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  • TLLOC QU?

    Boletn del Seminario

    El Emblema de Tlloc en Mesoamrica

    Ao 3 N 10 Abril-Junio 2013

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  • 3

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Jos Narro Robles

    Rector

    Estela Morales Campos

    Coordinadora de Humanidades

    Renato Gonzlez Mello

    Director del Instituto de Investigaciones Estticas

    Mara Elena Ruiz Gallut

    Titular del proyecto

    Mara Elena Ruiz Gallut

    Amrica Malbrn Porto

    Enrique Mndez Torres

    Editores

    Amrica Malbrn Porto

    Diseo editorial Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo

    del ttulo, Direccin General de Derechos de Autor,

    Secretara de Educacin Pblica, nmero ( en

    trmite ) . Certificados de licitud de ttulo y de con-

    tenido, Comisin Certificadora de Publicaciones y

    Revistas Ilustradas, Secretara de Gobernacin,

    nmeros, ( en trmite ) , ISSN ( en trmite ) .

    Las opiniones expresadas en Tlloc Qu? Boletn del

    Seminario El Emblema de Tlloc en Mesoamrica son

    responsabilidad exclusiva de sus autores.

    Tlloc Qu? Boletn del Seminario El Emblema de Tla-

    loc en Mesoamrica es una publicacin trimestral del

    Proyecto El Emblema de Tlloc en Mesoamrica, del

    Instituto de Investigaciones Estticas de La Universidad

    Nacional Autnoma de Mxico, Circuito Mario de la

    Cueva s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico

    D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

    [email protected]

    Portada y vieta: Lmina 35 Cdice Vindobonensis Mexicanus 1 (facsimile). The Trustees of the Bri-tish Museum. 1825-1831 .

    Consejo Editorial:

    Jorge Angulo Villaseor

    Marie-Areti Hers

    Alejandro Villalobos

    Patrick Johansson K.

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    CONTENIDO

    Presentacin

    p. 6

    Presencia Katunesca en la Historiografa de

    Chalcatzingo. Revisin de los hechos, despus

    del difamado o mal comprendido Katn 13

    Jorge Angulo Villaseor

    p. 8

    Principales deidades del agua y sus festividades

    entre los mexicas

    Ivon Cristina Encinas Hernndez

    p.18

    Tlloc Amrica Malbrn Porto

    p. 41

    Sesiones del Seminario p. 52

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    PRESENTACIN

    Este segundo nmero del ao se integra por los siguientes tres trabajos:

    Luego de las mltiples menciones que se dieron alrededor del mundo sobre el final de

    uno de los grandes perodos del calendario maya, Jorge Angulo Villaseor retoma el te-

    ma de las periodicidades en su artculo titulado Presencia Katunesca en la historiografa

    de Chalcatzingo. Revisin de los hechos despus del difamado o mal comprendido

    Katn 13 en el que presenta, a manera de una cuenta del tiempo coincidente con la ma-

    ya, una historia crtica que, desde su conocimiento y experiencia, han tenido de los tra-

    bajos del mencionado sitio prehispnico. La idea sirve tambin como marco para re-

    flexionar sobre el rumbo que toma hoy la sociedad.

    El funcionamiento del calendario mesoamericano es la base para el artculo de Ivon

    Cristina Encinas Hernndez que presenta, a manera de resumen, aquellas celebracio-

    nes que se vinculan con Tlloc y otras entidades sagradas alrededor suyo. El texto Prin-

    cipales deidades del agua y sus festividades entre los mexica resalta la importancia de

    ofrecer un culto de naturaleza casi permanente, que contemple todos los aspectos vin-

    culados con el agua, sus distintas manifestaciones y sus mltiples repercusiones -

    sociales, econmicas y religiosas- en la vida de los mexica.

    Tlloc es el nombre que congrega mayoritariamente los afanes de nuestro proyecto. Por

    ello Amrica Malbrn ha designado as su texto, en el cual, en primera persona, es el

    dios mismo que se nos presenta. De tal forma, con informacin que la autora obtiene de

    distintos documentos, en los que incluye por supuesto los datos de fuentes escritas por

    misioneros y cronistas, Tlloc nos habla de sus caractersticas y rasgos fsicos, as co-

    mo de las fiestas en las que se le renda culto. La utilizacin de imgenes provenientes

    de diversos soportes, como cermica y cdices, se utilizan para enfatizar tales aspectos,

    adems de sealar los nexos con otras deidades del panten mesoamericano.

    Esperamos disfruten de este nmero de nuestro Boletn.

    Mara Elena Ruiz Gallut

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    PRESENCIA KATUNESCA EN LA HISTORIOGRAFA DE CHALCATZINGO

    Revisin de los hechos, despus del difamado o mal comprendido

    Katn 13

    1. Profesor investigador Direccin de Estudios Arqueolgicos, Instituto nacional de Antropologa e Historia

    L as posibilidades de un trgico fin del mundo, que falsamente se le atribua a pronsticos

    del Calendario Maya para el 25 de diciembre del 2012, pasaron con gran decepcin para

    algunos fatalistas o con cierto desconcierto para quienes esperaban que el cambio de un

    fin de periodo calendrico trajera acontecimientos notables o ms contundentes en un solo da, so-

    bre las desventuras que confiaban ocurriran en Mxico y en todo el mundo, como se expres antes

    (Angulo 2012).

    Dejando para la ltima parte de este escrito las perspectivas de cambios negativos tanto como posi-

    tivos que se esperaban y que ahora se comienzan a vislumbrar en Mxico, tanto como en el mundo

    entero, se inicia esta correlacin del Calendario Maya (medido en katunes) con los trabajos arqueo-

    Jorge Angulo Villaseor 1

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    lgicos que se han efectuado en Chalcatzingo,

    espectacular sitio, patrocinados por los gobier-

    nos federales de cada poca.

    Las relaciones entre el sistema de la cuenta

    maya en katunes, muy en boga en el ao

    2012, fue coincidente con la historia del conoci-

    miento arqueolgico de Chalcatzingo, que se

    inici a consecuencia de una tromba o

    serpiente de agua, como la llamaron los habi-

    tantes de ese pequeo pueblo, en 1932, dejan-

    do al descubierto el famoso relieve de El Rey

    y otros grabados en las rocas apiladas sobre el

    acantilado del cerro de la Cantera. La respues-

    ta oficial a la denuncia de una vecina del lugar,

    la efectu la historiadora Eulalia Guzmn quien

    trabajaba en la Secretara de Agricultura y Fo-

    mento Industrial, aos antes de que el Presi-

    dente Lzaro Crdenas, en 1939, fundara el

    Instituto Nacional de Antropologa e Historia.

    Al recopilar datos, la arqueloga-historiadora

    menciona que uno de los pobladores le informa

    que las lluvias torrenciales los han azotado

    desde antiguos tiempo (y confirma que) esa

    regin del Estado de Morelos est sujeta a per-

    turbaciones ciclnicas (y que) Una de dichas

    trombas, al arrasar planta, tierra y piedras

    sueltas, dej al descubierto por una de las ca-

    ras, una enorme roca (Guzmn 1934: 237-

    251). En esa enorme roca est grabado el co-

    nocido relieve de El Rey.

    Veinte aos o un Katn despus, Romn Pia

    Chn (1955) realiza exploraciones sobre la la-

    dera baja al norte del acantilado, en donde en-

    cuentra dos montculos cuyo recubrimiento de

    piedras labradas haba sido removido, desde el

    siglo XVII, para edificar la Hacienda-Convento

    de Montefalco, convertido a finales del siglo

    XIX en una sede del Opus Dei. Esa fue la po-

    ca en la que Miguel Alemn era presidente de

    la Repblica y el Arq. Ignacio Marquina, direc-

    tor del INAH.

    Haba pasado otro katn ms, o veinte aos

    despus, de las exploraciones de Pia Chn

    cuando, con un proyecto interinstitucional IN-

    AH-Universidad de Illinois, dirigido por David

    Grove, en colaboracin con los arquelogos

    Angulo y Arana, del entonces incipiente Centro

    Regional Morelos-Guerrero del INAH, conduje-

    ron tres temporadas de exploraciones de cam-

    po y gabinete (Grove 1987). Poco despus se

    incorpor M. Morayta como arquelogo, antes

    de recibirse como etnlogo, y un extenso gru-

    po de estudiantes de la Universidad de Illinois,

    y otros arquelogos como Ann Cyphers, Ken-

    neth Hirth y William Fash, que extendieron la

    investigacin mucho ms all del sitio.

    Ese tipo de trabajos sent bases a los plantea-

    mientos terico-metodolgicos que, con algu-

    nas adendas y corrigendas, han servido

    acadmicamente, como modelo vigente para

    otras exploraciones en el pas.

    Durante ese periodo sexenal en el que Luis

  • 10

    Echeverra fue presidente de la Repblica, el

    Instituto Nacional de Antropologa e Historia

    estuvo dirigido por Guillermo Bonfil quien, si-

    guiendo la trayectoria trazada por el Dr. Euse-

    bio Dvalos Hurtado (el mejor director que ha

    tenido el INAH), form los Centros Regionales

    en los diferentes estados de la repblica y au-

    ment el nmero de investigadores con plaza

    permanente.

    Desde el inicio del periodo en el que la presi-

    dencia de la repblica estuvo dirigida por Car-

    los Salinas de Gortari (1992), se crearon Mega

    -Proyectos de arqueologa, con el aval de la

    directora del Instituto Mara Teresa Franco. En

    esos proyectos abund el dinero destinado a la

    adecuacin de sitios y zonas arqueolgicas,

    con la simple idea de habilitar ms sitios ar-

    queolgicos que atrajeran ms turismo y, en

    consecuencia, se creara un fondo reintegrador

    que recaudara fondos revolventes para la ins-

    titucin.

    Durante los dos ltimos katunes en trminos

    castellanizados (o katnob en maya), el INAH,

    bajo la tutela de dos elementos totalmente aje-

    nos a las premisas en las que se fund esta

    Institucin Nacional dedicada a la investigacin

    y conservacin antropolgica, el restaurador

    Cedillo y Alfonso de Mari y Campos (el auto-

    llamado embajador), exagerando la posicin de

    su cargos, otorgaron permisos y promovieron

    obras que generaran dinero, no revertible para

    la Institucin, a pesar de la oposicin de los

    arquelogos y antroplogos de base, que fue-

    ron limitados. Cabe sealar que esos periodos

    de adversa conducta de los directores del

    INAH, coincide con los dos sexenios presiden-

    ciales conocidos popularmente como la doce-

    na trgica

    En medio de los dos katunob, Mario Crdova

    llev a cabo su propio plan de remozamiento y

    adecuacin del sitio, acoplado al afn oficial de

    atraer turismo a Chalcatzingo, puesto que las

    autoridades aprobaron el uso de maquinaria

    pesada para remover grandes volmenes de

    tierra y de maleza que atrapaba las grandes y

    pequeas rocas que por siglos haban formado

    parte de una gran explanada sobre la ladera

    en la que se encontraba una serie de relieves

    sobre rocas del tipo Estela que por primera

    vez, despus de 3000 aos, salieron a la luz.

    Con ese inapropiado y nefasto sistema de ob-

    tencin de materiales arqueolgicos, un tanto

    equivalente a un saqueo autorizado oficialmen-

    te, pero acadmicamente criticado en el mbito

    exterior, por quienes hacen arqueologa, los

    que practican este tipo de depredacin acredi-

    tada, se escudan argumentando haber encon-

    trado esos espectaculares relieves, a pesar de

    haber desnudado y destruido, para siempre,

    evidencias de los cambios geolgicos, climti-

    cos, ecolgicos y de la organizacin social y

    poltico-religiosa que pudieran haber sido de-

  • 11

    tectados y haber proporcionado ms datos pa-

    ra comprender mejor, o aunque sea un poco

    ms, la trayectoria que esa cultura fue dejando

    como testigo material de su desarrollo a lo lar-

    go del tiempo, si otro sistema de exploracin

    metodolgica se hubiese aplicado, ahora que

    la tecnologa puede rescatar cruceros medio

    hundidos.

    Sobran ejemplos grficos de estas obras enca-

    minadas para que el turista no se esforzara o

    se tumbara de panza para ver el relieve I-B

    2, encontrado por Eulalia Guzmn en el acanti-

    lado, descrito y estudiado por la misma Eulalia

    Guzmn, Pia Chn, Grove, Angulo y muchos

    otros arquelogos que han escrito sobre ste

    sin destruir el entorno arqueolgico. Es decir,

    sin tener que mutilar la enorme roca que tapa-

    ba la escena grabada en ese relieve y sin com-

    prender, que el cubrimiento de la gran roca fue

    ocasionado por un deslizamiento de rocas cau-

    sado por una de las trombas que peridica-

    mente han ocurrido en Chalcatzingo, tal como

    se explica en la reconstruccin virtual presen-

    tada en el Seminario el Emblema de Tlaloc en

    Mesoamrica (Angulo, Agosto, 2013) (Fig.1).

    Otro ejemplo de la destruccin de evidencias

    arqueolgicas en beneficio de la visita turstica,

    es la de cubrir el ducto de un arroyo de tempo-

    ral, que los chalcatzingas del Preclsico Medio

    trataron de retener en un represamiento (900-

    800 a. n. e) como lo testifican los estudios

    Fig.1. Reconstruccin hipottica de cmo se en-

    contraba la piedra del grabado I-B-2 y el proceso

    de deslave que ocasion su colapso.

    Dibujos Francisco Len

  • 12

    efectuados por Grove (1987) y por Angulo

    (1988). Un remanente que evidencia las labo-

    res de esa cultura ancestral, fue tapado y per-

    dido, para que el turista no mojara sus pies al

    cruzar ese arroyo de intermitentes aguas que

    separaban la terraza 6, donde hay restos de

    estructuras del Preclsico Superior (700-500 a.

    n. e.) de la Terraza 15, donde se encuentran

    estructuras del periodo Clsico con materiales

    teotihuacanos (Fig.2).

    Es lamentable que arquelogos y funcionarios

    del INAH, tal vez voraces de obtener fama y

    fortuna a corto plazo, estn dispuestos a igno-

    rar o sacrificar los principios bsicos de la insti-

    tucin nacional que les da empleo y tomar

    esas oportunidades, para satisfacer sus aspira-

    ciones personales, sin pensar en que sus inter-

    venciones creativas falsifiquen o distorsionen

    el escueto dato arqueolgico que queda como

    precedente a futuros trabajos de difusin con

    informacin equivocada. No puede ser ms

    clara la falsificacin de datos que presenta la

    nueva estructura piramidal de planta oblonga,

    cuyas piedras labradas de la fachada fueron

    desmanteladas desde el siglo XVIII y XIX para

    construir la hacienda de Montefalco, transfor-

    mada despus en el Opus Dei, que permane-

    ci en esa forma hasta que, con el nuevo pro-

    yecto de atraccin turstica, fue convertida en

    una serie de cuerpos escalonados en espiral

    (del tipo zigurat), como no se ha visto otra, en

    toda Mesoamrica (Fig. 3).

    Es evidente que esos trabajos encaminados a

    facilitar la visita de un turismo que aprecia ms

    el paseo por el campo y la comida prometida,

    le resulte de poco inters lo ocurrido en las cul-

    turas del pasado que visita. Sin embargo, esos

    trabajos alteran los remanentes arqueolgicos

    que haban logrado subsistir desde la bonanza

    que tuvieron y les diera fama, culturas como la

    de Chalcatzingo que se form y floreci duran-

    te el Pre-Clsico Medio y Superior (entre 1200

    y 400 antes de la era cristiana), y que con al-

    gunos altos y bajos en su larga trayectoria de

    cambios cronolgicos de la etapa prehispni-

    ca, continu ocupando el mismo sitio y logr

    irse adaptando a la embestida de la conquista

    religiosa de los hispanos, tanto como a los

    cambios culturales de la Independencia, la Re-

    volucin y peor an, a la agresiva expansin

    urbano-demogrfica que consume todos los

    espacios sagrados que haban logrado perdu-

    rar hasta este final de la cuenta de los katunes

    en la que los mayas slo daban por terminada

    la cuenta de los das de un ciclo que preceda

    al siguiente periodo calendrico.

    Sin embargo, los clculos calendricos de un

    final de ciclo de 5 125 aos, que se iniciaba en

    el 3 113 antes de la era cristiana a la fecha,

    cuando se cumpla el solsticio de invierno del

    2012 en nuestra cuenta calendrica y el final

    del treceavo Katn en el que la falacia de los

  • 13

  • 14

  • 15

    mitos modernos les atribuan un trgico final al

    mundo. Un final que en la cuenta de los ma-

    yas del periodo Clsico, daba tambin principio

    a otro nuevo ciclo de cambios en los que, la

    metfora de lo tupido de los rboles no nos

    dejan ver el bosque, se aplica a la frecuencia

    de actividades que en Mxico y muchas otras

    partes del mundo comienzan a aflorar, reflejan-

    do la toma de consciencia de pequeos y aisla-

    dos grupos que se rebelan ante las normas es-

    tablecidas por las anquilosadas estructuras

    polticas, religiosas y econmicas que por cen-

    turias, han venido rigiendo en todos los regis-

    tros de la historia mundial.

    Muestras de este aspecto positivo en el que se

    vislumbra una posible madurez intelectual y

    emocional se observa en pequeas muestras

    que personas y familias a nivel particular que

    comienzan a instalar clulas solares para ilumi-

    nar y calentar sus hogares o a utilizar el trans-

    porte pblico, tratando de evitar el uso de au-

    tombiles ostentosos y de otros servicios fa-

    tuos que demandan un gran consumo de los

    recursos petroleros que, ahora los mexicanos

    estamos en peligro de perder, en beneficio de

    los grandes y voraces consorcios internaciona-

    les.

    Algunos grupos en todos los niveles sociales y

    econmicos que, conscientes de la destruccin

    del mbito ecolgico creado por los enjambres

    polticos que se han venido turnando en su

    mandar se efecte la llamada transparencia

    en los actos polticos y los econmicos, que el

    sistema democrtico que se dice tiene la Na-

    cin, no slo nos haga creer que el voto que se

    emite en las elecciones es respetado. Un gru-

    po consciente de que la verdadera democracia

    debe ser horizontal y que el pueblo puede de-

    signar a sus representantes y no a los hijos,

    parientes o amigos que los funcionarios Esco-

    gen.

    Pequeos grupos que se han venido liberando

    de los prejuicios y normas de las caducas es-

    tructuras del siglo XVIII y XIX que tratan de so-

    brevivir en los pases tercermundistas, aplican-

    do parches o banditas de tela adhesiva a los

    conceptos religiosos que prometen parasos

    postmorten a quienes obedezcan ciegamente

    sus reglas en medio de un mundo cada vez

    ms abierto, explcito y demostrativo, debido a

    las nuevas tcnicas de comunicacin genera-

    cional del tercer milenio.

    No se puede detener esta euforia renacentista

    que comienza a manifestarse al inicio de la

    nueva cuenta de Katunes que dara comienzo

    a una nueva etapa o ciclo de vida, tal como lo

    dijeron los mayas y no como lo malinterpreta-

    ron los fatalistas.

    Se puede ver que en esta nueva cuenta de ka-

    tunes, el mundo de las ideas corre con mayor

    rapidez, puesto que las noticias que ocurren en

    los otros hemisferios del mundo son conocidas

  • 16

    casi al mismo momento en que son emitidas,

    permitiendo la creacin de rplicas, comenta-

    rios y acomodos circunstanciales que se ex-

    tiendan a niveles globales, tanto en el campo

    poltico-religioso, como en el tcnico-cientfico.

    Estamos entrando a un mundo en el que, inevi-

    tablemente somos parte de la nueva Revolu-

    cin Tecnolgica que se ha extendido a niveles

    democrticos y que las ideas, conceptos, cono-

    cimientos y los descubrimientos cientficos se

    expanden con mayor rapidez, tal como sucede

    con los experimentos que se llevan a cabo en

    la frontera de Francia con Suiza sobre la Coali-

    cin de Andrones, para entender la energa y

    el origen de la materia.

    Ya no se puede detener la ruptura de ligamen-

    tos ancestralmente impuestos por los prejuicios

    sociales, econmicos y los arraigados fanatis-

    mos religiosos que todas y cada una de las

    sectas en que se han dividido las religiones

    monotestas sostienen, en su lucha para atraer

    adeptos. Slo se espera que este movimiento

    que se encuentra en el aire, trascienda a nive-

    les ms generales para que las comunidades

    propicien los cambios sociales, por dolorosos

    que pudieran ser para quienes, arraigados a

    las hasta ahora, inamovibles esferas del poder

    circunstancial al que generacionalmente han

    estado apegados, comprendan que las estruc-

    turas sociales econmicas, polticas y las reli-

    giosas son ya tan caducas y obsoletas que re-

    quieren de un cambio sustancial.

    Ya es tiempo de cambiar los establecidos con-

    ceptos que el triunfo o xito de una persona se

    mide por el cmulo de objetos que almacena,

    las propiedades y enseres de prestigio y de-

    ms bienes materiales que le proporcionan un

    falso sentido de poder y de libertad que predo-

    mina entre sociedades en las que ha penetra-

    do esa propaganda a nivel mundial. Ya es

    tiempo de comprender que la verdadera liber-

    tad consiste en las posibilidades de crecer y

    desarrollarse mental y emocionalmente por

    medio de la eterna bsqueda de todo tipo de

    conocimientos y comprensin que podamos

    adquirir de la naturaleza a la que estamos inte-

    grados y de la que solo formamos una peque-

    a o infinitesimal parte.

    Bibliografa

    Angulo, Villaseor Jorge

    1988 Siete sistemas de aprovechamiento

    hidrulico localizados en Chalcatzingo

    en Arqueologa N2. Direccin de Monu-

    mentos Prehispnicos. Instituto Nacional

    de Antropologa e historia. Mxico. Pp.

    37-72.

    2013 No es el mismo Chalcatzingo que vein-

    te aos despus. Ponencia presentada

    en el Seminario El Emblema de Tlaloc

    en Mesoamrica. Dirigido por la Dra.

    Mara Elena Ruiz Gallut. Animacin ela-

  • 17

    borada por Francisco Len. Sesiones de

    Video del Seminario El Emblema de Tla-

    loc en Mesoamrica. Instituto de Inves-

    tigaciones Estticas. Universidad Nacio-

    nal Autnoma de Mxico. http://

    www.youtube.com/watch?

    v=PIJZkGnN86s.

    Grove, David C.

    1987 Ancient Chalcatzingo. University of

    Texas Press, Austin.

    Guzmn, Eulalia

    1934 Los relieves de las rocas del cerro de

    la Cantera, Jonacatepec, Morelos. En

    Anales del Museo Nacional de de Ar

    queologa, Historia y Etnografa., Serie

    N5, Vol. 1, N2, Mxico pp. 237-251

    Pia Chan, Romn

    1955 Chalcatzingo, Morelos. Direccin de Mo-

    numentos Prehispnicos. Instituto Na-

    cional de Antropologa e Historia, Mxi-

    co.

  • 18

    Ivon Cristina Encinas Hernndez1

    E l hombre no slo tiene necesidades orgnicas y econmicas, tambin las tiene religiosas

    y en estas ltimas suelen manifestarse sus principales creencias y carestas, as como

    sus ms grandes temores y agradecimientos. En la religin, el ser humano incluye y fun-

    damenta los principios y obligaciones morales que se va creando, as como la forma en que puede

    pedir y obtener el perdn ante el incumplimiento de los dogmas que l mismo tambin va constru-

    yendo.

    Lvi-Strauss (1972:25) (citando a Fletcher)2 dice que cada cosa sagrada debe estar en su lugar y

    sobre ello aade que esto es, precisamente, lo que la hace sagrada: puesto que al suprimirla,

    aunque sea en el pensamiento, el orden entero del universo quedara destruido; as pues, contribu-

    ye a mantenerlo al ocupar el lugar que le corresponde (Ibd.: 25-26).

    Con base en estas consideraciones es posible entender. en gran parte. la estructura religiosa, en

    tiempo y espacio, que tuvo lugar entre los mexica, organizacin dentro de la cual se encontraban

    delimitados y especificados los ritos de cada deidad reconocida, incluyendo el tiempo propicio, el

    lugar y las ofrendas necesarias para cada uno de ellos.

    En el mundo mesoamericano, la vida de los mexica estaba regida por dos calendarios, el Tonal-

    pohualli o cuenta de los das, que era un calendario de 260 das utilizado con fines religiosos, y el

    Tonalmatl o cuenta de los destinos, que era el calendario basado en la observacin del sol, y que

    tena por tanto 365 das (360 das normales ms 5 das nemontemi o aciagos). El calendario solar,

    que tambin ha sido llamado calendario civil, rige el tiempo real, que puede seguirse con la obser-

    vacin del astro rey y corregirse de ser necesario; por su parte, el calendario ritual o adivinatorio, es

    un calendario estrictamente religioso.

    PRINCIPALES DEIDADES DEL AGUA Y SUS FESTIVIDADES ENTRE

    LOS MEXICA

    1. Lic. En Arqueologa por la ENAH. Programa de Intercambio, Vinculacin, Cooperacin Acadmica y Cultura de la

    Universidad del Tepeyac.

    2. Refirindose a la obra The Hako: A pawnee ceremony, 22nd Annual Report, Bureau of American Ethnology (1900

    1901), Washington, D. C., 1904, p. 34.

  • 19

    Alfonso Caso dice que se le llamaba tambin

    Cuahuitlehua o levantamiento de los postes;

    as como Xilomaniztli, Xilomanaliztli, ofrenda

    de jilotes; o bien Cihualhuitl, fiesta de muje-

    res, como se le nombraba en Tlaxcala. Hay

    igualmente algunas pequeas variantes de es-

    tos nombres, como Cuahuitleca, Xilomaztli,

    Atlacahualo o Atlacahualco (Caso, 1967:35).

    Paso y Troncoso sugiere la traduccin de Xilo-

    manaliztli, como haber mazorcas tiernas o

    estar las mazorcas en leche (Del Paso y

    Troncoso, 1993: 108).

    Cecilio Robelo lo nombra Atlacahualco, y lo

    traduce como en el agua dejada. Tambin

    refiere que Chavero le da el significado de

    cesacin del agua o en donde se detienen o

    bajan las aguas (Robelo, 1980: 22).

    Tozoztontli, consagrado a Tlloc para pe-

    dir lluvia.

    De acuerdo con Del Paso y Troncoso se tradu-

    ce como la pequea velacin (Op.cit.:110).

    Segn el padre Sahagn, tambin se hacan

    fiestas a Coatlicue o Coatlan Tona (Op.cit., To-

    mo I: 83).

    Etzalcualiztli, en honor de Tlloc y los Tla-

    loque.

    El nombre de la veintena, segn Paso y Tron-

    coso, significa comida de poleadas de fri-

    jol (Op.cit.:115). Los corazones de los sacrifi-

    cados a los Tlaloque se iban a echar a un re-

    molino que se formaba en la laguna de Mxico

    El tonalpohualli, en palabras de Duverger

    (1983: 32 y 34) se basa en la combinacin de

    una cifra comprendida entre 1 y 13, y de un

    signo tomado de una serie de 20. Los nmeros

    y los signos se suceden de manera ininterrum-

    pida en series paralelas y en un orden inmuta-

    ble. [...] De esta suerte, existen 260 combina-

    ciones originales, repartidas en 20 trecenas, a

    partir del da 1 cipactli, y que terminan el da 13

    xchitl. Cada binomio es un tonalli. La palabra

    tonalli quiere decir da y destino. El tonal-

    pohualli, interpretado por los tonalpouhque3,

    dominaba, como seala Soustelle, todos los

    aspectos de la vida pblica y privada de los

    mexica: se les consultaba ante circunstancias

    como nacimientos, matrimonios, partidas de

    comerciantes a comarcas lejanas y la eleccin

    de gobernantes. Con los libros sagrados, estos

    sacerdotes podan prever el futuro (Soustelle,

    1992:57-59).

    El Tonalpohualli o calendario ritual, estaba

    conformado por 18 meses de 20 das, de los

    cuales 6 se dedicaron a los dioses del agua.

    Tomando como base a Bernardino de Sahagn

    (1989), los otros 5 meses asociados a las dei-

    dades acuticas eran los siguientes:

    Atlcahualo, cuando se dejan las aguas;

    se dedicaba a los Tlaloque.

    3. Sacerdotes especialistas.

  • 20

    (invierno) el nivel de las aguas ha descendido

    considerablemente. Robelo traduce el nombre

    como cada o descenso de las

    aguas (Robelo, Op.cit.:19). De acuerdo con el

    padre Sahagn, en este mes comenzaban a

    caer los primeros truenos y las primeras aguas

    en los montes. El pueblo y los sacerdotes hon-

    raban a Tlloc y Chalchiuhtlicue (Sahagn,

    Op.cit.: Tomo I, 96).

    En el cuadro 1 se pueden observar, segn las

    fuentes histricas escritas en los aos siguien-

    (Sahagn, Op.cit.: Tomo I, 87)4.

    Tecuhilhuitontli, dedicado a Huixtochuatl.

    Fiesta pequea del seor (Del Paso y Tron-

    coso, Op. Cit.:117), la cual posiblemente

    serva, a su vez, como preparatoria para la

    gran fiesta siguiente, Huey Teculhuitl.

    Atemoztli, la bajada de las aguas, ofrecido

    a Tlloc y los Tlaloque.

    Paso y Troncoso traduce el nombre como

    descenso del agua (Ibd.:261), comparando

    que, efectivamente, en esta temporada del ao

    4.Refirindose, muy probablemente, como lo sealan varios autores, a la laguna de Pantitlan

    Cuadro N 1.

    Las festividades de los dioses del agua dentro del Tonalpohualli

    1) Atlcahualo

    (2-20 febrero)

    7) Tecuilhuitontli

    (2-21 junio)

    13) Tepelhuitl

    (1-20 octubre)

    2) Tlacaxipehualiztli

    (21 febrero-15 marzo)

    8) Huey teculhuitl

    (22 junio-11 julio)

    14) Quecholli

    (21 octubre-8 noviembre)

    3) Tozoztontli

    (16-31 marzo)

    9) Tlaxochimaco

    (12-31 julio)

    15) Panquetzaliztli

    (9-28 noviembre)

    4) Huey tozoztli

    (1-23 abril)

    10) Xocolhuetzi

    (1-19 agosto)

    16) Atemoztli

    (29 noviembre-18

    diciembre)

    5) Toxcatl

    (24 abril-14 mayo)

    11) Ochpaniztli

    (20 agosto-9 septiem-

    bre)

    17) Tititl

    (19 diciembre-7 enero)

    6) Etzalqualiztli

    (15 mayo-1 junio)

    12) Teotleco

    (10-30 septiembre)

    18) Izcalli

    (8-28 enero)

    Basado en Laurette Sjourn, 1998: 237.

  • 21

    nales del mes de septiembre.

    ...siempre que respetemos el orden de su-

    cesin de las veintenas, Atemoztli, cada

    de las aguas, se encuentra en julio, en

    pleno corazn de la estacin de las lluvias

    [...] y si pasamos revista al resto de los

    nombres de las veintenas que parecen

    evocar fenmenos de la naturaleza tene-

    mos que Toxcatl, cosa seca, cae enton-

    ces en diciembre, en plena estacin seca;

    Izcalli, crecimiento, coincide con el desa-

    rrollo final del maz; y Ochpaniztli, barrido

    y el barrido se asocia habitualmente con

    el viento que barre los caminos, anuncian-

    do la lluvia- se encuentra en abril, o sea al

    final por completo de la estacin se-

    ca (Ibid.:75).

    Por su parte, Mara Teresa Seplveda, seala

    que, de las dieciocho veintenas, las ceremo-

    nias de peticin de lluvias y las de la fertilidad

    de la tierra fueron las ms numerosas y de ma-

    yor importancia; en el periodo de sequa, cinco

    de ellas estaban dedicadas a propiciar a las

    deidades del agua; en otras cuatro, estos

    nmenes aparecen en segundo lugar, ocupan-

    do el primero los dioses de la fertilidad, de los

    mantenimientos y del maz (Seplveda,

    1983:57).

    La presencia de los dioses del agua era en

    realidad necesaria durante todo el ao, pero de

    acuerdo con la abundancia o escasez del vital

    tes a la conquista hispana, resaltadas las festi-

    vidades dedicadas a los dioses del agua en el

    Tonalpohualli (meses 1, 3, 6, 7, 13 y 16) as

    como una de sus posibles correlaciones con el

    calendario gregoriano.

    Al hablar de las fiestas que estn dedicadas a

    los dioses del agua, es conveniente tambin

    retomar algunos planteamientos que a ellas se

    refieren. Para Michel Graulich (1999), por

    ejemplo, es posible que los nombres de las

    veintenas estn aludiendo a fenmenos meteo-

    rolgicos, festejndose as los meses dedica-

    dos a los dioses de la lluvia entre Atlcahualo,

    parada de las aguas, y Atemoztli, cada de

    las aguas:

    A lo largo de estos meses se festejaba a

    los dioses de la lluvia, los Tlaloque, y parece

    por tanto lgico que los dos nombres se re-

    fieran a la lluvia. Sin embargo, la veintena

    Atlcahualo caa en el ao 1519 del 13 de

    febrero al 4 de marzo, antes del inicio de la

    estacin hmeda, y, en cuanto al mes Ate-

    moztli, abarcaba del 10 al 29 de diciembre,

    o sea, la plena estacin de secas (Ibid.:74-

    75).

    Es sumamente interesante la propuesta de

    Graulich, en la cual, a partir de su reconstruc-

    cin de un ao ideal, situar entonces a Atl-

    cahualo al final de la estacin de lluvias de tal

    forma que la fiesta propiamente dicha, es decir,

    el vigsimo da de la veintena, se situara a fi-

  • 22

    se resean a continuacin:

    1) El ciclo de la estacin seca, que consista

    principalmente en los sacrificios de nios que

    se hacan en los cerros de la cuenca. En este

    periodo caa la fiesta del inicio del ao mexica,

    Atlcahualo.

    2) La fiesta de la siembra en Huey Tozoztli,

    seguida 40 das ms tarde por la fiesta del

    maz tierno y la celebracin de las aguas plu-

    viales en Etzalcualiztli, y por la fiesta del agua

    salada del mar en Tecuilhuitontli.

    3) La cosecha y el inicio de la estacin seca,

    celebrados mediante el culto de los cerros y

    los dioses del pulque en la fiesta de

    Tepelhuitl; 60 das ms tarde se repeta, en

    Atemoztli, el culto de las imgenes de los ce-

    rros en conmemoracin de los muertos.

    Como puede observarse, las fiestas celebra-

    das en los meses dedicados a los dioses del

    agua no slo estn estrechamente ligadas a la

    agricultura, y de estos dioses depende la suer-

    te del maz, sustento alimenticio del hombre,

    sino que adems, los ritos en ellos celebrados,

    constituyen una parte importante y sustentante

    de la religin y la base econmica de la socie-

    dad mexica.

    El calendario ritual mexica constituye un siste-

    ma econmico-religioso estructurado, por lo

    que, siguiendo las caractersticas bsicas del

    lquido se fueron definiendo las ceremonias en

    su honor. Cada dios tiene sus templos y ritos, y

    en ellos se celebran sus fiestas especficas,

    pero durante el resto del ao su culto no se

    abandona .

    Johanna Broda, buscando concordancia entre

    el ciclo de las siembras y las temporadas de

    lluvias y secas, sostiene que las fechas clave

    del ciclo agrcola eran las siguientes:

    el inicio del ao calendrico mexica

    (febrero 12); la siembra (abril 30); el apo-

    geo de las lluvias y del crecimiento del

    maz (agosto 13), y la cosecha (octubre

    30). En estas fechas, en el calendario

    mexica se programaban significativos ritos

    que pueden ser analizados con gran deta-

    lle. Se trata de las fiestas Atlcahualo, Huey

    Tozoztli, Tlaxochimaco y Tepel-

    huitl (Broda, 2000: 51).

    Estas mismas fiestas son parte de la estructura

    calendrica requerida para conservar o al me-

    nos intentar salvaguardar el sustento necesario

    y, como toda estructura, cada una de sus par-

    tes, en este caso cada mes o fiesta, est inter-

    relacionada con las dems en una continuidad

    que incluye ritos para todas las deidades re-

    queridas para mantener el orden y la relacin

    entre el hombre y la voluntad divina.

    De acuerdo con Broda (Ibd.:52), es posible

    distinguir tres grupos de fiestas que se hacan

    a los dioses de la lluvia y del maz, los cuales

  • 23

    Debe ser posible prevenir de qu manera

    reaccionar el modelo en caso de que se

    modifique alguno de sus componentes; y

    El funcionamiento del modelo debe dar

    cuenta de todos los hechos observados.

    El sistema de culto a los dioses del agua se

    conserva y enriquece al estar presente en los

    diferentes momentos que la labor agrcola lo

    requiere: en sntesis, desde la preparacin del

    suelo y la siembra hasta la cosecha. Ahora

    bien, si no hay rito, no hay agua, o bien, ante el

    temor del incumplimiento, se podrn interpretar

    como castigos muchas otras circunstancias. El

    hombre debe prever el rito, y estar preparado

    tambin para el momento en que lo realice, en

    el cual no deber faltar ninguno de los elemen-

    tos para ello concebido, como por ejemplo la

    sangre de nios, con la cual nos dice el padre

    Sahagn que se cubran las ofrendas en lo alto

    de los montes, y para lo cual se llevaban uno o

    dos nios de ms por si la dispuesta no alcan-

    zaba. El funcionamiento de este sistema, en

    general, sera claramente visible con el logro

    de la cosecha, y la interdependencia entre to-

    dos los elementos de esta estructura sera muy

    clara, pues si fallara uno, no habra garanta en

    la finalidad de los sucesivos.

    Continuando con las ideas de Corcuera de

    Mancera, considero que el estructuralismo nos

    permite conocer y entender el sistema de festi-

    vidades a los dioses del agua que tenan los

    estructuralismo de Lvi-Strauss, cualquier mo-

    dificacin de cualquiera de sus elementos re-

    percute en todos los otros4 (Corcuera de Man-

    cera, 2005:205). Siendo as, por ejemplo, que

    una falla o falta en los ritos propiciatorios de

    la lluvia, repercutir en las dems fiestas, dedi-

    cadas a la deidad que fueren, pues dioses co-

    mo los de los mantenimientos, como Xillonen,

    por citar alguno, venerada durante el mes

    Huey Teculhuitl, sin agua no podran ofrecer

    sustento alguno a los hombres.

    Como he sealado, el calendario ritual mexica

    constituye un sistema y las fiestas a los dioses

    del agua seran elementos de su estructura,

    pero tambin, en conjunto, pueden entenderse

    como otro sistema, pues estos elementos

    estn completamente interrelacionados.

    Si continuamos con las dems caractersticas

    bsicas del modelo estructuralista de Lvi-

    Strauss, veremos que bien podemos estable-

    cer una correlacin con stas. Siguiendo a

    Corcuera de Mancera (dem.), los otros puntos

    fundamentales de este modelo son:

    Es un sistema que se conserva o enriquece

    por el mismo juego de transformaciones de

    sus partes;

    4. En su captulo X, Las estructuras, un modelo integra-do, la autora presenta, de manera sinttica, el modelo particular de estructura que interesa a Lvi-Strauss. So-nia Corcuera de Mancera, Voces y silencios en la histo-ria, 2005, p. 205.

  • 24

    Dentro de la religin mexica, en medio de una

    mezcla de espiritualidad y sacrificios humanos

    o asesinatos rituales, como los nombra la ar-

    queloga francesa Laurette Sjourn (Op.cit.),

    que nos pueden ser muy difciles de entender,

    la magia y la religin se unen para separarse

    en fuerzas divinas con atributos reconocibles.

    Dioses como Tlloc y Huehuetotl aparecen

    desde el periodo preclsico. Poco a poco, al

    irse organizando la religin de manera ms

    institucional, podemos considerar la presencia

    de la clase sacerdotal, que al ataviarse a la

    manera de alguna deidad, aseguraba con ello

    el control de los aspectos o fuerzas naturales

    por sta regidos dentro de un contexto de ma-

    gia imitativa; as, por ejemplo, un sacerdote

    con la indumentaria propia del dios del agua,

    poda propiciar la lluvia. Los nios ataviados

    como Tlaloque, se convertan en ese momento

    en la personificacin de los ministros de Tlloc.

    Las deidades de la fertilidad eran veneradas

    en el valle de Mxico desde muchos aos an-

    tes de las invasiones de las tribus nmadas

    provenientes del norte, acontecidas en el siglo

    XII y entre las cuales venan los aztecas, y en

    adelante seguiran siendo muy importantes en

    la religin azteca - mexica, pues de los favores

    de stos no es posible prescindir, ya que del

    agua y el alimento depende la vida de los hom-

    bres. En los siglos subsecuentes tuvo lugar

    una transformacin de estos grupos nmadas

    mexicas, ms no por ello dejo de lado que todo

    sistema, por ms slido que parezca, puede

    verse afectado por factores externos, no con-

    cebidos en el modelo original, y por ende re-

    quiera de cambios o incluso deje de funcionar:

    Estas restricciones plantean [] ciertos

    problemas difciles de resolver porque, aun-

    que quieran, no pueden hacer a un lado los

    llamados procesos temporales, o sea, las

    cosas que simplemente suceden, incluyen-

    do los hechos que erosionan o que modifi-

    can lentamente las estructuras. Tampoco

    pueden ignorar la continua irrupcin acci-

    dental de acontecimientos exteriores que

    [] con su presencia, vienen a sacudir los

    conjuntos en apariencia ms estables y me-

    jor estructurados (Ibd.: 205).

    Los dioses del agua en el Mxico

    prehispnico

    Las evidencias histricas y arqueolgicas nos

    muestran que la religin en Mesoamrica era

    la principal institucin normativa de la moral

    social, por lo que las deidades del Mxico pre-

    hispnico constituyeron uno de los ejes princi-

    pales alrededor de los cuales se desarroll la

    economa. Estos regan los aspectos ms im-

    portantes de los pobladores, tales como la agri-

    cultura, la guerra o los das propicios para dife-

    rentes actividades.

  • 25

    Tlaloque-Tepictoton, Opochtli, Nappatecuhtli,

    Yauhqueme, Tomiyauhtecuhtli y Nahui-

    Ehcatl; y las deidades femeninas Chalchiuh-

    tlatonan, Chalchiuhtlicue, Matlalcueye, Huix-

    tochuatl y Zapotlatenan (Nicholson, 1971, Ta-

    bla 3).

    El Complejo Tlloc puede ser entendido como

    un sistema que requiere de los dioses de la

    lluvia, la agricultura y la fertilidad, como ele-

    mentos necesarios de su estructura, ya que

    dependen y se interrelacionan unos con otros.

    Y sin uno, son insuficientes las facultades de

    los otros.

    Ahora bien, importantes descripciones sobre

    las deidades del agua pueden leerse en los

    escritos de algunos evangelizadores del siglo

    XVI, como son las narraciones de los frailes

    Bernardino de Sahagn, Diego Durn y Toribio

    de Benavente Motolinia, las cuales se retoman

    a continuacin con el fin de entender ms ade-

    lante una parte del porqu de las ofrendas que

    se les rendan, as como para poder enlistar

    los tipos de ofrendas propios de este grupo de

    dioses.

    Tlloc

    Tlloc era deidad de las lluvias fecundantes;

    con ellas regaba la tierra. Tambin enviaba el

    granizo, los relmpagos, los rayos, y las tem-

    pestades del agua, as como el peligro que se

    corra de morir en los ros, lagos y mar, o por

    en comunidades agrcolas, as como una asi-

    milacin religiosa que elevara, a un nivel supe-

    rior, dos lquidos vitales deificados: agua y san-

    gre, como pilares de la vida econmica y reli-

    giosa de los mexicas. Lluvia, vida y fertilidad

    conformaron un sistema de deidades insepara-

    ble, coexistente e interdependiente. De este

    grupo de dioses se describen brevemente a

    continuacin los relacionados con el agua en

    sus diferentes manifestaciones:

    En trminos generales, las deidades masculi-

    nas del agua son Tlloc y los Tlaloque: las

    aguas verticales y fecundantes. Tlloc, el que

    hace germinar, provee de lluvias, buenas o

    malas, y es tambin deidad del rayo; es ayuda-

    do por los dioses de la lluvia Tlaloque que vi-

    ven en la cumbre de las montaas y en las

    cuevas. Las deidades femeninas son Chal-

    chiuhtlicue y Huixtochuatl: las aguas horizon-

    tales. Chalchiuhtlicue, la que lleva una falda

    de jade, compaera de Tlloc, reinaba sobre

    las aguas dulces y tambin era divinidad de la

    montaa; y Huixtochuatl, la seora de la sal,

    controlaba las aguas de los lagos salados y del

    mar.

    Si se toma como base la clasificacin de Ni-

    cholson sobre las deidades mayores del perio-

    do clsico tardo en comunidades hablantes

    del nhuatl, el Complejo Tlloc, que a su vez

    forma parte de la divisin lluvia-agricultura-

    fertilidad, est integrado por los dioses Tlloc,

  • 26

    sentaciones hermanas. Casi rasgo por rasgo

    se corresponden una y otra. Iguales son en as-

    pecto y en significado (Nuo, 1996:17 y 26).

    Durn (1984) lo menciona como un dios al

    cual tenan gran veneracin y temor en toda la

    tierra, tanto los seores como los reyes

    (entendamos el vocablo occidental rey como

    referente al tlatoani) y la gente comn. No

    haba dios ms adornado de piedras y joyas

    que Tlloc. Su imagen se encontraba en la

    parte norte de los templos gemelos, teniendo

    como vecino, al sur, a Huitzilopochtli, deidad

    de la guerra, asociado al color de la sangre.

    El Tlloc al que en su obra se refiere el padre

    Durn, corresponde a una estatua de piedra

    con la cara del color de un encendido fuego

    como el de los rayos y relmpagos que caen

    del cielo; en su cabeza lleva un gran tocado de

    plumas verdes; al cuello, un collar de chal-

    chihuites con una joya engarzada en oro que

    cuelga del medio; en las orejas, unos zarcillos

    de plata; y en las manos y pies, brazaletes y

    ajorcas de piedras preciosas. En su mano de-

    recha llevaba tambin un relmpago de palo

    de color morado y en la izquierda una bolsa de

    cuero llena de copal (Durn, 1984:81-82).

    Por su parte, Sahagn seala que a Tlloc se

    le atribuan, adems de la lluvia, los truenos,

    los rayos y el granizo, todas las cosas o man-

    tenimientos que se criaban sobre la tierra,

    todas las yerbas, rboles y frutas. Era tam-

    causas relacionadas con el agua. Su caracteri-

    zacin iconogrfica fue tan extendida, que, co-

    mo ha sealado Henry B. Nicholson (dem.), se

    convirti en el miembro mejor conocido de una

    extensa familia de deidades de la fertilidad de

    la lluvia, ntimamente interrelacionadas.

    Siguiendo a Bonifaz Nuo, los rasgos fsicos

    de Tlloc son evidentemente reconocibles:

    siempre, una boca figurada por una banda de

    extremos vueltos hacia abajo (comisuras natu-

    rales de las serpientes), entre los cuales se

    acomoda una serie de colmillos figurados en

    varias maneras (refirindose a la mscara bu-

    cal o bigotera, como tambin se le ha nombra-

    do); a veces, bajo stos, lo que pareciera una

    lengua bfida; ms comnmente, ojos repre-

    sentados por aros o por parte de aros

    (refirindose a las tambin llamadas anteoje-

    ras); en ocasiones, la nariz formada por un re-

    lieve o una especie de torcimiento salomnico.

    Su fisonoma se forma, al mismo tiempo, por

    dos cabezas de serpiente que se unen de perfil

    para cerrarse en un rostro frontal: la lengua

    bfida se forma de dos mitades o dos medias

    lenguas, una de cada ofidio, como sucede tam-

    bin con los ojos y los colmillos, por eso mu-

    chas veces se observa que se inclinan stos

    hacia los extremos. La mscara bucal es el

    centro de la doble boca serpentina. Estos mis-

    mos rasgos los encontramos en el rostro de

    Coatlicue: una sola esencia para dos repre-

  • 27

    da ser causada por romper el ayuno de

    Atamalcualiztli.

    Coacihuiztli. Rigidez de la serpiente. Equi-

    valente a la gota, la parlisis y la rigidez.

    Atribuido a Tlloc y los Tlaloque. Observa-

    ciones: asociadas con el fro, la humedad,

    la violacin del ritual para la elaboracin del

    pulque y los vientos que salan de las cue-

    vas.

    Atemaliztli. Hinchazn debida al agua.

    Equivalente al edema, bubas e hinchazn.

    Asociada a Tlloc.

    Atonahuiztli. Fiebre acutica. Equivalente

    a la fiebre intermitente (tal vez sea malaria)

    Asociada a los Tlaloque. Observaciones:

    flema en el pecho.

    Aacqui. Cada de un rayo, intrusin. Equi-

    valente a la epilepsia, locura e insania

    (demencia). Asociada a los Tlaloque. Ob-

    servaciones: flema en el pecho, posesin a

    travs del rayo.

    Netlahuitequiliztli. Golpeado por un rayo.

    Equivalente a la muerte por un rayo. Aso-

    ciada a Tlloc. Observaciones: enviado

    tambin por Chalchiuhtlicue.

    bin el responsable de las tempestades del

    agua, y los peligros de los ros y del mar, y da-

    ba a los hombres los mantenimientos necesa-

    rios para la vida corporal (Sahagn, Op.

    Cit.:38). Es patrono del campo y la labranza,

    tanto como dueo de lo que en l se produce.

    Tlloc habita en el Tlalocan, un paraso por l

    regido que se ubica en las entraas de la tie-

    rra, en medio de las montaas, y en el lado sur

    del inframundo. Su entrada se oculta entre las

    cuevas. A este lugar llegan quienes sufren una

    muerte relacionada con el agua, el fro, o el ra-

    yo. Aqu vive Tlloc; sin embargo, est presen-

    te tambin en el primer cielo, llamado Ilhucatl

    Meztli, donde hace llover las nubes, y tambin

    en el octavo, donde crujen los cuchillos de ob-

    sidiana y se desatan las tempestades.

    Los dioses del agua tambin podan enviar en-

    fermedades a los hombres y eran los nicos

    que podan curarlas. Ortz de Montellano, por

    ejemplo, menciona diversos padecimientos

    asociados con Tlloc y los Tlaloque y da una

    traduccin del nombre otorgado a estas enfer-

    medades, el equivalente mdico de nuestros

    das y sus causas, de entre las cuales pode-

    mos citar los siguientes ejemplos (Ortiz de

    Montellano, 1997: 236-239):

    Teococoliztli. Enfermedad del dios o en-

    fermedad divina. Considerada por los espa-

    oles como equivalente a la lepra en gene-

    ral. Asociada a Tlloc. Observaciones: po-

  • 28

    tambin se echaba al fuego a manera copal

    (Simon, 2006:164).

    Dora Sierra Carrillo considera que el yauhtli es

    uno de los elementos simblicos que en oca-

    siones porta Tlloc: Algunas veces esta dei-

    dad se representa portando en la mano dere-

    cha un hacha, una serpiente o un bastn flori-

    do, y en la izquierda una talega o bolsa que

    contena el preciado copal [] El hacha y la

    serpiente como smbolos del rayo, pertenecen

    a la parte gnea del universo; las flores que

    aparecen en el bastn son amarillas y segura-

    mente eran de yauhtli. La naturaleza caliente

    de la planta, y su relacin con esos elementos,

    la colocan en el segmento masculino del cos-

    mos (Sierra Carrillo, 2007: 31).

    El yauhtli, siguiendo a Sierra Carrillo, es una

    planta silvestre que slo crece y florece en de-

    terminada poca del ao (de junio a septiem-

    bre) (Ibid:39) lo cual la relaciona con la tempo-

    rada de lluvias. Esta planta mientras estu-

    viera fresca, adornaba y aromatizaba los espa-

    cios sagrados y las casas. Una vez seca era

    molida, y debi de conservarse en bolsas o ta-

    legas, como las que portaban los sacerdotes y

    las que podemos observar en las representa-

    ciones de Tlloc, para seguir utilizndose en

    los ritos dedicados a las deidades acuticas,

    principalmente (dem.).

    El yauhtli era sahumado junto con el copal. El

    humo aromtico ofrendado recrea las nubes

    De acuerdo con el autor citado, estas enferme-

    dades parecen tener causas divinas combina-

    das con la exposicin al fro o al rayo; es decir

    que, tienen tanto orgenes divinos como natu-

    rales o fsicos, y as mismo la curas para con-

    trarrestar los efectos causados por estos pade-

    cimientos, las cuales, por ejemplo, en muchos

    de los casos incluan el iztauhyatl y el yauhtli,

    consideradas tanto intercesores divinos, como

    agentes adecuadamente calientes. La asocia-

    cin de estas plantas con Tlloc ha sido identi-

    ficada por varios autores en algunos cdices,

    como se ver en los apartados siguientes. Su

    uso actual se encuentra asociado con ceremo-

    nias de peticin de lluvia como sucede en algu-

    nos pueblos del estado de Morelos, por ejem-

    plo, en San Francisco Tepango, donde es

    comn encontrar el yauhtli o pericn sembrado

    junto a las milpas. Su flor es amarilla y se utili-

    za para dar color a los elotes cuando se hier-

    ven. Los das 29 de septiembre, en los cuales

    se celebra a San Miguel Arcngel, patrn del

    pueblo, con yauhtli se elaboran cruces que se

    colocan en las milpas y puertas de las casas,

    ya que se tiene la creencia que esos das el

    demonio anda suelto, y con ese amuleto evitan

    que entre en sus propiedades. San Miguel es

    el nico que puede vencerlo5. El yauhtli

    5. Investigacin de campo, San Francisco Tepango Mo-relos, septiembre de 2007.

  • 29

    ser la cima de las montaas, se relacionaba

    con un buen augurio de lluvias.

    En la obra de Lpez de Gmara se menciona

    que se sacrificaban un nio y una nia a Tlloc

    cada tres aos en lo alto de un monte que para

    tal devocin tenan designado con el fin de su-

    plicar que no les faltase el agua. El cronista

    especifica tambin que los nios que mataban,

    eran hijos de hombres libres y vecinos del

    pueblo a los cuales no les sacaban los cora-

    zones, sino que los degollaban y envueltos en

    mantas nuevas los enterraban en una caja de

    piedra (Lpez de Gmara, 1997:316).

    Claude Kholer, al hablar de los pensamientos

    del hombre contemporneo acerca de la muer-

    te, dice que cuando viene un nio al mundo es

    muy tentador especular acerca de su porvenir

    [pues] se construyen fcilmente pronsticos

    acerca del destino del recin nacido (Kholer,

    1968:29), pero acaso una madre mexica con-

    siderara la posibilidad de que su hijo fuera sa-

    crificado? Es realmente difcil concebir que es-

    to pudiese haber sido entendido sin sufrimiento

    y angustia, tanto como lo es considerar que

    pudo haber existido gozo o alegra en las fami-

    lias de las pequeas vctimas gracias al signifi-

    cado religioso que dicha inmolacin tena.

    Finalmente cabe recordar que, de acuerdo con

    Walter Krickeberg (1961:282-284), el dios de

    la lluvia venerado en Teotihuacan fue el proto-

    tipo del Tlloc de los mexica, pero que el pri-

    negras de las que caen los rayos que preceden

    la lluvia; es decir, que los mismos elementos

    que se ofrendan a Tlloc, de diferentes mane-

    ras se relacionan y estructuran entre s. El

    yauhtli, la niebla, neblina o nubes negras, co-

    mo la lluvia, los lagos y el rayo, estn perfecta-

    mente vinculados a las deidades acuticas.

    Por ejemplo, acerca de quienes moran por de-

    signio del Seor de la lluvia, Soustelle da la si-

    guiente referencia: Los que haban fallecido

    ahogados o por una de las enfermedades cuyo

    origen se atribua a Tlloc (por ejemplo la

    hidropesa o las afecciones pulmonares), eran

    considerados como distinguidos por el dios,

    quien los reciba en su paraso. Cuando un in-

    dio se ahogaba en la laguna que rodeaba la

    ciudad, su cuerpo era transportado en una lite-

    ra hasta uno de los pequeos templos llama-

    dos casas de niebla, consagrados a los dio-

    ses del agua y erigidos al borde de los lagos,

    donde se le enterraba con todas las seales de

    la mayor veneracin, porque, se deca, los dio-

    ses Tlaloque haban enviado el alma del aho-

    gado al paraso terrenal (Soustelle, 1992:88).

    Otro aspecto relacionado con Tlloc y muy

    mencionado por distintas fuentes es el sacrifi-

    cio de nios en su honor, aunque con particula-

    ridades muy diferentes dependiendo el cronista

    al que se remita. As, por ejemplo, el llanto de

    los nios en el camino o procesin rumbo al

    lugar en que seran sacrificados, como poda

  • 30

    dependera la fortuna de la siembra: lluvias ne-

    cesarias para producir buenas cosechas; llu-

    vias excesivas que las pudran e inundaban los

    campos de siembra; lluvias que causaban

    heladas y arruinaban los cultivos; y lluvias es-

    casas por las cuales las semillas se secaban.

    Cada barranca y cada monte, especialmente

    aquellos donde se juntan las nubes para hacer

    llover, era deificado, y de cada uno de ellos se

    haca su imagen. Se consideraba que ciertas

    enfermedades, como las originadas por el fro,

    la nieve, el granizo y el agua, procedan de los

    montes, y que slo stos tenan poder para sa-

    narlas. Por estas razones, y como parte de un

    culto organizado, se realizaban peregrinacio-

    nes a diversos cerros para llevarles ofrendas a

    las deidades que ah habitaban, y de acuerdo

    con el dato arqueolgico se depositaban prefe-

    rentemente en las cumbres y las cuevas.

    En la obra de Sahagn se menciona la deifica-

    cin a algunos montes y volcanes como son el

    Iztacchuatl, el Popocatpetl, la Malinche, y el

    Nevado de Toluca, a los cuales iban cada ao

    a ofrecerles sacrificios a los dioses del agua,

    sobretodo quienes sufran padecimientos como

    la gota, el envaramiento o encogimiento de al-

    guna parte del cuerpo, o se haban visto en pe-

    ligro de ahogarse. Quienes padecan estos

    males, pedan a los sacerdotes correspondien-

    tes les hicieran las figuras de los montes en

    masa hecha con semillas de tzoalli (amaranto),

    mero nombrado tena un campo de accin mu-

    cho ms extenso, ya que era concebido como

    un ser supremo que dominaba todas las fuer-

    zas de la naturaleza: las aguas del cielo y la

    tierra, las nubes y los rayos y a toda la flora y

    la fauna.

    Los Tlaloque

    Los Tlaloque eran las pequeas deidades del

    agua, ayudantes de Tlloc y emparentados con

    l. Los entes ms pequeos e innumerables

    se llaman tlaloquetotontli, y eran los pequeos

    ministros de Tlloc. Adela Fernndez los des-

    cribe como la multiplicacin de la misma dei-

    dad en innumerables identidades que confor-

    man la lluvia o que la producen, habiendo entre

    ellos cuatro principales: el rojo, el azul, el blan-

    co y el negro, responsables de llevar a cabo

    las labores de Tlloc en los cuatro puntos car-

    dinales de los que son guardianes y ministros

    locales. Al centro de los montes estaban encar-

    gados de cuidar grandes vasijas llenas de

    agua, las cuales, al mandato de Tlloc, suban

    al cielo y las vaciaban (Fernndez, 1992:117-

    118).

    Estos personajes divinos, enanos y corcovados

    o contrahechos, se ubicaban tambin en las

    cuatro esquinas del mundo y producan los

    truenos, relmpagos y tormentas al golpear

    sus ollas con palos para romperlas, y dejar ca-

    er los diferentes tipos de lluvia, de las cuales

  • 31

    nos recuerda que los Tlaloque controlaban el

    crecimiento de esa bsica planta. Sobre esta

    relacin, Fernndez argumenta que cada Tla-

    loque es protector de una clase especial de

    maz: la mazorca roja, la negra, la amarilla y la

    azul, y que estos dioses atendan los mensajes

    de las vboras de cascabel cuando anunciaban

    la sequa y enviaban entonces a las ranas para

    que con su croar anunciaran las lluvias

    (Nicholson, Op.cit.:414).

    Henry B. Nicholson (Ibid.) menciona que, a pe-

    sar de la existencia de un sinnmero de pe-

    queos Tlaloque, varios de ellos fueron indivi-

    dualizados y conocidos por nombres propios

    como Opochtli, Nappatecuhtli, Yauhqueme y

    Tomiyauhtecuhtli (Sahagn, Op.cit.: 54-55),

    mismos que a continuacin se describen bre-

    vemente:

    A Opochtli se atribua la invencin de

    los remos y de los implementos necesarios pa-

    ra pescar como son las redes y un instrumento

    para matar peces al que llamaban

    minacachalli, y que es una especie de arpn

    de tres puntas; tambin se considera que fue

    el primero en usar redes para cazar aves. Era

    una deidad venerada por los pescadores y

    gente que obtena sus productos del agua,

    quienes en su fiesta le ofrecan comida y pul-

    que, as como caas verdes de maz, flores,

    caas de humo llamadas yietl, copal, una

    planta llamada yauhtli, maz tostado y reven-

    para despus ataviarlas como a sus dioses y

    ofrecerles papel goteado con hule y calabazos

    donde vertan pulque. A estos cerros de masa

    se les ponan dientes de pepitas de calabaza y

    ojos de frijoles ayocotes y se les vesta con pa-

    pel goteado con hule. Otras ofrendas que colo-

    caban dichos sacerdotes frente a las imgenes

    de los cerros eran lneas de mecates sosteni-

    das a varas clavadas en el suelo y con papeles

    goteados de hule colgando de ellas y recipien-

    tes de calabazas llamadas tzilacayotli relle-

    nas de pulque (Sahagn, Op.cit.: 60-61 y 74).

    Otra ofrenda dedicada a los Tlaloque era el sa-

    crificio de nios, como los que menciona el pa-

    dre Gernimo de Mendieta que tenan lugar en

    una antigua laguna de Mxico, posiblemente la

    de Pantitln, a la cual se llevaban a ciertos ni-

    os en una canoa para sumergirlos en un re-

    molino que ah se formaba. A estos dioses del

    agua, segn el religioso, los pintaban de azul, y

    en tiempo de seca, para pedir nuevamente por

    la llegada de las aguas, les hacan muchos sa-

    crificios (Mendieta, 2002:214-215).

    Michel Graulich dice que en algn lugar haba

    una montaa de nuestra carne o de nuestro

    sustento, es decir del maz. Despus de tomar

    la forma de una hormiga, Quetzalcatl logr

    penetrar en ella y robar granos. Ms tarde, par-

    ti la montaa con un rayo, pero fueron los

    Tlaloque quienes se apropiaron del

    maz (Graulich, Op.cit.: 19-20), con lo que

  • 32

    prosperidad y riqueza que le haba dado; se

    hacan cantos y danzas y quienes trabajaban

    el tule se encargaban de ataviar a sus dioses y

    sembrar juncias en su templo, de barrerlo, lim-

    piarlo, y poner petates y asientos de tule

    (dem.).

    Yauhqueme, el vestido de yauhtli.

    LenPortilla, basado en los Primeros Memo-

    riales de Sahagn, lo identifica como un tlalo-

    que cuyos atavos consistan en un gorro de

    papel pintado de color de yauhtli (yyauhpalli yn

    iamacal), un capacete (yelmo o casco) de plu-

    mas de garza (yyaztatzon) penacho de plumas

    de quetzal (quetzalmiavayo), tiras de papel so-

    bre el pecho (yyamaneapanal), su maxtlatl

    tambin de papel (yyamamaxtli) y sandalias

    (icac); su escudo con una flor acutica

    (ychimalatlacuezonayo), y en una mano su pa-

    lo de sonajas (ychicavaz yn imac icac) (Len-

    Portilla, 1968:130-131).

    El fraile Sahagn, al describir los sacrificios de

    nios que se hacan en Atlcahualo o Cuahui-

    tlehua, seala que el sptimo lugar donde se

    les llevaba a matar era un monte que lla-

    man Yiauhqueme, que est cabe Atlacuihua-

    ya (actual Tacubaya de acuerdo con Len

    Portilla). A estos nios se les pona el mismo

    nombre del monte, Yauhqueme, y se les ata-

    viaba con papeles de color leonado: no olvi-

    demos que el yauhtli es amarillo (Sahagn,

    Op. Cit.: 104-105).

    tado al que llamaban mumuchitl y que simbo-

    lizaba el granizo, atribuido a los dioses del

    agua; adems, los sacerdotes encargados de

    su culto les dedicaban cantos y utilizaban es

    sus ceremonias unas sonajas que iban en

    unos bculos huecos, que sonaban como cas-

    cabeles (Ibid.). Esto me recuerda los llamados

    palos de lluvia que an se elaboran artesanal-

    mente, y que el sonido que emiten las semillas

    contenidas en su interior evoca la cada de las

    aguas.

    Nappatecuhtli, cuyo nombre significa el

    cuatro veces seor, era deidad de los que

    hacen por oficio esteras de juncias o petates,

    as como icpales y carrizos que llaman

    tolcuextli, ya que a l se atribuye la invencin

    de este arte. l haca que crecieran los juncos

    y las caas y tambin produca las lluvias. Los

    sacerdotes de Nappatecuhtli, llamados ixiptla,

    acostumbraban andar con una jcara con agua

    en una mano y un ramo (de salce, segn Sa-

    hagn) en la otra, y con este ltimo rociaban

    las casas y a las personas, y eran por todos

    recibidos con gran devocin. De igual forma, el

    esclavo que se compraba para sacrificarlo en

    su fiesta y delante de su imagen, el da en que

    sera sacrificado, le daban un vaso verde lleno

    de agua con un ramo de salce con el cual

    rociaba a todos cual si echara agua bendita. El

    que haca esta fiesta daba de comer y beber al

    dios y a los que iban con l en agradecimiento

  • 33

    labraban la tierra, al momento de sembrar, in-

    vocaban a los tlaloques y tlamacazques [Sic],

    para que cuidaran la sementera del dao que

    podran hacerle animalejos como tejones, ar-

    dillas y ratas, y al cabo de siete u ocho das

    que ya haba salido el maz, les llevaban velas

    de cera y copal que encendan en su honor en

    medio de los sembrados7. Como puede verse,

    los Tlaloque no slo ayudan a Tlloc a enviar

    las distintas clases de agua a la tierra, sino que

    tambin pueden colaborar en el cuidado de la

    cosecha.

    Chalchiuhtlicue

    Deidad del agua hermanada con los Tlaloque.

    Reinaba sobre las aguas horizontales y dulces

    de la laguna, pero tambin tena el poder sobre

    las aguas del mar y ros para ahogar a los que

    andan en ellas, y hacer tempestades y torbelli-

    nos en el agua, y anegar los navos y barcas.

    Devotas a ella eran todos aquellos que obten-

    an beneficios del agua, o vivan de ella o de

    sus productos, como eran los que vendan

    agua dulce en canoas o en tinajas en la plaza.

    Su nombre, Chalchiuhtlicue, se traduce como

    la de la falda de jades o falda preciosa. Adela

    Ylotl Gonzlez lo seala, adems, como una

    probable deidad tepaneca asociada a un cerro

    del mismo nombre, por lo que podra ser un

    auaque o tlaloque importante. De acuerdo con

    esta autora, Yauhqueme fue tambin deidad

    de los otomes (Gonzlez Torres, 1995:207).

    Auaque es el plural de ahua o aua, que signifi-

    ca dueo o poseedor del agua (Simon,

    Op.Cit.: 44).

    Tomiyauhtecuhtli. Cecilio Robelo identifi-

    ca a Tomiyauh como una deidad de la embria-

    guez, cuya fiesta se celebraba en el mes Te-

    pelhuitl, y el cual tena un sacerdote dedicado

    a su servicio llamado Ometochtli-Tomiyauh

    (Robelo, Op.cit.: 643-644). Citando a Paso y

    Troncoso, Robelo tambin seala que llama la

    atencin que Tomiyauh y Nappatecuhtli,

    tengan afinidades con los dioses del vino por

    llevar sus ministros el nombre de Ometoxtli

    [Sic]: como son los dos patrones de ciertos ve-

    getales, podemos inferir que sacaran substan-

    cias embriagantes de las dichas plan-

    tas (Ibd.:644).

    Finalmente me remito a Pedro Ponce de

    Len6, quien en su Breve relacin de los dio-

    ses y ritos de la gentilidad, seala que quienes

    6. Pedro Ponce de Len, de acuerdo con ngel Ma. Ga-ribay (Teogona e historia de los mexicanos: Tres ops-culos del siglo XVI, 1996, p. 17), naci en las cercanas de Mxico. Era hijo de Lucas Ponce de Len, indio noble hijo del rey Cuatlatlapaltzin, de Tlaxcala.

    7. Obra contenida en: Teogona e Historia de los Mexi-canos: Tres opsculos del siglo XVI, edicin de ngel Ma. Garibay, 1996, p. 126.

  • 34

    en Luna (Gonzlez Torres, Op.cit.:59-60).

    Nicholson seala que Chalchiuhtlicue es des-

    crita como la consorte, hermana o madre de

    Tlloc y que era, de alguna forma, su contra-

    parte conceptual, adems de que su jurisdic-

    cin iba ms all del agua al encontrarse nti-

    mamente relacionada con las deidades del

    maz y la tierra (Nicholson, Op.cit.: 416).

    Sahagn alude que a Chalchiuhtlicue le pinta-

    ban la cara de color amarillo y le ponan un co-

    llar de piedras preciosas del que colgaba una

    medalla de oro; su tocado era de papel pintado

    de azul claro y plumas verdes; llevaba orejeras

    hechas en mosaico de turquesa; su vestido era

    color azul claro, con unas franjas de las que

    colgaban caracoles y usaba sandalias blancas;

    en la mano izquierda llevaba una rodela con

    una hoja ancha y redonda que se cra en el

    agua, llamada atlacuezona, y en la mano de-

    recha su cetro (Sahagn, Op.cit.:42-43).

    En la escultura monoltica de Chalchiuhtlicue,

    procedente de Teotihuacn, y hoy en da ex-

    hibida en el Museo Nacional de Antropologa,

    se pueden apreciar, en los bordes de su

    quechquemitl y enredo, detalles de lneas on-

    dulantes que pueden simbolizar las olas de

    agua.

    Diego Durn expresa que el agua, personifica-

    da como Chalchiuhtlicue estaba presente a lo

    largo de toda la vida de un individuo en ella

    nacan y con ella vivan y con ella lavaban sus

    Fernndez habla de que ella conforma el hu-

    yatl, mar, y por eso el Golfo de Mxico se lla-

    ma Chalchiuhtlicueycatl, morada de la que

    tiene falda de esmeraldas. Entre sus distintas

    manifestaciones se encuentran los siguientes

    nombres: Atlatona, la que brilla en las aguas;

    Acuecuyotl, falda de agua, cuando hay on-

    das y olas; Ahuic, a una parte y a otra, lo que

    indica que se mueve y muda a todas partes;

    Apozonlotl, espuma de agua, cuando en las

    rpidas corrientes de los ros, aparece la espu-

    ma; Aticpac calqui chuatl, mujer que tiene ca-

    sa encima del agua (su casa casi siempre

    aparece cimentada sobre una tortuga que nada

    en amplias aguas); Atlacamani, las tempesta-

    des excitadas en el agua, cuando aparece agi-

    tada, alborotada como una gente sin tino; Ala-

    coaya, agua triste, lagos y lagunas en proce-

    so de secarse; Ayauh, diosa de la niebla, nu-

    men de las brumas y vapores; Xixiquipilihui, la

    que se hace bolsas, cuando el agua se riza

    por vientos contrarios, aunque leves

    (Fernndez, Op.cit.: 118).

    Ylotl Gonzlez recuerda el origen que tuvo

    esta deidad del agua y lo relata de la siguiente

    manera: Las cuatro deidades, hijas de los dio-

    ses primigenios, crearon a esta diosa, al mis-

    mo tiempo que a Tlloc, su esposo. Para alum-

    brar al universo se convirti en el primer sol.

    Chalchiuhtlicue tuvo un hijo con Tlloc, el que

    arroj a una hoguera de la que sali convertido

  • 35

    crecidas y con mazorcas, a Chalchiuhtlicue,

    cuya celebracin dentro de este mes se haca

    en los ltimos das, un sacerdote (ministro de

    Tlloc) le esparca yauhtli a sus pies (Sierra

    Carrillo, Op.cit.: 34).

    Huixtochuatl

    Seora de los salineros; deidad de la sal y de

    las aguas saladas. Tras cierto problema con

    sus hermanos Tlaloque, Huixtochuatl fue des-

    terrada a las aguas saladas y ah invent la

    forma de hacer sal con tinajas. Era la hermana

    mayor de los Tlaloque, aunque segn algunos,

    como seala Fernndez, es hija de Tlloc y

    Chalchiuhtlicue. Las aguas adonde es enviada

    Huixtochuatl son las cinegas o lagos de poca

    profundidad y que tienen mal olor. Al inventar

    la sal se convirti en la Seora de las salinas,

    que habita en Ilhuicatl Huiztlan, cuarto cielo,

    por donde se mueve Venus (Fernndez,

    Op.cit.: 120).

    Len-Portilla, basndose en los textos de los

    informantes del padre Sahagn, y buscando

    una comparacin con la deidad de la sal, des-

    cribe los atavos de Chalchiuhtlicue de la si-

    guiente manera: Su pintura facial amarilla, su

    gorro de papel con penacho de quetzal, sus

    orejeras de oro. Su camisa con representacin

    de agua, su faldelln con representacin de

    agua. Sus campanillas, sus sandalias. Su es-

    cudo con una flor acutica, tiene en una mano

    pecados y con ella moran; al nacer, los infan-

    tes eran llevados a lavar a las diferentes fuen-

    tes de agua de acuerdo con su posicin social,

    ...a los seores, en fuentes particulares, dipu-

    tadas y sealadas para ellos, y a los de menor

    estado y cuanta, en los riachuelos y fuentes

    de poca estima. Sobre los cuales lavatorios

    haba grandes ofrendas de joyas, en figuras de

    peces y de ranas y de patos y de cangrejos, de

    tortugas y joyas de oro que en ellas echaban

    los principales seores, cuyos hijos en ellas se

    lavaban [...] Es decir que con ella [] el agua

    ayudaba a criar las sementeras y semillas que

    ellos coman (Durn, Op.cit.:171).

    Finalmente cabe sealar que es sumamente

    curiosa la forma en que Durn nos transmite la

    gran cantidad de ofrendas que se hacan tanto

    a Chalchiuhtlicue como a las dems deidades

    del agua: Haba otras mil nieras que pudiera

    poner sobre los ageros que fingan del agua

    [...] como echaban cantarillos, ollejas, platillos,

    escudillas de barro y muecas de barro en los

    arroyos y fuentes las paridas y los enfermos y

    mil juguetes de cuentecillas (Ibd.:174).

    Dora Sierra Carrillo, retomando a Durn y a

    Ortiz de Montellano, y haciendo nfasis en el

    uso del pericn como una de las ofrendas es-

    trechamente relacionadas con las deidades

    acuticas, recuerda que en el sexto mes, en la

    fiesta de Etzalcualiztli, cuando ya se encuen-

    tran las aguas entradas y las sementeras

  • 36

    monias y solemnidad acostumbrada, y estaban

    el da en mucha devocin, echando incienso

    en los braseros del templo (Lpez de Gmara,

    Op.cit.: 316).

    Cabe mencionar que Bernardino de Sahagn

    seala que la mujer que se sacrificaba en esta

    fiesta era en honor de Xillonen (Sahagn,

    Op.cit.:93), pero, por otra parte, Durn mani-

    fiesta que esta diosa tena tres nombres, sien-

    do tambin conocida como Chicomecatl o

    Chalchiuhchuatl (Durn, Op.cit.: 266).

    Len-Portilla, basndose en los Primeros Me-

    moriales de Sahagn, seala que los atavos

    de Xillonen, su falda y su camisa, estn pinta-

    dos con flores de agua. Este autor tambin

    hace referencia a la estrecha semejanza en-

    contrada por Seller entre esta diosa y Chico-

    mecatl (Len-Portilla, Op.cit.: 133).

    Atlatonan

    Francisco del Paso y Troncoso menciona que

    el nombre de esta divinidad acutica se ha es-

    crito de distintas maneras, as, por ejemplo,

    Atlatonan significa nuestra madre de las

    aguas, mientras que Atlantona, como la nom-

    bran otros, es (la que) brilla en las aguas (del

    Paso y Troncoso, Op.cit.:136).

    De acuerdo con Graulich, Chicomecatl y

    Atlantonan se contaban entre las divinidades

    de la lluvia (Graulich, Op Cit.:326), sin embar-

    go, en el planteamiento de Nicholson, Atlato-

    su bordn de junco. Este autor retoma tam-

    bin a Seller (1927, p. 480) para sealar el pa-

    recido de sus atavos con los de Chalchiuhtli-

    cue, atribuyndolo a que Huixtochuatl era dei-

    dad del agua salada, mientras que Chalchiuh-

    tlicue lo era de las aguas dulces (Len-Portilla,

    Op.cit.:137).

    Para Nicholson, Huixtochuatl era esencialmen-

    te slo un aspecto de Chalchiuhtlicue cuyo cul-

    to tena lugar en aquellas comunidades cerca-

    nas a los lagos de agua salada del Valle de

    Mxico (Nicholson, Op.cit.: 416). Cabe sealar

    que lo mismo sucede con Atlatona o Atlanto-

    nan, que igualmente puede considerarse como

    un desdoblamiento de Chalchiuhtlicue, cuyo

    mbito se reduce al agua dulce de las lagunas.

    En el mes Huey Teculhuitl se celebraba la

    fiesta en su honor, en la cual durante diez das

    bailaban la mujer que representaba a la diosa y

    las mujeres que hacan la sal. Al finalizar este

    periodo, y tras velar toda la noche la mujer y

    varios cautivos eran sacrificados en el templo

    de Tlloc (dem.).

    Ampliando un poco la descripcin de esta fies-

    ta, se cita a Lpez de Gmara, quien seala

    que al celebrarse se juntaban todos los caba-

    lleros y principales personas de cada provincia,

    a la ciudad que era la cabeza; la vigilia en la

    noche vestan una mujer de la ropa e insignias

    de la deidad de la sal, y bailaban con ella to-

    dos. En la maana sacrificbanla con las cere-

  • 37

    con que pintaban su cuerpo, ambos caracters-

    ticos de los dioses sealados.

    Yolotl Gonzlez seala que era representado

    con la parte inferior de las extremidades pinta-

    das de azul y con un antifaz negro con circuli-

    llos alrededor conocido como mscara estelar.

    En el rostro tena pintadas figuras semejantes

    a la del huacal; la nuca y la frente llevaban

    adornos en forma de escudo y se la ataviaba al

    estilo de la gente de Chalman o Chalma. En

    una mano llevaba un escudo con la mitad pin-

    tada de color rojo sangre y en la otra mano un

    bastn rojo (Gonzlez Torres, Op. Cit.: 15).

    Las deidades del agua antes descritas pueden

    considerarse las ms importantes dentro de la

    cosmovisin nahua, no obstante llegan a tener

    ciertas advocaciones, como Coatlicue que es

    tambin Coatlicue-Iztacchuatl, adems de que

    muchas veces se les representa en compaa

    de otras, o bien, para ciertas actividades o fun-

    ciones como la lluvia, se les relaciona con

    otras tantas deidades, como Tlloc con Eh-

    catl, donde las nubes que harn llover, depen-

    den de que el viento las lleve a donde habrn

    de cumplir tal accin.

    Finalmente cada deidad relacionada con el

    agua, como cualquier otra, tiene su alimento y

    su tiempo, y puede ser venerada tanto cotidia-

    na como ocasionalmente. En el mundo pre-

    hispnico los ritos especficos para cada dei-

    dad estaban cronolgicamente organizados en

    nan forma parte del grupo de las diosas ma-

    dres de la tierra y la fertilidad dentro Complejo

    Teteoinnan (Nicholson, Op.cit.:Tabla 3). Por otra

    parte, como ya se ha mencionado en la des-

    cripcin de Chalchiuhtlicue, Atlatonan puede

    ser considerada tambin como una de las ma-

    nifestaciones de esta deidad.

    Yolotl Gonzlez define a Atlatonan como una

    deidad nahua, protectora de los leprosos y de

    otros enfermos contagiosos. Tambin retoma

    de las fuentes histricas que Atlatonan era el

    nombre dado a la esclava que se sacrificaba

    en el mes Ochpaniztli, despus de la imagen

    viviente de Chicomecatl, y tambin a una de

    las cuatro mujeres que se unan a la personifi-

    cacin de Tezcatlipoca antes de que fuera sa-

    crificado (Gonzlez Torres, Op.Cit.: 15).

    Atlahua

    El dueo del agua o de las playas de la lagu-

    na. Atlahua era deidad de los nahuas, patrn

    de las chinampas o jardines flotantes de Xochi-

    milco (dem.).

    Miguel Len-Portilla, en su traduccin de los

    Primeros Memoriales de Sahagn, dice que los

    atavos de Atlahua, como el rostro ennegrecido

    con motas como granos de salvia, el escudo

    con la flor acutica, y el bastn de junco, alu-

    den a su carcter de uno de los dioses del

    agua (Len-Portilla, Op.Cit.:141). A ello puede

    agregrsele el hule salpicado y el color azul

  • 38

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    ntima relacin con el ciclo agrcola, pero tam-

    bin podan repetirse o prolongarse en otro

    momento ante el enojo de los seres deificados

    que podan manifestar su furia repentinamente

    con temblores, sequas u otras calamidades,

    ante lo cual, y para calmar el dao, seran ne-

    cesarias la oracin y la oblacin.

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    Amrica Malbrn Porto1

    S oy un Dios, los hombres me crearon, no estoy muy seguro de

    que a su imagen y semejanza... pues me he visto reflejado en los

    espejos de agua, que yo mismo formo, y no me encuentro pare-

    cido con algn humano. Pero eso es lo de menos, soy un Dios y

    eso s es importante.

    Como todos los dioses, soy eterno, hace siglos que me conocen,

    aunque debo confesar que ltimamente me han olvidado un po-

    co, eso es culpa de los hombres que vinieron desde el otro lado

    del mundo. Aclaro que estoy un poco olvidado, porque todava hay

    gente que se acuerda de mi y de mis nombres.

    Me llamaban de muchas formas... una que me gustaba es Tlamacaz-

    qui, que quiere decir El Dador o EL Proveedor Divino, pues soy

    yo quien proporciona lo necesario para que se desarrolle la vida

    sobre la tierra, provoco las lluvias (Lpez Austin, 1994:176; Broda,

    1971:251); tambin me decan Xoxouhqui El Verde, El Crudo,

    esto porque gracias a mi intervencin es que brotan las plantas y las

    flores, crecen los rboles, las hierbas y el maz (Lpez Austin, Ibd.).

    Otro de mis nombres es Tlalocatecuhtli y si alguno de ellos te parece

    muy complicado, puedes llamarme Tlloc. S, ya te diste cuenta, soy

    un dios de la vegetacin, pero sobre todo del agua, de la lluvia.

    Cierto fraile, en uno de sus libros escribi sobre m... o si lo quieres

    ver as, sobre aquellos que me adoraban:

    TLALOC

    1. Mtra. En Estudios Mesoamericanos por la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional Aut-noma de Mxico. Profesora en el Colegio de Estudios Latinoamericanos en la misma universidad.

    Escultura de Tlaloc. Sala Mexica Museo nacio-nal de Antropologa Foto