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Revista Hispanoamericana T.O.R. Núm. 2 - Abril 2021 – pp. 12-32
ISSN 2695-9224
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Riesgo psicosocial en las cuidadoras de adultos mayores: autoetnografía en
Bulgaria
Psychosocial risk in caregivers of older adults: Autoethnography in Bulgaria
Mónica Maisterrena
Resumen
El papel del cuidador adquiere un lugar importante en sociedades envejecidas, su intervención es
crucial principalmente para los adul tos mayores que tienen dificultades físicas o mentales. Por
tanto, es ineludible que se conozca la realidad que viven las y los cuidadores, con el fin de
problematizar su situación laboral y las implicaciones que tiene en su desempeño de trabajo y su
vida íntima. Se elige la autoetnografía como método, debido a que es una rama de la investigación
cualitativa de corte literario que pone en el centro tanto los relatos personales autoanalíticos, como
el proceso etnográfico para comprender un fenómeno. En esta investigación, este método brinda
una forma de conocimiento creativa e innovadora acerca de la realidad personal y cultural como
cuidadora dentro de un contexto social y cultural complejo. Con este estudio se pretende contribuir
en la elaboración de una reflexión profunda sobre las implicaciones, riesgos y repercusiones de la
actividad y forma de vida de las cuidadoras de personas adultas mayores en países donde no
dominan el idioma.
Palabras clave
Autoetnografía, Migración, Diferencias culturales, Cuidadoras, Riesgo psicosocial
Abstract
The role of the caregiver acquires an important place in senior societies, their intervention is crucial
mainly for older adults who have physical or mental difficulties. Therefore, it is unavoidable to talk
about the reality that caregivers live, in order to problematize their work situation and the
implications it has on their work performance and their intimate life. Autoethnography is chosen
as the method, because it is a branch of qualitative research of a literary edge that places at the
center the self-analytical personal accounts and the ethnographic process, so we can understand a
phenomenon. In this research, this method provides a creative and innovative way of knowing about
the personal and cultural reality as a caregiver within a complex social and cultural context. The aim
of this study is to contribute to the elaboration of an in-depth reflection over the implications, risks
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and repercussions of the activity and the way of life of caregivers of senior people in countries where
they do not speak the language.
Keywords
Autoethnography, Migration, Cultural differences, Caregivers, Psychosocial risk
Se supone que los desafíos de la vida no están para paralizarte; están para ayudarte a descubrir quién eres.
Bernice Johnson Reagon
Introducción
Cuando inicié este estudio me pregunté ¿cómo voy a abordarlo? ¿de qué manera voy a
justificar el uso de un método autoetnográfico1
dentro de la rama sociológica, si ese tipo de
investigaciones son más usuales en la disciplina antropológica2
y además son muy poco
tratadas y reconocidas en países de habla hispana? Al mismo tiempo surgió otra interrogante
¿cómo planteo el problema que enfrentan las cuidadoras de adultos mayores sin involucrar
mi subjetividad y autoanálisis si el motor de este estudio fue mi propia experiencia?
En ese sentido, fueron los mismos interrogantes que me llevaron a justificar la
pertinencia del método. Por una parte, porque debido a su desconocimiento, es importante
resaltar la importancia y utilidad en sociedades hispanohablantes y no solo angloparlantes
que desde hace veinte años ya lo ponen en práctica.
Por otra parte, la autoetnografía es una vertiente de la investigación cualitativa, que
propone un enfoque alternativo en el que se conecta lo personal con lo cultural. Este
método permite que la investigadora o investigador pueda mostrarse abiertamente a los
demás y entienda que ella o él mismo es parte de ese mundo que estudia3
. Consiste en
analizar los recuerdos emotivos y los incidentes críticos mediante la exploración del uso de
la primera persona al escribir, la apropiación de modos literarios con fines utilitarios y el
reconocimiento de las complicaciones de estar ubicado dentro de lo que uno está
estudiando4
. Asimismo, consiste en una forma de escritura narrativa que despliega
1 Aunque ha sido abordado predominantemente en estudios antropológicos, se reconoce como un recurso metodológico y epistemológico enriquecedor para las Ciencias Sociales, sobre todo para el trabajo en contextos y situaciones interculturales (GUERRERO MUÑOZ, J. «Las claves de la autoetnografía como método de investigación en la práctica social: conciencia y transformatividad», 6to Congreso Ibero-Americano en Investigación Cualitativa, España, 3, 2017, pp. 130-131). 2 Dentro de la sociología se encuentra el estudio de BOURDIEU, P. Autoanálisis de un sociólogo, Ed. Anagrama, Barcelona, 2006. 3 ANTA FÉLEZ, J. L. «Búsquedas, miradas, sentidos: autoetnografía en la ciudad de México»,
Cuicuilco, 11, 30, (2004), pp. 1-19. 4 BLANCO, M. «Autoetnografía: una forma narrativa de generación de conocimientos», Andamios, México, 9, 19 (2012), p. 55.
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múltiples capas de conciencia5
, tales como el análisis de nuestras propias acciones; la
problematización del contexto; el intento de entendernos y entender a los otros
reconociendo la importancia de hacer inclusivo el acceso a textos académicos mediante un
lenguaje más accesible y atractivo para distintos sectores sociales.
Este método permite adentrarse en la compleja relación que existe entre lo histórico,
lo biológico y lo social, donde, tal y como apunta Joaquín Guerrero Muñoz:
«[…] confluyen la reflexión crítica, el autoconocimiento personal, la dualidad individuo-sociedad y la acción liberadora que rompe las cadenas de cualquier forma de dominación y
exclusión social, incluso aquella que deviene de la propia cultura científica, de nuestros prejuicios y creencias, o de nuestra particular forma de dar sentido a la realidad»6
.
Desde el enfoque sociológico, es posible observar esos aspectos metodológicos en el
estudio de Pierre Bourdieu7
Autoanálisis de un sociólogo, donde el autor toma en cuenta
bases estructurales, político-académicas, personales y sociales para responder la pregunta
de por qué se hizo sociólogo. Ahí el autoanálisis puede asumirse como una reflexión
metodológica, donde la intuición sociológica se expresa a través de un método: la escucha
constante8
. Y es que este método en eso consiste, en promover una escucha constante a
través de un análisis crítico, tal y como puntualiza Guerrero9
: fortalece una actitud honesta
frente a las propias experiencias; promueve la vulnerabilidad; permite desarrollar la
empatía; y, favorece la innovación y la creatividad.
Para este estudio, en el cual me veo tan involucrada en términos personales y me
es tan difícil poder abordar sin tomar en cuenta los elementos mencionados, debido a las
contradicciones que enfrenté en el proceso; las dificultades de poder nombrar algunas
cosas, tales como la misma elección de querer asumir un trabajo tan ajeno a mis saberes
y experiencia profesional como es el de cuidadora de un adulto mayor —sin experiencia
previa en el asunto—y a su vez, el haber decidido continuar ahí a pesar de las
circunstancias, me llevó indiscutiblemente a elegir el método autoetnográfico como la
mejor opción de investigación.
5 BETANCOURT, E. Autoetnografía: Antropología del Propio Ser. Tesis para obtener el grado de Licenciado en Antropología Social. Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2016, p. 23. 6 GUERRERO MUÑOZ, J. «Las claves de la autoetnografía como método de investigación en la práctica social: conciencia y transformatividad», 6to Congreso Ibero-Americano en Investigación Cualitativa, España, 3, 2017, pp. 132. 7 BOURDIEU, P. Autoanálisis de un sociólogo. Ed. Anagrama, Barcelona, 2006. 8 CALLEJO, J. EMPIRIA, Revista de Metodología de Ciencias Sociales, 13, 2007, p. 199. 9 GUERRERO MUÑOZ, J. «Las claves de la autoetnografía como método de investigación en la práctica social: conciencia y transformatividad», op. cit., pp. 130-134.
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Por tanto, en este estudio pretendo tener un primer acercamiento exploratorio al
método autoetnográfico desde una aproximación sociológica. Una forma de hacer visible
el proceso metodológico por el cual se lleva a cabo un estudio de este tipo sería
describiendo qué historias fueron seleccionadas sobre otras, y cómo se fueron novelando
para poder dar credibilidad al análisis de la investigadora y a sus interpretaciones10
, de ahí
que, en este artículo comienzo hablando del proceso que me llevó a ser cuidadora de una
adulta mayor en Bulgaria. En el segundo apartado intento ofrecer un panorama general de
los contextos migratorios, en particular, lo que me llevó a dejar mi país. En el tercer
apartado menciono aspectos relacionados con las diferencias culturales, y los problemas
que ello conlleva, a partir de mi experiencia como cuidadora en Bulgaria. Y finalmente,
hablo del riesgo psicosocial como cuidadora de una adulta mayor con Párkinson y una
enfermedad mental, en un país en el que yo no dominaba el idioma.
¿Cómo pasé de socióloga a cuidadora de adultos mayores?
Principalmente fue motivada por razones económicas vinculadas a la falta de posibilidades
de desarrollo profesional y laboral que ofrece el escenario actual en México. La falta de
oportunidades laborales, así como los ingresos escasos, conducen en muchos casos a elegir
una ocupación cualquiera que nos permita tener una estabilidad económica y no una
satisfacción personal como profesional. Mi caso no fue la excepción, si bien continué como
docente, al enfrentarme con un proceso de separación y reajuste económico en mi vida,
me vi en la necesidad de abrirme a otro tipo de oportunidades laborales que no
necesariamente se vincularan a mis intereses y saberes profesionales.
Al recibir la oferta de ser cuidadora de una adulta mayor en Bulgaria por tres meses
(de julio a septiembre) durante el año 2019 y saber que iba a poder continuar como docente
a distancia por ese tiempo, me pareció que podría ser una buena opción de ingresos y
experiencia laboral. Asimismo, debido a que elegí la carrera de Sociología por un gusto
personal, tanto por la investigación como por las distintas ocupaciones que la carrera
ofrecía, me pareció pertinente hacer un estudio autoetnográfico durante mi estancia allá.
Consideré que podía continuar trabajando la parte de investigación que me gustaba, y no
sentir que me estaba alejando de mi profesión al comenzar mis labores en aquel sitio.
10 BÉRNARD, S. M. Autoetnografía. Una metodología cualitativa, Ed. Universidad Autónoma de Aguascalientes/ El Colegio de San Luis, México, 2019, p. 172.
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El proceso migratorio: ¿por qué cuidadora de adultos mayores en Bulgaria y
no en mi país, México?
Hay una gama compleja de distintos factores internos y externos que llevan a una persona
a migrar. Se pueden destacar: la intención de mejorar su situación económica, su desarrollo
personal y familiar. Algunas de las causas más mencionadas son: la búsqueda de salir de
una situación de violencia intrafamiliar o la inseguridad frente al crecimiento de la violencia;
la falta de alternativas para obtener los logros ocupacionales, la inequidad, el desempleo,
conflictos socioeconómicos, conflictos internos, tradición en la cadena migratoria familiar11
.
Muchos latinoamericanos migran principalmente a Estados Unidos en búsqueda de
su «sueño americano», como a España, en Europa, debido a la facilidad del idioma. Salen
buscando un futuro incierto, dejando, además del territorio, sus pertenencias, a sus
familiares, sus amigos, sus trabajos, sus profesiones y su forma de vida en general. Según
Julia González12
, en el camino se enfrentan a distintos desafíos, tales como el racismo, la
xenofobia, o distintos tipos de trata y tráfico de personas —explotación laboral, explotación
sexual comercial (sobre todo en el caso de las mujeres), empleo en actividades delictivas—.
En ese sentido, me pregunto ¿qué lleva a una persona a migrar? Las decisiones
surgen de manera voluntaria, forzada o ambas. Me explico: voluntaria en tanto que uno
elige hacer eso y no otra cosa y forzada, puesto que son las condiciones externas las que
impulsan tal decisión. En mi caso, mi elección contenía un poco de las dos.
Por mi parte, no estaba buscando el puesto, a mí me lo ofrecieron. Sin embargo, si
hubiera tenido la opción de elegir entre México o Bulgaria, me hubiera inclinado de igual
manera por la segunda opción, expongo algunas de las razones:
1. Conocer otro país: al tratarse de un país extranjero, implicaba, cuando menos en
mi imaginario, conocer parte de ese territorio y de su cultura, así como otras
regiones aledañas.
2. Mejores posibilidades de ingreso: al ser un país perteneciente a la Unión Europea,
aunque se trataba de Europa del Este, asumí que el salario ofrecido iba a ser
superior al que podría obtener en México por hacer exactamente lo mismo.
11 ARUJ, R.S. “Causas, consecuencias, efectos e impacto de las migraciones en Latinoamérica”, Papeles de Población, 14, 55 (2008), pp. 116 [en línea] Recuperado el 6 de febrero de 2021 de:
http://www.scielo.org.mx/pdf/pp/v14n55/v14n55a5.pdf 12 GONZÁLEZ, J. “La migración en condiciones de vulnerabilidad” en Álvarez, I. (compiladora) Mirando al Norte: Algunas tendencias de la migración latinoamericana. FLACSO, Guatemala, 2012, pp. 67-76 [en línea] Recuperado el 13 de febrero de 2021 de: https://www.flacso.org/sites/default/files/Documentos/libros/secretaria-general/Migraciones.pdf
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3. Compensar un sentimiento de pérdida: al estar recién separada, encontrarme
fuera de mi país implicaba un acto simbólico y aparentemente atractivo de
empezar a construir un nuevo presente, y vivir mi duelo de una forma
posiblemente menos lastimosa.
4. Darle un sentido a la existencia: al enfrentarme a la dificultad de poder lidiar con
la realidad que se presentaba ante mis ojos. Asumir una separación repentina y
dolorosa, así como una nueva realidad económica y emocional, muchas de mis
acciones y decisiones se basaron en lo que el psicoanálisis llama «pensamiento
mágico». En este tipo de pensamiento, la realidad se encuentra en las ideas, no en
la experiencia. Según Thomas H. Ogden:
«[…] cuando el individuo teme que peligre la integridad de su self, puede defenderse empleando fantasías omnipotentes que engloban virtualmente todo, desconectándose de la realidad externa hasta tal grado que su pensamiento se vuelve delirante y/o alucinatorio. […] En la medida en que la realidad psíquica eclipsa a la realidad externa, hay un deterioro progresivo en la capacidad del individuo de diferenciar entre el soñar y el percibir, entre el símbolo y lo simbolizado. Como resultado, la misma conciencia (conciencia de sí mismo) está comprometida o perdida. En el contexto analítico esto conduce a una situación en la que trata sus pensamientos y sentimientos, no como experiencias subjetivas, sino como hechos»13
.
Desde que me ofrecieron el trabajo de cuidadora de un adulto mayor, resalté en mi cabeza
la idea de «cuidar». Para Paola Gallardo y Mariana Rojas:
«El cuidado es la acción social encaminada a garantizar la supervivencia social y orgánica de las personas con dependencia, es decir, de quienes carecen de autonomía personal y necesitan ayuda de otros para la realización de los actos esenciales de la vida diaria»14
.
Yo pensaba que no había forma más genuina de dar, darse, que el realizar un trabajo de ese
tipo. Para mí se trataba de una «señal divina», pero ¿cómo podía sostener tal idea? Quería
una «prueba», y esta consistía en poder continuar dando clases a distancia. Debido a que se
me autorizó a continuar con mi puesto de docencia, asumí que se trataba de «un llamado».
La herencia familiar católico-cristiana, así como algunas filosofías y religiones por las
que me interesé conforme fui construyendo mi propia identidad, influyeron bastante en la
forma de entender mi vida y mi espiritualidad. De ahí que muchos de mis pensamientos e
13 OGDEN, T. «On Three Forms of Thinking: Magical Thinking, Dream Thinking, and Transformative Thinking», The Psychoanalutic Quarterly, 79, 2 (2010), pp. 4-5 [ en línea] Recuperado el 8 de enero de 2021 de: https://revistamentalizacion.com/ultimonumero/02.pdf 14 GALLARDO, P. y ROJAS, M. El rol del cuidador en el adulto mayor. Tesina de la Facultad de Ciencias Médicas, Mendoza, 2016, p. 20.
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interpretaciones de la realidad estuvieran basados en elementos rebatibles desde la razón
lógico-científica. Mi creencia —aunque no religiosa en el sentido riguroso—, desfasada de
una realidad tangible, comprobable y comprensible desde la razón, me hacía pensar que ir
a ese país como cuidadora de un adulto mayor, implicaba un nuevo comienzo también
espiritualmente, es decir, que habría una transformación interna y profunda desde la cual
se construía parte de mi ser.
Por su parte, mis familiares y amigos no estaban de acuerdo con mi decisión, les
preocupaba que el viaje se tratara de un país de Europa del Este —donde abundan los casos
de trata de personas— y que, faltando poco para el viaje, aún no me hubieran
proporcionado información básica de: a quién iba a cuidar, con quién iba a llegar, la
dirección del lugar. Entendía sus inquietudes y de alguna manera las compartía, por lo que
busqué una evidencia, relativamente tangible, externa a mí, que me ayudara a sostener la
idea que tenía. ¿Pero cómo podía hacerlo bajo esas condiciones? Debido a la dificultad de
encontrar algo viable, decidí consultar un libro chino, que muchos utilizan también como
oráculo, el I Ching. Este libro, al igual que cualquier otro con una función similar, se presta
a interpretaciones subjetivas. Aunque insegura, y cuestionándome si tenía sentido basar una
decisión tan importante en un libro que al final de cuentas yo estaba interpretando, decidí
irme, sin saber qué podría pasar, estaba dispuesta a la posibilidad de ser víctima de trata
con tal de vivir la experiencia que sentía «me llamaba».
Al igual que yo —aunque por razones distintas—, las personas que migran a otro país,
están dispuestas a vivir la incertidumbre de lo que les espera sabiendo que posiblemente
se van a enfrentar a muchas dificultades, quizás hasta la muerte, con tal de poder vivir la
experiencia y visualizar un nuevo horizonte que ofrezca mejores posibilidades. En mi caso,
a pesar de estar tomando una decisión precipitada, poco sustentada, un día antes de irme,
al momento de recibir la dirección a la cual iba a llegar, mandé un correo al Consulado
(que se encontraba en Hungría), y le proporcioné la información necesaria (con la que yo
contaba), para que hubiera un registro en caso de que sucediera algo. A su vez, le
proporcioné la información a mis familiares más cercanos. Si bien eso no me garantizaba
nada, permitía dejar más tranquila a mi familia, y estar un poco más respaldada.
En el caso de muchos migrantes, principalmente quienes emigran a Estados
Unidos, no cuentan con una asesoría básica de cuáles son sus derechos y posibilidades
de defensa antes, durante o después de partir de su territorio, porque en muchos casos
tampoco saben cuáles son los que les corresponden en su propio país. Yo contaba con
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el capital cultural, social y económico15
para encontrar algunas alternativas de protección
a mis derechos en caso de que algo me pasara. Simplemente contaba con un pasaporte,
un elemento oficial que permite realizar un paso legal al otro mundo. En ese sentido, la
migración de México a Europa, si se realiza a través de la vía aérea, ya refleja en sí la
estratificación social desde un lugar privilegiado y un proceso más complejo para el
acceso. No obstante, al igual que cualquier migrante, pasé de un territorio conocido a
otro por conocer, lo cual lleva sus propias dificultades, como fue, en mi caso, el
encontrarme con una cultura muy distinta a la mía.
Características del país
Mi estancia como cuidadora fue en la capital de Bulgaria, Sofía. Es una de las ciudades más
antiguas del país y la más grande de la República de Bulgaria. Cuando estaba en su
aeropuerto, antes de aterrizar, me sorprendió ver a la distancia la cantidad de áreas verdes
que abarcaban el territorio. Bulgaria es uno de los veintisiete estados que forman parte de
la Unión Europea. El país cuenta con varias zonas montañosas. Su diversidad bioclimática
es también notable, basta con partir de los picos nevados en las montañas de los Balcanes,
hasta la costa soleada del mar Negro. En el caso particular de Sofía, cuenta con distintas
zonas boscosas en los alrededores de la ciudad, tales como la montaña Vitosha. Me
intrigaba conocer los distintos paisajes que lograba vislumbrar. Sin embargo, no sabía si
podría hacerlo debido a la demanda laboral que iba a tener. Además, desconocía qué tan
importante iba a ser el impedimento del idioma.
Contexto histórico de la lengua y del país
La necesidad de conocer el idioma del país es clave en un contexto migratorio para realizar
cualquier tipo de comunicación que permita la interacción social. La falta de competencias
lingüísticas se vive en algunos casos con desesperación y frustración por no poder expresar
las necesidades más inmediatas16
.
15 BOURDIEU, P. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Ed. Anagrama, Barcelona, 1994.
BOURDIEU, P. Poder, derecho y clases sociales. Ed. Desclée, Barcelona, 2000. 16 RELAÑO, A. M. y SORIANO, R. M. «La vivencia del idioma en mujeres migrantes. Mexicanas en Estados Unidos y marroquíes en España», Migraciones internacionales, 3, 4 (2006), pp. 105-106 [en línea] Recuperado el 23 de enero de 2021 de: http://www.scielo.org.mx/pdf/migra/v3n4/v3n4a4.pdf
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El búlgaro es un idioma oficial de la República de Bulgaria. Proviene de la lengua
eslava que se considera como una de las más antiguas. Sus orígenes se remontan al siglo IX,
en el que san Cirilo creó a partir de la única lengua eslava que conocía, el dialecto búlgaro17
.
El idioma búlgaro es una lengua que ha evolucionado por varios siglos debido a la
influencia de distintas ocupaciones de su territorio, desde la invasión por parte del Imperio
bizantino y turco-otomano, hasta la llegada rusa durante la Segunda Guerra Mundial. Las
transformaciones de la lengua van de la mano de aspectos sociales y culturales. Durante el
periodo de dominación turca (siglo XIV-XIX) la aristocracia búlgara fue reemplazada por
una nueva clase dominante de origen militar18
. Eso también repercutió en las costumbres
religiosas del pueblo búlgaro, ya que pasaron las conversiones, voluntarias o forzadas, de
cristianos ortodoxos al islam. Respecto de los campesinos búlgaros “eran reducidos a una
condición casi servil o sometidos a gravosos impuestos”19
.
Parte de la herencia turca —durante su dominio— y la del régimen soviético —durante
la Segunda Guerra Mundial—, se podía observar tanto en la fonética de la lengua como en
algunos aspectos estructurales dentro del hogar de la adulta mayor que cuidaba: por un
lado, la resaltada estratificación social; y por otro, el trato servil, casi de esclavos, hacia los
empleados. Aspectos que profundizaré más adelante.
Experiencia como cuidadora de adultos mayores en Bulgaria
Mi primer acercamiento como cuidadora
Al llegar al lugar de destino, vi que se trataba del centro de la ciudad de Sofía. Una de las
zonas con mayor poder adquisitivo de la capital. Al entrar al hogar, tuve que quitarme los
zapatos. En Bulgaria, así como en Turquía y en Japón, se tiene la costumbre de dejar el
calzado fuera o llevarlo en las manos cuando uno entra a la vivienda. Tenían un cajón para
calzado, donde se proporcionaban unas pantuflas para quienes recién llegaban, y se
depositaba el calzado que traía puesto.
Me recibió una de las cuidadoras, de origen búlgaro y me presentó con la otra
compañera latinoamericana y con la señora a la que iba a cuidar. La adulta mayor se
mantuvo inmóvil en su cama, sin manifestar ninguna expresión, solo me miraba.
17 KOVATCHEVA, D. I. «Formación y composición del sistema léxico búlgaro», Interlingüística, 14, (2003), pp. 607 [en línea] Recuperado el 24 de febrero de 2021 de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=918779 18 Ibídem. 610. 19 Ídem.
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Por su parte, Elena20
y Esther21
me recibieron atentamente. Esther me explicó algunos
detalles sobre las actividades laborales, me mostró un cuaderno donde se anotaba todo lo
que hacíamos en el día: darle de comer, llevarla al baño, masajes, entretenimiento, llevarla
a dormir, limpiar la casa, lavar la ropa, entre otras cosas. Me comentó que solo ella y yo
viviríamos en la casa, que casi nunca estaba nadie y que íbamos a coincidir muy poco
porque trabajaríamos en horarios distintos, ya fuera ella en la mañana y yo en la noche o
viceversa. Enfatizó que estaba muy cansada. No dejaba de repetir «la señora es muy difícil».
Más tarde llegó Mariza22
, quien nos había contratado y se encargaba de mantener la
comunicación con nosotras para resolver cualquier asunto relacionado con su madre y los
cuidados que realizábamos. Me dijo que yo tomaría el turno matutino y le pidió a mi
compañera Esther que se quedara con el nocturno. Íbamos a trabajar de 7 a 7 ambas,
aunque en horarios distintos. Me dio un uniforme de enfermera, unas sandalias para estar
dentro del hogar, y me pidió que me fuera a dormir ya que comenzaba a trabajar al día
siguiente por la mañana. No obstante, Bulgaria está ocho horas por delante de México, por
lo que fue difícil adaptarme al horario y lograr dormir.
Primer mes como cuidadora de la adulta mayor: una experiencia de emociones
ambivalentes
El primer día de trabajo me desperté a las 6 am para hacer un poco de ejercicio, bañarme
y desayunar algo. Por la mañana me esperaba Mariza para explicarme lo que debía hacer.
Yo estaba emocionada con la experiencia, tenía interés en hacer las cosas bien, le pedí que
me dijera algunas palabras en búlgaro, las que más dijera su mamá, para entender lo que
me pidiera.
Durante todo el día solo alcancé a comer una pera, porque las actividades eran muy
demandantes. Por otra parte, no pude comer porque tanto Esther como Mariza me
comentaron que a la señora le molestaba que lo hiciéramos frente a ella. Al principio, me
pareció interesante vivir ese tipo de experiencia laboral y me preguntaba qué era lo que me
tocaba aprender en términos espirituales.
Los primeros días pude mantener ese ritmo laboral sin ingerir alimentos, sin
embargo, después decidí comer delante de la señora en el horario de desayuno, comida y
cena que consideré adecuado. Al principio la señora se molestó, después de unos días, se
20 Seudónimo de la cuidadora búlgara. 21 Seudónimo de la cuidadora latinoamericana. 22 Seudónimo de la hija de la señora que cuidábamos.
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resignó a verme comer. Mi compañera me comentó que, antes de mí, nunca había comido
durante el horario de trabajo para evitar que se molestara la señora. Eso me permitió
entender por qué se veía tan pálida y demacrada.
La convivencia y buena relación entre las personas que laboran en un mismo espacio
es fundamental para sobrellevar dinámicas complejas, fatigosas y riesgosas dentro del lugar
de trabajo, así que mi compañera y yo acordamos comer en un horario común. Antes de
llegar a Bulgaria desconocía la condición física y mental de la señora. Solo me habían
informado que cuidaría a un adulto mayor. De las actividades que debíamos realizar, la
más pesada y difícil para mí era levantar a la señora cada vez que lo necesitaba. Aunque no
era robusta, era alta y su cuerpo era más grande, fuerte y pesado que el mío. Al principio
me costó mucho trabajo, sobre todo porque me lastimaba la espalda.
Cuando no podía levantarla de la cama tenía que pedirle ayuda a mi compañera del
turno noche. La situación era muy frustrante para mí, tanto porque interrumpía el descanso
de mi compañera, como porque no estaba pudiendo hacer una de mis funciones básicas
como cuidadora. Yo estaba aprendiendo a hacerlo en la práctica, poniendo en riesgo tanto
a la señora como a mí. Tuve que buscar videos en internet para saber cómo levantarla de
la manera más cuidadosa posible, ya que no quería que se cayera bajo mi cargo.
Durante mi experiencia como cuidadora me enfrenté a distintos escenarios de
violencia por parte de la señora, en su mayoría debidos a su enfermedad mental. Me
interesaría resaltar particularmente algunos de ellos:
Pellizcos. Cuando nos pellizcaba era común que la herida se nos infectara. La
señora solía limpiar su excremento con las manos y agua hirviendo, no lograba
lavarse las manos adecuadamente por el Párkinson y porque no nos permitía
hacerlo a nosotras, así que pensé que la infección de las heridas podría tener que
ver con eso.
Patadas. Solían ocurrir cuando la señora estaba en la cama o sentada. No dolían
debido a que su movilidad era limitada debido al Párkinson.
Escupitajos. Cuando la señora no lograba pellizcarnos o patearnos, optaba por los
escupitajos, aunque en la mayoría de las ocasiones caían sobre ella misma.
Insultos verbales. Llegaban a nosotras en cualquier momento. En ocasiones surgían
después de un «gracias». Sus ofensas eran más marcadas cuando le poníamos
límites. Aunque a veces los límites la calmaban. Asimismo, las ofensas dirigidas
hacia mi compañera y a mí eran distintas. Por ejemplo, a mí me decía «Mexicanski
princessa», «princessa service», a ella le decía «Indianski». A ambas nos decía
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«Kuchka (perra)», pero a mí me decía «Kurva (zorra, o puta)», a ella le decía «idiot».
A mí me decía «horse (caballo)», «smile horse (sonrisa de caballo)» o «monkey
(mono)», a ella le decía «elephant (elefante)».
Fuera de los insultos verbales, la violencia física surgía principalmente cuando se caía con
alguna de nosotras o al romper alguno de sus rituales:
Al acercarnos con ella. Cada vez que nos acercábamos a ella debíamos lavarnos las
manos, ya fuera para levantarla, sentarla, llevarla al baño o llevarla a la cocina.
Al levantarla. Después de lavarnos las manos teníamos que ponerle su calzado roto
y orinado que siempre usaba. Para ponerle los zapatos, debíamos levantar siempre
primero su pie izquierdo y luego el derecho.
Al limpiarla. Cuando iba al baño, necesitábamos tener a la mano dos trapos, el que
utilizaba para la orina y el que era para el excremento. Se debía entregar en un
orden y con un movimiento particular.
Los masajes. Debían tener una secuencia, fuerza y tiempo específicos. En ocasiones
lo solicitaba más fuerte de lo que yo lograba hacer.
La vestimenta. La señora quería que en todo momento que estuviéramos en el
hogar mantuviéramos puesto nuestro uniforme. Cuando me veía sin él, aunque
estuviera fuera mi horario de trabajo, me agredía verbalmente o me lanzaba cosas,
en una ocasión fue jugo.
Cuando se le informaba a quien nos contrató sobre los actos de violencia que recibíamos
por parte de la señora, la respuesta variaba según el problema:
Al tratarse de insultos, se nos indicaba ignorarlos y comprender las condiciones
mentales de la persona que cuidábamos.
Al hablar de golpes o agresiones físicas, optaba por el silencio o, en su defecto, se
limitaba a preguntarnos «¿Pero ella está bien?».
La falta de respuesta y soluciones no se limitaba a esos aspectos. En ocasiones tampoco se
atendían asuntos relacionados al bienestar de la señora. O no se llegaba a resolver de una
forma adecuada aspectos básicos relacionados al trabajo, tales como el día de descanso.
Desde el primer día en Bulgaria, le pregunté a la persona que nos contrató por ese día y su
respuesta fue evasiva, dijo «eso pronto lo resolveremos». Al cumplir la semana, seguía sin
tener respuesta.
Parecía que Mariza no se percataba de que ese tipo de desgaste físico también
afectaba en el desempeño laboral. Al comentarle la importancia e implicaciones que tenía
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el poder descansar, me propuso contar con un día de descanso después de trabajar dos
noches. No obstante, lo que ella llamó «día de descanso» era el tiempo libre que
correspondía al cambio de turno, ya que no era posible trabajar 24 horas consecutivas,
debido a que la señora descansaba como máximo dos horas ininterrumpidas, ya fuera por
las mañanas o por las noches.
Respecto de mi intención espiritual, el primer mes consideré que el «llamado»
consistía en aprender a entender a la señora que cuidaba y en darle, en la medida de lo
posible, afecto. Por tanto, intenté entenderla. Procuraba no tomarme de forma personal
sus ofensas, en ocasiones hasta reía con alguna de ellas. Algunos días jugaba con ella o la
trataba como si fuera una niña. Le preguntaba sobre su vida y en momentos ella preguntaba
sobre la mía. Comencé a ver pequeños cambios en su actitud hacia mí.
Por las mañanas, normalmente ella nos pedía que le dijéramos «Dubro utro (buenos
días)», antes no respondía, pero a las dos semanas de convivencia, comenzó a responderme
«Dubro utro». Lo interpreté como un símbolo de aceptación. Ahora, cuando se molestaba
conmigo por algo, me decía «One year». Ella creía que mi estadía iba a durar un año, me
daba ternura ya que yo no pensaba estar más de tres meses.
Pensé que estaba habiendo más cercanía. No obstante, la señora cambiaba
repentinamente de amable a violenta, y era más frecuente y constante su fase agresiva. Para
descansar me veía forzada a salir, me iba a clases de aeroyoga, a caminar por el parque, a
tomar un café, lo que fuera para mantenerme lejos de la dinámica del hogar. Aunque eso
me permitía sentirme con más energía, a la vez me mantenía muy cansada, ya que era poco
el rato que dormía. Y eso a su vez limitaba mi paciencia y la situación me frustraba. Llegué
a escribir «si no fuera porque siento que Dios me quiere aquí, ya me habría ido».
Mi experiencia como cuidadora de la señora segundo mes
Mi práctica como cuidadora me llevó a experimentar niveles de estrés anteriormente
desconocidos. El exceso de trabajo, la falta de descanso, la violencia verbal y física, el ruido
permanente en el hogar, me llevaron a pensar que me encontraba en un campo de
concentración privilegiado. Privilegiado, porque podía salir del departamento después de
concluir mi jornada laboral y contaba con un recurso económico a la mano que me
permitía tener cierta independencia para algunas cosas. Yo tenía tan solo un mes laborando
allá y quería irme. Por tanto, cada vez era menos soportable para mí continuar con los
cuidados. Cuando le ponía límites a sus agresiones o intransigencias, gritaba cosas como:
«God kill you, kill your mother and your father, never husband, never child».
Mónica Maisterrena
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A los dos meses de estancia, me encontraba con ella por la noche. Antes de que se
fuera a acostar, fuimos por un poco de alimento a la cocina. La señora había mejorado su
movilidad debido a las pastillas que le había recetado el médico semanas antes, por lo que
intentó irse rápidamente, sin ayuda mía, hacia su cuarto. Mi reacción inmediata fue
detenerla con el brazo (ya que temía que se fuera a caer y golpear fuerte). No obstante, las
personas con enfermedades mentales, son muy sensibles a las reacciones de las otras
personas, por lo que se recomienda mantener calma absoluta y neutralidad en las
expresiones, para no alterarlas. Como mi reacción fue impulsiva, ella dirigió su mano hacia
la parte superior de mi cabeza y arrancó gran parte de mi cabello. Al ver el puño de cabello
en su mano, además del dolor intenso que me provocó, perdí la paciencia.
Uno o dos días después de ese suceso. Estaba por acostar a la señora, cuando,
repentinamente intentó lastimarme; ante eso, mi reacción fue sostenerla con fuerza de los
brazos encajando mis uñas. Estaba fuera de mí, mi intención era dañarla. Pensé en hacerlo,
deseé tirarla. No obstante, logré controlarme, la dejé sobre la cama en una posición en la
que no pudiera moverse para lastimarse, y salí del cuarto a respirar. Me di miedo, me
desconocí. Y como me desconocí, no sabía si eso podía volver a pasar. Me sentí mal,
principalmente porque yo había ido ahí con la intención de darle cariño y terminé
lastimándola. Le informé a Mariza de la situación más no recibí respuesta.
Hasta ese momento interpreté que lo que debía aprender de esa experiencia era
reconocer mis límites, y que el afecto se da al otro, en la medida que se brinda a uno
mismo. Que para cuidar hay que saber cuidarse. Por tanto, decidí irme, viéndome forzada
a escapar, como si estuviera en posición de esclava, debido a que Mariza no me dejaba
hacerlo a pesar de comentarle que estábamos en riesgo tanto su madre como yo.
Riesgo psicosocial como cuidadora de una adulta mayor con Párkinson y una
enfermedad mental
Diferencias culturales: costumbres, características familiares y económicas
A pesar de que actualmente las fronteras culturales simulan diluirse en las sociedades
neoliberales que promueven la globalización como un elemento fundamental para el
crecimiento económico de sus países, las diferencias culturales siguen estando presentes.
En mi caso, aunque yo venía de un país como México —que se caracteriza, entre otras
cosas, por su diversidad cultural (mezcla de distintas culturas, predominantemente
indígenas dentro de un mismo territorio nacional)—, y que había realizado distintos viajes
(académicos, de brigadas de solidaridad o turísticos) a países hispanohablantes del
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continente americano, me impactó el papel que jugó la diferencia cultural en mi
experiencia en Bulgaria.
En este sentido, me gustaría hablar primero sobre el concepto de «cultura». Alejandra
Val Cubero23
problematiza el concepto desde su papel semántico, menciona las distintas
transformaciones por las que ha pasado su definición y las implicaciones que eso conlleva
en términos de inclusión o exclusión social. Menciona que en 1550 el concepto de cultura
estaba ligado al «cultivo de la tierra», después pasó a asociarse al «cultivo del espíritu», y
posteriormente, en los siglos XVIII y XIX «pasó de significar un estado o hábito mental para
significar un sistema global de vida»24
.
Tomando en cuenta lo anterior, hablar de «diferencias culturales» me permite
referirme a los distintos sistemas globales de vida que una persona manifiesta en sus formas
de ser, actuar, sentir, vestir, pensar y hablar, dentro de un determinado entorno geográfico
y social. En ese sentido, no encuentro mejor forma de identificar las diferencias culturales
que dentro de un fenómeno migratorio, ya sea en condiciones legales o no.
En la actualidad, muchas empresas transnacionales y multinacionales consideran que
la inclusión de personas con diferencias culturales en sus negocios es un aspecto clave25
. El
negocio al que se dedicaban los hijos de la señora que cuidábamos era de corte internacional,
se localizaba en México, Perú, Estados Unidos, entre otros. Fue a través de personas que
trabajaban en sus empresas que se nos contactó a las latinoamericanas para realizar la labor
de cuidadoras de la adulta mayor. Me gustaría exponer algunos de los motivos que visualicé
respecto de su elección al contratarnos (a personas latinoamericanas, en nuestra mayoría, sin
experiencia en el oficio), y no a cuidadoras o cuidadores de Bulgaria:
Mano de obra barata. Nuestro salario era muy bajo para las actividades que
realizábamos: el tiempo que invertíamos, el hecho de haber sido llevadas de otro
país, y los riesgos a los que nos enfrentamos por las características de la persona
que cuidamos. Sin dejar de lado que el salario era desproporcionado con las
funciones laborales realizadas, la razón pudiera ser cuestionada si quedara aislada,
debido a que las compañeras búlgaras tenían un salario inferior al nuestro,
recibían la mitad de lo que nosotras, por día trabajado; eso a pesar de que sus
23 VAL, A. «La diversidad cultural: ¿es posible su aplicación al sector audiovisual?», Comunicación y Sociedad, México, 28 (2017), pp. 111-130. 24 Ibídem. 112. 25 BERRELLEZA, M.; TALAVERA, R. y PLAZOLA, M. S. «Identificar las diferencias culturales que afectan en el desarrollo de los negocios internacionales», Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo, México, 3, 6 (2013), pp. 61.
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jornadas eran también de doce horas y que ellas debían además invertir en el
transporte para llegar al hogar.
Tiempo de permanencia. Ante un trabajo donde se vive violencia y explotación,
es más difícil que dejen el trabajo y se vayan quienes provienen de otro continente,
principalmente si se trata de uno que requiere un recorrido marítimo o aéreo.
El desconocimiento del idioma. Por una parte, la familia argumentaba que
buscaron personas que no entendieran el idioma para que las ofensas verbales de
la señora fueran «menos dolorosas». Por otra parte, desconocer el idioma implica
directa o indirectamente, ignorar aspectos básicos de sus costumbres, sus leyes y
sus normas de protección a nuestros derechos como extranjeros.
El perfil del latinoamericano. Dentro del imaginario colectivo, las personas
latinoamericanas se relacionan26
con aspectos de servicio, buen trato y amabilidad.
Muchos adultos mayores extranjeros buscan pasar su vejez en países
latinoamericanos, o con personas de esas nacionalidades, debido al trato que
esperan recibir en su última etapa de vida.
Las diferencias culturales conllevan aspectos que implican tanto la exclusión social como
el racismo y la discriminación. Dentro del ámbito laboral se generan distintas dinámicas
discriminatorias debido a esa diferencia. En el caso de Elena, por ejemplo, recibía insultos
y maltratos, no por su origen de nacimiento (ya que era búlgara al igual que la señora), sino,
por ser judía; Carmen27
vivía violencia verbal por sus facciones indígenas; Esther por ser
latinoamericana y morena; yo por ser mexicana. Todas además éramos discriminadas por
el oficio que realizábamos —a pesar de que su salud dependía en gran parte de nosotras, ya
que estaba bajo nuestro cuidado—: en su imaginario nosotras teníamos menor valor que
ella por el hecho de que considerada inferior nuestra labor, ya que su parámetro de
validación era el económico.
Riesgo psicosocial
Considerando el concepto salud, acuñado por la OMS28
, como «el estado completo de
bienestar físico, mental y social», es posible englobar aspectos tan diferentes como la
26 Información extraída por comentarios, no por fuente académica. 27Seudónimo de la compañera latinoamericana que sustituyó a Esther cuando regresó a su país. 28 OMS «La OMS mantiene su firme compromiso con los principios establecidos en el preámbulo de la Constitución», en Organización Mundial de la Salud, 2021 [en línea] Recuperado el 23 de febrero de 2021 de: https://www.who.int/es/about/who-we-are/constitution#:~:text=La%20salud%20es%20un%20estado,o%20condici%C3%B3n%20econ%C3%B3mica%20o%20social.
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alimentación, el ejercicio físico, el cuidado del cuerpo, la espalda, el cuidado mental, la
comunicación, entre otros, como elementos centrales para la integridad laboral, mental y
física de una persona.
Hablar de factor de riesgo psicosocial implica hablar de un concepto mucho más
amplio que se denomina estrés laboral29
. El estrés laboral «es la reacción que puede tener
el individuo ante exigencias y presiones laborales que no se ajustan a sus conocimientos y
capacidades y que ponen a prueba su capacidad para afrontar la situación»30
. Las
consecuencias derivadas del estrés como factor de riesgo son predominantemente de tipo
psicológico, pueden llegar a materializarse en estados de ansiedad, descontrol emocional,
como fue mi caso, o depresión, como era el caso de mis otras compañeras latinoamericanas
—la dificultad del idioma, tanto búlgaro como inglés fueron parte de sus impedimentos para
sentirse seguras o inspiradas para salir a las calles en sus momentos de descanso—.
No obstante, también se encuentran las consecuencias de tipo físico; en nuestro caso,
las compañeras latinoamericanas manifestábamos los mismos síntomas: la caída de cabello;
el sangrado al orinar fuera de nuestro ciclo menstrual durante nuestra estancia ahí; la
disminución de peso (en mi caso) y el aumento de peso (en el de mis compañeras);
alteraciones del sueño; dolores de cabeza, entre otras.
Según algunas fuentes que abordan formas de intervención sobre el riesgo psicosocial
en el ámbito laboral, mencionan aspectos que podrían ayudar a mitigarlo:
Evitar en la medida de lo posible permanecer durante periodos largos de tiempo
en soledad.
En mi caso, desde los primeros días que pisé el departamento, procuré
mantenerme fuera de él. Debido a que sabía algo de inglés, y a mi facilidad de
socialización, fue fácil para mí generar vínculos con habitantes de Bulgaria.
También me ayudó el haber entrado a las clases deportivas.
Procurar establecer un equilibrio entre la vida laboral y personal, compaginando la
familia y amistades con el trabajo.
29 MORENO, B. y BAEZ, C. Factores y Riesgos Psicosociales, formas, consecuencias, medidas y buenas prácticas. Madrid, 2010, pp. 1-188 [en línea] Recuperado el 28 de diciembre de 2021 de:
https://www.insst.es/documents/94886/96076/Factores+y+riesgos+psicosociales%2C+formas%2C+consecuencias%2C+medidas+y+buenas+pr%C3%A1cticas/c4cde3ce-a4b6-45e9-9907-cb4d693c19cf. 30 JUÁREZ, C. «Estrés Laboral-NOM035 Riesgo Psicosocial» Conferencia en vivo organizada por la Editorial Manual Moderno, 2019 [en línea] Recuperado el 8 de febrero de 2021 de: https://www.youtube.com/watch?v=-Ux5xuV6ojE.
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Aunque tanto mis compañeras como yo, procurábamos mantener una
comunicación con nuestros familiares a distancia, y entre nosotras, la mayor
cantidad de tiempo permanecíamos solas con el cuidado de la señora.
Mantener un buen estado físico realizando ejercicio de manera habitual.
Mis compañeras latinoamericanas no realizaban ninguna actividad física,
procuraban permanecer descansando al terminar la jornada. Por mi parte, iba
diariamente a clases deportivas.
Realizar técnicas de control de la respiración y la relajación física y mental.
Desde los primeros días que estuve allá, procuré manejar meditaciones y música
relajante durante mi tiempo libre. Eso mismo se los compartí a mis compañeras y
también lo llegaron a hacer.
Otra cosa que procuré hacer durante mi estancia allá, y consideré en su momento como
herramienta, fue leer y ver videos sobre cómo actuar con personas obsesivas compulsivas;
qué papel juega un cuidador de adultos mayores; cómo levantar a una persona evitando
lastimar mi espalda; qué hacer como cuidador con una persona con enfermedad mental.
A pesar de intentar seguir todas esas recetas, no pude evitar tener grados de alteración
mental, tales como el impulso de querer dañar a la señora. Probablemente porque las
condiciones vividas superaban las herramientas mitigantes.
Dentro de los factores de riesgo psicosocial que se pueden resaltar son: las
condiciones peligrosas e inseguras a las que se puede enfrentar un trabajador; las cargas de
trabajo que exceden la capacidad del trabajador; la falta de control sobre el trabajo; las
jornadas de trabajo superiores a las previstas en la LIT; la rotación de turno matutino y
nocturno, sin tiempo de recuperación y descanso. En ese sentido, existían muchos factores
que impedían mantener la estabilidad en esos aspectos, en mi caso, además de los
anteriores, se encontraban:
La falta de apoyo por parte de los familiares para resolver asuntos inmediatos que
competían a la integridad de las cuidadoras. Este elemento lo considero fundamental.
No contábamos con un espacio independiente en el cual pudiéramos descansar y
desconectarnos del ambiente y labores como cuidadoras.
El salario era insuficiente para las labores que realizábamos, por lo que no fungía
como incentivo o elemento compensatorio, ni siquiera de manera simbólica.
El tipo de trabajo excedía el tiempo que por ley se le asignaba a un trabajador de
Bulgaria y, probablemente, de cualquier otra parte del mundo.
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La demanda de actividades que implicaban otro tipo de funciones y puestos, tales
como: los masajes y la limpieza del hogar. Actividades que no implicaban una
remuneración económica extra, sino que se asumían como parte integral de la labor
de cuidadora.
La violencia física y verbal permitida por parte de los familiares y emitida por
parte de la señora hacia nosotras, generaba condiciones de vulnerabilidad e
irritabilidad extrema.
La falta de claridad y capacitación sobre las funciones y actividades que demandaba
el oficio de cuidadora, por estar dirigida a una persona con una enfermedad mental
con Párkinson, a la cual, se le otorgaba un poder en la toma de decisiones, a pesar
de que pudiera ir en contra de la integridad de las cuidadoras y estuviera desfasada
de una demanda coherente o viable.
La vigilancia constante por parte de trabajadores externos que iban a supervisar si
estábamos realizando adecuadamente el trabajo, en lugar de preguntarnos qué
cosas necesitábamos y apoyarnos en el proceso de cuidado.
La falta de reconocimiento a nuestra labor, ni verbal, ni simbólica, ni en cuidados
hacia nuestra persona.
La sensación de falta de privacidad al contar con numerosas cámaras de vigilancia
dentro del lugar de trabajo que habitábamos.
En nuestro caso, vivimos un tipo de violencia laboral —actos que dañaron nuestra
estabilidad psicológica, personalidad, dignidad e integridad como trabajadoras—, que
generaron en nosotras distintos efectos tanto en nuestra conducta, en nuestra psique y en
nuestro cuerpo.
Conclusiones
El papel de las y los cuidadores de los adultos mayores ha tenido un lugar importante a lo
largo de la historia, principalmente porque son quienes se encargan de acompañar y
atender las distintas actividades de la vida cotidiana de estas personas de edad avanzada en
situación de dependencia.
El rol del cuidador domiciliario, del cual fui parte y me enfoqué en este estudio,
requiere de una construcción que depende, en gran medida, de que la persona cuidada
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solicite los servicios31
. ¿Pero qué sucede cuando exceden las demandas, o bien, cuando la
demanda proviene de una persona con una enfermedad mental? Es justo precisar, la
necesidad de llevar un punto de equilibrio entre la demanda y la acción. De buscar, en la
medida de lo posible, mantener la salud mental y física tanto de la persona cuidada como
la del cuidador. Para ello, es fundamental contar con distintas herramientas de apoyo.
Algunas de las que considero más importantes son:
Contar con una capacitación previa respecto a las actividades que se van a realizar.
Mantener una comunicación adecuada y de apoyo mutuo con los familiares y las
personas que a la par están atendiendo al adulto mayor en sus necesidades físicas,
psíquicas, alimenticias.
Dominar el idioma que la persona cuidada habla para mantener una comunicación
adecuada con ella.
Contar con tiempo de descanso adecuado, para realizar las actividades que se
requieren.
Desarrollar la capacidad de resiliencia.
Trabajar la capacidad de comunicarse asertivamente.
De lo contrario, el cuidador puede llegar a encontrarse en una situación de riesgo
psicosocial por condiciones de «estrés laboral» que pone en peligro tanto su vida como la
del adulto mayor que se encuentre a su cargo.
Al hablar de factor de riesgo psicosocial en el ámbito laboral, vinculado al «estrés
laboral», se pueden tomar en cuenta tres componentes:
Causas: factores que producen el riesgo psicosocial, ya sean basados en la naturaleza
del trabajo; en la falta de claridad en la definición de las actividades que se van a
realizar; o en las condiciones específicas relacionadas con el ambiente de trabajo,
la situación psíquica personal y de las demás personas, etc.
Herramientas mitigantes: genéticas, de personalidad, mentales y físicas, estrategias
de afrontamiento, relaciones sociales dentro y fuera del trabajo (redes de apoyo).
Efectos: reacciones obtenidas como respuesta a las causas, de la mano de las
herramientas mitigantes, que pueden verse reflejadas en la conducta, la psique o en
aspectos físicos y medicados por parte de las personas afectadas.
31 GALLARDO, P. y ROJAS, M. El rol del cuidador en el adulto mayor. Tesina de la Facultad de Ciencias Médicas, Mendoza, 2016, p. 21.
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Considero fundamental que se creen políticas internacionales y nacionales que promuevan
medidas de intervención social que sensibilicen a las familias y a las personas de edad
avanzada en situación de dependencia, sobre la importancia de mantener una relación de
cuidado integral, donde implique también al cuidador, e involucre la participación de todos
para lograrlo.