Santayana Tres

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Three Philosophical poets, Lucretius, Dante and Göethe. Santayana George Cambridge, Harvard University, 1910. Traducción al castellano: Pedro León PREFACIO [p. v] El presente volumen está compuesto, con unas pocas adiciones, de seis clases impartidas en la Universidad de Columbia en febrero de 1910, y repetidas en abril del mismo año en la Universidad de Wisconsin. Estas lecciones, a su vez, estaban basadas sobre el curso regular que he estado dando por algún tiempo en el Harvard College. Aunque producida bajo tales auspicios estudiosos, mi libro no pretende grandes estudios. Contiene las impresiones de un amateur, las apreciaciones de un lector ordinario, respecto a tres grandes escritores, dos de los cuales al menos podrían proporcionar materia suficiente para los estudios de toda una vida, e incluso tienen academias, bibliotecas y cátedras universitarias especialmente consagradas a su memoria. No soy especialista en el estudio de Lucrecio; no soy erudito en Dante ni en Göethe. No puedo reportar hechos ni proponer hipótesis sobre estos hombres que no estén a mano en sus obras más populares, o en bien conocidos comentarios sobre ellos. No obstante esto, mi excusa para escribir sobre ellos es simplemente la humana excusa que cada nuevo poeta tiene para escribir sobre la primavera. Ellos me atraen; ellos me han movido a la reflexión; ellos me han revelado ciertos aspectos de la naturaleza y de la filosofía que yo estoy listo por simple sinceridad a expresar, si alguien parece interesado o [p. vi] deseoso de escuchar. Lo que puedo ofrecer al benevolente lector, entonces, no es una docta investigación. Solo es una pieza de crítica literaria, junto con una primera amplia lección de historia de la filosofía, y quizás, de filosofía misma. 1 George Santayana Harvard College Junio 1910. 1 Nota del Traductor: En esta entrega sólo incluyo algunas páginas de la segunda parte.

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  • Three Philosophical poets, Lucretius, Dante and Gethe.

    Santayana George Cambridge, Harvard University, 1910.

    Traduccin al castellano: Pedro Len

    PREFACIO [p. v]

    El presente volumen est compuesto, con unas pocas adiciones, de seis clases impartidas en la Universidad de Columbia en febrero de 1910, y repetidas en abril del mismo ao en la Universidad de Wisconsin. Estas lecciones, a su vez, estaban basadas sobre el curso regular que he estado dando por algn tiempo en el Harvard College. Aunque producida bajo tales auspicios estudiosos, mi libro no pretende grandes estudios. Contiene las impresiones de un amateur, las apreciaciones de un lector ordinario, respecto a tres grandes escritores, dos de los cuales al menos podran proporcionar materia suficiente para los estudios de toda una vida, e incluso tienen academias, bibliotecas y ctedras universitarias especialmente consagradas a su memoria. No soy especialista en el estudio de Lucrecio; no soy erudito en Dante ni en Gethe. No puedo reportar hechos ni proponer hiptesis sobre estos hombres que no estn a mano en sus obras ms populares, o en bien conocidos comentarios sobre ellos. No obstante esto, mi excusa para escribir sobre ellos es simplemente la humana excusa que cada nuevo poeta tiene para escribir sobre la primavera. Ellos me atraen; ellos me han movido a la reflexin; ellos me han revelado ciertos aspectos de la naturaleza y de la filosofa que yo estoy listo por simple sinceridad a expresar, si alguien parece interesado o [p. vi] deseoso de escuchar. Lo que puedo ofrecer al benevolente lector, entonces, no es una docta investigacin. Solo es una pieza de crtica literaria, junto con una primera amplia leccin de historia de la filosofa, y quizs, de filosofa misma.1

    George Santayana Harvard College

    Junio 1910.

    1 Nota del Traductor: En esta entrega slo incluyo algunas pginas de la segunda parte.

  • II LUCRECIO [p.19]

    Quizs no existe un importante poema cuyos antecedentes puedan ser rastreados tan exhaustivamente como los de la obra de Lucrecio, De Rerum Natura. Sin embargo, estos antecedente no estn en el poeta mismo. Si as fuese, no seramos capaces de rastrearlos, puesto que no sabemos nada o casi nada acerca de Lucrecio como persona. En un Chronicon, recopilado por San Jernimo ampliamente extraido de Suetonio, en el cual se anotan los diversos acontecimientos que ocurran ao tras ao, leemos en el ao 94 a.C.: Nacimiento de Tito Lucrecio, poeta. Despus de beber un filtro amoroso se volvi loco, y escribi, en los intervalos de lucidez, varios libros que Cicern revis. Se suicid a los 44 aos de edad. El filtro de amor de este reporte suena falso, y la historia de la locura y suicidio atribuyen un final demasiado edificante para un ateo y epicreo como para no ser sospechosos. Si algo da color a la historia es una cierta consonancia que podemos sentir entre sus trgicos incidentes y el genio del poeta tal como se revela en su obra, donde hallamos un extrao desprecio del amor, una extraa vehemencia y una gran melancola. De ningn modo es increible que el autor de tal poema haya sido alguna vez el esclavo [p. 20] de una pasin patolgica, que su vehemencia y pasin se hayan convertido en mana, y que l mismo se haya quitado la vida. Pero la poca fidedigna autoridad de san Jernimo no puede asegurarnos si lo que l repite es una tradicin basada en hechos o en una ingenua ficcin. Nuestra ignorancia sobre la vida de Lucrecio, yo creo, no es para lamentarnos tanto. Su obra preserva aquella parte de l que l mismo haba deseado preservar. Una perfecta conviccin se ignora a s misma mientras proclama su pblica verdad. Para alcanzar esto sin duda se requiere un genio especial que se llama inteligencia; pues la inteligencia es la rapidez en ver las cosas tal como son. Pero cuando se alcanza la inteligencia, el resto del hombre, como el andamiaje de un edificio acabado, se vuelve irrelevante. No desearamos obstaculizar nuestra visin de la slida estructura, la cual era lo nico que pretenda el artista, si lo estaba construyendo para los dems y no era un arrogante. Es su visin intelectual lo que el naturalista en particular desea transmitir a la posteridad, no los pobres incidentes que precedieron esa visin en su propia persona. Estos incidentes, incluso si por casualidad fueron interesantes no pueden ser repetidos en nosotros; pero la visin en la que el pensador embebi sus facultades, y a la cual consagr sus vigilias, es comunicable tambin a nosotros, y podra convertirse en parte de nosotros mismos. Ya que Lucrecio es para nosotros as de idntico con su poema, [p. 21] y est fundido con su filosofa, los antecedentes de Lucrecio simplemente son las etapas por las cuales su concepcin de la naturaleza se desarroll en la mente humana por primera vez. Rastrear estas etapas es fcil; algunas de ellas son bastante familiares; incluso al ser un tema tan trillado podra impedirnos ver la grandeza y audacia de la proeza intelectual que entraa. Una concepcin naturalista de las cosas es un gran trabajo de imaginacin, ms grande, creo yo, que cualquier mitologa dramtica o moral: es una concepcin apropiada para inspirar la mejor poesa, y al fin y al cabo, quizs, demostrar que es la nica concepcin capaz de inspirarla.

  • Se dice del viejo Jenfanes que levant los ojos al cielo y grit el Todo es Uno.2 Lo que lgicamente podra ser una perogrullada, imaginativamente podra ser un gran descubrimiento, porque nadie antes haba pensado la obvia analoga que la perogrullada registra. De modo que, en este caso, la unidad de todas las cosas es lgicamente una evidente, quizs estril, verdad; pues por muy distintos y separados los mundos todava seran una multitud, y entonces un conjunto, y entonces, en cierto sentido, una unidad. Incluso hubo una gran proeza imaginativa al echar una mirada deliberadamente alrededor de todo el horizonte, y trazar mentalmente la suma de toda la realidad, descubriendo que esta realidad produce tal suma, y que podra ser llamada una; del mismo modo que cualquier piedra o animal, aunque compuesto de varias partes, de todos modos se le dice uno en el habla comn. Indudablemente hubo algn hombre prehistrico de genio [p. 22] mucho antes que Jenfanes, quien por primera vez aplic en este sentido a todas las cosas juntas la nocin de unidad y totalidad que todos hemos conseguido por medio de la observacin de las cosas singulares, y quien por primera vez se aventur a hablar de el mundo. Hacer esto es plantear el problema de toda la filosofa natural, y en cierta medida anticipar la solucin de ese problema; pues se tiene que preguntar cmo las cosas se cohesionan, y suponer que se cohesionan de un modo u otro. Gritar Todo es Uno y percibir que todas las cosas estn en un mismo horizonte y forman un sistema por su yuxtaposicin, es el rudo inicio de sabidura en filosofa natural. Pero es fcil ir ms lejos, y ver que las cosas forman una unidad de un modo mucho ms profundo y misterioso. Una de las primeras cosas, por ejemplo, que impacta al poeta, el hombre del sentimiento y la reflexin, es que estos objetos, esta gente, el mundo, todo perece, y que su lugar no les reconoce ms. Incluso, cuando ellos desaparecen, no les sigue la nada: otras cosas surgen en su lugar. La naturaleza permanece siempre joven y entera a pesar que la muerte est actuando por todas partes; y lo que ocupa el lugar de lo que continuamente desaparece es a menudo sorprendentemente semejante en carcter. La universal inestabilidad no es incompatible con una gran monotona en las cosas; de modo que mientras Herclito lamentaba que todas las cosas estaban en flujo constante, el Eclesiasts, quien tambin estuvo completamente convencido [p. 23] de esa verdad, poda lamentarse que no haba nada nuevo bajo el sol.3 Esta doble experiencia de mutacin y recurrencia, una experiencia a la vez sentimental y cientfica, pronto conllev una gran idea, quizs la idea ms grande que la humanidad jams ha encontrado, y que fue la principal inspiracin de Lucrecio. Es algo que todos observamos alrededor nuestro, y tambin en nosotros mismos: que pueden existir muchas formas pasajeras de una sustancia permanente. Esta substancia, aunque permanece la misma en cantidad y en cualidad interior, es redistribuida constantemente; en su redistribucin forma aquellos compuestos que llamamos cosas, y que encontramos desapareciendo y reapareciendo constantemente. Todas las cosas

    2 N.T.: Jenfanes de Colofn, poeta y filsofo del cual slo poseemos pocos fragmentos y testimonios

    indirectos. La cita puede referirse a Aristteles, Metafsica, 1, 5 (con respecto al entero universo l dice que el Uno es Dios) o a Sexto Emprico, Hipotiposis pirrnicas, 1, 224, citando a Timon (en cualquier direccin que fijara mi mente, en uno y lo mismo se resolva todo). 3 N.T.: Eclesiasts o Qohelet es un libro del antiguo testamento: Ecl. 1, 9: Qu es lo que fue? Lo mismo

    que ser. Qu es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se har: nada nuevo hay bajo el sol.

  • son polvo, y al polvo regresan; un polvo, sin embargo eternamente frtil, y destinado a convertirse perpetuamente en nuevas, y sin duda hermosas, formas. Esta nocin de substancia ofrece una mayor unidad a la inmensidad del mundo; eso nos persuade que todas las cosas pasan de una a otra, y tienen un fundamento comn desde el cual ellos surgen sucesivamente, y al cual retornan. El espectculo del cambio inexorable, el triunfo del tiempo, o como quiera se le llame, siempre ha sido un tema favorito de la poesa lrica y trgica, y para la meditacin religiosa. Percibir la mutacin universal, sentir la vanidad de la vida, siempre ha sido el principio de la seriedad. Es la condicin [p. 24] para cualquier hermosa, mesurada o joven filosofa. Antes de esto, todo es brbaro, tanto en moral como en poesa; pues hasta entonces la humanidad no ha aprendido a renunciar a nada, no ha sobrepasado el egosmo instintivo y el optimismo del animal joven, y no ha removido el centro de su ser, o de su fe, de la voluntad a la imaginacin.4 Descubrir la substancia, entonces, es un gran paso en la vida de la razn, incluso si la sustancia es concebida bastante negativamente como un trmino que solamente sirve para remarcar, por contraste, la insubstancialidad, la vanidad, de todos los momentos y cosas particulares. Ese es el modo en que la poesa y la filosofa de la India han concebido la substancia. Pero el paso dado por los fsicos griegos, y por la poesa de Lucrecio, va ms all. Lucrecio y los griegos, observando la mutacin universal y la vanidad de la vidad, concibieron detrs de la apariencia una grandioso proceso inteligible, una evolucin en la naturaleza. La realidad se vuelve tan interesante como la ilusin. Los fsicos convierten en cientfico, lo que previamente haba sido simplemente espectacular. Aqu haba un tema muy enriquecedor para los poetas y filsofos, que estaban ocupados en el descubrimiento de las causas primeras y secretas de este gozoso o melanclico flujo. La comprensin que le permiti descubir estas causas hizo para los europeos lo que no consigui la mstica india, que no desdeen entender nada, que sufran para hacerlo; es decir, [p. 25] dominar, pronosticar y transformar este cambiante espectculo con una viril inteligencia prctica. El hombre que descubre la fuente secreta de las apariencias se abre a la contemplacin de un segundo mundo positivo, el taller y las atareadas profundidades de la naturaleza, donde un prodigioso mecanismo esta sosteniendo continuamente nuestra vida y preparndola en secreto por medio de las ms exquisitas modificaciones. La marcha de este mecanismo, aunque produce vida y a menudo la promueve, sin embargo tambin a menudo la obstaculiza y la condena a la extincin. Esta verdad, que la concepcin de la sustancia natural por primera vez hace inteligible, justifica las elegas que los poetas de la ilusin y desilusin siempre han escrito acerca de las cosas humanas. Es una verdad con un aspecto melanclico; pero siendo una verdad, satisface y exalta la mente racional, que ansa la verdad como tal, sea triste o reconfortante, y desea perseguir una posible, no imposible, felicidad. Hasta ese momento la ciencia griega ha entendido que el mundo era uno, que haba una substancia, que era una sustancia fsica, distribuida y movindose en el

    4 N.T.: con imagination Santayana no entiende tanto algo fantasioso o irreal sino ms bien nuestra

    capacidad creativa. No olvidemos que l dijo: I have imagination, and nothing that is real is alien to me (Little Essay drawn from the writings of G. Santayana, Books for Libraries Press, 1967, p. 99).

  • espacio. Que era materia. La pregunta permanece cul es la exacta naturaleza de la materia, y cmo produce las apariencias que observamos? La nica respuesta que nos atae aqu es la dad por Lucrecio; una respuesta que l acept de Epicuro, su maestro en todo, el cual a su vez la recibi de Demcrito. Ahora bien, Demcrito logr un gran avance [p. 26] respecto a los sistemas que seleccionaron una sustancia obvia, como el agua, o reunieron todas las substancias obvias, como hizo Anaxgoras, y trataron de entender el mundo a partir de ellas. Demcrito pens que la susbtancia de todas las cosas no debera tener alguna de las cualidades presentes en algunas cosas y ausentes en otras; slo debera tener las cualidades presentes en todas las cosas. Debera ser meramente materia. La materialidad, segn l, consista de extensin, figura y solidez; en el ms fino ter, si observamos con suficiente agudeza, no encontraremos otra cosa ms que partculas que poseen estas cualidades- Todas las otras cualidades de las cosas slo eran aparentes y atribuidas a ellas por un convencionalismo de la mente. La mente ha nacido mitolgica, y proyectaba sus sentimientos en sus causas. Luz, color, gusto, calidez, belleza, excelencia, eran cualidades atribuidas y convencionales; solo el espacio y la materia eran reales. Pero el espacio vaco no era menos real que la materia. Por consiguiente, aunque los tomos de la materia nunca cambian su forma, cambios reales ocurren en la naturaleza, porque su posicin podra cambiar en el espacio real. A diferencia de la intil sustancia de los hindes, la sustancia de Demcrito poda ofrecer un predecible fundamento para el flujo de las apariencias; pues esta sustancia era distribuida desigualmente en el vaco y estaba constantemente en movimiento. Cualquier apariencia, aunque fugaz, corresponde a una precisa configuracin de la substancia; [p 27] que surge con esa configuracin y perece con ella. Por consiguiente, esta sustancia era fsica, no metafsica. No era un trmino dialctico, sino una anticipacin cientfica, una profeca sobre lo que un observador que estuviese adecuadamente equipado descubrira en el interior de los cuerpos. El materialismo no es un sistema de metafsica; es una especulacin en qumica y fisiologa, enunciando que, si el anlisis pudiese ir a suficiente profundidad, se hallara que todas las substancias eran homogneas, y que todos los movimientos eran regulares. Aunque la materia fuese homognea, las formas de las ltimas partculas, segn Demcrito, eran variadas; y diversas combinaciones de ellos constituan los diferentes objetos de la naturaleza. El movimiento no era, como el vulgo (y Aristteles) supona, innatural, y producido mgicamente por alguna causa moral; era eterno y connatural a los tomos. Al chocar, ellos rebotaban; y las corrientes y torbellinos mecnicos que estos contactos ocasionaban formaron una multitud de sistemas estelares, llamados mundos, con los cuales el espacio infinito est tachonado. Mecanicista en cuanto al movimiento, atomista en cuanto a la estructura, materialista en cuanto a la sustancia, ese es el entero sistema de Demcrito. Es tan maravilloso en su perspicacia, en su sentido de exigencia ideal de mtodo y comprensin, como curioso y audaz en su simplicidad. Solo el ms convencido racionalista, el profeta ms audaz puede abrazarlo dogmticamente; pero [p. 28] el tiempo le ha dado largamente la razn. Si Demcrito pudiese mirar el actual estado de la ciencia, se reira, como acostumbraba hacer, en parte por la confirmacin que podemos dar a partes de su filosofa, y en parte por nuestra estupidez que no puede adivinar el resto. Hay dos mximas de Lucrecio que bastan, incluso hoy en da, para distinguir

  • un pensador naturalista de uno que no lo es. Nada -dice Lucrecio- surge en el cuerpo para que nosotros podamos usarlo, sino que lo que surge produce su uso.5 Aqu est ese descarte de las causas finales del cual depende todo progreso de la ciencia. La otra mxima dice: Una cosa se volver patente cuando se compare con otra: y la cegadora noche no te arrebatar el camino, antes que hayas escudriado exhaustivamente las cosas primordiales de la naturaleza; entonces las cosas iluminarn a las cosas.6 La naturaleza es su propia medida; y si ella nos parece innatural, no hay esperanza para nuestras mentes. La tica de Demcrito, en cuanto podemos juzgar de la escasa evidencia, fue meramente descriptiva o satrica. Fue un observador aristocrtico, un desdeoso de los necios. La naturaleza se rea de todos nosotros; el hombre sabio [p. 29] considera su destino y, conocindolo, se eleva a una medida superior. Todos los seres vivientes persiguen la mxima felicidad que pueden imaginar, pero ellos son maravillosamente miopes; y la ocupacin del filsofo era concebir y perseguir la ms grande felicidad que fuese realmente posible. Esto, en un mundo tan spero, fue hallado principalmente en la abstencin y el retraimiento. Si t pretendes poco, es ms probable que los hechos no te defraudarn. Era importante no ser un necio, pero era verdaderamente difcil. El sistema de Demcrito fue adoptado por Epicuro, pero no porque Epicuro tuviese algo de entusiasmo por la visin cientfica. Por el contrario, Epicuro, el Herbert Spencer de la antigedad, fue en su filosofa natural una enciclopedia de conocimiento de segunda mano. Prolijo y minucioso, vago e inconsistente, l reuni su miscelnea cientfica con los ojos puestos no en la naturaleza, sino en las exigencias de una fe interior, una fe aceptada sobre motivos morales, considerada necesaria para la salvacin, y defendida a toda costa, con todas las armas disponibles. Es instructivo que el materialismo haya sido adoptado en esa coyuntura sobre los mismos irrelevantes motivos morales sobre los cuales usualmente haba sido rechazado. Epicuro, aunque pueda sonar extrao a aquellos que han odo, con horror o envidia, de revolcarse en su pocilga, Epicuro era un santo. Los caminos del mundo [p. 30] le llenaron de consternacin. La Atenas de su tiempo, la cual algunos de nosotros daramos nuestros ojos por ver, retena todo su esplendor en medio de su decadencia poltica; pero nada de eso complaca o interesaba a Epicuro. Teatros, prticos, gimnasios, y sobre todo el gora, apestaba, para su sensibilidad, a vanidad y locura. Retirado en su jardn privado, con unos pocos amigos y discpulos, busc los caminos de la paz; vivi con moderacin; habl con cario; dio limosna a los pobres; predic contra la riqueza, la ambicin y la pasin. Defendi la libre voluntad porque deseaba ejercitarse en retirarse del mundo, y en no nadar con la corriente. Neg lo sobrenatural, pues crey que tendra una influencia inquietante sobre la mente, y converta demasiadas cosas en compulsivas e importantsimas. No haba vida futura: el arte de vivir sabiamente no debera ser distorsionado por tales imaginaciones fantsticas. Todas las cosas suceden segn el curso debido de la naturaleza; los dioses tambin estaban demasiado lejos y demasiado felices, apartados como buenos

    5 Lucrecio, IV, 834-5: Nil natumst in corpore, ut uti / possemus, sed quod natumst id procreat usum.

    6 Ibidem, I, 1115-18: Alid ex alio clarescet, nec tibi caeca / nox iter eripiet, quin ultima naturai /

    pervideas : ita res accendent lumina rebus.

  • epicreos, como para entrometerse en los asuntos terrestres. Nada altera lo que Wordsworth llama su voluptuoso desinters.7 Jams les agrad que se visite sus templos. All, como en los espacios donde ellos moran entre los mundos, los dioses estuvieron silenciosos y hermosos, y vistiendo forma humana. Sus estatuas, cuando las mira un infeliz hombre, le recuerdan la felicidad; por un momento es renovado y desconectado [p. 31] del insensato tumulto de los asuntos humanos. De estos bosques y sagrados santuarios el filsofo regresa a su jardn fortalecido en su sabidura, ms feliz en su aislamiento, ms amigable y ms indiferente al mundo entero. Por tanto la vida de Epicuro, segn el testimonio de san Jernimo, estaba llena de hierbas, frutas y abstinencias.8 Hubo un silencio en esto, como de dolor. La suya fue una filosofa de la decadencia, una filosofa de la negacin, y un escape del mundo. Aunque la ciencia por s misma no poda interesar a un temperamento monacal, sin embargo la ciencia poda ser til para reforzar la fe, o para resolver objeciones contra ella. Entonces Epicuro sali del territorio de Scrates y busc una filosofa natural que pudiese apoyar su tica. De todos los sistemas existentes - y eran legin- el de Demcrito le pareci el ms til y edificante. Mejor que cualquier otro persuadira a los hombres a renunciar a las necedades que deben abandonarse y disfrutar los placeres que pueden ser disfrutados. Pero, ya que fue adoptado por motivos externos y pragmticos, el sistema de Demcrito no necesitaba ser adoptado entero. De hecho, al menos un cambio era imperativo. El movimiento de los tomos no deba ser completamente regular y mecnico. El azar debe ser admitido, el destino tena que ser rechazado. El Destino era una nocin terrorfica. El pueblo hablaba de l con [p. 32] supersticiosa reverencia.El azar era algo ms humilde, ms familiar al hombre de la calle. Con slo permitir a los tomos de vez en cuando desviarse un poco de su curso, el futuro poda permanecer impredecible, y se salvaba el libre albedro. Entonces Epicuro decret que los tomos se desviaban, y se agregaron argumentos fantsticos para demostrar que esta intrusin del azar ayudara a la organizacin de la naturaleza; pues la declinacin de los tomos, como es llamada, explicara cmo su aguacero originalmente paralelo habra cedido paso a torbellinos, y luego a cuerpos organizados. Sigamos adelante. El Materialismo, como cualquier sistema de filosofa natural, no conlleva ni mandamientos ni consejos. Simplemente describe el mundo, incluyendo las aspiraciones y moralidad de los mortales, y todo lo remite a una causa material. El materialista, siendo un ser humano, no dejar de tener preferencias, y tambin una moralidad, por s mismo; pero sus preceptos y conducta expresarn, no las implicaciones lgicas de su ciencia, sino sus instintos humanos, tal como los han modelado la herencia y la experiencia. Por lo tanto cualquier sistema de tica podra coexistir con el materialismo; pues aunque el materialismo declare que ciertas cosas (como la inmortalidad) son imposibles, no puede declararlas indeseables. Sin embargo, no es probable que un hombre tan dispuesto a abrazar el materialismo estar tambin

    7 N. T.: William Wordsworth (1770-1850) poeta ingls: the Brotherhood of soft Epicureans, taught to

    yield up their souls to a voluptuous unconcern, preferring tranqulity to all things. Poetical Works, London 1827, vol. V, book 3, Despondency, p. 101. 8 N. T.: Hieronymus, Adversus Jovinianum, 2. 11 (Migne, Patrologia Latina 23): quodque mirandum sit

    Epicurus, voluptatis assertor, omnes libros suos replevit holeribus et pomis, et vilibus cibis dicit esse vivendum.

  • muy dispuesto a perseguir cosas que considera inalcanzables [p. 33] Entonces hay un vnculo psicolgico, no lgico, entre materialismo y una moralidad maltrecha . El materialista es ante todo un observador; y probablemente tambin lo ser en la tica; es decir, l no tendr una tica, excepto la emocin que le produce la marcha del mundo. Si es un esprit fort y realmente desinteresado, amar la vida; pues todos nosotros amamos la vitalidad perfecta, o lo que nos parece tal, en gaviotas y delfines. Esto, yo pienso, es el sentimiento tico psicolgicamente consonante con un materialismo vigoroso: simpata con el movimiento de las cosas, inters en la ola que se levanta, delicia en la espuma que estalla despus que se hunde de nuevo. La Naturaleza no distingue lo mejor y lo peor, pero el amante de la naturaleza si lo hace. l llama mejor aqullo que, siendo anlogo a su propia vida, aumenta su vitalidad y probablemente posee cierta vitalidad en s mismo. Ese es el sentimiento tico de Spinoza, el ms grande de la filosofa naturalista moderna; y veremos como Lucrecio, a pesar de su fidelidad al asctico Epicuro, es llevado por su xtasis potico en la misma direccin. Pero hay que sealar el punto crucial de esta unin: el materialista amar la vida de la naturaleza si ama su porpia vida; pero si odiase su propia vida cmo le va a gustar la vida de la naturaleza? Ahora bien, Epicuro, en gran medida, odiaba la vida. Su sistema moral, llamado hedonismo, recomendaba esa clase de placeres que [p. 34] no entraan ni agitacin ni riesgo. Este ideal es modesto, incluso casto, pero no es vital. Epicuro fue notable por su misericordia, su amabilidad, su completo horror de la guerra, del sacrificio, del sufrimiento. Esos no eran sentimientos que un genuino naturalista aceptara compartir. La pena y el arrepentimiento, dijo Spinoza, eran vanos y malignos; lo que aumentaba el poder y la alegra de un hombre tambin aumentaba su bondad.9 El naturalista creer en cierta dureza, tal como Nietzsche hizo; se inclinar a un cierto desprecio, como la risa de Demcrito era de desprecio. No contar demasiado escrupulosamente el costo de lo que consigue; ser un imperialista, embelesado en el gozo de alcanzar algo. En una palabra, el matiz moral del materialismo en una poca inicial, o en una mente agresiva, ser aristocrtica e imaginativa; pero en una poca decadente, o en un espritu que renuncia a todo, ser, como en Epicuro, humanitario y tmidamente sensual.

    Traduccin al castellano: Pedro Len

    9 Spinoza, Ethica III, prop. 50: la pena en un hombre que vive bajo la gua de la razn es en s misma

    mala e intil. prop. 54: el arrepentimiento no es una virtud, o no surge de la razn; y el que se arrepiente de una accin es doblemente desdichado o dbil. apndice 5: las cosas son buenas en la medida que ayudan al hombre a gozar de la vida intelectual