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REVISTA EUROPEA. NÚM. 219 5 DE MAYO DE 1 8 7 8 . AÑO v. 1L DESARROLLO DEL SENTIDO DEL COLOR- Nuestros lectores conocerán probablemente las teorías del Dr. Hugo Magnus (1) sobre el desarrollo histórico del sentido del color, teorías que hicieron desde el primer momento mucho ruido en Alemania, y que después han sido muy dicutidas en Francia y en Inglaterra. Según el sabio oftalmologista alemán, el es- tudio de las literaturas antiguas prueba que en- tre los progresos realizados por la raza humana antes de llegar al estado en quo la vemos, hay uno que ha ten do lugar en época relativamente muy reciente. Los testimonios acordes de los antiguos escritores de la India, de Grecia y de Roma, permiten afirmar que la adquisición del sentido del color, es decir, de la facultad de percibir las diferentes coloraciones de los obje- tos, no se remonta mucho más lejos que Horne- ro. Anteriormente, la vista no percibia más que el negro y el blanco, es decir, el oscuro y el claro, la luz y la falta de luz; en otros términos, la retina no era sensible más que á la cantidad de la luz y no á su calidad. Los objetos tenian para el hombre una forma y un brillo más ó menos vivo; no tenian color; el mundo aparecía como una grisalla monocroma: la prueba de esto se halla en los textos antiguos. El atento exa- men de los Big- Vedas demuestra que, cuando se formaron, el hombre empezaba solamente á ver el más luminoso de los colores; el rojo aún se confundia frecuentemente con el blanco; los demás se fundian en una tinta gris más ó menos subida. El rojo se fue diferenciando cada vez más del blanco, y bien pronto apareció el amarillo; pero hasta el tiempo de Hornero no se separó defini- tivamente la noción del color de la de la luz. El mismo Hornero no percibia ni el verde ni (1) Die geaohiohtliohe Entwickelung des Farbensi núes. TOMO X I . el azul, y, en general, los epítetos que emplea para caracterizar el aspecto exterior de los obje- tos denotan una gran incertidumbre en la per- cepción de las coloraciones, al mismo tiempo que un sentimiento vivísimo del grado de inten- sidad de la luz. Por una lenta evolución, todos los colores del espectro se revelaron sucesivamente en el orden del espectro, es decir, empezando por el rojo para concluir por el violeta. La explicación fisio- lógica de este fenómeno se halla en las siguien- tes líneas que nos permitimos trascribir á los lectores. iiLa acción continuada de los rayos luminosos sobre la retina, dice el Dr. Magnus, ha aumen- tado insensiblemente su poder y afinado su fa- cultad de reacción El choque incesante de las moléculas de éter sobre el ojo, ha producido en • los órganos sensitivos do la retina una excita- ción por medio de la cual se ha elevado la acti- vidad de esta última. Esto en cuanto al pasado. Pero respecto al porvenir, las causas físicas que han aumentado la actividad do la retina,» existen siempre. Continúan obrando. Por consiguiente ía vista. humana prosigue su evolución. Tenemos, pues, el derecho de esperar que nuestros biznietos percibirán colores que nosotros no conocemos. iPoí*qué no? dice el Dr. Magnus. Las ideas que dejamos reasumidas no son completamente nuevas. Hace veinte años que son discutidas por los filólogos, los orientalistas y los fisiólogos alemanes. Pero no se habían cs- tendido entre el vulgo, y el libro del Dr. Mag- nus es el que las ha puesto en circulación. Mer- ced á esa obra han llegado á ser familiares á personas que no pertenecen á los círculos cien- tíficos. El nacimiento,, en los tiempos históricos de una función visual completamente nue\a, tendría, si se probara, consecuencias tan singu- lares ó importantes, que el debate merece ser seguido en todas sus fases.

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 219 5 DE MAYO DE 1878. AÑO v .

1L DESARROLLO DEL SENTIDO DEL COLOR-

Nuestros lectores conocerán probablementelas teorías del Dr. Hugo Magnus (1) sobre eldesarrollo histórico del sentido del color, teoríasque hicieron desde el primer momento muchoruido en Alemania, y que después han sidomuy dicutidas en Francia y en Inglaterra.

Según el sabio oftalmologista alemán, el es-tudio de las literaturas antiguas prueba que en-tre los progresos realizados por la raza humanaantes de llegar al estado en quo la vemos, hayuno que ha ten do lugar en época relativamentemuy reciente. Los testimonios acordes de losantiguos escritores de la India, de Grecia y deRoma, permiten afirmar que la adquisición delsentido del color, es decir, de la facultad depercibir las diferentes coloraciones de los obje-tos, no se remonta mucho más lejos que Horne-ro. Anteriormente, la vista no percibia más queel negro y el blanco, es decir, el oscuro y elclaro, la luz y la falta de luz; en otros términos,la retina no era sensible más que á la cantidadde la luz y no á su calidad. Los objetos tenianpara el hombre una forma y un brillo más ómenos vivo; no tenian color; el mundo aparecíacomo una grisalla monocroma: la prueba de estose halla en los textos antiguos. El atento exa-men de los Big- Vedas demuestra que, cuando seformaron, el hombre empezaba solamente á verel más luminoso de los colores; el rojo aún seconfundia frecuentemente con el blanco; losdemás se fundian en una tinta gris más ó menossubida.

El rojo se fue diferenciando cada vez más delblanco, y bien pronto apareció el amarillo; perohasta el tiempo de Hornero no se separó defini-tivamente la noción del color de la de la luz.El mismo Hornero no percibia ni el verde ni

(1) Die geaohiohtliohe Entwickelung des Farbensinúes.

TOMO X I .

el azul, y, en general, los epítetos que empleapara caracterizar el aspecto exterior de los obje-tos denotan una gran incertidumbre en la per-cepción de las coloraciones, al mismo tiempoque un sentimiento vivísimo del grado de inten-sidad de la luz.

Por una lenta evolución, todos los colores delespectro se revelaron sucesivamente en el ordendel espectro, es decir, empezando por el rojopara concluir por el violeta. La explicación fisio-lógica de este fenómeno se halla en las siguien-tes líneas que nos permitimos trascribir á loslectores.

iiLa acción continuada de los rayos luminosossobre la retina, dice el Dr. Magnus, ha aumen-tado insensiblemente su poder y afinado su fa-cultad de reacción El choque incesante de lasmoléculas de éter sobre el ojo, ha producido en •los órganos sensitivos do la retina una excita-ción por medio de la cual se ha elevado la acti-vidad de esta última.

Esto en cuanto al pasado. Pero respecto alporvenir, las causas físicas que han aumentadola actividad do la retina,» existen siempre.Continúan obrando. Por consiguiente ía vista.humana prosigue su evolución. Tenemos, pues,el derecho de esperar que nuestros biznietospercibirán colores que nosotros no conocemos.iPoí*qué no? dice el Dr. Magnus.

Las ideas que dejamos reasumidas no soncompletamente nuevas. Hace veinte años queson discutidas por los filólogos, los orientalistasy los fisiólogos alemanes. Pero no se habían cs-tendido entre el vulgo, y el libro del Dr. Mag-nus es el que las ha puesto en circulación. Mer-ced á esa obra han llegado á ser familiares ápersonas que no pertenecen á los círculos cien-tíficos. El nacimiento,, en los tiempos históricosde una función visual completamente nue\a,tendría, si se probara, consecuencias tan singu-lares ó importantes, que el debate merece serseguido en todas sus fases.

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Haco veinte años, precisamente, publicóMr. Gladstone en su serie de Estudios sobre Ho-rnero y la edad homérica, un capítulo titulado Lapercepción y el uso del color en Homaro, en el cualformulaba las dos siguientes proposiciones:

1 .a En Hornero, la percepción de los coloresprismáticos ó colores del arco-iris, y, kfortiori,di sus compuestos, era, por regla general, vagaó, indeterminada.

2.a Es preciso, paes, buscar otra baso á susistema de los colores.'

Mr. Gladstone establecía después quo, paralos griegos homéricos, el sistema de los coloresuse fundaba sobre la luz y sobre la oscuridad,que es lo contrario ó la negación.» Demuestranque Hornero operaba, en general, sobre unaescala cuantitativa, teniendo el blanco y elnegro, ó la luz y la oscuridad á sus opuestasextremidades, en lugar de la escala cualitativasuministrada por la diversidad de los colores."

Cuando apareció el libro del Dr. Magnus,Mr. Gladstone se sorprendió vivamente. Resol-vió estudiar de nuevo la Iliada y la Odisea bajoel punto de vista especial de los epítetos de co-loración, y halló que los resultados de su traba-jo confirmaron punto por punto sus investiga-ciones anteriores. (1) La comparación de losdiez últimos cantos de la Odisea, que contienenen junto 4.924 versos, con los ocho cantos últi-mos de la Iliada (menos una fracción para igua-lar el número de versos) le permitió formar elcuadro siguiente:

Los diez cantos de la Odisea contienen 133epítetos ó locuciones referentes al color, ó á lalux y á la oscuridad, que se descomponen deeste modo:

Once epítetos que exoresan el brillo luminosoproducen por la repetición un total de 49; el quese representa con más frecuencia es y\xv>ca \ ny

que se encuentra 18 veces;Cuatro epítetos que expresan la blancura.

Tres de ellos no se emplean más que una vez; elcuarto, MVKÓÍ, diez veces;

Tren epítetos que expresan la negrura; uno seemplea una vez, otro dos, y el tercero, /¿ÍAXÍ,

20 veces;

(1) El sentido del color, por Mr. Gladstone (Nine-leenth Century, Octubre de 1877J

Tres epítetos que expresan diferentes tintasde gris;

Doce epítetos, empleados en jxmto 31 veces,designan colores propiamente dichos. Es de no-tar que todos los 12 expresan confusamente laidea del rojizo.

En la Iliada, las cifras son más elevadas,pero las proporciones siguen siendo k s mismas.Tenemos, pues, un primer punto bien adquiri-do: el de que los objetos herían la vista de Ho-rnero por su brillo luminoso, pero nada, ó muypoco, por su coloración.

M. Gladstone demuestra con nuevos cuadrosque Hornero aplicaba sus raros epítetos de coloracion á diestro y siniestro, sirviéndose de losmismos para objetos ele las más diversas t intas.MíAx? caracteriza indistintamente objetos rojos,azules, oscuros, negros; •xoptpvpuí j sus compues-tos ó derivados califican de igual modo los ves-tidos, el arco-iris, la ola ó la corriente de agua,el mar durante la tempestad, la muorte, la lanade la rueca, la nube, el espíritu del hombreaterrado; los cabellos de Ulises son de colordel jacinto; sus barcos tan pronto negros comorojos; la piel de un león se halla identificada,por el mat iz , á la sangre, al lomo de unaserpiente, á un caballo, al chacal. De esteejemplo y de otros muchos deduce M. Glads-tone que, en la época en que se compusieronla Iliada y la Odisea, los órganos visuales delhombre eran aun muy imperfectos; que se hanido perfeccionando; que un niño de tres años véhoy cosas que Hornero no veia.

Pasemos ahora á los oponentes. Sus objec-ciones son numerosas y formidables. Vamos áverlas llover de todas partes, ruidosas y decisi-vas en nombre de la filología, de la fisiología, dela historia, y hasta en nombre de la teoría evo-lucionista y del darvinismo. (1)

Hó aquí por de pronto la que nos parece máscapital. Admitiendo la hipótesis darwinista, lostiempos históricos son demasiado cortos paraque se pueda colocar. en ellos una evolucióncomo la de que se trata (2) El desarrollo de unórgano exige miles de años, y no hay más quequinientos ó seiscientos entre Hornero, que,según el Dr. Magnus, no psreibia el azul, y

(1) Nos es imposible dar la lista de todos los escrito-res que se ocuoan, desde hace seis meses, en destruir elsistema del Dr. Magnus. Citaremos de paso el mayornúmero que podamos.

(2) M. Heinrich RoMfs, Ausland del 9 Julio 1877.

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Aristóteles, que lo percibia. Si se admite, con-tra loa testimonios de la ciencia, la posibilidadde un desarrollo tan rápido, el curso de la evo-lución hubiera debido revelarnos desde Aristóteles muchos colores nuevos, lo cual no ha su-cedido.

Tampoco se explica que la evolución se hayadetenido cuando nada absolutamente ha cam-biado en las condiciones que la habían deter-minado.

Es necesario, pues, atribuir el nacimiento delsentido del color á la época prehistórica, en laque es imposible verificarlo.

El argumento tiene una gran fuerza. Quisié-ramos saber lo que el Dr. Magnus puede con-testar.

Lo que sigue es menos significativo.Si el órgano de la vista ha adquirido funciones

nuevas, preguntan, ¿por qué no ha sucedido lomismo con los órganos de los otros Mentidos?¿Por qué no ha habido un desarrollo paraleloentre la vista, el olfato y el oído?

A esto se responde que el desarrollo ha teni-do lugar; el olfato y el oido han seguido la mismamarcha que la vista. Hornero no,distinguia ape-nas un o or bueno de uno malo, y los antiguoshebreos se hallaban en igual caso (1). En cuan-to al oido, se conocen los maravillosos progre-sos que ha realizado desde hace cien años ycuánto se ha enriquecido la armonía musical encada generación con nuevas combinaciones desonidos que lastimaban al principio, pero quellegaban á ser agradables por la costumbre.

II

Faltaba condenar el sistema en nombre delinterés de la especie, probando que la adquisi-ción de nuevos colores seria un mal para la hu-manidad. Una autoridad científica, el doctorJaral (2), director del laboratorio de oftalmolo-gía de la Sorbona, adoptando el punto de vistade los evolucionistas, ha sostenido esta tesis, deapariencia paradógica. El llamado progreso, pre-

(1) ¿Es seguro? Se lee en el Éxodo, cap. XVI, i propósito del maná; "Y Moisés les dijo, que nadie dejesobrante par» mañana. Pero hubo quien no obedeció áMoisés; algunos reservaron algo para el dia siguiente, ycrió gusanos, y olia mal...n

(2) La vista humana en los tiempos prehistóricos,por el doctor Jaral. (Comunicación dirÍRida ala Sociedadde antropología de París el 15 Julio 1877).

sagiado por el doctor Maguns, seria, en su opi-nión, más que inútil; seria nocivo, estorbaríapara ver; el doctor Magnus se apercibiría prontode olio y cambiaría de lenguaje, si tuviera de re-pente la vista perfeccionada que á sus descen-dientes desea. Para comprender el razonamientode M. Jaral, es necesario recordar que en lahipótesis de su adversario el ojo hace sus adqui-siciones hacia la extremidad más refrangible delespectro, la en que se encuentra el ultra-vio-lado.

nSi la gradación de los colores del espectro,dice M. Jaral, tiene por resultado agradable va-riar hasta el infinito el aspecto de los objetosexteriores, tiene el inconveniente de ser la cau-sa de esas aberraciones que se corrigen acroma-tizando los instrumentos de óptica. No siendoel ojo acromático, la visión de los objetos seriaciertamente confusa si los colores extremos delespectro fueran percibidos con tanta intensidadcomo los colores medios. El cálculo demuestraque el cromatismo del ojo produce actualmentecírculos bastante pequeños y bastante pálidos parapasar desapercibidos. No sucedería ya lo mismosi la sensibilidad del ojo para el ultra-violadollegase á aumentar: de esto resultaría una dis-minución de la agudeza visual, tanto más con-siderable cuanto más vivamente se apercibierael ultra-violado.

iiSi se quisiera, pues, en absoluto, introducirla teoría de la evolución en el asunto tratado porel profesor Magnus, seria preciso tomar precisa-mente el sistema contrario y decir que la neu-tralización (1) ha tenido por efecto útil extin-guir sjscesivamente la percepción tan embara-zosa del ultra-violado, y para probar que elultra-violado se veia primitivamente, puede ci-tarse la experiencia conocida, según la cual llegaá ser visible desde que se interceptan los otroscolores del espectro..."

En lengua, vulgar, la percepción do coloresnuevos tendría por consecuencia hacer más cor-ta y menos clara nuestra vista. M. Jaral deducede esto que la doctrina evolucionista, lejos deser favorable á la hipótesis del doctor Magnus,conduciría á admitir una teoría diametralmenteopuesta.

(1) Entiéndese por neutralización una función queextingue activamente una parte de laa impresiones vi-suales que son inútiles ó perjudiciales para la percep*oion de los objetos exteriores.

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ni

Otros han negado do un modo absoluto la po-sibilidad de ver más colores que los actualmenteconocidos.

"Hay, dicen, una relación constante entre lasextensiones de onda y la impresionabilidad re-tiniana, y por otra parte, la escitacion do loscentros ópticos no puede dar más que laa sensa-ciones coloreadas que recojemos por la inter-vención de la luz.n

"En efecto, los golpes en los ojos, los fosfenos,las corrientes eléctricas, que producen sensacio-nes coloreadas, no dan ninguna que no esté yasuministrada por el arco iris ó la mezcla de loscolores que le constituyen. De cualquier modoque se estimule el centro nervioso óptico, seobtienen á la vez todas las sensaciones colorea-das. Luego, si por una modificación cualquieradel aparato receptor ocular, pudiéramos ver lasregiones actualmente invisibles del ultra-rojo ódol ultra-violado, se puede afirmar que no nosrevelaría ningún nuevo color, n

Este razonamiento nos parece discutible. Quehaya una relación entre las extensiones de onday la impresionabilidad actual de la retina, no esdudoso; pero se trata precisamente de saber sino se puede modificar la impresionabilidad dela retina. No hay por qué extrañar que los gol-pes en los ojos, los fosfenos, las corrientes eléc-tricas, no produzcan otras sensaciones colorea-das que el arco iris ó la mezcla de los coloresque lo constituyen.

En esto, es preciso distinguir el fenómenofísico del fenómeno fisiológico. Si no percibimosmás que la serie de los matices comprendidosdesde el rojo extremo hasta el extremo violado,esto no quiere decir que los demás colores nooxistan. Existen en el sentido físico de la pala-bra, es decir, que hay ondas más extensas queel rojo y ondas más cortas que el violado; soloque nuestro aparato visual está constituido detal suerte que esas ondas no escitan en nosotroslas sensaciones que llamamos luz. La limitaciónde la escala de los colores es, pues, puramentesubjetiva y no objetiva; no depende de las leyesde la mecánica molecular ó de la constitucióndel éter, sino simplemente de nuestra organiza-ción.

Poco importa la manera de estimular el cen-tro nervioso óptico; que sea por la luz solar,

por golpes en el ojo, por corrientes eléctricas,el aparato receptorno registrará otras sensacionescoloreadas que las que está organizado para re-cibir. Pero no hay nada de absurdo en suponerque modificándose nuestra organización, los co-lores hasta hoy no apercibidos, puedan revelar-se, ó que á la inversa, colores apercibidos antesno se revelen ahora.

En cuanto á sostener que "si por una modifi-cación cualquiera del aparato receptor ocular,pudiéramos ver las regiones actualmente invi-sibles del ultra-rojo ó del ultra-violado, no nosrevelarían ningún color nuevo, ti equivaldria ádecir que si nuestro oido se trasformase de ma-nera que no 3 permitiese oir sonidos más eleva-dos ó más graves que los que actualmente oímos,estos serían, sin embargo, los mismos que co-nocemos.

IV

El doctor Magnus no ha sido más afortunadocon los filólogos que con los fisiólogos. Los hele-nistas le han respondido que el epíteto azul se en-cuentra en Hornero; sino, (.cómo traducir époeiís,frecuentemente empleado para caracterizar elmar? (1) Hornero dice también del mar que esostS"-, es decir, violado. En cuanto á los cabellosde jacinto de Ulíses, nada más sencillo. El poe-ta tenia en la imaginación la forma de la flor yno su color. Cabellos en forma de jacinto, es de-cir, de campanilla, cabellos ensortijados; no haynada más natural.

Si la explicación (es de un alemán) es justa,Hornero era tan sutil como el poeta (alemántambién) que comparaba los ojos de su amadaá dos tazas de cafó. El público se sorprendiódesde luego un poco, pero se le explicó que elpoeta tenia la costumbre de echar mucho azú-car en su taza, de modo que para él no habíanada más dulce que el café.

El doctor Magnus ha sido acusado de habercomprendido mal á Platón, Aristóteles, Hipó •crates, Virgilio, á todos los autores ¿e la anti-güedad en quienes se apoya. Y aun cuando loshubiese comprendido bien, esto nada probaria.El doctor Jaral ha comprobado que la palabraazul no se encuentra una sola voz en las fábulasde La Fontaine. Si no fuera por el verso.

(1) M. Gladstone traduce estn palabra por oscuro.—Este significado nos parece más verosímil.

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Qui de nous des clartés de la vovlte azuróe,(Le vieillard et les trois Jeunes hommesj

nada denotaría que la porción azul del espectroera visible para La Fontaine. Nadie deduciráde esto que en la época de Luis XIV no se veiael azul. Si Hornero no ha hablado de él, es porcasualidad, ó tal vez, ha indicado alguno, por-que se hallaba atacado de daltonismo. Verdades que M. Gladstone está seguro de lo contrario;afirma categóricamente que su poeta favoritono tenia ndefecto alguno en su organización in-dividual, ii ¡PeroM. Gladstone puede equivocar-se; por otra parte, además, Hornero estabaciego!

La hipótesis del daltonismo no es seria. Elque la ha imaginado olvidaba que la doctrinacombatida no se apoya sobre un autor aislado,sino sobre el conjunto do los autores antiguos.Seria, pues, necesario admitir que todos los eseritores de la antigüedad han estado atacadosde daltonismo, la cual seria ya sorprendente, yademás que todos han tenido la misma variedadde daltonismo, la que hace estar ciego para elazul y deja percibir el rojo. Según esto la ane-ritropsia es infinitamente más común quo laaglancopsia (1); comprende la casi totalidad delos casos de daltonismo. Aquí llegamos al ab-surdo. Volvamos á los argumentos menos fan-tásticos.

Ante las denegaciones de los fisiólogos y delos filólogos nos asalta el deseo de investigar siexistirá, fuera de la literatura y de la ciencia, untercer orden de pruebas, de naturaleza tal quesustente ó que destruya definitivamente la teo-ria controvertida. Lo hemos hallado en un es-celente libro publicado en Alemania enl876, unaño antes que el Desarrollo histórico del sentidodel color, cuyo autor, por consiguiente, no puedeser sospechoso de parcialidad. M. Wsermann nopensaba, ademán, sino en el arte y en la arqueo-logía al escribir su magnífica obra sobre El pai-sage en el arte de los pueblos antiguos, (2) en lacnal relata los principios de la pintura de pai-saje.

(1) Véanse los interesantes trabajos del doctor Sti-llingi Éeitr&ge zur Lehrevon den Farbenempfindungen;(Stuttgart; Ferdinand Euke).

(2) Die Landsehaft in der Kunet der alten Volguer,por Kari WasrmaDn. Munich, 1 vol. Teodoro Aker-

Estamos, pues, obligados á creerle si nos diceque se encuentra el azul, el verde, el violado,todos los colores desconocidos para los antiguos,según el Dr. Magnus, en los muros de monu-mentos anteriores ó algo posteriores á Hornero.Abrimos su libro y leemos en el capítulo prime-ro, sobre el paisaje en el arte egipcio, la siguientedescripción de una pintura descubierta en untemplo construido bajo la dinastía de Touth-mésíll, de la décima octava dinastía (1500 añosantes de J.-C).

||Dos hombres amarillos sacando agua de unestanque cuadrado; el agua se halla indicada,como se hace casi siempre, por zic-zás perpen-diculares sobre un fondo azul. El estanque estárodeado por los cuatro lados de una platabandaverde, etc.n

Remontándose á la duodécima dinastía (quecomienza 3.000 años antes de J.-C), se encuen-tra ya el azul rayado de negros zic-zás, emplea-dos para representar el agua. Se le encuentrahasta en la cuarta y quinta dinastía, en las cá-maras funerarias de las Pirámides (5 ó 6.000años antes de J.-C). (1) Los artistas egipciosse servían también del verde, y distinguían lasplantas de follaje oscuro de las de follaje claro.Los testimonios son concluyentes en lo que íesatañe; velan todos los colores que nosotros ve-mos hoy.

Los monumentos asirios y babilonios presen-tan una escala de colores menos rica que losedificios egipcios. Los tonos están empleadosménoa arbitrariamente. Tan pronto son rojos lostroncos de los árboles como azules las hojas.Los ladrillos esmaltados de Babilonia, carecencasi por completo de rojo. M. Wsermann descri-be un ladrillo pintado de procedencia asiría, enel que se representa un terreno azul sobre el cualun árbol verde da frutos de un amarillo de oro.

En el capitulo referente á la India antigua,no hemos encontrado distinción de colores. Losque tratan de la Grecia, que serian de más in-terés para nosotros, abundan en datos; peroM. Wsermann no preveia que esos datos pudie-ran ser aquí de grande importancia.Se contentócon hacer dos grandes divisiones, comprendien-do la pintura antes y después de Alejandro elGrande. En la primera, es cuestión de agua

(1) Estas facbas, por supuesto, no ssn más que apro-Jtimativas,

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azul, de cañas gris-verdes, de árboles de perfectaejecución, observados sobre construcciones tu-mulares y vasos aparentemente muy antiguos,aunque la época no esto rigorosamente deter-minada. Poco después vieno un mar esculpidocuyas olas están pintadas de verde y azul.

A falta de datos precisos, estos ejemplos de-ciden, puesto que se trata de obras anteriores áAristóteles, preceptor de Alejandro, y Aristó-teles, según el Dr. Magnus, solamente comen-zaba á percibir el azul y el violado.

IV

De lo que precede resulta:1.° La fisiología se niega á admitir en los

tiempos históricos el desarrollo del sentido delcolor.

2.° La literatura demuestra que los escrito-res antiguos marcaban poco las tintas y aplica-ban con frecuencia sus epitetos de coloración in-oportunamente.

3.° La arqueología prueba que los pintoresantiguos veían los colores, pero también que seservían de ellos mal algunas veces, como cuan-do pintaban un árbol ó un campo azules.

Pero no era solamente incierta para los colo-res la vista de los antiguos.

En la Historia de la civilización y la ciencia deM. Bois-ííeymond, se lee quo loa antiguos, queobservaban mucho las estrellas, han descrito, sinembargo, muy mal el firmamento. Tenían antesus ojos, por consecuencia de la latitud monoselevada en que vivían, una parte más grande dela celeste esfera; las estrellas tenían para ellosmás importancia práctica que para nosotros,puesto que antes de la invención de la brújula,por ellas se dirigían en la tierra y en el mar.A pesar de tantas razones para ser exactas, susobservaciones son extrañamente confusas y con-tradictorias. Plinio el viejo no hace subirmás que á 1.600 el número de las estrellasobservadas, en decir de las que, según él, seapercibían á la simple vista, mientras que Ar-gelander eleva la cifra á 3.256 y Heis á más de5.000. El número de las estrellas catalogadaspor los antiguos es cada vez menor á medid»que se vá pasando á un orden de magnitud me-nos el'evado; y, sin embargo, en realidad, cadaorden de magnitud comprende más estrellas quetodos loa que le preceden. Tolomeo conociacinco nebulosas; Argelander distinguió á la

simple vista diez y nueve. Pero hé aquí lo mássingular. El número de las Pléyadas era discu-tible; se acabó por fijarlo en siete, y un día huboque declarar que ya no se veian más que seis, yhabía una Pléyadaque perdida.

Qua¡ septem dici, sex tamen esse solent, dijo Ovi-dio. Hoy, las personas que tienen buena vistadistinguen de catorce á diez y seis.

Así se engañaban los griegos en cosas tan fá-ciles de ver como las estrellas- Y sin embargo,las estatuas que nos han legado atestiguan unaseguridad incomparable en el golpe de vista.

¿Qué deducir de tan diversos testimonios?Una solución hay, en nuestro concepto, que lospone de acuerdo á todos. Basta emplea¿r la pala-bra educación en el caso en que el doctor Mag-nus hace intervenir la doctrina de la evolución,para explicar las aparentes extravagancias de lavista en las diferentes épocas ó en los diferentesgrados de la civilización. Todo el mundo ha po-dido observar la educación de los órganos, en síó á su alrededor. Cada cual siguo una direcciónsegún sus aptitudes, sus gustos y las necesidadesde su profesión. En lo que concierne á la vista,uno aprende á observar los contornos y los re-lieves de los objetos, otro á medir con la miradalas distancias, y un tercero á apreciar las rela-ciones de las tintas.

,,Los pintores, ha dicho el Dr. Wilson (1)saben cuan distante se halla el ojo más sensiblede adquirir su máximo de sensibilidad para elcoler.» Las dificultades que la educación ofre-ce al individuo, hacen juzgar del tiempo quoexije para la raza.

Los antiguos no habían fijado su atención enlas coloraciones. Do aquí resultaba que suvista, tan ejercitada para algunas de sus funcio-nes, era, en general, novicia y torpe para lapercepción de los colores, absolutamente comopara la observación científica, y por la mismacausa.

Tampoco era dado á los griegos valuar exac-tamente un fenómeno, ni observar otra cosa enun modelo, que las formas artísticas. No bastatener ojos capaces de llenar las funciones visua-les; se necesita además saber servirse de susojos. uLa fisiología, dice Mr. Bois-Reymond,nos enseña que es preciso aprender á ver." Estafrase reasume la cuestión. El incontestable des-

(1) Researches on colour blindnesa.

N.° 219 TORRES-SOLANOT. ESPIRITISTAS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII. 551

arrollo observado por Gladstone, Geiger, Mag-nua y otros, ha consistido en utilizar facultadesque ya se poseian. El hombre, desde Hornero,ha aprendido á ver los colores.

A. BARINE

ESPIRITISTAS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII-

Las antiguas glorias científicas de España hanestado oscurecidas durante mucho tiempo porla incuria y la ignorancia debidas al absolutis-mo político y la intolerancia religiosa; incuriaé ignorancia trasmitidas hasta la época presente,en que nace el espíritu de investigación de lahistoria de nuestro desenvolvimiento científico.

Aunque es mucho lo que resta andar por esecamino, se ha comenzado ya á, historiar la viday á meditar sobre las doctrinas de nuestros anti-guos pensadores, señalándose el renacimientode nuestra filosofía nacional, que bien puedellamarse así, como dice el señor LaverdeRuiz (1), al vasto conjunto de verdades desen-vuelto y propagado por las escuelas que compo-nen la inmensa riqueza filosófica de España. Lí-cito es expresarse de ese modo cuando se tratade una ciencia en cuya historia, hasta el sigloXVII, se leen nombres como Séneca, San Isido-ro, Avicebron, Maimonides, Averroes, Lulio,Vives, Huarte, Gómez Pereira, Foxo Morcillo,Servet, Suarez, Teresa de Jesús, y Fr. Luis deLeón, por no citar sino los más conocidos, mu-chos de los cuales formaron escuela y tuvieroneminentes discípulos, y aunque cause rubor elconfesarlo, fueron antes conocidos y más elo-giados por los eruditos extranjeros que por losnacionales.

Por eso creemos con los Sres. Valera, Laver-de, Campoamor, Azcárate, Vidart y otros es-critores contemporáneos, que no es una plantaexótica la filosofía en España. Lo que hay es unhecho doloroso; el abandono en que ha yacidodurante largos años la memoria de nuestros másilustres publicistas y nuestros más renombrados

(1) iiDe la armonía en la instrucción pública," ar-ticulo publicado en el primer tomo de la Crónica deambo» mundo».

filósofos, contribuyendo ese abandono al decai-miento de nuestra ciencia nacional y al olvidode su historia, hasta el punto de que el sabioFeijóo dijese en su Teatro critico: "Creo que nopocos libros muy buenos, de autores españolesio hubiesen perdido si no loa hubieran conser-vado los extranjeros, que es hasta donde puedollegar nuestra, no diré ya negligencia, sino mo-dorra literaria.H

II

No es esta ocasión de discutir ni aun de ana-lizar las causas de esa modorra, do que el ilustre *Feijóo se quejaba; bástenos dojar sentado que sien tal discusión entrásemos, vendríamos nece-sariamente á tropezar con los "conflictos entrela religión y la ciencia, u que tanto han dañadoá nuestro desarrollo en todas las esferas. La in-transigencia católica cerniéndose sobre la cabezade nuestros filósofos, debió cortar mucho losvuelos del pensamiento, que, exhuberanto devida, dio, sin embargo, copiosos frutos; frutosperdidos, porque ni el libro tenia lectores, niapenas salía de la biblioteca de los conventos,donde so han perdido muchos tesoros, y dondeha debido destruirse mucho, ora por ignoran-cia, ora teniendo conocimiento de lo que sehacía. "Era preciso,- -como ha dicho un eleva-do espíritu,—destruir, anonadar el poder de lasconciencias inclinadas á la rebeldía y que seatrevian á dudar del poder de la Iglesia: era pre-ciso limitar el poder del pensamiento, siempreinclinado á pensar fuera de la Iglesia: era pre-ciso sSlar con hierro candente los labios, siem-pre dispuestos á decir algo que no habia dichola Iglesia, ii

Como argumento para demostrar que la into-lerancia religiosa no trató de impedir los vuelosde la inteligencia, se nos muestran hoy las ideasvertidas en tantas obras dadas á luz en los tiem-pos inquisitoriales; pero no se tiene en cuenta elmartirio de los autores y se olvidan aquellosautos de fé en que con llama de hogueras se in-tentaba purificar la pestilente atmósfera de "lasmalas i deas, n y en que con impío aparato seprocedia á cortar los asombrosos vuelos del pen-samiento, que atrevidos en su desarrollo comola mala yerba, se levantaban ufanos, queriendorivalizar en lozanía y frondosidad con el arrai-gado y corpulento árbol de la Iglesia. Y no ya so-

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lo se trataba do aniquilar el pensamieüto enaquellas solemnidades públicas en que, para ex-tirpación de herejía», esplendor de la Iglesia yexaltación de la Santa Fe, se ejecutaban terri-bles sentencias contra loa infelices que, "ó ya sehabían hecho sospechosos do mantener relacio-nes más ó menos implícitas con el diablo, ó bienliabian sido incitados por la perversidad do éste,á pensar, á decir ó practicar algo contra lo quepiensa, dice y practica la religión católica, apos-tólica, romanajn no ya solo en los quemaderospúblicos, entro los aplausos de la multitud, da-dos con más miedo quo piedad, con más terrorque entusiasmo, se reducía á cenizas el cráneodel pensador, sino que se buscaba después suobra, si por circunstancias cscepcionales había-se dado ala estampa, y se procuraba destruirhasta la última hoja del último ejemplar. Po;'oso se han perdido tantos libros en España; poroso no os extraño que algunos nos los hayan da-do á conocer los extranjeros. Cúlpese, pues, enprimer término, á los hombres y á las institu-ciones que nos trajeron al deplorable estado in-telectual do los últimos siglos.

III

Ocupándose el Sr. Laverde Ruiz, en el ar-tículo antes citado, de la alta conveniencia deestudiar la filosofía nacional, dice:

"No seria esto una erudita vanidad ni un tra-bajo de puro lujo, pues aun concediendo, lo queestamos muy lejos de conceder, que en el logadode nuestros mayores no pueda descubrirse nin-guna luz nueva ni ningtm olvidado germen delprogreso, y aun admitiendo que toda su sabidu-ría se halla más ó menos en las obras de los ex-tranjeros modernos, aun así importa muchísimoabrir las fuentes patrias y beber en ellas, inspi-rándonos en el alma gigante de las generacionesque nos precedieron sobre el suelo ibérico, y re-ñejándola en todas nuestras producciones, paraque España recobre su autonomía intelectualentro los pueblos que conducen de frente todaslas ciencias, n

El Sr. Vidart, después de reproducir ol pár-rafo trascrito (1), cuyo espíritu general conside-ra muy ajustado á la" verdad, dice quo, en susentir, la filosofía ibérica es ei esencialmente

(1) La filosofía española. Indicaciones bibliográfica8

por i), Luis Vidart, pag, 126 y 127.

dogmática. Algunos otroa escritores contem-poráneos, de los que sin dejar de dar todosu valor á los libros extranjeros modernos, nodesdeñan nuestra antigua riqueza bibliográfica,son también da la misma opinión, y con elloshemos de lamentar la incuria á que antes noareferíamos, y hornos de aplaudir todos los es-fuerzos que tiendan á dar á conocer algo de lomucho que está como perdido para la historiapatria científica.

En ese sentido, y corroborando aquella opi-nión, digno es de estudio el folleto quo con eltítulo LOS ESPIRITISTAS ESPAÑOLES DEL SI-GLO XVII, (1) ha publicado un amigo nuestro,en Santiago, bajo el pseudónimo Niram-Allvi,extractando una notabilísima obra de dicho si-glo, obra que por extraños caminos, dice el au-tor del folleto, llegó á sus manos, y ha dado áconocer para que no continuase por más tiempoen la oscuridad.

Presumo Niram-Alliv que el ejemplar do laaludida obra que posee, soa acaso el único queexista, por no haber hallado otro en los archi-vos y bibliotecas que.ha tenido ocasión do re-gistrar. Mas afortunados nosotros, hemos en-contrado dos ejemplares: uno en la BibliotecaNacional, que es el que no3 ha servido paraconfrontar el trabajo de que damos cuenta eneste artículo y para apreciar la escrupulosidad ybuen tacto del extractador; y otro en la biblio-teca del señor duque de Osuna. Esto, empero,no disminuye en nada el mérito del folleto pu-blicado en Santiago, ni dostruye el plausibleobjeto del autor, en el cual habrá de reconocer-se siempre el buen propósito do desenterrar dololvido un libro curiosísimo y verdaderamentenotable, así por el tiempo en que se escribió,como por la audacia de algunas do sus afirma-ciones, confirmadas más tarde por la ciencia.

IV.

ULA VERDAD ACRISOLADA con letras divinas y"humanas, Padres y Doctores de la Iglesia; escrita"por D. Luis DE ALDRETE Y SOTO, y aprobada»por D. ANTONIO R O N , Presbítero y Profesor"que fue de filosofía y teología, impresa en Falen-"cia, año de 1682." Así se titula la obra extrac-

(1) Se halla de venta en Santiago, en la librería deD. Bernardo Escribano, á 2 rs. ejemplar, Fuera, en lasprincipales librerías.

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tada en el folleto de Niran-AUiv, cayo Prólogodice:

11N03 asisten motivos para suponer que loaejemplares del libro titulado nLa Verdad acriso-lada," del sabio filósofo D. Luis de Aldrete ySato, con la extensa aprobación, mayor que eltexto, del no menos sabio D. Antonio Ron, de-bieron ser cuidadosamente buscados y recogidos,con las otras obras del mismo, paes ninguno sohalla ni en los archivos ni en las bibliotecas.

uPermitasenos que juzguemos providencial elhallazgo de una joya, que tal consideramos laobra de que se trata; porque si bien es ciertoque somos incompetentes para exponer acercade ella un juicio critico, analítico y consciente,acaso otras personas á cuyas manos viniese áparar, menos apasionadas de la publicidad, ó deescrupulosa severidad, a sepultasen en el olvi-do: ó no la concediesen el mérito que nosotros,quizá equivocadamente, creemos encontrar enella. También nos hemos fijado en que el apro-bante sienta, que todas las obras que menciona,emanadas de la pluma del ilustrado escritor (1),fueron buscadas por los sabios de las nacionesmás científicamente adelantadas.

nDe cualquier modo, al extractarle creemosprestar un servicio al cada dia mayor excruta-miento de la historia de nuestros ilustres ante-pasados, que precediéndonos nos dejaron tantocampo en que espigar; que aún en toda recolec-ción, por procurada que se tenga, queda siem-pre el rebusco, que da el jugo más cargado ysabroso.»

Divídese el trabajo quo nos ocupa en dos par-tos. La primara lleva por epígrafe De lo que tra-ta la aprobación, y la segunda, De lo correspon-diente á la obra, abrazando aquella cinco capí-tulos y tres esta, á saber: 1.° Unidad decreencia; 2." El libre examen; 3.° Mundos ha-bitados; 4.° Imagen filosófica de la trinidadI. La Creación, II. Preexistencia del alma,III. El magnetismo; 5." Relaciones de los mun-dos espiritistas; 6." Medicina universal; 7.° Ideadel Perispíritu ó Preespíritu y de la Roincarna-cion; y 8.° Conclusión. Los espiritistas del si-glo XVII.

(1) Las obras que dejó escritas Aldrete, y que dedUoó al Duque de Medinaoeli, fueron loa siguientes: Tra'tada de luz de la Medicina Universal. D03 tratados,uno sobre el Apocalipsis, otro «obre el Génesis. Defensade la Astrologia, Papel del Cometa del aña de 1681.

En esos capítulos recopila Niram-Alliv, pár-rafo por párrafo, escrupulosamente, la obra deAldroto, sin añadir nada do su propia cuenta nihacer retoques que desdigan del original; úni-camente deja sin extractar los artículos 3.°, 4.°y o.° y las conclusiones de la segunda parte, quetratan casi exclusivamente de medicina. Algode esos artículos de Aldrete debió, en nuestroconcepto, mentarse; pero es bien disculpableesta omisión, si se tiene en cuenta el título yprincipal objeto del folleto, que es dar á conocerlas ideas espiritistas de dos escritores españoles,católicos, del siglo antepasado.

Y es en verdad curioso y por demás extraño,que ideas tan atrevidas, tan anti-católicas comolas emitidas por Aldrete y por Ron, tuvieran elpase en plenos tiempos inquisitoriales. Aunquecubiertos los autores con el dictado quo se dabande católicos, sentaron doctrinas completamenteopuestas á las romanas y atacaron la inmutabi-lidad del dogma. Sólo se explica esto, porque noso comprendió, desde luego, todo el alcance deaquellas ideas; y cuando llegó á comprenderse,trataríase sin duda de destruirlo haciendo des-aparecer los ejemplares del libro, por cuya razónes natural que escaseen hasta el punto de queel extractador creyese no existía más ejemplarque el llegado por extraños caminos á sus ma-nos.

Estamos completamente de acuerdo con lasapreciaciones de su conclusión, que nos permi-tiremos reproducir, ya que no nos sea posibleextractar el conciso extracto que Niram-Allivha hecho de la doctrina y puntos notables ex-puestos en la obra titulada LA VERDAD ACRI-

SOLADA, cuyo original pone aquél á la disposi-ción de los que quieran comprobarlo, ignorandoque existiesen los ejemplares que nosotros be-mos hallado.

»E1 hecho más importante—dice Niram-Alliv—que encontramos en este libro de Aldrete quellevamos extractado, fijándonos en lo más sus-tancial es la doctrina espiritista,

»Nada más grato que encontrar inesperada-mente uno de esos libros que nuestros antepa-sados procuraban con solícito cuidado ocultar1 álos profanos, porque solo á los iniciados era dadoescudriñar: y al recorrer sus hojas hallar que dosilustr es pensadores de aquel siglo xvil, consig-naban en sus páginas, la existencia de regiones

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ó de mundos habitados, dentro del estrechosistema de Tholomeo; la preexistencia del alma;el conocimiento y funciones del perispirikt,; lareincarnacion ó pluralidad de existencias; y lacomunicación y fuerza de la naturaleza espiri-tual, de la naturaleza naiurada, enl&natunte; dela calidad superior á la sublunar, ó de los hom-bres, según la procedencia de Regiones las máasuperiores; en todo lo cual se encierran los másesenciales fundamentos de la doctrina espiri-tista.

" Ea una prueba más que nos suministran deque el Espiritismo era del dominio de nuestrosantepasados, que, sin una conciencia bastanteclara, se imponia á la razón.

"Entre otraa cosas es de notar la concordan-cia de nuestro ilustrado D. Luis Aldreto, conel sabio Allan-Kardec, en su interesante obraEl Génesis, acerca de la opinión de que la razaadámica fue proscrita y arrojada á eate mundoinferior reincarnando en el mismo, por merecerese destierro ó expiación necesaria para un ma-yor adelanto. La reincarnacion debió tener lu-gar, cuando la tierra se halló en el períodogenesiaco, en las condiciones precisas para lahabitabilidad del hombre. Entre tanto, y antes,Aldrete supone á la raza adámica en un mundosuperior, próximo al sol; y de aquí la gran caidapor que tienen que pasar las humanidades en elorden senario y grados espirituales, para seguirla marcha ascendente, hasta llegar á la consu-mación del triunfo.

"Igual concordancia se halla en lo que toca ála preexistencia del alma.

»D. Luis Aldrete y Soto, ministro que se de-nomina del Santo Tribunal de la Inquisición,cuyos antepasados lo fueron también, y el pro-fesor en filosofía y teología D. Antonio Eon,celosos católico» que se llaman de aquel tiempo,no vacilaron Consignar cómo entendían los máscapitales puntos del dogma,, de una manera tandiametralmente opuesta á lo que se viene ense-ñando.

"Que los espíritus son una fuerza de la natu-raleza, y solidaria su acción, también lo sientanuestro teólogo D. Antonio Ron, de acuerdocon Aldrete;....n

Bastan estas indicaciones para formar con-cepto del folleto de Niram-Alliv y de la obraque extracta, desconocida, como algunos otroslibros españoles de la misma época, por los es-critores que han historiado el movimiento delas ideas fundamentales del Espiritismo ó Psi-cologismo moderno: Pluralidad de mundos ha-bitados y Pluralidad de existencias del alma.Los ilustres Flammarion y Pezzanl, vulgarizado-res de esas dos grandes verdades, q.ie son ol qui-cio sobre el cualgira una racional y consolador •,creencia que será la fe del porvenir, no mencio-nan á nuestros Aldrete y Ron entre los precur-sores de aquella doctrina que figuraron en elsiglo XVII. Sin embargo, bien les correspondoun lugar entre los Fabricios, Berigard, Ofcto deGuerike, Gassendi, Reita, Maeslines, Burton,Wilkins, Hill, Howell, Patterus, Locke, Borel,Mersenne, Cyrano de Bergerac, Godwin, Beau-doin, el P. Daniel, Gilbert, Hevelius, Milton,el P. Atanasio Kircher, Fontenelle y Huygens,filósofos, naturalistas y matemáticos célebres ensu tiempo, que más ó menos extensamente ex-pusieron sus ideas respecto á la habitabilidad delos mundos y demás cuestione^ tratadas en laobra de Ron y Aldrete, espiritistas españolesdel siglo xvil.

Pero no culpemos por eata omisión á los dosescritores arriba citados; culpemos á nuestroabsolutismo político y á nuestra intransigenciareligiosa, que, al ahogar el desenvolvimientocientífico de España en la época quizá más ricaen aspiraciones y en escritos de todos génerosrelativos á nuestra doctrina, mató los gérmenesdel progreso, señalando una época de marasmointelectual y de modorra literaria, como deciaFeijóo, cuyas consecuencias han sido nuestravergonzosa decadencia y el crítico estado actual,del que sólo es capaz de levantarnos una reno-vación religiosa,

Se necesita elevar el pensamiento y depurarla conciencia de estas generaciones ignorantesy fanatizadas, de estos pueblos esclavos de larutina y del egoísmo; se necesita darles nuevosy claro» ideales que les enseñen á penetrar en elfondo de la doctrina Evangélica, que desconocenpor completo; se necesita, finalmente, que lasclases todas aprendan á pensar y aprendan, á

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creer, no llevando la confusión y el atolondra-miento á las inteligencias y la perturbación álas conciencias, sino procurándoles el saber y lariqueza, la ciencia espiritual y la ciencia mate-rial, que destruirán la indiferencia y el fanatis-mo religioso, profundos males sobre los que seasienta el oscurantismo con sus rencores, sus en-vidias y su servil y ciega obediencia al error.El devastador torrente de la inmoralidad, origi-nada siempre por el absolutismo y la intoleran-cia, necesita un fuertísimo dique que contenga suviolento empuje, y sacándonos de la postraciónpresente, prepare la grandeza futura á que po-demos y debemos aspirar, sin la más leve fuerzacoercitiva, sino sentando como base, como ele-mento primario del adelanto espiritual y mate-rial, la renovación religiosa que partiendo de unconcepto más superior déla vida, reconozca comoel primero y más inviolable derecho de la cria-tura el de dirigir sus oraciones al Ser Supremoen la forma que le dicte su inteligencia. Esa re-novación, esa única salvación de las sociedadesdecrépitas ó estacionadas, se inicia hoy con eldesarrollo científico, con los progresos materia-les y con el movimiento religioso que respondeá las ideas que lentamente han venido elabo-rándose y se hallan en germen en los que hemosdesignado como espiritistas españoles del si-glo XVII.

EL VIZCONDE DE TORRES-SOLANOT.

LOS JESUÍTAS-

(ContiniMcion.) *

Él sistema está exclusivamente fabricado conel fin de facilitar en todos los momentos, y entodos los puntos, el empleo de una fuerza de ha-bilidad práctica que pueda manifestarse pormedio del general, revistiendo un poder ilimi-tado y discrecional. Según lo dicho, está dentrode su competencia abrir las puertas de la Or-den ó mantenerlas cerradas: retener á un indi-viduo durante su vida en los trabajos más vilesó depositar en él la más alta confianza; expul-

• Véase el núm. 21? pág. 481.

sarle de un modo que le marque con públicainfamia, ó arrojarle secretamente. (1) El jefe deninguna Orden nunca ha sido investido con pode-res parecidos á los que tiene el general de los je-suitas para el alistamiento de todo recluta desea-do, y gara la separación de aquellos que no son desu gusto. Por otra parte si fuera la opinión delgeneral que abaldonando un miembro la Ordenseria de más utilidad para la sociedad, tiene po-der no sólo para ¿bligarle á permanecer en ella,sino también está investido con facultades paraaprovechar su disposición por concesiones quele pondrían en libertad durante un período, sinque por eso estuviese relevado de la obedienciaal general. (2) "En proporción en que la Socie-dad sea deudora á alguno por haber recibido deél servicios, ó si estuviere éste dotado por Dioscon aptitudes especiales para promover el go-bierno de Dios, así se le dejará marchar conmayor dificultad; así como por el contrario,cuando la sociedad deba menos á uno ó seamonos apto para ayudar al gobierno de Dios, sele dejará ir con mayor facilidad, n

Desde muy temprano ya no escapó á la ob-servación de aquellos hombres más juiciosos quela preferencia dada en la Orden á las aptitudesespeciales, más que ala simple piedad ó devo-ción, era muy á propósito para minar la purezade estaprofesionreligiosa. Así,ya, San Franciscode Borja, en una Encíclica escrita como general,expresó su temor de que pudiera llegar un tiem-po en que la total y no debida consideración áaquello sólo que era oportuno y apto, viniese áconvertir la Sociedad en un campo donde la am-bición y el orgullo correrían desenfrenadamente,y lo expresó en estas notables palabras: nplugieraDios que, antes de ahora, la experiencia no nos

(1) irNon nulli oeculte dimití, quando oausse (qusapluiioite ex aliquse sine peecato esse possent) esseutocoultse" Üeel. A. in cap, III Const. Inst. vol. I. p. 368.Una cuestión que aquí aparece es como tal facul-ta 1 de despedir ocultamente puede s«r aplicada másque á aquellos Cuya admisión ha sido oculta? Hay difi-cultad en comprender cómo un miembro profeso y, re-conocido de la Orden que h» usado públicamente suvestido puede ser separado ó arrancado secretamentede la comunidad, sin que tal separación se haga mani-fiesta aunque ae oculte la causa, pues entonces nuuoapodremos reconocer en el mundo la presencia de un je»suita. Esta práctica seria completamente inteligible sise aplicase á los Cripto-Jesu tas.

(2) i,Si hujusmodi esa en t (qui demissionem petunt)ut Deo gratnm fore videretur, vos non sio nelin-quere..... priuilegiis ad negotium hujusmodi concessi»a Sede Apostólica, quantum superiori in domino vido-bitur, uti lioebit.» Inst. I, p. 36»,

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hubiera enseñado esto.» XJna censura tan acer-va, partiendo de una posición tan alta como lade San Francisco, lastimó á los padres y acu-dieron al procedimiento sencillo de alterar eltexto que les dañaba. El hecho merece atención,por ser la primera importante falsificación deque se puede acusar á la Orden. En la ediciónd« las Epístolas de los generales do 1611, se en-cuentra el texto original de San Francisco; peroen las tres ediciones siguientes se le dio unaversión que modifica enteramente el sentido dela advertencia.

Hay todavía otro venerable testimonio de lomismo. San Carlos Boromeo hace en una cartalas siguientes observaciones: nía distinción quese establece entre aquellos admitidos á la profe-sión y los no admitidos, es muy propia paratraer algún dia una confusión que acarrearámalas consecuencias. Lo que más me hace pen- .sar esto, es el ver á ¡os superiores rechazar ámenudo las mejores personas, mientras recibencon los brazos abiertos á aquellos que son aptospara las ciencias, aunque estén desprovistos confrecuencia de piedad y devoción.» Formaría uncurioso capítulo el catálogo de las personas quebajo distintos pretextos han sido rechazados porla Orden; no pocos nombres eminentes del cato-licismo figurarían en él. Es bastante mencionaralguno de los que en estos tiempos han tropeza-do en el umbral de la Orden, ya porque juzganmejor utilizar sus servicios en cualquiera otraparte, ó ya porque de su ensayo resultara deun modo inequívoco que no eran d'gnos de seradmitidos. Entre los aspirantes, pesados así enla balanza y declarados defectuosos, se encuen-tran el célebre predicador Ventura, el oradorTheiner que más tarde llegó á Canciller del Va-ticano, el P. Pasaglia y por último, uno queciertamente no es menor que éstos, John HenryNewman.

En la constitución original de la Orden se aña-dió que las profesiones solemnes debieran ha-cerse únicamente en Roma, la residencia forzosadel general, siendo claramente el objeto asegu-rarse de que la admisión en el círculo más ínti-mo de la Sociedad no tuviera lugar sin la direc-ta inspección de aquel que es su alma. Pauli-no III ya en 1549 había relajado esta prescrip-ción, y permitido que el general delegase áindividuos de su exclusiva elección la facultadde admitir candidatos dentro de la Orden—pre-

cepto que no apareciera anómalo si se limitara ádiputados sacados de sus filas.

Es, sin embargo, un hecho muy digno de sernotado, cuando se leen los privilegios conferidosal general por las glosas aclaratorias añadidas ála Constitución, que se le concede facultad paraconfiar los más delicados cargos de la Orden ápersonas que no son miembros de ella. Una dis-posición tan extraordinaria trae á la mente losrumores sobre los Cripto-Jesuitas- Nosotros eneste sitio deseamos únicamente dejar consigna-da la existencia de esta anómala facultad, cuyotexto presentamos en la nota (1). No son menossorprendenles las inmunidades concedidas únic. -mente á esta Orden por las Constituciones pon-tificias. El padre jesuita está expresamente re-levado de aquellas observancias litúrgicas á queestán obligados en toda otra Orden, y debe tansólo observar el decoro, la costumbre local y lasencillez que se acomode á una profesión men-tal de pobreza. La medida de esto último, recibeuna terminante aclaración en la facultad de lle-var á cabo operaciones comerciales, que les fueconcedida por Gregorio XIII, en términos tanamplios que no tiene semejante; y el escándalopúblico, promovido por la intolerancia del pa-dre Lavalette en el último siglo, demuestrabien que la Sociedad no repugnó el entregarsolibremente á estas operaciones de tráfico. Toda-vía son más interesantes los privilegios por loscuales la Sociedad se encuentra, virtualmentopuesta en posesión de autoridad soberana en supropia administración, sin previa deferencia álas disposiciones del Papa. En 1543 Paulo IIIconfirió á la Orden, por medio de un breve, la fa-cultad de modificar sus reglas y estatutos depropio acuerdo como el tiempo y el titio lo exi-gieren, extendiendo esta facultad hasta formar-las completamente nuevas: teniendo presentoque tales modificaciones y ordenanzas se decla-raban ipsofacio validas, y por esta Constituciónse las rodeaba de una vez con toda la santidadde la confirmación apostólica. Pío V, en su en-tusiasmo por la excelencia de estos nuevos sol-dados de ]a fe, no se contentó con esto.

(1) nQuibusdam tnmen Pisepositis localibUB, VelKeotoribus, et alivia "Visitatoribus aut Personis lnsignibus poterit PrffiposituB generalis hanc auctoritatemcommunicare imo et alicui qui de sooietate non essetaliquo in caeu." Deol. Cap. I. Const. lnst. vol. I.p. 407-

N.° 219 QUATERLY REVIEW.—LOS JESUÍTAS. 587

En su exuberante celo, cometió la increibl© Iligereza de dar una bula confirmando á la Socie-dad en todos los privilegios anteriormente con- |cedidos, amplianclólos con todo otro privilegioque alguna vez hubiera sido, ó en lo future pu-diera ser conferido á alguna otra Orden queprofesase la pobreza, declarando, por último,que nías presentes letras en ningún tiempopodrán ser revocadas, limitadas ó derogadaspor nosotros ó por la antedicha Santa Sede, nipodrán ser comprendidas dentro de alguna re-vocación de parecidas ó no parecidas gracias... sino quo por siempre serán exceptuadas deesto. >'

En virtud de esta bula, la Sociedad se hallaconstituida como un cuerpo cuya inspecciónescapa aun á la misma autoridad pontifical, porlo mismo quo esta autoridad con toda solemni-dad renuncia p3rp3tua,na3nte á todo poder paradestruir ninguno de los privilegios pertenecien-tes ya á la Sociedad, ó que se le aseguran enlo futuro por es'e documento anticipado. A losojos de Pió V, el fortalecimiento de la Ordenera el fortalecimiento de las fuerzas que estabanal servicio de la Santa Sedo; pero es bueno con-siderar que tan escesivos privilegios tiendentambién necesariamente á establecer títulos quepueden ser perfectamente invocados, como jus-tificativos para tener por no válida cualquiersentencia por solemne que sea 'de la SantaSede, con tal que sea desfavorable á la existen-cia ó modos de acción de la Sociedad. Ni conesto se agotan todavía las inmunidades y privi-legios posibles concedidos á la Orden. Hastaaquí nos hemos ocupado solamenLe de aquellacategoría de privilegios que pueden ser precisa-dos distintamente, porque están declarados ypromulgados. Pero hay otra categoría de la quesolo se puede afirmar el hecho de su existencia(la categoría comprendida bajo el término vagode Oráculo, viven vocis), ó sean aquellos privile-gios concedidos por un Papa verbalmente, sinacta ó documento capaces de dejar pública hue-lla, para que pueda establecerse su validez y quepor lo mismo es fuerza que permanezcan testi-ficados por los primeros depositarios de la con-fianza pontificia y trasmitidos por la tradición;ó si estampados en algún documento, se hallenen una colección secreta y reservada solamentepara los ojos de los más importantes adeptos dela Sociedad. No puede suponerae un momento

que la existencia de estos ordcula ofrezca som-bra de duda. Está sostenida por autoridades ab-solutamente irrecusables, la declaración mismade la Sociedad en el libro de sus Estatutos. Enel compendio impreso de sus privilegios, laOrden afirma sol emnemente nnon minoris sunsteficaci.se et valoría vivas vocis ordcula quamsi p^r Bulam aut Brevem ad perpetuam reimemoriam e3aent concessa.» (1) No puede haberduda ante estas palabras tan explícitas, aun-que los abogados de la Orden tratan de expli-car su significado y reducir la trascendencia detodo aquello que puede ser posible dentro de taninexcrutables instrumentos. Estas defensas seencuentran, sin embargo, completamente anu-ladas por los testimonios bien claros de la mismaSociedad. En 1703 se imprimió en Praga y enla prensa del Colegio de jesuitas, un compendiode los privilegios que la Sociedad poseía; unacompilación justificada con todos los documen-tos posibles, dado su carácter oficial. En estevolumen se asienta la notable declaración deque las obligaciones referentes á la concienciano se enlazan simplemente á las facultadescontenidas dentro de este compendio, sino igual-mente á aquellas que son secretas ó no promul-gadas (occultis ¿eu non manifestis.J

Está reconocido que el título por el cual laSociedad de Jesús, derogando los decretos delConcilio de Trento, retiene privilegos especiales,se encuentra en un documento con carácterclandestino, expedido por Pió V. Más tardeacudiremos á este documento cuando tratemosde otrasravo materia. Estos dos casos indicanconcluyentcmente que los oráculo, vivm vocis nodeben ser mirados como vana retórica, á la cualno debe darse ningún crédito.

Ningún punto relacionado con la sociedad deJesús ha levantado tan agria controversia comola supuesta existencia de un número de miem-bros clandestinos, afiliados por lazos, no de purasimpatía, sino por una profesión positiva y poruna obligación directa, aunque exceptuados enrazón de motivos particulares, de toda señalabierta que les presentara como tales miembros.Los Crypto-Jesuitas deslizándose por el mundobajo disfraz, figuran como la representacióntípica de la Orden para ciertos escritores, mi-entras su existencia ha sido considerada como

(1) Véanse los Ins. S. J. vol. I.p. 323.

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invención de la mente acalorada por tan pocoinclinados á tendencias clericales como Baylo.El Dr. Hubet ha frustrado nuestros deseosen el modo de tratar este asunto, porque mien-tras deja ver con claridad sus creencias enestos afiliados secretos, no la desenvuelve de unmodo concluyente. És preciso convenir en queno habría nada de incompatible a priori entreeste grado clandestino y el espíritu de la insti-tución. Si el general está expresamente autori-zado para admitir un candidato, aunque se halle"notoriamente infamado por enormes crímenes»cuando su adquisición sea de particular interéspara la Orden, nada tendría de singular quetuviese poder para asegurar la fidelidad de al-gunos otros igualmente importantes, obligadospor un secreto juramento, en el caso de que al-gunas circunstancias particulares les impidiesenprestar sus útiles servicios á la Orden, apare-ciendo públicamente como miembros, así comoes la distinción característica de la Sociedad elestar exenta del vestido y otras observancias li-túrgicas propias de toda congregación religiosa.

Los jesuítas han negado, en verdad, en todasocasiones y con muy alta voz la existencia deestos grados clandestinos en la Orden; pero nohemos tropezado con ningún escritor de la Or-den que haya podido demostrar, apoyado en lostextos particulares y en los incidentes quepueden dar luz en este punto, que los miembrosafiliados por una profesión secreta, y á quienesse les permite vestir el traje seglar, son contra-rios á la letra de las reglas y han sido absoluta-mente extraños á las prácticas de la Orden.

En una glosa aclaratoria añadida á las Consti-tuciones, como definición que descansa dentrode las bases de la Sociedad, se afirma que esta nocomprende solamente á los padres profesos y álos novicios, sino también á todo aquel que enalgún tiempo laya sido probado de tener secretalúateneion de vivir y morir dentro de la Socie-dad» y de ser admitido algún dia en uno ú otrode sus grados. Sobre todos estos, la autoridaddel general se extiende implícitamente; lo bas-tante para que él pueda aparecer por este mediorevestido de un derecho de mando absolutosobre individuos cuyo vínculo con la Orden noconsiste más que en una secreta intención denvivír y morir dentro de-la sociedad."

No puede dudarse que hay algo de nebulosoy oscuro en la explicación de este pasaje, y si

se encontrase aislado ciertamente que no lo con-sideraríamos como documento bastante á probarla existencia de una disposición tan anómala.Pero hay otro pasaje principal en los estatutosde la Orden, al que hemos ya aludido de pa-sada, el cual lo explica tan claramente que nodeja ninguna ambigüedad. En este pasaje seestablece que la admisión de los candida-tos (1) solo puede efectuarse por el generalen persona ó por aquellos á quienes él haconferido poderes especiales; y después sigue laenumeración de los individuos que puaden sercomisionados. Entre las personas designadas, secuentan algunos "individuos de distinción,» sinque hayan de pertenecer forzosamente á la so-ciedad ni aun estén investidos con las sagradasórdenes, viniendo después estas notables pala-bras: aun en ciertos casos uno que no pueda perte-necer á la Sociedad. Como palabras tan claras yprecisas pueden alejarse de su sentido recto ynatural, es lo que no concebimos. Hasta quealgún comentador de habilidad superior, lleve ácabo esta maravilla de un modo racional, nosaventuramos á considerar concluyente que porlos estatutos de la Sociedad se declara expresa-mente la legitimidad de emplear, cuando lascircunstancias lo exigen, los servicios de indivi-duos que no han hecho franca profesión de en-trar en la Orden. Y que esta facultad así legiti-mada no ha permanecido solamente como puraposibilidad; porque sobre esto hay también evi-dencia de tal naturaleza, que, según nuestroparecer, no puede contrarestarse.

La parte que se debe á Francisco de Borja enla temprana fortuna de la Orden es bien noto-ria, pues que era un grande de España de ilus-tre linaje y que poseía gran influencia en elEstado. Para un hombre de su posición separar-se repentinamente de las brillantes distincionesdel mundo por una profesión religiosa, obede-ciendo á su entusiasmo, era necesariamente unpaso rodeado de no pequeñas dificultades. Peroel alma de Borja veíase llamada á desarrollarla obra emprendida por Loyola y encontrándoseestrechamente ligado durante algún tiempo porvarias obligaciones mundanales, Borja suplicóse le permitiese, mientras no pudiera conve-nientemente romper aquellos lazos, el hacer una

(1) Véase dool. L. en Cap. I, Const. V. Inst. I.Ag. 402.

N." 219 QUA.TERLY REVIEW.—LOS JESUÍTAS.

profesión secreta de los votos que son obligato-rios á los miembros de la Orden. La petición sele concedió.

En Febrero de 1548, Borja, en la capilla pri-vada de su mansión feudal, hizo secreta profe-sión délos votos, después de lo cual todavía con-tinuó para el mundo como duque de Gandía yvire,) de Cataluña,hasta que las circuntancias lepermitieron entrar en el retiro de una casa reli-giosa. La ocurrencia está atestiguada por Riba-deneiray Orlandini, dos escritores oficiales de laOrden. El único punto en el convenio que pue-de ser discutido, es hasta qué punto la pro-fesión esa fue máa que mental; hasta quépunto el virey en esta solemnidad celebrada ensu capilla, contrajo las obligaciones absolutasque se exigen ahora á todo miembro. Carecien-do de informes positivo s sobre la naturaleza delos votos jurados en esta ocasión, se esparce, sinembargo, bastante luz sobre la materia, por unacto del Pontífice, el cual, cuando se observebien la fecha, no puede ménoa de relacionarsecon este incidente. En el período do que ahoratratamos, Paulo III había aprobado ya solem-nemente lañVonslituciones de la Orden, y en bulasespeciales habia dado una sanción pontifical álos vastos poderes conferidos en el proyecto algeneral. Necesitando todo la confirmación delgeneral,su extraordinaria'autoridad parecía, porconsiguiente, haberse asegurado. A pesar de esto,en 1549, esto es, inmediatamente después de laprofesión de Borja, Paulo III creyó convenienteespedir otra bula conocida con el nombre deLicet debitum. En este notable documento, elPapa confirma primero la universal jurisdiciondel general sobre "todos los miembros de la So-ciedad ii y después la extiende de un modo aná-logo sobre "todas aquellas personas que se ha-llasen viviendo con obligación de obedecerle,donde quiera que residiesen, aunque se hallasenexentos y á pesar de todas las facultades que pudie-

ran poseer. (1) Esto manifiesta con fuerza irre-sistible que tan extraordinario aumento de po-deres conferidos •deliberadamente después de uncorto tiempo nada más, es fuerza que sea debido

(1) La bula está concebida en términos singular-mente espl(citO3, en cuanto á la distinción entre las dosclases. Plenam in universos ejusden societatis, socios etpersonas sub ejus obedientia degentes, ubilbet commoran-tes, etiam ezemptos, etiam quasqunque facultades haben •tes suam (jurisdictionem) exerceat.

á alguna circunstancia particular acaecida: &y nodebe ocurrirsenos con todo el peso de una de-mostración, que esta circunstancia debió habersido el caso tan exactamente previsto por la nue-va disposición, el caso de la admisión clandes-tina do Borja dentro de la Orden? El hecho átodas luces manifiesta un claro sincronismo entrela admisión de Borja bajo anómalas condicionesy la inmediata promulgación de una bula queregula exactamente lo que pudiera haber de vagoé indeterminado en esta admisión. Por lo demás,es evidente que el caso de Borja no puede consi-derarsepor ai solo como una prueba de la afilia-ción clandestina.

En 1681 se imprimió en Roma una colecciónde las cartas de Oliva, general de la Orden (1)cuya colección se presenta con más testimoniosde autenticidad de los que suelen emplearse.Además de llevar el acostumbrado imprimaturde la censura espiritual, la edición ha sido pre-parada sin duda por el mismo Oliva, que muriónada más que unas semanas, antes de la publi-cación, pues en una advertencia preliminar sedeclara que toda carta achacada á Oliva y nocontenida en esta colección debe considerarse"espuria, apócrifa é injuriosa para su nombre.nEn la colección de las cartas del general, tanampliamente autorizadas, se encuentra más deun pasaje que serviría para corroborar la prác-tica de la afiliación secreta: mas nos limitare-mos tan sólo á uno, cuya explicación parecedesafiar la posibilidad de torcer el sentido de suconstrucción natural. La carta 723, en el segun-do volumen, está dirigida á un noble veneciano,que pretíendia ser admitido públicamente comomiembro profeso de la 3ociedad. Oliva encontrórazón para no acceder á la petición, y en estacarta procura disuadir al noble de la profesiónpublica; en un país donde este paso amenguaríasu utilidad en provecho de los intereses queambos amaban.

"En términos más breves, escribe Oliva, yoos recibiría entre los servidores de Dios con laveneración que se debe á vuestro fervor, si des-pués de un examen detenido de las circunstan-cias, no hubiera percibido claramente que el Pa-dre Eterno os destina para ministro de su su-

(1) "Lettere di 6 . P. Oliva, 2 vol. Boma presso alVarease. MDOLXXI COD licenza dei superior!. Imprimatur. Kev. Pater. Mag. S. Pet. Ap.,,

560 REVISTA EUROPEA.. 5 DE MATO DE 1878. N.° 219

blime república mejor que para simple adeptode tan santa comunidad, M Después de mayoresexplicaciones en este sentido, Oliva continúa."Sin embargo, en el trascurso del tiempo yomostraré á vuestra excelencia cómo pueden com-binarse con el Saorameuto del matrimonio las pal-mas y coronas de la profesión religiosa (la religio-ne.) De este modo fue como bajo mi dirección uncardenal se dedicó al servicio de Dios, reteniendono obstante la púrpura para servir d la Iglesia, yse sacrificó á la sociedad (la Compagnia) para noperder la adquisición de la santidad, por meaio deuna clandestina (oculta) y jurada sumisión ácualquiera que fuere el sucesor del Padre Santo.Para vos no faltará oportunidad de promoverlos intereses del servicio divino en los oficiossuperiores que vuestro alto linaje os aseguran,y así seréis uno de nosotros reteniendo vuestraposición independiente y velando por vuestradefensa, ti No puede menos de observarse que lasexpresiones empleadas por Oliva con respecto ála obligación contraída "bajo su dirección^por el cardenal, son las mismas que puedenaplicarse con la más exacta precisión á los votosexijidos en la profesión pública. La sociedadse halla designada por su término técnico decompañía y la obligación, por la que el cardenalse liga en secreto, es aquella obligación deobediencia implícita al Papa, que el jesuítaprofeso con cuatro votos, tiene', que contraer.

Parece que no hay escusa aquí para disputarel carácter de la obligación con que entraba,como no la hay para negar que era secreta, ódiscutir el país en el cual el procedimiento fuerecomendado. Es concebible elevar una opo-sición plausible contra la construcción literalde aquella exornada frase sobre la combinaciónde las i'palmas y coronas de la profesión religio-sa con el sacramento del matrimonio," peroninguna puede ser presentada contra el lengua-je llano y sencillo en el cual se dá el consejo deno llevar á cabo públicamente la profesión reli-giosa en un país donde esto equivaldría á lapérdida déla influencia política.

La marcada oscuridad que rodea las condicio-nes referentes á los padres profesos con tres vo-tos, ha producido la sospecha de que estos miem-bros afiliados (presumiendo su existencia) se en-cuentran en esta división. Tal fue la opiniónexpresada por Mondar, en su defensa magistralante el Parlamento de Aix, una de las mejores

averiguaciones críticas sobre las Constituciones dela Orden. »La creación de los profesos con tresvotos es uno de los misterios de la policía de laSociedad,n son sus palabras. "¿Para qué añadiresta clase intermediaria? Ninguno ha sido capazde comprender el fundamento... La primeramención de ellos ocurre en la bula de 1550 deJulio III... Suarez nos informa de la notablecircunstancia de que pueden ser esceptuados derecibir las órdenes sagradas, aunque á los simpies coadjutores y aun los esc Jares se les obligueá recibirlas al llegar á cierta edad. Por mediode esta dispensa es posible, aun á los seglares,alcanzar posiciones superiores á las de los s?,-cerdotes, en la sociedad." Cualquiera que hayaestudiado las intricadas reglas déla Orden, con-vendrá en que Mondar está perfectamente en locierto cuando asegura que nada hay que impidael recurso de tales estratagemas, aunque lamisma naturaleza de estos ardides hagan siem-pre la convicción muy difícil. Que en variasocasiones los jesuítas no han eludido estos pro-cedimientos señalados más por un espíritu deastucia que por su franqueza, es notorio. Nin-guna persona de base criterio hará base de acu-sación el que en los dias de nuestras leyes pe-nales, los padres jesuítas hayan entrado furti-vamente en este país, disfrazados de protestantescon la mira de proveer secretamente á las nece-sidades religiosas de los católicos destituidos yperseguidos; pero la cuestión es diferente cuan-do se trasporta la cuestión á China y Sweden.Nos referiremos ahora al primer caso, en cuan-to al viltimo haremos constar solamente que en1574, algunos miembros de la Orden no sólo en-traron en Sweden bajo capa de protestantes,sino que uno de ellos juzgó conforme con suconciencia ocupar, como medio útil para sem-brar la semilla de la religión Católicaruna cá-tedra de teolegía en el colegio protestante.Antes de desprendernos de punto tan contro-vertido y oscuro de la afiliación secreta, obser-varemos que las consecuencias que parecen de-ducirse de las palabras de Oliva, pueden encon-trar mayor confirmación en un decreto de laprimera Congregación general y en las indaga-ciones hechas por una de las más grande lum-breras de la Orden, Suarez.

En esta Congregación se promovió la cuestiónde si los miembrosláicosdelaOrdendeCnsto (uncuerpo de caballería medio militar, medio re-

N.° 219 CARLOS RICHET. LOS VENENOS DE LA INTELIGENCIA. 561

ligioBo) podrían ser admitidos en la Sociedad (1),"aunque pudiera presumirse que no tenían in-tención de profesar entre nosotros M y la resolu-ción fue afirmativa. Ahora bien, nada hay dedistinto entre esta Orden y otras Ordenes de ca-ballería, por lo qiie esto que fue esplicitamentepermitido á la Orden de Cristo, con la mismarazón debió permitirse á las otras asociacionesanálogas; y esto es lo que Suarez afirma clara yterminantemente. Este sublime doctor demues-tra con gran extensión que las obligaciones quetraen consigo los votos religiosos pueden sercumplidas perfectamente por cualquier miem-bro de tales Ordenes, aunque viva en matrimo-nio; esto es, según esta regla, cualquier indi-duo puede prestar sus servicios á los intereses dela Sociedad en cualquier grado que se halle, vi-viendo con su esposa, con tal que haya contraídoaquellas obligaciones de obediencia, etc. axijidasá todo el que entre en la Orden. No es nuestropropósito investigar si aquellos que han diri-gido la Sociedad han puesto á menudo en prac-tica las facultados sancionadas por estas autori-dodes. El punto de importancia es hacer cons-tar su existencia, y demostrar por qué modos lassagaces inteligencias que dirigieron la Sociedad,formaron y legitimaron una serie de disposicio-nes, bajo las cuales, se justificará la práctica delas afiliaciones ocultas y clandestina1» siempreque se encontraran convenientes.

La costumbre de modificar en secreto, por me-dio de glosas subsiguientes y aclaratorias, las con-diciones claramente consignadas en la colecciónde los Estatutos, merece particular mención enlo que se refiere á la obligación de pobreza y á

(1) "An soeeulares qni emittuut votain ordine mili-tari vocato Chisti pcssint ad Se cietstem nostram ad-mittilioet credatur non emiasuros Prifesionem ápudDOS. Responsum est admittitoren Inst. vol. ip. 4S0. Laúnica razón para comprender por qué esta Orden parti-cular ha sido expecialmente considerad», es que era unaOrden portuguesa, y en esta periodo, los jesuítas se ha-llaban muy protegidos por la corte de Portugal. Suarez, cuyo argumento se encontrará en su tratado "Dereligione. ix. lib. i, c. 10. es bien explícito, no limitandoBUS afirmaciones á una Ord<n; y en cuanto al estado detales caballeros concluye diciendo "has personas esseEclesiásticas... quia censentnr habere in Bril la proprium et specialem statum Eclesiasticum et non seeeulaem, nec clericalem, ergo religiosum. n Los términos desu tesis están singularmente definidos: "An etiam ór-dines militares qui castitatem tantum cojugalem vovent, sint, proprie religiosi?

TOMC XI

la prohibición establecida contra la exaltación álas dignidades eclesiásticas, cuyas exigencias seestablecen con tal fuerza en las reglas. Es biennotorio hasta qué punto la Orden se ha apar-tado de la condición de pobreza. La proposiciónpronto surgirió á las inteligencias avezadas á lasformas escolásticas, que aunque al miembro in-dividual se le vedase la propiedad, las palabrasdel fundador, no prohibían las rentas, por muygrandes que fuesen cuando pertenecían al es-tablecimiento en el cual este miembro pobreresidía.

QüATERLY R E V I E W .

Traducido del inglés por A. P. V.

(Concluirá.)

LOS VENENOS DE U INTELIGENCIA.ENSAYOS PSICOLÓGICOS-

I I *

EL ALCOHOL.

El estudio de los venenos que obran sobre lasfacultades intelectuales, no sólo presenta un in-terés fisiológico y psicológico, sino que tieneademás un interés social notabilísimo.

Efectivamente, parece que el hombre en to-das las épocas y en todos los países, está descon-tento del estado de su inteligencia, y trata deexcitarla con sustancias tóxicas. Ahora bien: loque caracteriza todos los envenenamientos delsistema nervioso, es que el veneno, antes dedestruir, sobrescita, y esta sobrescitacion es laque el hombre busca con ardor, con pasión.Una vez que se ha convertido en costumbre, seimpone con tal fuerza, que nada puede ya com-batirla.

Es un verdadero peligro social, lo mismo paralos chinos y los indios que fuman opio, comopara los europeos que beben alcohol.

El alcohol es, como lo sabe todo el mundo,el producto de la fermentación del azúcar. To-dos los licores azucarados abandonados á sí mis-mos fermentan, dando por resultado alcohol yácido carbónico, de modo que todos los licoresazucarados fermentados son bebidas alcohólicas,

* Véase el número anterior, pág. 516.

36

562 BEVISTA. EUROPEA.—5 DE MATO DE 4873- N.°

y en resumidas cuentas, los síntomas que pro-ducen estas bebidas, son siempre sobre pocomás ó menos los mismos. Aunque estos sínto-mas se hayan conocido siempre, rara vez hansido objeto de un análisis metódico, y solo enlas dispersas observaciones de los novelistas ydramaturgos es donde se podrán encontrar re-flexiones ingeniosas y delicadas acerca de laembriaguez y sus efectos.

El primer efecto de la embriaguez por el al-cohol, es un sentimiento íntimo de satisfacción,una especie de beatitud muy agradable. En estemomento parece que las ideas so aclaran, quelos obstáculos y las vicisitudes desaparecen, sevé todo, como se dice vulgarmente, de color derosa y se siente uno dichoso y contento de vi-vir. Si se continúa bebiendo, la excitación inte-lectual aumenta, y se manifiesta de distintasmaneras, pudiéndose todas estas formas, reasu-mir en una sola frase diciendo que hay hipe-rideación.

La hiperideacion de la embriaguez, en suprimer grado, es un fenómeno muy curioso éinteresante, que sería peligroso observar conmucha frecuencia en uno mismo. En este esta-do, hay una profusión de ideas de todas clases,alegres, gloriosas, libertinas, tristes, belicosas,que se suceden con una rapidez prodigiosa. Loque las caracteriza, es que no son moderadas,parece que la inteligencia es desmedida; todo esdesproporcionado, todo crece. Se sienten dupli-cadas las fuerzas morales y se cree uno capaz dehacer todo y emprender todo, y á pesar de estose suceden las ideas nuevas sin cesar, pensandodespués de una empresa, en otra y así sucesiva-mente. Todas son irrealizables, pero nos son-rien en el momento en que pasan; quizá hayalgunas razonables, pero no hay tiempo parafijarse en ellas, es un vaivén perpetuo, una fan-tasmagoría más ó menos seductora en la cualno queda tiempo de hacer una pausa. Se com-prende fácilmente el por qué no se pueden guar-dar secretos en este estado, y como se hace unocomunicativo y afectuoso. Aunque la embria-guez no sea más que ligera, esta ineludible ne-cesidad de expansión se manifiesta ya, pero enun grado más avanzado, la confidencia es irre-sistible. "Como el mosto que hierve en un tonel,hace subir á la superficie todo lo que hay en elfondo, así también el vino hace que salgan todoslos más íntimos secretos de los que lo han tomado

con esceso.ii Esta, hiperideacion no es en resu-men, más que un esceso de imaginación, y ávoces esta actividad de la loca de la casa, se pre-senta de otro modo bajo la forma de ocurrenciasingeniosas, salidas cómicas y escéntricas humo-radas. Algunos autores no podrían, según parece,hacer nada fuera de este estado de sobrescita-cion: lo cual ha dado á las obras de estos unsello de ficticia originalidad. A veces, en laembriaguez, en medio de este diluvio de ideas,aparece de pronto, sin que la hilacion de estaspueda esplicar su origen, una que no tieneninguna relación con las precedentes y que noobstante, se impone con una fijeza desesperante.Vuelve siempre en medio de las demás, lo mis-mo que el tema culminante de un trozo de mú-sica aparece sin cesar bajo las modulaciones yvariaciones que le rodean.

Así es, que hallamos dos caracteres especia-les al principio do la embriaguez: por un ladola rápida sucesión, y por otro la fijeza de lasideas; parece é primera vista que hay un des-concierto entre estas dos diferentes formas de laescitacion intelectual, y sin embargo, no vemosnada de esto, si examinamos con cuidado el me-canismo de la inteligencia.

En el estado normal, todas las facultades, laimaginación, el juicio, la memoria, la asociaciónde las ideas, se rigen por otra facultad superior,que es la atención. La atención ó la voluntades el hombre mismo, es el yo que estando eneompleta posesión de los recursos de que dispone,los toma donde quiero y cuando quiere, parahacer de ellos, el uso que tenga por conveniente.Ahora bien; en la embriaguez, aun en su prin-cipio, la voluntad y la atención han desapareci-do. No hay más que imaginación y memoria,las cuales, abandonadas á sí mismas, sin guías nireglas, dan lugar á los más imprevistos efectos.Tan pronto es una idea que no se puede des-echar, como una imposible de retener, pues laatención está destinada lo mismo á eliminarciertas ideas como á fijar otras. La idea fija pro-viene, pues, como la idea fugitiva, de una faltade atención, y en ambos casos es la consecuen-cia dal envenenamiento del cerebro por la san-gre cargada de alcohol. De modo que aunquele parezca al que está atacado de un principiode embriaguez, que su potencia para el trabajoha aumentado, si', verdaderamente quiere tra-bajar, sentirá muy pronto que es impotente

N.° 219 CARLOS BICHET.—LOS VENENOS DE LA INTELIGENCIA. 563

para recoger y fijar sus ideas y que la engaña-dora fecundidad de que se creia dotado, no se-rá muy en breve más que una verdadera impo-tencia, contra la cual no podrá luchar. Sin em-bargo, algunas veces, casualmente ó merced á lacostumbre, la idea fija involuntaria es precisa-mente la que desea desarrollar, y esta dicho-sa coincidencia le hace creer que permanece in-tacta su atención, lo cual es ilusorio, pues no po-drá dedicarse á otro trabajo. Los primeros efec-tos de la embriaguez están caracterizados por lapérdida de la atención, la sobrescitacion de laimaginación, y la disminución del juicio. Esmuy curioso indagar cómo los poetas y novelis-tas han pintado este período del envenenamien-to por el alcohol.

En un proverbio de Musset, el tioVan Büch,y en loa Miserables, Tholomías y Grantaire,echan disparatados discursos muy parecidos álas pamplinas de los borrachos. No se puode unoformar una idea más completa de la embriaguezcomo leyendo lo que dicen, pues es la vida co-piada del natural. Un ejemplo vale más que lateoría. Así Fantasio en una orgía empieza á de-cir mil disparates.

"Spark.—Vas á emborracharte...Fantasio.—Lo has dicho: me voy á emborra-

char.Spark.—Algo tarde es para ello,Fantasio.—¿Qué llamas tarde? ¿á las doce es

tarde? ¿Es temprano á media noche? ¿Cómocuentas el dia? Quedémonos aquí, Spark, te loruego; bebamos, hablemos, analicemos, dispa-ratemos, hagamos política, imaginemos cambiosde gobiernos, cojamos todos los insectos quepasan junto á la vela y guardémoslos en los bol-sillos: ¿sabes que los cañones de vapor son unacosa magnífica en cuestión de filantropía!.. Ha-bia una vez un rey que era muy sabio, may sa-bio, muy dichoso, muy dichoso... Mira, Spark,estoy borracho... Tenemos que hacer algo...Tra la... tra la... Vaya, levantémonos.n

Este desbordamiento de ideas, esta ficticiaexhuberancia de vitalidad intelectual, ha llama-do la atención de muchos poetas que á veceshan logrado traducir perfectamente en un len-guaje poético las visiones de la embriaguez.Léase, por ejemplo, los chispeantes versos queEmilio Augier pone en boca de don Aníbal enLa Aventurera, cuando Fabricio trata de embor-

racharle para sorprender el secreto de Clorinda)hermana de Anibal.

¡Ventrebleu! plus je lioís, et plus ma soif redouble,Regardez moi ceius, 1' abbé ce jus divin, du vin;Que le monde a nominé modestemontC'est le consolateur, c'est le joyeux convive,A la suite de qui lóate allégresse arrive.;Au diable les sonceis, les craintes, les soupcons!Quand je bois, il me srrable avaler des chansons.¡Verseencore un couplet, et nargue le tonnerre!¡Buvons á plein gosier et cliantons á pleiu verre! (1)

Los novelistas han comprendido también muybien que la forma de la embriaguez no es siem-pre la misma y que varía según los individuos.Hay algunos á quienes es imposible emborra-char: después de tomar una gran cantidad dealcohol, tendrán síntomas de intoxicación pro-funda, incertidumbre en la marcha, sueño in-vencible, insensibilidad, vómitos, síncope, perono habrán tenido, al menos aparentemente, elperíodo de excitación intelectual que caracteri-za los primeros instantes de la embriaguez.Efectivamente, hay un estraño fenómeno debidoá la influencia de la voluntad. Hemos dicho queen la embriaguez, la voluntad y la atención handisminuido, pero no han desaparecido por com-pleto, de modo, que esa misma voluntad puedeconcentrarse aun estando embriagado. Mercedá esta idea fija, aumentada con. exageración porla embriaguez, puede no haber manifestaciónexterior del delirio. Se sienten interiormentelos efectos fisiológicos del alcohol, pero se poseeaun en gran parte el poder de detener su inva-sión. Una mala noticia, un acontecimientograve, desembriagan de pronto, si la intoxica-ción no es muy profunda. Hay aquí una mezclacuriosísima de poder y de impotencia á la vez dela voluntad. Esta, no impedirá ni los vértigos,ni las ilusiones interiores, ni las perturbacionesen la marcha, pero á veces podrá, sujetar eseflujo do palabras que la mayoría de las veces esel signo principal de la embriagnez.

Parece como que hay una diferencia entre lasideas y las palabras.. Cuanto más incapaz es unode obrar sobre la aparición de las ideas, tantomás se tiene dominio de BÍ mismo en la palabra,

(1) ¡Voto a bnos! si cuanto más bebo más aumenta mi sed.Abate, mire usted este jugo divino, al cual el mundo llama mo-

destamente vino;Este es el que nos consue'a; es el divertido en convidado, con

quien viene toda a legria.¡AI diablo las penas, bs temores y las sospechas!Cuando bebo, parece que rae trago canciones.¡Vierte pronto otra copla, riámonos del tr-eno!¡Bebamos i voz en grito, y cantemos con el vaso lleno!

Muchos son los ejemplos que podríamos citar entresacados denuestra literatura; pero nos limitaremos á recordar, entre otros, elromance de nuestro inmortal Quevedo, titulado ios borrachos, queen gracia á la brevedad no transcribimos. (N. del T.)

REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1 8 7 8 . N°. 219

y en los actos. Aparece una idea aunque sea de-lirante á posar de todo, y so nos impone, peroafortunadamente, juzgamos esta idea y si nosparece disparatada, somos dueños de callarnos yno dejar traslucir lo quopasaen nuestro interior.

Si, por el contrario, se deja uno llevar por laprimera embriaguez y se abandona la voluntadexpresando en alta voz las locas ideas que re-corren la inteligencia, ya no puede detenersesu curso y es necesario un acontecimiento gravepara poner término á la hiperideacion y al des-bordamiento de palabras. Esto es peculiar á laspersonas que consienten en embriagarse; dicenal principio de una comida que se dejarán llevary desde las primeras copas están borrachos. Aveces, la intención de achisparse equivale al he-cho mismo, y se han visto personas beodas yaantes de beber, aturdidas por sus mismas pala-bras. El idioma ha consagrado esta analogía,una buena nueva, una inesperada fortuna ó unéxito inesperado, producen un efecto análogo ála embriaguez y se suele decir que "el éxito leha embriagado.» En una escena de El contagio,Estrigaud ofrece á Andrés Lagarde una fortunaconsiderable, una suma de tres millones, me-diante un infamante trato. Andrés ha resis-tido, y por último acaba por aceptar. Renunciaá la pobreza, y prefiere el lujo del placer. i¡Es-talló la bomba, dice, he vivido bastante tiempodentro mi cascaron; ¡aire, votp á cribas! ¡ruido,ruido nocturno sobre todo! Descolguemos lasmuestras de los horteras y zurremos la policía.Luciano.—Está chispo; ¡Dios me perdone! DonEstrigaud (aparte.)—Le emborraché.n

Hay, pues, junto á la embriaguez con el al-cohol, una especie de embriaguez moral que semanifiesta por los mismos efectos, pero que seobserva rara vez y no es dado á todo el mundosentirla. Existe cierta clase de personas de untemperamento intelectual, delicado y excitableSon temperamentos nerviosos pero no entera-mente en el sentido que se dá generalmente áesta frase, son nerviosos por el cerebro. Elmenor acontecimiento destruye en ellos el equi-librio de la razón. La emoción más pequeña, lamás ligera contrariedad, les hacen perder todasu presencia de espíritu y toda su sangre fria.

Cuando se hallan en estado normal, no ca-recen de juicio y de voluntad; pero sobrevieneun accidente imprevisto, y. todo desaparece depronto, voluntad, juicio y reflexión, la per-

turbación de las facultados intelectuales equi-vale á la perturbación, que origina la embria-guez. En estas personas, el más ligero accesode fiebre origina en seguida hiperideacion ydelirio. Tienen la cabeza débil, para emplearuna frase á veces usada, y si no se observan concuidado, se embriagan sin pensarlo con una de-plorable facilidad que les juega más de una ma-la pasada Se podría comparar, con razón, estapredisposición, al estado nervioso tan frecuenteen la mujer, conocido 'con el nombre de histe-rismo. Ahora bien, las mujeres, y con especia-lidad las histéricas, se emborrachan muy fácil-mente. La más pequeña dosis de alcohol bastapara hacerles perder la razón. Y es que, efecti-vamente, en las histéricas, como en los indivi-duos predispuestos, la atención y la voluntadestán debilitadas y hace falta muy poco paraque desaparezcan por completo.

Además de la predisposición individual, hayotras condiciones que es necesario tener muy encuenta, tanto por las diferentes especies de embriaguez, como por la rapidez con que ésta apa-rece. La borrachera de aguardiente y de los li-cores muy cargados de alcohol, es pesada y du-radera, produce muy poca excitación intelec-tual y parece que obra, ante todo, sobre lasfunciones orgánicas, la circulación y la respira-ción . Por el contrario, la del vino es ligera yestimulante, con especialidad la del vino deChampagne y la del Bourgogne, en que se pre-sentan enseguida fenómenos psíquicos. Por últi-mo, la mezcla de licores de diferente naturale-za, obra con mucha intensidad. La rapidez yfacilidad con que se absorbe el alcohol, no de-jan de tener su influencia. Así es que, cuandose está en ayunas, el alcohol obra muy pronto,y, por el contrario, tomado durante una copio-sa comida, se absorbe con más lentitud, y susefectos tóxicos son menos temibles. En Ingla-terra, donde el alcoholismo hace estragos, aunen las clases sociales más elevadas, algunas per-sonas tenían antes una rara costumbre que lespermitía beber mucho sin emborracharse, yconsistia en tomar al principio de la comida, unvaso de aceite que impidiera la absorción delalcohol en el estómago y en el intestino. Estaasquerosa costumbre estaba en vigor en otrotiempo, y no sé si dura aún hoy dia.

No deja también de tener su influenciaba tem-peratura exterior. Recuerdo que estando en

N.° 219 CARLOS EICHET.—LOS VENENOS DE LA INTELIGENCIA. 565

Egipto durante el mes de Setiembre, con un ca-lor verdaderamente tórrido, me bastaba tomarmedio vaso de vino de Burdeos diluido en agua,para aturdirme, y si no me hubiera observadoatentamente y hubiera continuado bebiendo,aunque no fuera más que agua simplementeteñida, esto podría haberme acarreado des-agradables consecuencias. Quizá es debida estapotencia exajerada del vino á que el alcohol sevolatiliza rápidamente á una temperatura de40 grados, pero la esplicacion no es muy sa-tisfactoria, pues cualquiera que sea la tempera-tura exterior de la sangre, permanece casi inva-riable. El efecto repentino del irio exterior, estambién digno de notarse. Así un hombre quese levanta de la mesa, nada más que aturdido,puede, si se expone á un aire helado, sentir depronto los efectos de la embriaguez. Es de supo-ner que esta acción inmediata del alcohol seadebida á la supresión brusca de la perspiraciondel alcohol por la piel y los pulmones. Por estarazón, como hace notar el Dr. Buril], los mon-jes del monte de San Bernardo, no dan de beberá los viajeros más que cafó.

De todo lo precedente, podemos deducir queel alcohol en pequeñas dosis sobrescita ciertasfacultades intelectuales/ la imaginación, la' me-moria, la asociación de ideas, pero paralizaotras, con especialidad la voluntad, la reflexióny el juicio. Sin embargo, á una dosis mayor,todo rastro de inteligencia ha desaparecido.Cuando el viejo Sileno está tendido en el suelomedio muerto, y roncando en el lodo, excita lacompasión y el desprecio, i' ¡Oh que monstruosabestia, hela aquí que yace como un verdaderopuerco! ¡Oh muerte asquerosa, qué horrible ydespreciable es tu imagen! M A la exaltación haseguido una depresión profunda, un verdaderocoma, según el tecnicismo. La insensibilidades completa, ninguna escitacion exterior puededespertar al desgraciado que está como muer-to. De este modo se han podido llevar á cabooperaciones nodoloroBas como con el cloroformo,y Montaigne refiere sobre este particular histo-rias demasiado picarescas para repetirlas aquí.Este período de anestesia completa está muylejos de ser inofensivo, y *á veces se han vistocasos de muerte en el período comatoso de laembriaguez.

De esta suerte se suceden los fenómenos enla mayoría de los individuos; pero en algunos,

entre el período comatoso y el de excitación,hay á veces un estado bastante grave, que losantiguos autores han llamado embriaguez con-vulsiva. "Apenas pueden diez hombres, dicePercy, apoderarse de esta especie de loco furio-so. Su mirada es sombría, brillan sus ojos, seerizan sus cabellos, sus gestos son amenazado-res; crujen sus dientes, escupe al rostro de losque le rodean, y lo que hace este espectáculomás asqueroso aún, es ver cómo trata do mor-der los que á él se acercan^ arañándose y clavan-do sus uñas en todas partes, rascando la tierra,si tiene las manos libres, y lanzando aullidosespantosos si puede escaparse, n A este terribleperíodo de la embriaguez es al que hay que re-ferir los crímenes y los asesinatos llevados ácabo por los borrachos. Los que se embriagande este modo, son tan irresponsables como loalocos, y el delirio que ha descrito Percy, esenteramente igual al de los maníacos. (1) Por lodemás, esta forma de la embriaguez no sobre-viene más que en los desdichados que tienen lasangre viciada por excesos alcohólicos anterio-res, y uno de los accidentes más temibles delalcoholismo es este delirio furioso que, proce-den de un nuevo esceso en la bebida, aun cuando éste sea relativamente menor á los que lehan precedido.

En efecto, la acción del alcohol no originaen un corto tiempo una rápida intoxicación,sino que puede, prolongando su uso ó su abusodurante algún tiempo, llegar á ser una intoxi-cación crónica que perturba todas las funcionesde nuestros órganos y acaba por alterar todoslos tejidos. Al propio tiempo que los demás sis-temas orgánicos, el sistema nervioso se altera yparticularmente el encéfalo. Las exactas expe-riencias que se han llevado á cabo en animales,á los que se les mezcla los alimentos con al-cohol, han demostrado que el cerebro absorbía

(1) Aliundaml» en parte en estasjideas, nuestro Códi"go considera como una de la» circunstancias atenuantesla embriaguez; perú sin embargo hace la aclaración doque no fea habitual ó posteiior al proyecto de cometerel delito. Como se comprende por lo expuesto, la embriaguez se puede considerar como un verdadero estadode perturbación mental; y por lo taLto, debiera eximir-se de responsabilidad a los infelices que cayeran en esteestado. I\ r otra paite, se hace necesaria la adopción d»medidas por los gobiernos que repriman estos escesos,los cuales, conviene empero hacer constar n» se impidencomo lo pretenden los ingleses, considerando en los de*Utos la embriaguez como circunstancia agravante.Afortunadamente son pocos los paíxes que tal hacen,(N. del T.) *

566 REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1878.

una cierta cantidad de esta sustancia, á conse-cuencia de la afinidad electiva que ciertos teji-dos tienen para determinados venenos, de suer -te que se puede, despue3 de haber sacrificadoperros intoxicados de este modo, tomar su cere-bro y sacar de él, por destilación, una ciertacantidad de alcohol. Si se continúa la experien-cia durante mas tiempo, estos infelices perros,involuntarias víctimas de la embriaguez, pier-den á la larga la inteligencia, se hacen inquie-tos, tristes y agitados. Según M. Magnau, tie-nen verdaderas alucinaciones; hay momentosen que se creen perseguidos; corren asustados,aullando y tratando de morder en el vacío.Otras veces, durante la noche, lanzan quejidosy tiemblan con todo su cuerpo, como si tuvie-ran delante horribles fantasmas.

El temor y la tristeza: tales son también enel hombre los rebultados del envenenamientocrónico do la inteligenc a por el alcohol. Pare-ce que por una especie de legítima venganza, lanaturaleza hace espiar Jas alegrías de la em-briaguez con los terrores del alcoholismo. Pri-mero no hay más que un sentimiento vago detristeza indefinible, que se trata de combatircon nuevas dosis de veneno. Poco á poco au-menta esta tristeza: por la noche, en el momen-to en que ni se duerme ni se está en vigilia, apa-recen fantasmas de formas repulsivas, pero maliluminados. No son aún verdaderas alucinacio-nes, son ilusiones tan sólo, pero llega el mo-mento de las alucinaciones, y surten formas as-querosas, animales inmundos, ó aun objetosaterradores tomados de] dominio de la vidareal. No se podrá tener una idea más completade esta forma de delirio, sino leyendo las obser-vaciones médicas recogidas en los enágenadospor el alcoholismo. Bastará citar una, tomada deMagnan; j como todas las observaciones se pa-recen, se juzgará muy bien con este solo ejem-plo de la forma más frecuente del delirio alco-hólico. Se trata de una mujer de cuarenta ycinco años, que bebia hacia ya mucho tiempo.

"Una vez apagada la luz, vuelven á aparecerlas alucinaciones en la oscuridad, trata de diri-gir su atención á otros objetos, trata de dormiry cierra los ojos: pero es en vano; de repenteoye la voz de sus padres, los gemidos y gritosde su hija á quien arrastran vé telas de ara-ña en la pared, cuerdas, redes con mallas queBe estrechan y se alargan; en medio se presentan

bolas negras que se hinchan, disminuyen, to-man la forma de ratones y gatos que pasan átravés de los hilos, saltan á la cama y desapare-cen. Vé, además, pájaros, caras gesticulantes,monos que corren, avanzan y se meten por lapared; pollos que trata de coger, y huyen; entodos los tejados de las casas próximas aparecenhombres armados de fusiles, á través de un agu-jero de la pared vé el cañón de un revólver di-rigido hacia ella; incendios por todas partes;húndense las casas y todo desaparece. En mediode e ite tumulto, vé que asesinan á su marido yá sus hijos que tocan á fuego y piden socor-ro; oye las campanas, música, el ruido de ur.amáquina al lado de su cuarto, y después cánti-cos y gritos confusos. De cuando en cuando, in-mensas llamaradas de fuego, diversamente colo-reado, iluminan el horizonte.n

A veces estas alucinaciones son tan espanto-sas que obligan, por decirlo asi, á estos desdi-chados á matarse. Nada más común que el sui-cidio de los bebedores. Según Brierre de Brois-mont, en un total de 4.595 casos de suicidio,hay 530 por embriaguez, as decir, próximamen-te una novena parte. Se vé, pues, que la propor-ción es considerable, siendo, además, una de lasmás graves consecuencias sociales del abuso delas bebidas alcohólicas.

Estos frecuentes efectos del'alcohol, son muyconocidos, y sin embargo, ¿cómo se dice que entodos los climas y en todas las épocas, el hombretiene tan grande amor á este venenoí Quizá enel único animal que tenga paaion por las bebi-das fuertes.

Apenas pueden citarse algunos casos escepcio-nales de monos ó de perros que consientan bebersustancias mezcladas con alcohol, hallando en ellocierto placer, mientras que para el hombre, estoes en general y no sufre casi ninguna escepcion.Esto depende, de que el hombre es desgraciado ynecesita olvidar. A veces, la realidad de la vidaes cruel y hállase entristecida por las fatigas, laspenas, los desvelos; tan pronto ¿vemos á obre-ros de las grandes villas estenuados por la. mise-ria y dedicados á los trabajos más rudos, comolos habitantes de las finas nieblas de Escocia y dela Noruega ó de las heladas estepas de la Rusia,y por fin, desgraciados salvages de inteligenciadébil, que luchan con el hambre y se inclinan ba-jo el pesado yugo de un déspota, todos miserables,oprimidos, doblando la cabeza ante su destino.

N.° 219 CARLOS RICHET.—LOS VENENOS DE LA INTELIGENCIA 567

Tienen no obstante el medio de suatraerse á estaservidumbre, algunas gotas de este cordial, hacenolvidar todas las penas. La miseria, el frió, elhambre han desaparecido: se sentirán fuertes ypoderosos; olvidarán los sufrimientos de ayer,noles preocuparán los de mañana, y con el alcoholque los embrutece, les parecerá que vierten ensus venas salud y felicidad. (1)

De modo que en los países miserables y en losclimas frios, en que la pobreza es tan cruel, esdonde el alcoholismo hace más estragos., porejemplo, en Inglaterra. Allí, la embriaguez hallegado á sor un azote social. En un millón depobres socorridos por la caridad pública, habiaen 1865, 800.000 borrachos. Las bebidas quesirven para el consumo diario son, sobre todo, olwihiskey y el gin. El wihiskey, es el producto dela destilación del trigo ó del centeno fermenta-dos. El gin ó ginebra se obtiene por la destila-ción del aguardiente de grano en bayas do ene-bro. Añadamos á estos los vinos de Francia yEspaña, la maj oría de ellos averiados, el porter,fílale y el slouí, cervezas muy ricas en alcohol.En los Estados-Unidos, donde el gusto del al-cohol no es menor que en Inglatera, además delwihískey y el gin se bebe el brandy producido porla fermentación de las batatas, coloreadas concaramelo, rom y tafia, (2) que se obtiene me-diante la fermentación de la melaza.

En Suecia el alcoholismo hace grandes estra-gos. Según las estadísticas, cada habitante, excep-ción hecha de las mujeres y los niños, consumeunos 100 litros de alcohol al año. Los domingosen las aldeas, es muy raro hallar alguno que noesté borracho. Sin embargo, los Suecos formanun pueblo laborioso, instruido, y uno de losmás honrados de Europa. En Kusia el consumo

(1) Recientemente en una obra muy extraña bajotodos eoBceptos, en el Assommotr (") de M. Zola,están descritos los efectos del alcohol con muchos deta-lles. Los males que origina están representados en todo

u cínico horror; miseria, prostitución, el libertinaje, elcrimen mismo: tales son las consecuencias del alce holis-mo y de la embriaguez. Así que, si en el libro de M. Z >la, lo grosero del lenguaje no cubriera con denso velo eltalento del autor, no podría este libro considerarse comoenteramente inmoral.

(2) En las Indias se llama cachaza á este agnardiente. (N. del T.)

(*) Obra recientemente publicada en Francia, j que coma apre-ciarán nuestros lectores, tiene un titulo poco menos que intraduc-tibie. Pertenece, según dicen, a un género realista, llevado i, lamis repugnante perfección, y enteramente nuevo, (ü. iel T.)

del alcohol es enorme, y desgraciadamente pro-pagan los arrendadores del impuesto. Ademásde los aguardientes de grano como el vodki y elhmttiel hay algunas otras bebidas alcohólicasmuy extendidas: el brega ó cerveza blanca, elsymorodi ó vino del abedul ó álamo blanco'producto de la fermentación de la savia de estaplanta. Los Tártaros del'Este beben leche deburra fermentada, lioor muy alcohólico, cono-cido con el nombre de< koumys. Por el Contrarioen los climas templados y en las regiones delSud de Europa, la embriaguez es un vicioraro.

Los Españoles sonde una sobriedad proverbial.Los Griegos, los Italianos y Turcos no se entre-gan sino muy rara vez á los excesos de la bebi-da. En Francia, por fortuna, el alcoholismo noestá muy extendido. Completamente raro en elSud de Francia, es más común en el Norte, es-pecialmente en Bretaña, Normandia y Flandeá.En suma, los excesos de la bebida matan cadaaño por término medio, 50.000 personas en In-glaterra, 40.000 en Alemania, 26.000 en Rusia,4.000 en Bélgica j solo 2.000 en Francia.

Los pueblos sometidos á la esclavitud, ó quehan emigrado para subsistir, son rara vez sobrios;beben para olvidar sus males. Los Irlandeses ylos Polacos están en este caso, y de todos lospueblos europeos, son quizá los más dados á laembriaguez. En Asia loa Chinos son general-mente bastante sobrios entre sí; pero cuandoemigran, bien á los Estados-Unidos, bien á Co-chinchina, bien á las Indias, ora á las diversasislas^el Asia oriental, se emborrachan frenéti-camente y beben aguardiente de arroz ó aguar-dientes de grano, que los Anglo-Sajones, pococelosos de la moralidad, venden á bajo precio.

Es curioso conocer hasta qué punto los pue-blos salvajes ante la civilización europea, hantomado inmediatamente á esta lo que tenia demás pernicioso, es decir, el uso de los licoresfuertes.

En América los indios Sioux, en Australialas miserables tribus del interior, consumengrande» cantidades de agua de fuego; hacien-do el mal en ellos tan espantosos progresos,que estos pueblos desaparecerán muy prontoante sus invasores, En todas las costas del Áfri-ca, en Guinea, en el Congo, en el Cabo y enAbisinia, los comercios europeos expenden á losindígenas licores fuertes que destruyen sus trí-

568 BEVÍSTA EUROPEA..—5 DE MA.YO DE 1878 . N.° 219bus. El aguardiente de mijo, de miel, los vinosde palmeras, dátiles y banano no les bastan;necesitan aguardientes de grano europeos. Estospueblos niños, que no^saben ni moderar susdeseos, ni sujetar sus pasiones, se emborra-chan con verdadero furor, y no están satisfe-chos mas que cuando caen como muertos. SegúnMr. Picqué, los de Taití ignoraban casi el usode loa líquidos alcohólicos, pero habiéndoles en-señado los europeos á fermentar los frutos delpaís, tuvieron una pasión desenfrenada porla alegre embriaguez que originan estos lico-res.

Desde entonces sometieron á la fermentaciónel jugo de las naranjas, de las manzanas, delananás y de una porción más de frutos. Mr. Pic-quó, refiere también el ejemplo de los LaponeseBdel Finmarch que no conocian tampoco el artede la destilación, pero cuando ahora vienen á lacosta, lo primero que piden á los marineros, esaguardiente, recogiéndole después medio muer-tos en todos los hoyos de la playa.

Entre las numerosas bebidas alcohólicas que seemplean por el hombre para pervertir au inteli-gencia, no hemos hablado aun del absintio. Yefectivamente, esta sustancia no obra solamentepor el alcohol que contiene, sino también porla esencia de ajenjo que aun á débil dosis esun temible veneno. Lo que diferencia el absintiodel alcohol es que en lugar de obrar solo sobroel sistema nervioso encefálico, actúa tambiéncon gran rapidez sobre la médula espinal, produ-ciendo temblores, accesos convulsivos epilepti-formes y á la larga ataques de epilepsia. Parecesin embargo, que produce una especie de em-briaguez especial, el mismo sentimiento de satis-facción y de bienestar que el alcohol, siendomás marcados los efectos de beatitud é hiperi-deacion con aquél que con éste. Quizá hay queatribuir la sensación de calor y de bienestar quproduce el absintio á su acción sobre la médulaespinal: pero en todo caso, esun veneno enér-gico cuyos efectos prolongados son funestos parala inteligencia más rápidamente que los del a l -cohol, como lo han demostrado las curiosas in -vestigaciones de M. Magnan. Asíque el ajenjoabsintio debería excluirse por completo de laalimentación pública, mientras se pudieratratarde hacer lo mismo con el alcohol. Este es unestimulante excelente que á una dosis moderadaes agradable y hasta útil. Es un alimento repa-

rador, y además un medicamento tónico cuyaeficacia es incontestable, pero ¡qué débiles ven-tajas junto á sus perjuicios!

CÁHLOS RICHET .

Traducción de M. Tolosa Latour.(Continuará.)

DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA*

XIX

En presencia de semejantes resultados, conoei -dos por toio9, ¿cómo no hemos de pensar en lasventajas que el Estado ha podido obtener en elporvenir, por medio de alguna sabia combinación,en la cual figure como uno de los elementos la ren-ía'i Sin embargo de todo, tales rebultados, quetanto preocupan la imaginación, sobre todo en lasgrandes ciudades, no tienen relativamente en laecmomia general la importancia que se supone,como vamos á ver.

Para mucho3, y Ricardo ha contribuido á que sereformara esa opinión, la renta aparece como unamarea, que suba incesantemente en perjuicio delos trabajadores, puesto que amenaza sus remune-raciones con indefinida disminución.

"La renta y los salarios, dice Ricardo, tiendenusiempré al alza en un estado de acrecimiento pro-ugresivo delariquaza. y de la población. Pero en" fcre el alza de la renta, y la de los salarios hay unaitdiferencia esencial. La primera, estimada en mo-,,neda, va acompañada de una parte más conside-nderable de productos; el propietario territorialuno sólo recibe más dinero en efectivo de su arren-udatario, sino también más trigo, y por cada uni-iidad de él le darán mayor cantidad de Ia3 mer-ncancías que no hayan subido de valor. La suertendel obrero será menos feliz; recibirá, es verdad,urnas dinero por su salario: pero le darán por éllimónos trigo; y no sólo tendrá menos de éste á sundisposicion, sino que empeorará de bienestar ba-njo todos aspectos, por la mayor dificultad que en-iicontrará de conservar el precio corriente de losusalarios sobre su precio natural. Cuando el pre-ucio del trigo suba el 10 por 100, los salarios ha-nbrán subido siempre en proporción menor; y la«renta, por el contrario, en relación mayor. Lancondicion del operario empeorará en general, alnpaso que la del propietario territorial habrá me-njorado.H Principes de I' Economie politique et deV impot, ch. 5.°.

Tan sombría profecía y otras parecidas, han va-

(») Véanse loa números 213, 314, 215, 217 y 218, pi-ginaa 370,405, 439,504y526.

N.° 219 X...—DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA. 569lido á Ricardo el bien merecido nombre de Teóricode la miseria. Si hubiéramos de creerle, no tendríael mundo otro refugio que el comunismo, contratan desconsoladoras perspectivas del porvenir, yseria prec^Oj urgentísimo, que adoptáramos susprincipio»; no por eso dejaríamos de marchar conrapidez en busca de la miseria: pero al fin ten-dríamos el consuelo de librarnos, cuando monos,del humillante espectáculo de una desigualdad,contra la cual ni la inteligencia, ni la actividad,ni la energía podrían prevalece". Semejantes pro-fecías, felizmente, si bien agenas á toda conve-niencia social, razón suficiente para anatemati-zarlas, carecen completamente de base racional.Su autor ha sido conducido á e'las por un errorpuramente doctrinal. El hecho sólo de las des-igualdades de potencia productiva, yjde posiciónrespectiva del instrumento tierra, no le ha pare-cido suficiente para explicar el fenómeno renta, ypor eso ha imaginado la teoría del cultivo sucesivode las tierras de 1.a, 2.a, 3.a, ete. calidad, á medidaque la población aumentaba. Bajo ese punto devista, se comprende bien' su profecía; y si fueraexacta, ssria preciso, en efecto, que los productosagrícolas aumentasen constantemente de precio enprovecho de los rentistas y en perjuicio de losasalariados.

Esa teoría de las causas de la renta, más bienque de la renta misma, ha sido combatida victo-riosamente, como dejemos indicado,-por M. Oarey,y puede verse en su libro titulado: El pasado, elpresente y el futuro; nadie que haya leído este libropuede admitir que las tierras más fértiles de nues-tros dias, ni las que dan productos monos costo-so3, lo cual para Eicardó es igual ó equivalente,hayan sido cultivadas las primeras. Este solo hechonos libra, en parta por lo monos, de las sombríasperspectivas de la miseria ineludible, fatal: pero,solo en parte decimos, porque ese hecho no des-truye enteramente la hipótesis fundamental, deRicardo, á saber: que el precio de los productosagrícolas, particularmente las sustancias alimen-ticias, aumentan siempre como la población. Estahipótesis no carece de algún fundamento, es ver-dad, pero vamos á ver que no autoriza las sinies-tras consecuencias que de ella deduce Ricardo.

Ninguna idea tenemos de lo que el hombrepudo ser en el momento de su aparición sobre elglobo que habitamos. Todo cuanto se ha dicho ypueda decir sobre el particular, no puede admitir-se, creemos, sino como meras congeturas de muyescaso alcance científico; sin embargo, podemosimaginar sin temeridad, y apoyándonos en lo queaún vemos hoy, que, bajo el gunto de vista eco-nómico, el hombre no se diferenciaba entonces delos demás animales, y no tenia otros medios de

lubsistencia, que no fueran frutos espontáneos dea naturaleza; y añadiremos con este motivo, por

cuenta propia, que no es difícil ver que la natura-leza jamás tuvo por él esa solicitud maternal deque plugo hablar con tanta insistencia, así á lospoetas como á los místicos de antaño y de hogaño.No puede admitirse que haya producido exprofesopara él los frutos y I03 animales qne aprovechapara su alimentación y abrigo, puesto que en talcaso, su presencia solo bastaría para qua la tierrase presentara fértil, fecunda, sin verse obligado élá escogerla; además, la tierra no multiplica susdones, á medida que se multiplica la especie hu-ma ia; por el contrario, los disminuye progresiva-mente, cuando el hombre los consume sin reno-varlos por sí mismo. Esto no es dudoso respectoá los animales, que huyen de los lugares que ha-bitamos, y cuyas especies van en disminuci n;esto no es dudoso respecto á los frutos cuando,con la imprevisión que caracteriza al hombre delos tiempos remotos, cortaba el árbol por el piépara cojerlos; ha sucedido también que las pro-ducciones espontáneas de la naturaleza no le hansido suficientes, no ya para multiplicarse, sinopara conservarse siquiera, viéndose el hombreobligado á renovarlas por sí mismo, por medio deun trabajo muy diverso ya de la simple cosecha,la caza ó la pesca.

Este nuevo trabajo en su principio, no pudo sersino un simple concurso para ayudar á la natura-leza á multiplicar sus producciones primitivas:pero ha tomado cuerpo é importancia con la suce-sión de los tiempos; per consiguiente, ha dismi-nuido en proporción el concurso de la naturalezaen los resultados que produce; más tarde apareceya el hombre realmente creador, puesto que pro-duce cosas paialas cuales no concurre la naturale-za sino con las primeras materias, y aun para esoexige el ser solicitada por el hombre. Pero, entodo caso, el trabajo propiamente dicho, por po-deroso que sea, no es sino un concurso con la na-turaleza; sólo que ese concurso es más ó meaosindispensable, mayor ó menor, y á veces tan gran-de que no se percibe el de la naturaleza, por de-cirlo así; y se puede afirmar de una manera gene-ral que aumenta progresivamente con la civiliza-ción. Bajo ese punto de vista, Bastiat, en el capi-tulo Necesidades del hombre, de sus armonías, pá-ginas 63 y 64 dice: "No me atrevería á establecerii esto como una regla absoluta, pero me parecenque, á medida que se sube por la escala de Ia3..necesidades, disminuye la cooperación de la na-uturaleza, y deja más lugar á nuestras facaltades.uLa utilidad se comunica, unas vecas por la na-nturaleza sola, otras por trabajo sólo, casi siempreiipor la cooperación de la naturaleza y el trabajo..,

570 REVISTA KUBOPEA.—í> VE MAY» DE 1878.

• i Para poner una cosa en su estado completo deuutilidad, la acción del trabajo está en razón in-iiversa de la acción de la naturaleza.»

A esa producción, mancomunada entre el hom-bre y la naturaleza, es debido el aumento de valorde ciertas productos, que ha impresionado tanto áM. Kicardó. Debe tenerse siempre presente, queel valor, bien que no sea en todo caso proporcionalal trabajo, procede comunmente de él, y es tantomayor en general, cuanto más trabajo ha costadola riqueza, cuya medida expresa, ó, lo que viene áser lo mismo, cuanto mayor es el concurso delhombre con la naturaleza, al producir esa riqueza.Este concurso de la naturaleza, es más patente enla agricultura que en ninguna otra industria; asíque, si comparamos productos, como trigo ó raci-mos, con agujas ó relojes, por ejemplo, nos seráfácil probar que el concurso de la naturaleza esconsiderablemente mayor en la producción de losprimeros; lo cual nos dice que la industria huma-na tiene más pai te en la producción de los segun-dos. Por eso una aguja, á pesar de su extrema ba-ratura, tiene, dadas las proporciones, mucho másvalor que el trigo ó el racimo; y con mayor razónun reloj; pero no sucedería eso, si tuviéramos ne-cesidad de producir industrialmente muchas delas partes que el análisis químico encuentra en eltrigo y en el racimo.

Pero si el valor resulta del trabajo, si el princi-pio de distribución quiere generalmente que esevalor vaya al trabajador, ¿cómo podremos admitir,por seguir á Ricardo, que el aumento, continúe óno, del valor de las sustancias alimenticias engen-dre la miseria de los trabajadores? Dos considera-ciones han debido extraviar, á nuestro juicio, áRicardo: la primera, que no procedia de él, puestoque dominaba la opinión; esto es, que el régimenindustrial de la época engendraba la miseria; lasegunda, procedia exclusivamente de él, esto es,que para obtener su alimento la sociedad, comen-zaba invariablemente por cultivar las tieras másproductivas, para cultivar más tarde, á medida quela población aumentare y por grados, las monos pro-ductivas. Ambas consideraciones son falsas. El er-ror de la primera lo ha demostrado- posteriormenteM. Charles Dunoyer, y el de la segunda, M. Carey;nosotros, á nuestra vez, esperamos poder hacer des-aparecer hasta sus últimos vestigios.

Si el trigo vale menos que el reloj, consiste enque el concurso de la naturaleza es proporcional-mente mucho mayor en la producción del trigo queen la del reloj; lo cual quiere decir, que el concur-so de la naturaleza es comunmente gratuito. Asíes, en efecto, y la apropiación exclusiva del sueloen nada se opone á ello. En un país nuevo en tier-ras vírgenes, como suele decirse rulgarmente, laa

sustancias alimenticias se obtienen por términomedio con menos trabajo y valen poco; no difieren, sin embargo, sensiblemente de los productosde la misma especie de los países antiguos. Es cla-ro, la naturaleza concurre proporcionaría ente másá la producción en aquellos que en estos países;y como su concurso es gratuito, valen menos v,aproductos. Sabido es que el ganado tiene muy po-co valor eu las pampas y en las savánas del NuevoMundo, y aun le tendría mucho menor si sus pro-ductos no se consumieran en su mayor parte enEuropa, lo cual es debido á que k naturaleza,casi por sí sola, provee á su propagación y soste-nimiento; por la misma razón v;ilí:m antes monosen Europa esa misma clase de productos, esto es.porque costaban menos trabajo. Adam Smith haescrito uno de sus más luminosos capítulos sobreeste particular. Daremos algunos extractos:

nHe procurado hacer ver, dice, que todas las"especies de productos brutos, como el ganado, la"volatería, la caza de todas clases, los fósiles, los"minerales, etcétera, se encarecían á medida que"la sociedad se enriquecia y mejoraba su indus-tria... No es solo el precio nominal el que sube,"sino también el real en proporción al progreso"del país. El alza de su precio nominal no e9 el"efecto de una degradación en el valor de la mone-"da, sino el efecto de un alza en el precio real.

"Se pueden dividir en tres clases los diferentes"productos brutos: la primera, comprende los pro-ductos en que es nula ó casi nula la influencia de"la industria humana; la segunda, los que sepue-"den multiplicar en proporción de la demanda; la"tercera, aquellos, sobre los cuales la industria"humana tiene un poder limitado ó incierto."

iiLa primera consiste en aquellas cosas que la"naturaleza no dá sino en cierta cantidad; y que,"siendo muy perecederas, no pueden acumularse"durante mucho tiempo. Tales son la mayor parte"de las clases de pescados, de aves raras y singula-res ; muchas especies de caza, casi todas las aves"salvajes, (particularmente las de paso) y otras"muchas cosas. A medida que crece la riqueza y"su compañero el lujo, la demanda de estas cosas"debe verosímilmente crecer al mismo tiempo, y"no hay esfuerzos de la industria humana capaces"de aumentar el aprovisionamiento de tales cosas,"muy superior á lo que era antes del acrecenta-"miento de su demanda.»

"La segunda consiste en aquellas plantas y ani-i.males útiles, que tienen poco ó ningún Jvalor, ynque, á medida que el cultivo se extiende, ceden,,el terreno á productos de más importancia. Du-iirante un largo período en la marcha de la civili-nzacion, la cantidad de los productos de esa claseuva siempre en disminución, al paso que, al mismo

N.° 219 J. ANTONIO PAZ.—AYALA. 571

iitiempo, su demanda va siempre en aumento. Su••valor real se eleva por grados, hasta que, andan-iño el tiempo, llega á tal altura, que constituyenuna producción más de la industria humana so-nbre los terrenos más fértiles y mejor cultivadosi,quizás. Cuando llega á semejante altura, apenas,,puede subir más; puesto que, en otro caso, sede-ndiearian á ella más terrenos y más industria, á finudeaumenfcar su producción. Por ejemplo; cuando elnprecio del ganado se eleva de tal modo, que dejeii tanta ganancia cultivar la tierra para pastos, co-nmo para sustancias alimenticias del hombre, ese,iprecio no puede subir más; de lo contrario, unangran parte de las tierras de pan llevar, se con-Hvertirían en prados. La extensión del cultivondisminuye la cantidad de pastos naturales, y pornconsiguiente la cantidad de carne que el país pronducia antes sin trabajo ó cultivo, y al mismontiempo, esa extensión de cultivo aumenta laii demanda da carnes, puesto que aumenta los po-nseedores de trigo, ó de su precio, para darlouen cambio de carne; el precio pues, de la carne,,,y por consiguiente del ganado, debe elevarse por11 grados hasta que haya tanta cuenta en emplearnías mejores tierras en pastos, como en alimentosupara el hombre...

"La tercera clase, consiste en esas especies da"productos brutos, que son, por su naturaleza,"como accesorios de otra especi;; de manera que"su cantidad ha de hallarse necesariamente limi-"tada por la cantidad de la especie principal, por"decirlo así. La cantidad de lana ó de cueros cru-"dos, que un país producá, está necesariamente"limitada por el número de ganado, mayor y me"ñor, que mantiene, y este número está determi-"nado necesariamente por el estado de adelantos"en él, y por la naturaleza de su agricultura, n Ri-chesse des nations, lib. 1.° ch. 11.*

Adam Smith, con ese gran poder analítico quese encuentra pocas veces en sus discípulos, acabade mostrarnos el por qué ciertos productos agrí-colas aumentan de valor con los progresos de lacivilización y de la industria, que es el fenómenosocial que ha preocupado más á Ricardo: pe:o nosmuestra Smith al mismo tiempo, que ese aumentode valor tiene un límite perfectamente definido,fuera del cual carece de razón de ser Asi, pues, sila renta se elevase, á consecuencia del alza de losproductos, cuando el alza de estos cese, cesará nece-sariamente la de la renta; y aún añadiremos quedebe disminuir.

X...(Continuará.)

A Y A L A . <*>

Por los años 1850 á 1851, apareció t « repente enMadrid con grandísimos humos de poeta y áua degalán, y aun de ambicioso, un mozo de poco máade veinte años, oriundo de una familia extremeña,más distinguida que rica.

Era el tal de estatura poco más que mediana,de buena planta y proporciones, aunque algo máacabezudo do lo que en rigor eorrespondia á su ta-lla: tenia las facciones más expresivas y noblesque correctas; enormes ojos garzos, espeso entre-cejo, frente más bien dibujada que alta y ancha,coronada de espesa y un tanto revuelta melena decolor castaño más bien claro que oscuro. Teniala voz fuerte, los ademanes resueltos, el habla fá-cil y ceceosa. Todo el conjunto ele su persona res-piraba inteligencia y fuerza y despertaba simpa-tías.

(*) El hombre que, hace dos semanas apenas, trazabapenosamente estos renglones desde el leoho donda lotenia suj eto una prolongada y horrible enfermedad, habajado al sepulcro antea de la pablicacion de tu últimotrabajo; el cual, aun estando lleno de expontaneidady discreción, es bien débil muestra del poderoso talentode D. José Antonio Paz. La muerte no ha dado tiempoá su joven autor (tendría ahora unos treinta y tresaños) ni aún para ver las pruebas de su artículo, liman-do al pago las incorrecciones que el amigo de Paz, en«cargado de hacerlo, se cree obligado á respetar, pues,á su parecer, si los enemigos de un escritor deben incli-narse ante las bellezas de sus obras, los amigos deben,cuando menos, respetar sus Iunaies y gmr.larse deintentar lo que, con el nombre de corrección, puederesultar nuevo, irremediable y calumuioso defecto.

t). José Antonio Paz (y esto puede asegurarse desdeahora porque, entre ot'as cosa», el tomo de poesías queya estamos coleccionando alguaoa de sus compañeros yadmiradores, lo demostrará en breve), era un notabilísi-mo autor dramático, un profundo pensador y un poetade la buena raza, cuyas obras i medio hacer, cuyosversos sin limar, y escritos en su mayor parte sin pensaren el público bastan y sobran para asegurar á su autoruna reputación semejante á la del menos malogradoGustavo Alolfo Becquer.

Paz ha muerto tan desconocido como pobre y dejan-do en «1 mundo dos hijos, de los cuales el mayor aunno ha cumplido dos años. Gran ocasión se presenta alas personas caritativas y con poder ó con fortuna paradarse el mayor placer de la tierra, el único que siem-pre honra y nunca hastía: el placír de hacer bien.Ayala era el ídolo literario de Paz, que se sabia de me-moria El hombre de Estado y SI tanto por ciento. Loúltimo que ha salido de su pluma, ha sido este artículo,en que sólo se habla de su mis querido poeta.

0. C.

REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1 8 7 8 . N.9219La fortuna, que es mujer, jamás niega sus fa-

vores á hombres de tan brillante exterior, aun-que no valgan lo que en realidad valía éste. Lle-gar y vencer, fue para él todo uno. Traíalo desdeSevilla, donde hasta entonces habia cursado leyescon niugun'aprovechamiento, según parece, perono sin adquirir fama de despejado y revoltoso;traíalo desde Sevilla, decimos, el propósito de ha-cer representar un drama en cuatros actos y enverso; con cuya representación se prometia confir-mar y hacer públicas y famosas en toda Españalas dotes de poeta de que ja en Andalucía habadado de vez en cuando felices muestras en com-posiciones, ora impresas en periódicos, ora circu-ladas manuscritas entre amigos y compañeros deestudios.

Quiso leer el drama una señora parienfca delpoeta; llevóselo éste á su casa, y algunas horas más tarde el feliz manuscrito era ojeado coninterés por el omnipotente ministro conde de SanLuis, protector celebérrimo de literatos, y funda-dor de aquel Teatro Español que duró lo que du-ran en España las protecciones oficiales: un mi-nisterio.

De manos del ministro pasó la obra á las del cé-lebre crítico D. Manuel Cañete, que informó de sumérito como la obra merecía y como de su buengusto era de esperar; y puesta al dia siguiente enlas de la junta censora del teatro Español, muypoco después, censores y actores se deshacían enelogioa de la obra nueva del recien llegado poe-ta; empezábansa los ensayos á toda prisa y elautor entraba anticipadamente en la auréola deluz de la notoriedad, rodeado de envidias, delisonjas y de esperanzas.

La obra al fin se estrenó.... Se estrenó, y casihizo fiasco para lo que de ella se esperaba, y se esperaba con justicia.

La obra se llamaba El homire de Estado, y suautor, D. Adelardo López de Ayala, quedó desde eldia siguiente al de su derrota, considerado por elmismo público que casi silbó en el patio y por lacrí tica y los literatos (entonces, como siempre, im-potentes contra el mal efecto de la representación)como uno de los más insignes poetas españoles,y como la más brillante esperanza de la escena.

Hoy, al cabo de más de 25 años de vida literariay política, abrumado por el peso de éxitos colosa-les, gastado por la elevación misma de los puestosá que lo llevan, de una situación en otra, las con-diciones de su carácter y de su talento; alejado porun silencio de 15 años, de la escena, origen de sureputación y de su fortuna; sin contar por todorepertorio más de una docena de obras, la mayorparte sin éxito en las tablas, sin haber sido nuncani como escritor, ni como político, verdadera-

mente popular, no hay en España reputación lite-raria más prestigiosa que la suya.

Los que son incapaces de apreciar sus verdade-ras y altísimas dotes, callan y se inclinan ante losfieros elogios de sus amigos, como ante artículos def é: y los mismos que no estaban seguros de quevolviese á salir de su silencio en su vida, se guar-daban de afirmarlo de una manera demasiado ro-tunda y aceptaban de buena gana como la más ve-rosímil de las resureccionea dramáticas en proyec-to, la que naciera del Levántale y anda, con que enun instante de voluntad incontrastable se dignaseAyala apostrofar á su dormido genio.

Que esto es verdad, todo el inmolo lo sabe; queesto sea milagro nada de extraño tiene, puesto qv. 3el genio siempre los hizo; pero este de que hablamos, tanto como milagro del genio, mereeia, dadaslas condiciones del poeta, llamarse, á semejanza delos de la comedia de Lope, Milagro del desprecio.

Más hábil, no sé si más sincero de3preciadordel aura popular que Ayala, no lo he visto en mivida. Nadie como él sabe resistirse á desplegarlos labios cuando todo el mundo espera que ha-ble; nadie como él sabe, cuando habla por fin, darvalor á lo que dice y á lo que antes ha callado.En honor de la verdad, una de las más preclarasdotes de su talento, el aticismo, es contraria á laimprovisación, á la popularidad, á la fecundidad.Ayala, cuyo talento ha cambiado gra dementecon los años, ha encontrado, desde el primer ins-tante, en su carácter y en su buena suerte, la in-tuición del arte de vivir y de exponerse al públi-co, manteniendo su personalidad constantementeconforme consigo misma á través de la más va-riada serie de circunstancias. La vida políticano ha sido tan exclusivamente perjudicial como sedice, á su fecundidad literaria. Manteniendo elbrillo y decoro de su personalidad, ha conservadoá su talento el brío y tersura que la oscuridad yfrecuentes reveses teatrales hubieran marchitadoacaso; ha ocupado su inteligencia de la maneramás oportuna y menos fatigosa durante los largosperiodos de reposo que la producción le pide; loha mantenido satisfecho de sí propio, respetableante los demás, bien quisto de todos, á pesar desu arrogancia, y en condiciones de demostrar yejercitar su apacible bonomía y el gusto con quetiende á sus compañeros y amigos una mano pro-tectora. Bien vale todo esto, para un poeta quemostró saber siempre que no basta tener talentopara demostrarlo, ni demostrarlo para que se re-conozca, el trabajo de llegar á ser ministro dos ótres veces.

Los reveses dramáticos de Ayala no acabaronen El homire de Estado. Los des Qvzmanes y otrasdo» obras más, cuyos títulos se nos escapan de la

N.° 219 JOSÉ ANTONIO PAZ.—AYALA. 573memoria en este instante, corrieron tr ste suertoen las tabas En todas ellas, aunque no en el gradode la primera (que quedará, á pesar de sus defectos,como una de sus obras maestras), hayrasgos notá-ble3.Su primer gran éxito ínéliioja. En esta obra,el autor aparece por primera vez conocador pro-fundo de las proporciones y de la estructura dra-mática. Obra breve y en que pasan pocas cosas,está admirablemente repartida, y—aunque hartomás pálida de es tilo que la primera y manos cince-lada, llena y correcta que las últimas,—ofrece unconjunto tal, que anuncia eu el autor un cambioy, en cierto modo, un progreso. El hombre de laexhubarante fantasía lírica empieza á eclipsarsellevándose consigo en parte (defecto general denuestros escritores, deque Ayalano se ha eximidopor completo), al vigoroso pintor de carácter queresplandece en la incorrecta y bien coloreada figu-ra de D. Rodrigo Calderón.

Esto de que la intensidad de la pasión y la ener -gía de un personaje hayan de ir en España con-densadas siempre en yersos magníficos, es tristecosa; pero hasta la hora presente casi irremedia-ble. Pintante, sí (Ayala lo ha hacho luego), carac-teres que se exhiben bien sin poatizar, paro nocaracteres grandes y poderosos. Rioja, en efecto, ápesar de su derecho á poetizar sobre las tablas(pue3to que en el mundo lo hizo con tanto acierto),resulta demasiado bondadoso, demasiado aptopara el sacrificio. Satanás no lo tienta, aquel Sa-tanás que á D. Rodrigo hace decir cosas tan mag-níficas y cometer villanías tan dramáticas. Satanáses un gran elemento literario (como que lo eshumano), y el sensible Rioja, más virtuoso peromenos viril que el marqués de Siete Iglesias, y queAyala mismo, interesa un poco menos de lo con-veniente. La obra, á pesar de esto, es bellísima.Otro á pesar bastante grave hay en «ste drama, yes el Conde-Duque, que vale menos que el Lermadé El hombre de Estado, debiendo valer muchomás. Un valido que lo es por tan largo tiempo co-mo Olivares, aunque como ministro lo haga muymal, como aquel lo hizo, es siempre hombre demás talento que resulta ser aquel Conde Duque.Ayala debia haber sabido esto desde la mismaépoca en que escribió el drama.

El año 1857, empezó Ayala su carrera po-lítica y se ganó una í-eputieion de orador, cuali-dad que ha cultivado luego de tarde en tarde lobastante para no perderla ni disminuirla (pareceque la delicadeza excesiva de su garganta es másque su indolencia, culpa de esta sobriedad orato-ria); y el mismo año 1357 se representó El tejadode vidrio, que comparte dignamente con El hombrede mundo, estranado dos lustros antes, la palma dela verdadera comedia de costumbres.

Bata obra ea un acabado modelo en su géne-ro. Los caracteres, que moralmonte valen poco, aonexcelentes bajo el aspecto literario: el desenlacefavorable al protagonista quita al final grandeza,lógica y moralidad; pasa allí algo un tanto estu-pendo en el cuarto acto, paro el conjunto resultadramático y bello, lo cual es siempre una gran de-fensa. Obris perfectas, no hay que buscarlas enel mundo: ésta, sin embargo, loes bajomuehos con-ceptos: no en verdad bajo el del estilo, que flojea contanta frecuencia como resplandece y despide chis-pas. La gran obra de estilo, el espejo inmaculadods todo el repertorio de Ayala y de todo el españolcontemporáneo (exeapcion hacha de El duelo ámuerte, de García Gutiérrez, su único maestro yrival en esta parte) es El tanto por ciento.

Con esta obra, de reputación superior hoy á todacrítica, corónase por completo la reputación lite-raria de Ayala. El público, en suserieion iniciadapor La Iberia, regaló al autor de El tanto por cientouna corona de oro. Diez y seis años trascurridosdesde aquel dia, parecian habsr quitado grano porgrano el oro de esa corona, (l)

El nuevo Don Juan (que, unida á la refundición deEl alcalde di Zalamea y dos zarzuslillris, una origi-nal, otra refundida dal mismo Calderón, es laiiltima obra original é importante de Ayala) apa-reció dos años después de El tanto por ciento. Elautor dice en la dedicatoria á Selgas, que la coms-dia fue zarzuela en un principio; añadiendo,—porcierto, con una malignidad que no por ser justadeja de chocar en un hombre de tan buena suerte,—"que será trajedia en el deseo de muchos.u Todo simundo sabia, antes que Ayala lo dijese, que la co-media habia sido zarzuela, porque ya en aquellaépoca las obras inéditas de Ayala disfrutaban elprivilegio de la más complsta notoriedad. Pero,sin estas circunstancias, nadie hubiese sospechadoel arreglo: tan distinto es el plan de la obra de loque suele ser una zarzuela, aunque la zarzuela seade Ayala. Hay en el segundo acto de esta obra, elmejor de los tres, unas décimas que serán inmor-tales, y muchas escenas en los tres actos que valenlo que las décimas. La obra, sin embargo, noconvence ni resulta artística. El autor ha queridosacar moralidad de un asunto que se rebela contraella. El protagonista se desmisnte á sí propio ácada paso para que el desenlace cuadre al propósi-to: aquel carácter no cabe en aquel cuadro. Elnuevo Don Juan que Ayala presenta ,no se deja burlar de la manera que allí pasa, sin llevarse al menosuna presa entre las garras. Aquel D. Segundo,

(1) Hace años que El tanto por ciento «stá traduci -do al francés. No sabemos si se ha representado. Oree-mo» que no.

574 REVISTA EUROPEA.—5 DE MAYO DE 1878 . N.° 219verdadera figura de segundo término, es el tipo,entre otros, á quien puede cuadrar lo de salirtrasquilado yendo por lana: pero ni Segundo, niningún segundón de igual estofa (por peligrosoque en la realidad pueda resultar) era digno de loshonores de comedia semejante. Esta falta de uni-dad entre el propósito y los recursos del poeta;este dualismo de carácter del protagonista, bona-chón é inerme á ratos, á ratos audaz y astuto y,en llegando el caso, desalmado y amenazante,erizan de escollos (imposibles de sortear con cons-tante acierto, ni aun por Ayala mismo) el desarro-llo de esta obra, á trechos, ya lo hemos dicho, ad-mirable.

El público no hizo tragedia de la comedia (ápesar del deseo de los muchos á que el autoraludía), lo que sí hizo, fue colocarla en rango in-ferior á El tanto por ciento. Ayala mismo no hu-biera hecho otra cosa.

La historia literaria auténtica de Ayala concluíaaquí; pero la que podemos en cierto modo llamarapócrifa, se prolonga hasta la hora presente.

Cuando Moratin, viejo, y achacoso y sin una solaescena de comedia manuscrita en la balija," se es-tableció por algún tiempo en Barcelona, el públicobarcelonés, agradecido á la preferencia que el autOTde El café daba á su ciudad sobre la villay corte,no contento con colmarle de atenciones (menos enboga entonces que hoy, aun para hombrea de lareputación de Moratin) decia de él, y Moratin loropetia con risa: "que tenia nada menos que 14comedias escritas y que todas las iba á extrenar enBarslona y ninguna en Madrid, n La picara inqui-na que los barceloneses de entonces, como los deahora, teuian á Madrid, disminuye en cierto modoel yalor de este milagro de fé en la fecundidadmoratiniana.

Más desinteresado en su entusiasmo por Ayala,el culto público español de nuestros dias, si no fijaen 14 el número de sus obras inéditas, es acasoporque encuentra más grandioso, al par que másocasionado á los vuelos de la fantasía, dejar en lapenumbra de lo indeterminado la cifra, asi comodeja la fecha de la representación y, lo que es aúnmás delieado, la cantidad de versos que aun faltaá cada una de esas obras. Pero cree en ellas y lascomenta y las espefa todos los años.... para el si-guiente. Entre cien títulos que nuestra mala me-moria nos ha impedido retener, allá van eso» quehace años circulan de boca en boca como de obraspróximas á terminarse: El pueblo y el Rey, Yo,Mi 'último deseo y Consuelo.

Consuelo era de todos esos títulos el que mayorboga alcanzó el año pasado, cuando todo el mundocreyó al fin que la cosa iba de Veras y con todo elmundo quien escribe estas líneas, persona la más in-

significante de cuantas esgrimen la péñola, pero noen verdad lamas ancha de tragaderas. Tanto es así,que, enfermo ó imposibilitado de salir de mi casahace muchos meses, aun después de leer en los periódicos que Consuelo se ha estrenado, nó puedoacabar de creer lo que sin duda sería una felicidadpara el teatro Español, que por muchas y diferen-tes razones, que no son del caso, está hace algúntiempo harto necesitado dsConsuelo. Becuerdo queun revistero celebérrimo dijo la última temporadaque sólo faltaban á la obra tres redondillas. Igno-ro si con esbo quiso dar una tunda á Ayala ó á susadmiradores... ó se la dejó dar él mismo por algúnquídam malicioso; porque en los hombres de mu-cho ingenio es difícil descubrir cuándo han que-rido docir un chiste y cuándo cometer una tonte-ría: tan agudos son, aun en sus torpezas.

En lo que no queda duda es en que las obrasá la sazón inéditas de Ayala han de dejar tras sí,por poco que dejen, más rastro que las catorce quede Moratin esperábanlos barceloneses.

Mientras ha sonado la hora venturosa de que pa-rezca alguna, no es sólo la reputación de Ayala laque salía ganando en el juego. No conozco un sóloliterato que se estime (aunque no lo tstime nadie)que no diga en confianza á cuantos quieran oirlo:

—"A mí me ha leido Ayala el acto primerode su drama Yo.

—¿Y qué tal?—pregunta quien tal oye.—"¡Oh! ¡Admirable!... Demasiado admirable pa-

ra ser primer acto.,*Y en este conato de desconfianza respecto al

completo desempeño de la obra (deseo de que aca-be en trajedia como diria su autor) paran todas lasconfidencias.

Y como hay en el mundo una cosa en la que yocreo aun menos que en la próxima terminaciónde las obras de Ayala, y esta cosa en que no creoabsolutamente es en la discreción de un literato,tengo la opinión de que el primer acto de Mi úl-timo deseo no es tan conocido como pretenden lospretendientes que rodean al autor.

Respeeto á Consuelo, que por fuerza tengo quedecidirme á creer que está estrenada á estas fe-chas (aunque siempre seguiré dudando que estéconcluida), nada puedo decir al lector... sino quele envidio la fortuna de poder verla, porque pre-sumo que, cuando menos, será de Ayala, y si es deAyala merecerá verse.

JOSÉ ANTONIO PAZ.

.ft 219 J . FANTENRARH.—JUAN JAOOBO GUILLERMO HEINSE. 575

EL ESC-ittTOR JUAN JACOBO GUILLERMO HEINSE.

Aplaudimos á Donizetti cuando le vemos sacarprovecho del hallazgo de una perla que habia en-contrado en un lugar inmundo, engarzando comojoya en la diadema de su Lucia I03 extraños acor-des de dos músicos ambulantes que junto á lacasa del célebre maestro en Ñapóles, en la calleNardona al aproximarse la Noche-buena, se pu-sieren á tocar la gaita. Pero jquá diremos de ungenio- que se empequeñecía echando sus perlas enun lugai inmundo, de un génió apasionado que,taniendo un entusiasmo por el arta como Win-ckelmann, unido á la gracia de Wieland y aunmás: ese lenguaje animado y pintoresco propio delos hijos del Mediodía, y el pineal ardiente deCorregió, abusaba de sus dotes brillantes parapintar la sensualidad más refinada, no albergán-dose en los rosales de su musa amenizados por lostrinos más suaves ele los ruiseñores sino diosasimpúdicas y faunos impuros1?

Cuanto ms ha complacido en presentar al lectorla que fue pura como la primera ilusión del amor,la que consideraba la religión como todo el idealde la existencia; como la lumbre del hogar, comola musa de la poasía, la simpática figura de la poe-tisa Luisa Hensel, que encantaba á Brentanocuando á una educación esmerada y á una sin parmodestia se juntaba en su persona la primerapoesía de la vida, la flor de la primera juventud,y cuyo corazón fue un tabernáculo á donde residíaJesi s, para hacer de todo su ser como un cieloen donde brillaba bajo las miradas de Dios y desus ángeles el astro de la santidad, tanto más meduele hablar de los extravíos de un poeta que nosabia que la castidad es una gracia; de un poetaen que hasta Vieland, el autor de las Narracionescómicas, que rendin, culto á las Gracias, y queciertamente no veía en las curvas elegantes de laVenus de Mediéis más que los desahogos de uncincel liviano, lamentaba en una carta dirigida áGleim en 1773 el "priapismo del alma,u y á quiensin embargo el rey Luis ha abierto las puertas dela Walhalla, merced á su genio incontestable, cubriendo sus coueepcionas una capa de gracia y dedonaire que distrae la atmsion de las escenas poeoeclifiaantos, y que hizo exclamar á Goethe; Heaquí un hombre á quien es preciso admirar, ó ri-valizar con él. H

Si Rembrandt, ó Van Dick hubieran pasad ouna brocha sucia por el semblante de sus persona-jes, deshaciendo sus facciones, no hubieran hechomás que tmo Eeinse con sus escritos desluciéndo-los con sus frivolidades. ¡Qué sentimiento tan pu-

ro, tan elevado y taa humano es el sentimientodel amor primero! Pero en su alborozo sensualsin amor, en su éxtasis sin corazón, no penetrabaHeinse hasta la belleza del alma y no abrazó másque la forma.

La única obra en que no rindió culto al diosPríapo, la única obra que ha salido pura de lasmanos non sánelas del autor, son las cartas queescribió á Gleim acerca de la entonces notabilísimagalería de Dusseldorf. En ellas contribuyó á ilus-trar la historia de la litaratura patria; en ellascreó un estilo modelo para la crítica de las obrasde arte, un estilo lleno de vida y de colorido.

Juan Jacobo Guillermo Heinse, ese hijo extra-viado de las Musas, ese precursor de Heine en laprosa poética, en que cada palabra es una imagen,cada rasgo una llama, nació el 16 da Febrero de1746—no en 1749 como dicen algunos biógrafos,pues la partida de bautismo dice 1746—en Lange-wiesen (Schwarzburgo-Sondershausen), de un al-calde y organista. Estudió leyes en las Universi-dades de Jena y de Erfurt, pero fue discípulo dela naturaleza más que de la escuela. Como todoslos hijos de Turingia, manifestó una afición deói-dida á la música. Wieland le introdujo en Erfurten la senda que el joven emprendió en 1774 conéxito en su Laidion, novela en verso que celebrala apoteosis de Lais y los goces de los héroes grie-gos en el Elíseo. Antes escribió la versión de unafrivola poesía francesa titulada Las Cerezas y otraobra lasciva que excitó la indignación de Wieland,á saber: los Sucetos de Encomio, traducción de unaparte del Satiricon de Petronio.

No obstante aquellos pecados literarios contrala moralidad, le honró Gleim con su amistad y leproporcionó el puesto de preceptor en casa de laamable señora de Massow, residente ora en Qued-linburg», ora en Halberstadt. De la última ciudadpasó Heinse en 1774 á Dusseldorf para escribir enel periódico del Sr. Jacobi, El Iris. De su péñolabrotaban los versos más dulces cuando imitó unade las elegías de Fernando de Herrera, que danvivo testimonio de que la lengua española es lahermosa lengua que debieron hablar los ángeles.Es de extrañar, pues, que la traducción que hizodel Orlando, de Ariosto, y de la Jerusalen liberta-da, de' Tasso, esté escrita en sencilla prosa.

En 1780 salió para la ansiada Italia, gozandodurante tres años enteros de aquel Tiaísaje encan-tador que Winckel mann habia olvidado por elmundo de las artes, mientras para Goethe, y antespara Heinse, el paisaje itálico era un encanto queaumentaba aun el entusiasmo que producían enellos las obras de arte. ¡Qué júbilo exparimentóHeinse al ver á Florencia que se alza coqueta comouna rosa entre lozanos arbustos en el centro del

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espléndido jardin llamado Toscana, al contemplarlos tesoros artísbicos que contienen su galería y»u palacio Pitti, la capilla de los Médicis, en fin,hasta sus plazas y calles, que convierten la anti-gua capital de la Etruria en un museo público, yal admirar aquellas innumerables obras maestras,aquellas bellezas superiores á todo encomio queencierra la antigua ciudad de los Césares, que si-gue mereciendo el nombre de ciudad Eterna!Desde Italia volvió á Dusseldorf para entrar en1787 como secretario particular al servicio delElector Federico Carlos José de Maguncia. Y enrecuerdo de las bellezas del suelo itálico, escribióla novela Ardinghello ó Las islas bienaventuradas,en que emitió su opinión acerca de la pintura yde la escultura. Esta novela, que salió en 1787,seducirá, así como la titulada Hildegard de Ho-henthal, que se publicó de 1795 á 1796, por la ma-gia de estilo, pero no desarmarán por eso al mora-lista. En Hildegard ocúpase el poeta de su artefavorito, la música, poniendo en boca de uno desus personajes lecciones interesantes relativas álas más notables composiciones musicales. No estáá la altura de las mencionadas novelas la que setitula Anastasia, ó el ajedrez, y que tiene por cen-tro de las consideraciones á aquel juego. El poetaEnrique Laube coleccionó los escritos de Heinse,publicándolos en 1838 en Leipzic.

Murió Heinse el 22 de Julio de 1303 en Ma-

guncia.JUAN FASTENRATH,

Colonia 1.' de Febrero de 1878.

MISGELÁNF.A

TEATKOS

Los últimos conciertos dados en los teatros delPrincipe Alfonso y de Apolo por las Sociedadesque respectivamente dirigen los maestros Vázquezy Bretón han sido tan brillantes como los ante-riores.

En el segundo de los citados coliseos ha empeza-do ya á funcionar la compañía Arderius, ofreciendo al público en sus primeras representacionesla aplaudida isarzuela de espectáculo Los sobrinosdel capitán Qrant, y el pasatiempo Los Madriles.

En el teatro y circo de Price también ha "inau-gurado ya sus tareas con inmejorable éxito lacompañía ecuestre, gimnástica, acrobática y có-mica, que dirije M. William Parish. Todos losartistas nuevos que de ella forman parte han sidobien recibidos por el público, especialmente ellown Tono Grice, los señores Willi, Ventura y

dvy, los hermanos Mariano y las familias Marti-ni, y Chiesi, á quienes diariamente se colma deaplausos; y en breve llegarán á Madrid nueyosartistas contratados por Mr. Parish, á quien ani-ma el deseo de que el público que le favorece pue-da conocer y apreciar lo más notable que en esta¡lase de espectáculos ex:ste en Europa.

Igual acogida ha merecido la compañía dramá-iea que se ha formado bajo la dirección del apre-

ciable actor D. Ricardo Morales, para trabajardurante los meses de Mayo y Junio en el espaciosoteatro de la calle de Alcalá. El tejado de vidrio hasido la obra con que ha dado principio á sus fun-ciones, y su esmerada interpretación ha proporcio-nado grandes aplausos á los artistas encargados depapeles principales, señoras Tubau, Fernandez yCalderón, y los señores Morales, Guerra y Peña.En la comedia El pan de la emigración, fueronaplaudidos las señoras Zapatero y Cabezas, y el se-ñor García. La empresa cuenta con algunas obrasnuevas, y en breve estrenará una comedia titula-da Trabajar por cuenta propia.

Con la vigósimaquinta representación de la co-media Consuelo, se verificó en el teatro Español elbeneficio del Sr. Ayala, quien de antemano habiacedido sus productos á los asilos de beneficencia.

La concurrencia que llenaba el coliseo, llamó alínclito poeta al palco escénico, manifestando elSr. Vico que aquel no se hallaba en el Teatro.

Al citado actor le fueron entregadas dos coronaspara el autor de la comedia: una de plata y oro, encuyo lazo se lee esta inscripción: Al león más her-moso del Congreso en la noche del l.° de Mayo de1378.—Felipe Ducazcal. La otra corona, de laurel,fue regalada al Sr. D. Adelardo López de Ayala,en señal de admiración, por el primer actor donAntonio Vico.

BIBLIOGRAFÍA.

La pluma y la espada, apuntes para un diccio-nario de militares escritores, por D. Manuel Secoy Shelly, Comandante graduado, capitán de in-fantería; seguidos de una carta escrita y dirigidaal autor por D. Luis Vidart. Un volumen en 8."francés de 270 páginas. Madrid, 1877. Imprentaá cargo de J. J. Heras.

El nuevo libro que anunciamos del malogradoautor de Los dramas del hogar, Historia de nngrano de trigo y otras varias obras favorablemen-te conocidas, se halla de venta en el almacén dela calle del Arenal número 16.