Ceremonia con motivo del 73 Aniversario del Natalicio de José Francisco Ruiz Massieu, realizada en el Salón “Alfonso Reyes” de la sede nacional del PRI, el lunes 22 de julio de 2019.

Arturo Zamora Jiménez, Secretario General del CEN del PRI.- Hemos sido invitados este día para conmemorar el 73 aniversario del natalicio de un hombre de Estado, que a través de su obra política y sus acciones supo plasmar una profunda huella.

Esa impronta del visionario dirigente político, del padre, del esposo, del compañero y del amigo, permanece en nuestros recuerdos y hoy adquiere un significado más amplio y duradero a través de la memoria colectiva que se presenta en esa remembranza.

José Francisco Ruiz Massieu fue un hombre íntegro y polifacético que a lo largo de su vida luchó incansablemente por la defensa de los derechos y libertades de todos.

Y lo dijo plenamente convencido, que la construcción de un régimen basado en la democracia y el Estado de Derecho es el mejor garante de su fortaleza.

Fue así que, adelantándose a su época, creó en el estado de Guerrero la primera Comisión de Derechos Humanos del país.

Como gobernante, demostró poseer una clara visión de futuro y grandes dotes como administrador, habilidades que le permitieron

ampliar sensiblemente los horizontes de desarrollo de su estado, porque el suyo fue un gobierno de ideas y de hechos.

A un mismo tiempo, supo reunir a su entorno a un gran equipo de honestos y eficaces colaboradores, muchos de los cuales se encuentran aquí presentes y quienes honrando la memoria de su amigo y de su guía, continúan hoy el día bordando la humana impronta que él mismo les inspiró.

Como militante, como dirigente partidista, José Francisco Ruiz Massieu fue un visionario impulsor de nuevas formas de hacer política a través del debate, de las ideas.

Siempre mirando hacia afuera y persiguiendo los vientos del cambio en un mundo cada vez más global.

José Francisco Ruiz Massieu fue un firme impulsor de lo que hoy conocemos como igualdad sustantiva de los derechos de la mujer.

Me consta y creo que todos lo compartimos, los principios que inspiraron a José Francisco Ruiz Massieu siguen presentes en la magnífica labor de su hija, Claudia Ruiz Massieu, tanto en las distintas responsabilidades que ha realizado en el servicio público, como legisladora y ahora en la dirigencia de nuestro partido.

José Francisco Ruiz Massieu fue un ilustrado jurista que tuvo la oportunidad de abrevar directamente en las corrientes doctrinarias instituidas y dirigidas por los grandes maestros europeos de su tiempo.

Pero fue también sensible a las enseñanzas de los pensadores de nuestro suelo. Influencias que lo impulsaron a dar vida a su primera

publicación, en el año de 1974, precisamente sobre la normatividad de los activos políticos en América Latina, obra con la inaugura una fecunda labor editorial.

De lo anterior cuenta los brillantes artículos escritos por amigos entrañables de José Francisco Ruiz Massieu, los cuales se han reunido en esta obra, todos ellos forman una pléyade de políticos, juristas, investigadores y académicos de pensamiento liberal, que siguen el ejemplo y amplían el significado del quehacer político que aprendieron de su amigo, guía y maestro.

Coincido con las palabras de la doctora Ruiz Massieu, que ha escrito en el prólogo de esta obra que hoy se presenta, al afirmar que José Francisco Ruiz Massieu supo conjugar la teoría política con la práctica, en una vida que ha servido de ejemplo a toda una generación.

José Francisco Ruiz Massieu fue un hombre de pensamiento y acción. Y la historia de su vida, bien pudiera resumirse en la siguiente frase de Goethe:

“Pensar es fácil, actuar un poco más difícil, pero actuar como se piensa es lo más difícil del mundo”.

Buenos días.

Héctor Astudillo Flores, Gobernador Constitucional del Estado de Guerrero.- Muy buenos días, señoras y señores.

Muy estimada, maestra Claudia Ruiz Massieu.

Amigas, amigos; expresidentas, expresidentes del Comité Ejecutivo Nacional; exsecretarias, exsecretarios generales del Comité Ejecutivo Nacional; amigos, colaboradores de nuestro maestro Ruiz Massieu.

Señoras y señores, integrantes del Comité Ejecutivo Nacional:

Saludo con afecto al priismo de todo el país, porque conmemoramos 73 años del nacimiento de José Francisco Ruiz Massieu, político, académico, jurista, servidor público, militante del partido y hombre de Estado.

En su memoria destacamos su legado del gobierno del estado de Guerrero, su contribución al entendimiento de nuestro proceso democrático y el diseño de una nueva política o política moderna.

Traducía José Francisco Ruz Massieu palabras en hechos, lo cual significaba que las ideas las ponía en acción. Sus convicciones orientaban sus actos; creía en la democracia plural, el debate político, el acuerdo con los contrarios y el privilegiar el interés superior de la República.

El político de ideas es visionario, ya que la recreación del pensamiento permite, a partir del conocimiento del pasado, identificar la realidad para transformarla y satisfacer las exigencias sociales; operar con eficacia las instituciones y anticiparse a futuros desafíos del poder.

Advirtió José Francisco Ruiz Massieu el costo de la inmovilidad al servicio de la vieja política; dijo contundentemente: cambiamos o nos cambian. No fue una expresión dicha al vacío; en libros, artículos y discursos analizó las condiciones en las que se encontraba el régimen de la Revolución, es decir, el gobierno y el partido en el poder.

Al hablar de la nueva política, señalaba la obsolescencia de la burocratización partidista, el costo de los abusos de poder y la ausencia de las ideas.

Ante la vieja política, proponía la nueva política; la política popular que envía la verdad como valor revolucionario, porque descubre la realidad social, para transformarla y desecha la mentira populista, que envilece al pueblo y lo engaña en el corto plazo, para acabar finalmente por frustrarlo.

Advirtió que la política popular no admite que el pueblo deje de ser una entidad política para degradarse a simple masa, manipulada por el psicologismo de los populistas. De ahí también que proclamara la política moderna, que abarca la modernización de toda la estructura de la nación, porque no hay innovación ni asunto social que no reclame lo político.

Y para lograrlo, ha de requerirse un nuevo tipo de político, más honrado, con un lenguaje más llano, un político más sobrio, inclusive como lo decía el propio Ruiz Massieu un político más simpático.

Para Ruiz Massieu la herencia histórica de la Revolución ya no era suficiente para satisfacer las necesidades populares ni modernizar a la nación; le resultaba inaceptable la desviación del camino probado en las reformas a tiempo, porque cualquier transformación el cambio que se quiera debe ser certero, pero también eficaz.

La larga convivencia en el PRI de lo viejo y lo nuevo, sin la síntesis transformadora que lo pusiera al día, ha provocado no sólo perder el

poder, sino –peor aún- ubicarse como una formación política minoritaria.

Recordando a José Francisco Ruiz Massieu, los priistas debemos reflexionar por lo menos en tres cuestiones, en mi opinión personal, que me parece son fundamentales:

La primera, el pasado histórico del partido como raíz y sustento, con sus luces y sombras, del México actual donde la Revolución se transformó en instituciones para garantizar la vida democrática y la justicia social.

Es evidente que los saldos democráticos del régimen priista han permitido la alternancia en el poder, en forma pacífica y civilizada, pero también que se han mantenido elevados porcentajes de mexicanos en condiciones de pobreza. Y cuando los pobres dejan de escuchar hasta promesas, se desvirtúa la acción de gobierno.

Segunda, ha sido una constante de los paridos con larga permanencia en el poder, cuando se convierten en oposición.

La derrota electoral en sí misma es un rechazo a la acción política del partido y del gobierno. Ese hecho implica la indispensable revisión, para diferenciar los aciertos de los errores, corregir el rumbo, reformarse y volver a ponerse en sintonía con las fuerzas populares.

Dejamos pasar dos oportunidades para hacer reformas atractivas y trascendentes: en el año 2000 cuando perdimos la Presidencia de la República, y en el año 2012 cuando la recuperamos y pudimos reformarnos desde el poder. Lo que hoy vivimos es consecuencia de

no habernos reformado a tiempo, como oportunamente lo propuso José Francisco Ruiz Massieu.

Y tercera, abandonamos el debate político, lo que significó que dejamos de recrear las ideas que le dieron sustento a la acción priista. Pero, además, la falta de ideas frescas evitó el reclutamiento de nuevas generaciones de jóvenes que conocieron, si es que la conocieron, a la Revolución como hecho histórico y no como energía política y social, para seguir perfeccionando las instituciones y favorecer la condición social de los mexicanos.

Nuestros ideólogos han quedado como referencia enciclopédica y estamos estancados en el análisis ideológico y en la difusión de propuestas que convenzan y que convoquen.

Compañeras y compañeros de partido, hoy el Partido Revolucionario Institucional está inmerso en su elección interna para decidir quiénes asumirán nuestra dirigencia nacional.

Esta elección no puede ser la pasarela de la frivolidad ni del encono. Es la oportunidad para mostrar que seguimos siendo un partido vivo, responsable, con disciplina, y que comprometidos con nuestras bases tenemos que salir fortalecidos en la unidad y con el firme propósito de mantener nuestro lugar en la política nacional.

Cuando concluya el proceso, será conveniente que nuestro partido recupere su ánimo y capacidad transformadora.

El Partido Nacional Revolucionario, como lo dijo su fundador Plutarco Elías Calles, dejó de lado los caudillos para dar paso a las instituciones. El PNR fue un partido de gran sustento popular, pues

surgió de dos fuerzas fundamentales: de un gobierno revolucionario y de los revolucionaros que llegaron al poder.

Está documentado que a la constitución del Partido Nacional Revolucionario, concurrieron más de dos mil partidos políticos regionales, de prácticamente todo el país. No fue el origen del PRI una decisión burocrática, fue de arriba, del poder, pero también de abajo, del pueblo y sus regiones.

Al transformarse el Partido Nacional Revolucionario en Partido de la Revolución Mexicana, lo hizo al haberse agotado el periodo del llamado jefe máximo, Plutarco Elías Calle. Si no hubiese existido con su influencia determinante en los nueve años de vida del PNR, habría que haberlo inventado, pues como s sobradamente conocido, no hay vacíos de poder.

Es evidente que la fuerza política del fundador del PNR mantuvo apaciguadas las ambiciones de los caudillos, en tanto crecían y se fortalecían las instituciones.

Por su parte, el Partido de la Revolución Mexicana, con la creación de una institución presidencial fuerte, enfrentaba los desafíos para cumplir con las banderas enarboladas por el maderismo y consagradas en la Constitución de 1917, en un contexto amenazante para la paz interior y la soberanía nacional.

No olvidemos que el presidente Lázaro Cárdenas se enfrentó al latifundismo, a los empresarios que ignoraban derechos de los trabajadores, a los soberbios concesionarios de la industria petrolera si, por si fuera poco, el escenario de la Segunda Guerra Mundial.

Esa fue la razón por la cual el Partido de la Revolución Mexicana, además de mantener su organización sectorial agraria, obrera y popular, sumó también al Ejército en un cuarto sector.

Este fue un acto pragmático, de gran valor político, porque había que demostrarle a los intereses internos y externos que el país y sus instituciones no extraviaban el rumbo, y mantenía con gran fortaleza la unidad nacional.

Este reparto agrario respetaba los derechos de los trabajadores e impulsaba el crecimiento de la clase media. Y la elección del primer presidente de la República civil, hacía necesaria una nueva etapa en la vida de nuestro partido.

Se trataba de impulsar el crecimiento económico, el desarrollo industrial, la educación popular y la seguridad social. Y todo ello exigía una nueva transformación, por lo que pasamos de Partido de la Revolución Mexicana a Partido Revolucionario Institucional, desapareciendo al sector militar.

Somos un partido con 90 años de historia y el de mayor prevalecencia en América Latina, sumando 77 años encabezando la presidencia de la República y encabezando las grandes transformaciones de México, en un ambiente de estabilidad, repito: en un ambiente de estabilidad, como ningún otro país latinoamericano.

Por todo ello, los priistas no debemos avergonzarnos de nuestro pasado y debemos preguntarnos: ¿qué partido queremos ser?, ¿el partido del pasado sin futuro o el partido del futuro, orgulloso de su pasado?

Si sólo queremos quedarnos en el pasado, entonces mantengamos la vieja política, que fue criticada por José Francisco Ruiz Massieu; pero si queremos ser el partido del futuro, orgulloso de su pasado, emprendamos, a la brevedad posible, la política moderna, la que abarca la modernización de todas las estructuras de la nación.

Porque, repito lo que dijo Ruiz Massieu: no hay innovación ni asunto social que no reclame lo político. De ahí esa frase-síntesis: política moderna.

Pensemos en lo que, a propósito del cambio, recibió el propio José Francisco Ruiz Massieu: nunca hay estática social, pero sí hay los que creen que las cosas se pueden quedar como están. O los que se niegan a reconocer que las cosas han cambiado ya.

La nueva política demanda hombres y mujeres capaces de hacerle frente a la aceleración del cambio que la sociedad exige. Será nuestra responsabilidad: será nuestra responsabilidad, que el Partido Revolucionario Institucional no sea o no se quede en la imaginación o referencia bibliográfica.

Podemos cambiar, debemos cambiar; la política partidista es pensamiento en acción; debemos recuperar la capacidad de pensar y hacer, observando lo que el pueblo quiere.

Una política moderna, sólo puede subsistir en una nueva política, como lo sustentó José Francisco Ruiz Massieu.

Al pueblo hay que tratarlo con respeto, evitando su manipulación y el lenguaje de la mentira, el de las palabras vacías, el de las palabras

que no dicen nada; evitar lo que se repite todos los días, como lo afirmaba el ilustre guerrerense.

Si queremos recuperar la confianza del pueblo, tengamos la humildad de reconocer equivocaciones y ratificar la política del reencuentro con la política popular.

Podemos cambiar, debemos cambiar.

Recordamos hoy, en su 73 aniversario, al gran maestro, al gran político, al gran académico, al gran ideólogo José Francisco Ruiz Massieu.

Muchas gracias.

Dra. Claudia Ruiz Massieu, Presidenta del CEN del PRI.- Muy buenos días, amigas y amigos.

Si a José Francisco Ruiz Massieu le hubiéramos preguntado ¿cómo le gustaría ser recordado? Estoy segura que había dicho como alguien que a lo largo de su vida supo hacer una diferencia todos los días.

Por eso en esta ocasión, hemos decidido retar a las efemérides tradicionales. Vamos a celebrar con gozo la vida y la obra de José Francisco Ruiz Massieu, precisamente en el día de su natalicio, haciendo del recuerdo un punto de partido, para reencontrarnos con el hombre, con el político y con sus ideas.

De la misma forma que lo hizo durante su vida, hoy José Francisco nos convoca nuevamente a sus amigos, colaboradores, compañeros

de partido, pero no para lamentar una partida, sino para debatir una idea, para iluminar un debate, para propiciar una conversación.

Porque José Francisco Ruiz Massieu es, ante todo, pensamiento en acción, es inteligencia llevada a la práctica. No es nostalgia por el pasado; mi padre, es inspiración para el futuro.

En ese sentido, hoy celebramos otro natalicio, en este caso uno literario, con la presentación del libro “José Francisco Ruiz Massieu: la política y el poder de las ideas”, mediante el cual hacemos un homenaje, además de a la memoria, a la vigencia de su pensamiento.

Como menciono en el texto introductorio de este libro, recordar es darle a un ser querido el regalo más amoroso: la trascendencia. Recordar a alguien es obsequiarle una existencia inagotable, que jamás envejece.

El recuerdo crea un espacio al mismo tiempo íntimo y público, a donde siempre podemos acudir para reencontrarnos con el personaje y con sus ideas.

Bajo esa premisa, este libro rinde tributo a José Francisco Ruiz Massieu, mediante la selección de algunos de sus discursos y aforismos; también, a través de un compendio de textos escritos por amigos y colaboradores entrañables que lo acompañaron durante su carrera y que, en estas páginas, retratan sus múltiples facetas: al hombre de partido, al hombre de Estado, al hombre de ideas.

Con todo esto en mente, la intención de este evento, en el que marcamos un doble natalicio: el natalicio de la persona y el nacimiento del libro, tiene un objetivo que como innegable tributo a José Francisco

Ruiz Massieu va más allá de lo teórico y se adentra en el terreno de lo práctico. Se trata de motivar una conversación, a partir de su obra.

No exagero al decir que una de las facetas más características de José Francisco Ruiz Massieu fue la de maestro. Usaba su inteligencia para inducir, casi para forzar en sus interlocutores la inquietud de cuestionar, de imaginar y de crear.

Con su ejemplo, motivó a quienes estuvimos a su alrededor a hacer y a comprometerse con valentía, a veces con audacia, siempre con congruencia.

Como muchos, tuve el privilegio de que fuera mi mentor y la enorme suerte de tenerlo todos los días, además, como padre generoso y amoroso.

Nací de la confluencia de dos familias profundamente patriotas y firmemente priistas. Pero fue él quien me enseño que el verdadero militante, el verdadero patriota observa, se informa, cuestiona, observa, propone transformaciones.

Compañera de partido –me decía-, como mexicana y como priista, estoy convencida de que hoy, como nunca antes, necesitamos en nuestro país y en nuestro partido referentes políticos e intelectuales en los cuales encontrar inspiración y guía.

De manera particular, los militantes más jóvenes, los cuadros que serán relevo generacional, deben tener, tienen sed de liderazgos y de modelos a emular, de perfiles que por su carácter, por su integridad y convicciones les sirvan como ejemplo para esculpir su propia historia.

A lo largo de la historia de nuestro instituto político, hemos acumulado una amplia reserva de referentes: Reyes Heroles encarna al ideólogo por excelencia; Luis Donaldo Colosio representa la sensibilidad social y la política popular; María de los Ángeles Moreno personifica el empoderamiento de las mujeres.

José Francisco Ruiz Massieu, desde mi punto de vista, encarna el modelo del político-intelectual, el líder que conjuga la teoría y la práctica, el dirigente que valora la acción, pero también la reflexión y sabe dar a ambas su justa medida.

José Francisco representa la política como profesión, el ideal del militante integral al que todo priista debe aspirar; el que es capaz de hacer elaboraciones ideológicas, igual que hacer campaña en tierra; que entiende con igual soltura los problemas teóricos que las realidades sociales; que habla con la misma fluidez el idioma de la técnica y el lenguaje del pueblo.

Este modelo es particularmente relevante en los tiempos que vivimos. Tiempos caracterizados por el relativismo ideológico y la tibieza de las convicciones; tiempos en los que muchos funcionarios construyen personajes monotemáticos, porque pareciera que sólo puede ser una persona técnico o político, intelectual u operador, como si todas estas facetas no fueran igual de importantes para servirle al partido, e igual de necesarias para servirle a México.

Frente a estas falsas dicotomías, José Francisco Ruiz Massieu reivindico, al mismo tiempo, el mundo de las ideas y de los hechos, que lo mismo lo hacían un lector de poesía que un operador político.

Ante la especialización ciega y las divisiones artificiales que empobrecen el oficio de lo público, José Francisco Ruiz Massieu apostó por un ecumenismo renacentista, del que da testimonio una vasta obra intelectual, reflejada en ensayos, investigaciones académicas, discursos, artículos periodísticos y aforismos, que se completan con una no menos ambiciosa obra política, desde el ámbito del funcionario público, del dirigente de partido y del de gobernador.

Como priista, José Francisco Ruiz Massieu se forjó de la única manera en que uno se acredita: en la tierra, haciendo campaña por el partido. También fue académico, jurista y profesor universitario.

Pero sabía que la verdadera militancia no puede ser de escritorio, sino de base, porque ahí se aprenden las lecciones más importantes, la cercanía y la humildad.

Al mismo tiempo, estaba convencido de que el PRI necesita del trabajo ideológico, porque un partido es electoralmente exitoso cuando tiene la fuerza de los números para ganar. Pero un partido es socialmente útil cuando procede la potencia de las ideas para darle dirección y sentido a esos triunfos.

El partido en el que José Francisco empezó a militar, hay que decirlo, no era el partido que él anhelaba, porque ante todo fue un crítico libre y frontal de su propia realidad.

En aquellos momentos, el PRI era hegemónico y si bien desde la comodidad del poder hubiera sido fácil ignorar las insuficiencias, él decidió señalarlas. Creía que el partido debía ser más dialogante consigo mismo y con la ciudadanía; un PRI que supiera adelantarse a

los cambios culturales, demográficos y tecnológicos que ya se avizoraban, antes de que esos cambios se adelantaran al partido.

Él veía también la necesidad de construir un partido más democrático, pero sobre todo uno más meritocrático. José Francisco creía en un partido unido por la fuerza de las convicciones políticas, no de las complicidades inconfesables; un partido de consensos, no de imposiciones; un partido donde los militantes ofrecieran solidaridad razonada, no lealtad convenenciera.

Sobre todo, José Francisco rechazaba la ambigüedad, ya fuera ideológica o programática. Creía que el PRI debería de ser un partido que tomara partido.

El perfil dialéctico de José Francisco Ruiz Massieu se revela también en su faceta como gobernante, donde mezclaba la reflexión del estudioso y el pragmatismo del hombre de Estado.

Él –recordemos- encabezó el gobierno de Guerrero, un estado con historia de profundas complejidades políticas y hondas necesidades sociales, con un pueblo aguerrido y acostumbrado a la lucha; una entidad marcada no sólo por su accidentada orografía, sino por su contraste entre la posibilidad y la exclusión.

Graduado en esta realidad, propuso y practicó una política a la vez firme y conciliadora, una política instrumentada con conocimiento técnico, pero diseñada con sensibilidad social. Se rodeaba de expertos para escuchar su consejo, pero se rodeaba también del pueblo para conocer sus necesidades.

Esto es lo que llamó la buena política, la que amalgamaba la necesidad con la oportunidad, la que sólo sirve si de verdad sirve para resolver las necesidades de la gente.

Para él, liberal ilustrado, la democracia desbordaba un mero cálculo aritmético; la democracia es, como él la llamaba, controversia colectiva, un sistema que no niega el conflicto inherente en la sociedad, sino lo asume, lo orienta a partir del debate y lo resuelve a partir de la ley.

Hace tres décadas, José Francisco Ruiz Massieu supo que para México la hegemonía de un solo partido había sido una necesidad histórica superada; que para nuestro país, el dominio de una única voz no era viable ni conveniente.

Por eso, la suya era una visión pluralista y aperturista, desde la que la que llamó al PRI no sólo a aceptar, sino a celebrar la competencia como norma.

En ese sentido y quiero destacarlo, fue un modernizador temprano que, entre otras cosas, impulsó el avance de las mujeres hacia la igualdad, pero no desde la condescendencia, sino desde las oportunidades.

Amigas y amigos, la palabra recordar es, quizá, una de las más bellas de nuestro idioma. Significa volver a pasar por el corazón y eso es lo que hemos hecho hoy con José Francisco Ruiz Massieu.

Si bien, lo hemos homenajeado en sus múltiples facetas como compañeros y militante, como intelectual e ideólogo, como gobernante y dirigente, su recuerdo no podría estar completo sin mencionar su

lado más íntimo y personal, el compartió con sus amigos, con sus colaboradores y con su familia.

Para mí, fue un padre amoroso que me obsequió un regalo precioso por el que siempre le estaré agradecida: darme desde muy joven mi lugar como su interlocutora y como su par.

Por su cariño, profundo como era, nunca se convirtió en condescendencia ni en laxitud, ninguna laxitud. Al contrario, fue maestro generoso pero estricto, que nunca trato de imponerme un punto de visa, pero sí esperaba que defendiera los mismos con inteligencia.

Por ello, insistía en la importancia del estudio, la disciplina y la constancia, que me ayudo a cultivar el interés de innumerables charlas, lecturas y debates que compartimos a lo largo de los años.

Tampoco pretendió imponer mi vocación; al revés, me incentivó a ser una mujer plenamente autónoma, para elegir con responsabilidad y libertad mi proyecto personal, profesional e intelectual.

Gracias a su ejemplo, decidí dedicar mi vida al servicio público. Desde entonces, cada paso y decisión que he tomado en cada espacio de responsabilidad que he ocupado, me he esforzado por honrar su legado, por emular su congruencia y su valentía.

Por eso es mi deseo que muchos otros servidores públicos y en especial quienes empiezan a labrar su trayectoria política, puedan conocer el pensamiento de José Francisco Ruiz Massieu no para que lo usen como receta de vida –cosa que él mismo hubiera rechazado-, sino como un parámetro y un punto de partida.

Quiero reconocer muy especialmente el día de hoy, al gobernador Héctor Astudillo Flores, por su generosidad permanente con la memoria y la familia de José Francisco Ruiz Massieu. En lo personal, como amiga, como dirigente y como guerrerense no alcanzan las palabras para expresarte mi gratitud.

También les agradezco a todas y todos ustedes que hoy nos acompañan: sus amigos, sus compañeros de partido, sus colegas y sus amigos.

Como dije al inicio, este acto más que una efeméride, es una invitación al diálogo, a mantener una conversación con José Francisco Ruiz Massieu, mediante su pensamiento, por lo cual el libro que hoy lo homenajea será una herramienta, aunque parcial, pero creo muy significativa.

A 90 años de la fundación de nuestro instituto político, cobra nueva vigencia uno de los aforismos de José Francisco Ruiz Massieu: “Una revolución está muerta cuando ya no convoca, sino que solo evoca”.

Y esa es justamente la disyuntiva en la que está nuestro partido: ¿seremos un partido que sólo evoque o un partido que pueda otra vez convocar? ¿Un partido que vea la nueva política como imprescindible para transformarse en un partido de siglo XXI o un partido que escriba, dialogue y rememore las glorias pasadas? Un partido que se atreva a construir el México que queremos, el México que nos necesita.

Espero que ese libro que hoy presentamos, este libro que hoy nace en el natalicio de José Francisco Ruiz Massieu sea un punto de partida para los arquitectos del futuro que queremos.

Muchas gracias.

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