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Todo empezó cuando un niñatosalió del mundo. Cuando dejóde fingir estar vivo y clavóuna silla de jardín en laluna para sentarse aobservar toneladas demiseria que ensuciaban elplaneta azul. El perfectopadre de familia que salepor la puerta con unasonrisa en la cara, sabiendoque la pasada noche no habíatenido cuidado y la palizahabía dejado cardenalesvisibles por el cuerpo de sumujer. La ama de casa que vaal mercado y mantiene unaconversación sobre el tiempocon la solterona del barrio, mientras piensa quesi fuese ella, hubiese apretado el gatillo de lapistola que guarda en su mesilla hace muchotiempo. El profesor de gimnasia que acude a lareunión de profesores, aún disfrutando delrecuerdo de las tres clases que se había pasadosobando las partes más íntimas de los cuerpospubescentes de sus alumnas. El ejecutivo quedetiene su jornada para tomar el café de las11:00, esperando tener esa noche el valor parasaltar del noveno piso de su lujoso edificio y

caer sobre su Lexus recién comprado.

¿Qué demonios nos pasa? ¿Por qué esapreocupación por guardar las apariencias? ¿Esque no tenemos suficiente con soportarnosnosotros mismos que además nos tenemos que andarapurando por cómo nos ven los demás? ¡Basta ya!

El mundo es un puto circo. Cada uno se tiene quetener bien aprendido su número si no quierequedarse limpiando los culos de los elefantes alas tantas de la mañana bajo la preciosa luz delas estrellas. ¿Y qué pasa si no nos apetecehacer piruetas? ¿Y qué pasa si salimos allí ymiramos al techo? ¿Tan malo sería un cara a caracon la vida durante unos segundos? ¿Tanto miedonos da que la rutina aburrida y monótona que nosacompaña desde hace años nos mire de vuelta? ¿Esque siempre necesitamos algo que nos saque denosotros mismos? ¿Acaso podemos pensarprofundamente en nuestra existencia sin que losinstintos suicidas vengan a tomar el té?

Cómprate una gorra roja de caza y haz que tucerebro se derrita. Hazte con un piano y tocadentro de un maldito armario. Siente el centenoentre tus piernas y no dejes que los niños seacerquen a los barrancos. Sé el guardián entrela miseria.

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El guardián entre el centeno,J. D. Salinger

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Las casas de muñecas siempre mehan encantado. Son como un miniuniverso donde todo es perfecto enunos maravillosos tonos pastel.Perfecto en el sentido másenfermizo de la palabra. Hay algosobre lo inmaculado realmenteterrorífico. Y lo que pasa cuandoagitas entre tus manos una de esascasitas en miniatura es que todomuestra su verdadera cara. Lossecretos salen y el más impecablede los rostros se torna

horripilante y monstruoso. El más puro de loscorazones escupe su más oscura perversión.

Los suburbios de New Jersey hansido la casa de muñecasparticular de Todd Solondzdurante gran parte de su vida.El director y guionista de cineindependiente, en ocasionescriticado por la crudeza de sushistorias, encontró en lapelícula Welcome to theDollhouse el reflejo de unasociedad enferma, máspreocupada por aparentar estarsana que por curarse. Y siguió

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Welcome to the Dollhouse, 1995

Todd Solondz

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por ese camino trash con películas comoStorytelling, Palíndromos o Happiness.

La pequeña Dawn (protagonista de Welcome to thedollhouse) es un niña un tanto especial que esvíctima del bullying, tanto de los matones delcolegio como de sus estupendos padres, de sudulce hermanita, y de su responsable y brillantehermano. Hasta ahí todo parece de película deAntena3, pero el filme se ve arrasado por untono de amargura, maldad y una fuente inagotablede humor negro. Los personajes son ácidos a másno poder. Escenas como la de Dawn con unmartillo en la mano mientras ve dormir a supreciosa hermanita o la escena del matón quellama a su casa y dice “te voy a violar al salirde clase, no faltes” no dejan indiferente anadie. La pubertad como nunca nadie la habíacontado. Cruda, rara, molesta y llena de mierda.La historia se presenta desnuda ante losespectadores. Sin adornos, sin filtros. Sólo lamás maldita realidad en una pantalla. Unarealidad incómoda que sólo unos pocos se atrevena mirar a la cara y a disfrutar. Una joya que se llevó a casa el gran premio deljurado del festival de Sundance. Imprescindiblepara cualquier amante del cine independiente ydel séptimo arte en general.

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"Todo el mundo piensa que somos perfectos. Por favor no les dejes mirar por las cortinas." Dollhouse, Melanie Martinez

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¿Cuál es la fórmula de la felicidad? ¿Cuál es lade la tristeza? ¿Son algo universal o cambiandentro de cada persona?¿Se puede ser feliz con ocho cadáveres en elarmario? ¿Se puede estar triste con la familiaperfecta? ¿Por qué lo normal en una sociedad tan podrida yllena de vómito como esta es derrochar alegría?Por lo que he visto y vivido, mi normal es irpor la vida dando tumbos intentando que lamierda que tenemos hasta el cuello no nos ahoguedel todo, experimentando pequeñas etapas dealegría de cuando en cuando. ¿Por qué ese miedoa la miseria si en realidad nunca salimos deella? Y si no preguntadle a Lester Burnham, que con elsueño americano bajo sus pies lo mejor del díaera masturbarse en la ducha. Con una mujer y unahija de anuncio de inmobiliaria que leninguneaban mientras se ahogaban en sus propioscomplejos y vivencias. ¿Hasta qué punto seextendía la apatía de Lester que lo único que ledevolvió las ganas de vivir fue una chica de 17años bailando una coreografía estúpida? ¿No escurioso que las ganas de vivir se encuentren enel numerito de animadoras de tu hija a la que nisiquiera querías ir a ver? Supongo que así escomo sobrevivimos. Encontrando pequeñas cosasque nos quiten las ganas de poner el pescuezo en

las vías del tren. Ya sea cumplir tu sueño dejuventud, dejarlo todo e irte a la India ofollarte a una petarda 20 años menor que tú.¿Pero qué pasa cuando lo conseguimos y no essuficiente? ¿A qué aspiramos entonces? ¿Buscamosnuevos sueños rezando para que de verdad nos denla paz interior o nos hacemos un sandwichesperando a que alguien venga y nos haga elfavor de pegarnos un tiro en la nuca?

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Kevin Spacey como Lester Burnham en la icónica escena de la película American Beauty