The matrix (filMosofia)

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FILMOSOFIA THE MATRIX

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FILMOSOFIA

THE MATRIX

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Dirección y guión: The Wachowski Brothers.País: USA.Año: 1999.Interpretación: Keanu Reeves (Mr. Anderson / Neo), Laurence Fishburne (Morfeo), Carrie-Anne Moss (Trinity), Hugo Weaving (Agente Smith), Joe Pantoliano (Cifra / Sr. Reagan), Marcus Chong (Tanque), Gloria Foster (Oráculo), Julian Arahanga (Apoc), Matt Doran (Ratón), Belinda McClory (Switch), Anthony Ray Parker (Dozer)Producción: Joel Silver. Producción ejecutiva: Andrew Mason, Barrie M. Osborne, Erwin Stoff, Andy y Larry Wachowski.Música: Don Davis.Fotografía: Bill Pope.Montaje: Zach Staenberg.Diseño de producción: Owen Paterson.Dirección artística: Hugh Bateup y Michelle McGahey.Vestuario: Kym Barrett.Decorados: Lisa Blitz Brennan, Tim Ferrier y Marta McElroy.Efectos especiales: Amalgamated Pixels, Animal Logic, Bullet Time, DFILM Services, Makeup Effects Group Studio, Manex Visual Effects, Mass. Illusions LLC

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¿QUE ES REAL?

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PARMENIDESPOEMAPROEMIO

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Los caballos que me llevan tan lejos como es mideseo me condujeron, después que guiándomeme llevaron al camino razonablede la diosa que lleva al hombre sabio por todoslos lugares.Por él fui llevado, pues por él me llevaron losdiestros caballosque tiraban del carro y unas doncellas indicabanel camino.En los bujes el eje emitía un silbidoal calentarse (pues era acelerado por dosredondasruedas, una de cada extremo) al llevarme conrapidezlas vírgenes Helíades -abandonando la mansiónde la noche-hacia la luz -quitándose de la mano los velos dela cabeza-.

y la diosa me recibió bondadosamente, con sumano mi manoderecha tomó y dirigiéndose a mí, habló de estaforma:“Oh joven, compañero de aurigas inmortales quellegas a nuestra morada con los corceles que te llevan,salve. Pues no te ha impulsado una mala Moira aseguireste camino (que está lejos de la senda que siguenlos hombres)sino Themis (el Derecho) y Dike (la Justicia). Esnecesario queconozcas todas las cosas,el corazón inconmovible de la Verdad bienredonday las opiniones de los mortales en las que no estála verdad certera.

Allí estaba la puerta de los caminos de la nochey el día,la circundaba un dintel y un umbral de piedra.Etérea está obstruida por grandes batientesde los que Dike (la Justicia), severa castigadora,guarda las llaves de la recompensa,a la cual las persuasivas doncellas con suavespalabras convencen hábilmente para que elpasador asegurado con estacas lesretire pronto la puerta; esta de los batientesdejó la inmensa abertura, subiendo a lo alto,haciendo girar alternativamente en los cubos susdos ejes de bronceprovistos de traviesas y pasadores. Por allí, a travésde ella,las doncellas condujeron rectamente por elcamino el carro y los caballos,

Pero deberás aprender también esto: que lo queaparecedebe tenerlo por real quien lo recorra todoabsolutamente.Pues bien, yo diré, guarda tú la palabra despuésde haberla oído,cuales son las únicas vías de investigaciónpensables:la una es que es y no es no seres la vía de la Persuasión -pues sigue a la verdad-la otra es que no es y es por necesidad no ser, tedigo que esta es una vía impracticable:pues no conocerías lo no ente -ya que no esposible- ni lo expresarías.[…] pues es lo mismo pensar que ser.

Parménides, Proemio (Poema de Parménides)

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Los caballos que me llevan tan lejos como es mideseo me condujeron, después que guiándomeme llevaron al camino razonablede la diosa que lleva al hombre sabio por todoslos lugares.Por él fui llevado, pues por él me llevaron losdiestros caballosque tiraban del carro y unas doncellas indicabanel camino.En los bujes el eje emitía un silbidoal calentarse (pues era acelerado por dosredondasruedas, una de cada extremo) al llevarme conrapidezlas vírgenes Helíades -abandonando la mansiónde la noche-hacia la luz -quitándose de la mano los velos dela cabeza-.

y la diosa me recibió bondadosamente, con sumano mi manoderecha tomó y dirigiéndose a mí, habló de estaforma:“Oh joven, compañero de aurigas inmortales quellegas a nuestra morada con los corceles que te llevan,salve. Pues no te ha impulsado una mala Moira aseguireste camino (que está lejos de la senda que siguenlos hombres)sino Themis (el Derecho) y Dike (la Justicia). Esnecesario queconozcas todas las cosas,el corazón inconmovible de la Verdad bienredonday las opiniones de los mortales en las que no estála verdad certera.

Allí estaba la puerta de los caminos de la nochey el día,la circundaba un dintel y un umbral de piedra.Etérea está obstruida por grandes batientesde los que Dike (la Justicia), severa castigadora,guarda las llaves de la recompensa,a la cual las persuasivas doncellas con suavespalabras convencen hábilmente para que elpasador asegurado con estacas lesretire pronto la puerta; esta de los batientesdejó la inmensa abertura, subiendo a lo alto,haciendo girar alternativamente en los cubos susdos ejes de bronceprovistos de traviesas y pasadores. Por allí, a travésde ella,las doncellas condujeron rectamente por elcamino el carro y los caballos,

Pero deberás aprender también esto: que lo queaparecedebe tenerlo por real quien lo recorra todoabsolutamente.Pues bien, yo diré, guarda tú la palabra despuésde haberla oído,cuales son las únicas vías de investigaciónpensables:la una es que es y no es no seres la vía de la Persuasión -pues sigue a la verdad-la otra es que no es y es por necesidad no ser, te

digo que esta es una vía impracticable:pues no conocerías lo no ente -ya que no esposible- ni lo expresarías.[…] pues es lo mismo pensar que ser. Parménides, Proemio (Poema de Parménides)

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PLATONLA REPUBLICAMITO DE LA CAVERNA

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-Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ellas están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. -Me lo imagino... -Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. -Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. -Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? -Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. -¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique? -Indudablemente. -Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? -Necesariamente. -Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y algunos de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos? -¡Por Zeus que sí! -¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? -Es de toda necesidad. -Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, ¿qué pasaría si naturalmente les ocurriese que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes? ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente?

Platón, La República 514a-521d

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-Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ellas están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impidengirar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. -Me lo imagino... -Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. -Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. -Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? -Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. -¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique? -Indudablemente. -Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? -Necesariamente. -Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y algunos de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos? -¡Por Zeus que sí! -¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? -Es de toda necesidad. -Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, ¿qué pasaría si naturalmente les ocurriese que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes? ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente?

Platón, La República 514a-521d

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DESCARTESDISCURSO DEL METODOEL GENIO MALIGNO

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Pues bien, ¿qué soy yo, ahora que supongo haber alguien extremadamente poderoso y, si es lícito decirlo así, maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas e industria en engañarme? ¿Acaso puedo estar seguro de poseer el más mínimo de esos atributos que acabo de referir a la naturaleza corpórea? Me paro a pensar en ello con atención, paso revista una y otra vez, en mi espíritu, a esas cosas, y no hallo ninguna de la que pueda decir que está en mí. No es necesario que me entretenga en recontarlas. Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno que esté en mí. Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es cierto entonces también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir: pero no puede uno sentir sin cuerpo, aparte de que yo he creído sentir en sueños muchas cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había sentido realmente. Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablan-do con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido […] Pero acaso suceda que esas mismas cosas que supongo ser, puesto que no las conozco, no sean en efecto diferentes de mí, a quien conozco. Nada sé del caso: de eso no disputo ahora, y sólo puedo juzgar de las cosas que conozco: ya sé que soy, yeso sabido, busco saber qué soy. Pues bien: es certísimo que ese conocimiento de mí mismo, hablando con precisión, no puede depender de cosas cuya existencia aún me es desconocida, ni por consiguiente, y con mayor razón, de ninguna de las que son fingidas e inventadas por la imaginación. E incluso esos términos de «fingir» e «imaginar» me advierten de mi error: pues en efecto yo haría algo ficticio, si imaginase ser alguna cosa, pues «imaginar» no es sino contemplar la figura o «imagen» de una cosa corpórea. Ahora bien: ya sé de cierto que soy y que, a la vez, puede ocurrir que todas esas imágenes y, en general, todas las cosas referidas a la naturaleza del cuerpo, no sean más que sueños y quimeras. Y, en consecuencia, veo clara-mente que decir «excitaré mi imaginación para saber más distinta-mente qué soy» es tan poco razonable como decir «ahora estoy despierto, y percibo algo real y verdadero, pero como no lo percibo aún con bastante claridad, voy a dormirme adrede para que mis sueños me lo representen con mayor verdad y evidencia». Así, pues, sé con certeza que nada de lo que puedo comprender por medio de la imaginación pertenece al conocimiento que tengo de mí mismo, y que es preciso apartar el espíritu de esa manera de concebir, para que pueda conocer con distinción su propia naturaleza.

Rene Descartes, Meditaciones metafísicas (meditación segunda)

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Pues bien, ¿qué soy yo, ahora que supongo haber alguien extremadamente poderoso y, si es lícito decirlo así, maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas e industria en engañarme? ¿Acaso puedo estar seguro de poseer el más mínimo de esos atributos que acabo de referir a la naturaleza corpórea? Me paro a pensar en ello con atención, paso revista una y otra vez, en mi espíritu, a esas cosas, y no hallo ninguna de la que pueda decir que está en mí. No es necesario que me entretenga en recontarlas. Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno que esté en mí. Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es cierto entonces también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir: pero no puede uno sentir sin cuerpo, aparte de que yo he creído sentir en sueños muchas cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había sentido realmente. Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido. Pero acaso suceda que esas mismas cosas que supongo ser, puesto que no las conozco, no sean en efecto diferentes de mí, a quien conozco. Nada sé del caso: de eso no disputo ahora, y sólo puedo juzgar de las cosas que conozco: ya sé que soy, y eso sabido, busco saber qué soy. Pues bien: es certísimo que ese conocimiento de mí mismo, hablando con precisión, no puede depender de cosas cuya existencia aún me es desconocida, ni por consiguiente, y con mayor razón, de ninguna de las que son fingidas e inventadas por la imaginación. E incluso esos términos de «fingir» e «imaginar» me advierten de mi error: pues en efecto yo haría algo ficticio, si imaginase ser alguna cosa, pues «imaginar» no es sino contemplar la figura o «imagen» de una cosa corpórea. Ahora bien: ya sé de cierto que soy y que, a la vez, puede ocurrir que todas esas imágenes y, en general, todas las cosas referidas a la naturaleza del cuerpo, no sean más que sueños y quimeras. Y, en consecuencia, veo clara-mente que decir «excitaré mi imaginación para saber más distintamente qué soy» es tan poco razonable como decir «ahora estoy despierto, y percibo algo real y verdadero, pero como no lo percibo aún con bastante claridad, voy a dormirme adrede para que mis sueños me lo representen con mayor verdad y evidencia». Así, pues, sé con certeza que nada de lo que puedo comprender por medio de la imaginación pertenece al conocimiento que tengo de mí mismo, y que es preciso apartar el espíritu de esa manera de concebir, para que pueda conocer con distinción su propia naturaleza.

Rene Descartes, Meditaciones metafísicas (meditación segunda)

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THE MATRIXLA CASA DE ELROND

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