SERMÓN XLIX La Justicia y La Misericordia

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  SERMÓN XLIX Tema: La justicia y la misericordia (Miq 6,6-8). Fecha: Un domingo del año 418.  Lugar: La Mensa Cypriani, de Cartago. 1. Tras ser leídas y escuchadas muchas lecturas santas, conviene que digamos acerca de ellas lo que el Señor se dignare concedernos. Todo oyente de las lecturas recuerda mejor lo último que se leyó y espera que el comentador de la palabra diga algo sobre ello. Puesto que el santo Evangelio fue lo último que se leyó, no dudo que vuestra caridad espera oír algo sobre esta viña, sobre los obreros conducidos a ella y sobre el denario que les fue dado en recompensa. Pero también yo recuerdo lo que prometí el domingo pasado'. Había querido exponeros algo de lo que había sido leído del santo profeta. Lo leído se refería al hombre que buscaba con qué sacrificios aplacaría a Dios: se le comunicó que Dios no buscaba de él otra cosa sino que hiciese el juicio y practicase la justicia, amase la misericordia y estuviese dispuesto a ir c on el Señor su Dios. Entonces traté en cuanto pude sobre el juicio, y el sermón se alargó tanto que no quedó tiempo para considerar las otras cosas. Por lo cual prometí que hoy hablaría de la  justicia. Quienes esperabais que os hablase del Evangelio no  penséis que voy a defraudaros. El trabajo en aquella viña es la  justicia misma. 2. Pensad que sois vosotros quienes habéis sido conducidos a ella. Quienes vinieron siendo aún niños, considérense los conducidos a primera hora; quienes siendo adolescentes, a la hora de tercia; quienes en su madurez, a la de sexta; quienes eran ya más graves, a la de nona, y quienes ya ancianos, a la hora undécima. No os preocupéis del tiempo. Mirad el trabajo que realizáis; esperad seguros la recompensa. Y si consideráis quién es vuestro señor, no te ngáis envidia si la recompensa es para todos igual. Sabéis cuál es el trabajo, pero lo recordaré. Escuchad lo que ya sabéis y realizad lo que oísteis.  Dijimos que el trabajo de Dios es la justicia. Preguntado Jesús cuál era el trabajo qu e Dios ordenaba hacer, respondió:  Este es el trabajo de Dios, que creáis en quien él envió. Hubiera  podido decir nuestro piadoso Señor: la justicia es el trabajo de Dios. ¿Nos hemos atrevido entonces nosotros, los conducidos al trabajo, a presuponer algo con tra el padre de familias? Si el trabajo de Dios es la justicia, como yo dije, ¿cómo va a ser

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SERMÓN XLIX La Justicia y La Misericordia, San Agustin

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  • SERMN XLIX Tema: La justicia y la misericordia (Miq 6,6-8). Fecha: Un domingo del ao 418. Lugar: La Mensa Cypriani, de Cartago. 1. Tras ser ledas y escuchadas muchas lecturas santas, conviene que digamos acerca de ellas lo que el Seor se dignare concedernos. Todo oyente de las lecturas recuerda mejor lo ltimo que se ley y espera que el comentador de la palabra diga algo sobre ello. Puesto que el santo Evangelio fue lo ltimo que se ley, no dudo que vuestra caridad espera or algo sobre esta via, sobre los obreros conducidos a ella y sobre el denario que les fue dado en recompensa. Pero tambin yo recuerdo lo que promet el domingo pasado'. Haba querido exponeros algo de lo que haba sido ledo del santo profeta. Lo ledo se refera al hombre que buscaba con qu sacrificios

    aplacara a Dios: se le comunic que Dios no buscaba de l otra cosa sino que hiciese el juicio y practicase la justicia, amase la misericordia y estuviese dispuesto a ir con el Seor su Dios. Entonces trat en cuanto pude sobre el juicio, y el sermn se alarg tanto que no qued tiempo para considerar las otras cosas. Por lo cual promet que hoy hablara de la justicia. Quienes esperabais que os hablase del Evangelio no pensis que voy a defraudaros. El trabajo en aquella via es la justicia misma. 2. Pensad que sois vosotros quienes habis sido conducidos a ella. Quienes vinieron siendo an nios, considrense los conducidos a primera hora; quienes siendo adolescentes, a la hora de tercia; quienes en su madurez, a la de sexta; quienes eran ya ms graves, a la de nona, y quienes ya ancianos, a la hora undcima. No os preocupis del tiempo. Mirad el trabajo que realizis; esperad seguros la recompensa. Y si consideris quin es vuestro seor, no tengis envidia si la recompensa es para todos igual. Sabis cul es el trabajo, pero lo recordar. Escuchad lo que ya sabis y realizad lo que osteis. Dijimos que el trabajo de Dios es la justicia. Preguntado Jess cul era el trabajo que Dios ordenaba hacer, respondi: Este es el trabajo de Dios, que creis en quien l envi. Hubiera podido decir nuestro piadoso Seor: la justicia es el trabajo de Dios. Nos hemos atrevido entonces nosotros, los conducidos al trabajo, a presuponer algo contra el padre de familias? Si el trabajo de Dios es la justicia, como yo dije, cmo va a ser

  • lo que dijo el Seor, que se crea en l, a no ser que la misma justicia consista en creer en l? Pero he aqu que, dices, hemos odo al Seor: Este es el trabajo de Dios, que creis en l. Escuchamos de tu boca que el trabajo de Dios es la justicia. Demustranos que creer en Cristo es la justicia misma. Te parece puesto que ya estoy respondiendo a quien busca y desea cosas justas, te parece que creer en Cristo no es la justicia? Qu es, pues? Da un nombre a este trabajo. Sin duda alguna, si ponderas bien lo que escuchaste, has de responder: A esto se llama fe. Creer en Cristo se llama fe. Acepto lo que afirmas: creer en Cristo recibe el nombre de fe. Escucha t otro lugar de la Escritura: el justo vive de la fe. Realizad la justicia: creed: el justo vive de la je. Realizad la justicia: creed: el justo vive de la je. Es difcil que viva mal quien cree bien. Creed con todo el corazn, creed sin cojear, sin dudar, sin argumentar con sospechas humanas contra la misma fe. Se llama fe porque se realiza lo que se dice. Cuando se pronuncia la palabra fides (fe) suenan dos slabas. La primera es de hacer; la segunda, de decir 2. Te pregunto si crees. Dices: Creo. Haz lo que dices y tienes la fe. Yo puedo or la voz del que responde, pero no puedo ver su corazn. Pero acaso lo conduje a la via yo, que no puedo ver el corazn? No soy yo quien lo conduzco, ni quien le juzgo, ni

    preparo yo el denario de recompensa. Soy un obrero como vosotros; trabajo en la via segn las fuerzas que l tiene a bien darme. Con qu intencin trabajo lo ve quien me condujo a la via. Me importa muy poco, dice el Apstol, el ser jutgado por vosotros. Tambin vosotros podis or mi voz, pero no penetrar en mi corazn. Presentemos todos nuestro corazn a Dios, para que lo vea, y realicemos el trabajo con ilusin. No ofendamos a quien nos contrata, para recibir con la frente alta la recompensa. 3. Tambin nosotros, amadsimos, veremos mutuamente nuestros corazones, pero despus. Al presente todava estamos envueltos en las tinieblas de esta mortalidad y caminamos a la luz de la lmpara de la Escritura, como dice el apstol Pedro: Tenemos una palabra proftica ms segura, a la cual hacis bien en mirar como a una lmpara en un lugar oscuro, hasta que brille el da y el lucero se levante en vuestros corazones. Por lo tanto, amadsimos, a causa de esta fe por la que creemos en Dios, en comparacin con los no creyentes, somos da. Fuimos noche con ellos en el tiempo de la infidelidad; pero ahora somos luz, segn lo que dice el Apstol: Fuisteis en

  • otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Seor. Las tinieblas estn en vosotros; la luz, en el Seor. Tambin en otro lugar: Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos de Dios: no somos de la noche ni de las tinieblas. Como de da, caminemos rectamente. Somos, pues, da en comparacin con los no creyentes. Sin embargo, en comparacin de aquel da, ciando resucitarn los muertos y esto corruptible se revestir d incorruptibilidad y esto mortal de inmortalidad, somos todava noche. A nosotros, como ya viviendo de da, nos dice el apstol Juan: Amadsimos, somos hijos de Dios. Y, sin embargo, puesto que an somos noche, cmo sigue? Y todava no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a l, porque le veremos tal cual es. Pero esto es la recompensa, no el trabajo. Le veremos como es, esto es la recompensa. Entonces ser da, ms brillante que el cual no puede haber otro. Ahora, pues, caminemos honestamente en este da; en esta provisional noche no nos juzguemos mutuamente. Ved, pues, que el mismo apstol Pablo, que dijo: Caminemos honestamente como de da, no se opone ni contradice al tambin apstol Pedro, que dijo: A la cual haris bien en mirar refirindose a la palabra divina como a una lmpara en un lugar oscuro, hasta que brille el da y el lucero se levante en vuestros corazones. 4. Prestad atencin al apstol Pablo que dice esto tambin: Por lo tanto, no juzguis nada antes de tiempo. Cundo ser el tiempo? Hasta que llegue el Seor e ilumine lo escondido de las tinieblas y manifieste los pensamientos del corazn, y entonces recibir cada uno la alabanza de parte de Dios. Qu es antes del tiempo, sino antes de que veis recprocamente los corazones? Ved si es esto lo que dije. Considerad por un momento todas las palabras de la frase. No juzguis nada antes de tiempo. Y cundo ser el tiempo? Hasta que venga el Seor y manifieste los pensamientos del corazn, y en-1 tonces recibir, cada uno la alabanza de parte de Dios. Come/ te censurarn las tinieblas cuando seas alabado por la luz? Entonces estarn abiertos los corazones; ahora, en cambio, se nos ocultan. Sospechas que alguien es tu enemigo, y tal vez es amigo. Otro parece amigo, y es, tal vez, un enemigo oculto3. Oh tinieblas! Se muestra despiadado, y est amando; halaga, y est odiando. Si juzgo por las palabras, me alejo del mar tranquilo y voy a dar a un escollo; huyo del amigo y me adhiero al enemigo. Esto lo hizo el corazn oculto. All se ha de creer, all dentro donde est oculto, donde no se manifiesta. Para cultivar esto has sido contratado. Trabaja con la fe all donde no

  • te ve tu compaero de trabajo, pero te ve tu Seor. El justo vive de la fe. Haz esto. 5. El domingo pasado habl acerca del juicio para que te juzgaras a ti mismo y, al hallarte malvado, no te halagaras, sino que te corrigieras y te hicieras recto, y te agradare el Dios recto. Pero la rectitud de Dios no agrada al malvado. Quieres que te agrade quien es recto? S t mismo recto. Jzgate a ti mismo; no te perdones. Castiga, corrige, enmienda lo que en ti con razn te desagrada. Sea para ti la Sagrada Escritura como un espejo. Este espejo tiene un resplandor que ni miente, ni adula ni ama a unas personas con exclusin de otras. Eres hermoso; hermoso te ves all; eres feo, feo te ves all. Pero si te acercas siendo feo, y como tal all te ves, no acuses al espejo. Vuelve a tu interior; el espejo no te engaa; no te engaes a ti mismo. Jzgate, entristcete de tu fealdad, para que al marchar y alejarte triste, corregida la fealdad, puedas retornar hermoso. Pero, aunque te juzgues a ti mismo sin adulacin, juzga al prjimo con amor. Para juzgar tienes ah lo que t ves. Puede acontecer que veas algo malo con que te manches; puede suceder que el mismo prjimo tuyo te confiese su mal y declare al amigo lo que haba encubierto al enemigo. Juzga lo que ves. Lo que no ves, djalo a Dios. Cuando juzgas, ama al hombre, odia el vicio4. No ames el vicio por el hombre ni odies al hombre por el vicio. El hombre es tu prjimo; el vicio es el enemigo de tu prjimo. Amas al amigo cuando odias lo que le daa. Si crees, trabajas, porque el justo vive por la fe. 6. Estoy hablando de lo que abunda en las cosas humanas. A veces es enemigo de tu queridsimo amigo alguien que era amigo de ambos. Si, de tres amigos, dos comienzan a ser enemigos, qu har el tercero? Quiere, te pide, te exige que odies con l a aquel a quien comenz a odiar, y te dice estas palabras: No eres mi amigo si eres amigo de mi enemigo. Lo que te dice uno te lo dice el otro. Erais tres. Erais tres; dos comenzaron a entrar en discordia; quedaste t. Si te vas con ste, tendrs al otro como enemigo; si con el otro, lo tendrs al primero; si con ambos, ambos murmurarn. He aqu la tentacin; he aqu las espinas en la via a la que hemos venido contratados. Tal vez ests esperando que te diga qu/ has de hacer. Permanece amigo de los dos. Quienes discordia-/ ban entre s, encuentren la concordia en ti. Si oyes que unc te cuenta males del otro, no lo manifiestes a ste, no suceda que tal vez lleguen a ser amigos quienes ahora son enemigos

  • y se descubran mutuamente a los que les traicionaron. Pero esto lo dije pensando en los hombres, no en los ojos de aquel que nos condujo a la via. Mira que nadie te descubre. Dios, que te ve, es quien te juzga. Oste una palabra de un hombre airado, dolorido, excitado. Muera en ti. Por qu se manifiesta, por qu suplica? Si quedare en ti, no te destruye a ti. Di a tu amigo que quiere hacerte enemigo de tu amigo; habale y trtale con la suavidad de la medicina como a un enfermo en el alma; dile: Por qu quieres que sea enemigo de l? Te responder: Porque es mi enemigo. Deseas, pues, que yo sea enemigo de tu enemigo? Debo ser enemigo de tu vicio. Este de quien me quieres hacer enemigo es un hombre. Hay otro enemigo tuyo, de quien tengo que ser enemigo si soy amigo tuyo. Responder: Quin ese otro enemigo mo? Tu vicio. Replicar Cul vicio? El odio con que odiaste a tu amigo. S semejante al mdico. El mdico no ama al enfermo si no odia la enfermedad. Para librar al enfermo, persigue la fiebre. No amis los vicios de vuestros amigos si en verdad amis a vuestros amigos. 7. Piensas que yo, que hablo, cumplo lo que estoy diciendo? Hermanos mos, lo hago si lo hago antes en m. Lo Ijiago en m si recibo del Seor el hacerlo; lo hago. Odio mis yicios y ofrezco mi corazn a mi mdico para que lo sane. Los persigo en cuanto puedo, gimo a causa de ellos, confieso que los tengo y me acuso de ellos. T que me reprendas, corrgeme t. Esta es la justicia, no sea que se nos diga: Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? Hipcrita, quita la viga de tu ojo y entonces vers para quitar la paja del ojo de tu hermano. La ira es la paja; el odio, la viga. Pero nutre la paja y se convertir en viga. La ira inveterada se convierte en odio; la paja nutrida se hace viga. Para que la paja no se haga una viga, no caiga el sol sobre vuestra ira. Lo ves. Sientes que t ardes de odio y reprendes al que se aira? Elimina el odio y con razn podrs reprender la ira. En el ojo de aquel hay una paja; en el tuyo, una viga. Pues si t odias, cmo puedes ver para sacarla? En tu ojo hay una viga. Por qu hay una viga en tu ojo? Porque despreciaste la paja que all naci. Te echaste a dormir con ella, con ella despertaste. La cultivaste en ti mismo, la regaste con falsas sospechas; creyendo las palabras de los aduladores y de quienes te traan palabras malas de tu amigo, nutriste la paja, no la sacaste. Con tu esmero la hiciste una viga. Quita la viga de tu ojo, no odies a tu hermano. Te asustas o no te asustas? Te digo: si no odiaste, est tranquilo. Y me respondes dicindome: Qu es odiar? Qu hay de malo en que un hombre odie a su enemigo? Odias a tu hermano. Si menosprecias el odio, escucha

  • esto, a lo que no pones atencin: Quin odia a su hermano es1 un homicida. Quien odia es un homicida. Acaso podrs ahora decir qu tengo yo que ver con un homicida? Quien odia es un homicida. No preparaste un veneno, no saliste a herir a tu enemigo con la espada. No buscaste un sicario, ni dispusiste ni el lugar ni el tiempo. En fin, t no cometiste el crimen. Solamente odiaste, y te diste muerte a ti mismo antes que al otro. Aprended, pues, la justicia de modo que no odiis sino los vicios, amando a los hombres. Si cumpliereis esto y obrarais la justicia, en manera que prefiris que los hombres viciosos sean sanados antes que condenados, habris hecho un buen trabajo en la via. Ejercitaos en esto, hermanos mos. 8. He aqu que despus del sermn tiene lugar el despido de los catecmenos5. Quedarn slo los fieles. Se llega al momento de la oracin. Sabis a dnde vamos a acercarnos. Qu es lo primero que vamos a decir? "Perdnanos nuestras deudas asi como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Trabajad perdonando, trabajad. Llegaris a estas palabras de la oracin. Cmo os atreveris a decirlas? Cmo vais a pasarlas por alto? Por ltimo, pregunto: Las diris o no las diris? Odias, y te atreves a decirlas? Me responders: Entonces no las digo. Rezas, y no las dices? Ea, responde luego. Si las dices, mientes; si no las dices, nada merecers. Obsrvate, examnate. Ahora vas a rezar, perdona de corazn. Quieres entrar en litigio con tu enemigo, litiga antes con tu corazn6. Litiga, repito; litiga con tu corazn. Di a tu corazn: no odies. Aquel tu corazn, tu alma, odia todava. Di a tu alma: no odies. Cmo podr orar, cmo podre decir: perdnanos nuestras deudas? Ciertamente puedo decir esto, pero cmo me atrever a decir lo que sigue: como nosotros? Qu cosa? Como nosotros perdonamos. Dnde est la fe? Haz t lo que dices: Como nosotros. 9. Si tu alma no quiere perdonar y se entristece porque le dices: No odies, respndele: Por qu ests triste, alma ma, por qu te conturbas? O: Por qu me conturbas? Espera en Dios. Languideces, jadeas, te lastima la enfermedad. No puedes eliminar de ti el odio. Espera en Dios, que es el mdico. Por ti pendi de un madero y an no se ha vengado. De qu quieres t vengarte? Odias slo con el fin de vengarte. Contempla colgado a tu Seor, contmplalo colgado y como dndote rdenes a ti desde el tribunal que es el madero. Contmplale colgado y haciendo de su sangre una medicina para ti, que ests enfermo. Contmplale colgado. Quieres vengarte? Deseas vengarte? Contmplale colgado y escucha su oracin: Padre,

  • perdnalos, porque no saben lo que hacen. 10. Pero l pudo hacerlo, me dices, yo no. Yo soy hombre, l es Dios, Yo solamente hombre; l, Dios-hombre. Para qu, pues, se hizo hombre Dios si el hombre no se corrige? Te hablo a ti. Oh hombre! Si es mucho para ti imitar a tu Seor, mira a tu consiervo Esteban. Ciertamente era un hombre el santo Esteban. Era acaso Dios y hombre? Solamente un hombre. Era lo mismo que t. Pero lo que l hizo no podrs hacerlo t si no te lo concede aquel a quien oras tambin t. Considera lo que hizo. Hablaba a los judos, se mostraba cruel con ellos y les amaba. Una y otra cosa debo mostrar: el haber dicho que era cruel con ellos y que los amaba. Debo manifestrtelo en los dos aspectos, en cuanto cruel y en cuanto amante. Escucha al cruel: Daros de cerviz. Son palabras del santo Esteban cuando hablaba a los judos: Duros de cerviz, incircuncisos de corazn y odos, vosotros siempre resists al Espritu Santo. A qu profeta no dieron muerte vuestros padres? Oste al cruel. Debo manifestarte al otro. Escucha al amante. Airados, enardecidos ms todava, y devolviendo mal por bien, recurrieron a las piedras y comenzaron a lapidar al siervo de Dios. Demuestra aqu, Esteban santo, tu amor. Aqu, aqu queremos verte; aqu te esperamos y deseamos verte vencedor y triunfador del diablo. Te hemos escuchado cuando eras cruel con quienes callaban; veamos si amas a quienes te devuelven crueldad. Eras cruel con quienes callaban, veamos si amas a quienes te apedrean. Si odiaste y has podido odiar, sta es la ocasin: cuando eres apedreado. Entonces sobre todo tienes que haber odiado. Veamos si por las piedras duras con las que te apedrean les devuelves dureza de corazn. Las piedras arrojan piedras; los duros, cosas duras. Quienes recibieron la ley en piedras, piedras arrojan. 11. Veamos, amadsimos, veamos, contemplemos el gran espectculo7. Esperemos y maana lo discutiremos 8. Vemoslo. Esteban es apedreado. Imaginaos que est ante vuestros ojos. Animo!, miembro de Cristo; valor!, atleta de Cristo, pon tus ojos en aquel que por ti colg del madero. El era crucificado, t eres apedreado. El dijo: Padre, perdnalos, porque no saben lo que hacen. Oiga lo que dices t. Vate, a ver si al menos puedo imitarte a ti. En primer lugar, el bienaventurado Esteban rog en pie por s solo y dijo: Seor Jess, recibe mi espritu. Dicho esto, se puso de rodillas y en esta postura dijo: Seor, no les imputes este delito. Dicho esto, se durmi Oh feliz sueo y descanso autntico! He aqu lo que significa

  • descansar: orar por los enemigos. Pero espera un poco, te suplico, Esteban santo, exponme esto: no s qu significa el que al orar por ti estabas de pie y para rogar por los enemigos te arrodillaste. Responder tal vez lo que ya nosotros hemos pensado: Rec por m de pie, porque, al rezar y rogar por m, que rectamente he servido a Dios, no me fatigaba. Orando por m no me fatigu. Quien ora por un justo no se fatiga. Por esto rez de pie por s mismo. Lleg el momento de orar por los judos, por los asesinos de Cristo, por los que dan muerte a los santos, por sus lapidadores; vio que la impiedad de los mismos era grande y tan enorme, que apenas poda ser perdonada, y se arrodill. Hinca tu rodilla en esta via, obrero esforzado. Hinca tu rodilla, digo, en el trabajo de esta via, obrero esforzadsimo. Grande es tu trabajo, egregio y digno de toda alabanza. Muy profundamente cavaste, t que arrancaste de tu corazn el odio a los enemigos. Vueltos al Seor...