San Francisco de la Selva de Copiapó la Otra Frontera // San Francisco of Copaipo`s Jungle: Another...
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San Francisco de la Selva de Copiapó, la otra frontera.
San Francisco of Copiapo`s Jungle, Another border.
Nelson Rivas Fonseca.
Universidad Andrés Bello.
“Las montañas son la guarida de las disidencias sociales,
frente al mundo de las llanuras, regularizado y dominado.”
(Góngora, 24)
Resumen.
San Francisco de la Selva de Copiapó, fue una de las zonas más áridas y
despobladas de la Capitanía General de Chile, fue vista por viajeros, comerciantes
y por los gobernantes, como un lugar, donde era poco rentable habitar y
comerciar, pero inmensamente útil a la hora del tránsito hacia el Virreinato del
Perú, el Alto Perú y hacia la zona del Río de la Plata, en este articulo se intenta
mostrar a la zona de San Francisco de la Selva, como un agente importante de
frontera, con sus virtudes y defectos.
Palabras Clave: Copiapó, Capitanía General, Chile, Alto Perú, Minería, Comercio
Abstract.
San Francisco of Copiapó's Jungle, it was one of the most arid and uninhabited
zones of the General Captaincy of Chile, was seen by travelers, merchants and by
the leaders, as a place, where it was slightly profitable to live and to trade, but
immensly usefully at the moment of the traffic towards the Viceroyalty of Peru, High
Peru and towards the zone of the River Plate, in this article it is tried to show to the
zone of San Francisco of the Copiapo`s Jungle, as an important agent of border,
by his virtues and faults.
Key Words: Copiapo, General Captaincy, Chile, High Peru, Mining Industry,
Merchants.
Introducción.
La fundación de la villa de San Francisco de la Selva de Copiapó, en 1744, tuvo
muchas razones, una de las más fuertes era la de establecer un pueblo fronterizo
antes de llegar a la primera gran ciudad de la Gobernación: La Serena.
Antes de la fundación, la gente vivía repartida en las distintas haciendas que
existían en el valle de Copiapó, con el levantamiento de una villa, se esperaba,
que la gente dejase de vivir alejada y se concentrara en el pueblo. Esto ocurrió en
un periodo especialmente movido para la región, debido al alza del descubrimiento
de yacimientos mineros, lo cual comenzó a atraer a muchos buscadores de
fortunas venidos de otros puntos del territorio, especialmente del fértil Valle
Central, lo que se logró con este desplazamiento de la población fue que la
naciente villa comenzara a tener el aspecto de una zona de contacto social,
donde se produjo un choque multicultural, donde coexistían cuyanos, peruanos,
indios, negros, y los inmigrantes de otros puntos del territorio -como los ya
nombrados- trabajadores del valle central.
A partir de la década de 1750, se comienza a configurar este ser fronterizo en la
villa, donde con el descubrimiento de yacimientos mineros y el constante
levantamiento de las “Placillas” en las cercanías de las minas, hizo potenciar el
mercado interno regional, ya que hasta ahí llegaban comerciantes de otros puntos
como el Perú, La Serena e incluso de Santiago, estos aprovechando que la villa
era el último punto antes de llegar al Virreinato del Perú.
Los comerciantes compraban productos de la tierra en menor escala lo que
también produjo un cambio en la economía local, puesto que, la agricultura fue
reemplazada por el cultivo de las viñas, para abastecer a las pulperías y satisfacer
la enorme demanda de alcohol que venía desde los mineros, que buscaban
escabullirse de la vida tormentosa que llevaban en la mina. El alcoholismo, fue
uno de los principales problemas para las autoridades de la región, ya que se le
posicionaba como el gran culpable de la poca productividad de los mineros,
además que la violencia iba en constante aumento, provocando el temor de la
población.
También, debemos tener en cuenta que esta zona, era propicia para la fuga rápida
y silenciosa de delincuentes que actuaban en bandos o de forma individual, ya
que: “la cordillera andina fue, pues un refugio de prófugos y facinerosos, no
solamente en esta zona.” 1
Durante la guerra de Independencia, fueron los cerros y la cordillera el escondite
perfecto para los desertores, o para quienes no querían engrosar el Ejército y para
los peones que arrancaban con los adelantos de sus salarios y con mineral
robado.
El estudio de esta región fronteriza lo dividiremos en dos aristas, la primera tiene
relación con la situación geográfica de la región, como la ubicación de la villa, los
poblados vecinos y los limites naturales, y la segunda, va en función de las
relaciones fronterizas, donde el choque de culturas tiene un efecto singular en la
región, y al contrario de lo que sucede en otras regiones, acá tenemos este
choque tanto en la clase acomodada como en el sector popular.
FRONTERA GEOGRÁFICA.
Para poder hablar de una Frontera, debemos recurrir al concepto entregado por
Eduardo Cavieres quien plantea que: “cuando se trata de una frontera puramente
espacial, un coto, limites: hasta donde se llega y en donde empieza el territorio del
1 Ídem, pág. 24.
otro o, simplemente, el territorio de lo desconocido.”2 Es esto, lo que marca al
Norte, ya que la barrera que significaba el desierto de Atacama, lo hace una
Frontera geográfica muy marcada y mirada con mucho respeto tanto por los
habitantes de Copiapó, como por los viajeros.
El Norte Chico, tierra de valles cercados por cordones montañosos, caminos
pequeños y pedregosos, con una zona costera que le quita algunos metros a la
cordillera de la costa – que en algunos sectores se junta con el mar – tierra
semiárida de escasas precipitaciones, con un clima cálido avasallador.
Esta región comenzaba con el valle de Copiapó, y continuaba con los valles de
“Huasco, Coquimbo, Limarí, Combarbalá, Choapa y La Ligua […] son valles
estrechos, surcados por ríos de aguas escasas y con una población también
exigua.”3 Estos valles eran considerados verdaderos oasis por los viajantes,
quienes por lo general llegaban exhaustos luego de cruzar el desierto de Atacama.
En el siglo XVII, la frontera con el Perú siguió los cánones que venían desde el
siglo anterior, donde se tomaba al valle de Copiapó, como el comienzo de la
población chilena, pero la región desértica que antecedía a este valle, también era
chileno, hasta llegar a territorio peruano; en 1605, se señala al “morro Moreno, en
23º31´, como lindero entre Chile y el Perú.”4 Llegada la década de 1680, se
promulga la “Recopilación de leyes de los reinos de Indias”, que la “ley 5, al
referirse de la Audiencia de Lima, dispuso que ella tenga por distrito la costa que
hay desde dicha ciudad hasta el reino de Chile exclusive”5, esto deja muy
claramente la situación fronteriza de ambas colonias, lo cual no cambia hasta el
siglo XIX, ya que si bien durante el siglo XVIII, se crea el virreinato del Rio de la
Plata (1776), que toma los territorios dependientes de la Audiencia de Charcas, y
2 Eduardo Cavieres: “Sociedad y Mentalidades en perspectiva histórica”, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1998, pág. 59.
3 Jorge Pinto R.: “La Araucanía y el Norte Chico (…)”, Óp. cit, pág. 126.4 Jaime Eyzaguirre: “Breve Historia de las Fronteras chilenas”, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1971, pág. 27.5 Ídem, pág. 29.
la región de Cuyo, el linde entre el Perú y la gobernación de Chile no se ve
afectada y la frontera entre ambos territorios se sitúa “en el grado 21 ½, esto es,
con la desembocadura del rio Loa, punto de partida del desierto de Atacama”6 este
limite fue estudiado tanto por el virrey del Perú Gil de Taborda, quien junto a un
grupo de hombres de ciencia venidos desde la península, determinaron luego de
variados estudios que la linde del virreinato en el sur era el rio Loa.
Las autoridades chilenas a la hora de recaudar los reales derechos de
almojarifazgo y alcabala en 1777, lo hacían ejerciendo jurisdicción hasta el rio Loa,
limite natural con el Perú, lo cual confirma todos los estudios y documentos
oficiales que venían desde el virreinato.7
Con la llegada del siglo XIX y particularmente con los sucesos de 18108, la
naciente república, puso énfasis en el desierto de Atacama, en el año 1813, se
efectuó el Censo en todo el territorio, comenzando en la caleta del Paposo, donde
sólo vivían 570 personas, destacando que no vivía ni un solo español, donde a su
vez vivían 100 indios, 250 mestizos y 220 mulatos, siendo la totalidad de los
habitantes pescadores.9 Ya para 1817, se envió un bando que proclamaba la
independencia, pero con todos los ajetreos de las batallas independentistas y la
posterior instalación de la vida política de la república, hicieron que se olvidara por
un tiempo la situación limítrofe, permitiéndole a la naciente Bolivia, adelantarse y
en su búsqueda de un puerto, se envió a Francisco Burdet O`Connor a recorrer el
litoral al sur se Arica, ya que Perú no había cedido a la petición de entregar este
puerto a manos bolivianas, la expedición dio como resultado la aceptación de la
ensenada de Cobija, que estaba al sur del rio Loa, limite de Chile y el Perú10, ya en
1829, Andrés de Santa Cruz, comenzó a darle un impulso a Cobija, para darle 6 Ídem, pág. 37.7 Ídem, pág. 39.8 El “Uti Posidetti” de Chile en 1810, comienza con el desprendimiento de Chile de la corona española, este viene precedido de los limites y distritos que fueron usados por los antecesores en el gobierno, las segregaciones de Tucumán en 1563, de Cuyo en 1776 y la determinación del rio Loa como frontera entre el Perú y Chile en 1793, dan vida a la delimitación oficial por parte del naciente Estado para establecer su rango de acción, que se vería modificado durante el transcurso del siglo XIX. Esto según Jaime Eyzaguirre en su “Breve Historia de las fronteras de Chile.”9 Archivo Nacional: Óp. cit, pág. 41.
acceso al mar a Bolivia, instaurando un gobierno regional y decretándolo puerto
franco.
Ya superada la guerra civil de 1829-30, la despreocupación mostrada por las
autoridades chilenas por el desierto de Atacama desaparece, y se comienza a
tomar con preocupación el contrabando que existía en las pequeñas caletas de la
frontera Norte, como la de Paposo, de donde salían minerales y donde aumentaba
la cantidad de mineros que llegaban por los numerosos puntos de desembarque,
es así como en 1834 se ordena un nuevo censo de los pobladores que estaban
repartidos por todos los lugares de la región, por último el estado chileno, bajo el
gobierno del general Manuel Bulnes, tomó soberanía de la bahía de Mejillones en
184211, debido a la alta cantidad de guano existente, con esta ley se aseguraba
que el limite septentrional era Mejillones, que estaba ubicado en 23º de latitud
sur12 y aunque se pudo haber reclamado con los títulos anteriores que Chile
comenzaba en 21º27´13 no se hizo en parte por el espíritu americanista que
reinaba en aquellos años.
Pasando más específicamente a Copiapó, debemos decir que se ubicaba en el
valle del mismo nombre, siendo la población más septentrional del territorio
chileno durante la colonia y la primera mitad del siglo XIX, este se extendía desde
“Paposo, por el norte; hasta la Quebrada del Negro, por el sur […] de este a oeste
cubría una franja que iba desde el macizo andino hasta el Océano Pacifico,
abarcando una superficie aproximada de 89 mil metros cuadrados.”14 Este valle
era regado por un rio del mismo nombre, y desde los tiempos del descubrimiento
de estas tierras, cuando Valdivia tomó posesión de la gobernación, dejó en este
valle dos guarniciones y una de estas quedó situada en el lugar exacto donde 10 Específicamente se encontraba en 22º23´, al sur del rio Loa, pero por los problemas internos que atravesaba Chile en aquellos años, hizo que el avance boliviano pasara inadvertido, consagrándolo.11 En 1842, el presidente Bulnes, promulgó una ley que: “declara propiedad de la nación las covaderas al sur del paralelo 23, que cruza ligeramente al norte de Mejillones.” En: Sergio Villalobos: “Historia del pueblo Chileno”, tomo 2. Óp. cit, pág. 136.12 Jaime Eyzaguirre: Óp. cit, pág. 54.13 Figura 1: Ídem, pág. 50.14 Julio Broll y Jorge Pinto: Óp. cit, pág. 10.
posteriormente se erigiría la villa de San Francisco de la Selva, esto es en la parte
de atrás del antiguo pueblo, donde se tenían cordeladas de “a ciento cincuenta
varas, se dejó trazadas la plaza, las manzanas y las calles de que había de
constar la villa”15 y se les dio merced de tierras a quienes vivían en el antiguo
pueblo.
Geográficamente, también se hizo un pueblo de indios con el fin de reunirlos a
todos en un solo lugar, donde existía una iglesia, plaza y calles como un pueblo
normal, esto segregó a los indios, aunque esta reducción no fue satisfactoria del
todo puesto que la mayoría de los hacendados iban de forma violenta a llevarse a
sus indios, el pueblo de indios tomó el nombre de “San Fernando”.
Figura 1.
15 Carlos María Sayago:, Óp. cit, pág. 68.
Podemos ver que con esta separación de pueblos, se produce una mala
distribución de la justicia, puesto que en el pueblo de indios de San Fernando,
como en Nantoco y Tierra Amarilla, que eran haciendas que estaban hacia las
montañas, y también se alejaba de las haciendas que se ubicaban de camino
hacia la costa16, estos lugares quedaban muy lejos del poder central haciendo casi
inexistente la captura de delincuentes, como también esta, separación territorial,
influye en las relaciones fronterizas, ya que por ejemplo las haciendas que
estaban más de camino a la montaña tienen clara relación con los habitantes de
Cuyo, quienes constantemente entraban para alistarse en las labores mineras y en
las agrícolas – en menor grado -, mientras que las haciendas que estaban más
16 Figura 2: Julio Broll y Jorge Pinto: Óp. cit, pág.58.
hacia la costa, tenían más relación con los comerciantes que circulaban entre
Santiago y el Perú, tomando variadas influencias de estos.
Figura 2.
Ignacio Domeyko, quien viajó a la región en 1840, dio la siguiente descripción del
valle de Huasco: “es un grato lugar de descanso para los viajeros. Todo su fondo
cubierto de huertos y lujuriosa vegetación, contiene una multitud de pequeñas
haciendas.”17Es importante nombrar al valle de Huasco, ya que era gran
contribuyente y vecino del valle de Copiapó.
Es así, que debido a su geografía llena de contrastes, de verdes esporádicos y de
altas montañas áridas, Copiapó, aparecía como un refugio ideal tanto para bandos
de delincuentes que huían con algún cuantioso botín, como para asesinos
fugitivos, disidentes del Ejército, vagabundos, mineros andantes y cazadores de
fortuna, pero, también era una tierra que debido a sus múltiples entradas, recibía
una influencia muy variada, formando un carácter que los posiciona como una
sociedad atípica en nuestro territorio, esto debido a que, los trabajadores vagaban
de hacienda en hacienda, realizando trabajos esporádicos, y en las mismas minas,
de veta en veta, esta libertad de movimiento, hizo que los hombres pasaran
mucho tiempo fuera de sus casas, abandonando la vida familiar, y dejando a sus
mujeres cuidando a los hijos realizando labores de esposa, esto detonó en una
especie de “liberación femenina” debido a que las esposas solitarias “muchas
veces establecían vínculos con otros hombres, generando conflictos muy graves
cuando regresaba el marido o eran sorprendidas en sus faltas”18 este fue un
problema latente en esta villa y en las demás, como por ejemplo un caso sucedido
en Vallenar en 1823, donde Eugenio Mata apuñaló a su amigo Ignacio Tapia, el
motivo, Mata visitaba a la mujer de Tapia, esto lo corrobora el testigo Diego Núñez
al declarar “pero que todos saben que desde antes de casarse Tapia, Mata
visitaba a su mujer.”19
Estas acciones eran naturales en una tierra como la descrita, donde el asesino del
caso antes citado jamás fue encontrado y lo más probable es que este rehízo su
vida en algún poblado aledaño en las faenas que se le requiriese, la población del
Norte Chico, vivía con una constante ilusión de una vida mejor, de una sociedad
fronteriza con más oportunidades que el sur, así se fue construyendo una
17 Ignacio Domeyko: “Mis viajes. Memorias de un exiliado” vol. 1, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1978, pág. 388.18 Jorge Pinto R.: “La Araucanía y el Norte Chico (…)”, Óp. cit, pág. 132.19 Archivo Judicial de Vallenar (desde ahora AJVa): Leg. 7, pieza. 1, f.3v.
población transgresora, sin miedo a perder sus sueños, y muy creyentes en la
religión, especialmente de las vírgenes, por ejemplo en Copiapó la patrona era la
Virgen de la Candelaria, en Coquimbo la Virgen de Andacollo y en Illapel, la Virgen
de Palo Colorado.20Es precisamente por este sinnúmero de singularidades, y por
la lejanía con los grandes núcleos poblacionales, que la población del Norte Chico,
y especialmente la copiapina, se había transformado en algo tan liberal y
desentendido de la realidad del resto del territorio, que la llevaba a forjar su propio
destino.
RELACIONES DE FRONTERA21
Las relaciones de frontera, estaban muy marcadas por la presencia de afuerinos,
de los valles cercanos, como de los valles del sur del territorio, junto con los que
llegan desde Tucumán y del Perú, también se contaba con los indios ya reducidos
y una alta población mestiza que se comenzaba a integrar al espacio laboral, tanto
en la mina como en las haciendas se podía encontrar un multiétnico abanico de
trabajadores, los cuales muchas veces se veían enfrascados en violentas peleas a
muerte, muchas veces sin motivos de peso, y el territorio les daba la oportunidad
de desaparecer en la misma forma silenciosa en la que llegaron.
Domeyko, grafica muy bien esta multietnicidad diciendo que: “su población era una
mescolanza de todas las partes del mundo. Franceses, alemanes, yanquis,
inmigrantes de diversas partes de la América española, sobre todo los llamados
cuyanos.” 22
Debemos dejar en claro, que estas relaciones no tenían el mismo sentido que en
la frontera del Bio – Bio, ya que en el Norte, la frontera era netamente geográfica,
20 Jorge Pinto R.: “La Araucanía y el Norte Chico (…)”, Óp. cit, pág. 134.21 Estas relaciones de Frontera, son descritas por Eduardo Cavieres como “la variedad de marginalidades socio-culturales o socioeconómicas, de ambas a la vez, el excluirse o ser excluido de, el no poder o querer integrarse a; cuando se está en relación con.” Esto en su estudio “Sociedades y Mentalidades…” pág. 5922 Ignacio Domeyko: Óp. cit, pág. 402.
y no entre sociedades como en el Sur, el tipo de relación que se daba en Copiapó,
era menos duradera, ya que se daba entre viajeros, buscadores de fortunas,
comerciantes y la gente que habitaba y trabajaba en Copiapó.
La gran parte de estas relaciones se llevaban a cabo en los campamentos
mineros, donde la ingesta de alcohol y la soledad marcaban el carácter de estos
hombres, los cuales en su mayoría habían dejado sus familias lejos del Norte
Chico, esta vida desenfrenada que oscilaba entre el endeudamiento, la juerga y la
violencia que se respiraba en el aire, durante la segunda mitad del siglo XVIII, se
dispuso que los pobres y vagabundos pudiesen explotar las partes sobrantes de
las minas, dándoles así la posibilidad de poder subsistir, estas faenas de relave se
llamaron “maritatas” a las cuales llegaron muchas personas “constituyendo
aglomeraciones que solían ser más densas y populosas que las villas y asientos
formales de mineros”23 estas poblaciones eran reconocidas por la abundancia d8e
madres solteras, viudas con muchos hijos, niños y adolecentes, por lo general se
establecían en las cercanías de algún rio y de los trapiches, siendo muy cercanas
a los campamentos formales de mineros que levantaban los hombres
acaudalados.
Los maritateros generaban una utilidad más que aceptable, la cual muchas veces
superaba a la obtenida por los trapicheros establecidos, quienes se veían
mermados por el robo de metales por parte de sus mineros, la diferencia estaba
en que los maritateros al ser marginales trabajaban con el fin de alimentar a sus
familias en el día a día, mientras que por lo general los mineros que eran
contratados por los dueños de los trapiches extraían el mineral a cambio de un
salario, el cual no satisfacía sus pretensiones, esto hizo que ambos grupos
chocaran en duras afrentas, debido a la incredulidad de los trapicheros.
La población marginal a comienzos del siglo XIX, ya estaba dominando la técnica
de la minería, algunos emprendían vagabundeos de forma independiente,
pasando de mina en mina en búsqueda de una vida libre de subsistencia, otros 23 Gabriel Salazar: Óp. cit, pág. 181.
entraban a las minas más importantes donde se encontraban con una realidad
distinta a la que estaban acostumbrados, esto debido a que la población
masculina era mayor y los roces eran constantes, esto ya hacia mediados de siglo,
donde por ejemplo, un caso que ocurrió en la faena “Miller”, en 1846, donde una
disputa entre José Santos Vega y Matías Rivera, por un desacuerdo en la forma
de tomar la sopa, terminó con un muerto y con un fugitivo. Un testigo de la pelea
describe la amarga escena:
“se levanto Bega a mojar el pan en una olla de caldo, a esto le dijo Ribera que no
mojase que no todos tenían el mismo gusto, a lo que repuso Bega que mojaría
que por que ponía ese reparo cuando el sacaba caldo cuando quería y por que
habia dicho tambien que antes de irse le pegaría a este tiempo levantándose
Ribera y disiendole te he de pegar saliéndose inmediatamente a la cancha, bio el
declarante tomar del pelo a Ribera y estar luchando y que a este tiempo al grito
que los que daban de afuera que le ha pegado con cuchillo, el que declara salio
para fuera y bio que lo tenia agarrado de la mano Ribera a Bega que ha poco
instante callo al suelo y al mismo tiempo el cuchillo y en acto continuo
fugándose.”24
Del muerto podemos decir que era un peón que provenía del valle del Elqui, y su
matador era un apir, que había llegado hace un “mes a esta parte por haberse
consertado de apir en la misma faena que por esta rason conoce de haber y de
vista y que no sabe su conducta ni menos sabe si ha estado preso”25 como
podemos ver aquí hay un rasgo distintivo de la sociedad fronteriza del Norte, que
en las faenas iba y venía gente, la cual era pasajera y que al ocurrir situaciones
como esta no dudaban en ningún momento de volver a vivir en la soledad de las
montañas buscando una nueva faena donde emplearse.
Es por esto que las relaciones fronterizas se dieron de forma particular en los
asientos mineros, puesto que, ante tanta violencia desatada que se debieron
24 Archivo Judicial de Copiapó (desde ahora AJC): Leg. 16, pieza 42, f.3.25 Ídem, f.2.
implementar medidas que desde 1825, intentaron disciplinar a los mineros,
volviendo a antiguas practicas coloniales como los azotes, limitándoles las bajadas
a las villas y con un férreo control en los campos laborales, incluso se llegó a
prohibir la venta de alcohol en los distritos mineros, ya que “Patrones y
mayordomos temían, por sobre todo que los peones desertaran de las faenas, que
introdujesen bebidas alcohólicas al campamento, que se insolentaran e
insurreccionaran, que robaran de la mina las “piedras ricas” y que pernoctaran con
mujeres.”26 Esto era típico de la transición a la lógica capitalista que se estaba
estableciendo en el mundo.
En los campamentos los mayordomos velaban por los intereses de los Patrones y
ellos tenían la autoridad como para dictar sentencia sin necesidad de acudir a la
policía en casos donde no se necesitase el actuar de esta, por lo general los
castigos iban en penas de garrotes y azotes.
Benjamín Vicuña Mackenna, grafica muy bien la situación de quienes vivían en los
campamentos mineros diciendo que “el minero no necesita de nadie (…) su
generosidad no conoce limites a su prodigalidad y a su placer, (…) el minero es
peleador como el indio y pendenciero como el roto. Se halla siempre pronto para
todas las revueltas, y es así como se explica que el norte haya sido para los
gobiernos de Santiago una frontera política más terrible que la antigua de las
lanzas que crecen entre los quilates araucanos.”27
Si bien los campamentos mineros desde su precaria creación a mediados del siglo
XVIII, marcaban la esencia del ser fronterizo del Norte (al cual le gustaba vivir la
vida sin importar las consecuencias), se tiende a dejar de lado a la otra parte
importante de la conformación de esta singular sociedad, la población agrícola,
26 Boletín Municipal del Departamento de Copiapó. Recopilación de las leyes, ordenanzas, reglamentos, disposiciones de la Policía, etc., Copiapó, enero 27 de 1868. Citado en Sergio Grez Toso, “De la “Regeneración del pueblo” a la huelga General. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890)”, DIBAM, Centro de investigación Diego Barros Arana, Santiago de Chile, 1997, pág.234.27 Benjamín Vicuña Mackenna: “El libro de la plata”, Imprenta Cervantes, Santiago de Chile, 1882, págs. 153, 158.
aquella que realizaba su vida inmersa en las haciendas de los valles, donde
destacaba aún la población indígena, aunque debemos dejar en claro que no era
muy diferente el actuar de unos u otros, ya que mientras los mineros, recurrían a
la placilla para saciar sus placeres, quienes trabajaban el campo, tenían a las
bodegas como punto fijo de sus días, en las bodegas y chinganas se llevaba a
cabo toda la vida social del campesinado, donde encontramos otro punto en
común con los mineros es en la violencia inusitada con la que reaccionaban ante
la más mínima provocación, como sucedió en el pueblo de indios de “San
Fernando”, en 1767, donde José Zorrilla, dio muerte a Pedro Nolasco Flores, de
ambos podemos decir que eran indios, ambos forasteros, el asesino era del
poblado de Huasco Bajo y del muerto sólo sabemos que era “forastero”, aunque
casado con una india del pueblo de “San Fernando”, llamada Bartola Chillimaco.
¿El motivo de la muerte?, según narra un testigo el difunto le dijo que:
“por que le nego una guitarrilla que le abia pedido emprestada y sin aber reñido
con el se apeo del cavallo el dicho Sorrilla y le dio las dichas puñaladas y que le
quito el poncho y se lo llevo dejandolo a la ynclemencia del frio y tan mal herido”28
El que mato a Pedro Nolasco huyó tan pronto se dio cuenta de lo hecho y nunca
fue atrapado, puesto que las investigaciones sólo recabaron antecedentes del
suceso.
También tenemos que hablar de una relación que siempre fue problemática para
la población fronteriza, lidiar con los forasteros venidos de las provincias
trasandinas, puesto que al ser pasantes, por lo general buscaban pendencias,
como es el caso de un tucumano, llamado Miguel Castro, quien en 1780, cruzó la
cordillera junto un grupo de coterráneos, con los cuales al ver a Luisa Araya –
india del pueblo de “San Fernando” – que venía con un niño en brazos retornando
de las faenas agrícolas, le solicitaron “para sus maldades ofreciendola dineros a
que respondio que no queria condescender, ni necesitaba su plata”29 ella al 28 AJC: Leg. 19, pieza. 31, f.3v.29 AJC: Leg. 19, pieza. 36, f.3.
rechazarlos fue golpeada a rebencazos junto a su hijo que llevaba en brazos, al
amenazarlos los forasteros emprendieron su huída, a lo que su cuñado llamado
Jacinto Inga, al andan a caballo siguió a quienes habían golpeado a sus familiares,
luego de un rato les dio alcance en el paraje llamado “Crucero”, donde un testigo
declara que escuchó:
“que me mata, que me mata, a cuias voses
revolvio el que declara y haviendo llegado a donde
sonaban hallo (…) herido y boca abajo al
expresado Miguel Castro y junto a este al
mencionado Jacinto Ynga, a cuio tiempo llego a
este paraje Francisco Ynga, hermano de dicho
Jacinto, quien dijo: que haze este hombre votado?,
sin que a todo esto se moviese no hablase el
referido Jacinto Ynga, que estaba con un cuchillo
en la mano.”30
El tucumano, murió ese día a eso de las diez de la mañana, producto de las
heridas que le propinó Inga.
En este caso el asesino fue atrapado y puesto en la Real Cárcel, donde le fue
tomada su declaración donde relata el suceso de la siguiente forma:
“que de resulta de haver tenido sierta historia con
su cuñada Luiza Araya, lo desafio un cuiano cuyo
nombre ignora y haviendolo seguido el comfesante
se saco la manta a tiempo que el desafiador
estaba parado con un cuchillo en la mano y
tropezando se ensarto con su mismo cuchillo.”31
30 Ídem, f.4v.31 Ídem, f.5v.
Pero, lo que más impacta de este caso, junto a la desfachatez de declarar que se
el difunto se auto infirió la herida, habiendo testigos de lo contrario, es que no se
siguió debido a la falta de careo con los testigos, y del desenlace del caso no se
sabe nada.
Otro punto muy importante de la forma de ser de la sociedad fronteriza era la
cercanía que tenían tanto con los soldados del Ejército, como con los cuerpos de
policía, con quienes se relacionaban como iguales en las chinganas, ya que estas
eran el punto de reunión del pueblo, esto es muy importante, ya que entrado el
siglo XIX, con el proceso de disciplinamiento capitalista, se comienza a orientar un
distanciamiento entre los militares y el pueblo, esto ya que se creía que:
“una de las principales causas de la escandalosa
deserción que se experimenta es la concurrencia
de los soldados a las chinganas, donde se reúnen
con gentes que los seducen o bien se entretienen
y embriagan faltando a sus cuarteles, a lo que se
sigue la deserción por temor de que se les
castigue”32
Dentro de las medidas para frenar la ida de los soldados, se prohíbe a los
pulperos admitir por más de una hora a estos, la pena si se incumplía esto era de
quinientos palos.
La zona del Norte que comprende entre Copiapó y La Serena, fue la primera área
geográfica, donde se inició el disciplinamiento de la mano de obra, especialmente
en el sector minero, ya que se necesitaba un mayor rendimiento por parte de los
mineros, quienes no tenían un patrón de trabajo constante y producían según su
estado de animo.
Por último, debemos hablar también de las relaciones de los aristócratas, puesto
que ellos también juegan papel importante en la formación de la sociedad 32 Archivo Intendencia de Coquimbo, Leg. 10. Citado en María Angélica Illanes: Óp. cit, pág. 99.
fronteriza, con sus relaciones con comerciantes extranjeros, quienes venían a
invertir su capital en las minas y haciendas del Norte Chico, la Independencia trajo
consigo un amplio abanico de extranjeros, los cuales tenían el dinero, pero
estaban carentes de tierras y la alicaída aristocracia vio en los enlaces
matrimoniales la mejor vía de solucionar sus problemas de efectivo. Estas uniones
trajeron consigo un cambio en la mentalidad de los Patrones, puesto que estos
nuevos propietarios introdujeron cambios tanto tecnológicos como en la forma de
trabajar, sacándole un mejor rendimiento a los mineros y a las minas, aunque no
en todos los casos esto fue un éxito.
Las relaciones fronterizas del Norte Chico, se vivieron principalmente en dos
bandas: la de la mina y la del agro, donde las similitudes en el actuar de unos y
otros era algo latente, debido a que podían ir y venir de la mina al campo y
viceversa, dándole una doble función a los trabajadores, quienes iban según más
les conviniese, esa libertad de elección era algo que caracterizaba a la población
de esta región. La marcada violencia con la que se expresaban principalmente los
mineros era algo que llegó a preocupar al gobierno central, de los primeros años
republicanos, pero fue muy poco lo que se logró hacer, ya que ante más
prohibiciones, más transgresoras eran las acciones de los habitantes del norte,
quienes no dudaban en mejorar su situación, por medio del robo de metales.
Los forasteros, jugaron un papel fundamental en la construcción de una solida
base de mano de obra, la cual se desempeñaba principalmente en la minería, ya
que aun el agro estaba dominado por los pocos indios que quedaban, los
afuerinos por lo general no tenían miedo de tomar decisiones rápidas, como la de
matar o robar, ya que ante la más mínima complicación, no dudaban en volver a
su rutina de vagabundaje por las minas y faenas. Es así que en un siglo, la
sociedad marginal que estaba marginada en la mitad del siglo XVIII, con el correr
de las décadas se transformó en una mano de obra minera calificada tanto como
para trabajar en las principales minas de la región, como de manera independiente
como forma de subsistencia, las relaciones que dieron pie para la formación y
consolidación de esta transgresora y “libre” sociedad, están en el marco de la
diversidad, de muchas formas de ver y vivir la vida, sobre todo en un lugar con
tantos caminos que seguir.
BIBLIOGRAFÍA.
FUENTES PRIMARIAS.
- ARCHIVO NACIONAL (A.N), ARCHIVO INTENDENCIA DE COQUIMBO.- ARCHIVO NACIONAL (A.N), ARCHIVO JUDICIAL DE COPIAPÓ.- ARCHIVO NACIONAL (A.N), ARCHIVO JUDICIAL DE VALLENAR.
LIBROS Y ARTÍCULOS.
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Benjamín Vicuña Mackenna: “El libro de la plata”, Imprenta Cervantes, Santiago de Chile, 1882.
Sergio Grez Toso, “De la “Regeneración del pueblo” a la huelga General. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890)”, DIBAM, Centro de investigación Diego Barros Arana, Santiago de Chile, 1997.
Ignacio Domeyko: “Mis viajes. Memorias de un exiliado” vol. 1, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1978.