Revista Alfolí

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Obra Social CM 1 ALFOLÍ Crónica del Congo Crónica del Congo Crónica del Congo Crónica del Congo Remembranzas navideñas Remembranzas navideñas Remembranzas navideñas Remembranzas navideñas Un paseo por Un paseo por Un paseo por Un paseo por la Casita del Príncipe la Casita del Príncipe la Casita del Príncipe la Casita del Príncipe Publicación trimestral. Espacio para Mayores de Obra Social Caja Madrid. Diciembre 2009. Nº 8 Y además temas de actualidad, música, poesía, relatos, trucos de gastronomía, consejos de jardinería...

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Revista trimestral del Espacio para Mayores de El Escorial

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ALFOLÍ

Crónica del CongoCrónica del CongoCrónica del CongoCrónica del Congo

Remembranzas navideñasRemembranzas navideñasRemembranzas navideñasRemembranzas navideñas

Un paseo por Un paseo por Un paseo por Un paseo por

la Casita del Príncipela Casita del Príncipela Casita del Príncipela Casita del Príncipe

Publicación trimestral. Espacio para Mayores de Obra Social Caja Madrid. Diciembre 2009. Nº 8

Y además temas de actualidad, música, poesía, relatos, trucos de gastronomía, consejos de jardinería...

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Nuevo curso para Alfolí

Después de unas merecidas vacaciones de la revista Alfolí, volvemos a la carga con un nue-vo número lleno de artículos interesantes y para todos los gustos. Tenemos historias que han creado polémica, como las apariciones de la Virgen en Prado Nuevo; historias que remue-ven las conciencias, como el relato sobre los campos de refugiados de Goma; historias de fantasmas que nos darán escalofríos, como la relatada en el artículo sobre la antigua leyenda; recuerdos y nostalgia de días pasados, en el cuartel de la Pineda o en la casa familiar reme-morando los olores y colores de navidades leja-nas; un cuento un tanto surrealista, un paseo muy inspirado por la Casita del Príncipe, curio-sidades y anécdotas de Madrid y hasta un artí-

culo lleno de notas musicales que nos alegrará el espíritu. Para los amantes de la poesía, no hemos olvidado incluir dos emotivos poemas. Tampoco queremos dejar pasar estas señaladas fechas sin proponer unos suculentos platos ideales para celebrar las fiestas que se avecinan. En una nueva sección sobre jardinería, nuestra redactora Margarita nos dará información y sa-bios consejos sobre la plantación y el cuidado de los bulbos. Como veis, gran variedad y también gran cali-dad. Estamos abiertos a sugerencias y comenta-rios de nuestros lectores. Como siempre, nues-tro buzón de correo está abierto a vuestras ideas. Podéis hacernos llegar los comentarios a [email protected].

Alfolí

Espacio para Mayores

de Obra Social Caja Madrid.

Dirección

Calle Alfolí, Nº 7,

28280, El Escorial

[email protected]

…..

Equipo de Redacción

Margarita Bermejo

Carlos Bernardino Arias, Rosa

Cermeño, Isabel García Núñez, Mª

Carmen Gómez

Hontoria, Antonia Padilla Puebla,

Jesús Rodríguez, Araceli Segovia,

Miguel Soto Carmona

Colaboradores:

Francesca Cordido, Juan Díaz

Coordinación:

María Jesús Bermejo Rubio

Fotografía de Portada:

Carlos Bernardino

Casita del Príncipe

Impresión: Copy May

Alfolí no se responsabiliza de las opiniones ni contenidos presentados en los escritos

Amigos de los

Espacios para Mayores

Vecinos de El Escorial,

San Lorenzo

y alrededores

OS DESEAMOS

FELICES FIESTAS

Felicitación navideña

EDITORIAL

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Y en este número... Noticias de nuestro Espacio de Mayores María Jesús Bermejo relata qué nuevas actividades trae el curso 2009-10

Curiosidades y anécdotas de Madrid Antonia Padilla Puebla se sumerge en los rincones de Madrid

La virgen de El Escorial sigue creando polémica Jesús Rodríguez conversa con representantes de las posturas en conflicto

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Pineda Miguel Soto rememora momentos en el cuartel de la Pineda

Crónicas de Goma Miguel Soto da voz al padre Luis Felipe para relatar los horrores de los campos de refugiados de Goma

Zarzuela para todos Rosa Cermeño revive la historia de la zarzuela y sus maestros

Música Miguel Soto nos hace sentir la música

Vivir en soledad Juan Díaz anima a seguir la vida tras la pérdida de un ser querido

Paseando por la Casita del Príncipe Mari Carmen Gómez cuenta su paseo por este paraje escurialense

Las inquietudes de Pedrito Un bonito cuento narrado por Carlos Bernardino

La antigua leyenda Margarita Bermejo presenta una escalofriante historia en una antigua casa

Postal de Navidad Araceli Segovia bucea en su memoria para rescatar unas navidades

Poesía Dos emotivos poemas de Marisa Rodríguez y Maribel García

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Taller de escritura de cuentos

infantiles… P. 4

La Casita del Príncipe… P. 18

Los bulbos se plantan

en otoño… P. 34

INDICE

Gastronomía Trucos y recetas para una cena navideña inolvidable de Jesús Rodríguez

Jardinería Bulbos para el otoño: consejos de Margarita Bermejo

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L os Espacios para Mayores de Obra Social Caja Madrid son centros donde se favo-recen las relaciones de convivencia y el desarrollo integral de las personas mayo-

res. Obra Social Caja Madrid fomenta y programa una amplia y diversa gama de actividades socio-culturales. Los beneficiarios/as de los Espacios pueden informarse en su respectivo centro de las actividades programadas. En nuestro Espacio para Mayores de El Escorial, situado en pleno centro de la villa, en la calle Alfolí 7, este año 2009-2010 continúan los cursos y talle-res que ya funcionaban el año pasado: informática (con nueva profesora), psicomotricidad, manuali-dades, bailes de salón, senderismo, chi kung y, por supuesto, la elaboración de nuestra revista Alfolí. Como novedades, tenemos una profesora nativa inglesa que da clases de conversación en inglés. Se

ha iniciado, además, un ciclo de conferencias sobre salud que está im-partiendo una de las be-neficiarios del Espacio, Luz Fernández. Por otra parte, se ha creado un taller de escri-tura de cuentos, imparti-do por Francesca Cor-dido, en el que los ma-yores están aprendiendo técnicas y trucos para narrar historias y, sobre todo, para dejar trabajar a la imaginación. Este taller de cuentos va a servir de base para una actividad intergenera-cional con niños de un colegio de la zona. El éxito o fracaso de todas estas actividades depende, en gran parte,

de la participación de los mayores en el Espacio. Además de recibir cursos y participar en activida-des, los mayores pueden implicarse de una manera más activa en su Espacio. Para ello, existe la figura del voluntario, cuyas tareas serán acordes con sus propios deseos de compartir conocimientos o tiem-po y contribuir con su labor al funcionamiento del centro: puede ser monitor de un curso, puede orga-nizar una excursión, decorar el Espacio o aportar ideas al técnico del centro. Su continua labor es fundamental para que los Espacios no sean sólo lugares de consumo de actividades, sino también centros de participación activa.

María Jesús Bermejo Rubio

Otro nuevo curso en el Espacio para Mayores de Obra Social Caja Madrid

NOTICIAS DE NUESTRO ESPACIO

Algunos de los integrantes del taller de escritura de cuentos infantiles

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MAÑANA

10:30-13:30

TARDE

15:30-19:30 LUNES 11:30-12:30

INFORMÁTICA BÁSICA

12:30-13:30

INFORMÁTICA AVANZADA

11:00-13:00

AULA ABIERTA DE DIBUJO

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

MARTES 10:30-11:30

PSICOMOTRICIDAD

12:00-13:00

CONFERENCIA SOBRE SALUD (ÚLTIMO MARTES DEL MES)

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

MIÉRCO-LES

10:30-11:30

HABLEMOS EN INGLÉS

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

SALIDAS Y VISITAS CULTURALES

16:30-18:30

MANUALIDADES

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

JUEVES 11:00-12:00

CHI KUNG

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

17:00-19:00

CINE EN EL ESPACIO (ÚLTIMO JUEVES DEL MES)

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

VIERNES 10:30-12:00

TALLER DE CUENTOS

INFANTILES

12:00-13:00

REVISTA ALFOLÍ

18:00-19:00

BAILES DE SALÓN

AULA ABIERTA DE INFORMÁTICA

ARTE SALUD ACTUALIDAD CULTURA PARTICIP.

Cursos y talleres 2009-2010

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María Antonia Padilla Puebla

El dulce de Madrid

I sabel Francisca de Asís de Bor-

bón, infanta española (Madrid 1851-París 1931). Hija de Isabel II y hermana de Alfonso XII; contrajo matri-monio en 1868 con el Conde de Girgente, de quien enviudó en 1871. Su gran simpatía y carácter bondadoso le granjearon el cariño del pueblo, que le aplicó el castizo sobre-nombre de LA CHATA.

Al implantarse la República salió de España

y murió en el exilio.

Vivió en el Palacio de Quintana, cerca del Pa-seo de Rosa-les, donde tiene un mo-numento. Aficionada a los toros y a la caza, cam-pechana, so-lía ir por ta-bernas, bebía

y comía cosas típicas madrileñas. Fue prin-cesa de Asturias hasta que nació su hermano Alfonso.

-¡Deprisa, que no llegamos! ¡Quiero la mantilla blanca! ¡Qué runrún por los salones del palacio de Quintana! Mayo y tarde dominguera. Al piano una sonata se le deshace en los dedos gordezuelos a la Infanta. -Maestro Saco del Valle, tanto Beethoven me cansa. Te lo digo sin rodeos, Chopin sí me llega al alma. Mientras la visten no cesa de hablar la señora infanta: -Dame el abanico verde de Mercedes, mi cuñada; el que ella llevó a los toros cuando era Reina de España. -No. No quiero ese collar.

Ni esos pendientes. No. Nada. Unos claveles prendidos en el pelo, ¡y a la plaza! Recuerda que Romanones viene a merendar mañana, y que el martes bajaremos a la Pradera. Me encantan las rosquillas de la tía Javiera. Como soy gata, me pirro por ir al Santo y mezclarme en la jarana de los puestos de botijos y pitos. Vamos... ¡en marcha! ¡Venga, ligeros, deprisa que las cuadrillas no aguardan! Se abren paso como pueden, los de la Guardia Montada. -¡Quitasoles! ¡Abanicos! -¡Almohadillas y naranjas...!

LA CHATA EN LOS TOROS

(Fragmentos del romance de la Infanta Isabel) Rafael Duyos.

Dulce creado en honor de S.A.R. la infanta Isabel de Borbón

CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS

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¡Hola empresario, contento, Vengo yo sola...¡más ancha! El rey me envía en su nombre... La reina… se encuentra ...mala... Sí, sí. Que me brinden toros. No, no. Al contrario, me agrada... Ya traía en previsión tres pitilleras de plata. La Infanta llega a su palco y al entrar, toda la plaza puesta en pie la vitorea batiendo alegre las palmas mientras la Marcha de Infantes resuena en las gradas altas y el sol pone al rojo vivo las barreras encarnadas. En la andanada de sol con popular algazara, los morenos se alborotan y gritan: ¡Viva la Chata! La Infanta, luego al salir -la tarde ya de oro y malva-, desde Alcalá, por Cibeles, remonta la Castellana. Palmoteos. Sombrerazos. El coche sigue su marcha. ¡Fijaos, la Infanta Isabel! ¡La infanta Isabel! ¿Miradla! Cuando llega, oscureciendo, al palacio de Quintana, un organillo en la esquina, con su ritmo alegre canta notas de El cabo primero, mientras presentan sus armas al paso de la Señora los soldados de la Guardia. ¡Vamos, que hay cena en Palacio! ¡Y en el Real la Traviata! Como siempre llegaremos al acto segundo...¡Vaya! Se me olvidó preguntar a la empresa de la plaza para el domingo que viene qué corrida nos prepara... ¡Cómo ha estado mi paisano!

No me negarás, mi dama, que este Vicente Pastor es el que manda en España... Se entiende, después del Rey... Vicente es hombre sin trampa; me gustan estos toreros que juegan a todo o nada. Averigua quién torea la próxima tarde, Juana. Yo quizás no pueda ir... ¡Con esto de ser Infanta! ¡Demonio del protocolo! y yo soy protocolaria, ¡que conste!, pero es que hay días en que me da mucha rabia no poder ir como quiera y donde me dé la gana. Unos minutos después, con sus sobrinos estaba. Alfonso XIII la embroma: -Tía Isabel, te retrasas. Tú siempre tan puntual, ¿De dónde vendrás, tunanta? -Sobrino, me siento Isidra, y este Madrid nuestro daba gozo y no era cosa de meterse pronto en casa. Las dos reinas, impacientes, se acercan para besarla; la reina madre, tan seria... la reina joven, tan guapa... Chicoleo con los nobles, sonrisa a la diplomacia, taconazos del saludo, golpe de las alabardas... -¡Paso a su Alteza Real la Infanta Isabel de España! Fuera en la plaza de Oriente la violetas pregonaban... Y…¡Heraldo, con la corrida! ¡Del Santo, fresquita el agua! Y un chavea, un raterillo, con la colilla apagada, por calle de Arrieta arriba decía: -¡He visto a la Chata!

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E ste artículo pretende ahondar en las presuntas apariciones de la Virgen de los Dolores en El

Escorial. Para ello, intentamos poner-nos en contacto con un grupo de fami-liares de seguidores de la Fundación Pía Virgen de los Dolores, surgido tras las supuestas apariciones de la Virgen en El Escorial. Ellos han constituido una asociación para denunciar la mani-pulación que, aseguran, sufren sus se-guidores. Para equilibrar la balanza, también hemos contactado con uno de los seguidores de la Fundación en cuestión. Intentando averiguar algo más sobre este caso, nos pusimos en contacto con uno de los miembros de la Asociación Víctimas de las Supuestas Aparicio-nes del Escorial, quien tras haberse comprometido a hablar, me remitió al presidente de la asociación. Quedamos para vernos un sábado a las cuatro de la tarde en el Prado Nuevo, donde supuestamente hace sus apariciones la Virgen. Esta primera ges-tión fue infructuosa. No conforme con este resultado, acudimos a otra persona, que nos dio el nombre y el teléfono del Presidente de la Asociación, Don Juan Carlos Bue-no Suescon, quien accedió amablemente a conver-sar con nosotros, y nos facilitó el comunicado que se transcribe más abajo. Desde aquí le damos las gracias y le emplazamos para nuevas entrevistas. Yo personalmente puedo testificar, a través de las fotografías que obran en mi poder y que ilustran este artículo, que el árbol y el pilón donde supues-tamente aparece la Virgen ya existían hace 50 años. En las fotos se puede observar que estamos tanto mi novia (ahora mi esposa) como yo, subidos en el árbol y en el pilón donde bebían las vacas.

Con la autorización del Presidente de la fundación publicamos parte del comunicado: Comunicado de la Asociación Víctimas de las Supuestas Apariciones del Escorial. Queremos comunicar que acabamos de recibir el auto por el que el Juzgado nº 4 de San Lorenzo de El Escorial decreta el sobreseimiento de la querella presentada por la Asociación Víctimas de las Su-puestas Apariciones de El Escorial frente a Ampa-ro Cuevas y trece personas más. Si bien el resultado era esperado por el desarrollo de las diligencias, sí que albergamos la esperanza de un mínimo de investigación ante el cúmulo de irregularidades aportadas. La asociación estudia la presentación del recurso correspondiente. Hemos perdido una nueva batalla, nuestros medios son escasos frente al poderoso bufete de abogados CMS Albiñana. Resulta contradictorio que mendi-guen alimentos al Banco de Alimentos y sin em-bargo acudan a uno de los bufetes de abogados más potentes, no de España sino del Mundo. Estamos consiguiendo que acudan menos personas

Jesús Rodríguez

Las apariciones de la Virgen de los Dolores siguen creando polémica

CONVERSACIONES CON...

El pilón donde bebían las vacas

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a los actos del complejo aparicionista de El Esco-rial. Esto ya es un gran logro muy importante. Los niños que denunciaron supuestos malos tratos es-tán fuera de la comuna. NOS HAN DADO UNA GRAN LECCIÓN A TODA LA SOCIEDAD. Ellos quieren vivir, quieren tener opción de elegir y no de obedecer una doctrina, absurda, infantil , de unos iluminados. (…) Queremos recordar que hay varios procedimientos abiertos: Juzgado nº 1 de San Lorenzo 810/08 por supuestos malos tratos a dos niños. Juzgado nº 2 de San Lorenzo 856/08 por el libro que difunden los extraños y sangrientos fenómenos. Juzgado de lo Social de Madrid nº 21 632/08 por una residencia sin dar de alta a 13 trabajadoras. Juzgado de lo Social de Madrid nº 2 982/08 por una residencia sin dar de alta a12 trabajadoras. Juzgado de lo Social de Soria (…) por una residen-cia sin dar de alta a 21 trabajadoras. Estamos soportando también una querella en la que se nos acusa por tratar de aportar claridad don-de personas débiles están siendo explotadas, mane-jadas por su buena fe . Otro punto de vista del mismo asunto Me puse en contacto con mi buen amigo Mariano, que es gasolinero, para desarrollar esta entrevista, a la que accedió gustosamente. ¿Cuántos años llevas dedicándote al fenómeno de las apariciones de la Virgen? Más que apariciones, es el culto a la Virgen. Llevo aproximadamente unos 20 años. Las apariciones de la Virgen de Los Dolores empezaron en junio de 1981. Dª Amparo Cuevas fue la persona agra-ciada para esta revelación en la finca del Prado Nuevo, en el término municipal del Escorial. Aquel día, 14 junio de 1981, Dª Amparo pudo con-templar a la Virgen de los Dolores sobre un fresno. A partir de entonces el prado se convierte en el centro de reunión de multitud de personas. Sobre las supuestas apariciones de la Virgen con-viene anotar que la jerarquía de la Iglesia no ha dejado de ocuparse de este hecho. El Arzobispo de

Madrid-Alcalá, D. Ángel Suquía y Goicoechea publica una nota en la que declara que no consta del carácter sobrenatural de las supuestas aparicio-nes y revelaciones. ¿Qué me puedes decir de las aportaciones que han donado parte de las personas mayores? La Obra de la Virgen de El Escorial realiza su la-bor benéfica y social por medio de la Fundación Virgen de los Dolores. Su finalidad consiste en realizar obras de amor y misericordia, mediante la atención sin ánimo de lucro de personas, particu-larmente ancianos. ¿ No es un poco raro que las donaciones sean de personas mayores (ancianos)? Los bienes de la Fundación Virgen de las Dolores han sido donados en su inmensa mayoría por miembros de la Asociación Pública de Fieles; otros bienes proceden de personas próximas a ella, que han realizado alguna donación voluntaria al identi-ficarse con los ideales de esta Obra. ¿Por qué los familiares de muchas personas es-tán en pie de guerra, con manifestaciones in-cluidas, porque según ellos han sido engañados? Aquí hay personas que por su precariedad econó-mica gozan de los mismos derechos que cualquier otra persona, lo que sí puedo decir es que las máxi-mas comodidades están dentro de estas residencias con todo tipo de asistencia ¿Qué más me puedes decir de estas aparicio-nes? Verás, allá por el año 1985 yo empecé a bajar el primer sábado de cada mes. Era bonito de ver. Habría 30.000 ó 40.000 personas de distintas re-giones de España, todas con una devoción increí-ble. Hoy se dice una misa los sábados donde se juntan de entre tres y cuatro mil personas. La misa es concelebrada por 30 sacerdotes, es muy hermo-sa, se le pone a uno la carne de gallina. Vuelvo a dar las gracias por la amabilidad que ha te-nido conmigo.

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Pineda Miguel Soto

RELATOS DE MI NIÑEZ

L a otra noche soñé con Pineda.

Para que os situéis, Pineda era sobre el

año 1945 el cuartel de Caballería en mi querida tierra natal Sevi-lla.

Estaba situado en la carretera de Guadaira y para desplazarse a él desde la capital hay que pasar junto al río Guadalquivir, disfru-tar de la magia del parque de Mª Luisa, mirar a las palomas de los jardines de América, transitar por la Palmera con sus ma-ravillosas casas y palacetes y por el campo de Heliópolis donde juega el Betis, ese equipo que aunque pierda es simpático.

Mi familia, papá, mamá y cinco hermanos vi-víamos en un pabellón militar situado en el mismo cuartel, de hecho parte de sus ventanas daban al patio del edificio militar, circunstan-cia que nosotros aprovechábamos para ver a los soldaditos realizar sus tareas castrenses.

Al pertenecer al cuerpo de caballería la soldada no sólo tenía que realizar la instrucción ordina-ria, también aprendían a montar a caballo, cir-cunstancia en muchos momentos grotesca ya que las caídas y los arreones nos producían a los espectadores jolgorio y risas.

Cuento lo de los caballos ya que mi relato trata sobre la relación de don Miguel (papá) con tan nobles y bellos animales.

Cerca del cuartel y dentro de la finca llamada “Pineda” existe un bonito hipódromo en el que mi progenitor ejercía de jinete, con muy alta cualificación.

Me acuerdo de Ceferino, pelirrojo él, nacido en Trujillo, extremeño en todas sus manifestacio-nes. Era incondicional al Capitán y servidor casi paranoico.

Mis hermanos y yo lo mirábamos con deteni-miento y cierta admiración ya que su destreza con brutos nos hacía pensar si la nobleza de los bellos equinos la habían aprendido de él.

Teníais que vernos apoyados en las barandas de las cuadras mirando con disciplinaria aten-ción y por supuesto sin molestar, ya que el Ca-pitán estaba revisando animales y monturas para el largo entrenamiento en el picadero.

A los hermanos nos gustaba repartirnos los ca-ballos de papá y sin ninguna duda nos sentía-mos propietarios del ejemplar elegido.

Javier miraba a “Recanto” con admiración, era fuerte con una grupa de buen saltador. Mi her-mana Pilar acariciaba con lánguida mirada la capa alazana de la “Meiga”, una preciosa ye-gua que mi padre lucía en desfiles y actos pú-blicos. ¡Era tan femenina!

Pin y yo nos recreábamos con “Maruxa” y “Señorito” con capas tordas, que nos miraban con esos ojos que parecen que hablan.

Pero, sin ninguna duda, la gran vedette era “Carnaval” asignado a mi hermano Chete. Era un pura sangre bellísimo, negro como el azaba-che con unas crines y cola esponjosas que hacían todos sus movimientos de una gran ar-monía. Nos miraba retador sabiendo de su fuerza y belleza.

Cuartel de Pineda

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El protocolo de preparación de la “ Monta “ se realizaba con exquisita delicadeza; mi padre era un hombre muy meticuloso. Dada la orden, Ceferino sacaba del ronzal al caballo solicitado y ayudaba a mi progenitor a montarlo.

Nosotros todos sentaditos en unos bancos de madera nos hablábamos por gestos ya que se requería un silencio escrupuloso para no dis-traer al artista.

Primero al paso, tranquilo y reposado, después al trote armónico y finalmente al galope, donde el jinete y el caballo llegaban a una simbiosis de una belleza deliciosa.

El entrenamiento era largo y a veces aburrido, por lo cual el bueno de Ceferino tenía que estar pendiente para que las pequeñas disputas entre niños no alterasen el buen hacer del Capitán.

Los domingos por la tarde toda la familia inclui-da doña Pilar (Mamá), nos desplazábamos al hipódromo para ver competir al jinete. Mi madre nos arreglaba con esmero, nos peinaba con raya y el pelo pegadito y nos revisaba manos y uñas con atención. Mi hermana Pilar se dejaba peinar sus tirabuzones rubios que, como cascadas de oro, caían sobre sus hombros. Doña Pilar con sus tra-jes azules de lunares blancos, zapatos de medio tacón de doble color y aquellos sombreros, que tan bien lucía, estaba preciosa. Fue una mujer muy bella, rubia, con ojos azules como el cielo y un porte especial.

Todos íbamos junto a otras familias de compe-tidores en coche de caballo. En uno las perso-nas mayores, en el otro los niños vigilados por la “Seño de compañía”, que se llamaba Asunción.

Cuando llegábamos al recinto, todos de una manera ordenada nos sentábamos con nuestra “Seño” para presenciar el espectáculo. Si las mamás querían nos daban a cada uno una piru-leta que endulzaba nuestras bocas y ensuciaba camisas y pantalones.

De pronto la música sonaba, se abría el por-tón y aparecían los competidores .

Mi padre, vestido de militar, iba con su gorra sujeta por el barbuquejo y, muy serio, nos sa-

ludaba con la fusta Cuando los caballos se ali-neaban en la salida esperando el banderazo el silencio era intenso. De repente todos salían al galope, el sonido de sus cascos sobre la yerba era el resonar de tambores lejanos.

Yo miraba a la carrera y a mi madre que, con unos gemelos, seguía con atención a su capi-tán.

Cuando abordaron la línea de meta mi padre soltó la boca de Carnaval y el caballo buscó un apoyo más largo, cambió el ritmo y se puso el primero. Por fin el bello animal cruzó la me-ta. Mi padre se volvió hacia las tribunas y nos saludó con la mano y, estoy seguro, mandó un beso a mi madre que, con exquisito pudor, re-cibió encantada.

Cuando pasó tranquilo ante nosotros le aplau-dimos con alegría y cierta veneración. Mien-tras recogía la copa y bajaba de su montura nos sonreía sin cesar.

Papá se acercó a mamá y le dio un casto beso y a nosotros nos acarició con dulzura la cabeza.

“¡Papá! ¡Papá! tenemos para ti una sorpresa”. Mi padre, con su trofeo en las manos, se sentó y esperó.

Miguel, Pilar, Pin, Javier y Chete muy juntitos esperábamos la orden de Asunción. Ella bajó sus manos y los niños entonamos esta canción.

De Javier es el Recanto.

De Miguel el Señorito.

La Maruxa de Pimporro.

La Meiga de Pilarito.

El Carnaval es de Chete que es un caballo muy bueno, papá lo lleva al cross y siempre

gana los premios.

Aplausos de felicidad en papá y mamá, orgullo en Asunción, y alegría en todos nosotros.

Fueron años muy buenos y hermosos, por eso la noche que soñé con Pineda fue un mo-mento lleno de amor y nostalgia.

Este relato es para mi querido hermano Chete que ya se fue y al que tanto quiero.

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C reí que la historia no se repetiría, la catástrofe fue tan mayúscula que pen-sé seríamos más sensatos, pero parece q u e

no se aprende y la historia se repite. Hablo de los campos de re-fugiados que viví desde 1994 a 1996. Los medios de todo tipo se encarga-ron de enseñar-nos las imáge-nes de lo que ocurría en la región de los Grandes Lagos, más en concre-to en la zona del Kiwu, República Democrática del Congo, y el mundo reaccionó. 8 de junio de 2009. Volví a Goma acompaña-do de unos curas vascos, que tam-bién habían trabajado en la zona. Hoy Goma es una ciudad tomada por las fuerzas de Naciones Unidas, para preservarla del saqueo y van-dalismo de tanto grupo militar que desde el 96 hacen la guerra en la zona, una guerra económica y sal-vaje cien por cien y de la que tan poco se habla; una guerra que se ha cobrado ya la muerte de 5 millones de personas, ha desplazado de sus tierras a otros tantos y está provo-cando el gran saqueo de todas las enormes riquezas naturales de la zona. “A río revuelto ganancia de pescadores”. Goma es un hervidero enorme de muchos miles de personas -hablan

de cuatro millones- que han huido de sus tie-rras y a los que hay que, todos los días, ali-mentar, dar de beber, proporcionar sanidad,

higiene, escuela para los niños..., desplazados que buscan un lugar más seguro don-de vivir, un des-orden, un caos, c a l l e s des -hechas, sucie-dad; una ciudad que aún no ha podido recupe-rarse de la erup-ción del volcán Nyiragongo, en enero de 2002. Queríamos visi-tar los campos

de desplazados, entrar en contacto con ellos y conocer “sur place” la situación humanitaria. Pensé que la logística en los campos habría mejorado y me

encontré todo lo contrario: hacina-dos, muy sucios, con espacios insufi-cientes para la familia o grupos. Lle-van tres años muchos de ellos, son congoleños en su propia tierra y la pregunta que surge “a bote pronto”: ¿qué puede estar pasando para que estos muchos miles de personas se nieguen en rotundo a volver a sus tierras, donde ya han perdido sus ca-sas, sus pequeñas parcelas, sus po-bres posiciones, familia …? Tiene seis años, cuando tenía tres la violaron, violaron también a su ma-dre a quien, a continuación, mataron en presencia de su hija; el padre, al enterarse, rechazó a su hija, no ha querido saber nada de ella. La conocí

Crónicas de Goma Luis Felipe Soto

Tiene seis años,

cuando tenía tres

la violaron,

violaron también

a su madre que a

continuación

mataron, en

presencia de su

hija, el padre al

enterarse rechazo

a su hija, no ha

querido saber

nada de ella.

Miguel Soto (a la izquierda) con su hermano Luis Felipe.

VIAJANDO POR EL MUNDO

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en el orfanato; la pequeña niña desde entonces no habla, es la imagen de la tristeza. No es una telenovela, es por desgracia algo cotidiano en la zona. Se viola, se mata, se des-truye, la vida no tiene valor ninguno y, ¿las víctimas? ¿los mas débiles? Una compañera suya, cuando tenía un año, su-frió abusos. La violación como arma de guerra, para humillar al enemi-go, acabar con él, hacer des-aparecer una etnia… Carteles por todas partes proclaman el “No a la violación”, pero sigue siendo moneda común de cada día. Que se destruyan entre ellos, pero ¿los niños, los bebés, la sencilla madre de familia, ajena a todo conflicto y cuya única preocupa-ción es buscar un bocado diario para los su-yos; que a las cinco de la mañana está prepara-

da para ir a trabajar, hasta que el día acabe y después dar de comer a los suyos, lavarlos…? ¿Cuál es la falta que ha cometido? Quizás haber nacido mujer y en estos paí-ses. ¿Cómo es posible tanta aberra-ción? Nos llamamos humanos, civiliza-dos, pero que nos borren tales nom-bres si nos comportamos o acepta-mos que se comporten así, o nos callamos. Este viaje me ha llegado al alma y no quiero olvidarlo, y quisiera que este mensaje llegue lejos, que se comunique, que si hay justicia cai-ga sobre los responsables de toda esta atrocidad, que no tiene otro

nombre, que no son simples soldados ni gente trastornada, no. Ellos y sus cómplices merecen todo nuestro desprecio. Un abrazo a todos. Luis Felipe.

Campo de refugiados en Goma Luis Felipe Soto Carmona es sacerdote de los SS.CC., licenciado en filosofía y literatura española. En 1983 estuvo como misionero en el Zaire (actualmente R.D. del Congo), fue evacuado por tropas españolas. En 1994 es nombrado por Médicos Mundi responsable de los campos de refugiados que se originaron como consecuencia del “Genocidio de Ruanda". En la actualidad es el representante de Médicos Mundi en Ruanda, donde ha construido un hospital en la ciudad de Nemba y numerosa obras publicas, traídas

de agua, caminos, escuelas, etc.

Nació en Sevilla el año 1941.

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Z arzuela.- Definición: Obra dramáti-ca musical en la que alternativa-mente se declama y se canta, pues consiste en números musicales de

arias, coros, dúos, etc. unidos por un texto dia-logado. Es una obra escénico-musical típica-mente española, emparentada con la opereta vienesa y parisiense, con el vodevil e incluso con la ópera cómica o bufa de Italia.

El género como tal comenzó en el siglo XVII, figurando como autores de zarzuelas primiti-vas, nombres tan ilustres como los de Juan del Encina, Lope de Vega y Calderón de la Barca. El género debe su nombre al palacio de la Zar-zuela, donde tuvieron lugar los primeros espec-táculos de este tipo, los cuales fueron más bre-ves que comedias comunes, constando normal-mente de uno a dos actos. La primera obra que tuvo esta denominación fue “El golfo de las sirenas” de Calderón de la Barca.

Se dice que la Zarzuela se originó como con-trapunto a la Ópera italiana que había llenado todos los teatros de Europa como lo más im-portante en música. Al no entender la lengua de estas obras, y ser tan difícil su acceso eco-nómico, el público en general se inclinó por el género que se hizo en nuestro país y se popula-rizó tanto. Sus compositores no tenían nada que envidiar a los grandes de la Ópera, aunque la aristocracia y Alta Sociedad nunca dejaron de asistir al estreno de las óperas que venían a

España, en el Real o en el teatro de la Zarzue-la.

Tiene su mayor apogeo después de 1870 donde se crearon las de mayor éxito.

Hubo una división en el género: Zarzuela grande y género chico. La primera eran zar-zuelas de dos o tres actos, duraban horas y su argumento era extenso y dramático la mayoría de las veces. El otro tuvo más éxito entre los aficionados. Se hacía más corto y su argumen-to era más costumbrista y folklórico. Típico madrileño en su mayoría. Aunque en épocas posteriores, (ya en el siglo XX) el público se decantó por las de más contenidos que eran las más largas.

Algunos creadores de zarzuelas alcanzaron enorme popularidad, no sólo en España, sino también en los países de habla española, en Hispano-América.

Las personas que han tenido que exiliarse o emigrar, al oír la música de alguna Zarzuela, sentían una sensación de nostalgia y casi amor patrio. Sus más conocidas piezas en el extran-jero les emocionaban y a todos se les ponía un nudo en la garganta e incluso alguna lá-

grima contenida, al escuchar por la radio, por ejemplo “El Sembrador”, “Los de Aragón”, “La verbena de la Paloma” o “El tambor de Granaderos”.

ARTÍCULO

Historia de la zarzuela Rosa Cermeño

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El teatro de la Zarzuela situado en la calle Jovellanos (y que está todavía vigente) es donde se empezaron a proyectar las zar-zuelas más famosas. Se inauguró el 10 de octubre de 1856, coincidiendo con el cum-pleaños de la reina Isabel II. También se representaban Óperas. En 1868, después de la crisis de la Revolución La Gloriosa, (sobre todo económica) hubo un receso en la asistencia del público.

El teatro donde se representaron más zar-zuelas y sobre todo del género chico, fue el Teatro Apolo. Fue inaugurado el 23 de noviembre de 1873. Estaba situado en el número 45 de la actual calle de Alcalá. Fue financiado por el banquero Gorgollo y los arquitectos fueron los franceses Cha-derlot y Festan. Se volcaron en que fuera de lo mejor hasta ese momento. Eran tal los detalles como que existían dos clases de tapicería en las butacas: una de invierno y otra de verano y con un aforo de 2.500 personas. La fachada se componía de tres enormes arcos por donde entraban y salían los carruajes, hasta un gran hall donde se apeaban los espectadores.

En 1929 el teatro fue comprado por el Banco de Vizcaya para hacer su sede central. La últi-ma función tuvo lugar el 30 de junio del mis-

mo año. El edifi-cio fue totalmen-te derribado.

El género ha sufrido diversas alternativas en lo que a conocer el favor del pú-blico se refiere, hallándose en la actualidad en un período de franca decaden-cia, pese a exis-tir todavía un crecido número de aficiona-dos.

Hubo famosos libretistas como Federico Ro-mero y Fernández Shaw, D. Ramón de la Cruz, Ricardo de la Vega, Miguel Ramos Carrión, Fernández Ardavín y por excelencia autor del género chico fue Carlos Arniches.

También hubo cantantes –hombres y mujeres- que todos conocimos y conocemos, extraordi-narios, que cantaron las zarzuelas magistral-mente y con gran éxito.

Los autores y su obra

Aquí, algunos autores de fama popular que inmor-

talizaron algunas zarzuelas y alguna de sus obras

más conocidas.

Arrieta (Emilio). “Marina”

Barbieri (Francisco). “El barberillo de Lavapiés”, “Pan y toros”.

Fernández Caballero (Manuel) “El dúo de la Afri-cana”, “La viejecita” “Gigantes y cabezudos”

Chueca (Federico). “Agua, azucarillos y aguardien-te”, “La alegría de la Huerta”, “La Gran Via”.

Bretón (Tomás). “La verbena de la Paloma”

Chapí (Ruperto). “El rey que rabió”, “La revolto-sa”, “El tambor de Granaderos”, “El puñao de ro-sas”.

Vives (Amadeo). “Dª Francisquita”

Serrano (José). “La reina mora”, “La doloro-sa”, “La canción del olvido”, “Los claveles”

Luna (Pablo). “Molinos de viento”, “El asom-bro de Damasco”, “El niño judío”

Vert (Juan). “La del soto del Parral”, “La le-yenda del beso”.

Moreno Torroba (Federico). “Luisa Fernan-da”

Guerrero (Jacinto). “Los gavilanes”, “La rosa del azafrán”, “El huésped del sevillano”

Sorozábal (Pablo). “Katiuska”, “La del mano-jo de rosas”.

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C aen las gotas de lluvia sobre el cris-tal; lo golpean a veces suavemente, otras con más violencia, rabiosas, como queriendo entrar dentro de mí,

cierro los ojos e intento sumergirme en su ar-monía, en su cadencia, en su ritmo. Siento el sonido cada vez más profundo y me asalta el deseo de componer una melodía.

Me adormece el ritmo del agua cuando lenta-mente resbala sobre mi venta-na. Me sugiere el campo verde, el trigo amarillo meciéndose al aire creando su propio sonido, su propia músi-ca; al igual que el latido pausa-do de mi cora-zón, mí respira-ción tranquila, el roce de la ropa contra mi cuerpo, todo armó-nico, todo belleza.

Por el contrario, cuando la lluvia arrecia y fuertemente las gotas se lanzan contra el cris-tal, noto como si quisieran romperlo e inundar-lo todo. Mi corazón se acelera lo mismo que mi respiración, mi cuerpo se pone tenso, mis músculos se contraen.

Levanto la cabeza para que el aire entre libre-mente en mis pulmones. Imagino a un caballo a galope tendido, corriendo salvajemente a la orilla del mar, presto atención y escucho el so-nido de sus cascos cuando chocan con el agua, el sonido del viento cuando se enreda entre sus crines, oigo y siento su libertad, su fuerza.

Golpeo suavemente con mis dedos sobre la mesa, mis pies taconean contra el suelo, mi estómago suena, mi garganta al tragar suena, si junto mis dientes suenan, si muevo la lengua

dentro de mi boca, suena.

Intento acompasar todos los sonidos que oigo, que siento. El trigo, el caballo, el aire, el mar mis dedos, el agua, mis dientes, mi corazón, mi estómago, mis músculos.

Es maravilloso, siento el ritmo vibrar dentro de mí, es como una sacudida interna que me estre-

mece y compren-do que yo estoy creando música, sin ningún instru-mento conven-cional, sin or-questas, sin mú-sicos ni director, yo sólo lo hago porque vivo el sonido, lo armo-nizo, lo embe-llezco en mi in-terior, lo exterio-rizo a través de mi cuerpo, bailo, me muevo ligero

como una hoja al viento.

Soy feliz, comprendo que la música la crean los sonidos, mis propios sonidos; yo puedo componer con cosas tan sencillas y tan bellas como la naturaleza, el aire, la lluvia, los anima-les, mi propio cuerpo y una dosis grande, muy grande de imaginación y me convenzo que de que nada vale la pieza más hermosa interpreta-da por los mejores músicos si no lo vives en tu interior.

Aprendiendo a amar y vibrar con las cosas más sencillas, con los sonidos más simples y comu-nes, llegaremos a la plenitud de sentir la músi-ca en toda su belleza y esplendor.

No creo que me equivoque.

Fuera sigue lloviendo.

MÚSICA Miguel Soto

REFLEXIONES

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H ace tiempo que tengo en mente escribir algo sobre este tema, pero lo he ido dejando porque soy consciente de que para al-

gunas personas puede resultar negativo-triste. Aun así debemos ser realistas, pues somos muchos los mayores, hombres y mu-jeres, que desgraciadamente estamos en esta situación.

Es muy duro vivir en soledad, cuando falta tu esposa/o, la persona con la que has compartido más de media vida, quizás en ocasiones con algunas desavenencias, cosa natural en toda convivencia.

Siempre resulta difícil continuar nuestra vida tras la pérdida de un ser querido, sobre todo en esta época de la vida, ya mayores, con pocas fuerzas y menos ánimo, en la que valoramos el afecto por encima de todo.

Aunque todas las pérdidas son dolorosas, sin duda la más importante suele ser la de nuestra pareja. ¡Han sido tantos años de compartirlo todo! Vivir sin la persona que nos ha acompa-ñado gran parte de nuestra vida supone una gran tristeza, esfuerzo para vivir de otra mane-ra y cambios a los que hacer frente.

Sin embargo, la vida sigue. Es cierto, pero qué vida tan diferente. De todas formas sintiéndo-nos tristes, desorientados, y valorando ahora (tarde) las cualidades de la persona que ya no está, pues cuando se tiene no se valora en su justa medida, todo esto solo lo sabes cuando te toca vivirlo, aun así hay que salir adelante. ¿Cómo?

Para empezar es importante buscarse ocupa-ción, relacionarse y compartir ideas con perso-nas de nuestra edad, para esto los centros de mayores nos pueden ayudar, en ellos se hacen

muchas actividades, alguna nos puede intere-sar, podemos aprender cosas que antes no tuvi-mos oportunidad.

Y siguiendo el dicho de que todos aprendemos de todos, seguro que tú puedes enseñar algo a otras personas, con ello te creas una obliga-ción, como cuando trabajabas, tienes que salir de casa todos los días, de esta forma no sólo estás ocupado-activo, sino que también te sien-tes útil. Yo personalmente me he buscado tarea para todos los días de la semana, a veces bro-meo diciendo que ahora tengo más trabajo que cuando trabajaba, antes de jubilarme.

Otra cosa necesaria es seguir viviendo con dig-nidad: no caer en el abandono personal, con-trolar y ordenar tus cosas (papeles, etc.) cuidar tu alimentación, prestar atención a tu salud y tomar la medicación si tienes que hacerlo, rela-cionarte con tu familia y amigos.

Todo esto nos ayudará a no sentirnos tan solos, no hundirnos en el desánimo, la depresión, y también a prevenir o retrasar la dependencia, para poder seguir más tiempo valiéndonos por nosotros mismos.

Bueno, este tema daría para mucho más, sólo he querido indicar mi idea (lo que yo hago, desde que…) por si a alguna persona le puede servir de ayuda.

Ánimo a todos/as.

VIVIR EN SOLEDAD

Vemos personas cerca, pero literalmente están solos

Juan Díaz,

Espacio para Mayores de Entrevías

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Y o dedico parte de mi tiempo libre a escribir y a pasear. No sé de dónde procede mi ansia de llevarlo a cabo, tampoco sé bien si me gusta más el

juego de escribir o el deporte de andar; cosas no comparables, compatibles y la mayoría de las ve-ces saludables, ya que me permiten hermanar es-fuerzo mental y físico. Siendo así, salgo de casa sin rumbo, con la intención de una vez hecho “camino al andar”, llevar a unas cuartillas mis vi-vencias. Mentalmente, echo a suertes dos opcio-nes: bajar caminando hasta el río Aulencia por la avenida de la Constitución o, por la Avenida de Castilla, dirigirme a la Casita del Príncipe.

Decido acercarme a La Casita. No me importa el calor; a las diez de la mañana aún puedo soportar, sin derretirme en sudores, la ardiente caricia del sol agostero gracias a la sombra de los plátanos alineados a lo largo de la calle. Ando sobre losas de piedra y al llegar al final de la acera frente a mí tengo la Cruz del Tercio, más atrás, en lo alto del terreno, la silueta del Abantos parece recortada y vuelta a pegar en el cielo azulísimo. Después de detenerme a hablar con una persona conocida de cosas triviales, cruzo a la acera de la izquierda, avanzo, voy a parar al pasadizo que atraviesa las vías del tren por debajo. Subo una cuesta pronun-

ciada, me topo con la tapia que ribetea el parque de La Casita, sólo interrumpida por puertas de her-moso diseño. Entro y, una vez dejo atrás la zona de encinas, atravieso la reja de corte artístico con los monogramas de Carlos IV y María Luisa.

Ya en los jardines sufro un sobresalto, un hormi-gueo electrizante en lo más íntimo de mi ser al mirar de abajo a arriba, entre despilfarro de hojas y ramas, el punto más alto de secoyas, pinsapos, cedros del Líbano que forman parte de la vegeta-ción latente de verdes conjuntados dentro de un espacio amplio y despejado. Paso rozando parte-rres sembrados con variedad de flores y árboles frutales. Rodeo otros semicirculares centrados en un pequeño estanque redondo de piedra negruzca, con surtidor en forma de piña y en cuya agua es-tancada flotan nenúfares, de donde parten ocho caminos radiales en forma de estrella. Pero nada estorba mi visión del palacete mandado construir por el rey Carlos III para su hijo el Príncipe de Asturias. Me acerco. Subo tres gradas que sirven de base a cuatro columnas de estilo toscano, que sostienen un amplio balcón con barandilla de hie-rro y una torrecilla acorde con la estatura del edifi-cio. Mas, como esta belleza arquitectónica no col-ma el afán de mi retina, entro en el zaguán con forma oval y cuatro hornacinas ocupadas con bus-

tos romanos. De esta sala parten otras decoradas al gusto del siglo XVIII, cuyos nombres no olvido por lo que tienen de sugestivos. En-carnada, Amarilla, del Barquillo… Transito por ellas con desenvoltura, abrumada por la armonía presente ante mis ojos, trastornada al detec-tar la conexión que existe entre mi espíritu y el de las cosas, aunque no es este el arte que más me inclina a la emoción, me detengo a contem-plar techos, lámparas, muebles, por-celanas, cuadros, relojes restos de sucesivas restauraciones y coleccio-nes, porque la riqueza original que-dó mermada después del paso por El Escorial de José Bonaparte.

PASEAR POR LA CASITA Texto: Mari Carmen Gómez, Fotos: Carlos Bernardino

CRÓNICA

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Salgo al jardín trasero por uno de los dos pórticos situados a ambos lados del palacete, emprendo la rampa que me acerca a un estanque de recogida de agua de lluvia, que aprovecha el desnivel del terre-no para formar una pequeña cascada. Poseída por el embrujo que ejerce sobre mí el líquido transpa-rente en día tan caluroso, meto la mano entre la espuma, chapoteo, exclamo entusiasmada: “¡Qué grato!” Pienso en ellos, en los de ayer, en los que disfrutaron estas delicias. Organizo en mi cabeza la idea que tengo de esta "Casa de Campo Cortesana’’ utilizada por la Familia Real como lugar de rela-jación de las riguro-sas normas de la etiqueta palatina. Centro de animadas tertulias literarias o científicas, así como de academias musi-cales, donde los re-yes se confundían con sus invitados; señores de la noble-za que buscaban el ideal de vida, la Fe-licidad Ilustrada de-ntro de una vida ordenada por la razón, ignorando los graves problemas sociales y políticos.

Metida en cavilaciones sobre la actitud irresponsa-ble de estos personajes históricos, abandono el conjunto palaciego. Son las doce. El sol extiende su luminaria cegadora entre la variedad de espe-cies vegetales. Sol y árboles contribuyen a crear sombras arabescas sobre los caminos de asfalto o arena que atraviesan el parque de La Casita en di-ferentes direcciones. Confieso que, de no apretar tanto el calor, subiría a San Lorenzo por el paseo del Príncipe bordeado de castaños de indias y pi-nos piñoneros, continuaría por el de la Circunva-lación pegado a la tapia de la calleja Larga, empal-maría con el de los Nogales para ir a parar al Arca Umbrión; pero renuncio. Entonces…’’¿ Qué quie-res hacer?’’, me pregunto, mientras me siento en un banco, disfruto de una brisa ocasional que ven-tila mi cabello, trae olor a pasto, a pino oreado, a frutos que están madurando. Me distraigo viendo a unos niños coger piñones del suelo; y a otros, con

una piedra en la mano, intentando abrir una piña verde, prieta, resinosa que, tal vez, dejaron caer las ardillas.

Aparto la mirada de la chiquillería, me levanto, echo a andar por medio de la rotonda. Como sigo deseando acercarme al Arca Umbrión tomo el pa-seo de los Lilos. Después de caminar unos cien metros, los últimos tirando hacia San Lorenzo, aislada en un paraje sombroso, custodiada por gigantescos árboles, encuentro la graciosa cons-trucción de sillería granítica, con tejado a dos

aguas, escalonado; y en el lienzo princi-pal puerta y sobre ella ojo de buey que cumple función de-corativa. Remata conjunto tan atracti-vo dos mesas y va-rios asientos de pie-dra. Cantan los pája-ros, cantan las chi-charras su canción monorrítmica, una fila de hormigas en-tra y sale de un hor-miguero rodeado de

paja. Un arroyuelo, ahora seco, deja ver sus costi-llares de cantos labrados por el agua. A mi imagi-nación no le cuesta poner aquí cazadores que vis-ten casaca, medias altas, zapatos con hebillas dora-das, a los que sigue una jauría de perros, y los monteros reales que portan ristras de piezas al hombro. Recibidos por damas suaves, alegres, con las mejillas coloreadas con carmín, ojos ne-gros como abiertos a punzón, que llevan en la ma-no una camelia o un pañuelo de fina batista con encaje. Damas que arrastran los bajos de sus fal-das largas por las estancias borbónicas del Monas-terio, consultan la hora en un reloj de sol, ponen la mirada en espejos con marco sobredorado, donde se reflejan tapices de Goya y Bayeu.

Con estas imágenes pegadas a mi mente vuelvo a casa, me siento ante la mesa y, no pasando mucho rato, tengo unas cuartillas llenas de rasgos negros.

Laberinto en los jardines de la Casita

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E n la isla canaria de La Palma, en un pueblo costero, vive Pedrito junto a sus padres y su única hermana. Él tiene siete años, y a esta corta edad ya ha

vivido una serie de sucesos, que quiero que co-nozcáis por encontrarlos tan interesantes como sorprendentes.

Ya desde su nacimiento, comenzó dando mues-tras de un comportamiento en sus formas de ex-presión, fuera de lo habitual. Un ejemplo de ello fue su comunicación hablada, pues al cumplir su primer año, se dirigía a sus padres llamándoles por su nombre. Estos, sorprendidos por el hecho, hubieron de sorprenderse, igualmente, por los contactos de Pedrito con los animalitos que con-vivían con ellos en aquella casa.

El perro, el gato, los conejos y las gallinas, le buscaban para jugar con él. Parecía disponer de un lenguaje de entendimiento para ser interpreta-do por todos estos animalitos. Todas las mañanas amanecía en su cama acompañado por alguno de ellos que pretendían, al tiempo, compartir su des-ayuno.

Al dar comienzo sus primeros pasos, su curiosi-dad por conocer el mundo que le rodeaba dio lu-

gar a más de una alarma para sus padres, al en-contrarle desaparecido de la casa. Más de un ve-cino se veía sorprendido por la presencia inespe-rada de Pedrito, en las tempranas mañanas de este delicioso pueblo.

Después, rápidamente era devuelto a la compañía de sus padres, disipándose así los temores que había creado, y que resultaron ser los preludios de unas constantes escapadas más alejadas cada vez, a medida que desarrollaba su crecimiento.

Sus padres, conscientes de la posibilidad de este problema, y para su seguridad, le dotaron de una placa al cuello con la dirección de su domicilio. Gracias a esta previsión como más adelante se verá, el bueno de Pedrito un día pudo retornar al hogar paterno.

Contando ya cuatro años cumplidos, aprovechan-do un descuido de su madre, salió a la calle diri-giéndose a la plaza del pueblo. Al llegar a ella, encontró un carro con su mula enjaezada y en-ganchada al mismo, dispuesto al parecer para em-prender la marcha. Sin pensarlo dos veces, y co-mo pudo, subió a él por los estribos, acomodán-dose con gran sigilo en su parte trasera, escon-diéndose entre los sacos que allí se encontraban.

Las inquietudes de Pedrito Carlos Bernardino

No habría

recorrido

más de cien

metros, cuando

se topó con un

caballito enano

de la familia de

los ponis,

reposando sobre

la hierba.

CUENTOS Y RELATOS

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El carretero, sin percibirse de la presencia del chaval, emprendió la marcha para alegría de éste, que desde el interior, dio comienzo el espectáculo para él, al descubrir paisajes que no conocía.

La carretera por la que discurría el carro, en mal estado de conservación, hacía que éste se balan-ceara de tal manera que muy a punto estuvo el chico de delatar su presencia por sus lamentacio-nes al sufrir tantos vaivenes.

Tiempo después irrumpieron en una finca plata-nera, deteniéndose el carro bruscamente. El ca-rretero saltó del mismo, para entrar en la casa an-te la que se había detenido.

Pedrito, aprovechando este momento, salió de entre los sacos, saltando al suelo para alejarse del carro e internarse por un camino que aparecía ante él.

No habría recorrido más de cien metros, cuando se topó con un caballito enano de la familia de los ponis, reposando sobre la hierba. Asombrado por el inesperado encuentro, no pudo en ese instante articular palabra alguna. Y más asombrado quedó aún, cuando el caballito, incorporándose, se diri-gió a él para preguntarle por su presencia en aquel lugar. El niño, recuperándose de su asom-bro, le explicó que, en su deseo de descubrir nue-vos horizontes, decidió ausentarse por un tiempo de su casa, y cómo había conseguido llegar hasta el lugar.

Descubriendo la soledad en que se encontraba el caballito, le comunicó lo aburrida que parecía ser su vida.

Este respondió que no sentía aburrimiento algu-no, por tener muchos amigos. Ciervos, nutrias, gacelas, osos, águilas y buitres, entre muchos otros.

“Te propongo acompañarme para que conozcas a alguno de ellos. Súbete a mi grupa para que via-jes más cómodo.” Pedrito no dudó un instante, y saltando sobre su lomo se acomodó en él, suje-tándose de sus crines.

Saliendo de la finca, se internaron rápidamente en el bosque y ascendieron a través de su vegeta-ción ganando altura. De repente y rompiendo el silencio que reinaba en él, les sorprendió un terri-

ble rugido que al chico le hizo temblar. Zacarías -éste era el nombre del caballo- se apresuró en tranquilizarle, advirtiéndole de que se trataba del oso amigo, quien advirtiendo su presencia les dirigía un saludo.

En efecto, surgió de entre la maleza la imponente figura de un gran oso pardo, el cual, y sin más preámbulos, dando muestra de una gran alegría, se aproximó a los dos celebrando el encuentro.

Cuando Zacarías presentó a Pedrito a Nicolás, éste le estrechó cariñosamente entre sus enormes garras, alzándolo en el aire. Nicolás, como mues-tra de hospitalidad, les llevó hasta su casa. Ésta era una gruta de grandes dimensiones, muy lim-pia y ordenada. En ella se encontraban la madre, y tres oseznos que no paraban de jugar.

Pedrito, inmediatamente, se unió a ellos, pare-ciendo en el juego como un osito más. Las risas y los saltos fueron interrumpidas para dar paso a una merienda compuesta de ricas nueces, avella-nas, y frambuesas, que fueron consumidas con avidez por los asistentes.

Después, habiendo sido despedidos por tan cari-ñosa familia, continuaron su marcha. Descendie-ron por una ladera, hasta llegar al remanso de un río en donde hicieron alto para descansar y cal-mar su sed. En esto estaban, cuando fueron sor-prendidos por la aparición en la superficie de dos lindas y juguetonas nutrias. Al tiempo de saludar-les, no paraban en sus juegos. Las ranas y los pe-ces, con sus ceños fruncidos, no parecían tan di-vertidos con estos juegos que venían a alterar la

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tranquilidad del lugar.

Una vez finalizado el juego, salieron del agua para sacudirse las gotas y charlar animadamente con los dos. Se despidieron de estas graciosas criaturas, en el momento de dar comienzo el de-clinar de la tarde. Zacarías, siempre previsor, aconsejó a Pedrito que montara sobre él para po-der así llegar a tiempo al nido de un águila ami-go, antes de ser sorprendidos en el campo por la llegada de la noche.

Con una fuerza inusitada, el caballito trepaba por los riscos montañosos, sin dar muestras de reali-zar esfuerzo alguno. Por fin, alcanzando la cima, llegaron al nido del águila. Encontrándola vacía, decidieron esperar hasta su llegada.

Un fuerte aleteo surgido a sus espaldas fue el anuncio de la aparición de este buen amigo de Zacarías. A Óscar, le alegró mucho la visita de ambos, y muy especialmente la presencia de Pe-drito, pues, según dijo después, era la primera vez que hablaba con un niño, y además en su propia casa. Se apresuró a ofrecerles los alimentos de que disponía, y ya podéis imaginar cuáles eran éstos. No obstante y ante el rechazo del niño a las carroñas, que le fueron ofrecidas como lo mejor que tenía, disponía también de plátanos, que re-sultaron suficientes para calmar el apetito del mo-

mento. Zacarías supo saciar su apetencia en unos pastos próximos.

La noche se cernió sobre ellos, cubriéndose el cielo con miles de estrellas. Óscar, como buen anfitrión, había dispuesto el nido acomodándolo a las proporciones de Pedrito para que durmiera sin extrañar su improvisada cama. Pero antes de dar comienzo al descanso, quiso saber el chaval de qué manera vivía Óscar, pues sentía mucha curiosidad por conocer sus costumbres y viven-cias.

Óscar, complacido, comenzó diciéndoles que había nacido en el norte de Europa, y que cuando aprendió a volar, impulsado por el deseo de co-nocer nuevos lugares, abandonó el hogar, aleján-dose de sus padres y hermanos. Así fue recorrien-do diversos países, para finalmente no encontrar-se feliz en ninguno de ellos. Y después de mucho pensar en cuál podía ser la causa de esta ausencia de bienestar, llegó a la conclusión de que esto era debido a la añoranza que sentía recordando a su familia.

Para rectificar su proceder anterior, decidió el retorno al hogar abandonado, para encontrarse de nuevo con sus padres y hermanos. Pero cuando llegó, encontró los nidos vacíos, pues según le dijeron los vecinos, toda la familia, al no soportar

CUENTOS Y RELATOS

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su ausencia, los abandonaron para ir en su busca.

“Así fue como perdí a mi familia. Por no valorar-la juiciosamente. Hoy no encuentro consuelo a mi soledad. Por todo lo que estoy sufriendo y mi triste experiencia, mi consejo para ti es que cuan-to antes acudas de nuevo al hogar de tus queridos padres y hermana, y olvides para siempre estas escapadas”.

Después de haber recibido estos sabios consejos, Pedrito se dispuso a dormir. Pero no podía conci-liar el sueño por pensar en lo mucho que estaría sufriendo su familia, por su desaparición.

Cuando pasadas unas horas se durmió, tuvo un sueño terrible. Viendo muy de cerca a sus padres y hermana, los encontró vagando por el campo. Sus vestidu-ras aparecían desgarradas por el roce con la maleza, y no cesaban de gritar su nombre reclamando su presencia.

De pronto pudo ver, horrorizado, cómo frente a ellos surgió la impre-sionante figura de un oso gigantesco, al que inmediatamente reconoció como Nicolás. Éste, rugiendo feroz-mente se abalanzó sobre ellos. El padre, esgrimiendo un cuchillo se dispuso a enfrentarse al animal. En aquel instante, Pedrito se lanzó a una carrera hacia Nicolás, gritándole pa-ra detener su acometida. Pero éste pareció no hacerle ningún caso, al lanzarse sobre él para clavarle sus enormes garras. Y en ese ins-tante, el niño, al grito desgarrador de “Quieto, Nicolás, no lo hagas, es mi padre”, despertó de este mal sueño.

Óscar y Zacarías, igualmente vieron interrumpido el suyo, y se apresuraron a serenarle. Rompiendo a llorar desconsoladamente, se decía a sí mismo que su deseo era volver cuanto antes a su casa. Oscar le propuso, viendo su estado, una solución genial para resolver la situación de forma inme-diata. Al amanecer, acudiría al encuentro de un cóndor amigo suyo, el cual le trasladaría sin es-fuerzo alguno a su casa.

Habiendo localizado Óscar, horas después, al ma-jestuoso cóndor, le vieron descender y posarse

suavemente a lado del nido. Ezequiel – tal era su nombre – una vez presentado, demostró mucho interés en dar solución a la aventura de Pedrito. Al saber que el pueblo era Tazacorte, Ezequiel se felicitó, pues lo conocía sobradamente.

Resuelto lo que pudo haber sido un serio proble-ma, dispusieron la salida. Zacarías, Óscar y Pe-drito se fundieron en un emocionado abrazo de despedida, sabiendo que quizás nunca volverían a verse.

“Súbete a mi cuerpo y abrázate a mi cuello, y verás cómo en unos minutos estás en tu casa”, le dijo Ezequiel. Instantes después, se encontró en el aire y desde esa altura pudo ver cómo Óscar

les acompañaba, y Zacarías se per-día de vista con una patita alzada como señal de despedida.

Al sobrevolar el pueblo, Ezequiel se unió a una cigüeña para que le guiara hasta la casa, y ésta les llevó exactamente hasta la terraza de la misma. Una vez depositado suave-mente en ella, Pedrito abrazó a Ezequiel muy emocionado, y con grandes muestras de agradecimien-to por su proeza.

Al remontar el vuelo, Ezequiel qui-so despedirse haciendo unas pasa-das sobre la terraza con sus gran-des alas desplegadas, y ello dio

lugar a que los padres, que en ese momento llega-ban a casa, descubrieran a Pedrito en la terraza agitando su brazo de despedida al cóndor.

Sorprendida su familia por su inesperada llegada, no cabían en sí de júbilo. Él, lloraba emocionado y, abrazado a sus padres, les aseguraba que jamás volvería a correr aventura alguna ni se alejaría de ellos. Los hechos vividos en estos días habían sido determinantes para hacerle entender y valo-rar que no hay lazos de cariño más grandes que la unión de la familia.

Los hechos vividos

en estos días habían

sido determinantes

para hacerle

entender y valorar

que no hay lazos de

cariño más grandes

que la unión de la

familia.

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L a casa donde vivía la niña con su fa-milia era grande, un poco destartala-da, y con muchos recovecos oscuros. Le asustaba, y siempre andaba con

recelo especialmente cuando empezaba a ano-checer.

Escuchaba con atención las historias que oía pero hacía como que no estaba atenta, pues los mayores hablaban de ello cuando pensaban que los niños estaban dormidos o demasiado lejos para oír. Entre los hermanos solían co-mentar todo aquello que escuchaban.

La casa era de la época de Felipe II: la fachada era de piedra con dos puertas grandes. La prin-

cipal tenía dos hojas. La hoja derecha estaba cortada a la mitad con unos clavos grandes de hierro adornando toda la puerta y con una llave enorme, la otra puerta era de una sola hoja con un ventanuco que también se abría, igualmente adornada con esos mismos clavos. En la planta de arriba había tres ventanales y en la parte de abajo una, bastante grande con sus verjas en-trelazadas, muy bonita. El portal era grande, el suelo estaba adornado con piedras pequeñas haciendo dibujos variados, a ambos lados había dos puertas y de frente otra. Por la puerta de la derecha se entraba a una estancia grande donde se guardaba la leña para uso diario, la izquierda daba paso a unos dormitorios y la

Margarita Bermejo

LA ANTIGUA LEYENDA

CUENTOS Y RELATOS

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puerta de frente iba hacia la cocina (que casi nunca se usaba) y un comedor. Atravesando éste, se salía a un patio grande con un pozo y, al fondo del todo, se encontraban las cua-dras.

Al primer piso se subía por una escalera, con exactamente catorce peldaños, todos ellos de madera excepto el primero, que era de piedra. Al llegar a la parte de arriba había un pasillo con una ventana a la izquierda y, unos pasos más adelante un cuartito abuhardillado. En este cuarto, se guar-daban los utensilios de la matanza: un caldero de cobre enorme, unos cucharones y tenedores largos de madera. Los hermanos de Julia, sa-biendo lo aprensiva que era con todo, aprove-chaban su miedo y le decían que en ese cuarto iba el demonio y cocinaba a los niños peque-ños que se portaban mal. Al ver sus ojos llenos de miedo, salían corriendo, riendo y coreando: “¡Miedica, miedica!”. Sólo pasar por la puerta de ese cuarto le llenaba de pavor; una vez se armó de valor y miró por entre las rendijas de la puerta. Allí vio sombras moverse por la habitación y los cacharros del de-monio come-niños. Le quedó claro entonces que lo que le contaban sus hermanos era verdad y se alejó de allí con mucho más miedo que nunca.

Pasado el demencial cuarto se en-contraba otro comedor y salón, otra cocina con una enorme lum-bre de leña donde se cocinaba y, sobre el fogón, una chimenea de campana muy bonita. Alrededor de la lumbre todos se reuní-an y allí era donde se contaban todas las histo-rias de tiempos pasados. Decían que en esa ca-sa había un tesoro custodiado por dos espíritus, uno bueno y otro malo y que la fuerza del mal

a veces se podía sentir. A los niños les intere-saba mucho todo esto y se levantaban de la ca-ma, sin que nadie lo supiera, para escuchar. Al

día siguiente, los hermanos se contaban lo que habían oído, Julia, que era la más pequeña, cada día que pasaba le daba mas pánico ir sola de una habitación a otra, poco a poco sentía cosas a su alrededor. A veces cuando iba a bajar por las escaleras sentía como si una mano en la espalda le di-era un empujón y bajaba vo-lando toda la escalera. Y digo “volando” porque en todas las ocasiones en las que le suce-dió aquello –cerca de una do-cena– ¡jamás se golpeó en ningún escalón! Ni una sola vez. Al llegar abajo, miraba alrededor convencida de que

alguno de sus hermanos había intentado asus-tarla, pero nunca vio a nadie. No se atrevía a decir nada a sus padres pero sí se lo decía a sus hermanos dándoles otro motivo para burlarse de ella. Julia empezó a ser sonámbula. Se le-vantaba todas las noches y sus padres la seguí-an. A veces sólo se sentaba en la escalera, otras se bebía la leche y otras intentaba salir a la

calle. Al día siguiente sus padres le preguntaban si se acordaba a dónde iba, ella contestaba que no, pero que había soñado con mu-chas personas que querían jugar con ella y que le llevaban de la mano a un sitio oscuro y le daban miedo.

“No sé qué pensar de todo esto”, decía su madre, “la verdad es que los niños suelen soñar con mu-chas cosas raras.” Sus padres em-pezaron a preguntar a los demás niños y se sorprendieron mucho

al comprobar que alguno de ellos también sen-tía que alguien les empujaba cuando bajaban las escaleras y que en ocasiones veían unas sombras extrañas moviéndose entre las cortinas y supieron además que los anima-

Sólo pasar por la

puerta de ese cuarto

le llenaba de pavor;

una vez se armó de

valor y miró por

entre las rendijas de

la puerta.

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les también se ponían inquietos y asustados y con el pelo de punta. Todos los adultos de la ca-sa se asustaron mucho al consta-tar que quizás no fueran sólo his-torias lo que contaban, aun-que ellos nunca vieron nada se-mejante, que al final la leyenda podía que tuvie-ra algo de ver-dad. Desde ese día, dejaron de hablar de histo-rias lejanas y empezaron a rezar con los niños todos los días y echaron agua bendita por los rincones de toda la finca.

Día a día, Julia empezó a mejo-rarse, cada noche era más tran-quila para todos y poco a poco fue recuperando su alegría, y recobrando su seguridad hasta que ya no sentía miedo al pasar al lado de la buhardilla. Fue pa-sando el tiempo y todo volvió a la normalidad y aquella pesadi-lla se fue olvidando y nunca más se volvió a mencionar.

Los hermanos se fueron a estu-diar a otros lugares. Al cabo de los años, Julia se convirtió en una jovencita muy guapa que ayudaba mucho en las tareas de la casa. Había veces en que pensaba algo de lo que le suce-dió de pequeña y tenía muchas dudas, no sabía si de verdad ella vio o sintió algo fuera de lo normal. Un día de verano, su madre le dijo “Julia, ve y trae un poco de

leña que vamos a preparar la ce-na”. La joven cogió una pal-matoria, encen-dió la vela y ba-jó al cuarto don-de se guardaba la leña. La habi-tación era gran-de y muy larga y, al fondo se encontraba la leña amontona-da. Descendió como tantas ve-ces lo había hecho antes, po-só la palmatoria encima de una vieja cómoda que había en el

leñero, y dijo en voz alta, muy segura de si misma: “Si en es-ta casa hay espíritus que me apaguen la vela”. Al instante la vela se apagó. Julia se que-do inmóvil, petrificada, con un sudor frío recorriéndole por todo el cuerpo, llena de angustia y con el temor de volver a vivir lo mismo que cuando había sido pequeña. No podía hablar y, aunque in-tentó llamar a su madre, no pudo articular palabra. Julia después de varios días confesó lo que había pasado y después de escucharle con toda aten-ción sus padres le contaron lo sucedido cuando era niña. Ju-lia nunca volvió a tentar la suerte. No creía en los fantas-mas, pero ¿y si existieran de verdad?

Descendió como

tantas veces lo había

hecho antes, posó la

palmatoria encima

de una vieja cómoda

que había en el

leñero, y dijo en voz

alta, muy segura de

sí misma: “Si en

esta casa hay

espíritus que me

apaguen la vela”.

CUENTOS Y RELATOS

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POSTAL DE NAVIDAD Araceli Segovia Dávila

E scribo con des-gana, escribo por encargo. En el Taller de Memo-ria del Aula de

Mayores nos han propues-to hacer un relato sobre las Navidades de nuestra in-fancia.

Que es bueno, dicen, para prevenir el Alzheimer u otras enfermedades que nos hacen poco a poco ol-vidar nuestras vidas y lle-gar a no saber quiénes fui-mos ni quiénes somos.

Olvidar, perder la memoria, a veces lo anhelo tanto… arrancarme este traje antiguo y no siempre querido de la memoria, de mi memo-ria, que se me ha ido pegando dolorosamen-te, como una segunda piel. Me cuesta, en cambio, saber dónde dejo las llaves, las ga-fas, el monedero, o qué botón debo pulsar para llegar hasta mi casa. Sin embargo, no tengo que esforzarme mucho para volar a mis seis ó siete años, a mi pueblo, a un nevado mes de diciembre en mi casa, en la tienda de ultramarinos que mis padres heredaron de mis abuelos paternos.

Me veo morenita, menuda y vivaracha, con dos trenzas muy prietas y la raya al lado per-fectamente trazada, atenta a todo lo que ocu-rre a mi alrededor.

“Todavía no han llegado las vacaciones de

la escuela, pero mi padre ya encargó al re-

presentante los dulces, el turrón duro y el

blando, las figuritas de mazapán, los polvo-

rones, mucha sidra y un poco de champán

para las clientas más ricas. Ah, y el vino Cu-

ne por si algún veraneante viene por aquí

estos días.

Ya vino Felipe, el jardinero de la Casita del

Príncipe, con un serón lleno de musgo, piñas

y ramitas de acebo. Mi madre sacó del arcón

la bandera española que cada año sujeta con

chinchetas al tablero de madera sobre el que

mi padre crea un pueblo completo alrededor

del portal de Belén. Poco a poco el cuarto de

estar se ha ido llenando de pequeños paque-

tes cubiertos de papel de periódico arrugado

y empieza la fiesta de descubrir una a una

las figuritas que el resto del año duermen en

el desván a la espera de otras navidades.

— ¡Mira, mamá, las lavanderas! ¡Y el hom-

bre con el corderito al hombro! Este año

también le ponemos encima del puente como

si estuviera pasando por el río de papel de

plata, que el año pasado estaba muy bonito.

— ¡Cuidado con el Niño Jesús¡ que la prima

le rompió la cabeza, no se le vaya a despe-

gar.

PALABRA VIVA

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— Este paquete tan grande debe de ser el

castillo de Herodes. A ver…, no, es la Anun-

ciación a los pastores. ¡Qué grandote es el

ángel que cuelga del corcho! Tiene las alas

igual que las que papá me hizo para la fiesta

de la escuela, cuando hice de Arcángel San

Gabriel, que cómo pesaban. Estaba tan pen-

diente de que no se me cayeran que casi no

me acordaba de lo que tenía que decirle a

María. No entendía lo de que “para Dios no

hay acepción de personas”. No lo entendía,

pero lo dije bien. ¡A que sí, mamá!

— ¿Y este paquete tan blandito? ¡¡¡Anda¡¡¡,

si son los sacos de harina que la abuela co-

sió con tela de colores.

— No me riñas, que yo no he tirado la hari-

na, el saco estaba roto y se me ha caído toda

por la falda. Nunca me crees.

No encuentro los Reyes Magos. Este año he

echado la carta para el Rey Baltasar, el negri-

to, a ver si me trae de una vez la Mariquita

Pérez. Que no se enteran; todos los años la

pido y me trajeron una pepona de cartón pie-

dra, y Paquito el vecino la metió la cabeza en

un cubo y cuando la sacamos estaba horroro-

sa, toda deshecha y con la pintura corrida. La

abuela la tiró a la basura.

En cuanto pongan el tablero grande y lo tapen

con la bandera me meteré en mi sitio favorito.

Me gusta esconderme debajo del belén, entre

la madeja de cables de las bombillas mientras

mi padre y mi madre van haciendo las monta-

ñas de escorias, las huertas y los caminos y el

río con agua y todo. A ver si este año tienen

más cuidado, que dicen las clientas que cuan-

do tocan las chinchetas les da calambre. Dice

mi padre que es por la humedad del musgo y

los cables de las bombillas. Mi madre está pre-

ocupada por si alguna clienta se queda pega-

da. Dice mi hermano que cuando se electrocu-

tan se les pone el pelo como si les hubieran

hecho la permanente. Creo que me gustaría

verlo, pero que no se muera ninguna, porque

dice mi padre que vivimos de ellas. Sólo el pe-

lo tieso y un poquito chamuscado y los ojos

como si se les salieran de su sitio.

Creo que estoy debajo del fuego de los pas-

tores. Es la lucecita que más me gusta por-

que mi padre la envuelve en celofán rojo y

parece que se están calentando las manos.

¿A qué huele? ¡Anda! ¡Mamá ha puesto bo-

niatos en el horno! En cuanto estén asados

partirá uno por la mitad y mi hermano y yo

los comeremos con una cucharita, como un

helado caliente. Como siempre, a él le dará

el trozo más grande.

Va a venir la tía María con sus regalos de

Matías López, como todos los años. Siempre

trae uvas al coñac para los mayores y ma-

rrón glasé para nosotros. Dice que no sea-

mos ansiosos y nos los comamos de un mor-

disco, que a las obreras les da mucho traba-

jo pelar las castañas con cuidadito antes de

ponerlas el azúcar.

No sé si este año saldré con mis amigas a

pedir el aguinaldo. Creo que algunas niñas

del pueblo se sacan mucho dinero. Hay seño-

ras que les dan monedas de dos reales y a

veces hasta alguna peseta rubia. A nosotras

lo mejor que nos dieron el año pasado fue

una onza de chocolate para repartir entre las

tres; a las casas que vamos sólo nos dan

mandarinas y algunas castañas. ¡Vaya mier-

da! Que no me oiga mi madre, que cuando

digo mierda me da un cachete en la boca y

dice que hago llorar al Niño Jesús.

Ya salió la pandereta. A ver si cantamos vi-

llancicos como todas las Nochebuenas. Mi

padre está un poco triste porque se ha muer-

to el abuelo. Lo sé porque me han puesto

unos lazos negros en las coletas y papá lleva

PALABRA VIVA

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una cinta negra en el brazo y un botón negro

en la gabardina de los domingos, y cuando

habla del abuelo dice “mi pobre padre que

en paz descanse”. Ojalá me cante el villanci-

co del zagal y el pajarillo que tanto le gusta,

que dice que se lo enseñó su abuela cuando

era pequeño como yo”…

El timbre de la puerta suena insistentemente. Dejo el bolígrafo y las gafas en-cima del cuaderno y voy a abrir. El pasillo huele a ambientador de pino, del que se coloca en el enchufe. Ni rastro de aromas de boniatos o castañas asadas.

Busco el monedero por si los niños, o el sereno o los barren-deros vienen a pedir el aguinal-do. Pero no, son los hijos de Ju-li, la del segundo, que me ofre-cen papeletas para la rifa de una cesta de Navidad, una “güii”, creo que han dicho, o un viaje a Canarias con acompañante. Les digo que no quiero sorteos y se miran riendo cuando les doy un par de euros como aguinaldo.

La tarde ha ido cayendo. Me froto los ojos secos y cansados, Descorro los visillos y contemplo el cielo. A lo lejos el monte Aban-tos se ha ido moteando de nieve y una gasa densa cubre los tejados de pizarra.

En la casa de enfrente un sonriente Papá Noel intenta por tercer año consecutivo subir por una escalera de plástico para entrar por la ventana, sin que lo haya conseguido hasta ahora. Además, juraría que no ha ascendido ni un solo tramo. Me pregunto cómo es que no se desanima y sigue luciendo esa beatífica sonrisa. Tengo que tomar ejemplo de su pa-ciencia y tesón.

Enciendo la lamparita de pie y contemplo el belén que este año he colocado en el hueco de la chimenea. Algunas figuritas sobrevivie-ron conmigo al paso de los años, a fuerza de cariño y pegamento, y se acurrucan en un portalito de corcho, compartiendo el espacio con un pequeño árbol siempre verde y reple-

to de velas, bolas y espumillón, traídos de Taiwán hasta la tienda de los chinos del ba-rrio, en extraña convivencia.

Tres calcetines de fieltro de colores vivos cuelgan del pretil de la chimenea, con los nombres de mis tres nietos. Dice mi nuera que tampoco nos reuniremos este año por Nochebuena; pasarán las fiestas en una esta-

ción de esquí. Guardaré los rega-los para Reyes.

Regreso a la ventana. La tarde se come la luz a mordiscos lentos, y el alumbrado navideño me abofe-tea con sus velitas y hojas de acebo multicolores. Mi monte Abantos se va tiñendo de violeta.

Siento un nudo en el estómago, debe de ser eso que mi amiga Pi-lar dice que le pasa todos los años por estas fechas, eso que llaman el “espíritu navideño”. Apoyo las palmas de las manos contra los cristales y, mirando la primera estrella, comienzo a can-tar aquel villancico del zagal y el pajarillo que tanto le gustaba a

mi padre:

“Yo bajo del monte por ver un zagal, traigo un pajarito que sabe cantar.

Verás cómo canta, qué lindo que es, con trinos alegres te va a complacer.

Qué lindo, qué bello, qué lindo, qué bello que está, que siga cantando al Rey celestial

Sin ricas ofrendas no temáis llegar que el Niño agradece la fe y voluntad”

“La tarde ha ido

cayendo. Me froto

los ojos secos y

cansados, Descorro

los visillos y

contemplo el cielo. A

lo lejos el monte

Abantos se ha ido

moteando de nieve y

una gasa densa

cubre los tejados de

pizarra”

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¿Por qué no me dejas, tristeza?

¿Tanto me amas que no puedes dejar de entrar en mí ni

un solo día?

¿ Tan sola te sientes si no estás conmigo?

¿Te hace tanta falta mi presencia para poder vivir?

Vete con otro, cambia de dueño, o ¿quizás tú eres sólo

mía?

Ten cuidado, no me maltrates, porque tal vez llegue un

momento en que reines tan sólo en mis cenizas.

Marisa Ramírez Ontalba

.

POESÍA

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La Naturaleza es nuestra Ma-dre. Los bos-ques, las aguas de ríos y mares, las montañas y los animales que comparten con nosotros todo lo que ella nos da, alimen-tan y dan la Vida. Pero tam-

bién Ella nos castiga con su fuerza, su poder, su grandeza y nos avisa con grandes catástro-fes naturales y sobre todo hambrunas que aso-lan parte de nuestro mundo.

Quizá, alguien que lea este comentario -que pone pie al poema que expresa la desolación, la impotencia y el desconsuelo que sentimos cuando arden nuestros bosques-, no sabe que un bosque quemado tarda, a veces, un siglo en recuperarse. Que el ser humano es responsable del 90% de lo que se quema. Que entre el 1 de enero y el 30 de agosto de 2009, han ardido en España 95.769 Has. de bosque.

El día 20 de Agosto de 1999, una chispa (dicen que fortuita) y un cristal que hizo de lupa con el Sol, calcinaron 425 Has., y ardie-ron 170.000 árboles de nuestro precioso Mon-te Abantos.

Se trabajó con celeridad en la limpieza y refo-restación, pero aún así, nadie que lea estas líneas verá el monte como estaba, pues tardará más de 50 años en recuperarse, dicen los ex-pertos.

Sólo la labor de educación, la concienciación, el respeto a nuestra Madre Naturaleza, puede salvar nuestro hermoso Planeta Azul. ¡¡SALVEMOS EL BOSQUE!!

DESOLACIÓN

Cuando se apaga el fuego en la montaña

sólo Dios habla.

Sus palabras son brasas que nos queman

y no oímos.

El pájaro cantor, y la lechuza, el búho

sin sus ramas.

El ulular del viento amenazante y frío

hiela el alma.

El silencio hecho Dios, nos da respuestas

y es el dolor…

El dolor de la vida, el dolor de la nada.

El bosque es un fantasma de cenizas

grises, livianas,

sin los trinos de dulces pajarillos

en la mañana.

No hay sombra de árboles ancianos

que nos hablen

de abrazos, quizá de enamorados,

bajo sus ramas.

Sólo el viento grita su lamento débil…

sólo Dios habla.

I. G. Núñez

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Ideas para una hermosa cena de Navidad

U na de las costumbres más arraigadas en todas las culturas del mundo es celebrar los días señalados con un buen festín culinario.

Sin duda la mejor manera de dis-frutar del día más bonito del año es una cena íntima en compañía de las personas queridas. Cuan-do se aproxima la Navidad las personas queridas se embarcan en la búsqueda del regalo per-fecto pero ¿acaso hay mejor prueba que sorprender a las per-sonas queridas con un menú de-licioso? Este año embárcate en el placer de disfrutar de la cocina: nosotros da-mos las ideas y tú te pones el delantal.

Entrantes y primeros platos. El marisco siempre es opción para comenzar la cena. Solo o acompañado (en revueltos o ensaladas), su-pone una buena manera de comenzar a abrir boca: ostras, vieiras, langostinos, gambas, ci-galas… También son muy fáciles de preparar los canapés (ahumados, paté, caviar, jamón, queso) y las brochetas de pollo y pimiento; cerdo y piña; langostinos y champiñones; de verduras; berenjenas.

No podemos dejar de mencionar las deliciosas ensaladas templadas donde puedes poner toda tu creatividad. Por ejemplo, una ensalada de escarola y berros, aderezada con unas gulas o gambas rehogadas con un poco de ajo y aceite de oliva virgen. También son excelentes las ensaladas de lechugas variadas y espinacas acompañadas con fruta (granada, mandarina, manzana, uva), frutos secos (nueces, piñones, pasas) o queso (azul, graso, de cabra).

No nos olvidamos del sorbete de limón al champaña. Se baten en la batidora ¾ partes de

helado de limón, ¼ parte de champaña seco y se sirve en copa de champaña. Esto servirá pa-ra digerir mejor lo que hayamos comido y así prepararnos para los siguientes platos.

Para los segundos platos siempre hemos de tener en cuenta que la elección ha de ser con-tundente y sabrosa, pero a la vez sobria. Por eso, los pescados más delicados y las carnes más exquisitas siempre dan en el clavo en cualquier mesa. No olvides preparar siempre algo fácil de comer, las aves pequeñas llenas de huesecillos o los pescados con muchas espi-nas pueden poner a prueba la paciencia de cualquiera.

Las opciones son innumerables: solomillo, car-nes o pescados rellenos, un buen entrecot, pez espada, sepia, salmón, rape, escalopes de carne o pescado… todo ello a la plancha, asado, o acompañado de alguna salsa ligera. Acuérdate de hacer buen uso de los aceites y vinagres bal-sámicos y las especias: una combinación ade-cuada te garantizará la mayor de las satisfac-ciones.

Jesús Rodríguez

GASTRONOMÍA

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Para terminar, dulce

La fruta y el chocolate son dos ingredientes básicos a la hora de conjugar el mejor postre para Navidad. Una macedonia de frutas exóti-cas (mango, papaya, piña) y fresas aderezada con miel o caramelo puede ser una opción sen-cilla, así como las fondues de chocolate. Los helados son también una buena alternativa.

Con chocolate puedes preparar un mousse, bombones caseros o un pastel, aunque si no quieres complicarte, puedes recurrir a unas fre-sas o nueces con nata, caramelo y helado.

Magret de pato con salsa de arándanos.

Ingredientes:

4 magrets de pato, sal y pimienta

800 gr. de nata de cocinar (4 botes de 200 gr.)

6 cucharadas soperas de mermelada de arándanos.

Un chorrito de oporto, o vino dulce

Preparación:

Haremos unos cortes a la piel grasa del magret, sin llegar a (cortar todo) para que quede el di-bujo cuadradito. Luego salpimentamos y deja-mos reposar unos 3 ó 4 minutos, para que coja el gustito de sal y pimienta, (a gusto de cada uno).

Seguidamente ponemos una sartén en el fuego, a calentar; cuando esté bien caliente ponemos los magrets en la sartén con la piel hacia abajo y dejamos que suelte toda la grasa.

Cuando vemos que ya ha soltado la mitad de la grasa, les damos la vuelta y doramos por la par-te de la carne. Ha de quedar medio hecho por dentro, no dejéis que se haga mucho, se trata que por fuera y por dentro quede al punto, así

quedan los jugos dentro. Si lo hacéis mucho, esta carne queda seca.

Una vez dorados los magrets, los apartamos a un plato, y bajaremos el fuego. Con el aceite que ha soltado, ligaremos la salsa de la siguien-te manera:

En este aceite, pondremos unas seis cucharadas soperas de la mermelada de arándanos, y le da-remos un par de vueltas con la cuchara de palo para que se una a la grasa. Cuando queda todo unido se añade la nata líquida para cocinar y se remueve para ligarla. Cuando empiece a cocer la nata, se le da vueltas durante un par de minu-tos más y se añade un poquito de vino generoso (el que tengáis), se deja reducir un poquito para que evapore el alcohol y ya tenéis la salsa del magret .

Cortáis el magret en rodajas y encima le ponéis la salsa, y estará listo en un momento.

Si queréis dejarlos separados, podéis hacerlo. Pero no calentéis el magret y la salsa juntos porque el magret se cocerá y os quedara seco.

Consejo:

Hay que calentar bien la salsa, ya sea en el mi-cro o en una cazuela con agua, al vapor para que no se reseque, y el magret dejarlo a tempe-ratura ambiente.

Sugerencia de presentación del magret de pato

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Otoño, la mejor época para plantar bulbosas y cambiar plantas de lugar

L as bulbosas son un numeroso grupo de plantas caracterizadas por vivir a ex-pensas de un tallo subterráneo que puede tener formas y tamaño distintos.

Dicho tallo es, las más de las veces, un verdadero bulbo en término botánico, aunque bajo la deno-minación general de bulbosas incluimos también otros tipos de plantas afines.

El mayor valor de esta clase de vegetales es, sin duda, sus flores, pues las ofrecen en un amplísimo surtido de tamaños, formas y colores, haciéndolo además en diferentes épocas del año.

Una de mi preferidas es el tulipán

El tulipán es sin duda, la planta bulbosa más utili-zada en la actualidad. Millones de formas híbridas se plantan cada otoño en jardines públicos y priva-dos de los cinco continentes. Su espectacular flo-ración sólo dura unas semanas durante la primave-ra. Siendo así, ¿cómo es posible que tengan tanto éxito y sigan, a pesar de su alto precio, comerciali-zándose a tal escala? El fenómeno puede obedecer a dos razones, la facilidad de cultivo de resultados magníficos, y la tradición. Los tulipanes tuvieron su mayor apogeo en el siglo XVIII, cuando nin-gún jardín europeo que se preciara podía carecer de ellos en primavera. Cada año aparecían nuevas variedades y existía una fiebre desmesurada por exhibir las últimas novedades. Pero la causa de esa afición a los tulipanes, que llegó a hacer que se utilizaran como moneda de cambio, venía de antes de esa época ya que fue el Imperio otomano el que desarrolló las primeras generaciones de tu-lipanes domésticos. La sofisticada corte turca sen-

tía auténtica veneración por esta planta representa-da hasta la saciedad en los motivos murales que cubren, incluidos el serrallo, las estancias del pala-cio de Topcapi, en Estambul. De ahí saltaron a las demás cortes europeas a través, dicen, de un em-bajador holandés. Por esa razón, Holanda se con-sidera como el país de los tulipanes, y se pueden ver magníficos campos de tulipanes de mil colores a lo largo de todo el país.

Cuando hablamos de tulipanes nos olvidamos que de esta flor se conoce hoy en día cerca de 4.000 variedades cultivadas, fruto de una intensa diversi-ficación realizada en tiempos pasados. De ellos,

Margarita Bermejo

JARDINERÍA

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encontramos distintos grupos atendiendo a la for-ma de los pétalos, a veces muy sofisticada, a su época de floración, el tamaño o altura o a la simili-tud que presentan con las especies silvestres. Así vemos muchas veces etiquetas con nombres como “Darwin”, “Papagayo”, “Rembrandt” o “Botánico” por citar algunos. De esto se despren-de que aun ciñéndose sólo a tulipanes, las posibili-dades de decoración de nuestro jardín resultarían amplísimas. Casi tanto se podría decir de narcisos y jacintos, con su irresistible fragancia, azafranes, anémonas, gladiolos o lirios, todos ellos con mu-cha variedades cultivadas en una paleta de colores interminables y dotados también de diferentes tipo de flor y tiempo de floración.

Hay, sin embargo, otros tipos de bulbosas que siendo menos populares están a nuestro alcance, al ser fácil encontrarlas en establecimientos de jardi-nería. La corona imperial o Fritillaria alza sus es-pigas a más de un metro de altura por lo que con unos pocos ejemplares se consiguen efectos muy llamativos. El ciclamen, conocido en su versión de planta de interior, tiene variedades muy rústicas que florecen en los fríos días del final del invierno, lo que hace también la flor de nieve o galanthus nivalis. Originales e inusuales resultan los nazare-nos, de pequeño tamaño y color azul profundo, la leche de gallina, con la que se puede hacer bellos ramos de jarrón, el crino, las amarilis, la escilla y tantas otras, a las que bien podemos hacer un hue-co en nuestro jardín o terraza.

SECRETOS DE CULTIVO

Estas plantas prefieren en general sue-

los bien drenados y sueltos donde el agua

se escurra con facilidad. Los terrenos don-

de vayan a plantarse bulbosas nunca de-

ben ser abonados con materias de origen

orgánico que no estén perfectamente des-

compuestas o “hechas”.

Recarga de los bulbos (floración)

Una vez terminada la floración se ha de

esperar a que las hojas se marchiten por

completo; de lo contrario la parte subterrá-

nea no podrá almacenar reservas ponien-

do en peligro la siguiente. Esto es muy

importante en lo referente a especies

plantadas en una zona del césped, ya que

éste no podrá segarse en unas semanas.

Profundidad de la plantación

La regla es plantar al doble de su tama-

ño aunque a veces es necesario una ma-

yor profundidad , las especies de cierto

desarrollo necesitan, cuando son cultiva-

das en recipientes, que éstos tengan cala-

do abundante.

Trasplante

Muchas bulbosas que ocupan macizos

o cuando hay muchas plantadas juntas,

pueden ser trasplantadas al término de la

floración para dejar paso a nuevas planta-

ciones. Para ello se corta el tallo floral y

se extrae la planta con la tierra que sos-

tengan sus raíces, colocándola a conti-

nuación entre arena para esperar a su

recarga.

Nutrición

La mejor forma de abono es con el

agua de riego justo después de terminar la

floración.

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