Por el renacimiento del arte, William Morris

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 1 de 44

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    William Morris

    Por el renacimiento del arteSeis textos contra la civilizacin industrial

    I n d i c e :

    1. La arquitectura y la historia (1884) .... 2

    2. Las metas del arte (1886) . 12

    3. El renacimiento de la artesana (1888) .. 19

    4. Como vivimos y como podramos vivir (1885) ... 24

    5. La sociedad del futuro (1887) .. 36

    6. El arte y el futuro: El sentido mas hondo de la lucha (1893) . 44

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 2 de 44

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    1. La arquitectura y la historia

    Conferencia de 1884 en la Society of Arts ante la reunin anual de la Society for the Protection of Ancient Buildings.

    Nosotros, al menos los de esta Sociedad, conocemos la belleza de la superficie gastada yerosionada de una construccin antigua y todos nosotros hemos sentido el dolor de ver

    desaparecer esta superficie a manos de un restaurador pero, aunque todos sentimos estoprofundamente, puede que a algunos nos cueste explicarle al mundo exterior el valor real deesta superficie antigua. No es slo que sea pintoresca y hermosa en s misma, aunque eso yaes mucho. Tampoco es slo que haya una emocin adherida al aspecto que los constructoresoriginales le dieron a su trabajo, apenas conscientes mientras tanto de que muchasgeneraciones iban a observarlo con atencin. Es slo parte de su valor el que las piedras seanconsideradas, segn las hermosas palabras del Sr. Ruskin refirindose a alguna construccinhistrica francesa ahora probablemente convertida en un modelo acadmico de s misma, elque sean consideradas las mismas piedras que los ojos de San Luis vieron elevarse de susitio. Dicha emocin es mucho, mas no lo es todo. Mejor dicho, no es sino parte del valorespecial sobre el que hoy deseo llamar su atencin, un valor que en pocas palabras consiste enque la superficie intacta de la arquitectura antigua es testigo del desarrollo de las ideas delhombre, de la continuidad de la historia y, de este modo, proporciona instruccin incesante,mejor dicho, educacin, a generaciones sucesivas, no slo dicindonos cules eran lasaspiraciones de hombres que desaparecieron, sino tambin qu podemos esperar del futuro.

    Todos ustedes saben que en estos ltimos das la historia se rige por un espritu diferentedel que sola creerse bastaba para que le interesara a los hombres inteligentes. Hubo untiempo -y no hace mucho- en que el ensayista astuto (en vez del historiador) creaba suhistoria rodeado de libros cuyo valor sopesaba ms por hasta qu punto se ajustaban a unnivel arbitrario de excelencia literaria que por indicios de que pudieran llegar a proporcionaralgn destello del pasado. De esta forma, al aplicrseles el mtodo histrico, dichos libros nopodan aportar las cantidades ingentes de conocimiento sobre historia que de verdad posean.Es cierto que en la mayora de los casos estos libros se escriban por lo general con propsitosque no eran los de proporcionar mera informacin a quienes vinieran despus. En su vertiente

    ms honesta, estos escritores se vean obligados a mirar la vida con las lentes que les habaimpuesto la moral convencional de su propia poca. En su vertiente ms deshonesta, eranserviles aduladores a sueldo del poder de entonces. No obstante, aunque el arte de mentir hasido siempre asiduamente cultivado en el mundo -y en especial por quienes viven del trabajode otros-, es un arte en el que poca gente roza la perfeccin y el hombre honesto, haciendouso de la suficiente diligencia, puede por lo general lograr ver a travs del velo de la sofisterala vida autntica que existe en esos documentos escritos del pasado. Mejor dicho, las propiasmentiras, que en su mayor parte son de condicin spera y simple, a menudo se puedendisolver y derivar -por as decirlo- en fundamento histrico, en testimonio negativo deacontecimientos.

    Pero los historiadores acadmicos de los que he hablado no eran los adecuados para la

    tarea, eran vctimas de una maldicin de falta de honradez total, aunque inconsciente. Elpanorama de la historia que presentaban era irreal, segn ellos no haba ms que dos perodosde orden continuo, de vida organizada: uno era el perodo de la historia clsica griega yromana, la poca desde el desarrollo de la retrospeccin a ese perodo hasta sus propios dasera el otro. Segn ellos todo lo dems era pura confusin accidental, tribus y clanes extraoscon los que no tenan relacin y que se empujaban los unos a los otros con igual propsito queuna manada de bisontes. Todos esos miles de aos desprovistos de creacin, cargados slo demeras dificultades y al margen de eso, como he dicho, dos perodos de perfeccin quesobresalen perfectamente dotados cual Palas del cerebro de Zeus. Un concepto extrao, enverdad, de la historia de los hombres famosos y los padres que nos engendraron, mas unoque no poda resistir mucho tiempo ante el desarrollo natural del conocimiento y la sociedad.Las brumas de la pedantera se esfumaron lentamente y mostraron un panorama diferente: un

    orden rudimentario en las pocas ms remotas que variaba mucho en diferentes razas ypases, mas siempre dominado por las mismas leyes, avanzando siempre adelante hacia algoque parece justo lo contrario del punto de partida y, aun as, el orden anterior no ha muertodel todo, sino que vive en el nuevo y lo moldea lentamente en una recreacin de su antiguoser. No resulta difcil apreciar cun distinto ha de ser el espritu que ha de crear una

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    concepcin tal de la historia. No ms burlas superficiales de los fracasos y las insensateces delpasado desde la perspectiva de la supuesta civilizacin, sino una profunda simpata por susobjetivos semiconscientes desde las dificultades y los defectos de los que hoy slo somostristemente conscientes, ese es el nuevo espritu de la historia; me gustara creer de buengrado que el conocimiento nos ha proporcionado humildad y la humildad esperanza en esaperfeccin de la que hasta ahora obviamente andamos tan escasos.

    Pues bien, en lo que respecta a los instrumentos de este conocimiento de la Historia, acasono eran dos fundamentalmente: el estudio del lenguaje y el estudio de la arqueologa? Esdecir, de la expresin de las ideas humanas por medio del habla y por medio de la artesana,en otras palabras, el historial de los actos creativos del hombre. Del primero de estosinstrumentos, aunque me interesa mucho, sobre todo cuando al inclinarse por la mitologacomparada proclama con tanta claridad la unidad del gnero humano, de este carezco deconocimiento para hablar aunque tuviera tiempo; del segundo, la arqueologa, pienso hablarya que, por encima de todo, la funcin de nuestra Sociedad es preservar ante los ojos de lagente su importancia como instrumento para el estudio de la historia, la cual, en verdad, noslleva a solucionar todos los problemas sociales y polticos que preocupan a los hombres.

    Me inclino an ms a hablar de este tema porque, a pesar del ascendiente que el nuevoespritu de la historia posee en las mentes cultas, no debemos olvidar que muchas mentes son

    incultas y que sobre ellas el espritu pedante todava ejerce gran influencia; y entiendanustedes que cuando hablo de mentes incultas no estoy pensando en la clase baja, como deforma corts pero demasiado directa la llamamos, sino en muchos de quienes ocupan puestosde responsabilidad y son especialmente responsables de la custodia de nuestrasconstrucciones antiguas. De hecho, puedo entender que alguien me plantee la objecin de queel enfoque medio ignorante, el medio pedante y el completamente pedante de ocuparse deuna construccin antigua tambin son histricos y admito cierta lgica en esta objecin, ay, ladestruccin es una de las formas de crecimiento! En efecto, esos historiadores pedantes de losque he hablado tambin forman parte de la historia y es una pregunta interesante -en la queno puedo detenerme ahora- saber hasta qu punto su pedantera destructiva fue un indicio defuerza, comparada con nuestra investigacin razonable y nuestra timidez; digo que no puedodetenerme en esta pregunta, aunque creo que llevara a conclusiones que sorprenderan a

    alguna gente y, por tanto, me doy por satisfecho diciendo que si la estrechez, la vulgaridadmental (no conozco otra palabra) que se encarga de nuestras construcciones antiguas como siel arte no tuviera pasado y no fuera a tener futuro fuera un desarrollo histrico (y yo no loniego), tambin lo es entonces el espritu que nos conmina a resistir esa vulgaridad -para estofui entre los dems encomendado.

    Ahora bien, estoy seguro de que, como miembros de nuestra Sociedad, ustedes me siguenhasta ahora; no pueden dudar que de una u otra forma la superficie de una construccinantigua, es decir, el tratamiento de la artesana antigua, resulta de lo ms valioso y digno deconservar y estoy seguro tambin de que todos sentimos de forma instintiva que no se puedereproducir en la actualidad, que intentar reproducirlo no slo nos priva de un monumentohistrico, sino tambin de una obra de arte. En la siguiente parte voy a intentar mostrarles que

    la imposibilidad de esta reproduccin no es accidental, sino inherente a las condiciones de vidaen la actualidad, que es resultado de toda la historia del pasado y no del gusto o la modapasajeros de una poca y que, por consiguiente, ningn hombre y ningn grupo de hombres -por mucho que sepan sobre arte antiguo, por mucha habilidad para el diseo o amor al arteque posean- pueden persuadir, sobornar u obligar a los trabajadores de hoy da a hacer sutrabajo igual que los trabajadores del rey Eduardo I1 hacan el suyo. Despierten a Teodorico elGodo de su sueo de siglos y pnganlo en el trono de Italia, conviertan nuestra modernaCmara de los Comunes en el Witenagemote (o sala de los hombres sabios) del rey Alfredo elGrande; no es una hazaa menor la restauracin de una construccin antigua.

    Ahora bien, para mostrarles que lo anterior es necesario e inevitable me veo obligado aconsiderar brevemente las condiciones en las que se ha desarrollado la artesana a partir de lapoca clsica; al hacerlo, no puedo evitar abordar ciertos problemas sociales sobre cuyasolucin puede que algunos de ustedes discrepen de m. En ese caso, les pido que recuerden

    1 Eduardo I, rey de Inglaterra de 1272 a 1307 (n. del t.).

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    que, aunque el comit me ha pedido que les lea esta conferencia, no se le puederesponsabilizar de ninguna opinin ajena a los principios que se propugnan en sus documentosescritos. La Sociedad no debera ser considerada peligrosa salvo, quizs, para la diversin dealgunos terratenientes y pastores rurales y de sus hijas y esposas.

    Bien, hay que admitir que toda obra de arquitectura es una obra de cooperacin. El propiodiseador, por muy original que sea, tiene una deuda que pagar a la necesidad de estarinfluido de una u otra forma por la tradicin; hombres muertos guan su mano aunque l olvideque una vez existieron. Pero, adems, sus ideas las deben llevar a cabo otros hombres. Ningnhombre puede hacer una construccin con sus propias manos. Slo para considerar laposibilidad de empezar su trabajo, cada uno de esos hombres depende de alguien. Cada unono es ms que parte de una mquina. Puede que las partes sean mquinas a su vez o quesean inteligentes, pero, en cualquier caso, deben trabajar subordinados a todo el grupo. Estclaro que hombres que as trabajan deben estar influidos en el trabajo por sus condiciones devida y el hombre que organiza su trabajo debe convencerse de que slo obtendr el tipo detrabajo que esas condiciones hayan engendrado. Esperar entusiasmo por el trabajo bien hechode hombres a los que durante dos generaciones la presin de las circunstancias ha acos-tumbrado a trabajar de forma descuidada sera absurdo; esperar conciencia de la belleza dehombres a los que durante diez generaciones no se les ha permitido crear arte sera msabsurdo todava. La fabricacin de cada pieza de trabajo en cooperacin debe enmarcarse en

    su poca y ser caracterstica de ella. Entiendan claramente esto que ahora planteo de otraforma: todo trabajo arquitectnico debe estar basado en la cooperacin; en todo trabajo decooperacin los productos acabados no pueden ser de mejor calidad de lo que la categora msbaja, ms simple y ms amplia (que tambin es la ms esencial) les permita. La clase y lacalidad de ese trabajo -el trabajo del artesano comn- las determinan las condiciones socialesen las que l vive, que cambian mucho de una poca a otra.

    Intentemos ver entonces cmo han cambiado y apreciar cmo ha afectado ese cambio alarte, estudio durante el cual nos centraremos ms en el desarrollo de la Edad Media (cuyotrabajo es el eje principal de nuestra Sociedad) que en cualquier otra poca.

    En el perodo clsico, la produccin industrial la llevaban a cabo mayormente esclavos,

    cuyas personas y cuyo trabajo pertenecan por igual a sus jefes y a los que se mantena justoen el nivel de vida que convena a los intereses de dichos patronos. Era natural que con estascircunstancias se despreciara el industrialismo, mas en la civilizacin griega al menos, la vidacomn de los ciudadanos libres, la aristocracia de hecho, era sencilla, el ambiente no exiga untrabajo elaborado en lo relativo a ropa y alojamiento, la raza todava era joven, vigorosa yfsicamente bella. Por consiguiente la aristocracia, libre de la necesidad de trabajo duro yagotador gracias a la posesin de esclavos que se lo hacan todo y sin preocupaciones por elsustento, dispona -a pesar de las trifulcas y la piratera constantes que conforman su historiaexterna- tanto de inclinacin como de ocio para cultivar las artes intelectuales mayores dentrode los lmites que su amor natural por los hechos y su odio al romanticismo les dictaba. Lasartes menores, mientras tanto, estaban sujetas a una subordinacin rgida y ciertamenteservil, que resultaba sumamente natural. Me permiten ustedes que haga una interrupcin

    aqu para pedirles que consideren, en caso de que algn caballero ateniense hubiera intentadoconstruir una catedral gtica en tiempos de Pericles, qu clase de ayuda habra recibido porparte de los trabajadores esclavos de la poca y qu tipo de gtico le habran procurado?

    Bien, el ideal de arte establecido por el intelecto de los griegos con un xito tan esplndido yabrumador perdur tambin a lo largo de todo el perodo romano, a pesar de la invencin y eluso del arco en la arquitectura o ms bien en la construccin. Al mismo tiempo, la esclavitud,en unas condiciones algo distintas, produca las mercancas de uso comn; el desdn absolutopor los resultados de la produccin industrial que expres el pedante Plinio, ya fuera autnticoo deducido artificialmente de los convencionalismos de la filosofa, bien ilustran el estado enque se encontraban las artes menores hechas por esclavos en el perodo clsico tardo.

    Entretanto, y en vida de Plinio, haca ya tiempo que las artes intelectuales de la pocaclsica haban vivido su apogeo y ahora deban sortear aburridos siglos de academicismo delos que se vieron finalmente redimidos, no por la vuelta al genio individual de tiempospasados, sino por el desmoronamiento de la propia sociedad clsica, lo que supuso el cambiode la esclavitud -el fundamento de la sociedad clsica- a la servidumbre o al villanaje sobre los

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    que se cimentaba el sistema feudal. El perodo de barbarie o desorden entre los dos perodosde orden fue sin duda extenso, mas al final el nuevo orden surgi de l radiante y claro y, envez del sistema del ciudadano aristocrtico y del esclavo sin derechos dominado por el culto ala ciudad (que era el ideal, la religin de la sociedad clsica), se form un sistema de deberesy derechos personales, de servicio personal y de proteccin subordinado a ideas a priorisobrelos deberes y los derechos de la humanidad para con las fuerzas invisibles del universo. Nocabe duda de que, como era natural en este sistema jerrquico, los monasterios, cuya misinconcreta era mantener el ideal jerrquico como un estandarte entre hombres imperfectos,desempearon respecto a las artes en la temprana Edad Media -entre los siervos del campo ysus seores- la funcin que en la poca clsica cumpla el griego libre y culto entre su multitudde criados esclavizados. Mas la condicin de siervo era muy distinta a la de esclavo ya que,aunque realizaba algunas tareas especficas para su seor, tena -al menos en teora- libertadpara ganarse la vida como mejor pudiera dentro de los lmites del seoro. El esclavo, comopersona, tena la esperanza de la manumisin, pero, colectivamente, no haba esperanzaalguna para l salvo en el derrumbamiento total y mecnico de la sociedad que se cimentabaen su sometimiento. Al siervo, por otra parte, se le forzaba -a causa de su trabajo- aesforzarse por mejorar como persona y colectivamente pronto empez a adquirir derechosentre los derechos encontrados del rey, del seor y del burgus. Asimismo, muy al inicio de laEdad Media una fuerza nueva y poderosa empez a germinar para ayudar en el trabajo: lasprimeras seales de una alianza secular entre hombres libres, productores y distribuidores.

    Los gremios, cuyos primeros inicios en Inglaterra se remontan a antes de la conquistanormanda, aunque reconocan por completo la condicin jerrquica de la sociedad y en supoca inicial en realidad tenan a menudo objetivos principalmente religiosos, no surgieron delorden eclesistico; ms an, con toda probabilidad arraigaron en aquella parte de la razaeuropea que no haba conocido ni a Roma ni a sus instituciones en la poca de su dominiotemporal. Inglaterra y Dinamarca fueron los primeros pases en el desarrollo de los gremios,que arraigaron ms tarde y con menos fuerza en los pases latinizados.

    El espritu de la alianza se expandi; los gremios, que al principio haban sido sociedades deprovecho o clubes ms que otra cosa, pronto se convirtieron en rganos para la proteccin y lalibertad del comercio y rpidamente se volvieron poderosos con el nombre de gremios de

    mercaderes; en la cspide de su poder se formaron a su sombra otro tipo de gremios cuyoobjetivo era la regulacin y la prctica de una artesana libre de exacciones feudales. Losgremios mercantiles ms antiguos se opusieron a estas nuevas instituciones hasta el punto deque en Alemania ambos libraron una guerra sangrienta y atroz. La gran revuelta de Gante, queustedes recordarn como ejemplo de esta hostilidad, la promovieron las artes menores, comoFroissart2 las denomina. Recuerden asimismo que Gante, la ciudad productora, erarevolucionaria y Brujas, la comercial, reaccionaria. En Inglaterra los gremios mercantilescambiaron de forma ms pacfica y se convirtieron en las principales corporaciones de lasciudades y los gremios artesanales ocuparon su lugar definitivo como reguladores yprotectores de toda la artesana. A comienzos del siglo XIV la supremaca de los gremiosartesanales era total y al menos en esa poca su constitucin era absolutamente democrtica;meros oficiales no haba ninguno y los aprendices tenan la certeza, por costumbre, de ocupar

    el lugar de maestros de su arte una vez que lo hubieran aprendido.Antes de pasar a considerar el declive y la cada de los gremios, examinemos cmo

    trabajaba el artesano en aquella poca: primero una palabra respecto a sus condiciones devida, pues debo decirles brevemente que viva, si bien de forma tosca, al menos de forma msfcil de lo que su sucesor lo hace ahora. No trabajaba para ningn amo sino para el pblico, lmismo haca sus mercancas de principio a fin y las venda al hombre que iba a usarlas. Estoera lo que ocurra al menos con casi todos -si no todos- los productos hechos en Inglaterra;algunos de los productos menos comunes -como la tela de seda- s que iban al mercado delregateo, algo inevitable dado que fundamentalmente los materiales de cualquier lugar eranconvertidos en productos cerca de su lugar de nacimiento. Pero hasta estos productos menosfrecuentes se hacan primordialmente para el consumo domstico y slo los excedentesllegaban a manos del mercader, del cual deben ustedes recordar que no era un meroparticipante en el vaivn de la oferta y la demanda como lo es hoy da, sino un distribuidor de

    2 Jean Froissart (c.1337-1410?), cronista francs que describi la sociedad de Europa occidental del siglo XIV yvisit las cortes de Inglaterra y Escocia (n. del t.).

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    productos indispensable; se le pagaba por la molestia de llevar productos de un lugar endonde haba ms de los que hacan falta a otro donde no haba suficientes y eso era todo. Lasleyes contra los acumuladores y los acaparadores nos dan una idea de cmo se conceba esteasunto del comercio en la Edad Media: como comercio, a saber, no como trfico de beneficios.Un acumulador era un hombre que adquira productos agrcolas para aumentar su precio y unacaparador un hombre que compraba y venda en el mismo mercado o en un radio de cincomillas. En las ventajas del acumulador para la comunidad apenas es necesario detenerse, creo.En lo que respecta al acaparador, era la opinin de la gente ignorante de la Edad Media que unhombre que compraba, digamos, cien medidas de queso a dos peniques de libra a las nuevede la maana y las venda a las once por tres peniques no era un ciudadano especialmentetil. Confieso que soy lo bastante anticuado y conservador como para estar de acuerdo conellos en este punto, aunque no puedo evitar observar que todos los negocios (as llamadosadecuadamente) ahora se dedican a acumular y acaparar y que todos somos esclavos de esasdeliciosas y sencillas profesiones, de modo que los criminales de una poca se han convertidoen los benvolos amos de la siguiente.

    Bien, de todos modos, de este trato directo entre productor y consumidor deriv que elpblico en general fuera un buen juez de los productos manufacturados y, como resultado, queel arte -o ms bien la religin- de la adulteracin apenas se conociera; al menos, era fciladquirir fama de confesor -si no de mrtir- de ese noble credo.

    Ahora bien, en lo que respecta a la forma de trabajar, la divisin del trabajo era mnima oinexistente en cada oficio. Creo que esto mitiga en parte el mal -pues as lo considero- de queun hombre tuviese que estar atado a un oficio de por vida (como tambin lo est ahora); lomitiga en parte porque, despus de todo, haba gran variedad en el trabajo de un hombre quehaca l mismo un producto por entero, en vez de hacer siempre una pequea parte de unapieza. Asimismo, deben ustedes advertir que los hombres libres de los gremios posean partede los prados del campo, como al menos posea todo hombre libre. Port Meadow en Oxford,por ejemplo, era el prado comunitario de los hombres libres de esa ciudad.

    Estas eran las condiciones de vida y de trabajo del artesano ingls del siglo XIV. Supongoque la mayor parte de nosotros nos hemos negado a aceptar la imagen que de l nos han

    ofrecido los pedantes medio ignorantes y completamente equivocados a los que antes me hereferido. Quienes hemos estudiado los restos de su artesana hace ya tiempo que estamosinstintivamente seguros -sin que haga falta investigar ms- de que no era un salvajetiranizado por el clero y pisoteado, sino un hombre serio y vigoroso y, al menos en ciertosentido, libre.

    Ese instinto se ha visto sobradamente confirmado por meticulosos coleccionistas de datoscomo el seor Thorold Rogers3 y ahora sabemos que el artesano gremial tuvo la clase de vidaen el trabajo y en el ocio que caba esperar de su arte. Si trabajaba no era en beneficio delpatrn, sino por su propio sustento, que -vuelvo a repetir- no le costaba conseguir, por lo quetena mucho tiempo libre y, al ser dueo de su tiempo, de sus herramientas y de su material,no iba a hacer su trabajo de una forma desaliada, pues poda darse el lujo de recrearse

    dndole un acabado artstico. Cun diferente es esto del acabado mecnico o comercial que almenos algunos hemos aprendido, quizs como penitencia! Bien, ese acabado u ornamentoartstico no era venal, se le dio gratis al pblico que -tiendo a creer- pag por l con inters ysimpata por dicho trabajo, lo cual, de hecho, me parece un buen pago desde una poca en laque un hombre puede vivir con un pago ms burdo y material. Pues debo confesar aqu que loque en la jerga moderna se denominan los salarios del genio estuvieron bastantedesatendidos por parte de quienes erigieron nuestras edificaciones antiguas, ya que el arte -como el seor Thorold Rogers afirma con razn- estaba extendido: el poseer alguna destrezaartstica era la norma y no la excepcin. Por lo general, quienes podan permitirse costear unaconstruccin podan llevar a cabo el diseo y la planificacin necesarios, obviamente porquecontaran de forma natural con la ayuda y la inteligencia armoniosa de los hombres a los quetenan que dar empleo. Por ejemplo, la torre de la capilla de Merton College de Oxford lahicieron albailes comunes bajo la supervisin de los miembros de la Junta de Gobierno deMerton College. Bien, a juzgar por el estropicio lamentable que la actual junta de gobierno ha

    3 J.E. Thorold Rogers (1823-1890), economista ingls autor de obras como Seis siglos detrabajo y salarios (1884) o La interpretacin econmica de la historia (1888) (n. del t.).

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    permitido que se perpete en su hermoso anexo, el Hall de S. Alban, no me atrevera aconfiarle ahora un trabajo tal a la muy respetable Junta de Gobierno actual de esa antiguainstitucin.

    De esta destreza extendida de las artes result que aquellos pobres desgraciados que tenanun talento y un gusto por encima del de sus compaeros (y que por tanto tenan un trabajoms agradable) tenan que conformarse con un salario extra muy moderado o a veces sinningn extra. Parece que no podan hacer valer la reivindicacin que ahora defiende ese grupocontra el que tanto se peca (y que tanto peca), los genios: que la forma de sus estmagos y elrasgo de su piel son diferentes a las de los dems hombres y que, por consiguiente, quierencomer y beber ms y vestimentas diferentes a las de sus compaeros. Cuando con la mayorseriedad y sobriedad oigamos decir -como a menudo se dice- que en todo momento esnecesaria una paga adicional para crear grandes obras de arte y que los hombres con untalento especial no harn uso de ese talento a menos que se les soborne de manera flagrantecon bienes materiales entonces, afirmo yo, sabremos qu responder. Podemos apelar altestimonio de esas obras preciosas que an nos quedan cuyos autores, annimos ydesconocidos, se contentaron con ofrecerlas al mundo sin ms paga extra que la que su placeren el trabajo y su sentido de la utilidad pudiera proporcionarles.

    Bien, ahora debo afirmar que me parece que un grupo de artesanos, que vivan como hemos

    visto y que trabajaban con mquinas simples o instrumentos que dominaban por completo,tena grandes ventajas para producir arte arquitectnico en el sentido ms amplio del trmino,y que con un razonamiento a prioricabra esperar hallar en su trabajo esa consideracin y esafertilidad de recursos que combinaban la libertad y la cooperacin armoniosa y que, de hecho,s hallamos. No obstante, a pesar de la inteligencia libre del trabajador medieval -o incluso acausa de ella-, todava se senta obligado a trabajar slo como la tradicin le permita hacerlo.De habrsele ocurrido a la mente de cualquier hombre erigir un Partenn o un Erecteo a laorilla del Tmesis, del Warfe o del Wensum en el siglo XIV, cunto creen ustedes que lahabilidad de su compaero de trabajo habra podido secundar su locura?

    Mas debemos dejar el siglo XIV un rato y apresurarnos en nuestro relato sobre la suerte deltrabajador. He dicho que la constitucin del gremio de artesanos fue al principio

    completamente democrtica o fraternal, mas no sigui as mucho tiempo. A medida que lasciudades crecieron y la poblacin aument a raudales con siervos de la gleba con derecho avoto y otros grupos, los viejos artesanos empezaron a formar una clase separada yprivilegiada en los gremios con aprendices privilegiados y el oficial hizo al fin su aparicin.Despus de un tiempo, los oficiales intentaron formar gremios al amparo de las artesmaestras, como otros haban hecho al amparo de los gremios mercantiles, mas las condicioneseconmicas de la poca tendan ahora cada vez ms a fabricar por dinero, por lo que perdieronesta batalla y fracasaron. Sin embargo, las condiciones laborales no cambiaron mucho: a losmaestros los controlaban leyes a favor de los oficiales, los salarios subieron en vez de bajar alo largo del siglo XV y la divisin del trabajo no comenz hasta mucho despus -en todaspartes el artesano todava era un artista.

    El inicio del gran cambio lleg con la dinasta Tudor en el primer cuarto del siglo XVI, pocadurante la cual Inglaterra, de ser un pas agrcola donde se cultivaba por sustento pas a serun pas de pastos donde se labraba por dinero. Quien disponga de algo de tiempo puede leer elrelato de este cambio y sus miserias en los escritos de Moro y Latimer4. Todo lo que necesitodecir aqu al respecto es que tuvo una influencia muy directa en las condiciones de vida y elmodo de trabajar de los artesanos, pues las artes se vean ahora inundadas de multitud dehombres sin tierra que para vivir no tenan ms que la fuerza de sus cuerpos y que se veanobligados a vender esa fuerza da a da a cambio de lo que le dieran quienes ciertamente nocompraran unproducto a menos que pudieran sacarle beneficio. La rapia brutal con la que seoper el cambio de religin en Inglaterra y la destruccin gratuita de nuestros edificiospblicos que acompa al robo de nuestras tierras pblicas indudablemente contribuyeron adegradar el arte que an era posible con las nuevas condiciones de trabajo.

    4 Al igual que Santo Toms Moro, el obispo ingls y mrtir protestante Hugh Latimer (1485?-1555) fueejecutado por defender sus ideales, en su caso, durante el reinado de la catlica Mara Tudor (n. del t.).

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    Mas la propia Reforma no fue sino uno de los aspectos del nuevo espritu de la poca creadopor los grandes cambios econmicos y se ocup del arte y de su creador (el trabajo) ms afondo de lo que cualquier serie de casualidades lo habra hecho, por muy memorables quehubieran sido. El cambio en las condiciones de trabajo continu con rapidez, aunque todavahaba gran cantidad de lo que puede denominarse produccin domstica: los trabajadores enlas ciudades llegaron a depender ms de sus patrones (cada vez ms meros oficiales) y ungran cambio se cerna sobre su forma de trabajar; slo reunirlos en talleres grandes bajo un

    maestro ya supuso de hecho un ahorro de espacio, alquiler, fuego, luz y dems, pero fue elpreludio de un cambio mucho mayor; la divisin del trabajo comenz ahora y rpidamentetom cuerpo. Segn las viejas normas medievales, la unidad de trabajo era el maestroartesano que conoca el negocio de principio a fin; tena la ayuda de principiantes que estabanaprendiendo el negocio y no estaban condenados a esa tarea de por vida. Mas con el nuevosistema de maestros y peones tuvo lugar el cambio en virtud del cual la unidad de produccinera un grupo, cada uno de cuyos miembros dependa de todos los dems, sin los cuales sevea desvalido. Con este sistema, llamado sistema de divisin del trabajo, se puede condenar aun hombre -y a menudo se hace- a que pase toda su vida haciendo una parte insignificante deun artculo insignificante en el mercado. Uso el verbo en presente porque este sistema dedivisin del trabajo todava contina a la par que el ltimo desarrollo de la manufactura pordinero, que abordar en breve.

    Ahora bien, es necesario que ustedes entiendan que el nacimiento y el desarrollo de estadivisin del trabajo no fueron un mero accidente; quiero decir que no fueron el resultado deuna moda pasajera e inexplicable que hiciera que los hombres desearan la clase de trabajoque poda hacerse de esa manera; los causaron los cambios econmicos que obligaron a loshombres a producir ya no por sustento, como solan hacer, sino por beneficios. Casi todos losbienes, todos excepto los hechos de una forma ms domstica, tenan ahora que pasar por elmercado antes de llegar a manos de los usuarios. Se hacan para ser vendidos, noprincipalmente para ser usados, y me refiero a la prctica totalidad de ellos; su arte -al igualque su utilidad obviase haba convertido ahora en un artculo vendible, distribuido segn lasnecesidades del capitalista que daba trabajo tanto al operario de la mquina como aldiseador, encadenados a la necesidad de beneficios. Entiendan ustedes que, a estas alturas,la divisin del trabajo operaba de tal forma que, en vez de que todos los trabajadores fueranartistas como una vez lo haban sido, se les divida en trabajadores que no eran artistas y enartistas que no eran trabajadores.

    El cambio era total, o casi, a mediados del siglo XVIII: no necesito rastrear la degradacingradual de las artes desde el siglo XV hasta este momento. Baste decir que ha sido continuo yseguro. Slo donde los hombres estaban ms o menos aislados de la gran corriente de lacivilizacin, donde la vida era ruda y la produccin completamente domstica, el arte que seprodujo s mantuvo algunas muestras de placer humano; en los dems sitios la pedanterareinaba con esplendor. Los pintores de cuadros que solan mostrarnos -como a travs de unaventana que hubieran abierto- las aoranzas y las vidas de los santos y los hroes; ms an,los propios cielos y la ciudad de Dios colgando sobre la ciudad terrenal de sus amores, seconvirtieron -cun pocos de ellos no eran sino pretenciosos pintores de brocha gorda!- en

    elegantes aduladores de refinadas damas poco agraciadas y de seores estpidos y altaneros.En lo que respecta a las artes arquitectnicas, qu se puede esperar lograr de un grupo demquinas humanas que, si cooperan, es slo por rapidez y precisin en la produccin y que,en el mejor de los casos, fueron diseadas por pedantes que despreciaban la vida humana y,en el peor, por esclavos mecnicos, no mucho mejor en cualquier caso que los desdichadostrabajadores? Se esperase lo que se esperase, nada se obtuvo salvo esa masa de juguetesridculos y costosos al servicio del lujo y la ostentacin a la que, desde entonces, se hacondenado muy merecidamente con el apelativo de tapicera.

    Es este el final de la historia de la degradacin de las artes? No, este drama tiene otro acto,que ser mejor o peor en funcin de si a ustedes les satisface aceptarlo como final o si lesestimula la insatisfaccin, es decir, esperar algo mejor. Ya les he contado cmo al trabajador

    se le rebaj a mquina, an tengo que contarles cmo hasta se le ha privado de esa extraaclase de dignidad.

  • 7/31/2019 Por el renacimiento del arte, William Morris

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 9 de 44

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    Al finalizar el siglo XVIII, Inglaterra todava era un pas que produca junto a otros pasesque producan; su produccin todava era secundaria en relacin a su vida eminentementerural y se mezclaba con ella. En cincuenta aos todo eso cambi e Inglaterra era el pasproductor del mundo por excelencia -el taller del mundo, as llamada a menudo con granorgullo por sus patriticos hijos. Pues bien, esta revolucin tan extraa y trascendental laocasion la maquinaria que las casualidades y los cambios del mundo (una historia demasiadoextensa como para siquiera esbozarla aqu) impusieron a nuestra poblacin. Deben ustedes

    concebir esta gran industria de la maquinaria, por un lado, como slo el desarrollo completodel efecto de producir por beneficios en vez de por sustento (que empez en tiempos de SirToms Moro) mas, por otro, como un cambio revolucionario en lo que respecta a la simpledivisin del trabajo. Las exigencias de mi propio trabajo me han llevado a escarbar muy afondo en los estratos del sistema de talleres del siglo XVIII y he podido apreciar claramentecun diferente es del sistema de fbricas de hoy da con el que a menudo se le sueleconfundir. Por ello, le con gran entusiasmo la explicacin completa del cambio y sustendencias en los escritos de un hombre, ms bien dira yo de un gran hombre, al que -supongo- no debera nombrar en la presente compaa, el cual me despej la mente en variospuntos (que tampoco debo mencionar aqu) relativos a este tema del trabajo y sus productos.Pero al menos debo decir esto: que mientras en el sistema de divisin del trabajo del sigloXVIII a un hombre se le obligaba a trabajar para siempre haciendo algo insignificante de una

    forma vil y mecnica que tambin l conceba de forma vil, en el sistema de fbricas ymquinas casi automticas en el que ahora vivimos puede que cambie de trabajo bastante amenudo, que se le cambie de una mquina a otra y que apenas sepa que est produciendoalgo; en otras palabras, en el sistema del siglo XVIII quedaba reducido a mquina, en el actuall es el esclavo de la mquina. Es la mquina la que le dicta qu tiene que hacer si no quieremorirse de hambre. S, y adems no de una forma metafrica; por ejemplo, la mquina puede,si as lo desea, si decide acelerar el ritmo, hacerle caminar treinta millas al da en vez deveinte y mandarlo a un albergue para pobres si se niega a hacerlo.

    Ahora bien, si ustedes me preguntan (y no es mala pregunta) quin est peor, el trabajadorde la mquina del siglo XVIII o el esclavo de la mquina del XIX, me inclino a decirles que creoque este ltimo. Si les diera mis razones, pocos de ustedes estaran de acuerdo conmigo y noestoy seguro de que me dejaran acabar este discurso; de todos modos, son algo complicadas.Mas la pregunta de qu grupo de trabajadores produjo mejor trabajo puede responderse sindemasiadas complicaciones. Por lo menos, el trabajador de la mquina tena que estar biencualificado en su despreciable tarea, el esclavo de la mquina precisa de poca cualificacin y,de hecho, su lugar ha sido ocupado por mujeres y nios; vigilar el trabajo de estos es la nicacualificacin que necesita. En resumen, el actual sistema de fbricas y del predominio de lamquina tiende a eliminar por completo el trabajo cualificado.

    Aqu, por tanto, se da un extrao contraste entre el artesano de la Edad Media y el de hoyda que les invito a considerar con seriedad. El hombre medieval se pone a trabajar segn supropio horario, en su propia casa, probablemente l mismo hace sus herramientas, susinstrumentos o su sencilla mquina antes incluso de dedicarse a su tejido, su masa de arcilla olo que sea. l mismo decide qu ornamento llevar su trabajo cuando est acabado y su

    mente y su mano lo disean y llevan a cabo; la tradicin, es decir, las mentes y lospensamientos de todos los trabajadores que le precedieron, en lo que respecta al carcterespecfico de su arte, s que efectivamente le gua y le ayuda; por lo dems es libre. Tampocodebemos olvidar que, aunque viva en una ciudad, los prados y el dulce campo llegan hastacerca de su casa y a ratos l trabaja en ellos y ms de una o dos veces en su vida ha tenidoque coger de la pared el arco y otras armas y arriesgarse a encontrarse con el gran secretocara a cara en el campo de batalla. Casi siempre, en realidad, en disputas de otros, aunquealguna vez en las propias y en estas no sali mal parado.

    Mas cmo trabaja y vive quien ha ocupado su lugar? De esto todos sabemos algo. Tieneque estar en la puerta de la fbrica cuando suena la campana o se le multa o se le enva alcsped. Mejor dicho, no siempre estar abierta la puerta de la fbrica para l. A menos que el

    patrn -a merced de un mercado del que el sabe poco y su mano nada- le ceda un sitio y unamquina para trabajar, debe darse la vuelta y vagar por las calles como muchos miles hacenhoy da en Inglaterra. Mas imaginmoslo all, feliz delante de su mquina; debe seguirla arribay abajo, da s y da tambin, sus pensamientos no deben ir encaminados a otra cosa que no

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 10 de 44

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    sea su trabajo. Repito, lo ms que puede hacer es saber qu es lo que la mquina (y no l)est haciendo. Diseo y adornos, qu tiene l que ver con eso? Bueno, puede que est acargo de una mquina que haga un producto digno o que, por otro lado, sea cmplice (muymenor) en la obtencin de una flagrante muestra de impostura y bellaquera; recibir el mismosalario por uno que por otro y ni uno ni otro estarn en absoluto bajo su control. Toda lareligin, la moralidad, la filantropa y la libertad del siglo XIX no le ayudarn a escapar de estaignominia. Acaso hace falta que diga cmo y dnde vive? Alojado en una perrera sofocante,millas y millas de perreras similares le separan de los hermosos campos de un pas que -merced a una burla macabra- se denomina suyo. A veces, los das de fiesta lo meten aempellones en un tren para que vaya a verlo y por la tarde se le lleva de vuelta a su mugrientoinfierno. Pobre desgraciado!

    Dganme, pues, en qu momento de la vida laboral de este hombre lo pondrn ustedes aimitar el trabajo de los artesanos libres del siglo XIV con la esperanza de que obtenga untrabajo de igual calidad?

    Bueno, para no debilitar mi argumentacin con exageraciones reconozco que, aunque esteesclavo de la mquina realiza mucho trabajo con aspiraciones artsticas en funcin del preciode uno u otro mercado ridculo, la artesana de la construccin an no ha llegado a esteextremo en la revolucin industrial; constituye un ejemplo de mi afirmacin de que el sistema

    de divisin del trabajo del siglo XVIII an existe y opera a la par que el gran sistema defbricas y mquinas. Mas tambin aqu el avance de la degradacin resulta bastante obvio, yaque entre los artesanos similares del siglo XVIII an quedaban restos de la tradicin de pocasdel arte ahora perdidas, mientras que ahora en dichas artes el sistema de divisin del trabajoha devorado desde al arquitecto al albail y adems los niveles de excelencia, en vez deguardar alguna relacin con los del trabajador libre de los gremios, han cado muy por debajode los del hombre esclavizado por la divisin del trabajo del siglo XVIII y no son ni un picemejor que los de quien hace chapuzas en las grandes industrias. En resumen, el trabajador dela gran industria maquinaria ilustra el tipo de trabajo de hoy da.

    Sin duda, resulta curioso que, mientras estamos dispuestos a rernos ante la meraposibilidad de que un trabajador griego hiciera una construccin gtica o que un trabajador

    gtico hiciera una griega, no vemos nada absurdo en que un trabajador victoriano cree unagtica; y ello, aunque poseemos un buen nmero de muestras del trabajo de la poca delRenacimiento, cuyos trabajadores -segn las pedantes y retrospectivas directrices de dichapoca- se supona que en teora podan imitar obras clsicas antiguas, una imitacin que, dehecho, result obstinadamente caracterstica de su poca y que deriv todo el valor que tenade dichas caractersticas -algo curioso y quizs, de todos los indicios de la debilidad del arteactual, uno de los ms desalentadores. Se me puede decir, tal vez, que el mismo conocimientohistrico al que antes he aludido y del que la pedantera del Renacimiento y del siglo XVIIIcarecan nos ha permitido obrar el milagro de devolverle la vida a siglos muertos; pero en miopinin, resulta extrao adoptar una perspectiva del conocimiento y la intuicin histricos quenos conduzca a la aventura de intentar desandar el pasado en vez de proporcionarnos unatisbo de intuicin sobre el futuro; resulta extrao adoptar una perspectiva de la continuidad

    de la historia que nos haga ignorar los cambios que constituyen la esencia misma de dichacontinuidad. En verdad, el arte del ciclo pasado, el del Renacimiento que brill por ltima vezen las dbiles tonteras del diletantismo de los ltimos reyes Jorge5, estaba imbuido -comoantes insinu- de una confianza altanera en s mismo que le prohiba expresamente tomarcomo modelo cualquier estilo que no considerara parte de s mismo. No pudo escoger entrems estilos de lo que pudieron el arte griego o el gtico. Asumi la evolucin de la historia yacept por completo al trabajador de la divisin del trabajo (si bien de forma tcita). Y, de estaforma, dicho arte hizo cuanto pudo y disfrut de cierta vida, aunque fuera una vida montonay bastante representativa de la dominacin estpida pero audaz de la clase media queconstituy la clave de su poca.

    Mas nosotros, afirmo, nosotros nos negamos a admitir la evolucin de la historia. A nuestroesclavo lo unimos a la mquina para que indistintamente haga el trabajo del trabajadormedieval libre o el del hombre del perodo de transicin. Slo en nuestra poca -y no en

    5 Jorge III ocup el trono de Inglaterra de 1760 a 1820 y su hijo Jorge IV de 1820 a 1830 (n. del t.).

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 11 de 44

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    ninguna otra- hemos aprendido el ardid de disfrazarnos con las ropas que otros han desechadoy montamos una representacin teatral extraa e hipcrita, ms con una imperturbabilidadtmida que con una confianza altiva, resueltos a cerrar los ojos ante todo lo que seaseriamente desagradable y haciendo caso omiso al movimiento silencioso de la historia realque an contina bajo nuestro espectculo circense.

    Seguramente tal estado de cosas es un sntoma de cambio, de un cambio quizsapresurado, sin duda definitivo. Pues, por extrao que parezca, he aqu una sociedad que ensu superficie culta no posee caractersticas distintivas propias, sino que flota de uno a otrolado; un grupo de mentes va a la deriva hacia la belleza del pasado, el otro hacia la lgica delfuturo; cada uno cree al menos tcitamente que basta con hacer recuento de sus apoyos paraestablecer una norma general que deba regir el mundo a pesar de la lgica y de la historia,ignorando la necesidadque incluso ha hecho a su debilidad ciega lo que es. Y mientras tanto,por debajo de esta superficie culta opera el gran sistema comercial que los cultos ven como susirviente y lo que une a la sociedad, pero que en realidad es su amo y lo que separa a lasociedad; pues no se trata ms que de una guerra y su naturaleza slo puede cambiar con sumuerte: hombre contra hombre, clase contra clase; bajo el lema lo que yo gano, t lopierdes esta guerra debe continuar hasta que llegue el gran cambio cuyo fin es la paz y no laguerra.

    Y quines somos los que estamos aqu reunidos tras luchar siete aos tmidamente por lavida, por poder hacer algo? Simples migajas en ese ocano de hipocresa medio conscienteque llamamos sociedad culta? No, espero que no. Al menos no le damos la espalda a la historiay decimos eso es malo y esto es bueno, me gusta esto y no me gusta aquello, sino quems bien decimos esto era la vida y estos, los trabajos de nuestros padres, son signosmateriales de ello. Esa vida vive en ustedes, aunque la hayan olvidado. Esos signos mate-riales, aunque ustedes los ignoren, sern buscados un da; y esa necesidad, que incluso ahoraest dando forma a la sociedad del futuro y un da lo pondr de manifiesto, nos ha obligado,entre otras cosas, a hacer lo posible por atesorar esos signos de la vida pasada y la futura. Lasociedad de hoy da, anrquica como es, est no obstante formando un nuevo orden del quenosotros, junto a todos aquellos que -lo dir- tienen el valor de aceptar la realidad y rechazarla impostura, formamos y debemos formar parte, de modo que a la larga nuestro trabajo,

    aunque a veces pueda parecernos intil, no llegue a perderse por completo. Ya que, despusde todo, por qu es por lo que estamos luchando? Por la realidad del arte, es decir, por elplacer de la raza humana. La tendencia de la sociedad comercial o competitiva que se haestado desarrollando a lo largo de ms de trescientos aos ha sido a la destruccin del placerde vivir. Mas al final esa sociedad competitiva se ha desarrollado tanto que, como he dicho, seaproximan su propio cambio y su muerte y, como signo del cambio, la destruccin del placerde vivir ya empieza a parecernos a muchos no una necesidad, sino algo contra lo que luchar.De la autenticidad y la realidad de dicha esperanza depende la existencia, la razn de la exis-tencia de nuestra Sociedad. Cranme, no ser posible que un puado de gente culta mantengavivo el inters por el arte y los documentos del pasado en las actuales condiciones de luchasrdida y desgarradora por existir de la mayora y de lnguido deambular por la vida de laminora. Mas cuando la sociedad se reconstituya de forma tal que todos los ciudadanos tengan

    la oportunidad de llevar una vida compuesta del tiempo libre adecuado y del trabajo razonable,entonces toda la sociedad -y no slo nuestra Sociedad- optar por proteger las edificacionesantiguas de cualquier dao, sea gratuito o accidental, pues entonces empezarn por fin acomprender que dichas edificaciones forman parte de su vida actual y de ellos mismos. Estoocurrir cuando llegue el momento preciso porque, en la actualidad, aunque los hombresfueran conscientes de su prdida no podran impedirla, dado que viven en un estado deguerra, es decir, de derroche ciego.

    Ciertamente quienes formamos esta Sociedad nos hemos topado de bruces con la verdadbastante a menudo, hemos tenido que reconocer a menudo que, si la destruccin o elembrutecimiento de un antiguo monumento de arte e historia era cuestin de dinero, eraintil luchar en su contra. No seamos ni tan dbiles ni tan cobardes como para negarnos aafrontar este hecho pues nosotros, aunque nuestra funcin de formar el futuro de la sociedadpueda resultar modesta, tampoco podemos transigir. Admitamos que vivimos un momento debarbarie entre dos pocas de orden, el orden del pasado y el orden del futuro y, luego, aunquealgunos de nosotros pensemos (como yo) que el final de esta barbarie se acerca y otros queest lejos, aun as ambos podemos -yo con esperanza y otros sin ella- trabajar juntos para

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 12 de 44

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    preservar las reliquias del viejo orden que an nos quedan como enseanza, placer yesperanza del nuevo. Haciendo esto, ojal que la poca de guerra actual resulte menosdesastrosa, aunque slo sea un poco, y la poca de paz venidera ms provechosa!

    2. Las metas del arte

    Conferencia dictada el 14 de marzo de 1886. En 1888, Morris la incluy en la antologa de textos socialistas tituladaSigns of Change.

    Al considerar las metas del arte, esto es, por qu los hombres aprecian el arte y se dedicanlaboriosamente al arte, me veo obligado a generalizar acerca del nico espcimen de lahumanidad del que s algo, a saber, yo mismo. Bien, cuando pienso en lo que deseo com-pruebo que no puedo sino llamarlo felicidad. Quiero ser feliz mientras viva pues, en lo querespecta a la muerte, descubro que, al no haberla experimentado nunca, no tengo una nocinde lo que significa y por tanto no puedo hacer que mi mente se ocupe de ella. S lo que esvivir, ni siquiera puedo imaginarme lo que es estar muerto. Pues bien, quiero ser feliz e inclusoalgunas veces -digamos la mayora- estar alegre y me resulta difcil creer que este no sea undeseo universal, por lo que mimo con el mejor de mis empeos cualquier cosa que sirva a ese

    fin. Ahora bien, cuando reflexiono algo ms sobre mi vida descubro, o as parece, que estbajo la influencia de dos estados dominantes que (a falta de un trmino mejor) debo llamar elestado del vigor y el estado de la ociosidad: estos dos estados estn siempre, ora uno, oraotro, instndome a que los satisfaga. Cuando me domina el estado del vigor he de hacer algo ome siento abatido e infeliz; cuando me domina el estado de la ociosidad, me resulta cier-tamente difcil no descansar y dejar que mi mente vague por las imgenes -agradables oterribles- que mi propia experiencia o mi conversacin con los pensamientos de otros hombres-vivos o muertos- han forjado en ella. Si las circunstancias no me permiten cultivar esteestado de la ociosidad, compruebo que en el mejor de los casos debo pasar un perodo dedolor hasta que consiga estimular mi estado del vigor para que ocupe su lugar y me haga denuevo feliz. Y si no dispongo de medios con que despertar al estado del vigor para que cumplasu misin de hacerme feliz y tengo que trabajar mientras me domina el estado de la ociosidad,

    entonces soy verdaderamente infeliz y casi deseo estar muerto, pese a que no s lo quesignifica.

    Adems, compruebo que en el estado de la ociosidad la memoria me distrae, en el estadodel vigor la esperanza me anima, una esperanza que una veces es grande y grave y otrastrivial, mas una sin la cual no hay vigor feliz. Adems compruebo que, mientras que a vecespuedo satisfacer este estado con solo ejercitarlo en una tarea que no tenga mayor relevancia(en una diversin, en resumen), aunque luego se canse y se vuelva lnguido, la esperanza aeste respecto es muy trivial y a veces apenas real; asimismo, compruebo que por lo generalpara satisfacer a mi amo el estado debo hacer algo o fingir que lo estoy haciendo.

    Bien, creo que la vida de todos los hombres se compone de estos dos nimos en diversasproporciones y que esto explica por qu siempre, con mayor o menor esfuerzo, han apreciadoel arte y se han dedicado a l.

    Por qu se habrn acercado a l, incrementando as el trabajo que no pudieron escogersino para vivir? Deben haberlo hecho por placer, ya que slo en las civilizaciones muydesarrolladas el hombre ha podido lograr que otros hombres lo mantengan con vida slo paracrear obras de arte, mientras que todos los hombres que han dejado huella de su existencia sehan dedicado al arte.

    Supongo, en verdad, que nadie est dispuesto a negar que el fin de una obra de arte essiempre complacer a la persona cuyos sentidos van a percibirla. Fue hecha para que alguienfuera ms feliz gracias a ella; su estado ocioso o sosegado tendra que alegrarse gracias a ella,de forma que al vaco que constituye el principal mal de dicho estado lo sustituya la

    contemplacin grata, el sueo o lo que se quiera y, de este modo, no le dominara tan prontoel estado del trabajo o del vigor: disfrutara ms y mejor.

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    Por consiguiente, controlar el desasosiego es claramente una de las metas esenciales delarte y pocas cosas puedan contribuir al placer de vivir ms que ello. Que yo sepa, ahora vivegente dotada que no tiene ms vicio que este del desasosiego y aparentemente ninguna otramaldicin en su vida que la haga infeliz, mas con eso basta: es la pequea grieta dentro dellad. El desasosiego les hace hombres desventurados y malos ciudadanos.

    Mas admitiendo -como supongo que todos ustedes hacen- que esta es una funcin harto

    importante que el arte debe cumplir, a continuacin surge la pregunta: a qu precio loobtenemos? He reconocido que dedicarse al arte ha incrementado el trabajo de la humanidad,aunque creo que a la postre no ser as, mas al incrementar el trabajo del hombre haincrementado hasta ahora su dolor? Siempre ha habido gente que respondera s a estapregunta al instante, por lo que ha habido y hay dos tipos de personas a las que les disgusta elarte y lo condenan como un disparate embarazoso. Adems de los pos ascticos, que loconsideran un embrollo mundano que les impide a los hombres centrar la mente en susopciones de felicidad o de miseria individual en el mundo venidero; en resumen, odian el arteporque creen que incrementa la felicidad terrenal del hombre. Adems de estos, hay genteque, al considerar la lucha por la vida desde el prisma ms razonable que conocen, condenanlas artes porque creen que incrementan la esclavitud del hombre al aumentar el montante desu dura tarea. Si este fuera el caso, an habra que plantearse -en mi opinin- si no merecera

    la pena soportar el sufrimiento del trabajo extra a cambio del placer extra que aumenta en eldescanso, dando por sentada, por ahora, la igualdad de condicin de los hombres. Mas no meparece que sea cierto que el dedicarse al arte incremente la dura tarea; es ms, creo que dehaber sido as nunca habra surgido el arte, no sera apreciable (como lo es) entre pueblos enlos que slo existe un germen de civilizacin. En otras palabras, creo que el arte no puede serresultado de una coaccin externa; el trabajo que se emplea para crearlo es voluntario y seacomete en parte por el trabajo en s mismo, en parte por la esperanza de crear algo que,cuando est hecho, proporcionar placer a quien lo use. Por otro lado este trabajo extra,cuando es extra, se emprende con el objetivo de satisfacer el estado del vigor no sloemplendolo en crear algo que merezca la pena hacerse y que, por tanto, le proporcione altrabajador una esperanza viva mientras trabaja, sino tambin dndole trabajo en el que hayaun placer absoluto e inmediato. Quizs sea difcil explicarle a una mentalidad ajena al arte queeste placer sensual concreto est siempre presente en la obra del trabajador hbil cuandotrabaja con acierto y que aumenta en proporcin a la libertad y la individualidad del trabajo.Tambin deben ustedes entender que esta produccin del arte -y el consiguiente placer en eltrabajo- no se limita a la produccin de objetos que slo sean obras de arte como cuadros,estatuas y dems, sino que ha sido y debera ser parte de todo trabajo de una u otra clase;slo entonces se satisfarn las pretensiones del estado del vigor.

    Por tanto, la meta del arte es aumentar la felicidad de los hombres, proporcionndolesbelleza e inquietud para ocupar su tiempo libre e impedir que se aburran incluso del descansoy proporcionndoles esperanza y placer corporal en su trabajo; en resumen, hacer feliz eltrabajo del hombre y provechoso su descanso. Por consiguiente, el arte verdadero es unbeneficio absoluto para la raza humana.

    Mas como la palabra verdadero es un calificativo amplio, debo pedirles permiso paraintentar sacar algunas conclusiones prcticas de esta afirmacin sobre las metas del arte que,supongo o en realidad espero, nos suscitarn algo de controversia al respecto, porque enverdad es ftil esperar que nadie hable de arte -salvo de forma muy superficial- sin toparsecon esos problemas sociales que tienen en mente todos los hombres serios, dado que el artees y debe ser, sea abundante o estril, sincero o falso, la expresin de la sociedad en la cualexiste.

    En primer lugar, pues, me resulta claro que quienes en la actualidad poseen una perspectivams amplia de la realidad y ms profunda de s mismos estn bastante descontentos con elestado actual de las artes, igual que lo estn con la condicin actual de la sociedad. Esto lodigo en contra de la supuesta revivificacin del arte que ha ocurrido en los ltimos aos; de

    hecho, ese mismo entusiasmo por las artes de parte de la gente culta de hoy da no hace sinodemostrar cun slida es la base del descontento antes mencionado. Hace cuarenta aos sehablaba mucho menos de arte y se practicaba menos de lo que se hace ahora, algoespecialmente cierto en las artes arquitectnicas, de las que mayormente voy a tener que

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    hablar ahora. Desde aquella poca la gente se ha esforzado a conciencia por resucitar el artemuerto con algn xito superficial. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo consciente, debodecirles que Inglaterra -para una persona que pueda sentir y entender la belleza- era entoncesun lugar menos penoso para vivir de lo que lo es ahora y quienes sabemos qu significa el artesabemos bien -aunque a menudo no nos atrevamos a decirlo- que dentro de cuarenta aosnos resultar un lugar an ms penoso que ahora si seguimos por el camino que llevamos.

    Hace menos de cuarenta aos (digamos treinta) vi por vez primera la ciudad de Rouen,entonces todava un fragmento de la Edad Media por su apariencia externa: no hay palabraspara expresarles cmo su mezcla de belleza, historia y romanticismo me poseyeron; slopuedo decir que, al repasar mi vida, descubro que fue el mayor placer que jams haya tenidoy ahora es un placer que ya nunca nadie podr volver a tener: el mundo lo ha perdido parasiempre. En aquella poca yo era un estudiante de Oxford. Aunque no tan sorprendente, tanromntica o tan medieval a primera vista como la ciudad normanda, Oxford en aquellos dasan mantena gran parte de su viejo encanto y el recuerdo de sus calles grises como entonceseran ha sido una influencia y un placer permanentes en mi vida y an seran mayores sipudiera olvidar lo que son ahora; en cualquier caso era algo que poda haberme resultado demayor importancia que la presunta erudicin de aquel lugar, pero que -de hecho- nadie intentensearme y yo no intent aprender. Desde entonces, los guardianes de esta belleza y esteromanticismo tan rebosantes de educacin, aunque supuestamente dedicados a la enseanza

    superior (tal es el apelativo del ftil sistema de compromisos que siguen), la han ignorado porentero, han hecho que su conservacin ceda a la presin de las exigencias comerciales yparece que estn decididos a destruirla por completo. El viento se ha llevado otro placer delmundo; aqu, de nuevo, la belleza y el romanticismo se han desperdiciado intil, irrazonable yneciamente.

    Si menciono estos dos casos es simplemente porque estn anclados en mi mente, no sonsino modelos de lo que est ocurriendo a lo largo y ancho del mundo civilizado: en todaspartes el mundo se est volviendo ms vulgar y ms feo, pese a los esfuerzos conscientes ymuy vigorosos por el renacer del arte de un pequeo grupo de personas que van tanobviamente a contrapi de la tendencia de la poca que, mientras los incultos ni siquiera hanodo hablar de ellas, el grupo de los cultos las consideran una broma e incluso estn empe-

    zando a hastiarles.

    Ahora bien, si es cierto, tal como he afirmado, que el arte verdadero es un beneficioabsoluto para el mundo, esta es una cuestin seria, pues a primera vista parece indicar quepronto no habr arte alguno en el mundo, el cual perder as un beneficio absoluto. Mal puedepermitirse eso, creo.

    Pues el arte, si ha de morir, se habr malgastado y su meta caer en el olvido; su meta erahacer feliz el trabajo y provechoso el descanso. Va a ser entonces desdichado todo trabajo einfructuoso todo descanso? En realidad, si el arte ha morir ese ser el caso, a menos que algoocupe su lugar: algo innombrado e inimaginado en la actualidad.

    No creo que nada vaya a ocupar el lugar del arte, no porque dude del ingenio del hombre,que parece no tener lmites a la hora de hacerse desdichado, sino porque creo que losmanantiales del arte de la mente humana son inmortales y tambin porque me parece fcil verlas causas de la destruccin actual de las artes.

    Puesto que nosotros, la gente civilizada, no hemos renunciado a ellas conscientemente o porvoluntad propia, se nos ha obligado a renunciar a ellas. Quizs pueda ilustrar esto con eldetalle de la aplicacin de maquinaria a la produccin de cosas en las que es posible algn tipode forma artstica. Por qu usa una mquina un hombre sensato? Seguramente paraahorrarse trabajo. Hay algunas cosas que una mquina puede hacer igual de bien que la manodel hombre con una herramienta. No necesita, por ejemplo, moler su maz a mano en unmolinillo; un pequeo chorro de agua, una rueda y unos pocos artilugios simples lo harnperfectamente bien y le dejarn libre para fumar en pipa y pensar o para tallar el mango de sucuchillo. Eso, hasta ahora, es una ventaja absoluta de emplear una mquina, siempre -porsupuesto- que se d por sentada la igualdad de condicin entre los hombres; no se pierde niarte, ni ocio ni tiempo, dado que se gana ms trabajo placentero.

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 15 de 44

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    Quizs un hombre perfectamente sensato y libre se detendra ah en su relacin con lasmquinas, mas es mucho esperar tal sensatez y libertad, as que sigamos a nuestro inventorde mquinas un paso ms. Tiene que tejer telas lisas y por un lado piensa que hacerlo resultamuy pesado y por otro que un telar mecnico tejer la tela casi tan bien como un telar manualas que, para conseguir ms ocio o tiempo para un trabajo ms agradable, usa un telarmecnico y renuncia a la pequea ventaja de un poco de arte extra en la tela. Mas al actuaras, en lo que a arte se refiere no obtiene beneficio alguno; ha hecho un trato con el arte y el

    trabajo y como resultado ha conseguido un arreglo provisional. No digo que no tenga razn alactuar as, pero ha perdido a la vez que ganado. Ahora bien, hasta aqu es hasta donde unhombre que aprecie el arte y sea sensato llegara en lo que a mquinas se refiere en tanto encuanto sea libre, es decir, que no se le obligue a trabajar en beneficio de otro hombre,mientras viva en una sociedad que haya aceptado la igualdad de condicin. Al avanzar un pasoms en el uso de mquinas en el arte se vuelve un hombre insensato si aprecia el arte y eslibre. Para evitar malentendidos, debo decir que estoy pensando en una mquina moderna(que es como si estuviera viva y para la cual el hombre es accesorio) y no en la mquinaantigua, la herramienta perfeccionada, que es accesoria para el hombre y slo opera en tantoen cuanto la mano de este piense, aunque sostengo que hasta a esta forma elemental demquina hay que renunciar cuando se trata de las formas ms elevadas e intrincadas de arte.Bien, en cuanto a la maquinaria usada en el arte, cuando llega a la fase superior de una

    produccin necesaria que accidentalmente posee algo de belleza, un hombre sensato quesienta el arte slo la usar cuando se le obligue. Si cree que le gustaran los adornos, porejemplo, y sabe que la mquina no puede hacerlos correctamente y no se preocupa dededicarles tiempo para hacerlos correctamente, por qu los hace entonces? No iba a reducirsu ocio por hacer algo que no quiere, a menos que un hombre o un grupo de hombres leobliguen a ello, por lo que o se apaar sin los adornos o sacrificar parte de su ocio parahacerlos de verdad. Ello ser un indicio de que s los quiere y de que su esfuerzo merecer lapena, en cuyo caso, una vez ms, su trabajo no ser una mera molestia, sino que le interesary le agradar al satisfacer las necesidades de su estado del vigor.

    As, afirmo, se comportara un hombre sensato si se viera libre de la coaccin humana; al noser libre, se comporta de forma muy diferente. Hace ya mucho que l super la fase en que lasmquinas slo se usaban para hacer trabajo repulsivo para el hombre comn o para hacer loque bien podran hacer tanto la mquina como el hombre, e instintivamente espera que seinvente una mquina cada vez que se requiere un producto industrial. Es esclavo de lamaquinaria; la nueva mquina debe inventarse y cuando se invente l debe, no dir usarla,sino ser usado por ella, tanto si le gusta como si no.

    Mas por qu es esclavo de la maquinaria? Porque es esclavo del sistema para cuyaexistencia fue necesaria la invencin de la maquinaria.

    Y ahora debo renunciar (o ms bien haber renunciado) al supuesto de la igualdad decondicin y recordarles que, aunque en un sentido todos seamos esclavos de la maquinaria,algunos hombres lo son directamente sin metfora alguna y que es precisamente de estos dequienes depende la mayora del arte: los trabajadores. Para el sistema que los mantiene en su

    posicin de clase inferior es necesario que o bien sean mquinas a su vez, o bien siervos de lasmquinas, sin sentir en ningn caso inters alguno por el trabajo que realizan. Para suspatrones ellos son, como trabajadores, parte de la maquinaria del taller o de la fbrica; paraellos mismos son proletarios, seres humanos que trabajan para vivir de modo que puedan vivirpara trabajar; su faceta de artesanos, de hacedores de cosas por voluntad propia, se haextinguido.

    Aun a riesgo de ser acusado de sentimentalismo, dir que al ser esto as, dado que eltrabajo que crea cosas que debieran ser propias del arte no es ms que una carga y unaesclavitud, al menos de algo me congratulo: de que no pueda crear arte y de que todo lo quepuede hacer quede a medio camino entre el utilitarismo puro y el fraude estpido.

    O acaso es eso puramente sentimental? Estimo, ms bien, que quienes hemos aprendido aver la conexin entre la esclavitud de la industria y la degradacin de las artes tambin hemosaprendido a esperar un futuro para esas artes. Dado que ciertamente llegar el da en que loshombres se sacudan el yugo y se nieguen a aceptar la mera coaccin artificial de un mercado

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 16 de 44

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    arbitrario para que malgasten su vida en una faena incesante y desesperante. Cuando ese dallegue, su instinto para la belleza y la imaginacin (liberados a la par que ellos) crear justo elarte que necesitan; y quin puede afirmar que no superar al arte de pocas pasadas, igualque este ltimo supera a los mseros vestigios que nos ha deparado la era del comercio?

    Una palabra o dos sobre una objecin que a menudo se me ha hecho cuando he hablado deeste tema. Puede decirse y a menudo se dice:

    usted aora el arte de la Edad Media (lo cual es cierto), pero quienes lo crearon no eranlibres, eran siervos o artesanos gremiales rodeados de flagrantes muros de restriccionescomerciales; no tenan derechos polticos y eran impunemente explotados por la casta noble,sus seores.

    Bien, reconozco abiertamente que la opresin y la violencia de la Edad Media tuvieron suefecto en el arte de aquellos das, cuyas limitaciones pueden vincularse a ambas. Se reprimiel arte en varios sentidos, no lo dudo, y por esta razn sostengo que, cuando nos libremos dela opresin actual como nos libramos de la vieja, podremos confiar que el arte de los das de laverdadera libertad se alce por encima del de los viejos das violentos. Mas s afirmo queentonces era posible tener un arte progresista social, orgnico y esperanzado, mientras queahora los pobres jirones que de l quedan son resultado del esfuerzo individual y

    desperdiciado, son retrospectivos y pesimistas. Y este arte esperanzado era posible en mediode la opresin de aquellos das porque los instrumentos de opresin eran sumamente obvios yquedaban al margen del trabajo del artesano. Eran leyes y costumbres obviamente diseadaspara robarle y violencia flagrante como la de salteadores de caminos. En resumen, laproduccin industrial no era el instrumento que se usaba para robarle a la clase baja; ahoraes el principal instrumento que se usa en esa honrada profesin.

    El artesano medieval era libre en su trabajo, por ello lo haca tan entretenido como poda yera su placer y no su dolor lo que haca hermosas todas las cosas que se hacan y lujosostesoros de la esperanza y el pensamiento humanos todo lo que haca el hombre, desde unacatedral a un cuenco de porridge6. Venga, digmoslo de la forma menos respetuosa con elartesano medieval y ms corts con la mano moderna: pobre diablo del siglo XIV!, su

    trabajo tena tan poco valor que se le permita que malgastara horas en complacerse a smismo (y a otros), pero en el caso de nuestro desquiciado mecnico, sus minutos sondemasiado valiosos por la carga del beneficio incesante como para que se le permita quemalgaste uno slo de ellos en arte; el sistema actual no le permitir -no puede permitirle-crear obras de arte.

    As que ha surgido un extrao fenmeno, que ahora existe una clase de seoras y decaballeros, muy refinados en verdad, aunque quizs no tan informados como generalmente sesupone, y hay muchos de esta clase refinada que de verdad aman la belleza y lo novedoso -esdecir, el arte- y se sacrificaran por alcanzarlo. A estos los guan artistas de gran habilidadmanual y elevado intelecto, conformando todos un grupo numeroso que demanda el producto.A pesar de todo, la oferta no llega. S, y adems, este numeroso grupo de entusiastas

    compradores no es slo gente pobre y desvalida, pescadores y agricultores ignorantes, monjesmedio locos, atolondrados sans-culottes; en resumen, no son quienes con la expresin de susnecesidades tanto han perturbado el mundo antes y seguirn hacindolo. No, son de las clasesdominantes, los amos de hombres, que pueden vivir sin trabajar y poseen abundante tiempolibre para planificar el cumplimiento de sus deseos y, an as, aseguro que no pueden tener elarte que tanto ansan, aunque lo busquen con ahnco por todo el mundo, sentimentalizando lasvidas srdidas de los desdichados campesinos de Italia y los hambrientos proletarios de susciudades, ahora que los pobres diablos de nuestros campos y de nuestras barriadas hanperdido todo pintoresquismo. En efecto, poco arte real queda en ningn lado y ese poco seest evaporando con rapidez ante las necesidades del fabricante y su harapiento regimiento detrabajadores y ante el entusiasmo del restaurador arqueolgico del pasado muerto. Pronto noquedar nada salvo los falsos sueos de la historia, los mseros restos de nuestros museos ygaleras de arte y los interiores cuidadosamente guardados de nuestros estticos salones,irreales y ridculos, testigos idneos de la vida de corrupcin que contina ah, tan escasa,

    6 Gachas de avena, plato tpicamente britnico (n. del t.).

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 17 de 44

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    exigua y cobarde que encubre e ignora los deseos naturales en vez de controlarlos, y cuyacodiciosa satisfaccin no prohibe si puede ocultarla debidamente.

    Entonces el arte desaparece y ya no puede restaurarse a sus viejas formas como tampocopuede serlo una construccin medieval. Los ricos y refinados no pueden tenerlo aunquequieran y aunque nosotros creamos que muchos lo querran. Y por qu? Porque quienespodran drselo a los ricos no tienen permiso de los ricos para hacerlo. En una palabra, laesclavitud nos separa del arte.

    He llegado a afirmar que la meta del arte era destruir la maldicin del trabajo haciendo de lla satisfaccin placentera de nuestro impulso hacia el vigor, proporcionndole a dicho vigor laesperanza de crear algo que haga que el esfuerzo merezca la pena.

    As pues, por tanto, afirmo que, dado que no podemos tener arte esforzndonos porconseguir su mera manifestacin externa, dado que al hacer eso no podemos tener ms queuna imitacin, an nos queda por ver qu pasara si dejramos la apariencia al margen eintentramos -si podemos- aferrarnos a la esencia. Por mi parte, creo que, si intentamos quese cumplan las metas del arte sin preocuparnos demasiado por cul sea el aspecto del arte,descubriremos que al fin tenemos lo que queremos: se le llame arte o no, al menos estar vivoy, despus de todo, esto es lo que queremos. Puede que nos lleve a un nuevo esplendor y

    belleza del arte visible: a una arquitectura de majestuosidad mltiple que no sea ni tandefectuosa ni tan incompleta como la de pocas anteriores; a una pintura que a la belleza quealcanz el arte medieval incorpore el realismo al que aspira el arte moderno; a una esculturaque, a la belleza de los griegos y la expresin del Renacimiento, incorpore una tercera cualidadan por descubrir, de forma que nos proporcione imgenes de hombres y mujeresesplndidamente vivos, aunque no le impida ser -como debera toda verdadera escultura-adorno arquitectnico. Todo esto debera lograr el arte ya que, de no ser as, nos veramosperdidos en un desierto y, entonces, parecera que el arte alrededor nuestro ha muerto o estluchando dbil e inciertamente en un mundo que ha olvidado por completo sus viejas glorias.

    Por mi parte, tal como el arte est ahora, no puedo hacerme a la idea de que importe muchocul de estas maldiciones le aguarda siempre que cada cual contenga una esperanza de lo que

    est por venir, pues en esta cuestin (como en otras) no hay esperanza salvo en la revolucin.El arte antiguo ya no es frtil, ya no nos ofrece nada salvo lamentos elegantemente poticos;al ser estril, no tiene sino que morir y la cuestin candente ahora es -en lo relativo a cmo hade morir- si con esperanza o sin ella.

    Qu es, por ejemplo, lo que ha destruido la Rouen, el Oxford de mi elegante lamentopotico? Han perecido en beneficio de la gente, cediendo lentamente el paso al crecimiento deun cambio inteligente y una felicidad nueva o se han quedado (como quien dice) atnitos antela tragedia que normalmente acompaa a un gran renacer? No ha sido as. Ni el falansterio nila dinamita han eliminado su belleza, sus destructores no han sido ni el filntropo, ni elsocialista, el cooperador o el anarquista. Se han vendido y a un precio ciertamente barato:aturdidos ante la avaricia e incompetencia de los lerdos que no saben lo que significan la vida

    y el placer, que ni los sentirn ni dejarn que otros los disfruten. Por eso nos hiere tanto lamuerte de esa belleza: ningn hombre con sentido o sentimiento se atrevera a lamentarprdidas tales si se hubieran visto compensadas con una vida y una felicidad nuevas para lagente. Mas an existe gente como la de antes, que todava se enfrenta a solas al monstruoque destruy toda esa belleza y cuyo nombre es la ganancia econmica.

    Repito que cualquier brizna de arte verdadero sucumbir igual si las cosas continan asmucho tiempo, aunque puede que su lugar lo ocupe un arte falso que bien podran desarrollardamas y refinados caballeros diletantes sin ninguna ayuda de los de abajo. Hablando confranqueza, me temo que este catico espectro de lo autntico satisfara a no pocos de quienesahora se consideran amantes del arte, aunque no resulta difcil vislumbrar una panormicaamplia de la degradacin del arte hasta que finalmente se convierta en un puro hazmerrer,esto es, si las cosas continuasen as, me explico: si el arte fuera para siempre la distraccin deaquellos a los que ahora llamamos damas y caballeros.

    Mas por mi parte no creo que vayan a continuar mucho tiempo como para caer tan bajo.Aun as, yo sera un hipcrita si dijera que creo que el cambio bsico de la sociedad -que le

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 18 de 44

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    dara el voto a los obreros y hara a los hombres prcticamente iguales de condicin- nos guapor un atajo hacia el esplndido renacer del arte al que me he referido. No obstante, estoy casiseguro de que no dejara intacto lo que llamamos arte, pues las metas de dicha revolucin sincluyen las metas del arte, verbigracia, abolir la maldicin sobre los obreros.

    Supongo que esto es lo que probablemente ocurra, que continuar el desarrollo de lamaquinaria con el fin de ahorrarles trabajo a los hombres hasta que las masas del puebloconsigan el suficiente ocio de verdad para poder apreciar el placer de vivir, hasta que, dehecho, hayan conseguido un dominio tal sobre la naturaleza que no teman morirse de hambrecomo castigo por no trabajar ms que lo suficiente. Cuando lleguen a ese punto, sin dudacambiarn y empezarn a descubrir qu es lo que realmente quieren hacer. Prontodescubriran que cuanto menos trabajo realicen (cuanto menos trabajo aislado del arte, merefiero), ms deseable resultar la tierra como lugar para vivir; por consiguiente, trabajarancada vez menos hasta que el estado del vigor -del que empec hablando- los animara a seguiradelante de nuevo. Mas para aquel entonces la naturaleza, aliviada por la relajacin del trabajodel hombre, estara recobrando su antigua belleza y enseando a los hombres la vieja historiadel arte. Y como el hambre artificial -causada por hombres que trabajan en beneficio delpatrn y a la que todos consideramos normal- hace tiempo que habra desaparecido, loshombres seran libres para hacer lo que quisieran y dejaran sus mquinas a un lado en todoslos casos en que les pareciera agradable o deseable hacer el trabajo a mano, hasta que en

    todos los oficios en que se requiriera crear belleza se buscara la comunicacin ms directaentre la mano del hombre y su cerebro. Igualmente, habra tambin tantas ocupaciones en elejercicio de la agricultura (en la que el uso voluntario del vigor se considerara tan delicioso)que la gente ni se planteara ceder ese placer a las mandbulas de una mquina.

    En resumen, los hombres descubrirn que los hombres de nuestros das se equivocaban almultiplicar primero sus necesidades e intentar luego que cada hombre eluda toda implicacinen los medios y procesos mediante los cuales se satisfacen esas necesidades. Este tipo dedivisin del trabajo en realidad es una forma nueva y deliberada de ignorancia arrogante yperezosa, mucho ms daina para la felicidad y el gozo vital que la ignorancia de los procesosde la naturaleza -de lo que a veces llamamos ciencia-, con la que sin saberlo convivan loshombres del pasado.

    Ellos descubrirn (o ms bien redescubrirn) que el verdadero secreto de la felicidad resideen sentir un inters genuino por todos los detalles de la vida diaria, en ensalzarlos por mediodel arte y en evitar que esclavos desatentos se hagan cargo de ellos y los ignoren. En los casosen que sea imposible ensalzarlos y hacerlos interesantes o aligerarlos mediante el uso demaquinaria para que hacerlos resulte insignificante, debera tomarse eso como indicio de quelas supuestas ventajas conseguidas no compensaran el esfuerzo y de que ms valdrarenunciar a ellas. En mi opinin, todo esto sera el resultado de que los hombres se quitaran deencima la losa del hambre artificial suponiendo -como no puedo evitar suponer- que losimpulsos que, desde los primeros albores de la historia, han animado a los hombres adedicarse al arte an les afectan.

    As y solamente aspuede sobrevenir el renacer del arte y creo que s sobrevendr de estaforma. Quizs ustedes digan que es un proceso largo y lo es, pero se me ocurre uno mslargo. Les he mostrado la visin socialista u optimista de la cuestin. Ahora la visin pesimista.

    Se me ocurre que la revuelta contra el hambre artificial o el capitalismo, que ahora est enmarcha, puede ser derrotada. El resultado ser que la clase trabajadora (los esclavos de lasociedad) estar cada vez ms degradada, que no luchar contra la fuerza abrumadora sinoque, estimulada por el amor a la vida que la naturaleza (siempre ansiosa por la perpetuacinde la raza) nos ha inculcado, aprender a soportarlo todo: la hambruna, el exceso de trabajo,la suciedad, la ignorancia, la brutalidad. Todo esto lo soportar igual que, ay!, incluso ahora losoporta con entereza, todo ello por no poner en peligro una vida dulce y un sustento amargo,as perder todo atisbo de esperanza y de humanidad.

    Tampoco saldrn mejor parados sus patrones: la superficie de la tierra ser espantosa entodas partes, salvo en el inhabitable desierto; el arte perecer por completo, tanto las artesmanuales como la literatura, que se convertir -como de hecho ya se est convirtiendo conrapidez- en una mera ristra de ineptitudes ordenadas y calculadas y de ingeniosidades

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    William Morris - Por el renacimiento del arte. Seis textos. Pg. 19 de 44

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    carentes de pasin; la ciencia ser cada vez ms unilateral, ms incompleta, ms farragosa eintil hasta que al fin se convierta en un montn tal de supersticiones que, a su lado, las teo-logas de antao parezcan pura razn e ilustracin. Todo caer en picado hasta que losheroicos esfuerzos del pasado por cumplir las esperanzas de ao en ao, de siglo en siglo, seolviden por completo y el hombre sea un ser incalificable: sin esperanza, sin deseos, sin vida.

    Y ser posible librarse de esto? Quizs, puede que el hombre, despus de algn terriblecataclismo, aprenda a esforzarse por alcanzar un animalismo saludable, puede que pase de serun animal tolerable a un salvaje, de un salvaje a un brbaro y as; y dentro de varios miles deaos puede que una vez ms inicie aquellas artes que ahora hemos perdido y que talleentrelazados como los neozelandeses o raye siluetas de animales en limpios huesos declavcula como los seres prehistricos de nuestra evolucin.

    Mas en cualquier caso segn la visin pesimista, en virtud de la cual la revuelta contra elhambre artificial no puede triunfar, caminaremos a pie en crculo penosamente hasta quealgn accidente, alguna consecuencia imprevista del plan, nos ponga fin a todos.

    No creo yo en dicho pesimismo ni, por otra parte, tampoco supongo que sea una meracuestin de voluntad si vamos a promover el progreso humano o la degradacin humana; contodo, puesto que hay quienes tienden a la visin socialista u optimista de las cosas, debo

    concluir que hay algo de esperanza en que prevalezca, que los esfuerzos agotadores demuchas personas implican que una fuerza les impele. As que creo que las metas del arte secumplirn, aunque s que no ser posible mientras nos lamentemos de la tirana del hambreartificial. Una vez ms les advierto (especialmente a quienes aman el arte) contra la suposicinde que les resultar provechoso intentar revivificar el arte preocupndose de su aspectoexterno, que est muerto. Sostengo que lo que ustedes deben buscar son las metas del arte yno el arte mismo yen dicha bsqueda puede que nos encontremos ante un mundo vaco ydesnudo como resultado de preocuparnos tanto del arte que no soportemos sus imitaciones.

    De todos modos, les pido que piensen conmigo que lo peor que nos puede ocurrir es quesoportemos mansamente los males que vemos, que no haya ni problema ni desordendemasiado malo. Que la necesaria destruccin que la reconstruccin conlleva se haga con

    calma, que en todas partes -en el Estado, en la Iglesia, en el hogar- nos neguemos confirmeza a aguantar tirana alguna, a aceptar mentira alguna, a acobardarnos ante miedoalguno, aunque puedan aparecrsenos disfrazados de piedad, obligacin o afecto, de ocasin yafabilidad tiles, de prudencia o bondad. La dureza, la falsedad y la injusticia del mundotendrn sus consecuencias naturales y nosotros y nuestras vidas formamos parte de esasconsecuencias mas, dado que tambin heredamos las consecuencias de la resistencia antiguaa esas maldiciones, ocupmonos todos de recibir la parte de esa herencia que tambin noscorresponde, la cual -si no otra cosa- al menos nos proporcionar valor y esperanza, es decir,una vida ilusionada mientras vivamos, que es por encima de todas las cosas la meta del arte.

    3. El renacimiento de la artesanaEscrito en 1888 para la Forthnigthly Review.

    Desde hace ya algn tiempo ha surgido bastante inters por lo que en nuestra jergamoderna se denomina artesana artstica y, ms recientemente, ha habido