Renovación Misionera y Diálogo Ecuménico

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313 RENOVACIÓN MISIONERA Y DIÁLOGO ECUMÉNICO EN LATINOAMÉRICA: CONVERGENCIAS TEOLÓGICAS MISSIONARY RENEWAL AND ECUMENICAL DIALOGUE IN LATIN AMERICA: THEOLOGICAL CONVERGENCES Patricio Merino Beas* Universidad Católica de la Santísima Concepción Resumen El presente artículo presenta las convergencias que se dan entre la búsqueda de reno- vación de la pastoral latinoamericana, de modo que transparente su espíritu misione- ro y su relación con el diálogo ecuménico. Nos preguntamos: ¿Hay alguna relación entre renovación pastoral, misión y ecumenismo en Latinoamérica?, ¿tiene el diálogo ecuménico cabida en una misión continental? y ¿qué puede aportar cada discípulo misionero al diálogo ecuménico? Para intentar responder a las preguntas, damos cuenta de los fundamentos teológicos del diálogo ecuménico que da el Documento de Apare- cida y el Magisterio de la Iglesia; además, proponemos las categorías de conversión- discipulado y de eclesiología de comunión, como los ejes teológicos que podrían sus- tentar una renovación pastoral en perspectiva misionera y ecuménica. Palabras claves: Renovación misionera, pastoral, diálogo ecuménico, conversión, comunión. Abstract This paper presents the convergences that exist between the search for renewal of the Latin American pastoral, so as to make its missionary spirit evident, and its relation- ship to ecumenical dialogue. It asks the following: Is there a relationship between pas- toral renewal, mission, and ecumenism in Latin America? Does ecumenical dialogue have a place in a continental mission? And what can each missionary disciple contrib- ute to ecumenical dialogue? To try to answer these questions, the paper addresses the * Licenciado y candidato a Doctor en Teología Dogmática. Profesor en el Instituto de Teología de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Miembro de la Comisión Nacional para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso de la Conferencia Episcopal de Chile. E-mail: [email protected] ATUCSC 11.2 (2009): 313-332 ISSN 0717-4152

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Al autor del artículo, Dr. Patricio Merino Beas presenta las convergencias que se dan entre la búsqueda de renovaciónde la pastoral latinoamericana, de modo que transparente su espíritu misioneroy su relación con el diálogo ecuménico. Nos preguntamos: ¿Hay alguna relaciónentre renovación pastoral, misión y ecumenismo en Latinoamérica?, ¿tiene el diálogoecuménico cabida en una misión continental? y ¿qué puede aportar cada discípulomisionero al diálogo ecuménico? Para intentar responder a las preguntas, damos cuentade los fundamentos teológicos del diálogo ecuménico que da el Documento de Apareciday el Magisterio de la Iglesia; además, proponemos las categorías de conversióndiscipuladoy de eclesiología de comunión, como los ejes teológicos que podrían sustentaruna renovación pastoral en perspectiva misionera y ecuménica.

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RENOVACIÓN MISIONERA Y DIÁLOGO ECUMÉNICO ENLATINOAMÉRICA: CONVERGENCIAS TEOLÓGICAS

MISSIONARY RENEWAL AND ECUMENICAL DIALOGUE IN LATIN

AMERICA: THEOLOGICAL CONVERGENCES

Patricio Merino Beas*Universidad Católica de la Santísima Concepción

Resumen

El presente artículo presenta las convergencias que se dan entre la búsqueda de reno-vación de la pastoral latinoamericana, de modo que transparente su espíritu misione-ro y su relación con el diálogo ecuménico. Nos preguntamos: ¿Hay alguna relaciónentre renovación pastoral, misión y ecumenismo en Latinoamérica?, ¿tiene el diálogoecuménico cabida en una misión continental? y ¿qué puede aportar cada discípulomisionero al diálogo ecuménico? Para intentar responder a las preguntas, damos cuentade los fundamentos teológicos del diálogo ecuménico que da el Documento de Apare-cida y el Magisterio de la Iglesia; además, proponemos las categorías de conversión-discipulado y de eclesiología de comunión, como los ejes teológicos que podrían sus-tentar una renovación pastoral en perspectiva misionera y ecuménica.

Palabras claves: Renovación misionera, pastoral, diálogo ecuménico, conversión,comunión.

Abstract

This paper presents the convergences that exist between the search for renewal of theLatin American pastoral, so as to make its missionary spirit evident, and its relation-ship to ecumenical dialogue. It asks the following: Is there a relationship between pas-toral renewal, mission, and ecumenism in Latin America? Does ecumenical dialoguehave a place in a continental mission? And what can each missionary disciple contrib-ute to ecumenical dialogue? To try to answer these questions, the paper addresses the

* Licenciado y candidato a Doctor en Teología Dogmática. Profesor en el Instituto deTeología de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Miembro de la ComisiónNacional para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso de la Conferencia Episcopal de Chile.E-mail: [email protected]

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theological foundations of ecumenical dialogue that the Document “Aparecida and theMagisterium of the Church” offers. It also suggests the categories of conversion-dis-cipleship and ecclesiology of communion as the theological ideas that could supportpastoral renewal from an ecumenical and missionary perspective.

Key words: Missionary renewal, pastoral, ecumenical dialogue, conversion, commun-ion.

Planteamiento del problema

La Iglesia católica en Latinoamérica y el Caribe ha asumido la tarea de avan-

zar hacia una conversión pastoral1 de todas sus comunidades, buscando pasar

de una pastoral de conservación a otra de decidido espíritu misionero con el

fin de reflejar con mayor nitidez su misión evangelizadora, su condición de

madre acogedora y su ser escuela de comunión2. Sabemos que este proceso

no es posible sin un encuentro real de cada persona con Jesucristo que pro-

voque conversión, discipulado y apropiación de la vida en abundancia. Para

facilitar este encuentro y relación, una de las primeras acciones pastorales

definidas es la realización de la misión continental3 como signo eclesial de

una constante renovación pastoral en perspectiva misionera.

En la tarea evangelizadora los discípulos misioneros se encuentran con

otros discípulos que pertenecen a Iglesias o comunidades cristianas de de-

nominaciones diversas4, todos experimentan que, aun cuando tienen pues-

ta su fe en el mismo Señor, compartan parecidas preocupaciones y desafíos,

cohabiten en los mismos barrios, vayan a las mismas escuelas, trabajos y,

en no pocas ocasiones, sean incluso familiares, no obstante, no pueden com-

partir la mesa eucarística, muchas veces se pelean y se ofenden mutuamen-

te dando con ello un penoso espectáculo y un mal testimonio.

1 Documento de Aparecida n. 365-372, de ahora en adelante nos referimos a él con lasigla DA seguido del número correspondiente.

2 Cf. DA 370. Para ver el eco de este llamado se pueden consultar los númerosmonográficos: “La conversión pastoral exigencia de los discípulos misioneros”, Medellín134 (2008) y “Hacia una Iglesia en estado permanente de misión”, Medellín 135 (2008).

3 Cf. CELAM, La misión continental. Para una Iglesia misionera, Publicaciones CELAM,Bogotá 2008, 11ss.

4 Sería muy bueno tener en cuenta aquí las recomendaciones de LA CONGREGACIÓN

PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangeliza-ción, 3 de diciembre de 2007, especialmente el punto IV dedicado a “Algunas implicacionesecuménicas”, n. 12.

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Desde esta situación, siguiendo la petición orante de Jesús (cf. Jn 17,

21), como asimismo las constantes orientaciones del Magisterio, existe por

parte de la Iglesia católica latinoamericana un sincero deseo de ejercitar y

fomentar el diálogo ecuménico.

Las razones de las divisiones, los malos entendidos y distancias entre los

cristianos responden a situaciones muy complejas que no podemos anali-

zar aquí. Aun así, nos hemos querido preguntar por las aportaciones mu-

tuas y posibles convergencias teológicas que pueden haber entre una pasto-

ral de estilo misionero y el diálogo ecuménico: ¿Hay alguna relación entre

misión y ecumenismo?, ¿tiene el diálogo ecuménico cabida en una misión

continental?, ¿cuáles son los principales fundamentos teológicos que sus-

tentan la invitación a avanzar hacia nuevas formas de discipulado y misión

en comunión o de testimonio conjunto?, ¿qué puede aportar cada discípulo

misionero al diálogo ecuménico?

1. El diálogo ecuménico en el Documento de Aparecida

1.1. Misión y ecumenismo

El movimiento ecuménico en su acepción actual nació en un contexto mi-

sionero5. De hecho, específicamente, nació de la toma de conciencia por

parte de distintas confesiones cristianas del obstáculo que constituía para

la misión de anunciar el Evangelio el hecho de la división entre los cristia-

nos6. En su primera etapa, el movimiento se mantuvo principalmente entre

denominaciones de la tradición protestante-reformada, para, poco a poco,

abrirse a otras, incluyendo a la Iglesia católica.

La toma de conciencia de la relación y mutua implicación que existe en-

5 Un acontecimiento muy importante que dio inicio al ecumenismo moderno fue laConferencia misionera realizada por las agrupaciones Protestantes celebrada en Edimburgoen 1910, cabe hacer notar que estamos a las puertas de su centenario.

6 Cf., M.J. LE GUILLOU, Misión y unidad. Las exigencias de la comunión, Editorial Es-tela, Barcelona 1963, 9. LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal acercade algunos aspectos de la Evangelización, 3 de diciembre de 2007, nos dice: “Desde susinicios, el movimiento ecuménico ha estado íntimamente vinculado con la evangelización.La unidad es, en efecto, el sello de la credibilidad de la misión”, n. 12.; Cf. UR 1; JUAN PABLO

II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n. 1 y 50.

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tre misión y ecumenismo ha requerido de un proceso de profundización

sobre el origen, identidad y, por ello, de la razón de ser de la Iglesia. Es de

sobra conocido que para nuestra tradición católica el Concilio Vaticano II

constituye un hito, éste buscó ser fiel a la perenne tradición recibida y a la

misión de anunciar en todo tiempo y lugar el Evangelio.

En el Concilio quedó expresado bajo el concepto “subsistit”7 la autocon-

ciencia de la Iglesia católica respecto de su relación con la Una sancta y la

eclesialidad de las otras Iglesias y comunidades cristianas. Definiendo que

hay una identidad no excluyente entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católi-

ca8, en ésta residen la plenitud de los medios de salvación entregados por

Jesucristo, pero se reconoce, a la vez, la presencia de muchos de ellos en

otras denominaciones cristianas.

Por otra parte, esta autoconciencia ayudó a relacionar como propio de la

identidad de la única Iglesia de Jesucristo, tanto su carácter misionero como

ecuménico. El fundamento no es otro que el Trinitario: la Iglesia es desig-

nio eterno del Padre, fue establecida y constituida por Jesucristo y manifes-

tada por el Espíritu Santo (Mt 28, 19, Mc 16, 15; Jn 17, 21) y enviada a predi-

car el Evangelio. De ahí se desprendió una eclesialidad entendida como:

designio eterno de salvación, misterio de comunión, pueblo de Dios y como

sacramento universal de salvación9. La Iglesia designio de Dios Uno y Trino

es y está llamada a ser: communio y communicatio.

Por otra parte, el Magisterio posterior de los Papas no ha dejado de in-

sistir en la relación existente entre misión y ecumenismo. Por ejemplo, Pa-

blo VI en Evangelii nuntiandi (EN) nos dijo: “Como evangelizadores debe-

mos ofrecer a los fieles de Cristo, no la imagen de hombres divididos y sepa-

rados por litigios nada edificantes, sino la de personas maduras en la fe,

capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la búsque-

da común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la evangeli-

zación está ciertamente unida al testimonio de unidad dado por la iglesia”10 .

7 LG 8; UR 4; Cf., CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunas pre-guntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma, 29 de junio de 2007.

8 Cf., A. GONZÁLEZ MONTES, Imagen de Iglesia. Eclesiología en perspectiva ecuménica,BAC, Madrid 2008, 160. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunaspreguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma 29 de junio de2007.

9 Cf., LG 1.13-17; Encíclica Ecclesia de Eucharistia, Roma 2003, n. 34.10 EN 77.

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Juan Pablo II en Redemptoris missio (RM) nos dice: “El Concilio Vati-

cano II ha querido renovar la vida y la actividad de la iglesia según las nece-

sidades del mundo contemporáneo; ha subrayado su índole misionera, ba-

sándola dinámicamente en la misma misión trinitaria. El impulso misione-

ro pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la vida cristiana e inspira tam-

bién el ecumenismo: Que todos sean uno… para que el mundo crea que tú

me has enviado (Jn 17, 21)”11. Lo mismo nos recuerda en Ut unum sint (UUS):

“… la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanente-

mente abierta a la dinámica misionera y ecuménica, pues ha sido enviada al

mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de

comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para

todos sacramento inseparable de unidad”12. Y Benedicto XVI, recién asumi-

do, nos dijo: “El actual sucesor de Pedro se deja interpelar en primera per-

sona por esa exigencia y está dispuesto a hacer todo lo posible para promo-

ver la causa prioritaria del ecumenismo. Siguiendo las huellas de sus prede-

cesores, está plenamente decidido a impulsar toda iniciativa que pueda pa-

recer oportuna para fomentar los contactos y el entendimiento con los re-

presentantes de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales. Más aún, a

ellos les dirige, también en esta ocasión, el saludo más cordial en Cristo,

único Señor de todos”13.

Queda claro, por tanto, que el diálogo ecuménico no constituye una es-

trategia, ni tampoco un estar junto a los otros para un diálogo de paz, ni una

unión de partes incompletas que buscan una totalidad perdida; sino que

éste queda constituido por los vínculos de la profesión de fe, de los sacra-

mentos y de la comunión jerárquica, que expresan, a su vez, la comunión

trinitaria (cf. 1 Jn 1, 3)14.

11 RM 5.12 UUS 5; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis notio, Roma

de 28 de mayo de 1992, n. 4.13 Primer mensaje de su santidad BENEDICTO XVI al final de la concelebración eucarística

con los Cardenales electores en la Capilla Sextina, Roma 20 de abril de 2005, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2005/documents/hf_ben-xvi_mes_20050420_missa-pro-ecclesia_sp.html, citado el 12 de junio de 2009.

14 Cf. LG 14; UUS 9.

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1.2. El diálogo ecuménico en el Documento de Aparecida

El documento final de Aparecida se encuentra en plena consonancia con

esta conciencia eclesial descrita. Aunque existen nuevas razones de tipo so-

ciológico y pastorales para que el empeño ecuménico en Latinoamérica y el

Caribe tenga un mayor realce que antes, como por ejemplo: la creciente

diversidad cristiana del continente15, el abandono de católicos que se pasan

a otras denominaciones cristianas o grupos religiosos16, y la insuficiente di-

ferenciación entre distintas iglesias y comunidades cristianas y otros gru-

pos religiosos17; los Obispos han insistido en dar razones teológicas para sus-

tentar sus orientaciones respecto del diálogo ecuménico18. El ecumenismo no

es una moda, ni una simple respuesta a unas necesidades sociológicas.

Aparecida sitúa el diálogo ecuménico dentro del momento del “juzgar”,

más específicamente en el punto cinco dedicado a “La comunión de los dis-

cípulos misioneros en la Iglesia”, sigue, por tanto, el modelo eclesial de co-

munión. El hecho de que el tema ecuménico esté desarrollado en el contex-

to de los criterios teológicos y no sólo en el plano del actuar, le confiere al

ecumenismo un estatuto de irrenunciabilidad. Como hemos dicho, el em-

peño ecuménico no es una estrategia, sino una dimensión constitutiva del

ser Iglesia y del ser cristiano.

Para Aparecida la misión y el ecumenismo tienen el mismo fundamento

teológico: el trinitario-bautismal: “La relación con los hermanos y herma-

nas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales es un camino irre-

nunciable para el discípulo y misionero, pues la falta de unidad representa

un escándalo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de Cris-

to”19 y en seguida dice: “El ecumenismo no se justifica por una exigencia

simplemente sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal”20.

A partir del fundamento trinitario-bautismal del ecumenismo y de la

misión, Aparecida sugiere vías de desarrollo o tareas. La primera de ellas es

la de recuperar el sentido del compromiso bautismal21; la segunda, rehabi-

15 Cf. DA 59.16 Cf. DA 100f., 225.17 Cf. DA 100g., 23218 Cf. DA 227-234.19 DA 227.20 DA 228.21 DA 228.

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litar la auténtica apologética22; la tercera es la necesidad de la oración por la

unidad o el ecumenismo espiritual23; la cuarta hace hincapié en la forma-

ción ecuménica y la realización de acciones ecuménicas que se encaminen a

suscitar nuevas formas conjuntas de discipulado y misión24.

Cabe ahora preguntarnos: ¿Qué consecuencias teológico-pastorales se

desprenden del fundamento trinitario-bautismal? A partir de ellos, ¿cómo

desarrollar esas nuevas formas ecuménicas de discipulado y misión?, ¿qué

podemos hacer en concreto los discípulos misioneros o cada comunidad de

discípulos misioneros?

Los dos textos bíblicos que se citan en el apartado dedicado al ecumenis-

mo en el Documento de Aparecida, nos aportan esas luces teológico-pasto-

rales que permiten seguir avanzando. Se trata de Efesios 4, 15: “haciendo laverdad en la caridad”25 y Juan 17, 21: “Qué todos sean uno, lo mismo que

lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para

que el mundo crea que tú me has enviado”26.

El primero nos descubre que el discipulado, sellado por el bautismo, hay

que testimoniarlo con la conversión y santidad de vida (conversión perma-

nente), en una diaconía de la verdad y de la caridad. El segundo muestra el

horizonte de la misión: la comunión con Dios y entre nosotros.

Por eso, el camino del ecumenismo es el discipulado que acoge la pleni-

tud de los medios de salvación (santidad) y la esperanza del ecumenismo es

la celebración común de la santa eucaristía: ¿Acaso no son muy similares al

camino y la meta de la misión?

Estos dos ejes: conversión – discipulado (santidad) y comunión son los

que intentaremos desarrollar a continuación.

2. Conversión y discipulado

El bautismo sella nuestra condición de discípulos misioneros y lo hace en la

doble condición de ser don y tarea, el desafío planteado es asumirlo, vivirlo,

22 DA 22923 DA 230.24 DA 231-233.25 DA 229.26 DA 227. 234.

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desplegarlo en el cada día; la evangelización y la pastoral buscan despertar-

lo en quienes ya lo tienen y que lo deseen los que no. En este proceso misión

y ecumenismo coinciden.

El bautismo, por su misma naturaleza, tiene unas implicaciones ecumé-

nicas que podemos sintetizar en dos:

a) Es sacramento de la fe que nos inserta en el misterio pascual de Jesucris-

to y nos califica como cristianos y

b) Es sacramento de la unidad eclesial como signo y expresión de la comu-

nión entre los cristianos de las distintas denominaciones27. Este enraiza-

miento común en el dinamismo trinitario de la salvación, nos pone en un

camino (discipulado) común que podemos caracterizar, simplificando,

de conversión (discipulado) y santidad.

2.1. Encuentro y conversión

La raíz trinitario-bautismal de nuestro discipulado28 nos abre paso a una de

las convergencias entre misión y ecumenismo con mayores posibilidades

pastorales, se trata de la relación entre encuentro y conversión. El anuncio

del Evangelio busca que cada oyente se encuentre con Jesucristo y se susci-

te la fe en él, no hay discipulado sin ese encuentro personal29. El dinamismo

espiritual que implica el discipulado se despliega en un itinerario, un cami-

no, en el que la conversión30 permanente le es constitutiva. El diálogo ecu-

ménico tiene la misma motivación y tarea: el encuentro cada vez más pro-

fundo, auténtico y, por ende, la conversión permanente a Jesucristo; en-

cuentro y conversión se autoimplican.

En este punto Aparecida y el empeño ecuménico coinciden admirable-

mente, se trata de renovar la pastoral de la Iglesia acentuando su espíritu

misionero, eso no es posible sin una conversión personal31. Y similarmente,

27 Cf., P. CODA, Uno en Cristo Jesús. El bautismo como acontecimiento trinitario, Ciu-dad Nueva, Madrid 1997, p. 87.

28 Cf., DA 240ss.29 Cf., DA 243ss; BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, Roma 2005, n° 1.30 Cf., DA 278b.31 Cf., DA 365ss.

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no hay misión ni ecumenismo sin conversión, tanto personal como comuni-

taria32. El camino del ecumenismo es el de la conversión permanente de

cada uno a Jesucristo, de ese modo, se va transparentando al único Señor y

el único bautismo. No se trata del ecumenismo del retorno ni de transaccio-

nes ni de estrategias ocultas ni de renuncias ni de irenismos, se trata de

convertirse a Jesucristo acogiendo la plenitud de los medios de salvación

que le dejó y sigue proveyendo en su Espíritu a su Iglesia.

2.2. Conversión y renovación

La renovación pastoral de la Iglesia y la revitalización del discípulado sólo

pueden producirse en la renovación de la fidelidad a Jesucristo y su Evan-

gelio. Entre reforma, renovación y conversión hay un nexo íntimo del que

da cuenta el Concilio Vaticano II: “Toda renovación (“renovatio”) de la Iglesia

consiste esencialmente en un aumento de la fidelidad a su vocación; ésta es,

sin duda, la razón de por qué el movimiento tiende hacia la unidad. La Igle-

sia, peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a esa reforma perma-

nente (“perennem reformationem”) de la que ella, como institución terrena

y humana, necesita continuamente”33, en ese camino el diálogo ecuménico

puede ser muy fecundo, podemos aprender unos de otros, porque el criterio

de fondo es siempre el mismo y común: la conversión permanente y la fide-

lidad a Jesucristo como fuente inagotable de vida divina y en cuyo segui-

miento se acoge (construye) el Reino: “La Iglesia católica debe entrar en lo

que se podría llamar diálogo de conversión, en donde tiene su fundamento

interior el diálogo ecuménico. En ese diálogo, que se realiza ante Dios, cada

uno debe reconocer las propias faltas, confesar sus culpas, y ponerse de nuevo

en las manos de Aquél que es el intercesor ante el Padre, Jesucristo”34.

La Iglesia católica ha hecho muchos llamados y signos en la línea de

aprender de las otras denominaciones cristianas, el desafío en Latinoamé-

rica es avanzar junto con las distintas denominaciones de Iglesias y comu-

nidades cristianas en el plano de la reciprocidad35. Es dolorosa la experien-

32 Cf., UR 7; UUS 15.33 UR 6; UUS 16. Las cursivas y palabras originales las he agegregado.34 UUS 82.35 Cf. UUS 29.

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cia que muchos católicos tenemos de que varios cristianos evangélicos no

quieran encontrarse con nosotros a dialogar. Lamentablemente muchas

actitudes de diferentes denominaciones cristianas son todavía hostiles a la

Iglesia católica, sabemos por experiencia que la reciprocidad no es fácil,

uno de los factores puede ser debido a la juventud de muchas de esas comu-

nidades eclesiales evangélicas que existen en medio nuestro y que congre-

gan a la mayoría de fieles36; además de rencillas históricas y malos entendi-

dos y actitudes que es necesario ir superando. Para contribuir a esto, pienso

que debemos perseverar en el re-conocimiento mutuo, preocuparnos por

conocer la historia del otro, su teología subyacente y apoyar, cuando se pue-

da, los esfuerzos que esas mismas comunidades hacen por reflexionar su

propia identidad y tradición37.

En este sentido, las comisiones nacionales y/o diocesanas de diálogo

ecuménico están contribuyendo mucho con la organización de encuentros

o grupos de estudio mutuo, lo mismo con publicaciones sencillas en esa

línea. De todas maneras, siempre el camino será un diálogo de conversión

que nos lleve a estar abiertos a la posibilidad de aprender de los otros bauti-

zados y de edificarnos con el testimonio mutuo.

2.3. La conversión interior y el ecumenismo espiritual

La conversión y el discipulado tienen en la oración y la liturgia una de sus

alimentos y signos más claros. En la oración y la liturgia se manifiestan y se

expresan la relación nueva establecida con Dios, una relación de intimidad,

de amistad, de filiación adoptiva y de fraternidad entre nosotros, es decir,

de comunión que tiene su fundamento en el don de Dios por medio de su

Hijo y del Espíritu Santo (cf. Gal 4, 4-6).

36 Estoy pensando preferentemente en las comunidades pentecostalizadas del conti-nente, en la mayoría de ellas, se cumplió recién el centenario este año. Para ver el casochileno, Cf. P. MERINO,”Centenario del avivamiento pentecostal en Chile”, Diálogo Ecumé-nico 135 (2008) 7-25; “Cristianos pentecostales en Chile”, Servicio 293 (2009) 16-20.

37 Igualmente en el caso Pentecostal tenemos actualmente como ejemplo de D. CHIQUETE

Y L. ORELLANA (ED.), Voces del Pentecostalismo Latinoamericano. Identidad, teología ehistoria I-III, RELEP – CETELA, Concepción 2003-2009; que constituye un esfuerzo sig-nificativo en la línea que venimos reflexionando.

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El cambio de vida alimentado y manifestado en la oración38 muestra el

fundamento cristológico y pneumatológico de la vida del cristiano. La ora-

ción en común y por los otros, en que se pide el don de la unidad, es el alma

del ecumenismo y constituye el denominado ecumenismo espiritual39. Se

da entonces la gran coincidencia entre el alma del ecumenismo y la vida del

discípulo misionero: “En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo

que es Uno. Él es nuestra unidad. La oración ecuménica está al servicio de

la misión cristiana y de su credibilidad… Es como si nosotros debiéramos

volver siempre a reunirnos en el Cenáculo del Jueves Santo, aunque nuestra

presencia común en este lugar, aguarda todavía su perfecto cumplimiento…”40.

La oración hecha en común entre personas de distintas denominaciones

cristianas puede ser una excelente oportunidad para iniciar caminos que

susciten nuevas formas de discipulado y misión en comunión, tal y como,

pide Aparecida (n. 233)41 .

2.4. La centralidad de la Palabra de Dios

El encuentro con Jesucristo, que promueven tanto la misión como el ecu-

menismo, tienen en la Sagrada Escritura leída en la Iglesia42 su lugar por

antonomasia. Ella es la fuente común de donde manan las convergencias

entre las distintas denominaciones cristianas43, con lo cual, perfectamente,

como de hecho se hace, se puede fomentar no sólo grupos de estudio o se-

manas bíblicas, sino también grupos para la Lectio divina44. Los frutos que

darían la lectura, meditación y oración conjunta serían enormes.

38 Cf. DA 255.39 Cf. UR 7; UUS 21, DA 230; W. KASPER, Ecumenismo Espiritual. Una guía práctica,

Editorial CLIE-Verbo Divino, Barcelona – Estella 2007.40 UUS 23.41 Por ejemplo, en Chile, a propósito de la Misión Continental se pide: “invitar a nues-

tros hermanos de otras Iglesias y comuniones cristianas a acompañarnos en oración duran-te este proceso misionero e incluso, donde sea posible, asumir algunas acciones solidariasen conjunto”, en: CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, La Misión Continental en Chile, San-tiago de Chile 2009, 8.

42 Cf. DA 247ss.43 Cf., UR 21; UUS 44; Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre

el ecumenismo, n. 183ss.44 Cf., W. KASPER, o.c., 26-37; cf. DA 249.

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Por otra parte, creo que a partir de la fuente bíblica es posible ejercer la

renovada apologética que pide Aparecida, porque mostraría claramente que

es más lo que nos une y que entre Sagrada Escritura y Tradición no hay

contradicción45. Incluso, desde ella, es posible abordar aquellos elementos

doctrinales que parecen separarnos con más fuerza46.

2.5. Santidad de vida y perspectiva pneumatológica: Diaconía de

la verdad y de la caridad

La vocación de los discípulos misioneros es la santidad47. Desear y buscar la

santidad como discípulos de Jesucristo es el sentido de la misión y, en sen-

tido profundo, lo es también del diálogo ecuménico, la santidad de vida es

una búsqueda común que se encuentra en la acogida de la plenitud de los

medios de salvación: “Recuerden todos los fieles cristianos que promove-

rán e incluso practicarán tanto mejor la unión cuanto más se esfuercen por

vivir una vida más pura según el Evangelio… Esta conversión del corazón y

santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad

de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento

ecuménico y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual”48.

Hay aquí una veta muy importante que debemos explotar, por ejemplo,

en diálogo con los evangélicos pentecostales y metodistas, justamente, por-

que éstas son las características del ser cristiano que ellos más destacan, la

santificación49, ciertamente que habrá acentuaciones teológicas distintas,

pero es más lo que nos une.

Uno de los aspectos que deberíamos aprender de ellos es su realce de la

45 Cf., DV 9-10.46 Es excelente la guía práctica que ha publicado el cardenal Kasper, ya citado, porque

aborda aquellos temas y aspectos doctrinales que a partir de la Sagrada Escritura podemoshacer en común las distintas denominaciones cristianas; Cf. DA 266ss.

47 Cf., DA 129ss.48 UR 7.8; UUS 82.49 Podemos recordar aquí todo el movimiento suscitado por J. WESLEY, el movimiento

de santidad en Estados Unidos y todo el avivamiento pentecostal. Se puede ver aquí porejemplo: C. ÁLVAREZ, Santidad y compromiso, CUPSA, México DF 1985 y la bibliografíaque aparece en: P. MERINO,”Centenario del avivamiento pentecostal en Chile”, Diálogo Ecu-ménico 135 (2008) 7-25.

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325

dimensión pneumatológica50 en este camino de santidad. En el proceso o

itinerario formativo que deben realizar los discípulos misioneros debería

tener una acentuación mayor la perspectiva pneumatológica o “pneuma-

cristología”51, que dé cuenta del dinamismo de los dones y compromisos

bautismales que nos llevan a configurarnos con Jesucristo por medio de su

Espíritu Santo; sólo con la fuerza del Espíritu el discípulo puede vivir el

mandamiento del amor y las bienaventuranzas52.

La vocación misionera y ecuménica se testimonian en la diaconía de la

verdad y de la caridad. Aparecida muestra que muchos de los católicos que

dejan de serlo no lo hacen tanto por razones doctrinales sino vivenciales53.

De todas maneras, queda clara la importancia y el cuidado que debemos

tener de las formas o estilos personales y pastorales, no por apariencia, sino

por transparencia de lo que somos, es decir, por testimonio. La fidelidad a

la verdad recibida y creída es irrenunciable54, pero esta verdad y doctrina

“debe ser presentada, de un modo que sea comprensible… En efecto, el ele-

mento que determina la comunión en la verdad es el significado de la ver-

dad misma. La expresión de la verdad puede ser multiforme y la renovación

de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de

hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado”55.

Se podría aprovechar el momento actual de muestra Iglesia latinoame-

ricana, en la que se plantea con fuerza la necesidad de la formación56 de los

discípulos misioneros, para ir aplicando un lenguaje doctrinal más ecumé-

nico. No sólo se pueden incorporar temas de ecumenismo en la formación,

sino que el estilo mismo y el lenguaje deberían ser más ecuménicos. Como

ya hemos mencionado más arriba, esto no está reñido sino que íntimamen-

te relacionado con la centralidad que debe tener la Palabra de Dios y la re-

50 Para este tema se puede consultar a: P. SCHOONENBERG, “El bautismo con EspírituSanto”, Concilium vol. 10 (1974) 59-81; F. SULLIVAN, “Baptism in the Holy Spirit: a catholicinterpretation of the pentecostal experience”, Gregorianum 55 (1974) 55-71; L. SUENENS,Lo Spirito Santo nostra speranza, Paoline, Alba 1976; P. CODA, Uno en Cristo Jesús. Elbautismo como acontecimiento trinitario, Ciudad Nueva, Madrid 1997, 128-136.

51 W. KASPER, Caminos de Unidad. Perspectivas para el ecumenismo, Ediciones Cris-tiandad, Madrid 2008, 152ss.

52 Cf., DA 136-139.53 Cf., DA 225.54 Cf., UUS 18.55 UUS 19.56 Cf., DA 276ss.

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novada apologética, quizás una clave que integre ambas sea la propuesta de

que la formación sea más kerigmática57.

Al mismo tiempo, deberíamos aprovechar esta instancia para formar con

claridad conceptual en los principios católicos del ecumenismo y la diferen-

cia y relación entre fe - religión, Iglesia - comunidad eclesial, sectas, nuevos

movimientos religiosos, etc.58. Asimismo, el carácter más kerygmático y

ecuménico de la formación deberían tener en cuenta el principio de la jerar-

quía de las verdades de la doctrina católica59.

Y ¿qué decir sobre la diaconía de la caridad? En este ámbito es donde ya

de hecho se han dado más frutos entre la relación misión-ecumenismo. No

obstante, hay tanto más que se puede hacer frente a las realidades de la

injusticia, los derechos humanos, la promoción de la vida, el secularismo y

laicismo, la indiferencia religiosa, la promoción de la familia, etc. Al Dios

amor y al Cristo siervo60 se le testimonia con expresiones de amor y entre-

ga, en sí misma esta diaconía de la caridad es una escuela de ecumenismo61

y, sin duda, en muchas ocasiones constituye la mejor semilla de nuevos cris-

tianos y es signo para los indiferentes: “En esto conocerán todos que sois

discípulos míos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 35).

3. Eclesiología de comunión: Renovación pastoral

en perspectiva ecuménica

El empeño ecuménico ha tenido en la reflexión sobre la relación entre mi-

sión y comunión uno de sus núcleos más importantes de desarrollo62, tanto

en la Iglesia católica como en el mundo protestante-reformado. No debe-

57 Cf. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Directorio para la aplicación de los prin-cipios y normas sobre el ecumenismo, Bogotá 1993, 188ss. Si bien esta formación es paratodos los discípulos misioneros, me parece que aquellos que tienen en sí mismo un manda-to educativo tienen una prioridad muy grande: los catequistas, los profesores de religión yeducadores católicos.

58 Al respecto un resumen muy sintético se encuentra en: J. ESCOBAR, “Términos clavepara un auténtico diálogo ecuménico en Chile”, ATUCSC 9.2 (2007) 329-351.

59 Cf. UR 11.60 Cf., UUS 40.61 El libro de W. KASPER da muchas sugerencias concretas sobre lo que en concreto se

puede hacer en esta área, o.c., 78-95. Lo mismo hace el DIRECTORIO, 161ss.62 Cf., L. LE GUILLOU, o.c., 88ss.

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327

mos olvidar que, ahora mismo, Aparecida ha insistido en afirmar en un con-

texto de misión y renovación pastoral de la Iglesia, que ella es “escuela de

comunión”63. La misión de la Iglesia es evangelizar, para que cada persona

se encuentre con Jesucristo y participe en la vida trinitaria, entre en comu-

nión con Dios Trino y con todos los hombres.

Aparecida, luego de recordar la identidad trinitaria de la Iglesia (n.155),

nos dice: “La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comu-

nión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy

presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas bús-

quedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos

llegó a través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la familia

universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del

yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión cons-

titutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad con-

creta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y

de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa”64.

3.1. El ecumenismo y la eclesiología de comunión

Aunque no podemos aquí desarrollar ampliamente este punto, nos confor-

maremos con dar algunas ideas que resuman la cuestión. La comprensión

de la Iglesia como misterio de comunión (koinonía, communio)65 es clave

para identificar la eclesialidad de las distintas denominaciones cristianas66,

dicha comunión se realiza por medio de tres vínculos visibles: la profesión

de fe, la economía sacramental y el ministerio pastoral, los cuales se han

mantenido íntegros en la Iglesia católica. No obstante, como ya hemos indi-

cado, la Constitución Lumen Gentium n° 13-17 del Concilio se pronuncia

acerca de la existencia de distintos grados de pertenencia a la Una sancta.

63 Cf., DA 158.167.188; lo mismo dice de la familia n° 302; el concepto es sacado de NMI 43.64 DA 156.65 Un resumen del uso y desarrollo del concepto koinonía para referirse a la Iglesia lo

encontramos en S. PIE-NINOT, Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad cristia-na, Sígueme, Salamanca 2007, 160-170 y 259-288. Para ver el desarrollo e implicanciasecuménicas del concepto A. GONZÁLEZ MONTES, Imagen de Iglesia. Eclesiología en pers-pectiva ecuménica, BAC, Madrid 2008.

66 Cf., CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Respuesta a algunas preguntas acercade ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia, Roma 29 de junio de 2007.

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De esta manera, la eclesiología de comunión junto con la identidad

trinitario-bautismal del ecumenismo, han dado sólidas y fructíferas bases

teológicas para realizar un diálogo entre distintas denominaciones cristia-

nas, tal y como lo demuestran los distintos diálogos teológicos bilaterales67.

Estos frutos del diálogo ecuménico han permitido superar el reduccionismo

clásico basado en el problema referido a la visibilidad e invisibilidad de la

Iglesia, al enriquecerlo con la recuperación de la categoría de “sacramenta-

lidad” de la Una sancta.

Debemos recalcar que esta communio o koinonía y desde ella la “uni-

dad” es una realidad teológica, no sociológica y que “esa communio no es

una realidad lejana y futura, a la que el diálogo ecuménico tenga que aspi-

rar. La communio no es algo que haya que realizar con la ayuda del ecume-

nismo. Por el bautismo, que es uno, todos hemos sido bautizados en el úni-

co cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1Cor 12, 13; Gal 3, 27)”68.

3.2. Los lugares eclesiales para la comunión, la formación

y su relación con el ecumenismo

Aparecida se refiere a distintos lugares eclesiales para la comunión69 y a

distintos lugares de formación de los discípulos misioneros70, quisiéramos

centrarnos en los desafíos para el ecumenismo de algunos de ellos.

Acerca de los lugares eclesiales de comunión y su relación con el ecume-

nismo es el Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre

67 Así, por ejemplo: CONSEJO ECUMÉNICO DE LAS IGLESIAS (CEI), La unidad de la Iglesiacomo koinonía: don y vocación, Camberra1991; COMISIÓN INTERNACIONAL CATÓLICO-PENTECOSTAL, “Perspectivas de la koinonía. Relación del tercer quinquenio de diálogo 1985-1989”, en: A. GONZÁLEZ MONTES (Ed.), Enchiridium Oecumenicum Vol II, UPSA, Salaman-ca 1993, n. 1167-1278; COMISIÓN INTERNACIONAL CATÓLICO-REFORMADA, “Hacia una com-prensión de la Iglesia”, en: A. GONZÁLEZ MONTES (Ed), Enchiridium Oecumenicum Vol II,o.c., n. 1377-1395. La situación con las Iglesias Apostólicas de Oriente y Ortodoxas es másconocida, pero se encuentra una excelente panorámica en J. NADAL, Iglesias Apostólicas deOriente. Historia y características, Ciudad Nueva, Madrid 2000; A. GONZÁLEZ MONTES,Las Iglesias Orientales, BAC, Madrid 2000.

68 W. KASPER, Caminos de Unidad. Perspectivas para el ecumenismo, Ediciones Cris-tiandad, Madrid 2008, 86.

69 Cf., DA 164ss.70 Cf., DA 301ss.

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329

el ecumenismo quien nos da luces concretas71, lamentablemente, me parece

que este es un documento muy poco conocido entre nuestros pastores y

fieles laicos. Sobre el punto que ahora abordamos, son tan claras las direc-

trices que no puedo sino simplemente insistir en la necesidad de que cada

diócesis y, a ser posible en las parroquias con mayor presencia de diversi-

dad cristiana, se constituyan las comités de ecumenismo. Mi experiencia es

que donde las hay son innumerables los pequeños pasos y signos que se

pueden dar.

Sin duda, además del impresionante desconocimiento mutuo que existe

entre cristianos o la gran cantidad de prejuicios, uno de los principales asun-

tos a clarificar es el de la diferencia entre misión-evangelización y proseli-

tismo72. Sólo así podrá ser posible un discípulado y misión en comunión,

nuevamente aquí el principio de reciprocidad y el de las buenas prácticas

juega un papel esencial.

Sobre los lugares de formación de los discípulos misioneros y su rela-

ción con el ecumenismo, también el mencionado Directorio es clarificador73.

No obstante, quisiera referirme a dos lugares donde me parece se hace más

necesaria la reflexión y las acciones pastorales, se trata de la familia y de los

centros educativos.

La familia es considerada por Aparecida como una escuela de comunión

en sí misma (n°302). Si esto es así en el plano natural y también para los

que compartimos la fe cristiana católica, constituye un enorme desafío la

situación de los matrimonios mixtos74, como también aquellas familias don-

de antes se daba una unidad católica y ahora se encuentran en su seno miem-

bros de distintas denominaciones cristianas. La situación descrita está siendo

una realidad para cada vez más familias latinoamericanas, por lo que se

hace necesario intensificar las acciones pastorales que las apoyen en orden

a ser realmente ellas escuelas de comunión en sentido propiamente ecumé-

nico, a la vez, de una preocupación por su formación en el ecumenismo es-

piritual.

71 Especialmente el capítulo II titulado “La organización en la Iglesia Católica del servi-cio de la unidad de los cristianos”, n° 37-54.

72 Ahora último se puede consultar, CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, NotaDoctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización, Roma 2007, especialmente n. 12.

73 Capítulo III dedicado a “La formación para el ecumenismo en la Iglesia Católica”, n°55-91.

74 Ver en el Directorio, n° 143-160.

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Similar situación encontramos en los centros educativos. Por ejemplo, en

países donde existe en los colegios públicos la clase de religión, si anterior-

mente en sus aulas había una homogeneidad católica, esto ha cambiado. La

misma realidad encontramos en los colegios y universidades católicas. Hay

en ellos una presencia creciente de cristianos de diversas denominaciones.

Tenemos aquí el desafío de una renovada pastoral misionera que sea, al mis-

mo tiempo, ecuménica75. También, se debería cuidar que los planes y progra-

mas de estudio aborden estas cuestiones y, de modo transversal, tengan una

visión misionera y ecuménica, con el fin de contribuir a una formación para la

convivencia y la paz, a la vez, de que sea una educación auténticamente reli-

giosa. En ambas situaciones, tomar en serio los recursos del ecumenismo espi-

ritual y social (diaconía de la caridad), me parecen el camino más concreto para

contribuir efectivamente al testimonio de unidad y a la credibilidad cristiana.

3.3. El culmen de la comunión y de la misión:

la celebración eucarística

Nos dice Aparecida en su n.158: “La comunión de la Iglesia se nutre con el

Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía,

participación de todos en el mismo Pan de Vida y en el mismo Cáliz de Sal-

vación, nos hace miembros del mismo Cuerpo de Jesucristo (cf. 1 Cor. 10,

17). Ella es fuente y culmen de la vida cristiana, su expresión más perfecta y

el alimento de la vida en comunión. En la Eucaristía, se nutren las nuevas

relaciones evangélicas que surgen de la fuente bautismal al constituirnos

como hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo por el Espíri-

tu Santo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de comunión”, donde

los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la

misión evangelizadora”. El texto de 1Cor 10, 16ss es clave para comprender

como la finalidad de la misión y del ecumenismo convergen en la expresión

de la comunión sacramental, porque la comunión en el único pan eucarístico

es la señal de la comunión en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

75 En Chile el nuevo Programa de Educación Religiosa Católica de la Conferencia Epis-copal lleva la siguiente indicación: “La enseñanza religiosa escolar católica debe fortalecerla fraternidad ecuménica con los miembros de otras confesiones cristianas y el diálogo coneventuales creyentes de otras religiones”, n° 8.

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La comunión eucarística y la comunión eclesial están íntimamente liga-

das, el diálogo ecuménico trabaja para que la participación eucarística co-

mún sea algún día posible76, los trabajos bilaterales mantienen la esperanza

de futuras convergencias77.

Mientras esto ocurre, ¿qué puede hacer cada discípulo misionero? Lo

primero es gozarnos del don eucarístico, vivir la eucaristía con alegría y tes-

timoniarla, recordemos de donde le viene el nombre popular de “Misa”, es

el envío misionero a vivir lo celebrado. Encontramos en la Eucaristía una

escuela de comunión, que crea y educa a la comunión78 y es el lugar privile-

giado para orar por la unidad de los cristianos. Cada discípulo misionero y

comunidad cristiana puede realizar oraciones y encuentros por la unidad

con los que manifestar la adoración y alabanza a Dios79 y así ir preparando

y alimentando la esperanza de la celebración eucarística común.

Mientras se avanza en la unidad sacramental plena, es posible orar jun-

tos el Padre Nuestro, realizar lecturas y meditaciones de la Palabra; como

ya hemos dicho, realizar la lectio divina, expresar juntos la acción de gracias

a Dios por todos sus dones y pedir la unidad, etc.

A este ecumenismo espiritual de inspiración eucarística, le debería co-

rresponder un testimonio eucarístico o una diaconía eucarística y de la cari-

dad80. Cada discípulo misionero, tanto en su propia comunidad católica como

con otros cristianos, puede preocuparse por cuidar, expresar y crecer en la

creación de un ambiente de acogida, de respeto y unidad, mantener una

actitud de servicio, de compromiso con la justicia y la solidaridad, de aten-

ción y preocupación por los pobres, marginados, excluidos, angustiados y

solos, etc. A este ecumenismo espiritual y diaconía en perspectiva eucarística

estamos todos llamados.

En el fondo, se trata del ejercicio del sacerdocio común de los fieles que

76 Cf. UUS 45.77 Para el caso de las Iglesias Orientales UR 15; OE 12-29; También UUS 43-45. Son

importantes las indicaciones de la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, nn. 43-46.78 Cf., EE 40.79 Cf. Directorio, nn. 62. 187. también, W. KASPER, Ecumenismo Espiritual. Una guía

práctica, o.c., 26-77.80 La profunda raíz trinitaria de esta relación: caridad, eucaristía, Iglesia y vida

intradivina se encuentra explicitada en la Encíclica Deus Caritas est, especialmente, n. 19ss;También en la reciente, Caritas in Veritate.

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cada uno, en fidelidad a su bautismo, debe ejercer en el mundo y en la Igle-

sia como preparación de la mesa común eucarística.

Artículo recibido: 10 de julio de 2009.Artículo aceptado: 7 de septiembre de 2009.