VILA Editorial Clie Es Razonable La Fe Cristiana

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    ES RAZONABLELA FE

    CRISTIANA?

    Samuel Vila

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    EDITORIAL CLIE

    Galvani, 11308224 TERRASSA (Barcelona)E-mail: [email protected]://www.clie.es

    ES RAZONABLE LA FE CRISTIANA?

    2002, Editorial CLIE

    Depsito Legal:ISBN: 84-8267-336-X

    Impreso en los Talleres Grficos de la M.C.E. Horeb,

    E.R. n 2.910 SE Polgono Industrial Can Trias,C/Ramon Llull, 20 08232 VILADECAVALLS (Barcelona)

    Printed in Spain

    Clasifquese: 545 EVANGELIZACIN: Libaros para inconversos - Ateosy escpticos

    C.T.C. 02-07-0545-04

    Referencia: 22.03.77

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    ndice

    I. Existe Dios? 7

    II . Hay propsito en la Creacin? 11 Palabras del segundo Presidente de la Generalidad de Catalua Hombres y no peces Cinco propsitos cumplidos en un solo elemento Razn del equilibrio ecolgico Afortunadas casualidades?

    III . Somos animales desarrollados? 18 El hombre, un pequeo creador La compasin y el remordimiento no son fruto del cerebro Computadora y secretario

    Quin invent la computadora?

    IV . Existe un juicio tras la muerte? 24 Las leyes de Dios son inflexibles Aptitud necesaria Descubrimiento fatal

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    V. Quin era Jesucristo? 30 Por qu se dejaban matar en los circos romanos No podan ser falsarios

    Declaraciones sublimes o irrazonables Debi ser lo que dijo

    VI . Resucit Jesucristo? 35 Ilusin o realidad No pudo ser un fraude

    VII . Un sustituto indispensable 41

    VIII . Religin personal 48 Tres verdades esenciales

    IX . Jess va a volver 54 Cmo acabar el desorden del mundo? Cinco seales del fin

    X . La suprema condicin 62Conversin, cmo y a quin?

    Todos seguros de su salvacin eternaJustificados y transformados

    XI . Si descuidramos... 69

    XII . Prosiguiendo en la bsqueda de la

    verdad 72

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    I

    EXISTE DIOS?

    Muchos hombres, al llegar a la edad de la razn,no pueden m enos que hacerse preguntas como las queyo me hice all por los 14 aos, cuando empec a

    dudar de la fe que me haban enseado mis padres.No soy ya un nio me dije; no quiero ser un

    hipcrita aparentando creer lo que no sea cierto. Hay quie-nes dicen que no hay Dios y otros afirman que lo hay.

    Existe Dios o no existe?Pero si no hay Dios, de dnd e proceden todas las

    cosas que nos rodean organizadas de un modo tanadmirable? Es producto de la casualidad el mundoy sus maravillas? No parece posible, pues seran de-masiadas casualidades acertadas.

    Estud iaba con afn las hiptesis de la teora d e laevolucin. Le varias veces los tres tomos deEl origen

    de las especies, de Carlos Darwin. Algunos con-ceptosme parecan razonables, mientras que otros sup uestosme parecan totalmente imposibles y absurdos amenos de intervenir en ellos un poder inteligente, unpropsito intencionado superior a todo el esfuerzo odeseo de los seres vivientes en su proceso de evolu-

    cin. No me pareca lgico que el simple deseo de verde un animalito ciego, bastara para crear el mara-villossimo glbulo del ojo, tan parecido a una cmarafotogrfica, muchsimo ms complicada y perfecta

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    que la inventada por los hombres, ya que est forma-da por elementos mucho ms sutiles que el acero o elplstico, e incluye en su inimaginable pequeez los

    rganos necesarios para producir no slo la visin,sino tambin la transmisin, o diramos hoy la te-levisin al interior del cerebro. Lo mismo me decaacerca d el odo, con su tmpano, huesecillos interme-dios y rgano de Corti para la transmisin de lossonidos al interior del cerebro; y sobre todo de la

    asombrosa computadora que representa el cerebro,localizado en el interior del crneo.

    Y ante semejante duda surgan con redobladafuerza aquellas preguntas an ms importantes, porafectarme ms personalmente; es decir: qu pasacuand o morimos?, quedam os redu cidos a la nad a, o

    existe algo sup erior a la materia que permanece vivoaparte de nuestro cuerpo? En otras palabras, esnuestro yo materia o es espritu?

    Todo ello me trajo al siguiente dilema: o bien lamateria es la causa y origen de todas las cosas queexisten, o bien un Espritu Universal, anterior a la

    materia, es la causa de sta y tambin d e su ad mirableorganizacin.Cul de estas dos respuestas es la ms razonable?

    No hay que negar que ambas son misteriosas.Que Dios exista d esde la eternidad es algo difcil

    de concebir, pero no lo es menos el suponer que lamateria existe de por s desde siempre.

    Algo empero debe haber existido de por s, puesde la nad a ningu na cosa puede salir. Si alguna vez nohubiese existido nada en el Universo, nunca hubiera

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    llegado a existir nad a, pues la nad a no puede p roducirnada.

    De los dos misterios, cul es el ms razonable y

    probable? Si lo eterno es la materia, cmo pudo lamateria inteligente organizarse a s misma como lovemos en la disposicin de los elementos, la tierra, elaire, el agua, las lluvias, las estaciones y los rganostan maravillosos que poseen todos los seres vivos?Cmo se puede iniciar o formar la inteligencia de

    materia ininteligente? Nadie puede d ar lo que no tie-ne. Ahora bien, la m ateria simple, lo qu e conocemos,tocamos y palpamos, constituido por lo que cientfi-camente se llaman molculas de d iver-sas sustancias,no poseen inteligencia de por s; sin embargo, sehallan organizados como si la tuviesen. Cada cosa,

    cada elemento del universo, as como cada miembrode los cuerpos vivos, se halla en su lugar, formandotodo ello mund os y seres verdad eramente maravillosos.

    Esto significa, me deca a m mismo, que no so-mos hurfanos como seres inteligentes en un u niversoinmenso de materia inerte e ininteligente, sino que

    tenemos un padre: aquel Padre Celestial que vino arevelarnos Jesucristo; y que no existimos por puracasualidad, pues ello es hasta irracional el pensarlo.

    Por otra parte, sentimos que la vida es demasiadocorta p ara ser el objetivo absoluto d e los maravillososdones y aspiraciones que parecen ser originados porel mismo Ser indudablemente sap ient-simo y p ode-roso que ha puesto en orden el universo.

    Apenas se ha dado cuenta el hombre o la mujerde algunas de las maravillas que le rodean cuando ya

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    le llega el tiempo de partir o de dejar d e ser, segn lasapariencias. Seguram ente Dios no trajo el espritu delhombre al alto grado de desarrollo alcanzado por la

    raza humana sin otro propsito que el de hacerlodesaparecer en la nada. Alguien ha dicho que o bientenemos que figurarnos a Dios como un nio que seentretiene en hacer burbujas de jabn por el purogusto de verlas desaparecer, o bien hemos de pensarde l como de un padre que est educando a una

    familia de hijos para la eternidad.Me preocupaba mucho ver que la inm ensa mayo-

    ra de tales criaturas se hallan en cond iciones psimaspara realizar tal educacin. Esto sera cruel y absu rdosi todo terminara con la muerte; pero resulta todo m scomprensible y ms lgico, si la vida presente es

    solamente una etapa de nuestra existencia, la inicial,ya que no tenemos recuerdo de ninguna cosa anteriora nuestro nacimiento (por ms que algunos lo pre-tenden, aunque al menos no es la experiencia comnen los seres humanos). Por consiguiente, debemospreocuparnos acerca de cules son los propsitos de

    este ser inteligente para con la raza humana, la nicaque puede darse cuenta de que vive y le repugna laidea d e morir. De otro modo, sera la vida y la h istoriade la hu manidad un conjunto d e atroces injusticias, ynosotros no somos animales para conformarnos conesto, sino que tenemos conciencia moral.

    Del mismo modo qu e no somos ms sabios que elCreador (la Naturaleza bien nos lo prueba), tampocoes posible que seamos ms justos que Dios, y asresultara si todo terminara con la muerte.

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    II

    HAY PROPSITO EN LAHAY PROPSITO EN LAHAY PROPSITO EN LAHAY PROPSITO EN LAHAY PROPSITO EN LACREACIN?CREACIN?CREACIN?CREACIN?CREACIN?

    La Biblia dice que las cosas invisibles de l, sueterno poder y divinidad se hacen visibles desde la

    creacin del mund o, siendo entend idas por medio delas cosas hechas, de modo que no tienen excusa(Romanos 1:20).

    Esto significa que las pruebas de que Dios existeson tan nu merosas que slo el hombre que cierra susojos a toda evidencia, y sus odos a todo razonamien-

    to, negnd ose simplemente a p ensar, es el que puedepermanecer en su incredulidad , sobre todo en el sigloen qu e vivimos. Es innegable que hay m isterios en lareligin y que muchos hombres pensadores se handesligado de las sociedades u organizaciones re-ligiosas que han querido establecer dogmas y piden

    a ellos la adhesin de las mentes humanas sobre labase de su autoridad . Estamos en u n siglo de libertadde pensamiento, cuando nadie es obligado a pensarsobre los misterios religiosos de una determinadamanera bajo la amenaza de coaccin o persecucin.Siempre ha habido grandes genios en la humanidad

    que no se han conformado al pensamiento estereoti-pado de la mayora. En este siglo de libertad no senecesita ser un genio ni un hroe para asumir tal ac-

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    titud. Han desaparecido muchos tabs e imaginariosdogmas religiosos, pero no ha podido desaparecer nidesaparecer la religin.

    Palabras del segundo Presidente

    de La Generalidad de Catalua

    Recuerdo muy bien lo que dijo un gran cataln

    que fue el segundo presidente de la Generalitat deCatalunya, el desafortunado y llorado Lluis Com-panys. Personalmente le o decir desde la emisora deRadio Barcelona, tratando de apaciguar a quienescrean que el alzamiento del general Franco, y laguerra a que dio lugar, les deba el derecho de incen-

    diar iglesias y conventos: No os cansis en vano, yconcentremos todos nuestros esfuerzos para atendera los frentes de guerra, pues mientras haya mentesque piensen, y el misterio de la muerte, subsistir lareligin.

    Lo cierto es que d espu s de dar m il vueltas sobre

    el tema del origen de todas las cosas, la vida o lamuerte, el 90 % de los cientficos ms notables denuestros das est volviendo a la idea de que existe,que debe existir por fuerza, un poder inteligentedetrs de la naturaleza y que una evolucin casual noes la respuesta a los innumerables misterios y secretosdel Universo.

    Por ejemplo: Cul es, pues, el origen del mu nd oen que vivimos?

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    Nos dicen los cientficos que puede ser un des-prendimiento de material nebuloso del sol, cuandoste se hallaba en p erodo de formacin hace muchos

    millones de aos.Lo que nosotros hallamos en el presente es que el

    mundo est formado por materia en estado slido,lquido y gaseoso y que toda esta materia est com-puesta por tomos constituidos a su vez por electro-nes y protones. Todos los protones, neutrones y elec-

    trones del universo son iguales, pero no se hallanasociados del mismo modo, y ello es la razn de ladiversidad de la materia.

    El tomo ms simple tiene un solo protn y unsolo electrn dando vueltas alrededor de su ncleo;por esto es el menos pesado y se llama hidrgeno. Hay

    otros gases invisibles y ligeros, pero ms pesados queel hidrgeno; por ejemplo, el oxgeno que tiene 8protones, 8 neutrones y 8 electrones. Pero con sola-mente gases el Creador no habra construido unmundo como ste en el que vivimos. Se necesitabanelementos ms slidos. Variando la contextura del

    tomo, se aum enta el peso y solidez d e la materia. Porejemplo, un tomo de 28 protones y otros tantosneutrones y electrones es hierro; con 70 protones esoro, y as podramos mencionar un centenar de ma-teriales desde el hidrgeno y el helio, tan ligeros, hastael uranio, que es el ms pesado de todos los metalesy el ms rico en electrones.

    Con la combinacin de dos gases, el oxgeno y elhidrgeno, Dios form el agua, y con cunta abun-

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    dancia la fabric en este mundo, en contraste con laLuna y otros planetas totalmente secos!

    Hombres y no peces

    Pero como Dios se propona crear, como final ycorona de la creacin, a un ser inteligente hecho a suimagen y semejanza, quiso que ste pu diera gozar de

    mucho ms que de los beneficios de un m und o acu-tico, es decir, no quiso que los hombres furamospeces; por tal motivo hizo elevar las montaas me-diante la fuerza del fuego interior y surgi la tierraslida del primitivo mar universal. Inevitablemente,se observa un propsito en esta elevacin, ya que en

    las altas montaas es donde se acumula el aguaconvertida en nieve para, desde all, regar por mediode los ros las partes bajas y llanas de la tierra.

    Pero cmo?Sabemos que el agu a al calentarse se convierte en

    vapor, pero habra sido muy desagradable vivir en-

    vueltos en nubes rozando la tierra, por lo cual entrela tierra y las nubes hizo Dios formarse una capagaseosa ms pesada que el vapor de agua. Esta crea-cin, maravillosa, pues no podemos d arle otro nom-bre, tuvo la virtud de hacer elevar las nubes para qu estas, cabalgand o sobre la atm sfera, pudiesen trasla-darse de un lugar a otro de la tierra.

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    Cinco propsitos cumplidosen un solo elemento

    Quin no ha pensado en lo maravilloso y afortu-nado que es el que la tierra se halle rodeada de estacapa gaseosa que llamamos aire? El aire cumple nadamenos que cinco funciones esenciales, todas ellasutilsimas para la vida.

    1. La ya antedicha d e servir de vehculo a lasnubes.

    2. La de detectar y filtrar los rayos ultravioleta delsol que destruiran las clulas exteriores detodos los seres vivos. Es por tal razn que losastronautas que salen de la atmsfera tienen

    que protegerse con pesados uniformes de cau-cho.3. Purificar la sangre de nuestros pulmones por

    medio de la respiracin.4. Alimentar las plantas, por m edio de las hojas,

    que absorben su nitrgeno y que devuelven

    oxgeno.5. Servir de vehculo al sonido, por las ondas queproducen los choques de materia slida y porel movimiento de las cuerdas d e nuestras gar-gantas. Sera in til tener odos si no existiera elaire que produce las ondas sonoras. En estarelacin maravillosa, no vemos el designio ypropsito de un Creador inteligentsimo? Y loms extraord inario es que es-te gas, tan adecua-

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    do para la preservacin y desarrollo de la vidasobre nuestro planeta, tenga la no menos con-veniente cualidad de ser totalmente transpa-

    rente, lo cual hace posible la visin de las cosas.Supongamos que el aire fuera tan poco trans-parente como lo es el vapor, y tuviramos queestar sumergidos dentro de una espesa nube devapor de aire denso y colorado, no sera estoterriblemente fastidioso?

    Tantos objetivos, todos extraordinarios, benficosy bien concertados, no pueden haberse producido porcasualidad.

    Razn del equilibrio ecolgico

    Hemos dicho qu e el aire alimenta las plantas, quea su vez p roducen oxgeno, tan beneficioso y necesa-rio para nuestros pu lmones. Este equilibrio ecolgico,no supone un p ensamiento previsivo en favor d e los

    seres vivos?Parece evidente que el propsito de las plantas esservir como lazo de unin entre los elementos de latierra y los seres vivos del mu nd o animal humano. Nopodamos alimentarnos de pu ad os de tierra; la tierrano es asimilable por nuestro organismo; pero cadaplanta es un laboratorio qu mico dond e los elementosinorgnicos, o sea, calcio, sodio, hierro, etc., se con-vierten en elementos orgnicos llamados hidratos de

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    carbono y sustancias nitrogenadas, las cuales pode-mos asimilar para alimentar, a la vez, las clulas vivasde nuestro cuerpo.

    Afortunadas casualidades?

    Cmo es que no se han dado todas estas afortu-nadas casualidades ni en la Luna ni en Marte ni en

    ninguno de los satlites desprendidos del sol?Nuestra respuesta, amigos, es que no son casua-

    lidades, sino un bien atinado propsito de parte deaqu el Ser Sap ientsimo, que ha existido y existe detrsde la materia, a quien llamamos Dios.

    El hecho d e que no veamos a este Ser maravilloso,

    porque es tan inmenso que en l vivimos y nos mo-vemos y somos, como deca san Pablo a los filsofosde Atenas, no es ninguna razn p ara negar su existen-cia, cuand o vemos tantas otras cosas bien p reparad asy ordenadas con una sabidura que nos deja estupe-factos.

    Y cul era el prop sito final de todo este procesosapientsimo? Hacer posible la existencia de simplesanimales incapaces de darse cuenta de su propiaexistencia y de la del autor de todas las cosas?

    No lo creemos. Dios pensaba sin d uda en nosotros,la raza hu mana, es decir, en seres capaces de recono-cerle en sus obras; de amarle y vivir con l y por ldurante una eternidad.

    Y esto nos proponemos demostrar en prximoscaptulos.

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    III

    SOMOS ANIMALESDESARROLLADOS?

    Hoy en d a son pocos los que niegan de un m odoabsoluto la existencia de Dios, aunque varan mucho

    los conceptos de tal idea. Lo que ms se pone en telade juicio es la existencia de un alma espiritual ennosotros; sin embargo, hay muchas razones que nosinducen a suponerlo. La Biblia declara que el hom breha sido creado a imagen y semejanza d e Dios, y porlo tanto es mucho ms que un animal desarrollado,

    como muchos afirman sobre la base de hiptesis muylejanas e inseguras.

    Los animales tienen cuerpos y hasta cerebrosmaravillosos, pero sus facultades no corresponden alas que debe poseer el Creador y organizador de lamateria fsica.

    El hombre, un pequeo creador

    Se ha observad o que los animales hacen tod as lascosas atrados por sensaciones fsicas externas. Comen

    cuando tienen hambre, beben cuando tienen sed,huyen cuando oyen algn ruido sospechoso. Todo lorestante lo hacen, por admirable que sea, por un

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    impulso interior qu e se llama instinto; no hay en ellosiniciativa intelectual ni tampoco progreso. La abejaconstruye un panal de celdillas octogonales que d eja

    pasmado al ms sabio gemetra, pero es obra de laespecie, o sea, de Dios, por m edio del instinto, no su yapropia. Podramos compararlo a una grabacin inter-na que dicta a todos los individuos de cada especieel mismo texto, de generacin en generacin, pero elhom bre no slo tiene facilidades para imitar o apren-

    der de memoria, sino que puede crear. El arquitecto,el carpintero, la modista, son creadores de objetos ensu mente, a los cuales slo falta d arles forma m aterial,lo que harn despus con sus manos. Como alguienha d icho, a qu in se parece este pequ eo creador dela tierra sino a su Padre el Creador Supremo de los

    cielos?

    La compasin y el remordimiento

    no son fruto del cerebro

    En segundo lugar, el hombre tiene sentimientos

    morales, conserva sentimientos de compasin, no slohacia sus hijuelos, durante una corta temporada,como ocurre con los irracionales, por mero instinto,sino que puede compadecerse de otros seres quesufren, lo que los animales no pueden hacer. Y si nofuera por el pecado que ha desfigurado la imagendivina qu e el Creador puso en nosotros, se destacaramucho ms este superior instinto de amor y buenavoluntad hacia nuestros semejantes.

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    Por la misma razn poseemos conciencia moral.Quin es este yo que se levanta contra el otro yo para

    juzgarle y condenarle en nuestro fuero interno, aun

    cuando el motivo de la reprensin sea algo favorablea nosotros mismos? Es un nervio que reprend e a otronervio? Una neurona contra otra neurona? Es enuna palabra la materia condenando a la materia?

    El animal se encuentra completamente satisfechocuand o puede saciar sus instintos, devorando a otros

    seres ms dbiles, pero el hom bre es atormentad o porsu conciencia si aqu ella satisfaccin es en perju icio deun p rjimo. Por qu ? Porqu e Dios es justicia y lleva-mos algo de este atributo divino dentro de nosotrosmismos. Estos vestigios que nos quedan d e la imagende Dios en nosotros prueban nuestro origen superior,

    y, como consecuencia lgica, un destino mucho m ejory ms elevado que el que nos p resentan los filsofosde la Nada.

    Computadora y secretario

    Algunos dicen que nuestra alma es el cerebro.Pero esto es simplemente confundir el instrumentocon el ser. El instrumento material no puede ser lacausa eficiente de nuestro yo creativo, ni sustituir anu estro yo consciente. Cmo una vibracin del tm-pano puede convertirse en un sentimiento de odio ode amor, de placer o de tristeza? Quin se alegra oentristece en o d entro d e nosotros? Son las neuronas

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    o clulas cerebrales? No, stas son meros agentestransmisivos de las ideas. Yo estoy triste con la no-ticia que acabo de recibir no puede traducirse por:

    Ciertas vibraciones que he recibido por el tmpanode mis odos, han puesto tristes a las neuronas de micerebro.

    No! Sin el yo consciente, las ms admirablesoperaciones de la perfectsima computadora d el cere-bro, nada son ni significan.

    El cerebro es la oficina del alma, maravillosa atodas luces en su configuracin, y esto es otra p ruebade la existencia d e un Autor sapientsimo en la Natu-raleza. En esta maravillossima computadora de car-ne, el alma archiva sus recuerdos. Pero debe haberalgo ms que un archivo; debe existir, y existe sin duda,

    el secretario dueo del archivo. Vamos a poner unejemplo muy sencillo que todos podemos comprobar.Cuando olvidamos alguna cosa que la tenemos

    como vulgarmente se dice en la pu nta d e la lengua,alguien recuerda que otros detalles estn all, pero queno dispone de ellos. Quizs es el nombre de una ciu-

    dad o de una persona Quin es el que posee elrecuerdo del hecho o de la cosa, pero carece del detalleperdido y lo manda buscar dentro del archivo fsicode neuronas? Quin es el que sabe que lo sabe, quelo debe saber, pero no lo recuerda en aquel precisomomento? No es nad a ni nad ie material, es sin d udael yo extrafsico que llamamos alma.

    Ningn filsofo materialista puede dejar de obser-var en la raza humana fenmenos mentales que tras-

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    cienden totalmente las cualidades de la materia. Niaun estudiando la materia en su forma esencial, esdecir, como tomos formados por electrones,

    protones, neutrones y partculas alfa, etc., puede na-d ie imaginarse cmo pueden ser estos infinitesi-maleselementos o ncleos de energa (como quierallamrseles) el origen del pensamiento.

    Pueden ser agentes de la mente, como lo es elfluido elctrico que pasa por el hilo telefnico, pero

    es imposible imaginarse a tales elementos como causadel pensamiento y de las cualidades reales del esp-ritu, como son el odio y el amor, la abnegacin, lavirtud o la maldad.

    Quin invent la computadora?

    Y aun ante la hiptesis de que el secreto de lainteligencia se hallara en estos elementos materiales,no qu eda justificado el materialismo, pues es a todasluces evidente qu e antes d e que brotase la inteligencia

    debi existir un Ser pensante, sup ermaterial, que idedesde el principio de qu forma deba hacerse paraque tales materiales o sea, lo que los neurlogosllaman clulas cerebrales, neuronas, fibras nerviosas,etc. llegaran a producir la admirable luz del pensa-miento. Ya que es totalmente insensato e inadmisibleatribuir tal complicadsima y a todas luces intencio-nada invencin y organizacin de estos elementos ala simple casualidad.

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    Mientras la ciencia no haya descifrado de unmodo absoluto e innegable ambos misterios, tanto elde la organizacin d el Universo como el de la mente

    humana, tenemos lugar para la creencia en la espiri-tualidad del alma, considerndola como un ente su-perior al cuerpo fsico, si bien muy ligado a su pre-sente habitacin material.

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    IV

    EXISTE UN JUICIOTRAS LA MUERTE?

    El hecho de que tengamos conciencia moral noshace presentir dos cosas: en primer lugar, que existe

    en nosotros algo ms qu e materia, y, por tanto, no tod otermina con la muerte. Y en segund o lugar, que el SerSupremo que ha puesto en nosotros la nocin d el bieny del mal tendr que ped ir cuentas a los hombres delos actos buenos y malos realizados en la presentevida.

    Para ser justo tal juicio, debera efectuarse tenien-do en cuenta dos factores:

    1. La cantidad y carcter de los males cometidos.2. El conocimiento d e la voluntad de Dios, o sea,

    el grado de educacin moral que hayan tenido

    los ejecutores de tales ofensas.

    La Biblia nos declara que as ser. Jess afirm qu een el juicio sera m ucho ms tolerable el castigo de loshabitantes de Sodoma y Gomorra que el de los deCorazin, Bethsaida y Capernaum. Por qu? Porque

    estas ltimas ciudades haban tenido el privilegio dehospedar al mismo Hijo de Dios hecho hombre y

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    escuchar sus enseanzas, y los habitantes de las pri-meras no lo haban tenido.

    Algunas personas se preguntan: Pero es posible

    que un Dios bondadoso haya de castigar a los sereshu manos por los delitos o faltas a la ley moral come-tidas durante su vida?

    Que el Creador es un ser tan grande como inte-ligente y lleno de bondad, nos lo prueban las cosasbuenas d e las cuales, con p revisin admirable, nos ha

    provisto en la Naturaleza. Pero al par que bueno,tenemos tambin razones para creer que ha de ser

    justo, y ello es lo que nos indica nuestra propia con-ciencia.

    Las leyes de Dios son inflexibles

    Observamos en la Naturaleza que las leyes deDios son inflexibles. Si faltamos a cualquiera de ellas,se derivan consecuencias d esastrosas, ya sea la ley dela graved ad , de la qu mica, las electrnicas o cualquie-

    ra otra. Del mismo modo que hay leyes que regulanlas funciones de la materia, existen leyes para losespritus. Ser m enos exigente Dios para con las leyesmorales que lo es en cuanto a las leyes materiales? Nolo creamos. La Sagrad a Escritura nos dice que la pagadel pecado es muerte, que el alma que pecare, esamorir. En muchos lugares se nos asegura que la

    justicia divina castigar incluso aquellos pecad os quenos parecen leves y de poca monta. No vale el que

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    nosotros nos consideremos a nosotros mismos bastan-te buenos. La Sagrada Escritura dice: Si nuestrocorazn no nos reprende, mayor es Dios que nuestro

    corazn y conoce todas las cosas. No nos podemosfiar, pues, de nuestra propia conciencia porque nosomos nosotros los que tenemos que juzgarnos a noso-tros mismos, sino un juez infinitamente ms justo ysevero, el cual conoce todas las cosas; y si nos encuen-tra no ap tos para vivir en las mansiones felices que la

    Sagrad a Escritura llama el Reino d e los Cielos, ten-dr que recluir nuestros espritus, de una maneramisteriosa (que a nosotros no nos es dable ahoraconocer), a la morad a qu e la misma Escritura d escribecon vivos colores como lugar de condenacin.

    Aptitud necesaria

    No se trata d e la amenaza d e un sacerdote catlicoo de afirmaciones imaginativas de algn pastor refor-mado, sino qu e es Cristo mismo qu ien d eclara qu e se

    ver obligado un da a rechazar de su presencia amuchos seres hu manos, incluyendo algunos que pre-tendieron ser sus discpulos, a quienes tendr quedecir: Apartaos de m, que no os conozco, y nosasegura que los tales recibirn una condenacin deacuerdo con su culpabilidad justamente establecida,mayor que la de muchos paganos.

    Hay muchas opiniones acerca de este grave peli-gro del cual Cristo nos advierte, y no queremos pre-

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    sentarlo de alguna manera que contradiga la nocinde justicia que todos reconocemos debe poseer elCreador en grado superlativo. Creemos que se ha

    abusado de este tpico de la condenacin, de modoque, tratand o de entrar en detalles que no se encuen-tran en el Evangelio, se ha ido ms all de lo justo, yprocurand o extremar la idea d e peligro se ha llevadoa muchas personas a pensar que no existe peligroalguno.

    Pero, amigos, es tan irrazonable creer que la sim-ple materia fuera capaz de organizarse a s mismacreand o pensamiento y conciencia m oral (justamentelo que ella no posee) como suponer que exista tal Sermoral e inteligente, superior a la materia, pero que esindiferente al bien y al mal, y no ha de llamar jams

    a los hombres a juicio.Jesucristo mismo asegur que hay un juicio paralos hombres en el ms all, ms terrible que la mismamuerte, cuando dijo: No temis a los que matan elcuerpo, y despus nada ms pueden hacer. Pero osmostrar a quin debis temer: Temed a Aquel que

    despu s de haber quitado la vida tiene autoridad paraechar en el infierno, s os digo, a ste temed (Lucas12:4, 5).

    Muchos dicen que ellos no han hecho mal a na-die,y Dios no puede castigarles, pero lo cierto es que auncuando no seamos criminales de la peor ralea, seraterrible descubrir, al fin, que nos hemos equivocado encuanto a la medida de justicia que atribuimos al SerSupremo y que somos ms responsables de lo que nos

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    parecera ante aquella perfeccin absoluta que en tr-minos teolgicos llamamos santidad.

    Descubrimiento fatal

    Esto lo sabremos todos en el plazo brevsimo deunos pocos aos, qu izs antes de finalizar el presente.No es, pues, cosa de mirar con ind iferencia tan imp or-

    tante asunto.Aun cuando no conozcamos en detalle, ni com-

    prendamos exactamente lo que Cristo quiso indicar-nos al hablar de condenacin o perdicin y se hayaabusado mucho de esta ignorancia para proclamardoctrinas ms all de lo que la Biblia dice, compren-

    demos que aislar a los seres imperfectos de aquellosotros que cumplen perfectamente la voluntad de Dioses una exigencia moral, que se hace evidente a nuestrarazn. Si un padre de familia numerosa viera a unode sus h ijos caer enfermo de un mal contagioso, ten-dra que aislarlo, por mucho qu e le amase. El amor a

    los dems hijos le obligara a mostrar una aparenteseveridad con el paciente. Este es el caso de la enfer-medad moral que se llama pecado, en relacin con losmiles de millones de seres morales que d eben poblarel casi infinito universo. Recordad que Jess nos en-se a pedir: Sea hecha tu voluntad en la tierra comose hace en los cielos. Pecado es, pues, no cumplir lavoluntad de Dios. Es no amar a Dios sobre todas lascosas y al prjimo como a uno m ismo. Cierto que ha

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    habido conceptos falsos de pecado, que conviene rec-tificar. Sin embargo, el pecado es una triste realidadque, tras haber causado gran infelicidad a muchas

    vidas a travs de los siglos, est precisamente ahoraen riesgo de terminar con la misma vida humanasobre el hermoso planeta Tierra. Y si hay otra vida,como presentimos, y hemos expuesto en charlas an-teriores, ha de traer consecuencias no menos lamen-tables a los culpables al otro lado de la muerte.

    Y debemos tener en cuenta que la Sagrad a Escri-tura declara que todos estamos contagiados de estaplaga moral. No hay justo ni aun uno dice sanPablo, todos pecaron y legalmente estn d estitu idosde la gloria de Dios.

    No obstante, no tenemos razn para desespe-

    rarnos, ya que Dios ha provisto un remedio fcil yeficaz para el pecado humano.Vamos a ver en los prximos captulos el modo

    maravilloso en que Dios ha hecho posible la supresindel mal y del pecado.

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    V

    QUIN ERA JESUCRISTO?

    Algunos d irn: qu pruebas tenemos de que Je-sucristo era el Hijo de Dios y de que am a este mund opara hablarnos con au toridad de los misterios del ms

    all? Las promesas de Jess las conocemos solamentepor leerlas en los Evangelios, pero cundo fueronescritos estos antiqusimos libros y quin nos garan-tiza que dicen la verdad?

    La p rueba d e que los Evangelios fueron escritos enfecha muy cercana al paso de Cristo sobre la tierra, es

    que los hallamos citados extensamente en casi todoslos escritos cristianos de los siglos II y III, lo queacredita qu e existan ya en aquellos primeros aos, ylas personas qu e se reunan para escuchar con vene-racin la lectura d e aquellos documentos derram abansu sangre en los anfiteatros romanos confesando que

    Jesucristo era el Hijo de Dios y el Salvador de loshombres y se negaban p or tal motivo a d ar culto a losdioses paganos de la mitologa.

    Qu haba sucedido en el pequeo pas de Israelpara producir tal fenmeno en todo el mundogrecorromano? Una leyend a o un ru mor sin realidadhistrica no habra sido suficiente para despertar unsentimiento tan vivo que llevara a las personas adespreciar las cosas ms reales y ms queridas, como

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    son la haciend a, la familia y la vida. Una cosa es darcrdito a una leyenda, y otra muy distinta es sacrifi-carse hasta tal punto por ella.

    Por qu se dejaban matar

    en los circos romanos?

    No cabe aqu referirse al argumento del fanatis-

    mo religioso. Para que se manifieste el calor debeexistir antes el fuego. Para que se produzca el fana-tismo religioso, como p or ejemplo, el que manifiestanhoy d a los habitantes del Irn , debe haberse afirmadoantes durante aos o siglos la causa que lo produce,o sea, la religin. Las personas pueden ser capaces de

    dejarse matar por cualquier fetichera que les hayanenseado a venerar en nombre de una re-ligin en lacual ya creen; la qu e han recibido en su infancia y quetiene para ellos todos los visos de realidad , por falsaque sea. Pero ninguna de estas circunstancias existanen el cristianismo primitivo, profesado por personas

    educadas en las religiones paganas o en el judasmo.Estas personas haban tenido que convencerse por smismas de la verdad del cristianismo para hacer de lsu religin en contra d el comn sentir y pensar d e suscontemporneos.

    No podan ser falsarios

    Uno de los grandes argumentos que garantizanuestra fe cristiana es que los apstoles no podan

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    inventar el dogma de la divinidad de Jess. Los au-tores de los libros del Nuevo Testamento eran hebreosmonotestas para quienes la sola idea de atribuir

    honores divinos a un ser hum ano constitua un peca-do que les horrorizaba; sin embargo, cuand o se refie-ren a Jesucristo no titubean en unir su nom bre con elde Dios otorgndole los honores y atributos que en elpensamiento hebreo haban sido siemp re reservadosa Yahveh o Jehov.

    Ellos no habran qu erido hacerse culpables de tanterrible blasfemia ante el fuerte y celoso Yahveh.

    Adems, con qu motivo lo haran? Qu venta-jas podra producirles, ni les produjo, sino la d eshonradelante de sus propias autoridades religiosas, las msterribles persecuciones y por fin una muerte violenta

    por martirio?De no haber estado positivamente convencidos dela realidad que afirmaban, es seguro que no habranacometido una empresa que slo poda acarrearlespenalidades en esta vida y luego el ms terrible juiciodivino por blasfemos. Esta ltima consideracin ha-

    bra pesado mucho en un partidario fantico de lasecta de los fariseos, creyentes en la inmortalidad,como lo fue Saulo de Tarso, despus san Pablo.

    Declaraciones sublimes o irrazonables

    Menos an lo habra hecho el propio Jesucristo,humanamente un judo de su tiempo, si no hubiesetenido un conocimiento muy vivo y seguro de ser

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    quien dijo que era. Se necesitaba ser Dios encarnado,o estar loco de remate, para declarar: El que quisieresalvar su vida, la perder y el que perd iere su vida por

    causa de m, ste la hallar (Mateo 10:39). Venid am todos los que estis fatigados y cargad os, y yo oshar descansar (Mateo 11:28).

    Si l no era una manifestacin genuinamente di-vina, uno mismo con Dios, qu debemos pensar d esemejantes declaraciones?

    Cuando alguien me habla de Cristo como de unmero idealista humano, un socialista o comunista desu tiemp o, trato de averiguar si quien hace tal afirma-cin ha ledo por s mismo los Evangelios. Es fcilformarse este concepto de Jess cuando slo se lesconoce por las frases de mitin qu e de su incomp arable

    doctrina social suelen extractarse. Pero esto constituyeslo una parte del Evangelio. Cristo ha sido cierta-mente el indiscutible promotor de todos los avancessociales de la humanidad, a pesar de la rmora quefue el egosmo humano durante pasados siglos parala prctica de sus genuinas enseanzas, aun en mu-

    chos que se llamaban y se llaman cristianos; perotambin hay en la Historia loables ejemplos de cari-dad y justicia en verdaderos imitadores de Cristo.Pero cualquiera que lea los evangelios notar qu e lascuestiones sociales son slo una parte d e la enseanzade Jesucristo. l habl tambin de la vida fu tura, y siesta parte tan importante no es verdadera, Jess nohabra sido una persona veraz y sensata. Pero si Jessdemuestra ser el ms sensato y cabal de los hom bres,

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    y habl como habl, debi ser lo que l dijo que era,el Hijo de Dios.

    Debi ser lo que dijo

    Los hombres que ms han combatido el dogma d ela divinidad de Cristo (como Straus, Rousseau, Renan ,etc.) no tienen ms remedio que inclinarse ante su

    grandeza moral.Ernesto Renan, en uno de sus momentos de sin-

    ceridad , parece volverse contra la misma tesis que sehaba propuesto y exclama: Si no era Hijo de Dios,mereca serlo. Esta confesin de un enemigo es unavaliosa premisa que corrobora nuestras creencias. Si

    por sus mritos debemos colocarle en el ms alto pe-destal de la raza hu mana, qu nos impide ya consi-derarlo como alguien superior a los dems hombres?Por qu empearnos en negar que fue la revelacindel Dios invisible?

    Tenemos muchas otras pruebas de la d ivinidad de

    Jesucristo; pero no podemos tratar de ellas en estecaptulo y lo haremos en prximos captulos.

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    VI

    RESUCIT JESUCRISTO?

    La resurreccin de Jesucristo es el pilar fund amen-tal de la fe cristiana, pu es todas las cosas que Jess dijoy ense, acerca de los secretos del ms all de la

    muerte, son verdad si lo es su propia persona. Vamos,pues, a analizar el suceso de su resurreccin tratandode ver cmo muchos ya lo han intentado, de qumanera se podra explicar aquella fe intrpida quemostraron los cristianos primitivos si Jesucristo nohubiese resucitado.

    Ilusin o realidad

    Algunos escritores racionalistas han pretendidoque los discpulos, afectados por la sbita desapari-

    cin de su Maestro, y deseando verle resucitado,pudieron ser vctimas de una ilusin m ental, que ellostomaron por realidad.

    La respu esta a esta teora es que los d iscpulos noesperaban ver a Jess resucitado y la incredu-lidadque manifestaron ante el suceso no favorece esta ex-plicacin. Las apariciones d e Cristo tuvieron lugar, nouna vez, sino varias, entre diferentes personas, lascuales habran tenido que volverse locas todas a la

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    vez, pues todas afirmaban que le haban visto y hastacomido con l, e incluso repitieron las palabras queles haba dicho. Un desequilibrio mental es muy

    posible en un solo testigo, pero no en once y menosen quinientos testigos juntos.

    La aparicin de Jess a Saulo, fue tambin unailusin d el perseguidor? Y qu pod emos decir de lossoldados que le acompaaban y oyeron la voz miste-riosa que se junt a la luz sobrenatural hasta el punto

    de dejar ciego al joven perseguidor de los cristianos?Adems, si de ilusin se hubiera tratado, los sa-

    cerdotes judos se habran cuidado bien pronto dedesvanecerla presentand o el cuerpo de Jess. Este eraun argumento mucho ms eficaz para suprimir alnaciente cristianismo que los azotes y la crcel. Por

    qu no lo usaron? Qu empeo no tend ra el Saned rn judo en poder desmentir la resurreccin de Cristo!Antes de su entierro piden a Pilatos que ponga guar-d ia en el sepulcro, que selle la p iedra que lo cerraba;y Pilatos, en seal de deferencia al Senado judo, lespermite que sean ellos mismos quienes pongan la

    guardia, poniend o a su d isposicin 16 soldados roma-nos. Qu no haran los pontfices para buscar elcuerpo d el Crucificado cuand o se empez a decir qu ehaba resucitado? Qu no hara Pilatos, cuya senten-cia era declarada injusta, cuyo sello haba sido que-brantad o y cuya autoridad quedaba p or los suelos? Ysin embargo, el sepulcro estaba vaco, el cadver deJess no se hall por ninguna parte.

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    No pudo ser un fraude

    Otros, interesados en negar la resurreccin, handicho qu e quiz los discpulos robaron el cuerpo paratramar la farsa de la resurreccin.

    Pero esta hiptesis, adems de la dificultad ma-terial de su realizacin a causa de la guardia romanaque ningn pescador galileo por atrevido que fuese

    se habra aventurad o a d esafiar, tiene otra d ificultadinsuperable. Los primeros discpulos se habran sa-crificado por una mentira forjada sobre un cuerpomuerto? Ninguno habra sido infiel ante el supliciopara descubrirla? El herosmo por u na fe sincera, seade la clase qu e fuere, se comprend e; pero el sacrificio

    de todas las comodidades materiales e incluso de lapropia vida por el solo empeo de sostener unamentira conocida, forjada por uno m ismo, es un casosin p recedentes y un absurdo inimaginable para tod amente sensata.

    Otros, por fin, han pretend ido que Jess no m uri

    en la cruz y que sus amigos lograron reanimarlo. Aesto podemos responder, en primer lugar, que susenemigos tomaran las medidas necesarias, como lastomaron en efecto, para que esto no sucediera. Y ensegund o lugar que los amigos que le habran ayudadoy cuidado sabran muy bien cmo le haban hechovolver en s, y qu e no era resurreccin lo que se habaverificad o, sino reanimacin de un d esmayo. Y, comohemos indicado en el anterior supuesto de robo del

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    cuerpo m uerto, jams habran estado dispu estos a lossacrificios que les impuso la predicacin del Cristoresucitado.

    Es muy d e presumir qu e tal resurreccin ap arente,aun cuando de momento les hubiese llenado de ale-gra, estara destinada a terminar con un fracaso ro-tundo. Ninguno de sus discpulos habra estado dis-puesto a dar la vida por un Cristo extenuado quehu biera necesitado de sus au xilios para volverle a su

    natural vigor. Aquella visin de dolor y de flaquezade un Cristo postrad o sobre un lecho habra constitui-do una pobre ayuda para su fe. Slo la visin d el Hijode Dios con potencia poda llenar de un herosmohasta la muerte el corazn atribulado de los desalen-tados apstoles.

    Es interesante notar la eficacia qu e tuvo el testimo-nio apostlico acerca d e la resurreccin d e Jesucristo,cuando en pocas semanas se convirtieron u nas 10.000personas en Jerusaln. El Sanedrn judo se vea im-potente para detener el movimiento. La figura msalta de este supremo tribunal, segn el historiador

    Josefo, el mismo Gamaliel, estaba en duda de si seracosa de Dios o de los hombres cuando d ijo: No sea-mos tal vez hallados resistiendo a Dios.

    De este modo triunf el cristianismo, no slo enJudea, sino en todo el mundo antiguo. Pudo estoocurrir sin basarse en una realidad objetiva?

    Ahora bien, miremos y calculemos las consecuen-cias. Si Cristo cumpli su promesa de resucitar altercer da y ascendi poco despus a los cielos tras

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    haber demostrado que tena un cuerpo glorificado deun orden superior, segn los describe el apstol Pablocon la expresin griega soma ouranou (es decir, cuerpos

    espiritualmente anfibios, capaces de vivir a la vez enel ambiente terreno y en la cuarta dimensin de quenos habla Einstein), es capaz d e cumplir las promesasque hizo a qu ienes creyeran en l y le aceptaran comoSalvad or y Seor. En su ltima oracin, dice: Pad re,aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy,

    tambin ellos estn conmigo, para qu e vean m i gloriaque me has dado, porque me has amado desde antesde la fundacin del mundo.

    No es extrao, pues, que el apstol Pedro escribaen su primera carta a los que haban escuchado sudiscurso de Pentecosts: Dios nos ha d ado una espe-

    ranza viva (segura y cierta) por la resurreccin deJesucristo d e entre los muertos. Esto significa que siCristo no se hubiese levantado de la tumba habrandicho los apstoles (y nosotros lo seguiramos dicien-do al igual que ellos): Ojal que fuera verdad lo quedijo aquel profeta judo, Jess, antes de que le mata-

    ran, que l era el Hijo de Dios que vino a salvar a losque en l crean y le acepten como Redentor, y que lnos espera al otro lado de la muerte que se nos vaacercando; pero, ay!, muri como todos los hombresy nada ms se ha sabido d e l. Ser, pues, verdad loque dijo?, no lo ser?.

    Pero ahora, porque l resucit, sabemos que estacreditado todo lo que prometi; no slo al lad rn quemuri crucificado con l, a quien dijo que aquel

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    mismo d a estara con l en su reino, sino tod o lo quenos ha prometido tambin a nosotros.

    Es por esta causa que el apstol Pablo pod a decir:

    No mirando nosotros a las cosas que se ven, sino alas que no se ven, porque las cosas que se ven sontemporales, mas las que no se ven son eternas; porquesabemos que si la habitacin de nu estro cuerpo fsicose deshace, tenemos preparada por Dios una moradaeterna en los cielos.

    Por consiguiente, como declara en otro lugar, serdesatado y estar con Cristo es muchsimo mejor queestar en la carne. Aun cuando desde aqu no loparezca, sino todo lo contrario.

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    VII

    UN SUSTITUTO INDISPENSABLE

    Algunas personas arguyen: Cmo podan sersuficientes los sufrimientos de un solo justo en unaspocas horas para pagar las culpas y delitos de millo-

    nes de seres humanos incluyendo en algunos casoshasta crmenes horrendos?

    Los que hacen tales preguntas tienen u n conceptoequivocado de los sentimientos divinos y del verda-dero significado del sacrificio de Cristo.

    La obra de Cristo no tena por objeto aplacar a

    un Dios colrico e ind ignad o contra el pecad o de loshombres, por medio de una cantidad de su-frimientos.

    Su sacrificio no era cuantitativo, sino cualitati-vo; no se trataba de produ cir una cantidad determi-nada de dolor fsico, sino de demostrar la grandeza

    del amor de Dios y de vind icar las leyes divinas anteel Universo.Podemos decir que la cruz del Calvario no fue sino

    la culminacin, el coronamiento del sacrificio que elVerbo de Dios llevara a cabo con su encarnacin. Esimposible hacernos cargo d e la cond escend encia quesignific de parte de aquel Ser que exista con Diosdesde la eternidad el asum ir nu estra naturaleza, acep-tando temporalmente nuestras limitaciones, para

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    identificarse con una humanidad de seres cados, a finde que pudieran ser levantados por su gracia, los quea ella se acojan.

    Para realizar un propsito tan admirable, mos-trando la justicia de Dios al par que su misericordia,el Verbo eterno qu iso sujetarse no tan slo a las limi-taciones de la naturaleza humana, sino a la muertems cruel que se daba a los malhechores durante elperodo de su estancia fsica sobre la tierra: la muerte

    de cruz.El sacrificio de su humillacin y encarnacin no

    habra bastado para hacer patente de un modo muyvivo a todos los seres del universo, la gravedad delpecado y la grand eza del amor de Dios; ni para des-pertar en los corazones humanos los efectos de amor

    y gratitud indispensables para permitir al EsprituSanto realizar en los corazones de los hombres elmaravilloso fenmeno de la conversin. Por estoquiso Jesucristo apurar las heces del dolor con unamuerte espectacular y cruenta.

    Lo voluntario de este sacrificio, al par qu e la gran-

    deza de quien lo realiz, lo enaltece hasta lo sumo,hacindolo digno de nuestra ms profunda admira-cin, adoracin y eterna gratitud.

    Permtasenos dar un ejemplo de contraste, parailustrar este punto.

    En d as d e persecucin, cuando los cristianos erancondenados a muerte por afirmar que Jesucristo eraHijo de Dios y no someterse a rendir culto a diosespaganos, cierto cristiano, al ser llevado a la hoguera,

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    elev una oracin expresando el gozo que senta portener el privilegio de sellar el testimonio de su fe consu propia vida.

    Te doy gracias, Seor deca el mrtir, porquehoy es el d a de mi victoria, hoy m ismo te ver y estarcontigo por todos los siglos.

    El verdugo, conm ovido y atento a las palabras delnoble testigo de Cristo, dejaba bastante flojas las ca-denas que ataban a ste al poste de la ejecucin.

    Entonces el cristiano, bajando la cabeza, exclam:Sin embargo, amigo lctor (este es el nombre qu e

    se daba a los jueces y ejecutores en la antigua Roma),sujeta bien las cadenas.

    Por qu hizo tal advertencia el noble mrtir?Porque aun cuand o el espritu estaba presto, saba qu e

    la carne era dbil y tema que cuando el fuego leprodujese intenso dolor, no pudiendo aguantarlo, elinstinto de conservacin le hiciera saltar de las llamasy quiz realizara en tal hora d e pru eba lo que tantasveces haba rehusado, apostatar de su fe para obtenerpor medio de una abjuracin el perdn y la vida de

    parte de sus perseguidores.Pero qu cadenas ataban a Jesucristo cuandomuri en la cruz por nosotros? Cuando los criados deCaifs fueron a prend erle en el hu erto de Getseman,tres veces cayeron en tierra, con lo cual Cristo d io unaprueba de su poder sobrenatural; sin embargo, se dejprender y atar con toda mansedumbre, y no se resisticuando le azotaron, ni cuando le pusieron la coronade espinas, ni cuand o clavaron al mad ero sus manosy sus pies.

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    Baja d e la cruz y demuestra tu poder le decanburlonamente sus enemigos.

    Baja de la cruz, y slvanos tambin a nosotros,

    si eres Hijo de Dios clamaba uno d e sus comp aerosde suplicio.

    Bjate de la cruz le aconsejaban e inclusoexiga, como podemos comprender, su propia na-turaleza humana ante aquel dolor que pareca irre-sistible.

    Pero segn nos refieren los testigos de su muertel renunci a todo lenitivo y calmante, y sobrellev lossufrimientos materiales y morales hasta dar su vida,porque saba qu e ello era ind ispensable para la reden-cin de millones de criaturas humanas.

    Podemos decir, pues, que lo que su jetaba a Cristo

    a la cruz del Calvario no eran ni clavos ni cuerdasmateriales, que nada significaban para su omnipoten-cia, sino las cuerdas d e su p rofund o amor a cada unode nosotros, necesitados pecadores.

    Podemos imaginarnos a Cristo como oyendo en susapiencia divina los voces de millones de redimidos,

    del pasado y del futuro, decirle: Sufre por nosotrossublime Hijo de Dios, cumple la redencin y te ama-remos, te glorificaremos, te serviremos y seremos fie-les testigos de tu amor todos los aos de nuestra vidaterrestre, y despus por todos los siglos de la eterni-dad.

    En efecto, la reaccin que el gran sacrificio del Hijode Dios ha de producir y produce en los corazoneshumanos, se halla admirablemente expresada en las

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    grandes palabras d el apstol Pablo: El amor d e Cris-to nos constrie, pensand o esto, que si uno m uri portodos, luego todos son muertos; y por todos muri,

    para qu e los que viven ya no vivan para s, sino paraAquel que muri y resucit por ellos (2 Corintios5:14, 15).

    Y refirindose a su propia experiencia, declaraPablo: Con Cristo estoy juntamente crucificado yvivo no ya yo, mas Cristo vive en M y lo que ahora

    vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, elcual me am y me entreg a s mismo por m.

    He aqu el objeto y eficacia del sacrificio de Cristo.El reconocimiento de que el Hijo de Dios muri pornosotros, produ ce un cambio absoluto de actitud y desentimientos en nu estros corazones hacia Dios y hacia

    la misma vida humana.Desde el mismo m omento en que reconocemos alHijo de Dios como nuestro propio Salvador personaly le entregamos nuestras vidas, Dios ya no es mera-mente el Supremo Creador a qu ien debemos gratitudpor el beneficio de la existencia. Es mucho ms; sen-

    timos que es nuestro propio Padre, que nos ama deun modo profundo y personal, de modo que nuestropropio amor paterno y materno no es sino un dbilejemplo y caricatura del suyo.

    Es el juez inflexible, pero sumamente benigno queha pagado la deuda de nuestras faltas y pecados.

    Es el Dios justo y salvador que anunciaron losprofetas de la antigedad.

    (Vase Isaas, captulo 53.)

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    El sacrificio del Verbo de Dios hecho hombretransforma todos nu estros pensamientos con respectoal Supremo Hacedor; lo acerca a nosotros, nos hace

    entrar en una nueva vida de relacin filial, amante,agradecida y gozosa con Aquel que por su inmensagrandeza pareca tan lejos de nu estros espritus.

    Por su encarnacin y por su sacrificio expiatorio,el Verbo de Dios se convierte en el Salvador amanteque ha conquistado nuestras almas, como l mismo

    declar: Yo si fuere levantado de la tierra a todosatraer a m mismo.

    Podramos esperar nada mejor del Autor denuestros espritus que ha impreso en ellos las ansiasde inm ortalidad y de felicidad y de justicia que todostenemos?

    Ciertamente, el Evangelio responde, tanto a lasexigencias de la ley d ivina como a las necesidades denuestra conciencia. Lo que el Supremo Hacedor nosha d ado con la venida d e Cristo y lo que nos ha hechosentir con motivo de su muerte, es precisamente loque necesitbamos tener y sentir; es lo mejor que

    poda hacerse para lograr los resultados morales quese propu so levantar en los corazones hum anos desdeantes que el mundo fuese.

    Por esto exhortamos a nuestros amigos que, alconsiderar la muerte de Jesucristo, no se limiten alamentarse sobre Jess como un mrtir d e la injusticiahu mana. No se trata tanto de llorar d iciend o: PobreSeor Jess, lo que le hicieron padecer aquellos mal-vados!, sino de decirle de todo corazn: Gracias,

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    Jess mo, pues todo esto lo sufriste por m, te hu mi-llaste hacindote un hombre de carne y huesos siendoel Dios Todopoderoso e infinito para poder sufrir por

    nosotros; yo te acepto y lo agradezco, Seor mo, comosi lo hubieses sufrido exclusivamente por m. Aplca-me el valor de este sacrificio, porque yo creo en Ti yte agradecer esta ofrenda de amor, no solamente eneste breve tiempo que me tengas sobre la tierra, sinopor los siglos de los siglos.

    Como d ice san Pablo en la carta a los Efesios, losque antes esperamos en Cristo, hemos de ser para lahonra y la gloria de su gracia entre principados ypotestades en los cielos por toda la eternidad; peropara poder hacerlo entonces, debemos empezar ahora.

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    VIII

    RELIGIN PERSONAL

    Por una serie de motivos histricos que no vamosa considerar en este momento, es poco conocida lareligin, en los pueblos de habla hispana, en esta

    form a de relacin p ersonal con Dios. Excepcin hechade una pequea seleccin d e catlicos mu y piadosos,la inmensa mayora de nuestra gente entiende comoreligin una serie de ceremonias que el sacerdoterealiza en beneficio del creyente, sin que ste tome u naparte verdaderamente personal e ntima en las mis-

    mas, y casi lo mismo ocurre con el protestantismooficial en los pases de trad icin protestante, dond e lagente va a la iglesia por mera costumbre.

    En los ltimos tiemp os la Iglesia Catlica invita atomar parte en dichas ceremonias a los fieles de unmodo ms personal, pero no explica todava con

    suficiente claridad las promesas que Jesucristo hizoacerca de la seguridad de la salvacin que poseenaquellos que se ponen en contacto personal con l porla fe. Por esto le rogamos que, sea usted protestanteo catlico, lea con especial inters el evangelio d e sanJuan para encontrar y asegurarse de la realidad detales promesas de Jesucristo.

    El cristianismo es una religin personal. Cristoquiere transformar la sociedad, no por imposiciones

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    desde arriba, sino por la atraccin d e su am or obrand oen los individuos uno a uno, por la influencia delEspritu Santo, que los cristianos reconocemos como

    una realidad en el universo de Dios. Cristo se dirigea la conciencia personal del hombre porqu e sabe quees la nica forma eficaz de cambiar la sociedad. Lasuperficialidad y descrdito del cristianismo ha sidomotivad a por haber qu erido hacerlo religin de nacio-nes, imponindolo por la fuerza, o por rutina y tra-

    dicin, a grandes masas de seres hum anos que no lohan comprendido ni sentido de veras.

    Cristo quiere ser reconocido y aceptado volunta-riamente por cada alma como su personal Salvador ySeor. La religin cristiana parte esencialmente deesta base: amor y obediencia a Cristo. nicamente

    estas virtudes pueden producir frutos efectivos derenovacin d e la sociedad en esta vida y la salvacindel alma en la vida venidera.

    Si no quiere usted relacionarse con Cristo en estavida, dejando que su Espritu le vivifique y le eleveal plano moral de los verdaderos hijos de Dios, no

    debe esperar que l le obligue a hacerlo despus dela muerte; la prdida y d esgracia que ello puede oca-sionarle en la eternidad est empero por encima detoda hu mana pond eracin. Por esto nos es necesarioescudriar a fondo el problema religioso y procurarla mxima seguridad que al hombre le es posiblealcanzar en tales asuntos.

    Si las consideraciones y argumentos expuestos enlos precedentes captulos no han logrado persuad irle

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    del todo, no ceje en su empeo ni se desanime, sinoprosiga en la bsqueda hasta que quede usted persua-dido de estas

    Tres verdades esenciales

    1. Que existe un Dios en el Universo. (El orden ydesignio que observamos en todas las cosas lo

    prueba de modo concluyente.)

    2. Que hay una ley moral que se refleja en elinterior de nu estras conciencias y nos de-mues-tra que no somos simplemente animales, sinoun producto especial de este Ser superior, o sea,

    que no existimos por mera casualidad.

    3. Que existe un Cristo vivo personal que vino arevelarnos el amor de Dios y a redimirnos consu m uerte sustitutoria en el Calvario; y porqueno era hombre, no qued m uerto para siempre,

    sino que vive y se halla cercano hoy mismo anosotros por su Espritu. Nos am a, nos conocey desea salvarnos.

    Jesucristo dijo: Yo soy la resurreccin y la vida,el que cree en m, aunque muriere vivir, y el queviviendo cree en M no morir eternamente (Juan11:25), y dirigindose al Padre celestial, dijo: Padre,aquellos que me has dado quiero que donde yo estoy

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    ellos estn tam bin conmigo, para qu e vean m i gloriaque me has dado (Juan 17:24).

    Dice usted que esto es ilusorio? No lo piense as.

    Hay suficientes evidencias de que existe un mundoespiritual que trasciende el Universo y que el propioUniverso parece inmerso en l. Es bien cierto que sineste universo espiritual no hay ninguna explicacinplausible para el maravilloso orden y designio queobservamos en el mundo material.

    Jesucristo es por lo dems una figura real en lahistoria y se da el fenmeno qu e no tiene paralelo enninguna d e las dems religiones, que desde su mismaaparicin, millones de personas estuvieron d ispuestashasta sacrificar sus vidas por l para p reservarlas porla eternidad. Ocurri todo ello sin ningn motivo?

    Estos hombres y mujeres aparentemente fraca-sados fueron los que tuvieron el verdadero xito, elxito perdu rable. Otros miles que han quedad o en laabundancia, la fama o el poder durante unos po-cosaos, tuvieron que confesar al llegar a aquella horaque ha sido llamada la hora de la verdad, a la cual

    todos tenemos que llegar, que su vida haba sido unfracaso.Razn tena el poeta que escribi:

    Haz aquello que quisierashaber hecho cuando mueras.

    Lo est usted haciendo? Es usted un verdaderoamigo y discpulo de Jesucristo para quien l estpreparando lugar?

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    Acepte a Jesucristo como su sustituto y Salvadorpersonal; dgaselo en oracin ntima y secreta. lmismo explic: Vete a tu cuarto y, cerrada tu puerta,

    ora a tu Padre que ve en secreto.Busque en la Biblia (particularmente en la ltima

    parte llamada Nuevo Testamento, donde aparece ladoctrina d e Jesucristo) cmo es y qu es un verdaderocristiano y empiece a vivir desde hoy una vida derelacin espiritual con l.

    Le parece un misterio increble relacionarse conun ser a quien no puede ver? Tambin parecera unmisterio imposible a nuestros abuelos la radio o latelevisin; sin embargo, son u na realidad hoy d a. Delmismo modo es Dios una realidad aunqu e no le vea-mos.

    Si no est convencido an de estas cosas, haga laprueba experimental que muchos han efectuado conpleno xito. Acuda a Dios en la forma que acabamosde ind icar, presentnd ole las preciosas promesas queencontrara usted en el Evangelio y reclame humildey reverentemente su cumplimiento.

    Puede empezar a dirigirle, por lo menos, la ora-cin del escptico: Dios Omnipotente, si existes,revlate a mi alma.

    Y encontrar que el Dios que hizo el mundo ytodas las cosas que en l hay, cierto no est lejosde cada uno d e nosotros, ya que en l vivimos y nosmovemos y somos, como afirmaba el apstol Pabloen el Arepago de Atenas, citand o a u no d e los gran-des filsofos de su tiempo.

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    Cuando haya hecho tal descubrimiento en lo msntimo de su conciencia, empezar a vivir una nuevavida de satisfaccin y esperanza; y, admirado, se

    doler de los aos que estuvo en el mundo sin abrirlos ojos a la verdad de la existencia de Dios y de suamor hacia sus criaturas.

    Estamos seguros de que esta ser su feliz experien-cia si prosigue sinceramente en su empeo, como loha sido y est sindolo an en esta edad moderna por

    muchos millares de personas que han querido tomaren serio las cosas espirituales. Esto esperamos y pe-dimos a Dios que ocurra con usted mismo desdeahora.

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    IX

    JESS VA A VOLVERJESS VA A VOLVERJESS VA A VOLVERJESS VA A VOLVERJESS VA A VOLVER

    Cuando consideramos el panorama poltico deeste mundo dividido en dos bandos: el de las de-mocracias unidas en el bloque occidental y el de las

    naciones adheridas al bloque comunista, aumentand ounos y otros cada ao sus presupuestos de guerrapara procurar, segn dicen, el equilibrio y manteni-miento de la paz mundial, evitando una guerra at-mica que todos sabemos sera la d estruccin absolutadel mund o, nos parece ver a dos hermanos traviesos

    jugando cada uno con una candela en la mano alre-dedor de un barril de plvora, dicindose el uno alotro:

    Si no me haces caso, pongo mi candela a unospocos centmetros del barril.

    Pues si t no haces lo que yo quiero manifiesta

    el segundo, acerco la ma un centmetro ms que t.Pues debes saber, mequetrefe, que no me asus-tas; que yo tengo otra candela encendida, y si t laacercas un centmetro ms, yo la acercar dos, y yasabes lo que pasar

    S; que los dos volaremos destrozados por losaires; pero para que sepas que no me dan miedo tusbravatas, si t la acercas dos, yo la acercar tres

    Cmo habra de terminar un juego tan peligroso?

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    Slo de dos maneras: o los chicos se ponan de acuer-do y apagaban simultneamente las dos candelas, obajaba el padre al jardn y les obligaba a apagarlas,

    quiz con un bofetn a cada uno.He aqu, amigos, el retrato exacto del mundo en

    esta segunda parte del siglo XX. Ya se han peleadobastante los hombres en el transcurso de los siglos,sobre todo en esta ltima generacin, pero aunquedestruyeran entonces ciudades y vidas a millares, no

    disponan an d el barril de plvora que representa enla actualidad las armas atmicas, cada d a ms pode-rosas y de mayor alcance.

    Cmo acabar el desorden del mundo?

    Ante la plegaria que nos ense Jess en elPadrenuestro (hgase tu voluntad en la tierra como enel cielo), no les parece, amigos, este mundo unaprovincia en rebelda del Reino de los Cielos? Cmoacabar el desorden humano? Con la inhabitabili-dad

    del planeta Tierra o con el reino milenario universal delMesas que nos anuncia la Biblia?Nosotros creemos que con lo segundo; pero hay

    diversidad de pareceres entre los mismos telogos yescudriad ores de la Biblia acerca d e cmo se produ-cir.

    Unos dicen que poco a poco la gente del mundose ir convenciend o de que el desorden y la violenciano llevan a ninguna parte, y reconociendo que el

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    mund o no puede haberse formad o a s mismo sino quetenemos un Padre espiritual en los cielos, y que loshombres somos, por tanto, hermanos y tenemos el

    deber de ayudarnos, en vez de pelear, harn lealespactos de desarme y en virtud de esta prevalecienteconviccin, sern capaces de establecer el reinado delamor entre los hombres. Entonces Jess vendr o semanifestar de modo visible a esta provincia reconci-liada con Dios por el poder del Evangelio, cuando

    hayan logrado los cristianos hacer reinar el amor y lapaz universales con sus propios esfuerzos.

    Otros, en cambio, juzgando la situacin por laexperiencia del carcter humano y los detalles que nosda la Biblia sobre la condicin del mundo en los l-timos tiempos, as como las profecas de la segunda

    venida p ersonal de Jesucristo, creen y el autor es deesta segunda op inin, que los hombres no son capa-ces de detener por s mismos la carrera de los arma-mentos y ponerse de acuerdo acerca, no tan slo enlo que concierne a poltica internacional, sino a laordenacin de la sociedad en perfecta justicia, amor

    y paz, a menos de que intervenga un poder sobre-natural que haga como el padre de la ilustracinnarrada al principio del presente captulo.

    Por nuestra parte, nuestro deber es ser pacificado-res, preparando con nuestros mejores esfuerzos el ad-venimiento d el Reino d e Dios, sea como sea que venga,sin esperar que todo lo haga l sobrenatu-ralmente.Jess dijo: Bienaventurados los pacificadores, porqueellos sern llamados hijos de Dios (Mt. 5:9).

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    Y por otra parte, estar personalmente bien prepa-rados para la segunda venida de Jesucristo.

    Cuatro seales del fin

    No pod emos exponer y comentar todas las sealesde su segunda venida al mund o que anuncia la Biblia.Permitidme slo citarlas brevemente.

    La primera seal es: guerras y rumores de gue-rras. Guerras las ha habido siempre, pero eran pe-queas en comparacin con las que hemos visto ennu estra generacin. Dos guerras mund iales con millo-nes de muertos. Y por qu aade Jess rumores deguerras? Por lo que ilustrbamos al principio con el

    barril de plvora. El temor mutuo frena las guerras,es cierto, y por esto Jess habla de ru mores de guerra,o sea, la guerra fra, como la llamamos nosotros,detrs de las recientes guerras calientes.

    La segunda seal que presenta la Biblia para eltiempo del fin es un ad elanto fenomenal de la ciencia:

    Aumentrase la ciencia, dice el profeta Daniel,hablando precisamente de los ltimos tiempos, yaade: Corrern las gentes de un lado a otro. Desdeque los hombres existen como hombres sobre la tierra,el transporte de un lugar a otro fue efectuado portraccin animal. Podan variar la forma de los veh-culos, pero siempre era el mismo medio y ms omenos la misma velocidad, el trote de caballos, peroen el ltimo siglo, la ciencia se ha multiplicado,

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    (usando la misma palabra del profeta Daniel), no unciento por ciento, sino millares de veces por ciento, yaque hemos pasad o en pocos aos del caballo al avin

    y ello ha facilitado dos cosas, una buena y otra m ala.Por un lado la facilidad para correr de una nacin aotra, las mquinas, la radio, la televisin (cosas bue-nas), y por otro lado el temor constante de una gu erracatastrfica.

    La tercera seal es la vuelta de los jud os a su p atria.

    Esta profeca que pareca muy lejana a principios desiglo, la hemos visto cumplida: los descendientes deIsmael estn a la grea con los de Jacob, porqu e stoshan tomado posesin de la tierra que tuvieron susantepasados, despus de haber estado casi dos milaos esparcidos por todo el mundo tal como les fue

    profetizado.La cuarta seal es el escepticismo religioso. Jessd ijo: Cuando el Hijo d e Dios viniere, hallar fe enla tierra? (Lucas 18:8). Es muy raro qu e el iniciadord e un movimiento poltico, social o religioso anuncieun colapso de las ideas que l mismo se esfuerza en

    promover, todos anuncian lo contrario. Pero Jessconoca el porvenir y preanuncia precisamente uneclipse de la fe para los ltimos tiempos in-mediatosa su venida, de mod o que a los que creemos no nosdesalienta la incredulidad, antes bien nos sentimosinclinad os a decir: T lo sabas, Seor, lo qu e iba aocurrir en los ltimos tiempos; esto nos demuestraque no eras u n hom bre como nosotros, sino el Hijode Dios. Aydanos y acrecienta nuestra poca fe.

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    Finalmente, sobre la quinta seal, el apstol Pablonos advierte de que en los ltimos das reinarn unainm oralidad y un absoluto desprecio de los mandatos

    de Dios en cuanto a los lazos de la familia y de lasociedad como jams haba existido.

    Y qu ocurre hoy d a? No son estas cinco sealesprofetizad as en la Biblia y cumplidas en nuestros d asuna prueba indudable de que la vuelta de Jesucristoest a las puertas?

    Me figuro que muchos dirn: Pues qu espera?Que vuelva ya de una vez y termine con todo estedesbarajuste mundial! Qu espera?

    Espera que hoy, cuando su Palabra puede seranu nciada por medios que no tenan nuestros antepa-sados, como la abundancia de literatura y la radio,

    algunas p ersonas m s hagan caso de estos avisos y sevuelvan a l. San Pedro d ijo: El Seor no retard a supromesa, segn algunos la tienen p or tardanza, sinoque es paciente para con nosotros, no qu eriendo quenadie perezca, sino que todos vengan al arrepenti-miento (2 Pedro 3:9).

    Est usted preparado o no lo est? Qu piensausted de estas seales tan claras qu e nos d a la Bibliareferente a los acontecimientos del tiempo del fin?No coinciden todas de un modo maravilloso?

    De ningn modo conviene dejar este asunto paracuando l haya aparecido, como muchos pretenden,a causa de la incertidumbre de si ser o si no sercierto, pues la misma Palabra de Dios nos advierte queesta actitud es extremadamente peligrosa, ya que nos

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    dice que su venida ser inesperada y representar u natremenda sorpresa para el mundo entero, sobre todopara aquellos que teniendo motivos para creer, ha-

    bran estado dudando y retardand o su entend imientoespiritual con l.

    Quizs usted diga: Cmo ocurrir su venida?Qu suceder en aqu el tiemp o? Tambin la Biblia nosda algunos detalles sobre ello, pero no tenemos lugarahora para exponerlo; lo haremos en una prxima

    ocasin. De momento, ms conveniente qu e satisfacernu estra curiosidad acerca del futuro d el mund o quequiz nosotros no veremos, especialmente los que yacontam os con algunos aos, o una precaria salud esasegurar un feliz encuentro con l; pues lo cierto esque si l no viene en el perodo de nuestra vida,

    siempre breve, nosotros hemos de ir a l. Por esto d iceel apstol Pablo: As que vivimos siemp re animados,y sabiendo que entretanto que habitamos en el cuerpo,estamos ausentes del Seor (porque por fe andamosno p or vista), pero cobramos nimo y preferimos estarausentes del cuerpo y habitar en la presencia del

    Seor. Por lo cual tambin anhelamos, o ausentes opresentes, serle agradables. Porque todos nosotrosdebemos comparecer ante el tribunal de Cristo paraque cada uno recoja lo que haya hecho mientras estabaen el cuerpo, sea bueno o malo. Y todos tenemos laconviccin de que no hemos hecho absolutamentesiempre, y en todas las ocasiones, lo que a l le esagradable. Por esto necesitamos con urgencia volver-nos a l para entrar en u na nueva relacin de amistad,

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    para que cuando nos llame por medio de la muerteo l venga a recoger a los que le esperan, y poner p azy orden en este mundo, nos encuentre preparados,

    pues su prxima venida significar una gran dife-rencia entre los que le han esperado y los que no lohan hecho.

    l ha hecho ya todo lo necesario para hacer po-sible y fcil la reconciliacin con l, como podremosobservar en prximos captulos, en que nos ocupare-

    mos de lo que l vino a hacer por nosotros; y luegocontinuaremos explicando lo que l har en estemundo cuando venga personalmente, como hemosilustrado con el ejemp lo de aquel padre que no pudoaguantar p or ms tiemp o el insensato juego alrededordel barril de plvora y tuvo que imponer su autori-

    dad.Entonces se cumplir la frase que tantas veceshemos repetido en el Padrenuestro: Sea hecha tuvoluntad en la tierra como se hace en el cielo. Em-pecemos, emp ero, nosotros a amar y buscar su volun-tad desde hoy.

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    X

    LA SUPREMA CONDICIN

    En plticas anteriores nos hemos referido a laimp erfeccin d e nuestro carcter humano y a la nece-sidad de un cambio que nos haga aptos para vivir en

    un ambiente de completa santidad en el Reino d e losCielos.

    Esta incapacidad nuestra debera preocuparnosms de lo que en general preocupa a los hombres, aldarnos cuenta de cun rp idamente se deslizan nues-tras vidas hacia la muerte y las realidades eternas.

    Quizs alguno preguntar: Pero existen talesrealidades? Por esto en nuestras plticas anterioreshemos procurado resaltar los motivos que tenemospara creer, y suponemos haber presentado buenasrazones para afirmar la fe cristiana.

    Sea que stas les hayan convencido, o no, queridos

    lectores, es necesario mantener nuestro inters msvivo en tales asuntos, pues es demasiado importantelo que uno se juega al decidirse por la fe sincera yverdadera o bien por la apata e indiferencia espiri-tual, mientras van pasando los aos qu e nos acercanal desenlace y al descubrimiento del ms all.

    Recordemos lo que Jesucristo dijo a Nicodemo:De cierto de cierto te digo, que el que no naciere otravez, no puede ver el Reino de Dios; y este reino,

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    todos, todos, queremos verlo y residir en l, inclusolos que dudan de su realidad, por si acaso

    Cmo transformar nuestro sentir y carcter y

    hacernos aptos para u n m und o de perfecta elevacinmoral como nos dice la Sagrada Escritura que es elReino de Dios?

    Esa transformacin es tan slo posible por el fe-nmeno que algunos llaman crisis psicolgica y quela Biblia llama conversin.

    Conversin, cmo y a quin?

    Muchos suponen, cuando hablamos de conver-sin, que nos referimos a u n simple cambio de religin

    o de iglesia. Y creen que el nico propsito de lospastores evanglicos consiste en persuadir a las per-sonas a qu e apostaten de la religin catlica para d arsu nombre y adhesin a una secta protestante. Estasuposicin es del todo falsa.

    La palabra conversin en labios de un verda-

    dero cristiano no significa cambio de u na a otra de lasvarias organizaciones o ramas religiosas en que des-graciadamente se halla dividida la cristiandad, sinode cualquiera de estas ramas a Dios, ya que en todoslos registros de iglesias figuran personas que no hanexperimentado el cambio de corazn, o nu evo naci-miento, que el Seor Jesucristo consideraba indis-pensable para entrar en el Reino de los Cielos.

    Los hay en gran nmero en las iglesias pro-testantes, sobre todo en los pases donde ser protes-

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    tante es ir con la mayora, siguiendo una tradicinfamiliar; este es el caso de todas las naciones del nortede Europ a, as como en los EE.UU. de Amrica. Tam-

    bin hay muchsimos catlicos que necesitan ser con-vertidos, no slo de ciertos desvos dogmticos quehan p erjud icado mucho a la Iglesia Catlica Romanaen siglos pasados y que incluso hoy en d a est gene-rando una gran multitud de ateos e indiferentes a lafe, sino que significa conversin personal de sus vidas

    de pecado e indiferencia religiosa a Dios. Todos loscatlicos piadosos sinceros saben y reconocen que haymillones de catlicos nominales que profesan su reli-gin superficialmente, sin conviccin ni fe alguna enla realidad de la doctrina cristiana y en las enseanzasde Jesucristo.

    Pero tan pronto como un catlico, un protestantenominal, un judo o un pagano empiezan a leer elNuevo Testamento por s mismos, tratand o de enten-der su significado y su doctrina, no pueden menosque darse cuenta d el hecho y la necesidad de la con-versin.

    Todos seguros de su salvacin eterna

    Observan que en los cristianos primitivos habatenido lugar un cambio, no slo de una religin a otra,sino de un modo de ser a otro, y que como resultadode este cambio, los hombres y mujeres que se mencio-nan en los Hechos de los Apstoles, as como losdestinatarios de las epstolas del Nuevo Testamento,

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    eran todas personas a las que se supona salvos yseguros de su fu turo eterno. As lo afirman cada u node los apstoles.

    A los creyentes de Corinto (una imp ortante ciud adde Grecia), escribe el apstol san Pablo: Ni los ladro-nes, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes,ni los estafadores, heredarn el Reino de Dios, y estorais algunos, mas ya habis sido lavados, ya habissido santificados, ya habis sido justificados, en el

    nombre del Seor Jess y por el Espritu de nuestroDios.

    A los colosenses dice: A vosotros que estabaismuertos en pecados, os vivific juntamente con l,perdonndoos todos los pecados.

    A los miembros de la iglesia de feso escribe el

    mismo apstol: En l digo (en Jesucristo), en quientambin hemos tenido suerte, habiend o sido pre-des-tinados conforme al propsito del que efecta todaslas cosas, segn el designio de su voluntad a fin deque seamos para la alabanza d e su gloria nosotros losque ya antes esperamos en Cristo. Este ya antes

    quiere decir antes de que llegue la muerte, ya quemuchos d icen andaremos y veremos y llegan sin lapreparacin debida al momento de presentarse anteDios. Por esto contina diciendo el mismo apstolPablo: en l tambin vosotros tuvisteis suerte, ha-biendo odo la palabra de verdad, el evangelio devuestra salvacin y habiendo credo fuisteis selladostambin en l con el Espritu Santo de la promesa.Pues si uno ha odo en vida el mensaje salvador de

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    Dios, por la fe en l y no lo ha credo, no p uede ped irotra oportunidad , pues la fe al otro lado de la muerteno tendra ningn valor. Realmente no sera fe, sino

    slo temor.Finalmente el apstol Pedro, escribiendo a los

    cristianos esparcidos en diversas partes del mundo,exclama: Bendito el Dios y padre de nuestro SeorJesucristo que, segn su grande misericordia, nos haregenerado en esperanza viva, por la resurreccin de

    Jesucristo de entre los muertos para una herenciaincorruptible, incontaminada e inm arcesible reserva-da en los cielos para vosotros, que sois guardados porel poder de Dios mediante la fe para alcanzar la sal-vacin que est preparada para ser revelada en elltimo tiempo.

    Esto significa que aun cuand o como ind icamos enotra p ltica, ningu na p ersona hay que merezca el cielopor su p ropia virtud, algunas, en los d as apostlicoshabiend o odo de la venida de Jesucristo el Redentor,por haber confiado plenam ente en l como su Salva-dor personal, y en virtud de esta fe eran considerados

    por los apstoles, y podan considerarse a s mismos,como seguros poseedores de la vida eterna.

    Justificados y transformados

    La aceptacin del sacrificio expiatorio de Cristo,no slo les haba justificad o ante el tribunal d ivino enel sentido legal, sino que haba transformado sus

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    conciencias y sus vidas hacind oles moralmente nue-vas p ersonas. Esto es a lo que Jesucristo en su plticacon Nicodemo llam nuevo nacimiento.

    Este fenmeno d e la conversin a Dios ha ocurridomuchas veces a travs de veinte siglos y an ocurrehoy d a con aquellos que ponen su fe en Cristo comosu Salvador personal pid iendo a Dios que les perdonetodos los pecados de la vida pasada y les d su graciapara ser en adelante, ya no ms paganos o mahome-

    tanos, o budistas, ni tampoco cristianos de nombre,sino cristianos de hecho y de verdad. A los tales ladeuda de sus ofensas al Creador, tanto d e accin comode omisin, les qued a totalmente perdonad a; como sinunca hubiesen cometido ofensa alguna, los pecadosllamados mortales, as como los llamados veniales,

    son totalmente borrados ante la justicia divina pormedio de este solemne acto que se llama en el NuevoTestamento conversin o nuevo nacimiento. Elapstol Juan afirma qu e sirve no slo para qu itar unaparte de la culpa, dejando un resto a nuestro cargo,sino que real y positivam ente la sangre de Jesucristo

    su Hijo (o sea, su sacrificio redentor) cuando nos esaplicado mediante la fe en l, nos limpia de todopecado.

    Algunas p ersonas se preguntan: Pero cmo pue-de un simple acto de fe otorgarnos un bien tan grandecomo es el de la vida eterna en el Reino de Dios porlos siglos de los siglos?

    La misma extraeza senta el anciano maestroNicodemo, cuando Jesucristo le habl del nuevo na-

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    cimiento; entonces Jess mismo le aclar el significa-do de sus palabras d icind ole: Como Moiss levantla serpiente en el desierto, as es necesario que el Hijo

    del Hombre sea levantado para que todo aquel que enl crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. Estosignifica qu e si por la fe pones tu mirada en Jesucristocomo redentor de tus culpas y le aceptas como tal,tendrs vida eterna. Porque de tal manera am Diosal mund o que ha dado a su H ijo Unignito, para que

    todo aquel que en l crea no se pierda, mas tenga vidaeterna (Juan 3:16).

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    XI

    Sl DESCUIDRAMOS

    Por tanto debemos prestar mucha atencin a lascosas que hemos odo no sea que marchemos a la deri-va... porque cmo escaparemos nosotros si descui-

    damos una salvacin tan grande? La cual habiendocomenzado a ser anunciada por el Seor nos fueconfirmada por los que oyeron, testificando Dios

    juntamente con ellos, tanto con seales como conprodigios y diversos milagros y dones distribuidospor el Espritu Santo segn su voluntad.

    (Hebreos 2:1, 3, 4)

    Estas palabras fueron dirigidas a personas delsiglo I que tuvieron la oportunidad de escuchar eltestimonio de los apstoles y primeros discpulosacerca de la vida, muerte-redentora, resurreccin yascensin del Seor a los cielos. Y es tambin la so-

    lemne advertencia que deseamos dejar en el coraznde nuestros queridos lectores. Cmo escaparemos, oqu excusa alegaremos, si no d amos la imp ortancia oestima que se merecen las pruebas que Dios nos hadado de su propia existencia y de su inmenso amor?

    La cond enacin d e millones de personas no tendr

    otro motivo que ste; al lado, sin d uda, de otras faltasy pecados, el mayor de todos ser el haber tenido en

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    poca estima el conocimiento de Dios y la salvacinobrad a por Cristo en favor nuestro. Ser ste tal vezel caso de algunos de nuestros estimados lectores?

    Confiamos que no. El mismo hecho de que sehallen ustedes en estos mismos momentos leyendoeste libro, es una p rimera p rueba de que estn tenien-do en consideracin y aprecio las cosas espirituales.Significa que les gusta investigar la verdad; peropodra ocurrir que terminada la lectura de estas p-

    ginas, se olviden de nuevo de todas las cosas que hanledo y no las recuerden sino con mucha pena en elms all, como aquel rico de la parbola que Jesscont qu e recordaba a su familia y peda qu e les fueseenviado a Lzaro resucitado para que les exhortase acambiar de vida; pero Abraham le contest que esto

    no era posible, pues tenan ya el testimonio de lasSagradas Escrituras.Es mu y peligroso marchar a la deriva en un asunto

    tan importante como es el conocimiento d e Dios y lasalvacin de nuestra alma, exponindonos a perderlas glorias que l nos ofrece. Para ello no tenemos

    mejor gua y seguridad que escudriar, como lasgentes de Berea (a quienes nos referiremos en el prxi-mo captulo), lo que ensea la Sagrada Escritura, yobrar en consecuencia.

    Ante el hecho de que nuestra vida se nos estescapando y pod emos hallarnos frente a frente con lasrealidades del ms all por un accidente inesperadoo un fallo del corazn, es cuestin de tomar en serioy no demorar el arreglo de nuestras relaciones con

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    Dios. Reciba, pues, hoy a Cristo como a su Salvadorsi no lo ha hecho ya con tod a sinceridad y empiecea vivir desde ahora u na vida genuinam ente cristiana.

    Es ind ecible el gozo que experimentar, cuando se dcuenta d e haber hallado el mejor descubrimiento y elmejor tesoro a que aspira el insatisfecho coraznhu mano; o sea, la conviccin de que Dios es un ser realde lo cual quizs usted en algn tiempo haba du-dado y la seguridad de q