Texto vicios y virtudes

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NOMBRE: Una noche, cuando los humanos dormíamos y sólo los sueños iban al trabajo, se encontraron en el mismo parque todos los vicios y las virtudes del ser humano, que habían quedado en reunirse para intentar distraer al aburrimiento... De pronto dijo la Alegría: - ¡Se me ha ocurrido una idea! ¡Ya sé lo que haremos para divertirnos un rato! Estamos en el parque, ¿no? ¡El lugar perfecto para jugar al escondite! ¡Venga, venga, lo pasaremos muy bien! ¡Vamos, anda...! La Intriga levantó la ceja, intrigada, mientras la Curiosidad, sin poder contenerse, preguntaba: ¿Al escondite? ¿Y cómo es eso? - Es un juego -explicó la Alegría- alguien con la cara tapada comienza a contar. Los demás se esconden, y cuando haya terminado de contar, el primero a quién encuentren ocupará su lugar para continuar el juego. El Entusiasmo bailó, secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a quien nunca le interesaba nada. Tantos saltos pegaba y tanto lo repetía que la Alegría terminó contagiando de ella misma a los más cercanos, que se sumaron a la idea. La Disciplina, entonces, ante tanto alboroto, decidió poner orden: - ¡Está bien, está bien! ¡Todo el mundo calladito, que hay que organizarse! -gritaba con voz de mando, tan disciplinada ella- ¡Es imposible elegir quién la queda primero, entre tanta gente! ¡Deberá salir un voluntario! Enseguida se vio una mano sobresaliendo entre el tumulto murmurante, que decía: - De acuerdo, yo la quedo ¡pero sólo porque yo quiero involuntariamente! Todos se volvieron hacia la voz, extrañados: “¿Cómo ha dicho ésta?” “¿Qué es eso de que “quiere involuntariamente”, está loca o qué?”...¡Ah, claro! ¡No podía ser otra que la Locura! Así que la Locura se hizo paso entre los demás vicios y virtudes y llegó hasta donde estaba la Disciplina. - Muy bien, compañera Locura. Ya sabes que tendrás que contar con los ojos tapados hasta que nos dé tiempo de escondernos. Pero como somos muchos vas a tener que contar por lo menos hasta 50 sin correr, ¿vale? -puntualizó la Disciplina. - Sí, ¡claro que no!, por supuesto, ¡vale! - se hizo un lío la loca Locura... Pero no todos quisieron participar. La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué?, si al final siempre la encontraban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya). La Cobardía prefirió no arriesgarse. Total, se improvisa un pañuelo como venda para los ojos y se lleva hasta un árbol a la Locura para que se apoye mientras cuenta... ¡Y comienza el juego! - Una, dos, cuatrocientos veinticinco, sesenta, doce, siete, cuarenta y tres, treinta y seis... -esta era la única forma de contar que sabía nuestra Locura- ...ciento trece, ¡y cincuenta! ¡Ya voy! Era realmente increíble... “¿dónde se han podido meter todos?”... la pobre Locura nunca imaginó que aquello iba a ser tan difícil. Parecía que se los había tragado la tierra, 1

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NOMBRE:

Una noche, cuando los humanos dormíamos y sólo los sueños iban al trabajo, se encontraron en el mismo parque todos los vicios y las virtudes del ser humano, que habían quedado en reunirse para intentar distraer al aburrimiento... De pronto dijo la Alegría: - ¡Se me ha ocurrido una idea! ¡Ya sé lo que haremos para divertirnos un rato! Estamos en el parque, ¿no? ¡El lugar perfecto para jugar al escondite! ¡Venga, venga, lo pasaremos muy bien! ¡Vamos, anda...!

La Intriga levantó la ceja, intrigada, mientras la Curiosidad, sin poder contenerse, preguntaba: ¿Al escondite? ¿Y cómo es eso? - Es un juego -explicó la Alegría- alguien con la cara tapada comienza a contar. Los demás se esconden, y cuando haya terminado de contar, el primero a quién encuentren ocupará su lugar para continuar el juego. El Entusiasmo bailó, secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a quien nunca le interesaba nada.

Tantos saltos pegaba y tanto lo repetía que la Alegría terminó contagiando de ella misma a los más cercanos, que se sumaron a la idea. La Disciplina, entonces, ante tanto alboroto, decidió poner orden: - ¡Está bien, está bien! ¡Todo el mundo calladito, que hay que organizarse! -gritaba con voz de mando, tan disciplinada ella- ¡Es imposible elegir quién la queda primero, entre tanta gente! ¡Deberá salir un voluntario!

Enseguida se vio una mano sobresaliendo entre el tumulto murmurante, que decía: - De acuerdo, yo la quedo ¡pero sólo porque yo quiero involuntariamente!

Todos se volvieron hacia la voz, extrañados: “¿Cómo ha dicho ésta?” “¿Qué es eso de que “quiere involuntariamente”, está loca o qué?”...¡Ah, claro! ¡No podía ser otra que la Locura! Así que la Locura se hizo paso entre los demás vicios y virtudes y llegó hasta donde estaba la Disciplina.

- Muy bien, compañera Locura. Ya sabes que tendrás que contar con los ojos tapados hasta que nos dé tiempo de escondernos. Pero como somos muchos vas a tener que contar por lo menos hasta 50 sin correr, ¿vale? -puntualizó la Disciplina.- Sí, ¡claro que no!, por supuesto, ¡vale! - se hizo un lío la loca Locura...

Pero no todos quisieron participar. La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué?, si al final siempre la encontraban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya). La Cobardía prefirió no arriesgarse.

Total, se improvisa un pañuelo como venda para los ojos y se lleva hasta un árbol a la Locura para que se apoye mientras cuenta... ¡Y comienza el juego!

- Una, dos, cuatrocientos veinticinco, sesenta, doce, siete, cuarenta y tres, treinta y seis... -esta era la única forma de contar que sabía nuestra Locura- ...ciento trece, ¡y cincuenta! ¡Ya voy!

Era realmente increíble... “¿dónde se han podido meter todos?”... la pobre Locura nunca imaginó que aquello iba a ser tan difícil. Parecía que se los había tragado la tierra,

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cuando, de repente se oye un gran estrépito: ¡¡¡CRRRRAAAASH, PLOF, CATAPLOF!!!

Una rama enorme del árbol que la Locura acababa de dejar atrás mientras buscaba, se había desplomado a sus espaldas y del suelo, lleno de hojas, salía un gemido lastimero.

- ¡Ay, ay, ay! ¡Qué golpe tan grande! ¡Menos mal que no me he roto nada! Pero por si acaso, me voy a quedar aquí echadita un rato descansando... ¡Pobre pereza! Es verdad que se había llevado un gran susto, aunque bien merecido lo tenía ¡Mira que esconderse en una rama y quedarse dormida encima de ella! No se puede ser tan perezosa....

A la Locura le daba la risa mientras sentenciaba: “¡Por la Pereza!” y casi al mismo tiempo estaba viendo a la Solidaridad, que había llegado, solícita, hasta la Pereza para ayudarla y darle ánimos... ¡aunque se había vuelto a dormir! “¡Y también por la Solidaridad!”, seguía la Locura.

- Bueno, de acuerdo. Ahora tienes que encontrar a todos los demás, si no, no tiene ninguna gracia este juego, ¡porque siempre la va a quedar la Pereza! -dijo, con mucha razón, la Solidaridad.

A regañadientes asentía la Locura mientras clamaba por la Impaciencia que, incapaz de estar quieta en un mismo sitio, salía de su escondite para ayudar a la Locura a buscar, que era más divertido que estar escondida...

“¡Huy! ¡Allí se mueve algo!” ¡Y tanto...! Una mano muy poco disimulada estaba dejando pelada de sus madroños a la hermosa madroñera del parque.

- Seguro que es la Gula... ¿veis? ¡Es ella! ¡Por la Gula!

A la Pasión y el Deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. De tanto caminar, la Locura sintió sed; al acercarse al lago descubrió a la Belleza.

No resultaba tan complicado el juego, al fin y al cabo. Poco a poco fueron cayendo todos ante el brío que demostraba la Locura, que estaba decidida a encontrarlos pronto para proclamarse vencedora del “Primer Gran Premio del Escondite de los Vicios y Virtudes”. Pero algunos estaban demasiado bien escondidos. Las bases del juego hablaban de un solo ganador y si al final le quedaba por encontrar a alguien, sería este “alguien” quien ganara y no la esforzada Locura, que tanto luchaba por su premio. Tanto, que la Bondad, que era la que estaba mejor escondida, no pudo más ante el desasosiego que mostraba su compañera Locura y se descubrió ella sola. “No quiero que sufras por no encontrarme”, confesaba mientras se dejaba perder. Ya sólo quedaban cuatro. La Locura se fijó en el estanque y descubrió allí, confundida con el reflejo de la luna en el agua, a la Mentira que, al verse sorprendida, no pudo evitarlo y soltó:

- Bien, ya has ganado. Los otros tres han decidido abandonar el juego y se han marchado a dormir hace ya un rato.- ¡No, no es verdad, yo sigo escondida...!

¡Oh, cielos! ¿Cómo puede ser tan torpe la Torpeza y no ver lo que intentaba la Mentira mintiendo? En fin, la Torpeza ya estaba también descubierta. El juego se iba acabando y

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cada vez se ponía más emocionante... los dos últimos en aparecer eran un vicio y una virtud, por lo que cada grupo tenía un representante a quien animar y, además, ¡eran buenos representantes! ¡Los mejores! Con tanta presión, la Locura se ponía más loca, si cabe, y daba saltos arriba y abajo, a derecha e izquierda, con una agilidad sólo comparable a la de la Alegría, hasta que, en uno de esos saltos, se subió encima de la estatua del Príncipe del Parque y allí estaba la Envidia.

Corriendo, corriendo llegó la Locura a su árbol para gritar a los cuatro vientos: “¡¡Por la Envidia!!”... La Envidia, mientras, no corría ni se sofocaba. Se limitaba a sacudirse un poco la ropa acercándose lentamente hasta el grupo de sus compañeros, los vicios, que estaban desolados al verse ya perdedores. Entonces, la muy envidiosa Envidia, señaló hacia un jardincito de flores y arbustos frutales y se puso a comentar con voz muy fuerte: - ¡Claro! ¡Así puede ganar cualquiera! ¡Si te ayudan las flores y las mariposas...!

“¡Qué envidiosa!”, pensó la Locura a la vez que llegaba de un gran brinco hasta el jardincito señalado por la Envidia. No podía evitarlo, cada vez más nerviosa y más loca buscaba y buscaba y no encontraba al Amor, protegido como estaba por el aroma de las flores y los colores de las mariposas y las moras. Hasta la luna lo ayudaba, desplazando sus tenues rayos hacia otro sitio, para que la Locura no pudiera verlo. De pronto, apareció por ahí tirado uno de esos rastrillos que usan los jardineros para arrastrar las hojas secas que quedaban esparcidas por el suelo y la Locura, ya loca del todo, no se lo pensó: - ¡Ahora sí que vas a salir de tu escondite!

Y se puso a dar pinchazos entre las flores y arbustos con una rapidez que nadie fue capaz de llegar a tiempo para sujetarla... Hasta que el aire de la noche se congeló y todos se paralizaron ante un alarido estremecedor de dolor y de sangre: “¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAGGGGGHHHH!!!

Entre las flores, manando sangre de la manos, que cubrían su rostro, se levantaba el Amor con un lamento de dolor indescriptible... ¡La Locura le había pinchado en los dos ojos con el rastrillo! Nada se pudo hacer para recuperar sus ojos. La Locura lloraba y lloraba sin consuelo por el tremendo sentimiento de culpa que le atormentaba. ¿Cómo fue tan loca y cometió semejante atrocidad? Si ella, en el fondo, no era mala... Tenía que recompensar de alguna manera al pobrecito Amor y decidió que nunca jamás de los jamases lo abandonaría ni lo dejaría solo... Es por eso por lo que, como todo el mundo sabe, el Amor es ciego y siempre, siempre, va acompañado... de la Locura.

ACTIVIDADES

¿Qué título darías al texto?

¿Qué piensas del texto?

Después del visionado y de la lectura, ¿sabrías explicar, con tus propias palabras, qué

son los vicios y las virtudes? ¿Cuáles creen que son tus vicios y tus virtudes?

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