezas que transporta:
30 vasos de loza, de platos y escudillas ;
4 vasos de lebrillos grandes y chicos, un vaso y medio de bacines de barro
42.
El uso del trmino como contenedor siempre lo hemos encontrado asociado
a productos cerm icos, lo cual unido a la mencionada falta de testimonios materia-
les, nos induce a pensar si quizs la expresin vaso fuera utilizada como una
unidad de medida ms que como un contenedor en s. Tal hiptesis parece quedar
confirmada por un pleito del gremio de olleros de Lima de 1 557 donde se recoge
que:
en la ciudad de Sevilla el oficial de este oficio no ha menester caudal para
poner tienda de ello y labrar loza porque hay obreros que hacen a dos maraveds
cada vaso, que es una docena, y el oficial gana lo dems .
Como vemos en el
texto se establece con rotundidad la equivalencia de vaso con una docena, no
obstante, debem os tomar con reservas esta afirmacin que no parece confirmarse
en todos los casos.
Lo cierto es que la expresin utilizada como unidad de medida siempre
aparece asociada a productos de alfarera o de loza basta.
40.
Registro de Juan Bautista Prez en la nao San Salvador con destino a Cartagena en 1593. AGI.
Contratacin 1107, fol. s/n).
41.
Registro de Luis Hernndez en la nao S anta Mara de la Antigua con destino al puerto de S anto
Domingo en 1526. (AGI. Contratacin 1079, fol. s/n).
42.
Registro de Diego Beltrn en la nao la Victoria con destino a Ro de la Hacha en 1545. (AGI.
Contratacin 1079, fol. s/n).
43.
GUTIRREZ, R.: Artes utilitarias en el virreinato de Per en Pintura, escultura y artes tiles
en Iberoamrica, 1500-1825. Madrid, 1995; pg. 354.
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os M ara Snchez Snchez
Jarra
No hay total seguridad en la identificacin de esta denominacin con
una forma concreta, aunque podemos aventurar la hiptesis de hacerla coincidir
con los envases de estilo temprano descritos por Goggin . De establecerse esta
relacin, sera un contenedor con forma esfrica y con dos asas afrontadas
prximas a la boca. P arece lgico formular esta hiptesis pues el contexto arqueo-
lgico en que vienen apareciendo estos envases coincide, hasta ahora, con la
cronologa del trmino en los registros y, adem s, en castellano jarra se emp le,
casi siempre, para designar una vasija con dos asas.
Fue el con tenedor ms usado e n las tres primeras dcadas del siglo, decayendo
posteriormente su emp leo de forma progresiva'. La ltima referencia docum ental
que poseemos de este objeto es de 1526, fecha, no obstante, que debemos tomar
con reservas dada la escasez de do cum entacin entre ese ario y 1540. A partir de
ese momento deja de tener uso, siendo sustituida por la botija perulera.
Su desaparicin pudo estar motivada por razones de economa y de comodi-
dad. La produc cin de jarras deba ser lenta por la com plejidad de su fino tornea-
do a dos caras, hecho en el sentido inverso al habitual, y por la colocacin aadida
de las dos asas junto a la boca. A dem s, sus paredes, relativamente finas, supon-
dran un constante peligro de roturas. Esto ltimo exigi que para su transporte
fueran protegidas, igual que se hara con las botijas, mediante una funda de esparto.
As queda recogido en las ordenanzas del gremio de los esparteros de 1511 :
Otros
ordenamos que ningn ollero, no (sic) venda jarras, ni botijas a condicin de
dallas enseradas .
En la jarra se transportaron todo tipo de productos: vino, aceite, vinagre,
aceitunas, pasas, almendras, higos, nueces, berenjenas, frutas, etc; siempre en
cantidades no muy grandes. Veamos el cargamento cermico de la nao Santa
Mara fletada en el ario 1509:
*
Alonso Gorjn:
3 jarras de vino, 10 jarras de vinagre y 3 jarras de pasas.
*
El escribano:
2 jarras de almendras, pasas e higos.
*
El contramaestre:
7 jarras de pasas e higos.
*
Juan de Castellanos:
2 jarras de higos y pasas.
*
Orozco:
1 jarra de pasas.
*
Gorjn:
7 jarras de vino.
*
Fernn Lorenzo:
7 jarras de pasas y 13 jarras de vino.
*
Francisco Robledo:
171 jarras de vino y 10 canta ritas de aceitunas.
* Ortiz:
4 jarras de berenjenas y aceitunas.
*
Alonso de la Palma:
4.500 ladrillos.
44.
GOGGIN, J.: Spanish Olive Jar: An introductory study. New Haven, 1960; pg. 23.
45.
As ha sido verificado recientemente por la propia arqueologa andaluza al ser el envase ms
abundante en el relleno de bvedas
en
edificios sevillanos del siglo XV y principios del XVI AMO-
RES, F. y CHISV ERT, N.: Tipologa de la cermica comn bajomedieval y moderna sevillana (siglos
XV -XVIII): loza quebrada de relleno de bvedas en SPAL. Revista de Prehistoria y Arqueologa de
la Universidad de Sevilla, n 2; Sevilla, 1993; pg. 282).
46.
Ordenan zas de la Ciudad de Sevilla. (Andrea G rande, 163 2). Ed. facs, Sevilla, 1975; pg. 222.
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Diego Mrquez:
3 botijas de aceite.
Alonso Martn:
I jarra de harina 1 jarra de vino y 1 jarra de garbanzos.
Bernardo G rimaldi:
cajas con 36 botes de conserva de V alencia; azulejos
de Holanda
47.
Es de sup oner que las destinadas al transporte de lquidos iran vidriadas interior-
mente y p resentaran una boca estrecha; mientras qu e las de slidos seran de labor
spera y con boca ancha aunqu e esto no aparece indicado en la docum entacin.
No tuvieron uso habitual en los domicilios particulares, slo se emplearon
para el comercio, como atestigua su ausencia en depsitos arqueolgicos
domsticos de Sevilla
8
Sobre su capacidad, la documentacin manejada explicita dos tamaos: uno
la denominada jarra de azumbre, es decir, lo equivalente a algo ms de 2 litros;
y, en segundo lugar, la de media arroba, en torno a los 6 litros
9
De ambas
tenemos testimonios arqueolgicos aunqu e es especialmente abundante un tercer
tamao mayor que contiene una arroba y que podra identificarse con lo que la
documentacin cita como
jarra
sin ms especificaciones.
Segn Goggin estos envases iban marcados con almagra en los hombros,
aunque de ello tampoco tenemos referencia documental.
Botijas:
Sin duda fue el producto cermico con mayor volumen d e comercio
durante todo el siglo XVI. Estu vo ya p resente en los aos iniciales de la coloniza-
cin en los primeros envos realizados al Nuevo Continente; multiplicndose las
cantidades remitidas de forma constante y progresiva hasta finales de siglo. Se
trata de un objeto bien conocido que presenta cuerpo globular ligerame nte cnico
con base curva inestable y boca ms bien estrecha y dotada de un potente labio.
En esta simplificacin de lneas radic su xito, pues, haba que producir con
rapidez y para ello era preciso simplificar al mx imo la forma. Las asas des apare-
cen y su funcin es asumida por la propia boca que ahora gana en resistencia y
volumen ajustndose al tamao de la mano para hacer de fcil asidero.
Su produccin seriada a tomo en barro grosero sin ningn tipo de concesiones
decorativas y su utilidad para cualquier tipo de transaccin supusieron unas condicio-
nes muy adecuadas para las necesidades y el volumen del comercio del momento.
Se cuentan por m iles las botijas enviadas a Amrica; por ejemplo en la flota
de 1592 se transportaron un total de 226.227 botijas registradas, a las que habra
que sumar otras procedentes de prcticas ilegales y contrabando
5.
47.
OTTE, E.: La flota de Diego Coln
pgs. 482-502.
48.
AMORES, F. y CHISVERT, N.: Tipologa de la cermica... pg. 282.
49.
Goggin seala una capacidad de 5.4 litros para las que registra en la iglesia de San Nicols de
Trujillo, (GOGGIN, J.: Spanish Oliver Jar... pg. 11).
50.
En los buques de la armada tambin se transport vino para ser vendido en Indias: por una parte
la gente de mar y guerra solan reservar una parte de su racin diaria para ms tarde especular con
ellas en las plazas americanas, sin embargo, el mayor volumen del trfico fraudulento se produca en
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os Mara Snchez Snchez
Las botijas se remitieron fundamentalmente en calidad de contenedores de
productos agrcolas sobre todo vino y aceite pero tambin se com ercializaron
botijas vacas en cantidades realmente importantes. En 1542 Juan Ortiz remiti
al puerto de Nombre de Dios:
400 botijas peruleras vacas y 20 pipas de vino;
y en 1574 Vicente Centurin registr con destino a Honduras:
15 toneladas de
botijas peruleras .
Tales envos podran responder a las necesidades dom sticas
de las nuevas casas coloniales
5
;
aunque tan importante volumen quizs debi
tener otra funcionalidad relacionada con el envo de algn producto colonial a la
pennsula con amplios beneficios pues al inevitable pago de impuesto haba que
sumar el coste de importar las propias botijas vacas
5
El vino fue uno de los principales productos que utiliz la botija para su
com ercializacin, emplendose en e l 43% de los envos' '' . Aqu recibi la com pe-
tencia de las pipas de cuero y de los toneles de madera, aunque la botija acab
imponindose fundamentalmente por ser ms barata
5 5
Lo mismo ocurri con el
aceite que aparece como el segundo producto agrario ms enviado a Amrica.
Documentalmente, se nombran distintos tamaos de botijas: en primer
lugar, citemos la
botija perulera,
con capacidad de una arroba (11,5 litros) uti-
lizada preferentemente para el trfico de vino; muy comn fue tambin la
botija medio perulera,
que, como su denominacin indica tena capacidad de
media arroba y que se emple para el transporte de aceite; a ms distancia
quedan otras capacidades con las de cuarta de arroba, arroba y media o dos
arrobas para otros productos varios.
Las botijas reciban para su transporte una preparacin previa, tendente a
paliar su fragilidad material. Consista en un reforzado externo mediante unos
los espacios huecos de las naves donde se cargaban un alto nmero de unidades fuera de licencia.
Esta prctica exista desde el m ismo tiempo que se impuso el sistema de convoyes. La administracin
mantuvo una actitud de permisividad y tolerancia para incentivar a las tripulaciones (estimulando el
alistamiento) y rebajar el costo de los gastos del impuesto de Avera. Solamente en el siglo XVII,
debido a los abusos cometidos y al claro perjuicio causado a los comerciantes y al fisco, la prctica
intent ser controlada, permitindose solamente un cupo fijo de 220 0 botijas por cada galen (SER RA-
NO MANGAS, F.: Armadas y flotas de la plata (1620-1648). Madrid, 1989; pgs. 182-83).
51.
LISTER, F. y R.: Andalusian Ceramics... pg. 316.
52.
As se advierte en distintos testimonios, como el recogido en 1570 por Lpez de Velazco en
su crnica Geografa y descripcin de las Indias sobre la ciudad de Veracruz:
el agua) que se bebe
en este puerto se trae de una laguna que est cerca y aunque no es buena, puesta en las botijas se
adoba en la mar...
(LPEZ DE VELASCO, J.: Geografa y descripcin de las Indias. (1570) 1894;
pgs. 212-214 ).
53.
La respuesta a la interrogante que planteamos podra hallarse en los legajos correspondientes
a los registros de venida cuya consulta tenemos prevista iniciar en breve.
54.
LORENZO SANZ, E.: Comercio de Espaa... pgs. 469.
55.
En concreto los toneleros deban traer del norte las duelas para fabricar los toneles, por no ser
a propsito para esta clase de labor las maderas de la regin. Consta que en slo m es y m edio del ao
1597 llegaron al puerto de Sevilla 270.000 duelas y gran cantidad de tablones de pino y roble
procedentes de Alemania y Escandinavia (SCHAPPER, E.: Una estadstica de 1597 sobre la
navegacin extranjera en el puerto de Sevilla en Investigacin y Progreso, septiembre, 1934).
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capillos de esparto
em plei t s o pell s
que las hacan ms resistentes a los
posibles golpes producidos durante la carga o d escarga del navo o por los envites
del mar durante la travesa. Adems iban entibadas con corcho para evitar
deslizamientos o corrimientos de la carga.
Por otra parte sus bocas eran tapadas y selladas con corcho y yeso para
evitar tanto que se derramara su contenido com o que se produ jeran sustracciones
ilegales durante la travesa:
200 arrobas de aceite en 400 botijas de media arroba
esteradas y tapadas con corcho y yeso y bien acondicionadas y por marca alma-
gradas las bocas, a 11 reales el arrobas .
Otro aspecto de un enorme inters histrico y arqueolgico lo constituyen
ciertas marcas que se practicaban en las botijas y que servan para identificar a
su propietario tanto en el puerto de embarque en este caso Sevilla como en los
de destino, para entregarlas correctamente a su debido receptor
57 .
Tales marcas figuraban en el registro efectuado por la C asa de la C ontratacin
de Indias y sobre las mismas botijas como tambin en algunos casos en la
escritura notarial que presentaba el destinatario.
El marcaje sobre las botijas se realiz siguiendo cuatro procedimientos que,
como se advertir en los ejemplos propuestos, en la mayora de los casos aparecen
combinados:
El primer procedimiento es el
estampil lado
realizado en la ollera durante
su proceso de elaboracin. C onsista en presionar un curio de a lgn material duro
contra el barro fresco dejando marcada su impronta. Se efectu generalmente en
la boca:
200 botijas peruleras llenas de vino de Cazalla, cada una a 10 reales,
las cuales van marcadas en la boca con una llave en el mismo barro y en las
em -
pleitas una cruz de almagra .
Ms generalizada fue la
rotul cin con lm gr o tint
en la pella o en la
boca:
100 botijas de aceitunas esteradas a 200 reales, marcadas en la boca con
tinta y por una A grande fuera
59 .
Un tercer procedimiento fue la
m arca de fuego es decir, aplicando un hierro
candente al esparto:
219 botijas peruleras esteradas hasta la boca, llenas de vino
de su heredad y cosecha del 85, marcadas de fuego de la marca de fuera
60
Un ltimo mtod o consista en poner algn elemento u
objeto colgante
de la
botija:
100 arrobas de aceite dulce y claro en 200 botijas esteradas de media
56.
Registro de Alonso Lpez en la nao San Juan y San Francisco con destino al puerto de
Cartagena en 1593. AGI. Contratacin 1106, fol. s/n).
57.
Las botijas eran aparentemente todas iguales con lo que necesitaban un sistema de identificacin
comercial que permitiera el reconocimiento de cada una de ellas para llevar a cabo su correcta
distribucin o entrega.
58.
Registro de Diego Hernndez en la nao La T rinidad con destino al puerto de Veracruz en 1584.
AGI. Contratacin 1081, fol. s/n).
59.
Registro de Simn Amador en la nao San Miguel, con destino a Nombre de Dios en 1583. AG I.
Contratacin 1080, fol. s/n).
60.
Registro de Hemando de Almansa en la nao Nuestra Seora de Gua con destino a Cartagena
en
1586. AGI. Contratacin 1086, fol. s/n).
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os Mara Snchez Snchez
arroba marcadas a las bocas con alma gra de la primera marca de fuera y por
seal un hilo de carreto al cuello a 8 realesm
De esta forma , en los puertos de destino, cuando eran desem barcadas, se evitaban
confusiones y errores en su entrega, siendo norm al que el consignatario presentara
para su identificacin un poder notarial donde se reproduca la propia marca.
Respecto a l a gama de m arcas , podemos sealar
que lo m s usual fue u t il izar
las iniciales del nombre o apellido del cargador. Ncr obstante cuando un mismo
cargador real izaba varios envos c on d iferentes consignatarios se ut i liz la inicial
del propio destinatario. Tambin fue habitual utilizar signos cristianos, como la
cruz, cruz y orbe o el anagrama de Cristo JHS), reconocindose en tales signos
virtudes protectoras destinadas a preservar la mercanca de los peligros de la
travesa naufragios, piratera, etc). Un tercer grupo estara consti tuido por simples
formas geomtricas o dibujos caprichosos de muy variada ndole.
Com o resum en final de este primer art culo queremos sealar cierta dual idad
que carac teriz el com ercio cermico e ntre Sevi lla y Am rica a lo largo del s iglo
XVI y que podra quedar bien ejemplificado con los dos mbitos especficos que
hemos t ratado: por una parte , los productos cermicos dem andados por sus v alores
intrnsecos, formales, funcionales o decorativos; o simplemente, por su propia
com plejidad tcnica e l caso de los azulejos pintados a m ano alzada ; por otra
parte, los objetos cermicos que actuaron como simples vehculos para el envo
de otros productos; y que, por tanto, su eleccin estuvo motivada bien por su
idoneidad para el transporte bien por razones de economa; o, en otras palabras,
por ser s implem ente baratos y adecuad os el caso de las bot i jas peruleras. En
ambos supuestos, su demanda fue consolidndose con el transcurso de los arios,
const i tuyendo u no de los captulos ms impo rtantes de los regis t ros de m ercancas
a Amrica en el siglo XVI.
61. Registro de Martn Lpez en la nao Nuestra Seora del Rosario con destino a Nueva Espaa
en 1586. AGI. Contratacin 1083, fol. s/n).
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