La herencia de Hegel en la hermenéutica de la historia de Hans ...
UNiVERSiDAD DE MEXiéó LA HERENCIA DE LA · "clásica", pero una obra viva, interesan ... ante...
Transcript of UNiVERSiDAD DE MEXiéó LA HERENCIA DE LA · "clásica", pero una obra viva, interesan ... ante...
UNiVERSiDAD DE MEXiéó
Quc\·edo. ".H! ,:;"d.1 es testimonio"
Sin tener en cuenta los obstáculos oteniéndolos muy en cuenta para mejorsortearlos, nuestros antepasados cumplieron una meritoria función de observaciónydenuncia,
"Perdóneme mi madre España, queestoy con enojo y digo cont¡-a ella verdades", escribe Mateo Luján. "Por decirverdades me tienen arrinconado; por darconsejos me llaman pícaro y me los despiden", exclama Alemán, por boca deGuzmán de Alfarache.
El deseo de Justicia, el anhelo de unmundo mejor, se transparentan a menudo bajo el crudo cinismo de sus héroes.O?ligados a vivir en una sociedad hipócnta, donde impera la ley del más fuerte, la violencia de sus diatribas tiene unvalor eminentemente catártico. CuandoAlemán, Quevedo o Estebanillo Gonzáleznos hablan del hampa, no olvidan que esel resultado lógico de una estructura social y, en muchos casos, no vacilan en dirigir sus flechas contra ésta. "Digo ladróna los pobres pecadores como yo -explicacon amargura Guzmán- que con los bdrones de bien, con los que arrastran gualdrapas de terciopelo, con los que revistensus paredes con brocados y cubren el suelo con oro y seda turquí, con los que nosahorcan a nosotros, no hablo, que somosinferiores dellos y como peces, que losgrandes comen a los pequeños". Y respondiendo a los que le acusan de ser comoellos y encubrir sus mentiras, engaños yfalsedades, el héroe de Alemán pregunta:"¿ heme yo de andar tras de ellos, dandomemoriales, y cuanto más y mejor entablado tenga el negocio, llegue de travésel señor don fulano y diga ser disparate,porque le tocan las generales, y dé consu poder con el suelo con mi pobreza?"
Como acertadamente señala Angel Valbuena, la Picaresca aparece en una épocaen que predominaba la literatura idealista: "Entre esta literatura, que en s'us diversas modalidades, tenía el idealismocomo único posible común denominador,el Lazarillo, con su realismo penetrante,con su sencilla y familiar expresión, mar-
Por Juan GOYTISOLO
inmediatamente cautivados. Es una obra"clásica", pero una obra viva, interesante, actual, contemporánea.
Si buscamos una explicación a este hecho -que cada lector habrá verificadopor su cuenta -no tardamos en encontrarla: para nosotros, lectores del sigloxx -excluyo, desde luego, historiadoresy eruditos- la herencia cultural de nuestros "clásicos" no es el conjunto de librosque en la escuela nos han enseñado a respetar y admirar, sino los que, respondiendo a nuestros interrogantes y preguntas,nos ayudan {]¡ vivir y nos sirven de estímulo y ejemplo.
En otras palabras: la apreciación de laobra de nuestros antepasados viene determinada por la secreta exigencia de encontrar en ella una solución a nuestrosactuales problemas. Escritores del sigloxx acudimos a los clásicos en la medidaque nos sirven de brújula y de guía parala realización de nuestra propia obra.
Decía André Malraux que no es elhombre quien está sometido a la Tradición, sino la Tradición la que está sometida al hombre: "Los objetos llamados lielIos cambian, pero los hombres llamanbelleza a aquello que les permite expresarse más, sobrepasarse a sí mismos."
Por esta razón, es absurdo proponerhoy día como ejemplo aquellas obrasque, como la poesía de Garcilaso, pongamos por caso, tenían su razón de ser enun contexto y dentro de una estructurahistórica hoy desaparecidos. Trasladadasa un terreno refractario resultan anacrónicos y cualquier esfuerzo que se hao-apor imponerlas está condenado al fraca~.
Imitar a los clásicos, no porque seanclásicos, sino porque se mantienen ':Jivos.Lo contrario me parece una actitud errónea, cuyas consecuencias, en el orden cultural de un país, pueden ser catastróficas.
"El pasado esplendor agobia y, paracolmo, agosta las voluntades" -dice Cela, con gran agudeza, en El viaje a laAlcarria-. "Y sin voluntad, a lo quese ve, y dedicándose a contemplar laspretéritas grandezas., mal se atiende alproblema de todos los días. Con la panzavacía y la cabeza poblada de dorados recuerdos, los dorados recuerdos se vancada vez más lejos y al final y sin quenadie llegue a confesárselo, ya se dudahasta de que hayan sido ciertos algunavez: ya son como un caritativo e inútilvalor entendido".
JII
¿ De qué modo nos ayud~ a vivir, sepreguntará el lector, un género de nove,la como la Picaresca?
Una lectura detenida de ·la obra de-nuestros clásicos, desde el Lazarilo aTorres Villarroel, pasando por Guzmánde ~lfarache, .el Buscón y el extraordinano Estebal1l11o González, nos ofrece,ante todo, una magnífica lección de verdad. de valentía.
1
HERENCIA DE LA
PICARESCALA
JI
V cJásquez, fragmento de Los Borro.~hos
L AS. ~ALABRAS Cultura, Tradició~1: ClaSICIsmo -como tantas otras tormulas consagradas por el uso- supo
nen un valor entendido que muy pocasveces nos detenemos a analizar. En laescuela nos han enseñado a respetarl3sdesde niños y en las conversaciones, laradio y los periódicos las oímos repetirtodos los días.
Sin embargo, basta examinarlas concierto detenimiento para que su contenido nos parezca sospechoso. Lo que unoentiende por ellas, no concuerda con loque entiende otro y una somera lecturade dif,crentes textos nos descubre queencierran, a menudo, signi ficados distintos.
Para nosotros, lectores del siglo xx,¿ qué valor tiene Guzmán de Alfarache, elBuscón, el Lazarillo?
La pregunta me la formuló hace unosdías un compañero de pluma, a raíz demi artículo sobre la Picaresca.
N o supe qué contestarle de pronto yprometí hacerlo por 'escrito. Con algún rét~aso, le dedico modestamente estas págmas.
Decía Gide que hay obras literariascuyo valor se agota en una sola aenera-
" bClOn, y otras, susceptibles de aportar ali-mento a lectores de generaciones distintas. A dos, cuatro, diez siglos de distancia,observamos en efecto, que el tiempo noha tratado de igual manera las creacionesde nuestros antepasados. Mientras algunas se conservan frescas, intactas, la lectura de otras nos resulta difícilmente soportable.
Tratemos de leer, por ejemplo, la obrade Cristóbal de VillaIón, tan celebrada ensu tiempo, o Los trabajos de Persües 3'Segismunda. A duras penas llegaremosa la mitad. Si por el contrario, abrimoslas páginas del Lazarillo nos sentimos
UNIVERSíbAD bE MEXICO
ARTES PLASTICAS
I,
RONEL:
cia que -recuerda Brecht- pone Shakespeare en boca de Marco Antoniocuando, afirmando sin cesar la respetabilidad de Bruto, hace una sobrecogedoradescripción de su crimen, infinitamentemás convincente que su defensa del autor.
Al cabo de más de tres siglos, el relato de la batalla de N orlinguen de Estebanillo González o las descripciones deLuna en la segunda parte del Lazarillo,pueden servir aún, para el novelista español de hoy, de guía y de moclélo.
sí mismo y la posibilidad de hallar lamayor recompensa en el propio trabajo.
El juego de los fariseos no impidió, sinotodo lo contrario, qne Lucas Moser deUlm realizara una tarea de innovador enel arte pictórico. En cuanto a Pedro Coronel, abstraído de su medio, sin más 3sidero que sí mismo, careciendo de todootro aliento que no sea el propio, ha realizado una vasta y poderosa obra muypoco común en nuestro tiempo.
En 1955 Pedro Coronel había adquirido compromisos. Tenía, ya, una cit;¡consigo, debía alcanzarse a sí mismo, encontrarse, ganarse la partida, realizar esaoperación mística, de perseguido perseguidor, en la cual tantos artistas han dejado la piel.
Como es natural, mientras hacía esasu "guerra florida", sin saber si iba aganar o a perder, estaba tan oC'tlpado,'que su trabajo no podía ser más que loque era: un medio de conquista, no laconqui sta en sí.
N o c1be duda de que en los últimoscuatro años, este pintor ha multiplicadoy transformado su cuota temporal; haconvertido un año en tres, tornando eltiempo físico en tiempo mágico. Entre suobra de 1955 y la de ahora, casi no existe relación. Su evolución ha sido veloz,profunda, milagrosa, en todo desproporcionada a la cantidad de cuatro años.
Aquel pensamiento lírico· que creabamuchachas como velas, y velas como mu-'chachas sorprendidas, ha dejado paso
COINESPERADO
Por Emtice ODIO
R OPINTOR
VI
Podríamos alargar la lista aún mis. Elinterés del Lazarillo, del Buscón o deGuzmán de Alfarache, no se ha agotadoen una generación y el hombre de la calleencuentra en sus páginas una respuest3 .1
sus problemas e inquietudes, a la vez queun estímulo y ejemplo. Sin incurrir enuna exaMeración, puede decirse que leayudan a vivir.
Mostrar que el destino del hombre esel hombre: transformar el destino enconciencia: tal es la misión del artista.
Mucho tiempo antes de que los filósofos de la praxis la formularan, la máxim3sirvió de espejo y guía a los artífices de~a Picaresca.
Escritores del siglo xx, humildemente,Gaya. "lección de inte!:'gencia" debemos esforzarnos en imitarlos.
"Grita, arte, .Qrita ~I laméntate mllcho,porque ya nadie te desl'a, ¡·ay de tU"
Lucas Moser de Ulm, Siglo xv.
derosos y necesitados. A ricos dio losbienes temporales y espirituales a los pobres ...", demuestra conocer bien la astu-
PEDU N
P INTAR O dedicarse a cualquier disciplina artística es un acto puniblecada día más tolerado, siempre y
cuando el creador no se salga un ápice delo establecido; pero el empeñado en tareas de creación que vaya más allá de loprevisible, que haga lo que nadie querbni esperaba, no puede aguardar ningunacosa. En cuartto la excepción irrumpe enel arte, inmediatamente se organizan losfariseos y asumen hs variadas actitudesque les corresponden, L nos niegan la obrasinceramente (¿ o es que no se puedeser sinceramente idiota?); algunos más,en gran número, sa·ltan la cuerda, observan con obcenidad típica, toman el partido de no decir nada; pero cuid1ndo cedar a entender que podrían, si quis:eran,decir hartas cosas. (Cultivan el mutismopara que los demás comiencen :1 sospechar que son inteligentes.) Otros, en menor número, tratan de persuadirse a ultranza -en ello les va h propia salvación- de que determinada obra no ti:,neimportancia..
Ese juego, infinitamente repetido en lahistoria del arte, consigue, siempre, locontrario de su propósito. N o aniquila alartista verdadero; le produce dolor, esverdad; pero a la vez, le aumenta su necesaria capacidad de sufrimiento, la fe en
IV
v
caba un derrotero distinto, una agudísimalección de sinceridad y verdad en arte."
La experiencia nos enseña, en efecto,que la verdad no es alg~ abstr~cto, elevado ni sublime. La mentIra se Sirve, pore! contrario, a menudo, de tales. másc~ras y, observa Brecht en Las cmco d~
f'icultades de. escribir la Verdad, hablando de cualqUIer tema, se rec?noce .:11 embaucador en cuanto se mantiene siempre'en el plano de las generalidades.
El Lazarillo, Guzmán, el BUSC?I~, noshablan de cosas simples, reales, cotidianas.Su acento es el del hombre verídico quedescribe a vida tal cual es y llama 3 lascosas por su nombre.
La Picaresca nos da, en segundo lugar,un loable ejemplo de sinceridad, de vocación.
La verdad atraviesa a veces períodosdifíciles en los que resulta más cómodoignoraría. Bucoli:mo, Idealismo, Ensoñación son refugIOs de! arte que rehuyeel compromiso.
Cervantes, Quevedo,. Alemán d.esaf.iaron estas dificultades con un coraje digno de estima, de! que su vida es ~estimo
nio. En vez de perseguir la glona y loshonores aceptaron con estoicismo losriesO"os de una existencia difícil, conocieron hel hambre y las privaciones. En van,obuscaremos en la novela actual una cntica o retrato feroz, como e! que el aut~rdel Guzmán trazó de sus contemporaneos: "Son gentes de ancha vida, de 3ncha conciencia; quieren anchuras y nadaestrecho. Saben bien que hacen mal yhacen mal por no hacer bien. I?anse paralo que quieren por desentendidos, y noignoran que se les va gastando la cuerda,estrechándose la salida y que al cabo hayeternos despeñaderos".
Su "vanidad de vanidades" 110 es abstracto e ideal como lo es, por ejemplo, elde los místicos y por ello mismo, suemoción y eficacia nos parece mucho másgrande.
Pero ni su amor a la verdad, ni su coraje bastarían por sí solos si no viniesenacompañados, asimismo, de una sutil lec~
ción de inteligencia. .La verdad, hemos dicho, 110 es nunca
algo general y está condicionada por unaserie de factores reales, concretos. El escritor no trabaja para la posteridad nipara él mismo, como mentirosamente seha pretendido, sino que se dirige siemprea un público: el de sus contemporáneosque saben leer y disponer de los mediosnecesarios para adquirir sus 1i b ros.(Siempre me ha parecido absurda la pretensión de algunos colegas, de escribir"para el pueblo". Hoy por hoy, el pueblono lee los libros de poesía. Hablar dellector virtual al lector real es la posiciónmás lógica).
Un recorrido por la Pica resca nos revela que nuestros clásicos poseían la inteligencia y la habilidad, necesaria parahacer l1egar su voz al público.
Así, cuando Mateo Alemán dice: "LaProvidencia Divina, para bien nuestro.habiendo de repartir sus dones, no car-.gándolos todos a una banda, los fue distribuyendo en di ferentes modos y personas para que se salvasen todos. Hizo po-