2
3
StaffModeradora
Mery West
Traductoras Maca
Mery West
Mel Cipriano Elle
Nancy aa.tesares
Amy Ivashkov
Nats
Lalu
Aimetz CrisCras
Annabelle Anelynn
Noenatale
Liz Holland
Mel Markham
Danny_McFly Melody Hamort
Fiioreee Moni
Mar Winston
Sofí Fullbuster
Autumn Night
Vani Vanessa Villegas
VanessaVR Nico Bomer
Juli
Correctoras Sofi Fullbuster
Melii
*Andreina F*
Daniela Agrafojo
SammyD
Marivalepaz
Mel Markham
Cami G
Joss
kaarol shaw
Alaska Young
Vanessa VR
Nnancyc
Verito
Aimetz14
Alessa Masllentyle
Meliizza
Lectura Final Annabelle
Maca Delos Juli
CrisCras
Mel Cipriano Amy Ivashkov
Mery West
Diseño Deydra Eaton
4
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Sobre el Autor
5
Sinopsis ara Sydney, estar enamorada de Kyler no es nada nuevo. Han sido mejores amigos desde que él la hizo caerse en el patio de
juegos y ella lo obligó a comer un pastel de lodo. Pero en algún
momento en los últ imos años, se enamoró de él. ¿Cuál es el gran problema? Kyler es el hombre más mujeriego de todos. Nunca sale con
una chica más de unas cuentas noches, y ya que es su últ imo año en la
universidad, Syd no quiere arriesgar su amistad declarándole su amor.
Kyler siempre ha sabido que Syd estar totalmente fuera de su
alcance. Ella es perfecta. Lo es todo para él. Sin embargo, siempre intenta ocultar sus sent imientos o concentrarse en cualquier otra chica. Después
de todo, Kyler siempre será el pobre chico que toma malas decisiones, y
Sid siempre será la única chica que no puede tener.
Pero cuando quedan atrapados en una lujosa estación de esquí por
una tormenta de nieve, no hay nada que impida que sus sent imientos al rojo vivo salgan a la superficie. ¿Puede su amistad sobrevivir a la
atracción? Mejor aún, ¿Pueden sobrevivir a la situación? Porque mientras
la nieve cae, alguien está acosándolos, y este viaje de esquí puede cambiar su vida en más de un sentido.
P
6
1 Traducido por Maca Delos
Corregido por Findareasontosmile
Sydney staba enamorada de mi mejor amigo.
Supongo que podría ser peor. Podría haber estado enamorada de un bailarín stripper o de un adicto a las drogas.
Kyler Quinn no era ninguna de esas cosas. A pesar de que fácilmente podría pasar como desnudista con ese atractivo que hacía que
se cayeran mandíbulas y su desordenado cabello castaño, y era tan
adict ivo como cualquier droga que exist ía.
Lo localicé antes de que él siquiera supiera que yo me encontraba
aquí. De ninguna manera alguien podría olvidarse de Kyler, ni siquiera en el
rebosado Dry Drocks, donde todos los de la Universidad celebraban el inicio del receso de invierno. La gente se arremolinaba alrededor de él,
especialmente las mujeres.
Siempre las mujeres.
No quería decir que Kyler lucía como un Dios, porque las esculturas
de los Dioses griegos y romanos t ípicamente no caían en el lado atractivo de las cosas. Y todos eran muy pequeños ahí abajo. Dudaba que él tuviera
problemas en ese aspecto, ya que había una interminable hilera de
mujeres volviendo por segundas o terceras rondas. Pero era hermoso de una manera puramente masculina. Una nariz con un sut il gancho en ella,
anchos pómulos inclinados, mandíbula definida, y labios amplios y expresivos. Se había roto la nariz en una pelea en primer año.
Todavía me sentía mal por esa nariz.
¿Y cuándo sonreía? Ay, Dios, el chico tenía los hoyuelos más profundos.
Sus ojos eran de un marrón cálido, el color de un rico grano de café, que se oscurecían cada vez se sent ía ansioso, y apostaba a que él sent ía
todo t ipo de ansiedades ahora mismo.
E
7
Justo en el medio de la barra, me detuve y eché la cabeza hacia
atrás. Exhalando audiblemente, en serio quería pegarme en el rostro. No era sólo que Kyler estaba completamente fuera de mis límites, dado el
hecho de que habíamos sido inseparables desde el día en que me sacó
malhumorada del carrusel y me dijo que tenía piojos por intentar tomar su mano. Yo contraataqué abrazándolo fuertemente y obligándolo a comer
un pastel de barro al día siguiente. La gente no comprendía cómo éramos tan unidos. Ni siquiera yo podía descifrarlo. Íbamos juntos como un león y
una gacela. En realidad, íbamos juntos como un león y una gacela renga
que no tenía oportunidad de vencer al depredador.
Yo era la gacela renga.
Mientras me acercaba a la mesa que ocupaban él y nuestro amigo Tanner, una rubia con piernas más largas que mi altura entera, se dejó caer
en el regazo de Kyler. Sus brazos envolvieron la cintura imposiblemente
angosta de la chica, y un estúpido dolor puntiagudo totalmente inexcusable se deslizó a través de mi estómago.
Sí, puede que Kyler no fuera un stripper, un adicto, o un terrorista,
pero era un mujeriego.
Giré bruscamente de vuelta a la barra a últ imo minuto, casi
chocándome de lleno en la espalda de alguien. Puse los ojos en blanco. Darme una contusión sería perfecto. Luces mult icolores de Navidad
colgaban del borde de la barra y creí que era algo peligroso con todos los
ebrios t irando sus bebidas. Encontré un banco vacío en la barra y esperé a que me notara el cantinero. Y era fácil notarme. Lucía como si tuviera
dieciséis, así que generalmente revisaban mi identificación. El barman apareció, preguntó por lo habitual, y yo ordené lo habitual: Coca Cola
dietét ica con ron.
Por encima del zumbido de las conversaciones y la música, una risita llegó a mis oídos. Era como algún t ipo de maldito faro. No quería mirar, y
no había razones para arruinar mi noche. Crucé los tobillos. Apoyé las
manos sobre la barra. Tamborileé los dedos al ritmo de la canción a la que apenas le estaba prestando atención. Observé el estante de botellas de
alcohol con el que mi otro mejor amigo era ínt imamente familiar.
Pero miré, porque era una chica y me soy estúpida.
Rubiecita estaba sentada a ahorcadas de Kyler. Su corta falda
vaquera se había levantado hasta sus muslos. Uno pensaría que no era invierno afuera, basado en cómo estaba vest ida ella, pero una vez más, yo
usaría todo el t iempo una falda como esa de tener sus piernas.
La espalda de él daba contra mí, pero debió haber dicho algo interesante en el oído de ella, porque se rió otra vez. Sus uñas rosadas se
apretaron en sus hombros, aplastando el material del suéter negro. Luego
8
levantó la mano, pasándolas a través del cabello de su frente, echándolo
hacia atrás.
Ahora no podía alejar la mirada. Como una masoquista, tenía una
fijación en ellos.
Él inclinó la cabeza a un lado y luego hacia atrás. Podría ver la mitad de su rostro ahora, y sonreía. No las grandes sonrisas que revelaban esos
hoyuelos totalmente lamibles, pero sabía que brillaba con aquella media sonrisa suya —La media sonrisa exasperante e increíblemente sexy. Sus
manos se apoyaron en las caderas de ella.
—Aquí t ienes. —El barman apoyó mi bebida.
No queriendo ver lo que estaba a punto de pasar allí, levanté la
mirada hacia el chico mientras apartaba un mechón de cabello largo y negro del rostro. —Gracias.
Guiñó un ojo. —No hay problema.
El barman se movió para ayudar a alguien más, mientras que me dejaba para preguntarme por qué había guiñado. Pensando que
probablemente no debería haber dejado que Kyler me convenciera de
venir esta noche, levanté mi vaso y tomé un trago más largo de lo normal. Me obligué a mí misma a beberme el poco de alcohol, incluso si me
quemaba la garganta.
Justo cuando apoyaba mi bebida en la mesa, fui abrazada desde
atrás. El perfume con esencia a vainilla y el tono de voz chillante delató al
culpable.
—¡Estás aquí! Te vi desde el otro lado del bar e intenté llamar tu
atención —dijo Andrea, dándome la vuelta en el banco de la barra. Sus rizos rojos mezclados en todas direcciones.
Mi compañera de cuarto lucía como Anit a la Huerfanit a crecida… si
Anit a la Huerfanit a tuviera problemas con la bebida. Evidenciado por las cervezas que ella sostenía en ambos puños.
—¿Cuánto has tomado? —pregunté.
Rodó los ojos. —Esta cerveza es para Tanner, perra.
—¿Desde cuándo le llevas cervezas a Tanner?
Andrea se encogió de hombros. —Esta noche está siendo amable. Así que esta noche yo estoy siendo amable.
Tanner y Andrea eran raros. Se habían conocido el año pasado y fue
odio a primera vista. De alguna manera seguían terminando en los mismos lugares, y me preguntaba si se tropezaban y caían en los labios del otro o
9
algo. Se habían besado algunas veces, luchado unas cuantas más, y
ahora ella le servía bebidas. Jamás podría entenderlos.
—¿Desde hace cuánto estás aquí? —pregunté.
—Casi de una hora. —Se hizo camino entre yo y otra chica que
estaba en el banco de al lado—. El Desfile Oficial de Chicas de Kyler ha estado en su apogeo.
Hice una mueca. —Puedo verlo.
—Sí, noté que mirabas. Por eso no me prestabas nada de atención a
mí. —Tomó un trago de cerveza—. ¿Vas a venir a la mesa?
¿A la mesa donde Rubiecita estaba prácticamente teniendo sexo vest ida con Kyler? Anótame. —I ré en un minuto.
Hizo un puchero. —Necesitas apurar tu pequeño trasero y venir a la mesa. Kyler se deshará de la chica si apareces allí, y luego no tendré que
preocuparme por contraer herpes.
—El herpes no se transmite por aire —le dije.
—Sí, dices eso ahora, pero luego se mezcla con clamidia y verrugas
genitales y t ienes una súper saturación de herpes. —Su nariz se arrugó—.
Respiras en ella y ¡bam! Necesitarás terapia antiviral de por vida.
Andrea planeaba estudiar medicina luego de la universidad, y yo le
pediría algunas tutorías si creyera que eso era posible. Pero sabía cuál era el verdadero problema, y no era ese.
Donde había una chica con Kyler, había al menos dos o tres más
dando vueltas por los suburbios. Miré por encima de mi hombro. Sip. Dos chicas. Andrea no quería que fuera allí para asegurarme de que Kyler se
comportara. Era simplemente tan buena escondiendo sus sent imientos como yo.
No quería que una de esas chicas se subiera al regazo de Tanner, lo
cual parecía a punto de pasar. Una de las chicas charlaba con el rapado y tatuado hijo de oficial de policía. Tanner parecía sólo medio interesado,
diciéndole algo a Kyler. Rubiecita no estuvo feliz con la falta de atención.
Se giró, sacó un hielo de una bebida en la mesa y se lo puso en la boca. Con la otra mano llevó la cabeza de Kyler hacia la suya mientras se
agachaba.
—Oh, mira eso. —Andrea suspiró—. Creo que lo vi una vez en una
película de los ochenta. ¿Crees que esa chica tenga algo de sentido del
bochorno?
Mi estómago cayó como si estuviera en lo alto de una montaña rusa.
No se trataba de bochorno. Se trataba de ir por lo que quería. Parte de mí
envidiaba a Rubiecita —una parte de mí grande tamaño Kyler.
10
—En serio, espero que sus bocas no se estén tocando, porque ahora
en todo lo que estoy pensando es en herpes.
Andrea se alejó de la barra. —Uh…
Sus labios se estaban tocando.
Maldita sea.
Un segundo después, Kyler se echó hacia atrás, con la mandíbula
trabajando mientras mast icaba lo que asumí era un pedazo del hielo que Rubiecita había compart ido tan abiertamente.
—Asco —murmuré, dándome la vuelta. Andrea hizo una mueca,
porque lo sabía… era la única que lo sabía—. I ré en un rato. Primero voy a terminar mi bebida.
—De acuerdo. —Sonrió, pero la tristeza llegó a sus ojos—. Sydney…
Ahora me sentía como una mierda estúpida. —Está bien, en serio. Iré
en un segundo.
—¿Cuándo termines tu bebida? —Cuando asentí, suspiró—. Jamás terminas una bebida, pero esperaré. No te tomes una eternidad. —
Comenzó a darse la vuelta y luego volvió hacia mí, casi perdiendo una
botella de cerveza—. De hecho, tómate tu t iempo.
—¿Eh?
Su sonrisa se agrandó. —Mira quién acaba de entrar.
Est iré el cuello para seguir su mirada. —Oh.
—Oh es correcto. —Andrea se inclinó hacia adelante y me besó en
la mejilla—. Olvídate de Kyler el prost ituto. Mereces más que eso. ¿Pero él? —Asint ió hacia la puerta—. Esa es una joya que estaría más que dispuesta
a terminar con tu celibato.
El calor inundó mis mejillas. Antes de poder discut ir el uso de la
palabra «celibat o», Andrea había desaparecido y yo me quedé
observando a Paul Robertson.
Paul era nuevo en nuestro grupo; lo había conocido en mi
laboratorio de Procesos Cognit ivos. Él… se veía bien. Era simpático y
divert ido. Era perfecto, en realidad, pero…
Se detuvo justo en el borde de la pista de baile, sacándose su gorro.
Observando el bar, se pasó una mano por el cabello rubio. Sus ojos se encontraron con los míos y una rápida sonrisa se desató en su rostro.
Dirigiéndome un pequeño saludo con la mano, fácilmente caminó entre el
grupo de personas agachada alrededor de las mesas redondas.
11
Paul sería perfecto para mí ahora mismo, y por esa única razón,
necesitaba dejar de pensar en lo inalcanzable y comenzar a pensar en lo que estaba justo delante de mi rostro.
Respirando hondo, exhibí lo que esperé fuera una sonrisa sexy. No
había mejor momento que esta noche.
12
Kyler
Ya me había comenzado a doler la cabeza. Por la manera en que la
chica estaba retorciéndose en mi regazo como si estuviera lista para follar ahora mismo, ésta iba a ser una larga noche. Mordí el pedazo de hielo,
medio tentado a escupirlo.
Pero eso habría sido algo grosero.
Debería haber estado de humor para celebrar, excepto que no lo
estaba. Un semestre más de universidad, ¿y luego qué? ¿Unirme al negocio familiar y toda la mierda? Dios, eso era lo últ imo que quería.
Bueno, no necesariamente lo últ imo. Intentarle explicar a mi mamá por
qué no veía un futuro en la restauración del bar era probablemente lo últ imo que quería hacer. No fue nunca algo que quisiera hacer, pero
habían pasado casi cuatro años de universidad, y estaba a punto de salir con un t ítulo en mierdas de negocios.
Pasando la mano alrededor de la chica, agarré el cuello de la
botella de cerveza. En frente mío, Tanner levantó las cejas. Sonreí mientras él volvía a lo que sea que la chica morena le decía. Algo acerca de
haberse depilado ayer y que por tenía toda la noche libre. ¿En serio? Eso era lo últ imo que cualquiera de nosotros quería oír.
Sabiendo que el visto bueno de liarse tenía sus beneficios, Tanner no
parecía muy interesado en eso.
—Kyler —canturreó la rubia en mi oído mientras contoneaba el
t rasero—. No pareces feliz de verme. Yo estoy feliz de verte otra vez.
Y aparentemente, yo tampoco estaba muy interesado en ello. Tomando un trago, sabía que tenía que proceder con cautela sabia.
Supuestamente conocía a esta chica —como conocerla, conocerla— pero no podía ubicar su rostro ni su trasero, lo cual era algo jodido al
extremo. ¿Cómo no podía conocerla cuando seguramente había dormido
con ella en algún punto?
Joder.
A veces me enfermaba a mí mismo.
Se inclinó hacia adelante, presionando sus pechos justo debajo de mi mandíbula. De acuerdo. No estaba t an enfermo de mí mismo. —Cariño
—dije, apretando la botella—. Voy a necesitar respirar en algún punto.
Riendo, se echó hacia atrás lo suficiente para que pudiera tomar
otro trago. Pasó sus manos por mi cabello, sacándolo de mi frente. Luché
13
la urgencia de apartar sus manos. —¿Vas a tocar la guitarra para mí más
tarde?
Mis cejas se elevaron. —¿Toqué la guitarra para t i?
Tanner se atragantó con una risa.
La chica —y demonios, esperaba que su amiga dijera su nombre pronto— frunció el ceño.
—¡Sí! —Me golpeó el pecho juguetonamente—. La tocaste con esos asombrosos y talentosos dedos tuyos, y luego tocaste algo más.
Oh.
Tanner se echó hacia atrás en su silla. —Mírate a t i y a tus asombrosos dedos.
—Mis asombrosos y talentosos dedos —lo corregí.
Sacudiendo la cabeza, alejó la mirada mientras la morena se
inclinaba hacia abajo, t razando el borde del tatuaje que aparecía debajo
de sus mangas arremangadas.
—¿No lo recuerdas? —Hizo un puchero con el brillante labio inferior—
. Mis sent imientos han sido heridos.
Resoplé y tomé otro trago, con los ojos observando la barra a rebosar. A veces no tenía idea de cómo terminaba en situaciones como
ésta. De acuerdo. Esa era una mentira llana. Lo que estaba entre mis piernas era cómo terminaba en situaciones como ésta.
Pero era más que eso.
Siempre había sido más que eso.
—Kyler —gimoteó la chica.
Respiré hondo y me volví hacia ella, dirigiéndole mi más encantadora sonrisa. —¿Sí?
—¿Vas a compart ir?
Antes de que pudiera responder, agarró la botella de mi mano y se tragó, maldición, casi la cosa entera. Mis cejas se elevaron. Mierda. Eso era
algo impresionante… y vulgar.
Su amiga se rió. —Jesús, Mindy, tómatelo con calma esta noche. De ninguna manera voy a arrastrar tu trasero ebrio de vuelta a los
dormitorios.
¡Ajá! ¡Su nombre era Mindy! Me sentía un poco mejor al respecto
ahora.
14
Mindy se encogió de hombros mientras se volvía hacia mí. Se inclinó
hacia adelante y cuando habló, todo lo que pude oler era cerveza. —Eres tan increíblemente sexy. ¿Alguna vez te lo han dicho?
—Una o dos veces —respondí, deseando otra cerveza.
Andrea apareció en la mesa con dos botellas en su mano. Una era para ella y la otra para Tanner, así que eso apestaba. Me miró y resopló. —
Como si Kyler necesitara que le acaricien el ego.
—Kyler necesita que le acaricien otra cosa —murmuró Mindy,
empujando con sus caderas.
Una mirada de disgusto cruzó el rostro de Andrea mientras se sentaba al otro lado de Tanner. La mirada no me molestaba. Ahora, ¿si
fuera otra persona? —¿Has visto a Syd? —pregunté.
Andrea me observó por encima del borde de su botella, con los ojos
entrecerrados. No dijo nada.
Me apoyé en la silla, suspirando. —La invité.
Tanner arqueó una ceja. —Sabes bien que Syd está en su dormitorio,
empacando para nuestro viaje. De hecho, probablemente está re-
empacando para nuestro viaje.
Una sonrisa apareció en mis labios. Probablemente seguía
intentando decidir qué llevar.
—¿A quién le importa? —Mindy se cruzó de brazos, lo cual hacía más
grandes sus pechos. Imposible. Miró a su amiga—. Necesito otra bebida.
—Yo también —dije, levantando las rodillas para que se bajara. No captó la indirecta. Suspiré—. Ya que te tomaste la mía, ¿por qué no nos
vas a buscar una segunda ronda?
Otro puchero adornó los labios de Mindy. —¿Has visto lo atestada
que está la barra? Me tomará una eternidad.
—Siempre podrías levantarte t ú —sugirió Andrea.
Miré por encima del hombro hacia la barra. La maldita cosa estaba
atestada. Mierda. La mitad de la Universidad parecía estar aquí.
El aliento a cerveza de Mindy me acarició la mejilla. —Deberías ir a buscarnos una bebida, bebé. Adoro los chupitos de gelat ina.
—No soy tu bebé. —Mi mirada viajó por encima de la gente en la barra. ¿Ese era Paul? No venía aquí con regularidad, a menos que Syd en
realidad apareciera. Espera un segundo… me incliné hacia un lado para
mirar por el costado de un t ipo enorme. ¿Era esa Syd en la barra? ¿Con Paul?
15
Una mano terminó en mi cabello otra vez. —Fuiste mi bebé hace un
par de semanas.
—Interesante —murmuré. El t ipo se movió, con cervezas en mano, y
santa mierda, era Syd. Su largo cabello negro suelto y sus pies estaban
cruzados en sus tobillos. Parecía tan malditamente pequeña sentada allí, que me sorprendió que le hubieran servido siquiera.
También me sorprendió que estuviera en la barra, sin mí y con Paul.
¿Qué demonios estaba mal con esta imagen?
Dándome la vuelta, clavé la mirada en Andrea. —¿Cuándo llegó?
Se encogió de hombros. —No sé.
Mi irritación creció. —No debería estar sola en la barra.
Mindy dijo algo, pero no la escuché. Tenía esta cosa de maravillosa opción de oídos selectivos ahora mismo.
Andrea compart ió una mirada con Tanner, una mirada que yo
ignoraba. Por lo tanto, la mirada jamás ocurrió. —No está sola —dijo dulcemente.
—Ese es el punto. —Agarré las caderas de Mindy. Una mirada
emocionada apareció en su bonito rostro. Qué mal que estaba a punto de romper la burbuja de excitación. Sacándola de mi regazo, la puse de pie.
—Ya vuelvo.
La mandíbula de Mindy cayó. —¡Kyler!
La ignoré. También ignoré la sonrisa de Andrea y los ojos en blanco
que me dirigió Tanner mientras me levantaba y giraba.
Syd no debería estar en la barra sola. Estar con Paul no contaba.
Necesitaba de alguien que estuviera pendiente de ella, para mantener un ojo en las cosas, porque Syd… bueno, tenía esta inocencia en ella que
hacía que los imbéciles aparecieran en masas.
Imbéciles como Paul y otros t ipos como yo que no hacíamos mucho más que meter a las chicas en problemas. Pero yo era diferente, muy
diferente cuando se trataba de Sydney Bell. Y había sido mi t rabajo desde
que podía recordarlo mantenerla fuera de problemas. Ahora mismo no era diferente a cualquier otra vez.
Síp, esa era la exacta razón por la cual estaba a punto de interrumpir esa pequeña conversación.
16
2 Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Melii
Sydney ola —dijo Paul, deslizándose en el lugar que Andrea había ocupado—, no sabía que vendrías. No dijiste nada en clases.
—Fue una decisión de últ imo minuto. —Tomé un sorbo de ron
con Coca-Cola. Ya me sentía más relajada—. ¿Cómo te fue en los finales?
—Creo que todo salió bien. ¿Y tú?
Me encogí de hombros. —Creo que pasé.
—Es probablemente que pasaras con jodidos sobresalientes. —Se
ordenó una bebida cuando el mesero pasó cerca—. ¿Tienes todo
empacado para el viaje de mañana?
Nos íbamos a nuestro viaje anual a Snowshoe Mountain mañana.
Esta era la primera vez para Paul, pero Kyler y yo íbamos a la casa de esquí de su mamá desde que éramos niños. Este sería el segundo año para
Andrea y Tanner, y algunos otros amigos de Kyler estarían allí también.
Usualmente somos un grupo grande.
—Tengo todo empacado desde el fin de semana —reí—. Soy así de
obsesiva.
Su sonrisa se hizo más grande. —Yo aún necesito empacar. Por cierto, gracias por invitarme. Nunca he estado en Snowshoe.
Sorprendentemente, dado a que él creció en la ciudad vecina, yo imaginé que todo el mundo que vivía en Maryland había estado en
Snowshoe en algún momento. —No hay de qué. Dijiste que te gustaría
esquiar y esas cosas, así que t iene sentido. Kyler estará en las pistas todo el día y la noche, así que sin duda tendrás alguien con quien esquiar.
Los ojos azules de Paul se dirigieron hacia la mesa donde ellos
estaban sentados. —No sé nada de eso.
H
17
Fruncí el ceño y me rehusé totalmente a ver lo que ocurría en la
mesa del pecado y sexo. Probablemente estaban haciendo algunos bebés. —¿Qué quieres decir?
—Tengo la impresión de que a Kyler no le agrado demasiado. —Su
mirada se posó en mí una vez más y se encogió de hombros—. De todos modos, ¿Regresarás a casa después de irte de Snowshoe?
Asentí. —Sí, pasaré la navidad con la familia y me quedaré allí hasta que el semestre comience. ¿Tú?
—Estaré en Bethesda una parte de días y luego iré a Winchester con
mi mamá —Rascó la et iqueta de su botella con el ceño fruncido—. Mis padres se divorciaron hace unos años, así que voy a mis dos casas.
Yo no lo sabía. —Lamento escucharlo.
Una pequeña sonrisa apareció. —No es la gran cosa. Tengo dos
navidades, así que no me quejo.
Tomando otro sorbo, bajé mi vaso en la mesa. —El doble de regalos.
—El doble de diversión. —Su mirada cayó en su cerveza. La mitad de
la et iqueta se había ido—. Mira. Pensé que nosotros podríamos…
Unos fuertes brazos alrededor de mi cintura me abrazaron por detrás. Me sacó del banquillo, y mi sorpresa desapareció cuando mi espalda
chocó contra un muro inmovible de músculos. Estaba envuelta en un abrazo de oso que olía a aire libre y ligeramente a colonia.
Sólo una persona en este mundo me daba abrazos como este o se
sent ía tan fuertemente… buenos.
La profunda voz de Kyler retumbó a través de mi cuerpo. —¿Cuándo
llegaste?
Mis pies todavía no tocaban el suelo. —Hace poco —Me quedé sin
aliento, aferrándome a sus brazos a través de su suéter.
—¿Y por qué diablos no lo sabía? ¿Te has estado escondiendo de mí?
Paul se recargó contra la barra y sonrió, pero era una sonrisa tensa.
No podía culparlo. Kyler siempre aparecía de la nada y aprovechaba cada situación. —No me escondía —dije, me ruboricé cuando mi mirada
se encontró con la de Paul—. ¿Y puedes bajarme?
—¿Qué harás si no lo hago? —Se burló—. Eres tan pequeña que
puedo guardarte en mi bolsillo.
—¿Qué? —reí—. Bájame, idiota. Estaba teniendo una conversación.
18
—Lo siento, Paul, voy a robártela. —Kyler no lo lamentaba en
absoluto. Comenzó a alejarse, sin darme ninguna elección, ya que no había manera de romper su agarre. Se dio la vuelta, dejándose caer en
una silla alejada de la mesa donde había estado y me sentó en su regazo,
así que no podía escapar. Enredó sus brazos alrededor de mi cintura—. No estoy muy contento contigo, Syd.
Arqueé una ceja mientras mi ritmo cardiaco se aceleraba. Él era la única persona a la que le permit ía llamarme Syd —Bueno, la única persona
que puede llamarme así sin que yo le diera una patada en la espinilla.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Estabas hablando con ese idiota.
—¿Qué idiota?
Se inclinó, apoyando su frente cont ra la mía, y mi respiración se
atascó en mi pecho. ¿Por qué tenía que estar siempre tan
condenadamente cerca? Y en serio, él siempre lo estaba. —Paul.
—¿Qué hay con él? —Puse mis manos en sus hombros para hacer
que retrocediera, pero sus brazos se apretaron, inmovilizándome—. ¿Estás
borracho?
—¿Borracho? Ah, ahora has cruzado la línea y last imaste mis
sent imientos, Syd.
Sonreí. —Tú no t ienes sent imientos.
—Ouch. Eso no fue muy amable. —Sus imposiblemente largas
pestañas bajaron, protegiéndole los ojos mient ras levantaba la cabeza y frotaba su mejilla junto a la mía. Mis dedos se clavaron en sus hombros
mientras un deseo se apretó en mi centro—. Yo tengo muchos sent imientos, Syd.
Me tomó un momento responder. —Sí, por ejemplo, estás lleno de
arrogancia.
Se frotó la mejilla contra mí como un gato que busca un masaje en
el vientre, y peleé contra el impulso de ronronear. —Estoy tan lleno…
—¿Orina y vinagre? —sugerí mientras intenté desesperadamente ignorar la forma en que mi pulso lat ía en todos los lugares correctos.
Se rió mientras se echaba hacia atrás contra el asiento donde me había tomado como rehén. —Volvamos a nuestra conversación.
—La cual es, ¿por qué estás jugando a que eres Santa?
Las pestañas de Kyler subieron y sus ojos penetraron los míos. —Umm, eso suena interesante. ¿Te has portado bien o mal este año, Syd?
19
Abrí la boca, pero nada salió. Mis mejillas ardían mientras su mirada
se volvía conocedora.
—Sé por lo que has pasado. —Me besó en la frente—. Te has
portado muy bien.
Mis hombros se hundieron. Yo no quería ser buena. Quería ser tan mala como Rubiecita. Cuando ella estuvo en su regazo hace unos
minutos, dudé que Kyler estuviera bromeando con ella. Quizás debería sacar un poco de hielo y ver lo que él hace, pero eso significa levantarme
para buscar algún vaso al azar, y eso era sencillamente asqueroso, sobre
todo después de toda esa plat ica de herpes.
Necesitaba cambiar de tema. —¿Aún sigue en pie lo de dejar mi
auto en tu departamento mañana, y que me lleves a casa cuando dejemos Snowshoe?
—Claro. ¿Por qué no lo iba a hacer?
Me encogí de un solo hombro. —Sólo quería asegurarme.
Y así, Kyler me demostraba que no estaba ni un poco borracho. —No
t ienes que preguntar dos veces para asegurarte de que cumpliré mi
palabra, Syd. Si necesitas un aventón a las dos de la mañana, debes llamarme primero.
Bajé mi barbilla. —Lo sé.
—Pero me preguntó para que me estarías pidiendo un aventón a
esa hora de la madrugada —agregó, como si la probabilidad de que yo
estuviera afuera tan tarde fuera impensable—. De todos modos, ahora ya lo sabes, no t ienes que asegurarte dos veces para algo así. Yo ya lo tengo.
Aparté mi cabello. —Gracias.
—No es necesario que me agradezcas —Hizo una pausa y apretó sus
brazos—. Es un idiota.
—¿Qué? —Parpadeé.
Kyler miraba por encima de mi hombro con los ojos entrecerrados. —
Paul. Lo acabo de pillar mirándonos hace unos momentos. No me gusta la
forma en que te mira.
Casi me di la vuelta. —No nos está vigilando, tonto. Él y yo
charlábamos antes de que llegaras, probablemente me está esperando. Y no es un idiota.
—Pero yo no quiero que te vayas.
Suspiré. ¿Era de extrañar que yo no hubiera tenido una cita en meses cuando Kyler era mi amigo? Bueno, había otras razones. Kyler siempre
20
actuaba como un padre y hermano mayor, todo en uno. —No seas
ridículo.
Me lanzó una mirada que decía que él tenía la razón. —Yo no le
gusto. Puedo hacer una lista de las razones.
—Paso.
—Te estás perdiendo una emocionante lista de razones. —Rodé los
ojos—. Bueno, tampoco me gusta Blondie. Y también tengo una emocionante lista de los por qué.
Arqueó una ceja. —¿Rubiecita? Oh. ¿Mi nueva amiga?
—¿Amiga? —Reí—. No creo que “amiga” sea el término correcto para ella.
Él suspiró y se inclinó hacia adelante, apoyando la barbilla en mi hombro. —Tienes razón. Es el término equivocado.
—Vale. Debes estar muy borracho si admites que tengo la razón.
—Está noche estás muy list illa, ¿no? —Deslizó su mano por mi espalda y me estremecí—. ¿Tienes frío?
Ya que de ninguna manera admit iría la verdad, mentí—: Un poco.
—Umm… ¿Sabes qué?
La poca presión que ponía en mi espalda me obligó a continuar.
Coloqué mi mejilla en su hombro y cerré los ojos. Por un momento, era fácil fingir que no estábamos en un bar que tocaba música basura, y mejor
aún, que estábamos juntos.
Juntos en la forma que yo quería estar con él.
—¿Qué? —pregunté, acurrucándome más cerca, disfrutando el
momento.
—Esa chica no es mi amiga. —Su aliento cálido en mi oído, me
encantó la sensación de ello—. Tú has sido mi mejor amiga desde que
tengo memoria. Es un insulto que siquiera la llamé así.
No dije nada. Tampoco lo hizo Kyler después de eso. Y nos sentamos
allí por un t iempo. Una parte de mí quería subirme a una silla y gritarles que
él pensaba en mí más que en la Rubiecita. Pero la otra parte quería ir a casa y lanzarme sobre mi cama, porque esto no cambiaría la forma en
que terminaría la noche. Yo regresaré a mi dormitorio sola y él llevará a la Rubiecita a su apartamento.
Era lo mismo cada fin de semana, y sólo Dios sabe cuántas veces
más durante la semana.
21
Nadie puede remplazarme en su vida. Sabía eso. Yo era la amiga
que sabía todo de él y en quien confiaba sobre todos los demás.
Yo era la mejor amiga de Kyler.
Y por eso, él nunca me amaría de la manera en que yo lo amo.
22
3 Traducido por Mel Cipriano
Corregido por *Andreina F*
Sydney as estúpidas ruedas de mi maleta se engancharon en la barata
alfombra marrón fuera del apartamento de Kyler, desequilibrándome. Cabello voló a mis ojos mientras me
tambaleaba hacia un lado. Tiré mi mano, tratando de no perder el
equilibrio, y en el últ imo segundo, los art ículos que había estado sosteniendo precariamente en mis manos se me escaparon.
Tenía que hacer una terrible elección, y rápido. Dejar caer el e-reader o el capuchino.
Ambas cosas eran necesarias para la supervivencia, pero el e-reader
era como un bebé pequeñito y precioso, t an frágil e importante para mí.
Apreté mi agarre en el e-reader, y dejé que el café cayera al suelo,
haciendo ruido y extendiendo el líquido oscuro por la alfombra, como una
horrible escena del crimen.
Suspiré.
Bueno, las clases de yoga que había estado tomando dos noches a la semana después de mi clase de Psicología y Derecho, aparentemente,
no habían hecho nada por mis reflejos. Recogí el vaso de cartón y lo t iré en
la papelera al lado del ascensor.
Tomando una respiración profunda, golpeé mis nudillos en la puerta
y cambié el peso de mi cuerpo con impaciencia. Pasaron varios segundos y no se oía nada, ni siquiera el suave golpeteo de las pisadas. Volví a
llamar, y cuando no hubo respuesta la segunda vez, me di la vuelta y
apoyé la espalda contra la puerta.
Kyler tenía el sueño pesado. Ni siquiera me molesté en tratar de
llamar a su celular. Nada menos que una bomba nuclear podría
despertarlo.
L
23
Mi mirada se desvió hacia el e-reader. Maldita sea, había perdido mi
página. Y se estaba poniendo bueno. Hades había aparecido en un almacén. Suspiré. Al tocar la pantalla, volví varias…
La puerta se abrió de repente detrás de mí, y caí al vacío. Me di la
vuelta, mi mano chocando con carne cálida y desnuda. Cálida y firme carne desnuda. Un fuerte brazo rodeó mi cintura, agarrándome antes de
que plantara mi rostro en un plano pezón masculino color marrón.
Oh, querido Dios en el cielo...
Retrocedí, rompiendo el agarre. Aire salió de mis pulmones y mis ojos
se abrieron. Me encontré cara a cara con unos perfectos pectorales, el t ipo de pectorales que alguien querría tocar. Mis ojos estaban
recorriéndolo sin mi consentimiento, y había tanta carne dorada en la pantalla que era como una escena de Magic Mike cobrando vida. Lo
extraño era que había visto a Kyler medio desnudo más veces de lo que
quería admit ir, pero hacerlo nunca dejaba de sorprenderme.
Kyler era un ávido corredor y esquiador en las estaciones correctas,
lo que se reflejaba en su cuerpo. Piel suave, est irada sobre abdominales
ridículamente definidos. Incluso tenía líneas en el interior de sus estrechas caderas. Había un pequeño lunar marrón justo a la izquierda de su
ombligo. Por alguna razón, siempre me había fascinado ese pequeño punto.
Llevaba calzoncillos bóxer rojos, con sombreros de Santa y regalos
mult icolores sobre ellos. Ahora que era un regalo de Navidad, a mucha gente no le importaría encontrarlo escondido bajo su árbol.
Mucha gente, incluyéndome.
El calor inundó mis mejillas. Mi cerebro estaba a punt o de dirigirse
hacia una charla tonta, pero Kyler... sí, él ponía las “ooo” en desmayooo.
Sus labios gruesos se curvaron en una media sonrisa, como si supiera en lo que pensaba, su cabello castaño necesitaba urgentemente un
cepillo. Parecía que había pasado la noche con alguien corriendo sus
dedos a través de él.
Mi estómago se redujo. Yo había regresado al dormitorio anoche,
antes de que él saliera del bar. No habría traído a la Rubiecita a su casa. Espera. ¿En qué estaba pensando? Por supuest o que lo había hecho.
—Hueles como... capuchino de vainilla francesa.
Parpadeé. Su voz era profunda y ronca por el sueño. —¿Eh? Oh, se me cayó el café. Lo siento.
Dibujó una media sonrisa. —Llegas temprano.
—Claro que no.
24
—Llegas temprano como de costumbre —continuó, haciéndose a un
lado. Echó un vistazo por encima de su hombro al oír el sonido del agua encendiéndose en el baño. Suspiró—. No vas a estar feliz.
Sent í que la sangre salía corriendo de mi cara, lo que era una
estupidez. No me importaba para Nada. Con N mayúscula. —Estoy bien. Puedo esperar en el pasillo.
Kyler me miró con el ceño fruncido. —No vas a esperar en el pasillo, Syd.
Pasó junto a mí y salió al corredor, completamente indiferente a
nadie que pudiera llegar a verlo medio desnudo. Tuve una visión complet a de los músculos magros de su espalda. Lucía un tatuaje intrincado de letras
y barras rizadas en ellos. Era un t ipo de letra tribal que había conseguido cuando tenía dieciocho años. No tenía ni idea de lo que significaba. Nadie
lo hacía.
Pero ese no era su único tatuaje. Mis labios se separaron en una sonrisa.
Había perdido una apuesta con Tanner durante un part ido de fútbol
y terminó con un corazón rojo tatuado en la mejilla derecha de su trasero.
Kyler era un hombre de palabra.
Tomó la maleta, y gruñó. —¿Qué empacaste aquí? ¿Una legión de bebés gordos y enojados?
Hubiera rodado los ojos, pero me concentraba a la forma en que los
músculos de su brazo estallaban. Caray. Necesitaba una lobotomía. —No es tan pesado.
—Has empacado de más. —Dejó la maleta justo dentro de la vivienda y luego cerró la puerta—. Son tan sólo cinco días, Syd, no un mes.
—Lo que sea —murmuré, desafiando una mirada por el estrecho
pasillo. El agua se había apagado—. Así que...
—Ponte cómoda. —Mientras se contoneaba por ahí, se pellizcó la
nariz. Quise golpearlo, pero fácilmente esquivó mi mano y me reí—. ¿Qué
estás leyendo?
—No es asunto tuyo. —Lo seguí hasta la pulcra sala de estar. Para ser
un chico de veint iún años, le gustaba mantener las cosas ordenadas, lo cual resultaba sorprendente porque en su casa tenía a una sirvienta
trabajando para él. Pero no siempre había sido así.
—Lindo t ítulo.
Me detuve detrás del sofá de color verde oliva. —Lindos calzoncillos.
¿Tu madre los compró para t i?
25
—No. Tu madre lo hizo.
—Muy gracioso.
Echando un vistazo por encima del hombro, guiñó un ojo mientras
enganchaba los pulgares en la banda de su bóxer, deslizándolos hacia
abajo para que la parte superior de su trasero se asomara.
—Oh, Dios mío. —Me incliné sobre el sofá, tomé un almohadón y se
lo arrojé.
Él lo atrapó con reflejos sorprendentes y me lo arrojó de vuelta. La
almohada rebotó en mi pecho y cayó al suelo. —Te gustó.
A pesar de que suponía que tenía un buen trasero, empecé a decirle que no era algo que yo honestamente esperaba ver, pero la
puerta del baño se abrió con un crujido.
Contuve la respiración.
¿Quién podría ser? Cuando me fui del bar la noche anterior, tenía
una legión de chicas que lo rodeaban. ¿La rubia de piernas largas cuyo segundo nombre debería haber sido “tragos de gelat ina”? ¿O la sexy
morena que tenía una risa profunda y gutural que envidiaba un poco? Yo
sonaba como una hiena cuando intentaba ser sexy. ¿Sería la pelirroja que no podía decidirse entre Kyler y Tanner? Era una incógnita en este punto.
Largas y bronceadas piernas fueron lo primero que vi, y luego el dobladillo de una falda de mezclilla que estaba ligeramente torcida.
Reconocí las piernas de inmediato, pero la ceñida camiseta negra de
cuello alto selló el t rato.
Era la Rubiecita, la reina del cubo de hielo.
Hacía como quince grados afuera ayer por la noche, con una fina capa de nieve cubriendo las calles de College Park, pero esta chica se
había vest ido como si estuviera en Miami.
Me sentí seriamente monótona en mi suéter de gran tamaño y pantalones vaqueros desgastados. Por no hablar de que parecía como si
estuviera meciendo un sostén de entrenamiento en comparación con las
tetas de esta chica.
Ella me echó un vistazo y frunció el ceño. Rímel negro dibujaba
manchas debajo de sus ojos. —¿Quién es ella, bebé?
—La conociste anoche en Dry Docks. —Kyler hizo su camino de
regreso hacia mí y recogió el almohadón—. ¿No te acuerdas?
Confusión llenó su rostro, y pensé que esto iba a tomar un t iempo. Los labios de Kyler se curvaron en una esquina. —Derramaste una copa en
su regazo.
26
—¡Oh! —Rió Rubiecita—. Lo siento.
—Sí —saqué la palabra. Me había olvidado de eso—. No hay problema. Oler como a alcohol atrae a los chicos.
Kyler frunció el ceño mientras me miraba de reojo.
—¿Ella ha estado aquí toda la noche? —preguntó Rubiecita, su cabeza ladeada.
Arqueé una ceja y me dispuse a abrir la boca, porque ¿era este un escenario tan común que ella había olvidado a otra chica uniéndose a su
fiesta? Si era así, yo realmente necesitaba salir más.
—No. Acaba de llegar. Nos dirigimos a Snowshoe —me interrumpió él suavemente, frotando la palma a lo largo de su mandíbula—. Así que...
La Rubiecita balanceó sus caderas delgadas hasta él y le puso una mano en el pecho de una manera familiar, ínt ima. Una punzada irracional
de envidia me golpeó. Tocarlo era tan fácil para ella. Conocía a Kyler
desde siempre, y me ahogaría con mi propia lengua si empezara a tocarlo.
—¿Ustedes dos van a Snowshoe solos? Suena romántico —dijo ella,
un poco comiéndose sus palabras.
—No. —Kyler se deslizó fuera de su alcance—. Nos vamos a reunir con un grupo de amigos allí. Pronto. Así que tengo que alistarme.
La Rubiecita no lograba captar la indirecta y estaba a punto de ponerse incómodo. Eso era lo que pasaba con Kyler. Podía encantar hasta
las bragas a una monja, pero no hacía la cosa de la mañana siguiente. Y
mientras era t ípicamente agradable, tenía la paciencia de una serpiente de cascabel acorralada.
—El prost ituto —murmuré mientras pasaba junto a él.
Kyler me ignoró. —Te veré más tarde, Cindy.
La Rubiecita no se había movido. —Mindy, mi nombre es Mindy.
Le di a Kyler una mirada, pero él estaba completamente arrepentido. Sacudiendo la cabeza, me dirigí a la cocina. Había algunas
tazas en el fregadero, pero al igual que en todas las otras habitaciones de
su casa, las cosas estaban más limpias que en la mayoría de las habitaciones de residencia que había visto. No la mía, sin embargo. Estaba
tan obsesionada con ella que volvía loca a Andrea.
Saltando en el mostrador, me crucé las piernas y volví a mi e-reader.
Tan absorta como había estado en la historia anteriormente, hasta el punto
de no haber podido notar unas luces rojas en el camino, ahora me encontraba demasiado distraída por la conversación silenciosa en la sala
de estar.
27
Miré la botella de Jack en una esquina. Era un poco temprano para
empezar, pero cuanto más t iempo tomaba, más quería intentarlo.
¿A quién engañaba? La noche anterior había hecho durar mi ron
con Coca hasta que había estado completamente diluido, Coca-Cola y
Coca-Cola. Todos nuestros amigos se habían puesto muy borrachos, celebrando el inicio de las vacaciones de invierno. Andrea había
vomitado en el callejón detrás de Dry Dock. Ella iba a ser la alegría de la casa de campo esta noche, y Tanner terminó tan fuera de sí que había
estado sosteniendo su chaqueta en lugar de su cabello. Kyler sabía beber
como una madre, pero se había desatado.
¿Yo? No me gustaba la idea permit irme perder el control. No era
como si hubiera estado tensa ni nada, pero... bueno, tal vez un poco.
Cada invierno, desde el primer año en la escuela secundaria, me he
preguntado por qué aceptaba ir a Snowshoe. Todavía teníamos dos
semanas hasta la Navidad. Me podría haber ido directamente a casa. No podía esquiar, a menos que el esquí consist iera en deslizarse por una colina
nevada con mi culo. Por otro lado, Kyler era algo natural en las laderas y
un profesional en dejarse ir. Era tradición, sin embargo, y no había manera de que pudiera escaparme.
—Estás muy, muy temprano, Syd.
Di un salto con el sonido de su voz. —Me gusta estar a t iempo.
—Obsesivamente. —Se apoyó en el mostrador frente a mí.
Tal vez era un poco temprano, pero yo odiaba llegar tarde. Entrar en una clase después de que hubiera comenzado era peor que un
Apocalipsis zombie para mí.
Una vez más, mi mirada cayó a su bajo vientre. ¿Sus calzoncillos se
habían deslizado hacia abajo? —¿No puedes ponerte una camisa? Y tal
vez unos pantalones.
Kyler arqueó una ceja. —Estoy bastante seguro de que me has visto
desnudo, Syd.
Una gran cantidad de calor me inundó, tan apropiado teniendo en cuenta las circunstancias de cómo lo había visto desnudo. —Tenías…
como cinco años y varicela. Seguías quitándote la ropa sin importar qué. Eso no es lo mismo.
—¿Qué es diferente ahora?
¿De verdad tenía que explicar eso?
Riendo entre dientes, se apartó del mostrador y caminó lentamente
hacia mí. Sentada en la mesa, por fin estaba a su altura. Él era
ridículamente alto, llegando a un metro noventa, y yo increíblemente baja,
28
poco más de metro y medio. La mayoría del t iempo me sentía como si
perteneciera al gremio de los enanos cuando estaba a su alrededor.
Kyler me alcanzó y acomodó el cabello que se había deshecho en
el pasillo. —Coletas con trenzas. Sexy.
Me encogí de hombros.
Tomó el extremo de la coleta y me pegó en la mejilla con ella. —
¿Tengo t iempo para una carrera?
Alejé mi cabello de él. —Si no lo haces, estarás quejumbroso todo el
día.
Kyler me dio su sonrisa más encantadora. Un hoyuelo en su mejilla izquierda, y mi corazón dio un vuelco. —¿Quieres venir conmigo?
Agitando el e-reader, hice una mueca. —¿Me veo como que quiero salir a correr contigo?
Se inclinó, colocando sus manos a ambos lados de mis piernas, lo
que lo puso muy, muy cerca. Incluso si yo no estuviera guardando una lujuria eterna por él, no podría ser inmune a su proximidad. Cualquier mujer
con ovarios se vería afectada. Kyler rezumaba atractivo sexual, una
peligrosa mezcla de miradas e inteligencia, envuelta en un aire de misterio.
Aspiré… Oh, guau, olía bien. No como si hubiera bebido montones
de alcohol la noche anterior, y luego tenido sexo salvaje por horas. Oh, no, olía a hombre y a un fino perfume que no podía identificar.
Hombre, yo no podía creer que lo estuviera oliendo como una
especie de enredadera extraordinaria.
Echándome hacia atrás, me aparté.
—Te divert irás. Lo prometo. Vamos. —Tiró de mi coleta de nuevo.
Negué con la cabeza. —Hay nieve y hielo por todas partes. Podría
romperme el cuello. De hecho, es posible que t ú te lo rompas. Un día sin
correr no va a matarte.
—Sí lo hará.
Mantuve mi mirada en la foto pegada en el frente de su nevera y
junté las manos. Era una foto de nosotros, en la escuela primaria, vest idos con nuestros t rajes de Halloween. Él era el hombre lobo y yo Caperucita
Roja. Había sido idea de mi madre. —No puedo creer que quieras salir a correr después de todo lo que bebiste anoche.
Se echó a reír, y sent í su aliento cálido en mi mejilla. —Puedo
manejarlo. No lo olvides, estás bebiendo con los niños grandes.
Puse los ojos en blanco.
29
Cerrando el espacio entre nosotros, me besó en la mejilla. —Ve a
sentarte a algún lugar más cómodo. No tardaré mucho.
Cuando no me moví, él hizo un sonido profundo y disgustado con su
garganta, luego puso sus manos en mis caderas. Sin ningún esfuerzo, me
levantó del mostrador y me afirmó sobre mis pies. Me dio una palmadita en el t rasero, que me envió corriendo fuera de la cocina.
Me dejé caer en el sofá, mirándolo. —¿Feliz?
Kyler ladeó la cabeza y parecía a punto de decir algo, pero luego se
limitó a sonreír. —Te enseñare a hacer snowboard esta semana. Lo sabes,
¿verdad?
Riendo, me apoyé contra el cojín mullido. —Buena suerte con eso.
—Tienes tan poca fe en mí. Tengo habilidades.
—Estoy segura de que sí —dije secamente, mirando el árbol de
Navidad justo frente a su ventana.
Kyler estalló en una risa, una bonita y profunda risa, y mis músculos se tensaron. —¿No te gustaría saber el alcance de mis talentos?
—Si lo hiciera, sería fácil de averiguar. Podría preguntarle al noventa
por ciento de las chicas que viven en el piso de mi edificio.
Sonriendo descaradamente, salió de la habitación en dirección a su
dormitorio. —En realidad, sería algo así como ochenta y nueve por ciento. No dormí con la chica al final del pasillo. Ella sólo me dio…
—No quiero saber.
—Suenas celosa, ¿o me parece?
—No lo creo —le contesté, volviendo a mi e-reader.
—Ajá. Sigue diciéndote eso, cariño. Uno de estos días vas a admit ir que estás loca y profundamente enamorada de mí. Mi encanto de chico
es difícil de resist ir.
—Si hubieras dicho que tu cuerpo es irresist ible, hubiera sido más creíble.
Se rió de nuevo, y se giró. Lo vi desaparecer de la habitación con un
hundimiento, una sensación extraña en mi estómago. Era la dolorosamente vergonzosa verdad que Kyler nunca sabría. Podía bromear conmigo y
tomarme el pelo, pero no tenía ni idea cuando se trata de lo que sentía por él, y debía permanecer de esa manera.
Incliné mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos, gimiendo suavemente.
Las chicas eran como sabores para él, y yo no era uno que quisiera probar. Había sido así desde la escuela secundaria y lo aceptaba. Tenía
30
que permanecer de esa manera, porque sabía que, si Kyler descubría lo
que realmente sentía, nuestra amistad se acabaría en un santiamén.
31
4 Traducido por Elle & NnancyC
Corregido por Daniela Agrafojo
Kyler ierda. Mierda. Mierda.
Mis pies aporreaban las zonas limpias de la acera, que no eran muchas, y mi aliento salía como pequeñas nubecitas
blancas. Realmente podría haberme saltado la carrera
esa mañana, pero necesitaba salir y conseguir que mis músculos se movieran.
Necesitaba correr.
El ardor en mis músculos y el aire frío funcionaban como un maldito
quitamanchas cerebral, pero la mierda amarga todavía seguía en mi
estómago y eso no tenía nada que ver con el alcohol que había bebido la noche anterior.
Debería haberlo sabido.
Sydney siempre fue obsesivamente tempranera. Ese día no tenía que ser diferente. Todo comenzó en cuarto grado, cuando llegó tarde a la
escuela y tuvo que entrar al salón sola delante de todos. Todo el mundo se le quedó mirando cuando tropezó y dejó caer su portafolio de arco iris. El
brabucón de la clase, Kris Henry, se había burlado de ella, lo que provocó
que media clase se riera.
Lo golpeé por eso. Me llamaron a la oficina del director, pero había
valido la pena patear su trasero. Dios, sólo pensarlo hacía que quisiera pegarle otra vez.
Y, ya que estaba en eso, quería golpearme en las pelotas por lo de
esa mañana.
La últ ima cosa que quería era que Sydney presenciara el paseo de
la vergüenza. No era la primera vez, pero cada vez que sucedía yo juraba
que sería la últ ima. Excepto que nunca hubo una últ ima vez.
M
32
Dando la vuelta a la manzana, crucé hacia el pequeño parque y
corrí sobre el césped. Mi mente iba en una dirección muy rara. Cuando conocí a Syd, mi vida no era para nada como ahora. Papá y mamá
apenas podían llegar a fin de mes mientras trataban de poner el bar que
habían comprado en funcionamiento. Los cupones eran los que llevaban la comida a la mesa y mi ropa era comprada en la beneficencia local. Tan
torcido como suena, fue sólo después de que mi padre muriera, cuando yo estaba en primaria, que el bar había despegado.
Un jodido accidente automovilíst ico le había robado la vida, y él
nunca pudo ver sus sueños realizados.
Mamá invirt ió su seguro de vida en un negocio de restauración.
Ahora tenía dinero, un negocio completamente exitoso, y yo me había preparado para hacerme cargo, pero podías poner mi t rasero en zapatos
nuevos, vaqueros de diseñador y un auto nuevo, y yo seguiría siendo la
misma basura blanca del parque de caravanas que no podía creer que la linda niñita del salón de clases quisiera ser su amiga.
Mi cabeza fue en aún más extrañas direcciones. Pensé en aquel día
en que había escalado el árbol para colarme en su habitación. Ella estaba enferma con mononucleosis y nuestros padres nos mantenían separados
por obvias razones, pero me había preocupado mucho por ella. Syd siempre había sido pequeña y yo sentía la necesidad de cuidarla.
Me había caído del maldito árbol y casi me rompí una pierna.
Nuestros padres no intentaron separarnos después de eso, y no importó, porque una semana después también me enfermé de
mononucleosis. Pero ella se había puesto tan feliz cuando por fin metí mi tonto trasero en su habitación. Aún enferma como estaba, cuando me vio,
una sonrisa iluminó su rostro, sus ojos azules brillaron, y toda esa mierda.
Siempre fui un bobo cuando se trataba de sus ojos.
Y siempre había sido así. Año tras año, cuando ella me veía, siempre
sonreía y sus ojos se volvían tan brillantes y tan azules, que no podía sino
encontrarlos hermosos. Por lo que verla decepcionada cuando alguna chica al azar salía a trompicones de mí apartamento era fatal.
Hombre, lo había jodido aquella mañana. Una jodida entre cientos, si no miles, y cada vez me asustaba que fuera la últ ima. Que ella se
cansaría de mí, de las chicas, las fiestas, y todo eso, que descubriría que
estaba miles de veces mejor sin mí y saliera por completo de mi vida.
Y pasaría, eventualmente. Lo sabía.
Dando la vuelta por el parque, gané velocidad mientras evitaba los
pedazos de hielo. Sydney era perfecta, de hecho, era la perfección hecha mujer. Prácticamente príst ina y pura. Intocable.
33
Era todo para mí.
Había pasado la mejor parte de mi vida intentando no joderlo por Syd, y aun así, seguía fallando miserablemente. Había visto esa mirada en
sus ojos cuando Mindy salió de mi baño esa mañana, y sabía que ella
pensaba que habíamos dormido juntos anoche. Lo cual no requería mucha lógica, pero no era como que yo no tuviera estándares o un
código de moral, por Dios.
Estaba bastante seguro de que no había invitado a Mindy, pero ella
había terminado en mi casa de todos modos. Deposité su borracho trasero
en mi sofá y cerré la puerta de mi habitación, y eso fue todo. No culpé a Syd por pensar lo peor, y no había razón para corregir su suposición.
No cambiaba nada.
Sydney Bell siempre había estado, y siempre estaría, un par de
escalones por encima de mí.
34
Sydney Una hora después, Kyler estaba recién bañado y vest ido. Fue una
pena tener que cubrir ese cuerpo, pero se las arregló para lucir bien con unos vaqueros raídos y un jersey viejo de la universidad, con el cabello
húmedo cayéndole por la frente.
Se colgó el estuche negro de su guitarra sobre el hombro, y no pude
evitar excitarme, ese chico podía tocar. ¿Y esos dedos? El modo en que
rozaban las cuerdas hacía que mi imaginación se consumiera alegremente cada vez que tocaba.
No había nada más sexy que un chico tocando guitarra. Bueno, tal
vez un chico en una motocicleta. Eso también era caliente.
Suspiré mientras lo seguí fuera, poniéndome mis guantes. Necesitaba
acostarme con alguien, porque mi mente estaba obsesionándose inquietantemente con el sexo. Bastante chistoso, considerando que yo en
realidad no contaba la primera —y única— vez que tuve sexo. Y
honestamente, no sabía cuál era la conmoción al respecto. Sabía que tenía que haber algo, porque era lo único de lo que todo el mundo
hablaba, y considerando el interminable abastecimiento de chicas para Kyler, tenía que haber algo más que sólo empujar, dolor y ruidos raros.
Apartando esos pensamientos de mi mente mientras salíamos, me enfoqué
en algo menos vergonzoso.
—¿Crees que esa enorme tormenta no pasará por aquí? —Había
visto las noticias mientras él corría, y habían dado una actualización sobre
los vientos del noreste. Antes, en la semana, habían dicho que no pasaría por Virginia Occidental, pero parecía que se movía más al sur de lo
esperado.
Cargando su equipaje y el mío, se detuvo detrás de su Durango.
—Vamos a un sit io para esquiar, Syd, donde hay nieve. Un poco más
no dolerá.
Fui a recoger mi maleta, pero él me apartó del camino. Mirando
hacia el cielo gris, comencé a morderme una uña.
—Pero están diciendo que ésta puede ser la tormenta del siglo, o algo así.
Se rió mientras me apartaba la mano de la boca. —¿Como el Nievemagedón?
35
Reí. —Sí, como eso. ¿Deberíamos llamar a Andrea y ver si quieren
esperar y averiguar si la tormenta no pasará por esta parte de Virginia Occidental? Sé que viene con Tanner y el resto. Paul viene solo.
La sonrisa desapareció de su rostro mientras cerraba la parte trasera
y se dirigía hacia mi lado del coche. Sostuvo la puerta.
—¿Quién invitó a ese idiota?
Me arrastré hacia el asiento del pasajero. —Paul no es un idiota.
—Es un cabeza de chorlito. —Kyler cerró la puerta. Lo vi andar a
grandes zancadas frente a la camioneta y saltar detrás del volante, donde
retomó la conversación—. ¿Quién lo invitó? ¿Andrea?
Imaginé que el disgusto de Kyler hacia Paul era cosa de una noche,
una de esas de muchos tragos.
—¿Por qué el insulto? Paul es bastante genial, y ha sido agradable
cont igo. ¿Cuál es tu problema?
Kyler metió con facilidad el coche en el t ráfico. La línea de su mandíbula estaba tan tensa que pensé que sus dientes se quebrarían.
—Sólo no me gusta.
Fruncí el ceño, sacudiendo la cabeza. —De acuerdo. De todos modos, yo lo invité, así que espero que no te comportes como idiota con
él.
—¿Tú lo invitaste? —Me dio una rápida mirada antes de regresar la
vista al camino—. ¿Lo invitaste a casa de mi mamá sin preguntar?
Lo miré, sin tener una maldita pista de dónde salía su actitud. Kyler podía ser malhumorado a veces. Aparentemente, aquel era uno de esos
momentos.
—Dije que lo invitaría hace semanas, y para entonces no tuviste
problemas.
—Debí haber estado borracho cuando me preguntaste —musitó, tomando el camino hacia la carretera de circunvalación—. ¿Paul? ¿Te
gusta o algo?
—¿Qué? —Lo miré boquiabierta—. Es un t ipo agradable.
Sus largos dedos tamborilearon el en volante. —Eso no fue lo que
pregunté.
Me tomó un par de minutos contestar. Paul era agradable y
gracioso, y probablemente no lo echaría de mi cama por comer galletas.
—No —dije finalmente—. No me gust a de gustar.
36
Kyler no dijo nada, y tampoco habló hasta que llegamos a la
carretera.
—Creo que le gustas.
Arqueé una ceja, recordando cómo había acusado a Paul de
mirarme fijamente la noche anterior.
—¿Crees que le gusto?
Asint ió bruscamente.
Andrea había dicho lo mismo incontables veces antes, pero siempre
pensé que era su modo de tratar que me obsesionara con alguien más
aparte de Kyler.
—¿Cómo sabrías eso, ya que, obviamente, no eres su mejor amigo?
—¿Por qué? —Alcanzando con facilidad el canal rápido, me miró—. ¿Saber que le gustas cambia el modo en que piensas de él?
—¿Qué? —Lancé mis manos al aire, frustrada—. Esta es una
conversación estúpida.
En su rostro destelló una rápida sonrisa, pero sus ojos estaban tan
oscuros que parecían casi negros.
—Soy un chico. Sé cuándo un chico quiere a una chica. Es el modo en que la mira. Eso lo dice todo.
Mast iqué mi pulgar. Tal vez podía haber algo aquí, porque estar sufriendo por Kyler era estúpido, y si Paul estaba dispuesto…
—Eres un egocéntrico.
—Te mira fijamente cada vez que salimos. —Hizo una pausa y alcanzó mi manga, t irando de ella hasta que bajé la mano—. Y si quieres
saber cómo te mira, es como si te estuviera follando con los ojos.
—Oh, vaya. Qué romántico. —Una corriente secreta de placer me
atravesó, porque era lindo saber que alguien me deseaba, incluso aunque
no fuera la persona que yo quería.
Rió disimuladamente. —Es la verdad. Aunque no sé lo que está
pensando.
Giré hacia él suavemente. —¿Qué significa eso, exactamente?
—Intentar acercarse a t i —Terminó, sus ojos se entrecerraron mientras
escudriñaba las señales en verde para la siguiente salida—. Está loco. Tú no…
Un lento ardor llenó mi estómago, viajando por mis venas como
ácido. Sabía que no era el t ipo de chica que tenía a los chicos lanzando su
37
ropa interior por ella todos los días, pero no estaba tan mal como para que
alguien tuviera que estar loco para salir conmigo.
La ira burbujeó como agua hirviendo, pero un dolor más profundo se
hinchó debajo, alimentando mis palabras.
—¿No soy qué? ¿Una chica que se acuesta con un chico que conoce al azar en un bar? ¿Alguien que, obviamente, t iene gusto y un
sentido del valor personal?
Alzó las cejas. —Espera. Eso…
—Ese es el t ipo de chicas que tú buscas —corté, apretando las
manos en puños pequeños—. ¿Y sólo porque no soy así, entonces ningún otro chico posiblemente puede querer estar conmigo? Tal vez Paul t iene
gusto y no va detrás de chicas que se llaman Mindy.
—De acuerdo —dijo lentamente. Un músculo saltó en su mandíbula y
miró hacia el frente—. Primero que todo, la últ ima vez que supe, yo tenía
un gusto soberbio. Segundo, soy adulto. También lo son las chicas con las que salgo. Tercero… —¿Cuánt os punt os va a enumerar?—. No está mal
divert irse, Sydney. Diversión. Algo que existe fuera de leer libros e ir a clases.
Abrí la boca, perpleja. —Sé cómo divert irme, estúpido.
Kyler sonrió con sat isfacción. —Eso es mierda. Eres la persona más
tensa que conozco. Eres…
—Si dices frígida, te voy a patear el t rasero y estrellar el auto. —El
corazón me aporreó adolorido—. Lo digo en serio.
Él me miró, casi como si estuviera sobresaltado. —No iba a decir eso, Syd. Nunca diría eso.
—Lo que sea —murmuré.
—De todas formas, me has distraído de mi punto final.
—Oh, dilo.
La media sonrisa exasperante estaba de regreso. —No hay absolutamente nada de malo con las amigas que traigo a casa.
—¿Pero hay algo malo conmigo? —En el momento que aquellas
palabras dejaron mi boca quise golpearme. No creo que pudiera sonar más patét ica.
—¿Aparte del hecho de que deberías usar una señal que diga: “interactúa bajo tu propio riesgo”? No. Nada en absoluto está mal contigo,
cariño.
—Oh, cierra la maldita boca.
38
Kyler inhaló una profunda respiración y la dejó salir lentamente, una
señal clara que estaba cerca de perder su paciencia.
—A veces, incluso no sé cómo somos amigos —dijo, pasando una
mano sobre su cabeza—. Honestamente, no lo sé.
Lágrimas inundaron mis ojos, y rápidamente cambié mi atención a la ventana. La presión se afianzó en mi pecho, un poderoso dolor que me
hacía difícil respirar. Realmente somos el león y la gacela renga.
—Yo tampoco —susurré.
El viaje fue tremendamente incómodo, a un nivel en el que saltar de
un vehículo en movimiento parecía una opción viable. Encontramos un embotellamiento a mitad de camino que agregó otra hora y media a
nuestro viaje, y entonces nos topamos con un chubasco de nieve. Después
de nuestra pequeña discusión, Kyler subió el volumen de la radio, dejándola en una estación de rock duro el resto del camino. Sip. No
estaba del mejor humor.
A veces incluso no sé cómo somos amigos.
Auch.
Esa no fue la primera vez que Kyler y yo nos habíamos fast idiado mutuamente, pero por lo general no nos habíamos encontrado atascados
juntos en un coche inmediatamente después. No podía lamer mis heridas
en privado.
A casi una hora de Snowshoe, nos detuvimos en una estación de
gasolina para recargar. Mientras él se dirigía a la t ienda para tomar bocadillos, llamé a Andrea.
—¿Dónde están, chicos? —pregunté, mirando mi irregular uña del
dedo pulgar.
La voz de Andrea fue amort iguada y luego dijo—: Estamos fuera de
Frederick. Nos topamos con esta enorme tormenta de nieve. Estamos
completamente bajo la nieve. Ja. ¿Lo entiendes…? ¡Oye! Cállate, Tanner. Fue gracioso. Dile que fue gracioso, Sydney.
—Fue gracioso —respondí—. Volviendo a lo de la nieve ¿es parte de la tormenta que proviene del noreste? ¿Ha cambiado de ruta?
—Parece que sí —Hizo una pausa—. Puede que tengamos que parar
pronto y esperar a que pase, así que llegaremos tarde.
39
¿Tarde? Más t iempo a solas con Kyler. Genial. Quería golpear mi
cabeza en el tablero de mandos.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Andrea—. Es el comienzo de las
vacaciones de invierno, nuestro últ imo año, y suenas como si alguien
hubiera atropellado tu gato y luego lo hubiera puesto en tu cama.
Ew. Hice una mueca. Tenía amigos tan raros. —No sé. Kyler y yo
tuvimos una especie de discusión más temprano, así que no ha sido un paseo divert ido.
Andrea rió. —Chicos, ustedes discuten todo el t iempo.
—Esto fue diferente.
Hubo una pausa y luego su voz era muy baja. —¿Esa chica estaba
con él cuando llegaste a su casa esta mañana?
Me encogí, sabiendo que Tanner y cualquier otro que estuviera en el
auto podría definit ivamente escuchar la conversación.
—¡Lo sabía! —exclamó—. A veces es tan sinvergüenza. Tú…
—Está bien, Andrea. —Eché un vistazo por la ventana—. Oye, él está
regresando. Llámame cuanto sepan que están acercándose. Sean
cuidadosos.
—Ustedes también.
Kyler saltó dentro, quitando la fina capa de nieve de su cabello. Luego alcanzó su bolsa de plást ico y sacó un ginger ale —mi favorito— y
me lo dio.
—Gracias —dije.
Él gruñó algo incoherente.
Tomé una profunda respiración y me atreví a darle una mirada. Abría una bolsa de t iras de carne mientras rodeaba los surt idores de gasolina.
—Acabo de hablar con Andrea. Están atascados fuera de Frederick
debido a la nieve. Van a llegar tarde. Tal vez nosotros…
—Estaremos bien.
Y aquellas fueran prácticamente las últ imas palabras que
intercambiamos. El resto del viaje fue en silencio. A pesar de que yo todavía quería desabrochar mi cinturón y golpearlo unas cuantas veces en
el estómago, no quería comenzar las vacaciones de invierno así. Todavía teníamos que conducir de regreso a casa con nuestras familias.
40
Pareció una eternidad hasta que vimos la señal de Snowshoe justo
detrás de Marlinton. Las constantes ráfagas habían desaparecido para entonces, esparciendo la esperanza de que quedáramos sujetos a la
monstruosa tormenta y nada más.
Snowshoe Mountain realmente era hermosa. Como un paraíso de invierno con nieve fresca y hospedaje principal en varios niveles, ubicado
majestuosamente entre los altos olmos cubiertos de nieve y las pendientes. Abajo en las calles angostas, entre los condominios y los negocios, las
farolas revest ían las calles y todas esas cabañas, una al lado de la otra,
siempre me recordaban al Polo Norte. Con las nubes plomizas y el anochecer acercándose, las luces blancas y de un brillo vibrante que
rodeaban los postes y los pequeños abetos adornados, ya estaban resplandeciendo.
Pasamos el Starbucks justo cuando las luces de Navidad
parpadeaban y un grupo de personas salía de la puerta, riendo y llevando tazas humeantes de café.
Hombre, extrañaba mi cappuccino.
Mientras llegábamos a la cima de la colina, pude ver los esquís despegando en la distancia. Aquellas cosas me asustaban. ¿Los pies
colgando en la nada y tener que saltar? Sí, no era mi idea de diversión. ¿Acurrucarme frente al fuego y leer un buen libro? Eso era más lo mío.
Le di un rápido vistazo a Kyler. La tensión de su mandíbula había
disminuido un poco y sus ojos estaban iluminados, llenándose con un destello de entusiasmo. A él le encantaba Shay’s Revenge, la pista más
peligrosa que Snowshoe tenía para ofrecer. Sólo mirar a la caída vert ical de mil quinientos metros me hizo querer vomitar.
Quinn Lodge estaba justo al lado de las pistas, una de las casas
privadas más grandes. Dos pisos de altura, con múlt iples habitaciones y un sótano con pantalla gigante, una mesa de billar, y muchos otros juguetes
de chicos. Sería nuestra por una semana.
Kyler pisó los frenos y saltó fuera, t ipiando el código de seguridad para la puerta del garaje que, en un ruido fuerte, se elevó. Por costumbre,
desabroché mi cinturón y me moví hasta el asiento del conductor. Kyler desapareció en el garaje y un segundo después, luces inundaron el lugar.
Apenas alcanzaba los pedales, pero con facilidad metí la inmensa
camioneta entre las t res motos de nieve, los faros alumbrando un montón de equipos de esquí. Apagando el motor, abrí la puerta y comencé a
bajar, pero entonces Kyler apareció.
Antes de que pudiera pronunciar una palabra, sus manos estaban en mis caderas. Mi respiración silbó entre mis dientes ante el contacto
41
ínt imo. Era la segunda vez en el día que él había conseguido poner sus
ávidas manos en mis caderas. No es que me quejara, pero el calor corría a fuego lento en mis venas, curvando mis dedos de los pies dentro mis botas
y mi pobre cuerpo no podía soportar tanto.
—Aquí —dijo él, su voz ligera—. Eres casi el tamaño de una taza de té. Te last imarás.
Kyler me levantó fuera de la Durango, y yo agarré la parte superior de sus brazos. Músculos fuertes se flexionaron bajo mis manos y una réplica
inteligente murió en la punta de mi lengua. Él estaba tocándome, lo que
probablemente quería decir que ya no seguía enojado conmigo, y ya que sus dedos estaban envueltos alrededor de mis caderas, no tenía ni la
menor idea de por qué había estado disgustada con él.
—Ahí está, sana y salva.
Murmuré algo, ni idea qué. Sabía que si lo miraba, tan cerca como
nuestras bocas se encontraba, era probable que plantara mis labios en los suyos y realmente me avergonzara. Mantuve mis ojos fijos en los raspones
de sus botas negras. ¿Un beso? No debería nunca pensar en eso, por una
mult itud de razones. Él sólo me veía como su amiga, y sólo Dios sabía dónde había estado su boca en las últ imas veint icuatro horas. Pensar eso
debería haber apagado mi excitación, pero no lo hizo. Mi imaginación retrataba sus manos deslizándose por mis caderas hasta cubrir mi t rasero.
Mi piel se estremeció por todas partes ante ese pensamiento. El calor fluyó
a mis mejillas e inhalé una fuerte respiración.
—¿Qué estás pensando?
Mi cabeza se elevó bruscamente ante la profundidad de su voz, y él soltó mis caderas. Yo inmediatamente extrañé su toque.
—Uh, nada. Nada en absoluto.
Arqueó su ceja, pero no dijo nada. —¿Quieres entrar y encender las luces mientras llevo el equipaje?
Feliz de escapar, asentí y prácticamente corrí hacia la puerta. ¿Qué
demonios andaba mal conmigo? Mis manos temblaban mientras abría la puerta del pequeño pasillo que llevaba al sótano. Mientras golpeaba mi
palma a lo largo de la pared, me dije que tenía que controlarme. No podía pasar la semana completa ansiando lo inalcanzable.
Encontrando el interruptor de la luz, la encendí y me acerqué a las
mesas de billar cubiertas. El aire olía a canela y pino. Subiendo las escaleras, entré al primer piso. El interior de la casa era tan hermoso como
el exterior. Un ancho y cuadrado vest íbulo llevaba a una gran sala de
estar, con una cocina amplia y un comedor formal aparte.
42
La mamá de Kyler debía haber estado aquí recientemente. Había un
árbol de Navidad frente la ventana del vest íbulo. Con dos regalos debajo.
Curiosa, me acerqué al árbol, mis botas no hacían ruido en el piso de
madera. Me arrodillé y levanté uno envuelto de rojo y verde, leyendo la
notita sujeta al lazo brillante.
Sydney:
Abre est e una vez que est és en casa y sea la mañana de Navidad. ¡Sin t rampa!
Con amor, Mary.
Sonreí mientras volvía a dejar el regalo bajo el árbol. Había uno para Kyler, también, y colgando en el alféizar detrás del árbol había varias
medias, una para cada uno nuestros amigos. La mamá de Kyler era increíble. Además del hecho de que ella había ganado millones de
dólares comenzando su propia compañía, era una de las mujeres más
dulces que conocía.
—¿Qué conseguiste ahí? —preguntó Kyler, bajando el estuche de la
guitarra en el piso de la sala de estar.
Parándome, me di la vuelta, contentísima de darme cuenta de que no había comenzado a babear de inmediato o anhelar la tonta idea de
apartar el mechón de cabello que había caído en su frente.
—Tu mamá nos dejó regalos, pero no podemos abrirlos hasta que
estemos en casa y sea Navidad.
Sonrió mientras rodeaba las escaleras que llevaban al segundo piso.
—Apuesto que es un suéter cursi de Navidad.
Lo seguí por las escaleras. —Tu mamá nunca daría un regalo cursi.
—No. Esa es habitualmente t u mamá.
—Es cierto —contesté, deslizando mi mano por la barandilla pulida.
Mamá era tan cursi cuando llegaba Navidad—. Sabes, puedo cargar mis propias cosas.
—Una chica no debería cargar equipaje. —Miró sobre su hombro—.
Especialmente alguien que pesa cuarenta kilos.
Rodé mis ojos a eso. —No sé de cuál chica estás hablando, porque
estoy muy segura de que sólo mi t rasero ya pesa cuarenta kilos.
—Uh-huh. —Se detuvo en el descansillo. Había cinco dormitorios,
cada uno con su propio baño—. ¿Cuál dormitorio quieres? Andrea se va a
quedar con Tanner, ¿cierto?
43
Depende de si ellos estaban listos o no para matarse el uno al otro
antes de llegar, pero asentí.
—Cualquier dormitorio está bien, en serio.
—¿Qué hay sobre este? —Paseó por el pasillo, deteniéndose entre
los dos últ imos. El dormitorio en el que normalmente se quedaba estaba directamente al otro lado del pasillo. No podía evitar pensar que él
escucharía si alguien entraba o salía de ese cuarto. No es que yo fuera a tener algo de tráfico.
¿Él por su parte? Suspiré. Sería como una parada de autobús.
Cuando asentí de nuevo, empujó la puerta abierta y entró, dejando mi maleta sobre la colcha marrón oscura.
—Estaba pensando en ir a buscar algo para cena. ¿Quieres venir?
Probablemente hubiera sido una buena idea quedarme atrás y darle
espacio, pero estaba hambrienta y yo… bueno, quería pasar t iempo con
él.
—Seguro. ¿Cuándo quieres bajar?
—Más o menos en una hora, o algo así. —Kyler salió por la puerta y
se detuvo, volteándose hacia mí. Lucía como que estaba por decir algo, pero entonces sus labios se inclinaron hacia arriba en una media sonrisa
mientras su mano apretaba la correa de su enorme bolsa de lona—. Te veo luego.
Esperé hasta que cerró la puerta antes de caer en la cama y mirar
las vigas de madera del techo. De verdad necesitaba cortar con esa mierda. Había hecho esto mucho t iempo sin dejar que mi atracción
entrara en el camino. Esta semana no podía hacer ninguna diferencia, no podía arriesgarme a destruir nuestra amistad. Desvivirme por Kyler
solamente iba a terminar de una forma: con un corazón roto.
Y un montón de frustración sexual.
44
5 Traducido por aa.tesares
Corregido por SammyD
Sydney espués de arrastrar mi estúpido trasero fuera de la cama, abrí
la maleta y saqué mis art ículos personales. En el baño, que era del tamaño de mi dormitorio, me refresqué lo mejor que pude.
Quería tomar una ducha, pero mi cabello era demasiado largo y pesado
para pasar nuevamente por el molesto proceso de secado.
Mientras me desataba las coletas, noté que no habría necesidad de
rubor. Observé que mis mejillas estaban todavía sonrojadas y mis ojos un poco demasiado grandes mientras deshacía una trenza. Me incliné hacia
delante y me moví hacia el otro lado, mirando fijamente hacia mi cara.
¿Era eso un grano apareciendo en mi barbilla?
Suspiré. ¿Por qué no? Perfecto.
Una salpicadura de pecas cubría el puente de mi nariz, y mis labios estaban groseramente pálidos. Necesitaban un poco de color. Mi mejor
característ ica, o al menos eso era lo que mamá siempre decía, eran mis
ojos. Eran una sombra brillante de azul que destacaba contra mis oscuras pestañas y cabello.
Acabando con las t renzas, negué con la cabeza, feliz de descubrir
que mi cabello caía en ondas despeinadas por mi espalda en lugar de lucir como si lo hubiera arreglado con una rizadora. Busqué en la bolsa de
maquillaje, sacando un tubo de rímel y lápiz labial. Después de algunos toques, volví a la habitación y empecé a desatar mis botas. Si no podía
ducharme, entonces al menos podría ponerme algo nuevo.
Después de sacar toda la ropa que había llevado conmigo, que era demasiado para una semana, me di cuenta de que no tenía nada ni
remotamente sexy para ponerme, más que un montón de pantalones
vaqueros y suéteres. Había una camisola que podía llevar bajo una chaqueta de punto, pero me congelaría el culo en eso. Por otra parte, en
realidad no poseía nada sexy. Y en serio, ¿a quién intentaba impresionar?
D
45
Kyler, susurró una voz malvada y malintencionada.
Esa voz malvada no me ayudaba.
Deshaciéndome de mis vaqueros, los dejé en el suelo y me quité el
grueso jersey, dejando que se uniera al montón desordenado. De pie en la
punta de mis dedos, levanté un par de jeans oscuros que podrían verse lindos con un cuello alto. No era que esa voz malvada y malintencionada
en mi cabeza estuviera bien o algo. Por lo que sabía, podría haber un instructor de esquí caliente en el albergue y tal vez mi dormitorio se
convert iría en una estación de tren en lugar de una parada de autobús, y
yo…
La puerta del dormitorio se abrió de repente. —Tanner acaba de
llamar. Él dijo...
Mi corazón se detuvo y los pantalones cayeron de repente de mis
dedos huesudos. Oh, Dios mío... no podía ni siquiera pensar. Me quedé
mirando a Kyler. Allí estaba yo, de pie en sujetador y bragas. Tampoco podía olvidarme de los calcetines hasta la rodilla y con dibujos de
muñecos de nieve que, por supuesto, cubrían t ant o.
Ambos nos quedamos congelados, paralizados, absolutamente inmóviles por mi desnudez. El t iempo se detuvo, y Kyler... seguía
mirándome. No podía recordar la últ ima vez que me vio desnuda o, al menos, medio desnuda. Probablemente no desde que había desarrollé
senos, y estos no eran mucho para mirar. Alguien dijo una vez más que un
bocado era una pérdida, pero sinceramente creía que eso estaba hecho para chicas con pechos pequeños como yo, sólo para hacernos sent ir…
Oh Dios mío, mi cerebro tenía que callarse.
Calor se infundió en mis mejillas, viajó por mi cuello y luego aún más
al sur, a los bordes del cordón blanco, porque Jesús Cristo, no podría haber
estado usando algo más sexy que un sostén blanco y shorts a rayas.
Jódanme.
Y esa fue la peor palabra que pude haber pensado, porque ahora
estaba imaginando eso, y Kyler todavía me miraba como si nunca hubiera visto a una chica en sujetador y bragas antes, lo cual no era para nada el
caso. Pero él me est aba mirando de una manera que tenía que ser completamente como yo lo había imaginado después de años de deseos
esperanzados, porque había un fuego en sus ojos, una intensidad que se
sent ía como una caricia sobre mi piel enrojecida. Mis labios se abrieron mientras mi pulso se aceleró, golpeando a través de todos los puntos en mi
cuerpo.
Él sólo se quedó mirando en la forma en que había dicho que Paul me miraba.
46
Kyler nunca me había mirado así.
Los músculos de mi estómago se apretaron y había una sensación aguda serpenteando por mi espina dorsal. Mis rodillas se sent ían
tambaleantes.
—Jesús.
Su voz fue una explosión fuerte que sacudió mi sent ido común. Me
zambullí hacia la cama, t irando de un jersey grande, y sosteniéndolo frente de mí. —¿No sabes cómo tocar?
Metió la mano en su cabello. —Mierda.
Me quedé mirándolo, todo mi cuerpo ardiendo por dos razones diferentes. ¿Mierda? ¿Eso es todo lo que tenía que decir? No “Bebé, quiero
lamer t u cuerpo” o “Ew, cubre esa mierda”. Por lo menos, con eso últ imo, la palabra “mierda” se hubiera convert ido en una parte viable de una
frase.
Y luego Kyle se echó a reír. Rió tan fuerte que pensé que iba a last imarse físicamente. —Lo siento —alcanzó a murmurar—. Pero t ienes que
ver la expresión de tu cara.
Mi boca se abrió. —Vete.
Su risa llegó a un nivel superior, risas profundas que enviaron
escalofríos patinando sobre mi piel. Tomé lo primero que encontré en la cama y se lo t iré.
La mano de Kyler salió disparada y atrapó mi proyectil en el aire. Sus
cejas subieron, y mi estómago golpeó los dedos de mis pies. Algo rojo, con encaje y voluminoso colgaba de sus dedos.
Oh, dulce niño Jesús en un carrusel.
Era mi sostén, mi sujetador push-up de Victoria’s Secret. El que tenía
mucho relleno en las copas y me añadía dos kilos cada vez que me lo
ponía.
Apreté mi boca cerrada para detener la construcción de un grito en
mi garganta.
La mirada de Kyler viajó del sujetador a mí, y luego de vuelta al sujetador. —¿Tú usas esta cosa?
Incapaz de responder, porque estaba bastante segura de que mi respuesta sería host il, no dije nada.
Caminó hacia la cama y lo puso como si fuera una especie de
animal salvaje a punto de envolverse alrededor de su cara. Sus pestañas barrieron, su mirada encontrándose con la mía. Humor bailaba en sus ojos.
—No me extraña que la maleta fuera tan pesada.
47
—¡Fuera! —grité.
Riendo entre dientes, retrocedió lentamente. —¿No quieres saber por qué llamó Tanner?
Cambié mi peso de un pie a otro. —¿Y si digo que no?
—Todavía voy a decirte. —Esbozó una sonrisa—. Se reunieron con el resto del grupo, pero se están quedando en Frederick esta noche. Está
nevando muy fuerte ahí abajo.
Para ese entonces, me esperaba cualquier cosa que saliera mal. —
Mierda. ¿Crees que se va a poner feo aquí?
—No lo sé. Supongo que iré a ver las noticias mientras te pones algo de ropa. —Kyler se dirigió hacia la puerta y añadió—: Promiscua.
—Cállate, mirón que no toca puertas.
—Linda ropa interior, por cierto —dijo, inclinando la cabeza hacia
atrás dentro de la habitación—. Me gusta la combinación de colores.
¿Tienes el día de la semana en ellos?
Grité.
48
Kyler Al cerrar la puerta de la habitación detrás de mí, incliné mi cabeza
hacia atrás contra ésta, y me quedé mirando las vigas en el techo. Mamá tenía un est ilo rúst ico. Pensé que hacía que la casa pareciera a medio
terminar.
Me concentré en las profundas vigas de roble, t rat ando
desesperadamente de quitarme de la cabeza la imagen de una semi
desnuda Syd. No estaba funcionando. Las vigas se transformaron en sus caderas y sus pechos.
Jesús. Cristo.
Santa Madre de Dios, eso no era lo que esperaba cuando abrí la puerta. Tampoco había esperado que Syd fuera tan... curvilínea debajo de
su ropa. Era una cosa pequeña, apenas llegaba a mi pecho, y yo había asumido que era todas líneas rectas y un poco más ya que la últ ima vez
que la había visto tan condenadamente cerca al desnudo fue en la
escuela secundaria. Desde entonces, ni siquiera la había visto en un traje de baño.
Joder, mi suposición era tan lejana a la realidad que era ridícula.
La chica tenía caderas que flameaban dulcemente fuera de su
cintura estrecha. Para alguien tan pequeña, sus piernas parecían como de
un kilómetro de largo cuando no había nada que las estuviera cubriendo. ¿Y esos pechos?
Me froté la palma en la mandíbula y cerré los ojos.
Eran pequeños, pero el tamaño le encajaba perfectamente, y apostaba a que eran dulces como el cielo bajo ese casto sujetador
blanco, sus puntas de un dulce rosa oscuro... Guau ¿Qué demonios? Tenía que dejar de pensar en sus pechos. Totalmente fuera de los límites.
Pero como yo era un hombre y una vez que los vi, los imaginé en mis
manos y la espalda arqueándose hacia mi toque...
—Mierda —gruñí. La lujuria se agitó con caliente venganza, un casi
enloquecido t ipo de lujuria que nunca indicaba nada bueno.
¿Y la forma en que había estado mirándome? No. No puede ser. Tuve que haber imaginado esa mierda, porque se trataba de Syd, por Dios.
Ella era mi Syd, pero nunca de esa manera. Y no había manera de que pudiera estar mirándome con esos malditos ojos azules llenos de deseo.
Como si ella quisiera que yo hiciera algo sobre el hecho de que había
estado de pie allí, con apenas nada sobre ella.
49
Como si ella quisiera que la viera.
Oh, diablos, la había visto.
Y había una buena probabilidad de que estuviera perdiendo la
maldita cabeza, porque Syd nunca me había mirado así. Ella simplemente
no pensaba en mí de esa manera o —por lo que yo sabía— en cualquier chico de esa manera. No desde que el idiota de Nate lo arruinó todo.
Desde entonces, ella simplemente no sale con nadie. Y yo concuerdo en so, porque no había conocido a un hombre que fuera lo suficientemente
bueno para ella, y mucho menos yo, no después de lo que había dicho en
el coche de camino hacia allí.
Empujé la puerta, crucé mi habitación, y t iré de mi sudadera por
encima de mi cabeza, lanzándola junto con la camisa sobre la cama.
Me dirigí a la ducha, no porque realmente lo necesitara, sino sólo
porque tenía que mantenerme ocupado antes de realmente hacer algo
estúpido.
Y había un montón de estupidez en mí, un montón.
Todavía estaba meciendo la erección de mi vida, que me dije no
tenía nada que ver con Syd, cuando entré en el chorro de agua caliente. Probablemente tenía más que ver con el hecho de que no había tenido
sexo la noche anterior. Sí, eso sonaba bien. Sólo había una manera de solucionar ese problema sin una ducha fría. Descansando mi cabeza
contra las baldosas resbaladizas, llegué hacia abajo y cerré los ojos.
Fue rápido. Fue duro. Y pensé en la persona equivocada todo el t iempo.
50
Sydney Me quedé mirando la parte trasera del bar, mirando las botellas de
licor como si fueran las únicas cosas que podrían curar mi humillación. Y podrían, porque si bebía lo suficiente, probablemente no importaría que
Kyler me hubiera visto en mi ropa interior y se hubiera reído.
Él se había reído.
El bar estaba lleno, todo el mundo hablaba de que la tormenta iba a
convert ir a Virginia Occidental en su propia y personal puta de nieve. Era demasiado tarde para salir. Todo lo que podíamos hacer era esperar que
no fuera tan malo como lo habían predicho.
Espiando por una abertura, me apreté a mí misma entre una chica con mucho pelo rubio y un t ipo en una chaqueta de franela. Miré por
encima del mi hombro y suspiré. Kyler se encontraba donde lo había dejado, la atención fija en una escultural morena, que al parecer conocía
desde hace mucho t iempo atrás. Se llamaba Sasha. Parecía una Sasha.
Ah, sólo escúchenme. Era una perra amargada.
La vi poner una mano sobre su hombro y apoyarse, de modo que sus
pechos, mucho más grandes que los míos, se apretaron contra su brazo. Ella dijo algo y él sonrió. No la sonrisa plena que mostraba sus hoyuelos, sino
más bien como la de un gato que estaba a punto de comer toda una
jaula de canarios.
Kyler levantó la mirada por un momento, encontrándose con la mía
a través de las mesas atestadas. Me di la vuelta y me encontré mirando al
lazo negro delgado del camarero. Lujoso.
Sonrió. —¿Qué te sirvo, cariño?
Dado que un “cerebro” no venía embotellado, opté por la segunda mejor opción. —Un trago de José.
Las cejas del camarero subieron un poco. —¿Identificación?
Saqué mi licencia y se la entregué.
La miró, y luego me la devolvió. —Apenas veint iún años. —Sorpresa
coloreó su voz—. Yo te habría tomado por una chica de dieciocho.
—La historia de mi vida. —Me apoyé en la barra y le entregué mi tarjeta de crédito para abrir una cuenta.
El camarero se rió y se volvió, agarrando una botella de los bast idores. No sabía qué hacer en los bares. Era como una experiencia
incómoda de cómo no destacar y no parecer que no pertenecía a allí. No
51
ayudaba que aparentemente me viera como una adolescente
provocadora.
—¿Tequila? —dijo una voz detrás de mí—. Una chica detrás de mi
corazón.
Me volví y levanté la mirada. Un t ipo de los de verdad estaba detrás de mí, y no llevaba una chaqueta de leñador. Con el cabello castaño
oscuro largo y rizado hasta la frente, no se parecía en nada a Kyler. Era más corpulento y más amplio.
Perfecto.
—¿Eres fan del tequila? —pregunté finalmente al encontrar mi voz.
Una sonrisa apareció en su rostro—. Nada te calienta más rápido que
el tequila. Es necesario por estos lados.
—¿Eres de por aquí?
Él asint ió. —Trabajo aquí durante el invierno.
—¿Instructor de esquí?
—¿Cómo lo adivinaste?
Pensando en mi deseo de salir con un instructor de esquí antes, casi
me eché a reír. El t rago de tequila aterrizó en la barra superior y lo tomé. Puede que no haya sido tan exuberante como los demás, pero sabía
cómo tomar un trago. Inclinando mi cabeza hacia atrás, puse el vaso en mis labios. Lo que no esperaba era que mi garganta se prendiera fuego.
El tequila corrió como gasolina y se derramó en mi interior. Con los
ojos llorosos, me volví a la barra, arrastrando bocanadas de aire, t ratando desesperadamente de detener las arcadas. —Mierda...
El Sr. Instructor de esquí rió mientras me palmeaba la espalda. —¿Estás bien? El primer trago generalmente es brutal.
—Sí. —Me quedé sin aliento, parpadeando las lágrimas de mis ojos.
Una vez que ya estuve segura de que no iba a vomitar sobre él, me di la vuelta—. Guau.
Sonrió. —No es tan malo.
—¡Oh, no, en absoluto! —Creo que ya era inflamable.
—No me he presentado —dijo, extendiendo su mano libre. Una
botella de cerveza ocupaba la otra—. Mi nombre es Zach.
—Sydney. —Le di la mano. Su palma era algo callosa.
52
Él se aferró a mi mano un poco más de lo necesario. Cuando por fin
me soltó, apoyó una cadera contra la barra. —Así que, es obvio que no eres de por aquí.
—No. —Metí mi cabello hacia atrás, y sonreí.
—¿Estás con él? —Hizo un gesto por encima del hombro hacia Kyler, con un movimiento de la barbilla. Cuando asentí, inclinó la cabeza hacia
un lado—. ¿Amigos, o...?
—Amigos —contesté automáticamente, y la quemadura del tequila
pareció disminuir la punzada al decir eso.
Las cejas de Zach se levantaron. —Creo que jamás he visto a Kyler siendo sólo el amigo de una chica guapa antes.
Su cumplido se perdió en la realidad de su declaración. —Bueno, he conocido a Kyler de toda mi vida. —Tomé un respiro y lo dejé salir poco a
poco—. Entonces, ¿conoces a Kyler?
Asint ió. —No lo conozco muy bien, sólo de las veces que viene aquí. Así que... ¿son sólo ustedes dos?
—Estamos aquí por un par de días con unos amigos. Bueno, la
mayoría de ellos no han llegado hasta aquí todavía. Soy de Hagerstown.
—Oh. Bonita ciudad. —Tomó un sorbo de su cerveza—. ¿Dónde
están tus amigos?
—Fuera de Frederick —dije mientras miraba por encima de mi
hombro. No podía ver a Kyler a través del desorden de gente. No era que
yo lo estuviera buscando—. Los atrapó la nieve, por lo que van a tratar de llegar mañana.
Zach sacudió la cabeza. —Ah, no sé si lo van a hacer. Se supone que la nieve se moverá aquí toda la noche y están diciendo que va a ser una
gran tormenta.
Yo intentaba no pensar en eso.
Su fácil sonrisa se extendió, y me di cuenta de que era muy bien
parecido. —¿Creo que es t iempo para un segundo trago? Va por mi
cuenta.
Mi mirada se desvió pasando de Zach, hasta donde estaba Kyler,
aún con Sexy Sasha. Él no le prestaba atención a ella ahora, sin embargo. En su lugar, me miraba como si estuviera a unos segundos de levantarse y
venir como una tormenta a través del bar para decirme que pasé mi hora
de dormir.
Él no se atrevería.
Los ojos de Kyler se entrecerraron.
53
Lo haría.
Hace un par de meses, mientras celebraba mi cumpleaños, y en una de las raras ocasiones en las que tomé una bebida, él me hizo volver a
casa antes de que yo llegara al segundo Sex on t he beach, citando algo
parecido a que la mult itud en el club era demasiado ruidosa.
La ira y la frustración se arremolinaron, mezclándose con el t rago de
tequila. Kyler dijo que no sabía cómo divert irme. Al parecer, era tan interesante como una fórmula estadíst ica en un lunes. Tal vez eso era un
poco cierto. En ese momento, una parte de mí quería volver a la casa y
tomar el libro que estaba leyendo. Y t al vez comer un poco de palomitas con mantequilla, también. Ah, y me había traído ese par de calcetines
viejos que eran tan calentitos y…
—¿Sydney?
De todos los momentos de locura para pensar en Nathan Balers, vino
a mi cabeza en ese instante. Realmente no había pensado en él en más de un año. Había sido mi único novio real, el chico con el que había salido
durante dos años en la escuela secundaria y la mayoría de mi primer año
en la universidad.
Mirando hacia atrás, no podía decir si había estado enamorada de
él o no. En ese momento, parecía que lo había estado. El único hombre en el que había estado interesada aparte de Nate había estado fuera de los
límites —lo seguía estando— y Nate había estado ahí para mí. Paciente.
Divert ido. Inteligente. Lindo. A pesar de que habíamos hecho otras cosas, es decir, yo había estado haciendo otras cosas para no sentirme como la
peor novia del mundo, habíamos esperado hasta nuestro primer año en la universidad para tener sexo real.
No había sido algo de otro mundo. Y al parecer, tampoco lo había
sido para él. El sexo dolía, y cuando había dejado de doler y comenzado a sentirse casi bien, se acabó. Nate rompió conmigo una semana más tarde.
Por mensaje de texto.
Pocos días después del texto, Kyler había oído a Nate hablando de más en una fiesta de fraternidad. Supuestamente había estado diciéndoles
a los chicos que era tan fría que apenas pudo mantener la erección.
Y esa fue la pelea que terminó con Kyler teniendo la nariz rota y Nate
con una fractura de mandíbula y una cojera que duró varias semanas.
Nathan Balers podría irse al demonio.
Sabía cómo divert irme. Sabía cómo perder el control. Y no era
frígida.
Sonriendo, me volví hacia Zach y le dije—: Otro trago sería genial.
54
6 Traducido por Amy Ivashkov
Corregido por Marivalepaz
Sydney n trago se convirt ió en varios más, y sinceramente, les perdí la pista. En algún momento, me enteré que Zach era la persona
más divert ida en la faz de la t ierra, o al menos eso parecía,
porque no podía dejar de reírme. Por otra parte, estaba bastante segura de que me reiría hasta por un choque de autos en cadena en la
interestatal.
Cuando alguien pateó la máquina de discos y comenzó a sonar
“Country Roads”, no tenía ni idea de cuál era la letra, pero canté de todos
modos. Y cuando el chico Zachie tomó mi mano y empezó a t irarme a una pequeña pista de baile cerca del pasillo que conducía a los baños, no
protesté.
Aunque el barman si lo hizo.
—¿Te gustaría quedarte sentada, cariño?
—Estoy bien —Una gran sonrisa estaba pegada en mi cara.
Zach t iró de mi mano.
—Ya la oíste. Ella está bien.
La mirada del barman pasó de mí a él.
—Ella no es una local, Zach.
—Él sabe eso —señalé.
—Mantén eso en mente, Zach —Las palabras sonaron como una
advertencia para mí, pero eso no tenían sent ido, y Zach me empujaba
hacia el pedazo de suelo, de todos modos.
Empezamos a bailar, y a rozar nuestras piernas. Cuando me giré, sus
manos se posaron en mis caderas. No me importó. Creo que no me
importaba nada. La música vibraba en mis venas. O tal vez era el tequila.
U
55
De cualquier manera, no importaba. En cuest ión de minutos, el sudor
salpicaba en mi frente, y levanté el cabello de mi cuello. El movimiento t iró de mi blusa hacia arriba, dejando al descubierto un trozo de piel.
Sus dedos se movieron en mi estómago, sorprendiéndome.
—Eres tan increíblemente sexy —dijo Zach, su mano aplastando mi vientre, sus dedos subiendo más arriba de mi estómago—. En serio.
Mis cejas se levantaron con esa declaración. Por otra parte, además de Sasha, no había muchas chicas y me sentía sexy mientras balanceaba
las caderas al ritmo de la música.
Zach bajó la cabeza y frotó su barbilla en un lado de mi cara. La ligera barba me hizo temblar.
—Debemos conseguir… —Mi trasero vibró, distrayéndome.
—Espera un segundo —dije, apartándome para sacar el celular de
mi bolsillo t rasero. Era un mensaje de Andrea. Levanté la vista—. Volveré en
un momento. Es mi amiga.
La sonrisa de Zach decayó un poco, pero asint ió.
—Te estaré esperando.
Fui al pasillo, estaba un poco más fresco y tranquilo. Su mensaje decía:
Aburrida, ¿Tú?
En un bar. Bailando con un inst ruct or de esquí, le envié con una
sonrisa grande y torpe.
¿En serio? ¿Dónde est á Kyler?
Nos mandamos otro par de mensajes, mientras usaba el baño de
chicas, y estaba feliz de que sólo hubiera un poco de gente. Para el momento en que salí de vuelta al pasillo, Andrea quería saber que más
pensaba hacer con Zach.
No lo sé. ¿Bailar más?
Muést rale t us t iyas.
—¿Muéstrale tus t iyas? —dije en voz alta. No podría estar tan
borracha. Sacudiendo la cabeza, le envié un mensaje rápido diciendo:
¿Tiyas?
Unos segundos más tarde:
¡Tet as! ¡Maldit a aut ocorrección!
—Oh. Tetas. Eso t iene sentido —murmuré, deslizando el teléfono en
mi bolsillo t rasero. Andrea me dio un gran consejo.
56
—¿Estás de pie hablando sobre tetas? —preguntó Kyler detrás de mí.
Di un pequeño grito y me volteé.
—Dios…
Una media sonrisa sexy apareció.
—Tengo que mantener un buen ojo en t i, si eso es de lo que hablas cuando estás sola.
¿Podía simplemente meterme debajo de un taburete y morir?
—Es Andrea.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Estabas hablando de las tetas de Andrea?
—No. Mis tetas.
El interés se encendió en sus ojos, oscureciendo el tono.
—Bueno, esto se pone cada vez mejor.
Cerré mi boca con fuerza, con ganas de herirme físicamente.
—No, no importa. Me tengo que ir.
—¿A dónde? —Tomó mi brazo cuando lo rocé al pasar, haciendo
que me detenga inesperadamente. En el pasillo estrecho, nuestros muslos
se rozaron. Bajó la cabeza con los ojos entrecerrados. Una lenta sonrisa dividió sus labios—. Estás borracha.
—Sólo estoy un poquito borracha. —Traté de liberar mi brazo, pero me agarró más fuerte—. Tengo que volver con Zach. Estábamos bailando.
Y dijo que yo era increíblemente sexy, así que me gustaría bailar más con
él.
—¿Volver? —dijo con los ojos muy abiertos.
—Él dijo que era sexy. —Lo miré—. ¿Qué? ¿Te parece muy difícil de creer?
Con su mano libre, Kyler se acercó y t iró mi suéter más allá de mi
cintura. Me alejé.
—No estoy diciendo eso. Sasha lo conoce. Dijo que es un
desgraciado, y yo estoy de acuerdo.
—Oh. —Me puse a reír—. ¿Sasha lo conoce? ¿Cómo?
Kyler frunció el ceño.
—Porque Sasha es de aquí, y sí, ellos solían salir o algo, Syd. Te dije que la conocía.
57
—Apuesto a que la conoces.
Sus labios se fruncieron y no respondió durante unos segundos.
—No pasó, Syd. Sasha y yo no somos así.
¿No tuvo sexo con Sasha? Guau, teníamos que ser las últ imas dos
mujeres en la faz de la t ierra.
—Bueno, debes volver con Sasha. Voy a volver con el desgraciado.
Suspiró y echó la cabeza hacia atrás. Cuando su cabello le caía en el rost ro de esa manera, parecía un ángel mirando hacia el cielo.
Está bien. Era posible que yo realmente estuviera borracha.
—¿Por qué no vienes y te sientas conmigo? —Me t iró más cerca y por un momento dejé de intentar escapar. Mis muslos rebotaron en sus
piernas, y estaba mirando su pecho de nuevo. Desafortunadamente, él llevaba su sudadera.
Me incliné, presionando mi mejilla en su pecho. Olía increíble. Cerré
los ojos y respiré sobre él.
Kyler se rió suavemente.
—¿Cuánto has bebido, bebé?
—No lo sé —murmuré—. Un par.
Soltó mi brazo y dejó caer sus hombros.
—¿Qué estabas tomando?
—Tequila —suspiré.
Una sonrisa de sorpresa se le escapó.
—¿Tequila? Oh, mierda.
Me reí.
—No es tan malo, quema un poco, pero ya sabes, ahora no siento nada en absoluto.
Kyler se rió otra vez.
—Apuesto a que no lo haces.
—Mmm…
Puso su mano entre su pecho y mi cara, poniendo sus dedos en la
punta de mi barbilla. Levantó mi cabeza.
—¿Vas a volver y sentarte con Sasha y conmigo?
58
Me aparté y di un paso atrás. Me tenía aburrida con lo de “Sasha y
yo”. La decepción se filt raba, amenazando con matar mi zumbido. Sabía que no debería sent irme mal —o sentir algo en absoluto— pero lo hacía.
—Voy a bailar un poco más. Nos vemos.
Las atroces palabras de Kyler se perdieron en los lat idos de mi corazón. Tan pronto como salí del pasillo, Zach estaba allí, agarrando mi
mano.
—Pensé que te habías perdido.
—No —dije, dejando que me lleve a la pista de baile—. Estaba…
Un brazo se deslizó alrededor de mi cintura, t irando de mí. Por primera vez en mi vida, estaba literalmente atrapada entre dos chicos. ¡Já!
Y yo pensaba que sería más divert ido que eso.
—Oye. —El aliento de Kyler agitó el cabello alrededor de mi sien—.
¿A dónde crees que vas?
Buena pregunta.
Zach se giró, frunciendo el ceño cuando vio a Kyler.
—Y yo que estaba teniendo una buena noche. ¿Qué crees que
estás haciendo?
—En realidad, no es de tu incumbencia. —El brazo de Kyler se apretó
alrededor de mi cintura.
El agarre de Zach era firme.
—Bueno, me alegro de verte de nuevo, pero estamos a punto de
bailar.
—Creo que necesitas sentarte. —Kyler me rodeó, bloqueándome—.
¿Todo bien?
La indignación se levantó.
—No necesito sentarme.
—Bueno, escuchaste a tu amiga —respondió Zach, t irando de mí hacia delante—. Ella no quiere sentarse, así que creo que deberías dejarla
hacer lo que quiere.
Kyler rió, una risa fría y desagradable que advert ía problemas mientras agarraba mi otro brazo, sosteniéndome junto a él.
—Sí, me importa una mierda lo que pienses, y estoy seguro que ya sabes eso, pero te lo puedo decir ahora, lo que está en tu mente no va a
suceder.
59
Guau. Esto era extraño. Para dos personas que apenas se conocían
entre sí, había mucha host ilidad allí.
—¿Perdón? —dijo Zach, entrecerrando los ojos.
No sé lo que pasó después. El agarre de Zach en mi mano se tensó, y
lancé un grito de sorpresa. La siguiente cosa que supe fue que Kyler dejó ir mis brazos y los suyos golpearon el pecho de Zach, empujándolo varios
pasos atrás.
—No la toques —gruñó Kyler—. ¿Ent iendes eso? Ni ahora, ni nunca.
Podía asegurar que Kyler estaba exagerando.
—No sabes con quién mierda estás tratando —advirt ió Zach, dando un paso hacia delante.
—Es instructor de esquí. —Sentí la necesidad de explicarlo. Síp. Había una fuente de conocimiento út il aquí.
Kyler fue directo a la cara de Zach. Bueno, él era mucho más alto,
por lo que más o menos llegaba a la nariz del t ipo.
—Sé exactamente con quién mierda estoy tratando, amigo.
—¿Ah, sí? —Zach empezó a dar pasos hacia delante, pero Kyler era
demasiado rápido. Atrapó al instructor de esquí por el hombro y lo empujó contra la pared de paneles. El cuadro de t iro al blanco tembló alrededor
del clavo del que colgaba.
—Es mejor que lo pienses de nuevo —dijo Kyler—. No tengo ningún
problema en limpiar el piso con tu cara.
Tiré de la parte posterior de su jersey.
—Kyler, vamos. Vámonos.
Kyler me ignoró.
—¿Crees que tú, pequeño ricachón puede venir y empujar gente?
Sí, eso no pasará. —Los ojos de Zach se posaron sobre el hombro de Kyler—
. Eso va para la pequeña calienta pollas, también. Parece que tu gusto en las mujeres es el mismo.
—¿Qué? —Ahora enojada por una razón completamente diferente,
t raté de moverme alrededor de Kyler—. No soy una calienta pollas, cabeza de culo.
—Como sea. —Zach se quitó la mano de Kyler y giró, a punto de meter la cola y correr, pero no antes de decir—: Ustedes t ienen un gran
momento aquí.
60
Kyler parecía que estaba a punto de seguirlo, pero los rostros poco
amigables que comenzaron a prestar atención, probablemente lugareños, le hicieron pensar lo contrario.
—Dios, ¿dónde encuentras a estos desgraciados, Syd?
—¡Oye! —Le golpeé la espalda—. No fue un desgraciado hasta que te involucraste.
—Como sea. No lo conoces. —Se inclinó y tomó mi mano. La fuerza se sent ía diferente y también otras mil cosas que no podía entender—.
Vamos, volvamos a casa.
Con su tono, no había forma de discut ir. Se acercó a la mesa, se despidió, ganándose un puchero de la sexy Sasha, y luego nos dirigimos a
la puerta. Todo un grupo de enormes t ipos estaba haciendo eso de mirar como los malos en la esquina, Zach entre ellos, pero Kyler no se dio cuenta.
Y la mala mirada de un grupo de enormes t ipos nacidos y criados en
Virginia —“Oh, Dios mío”— Occidental, puede ser una cosa muy terrible. Me trajo imágenes de largos y oscuros lugares apartados, tumbas en fosas
rápidamente cubiertas.
Temblando, me di cuenta de que me estaba asustando a mí misma.
Tan pronto como salimos, el viento duro golpeó mi cara. Di un grito.
—¡Mierda, hace un frío de las pelotas aquí!
—Las pelotas no son frías, Syd. Confía en mí —dijo Kyler—. ¿No te dije
que usaras un abrigo?
—¡Bah! —Me alejé y comencé a caminar pisando fuerte la nieve fresca que había caído desde que nos fuimos. Eran sólo un par de
cent ímetros, pero ya la estaba pateándola por todas partes—. Deberíamos haber conducido hasta aquí.
—Tú querías caminar. —Se sacó la sudadera por encima de su
cabeza—. Toma… ponte esto.
Negué con la cabeza y comencé a bajar la colina, pero Kyler suspiró
mientras caminaba delante de mí, con la mandíbula fija en una línea
determinada.
—Levanta los brazos.
—¿Qué pasa si digo que no?
Sus labios temblaban mientras sostenía su sudadera.
—Te sostendré y te vest iré.
61
Eso sonaba divert ido. En realidad, Kyler sujetándome y
desvist iéndome sonaba mucho mejor. Suspiré, completamente perdida en mi fantasía. Podríamos ser como conejitos en la nieve.
Kyler se acercó más, inclinando su barbilla hacia abajo.
—¿En qué estás pensando?
—Conejitos en la nieve —contesté.
Dejó escapar una risa profunda.
—Vamos, levanta los brazos, y dime por qué bebiste tanto. ¿Por
favor?
—Ya que dijiste por favor… —Levanté los brazos y sent í que él daba un paso hacia delante. Deslizó la apertura por encima de mi cabeza y
luego se movió a mis brazos—. Sólo quería divert irme.
—No hay nada de malo en eso. —Colocó mi brazo izquierdo en la
manga y luego comenzó con el brazo derecho, su ceño estaba fruncido
por la concentración—. Pero antes has tenido diversión sin beber tanto.
—¿Y? —Apreté mi puño, y él suspiró, t ratando de poner bien la
manga. Me reí cuando enderecé mi mano—. ¿Cuál es el problema?
—No hay ninguno. —Tiró la sudadera con capucha hacia abajo y me hundió, terminaba justo por mis rodillas—. Ya está.
Cuando levanté la vista, él había dado un paso atrás y tenía esa extraña mirada en su cara, como de aprobación.
—¿No t ienes frío? —pregunté.
Se encogió de hombros, y yo estreché el material negro térmico que él había tenido.
—Estaré bien.
Abrí mi boca para estar de acuerdo, pero algo totalmente diferente
salió.
—No quiero ser aburrida nunca más.
—¿Qué? Mierda. —Kyler pasó los dedos por su pelo—. Nena, no eres
aburrida.
—Sí, lo soy.
Sus ojos se achicaron.
—Sydney, estás muy lejos de eso. No debería haber dicho esa mierda en el auto. Eres perfecta…
—¿Tal como soy? —terminé por él—. ¿No es eso de Bridget Jones?
62
—Quizás. —Uno de los lados de sus labios se levantó.
—Eres un maricón.
Kyler me dio un codazo.
—Pero en serio, Syd…
—No quiero hablar. —De repente me sentía demasiado incómoda. Caminando otra vez, lo oí mantener el ritmo detrás de mí—. Hablar. Hablar.
Hablar —murmuré.
La nieve seguía cayendo, era una lluvia ligera constante que
recubría mi cabeza y mis hombros. Tenía ganas de inclinarme hacia atrás y
tomar los copos de nieve con la lengua, pero terminé alzando mis brazos, inclinando mi cabeza hacia atrás y cantando:
—¡Si quieres una mujer con una gatita bien apretadita, entonces consíguete una con las tetas bien chiquit itas!
Kyler puso un brazo alrededor de mi cintura, riendo.
—Dios, estás tan destrozada.
—No has escuchado la canción. —Me incliné hacia él, envolviendo
mis brazos alrededor de su cintura, pero mis manos terminaron alrededor
de sus muslos. Raro—. Es de Haven Palen Pole.
Me sostuvo.
—Ese sería David Allen Coe, nena.
Fruncí el ceño.
—Eso es lo que dije.
—Lo que digas.
Caminamos, o arrastramos los pies, más o menos por un metro y
luego me golpeé directamente con un buzón.
—¡Hijo de puta, saltó justo en frente de mí!
Kyler se detuvo, sacudiendo la cabeza.
—Eres un peligro para t i misma en este momento.
—Estoy bien. —Lo alejé con mi mano, caminé alrededor del objeto
inanimado mientras le daba una mirada oscura—. Te estoy vigilando.
—Deja que te ayude —ofreció—. ¿Está bien? Ambos llegaremos a casa en una pieza, y nos mantendré lejos de buzones ninjas.
Sonaba como un buen plan, pero cuando Kyler envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me levantó, prácticamente me sacudí encima
63
de su hombro, no esperaba eso. Dejé escapar un grito y de inmediato
comencé a retorcerme.
—Compórtate. —Golpeó mi t rasero.
—¡Oye!
Me golpeó de nuevo y le di un buen puñetazo en sus riñones. Mi t rasero estaba demasiado frío como para quemar, pero su gruñido trajo
una sonrisa en mi cara. Sin embargo, toda esta situación no era buena para el alcohol dando vueltas en mi estómago.
Kyler dio tres pasos y decidí que necesitaba bajarme. Me eché hacia
atrás y fui hacia un lado, haciendo que él se metiera en un montón de nieve. Me moví por su frente, y nuestras piernas se enredaran.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, t ratando de obtener un control sobre mí.
—Bájame. —Me balanceé, y moví mis piernas. Kyler se torció en el
últ imo momento, llevándose la peor parte de la caída ya que fui a parar encima de él.
Ninguno de los dos se movió durante un segundo, y luego sus manos
se colocaron en mis caderas. Debajo de mí, su pecho comenzó a moverse lentamente y luego más rápido. Fuertes carcajadas salían de su garganta,
t rayendo una sonrisa de felicidad a mi rostro.
Coloqué mis manos en su pecho y levanté la cabeza.
Me miró, sonriendo. Me cortó la respiración y me sentí mareada.
—Eres hermoso.
Kyler se est iró, alejando el pelo de mi cara, y metiéndolo detrás de la
oreja.
—Creo que esa es mi línea.
—¿Crees que soy hermosa?
Su mirada vagó por mi cara como si estuviera mirando cada peca. El mareo se extendió a través de mí, y me sentía atrapada en una burbuja.
—Siempre he pensado que eres hermosa, Syd.
El mundo era brillante, nuevo y radiante.
—¿En serio?
—Sí —contestó, bajando su mano de mi pelo, y dejándola en mi cadera—. Sí, lo hago.
No había nada más que pudiera hacer. Sólo tenía una opción. Kyler
dijo que era hermosa y había esperado desde siempre oírle decir eso.
64
Así que lo besé.
65
7 Traducido por Nats y Lalu♥
Corregido por Marivalepaz
Sydney
al menos lo intenté.
Mi objet ivo estaba completamente acabado. Mis labios chocaron contra su fría mejilla.
—Syd —dijo, y la forma en cómo dijo mi nombre, como si
estuviera atrapado entre una maldición y un ruego, vació mi estómago.
Sus manos se deslizaron en mi cintura, bajo la sudadera y el suéter.
Sus dedos acariciaron mi piel desnuda y sent í el contacto de la forma más aguda y deliciosamente posible. Mi espalda se arqueó, y todo me decía
que siguiera adelante. Me apreté contra su parte baja y contuve el aliento
fuertemente cuando lo sent í presionado contra mi parte más suave. Lo oí emit ir un gruñido desde su garganta, sus dedos hundiéndose en mis
costados y prendiendo fuego a mis nervios.
Kyler se movió muy rápido. El mundo se puso al revés, y estaba de
repente sobre mi espalda y él sobre mí, su pelo cayendo por su frente
desordenadamente. ¡Hola, ahí! Me gustaba hacia dónde se dirigía esto.
Minúsculos copos de nieve cubrían su cabeza, brillando bajo la
tenue luz de la farola. Nieve fría se deslizó bajo mi ropa, pero apenas la
sent ía. Estaba ardiendo. Estaba quemándome por dentro, mis sent idos estaban por todas partes, y era la mejor sensación que jamás había tenido.
Extendí la mano, dejando que mis dedos pasearan por su suave pelo. Su reacción pareció salir del inst into. Cerró los ojos e inclinó su mejilla contra mi
palma. Calidez floreció en mi pecho.
—No t ienes ni idea de lo que estás haciendo —dijo Kyler, capturando una de mis manos y presionándola contra la nieve, cerca de mi cabeza.
Sus dedos rodearon mi muñeca firmemente.
Me removí debajo de él.
—Sí, lo sé.
O
66
Sus ojos se cerraron de nuevo y cuando los abrió, eran como piscinas
negras.
—Estás tan borracha, Syd.
—Nop. —Me las arreglé para liberar una pierna, pero luego se sentó,
arrastrándome con él. Un segundo después, estaba de pie y el cielo se movía un poco—. Guau.
—Sí, guau, exactamente —dijo, su voz más profunda que nunca—. Vamos a casa.
—Pero…
—Sydney —espetó, y me estremecí—. Estás borracha. La única cosa que voy a dejar que suceda es llevarte a casa.
Ahí estaba ese tono otra vez. El que decía “cállate y haz lo que te digo”. Usualmente me resist ía a él, pero estaba tan sorprendida de
escucharlo. Me tomó la mano de nuevo y comenzamos a regresar a la
casa. Me mantuve junto a él, la confusión carcomiéndome por dentro junto con el tequila. No lo entendía. Le atraía. Dijo que era hermosa y que
siempre había pensado que lo era, y lo había sentido. Había sentido cómo
de atraído estaba contra mí. No pudo ocultarlo, pero me había rechazado.
Kyler me había rechazado.
Y él no rechazaba a ninguna mujer.
Quería llorar, sentarme en la nieve y llorar. Humillada, confundida, y
todavía un poco más que caliente, me obligué a permanecer tranquila y a seguir caminando. Ambas eran realmente difíciles. Una diarrea de
palabras se estaba construyendo en mi garganta. Nada bueno podía salir de eso. Nos llevó una eternidad llegar a casa y para entonces no podía
sentir mis manos o piernas, y no creía que la nieve tuviera algo que ver con
eso.
Kyler me soltó la mano y encendió la luz. El duro resplandor me
golpeó con fuerza, haciendo que la habitación girara como las tazas
locas. Él estuvo justo ahí, en el momento perfecto también, porque estaba segura que mis piernas habían dejado de funcionar.
Levantándome, me acunó contra su pecho mientras se dirigía hacia las escaleras.
—No deberías haber bebido tanto, Syd. No había razones para
hacerlo.
Enterré la cara en su hombro. Ser regañada por Kyler Quinn por
haber bebido demasiado era el colmo de la ironía y la vergüenza, pero
tenía razón. Estaba tan borracha que podía admit ir que lo estaba.
67
Kyler no dijo nada mientras me llevaba a la habitación en la que me
estaba quedando. Murmuró algo cuando me puso en la cama, pero en el momento en que mi cabeza conectó con la almohada, estuve feliz y
afortunadamente fuera de combate.
68
Kyler ¿Qué mierda acababa de pasar?
En serio. Estaba esperando algún t ipo de intervención divina que me ofreciera una explicación.
Miré a Syd, totalmente convencido de que cuando entré en Snowshoe debí haber entrado en una especie de realidad deformada en
donde veía a Syd medio desnuda, la observaba emborracharse hasta el
límite, y luego intentaba besarme.
Me quedé absoluta y estúpidamente impresionado, y un poco
molesto, también. Si no hubiera estado con ella esta noche, se habría
acostado con algún instructor de esquí al azar. ¿Y si hubiera sido ese Zach? Ácido ardió en mi estómago. Mierda, eso no me sentaba bien en absoluto.
Y también estaba bastante caliente, pero de nuevo, se había estado removiendo en mi regazo como cualquiera de esas otras chicas de la
escuela. Y se había sentido malditamente bien allí, demasiado bien, por lo
que fue muy duro rechazarla.
Hombre, no tenía sent ido si quiera que lo pensara. Por supuesto que
me atraía, pero no podía ir allí, porque si realmente comenzaba a reconocerlo, entonces tendría que ser realista acerca de otras cosas.
Me froté la cara con la mano. Syd estaba borracha, muy borracha.
La chica necesitaba mantenerse alejada de José.
Se movió, sus cejas frunciéndose mientras gemía suavemente.
Estaba a su lado antes de que me diera cuenta.
—¿Syd?
No hubo respuesta, y podía decir que estaba incómoda.
Enderezándome, me tragué una maldición. No podía dejarla así. ¿Y si se enfermaba? Agarrando la almohada de la cabecera, deslicé una mano
bajo su cabeza y coloqué la almohada debajo. No se despertó, pero se
dejó caer sobre su espalda.
Sonreí y me pregunté si incluso sabía que estaba tendida al revés.
Apostaba a que no. Yendo hacia la cabecera, me senté y gentilmente le
quité las botas. Eran de una especie de piel falsa de oveja, o algo así, y llegaban hasta sus rodillas. Las suelas de cuña estaban húmedas por la
nieve.
Dejándolas cerca de la silla, me giré a t iempo de verla intentando
sentarse.
69
—¿Syd?
Murmuró algo y lo único que pude entender fue “caliente”, luego comenzó a quitarse la sudadera con capucha que le había hecho
ponerse. En cuest ión de segundos, la tenía enrollada sobre su cabeza.
Me eché a reír cuando sus brazos cayeron a los lados.
Su voz era apagada, pero no sonaba nada amistosa. Luego se
inclinó, intentando quitarla de en medio. Buen Dios, iba a asfixiarse a sí misma.
—Aguanta —dije, sentándome a su lado—. Déjame quitártelo.
Golpeó mis manos, pero tenía su cabeza libre e iba a por el suéter de abajo.
Suspirando, sujeté sus muñecas.
—Syd, deja que te quite esto.
Sus ojos estaban completamente vidriosos, y dudaba de que tuviese
alguna idea de lo que estaba haciendo, pero se tranquilizó lo suficiente como para que yo fuera capaz de sacarlo, dejándola en su camiseta de
t irantes y vaqueros.
—Necesito… —murmuró, inclinándose y apoyando la frente contra mi hombro—. Necesito quitarme la ropa.
Me reí mientras la rodeaba con un brazo, sosteniéndola.
—Nena, acabas de quitarte dos suéteres.
—Pantalones. —Se colocó sobre mi regazo, sus piernas a cada lado y
suspiró.
—Me voy a dormir.
Girándome para que no cayese de mi regazo y golpeara el suelo, sonreí contra su cabeza ladeada.
—¿Te vas a dormir así?
—Ajá.
Me eché a reír de nuevo.
—No puedes dormirte en mi regazo.
Se acurrucó más cerca, encogiéndose en una pequeña pelota. Se le puso la piel de gallina.
—¿Por qué no? —refunfuñó last imeramente.
—No será muy cómodo. —Le aparté el cabello de la mejilla mientras
me echaba hacia atrás, mi mirada observando su rostro. Once pecas. Esas
70
eran las que estaban repart idas entre su nariz y mejillas. Gruesas pestañas
las abanicaban. ¿Estaba dormida?
—¿Syd?
—Mmm… pantalones.
Mis cejas se alzaron.
—¿Quieres quitarte los pantalones?
Presionó su mejilla contra mi pecho y me tocó la pierna una vez. Supuse que era algún t ipo de Código Morse de borrachos para un sí.
Maldiciendo en voz baja, supe que lo iba a tener que hacer. Algo que
nunca pensé que haría con ella.
Tumbando a Syd sobre su espalda, vi revolotear sus pestañas. El color
de sus ojos era como el cielo más azul del verano.
—Eres tan… bonito.
—¿Perdón? —dije, ahogándome con una risa—. ¿Acabas de
decirme bonito?
Empezó a girarse de nuevo, pero la detuve.
—Pantalones —repit ió, agachándose, sus dedos hurgando el botón
de sus vaqueros—. Fuera.
Me congelé por un segundo, sin estar seguro de si reírme de sus
monosílabas respuestas o lanzarme por la ventana más cercana. Desnudar a Syd no era algo que pensé que haría, especialmente no cuando
estuviera borracha. Pero no quería que se despertara en un estupor
borracho, y se rompiera la cabeza intentando desvest irse. Con Syd, todo era posible.
Mierda.
Podía hacerlo. Podía hacer eso, y no sería extraño, y no me
encendería con ello, porque era Syd y estaba borracha, y no era una gran
cosa. Crecimos juntos. Estaba bastante seguro de que había hecho pis frente a ella más de una vez. Infiernos, creía que lo había hecho
aproximadamente hacía un mes, después de una noche de alcohol ilegal.
Podía quitarle los pantalones y no sentirme como un pervert ido total.
Debería haber bebido más esta noche.
Respirando profundamente, desabroché rápidamente sus vaqueros y la cremallera. Las braguitas a rayas se asomaban mientras bajaba el
material. Doble mierda. Cerré los ojos cuando los bajé por sus caderas. Ella
no estaba ayudando. Ni un poquito. Estaba inconsciente. Puse la mano bajo su espalda y la levanté lo suficiente como para pasarle los pantalones
por el t rasero. Mantuve los ojos apretados mientras los sacaba por sus
71
muslos. Mis nudillos rozaron sus piernas, y realmente no pensé en cómo de
suave era su piel, porque eso era muy inapropiado y algo más.
Triple mierda.
Después de lo que se sint ió como una eternidad, tuve esos malditos
pantalones fuera, y sólo entonces me di cuenta de que estaba tumbada del lado equivocado de nuevo. Maldiciendo entre dientes, fui hacia la silla
y tomé la manta del respaldo. La extendí sobre ella, aferrándola por sus costados y luego volví a colocarla sobre la almohada.
Recogiendo sus vaqueros, sent í su móvil. Toda la parte trasera de sus
vaqueros estaba empapada. Saqué el teléfono y toqué la pantalla. Nada. Infiernos.
Bajé las escaleras, intentando encender su móvil mientras registraba la puerta y me aseguraba de que estuviera cerrada. Encendí el fuego y
me dirigí a la cocina. El teléfono seguía sin funcionar. Recordando algo
que Tanner había dicho sobre el arroz, encontré un pequeño destornillador y quité la tapa de atrás. Deposité ambas piezas en arroz y deseé que
funcionara. Si no, tenía un par de móviles extra en casa que ella podría
usar.
Necesitando revisar a Syd, regresé a la habitación en la que estaba.
En el momento en que la vi, me quedé clavado en el suelo. Todo lo que podía hacer era observarla. Mi corazón lat ía bastante rápido y por ninguna
razón aparente.
Finalmente, me senté a su lado, y con la manta le tapé su hombro desnudo. No quería que se enfriara. Empecé a levantarme, pero ¿qué si se
enfermaba o necesitaba algo a mitad de la noche? Syd nunca bebía así. Sólo Dios sabía qué ocurriría.
Había una buena posibilidad de que estuviera exagerando, pero me
tendí a su lado. Quizás un segundo pasó, y en su sueño, se puso de lado acurrucándose sobre mí, de forma que su cabeza descansaba sobre mi
pecho, y cruzó las manos bajo su barbilla. Joder. Podría haberme
levantado e ido a mi propia habitación. Podría haber puesto la alarma y revisarla en un par de horas. Podría haber colocado una papelera junto a
la cama.
Pero no lo hice.
Me quedé.
72
Sydney La cabeza me lat ía como si mi cerebro estuviera teniendo su propio
concierto de rock en algún lugar cerca de mis sienes. Mi boca y garganta se sent ían como papel de lija. Y me estaba congelando. No quería abrir los
ojos, pero había un ruido extraño, un zumbido suave. Me tomó un par de segundos reconocer la canción.
“Tripping Billies” de Dave Matthews.
Kyler.
Forcé a mis ojos a abrirse, y me encontré mirando hacia el techo...
desde el pie de la cama. Extraño. Y la habitación estaba a oscuras, como
si afuera todavía fuera de noche. Aún más extraño era el hecho de que estaba en mi camiseta y bragas. Nada más.
Oh Dios...
Ni siquiera recuerdo haberme acostado en la cama, o quitarme la
ropa. Partes enteras de la noche anterior no eran más que un borrón. Lo
que sí recordaba era haberle pedido a Dios que eso sólo fuera un sueño extraño.
—Mira quien decidió adornar al mundo con su presencia.
Ante el sonido de su voz, volteé la cabeza. Kyler estaba sentado a
mi lado, frente a los grandes ventanales. Llevaba un jersey de manga larga
y se veía mucho mejor de lo que yo me sentía.
—Oye —dije con voz ronca.
Girando hacia la cabecera de la cama, tomó algo de la mesa de
noche. Me dio un vaso de agua y dos aspirinas.
—Toma esto y bébetelo. Lo vas a necesitar.
Empujé la manta, las tomé y me estremecí. ¿Por qué hace tanto frío aquí?
Kyler se apoyó en el codo, mirándome.
—Tengo malas noticias, híper-malas noticias y mega-malas noticias.
—Híper-malas y mega-malas no son palabras. —Terminé el agua, se
la devolví, y luego t iré de las mantas hasta mis hombros mientras juntaba
las piernas hasta mi pecho, tratando de aspirar algo de la calidez.
—Es bueno ver que el tequila no dañó las células de tu cerebro.
Hice una mueca.
73
—Yo no sé nada de eso.
Una sonrisa cariñosa apareció en su rostro.
—Bueno, aquí va la mala noticia. Ayer por la noche, cuando
decidiste que nos lanzáramos a la nieve —Oh, infierno, no había sido un
sueño —Y rodamos alrededor, pues… Tu teléfono se mojó.
Cerré los ojos.
—Mierda.
—Anoche lo desarmé y lo puse en un poco de arroz. Espero que se
encienda después de eso. —Tocó mi brazo cubierto con la manta—. Tengo
grandes esperanzas de que así sea.
—Gracias —murmuré, abriendo los ojos—. ¿Cuál es la noticia híper-
mala?
—Bueno, esto es una cosa de dos partes que incluye la mega-mala y
la híper-mala. ¿Recuerdas la molesta tormenta de nieve? Ellos le dieron un
nuevo nombre, “Saint Snowmas”1.
—¿Qué? —Hice una mueca—. Ese es un nombre estúpido.
—Estoy de acuerdo —Se sentó—. Pero la tormenta Saint Snowmas se
convirt ió en una tormenta de esteroides. Si miras afuera ahora mismo, verás que está nevando bastante estable, nada mal. Pero están diciendo que se
supone que va a ponerse muy feo y muy rápido. Esta es la parte mega-mala: el grupo regresó esta mañana. Nadie puede llegar hasta aquí.
Suspiré.
—Bueno, al menos esa es una decisión segura e inteligente. ¿Nos vamos pronto, entonces?
Se apartó el cabello de la frente.
—Y aquí está la híper-mala: A pesar de que no es el Apocalipsis
afuera ahora mismo, no tenemos ninguna posibilidad de llegar a casa si
nos vamos. Tenemos que ir hacia el este y la tormenta está llegando desde el norte y el este. Estamos atrapados durante varios días antes de que
podamos intentar salir.
—¿Aquí?
—Aquí —repit ió, asint iendo—. La tormenta se está moviendo muy
lento. Ellos están diciendo que la mayor parte de la nieve va a caer desde mañana hasta el miércoles.
1 Saint Snowmas: Es algo como “Santo Hombre de Nieve”.
74
—Santo cielo. —Mi estómago se desplomó de nuevo—. ¿De cuánta
nieve estamos hablando?
—En algún lugar entre demasiado y una gran mierda.
Me dejé caer sobre mi espalda y me quedé mirando al techo.
—¿Podríamos estar atrapados aquí durante toda la semana en el medio de una tormenta de nieve?
—Podría ser. Creo que lograremos salir antes que eso, pero depende de la rapidez con que trabajen. —Le dio un codazo a mi pierna—. Encendí
la calefacción, por lo que debería estar caluroso aquí adentro. Espero que
cuando la peor parte de la tormenta llegue, el calentador no pierda su potencia.
Mis ojos se abrieron.
—Tenemos un generador de respaldo que ejecuta lo esencial si eso
sucede, pero no vamos a pensar en eso ahora.
—Por supuesto.
Estar atrapada allí, sola con Kyler, no era un problema. Normalmente
eso no sería un gran problema, y la verdad en otra ocasión no me hubiera
importado, pero ahora había un temor persistente en la boca de mi estómago.
Fruncí el ceño, t ratando de reunir los recuerdos en algo que tuviera sent ido. Me acordé de los t ragos de tequila y del Sr. Instructor de esquí.
—¿Cómo fue que te metiste en una pelea con el chico con el que
estaba bailando anoche?
Los labios de Kyler se apretaron.
—¿Te refieres al idiota con el que bailabas? En realidad, no nos metimos en una pelea, pero tampoco estuvimos en términos amistosos.
Me froté la frente, moviendo el brazo libre. Mi piel se sent ía
asquerosa. Eso no podía ser el por qué me sentía tan incómoda. Había más. Tenía que haberlo. Recordaba haber ido afuera y que Kyler me
obligó a ponerme su sudadera. Hablando de eso...
—Por favor, dime que me desnudé sola anoche.
Una media sonrisa se formó en sus labios.
—¿Es eso lo que quieres oír?
Me golpeé la cara con la mano.
—Oh, mi Dios...
Él se rió suavemente.
75
—Tú ayudaste a desnudarte, y yo no miré. Igual ya vi tus
innombrables antes, así que...
Me quejé.
—Gracias por recordármelo.
—No hay de qué. —Hizo una pausa y respiró fuerte. Mis músculos se apretaron en señal de advertencia—. ¿Cómo te sientes?
Esa pregunta inocente no encontró su tono. Había algo acerca de la noche anterior. ¿Qué diablos había pasado...? Y luego todo volvió rápida y
horriblemente. Prácticamente me le había lanzado en medio de mi
borrachera.
Mi cuerpo se dobló y me senté. Casi golpeó Kyler fuera de la cama,
pero esa era lo menor de mis preocupaciones. El movimiento hizo temblar mi pobre cerebro y el terror me inundó.
—Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, yo... t raté... tú... —Estaba tan
avergonzada que ni siquiera podía pronunciar las palabras.
Kyler se echó hacia atrás, flexionando un músculo en su mandíbula.
—Yo… Como que tenía la esperanza de que no lo recordaras.
¿Tenía la esperanza de que no recordara? Golpeé las dos manos sobre mi cara y gemí. ¿Fue tan malo? ¿Fue tan malo para él?
—Oye. —Su voz se había suavizado y sus dedos se envolvieron alrededor de mis muñecas, t irando suavemente de mis manos—. Está bien,
Syd.
—No, no lo está —me lamenté, agachando la barbilla—. Te he acosado.
Kyler rió.
—No me acosaste. Bueno, tal vez un poco, pero no serías la primera
chica en hacerlo.
—¡No es gracioso! —grité.
Dos dedos cayeron debajo de mi barbilla y levantó mi cabeza.
—No es gran cosa, Syd. La gente hace un montón de cosas que
normalmente no harían cuando están sobrios, y que sólo hacen cuando están borrachos.
El problema era que yo había querido hacer eso mientras estaba sobria, y al parecer sólo era una broma para él. Dirigí la mirada hacia la
manta.
—Lo siento.
76
—No t ienes que pedir disculpas, nena. No es como si hubiera sido
una experiencia horrible —agregó secamente.
Mis ojos volvieron a él y fue entonces cuando recordé el mejor
momento de la noche anterior, él me decía que yo era hermosa, que
siempre pensó que lo era. Parte de la inquietud se fue.
—¿No lo fue?
Sus labios se arquearon de esa manera adorable.
—Nunca voy a quejarme de una chica arrastrándose por todo mi
cuerpo.
De acuerdo. Eso no era una declaración de mutua lujuria, pero era algo en lo que podía trabajar.
—¿Entonces por qué... por qué me detuviste?
Él parpadeó una vez y luego dos veces, como si no pudiera creer
que le estuviera preguntando eso.
—Bebí la noche anterior, Syd, pero no estaba tan borracho.
Una rebanada de dolor golpeó mi estómago y me quedé helada,
mirándolo.
—¿Tú... tú no estabas tan borracho?
—No. —Él parecía confundido.
Tragué saliva, pero el nudo se quedó atrapado en mi garganta. En todos los años que había conocido a Kyler, y él había estado sexualmente
activo, le había visto llevar chicas a casa cuando estaba sobrio, borracho,
borracho sobre su culo, y todo en el medio. Eran iguales las oportunidades a la hora de tener sexo. Baja. Alta. Flaca. Gorda. Blanca. Negra. Morena.
Pálida. Mest iza.
—Eso no te ha detenido antes. —Yo no podía dejar de hablar.
Kyler pasó los dedos por su cabello, y luego agarró la parte posterior
de su cuello. Arrugó su frente. No respondió enseguida, el silencio se hizo tan largo que me hubiera gustado haber dejado mi boca cerrada.
—Tú eres diferente, Syd.
Así que yo era diferente, y al parecer tenía que estar muy borracho para tener algo conmigo. Las lágrimas se precipitaron por mis ojos, y tuve
que alejarme de él. Estábamos demasiado cerca. Necesitaba espacio. Estaba totalmente perdida y no podía humillarme más. Empecé a
arrastrarme sobre la cama, agarrando la colcha para cubrirme.
Necesitaba alejarme.
—Oye. —Kyler se puso de pie—. Sydney, ¿Qué estás haciendo?
77
—Tengo que ir al baño. —Deslicé mis piernas fuera de las mantas. El
aliento que había tomado era inestable y corto, mientras envolvía la colcha de retazos a mi alrededor. Mis pies tocaron el suelo frío y dieron un
paso tambaleante, golpeando mi dedo del pie con el borde de la maleta.
Susurré y una lágrima escapó, rodando por mis mejillas.
Él caminó alrededor de la cama.
—Deja que te ayude.
—Estoy bien. —Aquel maldito nudo estaba en la parte superior de mi
garganta. Llegué a la puerta del baño. Tal vez iba a vomitar en lugar de
llorar. No sabía que era peor.
—No te ves muy bien.
Al abrir la puerta, me deslicé dentro y la cerré rápidamente detrás de mí, bloqueándola. Ni siquiera podía mirarme en el espejo. Cerré los ojos
con fuerza, pero fue inút il. Las lágrimas ganaron, corriendo por mis mejillas.
—¿Syd? —Él estaba justo detrás de la puerta—. ¿Qué está pasando?
—Vete, Kyler. —Me senté en el borde de la bañera, y t iré la colcha
hasta mi barbilla. Mi estómago se revolvía. Levanté la tapa del inodoro.
El pomo de la puerta tembló, y me hundí hasta mis rodillas. Ni siquiera podía ver la taza del baño.
—¡Sydney!
El edredón se deslizó de mis dedos y agarré los lados de la taza del
baño.
—¡Fuera!
Un momento de silencio se extendió en minutos. Entonces todos esos
tontos tragos regresaron, dejando mi interior destrozado y mi corazón… bueno, roto por una razón completamente diferente.
78
8 Traducido por Aimetz14
Corregido por Mel Markham
Kyler aciendo una mueca por los sonidos dentro del baño, me moví
lejos de la puerta y luego retrocedí, t ratando de mover el
pomo otra vez. Lo había bloqueado. Dios sabe que podía ayudarla, sostener su cabello y su mierda, pero ella me había dejado fuera.
Maldije una y otra vez. Quería patear esa puerta.
Pero no lo hice. Había visto su rostro, como si la hubiera golpeado. No entendía por qué.
Me quede mirando la puerta, tomando una respiración profunda. ¿Por qué me det uvist e? ¿Realmente me hizo esa
pregunta? ¿Todavía seguía borracha? Parecía obvio para mí. Syd había
bebido demasiado, por lo que no podía si quiera pensar en tener sexo con ella, ni siquiera podía considerar una masturbación.
Alejándome de la puerta, di la vuelta y me dirigí hacia la planta baja. Revisé su teléfono—todavía no funcionaba—y luego comprobé las
noticias. Aún seguían llamándola la tormenta del siglo, y afuera, la nieve
estaba comenzando realmente a caer.
Hice casi todo lo posible por detenerme de comprobar a Syd, o
pensar realmente sobre lo que ella me había preguntado. Incluso llamé a
mi mamá.
Ella respondió en el segundo t imbre, sonando sin aliento. —Hola
cariño, por favor dime que no estás de camino a casa. No quiero que estés tratando de atravesar una ventisca, o que pongas a Sydney en un carro.
Mis labios se separaron en una sonrisa. —Vamos a esperar para salir,
mamá.
—Bien. —El alivio era evidente en su voz—. Tony y yo estábamos tan
preocupados de que fueras a intentar salir, y la tormenta los alcanzara en el camino.
H
79
Vagué alrededor de las varias habitaciones, parándome en la
terraza. —¿Que está pasando allí?
—Está nevando como loco, cariño —contestó—. ¿No lo está
haciendo allí?
—No. —Me moví hacía un lugar diferente—. El impacto de la nieve está por venir.
—Así que, ¿sólo son Sydney y tú?
—Sip.
Hubo una pausa. —Interesante.
Fruncí el ceño. —¿Qué se supone que significa eso?
—Nada —dijo, pero lo decía de una manera demasiado inocente—.
¿Estás cuidando a Sydney?
Pensé en la noche anterior. —Sí, siempre lo hago.
—Eso es cierto. —Otra pausa hizo que mis cejas bajaran. No
confiaba en sus silencios—. Tú sabes, ella te trata realmente bien, cariño.
Mi boca se abrió, pero no salió nada.
—Es una buena chica con una buena cabeza sobre sus hombros.
Deberías…
—Correcto —la interrumpí. No estaba teniendo esta conversación
con ella. Sólo había otra conversación que temía más que hablar de chicas con mi mamá.
Mamá se rió y luego dijo—: Oh, antes de que me olvide… Tony
quiere llevarte al club en Bethesda estamos invest igando sobre la remodelación. Quiere ver qué piensas de esto.
Me paralice por completo. Y… esta era la otra conversación. —¿Por qué?
—Porque probablemente no haremos ningún avance hasta finales
de la primavera —explicó, podía oír la TV en el fondo. Debía de estar en la oficina de casa—. El propietario se resiste y piensa que t ienen dinero
suficiente para los próximos cuatro meses, pero ya veremos. De cualquier
manera, funciona perfectamente. Puede ser tu primera remodelación.
—¿Eh?
—Te gradúas en primavera, o ¿te olvidaste de eso? —Emoción tarareo en su voz, y mi estómago se hundió—. Esto está funcionando
perfectamente. Puedes mostrarnos tu talento con el club en Bethesda.
Tony quiere llevarte allí mientras estés en casa durante las vacaciones.
80
Mis ojos se ampliaron mientras me giré hacia las ventanas. —No sé,
mamá. No tengo t iempo para eso.
—Oh, no te preocupes. Tendrás t iempo.
No dije nada.
Mamá volvió a hablar sobre el clima, pero estaba apenas escuchándola. Desde que tomó el negocio de la remodelación,
simplemente había asumido que yo sería parte de él. Al principio, realmente no tenía nada en contra. Buen dinero, mucho dinero, mi propio
horario, y podía viajar, pero no me atraía.
No era lo que quería, lo que me importaba.
Pero mamá me había enviado a la Universidad para eso. Decirle que
había algo más que quería hacer con mi vida era igual a t irar todo ese dinero en su cara, dinero que había comenzado con el seguro de vida de
mi padre.
Cerré el teléfono bastante rápido después de eso y me encontré en el sótano, sosteniendo la guitarra en mis manos, y mirando hacia la nada.
De vuelta a Syd, siempre de vuelta a Syd.
Una gran parte de mi sólo estaba confundida. Completa y totalmente confundida por su pregunta, pero ¿por otra parte? Estaba
enojado. ¿Ella realmente pensaba que me acostaba con chicas tan jodidas que no podían caminar en línea recta? Había una gran, gran
diferencia entre eso y estar borracha. ¿Era eso lo que en realidad pensaba
de mí?
El disgusto se extendió por mi cuerpo, y mi mano se apretó alrededor
del cuello de la guitarra.
Nunca me había acostado con una chica que no sabía lo que
estaba haciendo. Si incluso creía por un segundo que una chica estaba
demasiado borracha, nada pasaba. Como con Mindy. Por otra parte, la percepción era todo lo que importaba. Todo lo que Syd veía era que me
iba a casa con chicas después de beber. Me había acostado con un
montón de mujeres, por lo que no requería un gran salto de lógica pensar que me había acostado con cada una de esas chicas, y que con ella no
sería diferente.
—Mierda —murmuré, sentado en el sofá frente a la mesa de la
piscina cubierta.
Los músculos en mi estómago se apretaron. ¿Cómo podía Syd pensar que la trataría como a una aventura borracha de una noche? Sólo
la idea de eso me enfermaba. No era perfecto, pero joder, se trataba de
Syd.
81
Syd siempre se merecería mucho más que eso, y a alguien mucho
mejor que yo, no importaba cuán profundo ella viviera dentro de mí.
82
Sydney
Me quedé escondida en mi habitación hasta que estaba a
segundos de mast icar mi brazo. Para entonces, ya era el final de la tarde. Hacía horas que había dejado de llorar y sollozar, y por lo que podía ver
por la ventana de mi dormitorio, la nieve estaba comenzando a caer en ondas, y el viento estaba insoportable.
Me dirigí a la planta baja, me detuve en la parte inferior de las
escaleras y agudicé mi oído para saber dónde podía estar Kyler. Había un murmullo distante de la TV desde el sótano, así que la costa estaba
despejada. Me apresuré a través del vest íbulo, hacia la cocina.
La habitación estaba más fresca debido a las ventanas de piso-a-techo en la parte delantera. Envolví mis brazos a mí alrededor y me
acerqué al vidrio. Mirando por la ventana, observé el viento recogiendo los copos, haciéndolos girar en pequeños remolinos mientras los t iraba por el
camino cubierto de nieve. Tenía que haber varios centímetros de nieve
nueva desde la noche anterior. ¿Y se suponía que iba a empeorar?
Hombre, escogimos el peor momento para venir aquí.
Apartándome de la ventana, fui al refrigerador y lo abrí. La mamá de Kyler nos había abastecido. Alimentos y bebidas se apilaban en el
refrigerador y congelador. Pasé por alto los art ículos más complejos y fui
por el jamón y el queso. Pero antes de colocarlos de nuevo en el refrigerador, suspiré e hice uno para Kyler—jamón, queso y mayonesa
extra. No sabía si había comido o no. Incluso no sabía por qué los había
hecho, quizás la costumbre, o quizás era sólo porque, aunque Kyler me había mirado como si estuviera loca por haber preguntado por qué no se
había acostado conmigo, todavía lo amaba.
Dios, era un desastre.
Envolviendo su sándwich en una servilleta de papel, comí el mío
rápidamente y bebí una lata entera de soda. La comida se asentó de forma extraña en mi estómago y supuse que era producto de haber
bebido la mitad de mi peso en tequila. No podía creer cuánto había
tomado y que todavía estaba viva, considerando que no tenía ninguna tolerancia al alcohol.
Cuando terminé, realmente no sabía qué hacer. No quería volver arriba, pero aún no estaba lista para enfrentar a Kyler. ¿Podría haber
estado lista alguna vez después de que había intentado darle un beso y
luego fui rechazada por el chico que prácticamente había tenido su pene en casi todo? ¿Tenía su pene en alguna chica hacía dos noches?
83
Dios, eso debería haberme dado asco, pero en realidad sólo me hizo
sent ir aún más patét ica.
Mientras recorría la planta alta, pude escuchar un rasgueo o dos que
venían desde abajo. Tranquilamente, hice mi camino hacia el borde de las
escaleras que llevaban hacia el sótano.
Kyler estaba tocando la guitarra.
Apoyándome contra la pared, cerré los ojos. Él tenía talento para la música. Incluso cuando era un niño, podía tomar casi cualquier
instrumento y aprender cómo tocarlo en t iempo record. Yo, por otro lado,
hacía que los instrumentos musicales corrieran en otra dirección.
Estaba tocando una canción de Dave Mat hews, no fallando en
ninguna nota en absoluto. Una sonrisa t iró de mis labios, y escuché. Cada nota era perfecta, aumentando el tempo mientras la canción continuaba.
No sé cuánto t iempo estuve allí de pie, escuchando, pero cuando se
detuvo, me sentía desnuda.
Con nada más que hacer, me puse mis botas, chaqueta y sombrero.
Saliendo por la puerta principal, saqué los guantes de mis bolsillos y me los
coloqué. La nieve siempre me hizo sent ir mejor. Me gustaba palearla. Era raro, pero me ayudaba a pensar.
Afuera hacía un frío cruel. El viento azotaba todo el valle. No había ninguna otra casa cerca de la nuestra, nada que no sea un bosque lleno
de pinos y t ierra desierta.
Hice mi camino cuidadosamente por las escaleras, y caí al suelo. La noche anterior, la nieve había sido compactada, pero ahora llegaba a mis
pantorrillas y era húmeda y pesada. Me abrí paso por las escaleras y me dirigí al frente del garaje. Buscando, vi la pala apoyada contra la pared
debajo de las escaleras.
Suspiré.
Arrastrando los pies por la leve inclinación, agarré la pala y me giré.
Una bola de nieve cayó en mi cara. Picó como una perra.
—Jesús —murmuré, sacudiendo mi cabeza.
Arrastrando la pala a la entrada, comencé a limpiar el camino. No
había ninguna razón para ello. El viento soplaba la nieve de vuelta a la pequeña sección que había limpiado, y para cuando Sant a Nieve Maldita,
o como sea que la llamaban, finalmente llegara allí, todo estaría
completamente blanco, pero no me importaba. Me gustaba la quemadura en mis brazos y como todo parecía diferente afuera,
congelando mi t rasero y sudando al mismo t iempo.
84
Quizás tratar de besar a Kyler y ser rechazada no era tan malo.
Podría aprender de aquella experiencia. Conseguir cierta perspectiva o algo, porque probablemente había pasado tanto t iempo que debería
estar dejando ir ese estúpido amor no correspondido.
Él no me quería.
Yo lo quería.
La única manera de arreglarlo era encontrar a alguien más. Y ahí entraba Paul. Nada estaba mal con él, y antes de que Kyler me
secuestrara en el bar, había una buena posibilidad de que él me invitara a
salir. Al menos así había sonado, y según Kyler y Andrea, Paul estaba atraído por mí. No necesitaba estar nadando en cerveza para que él me
deseara, así que t iene puntos extras allí.
Lást ima que Paul no estuviera paleando nieve conmigo.
Oh, ¿a quién estaba engañando? Incluso si Paul estuviera allí, no es
como si yo no fuera a pasar todo el t iempo acostada en mi cama, o algo por el est ilo. Pero pudo haber sido la distracción perfecta.
Me detuve, quitando la nieve fuera de mi cara. Usar a Paul como
una distracción estaba realmente mal, pero si pudiera dejar a un lado a Kyler, podría enamorarme de Paul ¿cierto? Era guapo, agradable y
divert ido. Por lo que sabía, no se acostaba con todas. Teníamos metas profesionales en común.
A mi corazón no le gusta la idea, sin embargo. Como que estaba
traicionando a Kyler, o algo así, y eso era una estupidez. Pero me sentí… enferma de sólo considerándolo.
Todo en mi vida estaba dónde debía estar. Iba a graduarme en primavera, ingresar a la escuela de postgrado, y en su mayor parte, sabía
lo que quería, pero ¿en las relaciones? Perdí el bote para eso. Era la única
cosa que no podía arreglar o entender. Tenía veint iún años, en lo que a mi vida amorosa se refería, era como si estuviera atrapada en mis dieciséis.
En realidad, estaba atascada en una palabra: frígida.
Parecía estúpido estar tan afectada por un chico diciendo eso, especialmente con mis antecedentes de psicología, pero esa única
palabra resumía años de relaciones y mi propio estatus sexual actual.
No podía superar eso, al igual que no podía superar a Kyler.
Media tentada a t irarme de bruces por primera vez en la nieve,
comencé a palear con vigor. Tenía la mitad de la nieve movida a una sección decente de la entrada cuando escuche algo en la distancia.
Dando la vuelva, quité los mechones de cabello fuera de mi rostro y traté
de ver a través de la nieve.
85
¿Qué demonios fue ese ruido? No había nada aquí. Estábamos tan
lejos de la calle como para escuchar algo, y dudaba que alguien fuera a las laderas, considerando el clima. Dejé caer la pala cuando el ruido—el
zumbido de un motor—se hizo más fuerte. Todavía no podía ver nada.
Pensando que aún podía tener algo de tequila en mis venas, me di la vuelta, y entonces lo vi.
Dos pequeños faros pertenecientes a una moto de nieve estaban a un par de metros de mí, volando sobre la nieve y levantando los copos
sueltos.
Al principio, mi cerebro se negó a comprender lo que estaba sucediendo, pero el inst into se hizo cargo. El aire fue expulsado de mis
pulmones en una dolorosa embest ida. Venía rápido, demasiado rápido. Me congelé, quizás sólo por un segundo, y luego empecé a dar marcha
atrás, el pánico haciendo que mis movimientos fueran torpes.
—¡Oye! —grité, agitando mis brazos, pero el viento se llevó mi voz lejos.
¡La moto de nieve estaba dirigiéndose hacia mí! ¿No podía verme?
Mi corazón dio un vuelco.
Retorciéndome, giré y tropecé con el mango de la pala. Mis rodillas
se hundieron en la nieve y rápidamente me levanté, el miedo cortaba mis entrañas en el hielo mientras miraba por encima de mi hombro. Estaba
justo detrás de mí, tan cerca que podía ver el casco con la raya roja y
amarilla en el centro, y el protector oscuro que cubría el rostro. No podía salir del camino. Me iba a atropellar.
Una pequeña parte de mi cerebro, que no estaba totalmente vencida por el pánico, no podía creer que así iba a morir. ¿Siendo
atropellada por una moto de nieve durante una ventisca? La vida era tan
cruel.
Algo me golpeó en la cadera y me fui de cabeza. Impacté en la
parte de la entrada que había limpiado sin ninguna maldita razón.
Destellos negros llenaron mi visión y la últ ima cosa que recuerdo fue escuchar mi nombre. Luego no hubo más nada.
86
9 Traducido por CrisCras
Corregido por *Andreina F*
Sydney ebí de estar inconsciente sólo unos pocos segundos, t iempo suficiente para dejarme sint iéndome desorientada cuando
abrí los ojos con un parpadeo.
Las manos de Kyler estaban en mis mejillas, sus ojos marrones casi negros. —¡Sydney! Dime algo, nena. Háblame.
Mi lengua se sent ía como un cepillo de lana. —Ouch.
Me miró fijamente un momento y luego se echó a reír. Un segundo
después, t iró de mí hasta dejarme en una posición sentada y me atrajo
hacia su pecho. Era tan cálido que quería arrastrarme hasta él. —Jesús, me asustaste muchísimo.
¿Qué hice yo apart e de casi ser at ropellada? Enterré la cabeza en la
parte delantera de su suéter mientras me aferraba a sus costados. —Creo que he visto pasar mi vida ante mis ojos. Fue bastante poco convincente.
Su abrazo se apretó, exprimiéndome hasta que pensé que me había roto una cost illa. —No creí que te alcanzaría a t iempo, eso… —Se calló,
presionando sus labios contra mi frente fría—. Sabía que debería haber
salido cuando te vi ir a por la pala, pero sé cómo te gusta hacer esa mierda. —Hubo una pausa y luego maldijo otra vez—. Syd…
—Estoy bien. —Y lo estaba, aparte de temblar un poco y tener el
t rasero empapado y congelado—. Ellos no me vieron. Ha sido un susto.
—¿No verte? —Kyler se apartó, furia grabada en las llamativas líneas
de su rostro—. No hay forma de que ese gilipollas no te viera.
—¿Qué?
Kyler se puso de pie, llevándome con él. Yo estaba un poco
tambaleante, así que me sostuvo mientras el viento nos golpeaba,
D
87
arrojando hojas de nieve helada a nuestro alrededor. —El gilipollas tuvo
que verte. ¡Yo podía verte desde el porche!
Mi corazón tropezó. —Pero…
—Te vio. —La ira endureció su voz, dándole un filo atemorizante—.
Vamos. Entremos para que entres en calor.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba diciendo, me alzó en
brazos y se dirigió hacia los escalones del porche. —Puedo caminar —protesté.
—Esto me hace sentir mejor, así que ni siquiera discutas conmigo.
Empecé a discut ir, pero cuando abrí la boca terminé tomando una bocanada de nieve, lo que me hizo atragantarme. Atractivo. Una vez
dentro, Kyler no me bajó hasta que estuvimos en la sala de estar enfrente de la chimenea.
—¿Qué quieres decir con que la persona de la moto de nieve me
vio? —pregunté mientras él t rabajaba en los t roncos de la chimenea—. Eso significa que lo hacían a propósito.
—Eso es lo que dije —casi gruñó. Hubo una chispa brillante mientras
hacía que las llamas cobraran vida, aliviando parte del frío que me helaba los huesos—. Él te vio. No sé por qué alguien haría eso, pero lo hicieron.
Abrí la boca otra vez, pero nada salió. No sabía qué decir. No podía creer que alguien intentara atropellarme a propósito. No era como si Kyler
fuera tan paranoico, pero yo no conocía a nadie aquí, así que no era
como si hubiera tenido la oportunidad de enfadar a alguien tanto como para que quisiera atropellarme.
—No quiero que salgas sola —dijo, su espalda aún hacia mí mientras perdía el t iempo con el fuego.
—Está bien —dije, solamente porque no quería comenzar una
discusión.
Se puso de pie, sacudiéndose los húmedos copos de su pelo. —
Deberías quitarte esas ropas antes de que t e pongas enferma.
Sint iéndome un poco como un niño que se porta mal sin saber por qué, me fui a hacer lo que me pidió. Ya que era tarde y dudaba que
fuéramos a ir a ninguna parte, me puse unos pantalones de pijama de franela y una camisa de manga larga. Cuando volví abajo, Kyler se había
cambiado a unos pantalones de deporte secos y el fuego era fuerte.
Me tendió una manta y la envolví a mí alrededor, agradecida. Me sentía como si la nieve se hubiera metido en mi interior. Me senté al lado
de la chimenea contemplando las llamas lamer los ladrillos.
88
Fuera, el viento realmente empezaba a aumentar, sacudiendo la
casa. Parecía que el viento estaba encontrado cada pequeña grieta en la casa y haciendo su camino hacia el interior.
Apreté la manta más fuerte mientras me acercaba más al fuego,
temblando. Kyler me miró por un momento y luego se levantó de donde se encontraba sentado en el sofá. Cogiendo otra manta, se acercó a donde
estaba yo y se sentó detrás de mí. Me puse rígida.
—Está bien —dijo—. Tengo una idea. —Extendió sus piernas a cada
uno de mis lados y luego puso un brazo a mí alrededor. Tirando de mí
hacia atrás, envolvió la manta a nuestro alrededor—. ¿Ves? Somos como un burrito.
Me quedé en silencio, sin apoyarme en él, pero ya podía sentir el calor sobre mí. Estar tan cerca de él era angust ioso de una manera que
nunca lo había sido antes, así que me tomó unos minutos encontrar mi voz.
—Es un burrito muy bueno.
—Creo que sí. —Un par de momentos pasaron—. ¿Qué crees que la
pandilla está haciendo en casa?
Me centré en la llamas. —Probablemente pasando el rato con sus familias. Creo que Andrea iba a ir a la casa de los padres de Tanner.
—¿Están juntos? —Confusión marcó su pregunta—. Nunca sé lo que está pasando entre esos dos.
Me reí y empecé a relajarme, aflojando mi puño de nudillos blancos
sobre la manta. —En realidad yo tampoco lo sé. Es una incógnita.
—Esos dos están locos. Ni siquiera creo que hayan salido en una cita.
—No lo han hecho. No creo que hayan hecho nada, pero todavía apuesto a que terminarán casados y con un montón de bebés.
Kyler se rió entre dientes mientras se recostaba contra el reclinador
de pies que había detrás de él. —¿Sabes qué estaba pensando?
Le miré por encima de mi hombro. Tenía la cabeza inclinada hacia
atrás, exponiendo la extensión de su cuello. Tenía una garganta sexy.
Demonios, el chico lo tenía todo sexy. Una sonrisa t iró de mis labios mientras mi pecho se calentaba. —¿Qué?
—Pensaba en cambiar mi especialización.
—¿Eh? —Me reí—. Vas a graduarte en primavera, Kyler.
Sonrió mientras bajaba la barbilla. Sus ojos eran de un marrón cálido.
—¿Es demasiado tarde para eso?
89
—Probablemente. —Me moví, girándome, para quedar medio de
frente con él. Extendió una pierna, dejándome más espacio—. ¿No quieres hacer gest ión empresarial? ¿Cómo tu madre y tu padrastro?
Esos labios carnosos se fruncieron de forma pensativa. —
¿Honestamente?
—Sí. —Gestión empresarial podía sonar poco convincente para
algunas personas, pero había un montón de carreras estables en eso y dinero de por medio. Especialmente para alguien como Kyler, quien tenía
las conexiones necesarias para empezar su propio negocio, lo cual, de
acuerdo a la últ ima vez que había hablado con su madre, estaba siguiendo sus pasos. Yo intentaba no pensar en eso, porque significaba que
una vez que nos graduáramos, me quedaría en Maryland para obtener mi doctorado, y Kyler empezaría a viajar, como su madre. Después de pasar
más de media vida con él a la distancia de un brazo, no estaba segura de
cómo iba a manejar la separación.
De alguna manera me golpeó entonces, mi repentina incapacidad
para ignorar mi salvaje lujuria animal por él y mis sent imientos, que eran
más fuertes que la amistad. Nos separaríamos tarde o temprano. Mi estómago se llenó de nudos.
Sus ojos se encontraron con los míos, la expresión repentinamente seria. —No lo sé.
La verdad era que Kyler podía darse el lujo de cambiar de idea a
estas alturas del juego. Su familia tenía dinero suficiente para que él pudiera esperar a graduarse. Podía volver y hacer otra carrera. Podía
hacer nada. Mis padres no eran tan ricos como los suyos. Mi padre dirigía su propia oficina de seguros y mi madre enseñaba en la escuela privada
local, por lo que había habido un fondo para la universidad para mí, pero
si yo decidiera cambiar de opinión ahora o t omarme unos cuantos años libres antes de ir a la escuela de posgrado, mis padres me patearían el
t rasero de aquí hasta casa y otra vez de regreso.
—¿Qué quieres hacer? —pregunté, pero ya tenía una sospecha.
—¿Viajar alrededor del mundo como un playboy millonario?
—Ja. Divert ido.
Me dedicó una rápida sonrisa. —¿En serio?
Asentí.
—¿Restaurar viejos bares y toda esa mierda? No sé nada acerca de eso. No me entiendas mal. No es un mal t rabajo.
—No, no lo es. ¿Pero?
90
La luz en el techo parpadeó mientras el viento soplaba. Sonrió y
liberé la respiración que no sabía que estaba conteniendo. —Sabes que mi área de especialización secundaria es biología, ¿verdad? ¿Y que he
estado añadiendo una gran cantidad de clases de matemáticas?
—Sí —dije, relajándome contra él. Parecía estar bien con eso, porque se movió para que mi cabeza estuviera contra su pecho y sus brazos a mí
alrededor—. Simplemente supuse que algo andaba mal en tu cerebro para tomar esas clases.
Se echó a reír. —No, mi cerebro funciona de forma normal, la
mayoría de las veces. —Hubo una pausa y luego dijo—: Pensaba en ir a la escuela de veterinaria después de graduarme.
Mis ojos se cerraron cuando mi corazón hizo esa estúpida cosa de estremecerse y flotar. La mayor debilidad de Kyler siempre habían sido los
animales. Una vez, en tercer grado, encontró una paloma en el patio de
recreo. Su ala se había roto, y de dejarla sola, seguramente habría muerto. Él había comenzado una rabieta, y lo digo en serio, negándose a sentarse
en su escritorio y todo, hasta que el profesor sacó una pequeña caja.
Kyler había salido al patio y recogido al pajarito. También había hecho que su madre lo llevara al veterinario. Una paloma, una criatura por
la que nadie más habría dado una mierda. Él se convirt ió en mi héroe en ese momento.
—¿Syd? —Había incert idumbre en su voz, como si creyera que yo
podría pensar que renunciar a una carrera en la que podría hacer millones por una en la que la recuperación de la inversión inicial sería ayudar a
animales fuera una locura.
Dejé salir un suspiro tembloroso mientras me acurrucaba más cerca.
No podía tener a Kyler de la manera que yo quería. Sabía eso, aceptaba
eso. Mi versión borracha no lo hizo, obviamente, pero aun así, estaba orgullosa de llamarlo amigo. —Creo que es una gran idea.
—¿En serio? —Sonó sorprendido.
Sonreí. —Creo que es maravilloso. Es algo por lo que sientes pasión. Deberías hacerlo.
Kyler no respondió, pero sent í algo de su tensión abandonarle. Algo que realmente no había visto hasta entonces. Tal vez eso era lo que él
necesitaba. Afirmación.
Mientras nos sentábamos allí en silencio, observando las llamas crear una danza de sombras a lo largo de las paredes de madera, me di cuenta
de algo más en ese momento. Incluso aunque sabía que todo lo que
habría alguna vez entre nosotros era amistad, le amaba.
91
Oh, hombre…
Siempre amaría a Kyler Quinn.
Estaba tan jodida.
92
10 Traducido por Annabelle
Corregido por Cami G.
Sydney ronto se nos iría la luz. El viento estaba como loco afuera, golpeando la casa y los cables de luz. No entendía por qué
nadie pensó en pasar esos pendejos por debajo de la t ierra.
Las luces parpadearon durante toda la tarde. Y alrededor de las nueve, la nieve comenzó a caer tan rápido y tan gruesa, que no podía ver
absolutamente nada por las ventanas. La cosa blanca cubrió completamente las ramas de los pinos, provocando que se inclinaran
hacia abajo debido al peso. Me había ido a la cama hacía horas, pero no
podía dormir. Por mi mente pasaba de todo; yo molestando a Kyler, la moto-nieve asesina, y el largo t iempo que estaríamos aquí atascados. El
viento no ayudaba. Sonaba como si la casa se caería en pedazos sobre
mí.
Frustrada, me aparté de la ventana y ajusté el edredón que tenía
envuelto alrededor de mis hombros. Salí hacia el pasillo, no queriendo despertar a Kyler.
Pude caminar hasta la mitad cuando escuché una puerta abrirse
detrás de mí. —¿Syd?
Suspirando, me giré y casi inmediatamente comencé a babear. Kyler
se encontraba de pie en el marco de la puerta, sin camisa y en pantalones
de pijama. Su estómago… ¿por qué su estómago tenía que lucir así? Todo ondulado y duro y…
—¿Syd? —Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí—. ¿Estás bien?
—¿No t ienes frío? —Tuve ganas de golpearme a mí misma luego de
decir eso.
Sonrió. —No tenía hasta que salí de la cama.
—Buen punto. —Cambié mi peso de lado, sint iéndome como
P
93
mierda—. Lo siento. No fue mi intención despertarte.
—Está bien. —Caminó hacia mí, con toda su gloria de hombre, y lo odiaba un poco por eso—. ¿No puedes dormir?
Sacudí la cabeza mientras suprimía un bostezo. —El viento, suena
como si estuviese quebrando toda...
Un fuerte crujido me interrumpió, haciéndome saltar asustada. Desde
la ventana al final del pasillo, el cielo se iluminó con una lluvia de chispas, y luego toda la casa retumbó por varios segundos. En el techo, la luz del
pasillo parpadeó dos veces, y luego se apagó por completo, dejando el
pasillo en completa oscuridad.
—Mierda —dijo Kyler, y sent í su mano en mi espalda—, creo que el
rayo noqueó la luz. El generador de emergencia debería encenderse.
Parpadeé, intentando que mis ojos se ajustaran, pero sólo podía
dist inguir su silueta. Las luces aún no se habían encendido, pero podía
escuchar algo ronroneando, como un suave zumbido. Por las rejillas de ventilación en el pasillo salía aire, pero ni de cerca la cantidad que salía
antes, y no frenaba el frío que entraba a la casa.
Kyler maldijo de nuevo. —Quédate aquí.
—Créeme, no me voy a mover.
Lo escuché caminar de vuelta hacia la ventana. —Bueno, triple mierda. Uno de los pinos acaba de caerse, golpeando los cables de luz. —
Se giró, exasperado—. El respaldo sólo funcionará en modo de
emergencia, generará un mínimo de calor, el suficiente para evitar que las cañerías se congelen y el refrigerador, cosas así. —Se encontraba de
nuevo frente a mí. Su respiración era cálida contra mi frente—. Regresa a tu habitación mientras chequeo abajo y me cercioro de que todo esté
bien.
—De acuerdo. —Nerviosa, apreté con fuerza mi agarre sobre la manta. Mi corazón estaba acelerado—. ¿Tienes… t ienes que irte?
Su mano fue de nuevo hacia mi espalda. —Sólo serán unos minutos.
—Lo siento, pero sólo puedo pensar en esa gente que se quedó atrapada en la nieve y tuvieron que comerse unos a otros.
Kyler se rió con fuerza. —Nena, eso fue como en los mil ochocientos o algo así. Estaremos bien. Ya regreso.
—No dirás eso cuando comience a morderte la pierna como un
zombie. —Pero puse mi mano sobre la pared, ut ilizándola de guía hasta la habitación mientras él se movía a través de la oscuridad como un jodido
gato.
94
Una vez dentro del cuarto, corrí a toda prisa hacia la ventana. La
nieve caía en ráfagas, pero como había cubierto todo, el suelo brillaba en la sombría luz de la luna, ante mis ojos que se ajustaban a la oscuridad. Un
pino gigante se había part ido en dos, se veía como una gran silueta contra
la nieve. Temblé. Estar varados era lo suficientemente malo, pero, ¿tener sólo un respaldo de electricidad con la tormenta de nieve más fuerte del
siglo apenas comenzando? Creo que Dios nos acababa de cast igar.
Me dirigí de vuelta hacia la cama y gateé debajo de las cobijas,
atrapándolas contra mi barbilla. Me quedé acostada de lado, mirando
hacia la puerta. Me tensé al escuchar sus pasos unos minutos después.
Llevaba una vela y la suave luz emit ía sombras sobre los pómulos de
sus mejillas. Se sentó junto a mí, colocándola en la mesita de noche. —Lamento esto.
—¿Por qué lo lamentas?
—Venir para acá todos los años es idea mía. Podrías estar en casa, pero ahora estás estancada aquí, preocupándote de que comenzaremos
a comernos uno al otro.
Me reí ligeramente. —En verdad no pienso que nos comenzaremos a comer mutuamente.
—Bueno, espero que si lo haces, no comiences con mi cara. Me han dicho que es mi recurso más atractivo. —Pude escuchar la sonrisa en su
rostro, lo cual me hizo sonreír—. Pero nos va a dar frío, Syd.
—Lo sé, pero no es tu culpa. Me gusta venir aquí.
Estuvo en silencio durante un momento. —¿Sabes? Nunca entendí
por qué. Ni siquiera te gusta esquiar ni hacer nada parecido.
Mordí mi labio inferior. —Me gusta pasar t iempo contigo… con todos.
—Mis mejillas enrojecieron—. Simplemente me gusta hacer esto con todos.
Kyler est iró la mano y en la tenue luz encontró un mechón de mi cabello pegado contra mi mejilla y lo acomodó hacia atrás. —Me alegra
que hayas venido.
Sentí todo t ipo de calidez al escuchar eso. —Sólo porque estarías completamente solo en este momento.
Se rió profundamente, y luego lanzó la mirada hasta la ventana, donde el viento gritaba. —Nah, esa no es la única razón.
Ahora mi corazón hacía saltos estacionarios.
Kyler tomó el borde de la manta. —Hazte a un lado.
Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Qué?
95
—Se va a poner muy frío, y sé que no puedes dormir por el viento. Me
quedaré contigo hasta que te duermas. —Hizo una pausa—. Y además, sin camisa, me estoy congelando el t rasero ahora mismo.
—Está bien —tartamudeé la palabra como una idiota, haciéndole
espacio en la cama. Luego rodé hacia el otro lado, porque estaba segura de que no podría ser capaz de mirarlo en la cama.
Se deslizó debajo de las cobijas, y aunque algunos centímetros nos separaban, aún así podía sent irlo. Totalmente extraño, pero toda mi
espalda se calentó y la urgencia de echarme hacia atrás y sent irlo de
verdad era difícil de ignorar.
—¿Estás bien con esto? —Su voz sonaba como si estuviese justo en mi
oído—. Supongo que debí preguntar eso antes de meterme aquí, ¿huh?
—Sí —murmuré—. Estoy bien con esto.
—Bien. —Se acomodó en su lado, y supe que se encontraba de
frente a mí. ¡Estábamos de cuchara! Aunque no nos tocábamos, así que supongo que no contaba—. Porque creo que esta cama es mucho más
cómoda que la mía, y como que no me quiero ir.
En verdad no quería que se fuera. Esto era como el paraíso para mí. Cerré los ojos, empapándome de su cercanía como si fuese mi propio sol
personal.
—¿Recuerdas cuando hacíamos esto de niños? —preguntó.
—Sí, lo recuerdo. —Pero ahora era muy diferente. En ese t iempo,
todo había sido muy inocente, y solo éramos dos niños divirt iéndose en una pijamada. Justo antes de que quisiera saltarle encima y hacerle todo t ipo
de cosas picantes.
Y ahora pensaba en todas esas cosas picantes, como darme vuelta
y presionarme contra él, colocar mis labios sobre los suyos. Tocarlo. Que él
me tocara. Desnudarnos.
En serio necesitaba dejar de pensar en ese t ipo de cosas.
—¿Syd?
—¿Sí?
Hubo una pausa. —Prometo no acaparar todas las sábanas esta vez.
Sonreí incluso aunque mi pecho se retorció. —Espero que no.
96
No tengo idea de cómo me dormí con el objeto de mi lujuria
durmiendo a mi lado, pero debía haberlo hecho, porque pude darme cuenta que ya habían pasado varias horas cuando el viento me despertó.
Comencé a sentarme, pero no podía moverme. Cuando se me ocurrió
qué era lo que me mantenía presionada, mis ojos se abrieron de par en par y el aire abandonó de golpe mis pulmones.
El brazo de Kyler se encontraba enredado alrededor de mi cintura, pero más importante que eso, su cuerpo se encontraba completamente
pegado al mío. Cada respiro profundo y continuo que tomaba movía mi
cuerpo. Su cálido aliento bailaba junto a mi nuca, enviando escalofríos hacia mi espina dorsal. No había manera de que pudiera dormir con él
cuando se encontraba de cuchara junto a mí… esta vez de cuchara de verdad. Dudaba que incluso una monja tuviese ese t ipo de fuerza de
voluntad. Me removí hacia adelante, logrando poner un poco de
distancia entre nosotros, justo antes de que el brazo alrededor de mi cintura me sujetara con más fuerza.
Sostuve el aliento.
Kyler me arrastró hacia él, ajustando mi espalda contra su frente… jodidos conejitos… estaba excitado. Podía sent irlo a través de nuestros
pijamas, largo y grueso, presionándose contra mi t rasero.
Mi cuerpo respondió inmediatamente, pasando de dormido a,
bueno, hola t ú en cuest ión de segundos. No importaba que le dijese a mi
cuerpo que no, o que en verdad no tuviese idea de qué hacer con todo eso. Mis venas se llenaron de calor y, sin poder evitarlo, una molest ia
golpeó mi centro.
Esto no era para nada parecido a las pijamadas que teníamos
cuando niños.
—¿Kyler?
Murmuró algo y se las arregló para acercarse aún más, con su
barbilla moviéndose hacia la sensible área entre mi cuello y mi hombro. Mi
cuerpo se llenó de escalofríos. Puede que hasta haya dejado de respirar. El brazo alrededor de mi cintura se movió, y su mano comenzó a descender
hacia mi estómago bajo. El movimiento causó que mi blusa subiera, exponiendo un poco de mi piel. Con el corazón lat iendo a mil contra mis
cost illas, mordí mi labio hasta saborear la sangre.
Los dedos de Kyler acariciaron mi piel desnuda, causando que brincara hacia atrás. Un profundo y sexy sonido salió de él y rodó sus
caderas hacia adelante, presionándose contra mí mientras sus dedos se
expandían, deslizándose dentro de las elást ica de mis pantalones. Ya que nunca fui fanática de llevar ropa interior al dormir, me encontraba
completamente desnuda debajo de mi pijama, y sus dedos se
97
encontraban muy, muy cerca.
Tenía que estar soñando, porque esto no podía estar sucediendo, pero no quería despertar nunca más.
Sus cálidos labios frotaron mi cuello. Al principio pensé que había sido
por accidente, pero luego su boca encontró mi pulso, dejando un ardiente beso allí. Luego comenzó a darme pequeños besitos, moviéndose hasta mi
garganta. Me moví inconsciente, exponiendo más mi cuello al arquearme contra él, luego sus caderas se comenzaron a mover en lentas y sensuales
arremetidas que dejaron mi cabeza dando vueltas.
Probablemente alguien me había cambiado, y ahora era otra mujer.
Y entonces, su mano se deslizó mucho más abajo, frotando mi centro
y el nudo de nervios que se encontraba allí. Intensas y exquisitas sensaciones pulsaron, robándome toda habilidad de formar pensamientos
coherentes o reconocer lo que en verdad sucedía. Mi cuerpo pasó a
trabajar en piloto automático, sacando a mi cerebro de la ecuación. Me incliné hacia atrás, separando las piernas mientras él acariciaba el área
más sensible de mi cuerpo. Parecía tan fácil para él saber qué hacer. Un
dedo dividió la humedad entre mis piernas, moviéndose lento y profundo. Dentro. Fuera. Oh Dios. Cada espacio de mi cuerpo palpitaba. Mis ojos se
encontraban abiertos, pero no podía ver nada. Intenté mantenerme en silencio, pero un gemido ronco se me escapó.
La maravillosa mano se detuvo y el pecho contra mi espalda se
levantó de golpe. —¿Syd?
—¿Sí? —No me moví.
Kyler se echó hacia atrás, y la cama se hundió cuando saltó fuera de ella.
Mierda, nunca antes había visto alguien moverse tan rápido. Rodé
hacia un lado y comencé a levantarme, pero la mirada en su rostro me detuvo.
—Mierda. Lo siento tanto. —Su voz era rasposa… profunda y
gruesa—. Estaba dormido. Pensé que estaba soñando. ¡Mierda!
La decepción se propagó tanto que rápidamente aplastó el deseo.
Había estado dormido… completamente dormido. No medio dormido, como si eso fuese mucho mejor, pero al menos así hubiese estado medio
consciente de lo que había estado haciendo.
¿En qué estaba pensando? ¿Que se había levantado en medio de la noche y decidió que ya no podía resist irse más a mí y a mi ardiente
cuerpo? Probablemente había estado soñando con Sasha la Sexy de la
casa de alojo principal.
98
—Di algo, Sydney, por favor.
Ante la ansiedad que se podía escuchar en su voz, me di cuenta lo estúpida que había sido, lo estúpida que continuaba siendo. Cerré los ojos
con fuerza. —Está bien. No pasa nada. Todo está bien.
No hubo respuesta, y luego de varios minutos, abrí los ojos, escaneando la habitación en busca de Kyler. Estaba vacía. Me
encontraba sola junto al implacable viento.
99
Kyler Jodida mierda, no había palabras para lo que acababa de hacer.
No podía creerlo.
Mi corazón se encontraba lanzándose a sí mismo contra mis cost illas
al cerrar la puerta de mi habitación y alejarme de ella. Me senté en la cama, pero fue más como que caí sobre ella, porque mis piernas se
sent ían débiles.
Eso no est aba bien. Era un gran problema. Y nada estaba bien.
Me encontraba duro y pulsante, y al mismo t iempo me sentía
enfermo. ¿Cómo pude haber hecho eso dormido? Había una respuesta
muy simple, pero aún así. Había estado soñando con ella, con Sydney. Luego de verla ayer en sostén y bragas, y luego de lo de anoche, no era
sorpresa que se encentrara protagonizando mis sueños porno. Mierda. No era la primera vez que tenía esa clase de sueños con ella, pero, ¿ponerme
en acción?
Tuve mis manos sobre ella y mis dedos dent ro de ella… dentro de Syd.
—Oh, mierda.
¿Qué hubiese pasado si no me despertaba? ¿Cuán lejos hubiese
llegado? Ella era intocable para los t ipos como yo.
Comencé a levantarme de nuevo, para ir hasta ella y disculparme de nuevo, pero me forcé a mí mismo a quedarme sentado, porque
mientras el shock iba desapareciendo, recordé lo que me había
despertado de uno de los mejores sueños que había tenido en una largo t iempo, que resultó no ser un sueño.
Syd había hecho un sonido.
Y el sonido no era nada parecido a miedo o disgusto. Cada célula
de mi cuerpo reconoció ese entrecortado gemido bajo. Lo disfrutó. Mejor
aún, Syd parecía como si hubiese estado despierta desde hacía mucho. Tuvo que haber sabido lo que estaba haciendo, y no me detuvo.
Mierda, no me detuvo.
No sólo no me había detenido, también había estado muy mojada. Y cielos, sabía muy bien lo que eso significaba. Por primera vez en mi vida,
no tenía idea qué hacer con eso. Mi cerebro no podía digerirlo, aún cuando mi cuerpo sabía exactamente qué hacer.
100
Cayendo sobre mi espalda, gruñí y el sonido hizo eco en la
habitación. Miré hacia el techo fijamente, sabiendo que era más probable que me salieran alas y comenzara a volar antes que lograra volver a
quedarme dormido esta noche tan jodida. Especialmente, cuando cada
parte de mí quería volver a su cama y retomar donde lo dejamos.
101
11 Traducido por Anelynn
Corregido por Joss
Sydney yler me evitó al día siguiente como si fuera una chica fea que llevó a casa mientras se tambaleaba desde un bar y no pudo
quitársela de encima. Toda la cosa estaba cerca de los diez
niveles de incomodidad y de un sótano lleno de alguien-máteme-ahora.
Mientras nos hacía unos sándwiches fríos por segundo día
consecutivo, se detuvo al borde de la cocina, y cuando le entregué su plato y nuestros dedos se rozaron, arrebató la mano, golpeando el plato
fuera de mi mano. Jamón con miel y queso suizo volaron. La mayonesa se
salpicó a lo largo del bonito embaldosado.
—Mierda —dijo, y había estado diciendo eso mucho últ imamente. Se
arrodilló y comenzó a levantar el desastre—. Perdón por eso.
Me quedé ahí parada, con las manos temblando. Quería llorar. Como un gordo y enojado bebé quien quería ser alimentado del llanto.
Murmurando algo que ni siquiera entendí, fui hacia la encimera y agarré algunas servilletas de papel. Con toda la intención de ayudar —y de
alguna manera limpiar el desastre más importante— regresé a donde él
estaba y me agaché.
En ese preciso segundo, Kyler se puso de pie, y la cima de su cabeza
se golpeó contra mi barbilla, chasqueando mi cabeza y haciéndola
retroceder. Dolor agudo estalló a través de mi mandíbula mientras me caía de espaldas, soltando las servilletas de papel mientras Kyler maldecía con
la palabra joder saliéndose del est ilo. Poniéndose de pie, t rató de agarrarme, pero las leyes de la gravedad se hallaban totalmente en mi
contra. Choqué con la mesa de la cocina de roble cayendo con mi
pesado culo, sacudiéndola. Ubicado en el centro estaba un florero que su mamá le había encargado desde hace más de cinco años, el cual
comenzó a tambalearse de un lado a otro.
K
102
Me di la vuelta, t ratando de agarrar el estúpido trabajo de arte de
color morado y rosa. Era como una de esas películas realmente malas donde una serie de accidentes se dirigen a que algo invaluable sea
destruido. Prácticamente bombardeé la mesa, atrapando el florero un
segundo antes de que haya cometido suicidio.
—Oh mi Dios —susurré, sin aliento.
Kyler apareció a mi lado, ayudándome a enderezarme sin hacer más daños corporales. —¿Estás bien?
No podía sentir mi barbilla. —Estoy bien.
Tomó el florero de mi mano y esperó hasta que me alejara de la mesa antes de ponerlo otra vez en su sit io. —Lo siento. Pude haber sacado
tus dientes del golpe.
No había nada que pudiera decir, así que me quedé ahí, t ratando
de no hacer contacto con nada.
—¿Estás bien?
—Tengo una cabeza dura.
Entonces la incomodidad de la década regresó. Ambos nos miramos
el uno al otro.
El calor t repó a mis mejillas, lo cual era asombroso porque estaba tan
malditamente helado en la casa.
Kyler fue de regreso hacia el desastre y agarró las servilletas de
papel. Comencé a hacerle otro sándwich. —No lo hagas —dijo, mirando
sobre su hombro—. Me haré uno yo mismo.
No sé por qué eso me picó como una avispa gigante de caoba que
hubiera aterrizado en mi nariz, pero lo hizo. Dolió, cortó directamente atravesándome. El apetito se murió, dejé la cocina y caminé sin rumbo fijo,
terminando en el invernadero al otro lado de la sala.
Estaba helando en esta habitación, con las ventanas de cristal del suelo al techo. Acurrucándome en mi pesado suéter, me senté en una de
las sillas de mimbre, me quedé mirando fuera, al patio cubierto de nieve. El
viento azotaba la nieve, creando montones de al menos un metro ochenta de alto contra el cobert izo en la parte de atrás. Más allá de eso,
el bosque trepaba. Podía ver las colinas en la distancia, balanceándose una y otra vez mientras el viento las azotaba.
Tomé una profunda respiración y la dejé salir lentamente. No pude
evitar pensar en cómo iba a ser cuando finalmente saliéramos de aquí. ¿Nuestra amistad alguna vez sería la misma? No pude ver cómo sería.
—¿Syd?
103
Levanté mi cabeza con el sonido de la voz de Kyler. Se encontraba
parado justo en la entrada del invernadero. —Oye.
Recorrió su mano a través de su cabello. Algo que ha estado
haciendo todo el día, porque su cabello estaba adorablemente
despeinado. —Lo siento sobre lo que pasó en la cocina.
Todo mi cuerpo se sint ió como si se hubiera resbalado en un
exprimidor de frutas. —Puedes parar de disculparte. Fue un accidente. Estoy bien. Tú también. Nada está roto.
—Dejaste tu sándwich en la cocina.
—No tengo hambre. Iré por él después.
Me miró por un largo momento, entonces apartó su mirada hacia las
ventanas. —Está loco allá fuera, ¿verdad?
Seguí su mirada, sint iendo cerca las lágrimas. —Sí lo está.
Un par de segundos pasaron, entonces se sentó junto a mí. Se inclinó
hacia delante, dejando caer sus manos en sus rodillas dobladas. —Sydney, sobre anoche…
—Por favor no te disculpes otra vez. ¿De acuerdo? —No creía que
pudiera soportar si lo hiciera.
Kyler se tensó. —¿Cómo puedes estar bien con eso? Te manoseé en
mi sueño. Espera, no sólo te manoseé. Te estaba t ocando.
La forma en que lo dijo me hizo pensar en esas muñecas de los
servicios sociales que les muestran a los niños cómo entrar en sus oficinas.
Agh. Mi mirada viajó hacia su perfil. Por centésima vez me encontré a mí misma deseando que las cosas fueran más simples entre nosotros.
Me echó un vistazo. —Eso no era lo que intentaba cuando fui a la cama contigo anoche. Sólo quiero que sepas eso.
Respiré bruscamente. Bueno, si pensaba que mi corazón no podía
soportar algo más de esto, había estado tan, tan equivocada. —¿Fue tan malo?
—¿Qué?
Apartando la vista, me puse de pie y caminé hacia la ventana. Tal vez sólo necesitaba hacer crecer algunos ovarios y confrontar esto de
frente. Obviamente, ya estábamos dañando nuestra amistad. La única forma de repararla era si pasábamos esta mierda. Psicología 101. La
evitación era la parte divert ida y fácil, seguida de la negación, pero
ninguna jamás funcionaba. Necesitaba decir que estaba atraída hacia él, que lo deseaba. Tal vez una vez que aclaráramos el aire, yo podría seguir
104
adelante. La honest idad siempre era la mejor ruta a tomar, pero no estaba
segura de que pudiera hacer crecer unos ovarios así de grandes.
Pero si no lo hacía, entonces seguiríamos de esta manera. Teniendo
conversaciones forzadas.
Lo oí tomar una respiración. —Estás pensando algo —dijo—. Estás pensando en algo realmente importante. Si estás cabreada conmigo por
lo de anoche, puedes decirme en vez de tratar de proteger mis sent imientos. Lo entenderé. No…
—No estoy enojada contigo. —Lo enfrenté, doblando mis brazos.
Apartó la vista—. ¿Cómo podría estarlo cuando traté de besarte cuando estaba borracha? Eso me haría un hipócrita.
—Eran dos situaciones totalmente diferentes, Syd. No intentaste agarrar mi polla.
Lo habría hecho si hubiera tenido mejores reflejos mientras estaba
intoxicada. Esa era la verdad—no es algo que admit iría, pero tenía que sacarlo. —¿Por qué paraste anoche?
Me miró como si estuviera loca. —¡Estaba durmiendo, Syd! Infiernos,
¿pensaste que me incomodaste mientras estabas borracha? Yo sí lo hice.
—No me importó. —Mi voz salió débil, apenas un susurro.
Kyler retrocedió.
Sacudí mi cabeza. —No estaba dormida, Kyler. Sabía lo que hacías.
—Ahora realmente me miraba, y me quedé sin aliento. Era ahora o nunca.
Todos esos momentos habían dirigido a esto. Podría decirle que estaba contenta de que se había detenido, decir algo estúpido y cambiar el
tema. O le podía decir lo que quería, lo que he estado deseando por tanto t iempo. Si lo hacía, no había vuelta atrás.
—Sydney. —Su voz llevaba una advertencia.
Tomé una profunda respiración. —Quiero lo que las otras chicas han tenido.
—¿Qué? —Sus ojos se ampliaron, oscureciéndose.
Mis mejillas ardían como si me estuviera dando baños de sol en el infierno. —Quiero eso, te quiero a t i. Quiero estar contigo. —Lo observé
levantarse y pensé por un segundo que iba a dejar la habitación. Nudos se formaron en mi estómago, tan apretados que pensé que vomitaría, pero
sólo se quedó ahí—. No te estoy pidiendo que seas mi novio o que te cases
conmigo. Sé que no t ienes relaciones. Sé que no estás en ese t ipo de cosas.
—¿Y tú tampoco? —La burla fluía en esas palabras.
105
Ahora todo mi cuerpo flameaba. Lo dijo como si yo fuera la Srita.
Conservadora de EEUU. Me hizo ir a la defensiva, y la necesidad de probar que no era una frígida buenilla me golpeó duro.
—No contigo. Sólo te quiero. Por una noche. Eso es todo.
Kyler se quedó muy quieto. No creía siquiera que respirara. Entonces sus ojos se entrecerraron en mi dirección.
—¿Eso es lo que quieres?
Mis manos se torcieron enfrente de mí y susurré—. Sí.
—¿Y eso es todo? —Rondó un paso hacia adelante, y mi corazón
tropezó mientras yo retrocedía un paso—. Dilo un poco más fuerte, Syd.
Con la garganta seca, tragué y fui con un mínimo más fuerte. —Sí.
Dio otro paso, y me encontré a mí misma retrocediendo hasta que golpeé la ventana de cristal. Una lenta sonrisa depredadora adornó sus
labios, y el calor inundó mis venas en una carrera irritante. —¿Desde
cuándo?
Las palabras eran tan difíciles de formar. —Por… por un t iempo.
—¿Cuánto t iempo?
—Un largo t iempo.
Sacudió su cabeza. —Eso no me dice mucho.
—El t iempo suficiente —dije.
—¿Y qué es lo que quieres, otra vez?
No estaba segura si podía hablar, no cuando me miraba así. —Tú.
—Vas a tener que ser un poco más minuciosa que eso, nena. —Se paró enfrente de mí, y tuve que est irar mi cuello para ver su expresión—.
Esperando…
¿De verdad iba a hacerme entrar en una tesis minuciosa? Empecé a
apartar la vista, pero sus dedos cayeron en mi barbilla, sosteniendo mi
mirada hacia él. Su ceja se arqueó. —Te… quiero.
Su mirada cayó, y aunque yo usaba un pesado suéter me sentí
desnuda y vulnerable. Me estremecí y mis pezones se endurecieron. Todo
en mi estaba endurecido. —Ya dijiste eso. También dijiste que quieres lo que las otras chicas han conseguido. ¿Sabes lo que es?
Asentí lo mejor que pude.
Kyler bajó su cabeza así que sus labios se encontraban a pocos
centímetros de los míos. —Follé a esas chicas. Eso es todo. Sin ataduras. Sin
compromisos. Nada. ¿Y eso es lo que quieres? ¿Quieres que te folle?
106
No. Yo quería más, mucho más. —Sí.
Respiró bruscamente mientras dejaba caer su mano. Ira parpadeó a través de su sorprendente cara—ira real, brillando en sus mejillas. Supe que
lo había jodido.
Decepción chocó contra mí con la fuerza de una bola de demolición. Eso era todo. Me rechazaba otra vez. La parte posterior de mi
garganta ardía con la rotundidad de eso, porque eso era todo, no podía ser más claro que el aire. Me quería patear a mí misma en la cabeza. Yo
misma había buscado esto y lo más probable es que arruinaría nuestra
amistad, esta vez de verdad. Al diablo con la psicología. Debería haber cont inuado con toda la cosa de evitar.
—Date la vuelta —ordenó.
Parpadeé. —¿Qué?
—Date. La vuelta. —La autoridad en su voz hizo que un temblor me
atravesará, pero estaba congelada allí, levanté la vista hacia él. Sus ojos eran más amplios ahora, y destellaban como un ónix pulido. Estaba
atrapada en su mirada—. No voy a volver a decírtelo.
Parte de mí quería preguntarle que pensaba hacer si yo no escuchaba, pero me di la vuelta, porque había visto el calor en sus ojos. Tal
vez estaba alucinando todo esto. Tal vez había intentado correr de la habitación y había caído y golpeado mi cabeza. Todo era posible. O tal
vez había conseguido una contusión en la motonieve de la muerte y el
golpe anterior que me había dado la cabeza dura-como-el-infierno de Kyler.
—Así como lo hago. —Su pesada y profunda voz me hizo saltar. Riendo entre dientes, cepilló la mata de cabello de mi cuello—. Algunas
veces de pie, algunas veces contra la pared así, o algunas veces en
nuestras rodillas, conmigo detrás de ellas.
Oh. Mi. Dios. Me había convert ido en la reina de las pervert idas, pero
siempre me había preguntado como lo hacía. Miré fijamente hacia afuera
a la nieve, pero realmente no veía nada. El calor floreció abajo en mi estómago, corriendo a través de mis venas. Lamí mis labios y ent onces me
mordí el labio inferior mientras una mano acariciaba mi cadera antes de instalarla en la curva de mi cintura.
—No lo hago de ninguna otra manera, no con las chicas con las que
sólo follo. —Otra mano llegó al otro lado, sus dedos juntando el material—. ¿Y eso es lo que quieres, Syd? ¿Quieres que te folle desde atrás?
Mi aliento subió y un profundo dolor comenzó entre mis muslos. —
Yo…
107
—¿De qué forma? —preguntó, y se movió más cerca. Sus labios
rozando mi mejilla, y lo pude sentir en mi espalda aunque no se presionaba contra mí—. ¿Quieres hacerlo así? O podemos hacerlo sobre nuestras
rodillas. Estoy bien de esa forma también.
OhDiosOhDiosOhDios… No tenía idea que decir. La única vez que había tenido sexo, fue la postura del misionero, y honestamente no sabía
cómo funcionaría esto con la diferencia de estatura o…
—Estás pensando, Syd. ¿Cambiaste de opinión?
¿Era eso lo que él quería? O sólo esperaba eso de mí, ¿Por qué
había escuchado lo que dijo Nate? Yo era frígida, y las chicas frígidas seguro como el infierno no hacían est o. Cerré mis ojos con fuerza. —Así.
Una maldición murmurada salió de él, y mis ojos se abrieron de golpe. ¿Era eso la cosa equivocada de decir? Pero entonces sus manos
empuñaron mi suéter y antes de que pudiera decir “orgasmo”, me había
quitado el suéter justo sobre mi cabeza.
Y entonces estaba parada ahí en mis vaqueros y sostén. No el sostén
con relleno amplio —gracias a Dios— pero un sostén. Mierda, íbamos a
hacer esto—lo iba a hacer conmigo. Íbamos a follar. Se contoneó un poco hacia mí. No había nada romántico sobre eso, nada dulce y cariñoso.
Follar sólo eso—follar. Y él no parecía part icularmente feliz sobre nada de esto.
Todo esto estaba mal.
Las manos grandes de Kyler cayeron en la piel desnuda de mis costados, y me sacudí con el contacto. —Pon las manos en el cristal, Syd.
Todos los pensamientos huyeron de mi mente mientras el calor se expandía profundo dentro de mí. Mi cuerpo respondió
desvergonzadamente a su orden y al t imbre profundo de su voz. El cristal
estaba frío debajo de mis palmas.
—Bien. —Una mano vagó sobre mi piel, moviéndose justo debajo de
mi ombligo y sobre la banda de mis vaqueros. Sus manos se aplanaron—.
Mantén tus manos en la ventana.
Me jaló hacia él mientras parecía inclinarse sobre mí, así que estaba
ligeramente inclinada y apretada contra él, pero todavía tocando la ventana. Pude sentirlo caliente y duro presionando en mi espalda, y la
sensación vibró a través de mis venas.
—Deberías haber dicho algo antes, que eso era todo lo que querías. —Había tensión en sus palabras, un duro filo que no entendía.
Definit ivamente estaba cabreado, pero hacía esto.
108
Confusión y lujuria se arremolinaron dentro de mí, y no sabía cuál
camino tomar.
Su otra mano comenzó a moverse, tocando por encima y a lo largo
de mis cost illas, enviando escalofríos a través de mí. —Te habría… ayudado
hace un largo t iempo —dijo.
No podía pensar, no cuando su mano vagó sobre la parte de arriba
de mi estómago y entonces sobre la copa de mi sostén. Un gemido se escapó de mí mientras mi espalda se arqueaba. —Kyler…
—Mierda. —Su mano se quedó ahí mientras sus caderas se
presionaban hacia adelante. Con su otra mano todavía sujetándome en el lugar, no había escape al lento y tortuoso bombeo o lo que significaba. No
es que quisiera. Me empujé retrocediendo contra él y gimió profundo en su garganta.
Su mano se alejó de mi sostén, y lloriqueé. Pero entonces alcanzó
entre nosotros, con dedos increíblemente diestros, deshizo el sostén más rápido de lo que me tomó abrocharlo.
El material se deslizó de mis brazos y me solté de la ventana el t iempo
suficiente para que el sostén golpeara el piso. El frío aire golpeó mi pecho, abatiéndose con el calor mart illándome desde adentro.
No estaba frente a mí, pero sabía que me miraba. No le tomaba mucho ya que era muy alto. Había un ligero reflejo de nosotros en la
ventana, y pude sentir la intensidad de su mirada. Las puntas de mis
pechos se endurecieron aún más, volviéndose casi doloroso.
Entonces sus manos estaban en mí, y todo mi cuerpo soltó chispas.
Sus dedos se movieron sobre mí, suavemente explorando la hinchazón de mis pechos, burlándose de las puntas. Bajó sus labios hasta el lugar debajo
de mi oreja, presionando allí un pequeño y caliente beso. —Maldición,
Sydney.
Sus dedos atraparon mi pezón y grité, moviendo mis caderas hacia
atrás contra las de él en una silenciosa súplica. Dejando un sendero de
besos por mi cuello, sobre la cuesta de mi hombro, y a todo lo largo, siguió tocándome hasta que mis pechos se sint ieron pesados e hinchados. No
había sido así con Nate.
Kyler mordisqueó un lado de mi cuello. —Tú… mereces algo mejor
que esto, nena. Maldición, mereces algo mejor que esto.
Estaba bastante segura que tenía exactamente lo que merecía—y felizmente, también. Una de sus manos dejó mis pechos y viajó hacia abajo
por mi estómago. Con un movimiento rápido de sus dedos, deshizo el
botón de arriba y deslizó su mano en mis vaqueros.
109
—Dime que pare —dijo, besando mi mandíbula—. Dime.
—No —exhalé—. No quiero que pares.
Murmuró algo más allá de mi entendimiento, y entonces besó donde
mi pulso lat ía. Su mano se deslizó debajo de mis bragas, entonces me
acunaba con sus dedos largos. —Estás tan lista para mí, ¿verdad?
Me sonrojé, un poco avergonzada porque estaba muy list a, pero
entonces movió su pulgar contra mi centro, y grité su nombre, temblando mientras el placer dulcemente intenso se alzaba tan rápido que estaba
mareada.
—Dios —gimió, sus caderas apretándose contra mí, mientras trabajaba su dedo dentro de mí lentamente—. Sigue diciendo mi nombre
así y esto se va a terminar antes de que comience.
—Kyler —supliqué, porque en serio, estaba en el punto de comienzo.
Su dedo se enganchó, y ya estaba tan cerca. Comenzó un ritmo
lento que era tan suave que bordeaba a la locura. —Estás tan apretada —dijo, y nunca había oído su voz así. Cruda. Primaria—. Demonios, nena, ¿no
lo has hecho desde…?
Sacudí mi cabeza. —No. No desde él.
—Eso es lo que pensé, pero… —Se estremeció, pero su mano… su
dedo no rompió el ritmo. El lento y constante empuje construyó un fuego dentro de mí que rápidamente se extendió. Mis caderas se movieron
contra su mano, y pude escuchar sus suaves respiraciones en mi oído, y
cada vez que sus caderas se presionaban contra las mías, me llevaba un paso más cerca a la liberación. Cada músculo se apretó, y yo iba a
explotar, iba a…
Un ruidoso chasquido se sonó a través de la habitación como un
rayo, y la venta enfrente de nosotros explotó.
110
12 Traducido por noenatale
Corregido por Karool Shaw
Sydney
idrio y nieve volaron por el aire mientras dejaba escapar un
grito de sorpresa. Esa no era la clase de explosión que había estado buscando.
Kyler se volteó, ut ilizando su cuerpo para cubrir el mío, pero no antes de que pequeñas chispas de dolor estallaran en mi pecho y estómago. Di
un grito ahogado cuando aire frío rugió en la habitación y el viento nos
envolvió. Una lámpara de pie se vino abajo. Las pinturas en la pared se sacudieron.
—¡Mierda! —gritó, llevándonos hacia abajo de manera que se inclinaba sobre mí—. ¿Estás bien?
—Sí. —Cuidadosamente me apoyé en el suelo húmedo y frío—. ¿Tú?
—Estoy bien. —Sus manos se deslizaron a mi espalda desnuda, y entonces colocó mi suéter sobre mí, envolviéndolo alrededor de mis
hombros—. Quédate aquí. ¿De acuerdo?
Asentí mientras t iraba del suéter. Poniéndome rápidamente de rodillas junto al sofá de mimbre, miré sobre mi hombro. Kyler se puso de pie
lentamente, con las manos en puños a sus costados. —¿Qué sucedió? —pregunté, temblando.
Se acercó a la parte rota del vidrio. Una sección entera había
desaparecido. Bordes dentados salían desde el panel de madera. —No veo nada ni nadie allí fuera.
—¿Nadie?
—No hay árboles tan cerca como para hacer daño a la parte
trasera de la casa.
—Pero el viento…
V
111
—El viento es lo suficientemente fuerte para volar una rama caída, y
no hay ramas ahí abajo. —Se dio la vuelta, cepillando el cabello de su cara. Al verme acurrucada contra el sofá, su mandíbula se endureció—.
¿Segura que estás bien?
Acerqué mi suéter, ignorando el fuerte escozor mientras rozaba ciertas áreas. Había asuntos más importantes. Como, por ejemplo, por qué
acababa de estallar una ventana. —Estoy bien, de verdad. ¿Qué piensas que sucedió?
Kyler negó con la cabeza mientras se arrodillaba frente a mí. —No lo
sé. ¿Quizás la ventana se encontraba tan fría qué cuando... —¿Se est aba sonrojando?—, cuando presionaste contra ella, se destrozó? No lo… ¿Qué
demonios?
Mi corazón dio un vuelco. —¿Qué?
Se inclinó hacia la derecha y recogió algo que yacía en el piso. En su
palma abierta, vi un pequeño perdigón redondo. —Hijo de puta. —dijo, poniéndose de pie y girando en un ágil movimiento que le había visto
hacer al bajarse de una tabla de snowboard—. No soy un ávido cazador ni
nada, pero esto es igual a un maldito perdigón.
—¿Qué? —Mi grito tuvo que haber estallado sus t ímpanos—. ¿En
serio?
Asint ió. —Cómo joder a un pato, así luce.
No lograba creerlo. —¿Pero las escopetas no hacen que las balas se
ext iendan? ¿No nos habría golpeado?
—No lo sé. —Inclinó la cabeza hacia atrás, y los bordes de su cabello
castaño rozaron el cuello de su sudadera—. Si alguien apuntó a la parte superior de la ventana, es posible que el t iro no nos hubiera dado.
Temblé nuevamente, y esta vez no era por el frío. —¿Realmente
piensas que nos apuntaban?
Kyler no dijo nada.
—Es una locura. —susurré, y después añadí, más alto—: ¿Crees que
es buena idea estar parado frente a la ventada, de ser el caso?
—Nadie está ahí fuera, y ninguno de los dos estaba prestando
atención antes…. Cualquiera pudo estar parado directamente en la entrada, por lo que sabemos.
—¿Mirándonos? —Me hallaba caliente y fría a la vez. Nuestros ojos se
encontraron, y luego desvié la mirada, tragando ante las repentina náuseas. Había estado con los pechos descubiertos y su mano se
encontraba... ¿Alguien pudo haber estado viendo eso?
112
¿Alguien con muy mala puntería?
—¿Pudo haber sido un t ipo cazando? —pregunté, esperanzada.
Sus cejas formaron una profunda V. —¿Con este t ipo de clima? Hay
una tormenta de nieve allí fuera.
—Es West Virginia. La gente caza aquí en toda clase de condiciones.
Kyler se volvió hacia el panel roto de la ventana. —Si ese fuera el
caso, un oso estaría congelándose en nuestro techo.
Habría creído más eso antes de que alguien en realidad nos había
disparado; pero después del t ipo en la moto de nieve, no me encontraba
tan segura de poder considerar que esas dos situaciones fueran coincidencias. Pero no tenía sent ido. No podía imaginar a nadie tan
enojado con nosotros. El miedo me recorría, sin embargo, tan helado como el viento.
¿Y si ese disparo había sido en verdad a propósito?
113
Kyler Una jodida rabia hervía en mi sangre, donde, momentos previos, una
clase diferente de ira me había estado encendiendo desde dentro. Lujuria alimentada por una incrédula indignación y furia. ¿Syd me deseaba para
follarla como algo de una sola noche? ¿Como si fuera sólo bueno para eso, y eso fuera lo suficientemente bueno para ella?
Qué. De. Monios.
Pero en realidad, eso no era lo de mayor urgencia por el momento. Tendría que lidiar con ello más tarde.
Mi mirada recorrió la ventana destrozada, parando en la esquina
superior izquierda. Había un pequeño hoyo y el cristal fisurado desde ese punto, formando una tela de araña que se expandía por el borde del
fragmento irregular.
Apostaría mi glúteo tatuado en rojo que había más pequeños hoyos
en la parte exterior, cercana a la fascia y las cunetas. Alguien había
apuntado con una jodida escopeta a la casa. Si habían estado intentar darnos a alguno de los dos, era incierto. No había manera de controlar un
perdigón, pero la mayoría de la gente conseguía dirigirlo en la dirección general que querían.
Hijo de puta.
Quienquiera que fuese responsable de esto ha estado afuera, mirándonos durante Dios sabe cuánto t iempo. Lo habrían visto todo. Syd
había estado parcialmente expuesta.
Mis manos se curvaron en puños mientras el calor viajaba por mi columna. Iba a matar a alguien.
—¿Está bien si me paro? —preguntó Syd.
Asentí, y luego miré sobre mi hombro mientras se ponía de pie. Lucía
increíblemente pequeña estando allí, sosteniendo el pesado suéter contra
su pecho con los hombros encorvados. La rabia me dio un puñetazo en el estómago, seguido rápidamente por el profundo sabor del miedo, la clase
de temor que jamás había experimentado anteriormente.
Syd pudo haber salido last imada, o peor. Era la segunda vez en cuest ión de dos días. Horror y furia mezclaban en mi interior, formando una
bola tangible que se asentó en mí estomago. Pude haberla perdido, y honestamente no sabía lo que sería la vida sin Syd. Ni siquiera quería
pensar sobre eso.
114
—¿Segura que estás bien? —pregunté nuevamente—. No estás
herida ni nada, ¿cierto?
Negó con la cabeza lentamente. —De verdad estoy bien. Sólo un
tanto asustada.
Pasé los dedos a través de mi cabello. —Quiero que te quedes fuera de esta habitación, Syd. Demonios, permanece jodidamente lejos de
todas las ventanas.
—De acuerdo. —Avanzó hacia la puerta, deteniéndose.
Nuestros ojos se encontraron, y un dulce rubor se expandió por sus
mejillas y bajó por su garganta, al borde del suéter que aún sostenía. Quería ir a ella y tomarla en mis brazos y decirle que todo iba a estar bien,
pero no me moví.
Apartó la mirada primero, mordiendo su labio inferior. Me volví hacia
la ventana con rigidez, sabiendo que debía decir algo —algo acerca de lo
que había sucedido entre nosotros. Debajo de la rabia y el miedo por Syd, la lujuria todavía hervía, pero no había nada que decir en este momento o
nada que estuviera dispuesto a decir, al menos.
Sentí —más que oír— que Syd abandonaba la habitación, y eso me puso más tenso. Posiblemente ser disparado te asesinaba la libido.
Necesitaba llamar a alguien —la policía estatal— y ver qué debíamos hacer. Las probabilidades de que alguien hiciera una
invest igación eran pocas, pero necesitaba reportar esto.
Mi mirada se estrechó en el suelo cubierto de nieve. No quería pensar en ello, pero era realista. Ya no estaba seguro de que estuviéramos
a salvo aquí, y también sabía que todo había cambiado entre Syd y yo. Y ese cambio era irreversible.
115
Sydney Apresurándome fuera del invernadero, subí las escaleras. Se sent ía
más frio allí en el pasillo y en mi dormitorio. La oscuridad se estaba asentando, aunque apenas era la tarde. Fui hacia el baño, cerrando la
puerta detrás de mí. Suficiente luz venía de la ventana sobre la ducha como para ver qué pasaba.
De pie frente al espejo, lentamente quité mi suéter e hice una
mueca de dolor al tener una buena mirada de mi misma.
¡Mis pobres pechos!
Pequeños cortes rojos inflamados se ubicaban peligrosamente cerca
de mis pezones —como si esto pudiera haber sido un infierno más doloroso de lo que era. Había manchas de sangre en mis pechos y en la parte
superior de mi estómago. Pasé la mano sobre él e hice una mueca de dolor. Justo por encima de mi ombligo, había un trozo de cristal incrustado
en mi piel. No requería cirugía mayor ni puntos, pero era muy sensible a la
sangre. El dolor era aún peor. No tenía tolerancia, nunca habiéndome roto un hueso o experimentado nada importante en mi vida.
Me balanceé de un pie a otro, mis pezones se congelaron cuando mis dedos se cernieron sobre el t rozo de cristal. Podía lograrlo. Todo lo que
tenía que hacer era quitarlo. Eso es. Nada importante. Pero ni siquiera
conseguía sacarme una espina sin pedirle a Andrea o a mi mamá que lo hicieran.
Llegué a la last imadura, y después hice una mueca alejando la
mano. Hice esto una y otra vez por al menos cinco minutos, hasta que incliné mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un sonoro gemido de
frustración.
—¿Syd? ¿Estás allí?
Saltando por el sonido de la voz de Kyler, me golpeé la cadera con
el borde del lavabo. —¡Mierda!
La puerta se abrió de golpe, evitando por poco que chocara
conmigo. Grité cruzando los brazos sobre mi pecho —no segura de cuál
era el punto en eso, considerando que él los había tenido bajo sus manos hacía diez minutos— mientras irrumpía en el baño, luciendo como si
estuviera listo para enfrentarse a un oso pardo rabioso.
Sus ojos castaños oscuros buscaron cada pulgada expuesta mía.
Entonces se colocó justo en frente mío, agarrando mis hombros. —Estás
sangrando.
116
Sonaba enojado.
Los ojos de Kyler se estrecharon mientras un músculo saltaba en su mandíbula. —Me dijiste que te estabas bien.
—Lo estoy —dije con voz pequeña.
—Cuando alguien sangra, usualmente significa que no está, de hecho, bien. —Sacudió la cabeza mientras dejaba ir mis hombros—. Jesús.
Siéntate y deja que me ocupe de t i.
—No puedo sentarme. —Hice una mueca.
Bajó la cabeza para estar casi al nivel de mis ojos. De cerca, no
podía notar la diferencia entre sus pupilas y su iris. —¿Por qué no puedes sentarte?
Vacilé entre un pie y el otro, sint iéndome increíblemente vulnerable ya que no tenía camiseta ni nada. —Hay una pieza de vidrio atascada en
mi piel, y pienso que sentarme va a empeorarlo.
—¿Qué? —gritó, y yo salté—. ¿Por qué demonios no dijiste nada abajo?
—Porque no sabía que estaba atascado en mi piel, y realmente no
es un gran problema, pero…
—Pero ni siquiera te gustan las ast illas. Jesús, Syd… ¿dónde está?
Señalé donde se encontraba la pequeña mancha de cristal.
Kyler se puso de rodillas, y mis ojos se abrieron. Toda clase de
pensamientos sucios explotaron en mi cabeza, totalmente inapropiados
para ese momento, pero el botón de mis jeans aún estaba desabrochado y, bueno… —No puedo verlo —dijo—. Vas a tener que ir abajo donde haya
más luz.
—Estoy….
—No estás bien y no me lo vas a discut ir. —Cerró la mandíbula con
fuerza, llegó a mí y cogió una toalla del estante. Me la puso sobre los hombros, doblándola sobre mis manos—. Vamos.
Al darme cuenta de que exist ía una buena probabilidad de que me
arrastrara a la planta baja, lo seguí fuera de la habitación y en el pasillo. Me dijo que esperara allí mientras él desaparecía en el baño del corredor,
y regresó con peróxido y un pequeño botiquín de primeros auxilios en la mano.
Suspiré. Esto iba a apestar. Podría ser peor, ya lo sabía. Él podría estar
por sacarme perdigones.
117
Terminamos en la cocina, muy a mi pesar. Había un montón de
ventanas allí, pero sinceramente no teníamos muchas opciones.
Kyler me colocó de modo que me hallaba justo debajo de la
ventana, pero lo suficientemente cerca para que me pudiese ver.
Poniéndose de rodillas una vez más, separó los bordes de la toalla con el ceño fruncido. —Maldita sea, es un pedazo de vidrio.
—Te lo dije.
Tenía la cabeza inclinada y varios mechones de pelo le caían sobre
la frente mientras hurgaba en la pequeña caja con una cruz roja.
—No puedes dejártelo en la piel, Syd. Se va a infectar.
—No estaba sugiriendo eso. Simplemente tenía una especie de
esperanza de que mi piel lo expulsara de forma rápida y natural.
Se rió mientras sacaba un par de pinzas, haciéndome tragar duro.
Me asaltaron imágenes de mí corriendo y gritando para alejarme de mi
madre cuando era una niña siempre que ella manejaba esos pequeños instrumentos de dolor. Él los tenía en sus elegantes dedos mientras miraba
hacia arriba. —Te estás poniendo un poco verde, Syd.
—No me gustan las pinzas. —me quejé.
Apareció una pequeña sonrisa. —No va a doler.
—Eso es lo que dice todo el mundo, pero sé que no es cierto. Me va a doler, porque vas a empezar a cavar por ahí y…
—No voy a cavar. Voy a meterla y sacarla antes de que sepas lo que
estoy haciendo. Lo prometo.
Quería salir corriendo de la habitación, pero me obligué a quedarme
de pie allí como un adulto. —Está bien.
—Suenas deplorable —comentó mientras metía los bordes de la
toalla en la parte trasera de mis jeans, exponiendo mi estómago. Puso sus
dedos a cada lado de la ast illa de vidrio y jaló de la piel tensándola.
Las pinzas se cirnieron sobre mi piel, y me encogí alejándome.
—Bebé grande, deja de moverte.
—Cállate.
Se rió entre dientes. —Esto no va a funcionar si sigues retorciéndote
para alejarte de mí cada vez que me acerco a un centímetro del cristal. Lo estás empeorando al retrasarlo.
Sonaba lógico, pero no era una fanática de los pensamientos
lógicos en esos momentos. Luego de lograr mover un pie completo antes de que Kyler me arrinconara entre él y el mostrador, me distrajo. —Traté de
118
usar mi teléfono para ver si lograba ponerme en contacto con la casa
principal. Ya sabes, para preguntar si alguien más ha tenido problemas con las ventanas siendo disparadas o psicópatas en motos de nieve.
—Bueno. —Me quedé observando obsesivamente la parte superior
de su cabeza inclinada.
—No pude hacer una llamada. Parece que la tormenta también
está estropeando el servicio telefónico. No pude ni siquiera conectarme al maldito Internet, pero por lo que recordaba de la alerta meteorológica,
tenemos cerca de un día de nieve fuerte y luego debería disminuir.
—¿Cuánto t iempo crees que les llevará limp…? —Una sensación de pellizco me hizo gritar.
La cabeza de Kyler subió de golpe. —Lo siento, pero la buena noticia, nena, es que lo saqué. —Ondeó las pinzas cerca mío—. ¿Ves? No
fue tan malo.
—No lo fue. —Sonreí cuando volvió a examinar el corte más leve. Sus largas pestañas se abanicaron hacia abajo—. Gracias.
—Es un placer. —Cogió la botella de peróxido y mojó un algodón—.
Posiblemente les tomará un día despejar las carreteras y otro para limpiar los caminos de aquí a los lugares cercanos.
Sentí un pequeño ardor cuando limpió la herida. —¿Tres días más?
—Probablemente. —Se puso de pie con elegancia y dejó la botella
sobre la mesa, junto con un par de bolas de algodón—. Déjame echar un
vistazo al resto.
Palidecí. —No tengo más vidrios clavados.
—Perdóname por pensar que podrías estar mint iendo para evitar las pinzas. —Ladeó la cabeza hacia un lado, y sent í mi corazón acelerarse—.
Quiero ver el resto.
Pero eso significaría exponer mis pechos, y aunque había sido muy amistoso con ellos antes, esto era diferente. Habíamos estado atrapados
en el momento. Las cosas se habían puesto calientes, y esto era casi tan
caliente como una tormenta de hielo. Por no hablar de que no había dicho nada de lo que pasó entre nosotros. Yo menos, pero había perdido
mis agallas de dama luego de que la ventana explotara.
Kyler suspiró. —Tienes que hacer todo tan jodidamente difícil.
—No, no es cierto.
Me lanzó una mirada suave y luego me agarró de las caderas. Sin darme otra opción, me puso sobre el mostrador. —Eso es.
—Bastardo —me quejé.
119
Hizo caso omiso. —Déjame ver tu pecho.
Me sonrojé de mil tonos de rojo.
—¿Tengo que destacar el hecho de que acabo de ver tu…?
—¡No! —grité, horrorizada—. No lo hagas. No vas a hacer que esto
sea más fácil.
Sus labios se movieron como si luchara contra una sonrisa. —Te juro
que voy a ser totalmente clínico sobre esto.
Bueno, eso no me hizo sent ir mejor, tampoco.
Levantó las manos. —¿Qué tal esto? Te trataré como si fueras un
gato o un perro que necesita ser examinado.
—¿Qué? —Fruncí el ceño—. Vaya. Gracias.
Kyler se echó a reír. —Vamos, Syd, deja de ser tan mujer.
—¡Soy mujer!
—Confía en mí, lo sé. —Antes de que pudiera descifrar el tono ronco
de su voz, su manos salieron disparado, agarrando los bordes de la toalla mullida—. Quítate la toalla.
—No. —Me agarré más fuerte.
—Sydney —gruñó—. Déjala. Ir.
Al ver que no lo haría, porque estaba en completo modo de
aspirante a cuidador, me centré en sus anchos hombros mientras soltaba la toalla. El material se abrió en la parte delantera.
En lugar de quitarme la toalla, examinó los pequeños rasguños que
tenía por debajo de los pechos y en el leve valle entre ellos. Maldiciendo entre dientes, sacó una toalla limpia de un cajón y la puso bajo el agua.
Volviendo a donde estaba sentada, negó con la cabeza. —Podrías haber perdido un ojo.
O un pezón, pero no creía que añadir eso fuera a ser út il.
—Va a estar un poco fría. No quiero usar el agua caliente. —Cuando asentí, suavemente limpió la sangre antes de llevar la bola de algodón
empapada a los cortes.
Trabajó en silencio y laboriosamente, lanzando las bolas de algodón usadas a la basura al terminar. Luego regresó a su lugar en frente de mí.
Sus ojos se encontraron con los míos por un breve instante antes de deslizar sus dedos por debajo de la toalla, cepillando la piel de mis hombros. Me
estremecí y rápidamente miró a otro lado, mordiéndose el labio.
Esto... esto iba a ponerse interesante.
120
Kyler no dijo nada ni pareció haberse movido una vez que la toalla
se hubo reunido alrededor de mis caderas. Mantuve mi mirada pegada al tapete frente a la pileta de la cocina, mientras sent ía sus ojos moverse por
mi cara y cuello, seguido del rubor que se extendió rápidamente a través
de mis pechos. La necesidad de taparme era difícil de suprimir, pero quería que mirase.
Quería que le gustara lo que veía.
Aunque sabía que se suponía que esto era clínico, las puntas de mis
senos se fruncieron bajo su escrut inio, y el dolor insat isfecho en mi centro
vibró a la vida con venganza. Me quedé sin aliento mientras él recogía la toalla y se inclinaba.
—¿Tienes frío? —preguntó.
Creo que lo odiaba.
Su risa fue baja y profunda, lo que me irritó más. —Voy a hacer esto
rápido.
—Sí, hazlo. —Me retorcí, desgarrada entre estar muy excitada,
enojada e incómoda al máximo.
Kyler movió la tela en pequeños círculos entre mis pechos, cada pasada más cerca de sus extremidades doloridas. Mi respiración era más
agitándose y ahora no me sentía segura de si quería que supiera que estaba confundida por lo que había pasado entre nosotros. Me había
deseado —obviamente— pero no se hablado nada de ello desde que nos
habíamos alejado de la terraza acristalada. ¿Cambió de opinión una vez que se hubo enfriado?
Con el siguiente círculo, la manga de su camisa rozó mi pezón mientras yo aspiraba fuertemente. Sucedió una vez más, en el otro lado, y
no tenía ni idea de si era a propósito.
Agarré el borde del mostrador al punto de dolerme los nudillos. Mi pulso lat ía con fuerza mientras él se movía para estar de pie entre mis
piernas. Su mano tembló al pasar suavemente el paño sobre mi seno
derecho y luego el izquierdo. Cerré los ojos con fuerza y traté de pensar en algo asqueroso, pero lo único que me vino a la mente fue él tocándome y
cómo se habían sentido sus dedos.
Así que no era bueno.
Estoy segura de que estaba más que limpia para cuando t iró la
toalla a un lado y la quemadura de peróxido vino después. Puede que me hiciera ser un monstruo total y absoluto, pero las pequeñas picaduras de
algún modo aumentaron mi excitación.
—Perfecto —murmuró Kyler.
121
Lo miré y una anticipación febril se hinchó como si fuera mi propia
mañana de Navidad personal. —¿Perfecto?
Lo aprecié mirando mi pecho, y luego arrastró su mirada hacia
arriba. —Todo perfecto.
Dejó la botella a un lado y luego me puso la toalla por los hombros, cubriéndome. —Vas a estar bien.
La burbuja de anhelo estalló en una lluvia de fracaso épico.
Kyler empezó a retroceder, con movimientos espasmódicos. —Voy
a... buscar en el garaje una de esas radios del clima. Creo que mamá tenía
una aquí. Y necesito una lona. Sí, una lona para la ventana.
Me quedé mirándolo.
Llegó a la puerta, se detuvo y se frotó la palma de la mano a lo largo de la mandíbula. —Puedes ponerte un suéter ahora. Por favor, ponte uno.
No sé lo que hizo que las siguientes palabras salieran de mi boca. Tal
vez fue la adrenalina sobrante de la explosión de la ventana, mezclado con hormonas alborotadas que habían tenido una probada de lo que
sería estar con Kyler. Sinceramente, no lo sé, pero me sentía enojada y
confundida.
Y Dios sabe que esa es una combinación terrible, pero mis agallas
femeninose estaban de vuelta.
—¿Por qué quieres que me ponga mi suéter de nuevo cuando tú
eres el que me lo quitó?
Kyler bajó el brazo lentamente, con la mano formando un puño suelto. —Syd, yo... ciertamente no sé qué decir.
Estar sentada en el mostrador como una niña me tenía en desventaja. Salté para bajarme, manteniendo la toalla agarrada y
cerrada. —¿A qué te refieres con que no sabes qué decir? Creo que más o
menos cubrimos las bases antes.
Dio un paso medido hacia delante, con los hombros tensándosele.
—Mira. Este no es el momento para esto. Necesito conseguir la lona.
Necesito saber si alguien realmente disparó a la maldita…
—¿Cómo vas a averiguar eso? ¿Has estado especializándote en ISC2
sin que lo sepa?
Arqueó una ceja. —No hay necesidad de ser una list illa.
2 Investigación de la Escena del Crímen.
122
—Y no hay ninguna razón por la que no podamos hablar de esto
ahora. Quiero…
—Ya sé lo que quieres, Syd. —I ra cruzó por su cara de impacto una
vez más—. Confía en mí, lo ent iendo completamente. Quieres que te folle
como un rollo de una noche de borrachera.
Me estremecí. Eso no era lo que realmente quería.
—¿Qué? ¿No te gusta la forma en que suena? Bueno, a mí menos. —Sí, realmente estaba enojado. Un músculo palpitaba en su mandíbula y sus
ojos eran de un negro peligroso—. No debí dejar que las cosas llegaran tan
lejos, porque eso no va a suceder. Eso no es lo que somos. Y jamás vamos a serlo.
123
13 Traducido por Mel Markham
Corregido por Alaska Young
Sydney
as agallas de las mujeres estaban tan malditamente
sobrevaloradas.
También lo estaba la nieve.
Solía amar la nieve, pero justo ahora la odiaba, porque me
había atrapado aquí. Y este era oficialmente el últ imo lugar del planeta en el que quería estar.
La temperatura bajó incluso más una vez que la noche se deslizó sobre nosotros. Anduve por la sala de estar, con los brazos cruzados sobre
el pecho, a pesar del calor del fuego. Tres días más con Kyler. No lo
lograría.
Oí sus pasos viniendo de las escaleras del sótano, y me congelé
frente a la chimenea. Mi corazón lat ía tan ruidosamente como el viento
afuera. Apareció, llevando un bulto de lona azul. Nuestros ojos se encontraron brevemente por un segundo, y luego se dirigió a la puerta en
el extremo opuesto de la habitación, hacia la terraza acristalada.
—¿Puedo ayudar? —pregunté, haciendo una mueca de dolor
cuando mi voz se rompió a la mitad.
Sorpresa cruzó por su rostro de piedra, y yo no supe por qué. Claro, estaba avergonzada y enojada, y “confundida” debería ser mi segundo
nombre en este punto, pero ¿qué había hecho en realidad Kyler? Me le había lanzado, más de una vez. Le pedí que me follara como una cita
barata, y él era un chico —un chico que probablemente estaba
acostumbrado a tener sexo casi todos los días. Por supuesto que iba a actuar con el calor del momento. Él no había hecho nada malo. En todo
caso, era el único en esta situación tratando de hacer lo correcto.
Aparentemente valoraba nuestra amistad más de lo que yo lo hacía.
Y era mi culpa.
L
124
Kyler miró hacia otro lado, sacudiendo su cabeza. —Ya lo tengo.
Sólo quédate aquí y manténte caliente.
Lo observé cerrar la puerta detrás de él, mi pecho apretando. Tan
pronto como escuché el cerrojo, me di un golpe a mí misma en la frente.
—Dios, apest o.
Alejándome de la puerta, empujé mis manos por mi cabello e hice
una mueca por la tersura. Había una buena chance de que su cabeza se hubiera aclarado una vez que se dio cuenta que no me había duchado
esta mañana. Toda la cosa de conservar el agua caliente apestaba. Él
tomó una fría esta mañana, y me di cuenta que podría tomar una rápida que ayudara a quitar la suciedad.
Y también serviría como una perfecta distracción.
Apurándome escaleras arriba, ignoré el frío en el aire y me quité la
ropa en la habitación. Antes de ir al baño, me puse un chándal y el jersey
de color crema del que me había enamorado. Había querido usarlos aquí, con vaqueros apretados y botas. En la t ienda, tuve la esperanza de que
cuando me lo pusiera, de alguna manera podría desencadenar algo en
Kyler que cambiara el interruptor de amistad a "pasemos a lo siguiente".
¿Qué me había dicho siempre mi madre? Si los deseos fueran
peces3…
Suspirando, entré al baño, ignorando la forma en la que mi garganta
quemaba. Quería retroceder el últ imo par de días, comenzar de nuevo. No
podía cambiar la forma en la que me sentía por Kyler. Eso era una causa perdida, pero podría haber permanecido alejada del licor en la cabaña, y
podría haber mantenido la boca cerrada después de entonces.
Una lást ima que no hubiera un botón de retroceso en la vida. Lo
hubiera presionado al extremo.
Ajustando el agua así estaba t ibia, entré en la ducha, estremeciéndome por el frío bajo mis pies. Pensé que manteniendo la
temperatura del agua baja ayudaría. Sin perder t iempo, tomé mi champú
y lo agité. Los pequeños cortes en mi pecho y estómago escocían, sirviendo como un recordatorio de lo que había sucedido.
¿Alguien realmente disparó por la ventana? ¿Alguien ha estado apuntando hacia nosotros? Me estremecí mientras tomaba el acondicio-
nador. Lo unté por mi cabello y de inmediato comencé a lavarlo mientras
tomaba el gel de baño y la esponja vegetal. La espuma estaba por todas partes, deslizándose por mi estómago y mis muslos, acumulándose en la
cuenca de la bañera. 3 Es un dicho inglés que dice “si los deseos fueran peces, el océano estaría lleno” .
125
Quería irme a casa.
Lágrimas llenaron mis ojos y los cerré. Quería con tantas ganas irme a casa y olvidar estos días, pero sabía cuán inút il era eso. Nunca olvidaría
esos momentos con Kyler.
Follart e como un rollo de una noche.
Eso no era lo que quería, pero lo habría aceptado. No estaba segura
de qué decía eso de mí —que podía amar tanto a alguien que aceptaría cualquier sobra que pusieran en mi camino. No estaba bien. Era la
personificación de débil. Lo sabía, pero no cambiaba el hecho de que, si
Kyler entrara en la ducha justo ahora, le dejaría hacerme lo que quisiera. Mi pecho dolió de una forma a la que me estaba acostumbrando.
Agua helada se roció sobre mí de repente, forzando un grito de sorpresa cuando salté varios centímetros en el aire. Me apresuré a la parte
posterior de la bañera, mis pies deslizándose debajo de mí.
Oh no…
Perdí el equilibrio. Agitando los brazos, me agarré de lo primero que
mis dedos encontraron. La cort ina de la ducha atrapó mi peso y por un
segundo el alivio me embargó, y entonces los pequeños ganchos se quebraron. La cort ina se rompió y mis piernas fallaron debajo de mí.
Golpeé la resbaladiza bañera llena de jabón con mi culo. El dolor se extendió por mi coxis mientras tomaba aliento. La cort ina revoloteó a mi
alrededor, creando un débil escudo contra el agua fría.
La pequeña ventilación en la pared del baño dejó de traquetear y el poco calor que había estado saliendo, manteniendo los tubos sin
congelar, desapareció.
La puerta del baño de abrió de repente, golpeando contra la pared
y tuve un gran sentido de déjà vu mientras Kyler irrumpía en la habitación.
—Sydney, ¿qué…?
Le di un golpe a los grifos, cerrándolos mientras intentaba mantener
la cort ina plást ica a mi alrededor. Por supuesto, era prácticamente
transparente, ya que ¿por qué esperaría otra cosa? Me iba bien con la humillación.
El agua goteó hasta detenerse mientras levantaba mi cabeza, mirando a través de mi mojado y frío cabello hacia Kyler. Estaba
agachado junto a la bañera, con los ojos muy abiertos. —¿Estás bien?
Apreté la cort ina contra mi pecho. —Creo… que me rompí el t rasero.
Sus labios se juntaron mientras miraba a un lado, agarrando una
toalla de la pila al otro lado del inodoro. —Toma —dijo él—. Déjame
ayudarte.
126
Pequeños golpeteos se extendieron a través de mi piel mientras
alejaba su brazo. —Estoy bien.
—¿Qué ocurrió?
Le disparé una mirada fulminante. —Me caí.
—Entendí esa parte. —Sostuvo en alto la gran toalla seca.
—El agua se volvió fría como el hielo, y ni siquiera estuve en la ducha
tanto t iempo. Ni siquiera un minuto —murmuré, t ratando de encontrar la manera de tomar la toalla sin exponer todo.
Con el ceño fruncido, él se acercó a la ventilación y puso su mano
en frente de ella. Tomé ese momento para arrebatar la toalla y salir de debajo de la cort ina. Envolviéndola alrededor de mi pecho, me puse de
pie con las piernas temblando. Mi t rasero realmente dolía.
—Mierda —dijo Kyler, de pie—. Creo que el generador de repuesto
está dañado. Malditamente genial.
No necesitaba preguntar a qué se refería. Las cañerías se congela-rían. La comida se podría estropear, pero con las temperaturas bajo cero
arrastrándose dentro, esa parte era dudosa. Al menos las cosas en el
refrigerador se mantendrían bien. El único calor vendría de la chimenea.
Kyler agarró mi brazo y me ayudó, como si esperara que me volviera
a caer y rompiera mi cuello. En ese punto, cualquier cosa era posible. El poco calor que había estado corriendo en la parte de arriba había
desaparecido por completo tan rápidamente. Piel de gallina se extendió
sobre mí mientras entrábamos en la habitación.
Él pasó sus manos por su cabello. —Tengo que salir y comprobarlo.
Quédate aquí, ¿bien?
—Espera. —Empecé a seguirlo alrededor de la cama—. ¿Eso es
inteligente? ¿Qué si alguien realmente disparó por esa ventana, Kyler? No
quiero que salgas.
—Estaré bien. —Se dirigió hacia la puerta.
—Kyler…
—Alguien t iene que revisarlo, Syd. Estaré bien. Sólo espérame abajo donde está… algo así como cálido. —Se detuvo, y su expresión perdió la
mayor parte del borde duro—. En serio. Estaré bien.
No me gustaba esto para nada, pero él estaba saliendo por la
puerta. Si había alguien ahí afuera que iba todo psicótico, no lo quería a él
allí.
Yyyy me estaba congelando mis innombrables.
127
Rápidamente cambiándome al pantalón de chándal y el suéter,
corrí escaleras abajo y me puse las botas de nieve. Si Kyler estaba allí mientras pasaban cosas potencialmente malas, también podía estar allí, al
menos manteniendo un ojo en él mientras ponía algo de gas en el
generador.
Tomé mi chaqueta del respaldo de la silla de la cocina. Cerrándola
hasta arriba, abrí la puerta principal y mi cara dio de lleno en la nieve que volaba. —¡Santas bolas de nieve del infierno!
Las pisadas de Kyler apenas habían dejado marcas en la nieve que
cubría las escaleras que conducían fuera del porche. Renuente a caerme de nuevo, me sostuve del pasamanos mientras cuidadosamente
arrastraba los pies por la nieve compacta. Ni una vez mis botas se hundieron y golpearon los escalones de madera. Jesús. Ésta era nieve
pesada.
En la penumbra de la tarde y a través de la nieve girando, pude ver el pino caído a mi izquierda y las líneas eléctricas rotas batiendo por el
viento. Había un débil camino en la nieve, que tenía que haber sido
alterado por Kyler.
Lo seguí alrededor de la casa, vadeando más que caminando. Mis
manos estaban metidas profundo en mis bolsillos, pero ya sentía el frío mordiendo en ellas. No podía sentir mi nariz o mis mejillas mient ras rodeaba
el lado de la cabaña.
Él estaba agachado al lado de una pila de nieve, una pala apretada con fuerza entre sus manos mientras miraba el generador de
respaldo.
—¿Kyler? —El viento llevó mi voz hacia él.
Su cabeza se giró en mi dirección y se levantó rápidamente. —¿Syd?
¿Qué diablos estás hacienda aquí fuera? Te dije…
—Lo sé. —Me acerqué a él, mis dientes castañeando—. Pero no
deberías estar aquí solo. —Saqué mi mano, t irando mi mojado y ahora
helado cabello fuera de mi rostro—. Puedo vigilar.
—¡Jesús, vas a agarrarte una pulmonía! —Manchas rojas colorearon
sus mejillas.
—Eso n-no es verdad. No puedes resfriarte por tener la cabeza m-
mojada. —Sollozando, volví mi atención al generador, mis ojos
estrechádose contra el viento punzante—. ¿Se le a-acabó el gas?
Me miró por un momento, con expresión tormentosa cuando se
volvió al generador. —No. Tiene gas, pero alguien cortó los cables que van
a la casa.
128
Mi mente se rebeló contra lo que acababa de decir, pero vi un gran
corte en la nieve, alejándose del generador hacia los bosque de alrede-dor; un camino que parecía haber sido hecho por esquís. —No. No p-
puede ser.
Kyler se movió a través de la nieve que flotaba, con más facilidad que yo, y llegó detrás del generador, sacando cables sueltos. —Comple-
tamente cortados.
Los miré fijamente, mi corazón hundiéndose. El miedo hizo su camino
a través de mi sistema. —Esto no es b-bueno.
—No. —Dejó caer los cables y se volvió hacia mí—. Necesitamos volver a entrar. Ahora.
No iba a discut ir eso o cuando dejó caer su brazo alrededor de mis hombros hundidos, acercándome mientras me conducía de nuevo al
interior. No tenía idea de cómo no se estaba congelando o cómo sus
dedos no estaban insensibles. Quizás tenía algo que ver con el t iempo que pasó esquiando y haciendo snowboard.
Quizá yo era una debilucha con lo referido al frío.
Kyler rápidamente desabrochó mi chaqueta y la deslizó fuera de mis hombros. —Realmente no deberías haber salido, Syd. Te dije que estaría
bien.
—Pero alguien cortó los cables. Podrían todavía estar afuera. —
Temblando, lo dejé llevarme hacia la sala de estar—. Te podrían haber
atacado o… o haber sido cubierto por la nieve.
Me arrastró a la gruesa alfombra delante de la chimenea. Me
encogí de vuelta por el calor; era casi demasiado sobre mi piel hecha cubitos de hielo. —Puedo arreglármelas yo mismo —dijo él, agachándose
a mi lado—. Eres tú allá afuera quien me preocupa.
—No debería. —Llevé mis ojos al brillo anaranjado y rojo de las llamas.
—¿Por qué no debería? —Pasó su mano por mi mojado cabello,
cepillando los copos de nieve. Mis ojos se cerraron cuando hizo otra barrida y quise presionarme contra el toque, como un gato buscando más
caricias—. Cuando te oí decir mi nombre afuera, mi maldito corazón prácticamente se detuvo.
—Dramático —murmuré. Sus manos se detuvieron en mi cabello, y en
esos momentos me olvidé del desorden en que nos habíamos convert ido.
—Es cierto. La idea de que estés allá afuera con algún maldito idiota
corriendo por ahí me asusta de muerte.
—¿Crees que estamos seguros aquí?
129
Él no respondió inmediatamente. —Se va a poner frío. Vamos a tener
que dormir aquí abajo, pero hay suficiente leña en la parte trasera del garaje para que nos dure. Sé que eso no es a lo que te referías, pero no
creo que nadie pueda entrar, y además, si lo hacen, no van a poder salir.
Abrí mis ojos. Kyler hizo un gesto con la cabeza hacia la pared cercana a la chimenea. Varios rifles estaban en exhibición. —¿Realmente
funcionan?
Él asint ió mientras se levantaba y desenganchaba una de las armas.
Se apoyó contra la pared. —También están cargados. No son seguros. Así
que no juegues con ellos.
—No lo estaba planeando —dije, mi mirada moviéndose hacia
donde cort inas se abrían por encima de la ventana. La noche estaría aquí pronto, una noche muy fría, pero él tenía razón. Esa no era mi gran
preocupación.
—No dejaré que nada te ocurra —dijo él, sus dedos moviéndose por mi mejilla—. Lo prometo.
Mi pecho se hinchó. —Lo sé, es sólo que la idea de alguien
haciendo estas cosas a propósito, es muy...
—Aterrador —dijo él dejando caer su mano—. Sé cómo usar un rifle.
Como dije, si alguien entra aquí, no van a salir caminando.
Me estremecí ante eso, pero también me sentí aliviada al saber que
no estábamos totalmente desprotegidos.
—Probablemente sea sólo un idiota jugando con nosotros. Nada de lo que realmente preocuparse. —Se levantó de nuevo, pasándose la
mano por la mandíbula—. Debería tratar de conseguir que esta habitación esté sellada antes de perder la poca luz que tenemos.
Poniéndome de pie, ignoré su ceño. —Te voy a ayudar.
—Syd...
—No discutas conmigo. Puedo ayudar. ¿Qué necesitamos hacer?
¿Reunir unas mantas? ¿Hacer una fortaleza como cama?
Él esbozó una sonrisa. —Vamos, entonces.
Ut ilizamos una sábana de arriba para atar a la puerta que conducía
al invernadero, ya que un poco de aire frío pasaba a los costados de la lona azul.
Luego reunimos todas las mantas y, junto con un grupo de sacos de
dormir y un colchón extra grande arrastrado desde arriba, creamos un infierno de cama cerca de la chimenea.
130
Una cama improvisada que tendríamos que compart ir —una cama
improvisada con una escopeta escondida muy cerca.
Uff.
Mientras poníamos todo junto, la tensión entre nosotros se
evaporaba por momentos, y luego volvía con más fuerza cada vez que nuestras manos o cuerpos rozaban. Cuando lo miraba, lo encontraba
observándome, pero él siempre alejaba los ojos hacia otro lado rápidamente. No sabía qué hacer con eso. Bromeamos y conversamos
ociosamente para llenar el silencio. Él evitó hablar de cualquier cosa que
pudiera llevar de vuelta a lo que había sucedido entre nosotros, o lo que podría estar pasando afuera. Para cuando cenamos (embutidos de
nuevo), yo ya estaba bastante tensa.
Me acerqué el armario de las bebidas como alguien que sale de
rehabilitación forzosa. Saqué la botella de Jack Daniels, me serví un trago y
lo bebí. El whisky me quemó como una brasa, haciéndome toser.
—¿Estás bebiendo otra vez? —preguntó Kyler, dejando su estuche
de guitarra en la sala de estar.
Bajé el vasito del t rago y lo volví a llenar. —Sí.
Est iró la mano alrededor de mi cuerpo, sacándome la botella antes
de que pudiera servirme otro. —No creo que sea una buena idea.
Le fruncí el ceño. —Creo que es una idea perfecta.
—¿Y si nos mantenemos alejados del licor fuerte esta noche… —Se
inclinó y sacó dos cervezas de la pequeña nevera bar. Las abrió—, y bebemos esto?
—Odio el sabor de la cerveza —le dije, agarrándola.
Él sonrió mientras se dirigía de nuevo al estuche de la guitarra y ponía
la botella en la mesa baja. —Y yo odio verte borracha.
No sabía qué responder a eso. —¿Por qué?
Sus hombros se levantaron en un gesto vago. —No eres tú, y no te
ofendas por eso. Me gusta que no te gusten esas cosas. No eres una chica
fiestera, y eso está bien.
Abrí la boca, pero no salió nada. ¿Le gustaba que no fuera una
fiestera? Pero todas las chicas con las que salía —y la palabra "salir" siendo ut ilizada sólo por decir— eran totalmente así. Mi cerebro empezó a
quebrar obsesivamente sus palabras. ¿A qué se podría referir con eso? No
tenía sent ido.
Ya estaba molesta conmigo misma al minuto de que él dijera eso.
131
Sosteniendo la botella cerca de mi pecho, lo vi sacar la guitarra.
Habíamos encendido varias velas por toda la habitación, formando sombras suaves, tan pronto como había caído la noche. Sacándome de la
cara el pelo seco por el aire, desvié mi mirada cuando sus ojos se
encontraron con los míos, sus dedos jugando con las cuerdas. Me acerqué a la cama y tomé asiento, deseando haber tenido la precaución de llevar
conmigo algunos buenos libros de bolsillo.
Pero unos instantes después de que Kyler comenzars a tocar la
guitarra, ya no estaba pensando más en los libros. Girando hacia él, me
dejé llevar por el silencio fijado. No era una canción que reconociera, posiblemente era algo único y original.
Sus largos dedos se deslizaban sobre las cuerdas con una facilidad experta que envidiaba. La forma en que tocaba era cautivadora, la
melodía en ascenso, apasionante. Mientras tocaba, un mechón de su
cabello castaño le cayó sobre la frente, y las pestañas imposiblemente gruesas y largas abanicaban la cima de sus pómulos.
Cuando se detuvo, levantó la barbilla y sus ojos se encontraron con
los míos. Mi garganta se sent ía demasiado gruesa para hablar, pero no pude apartar la mirada. Tantas cosas se extendieron entre nosotros
durante ese silencio —palabras que era mejor no decir, y verdades que nunca debieron ser pronunciadas.
Kyler puso la guitarra a un lado y se inclinó, recogiendo la botella
que había colocado a su lado. Sólo entonces apartó la mirada, mientras tomaba un trago. Inhalé profundamente, y dejé escapar el aire
lentamente. No tenía sueño. En realidad, todo lo contrario, pero me hubiera gustado tenerlo. Tomé un sorbo de la cerveza, con la esperanza
de que me fuera a noquear. Y fue lo más jodidamente extraño. Por mucho
que me quería ir a dormir para evitar decir o hacer algo estúpido, no quería perder nada de t iempo con él.
Y luego Kyler habló—: No debí haber sucumbido.
132
Kyler Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
No me arrepentía de ello, sin embargo, porque necesitaba decirlo. No debería haber hecho lo que hice en la terraza, t ratándola no mejor que a
alguna chica al azar, echándome un polvo rápido contra la pared.
Syd era mejor que eso y se merecía más. Y a pesar de que rápidos
rollos eran todo lo que siempre había sido capaz de hacer, le habría dado
más si ella lo hubiera querido.
Le hubiera dado todo, si lo hubiera pedido.
Probablemente nunca sería suficiente, y yo sabía que no podía
deshacer todo lo que había hecho en mi pasado. No podía volver atrás y cambiar el hecho de que yo había estado con todas esas chicas, que Syd
me había visto llevar a casa una tras otra; pero maldita sea, si me hubiera preguntado, habría dicho que mis sent imientos por ella eran profundos.
Pero no podía cambiar nada de eso y ahora Syd me miraba de la
misma manera que cada una de las chicas en mis clases y aquellas que conocía en los bares. Ella esperaba lo mismo: una noche de sexo y nada
más. Y me sentía como una mierda total por eso.
Syd tosió en su cerveza y parpadeó rápidamente. —¿Perdón?
Me pasé la mano por el cabello. —Antes, en el invernadero, no debí
haber sucumbido ante lo que estabas pidiendo.
Sus manos se cerraron en puños diminutos, y tenía la experiencia
suficiente como para estar agradecido de que ya no estuviera sosteniendo
en sus manos la botella de cerveza, porque había una buena probabilidad de que me la hubiera t irado a la cabeza. —Estaba tratando de evitar
hablar de esto, ya que lo has dejado dolorosamente claro antes.
—Tenemos que hablar de esto —le dije—. Tenemos que aclarar las
cosas entre nosotros. Tú...
—No quiero, Kyler. —Se puso de pie con rapidez—. No veo el punto. Creo que me he avergonzado lo suficiente por el resto de mi vida en el
últ imo par de días.
Negué con la cabeza. —No estoy tratando de avergonzarte. Eso es lo últ imo que quiero.
—Entonces no necesitamos hablar de ello. Tú no me deseas. Lo entiendo. —Me miró un momento, su labio inferior temblaba de una
133
manera que fue un golpe bajo directamente a mi pecho, y luego se volvió
hacia la ventana con cort inas—. No hay nada más que decir.
—Hay un infierno de mucho más que decir, Syd. —Mi voz se
endureció, y juró por Dios que si se acercaba aún más a la ventana
después de lo ocurrido antes, iba a taclearla—. ¿Por qué no lo dijiste antes? ¿O simplemente te despertaste hace unos días y decidiste que
querías eso de mí?
Ella dejó escapar una risa ahogada. —Sí, así es como funciona. Me
desperté una mañana y fue como: “cielos, quiero follar con Kyler”. En serio,
no t ienes ni idea.
—Entonces dime. —Me puse de pie y crucé la habitación. Ella
retrocedió, poniendo el sillón entre nosotros—. Necesito saber por qué querías que hiciera eso. Por qué pensabas que estaría bien.
Se agarró de la parte posterior del sillón reclinable. Su garganta se
movió. —Lo haces sonar como si fuera toda una lata para t i.
Mis ojos se estrecharon. ¿Qué demonios? —Eso no es lo que dije, ni lo
que estoy diciendo.
—Está bien. Quieres hablar sobre esto. ¿Por qué estás tan en contra de que pase? —Las palabras parecían brotar de ella como una presa
rebosante—. He sido tu mejor amiga desde que tengo memoria. Te observé cuando empezaste a prestarle atención a las chicas y te observé
cuando comenzaste a salir con ellas y no creo que nunca antes hayas
rechazado una oferta de ninguna mujer.
Me incliné hacia atrás. —No soy un jodido prost ituto, Syd.
Sus ojos se abrieron. —¡Pero sí te follas a todo lo que camina y te sonríe, excepto a mí!
—¡Sí! Eso es lo que estoy diciendo. —Di un paso hacia adelante. Sus
ojos eran tan oscuros como las olas tumultuosas bajo el suave resplandor de la luz de las velas—. No quiero follarte, Syd. Eso no es lo que somos tú y
yo.
Dio un suspiro tembloroso. —Tú me deseabas. Pude sent ir que lo hacías.
Aparté la vista, rechinando los dientes con t anta fuerza que me sorprendió que mis muelas no se rompieran. —No lo ent iendes.
Envolviendo sus brazos alrededor de ella, se apartó del sillón y se
dirigió hacia la puerta que daba al resto de la casa. Oh, infiernos que no, ¿a dónde creía que iba? Definit ivamente no habíamos terminado con esta
conversación.
134
—Sí lo ent iendo —continuó, sus ojos con un brillo que hizo que todo
mi cuerpo se bloqueara—. No soy lo suficientemente buena… o suficiente, siquiera… para t i. No importa que haya estado enamorada de t i… —La
sangre abandonó su rostro—. Oh, Dios mío...
El maldito mundo se detuvo. La gente dice que esa mierda sucede cuando escuchas algo completamente inesperado y sorprendente, y me
pareció que eran unos melodramáticos, pero mierda si no era cierto. El puto mundo realmente se detuvo para mí en ese momento.
¿Syd estaba enamorada de mí? ¿Había est ado enamorada de mí?
—Oh, Dios mío —susurró de nuevo.
Estuve frente a ella tan rápido que no recordaba haberme movido.
Sujetando sus mejillas, le eché la cabeza hacia atrás, obligándola a mirarme a los ojos. —¿Qué acabas de decir?
Parecía que estaba a punto de vomitar. —Nada, no dije nada.
—Y una mierda. —Mis ojos estaban muy abiertos—. ¿Estás enamorada de mí?
—Por supuesto que sí. —Ella se echó a reír, pero sonó como si hubiera
sido forzada—. Hemos sido amigos desde siempre y estaría loc...
—No te referías a eso. —Mi voz se hizo baja y el corazón me
retumbaba en el pecho. Eso no podía ser lo que quería decir—. Vamos, Syd. No es eso.
Ella negó con la cabeza. —No importa. Tú no...
—No. Lo. En. Tien. Des. —Quería sacudirla. ¿Que no era lo suficiente-mente buena? ¿Estaba loca? Ya comenzaba a pensar que sí, porque era
exactamente al revés—. Eres mejor que una aventura de una noche, Sydney. No puedo hacerte eso. No eres como las otras chicas. Te mereces
más que eso.
Sus ojos se ensancharon de nuevo. Tan cerca como estaba, vi las pequeñas lágrimas que se derramaron por su mejilla. Ser golpeado en las
pelotas se habría sent ido mejor que verla llorar y saber que yo era el
motivo.
Y me di cuenta entonces que ésta no era la primera vez que la
había hecho llorar. Hubo otros momentos. Pequeños puntos en nuestro mapa que entonces no habían parecido grandes cosas, pero mirando
hacia atrás ahora, habían significado todo para ella. Cada recuerdo
parecía cortarme con un cuchillo de mantequilla oxidado.
Era un idiota más grande de lo que podía haber imaginado.
135
En el noveno grado, cuando me deshice de una noche de cine con
Syd por la animadora del equipo de fútbol universitario que había tenido una boca de gran talento. Los ojos de Syd habían estado rojos e hinchados
al día siguiente en clase, y me había dicho que era alergia, excepto que...
Syd no tenía alergias. Luego, durante el verano de nuestro segundo año, constantemente había cancelado planes con ella para pasar t iempo con
chicas. En nuestro últ imo año, le prometí un baile en la fiesta de gra-duación, pero me fui temprano. Tenía reservada una habitación de hotel
con una chica cuyo apellido ni siquiera podía recordar. Syd siempre
sonreía y decía que estaba bien, pero después... después tenía algo en los ojos —o simplemente leía un libro triste, o veía una película deprimente. Lo
mismo en la universidad, incluso cuando ella estuvo con alguien. Incluso recientemente —recordaba la expresión de su cara cuando había visto a
Mindy saliendo del cuarto de baño la mañana que nos habíamos ido para
Snowshoe. Me había equivocado y había estado en lo correcto. No había sido asco, sino aplastante decepción. Todas esas veces le había roto el
corazón, y ella todavía estaba aquí.
Ella t odavía estaba aquí.
Un sonido salió de la parte posterior de su garganta. —No llores,
nena. Eso no es lo que quería. —Me incliné, alcanzando la lágrima con mis labios—. No t ienes idea de lo mucho que significas para mí.
Otra lágrima escapó y la quité sin problemas con el pulgar. —No
dormí con ella —solté, como un jodido idiota total.
Syd parpadeó. —¿Qué?
Mis mejillas se calentaron. —No me acosté con Mindy, la chica que estaba en mi apartamento. No dormí con ella, Syd. Sé que eso no cambia
casi nada, pero no lo hice.
Sólo la hizo llorar más fuerte, y no sabía muy bien qué hacer. La había jodido más de lo que me había dado cuenta, y más de lo que me
temía. Ella trató de voltear la cabeza, pero mantuve su rostro en un agarre
suave y firme. Un dolor se formó en mi pecho.
El mismo dolor que había sentido cuando comenzó a salir con Nate
en la escuela secundaria.
Así que hice lo único que podía pensar, lo único que quería.
La besé.
136
14 Traducido por Melody Hamort
Corregido por Mel Markham
Sydney
l principio no sabía si me estaba besando para que dejara de
llorar o si había otro motivo detrás. Una manera muy extraña de hacerlo, pero funcionó. Dejé de llorar, porque dejé de
pensar. Él me estaba besando. Había pasado años preguntándome cómo
sería y anhelando este momento, y ahora sus labios estaban sobre los míos.
Y fue un beso tan suave y t ierno que llegó a lo más profundo de mí, y
me robó el aliento y luego mi corazón. Pero Kyler siempre había tenido mi corazón.
Sus labios rozaron los míos una, y luego dos veces. Aspiré una
bocanada de aire y mis manos cayeron a su cintura. Un profundo sonido emanó de él, y retumbó a través de cada parte de mí, provocando una
serie de temblores que corrieron sobre mi piel. La presión sobre mis labios
incrementó y sus manos se deslizaron de mis mejillas a mi cabello, enterrándose en él. Inclinó su boca mientras echaba mi cabeza hacia
atrás, sus dientes t irando de mi labio inferior, persuadiendo a mi boca para que se abriera.
Mi corazón se aceleró tanto que pensé que saldría de mi pecho. Mis
dedos se apretaron alrededor de la suave tela de su sudadera, y un pequeño gemido escapó de mí mientras su lengua se movía sobre la mía.
El beso se profundizó, nunca había sido besada de esta forma —como si él estuviera sediento de mi propio sabor. Me dejó dando vueltas. Un dolor
floreció en lo profundo de mi ser, comenzando en mi corazón y
extendiéndose como el fuego más dulce.
Kyler se hizo hacia atrás mientras sus manos se deslizaban hacia los
costados de mi rostro de nuevo, sosteniendo mis mejillas. Sus labios rozaron
los míos mientras hablaba—: ¿Lo entiendes ahora?
Apenas podía respirar mientras mis ojos se abrieron. —¿Entender
qué?
Inclinó su cabeza, alineando nuestras bocas una vez más. —Tú.
A
137
—¿Yo? —Me estremecí cuando nuestros labios rozaron de nuevo.
—Esto es lo que mereces. —Presionó un beso sobre mi labio inferior, y supe en ese momento que debí haberme golpeado la cabeza con algo y
estaba soñando, porque esto no podía ser real—. Y esto —añadió, sus
manos viajando a mis hombros. Me atrajo hacia él, hasta que estuve apretada tan fuerte contra su cuerpo que podía sentir cada centímetro de
él—. No mereces lo que querías en esa terraza, nena.
Su lengua se deslizó entre mis labios entreabiertos, y le respondí el
beso como había soñado hacer por años. Él gruñó mientras sus manos se
escabullían a mis caderas. Cuando levantó su cabeza de nuevo, yo estaba jadeando. —¿Qué más merezco?
Una de las comisuras de sus labios se levantó. —Todo, nena, te mereces todo.
Mi corazón se hinchó tanto que pensé que iba a flotar hasta el
techo, pero la confusión se escurrió, amenazando la burbuja de felicidad construyéndose en mí. —Kyler, no… no comprendo.
Un hoyuelo apareció en su mejilla derecha mientras una sonrisa se
extendía, y mi corazón cayó pesadamente. —Entonces realmente no lo ent iendes todavía. Creo que voy a tener que enseñarte.
Un escalofrío me recorrió. El ant iguo dicho “a caballo regalado no se le miran los dientes” me estaba gritando en este momento. Ve con ello, me
dije. Sólo ve con ello. No te congeles. No arruines esto, sea lo que sea. No
quería mirar atrás y lamentar que mi boca y las eternas preguntas se hubieran metido en el camino. —¿Enseñarme?
—Mmm-jmm —murmuró, inclinando su cuerpo para que nuestras caderas se presionaran al juntarse—. Para cuando termine, entenderás
completamente a qué me refiero. Y creo que comenzaremos con este
suéter.
—¿El suéter?
Kyler mordisqueó mi labio inferior, y yo jadeé. —Me gusta el suéter. El
color te queda bien. Perfecto. —Cogió un mechón de cabello que había caído sobre mi pecho y lo colocó sobre mi hombro—. ¿Pero sabes qué es
lo que más me gusta de este suéter?
—¿Qué?
Sus pestañas se levantaron y su mirada me atravesó. Tensión se agitó
y enrolló firmemente dentro de mí. El calor en su intensa mirada me dijo que estaba tan, tan fuera de mi liga con él. El hoyuelo desapareció en una
sonrisa de conocimiento mientras deslizaba sus dedos por debajo del
dobladillo de mi suéter. —¿Ya lo has averiguado?
138
Agité mi cabeza.
—Mmm… —Ese bajo gruñido suyo me tenía con ganas de tumbarlo de espaldas. Sus dedos se extendieron a través de la piel desnuda de mi
estómago y se me cortó la respiración cuando se presionaron sobre mis
cost illas. Su cabeza se inclinó hacia un lado y sus cejas bajaron. —Syd, ¿no estás usando sostén?
Antes de que pudiera responder, sus manos viajaron hacia arriba, hasta que las puntas de sus dedos rozaron la elevación de mis pechos. —
No lo haces. Muy traviesa, Syd.
Mis labios temblaron. —No es como si necesitara…
—No lo digas. —Sus labios capturaron los míos en un largo, y ardiente
beso—. Volviendo al suéter.
—¿El suéter? —repetí tontamente.
Él asint ió, y por un momento los únicos sonidos en la habitación
fueron el lat ido de mi corazón y el crepitar del fuego. —La mejor parte de este suéter, además del hecho de que te hace ver jodidamente caliente
como el infierno, es que puede quitarse.
Oh, demonios.
Kyler t iró del suéter y lo dejó caer en el suelo. Había algo mucho más
ínt imo en esto que lo de antes. Incluso en las sombras de la habitación, me sentí más expuesta. Su mirada viajó de mi rostro y hacia abajo por mi
garganta y mis pechos. Las puntas se endurecieron bajo su mirada.
Recogió mi cabello, enmarcando mi pecho con sus largos mechones. —Ahora que pasamos el suéter, hablemos de éstos. —Su voz
era ronca y gruesa—. Son absolutamente perfectos.
Con él mirándome de ese modo, nunca en mi vida había estado
más orgullosa o feliz de mis pechos. En verdad.
Inclinó la cabeza y las puntas de su cabello me hicieron cosquillas en la piel. Sus labios estaban tan cerca que pensé que moriría por la
anticipación. Besó uno de los pequeños cortes y otro, entonces sus labios
se cerraron sobre la punta. Palpitante necesidad echó raíces. Sus manos se extendieron a la parte baja de mi espalda mientras se movía al otro pecho
y chupaba profundo.
—Perfectos —dijo nuevamente, y su lengua pasó sobre las apretadas
protuberancias, provocándolas hasta que agarré sus hombros, mi espalda
arqueándose. Se enderezó, mirándome—. ¿Sabes qué sigue?
Mi imaginación tenía muchas respuestas a eso, pero enganché mis
dedos bajo el borde de su sudadera con capucha. Su gran sonrisa, la que
139
mostraba sus hoyuelos en ambas mejillas, fue mi recompensa. Levantó sus
brazos, y fuera salieron la sudadera y la camiseta debajo de ésta.
Su torso parecía más perfecto ahora de lo que recordaba. Los duros
planos de su pecho, las depresiones de su estómago, y toda esa dorada
piel me atraía. Me incliné sobre él, mordiendo mi labio mientras nuestra piel se tocaba. Los cortes estaban un poco sensibles, pero no era nada
comparado con las otras sensaciones. Un estremecimiento rodó a través de mí, y su cabeza bajó a mi hombro. Depositó un beso allí, y la emoción
obstruyó mi garganta.
—Estás aprendiendo rápido. No me sorprende. —Trazó besos subiendo por mi garganta, deteniéndose justo bajo mi oreja. Sus manos se
movieron entre nosotros, su pulgares suavizando la puntas de mis senos—. Siempre fuiste tan malditamente buena en todo lo que haces.
—No en todo —admit í con un sonrojo—. Esto… no soy buena en esto.
Kyler se echó hacia atrás, con una ceja arqueada. —Eres increíble en esto.
—No, no lo soy. —Reí, sint iéndome un poco tonta. A veces realmente
necesitaba mantener mi boca cerrada—. Yo sólo… bueno, tú sabes, y fue…
—Fue de ese modo porque ese imbécil no sabía qué estaba haciendo. —Él plantó un beso en mi sien—. Y créeme, yo
sé exact ament e qué estoy haciendo.
No tenía dudas al respecto.
Dio un paso más cerca, forzándome hacia atrás hasta que golpeé el
borde de la cama improvisada y el calor del hogar viajó a lo largo de mi espalda. —Ahora, sobre estos pantalones…
—¿Qué hay de ellos?
Guiñó un ojo, y maldición si no se veía bien haciéndolo. —Tienen que irse.
Tomé una respiración, pero quedó atascada. Sosteniendo mi mirada,
sus dedos encontraron el cordón de mis pantalanes y lo deshizo con sorprendente rapidez. Nuevamente, esto no era para nada como antes en
la terraza. No había ni una pizca de ira en su mirada o en sus acciones. Sólo había excitación, afecto y algo tenía demasiado miedo de
reconocer. Y no era como con Nate, donde había habido mucha torpeza
incómoda, empujones, y todo había terminado.
Esto era lento y dulce y perfecto.
Dios, él era perfecto.
140
Kyler deslizó los pantalones por mis caderas. Me sujetó mientras salía
de ellos y quedaba sólo en mis bragas —unas lindas también, gracias a Dios. Rozó sus labios sobre mi frente mientras sus pulgares atrapaban las
t iras a lo largo de mis caderas. —Así que, ¿lo ent iendes ahora?
—¿Me deseas? —Mi voz sonó extraña.
Él rió. —Oh, estuviste tan cerca, nena.
Empecé a fruncir el ceño, pero en un movimiento increíblemente suave, mi ropa interior se unió al resto de mi ropa en el suelo. —Buen Dios, si
quitar bragas fuera un deporte olímpico, tendrías la medalla de oro.
Su siguiente risa fue profunda y rica. —El deporte sólo cuenta cuando es algo que realmente quieres ganar. —Luego retrocedió, su mirada
moviéndose sobre mí de una manera que me hizo querer ocultarme y dejar que vea a su antojo al mismo t iempo—. Eres hermosa, Sydney.
¿Sabes eso? Eres tan hermosa, y no siquiera lo sabes.
Mi garganta se cerró. Antes de que comenzara a llorar y completamente arruinara el momento, alcancé el botón de sus
pantalones, pero él atrapó mi muñeca. Levanté mis cejas.
Agitó su cabeza. —Todavía estoy enseñándote, Syd.
—¿Oh? —dije. El tono de burla en su voz era relajante, excepto que
yo todavía estaba desnuda, y mi piel estaba ardiendo por muchas razones. Nunca había estado así de desnuda con un chico, ni siquiera con
Nate. Cuando tuvimos sexo esa única vez, yo había estado sin camiseta y
mi falda había sido levantada. Eso fue todo.
Pero ahora no había manera de esconderme. Había pensado que
estaría más incómoda, pero mientras su mirada viajaba sobre mí, deteniéndose en unas zonas más que en otras, me sentí como una diosa
de pie frente a él.
Tomando mi mano, me t iró hacia abajo sobre la pila de mantas con él. En el momento en que mi espalda las golpeó, cada músculo se congeló
mientras lo observaba. Mi garganta pareció ser presa del pánico y a pesar
de que debería haberme sentido caliente, mi int erior se volvió frío como el hielo. ¿Dónde se había ido mi diosa sexy? Había huido a las malditas
colinas.
Kyler se cernió sobre mí, soportando su peso en una mano que había
plantado junto a mi cabeza. Su cuerpo no estaba tocando el mío y él
todavía estaba medio vest ido, pero sabía a dónde se dirigía esto. Era lo que yo quería —lo que había querido por tanto t iempo— pero tenía muy
poca experiencia en esto, y no podría soportarlo si Kyler descubría que era
tan frígida como Nate había asegurado.
141
Y pensar que Kyler habría terminado con la nariz fracturada por
nada.
—Oye —dijo él, tocando mi mejilla gentilmente—. ¿Estás ahí?
Asentí.
Kyler me observó intensamente. —No tenemos que hacer nada, Syd. Podemos detenernos aquí mismo si es lo que quieres.
Maldiciéndome a mí misma por ser tan idiota, t ragué. —No. No, no quiero que nos detengamos.
Movió su mano a mi hombro y mi cuerpo se sacudió ante el
contacto. Su mirada se elevó y no dijo nada. En su lugar, llevó su boca a la mía. El beso fue lento y gentil y siguió adelante hasta que la tensión se filt ró
de los músculos en mis brazos, y luego de mis piernas. Una clase diferente de tensión se construyó de nuevo, convirt iendo mi sangre en lava fundida.
Mi mano tembló cuando la coloqué en el bloque duro de músculo en su
estómago.
—Eso es bueno —dijo con voz ronca—. Me gusta cuando me tocas.
Y a mí me gustaba tocarlo. Explorando las depresiones y elevaciones
de sus músculos, me maravilló lo suave y firme que era su piel.
Correr le hizo un buen cuerpo.
Pasé mis manos por su pecho y por sus anchos hombros. Sus músculos se flexionaron bajo mi toque. Su peso bajó hacia mí, centímetro a
tortuoso centímetro, hasta que mis piernas se enredaron con las suyas. El
material de sus pantalones contra mi piel desnuda produjo una dulce oleada. Mis caderas se inclinaron hacia arriba, y el gruñó de una manera
que me hizo querer más. La parte baja de cuerpo se presionó contra el mío, y pude sentirlo.
Los labios de Kyler dejaron los míos y antes de que pudiera lamentar
su pérdida estaban en mi garganta, t razando un ardiente camino hacia mi pecho. Se tomó su t iempo allí, sus manos y boca dejándome sin aliento.
Me moví contra él, mis dedos clavándose en su espalda. Y entonces él fue
más hacia el sur, sus labios haciendo su camino por mi estómago, alrededor de mi ombligo, y luego hacia mi vientre.
—¿Comienzas a entender? —preguntó, sonriendo mientras deslizaba una mano bajo mi cadera, levantándome ligeramente.
—Eso… eso creo —dije, observando las sombras danzando en su
rostro. Un escalofrío se esparció por mi cuerpo cuando sus pestañas bajaron. Con una mano, gentilmente separó mis piernas. Peleé contra la
urgencia de cerrarlas cuando hizo el sonido más sexy jamás conocido por
el hombre.
142
—Tengo que hacer esto —dijo, y supe a qué se refería. Sus ojos se
movieron hacia arriba, buscando permiso—. Realment e tengo que hacer esto, nena.
Placer se disparó a través de mí, pero también lo hizo el miedo. —No
he… quiero decir, nadie me ha hecho eso antes.
—Lo sé. —Él sonaba orgulloso y posesivo—. Será increíble. Lo
prometo.
Asentí y dejé caer mi cabeza contra las mantas. Sabía qué esperar.
No era tan ingenua o tonta, pero cuando sentí su dedo rozar sobre mí, casi
me vengo en ese momento por el ligero toque. Sólo el roce de un dedo y mi cuerpo entero comenzó a temblar y mis caderas se levantaron para
encontrar su toque.
—Tan sensible —murmuró, deslizando un dedo dentro, causando que
mi espalda se arqueara mientras un suave gemido era arrancado de mi
garganta.
Luego hundió su cabeza y mi espalda salió claramente de las
mantas. La incipiente barba en su mandíbula estaba provocando mis
muslos. Todo mi cuerpo se puso rígido y mis sent idos se sobrecargaron en el momento que su boca me tocó allí, con el beso más dulce posible.
—¿Lo entiendes? —preguntó de nuevo.
Mis dedos se hundieron en las mantas mientras él hacía algo
verdaderamente malvado con su dedo. —Kyler…
—No mereces ser follada como una aventura de una noche. —Besó el interior de mi muslo, y me derret í—. Te mereces placer. Debería tratarse
todo sobre t i, siempre sobre t i.
Y luego su boca estaba sobre mí de nuevo, su lengua y sus dedos.
Placer creció en una apretada espiral, y el primer pulso fue dulce y
picante. Mis caderas se mecieron descaradamente contra lo que él estaba haciendo y su gruñido de aprobación me envió sobre el borde. Mi
cuerpo se rompió, se part ió en miles de pequeños pedazos mientras
gritaba su nombre una y otra vez de una manera en la que en realidad podría avergonzarme después. Fue la cosa más increíble y más completa
que jamás había sentido. Era como volar y caer al mismo t iempo.
Él aguantó la tormenta, sin detenerse hasta que el últ imo
estremecimiento rodó a través de mí y mi respiración empezó a volver a la
normalidad. Besó mi muslo de nuevo, y luego se levantó por encima de mí, plantando sus manos a cada lado de mi cabeza. Abrí mis ojos, aturdida.
Su sonrisa era en parte de suficiencia. —Te dije que sería increíble.
143
—Fue… completamente increíble. —Extendí mi mano, pasando mis
dedos por su mandíbula y luego por su garganta, su pecho. Mi mirada bajó, y pude ver el bulto en sus pantalones. Deslicé mi mano por su
estómago, pero cogió mi muñeca antes de que pudiera alcanzar lo que
quería, y rodó sobre su costado. Giré mi cabeza hacia él, confundida—. ¿No quieres…?
Levantó sus cejas.
Calor inundó mi rostro, lo cual era ridículo considerando lo que él
acababa de hacer. —¿No quieres ir más lejos? Quiero decir, no te corriste
y… —Y sólo quería dejar de decir todo junto. Esto era tan vergonzoso.
Kyler rió entre dientes mientras me tomaba en sus brazos,
acomodando mi espalda contra su frente, y pude sentirlo, todavía brotaba una furiosa erección. —Estoy bien. Esto fue sobre t i.
—No te sientes “bien”. —Moví mi t rasero, y él gimió. Una sonrisa t iró
de mis labios—. ¿Lo ves?
—Seh, lo veo y lo sient o.
Incliné mi cabeza hacia atrás así podía verlo y mordí mi labio,
esperando que mi próxima pregunta no sonara increíblemente tonta. —¿No quieres?
—¿Que si no quiero? —Incredulidad coloreó su voz. Una mano cayó a mi cintura mientras empujaba sus caderas hacia adelante, moviéndose
contra mi t rasero de una manera que me tenía adolorida de nuevo—. No
quiero nada más que estar dentro de t i y quedarme allí.
Un estremecimiento se abrió camino por mi espina dorsal. —
¿Entonces por qué no lo haces?
Quitó mi cabello de mi mejilla, metiéndolo detrás de mi oreja. —
Quería hacer eso por t i y yo… bueno, no suelo hacerlo con otras chicas.
Mi estómago se agrió ante la mención de otras chicas, pero lo ignoré. —¿Estás sonrojándote?
—No. —Resopló—. Yo no me sonrojo.
—A-já, deben haber sido las sombras, entonces. —Crucé los brazos sobre mi pecho—. ¿Así que no haces eso? Porque se sint ió como si
realmente tuvieras muchas experiencia.
Él rió de nuevo y se sentó, alcanzando una manta. Tiró de ella sobre
nosotros, metiéndola a mi alrededor. —No dije que nunca lo había hecho.
Consideré eso. Hubo algunas chicas a través de los años con las que había salido por un t iempo. Podía imaginar que debió haber hecho eso
por ellas, pero todavía no respondía por qué no había ido más lejos
144
conmigo. Deseé que mi cerebro se callara porque reamente estaba
comenzando a ponerme de los nervios.
La mano de Kyler se deslizó alrededor de mi cintura. —Quiero, Syd.
Realmente lo hago. Así que no empieces a llenarte la cabeza con
tonterías. Yo sólo quería hacer eso por t i. —Él pausó, presionando sus labios contra mi mejillas—. Y está el hecho de que los condones están arriba y
caminar va a ser difícil para mí en este momento.
Reí, sin poder evitarlo. —Estoy tomando la píldora.
Él gruñó. —No estás ayudando para nada.
—Siempre usas condones, ¿verdad? Por favor dime que has usado condones.
—Nunca no he usado un condón.
Alivio se apoderó de mí. —Así que…
—Syd, nena, estás matándome.
Sonreí mientras rodaba sobre mi espalda. —Hay otras cosas que puedo hacer, sabes. He hecho otras cosas.
Su pecho se levantó bruscamente y se quedó inmóvil. —No me lo
debes, Syd. No es por eso que lo hice.
Pensé en las pocas veces que había dado sexo oral o manuales.
Todos ellos habían sido con Nate a lo largo de esos años en la secundaria y otras cosas. Lo había hecho porque sentí que tenía que hacerlo, si no Nate
hubiera seguido adelante. Una cosa tan estúpida de la que preocuparse, y
honestamente hubiera estado mejor si él lo hubiera hecho, pero todo eso estaba más allá del punto. No estaba segura si lo haría tan bien como las
demás, pero no era porque se lo debiera a Kyler.
Moviéndome sobre mi costado, incliné mi cabeza hacia atrás y
encontré su mirada. La manta se deslizó de mis hombros, pero apenas me
di cuenta. —Quiero hacerlo. No porque sienta que necesito, sino porque quiero.
Un músculo palpitó en su mandíbula mientras se levantaba
apoyándose sobre un brazo, y pensé que podría huir. Tomando una profunda respiración y reuniendo todo mi coraje antes de que lo perdiera,
puse mi mano entre sus piernas y lo sostuve. Todo su cuerpo se sacudió como si hubiera sido sorprendido. Forcé mis ojos hacia arriba, encontrando
los suyos. —¿Vas a decirme que no?
Sus ojos se veían casi negros, y lo que se sint ió como una eternidad, pasó antes de que se est irara, poniendo su mano sobre la mía. No dijo
nada, pero empujó sus caderas hacia adelante, presionándose contra mi
mano.
145
Esa fue respuesta suficiente para mí.
146
15 Traducido por Fiioreee & Moni
Corregido por Karool Shaw
Kyler or Dios, esta no era mi intención al empezar esto. Caray, no me encontraba seguro de que supiera lo que comenzaba cuando
la besé, sólo que lo quería y deseaba que dejara de llorar,
cuando noté que se merecía mucho más de lo que pedía.
¿Y ahora?
Sí, todos los pensamientos de complacerla, y luego ir a dormir —aunque incómodo— saltaron por la ventana al segundo que se apoderó
de mí con su pequeña mano. Incluso con mi mano sobre la suya, sabía
que no debía dejar que hiciera eso. Perdí la cuenta de las veces que conseguí un trabajo de mano y parecía ir en contra de la naturaleza
rechazarlo, pero, ¿Syd...?
Era mis más salvajes fantasías haciéndose realidad una vez más, y con su sabor aún persiste en mi boca, nunca había sido más difícil en mi
vida. Nadie, ninguna chica que he conocido, se comparaba con lo que ella se sent ía alrededor de mi dedo y en mi boca.
Pero esta era Sydney, hermosa —como— el infierno, Syd.
Me miró a través de aquellas oscuras pestañas y, oh infierno, siempre he sido un fanático de esos grandes ojos azules. Una pequeña sonrisa
vacilante apareció en sus labios hinchados. —¿Tomaré eso como un sí?
El entusiasmo en su mirada fue mi perdición, y mi autocontrol se
rompió más rápido que un huevo cayendo al suelo.
Probablemente me hizo el idiota más grande del país, pero a la mierda con toda la caballerosidad. Estoy a segundos de venir y todavía
tenía mi sudadera. ¿Cuán incómodo sería eso?
Quité mi mano de la suya. —Toma lo que quieras, nena.
P
147
Su sonrisa se extendió en una tan brillante que era muy difícil de ver.
La presión se cerró sobre mi pecho, inesperado e intenso. Me moví para detenerla, pero luego su mano se deslizó a lo largo de mí... y sí, ella me
tenía. Era todo suyo.
En realidad, a pesar de haber estado con todas las demás, siempre fui de Syd.
Poniendo mi peso sobre mis hombros, me levanté para que pudiera t irar de mi sudadera. Me imaginé que dudó con los bóxers, y no me
sorprendí cuando se detuvo, sus dedos cerrándose alrededor de la banda.
Levantó la vista con sus cejas levantadas. —¿Duendes de Navidad?
Me encogí de hombros. —Estoy pegado con el tema.
—Puedo verlo. —Se mordió ese maldito labio, y eso hizo querer besarla de nuevo, pero entonces sacó mis bóxers con cuidado,
liberándome, y el aire golpeó fuera de mis pulmones. No se detuvo hasta
que se unieron a mi sudadera, y luego se sentó con la manta puesta alrededor de su cintura.
Maldición.
Mirándola, todo mi cuerpo se crispó. Maldita sea, era sexy como el infierno, su pelo oscuro caía en sus hombros, ocultando parcialmente sus
pechos. Quien dijo que los hombres eran criaturas visuales era totalmente cierto.
Alcanzándola, aparté las cerraduras pesadas sobre su hombro,
dejando al descubierto uno de sus pechos. Se quedó inmóvil, luciendo muy adorable como se retorcía. Podía mirarla para siempre y un día.
Agachó la cabeza y su pelo cayó detrás de su hombro mientras envolvía sus dedos alrededor de mi base y sant a mierda. Mi espalda se
inclinó al deslizar su mano lentamente hacia arriba y abajo. Apreté mis
ojos, sabiendo que si seguía viéndola me perdería en cuest ión de segundos.
No es que estuviera a punto de hacerlo de todos modos.
Su mano se movió, en determinados movimientos lentos, siendo un poco torpes, pero había algo más sexy en eso. No se sent ía segura de sí
misma, pero eso no la interrumpió. Nada detiene a Sydney, y apuesto a que si abría los ojos, esa pequeña mandíbula se encontraría concentrada,
Tenía que ver, y maldita sea si no estaba en lo correcto. Todo mi
cuerpo se tensó cuando su agarre se hizo más seguro y más rápido. —Uh, cariño, no estoy…
148
Levantó la vista, con los labios entreabiertos y las mejillas sonrojadas.
Su pecho se movía con rapidez, y el placer construido en la parte superior de mi espalda, estaba a punto de apagarse. —¿Soy yo…?
—Eres jodidamente perfecta, demasiado perfecta.
Sonrió nuevamente, y tuve que cerrar los malditos ojos, porque si caía en sus ojos, nunca resurgiría. Su mano se ralent izó en la parte superior,
el pulgar coronó la cabeza, y gemí cuando mis piernas se tensaron. —Yo no…
¡Sant o infierno!
El calor, el calor húmedo de su boca cerrándose alrededor de mí y enviándome derecho al borde. Mi espalda se dobló. Intenté apartarla,
pero se mantenía aferrada a mí y no iría a ninguna parte. Eché mi cabeza hacia atrás, mis dedos apretados en su pelo. La explosión rodó por mi
espalda y no exist ía forma de detenerla. La liberación me sacudió por
dentro, y ella se quedó allí, con la boca y la mano trabajando hasta que deje de lat ir. Fui destruido por completo como nunca había estado antes y
fue increíble, perfecto.
Respirando entrecortadamente, la agarré por los brazos. La t iré a mi pecho. Nuestras piernas se enredaron, y su peso no era nada en mí, pero la
sent ía en cada hueso.
Un temblor inesperado me tomó mientras apoyó la mejilla justo sobre
mi corazón. Envolví mis brazos alrededor, abrazándola. Sabía que se
enfriaría pronto, pero soy un bastardo egoísta que la dejé ir el t iempo suficiente para encontrar la maldita manta.
Sint iendo su suavidad, la sostuve hasta que mi corazón se desaceleró, y pude abrir los ojos de nuevo, y esto se sent ía como siempre.
Una paz lánguida invadió mi cuerpo, pero no me dormí fácilmente.
Una parte de mí no quería dormir, porque no quería perder ni un segundo
de sus respiraciones suaves. Se desmayó encima de mí y, con una sonrisa en mis labios, la puse en su lugar y la acurruqué contra mi pecho con las
mantas ajustadas sobre nosotros. El fuego duraría hasta mañana, pero el frío ya se colaba en la habitación.
Nunca había dormido con una chica antes, como, compart iendo la
misma cama o incluso la misma manta después del sexo. Las demás chicas por lo general se iban, y si se dormían, me acostaba donde sea que no
149
estén. Syd siempre había sido la única chica con quien pasaba una noche
entera, por lo tanto no me sorprendió que no se sint iera raro ahora, y a pesar de todo era diferente.
Empezando por el hecho de que se acurrucó completamente en mí,
hermosamente desnuda. Su espalda desnuda se apoyó en mi pecho y la curva fantást ica de su culo estaba apretada contra mí. No me había
puesto la ropa de nuevo, así que era difícil. En realidad, no creo que haya perdido la erección.
Me apoyé en mi codo, mejilla contra mi puño. Estuve así durante al
menos una hora, observándola. Tenía las más gruesas pestañas que jamás haya visto. No del t ipo cosméticamente mejoradas que son grumosas y
duras. Abanicaban la parte superior de sus mejillas, mejillas ligeramente espolvoreadas con pecas pálidas. Sus labios entreabiertos y rellenos.
Hinchados por mis besos. Una oleada de orgullo masculino se apoderó de
mí, y me incliné hacia abajo, depositándole un beso en la sien.
Syd murmuró algo y se movió. Mi mano se quedó inmóvil en su
estómago. Me encontraba trazando círculos alrededor de su ombligo,
pero cada vez que movía ese culo dulce, obstaculizaba con lo que colgaba entre mis piernas.
Se acomodó muy rápidamente, no despierta del todo.
Mi mirada recorrió su rostro. No había necesidad de mirar cada
delicada línea, porque ya lo había hecho hace años.
La manta se deslizó de su hombro, y la recoloqué. En su sueño, una sonrisa apareció en sus labios, y mi pecho se t ensó.
Suspirando, me tumbé a su lado y apreté mi agarre, reposicionando a Syd para que su cabeza se ajustara debajo de la mía. No tomó mucho
t iempo para quedarme dormido. Podría haber sólo dormido un par de
horas antes de que un ruido me despertara, pero fue el mejor maldito sueño que he tenido.
Mis ojos se abrieron de golpe. Luz gris pálida se coló por el hueco de
las cort inas, y el fuego casi fuera. Inmediatamente en guardia, contuve la respiración mientras escuchaba. El ruido venía de nuevo, un profundo
aullido del viento. Solté el aliento lentamente. Odiaba como la mierda estar nervioso, pero después de todo lo que pasó, prefería ser paranoico.
Inclinando la cabeza hacia abajo, revisé a Syd. Volvió a su sueño,
acurrucándose más cerca. Una pierna se lanzó sobre la mía, y su cabeza estaba apoyada en mi pecho. Su mano acurrucada encima de mi
corazón. Y yo aún estaba tan condenadamente duro que empezaba a
preguntarme si iba a convert irse en un elemento permanente.
Maldición.
150
Mi mano tembló al subir, rozando el pelo en su mejilla. Detestaba
levantarme, pero no deseaba que despertara en una cámara frigorífica. Tan suavemente como pude, me salí. La chica debía estar desgastada ya
que apenas se movió al levantarme y puse otra manta sobre ella.
Tiré de mi sudadera, haciendo caso omiso a la necesidad de volver bajo aquellas mantas y despertarla de una manera que dudaba que Nate
haya hecho. Colocándome la capucha, salí silenciosamente de la habitación. Inmediatamente me estremecí.
Las campanas del infierno, hacía bastante frío en el resto de la casa.
Me asomé alrededor del árbol de Navidad y vi que la nieve seguía cayendo, pero más ligera. Todo se hallaba cubierto al punto que
pareciera que fuera la Antárt ida. Hombre, no tenía ni idea de cuánto t iempo iba a llevarles despejar las carreteras aquí, o incluso si los
quitanieves lograrían salir.
Moviéndome por la casa, comprobé las puertas y ventanas como si padeciera TOC4. Todo estaba bien: cerrado y asegurado. Mientras me
dirigía al garaje para buscar leña, mi cerebro repit ió todo como si se
hubiera quedado atascado en el canal de Syd.
En las primeras horas de la mañana y con la casa en silencio, no
podía creer lo que sucedió lo noche anterior. Maldiciendo al momento que mis pies tocaron el cemento helado del garaje, corrí alrededor de la
camioneta y las motos de nieve y reuní algunos troncos resecos. Ponerme
los zapatos habría sido lo correcto, idiota. Eso fue lo mal que mi cerebro se mantenía por ella. Joder, cuando dijo la parte “amor”, me sentí
completamente perdido.
He estado perdido en ella por un t iempo.
No es como si mis sent imientos por ella fueran nuevos, o que los
descubriera al tener mi boca sobre la suya o cuando soltó esa frase a medio terminar. Una mierda que eso nunca pasó. Tal vez algunas personas
se despertaron un día y se enamoraron. Yo no. Esto había crecido a lo
largo de un período de t iempo, dando inicio al salir de su primera cita con Nate. Hasta el día de hoy, recuerdo el amargo bocado de celos que tuve
al decirme que salía con él. Antes de eso, realmente entendía lo que sentía por Sydney. Vete a la mierda. Todavía habíamos sido niños en
muchas maneras, y estaba descubriendo los momentos felices, felices que
se tenía con el sexo opuesto.
4 Trastorno Obsesivo Compulsivo. Es un trastorno de ansiedad caracterizado por
pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes; y conductas repetitivas dirigidas a
reducir la ansiedad.
151
No fue incluso después de que Syd me dijo que Nate terminó las
cosas, me di cuenta de la magnitud de lo que sentía por ella. Porque no me puse triste o enojado, me puse cont ent o. Me sentí aliviado. Solo eso me
hizo tan indigno de Syd, pero era cierto. Era un hijo de puta. Lo sigue
siendo.
Sabía que ese momento, mientras estábamos fuera del edificio de
ciencias en la escuela, que la amaba. No de la forma de un mejor amigo. No de la forma de casi-hermana-pequeña. La amaba de una manera que
trasciende esas cosas. Y estaba enamorado de ella.
Nada de eso cambió algo. Mis sent imientos por ella eran algo que yo no reconocía. Me negué a dejarlo crecer en algo más que un anhelo que
no podía ser apagado. La gente hacía eso todo el t iempo. Yo era uno de muchos.
Syd siempre era demasiado buena para mí. Ni una sola vez se me
ocurriría que podría haber sent ido posiblemente algo más que una amistad al t ratarse de mí, y no estando cien por ciento seguro, porque no
conseguía creer cómo podía estar enamorada de mí luego de escuchar
sus palabras exactas: “folla todo lo que camina” por años.
¿Cómo podría?
No lo entendía.
Y tampoco quería cuest ionarlo, por lo menos no en este momento.
Tuve, ¿qué? Un día o dos para vivir lo que siempre he querido antes de que
la puta realidad golpee mi cara, porque una cosa si es cierta. Existe una muy buena posibilidad de que, cuando salga de este lugar, esté de vuelta
en el mundo real, ella se de cuenta de que puede buscar a alguien mejor que yo. Encontrar a un t ipo que no esté dispuesto a rechazar una carrera
garantizada para hacer dinero y que no haya estado los últ imos siete años
detrás de todas las chicas, excepto ella.
152
Sydney Me desperté con el olor del café recién hecho, lo cual no tenía
sent ido, porque sabia con seguridad de que habíamos perdido la energía. Tal vez soñé eso.
Dándome la vuelta, no sentí a Kyler o su calidez. Tal vez había soñado todo lo de anoche. Mis ojos se abrieron cuando mi estómago se
retorció. Las llamas crecían en la chimenea y bajo las sábanas, me sentía
bastante calentita.
Pero también muy sola en la cama improvisada.
Mi corazón se hundió más rápido que el Titanic. Cerré mis ojos con
fuerza. La probabilidad de que anoche fuera un sueño era muy poco probable, porque yacía desnuda bajo las sábanas, lo que significaba que
Kyler probablemente se despertó esta mañana y había estado cerca de mast icarse el brazo para escapar.
Se arrepentía.
Lo sabía.
Se arrepentía de lo que habíamos hecho, y ni siquiera habíamos
tenido sexo.
—Puedes dejar de pretender que estás dormida. —Escuché la
profunda voz de Kyler. La diversión coloreaba su tono—. Sé que estás
despierta.
Miré con un ojo abierto. —No estoy pretendiendo.
—Uh huh.
Luchando contra el impulso de t irar de la sábana sobre mi cabeza y fingir que no estaba aquí, di una respiración profunda y rodé sobre mi
espalda. Kyler se encontraba sentado a los pies del sillón reclinable, sosteniendo un termo en sus manos.
Un lado de sus labios se levantó. Colocó el termo en el suelo y se
agachó hacia el otro lado, tomando una taza. —Sé cuanto necesitas tu cafeína, así que encontré café instantáneo y herví agua sobre el fuego.
También conseguí algo de azúcar.
Me senté, sosteniendo la sábana sobre mi pecho. Nuestros ojos se encontraron y sent í mi respiración detenerse. Eran tan oscuros, casi negros.
No podía pensar en nada con esa expresión. Busqué en mi cerebro algo que decir. —¿Herviste el agua sobre el fuego?
153
Su sonrisa se extendió, revelando esos hoyuelos que siempre me
conquistaban, mientras desenroscaba la tapa con un giro de su muñeca y servía café. —Suenas muy sorprendida.
Es sólo que no podía imaginarlo haciéndolo. Bajando mi mirada, no
sabía qué hacer o cómo actuar. Lo que hice anoche sólo había exist ido en mis fantasías y nunca en mi realidad. No podía conciliar las dos. Sólo el
hecho de que me hizo café sobre el fuego no significaba que estaría a punto de declarar su amor eterno por mí o saltar sobre mí.
—¿Syd?
Forzándome a levantar la mirada, el calor se extendió sobre mis mejillas. Me deslicé sobre la cama de sábanas y tomé la taza. —Gracias.
Sus cejas se levantaron mientras alejaba la taza. —No. Aún no.
Inclinando mi cabeza a un lado, fruncí el ceño. —¿Por qué?
—Ya verás. —Bajando el café, se levantó y se acercó al borde de la
cama improvisada. Se arrodilló frente a mí. Lentamente, como si tuviera miedo de asustarme, tomó mi mejilla con su palma—. Buenos días.
Perdida en el simple toque de su mano en mi mejilla, me quedé
mirándolo por un momento. —¿Buenos días?
Cayó sobre sus rodillas y se inclinó, presionando su frente contra la
mía. —Creo que podemos hacerlo mejor que eso.
Mi corazón tropezó. Su proximidad era una buena señal, ¿no? Traté
de no preguntarme si tenía mal aliento mientras tragaba. —¿Podemos?
Asint ió y su nariz rozó la mía. Mi control sobre la sábana se apretó mientras mi estómago se hundía. —Muy fácil —dijo—. ¿Quieres ver?
—Sí. —Esa palabra salió como un susurro.
Ladeando su cabeza, besó una esquina de mis labios, y luego la
otra. Un temblor me recorrió mientras su pulgar acariciaba mi mejilla, y
luego profundizó la presión en mis labios, besándome de verdad.
—¿Qué tal eso? —preguntó, dándome otro beso en mis labios, uno
rápido—. ¿Fue eso un mejor buenos días?
Incapaz de hablar, asentí.
Kyler se rió entre dientes mientras se inclinaba y levantaba la taza.
Dándomela, la colocó a mi lado donde me había convert ido en papilla en una fracción de segundo.
El primer trago de café pasó por un largo camino hasta encontrar la
habilidad de hablar. —¿Cuánto t iempo has estado despierto?
154
Encogió un hombro. —Un par de horas. El fuego se apagaba, así que
tuve que poner más troncos.
Tomé otro trago. El café instantáneo no sabía tan mal. —¿Dormí
durante todo eso?
—Síp. Bueno, y hablabas dormida.
Mi boca se abrió. —Oh no. ¿Lo hice? ¿Qué dije? Oh Dios.
—Estoy bromeando. —Riendo, me miró de reojo—. No hablaste dormida, pero por tu reacción, desearía que lo hubieras hecho.
Entrecerré mis ojos. —Eso fue malvado.
Sonrió. —¿Dormiste bien?
—Creo que esa fue mi mejor noche desde la últ ima vez que tomé
Nyquil5. —Me sonrojé, dándome cuenta de cómo sonaba, y apresurándome a bajar mi cabeza, dejando que mi cabello escondiera mi
cara ardiente.
Kyler se quedó callado por un momento. —Igualmente. La mejor noche que he tenido en años.
—¿En serio? —Me atreví a darle un vistazo rápido. No sé por qué
parecía tan importante, pero lo era.
Miraba hacia el frente. —Nunca he dormido con una chica antes.
Mis cejas se levantaron. —¿Disculpa?
Sus labios se torcieron en una sonrisa irónica. —Nunca dormía con
una chica después de hacer algo con ella. En realidad eres la única chica
con la que he compart ido una cama toda la noche.
Una oleada de vért igo se extendió a través de mí, y escondí mi
sonrisa tomando otro trago. Recordé lo que comentó sobre Mindy, y casi salté e hice el baile feliz desnuda. —¿Ni una vez?
Sacudió la cabeza mientras giraba hacia mí. —Nunca quise hacerlo.
Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y no habría sido capaz de apartar mi mirada si Santa hubiera corrido a través de la habitación con un
rifle. —¿Nunca?
Inclinándose hacia atrás, colocó una mano detrás de mí. —Nunca —dijo, su voz baja. Echando su cabeza atrás, me dio un beso en mi hombro
desnudo, y luego apoyó su barbilla allí.
5 Medicamento para resfríos que se toma antes de dormir, ya que provoca sueño.
155
Tenía miedo de derramar el café por todas partes. No se arrepentía
de anoche. Eso era evidente. El alivio era como una dulce droga subiendo a través de mí, pero aún no sabía cómo actuar, y un poco petrificada de
decir algo equivocado.
Por suerte, Kyler tenía mucha experiencia que yo con todo esto. —La nieve ya no está cayendo tan fuerte. Los arados deberían ser capaces de
llegar aquí en algún momento.
Una punzada de decepción me golpeó y la escondí con una sonrisa.
Gracioso cómo, hace un día, todo lo que pretendía era ir a casa. —¿Crees
que lleguen aquí hoy?
—Estaría realmente sorprendido. Probablemente mañana. —
respondió—. Parece el Polo Norte allí afuera.
—Suena bien para Santa.
Sus ojos brillaban. —Creo que incluso él se perdería en ese desastre.
Me terminé el café, y Kyler tomó mi taza. Recogiendo la sábana alrededor de mí, murmuré algo sobre el baño, y me dijo que usara el de
abajo. Salí de la habitación, tomando la sábana cerca cuando la fr ía
temperatura me golpeó en el resto de la casa. Probablemente habría sido inteligente tomar mi ropa —donde fuera que estuviera— así podría
cambiarme, pero corrí al baño, mis pies descalzos golpeando la fría madera del suelo.
Descubrí que Kyler reunió algunos objetos personales y los puso en el
baño así no necesitaría ir arriba. Debido al gesto considerado, sonreí mientras realizaba mi rut ina mañanera. Mariposas se anidaban en mi
estómago y a punto de emprender el vuelo. Usando lo que tenía, me lavé lo mejor que pude sin matarme con el agua helada.
Esas malditas mariposas seguían revoloteando, rebotando en mi
interior aún cuando salí del baño. Mis mejillas estaban cálidas a pesar del frío. Me detuve al lado del árbol de navidad, sólo por unos segundos, a
causa de las ventanas y el peligro que presentan. Mi mirada bajó a los dos
regalos bajo el árbol, los que tenían nuestros nombres. Una sonrisa se posó en mis labios cuando miré la brillante estrella en lo alto del árbol. Ni siquiera
habíamos pensado en encender las luces.
Si tenía bien contados mis días, la navidad sería en una semana y
unos días. Sabía lo que quería para navidad, y parecía que lo había
conseguido. Tenía la esperanza de que las fiestas hubieran llegado antes para mí, y esto no era una casualidad salvaje.
Al regresar a la sala de estar, Kyler había extendido un buffet de
desayuno sobre la mesa de roble oscuro. De la clase que no se cocina: bananas, barras de cereal seco y otras cosas.
156
Me detuve justo dentro de la habitación, mi corazón en la garganta,
o tal vez a este punto en mi boca.
Levantó la vista y sonrió. —Esto es lo mejor que puedo hacer para
desayunar.
—Es perfecto. —Mis palabras sonaban quebradas y me di cuenta que me hallaba a punto de llorar. Del buen t ipo, berrear como un bebé no
sería atractivo. Agachando la cabeza, fui hacia un lado y me senté en una almohada desocupada, manteniendo la sábana cerca.
—Parece que habrán papas tostadas y veget ales para el almuerzo y
la cena —dijo, deslizando otra taza de café fresco en mi dirección—. Vamos a comer comida saludable hoy.
Me reí. —Como si comiera diferente todos los días.
Se burló. —Eres una chica del t ipo de carne roja. No mientas.
Esa parte era verdad. —Gracias por arreglar esto.
—Con gusto. —Me codeó amablemente—. Come. Tengo un gran día planeado para t i.
Mis cejas se levantaron. —¿Ah sí? ¿Estás planeando sacarme para
quitar la nieve de la entrada?
—No. —Tomando una manzana, se inclinó hacia atrás en una
postura arrogante—. No incluye salir, pero se centra en algo de actividad física.
El calor silbó a través de mi sangre. —¿En serio?
Me miró con un brillo t ravieso. —Mira alrededor de la habitación, Syd. Hay algo que no estás viendo.
Escaneando la habitación, me tomó un par de momentos para notarlo. —¿Mi ropa? ¿Dónde está mi ropa?
Su sonrisa de respuesta fue de pecado puro. —No vas a necesitar
nada de ropa hoy, nena.
157
16 Traducido por Mar Winston
Corregido por Vanessa VR
Sydney
h Dios mío.
Mis ojos se abrieron como platos ante lo que
probablemente era seriamente poco atractivo. Debajo de
la manta mi cuerpo se calentó deliciosamente. —¿Así que todo lo que tengo es esta manta?
—La mayoría del t iempo.
Me recorrió un estremecimiento. —De acuerdo. ¿Y tú puedes llevar
ropa?
Kyler me guiñó mientras le daba un mordisco a su manzana. —La mayoría del t iempo.
—No parece justo, ¿no crees?
Calor hirvió en su mirada. —Oh, será igualmente justo.
¿Era posible transformarse en baba? Yo lo creía. Su risita profunda
me hizo sonrojar y me giró de vuelta a nuestro pequeño buffet, manteniéndome ocupada comiendo. Muchas preguntas se elevaron
hasta la punta de mi lengua. Quería —no, necesit aba— algún t ipo de
confirmación de qué era lo que estaba sucediendo entre nosotros, pero para ser honesta, tenía demasiado miedo de decir algo que haría que
todo esto se derrumbara sobre mí, quebrándose como un frágil copo de
nieve.
Era débil, e incluso probablemente una mala idea, pero cerré mi
boca.
Luego de unos minutos comenzamos a hablar… a hablar como en
una conversación normal. Sobre el próximo semestre y las clases que nos
quedaban. Cómo planeaba hablar con su mamá sobre la universidad de veterinaria durante el receso, y realmente esperaba que fuera mejor de lo
O
158
que él había temido. Kyler necesitaba hacer lo que lo hiciera feliz, no lo
que su madre esperaba.
Las horas pasaron. De vez en cuando, chequeaba la ventana y
volvía a mi lado. Hablamos sobre Andrea y Tanner, sobre cómo me
imaginaba lo decepcionado que debía estar por no poder hacer snowboard.
Simplemente hablamos como siempre lo hacíamos, pero había algo más en ello. Kyler me tocaba en los momentos más casuales, y me
encontré anticipando esos segundos. Él acariciaba mis mejillas con sus
dedos mientras hablaba sobre el intento de su mamá de cocinar pavo este año. Yo había sido una part icipante ret icente en las aventuras
culinarias de su mamá, así que no lo envidiaba. Cuando admit í que todavía mordisqueaba el relleno crudo, colocó mi cabello detrás de mí
oreja. Y mientras hablaba sobre hacer pan de jengibre cuando llegáramos
a casa y cuando dijo nosot ros, deslizó sus dedos sobre mi hombro desnudo, provocándome una serie de escalofríos.
Kyler se puso de pie extendiendo su mano. No tenía idea de cuánto
t iempo había pasado cuando lo hizo. —Es t iempo de algo de esa actividad física que prometí.
Por un rato, había olvidado completamente que estaba desnuda debajo de la manta. No lo hacía ahora. Tragué con fuerza. Tenía una clara
idea de lo que esa actividad física implicaba. De repente los nervios se
desencadenaron y se exaltaron al extremo, y no podía encontrar aire suficiente para respirar. Me bloqueé. Lo deseaba con tantas ganas, pero
no tenía idea de qué debía hacer. ¿Que si hacía algo mal? ¿Que si él se sent iría de la misma forma que lo hizo Nate?
Pero yo confiaba en Kyler, y eso hacía una gran diferencia.
Sosteniendo la manta sobre mi pecho, le ofrecí mi mano desocupada. Sus dedos se enredaron en los míos y t iró de mí hasta
ponerme de pie con sorprenderte facilidad. Colocó un brazo alrededor de
mi cintura. Con una suave sonrisa, se inclinó hacia adelante y presionó su frente en la mía.
—¿Recuerdas nuestro baile de graduación? —preguntó. Su mano se apretó sobre la mía pero no me jaló más cerca de él.
Pestañeé ante la inesperada pregunta. —Sí.
—Te prometí un baile. —Sus ojos se cerraron y su mano se extendió en mi espalda—. No cumplí esa promesa.
Apenas sacudiendo mi cabeza levanté mi rostro para mirarlo. —
Kyler…
159
Sus ojos se abrieron. —Nunca bailamos. Fui un idiota.
Mi corazón comenzó a lat ir ruidosamente gracias al recuerdo. Había ido a la graduación con Nate, pero Kyler me había prometido un baile. Por
malo que haya sido, me pasé la mayoría de la graduación esperando ese
baile en vez de prestarle atención a Nate, pero Kyler se había marchado con Betty Holland. Tenían una habitación de hotel. La había escuchado
hablar con sus amigas en el baño.
Sacudí mi cabeza de nuevo ya que me quedé sin palabras. No
podía creer que siquiera recordara eso.
—Así que te lo voy a compensar ahora mismo. —Se irguió y me honró con una de sus sonrisas completas—. No tenemos la música pero creo que
podemos hacer que funcione.
Unas ganas de llorar quemaron en mi garganta y bajé mi cabeza.
Respirando profundamente, asentí. —Podemos hacer que funcione.
—Bien —contestó, su voz más ronca de lo normal.
Kyler me alzó y colocó mis pies descalzos sobre los suyos, y yo reí ante
el acto. Sus hoyuelos se profundizaron en respuesta, acercándonos. Mis
manos estaban atrapadas entre nosotros sosteniendo la manta, pero nuestras piernas se presionaban entre ellas. Tarareando en voz baja, nos
meció lentamente, moviéndonos en un pequeño círculo. No reconocía la canción, pero el melodioso sonido y las profundas vibraciones mimaron mis
ojos hasta cerrarlos.
Colocando mi rostro sobre su pecho, sonreí mientras bailábamos. En cuest ión de momentos, olvidé que llevaba nada más que una manta, que
la única música además de su tarareo era el viento, y que no nos encontrábamos en un elegante salón de baile exageradamente
decorado. Esto —estar en los brazos de Kyler— era tan increíblemente
perfecto que me dejaba sin aliento. No había otra manera de describirlo. Mi corazón se hinchó hasta el punto en que pensé que explotaría en un
desastre de baba. Él me estaba convirt iendo en un gigante malvavisco
derret ido, t ransformándome en nada más que baba por dentro.
Este baile era mejor de lo que cualquier baile de graduación pudiera
ser.
Alzando mi cabeza, abrí los ojos, y mi mirada inmediatamente se
aferró a la suya. Sus ojos lucían casi negros, y se convirt ieron en mi mundo
entero.
Kyler inclinó su mandíbula y el más ligero toque de sus labios en los
míos envió escalofríos a través de mis venas. Susurró mi nombre,
retumbando dentro de mí. Una mano se deslizó por mi espada y tomó mi cabello. Tomó el control, mordisqueando mis labios hasta que los abrí para
160
él, y el besó se profundizó, causando que el aire se atascara en mi
garganta. Me besó hasta que me sentí como si hubiese bebido demasiado, hasta que el calor flotó a través de mí, nadando en crudas
sensaciones.
—Te deseo —dijo bruscamente, sus labios rozando los míos—. Te deseo tanto que puedo saborearlo. Dime que deseas lo mismo.
Un temblor me sacudió. Estaba atrapada en su ardiente mirada. Estaba segura que había dejado en claro lo que quería, pero sólo una
palabra salió de mi boca. —Sí.
—Dilo. —Sus labios rozaron los míos otra vez y me besó de nuevo, retorciendo mis entrañas en deliciosos nudos—. Dímelo, nena.
—Te deseo —dije, mareada—. Te deseo Kyler. Sólo a t i.
Con un profundo sonido que me hizo temblar, me alzó de sus pies y
luego aflojó la manta de mis dedos. Se deslizó, cayendo en el piso con un
suave susurro. Fuego líquido se vert ió dentro de mí mientras su mirada viajaba sobre mi cuerpo.
—Maldición —gruñó mientras se quitaba su suéter y lo lanzaba en
alguna parte. Con suerte, fuera de la estufa, pero a ese punto no creo que alguno de nosotros dos lo notase.
Mi mirada quedó enganchada en su estómago. Él tomó esos seis abdominales y los convirt ió en ocho. Dios. Quería contener el aliento y
meter la panza, porque estar de pie desnuda frente a alguien que era el
epítome de estar en forma era un poco inquietante, pero entonces me tomó de la parte superior de mis brazos. Me t iró hacia él con fuerza,
nuestros pechos estaban nivelados. El contacto quemó mis sent idos.
Capturando mis labios de nuevo, me besó mientras comenzaba a
moverse. Estábamos bailando de nuevo. Una mano en mi nuca, y la otra
en mi espalda baja, continuó besándome mientras nos mecíamos al sonido de nuestros latentes corazones y el viento. Su mano se deslizó hacia
abajo, sobre la curva de mi parte trasera, y jadeé en sus labios.
Sentí sus labios curvarse en una sonrisa mientras se movían hacia mi mandíbula. Él guió mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi garganta. Los
besos que t razó a lo largo de mi cuello me llenaban con tanta anticipación que gemí. No había notado que incluso me había girado hasta que mis
pies rozaron las sábanas.
Mis dedos se clavaron en la tensa piel de sus lados mientras me colocaba sobre las mantas, su cuerpo casi, pero no todavía, cubriéndome.
Tomé aire chillando mientras deslizaba mis manos a través de las duras
crestas de su estómago. Mis dedos hormiguearon, y mi cuerpo entero se sint ió encadenado de una manera deliciosa. Viejas inseguridades se
161
colaron, amenazando la felicidad embriagadora que él había creado
cuando se dirigió al bolsillo t rasero de sus pantalones y tomó varios paquetes cerrados.
Me tensé debajo de él.
Su sonrisa era avergonzada. —Estoy preparado esta vez.
—Puedo verlo —dije con voz ronca, mi estómago retorciéndose y
soltándose al mismo t iempo. ¿Cómo podía sentirme tan bien y nerviosa a la misma vez? Parecía imposible sent ir tanto.
Kyler me observó, su pecho llenándose, rozando el mío. —No
tenemos que hacer esto, Syd.
—No. —Apreté sus brazos—. Quiero esto, te deseo.
—Es un alivio escuchar eso, porque yo… —Su voz se desvaneció con una pequeña sacudida de su cabeza y colocó un beso sobre el hoyo en
mi garganta—. Necesitas relajarte. Déjame ayudarte.
Antes de que pudiera responder, barrió todo con un beso tan suave, tan t ierno, que las lágrimas llenaron mis ojos. No sabía que podía ser
besada de esa manera. Que los besos podían ser tan desgarradoramente
perfectos que podían hacerte pedazos para siempre. Mis músculos se relajaron y coloqué mi mano en los cordones de sus pantalones.
Kyler gimió, y sus manos… bueno, sus manos estaban en todas partes, rindiéndole homenaje a cada curva y áreas sensibles.
Se tomó su t iempo, al parecer para comprometer cada parte de mi
cuerpo en su memoria. No sabía que podía ir tan lentamente. Estaba ardiendo de necesidad. Estaba tan preparada que, cuando sus dedos
acariciaron entre mis piernas, mi cuerpo entero se movió con su tacto, arqueándose dolorido.
—Maldición, nena, hacer que sea difícil mantener el control. —Su
cuerpo se sacudió mientras deslizaba mis dedos dentro de sus pantalones—. Tan malditamente difícil.
No quería que mantuviera el control.
Su respiración se aceleró mientras bajaba sus pantalones. Estaba completamente desnudo debajo de sus pantalones, y por alguna razón lo
encontré malditamente sexy. Se sentó, quitándose sus pantalones por completo, y luego su boca viajó hacia abajo, siguiendo el camino de sus
manos. Cada caricia de sus labios, toque de su lengua, o pequeña
mordida se sent ía como si estuviera dejando su marca en mí.
Mis dedos agarraron su cabello cuando su lengua acarició mi
ombligo. Un sonido estrangulado escapó de mí, entonces se deslizó aún
más abajo, besando mi parte más sensible. No pasó mucho t iempo antes
162
que estuviera agitándome bajo él, gritando mientras me acariciaba,
mordisqueaba, y lamía. Me sacó cada aliento, cada gemido y jadeo. Me hice añicos, mi cuerpo retorciéndose y mi corazón lat iendo con fuerza.
Las secuelas me sacudieron mientras se sentaba, y tomaba un
paquete cerrado. No había notado que se había colocado un condón hasta que su cuerpo cubrió el mío, pecho a pecho, caderas con caderas.
Esperaba que me cambiara de posición sobre él, la forma que dijo que le gusta, pero no lo hizo. Se acomodó entre mis piernas, y podía sentirlo firme
y preparado.
—¿Estás segura, nena? —preguntó, su voz profunda y ronca, tan malditamente sexy—. Podemos detenernos aquí mismo.
—Estoy segura. —Deslicé una mano hacia su cadera y enganché una pierna alrededor de la suya, acercándolo—. Por favor, Kyler. Quiero
esto. Por favor.
163
Kyler
Esa palabra me quebró.
Por favor.
Como si tuviera que rogarme para hacer esto cuando había sido yo
el que había estado muriendo por estar dentro de ella. Yo debería ser quien rogara.
Alcancé y tomé la temblorosa mano que había estado
descansando sobre mi corazón y presioné un beso en el centro de su palma. La forma en que su cuerpo temblaba debajo del mío casi me hizo
acabar allí mismo. Levanté la mirada, encontrando la suya. Presión se
apoderó de mi pecho. Sus ojos eran tan azules que casi lucían irreales.
Lujuria, abundante y poderosa, golpeó en mí. Del t ipo que nunca
había sentido. Mi cuerpo me exigió penetrarla, caer completamente dentro de ella. Necesitaba dolorosament e hacerlo, perderme en la
adrenalina del placer que sabía que se aproximaba, pero me forcé a mí
mismo a retrasar mi liberación. Ella solamente lo había hecho una vez antes, y no quería herirla. No quería que hubiese un momento que no fuera
sublimemente perfecto para ella.
Deslizando una mano bajo su delgada cadera, la levanté hasta que
estuve listo en su entrada. Mi corazón repit ió un lat ido, y luego se aceleró.
Liberó su mano y acarició mi mejilla.
Estaba malditamente perdido.
Capturando su boca, deslicé mi lengua dentro de su cálida cavidad
mientras empujaba dent ro de ella lentamente, y santo Dios, sent í cada centímetro en cada terminación nerviosa. Increíble. Deslizarse en ella se
sent ía como la primera vez. Y de una forma, lo era. Nunca lo había hecho de esta manera antes, cara a cara. Era como un maldito virgen de nuevo.
No creí que fuera posible sent irme de esa forma, pero lo hacía. Mi cuerpo
se sacudió con el esfuerzo que tomaba abstenerme de sumergirme dentro de ella y del sent imiento, de la emoción detrás de ello. Alejando mi boca
de la suya, empujé más adentro. Era increíblemente estrecha. Cada
centímetro ganado era un maldito hermoso milagro. Una eternidad pasó, y estaba completamente dentro y completamente rodeado por ella.
Impresionado. Completo. Mis caderas giraron, y gemí mientras agudas sensaciones mart illeaban a través de mí.
Syd gimió, y me puse rígido, mi corazón dando un tropezón. —¿Te
estoy last imando?
164
—No —susurró, sus ojos tan brillantes y abiertos—. Es sólo que eres…
—Un dulce sonrojo cubrió sus mejillas, y maldit o Dios, las sensaciones—. Eres grande y yo no he…
Contuve una sonrisa y una oleada de estúpido orgullo. —Lo sé. —
Acaricié su mandíbula con mi pulgar—. Te tomará un par de minutos acostumbrarte.
Asint ió y sonrió, pero el tono en sus ojos era demasiado claro, demasiado intenso. Estaba lista y cálida, pero su cuerpo estaba rígido.
Mierda. No estaba disfrutando de esto. No tanto como yo.
Determinado en arreglarlo, mantuve mi cadera sellada a la de ella mientras inclinaba mi cabeza y la besaba suavemente. Syd devolvió el
beso, pero la podía sentir temblar debajo de mí. Contuve una maldición, sabiendo que debería haberlo tomado aún más lento.
Deslicé una mano entre nosotros, moviéndola por la frágil línea de su
clavícula, y luego hacia abajo, sobre sus pechos. Acaricié uno, rozando mi pulgar por la punta. Su pezón se quedó como una piedra, y esa era una
buena señal. Su reacción envió una vibración inmediata a través de mi
cuerpo.
Profundizando el beso, me mantuve rígido dentro de ella,
permit iéndole tomar el siguiente paso. Y lo hizo. Sus caderas se movieron nerviosamente, solo con un pequeño momento al principio, pero lo sent í
como una ola de choque. Moviendo mi cabeza hacia abajo, capturé una
punta rosa y succioné. Sus caderas se movieron de nuevo, y levanté mi cabeza, rechinando los dientes. Sus dedos se enredaron en mi cabello
mientras sus ojos se desenfocaban y enredaba su pierna alrededor de la mía, en una urgencia silenciosa. Sus caderas se levantaron de nuevo, y
dejé salir un chillante jadeo. Gimió y mi sangre hirvió.
Ahora, esa era una buena señal, pero necesitaba asegurarme. —¿Te encuentras bien? —pregunté, apenas reconociendo mi propia voz.
Enredó sus brazos alrededor de mi cuello. —Sí. Se sint ió… se sint ió
mejor.
—¿Mejor? —Mis labios se deslizaron en media sonrisa—. Podemos
hacerlo más que “mejor”.
—¿Podemos? —Sonaba sin aliento.
—Ajá —murmuré, deslizando una mano por su cadera, guiando su
otra pierna alrededor de mi cadera. Su jadeo de placer era lo que necesitaba—. ¿Qué tal esto? —La besé mientras me deslicé fuera y luego
dentro de nuevo. Ella se sacudió mientras me deslicé fuera a medio
camino—. ¿Y esto? —pregunté.
165
Sus ojos estaban apenas entreabiertos. —Eso estuvo… eso estuvo
bien. Eso estuvo… oh… —Luego sus ojos se cerraron por completo y movió su cadera hacia arriba, reclamando los centímetros—. Oh, guau.
—Sí —gruñí—. Guau.
Syd lo hizo de nuevo y coloqué mi mano en la almohada junto a su cabeza. Le permit í marcar el ritmo y santo Dios, una vez que se
acostumbró, enredó sus piernas detrás de mis caderas y mi resistencia se quebró. Me deslicé dentro de ella profundamente, una y otra vez. Sus
suaves gemidos se alzaron mientras la intensidad y el ritmo se volvieron
fervientes. Me moví más rápido, aferrando mis caderas en las suyas y levantando, tomando ventaja y yendo profundamente. Sus movimientos se
volvieron desenfrenados, me sentía inconsciente. Me moví en círculos mientras ella gritaba mi nombre y su cuerpo tenía espasmos alrededor del
mío en estrechas y sensuales ondas. No podía contenerme. Ya no. Con dos
movimientos más, enterré mi rostro en su hombro y seguí en ella hasta que acabé.
Mientras me sacudía dentro de ella, finalmente lo entendí. Maldición.
Entendí en ese momento lo que había sido tan elusivo para mí todo este t iempo. El sexo import aba —oh santa mierda, cómo importaba— cuando
lo hacía con una persona que significaba algo.
Y me importaba con Sydney.
166
17 Traducido por Findareasontosmile
Corregido por Cami G.
Sydney i cuerpo dolía en todos los sit ios correctos de una realmente, realmente buena y desconocida. Dios, ahora entendía por
qué todos perdían la compostura por el sexo. Lo que
habíamos hecho había sido increíble. Pero no era tan ingenua para no saber que no siempre era así de sensacional, pero nunca me había sentido
así antes, nunca llegué así o me sentí así —Dios, no podía creer que est uviera pensando est o— de llena y completa.
No sabía que el sexo podía realmente sentirse así.
Me tomó demasiado calmar mi ritmo cardíaco, y sabía que a Kyler también, porque cuando se ret iró, rodó sobre su espalda y me t iró junto a
él. Tenía la mitad del cuerpo encima de él. Un brazo y una pierna estaban
recostados sobre su cuerpo, y mi mejilla descansaba sobre su corazón. Permanecimos así, su mano moviéndose en un lento círculo sobre la parte
baja de mi espalda. Estaba acurrucada tan cerca cómo podía, más sat isfecha de lo que podía recordar.
Todo parecía irreal. Estar acostada junto al fuego después de hacer
algo tan maravilloso en un día nevoso. ¿Cuántas novelas de romance presentaban apasionado sexo junto a una chimenea? Más de las que
podía contar. Casi me reí, pero…
Pero Kyler aún no había hablado.
Abriendo mis ojos, observé las llamas envolver la leña y me dije a mí
misma que no perdiera la compostura y arruinara esto, lo que sea que fuera. Por supuesto, mi cerebro no me escuchó en absoluto y comenzó a
escupir preguntas como un molesto crío. ¿Por qué no había dicho nada?
¿Estaba arrepentido? ¿Había disfrutado? ¿Fui frígida y no podía esperar a salir jodidamente de aquí? Sin parar, mis pensamientos llegaron hasta que
estaba lista para golpearme en el rostro, pero la verdad era que Kyler no había dicho nada, ¿y no debería haber dicho algo? Incluso Nate había
M
167
hablado al poco rato, diciéndome que lo había disfrutado, lo que había
resultado ser una mentira, pero aún así había abierto su boca.
Oh Dios, ¿qué si esto había sido un error?
Cerré mis ojos. Nunca habría visto lo que hicimos como un error. De
ninguna manera, pero Kyler… Su mano aún estaba en mi espalda, y me di cuenta de que estaba totalmente rígida.
—¿Syd?
Parte de mí quería esconder la cabeza, pero las mantas estaban
enredadas a lo largo de nuestras caderas, y sería realmente incómodo
empujar mi cabeza allí. Me forcé a levantar la cabeza y mirarlo. Sus ojos eran perezosas hendiduras, pero sabía que estaba mirándome, mirando
todo.
—¿En qué estás pensando? —preguntó.
Calor inundó mis mejillas y comencé a reacomodarme. —Nada.
Quiero decir, solo estoy pensando en todo. ¿Lo que hicimos? Fue impresionante. En serio. Y espero que te sientas…
—Detente. —Su brazo se apretó alrededor de mi cintura,
manteniéndome en mi lugar, y sus ojos estaban abiertos ahora—. ¿Tú esperas que piense que fue impresionante?
Sint iéndome de alguna manera demasiado expuesta, crucé mis brazos sobre mi pecho y asentí.
—¿Estás loca?
Mis cejas se dispararon. —¿Disculpa?
—¿Creíste que eso fue impresionante? No. Eso no fue impresionante.
Esa es la mejor jodida cosa que nunca he sentido, nena.
Lo miré boquiabierta.
—Y esa es la verdad. Así que no llenes tu cabeza con mentiras. ¿Estar
contigo? Sí, nada nunca se ha comparado con eso. —Con un fluido movimiento, se reacomodó y me puso en su regazo—. ¿Me sientes?
Agarrando sus hombros, jadeé. Oh, lo sent ía. Una bola de lava se
formó en mi vientre. —Yo… yo te siento.
—Bien, porque es la verdad. —Sus manos se deslizaron en mis
caderas, y mi corazón revoloteó en respuesta. Había un destello en sus profundos ojos marrones y travesura en sus sensuales labios.
No podía estar…
Kyler se movió ligeramente y se presionó contra mi caliente y listo centro. Santa mierda, él era inhumano. Se rió cuando vio mi expresión. —
168
¿Qué? Pareces sorprendida, nena.
—¿Estás listo para, uhm… hacerlo de nuevo?
Sus labios se alzaron en una media sonrisa. —Siempre estoy listo
cuando se trata de t i, pero no…
—¿No qué? —Me había atascado en toda la cosa de: siempre est oy list o cuando se t rat a de t i—. ¿No quieres hacerlo de nuevo?
Inclinó su cabeza hacia atrás, sus ojos buscando en mi rostro. —No hay nada más que quiera hacerlo de nuevo, pero no tenemos que
hacerlo. —Ahuecó mi mejilla, deslizando su pulgar a lo largo de mi labio
inferior—. Podemos relajarnos.
No creía que fuera capaz de solo relajarme, no cuando podía
sentirlo y estaba un poco sorprendida de que estuviera demasiado lista para hacerlo de nuevo. Y est aba lista. Estaba empapada y él tenía que
saberlo.
Mi corazón estaba golpeando rápido una vez más mientras bajaba mis pestañas. —Quiero hacerlo.
Su polla saltó. —Syd…
Volviendo mi cabeza, sent í su pulgar deslizarse sobre mi labio inferior de nuevo y, en un atrevido movimiento que no sabía que fuera capaz de
hacer, chupé la punta en mi boca.
Todo el cuerpo de Kyler se sacudió e hizo el sonido más sexy alguna
vez hecho. —Maldición, nena…
Avivada por su respuesta, llevé su pulgar más profundo en mi boca mientras me inclinaba hacia él. Su pecho era suave contra mi sensible piel
y gemí alrededor de su dedo, mis ojos cerrándose mientras mi cuerpo temblaba.
—Joder —gruñó, apretando mis caderas mientras se empujaba
hacia arriba—. Dios, no puedo conseguir suficiente de t i.
—Me t ienes. —Bajé su mano hacia mi pecho, gimiendo en el
momento en sus dedos lo cubrieron—. Todo de mí.
Se levantó, besándome. Lento. Profundo. Un dolor pulsó entre mis muslos, entonado con mis rápidos lat idos. Deslizando sus manos a lo largo
de mis costados, moviendo mis piernas así estaba de horcajadas encima de él, y empujó en mi entrada. Podía haber comenzado esto, pero él
llevaba todo el control. Tomó mis pechos con la palma de su mano y mi
cabeza cayó hacia atrás, mi cuerpo dolía.
Su boca se cerró sobre una sonrosada punta, y perdí la habilidad
para respirar. Lo que hacía con sus labios, su lengua y sus dientes enviaban
169
pinchazos de placer a través de mí, y en ese instante, sabía que Kyler
podía ser mucho más bruto de lo que era. Y eso me excitó incluso más.
Coloqué mi mano entre nosotros, agarrando su palpitante polla. Su
gemido en respuesta envió una ola de temblores a través de mí.
Acariciándolo lentamente, presioné mi frente contra él. —Por favor —susurré con mis ojos cerrados.
—Nena, no t ienes que suplicarme. —Atrapó mi labio inferior y lo mordió—. Solo dime lo que quieres y lo tendrás.
Apreté mi agarre y forcé las palabras a salir—: Te quiero. Quiero que
me hagas el amor. —Mis ojos se abrieron ante las últ imas cuatro palabras. Quería devolver esas palabras. Oh Dios, no debería haber…
Kyler se movió tan rápido que se sint ió como si el mundo estuviera girando. Envolvió un brazo alrededor de mi cintura, levantándome y luego
recostándome sobre mi espalda. En el momento en que mi cabeza golpeó
el almohadón, estaba sobre mí.
Me sacudí mientras me separaba y se zambullía como un hombre
hambriento. Una de mis manos escarbó en las mantas y la otra se abrió
paso a través de su sedoso cabello, sujetándolo mientras su lengua se enterraba en mi centro. Pensé que podría desmoronarme en ese
momento. Estaba cerca, pero sus caricias eran demasiado suaves.
—Sabes tan bien —dijo, metiendo un dedo—. Y estás tan
jodidamente apretada. Eres perfecta, ¿sabes? —Sus pestañas cepillaban
sus ojos—. Y amo cuando me miras así cuando estoy haciendo esto. —Para puntualizarlo, curveó su dedo, encontrando un lugar que ni siquiera sabía
que exist ía, y grité—. Y realmente amo ese jodido sonido.
Más allá de las palabras, mi cabeza se movía de un lado al otro
mientras él lamía, giraba y empujaba. Luego sus labios tocaron un manojo
de nervios, sacándome un gemido. Kyler gimió contra mí mientras mi cuerpo comenzaba a temblar. Metió otro dedo en mi interior, y exploté,
rompiéndome en el olvido.
Kyler tenía un condón puesto para cuando el últ imo grito dejó mis hinchados labios. Las cosas parecían empañadas alrededor de los bordes
mientras nuestros ojos se trababan. Su ardiente mirada me encendió de nuevo. Una variedad de emociones parpadeó sobre su sorprendente rostro
mientras agarraba mis caderas y me ponía de rodillas. Sat isfecha, puse mis
manos en su pecho. Estas se movieron con cada irregular respiración.
Sosteniéndome contra él, se recostó y me puso encima de su regazo,
sus piernas extendiéndose detrás de mí. —Cabálgame —dijo, su mirada
ardía.
Moví mis manos hacia sus hombros mientras extendía mis muslos. —
170
¿Otra primera vez?
—Oh, sí —dijo, esperando, listo—. Es otra primera vez.
Eso me hizo insanamente feliz, y mientras nuestros ojos chocaban de
nuevo, no estaba preparada para la salvaje y posesiva mirada en ellos.
Agarrando mis caderas con su mano libre, me guió hacia abajo. La inicial mordida de dolor mientras se deslizaba dentro de mí desapareció
rápidamente en un asombroso sentimiento de placer.
Me tomó un par de veces conseguir un ritmo, pero pronto él estaba
empujando hacia arriba mientras me deslizaba hacia abajo, nuestros
cuerpos moviéndose juntos en perfecta sincronía. Atrapó mi boca, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura, alineándome contra su
pecho mientras su lengua emparejaba las estocadas de nuestras caderas.
—Sydney —gruñó, su gran cuerpo temblando.
Me retorcí encima de él, pero no era suficiente. Se me escapó un
quejido, y en un único y fluido movimiento, Kyler me tenía sobre mi espalda y con sus caderas golpeando en mí. Agarró mis caderas, levantándome
mientras iba más y más profundo. Tenía un brazo bajo mis caderas y puso
una mano en mi bajo vientre, sosteniéndome en mi lugar. No podía moverme.
Eso era lo que quería. —Maldición. No quiero que esto termine. Quiero sent ir esto… esto ahora. —Movió sus caderas en mí, y todo mi coño
tembló—. Quiero sent ir esto por siempre.
—Sí. Oh, Dios mío… —La tensión se construyó tan rápido que no podía respirar. Lancé mi cabeza hacia atrás, mis ojos abiertos y ciegos. Las
lalabras salieron atropelladamente de mi boca—: Más rápido. Por favor. Kyler, por favor. Te a…
Golpeó dentro de mí, cortando mis palabras, y exploté, estallando
tan profundamente que él gritó y se vino inmediatamente, su cuerpo convulsionándose. Las cosas que salieron de su boca casi me llevaron al
borde de nuevo. Eran oraciones. Maldiciones. Palabras incoherentes que
de alguna manera tuvieron sentido para mí. Cuando colapsó encima de mí, enterró su rostro en mi cabello y se las arregló para mantener la mayor
parte de su peso en sus brazos. No me habría molestado si se hubiera dejado caer en mí.
Me di cuenta, en ese punto, de que mis piernas aún
estaban firmemente envueltas alrededor de sus caderas. Las dejé caer, gimiendo mientras desencadenaba un segundo temblor.
Murmuró algo, y luego dijo—: No quiero moverme.
Sonreí contra la sudorosa y suave piel de su pecho. —No lo hagas.
171
Su profunda risa retumbó a t ravés de mí. —¿Cómo te sientes?
—Mmh.
—Yo también, nena, yo también.
172
Kyler Pasamos de las papas fritas, y vegetales crudos, y nos decidimos por
queso y galletas saladas para un almuerzo tardío/cena temprana.
—Estamos en el gran momento, nena. —Puse el surt ido entre
nosotros.
Se rió, ordenando sus galletas en una fila de cinco. —¿No somos
sofist icados?
Amando el sonido de su risa, alejé mi mirada de sus galletas hacia ella y casi empujé la comida a un lado y me abalancé sobre ella como un
animal. Había colocado mi sudadera con capucha sobre la cabeza de
Sydney y lucía tan malditamente comest ible sentada con sus piernas metidas bajo ella con los bordes de mi sudadera de la Universidad de
Minnesota rozando la suave piel de sus muslos, sin llevar nada más.
La verdad sea dicha. Solo la quería en mi ropa… y media desnuda.
Fácil acceso y todo, acceso que estaría ut ilizando dentro de poco.
Y también amaba la forma en que su mirada seguía bajando hacia donde mis pantalones de chándal colgaban de mis caderas. Cada
vez que sus ojos se cerraban en el área en el medio de ellas, se sonrojaba, mordía su labio o presionaba sus muslos.
No podía creer lo que Nate había dicho sobre ella. Quería romper su
mandíbula de nuevo, y tal vez algunas cost illas. ¿Frígida? Est a chica era lo opuesto a frígida, una pequeña e imprudente chica caliente que enviaba
a volar mi mente.
Tomó el cuchillo que había ut ilizado para cortar el queso y esculpió orejas de ratón. Riéndose, las dejó caer despreocupadamente en una
galleta y me alimentó.
Sí, podría acostumbrarme a esto.
Después de alimentarnos el uno al otro, me entregó mi guitarra. Se
extendió junto a mí, con sus desnudas piernas cerca del fuego, me escuchó tocar y toqué por horas, deteniéndome cada cierto t iempo para
tocarla, besarla, acariciarla.
No podía conseguir suficiente de ella.
Era como una droga que quería seguir retomando. Era adicto a la
manera en la que ella se sent ía y los sonidos que hacía. Pensé que tal vez, sólo por unos pocos segundos, las cosas serían incómodas entre nosotros
después de haber tenido fantást ico sexo, y hubieron uno o dos momentos
173
cuando ninguno sabía que decir. O tal vez ambos queríamos decir algo
pero no podíamos. De cualquier manera, eso había pasado rápidamente. Todo era como normalmente era, excepto que parecía más brillante y
mejor. Sí, eso sonaba absolutamente pobre, pero era la verdad.
Cada mirada, cada caricia, y cada palabra significaban algo más profundo ahora.
Syd se durmió mientras tocaba guitarra y aunque estaba renuente a dejarla, verifiqué las ventanas y puertas de nuevo. Nada estaba de forma
inapropiada. Nadie estaba mirando en nuestras ventanas o tratando de
romper las puertas. Si no fuera por los cables cortados en el generador, no habría sido tan malditamente paranoico. Las buenas noticias eran que la
nieve casi se había disipado. Mañana desenterraría la moto-nieve y me dirigiría a la cabaña principal para averiguar en las condiciones que las
carreteras estaban. Los arados6 tenían que estar fuera de las carreteras
principales por ahora, y realmente necesitaba revisar mi móvil para ver si tenía cobertura, ¿pero ahora? Sólo no quería hacerlo.
Regresé a la habitación y sent í mi corazón hacer alguna clase de
maldito aleteo cuando mi mirada aterrizó en Syd. Recostada sobre su espalda, con el edredón extendido a lo largo de sus piernas y sus
sonrosados labios separados, era la criatura más jodidamente hermosa y seductora que alguna vez había visto.
Sí, no quería pensar más allá de Syd.
Porque no tenía idea de cómo las cosas serían para nosotros una vez que regresáramos al mundo real y estuviéramos rodeados de amigos y
familiares. ¿Era este el comienzo de nuestra relación o alguna aventura? Sinceramente, no lo sabía. Había escuchado lo que había estado tan
cerca de decir cuando se vino, pero yo he sido conocido por arrojar algo
de jodida mierda en el calor del momento. Susurrar dulces nadas durante el sexo nunca jamás podría ser tomado en serio. Amabas más o menos a
todos, incluyendo a tu profesor de biología, cuando estabas teniendo un
orgasmo.
Y Syd —la inocente y agradable Syd— no tenía demasiada
experiencia cuando se trataba de sexo. Un hecho que me jodió, pero en realidad, era siempre duro descifrar los sent imientos una vez que el sexo ha
sido añadido a la ecuación.
Sabía que se preocupaba profundamente por mí. Obviamente. Pero, ¿en realidad me amaba? ¿La clase de amor que mis padres
compart ían antes de mi padre falleciera? ¿El t ipo de amor que sentía…?
6 Herramienta utilizada para remover el suelo, en este caso, la nieve.
174
Joder.
Arrodillándome junto a ella, cerré mis ojos. Era divert ido cómo crees que no terminar una oración en tus pensamientos de alguna manera no lo
hace verdadero. Jodidamente estúpido, porque el cerebro podía irse de
vacaciones a su propio mundo, pero no cambiaba una maldita cosa.
Estaba enamorado de Syd.
Como total, loca e irrevocablemente enamorado de ella, como lo había estado por años. Pensé en el tatuaje que me hice después de la
secundaria, el único en mi espalda, y sacudí la cabeza. Tal vez no había
querido admit irlo antes, y tal vez era un completo mentiroso por estar con esas otras chicas, pero no podía ignorar como me sentía por ella por más
t iempo.
Extendiendo mi mano, cepillé un hilo de cabello de su mejilla y mi
mano se detuvo mientras mi mirada viajaba en su rostro. ¿Habríamos
llegado a este punto si no hubiera sido porque la nieve nos había aislado? No lo creía. Yo habría seguido metiéndome con chicas y ella encontraría
alguien que no desfilara con otras mujeres delante de ella. El chico que
habría sido bueno para ella. Que habría tenido su mierda organizada. Que la habría tratado como si fuera la cosa más preciada en este mundo. Y
habría sido el hijo de puta más suertudo.
Quería ser ese hombre.
Podría ser ese hombre, si ella me quería.
Me tomó jodidamente demasiado no extenderme junto a ella y no despertarla, especialmente cuando se giró sobre su costado, empujando
su trasero contra mí. Jooooder. Pero como anoche, me dormí tan malditamente rápido y desperté junto a ella, extrañamente refrescado por
haber dormido en un maldito colchón en el suelo y meciendo la más
grande erección de todas las erecciones.
La desperté con mi boca entre sus muslos.
Syd se levantó sobre sus codos, su cabello cayendo sobre sus
hombros y su pecho subiendo con respiraciones irregulares. —Kyler, ¿qué estás…? —Su voz era ronca a causa del sueño y la excitación. Amaba el
sonido—. Oh, Dios.
Sonriendo contra ella, deslicé un dedo dentro de su mojada calidez
mientras hacía círculos en su clítoris con mi lengua. Amaba su sabor, su olor
y cómo se sent ía. Podría pasar una eternidad entre sus piernas. La observé mientras añadía otro dedo y chupaba profundamente. Su peso estaba
sobre sus codos y su cabeza cayó hacia atrás. Los bajos y susurrantes
gemidos casi me tuvieron en el borde. Syd levantó sus caderas e hizo un pequeño movimiento contra mi mano y mi boca. Esa era la cosa más
175
jodidamente caliente que alguna vez había visto.
—Oh… —jadeó—. Kyler, voy a…
—¿Vas a correrte? —Moví mi lengua rápidamente y sus movimientos
se incrementaron—. ¿Sí? Eso es lo que quiero, nena. Córrete.
Y lo hizo.
Syd cayó sobre su espalda, su cuerpo arqueándose, haciendo que
la sudadera se deslizara por su estómago. Un torrente de palabras salieron de ella mientras sus músculos internos apretaban mis dedos. Su ceño
estaba fruncido y su garganta trabajaba duramente. La observé como un
sucio bastardo, pero amaba eso.
Jodidamente hermosa.
Ni siquiera recuerdo moverme, pero de alguna manera le saqué la sudadera y mis pantalones estaban al otro lado de la habitación. El deseo
me recorrió duramente, clavándose profundamente. Agarrando sus
delgados brazos, los est iré por encima de su cabeza, juntando sus muñecas.
Estaba dentro de ella con un profundo y poderoso movimiento de
mis caderas, enterrado totalmente. Su cuerpo estalló a mí alrededor de nuevo y capturé su grito con mis labios. Bombeé una y otra vez,
perdiéndome en ella una vez más. Algo se sent ía diferente esta vez. Crudo. Best ial. Su ceñido y resbaladizo coño me apretó como un suave guante
mientras zambullía mi lengua en su boca. Ella estaba en cada poro,
calándose a través de mis músculos y huesos, tomando un profundo lugar dentro de mi pecho.
Mi propia liberación se impulsó a través de mí, encendiéndome hasta que mis caderas golpeaban las suyas y estaba vagamente
consciente de sus músculos apretándome y relajándose de nuevo. Nunca
había sentido esto antes, tan malditamente conectado y…
Santa mierda, lo imposible había ocurrido, algo que nunca antes me
había sucedido. Había olvidado usar condón.
176
18 Traducido por Autumn Night
Corregido por Karool Shaw
Sydney e tomó un momento darme cuenta de por qué Kyler se
sent ía increíblemente bien dentro de mí, caliente y palpitante, y la intensa sensación me quitaba el aliento.
Cada pulgada de él era un delicioso tormento y cada empuje era
embriagador.
Él no se había puesto un condón.
Oh por Dios…
La sorpresa me recorrió rápidamente. Le creí cuando dijo que
siempre usaba condón. Kyler no era estúpido, pero no lo hizo esta vez, ni
siquiera se detuvo a considerarlo. El pánico se levantó por un breve momento, pero luego dio paso a una abrumadora ola de placer. Saber
que ésta era otra primera vez para él, combinada con la forma que me
mantenía apretada, la manera que se sent ía sin nada entre nosotros… bueno, me arrastró de cabeza a otro poderoso orgasmo.
—Sidney —gruñó, y salió de mí en el últ imo segundo. Su boca estaba sobre la mía mientras presionaba contra mi estómago, su cuerpo invadido
por espasmos. Solo entonces dejó ir mis muñecas.
Envolví mis brazos alrededor de sus hombros, lo abracé fuerte mientras réplicas lo sacudieron. No se movió hasta que su respiración
desaceleró y su lat ido volvió a ser normal. Luego bajó la mayor parte de su peso sobre un costado.
Miró hacia abajo, entre nosotros. —Mierda. Lamento esto. —Sonreí
cuando giraba, dejando un beso en su pecho.
—Está bien.
—Siempre uso condón. Es solo… —Soltó una suave risa—. Demonios…
M
177
—Todo está bien. —Pasé mis dedos por el pelo que se encrespaba
contra su nuca—. Estoy tomando la píldora —le recordé—. Tú podrías… ya sabes.
Sus labios rozaron un costado de mi rostro.
—Lo recordé, pero estoy ciertamente acostumbrado a ut ilizarlos. Un hábito un poco difícil de romper. —Se echó hacia atrás, aclarándose la
garganta—. No es que esté tratando de romper ese hábito o algo así.
Mis labios se separaron, y repentinamente tenía la boca seca. ¿Qué
quiso decir con eso? ¿No estaba planeando romper ese hábito porque
planeaba seguir con esto?
Cerré los ojos, uniendo mentalmente malas palabras propias de un
campesino. Él no quiso decir otra cosa aparte de que no se acostumbraba a no usar un condón. Eso era todo.
O eso esperaba yo.
¿Y qué si cambia una vez que nos vayamos de aquí?
Dios, no podría…
Intenté alejar la inquietante idea, pero se instaló en mi estómago
como comida de una semana. Teníamos que hablar, pero cada vez que abría mi boca, nada salía. No sabía qué decir o cómo empezar la
conversación. Disculpa, ¿Todavía planeas ser un prost it ut o? Sí… eso no terminaría bien. Aún cuando Kyler me había dicho que merecía más que
alguien para un polvo, yo no pedí algo más, y él no lo ofreció.
Realmente necesitábamos hablar.
Abriendo mis ojos, incliné la cabeza hacia atrás. Kyler me observaba
con una leve sonrisa en su rostro. Se veía… tan relajado. Más de lo que observé con anterioridad, y ahora sería el momento perfecto para decir
algo.
—Necesito una ducha. —Fue lo que salió de mi boca.
La mirada de Kyler bajó a mi estómago.
—Sí… lamento eso. Hice un desastre de t i.
Eso no era lo que pretendía decir. Mis mejillas ardieron, especialmente cuando su sonrisa se agrandó.
—Está bien. Digo, el sexo puede ser desastroso a veces y estas cosas pasan y… francamente necesito callarme —Kyler rió profundamente,
luego besó la punta de mi nariz.
—¿Te he dicho cuán adorable eres? —¿Adorable? Había estado pensando en algo como sexy o caliente. Me encogí de hombros—. Eres
178
jodidamente adorable. —bajando la cabeza un poco más, me besó. Fue
un beso rápido y suave, haciéndome curvar los dedos del pie—. Creo que ambos necesitamos una ducha. Será una fría, sin embargo.
Recordando lo helada que fue cuando el generador se apagó, me
estremecí.
—Rayos.
—Supongo que depende de cuánto desees esa ducha.
Lo consideré y decidí que efectivamente deseaba esa ducha.
Suspirando, me levanté. Tomando la sábana, la sostuve contra mi pecho.
Las llamas ya bajas en la chimenea, casi apagadas. Presté atención y me di cuenta de que ya no se escuchaba el viento. Mi mirada se dirigió a la
ranura delgada en las cort inas y no sabía si debía estar feliz o triste por el hecho de que la tormenta terminaba.
Los labios de Kyler rozaron mi hombro desnudo, y giré mi cabeza
hacia él.
Su cabello caía sobre su frente, hecho un lío. Mi corazón dio un salto
cuando me ofreció su sonrisa torcida.
—¿Ducha?
—Sí…
—¿Juntos?
Calor aumentando en lo bajo de mi vientre.
—¿Sí…?
Esa sonrisa infantil volviéndose traviesa.
—Tal vez ni siquiera notemos que el agua está fría.
Un minuto más tarde, nos dimos cuenta que el agua se hallaba congelada. Ninguna cantidad de Kyler desnudo cambiaría ese hecho.
—Santa mierda —dijo, mojando su cabeza bajo el chorro de agua—.
Santa jodida mierda.
Sonreí mientras saltaba de un pie a otro delante de él, sus brazos
envueltos alrededor de mí.
Le tocó la peor parte de la avalancha de hielo mientras yo solo era rociada por la misma cantidad cada pocos segundos. Pequeñas gotas
cubrieron cada centímetro de mi carne, y tan loco como suena, estaba congelada, pero también caliente.
Kyler se había enjabonado y la espuma del jabón viajaba por ese
implacable estómago suyo, siguiendo sus fuertes músculos y
179
desapareciendo ente sus piernas. No podía dejar de mirar. Era
embarazoso. Apasionante. Se volteó en algún momento, y yo me quedé observando el tatuaje en lo bajo de su espalda. ¿Qué idioma era ese?
Luego me enfrentó de nuevo.
—De acuerdo —dijo en un suspiro, negando con la cabeza—. ¿Estás lista para esto?
Levanté mi mirada hacia él y asentí.
—No realmente.
—Trataré de hacerlo lo más rápido y menos doloroso posible. —
envolvió sus brazos mi alrededor y me atrajo contra la parte delantera de su cuerpo. Su piel se sent ía cálida en algunas áreas, fría en otras, y sabía
que podía sentir cuán duros estaban mis pezones contra su pecho. No estaba segura de sí tenía que ver con el frío o con Kyler.
Era más que nada por Kyler.
—Prepárate. —murmuró, volteándose despacio.
Salté cuando el agua golpeó mi espalda, casi t repando sobre él.
Manteniendo un brazo sobre mí, tomó el jabón. Mis dientes castañeaban
mientras él me ayudaba a lavarme. No conseguía quedarme quieta, y cada movimiento fue captado por Kyler. Podía sent irlo endurecerse contra
mi vientre. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y aunque mi piel se sent ía como un cubo de hielo, el fuego comenzó a incrementarse en mis
venas. Cuando sus manos se colaron entre mis muslos, mordí mi labio. Él
realmente se tomó su t iempo ahí.
Era la ducha más fría y ardiente que tuve alguna vez.
Después, me envolvió en una toalla suave y esponjosa y me depositó frente al fuego moribundo. Se cambió velozmente y fue hasta el garaje
para volver con madera. Una vez que tuvo el fuego crepitando de nuevo,
se volteó hacia mí. La tensión se había apoderado de él después de la ducha. No había dicho mucho, y cuando me miró, sus ojos eran oscuros
como fragmentos de obsidiana.
Me retorcí inquieta.
—Voy a bajar a la pensión y ver si saben algo acerca de las
carreteras principales. —Se puso en cuclillas delante de mí, con el pelo húmedo encrespado alrededor de sus oídos—. No debería tardar mucho,
¿de acuerdo? —Asentí comenzando a levantarme.
—Puedo ir contigo. Sólo déjame…
—Tú quédate aquí. —Puso sus manos en mis hombros, empujándome
gent ilmente hacia abajo—. Y mantente caliente. Ya no nieva, pero está
180
más que congelando ahí fuera. Estaré de regreso antes de que notes que
me he ido.
Sentía que ya se había ido.
Pero no dije nada mientras lo veía abrigarse como si fuera a esquiar.
No me besó antes de irse, y a pesar de estar sentada frente al fuego, me sentía inexplicablemente fría.
Kyler se detuvo en la puerta que daba al sótano, deslizando su celular en el bolsillo de su chaqueta.
—No salgas mientras no estoy, ¿de acuerdo? Sé que no ha ocurrido
nada desde lo del generador, pero no quiero correr el riesgo.
—Está bien. —Me volví hacia él, queriendo decir algo, cualquier
cosa, pero la capacidad para formar oraciones desapareció por completo.
Se volteó y se detuvo una vez más. Devolviéndome la mirada, abrió
la boca, pero entonces sacudió la cabeza y desapareció escaleras abajo.
No sé cuánto t iempo me quedé ahí sentada observando el lugar en
donde estuvo parado, diciéndome a mí misma que no debía reaccionar
de forma exagerada, pero yo era algo así como la reina del drama. Debería tener una corona por ello. En el corto período de t iempo desde
que se fue y yo escuché la moto nieve encenderse afuera, ya había querido golpearme varias veces por no decirle todo lo que quería decirle.
Me di cuenta entonces de que no tenía nada claro como había
pensado antes. Tenía veint iún años y no podía tener una conversación seria de corazón a corazón con Kyler y hablar con la verdad. Si ese era el
caso, entonces probablemente no debería estar acostándome con él.
Necesitaba crecer.
Diciéndome a mí misma que esa sería la primera cosa que haría
cuando volviera, me puse de pie y me apresuré a ir arriba para ponerme ropa limpia. Una vez cambiada, me puse mis botas sobre mis jeans y me
senté en el sofá, tamborileando los dedos contra mis rodillas.
Está bien. Quizá la primera cosa que haría cuando regresara no sería atosigarlo acerca de nuestra cuest ionable relación. Lo dejaría decirme
acerca de las carreteras primero, y más tarde hablaríamos.
Incapaz de quedarme sentada, fui en busca de mi celular. Todavía
seguía en el plato de arroz en la cocina. Sacándolo, le quité el arroz y lo
armé con esperanzas. Se encendió, pero la pantalla no era más que ondas verdes y azules.
—Mierda —mascullé, luchando con la urgencia de lanzarlo contra la
cocina como una pelota de fútbol.
181
Observé el reloj en la pared. Media hora había pasado desde que
Kyler se fue y ya me encontraba a punto de volverme loca. Quería salir de esta casa. Sin él aquí, estaba desarrollando un serio caso de claustrofobia.
Deteniéndome frente al árbol de navidad, me acurruqué en mi
suéter y miré por la gran ventana. Me sentía… diferente. Era extraño que unos pocos días hubieran transcurridos desde que llegué a Snowshoe, pero
parecía muchísimo más t iempo.
Una pequeña sonrisa apareció en mis labios y cerré mis ojos mientras
recordaba decirle a Kyler que lo deseaba. Dejé de lado la vergüenza que
sentí en ese momento y al instante me reí, porque, seriamente… nunca en mi vida había pensado que tenía el coraje para ponerme en ese lugar de
esa forma, y en ese momento no me di cuenta de lo asustada que había estado. Eso no era ninguna manera de vivir, me di cuenta sin decir palabra
alguna.
No tenía nada que ver con el sexo, la manera en que me sentía. Bueno, si me dolía de una manera totalmente placentera en áreas que no
pensé que dolería, pero era más que eso. Nunca fui t ras aquello que
quería. Siempre he sido muy cuidadosa, y desde la forma en que terminaron las cosas con Nate, he estado incluso más asustada de
soltarme, de no estar en control y hacer cosas que podrían terminar en un mundo de dolor.
De cierto modo, era como una infantil manta de seguridad que
había envuelto a mí alrededor. Decirle a Kyler que lo deseaba fue como arrojar esa manta. Ahora sólo tenía que seguir adelante y expresarle todo.
Necesitaba confesarle a Kyler que lo amaba.
Mi corazón dio un vuelco al pensar en eso. Iba a tener miedo. Iba a
ser dolorosamente incómodo, y preferiría patearme a mí misma que hacer
esto, pero lo haría.
Tras estar a solas con esos pensamientos más de una hora, no
soportaba más la espera. Aclaré mi mente sin siquiera pensar en ello. Me
puse mi abrigo, al igual que un par de guantes y un sombrero, y me dirigí al garaje.
Arrastrar la otra moto de nieve afuera fue un enorme dolor en el culo. Ya que no exist ía electricidad, me tomó unos momentos abrir la
puerta del garaje a mano; no la cerré por completo, para así lograr abrirla
nuevamente cuando volviera. Me subí a la moto roja y blanca y dejé escapar un suspiro de felicidad cuando la hice arrancar sin problemas. La
temperatura era brutalmente fría, así que me apresuré mientras me
colocaba el casco.
182
No era una profesional conduciendo una moto nieve, pero había
tanta nieve ahora que ésta se deslizaba suavemente levantando una fina capa. Incluso con guantes, mis dedos se sent ían como palitos de pescado
congelados para el momento en que me detuve frente a la casa principal.
Había gente parada adelante de sus negocios a lo largo de la calle, palas en mano, comenzando el proceso de excavación masivo. En
algunas zonas la nieve cubría coches, y sólo finas partes del metal se asomaba bajo ella. Era increíble y loco ver lo que la Madre Naturaleza era
capaz de hacer cuando está molesta o aburrida.
Varias motos de nieve yacían estacionadas en la acera ya limpia, y no dist inguía cuál de ellas era la de Kyler. Todas se veían igual para mí.
Mientras caminaba a la acera conseguí escuchar maquinaria en la distancia, lo que supuse serían máquinas de arado.
El albergue era todo agradable y cálido, iluminado con luces y
televisores. Me quité el casco y miré todo a mí alrededor, era como el paraíso. Obviamente ellos no habían perdido la energía aquí. Bastardos
con suerte.
Pero honestamente, no podría estar molesta acerca del corte de energía. Acurrucarme con Kyler compensó el hecho de comer horrible
comida congelada y bañarme con agua fría.
Había un cuarto de juegos y una sala de estar a un costado, y el
aroma de café fresco y tocino… demonios, apostaba a que Kyler estaba
ahí, metiendo comida en su boca. No es que pudiera culparlo. Yo haría cosas malas por un poco de huevos revueltos justo ahora.
Una gran cantidad de personas estaban agrupadas en torno a los juegos y sofás. Algunos de ellos hablaban acerca de cuánto t iempo
habían estado sin electricidad o cuándo planeaban irse. Recorrí la mult itud
con la mirada, pero no vi a Kyler. Reconocí, sin embargo, al barman de la primera noche que estuve aquí.
Se volteó y sonrió al verme.
—Hola, es bueno saber que sobreviviste a la ventisca del siglo. —Sosteniendo el casco contra mi cadera me aproximé a él.
—Sí, sobrevivimos sin electricidad.
—Eso oí. —Bebió de su café y mis papilas gustat ivas comenzaron a
babear—. Tu amigo me dijo que un árbol arrastró los cables de alta
tensión. —Mis cejas se levantaron.
—¿Kyler? —Asint ió.
—Sí, estuvo aquí hace un momento. Me comentaba que pensaba
que alguien había estado jugando con la casa durante la tormenta, algo
183
sobre un disparo por la ventana que cortó los cables que conectan al
generador.
—Sí, esperaba que… —Mi voz se apagó, repit iendo sus palabras en
mi cabeza—. Espera. ¿Dijiste que Kyler est uvo aquí?
Rascando su mandíbula, asint ió con la cabeza.
—Sí, preguntó acerca de las carreteras, también. Parecía ansioso por
salir de la ciudad. No es que pueda culparlo. La nieve es divert ida cuando puedes salir y hacer cosas, pero cuando cae de esta forma, no es muy
divert ida.
—Oh. —Cambié el casco de lugar—. Debo haberlo perdido entonces. —Sin embargo, tan pronto dije aquello, sabía que no tenía
sent ido. Sólo conocía una manera de llegar desde el albergue a la casa y lo habría visto. Miedo congeló la sangre en mis venas. ¿Y si había quedado
varado en algún lugar y estuviera herido? —. ¿Cuándo se fue? —pregunté.
Su ceño se frunció en concentración.
—Ah, hace media hora, tal vez. —Mi corazón se paralizó. Juro que
perdí el ritmo cardíaco—. Sí, hace media hora. Él y Sasha se marcharon
alrededor de las 9:30.
—¿Cómo? —Yo no… Yo no debía de haberlo oído bien. No había
posibilidad. Mis orejas estaban jodidas y confundieron las palabras. De ninguna manera él quiso decir Sexy Sasha, la escultural morena bomba
sexy que Kyler conocía del pasado—. ¿Se marchó con Sasha?
—Sí. —Sonrió, y no me gustó esa sonrisa. Era una sonrisa compasiva—. Se veía ciertamente contento de verla, y ambos siempre salen juntos
cuando él viene aquí.
Me quedé observándolo. Kyler venía mucho aquí durante la
temporada, a veces solo y en otras ocasiones con Tanner. Yo solo hice el
viaje de Navidad, así que no imaginé que el barman estuviera familiarizado con Kyler.
Con Kyler y con Sasha juntos, aparentemente.
Él sacudió su cabeza, sonriendo.
—Creo que se dirigían a lo de Sasha. Igualmente ha estado sin
electricidad, pero dudo que él vaya a chequear eso.
Sí, lo dudaba también porque, oh Dios, porque Kyler no sabía una
mierda sobre electricidad. Él estaba con Sasha.
Se encontraba con la maldita de Sasha.
184
Di un paso atrás, mi boca abierta, pero no sabía qué decir. Mi
estómago se revolvió cuando un profundo dolor explotó en mi pecho. Me sentía enferma.
—Oye —dijo el barman, poniendo sus manos en mis hombros
mientras yo me inclinaba—. ¿Estás bien?
—Sí. —Mi voz sonaba chillona y lejana—. Estoy bien.
Pero no era verdad. Estaba lejos de estar bien. Ese dolor en mi pecho se arrastraba por mis venas hasta mi garganta. Mis ojos ardían y mi cuerpo
se sent ía entumecido.
—Oh, mierda. —Soltó mis hombros y se encogió como si me acabara de decir que tenía alguna enfermedad incurable—. Oh, mierda, mierda,
mierda. Estás con Kyler, ¿no? Como, con él. —No me dio t iempo de responder—. Mira, solo estoy hablando estupideces. Estoy seguro de que
fue allí para ver lo del corte de luz y eso es todo.
Verdaderamente no escuché más de su marcha atrás. Mi corazón sonaba fuerte en mis oídos. El suelo parecía haberse movido bajo mis pies,
y aún de pie, sent ía como si fuera a caerme. Parte de mí quería patear al
informante. Saltar sobre él y golpear mis puños contra su estómago y hacerlo retractarse de lo que dijo, pero no era su culpa. Tenía que
continuar diciéndome eso.
—No estoy con él —solté de golpe. Frunció el ceño.
—¿Cómo?
—No estoy con él —repetí, y eso dolió. Dolía físicament e.
Como si alguien me apuñalara con un cuchillo oxidado en el pecho
y lo hubiera retorcido, porque era la verdad. No tenía nada con Kyler. Tuve sexo con él, pero no una relación.
No exist ía et iqueta entre nosotros, ni promesas. Él me dijo que yo
merecía algo más que un polvo, pero eso es lo que era. Nada más que un polvo cuando fue mencionado y hecho.
Y esto, est o era t ípico de Kyler, ir de una chica a la siguiente. No sería
la primera vez que estuviera con dos chicas en un solo día… o al mismo t iempo. Había estado tan callado después de la ducha, tan tenso. ¿Había
decidido que tuvo suficiente?
Lo conocía mejor que cualquier otra persona en el planeta. El sexo
no significaba nada para él. Una y otra vez había dicho que solo se
trataba de dos personas pasando el rato. ¿Por qué creí que haría una diferencia conmigo? ¿Sólo porque me folló cara a cara y se olvidó de usar
un condón una vez? Santa mierda, ¿realmente pensé que eso significó
algo?
185
Sí, lo hice. Dios, efectivamente pensé que yo significaba más.
—Linda —dijo el barman—. Lo siento.
Sin decir más, me di la vuelta y salí de la enorme sala. Me dirigí a la
puerta, pero me detuve y retrocedí a la casa principal.
—¿Puedo usar el teléfono, por favor? —No reconocí mi propia voz mientras dejaba el casco sobre la encimera.
La mujer detrás del escritorio asint ió y me extendió el auricular. Casi llamé a Andrea, pero no podía hablar con ella. Lo sabría al momento que
oyera mi voz. Sonó dos veces antes de que la llamada fuera tomada.
—¿Mamá? —Hubo una pausa llena de estát ica.
—¿Sydney? ¿Eres tú?
A no ser que hubiera otro hijo del que yo no supiera…
—Sí, soy yo.
—Oh, gracias a Dios. He estado preocupada con esta tormenta y
todo eso y no contestabas tu teléfono. La madre de Kyler dijo que le hiciste algo y que ustedes dos estaban bien, y que tú sabías que yo estaría bien
con él ahí, pero…
Me estremecí al oír su nombre y casi perdí el hilo de la conversación en ese instante.
—Mamá, ¿Cómo están las carreteras para regresar a casa?
—Las carreteras principales están bastante claras. Tu padre dijo que
las autopistas están bien.
—Bueno. —Cerré los ojos y los apreté contra el ardor que empezaba a sentir—. ¿Tú… tú crees que puedan venir a recogerme?
—Obvio. Por supuesto, ¿Pero qué hay de Kyler? ¿Él se quedará más t iempo? ¿O hay algo malo con su auto?
Mi madre, la reina de las preguntas. Ni siquiera pude comenzar a
responderlas.
—Su auto no t iene nada. Yo solo… yo solo quiero ir a casa. Por favor.
Hubo otra pausa y estoy segura de que escuché la brusca
respiración de Mamá.
—¿Te encuentras bien, cariño?
—Sí —solté agudamente, forzando a mis ojos a abrirse. La mujer detrás del escritorio me observaba como si yo fuera una desquiciada
enferma mental—. Creo que me estoy viniendo abajo con algo.
186
Mamá habló sobre estar enferma para Navidad, y luego cortó la
llamada para ir a buscar a papá. Me sentía horrible por pedirles que condujeran más de una hora para venir a buscarme, pero no podía estar
en la casa con Kyler después de esto. No creía que pudiera estar cerca de
él de nuevo.
Agradeciéndole a la mujer, le devolví el teléfono y me dirigí a la
moto de nieve. No recuerdo el viaje de vuelta a la casa. Sólo que cuando me bajé de la moto de nieve me di cuenta que me había dejado mi
casco en el albergue. Ni siquiera percibí el azotador viento en el viaje
hasta aquí. Estaba entumecida mientras tropezaba a través de la nieve.
Vi las huellas primero. No huellas de una moto de nieve, sino dos
pares de barras que provenían del el costado de la casa, del t ipo que dejan los esquís al arrastrarlos por la nieve.
Mi estómago se contrajo.
¿Kyler volvió mientras yo había estado en el albergue? ¿Y traía a Sasha con él?
Me quedé observando las marcas en la nieve. No. De ninguna
manera sería así de descarado. A no ser que no le importara. Oh Dios, ni siquiera podía pensar en eso. Apreté mi mano cubierta por el guante
contra la parte delantera de mi chaqueta. Si estaba ahí dentro con Sasha, le patearía el t rasero.
Mi garganta ardió mientras un profundo dolor cruzaba por mi pecho.
Parpadeando contra las lágrimas, me giré hacia la puerta del garaje. No estaba cerrada del todo, y el espacio debajo era mucho más grande del
que yo había dejado.
Brevemente consideré retornar al albergue y esperar ahí todo el
t iempo que fuera necesario a que llegaran mis padres, pero desde que era
una completa idiota, no le había dicho a mis padres que estaría en el albergue. Vendrían aquí primero, y además debía empacar mis cosas.
Podía hacer esto. No iba a ser un bebé y a correr. Ya era
suficientemente malo que hubiera llamado a mis padres. Podía hacer esto.
Forzando un pie delante del otro, me apresuré a limpiar las lágrimas
que quedaron marcadas en mi mejilla. Conociendo mi suerte, las malditas lágrimas se congelarían en mi cara y todo el mundo sabría que estaba a
unos segundos de hacer un berrinche como un niño al saber que Santa no
era real.
Lloré en ese entonces.
Me encontraba a punto de llorar de nuevo.
187
Al llegar a la puerta del garaje, me pregunté por qué Kyler había
aparcado en la parte trasera. Eso no tenía sent ido, pero ya no me importaba una mierda llegados a este punto. El dolor en mi pecho
empeoró. Levantando la puerta, respiré profundo y el aire quedó
atascado en mi garganta.
Parpadeé lentamente, pensando que había caído en un episodio
de Ley y Orden.
Dos hombres permanecían arrodillados detrás de la SUV de Kyler, en
el neumático trasero. Mascaras de esquí negras cubrían sus rostros. Uno de
ellos sostenía un horrible cuchillo y lo arrastró a través del grueso neumático, y el otro sostenía un bate de baseball. Los sorprendí mirando.
Comenzaron a levantarse.
Oh, mierda.
188
19 Traducido por Vani
Corregido por NnancyC
Sydney odo parecía moverse a cámara lenta. Una parte de mí no podía creer lo que estaba viendo. Mi cerebro se negó a digerir lo que
estaba pasando, pero mi corazón y mi cuerpo estaban tan a
bordo. El inst into se puso en marcha cuando mi pulso se volvió frenético.
El hombre levantó el bate de béisbol. —Mierda.
Marcha atrás, abrí mi boca para gritar, porque gritar sería muy bueno en este momento, cuando mi pie golpeó el borde de la nieve por la
abertura de la puerta. Caí, agitando los brazos cuando mi pie se deslizó de
debajo de mí. Mi espalda y piernas golpearon el cemento con fuerza, arrebatándome el aire.
Uno de los chicos se rió, y no estaba segura de sí debía estar
enojada o más aterrorizada por eso.
Uno con un bate de béisbol se cernía sobre mí, con la cabeza
inclinada hacia un lado. —Mierda —dijo de nuevo, volviéndose hacia el otro—. Necesitamos…
Solté un grito ensordecedor arrastrándome hacia atrás, a través de
la nieve. Torciendo la cintura, me empujé hacia arriba. Tenía que llegar a la moto de nieve, regresar a…
Un brazo rodeó mi cintura, arrebatándome del suelo. Una mano
golpeó mi boca, ahogando otro grito. Mi corazón dio un salto contra mis cost illas. Empecé a luchar, pateando con mis piernas.
—Bien, bien, ¿qué tenemos aquí?
La voz sonaba familiar, pero tenía demasiado pánico como para
darle mucha importancia, sobre todo cuando el hombre con el bate de
béisbol apareció frente a nosotros. Eso significaba que el t ipo manejando el cuchillo era el que me sostenía. El terror se abrió paso en mi interior con
garras afiladas.
T
189
—Quieto, hombre, ¿qué estás haciendo? —exigió Chico Bate.
El Chico Cuchillo siguió caminando hacia atrás, al lado de la camioneta, sin inmutarse en absoluto por mi lucha. —¿Qué? Sólo vamos a
tener un poco de diversión. Nada grave.
Mi corazón lat ía contra mis cost illas. Esto no podía estar pasando. Horror me golpeó y giré la cabeza, t ratando de desalojar su mano. Todos
los videos de seguridad de la policía del campus que nos habían obligado a ver advert ían de no dejar que alguien te meta en un coche o te saque
de la vista. Y ya estábamos lo suficientemente fuera de la vista, teniendo
en cuenta dónde estábamos. Esto no era bueno. Oh Dios, esto no era nada bueno.
—Esto no era parte del plan —dijo Chico Bate, y dejó caer el bate. Sonó en el cemento mientras mantenía sus manos en alto. Un t ipo diferente
de pánico marcó su voz—. Dijiste que sólo íbamos a joder con los
neumáticos. No soy…
—¡Cállate! Jesús. —El desgraciado Chico Cuchillo puso mi cabeza
contra su pecho y agujas de dolor se dispararon por mi nuca—. No seas un
cobarde. No vamos a hacer nada grave.
Le supliqué a Chico Bate con mis ojos. No parecía como si quisiera
formar parte de esto, lo que fuera. Él era mi única esperanza.
—¿En serio? —Él hizo un gesto con sus manos hacia nosotros, pero se
negó a cumplir con mi mirada—. ¿Qué carajo te crees que es esto? ¿Qué
estás planeando hacer con ella? Esto es una mierda.
—Hombre, vamos. —Chico Cuchillo se movió—. Sólo t ienes que abrir
la maldita puerta, pedazo de mariquita. Sólo vamos a asustarla. Eso es todo.
Mi corazón tartamudeó y mis ojos estaban muy abiertos, llenos de
lágrimas. Est o no est á sucediendo. Esas palabras se repetían. No podía procesar cómo mi mañana había comenzado de una manera, tan llena
de esperanza y de amor, y se había ido a Villa Mierda en un nanosegundo.
Chico Bate maldijo entre dientes mientras se movía alrededor de mis piernas agitándose y abrió la puerta del sótano. Mi estómago cayó.
Cuando me llevaron a través de la apertura de la planta baja, me quedé helada por un segundo. La oleada de terror era paralizante. Se hundió en
el fondo, amenazando con ahogarme.
El paisaje familiar de las mesas de billar cubiertas, la mesa de hockey de aire, y la imagen de Kyler como un niño pequeño con su padre me
sacó a la acción.
190
Torcí la cabeza bruscamente, me desprendí de su mano lo suficiente
para que fuera capaz de morder sus dedos. Apreté los dientes en su piel, presioné hasta que sentí su piel estallar y un sabor metálico llenó mi boca.
Chico Cuchillo gritó y t iró de su mano. Su agarre en mi cintura se
aflojó lo suficiente para que me liberara. Él bloqueó la única salida de aquí, y mientras que cada película de terror en el mundo se repetía en mi
cabeza, no tenía más remedio que correr por la casa.
Corrí más rápido de lo que alguna vez había corrido. Las suelas de
mis botas estaban húmedas y resbaladizas desde el exterior mientras se
deslizaban sobre el suelo de madera. Entré en el hueco de la escalera a una velocidad vert iginosa. Un peso me golpeó en la espalda, t irándome
en la escalera. Me agarré antes de plantar mi cara en el piso.
—Tú, pequeña perra —gruñó, agarrando un puñado de mi pelo,
puso sus rodillas presionando mis caderas. Él t iró de mi cabeza hacia atrás y
una ola de dolor agudo rodó por mi columna mientras me detuvo. Girando hacia un lado intenté patearlo, atrapando su pierna.
No vi el golpe hasta que aterrizó. El dolor estalló en mi cara, caliente
y picante. Gritando, arañé la mano que tenía en mi pelo.
—¿Qué estás haciendo? —gritó el otro—. Santa mierda, ¿estás loco?
Chico Cuchillo no le hizo caso, arrastrándome por las escaleras. Mi cuero cabelludo estaba en llamas cuando llegamos a la sala de estar y mi
mirada se posó en la cama que Kyler y yo habíamos construido. Era
complicado lo que habíamos hecho por la mañana, y verla justo en este momento causó que náuseas se levanten en mis entrañas.
Est o no est á sucediendo.
—Mierda, odio a las perras engreídas como tú —dijo Chico Cuchillo,
que me empujaba hacia adelante.
Me tropecé y perdí el equilibrio, cayendo de rodillas cerca de la mesa de café. La desesperación nubló mis sent idos. El pánico se
estableció. —¿Por qué? —Hice una mueca cuando ret iré el labio—. ¿Por
qué haces esto?
—¿Por qué? —Imitó mi voz—. Pequeñas mierdas como ustedes
vienen aquí cada año y se creen propietarios de este lugar, actuando como si fueran mejores que nosotros. No lo son. No son nada.
Parpadeé contra las lágrimas que llenaban mis ojos. Un cable de
familiaridad sonó dentro de mí.
Me arrastré más allá de la mesa de café, hacia las mantas. —¿Y ese
hijo de puta de Kyler? Cree que soy la mierda, ¿no? Pensando que puede
darme órdenes.
191
Me di cuenta entonces, y por un segundo no pude moverme
mientras la comprensión se hundía en mi interior. Sabía quién estaba detrás de la máscara. Casi lo solté, pero mantuve la boca cerrada. Si él pensaba
que yo no sabía que era Zach, entonces probablemente tendría una mejor
oportunidad de alejarme de esto. Al menos, esperaba que lo hiciera, y me aferré a eso.
—Vamos, amigo. Esto es suficiente —dijo Chico Bate en alguna parte detrás de nosotros—. Ella t iene miedo, ¿de acuerdo? Tenemos que salir de
aquí. Ya la cagaste bastante con tus cosas. Esto ha ido demasiado lejos.
—¿Demasiado lejos? —susurró Zach en mi oído, y me estremecí con repugnancia—. ¿Cómo no fue demasiado lejos cuando Kyler se folló a mi
novia? ¿O el hecho de que él está con ella en este momento?
Mierda Santa —¿Se refería a Sasha? Kyler había mencionado que
había pasado algo entre Zach y Sasha, pero Kyler había dicho que nada
había pasado entre él y ella. De repente me acordé de la enemistad entre los dos en el bar.
Me había mentido, realmente me mint ió. Y ahora Kyler estaba con
ella y yo estaba con Zach. Cuán increíble y malditamente retorcido.
Kyler se había acostado con la novia de Zach, una vez después de
un t iempo.
El cuchillo oxidado que había sido plantado en mi corazón cuando
había escuchado donde estaba Kyler se retorció más profundo y, a
continuación, se interrumpió. Estaba en esta situación debido a Kyler y su incapacidad para mantener el pene en sus pantalones. Simple y
llanamente. El dolor emocional cortándome era tan potente como el dolor de mi labio escociendo y músculos doliendo, y las magulladuras en el
interior necesitarían mucho más t iempo para desaparecer que las que sin
duda manchaban mi piel. El daño fue a un nivel completamente nuevo, cortando en la medida en que sabía que no había posibilidad de reparar
esto.
Es decir, si realmente salía de aquí con vida.
Luché por obtener el control de mi respiración para pensar en torno
a la herida de mi alma-hecha-añicos y el pánico. —Lo siento —murmuré. Mi labio inferior estaba entumecido, haciendo que me tropezara con mis
palabras—. Siento que durmiera con tu novia. Lo si…
—¿Tú lo sientes? —Zach rió con dureza cuando me empujó hacia adelante—. Ese pedazo de hijo de puta debería sent irlo.
Bien. Obviamente simpatizar con el psicópata no iba a funcionar.
Revolviendo mis rodillas, me di la vuelta, apuntando a la puerta del
192
vest íbulo. Podría salir por la puerta delantera, ¿y luego qué? Correr como
el infierno.
Lo hice a través de media habitación antes de que se apoderara de
mi chaqueta. En un intento desesperado de escapar, me rompí la
cremallera y me deslicé fuera de ella. Casi había llegado a la puerta cuando me abordó por detrás. Golpeé el suelo con dureza. Mi grito se
perdió entre los gritos de Chico Bate. Zach casi me volcó sobre mi espalda, y el terror amplificado estalló a través de mí. Levanté la mirada, mis nudillos
mirando hacia la mandíbula. Tomó mis manos, fijándolas fácilmente al lado
de mi cabeza.
—Dios, eres una jodida luchadora para ser una enana, ¿no es así? —
Zach echó a reír, y por las rendijas de la máscara de esquí, sus ojos tenían un brillo aterrador en ellos—. Tú y Kyler son sólo amigos, ¿eh? Folla-
amiguitos, por lo que parece. Sí, los vi enfrente de la ventana. Habría salido
del bar antes si hubiera sabido que eras otra de las putas de Kyler.
Sólo ot ra de las put as de Kyler.
La ira me inundó, una quemadura de fuego que se deslizaba por mis
venas como veneno. Me resist í con mis caderas, t ratando de echarlo. —¡Suéltame!
—¡Oye! —gritó Chico Bate con la voz en un grito muy agudo—. ¡Esto está yendo demasiado lejos! ¡No me inscribí para esta mierda! Joder, con
la casa es una cosa. ¿Pero esto? Por supuesto que no. No soy parte de
esto.
—Lo que sea —gruñó Zach—. Vete a la mierda, entonces.
Con la respiración pesada, mis ojos se encontraron con los de Zach. ¿Hasta dónde iba a ir esto? Obviamente, lo que estaba pasando no era
parte de ningún plan. Chico Bate estaba demasiado asustado para que
ese fuera el caso. Deben haber estado observando. Vieron a Kyler salir, y luego a mí. Probablemente no esperaban que apareciera para atraparlos
destrozando el auto de Kyler. ¿Pero ahora? Mi cerebro no podía ir a donde
este t ipo de cosas terminaba. Esto no podía estar pasándome.
Una puerta se cerró de golpe en la casa en algún lugar, y la últ ima
de mis esperanzas se redujo. Chico Bat e se había ido. Estaba sola con Zach, y la venganza brillaba en su mirada.
193
Kyler Inerte sobre la nieve, maldije en voz baja. Demasiado t iempo había
pasado desde que había dejado la casa de campo. Syd probablemente pensó que Pie Grande o algo me había comido. No tenía la intención de
tomar tanto t iempo. Una buena noticia era que me enteré del progreso que ya se había hecho en las carreteras de la ciudad, y las principales
estaban lo suficientemente claras para el t ráfico lento.
Hombre, mi cabeza todavía estaba dando vueltas desde lo que había sucedido cuando Sasha condujo por la casa de campo. Se
consolidó en dos antiguos refranes —el pasado siempre vuelve a morderte
el t rasero, y ninguna buena acción queda sin cast igo.
¡Dios Santo!
Todo lo que quería hacer era recoger a Syd y llegar lo más lejos de aquí que fuera posible. El cabotaje se detuvo al lado de la otra moto de
nieve, fruncí el ceño. ¿Qué demonios estaba haciendo fuera? ¿Syd había
ido a alguna parte y volvió?
Con irritación poco profunda apagué el motor. Maldita sea, ¿me
escucharía alguna vez? Lo últ imo que quería era que ella corriera por su cuenta, sobre todo después de lo que me había enterado por Sasha.
Jodido Zach —maldito sureño, t rasero virgen— había estado detrás
de la mierda que había estado pasando en la casa. Al parecer, había roto un par de sus ventanas también. Ese mocoso todavía no podía superar el
hecho de que Sasha había seguido adelante. Uno pensaría que por la
forma en que Zach había actuado durante un año después, Sasha tenía la vagina de oro o algo así. Mierda.
Tomó todo lo posible no encontrar mi camino hacia donde vivía Zach y darle una paliza. Su jodida obsesión con Sasha podría haber hecho
que Syd terminara herida —o peor.
Hubiera sido t u culpa, susurró una voz insidiosa.
Mierda. Eso era verdad.
Me quité mi casco y salté de mi moto de nieve mientras alguien salía
corriendo de debajo de la puerta semicerrada del garaje.
Primera reflexión: ¿Qué diablos?
Pensándolo bien: El hijo de puta llevaba un pasamontañas y estaba saliendo de mi casa. ¿Dónde estaba Syd? Oh, qué maldito infierno, no.
194
Lanzando el casco al suelo, t iré al hijo de puta de la cintura mientras
trataba de salir disparado de la casa. Lo llevé en la nieve, plantando la rodilla en el estómago del t ipo.
—¿Quién diablos eres? —pregunté, agarrando al chico por los
hombros—. ¡Respóndeme!
El hombre levantó las manos. —No tengo nada que ver con esto. Te
lo juro. Él dijo que sólo quería joder con la casa y el coche. Eso fue…
Agarrando los bordes de la máscara de esquí, t iré hacia arriba sobre
la cabeza del hijo de puta. Era uno de los compinches de Zach. Había
estado en el bar un par de noches atrás. Sin pensarlo dos veces, golpeé la cara del t ipo con mi puño. —¿Dónde está?
El chico parecía que estaba a punto de orinarse encima cuando hizo un gesto con la barbilla hacia el garaje. Sus sangrientos labios
temblaron.
—Lo siento. No se suponía que fuera tan lejos, pero Zach, hombre, él te odia por esa mierda con Sasha. Está adentro, hombre.
Estuve completamente inmóvil por un segundo. Era como si el
mundo se hubiera estrellado jodidamente sobre mí. El miedo estalló en la parte posterior de mi garganta y sabía cómo si hubiera tragado un
bocado de sangre.
Soltando al malnacido, me lancé a través de la nieve y me deslicé
por el cemento. Golpeé el costado de mi camioneta y me recuperé. Mi
cabeza se apagó mientras volé a través de la puerta abierta, mis ojos escaneando el espacio en busca de Syd.
Pisadas resonaron arriba y sonó un grito, deteniendo mi corazón. Mierda, eso sonó como Syd. Oh, Dios mío, eso sonaba como ella. Mis
manos ya estaban formándose en puños y pura rabia hervía en mi sangre,
convirt iendo el hielo en el sonido de una maldita bala desde arriba. Oh, Dios… Syd. Si estaba herida, juro por el maldito Dios, que mataría a ese
bastardo. No me detendría
Corriendo alrededor de la mesa de billar, hice una línea recta hacia el hueco de la escalera cuando los pasos resonaron en el piso de arriba y
bajando por las escaleras. Un segundo después, otro hijo de puta con un pasamontañas salió de la oscura escalera, parándose en seco cuando me
vio. Sabía que era Zach. Era su const itución. La mitad de su cara se
mostraba por el agujero, más abajo la mitad de la máscara de esquí. Mi mirada cayó en sus manos. Había sangre por todos lados.
Mierda, lo perdí.
195
Lanzándome a través del cuarto, me estrellé contra Zack y lo lancé
al suelo. El desgraciado delincuente volvió hacia mí, pero esquivé el golpe. Agarré el cuello de su suéter, y lo levanté con una mano. Mi brazo se
balanceó hacia atrás y salió disparado hacia adelante, conectándose
con su mandíbula. Una vez. Dos veces. Tres veces. No consiguió un sólo golpe. Mierda, no. Los golpes se desdibujaban en la sangre, la piel se
separaba, y brotó un dolor sordo. No era suficiente. Quería aporrearlo hasta una muerte prematura, pero cuando la cabeza de Zach se dejó
caer sobre su cuello, lo dejé en el suelo y me obligué a ponerme de pie.
Mis manos estaban temblando, los nudillos reventados y en carne viva.
Tomar la siguiente respiración fue difícil, pero no tan difícil como lo era dar un paso atrás para apartarme de Zach. La única cosa que me hizo
hacerlo fue que necesitaba llegar a Syd. Disparo —oh Dios. Si estaba
herida o... nunca me lo perdonaría. Era tan simple como eso. No debería haberla dejado aquí sola.
Entonces di un paso sobre Zach, rodó sobre su costado, gimiendo.
Me resist í a la tentación de darle una patada en la cabeza. Corrí por las escaleras, mi corazón estaba arrojándose contra mis cost illas. —¡Syd! —
Pensé que grité, pero me atraganté con su nombre, me atraganté con la posibilidad de lo que podría haberle sucedido.
Pasé disparado a través de la puerta entornada, deteniéndome en
seco cuando la vi.
Estaba sentada en el borde de la mesa de café mirando el fuego
moribundo, con los brazos envueltos alrededor de su cintura. El pelo oscuro caía hacia adelante, cubriéndole la cara. La escopeta de mi padrastro
estaba sobre sus rodillas.
—¿Sydney?
Caminé, abriendo las manos para aliviarlas. Parándome frente a ella,
me arrodillé y sent í que mi corazón se agrietaba. Se ast illaba. El collar
alrededor de su cuello estaba roto, la piel a lo largo de su barbilla roja y manchada. Su labio inferior dividido en un rojo furioso. La furia se estrelló
contra mí con una fuerza repugnante. Quería ir a la planta baja y golpear a Zach hasta que tuviera un traumatismo craneal.
—Syd, nena, mírame. —Me acerqué a ella, con ganas de estrecharla
entre mis brazos, necesitando eso.
—No lo hagas. —Ella se apartó y se levantó, agarrando el arma y
dando marcha atrás rápidamente—. No me toques.
196
20 Traducido por Vanessa Villegas
Corregido por Verito
Sydney e pie junto al árbol de Navidad, vi el vehículo estatal estacionado en el camino, raspando la nieve y empujándola
a un lado. Las sirenas sonaron en la distancia. Kyler debió
haber llamado a la policía. Eso fue inteligente, muy inteligente. Sinceramente, ni siquiera había considerado eso. Era como si mi cerebro
no funcionara bien.
Me dolía la mandíbula y el labio, pero no lo sent ía. Terror residual y
adrenalina enviaron un escalofrío a través de mí. No estaba muy
last imada. Aparte del golpe que Zach me había dado, estaba bien en su mayor parte. Por el aspecto de los nudillos de Kyler, apuesto a que Zach
estaba peor que yo. Y el muro de la sala de estar había recibido la bala.
Zach quería asustarme, y había tenido éxito. Sinceramente, no sé qué hubiera pasado si no hubiera sido capaz de soltarme y agarrar el arma
de donde Kyler la había apoyado contra la pared. ¿Y si Zach hubiera ido por ella? En este momento realmente no podía pensar en todo lo que
podría haber pasado. Si yo había aprendido algo en mis cursos de
psicología, era que los humanos eran capaces de hacer cualquier cosa, y Zach... sí, algo andaba definit ivamente mal con él. La pistola se había
sacudido tanto en mis manos cuando me di la vuelta y apunté a Zach. Había visto la duda en sus ojos: ¿Tiene las agallas para apret ar el gat illo?
¿Est á siquiera cargada?
Me preguntaba lo mismo, también.
Mis rodillas temblaban tanto que me sorprendió que aún estuviera
de pie y no haber caído en el árbol de Navidad. Sabía que era el shock.
No del t ipo mortal, pero shock, no obstante.
—¿Syd?
Ante sonido de la voz de Kyler, mis ojos ardieron. No me di la vuelta.
D
197
—La policía está casi aquí. Van a querer saber lo que pasó. —Otro
tramo de silencio, y cuando volvió a hablar su voz sonaba más cerca—. ¿Estás bien?
—Sí —dije con voz ronca, deseando que se fuera. No estaba
preparada para lidiar con él todavía. No creía que alguna vez lo estuviera. Mi pecho dolía más que cualquier otra parte de mi cuerpo.
Se produjo una pausa. —¿Acaso... te last imó? Es decir, ¿más de lo que puedo ver?
Negué con la cabeza, t ragando saliva. Las sirenas estaban más
cerca. Temía hablar con la policía.
—¿Syd, vas... vas a mirarme?
No quería hacerlo, pero me obligué a girar hacia él. Estaba tan pálido como me sentía, ojos grandes y oscuros como chispas de obsidiana.
Me armé de valor, porque mirarlo hería de una manera profunda,
implacable. —¿Qué, Kyler?
Parecía que estaba a punto de dar un paso adelante, pero se
detuvo. —¿Qué... qué está pasando? ¿Por qué no dejas que te toque? —
Tenía la cabeza inclinada hacia un lado y un mechón de cabello castaño le caía sobre la frente—. Y realmente quiero sostenerte en estos momentos.
No t ienes ni idea de lo asustado que estaba cuando me di cuenta de que él estaba aquí. Yo nunca…
—Detente… detente ahí. —Levanté una mano, dándome cuenta de
que todavía tenía la pistola en la otra. La bajé al piso, el nudo en la garganta del tamaño de una pelota de golf. Todo se precipitó a la
superficie a una velocidad vert iginosa. Esto no era en absoluto el momento para esto, pero no podía evitarlo—. ¿Crees que no sé dónde estabas?
Sus cejas se levantaron mientras retrocedía un paso. —Syd, yo…
—Fui a la casa de campo a buscarte. Sí, ya sé que tenía que quedarme aquí, y tal vez esta mierda no hubiera ido por el camino que ha
ido si me hubiera quedado aquí, pero fui allí y no est abas ahí. —La parte
posterior de mi garganta quemaba—. Estabas con Sasha, quien, por lo que escuché, parecía realment e feliz de verte, y no pensaste dos veces en
llevarla de regreso a su casa. Ni siquiera después de que… —Mi voz se agotó y negué con la cabeza, parpadeando para contener las lágrimas—.
Me mentiste.
Kyler abrió la boca, pero lo interrumpí, en una buena racha. —Me dijiste que tú y Sasha no eran así, pero, evidentemente, no era el caso,
¿no? Todo esto, ¿la cosa con la ventana, y el generador, y Zach? Esto fue
debido a t i y ella. ¡Zach llegó aquí porque te acostaste con su novia!
198
Se estremeció, y mi estómago se desplomó. Odiaba que de hecho
me sint iera mal por eso. —Oh, Dios —dijo—. Syd, nena, lo…
—¡No lo digas! —Mi voz se quebró. Una lágrima se escapó y me la
limpié con rabia—. Nunca me habías mentido antes. ¡Nunca! ¡Pero
mentiste sobre ella, y él vino aquí a causa de tu incapacidad para mantener el pene en los pantalones durante cinco segundos! —Eso fue un
golpe bajo. Lo sabía. También sabía que lo que Zach había hecho en realidad no fue culpa de Kyler, pero me dolía. Fui destruida, y quería herirlo
tanto como yo lo había sido—. Dime una cosa. ¿Has usado condón con
ella anteriormente? ¿Te la t iraste cara a cara? ¿O es todo el "hacer por detrás" sólo otra mentira? Dios, debes creer que soy la chica más estúpida
viva porque creí en eso.
Kyler lucía como si lo hubiera pateado en los genitales. —¿Qué? No.
No creo eso, y eso no era una mentira, Syd. Yo…
—No importa. —Tomé una gran respiración, y me dolió, ya que me quemó la garganta—. Soy un montón de cosas, pero no soy t an estúpida.
Antes de que pudiera decir nada más, la voz de un extraño se oyó
desde abajo —un agente de policía— y di un paso adelante, todo mi cuerpo temblando. —Tenías razón, Kyler. —Lágrimas obstruyeron mi
garganta—. Merezco algo mejor que esto.
199
Kyler Hubiera preferido una patada en los genitales que estar de pie
delante de Syd, de verla con tanto dolor, y saber que yo era la causa del mismo. Algo de ello era mi culpa. Infierno, mucho de ello lo era, y me
encantaría haber caminado a través de un pozo de serpientes cascabel para recuperarlo.
Zach había venido aquí por lo que pasó entre Sasha y yo hace más
de un año. El hijo de puta psicótico había llevado sus problemas conmigo hasta Syd, y joder si eso no me masacraba. Me hubiera gustado que le
hubiera dicho que no a Sasha cuando ella me pidió que la ayudara con la
lona de sus ventanas. Debería haber estado aquí para proteger a Syd, no joder con las ventanas rotas y evitar insinuaciones sin parar de Sasha. Sí,
Sasha hubiera estado dispuesta para un rapidito. Esa chica siempre estaría fuera de servicio por cualquier cosa, en cualquier momento, pero eso no
sucedió. Diablos, no.
¿Pero había ocurrido antes?
Sí, lo había hecho.
Busqué desesperadamente mis recuerdos de lo que le había dicho a Syd. ¿Había mentido sobre Sasha, o había evitado la pregunta? De
cualquier manera, no había salido con toda la verdad. El daño estaba
hecho. Ya era demasiado tarde. Lo había visto en los ojos de Syd, lo había escuchado en su voz.
Syd se dio la vuelta ante el sonido de pasos que se acercaban. La
policía estaba gritando algo. Casi no los escuché. El mundo que se había estrellado sobre mí todavía se estaba cayendo a pedazos. Ella estaba en
silencio, pero sus hombros se estremecían, y yo sabía que si me enfrentaba ahora, las lágrimas correrían por su cara. No quería nada más que
alcanzarla. Me dirigí hacia ella, porque no podía soportar verla así. No
importa qué mierda jodida había hecho en mi pasado, no podía soportarlo. Tenía que haber una manera de mejorar esto.
Di un paso.
Abordado por la espalda, mis brazos fueron puestos detrás de mí y estaba esposado en menos de un segundo. Probablemente tenía que ver
con el hecho de que había un chico en el suelo medio muerto y el policía no tenía ni idea de lo que había pasado aquí. Con la mejilla estrellada
contra el suelo, maldije por lo bajo.
200
—¡Espere! —Estalló la voz sorprendida de Syd, y forcé mi barbilla
hacia arriba. La confusión vert ida en su pálido rostro—. Él no es el que t iene que ser esposado. Él…
—Sólo quédese atrás, señora, hasta que tengamos la situación bajo
control. —El oficial me dio un t irón hacia arriba, y los músculos de los brazos y la espalda protestaron, causando que gruñera.
Las lágrimas en los ojos de Syd fueron muy desviadas por el pánico. —¡Le está haciendo daño! Oh, Dios, por favor pare. Él es quien lo llamó.
Esto realmente no se sent ía bien, pero de una manera enferma, di la
bienvenida al dolor. Embotaba el ardor en mis entrañas. Otro oficial arremetió en el vest íbulo, causando que Syd saltara. Los adornos de plata
en el árbol se sacudieron. Una lámpara cayó al suelo, rompiéndose. El segundo oficial vio la pistola que Syd había dejado en el suelo. Se
apresuró, empujándola lejos de Syd con su bota.
El primer oficial ladraba órdenes y la historia salió en un torrente de palabras —Syd volviendo a casa para encontrar a dos chicos jugando con
los neumáticos de mi camioneta, el chico corriendo y Zach diciéndole que
quería asustarla. Dejó de lado la parte sobre Sasha y cómo su labio había terminado part ido, pero esas respuestas salieron cuando los oficiales me
sacaron las esposas y los técnicos de emergencias médicas entraron en la casa.
Aparentemente Zach se estaba moviendo. Una pena.
Traté de mantener un ojo sobre Syd mientas un técnico de emergencias la revisaba y mientras yo le contaba a los oficiales acerca de
Zach, pero cuando ella se estremeció ante el t ipo de sondeo en el labio, no lo pensé dos veces. Comencé a caminar hacia ella.
—Ella está bien, hijo. —El oficial puso una mano sobre mi hombro—.
Está siendo atendida. Lo mejor que puedes hacer por ella es darme toda la información que puedas. Empezando desde el principio.
Estaba a segundos de decirle al oficial que se jodiera, pero mi
mirada se cruzó con la de Syd. Un momento que se extendió hasta la eternidad, y luego bajó sus pestañas. Las lágrimas se aferraban a ellas
como cristales —lágrimas que sabía que no eran del labio part ido.
Me odiaba a mí mismo en ese momento más de lo que me había
odiado antes.
—¿Hijo?
Frotando la palma de mi mano sobre mi mandíbula, me di la vuelta y
me centré en el oficial. Empecé desde el principio, con la moto de nieve.
Muchos oficiales entraban y salían de la casa —demasiados, parecía— y
201
perdí de vista a Syd por un rato. Sabía que ella odiaba mis entrañas en este
momento, con merecida razón, pero me dio picazón el no saber dónde estaba y si estaba bien.
Ella reapareció con el paramédico, una bolsa de hielo presionada
contra su mandíbula inferior. Un oficial la bloqueó desde mi punto de vista, obteniendo su declaración.
Eso... infierno, esa fue la peor parte de todo esto, escuchándola decirle al oficial lo qué sucedió. Y cuando su voz vaciló, fue como un
puñetazo en el pecho. Syd era tan increíblemente fuerte y valiente, pero
nunca debería haber tenido que enfrentarse a algo así.
Nunca había pensado que la pondría en peligro. Durante años, yo
había sido el que siempre estaba cuidando de ella, manteniéndola lejos de problemas. Simplemente no creí que sería la causa de esto alguna vez.
No sé cuánto t iempo pasó mientras nos interrogaban. Oí que Zach
sería arrastrado a la cárcel después de hacer una parada en boxes en el hospital. Él también había denunciado a su amigo. El funcionario aseguró
que ambos serían acusados de allanamiento de morada, vandalismo y
asalto, y que incluso podría ir tan lejos como intento de homicidio con la cosa de los perdigones a través de la ventana. Estaría bien servido si el
estúpido bastardo terminaba pasando la mayor parte de su vida ent re rejas.
Los agentes seguían pululando alrededor, haciendo imposible hablar
con Syd. No creo que pudiese explicarme de una manera que haría las cosas mejor, pero tenía que pedir disculpas por este desastre, y hacerle
saber que yo nunca quise last imarla de ninguna manera.
La vi en la cocina, caminado con un joven policía. Tenía una mano
en su hombro y ella estaba sin la bolsa de hielo. Dudaba que debiera
haberse librado del hielo tan rápidamente.
—¡Sydney!
Sorprendido por el sonido de la voz de su padre, me giré hacia la
sala de estar. ¿Qué estaba haciendo aquí? Un segundo después, un oso de un hombre entró por la puerta. El padre de Syd me había asustado
hasta la mierda cuando era un niño. El señor Bell era el t ipo de hombre que compraba en la sección Grande-Y-Alto y podría darle a alguien una
mirada que hacía que la mayoría de los chicos quisieran correr por las
colinas. Él se detuvo en seco, a medio camino de t irar los guantes de lana, cuando vio a su hija. Una expresión de horror cruzó su rostro, y luego sus
mejillas se pusieron rojas de ira.
202
Su mirada se movió de su hija a mí, y yo quería meterme en un
agujero de mierda. Yo era una gran y maldita decepción. Había dejado que su hija fuera last imada. No podría haberla cagado más que eso.
Un segundo después, una figura más pequeña se precipitó alrededor
del Sr. Bell. La mamá de Syd parecía una niña de pie junto a su marido. El “reto vert ical” de Syd era de su madre, al igual que el pelo grueso y oscuro
y la cara en forma de corazón. Los sorprendentes ojos azules eran de su padre, sin embargo.
—Bebé —gritó la señora Bell, casi t irando a un oficial en su carrera
para llegar a su hija—. Oh, Dios mío, ¿qué pasó? Mírate. ¿Qué ha pasado?
Syd se separó de la policía y se encontró con su madre en la mitad,
lanzando sus brazos alrededor de ella.
—Kyler.
El sonido de mi nombre era como acero cayendo por mi espina
dorsal. Me volví hacia su padre y, en ese corto período de t iempo, Sydney y su madre se habían ido.
El señor Bell dio un paso adelante, y era uno de los pocos hombres
en este mundo que me hacían sentir de un centímetro de alto. —¿Qué diablos le pasó a mi hija?
203
21 Traducido por Vani
Corregido por Alaska Young
Sydney
star en casa fue un alivio, de pie en mi ant igua
habitación climat izada, rodeada por todas mis cosas desde la infancia directamente hasta mi adolescencia. Pero desde que
llegamos a Hagerstown hace tres días había tenido una especie de
depresión.
Necesitaba llenarme de vida o algo así. La víspera de Navidad era
en dos días, y siempre había sido mi fiesta favorita, la comida, la familia, los regalos, todo.
Como sea.
Mi habitación era rara en cierto modo, como una cápsula del t iempo. Nunca me molestó antes, ¿pero en este momento? Quería
mart illarla. Me sentía avergonzada por los osos de peluche marrones y
blancos apilados junto a mis almohadas. Tomé uno, un oso rojo que Kyler me había regalado por mi cumpleaños número once. Mi pecho se llenó de
dolor, así que puse el oso de vuelta y me alejé de la cama. Estaba aburrida de los libreros abarrotados. No me podría importar menos las cintas que
mamá había clavado en la pared por encima de mi escritorio, colgando
en una línea al lado de los premios académicos que había acumulado a lo largo de la escuela secundaria. Había recortes de periódico de la Lista del
Decano. Empecé a enderezar uno de los cuadros, pero me detuve y lo dejé como estaba. Torcido. Desequilibrado. Imperfecto.
Alejándome de los premios, cintas y recortes, agarré mi viejo teléfono
celular de la cama y lo metí en mi bolsillo. Me dirigí hacia abajo, encontrando a mamá en la cocina. Papá estaba todavía en la oficina.
Algunas cosas nunca cambiaban, incluyendo sus noches hasta tarde en el
t rabajo.
Toda la planta baja olía a pastel de manzana y canela, por lo
general mi favorito. Al dejarme caer en el asiento frente a ella, mamá
E
204
levantó la mirada de la revista que estaba estudiando con atención. —
¿Aún saldrás con Andrea esta noche?
Dejé caer los codos sobre la mesa, y descansé mi barbilla sobre mis
manos. —Sí, viene desde Frederick y me recogerá en un rato. Iremos a
cenar. —Y tenía la sensación de que irá a visitar a Tanner más tarde, que se encontraba en la casa en Smithsburg, a unos diez minutos de distancia.
—Bien. —Mamá me guiñó—. No puse suficiente pollo en el horno para alimentarte a t i y tu padre.
—Genial.
Se rió suavemente mientras daba vuelta a una página. —¿Tu labio te ha estado molestando?
—No. Está bien. —Y casi lo estaba. Sólo tenía una pequeña marca, cerca de la esquina, y la mandíbula ya no me dolía—. Espero que no te
preocupes por eso.
—Por supuesto que me preocupo por ello. ¿Por lo que pasaste? —Respiró hondo y cerró la revista. Subió la mirada y fijó sus oscuros ojos en
mí—. Cariño, yo…
—En verdad no quiero hablar sobre eso. —Puse mis manos sobre la mesa de la cocina—. Estoy bien. Se acabó. Está en el pasado.
—Hasta que el caso vaya a la corte —me recordó suavemente.
—Él podría declararse culpable, y entonces no tendría que test ificar
ni nada. —Y Dios, realmente esperaba que ese fuese el caso—. De todos
modos, si tengo que hacerlo, lo haré.
Mamá no dijo nada mientras me miraba por un momento. Suspiré y
me senté de nuevo, sabiendo que estaba a punto de decir algo que no quería oír. Tenía esa mirada de "mamá" a su alrededor. —Cariño —
comenzó, y se confirmaron mis sospechas—, estuve hablando con la
señora Banks sobre lo que pasó. Ya sabes, ella es la consejera de la escuela.
Oh. Querido. Dios.
—Y sugirió lo que pensé que sería mejor —continuó con cuidado—. Creo que deberías hablar con alguien sobre lo que te pasó.
—¿Qué? —Mi mandíbula golpeó mi regazo—. Es una broma, ¿verdad?
Mamá frunció el ceño. —Cariño, estás estudiando para ser
psiquiatra…
—Psicóloga —le corregí.
205
Su ceño se profundizó. —Como sea, sabes lo importante que es para
la gente hablar las cosas y no retenerlas.
Me resist í el impulso de rodar los ojos. Sabía lo importante que era. Y
mientras esos momentos con Zach habían sido los más aterradores de mi
vida—y todavía había momentos en donde eso me perseguía—, no tenía necesidad de hablar de ello y perder el t iempo de un terapeuta que
podría gastarlo mejor ayudando a alguien que lo necesitara de verdad.
—Mamá, no necesito hablar con nadie. Estoy bien. En serio, lo estoy.
Lo prometo.
Sus ojos se estrecharon. —¿Entonces por qué has estado deprimida en esta casa como si alguien hubiera aventado a tu cachorro a la calle?
Hice una mueca, pero mi estómago se contrajo. —Eso es realmente bonito, mamá.
—Sabes lo que quiero decir.
Trazando la veta de la madera en la mesa, me encogí de hombros.
—No he estado deprimida.
—Sí, lo estás. —Tomó su taza y se levantó, llevándola al fregadero,
donde la enjuagó antes de dejarla caer en el lavavajillas. Cuando terminó, me miró y se cruzó de brazos—. Nunca antes te había visto tan apática y
triste tan cerca de Navidad. Entonces, si no es por lo que te pasó, entonces ¿qué es?
—No es nada. Sólo estoy de humor o algo así.
Mamá suspiró. —Cariño, sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? Sobre cualquier cosa. No eres demasiado mayor para eso.
—Lo sé. —Pero lo que me molestaba era algo que no hablaría con mi madre.
Sus labios se fruncieron. —¿Es Kyler?
Ah, ahí estaba. Esa sensación de hundimiento terrible expandiéndose a través de mí ante la mención de su nombre. Mi cuerpo entero se cerró, y
una sensación de vacío se vert ió en mi pecho. Era como ser golpeada y
derribada. Kyler. Kyler. Kyler. Había tratado de no pensar en él desde que lo había dejado en Snowshoe. Eso fue tan fácil y divert ido como jugar
Frogger7 en la interestatal.
7 Videojuego que consiste en guiar una rana hasta su hogar. Para hacerlo, la rana debe
evitar coches mientras cruza una carretera congestionada y luego cruzar un río lleno de
riesgos.
206
Kyler consumía mis pensamientos no importa lo que hiciera. ¿Y la
peor parte? Dos de tres noches soñaba con él. Dios, me hacía más tonta de lo normal.
Pero sabía algo que nunca había realmente sabido antes.
Esto era lo que realmente se sent ía tener el corazón. Tonta de mí, pensando que sabía cómo se sent ía cada vez que veía a Kyler con una
chica nueva. Eso no tenía nada que ver con esto.
Metí mi cabello hacia atrás y decidí preguntarle—: ¿Por qué crees
que t iene que ver con Kyler?
—Bueno, para empezar, no estoy ciega.
Mis cejas se levantaron.
—Kyler no ha estado aquí ni una vez desde que llegaste a casa. Ese chico prácticamente vive en esta casa cuando regresas de la escuela. Y ni
una sola vez ha dejado de venir, y eso es como el signo del apocalipsis.
Me reiría de eso, pero era la verdad y es hecho me hizo arder la garganta.
—Pensé que era extraño cómo te fuiste sin despedirte de él, pero lo
atribuí a la conmoción de todo lo que habían pasado. —Mamá se acercó a la mesa y se sentó frente a mí—. Y luego está el hecho de que estoy
segura de que ni siquiera te ha llamado.
Vaya. Gracias por recordármelo. No es como si creyera que iba a
llamar. Había dejado las cosas bastante claras en Snowshoe, pero el
hecho de que no había llamado picaba como una avispa. Y eso era estúpido, porque no estaba dispuesta a hablar con él, pero si era honesta
conmigo misma —¿quién quería ser last imada?— yo sabía que era lo que quería.
Que Kyler viniera a rogar y suplicar perdón, un perdón que ni siquiera
estaba segura de poder darle.
—Así que asumo que algo pasó entre ustedes dos —dijo mamá.
—Ya sabes lo que dicen de asumir las cosas…
La expresión de mamá se veía como si se hubiese tragado algo amargo. —Graciosa.
Un suspiro se transportó a través de mi cuerpo. No sabía qué decir o cómo empezar. ¿Qué podía decirle? —Mamá…
Mi teléfono sonó con un mensaje de Andrea. Ya se encontraba
fuera. Solté la mesa, aliviada. —Me tengo que ir. Andrea está aquí.
—Sydney…
207
—Mamá, estoy bien. Todo está bien con Kyler. —Le di un abrazo
rápido—. En serio.
Me lancé de la casa antes de que mamá me pudiera detener y
tomé mi chaqueta del respaldo del sofá. Casi rompiéndome el cuello
sobre la congelada cochera, me uní a Andrea en su Honda tostado.
—Hola, chica, oye… —Andrea chirrió, estudiándome en la penumbra
como si fuera una especie de experimento cient ífico—. No te ves demasiada arruinada.
Puse los ojos. —Cielos, gracias, creo.
Lanzó un rizo rojo fuera de su frente. —Me alegro de que no sea así. Mierda, chica, todavía no puedo creerlo. ¡Podrías haber muerto! O peor.
Me preguntaba qué era peor que la muerte.
—O podrías haber terminado en la primera página o algo así. —Ella
negó con la cabeza mientras se ponía en marcha—. Tal vez conseguir un
episodio en la Ley y el Orden basado en ello.
Entonces me reí. —Estás loca.
—Pero me amas —respondió mientras se deslizaba hacia la calle—. Y
te quiero. Así que en un tono más serio, quiero conducir a Snowshoe y apuñalar a ese idiota en el globo ocular.
—Yo también.
Andrea me lanzó una sonrisa rápida. —¿A dónde?
Como no había una enorme selección por aquí, le dije que
alcanzara la ruta 11 y se dirigiera hacia la 81. —¿Qué t ienes ganas de comer?
—Hmm. —Golpeó un dedo enguantado en su barbilla—. Estoy con ganas de... carne.
—Imagínate.
Golpeó mi brazo. —Lo que sea.
Hice una lista de nuestras opciones y nos decidimos por Outback. El
viaje en coche fue un poco más lento de lo habitual, con las cunetas de la
carretera aún cubiertas de nieve y las ráfagas de viento sacudiendo todo el mundo.
Cuando bajamos del coche, ella me agarró en un apretado y comprensivo abrazo. —Lo siento —dijo, echándose hacia atrás—. Me
enfadé mucho cuando me dijiste lo que pasó. No sé lo que haría…
—Está bien. Mira, lo que pasó fue desquiciado, pero estoy totalmente bien.
208
Se dio la vuelta rápidamente y juro que se limpió debajo de su ojo,
pero tenía que estar viendo cosas, porque nunca había visto llorar a esta chica. Ni siquiera durante Diario de una Pasión, o aquellos terribles
anuncios de la Sociedad Humana que siempre me desgarraban.
El restaurante se encontraba muy lleno con compradores navideños de últ ima hora del centro comercial cercano, así que fui al baño mientras
ella pedía una mesa.
No tuvimos que esperar demasiado t iempo. Después de que el
camarero nos llevó nuestros pedidos de bebida y dejó caer el pan fresco,
Andrea levantó el enorme cuchillo y me apuntó. —Está bien. Así que ahora que no estoy conduciendo y estoy prestando total atención, tenemos que
hablar.
Me apoyé en el cojín. —¿Tienes que estar sosteniendo un cuchillo
cuando hablas?
—Oh, sí, probablemente no es la mejor cosa para agitarse en tu cara. Lo siento. —Lo colocó lentamente abajo en la servilleta—. De
acuerdo, tenemos que hablar sobre Kyler.
Parpadeé, no esperaba eso. No le había dicho nada de Kyler. No se lo había dicho a nadie. —¿Q-qué quieres decir?
—Estás tartamudeando. Ése simple hecho me dice mucho. —Agarró su vaso y tomó un sorbo—. Sé que hay algo entre ustedes dos porque
Tanner me llamó esta mañana.
Mis ojos casi se salieron de mi cabeza. —¿Tanner te llamó?
—Oh, sí —respondió ella, mirándome como si estuviera llevando un
cubo lleno de secretos.
Agarré el borde de la mesa. —¿Qué dijo?
—Más bien qué no dijo. —Andrea cortó una rebanada de pan y la
dejó caer en mi plato, pero las puntas de los nervios estaban tomando demasiado espacio dentro de mí como para pensar en comer—. Él llamó
para preguntarme si sabía lo que pasó entre tú y Kyler en Snowshoe.
Supuse que se refería al psicópata, pero cuando le dije eso, él estaba como: “Oh, demonios, no”. Dijo que sabía que algo pasó entre ustedes
dos.
Mi boca se abrió, pero no tenía ni idea de qué decir. El calor se
extendió por las mejillas, lo cual era un claro indicativo.
Los ojos de Andrea se estrecharon. —Oh, sucia mujerzuela, algo hicist e y te lo callaste. ¡Debería desconocerte!
La pareja de ancianos cruzando el pasillo se volvió hacia la mesa, y
quise esconderme debajo de ella. —Andrea, vamos.
209
—Soy tu mejor amiga por siempre —dijo sin ningún asomo de
vergüenza—. Estás obligada por las leyes del feminismo a contarme estas cosas.
Salí de mi incapacidad para hablar. —Vaya. Creo que t ienes la idea
de feminismo mal.
—Lo que sea. —Puso sus ojos en blanco—. Tienes que contármelo
que pasó, porque Tanner dijo que Kyler luce como si hubiese muerto, ido al infierno y hubiera estado ahí colgado durante un t iempo.
Mi corazón se contrajo. —¿En serio?
Ella asint ió con la cabeza. —Se supone que ha estado en una borrachera de dos días, y hoy es el primer día en que el hombre ha estado
sobrio. Así que lo que lo derribó, obviamente, no terminó con un vivieron felices para siempre de Disney. Todo lo que tengo que decir es que t ienes
que decirme qué paso, y eso incluye algunas cosas clasificadas en C.
Mi ceño se frunció.
—¿Qué? —Levantó las manos—. Una chica puede vivir vicariamente,
¿verdad? Es decir, todas las chicas por ahí quieren protagonizar un vídeo
porno con Kyler, así que estoy muriendo por saber si en verdad es tan bueno.
—Él es muy bueno. —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
Andrea golpeó sus manos sobre la mesa. —Oh, Dios mío, ¿te
acostaste con Kyler?
Miré a mí alrededor, con las mejillas ardiendo. —Está bien. ¿Puedes
mantener bajo el volumen de tu voz?
—Lo siento, pero estoy emocionada de escuchar esto. No es que
estoy emocionada de que, obviamente, lo haya arruinado, aunque sé que
no fuiste tú. Fue él, siempre es culpa del hombre.
Sacudiendo la cabeza, solté mi aliento. De una extraña manera, se
sent ía bien descargarme. Las cosas todavía se sent ían crudas y abrasivas y
le pedí a Dios no empezar a llorar como un bicho raro en el rest aurante, pero fue un alivio finalmente poner un poco de estas cosas en palabras. Le
di la versión rápida y no tan sucia, pasando por alto algunos de los detalles que por los cuales moriría antes de decirlos en voz alta. Andrea despidió
con la mano al camarero cuando él regresó a ver si estábamos listas para
ordenar, dejando que le dijera acerca de Sasha y el por qué Zach había empezado a jugar con nosotros en primer lugar.
Cuando terminé, me dejé caer en mi asiento, totalmente agotada.
—Así que... ahí lo t ienes.
210
Andrea abrió la boca y la cerró varias veces como un pez fuera del
agua. —Mierda…
Tomé un sorbo de mi Coca-Cola. —Sí.
—Guau, está bien, vamos a ver si entendí esto. —Tiró de sus rizos
fuera de la cara—. Te emborrachaste e intentaste llegar a él. Él te rechazó, y luego dijo que merecías algo mejor que una aventura de una noche.
¿Después, cedieron a su mono salvaje de la lujuria y tuvieron relaciones sexuales varias veces, haciéndolo de una manera que, según él, nunca lo
había hecho antes?
Gracias a Dios, ella mantuvo la voz baja en eso. —Suena bastante bien.
—Y pasaron más de un día en la felicidad sexual pura, comiendo galletas y estando todos acaramelados, ¿y no era torpe o algo?
Negué con la cabeza.
—Hmm... —Ella jugueteó con su pajita—. Y él no actuó raro, ¿cierto?
—No, lo opuesto, Andrea. Fue... fue perfecto. Pensé que debía tener
muchas ganas de estar conmigo, ¿sabes? Y esa mañana, incluso tomamos
una ducha fría juntos. Era... era tan dulce y entonces... —Suspiré, sint iéndome estúpida—. Parecía ido esa mañana, pero después pasó todo
esto.
Los labios de Andrea se fruncieron. —Así que, obviamente, se acercó
a Sasha, pero ¿cómo se sabe que hizo algo?
Le di una mirada suave.
—Está bien. —Levantó las manos—. Es Kyler, pero no sabes lo que
hizo allí. Claro, parece sospechoso, y puedo ver por qué se podría pensar eso, pero realmente no lo sé.
No era como que no había considerado que tal vez Kyler no hubiese
tenido relaciones sexuales con Sasha ese día. Una vez que había llegado a casa y me calmé un poco, me había pasado por la cabeza cada cinco
segundos. Negué con la cabeza. ¿Qué pasa si mi sospecha inicial había
sido cierta, pero me convencí a mí misma que fue de otro modo, y luego descubrí que había estado en lo correcto la primera vez? Mi corazón se
rompería de nuevo.
—Pero él me mint ió, Andrea. Le pregunté acerca de Sasha y me dijo
que no era así. —Agarré un trozo de pan, con ganas de t irarlo—. Él nunca
me había mentido antes.
—Ahí está —estuvo de acuerdo mientras se ponía un mechón
cobrizo, enderezando todo al salir—. Y el hecho de que ese psicótico
211
pueblerino te hizo daño por las interminables aventuras sexuales de Kyler.
Eso es difícil de superar.
—Sí —dije entre dientes y me metí el pan en la boca,
preguntándome a dónde nuestro camarero había desaparecido. Andrea
probablemente lo había ahuyentado.
—Pero... —Andrea soltó el rizo y esté volvió a su forma de espiral
perfecta. Estaba celosa—. Realmente no es su culpa, ¿verdad? Quiero decir, sí, él podría haberse acostado con una chica y enojado a un novio
hace un año, pero ¿de verdad crees que es la primera vez que ha hecho
eso?
—Eso espero. —Luego rodé los ojos—. No. Ésta probablemente no es
la primera vez.
—Y sé que te molestó antes, no estoy diciendo que no lo hizo, pero
todavía te preocupas mucho por él. —Sus ojos se encontraron con los
míos—. Supongo que a lo que quiero llegar es que él realmente t iene que hacer las paces contigo para ponerte en esa posición, pero no veo nada
de esto como insuperable.
Una pequeña llama de esperanza se encendió en mi estómago, y me aplastó. —Está bien. Digamos que no durmió con Sasha hace un par
de días, y puedo superar el hecho de que no me haya dicho la verdad sobre su pasado con ella, y la mierda con Zach, pero no creo significar
mucho para él. Ese es el problema.
—No sé si estoy de acuerdo. Mira, ha sido obvio para todos que has estado perdidamente enamorada de él. Y es lo mismo para él.
—En serio —dije secamente—, ¿era tan obvio con la terminal de autobuses que está en sus pantalones?
Andrea resopló. —Los chicos son totalmente estúpidos cuando se
trata de amor no correspondido. Nosotras, las mujeres decaemos y mantenemos nuestros muslos cerrados en su mayor parte cuando amamos
a alguien que no podemos tener. Los chicos balancean su mierda
alrededor de cualquier cosa que tenga un agujero, t ratando de olvidar lo que quieren.
—Guau. —Me reí—. Tan elocuente.
Ella le lanzó una sonrisa rápida. —Es cierto. Algo así como las leyes de
la física. Es sólo la forma en que es, lo que me lleva a una pregunta muy
importante. ¿Todavía lo amas?
Mi corazón cayó a través de mi pecho. —Nunca dije que lo amaba.
Puso sus ojos en blanco. —Está bien. Detén las mentiras. Como he
dicho, ha sido evidente desde que he sabido que estabas enamorada de
212
él. Al escucharte contarme lo que pasó, pude dist inguirlo en tu voz.
Responde a la pregunta.
Fui clavada por su mirada fija. Andrea en verdad necesita darle un
vistazo a la aplicación leyes o algo así. Ella nunca haría eso con su pasado,
lo ent iendo, pero vaya si no tenía la dureza de detective en su voz. Tenía una opción en ese momento. Podría decirle lo que quería decir, o podía
decir la verdad. A veces mentir era la cosa más fácil de hacer, sobre todo cuando me estaba mint iendo a mí misma. Y decir la verdad en voz alta
significaba que nunca podría retractarme de nuevo.
—Está bien —le dije—. Todavía lo amo. —Una vez que esas palabras salieron, esperaba globos y brillo caer desde el techo o algo así. Por
supuesto, eso no sucedió—. Estoy enamorada de él.
Andrea asint ió lentamente. —Entonces, ¿qué es lo que quieres,
Sydney?
Tiré el pan a medio comer en mi plato. —No lo sé. Como que, supongo que pensé que iba a intentar reparar la amistad o algo así.
—Pero no quieres simplemente una amistad.
—No.
Su frente se elevó. —¿Pero no quieres una relación?
Abrí la boca.
Andrea se inclinó hacia delante. —Tienes que estar loca, y confía en
mí, t ienes todo el derecho. Kyler ha pasado el t iempo siendo la bicicleta
universal que no tenía ruedas de entrenamiento. Y t iene mucho que compensar, porque sus acciones te last iman. Y no estoy diciendo que aún
t ienes que perdonarlo. Honestamente, ent iendo perfectamente si no lo haces. Los chicos apestan, Kyler entre ellos, pero... —Golpeteó sus dedos
contra la mesa—. Pero si est ás enamorada de él, y no lo perdonas dolerá
más que si lo haces, Syd, y él quiere hacer las paces cont igo, serías una tonta por alejarte de eso.
Nudos se formaron en mi vientre al mirar a mi amiga. No perdonar a
Kyler dolería más al final, incluso sólo siendo amigos. Aferrarse a la ira crearía más que amargura. Pero tampoco quería ser la persona que dio
tanto de sí misma a una persona que no lo merecía, y terminó nunca estando completa otra vez.
Suspiré, sin saber qué hacer o decir. —No sé, Andrea. Tal vez después
de que pase un t iempo, las cosas volverán a la normalidad. —Me sentí más fuerte al decir eso. Esperanzada. Tal vez podríamos dejar atrás todo esto,
con el t iempo. Eso parecía más probable que Kyler profesando su amor
eterno para mí—. Creo que eso ya lo veremos.
213
—Tienes razón. Veremos.
Levanté una ceja.
Andrea se inclinó hacia atrás, dejando caer las manos sobre sus
piernas. —Está bien, bueno, no me odies.
Sospecha floreció y se extendió como una mala hierba a través de mi mente. —¿Por qué te odiaría?
Una mirada t ímida se deslizó en su expresión.
—Andrea.
Ella se mordió el labio y se encogió. —En cierto modo invité a alguien
a la cena.
Mi estómago se revolvió. —¿Qué?
—Bueno, en cierto modo le dije a Tanner que íbamos a cenar, y él hizo la sugerencia de que sería una buena idea invitar a Kyler, por lo que es
realmente la culpa de Tanner, no la mía.
Todo lo que pude hacer por varios segundos fue mirarla mientras una parte de mí empezó a hacer saltos y la otra parte quería levantarse y
correr hacia la puerta. —No lo hiciste.
—Ah...
—¡Andrea! —susurré.
Ella sonrió t ímidamente. —En cierto modo les envié un mensaje donde estábamos, y deberían llegar en cualquier momento.
214
22 Traducido por vaviro78
Corregido por Aimetz14
Kyler sta es probablemente la peor idea que has tenido en mucho
t iempo. —Apagué el motor y me recosté, apretando las llaves en la mano hasta que los bordes dentados cortaron contra mi
palma—. En serio.
Tanner soltó un bufido. —Puedo llegar a una lista completa de las
peores ideas, pero bueno, estás sobrio por primera vez en dos días. Y justo
a t iempo para las fiestas.
Inclinando la cabeza contra el reposacabezas, me quejé. —Todavía
se siente como si alguien estuviese golpeando mis sienes con un picahielos.
—Est abas muy borracho —comentó Tanner, alcanzando la puerta—. Por eso creo que esta cena es la mejor idea.
Froté mi palma a lo largo de mi barbilla, frunciendo el ceño ante la barba crecida allí. No me había afeitado desde la primera noche en
Snowshoe. —Sí, tú podrías pensar eso, porque Syd no te odia a muerte.
Tanner rodó los ojos. —Ella no te odia a muerte. Creo que eso nunca sería posible.
—Oh, es posible. Confía en mí.
—Mira, no sé lo que realmente pasó entre ustedes dos, pero algo pasó. No es el fin del mundo. —Tanner abrió la puerta del pasajero y una
gran cantidad de aire helado entró en el SUV—. Así que deja de ser tan cobarde y sal del auto.
Le lancé una mirada asesina, pero salí. Al unirme a él del otro lado, le
pregunté lo que ya le había preguntado una docena de veces. —Ella sabe que voy a estar aquí, ¿cierto?
E
215
—Sip. —Tanner abrió la puerta y avanzamos dentro. Una vez que
pasamos junto a la anfit riona, me miró. —Está bien. Mentí. No creo que Syd sepa.
—¿Qué? —Me detuve en medio del pasillo, casi provocando que un
camarero chocara contra mí. Miré a Tanner—. ¿Estás jodidamente bromeando?
Tanner apretó su mano en mi hombro, dirigiéndome lejos de la mesa redonda abarrotada en mi camino. —Nop. Relájate. Estoy seguro de que
ahora lo sabe.
Era fácil para él decir "relájate", pero me sentí como si estuviera caminando en frente de un pelotón de fusilamiento. Muchas veces desde
que Syd dejó Snowshoe, había luchado contra el impulso de llamarla. No quería nada más que oír su voz y verla. Y sí, mi maldito estúpido-loco
corazón se encontraba rebotando por todo el lugar, pero Syd había sido
malditamente clara.
—Eres un bastardo —me quejé, pasándome una mano por mi pelo.
Hombre, me hubiera gustado afeitarme. Si bien me había duchado,
estaba seguro de que todavía olía a whisky. Esa mierda podría haber sangrado de mis poros durante los próximos días.
Vi a Andrea antes de ver a Syd, mi corazón lat ía como si hubiera corrido por todo el patio, y estaba sudando como una puta en la iglesia el
domingo. De algún modo, Tanner se puso delante de mí, lo que demuestra
que me encontraba arrastrando los pies como un imbécil.
El bastardo se sentó junto a Andrea, quien tenía en el rostro la jodida
sonrisa más grande conocida por el hombre. Por supuesto, yo quería sentarme junto a Sydney. También quería tocarla, abrazarla y besarla.
Había otras cosas que quería hacer con ella, cosas que me mantuvieron
despierto hasta tarde por la noche en una borrachera con mis manos entre las piernas.
Pero también estaba seguro de que me podría golpear en las bolas.
Necesitaba calmarme, me dije que lo mejor que podía hacer era actuar con normalidad. Con esto en mente, di un paso al lado de la mesa
y miré a Syd.
Un lat ido cardíaco pasó y alzó la vista, grandes ojos azules fijos
directamente sobre mí, y fue como ver a Jesús. Se acuerdo. Tal vez no ver
a Jesús, pero definit ivamente era como ser golpeado en el pecho y escuchar ángeles.
Dios. Maldición. Era hermosa. No era que me había olvidado de eso,
pero después que las cosas terminaron tan jodidas entre nosotros, se sent ía como años en lugar de días desde que la había visto. Esos ojos... eran
216
sorprendentemente azules y claros. Impresionantes. Había manchas
oscuras debajo de ellos, un tono más oscuro que su piel. Quería borrarlas, pero me las arreglé para mantener mis manos lejos. Pero entonces mi
mirada cayó sobre sus labios, y se separaron en una inhalación aguda. Un
leve rubor se extendió por sus mejillas y quería perseguirlo con mis dedos, mi boca, mi lengua...
Todo el mundo me miraba.
Aclarando mi garganta, me obligué a sentarme y puse mis manos
sobre la mesa. Eché un vistazo a Syd. —Hola.
Su rostro estaba rojo como la sangre. Nadie se sonrojaba como ella lo hacía. —Hola.
Frente a mí, Tanner levantó una ceja. Andrea comenzó a jugar con un pedazo de pan como si tuviera dos años. Nadie habló, y Syd se
encontraba tan rígida que pensé que se rompería por la mitad.
Guau, esto era extraño como el infierno. Tenía que irme.
—Entonces, ¿todos están emocionados por Navidad? —chilló
Andrea.
Tanner la miró y dijo con voz inexpresiva—: Estoy muy emocionado.
Sus ojos se estrecharon perspicazmente. —No suenas muy
emocionado.
—Bueno, no tengo doce años. —Tanner ladeó la cabeza hacia un
lado—. La Navidad no es tan interesante una vez que creces.
—¿Qué? —Se quedó sin aliento, los ojos muy abiertos—. ¿La Navidad no es tan interesante una vez que creces?
Él se encogió de hombros.
—Eres antiamericano —lo acusó.
Los labios de Syd se fruncieron.
Tanner parecía no afectado. —Hombre, me gusta el t iempo libre en la escuela, y la comida. Eso es todo.
—Pero significa más que eso. —Andrea negó con la cabeza y los
rizos volaron por todos lados—. ¿Qué pasa con los regalos?
—Sí, no creo que eso sea de lo que trata Navidad —comentó.
Andrea resopló. —De eso es lo que trata Navidad. Cualquiera que diga lo contrario está tratando de hacerse ver todo espiritual y mierda. Lo
mantengo real.
217
Mi mirada se deslizó a Syd y ella me miró, con las cejas levantadas.
Nuestros ojos se encontraron y por un momento, un maldito dulce momento, todo era como solía ser. Nosotros recostados, escuchando a
Andrea y Tanner molestarse hasta el cansancio uno al otro. Deberíamos
tener palomitas cuando los dos volvían a esto.
Pero luego Syd puso sus ojos en el vaso y empezó a juguetear con su
pajilla, y eso fue un frío recordatorio de que las cosas no eran normales. Syd nunca estaba tan tranquila, y las cosas nunca fueron tensas entre nosotros.
Sin embargo, no podría decir que me arrepentía del t iempo con ella,
porque no lo hacía. Odiaba como había terminado todo. Mirando hacia atrás, hubo una gran cantidad de mujeres con las que hubiera deseado
haber mantenido mi polla dentro de los pantalones, pero Syd nunca sería una de ellas.
El camarero apareció y anotó nuestra orden de bebida y comida.
Una pequeña charla se formó, sobre todo entre Tanner y Andrea al final. La mantuvieron en marcha, así que no hubo un momento incómodo en la
conversación, pero aquí sentado, sin hablar con Syd, estaba mal en
muchos niveles.
Inclinándome hacia atrás, la miré. Alzó su barbilla en el mismo
momento y nuestras miradas chocaron por otro segundo. En cierto modo me sentía como un colegial inepto. Estaba tan mal. —Entonces, tu labio se
ve mucho mejor.
Ella parpadeó. Era un idiota.
—Se curó bastante rápido —dijo, manteniendo la mirada en su
vaso—. Sólo una pequeña marca.
Escuchar eso fue bueno. —¿Tu mandíbula?
—No me duele en absoluto.
En serio, fue un alivio escuchar eso. Incluso borracho fuera de mis cabales, había estado volviéndome loco de la preocupación por ella.
—Tus nudillos todavía se ven un poco maltratados —dijo ella,
haciendo que levantase mi vista.
Nuestros ojos se encontraron y se mantuvieron esta vez. —¿Qué?
—Tus nudillos —dijo en voz baja cuando se acercó a la mano que tenía sobre la mesa. Yo contuve la respiración mientras pasaba sus dedos
sobre mis nudillos. Fue un toque ligero como una pluma, pero viajó a través
de mí y me sacudió. Ret iró la mano, lanzando la mirada a la mesa—. ¿Te duelen?
—No. —Mi voz sonaba fuerte—. No duele en absoluto, cariño.
218
Sus pestañas se movieron rápidamente, y sus ojos se precipitaron por
mi rostro como si estuviera buscando algo, pero luego miró al otro lado de la mesa.
Andrea se aclaró la garganta—: ¿Escucharon que están anunciando
otra tormenta de nieve la semana que viene, en la víspera de Año Nuevo?
Y así fue como la conversación se mantuvo por un t iempo. Andrea y
Tanner suavizarían el tenso silencio con alguna afirmación al azar, Syd y yo apenas diciendo más que una frase completa el uno al otro, y luego llegó
la comida.
Syd había pedido un bistec, pero parecía cortarlo en trozos pequeños y empujarlo por el plato con el tenedor. —¿No t ienes hambre?
Levantó la vista, metiendo el cabello hacia atrás con su mano libre. —Creo que comí demasiado pan.
Mi mirada se dirigió a la mitad del pan que quedaba y arqueé una
ceja. —No parece que comiste mucho pan.
Sus dedos se apretaron alrededor del mango de su cuchillo, y me
pregunté si estaba fantaseando con que me apuñala con él. —¿Cómo
sabes que no es nuestro segundo o tercer pan?
—Es el primero —declaró Andrea, deteniendo una conversación
profunda sobre las diferencias entre los zombies de The Walking Dead y 28
Days Lat er.
Syd le disparó a su amigo una mirada, y oculté una sonrisa. Andrea
se encogió de hombros y se volvió hacia Tanner. —Los infectados no son los mismos que los zombies de The Walking Dead.
Tanner sacudió la cabeza. —¿Hay realmente una diferencia?
Negué con la cabeza mientras ella hacía una descripción profunda
de las diferencias. Por el rabillo de mi ojo, vi la sonrisa de Syd al pinchó un
trozo de carne con el tenedor. Me miró. —Los infectados son diferentes —susurró.
Una sonrisa t iró de mis labios y de mi corazón. —Te creo.
Se encontró con mi mirada por un momento, y luego atacó a otro pedazo de carne, sumergiéndola en su puré de papas.
—¿Vas donde tus abuelos para Navidad? —Fue una pregunta estúpida. Siempre lo hacía, pero quería decir cualquier cosa.
Syd asint ió. —Mis padres quieren salir en la víspera de Navidad y
pasar la noche con ellos. ¿Y tú?
—El abuelo viene este año, para hacer todo eso de la mañana de
Navidad con nosotros.
219
—Guau. ¿Conducirá desde Morgan County él sólo?
—Sí. —El orgullo llenó mi voz—. El hombre es tan viejo como la suciedad, pero sigue corriendo como si tuviera veinte años.
—Tu abuelo es tan gracioso. ¿Recuerdas cuando trató de construir
un parque sureño en el patio trasero de tu madre con la grúa?
Me eché a reír. —Sí, mamá no estaba muy contenta por eso.
—Tampoco lo estaban los vecinos. —Por pura costumbre, y sabía que fue lo que condujo a esto, separó la mitad de los camarones de los
pinchos y los colocó en mi plato. Ni siquiera parecía darse cuenta de que
lo había hecho hasta que lo hizo, entonces frunció sus cejas y se quedó en silencio.
En ese momento extrañé la facilidad de conversación y sent í el frío como un duro viento árt ico. —Le dije a mamá sobre ir a la escuela
veterinaria.
—¿Qué? —Dejó caer su cuchillo mientras se giró hacia mí—. ¿En serio?
Emocionado con el hecho de que tenía toda su atención, ignoré a
Andrea y Tanner, que se habían quedado discut iendo durante cinco segundos. —Sí.
—¿Y bien? —La emoción volvió sus ojos en zafiros brillantes—. ¿Qué te dijo?
La conversación temida había pasado un cuarto de hora después
de que caminé a través de la puerta cuando había regresado de Snowshoe. Y aproximadamente quince minutos después, había empezado
a beber. —Ah, no estaba muy emocionada al respecto. Hubieron lágrimas, pero creo que al final, comprende que eso es lo que quiero.
—¿Lloró? —Syd hizo una mueca—. Oh, no.
Asentí. —Parece llevarlo mejor ahora, pero creo que va a tomar un t iempo para que se acostumbre. —Inclinándome hacia atrás, ext iendo mis
piernas hasta que mi muslo presiona en el de ella. Totalmente a propósito,
y no se int imidó. Lo tomé como una buena señal—. Me alegro de que por fin lo puse al descubierto. Es realmente gracias a t i.
—¿A mí? —chilló.
Tanner inclinó la cabeza hacia un lado, con las cejas levantadas.
Iba a darle un puñetazo en la cara después. —Bueno, ya sabes,
después de que habláramos de eso, sabía que tenía que decirle a ella algo pronto. Tú… tú me diste el coraje para hacerlo.
Tanner se atragantó.
220
En serio haría marionetas con las patadas en las bolas que le daré,
pero Syd sonrió, sonrió tan amplia y hermosamente que las pelotas de Tanner podrían estar a salvo. —Eso es genial —dijo—. Estoy feliz por t i. En
serio. Sé que eso es lo que quieres, y serás grandioso en ello.
La presión se cerró sobre mi pecho, y había t anto que tenía que decir. Ahora no era el momento adecuado, pero tenía que decir algo,
porque estaba a dos segundos de t irarme sobre ella. —¿Qué haces después?
—Nada. —respondió Andrea por ella—. No va a hacer
absolutamente nada.
Syd se volvió lentamente hacia Andrea, y quería abrazar a la maldita
chica. —Así que no t ienes nada que hacer —corté antes de que Syd pudiera decir nada. Se volvió hacia mí, y sent í como si todo se reducía a
este minuto. Si decía que no, entonces yo sabía que iba a hacer. Mis
músculos se sujetaron como si estuviera a punto de alcanzar una alta pendiente—. ¿Podemos…?
—Kyler Quinn —una voz suave y ronca interrumpió—. Jodida mierda,
esta va a ser mi noche de suerte.
221
Sydney La cena había comenzado en siete círculos del infierno diferentes,
pero en el t ranscurso de la comida, me había relajado. No completamente, porque sentarme al lado de Kyler era una verdadera
prueba de auto-control. Me debatía entre el deseo de meterme en sus brazos y el deseo de echarlo de la cabina.
¿Pero con él mirándome como si fuera la única cosa que necesitaba
en su vida? Estaba empezando a sumarle puntos a la parte de arrastrarme-sobre-su-regazo, cuando una voz hecha para conseguir que
los chicos se bajasen sus pantalones se deslizó por mi piel como las
serpientes.
Forcé mi mirada lejos de los ojos marrón oscuro de Kyler, vi a una
chica que apenas reconocí. Me tomó unos pocos minutos recordar su nombre, era Corie. Habíamos ido juntas al inst ituto. No tenía ni idea de lo
que había estado haciendo en los últ imos años, pero recordé quién había
estado arriba de ella varias veces en la secundaria.
Mi mirada recorrió su suéter rojo ceñido. Corie tenía tetas que eran
un sueño. Me miró, y supe que descartó mi presencia al instante. Como si el hecho de que Kyler se encontrara sentado a mi lado en una mesa no
significara nada.
En cualquier otro momento, probablemente no me habría molestado. En todo caso, estaba acostumbrada a las chicas cualquieras
acercándose a Kyler a todos los lugares que íbamos. El chico estaba bien
usado, ¿pero ahora, después de todo? Sí, esto no me hizo sent ir cálida ni llena de confianza.
Andrea murmuró algo en voz baja mientras Kyler se giraba lentamente. —Hola —dijo sin alterarse—. ¿Cómo has estado, Corie?
Corie apoyó una mano en su cadera mientras sus labios pintados de
rojo se extendían en una sonrisa. —He estado bien. No te he visto por aquí últ imamente. ¿Supongo que estás en casa para Navidad?
—No jodas —murmuró en voz baja Andrea, y estaba segura de
Corie no la oyó.
Tanner apretó los labios cuando de repente se dedicó a la comida
en su plato.
—Sí, estoy en casa por un t iempo. —Kyler dejó caer su brazo en el
respaldo del asiento detrás de mí—. Luego nos vamos de regreso a la
escuela.
222
Si "nos" era un código oculto para algo, nadie lo captó,
especialmente Corie. Ella lanzó oleadas de su cabello rubio sobre su hombro y luego se cruzó de brazos. Incluso mis ojos fueron directamente a
su escote. —Estoy en el descanso, también, de Shepherd, hasta el quince
de enero. Deberíamos reunirnos.
Era como si yo ni siquiera estuviera allí sentada.
—No estoy muy seguro —respondió diplomáticamente Kyler—. Voy a estar muy ocupado, pero fue bueno verte, ¿de acuerdo?
Corie parpadeó, y sus labios formaron una O perfecta. Yo estaba
haciendo lo mismo. Ni siquiera podía pensar en una vez que Kyler hubiera rechazado una chica bonita. Por supuesto, podría ser porque me
encontraba sentada ahí, y teniendo en cuenta nuestra historia recién adquirida, él estaba siendo un poco más discreto de lo normal.
Mi mirada captó a Andrea, ella tenía esta gran sonrisa de gato-que-
se-comió-todos-los-canarios-en-la-jaula y no pude evitar la sonrisa que apareció en mis labios.
—Bueno, llámame. Haré t iempo para t i, si tú haces t iempo para mí.
—Corie sonrió, pero carecía de la confianza de antes—. Hasta luego.
Kyler asint ió.
Después de que Corie rebotó en algún lugar, el silencio cayó sobre la mesa y la sonrisa se escabulló de mis labios. La incomodidad revolvió la
comida en mi estómago y me hubiera gustado no haber comido como lo
hice. Tanner seguía estudiando su comida como si fuera a ser evaluado en eso. Andrea estaba notablemente tranquila, lo que significaba que el
Apocalipsis había comenzado, y Kyler tenía la mirada perdida en la distancia, un músculo trabajando en su mandíbula. No sé exactamente lo
que hizo que todo se hundiera en ese momento, pero pronto me di
cuenta, como realment e entendí, que lo que había sucedido entre nosotros afectó cada aspecto de nuestras vidas.
Incluso a nuestros amigos.
Porque en este momento, Tanner y Andrea estaban probablemente experimentando un caso loco de vergüenza indirecta, o simplemente no
sabían cómo manejar la situación. Tal vez se sent ían mal por mí, o se sent ían incómodos en nombre de Kyler. Probablemente esperaban a ver
cómo iba a reaccionar, si estaría enojada, o celosa, o escurrida en
lágrimas.
Incluso si Kyler y yo superamos esto y quedamos como amigos,
nuestros amigos siempre se sent irían incómodos. El peso de ese
conocimiento se instaló en mis hombros y me desplomé, queriendo nada más que ir a casa y meterme en la cama.
223
La verdad, sin importa lo que dijo Andrea o lo que yo quería creer,
era que Kyler no era la clase de chico que asumía compromisos. Y si quería estar conmigo, hubiera llamado o hecho algo después de mi part ida.
Cualquier otra cosa que fuera emborracharse hasta llegar a un estado de
estupor, y por supuesto probablemente quería salvar nuestra amistad. Era... era un buen chico así.
Andrea me sonrió, y pareció darse cuenta hasta qué punto mi estado de ánimo se había desplomado. —¿Estás lista para salir de aquí?
Haciendo caso omiso de la mirada aguda de Kyler, asentí. No creo
que en ese momento hubiera cualquier cosa que quisiera más que salir como el infierno fuera de allí.
224
23 Traducido por Nico Robin
Corregido por Alessa Masllentyle
Kyler as chicas se marcharon, dejándonos a Tanner y a mí a nuestra suerte. Él ordeno una cerveza, y si yo no estuviera manejando
hubiera ordenado una botella completa de Jim Beam.
—Eso fue brillante —dije, frotando mis sienes.
Tanner se rió. —No creo que haya sido tan malo. Bueno, cuando la
Rubiecita apareció, fue muy incómodo pero…
—¿Sólo fue incómodo? —No podía creer que Corie apareciera en
nuestra mesa. Syd y yo parecíamos estar llegando a algo y luego BAM, una
explosión del pasado. En ese jodido momento—. Estoy seguro que Syd lo disfrutó.
Tomó un trago de su cerveza. —Amigo, necesitas decirme que está pasando entre ustedes, porque hace una semana, Sydney probablemente
hubiera estado molesta por eso, pero parece que ni siquiera le importó. Así
que déjate de tonterías y dime que pasó.
Arqueé una ceja.
Tanner guiñó. —O tendré que preguntarle a Andrea lo que ocurrió,
en cuya versión serás un gran estúpido. Dime tu lado de la historia.
—Soy un gran est úpido.
Inclinó su barbilla hacia abajo. —Dímelo.
Lo últ imo que quería hacer era hablar sobre problemas femeninos
con Tanner, pero mierda, noté por la forma en la que Andrea actuó, que
ella lo sabía. Lo sacaría a colación tarde o temprano... así que le conté la cruda verdad. Omit í los detalles, por t ratarse de Syd, era simplemente
malo. Cuando terminé, no me sentí mejor. Solo confirmé lo malditamente idiota que había sido todo este t iempo, años siendo el Rey de los Idiotas.
L
225
Tanner se recargó, sacudiendo su cabeza lentamente. —Creo que
necesito otra cerveza para absorber todo esto.
—Mierda. Tú y yo —Pasé mi mano por mi cabello—. Así que sí, la
cagué. Magníficamente.
—Hay gente que ha metido la pata más que tú, hermano —Se inclinó hacia adelante, su expresión era seria—. Lo ocurrido con Zach es
jodidamente terrible, pero tú no sabías lo que iba a suceder. Sydney es una chica razonable. Lo superará.
—No creo que pueda superar esto —Hice una pausa, mirando a la
mesa—. El hijo de puta la last imo por culpa de lo que yo hice en el pasado. Si no fuera por mí, nunca hubiera pasado eso.
—Pero tú no se lo hiciste.
—¿En serio hay una diferencia?
—Si —dijo Tanner rotundamente—. No es una gran diferencia. Hiciste
que la situación se creara, pero no obligaste a ese hijo de puta a hacerlo. Eso no es tu culpa, hermano, no lo es.
Capté su punto, pero tardaría mucho absolver mi culpa.
—Y ese no es el gran problema —dijo Tanner, mirándome—. ¿Le mentiste sobre Sasha?
—Mierda —Levanté mis manos—. Realmente no lo sé. Quiero decir, cuando Syd me preguntó por ella, fue antes de que cualquier cosa pasara
entre nosotros. No creo que Syd haya pensado diferente de mí. Solo dije
que Sasha y yo no éramos así. Y no lo somos. La últ ima vez que nos vimos fue hace más de un año. No estaba pensando claramente cuando se lo
dije a Syd.
—Umm, los detalles técnicos son problemas —Tanner terminó su
cerveza con los ojos entrecerrados—. ¿En serio pensaste que Sydney no
estaba loca por t i?
—No. No creía que fuera así. No podría pensarlo porque…
—Se arruinaría su amistad. Lo entiendo, pero demonios, esa chica…
de seguro pasaste por una grave negación —Se encogió de hombros—. Tiene sentido, tú deseándola en secreto, y toda esa mierda.
—¿En serio?
Tanner se echó a reír. —Sí, hombre. Ni siquiera soportabas que un
chico mirara en su dirección. Diablos, si yo la miraba demasiado t iempo te
cabreabas. ¿Y cuándo golpeaste a Nate? Esa es una amistad bastante “fuerte”.
—Cállate —gruñí.
226
Él sonrió. —Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Ser un idiota o arreglar
esto?
—¿Perdón? —Moví mi cabeza—. Amigo, t ienes suerte de que te
quiera.
—Tienes suerte de que no joda —guiñó, mientras bajaba la manga de su suéter, cubriendo uno de los intricados tatuajes en su brazo—. Mira,
hablo en serio. ¿Amas a esta chica, cierto?
Por una vez en mi vida, no lo dudé. —Sí. La amo, Tanner —Santa
mierda, era la primera vez que lo decía en voz alta. Me sacudió, mi voz
era pesada—. La amo más que a nada.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
Me quede mirándolo. —Estoy seguro que hice una lista de todos los problemas.
—Dijiste un montón de mierda, eso es lo que hiciste. Nada que no se
pueda arreglar. No es como si nunca hubieras hecho algo imperdonable. No es como si alguno de ustedes estuviera muerto.
No sabía qué decir. —Maldición… —Y eso fue todo lo que pude
decir.
Tanner suspiró. —Mucha gente mataría por la oportunidad de estar
con la persona que ama. No lo arruines.
Él nunca decía algo de su pasado, y a excepción de su rareza con
Andrea, no hablaba de otras chicas. ¿Entrar y salir de las camas? Eso era
más su est ilo. —¿Qué hay de t i?
—¿De mí? —Rió de nuevo—. Soy alérgico a esa cosa. ¿Amor? Nop.
Lo único que lo he visto hacer es provocar dolor y arruinar vidas. No quiero ser parte de eso.
Mis cejas se arquearon con sorpresa. —Guau. Eso es… eso es tan
romántico.
—Lo que sea. No estamos hablando de mí, y no lo haremos, así que
quita esa cara.
Levanté las manos. —Mensaje recibido.
Tanner ladeó la cabeza y me dio una sonrisa forzada. —De todos
modos, todo lo que digo es: ¿por qué sigues sentado aquí hablando conmigo?
Mirándolo un momento, me encogí de hombros. —¿Quién más va a
llevar a casa ese culo malhumorado?
227
Sydney Cambiándome a los pantalones de pijama, me puse un suéter largo
de punto grueso sobre mi camiseta mientras bajaba en mis pantuflas acolchadas. Sint iéndome increíblemente necesitada de mi madre, me
sentí decepcionada al verla recostada junto a papá en el sofá, las luces mult icolores del árbol de Navidad destellando en sus formas. Resist í a la
tentación de moverme entre ellos y reclamar atención.
Me dirigí a la cocina y agarré la caja de chocolate. Una vez hecho, tomé mi taza y subí, poniéndolo en mi mesita de noche para que se
enfriara. Até mi cabello en una cola desordenada mientras me arrastraba
a la biblioteca. Lo que necesitaba era perderme en algún buen libro, uno con un montón de buen sexo y angust ia, terminando con un increíble
felices para siempre que me haga odiar y amar el libro al mismo t iempo.
Mi mente recorrió las decisiones, algunas correctas, otras
deformadas, mi cerebro dando vueltas en territorio prohibido. Tenía un sólo
nombre: Kyler. Dios. No quería pensar en él, no quería pensar en la manera que me miró cuando me fui con Andrea, como si hubiera herido sus
sent imientos o algo así.
Sacando un viejo libro favorito, me dirigí de nuevo a la cama y me
dejé caer. Dejé el libro sobre la colcha y recogí mi chocolate caliente,
deseando haber tomado algunos malvaviscos.
Traté de entrar en el libro, pero me encontré leyendo el párrafo dos o
tres veces sin tener idea de lo que leía. Me dejé caer sobre mi espalda,
puse mis brazos sobre mi cara y gemí. Tenía ganas de llorar, gritar, rabiar y meter la cara bajo la almohada.
De una extraña manera, se sent ía como si hubiese pasado un año desde que dejó de nevar. Mucho había cambiado en tan corto espacio
de t iempo. ¿En serio fue sólo la semana pasada cuando consideré que
Paul estaba interesado en mí? ¿Fue sólo hace una semana que mi corazón había sido herido pero completamente sanado? Ahora, ni siquiera podía
pensar en salir con nadie.
Y mi corazón se encontraba totalmente demolido.
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Fingir que no pasó nada? Eso no
funcionaría. ¿Evitarlo? Sería muy difícil, casi imposible de considerar. Cerré los ojos con fuerza para luchar contra las lágrimas. ¿Cómo lo iba a evitar
cuando era una parte tan intricada en mi vida?
¿Qué tal si ahora Kyler pensaba que era tan fría como Nate había dicho?
228
Dándome la vuelta, metí mi cara en la almohada, me iba a volver
loca porque no tenía respuestas para nada de esto. Y no las tendría.
Tap.
Me alcé sobre los codos y fruncí el ceño. ¿Ya me había vuelto loca?
Porque juro que creí haber oído un:
Tap.
Impulsándome sobre mis rodillas, me giré, explorando el vacío. No vi nada que podría haber provocado ese sonido.
—Está bien —dije, en voz baja, deslizándome fuera de la cama.
Caminé hasta el centro de la habitación y me quedé inmóvil.
Tap.
Salté.
Oh, Dios mío. ¿Y si mi casa ahora estaba embrujada? ¿O qué si
estaba a punto de descubrir alguna mierda del Cisne Negro? ¿Qué pasa
si…?
Tap.
Giré hacia la ventana. ¡Aja! Venía de la ventana de mi habitación…
a dos pisos del suelo. ¿Qué demonios?
Y entonces me di cuenta. El sonido-oh-santo-bebé-Jesús, el sonido
era familiar. No era un fantasma, pero la locura seguía siendo una opción, ya que no podía ser lo que yo pensaba que era.
Hace años, Kyler solía aventar piedras antes de subirse a un árbol
para llegar a la ventana de mi dormitorio. Así, cliché y ridículo, pero lo hizo hasta la escuela secundaria.
No podía ser.
Mis piernas temblaban mientras daba un paso adelante, y luego dos.
Llegué a la ventana, y con manos temblorosas, separé las tenues cort inas
blancas, un segundo después una piedra golpeó el grueso cristal de la ventana en la parte baja.
Me congelé mientras mi corazón se aceleraba, y luego levanté el
pest illo y abrí la ventana. Me deslicé a un lado y me incliné hacia el congelante aire de diciembre.
Y mi corazón dio un vuelco.
Kyler se encontraba abajo, junto a un reno de alambre iluminado,
llevaba un gorro de lana y tenía un brazo levantado. Lo bajó un segundo
después de verme. —¡Oh, Mierda!
229
Brinqué hacia atrás mientras una pequeña piedra pasaba por mi
cara. Sant a mierda, puse mi mano sobre mi corazón acelerado y con cautela me acerqué de nuevo a la ventana. Me asomé.
Kyler agitó su brazo. —¡Lo siento!
—Está bien —Eso fue realmente surrealista. Tal vez estaba soñando—. ¿Qué estás haciendo, Kyler?
—Hablándote.
—Puedo ver eso. ¿Por qué… por qué no llamaste? —Parecía la forma
más fácil de hablar conmigo.
Se balanceó de un pie a otro y se acurrucó en su chaqueta. —Necesitaba hablar contigo cara a cara.
La luz del pórt ico se encendió e hice una mueca. Una conversación cara a cara no era posible con él afuera, y con uno, probablemente
ambos, de mis padres despiertos. —Kyler…
—Espera —gritó—. Voy a subir.
¿Voy a subir? Entonces comprendí que no iba a usar la puerta. Oh
querido Señor, subiría por el árbol. ¡Se iba a matar! Me asomé a la ventana,
mi aliento resoplando pequeñas nubes blancas frente a mi cara mientras escalaba por el t ronco. —¿Kyler, estás loco?
—No. Sí. —Se empujó a si mismo sobre la primera rama gruesa. Se enderezó y miró hacia abajo con el ceño fruncido—. Bueno, esto es más
difícil de lo que recuerdo.
Mi boca se abrió. —Tal vez deberías bajar y ut ilizar la puerta como, no sé, ¿una persona normal?
—Ya estoy a la mitad del camino —Puso el pie en una ranura y se impulsó hacia la rama más cercana a mi ventana. Envolviendo sus manos
alrededor de ella, me miró. Tenía las mejillas sonrosadas por el frío y sus ojos
brillaban en la luz de la luna—. Si me caigo y me rompo el cuello, ¿quieres decir algo bueno en mi funeral? Cómo: “Kyler fue el hombre más atractivo
que conocí en mi vida”.
—Oh. Dios. Mío.
Kyler se rió entre dientes mientras se impulsaba a sí mismo, por lo que
estaba en cuclillas frente al enorme tronco, sosteniéndose del árbol. —No te preocupes, yo me encargo.
Mi mirada cayó al duro suelo cubierto de nieve. —¿Por qué no
simplemente llamaste a la puerta?
Inclinó su cabeza, como si no hubiera pensado en eso. —No creo
que me hubieras abierto.
230
—Te hubiera abierto —dije.
—Ahora es muy tarde.
Contuve la respiración mientras se balanceaba, haciendo que la
mitad del árbol crujiera. Oh Dios, no quería ver esto. Quería cerrar los ojos
mientras se arrastraba cerca de la orilla, se detuvo, y luego bajó la mirada. Levantó la cabeza, al parecer midiendo la distancia.
Mi corazón se paralizó. —Kyler, no…
Demasiado tarde.
Kyler medio saltó, medio se lanzó hacia mi ventana abierta. Estaba
acobardada. Cerré los ojos, envolví mis brazos en mi pecho y solté un grit ito. Hubo un sonido de madera golpeando carne. Entonces atravesó mi
ventana cayendo sobre sus pies como un maldito gato. Tropezó y golpeó mi escritorio, haciendo temblar los libros y mi computadora.
Él extendió las manos a los costados y miró a su alrededor
lentamente antes de posar su mirada sobre mí. —Soy increíble.
Apenas y podía respirar. —Sí.
Llamaron a la puerta de mi dormitorio un segundo antes de que se
abriera. Papá asomó la cabeza con los ojos como platos. —Sólo estoy asegurándome de que sigue vivo.
Asentí y Kyler le dedicó una sonrisa. —Estoy en una sola pieza.
—Es bueno verlo —Papá comenzó a cerrar la puerta pero se
detuvo—. La próxima vez, ut iliza la puerta, Kyler.
—Sí, señor —dijo Kyler.
Sacudiendo la cabeza, papá cerró la puerta, y Kyler y yo quedamos
solos en mi habitación. No sería la primera vez. Cuando fue el receso de otoño estuvimos aquí, ¿pero ahora?
Se sentía completamente diferente.
Tenerlo aquí, tan cerca de la cama y conmigo no llevando sujetador o bragas debajo de mi ropa me hizo estar hiperconsciente. Esto prometía
problemas. Kyler se quitó el gorro de lana y luego se detuvo a la mitad de
sacar su chaqueta. —¿Te importa?
Negué con la cabeza mientras cerraba mi suéter. Músculos magros
se flexionaban mientras sacaba su chaqueta negra y la ponía sobre la silla frente a mi escritorio. Luego se volvió hacia mí y el aire se me escapó.
Nunca lo había visto tan… inseguro y vulnerable. Su garganta se movió
varias veces y luego se sentó en la silla dejando escapar un gran suspiro.
—Tenemos que hablar.
231
—Lo sé —susurré, porque no había razón para mentir o retrasar lo
inevitable. No me podía sentar, así que me quedé parada—. Lamento cómo dejé Snowshoe sin decir nada. Sólo necesitaba salir de ahí.
Asint ió. —Lo entiendo.
Pensé en lo que Andrea había dicho sobre Zach y lo que hicieron. La culpa quemaba como ácido en mi vientre. —Yo… yo no debí haberte
dicho algunas de las cosas que te dije sobre Zach. Eso no fue tu culpa. No realmente, y fue bajo de mi parte cargártelo a t i, así que lo siento…
Kyler parpadeó. —¿Te estás disculpando?
El sonido de la incredulidad en su voz me puso nerviosa. Como que no quería que me disculpara, era demasiado tarde para eso. —Sí. No debí
haber dicho eso. Y lo que hiciste hace un año…
—Detente —Kyler levantó la mano—. No puedes estar hablando en
serio.
Me atraganté con una respiración profunda que se quedó atrapada en mi garganta. Mi corazón lat ía rápido, me tendría que sentar pronto. Me
senté en el borde de la cama, sint iendo como si estuviéramos a punto de
terminar, excepto que no estábamos juntos.
Kyler se movió hacia adelante, las ruedas de la silla chirriando sobre
el piso de madera. —No t ienes absolutamente nada de que disculparte Syd, “lo siento” ni siquiera debería de cruzar por tus labios.
—¿No debo?
—No —Pasó una mano de su nuca a su mandíbula—. Todo es mi culpa. Jodí todo, Syd. Lo jodí hasta el fondo, tantas veces, que no debería
de estar sentado aquí. No deberías de estar hablando conmigo.
—¿Oh? —No sabía cómo procesar eso.
Dejó escapar un suspiro tembloroso, y luego se enderezó, me tensé,
porque tenía esa mirada como si estuviera armándose de valor. Como si estuviera a punto de arrancarse un vendaje, y tal vez era la razón por la
que estaba aquí. Para decirme que nada debió de haber pasado entre
nosotros, que debimos habernos quedado sólo como amigos, y que lamentaba habernos permit ido ir más allá. No quería escucharlo. Pero lo
necesitaba. Iba a doler, doler como el infierno, pensé en Nate y en lo que él había dicho, y quería meterme en mi cama, pero me quede allí
sentada. No más correr a esconderme. La vida era imperfecta. Esto iba a
ser uno de esos momentos.
Nuestras miradas se encontraron.
—Lo siento por un montón de cosas —comenzó Kyler, sosteniendo mi
mirada—. Me gustaría que no hubieras tenido que pasar lo que pasaste
232
con Zach. Él te hizo daño. Sé que dices que estás bien, pero puso sus
manos sobre t i, y fue por algo que yo hice. Nunca me perdonaré por eso.
—Eso no fue tu culpa —La culpa crecía como una maleza nociva—.
Por favor, no pienses eso. El t ipo era obviamente inestable.
—Lo sé, pero me va a costar superar eso —admit ió abiertamente—. Sigo reviviendo todo, y cada vez que pienso en t i siendo herida, me mata
lentamente. Lo digo en serio, y lo siento mucho, Syd. Lo siento mucho.
Mi corazón duele al oírle hablar así. —Kyler…
—Pero eso no es lo que más lamento —continuó, y pensé: aquí
viene. Hice lo posible para prepararme, pero un nudo ya comenzaba a crecer en mi garganta. Kyler se pasó las manos por el pelo—. Lamento más
haberte last imado. Sé que lo he hecho. Sé que te he herido antes, con las otras chicas. Te he last imado por no haberte hablado de Sasha. No quise
mentir. No estaba pensando, porque Sasha y yo no éramos así, pero debí
haberte dicho que tuvimos relaciones. Y no lo he hecho otra vez. Te aseguro que no dormí con ella cuando fui a su cabaña para ayudarla con
la ventana rota.
—¿Ventana rota? —repetí aturdida.
—Zach rompió su ventana la noche anterior. Ella vive sola ahí y
necesitaba ayuda —explicó—. Pero me hubiera gustado no haberla ayudado. Debería haber estado allí para t i y no lo estaba. No puedo
perdonarme por eso.
Cerré los ojos, sint iendo mucho sin saber por dónde empezar. Demasiadas emociones se arremolinaban en mi interior para digerir todo
esto.
—Oh, Kyler…
—Y no espero que mis disculpas hagan la diferencia. Créeme —Se
apresuró a continuar y abrí los ojos, parpadeando para contener las lágrimas—. Sé que hay mucho que tengo que compensar. Ha habido
veces que te abandoné para ir al cine con otras chicas, rompiendo planes
para revolcarme, ese t ipo de cosas. Porque eso era a lo único que hacía, joder solamente, ¿sabes? Y luego fue la graduación. Ni siquiera bailé
contigo. Y todo este t iempo estuviste ahí a mi lado y yo soy… —Negó con la cabeza—, estoy divagando. Probablemente no puedo arreglar nada de
eso. No te culparé si me dices que me vaya de aquí, pero hay un montón
de cosas que me gustaría poder hacer, sin embargo, hay una cosa de la que nunca me arrepentiré.
Me perdí, mis pensamientos y pulso acelerándose.
233
Kyler se levantó y se acercó a mí de rodillas. Echó la cabeza hacia
atrás para mirarme directamente a los ojos cuando dijo las siguientes palabras—: Nunca me arrepentiré de haber estado contigo, Syd. Nunca. Y
deseo poder volver atrás y revivir esas horas. Deseo poder regresar en el
t iempo, y en lugar de sólo juguetear con alguna chica, ser un hombre y decirte cómo me sentía por t i, lo que siempre he sent ido por t i.
Abrí la boca y me quedé sin aliento, pero no había palabras. Rebusqué en su expresión, y él me devolvió la mirada, y justo ahí,
finalmente, just o ahí frente a mí. Mi corazón se hinchó y explotó a la vez. La
esperanza quemó tan brillante como la estrella polar. —¿Cómo te has sent ido siempre?
—Te he amado toda mi vida —dijo, sus ojos fijos en los míos—. Y lo haré por el resto de mi vida si me lo permites, Syd.
234
24 Traducido por Mel Markham
Corregido por Meliizza
Kyler na vez que esas palabras abandonaron mi boca, supe que era
lo correcto. No había dudas en mi mente. Era lo que debí haber dicho hace años, desde el primer momento en que noté
los profundos sent imiento por ella. Y ahora había una buena probabilidad
de que fuese demasiado tarde, pero quitó un peso de mis hombros. Dije la verdad. No esperaba que mi disculpa fuese suficiente en este momento,
pero esperaba que diciéndole como me sentía pudiese abrir una puerta más adelante. Al menos, eso era lo que esperaba.
Pero cuanto más t iempo Syd permanecía callada, más me
preocupaba. Syd parecía un poco estupefacta. No se movió. Sus manos caían flojas en su regazo. No dijo nada. Sus bonitos, rosados labios
entreabiertos. Ella simplemente me miraba.
Se sent ía como si me hubieran dado un puñetazo en las bolas. ¿Lo arruiné tanto que mi declaración de amor lo arruinó aún más? Oh,
hombre, no me gustaba este sent imiento. Probablemente me lo merecía, pero eso no hace que sea más fácil de tragar, sobre todo cuando sus ojos
se volvieron vidriosos, como si estuviera luchando contra las lágrimas.
No había contado con eso. Mierda.
—Syd, cariño, por favor di algo. —Dejé caer mis manos en mis muslos
para evitar tomar la suya—. Por favor.
Me dio una pequeña sacudida de cabeza, causando que algunos
mechones cortos se salieran de su moño. Mechones oscuros rozaron sus
sienes y la nuca de su cuello. Entonces, se acercó. Antes de que supiera lo que hacía, ahuecó mis mejillas con sus manos temblorosas.
Bien. Esto era bueno. Nos llevaba a donde yo…
—Quiero estrangularte —dijo, su voz ronca.
De acuerdo, eso no era bueno. Para nada.
U
235
—No t ienes ideas de las ganas que tengo de patear tu trasero justo
ahora —agregó.
Y eso era peor. Esto no era…
—Te amo —dijo y tragó—. Te he amado desde que me empujaste en
el patio de recreo. Lo juro… te he amado desde entonces.
—Yo… ¿qué? —La miré—. ¿Qué acabas de decir?
Syd me besó.
Sus labios eran suaves contra los míos; su toque era vacilante,
impresionante y tan condenadamente dulce. Inhalé a través de su beso,
llevándola más dentro de mí. Mi cerebro se apagó mientras disfrutaba de su beso, como un perro girando sobre su espalda para que le rasquen la
barriga. Me levanté sin pensarlo, mis manos cayendo en sus caderas. Ella me agarró los brazos, sus dedos enterrándose en mi suéter de una forma
que tuvo a mi cuerpo entero palpitando.
—Dilo de nuevo —pedí.
Sus labios se curvaron en las esquinas. —Te amo, Kyler.
Un escalofrío me atravesó. La levanté y llevé más lejos en la cama.
Fui sobre ella, besando su espalda. En segundos nuestros cuerpos fluían juntos. Mi lengua se deslizó de sus labios y ella gimió, enviando un escalofrío
a través de mí. Sus manos recorrieron mi espalda y las mías encontraron su camino debajo del pesado suéter, contra su camiseta. Se arqueó, como si
quisiera que mi mano viajara más al norte. Me levanté un poco, mi mirada
vagando por su rostro dulcemente sonrojado, elegante cuello largo y las puntas duras de sus pechos luchando contra la fina tela. Mi cuerpo
temblaba por el esfuerzo de no desnudarla.
Oh, mierda.
Mi mano parecía increíblemente larga, apoyada contra su
estómago, directamente debajo de su pecho. Espera. Necesito detenerme, pero moría por estar dentro de ella, por no tener nada entre
nosotros.
Syd se est iró, corriendo la punta de sus dedos a lo largo de mi mandíbula. Insist í en el gesto, cerrando los ojos mientras obligué a mi
corazón a bajar la velocidad. —¿Me amas? —preguntó.
—Siempre —dije, presionando mis labios en el centro de su palma—.
Sé que tengo una forma tonta de demostrarlo, pero te amo desde que me
hiciste comer tarta de barro.
Llevó su mano a mi pecho, deteniéndose sobre mi corazón. —Sí, yo
diría que es una manera muy extraña.
236
Abrí mis ojos, listo para disculparme una vez más. Luego vi la suave
sonrisa en su rostro, y mi corazón saltó en mi pecho. Abrí mi boca, pero estaba más allá de las palabras mientras mi mirada viajaba por su rostro. —
¿De verdad?
—De verdad —susurró.
—En serio, no creía que me vieras como nada más que un amigo —
Bajé mi cabeza, besando sus labios, porque lucían como si estuviera solitarios—. Y no me di cuenta de que te quería más, hasta que llegaste
con Nate, y pensé que ya era demasiado tarde. Incluso después de que
rompieran, parecía como si hubiera perdido mi oportunidad.
Sus cejas bajaron. —¿Por qué nunca dijiste nada?
—¿Por qué no lo hiciste tú?
Frunció los labios. —Igual que tú. No creí que me vieras como algo
más que una amiga y las…
—Lo sé. Las chicas… —Presioné mi frente contra la de ella—. Pensaba que no podía tenerte, así que quería olvidar cómo me sentía. Fue
una idea terrible.
Ella rodó los ojos. —Sí, lo fue.
Mi pasado realmente le quitó lo cálido a la situación. —Desearía
poder retroceder y cambiar esas cosas. Desearía…
Puso su dedo en mis labios, un dedo que olía a chocolate. —Está en
el pasado. No hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Y bueno, yo
podría haber dicho algo. Ser una chica con bolas.
—¿Una chica con bolas? —levanté mis cejas.
—Ajá.
Hice una mueca mientras me acomodaba sobre mi lado junto a ella.
—No creo que quiera pensar en t i teniendo bolas, Syd.
Entonces, se rió y el sonido trajo una sonrisa en mi rostro. Atrapé el delicado, feliz sonido con mis labios. —Si las tuvieras, yo hubiera… —Sacudí
mi cabeza—. No importa. Se trata del presente. Eso es todo lo que importa.
Pasaré el resto de mi vida recompensándote por ello. Lo prometo.
Al principio, creí que había dicho algo equivocado. Lágrimas
surgieron en sus ojos tan rápidamente y se giró sobre su lado, enterrando su cara en mi pecho. Oh mierda, definit ivamente dije algo equivocado. Tan
rápidamente. Guau. Eso tenía que ser un récord.
—Oye —Deslicé mis dedos debajo de su barbilla—. ¿Qué ocurre?
237
Luchó conmigo, pero poco a poco me dejó levantar su cabeza. —
Lo siento. No es nada que hayas hecho. Solo estoy… realmente emocional justo ahora.
Esa no era una respuesta lo suficientemente buena para mí.
Sentándome, la llevé sobre mi regazo y se acomodó contra mí. —Syd…
Limpiando sus mejillas, río en voz baja. —Son lágrimas de felicidad. Lo
juro. Es solo que nunca pensé que esto podría ocurrir. Nunca y creí… creí que lamentabas haber estado conmigo y que era por eso que querías
hablar. Que pensabas que era frígida, como Nate…
—Espera. Detente —Incliné su rostro hacia mí—. Eres exactamente lo opuesto a eso y ni siquiera una vez pensé que pudiera ser cierto. Hombre,
quiero romper su mandíbula de nuevo. No puedo creer que todavía te preocupes por eso.
Sollozó. —Sé que es estúpido.
—No es estúpido —Sequé una solitaria lágrima de su mejilla.
Se acercó a mí, envolviendo sus manos alrededor de mi cintura. —Es
estúpido. ¿Dejé que eso me afectara por tantos años? Y supongo que es
por eso que estaba lista para creer que salías con Sasha y exagerar.
—No exageraste —Sostuve su muslo, descansando mi mentón en la
cima de su cabeza. Dios. No había notado cuán bien se sent ía sostenerla hasta ahora que lo hacía—. Me merecía todo lo que dijiste.
—Kyler —suspiró.
—Lo sé —reí—. Está en el pasado, ¿cierto? —Cuando asint ió, resist í la urgencia de apretarla—. ¿Sabes qué más está en el pasado?
—¿Qué?
—Estos malditos osos de peluche en tu cama. Creo que t ienes el
marrón desde que eras una niña. Probablemente está cubierto con tus
gérmenes.
Syd se alejó, golpeándome en el pecho. —¡No, no lo está, idiota!
Riéndome, me recosté entre los osos, t irando la mayoría al suelo
mientras la llevaba hacia atrás conmigo. Me di la vuelta así estábamos cara a cara, yaciendo lado a lado. —Oye —Me est iré y levanté uno
harapiento—. ¿Este es el que te di en tu cumpleaños hace años? ¿Lo guardaste?
—Sí —Me lo quitó, sosteniéndolo entre nuestros pechos—. Por
supuesto que lo guardé.
Una buena dosis de presión llenó mi pecho. No dije nada mientras la
observaba.
238
—¿Qué? —preguntó, sus ojos en los míos.
A veces las palabras no eran suficientes, no podían cubrir el sent imiento. Esta era una de esas veces. Así que corté la distancia y la
besé, poniendo todo lo que sentía por ella, cada promesa que le hice en
ese beso. Cuando me alejé, sus ojos estaban vidriosos y quería lanzar ese oso al otro lado de la habitación y llegar hasta ella.
¿Los padres abajo y la puerta sin llave? No iba a pasar. Y además, me sentía jodidamente contento de estar aquí con ella.
—Este es el mejor regalo de Navidad anticipado que he recibido —
dije.
Su brillante sonrisa me golpeó. —Creo que es la cosa más inteligente
que has dicho y estoy de acuerdo.
—¿Sí? —Tomé un mechón de su cabello y lo retorcí alrededor de mi
dedo—. Soy muy afortunado. Sé eso. Tan malditamente afortunado de
tener tu amor.
Ella se acercó y el oso fue aplastado entre nosotros. Me besó de una
manera que ninguna otra persona podría hacerlo, ya que era Syd.
Ahuequé la parte posterior de su cuello, sosteniéndola así, tomé el control del beso. No pasó mucho t iempo antes de que el oso terminara en el suelo
y los brazos y piernas se enredaran. Nos estábamos besando como dos adolescentes a escondidas. Ella estaba debajo mío, meciendo sus caderas
contra las mías, animándome. Con lo fino que eran sus pantalones, era
como si no tuviera casi nada. La necesidad comenzaba a volverme loco, golpeando a través de mis venas y no quería parar, a pesar de que sabía
que no podía ir más lejos que esto. Y era demasiado bueno para parar, la forma en que su cuerpo se movía contra mí era demasiado perfecto y
suave, sus gemidos apenas audibles eran demasiados dulces como para
dejarlo pasar.
No sé cuánto t iempo nos quedamos así, besándonos y tocándonos,
susurrándonos entre sí y riendo. Ya era tarde cuando miré el reloj.
—¿Puedes quedarte un rato más? —preguntó.
Dudaba que su padre le gustara encontrarme en su cama en la
mañana, pero no podía negarme. —¿Qué tal si me quedo hasta que te duermas?
—Perfecto —murmuró, descansando su mejilla en mi pecho—.
Simplemente usa la puerta del frente cuando te vayas.
Sonriendo, acaricié con mi mano su espalda, amando la manera en
que ella se acercó a mí, ajustando su cuerpo al mío como si estuviéramos
hechos el uno para el otro. Diablos, creo que realmente lo éramos y sólo
239
me había tomado un largo t iempo darme cuenta. Pero finalmente lo hice,
y eso era lo que importaba.
La amaba. Dios, la amaba tanto. No podía creer que había estado
todo este t iempo sin decírselo. Era un idiota, pero era un idiota con suerte.
240
25 Traducido por Juli
Corregido por Aimetz14
Sydney
esde que era una niña, siempre he estado más entusiasmada
con la víspera de Navidad que por el día de Navidad. Había algo acerca de la anticipación, de saber lo que esperaba al
día siguiente, de querer que el t iempo pasara con rapidez, y al mismo
t iempo querer que se ralent ice.
Este año no era diferente, pero lo fue.
No podía dejar de sonreír y estaba segura de que probablemente me veía medio estúpida para mi mamá y mi papá mientras hacía los
dulces de nuez para llevar a la casa de mis abuelos. Varias veces me
encontré a mí misma desconcentrada, soñando despierta mientras ponía el caramelo en los pretzel.
Todo parecía irreal. Supuse que después de pasar tanto t iempo queriendo algo —alguien— cuando finalmente sucede, casi no crees que
sea cierto. Me quedé esperando despertar del sueño... pero era real.
Kyler me amaba.
Él se había ido para el momento en que me desperté ayer, pero el
ligero olor de la colonia que llevaba y ese aroma a naturaleza que era
únicamente suyo permanecía en mis almohadas. Me había dejado una nota, diciendo que volvería y que usaría la puerta cuando se fuera.
Justo después del almuerzo, apareció y no se marchó hasta después de la cena. Mis padres no parecían sorprendidos de verlo y también
parecían felices de ver el cambio en nuestra relación. Mamá había sido
pro-Kyler-y-Sydney desde que habíamos estado en el inst ituto, por lo que vernos juntos probablemente hizo su año.
Y seguro como el infierno que hacía el mío.
D
241
—Cariño —rió mamá, llamando mi atención—. ¿Qué estás
haciendo?
Frunciendo el ceño, bajé la mirada y luego me eché a reír. Había
apilado tres piezas de caramelo en la parte superior de un pretzel.
Ret irándolos con los dedos, los puse a un lado. —Vaya.
—Aja —dijo mamá con una mirada de complicidad en su rostro—. Tu
está en las nubes.
—Sí —admit í, organizando los pretzels y dulces en una bandeja para
hornear—. Probablemente no debería estar haciendo esto.
—Tienes que hacerlo. —Mamá se lavó las manos. La cocina olía al relleno que ella había hecho para llevar con nosotros—. Tu abuelo
golpeará a alguien con su bastón, si no llegamos con estos dulces.
No hacer esto casi valía la pena para ver a mi abuelo persiguiendo a
la gente con un bastón. Empujé los dulces en el horno, ajustando el t iempo
por tres minutos, t iempo suficiente para lograr que el chocolate y caramelo se pongan espesos.
—Así que... —empezó mamá, mirando por la ventana sobre el
fregadero. Había cada vez más sombras azuladas a través de la nieve mientras el sol se ponía. Tendríamos que salir a la carretera pronto, ya que
teníamos que dejar algunos de los alimentos en la iglesia antes de ir a lo de mis abuelos.
Arqueé una ceja, esperando.
Mamá sonrió. —Tú y Kyler se veían horrorosamente amistosos ayer.
Aquí vamos. —Mamá, la gente ya no dice “amistosos”.
Me inmovilizó con una mirada mientras envolvía el plato grande de relleno con papel de aluminio. Estaba segura de que no era higiénico
hacer relleno para el pavo la noche anterior, pero mi familia había estado
haciéndolo durante años. —Yo lo uso, por lo tanto, la gente lo usa.
Sonreí.
Suspiró. —¿Vas a confesar?
—¿Confesar qué? —pregunté inocentemente.
Mamá se cruzó de brazos.
Me reí. —Kyler y yo estamos... juntos.
—Me di cuenta de eso —dijo secamente—. Pero preferiría conocer
los detalles.
242
El temporizador sonó, y agarré un guante. Abriendo la puerta del
horno, saqué la bandeja de hornear. Moviéndome rápidamente, agarré la bolsa de nueces y empecé a colocarlas en los cálidas y semi-derret idos
dulces. —Estamos juntos —dije, tomando una nuez a escondidas—. No
estoy segura de qué más decir.
Mamá apoyó la cadera contra el mostrador. —Bueno, ¿que hizo que
esto ocurriera?
No le contaría cómo pasó. Pasando a la segunda fila de caramelos,
sent í que mi cara se sonrojaba. —Las cosas simplemente ocurrieron y
ambos admit imos que teníamos sent imientos el uno por el otro. Ya sabes, el t ipo de sentimientos más-que-solo-amigos.
No dijo nada, y le lancé una mirada. Estaba con los ojos llorosos. Hice una pausa con las nueces. —Mamá.
—¿Qué? —Parpadeó rápidamente y luego se echó a reír—. Lo
siento. Es sólo que siempre supe que ese chico te importaba más de lo que aparentabas y que Kyler sent ía lo mismo por t i. Estoy feliz de que finalmente
lo admit ieran —Hizo una pausa, y luego añadió—: Tomó bastante t iempo.
Fruncí el ceño mientras rápidamente agregaba el resto de las nueces antes de que los caramelos se enfriaran. —Estoy empezando a
pensar que Kyler y yo éramos los únicos que no nos dimos cuenta antes.
—Creo que sí. —Se acercó y me besó en la mejilla—. Él es un buen
chico, cariño. No podría estar más feliz por t i.
Mis labios se separaron en una amplia sonrisa. —Estoy feliz. Realmente lo estoy.
Y entonces yo estaba feliz-feliz media hora más tarde, cuando mi padre anunció que Kyler había estacionado en el camino de entrada al
lado de su coche. No me había enviado mensajes de texto y no pensaba
verle esta noche, pero me encantó lo cómodo que estaba con sólo aparecerse así.
Puse la tapa sobre el recipiente de plást ico que había puesto los
dulces y luego corrí por toda la casa, casi derribando a mi mamá. Abrí la puerta antes de que Kyler pudiera tocar el t imbre y, literalmente, me lancé
a sus brazos.
Me atrapó en el últ imo momento, envolviendo sus brazos alrededor
de mi cintura mientras retrocedía para equilibrar el peso inesperado. —
Hola —dijo, sosteniéndome con fuerza—. Estás feliz de verme.
—Siempre estoy feliz de verte. —Enrollé mis brazos alrededor de su
cuello mientras me deslizaba por su frente y sus manos cayeron a mis
caderas.
243
Hizo un sonido profundo en su garganta mientras presionaba sus
labios sobre la zona sensible debajo de mi oreja. Luego dijo en voz tan baja que hirvió mi sangre—: Me recibes así más a menudo y nunca llegaremos a
entrar en la casa.
El calor me inundó y fue un esfuerzo apartarme, pero no llegué muy lejos. Deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, su media sonrisa tortuosa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, mirando la mochila sobre su hombro.
—Quería verte. —Kyler me besó en la frente—. Tengo una sorpresa
para t i.
La emoción burbujeó. —¿Ah, sí?
—Sí —dijo, y luego miró por encima de mi cabeza.
Me volví en su abrazo, encontrando a mi madre en la puerta, t irando
de su chaqueta. Papá estaba detrás de ella, con los brazos llenos de
contenedores. Anteriormente habíamos cargado los regalos y las bolsas durante la noche en el coche. La decepción me llenó. —¿Nos vamos
ahora?
—Tu madre y yo sí. —Mi padre me dio un guiño—. Vamos a dejar la comida en la iglesia y acomodar las cosas allí. Kyler te llevará hasta lo de
tus abuelos.
Me enfrenté a Kyler, con las cejas arqueadas. —¿En serio?
Me guiñó un ojo. —Hablé con tus padres ayer.
Mi decepción se desvaneció en un instante, pero no pude evitar burlarme de él. —¿Qué pasa si me quiero ir ahora? Eres tan confiado.
Kyler sonrió. —Quieres pasar t iempo conmigo. Ni siquiera lo niegues.
Rodé mis ojos.
Mamá se movió por delante de nosotros, besando mi mejilla y luego
la de Kyler. —Sé cuidadoso cuando conduzcas. Las carreteras todavía están cubiertas de hielo.
—Entra —gruñó papá—. Hace mucho frío aquí, y no t ienes una
chaqueta.
Casi no sentía la fría temperatura, no cuando estaba de pie tan
cerca de Kyler. Nos comprometimos a no chocar ni morir en el camino a casa de mis abuelos, y luego nos dirigimos hacia el int erior.
—Estoy feliz de que hayas venido —dije mientras Kyler ponía la
mochila en el suelo y se quitaba la chaqueta, dejándola en el respaldo del sofá.
244
Se contoneó hacia mí, poniendo sus manos en mi cintura. —Lo sé.
—Eres arrogante.
—Es cierto.
Me levanté en mis puntillas. —Por otra parte, era entre tú y mis
abuelos, así que...
—Lindo —se rió, y entonces me dio un beso —me besó de una
manera que me dejó sin aliento— que me hizo olvidar que era la víspera de Navidad, lo que parecía imposible, pero estaba totalmente
concentrada en sus labios moviéndose contra los míos. Apreté los brazos,
preguntándome cómo habíamos pasado tanto t iempo sin hacerlo.
Kyler se sentó en el sofá, con su mochila, y me llevó a su regazo. —
Mamá quiere saber si vas a venir mañana a saludar.
—Puedo ir mañana por la noche, si eso está bien.
—Siempre. —Deslizó sus manos por mi espalda, haciéndome
temblar—. Tanner me llamó esta mañana para saber qué planes teníamos para la víspera de Año Nuevo.
Ni siquiera había pensado en eso. Mi mente se encontraba
demasiada ocupada con el presente.
Una mano recorrió mi cadera, apoyada en mi muslo cubierto por los
vaqueros. —Le dije que tenía que preguntarte.
—¿En serio? —No pude evitar la sonrisa que se extendió por mis
labios, y ni siquiera intenté ocultarla—. ¿Qué te dijo?
Kyler sonrió a cambio. —Dijo y cito: “Ya era malditamente hora, imbécil”, y luego me dijo que le hiciera saber.
Me eché a reír. —Tanner es un t ipo inteligente.
—Y yo soy un afortunado imbécil. —Tomó la parte de atrás de mi
cuello con una mano y me jaló más cerca, por lo que cuando volvió a
hablar, sus labios rozaron los míos—. Eres demasiada buena para mí, nena. Un día te vas a dar cuenta de eso y patearas mi culo a la acera.
—Eso no va a suceder. —Le di un beso, y su apretón en mi muslo se
hizo más fuerte—. A menos que hagas algo estúpido, pero no creo que eso vaya a suceder. Ya has alcanzado toda una vida de estupideces.
—Ja. List illa.
Le di una sonrisa descarada. —Lo sabría.
—Lo harías. —Y luego me levantó de su regazo, poniéndome en el
sofá junto a él. Cogió la mochila—. Antes de que me olvide, t raje los regalos que mamá nos consiguió.
245
—Oh. —Me había olvidado totalmente de ellos. Evalué la mochila.
Kyler sonrió mientras me entregaba el paquete con mi nombre en él. Ambos eran idénticos, y tenía curiosidad por ver lo que su madre había
hecho. Dando vuelta el regalo, metí los dedos debajo de la cinta que unía
el papel de envolver. Rompí el papel rojo y verde mientras Kyler hacía lo mismo.
Me quedé mirando fijamente el terciopelo negro detrás de un marco. Lo volteé y tomé una respiración temblorosa. Era un marco de
hierro con las palabras "Est o Es Para Siempre" inscrito en la parte superior. La
imagen... oh vaya, la imagen trajo un torrente de lágrimas a mis ojos.
Era una imagen de Kyler y yo cuando íbamos en el tercer grado.
Nuestra escuela había tenido lo que llamaban “Día de la Amistad” donde los amigos llevaban ropa a juego. Kyler y yo teníamos nuestros brazos sobre
los hombros del otro, llevando sonrisas cursis y camisas a juego que mi
mamá había hecho para el evento, en las cuales decía... “Esto Es Para Siempre”. A Kyler probablemente le encantaría olvidar que alguna vez
había llevado una camisa así, y se había llevado una buena cantidad de
burlas de los otros chicos, pero yo había estado tan feliz ese día. A pesar de que él había protestado al usarla, lo hizo. No había recordado que nos
tomaron una foto, pero allí estaba, un momento torpe capturado para siempre.
Hombre, me estaba convirt iendo en una llorona. En serio. Necesitaba
ayuda.
Exhalando un suspiro tembloroso, miré a Kyler. Sostenía una imagen y
un marco idéntico. Se quedó en silencio. Le di un codazo. —Apuesto a que te habías olvidado de esto.
—No —dijo—. No lo he hecho. He visto la imagen un par de veces.
La sorpresa brilló a través de mí. —¿En serio?
Kyler asint ió. —Mamá ama sacarla cada vez que la familia aparece.
Es curioso que nos lo diera en este momento, teniendo en cuenta todas las
cosas. —Me miró—. Casi como si supiera que finalmente resolveríamos esto, ¿eh?
—Sí. —Sonreí, suavizando mis dedos a lo largo de los bordes del marco—. Me encanta. En serio. Mucho.
—Lo mismo digo. —Puso la imagen en su mochila—. No quiero
olvidarlo.
No pude averiguar si realmente le gustó la foto o no, pero me detuve
a mí misma de analizar demasiado las cosas como un bicho raro. Recogí el
papel de regalo y lo llevé a la cocina, depositándolo en la basura.
246
Cuando regresé a la sala, estaba de pie delante del árbol de Navidad. El
regalo que le había conseguido hace unas semanas aún acurrucado bajo el árbol.
—No vas a recibir tu presente ahora mismo —dije.
Se volvió hacia mí, una misteriosa sonrisa grabada en sus labios y sus ojos de color marrón oscuro intenso. —Hay algo que quiero ahora mismo, y
no es lo que hay debajo del árbol.
La calidez se escabulló lentamente a través de mis venas y calor
líquido se agrupó bajo en mi vientre. —¿Y qué sería eso?
—Te puedo dar una pista.
Ya estaba sin aliento. —Está bien.
Kyler merodeó hacia mí, poniendo sus manos en mis caderas una vez más. Me t iró contra él, encajando sus caderas contra las mías. Podía
sent irlo a través de la ropa. —Esta es tu pista.
Escalofríos me recorrieron, y las puntas de mis senos se apretaron bajo mi jersey y el sujetador. —Creo que sé que es lo que quieres.
—¿En serio? —Sus labios rozaron mi frente y por encima de mi sien. Mi
cuerpo se relajó y se tensó, todo de una vez—. ¿Qué quiero?
Agarré sus brazos, y sus músculos se flexionaron bajo mi tacto. —¿Yo?
—Bingo —gruñó, ¿y quién sabía que alguien podía hacer que esa palabra sonara sexy?—. Te quiero.
Y esas dos últ imas palabras eran las palabras más sensuales dichas
juntas en el lenguaje humano. Luego Kyler me besó, y dejé de pensar en las palabras y los idiomas, porque no había nada más allá de cómo se
sent ían sus labios suaves y firmes contra los míos. Mis sent idos regresaron a la vida, disparando fuego caliente por mis venas mientras su lengua se
deslizaba expertamente entre mis labios.
Dios mío, Kyler sabía cómo besar.
Una carga sexual vibró a través de mí cuando su agarre sobre mis
caderas se apretó. Sin romper el beso, me levantó y envolví mis piernas
alrededor de sus caderas estrechas.
—Buena chica —murmuró contra mis labios. Y entonces empezó a
caminar. Cuando llegó a las escaleras, sabía a dónde se dirigía y lo aprobaba t ant o.
La puerta de mi dormitorio estaba entreabierta y Kyler se volvió hacia
un lado, abriéndola completamente. Me dejó en pie junto a la cama, y luego cerró la puerta.
247
—Bloquéala —dije. No había nadie más en casa en este momento,
pero ¿por qué correr el riesgo?
Sonrió, bloqueándola y luego se volvió hacia mí. Nuestros ojos se
encontraron y el entusiasmo zumbó a través de mí. Llevé mis manos hacia
abajo, envolviendo mis dedos por debajo del borde de mi suéter y t irándolo por encima de mi cabeza. Lo dejé caer al suelo.
Los ojos de Kyler ensancharon. —Maldita. Sea.
Me sonrojé mientras me mordía el labio inferior, abriendo el botón de
mis jeans. Dio un paso adelante y me agarró de la cintura.
—Estoy impaciente —gruñó, y era cierto. En un rápido movimiento, me quitó los pantalones y los calcetines. Estar de pie delante de él con el
sujetador y las bragas era de repente más fácil de lo que alguna vez había imaginado que podría ser—. Eres hermosa.
Eso ayudó.
Su ropa salió bastante rápido y me quedé atrapada mirando los planos y las líneas definidas de su estómago. Lo toqué, deslizando la mano
por debajo de la banda de su bóxer. —No estás tan mal…
Mis palabras fueron cortadas por la gran intensidad de la forma en que me besó. Sus manos fueron a desenganchar el sujetador, y luego a mis
bragas. Me desnudó y luego fuimos una maraña de piel en mi cama.
Gemí contra su boca mientras deslizaba la mano entre mis muslos,
sus dedos rozando sobre la hendidura mojada. Sus besos eran intoxicantes
y adict ivos. Con la coordinación de los empujes de su lengua y la zambullida de su dedo, rápidamente estuve a punto de desmoronarme, y
cuando su pulgar presionó contra el manojo de nervios, caí directamente sobre el borde.
En medio de la demoledora liberación, se deslizó dentro de mí, piel
contra piel. La emoción rugió a través de mí, una sensación a la que nunca me acostumbraría mientras viva. Las venas poderosas de los músculos a lo
largo de su espalda sobresalían bajo mis manos. Se balanceó hacia mí,
una invasión profunda que dobló mis dedos de los pies y tenía mi espalda arqueada.
—Te amo —dijo, y me besó de nuevo. Salvaje. Posesivo.
Me quedé sin aliento. —Yo también te amo.
Y entonces fui incapaz de hablar. Un intenso remolino de hormigueo
se extendió sobre mí mientras sus caderas se movían con fuerza, llevándome más cerca y más cerca del borde, una vez más. Se movía
rápido y duro, con el rostro muy tenso. Su boca presionó la mía cuando mis
tobillos se bloquearon alrededor de su espalda y luego nos golpeó a los
248
dos al mismo t iempo. Nuestros cuerpos se est remecían en conjunto,
nuestros nombres en los labios del otro. Fue un momento impresionante que me lanzó tan alto, que no estaba segura de si alguna vez volvería a
bajar.
Después de un momento —uno muy largo— nos acurrucamos juntos en la cama. Trazaba círculos ociosos a largo de la curva de mi espalda y
yo estaba sat isfecha escuchando su corazón. Era tranquilo y pacífico, haciéndome pensar en una de esas rimas de Navidad.
Me eché a reír, porque era totalmente inadecuado.
—¿Qué? —La mano de Kyler se detuvo.
Riendo, presioné un beso en su pecho. —Pensaba en el poema
navideño “Night Before Christmas” y me hizo reír.
—Eres rara.
—Lo sé. —Levanté la cabeza para que mi barbilla descansara sobre
su pecho—. ¿Pero me amas?
Las esquinas de sus labios se curvaron hacia arriba. —Te amo tanto
como un niño ama a Santa.
Me eché a reír. —Eso es serio.
—Intenso —murmuró, apartando mi pelo de mi cara—. Sin embargo,
tengo que decir, lo que acabamos de hacer fue el mejor regalo de Navidad.
Me sonrojé de placer. —Bueno, si eres bueno, tendrás otro regalo.
Sus cejas se levantaron. —¿Qué si soy malo? —Mi mente se fue directamente a lo sucio, y Kyler debió haberlo percibido, porque se rió
profundamente y el sonido retumbó a través de mí—. Me gusta a donde se dirige esta conversación.
—Apuesto que sí.
—Yo podría fingir que soy Santa Claus. Tú puedes sentarte en mi regazo y decirme lo que quieres para Navidad.
Me reí de nuevo. —Eso suena como que sólo te beneficiaría a t i.
—Me gusta la parte de estar sentada sobre mi regazo. Desnudo.
Levantándome, besé sus labios entreabiertos. Eso llevó a más besos y
más caricias, lo que me llevó a sentarme a horcajadas sobre sus caderas y en poco t iempo, los dos estábamos más allá de hablar. Nos explorábamos
entre sí como si fuera la primera vez y nos tomamos las cosas más
despacio, haciendo la experiencia más t ierna e ínt ima, pero los resultados finales fueron tan bellamente impresionantes.
249
Mucho más tarde, cuando llegó la hora de marcharnos, se puso de
pie para buscar su ropa, y admiré la hermosa vista que estaba recibiendo de su parte trasera. Mi mirada finalmente se movió a su columna vertebral,
y me levanté, arrastrando el dedo por las complejas letras de ese tatuaje
misterioso que siempre me había fascinado. Me miró por encima del hombro, pero no se apartó.
—¿Qué dice esto?
No respondió durante un momento largo. —¿De verdad quieres
saber?
Me acomodé en mi lado. —Sí.
Kyler terminó de abrocharse los pantalones y se sentó a mi lado. Se
inclinó y me besó. —Me hice el tatuaje después del inst ituto, justo antes del primer año de universidad.
—Lo sé. —No era como si recientemente hubiera comenzado a mirar
a Kyler. El día que había visto el tatuaje por primera vez fue el día que lo había aprendido de memoria.
Un lado de sus labios se inclinó hacia arriba. —Probablemente vas a
pensar que es realmente estúpido o vas a estar muy sorprendida.
—Ahora me siento muy curiosa. Dime. —Di golpecitos en su pecho
desnudo—. ¿Por favor?
Me miró un momento. —Está en sánscrito. Dice: “Esto Es Para
Siempre”.
Mi corazón dio un vuelco mientras lo miraba fijamente. —¿Quiere decir lo que creo?
—Sí, quiere decir lo que tú crees.
Apoyé la mano en mi pecho, conteniendo las lágrimas. —¿Lo hiciste
después de que nos graduamos de la escuela? ¿Hace tanto t iempo?
—Sí. Simplemente se había sentido como algo que tenía que llevar por escrito, ¿sabes? Que nosotros, sin importar de qué manera
estuviéramos juntos, era para siempre.
No pude hablar durante un minuto completo. “Sorpresa” ni siquiera cubría cómo me sentía. Quería llorar otra vez, como un bebé, porque esa
era la confirmación de todo lo que había dicho. De cómo se había sentido por mí todo este t iempo, y yo nunca lo había sabido —que realmente
nunca lo había sabido— Pero en el fondo, su corazón tenía que haberlo
sabido. Mi pecho se llenó hasta el punto en que me sentí como si hubiera estallado.
Me estudió intensamente. —¿Qué estás pensando?
250
—Estoy pensando... Estoy pensando que es perfecto. —Me senté,
poniendo mis manos a cada lado de su cara—. Tú eres perfecto.
Kyler presionó su frente contra la mía. —Yo no iría tan lejos.
—Mírate, siendo modesto por una vez en tu vida —bromeé, pero el
nudo de la emoción se asentaba en la cima de mi garganta—. ¿Kyler?
Me dio un beso en los labios. —¿Syd?
—Te amo. —Hice una pausa, tomando una respiración profunda y nos miramos fijamente. Vi el mundo en su mirada. Vi nuestro futuro—. Y eso
es para siempre.
Fin
251
Sobre el Autor La autora bestseller de USA Today, Jennifer L. Armentrout, vive en Mart insburg, Virginia
Occidental. Todos los rumores que han oído
sobre su estado no son verdad. Bueno, la mayoría. Cuando no se encuentra
escribiendo, pasa su t iempo leyendo,
haciendo ejercicio, viendo películas sobre zombis, pretendiendo escribir y pasando el
t iempo con su esposo y su Jack Russell, Loki.
Sus sueños de convert irse en autora iniciaron
en la clase de álgebra, donde pasó la mayor
parte de su t iempo escribiendo historias cortas... lo que explica sus deprimentes notas
en matemáticas.
Jennifer escribe paranormal para Adultos
Jóvenes, ciencia ficción, fantasía y romance
contemporáneo. También escribe novelas para adultos bajo el nombre de J. Lynn.
252
Traducido, Corregido y Diseñado por:
http://www.librosdelcielo.net/forum
Top Related