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Los antecedentes de la independencia de Chile”. Estudio sobre el clientelismo femenino santiaguino a través del Programa de Empleo Mínimo durante 1973-1982 como método para legitimar la refundación del Estado durante el régimen de Pinochet Felipe Antonio Urra Donoso Universidad Finis Terrae Tel. +569 59694916 Mail: [email protected]

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“Los antecedentes de la independencia de Chile”.

Estudio sobre el clientelismo femenino santiaguino a través del Programa de Empleo Mínimo durante 1973-1982 como método para legitimar la refundación del Estado durante el régimen de

Pinochet

Felipe Antonio Urra DonosoUniversidad Finis Terrae

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Mail: [email protected]

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Introducción

Existe consenso entre los historiadores en que la Independencia fue proceso coyuntural basado exclusivamente en las circunstancias y los hechos que acaecieron en todo el mundo hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX. No obstante, es innegable que había un conjunto de factores que estaban presentes y que posteriormente se potenciaron contribuyendo así a la formación de un proceso independentista.

Al comenzar a referirnos a la Independencia americana y particularmente a la chilena, una de las reflexiones que se pueden formular es si ésta llega cómo resultado de una maduración o si fue producto del azar, acaso ¿se trató de un proceso endógeno o de fuerzas exógenas? Se trató del logro de algunos individuos (Carrera, O’Higgins, por nombrar algunos), o se trató de una hazaña colectiva. Y es que la independencia supuso un cambio, pero cabe preguntarse si este ¿Se trató sólo de un cambio cultural, social, económico y político institucional, o sólo de un cambio político institucional?A continuación desarrollamos un informe que pretende dar respuestas a estas interrogantes dando énfasis en la presentación de los antecedentes de la independencia de Chile, postulando sin embargo, que estos fueron hechos determinados que sucedieron durante el régimen colonial en Europa y América durante el transcurso del siglo XVIII y comienzos del XIX. Según nuestras investigaciones estos antecedentes provocaron el desenlace de otros acontecimientos, lo cual permite reconocer cierta estructuración que contribuyó al proceso de independencia nacional, pues por una parte aquellos sucesos se caracterizaron por ser externos e internos y están ligados al desarrollo de la historia universal acaecida durante la época colonial.

En Este trabajo daremos a conocer estos antecedentes, dando énfasis a aquellos de origen interno, pues según nuestra visión fueron estos los que permitieron el cultivo de una tendencia que desembocó en la primera Junta de Gobierno para legitimar el desapego hacia la monarquía y esgrimir la independencia para él Reyno Chile.

1. Antecedentes internos.

Entre unos de los principales antecedentes internos que contribuyeron al proceso separatista entre el Reyno de Chile y España estuvieron las Reformas Borbónicas, estas se caracterizaron por impulsar un fuerte centralismo y control administrativo por medio de la creación de Intendencias, la fundación de ciudades y la legitimación de funcionarios españoles para el correcto control de la colonia.

Todo comenzó el 1 de noviembre de 1700, cuando la casa de Borbón accedió al trono de España, luego de la muerte de Carlos II, el último de los Austrias españoles. Heredó la corona el duque de Anjou, nieto de Luis XIV rey de Francia, con el nombre de Felipe V. Su llegada al trono español desató de inmediato la guerra contra Austria, que objetó la legitimidad de Felipe, quien por su parte, contó con el respaldo de Francia; mientras que Inglaterra, Holanda, Portugal, Prusia y las provincias de Cataluña y Aragón, se sumaron a sus detractores. El conflicto, conocido como la guerra de Sucesión, se prolongó hasta 1713, cuando los contendientes firmaron la paz de Utrecht, tratado que reconoció los derechos sucesorios de

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Felipe V, pero obligó a España a desprenderse de todas sus posesiones europeas y a permitir que Inglaterra desarrolle actividades comerciales en América.

Con todo esto España ya no siguió siendo la potencia que había sido durante el siglo XVII y sólo la alianza dinástica con Francia le permitía seguir siendo considerada como una nación relativamente poderosa. Por esta razón Felipe V y sus consejeros se empeñaron en devolver a España su antiguo prestigio. Incrementaron la capacidad de las fuerzas armadas y protegieron la economía del reino de la competencia de sus enemigos. La principal debilidad de estas medidas fue que prácticamente se desentendieron de las colonias ultramarinas, cuya función continuó limitándose al aporte de recursos para financiar las campañas militares europeas y los experimentos económicos en la península. El fracaso de dicha política quedó en evidencia con la derrota española frente a Inglaterra en la guerra de los Siete Años (1756-1763), que culminó con la caída de La Habana y Manila, y obligó al rey Carlos III a reconocer la importancia estratégica de sus posesiones en el Nuevo Mundo.

En la práctica las reformas aplicadas por Carlos III en América fueron mucho más profundas que las introducidas por Felipe V, debido en parte a que para su diseño los asesores del rey contaron con información detallada sobre la realidad americana. De esta manera, los consejeros de Carlos dejaron de concebir a América como un mundo dedicado exclusivamente a la minería y cuya producción debía servir de fuente de recursos para el tesoro real, sino que se empeñaron en estimular las demás actividades productivas y el comercio; mejorar el sistema de administración colonial y hacer más efectiva la autoridad de la Corona en sus dominios.

Por otra parte, en cuanto al rol administrativo, este se caracterizó por una concentrar en un ministerio todos los asuntos relativos a las Indias; así se crearon los virreinatos del Río de la Plata y Nueva Granada; y se instauró el régimen de Intendencias en diversas provincias, lo que suponía el reemplazo de funcionarios criollos por peninsulares más calificados. En el ámbito económico, en 1778 se dispuso el Reglamento de Libre Comercio y se decretó el aumento de impuestos. Todo se resolvió con la aplicación de estímulos favorables al desenvolvimiento de la agricultura y la minería, mientras que se comenzó lentamente a eliminar el monopolio comercial de la metrópoli sobre sus dominios americanos, aunque se reestructuró el sistema tributario a objeto de elevar sustantivamente la recaudación en las aduanas reales.

En cuanto a la religión, las reformas desplazaron cualquier intento de oposición a la Corona al expulsar de las colonias a los jesuitas. Por otra parte, en materia militar, se puede reconocer cierta profesionalización al interior de las nuevas milicias, pues hacia 1760 destacan entre sus filas la presencia de los Dragones de la Reina, los cuales se transformaron en el primer cuerpo policial de Chile. Además, la Corona dispuso del envío de efectivos desde Europa, todo esto con el fin de controlar la eficacia en el desarrollo de la colonia.

Con todo, las reformas borbónicas cumplieron con los objetivos de dar un nuevo impulso a la economía americana, esto era: incrementar el aporte de ésta al imperio español y establecer una burocracia eficiente y leal. No obstante, también afectaron los intereses de las elites locales y su aplicación fue tan arbitraria, que contribuyeron a provocar un clima de resentimiento que ha sido identificada por algunos autores como aquel sentimiento que despertó la conciencia de la elite criolla frente a la necesidad de emancipación.

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Otro antecedente del proceso de emancipación está dado por el reconocimiento de la crisis del Régimen Colonial, la que se caracterizó principalmente por derivar en una profunda crisis económica que puso en cuestión el manejo de la Corona sobre los territorios chilenos. Principalmente, estos problemas se derivaron del monopolio Comercial que España ejerció sobre la producción de la colonia. Así el acaparamiento de los bienes produjo una saturación en el mercado, lo cual contribuye a la baja de los precios. De esta manera se gastaba más en producción y se vendía a bajo costo, situación que hizo que la economía colonial no fuera sustentable. Esta condición favoreció el surgimiento del contrabando, situación que permitió la entrada del comercio con otros países, lo que finalmente desreguló el control que pretende ejercer la corona sobre los territorios. En este contexto se desarrolló la guerra de los siete años, y España decidió disponer de alzas en impuestos, para mantener la guerra contra Inglaterra, y para financiar la administración colonial. Sin embargo, lo cierto fue que ante este escenario, Chile sufrió de una escasez de dinero, pues en aquel tiempo se pagaban las importaciones con oro y plata, y debido al contexto, la fuga de capitales provocó diversos problemas económicos en nuestro país.

Así las cosas, los intereses de las colonias permanecieron subordinados a los de España, pero entre ellos subsistió la necesidad de reformar la situación para favorecer el desarrollo de sus economías, pues las reformas comerciales, como la ruptura del monopolio comercial, produjeron un aumento del comercio, pero no significaron mayores ventajas para algunas regiones coloniales. Por estos motivos, el descontento contra los impuestos produjo protestas en algunas regiones y la emergencia de rivalidades y tensiones sociales. Este escenario muestra a los españoles peninsulares, los cuales tenían privilegios con respecto a los criollos, por ejemplo: el hecho de llegar a ocupar cargos públicos. Pero ante el mal gobierno, los criollos criticaron las gestiones, destacando el problema de la centralización, ya que pensaban que era un sistema ineficaz y además corrupto. Con todo, las aspiraciones culturales de los criollos clamaban por una mejora de la situación cultural para así poder estar capacitados y desempeñar las labores administrativas según su perspectiva. No obstante, esta condición no logró concretarse y ante esta situación floreció entre los criollos, una conciencia, un sentimiento de amor por su patria, que se manifestó a través de producción intelectual y en las ideas de reformas de algunos criollos ilustrados.

El proceso en el cual se desarrollaron las relaciones entre la Corona y la Colonia chilena hacia finales del siglo XVIII concluyó con la consolidación de una aristocracia criolla. Esta condición se vio favorecida por el alto poder económico concentrado principalmente en los terratenientes y las formas de producción arraigadas en las diferentes haciendas ubicadas en el norte y centro de nuestro país. Debido a estas condiciones los diferentes grupos criollos comenzaron a manifestar diversos intereses locales que diferían con los intereses de la corona, de modo que, en cierta medida, esta tendencia terminó por influenciar al resto del corpus social; por lo menos así ocurrió en la esfera aristocrática.

Durante mediados del siglo XVIII, los criollos desarrollaron un fuerte amor por la tierra y la sociedad de cual formaban parte. Sobre esta condición un claro ejemplo son las crónicas del abate Juan Ignacio Molina, el cual hacia mediados del siglo XVIII publicó su “Compendio de la historia geográfica, natural y civil del reino de Chile”, en donde puede ser reconocer cierto apego al terruño, además de la tendencia por seguir un destino propio, el libro refleja cierto interés por la prolongación y formación de una identidad nacional, situación que emergió en un contexto de malestar criollo.

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Este malestar criollo se venía acumulando por razones de tipo político, económico, social y cultural. En lo político los criollos se consideraban tanto o más preparados que los peninsulares para ejercer los cargos del gobierno americano, sin embargo, casi todos los nombramientos recaían en españoles. La política económica de la monarquía provocaba también gran rechazo, ya que a partir de las Ordenanzas de Libre Comercio decretada por los reyes Borbones, el mercado Americano se saturó de productos importados y, a cambio de ello, salía de América gran cantidad de riqueza. El monopolio comercial, por otra parte, impedía la protección y el desarrollo de la industria americana, en tanto que los criollos se veían obligados a pagar altos y variados impuestos a la corona española. Desde el punto de vista social, los criollos habían adquirido un gran cariño y apego por su tierra, sintiéndose profundamente americanos. El favoritismo y las excepciones que favorecieron a los peninsulares provocando una fuerte antipatía entre los chilenos, que se tornaban más sensibles ante las postergaciones de que eran objeto. El descontento se extendió también al ámbito cultural, pues surgieron diversas críticas hacia la calidad de la enseñanza, la censura de las obras literarias que llegaban a América y la carencia de imprentas que posibilitaran difundir la cultura a través de libros y periódicos. Este malestar se propagó durante el siglo XVIII, provocando en algunos lugares levantamientos armados como la proclama independentista conocida como “la conspiración de los tres Antonios “, en donde se vio involucrado don José Antonio de Rojas y dos súbditos franceses. A pesar de que estos alzamientos fracasaron por falta de organización y equipamiento militar, sembraron el espíritu de rebeldía en los pueblos y permitieron saber que era posible derrotar a los españoles en determinadas circunstancias.

Hacia comienzos del siglo XIX la invasión francesa a España y la toma del poder por parte de Napoleón produjo cierto descontento en el pueblo español y también en las colonias. Ante este escenario, España declaró la formación Juntas de Gobierno y las colonias siguieron su ejemplo, sin embargo, estas dispersiones dieron origen a un movimiento liberal que llevó a cabo importantes reformas. Así, por ejemplo, en Chile se dictó la Constitución de 1812, la que aludía al gobierno de un país, a través de una monarquía constitucional, la cual debía ser acatada por el rey Fernando VII cuando saliera de su cautiverio. No obstante, la invasión napoleónica dio paso al surgimiento de una crisis política en América, lo que a su vez genero la formación de dos bandos que plantearon soluciones distintas para el caso chileno: los españoles: que querían mantener a los virreyes y gobernadores y obedecer al Consejo de Regencia, y los criollos: que desconocían al Consejo de Regencia, postulando terminar con los virreyes y gobernadores, y establecer Juntas de Gobierno. Sobre estas apreciaciones, la literatura sobre la independencia nos muestra que el movimiento criollo pretendía defender al rey legítimo y al mismo tiempo hacer algunas reformas. Para llevar a cabo estas pretensiones, estos se organizaron a través juntas de gobierno, algunas con éxito y otras que fracasaron. Entre aquellas juntas, destacaron las de 1810, pues aquellas cumplieron con su propósito. De esta manera se establecieron en nombre del rey y llevaron a cabo reformas como: abolición de la esclavitud y de la Inquisición, supresión de impuestos, apertura de puertos, creación de nuevas fuerzas militares, apertura de bibliotecas públicas y de instituciones de enseñanza. Además, Se acordó establecer el comercio con todas las naciones. Finalmente, un rasgo distintivo de todas estas juntas ocurridas al alero de la formación del movimiento criollo fue que a través de ellos se establecieron asambleas representativas y se promulgaron constituciones, lo que dio paso al debate sobre el carácter y la dirección de la nación.

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2. Antecedentes externos

Entre los antecedentes externos destacan el surgimiento del pensamiento ilustrado en Europa. Al respecto, cabe mencionar que estas nuevas ideas europeas entraron a América a través de los viajes de algunos criollos y de los libros que traían, la cuales produjeron un alto impacto entre las clases aristocráticas, fomentando el debate hacia las concepciones monárquicas y las disposiones de los europeos en territorios nacionales. Otro antecedente, que de igual manera influyo en el pensamiento criollo, pero a un nivel más americanista fue el ejemplo de los Estados Unidos. La independencia de Estados Unidos representó para los criollos la idea de que era posible establecer un sistema republicano en las colonias, lo cual validaba las intenciones independentistas, pero colocaba en cuestión la vinculación con la Corona española. Finalmente otro antecedente que de igual forma contribuyo al ideario autónomo fue La Revolución Francesa, la que represento, a su vez, un ejemplo sobre la posibilidad de terminar con la monarquía; no obstante, aquellos sucesos generaron al mismo tiempo temor por las atrocidades que se cometieron el país franco.

Revolución francesa y el peso de la ilustración.

En el siglo XVIII surgió en Europa la Ilustración, un movimiento de ideas críticas contra la monarquía absoluta y la sociedad de la época. Las ideas ilustradas más conocidas, son las relacionadas con la filosofía y la teoría política. La libertad, la igualdad jurídica y el rechazo a los privilegios sociales, formaron parte de los estandartes alzados por este movimiento. Pero su principal aporte radicó sin duda, en la fuerte crítica elaborada en torno al absolutismo monárquico y en la defensa ideológica de un régimen verdaderamente representativo o democrático. En este sentido los ideólogos políticos ilustrados aspiraron a la separación de los poderes del Estado, para conferir un mayor equilibrio entre ellos. Según Montesquieu, el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial debían ser ejercidos por órganos diferentes e independientes entre sí, con sus respectivas competencias y fueros. Esta por estos motivos que se postuló que la soberanía popular era contraria al derecho divino de los reyes. Según Rousseau, el poder reside en el pueblo, su legítimo depositario y apara establecer relaciones de poder equilibradas es necesario un contrato social. Tales ideas penetraron el cuerpo social francés, justo en un contexto en donde se cuestionó seriamente el poder ejercido por la monarquía y el feudalismo.

En Francia, como en toda Europa, se había mantenido durante muchos siglos el feudalismo, lo que producía una profunda desigualdad económica, social y cultural. La monarquía francesa, representada por la imagen de Luis XVI, se había convertido en una fuerza extraordinariamente poderosa que había arruinado al país en continuas guerras por dominar Europa. En aquel tiempo, París era una ciudad inmensa en la que la corte reunía todo el lujo imaginable, en perfecto contraste con la miseria de las capas más humildes de la población. Estas desigualdades sociales impedían que brotara el espíritu de fraternidad que toda religión pretende y que según la fe católica, debía alcanzar a todos. Así las cosas, hacia finales del siglo XVIII Francia sufría una vida social caótica, las élites francesas exigían una política racional que eliminara el caos social y organizara la vida de la sociedad entera. No obstante, el Estado, las manos del rey, era muy poderoso y ahogaba a la sociedad con impuestos, intervenía un territorio muy unificado, aun cuando en esas fechas se esperaba de él que volviera sobre la contemplación social del Estado y que regulara la vida de todos los hombres.

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Así las cosas, las ideas de la ilustración sobre la fraternidad, la igualdad y la libertad puso ante sociedad una situación revolucionaria, para la que no estaban preparados. El antiguo Estado omnipotente se hundió y el vacío debía ser llenado revolucionarnariamente. La razón debía ir por grados, paso a paso, pero la Revolución, por el contrario, no podía esperar. De esta forma se le exigió a la razón ilustrada algo imposible, insensato para ella misma. Sin embargo, por mucho que los fines de la Ilustración fueran las consignas de la Revolución, esta no era el escenario previsto por la propia ilustración. El idealismo de los dirigentes de la Revolución prendió con entusiasmo en las clases populares y se transformó a menudo en exaltación incontrolada.La Revolución se inició con medidas radicales y esperanzadoras. Se exigió una nueva constitución politica para Francia. Se rompieron las diferencias entre los, burgueses y plebeyos. Se considero una vuelta a la soberanía del pueblo, asi este fue la nacíón y se definió como el soberano. Por otra parte, muchos bienes de la lglesia fueron puestos al servicio de ese pueblo, mientras que los bienes de la nobleza fueron confiscados y pasaron a formar parte del tesoro publico. Además, se afirmó el derecho del hombre a la igualdad, educación, a la propiedad, a la cultura y sobre esto nadie podía dudar de que se trataba de una causa noble.

este hecho cambió la realidad social e histórica de Europa. Por primera vez, las masas sociales tuvieron acceso a la acción política y la determinaron. Se alteró tanto a vida europea y mundial que el movimiento de la Ilustración se vio obligado a transformarse profundamente. La Revolución creó poderes nuevos, los Estados contemporáneos, que no se dejaron influir por las consignas ilustradas en su totalidad. El siglo XIX produjo los primeros intentos de esa transformación de la Ilustración bajo el nuevo contexto de la sociedad de masas y del Estado moderno.

La Independencia de los EE.UU.

Muchas de las nuevas ideas políticas sobre derechos de los ciudadanos como las libertades públicas, soberanía popular y democracia representativa, fueron llevadas a la práctica en Norteamérica y demostraron de una manera categórica la posibilidad cierta del sistema republicano. En 1776 nace Estados Unidos como república independiente, como resultado de la guerra de liberación por parte de las trece colonias inglesas que emigraron al nuevo mundo. Las ideas planteadas en su Constitución Política recogieron el legado de la Ilustración, al igual que en Francia, y esta condición a los ojos de los criollos ilustrados, constituyó un ejemplo digno de imitarse. Sin embargo, el comportamiento de los Estados Unidos con respecto a la emancipación de las colonias españolas fue prudente; de observación y de un apoyo más explícito sólo cuando éstas tenían su proceso de liberación asegurado.

Las invasiones napoleónicas

Cuando los franceses debieron contener la invasión de sus enemigos, apareció con fuerza la figura de Napoleón Bonaparte. La necesidad de aplacar las rebeliones populares le dieron la oportunidad al joven militar de acceder al poder. Este hombre se había destacado en las campañas internacionales del ejército revolucionario, logrado repetidos éxitos sobre el avance revolucionario. Cuando llegó a París se unió a una conspiración contra el gobierno del Directorio, tomando el poder mediante el golpe de Estado en noviembre de 1799, estableciendo un nuevo régimen: el Consulado y luego el Imperio.

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Hacia 1808, Napoleón se hallaba empeñado en lograr predominio sobre Europa, no obstante el principal escollo con que topaba era Inglaterra. Para debilitarla Napoleón decretó el bloqueo continental, pero Portugal se negó a adoptar la medida, ante lo cual Napoleón resolvió su ocupación militar, lo que implicaba efectuarla a través de España. En este contexto, Carlos IV dio la autorización para ello, lo que fue aprovechado por los franceses para invadir pacíficamente España y hacia 1808 esta situación provocó la reacción del pueblo español en el “Motín de Aranjuez”. Como resultado de esta movilización el rey hubo de abdicar en la persona de su hijo, Fernando VII. Bonaparte no aceptó el cambio de un rey aliado a uno que le era hostil y dispuso el traslado de la familia real española a localidad de Bayona, en donde quedaron presos, nombrando a su hermano José I como nuevo Rey de España e Indias.

Las repercusiones en América.

La acefalía en que quedó el imperio, ante el cautiverio del rey legítimo, llevó a los súbditos de las diferentes ciudades de la península española a formar “Juntas de Gobierno”, mientras durase el cautiverio de Fernando VII. Tal comportamiento político se basaba en la doctrina de que en ausencia del Rey la soberanía vuelve al pueblo, para formar un gobierno provisorio. La necesidad de centralizar los esfuerzos de la resistencia, condujo a las juntas locales a formar la “Junta Central de Sevilla”, y luego el “Consejo de Regencia “, radicado en la ciudad de Cádiz. La lucha contra el invasor fue realizada bajo la bandera del liberalismo. El gobierno provisional introdujo, consecuentemente con su ideario, un conjunto de leyes y reformas, entre las cuales se cuenta la Constitución de 1812. Imbuido en ese espíritu el Consejo de Regencia convocó a una asamblea de todos los reinos que componían la monarquía, así surgieron las llamadas “Cortes de Cádiz”, en las que se dio representación a las Juntas americanas. Se enviaron órdenes a América para que cada región designase diputados.

Cuando llegaron las noticias de 1808, la reacción primera fue de indignación por la invasión y el cautiverio del Rey. Pero luego se planteó un conflicto difícil de resolver: frente a la acefalía de gobierno ¿qué es lo que de hacerse? El propio gobierno español alentaba a los americanos a autogobernarse, tal cual ellos lo estaban haciendo, y a realizar reformas liberales, como las que ellos estaban aplicando. Pero los funcionarios españoles radicados en el país y los propios criollos, no estaban tan convencidos de la conveniencia de adoptar ese curso de acción. Luego de las dudas iniciales fueron definiéndose principalmente dos corrientes de opinión. Un sector se definió como claramente monarquista, mostrándose partidario de mantener la obediencia a Virreyes y Gobernadores en América, y al Consejo de Regencia, en España.

Conocidos como los “realistas”, formaban parte de él los funcionarios administrativos y militares del Imperio, la mayor parte del clero, comerciantes y también algunos criollos. Un segundo sector, conocido como los “patriotas”, propiciaba la formación de una junta gubernativa, argumentando que “los dominios americanos pertenecían a la Corona y no a los españoles, por tanto, no tenían por qué obedecer al Consejo de Regencia, que era la voz del pueblo español” y, basándose en las ideas liberales, debido al cautiverio de Fernando VII, el poder había vuelto al pueblo y éste podía formar el gobierno provisorio que desease hasta el regreso del monarca”.

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3. El proceso de independencia en Chile

El proceso de independencia se desarrolló en tres etapas breves entre 1810 y 1823, en las cuales se puede apreciar un incremento gradual de la idea de independencia, al alero de los planteamientos europeos sobre el autogobierno de las colonias a través de la organización de las juntas.

En la primera etapa la acción estuvo concentrada en torno a la organización de una junta de gobierno, desde la cual se comenzaron a plantear reformas y la idea de mayor participación criolla en los asuntos políticos. En la segunda, luego de haber constituido el Primer Congreso Nacional y tras la actuación de José Miguel Carrera, se desarrolló con más fuerza una actitud separatista en la sociedad chilena, debido a que las autoridades españolas restauraron por la fuerza el régimen monárquico e impusieron el régimen del terror. Por último, en la tercera etapa, se consolidó el sentimiento antimonárquico y se concretó el ideal independentista gracias a la labor militar y administrativa de Bernardo O’Higgins y San Martín quienes implementaron un plan para derrotar a los ejércitos realistas en Chile y el Virreinato del Perú.

La junta de gobierno

El 18 de septiembre de 1810, se constituyó en Chile la primera Junta de Gobierno. Desde una perspectiva histórica, con ella se inició el proceso de Independencia Nacional, aunque quienes estuvieron de acuerdo con ella, jamás sospecharon que estaban siendo protagonistas de un acontecimiento histórico de tanta trascendencia.

La junta fue reconocida por todo el país y desde el primer momento manifestó su lealtad al monarca español y su propósito de gobernar sólo hasta que éste permaneciera en cautiverio. Encabezada nominativamente por el criollo Mateo de Toro y Zambrano y donde inicialmente predominó un espíritu tradicional, pronto se fue tornando cada vez más progresista o reformista bajo la influencia de intelectuales más avanzados, como Juan Martínez de Rozas, el vocal de ella con mayor prestigio y más decidido. Entre sus acciones se destacan la organización de cuerpos militares, la convocatoria a elecciones de un Congreso Nacional y la dictación de un reglamento de libre comercio, que habría el comercio chileno a naciones, en esos momentos, amigas y neutrales de España, como Inglaterra y Estados Unidos. Ambas naciones muy dispuestas a apoyar cualquier iniciativa que tendiera a independizar los territorios españoles en América.

El Primer Congreso Nacional y el gobierno de José Miguel Carrera

En julio de 1811, habiéndose instalado el Congreso Nacional, la Junta de Gobierno se disolvió. En el Congreso estaban representados fundamentalmente dos sectores políticos. Los moderados que favorecían cambios graduales, siempre bajo el signo de lealtad hacia el monarca cautivo y los exaltados, que aspiraban a una rápida separación de España. Durante su corta vida, esta asamblea dictaminó entre otras medidas, la abolición parcial de la esclavitud negra al promulgar la ley de libertad de vientre, en virtud de la cual todo hombre nacido en Chile sería libre y no se podrían introducir nuevos esclavos al territorio nacional.

Esta actitud moderada, fue aprovechada por los hermanos Carrera, en particular por José Miguel, en cual había llegado a Valparaíso desde España en febrero de 1811, con la clara

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intención de tomar parte activa en el proceso con claros propósitos separatistas. De este modo los sectores más avanzados, tras sucesivos golpes de fuerza lograron tomar el control político, luego de disolver el Congreso Nacional. De este modo José Miguel Carrera quedó al mando con plenas atribuciones, a pesar que integraba una junta de gobierno formada por tres miembros.

Durante esta etapa, que se entiende entre diciembre de 1811 y 1813, las ideas de independencia se manifestaron claramente a través del conjunto de audaces inactivas. Entre estas, se adquirió una imprenta con la que el fraile Camilo Henríquez editó la Aurora de Chile, el primer periódico chileno por medio del cual se difundieron ideas liberales o republicanas. Además, fundó la Biblioteca Nacional y creó el instituto Nacional Paralelamente, se reemplazaron los símbolos monárquicos por una bandera y escarapela propiamente chilena, contribuyendo a configurar la noción de nacionalidad. Una medida muy importante, en este sentido, fue la dictación del Reglamento Constitucional de 1812, en el cual se reconocía la soberanía de Fernando VII, pero al mismo tiempo le imponía la obligación de acatar el reglamento que el pueblo de Chile había promulgado. A su vez, estipulaba que, de las órdenes provenientes de autoridades ajenas al territorio tendrían efecto, aludiendo directamente al Virrey del Perú Fernando de Abascal. Con todo, en el hecho, Carrera estaba declarando la independencia.

La restauración absolutista

Los sucesos producidos en Chile fueron observados con comprensible recelo por Abascal, que había resuelto a esas alturas poner en práctica un plan para someter los territorios de Argentina, por Alto Perú, y Chile, por localidades ubicadas entre Talcahuano y Chiloé. En este último caso, la invasión militar la efectuó mediante tres sucesivas expediciones que salieron desde Lima durante 1813 y 1814, comandadas por Antonio Pareja, Gabino Gainza y Mariano Osorio, hasta que logró derrotar al ejército patriota en octubre de 1814 en el llamado “Desastre de Rancagua”.

Es cierto que los chilenos batallaron con vigor y por momentos pudieron resistir la invasión, la organización y el profesionalismo español, incluso la derrota podría haber sido evitada, de no haber mediado importantes errores. De partida, no haber tomado las precauciones con el Virrey del Perú y no prever una invasión. Además se sabía del primer ataque cuando Pareja se encontraba en territorio chileno. Por otra parte, en el frente patriota hubo desorden o improvisación y hasta decaimiento en ciertas circunstancias, debido a la falta de decisión. Por otro lado, fue objetada con razón la comandancia que al comienzo asumió José Miguel Carrera, siendo reemplazado por Bernardo O’Higgins, que como refuerzo había demostrado sus dotes militares. Este hecho reparó en parte la situación, pero sobre todo generó rivalidades al interior de las fuerzas chilenas y claros desacuerdos entre ambos militares, lo que al final se tradujo en debilitamiento. Porque Carrera en tales circunstancias demostró altivez y ambición.

Luego de su triunfo en Rancagua, Osorio entró en Santiago y restableció el régimen colonial en Chile. Más tarde, fue sucedido por Casimiro Marcó del Pont, iniciándose un período que se prolongó hasta febrero de 1817 y durante la cual se abolieron todas las reformas introducidas por los criollos patriotas y se impuso el terrorismo de estado.

Los españoles instituyeron los tribunales de vindicación, ante los cuales los criollos debían explicar su conducta; se confiscaron sus bienes y se establecieron elevadas contribuciones.

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Especialmente violenta fue la represión contra los principales protagonistas del movimiento patriota, incluso se persiguió a quienes había manifestado algún grado de simpatía por él. Lo más grave fue, en este sentido, la relegación que debieron sufrir en la Isla Juan Fernández unos cuarenta destacados miembros de la aristocracia. Todo, contribuyó a ahondar las diferencias existentes entre españoles y criollos y a alentar en los éstos los deseos de independencia.

Fue un momento que encendió los ánimos y se vinieron a la mente los pasados reclamos y molestias contra el sistema que por lealtad se desperfilaron. La idea de independencia terminó por extenderse entre los sectores conservadores y más fieles, los cuales llegaron a rechazar la Monarquía y este pensamiento fue aceptado como la única alternativa que quedaba ante un trato tan injusto e inhumano.

Consolidación de la Independencia

Después del “Desastre de Rancagua” contingentes de patriotas se trasladaron a Mendoza. El general José de San Martín, gobernador de Cuyo, había elaborado un plan para derrotar definitivamente el bastión español del Virreinato peruano e invitó a los chilenos a integrarse. Con excepción de José Miguel Carrera y su gente, que se desentendió de la oferta y viajó a Estados Unidos para organizar su propio plan independentista, los demás oficiales, como O’Higgins y Ramón Freire, se pusieron bajo las órdenes del militar argentino.

El proyecto de San Martín era cruzar la cordillera, recuperar Chile y por mar atacar a Abascal. De este modo, El Ejército Libertador, formado por aproximadamente cuatro mil hombres, entre chilenos y argentinos, marchó hacia Chile en enero de 1817, obteniendo una trascendental victoria en la Batalla de Chacabuco el 12 de febrero. El triunfo patriota puso fin al gobierno de Casimiro Marcó del Pont, iniciándose la etapa de consolidación de la independencia nacional.

Gobierno de Bernardo O’Higgins

Luego del triunfo en Chacabuco, un Cabildo Abierto entregó el poder a Bernardo O'Higgins con el título de Director Supremo quién gobernó hasta enero de 1823. En esta etapa el énfasis se concentró en dos tareas fundamentales: obtener el triunfo militar definitivo sobre las fuerzas realistas que aún se encontraban en Chile y las acantonadas en Perú y la organización del estado republicano.

Luego de la reorganización del ejército, O’Higgins se trasladó a Talcahuano para derrotar el último reducto español, pero los refuerzos que llegaron desde el Perú, una vez más al mando de Mariano Osorio hicieron replegarse a los chilenos hasta Talca y más tarde hacia Santiago. No obstante el 5 de abril de 1818 O’Higgins y San Martín aseguraban militarmente la zona central de Chile, quedando solo algunos focos menores al sur de Concepción y en Chiloé. Mientras O’Higgins se retiraba a Santiago en busca de refuerzos, para hacer frente a las tropas de Osorio, el 12 de febrero firmó la Declaración de Independencia Nacional en la ciudad de Talca un poco apresuradamente y cuando todavía no había seguridad de triunfo. Sin embargo, fue un acto importante, donde demostró la una voluntad que señalaba un destino al pueblo de Chile.

Restaba entonces, organizar la expedición libertadora para la invasión al Virreinato del Perú. Hasta agosto de 1820 el Director Supremo estuvo empeñado en estructurarla. Se formó una

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flota de naves y se contrató en Inglaterra al almirante Lord Thomas Cochrane para comandarla. La flota trasladó a los soldados al mando militar del general José de San Martín, que tomaron Lima en julio de 1821. O’Higgins y San Martín se cubrieron de gloria, porque después de esa victoria el período monárquico quedó concluido.

En medio de las labores militares, también el gobierno llevó adelante una serie de iniciativas acordes con el espíritu progresista o ilustrado que gravitaba. Buscó como mejorar la condición del pueblo o “civilizarlo” según se decía en la época. Por ejemplo, alejándolo de prácticas como las corridas de toros y las peleas de gallos, adoptando medidas de orden cultural o educacional: reabrió el Instituto y la Biblioteca Nacional, a la vez que se promovió la educación fundando escuelas e introduciendo nuevos métodos de enseñanza. Instaló un mercado de abastos para evitar la venta de comestibles en las calles de la ciudad y Plaza de Armas; convirtió el basural de La Cañada en el Paseo de la Alameda; mejoró el alumbrado público; habilitó un teatro y una casa de comedias; finalizó la construcción del Canal San Carlos; fundó villas como San Bernardo y creó el Cementerio General en Santiago y otro para disidentes -protestantes- en Valparaíso, que ya por entonces comenzaba a tener un número creciente de ingleses.

Entre sus metas estuvo por cierto organizar una forma de gobierno republicano, porque prácticamente era una exigencia natural, toda vez que el propósito fundamental era consolidar la independencia. Más, en este asunto no logró el éxito del frente militar. En realidad, O’Higgins no tuvo claridad en este sentido, como tampoco nadie en Chile en esos momentos. Intentó fallidamente imponer orden político mediante dos constituciones, sea por interés propio, como de la aristocracia que temía la excesiva autoridad que había adquirido el Director Supremo. Con las constituciones de 1818 y la de 1820, se pudo apreciar una preocupación republicana, con la división del poder, el respeto a la ley y protegiendo los derechos sociales, pero finalmente reinó la confusión y optó por desarrollar un gobierno autoritario. Incluso, después de 1821, bajo la expectación del triunfo militar, cayó en la arbitrariedad y el personalismo. Pese a la victoria y ser una administración emprendedora en varios aspectos, la actuación de O’Higgins fue conflictiva por diferentes factores. Las secuelas de la guerra, con su rastro de destrucción, miseria e inestabilidad social habían provocado una seria crisis económica. La escasez de recursos con los cuales afrontar los gastos militares, obligaron al gobierno a imponer contribuciones forzosas y levantar empréstitos muy impopulares entre la población ya empobrecida por el esfuerzo militar. La oposición de la aristocracia tradicional y de la Iglesia, que se sintieron perjudicadas por la aplicación de ciertas disposiciones o reformas, que demostraban su afán igualitarista en lo social y tolerancia en lo religioso, amén de un conjunto de errores en el manejo político, como haberse dejado influir demasiado por el grupo de oficiales argentinos, entre otros, terminaron por desprestigiarlo. Se formó un frente opositor que surgió en Santiago, plegándose más tarde Concepción y Coquimbo.

El resentimiento alcanzó su clímax a comienzos de 1823, cuando la aristocracia consideró que el Director Supremo actuaba tiránicamente, estallando un levantamiento militar en Concepción encabezada por Ramón Freire. A petición de los vecinos de la capital, abdicó del poder, dejando al país sumido en la incertidumbre en relación a un tema crucial: la organización de la república.