Ultrajes Barrocos

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 ULTRAJES BARROCOS A TRA VÉS DE LA PRÁCTICA ARTÍSTICA DE JESSICA HARRISON Y SHARY BOYLE, POR LORENA AMORÓS BLASCO HTTP://REVISTAFAKTA.WORDPRESS.COM/2013/10/12/ULTRAJES-BARROCOS-A-TRAVES-DE- LA-PRACTICA-ARTISTICA-DE-JESSICA-HARRISON-Y-SHARY-BOYLE-POR-LORENA-AMOROS- BLASCO/ Son múltiples los estudios ensayísticos encaminados a pensar nuestra contemporaneidad en términos barrocos. La relación de investigaciones específicas en torno a esta vuelta o, más bien persistencia, ha sido extendida por autores como Walter Benjamin (  El origen del drama barroco alemán, 1925), Peter Bürger ( Teoría de la vanguardia, 1987), Craig Owens (  El impulso alegórico. Contribuciones a una teoría de la posmodernidad, 1984) y Benjamin Buchloh (Procedimientos alegóricos: apropiación y montaje en el arte contemporáneo , 1982). A través de ellos se tras luce la persevera ncia del concep to de alegoría como emblema de la posmodernidad o, lo que es lo mismo, la posmodernidad como imperio de la alegoría. Al respecto, José Luis Brea, en su libro Nuevas estra tegias aleg óricas (1991 ), propo ne reconoc er en los lenguajes contemporáneos de las artes plásticas una tendencia a desarrollar estrategias enunciativas de carácter alegórico resultantes de las economías barrocas de la representación. Con posterioridad, en Noli me legere. El enfoque retórico y el primado de la alegoría en el arte contemporáneo (1999), el mismo autor revisa el concepto alegórico partiendo tanto de panegiristas como de detractores contempo ráneos. En el primer caso, como segu idores del proceso de rehabilitación de la alegoría iniciado por Benjamin, además de Bürger, Owens y Buchloh, encontramos autores tan diversos como Gianni Vattimo, Massimo Cacciari, Gilles Deleuze o Hans-Ge org Gadamer, que des de distintos puntos de vista co inciden en detectar y analizar el carácter necesariamente alegórico del pensamiento contemporáneo. De otra parte, significativa resulta la detracción explícita de Jorge Luis Borges cuando, precisamente él, autor alegórico por excelencia, despliega contra el arte aleg órico “un bombardeo inmisericorde de ataques in crescendo, tachándolo de “intolerable, estúpido y frívolo” (Brea, 1999, p. 56). Como señala Brea, “esta crítica de la alegoría es por Borges soportada en la crítica de Benedetto Croce, para quien la alegoría es monstruosa porque aspira a cifrar en una  forma dos contenidos: el inmediato o literal y el figurado. Juzga que esa manera de escribir comporta laboriosos enigmas” (Brea, 1999, p. 60) y postula la necesidad de resolución de dicho dualismo alegórico (Croce). En este texto se dará cabida a la rehabilitación de la alegoría iniciada por Walter Benjamin y continuada por sus seguidores. Aquella que tiene la “capacidad de transgresión de límites” (Brea, 1999, p. 49), que aniquila la realidad inmediata, la realidad sensible. Por ello, conviene señalar en primera instancia que se aludirá al térmi no alegoría para designar “no tanto el discurso que expresa una verdad conceptual a través de un sistema de símbolos dotados de

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ULTRAJES BARROCOS A TRAVÉS DE LA PRÁCTICA ARTÍSTICA DE JESSICA HARRISON Y SHARY BOYLE, POR LORENA AMORÓS BLASCO

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  • ULTRAJES BARROCOS A TRAVS DE LAPRCTICA ARTSTICA DE JESSICAHARRISON Y SHARY BOYLE, PORLORENA AMORS BLASCO

    HTTP://REVISTAFAKTA.WORDPRESS.COM/2013/10/12/ULTRAJES-BARROCOS-A-TRAVES-DE-

    LA-PRACTICA-ARTISTICA-DE-JESSICA-HARRISON-Y-SHARY-BOYLE-POR-LORENA-AMOROS-

    BLASCO/

    Son mltiples los estudios ensaysticos encaminados a pensar nuestra contemporaneidad entrminos barrocos. La relacin de investigaciones especficas en torno a esta vuelta o, msbien persistencia, ha sido extendida por autores como Walter Benjamin (El origen del dramabarroco alemn, 1925), Peter Brger (Teora de la vanguardia, 1987), Craig Owens (Elimpulso alegrico. Contribuciones a una teora de la posmodernidad, 1984) y BenjaminBuchloh (Procedimientos alegricos: apropiacin y montaje en el arte contemporneo,1982). A travs de ellos se trasluce la perseverancia del concepto de alegora como emblemade la posmodernidad o, lo que es lo mismo, la posmodernidad como imperio de la alegora. Alrespecto, Jos Luis Brea, en su libro Nuevas estrategias alegricas (1991), propone reconoceren los lenguajes contemporneos de las artes plsticas una tendencia a desarrollar estrategiasenunciativas de carcter alegrico resultantes de las economas barrocas de la representacin.Con posterioridad, en Noli me legere. El enfoque retrico y el primado de la alegora en elarte contemporneo (1999), el mismo autor revisa el concepto alegrico partiendo tanto depanegiristas como de detractores contemporneos. En el primer caso, como seguidores delproceso de rehabilitacin de la alegora iniciado por Benjamin, adems de Brger, Owens yBuchloh, encontramos autores tan diversos como Gianni Vattimo, Massimo Cacciari, GillesDeleuze o Hans-Georg Gadamer, que desde distintos puntos de vista coinciden en detectar yanalizar el carcter necesariamente alegrico del pensamiento contemporneo. De otra parte,significativa resulta la detraccin explcita de Jorge Luis Borges cuando, precisamente l,autor alegrico por excelencia, despliega contra el arte alegrico un bombardeoinmisericorde de ataques in crescendo, tachndolo de intolerable, estpido y frvolo (Brea,1999, p. 56). Como seala Brea, esta crtica de la alegora es por Borges soportada en lacrtica de Benedetto Croce,para quien la alegora es monstruosa porque aspira a cifrar en unaforma dos contenidos: el inmediato o literal y el figurado. Juzga que esa manera de escribircomporta laboriosos enigmas (Brea, 1999, p. 60) y postula la necesidad de resolucin dedicho dualismo alegrico (Croce).En este texto se dar cabida a la rehabilitacin de la alegora iniciada por Walter Benjamin ycontinuada por sus seguidores. Aquella que tiene la capacidad de transgresin de lmites(Brea, 1999, p. 49), que aniquila la realidad inmediata, la realidad sensible. Por ello, convienesealar en primera instancia que se aludir al trmino alegora para designar no tanto eldiscurso que expresa una verdad conceptual a travs de un sistema de smbolos dotados de

  • retornos codificados y tendencialmente unvocos, sino, sobre todo, a aquel discurso que es deverdad conscientemente excntrico con respecto a lo que quiere decir, en cuanto no logradecirlo completamente o directamente (Vattimo, 1979, p. 162). De modo que cuando nosrefiramos al concepto de barroco, lo haremos desde una perspectiva donde lo alegricofunciona en sentido global porque extirpa algn componente a la totalidad de la obra,sustrayndola de su funcin, de manera que la significacin integral slo se adquiere en otradimensin de la realidad, cuando dichos fragmentos que son como ruinas y que entraan unacierta expresin de lo melanclico, se vinculan de forma insospechada. Hablamos entonces deultrajes barrocos en la obra de Jessica Harrison y Shary Boyle, en tanto que ambas artistassometen sus respectivas obras a una infinidad de mutaciones en el cdigo gentico de lasmismas hasta suplantar un universo concreto de significantes estticos relacionados conaspectos del kitsch. A partir de este concepto esttico y cultural, que designa la inadecuacinesttica en general y permite comprender en gran medida las formas de la cultura y el artecontemporneo, estas artistas crean nuevas frmulas discursivas e ironizan sobre la historiadel concepto de belleza en sus formas artsticas, sociales y mercaconsumistas. Cada pieza desus respectivos proyectos, transgrede con violencia el discurso tradicional relegado a lahistoria del material porcelnico, habitualmente, de consumo femenino e interiorizado por laspropias mujeres como parte de la escenografa domstica, del hogar. De este modo, sus obrasse desligan de la apariencia inocente que se asocia a las figurillas de dicho componente y,arrastradas fuera de sus mundos ideales, ambos trabajos afrontan una serie de catstrofessurrealistas que se resuelven en mutilaciones y deformaciones con el fin de desafiar elcarcter pasivo y delicado de la porcelana. El estado de estos objetos se transmuta enexpresiones de sentimientos encriptados que oscilan entre el deseo y el sadismo ms profano,donde lo violento se pierde en la representacin tal y como en el trauerspiel barroco deWalter Benjamin.1. Deconstruyendo a PigmalinDecan los clsicos que los dioses habitan y visten las formas que la imaginacin del hombreles atribuye. Este es uno de los significados del mito de Pigmalin. Como cuenta Ovidio en suMetamorfosis, Pigmalin tall una estatua de marfil de la que se enamor y suplic a Venusque le otorgara vida. La diosa, atenta al amor sincero de ste, convirti en realidad su deseo,y Pigmalin por fin bes una boca verdadera. En otras versiones, Pigmalin se enamora dela misma Afrodita, pero ante la negativa de la diosa de yacer con l, crea una estatua a la quevenera, habla, besa y acuesta en su lecho, por lo que ella, contenta por estas muestras de amor,da alma y vida a la estatua como Galatea. Esta fantasa de que el hombre cre a la mujer, yotra ms osada, como comenta Pilar Pedraza (1998, p. 19), que procede de ella: la de que elhombre produce criaturas femeninas ms hermosas y mejores que las mujeres, con las quepuede sustituir a stas con ventaja para lo bueno y para lo malo, para el amor sublime y parala paliza mortal, tiene todava hoy lamentables incursiones tanto en la ficcin artstica comoen la sociedad actual. De ah que manifestaciones artsticas contemporneas se revelen contradicha falacia y reivindiquen, desde distintas perspectivas, la reconquista de una nueva miradafemenina que tire por tierra esa obstinacin masculina, centrada en el deseo de crear ydifundir soadas Galateas. Si bien las formas de enfrentarse a estos supuestos generalmente sehan realizado desde el activismo ms radical, feminista, gay y lesbiano, otras formas ligadas ala representacin apuntan igualmente en este sentido.

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  • Jessica Harrison, Myjane, porcelana, 2010.http://www.jessicaharrison.co.ukLa obra de Jessica Harrison y Shary Boyle puede interpretarse como un ejercicio deresistencia y denuncia contra los regmenes totalitarios y/o la violencia de gnero que parte dela contra/representacin femenina. Ambas artistas, a travs de las figurillas que fabrican,tratan de deconstruir las connotaciones derivadas del material porcelnico, tratando dedesmantelar la extendida y machista creencia segn la cual el cuerpo de la mujer connota ser-objeto-de-contemplacin, as como alertarnos de los peligros que entraa esta perspectivafalocntrica. La mutilacin y la representacin del cuerpo abierto y desmembrado de estasmujeres minerales con vestimenta victoriana, adems de entraar un carcter siniestro ymelanclico, de ruina, tambin conduce a cuestionar la idiosincrasia de las autoras de susheridas, y denunciar con maysculas el deseo masculino de fantasear sobre la posesin dedichas representaciones/mujeres. Al respecto, el hecho de que las creadoras de estas figuraslaceradas y descoyuntadas sean mujeres, nos ayuda a remarcar que lo simblico femenino noest cerrado y por consiguiente, su imaginario abre un espacio distinto para representar a lamujer o hablar de ella desde una posicin agresiva. Esta forma de rechazar la posicin deotredad que se le asigna en relacin con el orden simblico del lenguaje, es sumamente

  • relevante y da cuenta del aspecto crtico de las representaciones que nos conciernen, las cualescritican la base patriarcal y se reafirman en nuestro contexto contemporneo desde un puntode vista activo. De manera que el propsito de descolonizar el cuerpo femenino y explorar laimagen de la mujer a travs de estrategias alegricas, nos lleva a encontrar puntos deconexin entre lo delicado y lo monstruoso, entre lo frgil y lo crtico, entre lo bello y elcadver, entre la vida y la muerte. El excntrico entrelazamiento de estas significacionessobrecarga de sentido el espacio de la representacin al que se remiten y su puesta en escenatransgrede los valores culturales heredados, al tiempo que proporciona una visin alternativa eirnica contra la estatuilla de ideologa burguesa, manifestando la tensin existente einquietante entre los estadios psicolgicos y sociolgicos. En este contexto, Pigmalin pareceno ser un buen hacedor, pues la belleza de sus posibles figuras se reafirma en el detalle de lomaltrecho, de la herida, de lo vejatorio. No obstante, como subraya Pilar Pedraza (1998, p.127) esta fantasa de la estatua que cobra vida gracias al amor de un hombre tiene sucontrapartida en la mujer que se petrifica como castigo por algn pecado femenino. Al parecerno hay manera de estar a salvo.

    2. El fetiche violentado

    Las figurillas de porcelana de Jessica Harrison y Shary Boyle, podran considerarse comofetiches violentados, como una forma de conceptualizar la muerte y, por tanto, en su acepcinde amuleto, de neutralizar la autoridad de la misma. Este efecto apotropaico vinculado alobjeto que asegura la proteccin de su dueo, dota entonces al discurso global de una manerade significacin integral desde la dimensin mgica de otra realidad sobrenatural, que puedellevarnos a modificar los hechos futuros. La violencia que representan estas figurillas, se dapor tanto en el relato de cada una de ellas e implica una identificacin de reciprocidad entreobjeto y sujeto. La representacin del cuerpo violentado de la mujer puede asimismo evocaralegricamente hechos circunstanciales, sociales y polticos que tienen que ver con laviolencia de gnero en la actualidad, por lo que los ultrajes que representan podranconcebirse como una forma de sortilegio de dicha violencia. La idea de concebir estasfigurillas como amuletos, potencia su lado misterioso de deseo y fantasa, el cual entronca conel carcter de objeto irracional de corte surrealista. Tal evocacin, decididamente siniestra, fueprecisamente motivo de fascinacin entre los surrealistas, obsesionados con el carcterextraamente (in)humano del maniqu, del autmata, de la figura de cera, de la mueca, todosavatares de lo siniestro y todos ejecutantes del imaginario surrealista (Foster, 2008, p. 213).No obstante, el poder de estas figurillas de convertirse en talismanes, si bien de una naturalezaalgo demoniaca por su poder de confusin entre la vida y la muerte, se pone del lado derituales feministas, justo en la medida que pueden salvarnos metafricamente de laviolencia masculina y atentar contra el concepto estereotipado de belleza. Un concepto quetodava hoy sigue doliendo tanto a las mujeres sanas convertidas en enfermas y pasivas por laciruga esttica, como a las mujeres que son agredidas por sus parejas y posteriormentevctimas de crmenes de gnero. No es por tanto casualidad, que las figurillas de porcelana deestas dos artistas nos remitan a la poca victoriana. Un periodo basado en la represin sexual(sexualidad del tobillo: mostrar un tobillo era considerado algo escandaloso) y en lainfravaloracin de la mujer, transformada en responsable de todos los males sociales.En alusin a las normas de la moral victoriana, podemos observar cmo Jessica Harrison envarias de sus obras de 2010, como Ruby y Georgina, cita con sarcasmo y humor negro losrituales de cortejo y el contrato matrimonial de esta poca profundamente patriarcal. Ambasobras, vestidas con traje de novia, dan cuenta del desenlace fatal del relato que probablementenarran: El pretendiente no poda iniciar una relacin sin negociar antes con los padres de lanovia. De modo que si estos aceptaban la peticin, el joven poda comenzar a cortejarla,

  • inicialmente siempre en la casa de ella y en presencia de algn familiar que ejerciera comocarabina hasta la fecha estipulada para el matrimonio. Durante el noviazgo, ambas familias seponan de acuerdo sobre la tasa de las dotes y luego, ante un notario, realizaban la firma delcontrato matrimonial. En este mbito, el matrimonio, en esencia, era una forma de estableceracuerdos econmicos, por lo que en la mayora de las ocasiones, y sobre todo entre las clasesaltas, el matrimonio tena una mera funcin prctica y estaba desprovisto de amor. De maneraque la castidad deba presidir las relaciones de la pareja dentro del matrimonio, ya que fuerade l slo podan encontrarse bajas pasiones. No es de extraar que la muerte, y en este casola decapitacin o la degollacin, fuera la forma de acabar con la vida de muchas mujeres,esposas o prostitutas, subordinadas por completo al hombre en todos los aspectos.

    Jessica Harrison, Ruby, 2010.http://www.jessicaharrison.co.ukParadjicamente, que los objetos de porcelana contribuyeran al placer, a las fiestas de galadonde se coma, se rea y se amaba alegremente con la ingenua conviccin de que el estado detodas las cosas no sera nunca alterado, es significativo cuando nos centramos en estas obras.Ellas desestructuran alegricamente la construccin masculina en torno a la imagen de la

  • mujer, tanto en pocas pasadas como en la contemporaneidad, abofeteando a travs de suimagen lacerada los posibles deseos de sus amantes. La fetichizacin del crimen, colabora portanto a desactivar la representacin resultante de la misma, y convertir a estas estatuillasminerales, en vctimas de un espectculo tolerable, donde la violencia es fcil de metabolizarpor el carcter presente y supuestamente eficaz de amuleto.

    3. La decapitacin y el canibalismo como estrategia reinvindicativa de lo femenino

    Unidad plural, unidad ensimismada. Otramente: mismamente. Yo y los otros, mis otros; yoen m mismo. Reconciliacin pasa por disensin, desmembracin, ruptura y liberacin. Pasa yRegresa. Es la forma original de la revolucin, la forma en que la sociedad se perpeta a smisma y se reengendra: regeneracin del pacto social, regreso a la pluralidad original. Alcomienzo no haba Uno: jefe, dios, yo; por eso la revolucin es el fin del Uno y de la unidadindistinta, el comienzo (recomienzo) de la variedad y sus rimas, sus alteraciones ycomposiciones (Paz, 1996, p. 80) .

    Shary Boyle, Figures, 2005. http://www.sharyboyle.com. Jessica Harrison, BroquenSeries, 2005. http://www.jessicaharrison.co.uk

    En la obra de Jessica Harrison y Shary Boyle, la representacin del rostro de sus respectivasfiguras de porcelana se realiza, en repetidos casos, a travs de su decapitacin. Estedescabezamiento ficticio involucra una voluntad de autodestruccin, si concebimos que todaobra creativa supone en su lmite un esfuerzo de introversin, es decir: de autorretrato.Apuntando a este vnculo, afirmando que el artista es una parte no desdeable de su propiaobra y a la inversa, podemos insistir en la idea de una voluntad de afirmacin a travs de laautodestruccin (Amors, 2005, p. 369), que nos remite directamente al narcisismo

  • destructivo, para algunos, particularmente femenino. Como seala Estrella de Diego (2005,p. 62), el sndrome Ofelia prolifera desde la segunda mitad del siglo XIX travestido yreinterpretado por versiones divergentes, que se traducen en una nica idea: laautoaniquilacin. Desde esta posicin, ambas artistas asumen al unsono el papel de vctimasy verdugos en la creacin de su respectivo trabajo. Esta estrategia de carcter reflexivodevuelve con respecto a las caractersticas tradicionales del gnero, si las ideamos comoautorrepresentaciones, la transgresin principal, el cambio subversivo por el que ambascreadoras reivindican la feminidad a travs de la autoagresin. Un reclamo efectivo quedesestabiliza y remueve las convenciones relativas a la construccin de la identidad sexual.Como seala Melanie Klein la existencia de sujetos femeninos agresivos trastoca lashabituales oposiciones binarias y por tanto, la agresin deja de ser un elemento de ladiferencia sexual para transformarse en opcin de reivindicacin feminista (Cunillera, 2005,p. 222). Por consiguiente, las obras mencionadas pueden desentenderse de ser pensadas comoeptome de los miedos masculinos o yoes heridos hasta la anulacin. Estos objetos/figura allmite, son producidos por sus creadoras como una especie de amuletos, idea a la que nosreferamos en el punto anterior, en los que proyectan su identidad, siempre en torno a laagresin y a los esfuerzos por limitarla. De ah que las lesiones manifiestas, la visibilidad delas entraas, la humillacin y la muerte patentes, den forma al aspecto general de la obra deHarrison y Boyle. Tanto en Broken Series como en Flesh and Blood, respectivamente, laherida, constituye una va simblica de reafirmacin femenina.

    Las obras se autoexcluyen de la esfera patriarcal y sus mutilaciones, decapitaciones,desmembramientos, magulladuras, degollaciones, les permiten liberarse de la miradamasculina y por tanto, de la castracin. El desafo que supone reivindicar la feminidad atravs de la autoagresin, contribuye a la reformulacin ilimitada de las pasiones de Galatea.Por lo que esta cuestin resulta operativa en la medida que contradice y escapa a los deseos decualquier Pigmalin. Las representaciones de la violencia desde la subjetividad femenina seasocian entonces a la autorrepresentacin como un giro en torno al gnero.

    Shary Boyle, To Rejection Of Pluto, To ColonizeThe Moon ,2008.http://www.sharyboyle.com

    En el caso de Shary Boyle, como podemos observar en sus piezas, To Colonize The Moon(2008) y To Rejection Of Pluto (2008), existe adems un empeo por ubicar a sus figurillasen una escenografa rapaz, idnea para engullirlas y que a la vez, en una suerte de ouroboros,estas representaciones ingieran al espectador convertido igualmente en imagen por el deseo deidentificarse con ellas. Esta metfora del canibalismo, puede entenderse desde supuestos

  • alegricos si concebimos que la obra es producida sobre fragmentos y no como un todoorgnico, ya que el carcter de montaje establecido a travs de una previa fragmentacin serevela () como el rasgo y el carcter fundamental del procedimiento alegrico (Brea, 1999,p. 75). La base de esta especie de collage se sustenta en la reinterpretacin de temasmitolgicos. A travs de los cuales, Boyle propone una mirada subversiva con el fin decriticar el vnculo tradicional por el que se asocia a la mujer con la naturaleza. Las formasonricas, extraas y fantsticas, las transformaciones y mutaciones que muestran sus figurasfemeninas, aluden a la supremaca de las heronas mitolgicas, evidenciando una imaginerafantasmagrica, donde el papel activo de la mujer se subraya. En To Colonize The Moon,Boyle parece aludir al momento previo de la muerte de Cetus a manos de Perseo, quien utilizpara este fin la cabeza de Medusa, una de las gorgonas que segn la mitologa griega tena elpoder de convertir en piedra a cualquiera que se cruzara en su camino y cuya sangre, adems,poda reanimar a los muertos. Este mito en el que se alude a la decapitacin de una mujer porsu poder sobrenatural nos remite de nuevo a las figurillas descabezadas de ambas artistas,donde se subraya precisamente la importancia del rostro como objeto privilegiado ydepositario de la identidad tradicional, a travs de su dislocacin. Tal forma de romper con launicidad imperante de la identidad, conforma una perspectiva radical que puede aportar algonuevo a dicho concepto si interpretamos esta ruptura morfolgica como un ataque a lasomnolienta homogenizacin del mismo. El concepto de identidad necesita entonces serdestruido para reconstruirse, y mostrar claramente la crueldad de vivir una existencia que sesustenta en la tensin de morir (Amors, 2005, p. 345). No deja de ser curioso que la mantisreligiosa comience su ingesta por la cabeza, desposeyendo rpidamente al macho de laidentidad que la propia hembra pierde al devorarlo. Como dira Mara Cunillera (2005, p.221), se trata de adoptar una etiqueta impuesta para manejarla en provecho propio, de maneraque la Medusa pueda exhibir su sonrisa triunfante. As, la mujer agresiva deja de ser elcompendio de los temores masculinos, la coartada para su represin y el anverso de la vctimadel castigo, pues ahora es ella quien produce sus propias imgenes. Ahora, la framineralidad es soada por Galatea y Pigmalin slo puede mantenerse al margen.

    4. Nocin de vctima y cadver en la obra de Jessica Harrison y Shary Boyle

    En El arte y su sombra, Mario Perniola advierte dos tendencias opuestas que se hanenfrentado y han combatido a lo largo de la vida cultural de Occidente sin que jams ningunade ellas llegara a obtener una victoria definitiva sobre la otra (2002, p. 17). La primeratendencia centra su atencin en las nociones de separacin, alejamiento y suspensin, yconsidera la actitud esttica como un proceso de catarsis y de des-realizacin. La segundatendencia, por el contrario, confiere un nfasis especial a la idea de participacin, deimplicacin, de compromiso, y piensa el arte como una perturbacin, una fulguracin, unshock. Sin embargo, las obras de Jessica Harrison y Shary Boyle, participan de ambas, por loque podran situarse a medio camino entre una y otra, ya que si bien ambas artistas parten dela representacin esttica, el discurso de denuncia contra los regmenes totalitarios y/o laviolencia de gnero que integran sus figuras de porcelana, est en sintona con la idea decompromiso que propugna la segunda tendencia citada. La escenificacin de la potica de laruina barroca se lleva a cabo, en ambos casos, a travs de la representacin de la mujerviolentada y/o de su cadver. Esta exhibicin que alude a una experiencia lmite, nos lleva asubrayar que la subjetividad femenina que se traduce, se forma en torno a la agresin y losesfuerzos por limitarla. El cadver que vemos representado, se reafirma en este concepto deruina y suprime, de forma fragmentaria, la funcin sexual para las pulsiones de vida o deEros. El reducto melanclico presente, dialoga entonces de manera alegrica en el sentidoirnico de la forma, y su poder alucingeno puede ser capaz de prometernos una fcil catarsis,ms all los lmites tradicionales. Como seala Mara Cunillera (2005, p. 222), a diferencia

  • de Freud, la insistencia de Klein en la agresin y la pulsin de muerte desestabiliza lasconvenciones relativas a la construccin de la identidad sexual, pues la existencia de sujetosfemeninos agresivos trastoca las habituales oposiciones binarias. En este sentido, comosealbamos anteriormente, puesto que la representacin de la mujer violentada o de sucadver no resulta deseable, o si lo parece es nicamente para un grupo masculino mucho msreducido, aquel de los psicpatas necrfilos, sta puede escapar libremente de talesapetencias. El recurso de lo siniestro, ayuda as a salvar a estas figurillas de las perversionesfalocntricas; y puesto que la fantasa de la seduccin despierta una sexualidad contra la cualel sujeto se defiende (Foster, p. 131), lo siniestro se distingue en estas obras por elsentimiento de extraeza que despiertan a travs de su representacin histrica. No obstante,estas figuras heimlich(familiares) que nos remiten al siglo XIX, sevuelven unheimlich (siniestras) en nuestros das, no slo por el salto temporal, sino por lodesconcertante de sus agresiones, de su percepcin cadavrica. Una imagen con la que nosidentificamos, pues como afirma Clment Rosset, la efigie que nos devuelve el cadver comoespejo de la muerte, es un doble de m mismo absoluto, perfecto, irrecusable, la ms fielimagen que pueda yo tener de m (Rosset, 1995, p. 129).

    En este sentido, si el smbolo se da pues de una vez, integro y conciso, concreto y compacto,inmediato, igual a s mismo, esttico, eterno y definitivo, la alegora (presente en estas obrascon descortesa), se abisma en la duracin, se despliega y ensancha y extiende flotando en elcurso del acontecer, abierto, difiriendo de s (Brea, 1999, p. 35). Por lo que los ultrajesbarrocos propuestos en cada figurilla de porcelana de Jessica Harrison o Shary Boyle,rompen y van ms all del significado nico de su apariencia. Nada en sus respectivas obrases limitado, todo apasiona, al igual que la mayor parte se rompe, por lo que su misterioabruma y hierve en las entraas del concepto alegrico, del barroco, pues slo a travs delcadver puede imponerse la alegorizacin de la physis.

  • Jessica Harrison, Emily, (detalle de Broquen Series),2010.http://www.jessicaharrison.co.uk

    Llegados a este punto, conviene subrayar cmo las imgenes que nos lanzan a bocajarro, tantoJessica Harrison como Shary Boyle, aluden a la representacin del cuerpo femeninoviolentado o a la muerte del mismo, exhibiendo a travs de malabarismos alegricos unapercepcin dislocada del yo que puede traducirse como rechazo a la violencia. Partiendo deeste supuesto, observamos que:

    1. La fetichizacin de esta imagen de muerte ayuda a desactivar la misma, y convertirla en unespectculo aceptable en el sentido de amuleto.

    2. Siguiendo el pensamiento de Melanie Klein, la violencia se transforma en opcin dereivindicacin feminista y en este sentido adquiere formas de canibalismo.

    3. Las figurillas transgreden el discurso tradicional relegado a la historia de la porcelana comomaterial de consumo femenino y, al respecto, pueden interpretarse como un atentado a canonde belleza instaurado en el imaginario masculino, lo cual tiene consecuencias en el discursofeminista porque atacan alegricamente el concepto de belleza como expectativa masculina.

    L.A.B.[Texto revisado del ensayo publicado en la revista Arte y Polticas de Identidad, n 6,Universidad de Murcia, junio, 2012, pp. 99-111. Descargar PDF Lorena Amors,FAKTA, octubre 2013Referencias

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